Nivola 8

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Unamuno y Zambrano: Más que sintonías Antonio Colinas Poeta

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eseo, ante todo, tener un recuerdo para el profesor Luis Andrés Marcos, Vicepresidente de la Asociación de Amigos de Unamuno, de la que estuvo tan cerca hasta su muerte. No hace mucho que nos ha dejado, pero no hemos podido olvidar su pensamiento, digno de un verdadero filósofo, su cercanía a la Asociación y a proyectos con los que él estaba tan ilusionado, como el de que creáramos un grupo de lectura cercana a los libros y a la persona de María Zambrano. Por su conocimiento de la obra de Unamuno y de Zambrano, el tema del que yo ahora me voy a ocupar, quizás debiera ser Luis Andrés, quien habría dado una visión más fiel del mismo. Algo puedo teorizar sobre María Zambrano, pero menos sobre Unamuno, aunque fui fervoroso lector de su obra desde mi adolescencia, y como ya escribí en el primer número de Nivola, nuestra revista, llegué incluso a polemizar en su defensa a mis 18 años, en 1964, cuando se celebraba entonces el centenario de su nacimiento. También me siento muy cerca la presencia de Luis Andrés porque él fue quien presentó en la Feria del Libro de Salamanca Sobre María Zambrano. Misterios encendidos (Siruela, 2019), el libro que he dedicado a la pensadora. Seguro que hoy él nos sobrevuela y estará cerca de unos temas que para él eran tan queridos. Quiero también recordar que en uno de los ensayos de Luis Andrés sobre Unamuno –Miguel de Unamuno: ¿amor a la razón o razón de amor?– nos dejó fijada una idea que sin duda va a ser emblemática para los estudiosos del Rector de Salamanca. Me refiero a ese amor a la razón y, a la vez, a esa razón de amor, que a un tiempo supuso la obra del escritor vasco. Este título es significativo para mí no sólo porque sintoniza con el temprano y muy conocido verso unamuniano de “piensa el sentimiento/siente el pensamiento”, sino porque también pone de relieve, de una manera directa y muy bella, la relación que María Zambrano tuvo con la razón; es decir, al diálogo fecundo que tanto ella como Unamuno mantuvieron por medio de su sentir y de su pensar; pensar que sin embargo, en ninguno de los dos autores, llegó a ser radicalmente sistemático. Este punto de partida es muy útil para mi exposición, pues existiendo una relación personal muy breve entre Zambrano y Unamuno, se daban en ellos sin duda significativas sintonías, puntos de coincidencia muy vivos. Por adelantar uno solo, el hecho de que no fueron filósofos sistemáticos, aunque ambos estuvieran tan en comunicación con la filosofía. Pongo de relieve esta identificación, acaso por ser la más señalada entre ellos, pero a la vez (es mi modesta opinión) a simple vista no podemos encontrarnos con dos caracteres que fueron tan distintos. El carácter luchador y polemista del uno poco tiene que ver con la pasividad fértil de la otra, con el sentido de piedad zambraniano. A la vez, a ambos les unía el afán de concordia.

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