ALMA DE MAESTRA, ACCIÓN EN EL AULA

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ALMA DE MAESTRA, ACCIร N EN EL AULA

Ruby Esperanza Arias Cadena Colegio Carlos Arturo Torres Localidad Kennedy Bogotรก

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Este texto fue construido en el “Taller de escritura Voces y Saberes: una oportunidad para comprender, fortalecer y hacer visibles experiencias innovadoras” llevado a cabo entre el 3 de julio y el 18 de octubre de 2018. El programa formativo fue seleccionado por la Secretaría de Educación de Bogotá para ser parte del banco de propuestas de formación permanente de docentes.

Si desea conocer más de la propuesta formativa escriba a: vocesysaberes@gmail.com

Si desea contactar a quien escribió el texto escriba a: aruby_esperanza@hotmail.com

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Enseñar es algo que llevo en mis entrañas, respiro lo que soy, maestra. Vivo como la semilla que busca la luz del sol para desplegarse. Crecer significa reflexionar sobre lo que soy y sobre mi quehacer en el aula. Es un camino en el que hay días de días: unos llenos de optimismo, seguridad, satisfacción, alegría y tranquilidad, y otros de dudas, inquietudes, interrogantes retos y decisiones por tomar. Como el refrán, unas son de cal y otras son de arena. Justo por ello vivo llena de expectativas, buena energía y confianza para seguir adelante. Soy maestra de todas las áreas en los primeros grados, y acompaño a cada grupo dos años. Creo que los grandes cambios los he forjado en y con el lenguaje por ser este la vida misma. Establezco cierta semejanza con un árbol. La raíz es la base, el apoyo, como el lenguaje es el cimiento del ser humano para expresarse. El tallo por donde circulan los alimentos que nutren al árbol, son la oralidad, la lectura y la escritura, necesarias para permear las áreas del conocimiento. Las hojas, las flores y los frutos son el lenguaje propio de cada una de las disciplinas. Ver el aprendizaje atravesado por el lenguaje es un valor agregado, inherente a los proyectos de aula, significativo para los niños, una tarea de la vida que la escuela nutre con su saber. Recorrer caminos que les permitan a mis pequeños estudiantes explorar la oralidad, la lectura y la escritura, a la par que la disfrutan es una de mis prioridades. Me interesa sobre manera formar verdaderos lectores deseosos de crear y representar con palabras su propio mundo. Esa travesía es, precisamente, la que en esta oportunidad quiero compartir con ustedes. Voy a caminar en el aquí y en el ahora, con las enseñanzas de la senda recorrida. Los llevaré con mi relato a seguir mis pasos durante un día. Iré describiendo paso a paso lo que acontece durante la mañana en aspectos puntuales de la oralidad, la lectura y la escritura en el salón de clase. Me referiré al pasado, les contaré lo que hacía antes en esos mismos aspectos, como mirándome por un espejo retrovisor. Es un paralelo que me permite detenerme un poco, evaluarme, reinventar el camino. Voy a confiar a ustedes lo que soy y las conexiones que tengo con la vida.

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El camino inicia cuando salgo de mi casa cada mañana; de frente, el sol es un saludo inevitable, lleno de buena energía. Junto a él, en el firmamento, como guiñándome el ojo, veo siempre el cerro de Monserrate, icono de Bogotá. Bajo la mirada y veo allí, como si me esperara con los brazos abiertos, la institución donde estudié y en la que trabajo hace dieciocho años, el Colegio Carlos Arturo Torres, de la localidad de Kennedy. En esta institución educativa nos tomamos en serio la inclusión escolar; en cada curso hay estudiantes con deficiencia cognitiva leve o limítrofe, que se benefician de las dinámicas del aula regular. Cuenta con una sede adjunta de aulas de apoyo pedagógico para niños con deficiencia cognitiva moderada, síndrome de Down y autismo. Basta solo caminar unos minutos y estoy en la puerta. Me esperan varios niños y niñas que me reciben con un saludo efusivo: “¡Profe, buenos días!”. Todos quieren ayudarme a llevar la cartera, los materiales y recibir las llaves para abrir la puerta del salón. Juntos, como preámbulo a lo que será nuestra jornada, caminamos hablando de todo un poco, es un diálogo informal pero significativo. Me cuentan, preguntan, manifiestan inquietudes, experiencias y miedos. De mí lo intuyen todo, es una conexión inexplicable entre ellos y yo. Hacen su lectura, reconocen mi estado de ánimo, se dan cuenta de si me maquillé diferente, si me pinté el cabello y no dudan en exteriorizarlo: se ve bonita, o se veía mejor antes, dicen, y me preguntan por qué me corté el cabello así. Cuando empecé como maestra este ritual estaba impregnado de formalidades que obstaculizaban la cercanía, conocimiento familiar y social que se requieren para abordar, contextualizados en la realidad, los conocimientos. Abrimos la puerta del salón y corren a organizar el mobiliario armando grupos. Cada semana cambian de compañeros como resultado de una reflexión colectiva que hacemos que les permite ser concientes de la importancia de apoyarse y cuidarse mutuamente, de tener sentido común, de ser flexibles en muchos asuntos para favorecer la convivencia que se requiere en la vida, incluida la escuela. Es así como ellos mismos sugieren, por ejemplo, que alguno esté adelante por un tiempo porque se le rompieron las gafas o que fulana y sutana estén juntos ya que comparten un interés. Yo estoy muy atenta para hacerles ver en determinadas situaciones cuál debería ser nuestra actitud, con el fin de ser cada día mejores seres humanos. 4


Hace unos años esta corresponsabilidad en la disposición del aula no existía. La organización era según mi criterio, que en realidad era un asunto guiado más por una máscara de autoridad que por las necesidades de mis estudiantes y de la sociedad. Detenerme a observarlos y detallar sus formas de actuar, me aporta elementos para saber qué les favorece y lo que necesitan. Recuerdo a Tatiana, una niña que había repetido varios años sin causa aparente. En los primeros días me pareció que no oía lo suficiente y empecé a rotarla de puesto y le pedí que me informara dónde se sentía y escuchaba mejor. Bastó solo eso y empezó a fluir. Les pedí a sus padres solicitar la audiometría y, vaya sorpresa, tenía un mínimo de audición en uno de sus oídos. Qué importante es ese caminar despacio, pero muy atento. ¿Qué ocurrió para que ahora mi quehacer en el aula sea tan diferente? Fue la adquisición de nuevos conocimientos y la reflexión de mi propia práctica la que me llevó a desaprender algunas cosas y a adoptar otras formas. Dos escenarios confluyeron maravillosamente: mi licenciatura en Educación Básica, formación que me confirió la responsabilidad de trabajar todas las áreas del conocimiento, aunque desde entonces opté por profundizar en lengua castellana y como trabajo para obtener el título me incliné por una estrategia que me permitiera disponer de un paquete de libros para leer en la escuela y llevarlos a casa en calidad de préstamo. Así fue como llegué a un escenario de formación por excelencia, la Red Podemos Leer y Escribir, programa regional liderado por la Secretaría de Educación Pública de México, el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc) y la Secretaría de Educación de Bogotá, cuyo principal objetivo era fomentar la lectura y la escritura en la escuela y para lograrlo, entregaba un acervo de cien libros de alta calidad literaria, de diferentes géneros. Este programa que llegó al país en 1996, brindaba adicionalmente, formación en pautas para seleccionar libros y armar colecciones que garantizaran diversidad de textos, formatos, géneros, temas, manejo del lenguaje, estrategias didácticas y saberes que debe tener un maestro para promocionar la lectura y la escritura en el aula, así como ejemplos de los posibles usos del libro. Fue así como conocí autores para maestros como Emilia Ferreiro, Graciela Montes, Daniel Cassany, 5


Delia Lerner, Kenneth Goodman, Michel Petit, y para niños y adultos: Anthony Browne, Roald Dahl, Ana María Machado y Francisco Hinojosa, entre otros. Yo buscaba apropiarme de manera consciente de la tarea de enseñar oralidad, lectura y escritura y este fue mi mejor escenario. Nunca lo habría logrado en solitario, necesité de un trabajo más que en equipo, en red, al que le debo mucho de lo que hoy soy como maestra. Digo red por la dinámica que había en el grupo en cuanto a intercambio de experiencias, libros, materiales, asistencia a congresos y eventos académicos.

6:30 a. m. Lectura silenciosa Inicia la jornada escolar. Nuestra primera actividad del día está dedicada a la lectura silenciosa e individual. Cada niño saca de su maleta un libro de la colección Libro al Viento1 que siempre lleva para compartirlo en familia y que ha escogido bien porque la carátula le llamó la atención, le gustaron las ilustraciones o el título le pareció sugestivo. Es un momento de acogida. Sé que en los mejores casos las palabras del libro en casa se convirtieron en caricias y en clase son el lazo perfecto para conectarnos de nuevo con el acto de leer al iniciar la jornada escolar. Es importante dedicar tiempo a esta modalidad de lectura desde los primeros grados escolares, independiente de si leen convencionalmente o no. Mientras todos leen en silencio, en algunas ocasiones trabajo de manera individual con quienes tienen dificultades de aprendizaje; es una adaptación curricular en la que le doy a cada uno el apoyo que requiere, le ayudo a pronunciar mejor las palabras, a identificar el tema del libro, la parte que más les gusta, a buscar otros textos del mismo autor, a encontrar con sus propias palabras el significado de vocablos que para ellos son raros o de difícil interpretación. Luego de que cada quien se ha conectado con su libro y ha dedicado unos minutos a la lectura silenciosa, los invito a que cuentan a su grupo o a todos los compañeros del curso cómo lo leyeron en casa, si lo hicieron solos, si los compartieron con sus hermanos, con la mamá, el papá o un abuelo, a qué hora, Estrategia de la Alcaldía Mayor de Bogotá para fomentar el gusto por la lectura en ciudadanos y extranjeros, en diferentes escenarios de la ciudad.

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en dónde. Enterarme de lo que sucede en casa con los libros y la lectura, es un excelente insumo para priorizar las necesidades de libros, temas, formatos que prefiere el núcleo familiar del niño. Cumplir con dichas expectativas me garantiza de cierta manera su colaboración y compañía en el bello acto de leer en casa.

6:50 a. m. Lectura colectiva El encuentro con nuevos libros que están a disposición de los niños en un maletín viajero, adaptado para que se vean las carátulas, es un momento que mis estudiantes esperan con ansiedad. Mi propósito es generar ese contacto visual directo y que nos lleva a los lectores a escoger un libro. La disposición que hago es estratégica, es decir, es intencionada, he seleccionado libros que hagan referencia al proyecto y a la secuencia que estoy desarrollando, los hay de temáticas variadas (animales, plantas, cocina, mapas, estructuras, sitios turísticos) y de múltiples formatos (cuentos, documentales, novelas, relatos, poesía, historias de hadas, valores, refranes y leyendas). Es muy emocionante observar el interés de los niños por este contacto con los libros. Algunos tienen en la mira desde hace rato uno, así que corren a ver si esta vez está a disposición para seleccionarlo antes de que lo haga otro compañero. La portada y el título son el primer criterio de selección que usan, a medida que pasa el tiempo adoptan otros como los dibujos y el contenido. Prefieren los libros con imágenes grandes de animales, el mar, la selva o el desierto, y que sean interactivos, con trasparencias y con la posibilidad de mover algunas partes; aquellos que tienen sonidos asociados al contenido y los de texturas simulando la piel de los animales o las formas del relieve, les resultan muy llamativos. Este es un espacio de intercambio en torno a los libros, como ocurre en la vida cuando compartimos con otros lo que nos gusta o cuando una persona cercana quiere leer lo mismo que uno está leyendo. Suele ocurrir que cuando hay un libro que a todos les gusta, buscan a quienes mejor leen para que lo haga en voz alta y los otros se amontonan a su alrededor, como en mesa redonda, para escucharlo; muchas veces quien lee está sentado y los demás de pie. Entre ellos se formulan preguntas, dan explicaciones, establecen relaciones con otros formatos como programas de televisión, películas, noticieros, periódicos, afiches, etc. Unos niños explican a otros el significado de lo que no comprenden. 7


Es un momento emocionante y de mucha satisfacción, allí veo cómo poco a poco se van empoderando los niños de la lectura. Se da como inherente al hecho de leer. Lo planeo de esta manera para que se sientan protagonistas de su proceso de aprendizaje y para determinar las habilidades que para la lectura han incorporado ya como propias. En ese momento actúo como una compañera más, participo de la lectura, pregunto, me explican. Relaciono este hecho con una apreciación de Emilia Ferreiro y Jean Piaget, en la que defienden la habilidad de los niños para aprender, para inventar formas a pesar de las formas del adulto. Ser consciente de esta destreza que tienen ellos me lleva a generar espacios como estos.

7:10 a. m. Lectura en voz alta Debe ser de un libro que me guste. En este caso escojo uno con mucha imagen y poco texto. Necesito animarlos a leer con el ejemplo. Antes lo leo en solitario para sentir también la lectura y encontrar en él posibilidades didácticas a la hora de ponerlo en escena. Cuando lo leo en público, le doy a mi voz todos los matices necesarios para que los pequeños logren imaginarse y casi adentrarse en la historia. Lo primero que hago es mostrarles el libro, exploramos su parte física: les muestro la textura de la pasta, les pregunto si hemos leído otros libros del mismo autor, y si tiene un dibujo, color o símbolo igual a otros que hayamos podido ver, como para indicarnos que forma parte de una colección. Luego, presento la carátula, leo el título y pregunto: ¿de qué se tratará el libro? Todos dan su opinión. Con esta expectativa inicio la lectura y a medida que esta transcurre, lanzo más interrogantes: ¿ahora qué creen que pasará? ¿qué actitud va a tomar alguno de sus personajes? Esto les ayuda a corroborar sus hipótesis iniciales. Después de leer, formulo preguntas más complejas que les sirven para mejorar la comprensión, por ejemplo: ¿con qué episodios de la vida se relaciona esta lectura? ¿hay programas de televisión o películas que aborden el mismo tema?

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Miércoles en familia El primer miércoles de cada mes activamos la estrategia “Lectura en familia”, de seis y media a siete y media de la mañana, en la que participan todos los grados. Invitamos a los padres de familia que quieran venir a compartir con sus hijos una lectura en el salón de clase. La idea es que asistan por interés, no por obligación. Durante los más de cinco años que lleva la estrategia, hemos recurrido a diferentes formas de leer, por ejemplo, lectura preparada por los niños o en voz alta por parte del docente de cada grado. El objetivo es que los padres contribuyan a mejorar los niveles de comprensión de sus hijos. La clave, creemos, está en las preguntas que formulamos. Con esto esperamos que repliquen en casa lo que vieron en el colegio. Con el tiempo hemos podido comprobar que los niños que leen mejor en clase con aquellos que leen en casa con sus padres. Cada año para esta estrategia abordamos un tema de interés. Este año es Bogotá. Por ello hemos leído La Bogotá que recuerdan los abuelos, sobre el Bogotazo, lo que era la ciudad antes de ese acontecimiento y lo que se vivió en esos días; Memorias de la ciudad, la historia del Parque Nacional desde su inauguración hasta hoy; El Parque Estadio Olaya Herrera: el lugar de los elegidos, que cuenta todo lo que ocurre en el barrio Olaya a partir de la fiesta del fútbol; El Parque Timiza, que relata las etapas por las que ha pasado el parque en cuanto a servicios y estructura; Réquiem por la calle 26, una crónica que describe el paisaje de esta calle, antes de que circularan por allí los buses de transmilenio, y El Teatro Colón, escenario para el arte y la cultura. Cuando regreso al pasado, reconozco que nunca antes en mi aula generé oportunidades como estas alrededor de los libros y la lectura, decodificaba fragmentos de textos escolares desactualizados que había en el colegio. Gracias a la cualificación permanente que obtuve de la Red y a un posgrado que hice en literatura, empecé a vivir la lectura de manera diferente. Encontré sonoridad en las palabras, calidez en los colores y tonalidades de las ilustraciones, y pude brindar a los niños diferentes géneros, diversidad textual y temas variados para que ellos también encuentren formas de interpretar el mundo y a expresar su propio pensamiento.

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7:30 a. m. Hora de escribir Se preguntarán ustedes qué escriben los niños de primero y segundo. Escribimos muchas cosas, pero para organizarlas es necesario hacer una buena distribución del tiempo escolar y una planeación que me sirva más de carta de navegación que de camisa de fuerza. Edith Litwin2 dice que el docente puede implementar configuraciones didácticas para favorecer la construcción del conocimiento en los estudiantes y afinar la mirada en los puntos álgidos que requiere el proceso enseñanza-aprendizaje. Con base en esta concepción, me atreví a distribuir el tiempo escolar en actividades permanentes, ocasionales, secuencias didácticas y proyectos de aula. Una actividad permanente en el grado primero es verificar los estudiantes que están en clase y los ausentes, todo un pretexto para avanzar en el proceso de escritura, escribir cuando aún los niños no escriben de manera convencional, pero escriben su primer y único nombre o el nombre por el que prefiere que lo llamen. En fichas bibliográficas, todas del mismo color, está escrito el nombre de cada uno de ellos. Estas tarjetas se distribuyen por las mesas para que quienes están presentes, busquen las suyas y las peguen en una pared del salón. Las tarjetas que quedan sobre la mesa corresponden a los estudiantes que no asistieron al colegio. El problema está en saber el nombre de qué persona está en cada una. Es todo un proceso de adquisición de la lengua escrita, porque lo descubren por los conocimientos que tienen respecto a la escritura, por eso pueden leer el nombre de los asistentes y de los ausentes, y entre ellos empieza a aflorar su saber, por ejemplo, Martha dice: “Aquí dice Margarita, porque yo sé que Margarita empieza con mi letra, que es la M y ella y yo tenemos la “a” enseguida de la M. Son las hipótesis que los niños hacen respecto a la lengua escrita y son absolutamente válidas. Antes lo que hacía era marcar en una lista personal los asistentes y los que habían faltado a clase. Desperdiciaba la posibilidad de usar lo más cercano a cada uno de ellos como es el nombre propio, para comenzar la tarea de escribir. Recuerdo en esta estrategia a Santiago Cifuentes, niño que había cursado sin aprobar tres primeros, por sus dificultades académicas. Para él la escritura era un 2

Litwin, Edith (2000) Las configuraciones didácticas, Buenos Aires, Editorial Paidòs, pág. 37.

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juego alejado del conocimiento. Estaba tan acostumbrado a lo que tradicionalmente hace la escuela, que me preguntaba constantemente cuando podía empezar la plana de las vocales. Se deduce de su actitud, cómo la escuela — mejor, el sistema, repite sistemáticamente lo mismo sin detenerse a reflexionar a propósito de la exploración que hacen los niños, casi de manera innata, sobre la cultura escrita y las prácticas sociales y culturales del lenguaje. Es la escuela la encargada de construir las condiciones para que los estudiantes ingresen a prácticas del lenguaje, como las que se necesitan para vivir. Santiago cursa ahora grado séptimo. Con adaptaciones curriculares logró leer, hacer análisis valiosos y manifestar por escrito lo que piensa y siente. Para 2019, con 16 años, iniciará una formación en talleres de preexploración vocacional en otra institución para que pueda identificar sus habilidades motrices y, más adelante, lograr un buen desempeño en la vida laboral. Voy a extrañar su saludo diario. En el grado segundo, una actividad permanente de escritura está relacionada con el registro de los libros que leen los niños. En una ficha diseñada para tal fin o en el cuaderno, los estudiantes registran diariamente los datos legales del libro que tienen en la mano: título, autor, ilustrador, editorial, colección. Además escriben el tema del que trata. En la medida en que avanzan como lectores y escritores, también escriben un párrafo en el que recomiendan el libro a otras personas, y explican sus motivos para hacerlo. Así dejan ver que son usuarios reales de la lengua escrita en la sociedad. De allí la importancia del enfoque comunicativo, social y cultural en la escritura. Conocen las palabras y pueden hacer cosas con ellas. Las actividades ocasionales de escritura en los grados primero y segundo tienen que ver con acontecimientos que ocurren en la escuela, como el Día del Estudiante, el Día Blanco, de la Afrocolombianidad, el descubrimiento de América, la fundación de Bogotá, la batalla de Boyacá, la visita de Gas Natural, de TransMilenio, de Colgate. En sus escritos plasman su percepción respecto a lo ocurrido en el colegio: aceptación, descontento o sugerencia. Es una manera de generar sentido de pertenencia con la institución mediante el poder que otorga la escritura. 11


Hace varios años, escribir era copiar del tablero lo que yo trazaba. En procesos más avanzados tomaban dictado y adivinen quién dictaba. Lo importante ahora es que mi voz ya no es la única, los niños tienen voz propia, de todo piden explicación, aclaración, necesitan estar convencidos. No se conforman con cualquier argumento, eso es ser un interlocutor válido. En ese tiempo, el diálogo no se presentaba con esa reciprocidad, más bien yo daba las órdenes y los estudiantes en su mayoría las cumplían, así no estuviesen convencidos del asunto.

8:00 a. m. Lo multidisciplinar Como todo tiene que ver con todo, en mi aula entran en escena los conocimientos propios de cada materia. Así fluyen las secuencias didácticas y los saberes de las diferentes áreas del conocimiento en los proyectos de aula. Estas configuraciones activan procesos de pensamiento, lectura, escritura, sana convivencia, liderazgo y trabajo cooperativo. ¿Cuándo se pone en marcha una secuencia, cuándo un proyecto y cuánto tiempo para cada caso? La secuencia, cuando necesito que los niños incorporen a su bagaje una estructura textual de un texto específico; por ejemplo, en primero aprenden a escribir mensajes y en segundo cartas, esto bajo el entendido de que la estructura de estos textos la aplicarán en la vida social, ciudadana y académica. En primero el objetivo es escribir mensajes a familiares y amigos cercanos en fechas especiales como el Día de la Mujer, del Hombre, de la Madre, del Padre, del Amor y la Amistad, a algún compañero enfermo o que se ausenta por algún motivo; en segundo escriben cartas a compañeros de otra institución en tres oportunidades del año con estos temas: yo soy, mis gustos y preferencias, y lugares de Bogotá que conozco. La secuencia es el paso a paso de las acciones e interacciones relacionadas entre sí de oralidad, lectura y escritura, intencionalmente organizadas para que los niños aprendan a escribir. Como los lectores son reales, no todos los días abordamos la escritura de estos textos, en primero cuando se presenta la fecha especial, mientras que en segundo esperamos la carta de retorno. Además es un proceso en el que creamos la primera versión con los acuerdos de estructura, hacemos una revisión a la luz de dichos acuerdos, una intervención didáctica de mi parte 12


para mejorar sustancialmente el escrito, y escribimos la última versión para entregar al destinatario. Quiero compartir con ustedes cómo en las secuencias didácticas entrelazo los saberes propios de los mensajes y las cartas con los intereses de los estudiantes. ¡Los maestros sabemos que es todo un reto despertar en ellos el interés! Para empezar, por medio de una prueba sencilla determino las necesidades de los estudiantes y me ingenio la secuencia para solucionarlas. Lo primero es animar a los estudiantes a escribir, luego mostrarles ejemplos de mensajes y cartas especialmente en libros y en otros formatos. Para los mensajes me encanta Los cerdos, de Anthony Browne, y para las cartas Se busca lobo, de Ana María Machado y Cartas de la persistencia de la colección Libro al Viento. Al identificar clases de cartas y mensajes, lenguaje, saludos, expresiones propias para cada caso, se acuerda la estructura que llevará el texto según corresponda. Esta será una referencia para todo el año, por lo que la tengo en una cartelera de acetato visible para todos; así se llega a crear la primera versión según el grado. El paso siguiente es revisar: primero cada autor, luego otro compañero, y finalmente yo. Todos usamos un mismo formato para registrar nuestras apreciaciones. Esta mirada es la base para la intervención didáctica, así el autor puede mejorar su texto. Presento ejemplos en el tablero y corregimos entre todos un texto, el que tenga más aspectos por mejorar. A partir de ello escriben la segunda versión.

9:00 a. m. Hora de la lonchera Es hora de compartir las onces. Este es un momento en el que se ponen en marcha algunos acuerdos de convivencia como comer con las manos limpias, disponer los alimentos en un individual que cada uno trae en la maleta, masticar con la boca cerrada, no hablar con la boca llena, leer la fecha de vencimiento, contenido e ingredientes escritos en la bolsa del alimento. Cuando estamos en primero recortamos el menú diario y lo pegamos en el cuaderno, y eso forma parte de una tarea entre la casa y el colegio: aprender a escribir los nombres de los alimentos y la importancia de estos en una sana alimentación.

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9:15 a. m. Descanso Es un espacio en el que cuando no me corresponde acompañar a los niños en el patio, me tomo un tinto para recargar fuerzas. Los estudiantes siempre se sobrecargan de energía y llegan más inquietos.

9:45 a. m. Avanza la escritura Retomamos el texto que estamos tejiendo en la secuencia didáctica. Se evidencia el avance, y el proceso de escritura fluye mejor. Los niños empiezan a usar su propio estilo para decir las cosas, piden explicaciones de la ortografía, de los sinónimos, consultan si es mejor una palabra que la otra, usan el diccionario. Cuando el escrito está en la versión final, empieza la edición, me refiero a la mirada que se hace de la ortografía, los signos de puntuación adecuados, la legibilidad de la letra, la calidad del papel, la decoración y los retoques finales. Hay quienes requieren otra versión o un texto más corto, lo importante es que prime el interés por escribir para que otros lo lean. Al final del año, para el grado segundo se programa una actividad en la que los estudiantes comparten un rato con quienes se comunicaron a lo largo del año. En lo referente a la estrategia de proyectos, llevamos a cabo dos al año. En primero, “Yo soy” y “En mi árbol genealógico identifico mis raíces” y en segundo “Yo soy, vivo en la localidad de Kennedy” y “Visito y describo algunos sitios del centro histórico de Bogotá”. Estos se desarrollan en tres fases: planeación, desarrollo de la propuesta y socialización. La planeación se hace con los estudiantes, es un momento de negociación y búsqueda de consenso. Por ejemplo, los niños desean conocer el Chorro Quevedo porque allí hay personas que cantan, hay cuenteros y actos culturales y yo necesito que lo conozcan. La ermita que está a un costado, es la réplica de la primera iglesia que se construyó en la ciudad. Hay algunas estatuas que representan personajes que marcaron la historia de la capital, como el “bobo del tranvía”, la “loca Margarita” y “Pomponio”. Noto que el proyecto les interesa a los niños y tiene propósitos definidos para el conocimiento. Es aquí donde se plantea cómo se abordará la diversidad textual y los saberes distribuidos en las diferentes áreas. Unos días estarán dedicados a Ciencias y 14


Sociales y otros a Matemáticas y Lenguaje. En primero, por ejemplo, los niños interactúan, dialogan sobre sus propias hipótesis respecto al lenguaje y van adquiriendo el código escrito; ensayan primero con cadenas de símbolos y letras hasta que logran escribir lo que piensan. Es más significativo escribir los nombres de sus padres, hermanos y abuelos, que llenar una plana con nombres carentes de significado como antes lo hacía. En el grado segundo hay un proyecto que trabajo desde hace un buen tiempo, sobre el centro histórico de Bogotá. Es un tema que nos apasiona a los niños y a mí. Ellos tienen gran interés por conocer todo respecto al Libertador, a la historia que del sitio se describe en libros y películas, a los sitios emblemáticos y a las actividades culturales que se desarrollan allí, y saben mucho de los conciertos de la plaza de Bolívar. La historia de sus calles es invaluable. El tema es ideal para trabajarlo como proyecto de aula en cualquiera de los grados escolares. Ahora que estoy en el grado segundo, este es el punto de encuentro con todas las áreas del conocimiento. La idea es tejer un escrito en el cual predomine la descripción. Acordamos con los estudiantes los elementos pertinentes, de forma tal que identifiquen el camino en la escritura hasta lograr la descripción de un lugar que ellos escogen, consultan y visitan para tomarse allí una fotografía como parte de esa vivencia. Desarrollo de la propuesta. Para ello se recurre a la lectura de historias, mitos leyendas, cuentos y guías de turismo referentes al centro histórico de Bogotá, intencionalmente dispuestos en el maletín viajero de donde sacan los libros para leer al principio de la jornada. Aquí retomamos solo los referentes a la capital. En Sociales nos ocupamos de las localidades y del centro histórico en la localidad 17 de La Candelaria, así como de puntos cardinales y orientación, ramas del poder público, lectura y elaboración de mapas, nombres de las calles, seguridad vial y sistema de transporte. En Ciencias Naturales vemos la vegetación y el problema de las palomas en la plaza de Bolívar. En Matemáticas se plantean ejercicios con las operaciones básicas (suma, resta y multiplicación). Nuevamente la escritura. Realidad tangible en la que se condensan los aprendizajes adquiridos y donde los nuevos saberes hacen su arribo en contexto, un proceso de pensamiento complejo pero pertinente, que implica abordar un 15


bloque de conocimientos específicos del lenguaje. Es una secuencia didáctica incluida en un proyecto de aula. Texto descriptivo de un sitio del centro histórico de Bogotá. Previamente se deben tener algunos acuerdos para escribir; por ser la descripción de un lugar es necesario organizar el espacio según cierto orden de arriba abajo, de izquierda a derecha, de lo general al detalle. El proceso de creación, revisión y publicación es igual al que expliqué en detalle en la secuencia didáctica. Socialización, es la presentación del proyecto a los padres de familia, compañeros y profesores de todo lo que hemos hecho alrededor. Vienen al aula a una exposición, allí se exponen todos los productos referentes al centro histórico en cada una de las disciplinas (mapas, maquetas, infografías, datos estadísticos, datos curiosos) y también el escrito. Los niños exponen, muestran sus trabajos, explican y evaluamos para determinar aciertos y aspectos por mejorar, somos evaluados por nosotros mismos, por los compañeros, profesores, padres de familia, incluso directivos. En un formato las personas que asisten a la exposición dejan por escrito su opinión. Hace unos años recurría a los proyectos de aula, pero no con el rigor ni la concepción de ahora, creía que los intereses de los niños primaban. Las secuencias didácticas llegaron hace una década y solucionaron dificultades en la implementación de los aprendizajes. Me aportaron elementos a la hora de sistematizar, tal vez por su rigurosidad es fácil apreciar los resultados y hacer las intervenciones necesarias para mejorar. Cada vez los frutos son mejores, especialmente en las habilidades propias del lenguaje. Los niños leen mejor, hacen buenos análisis, quieren escribir, hablar en público, y yo mejorar mis prácticas.

11:00 a. m. Actividades de cierre Estamos próximos a terminar la jornada escolar. Hay actividades para hacer en casa, debo escribir las instrucciones para que los padres puedan colaborarles a sus hijos. Estas tienen que ver con usos reales de la lectura y la escritura en la sociedad, puede que lo hagan de manera convencional o no, lo importante es que se convenzan de que es importante leer para la vida y escribir para que alguien los lea. En primero interpretarán recibos de los servicios públicos, igual lo harán con 16


las etiquetas que traen los empaques de productos que se consumen en casa, harán la lista de mercado para salir de compras, escribirán los datos personales y el número del teléfono de los familiares cercanos para tenerlos a mano. En segundo, la tarea de leer diferentes tipos de textos y formatos toma más tiempo e importancia y la comprensión del mundo hay que trabajarla a diario, por ese motivo responderán preguntas de la lectura que se hizo en clase, buscarán datos del proyecto de aula en internet, libros o periódicos, consultarán diccionarios, visitarán algunos sitios de la ciudad, solucionarán algunas situaciones matemáticas planteadas en clase, leerán noticias y escribirá su opinión al respecto. Quiero hacer notar el interés de los padres y de los niños por este tipo de tareas, en las que se sienten verdaderos protagonistas, lo toman como parte de un programa familiar, llegan a contar todo lo que vieron e hicieron y que muchas veces no es parte de la tarea, pero sí del aprendizaje para la vida. Claro que en ese momento también queda en evidencia que a muchos niños no les ayudan en casa y lo que logran es únicamente por el trabajo en clase. Esto hace que el proceso con ellos sea lento y pierden la oportunidad de adquirir habilidades de convivencia y ciudadanía. Hace varios años, por el bien de los niños, las tareas que dejaba para la casa consistían en copiar de la cartilla algunas páginas, seguir los trazos de las letras que dejaba de muestra, y hacer planas con frases incoherentes, fuera de contexto, con la idea de que mejoraran la letra. Esa era la costumbre. En ese momento mi trabajo era guiar rutinas y llenar cuadernos, cuando la necesidad era que los niños lograran escribir lo que pensaban.

11:30 a. m. Tiempo para la reflexión Los niños salen de regreso a casa. Yo me quedo una hora más en el colegio. Ese tiempo es para apoyar a algunos estudiantes de forma personalizada, reunirme con otros para tratar asuntos académicos, establecer acuerdos con la compañera de nivel, y momento perfecto para hacer un balance de lo que fue la mañana. En un cuaderno grande escribo la fecha y trazo en cada hoja dos columnas: en una nombro las actividades que hice, en la otra registro mi reflexión, consigno las 17


preguntas que me hago, las preguntas de los niños y las intervenciones que me hayan llamado un poco más la atención. Es un documento muy informal, pero lleno de contenido. A esta hora, reviso lo que escribí a lo largo de la jornada, o lo escribo cuando no lo hice en el momento. Es como un diario. Cuando no lo hago siento que se va perdiendo información valiosa de mi quehacer. Me he permitido reconocer que cuando las actividades no salen como espero, reviso mi plan y encuentro que las falencias en gran parte correspondieron a mi proceder respecto a la didáctica. A manera de anécdota les cuento un caso. Expliqué a los niños cómo corregir un párrafo que estaban construyendo y quedé convencida de que todos habían entendido, porque son cosas muy obvias para mí, pero no para ellos. Sebastián estaba corrigiendo su escrito y ya era hora de descanso, entonces dije: el que corrige me muestra y si está bien, sale a descanso. Cuando quedaban tres niños, Sebastián se acercó y me preguntó: “Cuándo tú dices corregir, ¿qué quiere decir?”. ¡Ay!, ¿se imaginan ustedes? La mayoría sabía qué era corregir, él no. Desde entonces estoy muy atenta cuando explico para verificar con preguntas que la instrucción se haya comprendido. De no dedicar este tiempo a registrar y mirarme, seguramente el asunto hubiese pasado inadvertido. La meta es que los niños se apropien del lenguaje y lo hagan de manera fluida y con propiedad. Ese también es mi derrotero y me voy a casa pensando, ¿habrá otras maneras? Sí. ¡Siempre hay otras maneras! Hay que buscarlas. Así termina mi jornada en la escuela, cuando son las doce y media.

Tiempo de maestra, tiempo de mujer Almuerzo y reposo un rato. En la tarde hagi actividades que me alimentan como mujer, hija, madre, hermana, compañera, amiga y maestra. Dedico tiempo a todas. Me encuentro un rato con mi interior, ese que siempre tiene las respuestas a las inquietudes de la vida, pero que requiere mi total atención para percibirlas ahí, en el silencio. Practico algo de yoga, y serena y tranquila con la mente en el aquí y en el ahora, encuentro el equilibrio perfecto. Descansa el cuerpo y el alma. Algunos días voy a nadar, hago ejercicio.

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Necesitamos practicar hasta acostumbrarnos. Los resultados son fabulosos, disfruto más lo que hago en la escuela y en la vida, los problemas escolares que, como ustedes bien saben, se presentan a diario, los asumo con serenidad, sin ese acelere al que estamos acostumbrados los maestros. Ahora encuentro más fácil las palabras para hablar con niños, padres, compañeros y directivos. Me doy el lujo de reírme de mí misma y hago reír a otros. Y sí, hallé otras maneras de tomar la vida y el rol de maestra. Es importante tener salud mental para asumir el reto de enseñar en tiempos de incertidumbre como los de ahora, cuando los niños viven casi solos, con muchos inconvenientes, sus padres trabajan, desayunan colombina con empanada porque no les alcanza el tiempo, se les quedan los materiales y los cuadernos porque nadie les ayuda, y si el maestro no hace una pausa para sí mismo, esa misma corriente se lo lleva. No es mentira, ustedes lo saben, las estadísticas lo dicen, ¿cuántos de nuestros compañeros están impedidos para trabajar por falta de salud mental? Se dejaron llevar de las situaciones escolares y de la vida y colapsaron. Los invito a pensar en ustedes, solo por un rato. Desde hace dos años he dedicado parte de mi tiempo a leer de lo que no había leído nunca y voy por un camino en el que encuentro amor, paz y tranquilidad, me refiero a autores como Osho y Thich Nhat Hanh. Este último, tiene una obra maravillosa, llena de sonoridad, creo que esa fue una de las características que me conectó con sus textos y sus prácticas. Es un maestro zen nacido en Vietnam, activista por la paz, nominado al Premio Nobel por ese motivo. Les presento una de sus reflexiones: Amar es por encima de todo estar ahí. Pero estar ahí no es fácil. Algo de entrenamiento es necesario, algo de práctica. Si no estás presente, ¿cómo puedes amar? Estar ahí es un arte, el arte de meditación, porque meditar es traer tu verdadera presencia al aquí y al ahora. La pregunta que surge es: ¿tienes tiempo para amar?

Antes, en las tardes caminaba como con una piedra en un zapato, con una incomodidad ahí, latente. Generé apegos innecesarios y cedí espacios casi sin darme cuenta. Caminé como por el filo de un puente, en el que a uno de sus lados estaba la dignidad y al otro el fango y… ¡salté!, por supuesto, a la dignidad. Mi mejor herramienta es el autoconocimiento a conciencia, que me llevó a 19


reinventarme y maravillarme de la vida, una tarea que, de nuevo, no logré en solitario. Me acompañaron la lectura de textos de Walter Riso y Jorge Bucay. Leí algunos de sus manuales, seguí varios de sus consejos y asistí a programación neurolingüística con el doctor Darío Tomás López Rodríguez a quien agradezco inmensamente su profesionalismo y ayuda. Otros días en la tarde participo en uno que otro acontecimiento académico que aporte a mi labor. Hacia el final del día me conecto con mis tareas del otro día y diseño material, estrategias, guías y esquemas que faciliten el aprendizaje de los estudiantes, es como la ruta, es mi diseño personal, al que le invierto el tiempo que sea necesario, lo tengo en un folder para acceder a él con facilidad. Pensar en mi quehacer y reflexionar sobre mi propia práctica es también reconocer los desafíos que debo asumir.

Para seguir caminando Hay objetivos, deseo que el número de libros de calidad literaria sea igual al número de estudiantes que tiene la institución. Un sueño es trabajar para que los niños, desde kínder, comprendan el funcionamiento del lenguaje; cuanto más temprano logremos llevarlos a esa comprensión, su nivel académico será mucho mejor y eso requiere de un compromiso con nuestra profesión, leer para estar a la vanguardia, pues la parte cognitiva de los estudiantes cada día es más desarrollada, como que traen un chip ya incorporado y hay que aprovecharlo para su bienestar. Desde luego hay barreras por romper. No sé cómo ni de qué manera se puede generar un compromiso de los padres para con los hijos, que cada día es menor. Antes uno los llamaba y algo lograba. Ahora, cuando uno los llama para comprometerlos, su respuesta es totalmente de desesperanza ante la vida: “Pero profe, ¿qué hago?, él no me hace caso y yo tengo que trabajar, llego tarde y no me queda tiempo”. Si esto ocurre ahora que mis estudiantes son menores de diez años, no me quiero ni imaginar lo que sucederá en la adolescencia con ellos. Otra necesidad latente es la necesidad de derribar el escepticismo de algunos directivos que por estar distantes del quehacer del aula desconocen las posibilidades de construcción que sobre el lenguaje deben ocurrir en la escuela, o 20


el de algunos compañeros que prefieren lo conocido a lanzarse a la innovación y tomar algunos riesgos. Claro está que sé que unos y otros actúan de buena fe, su intención es hacer las cosas bien. En las situaciones que aquí planteo, mi proceder está encaminado a seducir, invitar, mostrar, ayudar, sugerir, nunca imponer. Tratar de hacer las cosas lo mejor posible, ser flexible, en especial porque sé que en el tema educativo nadie tiene la última palabra, hay infinidad de tendencias.

La cosecha Como resultado de la tarea en el aula, los estudiantes desean leer y escribir mejor cada día. Son capaces de discernir y mostrar su posición respecto a algún asunto que presento. Es gracioso y satisfactorio recibir unos niños tímidos, sumisos en primero y entregar a finales de segundo unas personas seguras de sí mismas, capaces de debatir asuntos de la sociedad como cualquier adulto lo haría. Hasta los padres lo reconocen, porque en casa pasa igual. Con propiedad asumen su ciudadanía y encuentran en el ámbito escolar un espacio para ejercerla, porque la escuela no impone. Hay normas que cumplir y acuerdos a los que se puede llegar. Cuando están culminando el bachillerato algunos profesores manifiestan que lo aprendido en los primeros grados fluye en la medida en que se les provoca a tareas retadoras como escribir un ensayo, una crónica, un texto argumentativo. Eso quiere decir que estas prácticas quedan incorporadas en el “disco duro” de cada uno de ellos. Incluso los estudiantes lo reconocen y cuando van a recibir su cartón de bachiller me invitan a la ceremonia y recuerdan con cariño y valentía lo que en estos grados hacían. Uno de ellos, William Garay Taborda, me decía el día de su grado: “Profe, creo que si usted no me hubiese tenido la paciencia que me tuvo cuando fue mi profesora, y después en todo el bachillerato hubiera sido mi guía, seguramente hoy no me estaría graduando”.

Creo oportuno para terminar este relato, agradecer a la vida, esa luz que hay en cada uno de nosotros que nos hace ser lo que somos; a cada una de las personas que han puesto de uno o de otro modo su grano de arena para ayudarme a ser la maestra que soy; a mis estudiantes, porque con sus preguntas, respuestas, miradas y actitudes me permiten soñar con la posibilidad de que la escuela sea el espacio 21


en el que se construyan como ciudadanos para la vida; a los padres de familia porque nos confían a sus hijos, y a mis compañeros de trabajo por unirse a este sueño sin prevenciones y reconocer mi trabajo. Asimismo, agradezco a Mariana Schmidt porque me enseñó a dar los primeros pasos en la escritura auténtica, la que sale del alma, pero también a escribir a la luz de la academia. Me enseñó sin proponérselo una forma de asumir la escritura con nosotros los maestros, que hoy aplico en el aula. A Beatriz Helena Isaza por su ejemplo, respeto al quehacer docente y reconocimiento de mi trabajo. A profesoras como Alba Luz Castañeda y Alicia Rey que me indicaron el camino de la lectura y la escritura sin prevenciones. A todos, gracias, han alegrado mi vida y han enaltecido mi labor como maestra. Además me llevaron a que mi profesión tuviese reconocimiento en diferentes instancias. En 2008 obtuve un galardón en la categoría de innovación por parte del Instituto para la Investigación Educativa y el Desarrollo Pedagógico (IDEP), y en 2011 fui nominada al Premio Compartir al Maestro. Estos reconocimientos hicieron que la Universidad Distrital, donde estudié, publicara en su periódico institucional un artículo sobre mi quehacer en el aula, y que programas de televisión y radio hayan dedicado parte de su tiempo a mostrar mi trabajo. También algunas instituciones me han cedido espacios académicos con maestros en formación y en ejercicio para escucharme, y han llegado maestras a detallar el día a día del aula para alimentar su trabajo de pregrado. Sería imposible dejar de agradecer a mi familia, a mi madre que aceptó la sugerencia que le brindó mi tía para mi hermana y para mí. Ella nos vio cuando niñas jugar a la profesora y el sueño se hizo realidad. Desde el bachillerato me estoy cualificando: la Normal Nacional Femenina Leonor Álvarez Pinzón, de Tunja, me otorgó el título de Bachiller Normalista y desde entonces soy feliz haciendo lo que hago, ser maestra.

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