6 minute read

Institución con solera C.E.I.P. Santiago Ramón y Cajal

Medio siglo formando ejidenses

Desde la intimidad de su mirada, Carmen Caparrós se adentra en los cimientos del C.E.I.P. Santiago Ramón y Cajal de El Ejido a través de la lucidez de su memoria. Bajo el halo de su propia experiencia, comparte sin reparos la historia de este centro educativo que definió su vida y la de su familia, así como la de tantos ejidenses y vecinos de la comarca que han pasado por sus aulas en estos cincuenta años de existencia. Un aniversario que conmemoramos en Vintage mediante este testimonio, que nos sitúa en el contexto histórico de una época pasada y nos recuerda que la mejor educación es la que sale del corazón.

Advertisement

Texto: CARMEN CAPARRÓS

Han pasado cincuenta años ya, desde que, sentados frente a un listado de escuelas y pueblos, decidíamos dónde nos iríamos el próximo curso para ejercer la docencia. Pepe deseaba Almería, pero esas plazas eran para maestros con edad cercana a la jubilación. Por mi parte, quería acercarme a la tierra de mi madre, Adra, pero ninguno de los dos pensábamos que estábamos decidiendo sobre nuestro futuro de vida y el de nuestros hijos e hijas. Te- níamos un montón de plazas en la tierra del “oro verde”… Sí, alguien lo había encontrado bajo la arena.

Cientos de familias decidieron regresar de la emigración que se había producido décadas antes desde la Alpujarra para establecerse en un pueblo, al principio inhóspito, pero que ellos mismos domarían.

Las familias tenían hijos y era necesario escolarizarlos. España quería entrar en la Comunidad Económica Europea, así que con urgencia nece- sitábamos escuelas, ya que el único centro escolar del pueblo y las clases unitarias esparcidas por nuestro municipio estaban desbordados.

En 1973, listos para su puesta en marcha, ya estaban construidos algunos de ellos. En el Campo de Dalías, en El Ejido, sobre un páramo casi desierto, plantados como dos setas en medio de lastras y rodeados por la acequia, estaban colocados los centros Santiago Ramón y Cajal y Diego Velázquez, brillantes, hermosos. Tenían tierra para jardines, gimnasio, laboratorios, salón de actos, biblioteca, aula de música, sala de profesores, edificio para la dirección... Eran verdaderos palacios educativos para los que veníamos de una escuela unitaria con alumnado de todas las edades. A nosotros nos destinaron al centro de Educación General Básica (la conocida, E.G.B., como se llamaba en aquellos tiempo) Don Santiago Ramón y Cajal.

El colegio tenía entonces el mismo número de maestros que de aulas. Los radiadores, que venían de serie en el edificio, no llegaron a encenderse jamás. Además, había un edificio de dirección, pero solo el director y el secretario tenían nombramiento oficial.

EL COMEDOR, UN IMPRESCINDIBLE

El Ramón y Cajal era un centro comarcal. Teníamos alumnado de todo el Poniente y por lo tanto, había un comedor para atender a los alumnos transportados, así como a aquellos que por la incorporación de la mujer al mundo laboral lo precisaban. En estos años, las familias vivían de la agricultura en un 80%, y la mayoría de los alumnos tenían abuelos o padres como emigrantes en distintos países europeos.

Con el auge de los invernaderos, muchas de estas familias que habían emigrado años antes y disponían de tierras propias, volvieron para cultivarlas. Eran tiempos en los que toda la familia trabajaba, desde los pequeños a los mayores: de día en el invernadero y de noche en el almacén de su casa, envasando los productos recogidos durante el día.

En esta época, también era muy fre- cuente que gran parte del alumnado dejara la escuela a una edad temprana para incorporarse al trabajo: los chicos al invernadero y las chicas para ayudar a la madre con los hermanos más pequeños.

En cuanto al profesorado, éramos maestros y maestras jóvenes que, cuando nacieron nuestros niños y niñas, no teníamos donde dejarlos mientras trabajábamos, ya que aún no había guarderías y nuestro tiempo de baja era solo de 40 días, mientras que los padres no tenían ningún derecho al respecto.

Lecciones De Democracia

Pese a todo, nuestro espíritu creativo crecía, y un día de noviembre de 1975 marcó un antes y un después en nuestras vidas. Las maestras con hijos nos quedamos en casa, los maestros, maestras solteras y mayores fueron al centro. Empezaba una nueva era. En las universidades, los estudiantes sufrían y cantaban a las libertades recién estrenadas. Los constituyentes sabían que había un pueblo esperando y cumplieron: nació la Constitución y las aulas hablaron de derechos y deberes. Los mayores leímos nuestro derecho a huelga, huelga de brazos caídos: pasamos un mes en el cole reivindicando derechos olvidados durante mucho tiempo y el alumnado en su casa.

Entre 1982 y 1983, con la autonomía andaluza, empezaron a llegar libros de lectura, introdujimos en nuestros textos a la generación del 27, a Blas Infante o lo que era el pinsapo; y la familia, el alumnado y el personal no docente empezaron a participar en la organización del centro a través del Consejo Escolar. El alumnado que se postulaba hacía su campaña electoral, hablándole a los compañeros de sus propuestas. Fue una auténtica lección de democracia nacida en el C.E.I.P. Santiago Ramón y Cajal. En los años 80, las familias de Almerimar solicitaron el transporte escolar. Generalmente, estos profesionales trabajaban en el sector turístico y eran una pequeña colonia. Hasta ese momento, las familias se encargaban de llevar a sus hijos e hijas hasta el centro, que fue testigo de los cambios que introdujo la nueva situación económica. Las niñas empezaron a estudiar, las madres cuidaban a los pequeños y otra mano de obra las sustituía (habían llegado los afamados 90). La tele se trasformó en teles y empezó la discusión de quién cambiaba la tele o quién era el amo del mando. Pero la educación seguía siendo el pilar básico de la sociedad.

Proyectos Innovadores

En los 90, el colegio adquirió una nueva impronta. Nuevos proyectos entraron en las aulas como un torbellino: Educación en valores, coeducación, educación por proyectos comunes al centro, constructivismo, intercambio de información con países europeos (Comenius), teatro, inglés desde infantil, música desde primero, cultura materna, integración, plan de acogida y apoyo a las familias fuera del horario escolar con actividades extraesco - lares, las cuales eran, en un principio, organizadas por el centro, y más tarde, por la administración. Muchos son los hitos alcanzados por el Ramón y Cajal en estos cincuenta años de trayectoria y, aunque resulta imposible enumerarlos todos, cabe destacar que en 1995, nuestro centro entró a formar parte de la red de escuelas asociadas a la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), organizando en 2004 el encuentro español de escuelas asociadas a la Unesco.

Entre otras iniciativas de interés, merece especial mención la celebración del 25 aniversario del centro, en mayo de 1998, con una serie de actividades encaminadas al encuentro y al recuerdo, las cuales fueron recogidas en una revista para la posteridad. Y por si esto fuera poco, el Ramón y Cajal se convirtió en centro de referencia en el trabajo ‘Escuela, espacio de paz’. Proyecto por el que la Consejería de Educación le entregó una de las ocho primeras esculturas por educar en valores.

Bajo la coordinación de nuestro colegio, fue creado, asimismo, el proyecto ‘Intercentros de El Ejido, Escuela, Espacio de Paz’, integrado por veinte centros de todas las etapas obligatorias, constituyendo el mayor de Andalucía. Muestra de los principios de los ejidenses que siempre han entendido que “juntos somos más fuertes”.

Tiempos Modernos

Dejamos atrás los maravillosos años 90, y en 2001 la educación primaria sufre un cambio sustancial: el paso optativo de los maestros de segun- da etapa a los centros de secundaria. Con este cambio, llegó también la incorporación de los alumnos de tres años a las aulas de infantil junto a los alumnos de cuatro y cinco años. Pero este no fue el único reto al que tuvo que adaptarse la comunidad educativa en pleno.

El nuevo siglo trajo consigo la proliferación de las nuevas tecnologías, que se han ido incorporando a la labor diaria, sin dejar a un lado las labores de escritura, cálculo, realización de teatro, cuentos, poesía... Al fin y al cabo, el C.E.I.P. Santiago Ramón y Cajal siempre ha estado vinculado a la literatura, la generación del 27… Era fácil ver el impresionismo en los pasillos.

De igual modo, nunca ha dejado de colaborar con otros centros, ya fuera dentro como fuera de nuestras fronteras. Su participación en el proyecto europeo Comenius se tradujo en tres años intercambiando material y visitando las escuelas de varios países (Alemania, Polonia) a través de la iniciativa ‘Mi tierra, tu lugar de vacaciones’.

No quiero terminar sin mencionar el proyecto ‘Conocer España siguiendo al Poli’. Actividad llevada a cabo por todo el colegio, desde Infantil a Primaria, durante varios cursos, redactando nuestros propios textos e incorporando a familias para que sus viajes fuesen de investigación conjunta padres e hijos. Este proyecto tuvo una gran repercusión nacional, llevando a nuestras aulas desde locutores de nivel nacional a nuestros futbolistas. Con el cambio de dirección, nuevas iniciativas fueron incorporadas para enriquecer al centro y las familias, pues si algo se puede destacar de los cincuenta años de historia del C.E.I.P. Santiago Ramón y Cajal, es que desde el principio no solo atendió a las necesidades del alumnado, sino a las de sus familias, ofreciendo servicios ex- traordinarios e imprescindibles como el comedor, las actividades extraescolares o el transporte escolar. Acciones por las que el C.E.I.P. Santiago Ramón y Cajal de El Ejido siempre será recordado como uno de los centros pioneros en fomentar la conciliación laboral y familiar.

This article is from: