El tianguis de los signos
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El tianguis de los signos Juan Villoro Cd. de México (05 febrero 2017).-
Insectos en Chiapas
Productos comerciales intervenidos por Orozco serán exhibidos y ofrecidos al público en una tienda recreada dentro de la galería. Foto: Cortesía del artista y kurimanzutto
En agosto de 2016, los artistas Gabriel Orozco y Damián Ortega llegaron a la Universidad de la Tierra, en las afueras de San Cristóbal de Las Casas, cargados de semillas, cáscaras, cortezas, ramas y legumbres. Con esos elementos participaron en el
festival CompArte que reunía a cirqueros, mimos, maquillistas, grupos de rock, escritores, dibujantes y teatreros convocados por las comunidades zapatistas. El oficio de pepenador demuestra que el futuro se alimenta de pasado: el desecho tiene segunda vida. Para los recolectores de basura el desperdicio es una profecía: en medio del desgaste brilla, intacta, la opción de reciclaje. Con ese ánimo, Orozco y Ortega recorrieron el mercado de San Cristóbal y encontraron una esfera del tamaño de una pelota de basquetbol hecha con tiras de cáscara de naranja y pelusas negras de origen vegetal pero que no parecían venir de la botánica, sino de la literatura gótica. Los más pobres residuos contribuyeron a una singular actividad en CompArte. La lógica del festival deriva de una interrogante académica propuesta por el subcomandante Galeano: "¿Y tú qué?". Cada quien hace lo que se le antoja. Siguiendo este principio, Orozco y Ortega entraron a una pequeña palapa que pronto se volvió insectario: las verduras y las cáscaras se convirtieron en libélulas, escarabajos y coleópteros. Como sucede en todo proceso evolutivo, la transformación de las especies dependió del medio ambiente. Cualquier curioso -con o sin pasamontañas- podía quitarle la pata a un insecto para ponérselo a otro. Al cabo de unas horas, nadie sabía quién había colocado tal antena o tal caparazón. Lo decisivo fue que los bichos adquirieron un convincente aspecto de animales políticos. Unos se veían peor que otros, pero todos transmitían la contundente sensación de ser los últimos testigos de la Tierra. Los desperdicios del mercado habían dado lugar a una especie resistente, emblema de lo que se transfigura para sobrevivir. Después de inventar insectos vegetales en las comunidades que luchan contra "la hidra del capitalismo", Gabriel Orozco regresó a Tokio, donde ha vivido los últimos dos años, y comenzó a pensar en su siguiente pieza. Nadie conoce los horarios comerciales como un fumador compulsivo que debe localizar tabaco. En el México de los años ochenta, convenía vivir cerca de un velatorio para https://www.reforma.com/aplicaciones/articulo/default.aspx?id=1038310&v=3
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