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FORO Las tareas del Movimiento Popular Hoy. Sergio Grez Toso, Carlos Pérez Soto, Esteban Nazal Convocado por el Colectivo La Fragua, en el Museo Benjamín Vicuña Mackenna, 26 de Noviembre de 2013.

Intervención de Carlos Pérez Soto. Quiero comenzar con agradecer al Colectivo Fragua por la invitación a compartir, a discutir. Quiero decir que voy a hablar muy telegráficamente, a decir muchas cosas distintas, en lo posible brevemente, a ver si puedo ocupar menos de los 45 minutos… creo que son… (risas) 15 minutos. Para eso voy a ir directo al grano no me voy a detener en el análisis del contexto electoral en que estamos o en el posicionamiento que en fuerzas internas tuviéramos en virtud de eso, sino que voy a ir directo a cuáles creo que son las tareas en este minuto para el movimiento popular y cuáles son las condiciones básicas que habrían que cumplir para que esas tareas sean viables. A mí me parece que la gran tarea para una gran izquierda en primer lugar es denunciar la falsedad de la democracia en que estamos instalados, que nos han instalado. Una democracia que no es representativa, en que los representantes no representan a los representados ni por el apoyo efectivo que tienen, ni por los contenidos que defienden, que deciden solo entre sí. Una democracia que no es participativa, una democracia que no garantiza lo más mínimos derechos económicos, sociales, étnicos, culturales. Junto con esa denuncia de la falsedad de la democracia, de la falta de sustantividad de la democracia, junto con denunciar que nuestro sistema democrático se ha convertido en un sistema de administración que equivale a una dictadura, a una dictadura del capital, a una dictadura del propio Estado, que funciona más para sí mismo que para los propios ciudadanos, es necesario articular las luchas populares en torno a temas básicos, que le den un orden a la lucha. En mi opinión esos temas básicos son la educación, la salud, las AFP, los recursos naturales. El cobre en primer lugar. Hay que tratar de ordenar todas las demás demandas sectoriales en torno a esos temas fundamentales. Denunciar la falsedad de la democracia, promover los temas básicos, que son los que más le duelen al conjunto del poder. Pero, en tercer lugar, por eso estoy en el Foro por la Asamblea Constituyente, mi opinión es que hoy es una tarea central promover una asamblea constituyente. Al interior del Foro hemos estado avanzando sobre eso. Voy a decir ahora lo que creo, lo que necesariamente compromete la opinión del Foro. Lo que aquí voy a decir es algo que nosotros estamos de acuerdo en discutir en una sesión más adelante. Creo que es necesario promover una Asamblea Constituyente, pero no cualquier Asamblea Constituyente. Para un país que durante 200 años, en realidad 400 años, se ha basado en el arreglín, que impera por sobre la soberanía popular permanentemente, necesitamos una Asamblea Constituyente en primer lugar representativa, es decir, no el Congreso y por supuesto no elegida de manera binominal. Una asamblea representativa significa elegida de manera proporcional. Necesitamos una Asamblea Constituyente, en segundo lugar, deliberante. Que no se limite a decir, a aprobar o rechazar los estudios de una comisión. Sin comisión externa. Que la asamblea sea directamente la que delibere proyectos institucionales. Necesitamos una Asamblea Constituyente participativa, es decir, que la Asamblea promueva un proceso de discusión del conjunto del poder chileno, que vaya a las organizaciones sociales, que vaya a los colegios, a las universidades, a los sindicatos, a los colegios de profesionales, a la CUT, a pedir participación, a poner problemas en juego para que la elaboración de la Asamblea Constituyente sea el resultado de un mecanismo de la más amplia participación de los distintos sectores del país. Necesitamos, y en esto soy mucho más específico, una Asamblea Constituyente que funcione por quórum calificado. El quórum calificado, que han usado hasta ahora contra el movimiento popular, nosotros tenemos que usarlo contra la derecha. Ninguna resolución de la Asamblea Constituyente se 1


podría aprobar, según lo que sostengo, si no cuenta con los dos tercios de los constituyentes, y eso no va a ocurrir. ¿Cuál es la idea entonces?, la idea es que todos los acuerdos que no cuenten con los dos tercios de la Asamblea Constituyente sean sometidos a plebiscito. De tal manera que el máximo de temas posibles pasen al pronunciamiento directamente de la soberanía popular. Por lo tanto lo que necesitamos es una Asamblea Constituyente que genere proyectos constitucionales alternativos, no que genere una constitución hecha frente a la cual después nos lleve a plebiscito para decir “Si” o “No” con una bandera chilena y una bandera negra. Proyectos constitucionales, alternativas constitucionales. Después, aprobar esas alternativas va a requerir educación de los ciudadanos, una gran discusión nacional, un proceso de participación. Aprobadas esas alternativas se hace una conciliación y se somete, ahora sí, un proyecto constitucional coherente a plebiscito. Para llegar a la Asamblea Constituyente, y de nuevo voy a opinar de manera individual, particular, de tal manera que lo que voy a decir no compromete necesariamente al Foro en el que estoy participando, es necesario legitimar el mecanismo plebiscitario. Para eso en todos los lugares donde se pueda la gran izquierda tiene que promover plebiscitos comunales, plebiscitos barriales, para mostrar que la vía plebiscitaria es, por un lado de suyo, un mecanismo de participación directa y por otro lado un derecho, un derecho que se puede ejercer a nivel comunal, donde incluso los plebiscitos son vinculantes. Es una vergüenza para las muchas izquierdas que hay en Chile el que los únicos que han hecho plebiscitos comunales en Chile sean los momios. Todas las comunas donde ha habido alcaldes o la mayoría de concejales de izquierda no ha habido plebiscitos. Yo creo que es necesario retomar la vía plebiscitaria y hacer una gran apuesta por la educación y la participación popular, convertirlos en procesos implicantes. Junto a esto, es necesario presionar con movilización social a la presidenta de la república para que convoque a un plebiscito para llamar a una Asamblea Constituyente. El mecanismo interno actualmente contemplado es abiertamente mañoso. El Tribunal Constitucional podría declarar inconstitucional el llamado a una Asamblea Constituyente. Sin embargo, creo que esa cuestión no se resuelve de manera legal, aquí en Chile siempre ha imperado el arreglín. La movilización popular tiene que forzar un arreglín que por fin beneficie al conjunto del pueblo. Forzar el silencio del Tribunal Constitucional frente a la prerrogativa que dictatorialmente tiene, que es impedir que haya un plebiscito. Para que todo esto ocurra es necesario ligar toda demanda sectorial a la gran demanda de una Asamblea Constituyente. Por otro lado, es crucial no aceptar comisiones, no aceptar pactos. La movilización social tiene algo que pedir, pero tiene, fundamentalmente, algo que impedir. Impedir lo que nuestra futura presidenta anunció: que este cambio constitucional se haga por la vía institucional, es decir, el gatopardismo de decir “cambiemos todo” para que todo siga exactamente igual. Sin embargo, yo creo que hay que tener plena conciencia de que después de la constitución, la eventual constitución, de la larga marcha por un plebiscito, la lucha continua. Las constituciones no cambian las sociedades en el fondo, las constituciones se pueden convertir en unos monumentos que declaran cuestiones en general y después las leyes niegan en particular. No hay que confundir los objetivos del movimiento popular con este objetivo parcial. Esta demanda está en un camino que es el de conseguir una constitución que avale los derechos económicos, culturales, sociales, étnicos. Pero la lucha continua. Y para esa lucha que continua a mi me parece que hay ciertas condiciones. En primer lugar yo creo que la gran izquierda tiene que aprender a distinguir el movimiento social del movimiento popular, de la izquierda y de los marxistas. Los marxistas no son toda la izquierda ni deben serlo, la izquierda no es todo el movimiento popular, y el movimiento popular es una cosa un poco más restringida, un poco más exigente que los movimientos sociales. Los movimientos sociales 2


son espontáneos, tienen programas inmediatos, se arman y se desarman. Nuestro desafío como izquierda es convertir los movimientos sociales en movimiento popular. No basta con el movimiento social. Nuestra tarea como izquierda es que el movimiento popular tenga una orientación anti-capitalista y anti-burocrática, nuestra tarea como marxistas es que las grandes izquierdas no sean sólo izquierdas de marxistas, y para eso es necesaria una izquierda grande. Una izquierda que esté compuesta de muchas izquierdas que actúen en red, que actúen de manera local y paralela, bajo un espíritu común más que bajo una línea correcta, una izquierda que tenga un programa claro. Y el programa no es difícil: constitución, nacionalización del cobre, educación gratuita, salud para todos los chilenos, pensiones dignas. Eso es un programa claro, pero además de un programa claro es necesario un horizonte claro. Lo que estamos pidiendo no es educación gratuita, lo que estamos pidiendo es que no haya lucha de clases, es que se acabe el capitalismo, es que se acabe el dominio burocrático. Las izquierdas tienen que estar ligadas por un espíritu en el cual las reformas, las peticiones significativas tienen como horizonte el fin de la sociedad de clase. Por otro lado, a mi me parece que es necesario que las izquierdas asuman el problema de la violencia institucionalizada. Que aprendamos a distinguir como violencia la miseria de los hospitales, el transantiago, las pensiones miserables, que aprendamos a entender como violencia la violencia de Estado, la violencia del capital, la destrucción de la educación pública. Frente a la violencia institucionalizada es necesario que sepamos reivindicar el derecho a la violencia revolucionaria, es decir, a la violencia que se propone no sólo una reforma u otra sino que se propone derrocar el Estado de Derecho que favorece sistemáticamente a la burguesía y a la burocracia. Sin embargo, junto con reivindicar nuestro derecho a la violencia revolucionaria es necesario que como izquierda nos pronunciemos en contra de la violencia vanguardista, contra la violencia que tiene la lógica de la venganza, la que apunta a objetivos personalizados, la violencia que resta en vez de sumar. La violencia revolucionaria debe ser violencia de masas. El paro, la toma, la marcha, la huelga, la huelga política. La violencia revolucionaria, que suma, debe aprender a distinguirse, de la que resta, de la violencia vanguardista. Por último lo que creo que es una condición necesaria para vincular a esta gran izquierda hecha de muchas izquierdas es la más amplia tolerancia doctrinaria al interior de la izquierda. Que aprendamos por fin a superar el nocivo vicio del siglo XX que es que la izquierda pelea más con la izquierda que con la derecha. La más amplia tolerancia doctrinaria. Hay que aprender a no pelear con potenciales aliados, hay que aprender a bajarse desde el purismo doctrinario, del purismo ideológico y ético, hay que aprender a dejar la lógica de amarillos y traidores, de desviacionistas de izquierda y desviacionistas de derecha. Hay que aprender que no hay una jerarquía de las luchas, que todas las luchas tienen su legitimidad. Hay que aprender que no todos van a todas las peleas, que la gran izquierda se agranda para algunas peleas y se achica para otras. Y los que no van a algunas luchas no son traidores, sino que van a ir a la pelea siguiente. Una gran izquierda es necesaria para el movimiento popular, sólo el movimiento popular puede hacer una política auténticamente anti-capitalista y anti-burocrática. Bueno, esa era la introducción de lo que yo quería decir (risas).

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