© Del texto: 2014, Andrés Kalaswki
© De las ilustraciones: 2014, Andrea Ugarte
© De esta edición: 2014, Santillana del Pacífico S.A. Ediciones.
Dr. Aníbal Ariztía 1444, Providencia
Santiago de Chile
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www.librosalfaguarainfantil.com/cl
ISBN: 978-956-15-2418-7
Nº Inscripción: 235.657
Impreso en Chile. Printed in Chile
Primera edición: abril de 2014
Portada: Ilustración de Andrea Ugarte
Diseño de la colección: Manuel Estrada
Impreso en CyC Impresores Ltda.
Una editorial del grupo Santillana con sedes en: España
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Todos los derechos reservados.
Chile
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El mar en Manuela
Andrés Kalawski
Ilustraciones de Andrea Ugarte
Manuela entró al baño.
Le gustaba la ventana del baño porque estaba llena de mar.
Se veía tan bonito el mar.
El
sol brillaba y las gaviotas daban grititos.
Las olas iban y venían rugiendo.
Tomó el vaso que había en el baño, lo acercó a la ventana y lo llenó de mar.
que Manuela quiso guardarlo para ella sola.
Manuela tenía el mar para ella sola.
La playa había quedado seca.
Manuela se asustó. ¿Qué harían sus papás si descubrían que se había robado el mar?
—¿Estás bien? Voy a abrir la puerta —dijo su mamá.
Entonces decidió hacer algo no muy inteligente.
Se tragó todo el mar que tenía en su vaso.
Era muy salado, no tenía buen gusto y Manuela quedó tiritando.
Su mamá y su papá le hacían tantas preguntas, y ella tiritaba tanto. Se sentía mal, pero le daba miedo contarles que se había tragado el mar.
Tampoco le gustaba cómo se veía la playa ahora.
Era como una gran sábana amarilla y caliente, con muchas arrugas. No se veía bonita.
Entonces a
Manuela le dio mucha, mucha pena. Los ojos se le llenaron de agua y le empezaron a correr unas lágrimas por la cara.
Las gotitas caían y formaban un charco.
Pronto esas gotitas de lágrimas fueron goterones y después chorros.
El mar llenó el baño y después la casa, y empezó a bajar como un río salado por las calles hacia la playa.
Manuela ya estaba cansada de llorar. Quería parar, pero no podía. Todo el mar se le iba saliendo por los ojos. Por fin, cuando el mar estuvo lleno de nuevo, Manuela dejó de llorar.
El sol brillaba, las gaviotas daban grititos, las olas iban y venían rugiendo. Manuela pensó que iban a retarla por haberse robado el mar, pero todos estaban tan felices de tenerlo de vuelta, que lo único que hicieron fue invitarla a la playa.