La máquina del arte a favor de la gentrificación Aline Hernández En los últimos diez años, diferentes ciudades en América Latina han atravesado intensos procesos de reconfiguración, tanto espacial como socialmente hablando. Muchos de estos procesos están, de un modo u otro, ligados a los avances e imposición de las políticas neoliberales, así como a los procesos de globalización, y por tanto a diversas formas de despojo. Podríamos decir entonces, que dichas transformaciones son formas específicas de observar la aplicación de las políticas del sistema neoliberal, son la base material de estas. Uno de los fenómenos que caracteriza la aplicación de estas políticas es el del despojo en las grandes urbes, que responde a su vez a nuevas formas de incentivar la producción inmobiliaria a través de la mercantilización del espacio, para lo cual resulta necesario rediseñar la distribución de este y por tanto, aplicar nuevas políticas de organización, urbanización y funcionamiento. Se trata de un proyecto que responde al proceso de globalización, mediante el cual se busca que la ciudad, o ciertas ‘zonas’ de esta, adquieran un valor. Para que esto ocurra, es necesario impulsarlo a través de una serie de procedimientos que se enmarcan dentro del fenómeno que han catalogado como gentrificación, entendido como aquellos procesos de renovación y transformación de relaciones materiales e inmateriales que derivan, eventualmente, en el incentivo del valor de ciertas zonas o colonias, y que incorporan nuevas dinámicas sociales y de clase. Bajo nociones como revitalización del espacio público, rehabilitación o renovación, el gobierno, de la mano con corporativos, transforma los espacios para que una nueva clase de consumidores se interese y active así la zona; una clase cuyo poder adquisitivo es sustancialmente diferente a aquellas que solían ocupar muchos de estos espacios que han sido rediseñados. El caso del Centro es emblemático, pero recientemente otras colonias aledañas al Centro, como Santa María la Ribera, ciertas partes de la Roma, la colonia San Rafael u otras colonias al sur de la Ciudad de México, se han visto sujetas a este proceso de mercantilización, donde el Estado funge únicamente como facilitador, o bien promotor de estos ‘posibles inversionistas’. A raíz de todo esto, nuevas políticas están siendo creadas o gestionadas, combinando estrategias para impulsar la inversión privada. Comúnmente, dichas estrategias se centran sobre todo en la transformación de espacios públicos, al tiempo que nuevos programas de habitat son desarrollados. Pero no sólo eso, también este proceso se impulsa mediante la apertura de otro tipo de espacios como lo son aquellos dedicados a la cultura, los cuales han jugado un rol fundamental en los últimos años. Se trata, por ejemplo, de la apertura de museos como la Fundación Jumex o el Museo Soumaya en una zona aledaña a la colonia Polanco, llamada Nuevo Polanco, donde ambos juegan un importante papel en el proyecto de revitalización y mercantilización de dicha zona que fue adquirida por una serie de inversionistas entre los que se encuentra Carlos Slim. Otro caso similar es la apertura de espacios como Casa Vecina en la zona Centro, donde Carlos Slim también ha invertido. La apuesta por impulsar y “apostar” por espacios de esta índole, responde entonces a una forma de especulación que, realizada a través de diferentes medios, logra finalmente modificar