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Huertos en casa ¿Una moda o el inicio de un estilo de vida diferente?

Autor: Diana Isis Flores Gutiérrez

La pandemia causada por el SARSCoV-2 ha generado un fuerte impacto a nivel global en todos los ámbitos.

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Se han perdido vidas y empleos; además, el alimento se encareció y ante una contingencia sanitaria lo prioritario es preservar la salud, así que es inevitable pensar en que estamos atravesando por una de las crisis más fuertes que la humanidad ha enfrentado en la historia.

Y es la historia misma que me lleva a evocar los Victory Gardens o Wars Garden, los jardines de la victoria o jardines de la guerra, que surgieron ante las crisis generadas por la Primera y la Segunda guerras mundiales en países como Estados Unidos, Canadá y el Reino Unido. Estos jardines tenían el propósito de que los civiles pudieran autoabastecerse para dejar la producción industrial para alimentar a las tropas.

Una crisis similar es la que estamos viviendo ahora ante esta guerra contra el SARS-Cov-2, en la que se ha incrementado exponencialmente el interés por cultivar alimentos en casa, ya sea por necesidad, por ocio, por terapia o por moda.

Como docente de la asignatura de tecnologías con énfasis en agricultura (sí, es una asignatura en educación secundaria técnica), aprender a producir alimentos debería ser una práctica necesaria en todos los niveles desde la primera infancia hasta universitarios, y no solo de las escuelas, sino en la vida; la actividad de los huertos en casa resultó como un remanso en esta época de confinamiento en los adolescentes, pero también en niños y adultos. ¿Moda? No lo creo. Lo que sí creo es que cada día va aumentando la necesidad de saber lo que comemos, de dónde vienen los alimentos, querer vivir la experiencia de comer algo que vimos nacer, cuidamos y conocemos su camino. Si queremos que nuestros hijos se sientan motivados por probar las frutas y verduras, lo harán sólo si participan en su proceso de cultivo.

Por eso, considero que el huerto se está convirtiendo en un estilo de vida ante una pandemia que nos hizo visible una necesidad, una necesidad que se ha puesto de moda porque todos queremos hacer un huerto, conocer el proceso, y comer una ensalada como la que preparó Anabela con las lechugas y los quelites de su huerta; la salsa que elaboró Valeria con los tomates, chiles y cilantro que cultivó; comer nopales tiernos como la familia de Ángel; y como Mikel que se negaba a comer jitomate hasta que participó en el proceso de cultivo y ahora los come con gusto.

Estos alimentos están siendo cultivados de forma inocua y orgánica. Los huertos se han convertido en un lugar de encuentro y convivencia dentro de la misma casa aportando un bienestar físico y mental; así que mientras no haya una vacuna contra el virus los alimentos son y seguirán siendo los únicos que nos podrán mantener a salvo.

Nueve meses han pasado desde que este virus nos cambió la vida; cambió nuestra forma de trabajar, de ir a la escuela, nuestros hábitos de higiene, hasta la forma de saludarnos. Ahora empezamos una transición hacia la “nueva normalidad”, pero qué les parecería si parte de esa nueva normalidad incluya producir nuestros propios alimentos.

Tener un huerto en casa ayudaría a reforzar la seguridad alimentaria en tiempos de crisis o la economía familiar, además de estimular el autoconsumo y promover practicas sostenibles y mejorar la relación con nuestro entorno, contribuyendo así a la mejora de las condiciones ambientales de las ciudades, pero también a impulsar el rescate de estas actividades en las zonas rurales y alentar el consumo local. ¿Tú aceptarías el reto?

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