Cuando vale la pena asumir un riesgo Una experiencia del Hogar Infantil Marie Poussepin Cúcuta, Norte de Santander Relato de P iedad M orales V ega M aría del C armen S epúlveda H ernández
Cuando vale la pena asumir un riesgo, 2016 Ministerio de Educación Nacional, Colombia Una experiencia del Hogar Infantil Marie Poussepin (modalidad institucional) Cúcuta, Norte de Santander Relato de Piedad Morales Vega María del Carmen Sepúlveda Hernández Proyecto editorial desarrollado por la Corporación Voces y Saberes Coordinación editorial Mariana Schmidt Quintero Carolina Turriago Borrero Redacción Fernando Escobar Borrero Asistencia editorial Juan Pablo Bonilla Carvajal Corrección de estilo Lilia Carvajal Ahumada Diseño y diagramación Marta Cecilia Ayerbe Posada Impresión Zetta Comunicadores S. A. Esta reseña se desarrolló en el marco de la Alianza por la Primera Infancia (Convenio de asociación 1375 de 2015), producto del diseño del esquema de reconocimientos e incentivos a buenas prácticas en educación inicial.
En Cúcuta también habitó la tribu motilón barí, el cacique Guaymaral y la princesa Zulia. Además, es una tierra rica en mitos y leyendas. Este gran legado nos llevó a elegir el aspecto histórico como el eje en nuestro proyecto pedagógico, llamado “Cúcuta, cuna de grandes historias”.
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Cúcuta, Norte de Santander
n la ciudad de Cúcuta, capital del departamento de Norte de Santander, se encuentra ubicado nuestro hogar infantil. Dentro de una planta física pequeña atendemos a ciento treinta niños y niñas. Para algunas personas, esta situación puede significar hacinamiento, para nosotros significa el gran reto de reinventarnos cada día, creando dentro de estas cuatro paredes, mundos infinitos para que crezcan sabiendo que nada puede limitar la alegría ni el conocimiento. Imaginar otro mundo desde el nuestro Llevábamos funcionando 38 años de la misma manera, los niños dentro de su salón recibían contenidos durante horas, sin tener muchas posibilidades de movimiento. A partir de 2013 decidimos darle un revolcón a nuestro hogar, tanto física como conceptualmente. No fue fácil. Nuestra revolución, como tantas otras, generó muchos sentimientos en contra, tanto de los padres de familia como en algunos docentes que llevaban años trabajando de la misma manera. ¿Cómo convertimos este pequeño espacio en uno enorme? Sacudiendo nuestras mentes y nuestros corazones. El hecho de que la directora de nuestro hogar hubiera empezado su carrera en la educación inicial como jardinera ha sido fundamental para llevar a cabo nuestro proceso de transformación. Sus ojos
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Cuando vale la pena asumir un riesgo de educadora que aprendieron a mirar durante años cada espacio y cada situación que se vivía, también iban proyectando en su mente la mejor manera de solucionarlo. Ella, a partir de su gran conocimiento y su intuición frente a lo que necesitaban los niños y las niñas para desarrollar todo su potencial, empezó a hacer cambios en la manera de trabajar. “Hagamos algo para que todos tengan acceso a todos los lugares del hogar infantil, que no estén todo el día en una sola aula, con una sola profesora haciendo lo mismo”. Así empezó el cambio. Decidió convertir los antiguos salones en aulas interactivas para que los niños rotaran permanentemente dentro de las instalaciones, cambiando de ambiente, de materiales y de estímulos. Como equipo, creamos rincones pequeños, pero donde ellos tuvieran el espacio suficiente y el material adecuado para aprovecharlo en grande. Antes había en cada salón cerca de quince materiales pedagógicos y juguetes para treinta niños, entonces vimos que era mejor tener un solo espacio donde estuvieran todos los juguetes, y en el que ellos siempre pudieran tener uno a la mano y compartir un espacio de juego. El salón de las maestras se convirtió en el salón de arte, y planteamos otras actividades que compensaran el hecho de no tener un espacio abierto para actividades de expresión corporal.
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Cúcuta, Norte de Santander Una caja azul como el océano Luego llegó a nuestro hogar la caja azul, que contiene los referentes técnicos para la educación inicial en el marco de la atención integral a la primera infancia, del Ministerio de Educación Nacional y la Estrategia De Cero a Siempre. La abrimos y ¡descubrimos una gran sorpresa!: lo que el país planteaba coincidía con aquello que nuestra intuición nos había indicado que era mejor para el desarrollo de los niños y las niñas. También que nos daba un respaldo técnico y nos mostraba un mundo de posibilidades para nuestro trabajo, un mundo maravilloso. Como maestras, la caja azul es nuestro tesoro. A partir de ello, nuestras aulas interactivas, además de ser mágicas, están mejor organizadas en función de los propósitos del desarrollo integral y la educación inicial. En nuestro hogar ya no habría tareas para los pequeños, ni niños apetecidos por los colegios por salir sabiendo leer y escribir. No. Ahora habría niños y niñas que desarrollaran todo su potencial sobre la base del juego, el arte, la literatura y la exploración del medio. ¡Nosotras y los niños estábamos felices! Algunos padres de familia pensaban que estábamos tirando a la basura todos los años de tradición del jardín. Tuvimos que buscar ayuda de profesionales de la regional del ICBF para hacerles entender a las familias que no estábamos locas, que
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En 2013 formamos parte del equipo ganador de la convocatoria del primer libro táctil hecho en Colombia con la obra ¡No me comas!, y el año pasado hicimos el libro táctil ¡No me asustes!, con el que obtuvimos el quinto lugar a escala nacional, ambos con escritura braille.
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Cúcuta, Norte de Santander esta era la manera adecuada de trabajar la educación inicial y, lo más importante, no desistimos. Con los padres nos tomó más de un año acostumbrarnos al cambio, pero a medida que los fuimos involucrando en el proceso se fueron enamorando de nuestra nueva manera de hacer las cosas y valoraron nuestra evolución. Para vincularlos, los incluimos en actividades de nuestro proyecto pedagógico basado en la historia de Cúcuta, haciéndolos partícipes de nuestras salidas pedagógicas mediante las cuales han conocido más de cerca, a la par de sus hijos, la historia de nuestra ciudad y nuestros antepasados. También los hemos vinculado como poseedores de saberes y en la elaboración de materiales para diferentes actividades de nuestro proyecto. Ahora nosotras y los padres de familia estamos muy satisfechos del rumbo que ha tomado el trabajo. Pequeños espacios, grandes experiencias Crear espacios en un lugar tan reducido y limitado requiere no solo de mucha imaginación, sino también de organizarse. Manejamos el tiempo haciendo una buena programación semanal en nuestros diferentes ambientes: el desarrollo del pensamiento lógico-matemático, el desarrollo motor, el salón de juegos, el salón de arte y la biblioteca. Por ejemplo, un grupo de niños de párvulos van al rincón de desarrollo del
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Cuando vale la pena asumir un riesgo pensamiento lógico-matemático, y de acuerdo con el proyecto que estén desarrollando, hacen actividades durante cuarenta y cinco minutos. Mientras tanto, otro grupo está en el ambiente artístico, al que el primer grupo pasará en el siguiente segmento del día. De esta manera, todos van rotando por todos los ambientes siempre acompañados por sus maestras. Así los pequeños ven y viven cosas diferentes constantemente. Los ambientes no son los únicos que cambian. Si bien hay una maestra y un salón asignado a cada grupo, al hacer la rotación pueden interactuar con diferentes maestras durante la jornada. Estas también tienen la oportunidad de observar a todos los niños del jardín en diferentes tipos de actividades y de conocerlos más profundamente. El hecho de que varias maestras vean cómo es el comportamiento de los niños en los diferentes rincones, nos ha ayudado a identificar mejor sus potencialidades, intereses y gustos. Esto nos da más pistas para solucionar problemas cotidianos. Ahora todo el equipo del hogar está comprometido con la totalidad del proceso pedagógico. Para aprovechar nuestros espacios de trabajo, hemos adaptado el zaguán en la calle para rescatar algunos juegos tradicionales: el trompo, el yo-yo y la coca, entre otros. Asimismo, cada mes los niños pueden disfrutar de un refrescante baño en una piscina que armamos en el pequeño patio de nuestra
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Cúcuta, Norte de Santander institución. Da gusto verlos ansiosos porque llegue la hora del descanso, mientras una maestra, haciendo el papel de pregonera, va recorriendo aula por aula con su sombrilla y su pinta veraniega, anunciando que es día de piscina, creando así gran alboroto y algarabía. Para evaluar lo hecho en la semana, cada viernes hacemos la retroalimentación, en la que todos los niños en el patio, con teatro, canciones, poesía y bailes, representan lo que más les gustó de la semana. Cada quince días tenemos la mañana lúdica: fuera de las aulas ubicamos diversos juegos y actividades para que todos los niños puedan hacer lo que más les gusta: unos pintan, otros participan en juegos de roles o tradicionales, otros se disfrazan, otros moldean en plastilina, arcilla o arena. Aprovechamos cada rinconcito para que ellos se diviertan y sean felices. La historia como eje del proyecto pedagógico Cúcuta es una ciudad llena de historia. En ella nació Francisco de Paula Santander, el Hombre de las Leyes, uno de los gestores de nuestra independencia; Juana Rangel de Cuéllar fue quien donó los terrenos donde se fundó la ciudad y la heroína Mercedes Ábrego regaló una casaca al Libertador Simón Bolívar hecha con hilos de oro. En Cúcuta también habitó la tribu motilón barí, el cacique Guaymaral y la princesa Zu-
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Cuando vale la pena asumir un riesgo lia. Además, es una tierra rica en mitos y leyendas. Este gran legado nos llevó a elegir el aspecto histórico como el eje en nuestro proyecto pedagógico, llamado “Cúcuta, cuna de grandes historias”. Además de las actividades pedagógicas que desarrollamos en las diversas salas interactivas para hacer de nuestra historia el motor de la exploración, nuestras salidas pedagógicas son de gran importancia, pues es a través de ellas que los niños y las familias experimentan en su propia piel todo lo trabajado en el hogar. Su vínculo con la ciudad y su interés se incrementan, y se abren nuevos campos de indagación y de trabajo para nuestro proyecto pedagógico. En nuestras salidas multitudinarias, en las que todos los padres de familia acompañan a sus hijos, hemos visitado lugares emblemáticos como la casa del general Santander, la Quinta Teresa, el parque Juana Rangel y el parque Mercedes Ábrego, entre otros. Al ser tantos, nos dividimos en grupos y organizamos el transporte con ayuda de las familias y de la Policía. Así docentes, niños, familias y comunidad, podemos aprender, compartir y sentir de cerca las raíces de nuestra identidad como cucuteños. Después de cada salida, y con la ayuda de sus familias, los niños elaboran banderas, espadas y vestidos de la época de la Independencia, que lucen con gran
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Cúcuta, Norte de Santander emoción y sentido patrio en representaciones que a veces hacemos en esos mismos lugares para disfrute de toda la comunidad. En otras jornadas con familias hemos dado pie a la lúdica. Su objetivo ha sido que los mayores de la familia les enseñen a los más pequeños aquellos juegos tradicionales que practicaban cuando eran niños, y que ese día los jueguen con ellos. También se integran los abuelos con bailes y contando historias y anécdotas de su niñez. Así, aprendizaje y diversión se mezclan en una maravillosa jornada en la que hay carreras de llantas, de encostalados, empujar el aro, el runcho, y muchos otros. También hemos hecho jornadas culinarias para preparar y probar aquello que comían nuestros ancestros motilones y también la comida típica de Cúcuta como el mute, el dulce de leche de cabra, el pastel de garbanzo y el sancocho. Los niños han visto con admiración que los habitantes de esta región se preparaban sus propias bebidas a base de maíz (chicha y masto) y que no tomaban gaseosa. Sus padres fueron quienes las prepararon, y ellos pudieron olerlas y probarlas, saber cómo y con qué se preparan. Y si bien les cuesta imaginarse cómo podían disfrutar una bebida como la chicha, se involucran con la historia y con otras maneras de pensar y hacer las cosas.
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Nos sobra el gran entusiasmo de los padres de familia que han ido cambiando su percepción frente a la nueva manera de brindar la educación inicial, y abarrotan los encuentros y reuniones de padres porque creen en el proyecto y cada día lo quieren más.
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Cúcuta, Norte de Santander La historia nos ha dado pie para llevar a cabo otras actividades muy valiosas en las que todos participamos. Una de ellas es la elaboración de un enorme libro táctil que contiene en sus páginas los pasajes más representativos de nuestra historia y los principales símbolos de la ciudad. Este libro está permanentemente abierto y permite la interacción de los niños no solo con la historia, sino con sus sentidos y sensaciones. Es una apuesta que tenemos por desarrollar materiales inclusivos, de los que niños y niñas con discapacidad, también puedan disfrutar. En 2013 formamos parte del equipo ganador de la convocatoria del primer libro táctil hecho en Colombia con la obra ¡No me comas!, y el año pasado hicimos el libro táctil ¡No me asustes!, con el que obtuvimos el quinto lugar a escala nacional, ambos con escritura braille. Los dos libros nos han hecho merecedores de múltiples reconocimientos, por ello estamos trabajando en nuevas ideas que quisiéramos compartir con todos los niños del país. Creer y perseverar Mirar hacia nuestro pasado es mirar hacia nuestro futuro. Mirar hacia dentro es mirar hacia afuera. En nuestro hogar infantil, no contamos con mucho espacio, es cierto, pero nos sobra imaginación, buena acti-
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Cuando vale la pena asumir un riesgo tud, perseverancia y un gran sentido de pertenencia. También nos sobra el gran entusiasmo de los padres de familia que han ido cambiando su percepción frente a la nueva manera de brindar la educación inicial, y abarrotan los encuentros y reuniones de padres porque creen en el proyecto y cada día lo quieren más. Los niños también lucen ahora más desparpajados, más libres, y se sienten orgullosos de su historia y de su jardín, que aunque pequeño, les da alas para crecer en un adecuado ambiente para la primera infancia, digno y feliz. Valió la pena haber asumido el riesgo. Creer firmemente en la nueva pedagogía, reunir valor para mostrar que la propuesta es la adecuada y perseverar nos dio la fuerza para continuar, y la maravillosa caja azul nos proporcionó el respaldo que necesitábamos.
La reseña que aquí se publica forma parte de un conjunto de 27 relatos cortos en los que gestores de buenas prácticas en educación inicial — de la modalidades institucional, familiar, comunitaria y de educación intercultural — exponen algunas de sus actuaciones a favor de las niñas y los niños en el marco de la atención integral a la primera infancia. Colombia ha caminado hacia la cualificación de sus prácticas en educación inicial buscando que estas respondan a un enfoque de desarrollo integral, a los avances investigativos en asuntos de primera infancia y, por supuesto, también a las características y particularidades de cada niño y cada niña que recibe atención. Esta reseña es una prueba fehaciente de las transformaciones que se vienen dando y un reconocimiento a quienes las hacen posibles: equipos humanos de unidades de servicios regadas por todo el territorio nacional, que trabajan minuto a minuto, día a día, cumpliendo lo que como país hemos establecido en la Constitución y en el Código de Infancia y Adolescencia: el derecho impostergable de niños y niñas a recibir una educación inicial de calidad. ¡A los gestores de la experiencia que se relata en esta reseña, como a de las demás de la colección, nuestros reconocimientos!