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Martina, la doncella de Murgi (CAPÍTULO

El “sí, quiero” de Martina colapsó la fibra emocional de gran parte de los invitados, ante la mirada aún de cierta soberbia de La Marquesa. El arzobispo, en su sermón, acarició una homilía sobre el matrimonio, mientras don José “el Cura” prepara la hostia de pan ácimo para comulgar y aviva las velas de la sacristía con ayuda de las monjas, resaltando con ello la luz que expresa ‘El Expolio’ del Greco. El “Reinico” y el “Habichuelo”, casi dormitando ante el largo sermón, pensando en las medias lunas de merengue, los cordiales y los hojaldres de cabello de ángel. Los nuevos consuegros y consuegras, ya consumados, se funden en un abrazo después de la felicitación emotiva hacia sus hijos. La música nupcial de Mendelssohn da paso a Tchaikovski con su ‘Lago de Los Cisnes’ y una sorpresa de última hora, la intrusión musical de Rimski Kórsakov en su obra sinfónica ‘Scheherezade’, para compartirla con la establecida en el guion de las ‘Walkirias’ de Wagner. Los invitados, a la espera de la firma de los testigos, que subieron a la pequeña mesa escritorio adjunta a la Sacristía, constituidos los testigos por el propio ministro Tomás Allende y García Baxter, don Antonio Mira, don Juan Llerena y Juan Acién Herrera, pariente cercano de Antón. Con El arzobispo felicitando y bendiciendo a los novios, y dando comunión don José “El Cura”, aún queda tiempo para que don Antonio Mira le preguntara al ministro sobre el futuro del IRYDA, ya introducido en proyectos desde la Reforma y Desarrollo Agrario, y sobre la importancia de la parcelación en terrenos públicos de nuestra comarca, quedando el ministro atónito por los conocimientos del maestro nacional en plena Sacristía.

Los invitados se amontonaban a la espera para felicitar a los novios a la entrada de la carpa del convite y otros a los pies de la Sacristía, donde también, después del papeleo nupcial, el arzobispo será requerido para bendición y beso del anillo.

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Ha comenzado de nuevo una leve llovizna, que resulta agradable y no es presagio de lluvia, como ya advirtieron los pastores “Marchalero” y “El Talé”. El Molino es hoy el centro de Murgi, y pululan a ritmo frenético los camareros, cocineros y personal de servicio para servir la comida a tiempo y en su punto. La menestra de guisantes y el salteado de judías Koras con jamón están suculentas. Algunos invitados, después de saludar a los novios, ya toman un vinillo, como Riojas y Riberas de Duero convencionales, y los de Albondón y “laeros” de La Contraviesa, con matices autóctonos muy apreciados en Murgi. Alejo, al final de la carpa, con los pies como botas de

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hinchados, está junto a su amigo “Casaíllo”, a quien también le ha salido una borrega en el tobillo y anda cojo con los zapatos nuevos, y al “Rubiano” le ahoga la corbata y ha aflojado el nudo, saltando la ortodoxia. Ulula levemente la brisa por el cañizo de juncos contiguo y la lluvia sedosa refresca la frente del joven “Aceituno”, que se ha quitado los zapatos y ha llenado su gorra de caracoles serranos, y quiere regalar al arzobispo para que le hagan una salsa en Granada, que se chupe los dedos. Caracoles del Cerrillo el Cura, como plato simbólico en la Archidiócesis.

Las músicas se mezclan ya, por un lado la Rondalla de Baldomero García y Valdivia y los Teddy Boys, que ya afinan su batería. La cocina es un frente de producción exquisito, con mezcolanza de olores y sabores. La fritura de pescado, el asado de carne, los platos precedentes, los boniatos, los buñuelos de Los Bérchules, las castañas, las manzanas, las tortas de Chicharrones…

Observa en un momento preciso, ya sentados en el banquete, la Marquesa, que ha desaparecido por completo la mancha de Antón y no puede precisar ya el lado afecto, podría haber sido un milagro o bien una obra de arte que nace de la intuición y saber popular que a veces es equiparable a la ciencia.

La cuestión es muy favorable al entendimiento entre ciencia y la parte no epistemológica del saber.

La fiesta continúa y quedan horas de celebración, y la sorpresa del regalo supremo de la Marquesa. Los “Marchantitos” y “Escribanos” están ya escuchando un fandango de la Rondalla y beben un vaso de vino del Cortijo del Gato de Albuñol, con sus mulos y carruajes parapetados contra la pared del Molino, comiendo un pienso de cebada y con las orejas pinas con tanto alboroto.

La cubertería y la cristalería del Ritz impactó a muchos invitados, acostumbrados al trago de la bota y del porrón, y cuando llegaron los cordiales y las medias lunas se olvidaron de las maneras ortodoxas del comer, y “Sifones” y “Pierdes Plata” chupeteaban los espacios interdigitales con ahínco. La tarde fue débilmente lluviosa a intervalos y aunque predominaba la música de Teddy Boys en los más jóvenes, la Rondalla, con su canción española y la bandurria, hacía el entusiasmo de los más maduros. Otros escuchaban los bafles potentes del tocadiscos. Los invitados continuaban la tarde de fiesta en distintos espacios específicos de la carpa. Pasodobles, rumbas y el folkrore y fandanguillos nuestros deleitaban a los distintos grupos.

Los buñuelos berchuleros se adelantaron y aceitosos y calientes eran escurridos en el tablón de masa previa. Boniatos, manzanas y “granás” de los Granados del Cortijo Quesada, llevadas por Eusebio Fornieles. El anís Marie Brizard, el Cointreau, la menta y los cubalibres de Larios y Bacardi y los mantecados de Estepa, de Emilio Luque. Antes de anochecer, otro Mil Quinientos de chasis largo hace la entrada rambla arriba, es el taxi de Gabriel Cerezuela Bayo, que hace la ruta Murgi-Barcelona, que ha recogido en el aeropuerto del Prats a Simon & Garfunkel, contratados para ofrecer su pequeño concierto aquí, esta noche tan especial, conseguido por influencias incluso gubernamentales de la Marquesa. Los novios son el centro de saludos y ofrendas y los protagonistas de los sueños que se hacen realidad, la fuerza del amor, la pureza de un sentimiento que ha podido con fuerzas más superfluas de la arrogancia, incluso de los defectos físicos congénitos. La Marquesa toma café con buñuelos y despide ya a sus invitados de la realeza y del Gobierno. El arzobispo ha bendecido a los novios y a todos los invitados, y después de los postres se ha retirado con don José “el Cura” y las monjas, hacia el Salón Parroquial, para salir temprano al día siguiente para Granada, pero no ha olvidado la taleguilla de caracoles serranos del Cerro del Cura, de los tomillares de la falda de Fuente Nueva, que le ha regalado Bernardo Escobar Herrera, “Galancillo” y “Pollico”.

Morata, el vocalista de Teddy Boys, recibe impresionado a Simon & Garfunkel, este con sus cabellos rizados e incipientes entradas frontales. ‘Míster Robinsons’, ‘Puente sobre aguas turbulentas’, ‘El Sonido del Silencio’ y ‘el Cóndor’ pasa estremecedor el concierto, entre paredes rocosas, la lluvia atenuada por la lona de la carpa, el silbido salvaje de una brisa otoñal y el sonido dúctil del paso del agua por la acequia del Molino, en un crepúsculo donde el olor del incienso se mezcla con la rebelde fragancia del tomillo, del romero y de las florecillas moribundas del jazmín de noche. De forma espontánea, Martina arroja parcialmente su ramo de flores a la acequia de la Fuente Nueva. Es un deseo para que nuevas semillas de amor se implanten entre todas las jóvenes de Murgi. La Marquesa guarda un último regalo en la solapa, que hace público en este momento. Un viaje de novios a Canadá, con salida de Madrid a Montreal, programado para después de Reyes, con la compañía Iberia, en su Boeing 747 Jumbo, y des - pués de Montreal visitar El Río San Lorenzo, Otawa, los grandes lagos, especialmente El Eire y Ontario, donde el río Niágara forma sus famosas cataratas. Después, el viaje continuará hacia el Yukón y Columbia Británica, y una pequeña estancia en Iqaluit, capital de Nunavut, en iglús esquimales.

Avanza la noche en El Molino, las músicas son ya una mezcolanza de sensaciones, sobre todo por los más jóvenes que continúan la fiesta. En un descanso de Simon & Garfunkel, estos observan anonadados la maestría de la Rondalla, y el arte de tocar la bandurria y la pandereta. El “Habichuelo” reparte bicarbonato a los invitados con ardores y “rascordinas” gástricas. La mayoría de los invitados maduros se están retirando, algunos con alguna bolsilla de cordiales y merengue y hasta buñuelos. La tía Baya y Alejo también se despiden de Antón y Martina, y se montan en el Cuatro L del “Rubiano”, llevando los pies hinchados como botas y tomando sal de fruta para sus eructos y regurtos gástricos.

Ya de madrugada Alejo escribe:

“Intuyo una aurora imprecisa de colorido, marcada por las nubecillas blancas de la llovizna, infiltrada a retazos por rayos lunares ocres, dorados, con estigmas de melancolía otoñal.

Vuelvo a la tierra, como un campesino anónimo, para implantar una semilla de ancestros puros y el caballón, madre de la vida, capta el brío del agua, sin pedir nada a cambio. Solo el cántico alejado de los pájaros y la punzada incisa de mi única azada. ¡Poros de Murgi en constante gravidez!”. Continuará...

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