El búho tuerto “Un rayo entró por mi ojo derecho y entonces pude ver el mundo como sería muchos años después, y todo seguía igual, aún había mundo”. o”. Nadya
Editorial re no b m o yo n ed u c e t í a, d e, us ria Un d acordars era histo ad rá quer á la verd ientras l M cer es de cono o tuerto. c o v las ted úh del b stas son a. Si us de o, e lo ro chelas. tant e u do q scú mun uisiere, e nas q e p o l a í es as ción i d e mera avía no s, i r p Esta azo. Tod r ratone let aza un a mos a c to, la er n o e r d p d apren o sabrá ro apren e com prim pero s e ción jos. inten nos los o ar e a sac oco d p a n iece se u e p t m n e a ú oy Ahor n el ded ae na... i sa l i v g á r la p pasa AUGUSTO ROTAVISTA HERNÁNDEZ Director:
Contenido La muerte musical de un “músico”
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Divagaciones sobre la nueva nada
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El manifiesto de la limboneidad
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Mientras más vivo más me asombro
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Hilación
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Cazador de ausencias
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Afectación
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Palabras para seis cuerdas
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Penuria
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Libardo zapata
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Videta
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Los mundos del Ogro
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WAHIDER CARDONA HERNÁNDEZ Fotografía portada
ANDREA GALLEGO Corrección
Art. y Edit: ELICENIA BEDOYA, CHARLES Z. R, GLORIÁ GARZÓN, RICHARD FLORES, ANDREA GALLEGO, WAHIDER CARDONA, AUGUSTO ROTAVISTA H. Diagramación y armada electrónica: Colaboradores: EDICIONES VILLA GALLINAZO ERIKA AGUDELO, VÍCTOR HUGO RICO, NADYA. Finanzas: TODOS
© Todos los derechos reservados ISSN: 0245-8267
Impreso en Dosquebradas
LA MUERTE MUSICAL DE UN “MÚSICO” Vivimos en un mundo tan hostil y desalmado donde el propio “yo” se ha convertido en el centro del universo. El egoísmo y el egocentrismo asfixian y limitan el conocimiento. Nuestro radicalismo emocional, donde solo yo pienso y percibo, nos cierra el vislumbrar todo un universo en el cual existen muchísimos mundos. Todos hacemos parte de un universo, somos cada uno de esos mundos que lo conforman, por eso cada uno tiene su papel dentro de éste. Mi pensar, mi sentir, mi percibir es tan trascendental y sublime como el del mundo que esta a mi lado.
como razón de existir. Es inaceptable que un ser divagando en ese ir y venir de notas musicales crea que encerrado interpretando su instrumento musical en el caparazón de la inconciencia blanca y en la ceguera de percepción abierta, va a ser el mejor “músico”. Tal vez se alimente de agilidad y destreza, pero cabe resaltar que cuando Ausubel se refiere a la información que nos provee el entorno, se refiere a ese contacto con el mundo, con las personas, la naturaleza, la lluvia, el sol, con el libro que me leí, con la sabiduría del anciano, con las lagrimas, con una sonrisa, esa mirada. Alimentando y llevando toda esa percepción a un verdadero conocer y sentir musical, siendo concientes que un verdadero músico, no es el que se aprendió la partitura de memoria, es el que logra sentirla, que percibe mas allá del papel y plasma todas sus emociones y sensaciones, en notas musicales... Sólo así se puede abrir la cerca a todo ese maravilloso mundo de las notas musicales, permitiendo que los duendecillos del bosque sigan danzando con sus melodías. Así la música trasciende el lenguaje escrito y hablado, tal ves la inconciencia no nos permita cerrar aquella cerca y seria lo más sombrío, sería como encontrarnos en el espacio viviendo en la oscuridad del sonido, de la nada, pintando el epitafio a la muerte de la música...
Renè Magritte. 18 No es difícil la respuesta al por qué un niño espera moribundo en el piso, a que un ave de rapiña lo convierta en su cena. Es esta la imagen del materialismo, hostilidad e indiferencia con otros mundos al que le hemos abierto la cerca y ahora es muy difícil dejarla ir... El contacto con las personas, con nuestra cultura, con la naturaleza, con el mundo mismo nos enseña cada día mas. Es aquí donde la música divaga, alimentándose de este universo, en todo este entorno en el que nos movemos los seres a los que la naturaleza impregnó el alma de música
Víctor Hugo Rico
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El búho tuerto
DIVAGACIONES SOBRE LA NUEVA NADA ...Los peces morados sobre un lago azul de chocolate, Me bebo a sorbos éste mar del infinito, Del canto de un ave que atraviesa el viento Promulgando los ecos, ecos de la nada Entre las hojas de mis oídos muertos De la vista de mis ojos ciegos y del corazón bombeante de sangre y fuego...
La nada, esa presencia que carece de todo, hasta de presencia misma, se hace sentir en diversas situaciones de nuestra existencia: en nuestros oídos la percibimos como un silencio, en nuestros ojos a pesar de tener un sin numero de percepciones visuales, de colores y de formas, se nos figura a veces pensar que miramos hacia la nada, nuestro olfato a veces no siente aroma alguno, nuestra boca no siente el sabor de los alimentos y mucho más allá, no pronunciamos palabras, entonces callamos y retornamos al parecer a esa cualidad de la nada, el silencio; hay que decir que muchas personas con las que nos encontramos, hablan mucho, pero no dicen nada y así, en muchos otras situaciones se nos revela el gran secreto oculto de las cosas “todo es nada”. Hacia ya mucho tiempo los cantos de las doctrinas antiguas lo promulgaban con una característica mas de la nada, el vacío; el Taoísmo, sostiene “que el individuo debe ignorar los dictados de la sociedad y solo ha de someterse a la pauta subyacente del Universo”, el Tao que en nuestras formas se designa como camino, que no puede ni describirse con palabras ni concebirse con el pensamiento, para estar de acuerdo con el
Tao, uno tiene que “hacer nada”, es decir, nada forzado, artificial o no natural. Aquí en nuestra tierra se rindió homenaje también a la nada, cerca de la década de los años 50`s, un movimiento que de alguna manera era una reflexión al estilo moderno de las condiciones y problemáticas sociales y culturales de la época, Un nadaísta, Jotamario, nos habla del ambiente en el cual germinó dicho movimiento: “El nadaísmo nació en medio de una sociedad que, si no había muerto, apestaba. Apestaba a cachuchas de regimiento, apestaba a sotanas sacrílegas, apestaba a factorías que lanzaban por sus chimeneas el alma de sus obreros, apestaba al pésimo aliento de sus discursos, apestaba a incienso de sus alabanzas pagadas, apestaba a las más sucias maquinaciones políticas, apestaba a cultura de universidad, apestaba a literatura rosa, apestaba a jardín infantil, apestaba a genocidios, apestaba a miserias, apestaba a torturas, apestaba a explosiones, apestaba a pactos”. el hastío de ver cómo los avances de las ciencias proporcionaban cosas, apariencias en el mundo, -muy útiles muchas veces por cierto- y sin embargo, el ser humano
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seguía allí tan solo, con su alma en los brazos de la nada, pasajero, ser anodino que de la nada vino y a la nada va. Pero hacer nada, no significa precisamente “no hacer algo”. Nuestra intuición nos sugiere que se oculta una gran actividad, en la energía en potencia que habita en el ocio de la nada, esa sensación de que hay algo nuevo en nosotros y en el mundo circundante transformándose, el universo que sale de la nada, donde se comienza a parir ideas, después del silencio y del vacío las notas musicales M. C. Escher. se abren paso con los aromas sutiles se asimilan con gran claridad; el alimento es verdaderamente vivificante, y nuestras palabras fluyen con espontaneidad, -aunque hablemos de la confusión-; las hojas ya no están en blanco, he
allí una poesía, he allí un libro adornado de caracteres que van más allá de la apariencia de letras o de frases puestas al azar; de la nada han surgido percepciones de mundo que se crean y renuevan con los tiempos. Éstas y otras sensaciones y experiencias nos brinda. Empero, no debemos olvidar que de la nada vienen y a la nada van, cómo el samsara que pensaran los hinduistas, un ciclo que nos forma y luego nos mutila, una eternidad que se pierde en la infinitud de una vida efímera que Sun and Moon se baña de inmensidades de cosmos, más allá de pálidos astros que a lo lejos se asoman, mientras toda nuestra actividad se funde y se pierde en la nada...
J.W.C.H
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El búho tuerto
EL MANIFIESTO DE LA LIMBONEIDAD La modernidad es un concepto francés, surgido del seno de la Ilustración. Por su parte, la democracia constitucional, es un término utópico inventado por Thomas Jefferson en los Estados Unidos. El progreso es una idea japonesa forjada a partir de la segunda mitad del siglo XX. En un país moralista y conservador como el nuestro es imposible el surgimiento de algo parecido a la modernidad. Nuestra democracia constitucional es una colcha de retazos que se reforma en promedio cada década. A lo largo de nuestra historia nos hemos vestido con harapos ajenos, precisamente los que quedaron de los procesos de la emancipación europea y norteamericana. No hemos desarrollado ninguna de esas ideas, por consiguiente nunca las hemos tenido y jamás las tendremos. El nombre de nuestra patria fue inspirado en un navegante de origen italiano que jamás pisó nuestro suelo, incluso, hasta el libertador de estas vastas tierras era extranjero. Desde nuestro inicio, nos dio vergüenza reconocer nuestra desnudez y orfandad. Por tal razón, vivimos ocultándonos de ese espejo llamado presente para que no nos diga que somos huérfanos de una historia que tampoco hemos tenido. Los colombianos consideramos que el progreso hace alusión a doscientos ladrillos, cincuenta bultos de cemento y varios kilos de hierro y acero. Tras esta vaga concepción, nos refugiamos y esperamos la llegada del futuro. Curiosamente, éste ultimo, es una constante
que se reitera con cada mandato presidencial, y tras cada carretera con apariencia de autopista que se construye. Somos la única nación del mundo en la cual el futuro siempre ha estado llegando. En un principio, llegó con los españoles. Después, con Bolívar y Santander. Luego, con los ferrocarriles de Olaya Herrera, “La revolución en marcha” de López Pumarejo. Posteriormente, con la televisión y Rojas Pinilla. Igualmente, se dijo que con los Gaviria “si iba a existir futuro” como si antes no lo hubiese existido. Después, los Pastrana afirmaron que “el futuro es ahora”. El futuro fue prometido con la pavimentación, en la década de los años 50's y 60's, de las vías nacionales y la apertura masiva de las universidades públicas. A los bisabuelos se les prometió, con el puerto de Buenaventura, los aeropuertos y la exportación del café. Nos prometieron el futuro con el viaducto de Pereira y la Autopista del café. Ahora, se promete el futuro con el túnel de la línea, el TLC, el megabus, el MIO, el metrolínea. Y a otros, en unos años, les prometerán el futuro con el puerto de Tribuga y el aeropuerto de Bahía Solano. En este país el futuro siempre está llegando y estará llegando pero nunca se podrá alcanzar. Nada nos ata al pasado. El pasado es la historia que deja de ser real a partir del instante en que se le encierra entre las páginas de los libros. El pasado es una imagen que anida sobre la superficie de las construcciones antiguas. Se le palpa cuando
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se roza la humedad de las paredes agrietadas de las edificaciones, sin pintura y al borde del colapso. Las ruinas son el vínculo del presente con el pasado. Construir el futuro sobre el pasado es una manía colombiana. Al respecto, Ciudad Victoria representó durante algunos años el símbolo del futuro local. Ahora es una imagen del presente que ha hecho olvidar los últimos vagos recuerdos de la antigua galería. En nuestra provincia, son pocos los que recuerdan los nombres antiguos que obstentaron la carrera séptima y octava, a cuyos lados se levantaron las construcciones que hicieron esfumar el último rastro de la colonización caucana y antioqueña. En este país se desea deshacer el pasado como si se tratase de un pecado mortal. Padecemos de olvido permanente y colectivo, no recordamos al despilfarrador del erario público, ni los muertos del conflicto armado, ni a las victimas de las tragedias naturales, ni la inflación y carestía del año pasado. Estamos condenados a construir un futuro efímero materializado en presente, pero que se deshace en un olvidadizo pasado, cubierto por nuestra harapienta y prestada idiosincrasia. Por tal razón, somos un país que habita en el limbo. La pretensión de construir un futuro, sobre un futuro ya olvidado, no es un proyecto de progreso, ni de modernización o de modernidad, y mucho menos de postmodernidad. Nuestro estado es la limboneidad, estado en el cual nada es
nuestro y lo único que nos pertenece es el limbo. La función de la urbe limboneista es estar al servicio del futuro que llega. En este país de la limboneidad, las ciudades surgen y desaparecen cíclicamente. Más importantes que Cartagena o Santa fe de Bogotá fueron las poblaciones de Mompox, Ocaña y Santa María la Antigua del Darién. Esta última fue la primera ciudad fundada en el reino de Nueva Granada; puerta de entrada al interior del país, ya no existe. Por su parte, las dos primeras ciudades mencionadas fueron importantes, en su época, para el comercio; hoy están a punto de perecer.
Dentro de varios siglos Manizales, Pereira y Armenia se unirán al cortejo fúnebre del olvido de la limboneidad, mientras otras urbes emergerán con la promesa de un nuevo futuro. Nuestra fé en el progreso y el futuro es inmensa hasta el punto de ser ciega, supera nuestra hambre, miseria, y hasta la angustia y existencialismo francés que hemos tomado como propios. Augusto Rotavista Hernández augustus@utp.edu.co
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El búho tuerto
ENTRE MÁS VIVO MÁS ME ASOMBRO… Quien afirma que vio, es porque eso realmente existe... en el alma. Estamos siempre acumulando plurales, impresiones y percepciones del mundo. Nos sumergimos en un estado de observación de esas realidades fijadas, y que en ocasiones no podemos controlar y finalmente esas cosas solo son posible verlas porque están en la mente de quien las vio. El mundo, lo llamado real termina siendo una fotografía mas del hombre que lo cuenta. Imagino las mentes de la gente y me aflijo mas, ¿qué es lo que buscan?¿qué se encierra allí?¿qué es lo que pasa?, pienso si debo salir a la calle, ¿será que existo en la mente de la gente?. ¿Qué soy?¿quién soy? No se pero me duele mas el alma, tan solo veo como pasa el tiempo, y en ocasiones no se como reconocerlo si en la apariencia física, en los números o en la observación de los soles y las lunas que pasan por la memoria. Solo me siento y observo como todas estas montañas, estas criaturas sorprendidas por la vida y la muerte, como las flores con sus colores olores y sabores, como los tactos, las pieles hacen parte de un todo, y como todos somos una misma sustancia y esencia, una sucesión de vida, de sensaciones, de magia. Cada uno de nosotros posee una forma
diferente de ver el mundo, y a través de nuestras percepciones llegamos a unas verdades, así se vuelva común todo siempre empieza en una mente, y es real solo desde allí. Algo que nos entremete y es realmente maravilloso es que buscamos algo en común; ser felices. independientemente de las vivencias o contextos. Escudriñar el corazón humano, tratar de ver desde adentro de su alma es inherente y fascinante, ya que desde que emergemos al mundo vamos adquiriendo experiencias, que nos identifican y nos llevan a ser lo que somos ying yanes.
Martha Liliana Villada
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HILACIÓN Hoy corté una flor en sueños se me apareció y me tragó una mano; mañana talaré un árbol son los designios de la noche. ¿Qué me importa si el bosque se traga a toda la humanidad? No intenten el suicidio ¡Lógrenlo!, como inmolación a sus descendientes que felizmente no existirán. Lástima que ustedes viven en contubernio con la televisión, maestra de la concupiscencia. Profeta es quien ve lo inevitable. inevitablemente todo es azar, por eso los profetas no están aquí están en los sanatorios.
Nadya
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El búho tuerto
CAZADORES DE AUSENCIAS “Somos dos y esos dos ya éramos muchos, por tanto, la realidad y lo que se ha querido, el sentido del texto, también se ha perdido”. Deleuze
Todo se ha ido, se ha desvanecido el tartamudear de mi boca, un adiós insolente y despiadado que me ha dejado atrás, vacíos, sin ni siquiera una nada para sepultarme. Se extraña el parche de la esquina, de las jornadas de bla, bla, bla, que recobraba el sentido en el sin sentido. Se añora, la morena, la blanca, la mestiza que nos encantaba con su contornear de caderas; ruborizando a la verdad, comentar a su espalada. Y aún más, se extraña la ausencia de aquel amor ideal, nunca llegado, ni más tarde ni temprano, pero con una fuerte convicción de enloquecer, a no más amar su sombra en las pieles de una mujer. Y todo cuanto se desliza en la vertiente de un barranco, no era más que yo, derramándose en trozos de sangre, en piedras y palos, en huesos y carnes hacía el paraje donde todo era ausencia. Ahora sólo me quedan las enfermedades modernas, paranoia, neurosis, psicosis, esquizofrenia. Pronto, seguido hacia la nada. Que mosquerío, (un necesito), es mi cuerpo enflaquecido, vendido, que ya huele a muerto.
Todo sueño romántico condenado solteron(a) ¡solitario! Toda presencia endulzada; divina ausencia. Y ahora la presencia obsoleta por demás- de enfermedades tan reales como modernas. Locura, esquizofrenia, paranoia o epilepsia. Don techo, don alguien. ¡Don nadie! Señora ausencia. Paroxística, orgiástica, coqueta. Acompañante anoréxica. Platón; cazador de ausencias. (La) filosofía es el elemento fármaco depresivo de la cultura occidental, ya no quiere pensar... Solo pies de página. Antes circo y pan. Ahora sólo Clonazepan. Antes reales sociedades; escombros, ruinas construidas de hospitales mentales. Hermosos selectos. Simplemente esqueletos. Cazador(es) de ausencias, perdidos, incompletos, (au)sentes de su propio texto. Teología insurrecta. Presente. La mente. (au)sente. Siempre, por siempre. O...casi siempre.
John
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A.
Herrera
AFECTACIÓN Periplo indefenido; caricaturesco, chocante, e irregular; todo esta cubierto de fangal, sanguinolento y nauseabundo. La estrella mañanera se torna pusilánime y falsía, irritando cortezas inconcernientes. Busco un recuerdo embriagador que resulta inasequible; la vehemencia lucha incesantemente por la bella reminiscencia... La agudeza sensorial por fin comparece; es indescriptible, amorfa envolvente, es una aparición, un espejismo, una quimera ¡Pócima de afectación! El fangal ha desaparecido; ahora solo queda el especulo reluciente, el manantial cristalino, diáfana transfiguración. Finalmente la obstinación inexplicable encalla, la luna dilapidada, la afectación evaporada, es una beldad en desviación. Escabullirse del espectro; nausear el manjar; ¡Oh no! multiplicidad de fatalidades ahora... solo queda el útero rosado y conectarse al cordón umbilical.
Gloria
Garzón
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PALABRAS PARA SEIS CUERDAS
Sólo cuando se desnuda el alma de la guitarra con el sensual y virtuoso tacto, fruto de una práctica obsesiva y constante, se pueden sentir las románticas, funestas, joviales, pícaras, irónicas, salvajes, góticas, estridentes y armoniosas piezas que acarician la oscuridad reposada en la universal caja de resonancia acústica; oscuridad fraguada por lo que es realmente tan eslabónico instrumento (medio), el alma al desnudo del talentoso intérprete, en frente de un soñador y cautivado público que ama su mundo de música quimérica. Entren al dédalo de seis cuerdas e intenten resolverlo haciéndolo vibrar...
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PENURIA
El cielo se abrió y fui rechazado por la oscura criatura del amor. Sumiso en pensamientos, lleno de temor y de maravillosa mudez sucumbí por ti. A mi derecha, un amor incomprendido y rechazado. A mi izquierda, sueños e ilusiones de un amor sin rienda de dioses. Ya se secaron mis besos que, alguna vez, di por motivo de amor. Me pongo de rodillas y rezo en la noche oscura, de mis ojos salpican gotas de sangre fresca y tendiendo mis brazos, suplico a gritos con mi último esfuerzo: -que el odio del amor no caiga sobre mí- .
Nosiel Drahar
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LIBARDO ZAPATA Libardo Zapata araba la tierra todos los días, jornaleaba duro y ganaba poco, era joven, apenas tendría unos veintitrés años y ya se le marcaban arrugas en la cara por el sol inclemente que lo azotaba todos los días, tenía los brazos morenos, manos toscas, callosas que apretaban las herramientas con firmeza, pero esas mismas manos eran dos alas de mariposa cuando tocaban la guitarra y eran suaves como el agua tibia cuando acariciaban una muchacha. Libardo tenía un amor, Teresa Quesitos. Resabiada al principio como toda mujer montañera, él la vió un día caminando por la plaza y decidió sin saber porqué que ella tenía que estar arrullada por su poncho. La miraba en la iglesia los domingos y no disimulaba, averiguó su nombre y el origen de su sobrenombre, por lo que supo que en su casa hacían queso con la leche de las diez vacas que pastaban en el solar largo que lindaba con un cafetal y un cultivo de yuca. Un día se arriesgó y tartamudeando le habló y formalizó una amistad que pretendía convertir en un pasional amor veinteañero. Era evidente, él ya no se asomaba al pueblo sin el sombrero nuevo, se rasuraba la cara con frecuencia y con incipiente letra de tercero de primaria aprendió a mandarle notas a Teresa con trocitos de bambucos que sabía cantar o de trovas coquetas que se inventaba, hasta que no pudo más y analizó que era hora de citarla
cerquita del guadual y así fue. Se llevó la guitarra, le cantó con voz de enamorado y ella con su falda linda y florecida se dejó besar en la boca como si él estuviera recogiendo el primer fruto de una cosecha. En adelante ella se dejó tomar de la mano en las calles y se dejó apretar en la mediana oscuridad de un atardecer debajo de un otoñal tapete de flores de una acacia amarilla. Él cansado de un día de recolección de café, escapó para llegar temprano y pulcramente vestido a la casa de Teresa Quesitos, ella abrió la puerta y él notó que ella era tan blanca como la leche que ordeñaba, estaba limpia con un delantal de cocinera manchado con tizne de carbón y su cabello negro estaba recogido en una trenza más perfecta que una espiga de trigo. Conoció a la familia de Teresa ese día y ella y él conversaron sin fluidez de sembrados y de vacas sin prestarse atención de verdad, pero mirándose con profundidad a los ojos. Cuándo él decidió irse ella sacó desde la profundidad de su casa, dos bolas de quesito recién envueltas en hojas de plátano y amarradas con fuerza femenina, delicadamente con cabuya. En adelante el par de bolas eran la dádiva infaltable en cada visita y siempre se las llevaba en las manos a pesar de llevar talego, para amasar cada porción de blancura como si fueran los senos jugosos que deseaba.
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Su visita era frecuente, pero cuando el campo se ponía duro, él terminaba sus últimas tareas en medio de la oscuridad y entonces pasaba días sin verla, y sentía que algo le faltaba, lo abordaba una ansiedad misteriosa y fumaba más tabaco del normal. Cuando la encontraba de nuevo, tal vez un domingo en la iglesia, se reconfortaba y la buscaba corriendo desesperado para darle la mano en el momento de la misa en que se da la paz y al instante la atacaba con un abrazo. Había un solo tormento en su vida. Cuando la noche lo atrapaba con el azadón en la mano y salía en busca de su rancho, aparecía una perrita negra de entre la maleza y le ladraba con rabia, con la boca llena de espuma, lo acosaba con lances de colmillos fieros que le rasgaban el pantalón. El guau-guau se transformaba en un sonido amorfo, de un odio histérico. Él la espantaba con ramas, le lanzaba piedras, hasta la atacaba con su costal de estopa, pero ella no se calmaba, se iba detrás de él hasta llegar a los portones de su casa, ahí ella se confundía entre la oscuridad y desaparecía de repente como apareció retomando el camino de vuelta. Así varios días y lo soportaba con paciencia. Cada vez que no podía verla aparecía la perrita negra y lo escoltaba amenazante hasta verlo llegar a su puerta. Así varias semanas. Un par de meses después, no lo soportó más, su imperturbabilidad estalló en una ira ciega e instintivamente desenvainó su machete cachicolora'o y como si fuera a pelear por el orgullo de su familia se enfrentó al animal y le aventó con el filo dos enviones en el lomo, el
animal chilló y enmudeció después. Él, con el corazón en la mano del susto, salió corriendo al darse cuenta que era el asesino infame de una perrita bravía pero inocente. El animal quedó tendido en la arena y las piedras del camino. Un par de horas después una mujer con un traje negro fue recogida por un labrador. Tenía dos mortales, profundas y lineales heridas que sangraban como quebradas borrascosas. Él no supo de su crimen ni del cuerpo, la sangre no estaba al otro día, no había nada, como si el rocío hubiese borrado la historia, todo podría ser un sueño si su machete no tuviera sangre de perra. A Libardo lo absorbió la cosecha y no volvió a la casa lechera de Teresa. Rebanaba la tierra, la remojaba con sudor, torturaba sus herramientas como un verdugo, pero era imposible visitar a su amada hacedora de quesos. Esos días camino a su casa se sentía sólo porque la perrita no volvió a aparecer. Un día, el cuarto día, llegó la mamá de Teresa al campo de cultivo, habló con el mayordomo y se fue al sendero y con un grito que parecía un graznido llamó a Libardo. Él con las manos enterradas, con el sudor regado en el cuerpo, la saludó humildemente quitándose el sombrero y sin mirarla a los ojos: -Buenos días doña, que se le ofreceLa señora lo miró con cara de desesperación y dijo: -Libardo, necesito que venga conmigo ahora,
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es urgente, Teresa está mal y lo mandó a llamarLibardo se alarmó tanto que no se sacudió las botas y no se abrochó la camisa. Se fue a pasos agigantados, con el machete al cinto y con los ojos llorosos y en un santiamén llegó al portón, los perros de la casa lo saludaron, los que estaban en los pasillos se arrinconaron contra el bahareque para dejarlo pasar, empujó la puerta del cuarto de ella que no conocía pero que sabía cuál era, se abrió la puerta y golpeó duro contra la pared. Él se quedó quieto cuando la vió sentada en la cama
cama con su cara pálida, ya de moribunda y no de leche viva como la recordaba de siempre. Se quedó mudo. Ella lo miró con ojos débiles, lo llamó, él se acercó y vió sobre su espalda dos curaciones cubiertas con trozos de tela blanca ensangrentada. Ella dijo subiendo la voz hasta donde podía: -Libardo, pégueme el otro para salvarme, déme otro machetazo Libardo, el tercero, ¡Sálveme!Libardo salió corriendo lleno de espanto, no volvió a mirar a tras, corrió olvidando su sombrero, elevó su machete a un cafetal para que no estorbara, corrió con miedo y llorando, corrió hasta refugiarse en su casa. No salió en tres días, no se alimentó y se deshidrató de tanto llorar. Cuándo vió de nuevo la luz del sol, se enteró por sus amigos que Teresa Quesitos, la bruja, había muerto.
Atahualpa Quintero
Jorge Juanes. Paisaje
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…VIDETA… Herido he vivido callando mi sopor, por un ado maldecido que me arrebato hasta el amor. Errabundete he sido. “un pajaro agorero de un líbido cantar”, pensando que he fallecido, maldiciendo el caminar. Amiguete sapiente sólo piensa en callar. Dejando transcurrir mi vida en un abismo, en qedo infernal, libando mi caída aguardando mi final. -Tristete famélico- fumando sin cesar alabando la noche triste esperando ajedrear y beber de un vino loco hasta sentir emborrachar. “Lector disculpad a este brutete que no sabe poetizar”.
Zazel... Z.A. 15
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Sin título N° 8. DE LA SERIE: Los mundos del Ogro. AUTOR: Mauricio “Ogro”. TÉCNICA: Lapiz HB y 2H sobre volante.
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ISSN 0255826 - 2
0 12 45812 67801 9
01826 5