Ibanez cosmelli historia 2

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OBRAS DEL AUTOR PARA LA ENSEÑANZA M ED|| HISTO RIA A N TIG U A Y MEDIEV/\ HISTO RIA M O DERNA Y CONTEMPORANEA HISTO RIA ARGENTIN;

HISTORIA DE LAS INSTITUCIONES (1? parte HISTO RIA DE LAS IN STITUCIO NES (2? parte HISTO RIA DE LA CULTURA ARG ENTIN/ SÍNTESIS DE HISTO RIA A N TIG U A Y MEDIEVAl SINTESIS DE HISTO RIA MODERNA Y CONTEMPORANEA SINTESIS DE HISTO RIA ARGENTINA

OTRAS OBRAS HISTO RIA C ULTUR AL DE LOS ARGENTINOS (A rte s-L e tra s-C ie n cia s) 2 Tomos

HISTORIA



LA EDAD M O D ER N A La quiebra del mundo m edieval Se llam a Edad M oderna el período com prendido entre la tom a de C onstan tin o p la — ca p ita l del Im pe rio Romano de O rie n te — por los tu rc o s (1453) y la reunión de los Estados G enerales que dieron com ienzo a la R e volu­ ción Francesa (1789). Sin em bargo, debem os destacar que estas d iv is io n e s en e s tric to s períodos se deben a razones de m étodo y a co n ve n ie n cia s de c la s ific a c ió n , por cuanto los sucesos h is tó ric o s form an una s e rie c o n tin u a de hechos relacionados, y las tra n sfo rm a cio n e s — ta n to m a te ria le s com o e s p iritu a le s — que d ife re n cia n una Edad de o tra se produjeron con m ucha le n titu d y son el re su lta d o de un proceso evolutivo. Todo el s ig lo XV y m ediados del XVi con stitu ye n la llam ada “ época de tra n s ic ió n ” de la Edad M edia a los Tiem pos M odernos, por cu a n to en este largo período se p rodujeron im p o rta n te s cam bios en la fo rm a de pensar y de v iv ir. Entre los fa c to re s que co n trib u ye ro n a esta quiebra del m undo m e­ dieval podem os c ita r: a) P o lítico s. La e xtin ció n del fe u d a lism o , la consolidación de los reyes y el s u rg im ie n to de los Estados europeos.

del D o de r

b) S ociales. La im po rtancia de la clase m edia o burguesía (de burgués, habitante de un burgo o ciudad) debida al desa rro llo fa b ril y c o m e rcia l. Printed in Argentina impreso en Argentina Queda hecho el deposito que previene la lev 11 7 ?T e bV EDITORIAL TROQUEL S.APf Buenos Akes, 1980.

c) C ie n tífic o s . Las grandes inven cio nes (pólvora, im prenta, p apel, brú ­ ju la ) y la a p lica ció n del m étodo e xperim e ntal por parte de los e s tu d io so s. d) G eográficos. Los d ive rso s d e scu b rim ie n to s m arítim o s tie ro n a los europeos vin cu la rse con o tra s civiliza cio n e s.

que

p e rm i­


Una escena de la larga y sangrienta Guerra de los Cien Años. Este conflicto originó impor­ tantes consecuencias, entre ellas, la decadencia del feudalismo. Grabado antiguo que reproduce una ciudad italiana en tiempos del medievo.

e) E conóm icos. Las riquezas de los países conquistados, el p ro te c ­ cio n ism o aduanero y las nuevas m anufacturas dieron v ita lid a d e im pulso a la econom ía m undial. f) A rtís tic o s . El re n a c im ie n to genera! de las obras clásicas. g) C ultu ra les. La am plia d ifu s ió n del saber, debido a la invención de la im pre nta y a la in te n s ific a c ió n de los estudios. h) R eligiosos. La c ris is producida en el s ig lo XVI, llamada "la R efor­ m a” , que o rig in ó la d iv is ió n del m undo cris tia n o .

LOS C O M IEN ZO S DE LOS TIEMPOS M ODERNOS D ijim o s que en los ú ltim o s s ig lo s de la Edad M edia se in ic ia parte de los cam bios p o lític o s , id e o ló g ico s y económ icos que caracterizaron el mundo moderno. R esum irem os algunos de esos a co n te cim ie n to s.

Decadencia del feudalism o El régim en feudal e n tró en decadencia al té rm in o de las Cruzadas — sig lo X III— y acentuó su d e clin a ció n luego de la G uerra de los Cien A ños sostenida por Inglatera y Francia (1337 a 1453). Preocupados por las luchas, los señores abandonaron sus d om inios, m uchos perecie ro n y o tro s se radicaron en lejanas tie rra s . Esto fa vo re ció a los reyes, los que p aulatinam ente recuperaron sus derechos y te rrito rio s a m edida que el régim en e n tró en decadencia. O tro m o tivo de la e x tin c ió n del fe u d a lism o fu e el uso de la pólvora en las acciones bélicas. Las arm as de fuego no sólo a lte ra ro n la tá c tic a

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de los com bates, sino que de m ostraron la in e p titu d de las pesadas arm a­ duras de los caballeros m edievales y ta m bién de los gruesos m u ro s de los c a s tillo s . La belico sid a d de los señores c o n trib u yó a su decadencia, ta l com o sucedió en In g la te rra con la denom inada G uerra de las dos Rosas (1455 a 1485), cuya extre m a crueldad m o tivó p rá cticam ente la e xtin ció n del ré­ gim en feudal en aquel país.

Consolidación del poder real Con la desaparición gradual del fe ud alism o se produce e! re s u rg i­ m iento y la co n so lida ción dél poder real. Los m onarcas contaron con el apoyo de la Iglesia — que tra tó en esa form a de re s ta b le c e r su autoridad e s p iritu a l— y de ios sie rvo s lib erados del s o m e tim ie n to feudal. Tam bién re cib ie ro n la adhesión de ios burgueses, o pobladores de las ciudades lib re s. A esta clase social — la burguesía— pertenecían los le g ista s u "h o m b re s de le y e s " que bregaron por con ce der al rey poderes absolutos. Sostenían el p rin c ip io ju ríd ic o del Estado d om i­ nador — según la antigua Roma— y ansiaron concentrar en el m onarca las más am plias a trib u cio n e s. Para c o n so lid a r su a b so lutism o , los soberanos reglam entaron nuevos im puestos, a fin de m ejo ra r ia real hacienda, y equiparon e jé rc ito s per­ manentes.

Estados nacionales El fe u d a lism o había d ivid id o a Europa en pequeños Estados soberanos, sin un gobierno c e n tra l, en los cuales la idea de patria estaba subordinada al ca p rich o personal.


A l consolida r su poder los reyes y o rig in a rse un gobierno com ún, las m inúsculas soberanías, de s e n tim ie n to lo c a lis ta , evolucionaron a la idea de patria y al concepto de p a trio tis m o . El s e n tim ie n to de nacionalidad que dio origen a la fo rm a ció n te rrito ria l de las naciones europeas se v io fa vo re cid o por la decadencia del feuda­ lism o , la consolidación del poder real y la defensa del te r rito rio ante in­ vasiones extranjeras, com o sucedió en la península ib é rica co n tra ios árabes y en Francia ante el ataque inglés (G uerra de los C ien A ños). La fo rm ación de las nacionalidades tam bién se v io favo re cid a por la c o nfiguración geográfica — te rrito rio s separados por m o n ta ñ a s ,-río s o ma­ res— y la u n ifica ció n del idiom a.

Unificación de España En España — durante la Edad Media— la form a de gobierno evolucionó mien­ tras se acentuaban los triunfos sobre los invasores árabes. En principio, la autoridad de los reyes había sido absoluta, pero con el trans­ curso del tiem po fueron perdiendo su predom inio debido a la oposición de la nobleza, a las franquicias y los privilegios que debieron conceder a los habitantes de las ciudades libres y a la convocatoria de las Cortes, asambleas con represen­ tantes del clero, la nobleza y la burguesía. La consolidación del poder real comenzó en España con el período de los Reyes Católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón quienes, unidos en ma­ trim onio en 1469, realizaron la unificación territorial, política y religiosa de la península. En 1492 conquistaron Granada, últim o reino moro.

Fernando I I de Aragón y V de Castilla, llamado El Católico, fue un gran estadista que impulsó el progreso de España.

Isabel I de Castilla, la soberana católica — culta Y majestuosa— , quien desempeñó un papel relevante en la historia de España.

Para oponerse a las am biciones de la nobleza y consolidar su poder absoluto tom aron las siguientes medidas: a) Políticas. En 1477 la reina Isabel creó en Sevilla una Audiencia, tribunal destinado a escuchar las quejas de los perjudicados en las revueltas políticas. Se estableció la Santa Hermandad, policía m ilitarizada que logró sup rim ir los delitos com etidos por los bandoleros. Los Reyes Católicos reorganizaron el Consejo Real e incorporaron una mayo­ ría de letrados partidarios de las ideas absolutistas. También se apropiaron de los cuantiosos bienes y de los ejércitos propios de que disponían las órdenes m ilitares. b) Religiosas. De acuerdo con el criterio de la época, todo gobierno centra­ lista estaba destinado al fracaso si no existía una verdadera unidad espiritual. Ante la gran cantidad de judíos que habitaban la península y sus choques con los cristianos, los reyes aplicaron el tribunal de la Inquisición, y en 1492 decretaron la expulsión de los hebreos que no deseaban convertirse. c) Legislativas. Los Reyes Católicos dictaron numerosas leyes y ordenanzas y se extendieron con preferencia sobre el derecho penal, debido a que la situación de España, en los comienzos de su reinado, as! lo requería. Decretaron un ordenam iento definitivo de las leyes, tarea que perm itió unificar la legislación de la época.

U nificación de Francia La Guerra de los Cien Años acentuó la decadencia del feudalism o, pues sus ejércitos sucum bieron ante las bien adiestradas tropas de los reyes. Expulsados los invasores ingleses, Francia comenzó a surgir bajo el reinado de Carlos VII, que contó con el apoyo de la burguesía. Reglamentó los impuestos, creó un ejército permanente y regular dividido en “ Compañías de O rdenanza” o cuerpo de caballería y con infantería provista de cañones. Le sucedió su hijo Luis XI (1461-83), que fue un soberano frío y calculador, dotado de buen talento político. Subió al trono dispuesto a im poner la creciente autoridad de la realeza y a recuperar el prestigio de Francia en la po lítica occidental. Venció a su más grande enemigo, Carlos el Temerario, duque de Borgoña, quien pereció ante los muros de la ciudad de Nancy. Desaparecido su rival, Luis XI logró la unificación francesa y el triu n fo de la monarquía sobre los señores feudales, incorporando a la corona todos los te rrito ­ rios que dominaba el duque de Borgoña, además de otros feudos, exceptuando Bretaña.

Transform aciones económ ico-sociales En el tra n scu rso de la Edad M edia, al m ejorar las com unicacione s, el co m e rcio y la In d ustria , com enzaron a b e ne ficia rse los burgueses, es d e cir, los ha b ita n te s de los burgos o ciudades. De este modo surgió en la Europa feudal una nueva clase so cia l, la burguesía, form ada por hom bres lib re s que vivían del c o m e rcio y de las artesanías y cuyo rápido e n riq u e c im ie n to les p e rm itió e n fre n ta r con é x ito a los señores feudales que se oponían al p ro g re ­ so urbano. Los ú ltim o s im p usieron grandes trib u to s a las pró spe ras ciudades pero, le jo s de aceptar esas cargas, los burgueses se agruparon en “ lig a s ” o “ herm andades” para p ro te g e rse y ayudarse m utuam ente. En el s ig lo XIII, más de sesenta ciudades del Im perio germ ánico integraron una co n fe d e ra ció n que se llam ó Liga H anseática. Los reyes no tarda ron en v a lo ra r la im portancia del m o vim ie n to burgués y buscaron su apoyo para d e s tru ir a los señores feudales. El in cre m e n to de la burguesía pro d u jo una im p o rta n te tra n sfo rm a ció n económ ica y socia l,

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u erm oso, rey de Francia, quien fin a lm e n te hizo p risio n e ro al P o n tífice en su residencia de Anagni (o ctu b re .d e 1303). El soberano fran cés hizo v a le r su in flu e ncia y logró que fu e ra elegido napa C le m e n te V Este — para com p la ce r a Felipe IV— abandonó Roma y t r a s la d ó la sede p o n tific ia a la ciudad de A viñón, situada en el te r r ito r io de F r a n c ia . A llí continuaron sus sucesores, y durante casi setenta años (1308 a 1377) la Iglesia se halló som etida a los dictados de la p o lítica fra n ce sa , lo que produjo gran descon tento y preocupación en el mundo c ris tia n o . El c o n flic to dio origen al “ cism a de O ccid e n te ” , pues no ta rd a ro n en nom brarse hasta tre s p o n tífice s, uno en Roma y otros en A viñón y Pisa. El problem a concluyó con el C o n c ilio de Constanza (1414), que re s ta b le c ió la unidad ca tó lica . A unque solucionadas, estas q uerella s internas de la Iglesia p ro d u je ro n q ra ves consecuencias y fu eron una de las causas de la Reform a p ro te s ta n te del sig lo XVI.

Las literaturas nacionales Comerciantes ofrecen productos en venta en un mercado medieval. Los burgueses fueron hombres libres que se ocuparon del comercio y de las artesanías.

pues ia nueva clase m edia a p ortó una nueva fuerza: el ca p ita lism o . Este re s u ltó fa vo re cid o por el in cre m e n to del c o m e rcio y el aum ento de la c irc u ­ lación m onetaria, producida p o r el hallazgo de ya c im ie n to s de m etales preciosos. En la Edad M edia la Iglesia había condenado el p ré sta m o en d in e ro con fin e s de usura, pero luego se a d m itió la ganancia bajo la fo rm a del c ré d ito con un plazo prudencial para p e rm itir la venta de la m ercancía com prada con el din e ro prestado. En fo rm a paralela al préstam o a d m itid o , su rg ió la usura a n te grandes in versiones, pues los reyes necesitaban ca p ita les para equipar e jé rc ito s y pagar a fu n cio n a rio s , así com o ta m b ié n los precisaban los nobles a fin de s a tis fa c e r sus ansias de lu jo . El d in e ro era entregado — a veces con in te re ­ ses e xo rb ita n te s — por poderosos banqueros, co m e rcia n te s e in d u s tria le s , (antes de e n riq u e ce rse , los Fugger habían sido te je d o re s y los M é d ic is co m ercian tes). El régim en económ ico basado en el p re d o m in io del ca p ita l com o e le ­ m ento de pro ducció n y cre a d o r de riquezas p ro d u jo im p o rta n te s consecuen­ cias h is tó ric a s , e n tre e lla s ios d e s e q u ilib rio s e n tre las clases sociales.

D ebilidad del papado En los p rim e ro s s ig lo s de la Edad M edia, el p re s tig io y el poder de la ig le s ia fu e ron en aum ento. La expansión re lig io s a c u lm in ó con Inocencio III, quien ocupó el tro n o p o n tific io en 1198 y se e rig ió no sólo en el je fe suprem o de la cristia n d a d , sino en el á rb itro in d is c u tid o de los problem as de la época. Sus sucesores p re te n d ie ro n a cre ce n ta r el poder tem poral de ¡a Iglesia, pero no lo lograron. El papa B o n ifa cio VIII, deseoso de m antener su autoridad sobre los soberanos, se v io e n vu e lto en un se rio c o n flic to con F elipe IV, el

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En la antigüedad romana, el latín fue el vehículo de d ifu sió n de la c u ltu ­ ra; sin em bargo, aunque los pueblos som e tido s u tilizaron el id iom a de los conquistadores, las lenguas populares o vernáculas no desa parecieron y, cuando el Im p e rio sucum bió ante los bárbaros, el latín s u frió la in flu e n c ia de las form as id io m á tica s locales. A p a rtir del s ig lo X II, los reyes y la Iglesia debieron redactar sus d ispo­ siciones en lengua nativa, única fo rm a de que fueran in te rp re ta d a s por el pueblo. P o ste rio rm e nte, la gente c u lta aceptó u tiliz a r ese lenguaje regiona l, lo que dio orig e n a una nueva fo rm a lite ra ria , e scrita en idiom a vu lg a r. De tal manera su rg ie ro n nuevas lenguas, llam adas rom ances (de Roma) o neola­ tinas (neos: nuevo), e n tre las que se cuentan: el castellano, el p o rtu g u é s, el catalán, el francés, el ita lia n o , e tcé te ra . La lite ra tu ra m edieval se in ic ió con los poemas épicos, cuyos versos recitaban los ju g la re s, poetas anónim os. A dem ás, la sociedad fe udal in sp iró cantos líric o s que exaltaban los s e n tim ie n to s caballerescos y las norm as de la galantería. Estos poem as se llam aron "ro m a n c e s ” y en e llo s se describ en m aravillosas aventuras de v a lie n te s cab alleros que no vacilan en a rrie sg a r su vida. A p a rtir del s ig lo XIII, la lite ra tu ra m edieval adquiere am plio d e s a rro llo , tanto en las obras escrita s en la tín com o en lengua vernácula.

La tom a de Constantinopla En el sig lo XI los tu rco s se ljú cid a s (de su je fe S e iju d ), que profesaban 'a re lig ió n de M ahom a, invadieron el A sia M eno r y provocaron las Cruzadas tas que, si bien no lograron sus p rin cip a le s ob je tivo s, co nsiguieron dete n e r ¡a expansión m usulm ana en O ccidente. A fin e s dei s ig lo XIII, otra s trib u s tu rca s al mando de O tm an invadie ron Nuevamente el A s ia M enor y, después de d e s tru ir a los se ljú cidas. ocuparon sus te rrito rio s y dejaron c o n s titu id o un im p e rio que se llam ó otom ano. Los tu rc o s no tarda ron en avanzar sobre Europa, pero fueron co n te n id o s Por la invasión de los m ongoles, cuyo em perador. Tamerlán, los ve n ció en la batalla de A n g o la (14C2).

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a r la e x is te n c ia de buena p arte de los bosques europeos. El problem a p e iig ^ o iu c ió n cuando A braham D arby descubrió que la leña podía reem plahaN° or e | coque. Sin em bargo, para e xtra e r el carbón había que e lim in a r zarse L .u |ac¡5 n de agua en los ya cim ie n to s. Era necesario sacar el líqu ido y, la a ,c búsqueda de una fu e n te dé energía destinada a m over las bom bas, se en i n t ó la m áquina de vapor. ' A l fin a liz a r la Edad M edia fu ero n perfeccionados y alcanzaron u tilid a d K c a algunos in ventos ya conocidos a n te rio rm e n te ; además, el ingenio pr n o produjo o tro s que c o n trib u ye ro n a m e jo ra r las co nd icio n e s de vida. h u m p o r las im p o rta n te s consecuencias a que dieron origen, m erecen c ita rse p ó lv o ra , la b rú ju la , el papel y la im prenta. Los mongoles fueron muy hábiles J netes. Uno de esos guerreros, í i r j I con un arco, según una miniatura j l siglo XV.

El sitio de Constantinopla, según una miniatura del año 1455, existente en la Biblioteca Nacional de París.

El poderío de los m ongoles decayó a la m ue rte de Tam erlán, situación que aprovecharon los tu rc o s para re cu p e rar su independencia y proseguir con su p o lítica expansiva. En 1453 el sultán M a h o m e t II puso s itio a la ciudad de C onstantinopla. La cruenta lucha duró dos m eses y, fin a lm e n te , el 30 de mayo los turcos penetraron en la ca p ita l bizantina, donde h icie ro n una te rrib le matanza. El em perador C on sta n tin o X II cayó ju n to con su Im perio. Los otom anos p ro sig u ie ro n sus avances, no só lo por Europa — hasta el v a lle del río D anubio— sino que en poco tie m p o se adueñaron de S iria , Pa­ lestin a y Egipto, con sus va lio so s em porios co m e rcia le s. Ocupada C o n sta n tin o p la y ta m bién A le jan d ría , los tu rco s co n tro la ro n las rutas de las caravanas a O rie n te , s itu a ció n que produjo im p o rta n te s conse­ cuencias en la Edad M oderna.

LA RENOVACIO N CIENTIFICA: ADELANTOS TECNICOS Y GRANDES INVENTOS La tecno lo g ía se ocupa de los m edios y p ro ce d im ie n to s em pleados por el hom bre para tra n s fo rm a r los p roductos de la naturaleza en o bjetos usuales. La evolución de la tecnología se in ic ió a p a rtir de la Edad M oderna, por cuanto en la antigüedad y en la Edad M edia la cie n cia era m uy d is tin ta de la actual, ta n to en su fu ndam ento com o en su m étodo. S urgieron invenciones m ecánicas com o el re lo j de péndulo, el te rm ó ­ m e tro y el to rn o de h ila r. Se h icie ro n progresos té c n ic o s en la fabricación del v id rio , co n stru cció n de navios, fu n d ic ió n de m e ta le s y producción del bronce. La necesidad de m ejoras m ecánicas en c ie rto s aspectos de la produc­ ción p re c ip itó la “ re vo lu ció n in d u s tria l” que se in ic ió en el s ig lo XVIII. Así, por ejem p lo, la demanda del carbón de leña para la fu n d ició n del h ie rro hizo

La p ó lvo ra L o s chinos conocieron la pólvora m uchos años antes de la era cristia n a , q U e sólo u tiliza b a n esa m ezcla de fla g ra n te de carbón, s a litre y azufre para f a b r ic a r cohetes y fu ego s de a rtific io .

L o s árabes em plearon en España las prim eras armas m e d io de la pólvora, que eran p rim itiv o s cañones llam ados r u d i m e n t a r i a a rtille ría no tardó en se r conocida por o tro s cóm o, a p rin c ip io s del sig lo XVI, ya se utiliza b a en Francia e

accionadas por bom bardas. La países; así es In g la te rra .

L a s armas de fuego evolucionaron lentamente, pues se calificab a de vil y c o b a rd e a quien las emplease; se decía que ellas anulaban el heroísmo y que cual­ quier inepto podía matar al más valeroso de los caballeros. Además, los riesgos no com pensaban los beneficios, porque estallaban al primer disparo, o bien deja­ ban in de fe nso al soldado mientras cargaba el arma y encendía la mecha. S in embargo, cuando en el siglo XVII se perfeccionó el mecanismo, las armas de fu e g o produjeron un cam bio fundamental en el arte de la guerra. La infantería se h iz o más poderosa que la caballería, y los gruesos muros de los castillos fueron de stru id os a la distancia.

Un prim itivo cañón a bombarda. Esta pieza de artillería se componía de d os partes. En la más gruesa o trom pa” se introducía el proyectil Y en la posterior o “ recámara” se colocaba la pólvora.

Mortero antiguo utilizado para arro­ jar piedras o bombas. El artefacto consistía en un tubo grueso y corto, que podía colocarse en la posición deseada, por medio de una palanca.


La brújula No puede a firm a rs e con certeza si fu eron ios chinos o ios árabes lo s p rim e ro s que conocieron la propiedad que tie n e la aguja imantada de señalar con aproxim ació n ei Poio N o rte cuando se mueve lib re m e n te . Lo c ie rto es que la b rú ju la fu e u tiliza d a por los c ris tia n o s en ei sig lo XI y que los cruzados |a em plearon en sus navegaciones por el m ar M e d ite rrá n e o . El p rim itiv o instrum entó era m uy ru d im e n ta rio y c o n sistía en una aguja imantada que oscilaba sobre un corcho el cual, a su vez, flo ta b a en a ce ite o agua. Los ita lia n o s la p e rfe ccio n a ro n y la encerraron en una caja. Desde ese m om ento, los m arinos pudieron ave n tu ra rse por las soledades del m ar in­ menso sin te m o r a que las nubes o las nieblas ocultasen el sol o la estrella polar.

El papel C iento ochenta años antes de la era c ris tia n a los chinos ya sabían fa b ric a r papel y em pleaban la seda, el algodón o la caña de bambú. Este im p o rta n te d e scu b rim ie n to tardó en d ivu lg a rse por la fa lta de m edios de com un icación. Los árabes fu e ro n los p rim e ro s en conocerlo durante sus expediciones al lejano O rie n te y, a fin e s del s ig lo X, in tro d u je ro n el pape! en España. En el tra n scu rso del s ig lo XIII com enzó en Francia a fa b ric a rs e papel con pasta de tra p o s m o lid o s, lo que abarató el co sto y p e rm itió su em pleo en vasta escala.

la

im prenta

A fin e s del s ig lo X IV la labor de los copista s era in s u fic ie n te para s a tis ­ fa ce r la p ro d u cció n de lib ro s que exigía el ansia de ilu stra ció n general. Desde p rin c ip io s de esa ce n tu ria se conocía la x ilo g ra fía o ta lla d o de d ibujos en madera — g eneralm ente im ágenes de santos o naipes— que, luego de co lo re a rlo s , se estam paban en pergam ino o papel. El m ism o p ro c e d im ie n ­ to se a p lic ó para las páginas de lib ro s , y así fu e necesario d ib u ja r las le tra s en m adera y d is m in u ir el espesipr de la plancha para que el te x to quedara en relieve. El sistem a tam bién era lento y costoso. Fácil resulta imaginar que, para estam­ par un libro, era necesario grabar tantas tablas como páginas tenía, las que ade­ más, una vez usadas, carecían de valor, pues se necesitaban nuevos grabados para nuevos libros.

Luego se aplicaron las le tra s sue lta s de madera lo que fa c ilitó la labor, pero no re sistía n el tra b a jo y se averiaban al poco tie m po. Juan G útenberg, nacido en M aguncia (A lem ania), reem plazó la madera por una aleación de estaño, a n tim o n io 'y plom o; además, m e jo ró la prensa para e v ita r que se rom piera el papel y u tiliz ó una tin ta g ris, hecha con h ollín , aceite y a lm idón. El p rim e r lib ro im preso con el nuevo sistem a fue una B iblia que se con­ cluyó en 1457. En p rin c ip io la invención fu e m antenida en secreto pero, una vez cono­ cida, se d ifu n d ió con rapidez, a pesar de la natural oposición de lo s copistas. De ta l m anera, a fin e s del s ig lo XV e f invento se había e xtend id o no sólo en A lem ania, sino p o r los p rin cip a le s países europeos; en Italia fu e ro n s u s titu i­ dos los p rim itiv o s ca racte res g ó tico s p o r otro s latinos, más eleg antes y se n cillo s.

Primitivo taller de un fabricante de papel.

El grabado reproduce un taller de imprenta del siglo XVI. A la derecha el “ tornillo” , que al bajar la plancha permita imprimir por presión.

La brújula significó un gran adelanto para la navegación, pues permitió a los marinos alejarse de las costas sin ia ayuda de los astros.


tos re lig io s o s d isgregadores que d iv id ie ro n a la Iglesia C atólica y p rovoca­

La invención de la im p re n ta y el m enor co sto del papel p e rm itie ro n la am plia d ifu s ió n de la palabra e s c rita , verdadero in s tru m e n to de la cu ltu ra m oderna. “

ron la Reform a. C ausas del R enacim iento

EL RENACIM IENTO

Entre las dive rsa s causas de este m o vim ie n to renovador podem os c ita r:

A com ienzos del s ig lo X IV com enzaron a d e c lin a r las in s titu c io n e s y los ideales que cara cte riza ro n a la Edad M edia: el fe u d a lism o , la caballería el p red om in io u nive rsa l del P ontífice, la filo s o fía esco lá stica y el sistem a co rp o ra tivo aplicado a la in d u s tria y al com ercio. En su reem plazo, y en fo rm a paulatina, se produjeron una s e rie de tra n sfo rm a cio n e s que ca ra cte riza ro n al mundo m oderno. Estos cam bios afe c­ taron no sólo a las in s titu c io n e s , sin o tam bién a la cultura. Esta renovación en el p ensam iento se exte n d ió , aproxim adam ente, des­ de m ediados del s ig lo X IV hasta igual época del s ig lo XVII, y se conoce h istó rica m e n te con el nom bre de R enacim iento. en este período las a rte s, las le tra s y las cie n cia s se in sp ira ro n en las obras de la antigüedad grecorrom ana. Por d ive rso s fa c to re s c u ltu ra le s , po­ lític o s y so cia les, el m o v im ie n to renovador se in ic ió en Ita lia y b'ien pronto se extend ió po r toda Europa. La palabra R enacim iento s ig n ific a “ nacido de n u e vo ", aunque h is tó ri­ cam ente no debe in te rp re ta rs e com o si en la Edad M edia se hubieran des­ preciado el a rte y la sabiduría antig u o s, sino en el s e n tid o de que re n a ció 1 una e xtra o rd in a ria e s tim a c ió n ” de la antigüedad clá sica “ en se n tid o to ta l de la cu ltu ra y com o in sp ira ció n para la v id a ” . El en tusiasm o p o r las obras lite ra ria s y a rtís tic a s grecorrom anas ador­ m eció el e s p íritu c ris tia n o que ca ra cte rizó a la Edad M edia; el paganism o hizo s e n tir su in flu e n cia y su rg ió una nueva fo rm a de c o n ce b ir todos los aspectos de la vida. Las modernas investigaciones permiten afirmar que el Renacimiento no es la negación de la Edad Media, sino que emerge de ella y es la culminación de un proceso ya iniciado en el medievo, en el período conocido con el nombre de Pre-

rrenacim iento florentino.

■ iierudito historiador A rno ld Toynbee sostiene “ la concepción unitaria de la civilización occidental", es decir, la unidad cultural entre la Edad Media v los tiempos modernos. El proceso ren a ce n tista com prende dos facetas que form an parte de un m ism o fenóm eno c u ltu ra l: a) El H um anism o, en el orden lite ra rio . b) El R e nacim iento en general, con el flo re c im ie n to de las a rte s y las ciencias. En fo rm a paralela, y debido a e stas m a n ife sta cio n e s c u ltu ra le s , se o rig in ó una ola de renovación e s p iritu a l que produjo una s e rie de m ovim ien-

Ficinn al nrto ai arte

!nH?LÜalla,n0S. fuer0n l0s Primeros

en u,iliza'' el vocablo renacimiento. Elhumanista M arsilio ri ü re,orno al ldeal antiguo con la palabra “ renasci", y el erudito Vasari se refería de su época con el término “ renascito".

ac® P °^ n histórica de la palabra “ Renacimiento" se debe al historiador Jacobo Burkhardt (1818-1897).

y arqueólogo suizo

a) El prerrenacim iento italiano. D urante el largo período m edieval ln . ita lia n o s no abandonaron el contacto con la antigüedad clá sica . La pe­ n ín su la conservó las ruinas de la grandeza romana y las re pú blicas ita lia nas del s ig lo XIV, debido al pred o m in io de la vida urbana, fu eron m uy sem ejantps a las re p ú b lica s griegas del sig lo V a. C. A unque el R enacim iento fu e un m o vim ie n to intelectual y a rtís tic o pro pio de la Edad M oderna, en Ita lia e x is tie ro n , antes de llegar a ese período h istó ric o , d ive rso s p re cu rsores llam ados prerrena ce ntista s. La lite ra tu ra ita lia n a contó con tre s sob resalientes fig u ra s : D ante, Pe­ tra rca y Boccaccio. Dante A lig h ie ri — nacido en Florencia en 1265— se valió de la arm oniosa len­ gua italiana para escribir un poema único en el mundo por su grandiosidad y be­ lleza: La Divina Comedia. Este genio de las letras falleció en Rávena en 1321. Francisco Petrarca (1304-1374) fue un devoto adm irador de la antigua Roma y escribió en un latín perfecto sonetos, canciones, baladas y madrigales. Juan Boccaccio (1313-1375) dom inaba el griego y estudió con pasión los mo­ delos clásicos. Escribió con elegancia y nobleza, aunque censuró las costumbres medievales con crudo realismo y mordacidad.

I Dante Alighieri, el más destacado de los poetas ita lia n o s , cu y a obra monumental, la Divina Comedia, refleja un im­ portante panorama de la c u ltu r a d e s u é p o c a

Francisco Petrarca se de­ dicó a estudiar la anti­ güedad grecolatina y se io considera uno de los más grandes humanistas.

Juan Boccaccio fue autor de numerosos poemas y biografías. Su obra ejer­ ció gran influencia sobre literatos posteriores.


b) Influencia de la civilización bizantina. Luego de la caída del Im ­ perio Romano en O ccidente (476) la unidad im p e ria l quedó te ó rica m e n te esta ble cid a en C onstantinopla. El in flu jo del h e lenism o y su contacto con los pueblos o rie n ta le s die ro n al Im p e rio Bizantino fiso n o m ía y c a ra c te rís ti­ cas propias. A llí se m a ntuvieron las tra d ic io n e s clásicas y la lengua griega se u tiliz ó ta n to en las re la cio n e s o fic ia le s com o en el com ercio. Las Cruzadas p e rm itie ro n a los o ccid e n ta le s un m e jo r co n o cim ie n to de ¡os bizantinos y no ta rd ó en p ro d u c irs e un activo in te rc a m b io c u ltu ra l. A ntes que C o n sta ntino p la cayera en poder de los tu rc o s (1453) m uchos bizantinos em igraron a Roma llevando consigo va lio so s aportes cu ltu ra le s , e n tre e llo s sus b ib lio te ca s. Este m o vim ie n to m ig ra tò rio preparó en O ccidente el cam ino del H um anism o. c ) Los mecenas. D ive rso s p rín cip e s, tira n o s y o tro s gobernantes que estaban al fre n te de los pequeños Estados ita lia n o s, gustaban am parar en sus d om inios a los m e jo re s a rtis ta s y e ru d ito s de la época brindándoles p ro te cció n con tra sus enem igos y solvencia m a te ria l. Estos p ro te c to re s de los a rtis ta s fu eron Ñamados mecenas, e n tre los que podem os c ita r: los M é d ic is , de F lorencia; los S forza, de M ilá n ; los Gon­ zaga, de M antua; los D 'E ste, en Ferrara; los M o n te fe ltri, de U rb in o ; los M alatesta, de R ím ini, e tcé te ra . Tam bién m e re cie ro n ese títu lo algunos pode­ rosos m onarcas com o C arlos V, de A le m a n ia ; F rancisco I, de Francia, y Felipe II, de España. No sólo los p rín cip e s, los banqueros y los co m e rcia n tes laicos fa v o re ­ cie ron con su apoyo a los más renom brados a rtis ta s de la h is to ria , sino tam bién los obispos y ¡os p o n tífic e s rom anos. E¡ papa N ico lá s V (1447-1455) creó en el V aticano una b ib lio te c a clásica con más de cinco m il volúm enes m a n u scrito s, g rie g o s y la tin o s; Pio II fue au to r de d iversas obras sagradas y profanas; J u lio II p ro te g ió a M iguel A n ­ gel y a Rafael; León X (Juan de M é d ic is ) se destacó por su apoyo a las le tra s, e tcétera. Los rr.ecenas perdonaban iodo ai artista con tai de que éste ios .nm ortaiizara en el rrárm oi o con !a maestría de su pincel.

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I el grabado representa al humanista y rnatemático tu ca Pació1-fe con uno de sus dis­ cípulos. Observe la ex­ p r e s ió n atenta de los rostros y los elemen­ tos utilizados en la en-

5enafiZG-

que no tu v ie ro n s ig n ific a c ió n du ra n te el m edievo, ta le s com o el hom bre y la naturaleza. En la Edad M edia nada tenía v a lo r si no estaba vin cu la d o a D ios; en cam bio, el R enacim iento crea un nuevo in d ivid u o que aspira a los goces de la vida te rre na, a la riqueza, al am or y al poder a tra vé s de sus creaciones a rtística s. El hom bre busca afanoso la belleza de la naturaleza y los a tra c tiv o s del paisaje. Basado en la razón humana, tra ta de e x p lic a r los fenóm enos natu­ rales por m edio de la cie n cia ; e sto lo lleva a d e svin cula rse de la divinidad y a in te rp re ta r por sí m ism o las Sagradas E scritu ra s, con lo que o rig in a la R eform a p ro te sta n te . b ) A m plia libertad en la inspiración artística. A l s e p a r a r s e del c ris tia n is m o y de to d o escrú p u lo de devoción, el hom bre del R enacim iento quedó lib re de trabas m orales y, guiado por un afán de suprem a belleza, e lig e m odelos desnudos y c u ltiv a la p e rfe cció n de las form as. Com o en la antigua G recia, la desnudez pagana es fu e n te de in sp ira ció n , aunque un nuevo elem ento, la naturaleza .(el paisaje), s irv e de com plem ento a la obra a rtís tic a . c ) Decadencia de las costum bres. El apego a la belleza, los goces de la vida terren a y la d e b ilid a d del s e n tim ie n to re lig io s o crearon una s o c ie ­ dad donde todo era p e rm itid o , con ta l de lle g a r al fin propuesto. Las inm oralidades y crím enes fu e ro n ju s tific a d o s por el o lv id o de los valores m orales. La corrupción de la época está representada en el príncipe, guerrero y aven­ turero italiano César Borgia (1476-1507), tercer hijo natural de Rodrigo Borgia (Ale­ jandro VI), quien se ha inm ortalizado como el prototipo del individuo cruel y am bi­ cioso, que no abrigó ningún sentim iento generoso y, para satisfacer sus odios com etió innumerables asesinatos. En realidad no fue una excepción, pues semejante conducta siquieron la ma­ yoría de los príncipes italianos del siglo XV.

EL H U M A N IS M O Recibe el nom bre de H um anism o el e stu d io de la cu ltu ra clá sica ; y hum anistas (del latín hum anus: p ulido, c u ltiv a d o ), los e s c rito re s , c o le c c io ­ 16

nistas y e ru d ito s que en el período del R enacim iento se consagraron con fe rv o r a la búsqueda de vie jo s m a nuscritos. El H um anism o, o m o vim ie n to renovador en el aspecto lite ra rio , fue un antecedente del R enacim iento prop iam ente dicho, que por d ive rso s fa cto re s c u ltu ra le s, p o lític o s y sociales, se in ic ió en Italia . Como vim o s, desde el siglo XIV, surge en la península un e xtra o rd ina rio entusiasm o por el estudio de la antigüedad clásica y de las lenguas grecorrom anas: el g rie g o y ej latín. Mientras los arqueólogos se dedicaron ai estudio de los monumentos, los coleccionistas trataron de librar los antiguos manuscritos de la herrum bre con que el tiempo los había cubierto, y los eruditos y escritores trabajaron sin descanso para interpretar e im itar los textos.

N um erosos gram áticos, lite ra to s y sabios griegos, entre e llo s el célebre C hysoloras, e m igraron de C o nstantino pla y llevaron a Italia el caudal de su cultura e in q u ie tu d e s e s p iritu a le s . A dem ás, la im prenta — que abarató el costo de los lib ro s — p e rm itió m ayor d ifu s ió n de las obras lite ra ria s . Los hum anistas dejaron de lado el aspecto te o ló g ico m edieval y, guia­ dos por su razonam iento,, adm iraron las " le tra s hum anas" del pasado y valoraron al hom bre en todos sus aspectos. Se crearon cátedras cuyos p ro fe so re s tenían por ún¡co o b je to dar a conocer la antigüedad y las lenguas clá sicas. El entusiasm o de la época está re su m id o en una fra se pronunciada por un hum anista: “ Q u ie ro desper­ tar a lo s m u e rto s ” . Se considera p re cu rso re s de este m o vim ie n to renovador lite ra rio a los e s c rito re s flo re n tin o s D ante, P etrarca y B occaccio.

Expansión del Hum anism o El p ujante m o vim ie n to hum anista, que ^ ra d ia rs e a o tro s países europeos debido a Por m edio de la im prenta y a la incesante cedentes de d ive rsas regiones, llegaban a

se in ic ió en Italia, no tard ó en la d ifu sió n de las obras clásicas marcha de e studiante s que, pro ­ F lorencia, M ilán y Roma.

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El humanista ho­ landés Desiderio Eras ni o, cuyas co­ nocidas obras es­ critas en latín e je r c ie r o n gran influencia en la Europa de su ép o­ ca. particularmen­ te en España.

El erudito italiano Pico de la Mirándola fue famoso no sólo por su saber sino también por la extraordinaria memoria de que esta­ ba dotado.

La d ife re n cia de tem p e ra m e n to y de antecedentes h is tó ric o s que existía e ntre los ita lia n o s y los habitantes del n o rte de Europa e je rc ió influencia en las ca ra cte rís tic a s del m o v im ie n to renovador. El p rim e ro buscó en la belleza y en el arte su m e jo r m edio de expresión, m ie n tra s que el europeo se p te n trio n a l, guiado por su e s p íritu p rá ctico , se dedicó a la so lu ció n de los problem as v ita le s , desde el punto de v is ta é tic o y re lig io s o , dando pre­ fe re n cia a la lite ra tu ra y a la filo s o fía . En los Países Bajos se destacó la fig u ra de Erasmo-, en A lem ania, el más conocido hum anista fue R euchlin: en España s o b re sa lie ro n N e b rija y V ives, y en In gla te rra m encionarem os a Tomás M oro.

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Fn esta tu a ria , los e s cu lto re s ita lia n o s hallaron num erosos m o d e lo s de ntiaüedad clá sica que, aunque d e terio rados, s irv ie ro n com o m o tivo s la v ^ o ira c ió n Entre estos m ae stros podem os c ita r a Lorenzo G h ib e rti, que d e ' " ¡ r en b a jo rre lie v e s las p u e rta s de l b a p tis te rio de San Juan (F lo re n cia ) 1 tal propiedad que, al observarla , M ig uel A ngel d ijo que era digna de adornar la entrada del Paraíso.

En p in tu ra los precursore s del R enacim iento abandonaron lo s m odelos • antinos y se in sp ira ron en la naturaleza. M encionarem os al d o m in ic o Fray fm q é lico de F ié s o li, quien so b re sa lió por sus cuadros m ís tic o s , im pre gnad os de te rn u ra e ingenuidad.

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llamada “ puerta del Paraíso” del bap­

tisterio de Florencia, obra de Lorenzo Ghiberti. E n lo s marcos rectangulares el escul­ tor e s c u lp ió diez escenas inspiradas en el A n tig u o Testamento. En los frisos verticales pueden observarse figuras de cuerpo entero y cabezas rodeadas por marcos circulares. A b a jo , detalle de un panel, en el que puede apreciarse e l magnífico trabajo en relieve de acue rd o c o n las reglas de la perspectiva.

D e sid e rio Erasmo (1467-1536). Holandés de orig e n — nació en los alre­ dedores de R otterdam , ha sido llam ado con ju s tic ia “ el hom bre más c u lti­ vado de su tie m p o . D om inaba el latín y leyó num erosas obras clásicas además, para aum entar su ya só lid a c u ltu ra , realizó d ive rso s via je s de estu­ dio por Europa. Sus obras escritas en latín fácil y ameno— tratan variados temas: filosofía, teología satiras, polémicas, etcétera. Se destaca el Elogio de la locura, donde satiriza la ignorancia de las masas y el dogmatismo de los teólogos; los Coloquios fam iliares (conversaciones) y los Adagios o colección de cuatro mil refranes extraí­ dos de escritos antiguos.

El arte del “ Q uatrocento” El sig lo XV ha sido llam ado p o r los ita lia n o s el “ Q u a tro c e n to ” , palabra que indica el período a rtís tic o “ de tra n s ic ió n " e n tre la Edad M edia y el R enacim iento pro p ia m e n te dicho. En a rq u ite ctu ra se abandona el e s tilo g ó tico y renace el clá sico romane de herm osas cúpulas y grandiosos p ila re s. Entre estos im ita d o re s clásicos se destacó el flo re n tin o B ru n e lle sch i.

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EL ARTE RENACENTISTA Aunque la e scu ltu ra y la a rq u ite c tu ra alcanzaron e x tra o rd in a rio dP* rro llo , la p in tu ra re n a c e n tis ta se destacó sobre las demás a rte s olá stio ' Dos fa cto re s e xp lica n esta cu lm in a ció n : as a) No se conservan m uestras de las obras antiguas, lo que p e rm itió a i a rtis ta s una m ayor lib e rta d de creación. lQs b)

Adem ás de c o n tin u a r el conocido p ro c e d im ie n to de la p in tu ra al fr e s c a la aplicación de los c o lo re s d is u e lto s en a ce ite p e rm itió tra b a ja r sobr una te la en el llam ado cuadro de caballete. D ebido a esto, los a rtis ta ! pudieron co n ce b ir sus obras con m ayor le n titu d y e m plear más cantidad y variedad de co lo re s. ad

Interior de la cúpula de la basílica de San Pedro, decorada en mosaicos por artesa­ nos vaticanos, en ba­ se a dibujos de Cavalier d’ A pino. Ideada y proyectada por Miguel Angel en 1547, fu e terminada p or G ia com o della P o r t a y D om in ico Fontana.

El P a la c io Strozzi, en Florencia. La fa c h a d a es característica del estilo R e n a c im ie n to . Observe la perfecta simetría del edificio, los arcos de medio punto que coronan la puerta y ventanas y la aristocrática ele­ g a n c ia del c o n ju n to .

D onatello: monumento ecuestre, de Gattamelata. El escultor trabajó du­ rante cinco años en esta obra debido a las grandes dificultades que pre­ sentó la fusión del bronce.

C arácter de las obras

1 El fresco es una pintura hecha sobre una pared húm eda, previa­ mente p re p a ra d a con cal. Los c o lo re s utilizables son muy limita­ dos: deben disolverse en agua de cal y aplicarse sobre la capa aún hú­ meda pues si el fondo se seca prod uce man­ chas en la pintura. Por tal causa, los a rtista s estaban obligados a tra­ bajar con rapidez.

Las obras p ic tó ric a s del R enacim iento son m aestras en su género. Se destacan por la belleza del co n ju nto , la p e rfe cció n del d ibujo y el d om inio de la p e rsp e ctiva . En los tra b a jo s pueden observarse las arm oniosas co m bi­ naciones de va ria d o s elem e ntos y la m agnífica d is trib u c ió n del claroscuro, es d e cir, de la luz y de la som bra. La a rq u ite c tu ra se in sp iró en el pasado con m ayor intensidad que la pintura y la e scu ltu ra . El nuevo e s tilo de e d ific a ció n , llam ado R enacim iento, se basó no ta n to en el grie g o com o en el rom ano clá sico y el rom ánico m edieval. ,, . Los a rq u ite c to s adaptaron fo rm a s antiguas a e d ific io s co n stru id o s para necesidades m odernas, de ta l manera que el o b je to no fu e c o n s tru ir obras más herm osas que las de los sig lo s a n te rio re s, sin o más parecidas a los m onum entos a ntiguos. , . , Los a rq u ite c to s del R enacim iento im ita ro n en sus trabajos el a rte de •as ruinas de la antigua Roma y tam bié n la e stru ctu ra de las ig le sia s y los tem plos rom ánicos. En el nuevo estilo predominan las líneas horizontales, con los siguientes ele­ mentos decorativos: la cúpula sem iesférica, las columnas (jónicas o corintias), el dintel, el peristilo, el arco de medio punto y el frontispicio triangular. Como ejemPlo podemos cita r la basílica de San Pedro en Roma.

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El e s tilo R enacim iento su rg ió en Ita lia y só lo a llí es puro pues d ifu n d irs e por Francia y A le m a n ia , se m ezcló con el e s tilo q ó tico de fin » del s ig lo XV. a lnes La e scu ltu ra re n a ce n tista im itó a la clá sica grecorrom ana en la e x a rt p ro porción del cuerpo humano y en el m odelo desnudo. Los a rtis ta s trah:? jaron el m árm ol y ta m b ié n ei bronce y el barro cocido (te rra c o ta ).

EL APOGEO DEL RENACIM IENTO EN ITALIA Luego del Q uatrocento, y hasta la p rim e ra m ita d del s ig lo XVI el Rena cim ie n to ita lia n o llega a su apogeo, es d e cir, a su m ayor esplendor. Surqen a rtis ta s excepcionales que asom bran por su genio y cuyas obras aún no han podido se r superadas. Sobre las grandes fig u ra s de esta época se destacan tre s m aestros de fam a in m o rta l: M ig u e l A n g e l, Leonardo y Rafael.

Miguel A ngel: La Piedad ( Basílica de San Pedro. Roma). Esta obra es de gran valor artístico, debido a su perfecta técnica y a la forma de expresar el drama. El mármol trasunta un dolor profundo, espiritualmente glorificado. Observe la expresión de la Virgen y el cuerpo exánime del Salvador.

Miguel Angel Buonarrotti N a ció en 1475 en C a p re s e (T oscan a). M u y jo v e n in g re s ó en la e s c u e la e s c u ltu ra de F lo re n c ia y en 1496 e s c u lp ió la c é le b re e s ta tu a lla m a d a Lg piedad, qu e re p re s e n ta a la V irg e n M a ría a co n g o ja d a a n te e l c u e rp o de

JeSUPoco°dTspués, en un gran bloque de m árm ol, m odeló el fa m oso D avid lu e a o fue llam ado a Roma por el papa Ju lio II, quien deseaba que el t i cta co n stru ye ra su tum ba. M igu el A ngel comenzó el trabajo, pero d iv e r­ g í inco n ven ie n te s le im p id ie ro n c o n tin u a rlo . Entonces el e nérgico P ontífice fe ordenó que p in ta ra las paredes la te ra le s y la bóveda de la C ap illa S ixtina en e l. V¡aat l ^ u e rte de j u |¡0 || ios herederos in s is tie ro n ante el a rtis ta para .g concluyera la tum ba del d ifu n to Papa. M iguel A ngel tra b a jó un tie m p o u aunque no te rm in ó la obra, escu lp ió o tra estatua fam osa, el M oisés. Lueqo de una co rta estada en F lo re ncia el a rtis ta v o lv ió a Roma y, por o r d e n del p o n tífic e Paulo III, p in tó — en la C apilla S ixtin a los fre s c o s dei Juicio Final, sobre el m uro del fon do del a lta r mayor. Como vimos, años antes había trabajado en la bóveda del altar mayor de la Capilla Sixtina. Veinticuatro años más tarde com pletó la escena culm inante que se denomina El Juicio Final. Considerada una obra de arte perfecta, representa a los que se salvan ascen­ diendo a los Cielos y a los condenados descendiendo al infierno. Aunque el tema es cristiano, el espíritu del trabajo es totalmente pagano, como lo demuestran las figuras desnudas y musculosas.

Lo, Sagrada Familia está considerada la primera obra pictórica de Miguel Angel. En el cuadro se advierte una sensación de relieve, propia de un ar­ tista plástico cuya voca­ ción fundamental era la escultura. (Galería de los Oficios. Florencia.)


M ig u e l A ngel se radicó en Roma y tra b a jó en el V aticano com o arqu¡. te c to de la igle sia de San Pedro. La co n stru cc ió n de la obra la había in icia d o el a rq u ite c to Bramante pero aquél ideó la enorm e cúpula, considerada la más grande y hermosa del mundo. M igu el A ngel m u rió en Roma a los ochenta y nueve años de edad. Poste rio rm e n te sus re sto s fu e ro n llevados a F lorencia, donde yacen en la i g | e . sia de Santa C roce, en el m a g n ífico m ausoleo levantado por su discípulo Vasari.

Leonardo de Vinci A unque su p riv ile g ia d a m entalidad le p e rm itió abarcar m ú ltip le s a c tiv i­ dades y destacarse en e scu ltu ra y a rq u ite ctu ra , Leonardo asom bró al mundo po r sus m aravillo sa s p in tu ra s. A tra vé s de ellas puede observarse su e stilo persona lísim o, basado en la gracia de las fig u ra s , la suavidad de las líneas, el d o m inio del cla ro scu ro y la seducción de las m iradas y las sonrisas. Los re lig io s o s del convento de Santa M aría de las G racias le s o licita ro n pintara en su com edor el cé le b re fre s c o de La Cena. Leonardo tuvo el atrevimiento de pintar al óleo directam ente sobre la pared, y debido a esto las capas se han ¡do desprendiendo con los años, sobre todo por acción de la humedad. El hermoso trabajo — prácticam ente destruido— representa a Jesucristo re­ signado ante el destino que lo aguarda a causa de la traición de uno de sus discípulos.

Luego de luchar co n tra las tro p a s francesas que habían invadido su suelo natal, Leonardo se d irig ió a Florencia y a llí p in tó el segundo cuadro que lo haría in m o rta l: el re tra to de M ona Lisa.' En 1506 el a rtis ta pasó a M ilá n , donde realizó dive rso s tra b a jo s de ingeniería. P oste rio rm e nte , el rey F rancisco I lo hizo tra s la d a r a Francia, donde fa lle c ió en 1519.

A Leonardo da Vinci, famoso pintor de la escuela florentina, pertenecen el re­ trato de Ludovico Sforza — integrante de la ilustre familia que gobernó en Milán— y el cuadro que representa a Santa Ana. (Museo del Louvre.)

Leonardo de Vinci. Autorretrato. (B ib lio te c a Real. Turin.)

Leonardo de Vinci: La Gioconda. (Museo iel Lou vre . París.) En este famoso retrato se aprecia una de las características del arte pictórico de Leonardo, la expresión dulce y misteriosa del rostro — la sonrisa “konardesca” — debido a una graduación sutil de las sombras, propia de un maestro w la té c n ic a del sombreado.

Rafael Sanzio Nació en 1483 en U rbino, ciudad de los Estados de la Iglesia. D iscípulo de Vanucci (El P erugino) se tra sla d ó a F lorencia, donde pintó varia s Madonas o cuadros re la tivo s a la V irgen M aría. De a llí pasó a Roma llam ado por el papa Julíq. II, quien le encargó los fre sco s de las cámaras del V aticano. En estas p in turas m urales — todas m agníficas— se observan tem as sagrados, clá sico s o a leg órico s. M encionarem os La escuela de A tenas (re­ tra to s de filó s o fo s ), El Parnaso (fam osos poetas) y La disputa d e l S antísim o S acram ento, obra m aestra considerada una h is to ria g ráfica de la Iglesia.

' También llamado ‘ ‘La G io con d a " pues la Mona Lisa fue la esposa del napolitano Francisco del Giocondo. Es uno de los retratos más expresivos que se conocen.

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A firm a que el gobernante está al servicio exclusivo del Estado y que los términos justicia, humanidad y clem encia deben estar siem pre en su boca, “ pero nunca en su corazón” . Con respecto a El Principe, el propio Maquiavelo dijo: “ He enseñado a los príncipes a ser tiranos, pero he enseñado a los pueblos a destruirlos” .

No o b sta n te las c rític a s recibid as po r este tra b a jo , M aquiavelo es un personaje destacado dentro de la h is to ria de la filo s o fía p olítica. F rancisco G u ic ia rd in i (1485-1540). Fue p rofe so r, d ip lo m á tico y m ilita r, im itador de M aquiavelo, este in te re sa n te p ro sista flo re n tin o e s c rib ió una H is to ria de Ita lia de su época. Es un d ie s tro narrador, aunque carece de im parcialidad al re la ta r las luchas en que to m ó parte. Ludovico A rio s to (1474-1553). Este fam oso poeta nació en la Lombardía y es el cre a d o r de un género de epopeya en el que nadie lo ha igualado. En 1515 p u b licó su fam oso poema O rlando Furioso, d ivid id o en cuarenta cantos y al que dedicó diez años de traba jo. D escribe las guerras de C arlomagno co n tra los sarracenos y las hazañas de su nieto Rolando, con pasajes heroicos, se n tim e n ta le s y cóm icos.

Rafael: La escuela de Atenas (detalle). Palacio del Vaticano. Roma. De esta pintura que simboliza la Filosofía, el grabado reproduce un detalle, que representa a dos grandes figuras del pensamiento universal: Aristóteles y Platón. Todo es grandioso en este frasco que decora una de las Cámqras (Stanze) Vaticanas.

Torcuato Tasso (1544-1595). N acido en S orrento, es el ú ltim o gran poeta épico del R enacim iento ita lia no. Se ha in m o rta lizado por su poema La Jerusalén Libertada, en el que relata — con m a g n ífico s ve rso s— la prim e ra Cruzada y agrega num erosas aventuras ca ballerescas y re fe re n cia s m ito ló g ica s.

M u e rto Ju lio II, el nuevo papa León X lo co m isio n ó para d irig ir las obras de la ig le sia de San Pedro. También Rafael d ib u jó va rio s cartones, que s irv ie ro n de m odelo para fa b ric a r bellos ta p ice s. A dem ás p in tó herm osas te la s con re tra to s de Papas y personajes ilu s ­ tre s y las m agníficas s e rie s de sus vírgenes, e n tre las que podem os c ita r la M adona S ixtin a , del Velo y del Pez. Este excepcional p in to r id e a lista m u rió a los tre in ta y s ie te años (1520) y lio pudo te rm in a r su ú ltim a obra m aestra: La T ransfiguración.

La literatu ra A fin e s del s ig lo XV la lite ra tu ra italiana — luego del lapso que s ig u ió a los p re cu rso re s— com enzó un nuevo R enacim iento. Los e s c rito re s de este m o vim ie n to renovador reciben la in flu e n c ia de los p rim e ro s hum anistas pero, a d ife re n c ia de éstos, expresan su in sp ira ­ ción clásica por m edio de su lengua vernácula, es d e cir, en idiom a italiano. C uatro e s c rito re s dan b rillo a este período del R enacim iento ita lia n o : dos pro sista s, M a q uiavelo y G u ic ia rd in i, y dos grandes poetas: A rio s to y Tasso. N ico lás M a q uiavelo (1469-1527). N atural de F lorencia, fu e p o lític o , h is ­ to ria d o r y d ip lo m á tico . Sus ideas filo s ó fic o -p o lític a s están expuestas en el más fam oso de sus e s c rito s : El Príncipe. Con estilo claro y preciso explica cómo el príncipe (o gobernante) puede conquistar y conservar el poder. Es decidido partidario del absolutismo y expone una política de mala fe y cinismo, que en realidad muchos llevaban a la práctica en su época.

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Rafael: San Jorge y el dragón. (Louvre. París.) Se afirma que esta obra naestra, de tamaño redu­ cido, está inspirada en Un dibujo de Leonardo. Adviértase el tono prima­ veral del paisaje y hacia otras el cielo blanquecino debido al velo de la niebla.


EL R ENACIM IENTO EN FLANDES Y LOS PAISES BAJOS El m o vim ie n to re n a ce n tista se in ic ia en Flandes en Ips ú ltim o s años de la Edad M edia. La escuela flam enca llega a su apogeo en el s ig lo XV|n con tre s grandes p in to re s : Rubens, Van D yck y Rem brandt. Pedro Pablo Rubens (1577-1640). Nació en Siegen (Alemania), de padres em¡ grados de Amberes. Se trasladó a Italia, donde estudió arte pictórico y luego sñ radicó en Flandes; allí adquirió renombre universal. Entre sus numerosos cuadros figuran temas religiosos, históricos, mitológico« y retratos. La más famosa de sus pinturas religiosas se titu la El descendim iento de ia cruz y el tema histórico más notable, La coronación de M aña de M édicis. Entre sus retratos figuran el de Isabel Brandt (su prim era esposa) y el de Isabel de Fran­ cia. La obra de tema m itológico más famosa se llam a El rapto de las hijas de Leucipo.

luán Van D yck: La Virgen del rancillei Rolin. ( Museo del Louvre. París.) El artista flamenco fu e pintor en la corte de Felipe el Bueno, duque de Borgoña, cu­ yo canciller Nicolás Rolin donó el cuadro a la catedral de Autun, ¿onde se exhibió hasta el año 1800. La devota escena tiene por marco graciosas columnas de inspiración clásica, y hacia el fondo, la vista de una ciudad, q u e bien puede ser la de Autun.

Rubens se destacó por su gran realismo y belleza de colorido. Maestro fecun­ do (pintó más de dos mil cuadros), sus obras figuran en la mayoría de las salas de arte de Europa. Antonio Van Dyck (1599-1641). Nació en Amberes, estudió con Rubens y pasó a Italia; finalm ente se radicó en Inglaterra. Este refinado artista gustaba a p lica r a sus cuadros detalles de adorno, elegan­ cia y belleza, de tal manera, en ciertos temas bíblicos, los pastores y gente del pueblo aparecen vestidos como im portantes señores. Fue nombrado prim er pintor de su Majestad Británica y en 1632 lo hicieron caballero, con lo cual llegó al apogeo de su fama y riqueza. Pintó numerosos retratos de personajes im portantes y damas de la Corte; el más famoso entre ellos es el del monarca Carlos I Estuardo. Pablo Rembrandt (1607-1669). Este gran pintor holandés nació en Leyden, pero se radicó en Amsterdam. Su pincel inm ortalizó — con igual maestría— toda clase de temas y fue tan perfecta su distribución del claroscuro que un crítico afirm ó: “ Parece que contó con la luz” . Debido a su arte obtuvo grandes ganancias pero, mal adm inistrador, llegó a la vejez en la mayor pobreza. Entre sus obras más notables podemos cita r los grupos La lección de anato­ mía, La ronda nocturna y Los síndicos de los pañeros y entre los cuadros religiosos: Los peregrinos de Emaús.

Pedro Pablo Rubens: La Kermese. En este cuadro, de perfecta técnica, ale­ gre colorido y fina espon­ taneidad, el artista llevó al lienzo una fiesta entre aldeanos, donde todo es dinamismo, a juzgar por el movimiento de las nu­ merosas figuras.

Rembrandt : Filósofo meditando. Entre los numero­ sos cuadros costumbristas de este gran pintor holan­ dés, merece destacarse el que ilustra el grabado. Los contrastes luminosos crean un acento sublime en esta obra, en la que no interesa ia acción, sino los efectos psicológicos del relato.

Rembrandt. (autorretrato).


EL RENACIM IENTO EN A LEM A N IA

RENACIM IENTO EN FRANCIA

En A lem ania el R enacim iento se in ic ió a com ienzos del s ig lo XVI con una nueva m an ife sta ció n a rtís tic a , el grabado en madera y en cobre, qu2 p e rm itió re p ro d u c ir una obra de a rte y abaratar su precio. Dos grandes p in to re s — que ta m bién fu e ro n grabadores— representan la culm inación del m o v im ie n to a rtís tic o germ ano: D u re ro y H olbein. " Alberto Durero (1471-1528). Este gran pintor — cuyo verdadero apellido era Dürer— nació en Nuremberg. Por motivos com erciales hizo un viaje a Venecia allí se despertó su vocación artística. De regreso a su ciudad natal estableció Un taller de pintura y no tardó en contar con numerosos discípulos. Amante de la naturaleza, siem pre aconsejaba: “ No pienses hacer algo mejor que lo que Dios ha hecho” . Fue pintor de la corte del em perador Carlos V y adquirió justa celebridad. Sus obras más destacadas son La adoración de los Reyes Magos y Los Apóstoles. Sin embargo, Durero es el artista insuperable del grabado; luego se reprodu­ jeron por miles sus trabajos. Entre estas obras podemos cita r El caballero de la muerte y La Melancolía. Hans Holbein (1497-1545). Hijo de un buen pintor, este artista se destacó por la elegancia y la delicadeza de sus trabajos. Se radicó en Basilea y luego pasó a Inglaterra llamado por el monarca Enrique VIII, quien le encargó los retratos de la fam ilia real y de varios personajes de la Corte. Holbein está considerado como el pintor que señala el periodo de transición del estilo medieval al del Renacimiento. Se ha inm ortalizado por su famoso retrato de Erasmo.

Juan H olbein: Retrato de Ana de Cleves. (Museo del Louvre.)

La c u ltu ra re n a ce n tista no tardó en p ene trar en Francia debido a las aUerras que se lib ra ro n en suelo ita lia n o — las que c o n trib u ye ro n al con tac­ to e n tre am bos pueblos— y a la obra de los m onarcas C arlos VIII, Luis XII y Francisco I. Este ú ltim o fu e un m ecenas que apoyó la cu ltu ra clásica, fu n d ó el C o le g io Real y p a tro cin ó a sabios y a rtista s. El R enacim iento fran cé s lleg ó a su cu lm inación con las obras lite ra ria s en cuyo género s o b resalieron Rabelais, Ronsard y M ontaigne. F rancisco Rabelais (1495-1553). N ació en C hinón (Turena) y m u rió en parís. Abrazó la ca rrera e cle siá stica , pero luego dejó los hábitos para e s tu ­ diar m edicina. Desde tem prana edad s in tió in clin a ció n por las activida des lite ra ria s y c u ltu ra le s, pues e s c rib ió d iversas publicacion es en las que censuró la s u p e rs tic ió n popular. Su gran obra — publicada en cinco lib ro s sucesivos— se llam a Gargantúa y Pantagruel. Ambos son los nombres de dos gigantes medievales, personajes legendarios famosos por su fuerza e insaciable apetito. Aunque esta novela satírica carece de originalidad, el autor se vale de ella para c ritica r la sociedad de su época, las prácticas de la Iglesia, el escolasticism o medieval, etcétera. Rabelais, empleando un lenguaje a veces grotesco y otras delicado, expresa su filosofía pagana que se basa en la bondad ingénita del individuo.

Pedro R onsard (1524-1585). Está considerado el p rin cip a l re presenta nte de La Pléyade o co n ju n to de poetas que, inspirados en la antigüedad clásica, se p ropusieron e n riq u e ce r el idiom a francés. Ronsard e s c rib ió odas, elegías y sonetos que le dieron ju s to renom bre. En su afán por co la bora r en el p e rfe ccio n a m ie n to de su idiom a, com enzó el poema épico La Franciada, que no logró te rm in a r.

Alberto Durero: Una hoja del Apo­ calipsis. Grabado. (Gabinete de Di­ bujos. Florencia.)

El humanista francés Miguel M on­ taigne, pensador dotado de gran in­ teligencia y vasta cultura.

Francisco Rabelais fue una de las figuras más destacadas de la litera­ tura francesa. Criticó el escolasticis­ mo de su época de acuerdo con una posición filosófica naturalista.


M ig u e l M o n ta ig n e (1533-1592). Se dedicó con pasión al hom bre y realizó d ive rso s v ia je s por A le m a n ia , Suiza e Ita lia . nom brado alcalde de Burdeos y poco después se re tiró a su dedicarse a la le ctu ra . E scribió sus re fle x io n e s filo s ó fic a s en un tra b a jo titu la d o el cual fig u ra n num erosas cita s de autores clá sico s.

e stu d io dpi En 1582 f u c a s tillo par6 a Ensayos, en

A rquitectura Hasta la segunda m itad del s ig lo XVI los a rq u ite c to s franceses co n ti­ nuaron — com o en el m edievo— levantando c a s tilo s o jiv a le s . Sin embargo, |a in flu e n cia re n a ce n tista no ta rd ó en cam biar el e s tilo de las construcciones Los c a s tillo s fe udales cayeron en desuso y se e d ific a ro n centenares de m ansiones y palacios que im ita ro n los antiguos m onum entos clá sico s. Dos a rq u ite c to s fra nce se s se destacaron en este aspecto del a rte : Pedro Lescot, que ordenó d em o le r el a ntiguo c a s tillo de C arlos V y e rig ió en su lugar ei grandioso palacio del Louvre, y F ilib e rto D elorm e, que c o n stru yó el de Las Tullerías. Con resp ecto a la e scu ltu ra s o b re sa lie ro n Juan Goujon, que esculpió las N in fa s que adornan la "F u e n te de los In o ce n te s” , y G erm án P ilón, autor del se p u lcro de E nrique II.

EL RENACIM IENTO EN INGLATERRA El m o vim ie n to re n a ce n tista inglés se lim itó e sp e cialm e n te a la lite ra ­ tu ra y a la filo s u íía , pues las a rte s no alcanzaron igual flo re c im ie n to . El apogeo c u ltu ra l lle g ó a su cu lm in a ció n en el período de riqueza y bie n esta r que señaló el go b iern o de los Tudor. El hum anism o pen e tró pro­ cedente de Ita lia , Francia y los Países Bajos.

Como principal actor de la compañía teatral de Lord Chamberlain, el gran dramaturgo Guillermo Shakespeare recita ante la reina Isabel, en el palacio de la soberana en Londres.

La m áxim a fig u ra de la lite ra tu ra inglesa fue el excelso dram aturgo QuiHerm o Shakespeare. Su biografía no está perfectam ente conocida. Fue bautizado el 26 de abril 1564, en Stratford-on-Avon (condado de W arwick) y m urió en este pueblo el o3 de abril de 1616. De hum ilde fam ilia, asistió a la escuela del lugar y también trabajó en una carnicería. Muy joven se casó con la cam pesina Ana Hathaway y posteriorm ente marchó a Londres. No se sabe qué peripecias debió afrontar, pero lo cierto es que figu ró como autor de obras en una com pañía teatral. Hacia 1610 ya era rico y famoso.

Las p rin c ip a le s obras de este genial c o m p o sito r te a tra l, que han em o­ cionado a to d o s los púb lico s, son: H a m let, Romeo y Ju lie ta , O telo, El sueño de una noche de verano, M acbe th, El m e rcad er de Venecia, e tcé te ra .

EL RENACIM IENTO EN ESPAÑA El hum anism o. D urante el m andato de los Reyes C a tó lico s se in icia en España el hum anism o, es d e cir, el m o vim ie n to re n acentista en su aspecto lite ra rio . El ce n tro de e ru d ició n clá sica fu e la U nive rsidad de A lc a lá de H e­ nares, fundada por el cadernal Jim énez de C isneros (1508). El hum anism o español p resenta caracteres p a rticu la re s y d ife re n c ia le s con re sp e cto al de otra s re giones de Europa. No s u frió — com o en o tro s países— un re tro c e s o en su aspecto re lig io s o , ni tam poco se im pregnó de­ masiado del c la s ic is m o pagano. Es más nacional, ín tim o y e s p iritu a l, porque resp etó la tra d ic ió n popu­ lar. Las obras no son m eras im ita cio n e s, sino que arm onizan la e xqu isita expresión clá sica con la o rig in a lid a d de la creación personal. Los p rin c ip a le s re pre se ntante s del hum anism o español fu e ron A n to n io de N e b rija y Luis Vives. Ello Antonio de Nebrija (1442-1522). Se llamaba realmente Antonio Martínez de Cala, y nació en N ebrija (Andalucía). Estudió en Salamanca y luego en Italia, donde perfeccionó sus conocim ientos sobre antigüedad clásica y lenguas orientales. Regresó a su patria y en 1492 publicó el A rte de la Lengua Castellana, prim era gram ática metódica del idioma. Posteriorm ente — llamado por el cardenal Cisneros— se d irig ió a A lcalá donde revisó, con otros eruditos, el texto griego de la monumental B iblia Poliglota. Falle­ ció en esa ciudad en 1522. Juan Luis Vives (1492-1540). Nació en Valencia y allí cursó estudios que perfeccionó en París y Lovaina. Trabó amistad con Erasmo y siguió sus ideas humanistas. Luego se trasladó a Inglaterra y fue maestro de la princesa M aría (hija de Enrique VIII); tam bién enseñó en O xford. Abandonó ese territorio cuando el mo­ narca creó la Iglesia Anglicana. Vives se trasladó a la ciudad de Brujas y escribió en latín obras teológicas, filosóficas, pedagógicas, etcétera.

I-a pintura D ebido a las re lacion es p o lític a s y cu ltu ra le s, el m o vim ie n to renacen­ tis ta español re c ib ió in flu e n c ia s ita lia nas y flam encas. Entre los s ig lo s XVI y XVII, la p in tu ra española alcanza su plena madu­ rez y su más bella expresión. Las obras pierden la in flu e n cia flam enca de la p rim e ra época en fa v o r de las escuelas clásicas italianas, de donde


f aprenden la pe rfe cció n en el d ib u jo y los m agníficos e fe cto s del claroscuro Sin em bargo, los a rtis ta s españoles infunden a sus tra b a jo s un “ s e l|0 n a cio n a l", de c a rá c te r propio. D ebido a e sto , las obras se destacan por su re a lism o , re lig io s id a d y lib e rta d de expresión. Tres grandes m aestros son in m o rta le s por sus geniales cre a cio n e s: £/ G reco, Velázquez y M u rillo . D om ingo Theotocópuli, “ El G re c o ", era g rie g o de o rig e n , pues nació en 1548 en la isla de C reta, pero re s id ió en Toledo y co n sid eró a España “ su patria e s p iritu a l” . Estudió en Venecia con el fam oso Tintoretto y llegó a Toledo alrededor del año 1575. Bien Dronto olvidó la serena alearía aue caracterizó a la escuela vene­ ciana y, dom inado por su temperam ento, evolucionó hacia lo m ístico y sobre­ natural. Empleó colores cenicientos y sus figu ras- parecen trazadas para impresionar, por sus rostros enjutos y cadavéricos. Su obra más conocida, y en la que expresa m ejor su arte, es El entierro del conde de Orgaz, que se conserva en la iglesia de Santo Tomás, de Toledo. El Greco falleció en esa ciudad, en 1614.

Diego Velázquez: La rendición de Breda (detalle). Madrid. Museo del Prado.) Esta obra, pintada en 1635, representa la época de plena ma­ durez del artista sevillano. Inspirado en un episodio de la guerra de los Países Bajos contra España, este cuadro recuerda el triunfo de las tropas peninsulares. El gobernador derrotado, Justino de Nassau, entrega a su vencedor, el general Ambrosio Spinola, las llaves de la ciudad de Breda.

D iego Velázquez (1599-1660). N ació en S evilla y está considerado ei de la p in tu ra española. Sus p rim e ro s cuadros carecían de luz y c o lo rid o , d e fe c to s que c o rrig ió luego de haber v is ita d o V enecia y otras c ¡udades ita lia n a s. Velázquez fu e un personaje palaciego que alcanzó gran consid eración en |a co rte española. Perpetuó con su pincel no sólo la fig u ra del re y Felipe IV y de sus fa m ilia re s , sino tip o s del c írcu lo cortesano, desde un m in is tro hasta un bufón. A dem ás, su fecunda in sp ira ció n buscó argum entos en el pueblo, en la h is to ria y en la m itología . Velázquez se destacó por su asom brosa técn ica, b rilla n te c o lo rid o y realism o de las fig u ra s. Entre sus cuadros más céleb re s podem os c ita r: Las hilanderas, Las m eninas, La fragua de Vulcano, La re n d ició n de Breda y C ris to C ru cifica d o . m a e s tro

B a rto lo m é Esteban M u rillo (1618-1682). Este a rtis ta — ta m bién seviilan0__ es o tra de las g lo ria s in m o rta le s de España. R ecibió lecciones de Velázquez y e stu d ió la té cn ica de los m ejores p in to re s ita lia n o s. Sus cua­ dros se destacan por la p re cisió n en el d ibujo , la n aturalidad en la e xp re ­ sión y la belleza del co lo rid o . La gran m ayoría de sus obras se encuen­ tran d isp e rsa s por d ive rso s m useos de Europa, aunque las más notables pueden ob se rva rse en el M useo del Prado (M a d rid ). Entre sus más destacados tra b a jo s fig u ra n : El D iv in o Pastor y M ucha­ chos com iendo fru ta s.

El Greco : El rey santo.

Esteban Murillo: Muchachos comiendo frutas. (Munich. Pina­ coteca Antigua.) Famoso por la naturalidad de sus escenas cos­ tumbristas, este gran artista se­ v illa n o ha sido un maestro en lle v a r al lienzo episodios de la v id a cotidiana. En el cuadro que reproduce el grabado, su agudo p in c e l nos presenta a dos niños harapientos alimentándose con uvas y melón. Murillo evita el to n o dramático y se complace en destacar la expresión de los ros­ tros y la sencillez de los aden ianes.


La arquitectura La a rq u ite c tu ra del R enacim iento presenta en España tre s e s tilo s Ca ra c te rís tic o s : el p la te re sco , el h e rre ria n o y el ch u rrig u e re sco . E stilo p latere sco . A fin e s del s ig lo XV, y por lenta e vo lu ció n , surgen en la península ib é rica las p rim e ra s c o n stru ccio n e s de in flu e n c ia renacen­ tis ta . La fu sió n de la a rq u ite c tu ra clá sica rom ana con la g ó tica produjo e¡ llam ado e s tilo p la te re s c o porque su abundante decoración im itaba las com. plicadas filig ra n a s de los p la te ro s. R epresentante de este tip o de construc­ ciones es la fachada de la jg le s ia de San G regorio, en V a lla d o lid . A dem ás, los e le m e n to s a n te rio re s , con gran in flu e n cia m udejar, or¡. ginaron el llam ado e s tilo is a b e lln o (Isabel la C a tó lica ). E stilo h e rre ria n o . En la segunda m ita d del s ig lo XVI se im puso en Es­ paña el e s tilo clá sico o gre co rro m a n o que re c ib ió el nom bre de herreriano porque fu e em pleado por el a rq u ite c to Juan de H errera. A d ife re n c ia del p la te re sco , este e s tilo se destaca por la severidad de las líneas y la fa lta de ornam entaciones. La co n s tru c c ió n más represen­ ta tiv a del h e rreria n o es el m o n a ste rio de San Lorenzo de El E scorial, erigido en las p ro xim id a d e s de M adrid. E stilo ch urrig u e re sco . Tuvo en el a rq u ite c to José C h u rrig u e ra su más destacado repre se nta n te . Tam bién llam ado e s tilo “ ba rro co esp a ñ o l", se cara cteriza por el em pleo e xce sivo de las fo rm a s d e co ra tiva s y o tro s ele­ m entos p redom in a n te s: te ch o s de te ja s, ventanas con rejas, balcones, etcé­ tera. Com o e jem p lo podem os c ita r La fachada d e l H o s p ic io de M adrid.

Miránontu, m a te m á tic o y lis ie n ita lia n o ( ia lile o Alei construyó u n te le s c o p io en V e n e c ia , en el ■ 1609. La p in t u r a lo m u e s tra c u a n d o e x p lic a ’In ocasional v is ita n te e l uso de la le n te a s tro -

El astrónomo polaco Nicolás Copérnico, según un grabado anónimo de su época.

idea.

La escultura Modelo de arquitectura chu- , rrigueresca es la fachada del Hospicio de Madrid.

Aspecto exterior del monasterio de San Lorenzo de El Esco­ rial, de estilo herreriano. Majestuoso y severo, todo en granito de color gris, tiene en conjunto 1.110 ventanas. Puede obser­ varse la cúpula de la iglesia que se levanta en el medio de la construcción.

Desde m ediados del sig lo XV, dive rsos e scu lto re s ita lia n o s y franceses trabajaron en España, y su in flu e n cia — espe cialm en te de los p rim e ro s— se nota en los com ienzos del m o vim ie n to renacentista. R epresentante de este p rim e r período es el e s c u lto r caste laño A lo n so B erruquete (h ijo del p in to r de igual a p e llid o ), que fue en Ita lia d iscíp ulo de M iguel A n g e l, y cuyas obras se destacan por su m is tic is m o y e s p iri­ t u a lid a d . ^ ^ ^

^

e s c u ltó ric o es típ ica m e n te español y los

tra b a jo s se ca racterizan por el re a lism o y el s e n tim ie n to re lig io so .

LOS ADELANTOS C IENTIFICOS Las cie n cia s progresaron m uy poco durante la Edad M edia, en espe­ cial por los p re ju ic io s re lig io s o s . El e s p íritu c rític o que caracterizó a los hom bres del R enacim iento y la a p licació n de los nuevos m étodos (ob ser­ va ció n -e xp e rim e n ta ción) o rig in a ro n un a m plio d e sa ro llo de las d is c ip lin a s c ie n tífic a s y su rg ió la llam ada cie n cia nueva. Los m ayores progresos se alcanzaron en A stro nom ía, con el polaco C opérnico, el alem án K ep ler y el ita lia n o G alileo. Copérnico (1473-1543). Estudió en Cracovia y luego en las u " iver.s' ! ^ f e® .de Bolonia, Padua y Ferrara. Apasionado por la astronomía y las matemática» esta­ bleció un observatorio en Polonia, con precario instrumental, pues carecía telescopio.

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Por medio de cálculos exactos llegó a la conclusión de que los planetas o ír, alrededor del S ol.' u rai Juan Kepler (1571-1630). Este gran matemático y astrónomo alemán luen de arduos estudios y m últiples observaciones, form uló las tres famosas leyes ai llevan su nombre y que rigen la m ecánica de los cuerpos celestes. Galileo Gah'lei (1564-1642). Nació en Pisa y desde pequeño demostró agudo espíritu observador y crítico. Perfeccionó un telescopio y descubrió la manchas del Sol, los anillos de Saturno y los satélites de Júpiter. Hizo la prim era aplicación del péndulo a la medida del tiem po ydescubrió la ley de la caída de los cuerpos en el espacio. Se lo acusó de atacar las verdades de los Libros Sagrados y la Inquisición lo obligó a retractarse. n No obstante, antes de abandonar la sala donde se lo había juzgado, qolnpA con un pie en la tierra y d ijo: Eppur si muove (“ Sin embargo, se mueve” ).

LA CRISIS DE LA C R ISTIA N D A D : REFORMA PROTESTANTE Llámase R eform a p ro te s ta n te a la grgn re vo lu ció n re lig io s a que es­ ta lló en Europa en la p rim e ra m ita d del s ig lo XVI y que produjo la ruptura de la unidad cristia n a . El térm ino Reforma es im propio, pues no expresa con exactitud los alcances de este movimiento religioso. La palabra deriva del latín (Reform are: devolver su antigua forma) y, de acuerdo con su etim ología, los reform adores no corrigieran o enmendaron a la Iglesia Católica, sino que “ separaron” a sus adictos del seno del catolicism o. Por tal causa, diversos autores prefieren utilizar la expresión Cisma Protestante.

El m o vim ie n to c u lm in ó con Lutero, en A le m a n ia y C alvino, en Francia, y logró que un te rc io de la cris tia n d a d se separase de la Iglesia C atólica. Con el p re te x to de p u rific a r la organización del c a to lic is m o , los re fo r­ m adores negaron p rin c ip io s fund a m e n ta le s del dogma (h e re je s) y crearon otras iglesias c ris tia n a s : luterana, c a lv in is ta y anglicana. Por o tra parte, la Iglesia C a tó lica re co n o ció la necesidad de una re fo r­ ma en su seno (no de una separación) con el o b je to de c o rre g ir los e rro ­ res sin a lte ra r la d o ctrin a . Esto dio orig e n a la C o n tra rre fo rm a o Reform a C atólica. En el período de c ris is que ca ra cte rizó el C ism a de O ccidente apare­ cieron dos p re cu rso re s de la Reform a co n tra la ig le s ia C a tó lica : el inglés W ic le f (s ig lo XIV) y el checoslovaco Huss (s ig lo XV). Juan W iclef (1324-1384). Este profesor de teología de la Universidad de Oxford denunció diversas irregularidades com etidas por religiosos, negó el poder temporal de la Iglesia, patrocinó el casamiento de los m inistros de Dios y admitió que cada cual podía interpretar librem ente la Biblia. Contó con numerosos adeptos, especialm ente po rqu e su prédica coincid ió con el cautiverio de los papas en Aviñón. Juan Huss (1369-1415). Profesor de la Universidad de Praga, fue un eficaz propagador de las ideas de W iclef.

' Desde la época del geógrafo egipcio Tolomeo (siglo II d. C.) se suponía a la Tierra inmóvil en el centro del Universo: el Sol y todos los cuerpos celestes giraban a su alrededor (sistema geocéntrico). Copérnico ubica al Sol como centro del sistema y afirma que la Tierra y los planetas son los que giran a su alrededor (sistema h elio cén trico ).

Predicó en la región de Bohem ia hasta que fue juzgado como hereje y pereció en la hoguera. Después de su muerte se produjo una guerra de carácter religioso que duró diecisiete años.

CA USAS DE LA REFORM A

1) Externas A su vez se s u b d ivid e n : a) Políticas. Era v is ib le la enem istad de los príncipe s alem anes hacia e| Papa, re n c o r que había te n id o su origen en las luchas del Sacro Im ­ perio co n tra la autoridad del P ontífice; además, germ anos e ita lia n o s gue­ rrearon con fre c u e n cia d e b ido a las in cu rsio n e s de los p rim e ro s en el te rrito rio p e n insu la r. Tam bién d ive rso s g o b ie rn o s europeos, de ten dencia a b so lu tista , tra ­ taron de im p o n e r su d o m in io en los asuntos de la Iglesia. b ) Económicas. D ebido a las donaciones de los cre ye n te s, la Ig le ­ sia era dueña de grandes e xtensio nes de tie rra , las cuales no estaban gravadas con im puestos y cuyas rentas eran enviadas pe rió d ica m e n te a Roma. A lg u n o s m onarcas y personajes poderosos atizaron d is tu rb io s co ntra las a u to rid a d e s e c le s iá s tic a s con el so lo o b je to de usurpar dichos bienes para a c re c e n ta r los pro p io s. c ) Sociales. Los cam pe sinos, en especial de A lem ania, se u nie ron a todos los que p ro p icia ban la lib re in te rp re ta c ió n de la B iblia, pues pensa­ ban e n c o n tra r en e lla la so lu ció n de sus problem as.


De acuerdo con e llo no im porta n los pecados, pues sólo la fe en C ris to y en sus m é rito s es s u fic ie n te para consegu ir la salvacion e^ rna, D e , manera los hechos y las obras del c ris tia n o carecen en a bsoiuto de va lo r. A sí su rg ió lo que hoy podem os lla m ar la “ teología luterana que hasta es m om ento ( a ñ o 1515) no había te n id o tra scende ncia porque Lutero se man­ tenía o b e diente a la Ig lesia C ató lica y a la autoridad p o n tific ia .

Q uerella de las indulgencias Para fin a n c ia r la te rm in a c ió n de la basílica de San Pedro el papa León X envió re lig io s o s a d ive rsas regiones europeas y concedía1 m^ ul^ ' as no . i n hp ¡n<? pecados— a los que hicie sen lim osnas para ta l objeto. P L o s d o m i n i c a s cSmpMeron esa m isión en A lem ania, pero con escasa

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Las te s is e ncontraron campo p ro p icio en el puebio alem a y de quince días eran conocidas por to dos y apoyadas por m uchos. En fo rm a se in ic ió la re vo lu ció n re lig io s a co n tra Roma.

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La acción de Lutero Enterado el papa León X de la p rédica de Lutero, lo in tim ó a retrae ta rse y, al no c o n se g u irlo , por bula del año 1521 lo excom ulgó ju n to en todos los que s ig u ie ra n sus d o ctrin a s. n En esa época había sid o designado em perador de A lem ania C arlos \i quien, para so lu c io n a r el problem a re lig io s o , reunió una asam blea en i ciudad de W orm s, a la que fu e c ita d o Lutero. Este c o n c u rrió con un salvo conducto por cuanto — acusado por la ju s tic ia re g u la r— vivía o cu lto . El re fo rm a d o r d e fe n d ió sus d o ctrin a s y m a n ife stó que sólo se retrae ta ría con argum entos de las Sagradas E scrituras. A l té rm in o de la agitada reunión el em perador mandó p u b lica r el Edicto de W orm s y condenó a Lutero y a sus seg u ido re s com o herejes. Pero el fra ile p ro s c rip to ya había abandonado el re c in to y se encontraba protegido en el c a s tillo del e le c to r de S ajonia. Lutero contin u ó con su prédica, tra d u jo la B iblia al alemán moderno y esta b le ció la organización de la nueva ig le s ia d is id e n te . Más tarde se trasladó a W itte n b e rg donde re s id ió hasta el fin de sus días.

Sublevación de los cam pesinos Para aum entar el núm ero de sus adeptos Lutero aconsejó despojar a la Iglesia de to d o s sus bienes y e n tre g a rlo s a los prín cip e s para usos laicos o sea, se culariza rlo s. Los poderosos apoyaron el p ro c e d im ie n to , aunque no c o n s in tie ro n en que otro s particip a ra n en el reparto. En 1522, los ca b a lle ro s (nobles de m enor je ra rq u ía) tra ta ro n de apode­ rarse de tie rra s p e rte n e cie n te s a la Iglesia y dos años más ta rd e los im ita ­ ron los cam pesinos y los artesanos. Com o la alta nobleza se opuso, esto o rig in ó una sangrienta guerra c iv il que concluyó con la v ic to ria de los poderosos, a quienes apoyó Lutero.

Confesión de Augsburgo A n te el problem a re lig io s o , y con el p ro p ó s ito de so lu cio n a rlo el em ­ perador C arlos V re u n ió una D ie ta en S pira, la que fa vo re c ió a lo s' innova­ dores, por cuanto les concedía la lib e rta d de conducta re lig io sa . Una se­ gunda D ieta, en 1529, to le ró el lu te ra n ism o en los lugares donde ya estaba consolidado, pero p ro h ib ió que se e xte n d ie ra por o tra s regiones. Seis p rín cip e s y d ie cio ch o ciudades se negaron a acatar las decisiones de la D ieta y p ro te s ta ro n ante el em perador. Desde ese m om ento los luteranos re cib ie ro n el nom bre de p ro te s ta n te s , y su d o ctrin a p ro te s ta n ­ tism o. En 1530 se reunió una nueva D ie ta , esta vez en la ciudad de A ugsburgo, con el ob je to de o b te n e r la p a c ific a ció n re lig io sa . Lutero encargó a uno de sus discíp u lo s — Felipe M e la n ch to n — la redacción de los p rin c ip io s fundam e ntales del credo p ro te s ta n te . Este cé le b re e s c rito fu e presentado ante la D ieta y por eso se conoce con el nom bre de C onfesión de Augsburgo. L-a Confesión de Augsburgo resume la doctrina luterana que es, en realidad una m utilación del dogma católico. Sus adeptos se llaman cristianos porque el ideario reform ista mantiene la creencia en la Santísima Trinidad (Padre Hiio y Espíritu Santo), en la Encarnación y Redención de Cristo, en los Mandamientos y en algunos sacramentos. *

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El grabado reproduce el salvoconducto que otorgó la Dieta de Worms en el año 1521, al rejormador Martín Lutero, para que éste pudiera asistir a la asamblea sin ser apresado.

Las divergencias fundamentales que han separado a los protestantes de ios católicos son las siguientes: a) Justificación por la fe. Lutero afirm ó, que, debido al pecado original, el hombre no tiene libertad necesaria para obrar el bien o resistir al mal, porque es un irresponsable. Por consiguiente, las buenas obras son inútiles y sólo tienen valor los m éritos de Jesucristo. Unicamente por la fe en el Redentor el pecador logra salvarse. b) La Biblia. Interpretada de acuerdo con el criterio de cada uno, es la única autoridad y norma de fe, c) Creó la consubstanciación, es decir, el principio de que el cuerpo y la sangre de Jesucristo están presentes “ ju n to ” con el pan y el vino. De tal manera, Lutero negó la transubstanciación 1 y el m ilagro sacerdotal de la consagración. d) Elim inó el Purgatorio y en los oficios religiosos reemplazó el la tin por el idioma nacional. e) Sólo considera tres sacram entos: Bautismo, Eucaristía y Penitencia. Afirm ó que no producen la G racia divina ni son necesarios para la salvación. f) Conservó la cruz, pero suprim ió las imágenes y negó valor a ayunos, pere­ grinaciones, veneración de reliquias e invocaciones a la Virgen M aría y a los Santos. g) Suprim ió el orden sagrado (Papas, arzobispos, obispos y sacerdotes) y abolió el monacato.

I El dogma católico enseña la transubstanciación, es decir, la transformación — en la Misa del pan (Hostia) en el cuerpo y sangre de Jesucristo, en virtud de las palabras de la consagración.

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Afirmó Lutero que la Iglesia es una sociedad invisible, formada solamente por los justos, y donde no existen sacerdotes ni ordenación, porque todos los fieles son sacerdotes. Sin embargo, se vio obligado a organizar una iglesia visible con pastores — elegidos con intervención del pueblo y del Estado— encargados de predicar y administrar los sacramentos. Para fiscalizarlos creó los “ supervisores” u obispos. h) Eliminó el celibato y permitió a los pastores contraer matrimonio.

Paz de Augsburgo A n te la negativa de los te ó lo g o s c a tó lic o s en aceptar la C o nfesión de A ugsburgo, los p ro te s ta n te s se re unieron en 1531 en la ciudad de Esmalcalda y c o n stitu ye ro n una lig a o alianza que d eclaró la guerra a los ca tó lico s. El c o n flic to se p rolongó v a rio s años, aunque fin a lm e n te C arlos V — preo­ cupado por amenazas e x te rio re s — dispuso c o n c e rta r una tregua con los luteranos. En el año 1555, la D ieta sancionó la Paz de A ugsburgo, que o to rg ó a los p rín cipes p ro te s ta n te s la “ lib e rta d de c u lto s ” y p ro h ib ió las se c u la ri­ zaciones, aunque les re co n o ció la propiedad d e fin itiv a de los bienes qui­ tados a la Iglesia C a tó lica hasta ese m om ento.

Propagación del m ovim iento reform ista a) En Alemania. La doctrina de Lutero se expandió con rapidez y por todo el territorio y contó con más adeptos en los electorados de Brandeburgo, Palatinado y Sajonia. Sin embargo, no sucedió lo mismo en los electorados de Tréveris, Colonia y Maguncia, que estaban gobernados por príncipes católicos, y en los dominios de la Casa de Austria, a cuyo frente estaba Carlos V. b) Suecia. Esta nación estaba sometida a Dinamarca, pero en 1523 consiguió emanciparse a las órdenes de Gustavo Wasa. Este censuró a los católicos la falta de apoyo en las luchas por la independencia, circunstancia que favoreció sus proyectos de difusión del luteranismo en este territorio. En 1527, la Dieta de Westeras aprobó la doctrina protestante, con algunas variantes que la hicieron más atenuada.

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En su gabinete de trabajo, Martin Lutero — acompañado por su discípulo Felipe Melanchton— traduce la Biblia al alemán moderno.

c) Suiza. El cura párroco de Glaris, Ulrico Zwinglio, atacó la autoridad ponti­ ficia y las leyes eclesiásticas y negó diversos principios dei dogma. La prédica de Zwinglio desató una guerra que terminó con la victoria de los I católicos en la batalla de Cappel (1531), en la que pereció el hereje. Sus adeptos I no tardaron en reunirse con los luteranos y posteriormente con los calvinistas. d) Dinamarca. En 1541, la Dieta de Copenhague estableció la doctrina lute­ rana en ese territorio y también en Noruega, que dependía de la misma corona.

I OTROS REFORMADORES Juan Calvino (1509-1564) M ie n tra s Lutero predicaba su d o ctrin a , un francés creaba un nuevo m o vim ie n to re fo rm a do r. C alvinn e stu d ió teolog ía en la U niversidad y en esa casa de e stu d io s abrazó el p ro te sta n tism o . En 1533 abandonó el te r rito rio francés — perseguido por causa de sus ideas re lig io s a s — y se re fu g ió en Suiza. A llí pu blicó, tre s años más tarde, | su obra dogm ática fundam ental, titu la d a In s titu c ió n de la re lig ió n cristiana. La base de su d o ctrin a es la pre d e stin a ció n , es d e cir, que antes de I nacer el se r humano está "p re d e s tin a d o ” a la salvación o a la condena eterna. Todo depende de la volunta d divina, que tie n e sus e leg idos y sus réprobos. 45


C alvino p redicó el ideal de p e rfe cció n humana, porque la elecció d ivin a se basa en la pureza de vid a ; de ta l manera, in cu lcó a los eleqidn la fo rm a ció n de la "so cie d a d de los ju s to s ” , lo que e xp lica el ca rá cte r aaisivo y fa n á tico de sus adeptos. Aunque las almas de los seres humanos están benditas o malditas desn antes de nacer, esto no significa — según Calvino— que no deba darse importan cia a la vida terrena, en la cual los predestinados deben tratar de corregir a in malos. Por esta causa, sus creyentes no se conform aron con el concepto de que destino está escrito y bregaron por im poner su religión.

A l igual que Lutero, a firm ó que la lib re in te rp re ta c ió n de la B iblia es la única fu e n te de fe y negó la e x is te n c ia del P urgatorio y el v a lo r de |as prácticas re lig io sa s del P ontífice, de la je ra rq u ía e c le s iá s tica , de los santos y de la misa. A ceptó dos sacram entos: el B autism o y la C om unión, aunque este ú lti­ mo com o acto sim b ó lic o , porque negó la presencia de Je s u c ris to en la Eucaristía. E lim inó todas las fo rm a s del c u lto exte rn o (hasta el c ru c ifijo ) y dispuso que las cerem onias re lig io s a s c o n s is tie ra n en oraciones y cánticos. En el año 1536, C alvino ocupó el gobierno de la pequeña re p ú b lica de Ginebra, donde fu e nom brado je fe de la Iglesia y e s ta b le c ió una dictadura. Im plantó en la ciudad una olig a rq u ía re lig io s a e im puso un régimen in q u is ito ria l de te rro r. Creó la Venerable Compañía o C onsejo integrado por todos los pastores dedicados a la p re dicación y el C o n s is to rio , form ado por doce ancianos y seis p astores, cuya m isió n era v e la r por la m oral pú­ blica y privada.

Calvino fue el verdadero dueño de Ginebra durante largos años. Su autoridad religiosa no fue discutida, aunque algunas veces se reunía con teólogos rivales para entablar controversias acerca de materias doctrinales.

La ciudad fu e d iv id id a en d is trito s que estaban co n tro la d o s por d iversas com isiones del C o n s is to rio que allanaban las vivien das e investigaban las costum bres de sus ocupantes. Calvino dispuso severos castigos a todo el que com etiera alguna de estas infracciones: usar nombres que no figurasen en la Biblia, ju ga r a los naipes y a n d a r en patines; co n cu rrir a teatros, bailes o cualquier otra diversión. Ninguna posada debía permanecer abierta después de las 21 y nadie podía beber vino del país (otro estaba prohibido) sin antes dar gracias a Dios. Las mu­ jeres no podían usar rizos ni peinados altos, ni vestidos que no fueran del color establecido por el Consistorio. A los hombres les estaba vedado el cabello más largo que el común, etcétera.

Q uienes no se som etían al régim en d espótico im plantado por C alvino estaban s u je to s a d ive rsas penalidades. A sí, el sabio español M ig u e l S ervet, que d e scu b rió el m ecanism o de la c irc u la c ió n pulm onar, p ere ció en la hoguera por no c re e r en el dogm a de la Trinidad, y el re lig io s o B olsee, que negó la p re d e stin a ció n , fu e desterrad o. Con el o b je to de propagar su d o ctrin a , C alvino fundó (1559) La A cade­ mia o p rim e r se m in a rio p ro te sta n te , que se inauguró con se iscie n to s alum ­ nos. G inebra se tra n s fo rm ó en la ca pital de la re lig ió n p ro te sta n te y de ella p a rtie ro n los p rim e ro s propagandistas que e stab lecieron num erosas com u­ nidades en Francia, Holanda y Escocia.

El protestantism o en Inglaterra A d ife re n c ia de lo que sucedió en o tro s países, la refo rm a co ntra la Iglesia C a tó lica la in ic ió en In g la te rra un .soberano, E nrique VIII. Este rey, luego de d ie cio ch o años de m a trim o n io con C atalina de A ragón, dispuso anular este casam iento — año 1527— para c o n tra e r nuevas nupcias con Ana Bolena, bella dama de la C orte. C o n su ltó al papa C lem e nte V II, quien negó la autoriza ción; entonces Enrique se pro cla m ó “ je fe suprem o de la Ig le s ia ” y o b lig ó al Parlam ento a v o ta r el A c ta de S uprem acía, por la cual se le o torgaron todas las prerrogativas del P ontífice. Excomulgado por el Papa, el soberano inglés procedió con extremo rigor. Declaró m ujer ilegítim a a Catalina de Aragón — hija de los Reyes Católicos— y castigó por igual a todo el que no reconociera su autoridad religiosa! Unas siete mil personas fueron ajusticiadas.

La reina Isa b e l — h ija de Enrique VIII y Ana Bolena— fu e quien organizó la Ig le sia A nglicana, que es una fu sió n de d o ctrin a s ca tó lica s y c a lvin ista s. El dogm a se' basó en las ideas de Calvino (aunque mucho más moderado); con respecto al culto creó una jerarquía eclesiástica muy semejante a la católica, aunque de carácter nacional, pues el rey es el jefe supremo de la religión. De tal manera, todos sus opositores eran considerados “ enemigos de la patria” .

En 1564 mandó p u b lica r el A cta de U niform idad, en la cual negaba el va lo r de las indulgencias, la m isa, el dogma de la e uca ristía , e tcé te ra ; ade­ más, ordenaba p e rs e g u ir a los ca tó lico s. La reina Isabel fu e excom ulgada por el papa Pío V.


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|_os p ro te s ta n te s habían triu n fa d o en el norte de A lem ania, países ■ r a n d i n a v o s In glaterra, Escocia, Holanda y cantones suizos de idiom a fa n c é s - Permanecían obe dien tes al P ontífice: Italia, España, Francia, Portua| sur de A lem ania, A u s tria , Polonia e Irlanda. 9 La lib re in te rp re ta c ió n de la B ib lia dio origen a dive rsas secta s inteP adas por m inorías, que no pudieron im poner sus d o ctrin a s a las re stantes. El C ism a p ro te s ta n te provocó en el c a to lic is m o un fe rv ie n te deseo de ■ e n o v a c ió n que dio o rig en a la verdadera Reform a c a t ó l ic a o C o n tra rre fo rm a . b) P olíticas. D ism in uyó la autoridad del em perador porque el norte de A le m a n ia no re co n o ció el d o m in io de la Casa de A u s tria .

Los soberanos aum entaron su poderío, pues se e rig ie ro n en je fe s e sp i­ rituales de sus s ú b d ito s y acrecentaron sus riquezas con los bienes expro­ piados a la Iglesia C atólica. c) S ociales y cu ltu ra le s. Las in to le ra n cia s y las perse cu ciones crearon un am biente de in tra n q u ilid a d , m o tivo por el cual se produjo una c o rrie n te e m ig ra to ria de colonos. Tomó in cre m e n to la educación popular, por cuanto los p ro te sta n te s fundaron escuelas populares en las cuales era com ún observar al cam pe­ sin o a prender a le e r la B iblia y los tra ta d o s te o ló g ico s.

LA REFORM A CATO LICA O CONTRARREFORM A

La Reform a en Escocí ? Los p ro te sta n te s ta m b ié n im p u sie ro n sus ideas re lig io s a s en Escocia re in o situ a d o al n o rte de In glaterra. El m o vim ie n to fu e encabezado p o r Juan Knox quien, de cid id o a e lim in a r to d o v e s tig io del c a to lic is m o , creó la Ig le s ia P re sb ite ria n a Escocesa con base ca lv in is ta . A imitación de la organizada en Ginebra, Knox estableció un Consejo for­ mado por los pastores de la ciudad y los ancianos que dirigía la Iglesia Entre las atribuciones de este organismo figuraba la de comprobar si los creyentes res­ petaban las doctrinas de Calvino. Knox redactó una liturgia en la que ordenaba suprimir la cruz, las imágenes, la música sacra y las fiestas (excepto el domingo) Los estatutos de la iglesia escocesa fueron enviados a Ginebra Dara «ser aprobados por Calvino.

Consecuencias de la Reform a protestante El C ism a p ro te s ta n te , com o verdadera re vo lu ció n re lig io s a , a fe ctó los p rin c ip io s y las ¡deas de su época y dejó im p o rta n te s consecuencias re li­ giosas, p o lítica s, so cia le s y c u ltu ra le s. a) R eligiosas. La re lig ió n , que hasta esos m om entos había unido al mundo c ris tia n o o ccid e nta l, se c o n v irtió en un ele m e n to de desunión.

M ucho antes de la Reform a p ro te sta n te la Iglesia C a tó lica conocía las irre g u la rid a d e s que se com etían en su seno, los abusos y las co rru pciones. Por lo ta n to , se equivocan los que só lo ven en la Reform a c a tó lica un sim ple rechazo al p ro te s ta n tis m o , es d e cir, una C o n tra rre fo rm a . Por lo con­ tra rio , el m o v im ie n to de renovación e s p iritu a l en el seno del c a to lic is m o tuvo su o rig e n en hechos a n te rio re s y podem os a firm a r que se hubiera llevado a cabo sin la apa rició n de Lutero. Tampoco puede negarse que los p rogresos alarm antes del p ro te s ta n tis m o p re cip ita ro n la Reform a cató lica . ■ A unque es im p o rta n te la in flu e n c ia de Ita lia en el proceso de p u rific a ­ ción del c a to lic is m o , fue en España donde la acción re su ltó más e fe ctiva y fecunda.

[ s a n IG N A C IO DE LOYOLA Y LA C O M P A Ñ IA DE JESUS Este gran d e fe nsor del c a to lic is m o se llam a Iñ ig o (Ignacio) López de Recalde (1491 a 1556), pero es más conocido por San Ignacio de Loyola, nom bre del c a s tillo en que nació (reg ión de Vasconia). Ingresó en el e jé rc ito y, en 1521, re s u ltó gravem ente herido en la p ie r­ na derecha, m ie n tra s defendía la ciudad de Pamplona, sitia d a por los fra n ­ ceses. Por esta causa dejó la carrera de las arm as a la edad de tre in ta años. Pasó su larga co nvalecencia dedicado a le ctu ra s re lig io sa s, y apenas re p u e sto d e cid ió hacerse “ soldado de C ris to y de la V irgen . Estudió te o lo ­ gía en Salam anca y más tarde se do cto ró en la U niversidad de París. En la capital francesa, San Ignacio se reunió con un grupo de seis jó ve n es re lig io s o s — e n tre e llo s San F rancisco Javier— y luego de hacer vo to s de pobreza y castidad se consagraron a la defensa de la Iglesia y a la co n ve rsió n de los in fie le s . La nueva O rden, creada el 15 de agosto de 1534, re c ib ió el nom bre m ilita r de Compañía de Jesús, y sus in te g ra n te s, ¡esuitas. Fue reconocida por el P ontífice en 1540.


r EL C O N C ILIO DE TRENTO

El quipuzcoano Iñigo López de Recalde, conocido por Ignacio de Loyola. (Pintura de Seghers.)

Desde el s ig lo XV el m undo ca tó lic o anhelaba la reunión de un c o n c ilio 0 asam blea de prelados, destin ado a fo rta le c e r el dogma y c o rre g ir los abusos. La reunión ecum énica, unive rsa l, se to rn ó im pe riosa ante la apari­ ción del p ro te s ta n tis m o y su rápida d ifu sió n. El 13 de d ic ie m b re de 1545 el C o n cilio in ic ió sus sesiones en la ciudad, de Trento, p e rte n e cie n te al Im perio. S esionó durante d ieciocho años (hasta 1 5 6 3 ) en tre s períodos, separados por dos largos in te rva lo s, provocados por c o n flic to s in te rnaciona les. El C o n c ilio de Trento condenó las reform as de los p ro te sta n te s, fijó con p re c is ió n la verdadera d o ctrin a ca tó lica y d is c ip lin ó el cle ro . a) Disposiciones referentes al dogma. E stableció que la d octrina ca tó lica se basa en las Sagradas E scrituras y tam b ién en la tra d ic ió n oral, negada por los p ro te sta n te s. D ispuso com o único te x to a u té n tico la ve rsió n latina de la B ib lia conocida com o la Vulgata, redactada por San Jerónim o en el s ig lo IV. D ejó e sta b le cid o que la ju s tific a c ió n se alcanza p o r la fe y po r las obras.

Organización de la Orden Los jesuítas form aban un verdadero ejército destinado a com batir a “ los enemigos espirituales” , es decir, a los herejes. Se establecieron en Roma y estaban a las órdehes de un superior, llamado “ el general” . San Ignacio de Loyola fue el prim ero que ocupó ese cargo y el que redactó el “ reglam ento” a que debían someterse sus integrantes. A los tres votos comunes de los monjes (castidad, obediencia, pobreza) agregó el de obediencia ciega al Papa por el que estaban obligados a ejecutar sin dem ora sus órdenes. Los aspirantes eran cuidadosam ente elegidos y se observaba su vocación en los dos años de noviciado. Los ejercicios espirituales se efectuaban en celdas oscuras y allí el religioso debía imaginarse, como si lo viera, el asunto que me­ ditaba. Así, por ejemplo, si era el infierno, debía oír los lamentos de los condenaagregó el de obediencia ciega al Papa por el que estaban obligados a ejecutar sin dos y pe rcib ir el o lo r a la carne quemada.

Los je su íta s a d q u irie ro n ju s ta y rápida fam a en todo el mundo ca tó lico , ya fuera com o p ro fe so re s en sus num erosos co le g io s, ya com o confesores de p ríncipes o m isio n e ro s e n tre ateos y herejes. G uiados por su d is c ip lin a , abnegación y va lo r, llevaron la palabra de D ios hasta el lejano O rie n te : India, C hina y Japón. La Orden se e sta b le ció en Europa: Italia , P ortugal, España, A le m a n ia c a tó lica (A u s tria y B aviera); en Francia tam bié n d e s a rro lló su acción, aunque con m ayores d ific u lta d e s . Los re lig io s o s de la Compañía de Jesús llegaron con bastante retraso al c o n tin e n te am ericano. Esto se debe a que en la p rim e ra época fu eron enviados al O rie n te , y tam bién a la a c titu d de la corona española, que creía s u fic ie n te el núm ero de sacerdotes de o tra s órdenes que predicaban en el nuevo mundo.

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La base de la doctrina luterana y tam bién la calvinista reside en que el hom­ bre se salva por la fe y la gracia de Dios, pero “ las obras” carecen de valor. En la im portante reunión del Concilio celebrada el 13 de enero de 1547, el jesuíta español Diego Lainez refutó la doctrina protestante. Afirm ó que la ju s tifi­ cación se alcanza po r la fe y por las obras, debido a que los m éritos de Jesucristo producen nuestros propios méritos; El nos ayuda para practicar el bien y evitar el mal. Negó la doctrina de la predestinación porque el hombre tiene libre albedrío, y toda la humanidad, de acuerdo con las enseñanzas de Cristo, puede salvarse.

El C o n c ilio re firm ó la valide z de los s ie te sacram entos, la presencia real de Jesús en la E ucaristía, de las indulgencias y del P urgatorio. S ostuvo

Una sesión del Concilio de Trento, presidido por el papa Julio III. Esta asamblea fue la que efectuó la gran reforma de la Iglesia católica.


l U c£ c t í p vÓ S . y lo s San,os' el respe,° a ,as lmà»e" es

s °b e ra n o s, que cre ye ro n d ism in u id a su autoridad ante

Guía de repaso La Edad Moderna.

La época de transición. Factores que contribuyeron a la quiebra del mundo medieval.

Los comienzos de los tiempos modernos.

Causas de la decadencia del feudalismo. Factores que con­ tribuyeron a la consolidación del poder real. La idea de patria y el surgim iento de los Estados nacionales. Las transform aciones económ icas y sociales: la im portan­ cia del m ovim iento burgués y el capitalism o. La debilidad del papado: conflictos entre la monarquía y la Iglesia en Francia. Consecuencias del Cisma de Occidente. La lite ra­ tura m edieval: su desarrollo a p a rtir del siglo XIII. La toma de Constantinopla: p o litica expansiva de los turcos.

La renovación científica.

El Renacimiento.

Las letras del pasado y la valoración del hombre. Aspectos que ofreció la expansión del Humanismo. El periodo artís­ tico de transición: el arte del “ Q ua ttroce nto".

£1 arte re n a c e n tista .

Carácter de las obras: arquitectura, pintura y escultura.

Apogeo del R en acim ien to en Italia.

Miguel Angel: obras. Leonardo da Vinci: pinturas famosas. Rafael Sanzio: pinturas murales y en tela. La literatura: escritores que dan b rillo a este período.

y la

b) Disposiciones referen tes al clero. P ublicó una se rie de d e rrot re la tiv o s a la d is c ip lin a e c le s iá s tic a en todas las je ra rq u ías M antuvo i ordenes re lig io s a s y a sus in te g ra n te s la o b lig a to rie d a d del ce lib a to- r» i m entó la a d m in istra c ió n de los bienes y la p ro h ib ic ió n de acum ularlos • Propuso la creación de s e m in a rio s o escuelas d estinados a la foi-m cion de los fu tu ro s sacerdotes y fijó en v e in tic in c o años el m ínim o de ph ^ para re c ib ir los hábitos. aad D ispuso que la m isa se rezara en latín, pero a u to rizó que los serm ono* se d ijeran en el idiom a de los fíe le s . 'nones El C o n cilio clausuró sus sesiones el 4 de d ic ie m b re de 1563 Sus riio posicione s dogm áticas fu e ro n aceptadas por todos los países católico«' m ie n tra s que las leyes d is c ip lin a ria s enco n tra ro n bastante o posición esn* e|apo n tíffce n tr6

gl H u m a n i s m o .

La evolución de la tecnología y las invenciones mecánicas. Los grandes inventos. La pólvora y las armas de fuego Im portancia de la brújula en la navegación. Difusión de la cultura: la im prenta y el papel. La antigüedad grecorrom ana y la renovación en el pensa­ miento. Facetas del proceso renacentista. Precursores del Renacimiento en Italia. El Im perio Bizantino y las tradicio­ nes clásicas. Los protectores de los artistas. Aumento del com ercio y el desarrollo cultural. La nueva concepción del hom bre: aparición de nuevos valores. La liberta d en la inspiración artística. Cambios en las costumbres.

¿I Renacimiento en plandes y Países Bajos.

Los tres grandes pintores de la escuela flamenca.

El Renacimiento en Alemania.

Pintores que indican la culm inación del m ovim iento artís­ tico germano.

El Renacimiento en Francia.

Literatos más destacados. La arquitectura.

El Renacimiento en Inglaterra.

La mayor figura de la literatura inglesa.

El Renacimiento en España.

El m ovim iento renacentista en su aspecto lite rario : carácter de las obras. La pintura: los grandes maestros. La arquitec­ tura: los tres estilos característicos. La escultura.

Los adelantos científicos.

El surgim iento de la ciencia nueva. Los progresos en la astronomía.

La crisis de la cristiandad.

Concepto de Reforma y de Contrarreforma. W iclet y Huss. Causas externas: políticas, económicas y sociales. Causas internas: la debilidad de la organización eclesiástica y la prédica de los humanistas. La libre interpretación de la Biblia.

La Reforma en Alemania.

Martín Lutero: la teología luterana. Querella de las Indul­ gencias: las noventa y cinco tesis. La acción de Lutero: el Edicto de Worms. Sublevación de los cam pesinos: la guerra civil. Confesión de Augsburgo: las Dietas de Spira. La Con­ fesión de Augsburgo: doctrina luterana. La liga de Esmalcalda. Paz de Augsburgo.

Otros reformadores.

Juan Calvino: la predestinación. La dictadura en Ginebra. La Venerable Compañía y el Consistorio. La Academia. El protestantism o en Inglaterra. Enrique VIII. El Acta de Supremacía. La reina Isabel y la Iglesia Anglicana. El Acta de Uniform idad. La Reforma en Escocia: Juan Knox. Consecuencias religiosas, políticas, sociales y culturales de la Reforma.

La Reforma Católica.

San Ignacio de Loyoía: origen de la Compañía de Jesús. O rganización de la Orden. El Concilio de Trento: disposi­ ciones referentes al dogma y al clero.

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^ e c t u r a

Cuestionario El R en a cim ien to 1. ¿Cuáles fueron las causas que contribuyeron a la transforma­ ción del m edioevo en la Edad Moderna? '2. ¿Cóm o se produce la decadencia del feudalismo? 3. ¿En qué forma surgen los Estados nacionales? 4. ¿Qué transformaciones económicas originó el incre­ mentó de la burguesía? 5. ¿Cóm o se produjo el cisma de Occi­ dente? 6. ¿Qué puede decir sobre el avance de los turcos en Eu­ ropa? 7. ¿Cuáles fueron las invenciones mecánicas de la Edad Moderna? 8. ¿Cóm o surgió la imprenta? 9. ¿Qué se entiende por Renacimiento? 10. ¿Qué facetas com prende el proceso renacen­ tista? 11. ¿Qué recuerda con respecto a las causas del Renaci­ miento? 12. ¿Qué nueva concepción del hom bre surge en el m o­ vimiento renacentista? 13. ¿A qué se llamó Humanismo? 14. ¿Cuál es el carácter de las obras del Renacimiento? 15. Mencione tres obras de M iguel Ángel. 16. ¿Qué sabe de Leonardo de Vinci y de Rafael? 17. ¿Cuáles son los cuatro escritores que dan brillo al Renacimiento italiano? 18. ¿Qué puede decir sobre los pintores de la escuela flam enca? 19. ¿Dónde ubica a Durero y a Holbein? 20. ¿Con qué obras literarias culminó el Renacimiento francés? 21. ¿Cuál es la máxima figura de la literatura inglesa? 22. ¿Q uié­ nes fueron los principales representantes del humanismo español? 23. ¿Recuerda algunos cuadros de Velázquez y de Murillo? 24. ¿Qué estilos ofrece la arquitectura del Renacimiento en España? 25. ¿A qué se llama Reform a protestante? 26. ¿Cuáles fueron sus causas externas? 27. ¿Y las internas? 28. ¿Quién fue Martín Lutero? 29. ¿Cóm o se inició el movimiento contra el Papa? 30. ¿A qué se llama la Confesión de Augsburgo? 31. ¿Qué sabe de Juan Calvino? 32. ¿Quién inició el protestantismo en Inglaterra? 33. ¿Cuáles fueron las consecuencias de la Reform a protestante? 34. ¿Cóm o surgieron los jesuítas? 35. ¿Qué dispuso el Concilio de Trento con respecto al dogma? 36. ¿Y respecto al clero?

Actividades Prácticas • R eseñar los a c o n te c im ie n to s que d ie ro n com ienzo a los tie m p m odernos.

• S in te tiz a r las causas y los caracteres d e l R e n a cim ie n to . • H a ce r u n cu a d ro s in ó p tic o en el que fig u re n las obras principal de M ig u e l Á n g e l, L e o n a rd o y R afael. • R e s u m ir los sucesos p rin c ip a le s de la R e fo rm a p ro te sta n te .

a todo el movimiento — cultural Jiítico— de los comienzos del (/rundo Moderno se le conoce bajo ^ Htulo de Renacimiento, bautizado elní las definiciones que de su proP?n tiempo hicieron las gentes del nrincipio de esta edad, que en su Pfán de resucitar a los clasicos, de fmitar la vida romana y griega^ cre­ yeron sinceramente que renacía la e d a d dorada que ellos se figuraban ‘^E^hecho de que así lo quisieran v creyeran no significa que así fue­ ra en efecto. Y no podía ser porque, aüarte de ser otras las condiciones generales de vida, otras las bases económicas, sociales y políticas, no habían transcurrido en vano los diez siglos medievales, que dejaron, co­ mo hemos visto, su sedimento y con­ tribuyeron precisamente a hacer del mundo moderno algo completamen­ te distinto del mundo clásico, aun­ que gran parte de los ideales de éste hubieran vuelto a la vida real­ mente. Entre los elementos comple­ tamente distintos y que no existían en la época clásica, hemos de contar al Cristianismo, que desempeña un preferente papel en la vida moderna. En toda la vida de las nacientes nacionalidades europeas se manifies­ ta pujante un nuevo modo de conce­ bir la vida, de sentir y de vivir, un nuevo mundo de ideas y de costum­ bres. Su etiqueta distintiva, se ha dicho muchas veces, es la vuelta de la vista, conscientemente, hacia el pasado clásico. Esto había de con­ ducir fatalmente a un apartamiento de los principios cristianos que ha­ bían informado toda la Edad Media, toda la vida de la Europa tan difi­ cultosamente construida en los lar­ gos siglos de in ten sa cris tia n d a d medieval. Esto no ha de interpretar­ se en el sentido de que el Cristia­ nismo y la Iglesia se aferraron a las formas medievales, desvinculándose

de todo el movimiento renacentista, quedándose, por lo tanto, inactualizados, pues, por el contrario, la Igle­ sia y su credo — y en ello tenemos una clara muestra de su perennidad y carácter divino— se plegaron a las nuevas formas, tiñéndolas de orto­ doxia. Por ello, aunque el Renaci­ miento es un fenómeno único, pue­ den establecerse las dos tendencias claramente. a) R e n a c i m i e n t o p a g a n o . — Lo clásico, lo ro m a n o especialmente, puede decirse que no estuvo nunca completamente muerto en el mundo medieval. No sólo las antiguas pro­ vincias romanas — especialmente^ las ocupadas por los pueblos germáni­ cos, ya que las ocupadas por los ára­ bes sufrieron otra suerte— estaban llenas de calzadas, acueductos y tea­ tros, muestra monumental de la obra de Roma, sino que el Derecho y la vida misma hablaban siempre del glorioso pasado rom an o. Podemos decir que hasta el siglo X Europa tuvo la vista lanzada hacia atrás, rememorando nostálgica la grandeza romana, y que desde entonces la tiende hacia adelante, pero en bus­ ca de una nueva edad romana, una nueva Roma, que se consigue con el Renacimiento. Esta presencia de lo clásico, especialmente de lo latino, insistimos, hizo que no fueran so­ lamente T e o d o r ic o y Carlomagno — tan cerca aún de Roma— los pro­ motores de renacim ientos (inyeccio­ nes en el cuerpo cultural europeo), sino que los comprobemos en el si­ glo X I y en el siglo XIII en Italia. Este hilo no interrumpido duran­ te la Edad Media cobra vida en el siglo XIV —cuando Petrarca ya do­ bla su cabeza sobre viejos manus­ critos, que copia con gran primor— y se desarrolla plenamente en el X V con el llamado Humanismo, que lue­ go estudiaremos. En este movimiento se viene en primer lugar a la valo-

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ración del hom bre como tal, al hom­ bre en su persona espiritual y en su persona corpórea, ya fuera en el dominio del arte, con el estudio del desnudo y valoración de las bellas formas del cuerpo humano, o en el de la ciencia con el estudio anató­ mico del hombre y los balbuceos de la cirugía moderna. Este R e n a cim ie n to era esencial­ mente pagano, dejaba a un lado toda disciplina o sujeción al Magisterio eclesiástico y suponía una verdadera revolución espiritual, en busca de lib e r t a d e s . Se inicia entonces un proceso cu y o co m p le to desarrollo culminará en el siglo XVIII. b) R e n a c i m i e n t o c r i s t i a n o . — El Humanismo, como hemos dicho, se dio al estudio erudito de Ips viejos textos bíblicos y de todo lo que ha­ cía referencia a ]a vida primitiva, antigua, de la Iglesia y de las comu­ nidades cristianas, y en el campo de la Iglesia se produjo un verdadero renacimiento de los estudios clási­ cos, cuyos resultados fueron las edi­ ciones anotadas de la Biblia, como la Políglota de Alcalá (ordenada por el cardenal Cisneros), o la Políglota de Axnberes, hecha por Arias Mon­ tano y ordenada por Felipe II. Al lado de esta modernización de la

ciencia cristiana el Cristianismo mis mo se impregnó, sin por ello salipgl de la ortodoxia, de la corriente ge neral y se dejó llevar por ella. j¡] recogido sentimiento medieval d¡ * paso a un se n tim ie n to triunfante victorioso y de apoteosis'; la vid» eclesiástica se hizo lujosa, las igie sias se doraron y adornaron proful sámente y el arte renacentista, ín~ comparable y en camino de subllme¡ cimas, se puso al servicio de estas nuevas tendencias. Pinturas y gra. bados nos presentan “ E l tiempo de la Fe” , el “ Tiempo de la Iglesia” etc., en verdaderas apoteosis rena­ centistas. B allesteros, M anuel, y A lb o rg , Ju a n L u is. M a n u a l de H is t o r ia U n iv e r s a l , Madrid, 1961.

• ¿El R enacim iento fu e únicamente e l renacer de la antigüedad clá­ sica? • ¿El m edioevo negó totalm ente a la c u ltu ra rom ana? • ¿Existió una nueva v a lo ra ció n del hombre? • ¿En el R enacim iento hubo in flu e n ­ cia cristiana?

EXPANSION U LTR A M AR IN A EUROPEA. ESPAÑA Y PORTUGAL A fin e s del s ig lo XV, los españoles y p ortugueses abandonaron el ya conocido m arco g e o g rá fico y, en te m e ra ria em presa, se lanzaron a tra vé s del m ar en busca de nuevos horizontes. Como to d o proceso h is tó ric o , la época de los d e scu b rim ie n to s geográ­ fic o s es el re su lta d o de una s e rie de hechos aislados que, al c o in c id ir, p e rm itie ro n la re alización y fa c ilita ro n el é x ito de las graneles em presas náuticas. Entre las causas de los d e scu b rim ie n to s g e o gráficos podem os c ita r: a) Los intereses económ icos. Europa y A sia m antenían relacione s co m e rcia le s desde tie m p o s rem otos. Los p rin cip a le s productos asiá tico s como seda, te jid o s , piedras p re ciosa s, porcelanas y, sob re todo, las especias (p im ie n ta , canela, clavo de olo r, nuez m oscada) eran tra n sp o rta d o s a tra vé s de d e s ie rto s hasta las costa s del M edite rrá n e o . A llí, las flo ta s venecianas y genovesas se encargaban de d is trib u irlo s al re sto de Europa. No e x is tía una ruta m a rítim a d ire c ta e ntre los dos c o n tin e n te s y, cuan­ do C o n sta n tin o p la y los puertos m edite rrá n e o s cayeron en po der de los tu rco s, Europa quedó aislada del A sia . Entonces fu e necesario buscar nue­ vos d e rro te ro s para c o m e rcia r con O rie n te . b) Los progresos cien tífico s y técnicos del R enacim iento. Ya nos hem os re fe rid o a la a p licació n de la brú ju la en la navegación. A dem ás, las pesadas barcazas m edievales fuero n reem plazadas por carabelas, o naves de buenas co n d icio n es m arineras, p ro vista s de velas y adecuadas para la navegación oceánica.

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Afán de aventuras y deseo de propagar la fe . Los españoles y ortn a u e se s se destacan por sobre todo s los navegantes de esta época l°S n consecuencia de su larga tra d ic ió n m arina, sus progresos n áuticos. c° n 'ritu a ve n tu re ro y fe rv ie n te s deseos de evangelizar nuevas tie rra s . esP1 nESCUBRIMlENTO DE A M E R IC A

f

A u n q u e los españoles d escu b rie ro n A m é rica en 1492, es p o sible que R. A q t L n tm q e u r o D e o s hayan llegado a este co n tin e n te . ^ UC n 0 e s a d e m u y a n tig u o se pensaba que allende el océano A tlá n tic o debían ['■ £ o tra s tie rra s y es probable que los fe n ic io s o los japoneses fueran ^ 'S t r a d o s pó? las c o rrie n te s m arinas hasta las costa s am ericanas. af A d ife re n c ia de los a n te rio re s, están plenam ente com probados los I K •«£ de los norm andos (que habitaban la península escandinava) quienes, trP los s iq lo s IX y X, d e scu b rie ro n Islandia, luego G roenlandia y, fin a l­ mente, las costas a tlá n tic a s de A m é ric a d e l N orte.

en

Fetos Dueblos de raza germana no colonizaron las regiones visitadas, aunque fundaron una pequeña aldea, posteriorm ente enriquecida por las acti-

is fa n d ia

vidades com eraa|es de sus h^bi^an^es.

ron log v¡

hac¡a esas z0 as> ,os

méritos de la hazaña colom bina. Un cartógrafo del siglo X V I en su gabinete de trabajo, mientras deja constancia de los dnm, registrados por los marinos en sus viajes oceánicos.

constancia de Los datos

lejano Oriente9 Entre ’ estos "arriM na^ínc 8n* SU may ° rla ita l¡anos— Juan de l Carpino que en 1246 llenñ a i f Vr *írer.?Si P °demos c¡tar al llevando un mensaje del Pontífice A su re a ra n h¡* Karakoruna visitados. pontífice. A su regreso hizo un ameno relato de

visitaron el franciscano de Mogolia los lugares

arr,b6 i peki" » de su viaje en un libro titulado II M illone (El M illón) d ^ l ^ f a T pu .relación conocen cerca de ochenta y ocho copias. ’ U3' _ P ° r su éxit0~ 38

Media^ la^mavoKa T a u e el ^c% n n

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9 e o 9 rá fl'c a - En el tra n s c u rs o de la Edad m ^ r6S d ® CI®nCÍa °P ¡naba 9 ue T ierra era plana

tu a l d " e m tb a r-9 ° ' 3 comienOzosmdae !t s ig lo r 0X V. « " ¡ ¡ S Í d e £

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Por o tra parte, las im p e rfe c ta s cartas náuticas fueron reem olazadas ñor los p o rtu la n o s o mapas de re la tiva e x a ctitu d dibujados p o 7 c a rtó a ra fo s p rin cip a lm e n te ita lia n o s (m onjes Fra Bianco y Fra M auro). c a rto 9 ra fo s '

Cristóbal Colón Ñ a c h í en Génova (p o s ib le m e n te en el m es de octu b re ) en el año 1451, hijo del te je d o r de paños de lana D om ingo C olon y de Susana F° n[ Í na" ° ^ s Cursó e stu d io s e le m e n ta le s en Génova y a llí a prendió las p rim e ra s le t y el la tín , lengua que en ese entonces era de uso general.

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Primer viaje C ristó b a l C olón dedicóse con ahínco a prepa rar to d o lo necesario para

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Escudo de Cristóbal Colón dividido en 4 ruárteles: en el supe­ rior izquierdo, un cas­ tillo dorado con tres torrecillas, a su lado un león ; en el infe­ rior izquierdo, islas sobre aguas azules, y en el cuarto, las ar­ mas que solía usar.

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cisco Martín.

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|ación

Ninguna m ujer ni religioso form o parte de la tripulación.

IP uerf„’Z? & -!.« í-^r«3s r r Í ¿s » ■ 61


re ca la r en las C anarias, donde e stu vie ro n algún tie m p o hasta reparar la averia. El 6 de s e tie m b re e n fila ro n hacia lo desconocido. A ~ la^ diez de la noche del ju e ve s 11 de o c tu b re C olón d iv is ó - una pequeña luz, y el día 12 de o ctu b re un m a rin e ro de La Pinta, Juan Rodríguez Serm e/o, conocido por Rodrigo de Triana, d io el ansiado g rito de ‘'¡T ie rra '" Los in te re p id o s navegantes desem barcaron en una isla llam ada por los U f * í ! k S ^ vaharían!, Apero ^ ue C olón denom inó San Salvador, convencido de haber legado al A sia (India o C hina), e in ic ió in m e d ia ta m e n te la búsqueda de las tie rra s del Gran Khan y sus riquezas. Com o era lógico, no e n co n tró botín alguno y, sin desanim arse, decidió o tra s exp loracio n e s que le p e rm itie ro n d e s c u b rir las islas de Concepción, Fernandm a e Isabela. En la mañana del 28 de o ctu b re d e scu b rió la isla de Cuba, a la que llam ó Juana en honor de la heredera del reino de C a stilla . C olón llegó el 6 de d ic ie m b re a H a ití o Santo D om ingo, a la que denom ino La Española. En la noche de Navidad las c o rrie n te s a rro ja ro n a la Santa M aría sobre un banco de arena, destru yé n d o la . Con los re sto s de la nao d e cid ió c o n s tru ir un fu e rte ; en diez días de tra b a jo estaba te rm in a d a la p rim e ra fun d a ció n española en A m é ric a : la v illa j * A llí dej ° una g u a rn ició n de 39 v o lu n ta rio s al mando de Die­ go de Arana, y en enero de 1493 em p re n dió el re g re so en La N iña Luego de a fro n ta r recias tem p e sta d e s, C olón lle g ó a Lisboa [ P o r t u g a l ) donde com unicó a Juan II el é x ito de la em presa, aunque el soberano por­ tugués sostuvo los derechos de la corona lu sita n a sobre las tie rra s desA los pocos días se hizo nuevam ente a la vela v el 15 de marzo de 1493 a rrib ó al p u e rto de Palos, en España. 62 63


Se trazaron nuevos ^./m ejores mapas y tam b ién se a m p lió el horizonte L g tronóm ico al h a llarse nuevas co nstelacione s. b) E tnográficas. Los grupos é tn ico s am ericanos (p ie le s rojas, I araníes, e tcé te ra ) e n riq u e cie ro n las razas ya conocidas y hasta surgjr nuevas te o ría s sobre el orig en del hom bre.

aztecas, h icieron

c) Flora y fauna. Se cono cieron nuevas especies de anim ales y lo miso sucedió con los ve g e ta le s: papa, maíz, tabaco, e tcétera. | Dos pro d u cto s am ericanos, el cacao y la v a in illa , dieron origen al choolate. A lgunas plantas tu v ie ro n a p lica ción en la in d u stria (tin tó re a s ), y o tr a s en m edicina, coca, q u in in a , etcéte ra.

2) P o lític a s . El M e d ite rrá n e o , que desde la antigüedad era el ce n tro He la a ctivid a d co m e rcia l, perd ió su im p o rta n cia y la ad q u irió la costa i atlántica. Los Estados de Génova y V enecia, y tam bién los grandes puertos de M a rse lla y A le ja n d ría , d ism in u ye ro n su in flu e n cia , ta n to com e rcial com o políticam ente. . | En cam bio, se a cre cen tó el poderío de España, Portugal, Francia, H olan­ da y, más tarde, el de Inglate rra. Las riquezas pro ce dentes de las nuevas tie rra s fa v o re cie ro n la p o lítica de los m onarcas ab so luto s y su con so lidación en el poder. A m é rica C entral a la a ltu ra de H onduras. S ig u ió las costas en d ire cció n al sur, hasta a rrib a r al g o lfo de D arién, y de a llí p re te n d ió lle g a r a La Espa­ ñola; sin em bargo, el estado p re c a rio de las naves lo o b lig ó a varar en las playas de Jam aica. D espués de un año de s u frim ie n to s , Ovando envió dos naves para re sca ta rlo : el 13 de agosto, C olón y sus extenuados com pañeros llegaron a Santo D om ingo. A nciano, e n fe rm o y desengañado, em barcó con ellos y p a rtió rum bo a España. El 26 de no vie m b re , a los pocos días d e .s u llegada, fa lle c ió su más grande p ro te cto ra , la reina Isabel. G estionó, sin é xito , ante Fernando el C a tó lico el c u m p lim ie n to in m e d ia to de las ca p itu la cio n e s. In s is tió ante los nuevos soberanos, Felipe el H erm oso y Juana la Loca, pero tam bién con resultado negativo. El 20 de m ayo de 1506, oscura y cris tia n a m e n te , fa lle c ió en V a l l a d o l i d , convencido de haber e ncontrado una nueva vía m a rítim a que c o m u n ic a r a con la India.

Consecuencias del descubrim iento de A m érica

3) Económicas. La gran cantidad de oro y plata que desde A m é rica se in tro d u jo en Europa a tra vé s del p uerto de Cádiz aum entó el uso de la moneda y s u s titu y ó los pagos en especie, com unes hasta la época m edieval. La p rin cp ia l riqueza había sido la tie rra , de la que era dueña la nobleza, pero después, del d e s c u b rim ie n to los burgueses (in d u s tria le s y com e rcian­ tes), que disponían de m etales p recio sos, fu e ro n tan adinerados com o los prim eros. España, dueña de las minas del Perú y de México, olvidó que no es el oro la riqueza de un país, sino el trabajo de sus habitantes. Descubrió el cultivo de sus tierras y abandonó sus industrias; al no producir artículos, debió comprarlos en otros mercados europeos, pero también debió pagarlos con el oro americano. En consecuencia España, rica y poderosa en la época del descubrimiento, era un siglo después una de las naciones más pobres de Europa. Las nuevas rutas co m e rcia le s y el in te rca m b io de productos e ntre el V iejo y el Nuevo M undo n u trie ro n la c irc u la c ió n económ ica y b e neficiaro n a la Hum anidad.

La hazaña colom bina p ro d u jo im p o rta n te s consecuencias en el o r d e n c ie n tífic o , p o lític o , económ ico y ju ríd ic o .

4) Jurídicas. Con las ca p itu lacio n e s concedidas a C ristó b a l C olón por los Reyes C a tó lic o s se in ic ia la llam ada L e gislación de Indias, o sea, el 1) C ientíficas. A su vez se sub d ivid e n : conjunto de reales cédulas, p ro visio n e s, re glam e ntos y todo orden de d isp o ­ siciones que los m onarcas y los m agistrados redactaron, a tra vé s de los a) G eográficas. El m undo conocido p o r los antig u o s a m p lió en fo r /n ’a años, para el m e jo r g o bierno de sus posesiones en A m érica . consid erable su e xte n sió n cuando se tu vo la certeza de haber d e s c u b ie r t o El choque e n tre el español v ic to rio s o y el indio so m e tid o dio origen a un nuevo co n tin e n te . Fueron desechadas las te o ría s erróneas sobre la confi' Una se rie de problem as a tra vé s de los cuales los te ó lo g o s y ju ris ta s deja­ guración del un ive rso y quedaron dem ostradas la fo rm a y las d im e n s io n e s ron sentados los p rin c ip io s básicos de la lib e rta d y la dignidad humanas. reales del planeta.

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VIAJES DE LOS PORTUGUESES A p rin c ip io s del s ig lo XV los portugueses se hallaban a la vanqUaM. en m a teria de e stu d io s g e o g rá fico s y a s tro n ó m ico s. El p e rfeccionam ie de los in stru m e n to s n áuticos, el m ayor p o rte de los navios y el aum ento h los c o n o cim ie n to s c ie n tífic o s , anim aron a los m arinos lu sita n os a iniciar d e scu b rim ie n to de nuevas tie rra s . e' En 1415, Don E nrique (1394-1460), llam ado el N avegante, h ijo del Juan I de P ortugal, fundó en Sagres (p ró xim o al cabo San V ice n te ) una p6y cuela de cosm ografía y un o b s e rv a to rio a s tro n ó m ic o d estinado a perfecc¡S nar los e stu d io s de m arinos y c a rtó g ra fo s . °' A p a rtir de ese m om ento, Don Enrique se c o n v irtió en el d ire c to r d los d e scu b rim ie n to s po rtu g u e se s a lo largo del lito ra l a fricano.

D escubrim ientos en el litoral africano En 1418, B a rto lo m é P e re s tre llo (más ta rd e suegro de C olón) descubrió la isla de Porto Santo, y en 1419 los navegantes Zarco y Vaz llegaron a la isla M adeira. En 1434 G il Eannes logró cruzar el cabo Bojador. En 1445 D io n is io D ias lle g ó al cabo V erde; más tarde, D iego Gómez descubrió las islas de Cabo Verde. En 1460 fa lle c ió el in fa n te Don Enrique, aunque no por esto se detuvo la e xp lo ración de la costa africa n a , que co n tin u ó en los reinados de sus sucesores.

En 1462, Pedro C in tra de scub rió las costas de S ierra Leona y Guinea. Los navegantes Juan de S antarem y Pedro de Escobar cruzaron, en 1472, la línea im aginaria del ecuador, y en 1475 Fernando Poo a rrib ó a la isla que hoy lleva su nom bre. A ños más ta rd e (1484), D iego Cam y M a rtín Behaim arribaron a la desem bocadura del río Congo. En 1488 B a rto lo m é D ías lle gó al extre m o su r del A fric a . D ebido a las tem pestades que debió so p o rta r, el audaz m arino lo llam ó Cabo de las Torí m entas, pero luego el rey Juan II lo in m o rta lizó con el nom bre de Buena I ; Esperanza.

D escubrim iento y conquista de las Indias O rientales En 1497 Vasco de Gama zarpó de Lisboa y, luego de ■ itin e ra rio de Días, bordeó la costa africana o rie n ta l y a rrib ó K en el lito ra l sudoeste de la India. A l re g re sa r a Portugal fu e re cib id o con gran jú b ilo y i M anuel I, pues había e ncontrado la ruta que llevaba al país

se g u ir el m ism o a C a iic u t (1498), condecorado por de las especias.

Los p ortugueses tra ta ro n de in m ediato de asegurarse el d o m in io de l e s a ruta. El rey de Portugal equipó una poderosa armada que co n fió a Pedro W AIvarez C abral, quien p a rtió de Lisboa en 1500, pero sus naves fueron arras» tra d a s hacia el oeste po r las c o rrie n te s oceánicas. A v is tó tie rra s desconoB c id a s y to m ó posesión de e llas en nom bre del monarca; había recalado, sin 1 p roponérselo, en las costas am ericanas del B rasil. A l poco tie m p o Cabral zarpó en d ire cció n a la India, arrib ó a C a iic u t » y p o s te rio rm e n te re g resó a Lisboa. En pocos años los po rtu gue ses fu ero n dueños de un vasto im p e rio que I com prendía desde A fric a (cabo Bojador) hasta las M olucas, unas cin co m il leguas de costas.

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A sem ejanza de los fe n ic io s y los ca rta g in e se s, e sta b le cie ro n factorías o e staciones m a rítim a s, sin ocupar el in te rio r del te rrito rio . Por esta causa, el im p e rio colo n ia l portugués fu e de e fím e ra duración y a com ienzos del s ig lo XVII los holandeses se habían apropiado de num erosas fa c to ría s lu­ sitanas.

hallaría el paso in te ro c e á n ico . El 20 de se tie m b re p a rtió de S anlúcar al mando de una flo ta de c m c o n a v e s y

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VIAJES DE LOS ESPAÑOLES Entre 1499 y 1502 los reyes p e rm itie ro n la realización de o tro s viajes a las nuevas tie rra s , con lo cual quedó explorada la costa a tlá n tic a sudame­ ricana desde los 8 o de la titu d su r (cabo San A g u stín ) hasta el istm o de Panamá. Entre estas exp e d icio n e s — conocidas com o "v ia je s m e n o re s” — men­ cionarem os las de A lo n s o de Ofeda y V ice n te Yáñez Pinzón. En se tie m b re de 1513 el c o n q u ista d o r Vasco Núñez de Balboa p a r tió del puerto de A cia en Panamá y, luego de a tra ve sa r el istm o , d escubrió el M a r d e l Sur, hoy llam ado océano Pacífico. Este d e scu b rim ie n to p lanteó la necesidad de h a lla r la vía m a rítim a que p e rm itie s e ir de un m ar a o tro para co m u n ica rse con la India sin u tiliz a r Ia ruta de los portugueses. En 1516 Juan Díaz de S olís d e scu b rió el e stu a rio del Plata, que deno­ m inó M a r D ulce por el sabor de sus aguas. Persuadido de que ése no era el canal in te ro ce á n ico , no ta rd ó en m o rir en manos de los indios.

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bocas del actual río

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naufragó una de sus naves.

D escubrim iento del estrecho

no h n rip las V íraenes v apareció El 21 de o ctu b re las naves doblaron el Cabo de las V írgenes y j ante los audaces navegantes una g r a n escotadura que era, el ^ s ia d o ^ a s o j. n m ar A n te s de p e n e tra r en el, y debido a la escasez ae ? M aaallanes c o n su ltó con sus capitanes, quienes esta vez le aconsejaron “ pasar a d e la n te ” . S ólo se opuso Esteban Góm ez, quien — acobardado por riesaos— re q re só a S e villa por la ruta del A tlá n tic o . „ ctr o fh n 1 Cnn las tre s em barcaciones re sta n te s se in te rn a ron por el estrecho. De noche observaron hogueras en la costa sur, por lo que la denom inaron

I

f ie r r a d e , F u e g a ^ ^

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de ^

e , cabo de Todos /os

Santos, las em barcaciones llegaron a un inm enso océano que, por la tran q u ilidad de sus aguas, llam aron Pacífico.

Hernando de M agallanes El fraca so de Solís dejó p e n diente el problem a, pero en 1519 el nave­ gante p ortugués H ernando de M agallanes aseguró al rey de España q^e 69 68


Sólo d ie cio ch o hom bres habían conseguido dar la vu e lta al m undo y d e m ostrar la e sfe ric id a d del planeta.

Tratado de Tordesillas

La em presa había sido coronada con el é xito . M agallanes

indicó el

S «O os. pero la p o ste rid a d lo ha iSmof taliza do con el nom bre de su d e scu b rid o r. El cruce del océano, en d ire c c ió n al A sia , puso a prueba el te m ó le de

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escoSrhnfóieF|t 6fiSH Hambrie" t0® y sin a9 ua P o ta b le , m uchos pere cie ro n de escorbuto. El 6 de marzo de 1521 recalaron en las isla s M arianas. El mismo m es avistaron va ria s isla s que denom inaron San Lázaro (F ilip in a s ). M agallanes obtuvo la a m istad y el s o m e tim ie n to del rey de la isla de Cebú; pero com o los natu ra le s del cercano is lo te de M actam se negaron a re sp e ta r la auto rid a d del m onarca español, el va le ro so m arino c o m e tió la im prudencia de a tacarlos. El 27 de a b ril de 1521, M agallanes p e re ció asesi­ nado p o r los n atu ra le s; ju n to con él cayeron algunos com pañeros.

El regreso. Sebastián Elcano Luego de algunos in cid e n te s, Juan S ebastián Elcano se hizo carqo de la V ic to ria y G onzalo Góm ez de Espinosa de la Trinidad. Elcano in ic ió el regreso a España p o r el océano Indico, m ie n tra s la T rinidad, a causa de las averías, hubo de quedar en el p u e rto de Tidore 4, . , v /c fo /7 3 so p o rtó te rrib le s te m p o ra le s y, luego de d o b lar el sur del a iií iÜ. P° * v íve re s— tu v o que re ca la r en las islas de Cabo V e rd e . Po r t u g u e s e s d e tu v ie ro n a v a rio s tr ip u la n te s q u e d e s e m b a rc a ro n en o u sca de s o c o rro s .

Entonces Elcano, con los re sta n te s, se hizo a la vela y fin a lm e n te e n tró en S anlucar el 7 de s e tie m b re de 1522. rm a.m ente e m

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De acuerdo con la co stu m b re m edieval, el P ontífice — com o je fe de la cristia n d a d — concedía te r rito rio s d e scu b ie rto s y p re rro g a tiva s económ icas a los p rín cip e s que lucharan en defensa de su fe. Cuando C olón regresó del p rim e r via je , Fernando el C a tó lico , para e v ita r in cid e n te s con P ortugal, acudió al P ontífice para que éste re so lvie ra el o to rg a m ie n to de tie rra s . El 3 de m ayo de 1493 el papa A le ja n d ro VI prom ulgó una bula por la cual se daba a los Reyes C a tó lico s la posesión de las nuevas tie rra s , sie m ­ pre que no p e rte n e cieran — por bulas a n te rio re s — a o tro soberano. En el mes de ju n io , el P ontífice d ic tó la segunda bula concediendo a los Reyes C a tó lic o s y a sus sucesores la p o s e s ió n de las tie rra s d e scubiertas que se encontraban al o c c id e nte de una línea im aginaria que pasaría cien leguas al o e ste de las is la s A zo re s y de Cabo Verde. La línea de A le ja n d ro VI dejaba a Portugal la lib e rta d de p ro se g u ir sus via je s a lo largo de la costa a fricana y p e rm itía a España c o n tin u a r con sus d e sc u b rim ie n to s o ccid e nta le s. *Juan II, re y de P ortugal, no aceptó la d e cisió n del P ontífice y logró que sus re p re se nta n te s firm a ra n con los em bajadores de los Reyes C ató lico s, el 7 de ju n io de, 1494, el Tratado de T ordesillas. En él quedó e sta b le cid o que debía con sid era rse una línea im aginaría trazada a tre s c ie n ta s se te n ta leguas al o e ste de las isla s de Cabo Verde. Las tie rra s situadas al o e ste pertenecerían a España y las del este a Portugal.

ENCUENTRO DE EUROPA Y A M E R IC A Las civilizaciones prehispánicas Las grandes c u ltu ra s indígenas am ericanas, que flo re c ie ro n antes de la llegada de los españoles, se d e sa rro lla ro n en M éxico , A m é rica C entral las A n tilla s y en las p ro xim id ades de la larga c o rd ille ra andina de A m é rica del Sur (C olom bia, Ecuador, Perú, B olivia y p arte de la A rg e n tin a y C hile). Pueden d is tin g u irs e tre s zonas de grandes cu ltu ra s: a) M e so a m é rica : abarcaba M é xico , G uatem ala, Honduras y parte de N ica­ ragua. En té rm in o s g enerales, sus rasgos im p o rta n te s más com unes fu e ro n : las grandes p irá m id e s escalonadas, el c u ltiv o del cacao, el ca­ le ndario s o la r y litú rg ic o , el sistem a, n u m é rico v ig e s im a l‘(contaban subdiv id ie n d o de v e in te en ve in te ) y la e s c ritu ra de tip o je ro g lífic o . En esta zona c u ltu ra l se encontraban los aztecas y los mayas. b) C irc u n c a rib e : así llam ada porque el m ar C aribe bañaba las costas de aquellas cu ltu ra s . C om prendía las A n tilla s , A m é rica C entral y regiones de C olom bia y Venezuela próxim as al océano. Esta cu ltu ra , que no iguala en im p o rta n cia a la a n te rio r, carecía de una gran a rq u ite c tu ra en piedra.


c) Andinai: extendida a lo largo de la c o rd ille ra , desde el norte del nente hasta C hile. Se ca ra cte rizó por el c u lto de los m uertos el tra b a jo del cobre y el bronce y el cá lcu lo por un siste m a (quipus). Utí nud0s A esta zona c u ltu ra l corresponden los incas.

Los aztecas La más antigua c u ltu ra de im p o rta n cia fu e la de Teotihuacán al s in te del lago Texcoco. Se destaca a llí la gran p irá m id e d e l Sol, úna enn?0S' m ole de piedra de 60 m de a ltu ra , con una escalera que conduce a 016 pla ta fo rm a s u p e rio r donde había un te m p lo (hoy d e s tru id o ). También snh"13 salió en e scultura , con sus e statuas de dioses y m áscaras fu n e ra rias í piedra. dS de Le sig u ió en im p o rta n cia la cu ltu ra Tolteca, un pueblo que se establpo- en el va lle de M é xico y en el Yucatán. Su capital fu e Tula, ciudad n,!° asom bró por sus m onum entos. " e H erederos de los to lte c a s fu e ro n los aztecas quienes, si bien loqrarnn exte n d e r su dom inación desde el P acífico hasta el g o lfo de M éxico y desHo la A m é rica C entral hasta la m eseta de C hihuahua, ocuparon al princiDin solo una parte del actual te r rito rio m ejicano (20.000 leguas cuadradasl pero en la zona más fé r til y m e jo r dotada por la naturaleza, cual era el vallp de A nahuac (cerca del agua). T e nochtitlán fue su herm osa ca p ita l, a sie n to de las activid a de s políticas y m ilita re s . S ituada con s e n tid o e s tra té g ic o en el ce n tro de uno de los lagos

del v a lle (Texcoco) y a la que se llegaba por m edio de calzadas, era una populosa ciudad que im p re sio n ó a los con quista dores. , Los aztecas se hallaban organizados bajo un siste m a fe d e ra tiv o y tem an dos je fe s : uno para las fu n cio n e s c iv ile s y ju d ic ia le s llam ado C hihuacoH u a ltl (se rp ie n te hem bra) y o tro con fu n cio n e s m ilita re s y re lig io sa s, que era el T la ca te cu lli (je fe de hom bres), quien ejercía a su vez el gobierno de la fe d e ra ció n y ten ía además ca rá cte r sace rd o ta l. Los cargos de e stos je te s eran e le c tiv o s y v ita lic io s , pero no h e re d ita rio s. Un consejo trib a l o Tlatocán, in tegrado por ve in te m iem b ro s de o tro s ta n to s clanes o trib u s llam ados. C a lp u llis , e jercía el poder suprem o con fu n cio n e s am p lísim a s y ju ris d ic c ió n to ta l. . .. . , El c a lp u lli (o clan) c o n stitu ía el núcleo in ic ia l de la organización social. En él se concentraba un grupo de fa m ilia s — bastante num eroso— que po­ seía en com ún la tie rra , con la oblig a ció n de tra b a ja rla y d e fe nderla. Cada c a lp u lli tenía su tó te m 1 p rop io , sus te m p lo s y arsenales, y se hallaba gobernado por un C onsejo cuyos m iem bros eran e leg idos por los je fe s de las d is tin ta s fa m ilia s que integraban el clan.

.

se

El tótem era un ídolo de madera. La agrupación de lamillas que adoraban el mismo tótem

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-ndio adoraba cualquier objeto -n a tu r a l o a r t if ic ia l- al cual confena poder mág.co y rend,

'ación, acatamiento y variados sacrificios.

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La sociedad azteca com prendía una clase s u p e rio r o nobleza, intearan por sacerdotes y g u e rre ro s, luego el p u e blo (a g ric u lto re s y artesanos) fin a lm e n te , los s e rv id o re s y los esclavos. Una clase aparte la form aban in^' m ercaderes que no sólo viajaban con sus pro d u cto s, sin o que tam bién ocupaban del espionaje, aportando datos de pueblos vecinos. E xcelentes a g ric u lto re s , los aztecas h icie ro n de la tie rra el centro d su a ctivid ad económ ica. C u ltiv a r las parcelas era o b lig a to rio , la cosech6 se repartía e n tre la fa m ilia y los graneros p ú b lico s, donde se almacenab3 para la época de escasez o se d is trib u ía co n ve n ie n te m e n te . El c u ltiv o p rin cip a l era el maíz-, ta m b ié n el cacao, con el que fabricaban el chocolate-, además, p o ro to s , algodón, tabaco, m andioca, e tcé te ra . El m aguey les proporcionaba una pasta con la que fabricaban pape| además del pulque, bebida m uy u tiliza d a . Los trib u to s que cobraban a los pueblos vencid os gravitaban fa vo ra b le m e n te sobre su econom ía, para |0 cual tenían bien organizado el sis te m a de re co le cció n . En general, no u tiliza b a n la moneda. El tru e q u e o p erm uta era lo más usual, pero a veces em pleaban canutos de plum as llenos de polvo de oro b o lsita s de granos de cacao, o tro zo s de estaño o cobre en fo rm a de T. La guerra era la a ctivid a d más im p o rta n te de los aztecas. Educados desde niños en las p rá ctica s m ilita re s , aunque no tenían e jé rc ito s perma­ nentes, m ovilizaban con re la tiv a rapidez grandes c o n tin g e n te s de hombres d iscip lin a d o s. Carecían, en realidad, de una verdadera técnica guerrera, ya que la lucha se dejaba librada, en la mayor parte de los casos, a la acción individual. Existían diversas órdenes m ilitares que les conferían honores y privilegios. El acto de guerra perseguía dos fines principales: la obtención de tributos y prisioneros, a los que luego sacrificaban en honor de sus dioses. No ocupaban permanentemente a los pueblos vencidos, sino que los transformaban en tributarios, y la violación del pacto, suspendiendo los pagos, era reprim ida en form a por demás severa.

Los aztecas eran p o lite ís ta s e incorporaban a su re lig ió n las de los d is tin to s pueblos que som etían. La clase sacerdotal era m uy respetada y num erosa. Los te m p lo s que poseían en gran cantidad se denom inaban T e o ca llis y co n sistía n en grandes m ontañas de tie rra de fo rm a pira m id a l re ve stid a s con piedra o ladrillos, rodeadas de am plias esca lin a ta s que convergían en una p la ta fo rm a ; en ella se hallaban la p ie d ra de los s a c rific io s y algunos a lta re s con fuego perpetuo. U tiliza ban la num eración v ig e s im a l y la e s c ritu ra je ro g lífic o -s im b ó lic a . Tezcatlipoca y Q u e tza lco a lt, a quienes seguían num erosas divin id a d e s. La a rq u ite c tu ra c o n s titu y ó la m a n ife sta ció n más destacada de su arte. Los te m p lo s o te o c a llis , obras de c a rá c te r m onum ental y re lig io s o , son alardes de p e rfe cció n en el uso de la piedra. U tilizaban la num eración v ig e s im a l y la e s c ritu ra je ro g lífic a -s im b ó lic a . Hablaban la lengua nahuátl, que poseía sonidos arm oniosos y caracteres p rop ios y co n stitu ía , con o tro s pueblos, una unidad de ca rá cte r lin g ü ístico denom inada uto-azteca. Los m ayas Los te rrito rio s que ocuparon los mayas com prendían los a ctuales Esta­ dos m ejicanos de Chiapas, Tabasco y Y ucatán; casi toda la re p ú b lica de

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1

ru a te m a la y el n o ro este de H onduras y S alvador. Físicam ente eran delgados y m usculosos, de baja e sta tu ra y tez cobriL Tenían cráneo achatado (deform ado a rtific ia lm e n te ), cabello lacio y L e g ro ojos de igual co lo r, póm ulos pronunciados, boca grande y labios grUeCuando jos españ0 les llegaron a sus tie rra s , los en con traron en comD|eta decadencia. , Las fa m ilia s se agrupaban en clanes to te m ic o s y existía el patriarcado, núes el padre o Yum representaba la m ayor autoridad d e n tro de la célula social. La agrupación de clanes form aba la trib u , y su co n ju nto , una co n fe ­ d e ra c ió n regida por un C onsejo de A ncianos. ■ / t Á e I aspecto p o lític o , los mayas se agrupaban en ciudades-estados, : cáot ^ i a de e lla s gobernada por un ¡efe h e re d ita rio a quien secundaba el m encionado C onsejo. La sociedad com prendía: a) Los no b les, llam ados caciques por los españoles. b) Los sacerdotes, que tenían variadas a trib u cio n e s, estaban a cargo de s a c rific io s , o frendas, a divinació n, e tcé te ra . c) El pueblo — el más num eroso— se ocupaba de las tareas agrícolas y de la co n stru c c ió n de e d ific io s . d) Los esclavos, la clase social más in fe rio r. La econom ía se basaba en la a g ric u ltu ra ; el p rin cip a l c u ltiv o era el i

m aíz, al que llegaron a c o n v e rtir en una deidad. Le seguía en im p ortancia

i el algodón. El p ro d ucto de las cosechas se repartía por m itad es: una co­ rrespondía al Estado y o tra a los a g ric u lto re s . La gran d ific u lta d que debie1 ron ve n ce r fu e la escasez de agua, por lo cual se e stablecían cerca de ■ pozos naturales que llam aban cenotes.

En la región de Chichén liza (Yucatán) se hallan las ruinas ile una importante ciudad maya. En La foto, la gran pirámide llamada “ El (.astillo''. Tiene 51 metros de base y 3fí metros de ultura. En la parte superior, el templo destinado a los sacrificios humanos.


Con el cacao fabricaban el c h o c o la tl (ch o co la te ), ^ebida aceptada rg pidam ente por los europeos. Los mayas tu v ie ro n in d u s tria te x til, a lfa re ra y m e talúrgica. Fabricaban las te la s con algodón; en los te jid o s trataban de re p ro d u c ir — sobre Un fondo ge neralm en te blanco— la fig u ra del tó te m que adoraba cada uno de los d ive rso s clanes. U tiliza ro n el oro, la plata, el cobre y el b ronce en la fa b ric a c ió n de num erosos objeto s, la m ayoría de los cuales fu e ro n su stra íd o s por |0s conquistadores. A unque no fu e ro n de índole belicosa, m a n tu vie ron un e jé rc ito con el ob je to de defe n d e r sus tie rra s . Reconocían a un je fe m ilita r y a v a rio s sub­ a lte rn o s. Los gue rre ro s se d irig ía n a la lucha c u b ie rto s con p ie le s de anima­ les y pro te g id o s por escudos redondos. Sus arm as o fe n siva s eran los arcos y las fle ch a s; además, u tiliza b a n hachas y lanzas en los com bates a menor distancia. Con respecto a la re lig ió n de los mayas, no e xiste n datos muy certe­ ros, aunque puede a firm a rs e que eran p o lite ís ta s y — al igual que los azte­ cas— creían en un d u a lism o , con dioses b e n é fico s que representaban la llu via , el tru e n o , y o tro s dañinos, com o la sequía y la guerra. D ebido al c lim a el dios de la llu v ia (Chaak) era m uy reverenciado. El sum o sacerdote fue el d e p o s ita rio de la cie n cia y conocedor de todo el cerem onial religioso. M uy vinculada a la re lig ió n fig u ró la a rq u ite c tu ra . Los re sto s de los grandiosos m onum entos se han conservado hasta el p re se n te — a pesar de la acción del tie m p o y a la d e stru c c ió n in te n c io n a l— debido a la solidez y a la p e rfe cció n con que fu e ro n co n stru id o s . Los ce n tro s a rq u ite ctó n ico s más im p o rta n te s se han hallado en Palenque, U xm al, C hichén Itza, Tikal y Copán. Entre las ruinas más notables podemos citar los palacios de Palenque, al oeste del río Usamacinta, donde se observan grandes estatuas en actitud de adoración, lo que hace suponer que esa ciudad fue un lugar destinado al culto sagrado; en la península del Yucatán se hallan las ruinas de Uxmal, llamadas “ Casa del Gober­ nador” , “ Palacio de las M onjas” y “ Casa del Mago” . En la región de Chichén Itza se levantan la “ Torre del Caracol” y “ El C a stillo” .

Para fa b ric a r las p in tu ra s, los mayas usaban tin te s m in e ra le s y vegeta­ les que mezclaban con una sustancia viscosa, necesaria para a d h e rirla a las paredes u o b je to s de cerám ica. Em plearon los co lo re s rojo, a m a rillo , azul, verde, blanco y negro, en d ive rsa s tonalidades. Dividían el año en 365 días, con 18 meses de 20 días y agregaban 5 días suplem entarios; cada uno de los 20 días del mes tenía un nombre propio y un símbolo característico. Los sacerdotes numeraban los días del 1 al 13 y conside­ raban 13 meses de 20 días, es decir, que el calendarlo religioso tenía 260 días.

Los incas A com ienzos del s ig lo XVI, cuando los co n q u ista d o re s españoles llega­ ron al Perú, se enco n tra ro n con un gran im p e rio llam ado in c a ic o o quechua. Con mucha a n te rio rid a d se habían d e sa rro lla d o en el m ism o te r rito rio otras c iviliza cio n e s, conocidas h is tó ric a m e n te con el nom bre de preincaicas. Entre estas culturas preincaicas podemos citar: a) Los chimús, que se ubicaron hacia el norte del territorio y sobre la costa. Su capital, edificada cerca de la actual ciudad de T rujillo, fue Chan-Chan (ciudad

de las serpientes), cuyas ruinas indican el grado de adelanto a que llegó este pueblo. M Se considera que una de las civilizaciones más antiguas de la región peruana b) nie ^ a de Nazca? situada a 15“ de latitud sur. Las excavaciones dem ostraron la existenciá de una variada alfarería. c\ La ciudad de Tiahuanaco se encuentra al sur del lago T iticaca. Entre las ruinas j

* di

e s t a c u l t u r a s e destaca la “ Puerta del Sol” , un gran bloque de piedra donde se observa un friso con cuarenta y ocho figuras aladas.

A m ediados del sig lo XIII de n uestra era aparece en la h is to ria peruana el c a u d illo M anco Capac, quien e sta b le ció el ce n tro de su ' en Cuzco y com enzó gradualm ente a e xte n d e r la zona de su pod e rio _ Sus sucesores fu e ro n dom inando a los pueblos ve cinos. En épocas de Tupac Yupanqui (1440) las fro n te ra s lleg aro n, por el sur, h a sta la s p ro xim id ades dei río M aulé (C h ile ). El noroeste del te r rito rio a rg entino ta m b ié n se h alla­ ba co m prendido d e n tro de los lím ite s de la dom inación quechua. El núcleo social de los incas lo form aba el A y llu , agrupación sem ejante al cal pulí i azteca, es d e cir, co n ju nto de individ u o s re unidos en clanes totem icoS fam ¡|.a ^

m onogám ica y e l m a trim o n io in d iso lu b le , pero los fun-

í d o n a rlo s practicaban la poligam ia. <rIlc El Inca ¡efe suprem o del Im perio , era un personaje p od erosísim o. Sus in sig n ia s de mando se consideraban sagradas, y su persona era re s Petada com o la de un dios. El e x tra o rd in a rio Doato de su co rte , asi com o las lujosas prendas que vestía, m a ra villa ro n a los españoles que pisaron sus d o m in io s. 77

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del Sol y, por lo ta n to , le ofrecían un c u lto especial, ya que representaba la d ivin id a d de su sagrado lina je . Ese c u lto estaba a cargo de num erosos sacerdotes, magos y adivinos, cuya suprem a autoridad era el V illac-U nu. Personajes m uy im p o rta n te s eran los am autas o d e p o s ita rio s de la ciencia, quienes ayudaban sus curaciones con el em pleo de variadas hierbas m e dicina les. Los incas se destacaron por la grandeza y la m ajestuosidad de sus templos y palacios; además, construyeron caminos, puentes y acueductos. En el Cuzco se levantaba el templo de Coricancha, edificado con los elementos más costosos de que disponían. Otro m agnífico exponente de la grandiosidad de la arquitectura incaica es la fortaleza del Cuzco, levantada al norte de la ciudad.

Las d is tin ta s pa rtes del im p e rio estaban com unicadas por un s e rv ic io de chasques in te g ra do por ind ios m uy co rre d o re s,, quienes unían rápida­ m ente la d ista n cia de cu a tro leguas que m ediaba e ntre posta y posta. Los m ensajes se daban de palabra, aunque muchas veces eran p o rta ­ dores de quipus, es d e cir, de c u e rd e cilla s de d ife re n te s co lo res, con nudos v a ria b le s en tam año y dista n cia, que eran leídos por fu n c io n a rio s especia­ les, llam ados quipucam ayos, los que llevaban una verdadera co n ta b ilid a d del im p e rio .

IN D IG E N A S QUE POBLARON EL TERRITORIO ARGENTINO

Para mantener pura la sangre divina se casaba con su propia hermana Coya (reina); sus otras m ujeres se llamaban Pallas.' Todos los descendientes, legítimos e ¡legítimos form aban el Consejo de los Orejones, así llam ado porque sus integrantes se perforaban y agrandaban progresivam ente el lóbulo de las orejas. Generalmente el indio quechua no elegía su propia esposa, pues ésta le era impuesta por las autoridades, quienes también separaban a las mujeres más hermosas de cada ayllu para destinarlas al servicio del tem plo o del Inca.

Cada m a trim o n io tenía su " tu p u ” o parcela de tie rra , cuya extensión podía aum entar de acuerdo con la cantidad de h ijo s y, a veces, por los m é rito s de su dueño. Las tie rra s no pertenecían a cada in d ivid u o sino a la co le c tiv id a d , y todos los años el Inca ordenaba la d is trib u c ió n de los nuevos tupus. C onstruían terrazas en las laderas de las montañas, se m e ja n te s a enor­ mes escalones, donde sem braban en d ive rsa s épocas del año. Contaban tam bién con un buen sis te m a de rie g o por m edio de canales que llevaban el agua por los más variados re c o rrid o s . Los ríos que surcaban el te r rito rio les ofrecían grandes cantidades de oro, m etal que, com o hem os v is to , era m uy usado en la lujosa co rte incaica; además, obtenían p la ta , cobre y cinc. Poseyeron un e jé rc ito a g u e rrid o y d is c ip lin a d o , por lo que les fue re la ti­ vam ente fá c il c o n q u is ta r y m antener la dom inación de los pueblos lim ítro fe s . Los g u e rre ro s usaban arm as vis to s a s , ta le s com o la maza de cobre y una lanza con punta de bronce. Entre las d e fe n siva s podem os c ita r el escu­ do y el casco, que les protegía la cabeza. Desde el punto de v is ta re lig io s o adoraban a un dios suprem o, llam ado Viracocha, y a num erosas deidades secundarias. Los Incas decían descender 78

No puede ca lcu la rse con e xa ctitu d la fecha en que com enzó el poblam ie n to indígena de nue stro te rrito rio . Se supone con fu n d a m e n to q u e las c o rrie n te s m ig ra to ria s pen etraron, aproxim adam ente, unos 10.000 años a .C . Cuando se p ro d ujo el a rrib o de los p rim e ro s co nq uistad ores españoles, el actual te r rito rio de nuestro país estaba poblado por aborígenes que habían alcanzado d ife re n te s estados c u ltu ra le s. Podemos c la s ific a rlo s de la s ig u ie n te manera: 1?) Pueblos del noroeste.

8?) O longastas.

2?) Lule-V ilelas.

9?) Huarpes.

3?) Indígenas del Chaco.

10?) Pampas.

4?) Tonocotés.

11?) P rim itivo s m ontañeses.

5?) C om echingones.

12?) A raucanos.

6?) Guaraníes.

13?) Pueblos de la Patagonia.

7?) Pueblos del lito ra l.

14?) Canoeros m agallánicos.

19) Pueblos del noroeste Entre los d ive rso s pueblos indígenas que habitaron esa región de n u e stro suelo, nos ocuparem os de los d iaguitas y los calchaquies. Estos aborígenes — los de más elevada cu ltu ra en todo el te r rito rio a rg e n tin o — ocupaban parte de las a ctuales p ro vin cia s de S alta, Tucumán, C atam arca y La Rioja.

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Se agrupaban en pueblos gobernados por caciques h e re d ita rio s ; en caso de guerra, las trib u s se unían bajo el mando de un solo je fe . Las fa m ilia s eran — por lo com ún— bastante num erosas y practicaban la p0 |¡ gamia. A doraban al Sol, aunque tam bién rendían c u lto al tru e n o y a [ re_ lám pago. Los he ch icero s o b ru jo s eran considerados los d e p o s ita rio s de |a ciencia. Fueron se den ta rio s y tu v ie ro n dos tip o s de poblados fijo s : los p u e b lo s v ie jo s , levan ados en las te rra za s de c u ltiv o s (sin defensas m ilita re s ), y los pucarás o fo rta le z a s e rig id a s en lo a lto de los cerros. La econom ía se basaba en el c u ltiv o de la tie rra y su p rin cip a l alim ento era el maíz. D ebido a las co n d icio n e s del suelo, trazaron acequias y canales para la irrig a c ió n a rtific ia l. Se destacaron en a lfa re ría , e sp e cialm e n te en la fa b ric a c ió n de urnas fu n e ra rias, en las que depositaban cadáveres de niños. Con piedra trabaja­ ron hachas, boleadoras y puntas de fle ch a s; ta m b ié n dem ostraron sus in c li­ naciones a rtís tic a s con variadas p ic to g ra fía s , cuyo s ig n ific a d o se desconoce. Fue im p o rta n te la a ctivid a d m e ta lú rg ica , pues sabían e xtra e r m inerales (oro, plata, cobre) que luego de m achacar en m o rte ro s de piedra, fundían en pequeños hornos. Trabajaron te la s de lana que algunas veces teñían con süstancias vege­ ta le s . A dem ás, por el hallazgo de v a rio s tip o s de canastos, puede afirm arse que p ra ctica ro n la ceste ría . Los d ia g uita s y los calchaquíes fu e ro n g u e rre ro s m uy be lico so s, que asom braron a los c o n q u ista d o re s por su fie re za indom able. Usaban el arco y la fle ch a con suma rapidez y era ta l la potencia del im p a cto que podían a tra ve sar el cuerpo de un hom bre.

Z?) Lule-Vilelas Ocupaban to d o el n o rte de la actual p ro vin cia de S antiago del Estero y zonas lim ítro fe s de S alta, Chaco y Tucumán. Indígenas de vida nómada, a lto s y delgados, se dedicaban a la caza y a la re co le cció n de fru to s s ilv e s ­ tre s . Gustaban de la m iel y con la algarroba preparaban la chicha, bebida em briagadora. Rendían c u lto a una d ivin id a d s u p e rio r y adoraban fe tich e s.

3?) Indígenas del Chaco C om prendía a los m atacos y a los guaycurúes. Bajos y m usculosos, cu p u lar h e m is fé ric a y creían en la e x is te n c ia de un e s p íritu s u p e rio r que le cción de fru to s s ilv e s tre s (chañar, algarroba, ananá), a la caza de mamí­ fe ro s y de avestru ce s y a la pesca. La fa m ilia era ge n e ra lm e n te m onogám ica; habitaban chozas de form a cupular h e m is fé ric a y creían en la e x is te n c ia de un e s p íritu su p e rio r que estaba presente en los fenóm enos de la naturaleza, en los anim ales y en las plantas.

4?) Tonocotes H abitaban la actual p ro v in c ia de S antiago del E stero, en te rrito rio s com pre ndid os al su r del río Salado. Fueron s e d e n ta rio s y se dedicaron al

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aunque se extendían en una gran región del c o n tin e n te sudam ericano. E jer­ cie ro n in flu e n c ia sobre o tro s aborígenes y aún en la actualidad la lengua guaraní se habla en regiones de C o rrie n te s, M isio n e s y Chaco. Eran bajos, de cabeza redonda, o jos pequeños y e xpresivo s. Fueron se d e n ta rio s y su econom ía ha sido ca lifica d a de tip o n e o lític o . C ultiva ban la tie rra (m andioca, zapallo, batata), aunque ta m bién se dedicaban a la caza, la pesca y la re co le cció n de fru to s s ilv e s tre s . Sus vivie n d a s estables, levan­ tadas con tro n co s y cu b ie rta s de ram as y hojas, albergaban a fa m ilia s num erosas. Fueron a n tropófagos o “ com edores de carne hum ana” , según relataron los cro n is ta s españoles. Creían en una d ivin id ad s u p e rio r y todopoderosa (Tubá), pero no le rendían cu lto . Estaban agrupados en trib u s al mando de caciques h e re d ita rio s ; y la fa m ilia era ge n e ralm ente m onogám ica. C o nstru yeron tin a ja s y urnas fu n e ­ rarias. G u erreros y navegantes, se internaban por los ríos en rápidas canoas. 7 °) Pueblos del litoral

Habitaban ambas rib era s del río Paraná, desde la co n flu e n cia c o n ” el Paraguay hasta el curso in fe rio r. Entre los d ive rso s pueblos recordem os los m oco re tá e s (al n o rte ), los tim b ú e s y coronelas (regió n c e n tra l) y los chanáes (al sur). Eran a lto s y bien form ados. Se dedicaban a la pesca, a la caza y — en m enor grado— a la re co le cció n de fru to s s ilv e s tre s . H abitaban chozas re c­ ta n g u la re s hechas con ju ncos. Poco se sabe con re sp e cto a su organización so cia l. Se destacaron en a lfa re ría , e specialm e nte en el decorado.

89) Olongastas c u ltiv o del maíz y del zapallo. En m enor escala practicaban la caza, la pesca y la re co le cció n de fru to s s ilv e s tre s . Se destacaron en la cerám ica, esp e cialm e n te en el tra b a jo de urnas fu n e ra rias y e s ta tu illa s . Las m u je re s conocían el hilado y el te jid o .

59) Com echingones Estos indígenas habitaban las sie rra s cordobesas y la porción noroeste de la p ro vin cia de Salta. A lto s y m orenos, se d ife re n cia b a n de o tro s pueblos por un rasgo c a ra c te rís tic o : tenían barba. V ivían en cuevas n a turales o a rtific ia le s cavadas en la tie rra en form a de h abitación, que cubrían con m aderas y pajas. Se dedicaban ta n to al c u ltiv o del suelo (maíz, poroto, zapallo) com o a la caza (guanacos, lie b re s, cie rvo s) o a la re co le cció n (fru ta s del algarrobo). Trabajaron la piedra y fa b rica ro n hachas, puntas de fle ch a s y bolea­ doras. C onocían el hilado de la lana. No se destacaron en a lfarería.

Ocupaban los llanos riojan os y las regiones p róxim a s a San Juan y San Luis. Eran a lto s y delgados. C ultivaba n maíz y zapallo, aunque tam bién se dedicaban a la caza y a la reco le cció n , espe cialm e n te de la algarroba. Ignoram os cóm o estaban organizados y la fo rm a en que se agrupaban so­ cia lm e n te . C onocían el hilado y te jía n la lana que les proporcionaba la llam a. 9 9) Huarpes

Habitaban p arte de M endoza, San Juan y San Luis. F ísicam ente eran m uy se m ejantes a sus ve cinos, los olongastas. C onstruían sus vivie n d a s con paredes de piedra y techo s de paja. So­ cia lm e n te practicaban el so ro ra to y el le v lra to -1 Fueron p o lite ís ta s y creían en una d ivin id a d s u p e rio r que moraba en la c o rd ille ra . Tam bién adorabanlos astro s, p a rtic u la rm e n te al Sol.

6?) Guaraníes En la época del d e s c u b rim ie n to , estos indígenas sólo ocupaban una reducida zona de n uestro te r rito rio — e sp e cialm e n te el curso del Paraná— ,

1 El sororato es la costum bre por la cual el varón al casarse adquiere tam bién el derectio a hacerlo con las hermanas m enores de su mujer. Levirato s ig n ific a , que al m orir el m arido, la viuda y sus h ijos pasan a depender del hermano del fa lle c id o .


109) Pampas Estos indígenas habitaban casi toda ia p ro v in c ia de Buenos A ire s , el su r de Santa Fe, Córdoba y San Luis y el n o ro e ste de la Pampa. Integrantes de los pampas fu eron los querandíes, los p rim e ro s indígenas que conocieron los co n quistado re s a rribados con Pedro de Mendoza. Eran robu sto s y a lto s, de cara redonda y. nariz achatada. Llevaban vida nómada y era habitual en e llo s el cam inar muchas leguas. Se alim entaban de la caza y de la re co le cció n de fru to s s ilv e s tre s . U tilizaban a m odo de vivie n d a un s im p le p a ravientos que levantaban rápidam ente con cu a tro esta ­ cas y cubrían con cueros. Se agrupaban en trib u s al mando de caciques. La fa m ilia era p olig à m ica y el in d io com praba sus m u jeres a los re sp e ctivo s parie ntes. Creían en un d ios s u p e rio r (S oychu) con quien se reunía el alma des­ pués de la m uerte, y en un e s p íritu del bien (g u a lich u ). Eran su p e rs tic io s o s y cada trib u tenía su b ru jo (sham án).

11?) Prim itivos m ontañeses C om prendía a los pu e lche s y los pehuenches que ocupaban el su r de M endoza y la región c o rd ille ra n a del Neuquén. Físicam ente eran a lto s, del­ gados y de piel oscura. A costum braban a p in ta rse el cuerpo de d ife re n te s co lo re s y en las re giones m ontañosas usaban unas m aderas — en fo rm a de raqueta— para andar por la nieve. Se dedicaban a la caza y a la re co le cció n de s e m illa s y fru to s silves-, tre s . La fa m ilia era m onogàm ica y se agrupaban en pequeñas trib u s al mando de caciques h e re d ita rio s .

12?) Araucanos O rig in a rio s de C hile, los araucanos o m apuches ocuparon — en la se­ gunda m itad del s ig lo X V II— la región de nu e stro te rrito rio habitada por los puelches y los pehuenches. Eran robustos y bien confo rm a d o s, de cara redonda, boca m ediana y ojos vivaces. El cuerpo era lam piño, pero usaban el pelo largo. Habitaban en to ld o s hechos con arm azones de palos, cu b ie rto s con cueros. C reían en un d io s suprem o, cre a d o r del universo, y en un genio del mal (P illam ) que moraba en la c o rd ille ra ; ta m bién fu eron m uy s u p e rs tic io s o s . Vivían de la caza y de la pesca. C ultivaban — en pequeña escala— maíz, p o rotos y zapallos.

Indios patagones con sus indumentarias y vivienda, tDibujo de D’ Orbigny y Lasalle.)

algo m enor que sus vecin os del sur. Se dedicaban a la caza de guanacos y de a ve stru ce s pero, más tarde, p re firie ro n la carne de caballo. Fueron nómades y habitaban en el llam ado “ to ld o pam peano", una arm azón re cta n g u la r de estacas cu b ie rta con cueros. La fa m ilia era monogám ica y el m a trim o n io se efectuaba por com pra de la novia. Creían en un dios suprem o (tu ku tzu al) al que no rendían cu lto , y en un genio m a lé fic o (arraken) causante de todas las desgracias. b) Patagones d e l sur. Fueron los indígenas que a v istó M agallanes. P ertene­ cían a este pueblo los teh uelche s, que habitaban C hubut y Santa Cruz, y los onas de T ierra del Fuego. Se dedicaban a la caza y a la recolección. Sus v iv ie n d a s con sistía n en s im p le s paraviento s o en chozas de fo rm a cónica. No cono cieron la cerám ica ni la ce ste ría y utiliza b a n com o re c ip ie n te s valvas de m oluscos o caparazones de a rm a d illo s. Trabajaban la piedra, el hueso y el cuero.

149) Canoeros m agallánicos 139) Pueblos de la Patagonia Ocupaban la gran e xte n sió n de nu e stro te rrito rio com prendida e n tre el río Negro por el n o rte y la región fu eguina por el sur, y desde los A ndes hasta el A tlá n tic o . D ebem os co n sid e ra r dos grupos: a) Patagones d e l norte. H abitaban la región de lo s jr ó s N egro y C o lo ra d o y. por el sur, llegaban desde Nahuel Huapi hasta la península de V aldés, en el A tlá n tic o . F ísicam ente eran a lto s y c o rp u le n to s, aunque de ta lla

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H abitaban el e xtre m o a ustral de la T ierra del Fuego e islas circu ndan ­ te s . C om prendían dos agrupaciones: yamanas y alacalufes. Eran poco re s is ­ te n te s , de baja e sta tu ra y p iernas ge neralm ente arqueadas. Se dedicaban a la pesca y a la caza de m a m íferos m arinos, aunque tam b ién com ían cangre­ jo s y erizos de mar. Vivían en chozas cónicas y arqueadas hechas con ramas y clavadas en la tie rra ; la entrada era m uy baja y el in dio debía agacharse para p e netrar en e lla . Navegaban en canoas de unos cinco m e tro s de largo. S u s arm as eran el a rto y la fle ch a , la lanza y el arpón. No tenían caciques y vivían en grupos aislados. C arecieron de cerám ica.

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LA C O N Q U ISTA Establecim iento de los españoles en A m érica En el tra n sc u rs o del s ig lo XVI, y bajo el g obierno de C arlos V los es pañoles em pren die ro n su cesivas exp e d icio n e s para c o n q u is ta r y colonizar las tie rra s d e scu b ie rta s por C olón. Estos hom bres va le ro so s no se lim ita ro n a e x p lo ra r las más apartadas regiones, sin o que poblaron el inm enso esce­ nario am ericano y d ifu n d ie ro n sobre los pueblos, aborígenes su sanare q.i re lig ió n y su cultura.» ’ El d e scu b rim ie n to , la co n q u ista y la co lo n iza ció n de A m é ric a se carac te riza ro n por se r em presas p o p u la re s; a llí el esfuerzo in d ivid u a l o privado sobrepasó la acción o fic ia l de la Cor'ona. Sus fin e s eran ocupar las tierras en nom bre del rey, e x p lo ta r las riquezas naturales y c o n v e rtir a los aborí genes al c a to lic is m o . Los con quista d o re s españoles fue ro n , en su m ayoría, hom bres hum il des, rudos e ig n o ra n te s. G uiados por el afán de lu cro , pero tam bién por s in ce ro e s p íritu re lig io s o , e sto s va le ro so s a ve n tu re ro s a fro n ta ro n todos los p e lig ro s y desa fia ro n to d o s los riesgos. La obra evangelizadora de la Iglesia se hizo p re se n te desde el p rim e r m om ento y los re lig io s o s , que en algunos casos hasta p re ce d ie ro n a los con quistad ore s, fu e ro n los encargados de c o n v e rtir los indígenas al c a to li­ cism o. Esta con q u ista e s p iritu a l acercó al in d io a la c iv iliz a c ió n , tra n sfo rm ó sus cre encias paganas y m o d ific ó sus ideas y sus costum bres. El encuentro entre españoles e indígenas originó un lógico y natural choque . producido por las diferencias de razas y culturas que term inó <x>n- la victoria de los europeos, no p o r destrucción sino po r asim ilación. Es pr.e cis° reconocer que la conquista española en Am érica se extendió desde M éxico y las Antillas hasta las soledades patagónicas, y que en tan variado territorio y diversidad de clim as no pudo desarrollarse un proceso único y general, •„ti , x ls t'eror] lugares, como el Paraguay, donde el medio geográfico propicio influyo sobre la fusión de las razas. En Chile, en cambio, las guerras adquirieron ca^orf ^ \ u s 6 h°ab[faT!fesCr" 6^^8d Y ' ° S ¡ndi° S destruyeron c¡udades i t e r a s y sacriLos conquistadores hallaron civilizaciones indígenas muy dispares. No podeStHh,?=PHrari grad0 ^ elant0 a q ue llegaron los aztecas o los incas, con 1 r e( región del Plata; de allí que hubo españoles afortunados, como H a ° ^ 0S que’ sl b!®n sostuvieron cruentas luchas, tuvieron la satisfacción IL w l " , S' en cam bio murieron olvidados en las intrincadas selvas o sus cadaveres fueron arrojados a las profundidades del mar infinito. ^

C O N Q U ISTA DE M EXIC O Hernán C ortés Dom inada por los españoles la isla de Cuba, el gobernador D iego de Velázquez re cib ió n o tic ia s sobre la e x is te n c ia de un gran Estado indígena, el de los aztecas, ubicado en el actual te r rito rio m ejicano. R esuelto Vejázquez a c o n q u is ta r esas regiones, co m isio n ó al hidalgo extrem eñ o H ernán C o rté s, que había sido su s e c re ta rio y com pañero de arm as. La e xped ición se hizo a la vela a m ediados de fe b re ro del año 1519 La com ponían 11 naves, 690 hom bres y 16 caballos.

Lueqo de re c o r re r la s c o s ta s d e l Y u c a tá n ava nzó ha sta S an Juan de U lú a v a f in de p r o te g e r su re ta g u a rd ia , fu n d ó una p o b la c io n qu e lla m o V illa 'rric a de la V e ra c ru z . E lig ió un C a b ild o a n te el cual re n u n c ió a lo s c a rg o s c o n fe rid o s p o r V e lá zq u e z y se h izo n o m b ra r c a p itá n g e n e ra l. D e sd e 1502, M o c te z u m a el Jo ve n e ra el je fe de lo s a z te c a s y e m p e ra ­ d o r de la C o n fe d e ra c ió n . S u p e rs tic io s o e in flu id o p o r lo s s a c e rd o te s , c re y ó que lo s e u ro p e o s e ra n e n v ia d o s d e l le g e n d a rio d io s O u e tz a lc o a tl, que había p ro fe tiz a d o re g re s a r p a ra c a s tig a r a lo s a zte ca s p o r su s a n g rie n to ritu a l. C o rté s p ro s ig u ió a va nza nd o y lu e g o de d ie z m a r a lo s in d íg e n a s en C h o lu la , lle g ó , el 8 de n o v ie m b re a la s p u e rta s de T e n o c h titlá n , c a p ita l de la c o n fe d e ra c ió n a zte ca . M ie n tra s ta n to , e l g o b e rn a d o r de C u ba había e n v ia d o a P a n filo de N a rvá e z al fr e n te de una e x p e d ic ió n , con el e n ca rg o de a p re s a r y c a s tig a r a C o rté s p o r su d e s o b e d ie n c ia . S in e m b a rg o , cua nd o e s to s e fe c tiv o s d e s e m ­ b a rc a ro n en t e r r it o r io a zte ca , se p a sa ro n to ta lm e n te a' la s fila s de c o r te s , q u ie n re fo rz ó su s tro p a s con h o m b re s , a rm a s y c a b a llo s . n t_r a m n ia Los in d io s no ta rd a ro n en s u b le v a rs e y en g ra n c a n tid a d a b a r o n la fo rta le z a de lo s e s p a ñ o le s . M o c te z u m a , que había s id o re e m p ' ^ d ° P° h e rm a n o C u itla h u a c , se o fr e c ió para a p la c a r las ira s de su p u e b lo , p e ro tu e h e rid o p o r lo s re v o lto s o s y fa lle c ió .

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La enemistad entre Cortés y Velázquez se Inició cdn los preparativos de la expedición. El del primero por la empresa despertó los recelos del gobernador de u .

3 ntusiasmo

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En la noche del 30 de ju n io (1520), conocida en la h is to ria com o " noche tr is t e ” , C ortés d e cid ió evacuar la ciudad en v is ta de la grave s itu a c ió n . A pesar de las precauciones adoptadas, fu e so rp re n did o por los indígenas, quienes lo atacaron fu rio s a m e n te . Por ú ltim o , y a costa de grandes e s fu e r­ zos, pudo lle g a r hasta la población de Tacuba. Sin desanim arse por el c o n tra s te su frid o , C o rté s p ro sig u ió la marcha y al mes s ig u ie n te obtuvo una buena v ic to ria sobre los indígenas en el va lle de O tum ba. El je fe español co n ce n tró sus fuerzas en Tezcuco y aum entó su e jé rc ito con op ortuno s refuerzos llegados de Cuba para Narváez, a quien Velázquez im aginaba vencedor. Tardó un año en re o rg a niza r sus tro p a s, y el 30 de m ayo de 1521 co­ menzó el s itio de T e n o ch titlá n , ciudad que, ubicada d e n tro del lago Texcoco, era fá c il de defender. M e tro por m e tro debió avanzar hasta que, agotadas las defensas de los s itia d o s , el 13 de agosto de ese año cesó toda re s iste n cia . Ruinas hum eantes y m ile s de cadáveres era lo que quedaba de la orgullosa ciudad. C orté s in ic ió in m e d ia ta m e n te las tareas de re c o n s tru c c ió n : creó un C abildo y d ic tó una se rie de acertadas d isp o sicio n e s. En octu b re de 1522, el em perador C arlos V designó al va le ro so co n q u is­ ta d o r G obernador, C apitán G eneral y J u s tic ia M ayor de Nueva España, nom ­ bre dado a las tie rra s ocupadas.

C O N Q U ISTA DEL PERU Pizarro y A lm agro Luego del d e s c u b rim ie n to del M ar del Sur, los indígenas in fo rm a ro n a los españoles acerca de la e x is te n c ia de grandes riquezas en un país situa-

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do sobre ese lito ra l. C o nfirm ad as las n o ticia s, dos audaces soldados, Fran­ cisco Pizarro y D iego de A lm a g ro d e cid ieron em p render la co nqu ista del va sto im p e rio de los Incas. D espués del fra caso de dos prim eras expediciones, y ante la negativa del gobernador de Panamá para conceder una nueva a utorizació n, los socios d e cid ie ro n re c u rrir a la C orte. Pizarro fu e el com isionado que se tra sla d ó a España y firm ó con C arlos V (ju lio de 1529) las ca p itu lacio n e s que le otorgaban la co n q u ista del Perú. S alió de Panamá en enero del año 1531, al fre n te de tre s naves y 180 hom bres. A lm a g ro — con re fu e rzo s— lo se guiría más tarde. Pizarro p ro s ig u ió la m archa y, a o rilla s del río Piura, fund ó la ciudad de San M ig u e l, donde dejó un co n tin g e n te al mando de S ebastián de Benalcázar y se d irig ió a C ajam arca, donde se encontraba el Inca. En n oviem bre de 1532 Pizarro y sus acom pañantes entra ron en Cajam arca, ciudad que se hallaba d e sie rta . A tahualpa, con. to d o s sus e fe c tiv o s , había acampado en un ce rro cercano. D ispuso el je fe español adoptar la tá c tic a de C o rté s, es d e cir, apode­ rarse del Inca para u tiliz a rlo com o rehén. Envió una delegación para salu­ da rlo en su nom bre; A tahualpa p ro m e tió d e vo lve r la v is ita al día sig u ie n te . En la ta rd e del 16 de noviem bre cayó en la celada y fu e apresado. Som etido a proceso, y luego de una parodia de ju ic io fue condenado a muerte en la hoguera. Como a últim o momento aceptó recibir el bautismo, se libró del fuego y fue ajusticiado en el garrote. Tenía entonces treinta años (29 de agosto de 1533).

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La m u e rte de A tahualpa co n vu lsio n ó el im p e rio y entonces Pizarro d e cid ió e le g ir nuevo Inca y coronó a Toparca, herm ano del a n te rio r. Cuando marchaban en d ire c c ió n al Cuzco — ca p ita l del im p e rio — el nuevo soberano indígena fa lle c ió , proba b le m e n te envenenado. El 15 de novie m b re de 1533 los españoles penetraron en dicha ciudad. Los te m p lo s y los palacios fu e ro n saqueados sin c o n te m p la ció n alguna y los co nquistado re s se re p a rtie ro n las abundantes riquezas que hallaron. Un nuevo em perador, llam ado Inca M anco, gobernó bajo las órdenes de Pizarro, quien organizó la a d m in is tra c ió n y d is trib u y ó cargos y tie rra s .

C O N Q U ISTA DE VENEZUELA El lito ra l venezolano fu e explorado por el m arino español A lo n s o de Ojeda. Sobre esas costas, el capitán Juan de A m pués fun d ó la ciudad de C oro e in ic ió los p re p a rativo s para c o lo n iza r la región (1527). M ie n tra s ta n to , los W e lse r — poderosos c o m e rcia n te s alem anes— ob­ tu vie ro n de C arlos V la concesión en arrie n d o de una p arte de esa zona. La e xp edició n fue confiada a E nrique A lfin g e r y Je ró n im o S a ile r, q uie­ nes p a rtie ro n de S anlúcar en 1528 y desem barcaron en Coro. El p rim e ro se inte rn ó en busca del legendario El Dorado y, luego de cruzar el lago M ara­ caibo, rem ontó el río M agdalena. O btuvo un rico botín, pero fue asesinado por los indígenas. La concesión recayó e ntonces en o tro alemán llam ado Jorge Spira, quien a rrib ó a C oro en 1534 e in ic ió la In ú til búsqueda de ciudades fa n tá s ­ tic a s. Su segundo, N ico lá s Federm an, que había p a rtid o en su ayuda con refuerzos, d e cid ió in te n ta r por su cuenta la conquista. A lte ra n d o el rum bo, lle g ó al te r rito rio de los chibchas, en el va lle de Bogotá (a b ril de 1539). Con toda sorpresa, com probó que otras e x p e d ic io ­ nes, procedentes de d is tin to s puntos, se le habían adelantado. En e fe c to : G onzalo Jim énez de Quesada había fundado en el v a lle la ciudad de Santa Fe de Bogotá. Tam bién se encontraba Sebastián Benalcázar, procedente de Q uito. Federman fu e indem nizado y tra n s firió sus fuerzas a Quesada. Los conq uistad ores, luego de organizar el gobierno, se d irig ie ro n a sus respec­ tiv a s gobernaciones y de a llí a España. En 1542, C arlos V dejó sin e fe c to la concesión otorgada a los alem anes y la región pasó a depender de Santo D om ingo. F rancisco fa ja rd o , natural de esa ciudad, fundó, en 1560, la v illa de San Francisco, más ta rd e llamada Caracas por el capitán D iego Losada, que la re e d ific ó .

Rem ontó el M agdalena y, luego de ve n ce r grandes inconveniente s, llegó al te r rito rio de los chibchas. Con escasas fuerzas d e rro tó a los ind ios y en agosto de 1538 fundó la ciudad de Santa Fe de Bogotá. C ontinuó la e xplora ­ ción en busca de te s o ro s y con sig uió to m a r p risio n e ro al cacique de Tunja, al que despojó de grandes riquezas. Quesada llam ó a la región "N ueva G ranada" en recuerdo de su tie rra natal. Poco después se produ jo el encuentro con Benalcázar y Federm an, - al que nos re fe rim o s en el punto a n te rio r. La zona o ccid e ntal del río M agdalena fu e conquistada por Pedro de H eredia quien, en 1533, fun dó la ciudad de C artagena e in ic ió la e x p lo ra d o r d e 'la región donde h alló bastantes riquezas

C O N Q U ISTA DE CHILE CO N Q U ISTA DE NUEVA G R A N A D A (Colom bia) En 1525 Flodrigo de B astidas v o lv ió al D arién, cuyas costas había e xp lo ­ rado y, cerca de la desem bocadura del río M agdalena, fundó Santa Marta-, poco más tarde, y a causa de una d isp u ta con un lu g a rte n ie n te , p a rtió m al­ herido a Cuba, donde fa lle c ió . El adelantado Pedro Fernández de Lugo llegó a Santa M arta en 1535 para ocupar la reglón del río M agdalena. A l año sig u ie n te c o m is io n ó a G onzalo Jim énez de Quesada, quien al fre n te de 700 hom bres in ic ió la e xploración en a b ril de 1536.

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En 1536 Francisco Pizarro convenció a su socio D iego de A lm a g ro para que em p re n die ra la con q u ista de los te rrito rio s situa dos al su r del Cuzco, en los cuales, según n o ticia s de los indígenas, había grandes riquezas. En busca de fa bu lo so s te so ro s llegó hasta el va lle del río M aipo, pero luego — ante la ausencia de riquezas— o ptó por regresar al Perú (1537).

Pedro de Valdivia En 1539 Francisco Pizarro a uto rizó a Pedro de V aldivia, capitán de su e xp e d ició n , para que em p rendiera la co n quista de C hile . A l fre n te de 150

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soldados y de indios a u x ilia re s , V a ld ivia p a rtió del Cuzco en enero del año 1540. Después de cruzar el d e s ie rto de A tacam a, avanzó hasta el v a lle del río M apocho. El 12 de fe b re ro de 1541 fundó en ese lugar la ciudad de Santiago. Pronto com enzaron las d ific u lta d e s con los indios, quienes atacaron a los españoles e incendiaron la ciudad. V ald ivia p id ió ayuda al Perú y con e lla pudo re e d ific a r S antiago y explo­ ra r el te r rito rio más al sur. Luego v o lv ió al Cuzco, donde luchó en favor de Pedro de la Gasea — al fre n te del g o bierno del Perú— co n tra una suble­ vación de F rancisco Pizarro. Su lealtad fue prem iada con la c o n firm a c ió n de su títu lo de gobernador. Con ese cargo y 200 hom bres de re fu e rzo em pren­ d ió el regreso a C h ile (enero de 1549). Para e xte n d e r la co n q u ista , V a ld ivia p a rtió hacia el sur y en marzo de 1550 fundó, en la bahía de Talcahuano, la ciudad de C oncepción. Después de rechazar un v io le n to ataque de los indios cruzó el río Bío-Bío y fundó su ce siva m e n te la Im p e ria l, V aldivia, A n g o l y V illa rrlc a . Luego, s a tis fe c h o de su campaña, regresó a C oncepción para pasar el in vie rno . M ie n tra s ta n to , y ante los avances de los co n q u ista d o re s, las trib u s araucanas co nce rta ro n una alianza y, a las órdenes de C aupolicán, iniciaron las h o stilid a d e s co n tra los españoles, arrasando la fo rta le z a de Tucapel. Lautaro, joven indio que había estado al servicio de Valdivia, se unió a su tribu y, conociendo los recursos técnicos de los españoles, propuso a los caciques un nuevo plan de com bate que consistía en reemplazar el ataque en masa por sucesivas oleadas de guerreros lo que term inaría por cansar a los invasores, im­ pidiéndoles recargar sus armas.

Enterado del ataque de la fo rta le za , V a ld ivia se d irig ió hacia a llí a marcha forzada y, al lle g a r a Tucapel, los araucanos lo atacaron con la nueva tá c tic a (1? de enero de 1554). V a ld ivia cayó p ris io n e ro y luego fue asesinado. Lo sucedió en el g o b iern o F rancisco de V illa g ra , quien debió e n fre n ta r la consta nte h o s tilid a d de los araucanos, los cuales d iv id ie ro n sus fuerzas en dos grandes grupos: uno, al mando de C aupolicán, atacaría las ciudades del sur, y o tro , a ias órdenes de Lautaro, lo haría por el norte. Enterado de los m o v im ie n to s del jo ve n indígena, V illa g ra consiguió d e rro ta rlo a o rilla s del río M a ta q u ito (29 de a b ril de 1557). Lautaro luchó va lie n te m e n te y m u rió en la batalla.

García Hurtado de M endoza El v irre y del Perú, d e cid id o a dar té rm in o a la co n q u ista de C h ile , envió a su h ijo García H urtado de M endoza, joven de v e in tid ó s años, al fre n te de im p o rta n te s refu e rzo s. En a b ril de 1557 lle g ó a C oquim bo y en el mes de fe b re ro del año s ig u ie n te a v is tó el a rch ip ié la g o de C hiloé, hacia donde envió un grupo de e xp e d icio n a rio s, e n tre los que se hallaba A lo n s o de E rc illa .’

> Posteriormente, Alonso de Ercilla escribió La Araucana, o crónica poética de la conquista de Ohile, en la cual describe la región y los caracteres de los indígenas.

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Pedro de Valdivia.

García Hurtado de Mendoza, según grabado de la época.


Los araucanos no cesaron en su con sta n te h o s tilid a d , pero la energía del joven gobernador p e rm itió ensanchar la conquista. A fin e s de 1560 envió a Pedro del C a s tillo a la región de Cuyo, quien en mayo de 1561 fundó |a ciudad de Mendoza. Ese año el rey Felipe II d e s titu y ó a García H urtado de M endoza y nom bró en su lugar a F rancisco de V illa g ra .

CORRIENTES POBLADORAS DEL TERRITORIO ARGENTINO N uestro te r rito rio fu e co n quistado y colonizado por tre s c o rrie n te s p0. bladoras, de orig e n h ispánico: a) La del este. P rocedió d ire c ta m e n te de España a tra vé s del océano A tlá n ­ tic o y tu v o sus ce n tro s más destacados en A su n ció n y Buenos A ire s . Se extend ió a lo largo de la M esopotam ia por las a ctuales p ro vin cia s de Buenos A ire s , Entre Ríos, C o rrie n te s , Santa Fe y te rrito rio s situados al este del río U ruguay, hasta el océano. b) La del norteé Procedente del Perú, abarcó la región conocida con el nom­ bre de Tucumán, que com prendía las a ctuales p ro vin cia s de Jujuy, Salta, C atam arca, La Rioja, Tucumán, C órdoba, S antiago del Estero y Chaco. c) La del oeste. S alió de C h ile y, luego de cruzar los A ndes, se extendió por las actuales p ro vin cia s de Mendoza, San Juan y San Luis.

C O N Q U ISTA DEL RIO DE LA PLATA Sebastián Gaboto El d e s c u b rim ie n to del estre ch o de M agallanes despertó el in te ré s por lle g a r al A sia navegando po r esa nueva ruta. Con este o b je to , Sebastián G aboto p a rtió de S anlúcar (3 de a b ril de 1526) con cu atro naves y 210 t r i ­ pulantes. En las costas del B rasil se e n teró de que el río de Solís llevaba a una zona m uy rica en oro y plata; por cuya razón d e cidió a lte ra r el rum bo y p e n e tra r por esa escotadura, que desde esas épocas com enzó a llam arse Río de la Plata. En fe b re ro de 1527 llegó a las bocas del e stu a rio y, luego ■de re m o n ta r el Paraná, fundó en la desem bocadura del C arcaraña el fu e r­ te de S a n cti S p íritu s (9 de ju n io ). Gaboto co n tin u ó la navegación al n o rte y, después de orde nar la e xplo­ ración del río B erm ejo, em pre ndió el regreso aguas abajo y se enco n tró con D iego García. García había partido de La Coruña en enero de 1526 con el mismo objetivo que Gaboto, pero al llegar al Brasil, igual que éste, torció el rumbo y penetró en el Plata. Luego de pasar por Sancti Spíritus, se produjo en el Paraná el encuentro ya mencionado. Ambos discutieron sobre el derecho a explorar la región y decidie­ ron por fin proseguir juntos, pues García aceptó someterse a la autoridad de Gaboto.

A com ienzos de se tie m b re de 1529 los indios incendiaron el caserío de Sancti S p íritu s , m ie n tra s los navegantes se encontraban en San S alva­ dor, población levantada a n te rio rm e n te en las cercanías del Plata. D esm o­ ralizados por el c o n tra ste , y com o no llegaba la ayuda que esperaban de la península, Gaboto y García regresaron por separado a España, donde a rri­ baron en ju lio de 1530.

Pedro de Mendoza Los datos aportados en España por Gaboto y D iego G arcía causaron gran e n tusiasm o e n tre la C o rte y el pueblo; sin em bargo, era necesario e n co n tra r un personaje adinerado que so lventara los gastos de la nueva em presa. Luego de varias n egociaciones C arlos V firm ó con el g e n tilh o m b re Don Pedro de M endoza la co rre sp o n d ie n te cap itu lació n (21 de m ayo de 1534) por la cual lo autorizaba a lle v a r a cabo la conquista del Río de la Plata. El territorio estaba com prendido entre los paralelos 25 y 36, de este a oeste, por ambos océanos. El monarca otorgó a Mendoza el título de Adelantado por dos vidas, autorizándolo para que construyera tres fortalezas “ en las partes y lugares que más convengan” .

El 24 de agosto de 1535 p a rtie ro n desde el p u e rto de S anlúcar doce em barcaciones (en las Canarias se incorporaron tre s ) y un to ta l aproxim ado de 1.500 hom bres. A p rin c ip io s de fe b re ro de 1536 las naves llegaron al Plata y el día 3 don Pedro de Mendoza fund ó — en la o rilla derecha— a Buenos A ire s. A l p rin c ip io los indio s se acercaron a la población trayendo víve re s en señal de am istad, pero bien p ron to dejaron de hacerlo y dem o stra ro n una a c titu d h o s til. 95


Ante la falta de alimentos, Mendoza com isionó algunas expediciones. Una cI p ellas, a las órdenes de su hermano Diego, fue vencida por los indios en el com bate de Corpus C hristi (15 de junio), librado en las proxim idades del actual Tiqr¡?' Estimulados por el triunfo, los aborígenes atacaron por m illares a Buenos Airesgran parte de las casas y algunas naves fueron incendiadas (24 de junio).

Ayolas e Irala Con el o b je to de o b te n e r p ro visio n e s, y ta m bién en búsqueda de rique­ zas, Pedro de Mendoza p a rtió hacia el norte y, luego de cruzar el río Carcarañá, fundó el poblado de Buena Esperanza. Desde a llí co m isio n ó a su segundo Juan de A yolas, y tam bién a D om ingo M a rtín e z de ¡rala, para que al fre n te de una e xp e d ició n rem ontasen el Paraná. Mientras tanto Mendoza, por el estado precario de su salud, regresó a Buenos Aires. Nombró a Juan de Ayolas gobernador y, como no tenía noticias de éste, envió una expedición en su búsqueda, a las órdenes de Juan de Salazar. Luego partió rumbo a España, pero falleció en alta mar el 23 de junio de 1537, al sudoeste de las islas Azores. Sus restos fueron arrojados al océano.

A yo las navegó rum bo al n o rte y el 2 de fe b re ro de 1537 fundó la C andelaria. A llí los indios le com unicaron la e x is te n c ia de riquezas, por lo que d e cid ió in te rn a rs e en la región chaqueña, pero en el tra n s c u rs o de la expe­ d ició n fue asesinado, ju n to con 130 com pañeros, por los indios payaguaes. Irala quedó al fre n te de la e xp edición y se reunió con Salazar al norte de la C andelaria. Este ú ltim o , al no e n c o n tra r a A yolas, em prendió el re­ greso y el 15 de agosto de 1537 fundó la ciudad de A sunción.

Despoblación de Buenos A ires En no viem b re de 1538 lle g ó a Buenos A ire s el ve e d o r A lo n so de Ca­ brera, quien tra ía consigo un im p o rta n te docum ento firm a d o por el rey el 12 de se tie m b re de 1537 y por el cual se autorizaba a los conquistadores a e le g ir gobernador sie m p re que hubiese fa lle c id o el designado por Mendoza. Luego de algunas averiguaciones, pues el c o n q u ista d o r fíu iz Galán am­ bicionaba ese cargo, d ispuso que el nuevo gobernador sería D om ingo de Irala. C abrera p a rtió hacia la A su n ció n y el 23 de ju n io de 1539 lo puso en posesión del mando. Irala p a rtió hacia Buenos A ire s en 1541 y, aconsejado por el veedor C abrera, ordenó la d e stru c c ió n del poblado y luego hizo tra s la d a r los habi­ ta n te s a la A sunción.

A lvar Núñez Enterado C arlos V de la m u e rte de Mendoza, concedió el títu lo de A delantado a don A lv a r Núñez Cabeza de Vaca, quien el 2 de d ic ie m b re de 1541 p a rtió de Cádiz, con cu a tro naves y 400 hom bres, y lle g ó a la A su n ­ ción el 11 de marzo del año s ig u ie n te . Una de las m ayores am b icio n e s del segundo adelantado fu e e ncontrar el cam ino que lo lle va se a la región donde suponía e n co n tra r fabulosa riqueza. Prim ero co m isio n ó a Irala, quien lle g ó hasta el p u e rto de Los Reyes y, luego de dom in a r a los n aturales, regresó a la A su n ció n a m ediados de

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fe b re ro de 1543. Luego, en el mes de s e tie m b re , p a rtió al fre n te de una gran expe dición , pero va rio s in cid e n te s, e n tre e llo s las co n d icio n e s c lim á ­ tica s, lo ob ligaron a d e s is tir de sus p ro p ó s ito s (a b ril de 1544). Alvar Núñez fue un buen gobernante y un gran defensor de los indios, pero no supo adaptarse al medio en que le tocó actuar y por esto, desde su llegada fue censurado por la mayoría de los pobladores de la Asunción. Las diversas cuestiones que sostuvo contra los oficiales reales, el orgullo con que rodeó su persona y el fracaso de su expedición, motivaron una creciente tirantez que culm inó en la noche del 25 de abril de 1544.

A presado po r sus a d versarios, A lv a r Núñez fu e re m itid o a España, bajo la vig ila n c ia del ve e d o r C abrera y con un largo ca p ítu lo de acusaciones. Al cabo de s ie te años fu e absu e lto , pero re nunció al títu lo de A delantado.

Plata a la espera del nuevo adelantado; en el segundo de estos v ia je s fue acompañado por Juan de Garay. Los enem igos de C áceres co nsiguieron fin a lm e n te deponerlo y lo envia­ ron a España en calidad de d ete nido. En su reem plazo fu e designado gober­ nador M a rtín Suárez de Toledo.

Guía de repaso Expansión ultramarina europea.

Causas de los descubrim ientos geográficos: intereses eco­ nómicos, progresos científicos y técnicos, relatos de los viajeros. Adelantos de la geografía y afán de aventuras.

Descubrimiento de América.

Cristóbal Colón: sus gestiones en España. Primer viaje: el descubrim iento. Primera fundación española. Segundo via­ je : La Isabela. Tercer viaje: exploraciones. El com endador Bobadilla. Cuarto viaje: nuevas exploraciones. Muerte de Colón. Consecuencias del descubrim iento: 1) C ientíficas: a) Geo­ gráficas, b) Etnográficas, c) Flora y fauna; 2) Políticas; 3) Económ icas; 4) Jurídicas.

Viajes de los portugueses.

Descubrim iento del lito ra l africano: el cabo de las Tormen­ tas. Descubrim iento y conquista de las Indias orientales. Vasco de Gama y Pedro Alvarez Cabral.

Viajes de los españoles.

Los llam ados "viajes m enores". Soiis y el M ar Dulce. Ma­ gallanes: descubrim iento del estrecho. Elcano y el regreso a España. Tratado de Tordesillas.

Las civilizaciones prehispánicas.

Las grandes culturas indígenas y sus zonas de influencia.

Los aztecas.

El valle de Anahuac. Organización. El gobierno. La socie­ dad. El cultivo de la tierra. La guerra. Religión azteca. La arquitectura.

Los mayas.

Territorios que ocuparon. Organización po lítica y social. Economía e industria. La arquitectura: centros más im por­ tantes.

Los incas.

Culturas preincaicas. La sociedad. El je fe supremo. La re­ lig ió n : el culto, los templos. Los quipus.

Indígenas que poblaron el territorio argentino.

19) Pueblos del noroeste: Diaguitas y calchaquies. Pueblos viejos y pucarás. Alfarería y metalurgia. La guerra. 29) LuleVilelas: rasgos de su cultura. 3o) Indígenas del Chaco. Ma­ tacos y guaycurúes. 49) Tonocotes: sus cultivos. 59) Come-

Gobiernos de Irala Los co nquistad o re s e lig ie ro n gobernador a D om ingo de Irala, quien en noviem bre de 1547 p a rtió en una nueva e xp e dició n . Llegó hasta el puerto de San Fernando y desde a llí cruzó el Chaco en busca de la 'región del oro; aunque a rrib ó a los c o n fin e s del Perú, en esa región se ente ró , con desagra­ do, de que ya estaba en manos de o tro s españoles. Emprendió el regreso y durante la marcha, sus enemigos — los partidarios de Alvar Núñez— le quitaron el mando. Sin embargo, pudo imponerse y los conquis­ tadores lo repusieron en el cargo de gobernador. Mientras tanto, enterado el rey de España de la llegada de Alvar Núñez a la península, nombró nuevo Adelantado en la persona de Juan de Sanabria, que falleció. Su hijo Diego de Sanabria obtuvo el cargo y, aunque partió hacia América, extravió el rumbo y nunca llegó al Plata.

Por Real C édula de 1552, el m onarca c o n firm ó al incansable Irala en el cargo de gobernador, quien p ro sig u ió su obra colonizadora hasta su m uerte, en 1556.

Sucesores de Irala A Irala lo sucedió su ye rn o Gonzalo de M endoza, quien co m isio n ó a N u trió de Chaves al fre n te de una exp e d ició n . Este fundó la ciudad de Santa Cruz de la S ie rra (1561). A la m uerte de Gonzalo de Mendoza, los pobladores de la A sunción e lig ie ro n g o b e rn a d o r— aplicando la Real C édula de 1537— a F rancisco O rtiz de Vergara, hom bre de escasos m é rito s , quien m archó al Perú para c o n fir­ m ar su títu lo , pero no pudo hacerlo y fin a lm e n te se tra sla d ó a España. A l lle g a r a Perú fabulosas v e rsio n e s sobre la e x is te n c ia de oro y plata en el Guayrá (Paraguay), el hacendado Juan O rtiz de Zárate » p re se n tó su candidatura para gobernar esa región. Se tra sla d ó a Lima y co n sig uió que la A ud ie n cia lo nom brara A delantado, con la expresa co n d ició n de ob te n e r en España la co n firm a c ió n real. Zárate p a rtió a la península a fin e s de 1567, pero antes nom bró lu g a r­ te n ie n te a Felipe de C áceres, quien lle g ó a la A su n ció n en d ic ie m b re de 1568 y gobernó hasta 1572, en m edio de d is tu rb io s p o lític o s . En el tra n s ­ curso de su m andato se tra sla d ó dos veces hasta las bocas del Río de la

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chingones: formas de vida y ocupaciones 6°) Guara-,: los cultivos la antropofagia. 79) Pueblos del lito ra l■ m o r ' ' retáes, timbues y corondas. 89) Olongastas: cultivos ao] Huarpes: el sororato y el levirato. 10°) Pampas- la f a ñ ir 1 la religión. 119) Prim itivos montañeses: puelches y p e hu !? ' ches 129) Araucanos: religión. 13°) Patagones del n o Z fam ilia y religión. Patagones del sur: los tehuelches i/o \ Canoeros m agallánicos: yámanas y alacalufes. ' 1

Conquista de México.

Hernán Cortés, fundación de Villarica de la Veracruz Cho­ lula. Pánfilo de Narváez. La noche triste. Otumba Sitio n i Tenochtitlán.

Conquista del Perú.

Francisco Pizarro. Fundación de San Miguel de Piura. Pri­ sión de Atahualpa. Entrada de los españoles en el Cuzco

Conquista de Venezuela.

La expedición de Alfinger y Sailer. La búsqueda de ciuda­ des fantásticas. Origen de la ciudad de Caracas.

Conquista de Nueva Granada.

Rodrigo de Bastidas: fundación de Santa Marta. Jiménez de Quesada: la ciudad de Bogotá. Pedro de Heredia: Car­ tagena.

Conquista de Chile.

Pedro de Valdivia: fundación de Santiago. Otras fundacio­ nes. Caupolicán, Muerte de Valdivia. Francisco de Villagra: batalla del rio Mataquito. Hurtado de Mendoza. Pedro del Castillo.

Corrientes pobladoras del territorio argentino.

a) Del este; b) del norte; c) del oeste.

Conquista del Río de ia Plata.

Sebastián Gaboto. Sancti Spiritus. Diego Garda. Pedro de Mendoza. Fundación de Buenos Aires. Ayolas: la Candelaria. Salazar y la fundación de Asunción. El veedo' Alonso de Cabrera. Domingo de Irala: destrucción de Bue­ nos Aires, El segundo Adelantado. Fracaso de la expedición de Alvar Núñez. Gobiernos de Irala. Sucesores de Irala: Gonzalo de Mendoza y Ortiz de Vergara. El Adelantado Ortiz de Zárate. Gobierno de Felipe de Cáceres. Suárez de Toledo

económ ico y ju rídico del descubrimiento colombino. 8. Mencione los nombres de navegantes portugueses y sus descubrimientos en el litoral africano. 9. ¿Quién arribó a Calicut? 10. ¿De qué m a­ nera los portugueses se adueñaron de un vasto imperio? 11. E xpli­ que el viaje de Hernando de Magallanes. 12. ¿Qué dispuso el Tratado de Tordesillas? 13. ¿Cuáles son las tres zonas de grandes culturas prehispánicas? 14. ¿Cóm o estaban organizados los azte­ cas? 15. ¿Qué puede decir sobre su sociedad y religión? 16. ¿Qué territorios ocuparon los mayas? 17. ¿En qué basaban su econo­ mía? 18. ¿Cuáles fueron sus centros arquitectónicos más im por­ tantes? 19. Mencione las culturas preincaicas. 20. ¿Cóm o estaban organizados política y socialmente los incas? 21. ¿Cóm o pueden clasificarse los indígenas qu,e poblaron el territorio argentino? 22. Resuma los aspectos más destacados de cada uno de estos pueblos. 23. ¿Qué fines persiguió la conquista española? 24. ¿Qué produjo el encuentro entre españoles e indígenas? 25. Resuma la conquista de M éxico hasta la llegada de Cortés a Cholula. 26. ¿Qué ocurrió en la “ noche triste” ? 27. ¿Qué sabe con respecto al sitio de Tenochtitlán? 28. ¿Quiénes emprendieron la conquista del Perú? 29. ¿Qué le ocurrió al Inca Atahualpa? 30. ¿Quiénes inicia­ ron la conquista de Venezuela? 31. Describa las expediciones de A lfinger y Federman en la conquista de Venezuela. 32. ¿Quién fundó Santa Fe de Bogotá? 33. ¿Y Cartagena? 34. Mencione las fundaciones de Valdivia en territorio del actual Chile. 35. ¿Cuán­ tas fueron las corrientes pobladoras de nuestro país? 36. ¿Qué fundó Sebastián Gaboto? 37. Resuma la conquista del Río de la Plata hasta la fundación de la ciudad de Asunción. 38. ¿Qué ocu ­ rrió durante el gobierno de A lvar Núñez? 39. ¿Fue confirm ado por el monarca el gobernador Irala? 40. ¿Quiénes lo sucedieron?

Actividades Prácticas R esum ir los v ia jes de C ristóbal C olón al N u evo Mundo. Señalar las con secu en cia s d el d escu brim ien to de A m érica . • C om parar las culturas azteca, m aya e inca y esta b lecer las analo­ gías y d iferen cia s en tre ellas. • R esum ir en form a de cuadro sin óp tico la clasificación de lo-s in d íg e­ nas que p obla ron el territorio argentino. • En un mapa ubicar las fu n da ciones realizadas por los con qu ista ­ dores del Río de la Plata.

Cuestionario 1. ¿Qué causas motivaron los descubrimientos geográficos? 2. ¿Qué gestiones realizó Colón en España? 3. ¿Qué descubrimientos e fec­ tuó en el primer viaje? 4. Explique el segundo viaje. 5. ¿Qué ocu ­ rrió en el tercer viaje? 6. Resuma el cuarto viaje y la muerte de Colón. 7. Explique las consecuencias de orden científico, político,

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Lectura La Asunción y el Río de la Piala en 1573

De la mar hasta llegar a esta ciudad [Asunción], es tierra de la más aparejada, de lo descubierto, para la crianza de los ganados y to­ do lo demás que en España se cría; pueden hacerse dos pueblos y más, hasta llegar a esta ciudad, uno en San Salvador, do tuvo Caboto su asiento, otro en Sancti Spiritus, a do fundó una fortaleza, porque por allí se puede tratar con [Tucumán], Chi­ le, las Charcas y el Cuzco con mu­ chos otros pueblos que se pueden poblar en esta tierra. .. En esta ciudad [Asunción] y su tierra se da mucha comida, en tal manera que casi todo el año se pro­ vee de la heredad, porque el maíz se da dos veces en el año, de seis en seis meses, y los tres meses de cada cosecha. . . de manera que el año aquí, para lo de los bastimentos, se puede decir que no es más que seis meses, porque e n ‘la una cosecha se recoge maíz, frijoles, habas, calaba­ zas, m elones... frutas de la tierra; uvas, higos, granadas, y algodón; hácese vino que en este año pasan de seis mil arrobas y de cada día va en alzamiento; el vino es bueno porque con cierto cocimiento que se hace dura un año y dos y más. En los otros seis meses se recoge maíz, al­ godón, batatas, m a n d ioca que es gran bastimento.. . que esto dura debajo de tierra tres y más a ñ os.. . y frijoles que dicen tupís y en este tiempo se hacen las cañas de azúcar cada año sin regarlas. La pesquería de este río es mucha y la caza de venados, grandes y pequeños y lo mesmo la de las palo­ mas que vienen por el invierno y se cazan con redes y patos lo mesmo, perdices y tórtolas con otras cazas. Hay, el río en medio, muy lindos pastos para vacas y caballos que hay para el servicio del pueblo. Una legua de esta ciudad, el río abajo, hay unas salinas muy buenas, que,

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estando el río bajo, como quedan en seco, se hace tanta sal que se provee el pueblo para dos y tres años.. . Seis leguas en derredor de este puel blo para dos y tres años. . . Seis leguas en derredor de este pueblo, sin me alargar a más, hay ligazón para navios, de laurel, y tablazón de cedro, mástiles, entenas y remos, garabata que es como cáñamo y tari bueno, a lo que dicen, para hacer jarcias, cables y estopa para los ca­ lafatear; será para las breas y lien­ zos que se hacen de algodón para velas y para se vestir y hacer las demás cosas. .. cúrtense cueros de vaca para suelas y cordobanes, se adoban para calzado... Hay mucho ganado de vacas, ca­ bras, ovejas, yeguas, puercos que dé hoy es m en ester alejarlos del pueblo porque van en crecimiento, Dios mediante. Hay todo género de oficiales de ca rp in te ro s , calafates, herreros que hacen muy buenos ar­ cabuces, cordoneros, toneleros, sas­ tres. Sólo falta para sustentación humana, fierro, acero y aceite para el óleo, porque bálsamo de las In­ dias aquí lo hay, y sobre todo [fal­ tan] lós Reales Mandatos de Vues­ tra Alteza para el buen gobierno de estas Provincias y algunos sacerdo­ tes porque los que hay son pocos y casi todos viejos y enfermos. En cualquiera parte que hay me­ tales, hay pastos para ganados, tie­ rras para b astim en tos, leña para carbón y aguas en abundancia y bue­ nas. Sólo los naturales de esta tierra es gente sin señor y de behetría, inclinados más a la guerra y a co­ mer carne humana, que no a la la­ branza y cr ia n z a de ganados, los cuales se dan, Dios mediante, en abundancia, si hubiese buenas guar­ dias, que las becerras tienen paridas a diez y siete meses de como nacen y las vacas cada año.

He dado y doy a Vuestra Alteza... relación de todas estas cosas porque por ellas se tendrá entendido que la falta de no estar poblado un reino en estas provincias, no ha sido sino en los malos pilotos, porque en lu­ gar de la poblar, la han destruido con andar buscando la Laguna del Dorado o un nuevo Atabalypa [Atahualpa] y en esto han gastado su tiempo y consumido lo que había para la sustentación de esta tierra. M a rtín de Orúe. C a r t a a l R e y fir m a d a e n l a A s u n c ió n EL 14 DE A BR IL DE 1573.

Martín de Orúe fue un conquistador que llegó al Rio de la Plata en 1538 y más tarde, participó en la Asunción de la re­ vuelta que depuso al a d e la n t a d o Alvar Núñez. La carta que dirigió al Rey fue publi­ cada por vez primera en: Colección de Documentos r e l a t i v o s a la Historia de América. R e c o p il a d o s por Blas Garay. Asunción, 1899.

• ¿Cuáles eran los produ cto s que ofrecía la tie rra ?

• ¿Qué a c tiv id a d e s se d e sa rro lla ­ ban? • ¿Cómo juzg a el a u to r de la carta a los indígenas y a los conquista­ dores?

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LA ESPAÑA DE CARLOS V En 1504 m u rió la reina Isabel la C ató lica y el tro n o de C a s tilla fu e ocu­ pado por su h ija Juana, casada con el archiduque de A u s tria , F elipe de Habsburgo, llam ado “ el H e rm oso". Este fa lle c ió en 1506; por esta causa doña Juana pe rd ió la razón y fu e apodada " la Loca". Su padre, Fernando e l C a tó lico , se hizo cargo del gobierno de C a stilla , m ie n tra s los in fa n te s C arlos y Fernando — h ijos de Juana y de Felipe— quedaron com o seguros herederos de la Corona. Los dos abuelos, Fernando el Católico y M axim iliano I de Austria dispusieron que, de acuerdo con el lugar de nacimiento, correspondía que el mayor, Carlos, fuera educado en Flandes, y el menor, Fernando, en España. El rey católico sentía predilección por el menor, que había nacido en Alcalá de Henares, y siem pre pensó en entregarle la sucesión de la Corona española. Sin embargo, ya m oribundo, el monarca consultó a varios eruditos en Derecho, quienes le señalaron a Carlos como sucesor.

En 1516 m u rió el rey Fernando reino de A ragón. A tacada de locura gobernar, por lo cual subió al tro n o Juana la Loca y Felipe el H erm oso. d ie c is é is años. Carlos I de España nació en (Bélgica). Por parte de padre era nieto Maria de Borgoña, hija y heredera eran los Reyes Católicos, Fernando

el C a tó lico y su hija Juana heredó el m elancólica estaba im p o s ib ilita d a para el joven C arlos, h ijo p rim o g é n ito de El nuevo rey de C a s tilla y A ragón tenía

el año 1500 en la ciudad flam enca de Gante de M axim iliano I, em perador de Austria, y de de Carlos el Temerario. Sus abuelos maternos de Aragón e Isabel de Castilla.

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El niño creció raquítico y, ai ocupar el trono de España, era un joven rubio, de mediana talla y mentón saliente. Se afirm a que a los treinta años alcanzó el pleno desarrollo de sus facultades mentales.'

La Europa de Carlos V En 1519 fa lle c ió el em perador de A le m a n ia , M a x im ilia n o de Habsburgo; el suce so r debía se r e le g id o — de acuerdo con la ordenanza titu la d a Bula de O ro— por s ie te p rín cip e s o e le cto re s. Dos candidatos aspiraban a la corona im p e ria l de A le m a n ia : F rancisco I, rey de Francia, y el jo ve n C a rlo s I, de España. Los e le c to re s re unidos en F ra n c fo rt e lig ie ro n em perador al ú ltim o , que to m ó el nom bre de C arlos V. Em perador a los d ie cin u e ve años, e ste joven p rín cip e tu vo la su e rte de heredar los d om in io s de cu a tro casas re in a n te s y c o n v e rtirs e en un pode­ roso m onarca. Los m ie m b ro s de la co rte afirm aban que “ el Sol no se ponía jam ás en los d o m in io s del rey de España” y él representaba “ por sí solo una c o a lic ió n ’’. Sus d om inio s com prendían: a) Posesiones de los A u s tria . Estas tie rra s de los Habsburgo se extendían desde los A lp e s al sur del Danubio. b) H erencia de Borgoña. C om prendía los Países Bajos y el Franco Condado. c) D om inios de C a stilla . Abarcaban buena parte de España y las nuevas tie rra s d e scu b ie rta s en A m é rica . d) Posesiones de A ragón. Las tie rra s ubicadas al este de la península ib é ri­ ca y en Italia , C erdeña, S ic ilia y el re in o de N ápoles. Sin embargo, a pesar de su vasta extensión, el Imperio de Carlos V era débil y d ifícil de gobernar. Los diversos territorios estaban mal com unicados entre sí, habitados por pueblos de razas e idiomas diferentes. Las fronteras permanecían rodeadas de enemigos. El rey de Francia, Fran­ cisco I, am bicionaba la corona de Borgoña; el Papa y los príncipes italianos dispu­ taban a Carlos V sus posesiones en Italia. Los turcos estaban prontos para invadir a Alem ania y los musulmanes no cedían en sus ataques a las costas de España. En el aspecto económ ico los problemas se m ultiplicaban. Carlos V no con­ taba con el dinero necesario para abonar regularmente los sueldos a los integrantes de sus ejércitos. España era un país pobre y sus habitantes nada hacían para aumentar las parcelas de tierras cultivadas. Am érica no entregaba dinero y producía pérdidas porque todavía no habían sido descubiertos los valiosos yacim ientos del Perú. Los dom inios en Italia tam poco enriquecían los caudales del Imperio; sólo los Países Bajos contribuían en la medida de sus posibilidades.

1 Cierta vez, mientras visitaba la ciudad de Calatayud, el monarca, en un gesto que le era característico, quedó boquiabierto por el asombro que le produjo un suceso; entonces uno de los presentes le dijo: "Majestad, cerrad la boca, que las moscas de esta tierra son insolentes” .

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La guerra se reanudó al ocupar el tro n o p o n tific io J u lio II (1505). El Papa organizó co ntra los fra n ce se s una c o a lic ió n en la que entra ro n España Venecia, Suiza, Inglate rra (Enrique V III) y A u s tria (M a x im ilia n o I) En p rin c ip io la lucha fa v o re c ió a Luis XII por la capacidad de un joven general llam ado Gastón de Folx, quien obtuvo su ce sivo s triu n fo s , au n q u e 1 luego m u rió luchando y, desde ese m om ento, la guerra se in c lin ó en fa vo r de los coaligados. Los suizos ve n cie ro n a los fra n ce se s y éstos debieron abandonar el ducado de M ilá n y re tira rs e de Italia.

Rivalidad entre Carlos V y Francisco I A Luis XII sucedió en el tro n o de Francia su p rim o y yerno F rancisco I (1515). Deseoso de re c o n q u is ta r el ducado de M ilá n , cruzó los A lp e s al fre n te de un poderoso e jé rc ito y ve n ció a los suizos — que eran aliados del duque— en la llanura de M ariñán. F rancisco quedó dueño de M ilá n y los suizos firm a ro n una “ paz p e rp e tu a ” (1516). Todo parecía in d ica r largos años de tra n q u ilid a d para la Europa o c c i­ den tal; sin em bargo, la llegada al tro n o im p e ria l de A lem ania del joven m onarca C arlos I de España o rig in ó nuevas luchas, a causa de la riva lid a d con la casa rein ante en Francia. Las dos coronas que ceñía C arlos V (España y A le m a n ia ) y los te r r ito ­ rio s que dom inaba habían dejado a Francia en una p o sició n p e lig ro sa porque estaba to ta lm e n te rodeada por los d o m in io s del em perador. Adem ás éste, que era b is n ie to de C arlos el T em erario, am bicionaba la re s titu c ió n de la Borgoña, de la que se había apoderado Luis XI. También, y para dom inar toda Italia, C arlos V p retendía el ducado de M ilán.

Francisco se defendió valientem ente pero, herido en un brazo, cayó prisionero. Pocos días después escribió una carta a su madre en la que figuraba una irase que se ha hecho famosa: “ Todo se ha perdido menos el honor” . Por su parte Carlos V, enterado del triunfo y de la prisión de su enemigo, apenas demostró alegría, y dijo: “ Los cristianos no deben vanagloriarse sino de las ventajas obtenidas sobre los infieles” .

En respuesta, C arlos V equipó un e jé rc ito de alem anes luteran os que puso a las órdenes del condestable d e l Borbón 1 y lo envió a Roma para luchar contra el Papa. Por espacio de dos m eses se luchó ante los m uros de Roma. Fue m ue rto el co n destable de Borbón y apresado el P ontífice. Sin em bargo, C arlos V no logró una v ic to ria de cisiva y, ante el avance de los tu rco s — s i­ tiaban la ciudad de V iena— , accedió a firm a r la paz de C am brai (1529). A l año sig u ie n te el papa C le m e n te VII coronó em perador, en B olonia, a C arlos V. La paz no fu e duradera y la lucha com enzó nuevam ente. En 1544 los im p e ria le s c o n sig uieron a proxim a rse hasta ve in te leguas de París, sin re ­ sultado p o s itiv o . En 1547 m u rió F rancisco I y el nuevo rey de Francia, E nrique II p ro s i­ guió la guerra co n tra la Casa de A u s tria . En 1556 abdicó C arlos V y re p a rtió sus d o m in io s .entre su herm ano Fernando y su h ijo Felipe. A poco de ocupar el ú ltim o el tro n o español ordenó in va d ir el te r rito rio francés y sus tro p a s o b tu vie ro n la gran v ic to ria de San Q u in tín (1557),2 aunque en fo rm a in e x p li­ cable no avanzaron sobre París.

A n te s de lib e rta rlo , C a rlo s V lo o b lig ó a firm a r el Tratado de M a d rid (enero de 1526), po r el cual F ra n cisco I renunciaba a sus a m biciones sobre Ita lia (N ápoles y M ilá n ) y debía e n tre g a r el ducado de Borgoña. Una vez lib re , y de re g re so en su p a tria , el m onarca fra n cé s negó v a li­ dez a las cláusulas del tra ta d o y no quiso c u m p lir sus duras condiciones. Sin dem ora F rancisco I fo rm ó una c o a lic ió n co n tra C arlos V, en la que entraron E nrique VIII de In g la te rra , v a rio s p rín cip e s p ro te s ta n te s alem anes, el Papa C le m ente VII y el su ltá n de Turquía, S olim án e l M agnífico.

1 Este noble francés estaba emparentado con Francisco I y era capitán general de todos sus ejércitos. Sin embargo, Francisco se apropió de la herencia que pertenecía a la esposa del condestable por io que éste — en venganza— se unió con Carlos V para luchar contra Francia. 2 La victoria se obtuvo el 10 de agosto, día de San Lorenzo. En ihonor de este mártir y como conmemoración del triunfo, Felipe II ordenó construir el palacio-fortaleza de El E scorial. El grandioso edificio, que en la actualidad es Iglesia y panteón real, se levanta a unos cuarenta kilómetros Madrid y fue la residencia habitual de Felipe II.

Guerras entre la Casa de A ustria y Francia La enem istad e n tre C arlos V y F rancisco I c u lm in ó con varias guerras que duraron tre in ta y nueve años, es d e cir, de 1520 a 1559. A m bos gober­ nantes fa lle c ie ro n sin ve r el fin de las luchas, que fueron continuadas y con cluida s por los sucesores: F e lip e II y E nrique II, re sp e ctiva m en te . La prim e ra guerra se lib ró al norte de Ita lia . C arlos V ordenó ocupar el ducado de M ilá n ; entonces Francisco I avanzó sobre la península para re cob rar ese te rrito rio . Cruzó los A lp e s, pero en sa n g rie n to com bate fue d e rrotad o en Pavía y tom ado p ris io n e ro (1525). C onducido a M adrid fu e encerrado seis m eses en una fo rta le za .

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La primera abdicación de Carlos V en la ciu­ dad de Bruselas. Ve­ mos al anciano sobe­ rano en el momento en que invita a su hijo Felipe II a sen­ ta rse en e l trono-. (Grabado de Hogenberg.)

Los países europeos deseaban poner fin al c o n flic to y, luego de varias negociaciones, se firm ó la paz d e fin itiv a en C ateau C a m bresis (1559). Por e ste tra ta d o , E nrique II re nunció a sus am b icio n e s sobre Ita lia , aunque anexó nuevos te r rito rio s a sus d o m in io s, España — la más fa vo re cid a — quedó con N ápoles y el M ilanesado. En esta fo rm a concluyó la lucha e n tre Francia y la Casa de A u s tria .

Los turcos En 1453 C o nstantin o p la — hasta esa época sede del Im p e rio Bizantino— cayó en poder de los tu rc o s , quienes la tra n s fo rm a ro n en capital de su im ­ pe rio con el nom bre de Estam bul. Los tu rco s in icia ro n una lenta expansión te r rito ria l que a d q u irió gran im p ortan cia a p rin c ip io s del s ig lo XVI cuando lle g ó al poder el sultán S o li­ m án II e l M a g n ífico (1520 a 1566), cuyo e jé rc ito dom inó a Egipto, S iria , los Balcanes y casi toda Flungría. A lia d o de Francisco I y enem igo de C arlos V, atacó su im p e rio y llegó en dos oportunidades a las cercanías de Viena. En el mar, su escuadra, a las órdenes del te m id o pira ta B arbarroja, asoló las costas de los países c ris tia ­ nos del M edite rrá n e o . Com o los tu rc o s habían tom ado a Túnez, C arlos V envió una flo ta que reco nquistó esa posesión a fricana. P o ste rio rm e nte organizó una nueva ex­ pedición co ntra A rg e l, que te rm in ó en un fracaso.

Abdicación de Carlos V España en tie m p o s de C arlos V o fre c ió el aspecto de una gran p o te n ­ cia. Su d iplom acia , que excedió en habilidad a la de o tro s países europeos, y el p otencial de su e jé rc ito , le p e rm itie ro n a d q u irir una indudable s u p e rio ­ ridad en la p o lític a y en la guerra. A los extensos d o m in io s del monarca se sum ó el vasto im p e rio de A m é ric a , en pleno período de la conquista y colonización. Con respecto a los lu te ra n o s, cuando éstos se negaran a re sp e ta r lo d isp u esto por el C o n c ilio de T rento, C arlos V les declaró la guerra y los d e rro tó en la batalla de M u lh b e r (1547), aunque más ta rd e los re fo rm a d o res venciero n al em perador en In n sb ru ck (1552). Finalm ente — com o vim o s — se firm ó la paz de A ugsburgo.

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Fatigado por las preocupaciones de tre in ta y nueve años de gobierno, enferm o de gota y del estóm ago, C arlos V d e cid ió abdicar y desprenderse paulatin a m e n te de sus reinos y señoríos. En o ctu b re de 1555 se e fe ctu ó en B ruselas la cerem onia de la p rim era a b d ic a tio n de C arlos V, quien entregó a su h ijo F elipe II el gobierno de los Países Bajos (B élgica y H olanda). A l año sig u ie n te o to rg ó a Felipe la corona de España y sus posesiones en A m é ric a , además de los d om inios europeos del Franco Condado y de Ita lia (M ilá n , Nápoles y S ic ilia ). Poco tie m p o después abdicó en fa vo r de su herm ano Fernando la corona del Im p e rio y los d o m in io s p a trim o n ia le s de los Habsburgo en A lem ania. Después de esto, el ex soberano se trasladó a España y se aisló del mundo en el m o n a ste rio de Y uste (E xtrem adura), donde v iv ió hasta su m u e r­ te (1558). La abdicación de C arlos V produjo satisfa cció n en las dem ás coronas europeas porque d iv id ió los poderosos d om in ios de los H absburgo; sin em bargo, el Im p e rio y España continuaron sus co rd ia le s re lacion es hasta com ienzos del s ig lo X V III.

LA ESPAÑA DE FELIPE II Por la abdicación de C arlos V todos los d om inios de ese poderoso m onarca (m enos el Im perio) pasaron a su h ijo y su cesor Felipe II (1527-1598). A d ife re n c ia de su padre, Felipe II — nacido en V a lla d o lid — con sideró a España com o la más im p o rta n te de todas sus posesiones y tra tó de co n­ v e rtirla en la nación más poderosa y hacer de ella un só lid o ba luarte del ca to lic is m o . No era a ficio n ad o a los e je rc ic io s corporales, ni a la guerra ni al mando de los e jé rc ito s . M andó c o n s tru ir en las p ro xim id ades de M adrid, el palaciofo rta le za de El E sco ria l y durante m uchos años e je rc ió a llí “ su o fic io de re y " rodeado de sus ín tim o s consejeros.

El grabado reproduce el dramático instante en que el otrora poderoso monarca Carlos \ , luego de abdicar a sus posesiones, se retira de la vida mundana e ingresu en el monasterio de Yuste. Allí permaneció hasta su muerte. ( Pintura de Agrasot.)


H eredó extenso s d o m in io s, y por eso no fu e a m b icio so ni am ante de la guerra. En más de una ocasión s in te tiz ó sus a sp ira cio n e s en estas palabras: “ C onservar la herencia de mi padre, m ante n ié n d o la en su in te g rid a d te r r ito ­ ria l y en la pureza de su f e ” . Felipe II tenía veintinueve años cuando ocupó el trono. Era delgado y de mediana estatura, de cabellos rubio claro, piel blanca, frente am plia, ojos azules y vivaces. De boca algo grande y m andíbula saliente, su rostro recordaba a los Habsburgo. Elegante, vestía con sencillez ropas de seda negra, lo que realzaba la grave­ dad y la frialdad de su presencia. De carácter hosco y reservado, era poco sociable; con frecuencia sufría de melancolía. Desde pequeño sintió inclinación por la matem ática y no tardó en ad q u irir am plia cultura; aprendió a hablar y escribir el latín y a entender el portugués, el francés y el italiano. Tenía gran capacidad de trabajo y se encerraba continuam ente en su despa­ cho, acompañado por pocos secretarios, aunque para resolver los problem as de gobierno creó un sistema de diez Consejos (de Castilla, Indias, Guerras, etc.). Estos nunca solucionaron nada, por cuanto Felipe debía leer uno por uno todos los informes y luego expedirse. Muy desconfiado y celoso de su prestigio, era lento en decidirse, m otivo por el cual los asuntos tardaban en resolverse, mientras los papeles se amontonaban en su despacho. Felipe II se casó cuatro veces, a causa de la muerte de sus esposas. Primero se unió en matrim onio con María de Portugal (1543), luego con María Tudor, reina de Inglaterra (1554), más tarde con la princesa francesa Isabel de Valois y, por último, con Ana de Austria, hija del em perador M axim iliano II.

Felipe II fu e un fe rv ie n te c a tó lic o , que — conve n cid o de su m isió n p ro ­ vid e n c ia l— se opuso tenazm ente a los avances del p ro te s ta n tis m o y tra tó de co n se guir la unidad e s p iritu a l en todos sus d o m in io s. P rosiguió la p o lític a de a b s o lu tis m o m onárquico, in icia d a en España por los Reyes C a tó lico s y continuada por C arlos V. Para c o n s o lid a r el poder real, q u itó libe rtades a las C o rte s, produjo la decadencia de las com unas y e lim in ó todo organism o que pudiera fis c a liz a r su g obierno personal y absoluto.

POLITICA INTERIOR DE FELIPE II La unidad religiosa Los Reyes C a tó lico s habían im plantado en España el T ribunal de la In q u i­ sic ió n o Santo O fic io , d estinado a d e s c u b rir y a ca s tig a r a los h e re je s, es d ecir, a los enem igos del c a to lic is m o . Felipe II — de acuerdo con sus ¡deas re lig io sa s— otorgó m ayores a trib u c io n e s a dicho trib u n a l, pues estaba con­ vencido de que la unidad e s p iritu a l era im p re s c in d ib le para el buen g o bierno de sus dom inios. En la región de Granada vivía gran cantidad de m oros que, a p a rentem ente co n ve rtid o s al c ris tia n is m o , seguían p ra ctica n d o en se cre to las d o c trin a s m u­ sulm anas. Felipe II ordenó una s e rie de m edidas destinadas a tra n s fo rm a rlo s en verdaderos ca tó lico s. P rohibió el uso de la lengua árabe, las reuniones s e cre ­ tas, las ropas tra d icio n a le s , e tcé te ra . Irrita d o s, los m oros se levantaron en arm as y se h icie ro n fu e rte s en las sie rra s de A ip u ja rra , donde so s tu v ie ro n num erosas g u e rrilla s co n tra los españoles. 114

Los sublevados proced ie ron con e xtre m o rig o r y por espacio de cuatro años (1567-1571) lucharon contra los c ris tia n o s y com etieron num erosos a tro ­ p e llo s. Finalm ente fuero n ven cidos por Juan de A u s tria , y los pocos so b re vi­ v ie n te s hubieron de abandonar la región granadina.

Los m otines de Aragón A pesar del a b so lu tism o im plantado por Felipe II, Aragón conservaba c ie rta s lib e rta d e s, com o el J u s tic ia M a yo r y la d ip u ta ció n que, po r oponerse a la a u toridad sin lím ite s del soberano, tenían que ser elim inadas. El Justicia Mayor era un magistrado nombrado por el pueblo y facultado para proteger a cualquier procesado hasta que se lo sometiera a un juicio con todas las garantías. Las Cortes designaban una comisión, llamada diputación, la cual tenía am­ plias atribuciones en todos los órdenes. Un in cid e n te provocado por un m ie m b ro de la C o rte fue el m o tivo que p e rm itió te rm in a r con las pocas lib e rta d e s aragonesas. El s e c re ta rio del rey, A n to n io Pérez, in stig ó un crim en — p o sible m en te autorizado por el prop io m onarca— y fu e encarcelado; sin em bargo, logró e vadirse disfrazado con ropas de m u je r y se d irig ió a Zaragoza (ca pital de A ragón), donde buscó la pro te cció n de Juan de Lanuza, el J u s tic ia M ayor. El rey p re te n d ió e n tre g a r al prófugo al Tribunal de la In q u isició n , pero el pueblo de Zaragoza se sublevó, pues consideraba que, de esa manera, se violaban las antiguas in s titu c io n e s vig e n te s. M ie n tra s tanto, Pérez huyó a Francia y p o s te rio rm e n te pasó a Inglaterra.

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Felipe II envió sus tro p a s a Zaragoza con el o b je to de so fo ca r el m otín y disp oner la inm ediata e je cu ció n de Lanuza. D om inada la revuelta, el abso­ lutista. monarca m o d ific ó las in s titu c io n e s aragonesas y las s o m e tió a su volun ta d; desde ese m om ento, el Ju s tic ia M a yo r debía se r nom brado por el rey, quien tam bién lo podía d e s titu ir.

Armada invencible '

POLITICA EXTERIOR DE FELIPE II

* G u e rra s re lig ió n

PAISES BAJOS

de — S u b le v a c ió n

FELIPE II Politica exterior

Conclusión de la guerra con Francia Como ya hemos v is to en este m ism o capítulo, Felipe II — luego de su gran v ic to ria en San Q u in tín — accedió a firm a r la paz d e fin itiv a con Francia en C ateau C am bresis (1559).

Sublevación de los Países Bajos

FR AN C IA

IN G LATERR A

U n id a d p e n in s u la r

PO RTU G A L

" " B a t a lla de L e p a n to

T U R Q U IA

Lo que actualm e n te es Bélgica y Holanda recibía el nom bre de Países B ajos porque sus tie rra s se hallaban a m uy poca a ltu ra sobre el n ive l del m ar del N orte. Estos Países Bajos com prendían, en co nju nto, d ie c is ie te p ro vin cia s, p e r­ te n e cie n te s todas a la corona española que ceñía Felipe II. Los

h a b ita n te s d e las s ie te p ro v in c ia s del n o rte — lla m a d a s p o s te rio rm e n te h a b l a b a n un i d i o m a s e m e j a n t e al a l e m á n y s e d e d i c a b a n al c o m e r c i o m a r í t i m o . S u s p r i n c i p a l e s c i u d a d e s e r a n A m ste rd a m y R o tte rd a m .

H o la n d a —

L as d ie z p ro vin cias del sur (F la n d e s ) e s ta b a n p o b la d a s por fra n c e s e s y era n f a m o s a s p o r l a i n t e n s a a c t i v i d a d c o m e r c i a l . S e d e s t a c a b a n l a s c i u d a d e s d e G ante y Am beres.

C arlos V gobernó con prudencia los Países Bajos y, aunque reprendió con severidad los avances del p ro te sta n tism o , m antuvo la tra d icio n a l lib e rta d y autonom ía de las pro vin cia s. Adem ás, el em perador — de origen fla m e n co — era respetado en todo el te rrito rio . Por lo c o n tra rio , Felipe II llenó todos los cargos de im p o rta n cia con fu n cio n a rio s españoles e in ic ió , por in te rm e d io de la Inquisición, una e n é rg i­ ca campaña contra los p ro te sta n te s, cuyo núm ero aum entaba a d ia rio . Estas p ersecuciones re lig io sa s provocaron una revuelta, en cuyo tra n scu rso fueron asaltadas más de cu a tro cie n ta s iglesias. Para te rm in a r con los incide ntes, Felipe II envió un e jé rc ito a las órdenes del general español Fernando A lva re z de Toledo, más conocido po r el duque de Alba. Una vez llegado a Bruselas, el cita d o m ilita r asum ió el mando del país y creó un trib u n a l de doce m iem bros, llam ado de las R evueltas, pero que el pueblo — debido a su severida d— denom inó Tribunal de Sangre. Las sentencias eran inapelables y podían condenar a la co n fisca ción de bienes, al d e s tie rro , a la d ecapitación, a la horca, al d e scu a rtiza m ie n to y a la hoguera. A n te tan enérgica m edida el pueblo in ic ió la guerra co n tra España y num erosos e fe c tiv o s se colocaron a las órdenes de G u ille rm o de Nassau, p ríncipe de Orange, conocido por El T aciturno debido a su prudencia en diplom acia. A la cabeza de un e jé rc ito reclutado con ayuda de fra nceses, alem anes e ingleses, G u ille rm o de Nassau e n fre n tó a las aguerridas tro p a s españolas

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con re s u lta d o s v a ria b le s . Los h o la n d e s e s d e s tru y e ro n a lg u n o s d iq u e s e in u n ­ d a ro n p a rte d e l t e r r it o r io a fin de c o n te n e r a lo s p e n in s u la re s .

En 1576, los re p re se nta n te s de ja s d ie c is ie te p ro vin cia s de los Países Bajos firm a ro n un tra ta d o p o r el cual se com prom etían a e xp u lsar a los espa­ ñoles. La lucha re c ru d e c ió y en e lla m enudearon saqueos y depredaciones. A le ja n d ro F arnesio — al mando del e jé rc ito español en Ita lia — acudió con sus tro p a s y v e n ció en las p ro vin cia s del su r (B élgica actual) con m ayo­ ría de población c a tó lic a . Esos te r rito rio s pasaron a depender nuevam ente de Felipe II com o Países B ajos españoles (1579). Por su parte, las s ie te p ro vin cia s del n o rte — de re lig ió n c a lv in is ta — se agruparon en una Liga, llam ada Flepública de las P rovincias Unidas, y e lig ie ­ ron conde soberano a G u ille rm o de O range (1581). De tal manera quedó d estru ida para sie m p re la unidad de los Países Bajos. A unque F elipe II ordenó asesinar a G u ille rm o d e Orange y p ro sig u ió la guerra con renovados bríos, los rebeldes — ya conocidos com o h o la n d e s e s contaron con la ayuda de In g la te rra y Francia y co rlsig u ie ro n m antener su independencia. En 1598 m u rió el incansable Felipe II, y en 1609 el gobierno español pid ió la cesación de las h o stilid a d e s. Por ú ltim o , en 1648, con los tra ta d o s de W e stfa lia , H olanda fu e reconocido com o Estado independiente.

La lucha contra Inglaterra En In glate rra , a la m u e rte de E nrique V III le sucedió en el tro n o un h ijo de su te rce ra esposa, Eduardo VI pero, debido a su escasa edad — nueve años— se hizo cargo del g o bierno su tío , eje re lig ió n c a lv in is ta .

Eduardo m u rió jo ven y entonces fu e coronada M aría I Túdor, quien con­ tra jo enlace con Felipe II de España y, fe rv ie n te cató lica , repudió el p ro te s­ ta n tis m o y co n sig uió que el Parlam ento votara el re to rn o de Ing la te rra a la obediencia del P ontífice. D esaparecida la soberana cató lica , ocupó el tro n o su herm ana Isabel (1558-1603), quien p ro fe só la re lig ió n anglicana. Desde los com ienzos de su reinado s ig u ió una p o lític a antiespañola, pues Felipe II ayudó a los ca tó lico s p a rtid a rio s de M aría Estuardo. María Estuardo, reina de Escocia, contrajo enlace con su primo Darnley, aunque no tardó en odiarlo por su in clin ación a la bebida. Aquél falleció víctim a de una explosión y el pueblo sospechó de la reina, especialm ente cuando ésta contrajo enlace con el supuesto asesino. Se produjo una revolución y M aría — luego de abdicar— buscó refugio en Inglaterra, pero allí la reina Isabel — su prim a— la encarceló durante dieciocho años y por último ordenó su muerte.

En su p o lítica e x te rio r Isabel de In gla terra ayudó a la re b e lió n de los Países Bajos co ntra España y e s tim u ló la acción de los co rsa rio s (H aw kins, D rake) que asaltaban los galeones peninsulares o atacaban los pu ertos y se apropiaban de cu a ntio sos te soro s. Estas agresiones, unidas a las d ife re n cia s relig io sa s, p ro dujero n una cre c ie n te tira n te z de re lacione s e ntre ambas potencias, que c u lm in ó con la e jecución de la infortu nad a M aría Estuardo. Felipe II d e cid ió entonces s o m e te r a Inglaterra, su gran rival re lig io sa , p o lític a , económ ica y m arítim a . El soberano ordenó equipar una poderosa flo ta hispanop'ortuguesa de 135 naves, en las que em barcaron 29.000 hom bres al mando de A lo n so Pérez de Guzmán, duque de M edinasídonia. Esta grandiosa expedición — que de ante­ mano había re cib id o el nom bre de "A rm a d a In v e n c ib le ” — tenía por ob jeto fa c ilita r el desem barco en te r rito rio inglés del e jé rc ito español de 30.000 hom bres que, a las órdenes de A le ja n d ro Farnesio estaba acantonado en Flandes. En mayo de 1588 la escuadra p a rtió de Lisboa, pero un tem p o ra l disp ersó las naves que debieron reagruparse en el puerto de La C oruña; de a llí se h icie ro n nuevam ente a la vela en el mes de ju lio . El inepto duque de M edinasido nia tra tó de to m a r co ntacto con los demás e fe c tiv o s que lo aguardaban en Flandes, pero el enem igo le envió pequeñas em barcaciones cargadas con m aterias in fla m a b le s (b ru lo te s). A nte el p e lig ro de un incendio general el je fe español d e s is tió de sus p ro p ó sito s y, persua­ dido de la derro ta, ordenó re gresar a la península dando la v u e lta a las Islas B ritá n ica s, única ruta de escape. Im pulsada por los vie n to s , la “ In v e n c ib le " navegó rum bo al n orte, perse ­ guida por la flo ta inglesa, la que por fin hubo de d e s is tir de sus propó sitos por fa lta de víveres. T e rrib le s to rm e n ta s azotaron a las em barcaciones españolas que naufra­ garon en gran cantidad en las costas de Escocia e Irlanda. Después de m u­ chas penurias, perecieron unos v e in te m il hom bres y sólo cin cu e nta naves regresaron a la península. El d e sa stre de la “ In v e n c ib le ” fu e un duro revés para la hegemonía española y fa vo re ció la reb elión de los Países Bajos y a los c a lv in is ta s fra n ­ ceses en las guerras de re lig ió n . A dem ás, aseguró a Ing la te rra el predo m inio m a rítim o .

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España fren te a los turcos

La unidad peninsular española

El poderío m a rítim o de los tu rc o s era fo rm id a b le , pues sus naves __t r i ­ puladas po r m arinos fa n á tic o s e in to le ra n te s — dom inaban todo el m ar M e­ dite rrá n eo . El te rrib le enem igo era un p e lig ro c o n sta n te para la c ristia n d a d , por lo cual el papa Pío V propuso fo rm a r una Liga de países c a tó lic o s con el o b je to de d e s tru ir el poderío del su ltá n S e lim II, su ce so r de S olim án el M agnífico. A esa co nfede ración ingresaron el P ontífice citado, V enecia — m uy castigada po r los ataques— y el rey Felipe II. Los m iem bro s de la Liga re s o lv ie ro n c o n ce n tra r la flo ta en el p u erto s ic ilia n o de M esina, y a llí se re u n ie ro n 264 naves trip u la d a s por unos tre in ta m il hom bres. E ntregaron el mando suprem o al joven y consagrado capitán don Juan de A u s tria , que te rm in a b a de re p rim ir la re b e lió n de los m oros de Granada. Las em barcaciones cruzaron el m ar Jónico en d ire c c ió n a G recia y el 7 de octu bre de 1571 avista ro n a la flo ta enem iga en las pro xim id a d e s del puerto de Lepanto (a la entrada del g o lfo de C o rin to ).

D urante el reinado de Felipe II se logró la unidad ib é rica con la anexión de Portugal. En 1578 p e re ció el rey p ortugués D on S ebastián en una cruzada que había organizado co n tra los b e rbe risco s. C om o este soberano no tenía des­ ce n d ien te s lo sucedió su tío E nrique, cardenal anciano y enfe rm o que no ta rd ó en m o rir (1580). Felipe II — h ijo de la infanta portuguesa Doña Isabel— reclam ó sus derechos al tro n o lu sita no y, aunque consig uió el apoyo del alto c le ro y parte de la nobleza, el pueblo portugués — apoyado por Francia— proclam ó rey a A n to n io , p rio r de ¿ ra to , so b rin o bastardo del cardenal Enrique. Sin dem ora, Felipe II ordenó la invasión de Portugal con un e jé rc ito a las órdenes del duque de A lba. Los españoles d e rrotaron a sus ad versarios en la batalla de A lc á n ta ra y ocuparon la ciudad de Lisboa; después de re p ri­ m ir con energía toda desobediencia al rey de España el te r rito rio quedó s o m e tid o (1580). Felipe II se tra s la d ó a Lisboa, reunió las C ortes y fue reconocido sobe­ rano por sus nuevos sú b d ito s; p ro m e tió resp e ta r los derechos de tod os los ha b ita n te s del país y ocupar los cargos del gobierno con fu n cio n a rio s por­ tugueses. La unidad de la península ibérica aum entó los ya extensos te rrito rio s de Felipe II, que desde ese m om ento dom inaba las colonias portuguesas a m e ri­ canas y asiáticas. La anexión de Portugal se prolongó por espacio de 60 años (1580-1640) hasta que ocupó el tro n o lusitan o Juan IV, p rim e r rey de la Casa de Braganza.

El combate se prolongó durante todo el día, en feroz lucha cuerpo a cuerpo y en medio de horrenda confusión; al anochecer los turcos huyeron derrotados y los que no pudieron hacerlo fueron ultim ados o cayeron prisioneros. El gran escritor español M iguel de Cervantes Saavedra luchó valerosamente y recibió tres heridas, una de las cuales le inutilizó el brazo izquierdo por lo que mereció el honroso calificativo de “ Manco de Lepanto” .

El triu n fo llenó de jú b ilo a toda la c ristia n d a d , aum entó el p re s tig io de Felipe II y b e n e fició el co m e rcio del m ar M e d ite rrá n e o . Con respecto a los tu rc o s , la d e rro ta no les produjo graves consecuen­ cias pues, fa vore cido s por la s itu a ció n im p e ra n te en Europa, pudieron rehacer su flo ta y m antener sus d o m in io s.

M u e rte de Felipe II El 13 de s e tie m b re de 1598, luego de una prolongada enferm edad que lo o b lig ó a re c ib ir cato rce veces la extre m aunción , Felipe II fa lle c ió en su palacio de El E scorial. Después de su largo reinado, que duró cuarenta y dos años, este m onar­ ca ha sid o o b je to de los más dispares y opuestos com entarios. A lgunos h is­ to ria d o re s lo consideran un déspota cruel y astuto, pero o tro s sostie nen que fu e un hábil gobernante que lle vó a España a la m ayor grandeza.

LAS GUERRAS DE RELIGION EN FRANCIA En la segunda m itad del sig lo XVI, Francia fue castigada por una serie de v io le n ta s luchas Internas, provocadas por las d ife re n cia s e n tre ca tó lico s y p ro te s ta n te s , conocidas h istó ric a m e n te com o G uerras de R eligión. A su vez, la lucha — que se p rolongó por más de tre in ta años— de rivó en un c o n flic to p o lític o , por cuanto los je fe s de ambos bandos aprovecharon la d e b ilidad de la Corona para tra ta r de adueñarse del poder. En el año 1559 fa lle c ió el rey de Francia E nrique II y entonces — su ce si­ vam ente— llegaron al poder tre s de sus hijos, todo s m onarcas incapaces, cuya in e p titu d fa v o re ció los d e signios de la reina m adre C atalina de M é d icis, quien tu vo un papel destacado en las in trig a s p o lítica s de la época. La v is ib le d e b ilida d de la Corona hizo d esp e rta r las am biciones de los nobles, y ta m b ié n de los p ro te s ta n te s o hugonotes, por ocupar el tro n o . No 120

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El 25 de julio de 1593, Enrique IV abjura del protestantismo en la iglesia de Saint-Denis y asiste a misa. (Gra­ bado alemán de la época.)

tard a ro n en fo rm a rse dos pa rtid o s o bandos, que más tarde in icia ro n una cruenta g u erra: los ca tó lic o s inte g ra ron la Santa Liga y sus enem igos, los p ro te sta n te s, la U nión C a lvin ista . La lucha suele d iv id irs e en dos períodos. En el p rim e ro (1562 a 1573) se destaca la cruel matanza de p ro te sta n te s efectuada en París en la llam ada N oche de S an"B artolom é (24 de agosto de 1572), donde por orden de C atalina de M é d ic is las hordas asesinas te rm in a ­ ron su faena al cabo de dos días. En el segundo período (1574 a 1598) debe m encionarse el p re s tig io adqui­ rid o a tra vé s de la lucha por el duque ca tó lic o Francisco de Guisa, je fe de la Santa Liga. El rey Enrique III — te m e ro so de que lo d e rrib a ra del poder— lo mandó asesinar. A l año sig u ie n te el m onarca francés p e re ció en un atentado y entonces le sucedió su p ariente Enrique de Borbón quien, al pro fe sa r la re lig ió n ca lv i­ n ista, d e sp e rtó nuevos enconos. Hábil y a stu to , y considerando que la m ayo­ ría de los fra n ce ses eran c a tó lico s, abjuró de sus creencias p ro te sta n te s y se c o n v irtió a la Iglesia Romana. Esta a c titu d le p e rm itió conso lid a rse en el tro n o con el nom bre de E nrique IV. La guerra te rm in ó en m ayo de 1598 y, un mes antes de firm a r la paz, Enrique IV hizo p ú blico el cé le b re E dicto de N antes, especie de a rm is tic io por el cual se definían los derechos de los p ro te sta n te s en Francia. Estos podían e je rc e r su c u lto en co nd icio nes determ inadas, ocupar cu a lq u ie r cargo en organism os o fic ia le s y re u n irse en asam bleas para tra ta r sus asuntos re lig io s o s .

FR AN C IA Francisco I Temeroso del prestigio del duque de Guisa, el rey Enrique III decidió eliminarlo, tendiéndole una celada. A las tres de la madrugada, el soberano reunió una guardia en su dormitorio, se acostó en el lecho y mandó llamar al jefe católico. Este concurrió al palacio, a pesar de haber recibido una esquela ( era la decimosexta) en que se le avisaba que corría peligro. Cuando el duque penetró en el aposento, fue asesinado de varias puñaladas por los guardias. Enrique III dio un puntapié al cadáver.

De 1515 a 1547 Francia fu e gobernada por el rey F rancisco I, quien subió al tro n o a ios v e in tiú n años de edad. Ya hem os estudiado la p o lític a e x te rio r de este soberano, destinada a co n te n e r las am bicione s y expansiones te rrito ria le s de los H absburgo. Pro­ cedió con habilidad en sus guerras con tra C arlos V y co nsiguió alianzas con los suizos y los tu rco s, que ben e ficia ro n a Francia desde el punto de vis ta m ilita r, co m e rcia l y c u ltu ra l. F rancisco I e sta b le ció una m onarquía absoluta y centralizada, so m e tió a los nobles y lle gó a un acuerdo con el P ontífice, a fin de proponer los candi­ datos a los a lto s cargos e cle siá stico s. Fom entó la lite ra tu ra , las a rte s y las cie n cia s. D ebido a sus guerras en te r rito rio ita lia n o , se puso en contacto con el R enacim iento y fu e decidido p a rtid a rio de sus cu lto re s . D urante su reinado, el p ro te s ta n tis m o se in tro d u jo en Francia y, aunque al com ienzo no d io m ayor im p ortan cia al problem a, la cre cie n te a ctivid a d de los re fo rm a d o res lo o b lig ó — al té rm in o de su gobierno— a to m a r vio le n ta s m edidas de represión.

Enrique IV A l té rm in o de las G uerras de R eligión ocupó el tro n o de la arruinada Francia el m onarca E nrique IV, quien — al c o n v e rtirs e al c a to lic is m o — in ic ió la dinastía de los Borbones.

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París en tiempos de Enrique IV, se­ gún un grabado francés de la épo­ ca. El río Sena di­ vide en dos a la ciudad.

El 14 de mayo de 1610, cuando la carroza en que viajaba penetró en una calle estrecha, un loco fanático, llam ado Ravaillac, saltó al estribo y atravesó el corazón de Enrique IV con una profunda puñalada. El rey, que leía una carta, m urió en el acto.

INGLATERRA Isabel I

Había nacido (1553) en la provincia de Bearn, en Navarra, ubicada sobre el lado francés de los Pirineos; por eso tam bién se lo conocía con el apodo de el Bearnés. Era robusto, de ancha frente, ojos brillantes, nariz aguileña, labios gruesos y usaba bigote y barba term inados en punta. Su porte agradable y sencillo trato cautivaban a quienes lo conocían. Sorprendía por sus ingeniosas respuestas y gustaba de las bromas y de los momentos de buen humor.

Enrique IV se dedicó con ahínco a la ardua tarea de p a c ific a r los e s p íritu s (E dicto de N antes), re s ta b le c e r la decaída autoridad real y lle v a r al país por una senda de con sta n te progreso, para lo cual co n tó con la va lio sa ayuda de su fie l e in te lig e n te m in is tro M a x im ilia n o de B ethune, a quien hizo duque de S ully. El m onarca im puso su autoridad a los gobernadores y, cuando los m ie m ­ bros del Parlam ento se negaron a acatar una de sus de cisio n e s, les d ijo irrita d o : "S o y el rey y q u ie ro se r o b e d e cid o ". R estableció el orden en to d o el te rrito rio , ca stig ó a los bandidos y o b lig ó a v o lv e r al tra b a jo a los labradores. C o n tro ló d ire c ta m e n te el g o bierno de las d is tin ta s ciudades y m e jo ró la d is c ip lin a y la e fica cia del e jé rc ito . El duque de S u lly se encargó de las finanzas y de la a d m in is tra c ió n general del reino. Im pulsó la econom ía y lo g ró a m o rtiza r la cuantiosa deuda contraída con p rín cip e s e x tra n je ro s a consecuencia de las guerras. Se le ­ vantaron num erosos e d ific io s p ú b lico s y se co n stru ye ro n cam inos, canales y pu ertos; ta m bién re c ib ió gran im p u lso la navegación flu v ia l. Adem ás, tom aron in cre m e n to !a a g ric u ltu ra y el co m e rcio . Se desecaron pantanos, se e s tim u ló el c u ltiv o de la m orera y la cría del gusano de seda; en París se e rig ie ro n fá b ric a s de ta p ice s, en las que tra b a ja ro n ob re ro s ita ­ lianos especializados. Para e lim in a r cu a lq u ie r d ific u lta d con el P ontífice ayudó a los je su íta s en la funda ción de sus co le g io s. En p o lític a e x te rio r tra tó de m antener la paz con sus ve cin o s, aunque se opuso a los planes de la Casa de A u s tria y de España.

M u e rte de Enrique IV Las oportunas medidas de gobierno hicieron muy popular a este soberano, conocido por el pueblo como el buen rey Enrique. Un atentado puso fin a tantas mejoras.

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Isabel tenía v e in tic in c o años cuando fu e coronada reina de In gla terra (1558). El pueblo re c ib ió ju b ilo s o a esta soberana que descendía de reyes tra d i­ cionales y era la p rim e ra — desde la época de la con quista norm anda— de sangre tan puram ente inglesa. M antuvo su popularidad a tra vé s de un largo reinado porque gobernó con prudencia y re so lvió con habilidad y p a trio tis m o los problem as que d e cid ió a fro n ta r. Isabel (Miss Elisabeth Tudor) era de mediana estatura, algo gruesa, de fa c­ ciones comunes y cabello rojizo. Coqueta e insensible de corazón, era por momentos reservada, egoísta y am biciosa; a veces se encolerizaba bruscamente, empleaba un lenguaje grosero y era tan capaz de castigar a la servidumbre como de salivar el traje de un noble. Muy posesionada por su condición de reina, todos debían inclinarse ante su presencia y no toleraba la menor contradicción, pero le agradaba sobremanera que elogiaran su persona, pues se creía muy bella. Nunca contrajo m atrimonio, aunque su vida privada estuvo lejos de ser un modelo de virtud. Supo halagar a sus súbditos y gustaba vanagloriarse de su popularidad. Hacía detener su carroza en medio de la muchedumbre y era común que le g rita ­ ran: “ Que Dios salve a Vuestra G racia” . Entonces ella se ponía de pie y les contestaba: “ Dios salve a m i pueblo".

ibel de Inglaterra, última reesentante de los Tudor.


Uno de sus m inistros dijo que “ era la peor de las m ujeres y la m ejor de las reinas” . Otro la com paró a "u n hom bre de Estado", y el em bajador español en Londres manifestó, encolerizado, luego de sostener una violenta discusión con ella: "E ste pais ha caído en manos de una m ujer que es la p ie l del diab lo". A pesar de sus defectos personales, Isabel fue una notable soberana y su gobierno ha m erecido el ju sticiero título de " Era isabelina

Bajo el reinado de Isabel In g la te rra realizó se n sib le s progresos econó­ m icos y co m e rcia le s. La reina se rodeó de h á biles colaboradores, a quienes e x ig ió p a trio tis m o para bien del país; su p rin c ip a l co n se jero fu e G u ille rm o C ecil, designado s e c re ta rio de Estado. La in d u s tria re c ib ió gran im pulso, e sp e cialm e n te la de encajes y te la s; esto p e rm itió aprovechar la lana de los num erosos rebaños y la mano de obra de los m uchos ob re ro s, quienes buscaron re fu g io en te r rito rio in g lé s para e v ita r las persecu cio n e s re lig io s a s en los Países Bajos. Los te jid o s encon­ tra ro n buena aceptación en Francia, Rusia y en el M e d ite rrá n e o o rie n ta l. La ganadería m e jo ró con la cruza de anim ales procedentes de Holanda y A lem a nia, orige n de las fam osas razas Durham y H ereford, re sp e ctiva ­ m ente. Isabel sig u ió una p o lític a económ ica m uy re s tric tiv a y co n sig uio que el presu puesto anual no llegara al m edio m illó n de lib ra s e s te rlin a s . La ca­ lifica b a n de avara, porque abonaba escasos sueldos a sus s e rv id o re s y eludía las guerras con el so lo o b je to de no gastar dinero. M uchos a rtíc u lo s su bieron de pre cio , lo que p e rju d icó a los ob re ro s, a quienes les estaba p ro h ib id o re c ib ir aum entos de sa la rio s. Por o tra parte, se b e n e ficia ro n los burgueses (p ro p ie ta rio s y c o m e rcia n tes), que aprove­ charon la circu n s ta n c ia para enriq u e ce rse .

En una cacería, uno de los integrantes ofrece a la reina Isabel de Inglaterra una de las piezas cobradas. ( Grabado en madera de la época.)

La reina Isabel murió el 24 de marzo de 1603 Luego de un enfriamiento enfermó de grave­ dad y desde un principio se opuso a guardai cama, expirando reclinada sobre almohadones (Pintura de Delaroche.) .

En 1571 la reina inauguró la B olsa de Londres (Royal Exchange), esta ­ b le c im ie n to donde se reunían los com e rcia n tes para d is c u tir el p recio de los productos. Los ingleses se dedicaron a las activida des m arinas, en las que obtenían buenas ganancias. De ta l m anera se in ic ió la " tra ta de n e g ro s", que eran vendidos co m o esclavos en las posesiones españolas am ericanas. Pero la a ctivid ad más lu c ra tiv a fu e la practicada por los co rsa rio s o m arinos que tenían pate nte para a salta r y hu ndir los navios de una nación enem iga y luego debían re p a rtir el botín con la reina, cuya bandera enarbolaban. M uchos son los nom bres de los co rsa rio s inglese s que, desde sus ba­ ses en las A n tilla s , perju d ica ro n el com ercio m a rítim o español. Un corsario m uy fam oso fu e F rancisco Drake, que in ic ió un largo d e rro te ro y — sin pro p o n é rse lo — dio la segunda vu e lta al mundo. La reina Isabel fa lle c ió de pulm onía a los se tenta anos de edad (abril de 1603).

EL SIGLO DE ORO ESPAÑOL Con los go b iernos de C a rlo s V y Felipe II, las m an ife sta cio n e s lite ra ­ rias y a rtís tic a s alcanzaron en España su m ayor esplendor, por lo cual dicha época ha sid o lamada S ig lo de O ro (XVI). A l e stu d ia r el R enacim iento en la península, nos re fe rim o s a los p rin cip a le s re presentan tes de! hum anism o (N e b rija , V ive s), de la p in tu ra (El G reco, Velázquez, M u rillo ), de la e scu ltu ra (B erruguete) y ta m bié n a los e s tilo s c a ra c te rís tic o s de la a rq u ite c tu ra (pla­ te re sco , he rre ria n o , c h u rrig u e re sco ). Nos ocuparem os seguidam ente de la lite ra tu ra : poesía, m ística , te a tro , h is to ria y novela.

LA LITERATURA Las le tra s españolas llegan a su flo re c im ie n to no sólo en el sig lo XVI, sino tam bién en la ce n tu ria sig u ie n te , período conocido con el nom bre de Epoca Clásica. Algunos autores distinguen un período Preclásico que comprende los gobier­ nos de los Reyes Católicos, de Felipe el Hermoso y Juana la Loca y las regencias de Fernando el C atólico y del Cardenal Cisneros (1517). Luego consideran que el verdadero apogeo lite rario se inicia con Carlos I (V de Alemania) y continúa con sus sucesores: Felipe II, Felipe III, Felipe IV y Carlos II el Hechizado (1700).

Caracteres a) Religiosidad. El c a to lic is m o , fo rta le c id o en su lucha contra la Re­ fo rm a , in sp ira las obras lite ra ria s y toda m a nifestación de cu ltu ra en la pe­ nínsula. Com o bien ha dicho un autor, “ la Edad de O ro del arte es la edad de oro de la fe ” . b) Espíritu patriótico. A pesar de las in flu e ncia s e x te rio re s , el flo ­ re c im ie n to de las le tra s tu vo un se llo puram ente hispano, pues los perso­ najes, el am biente y el paisaje fu e ron siem p re nacionales.

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c) M o n a r q u is m o . El e s p íritu de la raza estaba p re se n te en el sobe­ rano, que p e rso n ific a b a a la nación; por e sto , los e s c rito re s lo veneraron com o algo sagrado, digno de hom enaje y obediencia. El españolism o de esa época se resum e en la sig u ie n te e xp re sió n : “ D ios en el c ie lo , el re y en la tie rr a ” . El idio m a cooperó e fica zm e n te para que las le tra s alcanzaran su m ayor esp le nd or, pues la lengua ca ste lla na lle g ó a la cum bre de su p e rfe cció n , ta n to en lo expre sivo com o en lo g ra m a tica l.

A m ediados del s ig lo XVII se in ic ia la decadencia de la poesía líric a con la aparición de dos escuelas lite ra ria s : el c u lte ra n is m o o g ongorism o y el co n c e p tis m o . 1 b) La poesía é p ic a 2 no alcanzó en la Edad de O ro la b rilla n te z y la p e rfe cció n del género líric o , por cuanto las grandes obras de la epopeya española su rg ie ro n en el período m edieval. El tra b a jo más destacado fu e La Araucana, en la que el m adrileño A lo n ­ so de E rcila y Zúñiga (1533-1594) canta la lucha de los españoles contra los indígenas araucanos que poblaban el actual te r rito rio ch ile no.

1) La poesía: lírica y épica a) La lírica que puede observarse neto. Entre los poetas p oética podem os c ita r

se ca ra cte rizó por la in flu e n c ia de la m é tric a ita lia n a , en el uso del v e rso endecasílabo y ta m b ié n del so­ que tra ta ro n de im p la n ta r en España esa nueva form a a Juan Boscán y a G a rcila so de la Vega.

Juan Boscán (14957-1542). Nació en Barcelona y residió casi toda su vida en Castilla. El m érito de este discreto poeta son sus trabajos escritos "a l itálico modo” , en los que introduce la m étrica italiana. Como prosista se destacó en la excelente traducción de El Cortesano, obra del escritor italiano Baltasar Castialioni. Garcilaso de la Vega (1503-1536). A pesar de su breve existencia, este poeta toledano se destacó por “ su fino gusto y suave inspiración” . Impuso la métrica italiana y alcanzó la perfección expresiva, aunque fue un artista imitativo. Entre sus obras se destacan tres églogas o poemas dialogados.

2) La m ística Fiel exp re sió n del s e n tim ie n to español de esa época, “ que caldeaba los corazones", es la lite ra tu ra re lig io sa o m ística. N um erosos son los e s c rito s que flo re c ie ro n en este género lite ra rio y la copiosa p roducción se calcula en unos 3.000 lib ro s. Los más destacados fueron:

Fray Luis de Granada (1504-1588), perteneciente a la Orden Dominica, dedicó a Felipe II su obra fundam ental: Guia de Pecadores. El devoto carm elita San Juan de la Cruz (1542-1591) sobresalió por dos poemas: Subida del Monte Carmelo y La noche oscura del alma. Santa Teresa de Jesús (1515-1582) se destacó por su estilo sencillo y cla ri­ dad de expresión. Algunos de sus libros son verdaderas obras maestras, de encantadara naturalidad. Sus mejores trabajos son: Camino de perfección y el Libro de las siete moradas.

C om o o p o sito re s a la innovación m é tric a su rg ie ro n los tra d ic io n a lis ta s o p a rtid a rio s de lo nacional que no lograron su o b je to p o r cuanto las nuevas fo rm a s poéticas se e xte n d ie ro n y fu e ro n u tiliz a d a s en toda la península. Luego aparecieron las p rin c ip a le s escuelas líríca s españolas: la salap ia n tin a , con Fray Luis de León, y la se villa n a , que reconoce com o p rin cip a l re p re se nta n te a Fernando de H errera.

Fray Luis de León (1527-1591). Este agustino eruditísim o, considerado el más grande poeta lírico de España, fue teólogo, filósofo, canonista y hasta matemático; también dom inó el latín, el griego, el hebreo, el sirio y el caldeo. Enseñó en la Universidad de Salamanca, pero envidiosos rivales lo acusaron de errores dogm áticos; entonces el tribunal de la Inquisición lo condenó a cinco años de cárcel. Su reintegro a las aulas dio motivo a un grandioso homenaje. Se afirm a que, al reanudar sus clases, en vez de acusar a sus enemigos, comenzó con esta célebre frase: " Decíamos a y e r. . . " • Aunque se inspiró en Horacio, las obras poéticas de este insigne lírico son insuperables, tanto en el fondo como en la form a expresiva. Entre sus famosas odas mencionaremos Vida retirada y Noche serena. Fernando de Herrera (1534-1597). Profundo conocedor de las letras griegas y latinas, este gran poeta sevillano ejerció decisiva influencia en la literatura castellana. Para elevar el lenguaje poético utilizó grandiosas imágenes y ostentosas frases. Se destacó en temas patrióticos y religiosos, entre los que figuran odas y elegías.

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Como místico, el ya citado Fray Luis de León prologó las obras de Santa Teresa y escribió Los Nombres de Cristo.

3) El teatro Las obras te a tra le s de la Edad de O ro se destacan por su e s p íritu hispánico, nobleza de s e n tim ie n to s y riqueza de caracteres. Este género lite ra rio alcanza su m áxim o e sp lendor con Lope de Vega, aunque tam bién m erecen especial m ención Tirso de M o lin a y C alderón de la Barca. Lope Félix de Vega y Carpió (1562-1635) nació en Madrid y desde pequeño dem ostró su precocidad para las letras. Dotado de una fecundidad sorprendente, abarcó en sus escritos todos los géneros literarios, aunque sobresalió como dram a­ turgo por su extraordinaria labor teatral^

1 El culteranism o consiste en expresar (alsa y amaneradamente los conceptos, utilizando giros rebuscados, palabras extranjeras (latinismos, italianismos) u otras productos del antojo indi­ vidual (neologismos). Es un vicio que radica en la forma exterior del lenguaje: la sintaxis y el vocabulario. Fue utilizado por escritores "cultos” , de ahí el nombre con que se distingue. También se conoce como “ gongorismo" porque fue Luis de Góngora y Argote (1561-1627) el brillante poeta que con su prestigio dio trascendencia a esta escuela literaria. El conceptism o — más frecuente, en la prosa— consiste en el empleo de conceptos oscuros, rebuscados y extravagantes. Se refiere al pensamiento y no a la expresión. 2 La poesía épica tiene por objeto expresar las ¡deas y sentimientos comunes a un pueblo a través de un estilo elevado, acción grande y personajes heroicos o de suma importancia.

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Entre los historiadores que trataron temas de la península figuran p rin cip a l­ mente el religioso Juan de Mariana (153&-1624), autor de una Historia de España, y Diego Hurtado de Mendoza (1503-1575), que escribió la Guerra de Granada. Basados en asuntos del Nuevo Mundo, mencionamos al dom inico Fray Barto­ lomé de las Casas (14757-1566) con su Historia General de las Ind ias; Antonio de Soils (1610-1686), autor de Historia de la conquista de México, etcétera.

5) La novela Después del te a tro , la novela fu e el género lite ra rio más cu ltiva d o por los e s c rito re s españoles de la Edad de Oro. Para su e stud io , deben d is tin g u irs e : a) Novelas caballerescas. Sus te m as se basaban en las hazañas de los ca b a lle ro s y en sus luchas por la defensa de la lealtad y del am or. Este género alcanzó su apogeo en el sig lo XVI, pero luego e n tró en de­ cadencia p o r in ve ro sím il y extravagante. b) Novela pastoril. Fueron obras a rtific io s a s que no re fle ja ro n con exa ctitu d el a m biente. Se basaban en el am or y los personajes son fa lso s pastores que encubren a verdaderos cortesanos. c ) Novela picaresca. Los tra b a jo s de este género d escriben las aventuras del " p ic a ro " o curioso, su je to vagabundo bufón y desheredado de la su e rte . E scritos en prim era persona, es d e cir, en fo rm a a u to b io g rá fica , sa tiriza n los d e fe cto s sociales con re alism o . La más im p o rta n te de las no­ velas picarescas es el Lazarillo de Tormes, de au to r anónim o. Sus obras dram áticas ocupan veintinueve volúmenes y las de otro carácter se conservan en veintiún tomos. Se lo ha llamado “ Fénix de los ingenios” y también "M onstruo de la Naturaleza” . Entre sus piezas más conocidas podemos cita r El rrjejor alcalde, el rey y Fuenteovejuna. Tirso de M olina (15807-1648) es el seudónimo del mercedario Fray Gabriel Téllez. Este poeta de fina sensibilidad escribió unas cuatrocientas com edias (sólo conocemos poco más de ochenta) y se destacó por ei profundo análisis psicoló­ gico de sus personajes y la fiel descripción de la sociedad española. Alcanzó celebridad por El bu rla dor de Sevilla y El Convidado de Piedra. Pedro Calderón de la Barca (1600-1681) es otra de las figuras cum bres del teatro español. Poeta de gran fantasía, prefiere temas religiosos, caballerescos o pasionales (am or y odio), en los que destaca el honor, la devoción a la Iglesia y la lealtad al rey. Entre sus obras más celebradas figuran La vida es sueño y El alcalde de Zalamea.

4) La historia El género h is tó ric o ta m b ié n alcanza su m adurez en e ste período y las ru d im e n ta ria s cró n ica s m edievales fu e ro n rem plazadas por tra b a jo s de in­ ve stig a ció n que tra ta b a n de lle g a r a la verdad de los sucesos m ediante una paciente com pulsa de docum entos. Sin em bargo, por la ausencia de una escuela h is tó ric a y la im ita c ió n de m odelos la tin o s, los tra b a jo s de este género no se destacan por sus valores.

M iguel de C ervantes Saavedra (1547-1616) C ervantes es la fig u ra más destacada de la lite ra tu ra española y uno de los más grandes e scrito re s del mundo. Nació en A lc a lá de Henares y desde tem prana edad dedicóse a la le c­ tu ra de los clá sico s latino s; su vida fu e variada y aventurera. Ingresó en el e jé rc ito com o soldado, se tra sla d ó a Ita lia y luchó hero i­ cam ente en Lepanto. En el via je de re greso fue apresado por los tu rc o s y llevado c a u tivo a la ciudad de A rg e l. Rescatado en 1580, v o lv ió a España e in ic ió su a ctivid a d lite ra ria , que le daría renom bre universal. F alleció de hidropesía en M adrid. C ervantes — llam ado con ju s tic ia " e l p rín cipe de los in genios espa­ ñ o le s ” — e s c rib ió poesías y com edias, aunque alcanzó su m ayor g lo ria com o n o ve lista. En este ú ltim o género com puso La Galatea, Las N ovelas Ejem ­ plares, Los tra b a jo s de P ersiles y S egism unda y el in m o rta l Q u ijote.

El ingenioso hidalgo Don Q uijote de la Mancha La p rim e ra parte de esta obra m aestra v io la luz en 1605. No se sabe con certeza la fecha en que el ilustre e scrito r comenzó su trabajo, aunque se supone con fundamento que se propuso redactar una corta novela, pero luego, entusiasmado ante el fruto de su propio ingenio, elaboró 52 capítulos. Una vez publicado, el trabajo alcanzó rápido éxito en España y fue traducido a idiomas extranjeros.

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habían sido otorgados a la Corona por donación del Papa y no por v o lu n ­ ta rio o to rg a m ie n to de los indígenas. Sólo hacia m ediados del sig lo XVI, al aum entar el núm ero de españoles en el Nuevo M undo, los ju ris ta s ad­ m itie ro n que el poder real se e je rcía según un pacto de v o lu n ta ria con­ cesión con la com unidad. El concepto del poder p o lític o emanado de la sociedad s u frió en España un cam bio en el s ig lo XVIII por in flu e n cia de los e s c rito s del obispo francés Jacobo B ossuet, cuya obra fu e tra d u cid a al caste lla no en 1743. Se produjo una e xa lta ción del poder real y se aceptó el p rin c ip io de la monarquía por derecho d ivin o , es d e cir, que el rey ocupaba el tro n o por una concesión de D ios, y sólo a El debía re n d ir cuenta de sus actos, y no a la com unidad.

Las funciones del Estado indiano

Com o en 1614 apareció una fa ls a con tin u a ció n del Q u ijo te , C ervantes p ublicó al año s ig u ie n te la verdadera Segunda Parte, que constaba de 74 capítulos. A unque el m o tivo de la obra fu e rid ic u liz a r el fa ls o e s p íritu de los li­ bros de caballería, sus dos p rin c ip a le s personajes, Don Q u ijo te y Sancho Panza, son creaciones a dm irables que representan una época. El p rim e ro , noble y generoso, encarna el id e a lism o hum ano; el segundo, to sco , calcu­ lador y m a te ria lis ta , sim b o liza la a n títe s is del a n te rio r. En realidad, el Q u ijo te es ‘un exacto re tra to del se r humano, con sus d e fe cto s y v irtu d e s .

CONCEPTO POLITICO DE IN D IA S Los orígenes del poder político En el tra n scu rs o de los s ig lo s XVI y XVII, los p rin cip a le s ju ris ta s y te ó lo g o s españoles — e n tre e llo s Francisco de V ito ria y Francisco Suárez— s o stu vie ro n que el poder p o lític o del gobernante surgía de la com unidad, pues era ésta quien se lo otorgaba al soberano. En consecuencia, el deber del rey era no usar a su antojo esa autoridad que le había sido c o n fe rid a por el pueblo. Según este p rin c ip o que fija b a lím ite s al soberano, el poder p o lític o emanaba de D ios al organizarse la com unidad y, si el m onarca no gobernaba en b e n e fic io de su pueblo y se con ve rtía en tira n o , el pacto era nulo y cesaba toda obediencia al prín cip e . No fue p o sib le a p lica r desde un p rin c ip io esta d o ctrin a sobre el poder p o lític o del gobernante a los pobla­ dores de los d om in io s españoles en A m é rica , por cuanto esos te rrito rio s

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En la organización p o lític a indiana no se e stru ctu ra ro n los poderes en e je c u tiv o , le g is la tiv o y ju d ic ia l, porqué a com ienzos del sig lo XVI no se conocía esa d iv is ió n del Estado que se aplicó en épocas p o ste rio re s. En H ispanoam érica e x is tió una d iversidad de funcion es que com prendían: go­ bierno, ju s tic ia , guerra y hacienda. El go b iern o abarcaba variadas a trib u cio n e s de orden e je c u tiv o y le g is ­ la tiv o (n o m b ra m ie nto de fu n cio n a rio s, redacción de leyes, etc.}, y tam bién re lig io s a s (fundación de conventos, creación de igle sia s, etc.). La fu n ció n de ju s tic ia era e je rcid a en d iversas ju ris d ic c io n e s por fu n ­ cio n a rio s y organisrrios, por cuanto no e stu vo a cargo — com o o cu rre en la a ctualidad— de un so lo poder especializado. La fu n ció n de g u e rra com prendía lo re fe re n te a la organización m ilita r (equ ip a m ie n to , defensa del te rrito rio , lucha contra los ind ios, e tc.) y la fu n ­ ció n de hacienda lo re fe re n te a la a d m in istra ció n del te so ro e sta ta l y el cobro de im puestos.

La organización institucional Luego del d e s c u b rim ie n to se fuero n creando los p rim e ro s organism os para el g o b iern o p o lític o y a d m in is tra tiv o de las Indias. A n te la vastedad de las nuevas tie rra s y la d ifíc il com unica ció n, no sólo con la m e tró p o li sin o e n tre las d iversa s poblaciones, la corona tra tó en lo p osible de e v ita r que los fu n c io n a rio s actuaran por propia volunta d. Por este m o tivo , la o r­ ganización de los d o m in io s españoles en A m é rica tu vo c a ra cte rística s par­ tic u la re s : ningún fu n c io n a rio ni organism o era d e p o sita rio de todas las a tri­ buciones. Las autoridade s se com plem entaban m utuam ente y e ntre ellas e xistía n d ive rso s grados de dependencia, co n tro l y e q u ilib rio . Del ca rá cte r a bsoluto de la m onarquía española en aquella época se d e riva la m áxim a fundam ental que d irig ió durante m uchos años la p o lítica en A m é ric a : ‘‘ Las Indias o ccid e nta le s estaban sujetas d ire cta m e nte al rey, p o r fo rm a r parte in te g ra n te de sus dom in io s h e re d ita rio s ” . Los te rrito rio s del Nuevo M undo eran reinos, p ro vin cia s, señoríos — no colo n ia s— , unidos e xclu siva m e n te al m onarca y no a la N ación española. A m é ric a hispana estaba gobernada por autoridades m e tro p o litan a s (las de m ayor je ra rq u ía) y re sid e n te s. Las prim eras — establecid as en España— fu e ro n : el Rey, el C onsejo de Indias y la Casa de C ontra tación .

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El C onsejo fu e la in s titu c ió n de m ayor autoridad creada en la península para el gobierno de las Indias; sus integ ra ntes debían ser hom bres de buenas co stu m b re s, “ nobleza y lim pieza de linaje, te m e ro so s de D ios y escogidos én le tras y p ru d e n cia ". El organism o entendía en los más variados asuntos. R esum iendo los podem os agrupar de la s ig u ie n te manera: a) Legislativos. Form ulaba y despachaba las leyes y resolu cio nes. Aprobaba o rechazaba los p le ito s y d iversas cuestion es que le llegaban de A m é rica . Desde el punto de v is ta e c le s iá s tic o , inte rvenía en el pase de las bulas papales — antes de p rom ulg arla s en Indias— y proponía ante el rey los candidatos para lle n a r los cargos, ta n to e cle siá stico s com o c iv ile s . b) Judiciales. Resolvía las causas fis c a le s que se presentaban a la Aduana de S e villa y la apelación de los p le ito s procedentes de las audien­ cias am ericanas y tam bién los elevados a la Casa de C ontrata ción. D ictam inaba en los ju ic io s de re sid e n cia y las visita s.

Las autorida d e s re s id e n te s tenían su sede en A m é ric a y eran las s i­ g uiente s: adelantados, gobernadores, v irre ye s, capitanes generales, audien­ cias, consulados y cabildos.

El Rey Era la suprem a e inapelable autoridad de ¡as Indias y el s u p e rio r po­ lític o de todo s sus d o m in io s. El m onarca estaba fa cu lta d o para cre a r orga­ nism os de gobierno, d ic ta r leyes, anular sente n cia s, nom brar y re m o ve r a los fu n cio n a rio s y to m a r las m edidas que cre ye ra co n ve n ie n te s para m e­ jo ra r la a d m in is tra c ió n de sus posesiones. En el aspecto re lig io s o — p o r expresa concesión p o n tific ia — podía nom brar las auto rid a d e s e c le s iá s tic a s y cre a r obispados y arzobispados.

EL CONSEJO DE IN D IA S Después del d e s c u b rim ie n to de A m é rica , los Reyes C a tó lico s designa­ ron al arcediano Juan R odríguez de Fonseca — quien pertenecía al C onsejo de C a s tilla — para que se h ic ie ra cargo de las cu e stio n e s re la tiv a s a las nuevas tie rra s . En 1518, el em perador C arlos V designó a Fonseca p re sid e n te de la Junta de In dia s — integrada por va rio s m ie m b ro s— , que al año s ig u ie n te com enzó a fig u ra r en los docum entos o fic ia le s con el títu lo de C onsejo de Indias. Este organ ism o carecía en realidad de autonom ía, pues form aba parte del C onsejo Real de C a stilla . A sí fu n cio n ó durante va rio s años hasta que, debido a la m u e rte de Fonseca y para em ancipar los asuntos de Indias del C onsejo de C a stilla , el em perador C arlos V creó, el 1? de agosto de 1524, el C onsejo Real y S uprem o de las Indias, designando p re sid e n te a García de Loaysa.

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c ) Adm inistrativos. Se ocupaba de la organización de las flo ta s y e xpediciones al Nuevo M undo; vig ilaba los in tereses de la Rea! Hacienda y cobraba un ta n to po r cie n to sobre las m ercaderías que se exportaban. P o ste rio rm e nte la Casa de C o n tratació n de S e villa se encargó de estas ú l­ tim a s funciones. d ) M ilita re s . La defensa de las posesiones en A m érica, la seguridad en la navegación, los d e lito s co m etid os en el m ar y las sentencias re la tivas a m ilita re s , correspondían a un organism o del C onsejo, llam ado Junta de Guerra.

El edificio del Archivo Genera! de Indias, en Sevilla. Allí figuran los más importantes docu­ mentos referentes a la historia de Hispanoamérica.


LA C A SA DE C ONTRATACION

AUTO RIDADES RESIDENTES EN A M E R IC A

A m ediados de 1502, el te s o re ro Francisco Pinelo, que ju n to con el arcediano Fonseca se ocupaba de los asuntos del Nuevo M undo, p resentó a los reyes un m e m o ria l en el que destacaba la necesidad de c re a r una casa donde podrían d e p o sita rse las m ercaderías que llegaran o debieran em barcarse para las Indias. Este e s ta b le c im ie n to e staría a cargo de un fa cto r, un te s o re ro y dos contadores. A cce dien do a lo s o lic ita d o , la corona creó en enero de 1503 la Casa de C o n tra ta ció n — con a sie n to en la ciudad de S e villa — y nom bró fa c to r al pro p io Pinelo. ,Para el e stu d io de este org a n ism o d is tin g u ire m o s tre s períodos:

El d e scu b rim ie n to , la conq uista y la colonización de A m é rica hispana se ca racterizaron por s e r una em presa p opular donde el esfuerzo ind ividua l o p rivado sobrepasó la acción o fic ia l de la corona. Con el o b je to de re­ com pensar a los p a rtic u la re s que arriesgaban su vida y sus haciendas se concedió al je fe de la e xped ición el títu lo de adelantado, con c a rá cte r v i­ ta lic io y a veces h e re d ita rio . Fueron — por orden c ro n o ló g ico — los p rim e ro s gobernantes españoles en el Nuevo M undo. Este título se otorgaba en Castilla a funcionarios con atribuciones de jueces y también a aquellos que, en las guerras de la reconquista española, ‘‘adelanta­ ban las fronteras” y libraban al te rrito rio de los invasores.

a) Con régim en autónomo En sus com ienzos, la Casa de C o n tra ta ció n tu vo ca rá cte r e x c lu s iv a ­ m ente com ercial, con fu n cio n e s propias de una aduana pues debía c o n tro la r todo s los produ cto s que llegaban de A m é rica . A p a rtir del año 1508, la corona — para im p u lsa r los co n o cim ie n to s g e og rá ficos y c ie n tífic o s — creó en la Casa el cargo de p ilo to m a yo r d e l reino, nom brando para desem peñar esa fu n c ió n al navegante A m é ric o Vespucio, a quien luego su cedió Juan Díaz de Solís.

b) D ependiente del C onsejo de Indias Luego de la creación del C onsejo de Indias, la Casa pasó a depender de ese a lto organism o. Nuevas ordenanzas reg lam entaron las fu n cio n e s de la C ontra ta ció n ; el núm ero de asesores le tra d o s se aum entó a dos y co­ menzó a fu n cio n a r una cárcel para la más rápida a d m in is tra c ió n de la ju s ­ tic ia . Las d isp o sicio n e s de la corona re la tiv a s al trá fic o con A m é ric a eran celosa m ente vig ila d a s por los fu n c io n a rio s de este organism o. c ) Decadencia N um erosas son las causas que in flu y e ro n para que a fin e s del s ig lo XVI com enzara la decadencia de la Casa de C on tra ta ció n . El puerto de Sevilla, si bien ofrecía ventajas de profundas, principal motivo que originó la creación Casa de Contratación de La Coruña. Esto dio origen ju risd icció n entre este puerto y Sevilla, que deseaba los viajes al Nuevo Mundo.

Los adelantados

seguridad, carecía de aguas de un nuevo organism o: la a una serie de conflictos de mantener la supremacía de

D urante el go b iern o de los reyes Borbones, y a causa de la fundación de la S ecretaría de M arina, la Casa de C o n tra ta ció n fue trasladada a Cádiz y. por ú ltim o , en 1790, C arlos IV la su p rim ió , debido a que sus fu n cio n e s eran cum plidas por los C onsulados d e l M ar.

El adelantado firm a b a con el rey (o sus rep re se n ta n te s) un c o n tra to o ca p itu la c ió n por el cual se otorgaban al p rim e ro c ie rto s derechos, pero ta m ­ bién quedaba s u je to a dive rsas obligaciones. Este fu n c io n a rio e je rcía el go bierno p o lític o , a d m in is tra tiv o y m ilita r del te r rito rio adjudicado en su ju ris d ic c ió n . Estaba autorizado a fu ndar p oblaciones y fo rta le za s, a d ic ta r ordenanzas, re p a rtir tie rra s y d ic ta m in a r en asuntos ju d ic ia le s . C onviene a cla rar que los adelantados debían re sp e ta r la o pinión de los o fic ía le s re a le s (te so re ro , contador, fa c to r y veedor) o re p re se nta n te s del m onarca, quienes ge neralm ente los acom pañaban en sus expediciones.

Los gobernadores S ucedieron a los adelantados y sus funciones eran s im ila re s , aunque no firm aban la c a p itu lació n y p or esto carecían de los b e n e ficio s y ganancias que tal co n tra to les hubiera otorgado. Eran nom brados por el m onarca a propuesta del C onsejo de Indias; sin em bargo, algunos v irre y e s designaron gobernadores, que estaban s u je to s a la c o n firm a ció n del soberano. La Real Hacienda les fija b a el sueldo y duraban en el cargo un plazo va ria b le que oscilaba de uno a cin co años. La Legislación de Indias no aclara debidam ente las a trib u cio n e s de los gobernadores, pero podem os a firm a r que eran bien am plias. Adem ás de las fa cu lta d e s a d m in istra tiva s, poseían autoridad ju d ic ia l porque los fa llo s del C abildo — sie m p re que la A ud ie n cia e stu vie ra d is ta n te — podían ape­ larse ante el gobernador. Sus a trib u cio n e s m ilita re s com prendían todo lo re la tiv o al mando de las tropas. Cuando el te rrito rio bajo su ju risd icció n era muy extenso, estaban autorizados para designar tenientes de gobernador-, además, para evitar los excesos que se cometían con los naturales, podían nom brar corregidores en los pueblos indígenas. Al crearse los cargos de virrey y capitán general, los gobernadores pasaron a depender de estos funcionarios.

Los virreyes Fueron los re p re se nta n te s d ire c to s del m onarca y, por lo ta n to , la más alta autoridad en A m é rica . E legidos e n tre los nobles más destacados de la 136

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C orte española, gozaban de p reem inencias se m ejantes a los reyes y fig u ­ ran en los docum entos con los títu lo s de "e x c e le n tís im o s ” y “ c la rís im o s ” . A l p rin c ip io el cargo de v irre y fu e v ita lic io , pero luego se fijó su dura­ ción en tre s años y más ta rd e en cinco. Las am plias fa cu lta d e s de los v irre y e s podem os re s u m irla s de la s i­ gu iente manera: a) P olíticas. Les debían obediencia todas las a utoridades del v irre in a to , exceptuando los adelantados. b) L egislativa s. Podían d ic ta r bandos, in stru c c io n e s , reglam entos y o r­ denanzas destinados a los fu n c io n a rio s subordinados y al pueblo. c) A d m in is tra tiv a s . M anejaban las rentas reales y, com o su p e rin te n d e n ­ tes de H acienda, v ig ila b a n to d o s los aspectos del te so ro . Estaban fa c u l­ tados para nom brar a los gobernadores, c o rre g id o re s , alcaldes m ayores de ciudad y o fic ia le s de Hacienda, aunque luego estos fu n c io n a rio s debían ser con firm ados por el rey. d) E clesiásticas. Estaban autorizados para e je rc e r el vice p a tro n a to , es d e cir, podían nom brar re lig io s o s para ocupar las vacantes e cle siá stica s m enores. e) Ju diciales. Presidían — sin v o to — las audiencias y podían conm utar p e n a s .1 La labor de los v irre y e s estuvo fisca liza d a por las audiencias y tam bién por los ju ic io s de re sid e n cia y las vis ita s . D urante el tra n s c u rs o de su man­ dato debían re dacta r una m e m o ria para fa c ilita r a su su ce so r las tareas de g o b ie rn o . 2

Los capitanes generales Estos m andatarios tenían a trib u c io n e s sem ejantes a las de los virre y e s , aunque el te r rito rio bajo su ju ris d ic c ió n era de m enor im p o rta n cia y ta m ­ poco eran considerados en la je ra rq u ía de los p rim e ro s. O tras d ivisio n e s p o lític a s fu e ro n entregadas a los co rre g id o re s, lla ­ mados tam bién a lca ld e s m ayores, quienes gobernaban los d is trito s que no eran cabeza de p ro vin cia y en los que había pueblos indígenas.

Las audiencias La A u d ie n cia fue el más a lto trib u n a l a d m in istra ció n de la ju s tic ia .

creado

en A m é ric a

para

la

Una de las c a ra c te rís tic a s de este organism o fu e el núm ero v a ria b le de ju e ce s que lo in tegraban; e n tre e llo s podem os c ita r los oidores, el al-

g u a cil m ayor, lo s fisca le s, lo s alcaldes de crim e n y o tro s fu n c io n a rio s de m e n o r je ra rq u ía .

Los o id o re s eran personajes p re stig io so s, nom brados d ire cta m e n te por el m onarca; usaban una toga ta la r, considerada com o insig nia del honor. A l igual que a los v irre y e s , les estaba p ro hibido m antener vin cu la cio n e s con personas re sid e n te s en el lugar donde funcionaba la A u d ie n cia ; no podían s e r nativos de la zona ni a s is tir a cerem onias públicas que no fueran pro­ pias de su cargo. Los fis c a le s defendían los p le ito s o fic ia le s y los asuntos derivado s de la Real Hacienda; el a lg u a c il m ayor velaba por el c u m p lim ie n to de las re­ so lu cio n e s de la A ud ie n cia y los alcaldes de crim e n — pro p io s de las au­ d ie n cia s v irre in a le s — integraban con el v irre y un trib u n a l que entendía, en apelación, las causas c rim in a le s dictada s por los alcaldes.

Funciones a) Ju d icia le s. A lto trib u n a l con ju ris d ic c ió n c iv il y c rim in a l; eran nece­ sa rio s dos vo to s de sus m iem bros re unidos en acuerdo para d ic ta r senten ­ cia en ju ic io s c iv ile s in fe rio re s a doscie nto s m il m aravedíes y de tre s de e llo s para los demás casos. Los asuntos c iv ile s que excedían de los seis m il pesos oro adm itían una apelación ante el C onsejo de Indias. En m a te ria c rim in a l trata ba en prim e ra instancia todas las causas que llegaban de los o tro s trib u n a le s in fe rio re s de ju s tic ia ; los fa llo s se expe­ dían en nom bre del p ro p io soberano y con el se llo real. A p a rtir del año 1550 se creó en la s'a u d ie n cia s el juzgado de “ Bienes de D ifu n to s ” a cargo de un o id o r que a dm inistraba las riquezas de los fa ­ lle c id o s en Indias o en v ia je a e llas, siem pre que no tu vie se n herederos. b) P o litic o -a d m in istra tiva s. Si los v irre y e s se e xtra lim ita b a n en cu alquie­ ra de sus fu n cio n e s, la A ud ie n cia estaba faculta da para lla m a rlo s al orden — sin hacerlo p ú b lico— ; en caso de re in c id ir com unicaba por e s c rito al rey la irre g u la rid a d ,

El juicio de residencia Para exam inar la actuación, de los altos funcionarios del gobierno, la corona española estableció el ju ic io de residencia. En Am érica tuvo su origen en la real cédula del año 1499, por la cual los Reyes Católicos designaron al com endador Francisco de Bobadiila “ juez pesquisidor” de Cristóbal Colón. A propuesta del Consejo de Indias o de la Audiencia, el juez residenciador se trasladaba al lugar donde había actuado el funcionario sujeto al ju ic io y allí recogía todas las pruebas de acusación y defensa. Terminado el proceso, enviaba las actuaciones al Consejo de Indias, el que daba el fallo definitivo. Podían ser residenciados virreyes, gobernadores, alcaldes, corregidores, visi­ tadores de indios, tasadores de tributas, algunos miembros del Cabildo y fun cio­ narios de la Real Hacienda y de la Cusa de Moneda.

' “ Limitados a ejercer altas tareas de gobierno -e s c r ib e Zorraquín Becú— la legislación quiso apartarlos de las preocupaciones particulares y de la minucia judicial para que pudieran dedicarse por entero al desempeño de su elevada función.” = Por el llamado “ pliego de mortaja" designaba a un reemplazante que lo sucedería — en caso de fallecer repentinamente— , hasta la ligada del nuevo virrey nombrado por el monarca.

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O tro procedim iento ju d icia l fue el de la visita, a cargo de un inspector o visitador. El ju ic io de residencia se efectuaba públicam ente al térm ino de la actuación de un funcionario y no lesionaba su prestigio. La visita — en cam bio— era m otivada por denuncias graves, se realizaba en cualquier momento y sus procedim ientos eran generalmente secretos.

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Las penas aplicadas en ambos procedim ientos consistían en multas, inhabi­ lita ción o destierro. El monarca podía exim ir del ju ic io a funcionarios de reconocida capacidad, como sucedió con los virreyes Cevaílos y Vértiz, en el Río de la Plata. La mayoría de las veces estos procedim ientos judiciales no tuvieron verdadera eficacia debido a ^¡versos factores, entre ellos, la venalidad y el soborno de los jueces o el poderío de los juzgados. El quinto virrey del Perú, marqués de Monte Claros, los asemeja "a los torbellinos que suele haber en plazas y calles que no sirven sino para levantar el polvo” .

Los cabildos El cabildo era una c o rp o ra ció n m unicipal que tu vo m ú ltip le s fu n cio n e s y que correspondía a los v ie jo s ayun ta m ie n to s o m u n ic ip io s ca ste lla no s de la Edad M edia. De acuerdo con lo e sta b le cid o en las Ordenanzas de Población, el ca­ b ild o se creaba al fundarse una ciudad. El c o n q u ista d o r que p residía la cerem onia adelantado o gobernador— debía nom brar los p rim e ro s ca­ b ild a n te s; éstos cesaban con el ú ltim o día del año y el 1? de enero e llo s m ism os designaban a sus sucesores. Para ocupar ios cargos concejiles, de carácter honorario y obligatorio, era condición necesaria ser vecino, es decir, estar casado y afincado en el lugar; se prefería a j o s descendientes de conquistadores que no tuvieran “ oficios viles” como ser tiendas de m ercaderías” o tabernas. También se les exigía saber leer y escribir, aunque a veces no se tuvo en cuenta este últim o requisito.

C onstitución El cabildo estaba c o n s titu id o por: a) El alcalde mayor. Era el p rim e r m a g istra d o m unicipal que super­ visaba todo el m o v im ie n to de ese organism o. b) El c.lcalde de prim er voto. prim e ra instancia en lo c iv il.

Desempeñaba la fu n ció n de juez de

c ) El alcalde de segundo voto. Con igual ju ris d ic c ió n que el ante rio r, pero en' asuntos de c a rá c te r c o m e rcia l o c rim in a l.

El edificio del Cabildo de Buenos Aires a principio del siglo XIX. En la planta baja se encontraba una capilla, locales para los empleados del municipio y celdas para encerrar a los detenidos. En la planta alta, una gran sala de reuniones y un largo balcón exterior, en el que aparecían las autoridades los días de festejos.

i) El alguacil mayor. Especie de je fe de policía. Se ocupaba de la v ig ila n c ia de las cárceles, detención de d elin cu e n te s, re p rim ía el juego y castigaba los actos co ntra las buenas costum bre s. Podía perm anecer armado de capa y espada d e ntro del re c in to del ayuntam iento. j) El escribano público. Era el se cre ta rio de actas, redactaba los lib ro s de acuerdo y le estaba pro h ib id o d ivu lg a r lo tra ta d o en las deli beraciones. k) El mayordomo.

Encargado de las diversas cerem onias públicas.

A tribuciones El ca bildo tu vo m ú ltip le s a trib u cio n e s. Entre ellas podem os c ita r:

d) Los regadores. Se ocupaban del abasto de la población, de las m ejoras públicas y de la a d m in is tra c ió n en general. Su núm ero oscilaba de cu atro a doce.

a) Funciones ju d icia le s. Estaban a cargo — com o ya hem os v is to — de los alcaldes de p rim e ro y segundo voto.

e) El alfé re z real. Llevaba el pendón del rey en todas las ce re m o ­ nias públicas y, por la je ra rq u ía de su fu n ció n , p ercibía más sueldo que los regidores.

b) Funciones eje cu tivas. Proyectaba ordenanzas de buen gobierno, f i ­ jaba los im puestos, establecía d isp o sicio n e s e d ilicia s, p o lic ia le s , de abasto y otorgaba tie rra s y solares.

f) El fie l ejecutor. V ig ila b a e l p re cio de los a rtícu lo s, im pedía el alza indebida de los m ism os y d eterm inaba los lugares de venta.

Las reales cédulas procedentes de la m e tró p o li se abrían en el ayunta­ m iento, en presencia del v irre y o del gobernador, y luego se com unicaban por bando al pueblo, si ése era el deseo del soberano.

g) El síndico procurador. Encargado de hacer v a le r los derechos de los pobladores de la ciudad ante las autoridades, in c lu s iv e ante el rey. h) El procurador general. necesidades públicas. 140

Proponía re fo rm a s de acuerdo con

las

c) Funciones a d m in istra tiva s. Se ocupaba de la creación y el fu n cio n a ­ m ie n to de escuelas de prim e ra s le tra s, exceptuando las que estaban a cargo de re lig io s o s ; a dm inistraba m ercados, ho sp ita le s y realizaba obras de bien com ún. 141


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El ca bild o obtenía re cu rso s con dos clases de im p u e sto s: 1) io s /p ro ­ p io s ; dinero que recibía p o r el a rrie n d o o la ve n ta de las tie rra s de su propiedad; 2) los a rb itrio s : cobrados a los com e rcia n tes. d) Funciones e le cto ra le s. Los cabild a n te s elegían a sus sucesores por m edio del voto.

Cabildo abierto Era convocado en casos de extrem a gravedad y concurrían las auto­ ridades c iv ile s , e c le s iá s tic a s y m ilita re s , ju n to con la parte más re p re se nta ­ tiv a y “ sana de la p o b la c ió n ", com o fig u ra en los docum entos de la época. La convoca to ria — que contaba con la anuencia del v irre y o goberna­ dor— obedecía a dive rsa s causas que requerían una so lu ció n inm ediata: re so lve r asuntos de guerra, ataques de p iratas, im poner ca stig o s a los indios, epidem ias, pérdidas de cosechas, e tcé te ra . En A m é rica debem os d is tin g u ir el c a b ild o a b ie rto tra d ic io n a l o de la prim e ra época y el re v o lu c io n a rio o con fin e s e s tric ta m e n te p o lític o s , pro­ pios de los albores de la em ancipación. A m ediados del s ig lo XVI, y a causa de las guerras c iv ile s , se con­ vocaron en el Perú los p rim e ro s ca b ild o s a b ie rto s re v o lu c io n a rio s ; en el Río de la Plata este tip o de asam blea se reunió con m o tivo de las inva­ siones inglesas.

LOS C ONSULADO S Desde la Edad M edia, los co m e rcia n tes españoles se agrupaban en trib u n a le s m e rca n tile s — conocidos con el nom bre de Consulados o U n iv e r­ sidades de M erca d e re s— con el o b je to de d e fe n d e r sus p ro p io s in te re se s en m ateria de navegación y com ercio.

El edificio del Consulado de Buenos Aires. Años'después — en el período independiente— allí sesionarían los diputados integrantes de la Asamblea del año 1813.

Com o sucedió con o tra s in s titu c io n e s ya e xiste n te s en la península, el C onsulado fu e trasladado a las nuevas tie rra s con fu n cio n e s adaptadas al medio en que debía actuar; es así com o tu vo ca rá cte r de ¡unta económ ica, pues fom entaba las a ctivid a d e s agrícolo-ganaderas, la m inería y las in ­ du stria s. El Consulado estaba form ado por un prio r o presidente y dos cónsules, acom ­ pañados en sus funciones por un contador, un secretario, un tesorero y otros vocales. El monarca nombraba a sus integrantes por dos años, al térm ino de los cuales el presidente y los dos cónsules se renovaban, eligiéndose por sorteo nuevos candidatos de una lista presentada por los com erciantes; no sucedía lo mismo con el contador, el secretario y el tesorero, que eran funcionarios permanentes.

En m ateria ju d ic ia l, los fa llo s del Consulado podían apelarse ante la Casa de C o n tra ta ción de S evilla, siem pre que el m onto del p le ito excediera los m il pesos fu e rte s ; p o s te rio rm e n te se fa c u ltó a la A u d ie n cia para re­ s o lv e r e stas cu e stio n e s com e rcia le s, la que e ntonces sesionaba com o trib u n a l, com puesto por el decano de e ste cuerpo y dos colegas. En ú ltim a instancia, el C onsejo de Indias podía d ic ta r sentencia d e fin itiv a en cual­ q u ie r p le ito de ca rá cte r com ercial.

Las Leyes de Indias Las tie rra s del Nuevo M undo fu ero n anexadas a la corona de C a s tilla y por esto las le yes castellanas y no o tra s se aplicaron en A m é rica al co­ m enzar la conquista y la población del te rrito rio . Sin em bargo, las d ife re n ­ cias de orden so cia l, p o lític o , económ ico y g eo gráfico que existía n entre las posesiones de u ltra m a r y la m e tró p o li dem ostraron que esa leg isla ció n castellana no se adaptaba — en m uchos casos— a las exigencias ju ríd ica s de la in c ip ie n te sociedad. S urgió de esta fo rm a el llam ado D erecho indiano, es d e cir, la fu s ió n del Derecho caste lla no con la p rim itiv a le g isla ció n in ­ dígena. La L egislación de Indias es el co n ju nto de disp o sicio n e s ju ríd ic a s d e s ti­ nadas a las nuevas tie rra s , que s u scrib ie ro n autoridades m e tro p o litan a s y re sid e n te s, ta le s com o reyes, v irre y e s , C onsejo de indias, gobernadores, consulados, audiencias, e tcé te ra . Con el transcurso del tiem po se hizo necesario re co p ila r todo este gran pro­ ceso legislativo, es decir, reunir las leyes de acuerdo con un orden cronológico y agruparlas p o r iden tidad de asuntos, a fin de sim p lifica r su conocim iento y fa ci­ litar su aplicación. Entre los juristas que se dedicaron a la gran tarea de recopilar y cod ifica r las Leyes de Indias merecen especial mención Antonio de León Pinelo y Juan de Solórzano Pereira. Finalmente, en el año 1680, el rey Carlos II prom ulgó la fam osa R ecopilación de Leyes de los Reinos de indias.

El poblam iento Desde una p rim e ra época, la Corona española dispuso e je rc e r un con­ tro l sobre el tra s la d o de personas hacia sus d om in ios en A m é rica , La Casa de C o n tra ta ció n estaba a cargo del em barque y otorgaba el pe rm iso c o rre s ­ pondiente, p re vio re g is tro de los v ia je ro s, con su ocupación re spe ctiva. 142


Los Reyes C a tó lico s p ro h ib ie ro n la partida hacia el Nuevo M undo de herejes, m oros y ju d ío s; tam poco le fu e p e rm itid o a los gitanos, por su con­ d ic ió n de errantes. En cam bio, se fa c ilitó el tra sla d o de fa m ilia s de cam pe­ sinos y artesanos que dem ostraran se r “ c ris tia n o s v ie jo s ” , es d e cir, no descendientes de in fie le s . C arlos V dispuso que los hom bres casados no podían v ia ja r s in sus esposas. Con respecto a las m ujeres s o lte ra s, aunque las nuevas tie rra s ofrecían buenas p o sib ilid a d e s m a trim o n ia le s, durante largos períodos se pro h ib ió su em barque; a pesar de estas re s tric c io n e s , no fu e escaso el núm ero de m ujeres — casadas y so lte ra s — que pudieron tra sla d a rse a A m érica. Los p rim e ro s negros esclavos llegaron acompañados de sus dueños, com o s e rv ic io d o m é stico , en las expediciones conquistadoras. Estos africanos num erosos en A ndalucía a fin e s del s ig lo XV— de m o stra ro n se r supe­

El jurisconsulto español Juan de Solórzano Per eirá — oidor de la Audiencia de Lima— , una de las grandes figuras del Derecho In­ diano. (Grabado de la Biblioteca Nacional de Madrid.)

Real cédula por la cual el mo­ narca español autoriza la recopi­ lación de Leyes de Indias del año 1682.

rio re s al in d io en tra b a jo , re siste n cia y d ocilida d. A ños más tarde, en tie m p o s de Felipe II, se ordenó que un em presario debía encargarse del trá fic o de negros, de acuerdo con lo e stablecido en el “ a sie n to ” o contrato entre la Corona y un p a rticu la r. Los únicos en co ndicio nes de tra fic a r esclavos en gran cantidad fueron los portugueses, que se apropiaban de los hom bres de co lo r en sus posesiones de A fric a . El p rim e r “ a s ie n to " se otorgó a Pedro Gómez R eynel y se prolongó de 1595 a 1601. La cruza de europeos con indias y negras produjo una variedad de grupos m estizos. El casam iento legal e ntre un blanco y una m u je r aborigen era considerado deshonroso y quitaba d is tin cio n e s y p riv ile g io s . No ocu rrió lo m ism o con las jóvenes m estizas — de unión de españoles con indias— que pudieron ser esposas de colonos europeos. Para que la raza negra no se fusio nara con la europea, la Corona espa­ ñola dispuso que pasara a A m é rica un núm ero p roporcional de esclavos de ambos sexos; a pesar de e llo , en c ie rto s lugares el núm ero de m ulatos fue abundante. La fundación de ciudades fu e una de las bases en que con so lid ó su acción la colonización española. Estas nuevas poblaciones en te rrito rio am ericano c o n s titu y e ro n núcleos sociales, p o lítico s y económ icos que se u tiliz a ro n com o defensas contra el indígena rebelde y fa vo re cie ron las com unicaciones. El p ro ce d im ie n to por se g u ir en la fundación de ciudades estaba reglam entado en unas disp o sicio n e s llam adas O rdenanzas de Po­ blación.

LA EVANGELIZACION El Patronato La Iglesia desem peñó un papel de gran im portancia en la conquista y la colonización de A m é rica y e je rc ió m arcada influencia en los más variados aspectos de la vida. El P atronato era la p re rro g a tiva concedida por el Papa a los monarcas españoles, por la cual los facultaba a nom brar las autoridades e cle siá stica s y cre a r obispados y arzobispados en sus dom inios. Las bulas y los breves p o n tific io s debían ser exam inados por el sobe­ rano antes de a p licarse en el Nuevo M undo; no podían e rig irs e m onasterios, ig le sia s u h o sp ita le s sin e sta r de acuerdo con las ordenanzas reales; los re lig io s o s no podían tra sla d a rse a A m é rica sin la orden expresa del m onar­ ca. En resum en, toda la Iglesia de A m é rica hispana dependía — en lo re fe ­ rente a personas y tem p o ra lid a d e s— de los reyes, sus patronos. Los p rim e ro s sacerdotes que llegaron al Nuevo M undo fueron los fra n ­ ciscanos y los do m in ico s, llam ados "m e n d ic a n te s ” porque vivían de lim o s ­ nas y de la caridad p ú b lica . Tam bién a rrib a ro n re co le to s, m e rced arios, agus­ tin o s y capuchinos. M erecen especial m ención los / e s u ita s , cuya labor fu e notable en todos los órdenes en que d e sa rro lla ro n su m ú ltip le actividad.

Las autoridades eclesiásticas Respondiendo a un pedido del em perador C arlos V, el Papa Paulo III nom bró en ju lio de 1547 obispo d e l Río de la Plata — con sede en la Asun-

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ció n — al fra n cisca n o Juan de B a rrio s. D ive rso s in co n ven ie n te s im p id ie ro n a este ú ltim o tra sla d a rse a las Indias. Con el o b je to de c u b rir el cargo vacante, C a rlo s V nom bró en fe b re ro de 1555 — antes de abdicar— a fra y Pedro Fernández de la T o rre ; el nuevo prelado llegó a la A su n ció n en a b ril del año sig u ie n te , acom pañado por v a rio s re lig io so s. La d ió ce sis d e l Tucumán — con sede en S antiago del Estero— se creó en 1570 y fu e su p rim e r titu la r el obispo F rancisco de V ito ria ; le sucedió H ernando de Trejo y Sanabria, quien se destacó por su obra en defensa y evangelización de los indígenas. La d ió ce sis fu e trasladada a Córdoba en 1699, porque esa región contaba con m ayores p o sib ilid a d e s de prosperidad. En 1620, el p o n tífic e Paulo V e rig e la d ió c e s is de Buenos A ire s y nom ­ bra en el cargo a fra y Pedro de Carranza. En 1807 se creó la d ió c e s is de Salta y ocupó por p rim e ra vez esa s illa episcopal N ico lá s Videla d e l Pino. Toda la región del Plata dependía ju ris d ic c io n a lm e n te del arzobispo de Charcas; la región de Cuyo e stu vo su je ta — hasta 1806— a las autoridades e cle siá stica s de S antiago de C hile, las que a su vez dependían de las de Charcas. Imprcflo con licencia deía Real Audiencia,en Ja

La acción cultural

C i*J*d i e l t s

España tra s p la n tó a las Indias las c a ra c te rís tic a s p a rtic u la re s de su cu ltu ra y, por m edio de la enseñanza, tra tó de fo rm a r una sociedad e se n cial­ m ente cristia n a . La tra d ic ió n m edieval otorgaba a la Iglesia el p rin cip a l papel en el esfuerzo educativo, de ahí que la enseñanza de la p rim e ra época fuera p a rticu la rm e n te m isio n a l y el p rim e r acto ed u ca tivo la ca tequización del indígena. Las Leyes de Indias contenían pocas d isp o sicio n e s sobre la creación de cole g io s y u nive rsid a d e s; en cam bio, son num erosas las que tra ta n sobre el a d o ctrin a m ie n to de los n a turales y para e llo s fu e ro n las p rim e ra s escue­ las creadas en A m é ric a hispana. El fa c to r id io m à tic o c o n s titu y ó el problem a más im p o rta n te en el desa­ rro llo cu ltu ra l. La u n ifica ció n del idiom a, encarada sobre la base del ca ste lla no o de la lengua indígena más avanzada, re s u ltó un fracaso; sin em bargo, en la p rá ctica — por la co n vive ncia e n tre el aborigen y el c o n q u ista d o r— co e xis­ tie ro n las dos tendencias. Los m isio n e ro s in icia ro n la co n fe cció n de voca­ bu la rios indígenas y, de tal manera, la d ifu s ió n del ca ste lla no se lo g ró por obra de la Iglesia.

LAS M ISIO N E S JESUITICAS Su organización Se designan con el nom bre de “ m isio n e s je s u ític a s ” los e s ta b le c im ie n ­ to s fundados por esos re lig io s o s con el fin de c iv iliz a r y evangelizar a los indios. A p rin c ip io s del s ig lo XVII se e s ta b le cie ro n en el Guayrá, donde funda­ ron la "P ro vin cia je s u ític a del Paraguay” . M ás ta rd e , debido a la h o stilid a d 146

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Portada de un catecismo des­ tinado a la evangelización de los indígenas, impreso en Li­ ma, en. el año 1584. La obra estaba traducida a las len­ guas quichua y aymará.

de los m am elucos (m estizos de portugueses e indias) debieron e m ig ra r hacia el sur, hasta d etene rse a o rilla s de los ríos Paraná y U ruguay. A m ediados del s ig lo XVII los pueblos ocupaban una am plia región que com ­ prendía el este del Paraguay, la p ro vin cia de M isio n e s, parte de C o rrie n te s y p o rció n oeste de los estados b rasileñ os de Río Grande y Santa C atalina. Un s u p e rio r re lig io s o gobernaba cada pueblo, a s is tid o por un te n ie n te cura que v ig ila b a la in s tru c c ió n y las prá ctica s de piedad. Los pueblos levantados por los jesuítas tenían entre sí un aspecto muy semejante: en el centro, una plaza de form a cuadrada o rectangular; hacia un costado la iglesia, las viviendas de los sacerdotes, la escuela, los talleres, los depósitos y el cementerio. En los otros costados de la plaza se ubicaban en forma sim étrica las casas de los indígenas, hechas de piedra y con techos a dos aguas. 147

Las m anualidades tu v ie ro n gran d e sa rro llo en la com unidad indígena, pues su rg ie ro n c a rp in te ros, te je d o re s, he rreros, p in to re s, e sta tu a rio s, re lo ­ je ro s , im p re so re s, fu n d id o re s y hasta fa b rica n te s de in stru m e n to s m usica­


La misión de San Ignacio Miní, según un cuadro de Léonie Matthis. Observe frente a la plaza el edificio de la iglesia que medía 63 metros de largo por 30 metros de ancho y constaba de tres naves con muros de piedra — unida con barro arenoso— reforzados con pilares de madera ae Lapacho.

paña y de A m é rica . A dem ás, el soberano creó ju n ta s de te m poralidades para a d m in is tra r los bienes que poseían los re lig io so s. V arios ad m in istra d o re s se h ic ie ro n cargo del aspecto m a te ria l de los pueblos, m ientra s que sacerdotes de otras órdenes (franciscanos, d o m in i­ cos, m e rced arios) reem plazaron a los je su íta s. El p ro c e d im ie n to no tu vo éxito. Hacia el año 1776 los pueblos estaban en franca decadencia, y a p rin c i­ pios del sig lo XIX só lo quedaban m ontones de ruinas. En pocos años había desaparecido la obra de dos sig lo s.

Guía de repaso La España de Carlos V.

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Juana la Loca y Felipe de Habsburgo. Los infantes Carlos y Fernando. Carlos I de España. La Europa de Carlos V: posesiones de los Austria, herencia de Borgoña, dominios de Castilla y posesiones de Aragón. Carlos en España. Las Cortes de Valladolid. Los com uneros: Juan de Padilla.

España en Italia y en el Mediterráneo.

Los franceses en Italia. Carlos VIII y Luis XII. R ivalidad entre Carlos V y Francisco 1. Batalla de Pavia. Tratado de Madrid. La paz de Cambrai. Felipe II. Batalla de San Quintín. La paz de Château Cambresis. Los turcos. Solimán II, el Mag­ nifico. La paz de Augsburgo. Abdicación de Carlos V.

La España de Felipe II.

Propósitos de este monarca. Unidad religiosa. La in qu isi­ ción. Sublevación de los moros. Motines de Aragón: el Justicia Mayor.

Politica exterior de Felipe II.

Sublevación de los Paises Baios. El duque de Alba. El Tribunal de Sangre. Guillermo de Nassau. Alejandro Farnesio. La República de las Provincias Unidas. Isabel de Inglaterra y el anglicanismo. El duque de M edinasidonia. La Arm ada Invencible. España frente a los turcos. Selim II. Juan de Austria. Batalla de Lepanto. La unidad peninsular espa­ ñola. Batalla de Alcántara. Anexión de Portugal.

Las guerras de religión en Francia.

La Santa Liga y la Unión Calvinista. La noche de San Bar­ tolomé. Francisco de. Guisa. Enrique de Borbón. El Edicto de Nantes.

Francia.

Reinado de Francisco i. Los Borbones: Enrique IV. El du­ que de Sully.

Inglaterra.

Isabel 1. G uillermo Cecil. El im pulso a la industria. La Bolsa de Londres. A ctividad de los corsarios.

El Siglo de Oro español.

La lite ratura : caracteres. La poesía lírica : Boscán y Garcilaso de la Vega. Las escuelas: salmantina, sevillana; e/ cul­ teranismo y el conceptismo. La poesía épica. La mística. El teatro: Lope de Vega, Tirso de Molina, Calderón de la Barca. La novela: caballeresca, pastoril y picaresca. M iguel de Cervantes Saavedra. Don Q uijote de la Mancha.

Concepto político de Indias.

O rigenes: la autoridad del rey emana de la comunidad. Bossuet: la monarquía por derecho divino. Las funciones del Estado indiano: gobierno, justicia, guerra y hacienda. La organización institucional: caracteres.

Autoridades metropolitanas.

El Rey, el Consejo de Indias: funciones legislativas, ju d ic ia ­ les, adm inistrativas y m ilitares. La Casa de Contratación: con régim en autónom o; dependiente del Consejo de Indias; decadencia.

Autoridades residentes.

Adelantados: las capitulaciones. Los gobernadores■„ Lu¿ vi­ rreyes: atribuciones políticas, legislativas, adm inistrativas, eclesiásticas y judiciales. Los capitanes generalas, Las Au­ diencias: los oidores. Funciones de estos oir&wlamos. Los Cabildos: constitución y atribuciones. C a b ild o a b ie rta . Los Cervantes Saavedra: Don Q uijote de la ttanchr. Las leyes de Indias: su recopilación.

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El poblam iento.

Las restricciones. Los negros esclavos. La fundación de ciudades.

La evangelización.

El Patronato: concepto. Las autoridades eclesiásticas. Las diócesis del Tucumán y de Buenos Aires. La acción cul­ tural: el factor idiom àtico.

Las misiones jesuíticas.

Su organización. Artesanías. Expulsión de los jesuitas.

40. ¿Había restricciones para el traslado de personas hacia A m é­ rica? 41. ¿A qué se llamó el Patronato? 42. ¿Cóm o surgieron las diócesis del Tucumán y de Buenos Aires? 43. ¿D ónde se estable­ cieron las misiones jesuíticas? 44. ¿En qué manualidades fueron adiestrados los indígenas?

Actividades Prácticas • R e s u m ir las g u e rra s e n tre la Casa de A u s tria y F ra n cia . • S in te tiz a r la p o lític a e x te r io r de F e lip e II . • En u n cu a d ro s in ó p tic o titu la d o : El gobierno de América hispana

— Cuestionario -------------------------------------------------------— 1. ¿Cóm o llegó al trono Carlos I de España? 2. ¿Qué dominios heredó al ocupar el gobierno imperial? 3. ¿Qué ocurrió en España cuando se rebelaron los com uneros? 4. ¿Cóm o se originaron las Guerras de Italia? 5. ¿Cóm o culminó la enemistad entre Carlos V y Francisco I? 6. ¿Quién fue derrotado en la batalla de Pavía? 7. ¿Por qué Carlos V envió al condestable de Borbón a luchar contra el Papa? 8. ¿Cóm o terminó la guerra entre la Casa de Austria y Francia? 9. ¿En qué form a abdicó Carlos V ? 10. ¿Qué sabe con respecto a la personalidad de Felipe II? 11. ¿Cóm o logró la unidad religiosa de España? 12. ¿Qué incidentes se originaron en Aragón? 13. ¿Por qué se sublevaron los Países Bajos contra Felipe II? 14. ¿En qué provincias venció A lejandro Farnesio? 15. ¿Cuál fue la política que siguió Isabel de Inglaterra contra España? 16. ¿Qué le ocurrió a la Armada Invencible? 17. ¿Qué actitud asumió España frente a los turcos? 18. ¿Qué se entiende por unidad peninsular española? 19. ¿Por qué se produjeron las Guerras de Religión en Francia? 20. ¿Qué partidos se form aron? 21. ¿Cóm o gobernó Enrique IV de Francia? 22. ¿Qué puede decir de Isabel I de Inglaterra? 23. ¿A qué se llama El Siglo de Oro español? 24. ¿Cuáles fueron los caracteres de la literatura? 25. ¿Quiénes se destacaron en la poesía lírica? 26. ¿Qué puede decir del teatro? 27. ¿Y de la novela? 28. ¿Qué sabe de Cervantes y el Quijote? 29. ¿Cuálés fueron las funciones del Estado indiano? 30. ¿Cóm o estaba gobernada América hispana? 31. ¿Qué atribuciones tenía el Consejo de Indias? 32. ¿En cuántos períodos puede divi­ dirse el estudio de la Casa de Contratación? 33. ¿Qué sabe dé los Adelantados? 34. ¿Cuáles eran las facultades de los virreyes? 35. ¿Qué funciones cumplía la Audiencia? 36. ¿Quiénes integraban el Cabildo? 37. ¿A qué se llamó Cabildo abierto? 38. ¿Qué puede decir sobre el Consulado? 39. ¿Cóm o surgió el Derecho indiano?

in d ic a r las p rin c ip a le s a trib u c io n e s de las a u to rid a d e s m e tro p o ­ lita n a s y las re sidente s sn el N u e vo M undo . • B u s c a r in fo rm a c ió n y luego re d a c ta r u n tra b a jo titu la d o : Im por­

tancia de los cabildos en América,

Lectura Felipe II Desde el punto de vista nacional, el rey más importante de la Casa de Austria, y también el más espa­ ñol, fue Felipe II. El volumen e in­ fluencia dé sü acción de gobierno son tan grandes en el siglo XVI, como lo fueron en el X V los de Isabel I y Fernando. P e ro los p ro b le m a s principales que hubo de afrontar Fe­ lipe II se diferenciaban de los que resolvieron aquéllos (y especialmen­ te la reina Católica), en haber sido, sustancialmente, problemas exterio­ res a España y de relación ' ó™de pugna con otros países. A que así fuese coñtrTBüyeron rio poco los ata­ ques y amenazas de los reyes ene­ migos de la Casa de Austria y de] poderío de ésta en Europa. Contra ellos le fue preciso a Felipe II, más de una vez, combatir incluso para salvar la independencia y los inte­ reses particulares de España. Pero

también influyó el hecho de que Fe­ lipe II, aunque no heredó el Impe­ rio, se empeñó en continuar reali­ zando los fines característicos de esa institución, que él consideraba como virtualmente transmitidos también a la corona española. La diferencia de su criterio imperialista con el de Carlos I consistió en que éste sentía el Imperio como un Austria y Habsburgo, y Felipe II como un católico, para quien la suprema necesidad era salvar el mundo (no sólo España) de la herejía triunfante en el Norte de Europa y en parte del Centro. Esa fue quizá su mayor equivoca­ ción política con referencia a' los intereses españoles; no obstante el sentido ge n e ra l h u m an o de aquel propósito, dentro de la ideología de la época. Es lícito, sin embargo, pre­ guntarse si Felipe II era capaz de comprender dónde estaba (fuera de 151

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la razón religiosa y la de apoyo a la familia imperial) el interés del rei­ no que, a través de su padre, heredó de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. Los únicos aspectos en que propiamente parece haber compren­ dido Felipe ese interés nacional, en lo que tenía de más íntimo, fueron el de las necesidades económicas re­ lacionadas^ o n la m e jo r a de las cualidades geográficas del territorio español, y el de la cultura. Su em­ peño en concertar lo que estimaba como sus obligaciones internaciona­ les con las que correspondían a un rey español de entonces, constituyó su error político más grave y tam­ bién su drama espiritual. Felipe había sido cuidadosamente educado para el gobierno por su pa­ dre, Carlos I, y por varias personas de cultura y experiencia que le ro­ dearon en su mocedad. Con objeto de completar esa educación, y para que conociese por sí mismo los paí­ ses de Europa que pertenecían a su padre, éste le hizo visitar Italia, Flandes y Alemania. Poco después, y por su ya citado matrimonio conMaría Tudor, Felipe residió algún tiempo en Inglaterra. Con todo esto, adquirió experien­ cia de los hombres y de las cuestio­ nes que entonces agitaban a Europa, y especialmente un elevado sentido de su r e s p o n s a b ilid a d como rey, dentro de la concepción absolutista. Este sentido se aplicó en dos formas que caracterizan la manera de go­ bernar de Felipe II: es una su inter­ vención personal y directa en todas las cuestiones de a d m in is tr a c ió n ; otra, la defensa tenaz de los intere­ ses de la monarquía contra todos los enemigos de ella, incluso el Papa, cuando éste se mezclaba en asuntos que afectaban a los dominios de la corona española o a la soberanía de ésta. La intervención personal y direc­ ta, signo de independencia de carác­ ter y de celo por las funciones de rey, se expresó en el hecho de que

Felipe II nunca descargó la resolu­ ción de los asuntos en otras perso­ nas, aun las de m a y o r confianza (sus secretarios), sipo que los estu­ diaba y resolvía pof sí mismo. Esta manera de proceder, digna por un lado de elogio, tuvo también sus desventajas. A l c e n tr a liz a r en sí mismo el gobierno hasta en sus mí­ nimos detalles, quitaba iniciativas a las autoridades inferiores al rey y dejaba a éstas sin poder decidir por sí mismas en momentos difíciles y que no admitían espera. Por otra parte, y dada la dificultad de las comunicaciones que entonces se pa­ decía, la necesidad de aguardar ins­ trucciones directas del rey hacía que éstas llegasen muchas veces tarde y no causasen el efecto buscado. Añá­ dase a esto las vacilaciones y lenti­ tud personales de Felipe, que, sea cual fuere su explicación psicológica, constituyeron prácticamente una in­ ferioridad frente al dinamismo de que dieron muestra sus enemigos y, particularmente, la reina Isabel de Inglaterra y la regenta de Francia, Catalina de Médicis. La única ex­ cepción a esa técnica burocrática se­ guida por el rey fue el sistema de autonomías le g is la tiv a s, muy am­ plias a veces, que se aplicó en las colonias a m e rica n a s y oceánicas: origen de una abundante legislación escrita y consuetudinaria que prác­ ticamente modificó la dictada en la metrópoli en no pocas cuestiones. A lta m ira , Rafael. M a n u a l de H i s t o r i a d e E s p a ñ a , Buenos Aires, 1946.

• ¿Cuáles f u e r o n lo s p r o b le m a s p rin cip a le s que debió a fro n ta r F e ­ lip e II? • ¿Su posición re lig io sa lo fa vo re ció en p olítica? • ¿Cómo gobernó? • ¿Qué s ig n ific a legislación consue­ tu d in a ria ?

LA ESPAÑA DE LOS AUSTRIAS MENORES D espu é s de la m u e rte de Felipe II com ienza la decadencia española al o cupar el trono los tre s ú ltim os m onarcas de la casa de A u s tria que reina­ ron en la península: Felipe III, Felipe IV y Carlos II. Estos reyes incapaces — que ca re cie ron de talento y energía— fueron dom inados en el aspecto político por m e diocre s favoritos.

Felipe III (1598-1621) H ijo del absolutista Felipe II, ciñó la corona a los ve intiú n años. A u n q u e m u y re ligioso y benigno, este soberano era un incapaz que gustaba de la vida cóm oda y de holganza. Entregó la dire cció n del gobierno al poco e scru p u loso Duque de Lerma que siguió una funesta política de e nriqu e cim ie nto personal. Este favorito del m onarca ordenó en 1609 la expulsión de los ú ltim o s m oros que pe rm a ­ necían en la penínsu la .1

La drástica medida estaba de acuerdo con la mentalidad de la época y se llevó a cabo no sólo para conseguir la definitiva unidad religiosa, sino también para mejorar las finanzas con la confiscación de los bienes pertenecientes a los laboriosos moriscos. Aunque el Duque obtuvo una buena ganancia, las consecuencias económicas fueron perjudiciales, porque la mayoría de los expulsados se dedicaban a la agri­ cultura y a la industria.

> La expulsión se ¡nieló en 1609 y se prolongó hasta el aflo 1614. En total se calcula que la medida afectó a cerca de medio millón de personas que fueron trasladadas al Africa.

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P o steriorm ente Lerm a fue reem plazado por su hijo, el D u q u e de U ce da , otro incapaz, sin ninguna condición para el go bie rn o del Estado. El bondadoso y holgazán Fe lip e III m urió en 1621; lo sucedió su hijo, Felipe IV.

Felipe IV (1621-1665) Era m ás inteligente que su padre, aunque tam bién se m antuvo alejado del gobierno que entre gó al privado G a spa r de G u zm á n , Conde-duque de Olivares. Este fa vorito era m u y honrado pero, vanidoso y altanero, se dejó dom in a r p or su excesiva a m bición de m ando. S o s tu vo una se rie de gu erra s contra Francia, con resultado adverso, lo que ocasionó la pérdida de varios te rrito rio s .1 En p olítica interior se p ropuso sanear la co rru pción a dm inistrativa y creó la Junta de Reformación de Costumbres.

Comenzó a funcionar en 1622 y sus integrantes debían Investigar las fortunas de todos aquellos gue habían ocupado altos cargos en el reinado de Felipe III. Uceda y Lerma fueron juzgados y enviados a la cárcel; el primero falleció cumpliendo la condena, pero el segundo logró ser nombrado cardenal. Para impedir nuevas inmoralidades en la administración pública se ordenó que, a partir de ese momento, todos los que eran nombrados para ocupar un cargo de importancia estaban obligados a presentar una declaración jurada de sus bienes. O liv a re s decidió u nifica r el siste m a fin an cie ro y a dm inistrativo de Es­ paña, para lo cual exigió im puestos y aplicó una rígida política centralista. Esto originó varios levantam ientos, con propósitos de independencia, en Cataluña, A nda lu cía y A ra g ó n . La inhábil política de O liv a re s afectó tam bién a Portugal cu yos habitantes fueron gravados con e xce sivo s im puestos. En 1640, los nobles encabezaron una rebelión, lograron apoderarse de Lisboa y se independizaron de España al nom bra r soberano a Juan IV, duque de Braganza. A n te los fracasos de O liv a re s , Felipe IV lo destituyó y p or b reve tiem po se hizo cargo del go bie rn o; luego v o lvió a co nfiar el poder a Luis de Haro, so brino del a nte rio r favorito . A u n q u e m ás hábil que O liv a re s , no pudo m e jo­ rar la situación española. C o n tra ria d o por tantos fracasos político s, Felipe IV m u rió en el año 1665 y dejó heredero al p ríncipe Don Carlos, hijo de su segundo m atrim onio con

M ariana de Austria.

C arlos II (1665-1700) D é b il, e nfe rm izo y retrasado m ental,2 el nuevo soberano fue dirigid o — en los años de m inoridad— por su m adre. Doña Mariana, la cual, por su escaso

1 Rosellón, el Artois, Luxemburgo y algunos territorios en Flandes. Por la llamada “ Paz de los Pirineos” , se estableció el matrimonio de la infanta M aría Teresa con el futuro rey de Francia Luis XIV. 2 Con frecuencia era atacado por violentas fiebres que lo postraban en cama; apenas subía sn un carruaje, los vómitos lo obligaban a desistir del viaje, y cuando estaba al aire libre, le supuraban los ojos. El pueblo lo conocía con el nombre de Hechizado, porque su lamentable estado físico se atribuía a influencias diab.ólicas.

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talento, fue a su ve z dom inada por el jesuita austríaco Everardo Nithard. En 1675 C a rlo s II fue reconocido m a yor de edad y, a p a rtir de ese m o­ m ento, entregó el gobierno a su herm ano bastardo Juan José de Austria,3 cuyos de sa cie rto s aum entaron la decadencia de la C o ro n a y el desp re stig io de España. La extrem a debilidad física del m onarca y la circunstancia de no tener descendientes directo s inquietaron a las C o rte s europeas, que alegaban derechos a la sucesión española. Luis XIV de Francia deseaba la corona de España para su nieto Felipe de Anfou. El em perador Leopoldo I de Austria, descendiente del em perador Fernando (hermano de Carlos V), am bicionaba el trono para su hijo, el archiduque Carlos. Además, también alegaba derechos el príncipe José Fernando de Baviera. bisnieto de Felipe IV de España. Enterado C a rlo s II de las am biciones de A le m a nia y Francia designó heredero a Fernando de Baviera, pero éste falleció en 1699.

3 Fue el más inteligente de los varios La madre de Juan José de Austria era A Juan de Austria le sucedieron otros Oropesa, que aumentaron los males externos

hijos naturales de* Felipe IV. la actriz M aría Calderón. dos favoritos: el Duque de M edinaceli y el Conde de e internos que agobiaban a España.

B


Por nuevo te s ta m e n to , el soberano español e lig ió al fra n cé s Felipe de A n jo u quien, a la m u e rte de C arlos II, ocupó el tro n o con el nom bre de Fe­ lipe V. A larm adas ante el poderío del nuevo m onarca, In g la te rra y Holanda organizaron una c o a lic ió n co n tra España y Francia, lo que dio origen a la llam ada "G u e rra de S u ce sió n ".

EL BARROCO Y SU PROYECCION EN A M E R IC A Los estilos que pasaron al Nuevo Mundo La a rq u ite c tu ra es el a rte de c o n s tru ir y adornar los e d ific io s según las norm as determ inadas por un e s tilo — m a n ife sta ció n p lá stica de un a utor o una época— que puede se r g ó tico , re n a cim ie n to , barroco, e tcé te ra . V arios fu e ro n los e s tilo s a rq u ite ctó n ic o s que se em plearon en A m é rica en los largos años de la dom inación hispánica, vin cu la d o s ló gicam ente a la Península, de donde procedían los a rq u ite c to s . En colaboración con c rio llo s y op erarios indígenas, los españoles levantaron e d ific io s de una gran v a rie ­ dad de fo rm a s — p a rtic u la rm e n te en M é xico y el Perú— que no siem pre respetaron la fiso n o m ía de un e s tilo dete rm in ad o , bien por in flu e n c ia del m edio, la fa lta de mano de obra adecuada, la carencia de c ie rto s m ate­ ria le s, e tcé te ra . En té rm in o s generales — debido a la d ific u lta d para fija r de m odo pre­ c iso — puede a firm a rs e que en A m é rica se aplicaron las m a n ife sta cio n e s e s tilís tic a s pred o m in a n te s en España en el tra n s c u rs o de va rio s s ig lo s , a saber: g ó tico , re n a cim ie n to , m udéjar, h e rre ria n o , p la te re sco , barroco, rococó y neoclásico. Entre los siglos XII y XVI flore ció en Europa el estilo ojival, más conocido por el im propio térm ino gótico (surgió en Francia y na da debe a los godos), que se caracteriza por el uso del arco quebrado u ojival. Este detalle perm itió construir altas columnas, elevar las paredes y a b rir en ellas grandes ventanas, cubiertas con vitrales (vitraux) de variados colores. Los edificios construidos en este estilo terminan en su parte superior en la denominada “ bóveda de crucería” , form ada por cuatro sem iarcos ojivales que se cruzan. Numerosas iglesias fueron erigidas de acuerdo con estos principios. En los prim eros años de la conquista se aplicó en Am érica el estilo gótico isabelino (se difundió bajo el reiriado de Isabel de Castilla), con bastante influencia mudéjar o árabe, como lo prueba el uso de los arcos de herradura. Se encuentran expresiones destacadas en México y Perú. Por el siglo XVI lle g ó -a su apogeo en Europa el estilo renacimiento, que consistió en volver a las antiguas form as clásicas, pero con criterio independiente y am oldándolo a las nuevas necesidades. La adaptación del estilo gótico al del renacimiento originó en España el estilo plateresco, con profusión de elementos decorativos, denominado de esa forma porque su ornamentación rebuscada y m inuciosa semejaba el trabajo de los plateros. En el siglo XVI se produjo en España la llamada “ reacción herreriana” que in ició el sevillano Juan de Herrera, quien se destacó por la severidad y aridez del estilo. Aunque también se aplicó en América, su auge no fue duradero, pues debió dar paso al in flujo avasallante del barroco, del cual nos ocuparem os seguidamente. La frivolidad im perante en la Francia de Luis XV hizo surgir el estilo rococó, con m olduras curvas y sinuosas y detalles de guirnaldas, follajes, etcétera, que no tardó en pasar a España bajo la dinastía de los reyes Borbones.

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Desde la segunda mitad del siglo XVIII comenzó a declinar la exuberancia del barroco y del rococó para dar paso al estilo neoclásico, que volvió a la medida de las líneas y a la proporción en la arquitectura.

El barroco am ericano El R enacim iento había proporcionado al a rte a rq u ite ctó n ico una té cn ica y un e s tilo p ropios, pero en el tra n scu rso del sig lo XVII esta sim p licid a d de las fo rm a s clá sicas se co m p licó al predom ina r el elem en to d e co ra tivo sobre el c o n s tru c tiv o , la línea curva sobre la recta. S urgió de esta form a un e s tilo rebuscado, con p ro fu sió n de d e ta lle s d e corativo s y recargado de adornos que re c ib ió el nom bre de barroco J Esta m a n ife sta ció n p lá stica de una época, que s ig n ific ó una oposición al frío y c o rre c to c la sicism o se conoció tam bién en España con el nom bre de c h u rrig u e re sco, pues fu e difu n d id a por José C hurrig uera y sus discípulos. El e s tilo barroco se extend ió por toda A m é rica hasta tra n sfo rm a rse en el arte genuino de la colonización española.* Si bien fu eron los je su íta s

1 Algunos afirman que la palabra b arroco deriva de la í i . i í . . . clones y ensorfijam lénfos -hacen recordar los adornos

7 s “ o° o S T d iS T q « p

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viene de un apHc a no ^ T a i pedías de escaso va^ór. En 1 ° n ' romo asimismo a toda obra art e f 0 a a arc?u'tectura, sino también a la pintura y a la escultura, como asimismo a toda obra artística cargada de detalles. 2

T a m b ié n

se difundió con rapidez y presentó modelos destacados en los dominios lusitanos


quienes más lo d ifu n d ie ro n , no se v in c u ló ni a una escuela ni a un a rtis ta dete rm in ados. . , No tardó en adaptarse al m edio natural — tro p ic a l y s e lv á tic o — y a las m a nifesta ciones c o lo rid a s y b rilla n te s del te m p e ra m e n to indígena. De tal manera, en el barroco am ericano se observan recursos de e xpresión ilim i­ tados y un co lo rid o fa n ta sio so y b rilla n te , obra de a rq u ite c to s europeos o c rio llo s en e strecha colaboración con m estizós e indígenas. T ransform ado en poderosa c o rrie n te , el b arroquism o del Nuevo M undo re s is tió por largos añ 0S — siglos X V II y X V III— los avances de las nuevas concepciones a rq u i­ te ctó n ica s que procedían de Europa. En M éxico , Perú y A m é rica C e n tra l son num erosas las co n stru ccio n e s erigid as en el e s tilo m encionado; en nu e stro país podem os c ita r en Córdoba la notable cúpula de la C atedral, las ig le sia s de Santa C atalina y A lta Gra­ cia-, en Buenos A ire s , el fro n tis de la ig le s ia de San Ignacio, e tcé te ra .

EL ABSOLUTISM O M O N A R Q U IC O Se llam a ab so lu tism o el s iste m a de g obierno en el cual la autoridad del soberano no tie n e lim ita c io n e s y su vo luntad es la única norm a que debe se g u irse para la a d m in is tra c ió n de un país. El ab so lu tism o m onárquico ca ra cte rizó los gobiernos europeos del s i­ glo XVII, en especial el de Francia. Aunque en el sistema absoluto de gobierno todo lo que place al monarca tiene el valor de una ley, es error común confundirlo con el despotismo o la tiranía. En estos últimos, el poder se ejerce en form a arbitraria, mientras que en el sistema absoluto el que gobierna debe respetar las tradiciones y normas ya establecidas en su país y tratar de resolver los problemas con la rectitud que le indique su conciencia. Los monarcas absolutos se basaron en el principio del derecho divino, por­ que su poder derivaba de Dios y, por lo tanto, no debían com partir con nadie la autoridad. Debían gobernar en form a paternal y de acuerdo con la recta razón. Sólo ante Dios eran responsables de la grandeza y la prosperidad de sus Estados.

La consolidació n del poder m onárquico se elaboró p aulatinam ente desde la caída del fe u d a lism o , a fin e s de la Edad M edia. Las num erosas guerras c iv ile s y re lig io s a s d e b ilita ro n a la nobleza y al cle ro y en riq u e cie ro n a los reyes que se apropiaron de los bienes ecles iá stico s Los m onarcas organizaron e jé rc ito s de m erce n a rio s, q u ita ro n a trib u c io ­ nes a los parlam entos, no respetaron las autonom ías m u n icip a le s, reorga­ nizaron la ju s tic ia y sig u ie ro n un siste m a p o lític o y económ ico ce ntralizado. En España el a b so lu tism o se in ic ia en la .época de los Reyes C a tó lico s, continúa luego con C arlos V y cu lm in a con Felipe II. En In g la te rra com ienza con los Tudor y sigue con los E stuardo; en A lem ania está representado por los m andatarios luteranos. En el sig lo XVII Francia es el país en el que la m onarquía llega al apogeo de su poder. Después del período de de b ilid a d que caracteriza las guerras de re lig ió n , Enrique IV consolida la autoridad real; por ú ltim o , Luis XIV es el m áxim o exponente del m onarca absoluto.

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D efensores del absolutism o .

El sis te m a a bsoluto de go bierno fu e p ro piciado por hom bres de leyes y pensadores — e spe cialm e n te franceses— conocidos con el nom bre de p o lític o s . Por causa de las luchas re lig io s a s que asolaron a Francia, y con el o b je to de e lim in a r el caos, a firm a ro n que el "o rd e n " es el suprem o bienes­ ta r de toda com unidad. S ostuvie ron el origen d ivin o del m andato real y el im p e rio so deber de los súbditos de obed ece rlo c ie g a m e n te .’ Dos grandes tra ta d is ta s se destacan en la defensa del a b so lu tism o : el fra n cé s Juan B odin (1530-1596) y el inglés Tomás H obbes (1588-1679). Juan Bodin. Partidario decidido de las monarquías, sostenía que los gober­ nantes estaban sometidos a la ley divina y negaba la autoridad de cualquier parla­ mento para oponerse al poderío real. Aunque reconoció que los soberanos que violaban las leyes establecidas eran tiranos, negó a los súbditos el derecho a cualquier rebelión porque “ la autoridad del principe emana de Dios, por lo cual es obligación del pueblo obedecer pasi­ vamente . Tomás Hobbes. Está considerado otro “ apóstol del gobierno absoluto” . Su libro más im portante se llam a Leviatán , 2 con lo que quiso indicar que el Estado es un monstruo de omnímodos poderes. En este trabajo trata de e xp lica r los oríoenes de los gobiernos. Afirm a que, en principio, los hombres vivían con la naturaleza, guiados por la ley del propio interés. Con este sistem a la miseria era universal y la vida “ pobre, solitaria, impura, brutal y breve” . Para librarse de los males, los hombres delegaron todos sus derechos en un soberano fuerte y poderoso, que debía ampararlos de toda violencia y que, de hecho, era depositario de toda autoridad. Hobbes sostuvo que “ el gobierno absoluto fue fundado por el pueblo".

Los cambios económicos Los d e s c u b rim ie n to s m a rítim o s y la fo rm a ció n de los grandes im p e rio s co lo n ia le s am pliaron los lím ite s del reducido co m e rcio m edieval. D ism inuyó la im p ortan cia de Génova, Pisa y Venecia, m ie n tra s Lisboa, B urdeos, L iv e rp o o l, B ris to l y A m ste rd a m acrecentaron en fo rm a asom brosa el volum en de sus tra nsacciones co m erciale s. También, com o consecuencia de los d e scu b rim ie n to s, Europa obtuvo gran cantjdad de m e tale s p reciosos, lo que aum entó la moneda circ u la n te y p e rm itió la acum ulación de riquezas para d e stin a rla s a in ve rsio n e s p o ste ­ rio re s . Esto dio orige n al capitalism o . El valor del oro y de la plata originó el com ercio con fines de lucro, lo que term inó para siem pre con el sistema del trueque, tan característico en las herman­ dades medievales. El espíritu de empresa, el afán de especular y la com petencia son las bases del capitalismo, que se ha definido como “ un sistema de producción, distribución e intercam bio, según el cual las riquezas acumuladas son invertidas por sus pro­ pietarios con vistas a la obtención de beneficios” . 1 Decían que el poder de los reyes "no estabalimitado por ninguna regia de moralidad, cuando se hallaban en juego vitales intereses públicos” .Es indudable que el primer representante de esta teoría política fue Maquiaveio. 2 El Leviatán es un monstruo marino descrito en el Libro de Job sn el sentido moral, enemigo de las almas o demonio.

y que la Iglesia

considera,

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En e l tra n s c u rs o de la Edad M e d ia , la s a c tiv id a d e s b a n c a ria s e sta b a n en m a n o s de ju d ío s y m u s u lm a n e s , o b ie n de a lg u n a s ó rd e n e s r e lig io s a s q u e fa c ilita b a n d in e ro en tie m p o s de la s C ru za d a s. S ó lo en el s ig lo X V se in ic ió el p ré s ta m o m o n e ta rio en v a s ta e s c a la y se o to rg a ro n fa c ilid a d e s de c ré d ito . La p ro s p e rid a d a lca n zó ta m b ié n a la g a n a d e ría y a la a g ric u ltu r a , e s p e ­ c ia lm e n te a e s ta ú ltim a , q u e s e tra n s fo rm ó en un lu c ra tiv o n e g o c io . El uso del alambrado para de lim ita r los campos perjudicó a los pobladores rurales, que hacían pastar sus animales en tierras comunes. Inglaterra fue el prim er país que utilizó el alambrado. Por otra parte, en toda Europa surgieron casas com erciales que se dedicaron a las actividades lucrativas. Los M édicis de Florencia trabajaron con un capital calculado en 7.500.000 dólares, y los famosos Függer, de Augsburgo, que prestaron dinero a prestigiosos personajes y originaron escándalos (venta de indulgencias), tenían un beneficio anual del 54 por ciento.

FR AN C IA EN LA EPOCA DE RICHELIEU

Luis X III D espués de la trá g ic a m ue rte de Enrique IV en 1610, lo sucedió en el tro n o de Francia su h ijo Luis XIII, de nueve años de edad, por lo que se hizo cargo de la regencia su m adre, M aría de M é d ic is , pero ésta entre g ó el gobierno a un m a trim o n io de ita lia n o s — C oncino C oncini y Leonor C aligai que in icia ro n un período de abusos y desórdenes. Cuando Luis XIII fu e declarado m ayor de edad — d ie c is é is años— e lim i­ nó a la sin g u la r pareja y com enzó a re in a r. El joven m onarca debió e n fre n ta r a la nobleza provocadora de d is tu rb io s y a los p ro te s ta n te s que dom inaban plazas fu e rte s y tenían g u a rn icio n e s armadas. En esas épocas de ta n ta s d ific u lta d e s — año 1624— Luis XIII nom bró a A rm ando du P lessis, cardenal de R ich e lie u , je fe del C onsejo Real. Richelieu tenía trein ta y nueve años de edad. Era delgado, de tez pálida, frente amplia, ojos grandes y nariz un tanto gruesa. Peinaba hacia atrás su largo cabello oscuro, usaba bigote y barba a modo de perilla. Severo, orgulloso e inteligente, pasaba todo el día trabajando hasta la puesta del sol; el exceso de actividad le produjo una alteración del sistem a nervioso, pues sufría de continuas jaquecas y dolores neurálgicos. Siguió la carrera eclesiástica para que su fam ilia conservase el obispado de Luson, pero Richelieu era en realidad, más que un sacerdote, un hombre de Estado y un guerrero. Para esto, basta cita r los caracteres de su personalidad: frialdad, astucia, energía y severidad.

El cardenal se propuso re s ta b le c e r la autoridad del rey, s o m e te r a los p ro te sta n te s, te rm in a r con el poder de los nobles y e le va r el p re s tig io e x te rio r de Francia, e lim in a n d o el poder de la Casa de A u s tria y de España. D ecidido p a rtid a rio de la m onarquía absoluta, no podía a d m itir nada que d ivid ie s e al Estado y e s tu v ie s e en co n tra de la m ajestad del rey. Según sus propias palabras, el soberano era " la imagen viva de la d iv in id a d ” .

La acción de Richelieu En Francia los p ro te sta n te s eran apoyados por buena parte de la nobleza y en el e x te rio r contaban con la ayuda de Ing late rra y Holanda. En el pu erto de la R ochela se h icie ro n fu e rte s contra las tropas reales. R ichelieu decidió d irig ir p ersonalm ente las acciones y, después de cato rce m eses de s itio , logró la ca p itu la ció n . A l año s ig u ie n te — 1629— p rom u lgó el e d icto deno­ m inado “ La G racia de A la is " , que q u itó a los p ro te sta n te s los p riv ile g io s c iv ile s , p o lític o s y m ilita re s , pero m antenía la lib e rta d de cultos. Para hacer más a bsoluto el poder del rey, R ichelieu co m b atió a los nobles, quienes se negaban a c u m p lir con las d isp o sicio n e s de la Corona y se oponían *a la p o lítica del cardenal. R ichelieu ordenó de m o le r los antiguos .c a s tillo s , sím bolos del poder se ñ o ria l, y abolió los cargos de Gran A lm ira n te y C ondestable, los que fueron s u s titu id o s por los in te n d e n te s, fu n cio n a rio s so m etidos a la a u to ri­ dad real. La lucha co n tra los grandes fu e m uy dura porque é stos u tiliz a ro n todos los recursos p o sib les — in trig a s , co nspira cio nes, re vu e lta s— para e lim in a r la in fle x ib le acción del p rim e r m in is tro . También p rivó al P arlam ento del derecho de “ am onestar al re y ” y a sus m ie m b ro s de los p riv ile g io s que podían e n to rp e ce r al gobierno abso­ lu tis ta . En o tro aspecto, R ichelieu engrandeció la m arina francesa, fundó com ­ pañías de c o m e rcio y fa vo re ció el d e se n vo lvim ie n to de las letras. Para e le va r el p re s tig io de Francia en Europa y co n se g u ir un e q u ilib rio e n tre los Estados, el cardenal co m batió el poder de la Casa de A u s tria y p a rtic ip o en la llam ada G uerra de los T reinta A ños.

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En el transcurso de la lucha sobrepuso el fin político a su convicción religiosa y no vaciló en coaligarse con los príncipes protestantes alemanes contra los sobe­ ranos católicos de Alem ania y España. Richelieu habitó en el suntuoso Palacio Cardenal de París (actualm ente Palais Royal), rodeado por numerosa servidum bre y amigos personales. Temido por el pueblo y odiado por los nobles, falleció en 1642. Antes de expirar, el sacerdote que le adm inistraba los sacramentos ie preguntó: “ ¿Perdonáis a vuestro enem igos?” A lo quQ Richelieu respondió: “ No he tenido otros que los del Estado” .

LA GUERRA DE LOS TREINTA AÑOS Desde 1618 hasta 1648 el Im p e rio alemán fu e devastado por una gran lucha que, debido a su duración, se conoce h is tó ric a m e n te com o la G uerra de lo s T reinta Años. A l p rin c ip io la contienda tu vo c a rá c te r re lig io s o porque lucharon ca tó ­ licos co n tra p ro te s ta n te s , pero luego tra n s fo rm ó s e en una guerra de carác­ te r p o lític o al co a lig a rse varias naciones co n tra la Casa de A u s tria a fin de m antener el e q u ilib rio europeo. Después de C arlos V, y bajo el g o bierno de sus sucesores, fue v is ib le la lenta d ism in u c ió n del poder de los em peradores fre n te a las exigencias de los p ro te sta n te s. A pesar de que los Habsburgo dom inaban sus vastas posesiones, el Im perio carecía de unidad, no sólo en el aspecto re lig io s o , sino tam bién en el p o lític o y económ ico.

Causas de la guerra a) R eligiosas. A unque después de la Paz de A u gsburgo cesaron laé luchas e ntre ca tó lic o s y p ro te s ta n te s , ambos bandos continuaban irre c o n c i­ lia bles. No tarda ro n en agruparse en dos con federaciones h o s tile s : los re ­ form a dos, en la U nión E vangélica y los c a tó lic o s , en la Santa Liga.

d e fe n e s tra c ió n de Praga, señala el com ienzo de la guerra (23 de m ayo de 1618).

b) Políticas. La a m b ició n de los Habsburgo — apoyados por los c a tó li­ cos— de im p la n ta r un g o bierno ce n tra liza d o y la o p o sició n de los prín cip e s p ro te sta n te s, que deseaban m antenerse in d e pendientes. También debe m en­ cionarse la h o s tilid a d de Francia — en épocas de R ichelieu— , amenazada en su seguridad por el Im p e rio y España, am bos bajo el g o bierno de los Habs­ burgo.

Se acostum bra a d iv id ir el c o n flic to en cu a tro períodos: p a la tin o , danés, sueco y fra n cé s, que indican los su cesivos a d ve rsarios que lucharon contra el em perador.

c ) La rebelión de Bohemia. La chispa que encendió el c o n flic to se p rod ujo en Bohem ia. En ese te r rito rio eran m uy num erosos los p ro te sta n te s, e spe cialm ente por las concesiones que el em perador R odolfo II les había o torgado en el año 1609. El em perador M atías in ic ió una p o lític a de re presión y logró co lo ca r en el tro n o de Bohem ia a su p rim o Fernando de E stiria , p re su n to heredero del Im perio. Este ordenó c e rra r los te m p lo s p ro te s ta n te s e im p id ió a sus a dictos re u n irse en asam bleas. Los checos, que poblaban el te rrito rio , se sublevaron co n tra la a u to ri­ dad del Em perador, quien había aprobado la conducta de Fernando. En Praga, capital de Bohem ia, un num eroso grupo de rebeldes penetró en el palacio real y, luego de apresar a tre s lu g a rte n ie n te s im p e ria le s, los a rro ja ro n p o r las ventanas.. Este e p iso dio , conocido h is tó ric a m e n te com o la

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Períodos de la guerra

a) Palatino. El e m perador Fernando II in ic ió una p o lític a de p ersecu­ ció n re lig io s a en Bohem ia y ordenó c e rra r te m p lo s luterano s. Esto provocó una re v u e lta que concluyó cuando un p ro te sta n te — el e le c to r palatino Fe­ d e ric o V— fu e coronado rey de Bohemia. Con la ayuda de los ca tó lic o s de la Santa Liga, Fernando II se im puso en la b atalla de M ontaña B lanca (1620). Federico V huyó p re cip ita d a m e n te y los e jé rc ito s ca tó lic o s ocuparon to d o el te r rito rio de Bohemia. b) D anés. El rey luterano C ris tiá n IV de D inam arca d e cid ió e n tra r en la guerra para ayudar a los p ro te sta n te s y e x te n d e r su d o m in io p o r el mar B áltico, pero fu e vencido en dos b atallas. c ) Sueco. O tro m onarca p ro te sta n te , G ustavo A d o lfo de Suecia, inva­ dió el te r rito rio alem án y ve n ció a las tro p a s im p e ria le s — d irig id a s por W a lle s te in — en la bata lla de Lutzen (1632); pero el rey m u rió en la acción y sus e fe c tiv o s regresaron a Suecia.

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d) Francés. A n te el cu rso d e sfa vo ra b le de los a co n te c im ie n to s , R¡che lieu d e cid ió e n tra r d ire c ta m e n te en el c o n flic to para ayudar a los p ro te s ­ ta n te s alem anes en su lucha co n tra la Casa de A u s tria . D eclaró tam bién la guerra a España y firm ó alianzas con Holanda, Suiza, Suecia y p rín cip e s ita lia n o s. Los españoles invadieron a Francia, pero Luis de Condé los ve n ció en la cé le b re batalla de R o cro i (1643). El v ic to rio s o je fe fra n cé s, ju n to con Turena, d irig ió las tro p a s que d e rro ta ro n a los im p e ria le s en N o rd lin g e n (B áviera); de a llí el va le ro so Condé se d irig ió nuevam ente a Flandes, donde obtuvo sobre los españoles la im p o rta n te v ic to ria dé Lens. Com o los generales fra n ce se s y sus aliados los suecos pensaban ata­ car a Viena, capital de los A u s tria , el nuevo em perador Fernando III d e cid ió firm a r la paz. A unque España no aceptó deponer las arm as fre n te a los fra n ce se s, el a rm is tic io prop uesto por el e m p erador fu e s u s c rip to por Francia, Suecia y dem ás aliados.

La paz de W e s tfalia

Fue reconocida o fic ia lm e n te la independencia de las P rovincias Unidas (H olanda) y de Suiza: Francia re cib ió parte de A lsa cia y Suecia la Pomerania y te rrito rio s sobre el m ar B áltico.

C onsecuencias de la G uerra de los Treinta Años A le m a n ia so p o rtó todo el peso de la lucha; arrasado su te r rito rio y quebrantada su organización po lítica , ta rd ó m uchos años en re h a b ilita rse . T riu n fó la p o lític a francesa de R ichelieu, quien bregó por e v ita r la unión de los Estados alem anes en uno solo y poderoso. También Suecia im puso su c rite rio al o bte n e r la igualdad de derechos para los p ro te sta n te s y c o n se g u ir para sí te rrito rio s en A lem ania. Después de la lucha se agudizó la decadencia de los Habsburgo que gobernaban en Viena. En el aspecto m ilita r la G uerra de los T reinta A ños marca el fin de las tá c tic a s m edievales, que u tilizaban bandas m ercenarias armadas.

En octu b re de 1648 los tra ta d o s de paz se firm a ro n s im u ltá n e a m e n te en dos ciudades de W e s tfa tia : M ü n s te r y Osnabrück. Las cláusulas de la paz de W e s tfa lia pueden re su m irse en re lig io sa s y p o lítica s.

Las transform aciones de las tácticas se deben especialmente al rey de Suecia, Gustavo Adolfo. Sus tropas utilizaron el mosauete en lugar de los lentos y pesados arcabuces; también aligeró los cañones y colocó sus tropas en un am plio frente de batalla, en vez del antiguo procedim iento de contingentes com pactos y nutridos. Además, sus soldados se alistaron por patriotism o y no como sim ples mercenarios aventueeros.

a) Religiosas. Los c a tó lic o s , lute ra n o s y c a lv in is ta s alem anes fu eron colocados en igualdad de derechos, aunque se d ejó e s ta b le cid o que cada soberano estaba fa cu lta d o para im p o n e r la re lig ió n a sus sú b d ito s ; los que no estaban de acuerdo podían e m ig ra r a te rrito rio s donde im perase su credo.

LAS REVOLUCIONES INGLESAS Los Estuardo. Jacobo I

b) Políticas. A le m a n ia no fue u n ifica da y perm aneció d ivid id a en nu­ m erosos Estados soberanos, ind e pe n d ie n te s de la autoridad im p e ria l.

En el s ig lo XVII el siste m a de g obierno im perante en In g la te rra era una m onarquía h e re d ita ria . Sin em bargo, a d ife re n c ia del a b so lu tism o francés,

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el soberano no podía e rig irs e en amo del Estado por cuanto debía co n s u lta r al P arlam ento, para re s o lv e r los problem as le g is la tiv o s y los asuntos eco­ nóm icos. El pueblo inglés, tan respetuoso de sus tra d ic io n e s , d e fe n d ió la m onar­ quía lim ita d a y se opuso a toda te n ta tiv a de ¡os reyes por tra n s fo rm a rla en a b so lu tista . La reina Isabel I m u rió sin d e ja r descendencia y p o r esto se e x tin g u ió en Inglatera la din a stía de los Tudor. Su p a rie n te más cercano era su p rim o Jacobo VI de Escocia, h ijo de M aría Estuardo, que ocupó el tro n o de Ingla­ te rra y Escocia coh el nom bre de Jacobo I (año 1603). Este soberano in ic ió la din astía de los Estuardo. Era un rey de p resencia gro te sca , tím id o e irre s o lu to . Se consideraba m uy e ru d ito , aunque só lo poseía nociones de derecho y teolo g ía . A rro g a n te y te rco , fue c a lific a d o com o “ el to n to más sabio de la c ris tia n d a d ” . Se declaró p a rtid a rio del an g lica n ism o e in ic ió la p e rse cu ció n de todos los que no profesaban esa d o ctrin a . Puede a firm a rs e que, a la m u e rte de este soberano, la autoridad real estaba d e sprestigia d a y en pugna con el Parlam ento.

C arlos i H ijo del a n te rio r, el nuevo m onarca subió al poder en el año 1625. En p rin c ip io c o n su ltó al Parlam ento y re sp e tó las lib e rta d e s inglesas, pero luego in ic ió un régim en a b soluto que lo hizo muy im popular. Este des­ co n te n to m o tivó una re b e lió n en Escocia, donde nobles p ro te sta n te s lo g ra ­ ron re u n ir un e jé rc ito e invadieron el n o rte de In glaterra.

C arlos I d e cid ió em pre nder una campaña d e fin itiv a contra Escocia, pero necesitaba su b sid ios para co ste a rla ; entonces, y después de va rio s años de a b so lutism o , convocó nuevam ente a las Cámaras, en ab ril de 1640. Sin em bargo, com o sus in te g ra n te s d ecidie ron exam inar la actuación del rey, éste las d is o lv ió al m es sig u ie n te , por lo cual se conocen en la h is to ria con el nom bre de “ Parlam ento C o rto ” . Los fra ca so s m ilita re s de C arlos I en la fro n te ra escocesa forzaron al soberano a convocar nuevam ente a las Cám aras, pero sus in te g ra n te s re­ so lv ie ro n “ que no podían s e r d isu e lta s sino por su propia decisió n . A sí sucedió y, por los tre c e años en que ce leb ró sus sesiones — de 1640 a 1653— , ha sido llam ado “ Parlam ento Largo” . La a c titu d del rey en convocar a las Cám aras hizo pú blica su de bilid a d ; entonces, en 1641, el Parlam ento re so lvió q u ita r del mando a C arlos I y votó el "M e m o ria l de Q ue jas” , en el cual figuraban tod os los abusos y actos ile g a le s co m e tid os por el monarca. Para s o ste n e r su decaída a utoridad, C arlos I co n cu rrió a la Cámara de los C om unes y tra tó de a rre s ta r a cin co diputados o p o sito re s, pero éstos habían fugado. El fracaso de 1a inte ntona provocó gran excita ció n popular y se acusó al rey de haber atentado co ntra la in v io la b ilid a d parlam e ntaria. A n te el curso de los sucesos, C arlos abandonó la ciudad de Londres (enero de 1642) y organizó su e jé rc ito en el n o rte del te rrito rio . C ontó con el apoyo de los c a tó lic o s irlandeses, la nobleza y la burguesía; sus a dictos re c ib ie ­ ron el nom bre de "c a b a lle ro s ” . El Parlam ento reu nió e fe c tiv o s en el sur, reclutad os e n tre p ro te sta n te s y pequeños p ro p ie ta rio s que fue ron llam ados "cabezas redondas” (rapadas). V Iniciada la guerra, ambos bandos tenían fuerzas parejas y no se produjo uri -Encuentro d e cisivo . La situ a ció n cam bió cuando los e jé rc ito s parlam enta­ rios fiíes^n reorganizados por O liv e rio C ro m w e ll. Cromwáll era un oscuro miembro de la Cámara de los Comunes, partidario del puritanism o y apasionado po r la teología. Este hombre singular logró reunir gran número de adeptos y, en 1644, se hizo nom brar general de los ejércitos del Parlamento. Impuso una enérgica disciplin a y persuadió a los soldados que com ­ batían "p o r una guerra santa” .

A l fre n te de sus e fe c tiv o s C ro m w e ll se im puso a los re a lista s en la b atalla de Naseby (ju n io de 1645). C arlos I buscó re fu g io en Escocia, pero luego fue entregado — por cu a tro cie n ta s m il lib ra s— a los m iem b ros del Parlam ento, quienes lo juzgaron y condenaron a m uerte (30 de enero de 1649).

La dictadura de C rom w ell M u e rto el soberano, el P arlam ento declaró caduco el antiguo régim en ^ y la Cámara de los Com unes — único cuerpo le g is la tiv o — fu e un d ócil in s tru m e n to de C ro m w e ll, que im puso su autoridad. Los c a tó lic o s irlandeses se rebelaron, pero el ené rg ico ca u d illo equipó un e jé rc ito y sofocó con energía el in te n to . De a llí C ro m w e ll se d irig ió a Escocia y en v a rio s com bates venció a los re a lista s que pretendían el re to r­ no de los Estuardo. Luego de p a c ific a r el te r rito rio , el d icta d o r d ispuso aum entar el pode­ río de la m arina inglesa, para lo cual logró que el Parlam ento vo ta ra en 1651 el A c ta de N avegación. 167

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d e l Test (de la prueba), ley que obligaba a todo fu n c io n a rio p ú b lico a p ro fe ­ sar el a n g licanism o. F orm ació n de los p a rtid o s A n te las nuevas p ersecuciones contra los “ p a p ista s” (c a tó lic o s ), C arlos dispuso la d is o lu ció n del P arlam ento en el año 1679. A l poco tie m p o lo convocó nuevam ente y entonces la Cámara de los Com unes — que no deseaba un rey ca tó lic o — v o tó por m ayoría el B ill de E xclusión, que e lim i­ naba al duque de Y ork y a cu a lq u ie r o tro p ríncipe “ p a p is ta ” de la sucesión del tro n o inglés. En esa época nacieron los dos grandes pa rtid o s ingleses. Los to rie s (o conservadores) defendían el derecho d ivin o del rey y afirm aban que éste podía e le g ir a sus m in is tro s con plena autoridad. No deseaban m o d ific a r la ley de sucesión, y en el orden re lig io s o eran p a rtid a rio s de im poner el c u lto anglicano. En este p a rtid o m ilita b a n p ro p ie ta rio s rurale s y re p re se nta n te s de la Iglesia o fic ia l. Los w h ig s (o lib e ra le s) se oponían a que reinase el duque de Y ork. A firm a b a n d e fende r los derechos populares y eran p a rtid a rio s de lim ita r las a trib u c io n e s del soberano, quien debía e le g ir a sus m in is tro s e ntre los m ie m b ro s del Parlam ento y d e ja rlo s gobernar. En el orden re lig io s o , nega­ ban — igual que los to rie s — el c a to lic is m o , pero sostenían la to le ra n c ia para todas las sectas p ro te sta n te s. En este p a rtid o figuraban los grandes señores e n riq u e cid o s y los d isid e n te s. Según sus propias palabras, Cromwell decidió “ hacer callar a los charlatanes” y en un acto de violencia disolvió el parlamento inglés para iniciar una dictadura militar y religiosa. Un gra­ bado de aquella época nos muestra el momento en que ordena la disolución de la asamblea}

Esta ley, que rigió hasta 1849, estableció que los productos de otras naciones sólo podrían ser transportados a Inglaterra en naves inglesas o en buques del país que los enviaba; en consecuencia, los ingleses debieron crear una poderosa flota para satisfacer las exigencias del consumo interno.

Restauración de los Estuardo C ro m w e l! fa lle c ió en s e tie m b re de 1658; lo sucedió su inepto h ijo R icardo, que abdicó a los pocos m eses. Luego s ig u ió un período de in c i­ dentes hasta que Jorge M onk, general que mandaba las tro p a s de Escocia, avanzó sobre Ingla te rra , p e n e tró en Londres y fue bien re cib id o por la pobla­ ción. El cita do m ilita r lle g ó a un acuerdo con los re a lista s, lo que p e rm itió re u n ir una C onvención, asam blea que p o r mayoría dispuso lla m a r a C arlos II — h ijo del m onarca a n te rio r— , que se encontraba en Holanda, y o fre c e rle el tro n o de In gla te rra . A s í se in ic ió el período llam ado de la R estauración,/ que com prende los reinados de C arlos II y su herm ano Jacobo II. El nuevo re y se m o s tró aparentem ente anglicano; sin em bargo, C ar­ los II — com o buen Estuardo— se in c lin ó por el c a to lic is m o . Tem eroso el P arlam ento de las se cre ta s incUnaciones re lig io s a s del monarca, v o tó una ley — B ill de U n ifo rm id a d — que reconocía la su p e rio rid a d de la d co trin a anglicana. Cuando Jacobo, el Duque de Y o rk — herm ano y. p re su n to heredero del reV - se c o n v irtió p ú b lica m e n te al c a to lic is m o , las Cám aras votaron el B ill

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Los términos empleados para designar a ambos partidos eran injuriosos, por cuanto recibieron esa denominación de sus propios enemigos. Los caballeros partidarios del monarca apodaron whigs (pronuncíese juíg) a los opositores, palabra que es una abreviatura de whigamore, término utilizado para designar a los fanáticos presbiterianos que habitaban Escocia. Por su parte, los últimos llamaron a los realistas tories (pronúnciese toris) o “ bandidos irlandeses” , para indicar que sólo eran papistas disfrazados.

La revolución de 1688 C arlos II fa lle c ió en 1685 y entonces ocupó el tro n o su herm ano, el ca tó lic o duque de Y ork, con el nom bre de Jacobo II. Las ideas re lig io sa s del m onarca provocaron honda in q uie tud; sin em bargo, com o aquél tenía dos h ija s p ro te sta n te s, M aría y Ana — habidas de su p rim e r m a trim o n io — , que debían su cederlo , la situ a ció n creada se m antuvo indecisa. Los a c o n te cim ie n to s se p re cip ita ro n cuando la reina (ca tó lica ) dio a luz un heredero. A los pocos días se in ic ió la re volución de 1688, cuando los grandes señores y los d irig e n te s de los w h ig s y los to rie s s o lic ita ro n la ayuda m ilita r de G u ille rm o de Orange (E statúder de H olanda), esposo de M aría, la h ija m ayor del m onarca inglés. G u ille rm o — al fre n te de 14.000 hom bres— desem barcó en In g la te rra (n o vie m b re de 1688) m ie n tra s las fuerzas re a lista s se desbandaban y Jaco­ bo II huía rum bo a Francia. Convocado el Parlam ento, declaró que la corona correspondía a M aría; sin em bargo, com o su esposo G u ille rm o argum entó que no deseaba se r “ el ayudante de su m u je r” , la asam blea dispuso que ambos serían “ soberanos c o n ju n to s ". Para que los fu tu ro s m onarcas respetaran la vo lu ntad popular, el Parlam ento aprobó — 13 de fe b re ro de 1689— la D eclaració n de D erechos.

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1 LA FR AN C IA DE LUIS XIV El cardenal M azarino Luis XIII fa lle c ió en mayo de 1643 y dejó com o sucesor en el tro n o de Francia a su h ijo de cinco, años de edad, el fu tu ro Luis XIV. La reina m adre Ana de A u s tria se hizo cargo del go biern o com o regente y nom bró p rim e r m in is tro al cardenal J u lio M azarino. Este d irig ió la p o lític a francesa — salvo algunos in te rv a lo s — desde 1643 hasta su m uerte, en 1661. A l p rin c ip io debió e n fre n ta r las co nspiracione s y alzam ientos provoca­ dos por los a ris tó c ra ta s o "im p o rta n te s ” , quienes deseaban recu perar el poder p e rd id o en épocas de R ichelieu. Las guerras europeas habían d e b ilita d o el te so ro y M azarino ordenó a p lica r nuevos im puestos y p e rm itió a c a p ita lis ta s cobrar los gravám enes. El Parlam ento se opuso a estas m edidas y, cuando M azarino ordenó el a rre s to de algunos de sus m ie m bros, se in ic ió una guerra c iv il, verdadero a n tic ip o de la R evolución Francesa. La población de París levantó barricadas en las calle s y, com o la regen­ te no ten ía e jé rc ito , se v io obligada a h u ir con el niño rey, seguida por M azarino y la C o rte (1649). En esta fo rm a com enzó la guerra c iv il — cono­ cida con el nom bre de La Fronda— , que se prolongó hasta 1652. El vocablo fronda es la form a castellana de la palabra francesa fronde, que sig n ifica “ honda” . Este térm ino fue aplicado como burla a los parlam entarios y enemigos del absolutism o real, pues comparaban sus esfuerzos con las travesuras de los niños que, armados de hondas, recorrían las calles de París y se disper­ saban ante la aparición de un policía.

El escrito declaraba ilegales los actos arbitrarios de Jacobo II y establecía que el poder ejecutivo correspondía al rey y el legislativo al Parlamento. Por lo tanto, el soberano debía convocar regularm ente a las Cámaras y consultarlas para establecer nuevos Impuestos, mantener tropas en tiem pos de paz, tratar de cam biar la religión oficial y dicta r leyes. También se declaraba vigente el tiabeas corpus, el derecho de petición ante el monarca, la libertad en la elección de los miembros del Parlamento y en las discusiones políticas.

Luego que ju ra ro n re sp e ta r la D eclaración, M aría II y G u ille rm o III fue ron proclam ados reyes de In glaterra. La re volución de 1688 puso fin al in te n to a b s o lu tis ta de los soberanos ingleses e instau ró el régim en m onárquico p a rla m e n ta rio , basado en los p rin c ip io s de la soberanía nacional. Los súb ditos fu e ro n p ro te g id o s de los excesos del poder, pues el sobe­ rano debía re sp e ta r " lo s verdaderos, antiguos e in d u bita b le s derechos y lib e rta d e s del p u e b lo ” . Con el sistem a p a rla m e n ta rio , los reyes ocuparon el tro n o , pero en realidad no gobernaron p o r cuanto el " p rim e r m in is tro " se encargó de re ­ s o lve r los problem as del Estado. Este fu n c io n a rio era e le g id o por mayoría parlam enta ria. En 1689 se sancionó el B ill de Tolerancia, por el cual G u ille rm o III a uto­ rizó el lib re e je rc ic io del c u lto a to d o s los p ro te sta n te s, m edida de p a c ifi­ cación re lig io sa que no alcanzó a los ca tó lic o s .

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La reg e n te s o lic itó la ayuda m ilita r de C ondé quien, procedente de los Países Bajos, ve n ció a los pa risie n se s y firm ó una pa cifica ció n . A l poco tie m p o Condé se opuso a la p o lítica de M azarino y esta a ctitu d encendió nuevam ente la guerra c iv il, por lo que el ú ltim o debió h u ir a A lem ania. En el transcurso de la guerra civil denominada ha Fronda, una joven cortesana, la señorita de Montpensier — título nobiliario perteneciente a la Casa de Barbón— dirigió el fuego de la arti­ llería contra los realistas, desde lo alto de la fortaleza de la Bastilla. (Pintura de Melingue.)


Condé colocóse a las órdenes del rey de España — país que continuaba la guerra co ntra Francia— , pero fu e ve ncido por las fuerzas leales d irig id a s por Turena. Finalizada la guerra c iv il, el Parlam ento p id ió a Luis XIV — declarado m ayor de edad— que regresara a la ca p ita l. En octu b re de 1652 el joven m onarca y su madre fu e ro n re c ib id o s ju b ilo s a m e n te por la población de París; m eses más tarde lo hizo M azarino. Este p ro s ig u ió con é x ito la lucha co ntra España, obteniendo Turena la im p o rta n te v ic to ria de Las Dunas (p ró ­ xim a a D unkerque). En 1659 se firm ó la Paz de lo s P irineos, por la cual los fra n ce se s re c i­ bieron algunos te rrito rio s ; además, se co n ce rtó el m a trim o n io de Luis XIV con M aría Teresa, h ija de Felipe IV. M azarino fa lle c ió dos años más tarde, sa tis fe c h o de haber com pletado la obra iniciada por R ichelieu.

El absolutism o m onárquico Después de la m u e rte de M azarino, el rey Luis XIV re s o lv ió gobernar personalm ente a Francia y no c o m p a rtir con nadie la autoridad suprem a. Reunió a sus colaboradores y les d ijo: “ ...h a s ta el presente he dejado go­ bernar mis asuntos al señor cardenal; ya es tiempo de que los gobierne yo m ismo” Cuando un eclesiástico, que estaba a cargo de las cuestiones del clero, le preguntó: “ Ahora que el cardenal ha muerto, ¿a quién quiere Su Majestad que me d irija en adelante?", el soberano replicó: “ A mí” .

El m onarca tenía v e in tid ó s años (m ayo de 1661) y hasta su m u e r t e , — el 1? de se tie m b re de 1715— es d e cir, durante cincuenta y cinco años, g o ber­ nó sin ninguna re s tric c ió n y su v o lu n ta d fu e ley en to d o s sus d o m in io s . El pueblo aceptó co m p la cid o estas om ním odas fa cu lta d e s Porqu0Tn(í ! ' 1' sado de las luchas in te s tin a s , deseaba la tra n q u ilid a d y e l o r d e n , o s ansiaban la paz in te rio r y re c ib ie ro n gustosos al hom bre que e le v o más alta je ra rq uía la dignidad de rey.

Luis XIV era de mediana estatura, más bien bajo, aunque proporcionado. Su rostro en conjunto era frío e im ponente: cara ovalada, tez pálida, ojos castaños, nariz aguileña, labio in fe rio r algo saliente y papada. Caminaba erguido, con la cabeza echada hacia atrás y trataba de aumentar su estatura con altos tacones y flotante peluca de color rubio ceniciento. Agradaba por su delicadeza y trato amable. Hablaba poco y se expresaba con propiedad, cuidaba sus modales y no se encolerizaba aun ante los mayores problemas. Gustaba de la vida sedentaria, paseaba siempre en carroza y nunca vistió uniforme m ilitar.

Luis X IV creía en su propia o m n ip otencia y afirm aba que la autoridad real p roviene de D ios y, por lo ta n to , el soberano tie n e le g ítim o derecho a e je rc e r sin ningún lím ite la je fa tu ra suprem a de la N ación com o si fue ra una propiedad p a rtic u la r. No puede afirm arse con certeza si el absolutista monarca pronunció la cono­ cida frase: “ El Estado soy ycf’, aunque deducimos que la ¡dea estuvo siempre presente en sus actos. El pueblo estaba convencido del m isticism o real y, en ciertas ceremonias, los enfermos se arrodillaban ante Luis mientras éste, después de hacerles la señal de la cruz en la frente, les decía: “ El rey te toca, que Dios te cure".

E lig ió el sol com o em blem a o fic ia l porque entendía que su poder sobre Francia era s im ila r al e je rcid o por el a stro rey sobre todos los planetas. El poder centralizado del m onarca c o n tro ló no sólo la p o lític a del país, sin o ta m b ié n la sociedad, el e jé rc ito , la re lig ió n , la econom ía y la cu ltu ra .

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Sin em bargo, Luis XIV nunca o lv id ó su gran responsabilidad de gober­ nante y se dedicó con afán a su “ o fic io de re y ” , que juzgaba “ grande, noble y e x q u is ito ” . A unque p re scin d ió de las llam adas “ leyes fu n d a m e n ta le s ” , se in te re só personalm ente po r la marcha de to d o s los asuntos; re sp e tó la o p inión de sus hábiles colaboradores y, sin se r un gran e sta d ista ni co n ta r con una m ente p rivile g ia d a , tu vo la s u fic ie n te capacidad para d ir ig ir con a c ie rto los d e stin o s de Francia.

La C orte Luis X iV nunca pudo o lv id a r los in cid e n te s de La Fronda y p o r esto odió la ciudad de París y no quiso v iv ir en ella. En p rin c ip io habitó en los a lre ­ dedores, en el c a s tillo de F ontainebleau, y luego mandó c o n s tru ir el palacio de V ersa lle s, donde e s ta b le c ió el g o b iern o a p a rtir de 1682. Para re in a r sin in tro m is io n e s el m onarca re le vó a la nobleza de toda tarea de gobierno, pero dio a los p rín cip e s y señores altas dignidades en la C o rte y en el e jé rc ito . Los nobles de Francia se radicaron en V e rsa lle s para fo rm a r la C o rte de Luis XIV. Este los conocía p e rso n a lm e n te y to d o s los días con tro la b a si estaban pre sen tes en las fa stu o sa s cerem onias. Muy sensible a las adulaciones, e! rey nunca concedía beneficios o lucrativos puestos a los que no integraban su Corte. De tal manera, la única form a de enri­ quecerse era figu rar constantemente al lado del soberano. Este respondía “ no lo conozco” o "es persona que nunca veo” cuando se negaba a otorgar un privilegio.

La vida de la C o rte derrochó sum as fabulosas, pues a llí todo era lujo, galantería y fig u ra ció n . El m onarca fra n cé s e s ta b le ció una nueva moda; fijó las ve stim e n ta s de los cortesanos de acuerdo con cada cerem onia. Con el tra n scu rs o del tie m p o , la regim entada y m onótona vida c o rte ­ sana te rm in ó por cansar a todos, a rru in ó las finanzas p ú b lica s y privadas y dio orig en a un d e sco n te n to popular, p re cu rso r 'd e re vo lu cio n e s y re p re ­ salias.

Principales colaboradores A unque Luis XIV c e n tra lizó en su persona toda la a d m in istra ció n pú­ blica, a d m itió a su lado a háb ile s consejeros (m in is tro s e in te n d e n te s) y se rodeó de o rganism os colegiados (C onsejos) c o n s titu id o s en su m ayoría por le g ista s. El m onarca fra n cé s e lig ió a sus m in is tro s e ntre los ele m ento s de la burguesía o clase m edia, porque debido a su origen eran más d ó cile s y menos a m b icio so s que los nobles. Entre estos hábiles y la boriosos fu n c io ­ narios se destacaron C o lb e rt, Louvois y Vauban. Juan B a u tista C o lb e rt fu e el más eficaz colaborador de Luis XIV. Este burgués ennoblecido — h ijo de un vendedor de paños— se e n riq u e ció cuan­ do trabajaba a las órdenes de M azarino; m uerto éste con sig uió la confianza del rey, que lo nom bró in te n d e n te y luego in s p e c to r ge ne ra l de H acienda. A dem ás, ocupó los cargos de m in is tro de M arina y s e c re ta rio de la Casa Real, con lo que dom inó to dos los problem as in te rn o s del país. Hasta esa época Francia era un país agrícola, con pocas fá b rica s. C o l­ b e rt creó in d u stria s o fic ia le s (ta p ice s, encajes, porcelanas), fa vo re ció el c o m e rcio , d e s a rro lló la m arina m ercante y am plió el núm ero de unidades de guerra. ; O tro gran colaborador de Luis XIV fu e el m arqués de Louvois, que in tro d u jo im p o rta n te s m ejoras en el e jé rc ito y aum entó los e fe c tiv o s , m ariscal Vauban se hizo fam oso al adoptar un nuevo siste m a de fo r tific a ­ ciones rasantes (casam atas). 175


económ ica. A sí s u rg ie ro n una se rie de d o ctrin a s y p ráctica s las que, en co n ju nto , se conocen con el nom bre de m e rca n tilism o . C onviene destacar que la in te rve n ció n gubernativa tu vo una fin a lid a d p o lític a , pues ro b u ste ció el poder de los m onarcas al fa c ilita rle s recursos para e quipar e jé rc ito s y m arinas poderosos. El m e rc a n tilis m o so stie n e que la prosperidad de un país radica en la m ayor cantidad de m etales precio so s (oro y plata) que posea d e ntro de sus fro n te ra s ; además, para te n e r oro en abundancia, es n ecesario ela b ora r los productos indispensables, aum entar las ventas en el e x te rio r y re s trin g ir las com pras. En consecuencia, el Estado debe controlar la vida económica, proteger las industrias, fom entar la producción, vig ila r la buena calidad de los artículos e im plantar restrictivas medidas aduaneras tendientes a im pedir la salida de materias primas (lana, hierro, etc.) y evitar la Introducción de productos m anufacturados que com pitan con los nacionales.

En los sig lo s XVI y XVII la m ayoría de los países p e rte n e cie n te s a la Europa o ccid e nta l tra ta ro n de a p lica r el m e rc a n tilism o . Bajo el reinado de Luis XIV, y por obra de C o lb e rt, Francia fu e el Estado más a fe cto a esa p o lític a económ ica, pues el hábil m in is tro v io en dicho s iste m a el m ejor m edio para co n so lid a r el a b so lutism o del soberano. A p a rtir de esa época, los té rm in o s m e rc a n tilis m o y co lb e rtis m o se consideran sinónim os.

Política religiosa El a b so lu tism o del m onarca fra n cé s tam bién com p re n dió el aspecto e s p iritu a l. Para te rm in a r con toda d isparidad re lig io s a , en el año 1685 revocó el E dicto de N antes, con lo cual o b lig ó .a los ca lv in is ta s a a b ju ra r de sus creencias o al d e s tie rro v o lu n ta rio . Prohibió el c u lto p ro te s ta n te , d e m o lió los te m p lo s y, aunque ca stig ó a to d o el que abandonara el te rrito rio , unos d o scie nto s m il c a lv in is ta s em igraron en d ire cc ió n a B randeburgo, Holanda e In glaterra. Si bien co n sig u ió la unidad c a tó lica , muchas co n ve rsio n e s dejaron de ser sin ce ra s; po r o tra p arte, la e m ig ra ció n p e rju d ic ó al c o m e rcio y a la in d u stria . Los protestantes fueron perseguidos con saña y hasta se aplicó el cruel pro­ cedim iento llam ado dragonadas, por el cual se autorizaba a los soldados (dragones) para que penetraran en las casas de los calvinistas y com etieran contra ellos toda clase de excesos. El edicto de Nantes fue anulado por instigación de una amiga de Luis XIV, la marquesa de Malntenon, protestante convertida. Cuando fue abolido el culto de los reformados, d ijo: “ Mi abuelo amó a los hugonotes y no les tém ió; mi padre no los amó, pero les tem ió; yo no los amo ni les tem o.”

El m ercantilism o En el tra n scu rs o del m edievo y bajo el régim en feudal las activid a de s económ icas e s tu vie ro n a cargo de los m u n ic ip io s . P o ste rio rm e nte — en el s i­ glo XVI— con el triu n fo de las m onarquías absolutas, el Estado fu e el encar­ gado de pro te g e r, re g la m e n ta r e in te rv e n ir to d o s los aspectos de la vida

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EL PR EDO M IN IO FRANCES: LA CULTURA Las letras. El teatro En el s ig lo XVII, y bajo el reinado de Luis XIV, Francia alcanzó el apogeo de su e sp le nd o r lite ra rio .


La depuración del idiom a, el e s tilo cuidado y los tem as d elicados que se trataban en las fin a s te rtu lia s — im provisadas en los Salones— , h icie ro n s u rg ir la lite ra tu ra clá sica francesa. En 1635 el Cardenal Richelieu creó la Academia Francesa, organism o del que form aron parte los más destacados hombres de letras de esa época y que subsiste en la actualidad. Sus integrantes perfeccionaron el idioma, establecieron nuevas normas gra­ m aticales y enriquecieron el vocabulario. El absolutista Luis XIV protegió a los literatos y les concedió honores y privilegios. Al enterarse de que el ilustre Boileau estaba enfermo, le escribió: “ Si su salud le permite venir alguna vez a Versalles, siem pre tendré media hora para estar en su com pañía” .

En esa época en que la C o rte de V e rsa lle s e je rcía una verdadera hege­ monía p o lítica , m ilita r y c u ltu ra l, el idiom a fra n cé s fu e la lengua de moda en toda Europa y sus e s c rito s tom ados com o m odelos lite ra rio s . Con respecto al te a tro , podem os a firm a r que, a com ienzos del s ig lo XVII, e xistían en Francia algunas com pañías de com e d ia n te s que se tra s la ­ daban de un pueblo a o tro para o fre c e r e spectáculos. Las representaciones se efectuaban en salas largas, pero estrechas. En un extremo se levantaba el escenario, a lo largo de las paredes laterales estaban los palcos y el resto de la sala se llam aba patio', allí los espectadores debían per­ m anecer de pie. Los actores carecían de trajes adecuados, la escena no variaba en toda la función y los hombres tenían que interpretar los papeles femeninos. Amparados en la escasa claridad de la sala — ilum inada por velas de sebo— los espectadores acostumbraban protestar ruidosamente. Las señoras no concurrían al teatro.

A p a rtir del año 1630 m e jo ró la calidad de las obras representadas y, en consecuencia, aum entó la je ra rq u ía del p ú b lico a s iste n te . Los señores ocuparon a sie ntos p riv ile g ia d o s a los costados del esce n a rio y las damas presenciaban la fu n c ió n desde los palcos; só lo en el pa tio ten ía cabida la gente m odesta. Los au tores e s c rib ie ro n com edias y tra g e d ia s adaptadas algusto del público, el cual p re fe ría — en general— tem as re fe re n te s a los antiguos g riegos y rom anos (c la s ic is m o ). Tam bién respetaron las norm as a que debían su je ta rse las re p re se nta cio n e s.

Los grandes escritores franceses Pedro C o rn e ille (1606-1684). Llamado con ju s tic ia " e l padre de la tra g e ­ dia fra n c e s a ” , hizo v is ib le s — a tra vé s de sus obras— las em ociones del alm a humana po r m edio de ve rso s de a d m irable belleza. L-js cualidades de su e s tilo son la nobleza y la vehem encia. Su tra g e d ia El C id le v a lió inm ediata y p e rd urable fam a. Juan R acine (1639-1699). A u to r dra m á tico , d e scrib e con e x a c titu d las pasio ne s^y los d e fe c to s de los hom bres por m edio de una acción vivaz y un e s tilo que lleg a a la p e rfe cció n . Sobre tem as clá sico s e s c rib ió va ria s tra g e d ia s, com o Fedra e Ifig e n ia . M o liè re (1622-1673). Junto a los dos grandes d ra m á tico s a n te rio re s fi-

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gura este gran com ed ió grafo, cuyo verdadero nom bre era Juan B autista Poquelin. A u to r e in té rp re te de sus obras, fo rm ó a los v e in tiú n años una com pa­ ñía a cuyo fre n te re c o rrió num erosas com arcas francesa s; por ú ltim o , repre ­ sentó ante Luis XIV, quien lo tom ó bajo su p rotección . M o lie re fue un profundo observador y por esto sus com edias describen con fid e lid a d la vida humana y ofre ce n una h is to ria de las co stu m b re s y los gustos de su época. Entre sus obras más notables fig u ra n : El avaro, T artufo, El m isántrop o, El e n fe rm o Im a g inario, etcéte ra . Juan de La Fontaine (1621-1695). Este céle bre poeta fra n cé s se destacó por su in genio s a tíric o y elegancia de e s tilo . Sus fábulas — publicadas por p rim e ra vez en 1668— se han com parado con una m oral p rá ctica, pues ins­ tru y e n al m ism o tie m p o que de le itan . Se s irv ió de anim ales para s a tiriz a r há b ilm e n te las co stu m b re s humanas. Jacobo B o ssu et (1627-1704). O bispo de M eaux, fue orador, h is to ria d o r y filó s o fo . No tu vo riva l com o predicador- sagrado en su defensa del ca to­ lic is m o co n tra los h erejes. Entre sus obras — e scrita s en un e s tilo solem ne y m a jestuoso— fig u ra n : O raciones fú nebres, D iscu rso sobre la H is to ria U n ive rsa l y P o lítica sacada de las Sagradas E scrituras.

Las bellas artes Puede a firm a rse que los a rtis ta s de la época de Luis XIV tra bajaron para agradar al a b so lu tista m onarca y s a tis fa c e r los gustos que predom ina­ ban en la C orte. A s í se im puso el academ icism o u o rie n ta ció n a rtís tic a que su rg ió de las academ ias creadas en Francia durante ese sig lo. Los arquitectos Le Vau y Mansard dirigieron la construcción del magnífico palacio de Versalles; el jardinero Le Nótre dibujó los espléndidos jardines y Le

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Brun — el pintor oficial de la Corte— decoró las numerosas salas y también fue autor de im portantes cuadros. En los hermosos parques del palacio podían obser­ varse las estatuas esculpidas por Coysevox, G irardon y Puget; este últim o famoso por su grupo escultórico El M ilón de Crotona devorado por un león. Sin embargo, el principal representante de la escuela p ictó rica francesa, que cultivó con acierto todos los géneros y llegó a la perfección en la com posición, fue Nicolás Poussin. Especializado en temas históricos compuso — entre otros— estos cuadros: Rebeca en la fuente; Moisés salvado de las aguas; el Rapto de las Sabinas, etcétera.

p a rla m e n ta rio , re lig ió n p ro te sta n te y colonias. En o tra posició n tam bién e nfrentan la hegem onía francesa los estados c o n tin e n ta le s: A u s tria , A le m a ­ nia y España. En resum en: es la lucha e n tre e l Im p e ria lis m o de Luis X IV y las nacio ­ nes defe n so ra s d e l e q u ilib rio europeo, sancionado por los tra ta d o s de W e s tfa lia , del año 1648.

EL PR EDO M IN IO FRANCES: IM PERIALISM O DE LUÍS XIV

Luis XIV estaba casado con M aría Teresa, herm ana del re y C arlos II de España, y por esto reclam ó com o herencia de su esposa, la d e vo lució n 1 de los te rrito rio s del Franco Condado y Luxem burgo. A n te la negativa del g obierno español, las tro p a s francesa invadieron a Bélgica y o b tu vie ro n un fá c il triu n fo . Sin em bargo, po r causa de la A lianza de La Haya (co a lició n form ada por Holanda, In glate rra y Suécia), Luis XIV se v io obligado a firm a r con España la Paz de A qu isg rán (1668). Por este tra ta d o Francia sólo se apoderó de algunos d o m inios españoles en la fro n te ra flam enca.

En el aspecto in te rn a cio n a l, Luis XIV co n tin u ó la p o lític a im p e ria lis ta iniciada por R ichelieu, según la cual Francia debía te n e r por lím ite s las "fro n te ra s n a tu ra le s ” . Logrado el d o m in io de la región p irenaica, en épocas de M azarino, la expansión im p e ria lis ta del m onarca fra n cé s — apoyada en su e jé rc ito y fo rtific a c io n e s — se e xte n d ió hacia el Rin y, com o era lógico, m olestó a los países que tenían d o m in io s en esas regiones: España, H olan­ da y A u s tria . M ie n tra s Francia se tra n sfo rm a b a en la m ayor potencia m ilita r y c u ltu ­ ral del co n tin e n te , In g la te rra — después de la re vo lu ció n de 1688— e n fre n tó a Luis XIV y a p a rtir de 1672, G u ille rm o III {p rín cip e de O range) fue el im ­ placable riva l del a b s o lu tis ta soberano francés. Tem erosas del poderío del Rey Sol, las naciones europeas se oponen a su p o lítica im p e ria lis ta y es así cóm o se form an dos bandos: por un lado Ing la te rra y Holanda que com o potencias m a rítim a s d e fienden su régim en

a) G uerra por los Países Bajos Españoles (1667-1668)

b) G uerra de Holanda (1672-1678) S o rp re siva m en te, Luis XIV atacó a esta pequeña nación para ca stig a r su a c titu d en la a n te rio r guerra y ta m bién por riva lid a d e s de índole co­ m e rcia l. C ie n to v e in te m il soldados franceses cruzaron el Rin y se apoderaron de Holanda sin e n contrar re siste n cia . A n te la angustiosa situ a ció n , el pue­ blo proclam ó je fe de la República (e sta túder) a G u ille rm o de O range, quien to m ó la desesperada re so lu ció n de inundar las tie rra s con las aguas del mar. Se a b rie ro n las esclusas de los diques y el suelo — más bajo que el nivel de las aguas— fu e anegado en una gran e xtensió n, a tra vé s de la cual era im p o s ib le avanzar. Los franceses tu v ie ro n que re tro ce d e r. G u ille rm o de Orange organizó una poderosa co a lició n con tra Francia en la cual p a rticip a ro n el em perador de A lem ania, el rey de España y casi todos los p rín cipe s alem anes. De ta l manera, la guerra de Holanda derivó en uha guerra europea que concluyó en 1678 con la Paz de N im ega. España — la más p e rjudicada— debió e n tre g a r a Luis XIV el Franco Condado y v a rio s te rrito rio s en Flandes. La Paz de N im ega conso lid ó el poderío del m onarca fra n cé s, y señaló la época de su apogeo p o lític o y m ilita r. c ) Guerra de la Liga de Augsburgo (1688-1697) A pesar del fin de las h o s tilid a d e s, Luis XIV co n tin u ó ensanchado las fro n te ra s de sus dom in io s con la anexión de diverso s te rrito rio s ribereñ os al Rin, p e rte n e cie n te s a A lem ania , S uecia y Flandes.

1 El conflicto también se conoce como Guerra de Devolución. María Teresa era hija de Felipe IV, de España.

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La a la rm a c u n d ió p o r to d a Europa cu a n d o in c o rp o ró a E s tra s b u rg o (en A ls a c ia ), c iu d a d lib re , u b ic a d a e s tra té g ic a m e n te , p u e s d o m in a b a u n o de lo s e s c a s o s p u e n te s que p e rm itía n a tra v e s a r el Rin.

A n te los a co n te c im ie n to s , las naciones enem igas de Luis XIV se a gru­ paron en una nueva c o a lic ió n , llam ada la Liga de A ugsburgo, pues los re ­ presenta ntes se re u n ie ro n en esa ciudad (1688). La guerra se prolongó por nueve años y las tropas francesas debieron luchar sin aliados co n tra los e fe c tiv o s de las o tra s naciones europeas. A g o ­ tados por el esfuerzo, los c o m b a tie n te s p re firie ro n firm a r la paz en el c a s ti­ llo de R ysw ick, cercano a La Haya (1697). Luis XIV renunció a todas las anexiones p o s te rio re s a la Paz de Nlm ega, excepto Estrasburgo y te rrito rio s d e A lsa cia .

d) La sucesión española La extrem a d e b ilid a d fís ic a del rey de España, C arlos II (el H echizado) y la circu n sta n cia de no te n e r desce n d ie n te s d ire c to s , in q u ie ta ro n a las C o rte s de Francia y A le m a n ia , cuyos soberanos se creían con derechos a la sucesión. D eseosas de m antener el e q u ilib rio e n tre los Estados, las dem ás po te n ­ cias europeas — encabezadas por In g la te rra — se m o stra ro n p a rtid a ria s de e n tre g a r España, Flandes y las posesiones de A m é rica al archiduque C arlos. Sin em bargo, los nobles españoles aconsejaron a C arlos II que dejara sucesor p o r te sta m e n to a F e lip e de A n jo u , pues en esta fo rm a se evitaba desm em bra r las posesiones. Carlos II falleció el 19 de noviembre del año 1700 y una vez que se hizo público el testamento, Luis XIV reflexionó varios días antes de aceptar la última voluntad dei difunto soberano porque estaba seguro de que esa cláusula produciría una nueva guerra, sin ningún provecho para Francia. Por últim o pudo más la am bición de ver a un príncipe de su fam ilia en el trono de España que sus deseos de in icia r una política pacifista para engrandecer a la agotada Francia. Así se extinguió la dinastía habsburgo-española y ciñó ia corona de la penín­ sula un rey francés perteneciente a la fam ilia de los Borbones.

El nuevo m onarca to m ó el nom bre de Felipe V y fue reconocido por todas las co rte s europeas, con excepción del em perador Leopoldo de A u s­ tria , que defendía las p re te n sio n e s del archiduque C arlos. En lugar de p roceder con prudencia, Luis XIV in te rv in o en la p o lític a española, ordenó ocupar c ie rta s plazas fu e rte s holandesas en la fro n te ra belga (ciudades de barrera) y, a la m u e rte de Jacobo II, re co n o ció rey de Ing late rra al h ijo de ese ex soberano, con lo que v io ló el Tratado de R ysw ick. A n te esos a c o n te c im ie n to s se fo rm ó una nueva c o a lic ió n europea con­ tra Francia y España, en la que p a rtic ip a ro n In g la te rra , A u s tria , H olanda y p ríncipes alem anes. A s í com enzó la guerra.

La guerra de Sucesión (1702-1713) A l p rin c ip io el m onarca fra n cé s to m ó la ofe n siva y atacó los dom inios del em perador, pero luego éste c o n fió el mando de sus tro p a s al p ríncipe Eugenio de Saboya, quien reorganizó el e jé rc ito a ustríaco y lo co n ce n tró en

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la región del D anubio para e n fre n ta r al grueso de las tro p a s francesas. A dem ás, co n sig uió la cooperación del e jé rc ito holando-inglés (acantonado en los Países Bajos) a las órdenes del duque de M arlbourough. Esas fuerzas com binadas ve n cie ro n a los franceses en la batalla de B lenheim y los e xpulsaron del te r rito rio alem án. Por su parte, los ingleses ocuparon G ib ra lta r (1704) y desem barcaron en la península al archiduque C arlos que pretendía, con el títu lo de C arlos III, la corona de España. En 1706, el e jé rc ito fra n cé s que defendía los Países Bajos españoles fue derro ta d o en R a m illie s y tu v o que evacuar casi toda B élgica. Las acciones en Ita lia tam poco fa vo re cie ron a Luis XIV. El príncipe Eugenio de Saboya ve n ció a los franceses en Turln (1706) y luego ocupó el M ilanesado y el reino de N ápoles. Luis X IV p id ió la paz, pero las condicio nes de sus enem igos eran tan exig e nte s — e n tre ellas d e stro n a r a su n ie to — , que no aceptó. En 1709 los aliados ob tu vie ro n una nueva v ic to ria en M a lp la q u e t, pero al año s ig u ie n te las tro p a s de Felipe V, a las órdenes del duque Luis de Vendóm e, d e rro ta ro n a los anglo-austríacos en la batalla de V illa vlcio sa . El archiduque hubo de abandonar M adrid. Las p rim e ra s te n ta tiv a s de paz iniciadas por ambos bandos belig e ra n te s se aceleraron después de que los e jé rc ito s fra nce ses, d irig id o s por el ma­ risca l V illa rs , ve n ciero n a las tropas del duque de Saboya en la im p o rta n te batalla de Denain, al n orte de París (1712). Por esta causa, Luis X IV pudo firm a r una paz honrosa.

La Paz de U trecht En 1713, y en la ciudad holandesa de U tre ch t, Francia firm ó la paz con In glaterra, Holanda y Saboya. A l año sig u ie n te lo hizo en R astadt con el Im p e rio germ ánico. En v irtu d de estos dos tra ta d o s, Felipe V fu e reconocido re y de España y de sus d o m in io s de u ltra m a r, pero renunció a todos sus derechos sobre la corona de Francia. El archiduque, que ocupaba el tro n o del Im perio con el títu lo de C arlos VI, fue indem nizado en p e rju ic io de España, pues re cib ió los Países Bajos, M ilá n , Cerdeña y Nápoles. In g la te rra — la más fa vo re cid a — re tu vo en el M e d ite rrá n e o la isla de M enorca y el p uerto de G ib ra lta r, posesiones de tra d ic ió n hispánica. En A m é rica , re c ib ió de Francia la península de Acadia, Terranova y los te r r ito ­ rio s de la Bahía de Hudson. También se aseguró el trá fic o co m ercial con los d o m in io s españoles en este co n tin e n te , m ediante el Tratado de A s ie n to (tra ta de negros) y el N avio de Perm iso. La Compañía inglesa del Mar del Sur explotó durante varios años el com ercio de negros esclavos. A cam bio de las “ piezas de Indias” , como se llam aba a los cautivos, los marinos recibían cueros y sebos. El Tratado de Utrecht, en el artículo 7o, disponía que “ sería lícito y libre a los súbditos del rey de Gran Bretaña com erciar en España y demás dominios del rey C a tó lico ". Por esta cláusula, se perm itió que anualmente arribara a puertos americanos un “ navio de perm iso” con un número determ inado de toneladas de carga.

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Los nuevos centros culturales En el sig lo XVII las U niversidades entraron en un período de deca­ dencia, pues ya no fu eron — com o en el m edievo— los p rin cip a le s ce ntros cu ltu ra le s de O ccidente. Para fa c ilita r la labor c ie n tífic a se crearon in s titu c io n e s , ta le s com o los o b se rva to rio s y las academ ias, que reunieron a grupos de e ru d ito s in te ­ resados por las d is c ip lin a s ú tile s . El m in is tro C o lb e rt fund ó en Francia la A cadem ia de C iencias y el O b se rva to rio de París, este ú ltim o d irig id o por el astrónom o ita lia n o C assi­ ni. En 1667 se con struyó, p ró xim o a Londres, el O b se rva to rio de G reenw ich y tam bién la S ociedad Real (R oyal S o cie ty) que a dqu irió ce lebrida d por los tra b a jo s de N ew ton. No tardaron en crearse ja rd in e s botánicos, gabinetes de H isto ria Na­ tu ra l, h e rbarios con plantas e xótica s procedentes de A m é rica y m useos, e n tre los que se destacó el B ritis h M useum de Londres.

Las ciencias En A stro n o m ía se destacaron el alem án K epler, el ita lia n o G alileo y, en especial, el inglés Isaac N ew ton , que de scubrió la ley que rig e la m ecá­ nica de los cuerpos ce le ste s. En M a te m á tica, el francés V iè te creó la moderna notación algebraica, perfeccionada por el filó s o fo D escartes, que tam bién sentó las bases de la geom etría a n alítica.

S ic ilia fu e entregada al duque de Saboya y además, la Paz de U tre c h t reconoció o fic ia lm e n te al e le c to r de B randeburgo el títu lo real de F ederico I de Prusia.

M O V IM IE N TO FILOSOFICO Y CIENTIFICO EUROPEO El sig lo XVII fue una época de grandes p ro g re sos en el campo del in te le c to humano por las nuevas concepciones filo s ó fic a s , los progresos c ie n tífic o s y las obras lite ra ria s . Com o consecuencia del R enacim iento se produjo un intenso m o vim ie n ­ to id eológico, en p a rtic u la r en el cam po c ie n tífic o , por lo que dicho período se ha llam ado “ la ce n tu ria del g e n io ". Guiados por un e s p íritu p rá ctico , los hom bres de. cie n cia abandonan la re p e tició n de conceptos tra d ic io n a le s y se dedican a o bservar y e xp e rim e n ­ ta r los fenóm enos de la naturaleza. A s í surge la verdadera cie n cia basada en la e xp e rim e n ta ció n y en la observación. La filo s o fía moderna se aparta de las escuelas clá sica s y de la ideología esco lá stica del m edievo para buscar la verdad en los dicta d o s de la propia razón, es de cir, en el ra cio n a lism o .

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La Física fue estudiada por los m ism os e ru d ito s a n te rio re s . A g re g a re ­ mos al ita lia n o T o rric e lli, que in ve n tó el baróm etro. La Q uím ica y las C iencias N a tu ra le s no avanzaron con la m ism a in te n ­ sidad que las m encionadas. Podemos c ita r al fra n cé s Lefévre, que e s c rib ió el p rim e r lib ro sobre Q uím ica, al español S e rv e t y al inglés H arvey quienes descu brieron el m ecanism o de la c irc u la c ió n de la sangre.

La filosofía F rancisco Bacon ,(1561-1626). Inglés de n a cim ie n to , fue el cre a d o r del verdadero m étodo c ie n tífic o basado en la o bservación de los hechos y en la experim en ta ció n . Renato D e sca rte s, nació en Francia en 1596 y fa lle c ió en 1650. Expuso las bases de su filo s o fía en su fam oso tra b a jo titu la d o D is c u rs o d e l M étodo. B e n ito Spinoza (1632-1677). Judío nacido en A m ste rd a m , s ig u ió la filo ­ sofía de D escartes y p o r c ritic a r algunos dogmas hebreos, fu e expulsado de las sinagogas y m aldecido por los rabinos. Sostuvo una concepción panteísta, pues a firm ó que D ios y la Naturaleza son una m ism a esencia. El inglés Juan Locke (1632-1704) a firm ó que el pensam iento humano nace de la percepción de los se n tid o s, por lo cual su d o ctrin a se ha llam ado sensualista . Las ¡deas filo s ó fic a s y p o lític a s de este m édico in g lé s e je rc ie ro n in­ flu e n cia sobre los pensadores fra n ce se s del s ig lo XVIII.

SU R G IM IENTO DE PRUSIA Los orígenes de Prusia se rem ontan a com ienzos del sig lo XV, cuando un p rín cip e de la fa m ilia de los H ohenzollern — llam ado A lb e rto — al produ­ c irs e los in cid e n te s de la Reform a abrazó el m o vim ie n to y se apropió de d o m in io s e c le s iá s tic o s con los que creó el ducado de Prusia. Con Federico Guillermo — contem poráneo de Luis XIV— el ducado e xte n d ió sus fro n te ra s con la in corporación de la Prusia Oriental, Brandeburgo y Cleves. A p a rtir de esa época, Berlín (cap ital de Brandeburgo) se destacó por su flo re c im ie n to . Su h ijo y su ce so r fü e declarado rey de Prusia con el nom bre de Fe­ derico I. Luego ocupó el tro n o su h ijo Federico Guillermo I (1713-1740), hom bre rudo y déspota, que dedicó tod os sus esfuerzos a m ejo ra r el e jé rc ito , por lo cual m e re ció el sobreno m bre de “ Rey S a rg ento". Impuso el servicio m ilita r obligatorio pues estaba convencido de que todos los prusianos “ nacían para las armas” . Creó escuelas de cadetes para la form ación de los oficiales superiores que pertenecían exclusivam ente a la nobleza. Los soldados estaban som etidos a una intensa preparación y la d isciplin a era muy severa, lo que perm itió d e cir que el prusiano “ temía más a sus superiores que al enem igo” .

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C o nsiquió equipar el m e jo r e jé rc ito europeo, in te g ra d o por 80.000 hom ­ bres que Representaban el diez por c ie n to de la población de sus Estados. Con esto, dio a Prusia el in s tru m e n to de su grandeza. A dem ás, este soberano u n ific ó la a d m in is tra c ió n y m ejoró la hacienda pública, m edidas con las que in c re m e n tó la riqueza de su pequeño país.

SU R G IM IENTO DE RUSIA Hasta com ienzos del s ig lo X VIII, los rusos o m o sco vita s no habían ocupado un lugar im p o rta n te en la h is to ria de la hum anidad. Largos años perm a n ecie ro n los rusos s o m e tid o s a los m ogoles, hasta que un prín cip e de M oscovia, Iván III e l Grande (1462-1505), lib s rto sus d o m in io s y creó un Estado con ca p ita l en M oscú. Fue el p rim e ro que se titu ló Zar. Su n ie to , Iván IV, ap e llid a d o “ el T e rrib le ” (p o r las crueldades que com e­ tió en los ú ltim o s años de su reinado), in ic ió la co n q u ista de S ib e ria y luego de varias luchas co n sig uió e xte n d e r las fro n te ra s de sus dom inios hasta el m ar C aspio. Tam bién hizo c o n s tru ir en M oscú el palacio del K re m ­ lin. Iván IV m u rió sin descendencia, pues tie m p o atrás había u ltim a d o a su h ijo en un arreba to de fu ro r. Se in ic ió entonces un período de anarquía y guerras c iv ile s , provocadas por los p re te n d ie n te s al tro n o , hasta que en

el año 1613 fu e e leg ido zar el p ríncipe M ig u e l, que in ic ió la d inastía de los R om anoff. Pedro I, e l Grande (1682-1725). Ocupó el tro n o de M oscú a los d ie c i­ nueve años, com o consecuencia de una re volución palaciega que encabezó co n tra su herm ana, la regente Sofía. Este soberano, considerado el fundador de la Rusia m oderna, se p ro ­ puso im p u lsa r el progreso de su pa tria y c iv iliz a rla al m odo o ccid e nta l de acuerdo con los adelantos europeos. En p o lític a e x te rio r d e cidió, según sus propias palabras, “ a b rir ventanas hacia el o e s te ” , puesto que Rusia estaba aislada de O cciden te p or Suecia, Polonia y Turquía. Para c o n se g u ir una salida hacia el m ar Negro gue rreó contra los tu rco s, a quienes c o n q u istó la plaza de A zof. In ició contra S uecia la llam ada G uerra del N orte, a cuyo té rm in o se incorporaron a Rusia varias com arcas rib e re ­ ñas al m ar B áltico. Pedro el Grande realizó dos via je s por Europa y luego em prendió con energía su p ro ye cto de o ccid e n ta liza r a su país. Estas re fo rm a s se pueden c la s ific a r en: a) Políticas. C reó un consejo que llam ó “ Senado g o b e rn a n te ” , fo rm a ­ do por nueve m ie m b ros, p e rte n e cie n te s a la a risto cra cia , que dependían de un pro cu ra do r general. Las a trib u cio n e s de este organism o eran de ca rá cte r c o n s u ltiv o y ju d ic ia l. Para co la b ora r en las tareas a d m in is tra tiv a s organizó nueve co le g io s o corp o ra cio n e s de a ltos fu n cio n a rio s con tareas sem ejantes a las de los m in is tro s . A dem ás, p rom ulg ó la fam osa “ tabla de los rango s” po r la cual e s ta b le ció ca to rce ca tegorías de fu n cio n a rio s, se leccionados atendiendo a su nobleza y ocupación del Estado.

Pedro I, el Grande. la fisonomía de rasgos gulares se advierten grandes ojos negros, mirada penetrante.

En re­ los de

Grupo de boyardos o nobles rusos perte­ necientes a la corte de Iván IV son reci­ bidos en audiencia por el emperador ger­ mano Maximiliano II. Observe la indumen­ taria de los personajes y los presentes que han de entregar. (Grabado antiguo.)

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b) E c le s iá s tic a s . Para c o lo c a r a la Iglesia O rtodoxa bajo su co m p le to dom inio , Pedro s u p rim ió el Patriarcado de M oscú y lo reem plazó p o r un consejo de obispos o Santo Sínodo, ante el cual enviaba un re p re se nta n te . c) M ilita re s . Reorganizó el e jé rc ito al modo prusiano. Im itó los re g la ­ m entos, la preparación fís ic a , los u n ifo rm e s y hasta los d ive rso s grados y jerarquías. Los cam pesinos fu e ro n o bligados a in co rp o ra rse y a los que se ne­ gaban se los conducía encadenados; con e stos p ro c e d im ie n to s consiguió equipar a más de 200.000 hom bres. Del antiguo e jé rc ito ruso sólo conservó la caballería, o sea los cosacos, que en núm ero de 100.000 v ig ila b a n las fro n te ra s . También con tó con 48 naves de guerra y unos 20.000 m arinos. d) Económicas. De acuerdo con las d o ctrin a s c o lb e rtis ta s , fo m e n tó la creación de m anufacturas, la e xp lo ta ció n de los recursos m in e ra le s y el d e sa rro llo del co m e rcio . Para m e jo ra r la mano de obra p ro p ic ió el in te rc a m ­ bio de té cn ico s y o b re ro s con O ccid e n te . e) C u ltu rales. A im ita c ió n de los europeos, fa v o re c ió la in s tru c ­ ción p ública y cre ó los p rim e ro s in s titu to s su p e rio re s, com o la Escuela Po­ lité c n ic a y la A cadem ia de C iencias de San Petersburgo. E stim uló la im p re sió n de te x to s y en 1703 apareció el p rim e r p e rió d ico ruso. f) Costum bres. In te rv in o en to d o s los aspectos de la vid a de su pue­ blo, pues o b lig ó a los hom bres a v e s tir com o los europeos y c o rta rs e la barba y los ca b e llo s. P e rm itió que las m u je re s dejasen de c u b rir su ro s tro e hicieran vida so cia l. Pedro el Grande murió en enero de 1725. Afirm ó que “ las reformas de un pueblo son como los frutos de las palmeras, que no se empiezan a cosechar hasta después de muerto el plantador” . Sin embargo, aunque triunfó en su acción política, pues extendió las fronteras de Rusia casi a sus límites actuales, fracasó en su obra civilizadora, por cuanto ésta sólo fue superficial y no alteró la fisonomía característica de su pueblo.

SU R G IM IENTO DE HOLANDA Com o vim o s , los te r rito rio s ubicados en el n o rte de los Países Bajos se em anciparon de Felipe II y c o n s titu y e ro n las P rovincias U nidas cuya inde­ pendencia fu e aceptada por España en los tra ta d o s de W e s tfa lia (1648), que pusieron fin a la G uerra de los T reinta A ños. Esas s ie te p ro vin cia s se organizaron en una confe d e ra ció n en la que cada una era un Estado soberano, pues tenían go b iern o y c o n s titu c io n e s propios. Se gobernaban com o pequeñas re p ú b lica s, con un C onsejo de fa m ilia s a ris to c rá tic a s encargadas de la a d m in is tra c ió n ; sin em bargo, para los asun­ to s com unes enviaban d iputados a una asam blea de Estados G enerales que se reunía en La Haya.

En casi todas las p ro vin cia s, los cargos de E statúder estaban ocupa­ dos por m ie m b ro s de la din astía de los O range, quienes deseaban tra n s ­ fo rm a r el país en una m onarquía. D ieron o rig e n al p a rtid o O rangista, que se im puso — e xcepto H olanda— en todas las provin cias. Por su parte, los rico s m ercaderes de Holanda eran to le ra n te s en m ateria re lig io s a , no deseaban un gobierno fu e rte y se oponían a la guerra, que perjudicaba el co m e rcio . A sí su rg ió el p a rtid o R epublicano.

Prosperidad de Holanda Por su progreso económ ico y m e rc a n til, Holanda a d q u irió ta l p re s tig io que paulatin a m e n te su nom bre e lim in ó al de las otras P rovincias U nidas y s irv ió para in d ic a r el de la nueva R epública Federal. El rápido in cre m e n to de la población o b lig ó a los holandeses a au­ m e n ta r la e xte n sión de las tie rra s c u ltiv a b le s , pues se necesitaban produ c­ to s agrícolas para el su ste n to de sus habitantes. Se co n stru ye ro n diques para c o n te n e r las aguas del m ar y p e rm itir el pastoreo de los ganados en las tie rra s desecadas (“ p o ld e rs ” ). Los cam pesinos se dedicaron al cuidado de las huertas y al c u ltiv o de las flo re s , en especial los tulipanes. No tardaron en s u rg ir las in d u stria s derivadas de la leche, la m anteca y los fam osos quesos, en especial estos ú ltim o s , que die ron ce lebrid ad a Holanda. Desde el s ig lo XVI las em barcaciones holandesas surcaban los mares para tra n s p o rta r m ercaderías u ocuparse en la pesca del arenque.

Las com pañías de com ercio Para o b te n e r en abundancia las especias, los holandeses d ecidie ro n ocupar las posesiones portuguesas en O rie n te . Con el fin de organizar las expediciones, los c o m e rcia n tes crearon, en el año 1602, la Com pañía de las Indias O rie n ta le s. En esta fo rm a se apoderaron del Cabo de Buena Esperanza (su r de A fric a ), p u e rto s de la India, M alaca y las islas de C eilán y de la Sonda (en el a rch ip ié la g o m alayo). En Java fundaron Batavia, que fu e la capital y re­ sidencia del gobernador general. Para e xte n d e r sus transaccion es co m e rcia le s hasta A m é rica fundaron la Compañía de las Ind ias O ccid entales (1624), que no co n sig u ió el é x ito de la a n te rio r. Los holandeses se e sta b le cie ro n en Nueva A m ste rd a m (actual Nueva Y ork) y en re giones de las A n tilla s y de las Guayanas. A dem ás, ocuparon va­ rio s años la región de Santos, en el B rasil, pero luego fu e ron expulsados. A m ediados del s ig lo X VIII, la pro spe ridad holandesa fu e m uy afectada por las batallas navales so ste nid as co n tra los ingleses y el re co n o cim ie n to obligado del A c ta de N avegación. Desde esa época, In g la te rra de spojó a Holanda del d o m in io de los m ares.

En épocas de la dom inación hispánica cada p ro vin cia tenía un gober­ nador llam ado E sta tú d e r; luego de la em ancipación, este fu n c io n a rio — de­ signado por su re s p e c tiv o te r rito rio — fu e je fe e je c u tiv o .

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Guía de repaso La España de los Austrias Menores.

ción de Luis XIV. Batallas de Blenheim y Ramillies, Malplaquet y Villaviciosa. La paz de Utrecht. Movimiento filosófico y científico europeo.

La ciencia basada en la experim entación y observación. El racionalism o. Los nuevos centros culturales en París y en Londres. Principales figuras de la astronomía, la matemá­ tica, la física y la química. La filosofía: Bacon, Descartes y Spínosa. Locke y el sen­ sualismo.

Felipe III: el Duque de Lerma. Felipe IV: el Conde-duque de Olivares. Carlos II: Juan José de Austria.

El barroco y su proyección en América.

Estilos arquitectónicos que pasaron al Nuevo Mundo. El barroco americano. José Churriguera.

Surgimiento de Prusia.

Federico Guillermo. Federico 1. Federico G uillerm o 1: obra de gobierno.

El absolutismo monárquico.

Los reyes absolutos de España, Inglaterra, Alemania y Francia. Defensores del absolutism o: Bodin y Hobbes. Los cam­ bios económ icos: el capitalism o.

Surgimiento de Rusia.

1van IV. La dinastía de los Romanoff. Pedro 1, el Grande: reformas políticas, eclesiásticas, m ilitares, económ icas, cul­ turales. Las costumbres.

Surgimiento de Holanda.

Las Provincias Unidas: gobierno. El partido Orangísta y e l Republicano. Prosperidad de Holanda: construcción de diques, industrias. Las compañías de com ercio: Indias Orientales y Occidentales.

Francia en la época de Richelieu.

Luis XIII. La acción de Richelieu contra los protestantes y los nobles. El edicto “ La Gracia de A la is". Intendentes.

La Guerra de los Treinta Años.

Carácter del conflicto. Causas religiosas y políticas. Detenestración de Praga. Periodos de la guerra; Palatino: batalla de Montaña Blanca; Danés: Cristián IV; Sueco: batalla de Lutzen; Francés: batallas de Rocroi, Nordlingen y Lens. L,a Paz de Westfalia y sus cláusulas religiosas y políticas Consecuencias de la guerra. r—

Las revoluciones inglesas.

Jacobo I Estuardo y el anglicanism o. Carlos I. El Parlamentó Corto y el Parlamento Largo. El M emorial de Quejas. Batalla Naseby. La dictadura de Cromwell. El Acta de Na­ vegación. Restauración de los Estuardo. Carlos II: el B ill de Uniformidad. El B ill del Test. Formación de los partidos. El B ill de Exclusión. Los tories y los whigs. La Revolución de 1686. Jacobo II: sus ideas religiosas. Gui­ llerm o de Orange. La Declaración de Derechos. María II y Guillermo III. El B ill de Tolerancia.

La Francia de Luis XIV.

Julio Mazarino. La Fronda. La lucha contra España. El ab­ solutism o m onárquico. ‘‘El Estado soy yo". El palacio de Versailles. La Corte. Colbert, Louvois y Vauban. Política religiosa. El m ercantilism o.

El predominio francés: la cultura.

El esplendor lite rario : los salones, la Academia francesa. Los grandes escritores. C orneille: cualidades de su estilo. Racine: sus tragedias. M olière: sus comedias. La Fontaine: sus fábulas. Bossuet: obras. Las bellas artes: el academicismo. Arquitectos y pintores.

El predominio francés: imperialismo de Luis XIV.

Naciones europeas que enfrentan la hegemonía francesa. Guerras de Luis XIV. a) Por los Países Bajos españoles: la alianza de La Haya, b) De Holanda: coalición contra Fran­ cia. c) De la Liga de Augsburgo: paz de Ryswick. d) De la sucesión española. Llegada al trono de Felipe V. Interven-

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r ii^ tin n a r in -

1. ¿Quiénes gobernaron a España en tiempos de Felipe III? 2. ¿Qué política siguió Olivares en épocas de Felipe IV? 3. ¿Qué sabe de Carlos II de España? 4. ¿Qué estilos arquitectónicos se aplicaron en Am érica durante la dominación española? 5. ¿Qué caracteriza al estilo barroco? 6. ¿A qué se llama absolutismo monárquico? 7. ¿Qué tratadistas defendieron el absolutismo? 8. ¿Qué cambios económicos se produjeron a comienzos de la Edad Moderna? 9. ¿Qué se propuso el cardenal Richelieu? 10. ¿Contra quiénes lu ­ chó? 11. ¿Cuáles fueron las causas de la Guerra de los Treinta Años? 12. ¿En cuántos períodos se acostumbra a dividirla? 13. R e­ suma los principales acontecimientos de esa guerra. 14. ¿Por qué Jacobo I Estuardo desprestigió la autoridad real en Inglaterra? 15. ¿Qué problemas afrontó Carlos I en su reinado? 16. ¿Quién fue Oliverio Crom w ell? 17. ¿Cómo se inicia el período llamado de la Restauración? 18. ¿Cuándo surgen los dos grandes partidos políticos ingleses? 19. ¿Qué acontecimientos precipitaron la R evo­ lución de 1688 en Inglaterra? 20. ¿Cuándo se instauró el régimen m onárquico parlamentario? 21. ¿Qué política siguió en Francia el cardenal Mazarino? 22. ¿Es correcto afirmar que Luis X IV elevó a la más alta jerarquía su dignidad de rey? 23. ¿Cómo era la vida de la Corte? 24. ¿Quiénes fueron los principales colabo­ radores de Luis X IV ? 25. ¿Qué sabe con respecto al m ercanti193


lismo? 26. Explique por qué Francia alcanzó el apogeo literario bajo el reinado de Luis XXV. 27. ¿Quiénes fueron los grandes escritores franceses de esa época? 28. ¿Qué orientación se impuso en las artes? 29. ¿Qué actitud asumieron las potencias europeas frente al imperialismo de Luis X IV ? 30. Resuma las guerras en que intervino el absolutista monarca francés. 31. Explique la paz de Utrecht y sus principales disposiciones, entre ellas la referente al tráfico comercial. 32. ¿Por qué surge la verdadera ciencia en el siglo X V II? 33. ¿Recuerda algunos centros culturales de esa época? 34. ¿Quiénes se destacaron en la labor científica? 35. ¿Y en la filosofía? 36. ¿Quién fue el soberano que dio a Prusia el ins­ trumento de su grandeza? 37. ¿A qué monarca se considera el fundador de la Rusia moderna? 38. ¿Cuáles fueron sus reformas? 39. ¿Qué sabe con respecto al surgimiento de Holanda?

Actividades Prácticas • R e s u m ir qué se e n tie n d e p o r e s tilo b a rro co y su p ro y e c c ió n en A m é • rica . S in te tiz a r la g u e rra de los T re in ta A ños, con sus causas, p e rio d o s 1

• y consecuencias. A n a liz a r e l a b s o lu tis m o m o n á rq u ic o según la p o lític a de L u is X IV .

• S in te tiz a r p o r m e d io de u n c u a d ro s in ó p tic o las g u e rra s de L u is X IV .

Lectura L a m on a rq u ía absoluta en Francia

El puñal de un fanático demente puso fin en 1610 al reinado de En­ rique IV. Siguieron unos años de incertidumbre y agitación hasta que en 1624 Luis XIII, que había suce-

das las limitaciones de la autoridad de su regio amo; y, en segundo lu­ gar, hacer de Francia la nación más poderosa de Europa. Para conseguir esos fines no reparó en medio algu­ no. Destruyó despiadadamente tan­ to a los nobles descontentos como a los hugonotes y mediante un ejérci­ to de espías y ejecuciones en masa ahogó en germen todas las conspira­ ciones. Si bien fomentó la educación y protegió la literatura, descuidó el comercio y permitió que florecieran en el gobierno el peculado y la pro­ digalidad. Además, su política exte­ rior belicosa envolvió a Francia en guerras costosas. Su obra más posi­ tiva fue, según parece, la organiza­ ción de un sistema que ponía a cargo de los gobiernos locales a in te n d e n ­ tes o agentes del rey. El propósito era centralizar el gobierno de toda la nación bajo la fiscalización de la corona y con ello extirpar los vesti­ gios sobrevivientes de la autoridad feudal. Cuando falleció Richelieu en 1642 quedaba completamente despe­ jado el camino que conducía al des­ potismo real. La monarquía absoluta llegó a su apogeo en Francia durante los rei­ nados de los tres Borbones anterio­ res a la Revolución. El primero de la serie fue Luis XIV (1643-1715), quien encarnó el ideal absolutista más co m p le ta m e n te tjue cualquier otro soberano de su época. Orgu­ lloso, pródigo y dominante, tenía él concepto más alto de su posición co­ mo rey. No sólo creía que Dios le había encomendado la tarea de rei­ nar, sino que, además, consideraba que el bienestar del Estado se rela­ cionaba íntimamente con su propia personalidad. La frase famosa que se le atribuye: ‘‘ L ’état c’est m o i” ( “El Estado soy yo” ) quizá no constituya sus palabras exactas, pero expresa con mucha claridad el concepto que

tenía de su autoridad. Eligió el Sol como emblema oficial para indicar su creencia en que la nación recibía de él su esplendor y su sustento del mismo modo que los planetas reci­ ben los suyos de ese astro. Quizá pueda decirse en favor de Luis XIV que ningún hombre desempeñó con más rigor el “oficio de rey” . Vigi­ laba personalmente todas las activi­ dades gubernativas y consideraba a sus ministros como simples emplea­ dos cuyo único deber consistía en obedecer sus órdenes. Pero hay prue­ bas de que al país le habría ido mejor si Luis hubiese sido menos entrometido. Puso obstáculos a al­ gunos planes de Colbert para refor­ mar los impuestos y malgastó los recursos que ese ministro había re­ unido con esfuerzo. El Rey Sol con­ tribuyó muy poco personalmente a mejorar el gobierno francés. En ge­ neral, siguió la política de Richelieu y Enrique IV tendiente a consolidar el poderío nacional a expensas de los funcionarios locales y a conver­ tir a los nobles en meros parásitos de la corte. Pero si hizo algún bien, lo anularon por completo sus gue­ rras insensatas y su política religio­ sa. En 1685 r e v o c ó el Edicto de Nantes, que había concedido la tole­ rancia a los hugonotes. La conse­ cuencia fue que huyeran del país muchos de sus súbditos más inteli­ gentes y ricos. M c N a ll B urns, E dw ard. C iv il iz a c io n e s de O c c id e n t e .

Buenos Aires, 1968. • ¿Favoreció R ichelieu el estableci­ m ien to de la m onarquía absoluta en Francia? • ¿Cómo gobernó L u is X IV ? • ¿Qué tra tó de consolidar?

dido a Enrique a la edad de nueve años, confió la administración del reino al cardenal Richelieu. Los fi­ nes únicos de este ministro duro eran: en primer lugar, destruir to-

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EL RIO DE LA PLATA Juan d e Garay S a b e m o s 1 que a F elipe de C áceres lo sucedió M a rtin Suárez d e , To­ ledo, quien gobernó la A sun ción hasta la llegada del adelantado O rtiz de Zarate. Suárez de Toledo co m isio n ó a Juan de Garay para que fundara una población en las p roxim idad es del Plata, m ie ntras escoltaba hasta ese lugar la em barcación en que viajaba preso a la península Felipe de CáceresiComo vimos, Garay acom pañó a Cáceres en el segundo de los viajes que el últim o efectuó al Río de la Plata.A partir de ese momento, Garay propició la fundación de pueblos a lo largo dei Paraná con el objeto de fa c ilita r la ruta m arítim a y las com unicaciones con España. El afirm a que fue nom brado para esa misión “ por el calor que yo puse en decir que abriésemos puertas a la tierra y no estuviésemos cerrados" (carta del 20 de abril de 1582).

Después de su p e ra r grandes d ific u lta d e s — debido a la escasez de m e­ d ios— Garay equipó un bergantín grande, ocho barcas de carga y unas pocas balsas. Para que lo acom pañaran en la em presa con sig uió re u n ir a 9 españoles y 75 c rio llo s (llam ados “ mancebos de la tie rra "). Estos mestizos — hijos de españoles y mujeres indígenas— form aban la nueva generación que ansiaba p a rticip ar en las exploraciones de su propia tierra. La flo tilla cargó armas, municiones, plantas, semillas, herram ientas y todos los elementos necesarios para ed ifica r una futura ciudad. Una parte de la expedición marchó por tierra, con caballos y ganado vacuno.

; f --------------------------------------------------------------------1 Ver Unidad 1?, pág. 99.

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Fundación de Santa Fe Garay p a rtió de la A su n ció n a m ediados de a b ril de 1573 y s ig u ió a la carabela en que via ja b a C áceres hasta la a ltu ra de F eliciano (p a ra le lo 31); a llí dejó la e scolta y desem barcó para re u n irs e con el re s to de la expe­ d ició n , que m archaba por tie rra . Seguidamente exploró la costa occidental del Paraná con el objeto de encon­ trar una zona donde establecer un poblado. Una vez elegido el sitio — más tarde llamado Cayastá— y mientras se realizaban los trabajos destinados a levantar las primeras viviendas, se internó con un grupo de compañeros por el río Carcarañá. Cuando llegó a las ruinas de la Torre de Gaboto (Sancti Spiritus) fue atacado por los indios, pero en esas circunstancias apareció providencialmente un grupo de jinetes españoles a las órdenes de Jerónimo Luis de Cabrera, conquistador que acababa de fundar la ciudad de Córdoba. Ambos jefes decidieron separarse sin llegar a ningún acuerdo.

Garay re gresó al lu g a r donde había dejado a la m ayoría de sus hom ­ bres y el 15 de no vie m b re de 1573 fu n d ó la ciudad que llam ó de Santa Fe. En esos m om entos re c ib ió — por m ano de un in d io — una carta del adelantado O rtiz de Zárate, quien le ' com unicaba e n co n tra rse en la isla de San G abriel y le pedía ayuda por la pérdida de dos naves. S in dem orar, Garay p a rtió con tre in ta hom bres en una pequeña em barcación al encuen­ tro del recié n llegado.

O rtiz de Z árate Com o sabem os, O rtiz de Z árate m archó a España para s o lic ita r a la C orona su co n firm a c ió n en el cargo de A delantado. Luego de firm a r ca­ p itu la cio n e s con F elipe II y o b te n e r el ansiado títu lo , p a rtió de Sanlúcar en o ctu b re de 1572 con una e xp e d ició n integrada por cin co em barcaciones y 510 personas, en su m ayoría pobres y sin p ro fe s ió n . Después de una azarosa trave sía, lle g ó a las bocas del Río de la Plata, desde donde s o li­ c itó ayuda a Juan de Garay, quien acudió presuroso. R eabastecida la e xp e d ició n , Zárate d isp u so le va n ta r un poblado en la costa o rie n ta l y entonces fu n d ó San S alvador, de e fím e ra e x is te n c ia . El A d elantado a rrib ó a la A su n ció n en fe b re ro de 1575 e in ic ió un go­ bie rn o m ediocre. M u rió al año s ig u ie n te y, por te s ta m e n to , d ejó heredera universa l a su h ija natural Juana, re s id e n te en C harcas. La joven contaba d e ic is é is años de edad y debía c o n tra e r m a trim o n io con un hom bre ca­ pacitado para gobernar, pues éste sería el nuevo adelantado. Garay fue designado tu to r y encargado de c u m p lir con las cláusulas te s ta m e n ta ria s . La joven — con anuencia de Garay— p re firió al o id o r Juan Torres de Vera y A ragón, p ero las Leyes de Indias prohibían a e stos fu n c io n a rio s casarse d e ntro de los lím ite s de su ju ris d ic c ió n . A pesar de tod o , la boda se ce le b ró en d icie m b re de 1577. Vera y A ragón co n sig uió que la A u d ie n cia lo m antuviera en su cargo, aunque el v irre y Toledo p ro h ib ió al m a trim o n io tra sla d a rse a la A su n ció n ; por esta causa, el p rim e ro nom bró en su reem plazo a Juan de Garay en el cargo de te n ie n te de gobernador del Río de la Plata.

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SEGUNDA FU N D A C IO N DE BUENOS AIRES En enero de 1580 Garay pregonó en la A sunción la rep oblación del p u e rto de Buenos A ire s , las condicio nes requeridas para el enganche vo ­ lu n ta rio y las ven tajas que obtendrían los p rim e ro s h a b ita n te s .1 En la e xpedición se a lis ta ro n algo más de sesenta personas, en su m ayoría jó ve n es m estizos y c rio llo s (m ancebos de la tie rra ), una m u je r y dos re lig io s o s . Todos se equiparon p o r su cuenta, llevando — según expresión de Ga­ ray— “ sus arm as, caballos y ganados” . Para el tra n s p o rte flu v ia l contaban con una carabela, dos bergantine s y num erosas canoas y balsas- indígenas. Un grupo de hom bres co ndujo el ganado (especialm ente caballos y vacas) por tie rra . El dom ingo 29 de mayo, día de la S antísim a Trinidad, las em barcaciones fondearon en el R iachuelo. En hom enaje al día de llegada Garay llam ó a la ciudad con el nom bre de la fe s tiv id a d re lig io sa . En las proxim dades del lugar el te n ie n te de gobernador hizo varias e xp lo ra cio n e s hasta que se d e cid ió por un s itio ubicado un poco más al n o rte de la p rim itiv a fundación.

1 El incentivo no fue — como en tiem pos de Mendoza— el oro y la plata. Garay sólo destacó como b eneficios la abundancia del ganado caballar, la d is trib u c ió n de tierras aptas para el cu ltivo y el repartim iento de indígenas.

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Garay d e lim itó un re ctá n g u lo de 250 manzanas, pero sólo 46 se des­ tin a ro n para solares urbanos; de aquéllas, se is fu e ro n adjudicadas para el Fuerte y Plaza M a yo r (hoy de M ayo), tre s para conventos y una para hos­ p ita l. Las manzanas re sta n te s se d e stin a ro n a chacras. El sábado 11 de ju n io de 1580 Garay fu n d ó la ciudad de la S antísim a Trinidad; ei p u e rto conservó el nom bre de Santa Macía de lo s Buenos A ire s . La cerem onia de fundación se efectuó el sábado por la mañana, en el lugar destinado para la Plaza Mayor. Ante un centenar de españoles y criollos comenzó el acto el escribano Pedro de Jerez, quien leyó el acta de fundación. L u e g o — escribe el historiador Groussac— “ se plantó una cruz en el sitio destinado para iglesia mayor (el que ocupa hoy la Catedral), cuya advocación — la Trinidad— fue la de la ciudad misma. Seguidamente se publicó, como era de ley, la organización del gobierno m unicipal, siendo nombrados alcaldes Rodrigo Ortiz de Zárate y don Gonzalo MarteI de Guzmán, con seis regidores que figuran en el acta (Quirós, O laberrieta, Bermúdez, Gaitán, Ibarrola y Escobar), los cuales allí mismo fueron adm itidos a sus oficios, después de sendos juram entos” . A continuación, Garay y demás miembros del gobierno se trasladaron al centro de la plaza, donde clavaron en tierra un tronco o “ rollo p ú b lico ” . Este “ árbol de la ju s tic ia ” era el emblema visible de la ju risdicció n real. Finalmente Garay tomó posesión de la ciudad y entonces — de acuerdo con una antiquísim a costumbre— sacó su espada, cortó algunas hierbas y mientras tiraba varias estocadas d ijo : “ si avia alguno que se lo contradiga, que parezca” , y como nadie respondió “ lo pidió por testim onio” .

El 20 de octu b re los m ie m b ro s del C abildo — en p resencia de Garay— e lig ie ro n patrono a San M a rtín , obispo de Tours; ta m b ié n fu e creado el es­ cudo de la ciudad. ¿ M ie n tra s Garay se encontraba en Buenos A ire s se produjo en Santa Fe — el 1» de ju n io de 1580— una re b e lió n encabezada p o r s ie te c rio llo s . Enterado de la “ re vo lu ció n de los m ancebos” Garay se tra sla d ó a Santa Fe y a llí co n sig u ió ca lm a r las re n c illa s , en base a una hábil p o lític a de p a cifica ció n .

U ltim os años de Garay. Su m uerte Term inado el c o n flic to de Santa Fe, Garay se tra s la d ó a Buenos A ire s y en noviem bre de 1581 s a lió al fre n te de tre in ta hom bres en un v ia je de explo ra ció n hacia el sur. Llegó a la a ltu ra de la Punta M o g o te s (actual M ar del Plata) y regre só con la esperanza de v o lv e r a buscar la legendaria “ c iu ­ dad de los C é sa re s” . Luego pasó a Santa Fe y de a llí a la A su n ció n , donde perm aneció hasta los p rim e ro s días de d ic ie m b re de 1582, fecha en que regresó a Buenos A ire s . En enero de 1583 legó al Plata el nuevo gobernador de C h ile , don A lo n so de S otom ayor, quien s o lic itó ayuda a Garay para tra sla d a rse por tie rra hasta su ju ris d ic c ió n ; este ú ltim o accedió a acom pañarlo hasta el río Carcarañá para lo cual, a m ediados de marzo, em barcó en un bergantín acom pañado de unos cin cu e nta hom bres; en el tra y e c to , para a b re via r ca­ m ino, Garay se in te rn ó en una laguna (en las cercanías del fu e rte G aboto), sin saber que había equivocado el rum bo. _ A llí desem barcó y re s o lv ió p e rn o cta r en sus o rilla s . Cuando los es­ pañoles estaban d u rm ie n d o fu e ro n atacados por los indios, quienes m ataron a Garay y a doce de sus hom bres.

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El últim o adelantado: V era y Aragón A l te n e r c o n o cim ie n to del trá g ic o fin de Garay, Vera y A ragón — que continuaba re te n id o en C huquisaca— nom bró reem plazante a su sobrino Juan Torres de N a varre te, quien llegó a la A sunción en marzo de 1584, con el títu lo de te n ie n te de gobernador. C o m isionó a A lo n so de Vera (“ Cara de p e rro ” ) para que fundara una ciudad sobre el río B erm ejo, que debería s e rv ir de enlace con los d om inio s del Perú. Entre los in te g ra n te s de esta em presa fig u ró H ernandarias de Saavedra. Los e xp e d icio n a rio s p a rtie ro n hacia el Chaco y, luego de e xp lo ra r la zona indicada, A lo n so de Vera fundó C oncepción d e l B erm ejo (a b ril de 1585) en las p ro xim id ad es de la con flu e n cia de ese río con el Paraguay. M ie n tra s ta n to , con Vera y Aragón sucedió un hecho sin precedentes en A m é ric a hispana, por cuanto si bien se le negaba la a utorización para tra sla d a rse al Río de la Plata y al Paraguay, estos te rrito rio s se hallaban gobernados por sus lu g a rte n ie n te s. F inalm ente, a p rin c ip io s de 1587 — ya fa lle c id a Juana de Z árate— Vera y Aragón obtuvo el anhelado perm iso , aunque el rey lo designó adelantado in te rin o hasta ta n to ju s tific a ra le g a lm e n te sus p re tensio nes ante el C onsejo de Indias. Vera y Aragón sa lió de C huquisaca en d ire cció n a C oncepción del Ber­ m ejo y desde a llí — en com pañía de A lo n so de Vera y H ernandarias— s i­ guió a la A su n ción , ciudad a la que a rrib ó en agosto de ese año.

Fundación de C orrientes Luego de e m prender una campaña re presiva co n tra los indígenas, Vera y Aragón d e cid ió fu n d a r una ciudad a o rilla s del Paraná. A yudado por H er­ nandarias — quien re c lu tó un co n tin g e n te , en su m ayoría c rio llo s — se tra sla d ó hasta la o rilla izquierda del Paraná (cerca de la co n flu e n cia con

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el río Paraguay) y a llí fun d ó la ciudad de San Juan de Vera de las S ie te C o rrie n te s (3 de a b ril de 1588). Después de e rig id a la nueva ciudad — el acto de más tra sce n d e n cia de su m andato— Vera y Aragón em barcó para Santa Fe, luego pasó a Buenos A ire s y más ta rd e se tra s la d ó a España, donde re nunció a su cargo.

HER N AN D A R IA S DE SAAVEDRA Fue el p rim e r gobernador c rio llo de las p ro vin cia s del Paraguay y Río de la Plata. De noble e s tirp e , este destacado “ h ijo de la tie r r a ” se d is tin g u ió por sus dotes de gobernante y, com o bien ha dicho el h is to ria d o r Raúl A . M o lina, fu e " la m a n ife sta ció n más pura de la e s tirp e c rio lla , el s u je to de m ayor envergadura e n tre los hom bres de su edad". Nació en A sun ció n,1 hijo del capitán M artin Suárez de Toledo y de María de Sanabria. En aquella época no era obligatorio u tilizar el apellido del progenitor y el niño fue llam ado como su abuelo paterno, quien había ocupado el im portante cargo de correo mayor en Sevilla.

En fe b re ro de 1590, el C abildo de A su n ció n designó a H ernandarias te n ie n te de gobernador, d ebido al p re s tig io de que ya gozaba en esa ciudad. El gran c rio llo realizó una labor c o n s tru c tiv a , pues m e jo ró las co stu m b re s dio ocupación a los vagabundos, levantó te m p lo s y p a c ific ó a los indígenas; gobernó en form a in te rin a o com o te n ie n te del gobernador titu la r hasta 1597.

Los tres gobiernos titu lares En v irtu d de la real cédula e 1537, el C abildo de la A su n ció n designó gobernador a H ernandárias — enero de 1598— con elapoyo y aplauso de tod os los habitantes. S olucionó con a c ie rto las enojosas d ife re n c ia s e n tre los vecinos debidas a los in ju s to s re p a rto s de tie rra s y creó un e sta b le ­ cim ie n to educativo. D ejó el poder al año sig u ie n te , cuando a rrib ó al Plata un nuevo go­ bernador pero m u e rto é ste , H ernandarias v o lv ió a ocupar el mando en 1602. C oncedió a los hab ita n te s de Buenos A ire s fra n q u ic ia s co m e rcia le s, prom ulgó unas im p o rta n te s O rdenanzas en defensa de los indios y e xp lo ró hasta las p roxim id a d e s del Río N egro en busca de la legendaria "ciu d a d de los C ésares” . Hasta el té rm in o de su m andato legal en 1609 m e jo ró las rentas pú­ blica s, fo m e n tó las ta re a s agrícolas, ordenó c o n s tru ir te m p lo s y m olinos de v ie n to ; además, e s ta b le c ió una fá b ric a de te ja s. En m ayo de 1615 H ernandarias se hizo cargo por ú ltim a vez de la go­ bernación del Río de la Plata y del Paraguay. En este período re p rim ió el contrabando y fa v o re c ió el e s ta b le c im ie n to de las m isio n e s je s u ític a s en la región m esopotám ica y en el n o rte del te rrito rio . El gran c rio llo gobernó hasta o ctu b re de 1618, en que cesó en sus fun cion es po r d isp o s ic ió n real a causa de la d ivisó n del te r rito rio bajo su m andato. H ernandarias fa lle c ió en Santa Fe, en 1634.

1 Los historiadores divergen en cuanto a la fecha del nacimiento de Hernandarias. La mayoría la fija en el año 1564, pero otros afirman que nació en 1560, tomando como base algunas cartas que el citado gobernador envió al monarca.

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CORRIENTE POBLADORA DEL NORTE. EL TU C U M A N Situación geográfica La vasta región ubicada al noroeste de nu estro actual te r rito rio era conocida en la época de la conq uista con el nom bre g enérico de Tucumán. No se sabe con certeza el origen del vocablo Tucumán. El padre Lozano afirma que deriva “ de un poderoso cacique llam ado Tucm a” mientras que el padre Mon­ tesinos dice que el térm ino ya se usaba antes de la llegada de los españoles. La mayoría de los estudiosos coincide en que la palabra Tucumán deriva de una lengua indígena y que dicha región sufrió durante muchos años la dom inación incaica.

El te r rito rio m encionado estaba situ ado entre C hile y el Río de la Plata y, debido a las escasas re fe re n cias geog ráfica s de la época, no pueden p re cisa rse con e xa ctitu d los lím ite s de su ju ris d ic c ió n . Para fa c ilita r el e stu d io puede d e cirse que el Tucumán com prendía nuestras actuales p ro ­ vin cia s de Jujuy, S alta, Tucumán, C atam arca, La Rioja, S antiago del Estero y Córdoba. De acuerdo con las con sta ncias docum entales, el p rim e ro en p e netrar en la región del Tucumán fu e F rancisco C ésar quien, com ision ado por Gaboto, sa lió de Sancti S p iritu s en 1528 y se in te rn ó por la actual p rovin cia de Córdoba. La p rim e ra e xp edició n que bajó del Perú estaba a las órdenes de D iego de A lm agro, quien p a rtió 'e n 1536. Penetró por la quebrada de Humahuaca y, luego de re c o rre r los va lle s calchaquíes, cruzó la c o rd ille ra y se d irig ió a C hile.

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La “ gran entrada” de Diego de Rojas A fin e s de 1542 el gobernador del Perú, Vaca de C astro, a utorizó al capitán D iego de R ojas para d e s c u b rir "u n a p ro vin cia situada e n tre C h ile y el Río de la Plata” , en la región donde se ubicaba a la legendaria “ ciudad de los C ésares” . Rojas se asoció con F e lip e G u tié rre z y N ico lá s de Fleredia, quienes en este orden debían su ce d e rlo en el mando en caso de desaparecer alguno. Después de equipar a unos 200 hom bres e indios a u xilia re s, los expedi­ cio n a rio s, d ivid id o s en tre s grupos, sa lie ro n del Cuzco en mayo de 1543, rum bo a Charcas, donde c o m p le ta ron sus pe rtre ch o s. El p rim e ro en p a rtir fue D iego de Rojas quien, luego de extenso viaje, llegó a Salavina (S antiago del E stero) donde se le in co rp o ró G u tié rre z. Poco después, Rojas m u rió h e rid o de un flechazo, a consecuencia de un com bate con los indios (enero de 1544). Los españoles ignoraban que la flecha tenía ponzoña y acusaron a Gutiérrez de querer envenenar a Rojas, por lo que el último — antes de morir— designó jefe de la expedición a Francisco de Mendoza, contrariando lo dispuesto por los socios antes de partir. Cuando F ran cisco de M endoza asum ió el mando, apresó a G u tié rre z y lo envió al Perú, acusado de in s tig a r un m otín. Los co nqu ista d o re s p ro sig u ie ro n la marcha hacia el sudoeste y — a l­ canzados por H eredia— unidas todas las fuerzas llegaron a la actual p ro ­ vin cia de Córdoba, donde e rig ie ro n el fu e rte de M alaventura. A llí quedó He­ redia, m ie n tra s Mendoza avanzó hasta la Torre de Gaboto (S ancti S p iritu ).

Cuando re g re só a M alaventura se produ jo un in cid e n te en cuyo tra n scu rso fu e asesinado. Los e xp e d icio n a rio s quedaron al mando de H eredia, quien em prendió el re greso y a rrib ó al Perú en se tie m b re de 1546 al fre n te de sus diezm adas fuerzas. A esta arriesgada e xpe dición se la conoce con el nom bre de " la gran e n tra d a ” .

FU N D A C IO N ES EN EL TU C U M A N La ciudad del Barco Pedro de la Gasea, gobernador del Perú, autorizó a Juan Núñez de Prado a p o b lar y evangelizar la región del Tucumán. Partió del Cuzco con unos 70 hom bres, a fin e s de 1549 y, luego de penetra r en la actual p rovincia de Tucumán, fun d ó la ciudad de B a rc o '1 (se tie m b re de 1550). En noviem ­ bre de ese año se enco n tró con F rancisco de V illa g ra quien, al fre n te de o tra e xp edición y procede nte del Perú, llevaba a C hile so co rro s para V a ld ivia . V illa g ra in tim ó a Núñez del Prado para que se so m e tie ra a la autoridad de V a ld ivia , pues sostenía que la nueva ciudad y toda esa región p e rte n e ­ cían a C h ile . A le ja d o V illa g ra rum bo a su d estin o, Núñez de Prado d e cid ió tra s la d a r la ciudad al noroeste y fundó una nueva Barco, en la actual p ro vin cia de S alta. P osteriorm ente, y debido a la h o stilid a d de los indígenas, tra sla d ó la ciudad hacia el su r y e rig ió una te rce ra B arco (ju n io de 1552), p róxim a a la actual S antiago del Estero.

Fundación de Santiago del Estero El conquistador español Francisco de Villagra, que sucedió a Valdivia como gobernador de Chile.

V a ld ivia — gobernador de C h ile — aprobó la conducta de V illa g ra y d e cid ió to m a r posesión del te r rito rio del Tucumán. En octu b re de 1551 de­ signó a F rancisco de A g u irre te n ie n te de gobernador para dicho te rrito rio , con am plias fa cu ltades. A l fre n te de unos 70 hom bres, A g u irre cruzó la c o rd ille ra y se d irig ió a la ciudad del Barco, donde im puso su autoridad y apresó a Núñez de Prado, quien fu e enviado a C hile. No sa tis fe c h o con el lugar en que se había e rig id o la población, y en busca de te rre n o s más a lto s, la tra sla d ó m edia legua al n orte — cerca del río D ulce— y en ju n io de 1553 fundó S antiago d e l E stero, la más antigua ciudad del in te rio r. Juan Pérez de Z o rita , al fre n te de una expedición proced ente de C hile, fundó en la región catam arqueña habitada por los d iaguita s la ciudad de Londres (1 5 5 8 ).2 A l año sig u ie n te e rig ió Córdoba d e l C alchaquí (sobre

1 La ciudad recibió ese nombre porque Núñez de Prado quiso congraciarse con de la Gasea, quien había nacido en Barco de Avila. Durante mudios años se discutió la ubicación de la ciudad del Barco. La opinión más aceptada —del historiador Jaimes Freire— la sitúa en el mismo lugar donde años después se fundó Cañete y posteriormente la primera San M iguel de Tucumán. 2 Zorita llamó a la provincia “ Nueva Inglaterra” y a la ciudad “ Londres” en homenaje a María Tudor (reina de Inglaterra), casada con Felipe II de España.

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sideraba autónom o, pero en asuntos ju d ic ia le s dependería de la A u die ncia de C harcas y p o lítica m e n te del v irre y del Perú.

Fundación de San M ig u el del Tucumán D estruida la obra de Pérez de Z o rita , el Tucumán había quedado redu­ cid o a la sola fundación de S antiago del E stero. Enterado el v irre y del Perú, nom bró gobernador a F rancisco de A g u irre , quien d e cid ió re e d ific a r una nueva ciudad sobre las ruinas de C añete. Con este fin com isio n ó a su so b rin o D iego de V illa rro e l, quien el 31 de mayo de 1565 fundó la ciudad de San M ig u e l d e l Tucumán. A l año s ig u ie n te A g u irre p a rtió al país de los com echingones (C órdoba) d isp u e sto afundar una ciudad, pero com o se opuso al deseo de sus hom ­ bres de lle g a r hasta la fa n tá s tic a "ciu d a d de los C ésares” , fu e apresado y re m itid o a Charcas, acusado — e n tre o tro s cargos— de hereje. En el tra ­ y e cto hacia el m encionado d e stin o los españoles fundaron la ciudad de Esteco. Enterada la A ud ie n cia de la d e s titu c ió n de A g u irre , nom bró nuevo go­ bernador a D iego Pacheco, quien pene tró por el va lle de Ju juy y, a m edia­ dos de agosto de 1567, fundó la ciudad de Talavera de Esteco, en base a la a n te rio r.

Fundación de Córdoba En s e tie m b re de 1571 el v irre y F rancisco de Toledo nom bró a Je rón im o Luis de C abrera gobernador del Tucumán. En las in stru ccio n e s le ord e ­ naba p a c ific a r el te r rito rio y fu n d a r un pueblo en Salta para que s irv ie ra de defensa y fa c ilita ra las com unicaciones e ntre las ciudades del norte y del sur. A l fre n te de unos 120 hom bres C abrera lleg ó a S antiago del Estero en ju lio de 1572. Sin te n e r en cuenta las in stru ccio n e s del v irre y , C abrera co in c id ió con F rancisco de A g u irre en e xte n d e r la conquista hacia el sur y buscar una salida a España por el Río de la Plata. C abrera p a rtió al fre n te de unos cien vecinos y el 6 de ju lio de 1573, a o rilla s del río P rim ero, fundó la ciudad de Córdoba, en la p ro vin cia que llam ó Nueva Andalucía. Luego m archó con un grupo de hom bres hacia el este, en d ire cció n al río Paraná, y en un lugar pró xim o a la T orre de Gaboto fun dó el p u erto de San Luis, el que s u b s is tió m uy poco tie m p o . En las cercanías se produjo el e n cu e n tro con Juan de Garay, com o ya hemos v is to . Desde a llí C abrera re g re só a Córdoba.

Fundación de Salta En ju n io de 1580 lleg ó a S antiago del Estero el lice nciado H ernando de Lerma, designado nuevo gobernador d e l Tucumán. Era un in d ivid u o cí­ n ico y p e rve rso que no v a c iló en c o m e te r toda clase de a tro p e llo s. El hecho más destacado de su gobierno — en su m ayor parte azotado por desórdenes y crím e n e s— fu e m a te ria liz a r la vie ja a spiración del v irre y Toledo de e rig ir una ciudad en el va lle calchaquí o en el de S alta. Con este fin p a rtió de

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Santiago del Estero a co m ien zo s de 1582 y el 16 de abril de ese año fundó la ciudad de Lerma en el va lle de S a lt a .1 Enterada la A u d ie n c ia de C h a rca s de la situación im perante en el T u cum án, envió un juez p e sq u isidor, quien llegó a Santiago del Estero en 1584 y apresó a Lerm a.

Fundación de La Rioja y Jujuy A m ediados de julio de 1586 arribó a Santiago del Este ro el nuevo g o bernador Juan Ramírez de Velazco, designado por el rey. D esde el co­ m ienzo de sus funciones se destacó por su labor co nstru ctiva y puede afir­ m arse que elevó m aterial y espiritualm ente al Tucu m á n. Reorganizada la gobernación, V ela zco decidió co ntinuar la cam paña po­ bladora y el 20 de m ayo de 1591 fundó la ciudad de To do s los Santos de la N ueva Rioja. A l año sigu iente , uno de sus capitanes erigió la de Nueva

Madrid (e n la actual provincia de S a lta ), de efím era e x is te n c ia .2 Poco después V e la zco otorgó p e rm iso a Francisco de Argarañaz para que levantara una población en tie ras jujeña s. El 19 de abril de 1593, el últim o fundó la ciudad de San S a lva dor de Jujuy.

U ltim as fundaciones En m arzo de 1681 ocupó la gobernación del Tu cu m á n don Fernando de Mendoza M ate de Luna, quien fundó la ciudad de San Fernando de Catamarca en la m argen derecha del río del V a lle (5 de ju lio de 1683). A pesar del sitio elegido por Mate de Luna, los pobladores permanecieron por varios años sobre la margen izquierda del rio, región que ya habitaban con anterioridad. En octubre de 1693 — según el historiador Larrouy— se trasladaron a la mar­ gen derecha, donde se edificó la definitiva ciudad de CatamarCa. Por su parte, los v e cin o s dé San M igu el del Tucumán solicitaron el tra s ­ lado de la ciudad, perjudicada por las inundaciones del río de la Q uebrada y las fiebres m alignas de los bañados próxim os. El re y firm ó la co rre sp o ndie nte autorización y Fernando de M endoza M ate de Luna trasladó la ciudad a su ubicación actual.

CORRIENTE POBLADORA DEL OESTE. EL CU YO En el año 1548 Pedro de la G asea — el gobernante del Perú— otorgó al co nqu istador Pedro de Valdivia la gobernación de C h ile , que se extendía desde C op ia p ó (27° de latitud s u r) hasta los 41° de latitud s u r y en un ancho Im p re ciso de unas cien leguas (ap roxim ada m ente hasta el m eridiano 65, por el e s te ). C u a ndo se creó la gobernación del Tu cu m án quedó e lim i­ nada de esta ju ris d ic ció n toda la zona norte — habitada por los diaguitas—

conservando sin em bargo la región com prendía las actúa e p doza y el Neuquén; ta ^ ' e n P;“ c Por m uchos anos las P a c í a s

s js s r r c h iu t ,

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* " * 5

^ Hasta esa época las ciudades que subsistían eran Tucumán, Córdoba, Esteco y Salta.

Tucumán y ta m b ién pasó por Cuyo.

Estero,

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v .™ ,™ .» .

Fundaciones de M endoza, San Juan y San Luis

' El nombre de Lerma, odiado por la mayoría de los pobladores, no se perpetuó. En 1588 por decisión del nuevo gobierno y del Cabildo la ciudad se llamó Salta. Santiago del

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del Rio de la Plata.

El d e scu b rid o r de Cuyo fue

las siguientes:

Sa°n l í i s “ ™ ^ Lg pampa y Río Negro. perm anecieron aisladas adde o y ^ pa trja _ pues

' ^ " f S ^ C T S z ó la s ^ a c t u a le s pro-

guíente ^Fr^nc/sco^'c/ea>^ítv//Te0s a lió ^d ^ C ^ til^ e ^ s ri' d ire c c ió n al

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Tiem po después el gobernador de C h ile , García H urtado de Mendoza dispuso in ic ia r la c o n q u ista e fe c tiv a y e n vió al capitán Pedro d e l C a s tillo quien, al fre n te de una exp e d ició n , cruzó los A ndes y fun d ó el 2 de marzo de 1561 la ciudad que llam ó M endoza en hom enaje al gobernador de C hile V illa g ra , el nuevo gobernador, envió un c o n tin g e n te a las órdenes de Juan J u fré ; é ste tra s la d ó la ciudad a m edia legua de d ista n cia, en tie rra s más altas, y luego — al n o rte de la a n te rio r— fu n d ó San Juan de la Fron te ra (13 de ju n io de 1562). Cuando gobernaba a C h ile don M a rtín García Oñez de Loyola el ca pita n Luis Ju fré de Loaysa fun d ó la ciudad de San Luis de la Punta (o c tu ­ bre de 1594), que só lo com enzó a p o blarse dos años más ta rd e . Luego de dos tra slados, se e rig ió en el lu g a r que a c tu a lm e n te ocupa.

D IVISIO N DEL TERRITORIO: LAS DOS GOBERNACIONES En d icie m b re de 1617 el rey F elipe III d iv id ió el extenso te r rito rio de las p ro vin cia s del Río de la Plata en dos gobernaciones: del Paraguay (o Guayra) y del Río de la Plata. En esta fo rm a com placía las s o lic itu d e s que desde tie m p o atrá s, enviaban a la C o rte destacados fu n c io n a rio s de la p ro vin cia . Dos son los motivos que provocaron esta importante medida: a) La gran extensión territorial de la única gobernación dificultaba los trámites administrativos y descuidaba las poblaciones del norte — amenazadas por los portugueses y las sublevaciones, indígenas— y del sur, sujetas a los ataques de los piratas. b) El rápido incremento de Buenos Aires, favorecida por su situación geográfica y la decadencia de la Asunción que, aislada del intercambio comercial y de las comentes de inmigración, sentía los esfuerzos de tantas expediciones pobladoras. La gobernación del Río de la com prendía las ciudades de Santa la región patagónica, el Chaco y La gobernación del Paraguay su ca pital fu e la A sunción.

Plata tu vo p o r ca p ita l a Buenos A ire s y Fe, C o rrie n te s y C oncepción de! Berm ejola Banda O rie n ta l. ta m b ié n abarcó parte del actual B rasil y

EL T U C U M A N . C U YO Y EL RIO DE LA PLATA EN EL SIGLO X V II El s ig lo XVII señala para España la época de su decadencia, luego de haber alcanzado p re s tig io in te rn a cio n a l con em presas de gran Im por­ tancia. En la ce n tu ria m encionada se produce la d e clin a ció n de la in d u s tria y del co m ercio, la econom ía se estanca m ie n tra s la Corona española — dom inada por m e d io cre s fa v o rito s — no a cie rta con las m edidas ade­ cuadas para m e jo ra r la situ a c ió n . Los ú ltim o s reyes de la Casa de A u s tria que gobernaron en la península — Felipe III, Felipe V y C arlos II— fueron incapaces que ca re cie ro n de ta le n to y de energía. Los d om in ios hispánicos en A m é ric a s u frie ro n las consecuencias de la s itu a ció n po r la que atravesaba la M e tró p o li y d ebieron s u b s is tir con sus propios recurso s, tra ta n d o de m antener lo a d q u irid o y sin p o sib ilid a d e s de d e sarollo. En el Río de la Plata la situ a c ió n se to rn ó delicada ante la ac­ titu d expansiva de los p ortugueses del B rasil y la amenaza de ataques p o r parte de los co rs a rio s ingleses.

El d e s ta c a d o g o b e rn a d o r H e rn a n d a ria s no p u do c o n c re ta r s u s d e s e o s de f o r t if ic a r y p o b la r la s zo n a s lim ítr o fe s co n lo s d o m in io s lu s ita n o s . Poco desD ués se p ro d u je ro n lo s v io le n to s a ta q u e s de lo s b a n d e ira n te s p a u lis ta s c o n tra las m is io n e s je s u ític a s p a ra a p re s a r a lo s in d íg e n a s a d o c trin a d o s y v e n d e rlo s c o m o e s c la v o s . C u m p lie n d o e ta p a s de una p o lític a e x p a n s iv a lo s p o rtu g u e s e s fu n d a ro n en 1680 la C o lo n ia d e l S a c ra m e n to p a ra a p o d e ra rs e de la Banda O rie n ta l y t e r r it o r io s c e rc a n o s . Las re qiones del Tucumán y de Cuyo fu e ro n agitadas en el s ig lo XVII por le va n ta m ie n to s de los indígenas que ocupaban las zonas m ontañosas, desde Salta hasta San Juan. M ás ta rd e , los indios del Chaco se sum aron a la lucha co n tra los españoles. ... . En las re giones m encionadas y en el Rio de la Plata las m ilic ia s en­ cam adas de las cam pañas con tra los portugueses y los indígenas, se in te ­ graban con los pobladores y ve cino s de las ciudades, y con la ayuda de aborígenes so m e tid o s.

El Tucumán A com ienzos del s ig lo XVII la gobernación del Tucumán com prendía una s u p e rfic ie de 700.000 k iló m e tro s cuadrados, habitados por unos 2.500 es­ pañoles y c rio llo s , quienes se agrupaban en ocho pob rísim as ciudades: S antiago d e l E stero, Tucumán, Talavera de Esteco, Cordoba S alta, La Rio/a, M a d rid de las Juntas (que reem plazó a Nueva M ad rid) y Ju¡uy. Estas ciu ­ dades eran poblados a m odo de postas, especie de lím ite s e n tre las tie rra s conquistadas por los españoles y las que ocupaban los indígenas. La necesidad de m ano de obra para las tareas del cam po y eltra b a jo de las m inas — en las regiones donde había ya cim ie n to s fa vo re cio la a p lica ció n de la encom ienda (o sea, el reparto de indígenas e n tre españoles llam ados enco m e n d e ros) y la m ita o labor por tu rn o s. A unque la le g is la ­ ción prohibía el mal tra to a los naturales era com ún que estos fu eran s o m e tid o s a un régim en de escla vitu d. Para m ejo ra r esta situ a ció n el li­ cenciado F rancisco de A lfa ro — fis c a l de la A udiencia de C harcas— luego de am plia re c o rrid a d ic tó sus fam osas Ordenanzas para los gobernadores del Río de la Plata (1611) y del Tucumán (1612) las que tra ta ro n — sin é xito — de s u p rim ir el s e rv ic io personal de los indios. La s itu a ció n im peran te atizó el alzam iento de los aborígenes y asi co­ menzó la llam ada "G u e rra de los calchaquíes” , crue nta lucha que se p ro ­ longó con in te rm ite n c ia s hasta 1666. El c o n flic to puede d iv id irs e en tre s períodos: a) P rim era g uerra (1630-36). Bajo el gobierno de Felipe de A lb o rn oz los naturales atacaron con saña varias ciudades y las a utoridades debieron p e d ir a u x ilio al v irre y del Perú, quien envió una e xped ición . Con esta ayuda pudo se r conjurado el p e lig ro . b) Segunda g u erra (1657-59). A m ediados de 1656 lle g ó al Tucumán el aven­ tu re ro andaluz Pedro B ohórquez, quien d ijo descender de los incas y luego se hizo re ve re n cia r por los indígenas en el v a lle calchaquí com o ‘‘ Inca H u a llp a ” . El a ve n tu re ro se e n tre v is tó con las autoridades españolas y m ani­ fe s tó que conocía el lugar donde se hallaban te so ro s ocu lto s. La n o ticia provocó gran conm oción e n tre los co nquista dores pero, enterado el v i­ rre y del Perú, ordenó la p ris ió n de Bohórquez.

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Com o rép lica , el em baucador a c a u d illó un nuevo leva n ta m ie n to de indígenas, quienes atacaron las poblaciones de blancos. Esta segunda guerra conclu yó con la dete n ció n del a ve n tu re ro quien, conducido a Lima, fue so m e tid o a proceso y a ju s tic ia d o . c) Tercera guerra (1665-66). A unque con m enor inte n sida d , los pueblos belicosos que habitaban la región calchaquí co n tin u a ro n h o stiliza n d o a los españoles. Cuando el gobernador M ercado y V illa c o rta se hizo cargo por segunda vez de la gobernación del Tucumán em prendió una campaña y pudo dom ina r a los sublevados. D e struido el poder calchaquí, se conso lid a ro n las poblaciones de La Rioja, Tucumán y Salta y fu e ro n ocupadas nuevas tie rra s . La fundación de Catam arca en 1683 afianzó la obra colonizadora.

Cuyo En el sig lo XVII gran p arte de los indios que habitaban la región cuyana fu e ron re p a rtid o s en encom iendas por los co n q u ista d o re s. Esta form a de s e rv ic io personal se p re stó a m uchos excesos por parte de los blancos y m o tivó dive rsas in su rre ccio n e s de indígenas e n tre los años 1632 y 1666, algunas de ellas encabezadas por los b elicosos araucanos. La acción e s p iritu a l lo g ró m ejores re su lta d o s a tra v é s de los m isio n e ro s je su íta s esta b le cid o s en M endoza y que p e rió d ica m e n te recorrían la región cuyana para p re d ic a r e in s tru ir a los n aturales. A unque no alcanzaron la im portan cia de la obra realizada en las m isio n e s y en el Paraguay, esos sacerdotes — e ntre e llo s los padres A le ja n d ro Faya y Juan Pastor— cum ­ p lie ro n con e fica cia su obra evangelizadora. El c re c im ie n to de las ciudades de Mendoza, San Juan y San Luis fue m uy le n to y, según constancias docum entales, en el año 1609 unos quince m il habitantes — e n tre españoles e indios so m e tid o s— poblaban la am plia región. El c u ltiv o p re fe rid o fu e la v id , que se adaptó al te rre n o y al clim a . El vin o se enviaba en ca rre ta s a Buenos A ire s , en un via je que duraba más de dos m eses; de regreso a C uyo llevaban ropa y m ercaderías necesarias. De im po rtancia fu e ro n las cosechas de fru ta s , com o tam bién de trig o y cebada. Desde com ienzos del s ig lo XVII se em pezaron a e xp lo ta r ya cim ie n ­ to s de oro y de plata en zonas de Mendoza y San Juan.

El Río de la Plata Com o sabem os, en el año 1617 el rey Felipe III d iv id ió el te r rito rio del Río de la Plata en dos gobernaciones: del Paraguay y del Rio de la Plata. Esta ú ltim a s u b s is tió por espacio de c ie n to cincuenta y ocho años, desde 1618 en que ocupó el cargo su p rim e r titu la r D iego de Góngora hasta el año 1777 en que concluyó su m andato el ú ltim o , V é rtiz y Salcedo. En el tra n scu rs o del g o bierno de Góngora el P ontífice Paulo V creó en el año 1620 el obispado de Buenos A ire s y designó en el nuevo cargo a fra y Pedro de Carranza. D urante va rio s años el ríg id o m o n o p o lio co m e rcia l provocó una angus­ tio sa situación económ ica, alivia d a en parte por la p rá ctica de un activo contrabando.

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FUNDACION DE CIUDADES Corriente pobladora del Este Buenos Aires (1536) Despoblada por Irala en 1541. Asunción (1537) Santa Cruz de la Sierra (1561)

Pedro de Mendoza .............................. Juan de S a la z a r ................................... N ufrio de C h a v e s ................................ Juan de Garay .....................................

/ Santa Fe (1573) \B u e n o s Aires (1580) Concepción del Berm ejo (1585) C orrientes (1588)

A lonso de V e r a ..................................... Juan T orres de Vera y A r a g ó n .........

Corriente pobladora del Norte_______________________ _ Barco I (1550) Barco II (1551)

{

Barco III 1552)

Francisco de A guirre ..........................

Santiago del Estero (1553) Londres (1558) Córdoba del calchaquí (1559) Cañete (1560)

{

Diego de V illarroel .............................. San Miguel de Tucumán (1565) D iego P a c h e c o ....................................... Talavera de Esteco (1567) Jerónim o Luis de C a b r e r a ................. C órdoba (1573) Hernando de Lerma ............................ Salta (1582) Juan Ramírez de Velazco ................. La Rioja (1591) Francisco de A rg a ñ a ra z ..................... Jujuy (1593) Fernando de M endoza Mate de Luna..Catam arca (1683)

Corriente pobladora del Oeste Pedro del C astillo ................................

Mendoza (1561) San Juan (1562) San Luis (1594)

\ \

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En 1561 España im plantó el sistema del m onopolio, por el cual sus posesiones en Am érica debían com erciar exclusivamente con la M etrópoli, y les estaba pro­ hibido hacerlo con cualquier otra nación o colonia. Por Real Cédula del mes de junio de 1561 la Corona estableció que Sevilla era el único puerto destinado al com ercio con los dom inios de ultramar. Dos veces al año ■ — enero y agosto— zarpaban dos flotas: una destinada a Nueva España (México), y otra a Tierra Firme (Am érica Central y del Sur). En los puertos donde anclaban las naves que procedían de la M etrópoli se realizaban ferias en las cuales los com erciantes vendían sus productos y com ­ praban artículos españoles. Este sistema m onopolista perjudicó a las poblaciones distantes de las ferias, como sucedió con Buenos Aires. Las mercaderías desem barcadas en Portobelo eran transportadas por tierra hasta Panamá y de allí, por vía marítima, hasta el Callao (Perú). En ese puerto, los productos destinados a Chile proseguían por mar, mientras que los demás artículos eran llevados en carretas o muías hasta Potosí. Desde esa ciudad se distribuían en diversas regiones del Alto Perú y Paraguay, en tanto que las mercaderías destinadas a Buenos Aires tenían que proseguir su largo itinerario pasando por Jujuy, Salta y Córdoba.

En tie m p o s del gobernador Pedro B a ig o rri (1653-60) la amenaza de los piratas y co rsa rio s hizo v iv ir m om entos de angustia a los habitantes de Buenos A ire s .' En el año 1680 se in ic ió un largo c o n flic to con Portugal debido a la C olonia del Sacram ento, fundada por los lu sita n os en la costa o rie n ta l del Río de la Plata. El gobernador Pedro de C evallos (1756-66) s itió y lo g ró la re ndició n de la citada plaza. Le su cedió F rancisco de Paula B u c a re lii (176670), quien cu m plió con la orden de e xp u lsar a los sacerdotes je su íta s. Juan José de V é rtiz y S alcedo (1770-77). A m e rica n o de origen — había nacido en M é xico — , fue el más destacado de to d o s los gobernadores del Río de la Plata. Fundó escuelas de p rim e ra s le tra s, e s ta b le ció el te a tro de la Ranchería y creó el h o sp ita l de m u je re s; m e jo ró el aspecto e d ilic io de la ciudad y tom ó o tra s p ro g re s is ta s m edidas que a n ticip aro n su p o s te rio r labor com o v irre y .

PRETENSIONES EXTRANJERAS SOBRE EL RIO DE LA PLATA El Tratado de Tordesillas A p rin c ip io s del s ig lo XV los p ortugueses se lanzaron con gran e n tu ­ siasm o a las exp lo ra cio n e s m arítim a s. Cuando C olón regresó de su p rim e r via je el rey Fernando el C a tó lic o s o lic itó — para e v ita r in cid e n te s con los lu sita n os— la in te rv e n c ió n del P ontífice para que éste re s o lv ie ra sobre el o to rg a m ien to de tie rra s . El Papa se e xp id ió en fa v o r de España p o r m edio de varias bulas 2 pero, com o se preveía un c o n flic to arm ado e n tre las dos naciones interesadas, los

] En 1658, tres navios franceses, a las órdenes de Timoteón de Osmat bloquearon el puerto de Buenos Aires por espacio de oc'io meses. Finalmente, las embarcaciones debieron alejarse des­ pués de un combate naval — el primero en el Río de la Plata— en el que participaron una nave española y algunas holandesas. 2 Entre esas bulas (o documentos pontificios) puede citarse la del 3 de mayo de 1493, por la cual Alejandro VI otorgó a los Reyes Católicos la posesión de nuevas tierras, siempre que, por disposiciones anteriores, no pertenecieran a otro soberano.

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re p re se nta n te s del m onarca portugués llegaron a un acuerdo con los em ba­ jadores de los Reyes C a tó lico s y el 7 de ju n io de 1494 firm a ro n el Tratado de T ordesillas. En las d e lib e ra cio n e s quedó e sta b le cid o que debía co nsid erarse una línea im aginaria trazada a tre s c ie n ta s seten ta leguas al oeste de las islas de Cabo V erde. Las tie rra s situadas al oeste pertenecerían a España y las del este a Portugal.

Los portugueses en el Brasil En mayo del año 1500 una flo ta portuguesa al mando de Pedro A lva re z C abral a rrib ó a las costas brasileñas. La corona lusitana sostu vo ante los Reyes C a tó lico s su p rio rid a d en el d e scu b rim ie n to de esas tie rra s y, para co n so lid a r su soberanía, se apresuró a e nviar otras e xpediciones. Los v ia je s de los españoles — e specialm e nte Gaboto y G arcía— y la am bición de c o n q u ista r la S ierra de la Plata in flu ye ro n para que el rey de Portugal enviara a M a rtín A lfo n s o de Souza, quien in ic ió la colonización del B rasil y en 1532 fund ó la ciudad de San Vicente. La am bigüedad de lo re su e lto en el Tratado de T orde sillas fa vo re ció las a m biciones portuguesas sobre la región del Plata en una p o lític a de expansión que perseguía dos fin e s : hacia el oeste, en busca de m etales p reciosos, y hacia el su r para adueñarse de las fé rtile s llanuras m esopotám icas y d om inar el co m e rcio del Plata con la posesión de Buenos A ire s . Para estos fin e s , Portugal contaba con el apoyo de su aliada Inglaterra.

CONFLICTOS ENTRE ESPAÑA Y PORTUGAL La am bigüedad de lo d ispu esto en el Tratado de T o rd e s illa s 1 e stim u ló las a m biciones portuguesas sobre la región del Río de la Plata. Los band e ira n te s p a u listas no tardaron en in ic ia r desde el Brasil una se rie de ataques sis te m á tic o s co ntra las posesiones españolas y en form a coetánea re cru d e ció el c o m ercio ilegal o contrabando, en franca vio la ció n de las leyes hispánicas. La corona portuguesa estaba convencida de que el Río de la Plata era “ el lím ite a ustral del B ra s il” y que era necesario exte n d e r su dom inación hacia el sur para c o n tro la r el com e rcio flu v ia l del a lto Paraná, ha lla r buenos pastos para los ganados e in te n s ific a r el contrabando en p e rju ic io de España. Los lu sita n os contaron con la ayuda de Inglaterra, siem pre interesada en d isp o ne r de un pu erto am igo en el Plata.

Los portugueses fundan la Colonia El 1? de enero de 1680 el gobernador de Río de Janeiro, M an uel Lobo — cu m pliendo órdenes de Pedro II, rey de Portugal— , fundó en la margen o rie n ta l del Río de la Plata, fre n te a la isla de San G abriel, la C olo nia d e l S acram ento.

' El Cabo Verde es un Tordesillas varía de acuerdo a la línea desde la primera se concedidos a los portugueses;

archipiélago y no una isla; por lo tanto, la linea del Tratado de si consideramos la isla más occidental o la más oriental. Al tomar perjudicaba España, porque aumentaban en América los territorios si se consideraba la segunda, se producía la cuestión contraria.

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Consistio en un fuerte artillado, erigido sobre una barranca que conducía hacia el rio. El reducto portugués se estableció en pleno territorio sujeto a la ju risd icció n de Buenos Aires y, en consecuencia, de España.

Prim era ocupación española (1680-1683) Enterado el gobernador del Río de la Plata, don José de Garro, in fo rm ó de in m e dia to a la corona española, la que in ic ió lentas negociaciones d ip lo ­ m áticas. M ie n tra s tan to , y ante la audacia de los in tru so s, el gobernador dispuso desa loja rlo s de dicha plaza, para lo cual co m isio n ó a A n to n io de Vera y M u jica al fre n te de un e jé rc ito , en su m ayoría indígena. El je fe español co nsiguió la re n d ició n de la C olonia y la ocupó en agosto de 1680. M anuel Lobo fu e tom ado p ris io n e ro y la v ic to ria celebrada ju b ilo s a ­ m ente en toda la exte n sió n del Río de la Plata.

Segunda ocupación portuguesa (1683-1705) La n o ticia de la tom a de la C olonia por los españoles m o tivó una enérgica p ro te sta de don Pedro II, el rey de Portugal, quien am edrentó al m onarca hispano C arlos II (El Hechizado) y lo o b lig ó a firm a r el Tratado de Badajoz (m ayo de 1681). Por el m ism o España — hum illada a causa de su deb ilidad re s titu ía la C olonia, re e d ifica b a el fu e rte y entregaba arm as y p risio n e ro s tom ados en la lucha. En esas épocas España no estaba en condiciones de enfrentar una nueva guerra en la que debía luchar no sólo contra Portugal, sino tam bién contra In­ glaterra. El gobernador Garro, a pesar de su heroico com portam iento, fue destituido del gobierno de Buenos Aires y enviado con igual cargo a Chile.

Uniformes usados por algunas de las tropas defensoras del Río de la Plata, en la época de los conflictos con Portugal. Arriba, de izquierda a derecha: Dragones e Infantería de Buenos Aires. A ba jo: Blandengues de la Frontera. ( To ­ mado de E. Udaondo.)

En fe b re ro de 1683 los portugueses recuperaron la C olonia y m ien tras ta n to — de acuerdo con el tra ta d o de 1681— quedaba c o n stitu id a una co m i­ sión m ixta para e stu d ia r la dem arcación de lím ite s, tarea que nunca llegó a buen té rm in o .

Segunda ocupación española (1705-1716) D urante la G uerra de la Sucesión española que comenzó en 1702 Portu­ gal fue aliada de España, por lo que el rey Felipe V (p rim e r Borbón en el tro n o español) reconoció la soberanía portuguesa en la C olonia del Sacra­ m ento. Pero al año sig u ie n te Portugal — unida a Inglaterra por el tra ta d o de M ethuen— pasó al bando co n tra rio y entonces Felipe V encom endó al gobernador de Buenos A ire s pro ced iera co ntra la C olonia. Este envió un e jé rc ito a las órdenes de García Ros, quien tom ó esa plaza luego de seis m eses de asedio (m arzo de 1705).

Tercera ocupación portuguesa (1716-1762) La G uerra de la Sucesión española te rm in ó con la Paz de U tre c h t (1713). En fe b re ro de 1715 España y Portugal — bajo el co n tro l de In g la te rra — f i r ­ maron un tra ta d o co m p le m e n ta rio del a n te rio r en el que se puso nuevam ente de m a n ifie s to la in fe rio rid a d d ip lo m á tica de los hispánicos. A llí se e sta b le ­ ció que la C olonia pasaba al poder de los lu sitanos, "h a cie n d o la dicha cesión en los té rm in o s más firm e s ” . La plaza fu e entregada en noviem bre de 1716. En los años sig u ie n te s los p ortugueses practicaron un a ctivo co n tra ­ bando con los pobladores del Plata e inte ntaron levantar un fü e rte en la bahía de M o ntevideo. D ebido a la situ a ció n creada el gobernador de Buenos A ire s — Bruno M a u ric io de Zavala— se tra sla d ó hacia ese lugar al fre n te de un e jé rc ito . A n te su presencia los in tru s o s se re tira ro n y entonces, para afianzar la dom inación española en la banda del Plata, Zavala fundó San F elipe de M o n ­ te vid e o que, luego de re c ib ir pobladores, fu e erig id a ciudad el 24 de d ic ie m ­ bre de 1726.1

'

La fecha es discutida. El 1? de enero de 1730 se nombraron los componentes del primer

Cabildo.

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En 1746 subió al tro n o de España el m e d io cre soberano Fernando VI — casado con la in fa n ta portuguesa Bárbara de Braganza— quien d e cid ió poner fin a las luchas por la C olonia y, en enero de 1750, firm ó en M adrid el Tratado de Permuta. A cam bio de la citada plaza los lu sita n os recibían una gran extensión de tie rra s sobre la banda o rie n ta l del río Uruguay en la que existía n sie te adelantados pueblos je s u ític o s . "L o que hacía más absur­ do el Tratado e scrib e Enrique Barba— es que España cedía las M isio n e s que eran suyas a tru e q u e de la C o lo n ia ... que tam bién por derecho le pertenecía .

La guerra guaranítica El absurdo Tratado de Perm uta establecía que los indígenas de los s ie te pueblos m isio n e ro s debían abandonar sus tie rra s y re tira rs e a la marqen o ccide ntal del río Uruguay, entregando a los p ortugueses sus casas ig le ­ sias, co le g io s y grandes e xte n sio n e s cu ltiva d a s. Por todo este s a c rific io se les daba una com pensación de 4.000 pesos por pueblo (que no alcanzaba a un peso por h abita n te ). Com o bien ha e s c rito el deán Funes, la transacción consideraba a los in d io s "c o m o un rebaño de be stia s que se pasan de unos pastos a o tro s . Los je su íta s se opusieron al tra ta d o y reclam aron sin cansancio, pero no fueron oídos por " e l im b é c il Fernando” , com o ha sid o c a lific a d o él m o­ narca español. _ Los Indígenas em puñaron las arm as e in icia ro n la llam ada "g u e rra guaram tica en que se dio el caso sum am ente c u rio so de “ pelear los vasallos contra su prop io soberano para no pasar al d o m in io de o tr o ” . V r añnnJcUHoaJ UH mUy ®a" ? rienta / los indígenas — armados con arcos, flechas y cánones de madera— debieron enfrentar al ejército combinado español-portugués . . ,a h f ®H®r nUra,,ntL tre? u " 03, hasta que finalmen*e los europeos vencieron ñeros Caybaté — febrero de 1756— y penetraron en los pueblos misloEnterado Fernando VI de la cruenta lucha dejó en suspenso el c u m p li­ m iento del trata do y su sucesor C arlos III lo anuló d e fin itiv a m e n te en fe b re ­ ro de 1761. La C olonia del Sacram ento s ig u ió en poder de Portugal y España recupero los te rrito rio s que había cedido en el convenio.

Tercera ocupación española (1762-1764) En 1756 se in ic ió en Europa la llam ada "G u e rra de los s ie te a ñ o s" en que A u s tria , Rusia, Francia y España lucharon contra Prusla, Inqlaterra Holanda y Portugal. N uevam ente españoles y p ortugueses se hallaban en bandos co n tra rio s. A nte esta situ a ció n , y de acuerdo con órdenes de la M e tró p o li, el qobernador del Rio de la Plata, don Pedro de C evallos, s itió la C olonia y fin a li 7fioie consigu'° la re n d ició n de la g u a rn ició n portuguesa (n o vie m b re de 1762). Por te rce ra vez los españoles ocuparon la disputada plaza.

Cuarta ocupación portuguesa (1764-1777) La G uerra d,e los s ie te añ o s” fin a liz ó en 1763 con el Tratado de París. sus clausulas se e sta b le ció que España debía e n tre g a r a In g la te rra 218

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tra n scu rso de la lucha España ocupó el te r rito rio o rie n ta l y se fundó M onte video. A dem ás, los je su íta s fu e ro n acusados de p rovocar la "g u e rra guaran ític a ” ; éste fue uno de los argum entos que s o stu vie ro n los que años más ta rd e ordenarían la e xpulsión de esos re lig io s o s .

LA PATAGONIA La expedición de H ernando de M agallanes fu e la p rim e ra que a rrib ó a la Patagonia (año 1520) y llam ó así a esa región austral de n uestro te rrito rio . En 1526 re c o rrió esas costas G arcía J u fré de Loaysa, cuya expedición fracasó debido a las grandes to rm e n ta s , aunque uno de sus navios lleqó hasta los 55° de la titu d sur, es d e cir, al té rm in o del c o n tin e n te . En se tie m b re de 1534 el m arino S im ón de A lcazaba p a rtió de la penín3uja al fre n te de dos naves. A n c ló en el lito ra l patagónico y exploró el río Chubut, pero en el tra n s c u rs o de un m otín p e re ció asesinado.

Pedro Sarm iento de Gamboa Por esas épocas, los c o rsa rio s in g le se s com enzaron a atacar las pose­ siones españolas en A m é ric a e n to rp e cie n d o el trá fic o m a rítim o e n tre éstas y la M e tró p o li.

A lgunas naves regresaron a la península y, a pesar del inco nven ien te, el in tré p id o m arino se hizo a la vela con una sola em barcación y no muy d is ta n te fu n d ó o tro poblado, al que puso el nom bre de Real Felipe. Sarmiento de Gamboa regresó a España, pero fue capturado por los piratas, mientras unos cuatrocientos colonos quedaron abandonados a su suerte en aquellas lejanas latitudes. ................. A fines de 1586 el corsario inglés Tomás Cavendish arribo a la zona del estre­ cho y sólo recogió a un sobreviviente, abandonando cruelmente a los demás. Llamó al lugar Puerto del Hambre.

En enero de 1616 llegó a las regiones fueguinas una flo ta holandesa a las órdenes de S chouten y Le M a ire , quienes d escu brieron un nuevo paso para lle g a r al P acífico que fu e bautizado con el nom bre del segundo. La isla que bordeaba el e stre ch o por el este fu e llam ada “ de los E stados” (de Holanda). Las em barcaciones p ro sig u ie ro n la navegación hacia el sur y entonces los m arinos d ivisaron un gran p ro m o n to rio rocoso, al que denom inaron Cabo de H oorn (en recuerdo a la ciudad natal de Le M a ire ); este vocablo se fue m o d ifica n d o hasta tra n s fo rm a rs e en Cabo de Hornos.

S arm ien to de Gamboa convenció al rey Felipe II de la necesidad de p o blar y fo r tific a r la reglón del e stre ch o . El m onarca accedió y el cita d o

Incursiones de piratas

lúcar-10' 31

A com ienzos del sig lo XVII los p ira tas ingleses, fra nce ses y holandeses reanudaron sus incu rsio n e s por las costas patagónicas donde desem barca­ ban para re a p ro visio n a r sus naves y tam bién en busca de posibles riquezas. En 1670 el m arino inglés Juan N arbourough — en via je al e stre ch o de M agallanes— recaló en Puerto Deseado y to m ó posesión del lugar en nom ­ bre de su rey; este p u erto quedó en poder de Inglaterra por espacio de un sig lo .

8 de üna f lo tilla ' se hizo a ,a vela desde el p u e rto de San-

En fe b re ro de 1584 las naves p e netraron en el e stre ch o de M agallanes y luego de varias e xp lo ra cio n e s S a rm ie n to de Gamboa fundó — a m edia legua del cabo de las V írgenes— la población que llam ó N om bre de Jesús

Los evangelizadores El p rim e r evangelizador de la Patagonia fu e el padre D iego de Rosales, quien in ic ió su labor hacia el año 1650 en las regiones circund antes al lago Nahuel Huapi. Fue su continua dor el padre N icolás M ascardl, a quien se de­ be la p rim e ra m isió n en Nahuel Huapi y tie m p o después, en 1673, pereció asesinado por los indígenas. . . . » En d ic ie m b re de 1745 el gobernador de Buenos A ire s José de Andonaegui — cu m p liendo órdenes de la M e tró p o li— d e cidió e sta b le ce r una m i­ sión en las tie rra s australes. Con este fin despachó una nave en Ja que em barcaron los sacerdotes José O uiroga, M atías S tro b e l y José C ardiel. La em barcación recaló en va rio s lugares de la costa y, al lle g a r a San Julián, los citados re lig io s o s com probaron que ese puerto no era apto para levantar una m isió n. En el v ia je de regreso bajaron a tie rra en repetidas o p o rtunidades y en cortas in cursiones se internaron en regiones hasta ese e ntonces inexploradas.

Ocupación de la Patagonia A fin de afianzar la soberanía española e im p e d ir lo s desem barcos de pira ta s y c o rsa rio s extra n je ros, el m onarca C arlos III d ecidió e sta b le ce r u se rie de fundaciones en las costas patagónicas. 221


Para lle v a r a cabo con é x ito la em presa ordenada desde la M e tró p o li el v irre y V é rtiz d ispuso que se h icie ra n a la vela seis naves en las que em barcaron — e ntre o tro s — Juan de La Piedra, F rancisco de V iedm a y B a silio V illa rin o . La flo ta zarpó de M o n te vid e o en d ic ie m b re de 1778 y, luego de anclar en la bahía de San José (C hubut), los españoles levantaron en ese luaar la p rim e ra población patagónica. F rancisco de V iedm a se tra sla d ó hasta el río N egro, en cuyas p ro x im i­ dades fundó M e rce d e s de Patagones-, a causa de una Inundación los pobla­ dores se traslad aron a la m argen opuesta del río y se e sta b le cie ro n en C arm en de Patagones. La p rim itiv a fun d a ció n s u b s is tió y más ta rd e fu e lia mada Viedm a. B a s ilio V illa rin o fu e o tro navegante que se destacó por su incansable actividad. Exploró d e te nidam ente el río Negro y tam bién re m o n tó las aguas del rio Limay; en su cesiyos via je s re c o rrió una am plia zona que puede d e li­ m ita rse e ntre la actual ciudad de Bahía Blanca y la península de Valdés.

LAS M A LV IN A S El descubrim iento N uestras M alvin a s están ubicadas en el A tlá n tic o su r — p ró xim a s a la Patagonia— y form a n un a rch ip ié la g o en el que se destacan dos Islas ma­ yores: la occid e nta l o Gran M a lvin a y la o rie n ta l o Soledad. Según algunos in ve stig ad o re s, fu e ro n d e s cu b ie rta s por el p ilo to p o rtu ­ gués Esteban Gómez, quien d e se rtó de la e xpedición de M agallanes y, en 1520, al mando de una nave a v is tó las islas en su v ia je de regreso a S e villa O tros h isto ria d o re s dicen que las Islas M a lvin a s fu e ro n d e scu b ie rta s por el m arino holandés Sebaldo de W eert, Quien en el año 1600 re c o rrió sus costas y las llam ó S ebaldinas, pero no desem barcó. En cuanto a los ingleses, quienes se a trib u ye n la p rio rid a d en el descu­ b rim ie n to ningún docum ento prueba que hayan estado por el a rch ip ié la q o antes de los navegantes ya cita d o s ; p o r o tra p arte, dichas isla s entraban de ntro de la ju ris d ic c ió n española.

R e c la m a c io n e s d ip lo m á tic a s En co n o cim ie n to de los sucesos el go bierno español in ic ió las respec­ tiv a s reclam aciones d ip lo m á tica s. La corona francesa accedió al re tiro de sus e fe c tiv o s en 1767, p re vio pago de una indem nización. Los españoles ocuparon Puerto Luis, al que denom inaron Soledad. En cam bio los inglese s fo rtific a ro n Puerto Egm ont y amenazaron con e xp u lsar a los españoles de Soledad. La C o rte de M adrid reclam o ante el g o bierno de Londres y ordenó al gobernador del Río de la Plata — F rancisco de Paula B u ca re lli— que pro ced iera a d e sa loja r a los in g le se s de las M a lv i­ nas. El gobernador envió al com andante Juan Ignacio M adariaga quien, al fre n te de una e xp e d ición, expulsó a los in tru so s en el año 1770. In g la te rra p ro te s tó enérgica m ente y amenazó con so lu cio n a r la cuestión por m edio de las arm as. A n te la gravedad de los a co n te cim ie n to s, y para e v ita r una guerra que no estaba en co n diciones de em prender España a ceptó d e vo lver Puerto Egm ont a los inglese s, pero en clausulas del conve­ nio celebrado dejó bien esta b le cid o s sus derechos sobre dichas isla s; el cita d o p u erto fu e nuevam ente ocupado. En 1774 los in g le ses se re tira ro n de las M alvinas, cu m plien do p o s ib le ­ m ente con un pacto se cre to firm a d o a n te rio rm e n te con España. Con este e p iso dio , este país quedó en le g ítim o poder de las islas, las que producida la R evolución de M ayo— ingresaron al p a trim o n io de nuestra soberanía.

Guía de repaso El Río de la Plata.

Juan de Garay y la fundación de Santa Fe. O rtiz de Zárale en el gobierno de la Asunción. Juan de Garay teniente de gobernador.

Segunda fundación de Buenos Aires.

Ceremonia y patrono de la ciudad. Muerte de Garay.

El adelantado Vera y Aragón.

Torres de Navarrete. Alonso de Vera: Concepción del Ber­ melo. Fundación de Corrientes.

Hernandarias de Saavedra.

Sus gobiernos: obra.

El Tucumán.

Situación geográfica. La expedición de Diego de Rojas. In­ cidentes entre los conquistadores. Regreso de Nicolás de Heredia.

La ocupación efectiva En 1690, el co rs a rio Juan S trong, al fre n te de una nave, cruzó p o r vez prim era el e strech o que separa las dos islas más grandes del arch ip ié la g o . P o ste riorm ente a rrib a ro n algunas exp e d icio n e s francesas, dedicadas a activida des pesqueras. Uno de e sto s navegantes — llam ado S a in t Jean— las denom ino M a lo u in e s ,’ vocablo que más ta rd e los españoles tra n s fo rm a ro n en M alvinas. O tra expedición francesa al mando de Luis A n to n io de B o u g a in ville lego a las islas en 1764 e in ic ió la ocupación e fe c tiv a , pues fun d ó P uerto Luis (en hom enaje al rey Luis XV) en la isla Soledad. A l año s ig u ie n te el inglés Juan B yron — abuelo del poeta— fun d ó en la isla occid e nta l (G ran M a lvin a ) la población de P uerto Egm ont y llam ó Falk1and al arch ip iélago .

i

La usurpación de nuestras Malvinas por parte de Inglaterra en 1833, se estudia, por razones

cronológicas, en el próximo curso (HISTORIA III). 1

En recuerdo del puerto de Saint Maló, de donde había partido.

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Fundaciones en el Tucumán.

La ciudad del Barco. Francisco de Aguirre: Santiago del Estero. Gregorio Castañeda y el gran alzamiento de los indígenas. Diego de V illarroel: San M iguel del Tucumán. Jerónimo Luis de Cabrera: Córdoba. Hernando de Lerma: Salta. Ramírez de Velazco: La Rioja. Francisco de Argañaraz: Jujuy. Mate de Luna: Catamarca.

Fundaciones en el Cuyo.

Expediciones de Francisco de Villagra y Francisco de Agui­ rre. Pedro del C astillo: Mendoza. Juan Jotré: San Juan. Jotré de Loaiza: San Luis.

Las dos gobernaciones.

Motivos que provocaron la división del territorio. Regiones que com prendían las gobernaciones del Rio de la Plata y Paraguay.

El Tucumán, Cuyo y el Rio de ia Plata en el siglo XVII.

La declinación de España en tiempos de los últim os m o­ narcas de la Casa de Austria. Repercusión en Am érica his­ pana y en el Rio de la Plata. La región del Tucumán. El servicio personal de los indios. Las Ordenanzas de Alfaro. La llam ada “ guerra de los calchaquíes” : sus periodos. El Cuyo. Rebeliones de indígenas. La acción espiritual. La población. El Rio de la Plata. El obispado de Buenos Aires. El m onopolio com ercial. Los piratas y corsarios. Mención de algunos gobernadores.

Pretensiones extranjeras sobre el Río de la Plata.

El tratado de Tordesillas. Los portugueses en el Brasil: Alvarez Cabral y Alfonso de Souza. Fundación de la Colonia del Sacramento. Primera ocupación española: Vera y Mujica. Segunda ocupación portuguesa: el Tratado de Bada­ joz. Segunda ocupación española: García Ros. Tercera ocu­ pación portuguesa: la Paz de Utrecht. Contrabando po r­ tugués en el Plata. M auricio de Zavala y la fundación de Montevideo. Fernando VI y el tratado de Permuta. La guerra guaranitica. Tercera ocupación española: Pedro de Cevallos. Cuarta ocupación portuguesa: el Tratado de París. Cuarta ocupación española: creación provisional del Vi­ rreinato del Rio de la Plata. El tratado de San Ildefonso.

La Patagonia.

Expediciones de Magallanes. Jofré de Loayza y Simón de Alcazaba. Sarmiento de Gamboa: fundación de Nombre de Jesús y Real Felipe. Los holandeses Schouten y Le M aire: el Cabo de Hornos. Los evangelizadores: Diego Rosales y Nicolás Mascardi. El viaje de Quiroga, Strobel y Cardiel. O cupación de la Patagonia. Francisco de Viedma: funda­ ción de Patagones. Exploraciones de Basilio Villarino. El descubrim iento: Esteban Gómez y Sebaldo de Weert. La ocupación efectiva: Juan Strong, Antonio de Bougainville y la fundación de Puerto Luis. Juan Byron y la fundación de Puerto Egmont. Reclamaciones diplom áticas. El gobernador Bucarelli y el comandante Ignacio Madariaga.

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Cuestionario — ------------------------------------------------------1. Explique la expedición de Garay y la fundación de la ciudad de Santa Fe. 2. ¿Cóm o llegó a la Asunción el Adelantado Ortiz de Zárate? 3. ¿Por qué causa Vera y Aragón no pudo ocupar de in ­ mediato su cargo de Adelantado? 4. ¿Qué sabe con respecto a la segunda fundación de Buenos Aires? 5. ¿En qué forma murió Garay? 6. ¿Quién fundó Concepción del Berm ejo? 7. ¿Y la ciudad de Corrientes? 8. ¿Qué puede decir sobre los gobiernos de H ernandarias de Saavedra? 9. ¿A qué se llamó el Tucumán? 10. E x­ plique la arriesgada expedición de Diego de Rojas. 11. ¿Qué par­ ticularidades ofrece la fundación de la ciudad del Barco? 12. ¿C ó­ mo se produjo la fundación de Santiago del Estero? 13. ¿Cuándo el Tucumán fue separado de Chile? 14. ¿Quién fundó a San Miguel del Tucumán? 15. ¿Y a Córdoba? 16. ¿Qué otras fundaciones se produjeron entre 1582 y 1683? 17. ¿Qué actuales provincias com ­ prendía la región de Cuyo? 18. ¿Quiénes fundaron Mendoza, San Juan y San Luis? 19. ¿Por qué Felipe III dividió las provincias del Río de la Plata en dos gobernaciones? 20. ¿Cóm o repercutió en el Río de la Plata la decadencia española del siglo X V II? 21. Resuma la situación del Tucumán, Cuyo y Río de la Plata en esa centuria. 22. ¿Qué dispuso el Tratado de Tordesillas? 23. ¿Cómo se establecieron los portugueses en el Brasil? 24. ¿Qué actitud asumió España cuando los portugueses fundaron la C olo­ nia? 25. ¿Cuáles fueron las consecuencias del Tratado de Badajoz? 26. ¿Cóm o se produjo la segunda ocupación española? 27. ¿Y la tercera ocupación portuguesa? 28. ¿A qué se llamó la “ guerra guaranitica” ? 29. ¿En qué forma se producen la tercera ocupa­ ción española y la cuarta portuguesa? 30. ¿Qué resolvió Carlos III para poner fin al largo conflicto? 31. ¿Qué dispuso el Tratado de San Ildefonso con respecto a la Colonia? 32. ¿Qué fundaciones efectuó Sarmiento de Gamboa en territorio patagónico? 33. ¿Q uié­ nes descubrieron el Cabo de Hornos? 34. ¿Quiénes fueron los pri­ meros evangelizadores de la Patagonia? 35. ¿Cóm o se produjo la ocupación efectiva del vasto territorio? 36. ¿Qué puede decir sobre el descubrimiento de las Islas Malvinas? 37. ¿Quiénes e fe c­ tuaron las primeras fundaciones? 38. Qué reclamaciones diplom á­ ticas m otivó la ocupación de puerto Egmont por los ingleses?

Actividades Prácticas • S in te tiz a r las fu n d a cio n e s de la c o rrie n te p o b la d o ra d e l no rte . •

H a c e r u n cu a d ro s in ó p tic o con las fu n d a cio n e s en el C u yo :

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®

E s q u e m a tiz a r los c o n flic to s e n tre E spaña y P o rtu g a l, u b ic a n d o a la iz q u ie rd a los p eríodos de o c u p a ció n p o rtu g u e s a (co m enzando con la fu n d a c ió n de la C o lo n ia ) y a la derecha, las ocupaciones espa­ ñolas.

Lectura Las form a s p olíticas y sociales

La descripción de los diversos re­ gímenes políticos que impulsaron el desarrolló de la conquista en el Río de la Plata, en el Tucumán y en Cuyo, ha puesto en evidencia su ca­ rácter diverso e inestable. El siglo X V I es, en efecto, en todo el Nuevo Mundo, una época de gran variedad en las formas políticas, de ensayos que se van sucediendo, de tentativas de organización diferentes según las regiones, hasta que se ¡lega en todas ellas, después de una etapa más o menos larga, al ordenamiento defi­ nitivo. Lo mismo ocurre en el territorio actualmente argentino. El sistema señorial de las capitulaciones coexis­ te con las empresas oficiales desti­ nadas a realizar o proseguir la con­ quista. Casi siempre, sin embargo, se trata de expediciones costeadas por quienes las presiden o partici­ pan en ellas. La actividad del Esta­ do se limita a promover su organi­ zación y a s a n cio n a r las normas jurídicas que han de orientar su de­ sarrollo. La conquista fue una em­ presa de Estado hecha por particu­ lares, que si bien se sometían al derecho establecido, se reservaban en cambio una gran lib e r ta d de acción. El resultado de esas expediciones sucesivas fue la aparición, en nues­ tro territorio, de gobiernos frecuen­ temente personalistas. La fa l^ de un sistema orgánico y estable —im­ posible en aquellos años iniciales— da lugar a la exaltación de los va­ lores individuales que se imponen a los conquistadores más por el pres­

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tigio de su jefatura que por el con­ tenido jurídico de sus poderes. Y así surgen, en medio de estas co­ marcas aisladas de las autoridades superiores y expuestas a peligros permanentes, las grandes persona­ lidades que han de dirigir, promover y orientar la empresa hispánica. Irala, Garay, Aguirre, Ramírez de Velazco, Juan Jufré, son otros tantos ejemplos de un sistema político en el cual la autoridad del jefe depen­ de más de su propio valor y habili­ dad que del derecho que ejercita. Las empresas de conquista se llevan a cabo gracias al acatamiento es­ pontáneo que los capitanes y solda­ dos prestan al caudillo que los guía; y a la inversa muchas expediciones y gobiernos fracasan cuando falta esa adhesión personal que es el ner­ vio de la empresa. Ese sistema, in d isp e n sa b le para llevar a cabo una hazaña que es principalmente militar, y que no cuenta en estos escenarios con el aparato ju r íd ic o del Estado para asegurar el imperio del derecho, trasciende también durante el siglo X VI a la vida política del Río de la Plata y del Tucumán. Y así pueden advertirse las ventajas y los defectos de un régimen cuya estabilidad de­ pende del prestigio de cada gober­ nante. La acción eficaz de Irala, de Garay, de Pérez de Zorita, de Ra^ mírez de Velazco, alterna con moti­ nes y revueltas destinados a elimi­ nar m a n d a ta rio s im p o p u la re s o abusivos, como Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Diego de Mendieta o Fran­ cisco de Aguirre. Y si la obra de

aquéllos estuvo orientada a procurar el adelanto de la empresa y fue ge­ neralmente respetuosa de los dere­ chos a jen os, ta m b ié n aparecieron gobernadores que se destacaron por el despotismo y la arbitrariedad de su acción, como ocurrió en el Tucu­ mán con Gonzalo de Abreu y Her­ nando de Lerma. En términos gene­ rales, puede afirmarse que en este período la estabilidad y permanen­ cia de los gobiernos dependió mucho en el Río de la Plata de lo que hoy se llamaría la opinión pública, mien­ tras en el Tucumán pudieron afian­ zarse m a n d a ta rio s tiránicos que obligaron a intervenir, en más de una ocasión, a las autoridades supe­ riores. Tales fu e r o n los casos de Francisco de Aguire en 1570 y Her­ nando de Lerma en 1584. Pero lo cierto es que en ambos distritos se presentaron formas políticas irregu­ lares, que no eran las que el dere­ cho vigente apetecía. La fuerza y la predonderancia de la opinión pública en el Río de la Plata constituyen un fenómeno de características singulares, que sólo puede explicarse como un trasplan­ te de las tendencias ya vencidas en España, que germinan en el Para­ guay al amparo de su aislamiento. El localismo peninsular y el arraigo de las libertades comunales dan ori­ gen en la Asunción —y luego e;n Santa Fe y en Corrientes— a un sistema político que en los hechos depende del consentimiento colecti­

vo. Y cuando un gobierno, por cual­ quier razón, deja de ser aceptado por la opinión pública, se producen in e v ita b le m e n te los movimientos destinados a reemplazarlo, con ab­ soluto desprecio por la legalidad. Así ocurre en la Asunción con A l­ var Núñez Cabeza de Vaca (1544), Francisco de Mendoza (1548) y Fe­ lipe de Cáceres (1572), y en Santa Fe con Diego de Mendieta (1577) y con las autoridades locales (1580). Otros movimientos populares no al­ canzaron la victoria, pero todos ellos revelaron la existencia de un am­ biente político en el cual la opinión procuraba r e s o lv e r los problemas prescindiendo de la consulta a las autoridades superiores. Z o rra q u ín Becú, R icardo. L a o r g a n iz a c ió n POLÍTICA ARGENTINA EN EL PERÍODO H ISPÁN ICO .

Buenos Aire?:, 1959.

• ¿Por qué su rg ie ro n en nuestro te ­ r r it o r io gobiernos frecuentem ente personalistas? • ¿Cuál era la im p o rta n c ia del je fe en las expediciones de conquista? • ¿ In flu yó la o p in ió n p ú b lica en la e stabilidad de los gobiernos en el Río de la Plata?

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LAS NUEVAS IDEAS Hasta m ediados del s ig lo X V III, la organización p o lític a y social de Europa se basaba en el a b so lutism o , la in to le ra n cia re lig io sa y la desigualdad. Los siguientes principios — considerados tradicionales— caracterizaban el llamado Antiguo Régimen: a) Políticos: la monarquía absoluta y despótica, basada en el derecho divino de los reyes. b) Sociales: existía una acentuada desigualdad entre los privilegiados (clero, nobleza) y los no privilegiados (burguesía, obreros, campesinos). c) Religiosos: el clero ejercía una autoridad absoluta sobre los fieles y no se admitía que los súbditos profesasen una religión distinta de la del soberano. En esta forma se trataba de obtener la “ unidad religiosa” . d) Económicos: se aplicaba el sistema mercantilista, que favorecía la expor­ tación de los productos y se oponía al libre cambio, pues gravaba con pesados impuestos aduaneros los artículos de importación. Los obreros carecían de libertad, porque estaban sometidos a un régimen coi porativo. En la segunda m itad del s ig lo XVIII se produjo un intenso m o vim ie n to id e o ló g ico y c ie n tífic o que reaccionó contra los p rin c ip io s tra d ic io n a le s en m ateria p o lític a , social y económ ica. F ilósofos y eco nom istas tra ta ro n de re s o lv e r los problem as de la sociedad in spira dos p o r la fe en la razón humana. G uiados por un fin e m in e ntem ente p rá ctico , los hom bres de e studio buscaron el progreso m a te ria l del in d ivid u o y pro pusieron un co n ju nto de nuevas ideas, según las cuales, sólo la razón podía p e rfe cc io n a r a la Huma­ nidad y c o n d u cirla a una nueva era de progreso. En esta fo rm a , reaccionan

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Origen de las nuevas ideas Los go b iern o s a b s o lu tista s europeos habían surgido , no sólo con el apoyo de la nobleza, sino ta m bién con el ben eplácito de la naciente burguesía, c o n s titu id a por co m e rcia n tes y pro fe sio n a le s e nrique cid os. Pero con el tra n s c u rs o de! tie m p o , esta clase social se to rn ó poderosa y entonces aspiró a p a rtic ip a r a ctivam e nte en el gobierno p o lític o de los Estados. De ta l manera nació un m o v im ie n to de oposició n co n tra el tra d ic io n a l a b so lutism o de la época. Las nuevas ideas lib e ra le s surg ie ro n en Inglaterra a m ediados del s ig lo X VIII. A llí la burguesía — en la R evolución de 1688— aprovechó los d is tu r­ bios re lig io s o s para e sta b le ce r una m onarquía lim ita d a y to le ra n te . El m édico inglé s Juan Locke (1632-1704) fu e el más destacado p recursor de las d o c trin a s lib e ra le s, que p o s te rio rm e n te defe ndieron los filó s o fo s fra n ce se s del s ig lo X VIII.

contra la situ a ció n im perante, niegan el poder ab so luto del m onarca, reclam an la igualdad so cia l, bregan p o r la to le ra n c ia re lig io s a y proponen la lib e rta d de com e rcio. Este m o v im ie n to id e o ló g ico ha sid o llam ado la Ilu s tra c ió n . Los in te le c tu a le s europeos, p a rtid a rio s de las nuevas ideas, e studiaron los problem as p o lític o s y económ icos. Los que c ritic a ro n las in s titu c io n e s y atacaron p rin c ip io s re lig io s o s , se llam aron filó s o fo s .' A q u e llo s que se de d i­ caron a la producción, al c o m e rcio y a las finanzas, fu e ro n llam ados eco­ nom istas.

Locke expuso sus doctrinas filo sófico -política s en el libro titulado Ensayo sobre el gobierno c iv il (1690). Afirm ó que, en principio, la humanidad vivió en un estado natural, sin ningún gobierno que la controlara, con libertad e igualdad absolutas. Para la normal con­ vivencia, el individuo sólo debía respetar la ley de ia naturaleza. Sin embargo, con el transcurso del tiem po surgieron graves inconvenientes, por causa de que cada uno trataba de hacer valer sus propios derechos, lo que produjo gran inseguridad y confusión. Entonces, los hombres fundaron una socie­ dad civil y delegaron ciertos poderes en un gobierno. Pero, destaca Locke, ese gobierno no era absoluto por cuanto sólo le fue conferido el poder ejecutivo o la ley de la naturaleza. En consecuencia* el Estado

La frívola sociedad de la época — debilitada en su fe— aceptó con optim ism o las nuevas ideas que propiciaban el progreso material y daban ala vida un sentido utilitario. Los filósofos del siglo XVIII consideraron al hombre como un ser superior, capaz de ordenarlo todo con las luces de su razón. Por eso predicaron la libertad individual, la tolerancia para la expresión del pensamiento, la bondad humana pri­ mitiva, la filantropía, el amor hacia lo salvaje, a todo lo natural, etc. En m ateria religiosa propagaron las doctrinas deístas, según las cuales la razón humana reconoce un D io s'co m o creador de la Naturaleza, pero sin adm itir revelación ni culto externo. También recibía el nombre de religión natural. Sobre la base del equilibrio arm ónico del Universo (de acuerdo con las teorías de Newton), sostuvieron que todo debía dejarse librado a sus propias leyes: el gobierno, la sociedad, la economía y los demás aspectos de la actividad humana. También iniciaron un movimiento de simpatía hacia los pobres y trataron de elevar su condición económ ica y social. No se lim itaron a c ritic a r las instituciones existentes, sino que "ilu s tra ro n " (Ilustración) a los gobiernos y a los pueblos para que se aplicaran lasnormas por ellos indicadas.

La nueva c o rrie n te id e ológica, que se había p ropuesto tra n s fo rm a rlo todo, chocó co n tra los reyes a b s o lu tis ta s y las clases p riv ile g ia d a s , que tra ­ taron de d efe n d e r sus riquezas e in te re se s. Los pensadores del s ig lo XVIII atizaron el de sco n te n to p opular y prepa­ raron el am biente que c u lm in ó con la R evolución Francesa.

1 Por la naturaleza de los temas que abarcaron — al fueron, en realidad, filó so fo s p o lítico s.

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margen

de ia verdadera filosofía—


“ es la suma del poder de todos los individuos y su autoridad no puede ser mayor nnp la aue tuvieron éstos” . Si el gobierno abusa de la autoridad, se hace tiránico y entonces el pueblo tiene derecho de rebelarse, pues ha faltado al contrato social eStabEsCte°filó sofo, considerado el padre de la teoría liberal, fue partidario de la m0naEnU<^trorTtrtabajo^0tUulad^ar^ T fa s tCsobre la tolerancia, afirm a que los gobiernos no deben im poner ninguna religión, sino “ tolerarlas todas .

El m ovim iento filosófico francés A unque la cuna de las nuevas ideas fu e In g la te rra , el m o v im ie n to de renovación in te le c tu a l alcanzó en Francia su m ayor flo re c im ie n to . La p rim e ra etapa de la filo s o fía ilu s tra d a se in ic ió durante los ú ltim o s años del reinado de Luis XIV. En p rin c ip io , los hom bres de le tra s aco stu m ­ braban re u n irse en lugares p ú b lico s, llam ados cafés (p o r la in fu s ió n que bebían), para hablar sobre tem as de la época. Luego se im puso el salón, com o fo rm a de con vive ncia social y ce n tro de polém ica id e ológica, p o lític a y lite ra ria . Un núcleo de damas tomó por costumbre reunir en sus casas de París a grupos de estudiosos. Allí se leían trabajos, se discutían doctrinas y exponían criterios que luego orientaban a la opinión pública. En esos centros intelectuales, donde las reuniones semejaban conferencias académicas, las nuevas ideas encontraron un ambiente propicio a su difusión, m ientras el absolutism o oficial las había prohibido en las Universidades.

De origen burgués, se destacó desde tem prana edad por su fa c ilid a d para las le tra s.

Los grandes filósofos políticos Los más destacados re p re se nta n te s del m o vim ie n to filo s ó fic o p o lític o del sig lo XVIII fu e ro n tre s e s c rito re s fra n ce se s: M o n te sq u ie u , V o lta ire y Rousseau. . ,„ ^ . , M o n te sq u ie u (1689-1755). C arlos S econdat, barón de M onte sq u ie u , des­ cendía de una noble fa m ilia de m a g istra d os y ocupó a lto s cargos en el par­ lam ento de Burdeos. En 1721 p u b licó las C artas Persas, hábil s á tira en la que un v ia je ro persa censura con agudeza el a b so lutism o francés. M on tesquieu v ia jó por Europa y re s id ió dos años en In g la te rra , lapso que aprovechó para e stu d ia r la organización p o lític a y social de ese país. En 1748 e d itó su obra m aestra, titu la d a El e s p íritu de las leyes, después de tra b a ja r en e lla v e in te años. Adm irador del régimen inglés, se in clin ó hacia la monarquía parlamentarte basada en el honor (la nobleza) y controlada por las leyes. Enemigo de la opresión y del despotismo, enunció su famosa teoría sobre la separación de poderes: el ejecutivo, en la persona del rey, quien hace cu m p lir las leyes; el legislativo, encargado de redactarlas, debe recaer en una Cámara de la nobleza (análoga a la de los Lores) y otra de representantes, de la que deben excluirse los pobres. Por último, el poder ju d ic ia l debe ser totalmente independiente, única form a de que pueda proteger los derechos de los individuos contra las arb itra­ riedades de los otros dos poderes. La separación de poderes tuvo gran influencia posterior, por cuanto la adop­ taron los constituyentes americanos y los gobiernos franceses que siguieron a la Revolución.

V o lta ire (1694-1778). Es el seudónim o que u tiliz ó F rancisco M aría A ro u e t.

Ingenioso y p o lem ista, sus p rim e ro s tra b a jo s lite ra rio s le orig in a ro n con­ flic to s con la nobleza; fu e encarcelado en la B a stilla y luego hubo de expa­ tria rs e a In g la te rra , donde s in tió adm iración por las In s titu c io n e s y la politic a re lig io sa . A su re g re so p ublicó las C artas F ilo só fica s, en las que c ritic ó el régim en im perante en Francia; por eso fu e perseguido y tu vo que radicarse en Lorena^ A llí e s c rib ió sobre tem as filo s ó fic o s e h is tó ric o s y obras te a tra le s. M as tarde se tra sla d ó a Potsdam, donde fu e huésped del rey Federico II, y por u ltim o se radicó en el c a s tillo de Ferney, en la fro n te ra franco-suiza Hasta su m u e rte, e je rc ió un pre d o m in io In te le ctu a l sobre toda Europa. Voltaire fue un crítico mordaz, polem ista e ingenioso. Profundo adm irador de las instituciones inglesas, defendió con todo vigor la libertad individual. Agresivo, intencionado y sarcástico, in ició una “ lucha general contra toda autoridad". Profesaba el deísmo y creía en la inm ortalidad del alma. Con m últiples escritos atacó al clero y a la monarquía absoluta.

Juan Jacobo Rousseau (1712-1778). N acido en G inebra, h ijo de un re lo ­ je ro francés, c re ció en m edio de abandono e in d ife re n c ia ; su h u m ilde origen le o b lig ó a e je rc e r d ife re n te s o fic io s . De ta le n to s u p e rio r, in q u ie to y vo lu n ta rio so , lle vó una vida aventurera, agitada e irre g u la r. B ohem io im p e n ite n te , rodó por el m undo y s u frió muchas h u m illa cio n e s; por esto despreció a la sociedad y amó a la naturaleza. esas épocas, Ginebra era una pequeña república, cuya im portancia terminaba con los lím ites de sus muradlas; aunque Rousseau pasó la mayor parte de su vida en Francia, su verdadera patria fue la naturaleza: el cielo, los bosques las montañas, los torrentes.

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Tenía treinta y siete años de edad y no se había destacado como pensador profundo y escritor brillante. En octubre de 1749 la Academia de Dijón prometió un premio en dinero al m ejor trabajo sobre el tema “ Si el progreso de las ciencias y artes había contribuido a corrom per o a pu rifica r las costum bres” . Rousseau redactó una memoria, ganó el concurso y alcanzó celebridad.

Expuso sus d o ctrin a s p o lític a s en el C o n tra to S o cia l (1762), obra que e je rc ió poderosa in flu e n c ia en las generaciones p o s te rio re s . En e lla a firm a que el hom bre v iv ió o rig in a ria m e n te en estado natural, lo que s ig n ific ó un verdadero paraíso, pues to d o s eran lib re s e iguales en derechos. A l aparecer la propiedad privada, su rg ie ro n las d ife re n te s fo rm a s de desigualdad social, y entonces la única p o s ib ilid a d de e sta b le ce r una com unidad fe liz es ceder los derechos ind ivid u a le s a la c o le c tiv id a d p o lític a (Estado) por m edio de un “ co n tra to s o c ia l” . En esta fo rm a , cada in d ivid u o conviene con los demás en som eterse a la volu n ta d de la m ayoría. Por lo ta n to , el Estado es el re p re se nta n te de la soberanía popular, y el régim en p e rfe cto de g obierno sería la dem ocracia d ire cta . En o tra obra titu la d a el E m ilio (1762) censura los m étodos educativos de la época y p ro p icia el siste m a espontáneo, basado en la naturaleza, en la lib e rta d del niño y en su propia e xp eriencia. Rousseau expuso sus v ic io s , de fe cto s y v irtu d e s en las C onfesiones, tra b a jo de sorp re n de n te sinceridad, especie de fe de e rra ta s de su vida.

Los econom istas p a rtid a rio s de las nuevas d o ctrin a s se agruparon en dos p rin c ip a le s escuelas: la fis ió c ra ta y la lib e ra l. a) Los fis ió cra ta s. R ecibieron ese nom bre los que a trib u ye ron a la natu­ raleza un papel preponderante en la d is trib u c ió n de la riqueza. Trataron de d e m o stra r la p re em inencia de la a g ric u ltu ra sobre el co m e rcio y la in d u stria pues so stu vie ro n que sólo la tie rra , la naturaleza, es la fu e n te del progreso económ ico. Adem ás, a firm a ro n que las sociedades humanas están regidas por un “ orden n a tu ra l” y, p or ta n to , rechazaron la Inte rvención del Estado y d e fe n ­ dieron “ la lib e rta d de a c c ió n ” . Los econom istas fra nce ses Quesnay y G ournay son los p rin cip a le s re­ presentantes de la escuela fis io c rá tic a . b) Los lib e ra le s. La escuela lib e ra l, conocida tam bién con el nom bre de clásica o in d ividu al, reconoce com o fun dado r al p ro fe so r escocés Adam S m ith (1723-1790). En su fam osa obra titu la d a La riqueza de las naciones sostuvo que el trabajo, en cua lquiera de sus aspectos, es la única fu e n te de riqueza.

LA ENCICLOPEDIA Los econom istas Hasta m ediados del s ig lo X VIII, el m e rc a n tilis m o era el siste m a econó­ m ico im perante en Europa. En la segunda m itad de esa ce n tu ria algunos e s c rito re s , com penetrados de la filo s o fía ilu stra d a , c ritic a ro n el régim en de la época y fo rm u la ro n nuevas ideas re la tiva s a la in te rv e n c ió n del Estado en la producción y el c o m e rcio . Fueron los econom istas, cuyas te o ría s eran sim ila re s a las predicadas por los filó s o fo s en el aspecto p o lític o , por cuanto reducían al m ínim o la in te rve n ció n del g o bierno y concedían al in d ivid u o la m áxim a lib e rta d de tra b a jo y de com ercio.

En In g la te rra su rg ió , por vez p rim e ra , la ¡dea de agrupar en un — por orden a lfa b é tico — los con o cim ie n to s humanos. A com ienzos del XVIII eran varias las enciclope dias conocidas en Europa. Debido al in te ré s despertado por esas publicaciones, lib re ro s de encargaron a los filó s o fo s D id e ro t y D 'A le m b e rt la tra d u cció n de una

lib ro siq lo París e n ci­

clopedia inglesa. A n te esa op ortunidad, dichos pensadores co n cib ie ro n la idea ideas

Ct3r Una ° bra CUy° p rin cip a l o b je to fuera la d ifu s ió n de las nuevas

A s í apareció la E nciclopedia o d ic c io n a rio razonado de las cie n cia s, artes trabaJ? ten dencio so que, bajo una apariencia de im parcialidad , el mas e fe c tiv o in stru m e n to de propaganda filo s ó fic a tpo ‘ r ° * re d a ct° la mayo r parte de los a rtícu lo s, en especial los re fe re n ­ te« Ü ¡ln "» c a n ic a s , la filo s o fía y la p o lítica . D ’A le m b e rt se encargó de n i f i n f l ^ tiaSH eXaCtaS K tam bién e s c rib ió el D iscu rs o p re lim in a r, en el que mega la tra d ic ió n y solo acepta la fe en la razón humana. V el ú?timoCpn°iP775a DCOmpren.dJr ve¡ntioch° tomos: el primero apareció en 1751 antemano reC' bir Un el emPlar- los lectores debían suscribirse de a corLromDerU|raa<!C^ d(enÓKel traba¡° £ ° r “ tender a desarrollar el espíritu de rebelión, guido y™e vio ohMnartn S V q,ueb' antar ,a autoridad real". Diderot fue perseSin Im h a rn n ■s,u sPender 'as entregas por espacio de ocho años. padour __amina h i Enciclopedia contó con la protección de Madame de Pomhasta de l o ^ rey ? ’ de im Portantes personajes, como Voltaire, y ■asía ae los libreros, que veían en ella un buen negocio.

re lia fó n b 'íÍ0 ca s.u I esPí,r.itu a n tim o nárqu ico y a las c rític a s d irig id a s contra la cesa v nrpn nC,C,?Ped í* ei e rc 'ó poderosa influencia sobre la burguesía franlism o v rp. - ° 6 ^.m b,en te revolucionario. Predicó el triu n fo del racionasiglo XVIII n,° Gn ma diccionario las ideas de los pensadores del

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EL D E S P O T IS M O IL U S T R A D O A m ediados del s ig lo XVIII se p ro d u jo un cam bio en el g obierno de los países europeos, porque el régim en a b s o lu tis ta re c ib ió la in flu e n c ia de las .......................... , . nuevas ideas lib e ra le s. La m onarquía sin lím ite s , fundada en el derecho d iv in o , con tin u o siendo la dep ositaría de la autoridad y fu e n te de le g is la c ió n . D ebido al nuevo espí­ ritu ilu stra d o , los reyes em p re n die ro n una vasta obra reorganizadora para gobernar sus Estados “ según la razón” . La unión del régim en m onárquico a b s o lu tis ta con las ideas lib e ra le s predicadas por los filó s o fo s p o lític o s hizo s u rg ir un nuevo tip o de gobierno, ca ra c te rís tic o de la segunda m itad del s ig lo X VIII, que ha sid o llam ado d e so o tism o ilu stra d o . A causa de las c ris is económ icas derivadas de las guerras que habían em prendido, algunos reyes aceptaron la nueva ideología lib e ra l; o tro s, acon­ sejados por sus m in is tro s , ta m b ié n se m o stra ro n p a rtid a rio s de los e n c ic lo ­ pedistas. Sin em bargo, ninguno de e llo s m o d ific ó las bases de su a b s o lu tis ­ mo, ni q u itó o m nip o te n cia al e x tra o rd in a rio poder de la realeza. El d espotism o ilu s tra d o está d e fin id o en la sig u ie n te fra se , a trib u id a a Federico II de P rusia: “ Todo para e l pueblo, p e ro s in e l p u e b lo ". Con sum a habilidad, los m onarcas b e n e ficia ro n sus d o m in io s para con­ so lid a r su propia o m n ip o te n cia . No to le ra ro n la In tro m is ió n p opular en los asuntos de gobierno; por eso, no co ncedieron lib e rta d e s p o lítica s. Los más destacados déspotas ilu s tra d o s fu eron Federico II de Prusia, C atalina II de Rusia, M aría Teresa de A u s tria y C arlos III de España.

Federico II A F ederico G u ille rm o I sucedió en el tro n o de Prusia su h ijo Federico II, que gobernó cuarenta y se is años (1740-1786).

Este soberano fu e el típ ic o rep resentan te de la Europa ¡lustrada y el encargado de hacer triu n fa r el poderío m ilita r iniciado por su padre. De cla ra in te lig e n c ia , era m uy tra b a ja d o r y vo lu n ta rio so . Com o buen H ohenzollern, tu vo el se n tid o de la d is c ip lin a y la preocupación por los asuntos de Estado. Para econom izar en bien de sus dom inios, dio el ejem plo de una vida s e n cilla , v is tió sie m pre el u n ifo rm e m ilita r y redujo al m áxim o los gastos. En p o lític a interna , gobernó de acuerdo con la ideología en ciclo p e d ista . M e jo ró la a g ric u ltu ra y la ganadería, desecó las tie rra s pantanosas y fo m e n tó las in d u s tria s ; tam b ién fa vo re ció la inm ig ra ció n de num erosos colonos, con lo que aum entó co nsiderablem e nte la población de sus d om inios. C o n tro ló con severidad las finanzas y, genera lm en te, el presup uesto anual favo re cía al Estado en va rio s m illo n e s de ta le ro s. D otó a P rusia de un fo rm id a b le e jé rc ito de 200.000 hom bres, p e rfe c ta ­ m ente a d ie stra d os y equipados, que supo u tiliz a r en el m om ento oportuno. M e jo ró la a d m in istra ció n de la ju s tic ia , hum anizó las leyes, ab re vió los p ro c e d im ie n to s y ordenó co n tin u a r con la redacción de un código, que había in icia d o su padre. Este ú ltim o tra b a jo e ntró en vig e n cia en 1795. En política exterior, intervino con éxito en la guerra de la Sucesión de Austria (donde anexó la Silesia), en la guerra de los Siete Años y en los repartos de


Polonia Sus triunfos m ilitares lo hicieron famoso y Europa lo llamó Federico el Grande, m erecido título, por cuanto transform o a Prusia en una gran potencia continental.

C atalina II de Rusia En 1762 ocupó el tro n o de Rusia el zar Pedro III, hom bre tím id o e igno­ rante casado con la princesa alem ana Sofía, quien al bautizarse según el rito orto doxo to m ó el nom bre de C atalina. Esta, para adueñarse del poder, sublevo el e ié rc ito v co nsig uió la abdicación de su m arido, que luego m u rió asesinado. 'cuándo ocupó el tro n o se hizo lla m a r C atalina II (1767-96). M u je r sin escrúpulos m orales, de energía v a ro n il, pero in te lig e n te y v o lu n ta rio sa , go­ bernó con habilidad p o lític a y supo lle v a r a fe liz te rm in o el grandioso proqram a de re fo rm a s in icia d o por Pedro el Grande. A m iga de filo s o fa s fra n ­ ceses y p a rtid a ria del m o vim ie n to ilu s tra d o , no ta rd ó en e xte n d e r su tam a P° r E n ^ p o N t f c a in te rn a , C atalina II s im p lific ó la a d m in is tra c ió n del Estado y d iv id ió el te r rito rio en 44 gobernaciones (gobernías), que, a su vez, se subdividían en d is trito s . Ordenó la fun d a ció n de num erosas ciudades y con in m ig ra n te s alem anes pobló las inm ensas llanuras de Ucrania. M e jo ró la ju s tic ia y fu e to le ra n te en m a te ria re lig io s a . Con el o b je to de re fo rm a r el g obierno de acuerdo con las nuevas ideas ilu stra d a s, reunió una A sam blea con d iputados procedentes de toda Rusia, pero no se lle g ó a nada p o s itiv o . Para d ifu n d ir la c u ltu ra e n tre el pueblo, fundó e s ta b le c im ie n to s de ense­ ñanza y p ro p ició las v is ita s de sabios e xtra n je ros.

Estas re fo rm as sólo se aplicaro n en los Estados puram ente austríacos, por cuanto Bohemia, H ungría, los Países Bajos y las posesiones en Italia sig u ie ro n con sus organizaciones tra d icio n a le s.

José II M aría Teresa de A ustria Esta m u je r de dotes excepcionales, que ciñ ó la corona de A u s tria por espacio de cuarenta años (1740-1780), no pudo re a liza r un g o bierno p a c ific o v se v io obligada a d e fe n d e r por las arm as la in te g rid a d de sus dom inios. Las luchas por la Sucesión y la G uerra de los S iete A ños, aunque le o casio­ naron la pérdida de S ile sia , la congraciaron ante la o p inion de sus su b d ito s. También in te rv in o en los re p a rto s de Polonia. La em peratriz era una m ujer de presencia agradable, valerosa y sincera. De temperamento alegre, gustaba de la m úsica y de las fiestas. , Hl.n .ip Afectuosa, sencilla y también piadosa, amo mucho a su esposo, el duque Francisco de Lorena, con quien tuvo trece hijos, cinco de ellos varones. Su gran enemigo, Federico II de Prusia, la ca lifico como una gran mujer, que hacía honor a su sexo y a su tro n o ” .

M aría Teresa tu vo com o o b je tiv o fundam ental de su p o lític a , u n ific a r la a d m in istra ció n de todos sus Estados, pues era p a rtid a ria de la unidad m onár­ quica Preocupóse por m e jo ra r la ju s tic ia y la hacienda publica, reorganizo el e jé rc ito a im ita c ió n del prusiano, fo m e n tó la econom ía y p ro p ic io la d ifu ­ sión de la c y ltu ra . '

Una de sus hijas, María Antonieta, contrajo matrimonio con el delfín Luis, heredero del

trono de Francia.

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En 1765 M aría Teresa asoció al tro n o a José II, su h ijo p rim o g é n ito , quien a la m u e rte de su madre gobernó A u s tria por espacio de diez años (1780-90). nuevo soberano, que había sido educado de acuerdo con las ense­ ñanzas de los e n ciclo p e d ista s, im puso en sus do m in io s las norm as del d e sp o tism o ilu stra d o . A u to rita rio y a b so lu tista , u tiliz ó p ro ce d im ie n to s rápidos y b ru ta le s que provocaron un v io le n to m o vim ie n to de op osición.

Reformas de José II hah i* f, ( SocÍ a,es' De,c lar.0 abolida la servidumbre, porque consideró que todos los habitantes de sus dominios debían ser iguales ante la ley. Decretó la libertad de imprenta y permitió publicaciones opositoras a su gobierno. n a rin n i P°<l,!JCaSi: Pai!a u.n if'car sus dominios, dividió el te rrito rio en trece gober-

D eclart v£n '.aS! ord.ene® de funcionarios que respondían al gobierno central, ueciaro a Vtena capital única del Estado. i d ^ i r 6,119'? 53* ’ EL m onarca era una persona devota, pero, dominado por las laSrf«. P° Ca’ ? 'spus0 una serie de reformas destinadas a conseguir una 9 esia üa to lica som etida a su gobierno e independiente de la autoridad pontificia. a „ J P

l l 7! 1 publicó el Edicto de Tolerancia, que aseguraba la libertad de culto antes y judíos. El rey no tardó en vio lar las disposiciones canónicas y

(e n tre ° e n a s H p H /n c 'fo fS-tCCln ,a ? anta Sede: suprim ió varias órdenes religiosas

¡•sksís s,ss',c.r,c°u,r,en,0s'co",isc4bi,n”!

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Estas medidas, tendientes a form ar en Austria una Iglesia Católica nacional, recibieron el nombre de Josefínísmo. . Las reformas de José II debieron enfrentar gran resistencia religiosa y na­ cional, especialm ente en los países no alemanes, como Hungría y Bélgica, cuyos habitantes respetaban sus sentimientos y tradiciones seculares. Estallaron insu­ rrecciones en esos territorios y el monarca, preocupado también por la amenaza del ejército prusiano, se vio obligado a revocar muchas de sus reformas.

LOS ADELANTOS CULTURALES El afán de ilu s tra c ió n que ca ra cte rizó al s ig lo XVIII se e xte n d ió por todo el c o n tin e n te y, a sem ejanza de las sociedades c ie n tífic a s creadas en la ce n tu ria a n te rio r, su rg ie ro n nuevos ce n tro s c u ltu ra le s : escuelas, acade­ m ias la b o ra to rio s, m useos, o b se rva to rio s, etc. M erecen especial m ención la S ociedad Real de C iencias, de B erlín (1700), y la A cadem ia de C iencias de Rusia, fundada en 1724, en Petrogrado. D om inados por el e s p íritu fila n tró p ic o de la época, los gobernantes crearon escuelas de p rim e ra enseñanza, destinadas a los niños de hum ilde condición, al m ism o tie m p o que la Ig le sia — en los países c a tó lic o s desa­ rro lla b a gran a ctivid a d docente y establecía nuevas órdenes m onásticas para oponerse a las d o ctrin a s ra c io n a lis ta s . ^ En España podem os c ita r al sacerdote y pedagogo San José de Lalasanz (1556-1648), fund a d o r de las Escuelas Pías, y en Francia a San Juan B a u tista de La S alle (1651-1719), canónigo que creó el in s titu to de los H erm anos de las Escuelas C ristia n a s. Con re sp e cto al d e s a rro llo a rtís tic o en el s ig lo X VIII, debem os c o n si­ derar la a rq u ite c tu ra , la p in tu ra , la e s cu ltu ra , la m úsica y las letras. a) La a rq u ite c tu ra . El e s tilo pre d o m in a n te en el s ig lo que nos ocupa es el llam ado barroco, nacido en Ita lia y luego aplicado en toda Europa para la co n stru cció n de ig le sia s, palacios y e d ific io s p ú b lico s. Se ca ra cte riza por la

fantasía en los adornos, con p ro fu sió n de d e ta lle s d e co ra tivo s y el gran tam año de las obras. D erivado del barroco fu e el rococó fra ncé s, que tuvo su apogeo durante el reinado de Luis XV. b) La p in tu ra . Los a rtis ta s abandonaron los tem as m ito ló g ic o s y p re fie re n el co n ta cto con la naturaleza, para re p ro d u cir id ilio s p a sto rile s y escenas galantes. En Francia se destacó el m agnífico A n to n io W atteau, que fu e un exacto in té rp re te de la elegante sociedad de la época. En re tra to s al pastel so b re sa lió Q u in tín de La Tour. c) La e scu ltura. En este aspecto de las artes plá stica s d esco lla ro n vario s franceses. M e ncionarem os a Houdon, fam oso por su busto de V o ltaíre y a Pígalle, por sus m ausoleos. d) La m úsica. El a rte de los sonidos alcanzó en el sig lo XVIII un nivel incom parable, por la ap arición de geniales m aestros que co ncibie ro n obras in m o rta le s. A la vanguardia de la creación m usical fig u ra n los co m p o sito res Bach y M ozart. e) ¿as le tra s. Francia ocupa el p rim e r lugar en el m o vim ie n to lite ra rio ael s ig lo X VIII, en especial por obra de los filó s o fo s p o lítico s, que u tiliza ro n la plum a para d ifu n d ir las nuevas ideas. la ^ género te a tra l contó con buen núm ero de adeptos, p a rticu la rm e n te ia com edla, cuyos autores continuaron las d ire c tiv a s de M o lie re . El s e n tim ie n to am oroso, presentado con fin u ra y delicadeza tie n e su m e jo r re p re se ntan te en M arívaux. , 0 tr o a u to r m uy p opular fue Beaum archaís, cuyas dos com edias El rio n e ?, /a y Las bodas de Fi9aro in spiraron las óperas hom ónim as ue Hossini y M ozart, respectivam ente. rn n | n9*a te rra. el p e rio d ista D a nie l De Foe da origen a la novela m oderna su fa m oso R obinson Crusoe, re la to im agin ario de adm irable realism o.

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LOS AVANCES CIENTIFICOS Y TECNICOS El aran m o v im ie n to id e o ló g ico del s ig lo XVIII se debió en gran Parte a los avances c ie n tífic o s y a las nuevas invenciones, que die ro n al hom bre de esa época una gran confianza en el poder de la razón. . . . . Las ansias de progreso y el s e n tid o u tilita rio de la vida ya iniciados en el s ig lo X VII— p e rm itie ro n una nueva o rie n ta c ió n de la cie n cia , la cual avanzó no sólo p o r obra de pensadores y sabios aislados, sin o por la acción de grupos e sp e c ia lis ta s o e stu d io so s, reunidos en academ ias, in s titu to s y c írcu lo s. , . , A lgunos países organizaron e xp e d icio n e s de c a ra c te r c ie n tífic o , con el o b je to de m ejo ra r los c o n o cim ie n to s que sobre las d is tin ta s ram as del saber se tenían hasta esa época. , ^ El céle bre navegante in g lé s Jaim e Cook (1728-1779) e xp lo ro O ceania en tre s e xpediciones sucesivas y el fra n cé s Luís B o u g a in v ille (1729-1811) e fe c­ tu ó un via je a lre d e d o r del mundo y luego e s c rib ió un ameno re la to . La e xpedición c ie n tífic a de m ayor im p o rta n cia , enviada a esta parte del c o n tin e n te por la m arina m ilita r de España en el sig lo X VIII, fu e puesta a las órdenes del ita lia n o A le ja n d ro M alaspína, quien al fre n te de dos naves realizó e stu d io s c lim a to ló g ic o s , o ce anográficos, ge o lóg ico s, botánicos y zoológicos (1789-94).

A delantos de la física Desde el s ig lo XVII, los hom bres de c ie n cia habían m anifestado su in te ­ rés por el vu e lo y tra ta ro n de a ve rig u a r las razones — fis io ló g ic a s y m ecáni­ cas— p0 r las que las aves se sostenían en el espacio. El p rim e r e p iso dio de im p o rta n cia en la h is to ria del vu e lo humano se produce en se tie m b re de 1783, cuando los herm anos José y Esteban M o n t­ g o lfie r h icie ro n e le va r un “ a e ró s ta to ” . Estos hermanos — estudiosos, de la física— descubrieron que, aumentando la temperatura, dism inuía la densidad del aire. Luego de algunos intentos previos, fabricaron la prim er* “ m ontgoltiera o gran esfera de tejido muy liviano, de doce metros de diámetro, que recibía aire caliente de un brasero colocado en una barquilla. El 19 de setiembre de 1783, una oveja, un gallo y un pato recorrieron, vo­ lando en globo, una distancia de tres kilóm etros.

Poco más ta rd e — a m ediados de o ctu b re — el joven c ie n tífic o P ila tre de R ozier se elevó en globo a v e in tic u a tro m e tro s y un mes después lo hizo sobre París, a m il m e tro s. El in ve n to no ta rd ó en p e rfe ccio n a rse y lo u tiliz ó el e jé rc ito fra n cé s en operaciones m ilita re s de re co n o cim ie n to , aunque más tard e cayó en desuso. La experie n cia de G uericke con los “ h e m is fe rio s de M agdeburgo de spe rtó el in te ré s por el e stu d io de la p resión, no sólo a tm o s fé ric a sin o de

i El alemán Otlo de Guericke (1602-1686) inventó la máquina neumática para hacer el vad o y efectuó la experiencia de los “ hemisferios de Magdeburgo". En esta última ciudad y en el año 1654 ajustó dos hemisferios metálicos en cuyo interior había producido el vacío. Luego ató ocho caballos a cada uno de los hemisferios y los obligó a tirar en direcciones opuestas, pero no pu­ dieron separarlos. Ante el asombro de los presentes, Guericke demostró que el fenómeno se debía a la presión atmósferica externa ejercida sobre los hemisferios. Luego abrió una válvula, y al introducirle aire se desprendieron de Inmediato.

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Los hermanos José y Esteban Montgolfier se elevan en un globo aerostático. Observe la gran cantidad de pú­ blico que presencia el inusitado espectáculo, como también la ho­ guera destinada a ca­ lentar el aire y las cuerdas que aseguran el artefacto. ( Graba­ do de la época.)

los gases en general y su em pleo com o fuerza m otriz. Hubo algunos in te n to s para aprovechar el vap or com o energía, pero el m é rito de la invención c o rre s ­ ponde al francés D io n is io Papin, quien en 1690 ideó una m áquina que utilizab a el vapor de agua para e m pujar un ém bolo dentro de un c ilin d ro . Al calentar el agua, producía vapor y éste empujaba hacia arriba un émbolo. Una vez enfriado, el vapor se condensaba y el émbolo retrocedía debido a la pre­ sión atmosférica. Aunque esta máquina carecía de caldera, pues el agua era calentada direc­ tamente debajo del cilindro, en ella encontram os el principio básico de la fuerza motriz del vapor.

Ingenieros inglese s em plearon el vapo r para accionar bom bas d e stin a ­ das a desagotar ya cim ie n to s inundados; así, en 1698, Tomás Savery ideó uno de e sto s aparatos, que llam ó am igo del m in e ro ” . Fue m ejorado por Tomás N ewcom en. El in g e nie ro escocés Jacobo W a tt (1736-1819) p e rfe ccio n ó la m áquina de vapor, al cre a r la llam ada “ de doble a c c ió n ” porque el vapor entraba a lte rn a ­ tiv a m e n te en el c ilin d ro , m ediante un ju e g o exacto de vá lvula s y pistone s de p re cisió n . La a p licación del vapor a la tra n s m is ió n de la energía tuvo im p o rta n te s consecuencias in d u s tria le s y desplazó gradualm ente a la rueda h id rá u lica y al esfuerzo humano. Con re sp e cto a la e le c tric id a d d ire m o s que, a com ienzos del sig lo XVII un m edico inglés — llam ado Gray— descubrió que se producía por la fric c ió n del v id rio o del am bar y que se podía tra n s m itir por cuerpos m etá lico s que llam o c o n d u cto res . Más tarde, los c ie n tífic o s construyeron ru d im e n taria s “ m áquinas rota"Kn f „ <LUe P ^ d u c ia n e le c tric id a d , la cual podía acum ularse en la llamada bote la de Leyden . En 1752, el e sta d ista norte am ericano B enjam ín F ranklin ta b le c io que el relam pago y el rayo eran fenóm enos de la e le c tric id a d a tm o sfé rica e inventó el pararrayos. En 1780, el fís ic o y m édico ita lia n o Luís Galvani, observando las contracjones de los m úsculos de las ranas, lle g ó a im p o rta n te s conclusion es re la ti­ vas a las c o rrie n te s n ervio sas e lé ctrica s. m o . ® tr0 ita lia J?0 ' A le ja n d ro Volta, de scub rió que la e le c tric id a d flu ía de un h r f r v f j / ° í r0 - Con d lsco ® de cobre y c in c ’ interca lad os con trozos de paño m edecido con agua y acido s u lfú ric o , co n stru yó una “ p ila ” , capaz de pro­

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d u c ir c o rrie n te constante, debido a los dos polos (c in c y cobre). En hom enaje a este hom bre de cie n cia , se llam ó ‘ ‘v o ltio ” a la unidad de fuerza e le c tro ­ m otriz. En 1802, el in g lé s D avy — basado en la p ila de V o lta — lle g ó a o b te n e r el p rin c ip io de la ilu m in a c ió n de arco.

La química En la época m edieval, los a lq u im is ta s tra ta ro n de e s tu d ia r la com posición de los ele m ento s y de “ tra n s m u ta r” los m etales, es d e cir, tra n s fo rm a rlo s en oro, el cual sim bolizaba la luz, el sol, la pote n cia creadora. En las sie m p re fracasadas exp e rie n cia s de e sto s p rim itiv o s in v e s tig a ­ dores, e ncontram os las bases lejanas de la té cn ica de co m b in a r ele m e n to s, que hoy llam am os quím ica. El alquim ista cum plía una especie de liturgia, dentro del sugestivo marco del laboratorio. En ese lugar donde efectuaba sus experimentos había hornillos donde sometía los metales a la acción del calor, alambiques para una rudim en­ taria destilación, recipiente destinados al “ fuego húm edo” (baño de María), etc.

Se con sidera al sabio irlandés R oberto B oyle (1627-1691) com o el inicia-' do r de la m oderna quím ica. Rechazó las te o ría s de los a lq u im is ta s , de scu b rió la in te rve n ció n del oxígeno en las co m b u stio n e s y señaló la d ife re n c ia que e x iste e n tre una m ezcla y un com puesto. En la segunda m itad del s ig lo X VIII, la quím ica hizo grandes progresos y se em ancipó de la a lq u im ia . El escocés José B lack d e scu b rió , al c a lcin a r una piedra caliza, un gas que lla m ó “ a ire f ijo " y que luego re c ib ió el nom bre de anhídrido carbónico. El sabio in glé s E nrique C avendish (1731-1810) d e scu b rió la co m p o sició n del agua, e stu d ió el aire a tm o s fé ric o y las propiedades del hidrógeno. O tro c ie n tífic o inglés, José P rie s tle y (1733-1-804) de scu b rió el oxígeno y e stu d ió el procescr de la re sp ira ció n veg e ta l. La fig u ra más destacada de la quím íca en el s ig lo XVIII fu e el sabio fran cés A n to n io L a vo isie r (1743-1794). Enunció la ley de la conservación de la m ateria, la nom enclatura quím ica, d is tin g u ió con sus nom bres al oxígeno y al hidrógeno, in ve n tó el ca lo rím e tro , etc. Fue a ju s tic ia d o en tie m p o s de la R evolución Francesa.

Las ciencias naturales El gran n a tu ra lis ta sueco C a rlo s Linneo (1707-1778) e s ta b le c ió la d iv is ió n en tre s reinos: m in e ra l, anim al y v e g e ta l; que a su vez su b d iv id ió en clases, géneros y especies. Inventó una c la s ific a c ió n b io ló g ica aún u tiliza d a , en que cada planta o anim al es designado con dos nom bres c ie n tífic o s , según el género y la especie (n o m e n cla tu ra b inaria). El francés conde de B u ffo n (1709-1788) fu e el a u to r — con o tro s colabora­ dores— de una H is to ria N atural en num erosos tom os, que, si bien form an un com pendio c ie n tífic o , se ocupa e sp e cialm e n te del hom bre y de los ani­ m ales.

La m atem ática Esta ciencia hizo rápidos progresos. C ita re m o s al fra n cé s M onge, creador de la geom etría d e s c rip tiv a y uno de los fundadores de la Escuela P olitécnica de París.

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El e stu d io so fra n cé s Lagrange se destacó por sus tra b a jo s sobre cálculos algebra y a n a lisis. O tro c ie n tífic o , D 'A le m b e rt — au to r del D iscurso P relim in a r de la E nciclopedia fra ncesa — ap licó la m atem ática a la dinám ica También m erece c ita rs e el suizo Euler, quien realizó e stu d io s sobrp pl a n a lis is m a te m ático .

La m edicina La anatom ía y la fis io lo g ía sig u ie ro n los adelantos de las o tra s cie ncias ya m encionadas. Entre los avances más notables se cita n el e stu d io de los te jid o s orqám cos, el d e sc u b rim ie n to de la presión sanguínea, la a p licación de la autopsia para m e jo ra r el c o n o cim ie n to de las enferm edades, el e stu d io de la quím ica de la d ig e s tió n , etc. M “ Con re sp e cto a la vacuna a n tiv a rió lic a , se sabe que desde tie m p o atrás os m usulm anes la em pleaban com o m étodo p re ve n tivo co ntra la v iru e la La p rim e ra a p licació n en O ccidente se debió a los e sfuerzos de alqunos K

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y en esPec¡al al m édico inglés Eduardo

GUERRA DE LA SUCESION DE AUSTRIA (1740-48) En la p rim e ra m itad del sig lo X V III, A u s tria era un co n ju nto de reinos y p rin cip a d o s, re unidos bajo la corona de ios Habsburgo. Esos do m in ios carecían de unidad geográfica, estaban habitados por pueblos p e rte n e cie n te s a d is tin ta s razas y tem an ca p ita les y gob iernos propios. La obediencia al e m perador re s id e n te en V iena— era el único vínculo que unía a esos d o m in io s heterogéneos.


A la m ue rte del em perador Leopoldo I (1705) ocupó el tro n o del Im perio austríaco su h ijo José I (1705-1711) y a é ste su cedió su herm ano C arlos VI (1711-1740), am bos con hijas, pero sin descendencia m asculina. Leopoldo había p re v is to la c irc u n s ta n c ia y por te s ta m e n to del año 1703 dispuso que en ta l caso a la m ue rte de C arlos VI, debía c e ñ ir la corona la h ija p rim o ­ génita de José I. Sin em bargo, C arlos VI m o d ific ó la vo luntad de su padre y por una ley solem ne, llam ada P ragm ática S anción (1713), pro cla m ó here­ dera a su h ija M aría Teresa. Cuando la nueva soberana ocupó el tro n o , tu vo que d e fe n d e r sus d e re ­ chos fre n te a la c o d icia de los que pretendían sus grandes d o m in io s. Esto m o tivó una guerra, en que A u s tria — más ta rd e con la ayuda de In g la te rra y H olanda— e n fre n tó a Prusia, Francia, España y o tro s re in o s m enores.

La guerra En p rin c ip io , Federico II o fre c ió ayuda a M aría Teresa, pero e x ig ió en naqo la entrega de S ile sia , a c titu d que rechazó la joven reina; entonces el p rim e ro fo rm ó una c o a lic ió n co n tra A u s tria , en la que entra ro n Francia y A l fre n te de su poderoso e jé rc ito , el a m b icio so F ederico II invadió la S ile sia y se adueñó de ese te rrito rio . E stim ulados por el é x ito in ic ia l, los o tro s coaligados se lanzaron a la lucha Un e jé rc ito franco-bávaro p e n e tró por Bohemia y cerca de Viena se d esvió para s itia r Praga. M aría Teresa aprovechó esa circ u n s ta n c ia fa vo ­ rable para s o lic ita r la ayuda de H ungría, cuyo g o bierno envió tro p a s que le p e rm itie ro n rechazar la invasión. La reina austríaca d e c id ió firm a r la paz con Federico II y por el Tratado de B reslau (1742) le cedió la S ile s ia ; luego to m ó la o fe n siva co n tra Francia y consiguió que sus e fe c tiv o s ocuparan Baviera y A lsa cia . Por esas épocas, Ing la te rra y Holanda, te m e ro sa s del poderío prusiano, se declararon aliadas de A u s tria . , „ , , , M ie n tra s ta n to , Federico II en te ró se de que M aría Teresa buscaba despo­ ja rlo de S ilesia, por lo que d e cid ió in te rv e n ir nuevam ente en la lucha. Un e jé rc ito prusiano invadió el te r rito rio de Bohemia, atacó la ciudad de Praga y redujo su g ua rn ició n . A n te nuevas v ic to ria s m ilita re s de F ederico, la reina M aría se v io obligada a firm a r con ese soberano la Paz de D resde (1745), que ra tific ó lo re s u e lto en el Tratado de Breslau. En esta fo rm a , el rey de Prusia abandonó por segunda vez a sus aliados. Los francese s p ro sig u ie ro n la g uerra y, al mando del m ariscal M a u ricio de Sajorna, in va d ie ro n los Países Bajos austríacos y ve n cie ro n a los angloholandeses en la b atalla de F ontenoy (1745). Cansados de ta n ta s luchas, lo s b e lig e ra n te s d e cid ie ro n poner fin a las h o stilid a d e s y en o ctu b re de 1748 firm a ro n la Paz de A quisgrán. Este tra ta d o con pocas excepciones— re s ta b le c ió la s itu a ció n im perante antes de la guerra. . La P ragm ática Sanción fu e aceptada y M aría Teresa reconocida com o heredera de A u s tria . Prusia m antuvo la S ile sia , In g la te rra s ig u ió dueña de los m ares y Francia — la más p e rju d ica d a — no pudo sacar provechos de sus triu n fo s en los Países Bajos y d e b ió d e vo lve r sus conquistas.

pues co n so lid ó sus fro n te ra s en la S ile sia y d em ostró la p otencialid ad de su e jé rc ito . Por o tra parte, era v is ib le la h o s tilid a d e ntre Francia e In g la te rra , que rivalizaban por sus co lo n ia s en la India y en A m é rica del N orte. Persistían los m ism os m o tivo s que habían orig in a d o la lucha a n te rio r. Era in m inente, entonces, la in ic ia ció n de un nuevo c o n flic to bélico. M ed ia n te hábiles m anejos d ip lo m á tico s, M aría Teresa buscó aliados en toda Europa para e n fre n ta rlo s con tra Federico II. En 1756 el monarca prusiano firm ó con Ing la te rra el Pacto de W hiteh all, por el que se co m prom e­ tió a no luchar contra e lla y a defe n d e r el ele cto ra d o de H annover, posesión c o n tin e n ta l p e rte n e cie n te a Jorge II, el re y inglés. El tra ta d o alarm ó a Luis XV de Francia, quien — bajo la in flu e n c ia de M adam e Pompadour— o lvid ó su enem istad hacia los Habsburgo y por un pacto firm a d o ese m ism o año en V ersalles, se a lió con A u s tria . En esta fo rm a , Prusia se unió con In g la te rra , y F rancia con A u s tria ; así quedaron in v e rtid a s las alianzas de la G uerra de Sucesión. A causa de otra s negociaciones de M aría Teresa, el bloque francoa ustríaco co n tó con el apoyo de Rusia, Polonia, Sajonia, S uecia y casi todos los p rin c ip e s alem anes.

GUERRA DE LOS SIETE AÑOS (1756-1763) Prusia estaba rodeada por enem igos, y Federico II, ante la certeza de que se lo atacaría, d e cid ió fru s tra r esos planes. Com unicó al em bajador inglés sus proyectos de atacar a Austria antes de a primavera. Como su interlocutor le sugirió los peligros de la empresa, Federico le replico con energía: “ Miradme, señor; ¿qué veis en mi rostro? ¿Parece estar riecha mi nariz para re cib ir papirotazos?. ¡No, por Dios, no los su friré !” Lueqo dirigiéndose hacia un cuadro de María Teresa, agregó: “ Esta señora quiere la la tendrá. No puedo hacer sino anticiparm e a mis enemigos. M is tropas están preparadas y debo intentar rom per esta conjuración antes que se haqa demasiado poderosa” .

í ” oto ñ o de 1756, sin previa d ecla ra ció n de guerra, el e jé rc ito prusiano invadió Sajonia y ocupó el te rrito rio ; luego pen etró en Bohem ia, pero fue vencido por los austríacos y entonces se vio obligado a abandonar ese país. A le n ta d o s por el é x ito , los enem igos de Prusia lanzaron sus e jé rc ito s para d e s tru irla ; sin em bargo, F ederico de m o stró su genio m ilita r y superó la c ritic a s itu a ció n con dos b rilla n te s v ic to ria s . La prim e ra en Rossbach (noviem bre de 1757) sobre un poderoso e jé rc ito fra n cé s que avanzaba por e rrito rio sajón, y la segunda fre n te a los austríacos en Leuthen (S ile sia ) en d ic ie m b re de ese año. P a rtir 1758 V’ hasta el fin d e las h o stilid a d e s, Federico — atacado aesde v a rio s fre n te s — debió adoptar una tá c tic a de fensiva, que le re su ltó costosa y llena de p e lig ro s. I7 s m

rus(?s unieron sus fuerzas con los austríacos y am bos e jé rc ito s " / . e y Prusiano e n K une rsdorf, cerca de F ra n c fo rt (agosto de AM| s u fr'° el m aS grave revés de su vida m ilita r. Sin em barqo, los r f n° .®uPie ron aprovechar ese triu n fo , porque estaban agotados y care­ k'unidad de m ando; dem oraron en avanzar, e rro r que u tiliz ó Federico ah

Reversión de las alianzas

ría n

La Paz de A q u isg rán no s o lu cio n ó la te n sió n europea y dejó en pie graves problem as p o lític o s . Prusia tra n s fo rm ó s e en la p rin cip a l enem iga de A u s tria ,

a u s tr ía c o s ^ SÜS

n a d

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Z3S y o b te n e r- al año sig u ie n te , dos triu n fo s sobre los

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El in g lé s R oberto C live atacó las posesiones francesas, logró un buen triu n fo en P lassey (ju n io de 1757) y e xte ndió su dom inación p o r el va lle in fe rio r del río Ganges. Desde ese m om ento, In g la te rra de sa lojó a Francia de la India.

Fin de la G uerra de los Siete Años

A l término de la sangrienta batalla de Leuthen (5 de diciembre de 1757) los austríacos se rinden ante el rey de Prusia Federico II.

En 1760 fa lle c ió Jorge II de In g la te rra y el nuevo g obierno aconsejó a F ederico la cesación de la lucha, pero éste no aceptó. M ie n tra s, Francia co n sig uió la alianza de España, pues los Borbones que gobernaban ambos países firm a ro n el llam ado Pacto de F am ilia (agosto -de 1761). Cuando la situ a ció n m ilita r de Federico se presentaba m uy desfavorable, un hecho inesperado, la m uerte de Isabel (1762), la e m p e ra triz de Rusia, lo salvó de una segura d errota. En e fe cto , el nuevo zar, Pedro III, descendiente de alem anes, firm ó un tra ta d o de alianza con Federico y lo ayudó a recuperar S ile sia . A n te los a co n te cim ie n to s, S uecia se re tiró de la lucha y A u s tria — ya sin fuerzas— d e cid ió deponer las arm as. M aría Teresa firm ó la paz con Federico, le re co noció la posesión de S ile sia y concedió a Prusia la je rarquía de potencia europea. Por el Tratado de París (1763) In glate rra y Francia pu sieron fin a la G uerra de los S ie te A ños. La prim e ra re s u ltó m uy fa vorecid a porque Francia le entre g ó el Canadá, la Lulsiana (hasta la o rilla izquierda del M is is ip í), algunas isla s de las A n tilla s , buena parte del Senegal a frica n o y la India. España recuperó La Habana (Cuba) y M a n ila (F ilip in a s), pero debió de­ vo lv e r a Portugal la C olo nia de l S acram ento (Río de la Plata) y e n tre g a r a In g la te rra la Florida. En com pensación, Francia dio a España la Luisiana o ccid e nta l, a p a rtir de la o rilla izquierda del M is is ip í.

POLONIA EN EL SIGLO XV III Lucha entre Francia e Inglaterra La región o ccid e nta l de A le m a n ia fu e la zona europea donde com batió Francia contra In g la te rra . A unque los e jé rc ito s de la p rim e ra ocuparon H annover, p o s te rio rm e n te fu e ro n desalojados por los ingleses, quienes man­ tu v ie ro n en su poder ese ducado, hasta el fin de la contienda. a) La guerra en Canadá. La lucha e n tre esas potencias re p e rcu tió en sus colonias de A m é ric a del N o rte , te r rito rio que se tra n s fo rm ó en un nuevo fre n te de batalla. De acuerdo con las órdenes del m in is tro G u ille rm o P itt, los ingleses d e cid ieron a rro ja r d e fin itiv a m e n te a los fra n ce se s del Canadá. In icia ro n una ofensiva y en ju lio de 1758 se apoderaron de Luisburgo. Luego de una v ic to ­ riosa campaña, oblig a ro n al m arqués de M o n tca lm — general fra n cé s que d irig ía las fuerzas canadienses— a replegarse hasta Quebec. El joven general in g lé s Jacobo W o lfe in ic ió el ataque co n tra Quebec, pero las prim e ra s te n ta tiv a s re su lta ro n in fru c tu o s a s ; d e cid ió entonces un asalto so rp re sivo . Se em barcó con su e jé rc ito s ig ilo sa m e n te , vadeó el San Lorenzo, escaló la escarpada ladera y se p resentó ante el enem igo. En una sangrienta batalla, los fra n ce se s fu e ro n derro ta d o s. M o n tca lm y W o lfe pe­ recieron . La inexpugnable Quebec cayó en poder de los ingleses (se tie m b re de 1759). A l año sig u ie n te y después de valerosa defensa, se rin d ió la ciudad de M o n tre a l. En esta fo rm a , el Canadá fu e dom inado por In glaterra.

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A com ienzos del s ig lo XVI11, Polonia, ubicada en el n orte de Europa — sobre el B á ltico — , era una am plia llanura lim ita d a po r Rusia, Turquía, A u s tria y Prusia. En esa ce n tu ria , la nación polaca había entra do en un período de rápida decadencia, m o tivo por el cual no pudo s u b s is tir a la am bición de sus tre s poderosas ve cinas: Rusia, Prusia y A u s tria . El te r rito rio polaco estaba habitado por pueblos p e rte n e cie n te s a d is tin ­ tas razas y va riados credos: una m ayoría cató lica de polacos y lituanos, luego alem anes (p ro te sta n te s), ruso s (orto doxos) y judíos. En el a specto p o lític o , el país era una m onarquía ele ctiva , pero en la práctica, el rey carecía de autoridad, pues, al su b ir al tro n o , los nobles le hacían ju ra r los Pacta conventa, co n tra to que lim ita b a el poder del soberano. A l lado del m onarca, gobernaban dos asam bleas: el Senado, form ado Por los m agnates, y la Cámara de los N uncios, cuyos m iem bros pertenecían a la nobleza m edia y a la plebe n o b ilia ria . Cada dos años, ambas Cám aras se reunían para fo rm a r la D ieta.

Guerra de la Sucesión de Polonia En co lo n ia . lia!? ñamado

1733 fa lle c ió el re y A ug u sto II y dejó vacante la débil corona de Dos candidatos p re te n d ie ro n el tro n o : uno era A ugusto, h ijo del m onarca- 9 ue contaba con el apoyo de A u s tria y Rusia. El otro, E stanislao Leczinski, estaba apoyado por Francia, pues era suegro


La D ieta e lig ió a Leczinski, pero las tro p a s austro-rusas invadieron el te rrito rio e im pu sie ro n soberano al e le c to r de Sajorna, que to m ó el nom bre de A u g u sto III. , T , , A n te la situ a ció n planteada, Francia y España — unidas por el Tratado de El E scorial— acudieron en a u x ilio del destronado. En esta fo rm a se in ic ió la G uerra de la S ucesión de Polonia, c o n flic to que duró cinco años y te rm in ó con la paz de V iena. El tra ta d o aseguró, el predo­ m inio austro-ruso sobre Polonia. E stanislao Leczinski re nunció a sus p re te n ­ siones al tro n o , pero re c ib ió la Lorena, ducado que a su m uerte debía ser anexado a Francia. A u g u sto III fu e reconocido p o r todas las potencias com o rey de Polonia.

Repartos de Polonia En el s ig lo XVIII Polonia estaba condenada a desaparecer com o Estado independiente, fre n te a la c o d icia de las potencias vecinas. A la fa lta de unidad p o lítica , social y re lig io s a , se sumaba el e jé rc ito desm antelado y la circu n sta n c ia de no poseer defensas natu ra le s en sus fro n te ra s . A u g u sto III fa lle c ió en 1763 y en su reem plazo la D ieta — presionada por las tro p a s rusas— designó al p rín cip e P oniatow ski, fa v o rito de la zarina C atalina II. No tard aro n en p ro d u cirse va ria s c o n sp ira cio n e s, destinadas a e xp u lsar al rey in tru so . A lg u n o s p a trio ta s polacos, de re lig ió n ca tó lic a , se agruparon en la ciudad de Bar y fo rm a ro n una C onfederación, destinada a e lim in a r el yugo extra n je ro . A n te el fo co de re s is te n c ia , los rusos invadieron el te r rito rio polaco y sofocaron b ru ta lm e n te la in su rre cció n . Estos triu n fo s h icie ro n p e lig ra r el " e q u ilib rio euro p e o ” y amenazaron con desatar una guerra e n tre las grandes potencias. A n te esta situ a c ió n y para afianzar una alianza duradera, Prusia, Rusia y A u s tria acordaron re p a rtirs e Polonia. Tres fueron los repartos:

a) Prim er reparto (1772). Federico II anexó la Prusia Oriental, Catalina II parte de la Rusia Blanca y María Teresa, la Gaiitzia. Todos estos territorios esta­ ban poblados por unos cinco mílllones de habitantes. Ante la dura experiencia, los patriotas polacos reorganizaron el país y pro­ mulgaron una nueva Constitución, que establecía un rey hereditario (no electivo). b) Segundo reparto (1793). La actitud de los patriotas provocó una nueva intervención extranjera, que redujo a un quinto el territorio polaco. Rusia se apropió de Ucrania y del resto de la Rusia Blanca. Por su parte Prusia anexó la Gran Polonia (Posnania). Austria no participó. Ante la segunda dem arcación, las tropas polacas se sublevaron acaudilladas por el patriota Tadeo Kosciusko y lograron algunas victorias. Pero el triunfo fue efímero y, finalm ente, cayeron vencidos por los coaligados. c) Tercer reparto (1795). Acto seguido, Rusia, Prusia yAustria se apropiaron de la últim a parte del territorio.

Sin ninguna razón de ética o de derecho que legalizara el p ro ce d im ie n to , Polonia de jó de e x is tir com o Estado independiente. A tra vé s de los años! sus h ijo s m a ntuvieron vivo el s e n tim ie n to de la nacionalidad y en 1918, al té rm in o de la P rim era G uerra M undial, Polonia v o lv ió a s u rg ir com o nación soberana.

LA REVOLUCION INDUSTRIAL INGLESA Los progresos de la industria tex til A m ediados del sig lo XVIII se in ic ió un im p o rta n te proceso económ ico y té c n ic o que se conoce con el nom bre de re vo lu ció n in d u s tria l inglesa, por el país donde com enzaron esas tra n sfo rm a cio n e s. C om prendió la m ecaniza­ ción y a p lica ció n de la m áquina de vapor a la activid ad in d u s tria l, el naci­ m ie n to y d e s a rro llo del siste m a fa b ril, la m ejora de los tra n s p o rte s y de las com unicaciones, el aum ento del capital en función del d e sa rro llo económ ico, una m ayor p roducción de m aterias prim as y la necesidad de nuevos m ercados para u b ica r las m anufacturas.


Edmundo Cartwright fue el inventor de un telar mecánico accionado por la fuerza del agua. Este mecanismo permitió producir gran cantidad de hilos de algodón.

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Varios factores contribuyeron a que la revolución industrial se iniciara en Inglaterra. Entrado el siglo XVIII, este país inició una época de poderío y prosperidad luego de vencer a Francia en la guerra de los Siete Años. El gobierno liberal aseguraba la paz interna y una estabilidad financiera al disponer la e lim i­ nación de grandes gastos innecesarios; además, el Parlamento había derogado leyes monopolistas que se oponían a la libre com petencia. Contaba con el sistema bancario mejor organizado de Europa y las ganancias obtenidas con el com ercio de ultram ar podían invertirse en la economía interna. Si tenemos en cuenta que la revolución industrial se inició con la mecaniza­ ción textil, hasta el clim a húmedo de las islas Británicas resultó beneficioso, pues los hilos no se cortaban cuando eran tejidos por las máquinas.

" Los adelantos de la té cn ica y las innovaciones m ecánicas fa vo re cie ron la revolu ció n in d u s tria l, que en una p rim e ra época hizo sus m ayores p ro g re ­ sos en la fa b ric a c ió n de paños de algodón. En 1733, Juan Kay inventó la "lanzadera v o la n te " que se deslizaba sola a tra vé s del te jid o y reem plazaba la mano del hom bre por un siste m a de co rde le s. Esta lanzadera, o especie de aguja grande que conducía el h ilo , p e rm itió a un solo o brero te je r con m ayor rapidez el doble de te la . En 1767, Jaim e H argreaves, ante la gran demanda de la naciente indus­ tria te x til, creó una m áquina para h ila r que llam ó ‘‘Jenny” (nom bre de la esposa del in ve n to r). Era un m ecanism o capaz de m over ocho husos, aunque más tarde — al m e jo ra rla — pudo hacerlo con ochenta. A pesar de todo, la "J e n n y ” producía un hilado débil que no respondía con e fica cia a c ie rto tip o de te jid o s . Unos dos años después, Ricardo A rk w rig h t co n stru yó una m áquina más p e rfeccionaa m ovida por la fuerza h id rá u lica o por anim ales (caballos, vacas y hasta p e rros de Terranova). No sólo producía un hilado fu e rte sin o que reem plazó d e fin itiv a m e n te al obrero que em pujaba un pedal. En 1779, o tro Inglés, Sam uel C rom pton, inventó una máquina que com ­ binaba las venta ja s del h ilo delgado (la "J e n n y ” de H argreaves) con el hilo fu e rte y el em pleo de la energía h id rá u lica o anim al (A rk w rig h t). Esta má-

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quina, a la que llam ó “ m u ía ” , estira ba el h ilo , lo ponía te n so y lo retorcía en una sola operación. Si bien los adelantos m encionados habían aum entado la producción de hilaza, la in d u s tria te x til algodonera no había solucionado o tro s problem as, en especial la fa lta de te je d o re s. Estos — debido a su escaso núm ero— cobraban m u y 'a lto s sala rio s. Era necesaria una m áquina autom ática que reem plazara al te la r de mano. En 1784, el reverendo Edmundo C a rtw rlg h t — en colaboración con un c a rp in te ro y un h e rre ro — co n stru yó el p rim e r te la r m ecánico, que elevó diez veces la producción sobre el m anual. Por esa m ism a época, el vapor s u s titu y ó a la rueda h id ráu lica. El te la r de C a rtw rig h t fu e m ejorado paulatin am e nte y en el año 1813 funcionaban en Ing la te rra más de dos m il te la re s m ecánicos. Gran im p o rtan cia re v is tió la a p lica ción del vapor com o fu e n te de energía in d u s tria l. Debe recordarse en p rim e r té rm in o a Tomás N ew com en quien en 1712 in ve n tó una m áquina que u tiliz ó para e xtra e r agua en las m inas de carbón inglesas. En 1770 Jacobo W a tt m e joró la a n te rio r y logró a p lica r la fuerza del va p o r para m over m aquinarias fa b rile s . A ños más tarde, Jorge Stephenson inventó la locom otora cuyo re su lta do fu e la inauguración del p rim e r fe rro c a rril en 1825. La a p licació n a la navegación se debe al n o rte ­ am ericano R oberto F ulton, quien en 1807 re c o rrió la d ista n cia e ntre Nueva York y A lb a n i con su nave " C le rm o n t” im pulsada con un m o to r a vapor que movía una rueda de pala.

Otros adelantos El em pleo de la m áquina de vapor p e rm itió el rápido d e s a rro llo de la in ­ d u stria del h ie rro y de to dos sus derivados. A unque las hiladoras y te la re s h id rá u lico s se construían en su m ayor parte con madera, no sucedió lo m ism o con las m áquinas de vapor, que exigían o tro m a te ria l y tam bién o tro tip o de he rra m ie ntas. Su consecuencia fu e un m arcado adelanto en la indus­ tria del h ie rro . El inglés Juan W ilkin so n — un fa b rica n te de cañones— se dedicó a la co n stru cció n de barcos, puentes y m áquinas de vapor. Se afirm a que dispuso por te s ta m e n to que lo enterraran en un ataúd de h ie rro . O tro inglés, Enrique C ort, m ejoró la calidad del h ie rro fu n d id o e inventó un lam inador para o bte n e r dicho m etal en planchas. Todos estos avances ubicaron a In g la te rra al fre n te de la in d u stria m e ta lú rg ica del s ig lo X VIII. En a g ric u ltu ra , la im porta ncia a trib u id a a la riqueza de la tie rra por los filó s o fo s p o lític o s , hizo progresar los tra d ic io n a le s m étodos de c u ltiv o . In glaterra, a im ita ció n de Holanda, im plan tó el sistem a del c u ltiv o m etódico, basado en la ro tu ra ció n profunda del suelo y en la siem bra m ecánica. Los m e jores pastos b e n eficiaron a los ganados, no sólo en cantidad sino en calidad. Las vías de com unicación y los m edios de tra n s p o rte tam bién fu eron m ejorados.

Consecuencias La re vo lu ció n in d u stria l inglesa p rod ujo la tra n sfo rm a ció n de una econo­ mía tra d ic io n a l agraria en una sociedad urbana basada en la tecnología de las máquinas. Este im p o rta n te proceso no fo rm ó parte de un plan trazado

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con a n te rio rid a d sin o que fu e la re s u lta n te de la acción de muchas em presas com e rcia le s, que com petían e n tre s í en busca de m e jo re s u tilid a d e s. Las nuevas m áquinas para fa b ric a r paños de algodón d ie ro n orig e n al s is te m a fa b ril, p o r .cuanto debido a su tam año y necesidad de fuerza m o triz, deb ieron in sta la rse en grandes ta lle re s . S urgió el c a p ita lis m o in d u s tria l en poder de una alta burguesía que era dueña de fá b ric a s , de ya c im ie n to s m i­ neros y de fe rro c a rrile s . La antigua clase te rra te n ie n te fue desplazada por los nuevos in d u s tria le s , que dom inaron los aspectos económ icos y co m e r­ cia le s. Se in crem e n taro n las operaciones bancarias, fu e n ecesario o b te n e r grandes cantidades de m a te ria s p rim a s y u b ica r m ercados para ve n d e r las m anufacturas. La co ncentra ció n de ob re ro s en las p ro xim id a d e s de las fá b rica s dio origen a un p ro le ta ria d o y a una c re c ie n te urbanización de la sociedad, al e levarse el núm ero de personas que habitaban en las ciudades. Los bajos s alario s de los ob re ro s, las co n d icio n e s a que eran so m e tid o s en el tra b a jo y la desocupación provocaron p roblem as so cia le s que a d q u irie ro n gran im ­ p ortancia en el s ig lo XIX. Tam bién el d e s a rro llo del m aqum ism o fa v o re c ió el aum ento de la pobla­ ción, pues los adelantos de la a g ric u ltu ra — debido a un m ayor re n d im ie n to de la tie rra — m e joraron la calidad y variedad de los a lim e n to s.

LOS BORBONES EN ESPAÑA En el s ig lo XVIII la din a stía de los Borbones com enzó a re in a r en España, con el a d ve nim ie n to de F e lip e V. Hasta esa época, habían ocupado el tro n o los Habsburgo y por causa de e sto , la p o lític a española estuvo ligada a la Casa de A u s tria . A l p ro d u cirse el cam bio d in á s tic o , va ria ro n los' lazos de parentesco y los reyes de España quedaron vin cu la d o s con los de Francia. Los m onarcas Borbones se preocuparon por re m e d ia r la n o to ria deca­ dencia de España, c o rrig ie ro n los d e fe c to s que padecía el gobierno, im p u l­ saron el progreso m a te ria l y ayudaron al d e s e n v o lv im ie n to c ie n tífic o y lite ra rio .

F elipe V (1700-1746) Este monarca era un hom bre de m e d io cre s condiciones, indeciso, tím id o y obstinado. A lg o to rp e de in te lig e n c ia , sie m p re debió c o n fia r a un fa v o rito los asuntos de gobierno. A poco de ocupar el tro n o , co n tra jo m a trim o n io con M aría Luisa de Saboya, quien dio a luz los in fa n te s Luis y Fernando. En 1714 el rey enviudó y casó nuevam ente con la p rincesa ita lia n a Isa b e l Farnesio, heredera del ducado de Parma. Con esta segunda esposa, tu vo c in co h ijo s, dos de e llo s varones: C arlos y Felipe. Felipe V no ta rd ó en se r dom inado p o r la nueva reina y ésta, que era una m u je r am biciosa, pero sin habilidad p o lític a , c o n fió el g o b iern o de España a su co nse jero, el abate ita lia n o J u lio A lb e ro n i. Alberoni (1664-1752) nació en Plasencia y, por su hum ilde origen, se vio obligado a ejercer variados oficios. Inteligente y hábil, abrazó sin mayor vocación la carrera eclesiástica y luego — en razón de sus dotes personales— fue agente diplom ático de los Farnesio. Encontrándose en España, concertó el m atrim onio de Felipe V con Isabel.

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Apenas fue coronada la reina, el hum ilde sacerdote logró conquistar la sim patía de su com patriota, quien le nombró Cardenal y le confió la orientación de la política.

Una vez en el poder (1714), A lb e ro n i se preocupó por re sta u ra r la gran­ deza de España. In tro d u jo econom ías en la a d m in istra ció n , m ejo ró las fin a n ­ zas y apoyó las in d u stria s con la creación de varias m anufacturas reales. A estas fá b rica s — en espe cial de te la s — inco rp o ró hábiles o pe ra rio s ex­ tra n je ro s . Fom entó la a g ric u ltu ra , p ro te g ió el co m e rcio de las posesiones en A m é rica y co n sig uió aum entar los e fe c tiv o s m ilita re s y equipar una poderosa flo ta de guerra. En p o lític a e x te rio r, A lb e ro n i se propuso recupe rar algunas posesiones italianas, que España había perdid o po r la Paz de U tre c h t.1 Con este o b je to co n q u istó Cerdeña y S ic ilia (1718), ataques que pro­ vocaron la fo rm a ció n de una C uádruple A lianza co ntra España. Los países coaligados (A u s tria , Francia, In g la te rra y Holanda) p ro dujeron la caída de A lb e ro n i, pues e xig ie ro n su d e s tie rro com o co ndició n p re via a la firm a de la paz (1720).

Luis I En enero de 1724, Felipe V sintiéndose enfermo, abdicó la corona de España en favor de su hijo prim ogénito, que ocupó el trono con el nombre de Luis I. Este era un joven de dieciséis años, que sólo fue rey por ocho meses, pues falleció en agosto de ese año. Por su edad, gustaba abandonar el palacio para corretear por las huertas, hurtar frutas y arrojarlas a los desprevenidos transeúntes. Felipe V volvió a ceñir la corona, pero nunca mejoró de la hipocondría que padecía.

Felipe V im puso un régim en centralizado, c o n tro ló a las p ro vin cia s por m edio de in te n d ente s, s u p rim ió las asam bleas populares o C ortes y co n fió la d ire c c ió n de los asuntos de Estado a sus m in is tro s , e ntre los que desco lló José Patiño, que co ntinuó la obra inicia da por A lb e ro n i. El m onarca español buscó el apoyo de Francia y firm ó con esa nación los p rim e ro s P actos de Fam ilia. Por el p rim e ro de esos tra ta d o s (1733). España p a rtic ip ó en la guerra de Sucesión de Polonia, al té rm in o de la cual el in fa n te D on C arlos to m ó posesión del re in o de las Dos S ic ilia s (N ápoles y S ic ilia ). Por causa del segundo Pacto de Fam ilia (1743), España in te rv in o en la guerra de la S ucesión de A u s tria . No había conclu ido esta ú ltim a lucha, cuando fa lle c ió Felipe V y dejó com o heredero a su h ijo Fernando.

Fernando V I (1746-1759) El segundo de los Borbones fu e un personaje m ediocre, de te m p e ra ­ m ento m e la n có lico y de p rim id o . Casóse con la infan ta portuguesa Doña Bárbara de Braganza, m u je r in te lig e n te que no tardó en d om ina rlo. Este ma-

1 Alberoni procedía en esta forma para satisfacer las ambiciones de Isabel Farnesio. Esta sabía que la sucesión de la corona española estaba asegurada por los descendientes del primer matrimonio de Felipe V; por eso pretendió para sus hijos Carlos y Felipe la posesión de esos territorio en Italia.

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de Fam ilia, alianza defen siva que le o bligó a em prender dos guerras, cuyos re su lta d o s le fueron de sfavorab les.' Carlos III era un hombre de buen carácter, recto en sus procederes, enérgico y también prudente. Tenía experiencia en las tareas de goberno, pues había ocu­ pado durante veintisiete años el trono de Nápoles. Desde un principio se propuso trabajar para el engrandecim iento de España y en esta obra progresiva fue secundado por inteligentes m inistros.

Los m inistros de Carlos III El nuevo m onarca lleg ó a España acompañado por algunos de sus colabo­ radores de Nápoles, e n tre e llo s los ita lia n o s Jerónim o G rim a ld l y el m arqués de Esquilache. Carlos III confió a Esquilache el m inisterio de Hacienda. Aunque el marqués propició varias reformas relativas a la urbanización de Madrid, equivocó su política económ ica y produjo un alza indebida en el precio de los artículos de prim era necesidad. Además, dictó im populares medidas referentes a la indum entaria y prohibió el uso de la capa larga y el sombrero de alas anchas. En marzo de 1766, el pueblo m adrileño se sublevó contra Esquilache, quien se vio obligado a em barcar rumbo a Nápoles, después de un sangriento motín. El rey Felipe V de España, detalie de un retrato obra del pintor Van Loo.

Fernando VI de España fue un homt)re de mediocre inteligencia, cuyo mayor mérito residió en haber dejado gobernar a los más capaces. Sufrió trastornos mentales en los últimos años de su vida.

Carlos III, detalle de un cuuu obra del pintor Antonio Men¡ Este monarca reformador adi tió las ideas de los filósofos berales en lo político y religu

trim o n io sin h ijo s y sin am biciones, in ic ió un período de paz y absoluta neu tra lida d fre n te a las exig e ncia s de Francia e In g la te rra , que deseaban la in te rve n ció n española en sus luchas europeas. En este reinado se destacaron los m in is tro s José de C arvajal y el m arqués de la Ensenada. Excelentes gobernadores, m ejoraron las finanzas, fom en taro n la a g ric u ltu ra , c o n stru ye ro n nuevas vías de com unicación, dieron im pulso a la enseñanza en general y p ro p icia ro n la co n stru cció n de barcos. Para d e lim ita r las a trib u c io n e s e c le s iá s tic a s y c iv ile s , el m onarca firm ó con la Santa Sede un C oncordato (1753], Fernando VI fa lle c ió a los 46 años.

CARLOS III (1759-1788) Y SUS M IN ISTR O S D esaparecido Fernando VI, el tro n o co rre sp o nd ió a su herm ano C arlos quien a la sazón era rey de las Dos S ic ilia s . Después de abdicar a esa corona, llegó a España a fin e s de 1759 y subió al poder con el nom bre de C arlos III. Más capaz que los a n te rio re s Borbones, este soberano fue p a rtid a rio de las ideas lib e ra le s predicadas por los filó s o fo s fra n ce se s; por causa de sus refo rm a s — en las que colaboraron hábiles m in is tro s — está considerado com o uno de los más re p re s e n ta tiv o s déspotas ilu stra d o s. A unque am ante de la paz, C arlos III no pudo c o n tin u a r la p o lítica e x te rio r de n e u tra lid a d in icia d a por su antecesor, y tu vo que d e fe n d e r sus dom inios en A m é rica co n tra la am bición de Inglaterra. Por tal causa, en agosto de 1761 firm ó con Francia y los Borbones de Ita lia el te rc e r Pacto

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Tres m in is tro s españoles fueron los más destacados colaboradores de C arlos III: los condes de Aranda, de F loridablanca y de Campomanes. Pedro Antonio Abarca de Bolea, conde de Aranda. Partidario de las ideas enciclopedistas y dotado de inflexible carácter, ejerció poderosa influencia en los destinos de España. Amigo de Voltaire y Gran Maestre de la Masonería española puso todo su empeño en subordinar la Iglesia al poder del Estado. Tomó diversas medidas, entre ellas la expulsión de los sacerdotes jesuítas. José Moñino, conde de Floridablanca. Este hábil legista y buen conocedor de los problem as económ icos, propició la colonización de varias regiones de España, creó fábricas, compañías de com ercio, etc. Pedro Rodríguez, conde de Campomanes. Abogado de prestigio, consagróse a los estudios jurídicos, económ icos y literarios. Fundó sociedades económicas, fom entó la agricultura y propició el surgi­ miento industrial y la libertad de comercio. Contribuyó con Aranda a la expulsión de los jesuítas.

Las reform as A tra vé s de v e in tin u e ve años de reinado, C arlos III — ayudado eficaz­ m ente por sus in te lig e n te s colaboradores— im plantó una s e rie de reform as que abarcaron todos los aspectos de la a ctivida d e h icie ro n de su gobierno el más b rilla n te de los que e je rcie ra n los Borbones españoles. Podemos re s u m ir sus in ic ia tiv a s de la sig u ie n te m anera:

1 Fueron la Guerra de los Siete Años (ya estudiada) y la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos, que veremos.

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a) E c o n ó m ic a s . Para fa v o re c e r el d e s a rro llo de la a g ric u ltu ra , co m e r­ cio , in d u stria y tam bién de la educación, fu e ro n creadas las sociedades de A m ig o s d e l país. Estas ju n ta s populares d irig ie ro n sus e sfuerzos para lo g ra r la po tencialida d económ ica de España. C arlos III preocupóse p o r la a g ric u ltu ra y tra tó de e xte n d e r las su p e r­ fic ie s cultivadas. Con este o b je to fu e n ecesario p o b lar d ive rsa s localidades y d is trib u ir parcelas. El g obierno p ro te g ió las activid a de s ganaderas, pero im p id ió los p riv i­ legios de la M e s ta .' Para o to rg a r c ré d ito s y re s o lv e r problem as de índole económ ica, fu e creado el Banco In d u s tria l de San C arlos. El e stím u lo a la In d u stria y a la in ic ia tiv a privada hizo s u rg ir num erosas fá b rica s de tap ice s, te la s fin a s, c ris ta le s , porcelanas, som breros, etc. La obra e d ilic ia fu e uno de los rasgos más destacados de ese período. M adrid quedó e m b e lle cid a con una s e rie de herm osos e d ific io s : el M useo del Prado, el Jardín B otánico, el A rc o de T riu n fo (en la c a lle A lc a lá ), etc. Fueron co n stru id o s v a rio s canales para regar las regiones cu ltiva d as, num e­ rosos cam inos y puentes. El m onarca preocupóse p o r el c o m e rcio e x te rio r y tra tó de e n co n tra r nuevos m ercados para c o lo ca r los pro d u cto s del país.

ilustrad a: cafés y salones. Los grandes pensadores del siglo XVIII. Montesquieu y El espíritu de las Leyes. Voltaire y sus Cartas Filosóficas. Rousseau y El Contrato Social. Los economistas. Los fisiócratas: Quesnay y Gournay. Los liberales: Adam Smith. Los enciclopedistas: Diderot y D’Alembert. El despotismo ilustrado.

La monarquía absoluta y las ¡deas liberales. Federico II de Prusia: obra de gobierno. Catalina II de Rusia: política interna. María Teresa de Austria: obietivo de su reinado. José II: sus reform as sociales, políticas y religiosas. El Edicto de Tolerancia.

Los adelantos culturales.

El afán de ilustración. El espíritu filantrópico de la época. A cción de la Iglesia: Calasanz y La Salle. La arquitectura: el barroco y el rococó. La pintura: Watteau y La Tour. La escultura: Houdon y Pigalíe. La m úsica: Bach y Mozart. Las letras: Marivaux, Beaumarchais y De Foe.

Avances científicos y técnicos.

La nueva orientación de la ciencia. Adelantos de la fisica : los hermanos M ontgolfier, Papin, Savery, Newcomen y Watt. La electricid ad : Franklin, Galvani, Volta y Davy. La quím ica: Boyle, Black, Cavendish, Priestley y Lavoisier. Las ciencias naturales: Linneo y Buffon. La m atem àtica: Lagrange, D’Alem bert y Euler. La m edicina: Jenner.

Guerra de la Sucesión de Austria.

La Pragmática Sanción. Federico II y la ocupación de Si­ lesia. El Tratado de Breslau y la paz de Dresde, Batalla de Fontenoy. La paz de Aquisgrán. Reversión de las alianzas. El pacto de Whitehail.

Guerra de los Siete Años.

Federico II de Prusia: victorias en Rossbach y Leuthen. Batalla de Kunersdorf. Lucha entre Francia e Inglaterra. Repercusión en las co lo ­ nias de Am érica del Norte. La guerra en Canadá. La lucha en Luisburgo y en Quebec. La guerra en la India: batalla de Plassey. Fin de la Guerra. El Tratado de París.

Polonia en el siglo XVIII.

Pueblos que habitaban ei territorio. La m onarquía electiva: los Pacta conventa. Guerra de la Sucesión de Polonia. Leczinski destronado por Augusto III. Repartos de Polonia. La Confederación de Bar. Prusia, Rusia y Austria se apoderan de Polonia.

La revolución industrial inglesa.

Las transformaciones de este im portante proceso. Adelan­ tos de la técnica y las invenciones mec¿nicas. Los progre­ sos en la fabricación de paños de algodón. Kay, Hargreaves, Arkw rigth, Crompton y Cartwright. A plicación del vapor como fuente de energía industrial: Newcomen, Watt, Stephenson y Fulton. Otros adelantos: industria del hierro, W ilkinson y Cort. Los progresos de la agricultura.

b ) Sociales. D ictó leyes que re g lam entaron el tra b a jo de las m ujeres y m ejo ró la co n d ició n social de las clases más necesitadas, a las que e xim ió del im pue sto sobre los granos. D ecretó la leva de los vagabundos, oblig á n d o lo s a Incorporarse al e jé r­ c ito ; e fe ctu ó un censo de población, etc. c ) C ulturales. M e jo ró la enseñanza en to d o s los aspectos, a b rió num e­ rosas escuelas y se cu la rizó algunas escuelas re lig io s a s . R eglam entó los lib ro s que debían u tiliz a rs e com o te x to s , nom bró in sp e cto re s para c o n tro la r las tareas educativas y p ro h ib ió la enseñanza m ixta. A dem ás, m o d ific ó los program as u n iv e rs ita rio s y designó las a utoridades de esas casas de e studio. C reó A cadem ias (de M a te m á tica , M e d icin a y Ju risp ru d e n cia ), la b o ra to rio s ob se rva to rio s a stro n ó m icos, etc.

Guía de repaso

Las nuevas ideas.

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Principios que caracterizaban el Antiguo Régimen: p o líti­ cos, sociales, religiosos y económicos. La fe en la razón hu­ mana. La ilustración. Los filósofos políticos. Los econo­ mistas. Origen de las nuevas ideas. Aspiraciones políticas de la burguesía. Doctrinas de Locke. Primera etapa de la filosofía

Asociación de ganaderos.

258 259


Consecuencias de la revolución in du strial: la transform a­ ción de la econom ia agraria. Surgim iento del capitalism o industrial. Origen del proletariado industriai. Aumento de la población. Los Borbones en España.

Carlos III y sus m inistros.

Felipe V. Isabel Farnesio. Julio A lberoni. Obra de gobierno Los Pactos de Familia. Fernando VI. Bárbara de Braganza. Los m inistros Carvajal y el marqués de la Ensenada. Obra de gobierno. Concordato con la Santa Sede.

industrial inglesa. 34. ¿Cuáles fueron los adelantos mecánicos en la fabricación de paños de algodón? 35. ¿Quiénes se destacaron en la aplicación del vapor com o fuente de energía? 36. ¿Qué otros adelantos recuerda? 37. ¿Cuáles fueron las consecuencias de la revolución industrial inglesa? 38. ¿Qué características ofreció el gobierno de los Borbones en España? 39. Resuma el reinado de Felipe V. 40. ¿Qué puede decir con respecto a Fernando VI? 41. ¿Cóm o gobernó Carlos III? 42. ¿Quiénes fueron sus principa­ les colaboradores? 43. ¿Cóm o pueden agruparse las reformas?

El tercer Pacto de Familia. Los condes de Aranda, de Floridablanca y de Campomanes. Reformas económ icas: de­ sarrollo de la agricultura, industria y com ercio. Reformas sociales y culturales.

Actividades Prácticas

—Cuestionario------------------------------- --------------------------1. ¿Qué principios caracterizaron al Antiguo Régim en? 2. ¿Qué acontecimiento se produjo en la segunda mitad del siglo XVIII en Europa? 3. ¿Qué sabe con respecto a las nuevas ideas y la Ilustración? 4. ¿Dónde surgieron las nuevas ideas liberales? 5. ¿Qué escribió Montesquieu? 6'. ¿Qué puede decir sobre Voltaire? 7. ¿Dónde expuso sus doctrinas políticas Rousseau? 8. ¿Cóm o se pueden agrupar los economistas partidarios de las nuevas ideas? 9. ¿A qué se llamó la Enciclopedia? 10. ¿Qué caracterizó al des­ potismo ilustrado? 11. ¿Cóm o gobernó Federico II de Prusia? 12. ¿Qué sabe con respecto a Catalina II de Rusia? 13. ¿Qué objetivos siguió en su política la reina María Teresa de Austria? 14. ¿Quién le sucedió en el trono? 15. ¿Qué nuevos centros culturales sur­ gieron en el siglo X V III? 16. ¿Cuál fue la acción educativa de la Iglesia? 17. ¿Cuáles fueron los estilos arquitectónicos predom i­ nantes? 18. ¿Quiénes se destacaron en la pintura, la escultura, la música y las letras? 19. ¿Qué adelantos experimentó la física? 20. ¿Cuáles fueron los avances de la electricidad? 21. ¿En qué forma adelantó la química? 22. ¿Q u’ énes se destacaron en las ciencias naturales y en la matemática? 23. ¿Qué causas m oti­ varon la Guerra de la Sucesión de Austria? 24. Resuma la lucha hasta la paz de Aquisgrán. 25.- ¿Por qué se produjo la reversión de las alianzas? 26. ¿Cómo se inició la Guerra de los Siete Años? 27. ¿Qué combates libró Federico II de Prusia? 28. ¿Qué episodios se destacan de la guerra entre Francia e Inglaterra? 29. ¿Qué dis­ puso el tratado de París? 30. ¿Qué sabe de Polonia a comienzos del siglo X V III? 31. ¿Cómo se inició la Guerra de la Sucesión de Polonia? 32. ¿En qué forma Polonia dejó de existir com o Esta­ do independiente? 33. Explique qué se entiende por revolución

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• M en cion a r los prin cip ios fu n d a m en ta les de las n u eva s ideas. • S in tetizar p o r m ed io de cuadros sin ópticos, la obra de gobiern o rea li­ zada por los prin cipales déspotas ilustrados. • H a cer una lista, ordenada cron ológ ica m en te, con los prin cipales a delantos de la rev olu ción industrial inglesa. • R esum ir las reform a s de g ob iern o efectu a d a s bajo ?l reinado de Carlos III.

Lectura L a R e v o lu ció n Industrial

Inglaterra se convirtió en un país de vanguardia industrial en el siglo XVIII. Aunque Francia tenía un po­ deroso gobierno central, no logró in­ tegrar una industria con los gremios decadentes de a rtesan os. Colbert, Turgot y otros ministros interesados en este problema no consiguieron el respaldo financiero suficiente en los círculos industriales de la clase me­ dia, los cuales temían que el gobier­ no tratara de controlar la industria. Napoleón, por conducto de Chaptal, estableció una especie de industria francesa, pero esta creación atrave­ só una grave crisis después de la caída del emperador, pues gran par­ te de su prosperidad dependía real­ mente del éxito del bloqueo inglés

del continente. H olan da, limitada por la Ley de navegación, tenía un mercado propio demasiado reducido para servir de base a una industria, y por otra parte, no podía florecer la industria en una Alemania divi­ dida. La “industria francesa autosuficiente” artificial creada por Napo­ león fracasó, pero la libre empresa, estimulada por el apoyo real, triun­ fó en Inglaterra y en los Estados Unidos, cuya voz empezaba ahora a resonar en el concierto europeo. La posición prominente de Ingla­ terra durante este período se debe a la afortunada combinación de mu­ chos factores. Gracias al progreso de la higiene se registró un descenso continuo de la mortalidad durante

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el siglo, coincidiendo con una cons­ tante elevación del coeficente de na­ talidad y con la intervención de traF ^ ° re? Pr°cedentes de Irlanda y Escocía. La industria, antes concen­ trada esencialmente al sur y al este de Inglaterra, era todavía rural y pf ° P°co a Poco se desa hacia el norte, hasta las Mide ^ frS -mas aIIá/ La situación era extraordinariamente apropiada para eiHa ° rganiiZaCDn de la industria exinor dfvprc Revolución Industrial férninü r • razones económicas y ecnicas. La: industria empezó a des­ prenderse de las grandes ciudades MphV c° nt.ro1. P ú b l i c o más estricto. lntegración de su im­ perio colonial, Inglaterra se había enriquecido y no solamente disponía de excelentes fuentes de muchos productos básicos para su nueva in­ dustria, sino que había constituido cana^ nna mercante Perfectamente v pynnrt manejar sus importaciones Durante todo el sif un Hnn HUS? ^ .caPital abundante tante v l f / ntereS bajo’ muy ^onsrníi m L * ■ í;r5aJSe Pud0 obtener con mas facilidad a medida que progresaron los cercados de tierras de pastos comunes. La multitud de granjeros pobres y de advenedizos que llegaron a las ciudades resulta dfobra V 6nte fundante de mano de obra. Y una también abundante provisión de capital unida a un ex! celente sistema bancario proporcioc e s i i ^ 0 qUe l0S ind-triales neLa gran clase interesada en la ciencia, y en contacto constante con

fÍ1RoPr?P° - CÍ0nó la iniciativa para la Revolución Industrial. Conformé el trabajo se dividía y especializad mas, prosperaban muchos Svenfos La nueva ciencia y la idea de pro greso echaron raíces en una gran todnV,de lndlV]duos

reclutados® de

todos los grupos sociales, e in iciaro n una sen e de cam bios especialm ente perceptibles a p a rtir de 1760. L a rica p ro visió n de genios técnicos y de in ven to res disponible en In g la te rra y Esco cia fue tam bién un fa cto r im in d u stria l?” ^ cam biante estructura Lo s grandes acontecim ientos aup l r l ^ T ? n 6ste P e río d o son el p ro ! greso de la m e talu rg ia del h ie rro la p o lu c ió n de la m áquina de vap o r e l em pleo generalizado del carbón de p ied ra en lu g a r de la m adera ¿ nacim iento de la qu ím ica in d u s trié m ecánica Forbes, R.

n t° de la in d u stria J.

H i s t o r i a de l a t é c n i c a .

LA POLITICA BORBONICA EN A M E R IC A

México, 1958.

El despotism o ilustrado y sus reform as *

,Franc,:a V Holanda no pudieron alcanzar el desarrollo in­ dustrial ingles?

* ¿ Í í »,qUt s.f dT ebi° la posición promínente de Inglaterra? *

& r ia le s ? aPOVO

ro n ÍsT eT erío t?nt° S CaraCteriza'

C° n t a r o n

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C am bios de im porta ncia se p ro dujeron en la organización p o lític a y ad­ m in is tra tiv a de las Indias, luego que la dinastía borbónica ocupó el tro n o de España. A n te la decadencia de la ce n tu ria a n te rio r, los nuevos m onarcas — asesorados por in te le c tu a le s renovadores— aplica ron los p rin c ip io s del d e sp o tism o ilu s tra d o . Este cam bio fu e v is ib le a tra vé s de una p o lític a abso­ lu tis ta , de un n o to rio c e n tra lis m o y de m edidas co ntra el poder de la Iglesia. C arlos III (1759-1788) fu e el más destacado rey de la nueva dinastía y un a u té n tico re p re se nta n te del d e sp o tism o ilu stra d o . Com o p rim e ra m edida fu e n ecesario ro b u ste ce r la autoridad del m onar­ ca y entonces con sideraron — com o Luis XIV— que el poder les llegaba d i­ re cta m e n te de D ios y no por in te rm e d io del pueblo. En el aspecto re lig io s o se a p licó el re g a lism o para ubica r a la Iglesia debajo del poder ab soluto del rey. A unque no se m o d ific ó la organización tra d icio n a l del Estado, fu e con­ solidada la unidad en base a un m arcado ce n tra lis m o y hasta las posesiones en A m é rica , llam adas “ re in o s ” dura nte largos años, fu eron designadas — con un p ro p ó s ito de subordinación a la C orona— con la palabra “ d o m in io s ” . Fueron aum entadas las a trib u cio n e s del C onsejo de C a stilla , cuyo p re s i­ d ente era el fu n cio n a rio español más Im p ortante después del rey. Para los asuntos am ericanos se e sta b le ció en 1717 la S ecretaría de Indias, organism o que acaparó variadas funciones y, en consecuencia, d ism in u yó las cum plidas hasta entonces por el C onsejo de Indias y la Casa de C on tra tación , esta ú ltim a trasladada a Cádiz. En el orden económ ico se o to rgó gran im porta ncia al d e sa rro llo de la a g ric u ltu ra y de la In d u stria y se crearon las “ Sociedades am igos del p a ís”

262 263


cuyo o b je to era im p u lsa r las tareas agrícolas, descuidadas desde el s ig lo a n te rio r. R ecibieron gran apoyo las cie n cia s, las a rte s y se fo m e n tó la prác­ tic a de los o fic io s . A unque la m inoría ilu stra d a que ocupaba el g obierno no sim patizaba con el pueblo in c u lto , su rg ió — sin em bargo— el p ro p ó sito de in s tru irlo y educarlo. El nuevo ord e n a m ie n to a d m in is tra tiv o im plantado por los borbones en España tam bién m o tivó Im p o rta n te s re fo rm a s en los te rrito rio s de A m é rica en gran p arte para p ro te g e rlo s de las am biciones expansivas portuguesas y b ritá n ica s. En 1718 se creó el v irre in a to de Nueva Granada y en 1776 el del .R' ° d(¡ la Pl. f a ' en .176£ se e s ta b le ció la C apitanía G eneral de Cuba y en 1777 la de Venezuela. En el año 1782, C arlos III im p la n tó en el Río de la Plata el regim en de Intendencias, que luego fu e exte n d id o a o tro s d o m in io s amerrcanos.

F U N D A C IO N

D E L V I R R E I N A T O D E L R IO D E L A P L A T A

Las causas de su creación tria

M ie n tra s gobernaron en la península los soberanos de la casa de A us­ só lo hubo en A m é rica dos v irre in a to s : el de Nueva España (M e xico ),

Cre^ Los6 B o rto n e s p ro c e d ie ro n 6a ^ S u b d iv is ió n del te r rito rio am ericano y crearon d ^s nuevos v ^ re in a to s , el de Nueva Granada (1718) y el del Río de 19 P Laacíe a ció n del v irre in a to del Río de la Plata respondió al plan de re fo r­ mas trazado por los reyes Borbones — p a rticu la rm e n te C arlos III dest nado a m e jo ra r los te rrito rio s de u ltra m a r con una nueva organización admi^ D ^ v e rs a s ^ a z o n e s , ta n to externas com o intern as, c o n stitu ye n las causas de la creación del v irre in a to del Río de la Plata. Podemos re su m irla s de la

Expulsión de los jesuítas El d espotism o ilu s tra d o que había re c ib id o la in flu e n c ia de las nuevas ideas, sostenía el deísm o en m a te ria re lig io s a . Creía en la e xiste n cia de Dios com o au to r de la naturaleza, pero sin a d m itir re ve la ció n ni c u lto e x te r­ no. C onsideraba a la Iglesia ca tó lica com o riva l poderosa, defensora de tra d i­ ciones que era necesario s u p rim ir. La Compañía de Jesús representaba en aquella época el poder de la Iglesia, esto e xp lica la p ersecución que se em p re ndió con tra esta O rden, en d ive rso s países de Europa 1 En A m é rica se acuso a los re lig io s o s de q u e re r fu n d a r un im p e ria lis m o te o c rá tic o v de c o n s titu ir una amenaza co n tra el poder del Estado. te o c rá tic o y de ~ i • - 2J ^i6 ™ rzo de 1 7 6 7 - C arlos III firm ó el d e cre to que ordenaba la p x a U I'R e a 1 ecédiiJf3SUIf S ^ España.y A m é ric a: Por una pragm ática que sig u ió fd L H ,o C e d u f.3 ' el. m°n a rca ordenaba la creación de Juntas de Tempora­ lida des para a d m in is tra r los bienes que poseían los re lig io s o s v cnvn produ cto se destinaba a obras de cu ltu ra y beneficencia. m in is tro Aranda com unicó a los gobernadores del Nuevo M undo

sig u ie n te m anera:

1) Externas a) El p e lig ro portugués. Las cu estione s de lím ite s con Portugal por la posesión de la C olonia del S acram ento habían a l z a d o las Pr° P ° rcl0pne| de una qrave amenaza para los d om inios hispanos del Rio de la Plata. Para te rm in a r con la expansión te rrito ria l del enem igo, el rey C arlos III d e p u s o je ra rq u iz a r la gobernación de Buenos A ire s y tra n s fo rm a rla en v irre in a to . b) A m enaza e xtra n je ra co n tra la Patagonia. Ingleses yr fra n ce se s m ero­ deaban por las costa s patagónicas, m uy aptas para ias actividades pj3S^*® ras- además, navios de esas naciones habían i n t e n t a d o ocupar !as islas M alvinas. La v ig ila n c ia de esas desoladas regiones no podía hacerse ¿esde Lima y tam poco las autoridades españolas de Buenos A ire s contaban con m edios adecuados.

desa,oíó a 108 a v a W o s 'a d m ln fs tra d o re s ^ ^ q u e ^ e ^ ic fe ra n ^ a ra o 'd e ^ '^ " ' f

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porque estos M é llalo .™ ,d0Ctrinas p a l i s t a s consideraron ’ esios religiosos eran defensores del poder pontificio.

264

a

los jesuitaé

como enemigos,

1790 que reproduce el grabado.


2) Internas a) La gran e xte n sió n te r rito ria l y e l aum ento de la población. Los te r r i­ to rio s que luego fo rm a ro n el v irre in a to del Río de la Plata — hasta su crea: ción d ependientes del Perú— com prendían las gobernaciones de Buenos A ire s (con la Patagonia), Paraguay, Tucumán y C uyo (separada de la C apita­ nía G eneral de C h ile ); además, Potosí, Charcas, Cochabam ba y La Paz. Estos inm ensos te rrito rio s c o n s titu y e n hoy la R epública A rg e n tin a , Uruguay, Para­ guay, B o livia y Río Grande (B ra sil). La enorm e e xte n sió n hizo ne ce sa rio e s ta b le c e r una autoridad propia, que gobernara inde pe n d ie n te del v irre y del Perú. Por o tra parte, Buenos A ire s y la zona rib e re ñ a había du p lica d o la población en un lapso de tre in ta años. b) La e vo lu ció n económ ica. Con el aum ento de la población se produjo en Buenos A ire s un in cre m e n to económ ico, b e n e ficia d o por las fra n q u ic ia s que concedían esp o rádicam ente los reyes Borbones. Se elevaron los índices de la e x p o rta ció n de cueros y su rg ie ro n esta­ b le cim ie n to s de stin a d o s a sa la r la carne; la e volución ta m b ié n se exte n d ió a otra s ciudades. Era evidente que la d ire c c ió n po lítica -e co n ó m ica se o rie n ta b a en el sig lo XVIII hacia Buenos A ire s , ubicada en s itu a ció n de p riv ile g io para el co m e rcio con Europa. Esta p rosperidad económ ica aseguró la creación del v irre in a to , pero ta m b ié n levantó m uchas p ro te s ta s en Lima, cuyos co m e r­ ciantes veían lesionados sus in te re se s. c) In s u fic ie n c ia a d m in is tra tiv a . La gran e xte n sió n te rrito ria l y las d ifi­ cultades de las com u n ica cio n e s causaban s e rio s p e rju ic io s a las a c tiv id a ­ des a d m in is tra tiv a s , p a rtic u la rm e n te ju d ic ia le s . El v irre y del Perú estaba radicado en Lima, y la A u d ie n c ia en Charcas; po r o tra parte, C uyo estaba separado de C hile por el im ponente m acizo andino. Esto fa vo re c ió la in e rcia de la ju s tic ia , por cuanto debían acatarse los fa llo s de los m a gistrados m enores — ge n e ra lm e n te incapaces— cuyas se n tencias eran p rá ctica m e n te im p o s ib le s de apelar.

El virrein ato provisional D ebido al c o n flic to con Portugal y ante las n o tic ia s a larm antes p ro ce ­ dentes de Buenos A ire s , el m onarca español creó p ro v is io n a lm e n te — 1 de agosto de 1776— el v irre in a to del Río de la Plata y designó en el cargo a don Pedro de C e va llo s, quien antes había sid o gobernador de las citadas pro vin cia s. Zarpó de Cádiz en no vie m b re de ese año, al fre n te de una poderosa arm ada de c ie n to d ie c is é is em barcaciones y unos nueve m il hom bres. Luego de desalojar a los p ortugueses de la Banda O rie n ta l, C evallos se tra sla d ó a Buenos A ire s para to m a r posesión de su cargo.

LOS VIRREYES DEL RIO DE LA PLATA En octu b re de 1777, el rey C arlos III dio c a rá c te r estable al v irre in a to y nom bró titu la r a V é rtiz, quien c u m p lió destacada labor.

266

Fn p I Río de la Plata se su cedieron d o ce virreyes, si con tam os también al último! F ra n cisco J a vie r de Ello, nombrado en 1811 y cuya ju n r i.c c .6 n se limitó s ó lo a M ontevideo.

Pedro de C e v a llo s .(1776-78) a

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npsar de su breve actuación al frente del gobierno, se d esta có por b

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novi e m b r e t e

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sig u ie n te d ispuso b e n e fic ia r a Buenos A ire s con el com erc.o lib re .

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Juan José de V é rtiz y Salcedo (1778-84) Puso en v ig e n cia el reglam en to del co m e rcio lib re y la Real Ordenanza de T r . 1 z enS q ” J S T S d a s que c o n trib u ye ro n e m e jo ra r el esrio Riipnnq A ire s v el b ie n e sta r de sus habitantes. Ordeno el empe drado de dos ca lles y la co n stru cció n de aceras, e sta b le ció el alum brado públrco con ve la s de sebo y aceite, m ejoró las costum bre s y p e rsig u ió el jU69 En m a te ria c u ltu ra l ab rió el C olegio de San C arlos e hizo traer a Buenos A ire s la im p re n ta de C órdoba, que había p e rtene cido a los je su íta s.


5° = a . ? C orrección" para albergar mujeres de mala conducta y la Casa de ninos expositos , destinada al alojam iento de menores abandonados En una modesta construcción con techo de paja estableció el prim er teatro que llam ó Casa de Comedias” . ’

Fundó el trib u n a l del “ P ro to m e d lc a to " destin a d o a c o n tro la r el e je rc ic io a?*. nme' C' na; er) m a te r'a n iilita r, reorganizó el e jé rc ito y envió tro p a s al A m a rú ™ ' 0Car *a su b levac'ón de indígenas acaudilladas por Tupac

Sucesores de V értiz Nicolás de l Campo, marqués de Loreto (1784-89) Este virrey fue un hombre correcto y honrado, aunque poco innovador Se preocupo por m oralizar la adm inistración y vigiló estrictam ente a los funcionarios. Nicolás de Arredondo (1789-95) M eritorio y honorable, tomó medidas que beneficiaron el virreinato, en especial en el orden económ ico; por su instancia el rey accedió a crear el Consulado de Buenos Aires. Pedro Meló de Portugal y Vilien a (1795-97) _ Continuó discretam ente la labor de su antecesor y no se destacó en sus dos anos de gobierno. Antonio Olaguer Feliú (1797-99) Entre sus escasas medidas de gobierno pueden citarse algunas franquicias com erciales, concedidas para m ejorar la situación de los habitantes de Buenos Aires y la vig ila ncia del orden interno, por tem or a levantamientos de extranjeros. G abriel Avilés y de l Fierro (1799-1801) M ejoró las condiciones de vida en el virreinato, apoyó las fundaciones de pueblos y adm inistró honestamente los caudales públicos. Bajo su gobierno se produjeron adelantos culturales, como la Inauguración de la Escuela de Náutica v la aparición del periódico "E l Telégrafo M ercantil” . Joaquín del Pino (1801-04) v irro in t» ^ CUc ° deJ a correcta m archa de la adm inistración y de la economía del oLn Ti ; Fon*6 "*® 'a educación y las labores intelectuales; tam bién prosiguió adelanto edificio, pues durante su gobierno se inauguró La Recova (en la actual Plaza de Mayo), y la Plaza de Toros (en el Retiro). Rafael de Sobremonte (1804-07)

tra c ió n te r rito ria l de las posesiones en A m é rica . Los v irre in a to s , goberna­ ciones y capitanías generales m antuvieron su tra d icio n a l fu n cio n a m ie n to , a lterado só lo p o r los nuevos lím ite s y ju ris d ic c io n e s . En las p o s trim e ría s del sig lo XVIII se creó en el R.o de la Plata — por vez p rim e ra en A m é rica — el régim en de intendencias, in s titu c ió n que tra n s ­ fo rm ó ra d ica lm e n te la v ie ja e stru c tu ra y s irv ió para u n ifo rm a r la a d m in is­ tra c ió n hasta ese m om ento com plicada por el excesivo poder de las auto­ ridades re s id e n te s y la le n titu d e in e fica cia de su fu n cio n a m ie n to . El sistema de las Intendencias tuvo su origen en Francia y fue im plantado por Richelieu para dism inuir el poder de la nobleza y consolidar el absolutism o del monarca. En 1718, el rey Felipe V lo im planto en España.

El 28 de enero de 1782, C arlos III, siguie ndo con la co stu m b re de tra s ­ p la n ta r a A m é ric a los organism os m e tro p o litan o s, d ic tó la Real Ordenanza para el establecimiento e instrucción de intendentes de ejército y provincia, código de d o scie nto s se te n ta y seis a rtíc u lo s que reglam entaba las a trib u ­ ciones de los nuevos fu n cio n a rio s. Dos causas' p rin cip a le s In flu ye ro n para que el m onarca im p lan tara el régim en de inte n de ncias en el Río de la Plata: a) la necesidad de no cen| tra liz a r en el v irre y la sum a de las a trib u cio n e s, y b) d e b ilita r el poder local de los cabildos.

Los gobernadores intendentes Los v irre in a to s y capitanías generales quedaron su b d ivid id o s en grandes p ro vin cia s llam adas intendencias, a cuyo fre n te se hallaban los goberna­ dores intendentes, fu n c io n a rio s nom brados d ire cta m e nte por el rey. Duraban cin co años en el cargo y al té rm in o de su m andato debían so m e te rse a ju ic io de reside ncia. No obstante su aparente c a rá cte r fis c a l y fin a n c ie ro , s u s titu y e ro n a los gobernadores, a los adelantados y en algunos casos a los co rre g id o re s, con todas sus facultades. Su mando com prendía las s ig u ie n te s a trib u cio n e s gube rn ativas: 1? Justicia. Debía v e la r por la buena marcha de la m ism a y el rápido despacho de los procesos. Se ocupaba de las causas c iv ile s y c rim in a le s, las que eran apelables ante la A u d ie n cia ; en estas fu n cio n e s — que q u ita ­ ban fa cu lta d e s ju d ic ia le s a los cabildos— estaba asesorado p or un te n ie n te letrado.

■i Preocupóse por solucionar los problem as económicos que afectaban a los los ¡n d ío T ' c

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0S preclos de ,os artícul°s Y trató de m ejorar la situación de

ta m h ifn £¡®f,c'? nt® actuación de Sobremonte durante las invasiones inglesas, como i ?s virreinatos de sus sucesores: Santiago de Liniers (1807-1809) Baltasar Hidalgo de Cisneros (1809-10) y Francisco Javier de Ello (1810-11) se’ estudian más adelante, vinculados con los acontecim ientos posteriores

La Real Ordenanza de Intendentes Las reform as im plantadas por los Borbones, si bien h ic ie ro n s e n tir con rapidez sus e fe c to s en el orden económ ico, tard a ro n en v a ria r la adm inis268

2? Hacienda. Debía p e rc ib ir los Im puestos y c o n ta b iliza r los ingresos p ú b lico s y las inve rsio n e s. Intervenía tam b ién en el régim en fin a n c ie ro de los ca b ild o s, lo que provocó num erosos c o n flic to s .

3? Guerra. Estaba encargado del albergue, m a n te n im ie n to y ve stu a rio de la tro p a ; sin em bargo, el mando de las fuerzas m ilita re s era p riv a tiv o del v irre y . 4? Policía Debía asegurar el orden p ú blico, la v ig ila n c ia de los cam inos y la lim pieza de la ciudad. Estaba obligado a le van tar — asesorado por es­ p e cia lista s— mapas to p o g rá fico s de su pro vin cia , con indica cion es de m on­ tañas, bosques, ríos y lagunas. 269


6? In te n d e n cia de Cochabamba. En la región com prendida e n tre la co r­ d ille ra de los Andes y la llanura de Santa Cruz. 7? In te n d e n cia de Charcas. La de m e nor e xten sión, e n tre el Pilcom ayo y el río Grande. 8? In te n d e n cia de Potosí. C om prendía la parte su r del a ltip la n o , con salida al P acífico. Parte del te r rito rio co rre sp o nd ie n te a la Intendencia de La Paz fu e d e sin ­ tegrado en 1784, para fo rm a r una nueva intend encia: la de Puno, que en 1796 pasó a fo rm a r parte del v irre in a to del Perú. Las p ro v in c ia s subordinadas eran: M oxos y C h iq u ito s, en B olivia; M o n ­ te vid e o (Banda O rie n ta l) y las M is io n e s , en dicho te r rito rio guaraní.

PERFIL SO CIAL, EC O N O M IC O Y CULTURAL DE A M E R IC A H ISP A N IC A La sociedad en los territo rio s indianos Las re s tric c io n e s para que las m uje re s so lte ra s viajaran a A m é rica fa v o re c ie ro n la fu s ió n de razas y ta n to los inm igrados com o los indígenas llegaron a m ezclarse en elevada p ro porción , o rigin ando nuevos tip o s e tn o ­ ló g ico s. La raza blanca de los con quistad ore s se unió a la aborigen y más ta rd e con la negra, lo que o rig in ó gran variedad de cruzas. Desde el punto de v is ta é tn ico , la sociedad del período h ispánico esta­ ba form ada por blancos, indígenas y negros. Los blancos com prendían los españoles, los c rio llo s y los e xtran jeros.

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a) Los españoles. Los pe ninsulare s que pasaron al Nuevo M undo co n se r­ varon los ca ra cte re s p ro pio s de su e s tirp e . A m b icio so s y arrogantes, apegados a .s u tie rra natal, m an tuvieron su fe re lig io s a y su c a rá cte r arrogante. Se consideraban s u p e rio re s ,a sus iguales am ericanos — los c rio llo s — quienes no podían c o m p a rtir sus p riv ile g io s por el solo hecho de haber nacido en este c o n tin e n te . Los españoles ocuparon los más a lto s cargos del gobierno y las p rin cip a le s fu n cio n e s públicas.

b) Los c rio llo s . H ijos de padres españoles, pero nacidos en A m é rica , eran in te lig e n te s , am bicioso s, a ltiv o s y lib e ra le s. Los c rio llo s veían con h o s ti­ lidad a los p eninsulares y los ca lifica b a n en fo rm a desp e ctiva : en M é ­ x ic o los llam aban “ g ach upin es” , en Perú, “ ch apeto nes” , en C hile, “ go­ d o s” , e tcé te ra .

Tucumán/c”a te m á ? c ís a ° tf y^jiijuÿ™ ™ ” ' ComPrendía Santiago del Estero, paragóa'yó“ " 6"

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Las sig u ie n te s eran del A lto Perú:

» /« e „d e „c ,a de La P e , Limitada entre los Andes y el Lago Titicaca.

c) Los indios. A s í fu e ro n llam ados los na turales de A m é rica sin m ezcla de sangre europea. De acuerdo con el derecho caste lla no eran considera­ dos hom bres lib re s , pero en el orden de su a d o ctrin a m ie n to estaban equiparados a personas que necesitaban de p ro te cció n legal. Para fa c ilita r la obra colonizadora, la Corona im p la n tó el tra b a jo o b lig a to rio de los indígenas por m edio del siste m a de la encom ienda.

270 271


que en la p rá ctica d io origen a m uchos excesos por parte de los es­ pañoles.1 d) Los m estizos. Los españoles del período v irre in a l se alarm aron ante la gran cantidad de m estizos — h ijo s de blanco e india— que eran hábiles jin e te s y se destacaban por su arrogancia y fa lta de e scrúpulos. P re firie ­ ron abandonar las ciudades, donde se les censuraba su m e stiza je (p ro ­ ducto de uniones ile g a le s) y se in te rn a ron en las campañas. En p rin c ip io estos cam pesinos fu e ro n llam ados — en zonas rio p la te n s e s — gauderios y más ta rd e, gauchos. e) Los negros. La necesidad de reem plazar a los indígenas que no respon­ dían a Jos tra b a jo s rudos, in ic ió la tra ta o c o m e rcio de negros tra íd o s del A fric a por tra fic a n te s Ingleses, portugueses y fra n ce se s. Vendidos com o escla vo s en A m é rica , re c ib ie ro n — por c o n s titu ir un ele m e n to co­ m e rcia l— m e jo r tra to que los indígenas. f)

Los e xtra n je ros. Los m onarcas españoles tra ta ro n de im p e d ir la lib re entrada de e xtra n je ro s a sus dom inos de u ltra m a r. Procedían en esta fo rm a , según p rin c ip io s p o lític o s y re lig io s o s com unes a la época. A pesar de lo que establecían las leyes v ig e n te s, buen núm ero de p o rtu ­ gueses, ingleses, fra n ce se s, ita lia n o s y ju d ío s se radicaron en A m é rica para e je rc e r variados o fic io s : s a stre s, zapateros, c a rp in te ro s , p la te ro s, etcétera. El aspecto d om inante de la sociedad de A m é ric a hispánica fu e la des­ igualdad. La población se agrupaba en tre s cla se s: la a ris to c ra c ia , la plebe y tos esclavos, separadas por d ife re n c ia s de n a cim ie n to y de alcurnia. a) La a risto cra cia . Representada e sp e cialm e n te por españoles poseedores de títu lo s n o b ilia rio s y de fo rtu n a . Esta “ a ris to c ra c ia o fic ia l” centralizaba honores, p reem in e n cia s y cargos p ú b lico s. P ro p ie ta rio s de cam pos y de ganados, m iraban hacia España y estaban ausentes de la realidad del v irre in a to . E xistía una nobleza c rio lla form ada por los d escendientes de los con quistad ore s, la cual era subestim ada por los p eninsulares, quienes los m iraban con desconfianza y recelo. b) La plebe. Formada por blancos de baja e s tirp e , m estizos y m ulatos. Ejer­ cían o fic io s m anuales y se dedicaban a labores h u m ild e s: peones, labra­ dores, aguateros, serenos, p u lperos, e tc. Los h ijo s ile g ítim o s de a ris tó ­ cra tas y plebeyas europeas, llam ados “ d e ce n to n e s” se destacaron por su buena presencia y m uchos de e llo s — e sp e cialm e n te m u je re s— con-

1 En el sistema de la encom ienda, un español o encomendero se hacía cargo de un grupo de indios para civilizarlos — al menos teóricamente— y, a la vez, para beneficiarse con el trabajo personal de sus sometidos. La mita (o turno) se aplicó a las regiones con yacimientos mineros; allí los naturales traba­ jaban por turnos y percibían un salarlo. El yanaconazgo consistía en someter por la fuerza a los aborígenes, para ocuparlos en la labranza de las tierras. En las reducciones se “ reducía” a los indios que no estaban repartidos en encomiendas, quienes formaban pueblos y debían pagar un tributo. Las m isiones — ya estudiadas— fueron el sistema más humanitario y que mejores éxitos obtuvo.

sig u ie ro n ve n ce r las trabas so ciales y c o n tra e r m a trim o n io con fig u ra s de la rancia a risto cra cia . c) Los esclavos. Esta clase s e rvil estaba integrada por negros, m ulatos y zam bos.1 Sus in te g ra n te s carecían de derechos y tenían a su cargo las tareas más pesadas. R esignados con su d estino, som etían su existe n cia a la volu n ta d de sus patronos. En el Río de la Plata re cib ie ro n un tra to h u m a n ita rio e inte g ra ron el núcleo fa m ilia r.

La econom ía de A m érica hispánica a) R e p a rtim ie n to de tie rra s . Desde un com ienzo, la Corona a u torizó a los A délantados y luego a otras auto ridad es resid entes en A m é rica a repar­ t i r tie rra s y solares. Según las Ordenanzas de Población, correspondía al fu n d a d o r de una ciudad d iv id ir las tie rra s para uso de los habitantes (el e jid o ), los lo te s reservados para el pastoreo (las dehesas) y para el C abildo (lo s p ro pio s). Las tie rra s pertenecían al m onarca y la propiedad Individual estaba m uy re strin g id a . b) La m in e ría En p rin c ip io , los ya cim ie n to s m ineros fu e ro n considerados com o una regalía, es d e cir, p a trim o n io exclu sivo del soberano, pero más tarde se dio p a rticip a ció n en las ganancias a los p a rticu la re s. Los v irre y e s fueron autorizados a d ic ta r ordenanzas sobre el laboreo y aprovecham iento de las m inas. Había tre s sistem as de explotación : por concesión re a l en que un p a rtic u la r ficm aba co n tra to con la Corona; el a rrie n d o que com enzó a a plica rse a m ediados del s ig lo XVIII y co n sis­ tía en arrendar la e xplo tación a g re m io s m ineros y el asiento , que se adjudicaba en subasta al m e jo r p ostor. El oro y la plata fu eron los m etales más codiciados por los espa­ ñoles. R ecordem os que el inca A tahualpa debió e ntreg ar a modo de re s­ cate una enorm e cantidad de oro y que la ciudad de Potosí — actual B o livia — levantada ju n to a uno de los m ayores ya cim ie n to s de plata, contó con una población de 160.000 habitantes a m ediados delsig lo XVII, pero e n tró en decadencia al agotarse el m etal. c) La a g ric u ltu ra y la ganadería. Los españoles aportaron nuevos p ro ce d i­ m ie n to s sobre irrig a ció n y fe rtiliz a n te s , in tro d u je ro n la rueda — la cual p e rm itió u tiliz a r el carro— y tam bién los anim ales de tiro : caballos, bue­ yes y muías. Los indios conocían el maíz, la papa, la batata, la m andioca, la v a in illa , el cacao (chocolate) y el tabaco. Entre los nuevos c u ltiv o s , uno de los más Im portan tes fu e el azúcar, que lle gó a la zona del C aribe probablem ente con C olón y luego se d ifu n d ió por M éxico y Sudam érica; ta m b ié n los colonizadores tra je ro n el trig o , la cebada, el centeno y la avena. Con re spe cto a las fru ta s in tro d u je ro n las bananas, naranjas, du­ raznos, dam ascos, manzanas, peras y uvas. Los españoles tra je ro n al Nuevo M undo el ganado vacuno, caballar, ovino, p orcino, asnal" y cabrío, Incluyendo anim ales d om é stico s — com o el perro— y algunas especies de aves: la g allina, la palom a y el pato.

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El m ulato resultó de la unión de negro y blanco, y el zambo de la cruza de indio y negro.


com o "re a le s y P o n tific ia s ” . En el sig lo XVII, la prim e ra de las m encionadas contaba con v e in titré s cátedras, en gran parte de teo lo gía y derecho canó­ nico, aunque tam bién se ocupaba de las cien cia s, pues a llí enseñó C arlos de Sigüenza, e stu d io so que d ic tó m atem ática durante v e in te años. O tro ce n tro im p o rta n te de a ctivid ad in te le c tu a l fu e la U nive rsid a d de San M arcos, de Lima. Las le tra s. El período colon ial se destacó en lite ra tu ra por sus c ro n is ­ tas e h is to ria d o re s. En el s ig lo XVI debe recordarse al m estizo G arcilaso de la Vega a u to r de los "C o m e n ta rio s Reales de los Incas” (1609) y A lo n so d e E rc illa que lleg ó a C h ile con la e xp edició n de V a ld ivia y com puso el poema "L a A ra ucana” , donde narró e pisodios de la conquista. La gran p o etisa del período hispánico fu e so r Juana Inés de la Cruz, cuyos contem poráneos la llam aron la “ D écim a M u sa ” y el d ra m aturgo que — nacido en M éxico— alcanzó renom bre in ternacional d e n tro del S ig lo de Oro fu e Juan Ruiz de A larcón. Un grabado antiguo reproduce la forma en que eran enlazados los vacunos para luego sacri­ ficarlos. La tarea se cumplía con suma rapidez y apenas sujeto el animal — como puede observarse en la ilustración— uno de los gauchos procedía a ultimarlo.

En el v irre in a to de Nueva España se im p la n tó el sis te m a de la M e sta — ya u tiliza d o en la península— o ju n ta de ganaderos que se asociaban con el o b je to de d e fe n d e r sus in te re se s y d ic ta r ordenanzas, para lo cual se reunían dos veces al año, los llam ados C onsejos de M esta. d) La in d u stria . La A m é ric a hispánica d e s a rro lló sus a ctivid a d e s m anufac­ tu re ra s en pequeños ta lle re s — algunas veces con ayuda de se n cilla s m áquinas— donde trabajaba el m aestro u hom bre e xp e rto , con sus aprendices y colaboradores. Los v irre in a to s del Perú y Nueva España producían algodón, ta p ice s, a lfo m b ra s, m a n ta s .y te jid o s de vicuña, h ilo s de cáñamo, lin o y algodón. A llí tam bién fabricaban m uebles, zapatos, m onturas y he rram ientas. La in d u stria azucarera se d e s a rro lló en A m é ric a C e n tra l, la tabaca­ lera en Perú y Nueva España y la salazón de carne en el Río de la Plata.

Reseña de la actividad cultural Enseñanza. España tra s p la n tó a las Indias las ca ra c te rís tic a s de su cu ltu ra y por m edio de la enseñanza tra tó de fo rm a r una sociedad que res­ pondiera a sus necesidades p o lític a s y económ icas. La tra d ic ió n m edieval otorgaba a la Iglesia el p rin cip a l papel en el esfuerzo educativo, de ahí que la enseñanza en una p rim e ra época fu e ra p a rtic u la rm e n te re lig io s a y el p rim e r acto educativo, la catequización del indígena. La enseñanza p rim a ria estuvo a cargo de sacerdotes y, en m enor pro­ porció n, de p a rtic u la re s . En 1523, el re lig io s o Pedro de Gante ab rió en M é­ x ic o la prim e ra escuela para indígenas y luego se organizaron otra s para h ijo s de caciques; ta m bién en Lima se crearon escuelas s im ila re s . La enseñanza secundaria tu vo m arcada in flu e n c ia te o ló g ic a y filo s ó fic a , com o o c u rrió en los co le g io s a cargo de los je su íta s. Pueden recordarse en M é xico el C ole g io de Texcoco y el de San Juan E vangelista en Puebla. En Q u ito se destacó el C o le g io de San A n d ré s, a cargo de los fra n cisca n o s. Con re spe cto a la enseñanza s u p e rio r, la U n ive rsid a d de M é x ic o se inauguró en 1553 y la de Lima en 1572, ambas autorizadas por C arlos I

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La entrada de lib ro s europeos en Indias fu e m uy con trolad a, sin em bar­ go — in tro d u cid as de contrabando— c ircu la ro n las más variadas obras, e ntre e lla s las e s c rita s por los filó s o fo s y e n ciclo p e d ista s fran ce se s. La prim era Im prenta com enzó a fu n cio n a r en M é xico en 1535. Es probable que el te a tro haya su rg id o desde la época de la conquista con re p re se nta cion es de c a rá cte r re lig io s o , para a d o ctrin a r a los indígenas y sus argum entos inspirado s en obras representadas en la península. Las


dos prim eras ciudades que contaron con te a tro s e stables fu eron M é xico y Lima. Las artes. La a rq u ite c tu ra , en especial la re fe re n te a e d ific io s re lig io ­ sos, alcanzó gran im p o rta n cia en el Nuevo M undo, destacándose los con­ ve nto s, ig le sia s y catedrales de M é xico , com o tam bién de Perú y Ecuador. Las prim e ra s co n stru ccio n e s para re sid e n cia s de gobernantes, te m p lo s y ca bildos fu eron obra de a rq u ite c to s españoles y, con el tra n scu rso del tie m ­ po, los indios fu e ro n aprendiendo los m étodos europeos y sum aron un aporte de im porta n cia al a rte a rq u ite c tó n ic o , esp e cialm e n te en los m o tivo s d eco ra tivo s. La p in tu ra y la e scu ltu ra co lo n ia l se esforzó por im ita r a los m aestros españoles con adaptaciones al m edio am ericano. A unque no e x is tie ro n gran­ des creadores, han llegado hasta el p re se n te herm osas ta lla s en madera y piedra, fro n to n e s, reta b lo s, m énsulas y p ú lp lto s , com o ta m b ié n re tra to s de cardenales y obispos.

PERFIL SO CIAL DEL VIRREINATO DEL RIO DE LA PLATA La población y las clases sociales Los cinco m illo n e s de k iló m e tro s cuadrados que c o n stitu ía n la su p e r­ fic ie del v irre in a to del Río de la Plata estaban poblados por unos 800.000 habitantes. La actual R epública A rg e n tin a — con la Banda O rie n ta l— contaba con 380.000 habitantes, el Paraguay con 100.000 y el A lto Perú con 320.000. La población com prendía losr blancos. Indios y negros y sus dive rsa s com ­ binaciones. El m estizaje, in icia d o desde la época de las c o rrie n te s colonizadoras, se in crem entó a p a rtir del s ig lo X V III, cuando llegaron nuevos grupos de españoles que — g e n eralm ente— se concentraron en las ciudades. Con respecto a la población indígena, ésta de cre ció g radualm ente en los núcleos urbanos y fu e reem plazada en parte p o r los negros, tam bién in clu id o s den­ tro de un proceso de m estizaje. En el año 1778, la ciudad de Buenos A ire s y su campaña contaban — en c ifra s generales— con 37.060 h abitantes, de los cuales 25.420 eran espa­ ñoles, 4.730 negros, 4.150 m ulatos, 2.090 indios y 670 m estizos. Ciudad de Buenos Aires

Españoles ................................ Negros ...................................... Mulatos .................................... Mestizos .................................. Indios ...................................... Total ................................

Campaña de Buenos Aires

15.720 4.100 3.150 670 540 24.180

.......................... 9.700 Españoles Indios .......................... 1.550 Mulatos ¡ .................................... 1.000 Negros .......................... 630 Total 7 7 7 7 7 7 7 . 7 .7 7 7 7 “ 12.880

En el tra n sc u rs o del período v irre in a l, la población de la ciudad de Buenos A ire s fu e en gradual aum ento y el h is to ria d o r Ravignani calcula, para el año 1810, la c ifra de 41.642 habitantes. C onsiderando la to ta lid a d de nu e stro te r rito rio en aquellas épocas, com ponían la población una m itad de indígenas, una cuarta parte de blan­ cos y el re sto los negros y o tra s cruzas. Con respecto a los te rrito rio s que habían ocupado las M is io n e s je s u ític a s , su despoblación fue gradual y a

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La pintura — obra de Essex Vidal— reproduce una escena típica del Buenos Aires de antaño. En las proximidades del Fuerte (donde actualmente se levanta la Casa de Gobierno) varias negras lavanderas se dedican a su trabajo. Toda la zona ribereña era un lugar de aspecto desagradble, cubierto de lodo y suciedad.

com ienzos del sig lo XIX, de quince pueblos sólo quedaban 23.000 aborígenes. Las clases so ciale s no fu e ron rígidas ni cerradas, aunque en la le g is ­ lación se designaba con el nom bre de “ ca sta s" a los d is tin to s grupos d ife re n cia d o s por su origen racial y que, en la p rá ctica , no tenían las m is­ mas p o sib ilid a d e s para ocupar los cargos p úblicos, in te g ra r los cuadros su p e rio re s de las m ilic ia s , ingresar en los e s ta b le cim ie n to s de enseñanza o en los gre m io s. Con todo , no ta rd ó en im ponerse el p rin c ip io c ris tia n o de herm andad e n tre los hom bres, que fu e un e lem e nto nive la d o r fre n te a los p re ju ic io s de la época. Los españoles integraban la clase s u p e rio r del v irre in a to y a e lla p e rte ­ necían los fu n cio n a rio s estata les, los m iem bros de la A ud iencia, de la Real H acienda, re lig io so s, m ilita re s y com e rcia n tes de fo rtu n a . D iversas causas fa v o re c ie ro n el c re c im ie n to de esta a risto cra cia , e ntre ellas, la cre ación de nuevos cargos p úb licos. A unque los inte g ra n te s de esta clase s u p e rio r argum entaban “ lim pieza de sa n g re ” la cual excluía cu a lq uie r antepasado de orig e n ile g ítim o , este p rin c ip io no se cu m p lió con ta n ta rig id e z en el in te ­ rio r del te rrito rio , donde la fu sió n de razas era más intensa que en las ciudades. Los c rio llo s no adm itían los p riv ile g io s de los españoles, e spe cialm ente en el aspecto p o lític o y aspiraban a una m ayor lib e rta d y a un gobierno propio. Entre los m atices de esta clase s o c ia l debe in c lu irs e una burguesía que se consideraba desplazada por los europeos, a pesar de reconocerse capacidad y m é rito s. La co n stitu ía n m ilita re s , abogados y algunos co m e r­ cia n te s que no deseaban som ete rse a las d isp o sicio n e s im puestas por la Corona española o por sus fu n cio n a rio s en el Río de la Plata. H abitaban en las ciudades y espe cialm en te en Buenos A ire s y e je rce ría n una acción d e cisiva en el proceso que cu lm in ó con la R evolución de M ayo. Estos crlo277


líos se consideraban capaces para ocupar el g o bierno y d e rrib a r la org a n i­ zación b u ro crá tica española. En tie m p o s del v irre in a to , los in d io s eran bastante num erosos, aunque en gran p arte m ezclados con las o tra s razas. En las M is io n e s y luego de la e xp ulsión de los je s u íta s, los aborígenes fu e ro n a s is tid o s e s p irítu a lm e n te p o r o tro s re lig io s o s , m ie n tra s que el mando p o lítíc o fu e e je rc id o por g o ber­ nadores y el económ ico, p o r a d m in istra d o re s. El sis te m a no dio re su lta d o y m o tivó una co n sta n te d espoblación del te r rito rio m isio n e ro . Los in dios so m e tid o s que convivían con los blancos trabajaban com o peones, s irv ie n te s o d e sarrollaban m odestas labores de artesanía. A m ediados del s ig lo XVIII su rg ió un nuevo ele m e n to so cia l, los m e s ti­ zos denom inados gauderios o gauchos, hábiles jin e te s que se a le jaron de los ce n tro s urbanos y v iv ie ro n en la campaña. Estos cam pesinos rio p la te n se s fu eron los traba ja d o re s ru ra le s que in tegrarían los e jé rc ito s de la indepen­ dencia y las huestes irre g u la re s de los ca u d illo s. El gaucho con sus ideales y co stu m b re s in s p iró obras de im p o rta n cia en n uestra lite ra tu ra . Los negros a frica n o s fu e ro n m uy num erosos a com ienzos del sig lo XVIII y eran a d q u irid o s com o esclavos, tal com o o c u rrió en Buenos A ire s a consecuencia de tra ta d o s firm a d o s por España con el gobierno de Ingla­ te rra , esta ú ltim a a cargo del co m e rcio . Los negros re cib ie ro n un tra to h um an itario, se desem peñaron en el s e rv ic io d o m é stico y fu e ro n barberos, zapateros, sastre s, vendedores ca lle je ro s , e tc é te ra ; tam bién el C abildo los u tiliz ó com o pregoneros. Las m ujeres eran g e n eralm ente criadas, lavande­ ras y nodrizas.

LA E C O N O M IA Evolución del régim en com ercial En el año 1561, España im p la n tó el siste m a del m o n o p o lio por el cual sus posesiones en A m é ric a debían co m e rcia r e x clu siva m e n te con la m e tró ­ p oli y les estaba p ro h ib id o hacerlo con cu a lq u ie r o tra nación o colonia. Sevilla fue el puerto único destinado al com ercio con los dom inios en Hispa­ noamérica. Sólo dos veces por año — enero y agosto— partían de aquel puerto dos flotas que al llegar a la isla de Santo Domingo se dividían, una para com er­ c ia r con Nueva España (M éxico) y otra rumbo a Panamá, donde se realizaban ferias. Las mercaderías destinadas a los dom inios más alejados seguían por vía m arítim a hasta el Callao. Desde ese puerto, los productos para Buenos Aires eran trasladados en carretas o muías a través de un largo itinerario que pasaba por Potosí, Jujuy, Satta y Córdoba. El Río de la Plata, distante de las ferias y sin poder utilizar legalmente el puerto de Buenos Aires para el com ercio con España, fue muy perjudicado.

El a d ve nim ie n to de los reyes Borbones en el tro n o ae España m arcó el com ienzo de una nueva p o lític a económ ica. De acuerdo con las ideas lib e ra le s de la época y aconsejados por hábiles m in is tro s , e sto s soberanos se preocuparon p o r m e jo ra r las in d u s tria s y c o rre g ir los e rro re s del mo­ nopolio. Por una de las clá u su la s de la Paz de U tre c h t, In g la te rra obtuvo el p ri­ v ile g io de e s ta b le c e r en las más im p o rta n te s ciudades de A m é ric a hispana asiento s de negros, es d e c ir, lugares donde los b ritá n ic o s podían co m e rcia r esclavos. Uno de e stos “ a s ie n to s ” fu n c io n ó en Buenos A ire s .

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En 1740, la corona española s u p rim ió el sistem a m on opolista de flo ta s y lo reem plazó por barcos de re g is tro su e lto s, que estaban autorizados para re ca la r en cu a lq u ie r p u erto hispanoam ericano. En esta fo rm a , el Río de la Plata se lib e ró de la dom inación económ ica a que lo tenía so m e tid o el Perú. En 1765 fu e su p rim id o el absurdo siste m a del p uerto único y se p e rm i­ tió a nueve de España co m e rcia r con A m é rica. De acuerdo con lo dispuesto el trá fic o só lo podía realizarse con las A n tilla s y M éxico , aunque más tarde — en 1778— fu e b e n eficiado el p u erto de Buenos A ire s , cuando C arlos III prom ulgó el R eglam ento d e l C om e rcio Libre. El soberano habilitaba trece puertos de España, M allorca y Canarias y veinti­ cuatro americanos, entre ellos, Buenos Aires. Conviene aclarar que el com ercio “ lib re ” entre la M etrópoli y sus dom inios estaba reservado exclusivamente a los españoles. Si un extranjero deseaba parti­ cipar de ese com ercio, debía recurrir a interm ediarios españoles.

En 1795 los do m in ios españoles en A m é rica fueron autorizados a co­ m e rc ia r con co lo nias e xtra n je ras, aunque no podían im p o rta r "g é n e ro s ni e fe cto s s im ila re s a los producidos en España” . En 1796 y por el tra ta d o de San Ilde fonso, España se unió a Francia en la guerra co n tra In glaterra. D ebido a la situ a ció n europea, el rey C a rlo s IV (h ijo de C arlos III) autorizó a los d o m inios españoles en A m é rica — e n tre ello s el v irre in a to del Río de la Plata— para que com erciara n con barcos p e rte n e cie n te s a naciones ne u tra le s (Real C édula del año 1797). 279


En el tra n s c u rs o de la p rim e ra invasión inglesa, B eresford d e cre tó __4 de agosto de 1806— el lib re co m e rc io para el p u erto de Buenos A ire s . Has­ ta la R evolución de M ayo (1810) no se p ro d ujeron o tro s a co n te cim ie n to s de im p ortancia en la e vo lu ció n del régim en c o m e rcia l.

El Consulado de Buenos A ires En enero de 1794, el re y C arlos IV e sta b le ció un C onsulado en Buenos A ire s , organism o cuya fin a lid a d era re s o lv e r los p le ito s m e rca n tile s, p ro te ­ ge r y fo m e n ta r el co m e rcio y p ro cu ra r el adelanto de la a g ric u ltu ra . El m onarca nom bró s e c re ta rio al jo ven abogado M a n u e l B e lg ra no ,’ a la sazón en España, quien re g re só a su p a tria para hacerse cargo de sus nuevas fu ncion e s. Desde que in ic ió sus sesiones, dos te n d e n cia s d iv id ie ro n a los in te ­ grantes del C onsulado de Buenos A ire s : los p a rtid a rio s del siste m a co m e r­ cial im plantado por España — es d e c ir, los m o n o p o lista s— y los hom bres jóvenes, de ilu s tra c ió n lib e ra l, que tenían en el s e c re ta rio Belgrano su m e­ jo r repre sentan te . Todos los años, las sesiones del C onsulado se abrían con la le ctu ra de una m em oria redactada por el s e c re ta rio del cuerpo. En ta l ca rá cte r y por m edio de v a rio s e s c rito s , B elgrano p ro p ic ió e s tim u la r el co m e rcio , e sta b le ­ ce r p rem ios al tra b a jo y a la in d u s tria ; destacó la im p o rta n cia del c u ltiv o del lin o y del cáñamo y tam bién bregó por la creación de una escuela de C o m ercio y otra de N áutica, c o n o cim ie n to s que eran m uy necesarios a los hom bres de su época. El C onsulado de Buenos A ire s s u b s is tió hasta el año 1862, en que fue su p rim id o , d ebido a la sanción del C ódigo de C om ercio.

La Aduana de Buenos A ires Las aduanas eran organism os que funcionaban en las in m ediaciones de los p uertos y estaban destinadas a p e rc ib ir el cobro de los d ive rso s im ­ puestos: si se establecían en el in te rio r del te r rito rio se llamaban aduanas secas. Com o consecuencia de la real cédula de 1778, que facu lta b a a Buenos A ire s para c o m e rc ia r con la m e tró p o li, el m onarca dispuso cre a r una A dua­ na en la m encionada ciudad. Adem ás de sus fu n cio n e s fis c a le s , este orga­ nism o tenía ju ris d ic c ió n en los asuntos de orden co m e rcia l o fin a n cie ro , pues los derechos que p e rcibía eran d e stinados a su fra g a r d ive rso s gastos de la a d m in istra ció n .

La moneda en el Río de la Plata D urante el período de la co n q u ista y población de A m é rica , y a causa de la p o lítica económ ica seguida por España con sus d o m in io s, casi no exis-

' M anuel Belgrano nació en Buenos Aires el 3 de ju n io de 1770. Descendiente de noble fam ilia , com pletó sus estudios en el C olegio de San C arlos. Fue enviado a España por su padre; en 1789 obtuvo en V a lla d olid el títu lo de B a ch ille r en Leyes y en febrero de 1793 se re c ib ió de abogado. Es interesante destacar que el nom bram iento de secretario del Consulado (6 de d icie m ­ bre de 1793) es a nte rio r a la real cédula de erección de d icho organism o en Buenos Aires.

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Tres monedas de plata, de peso irre-

eular, llamadas “ macuquinas” por estar hechas a golpes de maza y cortadas defectuosamente con una ti¡era. Circularon en el siglo XVIII. ■

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El patio interior de la ceca (Casa de Moneda) de Potosí que dependió de Buenos Aires despues de la creación del Virreinato del R io de la Plata. (Cuadro de Leome Matthis.)

tía moneda m e tá lica en la región del Río de la Plata. El oro y la plata se consideraban regalías y no se u tilizaban para la confección de num erarios. Hasta fines del siglo XVI, las transacciones com erciales se realizaban con mercaderías de uso común, a las que se les asignaba un valor determ inado; así, la vara de lienzo equivalía a dos reales. El Cabildo de Córdoba estableció que los pagos se efectuaran con herraduras y cabras; posteriormente, tam bién autorizó que se emplearan con el mismo objeto carneros, ovejas, lanas y sebos. En el Paraguay se utilizaba como moneda la yerba mate y el tabaco en rama.

A lre d e d o r del año 1575, com enzó a fu n cio n a r en Potosí una ceca (casa de m oneda) que dependió de Buenos A ire s después de la creación del v irre i­ nato del Río de la Plata. Las monedas de oro y plata que se u tilizab an en tsp a ñ a tu eron las m ism as que c irc u la ro n en A m é rica . La unidad de las monedas de oro fu e el La ganadería escudo, aunque el re a l — unidad de las m onedas de plata— fu e la más La ganadería fu e laMm ayor riqueza del v irre in a to del Plata y la p rim era em pleada en el Nuevo undo. fu e n te de su progreso económ ico. Esta actividad despertó el in te ré s de los h abitantes de la campaña, quienes con un m ínim o de esfuerzo producían un elevado re n d im ie n to . El p rim e r ganado llegó a Buenos A ire s en 1536 con la e xped ición de Mendoza, quien tra jo unos sete nta caballos y yeguas y proba ble m ente c e r­ dos. D e stru id a la población en 1541, los anim ales se h icie ro n cim arrones (e rra n te s) y se re produjeron con rapidez. A lg o sem ejante sucedió con ef ganado vacuno, in tro d u cid o prim e ra m en te en la A sun ció n y tra íd o por Garay a las extensas llanuras pampeanas, en sus v ia je s a las bocas del Plata. La gran abundancia de ganado d e te rm in ó que los cab ild o s o torgaran “ p e rm iso s de va qu erías” , es d e cir, au torización para fae n a r an im a les y aprovechar los cueros. 281


La incontro la d a matanza de vacunos hizo p e lig ra r la e sta b ilid a d de la riqueza ganadera; los abusos fu e ro n en parte lim ita d o s con m edidas to m a ­ das por algunos v irre y e s . En épocas del m arqués de Loreto se in cre m e n tó la in d u s tria de la salazón de carnes-, p o r este m o tiv o en 1794 los hacendados s o lic ita ro n al monarca les p e rm itie ra e x p o rta r dichos pro d u cto s al A fric a y al A sia . En el docum ento, llam ado M e m o ria l de los Hacendados, se exponen avanzadas ¡deas económ icas re la tiv a s al co m e rc io lib re . O tra in d u s tria im p o rta n te de la época v irre in a l fue la del cuero. Belgrano, com o s e c re ta rlo del C onsulado, s o stu vo la necesidad de in s ta la r cu r­ tid u ría s.

botadas em barcaciones de poco calado. En las m isiones je s u ític a s se con­ feccionaban im ágenes re lig io sa s, altares, p u lp ito s y ornam entos sagrados; a llí tam bién in d u stria liza b a n la yerba m ate y el algodón. Las in d u s tria s derivadas de la riqueza ganadera se instalaron en Buenos A ire s : saladeros, c u rtid u ría s , ta la b a rte ría s, grase rias y fá b rica s de velas y jabones. Los d ulces no tenían fro n te ra s , pues eran fa bricad os y tam bién gusta­ dos en to d o el v irre in a to .

LA CULTURA

La agricultura

La enseñanza prim aria

El c u ltiv o de la tie rra tu vo un d e s a rro llo m enor que la ganadería. Su le nto avance se debió a la In flu e n cia p e rturbadora de variados fa cto re s, com o las sequías, los incendios de cam pos, los ganados cim a rro n e s que pisoteaban los sem brados, las mangas de langosta y los p le ito s o rig in a d o s al tra ta r de d e lim ita r las tie rra s cu ltiva d as. O tra causa que g ra v itó en la d is m in u c ió n de las tareas agrícolas fu e la escasez de brazos, debido a la m ayor Intensidad del tra b a jo .

En las ciudades del v irre in a to del Río de la Plata, las escuelas e lem en­ ta le s podían se r de tre s categorías: a) C onventuales o p arro q uia le s por fu n c io n a r anexas a conventos o parroquias re sp e ctiva m en te ; b) del C abildo o tam bién llam adas del Rey, que eran sostenidas por el a yun tam iento y c) P a rticu la re s, a cargo de personas autorizadas. También había una enseñanza d o m ic ilia ria que cum plían m aestros llam ados le ccio n ista s. Luego de la e xpu lsión de los je su íta s en 1767, otras com unidades re li­ giosas a b rie ro n escuelas en sus conventos y se crearon e sta b le cim ie n to s d irig id o s por m a e stros laicos. Los ca b ild o s eran los encargados de v e rific a r la capacidad de los laicos que deseaban e je rc e r la docencia, aunque en la p ráctica la a ctividad educa­ tiv a se d e se n vo lvió sin norm as fija s , en base al c rite rio personal de los fu n c io n a rio s . La enseñanza elem en tal se im p a rtió sin orden ni continu idad ,

La m inería A pesar de su nom bre, el Río de la Plata no contó con la riqueza de otro s d om inios hispanoam ericanos. E xistían y a c im ie n to s de azogue (m e rc u rio ) en las m isio n e s guaraníticas, oro en San Luis y La Rioja, plata en Mendoza y cobre en Córdoba. En enero de 1546 fu e d e s c u b ie rto el ce rro de P otosí, cuya p roducción m e ta lífe ra superó a todas las dem ás del v irre in a to . D ebido a su Im portancia se fo rm ó una población y en las ta re a s m in e ra s lle g a ro n a tra b a ja r hasta quince m il indios. Los te so ro s am ericanos eran enviados a España, pero ge n e ra lm e n te a llí perm anecían poco tie m p o , pues eran u tiliz a d o s para sa ld a r deudas. El rey Enrique IV de Francia a firm aba con ironía "q u e no necesitaba te n e r ya ci­ m ien tos m e ta lífe ro s m ie n tra s los tu v ie ra n los e sp a ñ o le s " que eran sus deudores.

El desarrollo industrial M ie n tra s no se a p licó la fuerza m o triz del vapor y de la e le c tric id a d , la in d u stria fu e casi e xclu siva m e n te manual. La A m é ric a hispana d e s a rro lló sus activid a de s m a n ufactureras en pequeños ta lle re s — algunas veces con ayuda de s e n c illa s m áquinas— donde trabajaba el m aestro u hom bre ex­ perto, con sus aprendices y colaboradores. La in d u stria te x til s o b re sa lió en la reglón ce n tra l, oeste y n o rte del virre in a to , donde se fabricaban co b ija s, frazadas y ropas de abrigo. La región de Cuyo y en m enor escala C atam arca, producían vinos, aguardientes, pasas de uva y " o re jo n e s " (duraznos) que eran consum idos en su m ayor parte p o r Buenos A ire s . En Tuóumán y Mendoza se co n stru ye ro n ca rre ta s y galeras para el tra n sp o rte y en C o rrie n te s se levantaron pequeños a s tille ro s , donde fueron

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con excepción de los conventos de je s u íta s y fra n cisca n o s, que disponían del m ayor núm ero de escuelas y m e jo r organizadas. La enseñanza ele m e n ta l com prendía la d o ctrin a cris tia n a , la urbanidad, la lectura, la e s c ritu ra y la a ritm é tic a , to d o e llo sin a tenerse a un plan ni a una graduación de c o n o c im ie n to s p re fija d o s . La imprenta je ­ suítica en Córdo­ ba, que en tiempos del virrey Vértiz fue trasladada a Buenos Aires, en donde comenzó a funcionar con el nombre de Real Imprenta de Ni­ ños Expósitos.

La enseñanza media Los p rim e ro s e s ta b le c im ie n to s e d ucativos de enseñanza m edia del v i­ rre in a to fu e ro n los de g ra m á tica o la tin id a d (porque el latín era la m ateria básica) y funcionaban en los conventos. En 1610, los je su íta s e s ta b le c ie ro n en Córdoba el C o le g io M áxim o, d estinado a la fo rm a c ió n de re lig io s o s , y tre s años más ta rd e a b rie ro n el C o n victo rio de San Javier. Estos dos e s ta b le c im ie n to s fu e ro n la base de la fu tu ra universid a d . Con resp e cto a la enseñanza m edia en la ciudad de Buenos A ire s , puede a firm a rs e que a p rin c ip io s del s ig lo XVII los je s u íta s e rig ie ro n un colegio fre n te a la Plaza M ayor (hoy de M ayo), que en 1661 fu e trasladado ju n to a la ig le s ia de San Ignacio con el nom bre de C o le g io Grande o de San Ignacio. La e xpulsión de los je su íta s en el año 1767 p e rju d ic ó la obra cu ltu ra l en que estaba empeñada dicha orden. En 1783, el v irre y V é rtiz fun d ó el C o le g io de San C arlos o Real C onvic­ to rio C aro lin o , cuyo p rim e r re g e n te fu e el canónigo B altasar M a cie l. D ebido a que el e s ta b le c im ie n to no otorgaba títu lo s , los alum nos que deseaban dip lo m a estaban obligados a te rm in a r sus e stu d io s en las u n iv e r­ sidades del v irre in a to (C órdoba o C huquisaca). Se h icie ro n g e stio n e s para tra n s fo rm a r el co le g io en unive rsid a d , pero no progresaron.

La enseñanza superior Los je su íta s d irig ie ro n las dos un ive rsid a d e s que fu n cio n a ro n en el v irre in a to del Río de la Plata: la de C órdoba — la más antigua— y la de C harcas o C huquisaca. La U nive rsid a d de Córdoba. En 1613, el obispo Hernando de Trejo y Sanabria co n su ltó a los su p e rio re s je s u íta s y obtuvo la a u torización nece­ saria para que en los co le g io s de esa orden — C o le g io M áxim o y C o n v ic to ­ rio de San Ja vie r— se enseñara latín, a rte s y te o lo g ía ; además, que pudie­ ran o to rg a r grados de b a c h ille r, lice n cia d o , m aestro y do cto r. A s í quedó c o n s titu id a la U niversidad de C órdoba, destinada a los m ie m ­ bros de la orden je s u ític a , aunque más ta rd e los e stu d io s fu eron públicos. Luego de la e xp u lsió n de d ichos sacerdotes, el e s ta b le c im ie n to pasó a depender de los fra n cisca n o s, hasta 1808. La U n ive rsid a d de Charcas. La U n ive rsid a d de San Francisco Javier, tam bién llam ada de C harcas o C huquisaca, fu e fundada en marzo de 1624 por el padre Jaim e Frías — p ro v in c ia l de la Com pañía de Jesús— sobre la base del C o le g io de San Juan B autista, creado dos años antes. A unque los e stu d io s fu e ro n de p re fe re n c ia e c le s iá s tic o s , tu vo un ca­ rá c te r más lib e ra l que la U n ive rsid a d de Córdoba y co n tó con una b ib lio te c a considerada la segunda en im p o rta n cia de A m é ric a hispana. Pronto a d q u irió ju s to renom bre la Facultad de D erecho, a la que fu e anexada, en 1780, la A cadem ia C arolina, d estinada a la p rá ctica fo re n se .

Las ideas lib e ra le s de los pensadores del s ig lo XVIII fueron aceptadas con e n tusiasm o por los jó ve nes u n iv e rs ita rio s y com o bien ha dicho un autor “ la idea re volucion aría se n u trió en este in s titu to de ju ris ta s ". C ursaron e studios en la U n ive rsida d de C harcas: M ariano M oreno, Juan José C a s te llí, A g u stín Gascón, Bernardo M onteagudo, e tcé te ra .

La enseñanza especializada Por in ic ia tiv a de M a n u e l B elgrano — se c re ta rio del C onsulado— la ciu ­ dad de Buenos A ire s contó en 1799 con dos e sta b le cim ie n to s de enseñanza especializada: la Escuela de N áutica y la Escuela de D ibujo. Primer director de la Escuela de Náutica fue el geógrafo e ingeniero Pedro Cerviño y su vice dire ctor el piloto Juan Aisina. Ambos se encargaron de la ense­ ñanza a desarrollar en un lapso de cuatro años, de acuerdo con las siguientes materias: aritm ética (álgebra y trigonom etría), geografía, hidrografía y navegación. Por orden del rey, el Consulado cerró la Escuela de Náutica a mediados de 1807. En mayo de 1799 se inauguró la Escuela de Dibujo del Consulado, con una asistencia de sesenta y cuatro alumnos, y funcionó regularmente cerca de un año. Fue su prim er profesor el tallista español Antonio Gaspar Hernández, quien utilizó el prim itivo método de la copia o reproducción fiel de láminas y grabados.

El Protom edicato A m ediados del s ig lo XV se creó en España el Tribunal d e l Protom edicato, o rganism o docente destinad o a c o m b a tir la práctica ilegal de la m edi­ cina y encargado de v ig ila r el e je rc ic io de esa p ro fe sió n ; además, otorgaba títu lo s p re ca rio s a quienes dem ostraban idoneidad y co n o cim ie n to s cien tí-fic o s . En 1570 e sto s trib u n a le s fueron esta b le cid o s en M éxico y Perú. En el Río de la Plata, el v irre y V é rtiz esta b le ció el P rotom edicato en 1780 y nom bró titu la r al d o cto r M ig u e l O ’Gorm an, graduado en París y Reims, con títu lo s revalidados en España. Una vez al fre n te de sus funciones to m ó examen de com petencia a tod os aquellos que ostentaban títu lo s de “ b o tic a rio y sa n g ra d o r". 285

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En 1801 mía estuvo a las clases de dirección del enfermo. En 1805 ron aplicadas

comenzó a funcionar la Escuela de M edicina, cuyo curso de Anato­ cargo del doctor Agustín Fabre, y al año siguiente dieron comienzo química farm acéutica — correspondientes al segundo curso— bajo la doctor Cosme Argerich, en reemplazo de O’Gorman, que estaba llegaron a Buenos Aires las prim eras vacunas antivariólicas, que fue­ con éxito.

La im prenta en el Río de la Plata La p rim e ra im p re n ta del Río de la Plata no fu e im portada, sino creada en el te r rito rio de las m isio n e s — reducciones de guaraníes— por obra de los je su íta s. En el año 1700, los m is io n e ro s Juan B a u tista Neum an y José S errano construye ro n una prensa, con la colaboración de los indígenas; el papel fue el único m a te ria l im portado. El p rim e r im preso se titu ló el M a rti­ ro lo g io Romano, del que no se conserva ningún e je m p la r. La im p re n ta m i­ sionera estam pó lib rito s de e fe m é rid e s, anuarios, tablas astro n ó m icas, ca­ te cism o s y hojas sueltas. También por obra de los je su íta s, la U niversidad de Córdoba a d q u irió una im prenta que fu e traída de Europa por el año 1764 y luego se entregó al C o legio de M o n se rra t. Con la e xpulsión de la Compañía, la im p re n ta cesó de fu n cio n a r, pero en 1780, el v irre y V é rtiz la com pró a los fra n cisca n o s y la hizo tra s la d a r a Buenos A ire s . Instalada en un m odesto local (actual esquina de Perú y M o­ reno) re cib ió el nom bre de Real Im p re n ta de N iños E xpósitos, pues los b e n e ficio s o bten id o s se d e stin a ro n a la cita d a in s titu c ió n . El ta lle r im p rim ió bandos, proclam as, ca rte le s , alm anaques, fo rm u la rio s , p e rió d ico s y lib ro s diversos.

El periodism o A p a rtir de la segunda m itad del s ig lo X VIII, com enzaron a c irc u la r en Buenos A ire s , p rim e ro en fo rm a cla n d estin a y luego púb lica m e n te , hojas m anuscritas que difu n d ía n n o ticia s locales y algunas europeas. El 1? de ab ril de 1801 apareció el p rim e r p e rió d ico editado en Buenos A ire s , que se llam ó: Telégrafo M e rc a n til, R ural, P olítico-E conóm ico e H is to ­ rió g ra fo d e l Río de la Plata. Su fundador y d ire c to r fu e el m ilita r, abogado y e s c rito r extrem e ñ o don F rancisco A n to n io C abello y Mesa. El T elégrafo M e rc a n til se sostenía gracias a la co n trib u c ió n de c ie n to cincuenta y nueve s u s c rip to re s . Desde su creación hasta el mes de o ctu ­ bre, apareció m ié rc o le s y sábados; luego sa lió los dom ingos. Llegó a pu­ b lic a r cie n to diez núm eros, hasta o ctu b re de 1802, en que fu e clausurado por orden del v irre y del Pino.1 En se tie m b re de 1802, un mes antes de e x tin g u irs e el a n te rio r, apareció un nuevo p e rió d ic o : el S em anario de A g ric u ltu ra , In d u s tria y C om ercio, d irig id o por el co m e rcia n te c rio llo Juan H ip ó lito V ieytes. De acuerdo con su títu lo , la cita d a p u b lica ció n p ro p ic ió el fo m e n to de las in d u s tria s , e s ti­ m uló la p roducción y so stu vo la necesidad del lib re c o m e rcio in te rio r y e x te rio r. ' La medida se debió a un artículo aparecido el 8 de octubre de 1802, titulado: “ Circunstan­ cias en que se halla la provincia de Buenos Aires e islas Malvinas y modo de repararse” . Este escrito, considerado agraviante por las autoridades, se atribuyó durante muchos años n Cabello y Mesa, aunque actualmente los historiadores opinan que fue una reproducción de un trabajo perteneciente a Juan de La Piedra, del año 1778.

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El 23 de m ayo de 1807, los inglese s in icia ro n desde M o n tevid eo la p ub lica ció n de la E s tre lla d e l S u r (The S outhern S tar), p e rió d ico b ilin güe , e s c rito en in g lé s y ca ste lla no. Sus a rtíc u lo s difundían propaganda b ritá n ica e incitaban a los c rio llo s a a b a tir el yugo español, para gozar de los b e n e fi­ c io s de la lib e rta d de com ercio. Sólo aparecieron s ie te núm eros. El 3 de marzo de 1810 — en vísperas de la R evolución— M anuel Belgrano com enzó a p u b lic a r el C orre o de C om ercio de Buenos A ire s , cuyo p rin cip a l o b je to sería “ el e stu d io de las cie ncias, de las a rte s y de la h is to ­ ria ” . El v irre y C isn ero s brin dó inco n scie n te apoyo a e stos p rin c ip io s sin saber que, gracias a la sagacidad de B elgrano, iban a u tiliz a rs e en s e rv ic io de la em ancipación. Luego de p u b lica r cincuenta y dos núm eros, dejó de aparecer en fe b re ro de 1811.

Las letras La h is to ria lite ra ria del Río de la Plata com ienza con Luis de M iranda, c lé rig o español que lle gó a estas playas con la expedición de M endoza y e s c rib ió en la A sun ción un Romance que re la ta los p a d e cim ien tos de los p rim e ro s pobladores de Buenos A ire s . De acuerdo con el orden cro n o ló g ico de publicació n, el segundo trab a­ jo lite ra rio fu e C o m enta rios de A lv a r Núñez Cabeza de Vaca, e s c rito s por su s e c re ta rio Pedro Hernández. Con la e xp edición de Mendoza lle gó al Plata el soldado alem án U lric o S ch m id l, quien e s c rib ió en su idiom a D e rro te ro y via je de España y las Indias, obra que describ e con bastante im parcia lidad la h is to ria de la con­ q uista. Con la arm ada de O rtiz de Z árate a rrib ó el arcediano M a rtín d e l Barco C entenera, a u to r del poema La A rg e n tin a y C onquista d e l Río de la Plata que es una m ezcla d ifu sa de h is to ria y geografía am ericanas. El re la to de n uestra h is to ria com ienza en realidad con Ruy D íaz de Guzmán — m e stizo asunceño— , au to r de “ La A rg e n tin a ", publicada en C harcgs en 1612. El p rim e r poeta nacido en n uestra p a tria fu e el cordobés Luis de Tejeda, quien e s c rib ió por el año 1663 su conocido poema El p e re g rin o en Ba­ b ilonia. Este largo trab ajo, de c a rá cte r au to b io g rá fico , com para el am biente de Córdoba con la pecadora Babilonia. M a n u e l José de Lavardén fu e el p rim e r poeta porteño, a u to r de S iripo, obra inspirada en una leyenda de la conquista, que re lata Ruy Díaz de Guzmán. También e s c rib ió su conocida Oda al Paraná, que p ublicó el Telé­ grafo M e rc a n til en su p rim e r núm ero. Las invasiones inglesas y la heroica a c titu d de los habitantes de Bue­ nos A ire s in sp ira ro n a d iversos poetas; así V icen te López y Planes se basa en la re co n q u ista para com poner El triu n fo arg e n tin o , y P antaleón R ivaroia dedica dos Romances a la defensa.

Las artes La a rq u ite ctu ra . El s ig lo XVIII fu e de gran tra n sfo rm a ció n para la ciudad de Buenos A ire s . El área urbana com prendía el ce n tro , los arrabales y las quintas. La zona cé n trica estaba d e lim ita d a hacia el su r por el “ zanjón del h o s p ita l” (actual c a lle C h ile ) y hacia el n orte por el "zanjón de M a to rra s ” ■jue co rría e n tre las actuales ca lle s Paraguay y Córdoba. La Plaza M ayor

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C am ponesqui fu e un re tra tis ta ita lia n o que por contraba en Buenos A ire s , donde fu e conocido con el Su obra más re p re se nta tiva es un cuadro del lego rain, en que la fig u ra del re lig io s o tie n e al fondo D om ingo.

el año 1804 ya se en­ apodo de " e l rom ano". d om in ico José Zemboel convento de Santo

INGLATERRA EN EL SIGLO X V III. LOS HANNOVER La reina Ana Estuardo (1702-1714) Com o vim o s, después de la R evolución de 1688 ciñeron la corona de In g la te rra los m onarcas M aría II Estuardo y su esposo G u ille rm o III. A m bos fa lle c ie ro n sin d e ja r descendiente s (1694 y 1702 re spe ctivam ente) y enton­ ces el Parlam ento, para e v ita r la p osible sucesión de un prín cip e ca tó lico , v o tó el A c ta de E sta b le cim ie n to (1701). De acuerdo con esta ley, heredó el tro n o Ana Estuardo, herm ana m enor de M aría II. (hoy de M ayo) c o n s titu ía el ce n tro p o lític o y a d m in is tra tiv o de la ciudad con sus im p o rta n te s e d ific io s : el F uerte, la C a tedral y el C abildo, donde re s i­ dían las autoridades gubernativas, e c le s iá s tic a s y com unales. Las igle sia s fu e ro n las obras a rq u ite c tó n ic a s más im p o rta n te s de nues­ tro país en el período hispánico. A unque los te m p lo s que han llegado hasta el presente com enzaron a e d ific a rs e en las p rim e ra s décadas del sig lo XVIII, no puede dudarse que la a rq u ite c tu ra re lig io s a se in ic ió mucho antes. La im ponente C a te d ra l de Córdoba re p resenta el e d ific io más d e sta ­ cado. Trazaron los planos los a rq u ite c to s je su íta s A n d ré s B lanqui y Juan B autista P rlm o li y en el año 1758, el fra n cisca n o V ice n te M uñoz levantó la grandiosa cúpula; a fin e s del s ig lo XVIII fu eron con clu id a s las to rre s , concebidas por un a rq u ite c to cuyo nom bre se ignora. La C atedral de Córdoba responde a dos e s tilo s a rq u ite c tó n ic o s : la fachada y la parte in fe rio r se d istin g u e n por su so b rio cla s ic is m o , m ientras que la parte s u p e rio r, la cúpula y las dos to rre s , corresponden a la profusa ornam entación del barroco. La pintura. A d ife re n c ia de lo que sucedió en M é xico y en el Perú, la a ctividad p ic tó ric a en el v irre in a to del Río de la Plata fue m uy lim ita d a . No e xiste n m ayores datos sobre los pocos a rtis ta s que actuaron en n uestro m edio a fin e s del s ig lo XVIII y a com ienzos de la ce n tu ria s ig u ie n te . M e re ­ cen recordarse M ig u e l A u c e ll, José Salas y A n g e l Cam ponesqui. Del valenciano A u c e ll se conserva un óle o donde p in tó , en tam año natural, al inten d e n te F rancisco de Paula Sanz y a un lacayo negro. Con respecto al m ad rile ñ o Salas, se sabe que lle g ó a Buenos A ire s a fin e s del sig lo XVIII y su cuadro más conocido es el que reproduce la im agen de la beata S or M aría de la Paz y F igueroa, fundadora de la Casa de E je rcicio s E sp iritu ales de Buenos A ire s .1

1 La antigua Casa de Ejercicios Espirituales se encuentra situada en la esquina de la ave­ nida Independencia y la calle Salta.

El Acta de Establecim iento dispuso que a la muerte de Ana, la corona debía recaer en el heredero de Sofía (nieta de Jacobo I) casada con el príncipe alemán Ernesto de Hannover. De no haber tom ado el Parlamento esta precaución, a la muerte de Ana el trono hubiera correspondido a su hermano Jacobo Francisco, que profesaba la religión católica.


La reina Ana Estuardo — casada con un p rín cip e de D inam arca— care­ c ió de c a rá cte r y ta m bién de personalidad: se dejó gu ia r por am igas íntim as 1 y tu vo que co nte m p o riza r con los dos p a rtid o s dom inantes (to rie s y w h ig s ). El A cta de E sta b le cim ie n to d ispuso quien debía ocupar el tro n o de Ing la te rra e Irlanda, pero nada aclaró con re sp e cto a Escocia, reino que a la m u erte de Ana podía re co n o ce r heredero al p re te n d ie n te ca tó lic o , el h ijo de Jacobo II Estuardo. Para e v ita r fu tu ro s in cid e n te s y luego de varias negociaciones, se llegó a un acuerdo. En 1707 los Parlam entos de In g la te rra y Escocia votaron el A c ta de Unión-, e ste docum ento declaró la unión p o lític a de ambos países en uno solo, que se llam ó R eino U nido de Gran Bretaña. O tro im p o rta n te a co n te c im ie n to del reinado de Ana Estuardo fu e la p a rticip a ció n de su país en la G uerra de la Sucesión de España. Como sabem os, al té rm in o de este c o n flic to , In g la te rra se b e n e fic ió con las ven­ tajas te rrito ria le s que le o to rg ó la Paz de U tre ch t.

Advenim iento de los Hannover La reina fa lle c ió en 1714 sin d e ja r descendencia y por esta causa am e­ nazó con e xtin g u irs e la rama p ro te s ta n te de los Estuardo. De acuerdo con lo d ispu esto en el A c ta de E sta b le cim ie n to , el tro n o co rre sp o nd ió a supa riente Jorge I, e le c to r de H annover (A lem ania). La dinastía de los H annover, que gobernó a In g la te rra cerca de dos­ cie n to s años, fu e apoyada por los w hige, m ie n tra s los to rie s tra ta ro n in­ fru ctu o sa m e n te , en dos oportu n id a d e s, de re s ta b le c e r a la rama c a tó lica de los Estuardo en la persona dél p re te n d ie n te Jacobo III.

Jorge I (1714-1727) Este p ríncip e alem án desconocía el idiom a inglés y para los problem as de su nuevo rein o dispuso fia rs e de sus m in is tro s . Ni siq u ie ra a sistía a las reuniones con su gabinete y, com o bien se ha d icho, " s u corazón estaba en H annover” 2 E ligió a sus colaboradores e n tre los w h ig s y con esta a c titu d in ic ió un período — continuado por su su ce so r— de p re d o m in io de dicho p a rtid o . En esta fo rm a , los to rie s fu e ro n reducidos a la im potencia. D urante el reinado de Jorge I com enzó a destacarse el m in is tro R oberto W aipole, que d irig ió m uchos años la p o lític a inglesa (1721-1742). W alpole era un fornido campesino que tenía los gustos y las costumbres de un propietario rural. Detestaba las rígidas doctrinas políticas y los libros de música. Prefería las partidas de caza y las alegres comilonas. D irigió los asuntos de Estado como un com erciante y aunque aparentó no hacer nada, lo hizo todo.

Con su fogoso temperamento, W alpole no tardó en dom inar a los otros m inis­ tros y fue el encargado de com unicar al rey las resoluciones de sus colegas. Sus adversarios lo apellidaron Prim er M inistro, térm ino que prevaleció a través de los años.

W alpole d irig ió los d e stin o s de In glaterra sin plan ni program a previos, pero "h iz o lo que las circu n sta n cia s exigían, y lo hizo b ie n ” . Para c o n so lid a r el p re s tig io de la dé b il m onarquía inglesa, e v itó la in­ tro m is ió n de los " ja c o b ita s " 1 y separó del poder a los to rie s. M e jo ró las finanzas, d ism in u yó los im pue sto s, fa vo re ció a la clase m edia y apoyó el s u rg im ie n to de grandes in d u stria s. En p o lític a e x te rio r, tra tó de se g u ir una conducta p a c ifis ta . Con el fin de m antener la m ayoría en las Cámaras, W alpole com pró con d in e ro o fa vo re s a los diputados, siste m a que ha sid o llam ado de " la co­ rru p ció n p a rla m e n ta ria ".2 Jorge I fa lle c ió en 1727 y fu e sucedido por su h ijo .

Jorge II (1727-1760) El nuevo m onarca era un hom bre m etódico, avaro y poco in te lig e n te . Hablaba c o rre c ta m e n te el inglés, pero sus m odales y costum bres eran tan

1 Durante varios años mantuvo íntima amistad con Sara Jennings (después de su casamiento, duquesa de M arlborough). Posteriormente se indispuso con ella y la sustituyó por Abigail Hill (L a d y M asham ).

2 Jorge I era un hombre maduro (54 años) que desconocía la Constitución y las leyes de Inglaterra. Su séquito estaba formado por alemanes y cuando tenía que hablar con sus ministros ingleses lo hacia en latín.

1 Partidarios del pretendiente católico. 2 Despreció a sus enemigos y de ellos dijo: “Todos esos hombres tienen un precio” . “Walpole gobernó por la corrupción — escribe Macaulay— por.que en su tiempo era imposible gobernar de otro modo” .

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alem anas com o las de su padre. Para fe lic id a d del pueblo, se dejó d irig ir por su esposa C arolina, " m u je r cu ltiva d a, e sto ica y, sobre to d o , p a c ie n te ” . D urante va rio s años, W alpole co n tin u ó al fre n te de la p o lític a , ampara­ do en el apoyo de la reina. En el tra n sc u rs o de e ste gobierno, In g la te rra se unió con M aría Teresa y luchó contra España y Francia en la G uerra de la Sucesión- de A u s tria . No había co n clu id o este c o n flic to , cuando W alpole fue reem plazado (1742) por el gran e sta d ista y e lo cu en te p o lític o G u ille rm o P itt. C riticó la doctrina pacifista y la corrupción po lítica de W alpole. De tem pera­ mento irritable, se hizo antipático el rey, en especial por su odio a todos los naci­ dos en Hannover. Pitt dijo en cierta oportunidad: “ Es demasiado fácil ver que este grande y poderoso reino (Inglaterra) no se considera ya sino como una provincia de ese m iserable electorado” . Muy capaz y honrado en extremo, el pueblo lo admiró como un verdadero patriota, que tenía — según expresión de un escritor— “ la virtud de un romano y la urbanidad de un francés” .

Un problem a fundam ental dom inaba el e s p íritu del p rim e r m in is tro : la form a ción de una In g la te rra poderosa, dueña del más grande im p e rio co­ lonial. B e licista de cid id o , co n tó con el apoyo p opular para hacer in te rv e n ir a su país — ju n to a Prusia— en la G uerra de los S ie te A ños; c o n flic to en el que Ingla terra re s u ltó m uy fa vo re cid a . Cuando se firm ó la paz de París (1763), P itt ya no estaba en el poder, pues el cam bio de p o lític a im puesto por el nuevo rey Jorge III lo había obligado a d im itir (1761).

LA M O N A R Q U IA PARLAMENTARIA EN INGLATERRA A l ocupar el tro n o de In g la te rra los dos p rim e ro s soberanos p e rte n e ­ cie n te s a la dinastía de los H annover (Jorge I y Jorge II), ese país fo rta le c ió el régim en p arla m e n ta rio de go b iern o y a d q u irió la fiso n o m ía p o lític a que conserva en la actualidad. En el transcurso de su historia, el pueblo inglés defendió la monarquía lim i­ tada y se opuso a toda tentativa de gobierno absolutista. Así en 1215, el rey Juan Sin Tierra se vio obligado a ju ra r la Carta Magna, docum ento que lim itaba su autoridad de soberano, frente al Gran Consejo del Reino (Parlamento) y ratificaba muchos privilegios tradicionales, que ya gozaban la no­ bleza feudal y el clero. Después el rey Carlos I hubo de aceptar la Petición de Derechos y luego María II Estuardo y su esposo G uillerm o de Orange juraron respetar la Declaración

de Derechos. Desde la re vo lu ció n de 1688, los reyes de In g la te rra accedieron al anhelo p opular de e le g ir sus m in is tro s en las fila s del p a rtid o que re p re ­ sentara la mayoría parla m e n ta ria . Con el a d ve n im ie n to de Jorge I (Hanno­ ve r), que no hablaba ni entendía el idiom a in g lé s, el p rim e r m in is tro (W al­ pole) se tra n s fo rm ó en un poderoso personaje, pues, además de d irig ir todo el gabinete, era el je fe de los w h ig s , p a rtid o m a y o rita rio en la Cámara de los C om unes.' 1 En esa época, sentóse el principio miembros de la Cámara de los Comunes. Walpole se radicó en D owning Street cilio obligado de los "p rem ieres” británicos.

deque

el monarca debía elegir su gabinete entre los

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residencia que es — hasta el presente— domi­

En resum en, la m onarquía p a rla m enta ria inglesa tu vo ca ra cte re s:

los sig u ie n te s

a ) El rey. A unque nom bra a los m in is tro s , no e je rce d ire cta m e n te n in ­ gún acto de gobierno, ni firm a po r sí so lo orden alguna. Está considerado un personaje algo sagrado e irre spo nsa ble , que “ no puede o b ra r m a l” . Toda d isp o sició n real debe e sta r refrendada po r el m in is tro re sp e ctivo , que se hace responsable de e lla. b) Los m inistros. Forman el gabinete, que es, en realidad, un orga­ nism o soberano de g obierno. Sus in te g ra n te s son responsables ante la Cá­ mara de los Com unes y ejercen la suprem a au toridad e je cu tiva y le g is la tiv a en nom bre del soberano. D irigido por el primer ministro, el gabinete redacta la legislación y resuelve problemas de orden general. Sus integrantes son solidarios unos con otros, porque pertenecen al mismo partido. Si, en una votación de un problema fundamental, la Cámara de los Comunes retira su apoyo a los m inistros, éstos deben renunciar y convocar a elecciones, para consultar si siguen m ereciendo la confianza del pueblo. Conviene destacar, que, cuando los ingleses aluden al “ gobierno de su Majes­ tad” , siempre se refieren al gabinete.

c ) El Parlam ento. C om prende dos asam bleas: la A lta Cámara o de los Lores, integrada por nobles h e re d ita rio s, eleg idos por el soberano, y la Cámara Baja o de los C om unes, form ada por ca balleros y burgueses (dos p o r cada condado o burgo).

Jorge III (1760-1820) N ie to del m onarca a n te rio r, el nuevo soberano había nacido en Ingla­ te rra y así lo dem ostraba en su presencia, m odales, c a rá cte r y lenguaje. Educado desde pequeño en el d esprecio hacia su débil abuelo, se a firm a que su m adre le re petía con fre cu e n cia : "Jo rg e , sé re y ” . C eloso de sus p re rro g a tiva s reales, Jorge II se propuso m o d ific a r la p o lític a de su s-a n teceso res, y a im ita c ió n de los o tro s m onarcas europeos, de cidió gobernar d ire cta m e n te . E lim inó a los w h ig s del poder (e n tre o tro s a P itt) y p e rm itió el s u rg im ie n to de los to rie s. El pueblo y el P arlam ento re s is tie ro n los p rin c ip io s a u to rita rio s del soberano, quien se esforzó por cre a r el p a rtid o “ de los am igos del re y ” IK in g 's frie n d s ). La c ris is c o n s titu c io n a l producida en Ing la te rra por la d is c u tid a p o lítica de Jorge III, se agravó con las d e rro ta s su frid a s por sus tro p a s en A m é rica del N orte, lucha que fin a liz ó con el re co n o cim ie n to de la independencia de Estados U nidos. A n te los fracasos, el m onarca d e cid ió te rm in a r con sus p rin c ip io s auto­ rita rio s y entre g ó el gob ierno al nuevo p rim e r m in is tro G u ille rm o P itt,' bajo cuyo m andato In g la te rra conso lid ó su régim en p a rlam e ntario y c o n s titu ­ cional.

1 Algunos historiadores lo llaman Guillerm o P itt el Joven, para diferenciarlo de su padre — de igual nombre— que actuó como ministro de Jorge II.

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Cuando ocupó su alto cargo, G uillerm o Pitt tenía veinticuatro años (1759) y hasta su muerte, acaecida en 1806, dirigió con dignidad y prudencia los destinos de Inglaterra. Formado desde pequeño por su padre, heredó de éste la honradez intachable y la autoridad irresistible. Con razón se ha dicho que “ no sólo fue un bloque de la vieja cantera, sino la vie ja cantera misma” .

P itt m ejoró las finanzas, c o m b a tió la co rru p ció n a d m in is tra tiv a y je ra r­ quizó a los dos grandes p a rtid o s p o lític o s . En lo e x te rio r fu e tenaz adver­ sa rio de la R evolución Francesa.

LA IN D IA : R IVA LID A D CO LO N IA L ANGLO-FRANCESA En el s ig lo XVI la d inastía m usulm ana del Gran M o g o l ocupó todo el te r rito rio de la India y e s ta b le ció la ca p ita l en D e lh i, sobre un a flu e n te del río Ganges. A com ienzos del s ig lo X VIII, por causa de la decadencia de la d inastía gobernante, ese ric o te r rito rio fu e cam po p ro p ic io para la in te rv e n ­ ción de potencias e xtra n je ras.

Las Compañías Ing la te rra y Francia, deseosas de expansión c o lo n ia l, se e sforzaron, casi sim ultáne am en te , para e sta b le ce r fa c to ría s en la India. Sin em bargo, m ie n ­ tra s en A m é rica del N o rte los gobiernos de ambas potencias in te rv in ie ro n d ire cta m e nte , en la India |a em presa fu e confiada, durante v a rio s años, a la in ic ia tiv a privada. En 1599 un núcleo de co m e rcia n tes ingleses creó la Com pañía de las Indias O rie n ta le s , y en 1604, su rg ió la Com pañía francesa de igual nom bre.

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Rivalidad anglo-francesa En 1639 los in g le se s fundaron sobre el g o lfo de Bengala la fa cto ría de M adrás y p o s te rio rm e n te C alcuta (1609), las que no tarda ron en co n ve rtirse en grandes em p orios. Por su parte, la Com pañía francesa ta m bién se e sta b le ció en la región del g o lfo de Bengala, y en 1676 fu n d ó P ondichery. Esta región progresó rápidam ente, p o r la obra del gobernador D um as (1735-1741), que equipó un e jé rc ito de indígenas, llam ados cípayos, y los a d ie stró a sem ejanza de los europeos. Cuando e s ta lló la G uerra de la Sucesión de A u s tria , ambas Compañías se v ie ro n en vu e lta s en c o n flic to s . A Dumas sucedió el destacado gobernador José F rancisco D up le ix (1741-1754), quien aprovechó la situ a ció n europea para exte n d e r el poderío fra n cé s en la India. En 1746 a rreb ató a los in gleses la fa cto ría de M adrás, pero debió ce­ d e rla ante la paz firm a d a en A quisgrán . D up le ix continuó guerreando por s e is años (1748-1754), esta vez co n tra los naturales, y con sig uió para su país el d o m in io de la co sta o rie n ta l de la India, en el g o lfo de Bengala. La p o lític a expansiva de D up le ix m o tivó la p ro te sta de Ing late rra, y para e v ita r fu tu ro s in cid e n te s, la Com pañía lo reem plazó por Godeheu. Cuando e ste gobernador lleg ó a la India, firm ó un tra ta d o con los ingleses 295


>or el cual ambas partes p ro m e tie ro n d e d icarse a a ctivid a d e s co m e rcia le s y renun cia r a sus co n q u ista s sobre los p rín cip e s indígenas (año 1754). El tra ta d o no puso fin a la riva lid a d c o lo n ia l anglo-francesa. A l año sig u ie n te de su firm a , los in g le se s atacaron so rp re siva m e n te las fa cto ría s francesas y co nsig uie ro n apoderarse de todas ellas. El gobernador inglés R oberto C liv e , considerado el fu n d a d o r del im pe­ rio b ritá n ic o en la India, v e n ció a los fra n ce se s y a sus aliados en la batalla de P lassey (1757) y luego o b tu vo la ca p itu la c ió n de Pondichery. D errotados los fra n ce se s, el g obierno in g lé s in te rv in o d ire c ta m e n te en la a d m in istra ció n de la India y nom bró el p rim e r gobernador general.

INDEPENDENCIA DE LOS ESTADOS U N ID O S DE A M E R IC A Las colonias inglesas en A m érica A m ediados del s ig lo X VIII, las tre c e co lo n ia s b ritá n ic a s ocupaban la costa a tlá n tica de A m é ric a del N o rte .1 Cada una organizó las in s titu c io n e s de acuerdo con sus necesidades y ca ra c te rís tic a s , y si bien se consideraban dependientes de la corona inglesa, el re sp e to de los hab ita n te s p o r la lib e r­ tad p o lític a te n d ió a fo rta le c e r los go b iern o s locales. Cada una de las co lo n ia s a d q u irió gran in d ivid u a lid a d , pues los habi­ tantes votaban sus p ro p io s im p u e sto s y defendían con a rd o r las lib e rta d e s que les hubieran c o rre sp o nd id o en la m e tró p o li. A s í fu e com o a m ediados del s ig lo X VIII, dichas co lo n ia s eran, en cuanto a la m archa de sus asuntos in te rn o s, prá ctica m e n te ind e pe n d ie n te s de In g la te rra .

La política im positiva La G uerra de los S ie te A ños había re su lta d o m uy costosa para Ingla­ te rra y por esta causa, la C orona d ispuso reorganizar el s iste m a im p o s itiv o co lo n ia l. En el año 1764, el rey Jorge III sancionó la Ley d e l A zúcar, la cual gravó con un im p u e sto las melazas que ingresaban en las colonias. A l año s ig u ie n te e ntró en v ig o r la Ley d e l Tim bre, que disponía el uso del papel sellado en tod os los docum entos legales. Nuevos im p u e sto s a fectaron al plom o, al v id rio y al té . E stas m edidas fu e ro n mal re cib id a s en las co lo n ia s y provocaron des­ órdenes, por cuanto sus h a b ita n te s sostenían que d ichos im p u e sto s habían sido votados por un Parlam ento al cual no habían enviado re p re se nta n te s. Los c o n flic to s cu lm in a ro n en la ciudad de Boston, a consecuencia del gravam en sobre el té . Un grupo de colonos disfrazados de pieles rojas arrojó al mar un cargamento de té, mientras la m ultitud agredía a los cobradores de impuestos. Las tropas inglesas, en acción de represalia, abrieron fuego sobre los revol­ tosos. Este grave incidente, conocido como “ la matanza de Boston” , sirvió para acentuar el hondo rencor hacia la m etrópoli.

1 Ordenadas de norte a sur, eran las siguientes: Massachusetts, Nueva Hampshire, Rhode siand, Connecticut, Nueva York, Nueva Jersey, Pensilvania, Delaware, Maryland, Virginia, Carolina del Norte, Carolina del Sur, Georgia.

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Los Congresos de F iladelfia En 1774» los re pre se ntante s de las C olonias — a excepción .de G eorgia— se re unieron en F ila d e lfia para cam biar ideas sobre la grave situ a ció n. Los patriotas se constituyeron en m ayoría sobre el pequeño grupo de “ leales” y expidieron un manifiesto, en el que refirm aban la decisión de no aceptar leyes provenientes de un Parlamento en el que no se hallaban representados. En esta declaración, que hicieron llegar al rey y a la nación inglesa, analiza­ ban sus derechos de vida, propiedad y libertad.

Jorge III se negó a hacer concesiones y entonces las colo nias am erica­ nas d e cid ie ro n d e fe n d e r sus derechos m ediante las arm as. En a b ril de 1775 se in ic ió la guerra con el com bate de Lexington, donde los colonos c o n siguieron una buena v ic to ria . En m ayo de ese año, se reunió en F ila d e lfia un segundo C ongreso, al que a s is tie ro n re pre se ntante s de todas las colonias. Por unanim idad fue proclam ado el ¡lu stre p a trio ta Jorge W ashington, general en je fe de los e jé rc ito s am ericanos;

D eclaración de la Independencia M ie n tra s proseguía la guerra co ntra la m e tró p o li, la re b e lió n de las co­ lonias había evolucionado hacia la fo rm a ció n de gobiernos to ta lm e n te inde­ p e ndientes, que desconocían la autoridad del rey. La opo rtu nida d era p ro picia p a r^ le g a liza r esa situ a ció n.


El 7 de ju n io , R icardo Lee, delegado de V irg in ia , so m e tió al C ongreso de F ila d e lfia , que seguía reunido, un p ro ye cto en fa v o r de la d e claración de la independencia. Tomás J e ffe rs o n p re s id ió la co m isió n redactora, y el 4 de ju lio de 1776 el C ongreso aprobó la D eclaración, verdadero alegato en fa vo r de los derechos hum anos, fundado en el orden, el respeto m utuo y la voluntad de Dios.

Guía de repaso

La lucha por la independencia El go biern o in g lé s envió re fuerzos para sus tro p a s, las cuales ve n cie ro n al e jé rc ito am ericano que se hallaba en Nueva Y ork. W ashington consiguió reorganizar sus fuerzas y triu n fó en las batallas de Trenton y P rinceton. Sin em bargo, al poco tie m p o , los in g le se s ocuparon F ila d e lfia y sus avances to rn a ro n c rític a la s itu a ció n de Ips p a trio ta s . Estos no claudicaron y en octu b re de 1777 co n sig uie ro n , sobre un e jé rc ito enem igo que había salido de Canadá, la im p o rta n te v ic to ria de Saratoga. A fines de 1776, el Congreso decidió so licita r la ayuda de algunas cortes europeas. Benjamín Frankiin se trasladó a Francia y obtuvo de Luis XVI el envío de armas y provisiones. Muchos franceses se incorporaron como voluntarios, entre ellos el marqués de Latayette que se puso al frente de un numeroso contingente, armado por su cuenta. En 1779 España y Francia unieron sus flotas contra el poderío naval de In­ glaterra.

En 1780 los no rte a m e rica n o s re c ib ie ro n la ayuda de una considerable fuerza francesa a las órdenes del general conde de Rochambeau. La acción coordinada de W ashington y el je fe fra n cé s p e rm itió ce rca r al enem igo en York Town. Los aliados s itia ro n esa phaza y en o ctu b re de 1781 los ingleses se rin d ie ro n . A n te la d e rro ta de sus fuerzas, Jorge III in ic ió negociaciones con los com isionados am ericanos y fra n ce se s. El 3 de s e tie m b re de 1783 se firm ó , en V e rsa lle s, el tra ta d o de paz; por él, In g la te rra reconocía la independencia y soberanía de las co lo n ia s am ericanas.

La politica borbónica en América.

Los princip io s del despotismo ilustrado. El regalismo. El nuevo ordenam iento administrativo. Expulsión de los jesuítas. Acusaciones contra estos re lig io ­ sos. Las Juntas de Temporalidades.

Fundación del Virreinato del Río de la Plata.

Causas externas e internas que m otivaron su creación. El virreinato provisional: Pedro de Cevallos. Los virreyes. Obra de Vértiz y Salcedo. Sucesores. La Real Ordenanza de Intendentes: causas por las cuales se im plantó el régimen de intendencias. Los gobernadores intendentes: atribuciones de justicia, hacienda, guerra y policía. Jurisdicciones territoriales en el Rio de la Plata: las ocho intendencias y los cuatro gobiernos subordinados.

Perfil social, económico y cultural de América hispánica.

La sociedad. Los españoles y los crio llo s: sus caracteres. El trabajo obligatorio de los indígenas. Los mestizos. La trata de negros. Las tres clases sociales: características de cada una de ellas. La economía. Los repartim ientos de tierras: las Ordenanzas de Población. La minería y los tres sistemas de explotación. La agricultura: progresos que introdujeron los españoles. La ganadería: la Mesta. La industria: las actividades ma­ nufactureras. Reseña de la actividad cultural. La enseñanza. La primera escuela para indígenas. Mención de algunos colegios se­ cundarios. La universidad de México. Las letras. Los cro­ nistas e historiadores. G arcilaso de la Vega. Alonso de Erciiia. Juana Inés de la Cruz. Las artes. Los edificios religiosos. La pintura y la escultura colonial.

Perfil social, económico y cultural del Virreinato del Rio de la Plata.

La población y las clases sociales. Habitantes de Buenos Aires y su campaña. Las clases sociales. La aristocracia española. Los crio llo s y sus aspiraciones a un gobierno propio. Los gauchos. Los negros africanos. La economía. Evolución del régimen com ercial. Los Borbones y la nueva política económica. Reemplazo del sis­ tema monopolista de flotas. El Reglamento del Comercio Libre. Carlos IV y la Real Cédula de 1797. El Consulado de Buenos Aires: Belgrano y la posición liberal. La Aduana: atribuciones. La moneda: de oro y de plata; la ceca de Potosí. La ganadería: su abundancia; la salazón de carnes. La agricultura: factores que lim itaron su progreso. La m i­ nería: los yacim ientos de azogue; el cerro de Potosí. El desarrollo in du strial: las actividades m anufactureras; zonas donde se expandió la industria textil. La región cuyana,

C onstitución de los Estados Unidos Rotas las re la cio n e s con la m e tró p o li, era necesario cre a r un vín cu lo que uniera los in te re s e s com unes de los nuevos Estados. Fue así com o en noviem bre de 1777, y a propuesta del C ongreso, se fo rm ó una C onfedera­ ción con el nom bre de Estados U nidos de A m érica. En m ayo de 1787 se re u n ió una C onvención C o n s titu y e n te con pode­ res para organizar un g o bierno nacional. Luego de largos y apasionados debates se aprobó la nueva C o n s titu c ió n destinada a re g ir en todo el te r r i­ to rio de los Estados U nidos. C onvocado el p ueblo a ele ccio n e s, re s u ltó e le g id o p rim e r p re s id e n te el gran ciudadano Jorge W ashington, quien fu e acompañado en la fó rm u la por el destacado John Adam s.

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Tucumán y Mendoza, Corrientes y Buenos Aires: sus res­ pectivas industrias. La cultura. La enseñanza prim aria: las tres categorías de escuelas. La enseñanza media: el Colegio Máximo y el Convictorio de San Javier en Córdoba. El Colegio de San Ignacio y el de San Carlos en Buenos Aires. La enseñanza superior: la universidad de Córdoba y el obispo Trejo y Sanabria. Carácter de la universidad de Chuquisaca. La enseñanza especializada: las escuelas de Náutica y de Dibujo. Pedro Cerviño y Gaspar Hernández. El Protom edicato: M iguel O’Gorman. La Escuela de M edi­ cina: Cosme Argerich. La im prenta: los m isioneros Neuman y Serrano. La Real Imprenta de Niños Expósitos. El perio­ dism o: prim eros impresos. Las letras: comienzos de la his­ toria lite ra ria : Luis de Miranda, Schm idl, Centenera, Díaz de Guzmán, Tejeda y Lavardén. Las artes. La arquitectura: la Plaza Mayor. La Catedral de Córdoba: sus estilos. La pintura: Aucell, Salas y Camponesqui. Inglaterra en el siglo XVIII. Los Hannover.

La reina Ana Estuardo. El Acta de Unión. El rey Jorge I y el m inistro Walpole. Jorge II y Guillermo Pitt. La monarquía parlamentaria en Inglaterra: el rey, los m inistros y el p a rla­ mento. Jorge III y G uillerm o Pitt (el ¡oven). La rivalidad anglo-francesa: poderio francés en la India. Roberto Ciive y la Batalla de Plassey.

Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica.

Organización de las trece colonias británicas. La política im positiva: leyes del azúcar y del timbre. La matanza de Boston. Combate de Lexington. Congreso de Filadelfia. De­ claración de la Independencia. Batallas de Trenton, Prince­ ton y Saratoga. Derrota de los ingleses. Los Estados Unidos de Am érica: Jorge Washington.

¿Cómo se desarrolló la agricultura y la ganadería? 13. Resuma la actividad cultural en Hispanoamérica refiriéndose a la ense­ ñanza, a las letras y a las artes. 14. ¿Qué aspectos pueden con­ siderarse al estudiar la población del virreinato del Río de la Plata? 15. ¿Qué sabe con respecto a las clases sociales? 16. ¿Cómo evolucionó el régimen comercial? 17. ¿Qué estableció el Regla­ mento del Comercio Libre? 18. ¿Qué labor desarrolló Belgrano como secretario del Consulado? 19. ¿Qué funciones cumplió la Aduana de Buenos Aires? 20. ¿Qué sabe con respecto a la mo­ neda en el virreinato? 21. ¿Cuál fue la importancia de la gana­ dería? 22. ¿En qué regiones del virreinato se desarrolló la indus­ tria? 23. ¿De cuántas categorías eran las escuelas elementales? 24. ¿Cuáles fueron los establecimientos de enseñanza media? 25. ¿Cuántas universidades funcionaron en el Virreinato? 26. ¿Hu­ bo enseñanza especializada? 27. ¿Qué funciones cumplía el Pro­ tomedicato? 28. ¿Qué sabe con respecto a-la imprenta? 29. ¿Y al periodismo? 30. ¿Qué conoce sobre la historia literaria del Río de la Plata? 31. ¿Qué puede decir con respecto a la Catedral de Córdoba? 32. ¿Recuerda los nombres de algunos pintores? 33. ¿Có­ mo llegó al trono de Inglaterra la reina Ana Estuardo? 34. ¿Y los Hannover? 35. Explique la obra de gobierno de Roberto Wal­ pole. 36. ¿Qué sabe con respecto a Guillermo Pitt? 37. ¿Cuáles fueron los caracteres de la monarquía parlamentaria en Inglate­ rra? 38. ¿Cómo gobernó Jorge III? 39. Explique la rivalidad co­ lonial anglo-francesa en la India. 40. ¿Cuál era la situación de las colonias inglesas en América del Norte a mediados del siglo XVIII? 41. ¿Qué consecuencias produjo la política impositiva? 42. ¿Qué ocurrió en los Congresos de Filadelfia? 43. ¿Cuáles fue­ ron las principales acciones bélicas en la lucha por la independen­ cia? 44. ¿Qué aprobó la Convención Constituyente de 1787?

r-Cuestionario 1. ¿Cuál fue el propósito fundamental de la política seguida por los reyes Borbones? 2. ¿Por qué fueron expulsados los jesuitas? 3. ¿Qué causas externas e internas motivaron la creación del virrei­ nato del Río de la Plata? 4. ¿Cuándo fue creado el virreinato pro­ visional? 5. ¿Qué puede decir sobre la actuación de los virreyes Cevallos y Vértiz? 6. ¿Qué causas influyeron para que se implan­ tara el régimen de Intendencias en el Rio de la Plata? 7. ¿Cuáles fueron las atribuciones de los gobernadores intendentes? 8. ¿En cuántas intendencias y gobiernos subordinados fue dividido el vasto territorio del Río de la Plata? 9. ¿Cóm o estaba formada la sociedad en el período hispánico desde el punto de vista étnico? 10. ¿En cuántas clases se agrupaba la población? 11. ¿Qué sabe con respecto a los repartimientos de tierras y a la minería? 12.

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Actividades Prácticas • S in te tiz a r las re fo rm a s im p la n ta d a s p o r los B o rb o n ts en España. • R e s u m ir las causas e x te rn a s e in te rn a s que m o tiv a ro n la creación d e l v irr e in a to de l R ío de la P la ta.

• C o m p a ra r las a trib u c io n e s otorg adas a los gob ernadores in te n d e n ­ •

tes con las que c o rre sp o n d ía n a los v irre y e s . E n cuadros sin ó p tico s re s u m ir las diversas m anife sta cio n e s c u ltu ­ ra le s en épocas d e l v irre in a to .

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Lectura

Tau A nzoátegui, V ícto r, y M a rtiré , E duardo.

El d esp otism o ilustrado

Tanto en Europa como en España, en las postrimerías del siglo X VII y comienzos del XVIII, existía el con­ vencimiento de una decadencia es­ pañola m u y pro fu n d a . De ahí que los hombres del siglo XVIII em­ prendieran una denodada lucha por re v ita liz a r a la nación p aralizada y así un notable grupo de pensadores intentó la adopción en la península de principios ya aplicados y difun­ didos exitosamente en otros países del co n tin e n te . Este c o n ju n to de hombres innovadores, que rodeó a los monarcas, constituyó la llamada m in o ría ilu stra d a . Su pensamiento y su obra se conocen como el despotis­ m o ilu stra d o , en razón de que para ellos el poder real, “ nervio principa] de la reforma” , debía ser robusteci­ do hasta el extremo de posibilitar la aplicación de las sustanciales refor­ mas p ro y e c ta d a s. Según Sánchez Agesta, la c o n s e cu e n c ia histórica más duradera del despotismo ilus­ trado español fue la sustitución de una perimida co n tin u id a d tra d ic io ­ n a l por una cuidadosa ordenación raciona l, es decir, .por un orden ra­ cionalmente dispuesto por voluntad del legislador. L a e xa ltación del poder re a l fue tem a corrie n te de toda la lite ra tu ra p o lítica de este siglo. Contra una tra­

dición límites dieron regias. trañar

española que había fijado a la autoridad real, se defen­ a ultranza las prerrogativas De manera que no puede ex­ que haya sido aceptada la

concepción de una m onarquía de de­ recho d ivin o , que consideraba que

la autoridad de los reyes provenía directamente de Dios, a quien sólo debían dar cuenta de su cometido, con independencia de la comunidad. El obispo francés Jacobo Benigno Bossuet desarrolló esta tesis en la

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tra d a que rodeó a los reyes espa­ ñoles a comienzos del siglo X V III?

M a n u a l d e H i s t o r i a de l a s I n s t it u c io n e s A r g e n t in a s .

• ¿Quién de sarrolló la tesis de la

Buenos Aires, 1967.

• ¿Qué se deduce de las respuestas a las preguntas que fig u ra n en el catecismo dél obispo San A lb e rto ?

• ¿Qué se propuso la m in o ría ilu s -

m onarquía por derecho d ivino ?

obra P o lític a deducida de las propias palabras de la Sagrada E s c ritu ra (1709), traducida al español en 1743. Decía que la persona de los reyes era sagrada, como representantes de la Majestad Divina para la ejecu­ ción de sus designios y, por lo tanto, debía servírseles “con buena volun­ tad, con temor, respeto y sinceridad de corazón, como a Jesucristo” . Aun­ que la tesis no se expuso en España con prolijidad doctrinal, fue domi­ nante en el concepto de las genera­ ciones ilustradas. P o r eso se conde­ naron las doctrinas de V ito ria , Suárez, M a ria n a y todos aquellos que tra ta ro n de señalar lim ita cio n e s a la a u to rid a d regia.

Como ejemplo de cuanto decimos, véanse estas preguntas y respuestas contenidas' en un catecismo de ca­ rácter político redactado por el obis­ po de Córdoba del Tucumán, fray José Antonio de San Alberto, e im­ preso en 1783 para la enseñanza de los niños: — “ ¿Quién, pues, es el origen de los Reyes? — ’’Dios mismo, de quien se deri­ va toda potestad. — ’’ ¿Por qué los Reyes se llama­ ron Dioses? — ’’Porque en su Reino son unas imágenes visibles de Dios. — ’’ ¿Quién es superior al Rey? — ’’Sólo Dios en lo civil y tempo­ ral de su Reino. — ” E1 Rey ¿está sujeto al pueblo? — ’No, que esto sería estar sujeta la cabeza a los pies” . E l cam bio postulado p o r el despo­ tism o ilu s tra d o se tra d u jo ta m b ié n en u n acentuado centralism o. Los

organismos que representaban algu­ na autoridad al margen del monarca fueron suprimidos o relegados de la vida política del reino.

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CRISIS DEL A N TIG U O REGIMEN La situación en Francia Recibe el nom bre de antig uo ré g im e n el co n ju nto de in s titu c io n e s de c a iá c te r p o lític o , so cia l, re lig io s o y a d m in is tra tiv o que e xistían en Europa y p a rtic u la rm e n te en Francia, hasta m ediados del sig lo X VIII. La sociedad se caracterizaba por la acentuada desigualdad e n tre las clases p riv ile g ia d a s , que detentaban el poder, y las clases populares, sobre las que recaían las m ayores o bligaciones. El rey se hallaba al fre n te de una sociedad a ris to c rá tic a , y su a utoridad, que era a b soluta y despó tica, no reconocía lím ite s de ninguna especie. E jer­ cía el poder fundado en el concepto del derecho d ivin o , pues afirm aba que su a u toridad provenía de D ios y que sólo a El debía re n d ir cuenta de sus actos. En Francia, donde las c a ra cte rística s de este siste m a alcanzaron m ayor in tensidad, el m onarca y sus fa m ilia re s vivían en la opulencia y, aunque la ca p ita l de la nación era París, p refe ría n re s id ir en V e rsa lles, donde el m arco era p ro p ic io para las activid ades de una co rte frív o la y derrochadora. Si bien el rey se preocupaba poco de los asuntos de gobierno, nada podía hacerse sin su auto riza ción. Todas las órdenes emanaban de su per­ sona y, aun las d e cisio n e s más tra sce n d e n te s se tom aban sin la fis c a liz a ­ ción de ningún cuerpo le g is la tiv o .

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Los Estados G e n e r a le s especie de parlamento constituido por representantes del clero, nobleza y burguesía, no se reunían desde 1614 y, a p a rtir de esa fecha, los monarcas gobernaron sin consultar en lo más mínimo la opinión de sus súbditos.

Dueño de om ním odos poderes, el rey disponía a su volu n ta d de todos los re so rte s del Estado. No había lib e rta d in d ivid u a l y cualquiera podía ser encarcelado, sin ju ic io previo , con una orden del rey, llam ada carta sellada. El monarca d irig ía tam bién los asuntos económ icos y no sólo disponía para su uso personal de las rentas o fic ia le s , sino que fija b a im puestos y cargas, los que recaían despiadadam ente sobre las clases no p rivile g ia d a s. No obstante este c e n tra lis m o , la e s tru c tu ra p o lític a y a d m in is tra tiv a de Francia carecía de unidad. El país se hallaba d iv id id o en p ro vin cia s a cargo de d ó cile s in te n d e n ­ tes, que sólo procuraban no c o n tra d e c ir al rey. Sin em bargo, esos te r r ito ­ rio s conservaban sus co stu m b re s, in s titu c io n e s y le g isla cio n e s locales, todo lo cual c o n trib u y ó a e m peorar la s itu a c ió n , pues, a las a rb itra rie d a d e s d e ri­ vadas del régim en a b s o lu tis ta , se sum aron los c o n flic to s de ju ris d ic c ió n en m ateria económ ica y de ju s tic ia . Los comerciantes hallaban dificultades para efectuar sus transacciones en las distintas comarcas, por la diversidad de criterios en la aplicación de impuestos y por los variados sistemas aduaneros. Cada provincia poseía códigos propios, tan distintos unos de otros que, a menudo, un hecho que se consideraba delito en una provincia del sur, era lícito en un territorio del centro o del norte.

La sociedad La sociedad francesa del s ig lo X VIII, regida por el p rin c ip io de la des­ igualdad, com prendía tre s clases o estados: c le ro , nobleza y pueblo. Se distin g uía n cla ra m e n te dos órdenes o categorías: a) los p riv ile g ia d o s , exen­ to s de im p uesto s y colm ados de rentas y de b e n e ficio s. A esta categoría pertenecían: el c le ro (p rim e r estado) y la nobleza (segundo estado), b) Los no p riv ile g ia d o s carecían de derechos y estaban cargados de im p u e sto s y deberes. C on stitu ía n el estado lla n o (te rc e r estado). a) Los p rivile g ia d o s . El clero. Poseía el 1 0 % de las tie rra s de la nación, lo que s ig n ific a b a una gran riqueza. A dem ás de los dere ch o s fe udales que abonaban los ocu­ pantes de esas tie rra s , p ercibía el diezm o, im p u e sto qüe debían pagar los a g ric u lto re s . Estas rentas eran destinadas al s o s te n im ie n to de parroquias, escuelas, in s titu c io n e s de b e n e fice n cia , e tcé te ra . La nobleza. Se hallaba representada en unas 30.000 fa m ilia s que po­ seían el 30 % de las tie rra s .

' El rey Felipe IV, el Hermoso, convocó por primera vez los Estados Generales en el año 1302, a fin de pulsar la opinión del pueblo a raíz del conflicto con el Papa Bonifacio V III. Con esto, el astuto monarca pretendía envolver a todas las clases sociales en un mismo problema. Reunió cuatro de estas Asambleas cuyos representantes concurrían, en realidad, no a dar su opinión, sino a oír la del rey. Los sucesores de Felipe IV prosiguieron con esta modalidad y convocaron periódicamente los Estados Generales hasta el año 1614.

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A sus p riv ile g io s ho n o rífico s se sumaban num erosos b e n e ficio s, tales com o la exención de im puestos, cobro de derechos feudales sobre los cam ­ pesinos, p re rro g a tiva s ju d ic ia le s (trib u n a le s pro p io s), etcétera. b) Los no p riv ile g ia d o s. El estado llano. A él pertenecía la m ayor parte de la población (24 m i­ llo n e s) y podían d is tin g u irs e tre s clases: la burguesía, los obreros y los cam pesinos. La b urguesía estaba co n s titu id a por p ro fesion ales y co m e rcia ntes en­ riq u e cid o s. De esta clase, en la que m ilita b a n filó s o fo s y econ om istas re presen­ ta n te s de las nuevas ideas, surg ie ro n los p rin cip a le s e le m en tos de la Re­ vo lu ció n . Los o b re ro s vivía n m iserab le m en te, pues sus sa la rios eran m uy bajos y sus a ctivid a d e s estaban ento rpecida s po r las antiguas reglam entaciones sobre trabajo. Los cam pesinos soportaban las m ayores cargas, y, aunque m uchos eran p ro p ie ta rio s de sus tie rra s , se hallaban agobiados por los im puestos que les absorbían la casi to ta lid a d de sus ingresos. El in ju s to siste m a im p o s itiv o del a ntiguo régim en fra n cé s era más op re sivo a m edida que eran m ayores los gastos que demandaba el lujo desm edido de la co rte . Com o las clases p rivile g ia d a s se hallaban exim idas de las grandes c o n trib u cio n e s, éstas recaían en el estado llano, p rin c ip a l­ m ente e n tre la burguesía y los cam pesinos, ya que los obreros y artesanos, que nada poseían, poco podían aportar. 307


Luis XVI A Luis XV le sucede en el tro n o de Francia Luis XVI, joven de ve in te años de edad, n ie to del a n te rio r. Cuando tenía d ie c is é is años lo casaron con la archiduquesa M aría Anto n ie ta , h ija de la em p e ra triz de A u s tria . M u je r frív o la y caprichosa, procuró in te rv e n ir en los asuntos de gobierno y se opuso a todo in te n to de reform as. Entre to d o s los problem as que Luis XVI heredó de sus antecesores, el más grave fu e el económ ico. A n sio so por rem e dia r la situ a ció n , el m onarca c o n fió la Inspección General de H acienda al célebre econom ista R oberto Turgot, quien propugnaba un cam bio to ta l en la p o lítica económ ica. Este s o lic itó al rey la reducción de los gastos, para sanear la econom ía sin necesidad de re c u rrir a im puestos ni e m p ré s tito s . D ejó sin e fe cto trabas aduaneras que impedían la com ercialización de los cereales, d iso lvió las co rp o ra cio n e s o g rem ios que lim itaba n la lib e rta d de tra b a jo . Adem ás abolió la corvea real, d isp o sició n que obligaba a los cam pesinos a p restar s e rv ic io s en obras del gobierno durante c ie rto s días del año sin rem une­ ración. En su lu g a r creó un im pu esto llam ado de subvención te rrito ria l, que debía se r abonado por todos los habitantes. Las re fo rm a s de Turgot provocaron la indignación de los p rivile g ia d o s, te m e ro so s de se r h eridos en sus in tereses. El monarca Luis X V I con su traje de gala. Hombre bien intencionado, pero débil de carácter, se dejó llevar por todos los consejos.

Luis XV Luis XIV, que fa lle c ió en 1715, d ejó com o sucesor a su b is n ie to Luis XV, que a la sazón contaba cinco años de edad. D urante la niñez del nuevo monarca, e je rc ió la regencia un so b rin o del d ifu n to rey, el duque F elipe de O rleáns, hom bre hábil e in te lig e n te pero de costu m b res lice n cio sa s. A partir de ese momento, la frivolidad fue el aspecto más destacado de la vida social de las altas esferas. El regente habitaba el “ Palacio Royal” rodeado de aristócratas, mientras el niño rey crecía educado por las damas en las Tullerías. En 1722 Luis XV fu e declarado m ayor de edad, cuando sólo contaba tre c e años. En ese m om ento se in ic ia el período de su gobierno personal, si bien es c ie rto que, durante el largo reinado de este monarca, Francia estuvo en manos de sus p ro te g id o s y fa v o rita s .1 En los ú ltim o s años de su g o b ierno, Luis XV era tan repudiado que no se atrevía a e n tra r en París; el pueblo hablaba de in ce n dia r V e rsa lle s, donde residía el monarca. Luis XV fa lle c ió en 1774, a los 64 años edad, v íc tim a de la v iru e la . A l té rm in o de su largo y n e fa sto reinado, Francia era campo p ro p icio para que fru c tific a ra n las s e m illa s .d e la R evolución. 1 Luis XV abandonó el gobierno en favoritas, como Juana Poisson — surgida de la burguesía— y que recibió el título de marquesa de Pompadour. Otra mujer que adquirió poder fue Juana Becú, nombrada condesa de Du Barry.

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María Antonieta — la hija de la emperatriz María Teresa— ^ esposa de Luis XVI. El cuadro la representa acompañada por, sus hijos. Esta bella mujer, capri­ chosa y gustadora, contribuyó a precipitar su propia caída.


El rey debió ceder ante la presión de los o p o sito re s, a cuyo fre n te se hallaba M aría A n to n ie ta . T urgot fu e d e s titu id o (1776) y sus re fo rm a s queda­ ron sin efe cto . Luis XVI co n fió la d ire c c ió n de las finanzas al banquero g in e brin o Jacobo N ecker, quien, com o su a ntecesor, era p a rtid a rio de las reform as económ icas. Sin em bargo, N ecker debió v o lv e r al ya u tiliz a d o siste m a de los em ­ p ré s tito s y, aunque tra tó de le g a liza r el uso de las finanzas con una espe­ cie de presupuesto, só lo s irv ió para irrita r a la reina y debió re tira rs e (1785). Sus sucesores continuaron e m p le a n d o .s in m ayores v a ria n te s el m ism o siste m a.

LA REVOLUCION FRANCESA Los propósitos de la Revolución El gran m o v im ie n to de la R evolución Francesa respondió a una trip le aspiración: a) En el aspecto p o lític o s ig n ific ó el odio al a ntiguo régim en y a la m onar­ quía absoluta. En su reem plazo propugnó una a d m in is tra c ió n basada en una monarquía c o n s titu c io n a l, con un parlam ento, a tra vé s del cual el pueblo pudiera expresar su o p inión e in te rv e n ir en el gobierno del país. b) En el aspecto so cia l, el m o v im ie n to bregó por la lib e rta d in d ivid u a l, la igualdad de to d o s los ha b ita n te s ante la ley y la supresión de los p riv ile g io s . c) En el orden económ ico se opuso a la in ju sta re p a rtic ió n de los im pues­ to s y sostu vo una más e q u ita tiv a d is trib u c ió n de la riqueza.

Reunión de los Estados G enerales Com o el problem a económ ico se agudizaba con el tie m p o y ante los su cesivos fra ca so s, Luis XVI o ptó por lla m a r nuevam ente a N ecker; éste com prendió lo c rític o de la s itu a ció n y aconsejó al rey la C onvocación de lo s Estados G enerales, única fo rm a legal de o b te n e r nuevos recursos f i ­ nancieros. Entre ta n to , la a g ita ción p o p u la r iba en aum ento; menudeaban los m otin es y nadie se privaba de re fe rirs e al re y con desprecio, ni de in s u lta r a la reina y a sus pro te g id o s. En los p rim e ro s días del año 1789, Luis XVI anunció o fic ia lm e n te su decisión de convocar los Estados G enerales en el mes de mayo; además otorgaba do ble re p re se n ta ció n al te rc e r estado, es d e cir, que la burguesía contaría con 600 diputados, m ie n tra s que el cle ro y la nobleza tendrían 300 delegados cada uno. Los Estados Generales no se reunían desde 1614. Conocida la intención de convocarlos, surgió el problem a acerca de la forma como debían votar. El Parla­ mento de París y una Junta de Notables, reunida ex profeso, sugirieron el voto por órdenes, o sea un voto por cada uno de los tres estados (clero, nobleza y burgue­ sía), lo que aseguraba el triu n fo de los privilegiados. En cambio, el pueblo y las distintas Asambleas provinciales exigían el vofo por cabeza, y no por orden, lo que les permitía ser mayoría al contar con la adhe­ sión de algunos diputados del clero y la nobleza, partidarios de las reformas.

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Según era co stu m b re , los e le cto re s com enzaron a confe ccio n a r los cuadernos de p e tic ió n ; a llí exponían sus quejas y deseos para que luego fueran llevados por sus diputados al seno de la A sam blea. Los re p re se n ta n te s del te rc e r estado (burguesía) y no pocos del cle ro y la nobleza que se hallaban in flu id o s por las d o ctrin a s de los e n ciclo p e ­ d ista s, propugnaban la a b olición de los p riv ile g io s, la redacción de una Constitución que asegurara la MbertacTcivIT y otras reform as lib e ra le s. Si bien estas asp ira ciones ponían lím ite s al poder real, se hallaban redactadas en tono m oderado y con gran respeto hacia la persona del rey.

La Asam blea Nacional El 5 de mayo de 1789 los Estados G enerales cele bra ro n en V e rsa lle s su p rim e ra sesión. El entusiasm o general se tra n sfo rm ó en e stu p o r cuando el m onarca, en s u d iscurso inaugural, m a n ife stó que los diputados debían lim ita rs e a re s o lve r los problem as fin a n cie ro s y que no p e rm itiría innova­ ciones que afectaran la autoridad real ni los p rin c ip io s de la m onarquía. El d iscu rso te rm in ó sin re fe rirs e a los proyectos de re fo rm a s; tam poco aclaró si el v o to sería por orden o por cabeza. Era evidente que, a causa de la presión ejercida por la reina y sus cortesanos, el rey había cam biado bruscamente de actitud. Los buenos propósitos del monarca y de su m inistro Necker sucumbían ante la influencia de los privilegiados.

A n te esa s itu a ció n , los m iem b ros del te rc e r estado re so lvie ro n in v ita r a los d iputados del c le ro y la nobleza para que integraran con e llos una asam blea com ún, con lo que quedaba p ráctica m e nte adoptado el sistem a del v o to in d ivid u a l. El 17 de ju n io , por consejo del abate Siéyes, los diputados del te rc e r estado, reforzados por m uchos sacerdotes, se c o n stitu ye ro n en A sam blea N acional, por e n tende r que representaban a más del noventa por c ie n to de la nación. 311


El ju r a m e n to d e la c a n c h a d e p e lo ta . A consejado por los nobles y los m ie m bro s del a lto cle ro , el rey se dispuso a re s is tir y, con un p re te xto , mandó c e rra r la sala de sesiones. A l día s ig u ie n te (20 de ju n io ), los d ip u ­ tados rebeldes se tra sla d a ron a un pabellón d estinado al ju e g o de pelota. Presidida por el astró n o m o Juan B a illy, la A sam blea ju ró “ no separarse ja ­ más y re u n irse en cu a lq u ie r p a rte donde las circ u n s ta n c ia s lo exigieran, hasta que la C o n s titu c ió n e s tu vie se a firm ada sobre c im ie n to s s ó lid o s ” . De hecho quedaba proclam ada la soberanía p opular, puesto que no se recono­ cía la autoridad del rey para d is o lv e r una asam blea elegida por la nación.

La A sam blea C onstituyente Tres días después, el rey reunió a los d iputados de los tre s estados y declaró nulos los a ctos de la Asam blea N acional. A c to seguido levantó la sesión y ordenó a to d o s que se re tira ra n , a e fe c to s de que cada estado de lib e ra ra por separado. El estado llano y sus sim p a tiza n te s no se m ovieron de la sala, y e n to n ­ ces uno de los diputados, el conde de M irabeau, expresó la cé le b re fra se : “ Señor, id a d e c ir a vu e s tro amo que estam os aquí re u n id o s p o r la vo luntad d e l pueblo y que no saldrem os sin o p o r la fuerza de las b a yo n e ta s". Cuando el rey se e n te ró de la a c titu d asum ida por los d iputados re b e l­ des, d ijo con in d ife re n c ia : “ ¿Q uieren quedarse? P u e s ... que se queden". Pocos días después, viendo que la desobediencia cundía, oyó el consejo de N ecker y ordenó a los d iputados de la nobleza y del a lto c le ro que se incorporasen a la A sam blea. El 9 de ju lio la A sam blea adoptó el nom bre de C o n s titu y e n te y nom bró una com isión para que se encargara de re d a cta r la C o n s titu c ió n . P rácticam ente, la R evolución había comenzado. A p a rtir de ese m o­ m ento la Asam blea se hallaba co m p le ta m en te integrada; los Estados Gene­ rales habían desaparecido y, en adelante, se votaría in d ivid u a lm e n te . Que­ daba a b ie rto el cam ino de las re fo rm a s p o lític a s y sociales.

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La tom a de la Bastilla A p a re n te m en te Luis XVI había cedido, pero no por m ucho tiem po , pues la reina y sus p a rtid a rio s lo ayudaron a tra m a r un golpe de Estado. El día 11 a lg u n o s-re g im ie n to s de m ercenarios extra n je ros ocuparon es­ tra té g ic a s p o sicio nes en V ersalles. En París cundió la alarm a; la Asam blea p id ió al rey el re tiro de las tropa s y éste, por toda respuesta, despidió a N ecker por c o n sid era rlo cóm p lice de los rebeldes. La e xcita ció n subió al punto; el pueblo se declaró a fa v o r de N ecker y p id ió , e nérgicam ente, su re s titu c ió n . Los ja rd in e s del “ Palais R oyal” se v ie ­ ron colm ados de agitadores, e n tre los que se destacó el joven abogado C am ilo D e sm o u lins, quien exhortaba al pueblo a to m a r las arm as. La sublevación no tardó en p ro d u cirse , y el 14 de ju lio la m u ltitu d saqueó las arm erías y el C uartel de los Inválidos, donde se proveyó de gran cantidad de fu s ile s y cañones; luego de sangrie nta lucha ocupó la B a s tilla , vie ja fo rta le za que, desde la época de Luis XIV, había sido con­ v e rtid a en p ris ió n de Estado. Los que creían e n co n tra r los calabozos re p le to s de presos p o lítico s, com probaron que sólo había s ie te detenidos, cuatro de e llo s fa ls ific a d o re s y uno id io ta . La caída de la Bastilla constituye la prim era gran jornada de la Revolución. Desarrollada con rapidez, sus efectos fueron prodigiosos, pues al conocer su ver­ dadera fuerza el pueblo se halló dispuesto a sostener con firm eza sus ideales de libertad. El hecho en sí careció de significación, pero desbordó en sim bolism o al ases­ tar un golpe decisivo a las arbitrariedades del antiguo régimen.


La comuna y la guardia nacional Para e sta b le c e r el orden, los re vo lu cio n a rio s organizaron en París un m u n icip io c o le c tiv o que se llam ó comuna. A su vez la com una re c lu tó a los ciudadanos arm ados y organizó la guardia nacional, designando para encabezarla al m arqués de L a f a y e t t e Los re vo lu cio n a rio s adoptaron com o sím b o lo la bandera tric o lo r. La fa lta de orden y garantías engendró un te m o r c o le c tiv o que se de­ nom inó el gran m iedo (la grande peur). En to d o e l país se organizaron m ili­ cias y com unas s im ila re s a las de París. M uchos nobles com enzaron a abandonar el te r rito rio de Francia; fu e ro n los p rim e ro s e m igrados.2

Abolición de los privilegios Los m iem b ro s de la A sam blea com p re n die ro n la gravedad de la s itu a ­ ción. En la noche del 4 de agosto, el vizconde de N o a iile s , d iputado de la nobleza, propuso la a b o lició n de lo s p riv ile g io s s e ñ o ria le s.3 Su a c titu d contó con el vo to a firm a tiv o de to d o s los se cto re s, in clu so del c le ro y la nobleza, que renunciaron espontáneam ente a sus inm unidades. El entusiasm o fu e g eneral; en adelante to d o s serían ¡guales ante la ley. El antiguo régim en había desaparecido.

D eclaración de los deréchos del hombre La A sam blea se dio por e n te ro a la tarea de re d a cta r una C o n s titu c ió n . El día 26 d e fin ió los derechos in a lie n a b le s del pueblo en un docum ento que se denom inó: D e cla ra ció n de lo s D erechos d e l H o m bre y d e l C iudadano, con la inte nción de que fu e ra a p lica b le a “ todos los hom bres, a todos los tie m p o s y a tod o s los países del m u n d o ” . Constaba de un preám bulo y d ie c is ie te a rtícu lo s . Según constaba en la Declaración, los hombres nacen y permanecen libres y son iguales en derechos. Estos derechos naturales, es decir, propios de su condi­ ción humana, son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión. La soberanía reside en la Nación y, en consecuencia, el rey es un mandatario dei pueblo. La ley es la expresión de la voluntad general y todos los hombres son iguales ante ella. La Declaración consagraba, además, la libertad religiosa, de opinión y de expresión escrita. Sostenía tam bién una distribución más equitativa de los impues­ tos (proporcional a la fortuna), y la inviolabilidad de la propiedad privada. La Declaración garantizaba: la igualdad ante la ley, la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión. Aunque el espíritu de la Declaración era de corte republicano, nadie hablaba de república, el gobierno continuaba siendo m onárquico y en los documentos oficiales se leía: “ Luis, rey de los franceses por la gracia de Dios y por la Ley constitucional del E s ta d o ..

' El marqués de Lafayette había encabezado las fuerzas francesas en la revolución norte americana. Aunque de origen noble, era partidario de las reformas y abrazó la causa del estado llano. El 14 de julio fue designado jefe de la Guardia Nacional. Abandonó la Revolución cuando ésta cayó en manos de los extremistas jacobinos. 2 El primer emigrado fue el conde A rtois, hermano menor de Luis XVI. Abandonó Francia luego del asalto a la Bastilla. 3 La abolición no fue inmediata. Un comité se encargó de estudiarlo y entregó su informe ocho meses más tarde a la Asamblea que suprimió sólo una parte de los derechos feudales.

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El rey y la Asam blea se trasladan a París Comenzaba el m es de octu b re y Luis XVI no había aprobado la D ecla­ ración. A esta a c titu d se unió el rum or de que, en el palacio de V ersalles, los nobles que integraban la guardia real habían pisoteado la escarapela tric o lo r. La escasez de víve re s y la acción de los agitadores enardecieron los ánim os y el 5 de octu b re va rio s m illa re s de m ujeres e in su rre cto s ar­ mados se d irig ie ro n tu m u ltu o sa m e n te a V e rsa lle s, forzaron las rejas del palgcio, die ro n m uerte a los guardias y llegaron hasta las habitaciones de la reina. A l día s ig u ie n te , el rey se v io obligado a re gresar a París con su fa m i­ lia, esco lta d o por una m uchedum bre que llevaba en el e xtre m o de las picas las cabezas de los guardias asesinados. Pocos días después, la Asam blea tam bién se trasladaba a París.

Los partidos y los clubes En la c a p ita l, el re y y la A sam blea se e ncontraron bajo la vig ila n c ia d ire c ta de los re vo lu cio n a rio s. En el seno de la A sam blea C o n stitu ye n te no había p a rtid o s p o lític o s organizados, pero las d is tin ta s tende ncias eran fá c ilm e n te id e n tific a b le s m erced a su ubicación en el re cin to . Los p a rtid a rio s de las re form as profundas se sentaban en las bancas de la iz q u ie rd a ; los conservadores en las de la derecha, y, por su parte, los m oderados se ubicaban en el centro. Fuera de la A sam blea, las d is tin ta s tendencias se agrupaban en clubes o sociedades, donde se pronunciaban discu rso s y se efectuaban anim ados debates.


La más im p o rta n te fue la “ Sociedad de lo s am igos de la C o n s titu c ió n ", que se organizó en V e rsa lle s y luego se tra sla d ó a París. A llí se in sta ló en un convento abandonado de los m onjes d o m inicos, vulgarm e nte llam ados ja cobinos, por lo cual la sociedad com enzó a llam arse C lub de lo s Jacobinos. O tro club im p o rta n te fu e el de los C o rd e le ro s o Franciscanos, así lla ­ mado porque se reunía en un convento de esa orden re lig io sa .

La Fiesta de la Federación A l cu m p lirs e , el 14 de ju lio de 1790, el p rim e r an ive rsa rio de la tom a de la B astilla, las com unas p ro vin cia le s organizaron una gigantesca con­ ce ntración en París que, por su ca rá cte r, se llam ó Fiesta de la Federación. La m uchedum bre se re u n ió en el "C am po de M a rte ” , donde fra te rn iz a ­ ron las delegaciones de las guardias nacionales de p rovincia. El m arqués de Lafayette ju ró , en nom bre de los federados, so ste n e r la C o n stitu ció n recién elaborada. Luis XVI tam bién p re stó ju ra m e n to de fid e lid a d y p ro m e tió e m plear su poder en defensa de la C o n s titu c ió n . La m u ltitu d ovacionó al monarca; todo parecía solucionado. Sin em bargo la Asam blea había reorganizado la Iglesia francesa para colo carla bajo la to ta l dependencia del Estado. Esta C o n s titu c ió n C iv il del C le ro fue condenada por el P ontífice y, si bien Luis XVI se v io obligado a ra tific a rla , no d is im u ló su d isg u sto por la medida, que hería sus s e n tim ie n ­ to s re lig io so s.

Fracasa la huida del rey A p a rtir de ese m om ento, el m onarca só lo pensó en a p lastar la Revo­ lución y la noche del 20 de ju n io de 1791, Luis XVI y su fa m ilia abandona­ ron sig ilo sa m e n te el palacio de las T ullerías y se d irig ie ro n hacia la fro n te ra alemana. Cuando el plan parecía consum ado, los fu g itiv o s fu eron recono­ cidos y luego dete n id o s por las a utoridades en la localidad de Varennes. C inco días después regresaban a París bajo cu sto d ia y, en m edio de los insultos y amenazas del pueblo, Luis XVI fu e suspendido en su cargo. La fuga del rey fa vo re c ió los planes de los republicanos. El 17 de ju lio re unieron al pueblo en el Campo de M a rte y e xig ie ro n la ab olición de la monarquía y el e n ju ic ia m ie n to del soberano. La A sam blea rechazó la in tim a ció n y envió a la Guardia Nacional para d is o lv e r a los m a n ife sta n te s. Com o é sto s se negaron, IS tropa hizo fu e g o y hubo m uchos m uertos y heridos. Este episo dio se denom inó fu s ile ría d e l Campo de M arte. A fin de d e vo lve r el poder al monarca, la A sam blea m a n ife stó que Luis XVI no había huido, sino que había sid o raptado.

Las reform as de la A sam blea C onstituyente Como hem os v is to , el 9 de ju lio de 1789 la Asam blea Nacional se tra n sfo rm ó en C o n s titu y e n te y se dio de lleno a la tarea de lle va r a la práctica los p rin c ip io s sustentados por los filó s o fo s y e n ciclo p e d ista s.

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A ta l e fe cto , d ic tó n um erosísim as disp o sicio n e s y de cre to s (3.250) destinados a d e s tru ir el antiguo régim en, el poder personal del rey y el c e n tra lis m o a d m in is tra tiv o . En lo económico, abolió la desigualdad en los impuestos y adoptó las con tri­ buciones directas. Además, elim inó las aduanas interiores y numerosas trabas al comercio. Para solucionar la crisis financiera, nacionalizó, sin indemnización, los bienes dél clero y los puso a la venta. Al mismo tiempo, em itió papeles moneda que se llam aron asignados. Estos eran obligaciones hipotecarias que circulaban con el respaldo de aquellos bienes. La m edida no dio los frutos esperados y el valor de los billetes dism inuyó péligrosamente. Las reformas religiosas provocaron los más graves inconvenientes. La Asam­ blea aprobó la Constitución C ivil del Clero (12 de ju lio de 1790), lo que significó colocar a la Iglesia bajo la autoridad del Estado. De acuerdo con ello, el Papa no intervenía en la designación de los sacer­ dotes y obispos, sino que éstos eran elegjdos por los ciudadanos en com icios co­ munes. Al mismo tiempo, se separó a los eclesiásticos de los cargos públicos y los párrocos fueron obligados a leer desde el pulpito los decretos del gobierno. Todo estaba destinado a crear una iglesia nacional, Independiente del pontífice romano. Como se ha relatado, el Papa condenó la medida, lo que provocó la fuga del rey y, al mismo tiempo, una fuerte oposición de la mayoría del pueblo, que era católico. Entonces, la Asamblea exiigió al clero el juram ento de obediencia, pero sólo un reducido número lo hizo y se llam ó clero juram entado. La gran mayoría se negó y se situó en la oposición; éste se llam ó clero refractario. Esta actitud desató una ola de persecuciones contra los sacerdotes, a los que se llam ó enemigos de la revolución. Muchos fueron encarcelados y no pocos asesinados. Para com pletar las reformas religiosas, la Asamblea decreto la libertad de cultos, fijó sueldos a los sacerdotes, abolió los votos monásticos y las órdenes religiosas. Las reformas adm inistrativas tendieron a la descentralización. Francia quedó dividida en ochenta y tres departam entos; éstos, a su vez, fueron subdivididos en numerosísimos distritos, cantones y comunas a cargo de funcionarios eleqidos d i­ rectamente por el pueblo.

La Constitución La C o n s titu c ió n quedó d e fin itiv a m e n te term inada en el mes de s e tie m ­ bre de 1791. El día 14, el rey — ya repuesto en su cargo— ju ró respetarla y c u m p lirla en todas sus partes. El te x to del docum ento, que estaba precedido por la “ D eclaración de los D erechos del H om bre” , m antenía la fo rm a m onárquica de gobierno, pero el rey perdía su ca rá cte r de absoluto, puesto que se adoptaba el sistem a de la d iv is ió n de poderes. El Poder Ejecutivo estaba representado por el rey, que era inviolable e irres­ ponsable. Podía elegir a sus ministros y demás funcionarios; además sancionaba las leyes y tenía derecho a vetarlas por dos períodos legislativos (veto suspensivo). El Poder Legislativo era ejercido por una Asamblea (la Asamblea Legislativa) compuesta por setecientos cuarenta y cinco diputados, los que eran in vio la b le s, y elegidos cada dos años por aquellos ciudadanos que abonaran impuestos directos. Como puede apreciarse, no se concedió el sufragio universal y se adoptó el siste­ ma de voto restringido que beneficiaba a la burguesía. El Poder Jud icia l estaba integrado por los jueces y jurados elegidos por el pueblo.


G u e r r a co n A u s t r ia La A sam blea dispuso que los sacerdotes re fra c ta rio s debían p resta r ju ra m e n to a la C o n stitu ció n . A dem ás, in tim ó a los em igrados, e ntre los que se encontraban los herm anos del m onarca, para que regresaran al país antes del 1? de enero. El rey v e tó los d e creto s, lo que hizo ro b u ste ce r la sospecha de su co m p licid a d con los m anejos de los re a lista s en el e x te rio r. En efecto, los em igrados franceses se habían establecido en diversos pueblos de la frontera, especialm ente en Coblenza (ciudad de Prusia), y desde allí efectua­ ban activas gestiones para lograr la ayuda de los nobles extranjeros. En agosto de 1791, Austria.y Prusia prom etieron apoyo a Luis XVI.

S atisfechos los m o tiv o s de su creación, la A sam blea C o n s titu y e n te dio por term inad as sus sesiones el 30 de s e tie m b re de 1791.

LA C A ID A DE LA M O N A R Q U IA

La A sam blea e xig ió a los austríacos la in te rn a ció n de los em igrados fra n ce se s e sta b le cid o s en Coblenza. El em perador rechazó el u ltim á tu m ; entonces el nuevo g abinete de Luis XVI fo rzó al m onarca a d eclarar la guerra a A u s tria , m edida que la A sam ­ blea L e g isla tiva ra tific ó por unanim idad (20 de ab ril de 1792). Las p rim e ra s acciones m ilita re s fu ero n desfavorables para los fra n ce ­ ses, que carecían de o fic ia le s capacitados. A n te esos fracasos, que se a tri­ buyeron a la acción de los re a lista s, la A sam blea adoptó enérgicas m e di­ das: dep o rtó a todos los sa cerdotes re fra c ta rio s , creó un cam pam ento de v o lu n ta rio s federados en las cercanías de París y d is o lv ió la guardia del rey. Luis XVI v e tó las dos p rim e ra s m edidas y expulsó a los g iro n d in o s de su gabinete.

Suspensión y arresto del rey

La A sam blea Legislativa El 1? de octu b re de 1791, la nueva A sam blea creada por la C o n s titu ­ ción se reun ió p o r vez prim era. En la Legislatura era m ayoría el ele m e n to m onárquico, que deseaba un p a cífico e n te n d im ie n to con el rey. Sus m ie m b ro s ocupaban los asie n to s de la derecha y el centro. A esta ten d e n cia pertenecían, re sp e ctiva m en te , los fu ldenses 1 y los g iro n d in o s.2 Los girondinos eran más oradores que hombres de acción. Esa fue la razón por la cual no lograron el apoyo de los elementos populares. Con todo, poseían una clara visión de los problemas políticos y económ icos y no tardaron en im poner sus principios en el seno de la Asamblea. Entre sus miembros sobresalió Condorcet.

A la izquie rd a se situaban los m ontañeses, así llam ados por ocupar los lugares más elevados del a n fite a tro . C o n stitu ía n una cuarta parte de la A sam blea y, com o se hallaban bajo la in flu e n c ia de los ja co b in o s y co rd e le ­ ros, se colocaron en la o p o sició n y tra ta ro n de lim ita r al m áxim o la autoridad del rey.

V iéndose en p e lig ro , los jaco bin os d e cidieron am edre ntar al rey. El 20 de ju n io sus a gitadores organizaron una m an ife sta ció n y se d irig ie ro n a las Tullerías. A llí forzaron las rejas y llegaron hasta las h abitaciones de Luis XVI, al que e xig ie ro n la re p o sició n de los m in is tro s y el le van tam iento del veto. El rey hubo de~ to le ra r los in su lto s del populacho, que lo o b lig ó a co lo ­ carse un g o rro frig io y a beber a la salud de los “ s a n s c u lo tte s ” .1 E ntretanto, aum entaban las sospechas de que el rey tra icio n a b a a la nación y se hallaba en in te lig e n c ia con los enem igos e xtranjeros. En el mes de ju lio , A u s tria co n ce rtó una alianza con Prusia, y sus e jé r­ c ito s in icia ro n la invasión de Francia. El día 28 se conoció en París el m a n ifie sto del duque, de B runsw ick, g e n e ra lísim o prusiano que comandaba los e jé rc ito s aliados. En él exigía “ plena y com pleta libertad para el rey” y amenazaba con una “ venganza ejem plar y memorable en caso de ser desoído” . “ Los que se resistan serán tratados como rebeldes a su rey y fusilados y, si son atacadas las Tullerías, París sufrirá una ejecución m ilitar y una destrucción to ta l” .

Este u ltim á tu m in dignó a los re vo lu cio n a rio s y agravó la situación de Luis XVI, cuyos m anejos quedaron al d e scub ierto.

1 Los fuldenses surgieron a raíz de una escisión entre los elementos moderados del jaco­ binismo. 2 Los g irondinos recibieron ese nombre porque sus integrantes departamento de Burdeos. También se dieron el nombre de "patriotas” .

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procedían

de la Gironda,

1 Nombre aplicado a la gente humilde que usaba pantalón obrero, en lugar de calzón corto (culotte) y medias, vestimenta de los aristócratas. El “ sansculotism o” se transformó en un título honorífico y en símbolo revolucionario.

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D ispuestos a d e rro ca r a la m onarquía, los jacobinos y co rd e le ro s pre­ pararon un ataque a las T ullerías. Sus planes se favorecieron con la llegada de voluntarios del interior. Un ba­ tallón procedente de M arsella había adoptado un himno compuesto por el oficial Rouget de L’lsle. La canción se difundió rápidamente con el nombre de “ Marsellesa” .

A l am anecer del 10 de agosto, las tu rb a s in icia ro n el ataque al palacio de las T ullerías, d é b ilm e n te d e fe n d id o por una guardia de soldados suizos. La fa m ilia real buscó re fu g io en el seno de la A sam blea. Pero, ante la presión de los in s u rre c to s , ésta v o tó la suspensión d e l re y y su a rre s to en el palacio de Luxem burgo. A dem ás, d e cre tó la convo ca to ria de una C onvención N acional, que debía m o d ific a r la C o n s titu c ió n y juzgar la conducta de Luis XVI. El rey fu e reem plazado por un C onsejo e je c u tiv o cuya fig u ra más im ­ portante fu e D antón, p re sid e n te de los co rd e le ro s.

Las matanzas de setiem bre Las n o ticia s de la guerra eran cada vez más desalentadoras para los re vo lu cio n a rio s. La fo rta le z a de V erdón, situada m uy cerca de París, había caído en poder de los prusianos. El pánico y la irrita c ió n populares su bieron al punto y las tu rb a s, e x c i­ tadas por el sa n guinario M a ra t,1 asaltaron las cárceles. Entre el 2 y el 6 de s e tie m b re más de m il personas pere cie ro n ase­ sinadas. La defensa nacional se organizó rápidam ente. El día 20 los generales republicanos D um ouriez y K e lle rm a n derrotaban a los invasores e xtra n je ro s en Valm y, donde se lib ró un in te n so com bate de a rtille ría . Una vez más, la R evolución estaba a salvo.

El ce n tro (424 diputados), tam bién llam ados llanu ra o pantano, c o n s ti­ tuía la m ayoría, pero sus in te g ra n te s s u frie ro n a lte rn a tiva m e n te la in flu e n ­ cia de los o tro s p a rtid os que procuraron e n vo lverlo s en sus planes.

La República La Convención A l día s ig u ie n te del triu n fo de Valm y, la C onvención ce le b ró su p rim e ­ reunión (21 de s e tie m b re de 1792). La com ponían s e te c ie n to s cuarenta y nueve diputados ele g id o s por su fra g io u n ive rsa l, sis te m a em pleado por p rim e ra vez y en el que tu v ie ro n derecho al vo to to d o s los ciudadanos m ayores de 21 años, in clu so los obreros y los cam pesinos. Igual que en la Leg isla tiva , se d is tin g u ie ro n tre s p a rtid o s que d iv e r­ gieron en cuanto a la tá c tic a y m étodos p o lític o s . La derecha (165 d iputados) estaba representada por los g iro n d in o s, ahora p a rtid a rio s de la m oderación y la legalidad. Sus m iem bros más d e sta ­ cados seguían siendo V ergniaud, C on d orce t y B risso t. La izqu ierd a o m ontaña (160 d iputados) estaba form ada por elem entos exaltados de los clubes ja co b in o s y co rd e le ro s. P referían los m étodos v io ­ lentos y radicales y contaban con el apoyo de la Comuna de París. ra

1 Juan Pablo Marat (1743-1793), médico fracasado, fue el más sanguinario de los revolucio­ narios. Era bajo, de cabeza grande y nariz chata. Sucio y desaliñado, su presencia causaba desa­ grado. Desde su periódico “ El amigo del pueblo” , incitó a la guerra civil y aconsejó las matanzas de nobles y religiosos. Mientras se bañaba, fue sorprendido y ultimado a puñaladas por la joven girondina Carlota Corday.

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En su p rim e ra sesión la C onvención acordó, por unanim idad, a b o lir la m onarquía. A l día s ig u ie n te (22 de se tie m b re ), instauró el régim en repu­ b lica n o y d ispuso que los docum entos o fic ia le s se fechasen: A ño i de la República. El calendario republicano, que comenzó a regir el 22 de setiembre de 1792, dividía el año en 12 meses de 30 días. El año tenía, pues, 360 días y, los 5 ó 6 restantes (del 17 al 21 de setiembre), eran complem entarios y destinados a honrar al pueblo. Cada mes tenía tres décadas de diez días cada una; el último día de cada década sustituía al domingo cristiano. El nombre de los meses fue cam biado por el de los diversos estados de la Naturaleza: Vendimiario (de la vendim ia), Brum ario (de las brumas), Frim ario (de los fríos), Nivoso (de las nieves), Pluvioso (de las lluvias), Ventoso (de los vientos), Germinal (de la germ inación), Floreal (de las flores), Pradial (de los prados), Mesidor (de las mieses), Term idor (del calor) y Fructidor (de los frutos). Este calendario rigió hasta el 19 de enero de 1806, fecha en que Napoleón lo derogó y restableció el gregoriano.

Proceso y ejecución de Luis XVI Una vez abolida la m onarquía, los re vo lu cio n a rio s se dispu sie ro n a juzgar la conducta del rey.

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Los e xtre m is ta s sostenían que Luis XVI debía se r a ju s tic ia d o sin pro­ ceso. Los giro n d in o s y el re sto de la C onvención lograron que se le in sta u ­ raba proceso previo. El hallazgo de un docum ento, que probaba la in te lig e n c ia del ex rey con los em igrados y e x tra n je ro s , fa v o re c ió la p o sició n de los izq u ie rd ista s, y Luis XVI fue declarado culpable casi por unanim idad. Sin em bargo, hubo d iscre p a n cia s con re sp e cto a la pena que debía a p licá rse le . Los ja co b in o s exigían la e jecución inm ediata; o tro s, la p ris ió n , el d e s tie rro o la m ue rte a largo plazo. Para lo g ra r sus p ro p ó sito s, los e x tre ­ m istas s o lic ita ro n .y o b tu vie ro n que, para la d e cisió n , se ap lica ra el voto n om inal y cada diputado debió fo rm u la rlo en alta voz. Esto fo rzó m uchas a c titu d e s , y el d e s tin o del ex m onarca quedó s e lla ­ do el 16 de enero de 1793, después de v a rio s m eses de pro ce so .1 Lufs XVI fue g u illo tin a d o cin co días más ta rd e (21 de enero) en la Plaza de la Revo­ lu ció n (hoy Plaza de la C oncordia), ante una m u ltitu d sile n cio sa . Luis XVI afrontó las alternativas del proceso con una altivez y serenidad des­ conocidas en su persona. Cuando se le com unicó la sentencia, no se inm utó y se dispuso a m orir cristianamente. Confesó y com ulgó asistido por un sacerdote re­ fractario. A las diez de la mañana del día 21 de enero, fue trasladado en un carruaje hasta el lugar de la ejecución y, en medio de un silencio im presionante subió decidido las gradas del cadalso. Desde allí g ritó a la m ultitud: “ ¡Pueblo de Francia! Muero inocente y perdono a mis enemigos” . Iba a proseguir, pero un redoble de tam bores apagó su voz. Un instante después era decapitado en la gu illotin a.2

La m u e rte de Luis XVI causó gran indignación en Europa, y otra s pote n ­ cias se sum aron a Prusia y A u s tria co n tra Francia, produciendo la prim e ra co a lició n (1? de fe b re ro ).3

El gobierno revolucionario A l m ism o tie m p o , en el in te rio r de Francia se producían sublevaciones im p o rta n te s, encabezadas por e le m e n to s c a tó lic o s y re a lis ta s de las pro­ vin cia s de La Vendée y Bretaña. 1 Sobre 721 diputados, 387 votaron por la ejecución inmediata y el resto, por la muerte condicional o la prisión. Entre los que votaron la muerte de Luis XVI se contó un primo del monarca, el duque de Orleáns, llamado Felipe Igualdad. 2 Esta máquina, utilizada para dar muerte a los condenados, fue adoptada en Francia, en la época de la Revolución, por el médico José Ignacio G u illo tin , diputado en los Estados Generales; de ahí deriva el nombre g u illo tin a . Consiste en dos gruesas vigas paralelas, de 2,80 metros de alto, en cuya parte superior se encuentra la cuchilla de acero con un plomo que peáa más de 60 kilo­ gramos. En la parte inferior, dos maderas, una fija y otra móvil, dejan, entre sí, un espacio destinado a colocar el cuello del reo (lunette). El verdugo toca un resorte y la cuchilla cae, separando la cabeza del tronco a la altura de la cuarta vértebra cervical. Aunque la decapitación manual, mediante espada o hacha se utilizó desde tiempos remotos, la decapitación mecánica no parece ser tan antigua. Máquinas parecidas a la guillotina fueron utilizadas en Bohemia (siglo X III); en Alemania (siglo XV); en Italia recibió el nombre de mannaia. Para evitar al condenado sufrimientos inútiles, Guillotin propuso a la Asamblea (octubre de 1789) la adopción de la máquina, pero no fue escuohado. Insistió y, en abril de 1792, fue ensayada con cadáveres y animales. El secretario de la Academia de Cirugía, D octor Antonio Luis, modificó la cuchilla horizontal por otra con forma oblicua, de mayor efectividad en el corte. La Asamblea Constituyente adoptó el uso de la guillotina a fin de ¿jue la pena de muerte “ fuera igual para todos, sin distinción de mangos ni clase social” . El primer ajusticiado fue un bandido llamado P elle tie r (27 de mayo de 1792). 3 Estaba formada por Inglaterra, los Estados Alemanes, España, Portugal, Holanda, Austria, Prusia, Cerdeña y Nápoles.

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La Convención, preocupada por la guerra contra los coallgados, no dio mayor im portancia a los levantamientos; así pues, en el verano de 1793, más de las dos terceras partes de Francia se hallaban en insurrección.

La s itu a ció n se agravó aún más, cuando el general D um ouriez, héroe de V alm y, in te n tó a sestar un golpe contra la C onvención, pero, com o sus tro p a s no lo sig u ie ro n , re so lvió pasarse a las fila s enem igas con la m ayor parte de los o fic ia le s . A n te el g iro de los a co n te cim ie n to s, Dantón propuso la creación de un T ribunal R e vo lu cio n a rio, con am plias fa cu lta d e s para juzgar sin apelación. En a b ril se in s titu y ó el C o m ité de S alvación Pública, com puesto por nueve m iem bros con poderes d ic ta to ria le s . También fue creado un C o m ité de Seguridad G eneral, cuya m isió n era d e s c u b rir o señalar sospechosos de ser enem igos del nuevo régim en.

Caída de los girondinos Estas m edidas aum entaron el antagonism o e ntre los p a rtid o s de la izquierda y la derecha. Los m ontañeses, apoyados por la Comuna de París, acusaban a los g i­ rondinos de q u e re r im poner una re pública fe d e ra l, s im ila r a la de los Esta­ dos Unidos. Los g iro n d in o s, por su parte, reclam aban el im p e rio de la legalidad, el castigo de los responsables por las matanzas de se tie m b re y la d iso lu ció n de la Comuna de París. Entonces, los ja cobinos prepáraron un golpe contra sus riva le s. El 2 de ju n io , las secciones de París y la G uardia Nacional rodearon el local de la C onvención y oblig a ron a d e cre ta r el a rre sto de v e in tin u e ve destacados g iro n d in o s. La C onvención quedó, pues, en manos de los m ontañeses e xtre m ista s. El a rre s to de los g iro ndin os provocó nuevas in su rre ccio n e s en el in te ­ rio r, pero la re vu e lta só lo logró prosperar en algunas ciudades situadas en el oeste.

EL TERROR El 12 de ju lio una joven provinciana, llam ada C a rlota C orday, pa rtid a ria de los g iro n d in o s, apuñaló al sanguinario M a rat. Entonces la C onvención, dom inada por la m inoría jacobina, d e cid ió acentuar aún más la represión e im p la n tó el régim en de te rro r. De este m odo trataba de so fo ca r las subleva­ ciones y hacer fre n te al p e lig ro e x te rio r.


El poder re sid ió , de hecho, en el C o m ité de S alvación Pública, que, desde se tie m b re de 1793 hasta ju lio de 1794, e je rc ió una sangrienta d ic ta ­ dura. En ese Comité, Robespierre estaba a cargo de la policía; Saint Just, de los asuntos políticos; Carnot, del ejército; D'Herbois designaba los representantes en m isión ; Couthon se ocupaba de los asuntos legislativos.

A todas las p ro vin cia s se enviaron delegaciones de dos diputados, llam ados re p re se nta n te s en m is ió n ; re ve stid o s de poderes absolutos, po­ dían co n fisca r, a rre s ta r y condenar a m uerte sin co n su lta previa. A dem ás, por una ley llamada de sospechosos, los c o m ité s re v o lu c io ­ narios d ispusie ro n el a rre sto de todos los vinculados con la monarquía o los g iron dino s. Com o se ve, tam bién fu eron perseguidos los republicanos o casionalm ente o p o s ito re s y los que no podían d e m o stra r haber hecho algo en fa vo r de la R evolución; la delación se tra n s fo rm ó en un acto de civism o , y el te rro r no ta rd ó en extenderse por todo el te rrito rio . En París, la guillotin a funcionó ininterrum pidam ente. Se calcula que, sólo allí, hubo más de 2.500 muertes. En el mes de octubre subió al cadalso María Antoniefa; Mme. Roland, dirigente girondina, murió diciendo: “ ¡Libertad, cuántos crím e­ nes se cometen en tu nom bre!” También perecieron Bailly, Vergniaud y varios diputados girondinos. El siniestro acusador Fouquet-Tinvílle animaba las matanzas y pedía más ca­ bezas para la República. En el in te rio r hubo más de 14.000 asesinatos. Para acelerar las ejecuciones se recurrió a diversos procedim ientos. En Nantes, el jacobino Carrier utilizó la inmersión en masa (noyades); en Lyón, Fouché prefirió la m etralla de los cañones. En otras ciudades, se fusiló o guillotinó a todos los prisioneros.

Entre los e x tre m is ta s p ro n to se d is tin g u ie ro n tre s bandos. Los rab ioso s, encabezados por H ebert, deseaban aún más las perse­ cuciones. Los in d u lg e n te s tenían por ca b e cilla s a Dantón 1 y a D esm oulins. Estos, que en un p rin c ip io e s tim u la ro n las matanzas, afirm aban que era necesario encauzar al país por el cam ino de la legalidad. R obespierre se s itu ó en la p o sició n in te rm e d ia y se preparó para e lim i­ nar, oportunam ente, a sus nuevos y ocasionales adversarios.

El culto de la “ Diosa Razón” Desde la Comuna, Hebert continuó con su campaña anticatólica y logró que el Comité de Salvación Pública prohibiera toda actividad religiosa. Al mismo tiem ­ po, estableció el culto de la “ Diosa Razón” o de la Verdad. Se estableció como única religión la “ voluntad del pueblo” ; se destruyeron iglesias y monumentos reli­ giosos y, además, muchos sacerdotes fueron obligados a contraer matrim onio y debieron hacer pública m anifestación de antirreligiosidad.

' Santiago Dantón era un campesino que había llegado a París, donde logró terminar los estudios de abdgado. Su aspecto era imponente y su rostro desagradable, desfigurado por las viruelas. En la Convención predicó las violencias y fue el que propuso la creación del siniestro Tribunal Revolucionario. Su discurso terminó con estas palabras: “ Seamos temibles para dispensar al pueblo de serlo".

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La dictadura y caída de Robespierre No ta rd ó R obespierre en a b a tir a los que, de alguna manera, estorbaban su p o lítica . Sus planes se vie ro n fa vo re cid o s a raíz de una fracasada insurrecció n, que los a gitadores rabiosos habían organizado con m o tivo de la escasez de víveres. R obespierre buscó el apoyo de Dantón y logró que H ebert y sus adictos fueran juzgados y condenados com o tra id o re s por el Tribunal R evoluciona­ rio . El 24 de marzo de 1794, los .acusados sucum bieron en la g u illo tin a . Elim inados los rabiosos, se dio a la tarea de aplastar a los indulgentes, para lo cual los acusó de con spira ció n y co m plicidad con los re alistas. D esaparecidos sus riva les en tan breve plazo, R obespierre se tra n s fo r­ mó en el amo de Francia, y a p a rtir de ese m om ento im plan tó su dictadura personal.2 1 M axim iliano M ario R obespierre (1759-1794) había nacido en Arrás (Francia). Cuando comenzó la Revolución era un tímido y modesto abogado, lleno de rencor y desconfianza. Su fanatis­ mo por la causa de la democracia lo arrastró a excesos repudiables y llegó a ser el hombre más importante de la Revolución. Despreciaba el dinero, lo que, unido a una conducta irreprochable, le valió el apodo de incorruptible. Carecía de talento, pero era frío, calculador y, sobre todo, intolerante. Para él, sus enemigos eran de Francia, y con eso justificaba el terror y el exterminio de sus adversarios. Estaba convencido de su misión providencial y "se creía tan puro, que no se privaba efe ningún c rim e n ". Era impecable en el lenguaje, modales y atavíos. Nadie objetó que usara, hasta el último momento, el aristocrático pantalón corto, las medias de seda y J a peluca empolvada. Era un “ sansculotte” con calzón de seda. Se lo ha llamado con acierto e l prim er d ictad o r m oderno" .

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D ispuesto a re fo rm a r la sociedad según su nueva concepción p o lítico re lig io sa , u tiliz ó to d o s los m edios a su alcance y no to le ró la más m ínim a o p osición. C om enzó el período del Gran T erro r y m illa re s de cabezas roda­ ron en la g u illo tin a . No se salvaron sabios ni a rtis ta s com o L avoisier, Chen ie r y m uchos o tro s. N ació entonces un m o v im ie n to c o n tra rio a la p o lític a de R obespierre, quien no tardó en darse cuenta del p e lig ro y preparó su ofensiva. El 26 de ju lio de 1794 (8 T e rm id o r del año II) c o n c u rrió a la C onvención y e xig ió la “ d e p u ra c ió n ” del C o m ité de Seguridad G eneral y del C o m ité de Salvación Pública. Los convencionales se alarm aron y, al día sig u ie n te , cuando R obespierre v o lv ió a hacer uso de la palabra, fu e in te rru m p id o por los g rito s de “ ¡A bajo el tira n o !". A c to seguido, el d ic ta d o r fu e arrestado ju n to con su herm ano y algunos am igos. Entonces los m ie m b ro s de la C om una y los ja co b in o s irru m p ie ro n en la C onvención, lograron lib e rta rlo y lo trasla d a ron al local del A y u n ta m ie n to . No obstante, dura n te la m adrugada, los soldados de la C onvención a salta­ ron el local y recuperaron al p ris io n e ro . A l am anecer, R obespierre fue g u i­ llo tin a d o ju n to con S aint Ju s t y o tro s ja cobinos.

La m edida beneficiaba a la m inoría jacobina que se aseguraba el c o n ti­ nuism o. Por su parte, los re a lista s no o cu lta ro n su indignación y d isp u sie ­ ron un ataque con tra la C onvención. El re p re sentante B arrás se encargó de la defensa y c o n fió el mando de las fuerzas a un ex ro b e s p ie rris ta , el joven general de brigada Napoleón Bonaparte, quien se había d is tin g u id o en el s itio de Tolón. La insurre cción e s ta lló el 5 de octubre de 1795 (13 V e n d im ia rio del año IV), pero fu e rá p i­ dam ente sofocada por el afortunado m ilita r. Dos semanas después, el día 26 de octubre, la C onvención dio por term in a d as sus sesiones y se d is o lv ió en m edio de vivas a la República.

Obra de la Convención Com o hem os v is to , la C onvención rig ió los d e stin o s de Francia desde el mes de s e tie m b re de 1792 hasta octubre de 1795. En ese breve lapso s u frió la in flu e n cia de d iversas te ndencias, hizo fre n te a la guerra y al desorden in te rno . Con todo, su labor fue c o n stru ctiva y dejó a Francia con sus fro n te ra s ensanchadas y con nuevas y num erosas in s titu c io n e s . Para unificar los variados sistemas de pesas y medidas adoptó el Sistema Mé­ trico D ecim al ; en materia de hacienda creó el Libro de la Deuda Pública. En 1792 la enseñanza primaria fue declarada obligatoria y gratuita, pero el proyecto sólo

La reacción term idoriana La m u erte de R obespierre s ig n ific ó la te rm in a c ió n del c ic lo te rro ris ta de la R evolución. Los je fe s e x tre m is ta s se habían devorado a sí m ism os y sólo subsistían los hom bres de ideales moderados. Esto fa vo re c ió la re a cció n te rm id o ria n a , así llam ada por haberse p ro ­ ducido durante el mes de te rm id o r [m es ca lu ro so ), o sea, e ntre el 19 de ju lio y el 17 de agosto. La C onvención s u p rim ió el C o m ité de S alvación Pública y el Tribunal R evolucionario. También fu e d is u e lta la Comuna de París; en el mes de no­ vie m b re fu e clausurado el C lub de los Jacobinos. A n tig u o s e x tre m is ta s com o C a rrie r y Fouquet-T inville fu e ro n juzgados por sus crím enes y pere­ cie ron en la g u illo tin a . La reacción te rm id o ria n a provocó algunos le va n ta m ie n to s jacobinos que fu eron rápidam ente sofocados. Por su parte, los ele m e n to s re a lista s, envalentonados con la nueva s itu a c ió n , exigían la re s titu c ió n de sus bienes, la d iso lu ció n de la R epública y la vu e lta al a ntiguo régim en.

La C onstitución del año III (1795) La C onvención, que estaba form ada por ele m e n to s m oderados y te rm idorianos, redactó una nueva C o n stitu c ió n que se llam ó del año 111 de la R evolución (1795). El docum ento estaba precedido por una D eclaración de D erechos y por una D e cla ra ció n de D eberes. En ella se adoptaba el voto restringido, o sea que sólo podían sufragar los varones adultos que supieran leer y escribir. Es decir elegían a los electores que, a su vez, designaban a los componentes del cuerpo legislativo. Para asegurar la co n tin u id a d de la R epública — amenazada por la reac­ ción re a lis ta — la C onvención d ispuso que las dos te rc e ra s partes de la nueva A sam blea debían ser elegidas e n tre los convencionales que cesaban. El d ecreto fu e so m e tid o a p le b is c ito y aprobado por escasísim o m argen, en m edio de una m ayoría que se abstuvo de vo ta r.

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prosperó en el período termldoriano y por obra de los moderados. Para la ense­ ñanza secundaria se organizaron escuelas centrales, con alumnos pagos. Además se crearon: la Escuela Normal, la Escuela Politécnica y otros establecimientos especiales. También se organizó un Archivo Nacional y se fundó el Museo del Louvre.


n p íD u é s de la re a cció n te rm id o ria n a , d e c re tó la se p a ra c ió n de la Ig le sia d e l Estado, a b o lió la pena de m ue rte y d io el n o m b re de Plaza de la C o n co rd ia al sitio d o nde h a b ía s id o g u illo tin a d o L u is XVI.

LA G U E R R A D U R A N T E LA C O N V E N C IO N

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La primera coalición Com o hemos v is to , los re v o lu c io n a rio s debieron e n fre n ta r los ataques extra n je ros, provocados por la acción de los re a lista s em igrados, que loqraron el apoyo de otras m onarquías a b so lu tista s. El ataque austro-prusiano fue d e te n id o en Valm y (20 de s e tie m b re de 1792) y las fuerzas re vo lu cio n a ria s, comandadas por D um ouriez y Kellermann, tom aron la ofe n siva y se apoderaron de los te rrito rio s alem anes s i­ tuados en la o rilla izquierda d e l Rin, Niza y la Sabpya. El 6 de noviem bre, D um ouriez v o lv ió a triu n fa r en Jem m apes, y B élgica fu e anexada a Francia. La ejecución de Luis XVI y los triu n fo s fra n ce se s alarm aron a los sobe­ ranos europeos, quienes se d e cid ie ro n a in te rv e n ir en form a más e fe ctiva . En 1793 In g la te rra fo rm ó la p rim e ra co a lició n en la que p a rtic ip a ro n : los Estados ' A lem anes, España, P ortugal, Holanda, A u s tria , Prusia, Cerdeña y Ñapóles. Las trop a s aliadas h icie ro n rápidos progresos y Francia se e n c M j tró en situación verdaderam ente c rític a . Bélgica fue reconquistada por e enem igo y, m ie n tra s Perpiñán y Bayona caían en poder de los españoles, M aguncia y A lsa cla fu e ro n ocupadas por los prusianos. A l m ism o tie m p o , Tolón se rendía a los anglo-españoles.

Los aliados aceptaron la paz por separado. Prusia, España y va rio s Es­ tados alem anes firm a ro n el Tratado de B asilea (1795) que fu e m uy ve n ta ­ joso para Francia.1 Los holandeses firm a ro n el Pacto de La Haya y cedieron las p ro vin cia s de la o rilla izquierda del Rin. J jL D IR E C T O R IO

Derrotas de los prusianos y austríacos Cuando todo parecía perdido, la C onvención dispuso m o v iliz a r toda la nación para hacer fre n te al p e lig ro e x te rio r. C oncentró su p o d ^r en el Co­ m ité de Salvación Pública, uno de cuyos m iem bros, Lázaro C arnot, que tenía a su cargo los asuntos m ilita re s , se c o n s titu y ó en el verdadero ‘‘organizador de la v ic to ria ” . En el mes de agosto se d e cre tó la "le v a en m asa” que disponía la m o vilización y re c lu ta m ie n to de todo el pueblo francés, in clu so las m ujeres, niños y ancianos. C a rn o t se encargó de a d ie s tra r a ese inm enso e jé rc ito , ,, integrado con ele m e n to s in e xp erto s é in d iscip lin a d o s. Para a ce le ra r su labor fo rm ó re g im ie n to s de amalgama, donde “ m e zcló ” a los nuevos reclutas con soldados experim entados. M erced a su tesonerai labor, la R epública lle g ó a co n ta r con más de se te cie n to s m il hom bres a d iestrados y bien arm ados. A l fin a liz a r 1793, la d is c ip lin a y el p a trio tis m o habían logrado co ntener la invasión e xtra n je ra, y las operaciones favorecían a los e jé rc ito s de la re ­ vo lu ció n . El general Jourdán d e rro tó a los austríacos en W a ttig n ie s (1793) y poco después en Fleurs (1794), lo que p e rm itió recuperar B élgica. Por su parte, el general P ichegru invadió Holanda, que se tra n s fo rm ó en R epública Bátava, aliada de Francia. Tolón se rin d ió a los re vo lu cio n a rio s y los p ru sia ­ nos fu e ro n d e fin itiv a m e n te d e rrotados por el general H oche, en G eisberg (1794). ■

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A la C onvención sig u ió en Francia el gobierno del D ire c to rio , que se prolongó cu a tro años (1795-1799). Se lo considera una etapa de tra n sició n entre el período re vo lu cio n a rio y la "Epoca de N apoleón” (1800-1815). La C o n s titu ció n del año III c o n fió el Poder Le gisla tivo a dos cám aras: el C onsejo de los Q u in ie nto s, pues contaba con ese núm ero de diputados y el C onsejo de lo s A ncianos, fo rm a d o por 250 senadores. Am bas asamoleas designaban el Poder E jecutivo o D ire c to rio , com puesto por cinco m iem bros. Duraban cin co años en sus cargos y uno de e llo s se renovaba anualm ente por sorteo. El n u e v o 'ré g im e n debió e n fre n ta r la oposición de los antiguos jacobinos y tam bién de los c a tó lico s y rea lista s. r e r tn AmbaS ,1? n d e n cia s se d is p u ta b a n el d e re c h o al poder, razón p o r la cu a l el Diel m / 10 d e b '? m ar|te n e rse en un esta do co n s ta n te de rep re sió n . P or o tra parte, d e < ¡ m ° g o b ie rn o ib a a d q u irie n d o rá p id a im p o p u la rid a d ; el co sto de la v id a c re c ía sus ®®^.radam ente y los fu n c io n a rio s p ú b lic o s só lo se p re o cu p a b a n de s a tis fa c e r oficiales ICI° neS p e rso n a le s y e x iSían reco m p e n sas p o r la p re s ta c ió n de lo s de b ere s c o rr u n tl a v id f z d e . ricl uezas, el ju e g o y las e x c e n tric id a d e s im p rim ie ro n un tono lucionara< s o c i? dad de esa é p o ca y los p rin c ip io s de a u s te rid a d y m ora l revoa rios fu e ro n v io la d o s p o r m uch o s de sus a n tig u o s y e n ca rn iz a d o s so stenedores.

A dem ás ^RUS¡a e n *re9 * Ia o r 'H a iz q u ie rd a d e l R in, y E spaña, p arte de la Is la de S a nto D o m in g o . se g u n d a c o n c e rtó una a lia n z a co n F ra n cia para lim ita r e l p o d e río n ava l de lo s in g le s e s .

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Para d e m o s tra r su im p a rcia lid a d , los fu n c io n a rio s debían ju ra r odio a la monarquía y a la C o n s titu c ió n del año 1793, cada una de e lla s expresión de las d is tin ta s tendencias. La escasez de víve re s y de din e ro c o n s titu y ó el problem a más im p o r­ tan te. El pueblo honrado deseaba orden y unión y, por esa causa, repudiaba a los jacobinos, causantes de tantas desgracias, e ignoraba a los re a lista s, en quienes ya no confiaba. Hasta ese m om ento, el D ire c to rio se había s o ste n id o m erced a las v ic to ria s obtenidas en la guerra. En 1798, el régim en se d e s p re s tig ió debido a las d ific u lta d e s eco n ó m i­ cas y a la inhábil p o lític a e x te rio r, que desencadenó co n tra Francia la segunda co a lició n , que — en sus com ienzos— amenazó con una caótica situ a ció n. Todos com p re n die ro n que sólo una “ mano fé rre a ” podía sa lva r el país y, m ie n tra s crecía la re p u lsió n al D ire c to rio , se aclamaba a quien era capaz de lib ra rlo s del desa stre ; N apoleón Bonaparte.

•EPOCA DE NAPOLEON


im po sib le som eterla , cuando Napoleón propuso un plan que p e rm itió recu­ perar la plaza. En esta operación luchó con tanta in tre p id e z que ganó la sim patía de los republicanos, e sp e cialm e n te del herm ano de R obespierre, y fue ascendido a general cuando sólo tenía 24 años. Sin em bargo, en 1795 cayó en desgracia cuando se negó a re p rim ir una subevación cam pesina en La Vendée. Su am istad con B arras le p e rm itió conocer a Josefina de Beauharnais, viuda de un m ilita r noble, con la que co n tra jo m a trim o n io . Ese m ism o año. la reacción te rm id o ria n a puso en p e lig ro la R evolución. Barrás, a cargo de la defensa, llam ó a N apoleón y le c o n fió el mando de las fuerzas. El 5 de de octub re (13 V e n d im ia rlo ) el joven general dom inó la in su rre cció n re a lis ­ ta con una ‘‘ ráfaga de m e tra lla ” . La República estaba salvada y Napoleón fue ascendido a general de d iv is ió n .

La campaña de Italia Como hemos v is to , por los tra ta d o s de Basilea y La Haya la p rim e ra co alició n quedó p rá ctica m e nte d e stru id a . Sólo p ro sig u ie ro n la lucha Ingla­ te rra , A u s tria , Cerdeña y los Estados ita lia n o s. Para poner fin a la guerra, en 1796 el D ire c to rio d e cid ió lanzar los e jé r­ c ito s republicanos sobre A u s tria y aceptó el plan de C arnot, que co n sistía en hacer co nverge r sobre Viena tre s o fe n siva s sim ultáneas. Dos e jé rc ito s atacarían a través de A lem ania. El te rc e ro , que se c o n fió a N apoleón, debía a travesar el n orte de Italia. La ofensiva a tra vé s de A lem ania fracasó por c o m p le to ; en cam bio, la campaña de Italia d e cid ió el re su lta d o de la guerra y b rin d ó a N apoleón la oportunidad para consagrarse d e fin itiv a m e n te . El D ire c to rio le c o n fió cuarenta m il hom bres casi desarm ados, mal ve s­ tid o s y peor alim e n ta d o s; todo había que organizarlo y todo lo organizó. La campaña de Ita lia fu e fu lm in a n te . El 29 de marzo de 1796 in ic ió la marcha, y luego de a travesar los A peninos ocupó el P iam onte, donde venció por separado a los e jé rc ito s austríacos y sardos. El rey de C erdeña pidió la paz y Turín, su ca p ita l, cayó en poder de los franceses. En el mes de mayo triu n fó en Lodi, lo que le p e rm itió ocupar M ilá n y apoderarse de la Lombardía. Dé in m e d ia to puso s itio a la fo rta le za de M an­ tua, cerca de la fro n te ra con A u s tria . Por cu a tro veces consecutivas los austríacos Intentaron s o c o rre r a la ciudad, pero, otras ta n ta s veces, fu eron derrotados en las batallas de C a stig lio n e , Basano, A re o la y R ivoli. Mantua se rin d ió en fe b re ro de 1797. Con estos triu n fo s , N apoleón dom inó el n orte de Ita lia e in ic ió su m ar­ cha sobre Viena. Se hallaba cerca de la ciudad cuando el em perador de A u s­ tria , F rancisco II, envió p le n ip o te n c ia rio s que d is c u tie ro n en Leoben (7 de a b ril) los té rm in o s de un a rm is tic io . La paz d e fin itiv a se co n ce rtó el 17 de octu b re con el Tratado de Campo Form io. Austria cedió Bélgica y renunció a la Lombardia, que se transform ó en Repú­ blica Cisalpina. Además, entregó a Francia la orilla izquierda del Rin. En cambio, recibió los territorios de la República de Venecia y sus posesiones, con excepción de las islas iónicas que quedaron en poder de Francia.

Los triu n fo s en Ita lia die ro n e x tra o rd in a rio p re s tig io a N apoleón. El D i­ re c to rio lo re c ib ió con grandes honores, pero sin o c u lta r su preocupación por la excesiva popularidad del jo ve n general.

332

La campaña de Egipto In g la te rra fue la única potencia que p ro sig u ió la guerra con tra Francia. El D ire c to rio propuso a Napoleón un plan para invadir las islas pero el ú l­ tim o lo co n sid eró im prude nte y p re firió co n q u ista r el Egipto, que si bien era una p ro vin cia turca , co n stitu ía una zona de im portancia com ercial, que seguían los ingleses en su ruta al O riente. Napoleón zarpó de Tolón en mayo de 1798, al fre n te de 35.000 soldados y 10.000 m arinos; ta m bién em barcó una com isión de arqueólogos para o to r­ gar a la expedición ca rá cte r c ie n tífic o . Después de dom inar la isla de M alta, el 30 de ju n io desem barcó en A le ja n d ría y se apoderó de esa ciudad. De in­ m ediato m archó rum bo a El C airo para e n fre n ta r un e jé rc ito de ‘‘ m am elu­ c o s ” (soldados turco -e g ipcio s). Napoleón arengó a sus tropa s con estas palabras: “ Soldados: ¡Desde lo alto de esas p irám id es cuarenta sig lo s os c o n te m p la n !” La batalla de las P irám ides te rm in ó con el triu n fo de los franceses, que el 21 de ju lio e n tra ­ ban en El C airo. Parecía que la em presa estaba cum plida, pero no fue así; pocos días después ( 1 ? de agosto), la flo ta inglesa alcanzó y d e stru yó a la armada fra n ­ cesa en A b u k ir, cerca de A lejand ría . Napoleón regresó a Egipto y de a llí a Francia. En este ín te rin , las tro p a s francesas en Egipto d e rrota ro n nuevam ente a los tu rc o s en H e lió p o lis (20 de marzo de 1800), pero no pudieron im pe­ d ir nuevos desem barcos de los ingleses y debieron ca p itu lar. A leja n d ría se rin d ió el 31 de agosto de 1801 y los fran ceses fueron repatriados.

333


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Los tres cónsules. De izquierda a derecha: Lebrón, Napoleón y Cambaceres. (Retrato del pintor Couder en el museo de Versalles.)

PR IN CIPALES BATALLAS DE LA SEG UNDA COALICION

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Las p rim e ra s operaciones fu eron desfavorables para los franceses En el general A le ja n d ro S uvaroff, al fre n te de un e jé rc ito austro-ruso

i r r t ó s r * * r,ebia v * * ,o ««

Entre ta n to , S ieyes había elaborado se cretam ente una nueva C o n s titu ­ ción Dero Napoleón, cuya a utoridad y am bición iban en aum ento, rechazo e¡ proyecto y redactó los a rtícu lo s de la C o n stitu ció n del ano V III que, apa­ rentem ente republicana, le aseguraba un poder personal casi a b s o lu ta Fue p r o m u lg a d a en el m es de d icie m b re y aprobada m ediante p le b is c ito por

c o n su ltivos.

La agresiva p o lític a e x te rio r dei D ire c to rio fa v o re c ió los planes del P - T m m |s tro ingles G u ille rm o P itt (el jo ve n ) quien logró c o n c e rta r con y N á poíe sS69 3 co a h c io n ' en la que p a rtic ip a ro n A u s tria , Rusia, Turquía

El Poder Legislativo tam bién se hallaba sometido al prim er \cónsul, ya que éste presidía el Consejo de Estado, integrado por funcionarios, dorlde se redacta­ ban las leyes. De ahí pasaban por dos cámaras: el Tribunado, que las discutía v opinaba sin votar, y el Cuerpo Legislativo, que las votaba sin opinar. El Senado, form ado por ochenta miembros, nombraba a los cónsules, a sus propios miembros y a los de las otras cámaras. Los candidatos eran elegidos entre una lista de notabilidades votada por el pueblo. Además, el Senado debía vigilar el cum plim iento de la Constitución.

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en l a nh ^ l T aHni a 'cel T zh^ ue C,a rlo s de A ^ t r i a lo g ró d e rro ta r a Jourdan fra ncese s S to cka ch ’ Pe™ al p e n e tra r en Suiza fue contenido por los rt ¿ e rro r ^ c t ic o c o m e tid o por los coaligados p e rm itió al qeneral Anpm nia ia d e rro ta r en Z u ric h a las tro p a s rusas, que llegaban para re£ - a K,3S a u s tn a c a s - Las fuerzas de S uvaroff, que pretendían a u xi­ lia rla s tam bién fu e ro n vencidas (s e tie m b re de 1799). Este d esastre o ria i UA n6P? aCUH 8+n tre lo s ía,iados V entonces Rusia se re tiró de la lucha A pesar de e stos triu n fo s p a rcia le s, el te r rito rio fra n cé s estaba ampnazado por un nuevo ataque del e jé rc ito austríaco. C aíd a del D ire c to rio Cua" d ° NaP °león regresó a Francia, luego de su campaña en Eainto ue re cib id o con grandes m uestras de entusiasm o. Su popularidad c o n tra s ’ taba con el d e s p re s tig io del D ire c to rio , Incapaz de pon” ™ " las guerras 334

ja cob inos

Una Esta nueva C o n stitu ció n e sta b le ció el C onsulado com o poder suprem o de qobierho, representado por tre s cónsules perm anentes: Bonaparte, Cam­ baceres y Lebrún. N apoleón o ste n tó el titu lo de P rim er C ónsul, que con­ centraba toda la autoridad, pues los dos re sta n te s eran m iem bros

Segunda coalición

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Senaprá0cTicamentePll a ISR evoluc¡ón Francesa había term in ado.

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y0 5arn el 19 B ru m a rio (10 de n o v ie m b re de 1799), cu a n d o N apoleón a| p r0 ^ H P s u s t r o S d is o lv ió por la fuerza la A sam blea de los Q u iniento s. f c,i narte la A sam blea de los A ncianos a d h irió al golpe de Estado y P° r p| e s ta b le c im ie n to de un poder e je cu tivo p ro v is o rio , in tegrado por V0t° f^!n s u Ie s ■ Napoleón, S ieyes y D ucós. Los nuevos gobernantes - a s e sorados por una co m isió n — debían redactar una nueva C o n stitu ció n , que

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re a lista s. namado de los p o lític o s y encabezado por S/eyes, ^ " „ u ? s e c r é a m e i t ™ t a b t e lla m a V a N apoleón y s o lic ita d o su apo. era el que — ^ecretaim e derr¡bara al gobierno. Este m o vim ie n to se

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fin a n cie ro s

Fin d e la s e g u n d a co a lición Cuando Napoleón asum ió el poder, Francia continuaba la lucha contra la segunda co a lició n . Com o el pueblo deseaba la cesación de la guerra, hizo a In g la te rra y a A u s tria propo sicio n e s de paz que fu eron rechazadas. Entonces re so lvió asestar a sus enem igos un golpe im p re visto y fu l­ m inante. El 6 de mayo de 1800 p a rtió al fre n te de 40.000 hom bres Y re p i­ tie n d o la hazaña de A níbal, atravesó los A lp e s en seis días y cayo sobre la retaguardia austríaca en el va lle de Lombardía. El 14 de ju n io atacó al enem igo en las llanuras de M arengo. Los aus­ tría co s, que lo doblaban en núm ero, lograron rechazarlo y, cuando todo pa­ recía perdido una oportuna llegada de re fuerzos d ecidió el triu n fo de NaP0Me°snes más tarde, o tro e jé rc ito fran cés, a las órdenes de M oreau cruzó el Rin y d e rro tó a los austríacos en la batalla de H ohenlm den (diciem bre


de 1800). El em perador Francisco II p id ió la paz, que se firm ó en Luneville (fe b re ro de 1801). Por este Tratado, muy sim ilar al de Campo Formio, Austria reconoció la hegemonía francesa en Italia y cedió la o rilla izquierda del Rin. Paz de Amiens. Inglaterra continuó sola la lucha y, si bien había logrado apoderarse de algunas colonias francesas, su situación económ ica era delicada y el pueblo inglés deseaba el fin de la guerra. El 25 de marzo de 1802 Inglaterra accedió a firm ar con Francia la Paz de Amiens. ■ Por este tratado, Inglaterra devolvió sus conquistas, con excepción de Ceilan (Asia) y Trinidad (América) que habían pertenecido a Holanda y España, respecti­ vamente. Egipto quedó en poder de Turquía y Malta fue devuelta a la Orden de los Caballeros de San Juan.

Obra del Consulado E stablecido en Francia, a consecuencia de un golpe de Estado, el ré ­ gim en del Consulado duró cuatro años (1799-1804). en este período prepa­ ra to rio al Im perio, Bonaparte se destacó ta n to en el orden externo, donde ubicó a Francia en una s itu a ció n de p riv ile g io ante las naciones europeas, com o en el orden interno. D ecidido a encauzar el país por la senda del progreso, Napoleón p ro ­ cedió con gran energía y dispuso adoptar los p rin c ip io s de la R evolución Francesa, que fueran a p lica b le s a su c rite rio de gobierno. En lo a d m in is tra tiv o im puso un régim en de ce n tra liza ció n y respetó la d iv is ió n te rrito ria l en departam entos, c irc u n s c rip c io n e s y com unas, pero co n fió los gobiernos locales a los p re fe c to s , s u b p re fe c to s y alcaldes que, en lugar de ser ele g id o s por el pueblo, eran designados d ire cta m e n te por él. En el orden fin a n c ie ro en co n tró el país en bancarrota, con la in d u s tria y el com ercio paralizados y los im puestos mal p e rcib id o s. Para m e jo ra r la recaudación im p o sitiv a , creó la A d m in is tra c ió n de co n trib u c io n e s d ire cta s. Poco después se fundó el Banco de Francia, lo que p e rm itió re g u la riza r el c ré d ito popular. La econom ía se v io e stim ulada con el orden p o lític o y el d e sa rro llo de las obras públicas. La p a c ifica ció n in te rio r, tan im p o rta n te para el cu m p lim ie n to de los p ro ­ p ó sito s an te rio re s, no podía lograrse sin poner fin a las luchas p o lítica s. R eprim ió el bandolerism o, p e rm itió el regreso de los em igrados y, sobre todo, tra tó de poner fin al c o n flic to re lig io s o provocado por la C o n s titu c ió n C iv il d e l C lero. El Papa Pío VII aceptó negociar un C oncordato, que se firm ó el 15 de ju lio de 1801. El P ontífice reconocía algunas re fo rm a s re vo lu cio n a ria s, ta le s com o la lib e rta d de cu lto s , la nacionalización de los bienes e c le s iá s tic o s y la d ism in u ció n del núm ero de dió ce sis. Por su parte, Napoleón se c o m p ro m e tió a re s ta b le c e r y so ste n e r el c u lto ca tó lico y fijó un sueldo a los sacerdotes; tenía derecho de nom brar a los obispos, que le debían p re s ta r ju ra m e n to de fid e lid a d . No obstante, la in ve stid ura y co n firm a ció n la otorgaba el P ontífice.

El Código Fruto inm e diato de la p a cifica ció n in te rio r fue la unidad le g isla tiva . Era necesario co n so lid a r los p rin c ip io s re vo lu cio n a rio s sobre igualdad c i­ v il, y N apoleón dispuso re u n ir, en un solo cuerpo o co le cció n , todas las leyes francesas elaboradas después del a ntiguo régim en.

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En el año 1800, Napoleón encom endó la tarea a una com isión de seis ju ris ta s y p re sid ió la m ayor parte de las sesiones, en las que se d is c u ­ tie ro n con a rdor los tem as fundam entales del proyecto. El C ódigo C iv il, que re cib ió el nom bre de C ódigo de N apoleón, fue p rom ulgado en el mes de marzo de 1804.1 La obra se d iv id ió en tre s lib ro s: el p rim e ro se ocupa de las personas, el segundo de la propiedad y el te rc e ro , de la tra n sm isió n de bienes. Las in flu e n cia s más v is ib le s son del Derecho rom ano, del Derecho consu etu­ d in a rio y ta m bién de las asam bleas C o n stitu ye n te y de la C onvención. En o tro orden, N apoleón creó en 1802, la Legión de Flonor o prem io que só lo se entregaba a quienes habían prestado grandes s e rv ic io s a Fran­ cia. La m edalla — una e s tre lla de cinco puntas— podía otorg arse a cualquie­ ra, fu e ra p rín cipe o hu m ild e ciudadano.

El Consulado vitalicio La Paz de A m ié n s y el C oncordato aum entaron el p re s tig io de Napo­ león, y sus p a rtid a rio s e xig ie ro n para él “ recom pensas” y te s tim o n io s seña­ lados de re co n o cim ie n to nacional. La c o n s titu c ió n del año VIII fue reform ada, y el 2 de agosto de 1802 el Senado nom bró a N apoleón cónsul v ita lic io , luego de un p le b is c ito que dio tre s m illo n e s de vo to s a firm a tiv o s y poco más de ocho m il en contra. Ob­ tuvo además, el derecho a e le g ir suce so r con lo que, p rá cticam ente , queda­ ba re sta b le cid o el régim en m onárquico. Esta s itu ación aum entó el re s e n tim ie n to de los re a lista s, quienes d is ­ pusieron e lim in a r al ‘ ‘u surp a d o r” y planearon d ive rso s atentados.

1 El Código Civil fue la obra más perdurable de Napoleón. El mismo lo reconoció, años espués, con estas palabras: “ Mi verdadera gloria no es el haber ganado cuarenta batallas . . . L° que no podrá desaparecer, lo que vivirá eternamente, es mi Código Civil” .

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El Papa consintió en ir a París, afrontando las incom odidades del largo viaje, "p o r el grari bien que ello hará a la religión, a la Iglesia y al Estado” . Con todo! Napoleón no disim uló su descortesía y, en la cerem onia de la consagración se lo vio sofocar más de un bostezo. Cuando Pío VII iba a tom ar la corona para ceñirla sobre la cabeza de Napoleón, éste se le adelantó y asiéndola con sus manos, se coronó personalmente; acto seguido hizo lo mismo con su mujer.

La pintura reproduce la solemne ceremonia de ia coronación. Con geslo imperioso y tranquilo, Napoleón Bonaparte se dispone a coronar a su esposa, la emperatriz Josefina, mientras el pontífice Pío VII observa la escena. ( Cuadro por Luis David.)

Napoleón re p rim ió con energía' las co n sp ira cio n e s, y sus p rin cip a le s actores fu e ro n ejecutados. En el año 1800 se produjo el prim er atentado. Cuando Napoleón se d irig ía a la Opera, estalló una bomba al paso de su coche. El prim er Cónsul escapó con vida por m ilagro y, cuando llegó al teatro, se com portó con absoluta tranquilidad, como si nada hubiera pasado. “ Esos bribones han querido hacerme saltar por los aires” , d ijo a uno de sus acompañantes, y continuó con la atención puesta en el espectáculo. En enero de 1804, el em igrado francés Jorge Cadoudal organizó — apoyado por Inglaterra— otro atentado, que contó con el apoyo de los generales Pichegru y Moreau. El com plot fue descubierto y los dos primeros, ejecutados. Para atem orizar a los realistas borbones, Napoleón mandó secuestrar a un joven noble de esa fam ilia, el duque de Enghien, que residía en Ettenhein, pequeña ciudad alemana situada cerca de la frontera francesa. El infeliz fue Injustamente acusado de particip ar en el com plot de Cadoudal, y después de una breve parodia de ju icio , se dispuso su fusilam iento inm ediato (21 de marzo de 1804).

EL IM PERIO (1804-1814) Napoleón tra tó de c o n so lid a r su d e sp o tism o y e sta b le ce r su propia d i­ nastía, a fin de a le ja r toda p re te n sió n de los Borbones. El 18 de mayo de 1804, el Senado c o n firm ó al P rim er Cónsui el títu lo de Em perador de los francese s y dispuso que esa dignidad fu e ra h e re d ita ria . La C o n stitu ció n fu e reform ada y así nació la C o n s titu c ió n d e l año XII, que fu e so m e tida a p le b is c ito y aprobada por una inm ensa m ayoría: tre s m illo n e s y m edio de vo to s co n tra só lo tre s m il. El 2 de d icie m b re , en una cerem onia que se realizó en la C atedral de N uestra Señora de París, fu e so le m n e m e n te consagrado por el P ontífice Pío VII. 338

El Im p e rio francés duró diez años (1804-1814), y en ese lapso, Napoleón e je rció un rig u ro so a b so lu tism o , si bien resp etó algunos p rin c ip io s sobre la d iv is ió n de la tie rra y la igualdad de derechos. El ca rá c te r h e re d ita rio de la nueva C o n stitu ció n p e rm itió a los herm a­ nos de N apoleón c o n v e rtirs e en prín cip e s im p e ria le s , con tra ta m ie n to de alteza. Nació, así, una nobleza cortesana form ada por los fa m ilia re s del em ­ perador, m uchos señores del antiguo régim en y los generales co n ve rtid o s en m a riscales. Todo e sto o to rgó a la sociedad francesa un nuevo c a rá cte r je rá rq u ico , y en pocos años, el Em perador concedió catorce bastones de m ariscale s e hizo cu a tro p rín cipes, tre in ta duques, casi c u a tro cie n to s condes y poco más de m il barones. Para c o n so lid a r el a b so lutism o p o lític o , s u p rim ió el Tribunado y el C uer­ po L e g is la tiv o ; además d ic tó nuevos im pue stos y ordenó re clu ta m ie n to s ile g a le s que fuero n ra tific a d o s por el dócil Senado. En lo in te rio r, el colaborad or más destacado fue el a stu to Fouché, m i­ n is tro de p olicía, que se encargó de re p rim ir to d o in te n to de opo sició n ; a tal fin , organizó el espionaje y la delación, por lo que m uchos ciudadanos fu e ro n arre stados por sospechosos y privados de su lib e rta d hasta el día de la paz general. La lib e rta d de prensa fu e suprim ida , pues im plantó la censura pre via en las p u b licaciones, y los d ire c to re s de los p e rió d ico s se tra n sfo rm a ro n en fu n c io n a rio s o fic ia le s . En 1811 sólo quedaban en París cu a tro p e rió d ico s de los setenta que aparecían en 1799.

La labor constructiva No o bstante el ca rá cte r d e sp ótico de su gobierno, N apoleón tra tó de c o m p le ta r la tarea de reorganización que había proyectado. En m ateria de obras públicas, procuró m ejo ra r las com unicaciones y co n stru yó c a rre te ra s y puentes, m uchos de e llo s de gran va lo r e stra té g ico . También a m plió los puertos y abrió canales para la navegación. Gran parte de e stos tra b ajos se cu m p lie ro n no sólo en Francia, sino ta m bién en los países anexados. París fue em bellecida con grandes monumentos. El Arco de Triunfo de la Es­ trella se erigió en homenaje al “ gran e jé rcito ” . Está situado donde convergen doce grandes avenidas y su construcción, que comenzó en 1806, concluyó veinte años después. La columna Vendóme se construyó con el bronce de los cañones tomados al enemigo en la batalla de A usterlitz (1805).

La obra le g is la tiv a fue com pletada con la sanción de nuevos C ódigos: de P ro ce d im ientos C iv ile s (1806), de C om ercio (1807), Penal y de In s tru c ­ ción C rim in a l (1810). La Paz de A m ie n s no fu e duradera. Los ing leses dila ta ro n la evacuación de M a lta y la re s titu c ió n de Egipto a Turquía. Por su parte, N apoleón no só­ lo in te rv in o com o m ediador en Suiza y A lem ania, sino que m antuvo la ocu­ pación en Holanda, lo que sig n ifica b a una amenaza para Gran Bretaña.

339


La tercera coalición

Austria perdió sus posesiones en el oeste de Alemania (Baviera y Wurtenberg) y en el norte de Italia (Venecia y el Tirol). Con esto se extinguió el Santo Imperio Romano Germánico y los territorios alemanes formaron una Confederación del Rin que reconoció a Napoleón como protector. Francisco li solo conservó el título de Emperador de Austria. Napoleón repartió los demás territorios entre sus fam iliares: a su hermano José, le correspondió el trono de Nápoles; a Luis, el de Holanda, que dejó de ser República Bátava; a su hermana Elisa, el ducado de Luca y á Paulina, el ducado de Guastallac.

En 1805 la invasión estaba a punto de realizarse; pero, en el mes de agosto, In glaterra lo g ró le vantar una te rce ra c o a lic ió n co n tra Francia, en la que participaban A u s tria y Rusia. N apoleón se v io obligado a re tira r sus fuerzas de Boulogne para rechazar el ataque de los austríacos. En poco menos de un mes, el “ gran e jé rc ito ” realizó la proeza de tra s ­ ladarse al Rin, y el 20 de octu b re triu n fó sobre los austríacos en la batalla de Ulm. Sin em bargo, en esos m om entos, el a lm ira n te inglés N elson había obligado a la flo ta franco-española 1 a re fu g ia rse en C ádiz; el día 21 se produjo el com bate fre n te al cabo T rafalgar, cerca de G ib ra lta r. Nelson, que pereció en la batalla, deshizo p rá ctica m e nte a los barcos fra n ce se s y espa­ ñoles. Ing late rra a le jó el p e lig ro de invasión y se aseguró el pre d o m in io m arítim o . Entre tanto , N apoleón ocupó Viena y aunque los rusos habían logrado u n ir sus fuerzas con los a ustríacos, los d e rro tó en la llanura de A u s te rlitz (2 de d icie m b re ). Esta batalla fu e la más b rilla n te de su h is to ria m ilita r. El em perador de A u s tria , Francisco II, p id ió la paz y firm ó el Tratado de Presburgo.

El d e sm em bram iento de los estados alem anes dejó a Prusia aislada fre n te a Francia. Inglaterra y Rusia, que no habían firm a d o la paz con Na­ poleón, presionaron al rey de Prusia, Federico G u ille rm o III, para que in te ­ grara con e lla s una cu arta coalición. Los nuevos aliados e xig ie ro n que Francia re tira ra sus tro p a s de A le m a ­ nia. Por toda respuesta, el 1? de octubre de 1806, N apoleón in ic ió la ofe n ­ siva co n tra los prusianos y el día 14 los aniquiló en Jena. S im ultáneam ente, el m ariscal D avout obtenía o tro triu n fo en A ue rsta e d t. Rotas las defensas enem igas, N apoleón se apoderó de las p rin cip a le s ciudades de Prusia e hizo su entrada triu n fa l en Berlín.

1 Por un tratado secreto llamado “ de los su bsid ios” , España se había aliado con Francia. Enterados los ingleses de ese acuerdo, capturaron tres fragatas españolas y hundieron una cuarta, procedentes del Río de la Plata. Este ataque motivó la entrada de España en la guerra.

Campaña de Polonia. Para d e s tru ir a los rusos y e lim in a r la re s is te n ­ cia en Prusia o rie n ta l, Napoleón p ro sig u ió su ofen siva hacia el este. En esta campaña contó con la ayuda de los polacos que deseaban lib e ra rse del yugo

Cuarta coalición

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ruso. Las operaciones fu e ro n e n to rp e cid a s por ei frío , la nieve y los panta­ nos. Con tod o, los france-ses atacaron a los rusos en Eylau (fe b re ro de 1807) sin obte n e r un re su lta d o d e c is iv o . En la prim avera, N apoleón reanudó la ofensiva y los d e rro tó por c o m p le to en Friedland.

La invasión a Portugal Ing late rra co n tin u ó sola la lucha y dispuso el bloqueo de los p u e rto s franceses. N apoleón d e cre tó , a su vez, m ie n tra s estaba en B erlín (n o vie m ­ bre de 1806), el bloqueo c o n tin e n ta l co n tra In g la te rra , lo que s ig n ifica b a ce rra r to dos los p u e rto s del c o n tin e n te al c o m e rcio inglés. El bloqueo c o n tin e n ta l p e rd ió e fe c tiv id a d porque Portugal y los Estados P o n tificio s se negaron a c e rra r sus puertos a los ingleses. Entonces, Napo­ león d e cid ió in te rv e n ir, y preparó la invasión de Portugal. El gobierno español, aliado de Francia, p e rm itió el paso de las tropas im p eria les que, al mando del m ariscal A ndoche Junot, ocuparon en poco tie m p o el te r rito rio lu sita n o (1807). La co rte portuguesa e m ig ró al Brasil horas antes de la llegada de las fuerzas napoleónicas.

C onflicto con el Papa En 1809, Napoleón intim ó a los Estados Pontificios para que cum plieran el bloqueo continental. El Papa Pió VII se negó; entonces, las tropas im periales ocu­ paron Roma, y los territorios de la Iglesia quedaron anexados a Francia. El Papa excom ulgó a Napoleón y éste ordenó el arresto del Pontífice, que estuvo prisionero en Savona (Italia) y luego en Fontainebleau, en las cercanías de París. Napoleón libertó al Papa en 1814, cuando ya era inminente su caída.

LA GUERRA ESPAÑOLA POR SU INDEPENDENCIA Napoleón en España Desde 1795 (Paz de B asilea), los gobiernos de España y Francia m ante­ nían c o rd ia le s relaciones. La prim e ra había apoyado, hasta con fuerzas m ilita re s , la alianza con su vecina, y en 1805, la flo ta española fu e derrotada ju n to a la francesa en T rafalgar. Sin em bargo, poco antes de la batalla de Jena, el p rim e r m in is tro espa­ ñol, M a n u e l de G odoy, e ntabló negociaciones secreta s con Prusia, pues sabía que N apoleón estaba a punto de tra ic io n a r lo pactado cediendo las Baleares al ex rey de Nápoles. Cuando el em perador se e nteró de estas tra m ita c io n e s — que no pro ­ gresaron por la d e rro ta de los pru sianos— , dispuso ocupar España y des­ tro n a r a los Borbones. La situación interna de este país favoreció los propósitos de Bonaparte. En efecto, cuando en 1788 falleció Carlos III, rey inteligente y progresista, su hijo, Carlos IV, se hizo cargo del trono cuando contaba cuarenta años. Hombre de ca­ rácter pacífico y bondadoso, fue fácilm ente dominado por su mujer, la reina María Luisa de Parma. En 1795, la dirección de la política se confió a un joven de 28 años, Don Manuel de Godoy, quien merced al favoritism o de la reina, había hecho rapidísima carrera. El nuevo m inistro no tardó en dom inar al inepto Carlos IV y se transformó en el árbitro de la política española. Como hemos visto, en 1795 España abandonó la prim era coalición y debió firm ar con Francia la Paz de Basilea. Por su mediación, Godoy recibió el título de Principe de la Paz. Un año después, se convirtió en aliado de Francia a raíz del Tratado de San Ildefonso. Este pacto, que constituía un verdadero sometimiento, no fue bien visto por el pueblo español y Godoy aumentó su ya creciente im popu­ laridadDespués del desastre de Trafalgar, Napoleón logró que Godoy firm ara el Tratado de Fontainebleau (1807), por el que se acordaba la invasión y el posterior reparto de Portugal; además, autorizaba el paso de tropas francesas a través del territorio español. A raíz de esto, las fuerzas de Napoleón lograron ocupar venta­ josas posiciones en la península ibérica.

El motín de A ranjuez Los d e sa cierto s p o lític o s de Godoy provocaron un fu e rte m o vim ie n to de o posición que encabezó el p rín cip e heredero Don Fernando, apoyado por algunos m iem bros de la C o rte y la mayoría del pueblo. Esta situ a ció n de d e sco n cie rto fu e aprovechada por Napoleón, quien envío a España nuevas fu erza s m ilita re s al mando del m ariscal M u ra t A larN' COrte Se tra sla d ó a A ranjuez, donde, el día 17 de marzo de 1808, e stallo en esa ciudad un m otín co n tra Godoy, por lo que el rey se vio I n c ' d e s t i t u i r l o . Luego, ante la gravedad de los aco n te cim ie n to s, Car-

Fernando VU ^

^

SU h ^ ° ’ q ü 'en aSUmÍÓ el poder con el nom bre de

l-a farsa de Bayona y lo CVm P|ie n d o órdenes de Napoleón, el m ariscal M u ra t v is itó a C arlos IV °g ro que éste dejara sin e fe cto su abdicación, “ ya que había sido arran­

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nó hasta el anochecer y ocasionó grandes bajas e ntre los c iv ile s . La n o ticia de este alzam iento por España, e x c itó el odio hacia los invasores y fo r tific ó e| p a trio tis m o del pueblo hispano. P rotegido por las bayonetas francesas, el nuevo monarca llegó a M adrid el 20 de ju lio . Las ciudades de O viedo y G ijón in icia ro n un levantam iento QUe se exte n d ió a las demás partes del reino. Todo el te r rito rio español se tra n sfo rm ó en un cam po de g u e rrilla s y en cada lugar la m uerte acechaba a ios soldados invasores. El general Pedro D upont, encargado de ocupar la región ce n tra l de Es­ paña, fue acorralado por el español Javier C astellanos y obligado a c a p itu ­ lar en el d e s fila d e ro de B ailén, al pie de la S ierra M orena (19 de ju lio de 1808). José I y sus tro p a s abandonaron M adrid. Cuando Napoleón recibió la noticia de la derrota de Bailén, se puso muy pálido y m urmuró: “ Una vez perdido el honor, ya no hay modo de recobrarlo; las heridas que en el honor se reciben, son incurables” . Nuestro procer, don José de San M artin, peleó contra los franceses en Bailén, y por su heroico com portam iento fue ascendido (11 de agosto de 1808) al grado de teniente coronel.

cada por la fu e rz a ” , al m ism o tie m p o que le o fre c ió el apoyo del em perador francés. En esta fo rm a , España y sus d o m in io s tu v ie ro n dos reyes s im u ltá ­ neos, lo que o rig in ó graves confusiones. Como esta s itu a ció n era in s o s te n ib le , N apoleón quiso aprovecharla, para lo cual in v itó a la fa m ilia real española a una e n tre v is ta que se realizó en Bayona, ciudad francesa situada cerca de los Pirineos. A llí Napoleón despojó de la corona a Fernando VII y la o fre c ió a C arlos IV. Com o éste no quiso aceptarla, el em perador la tra n s firió a su herm ano José Bonaparte, que asum ió el tro n o de España y sus d o m in io s u ltra m a rin o s . C arlos y Fer­ nando quedaron internados en Francia.

La lucha contra Napoleón A unque la C o rte y los fu n c io n a rio s del gobierno acataron obediencia al nuevo soberano, el pueblo español se levantó en arm as y el e sp íritu indo­ mable de la raza ib é rica e n fre n tó al poderío de los invasores. La salida de los reyes para la e n tre v is ta de Bayona había creado en M adrid un am biente de honda preocupación. El 2 de mayo de 1808, el pueblo invadió el palacid real a los g rito s de “ ¡Traición! ¡M ueran los fra n c e s e s !’ 1 M u ra t ordenó a las tro p a s a b rir fuego sobre la m u ltitu d ; la lucha se prolon-

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Los fra n ce ses sitia ro n en dos ocasiones a la ciudad de Zaragoza, que fue defendida heroicam ente por José de Palafox. M ie n tra s ta n to , los e jé rc i­ tos im p e ria le s que ocupaban Portugal fu eron vencidos en C in tra (30 de agosto) por el inglés A rtu ro W e lle sle y (m ás tarde lord W e llin g to n ), que mandaba las tro pas anglo-portuguesas. Irrita d o por estos fracasos, N apoleón d ecid ió trasla darse a España para d irig ir p ersonalm ente las operaciones. A n te s co n fe re n ció con el zar A le ja n ­ dro I, de Rusi?. La reunión se realizó en E rfu rt (S ajonia) y tu vo por o b je to re a firm a r los lazos de am istad con Rusia a fin de que im p id ie ra un ataque so rp re sivo de los austríacos. En el otoño de 1808, Napoleón atravesó los Pirineos al fre n te de un poderoso e jé rc ito . Una s e rle de rápidas v ic to ria s le p e rm itió re co n q u ista r M adrid y reponer en el tro n o a su herm ano José I. Sin em bargo, Napoleón abandonó m uy pronto España (enero de 1809) pues estaba al ta n to de que en París, el m in is tro de Estado, T alleyrand y el je fe de policía Fouché cons­ piraban para adueñarse del poder. A dem ás, los austríacos avanzaban sobre Francia, pues In g late rra había levantado una quin ta coa lició n .

El m ovim iento constitucional en España Cuando se produjo la invasión napoleónica en España, surgieron en las capitales de d is trito Juntas P rovinciales, que com enzaron a gobernar en nom bre de Fernando VII, el m onarca cautivo. Estas Juntas d icta ro n leyes y negociaron con Inglate rra , pero, com o era necesario u n ific a r la lucha por la re siste n cia y rep re se nta r a España en el e x te rio r, la Junta de M u rcia p id ió la creación de un organism o ce n tra l. Por causa de esto se e sta b le ció en A ran juez una Junta C e n tra l de 35 m iem bros, p re sidida por Floridablanca e integrada por delegados de las Provincias. Luego de la caída de M adrid en poder de N apoleón, la Junta Central se tra sla d ó a S e villa y de a llí a la isla de León (hoy de San Fer­ nando). El 31 de enero de 1810 la Junta entregó el poder a un C onsejo de Re­ gencia, integrado por cinco m iem bros, que se in sta ló en C ádiz y convocó a

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las C ortes, co n s titu id a s en cámara ú n ica sin d is tin c ió n de órdenes o clases. En el seno de esta asam blea p ronto se d is tin g u ie ro n dos tendencias: la de los conservadores, p a rtid a rio s del respeto por las in s titu c io n e s espa­ ñolas, y la de los lib e ra le s , que, c o n s titu id o s en m ayoría, se inspiraban en el C o n tra to S ocial, de Rousseau, y en El E sp íritu de las Leyes, de Montesquie u. Las C orte s de C ádiz redactaron la C o n s titu c ió n de 1812, que fue la prim e ra que tu v o España. Inspirada en la C o n s titu c ió n Francesa de 1791, tu vo un acentuado c a rá c te r lib e ra l y co n sid eró com o españoles a los habi­ ta n te s de sus te rrito rio s u ltra m a rin o s . R econoció el régim en m onárquico y h e re d ita rio , pero con sus a trib u ­ ciones lim ita d a s p o r la d iv is ió n en tre s poderes: e je c u tiv o (el rey), le g is ­ la tiv o (las C o rte s) y ju d ic ia l. Proclam ó que la soberanía de la nación residía en el pueblo y no en la persona del rey. La C o n stitu c ió n de 1812 d iv id ió a los españoles en dos grandes grupos: los a b s o lu tis ta s y los lib e ra le s.

La quinta coalición La re siste n c ia de los españoles d e m o stró que los e jé rc ito s de Napo­ león no eran in ve n cib le s. En 1809, A u s tria organizó una q u in ta c o a lic ió n en la que p a rticip a ro n Ing la te rra y los países de la península ib é rica , que ya luchaban contra Francia. Los e jé rc ito s a ustríacos, reorganizados y com andados por el archiduque C arlos, in icia ro n la o fe n siva en el mes de a b ril. Napoleón, que había re g re ­ sado pre cip ita d a m e n te de España, to m ó el mando y lle v ó sus fuerzas hacia el D anubio para c o rta r el avance enem igo. En E ckm uhl el archiduque fue

derrotado y se replegó en d ire cció n a Viena. N apoleón in te n tó atravesa r el Danubio para atacar nuevam ente a los austríacos, pero, aunque no logró su propósito, obtuvo un nuevo triu n fo en E ssling (m ayo de 1809). Sin em bargo, un mes y m edio después con sig uió fra nque ar el río y vencer a su oponente en la batalla de W agram (6 de ju lio ). A u s tria p id ió la paz y, el 14 de octu b re , Francisco II firm ó el Tratado de Viena. La quinta c o a lició n fue desbaratada en sólo seis m eses de lucha. Con la paz de Viena pareció c u m p lirse el v ie jo sueño de Napoleón, pues llegó a dom inar casi todo el c o n tin e n te europeo, hasta la fro n te ra con Rusia. N apoleón deseaba un heredero para perpetuar su dinastía. Com o su esposa Josefina no le había dado descendencia, logró que un trib u n a l e cle ­ siástico fra n cé s le concediera el d iv o rc io ; acto seguido p id ió la mano de la archiduquesa M aría Luisa, h ija del em perador de A u s tria . El 2 de a b ril de 1810 co n tra jo nuevo m a trim o n io y de esa unión nació un h ijo que re c ib ió el títu lo de re y de Roma.

A fin e s de 1810, el zar A le ja n d ro I abandonó el bloqueo y abrió sus Puertos a los buques b ritá n ico s, lo que sig n ifica b a rom per su alianza con •'rancia. D urante 1811, N apoleón organizó en A lem ania un poderoso e jé rc ito de se¡scientos m il hom bres. En ju n io de 1812 in ic ió el ataque, y el día 22 sus tro p a s atravesaron el río Niem en y se in tern aron en Polonia. Los rusos optaron por replegarse y, al m ism o tie m p o , destruían todo 0 que podía se r ú til al invasor.

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Sin vívere s y le jo s de sus fu e n te s de a b a ste cim ie n to , las tro p a s napo­ leónicas com enzaron a padecer ham bre, frío y epidem ias. No obsta n te , el avance p ro sig u ió y, en el mes de agosto, tom aron por a salto la ciudad de S m olensko. Entonces los rusos se prepararon para d e fe n d e r a M o scú , su “ ciudad sa n ta ". El general K utuzof, al fre n te de 130.000 hom bres, esperó a los franceses en las a ltu ra s de B orodino, ju n to al río M oscow a. El 7 de se tie m b re de 1812 se lib ró la batalla, que te rm in ó con la re tira d a de los rusos. Napoleón ocupó a M oscú (15 de se tie m b re ). A l día sig u ie n te la ciudad fue incendiada por sus defensores. La s itu a ció n se to rn ó in s o s te n ib le ; Na­ poleón d e cid ió aguardar la re n d ició n del zar antes de re g re sa r y, com o eso no sucedió, hizo él las o fe rta s de paz sin ob te n e r c o n te sta ció n . Entonces ordenó la re tira d a (18 de o c tu b re ), que no ta rd ó en c o n v e rtirs e en desastre.

La sexta coalición N apoleón llegó con a n ticip a ció n a París y com enzó a organizar la con­ tra o fe n siva . M ie n tra s ta n to , el d e sa stre de Rusia daba nuevos ánim os a los países europeos y, en 1813, se levantó una sexta c o a lic ió n , integrada por Rusia, Inglaterra, Prusia, España y, más tarde, Suecia, A u s tria y la m ayor parte de los pueblos alem anes. N apoleón ordenó el re c lu ta m ie n to en masa e in co rp o ró a jó ve n es me­ nores de 17 años de edad. En la prim a ve ra de 1813 lo g ró ve n ce r a los p ru ­ sianos en Lützen, Bautzen y Dresde. Los aliados no tard a ro n en reaccionar y, con un poderoso e jé rc ito de m edio m illó n de hom bres, acorralaron al em perador fra n cé s en Leipzig-, a llí se lib ró la "b a ta lla de las n a cio ne s” , que duró cu a tro días (del 16 al 19 de o ctu b re ), y en la que N apoleón fu e co m p le ta m en te derrotado. El gran im perio comenzó a desmoronarse. Al mismo tiempo, la guerra de España favorecía a los angloespañoles que, a las órdenes de W ellington, habían vencido a los franceses en Vitoria y San Marcial.

A l com enzar 1814, Francia era invadida desde varias d ire ccio n e s. Lbs e jé rc ito s rusoprusianos atravesaban el Rin; los austríacos atacaban por Suiza; los suecos por B élgica, y los anglosajones por los P irineos.

D estierro de Napoleón París fu e s itia d a y ca p itu ló el 31 de marzo. El Senado d e cre tó , el día 2 de a b ril, la d e s titu c ió n del em perador Napoleón. Este abdicó en fa v o r de su h ijo , el rey de Roma, y com o esto no fu e aceptado, firm ó , el día 6, el Tratado de Fontainebleau, p o r el cual "re n u n cia b a para sí y para to d o s sus herederos a los tro n o s de Francia e Ita lia ". Los aliados d isp u sie ro n el d e s tie rro de Napoleón, que se cu m p liría en la is la de Elba, cuya soberanía le concedieron, además de una renta anual de dos m illo n e s de fra n co s y una guardia de c u a tro c ie n to s hom bres.

La prim era restauración M ie n tra s N apoleón era trasladado con cu sto d ia al d e stin o que le había sido fija d o , el Senado acordó la re sta u ra ción de la m onarquía borbónica y

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El 26 de fe b re ro de 1815, después de diez meses de d e s tie rro , aban­ donó la isla de Elba con un re ducido e jé rc ito de 900 hom bres y, el 1? de marzo, pisó nuevam ente el suelo de Francia, en las proxim idades de Carmes. Francia lo re c ib ió arrebatada de e n tusiasm o y las tro p a s enviadas para d e te n e rlo se unieron a las suyas. El día 20 e n tró triu n fa lm e n te en París, en brazos de la m u ltitu d , que lo aclamaba con d e lirio . El rey p a rtió apresu­ radam ente para Bélgica. Napoleón hizo p ú b lico s sus deseos de gobernar en paz, pero las nacio­ nes europeas no creyeron en su palabra y sus rep re se nta n te s, re unidos en el Congreso de Viena, lo declararon fuera de la ley.

Los partidos po líticos: izquierda, derecha y centro. Los clubes o sociedades. Reformas de la Asamblea Constitu­ yente: económicas y religiosas. La C onstitución: los pode­ res ejecutivo, legislativo y ju dicial. l a caída de la monarquía.

La Asamblea Legislativa: los fuldenses y los girondinos. Los montañeses. Guerra con A ustria: fracasos m ilitares. Los sucesos de junio y agosto: suspensión del rey. El triunfo de Valmy. La Convención: los partidos. La República: el calendario. Proceso y ejecución de Luis XVI. El gobierno revolucionario: el Tribunal Revolucionario y los Comités. Caida dé los girondinos.

£1 terror.

Acción de los jacobinos. Persecuciones. Dictadura de Robespierre. La guillotina. La reacción term idoriana: los idea­ les moderados. La Constitución del Año III: la Declaración de derechos y de deberes.

WATERLOO. EL FIN DEL IMPERIO Para e n fre n ta r a la s é p tim a c o a lic ió n , Napoleón reunió un e jé rc ito de m edio m illó n de hom bres y se lanzó sobre B élgica, donde planeaban con­ ce n tra rse las fuerzas coaligadas. El 18 de ju n io de 1815 chocó con los angloholandeses, al mando de W e llin g to n , en la llanura de W aterioo, cerca de B ruselas. El je fe inglés re s is tió los ataques de N apoleón y dio tie m p o para que llegaran los prusianos a las órdenes de B lü tch e r, quienes d e cid ie ro n la batalla a su fa vo r. La d e rro ta de W a te rio o puso fin al período de cien días que comenzo con su regreso. Abandonado por todos, se tra sla d ó a París y el día 22 firm ó su segunda abdicación. In te n tó h u ir a los Estados U nidos, pero, fin a lm e n te , p idió a silo a In g la te rra y fue trasladado a Plym outh en el navio B e lerefonte. Los ingleses re s o lv ie ro n c o n s id e ra rlo p ris io n e ro de guerra y condenarlo al d e s tie rro ete rn o , que se v e rific ó en la is la de Santa Elena, situada en m edio del A tlá n tic o . A llí pasó los ú ltim o s años de su e x is te n c ia y el 5 de mayo de 1821 m urió v íc tim a de un cáncer de estóm ago. Tenía entonces cincuenta y dos años de edad.

La guerra durante la Convención. El Directorio.

La Constitución del Año III y las dos cámaras del poder legislativo. El poder ejecutivo de cinco miem bros Des­ prestigio del Directorio.

Epoca de Napoleón.

Expansión de la Revolución Francesa. La campaña de Ita­ lia: triunfos de Napoleón y dom inio del norte de Italia. La campaña de Egipto: batalla de las Pirámides. Acción de los ingleses. Segunda coalición: triunfos parciales de los fran­ ceses. Caida del D irectorio: el poder ejecutivo provisorio.

El Consulado.

El Primer Cónsul. Fin de la segunda coa lición : los tratados de Luneviile y de Amiens. Obra del Consulado: acción adm inistrativa y financiera; p acificación in te rio r y el Concordato. El Código de Na­ poleón. El consulado vitalicio.

El Imperio.

La Constitución del Año XII. El absolutismo político. Obras públicas y legislativas. La tercera coalición contra Francia: batallas de Trafalgar y Austerlitz. La cuarta coalición: batallas de Jena y Auerstaedt. La campaña de Polonia. La invasión a Portugal: el bloqueo continental.

*-a guerra española P°rsu independencia.

Napoleón y su decisión de destronar a los Borbones. La situación interna de España: Carlos IV y Manuel Godoy. El m otin de Aranjuez: Fernando Vil. La farsa de Bayona: José Bonaparte, rey de España. La lucha contra Napoleón: batalla de Bailén. Napoleón en España. El movim iento constitucio­ nal: las Juntas en nombre de Fernando Vil. El Consejo de Regencia. Constitución de 1812. La quinta coa lición : batalla de Wagram; tratado de Viena. La campaña de Rusia: toma de Smolensko y de Moscú. La retirada. La sexta coalición: batalla de Leipzig. Destierro de

Guía de repaso

Crisis fiel Antiguo Régimen.

La Revolución Francesa.

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Ei derecho divino de los reyes. Las desigualdades sociales Las clases o estados: a) los privilegiados; b) los no p ri­ vilegiados. Luis XV: la regencia de Felipe de Orleáns. Luis XVI: los problem as económicos. Turgot y Necker. Los propósitos del m ovim iento: políticos, sociales y económicos. Reunión de los Estados Generales: los cuadernos de petición. La Asamblea Nacional y el juram ento de la cancha de pelota. La Asamblea Constituyente: el voto in d i­ vidual. La toma de la Bastilla. La declaración de los dere­ chos del hombre.

La prim era coa lición : progresos de las tropas aliadas Derrotas de los prusianos y austríacos: el Tratado de Basilea.

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Napoleón. La prim era restauración: Luis XVIII y el Tratado de Paris; la Carta Constitucional. Los Cien Dias. La séptima coalición: batalla de Waterloo. Destierro de Napoleón: su muerte.

Actividades Prácticas

A n a liz a r la s itu a c ió n en F ra n c ia d u ra n te el A n tig u o R égim en.

■—Cuestionario— ----------------------------------------------1. ¿A qué se llama Antiguo Régimen? 2. ¿Por qué se caracteriza­ ba? 3. ¿Cuántas clases comprendía la sociedad francesa del siglo X V III? 4. ¿Cóm o reinó Luis X V ? 5. ¿En qué form a Luis X V I trató de remediar el problema económ ico? 6. ¿Cuáles fueron los propósitos de la Revolución Francesa? 7. ¿Cóm o funcionaban los Estados Generales? 8. ¿Qué ocurrió en la cancha de pelota? 9. ¿Cómo surgió la Asamblea Constituyente? 10. ¿Qué puede decir sobre la toma de la Bastilla? 11. ¿Qué dispuso la declaración de los derechos del hom bre? 12. ¿Qué tendencias había en el seno de la Asamblea Constituyente? 13. ¿Pudo huir de Francia Luis X V I? 14. ¿Cuáles fueron las reformas de la Asamblea Constitu­ yente? 15. ¿Qué dispuso la Constitución de 1791? 16. ¿Cóm o se integró la Asamblea Legislativa? 17. ¿Cómo se originó la guerra con Austria? 18. ¿Qué sucesos determinaron la suspensión y el arresto del rey? 19. ¿Cóm o surgió la República? 20. ¿Cómo fue juzgado Luis X V I? 21. ¿En qué forma la Convención quedó en poder de los jacobinos? 22. ¿Qué puede decir con respecto al ré­ gimen del terror? 23. ¿Cómo gobernó Robespierre? 24. ¿A qué se llamó la reacción termidoriana? 25. ¿Qué dispuso la Constitu­ ción del Año III? 26. Explique la primera coalición. 27. ¿Cómo surgió el Directorio? 28. Mencione algunos datos biográficos de Napoleón Bonaparte. 29. ¿Qué sabe con respecto a la campaña de Italia? 30. ¿Qué ocurrió en la campaña de Egipto? 31. ¿R ecuer­ da algunas batallas de la segunda coalición? 32. ¿Cóm o se p ro­ dujo la caída del Directorio? 33. ¿Qué sabe con respecto al C ódi­ go de Napoleón? 34. ¿Cóm o surgió el Imperio? 35. ¿Cuáles fueron las características del nuevo gobierno? 36. Resuma la tercera coa­ lición. 37. ¿Por qué fue invadido Portugal? 38. ¿Cuál era la si­ tuación política de España? 39. ¿Qué ocurrió en Aranjuez? 40. ¿Cómo llegó al trono español José Bonaparte? 41. Resuma la lucha en España contra Napoleón. 42. Explique el surgimiento de las Juntas. 43. ¿Cuáles fueron las principales acciones bélicas de la quinta coalición? 44. ¿Qué puede decir con respecto a la cam ­ paña de Rusia? 45. ¿Qué sucesos obligaron a Napoleón al destie­ rro en Elba? 46. ¿A qué se llama la primera restauración? 47. ¿Qué ocurrió al regreso de Napoleón? 48. ¿A qué puso fin la ba­ talla de W aterloo?

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* E n fo rm a de cua dros sin ó p ticos s in te tiz a r las etapas en que puede d iv id irs e la R e v o lu c ió n Francesa. C o m p a ra r la obra re a liz a d a p o r la A sa m b le a C o n s titu y e n te y p o r * la C onvención. R e s u m ir la o bra del C onsulado. S in te tiz a r las coalicione s c o n tra N apoleón.

Lectura La guerra española por su independencia

Un gran error de Napoleón fue el creer que los españoles iban a ser tan fácilmente dominados como lo habían sido los reyes Carlos IV y Fernando VII, o como lo estaban siendo el Consejo de Castilla o una gran parte de las autoridades loca, ®tr.° Sran error consistió en confundir el descontento contra Godpy con el descontento contra el ré­ gimen; estimó que los españoles es­ taban hastiados de los Borbones y . absolutismo, y que la introduc­ ción de medidas liberales por la nueva dinastía Bonaparte iba a ser bien recibida. Un grupo de españoles, ciertamena I y su régimen. re estos a fr a n ce s a d o s podemos stinguir tres tipos distintos: en í: lmer ,lugar, los convencidos, los birf cre.lan de buena fe que el camsni° P á tic o y dinástico era la mejor e PÍ?clon caso de España. Eran, en n e ral, in te le c tu a le s, ideólogos

“ilustrados”, y partidarios de refor­ mas desde arriba y sin revolución: en cierto modo, eran los herederos del espíritu del Despotismo Ilustra­ do. Luego tenemos a los oportunis­ tas, a los pescadores del río revuel­ to, pasados al nuevo bando sólo por­ que llevaba las de ganar. Y por úl­ timo, un número bastante elevado de funcionarios públicos, que sin ser partidarios del rey José, hubieron de pasar a su servicio so pena de per­ der sus puestos. Parece que este grupo de «afrancesados a la fuerza» fue el más numeroso de los tres. Con todo, fue relativamente muy escaso el número de españoles que de una forma u otra sirvieron a Jo­ sé I. La inmensa mayoría de los españoles se pusieron en contra, y lo manifestaron en el alzamiento del 2 de mayo en Madrid, y poco des­ pués en el levantamiento general. La tragedia de José Bonaparte con­ sistió en querer ganarse a los espa-


ñoles mostrando su españolización y su independencia de Francia, y al mismo tiempo teniendo que recurrir a su hermano y a los contingentes franceses para poder sostenerse en el trono. La guerra de Independencia, por tanto, no merece ser calificada de guerra civil. Fue una contienda en­ tre un ejército, el francés, y un pueblo, el español. No es fácil hacer una síntesis breve y clara de un con­ flicto qué duró seis años, y que ba­ rrió varias veces, de arriba abajo y de abajo arriba, todo el territorio de la Península. El número de suce­ sos es infinito. Se han computado hasta 470 batallas, pero el número de choques armados debió ser de varios miles. Se cree que España perdió un millón de habitantes, y los daños materiales fueron inmen­ sos, quizá como en ningún otro con­ flicto de la historia española hasta la guerra de 1936-1939. Hubo un primer levantamiento en Madrid, el 2 de mayo de 1808, en que el pueblo, mal armado, ayudado de un pequeño grupo de oficiales —Daoíz, Velarde, Ruiz— sucumbió heroicamente ante la carga de las tropas francesas que ya ocupaban la capital. Pero a fines de mayo y

principios de junio se produce un levantamiento general en casi todas las ciudades y pueblos de España. Los hechos se producen siempre en forma idéntica: ocurre un incidente, el. pueblo se lanza inmediatamente a la calle, se destituye a las autori­ dades y se nombra una junta. Esta uniformidad permite sospechar que en Jos a lz a m ie n to s hubo algo de plan y método (Corona). Lo cual no obsta para que la adhesión del pue­ blo español a aquellos alzamientos fuera puramente espontánea. Cornelias, José Luis. H is t o r ia de E s p a ñ a M oderna y C o n te m po r á n e a .

Madrid, 1967.

• ¿Creyó N apoleón que la dinastía B onap&rte sería bie n re cib id a en España? • ¿Algunos e s p a ñ o le s colaboraron con los franceses? • ¿Cómo puede ca lifica rse a la gue­ r r a p o r la independencia? • ¿En qué fo rm a se p ro d u je ro n los p rim e ro s levantam ientos?

LOS ALBORES REVOLUCIO NARIOS Si bien en 1810 culm inó, la ag itación re volucio naria en los dom inio s hispanos en A m é rica , años antes se prod ujeron otro s alzam ientos co n tra las autoridades españolas. Estas re b elion es contaron con el apoyo del ele m ento nativo y, en general, tu v ie ro n v is ib le s tend encias em ancipadoras.

Los com uneros En el s ig lo XVIII se produjo en el Paraguay — regfón p e rte n e cie n te al v irre in a to del Río de la Plata— la revolu ció n de los com uneros. D ebido a un in cid e n te e n tre el gobernador y el C abildo, la A ud ie n cia de Charcas envió a la A su n ción, en el año 1721, a José de A nteq uera, quien con el apoyo de la población se hizo cargo del gobierno. Desde un com ienzo defendió los derechos del M u n ic ip io o “ co m ú n ", se opuso a todo poder despótico y ve n ció a los re a lista s en la batalla de Tebicuary. Finalm ente, un e jé rc ito a cargo de Bruno Zabala, gobernador de Buenos A ire s , se d irig ió a[ Paraguay y depuso a A n teque ra. Este fu e enviado preso a Lima, donde lo ejecutaron en ju lio de 1731. M ie n tra s A n te quera estaba preso, trabó a m is ta d con Fernando M om pó ^ i e n se in te re só por los m ism os ideales. El ú ltim o logró escapar d e la cárcel y se tra sla d ó a la A sunción donde reorganizó el p a rtid o d e A n te q u e ra Cori el nom bre de C om uneros. C onsiguió deponer al gobernador, pero fin a l­ mente cayó apresado y fu e re m itid o a Buenos A ire s .

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Revolución de! Socorro M edio s ig lo más tarde e s ta lló un m o vim ie n to sem ejante en la localidad del Socorro, p e rte n e cie n te al v irre in a to de Nueva Granada. En 1779, los pobladores se negaron a pagar antiguos im puestos que habían sido re sta ­ blecidos, y acaudillados por dos c rio llo s — Berbeo y Galán— se levantaron, en arm as. El m o vim ie n to se e xte n d ió a d iversas regiones del v irre in a to y en 1781 los rebeldes d e rro ta ro n a fuerzas re a lista s y avanzaron con el propó­ s ito de to m a r Santa Fe de Bogotá. Por m ediación del C abildo y autoridades e cle siá stica s d e s is tie ro n de ese in te n to bajo la prom esa de o b te n e r rebaja de im puestos e igualdad ante los cargos públicos. La am nistía no fu e res­ petada por los españoles, quienes fin a lm e n te eje cu ta ro n a Galán.

Sublevación de Tupac Amaru El régim en d e sp ó tico em pleado por m uchos c o rre g id o re s con los indios o rig in ó diversa s re beliones. El su r del Perú fu e una de las zonas más afec­ tadas por los abusos, e sp e cialm e n te los d is trito s de Tinta y Chayanta. José G abriel Condorcanqui, descendiente del cacique Tupac Amaru y llamado por el mismo nombre, fue educado por los jesúitas en el Cuzco. Culto e inteligente, a la muerte de su padre — Miguel Condorcanqui— fue reconocido cacique de Tungasuca (Tinta). Trató de m ejorar la condición de sus hermanos de raza, pero en largos años, nadie escuchó sus reclamos.

En noviem bre de 1780, Tupac A m aru apresó al c o rre g id o r de Tinta, don A n to n io A rria g a y lo hizo e je c u ta r eñ la plaza del pueblo de Tungasuca. A p a rtir de ese m om ento com enzó la sublevación general de indígenas, quie­ nes ob tu vie ro n algunos é x ito s p arciales, pero no pudieron ocupar el Cuzco. La marcha de los sucesos alarm ó a las a utoridades re a lista s. Los v i­ rre yes del Perú y del Río de la Plata enviaron a los generales del V alle y Flores, re sp ectiva m en te . El p rim e ro venció a los sublevados en la batalla de Com bapata (m arzo de 1781) y Tupac A m aru, tra ic io n a d o por un grupo de sus hom bres, fue entregado a los españoles con toda su fa m ilia y pa rie n te s. Las condenas, cuya descripción sobrepasa los límites de la crueldad, consis­ tieron en los más refinados suplicios. A Tupac Amaru le cortaron la lengua y sus extremidades fueron atadas a cuatro caballos que tiraron en distintas direcciones para destrozarlo. No lo consiguieron, entonces fue decapitado y despedazado su cuerpo, los miembros fueron expuestos al público en diversas poblaciones.

A ntecedentes revolucionarios en el Perú Es in te re s a n te destacar que en 1810, año en que se p ro d ujeron d iv e r­ sos m o vim ie n to s re v o lu c io n a rio s en H ispanoam érica, el Perú no p a rtic ip ó en e llos. A l co n tra rio , fue el baluarte de los re a lista s d estinado a de te n e r la marcha de la re vo lu ció n y p ro lo n g a r las luchas de la independencia por espacio de quince años. Sin em bargo, tie m p o atrás, el te r rito rio peruano fu e e scenario de va rio s m o vim ie n to s re vo lu cio n a rio s — aislados e incon­ s is te n te s — que fu eron sofocados por los re a lista s. En 1805, José A g u ila r y M a n u e l U balde tra m a ro n una co n juración en el Cuzco para e s ta b le c e r un g o bierno propio, pero el in te n to fra ca só y ambos ca b e cilla s fu e ro n ahorcados.

En 1809, A n to n io Pardo tra tó de e rig ir una Junta de G obierno, a im itaón de las establecidas en España, pero no tu vo é xito . Poco tie m p o desCl,és tam bién fracasó en un m ism o in te n to el peruano Ftiva A güero. Debe P o r ’ d a r s e a¡ a r¡stó cra ta José Baquíjano, que pre te n d ió crear en el Perú rS partido hispanoam ericano de c a rá cte r c o n s titu c io n a lis ta , pero el v irre y s o f o c ó el in te n to .

PRETENSIONES INGLESAS EN A M E R IC A In te ré s por los dom inios españoles

Desde una prim e ra época, España v ig iló celosam ente el c u m p lim ie n to del m onopolio co m ercial que im pla ntó con sus d o m inios en A m é rica . A pesar de esto, no pudo im p e d ir que In glaterra — basada en su poderío na­ ya |__ c o n s titu y e ra una perm anente amenaza. En el. siste m a m o nopolista im plantado por la Corona española, las transacciones com e rcia le s se re a li­ zaban de p re fe re n cia en P ortobelo (Panamá) lo cual b eneficiaba a las zonas próxim as, pero no a las alejadas, com o o c u rrió con el Río de la Plata. En determ inadas épocas, el contrabando o com ercio ilegal en el que p a rtic i­ paban a ctiva m e nte los ingleses, llegó a c o n s titu ir una necesidad para los pobladores de Buenos A ire s . A l té rm in o de la G uerra de Sucesión, España debió m o d ific a r su rígido m onopolio y — p o r cláusula de la Paz de U tre ch t— concedió a Ing late rra el p rivile g io del c o m e rcio con esclavos. También a d m itió la llegada anual de un navio inglés con un núm ero d e term in ado de toneladas de carga. En las guerras europeas del s ig lo X VIII, España e Ing late rra estuvieron en bandos co n tra rio s, esto m o tivó que los co rsa rio s tra ta ra n de im p e d ir el com ercio español con sus d om inios en A m é rica y ele apoderarse de los con­ voyes que conducían las riquezas del Nuevo M undo hacia la m e tró p o li. Estos actos de guerra m arítim a tam bién co m pren dieron asaltos a ciudades co ste ­ ras en procura de teso ros. El in te ré s de Gran Bretaña por los do m in ios españoles pueden resu­ m irse en dos fa cto re s: a) Po litico -m ilitar: las guerras europeas co n stitu ía n una perm anente am e­ naza de invasión para las islas, lo cual im pedía que el gabinete de Londres enviara fu e rte s co n tin g e n te s de tropa s al te r rito rio contin ental donde se libraban batallas cam pales. En consecuencia, era más e fe c tiv o d e b ilita r al enem igo con la in te rve n ció n de la flo ta , anulando fu e n te s de riqueza e in terce ptan do el trá fic o com e rcia l e n tre sus colonias y la me­ tró p o li. Fue con España donde In g la terra apiicó con m ayor tenacidad esta in te rve n ció n in d ire cta . b) Económicos. Las trabas im puestas por España para obsta cu liza r el co­ m ercio con o tro s países e stim u la ro n las am biciones de Gran Bretaña, la cual, m ie n tra s aum entaba el núm ero de sus barcos, veía d is m in u ir los m ercados para u bicar los pro ductos de su d e sa rro llo in d u stria l.

*"a situación en el Río de la Plata nid hU s a utor¡dades de Buenos A ire s fueron alertadas en repetidas oportuades sobre p o sible s acciones bélicas de los ingleses. Por Real C édula

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de Felipe V, que se conoció en 1740, se inform aba de la lucha de España con tra Ing la te rra y Holanda (G uerra de la Sucesión de A u s tria ) y se desta­ caba la p o sib ilid a d de un ataque. Por esas épocas una escuadra inglesa al mando del a lm ira n te .Vernon había fru s tra d o sus in te n to s de apoderarse de C artagena y poco después o tra escuadra a las órdenes del com odoro A nson pasó fre n te ai Río de la Plata — sin preocuparse por la desguarnecida posesión enem iga— para sa­ quear las costas ch ile n a s y re m o n ta r el Pacífico. El llam ado segundo Pacto de Fam ilia e n tre España y Francia (agosto de 1761) encendió nuevam ente la guerra co n tra Gran Bretaña. El goberna­ dor de Buenos A ire s , Pedro de C evallos, fu e in form ado de la s itu a ció n im ­ perante. A com ienzos de 1763 una escuadra angloportuguesa atacó la Co­ lonia del Sacram ento, pero fu e rechazada por la g u a rn ició n local. Cuando se firm ó en París el tra ta d o de paz (1763), España d e vo lvió a Portugal la C olonia a cam bio de o tro s te rrito rio s , e n tre e llo s, la Florida. Las islas M alvinas fu e ro n o tro m o tivo de in cid e n te s e ntre España y Gran Bretaña. Sabemos que los fra n ce se s e sta b le cie ro n en la isla Soledad la colonia de Puerto Luis (1764). Poco después, los ingleses e rig ie ro n Puerto Egmont en la isla o ccid e nta l. España reclam ó a Francia y obtuvo la entrega de Puerto Luis (1767) al que die ro n el nom bre de Puerto Soledad. Com o los ingleses no desalojaban su p osición, B u carelli — gobernador de Buenos A i­ res— envió una e xpedición que expulsó a los in tru so s. Este hecho de fu e r­ za, sum ado a la p ro h ib ic ió n del rey C arlos III de im p o rta r te la s inglesas a España, irritó a Londres. A unque se creyó en una declaración de guerra, ambos países p re firie ro n la negociación d ip lo m á tica y en 1774, los ingleses se re tira ro n de las M alvinas.

IN VA SIO N ES INGLESAS: ANTECEDENTES Las invasiones inglesas al Río de la Plata en 1806 y 1807 obedecieron a antecedentes lejanos y a causas próxim as, que pueden agruparse de la sig u ie n te manera:

La alianza franco-española A com ienzos del s ig lo X VIII, la din a stía francesa de los Borbones co­ menzó a re in a r en España, y por e ste m o tivo la ú ltim a nación quedó v in c u ­ lada a Francia, alianza que se co n so lid ó cuando am bos países firm a ro n el segundo Pacto de Fam ilia (1761) d estinado a u n ir sus fuerzas co n tra In­ gla terra .

La rivalidad entre Inglaterra y España Cuando la reina Isabel ocupó el tro n o de In g la te rra (1558), esta nación — de re lig ió n anglicana— s ig u ió una p o lític a in am istosa co n tra España, cuyo monarca Felipe II se m o stró d e cid id o d e fe n so r de los ca tó lic o s . A m bos países lucharon en bandos c o n tra rio s en las llam adas “ G uerras de R e lig ió n ” y en el s ig lo XVII — al a d v e n im ie n to de los Estuardo— la m ayoría del pueblo inglés era anglicano fa n á tico , m ie n tra s los c a tó lic o s fu eron perse­ guidos com o in te g ra n te s de una secta “ que debía se r com batida y des­ te rra d a ".

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La d e c a d e n c ia es p a ñ o la El período de m ayor flo re c im ie n to de España se in icia con los Reyes cólicos, p rosigue con C arlos V y culm ina con el m onarca Felipe II. Sin bargo,' m ie n tra s el sig lo XVII señaló para la península una época de efTIndeza', en la ce n tu ria sig u ie n te se in ic ia te decadencia o agotam iento ^ o a ñ o l- Este período com ienza cuando ocupan el tro n o los A u s tria s menoeSP __Felipe III, Felipe IV y C arlos II— , reyes incapaces que abandonaron rf Sqobierno en manos de fa v o rito s . e El adve n im ie nto de los Borbones rem edió en parte la situ a ció n, aunque pesar de los esfuerzos de estos m onarcas por im pulsar el progreso, no j ^ a r o n d e vo lver a España su a n te rio r grandeza.

Evolución económica de Inglaterra llo

Ya nos hem os re fe rid o a la “ re vo lución m a q u in ista ” y al gran desarro ­ de la in d u s tria y del co m e rcio en Gran Bretaña.

CAUSAS DE LAS IN VA SIO N ES INGLESAS Gran Bretaña a la conquista de nuevos mercados M ie n tra s sus in d u stria s progresaban con rapidez y la m arina acrecenta­ ba su im p o rta n cia, Gran Bretaña debió re so lve r el grave problem a econó­ mico surgido de la independencia de sus tre ce colonias en A m é rica del Norte (4 de ju lio de 1776) y además del cie rre — para su co m e rcio — de los puertos europeos, com o consecuencia de fas fre cu e n te s guerras contra Francia y sus aliados. El g o bierno de Londres am bicionó o b te n e r m a teria prim a y u b icar la superproducción de sus in d u stria s en los d om inio s h ispánicos del Nuevo Mundo, pero las trabas co m erciales im puestas a estos ú ltim o s vedaban toda p o sib ilid a d legal. De ta l manera, los ingleses in icia ro n en el Río de la Plata un a c tiv o contrabando, re e n tra s p eriódicam ente sus naves alarm a­ ban a los pobladores del e stuario. Home Popham, el marino inglés lefe de ia escuadra que atacó a Buenos Aires en la primera in­ vasión.


Las gestiones de M iranda El p a trio ta venezolano F rancisco M iranda había proyectado lib e ra r A m é rica hispana con la ayuda de tro p a s e xp e d icio n a ria s b ritá n ica s. Luego de algunos in te n to s in fru c tu o s o s ante el gabinete de Londres, el incansable venezolano fundó la Logia Lautaro, sociedad sec'reta cuya fin a lid a d era llevar a cabo sus p ro p ó sito s re vo lu cio n a rio s. En 1804, M iranda reanudó sus g e stio n e s ante el g obierno de Londres y tam bién se puso al habla con el m arino Home Popham, quien luego presen­ tó a las autoridades un "M e m o ria l” en el que aconsejaba una expedición m ilita r a la A m é rica del Sur. El p ro ye cto fu e bien re cib id o por las a utoridades b ritá n ica s, pero no se llevó a la práctica.

El ataque a una flo tilla española La paz de A m ie n s fue de breve duración y en 1803 se in ic ió una nueva guerra e ntre Inglaterra y Francia. D ebido al siste m a de alianzas, España debía in te rv e n ir d ire cta m e n te en fa v o r de la ú ltim a , pero el rey C arlos IV p re firió firm a r con Napoleón — a la sazón p rim e r cónsul— un tra ta d o secre­ to , llam ado “ de los s u b s id io s ” . El m onarca español se com prom etía a e n tre ­ gar s e is -m illo n e s de fra n co s m ensuales, a cam bio de una aparente neutra­ lidad. El gobierno de Londres no ta rd ó en conocer la alianza se cre ta y en­ tonces ordenó a su flo ta atacar el trá fic o co m e rcia l de España, sin previa declaración de guerra. El 5 de octu b re de 1804, una flo tilla de cu a tro fragatas de guerra espa­ ñolas fue atacada por una escuadra inglesa de igual núm ero de naves, pero de m ayor arm am ento. El encuentro se produjo en el océano, a unas m illa s del p u e rto de Cádiz. D espués de un breve com bate, re s u ltó hundida una fragata hispana y las tre s resta n te s debieron re n d irse . El atentado m o tivó que España se uniera con Francia en co n tra de Inglaterra. En o ctu b re de 1805, la armada franco-española fue d errotada pol­ la escuadra inglesa a las órdenes del a lm ira n te N elson en el com bate naval de Trafalgar. El d o m in io de las aguas quedaba en poder de ios b ritá n ico s.

Expedición inglesa al Cabo de Buena Esperanza Con el p ro p ó s ito de asegurar la ruta co m e rcia l que llevaba a la India, el g obierno b ritá n ic o dispuso apoderarse de la co lonia holandesa del Cabo de Buena Esperanza, ubicada al su r del A fric a . In g la te rra consideraba a Holanda nación enem iga, por cuanto la ú ltim a estaba gobernada por el rey Luis, herm ano de N apoleón Bonaparte. Se equipó una expedición de 6.654 hom bres de tropa, confiada a las órdenes del m ayor general D avid B aird\ segundo je fe era el b rig a d ie r G ui­ lle rm o C arr B eresford. Una fuerza naval de seis naves, mandada por el com o­ doro Hom e Popham, debía e s c o lta r a los tra n s p o rte s durante la navegación y cooperar en la conquista. Una vez logrado su o b je tiv o — cuyo é x ito se descontaba— parte de las fuerzas debía c o n tin u a r para la India. El Río de la Plata no figu ra b a en los planes del gabinete b ritá n ico . En enero de 1806 la armada inglesa atacó la colonia del Cabo. Luego de una breve pero enérgica re s is te n c ia , los defe n so re s capitularon.

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Una vez conquistada la colonia del Cabo, el com odoro Popham decidió r __en un golpe de mano audaz— el Río de la Plata, em presa que at ¡deraba de fá c il realización, de acuerdo con noticia s recibid as sobre el C°tado indefenso de los pue rto s platenses. popham convenció al general David Baird sobre las bondades y escar ¡esgos de su proyecto, por lo que el ú ltim o le fa c ilitó parte de las S° S as que se encontraban en el Cabo, las que fu eron puestas a las órdenes G uillerm o C arr B eresford.

lA PRIMERA IN V A S IO N INGLESA Ocupación de B ue n os A ires La expedición zarpó del Cabo de Buena Esperanza en ab ril de 1806. Estaba integrada por se is naves de guerra al mando del com odoro Popham

v cinco tra n s p o rte s; las tro pas de desem barco fueron puestas a las órdenes ¿el b rigadier B eresford, quien sería el gobernador de los dom inios españo­ les a conquistar. A l lle g a r al Río de la Plata, Popham exploró el e stu a rio y luego con­ vocó un consejo de guerra para re s o lv e r en d e fin itiv a la ciudad donde se efectuaría el ataque: Buenos A ire s o M ontevideo. Los o fic ia le s — con excep­ ción de B eresford— votaron por la ca pital del v irre in a to . El 24 de ju n io ] las naves inglesas pasaron fre n te a la ensenada de Ba­ rragán, en esa época al mando del capitán de navio S antiago de Liniers. Las baterías de la costa a brieron fuego e im p id ie ro n acercarse a los invasores. El v irre y S obrem onte — enterado de la presencia del enem igo— no tom ó ninguna de las m edidas que las circu n sta n cia s hubieran aconsejado.


Mapa del R ío de la Plata tra­ zado en el año 1806 en el cual puede observarse la posición de las naves cuando desembarcaron los efectivos ingleses al comienzo de la primera invasión.

El 25 de ju n io , las fuerzas inglesas desem barcaron en Q u ilm e s y al día s ig u ie n te ve n cie ro n a Pedro A rc e , quien les sa lió al e n cuentro con q u in ie n to s jin e te s y seis piezas de a rtille ría . Los m ilic ia n o s e m p rendieron la fuga y B eresford ocupó las barrancas de Q uilm es. M ie n tra s ta n to — en la m adrugada de ese día— el v irre y había despa­ chado los caudales p ú b lico s rum bo a Luján en un convoy de ca rre ta s con escolta. El 27 por la mañana, los invSsores co n sig uie ro n cruzar el Riachuelo y ve ncieron una ú ltim a re s is te n c ia opuesta por los m ilic ia n o s en el paso de Barracas, que llevaba d ire c ta m e n te a Buenos A ire s . A n te el curso de los sucesos, S obrem onte se re tiró con su fa m ilia y algunos je fe s m ilita re s a M onte C astro (actual F loresta) donde redactó un p lie g o e x p lic a tiv o de su fuga, "m u ch o s más indigno y vergonzoso que cu a lq u ie r c a p itu la c ió n ” . De a llí se tra sla d ó a Luján, donde se hallaban las cajas reales, pero ante la n o ticia de que un d estacam ento inglés marchaba en busca de ese dinero, el v irre y — con su fa m ilia y e sco lta — se d irig ió a Córdoba, ciudad que p re te n d ió tra n s fo rm a r en "c a p ita l p ro visio n a l del v irre in a to ” . A las tre s de la ta rd e del día 27 las tro p a s inglesas penetraron triu n ­ fa n te s por las ca lle s de Buenos A ire s , "a ta m b o r b a tie n te y banderas des­ plegadas” . Una vez en el Fuerte, B eresford asum ió el cargo de gobernador y obligo a que los ve n cid os firm a ra n " la s co n d icio n e s concedidas por los generales de su M ajestad B ritá n ic a ". Para congraciarse con la población to m ó una se rie de m edidas pruden­ te s y m oderadas. A se g u ró la lib e rta d de c u lto s , la p ro te cció n a la p r o p ie d a d privada y la lib e rta d de co m e rcio .

La p rim e ra reacción organizada co ntra los ingleses se produjo en la campaña, don Juan M a rtin de P ueyrredón con siguió equipar una fuerza de setecientos hom bres, e ntre m ilicia n o s y ve cinos. Las activid a de s de los conjurados — e n tre los que fig u ra b a M artín Rodríguez— llegaron a conoci­ miento de B eresford, quien al fre n te de q u in ie n to s soldados los en fre n tó ~ e l 1? de agosto— en la chacra de P erd rie l, d ista n te a cu atro leguas de Buenos A ire s . Luego de breve com bate, los b ritá n ico s consiguieron disp e rsa r a sus isoños adversarios, quienes, sin em bargo, lograron apoderarse de un carro ae m uniciones.

*-a Reconquista.

L in ie rs

Sa Cent

a 't0 tlo n o r cle re co n q u ista r a Buenos A ire s correspond ió al francés ° L in ie rs - Quien — de acuerdo con un plan trazado— d e cid ió conrar toda la acción en M o n te video y avanzar desde a llí sobre la caoital ael virre in a to . una j ' niers se tra sla d ó a la vecina o rilla donde su plan fu e aprobado por de n Unta C*6 ^ u e rra población colaboró con entusiasm o y con el aporte ^°m brese r° S0S v o ' u n ta rio s Pudo fo rm a rse un e jé rc ito de m il tre s c ie n to s desemhf^0 cruzar R|0 de la Plata sin d ific u lta d e s , los e xp ediciona rios arcaron en las p roxim ida des del actual Tigre y el 10 de agosto,

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acam paron en los C o rrales de M is e re re . A llí L iniers e x ig ió la re n d ició n de B eresford. La respuesta del ú ltim o fue negativa. Ese m ism o día, Liniers avanzó con su e jé rc ito y to m ó el R etiro, obligando a los ingleses a re tro ­ ceder en d ire cció n a la Plaza M ayor. F inalm ente, el 12 de agosto, las fuerzas de la reconquista in icia ro n el ataque de cisivo . Luego de o fre c e r tenaz re s is te n c ia , am parados en los m u­ ros de la Recova, los invasores se encerraron en el Fuerte. B eresford accedió a ¡zar ia bandera española a m odo de re n d ició n y luego se tra sla d ó hasta la puerta del C abildo, donde se e n tre v is tó con Liniers para deponer fo rm a lm e n te las arm as. M il doscie nto s -soldados in g le se s debieron re n d irse — con arm am entos, banderas y esta n d a rte s— y sus bajas ascendían a tre s c ie n to s hom bres, en­ tre m uertos y heridos. Por su p arte, el e jé rc ito de la re conquista había perdido unos d o scie nto s hom bres. Los vencidos fu e ro n Internados en c a li­ dad de p risio n e ro s.

Cabildo abierto del 14 de agosto Como bien se ha dicho, “ la v ic to ria fu e la única autoridad que se encon­ tró en Buenos A ire s el día de la re c o n q u is ta ” . A cé fa lo el g obierno por la ausencia del v irre y , era e vid e nte que sólo el pueblo m antenía la g lo ria del triu n fo sobre los ingleses. El C abildo dispuso convocar un congreso general o “ c a b ild o a b ie rto ” para el 14 de agosto, con el p ro p ó s ito de “ a firm a r la v ic to ria ” . Fueron in v i­ tados cerca de cien vecinos de destacada fig u ra c ió n y en la mañana del día indicado, desde la Plaza M ayor num eroso pú b lico s ig u ió las d e lib e ra cio n e s. La asam blea dispuso co m u n ica r el triu n fo a la corona española y ta m ­ bién organizar cuerpos de m ilic ia s para d e fe n d e r a Buenos A ire s de una nueva invasión inglesa. Los m ie m b ro s de la A u d ie n cia — presentes en el debate— so stu vie ro n que esas m edidas eran p riv a tiv a s del v irre y , y se inclinaron por la designación in te rin a de una Junta de Guerra. En m edio de gran a lb o ro to , la m oción no prosperó y ante la presión popular — que deseaba la d e s titu c ió n de S obrem onte— los cab ild a n te s o to r­ garon el mando m ilita r a L in ie rs y el p o lític o a la A udiencia. Una com isió n de tre s m ie m b ro s sa lió al e n cuentro del v irre y para in fo rm a rle de lo re su e lto y e x ig ir su c u m p lim ie n to . M ie n tra s ta n to , a com ienzos de agosto, S obrem onte salía de Córdoba con unos 3.000 hom bres en d ire c c ió n a Buenos A ire s . En el tra y e c to se enteró de lo d isp u esto por el C abildo a b ie rto y entonces m a n ife stó su to ta l d isco n fo rm id a d ; sin em bargo, ante la im p o rta n cia de los sucesos y hallán­ dose en San N icolás, el 28 de agosto delegó el mando m ilita r- en L in ie rs y el p o lític o en el regente de la A ud ie n cia . A dem ás, m a n ife stó que se tra s la ­ daría a M o n te vid e o para d irig ir la defensa de la ciudad en caso de un ata­ que b ritá n ico .

Organización de las m ilicias A com ienzos de s e tie m b re de 1806, L iniers dispuso la in co rporación de los vecinos de Buenos A ire s — com prendidos e n tre los 16 y 50 años— a dive rsos batallones. Entre los cuerpos de in fa n te ría integrados por c rio llo s m erece especial m ención el de P atricio s, a las órdenes de C o rn e lio Saavedra, a cuyas fila s

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ingresaron num erosos jó ven es de destacada actuación p o s te rio r, com o Belgrano, V iam orite, Díaz Vélez, C hiclana y o tro s. La caballería c rio lla contó __e ntre v a rio s — con el cuerpo de H úsares, form ado po r tre s escuadrones a| mando re s p e ctivo de Juan M a rtín de Pueyrredón, Lucas Vivas y Ramón [sjúñez. Los cuerpos españoles se agruparon en G allegos, A ndaluces, C ata­ la n e s (o M iñ o n e s), Vizcaínos y M ontañeses. En o ctu b re de 1806, las m ilic ia s contaban con unos 8.500 hom bres, de los cuales só lo 3.000 eran españoles.

SEGUNDA IN V A S IO N INGLESA O cu p a ció n de M ontevideo El gabinete inglés d ispuso e nviar refuerzos a sus e fe c tiv o s que opera­ ban en el Río de la Plata. Con este p ro p ó sito , en noviem bre de 1806 zarpó el b rig a d ie r S am uel A ch m u ty al fre n te de unos 3.600 hom bres; tam bién se hicieron a la vela — con más e fe c tiv o s — el c o n tra lm ira n te S tirlin g y el brigadier C raw furd. El g o bierno b ritá n ic o re so lvió u n ific a r el mando de todas las fuerzas en el general Juan W h ite lo cke , designado com andante en je fe y quien debía p a rtir cuanto antes a de stin o. Este zarpó de Inglaterra en el mes de marzo de 1807. La fuerza ope rativa designada para el Río de la Plata com prendía un to ta l de 12.000 hom bres.


A m e d ia d o s de e n e ro de 1807, lo s in g le s e s d e s e m b a rc a ro n en la s p ro ­ x im id a d e s de M o n te v id e o , p u e s A c h m u ty — con a n u e n c ia d e l c o n tra lm ira n te

S tirlin g — juzgó op o rtu n o ocupar esa ciudad com o operación previa al asalto sobre Buenos A ire s . Enterado de los sucesos, el incapaz S obrem onte envió sus dos m il m ilic ia n o s para que im p id ie ra n el avance del enem igo, pero los bisoños defen sores fu e ro n dispersados por la in fa n te ría inglesa, la que actuó con el apoyo de los cañones de la flo ta . M ie n tra s el v irre y se re tiró a la campaña, los invasores acamparon en los su b u rb io s de M onte vid e o . Los b ritá n ic o s in icia ro n el s itio de M onte vid e o , que se prolongó du­ rante d ie c is ie te días; fin a lm e n te , en la madrugada del 3 de fe b re ro se apo­ deraron de la ciudad luego de encarnizado com bate. C ayeron p risio n e ro s el gobernador Ruiz H uidobro y va rio s o fic ia le s , e n tre e llo s Rondeau y Balcarce, los que fu e ro n enviados a In glaterra.

Suspensión y arresto del virrey Sobremonte La desacertada conducta de S obrem onte — que por in e p titu d había im ­ pedido la defensa de M o n te vid e o — provocó indignación en Buenos A ire s; el pueblo se reunió fre n te al C abildo para s o lic ita r la deposición del v irre y In té rp re te del s e n tir general fu e el alcalde de p rim e r voto, don M artín de Alzaga, quien obtuvo la aprobación del C abildo para d e s titu ir al incapaz gobernante. Enterada la A u d ie n cia , sus m iem bros d isp u sie ro n a su m ir el gobierno, pre via delegación del v irre y . A n te la delicada s itu a c ió n , Liniers convocó el 10 de fe b re ro una Junta de G uerra destinada a s o lu cio n a r el problem a. Los prese n te s vo ta ro n por la suspensión y el a rre s to del v irre y , bajo la fic c ió n de que estaba e n fe rm o ; tam bién d isp u sie ro n e n tre g a r el mando p o lític o a la A ud ie n cia . Una com isió n se tra sla d ó a la Banda O rie n ta l, donde detuvo a Sobrem onte y lo tra jo a Buenos A ire s ; en esta fo rm a se había producido — dice Levene— “ la p rim e ra chispa de la re vo lu ció n ju ríd ic a de la A m é ric a es­ pa ñola".

Ei desem barco de los ingleses Dueños de M o n te vid e o y ta m bién de la C olonia los ingleses se d isp u ­ sieron a c o m p le ta r la conquista del Río de la Plata con la tom a de Buenos A ire s . A m ediados de mayo de 1807 a rrib ó el general W h ite lo c k e , com an­ dante en je fe , quien dispuso todo lo necesario para em prender sin demora la expedición. Luego de d ejar parte de sus e fe c tiv o s para la defensa de la Banda O rie n ta l, W h ite lo c k e em barcó con unos 9.000 hom bres y el 28 de ju n io de 1807 sus naves anclaron en la Ensenada de Barragán; a llí se in ic ió el de­ sem barco de las tro p a s, operación que debió c o n tin u a rse al día sig u ie n te . El 1? de ju lio , la colum na b ritá n ic a de vanguardia — al mando del gene­ ral G ow er— avanzó sobre la capital hasta rebasar la Reducción de los Q u il­ ines. Por otra parte, ese m ism o día, L iniers — en te m e ra ria m aniobra— salió de Buenos A ire s al fre n te de unos 7.000 hom bres, para lib ra r com bate en cam po abierto , dejando p rá ctica m e n te desguarnecida a la ciudad en caso de una probable derrota.

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En la mañana del 2 de ju lio , L in ie rs cruzó el Riachuelo y d is trib u y ó su e jé rc ito én las p ro xim id a d e s del puente de Gálvez (en Barracas). La columna inglesa de vanguardia — para e lu d ir el com bate— se desvió hacia su izquierda y a travesó el río a dos leguas de d ista n cia, para luego d irig irs e hasta los C o rra le s de M ise re re . A n te la hábil m aniobra del enem igo, L in ie rs se d irig ió con p arte de su e jé rc ito hacia M is e re re y a llí lib ró un desordenado com bate, a cuyo té rm i­ no las fuerzas defe n so ra s se desbandaron. M uy desm oralizado, L in ie rs se d irig ió con algunos e fe c tiv o s a la Cha­ ca rita de los C o le g ia le s, donde — según propias palabras— ‘ ‘pasó la noche más amarga de su v id a ” . Por su parte, el general G ow er d e cid ió no avanzar sobre Buenos A ires — a la que ignoraba desguarnecida— y o ptó por esperar al grueso del e jé r­ c ito inglés.

La colum na N? 3, a las órdenes de Crawfurd, penetró por Venezuela, y la N? 4, j e Pack, por Belgrano. Parte de estos efectivos fueron rechazados con fuertes ¿rdldas por los Patricios, quienes estaban atrincherados en la Ranchería (Perú ^ A is in a ). Algunas tropas inglesas debieron refugiarse en la casa de la Virreina V i e j a (Perú y Belgrano). Las otras fuerzas invasoras, dirigidas personalmente por Pack, abandonaron sus propósitos de acercarse a la Plaza Mayor, en las proxim idades de la iglesia ¿e San Francisco. En un último intento, Crawfurd consiguió ocupar la iglesia de Santo Domingo y enarbolar su bandera en la torre, pero una poderosa colum na defensora avanzó por Bolívar y luego de com batir con energía consiguió la rendición de los invasores.

A l caer la tarde, los ingleses habían fracasado, pues sólo ocupaban los puntos e xtre m o s: al sür, la R esidencia, y al norte, la Plaza de Toros, en el Retiro. El núcleo de la re siste n cia , la Plaza M ayor, perm anecía intacto.

El ataque a Buenos A ires. La defensa

La capitulación de W hitelocke

D espués de la d e rro ta de M is e re re todo parecía p erdido; sin embargo, y a pesar de la c rític a situ a c ió n , el v e cin d a rio de Buenos A ire s decidió defe nder la ciudad del p ró xim o ataque. El C abildo se d eclaró en sesión perm anente y M a rtín de Alzaga, el alcalde de p rim e r vo to , encabezó la ardua tarea de organizar la re s iste n cia . W h ite lo c k e a rrib ó a los C o rra le s de M is e re re con el grueso de sus tropas y el 4 de ju lio envió a los defe n so re s una in tim a ció n , que fue recha­ zada. D e cid ió e ntonces to m a r Buenos A in s , según un plan concebido por el general G ow er, quien d ivid ía a las fu e r as atacantes en tre c e colum nas, las cuales co n ve rg irían por el n o rte y el íu r , en un m o vim ie n to envolvente sobre la Plaza M ayor. A l am anecer del 5 de ju lio de 1807, unos 6.000 soldados in g le se s dis­ trib u id o s en tre c e colum nas in icia ro n el avance desde los C o rra le s de M is e re re en d ire c c ió n al río (de o e ste a este ). Sin usar las arm as — tal era la orden im p a rtid a — debían p e n e tra r en la ciudad, cuyas ca lle s, cortadas en ángulo re cto , fa vorecían a los d e fe n s o re s .

A n te el cu rso de los a co n te cim ie n to s, L in iers envió una in tim a ció n a W hitelocke para que evacuara su e jé rc ito del Río de la Plata, pero la nego­ ciación fu e rechazada al día sig u ie n te (6 de ju lio ). Sin em bargo, y debido a la enérgica a c titu d de los defensores — que amenazaban con p ro se g u ir las h o stilid a d e s— , el je fe inglés d e cidió firm a r el 7 de ju lio el tra ta d o que ponía fin a la lucha en el Río de la Plata. W h ite lo cke se co m p ro m e tió a evacuar Buenos A ire s en el plazo de diez días, y M o n te vid e o y demás puertos de la margen o rie n ta l en el térm ino de dos m eses. En la ca( itu la ció n , que se cum plió e s tric ta m e n te , se estableció el canje de todos los p risio n e ro s.

Ala izquierda (norte). Dos de las cinco columnas de Achmuty penetraron por las actúale' alies Charcas y Santa Fe y una vez en el Retiro lograron ocupar esa posición d¡ és de hora y media de lucha. También colaboró en el ataque la colum na N9 Las columnas Nos- 9 y 10 avanzaron por las actuales calles Tucumán y Viamonte hasta el m onasterio de las monjas catalinas, que fue ocupado.

1) En el orden político y social

Acción del grupo central. Las cuatro columnas m archaron a las órdenes de Lumley. La colum na N9 5 avanzó por la actual calle Bartolomé Mitre, pero sus inte­ grantes se rindieron a la altura de la calle Maipú. La colum na N? 6 bajó por Sarmiento, pero debido a la tenaz resistencia debió entregar sus armas en la actual calle 25 de Mayo. Las colum nas N0! 7 y 8 avanzaron por Corrientes y Lavalle hasta la casa de Sotocá (más tarde de Anchorena) a la que ocuparon por poco tiempo, pues se vieron forzados a dirigirse al Retiro. Ala derecha (sur). Estas tropas eran las más aguerridas y se internaron en cuatro columnas. Las columnas Nos 1 y 2 avanzaron probablemente por las actua­ les calles San Juan y Humberto I hasta el ed ificio de la Residencia, que fue ocu­ pado. Los ingleses enarbolaron su bandera en la iglesia contigua de San Telmo-

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CONSECUENCIAS DE LAS IN VA SIO N ES INGLESAS Las invasiones inglesas al Río de la Plata p rodujeron im p o rta n te s con­ secuencias p o lític a s, sociales, m ilita re s y económ icas.

' i '< a) Se in ic ió la c ris is d e l siste m a p o lític o español. La ,-»pensión de Sobremonte propuesta por el C abildo a b ie rto del 14 de a i , sto de 1806 que entregó el mando m ilita r a Linie rs y el p o lític o a la A ud ien cia— y ja p o s te rio r d e p osición del citad o v irre y por la Junta de G uerra el 10 de febrero de 1807, señalaron el com ienzo de la gran c ris is p o lítica que lenta y gradualm ente llevaría a la re volución. En la capital del v irre in a to del Río de la Plata la d e cisió n popular había suspendido en sus a trib u cio n e s al fu n cio n a rio español de más elevada Jerarquía. El hecho en sí dem ostraba la ine fica cia del régim en im perante. b) El p u e b lo a d q u irió conciencia de sus p ropias fuerzas. El poderoso y a9Uerrido e jé rc ito inglés había sido derrotado por m ilic ia s en su mayoría f o l l a s , las cuales — en su o p ortun idad — estaban capacitadas para enfrenar tam bién a los cuerpos españoles. Nadie dudaba que ta n to la recon­ quista com o la heroica defensa habían sido v ic to ria s del esfuerzo popular. = Los sucesos ahondaron el antagonism o e x is te n te e ntre c rio llo s y espaoles, los que habían luchado con tra el invasor en re g im ie n to s separados.

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Los com e ntarios sobre la v ic to ria daban orig e n que dem ostraban la d ive rg e n cia de in te re se s.

a fre c u e n te s

incidentes

c) Fom entaron lo s p ro p ó s ito s de em ancipación. Es e vid e nte que las dos invasiones provocaron un hondo sa cu d im ie n to en el e s p íritu aletargado de los habitantes del Plata. Después del fracaso de la conquista armada, los m ilita re s ingleses realizaron ge stio n e s para tra n s fo rm a r a Buenos A ire s en un p rote cto ra d o b ritá n ic o , con el fin de poder c o m e rc ia r sin ninguna traba económ ica. En ta l s e n tid o , los invasores p ro m e tie ro n su apoyo a toda te n ta ­ tiv a de em ancipación de España.

2) En el o rd e n m ilita r A l p ro d u cirse la p rim e ra invasión inglesa, los e fe c tiv o s m ilita re s del Río de la Plata presentaban un cuadro de to ta l abandono. A l té rm in o de la lucha quedó organizada una fuerza considerable, en su gran mayoría crio lla y en la que habían hecho su ba u tism o de fuego los p rim e ro s o fic ia le s que luego se destacarían en el fu tu ro e jé rc ito p a trio .

3) En el o rd e n económ ico En el tra n s c u rs o de la breve ocupación de Buenos A ire s y de M onte­ video los ingleses s u p rim ie ro n las trabas económ icas, lo que p e rm itió la venta de gran cantidad de fru to s del país, que no salían por fa lta de com ­ pradores; además, se produjo la im p o rta ció n de pro d u cto s m anufacturados. En el aspecto fin a n c ie ro , B eresford a lig e ró los gravám enes que pesa­ ban sobre la población de Buenos A ire s — im puestos in te rn o s, aranceles de aduana— , m edidas que fu e ro n re cib id a s con b e n e p lá cito por los habitantes. Después de la re n d ició n de los ingleses y una vez v is ib le s los b e n e fi­ cios del com e rcio lib re , las a u toridades españolas debieron ve n ce r grandes d ific u lta d e s para re im p la n ta r su siste m a económ ico.

REPERCUSION DE LOS SUCESOS EUROPEOS EN EL RIO DE LA PLATA V irre in a to de L in ie rs En mayo de 1808, lle g ó a Buenos A ire s una real cédula de C arlos IV, en la que el m onarca español con firm a b a a L in ie rs com o v irre y in te rin o del Río de la Plata. El nuevo m andatario — que había nacido en Francia— pre stó ju ra m e n to tre s días después ignorando — por desconocer los ú ltim o s sucesos europeos— que asumía la re p re se nta ció n de un rey ca u tivo y que España se hallaba en cru e n ta lucha co n tra su pa tria de n a cim iento. En el tra n s c u rs o del v irre in a to de L in ie rs se p ro d ujeron los sig u ie n te s sucesos de im p o rta n cia : a) Las am b icio n e s de P ortugal sobre e l Río de la Plata Expulsada trasla darse al Buenos A ire s , su dom inación

por las arm as napoleónicas, la fa m ilia real portuguesa debió B rasil, episo.dio que produjo ju s tific a d a in tra n q u ilid a d en pues los lu sita n os am bicionaban desde tie m p o atrás extender por los te rrito rio s del Plata.

en Río de Janeiro se co n firm a ro n las n o ticia s sobre las renun­ cie los Borbones y la proclam ación de José I, la princesa C arlota Joacias __bija de C arlos IV y herm ana m ayor de Fernando V II— no va ciló en qu¡na m a r' sus p re ten siones al tro n o de España, para p ro te g e rlo contra las ProC' ciones de Napoleón. S ostenía sus derechos a gobernar toda la ArnéuS hispana en c a rá cte r de regente, para defe n d e r la in te g rid a d de esos r¡ca . ¡o s ante una probable invasión francesa. ^ 0lT"Todas las tra ta tiv a s para coro nar a la princesa C arlota fracasaron. El te Juan VI se opuso al via je de su esposa al Río de la Plata y tam re9 apoyó la in te n ton a el in flu y e n te lo rd S trangford, em bajador inglés en n° de Janeiro. Por su parte, L in ie rs y las autoridades de Buenos A ire s no accedieron a las p reten siones lusitanas. ru a n d o

b) El m arqués de Sassenay, e m isa rio de N apoleón Los confusos sucesos o cu rrid o s en España causaron in ce rtid u m b re en las autoridades dél v irre in a to del Río de la Plata. Sin em bargo, ante las n o tic ia s llegadas de la península, L in iers dispuso e fe ctu a r la proclam ación y jura de Fernando VII (agosto de 1808). Para co m u n ica r el cam bio d in á s tic o o cu rrid o en España y o bte n e r aca­ tam iento al nuevo soberano. N apoleón envió al Río de la Plata en m isión diplom ática al m arqués de Sassenay.

El em isa rio lle g ó a Buenos A ire s a m ediados de agosto. Liniers reunió en el Fuerte a m ie m bro s del C abildo y de la A udiencia y luego re cib ió a Sassenay, quien hizo entrega de los p liegos de que era p ortador. A l en te ­ rarse de su co n te n ido , las au toridades d ispu sie ro n rechazar las p ro p o sicio ­ nes y em barcar a la brevedad al e m isa rio im peria l con d e stin o a Europa. c) La o p o sició n al v irre y Después de las invasiones inglesas, el C abildo acrecentó su p re s tig io político y p re te n d ió a ctu a r sobre la autoridad del v irre y L iniers. Este era francés de n a cim ie nto , lo que hacía dudar de su fid e lid a d a España. Se originó un m o vim ie n to de o po sición, cuya fig u ra más destacada fue M a rtín de Alzaga. Por su parte, el gobernador de M onte vid eo, Javier de Elío, re so lv ió no obedecer al v irre y y p re sid ió en la vecina o rilla una Junta de G obierno, compuesta e xclu sivam ente por españoles y que se proclam ó subalterna de la Junta de S e villa . El C abildo de Buenos A ire s — acaudillado por A lzaga— envió un m em o­ rial a España s o lic ita n d o el reem plazo de Liniers, m ientra s preparó un mo­ vim iento para d e rrib a rlo del poder. Los com plotados fija ro n para el m otín el día 1? de enero de 1809, fecha en que el C abildo debía e fe ctu a r la reno­ vación anual de sus m iem b ros. Trascendió que Liniers nom braría candidatos favorables a su persona, por lo cual era necesario im p e d ir la m aniobra y a la vez d e s titu ir al v irre y . En la mañana de la fecha indicada, los conjurados irru m p ie ro n en la . .aza M ayor a los g rito s de: “ ¡Junta com o en España!” “ ¡A bajo el francés L in ie rs !” De in m e d iato se reunió un C abildo a b ie rto que nom bró una Junta Suprema com puesta exclu siva m e n te por españoles, aunque sus se cre ta rio s tueron los c rio llo s M a ria n o M oreno y J uliá n de Leiva. Los m ie m b ro s de la Junta se traslad aron al Fuerte para co m unicar al V'rrey su d e s titu c ió n , pero cuando el ú ltim o se disponía a acatarla, penetrar°n en el re c in to los je fe s m ilita re s leales a las órdenes de C o rn e lio Saa-


vedra, quienes lograron desbaratar la co n sp ira ció n . L iniers d e stru yó el acta de su renuncia y A lzaga — el p rin cip a l c a b e c illa — ju n to con cu a tro ca b il­ dantes fueron condenados a d e s tie rro y em barcados rum bo a Carm en de Patagones, pero Elío envió una nave que rescató a los presos y los condujo a M ontevide o.

El virrey Cisneros Desde M o n te vid e o , A lzaga y sus a d icto s no cesaron de enviar a la Junta C entral de S e villa acusaciones contra Lin ie rs, cuya nacionalidad apa­ recía com o la causa d ire c ta de los c o n flic to s . La Junta p e n in su la r re s o lv ió d e s titu irlo y en su reem plazo envió un nuevo v irre y al Río de la Plata, el español don B altasar H idalgo de Cisneros. Em barcó^en C ádiz en com pañía de V ice n te N ie to , designado reem pla­ zante de Elío en el g o bierno de M o ntevideo, quien a su vez había sido nom brado in sp e c to r de arm as, con asiento en Buenos A ire s . Una vez en M o n te vid e o , C isneros d is o lv ió la Junta y envió un edecán a Buenos A ire s para anunciar su arribo. En esta ú ltim a ciudad, los crio llo s se m o straron h o s tile s al nuevo v irre y y p a rtic u la rm e n te con Elío. Por la o p osició n de los je fe s c rio llo s , C isneros dejó a Elío al fre n te del gobierno de M o n te vid e o y dispuso que N ieto se trasladase a Buenos A ire s , con el cargo de in s p e c to r general de armas. L iniers m archó a la C olonia y en com pañía del nuevo v irre y regresó el 30 de ju lio a Buenos A ire s . A pesar de la te n sió n p o lític a e x is te n te , no se produjo ningún acto de h o stilid a d . C isn ero s ten ía e xp e rie n cia en tareas de gobierno — había sido capitán general de C artagena— y ante los “ m uchos y graves a su n to s’’ que debía re so lve r en Buenos A ire s , p re firió adoptar una a c titu d co n cilia d o ra .

lA „EVO LU CIO N DE M A Y O A n tecedentes e x te rn o s La Revolución de M ayo de 1810 no fue un hecho casual, sino que m o todo a co n te cim ie n to de s ig n ific a c ió n — es la re su lta n te h istó rica " c° na s e rie de a ntecedentes, en este caso ta n to europeos com o a m e ri­ canos y locales. El m o vim ie n to e sta lla do en Buenos A ire s form a parte de una c o rrie n te t ó r i c a ¿ g re b e lió n com ún a toda la A m é rica hispana, pues casi s im u ltá ­ neam ente se p ro d ujeron o tro s focos de tendencia sep a ra tista en diverso s dominios españoles. Entre los a ntecedentes e xterno s podem os c ita r: a) La independencia de los Estados U nidos

El 4 de ju lio de 1776 fu e proclam ada la independencia de las antiguas colonias b ritá n ica s en A m é rica del N orte, la que dio origen a una nueva entidad p o lític a llam ada Estados Unidos.

España ayudó a los re vo lu cio n a rio s en su lucha contra Gran Bretaña, sin m edir las consecuencias de esta a ctitu d para con los pobladores de sus propios d o m in io s en A m é rica . La corona española reconoció las le g íti­ mas aspiraciones de los rebeldes, que no tardarían en se r im itadas por o tro s hermanos de A m é rica . b) La R evolución francesa y las nuevas ideas La R evolución francesa de 1789 d e fin ió los derechos inalie nables del pueblo en un docum ento que se denom inó “ D eclaración de los Derechos del Hombre y del C iudadano’’. Las ideas proclam adas por los revoluciona­ rios, su e s p íritu c rític o y dem oledor, encontraron rápida d ifu sió n en la juventud ilu stra d a del v irre in a to del Río de la Plata y de toda la A m é rica hispana. c) Las ideas lib e ra le s hispano-indianas Pensadores españoles so stu vie ro n ideas lib e ra le s y se a nticip aro n a los e s c rito re s fra n ce ses en las d o ctrin a s sobre la soberanía popular y los Principios fund a m e n ta les de la cie n cia p o lític a y social. A partir del siglo XVI, algunos teólogos defendieron la igualdad de los am eri­ canos y reclamaron la aplicación de principios más liberales. Entre estos religiosos Podemos cita r a Bartolom é de las Casas y Francisco de Vitoria. El jesuíta Francisco Suárez bregó a través de sus obras por los derechos del Pueblo y en el siglo XVIII se destacó el magistrado español Juan de Solórzano e/e ira , autor de la famosa “ Política Indiana” en la que sostiene la igualdad de nollos y peninsulares.

d) La acción de lo s p re cu rso re s Con los p rim e ro s m o vim ie n to s arm ados contra las autoridades espa­ ñolas su rg ie ro n en la A m é rica hispana p a trio ta s de avanzadas ideas, que an sido llam ados p re cu rso re s de la em ancipación am ericana. ^ Sus más destacados rep resentan tes fu eron F rancisco M iranda y A n to n io

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Francisco Miranda nació en Caracas en 1750 y luego prestó servicios militare en España; de allí pasó al Nuevo Mundo, donde luchó en favor de la emanc¡pac¡ | s norteam ericana; más tarde engrosó las filas de los revolucionarios franceses. En 1795 se trasladó a Londres y empezó a traba ja r con empeño por la eman cipación hispanoamericana. Con el propósito de coordinar la acción revolucionar fundó la “ Gran Reunión Am ericana” , conocida comúnmente como “ Logia Lautaro'? Antonio Nariño nació en Bogotá en 1765 y desde temprana edad forjó u n ' sólida cultura. Su lucha por la libertad de Am érica comienza en 1794, año en qu tradujo el texto de la “ Declaración de los Derechos del Hom bre” de los revoluc¡06 nanos franceses y los publicó en castellano bajo el título de “ Decálogo de u sociedad regenerada” . a Su actividad en favor de la causa de la em ancipación le ocasionó el destierro y la cárcel.

Causa externa e] La inva sió n napoleónica en España Ya nos hem os re fe rid o a la c ris is de la m onarquía española com o con­ secuencia de la invasión napoleónica. La p risió n del rey Fernando VII y la p o sib ilid a d de que el v irre in a to del Río de la Plata debiera so m e te rse a la autoridad de Napoleón Bonaparte, gravita ro n en fo rm a d e cisiva en el m o vim ie n to de Mayo.

cj Las in v a s io n e s in g le sa s Ya hem os reseñado las consecuencias de las invasiones inglesas. El v irre in a to en v ís p e ra s de la R e vo lu c ió n A c o m ie n z o s de 1810, un grupo de hom bres jó ven es estaba dispuesto para se rv ir a la R evolución. Sus in tegrantes se reunían en el V „o c io de H ip ó lito V ie yte s, en la casa de Rodríguez Peña y en la q uin ta de M a r ia n o de O rm a. A s istía n M anuel Belgrano, C ornelio Saavedra, Juan José paSo N icolás Rodríguez Peña, M anuel A lb e rti y otros. Él grupo re v o lu cio n a rio contaba con el apoyo de la casi to ta lid a d de iaS fuerzas m ilita re s , pero carecía de un verdadero d irig e n te y no contaba c0n un plan de acción determ inado. e p a r a d o

Este grupo revolucionario ha sido llam ado por muchos historiadores “ la So­ se de Mayo.

c ie d a d de los Siete” . En la actualidad y debido a los estudios de Juan Cánter, n ieg a la existencia de dicha sociedad como núcleo dirigente de la Revolución

la

SE M A N A DE M A Y O

La proclama del 18 de mayo Causas locales a) Económicas D ebido a la im p re viso ra p o lític a seguida por España, puede, afirm arse que — desde fin e s del s ig lo X VIII— sus d o m in io s en A m é rica quedaron abandonados a su propia suerte. Las guerras y los c o n flic to s europeos in te rru m p ía n to ta lm e n te las tra n ­ sacciones com e rcia le s con la m e tró p o li, m ie n tra s las poblaciones de u ltra ­ m ar sufría n las consecuencias del absurdo siste m a del m onopolio com ercial. Los e rro re s del g o bierno p e n in su la r fa v o re c ie ro n la acción de aquellos hom bres de ideas p ro g re s is ta s , los cuales, en verdadera acción re v o lu c io ­ naria, defendían el lib re c o m e rcio y censuraban la defectuosa a d m in is tra ­ ción española.

El 13 de mayo de 1810 recaló en M o n tevide o una frag ata inglesa p orta­ dora de dive rso s p e rió d ico s, en los cuales se inform aba acerca de la caída de Andalucía en poder de los franceses. Los im presos tra íd o s por la nave se conocieron en Buenos A ire s , donde provocaron ju s tific a d a ag itación . A n te el curso de los sucesos, C isneros optó por com u n ica rlos al pueblo el 18 de mayo, por m edio de una proclam a en la que aconsejaba tra n q u ilid a d y obediencia a las autoridades españolas. Enterados de la proclam a, los p a trio ta s re q u irie ro n la colaboración de C ornelio Saavedra, je fe del R egim iento de P atricios, quien m a n ife stó que había llegado el m om ento de actuar.

b) Políticas Después de la asonada del 1? de enero de 1809 se in te n s ific ó la ag ita ­ ción p o lític a en Buenos A ire s y a p a rtir de ju n io de ese año se in icia ro n reuniones secretas c o n tra ria s al régim en im perante. Los cargos p ú b lico s eran ocupados en su casi to ta lid a d por los espa­ ñoles, en m uchos casos incapaces, pero con la ve n ta ja de haber nacido en la península. O tra causa p o lític a que m erece destacarse es el c rite rio que im peraba en la corona española re sp e cto de las posesiones en A m é rica . Estos te r r i­ to rio s se consideraban propiedad personal del rey, no de la Nación. En consecuencia, producido un cam bio de g obierno en la península o cautivo el monarca, quedaban desatados de hecho los vín cu lo s con la m e tró p o li.

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El patriota Juan Hipólito Vieytes fue comerciante e industrial. Había instala­ do una fábrica de jabón y allí se reunieron algunos de los precursores de la Revolución de Mayo. El grabado reproduce la fa­ chada del edificio a prin­ cipios de este siglo, según una fotografía del Archi­ vo Gráfico de la Nación.

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1

El sábado 19 de mayo Por delegación de los p a trio ta s , Saavedra y B elgrano se re unieron con el alcalde de p rim e r v o to Juan José Lezica para hacerle v e r la necesidad de convocar, con anuencia de C isneros, un C abildo a b ie rto “ al que concu­ rrie se el pueblo a d e lib e ra r y re s o lv e r sobre su s u e rte ’’. C a s te lli fu e co m i­ sionado para c u m p lir id é n tica m isió n ante el síndico pro cu ra do r J ulián de Leiva.

El domingo 20 de mayo A l día sig u ie n te , Lezica com unicó lo a contecido a C isneros, quien antes de to m a r una d e cisió n reunió en la Fortaleza a los je fe s m ilita re s , para re q u e rir su apoyo. En la e n tre v is ta , Saavedra — en nom bre de to d o s— "s e e xp licó con tib ie z a ” , por lo que el v irre y se d e sp idió s in 'to m a r ninguna medida. Por la noche, los re v o lu c io n a rio s se re unieron en la casa de Rodríguez Peña y dispu sie ro n que C a s te lli y M a rtín Rodríguez se apersonaran a C is­ neros para e x ig irle la reunión de un C abildo a b ie rto . Los com isionados e n co lerizaron al v irre y , quien — serenado por el oidor Caspe— fin a lm e n te aceptó la convocatoria.

El lunes 21 de mayo N úcleos de ve cin o s se re unieron en la Plaza M ayor para apoyar la s o lic itu d de un C abildo a b ie rto . Los re g id o re s o b tu vie ro n la autorización e scrita del v irre y para “ convocar por m edio de esquelas, la p rin cip a l y más sana parte del v e c in d a rio ” . C onviene destacar que con su a c titu d , C isn e ro s aceptaba de hecho la revolu ció n, por cuanto accedía a la im p o sició n popular. Los re gidores d isp u sie ro n e fe c tu a r la sesión pública el día s ig u ie n te — 22 de mayo— a las nueve de la mañana. Redactóse la esquela de in v ita ­ ción y se re so lv ió im p rim irla sin pérdida de tie m p o , para que fu e se repar­ tid a e n tre los más caracterizados m ie m b ro s de la a d m in is tra c ió n m ilita r, e cle siá stica y c iv il.

CABILDO ABIERTO DEL 22 DE M A Y O A la hora e stablecida reunióse el C abildo con la a siste n cia de d o scien­ tos cincuenta y un in v ita d o s ,1 sin co n ta r los re g id o re s que no tenían voz ni voto. Los ausentes eran en su m ayoría p a rtid a rio s del gobierno español y a la vez m uchos de los pre se n te s no reunían las condiciones requeridas

' Otros historiadores afirman que el número de asistentes era de doscientos cuarenta y cuatro. La divergencia de opiniones se ha producido por imperfecciones del acta y en-el hecho de que algunos “se escabulleron en una u otra forma” . Paul Groussac da doscientos cuarenta y cuatro asistentes, representados por las siguientes clases sociales: militares, 60; empleados civiles, 39; religiosos, 25; profesionales (en especial aboga­ dos), 26; comerciantes, hacendados y vecinos en general, 94. Alzaga no pudo concurrir y tampoco Sentenach, por no haber finalizado el proceso seguido contra ambos por su actuación el 1«? de enero de 1809.

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por el C abildo. El hecho se explica si se tie n e en cuenta que las bocacalles próxim as a la Plaza M ayor y la entrada al A yu n ta m ie n to estaban custodiadas por soldados del cuerpo de P a tricios, e fe c tiv o s favo rable s a los re vo lu cio ­ narios, quienes controlaban el acceso.

El debate La sesión la in ic ió el escribano del C abildo, don Justo Núñez, quien leyó una proclam a n o to ria m en te re a lista , pues aconsejaba a los prese ntes “ e v ita r toda innovación o mudanza, pues generalm ente son p e lig rosas y expuestas a d iv is ió n ” . Este d iscu rso repetía conceptos ya enunciados en la proclam a del 18 de mayo, lo que prueba el acuerdo pre vio e x is te n te e ntre el v irre y , los m iem bros del C abildo y de la A ud iencia . Era evidente que C isneros había aceptado la reunión de un C ongreso general con la esperanza de obtene r un triu n fo y co n so lid a rse en el poder. A l escribano s ig u ió en el uso de la palabra el obispo de Buenos A ire s , don B enito de Lué y Riega, quien se m o stró co n tra rio a toda innovación. S ostu vo que, aun en el caso de una pérdida to ta l de la Península, los espa­ ñoles debían c o n tin u a r mandando en A m é rica y los h ijos del país sólo po­ drían lle g a r al poder cuando no quedara ningún español en estas tie rra s . Para d e fe n d e r los ideales de- los re vo lu cio n a rio s, habló a continua ció n el d o cto r Juan José C a s te lli, quien sostuvo la caducidad del poder en Espa­ ña debido al c a u tiv e rio de Fem ando V il y a la d iso lu ció n de la Junta C entral de S evilla. Sobre estos p rin c ip io s , argum entó los derechos del pueblo de Buenos A ire s para e je rc e r su soberanía e in sta la r un nuevo gobierno. Luego hizo uso de la palabra el m ilita r Ruiz H uid obro para destacar que C isneros debía cesar en el mando — por haber caducado en España la autoridad que lo nom bró— y re a su m irlo el C abildo, para luego en tre g a rlo a otra persona. Opinó seguidam ente el fis c a l M an uel Genaro V illo ta , quien negó a Buenos A ire s el derecho a d e c id ir sobre la legalidad del C onsejo de Regen­ cia y menos aún el e rig irs e com o gobierno soberano. Su argum entación trataba de d e m o stra r que el v irre y debía c o n tin u a r en el mando, pues las resoluciones de los vecin os p orteños carecían de validez. Es probable que después de V illo ta hayan in te rve n id o en el debate otro s oradores,1 e n tre e llo s el p re sb íste ro N epom uceno Solá, p a rtid a rio de e n tre ­ gar el poder al C abildo — con vo to d e cisivo de¡ sín dico — hasta la reunión de una Junta G ubernativa integrada por diputados de todo el v irre in a to . Se a firm a que entonces -habló el abogado c rio llo Juan José Paso, quien rebatió los conceptos de los oradores a n te rio res al so ste n e r la urgente necesidad de e sta b le ce r en Buenos A ire s una Junta G ubernativa.

c¡p | Aunque los historiadores han podido reconstruir documentalmente la opinión de los prin9os 8S oradores del Congreso general del 22 de mayo, es imposible pretender transcribir losdiálol°s *¡ *Jues no hay constancia valedera de ellos. Las referencias más detalladas se encuentran en fuente ° rmes del virrey Y de la Audiencia, en algunas memorias — como las de Saavedra— y otras “ l0s A dic io n a le s que adolecen de serias contradicciones. El historiador Groussac afirma que son m 'SCUrs? s e incidentes analizados o com entados en las obras de B artolom é M itre y F id el López eras inducciones de sus autores y carecen de a ute nticid ad ” .

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c0n f¡ere la a u to rid a d o m ando". A d h irie ro n a este parecer fig u ra s de sin g u ­ la r n o toriedad, com o C a s te lli, Belgrano, Paso, M oreno, Rivadavia y otros La cerem onia se había prolongado en exceso, debido a la le n titu d del p rocedim iento u tiliz a d o , y se dejó para el día sig u ie n te la v e rific a c ió n del e s c r u t i n i o . En el acta consta que debió levantarse la sesión “ por ser ya p a s a d a la hora d e las doce de la noche y no ser p osible de c o n tin u a r el t r a b a jo , después del incesante que se ha te n id o en todo el d ía ’’. L a asamblea realizada en Buenos Aires el 22 de mayo de 1810 se diferencia fundamentalmente de los típicos cabildos abiertos, pues surgió y fue impuesta por el curso de los acontecim ientos, contra el parecer de los regidores y aun del pro­ pio virrey. Ya no fue un simple y cordial cam bio de opiniones entre las autoridades e s p a ñ o l a s y unos, pocos vecinos, sino la expresión de un verdaaero movimiento revolucionario.

El e s c r u t in io d e l d ía 23 Por la que a rro jó Por la Por su

mañana, el C abildo o rd in a rio e fe ctu ó el recuento de su fra g io s las sig u ie n te s c ifra s : d e s titu c ió n del v irre y : 155 votos. co n tin u a ción en el mando (solo o asociado): 69 votos.

Recuérdese que los asistentes al Cabildo abierto del 22 de mayo fueron 251, en consecuencia, y dada la cantidad de sufragios, no votaron 27 personas, proba­ blemente por haberse retirado antes de em itir el voto. De los 155 que se expresaron por la cesantía de Cisneros, 87 disponían que el Cabildo asumiera interinamente el mando — con voto del síndico Leiva— hasta que se constituyera una Junta, “ no quedando duda de que el pueblo confería la autoridad o m ando". Conviene aclarar que los votos fueron precedidos por extensas opiniones, en gran cantidad dispares.

La votación El cam bio de ideas provocó ansiedad en los presentes, por lo cual se d e cid ió v o ta r una p ro p o sició n co n cre ta para re s o lv e r si había cesado la autoridad del v irre y y en tal caso quién debía reem plazarlo. A continua ció n los pre se n te s m a n ife sta ro n su parecer en alta voz o por e s c rito , de acuerdo con el orden sucesivo de a sientos, m ie n tra s el escribano tra n sc rib ía los v o to s en el acta. El obispo Lué — in tra n s ig e n te en sus ideas— dio el- v o to rotundo en fa vo r de la co n tin u a ció n del v irre y en el mando, pero asociado al oid o r Manuel V elazco y al regente de la A ud ie n cia . El m ilita r Ruiz H u id o b ro — je fe de la escuadra— fun d ó su v o to en la cesación de C isneros y su reem plazo por el C abildo; fue seguido en su o p inión por algunos p a trio ta s ; V iam onte, C hiclana y Rodríguez Peña. La reacción española se m a n ife stó con el v o to del o id o r José de Reyes favora ble al v irre y , pero asociado con el alcalde de p rim e r v o to y el síndico procurador. Saavedra in te rp re tó el s e n tir d e m o crá tico de la m ayoría del Congreso al v o ta r por la cesación del v irre y y la delegación In te rin a del mando en el C abildo hasta la fo rm a ció n de una Junta que lo e je rc ie ra en base a la p a rti­ cipación popular. “ No queda duda — agregó— de que e l pueblo es e l que

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La m ayoría de los su fra g io s decretaban la cesantía del v irre y y la entrega del g o bierno p ro visio n a lm e n te al C abildo hasta c o n s titu irs e una Junta, elegida por el pueblo. El C abildo a b ie rto había dem ostrado el pensam iento de los p a trio ta s y la solidaridad de algunos grupos, pero era evidente la d iversidad de o p in io ­ nes, debido a la fa lta de unidad de la masa revoluciona ria. Sus va cila cio n e s fueron aprovechadas por el C abildo o rd in a rio para elaborar un audaz plan Que burlaba la volu n ta d popular. En e fe c to : los regidores se creyeron con facultades s u fic ie n te s com o para nom brar por sí solos, sin c o n s u lta r al Pueblo, una Junta p ro visio n a l, que tom aría el mando “ m ie n tra s se congreSaran los d iputados que se han de convocar de las p rovin cia s in te rio re s , Para e sta b le ce r la fo rm a de gobierno que corre sp o nd a ” . La audacia c u lm in ó con la designación del propio v irre y com o p re s i­ e n te de la Junta. Sólo 25 votos — de los 155 que disponían la cesantía del virrey— conferían Cabildo atribuciones para constituir una Junta en la form a que creyere más onveniente. Estos sufragios m inoritarios respondían a la fórm ula de Ruiz H uidobro, 4Ue fue apoyada — entre otros— por Chiclana.

Enterado de lo d ispuesto, C isneros aceptó £er° juzgó p rudente co n su lta r al resp ecto con gStaba seguro de que el pueblo no deseaba su e9uidarnénte se e fe ctu ó una e n tre vista , en cuyo

la re solución del C abildo, los je fe s m ilita re s , pues perm anencia en el m ando. tra n scu rso los je fe s d e cla ­

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raron que era necesario hacer p ú blica la d e s titu c ió n del v irre y , única form a de aq u ieta r la e fe rve sce n cia popular. La opinión de los m ilita re s fu e aceptada y esa m ism a tarde un prego, ñero — esco lta d o por soldados p a tric io s — leyó por las ca lle s de Buenos A ire s un bando re la tiv o a la d e s titu c ió n del v irre y .

El jueves 24 de mayo Por la mañana se re u n ió el C abildo y dispuso “ que c o n tin ú e en e| mando el Excmo. señor V irre y , don B altasar H idalgo de C is n e ro s ” presidiendo una Junta de' G obierno inte g ra d a ^p o r Juan M. Solá, cura párroco de M o n ts e rra t, el c o m e rcia n te José S antos In ch á u rre g u i (am bos españoles) y los c rio llo s Juan José C a s te lli, abogado de la Real A u d ie n cia , y C ornelio Saavedra, com andante del cuerpo de P atricios. Bajo la d ire c c ió n del síndico Julián de Leiva -^ c a b e c illa de la reacción española— el A yu n ta m ie n to redactó un R eglam ento de tre c e a rtícu lo s, con el p ro p ó sito de v ig ila r el desem peño del nuevo organism o. El Cabildo se reservaba la atribución de nom brar el sustituto de cualquier miembro de la Junta (art. 49) y si sus integrantes no se desempeñaran con correc­ ción podía deponerlos y reasum ir la autoridad (art. 59). Además, la Junta no estaba facultada para im poner contribuciones sin la anuencia del Ayuntamiento. Otros artículos son verdaderas innovaciones en el" derecho político vigente hasta esa época. Así, la Junta no tenía atribuciones judiciales, pues éstas corres­ pondían a la Real Audiencia (artículo 79) y todos los primeros días del mes debía publicar el estado de las finanzas (art. 89). Ninguna orden del virrey sería valedera sin la conform idad escrita de los demás miembros (art. 109).

Previa co n su lta con los je fe s m ilita re s — que apoyaron a los e le cto s— los in te g ra n te s de la Junta ju ra ro n esa ta rd e en la sala c a p itu la r del Cabildo, que había sido ornam entada para la cerem onia. C isn e ro s usó de la palabra con el e vid e nte p ro p ó s ito de m antener la tra n q u ilid a d p ú blica y luego, acom­ pañado por los in te g ra n te s jd e l nuevo gobierno, se tra sla d ó al Fuerte, entre “ repiques de cam panas y salvas de a rtille ría ".

La agitación revolucionaria A unque la Junta había logrado el c o n s e n tim ie n to de los je fe s m ilita re s y la integraban dos re p re se nta n te s de los c rio llo s — de buena fe , aunque equivocadam ente— no cabía duda que ta l so lu ció n era inaceptable. Cuando tra s c e n d ió que el v irre y perm anecía en el mando, la agitación cundió por la Plaza M ayor y los cu a rte le s de P a tricio s. El de sco n te n to era encabezado por D om ingo F rench, A n to n io B eruti y o tro s jó ve n es crio llo s — en su m ayoría de los su b u rb io s— conocidos con el apodo de ch isp e ro s. Por su parte, los p rin c ip a le s re vo lu cio n a rio s, c iv ile s y m ilita re s , se reunieron en la casa de Rodríguez Peña. En esa e n tre v is ta , C a s te lli adm itió su e rro r y p ro m e tió e le va r su renuncia com o m iem bro de la Junta, a la vez que in te rce d e ría ante Saavedra para el m ism o pro p ó sito . Fue necesario co m u n ica r lo re s u e lto a los re g im ie n to s de P atricios Y A rrib e ñ o s, que ya estaban sobre las arm as d isp u esto s a b rin d a r su apoyo a los revo lu cio n a rio s. Por la noche, Saavedra y C a s te lli com unicaron al v irre y la gravedad d e l m om ento y luego de una breve d e lib e ra ció n to d o s elevaron su renuncia y devolvie ro n el poder al C abildo.

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El síndico Leíva aceptó la co nvoca toria del A yu n ta m ie n to para el día m ie n tra s los p a trio ta s se reu nie ron nuevam ente en casa de Ros'S ez peña, hasta las p rim e ra s luces del alba. En esa larga sesión se dr'9 |V¡(5 — para e v ita r una m aniobra reaccionaria — pre se n ta r al C abildo los reS bres de las personas que integrarían la nueva Junta de gobierno. Aden°ás d e c o n fe ccio n a r esa lista , se dispuso e n viar a la brevedad una e xpe di­ ción m ilita r al in te rio r con c a rá cte r de “ a u x ilia d o ra ” . ■

u ie n t e ,

S e g u im o s la opinión más generalizada — defendida entre otros por Groussac i evene— según la cual la lista de los integrantes de la futura Junta Gubernativa Y hizo el día 24 de m ayo, por la noche. Con esto se rebatía la opinión tradicional !_sostenida por M itre— que ubicaba en la mañana del día siguiente la redacción He la citada lista. Sin embargo, algunos historiadores — Roberto Marfany, Ruiz Guiñazú— vuel­ a n a insistir, en base a documentos, en la tesis de Mitre, pues afirm an que la redacción "corresponde al glorioso día 25” .

EL 25 DE M A Y O Los je fe s m ilitares niegan su apoyo al virrey Desde el am anecer del día 25, grupos de p a trio ta s se trasla daron a la Plaza M ayor y debido a la in e sta b ilid a d del tie m p o — llu vio so y frío — d ebie­ ron dialogar bajo las arquerías del C abildo y de la Recova. Los cabild a n te s se re uniero n a las ocho de la mañana y re so lvie ro n rechazar la renuncia de la Junta p re sid id a por el v irre y y a la vez aconse­ jarle que se im p u siera por la fuerza, en caso de necesidad. Cuando tra s c e n d ió lo re su e lto , un grupo de p a trio ta s con sig uió lle g a r hasta la sala y e x ig ió la inm ediata d e s titu c ió n de C isneros; Leiva logró tranquilizarlos cuando les p ro m e tió ocuparse para log ra r “ el m e jo r bien y felicidad de estas p ro v in c ia s ". Los ca b ild a n te s juzgaron necesario dom inar a los d esconte ntos por medio de la fuerza y entonces nada m e jo r que co n su lta r la o pinión de los jefes m ilita re s . Estos se presentaron a las nueve y m edia de la mañana y ante la pregunta de si podían co ntar con un apoyo “ para so ste n e r el g o b ie r­ no e sta b le c id o ” , la m ayoría co n te stó en fo rm a negativa. M ie n tra s los je fe s m ilita re s perm anecían con los ca bildante s, un grupo de p a trio ta s penetró por los co rre d o re s del A yu n ta m ie n to y luego de dar fuertes golpes en la p uerta cerrada de la sala, m an ifestaron “ que querían saber de qué se tra ta b a ". Fue necesario que el com andante M a rtín Rodrí9uez sa lie ra hacia los corre d o re s para co n te n e r a los más exaltados.

*-a petición del pueblo A n te la delicada situ a ció n que se les presentaba, los cabild a n te s decid'eron recabar la renuncia Indeclina ble del v irre y y en consecuencia de la Unta. Una delegación sa lió rum bo al Fuerte y regresó al cabo de un rato c° n la n o tic ia de que C isneros había aceptado la im posición. En esas c ircu n sta n cia s un nuevo grupo popular — encabezado por Beu se hizo p resente en la sala de acuerdos y dio a conocer oralm ente . nómina de los ciudadanos que in tegrarían la nueva Junta G ubernativa; Snan^ á s , una vez e stablecida la ú ltim a , debería enviarse una e xped ición de u hom bres al in te rio r.


entonces al balcón y ante la v is ta de un grupo de vecin os preguntó con ironía a los p a trio ta s : "¿D ónde está e l p u e b lo ? " V arios le replicaron “ que . |as gentes por se r hora inoportuna se habían re tira d o a sus casas; que se tocase la campana del C abildo y que el pueblo se congregase en aquel lugar para s a tis fa c ció n del A yu n ta m ie n to ; y que si por fa lta del badajo no s& hacía uso de la campana, mandarían to c a r generala y que se abriesen los c u a rte le s ” .

p r im e r a

junta

de

g o b ie r n o

l a Junta Provisional Gubernativa

Sin m edios con que re s is tir y para e v ita r actos de vio le n cia , los c a b il­ dantes d e cid ie ro n acatar la volunta d de los p a trio ta s y reconocer la a u to ri­ dad de la Junta re vo lu cio n a ria . Previa le ctu ra del acta resp e ctiva , el nuevo gobierno quedó in tegrado por nueve m iem bros, en la fo rm a sig u ie n te : P residente y com andante de arm as: C o rn e lio Saavedra. S e cre ta rio s: d o cto re s M aria n o M ore n o y Juan José Paso. V ocales: Pbro. M an uel A lb e rti, D. M ig u e l de Azcuénaga, Dr. M anuel B elgrano, Dr. Juan José C a s te lli, D. D om ingo M ath eu y D. Juan Larrea.

"U na junta gubernativa com puesta de Saavedra como presidente y coman­ dante de armas, de los vocales Castelli, Belgrano, Azcuénaga, A lberti, Matheu y Larrea, y de los doctores Paso y Moreno como secretarios: con la precisa cualidad de que, establecida la Junta, debería enviarse en el térm ino de quince días una expedición de 500 hombres para las provincias interiores” (acta capitular del 25 de mayo).

Con el p ro p ó s ito de ganar tie m p o , el sín d ico Leiva argum entó que era necesario p re se n ta r esa p e tic ió n por e s c rito y firm a d a por sus adherentes. A sí lo h icie ro n los re v o lu c io n a rio s y después de un largo rato e n tregaron a los cabildante s v a rio s cu a d e rn illo s con num erosas firm a s .1 No co n fo rm e s con el p e tito rio , los cabild a n te s e xig ie ro n la ra tific a c ió n del m ism o por el pueblo congregado en la plaza. El síndico Leiva se asomó

1 El documento se conoce con el nombre de “ la p etició n d e l p ueblo” . Ya hemos dicho que no todos los historiadores coinciden en que esa representación escrita se efectuó la noche anterior, pues otros afirman que se hizo el 25 de mayo, durante el "largo intervalo de espera" Las firmas son 401 y en su gran mayoría corresponden a los militares.

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Era evidente que la Junta daba representación a las principales clases socia­ les; así el clero estaba representado por Alberti, y los abogados — los más numero­ sos— por Moreno, Paso, Belgrano y Castelli. Por su parte, los m ilitares lo estaban por Saavedra y Azcuénaga. Finalmente y con el propósito de congraciarse con los españoles que habían apoyado el movimiento o al menos permanecido neutrales, se designe a los com er­ ciantes Larrea y Matheu.

También lo hicieron en disconform idad miembros del Cabildo, de la Real Ha­ cienda y del T ribunal-de Cuentas. Los juram entos se efectuaron entre los días 26 y 27 de mayo.

La solem ne cerem onia del ju ra m e n to se e fe ctu ó a las tre s de la tarde. En presencia de las más altas a utoridades — c iv ile s y m ilita re s — los m ie m ­ bros de la Junta se hincaron y con la mano derecha apoyada sobre el lib ro de los Evangelios ju ra ro n : “ desem peñar le g a lm e n te e l cargo, conservar ín teg ra esta p a rte de A m é ric a a n u e s tro augusto soberano e l se ñ o r don Fernando VII y a sus le g ítim o s sucesores y guardar p u n tu a lm e n te las leyes d e l re in o ” .1 La autoridad del v irre y había caducado d e fin itiv a m e n te , y la Junta Pro­ v is io n a l G ubernativa — ta l com o fig u ra en los docum entos— se tra s la d ó al Fuerte en m edio del e n tusiasm o popular, m ie n tra s se escuchaban salvas de a rtille ría y las campanas de los te m p lo s eran echadas a vuelo. C o n stitu ida la Junta P ro visio n a l G ubernativa no ta rd ó en m a nifestarse la s is te m á tic a o p o sició n del C abildo, de la A u d ie n cia y del ex v irre y . Estos focos c o n tra rre v o lu c io n a rio s tenían la esperanza de v o lv e r al régim en ante­ rio r, confiados en que los d iputados p ro v in c ia le s se pronunciarían co n tra la Junta, de ca rá cte r p ro visio n a l.

Con el e vidente p ro p ó sito de c o n tro la r al nuevo gobierno y de hacer triu n fa r la co n tra rre vo lu ció n española, el C abildo im puso a la Junta un Re­ glam ento de once a rtícu lo s, m uy s im ila r al redactado para la Junta p re s i­ dida por C isneros. El docum ento fig u ra en el acta del día 25 y sus fin e s fundam entales son: o to rg a r al nuevo gobierno un c a rá cte r p rovisio n a l y so m e tid o al C ab il­ do, re firm a r la a u toridad suprem a del re y Fernando VII y c o n s u lta r de Inm e­ diato a las Intendencias (o p ro vin cia s) para fo rm a r una ju n ta general del virre in a to .

Primeras disposiciones de la Junta El día 26 de mayo, la Junta p u b licó un bando — redactado por M ariano M oreno la noche a n te rio r— en el que se aconsejaba a la población obede­ cer a las autoridades y re s p e ta r la persona del ex v irre y . Invitaba a todas las au toridades a una m isa en acción de gracias por la in sta la ció n del nuevo gobierno. El m ism o día se dio a conocer o tra proclam a con el p ro p ó s ito de “ a fia n ­ zar la tra n q u ilid a d y el bien g e n e ra l” . En uso de sus a trib u cio n e s, la Junta e x ig ió a las autoridades c iv ile s y m ilita re s de Buenos A ire s el ju ra m e n to de fid e lid a d . Varios funcionarios cum plieron con el requisito, pero bajo protesta. El fiscal de la Audiencia, don Antonio Caspe, argumentó que “ jamás había jurado sino al soberano ni debía ju rar a otra autoridad” .

El Reglam ento deJ día 25

El Reglamento del dia 25 reconoce al Cabildo la facultad de destituir a los miembros de la Junta en caso de que faltasen a sus deberes. El nuevo gobierno sería provisional hasta la creación de una junta general del virreinato, para lo cual debía convocarse a una reunión en Buenos Aires a los representantes del interior. Estos “ debían establecer la form a de gobierno que se considere más conveniente” .

De acuerdo con lo d ispu esto en el Reglam ento, los diputados del in te ­ rior no debían in co rporarse a la Junta G ubernativa, sino fo rm a r un orga­ nismo separado.

La circular del 27 de mayo Para m antener la unidad y tra n q u ilid a d del v irre in a to , la Junta envió una c irc u la r a las a utoridades del in te rio r — fechada el 27 de mayo— comu-


meándoles que se había hecho cargo del poder, y que debían e le g ir sus diputados: quienes “ han de irs e in corporando a esta Junta co n fo rm e y por e l orden de llegada a la c a p ita l” . De esta manera, los re p re se nta n te s del in te rio r arribarían a Buenos A ire s para in te g ra r la Junta y no a fo rm a r un cuerpo separado. A dem ás, el cita d o docum ento hace re fe re n c ia al envío de una expedi­ ción de q u in ie n to s hom bres, pues de o tra fo rm a “ no se harían lib re y orde­ nadam ente las e le c c io n e s ". Como la Revolución no hizo una clara y pública m anifestación de su progra­ ma de gobierno y por razones políticas imperiosas debió invocar som etim iento al rey Fernando Vil, los pueblos del interior permanecieron durante un tiem po adictos al sistema político im perante con Cisneros. Los gobernadores, intendentes y cabil­ dos provinciales no habían sido previamente inform ados por los revolucionarios y respondían en su mayoría al régimen anterior. Era evidente que los enemigos de la Junta confiaban en los representantes del in te rio r para volver al poder, pues ellos eran los que debían expedirse sobre la legalidad del nuevo gobierno. En el transcurso de toda la Semana de Mayo es visible el interés del virrey por convocar a esos diputados y así lo resolvieron los cabildantes el día 23, cuando en realidad la m ayoría de los sufragios em itidos en el Cabildo abierto del día anterior no disponía esa convocatoria. A través de la circu la r del 27 de mayo, la Junta decidió continuar con el pacífico desarrollo de los sucesos y optó por convocar a esos diputados, los cuales debían incorporarse al gobierno para abrazar su causa e interiorizarse de sus problemas.

El Reglam ento del 28 de mayo La Junta G ubernativa no aceptó el R eglam ento del día 25 — que la som e­ tía a las d ire c tiv a s del C abildo— y en e je rc ic io de sus le g ítim a s a trib u cio n e s d ic tó el R eglam ento a d m in is tra tiv o d e l 28 de mayo. El docum ento establecía el ho ra rio de tra b a jo de la Junta — d iariam ente, ñor la mañana y la ta rd e — , organizaba la labor a d m in is tra tiv a , los honores que correspondían a sus in te g ra n te s y el e je rc ic io del Patronato. Adem ás, en el a rtíc u lo 10? — el ú ltim o — dejaba constancia que cu a l­ q u ie r vecino podía d irig irs e al nuevo g obierno para “ com unicar cuanto crea conveniente a la seguridad p ú blica y fe lic id a d del E stado’’.

Las reacciones contra la Junta Desde un p rin c ip io la Junta debió e n fre n ta r la o p o sició n de la A udien cia, el C abildo y el ex v irre y ; ta m b ié n el obispo B enito Lué p re te n d ió trabar la acción del nuevo gobierno. A com ienzos de ju n io de 1810 lle g ó a Buenos A ire s la n o ticia sobre la in stala ción del C onsejo de Regencia, en Cádiz. La A ud ien cia co n sid eró la legalidad de aquel g o bierno — representaba a Fernando VII— y ordenó a la Junta que pro ce d ie ra al ju ra m e n to del citado Consejo. El se c re ta rio M oreno rechazó el re c o n o c im ie n to al nuevo gobierno español — había sido e legido sin co n s u lta r a los pueblos de A m é ric a — y aprovechó la circ u n s ta n c ia para m a n ife s ta r a la A u d ie n cia el desagrado con que la Junta observaba la o p o sició n de ese trib u n a l. La A ud ie n cia in s is tió en su tenaz o p o sició n y luego de ju ra r obediencia al C onsejo de Regencia com unicó a las a utoridades del in te rio r que im itaran su a ctitud.

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A n te el curso de los sucesos, el 22 de ju n io la Junta c itó en el Fuerte a Cis n e r o s y oidores de la A u d ie n cia ; a llí se les in fo rm ó que debían aban­ donar el te r rito rio y p a rtiría n rum bo a las islas C anarias. La Junta designó

a ios reem plazantes de los oido re s expulsados. El C abildo se sum ó a los in cid e n te s cuando dispuso que si los d ip u ta ­ dos del in te rio r no se reunían antes de los se is m eses, nom braría una nueva ju n ta . La in tro m is ió n del A yu n ta m ie n to en asuntos que no le correspondían fUe rechazada. El C abildo no cesó en su plan c o n tra rre vo lu cio n a rio , hasta que a me­ diados de o ctu b re la Junta d e s titu y ó a los ca b ild antes y designó a los que debían reem plazarlos.

LA REVOLUCION EN H ISP A N O A M ER IC A Importancia de la invasión napoleónica en España Entre las d ive rsas in flu e n cia s que diero n orig en a los m o vim ie n to s revo­ lucionarios en H ispanoam érica, debe c ita rs e en p rim e r lugar la invasión napoleónica a la península ibé rica . La e stra te g ia m ilita r de N apoleón estaba d irigida co n tra In g laterra y consideró que ocupando Portugal, m antendría a los b ritá n ic o s alejados del co n tin e n te . También juzgó oportuno deponer a la dinastía B orbónica y — por razones de seguridad— e lim in a r a los Braganza del tro n o de Portugal. Sorpresa e indignación causaron en A m é rica las n o ticia s re fe re n te s a la ocupación del te r rito rio de Esparña por tropas francesas. C rio llo s y pe­ ninsulares se unieron guiados por un m ism o p ro p ó sito , aunque con fin e s d is tin to s . Todos estaban enterados de la farsa de Bayona y del c a u tive rio de! rey Fernando VII y nadie deseaba que los te rrito rio s del Nuevo M undo pasaran a depender de Napoleón Bonaparte. Pero m ientra s los españoles se m ostraron p a rtid a rio s de obedecer a la Junta C entral de S e villa y luego al C onsejo de Regencia instalado en Cádiz, los c rio llo s 1 tra ta ro n de fo rm a r Juntas de g obierno locales, sie m p re en nom bre del m onarca cautivo, pero con una ten d e n cia se p a ra tista de los organism os peninsulares. Los p a trio ta s am ericanos bregaron por la d o ctrin a ju ríd ic a de la Legis­ lación de Indias que vinculaba las posesiones del Nuevo M undo a la C oro­ na y no a la N ación española. De acuerdo con este p rin c ip io , reconocido por el Derecho p e ninsular, sostenían que — p ris io n e ro o ausente el rey— la so­ beranía recaía en los pueblos “ que tenían derecho a darse su p ro p io go­ b ie rn o ’’. Por esto re so lvie ro n no obedecer a los organism os peninsulares que se titu la b a n re p resentan tes del m onarca. El triu n fo de esta te o ría lle ­ vaba a la em ancipación.

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1 • 1-03 cn o llo s 0 h'i0s de españoles nacidos en América han sido llamados patriotas, para n9uirlos de los realistas, sus adversarios políticos, mo ' ^X'ste una *ar9 a polémica entre los historiadores, quienes divergen sobre las fuentes de los nieqlm'0ntOS rev° l uc'onar'os y las ideologías que motivaron los procesos separatistas. Hoy día se qUe ® r°tundamente lo que hace años se consideraban verdades inmutables, sin que esto signifique a Posición más reciente represente la única verdad. cr¡o ||C on resPecto a las Juntas que surgieron de los procesos del año 1810 y la ubicación de los c¡l¡ab?S y 'os españoles en posiciones totalmente opuestas, como integrando bandos irreconj Unt ®s’ admite dudas muy justificadas. Basta a modo de ejemplo, recordar que en nuestra Primera de Gobierno hubo dos españoles: Larrea y Matheu.


Relación entre los m ovim ientos revolucionarios El año 1810 ha sido llam ado el de la R evolución H ispanoam ericana, pues durante ese período se produjo una c o rrie n te h is tó ric a de rebelión, com ún a casi to d o s los d o m in io s españoles del Nuevo M undo. El 19 de a b ril e s ta lló en Caracas (C apitanía General de V enezuela) un m o vim ie n to co n tra las autoridades españolas, en cuyo tra n s c u rs o el briga­ d ie r V icen te Emparán renunció al mando y debió e n tre g a rlo a una Junta de G obierno. El 25 de m ayo se creó en Buenos A ire s (V irre in a to del Río de la Plata) una ju n ta re v o lu cio n a ria pre sid id a por C o rn e lio Saavedra. Luego le s ig u ió en orden cro n o ló g ico el m o vim ie n to se p a ra tista o c u rrid o el 20 de ju lio en San­ ta Fe de Bogotá (V irre in a to de Nueva Granada), donde el pueblo se a m otinó y obtuvo del C abildo la creación de una Junta de G obierno, encabezada — du­ rante un tie m p o — por el v irre y A n to n io A m ar. El 2 de agosto se c o n s titu y ó en la ciudad de Q u ito una Junta rebelde, y el 16 de se tie m b re e s ta lló en el pueblo de D o lo re s (V irre in a to de M éxico) un m o vim ie n to re v o lu c io n a rio d irig id o por el cura párroco M ig u e l H idalgo. A los dos días, es d e cir, el 18 de se tie m b re , se c o n s titu y ó en la ciudad de S antiago (C apitanía G eneral de C h ile ) una Junta de G obierno re vo lu cio n a ­ ria, bajo las órdenes de M a te o de Toro y Zambrano. Estos m o vim ie n to s re v o lu c io n a rio s respondieron a causas sem ejantes y sus d irig e n te s bregaban por un cam bio en el siste m a p o lític o im perante, guiados por el p a trió tic o deseo de organizarse bajó un g o bierno propio.

EXPANSION DE LA REVOLUCION DE M A Y O Buenos A ires y el interior La R evolución había triu n fa d o en Buenos A ire s , pero, de acuerdo con el R eglam ento del día 25, debía le g itim a rs e con la aprobación del re s to del v irre in a to . El 26 de mayo, el ex v irre y com unicó su renuncia a los pueblos del in te rio r, y al día sig u ie n te la Junta enviaba notas sobre su instalación y la próxim a convo ca to ria de diputados p ro v in c ia le s a una asam blea a rea­ lizarse en Buenos A ire s . Si bien el cam bio de g o bierno se había pro d u cid o en la ca p ita l, el resto del te r rito rio m antenía in ta cta su organización y estaba c o n tro la d o por los gobernadores in te n d e n te s del siste m a v irre in a l. La adhesión a la causa re­ vo lu cio n a ria no fue inm ediata, pues la Junta no pudo re ve la r sus verdaderas intenciones — o cultas bajo el s o m e tim ie n to a Fernando V II— y tam poco im pe d ir que los fu n c io n a rio s españoles depuestos (oidores, re g id o re s y el propio C isne ro s) instaran a las autoridades del In te rio r a desconocer a la Junta recién e stablecida. Se sum aron a estas d ific u lta d e s la gran extensión te r rito ria l, la in e fica cia de las com unicaciones, el a isla m ie n to de los pue­ blos y su e s p íritu lo c a lis ta , re celoso de las innovaciones. Los principales centros donde se radicó la resistencia a la Junta patriota fueron: a) El Alto Perú. Aunque com prendido dentro de los lím ites del virreinato del Río de la Plata, fue siem pre un organismo aparte, debido principalm ente a su situa­ ción geográfica — distante de Buenos Aires— y a sus intereses com erciales.

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El mariscal Nieto y el intendente de Potosí, don Francisco de Paula Sanz, decidieron no obedecer a la Junta patriota.

b) Córdoba. Ubicada en el centro geográfico del territorio, con buenos recuros económicos, esta ciudad se constituyó en un foco reaccionario, bajo el indu­ d a b le prestigio de Liniers secundado por las autoridades españolas. c) La Asunción. El gobernador intendente Bernardo Velazco — al frente de la p r o v in c ia del Paraguay— si bien no hostilizó a los porteños, dispuso no reconocer a la Junta de Buenos Aires.

d) Montevideo. Bajo las órdenes de Elío — que llegó con el título de virrey en 1811— la Banda Oriental se mostró desde un principio como enemiga de la R evolución.

El sentim iento de resistencia hacia Buenos Aires que hemos reseñado obede­ cía no sólo a causas de orden po lítico, sino tam bién económ icas, pues era evi­ dente que la capital del virreinato había sido beneficiada con el libre com ercio y otras ventajas derivadas de su situación geográfica.

A pesar de tod os los in con veniente s, el g obierno re vo lu cio n a rio fu e re­ conocido — hasta se tie m b re de 1810— por más de v e in te ciudades y pueblos.

EXPEDICION AL ALTO PERU Cuando llegaron a Córdoba las n o ticia s de los sucesos o cu rrid o s en Buenos A ire s , se realizó una reunión en casa del gobernador intendente G utiérrez de la Concha, a la que a s istie ro n Santiago de L inie rs, el obispo O rel lana, el deán de la catedral, G re gorio Funes, y algunos m ie m bro s del Cabildo. Estas autoridades — con excepción del deán Funes— resolviero n desconocer la autoridad de la Junta e rig id a en Buenos A ire s . A n te el curso de los sucesos, y con el p ro p ó sito de re p rim ir la acción de los enem igos, la Junta re so lvió e nviar una expedición hacia Córdoba y el A lto Perú. C om andante en je fe fue designado el coronel F rancisco O rtiz de Ocampo y segundo el m ilita r de igual grado A n to n io G onzález B a lca rce ; re­ presentante de la Junta fue n o m b ra do .H ip ó lito V ieytes y a u d ito r de guerra, F eliciano Chiclana. Integrado por 1.150 hom bres, el e jé rc ito p a rtió de Buenos A ire s en ju ­ lio de 1810. O cam po ocupó sin re siste n cia la ciudad de Córdoba, m ie n tra s íos con­ tra rre v o lu c io n a rio s escaparon rum bo al n orte, pero fue ron apresados. A unque sobre los rebeldes estaba dictada la pena de m ue rte, debido a los ruegos de la población cordobesa, del C abildo y del cle ro , Ocampo decidió re m itir los presos a Buenos A ire s y e nviar una nota con la ju s ti­ ficación de su proceder. Enterada la Junta, de in m edia to com isio n ó al vocal C a ste lli y a Rodrí­ guez Peña en ca rá cte r de se c re ta rio — al fre n te de un grupo de soldados— Para hacer c u m p lir la orden e m itid a por el gobierno. Los p ris io n e ro s estaban cam ino de Buenos A ire s , cuando la partida °s e ncontró en la localidad cordobesa de Cabeza de Tigre. El 26 de agosto, los p ris io n e ro s fu eron llevados a un bosqu e cillo próxim o y a llí cayeron ar­ cabuceados Lin ie rs, el gobernador G u tié rre z de la Concha, el o fic ia l te s o ­ r o M oreno, además de A lle n d e y Rodríguez. Fue exceptuado el obispo ^ re lla n a .


derrota de H u aq ui F| e jé rc ito p ro s ig u ió su avance hasta acam par en la margen su r del río uadero, donde C a s te lli aceptó negociar una tregua de cuarenta días ° eS | | je fe re a lis ta Goyeneche. c° n El a rm is tic io no se cu m p lió y entonces — para atacar— las fuerzas pa■ tas se fra ccio n a ron en dos grupos, uno a las órdenes de B alcarce y otro tr l° e | mando de V iam onte, separados por una quebrada; por su parte los listas ocuparon las elevaciones y supieron aprovechar el e rro r tá c tic o cometido por los c rio llo s . G o y e n e c h e d iv id ió su e jé rc ito en tre s colum nas y el 20 de ju n io avanó r e s u e l t a m e n t e sobre las tro p a s e xpedicionaria s. Los re a lis ta s tom aron fa q u e b r a d a — o b je tiv o del ataque— y luego cayeron sobre los flancos del disperso e jé rc ito c rio llo que debió rendirse. La d e rro ta de las fuerzas revolu cio n a ria s en Huaqui tu vo im porta ntes con secuencia s. Las pro vin cia s del A lto Perú se p erd ieron d e fin itiv a m e n te , el norte quedó desguarnecido y el go bierno de Buenos A ire s — que s u frió un rudo golpe ante la o pinió n pú blica—- debió levanta r el s itio de Montevideo. E X P E D IC IO N A L P A R A G U A Y

La victo ria de Suipacha Córdoba fu e p acificada y Juan M a rtín de P ueyrredón, designado gober­ nador in tende n te . El e jé rc ito p a trio ta a las órdenes de G u tié rre z B alcarce — Ocam po fue d e s titu id o — , con C a s te lli en el cargo de re p re se nta n te de la Junta, avanzó hacia el norte, pero al p e n e tra r en te r rito rio altoperuano, el enem igo lo re­ chazó en C otagaita. E nvalentonadas por el é xito , las tro p a s re a lista s in icia ro n la persecu­ ción de los c rio llo s , quienes se h icie ro n fu e rte s en la margen derecha del río Suipacha, donde re c ib ie ro n refu e rzo s. A llí Balcarce obtuvo la prim era v ic to ria para las arm as de la R evolución, el día 7 de noviem bre de 1810 Los je fe s enem igos C órdoba, N ie to y Paula Sanz cayeron p ris io n e ro s ; enviados p o s te rio rm e n te a Potosí, fu e ro n ejecutados por orden de C a ste lli-

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Cuando las a u toridades de la A sun ció n se enteraron de los sucesos de Mayo, re unieron un C abildo a b ie rto , el cual dispuso ju ra r solem nem en­ te al C onsejo de Regencia, no reconocer al go bierno de Buenos A ire s y co n stitu ir — para la defensa del te r rito rio — una Junta de G uerra’ presidida por el gobernador Bernardo Velazco. A nte la a ctitu d asum ida por las autoridades de la A sunció n, la Junta de Buenos A ire s nom bró a su vocal, el d o cto r M an uel B elgrano, com andante en je fe de las fuerzas e xpe dicion arias que m archarían hacia el Paraguay. La em presa tenía tre s o b je tiv o s funda m en tale s; d ifu n d ir los ideales de la Revolución, d e rro ta r a los enem igos y apoyar el levan ta m ie n to de los pa­ triotas paraguayos. El e jé rc ito se con cen tró en la Bajada del Paraná, donde el im provisado general lo g ró re u n ir 950 hom bres de caballería, se is cañones y los p e rtre ­ chos necesarios. A fin e s de o ctu b re de 1810, las tro p a s em prendieron la marcha y se internaron por la M esopotam ia; al atravesar el norte de Entre Ríos, Belgrano fundó el pueblo de M andisoví, y luego, al su r de C o rrie n te s , e rig ió el de Curuzú-Cuatíá. A m ediados de d icie m b re , el e jé rc ito cruzó penosam ente el río Paraná y una vez en te r rito rio paraguayo dispe rsó a una g uarnició n enem iga en Cam pichuelo. Entusiasm ado con el triu n fo , Belgrano p ro sig u ió su fa tig o s o aunque rápido avance en d ire cció n a la A sunción . Por su parte, V elazco — que era Un hábil m ilita r— d e cid ió a tra er al e jé rc ito expedicio n a rio hacia el in te rio r te rrito rio , p rivándo lo de los víve re s y recursos que pudiera hallar. El 19 de enero de 1811, las tropa s de Belgrano fu eron derrotadas por el eJérc¡to paraguayo de Velazco, en Paraguary (a pocas leguas de la A sunción ). Belgrano com unicó a Buenos A ire s el curso d esfavorable de la campaña en el Paraguay y s o lic itó el envío de refuerzos a la brevedad. La Junta juzgó necesario s a tis fa c e r el pedido y creó la prim era e scu a d rilla naval p a trio ta ,

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cuyo mando c o n fió a Juan B a u tista Azopardo, quien al fre n te de tre s naves rem ontó el río Paraná hasta San N ico lá s, pero a llí fu e alcanzado y vencido el 2 de marzo p o r una flo ta re a lis ta que había p a rtid o de M o ntevideo. Sin el apoyo de e sto s re fu e rzo s, el e jé rc ito p a trio ta fu e derro ta d o p0r los e fe c tiv o s paraguayos en las pro xim id a de s del río Tacuary (9 de marzo) C om prendiendo que toda re s is te n c ia era in ú til, Belgrano dispuso la re tira d a del e jé rc ito a sus órdenes hasta la margen s u r del río Paraná. A ceptó firm a r un a rm is tic io y en un e s c rito hizo presente los m o tivo s que guiaron su em presa — de a u x ilio y no de c o n q u ista — y los elevados ideales de |a R evolución. Si bien la e xp edición de Belgrano al Paraguay fra ca só en el aspecto milita r, su prédica re vo lu cio n a ria g e rm in ó en m uchos e s p íritu s . El gobernador V elazco perdió p re s tig io en el tra n s c u rs o de la lucha, m ie n tra s o tro s — en­ tre e llo s F ulgencio Y egros— dem ostraban m ayor va lo r. En m ayo de 1811 los re v o lu c io n a rio s ocuparon los cu a rte le s de la Asun­ ción y nada pudo hacer el gobernador V elazco; el mando pasó a una Junta G ubernativa de tre s m ie m b ro s. A unque la re vo lu ció n paraguaya se había basado en las ideas proceden­ te s de Buenos A ire s , bien p ro n to el m o vim ie n to d e m o stró su ten d e n cia se­ p a ra tista , de acuerdo con el nuevo rum bo hacia el cual la o rie n tó el dicta­ do r R odríguez de Francia.

eXPEDICION A LA BANDA ORIENTAL A fin e s de mayo de 1810, el C abildo de M o n te vid e o re c ib ió la comu. ac¡ón o fic ia l de la Junta instalada en Buenos A ire s y se negó a recononlCia D ebido a esto, se tra sla d ó a la vecina o rilla el se c re ta rio Juan José f con la m isió n de e v ita r un ro m p im ie n to d e fin itiv o . A llí expuso los t i ndámentos re v o lu cio n a rio s y sostu vo además la necesidad de u n ific a r to ­ jo s los esfuerzos, ante el p e lig ro de una probable in va sió n portuguesa. A esar del empeño del com isionado, las g e stio n e s fraca saron. ^ En enero de 1811, Javie r de E llo a rrib ó nuevam ente a M o n tevide o, esta vez con el títu lo de v irre y del Río de la Plata, c o n fe rid o por el C onsejo de Regencia. No v a c iló en de cla ra r la guerra a la Junta de Buenos A ire s , cuando ésta rechazó el s o m e tim ie n to a su autoridad. Casi sim u ltá n e a m e n te con la llegada del nuevo v irre y , los pueblos de la campaña uruguaya com enzaroh a le va n ta rse co n tra las autoridades rea­ listas. El capitán José G ervasio A rtig a s huyó a Buenos A ire s y se presentó ante la Junta para “ lle v a r el esta ndarte de la lib e rta d hasta los m uros de M ontevideo” . A los pocos días, se produjo en la Banda O rie n ta l el p rim e r m o vim ie n ­ to organizado co n tra las a utoridades españolas, cono cido h istó rica m e n te con el nom bre de G rito de A sencio . Un grupo de cie n hom bres capitanea­ do por Venancio Benavldez y Pedro José V iera se reu n ió en las p ro xim id a ­ des del arroyo A se n cio (28 de fe b re ro de 1811) y, luego de proclam ar el fin de la d om inación española, con sig uió to m a r las poblaciones de M ercedes y Soriano. Con el p ro p ó s ito de apoyar la acción de los p a trio ta s uruguayos, la Jun­ ta ordenó al general M anuel Belgrano — aún en el Paraguay— que m archa­ ra con sus tro p a s a la Banda O rie n ta l, pero luego fu e reem plazado por José Rondeau, quien al mando de un e jé rc ito p a rtió de Buenos A ire s hasta lle ­ gar a A rro y o de la China, para cruzar por esa zona el río Uruguay. José A rtig a s — al fre n te de 150 hom bres— se adelantó y el 9 de ab ril penetró en te r rito rio o rie n ta l, donde fú e re cib id o calurosam en te por sus paisanos. A m ediados de m ayo de 1811, Elío sólo dom inaba en M o n te video y la Colonia, por cuanto el e jé rc ito p a trio ta , cuya vanguardia estaba al mando de José A rtig a s , había logrado avanzar hasta la localidad de C anelones, e s tre ­ chando en esta fo rm a el cerco te n d id o al enem igo. Enterado A rtig a s de que un c o n tin g e n te re a lis ta — más de 1.200 hom ­ bres— a las órdenes del coronel José Posadas avanzaba para e n fre n ta rlo , le sa lió al e n cuentro en un paraje llam ado M o lin o de las Piedras. La ac­ ción tu vo lugar el 18 de mayo y luego de seis horas de lucha los re a lista s fueron d e rro ta d o s y debieron re ndirse.

Primer s itio

de M ontevideo

A rtig a s avanzó en d ire cció n a M o n tevide o e in tim ó a Elío la re ndición de la ciudad; por o tra parte, p id ió la ayuda del grueso del e jé rc ito patriota ' Que bajo las órdenes de Rondeau se d irig ía lentam ente hacia esa plaza. P A R A G ^ ll E ntretanto, A rtig a s e stre chó el cerco de M o n te vid e o pero no pudo A p r e n d e r un a salto d e cisivo por ca re ce r de tro p a s y e le m en tos bé licos adecuados; a pesar de esto , el s itio se prolongó de ju n io hasta octubre. La duración del s itio de M o n tevid eo m o tivó que Elío aceptara la ayuda

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OBRA DE LA PRIMERA JUNTA A l margen de su ten dencia em ancipadora, la Junta d e s a rro lló un plan ¿e gobierno renovador, con la a p licació n de fra n q u icia s co m e rcia le s, fo ­ m ento de la in d u s tria , reorganización m ilita r, apoyo a la cu ltu ra , p ro te cció n a los indígenas, e tcétera . El pensam iento de la R evolución y la mayoría de las in ic ia tiv a s co­ rrespondieron al s e c re ta rio M ariano M oreno. La obra de la P rim era Junta puede agruparse:

a) Política, social y adm inistrativa Desde su in sta la ció n , la Junta e x ig ió el ju ra m e n to de fid e lid a d , dio a conocer proclam as, c irc u la re s e in stru ccio n e s a las a utoridades del in te rio r. Reemplazó a los m iem bros de la A ud ie n cia y del C abildo — organism os reaccionarios— , com o tam bién a los alcaldes de ba rrio . Ocupóse de la s i­ tuación social de los indios, les concedió derechos p o lític o s y los in s tó a que aprendieran un o fic io . b) Cultural A n te la necesidad de com unicar al pueblo su obra e ideales, el nuevo gobierno fundó un p e rió d ico titu la d o “ Gazeta de B uen os-A yres", en cuyas páginas se ilu s tró a la población sobre las ideas lib e ra le s. También d isp u ­ so la creación de una B ib lio te c a Pública. La Junta no descuidó la enseñanza p rim a ria y d ic tó d isp o sicio n e s te n ­ dientes a re g la m e n ta r los exám enes e im p rim ir un te x to único. m ilita r o fre cid a desde tie m p o atrás p o r la C o rte lu sita n a radicada en el Bra­ s il. Un e jé rc ito a las órdenes de D iego de Souza — capitán general de Río Grande— cruzó la fro n te ra y pen e tró en el te r rito rio de la Banda O riental, con el fin de p ro te g e r los e ventuales derechos de la princesa C a rlo ta Joa­ quina sobre esos d om inios. El p e lig ro que representaba la invasión portuguesa a la Banda O riental y las n o ticia s sobre la d e rro ta su frid a en Huaqui p o r el e jé rc ito patriota, m o tivaron que la Junta de Buenos A ire s d e cid ie ra p a cta r d ire cta m e n te con Elío el cese de las h o stilid a d e s. Por su parte, el ú ltim o aceptó las negocia­ ciones porque creyó en el fra ca so de la R evolución y, en consecuencia, los a u xilio s m ilita re s de los p ortugueses no só lo eran in n e cesa rio s sino tam ­ bién pelig ro so s. El a rm is tic io — concertado el 20 de o ctu b re — e s ta b le ció que "la s tro p a s de Buenos A ire s desocuparán e n te ra m e n te la Banda O rie n ta l, sin que en toda e lla se reconozca o tra autoridad que la del Excmo. Sr. V irre y "Los e fe c tiv o s p ortugueses debían re tira rs e hasta sus fro n te ra s y quedaban re sta b le cid a s las com unicaciones y el trá fic o c o m e rc ia l e n tre Buenos A ire s y M o ntevide o. A rtig a s re s o lv ió no a ce p ta r lo d isp u e sto por el tra ta d o y aco m pa ñad o por sus tro p a s y gran cantidad de fa m ilia s cruzó el río U ruguay y se esta­ bleció en el C am pam ento de A yuí, al n o rte de la actual C oncordia (E ntre Ríos. Este gran m o v im ie n to m ig ra to rio — conocido com o éxodo d e l pueblo o rie n ta l— fu e aceptado por el g obierno de Buenos A ire s , que a u x ilió al cau­ d illo , q u ie n no deseaba s o m e te rs e , con un re g im ie n to de B la nd eng ue s-

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c) Económica Favoreció el trabando. Con el Junta redactó un sacciones ordenó La Ensenada.

c o m e rcio e x te rio r y to m ó m edidas para c a stig a r el con­ p ro p ó sito de im p e d ir los abusos del antiguo régim en, |a nuevo re g la m e n to de c o m e rcio y para fa c ilita r las tra n ­ la apertura de va rio s p u e rto s, e n tre e llo s M aldonado y

d) M ilita r El gobierno re v o lu c io n a rio dispuso la reorganización del e jé rc ito , aun­ que esta tarea se v io dem orada en gran parte por la escasez de equipos y arm am entos. Los batallones de in fa n te ría de m ilic ia fueron tra n sfo rm a d o s en siete re g im ie n to s de ve teranos, y el de Blandengues se denom inó R e g im ie n to de C aballería de la Patria. Los sucesos m ilita re s ya estudiados d e te rm in aro n la creación de una escu a d rilla naval y ta m bién — a in ic ia tiv a del vocal M anuel B elgrano— se abrió una Escuela M ilita r de M atem áticas. e ) D iplom ática La Junta de Buenos A ire s d e s a rro lló una labor d ip lo m á tic a tend ie n te a afianzar gradualm ente su obra y conservar la unidad del te r rito rio ante la amenaza de ataques e x te rio re s , p a rtic u la rm e n te de los portugueses, quie­ nes en connivencia con los re a lista s d e 'M o n te v id e o apoyaban las p reten­ siones de la princesa C arlota sobre el Río de la Plata. El nuevo gobierno tra tó de lo g ra r el apoyo in d ire c to de In glaterra, po­ ten cia m uy vinculada con estas regiones, debido a sus in te re se s com ercia­ les. O tro de los p ro p ó sito s que guiaron la labor d ip lo m á tica de la Junta fue fo m e n ta r el e s p íritu de re b e lió n de C h ile y el A lto Perú. Para lle va r a cabo esta tarea debió v e n ce r num erosos inco n ven ie n te s su rg id o s de su posición revo lu cio n a ria , en aparente s o m e tim ie n to — por razones de con­ veniencia p o lític a — al rey c a u tivo Fernando VII. El capitán de navio M atías Irig o ye n — el p rim e r re p re se nta n te diplom á­ tic o de la Junta— fu e enviado se cre ta m e n te a In g la te rra por d e cre to del mes de mayo de 1810. Sus p ro p ó s ito s eran o b te n e r la in te rve n ció n de esa potencia con tra la amenaza portuguesa sobre el Río de la Plata y además c o nseguir au torización para a d q u irir arm am entos. Para co n tin u a r las ge stio n e s a n te rio re s y com o consecuencia de los su­ cesos p o lític o s producidos en el seno de la Junta G ubernativa — que luego e stud iarem os— el d o c to r M a ria n o M ore n o s o lic itó desem peñar una m isión d ip lo m á tica ante los gobiernos de Río de Janeiro y Londres, pero no llegó a d e stin o pues fa lle c ió en- el v ia je . La Junta tam bién co m isio n ó en m isión d ip lo m á tica a A n to n io A lva re z Jonte con d e stin o a C h ile y a M anuel de Sarratea, ante el g o bierno del B rasil.

DIVERGENCIAS EN LA JUNTA DE GOBIERNO M oreno y Saavedra C o n stitu id a la Junta y a poco de iniciada su labor, no tardaron en apare-

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er serias dive rg e n cias e ntre dos fig u ra s de destacada actuación en el m o­ lim ie n to : M a ria n o M oreno y C o rn e lio Saavedra. En el mes de noviem bre de 1810, ya se presentaban d e fin ida s las dos facciones en pugna, cuyo antagonism o residía especialm en te en el modo de resolver los problem as de gobierno. Saavedra era un hom bre maduro, d iscip lin a d o y je rá rq u ico , que acos­ tum braba a e la b ora r con suma prudencia las de cisio n e s; su tem pe ram e nto reposado le hacía rechazar toda innovación extrem a, ta n to en el orden p o lí­ tico com o so cia l. Por su parte M o reno era un jove n abogado de escasa e xpe rie n cia po­ lítica pero capaz, apasionado y fogoso. Se inclinaba a re so lve r con rapidez los problem as más .d ifíc ile s y u tiliza b a la plum a con gran destreza para apoyar sus a rg u m e n to s .? Los sa a ve d ristas se re sistía n a cam biar profundam ente las in s titu c io ­ nes y no com partían las nuevas te o ría s lib e ra le s. La generalidad respondía a esta ten d e n cia conservadora, que contaba con la adhesión de las tropa s y una m ayoría popular, pues la gente del in te rio r o provinciano s tam bién adherían a e sto s p rin c ip io s m oderados. El grupo c o n tinua dor de M oreno — los m o re n ista s — lo form aban los hombres ilu stra d o s, p a rtid a rio s de las nuevas ideas, quienes bregaban por un gobierno d e m o crá tico y republicano. Este pa rtid o había nacido en Buenos A ires y pretendía im poner en el in te rio r las teorías que entonces circulaban por Europa. Sus in te g ra n te s eran re vo lu cio n a rio s exaltados y debido a que no contaban con el apoyo de las p ro vin cia s se inclinaron a los p ro ce d im ie n ­ tos enérgicos, en defensa de un acentuado po rte ñism o. Un in cid e n te acentuó el m a le sta r e n tre ambos bandos. El 5 de d ic ie m ­ bre, en un banquete celebrado en el cu a rte l de P atricios para fe s te ja r la victo ria de Suipacha, un o fic ia l — probablem ente em briagado— se excedió en sus e logios al b rin d a r po r Saavedra. Enterado del episodio, M oreno redactó el “ de cre to de supresión de los honores’’ que constaba de d ie cisé is a rtícu lo s. Dejaba sin e fe cto lo d ispues­ to en el R eglam ento del 28 de mayo, que otorgaba al pre sid e n te de la Junta honores sem ejantes a los v irre y e s . El docum ento redactado por el s e c re ta rio disponía la absoluta igualdad entre todos los m iem bros del organism o, “ sin más d ife re n cia que el orden de los a s ie n to s ’’.

Los diputados del interior En el tra n scu rso de la Semana de M ayo fu e v is ib le el empeño de Cisneros y de sus p a rtid a rio s po r convocar a los diputados del in te rio r para Realizar un Congreso general en Buenos A ire s , para e s ta b le ce r un gobierno d e fin itiv o . A unque la posición se basaba en la unidad del v irre in a to y era a todas luces legal, detrás de ella se escondía una hábil m aniobra, por cuanto ias a utoridades del in te rio r — intend ente s, gobernadores y cabildo s— no habían sido rem ovidas y en consecuencia respondían al pa rtid o español, ^d e m á s, debe ten e rse en cuenta que en los prim e ro s m om entos el v e cin ­ dario del in te rio r ignoraba los verdaderos p rop ósito s de los re vo lu cionarios. El R eglam ento del 25 de mayo — im pu esto por el C abildo a la Junta— .'s p o n ía que los diputados p ro vin cia le s arribarían a Buenos A ire s para lfite g ra r un organism o separado de la Junta.

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No expresaba lo m ism o la c irc u la r e m itid a el 27 de mayo por la Junta. En ella, el nuevo g o bierno com unicó a las a u toridades del in te rio r que debían e le g ir re p re se nta n te s, los cuales “ han de irs e incorporando a esta Junta, confo rm e y p o r orden de llegada a esta c a p ita l’’. En este caso, los d iputados debían p a rtic ip a r d ire c ta m e n te en el g o bierno, por cuanto serían vocales de la Junta m ism a. M ariano M oreno consideraba que los diputados p ro vin cia le s debían d ic ta r una C o n s titu c ió n y e sta b le ce r un “ g obierno s ó lid o y p erm anente", en consecuencia se oponía — ju n to con sus p a rtid a rio s — a que esos repre­ sen tante s se incorporaran a un g obierno p ro visio n a l.

LA JUNTA GRANDE A fin e s de ju n io com enzaron a lle g a r a Buenos A ire s los diputados electos por los ca b ild o s del in te rio r, con docum entos re la tiv o s a sus pode­ res y la m isión que les era encom endada. El plan concebido por los a d versarios de M oreno co n sistía en incorpo: rar esos represe nta n te s a la Junta con ca rá cte r de vo cales, para dar sa tis ­ facción a Saavedra — d e sp re stig ia n d o al s e c re ta rio — y aplazar la reunión del C ongreso. La fra c c ió n conservadora deseaba que el m o vim ie n to revo­ lu cio n a rio contin u a ra sin d e fin irs e , a la espera de los sucesos que agitaban la península. A l no re u n irse el C ongreso no podía d ic ta rs e una C o n stitu ción , ni tam poco c o rta r d e fin itiv a m e n te los vín cu lo s p o lític o s con España. A m ediados de d ic ie m b re se conocía el n o m bram iento de ca to rce d i­ putados, nueve de los cuales ya estaban en Buenos A ire s , e n tre e llo s el deán G re gorio Funes, re p re se nta n te de Córdoba, quien se s o lid a rizó con Saavedra, pues ambos co incidían en que M oreno se adelantaba a los suce­ sos en una a ctitu d que podía p e rju d ic a r a la R evolución. El deán propuso a Saavedra la in co rp ora ció n de los diputados al go­ bierno. Estos re p re se nta n te s del in te rio r fu e ro n re c ib id o s por la Junta en pleno, el día 18 de d ic ie m b re de 1810. La m ayoría de los vocales se mostraron contrarios a la incorporación de los representantes del interior. Su oposición se basó en los fundam entos siguientes: a) el propósito de los diputados era integrar un congreso; b) no debían incorporarse a la Junta porque ésta era un organismo provisional, y c) la invitación que figuraba en la circu la r del 27 de mayo “ había sido un rasgo de inexperiencia, que el tiempo había acreditado después enteramente im practicable” .

Para re so lv e r el problem a se dispuso e fe c tu a r una vota ció n conjunta, es d ecir, los vocales y los re cié n llegados. C atorce lo h icie ro n en fa v o r y sólo dos — M oreno y Paso— se opusieron. Con la in co rporación de los d i­ putados p ro vin c ia le s quedó c o n s titu id o un nuevo g o bierno p ro visio n a l, que se llam ó Junta Grande — su núm ero se elevó a v e in tid ó s — el cual careció de unidad en la acción y no pudo im p e d ir las re n c illa s inte rn a s, propias de un e je c u tiv o num eroso. M ariano M oreno, desautorizado ante la v o ta ció n , presentó la renuncia al cargo de se c re ta rio y s o lic itó p a rtir hacia Londres en m isión dip lo m á tica . En el via je enfe rm ó de cuidado y fa lle c ió en alta mar, el 4 de marzo.

e| deán Funes d ic tó el R eglam ento del 10 de fe b re ro de 1811, por el cual se crearon ¡untas p ro vin cia le s. El c ita d o re g la m en to — la p rim e ra carta orgánica de la R evolución__ es de gran im p o rta n cia , por cuanto e xte n d ió a las p rovin cia s el siste m a de gobierno colegiado. D isponía la creación de ju n ta s p rin c ip a le s y subordina­ d a s (o m enores). Las p rin c ip a le s se com pondrían de cinco m iem bros, es d e cir, “ el pre ­ sidente o gobernador in te n d e n te nom brado com o ta l y cu a tro colegas (voca­ les) que e lig ie s e el p u e b lo ” . Las ju n ta s subordinadas se e stablecerían en las ciudades o v illa s que tuvieran re p re se nta ntes ante Buenos A ire s . Estarían integradas por tre s m iem bros, a saber “ el com andante de arm as que actua lm e nte lo fue se y los dos socios que se e lig ie s e n ” . La duración de las ju n ta s p ro v in c ia le s e staría lim ita d a hasta la reunión del C ongreso general.

La Sociedad Patriótica El año 1811 marca el com ienzo de la c ris is del gobierno revo lu cio n a rio , por el poco é x ito de las campañas m ilita re s y las disid e n cia s internas. En este ú ltim o aspecto se agrupan las fa ccio n e s que más tarde form a rán p a rti­ dos y se dispersan m uchos esfuerzos d ebido a la ap arición de las prim eras revoluciones o e p iso dio s v io le n to s de la vida p o lític a argentina. P rácticam ente el v irre in a to se había desm em brado con la autonom ía del Paraguay, la pérdida del A lto Perú — después de H uaqui— y la situ ació n de la Banda O rie n ta l, ante la a c titu d de Elío y tam bién de A rtig a s. A p rin c ip io s de marzo, los m o re n ista s — que form aban una m inoría in te le c tu a l- d e c id ie r o n ilu s tra r al p ueblo sobre la necesidad de un cam bio en la d ire c c ió n gubernativa. Con este p ro p ó sito fo rm aron un ce n tro que denom inaron Sociedad P atrió tica. Este grupo .re v o lu cio n a rio se d estacó por su acentuado po rte ñ ism o y entre sus in te g ra n te s fig u ra ro n los m ilita re s French y Terrada, com o ta m ­ bién los c iv ile s Pedro A g re lo y J ulián A lvarez.

M O VIM IE N TO DEL 5 Y 6 DE ABRIL DE 1811 A com ienzos de 1811, tre s p a rtid o s se disputaban el p redom inio en el mando: a) Los m o re n is ta s deseaban re to m a r el poder que habían perdido des­ pués de la in co rp o ración de los d ip u ta d o s p ro vin cia le s a la Junta y del alejam iento de su más destacada fig u ra . Com o vim o s, su acción op ositora se co n ce n tró en la S ociedad P atriótica .

Las Juntas Provinciales

b) Los saa ve d rista s contaban con el apoyo de la casi to ta lid a d de las uerzas m ilita re s y del elem ento h u m ild e de los suburbios. Su h o stilid a d acia los m o re n ista s se había acentuado luego del “ decre to de los honos (6 de d ic ie m b re de 1810). A unque tenían el mando, consideraban efíera esta p o sició n de p riv ile g io , hasta ta n to no fueran e lim inado s sus aclve rsa rio s.

Con la inco rporación de los diputados, la Junta Grande estuvo a merced del elem e nto p ro vin cia n o y con el o b je to de s a tis fa c e r la opinión del in te rio r

la i ^0S Pro vin cia n o s — encabezados p o r el deán Funes— sostenían que Junta Grande estaba su je ta al p re d o m in io c e n tra lis ta de Buenos A ire s y

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en consecuencia no representaba la volu n ta d de to d o s los pobladores de la campaña. En la noche del 5 al 6 de a b ril de 1811 se produjo en Buenos A ire s el p rim e r in te n to de re vo lu ció n co n tra las autoridades c o n s titu id a s — no es­ pañolas— que marca el com ienzo de nuestras luchas internas. El m o vim ie n to fin a liz ó con una nueva v ic to ria del bando saavedrista y p e rm itió a la Junta Grande s u b s is tir un tie m p o más al fre n te del gobierno. A unque la asonada dom inó a parentem ente la tenaz o posición m o re n ista , sus orígenes no están aclarados y las fu e n te s h is tó ric a s se presentan confusas. En la noche del 5 de a b ril, grupos de pobladores procedentes de los sub urb ios de Buenos A ire s — chacras y q u in ta s— se reunieron en los Co­ rra les de M ise re re , acaudillados p o r Tomás G rigera, conocido com o el al­ calde de las qu in ta s y p a rtid a rio de la facción saavedrista. La com pacta y heterogénea m u ltitu d lle g ó a la Plaza de la V ic to ria en la madrugada del día 6, p rotegida por los sables de las fuerzas m ilita re s . En esas circu n sta n cia s, Saavedra se encontraba en el Fuerte con m iem bros del gobierno, a la espera de los a co n te c im ie n to s ; por su parte, el Cabildo tam bién se hallaba reunido. Una com isió n encabezada por el d o c to r Joaquín Campana — hombre m ediocre a pesar de su títu lo — se adelantó hasta el C abildo e hizo entrega de un largo m em orial que — en s ín te s is — expresaba lo s ig u ie n te : a) S eparación de cu a tro m ie m b ro s de la Junta Grande: Rodríguez Peña, V ie yte s, Azcuénaga y Larrea. Se los acusaba de haber sido designados sin co n su lta r la voluntad del pueblo. En su reem plazo ocuparían las vacantes F eliciano C hiclana, A ta n a sio G u tié rre z, Juan de A lagón y Joaquín Campana, este ú ltim o en el cargo de s e c re ta rio .

Guía de repaso

Los albores revolucionarios.

Los comuneros del Paraguay: José de Antequera y Fernando Mompó. Revolución del Socorro: resistencia contra anti­ guos impuestos. Sublevación de Tupac Am arú: la rebelión de indígenas y la batalla de Combapata. Antecedentes re­ volucionarios en el Perú: los intentos de A guilar y Ubalde, de Pardo, de Riva Agüero y Baquiiano.

pretensiones inglesas en América.

El contrabando y la acción de los corsarios. Causas de or­ den político, m ilita r y económico que explican el interés de Gran Bretaña po r los dom inios españoles en América. La situación en el Rio de la Plata: repercusión de la política europea. Los problem as originados po r la Colonia del Sa­ cramento y las islas Malvinas.

Invasiones inglesas.

Antecedentes: rivalidad entre Inglaterra y España y deca­ dencia de la monarquía española. Causas: Gran Bretaña en búsqueda de nuevos mercados. Miranda y su proyecto de liberación hispanoam ericana. El ataque al tráfico com ercial de España. Expedición inglesa al Cabo de Buena Esperanza: Baird, Heresford y Popham.

Primera invasión inglesa.

Ocupación de Buenos Aires. A ctitud de Sobremonte. Combate de Perdriel. La reconquista: Liniers y la rendición de los ingleses. Cabildo abierto del 14 de agosto: el mando m ilitar y político.

Segunda invasión inglesa.

Achmuty, Crawfurd y W hitelocke. O cupación de Montevideo. Suspensión y arresto de Sobremonte. Desembarco de los ingleses en Buenos Aires. Gower y la columna de van­ guardia. Derrota de Liniers en Miserere. El ataque a Bue­ nos Aires: el ala izquierda, el grupo central y el ala derecha. C apitulación de W hitelocke. Consecuencias de las invasiones inglesas: políticas y so­ ciales, m ilitares y económicas.

Repercusión de los sucesos europeos en el Río de la Plata. __

El virreinato de Liniers. Am biciones de Portugal: los derechos de la princesa Carlota Joaquina. Llegada a Buenos Aires del marqués de Sassenay. La oposición al virrey: el m otin de 19 de enero de 1809.

La Revolución de Mayo.

Antecedentes externos: independencia de los Estados Unidos; la Revolución Francesa; ideas hispanoindianas; los precursores. Causa externa: la invasión napoleónica en España. Causas locales: económ icas y políticas.

b) Exigía que Saavedra v o lv ie ra a ocupar el cargo de com andante ge­ neral de arm as. M anuel Belgrano debía com paracer ante el g o bierno para in fo rm a r sobre la d e rro ta s u frid a por sus tro p a s en el Paraguay.1 c) E xpatriación de v a rio s m o re n ista s (French, B eruti y o tro s ) y desig­ nación de un trib u n a l de seg u rid a d para v ig ila r la tra n q u ilid a d pública. Exceptuando la co n ce n tra ció n del poder en Saavedra, la Junta Grande aceptó las co nd icio n e s im puestas por los ca b e cilla s del m o vim ie n to .

' Belgrano recibió las comunicaciones cuando marchaba para auxiliar a los patriotas de la Banda Oriental; entregó el mando a Rondeau y regresó a Buenos Aires. Abierto el proceso, defendió su correcto proceder con estas notables palabras: "F ío mi defensa a la correspondencia que he tenido con V.E. (la Junta); la dejo a las declaraciones de cuantos han presenciado mi conducta, sean los que fueren, castigados o no por mí, tal es la confianza que tengo de haber procedido según mis obligaciones". El 9 de agosto se dictó la sentencia que lo eximió de culpa y cargo. Dice el documento: El general Belgrano se ha conducido en el mando de aquel ejército con un valor, celo y constancia dignos del reconocimiento de la patria” .

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La semana de Mayo.

Proclama del dia 18. El sábado 19: acción de Saavedra Belgrano y Castelli. El 20 de mayo: exigencia de un Cabildo abierto. El 21 de mayo: la convocatoria.

d iv e r g e n c ia s e n fg j u n t a d e G o b ie r n o .

ju n ta Grande. r

Movimiento del 5 y 6 de ab ril de 1811.

Saavedristas y morenistas. El banquete en el cuartel de Patricios. El decreto de supresión de honores. Los diputados del in te rio r: lo dispuesto por el Reglamento del dia 25 y la C ircular del día 27. El Deán Funes y la in cor­ poración de los diputados a la Junta. Renuncia de Moreno. Las Juntas Provinciales: principales y subordinadas. La Sociedad Patriótica. Los partidos: morenistas, saavedristas y provincianos. Los pobladores acaudillados po r Tomás Grigera. Las exigen­ cias de los cabecillas del movimiento.

[— Cuestionario------- --------------------— _______________

Expedición al Alto Perú.

La acción contrarrevolucionaria en Córdoba. La ocupación de la ciudad. A ctitud de Ocampo con los rebeldes. Los com isionados Casteili y Rodríguez Peña. Los fusilamientos de Cabeza de Tigre. La expedición continúa rumbo al norte. Cotagaita. La p rím e ra 'victo ria de los independientes: Suipacha. La derrota de Huaqui.

Expedición al Paraguay.

Bernardo Velazco y la Junta de Guerra. El ejército de Bel­ grano. Fundación de pueblos. Campichuelo. La batalla de Paraguary. Acciones navales: Azopardo y la derrota de San Nicolás. La batalla de Tacú ari. La prédica revolucionaria a consecuencia de la expedición.

Expedición a la Banda Oriental.

El virrey Elio declara la guerra a la Junta de Buenos Aires. El G rito ‘de Asencio. Acción de José Artigas. El combate de M olino de las Piedras. Rondeau y el ejército patriota. El sitio de M ontevideo. La invasión portuguesa: Diego de Souza. La Junta de Buenos Aires y el arm isticio con Elio. Artigas rechaza el pa cto: el éxodo del pueblo oriental.

Obra de la Primera Junta.

Política y adm inistrativa: reemplazo de m iem bros de C a b ild o y A udiencia; Cultural: la Gazeta y la Biblioteca Pública Económica: favorecer el com ercio exterior e in te rio r; Mili" tar: creación de regim ientos y de una Escuela M ilitar de M atem áticas; Diplom ática: com isionados al exterior, M a tía s Irigoyen, Mariano Moreno y Alvarez Jonte.

1. ¿A qué se llamó la revolución ge los comuneros? 2. ¿Qué ocu ­ rrió en el virreinato de Nueva Granada? 3. ¿Qué sabe con respecto a la sublevación de Túpac Am arú? 4. ¿Hubo antecedentes revolu­ cionarios en el Perú? 5. ¿Qué factores explican el interés de Gran Bretaña por los dominios españoles en Am érica? 6. M encione los antecedentes de las invasiones inglesas. 7. ¿Cuáles fueron las causas? 8. ¿Qué sabe con respecto a la expedición inglesa al Cabo de Buena Esperanza? 9. ¿En qué form a Buenos Aires cayó en poder de los invasores? 10. ¿Qué ocurrió en Perdriel? 11. ¿Cómo fue reconquistada Buenos Aires? 12. ¿Qué dispuso el Cabildo abierto del 14 de agosto? 13. ¿Cóm o se produjo la ocupación de M ontevideo en la segunda invasión? 14. ¿Qué dispuso la Junta de Guerra del 10 de febrero? 15. ¿En qué form a los invasores atacaron a Buenos Aires? 16. ¿Cuándo se rindieron? 17. ¿Qué consecuencias produjeron las invasiones inglesas? 18. ¿Por qué los portugueses ambicionaban el gobierno del Río de la Plata? 19. ¿Qué misión cumplió el marqués de Sassenay? 20. ¿Qué ocurrió en Buenos Aires el 1? de enero de 1809? 21. ¿Cuáles fueron los antecedentes externos de la Revolución de M ayo? 22. ¿Fue im por­ tante la invasión napoleónica en España? 23. ¿Qué causas locales pueden mencionarse? 24. Explique lo ocurrido entre los días 18 y, 21 de mayo. 25. ¿Qué debates se produjeron en el Cabildo abierto del 22 de m ayo? 26. ¿Cóm o fue la votación? 27. ¿Qué resultados produjo el escrutinio del día 23? 28. ¿Qué ocurrió el 24 de m ayo? 29. ¿Qué actitud asumieron los jefes militares el día 25? 30. ¿A qué se llamó “ la petición del pueblo” . 31. ¿Cómo se integró la Junta Provisional Gubernativa? 32. ¿Qué dispusie­ ron el Reglamento del 25 y la Circular del día 27? 33. ¿Se produ-


g s p a ñ o le s d e A m é r ic a : e l p r im e r o , ¿ e orden político; e l s e g u n d o , d e

jeron reacciones contra la Junta? 34. ¿Recuerda qué movimientos revolucionarios se produjeron en Hispanoamérica en el año 1810? 35. ¿Cuáles fueron los centros donde se radicó la resistencia a la Primera Junta? 36. ¿Cómo se organizó la expedición al A lto Perú? 37. ¿Qué ocurrió en Cabeza de Tigre? 38. Explique la victoria de Suipacha y la derrota de Huaqui. 39. Resuma la expedición de Manuel Belgrano al Paraguay. 40. ¿A qué se llamó el Grito de Asencio? 41. ¿Cóm o se produjo el primer sitio de Montevideo? 42. ¿Intervino Brasil en el conflicto? 43. ¿Cuál fue la actitud de Artigas luego del armisticio? 44. Explique la obra de la Primera Junta. 45. ¿Cuáles fueron las divergencias entre saavedristas y morenistas? 46. ¿Cómo surgió la Junta Grande? 47. ¿Qué sabe de las Juntas Provinciales? 48. Explique el m ovimiento del 5 y 6 de abril de 1811.

naturaleza económica.

Las características que adquirían en Europa las luchas armadas, en

jaS cuales Gran Bretaña veíase casi s ie m p r e co m p ro m e tid a , no daban o c a s i ó n a esta potencia de desempe­ ñar un papel decisivo y preponde­ rante. Cierto es que la superioridad abrumadora de sus escuadras y la pericia de sus m a rin os ofrecíanle éxitos brillantes sobre las flotas aun combinadas de sus adversarios. Pero jas escasas fuerzas terrestres que érale dado organizar, no pesaban mucho en la balanza de los aconte­ cimientos bélicos, que se resolvían mediante a ccio n e s campales entre ejércitos siempre numerosos y ague­ rridos; además de que las guarni­ ciones para sus colonias y el fre­ cuente peligro que la amenazaba de una invasión a sus costas no le per­ mitían ser pródiga en el empleo de tropas numerosas para las operacio­ nes de, la guerra continental. Pero si estábale vedada la acción directa y preponderante en la solúción del conflicto armado que a los ejércitos incumbía resolver, podía en cambio, merced a la intensa inter­ vención marítima, cooperar in d ire c ­ tamente al éxito de la guerra de­ bilitando al adversario, ya con la destrucción de sus escuadras para impedirles una posible invasión de las costas inglesas y los transportes de tropas y de elementos bélicos de uno a otro teatro de guerra, ya con

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Actividades Prácticas * *

* * *

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R e s u m ir los antecedentes y las causas de las inva sio n e s inglesas. E s q u e m a tiz a r e l a ta q u e a B uenos A ire s en el tra n s c u rs o de la se­ gu n d a in v a s ió n . A n a liz a r los antecedentes y las causas de la R e v o lu c ió n de M ayo. E n u m e ra r las etapas d e l proceso de la R e vo lu ció n . D e sta car la im p o rta n c ia d e l R e g la m e n to d e l día 25 y de la C irc u la r del 27 de m a yo con respecto a la in c o rp o ra c ió n de los d ip u ta d o s p ro v in c ia n o s . R e s u m ir las e xp e d icio n e s m ilita r e s a l A lto P e rú , a l P a ra g u a y y a la B a n d a O rie n ta l.

la. a n u lació n de sus fuentes de r i ­ queza, interceptando el tráfico entre

las colonias y su metrópoli, o apo­ derándose llanamente de aquéllas y hasta favoreciendo el desmembra­ miento del imperio colonial de sus enemigos. Fue especialmente España la po­ tencia contra la cual Inglaterra puso práctica, con mayor rigor y tena­ cidad, el indicado sistema de in te r-

Lectura El interés de G ran B retaña p or los d om in ios españ oles d e A m érica

Dos factores principales eran los que intervenían a interesar a Grar-

vención in d ire cta .

^Ligada la primera a la política de rancia —a menudo en contra de Us intereses inmediatos— desde que jarlos III concertó en 1761 el pacto e fa m ilia , las continuas guerras que 6 sucedieron entre los seculares adersarios en Europa — Francia y

Bretaña en la situación del momen' t o 'y fuerte futura de los dominio

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Gran Bretaña— contaron casi .siem­ pre a España entre los enemigos no menos peligrosos y tenaces de la segunda. Mas como la persistencia hostil de España era alimentada, en primer término, por los tesoros in­ calculables que obtenía de sus do­ minios de América (que le permi­ tían o rg a n iza r y sostener nuevos ejércitos y escuadras y hasta soco­ rrer con metálico a su aliada), era natural y legítimo que Gran Breta­ ña tratase de herirla en sus fuentes de producción por los medios a su alcance ya in d ica d o s, tanto como forma de imposibilitarla para una dilatada resistencia, cuanto como re­ curso para obtener ventajosas con­ diciones al negociarse la paz por el argumento de las colonias conquis­ tadas durante la guerra. La ayuda material o el estímulo que se prestase para la emancipa­ ción de los dominios españoles de ultramar, además del debilitamiento lógico de los recursos y del poder de España, sería también una vál­ vula de escape al resquemor que sentían los ingleses por la interven­ ción de aquella potencia en haber favorecido los planes de los ameri­ canos del norte para lograr indepen­ dizarse de Gran Bretaña. En lo que ahora se refiere al se­ gundo factor — que llamé de n a tu ­ raleza económica — , fácil es advertir la preponderancia que tendría en la concepción de los planes del gabine­ te británico, relacionados con las co­ lonias españolas del Nuevo Mundo. Las barreras con que España había siempre obstaculizado el comercio de otros países con aquéllas, no ha­ cían más que estimular el ansia de derribarlas, e sp e c ia lm e n te cuando los mercados europeos, cada vez en mayor disminución por la presión de la política y de las armas france­ sas, eran insuficientes para absorber la producción entera de las indus­ trias inglesas siempre en aumento. B everina, Juan.

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a s in v a s i o n e s

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Buenos Aires, 1939.

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¿Por qué G ra n B re ta ñ a se in te re ­ só en los dom inios españoles en A m érica? ¿Qué táctica u tiliz a ro n los in g le ­

ses p ara d e b ilita r a sus enemigos ? ¿Favoreció el m onopolio impuesto p o r España las am biciones de l 0s b ritá n ico s sobre A m é ric a hispana?

LA RESTAURACION EN EUROPA Los absolutistas y los liberales Luego de la caída del Im p erio napoleónico se in ic ió en Europa un p e rio ­ do h is tó ric o conocido com o la época de la R estauración (1815-30). Después de la d e rro ta de Francia en 1815, los m onarcas prete n d ie ro n re sta u ra r los p rin cip io s del llam ado A n tig u o Régimen, pero los lib e ra le s que defendían las ideas surgidas de la R evolución Francesa, se opusieron a esos p ropó sitos. En las prim e ra s décadas del sig lo XIX, los pueblos realizaron esfuerzos y em prendieron luchas para lo grar que los reyes gobernaran con p rin c ip io s liberales y, en aquellas naciones donde los soberanos eran e xtra n je ros, se produjeron m o vim ie n to s de tendencia na ciona lista que llevarían a la em an­ cipación. Quedaron d e fin id o s dos pa rtid o s p o lític o s antagónicos. Los a b so lutista s defendían la autoridad sin lim ita c io n e s de los reyes y al c a to lic is m o como re lig ió n obligada de los Estados. Por su parte, los lib e ra le s — con gran aPoyo d e n tro de la burguesía— propiciaban una m onarquía co n stitu cio n a l 0 un siste m a re p ublicano de g obierno y, en el aspecto re lig io s o , la lib e rta d de cu lto s. Los lib e ra le s no tardaron en se r perseguidos, entonces para de sarro­ par sus a ctivid a de s, se agruparon en sociedades secretas. En Ita lia y para c°rn b a tir la dom inación francesa su rg ió en 1807 la sociedad p o lític a y re­ a c c io n a r ia de los C arbonarios, así llam ada porque sus in te g ra n te s se p u n ía n en los bosques, con el p re te xto de fa b ric a r carbón de leña. Fueron urgueses y m ilita re s defe nso re s de !a unidad italian a, que e n fre n ta ro n la a°rninación austríaca.

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La ¡tintura reproduce al Congreso de Viena en una de sus sesiones. Este organismo — dominado por el canciller Metternich — delimitó las fronteras de los países en forma harto irreflexiva, lo que originó una gran tensión internacional.

O tra organización lib e ra l fu e la M asonería, surgida en In g la te rra en 1717 y que luego se e xte n d ió por d ive rso s países del V ie jo M undo. En la época de la R estauración, los m asones — agrupados en logias— se opusie­ ron al a b so lu tism o en defensa de los p rin c ip io s lib e ra le s. Los tra ta d o s de 1815 no lograron c o n so lid a r la paz europea, por cuanto los pueblos anhelaban m ayores lib e rta d e s y to m a ro n las arm as para re a li­ zar su unidad p o lític a . A sí su rg ie ro n m o vim ie n to s de tendencia lib e ra l y nacionalista en d ive rso s países europeos, e n tre e llo s , España. Portugal, Ita lia y G recia.

ÉL CONGRESO DE VIENA D espués de la p rim e ra abdicación de N apoleón, las potencias aliadas d isp u sie ro n re u n ir un C ongreso G eneral europeo a fin de re sta b le ce r, ju n to con los antigu o s lím ite s te rrito ria le s , el orden p o lític o y social a lterado por la R evolución Francesa. Las sesiones se inauguraron el 1? de a bril de 1814 y fin a liz a ro n el 9 de ju n io del año sig u ie n te , pocos días antes de la batalla de W a te rlo o . La ciudad de Viena, capital de A u s tria , fu e la sede del C ongreso, aunque este nom bre no es el más apropiado, puesto que los re p re se nta n te s de los d is­ tin to s países nunca se re unieron en sesión plenaria. Asistieron: el zar de Rusia, el em perador de Austria y los reyes de Prusia, Baviera y W ürttemberg\ Lord W ellington y Lord Castlereagh representaban a Inglaterra; Talíeyrand, que había sido obispo con Luís XVI y can ciller con Napoleón, era el enviado del nuevo rey de Francia. Participaban, además, numerosos diplom áticos pertenecientes a los nuevos países.

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La Asamblea fue presidida por el canciller austríaco Clemente de Metternich, quien impuso al Congreso un carácter decididamente absolutista. Las deliberacio­ nes alternaron con brillantes recepciones, revistas militares, banquetes y diver­ siones. Los gastos del protocolo alcanzaron al equivalente de quince millones de dólares. El hábil T alleyrand logró im poner el p rin c ip io de le g itim id a d , por el cual los reyes destronados durante la R evolución francesa y el período na­ poleónico debían s e r restaurados con todos sus derechos y respeta rse las fro n te ra s de 1789. Esto p e rm itió a Francia d e lib e ra r com o potencia y e vita r un m ayor desm em bram iento. Las negociaciones e stu viero n d irig id a s por las cua tro naciones aliadas: Inglaterra, Prusia, Rusia y A u s tria . El regreso de N apoleón p e rju d icó a Francia, que v o lv ió a se r tra tada com o nación enem iga. Los d is tin to s convenios p arciale s, elaborados durante las sesiones, fueron re unidos en un A cta F inal de 121 a rtícu lo s, que se dio a conocer el 9 de ju n io de 1815.

La división territo rial El verdadero o b je tiv o del C ongreso de Viena fue s a tis fa c e r las am bi­ ciones te rrito ria le s de las grandes potencias. In g la te rra co n solidó su hegem onía m a rítim a al apropiarse de n s francesas, holandesas y españolas. Q uedaron bajo su d o m inio M alta, C o rfú y Jónicas, en el M edite rrá n e o , y H eligoland, en el ° rte ; la C olonia d e l Cabo, en S udáfrica; C eilán, en A sia ; la isla acl y las Guayanas, en A m é rica .

las co lo ­ las islas mar del de Tríní-

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A dem ás, el C ongreso de V iena tra tó de fo rta le c e r él ab so lutism o y se j¡ spuso a e lim in a r los gérm enes del pensam iento re vo lu cio n a rio . S urgió sí una fu e rte o p o sición ideológica representada por los e le m en tos liberales, p a rtid a rio s del régim en c o n s titu c io n a lis ta . D entro de esta c o rrie n te se ha|iaban ta m bién los republicanos, los b onapartistas y los que propugnaban la unidad p o lític a y te rrito ria l de los pueblos fragm entados. la

santa

a l ia n z a

El príncipe de M ettern ich

Para pro te g e rse de cu a lq u ie r amenaza c o n tin e n ta l, logró que Bélgica integrara, ju n to con Holanda, el re in o de los Países Bajos, lo cual s ig n ific ó u n ir dos pueblos de d is tin ta s raíces c u ltu ra le s , id io m á tica s y re ligiosas. A u s tria perdió B élgica, que form aba los países bajos a ustríacos, pero fue com pensada con todo el n o rte de Ita lia (Lom bardía y Venecia). Adem ás, encabezó la C on fe d e ra ció n germ ana, c o n s titu id a por 38 estados alemanes. R usia adelantó sus fro n te ra s hacia O ccid e n te ; obtuvo el gran ducado de V arsovia (Polonia) y fu e ro n reconocidas sus co nquistas en Finlandia y la Besarabia. Prusia log ró asegurar su dom inación en la o rilla izquierda d e l Rin. A s i­ m ism o, re c ib ió la W e s tfa lia y una parte de Sajonia y Polonia. Suecia, que había perdido F inlandia, re c ib ió N oruega, que, a su vez, le fue arrebatada a D inam arca. Francia quedó con los lím ite s de 1789, p rá ctica m e n te bloqueada por una barrera de nuevos estados y confe d e ra cio n e s. Ita lia y A le m a n ia fu e ro n defraudadas en sus am biciones de lo g ra r la unidad te r rito ria l y p o lític a .

El equilibrio y el absolutism o C om o puede a preciarse, en la nueva d is trib u c ió n de las fro n te ra s europeas procu ró m antenerse el e q u ilib rio del poder e n tre las d is tin ta s naciones, lo cual p e rm itió d is fru ta r de un largo período de paz in te rn a c io ­ nal, pero, en cam bio, sentó las bases de un profundo c o n flic to de naciona­ lidades, puesto que dichas m o d ific a c io n e s se e fe ctu a ro n sin te n e r en cuenta los in te re se s de los pueblos, ni los nuevos ideales de los patrio ta s.

El C ongreso de V iena dio nuevos lím ite s a las potencias vencedoras, pero no logró asegurar la tra n q u ilid a d p o lítica , alterada por la d ifu sió n de la s ideas re vo lu cio n a ria s y liberales. El zar A le ja n d ro I de Rusia, e s p íritu se n tim e n ta l e id e a lista , propuso una alianza e n tre las naciones europeas con el fin de asegurar la paz dentro de los "p re c e p to s de ju s tic ia y caridad c ris tia n a s ” y, además, brindar a los s ú b d ito s un tra ta m ie n to fundado en las "s u b lim e s verdades que ense­ ña la Santa R e lig ió n ". Este pacto, c o n s titu id o con p ro p ó sito s re lig io s o s , quedó form alizado el 26 de s e tie m b re de 1815 y contó con la adhesión del rey de Prusia, Fe­ derico G u ille rm o II, y del em perador de A u s tria , F rancisco II. R atificaron el docum ento casi todas las naciones europeas, con excepción de Inglate ­ rra, Turquía y los Estados P o n tificio s. Sin em bargo, la Santa A lianza no ta rd ó en tra n sfo rm a rse en un in s tru ­ mento del a b so lutism o al quedar bajo la in flu e n cia del c a n c ille r austríaco, el p rín c ip e C le m e n te M e tte rn ic h . Este d ip lo m á tico , d e cidid o ad ve rsario de la R evolución, logró que el pacto s irv ie ra a las m onarquías absolutas para in te rv e n ir m ilita rm e n te en los países a fectados por m o vim ie n to s de carác­ te r lib e ra l o nacionalista. Estos p ro p ó s ito s cris ta liz a ro n el 20 de noviem bre de 1815 al c o n s titu ir­ se la cuádruple alianza, integrada por Rusia, A u s tria , Prusia e Inglaterra. A fin de a p lica r el derecho de in te rve n ció n , tam bién llam ado sistem a M e tte rn ic h , las potencias aliadas se re uniero n p e riódicam en te en congresos in te rnacionales.

Los congresos internacionales En octu b re de 1818 com enzó sus sesiones el C ongreso de Aix-la-Chapelle (A q u isg rá n ), c o n s titu id o por los inte g ra n te s de la cuádruple alianza. Francia s o lic itó y obtuvo que su te r rito rio fuera evacuado por las tropas de ocupación. Inm ediatam ente se unió a las potencias aliadas y quedó cons­ titu id a la penta rq u ia o qu in tu p le alianza. El C ongreso dispuso, además, re ­ p rim ir las ag ita cion es e s tu d ia n tile s en las unive rsida des alem anas y tom ó medidas contra las sociedades secretas. A raíz de la re vo lu ción estallada en el reino de Nápoles, en octubre de 1820 se reunió el congreso de Troppau. M e tte rn ic h propuso la aplicación de su sis te m a de in te rv e n c ió n arm ada, que provocó la oposición de Ingla­ terra y Francia. En enero de 1821 se reunió o tro congreso en Laibach, ante el cual se Presentó el rey de N ápoles s o lic ita n d o ayuda m ilita r. A u s tria invadió el

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reino de Nápoles y re sta u ró el ab so lutism o . A dem ás, In te rv in o en el pm onte, donde re p rim ió una in su rre cció n provocada por los p a trio ta s ¡i9' lianos. aEl ú ltim o congreso se ce le b ró en Verona (Ita lia ) en o ctubre de 18?? con el ob je to de c o n s id e ra r la re vo lu ció n lib e ra l española contra Fernanri VII. Francia fue encargada de in te rv e n ir m ilita rm e n te y, en enero de 18 2^ el duque de A ngulem a atravesó con un e jé rc ito los Pirineos y luego h vencer a los re vo lu cio n a rio s, p e rm itió a Fernando VII recuperar sus poder«6 absolutos. s A consecuencia de la guerra de la independencia de G recia, que lueq0 estudiarem os, In g la te rra y Rusia se apartaron de la Santa A lianza, la Cuai reducida a Prusia y A u s tria , lle g ó a su fin .

LA RESTAURACION EN FRANCIA Segunda restauración de Luis XV III Después de la caída d e fin itiv a de N apoleón, el gobierno de Francia quedó, p ro visio n a lm e n te , en manos de Fouché. Luis XVIII regresó a París y, el día 8 de ju lio de 1815, las potencias vencedoras lo restauraron en el trono. Los e jé rc ito s aliados ocuparon Francia y, durante va rio s meses, se dieron a la tarea de co m e te r toda clase de depredaciones. En el mes de noviem bre, Luis XVIII firm ó el Segundo Tratado de París, que imponía con­ dicio nes más severas que el p rim e ro . Francia perdió sus conquistas y quedó con sus fronteras de 1790, modificadas a favor de Prusia, Austria y Cerdeña. Debió pagar una fuerte indemnización de guerra (700 millones de francos) y su territorio fue ocupado, durante cinco años, por un ejército coaligado de 150.000 hombres.

El monarca fra n cé s d e cid ió gobernar con m oderación y re sta b le ció la C arta C o n stitu c io n a l de 1814. El país estaba agitado por problem as internos y externos y entonces los re a lis ta s culparon de to d o s los m ales a los repu­ blicanos y bonapartistas e in icia ro n co n tra e llo s una v io le n ta reacción, denom inada te rro r blanco. Varios m ilitares que se habían destacado en el periodo del im perio fueron asesinados. EJ mariscal Ney fue juzgado por una corte m arcial y luego a ju s tic ia d o . En Marsella, las turbas enardecidas pasaron por las armas a nu m ero sos soldados establecidos en ese puerto desde la expedición de Bonaparte a E g i pto-

Luis XVIII d ispuso re p rim ir los excesos e In ició una p o lític a de recon­ c ilia c ió n . Los m onárquicos se d iv id ie ro n en dos te n d e n cia s: los co n stitu cio ­ nales que estaban con la C arta de 1814 y los u ltra rre a lis ta s -— encabezados por el conde de A rto is , herm ano del rey— que bregaban por la reimplan­ tació n de un siste m a absoluto. Un te rc e r p a rtid o , el lib e ra l, agrupaba a los bon apartistas y burgueses ilu stra d o s. Cuando el re y dispuso nom brar m in is tro a! conde V ille le , ultrarreallst3' recrud ecieron las p ersecuciones y la p o lític a a n tu re v o lu c io n a ria . Los llbe' rales, por su parte, respondieron con sublevaciones que fu eron fácilmente sofocadas.

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LA RESTAURACION EN ESPAÑA Gobierno absoluto de Fernando VII D urante el reinado de José Bonaparte, España conoció algunas re fo r­ mas lib e ra le s 1 que m erecieron el apoyo de los in te le ctu a le s españoles llamados “ a francesados” . Pero el pueblo español, que odiaba a los fra n ce ­ ses, co n sid eró tan repudiable la invasión com o los p rin c ip io s revo lucio na­ rios que sustentaba. En d ic ie m b re de 1813, Napoleón de vo lvió la lib e rta d a Fernando V il y en marzo de 1814 lo restauró en el tro n o de España. Las C ortes, in flu id a s por los ele m e n to s lib e ra le s que predom inaban, e xigie ro n al rey el ju ra ­ mento de la C o n s titu ció n de 1812, pero éste, sabiendo que el pueblo era Partidario del régim en a b so lutista , d is o lv ió las C ortes y anuló la C ons­ titu ció n . En Valencia, 69 diputados habían firmado un documento por el cual pedían al monarca el restablecimiento del absolutismo. El general Elío, a cargo de esa Quarnición, aseguró que el ejército estaba dispuesto a “ mantener al rey en la pleni­ tud de sus derechos” . Esta etapa del go bierno de Fernando V il se ca racterizó por la perse­ cución a los lib e ra le s y la anulación de todo lo leg islado que se opusiera al absolutism o. Para e v ita r la d ifu sió n p e rio d ística de las nuevas ideas, sólo P erm itió la p u b licación de la Gaceta O fic ia l. Fueron creadas las Juntas de Fe que perseguían a todo s los enem igos . e la Iglesia y C om isiones M ilita re s , destinadas a ca stig a r sum ariam ente ° s d e lito s p o lítico s. 1

Suprimió los derechos feudales, las aduanas interprovinciales y el tribunal de la Inquisición.

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A sesoraba al m onarca un grupo de nobles a m b icio so s, a quienes llam ó la C a m a rilla ; los a d ve rsa rio s o c o n s titu c io n a lis ta s re c ib ie ro n e bre de negros. Fernando VII dispuso re s ta b le c e r su a u toridad en A m é rica y para esto envió tro p a s en apoyo de los re a lista s, com o la expedición de M o rillo Venezuela (1815). La acción lib e rta d o ra encabezada por los generales San M a rtín y B olívar desbarató su in te n to .

c r e ó co m isio n e s m ilita re s y ju n ta s de fe para sancionar los d e lito s p o lític o s y re lig io s o s , re sp e ctivam ente. En esta segunda restau ración , Fernando VII gobernó en fo rm a absoluta y con severas re p re sio nes hasta su m uerte en 1833.

O T R O S M O V I M IE N T O S L IB E R A L E S Y N A C I O N A L I S T A S P o rtu g a l

La re v o lu c ió n e sp a ñ o la de 1820 A n te las p e rsecuciones d isp u esta s por la C orona española, los libera­ les se re fu g ia ro n en sociedades se cre ta s, desde las cuales u rd ie ro n cons­ pira cio nes y le va n ta m ie n to s, que el g obierno pudo d e s c u b rir y sofocar. En 1810 había com enzado la re vo lu ció n de los países sudam ericanos, disp uestos a sacudirse la dom inación española. En 1819 Fernando VII tenía preparada en Cádiz una fuerza e xp e d icio n a ria , lis ta para actuar en A m é ­ rica y re sta b le c e r su autoridad. Sin em bargo, los triu n fo s de los p a trio ta s am ericanos anim aron a los lib e ra le s españoles para in te n ta r un golpe d e c is iv o co n tra el gobierno abso­ lu tis ta de Fernando VII. Las logias m asónicas actuaron de acuerdo con ¡os agentes se cre to s am ericanos y el 1? de enero de 1820 se produjo en Cabe­ zas de San Juan (S e villa ) un m o v im ie n to m ilita r acaudillado por el coronel R afael de Riego, je fe de las fuerzas que debían p a rtir para A m é rica . El m o vim ie n to logró la adhesión de otra s p ro vin cia s y el 7 de marzo, Fernando VII se vio obligado a re s ta b le c e r la C o n s titu c ió n lib e ra l de 1812. La revolución española repercutió en otros países. En Italia, el rey de Nápoles, Fernando I, tuvo que aceptar una constitución sim ilar a la española. En Portugal, gobernado por los ingleses desde la evacuación napoleónica, se sublevó la guar­ nición de Oporto y exigió la form ación de una ju nta de gobierno y la convocatoria de un congreso constituyente. El rey Juan VI regresó de Brasil y juró una consti­ tución de carácter liberal.

En este país tam b ién se produjo una re volución lib e ra l, pero luego — com o o c u rrió en otras naciones europeás— el ab so lutism o fu e restaurado. En 1807, cuando las tro p a s francesas al mando de Junot invadieron el te rrito rio lu sita n o, el rey Juan VI debió buscar re fu g io en el B rasil. D es­ pués de la re tira d a de los invasores, la C orona con tin uó residie ndo en A m érica. En 1821, los lib e ra le s portugueses llam aron al m onarca y convocaron a e le ccio n e s para una A sam blea cuya fin a lid a d era d ic ta r una c o n stitu ció n . M ie n tra s ta n to , Don Pedro — h ijo de Juan VI— que continuaba en Río de Janeiro, proclam ó en 1822 la independencia de esa colonia portuguesa y con el nom bre de Pedro I, se titu ló Em perador del B rasil, y co rtó sus vínculos con la m e tró p o li. M ie n tra s ta n to y en ese m ism o año, fu e apro­ bada en Portugal una c o n s titu c ió n lib e ra l, que establecía la separación de poderes, con una Cámara — elegida por su fra g io — destinada a c o n tro la r el poder del monarca. El nuevo régim en lu sita n o tu vo efím era duración. A la m uerte de Juan VI su sucesor Don Pedro esta b le ció un sistem a le g is la tiv o bicam eral, donde una de las Cám aras estaba som etida a la voluntad del rey. Poco después abdicó en fa v o r de su hija M aría y nom bró regente a M ig u e l, quien — una vez en el g o bierno— im p lan tó un régim en absoluto y p e rsig u ió a los lib erales. Italia

El trie n io c o n s titu c io n a l e spaño l El nuevo régim en sólo duró tre s años (trie n io c o n s titu c io n a l) y su fu n cio n a m ie n to fu e d e fe ctu o so por la fa lta de apoyo popular. A dem ás, los lib e ra le s se d iv id ie ro n en m oderados y exaltados, lo que co n sp iró contra la e fica cia del gobierno. El rey hizo todo lo p o sib le por c o m p lica r las cosas y, a! com enzar el año 1822, eran fre c u e n te s los m o tin e s re a lista s. Viéndose apoyado por el pueblo, Fernando VII p id ió ayuda a la Santa A lianza. Reunidas en el C ongreso de Verona, las potencias d e cid ie ro n in te rv e n ir en España (siste m a M e tte rn ic h ) para re s ta b le c e r el a b so lutism o . Un e jé r­ c ito fran cés, llam ado les c ie n m il h ijo s de San L u i s invadió España (enero de 1823) al mando del duque de A ngulem a. Los lib e ra le s se cu e stra ro n a Fernando VII y o fre c ie ro n re s is te n c ia en Cádiz, pero fu e ro n fá cilm e n te reducidos. R establecida su a utoridad, el rey dispuso una v io le n ta re p re sió n ; los ca becillas del m o vim ie n to lib e ra l de 1820 fu e ro n a ju s tic ia d o s y, además, 1 En realidad, el ejército estaba formado por 60.000 franceses, sado por 35.000 españoles partidarios del rey y del absolutismo.

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El g o bierno d e sp ó tico e je rc id o po r el Em perador austríaco sobre Ita lia d e te rm in ó el le va n tam ien to de los lib e ra le s encabezados por la sociedad de los C arbonarios, com o o c u rrió en N ápoles y el Piam onte. En el prim e ro de e stos reinos, el m onarca Fernando I debió aceptar en el año 1820 una C o n s titu c ió n inspirada en la española de 1812 y, más ta rd e , entre gó el tro n o a su h ijo , el duque de Calabria. En el Piam onte (Turín) se produ jo un leva ntam ien to de los liberales cuando gobernaba V ícto r M anu el I (1814-21) un rey m uy a b so lutista . La acción de los C arbonarios provocó una sublevación del e jé rc ito y el m onar­ ca debió abdicar en fa v o r de su herm ano C arlos F é lix (1821) quien ju ró re sp e ta r una C o n s titu ció n lib e ra l. A n te lo o c u rrid o en la península itá lic a y a s o lic itu d de los soberanos destronados, las potencias de la Santa A lianza reunidas en el Congreso de Laybach (1821) re so lvie ro n in te rv e n ir para sofocar los m ovim ie n to s lib e ra le s. Un e jé rc ito austríaco penetró en N ápoles y re sta uró en el tro n o a Fernando I, con poderes absolutos. Tam bién los piam onteses fueron vencidos — en Novara, 1821— y el rey C arlos F é lix mandó a p re sid io a los d irig e n te s del m o vim ie n to lib e ra l.

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La C uestión de O riente A p rin c ip io s del s ig lo XIX, el im p e rio tu rc o aún poseía extensos te r r i­ to rio s , e n tre e llo s , la península de los Balcanes, en Europa. En .el año 1821, los griegos — de re lig ió n c ris tia n a o rtodoxa— d isp u esto s a independizarse^ se levantaron en arm as contra los tu rc o s m usulm anes. Esta sublevación se conoce con el nom bre de la C uestión de O riente. La acción de los helenos y la cru e l re p resión del m o vim ie n to desper­ taron e ntre los lib e ra le s europeos su adhesión a los p a trio ta s. Rusia, In­ g late rra y Francia, con el p ro p ó s ito de co n s o lid a r su acción en el M e d ite ­ rráneo o rie n ta l tam bién se m o straron p a rtid a ria s de los g rie g o s; A u s tria y Prusia, basadas en el p rin c ip io de im p e d ir toda sublevación, apoyaron a los tu rco s. En octub re de 1827, una flo ta , integrada con naves de las tre s prim eras potencias, ven ció a la escuadra tu rca en la batalla de N avarino; por su parte, fuerzas rusas m archaron para atacar a C onstantinopla. A n te la s itu a ­ ción creada, Turquía firm ó la paz de A n d rin ó p o lis (1829) y reconoció la independencia griega. A consecuencia de la “ C uestión de O rie n te ", In g la te rra y Rusia se apartaron de la Santa A lianza, la cual, reducida a Prusia y A u s tria , llegó a su fin .

REPERCUSION EN A M E R IC A DE LA RESTAURACION Consecuencias en los dominios hispánicos Las nuevas ideas gestadas por la R evolución Francesa, que fu e ro n las bases de los m o vim ie n to s lib e ra le s , e je rc ie ro n in flu e n c ia en el proceso de las re volu cio n e s em ancipadoras am ericanas y en las guerras por la independencia. Las luchas e n tre a b s o lu tis ta s y lib e ra le s europeos se pro­ longó en una p rim e ra fase hasta el año 1830 y hemos v is to que en este lapso el triu n fo co rre sp o nd ió a los a b so lu tista s, quienes con el apoyo de los e jé rc ito s de la Santa A lianza, lograron que los reyes fueran restaurados en sus trono s. Sabemos que debido a la invasión napoleónica en España y a la abdi­ cación de Fernando VII, su rg ie ro n m o vim ie n to s s e p a ra tista s en los dom inios españoles en A m é rica . Cuando el m onarca fue restaurado, no aplicó la p o lítica más adecuada para hacerlos v o lv e r bajo su mando y, en pocos años, se produjo la pérdida del va sto im p e rio c o lo n ia l hispanoam ericano. Com o esos d o m in io s representaban una de las p rin c ip a le s fu e n te s de la riqueza económ ica española, Fernando VII d e cid ió s o fo ca r los m o vim ie n to s re vo lu cio n a rio s por m edio de las arm as. En principio, el m onarca dispuso enviar una expedición a las órdenes de Pablo M orillo hacia el Río de la Plata, pero luego — debido a la caída de Monte­ video— alteró el itinerario y ordenó que esas fuerzas se trasladaran a Venezuela y Colom bia <Nueva Granada) donde se luchaba con intensidad. Al frente de 17 naves y con unos 15.000 hombres, M orillo ocupó la ciudad de Caracas en mayo de 1815. Con su ejército de veteranos de las guerras napoleónicas sofocó la rebe­ lión y emprendió la reconquista de Nueva Granada. Los revolucionarios fueron ven­ cidos y M orillo penetró en Bogotá. Sin embargo, el triunfo realista no fue dura­ dero y más tarde aquellos territorios se em anciparon por la acción de Simón Bolívar.

El cam bio p o lític o o cu rrid o en España por la re volución del año 1820 y la a p lica ció n de la C o n stitu ció n lib e ra l, re p e rc u tió en A m érica. Bajo la in flu e n c ia de los a co n te cim ie n to s pe ninsula res, la o p inión de ios grupos d irig e n te s am ericanos se d iv id ió en dos tendencias: a) los conservadores que d e fe n d ie ro n las tra d ic io n e s colo n ia le s y los p riv ile g io s de las clases elevadas y b) los lib e ra le s o p o sito re s de los a n te rio re s y p a rtid a rio s de reform as p ro g re sistas. En M é xico , las autoridades españolas se d iv id ie ro n a causa de la re vo ­ lución lib e ra l e stallada en la península. Unos apoyaron el m o vim ie n to y o tros d e fe n d ie ro n a Fernando VII, afirm a ndo que el m onarca había aceptado la C o n s titu c ió n forzado por las circun stancias. En Perú, la e xpedición lib e rta d o ra de San M a rtín co in c id ió con la época en que se produjo el m o vim ie n to lib e ra l en la península. En enero de 1821, los p a rtid a rio s de la C o n stitu ció n lib e ra l depusieron al v irre y Pezuela, quien fue reem plazado por La Serna, aunque sie m p re en obediencia a Fernan­ do VII. Esta p o sición de los que gobernaban el Perú im p id ió cu alquier e n te n d im ie n to con el L ibe rtad or argentino . M ie n tra s ta n to , los lib e ra le s que gobernaban en España a d m itie ro n que la em ancipación am ericana era un proceso en m archa y entonces acudie­ ron al recurso de la d iplo m acia con el p ro p ó sito de nego ciar y e v ita r los m o vim ie n to s separatista s. A fin e s de 1822 salieron de Cádiz va rios com isionados con d e stin o a C olom bia, Venezuela y Perú. A este ú ltim o país a rrib ó el capitán M anuel A breu, quien tra tó de poner fin a la guerra por la independencia, pero no se llegó a ningún acuerdo. El proceso p o lític o español, con sus luchas e ntre a b s o lu tista s y lib e ­ rales, o fre ce c ie rta s sem ejanzas con el d e sa rro llo de nuestra e volución p o lí­ tica en las prim e ras décadas del período independiente. Bernardino Rivadavia con su incansable acción p ro g re sista y sus fracasos p o lític o s nos recuerda a los lib e ra le s , m ien tras que los ca u d illo s y en p a rtic u la r Juan M anuel de Rosas representan a los a b so lutista s. También en nuestro país actuaron logias, aunque con fin e s d is tin to s a las que particip a ro n en el proceso español.

LOS PROGRESOS C IENTIFICOS La Física C om o vim o s, a fin e s del sig lo XVIII se in ic ió en In g la te rra la llamada “ re vo lu ció n m a q u in ista ” , es d e cir, el em pleo in te n sivo de las m áquinas en la a ctivid a d in d u s tria l. En esa época com enzó la fase in ic ia l de una se rie de rápidos cam bios — continuados en las cen turia s s ig u ie n te s — que in flu ­ yeron en la producción, el consum o y el régim en de sa larios. A p a rtir de ese m om ento, la té cn ica co n tro la los re so rte s de la econom ía y la tra n s ­ form a en grados hasta entonces desconocidos. Sabemos que a p a rtir del d e scu b rim ie n to de W a tt, la fuerza del vapor como fu e n te de energía no ta rd ó en a plicarse en la in d u stria te x til para im pulsar las m áquinas y tam bién en el tra n sp o rte . En este ú ltim o aspecto, los p rim e ro s ensayos se h icie ro n para la navegación. El m ecánico norteam ericano R oberto F ulto n dem o stró ante la Academ ia de C iencias de París, la p o sib ilid a d de u tiliz a r el vapor para im p u lsa r naves. Aunque obtuvo poco é xito , de regreso a su pa tria construyó un nuevo bu-


La Q uím ica que, el C le rm o n t, que hizo el p rim e r v ia je , de Nueva Y o rk a A lb a n y, por el río Hudson (1807). Pronto com enzaron a navegar por los ríos de A m é ric a y Europa barcazas con ruedas de palas, se m ejantes a la de Fulton. La a p lica ­ ción de la h élice se debe al in g e nie ro sueco E ricsson (1837). Un s ig n ific a tiv o progreso fu e la a p licación del vapor — para reem plazar a la fuerza anim al— en los fe rro c a rrile s . En 1814, el inglés Jorge Stephenson construyó la p rim e ra locom otora, u tiliza d a para a rra s tra r vagones de carbón. P osteriorm e nte p e rfe ccio n ó su invento e ideó su fam osa Fiocket que re c o rrió — a una velocidad de 24 k m /h — las Vías del fe rro c a rril e n tre M an­ ch e ste r y L iverpool. En los cin co años sig u ie n te s el P arlam ento aprobó la co n stru cció n de v e in titré s líneas fé rre a s . En 1838 el fís ic o fra n cé s Luis D aguerre inventó la p rim itiv a fo to g ra fía . A tra vé s de una cámara oscura y por acción de la luz, fijó la imagen de un ob je to sobre una plancha de yoduro de plata.

La Electricidad A lgunas de las leyes e le m e n ta le s sobre e le c tric id a d se conocieron a fin e s del sig lo XVIII. En 1827, el sabio danés O e rste d d e m o stró que la c o rrie n te e lé c tric a aesvía la aguja im antada. El fra n cé s A ndrés A m p è re c o m p le tó los trabajos del a n te rio r y enunció una fam osa ley que lleva su nom bre. O tro francés, llam ado F rancisco A rago, de scu b rió que la c o rrie n te e lé c tric a imantaba una barra de acero. Sobre la base de estas in ve stig acio n e s, el alemán Juan Gauss ideó el te lé fo n o e lé c tric o (1833). El p in to r y fís ic o n o rteam ericano Sam uel M o rs e e stu d ió pacientem ente los fenóm enos e lé c tric o s e in ve n tó el m ecanism o del te lé g ra fo . En 1843 lo g ró e sta b le ce r co m unicación te le g rá fic a e n tre W ashington y B altim ore. A dem ás, M o rse fu e el cre a d o r del a lfa b e to que lleva su nom bre.

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Esta c ie n cia p rogresó con rapidez en el sig lo XIX y sus adelantos no tardaron en a p lica rse a la in d u stria . El fra n cé s M ig u e l C he vreul e sta b le ció la com posición de los cuerpos grasos (1823) y d e scub rió la bujía e steá rica; su co m p a trio ta B a u tista Duma d e te rm in ó la co m p osición exacta del agua y del aire. La m oderna nom e nclatura quím ica se debe al sueco Jacobo B erzelius, quien p re c is ió el m étodo a n a lítico y e s c rib ió num erosas obras.

El inglés Juan D a lton con cib ió una fam osa ley que lleva su nom bre, y tam b ié n , en o tro orden, e stu d ió la enferm edad de la v is ta conocida com o d a lto n ism o . Su c o m p a trio ta Davy ha lló nuevos cuerpos (ca lcio , magnesio, boro), d e m o stró la descom posición del agua por la e le c tró lis is e inventó una lám para de seguridad para los m ineros. El alemán Justo L iebig hizo grandes progresos en quím ica orgánica y guió delib e ra d a m e nte sus e stu d io s al s e rv ic io de la vida práctica.

La M atem ática y la Astronom ía En el s ig lo XIX la m atem ática se o rie n tó hacia las ecuaciones y el a n á lisis puro. En la ce n tu ria a n te rio r se destacaron los fra nceses José Luis Lagrange, por su tra b a jo sobre, funciones a na líticas, y Gaspar M onge, que in ic ió la geom etría d e s c rip tiv a . En el s ig lo XIX so b re sa lie ro n el geóm etra y m ate m ático noruego E nri­ que A b e l y el alemán F ederico Gauss, quienes estud iaron las ecuaciones •superiores. Los pro g re sos de los in stru m e n to s de ó ptica p e rm itie ro n in te n s ific a r las o b servaciones astron óm icas. En 1801 el ita lia n o José Piazzi d escubrió el p rim e r a ste ro id e (C eres) y, p o ste rio rm e n te , su c o m p a trio ta , el je su íta A n g e l S ecchi, e stu d ió la co n s titu c ió n fís ic a del Sol, la Luna y los planetas.


Después de profundos e stu d io s m a te m á tico s, el fra n cé s Urbano Leverr ie r descubrió — sin o b servar el firm a m e n to — el planeta N eptuno; otro astrónom o de igual nacionalidad llam ado Bernardo Foucault, d e m o stró la rota ció n de la T ierra, sobre la base de las o scila cio n e s del péndulo.

Las C iencias Naturales El gran n a tu ra lis ta francés Jorge C u v ie r fue el creador de dos ramas de la cie n cia : la p a le on to lo g ía y la anatom ía comparada. Form uló la " le y de las c o rre la c io n e s ” 1 y redactó una c la s ific a c ió n zoológica que, a tra vé s de los años, ha sido u tiliza d a com o m odelo. Esteban G e o ffro y de S a in t-H ila ire , de igual nacionalidad que el a n terior, sostuvo en sus tra b a jo s que to d o s los seres vivo s están organizados según un tip o o rig in a l, que luego se m o d ific a hasta fo rm a r d is tin to s géneros. A l b ió logo francés Juan B a u tista Lam arck se lo considera el fundador de la generación espontánea y del tra n s fo rm is m o ,2 d o ctrin a s que expone en sus obras F ilo so fía zoológica e F lis to ria de lo s anim ales invertebrados. El inglés C arlos D a rw in c o n tin u ó , en p arte, las te o ría s del a n te rio r, y en 1859 p u b licó su fam oso lib ro titu la d o O rigen de las especies. En esta obra pretende e x p lic a r el o rig e n c^e los seres v iv ie n te s p a rtie n d o de la tra n sfo rm a ció n de unas especies en otra s, en v irtu d de una selección natural por causa de la lucha por la e xiste n cia . A l sabio alemán A le ja n d ro H u m b o ld t se le reconoce com o el creador de la geografía botánica.

La M edicina Hasta m ediados del s ig lo XIX, los avances de la cie n cia m édica fueron bastante s ig n ific a tiv o s , esp e cialm e n te luego del d e s c u b rim ie n to de la va­ cuna a n tiv a rió lic a por el sabio inglés Eduardo Jenner, a fin e s de la centuria a n te rio r (1776). En 1815, el m édico fra n cé s Renato Laennec de scu b rió la auscultación e in ven tó el e ste to sco p io , es d e cir, que a p licó la a cústica al d ia g nó stico de las enferm edades del corazón y de los pulm ones.3 C laudio B ernard e fe ctu ó im p o rta n te s in ve stig acio n e s, e n tre e lla s las fun cion es de las glándulas sa liva re s y del páncreas.

Las C iencias M orales En la prim e ra m itad del s ig lo XIX su rg ió un c re c ie n te in te ré s por estu ­ diar los ‘‘fenóm enos m o ra le s ” , es d e cir, las m a n ife sta cio n e s del e sp íritu

1 En la "ley de las correlaciones” , Cuvier afirma que existe una perfecta armonía entre todos los órganos de un ser vivo, de modo que conociendo uno de ellos, se puede reconstruir los demás. 2 El proceso de Desde bien ambas carentes de

transform ism o afirma que el hombre desciende de animales anteriores, después de un perfeccionamiento, que duró varios siglos. el punto de vista científico, el transform ism o no es sinónimo de evolucionism o, pues si teorías admiten el cambio constante de* unos seres en otros, esta última incluye a los vida, mientras que el transformismo se aplica más concretamente al origen del hombre

3 El primero que empleó la percusión torácica, para el diagnóstico de las enfermedades del pecho, fue el médico alemán Leopoldo Auenbrugger (1722-1798).

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humano en lo re fe re n te a las sociedades, idiom as, in s titu c io n e s , m onum en­ to s, e tc. Esto dio orig en a las llam adas cien cias m orales, e n tre las que podem os c ita r la so ciología, la filo lo g ía y la arqueología. La sociología estudia el origen, desarrollo, organización y leyes de las socie­ dades humanas. El término fue creado por el filósofo francés Augusto Comte. La filología trata del estudio etimológico de las lenguas, en especial de las llamadas “ clásicas” . La arqueología enseña a inspeccionar los monumentos antiguos, fijar la fecha de su construcción y analizar las inscripciones. Este aspecto de la ciencia tomó gran impulso cuando el sabio francés Juan Francisco Champoílion descrifró — en 1822— los jeroglificios egipcios. Los tra b a jo s lite ra rio s — e spe cialm ente o rie n ta le s— fu eron estudiados desde el punto de v is ta c rític o , analizados y com parados. La gram ática, despreciada por m uchos hasta esa época, a d q u irió ju s ta im portan cia y ayudó a e x p lic a r el orig e n y e vo lución de los idiom as (gra m ática h is tó ric a ).

LAS NUEVAS CONCEPCIO NES LITERARIAS El rom anticism o La lite ra tu ra de los sig lo s XVIF y XVIII estuvo regida por el ideal popu­ lar del cla s ic is m o , es d e cir, en la im ita c ió n de los antiguos griego s y rom a­ nos; su ce n tro de d ifu sió n puede ubicarse en Francia. A fin e s del sig lo XVIII surg ie ro n en A lem ania e Inglaterra ias p rim eras m a n ife sta cio n e s de una nueva c o rrie n te e s p iritu a l y a rtís tic a , que culm in ó en la ce n tu ria sig u ie n te con el nom bre de ro m a n ticism o . M o vim ie n to de índole in te le c tu a l, fu e una reacción contra el rígid o y dom inante cla sicism o francés, que había tra ta d o de im poner sus in fle x ib le s reglas y u niform idad en todas las lite ra tu ra s . En literatura, la palabra romántico significaba “ todo lo que deliberadamente se aparta de las normas que se han establecido como clásicas” , o sea que el tér^ mino indica lo anticlásico u opuesto a los modelos griegos y latinos. Se distingue por la espontaneidad, originalidad y propensión a lo sentimental y generoso. Mientras en el clasicismo predominó la razón y el materialismo, la escuela romántica antepone el sentimiento y el espíritu cristiano. Además, los primeros se basaron en temas pertenecientes a la historia y mi­ tología antiguas; en cambio, los románticos representaron lo propio, lo nacional. Las innovaciones de los rom á nticos, espe cialm en te en el te a tro , fueron tenazm ente re s is tid a s por los p a rtid a rio s del cla sicism o , d iverg e n cia que e sta lló en Francia durante la época de la R estauración. Los hom bres madu­ ros, apegados al a ntiguo género, tom aron por ídolo a Racine, y los jóvenes — defe n so re s del ro m a n ticism o — a Shakespeare. El ro m a n ticism o abarcó no sólo la lite ra tu ra , sino tam bién otras m ani­ fe sta cio n e s del arte, com o la pin tu ra y la m úsica. En A le m a n ia e In glate rra aparecieron los gérm enes de la escuela ro­ m ántica, que no tard ó en triu n fa r con rapidez por toda Europa, especial­ m ente en Francia. Su verdadero apogeo no pasa de v e in te años y hacia 1850 com ienza la decadencia.

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P rin c ip a le s e s c rito re s ro m á n tic o s a) A lem a lia . En este país los e s c rito re s idealizaron hechos heroicos exa ltaron el nacio na lism o y las luchas por la lib e rta d . Entre los p rin cip a le s re presenta ntes del ro m a n tic is m o alem án se destacaron Goethe y S e h ille r

Juan W olfgang Goethe (1749-1832). Este gran poeta y pensador está considerado uno de ¡os hom bres más geniales de su época. E scribió poesía, notables novelas, obras te a tra le s y tra b a jo s de carác­ te r c ie n tífic o . En su prim era novela im portante, titulada Las lamentaciones del ¡oven W erther (1774) relata con hondo rom anticism o los infortunios de un enamorado. Producto de la m adurez es su gran obra Fausto, que ha sido calificada como "poem a del m undo” . Refleja las ideas filosóficas del autor y traduce el espíritu de los tiempos modernos.

Federico S eh iller (1759-1805). A m ig o de G oethe, este n otable e s c rito r se destacó por su acentuado n a cionalism o, que ha In flu id o en o tro s e s c ri­ to re s germ anos. S obresalió com o poeta líric o , a u to r d ra m á tico e h is to ria d o r veraz. Entre sus m ejores trag e d ia s fig u ra G u ille rm o Tell, donde d e scrib e la lucha de los suizos contra la o p resión austríaca. En 1793 p u b licó un e xce le nte tra ­ bajo titu la d o H is to ria de la G uerra de lo s T re in ta Años.

b) Ing la te rra . Se in ic ia el ro m a n tic is m o con un grupo de líric o s conoci­ dos con el nom bre de Ia q u is ta s .’ Luego s o b re sa lie ro n S cott, Byron S helley y D ickens.

W a lte r Scott (1771-1832). Dotado de gran fecundidad, in tro d u jo en la lite ra tu ra rom ántica la novela h is tó ric a , basada ge n e ra lm e n te en tem as m edievales. A d q u irió ju s ta fam a por sus tra b a jo s titu la d o s Ivanhoe y Q uin­ tín D urw ard. L o rd B y ro n (1788-1824). Poeta de a ltiv a personalidad y audacia de es­ tilo , com b atió con e n érgico acento la arrogancia de los seres hum anos. Los escándalos de su e xiste n cia , su vida breve y a v e n tu re ra 2 lo c o n v irtie ro n en el más destacado rep re se nta n te del ro m a n tic is m o Inglés. El poema Don Juan se considera com o su obra m aestra.

c) Francia. A com ienzos del s ig lo XIX, los e s c rito re s fra n ce se s, In flu i­ dos por G oethe, Shakespeare y Byron, se rebelan co n tra el ríg id o c la s ic is ­ mo y, tra s encarnizada contienda, Im ponen la escuela rom ántica. Sus p rin ­ cip a le s re p re se nta n te s fue ro n :

' Se destacaron W illiam Wordsworth (1770-1850) y Sam uel Taylor C oleridge (1772-1834). Como se inspiraban en la contemplación de los espectáculos naturales, recibieron el nombre de laauistas (poetas de los lagos). 2 En 1823 se trasladó a Grecia para luchar por la Independencia de ese país. Allí murió al año siguiente, a consecuencia de una enfermedad contraída en los pantanos de Missolonghi. Tenía 36 años.

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De izquierda a derecha: Renato de Chateaubriand, Alfonso de Lamartine y Víctor Hugo , los tres grandes representantes del romanticismo francés.

Francisco Renato de Chateaubriand (1768-1848). Dotado de gran Im aginación, su prosa a trevida y b rilla n te lo ubica com o un gran lite ra to . Después de re c o rre r en azaroso pe reg rin a je va rio s países extra n je ros, pu­ blicó, en 1802, El genio d e l C ristia n ism o , que le dio inm ediata fam a. Su obra cum bre, de ca rá cte r a u to b io g rá fico , se titu la M em o rias de u l­ tratum ba. Alfonso de Lam artine (1790-1869). Este gran lite ra to y p o lític o se des­ tacó por el hondo liris m o de sus poesías y la delicadeza de su prosa. Sus m é rito s le va lie ro n un honroso á itla l en la Academ ia Francesa. Entre sus obras p oéticas m encionarem os La m uerte de S ócrates, y com o p ro sista , la H is to ria de lo s giron din os. V íctor Hugo (1802-1885). C onsiderado el genio lite ra rio más grande de Francia, fu e poeta, n o ve lis ta y po líg ra fo . V erdadero p ro p u lso r del ro m a n ti­ cism o en su pa tria , estaba dotado de una exuberante im aginación y de un m a ra villo so poder expresivo. Era casi un niño cuando empezó a escribir. En 1822 publicó sus Odas y Baladas y al año siguiente, su prim era novela, titulada Han de Islandia. En 1827 compuso el drama Crom well y en 1830, Hernani, que dio lu ga r, en su noche de presentación, a un ruidoso incidente producido entre clásicos y románticos, que finalizó con el triunfo de estos últimos. En 1831 dio a luz ocho volúmenes de poesías y su gran novela titulada Nues­ tra Señora de París. En 1845 fue elegido miembro de la Academia Francesa. Luchó contra Luis Napoleón y debió desterrarse a Bruselas. Desde el exiljo, redactó una serie de ataques-contra su enemigo, a quien llamó Napoleón el pequeño.

En los ú ltim o s años de su vida, V íc to r Hugo e s c rib ió su más fam osa novela, titu la d a Los M ise ra b le s. Esta obra, que es un pote nte alegato con tra la crueldad de los hom bres, se ha d ifu n d id o m und ialm ente y aún conm ueve a sus le cto re s. 423


A lf r e d o d e M u s s e t (1810-1857). Este gran poeta, n o ve lista y a u to r dra m ático, com puso, en su m ayoría, obras im pregnadas de se n tim e n ta lism o Entre sus poesías se destacan Las N oches y C uentos de España y de Ita lia „ .. CHro rom ánticos franceses fueron Ana Necker, más conocida como Madame ri Stael, dotada de gran sensibilidad. Aurore Dupin, también inm ortalizada bajo el s e if dómino de Jorge Sand, escribió novelas sobre temas rurales, todas ellas de Idílico encanto. Honorato de Batzac, autor de obras costumbristas, agrupadas mucha«; h ellas con el título de La comedia humana. '"uonas de

d) España. Entre los principales representantes del rom anticism o figuran José de Espronceda, ardiente liberal, de vida agitada, que se hizo muy popular por sus composiciones poéticas. Una de las más famosas es La Canción del Pirata. Por su genuino espíritu español, se destacó Angel de Saavedra, más conocido por su título nobiliario de D uque-de Rivas. El legítim o rom anticism o está personi­ ficado en José Z orrilla, cuyo m ejor poema se titu la Granada. Un extraordinario poeta, y el más espiritual de los líricos españoles, fue el sevillano Gustavo A dolfo Bécquer, inm ortalizado a través de sus famosas Rimas e) Italia. En este país, el rom anticism o estuvo vinculado al movimiento liberal, que term inó con la unidad italiana. Se in ic ia con Silvio Pellico y culm ina con Ale­ jandro Manzoni, quien se destacó en la novela histórica, y Giacomo Leopardi, lla­ mado el poeta del do lo r y de la melancolía.

f) Portugal. El rom anticism o lusitano se caracterizó por su tendencia naciona­ lista y también liberal. Entre sus más destacados representantes figuran Aimeida Garret y Alejandro Herculano.

LA FILOSOFIA La a ctividad filo s ó fic a europea fu e m uy intensa a com ienzos del siglo XIX. Las d o ctrin a s de los pensadores — in flu id a s por el ro m a n tic is m o — se fragm e ntaron en va rio s m o vim ie n to s ide o ló g ico s, lo que hace d ifíc il indicar una orie n ta ció n general. Sin em bargo, el id e a lism o 1 y el p o s itiv is m o son las más d ifun dida s, e n tre las num erosas tendencias de ese período in ic ia l. Inspirador de la p rim e ra fu e el alemán M a n u e l Kant (1724-1804), quien expuso la m ayoría de sus pensam ientos en dos lib ro s : C ritic a de la razón pura y, p o s te rio rm e n te , en la C rític a de la razón p rá ctica . Kant vivió consagrado al estudio de la filosofía y de las matemáticas. Aunque raquítico y deforme, su lum inosa inteligencia le valió el título de profesor de Lógica y Metafísica en la Universidad de Königsberg y luego su incorporación como miembro de la Real Academ ia de Ciencias de Berlín (1787). A diferencia de otros filósofos del siglo XVIII, no cree ciegamente en la razón (racionalism o) y afirm a que el conocim iento humano es el resultado de la “ expe­ riencia y de la razón” . La prim era tom a de la realidad una serie de conceptos no relacionados, y la segunda es la encargada de sintetizar los mismos, hasta darles una form a universal. Su doctrina recibe el-nom bre de criticism o. 1 El idealism o es un sistema filosófico que considera a la "idea'' como el principio del ser y del conocer. En realidad, el creador del idealismo fue el filósofo griego Platón (427-347 a.C.) quien afirmó que el hombre alcanza la realidad por medio de las ideas, pues son ellas y no los elementos materiales, las que dominan el universo.

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C ontinuadores de Kant son sus discíp u lo s Fichte y S ch e llin g , aunque el más destacado filó s o fo id e a lista rom á ntico fu e G u ille rm o H eg el (1770-1831).1 El fu n d a d o r del p o s itiv is m o fu e el filó s o fo francés A u g u sto C om te (17981857). C reó una d o c trin a del saber fundada en la expe riencia, que se atiene a lo p o s itiv o , a lo que está puesto o dado. Sólo acepta com o reales a los hechos y no busca las causas, sino las leyes de los fenóm enos. En In g la te rra , el filó s o fo y econom ista Juap S tu a rt M ili (1806-1873) expu­ so sus d o ctrin a s con respecto al c o n o cim ie n to y al m étodo in d u ctivo en su fam osa obra titu la d a S iste m a de Lógica.

LA HISTORIA En la p rim e ra m ita d de la ce n tu ria que nos ocupa, los h isto ria d o re s p erfeccionan sus m étodos de tra b a jo , exam inan p ro lija m e n te las fu e n te s y analizan con e x a ctitu d las causas de los sucesos. La H is to ria ya no es — según expresión de S eeley— una sim p le biog ra­ fía de los E stados", sino que su e stu d io s is te m á tic o com prende to dos los aspectos de la a ctivid ad del hom bre, ta n to p o lític o s com o socia les, c u ltu ra ­ les y económ icos. „ En 1832, el h is to ria d o r alemán Leopoldo fíanke creó u n ,S em inario, que no ta rd ó en c o n v e rtirs e en un fam oso ce n tro de in ve stig ació n h istó rica . En este período, en que cam bian la o rie n ta ció n y el contenido de los estu d io s, se d istin g uen, e n tre o tro s grandes h isto ria d o re s, el danés Niebuhr-, los fra n ce se s Thierry, M ic h e le t y G u izo t; los ingleses M acaulay y C arlyle , y el am ericano Prescott. 1 Hegel rendía culto al Estado y admitía la sumisión del Individuo frente a los más fuertes. Afirmaba que la verdadera libertad consistía en el sometimiento a la autoridad política y que "El Estado es la Idea Divina, tal como se encuentra sobre la tierra” . Estas doctrinas ejercieron influencia sobre regímenes totalitarios, como el nazismo y el fascismo.

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Jorge Niebuhr (1776-1831). En 1810 in ició sus clases de Historia Romana en la Universidad de Berlín y seis años más tarde fue nombrado em bajador de Pru«¡a ante el gobierno de Roma. Aprovechó su permanencia en esa ciudad para inves­ tigar .prolijam ente los documentos de la enorme Biblioteca del Vaticano. Especializado en historia romana, publicó varios libros en los que demostró el carácter legendario de la época de los reyes y analizó con exactitud los trabaio* de Tito Livio. Agustín conquista de llante estilo. su labor de

Thierry (1795-1856). En 1825 publicó su famosa obra H istoria de ia Inglaterra po r los normandos, en la que describe los sucesos con bri­ Posteriormente quedó ciego y, a pesar de esa desgracia, continuó con historiador.

Julio M ich ele t (1798-1874). Se ocupo preferentemente en los estudios histó­ ricos vinculados a la Revolución Francesa. Publicó varios trabajos y pronunció en París una serie de conferencias de acentuada tendencia liberal. G uillerm o Guizot (1787-1874). Aunque fracasó en su carrera de político, se destacó por la exactitud de sus estudios históricos. Pronunció varias conferencias en la Sorbona y redactó im portantes obras, entre ellas, Historia de la civilización en Europa e Historia de Francia para mis nietos. Tomás Macaulay (1800-1859). Muy erudito, no había cum plido diez años cuan­ do escribió un manual de Historia Universal. Más tarde, redactó artículos de su especialidad en la “ Revista de Edim burgo” y coronó su actividad intelectual con su fam osa Historia de Inglaterra que, aunque inconclusa, fue un éxito editorial sor­ prendente, pues recibió de su e d ito r.la fabulosa suma de veinte mil libras esterlinas. Tomás C arlyle (1795-1881). Hijo dose como historiador, ensayista y numerosos trabajos, entre los que Francesa, narrada con gran colorido

de un albañil, dedicóse a las letras, destacán­ filósofo. Amigo personal de Goethe, escribió mencionaremos la Historia de la Revolución y riqueza de imágenes.

G uillerm o Prescott (1796-1859). A consecuencia de un golpe en un o jo y tam­ bién por el excesivo estudio, pasó casi ciego la mayor parte de su vida. Logró su­ perar todas las dificultades y dedicóse especialmente a la historia española. Con la ayuda de varios secretarios, que pasaban el día leyendo documentos, pudo, term inar varios famosos libros, como la Historia de Fernando e Isabel, de la Conquista de México y Conquista de l Perú.

LAS NUEVAS CONCEPCIONES ARTISTICAS La pintura El s ig lo X IX com ienza con la escuela c l á s i c a que tie n e su ce n tro más im p o rta n te en París. Se destacaron dos p in to re s fra n ce se s: Luis D avid (17481825) y su d iscíp u lo Juan A u g u s to In g re s (1778-1825). Los tra b a jo s de ambos están inspirados en la antigüedad, e sp e cialm e n te en la h is to ria rom ana y se d istin g u e n por el cuidado en el d ib u jo y el p e rfe c to d o m in io de las luces y som bras.

1 Hasta las dos primeras décadas del siglo XIX, la tendencia clasicista imperó en las artes plásticas, a causa de la situación política creada por el advenimiento de Napoleón Bonaparte Este gustaba de todo lo clásico y bajo tan poderosa influencia, los artistas — que trabajaban pof encargo del gobierno— siguieron en sus obras los moldes de los antiguos maestros.

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En el año 1820, se in ic ió el ro m a n ticism o en A le m an ia, por obra del p in to r Federico O verbeck (1789-1869), crea dor de la escuela de M unich. En general, los ro m á n ticos alem anes re c u rrie ro n a tem as c ris tia n o s y ca balle­ rescos, p ro p io s de la Edad M edia. En Francia, el ro m a n ticism o se in ic ió después de 1830 y el más desta­ cado re p re se nta n te del nuevo e s tilo fu e Eugenio D e la cro ix (1799-1863), v e r­ dadero a rtífic e del co lo r, que re fle jó su e xq u isita personalidad a tra vé s de una té cn ica p erfecta. En In g la te rra , José T urner (1775-1851) se d is tin g u ió por su e s p íritu ro­ m ántico y personal e s tilo , e spe cialm ente en los paisajes con e fe cto s de luz. La e xa lta ción del ro m a n ticism o está prese nte en el gran p in to r español Francisco de Goya (1746-1828), e x tra o rd in a rio c o lo ris ta , que ha sabido fija r en sus cartones y a guafuertes el fu g o r más leve de la luz o el b rillo de una seda.

La escultura La e sta tu a ria a d q u irió nuevo p re s tig io a com ienzos del sig lo XIX. La escuela clá sica está representada por el ita lia n o A n to n io Cánova (1757-1822), que a tra v é s del m árm ol hizo re v iv ir el e s p íritu antiguo. Inspirado en el arte griego, e scu lp ió obras m uy bellas, com o el se p u lcro de C le m ente XIII. M uy popular en este período fu e el danés Torw aldsen (1770-1844), cuyas obras más destacadas son los re lie ve s y fig u ra s m ito ló g ica s del m onum ento e rig id o a S c h ille r en la ciudad de S tu ttg a rt. La escuela ro m á ntica de este período tie n e sus m e jores a rtis ta s en Francia. Se destacó F rancisco fíu de (1784-1855) con su fam oso bajo re lie ve del A rc o del T riu n fo de París.

La arquitectura A unque en esta época se co n stru ye ro n m uchísim os e d ific io s p úblico s (ig le sia s, palacios, te a tro s , cu a rte le s, e tc.), puede a firm a rse que casi todos e llo s ca re cie ro n de e s tilo p rop io y que las fo rm a s antiguas sie m p re su b sis­ tie ro n en la a rq u ite c tu ra europea. A fin e s del s ig lo XVIII se abandonó el e s tilo rococó y su rg ió la escuela clásica, que tra tó de re p ro d u c ir las co n stru ccio n e s de la antigüedad. En Francia se im itó el a rte rom ano y en A lem ania el griego. La escuela ro m á n tica to m ó por m odelos el e s tilo o jiv a l o g ótico, carac­ te rís tic o del m edievo. El más destacado representante fu e el francés Euge­ n io V io lle t-le -D u c, a u to r de un fam oso D iccio n a rio de a rq u ite ctu ra . D edicóse a la re sta u ra ción de m onum entos h is tó ric o s , e n tre e llo s la catedral de N ues­ tra Señora de París.

La música Del m ism o m odo que en la lite ra tu ra y en la p in tu ra , el ro m a n ticism o se dejó s e n tir en la e xpresión m usical. Los a rtis ta s se lib e ra ro n de la rigidez im puesta por el c la s ic is m o del srglo XVIII y p re firie ro n la riqueza de la in sp ira ció n y la elegancia de los m o tivo s. Los ro m á n tico s juzgaron que la m úsica, además de agradar, debía re fle ­ ja r los s e n tim ie n to s del c o m p o sito r y tra n s m itir al oyente esas em ociones.


En la casi to ta lid a d del s ig lo XIX, la escuela alemana m antiene la su p re ­ macía en el arte de los sonidos. Sus p rin cip a le s re p re se nta n te s son los grandes m úsicos: Beethoven, S chubert, Schum ann y M endelssohn. Adem ás, m erecen especial m ención el polaco C hopin y el húngaro Liszt. Luis van Beethoven (1770-1827). Está considerado por muchos críticos como el más grande de todos los músicos {otros dan ese lugar a Bach). Beethoven unió el espíritu romántico con la disciplina clásica, y sus obras son el fruto de una vida consagrada sin descanso a la labor artística. En 1804 compuso una Tercera Sinfonía dedicada a Napoleón Bonaparte, pero cuando^ se enteró de que éste pensaba coronarse emperador, rasgó encolerizado la dedica­ toria. Desde ese momento, se la conoce como la Sinfonía Heroica. Entre las numerosas obras de Beethoven figuran: nueve sinfonías, cinco con­ ciertos para plano y orquesta, la ópera Fidelio, dieciséis cuartetos para cuerdas, treinta y dos sonatas para piano, etc. Franz Schubert (1797-1828). Vivió como un bohemio, sin hogar propio, apar­ tado de la sociedad y rodeado por un pequeño círculo de amigos. Jamás tuvo dinero, ni ocupó cargo alguno y nunca pudo apreciar la satisfacción del éxito, porque su verdadero mundo era el de los sueños y fantasías. Dotado de un exuberante genio creador, compuso en su corta vida gran can­ tidad de obras, impregnadas de un hondo rom anticism o. Entre ellas, podemos m encionar más de seiscientas canciones (Heder), nueve sinfonías (la más conocida llamada Inconclusa), catorce cuartetos de cuerdas, numerosas piezas para piano, etcétpra. Roberto Schumann (1810-1856). Abandonó el estudio del Derecho por la njúsica en la que defendió los principios de la naciente escuela, romántica, contra la doctrina clásica. El exceso .de trabajo de bilitó su cerebro y lo llevó a la locura, terrib le enfermedad qué pudo sobrellevar muchos años por los solícitos cuidados de su fiel esposa, la gran pianista Clara W ieck.

Algunos críticos consideran a Schumann como el verdadero fundador del ro­ manticismo. Compuso cuatro sinfonías, cuatro oberturas, dos conciertos (uno para vio­ loncelo y otro para piano), tres cuartetos de cuerdas, piezas para piano, etc. Félix M endelssohn (1809-1847). Descendiente de judíos, cultivó a temprana edad su precoz talento y a los diez años com ponía e interpretaba en el piano. Su buena posición económ ica le perm itió recorrer Europa en viajes de estudio. Alemán hasta el fanatismo, impregnó sus obras de “ espíritu nacional” . Fun­ dó un Conservatorio en Leipzig y fue director de la orquesta sinfónica de esta ciudad. Escribió cuatro sinfonías, piezas para piano (Canciones sin palabras), cuar­ tetos, la música para la com edia de Shakespeare El sueño de una noche de ve­ rano, etc. Federico Chopin (1810-1849). Creador de inm ortales melodías, este músico es el símbolo de la dolorida Polonia, tierra que durante varios siglos no conoció más que sangre y opresión. Con Chopin, la música para piano alcanza una altura hasta hoy no superada y pierde parte de sus cualidades emocionales, cuando es transcripta para otro instrumento. Sus obras están impregnadas de ardiente y apasionado lirism o, de gran no­ bleza y de sentimientos varoniles y vigorosos. Extraordinario pianista, recorrió triunfalm ente los principales escenarios euro­ peos, pero este exceso de actividad, unido al sufrim iento de su patria oprim ida, precipitó el térm ino de su corta existencia. M urió de tisis, en París, y sobre ei féretro sus amigos esparcieron un puñado de tierra polaca. Compuso dos conciertos para plano y orquesta, doce polonesas, veinticinco preludios, cincuenta y seis mazurkas, veintisiete estudios, quince valses, etc. Franz Liszt (1811-1886). Corazón generoso, fue amigo y consejero de otros grandes músicos, entre ellos Chopin, Schubert y Schumann. Pianista insuperable, na sido llamado “ el rey de los virtuosos” , por su m agnífica técnica y grandiosa interpretación. Según escritos de su época, Liszt ejerció sobre el auditorio una


influencia sorprendente y asi era frecuente ver llo ra r al sentimentales, y en otros, im presionar a los presentes sismo. Entre otras obras, Liszt compuso varios poemas para piano y orquesta, diecinueve rapsodias húngaras,

público en ciertos pasajes con su excepcional virtuo­ .... sinfomcos, dos conciertos etc.

: Otros m ovimientos liberales y nacionalistas.

Portugal. La Corte se traslada al Brasil. Independencia de esa colonia portuguesa. El rey Don Pedro y el sistema bicameral. Se restablece el absolutismo. Italia. Gobierno despótico del em perador austríaco. Levan­ tamiento libera l en el Piamente. Los carbonarios. Abdica­ ción del rey Victor M anuel 1. El periodo liberal. Intervención de la Santa Alianza. Restablecim iento del absolutismo. La Cuestión de Oriente. Sublevación de los griegos. Apoyo de los liberales. Potencias favorables a los turcos. La paz de Andrinópolis.

Repercusión en Am érica de la Restauración.

Consecuencias en los dom inios hispánicos: la invasión na­ poleónica en España. Fernando VII y sus intentos por so­ focar los m ovimientos revolucionarios. Los partidos p o lí­ ticos en Am érica hispana: conservadores y liberales. La situación en México. Repercusión del movim iento liberal en el Perú. Los com isionados que viajaron hacia América. Se­ mejanzas del proceso po lítico español con nuestra evolu­ ción politica.

Los progresos científicos.

La Física: Roberto Fulton y la aplicación del vapor a la navegación. Stephenson y su Rocket. Daguerre y el da­ guerrotipo. La Electricidad. Oersted, Ampère, Arago, Gauss, descubri­ mientos. La Química: sus progresos debidos a Chevreul, Du­ ma, Berzeiius, Davy y Liebig. La Matemática y la Astronomía. Trabajos de Lsgrange, Monge, Abel y Gauss. Estudios de Piazzi, Secchi, Leverrier y Foucault. Las Ciencias Naturales. Aportes de los sabios: Cuvier, SaintHilaire, Lamarck, Darwin y Humboldt. La Medicina. Jenner y la vacuna. Descubrim ientos de Laènec y Bernard.

Las nuevas concepciones literarias.

El rom anticism o. Innovaciones introducidas por este mo­ vimiento. El rom anticism o en Alem ania: Goethe, S chiller: obras importantes. En Inglaterra: los 1aquistas. Scott y Byron. En Francia: Cháteaubriand, Lamartine, Hugo y Musset.

La Filosofía.

El idealism o y el positivism o. Manuel Kant y Augusto Comte. El inglés Stuart Mili.

La ópera Esta fo rm a a rtís tic a , en la cual se asocian la m úsica con el canto y la m ím ica de los a ctores, fu e c u ltiva d a e sp e cialm e n te por los a rtis ta s italianos, y en m enor grado, por los alem anes y fra n ce se s. Entre los p rim e ro s, se destacaron: Joaquín Ftossini, que e n tre o tra s óperas com puso El barbero de S e villa y G u ille rm o T e ll\ Cayetano D o n iz e tti, que e s c rib ió Lucía de Lamermoor-, V ice n te B e llin i, a u to r de N orm a, y el gran m úsico José V erdi, consi­ derado la fig u ra ita lia n a más destacada. V arias de sus obras son m odelos de p e rfe cció n , com o R ig o le tto , El Trovador y La Travíata. Entre los fra n ce se s s o b re sa lió H é c to r B e rlio z, e s p íritu ro m á n tico y ve r­ dadero m ae stro en la in stru m e n ta c ió n . Su obra más fam osa es la Sinfonía Fantástica. Entre sus óperas, m encionarem os Los Troyanos. En A le m a n ia , la fig u ra más re p re se n ta tiva de este período fu e C arlos M aría von W eber, el que se in m o rta liz ó con la ópera titu la d a F reischüt.

Guía de repaso La Restauración en Europa.

Los absolutistas y los liberales. La autoridad sin lim ites de los reyes y las nuevas ideas de la Revolución Francesa. Los Carbonarios y la Masonería.

El Congreso de Viena.

El princip io de legitim idad. Clemente de Metternich. Las ambiciones de las grandes potencias: la división territorial. El equilibrio de poder. Los conflictos de nacionalidades.

La Historia. La Santa Alianza.

El zar Alejandro 1 de Rusia. M etternich: la cuádruple alianza. Los congresos internacionales: Aix-la-ChapeHe, Troppau, Laybach y Verona.

Su estudio sistem ático: Niebuhr, Tierry, Michelet, Guizot, Macaulay, Carlyle, Prescott.

La Pintura.

La escuela clásica y el rom anticism o. Overbeck, Deiacroix, Turner y Goya.

La Restauración en Francia.

Luis XVIII y el Segundo Tratado de Paris. El Terror Blanco. Los partidos políticos.

La Escultura.

Cànova, Torwaldsen y Rude. La A rquitectura: Viollet-le-Duc.

La Restauración en España.

Gobierno de Fernando VII: el absolutismo. Asesores del monarca. La revolución española de 1820. El movimiento m ilitar de Rafael de Riego. Los liberales: el trienio constitu­ cional español. Intervención de la Santa Alianza: el duque de Angulema. Restablecim iento del absolutismo.

La Música.

Beethoven, Schubert, Schumann, Mendelssohn, Chopin y Liszt. Im portancia de la escuela alemana en la música. La Opera: Rossini, Donizettí, Bellini, Verdi. El francés Berlioz y el alemán Weber.

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Cuestionario

1. ¿Cuáles fueron los partidos políticos antagónicos en la época de la Restauración? 2. ¿Cómo se agruparon los liberales? 3. ¿Qué potencias dirigieron las negociaciones del Congreso de Viena? 4. ¿Cóm o dividió el mapa europeo el citado Congreso? 5. ¿Cuáles fueron los propósitos de esta asamblea? 6. ¿ A . qué se llamó la Santa Alianza? 7. ¿Recuerda algunos congresos internacionales? 8. ¿Qué sabe con respecto a la segunda restauración de Luis XVIII en Francia? 9. ¿A qué se llamó el terror blanco? 10. ¿Qué m edi­ das tomó Fernando VII de España para restablecer sus poderes absolutos? 11. ¿Cóm o se produjo la revolución española de 1820? 12. ¿Qué ocurrió en el trienio constitucional español? 13. Explique los sucesos ocurridos en Portugal en tiempos de la Restauración. 14. ¿Por qué se levantaron los liberales en Italia? 15. ¿Qué ocu­ rrió en el Piamonte? 16. ¿Y en Nápoles? 17. ¿Triunfaron los m o­ vimientos liberales en la península itálica? 18. ¿A qué se llamó la Cuestión de Oriente? 19. ¿Cóm o se independizó Grecia? 20. ¿R e­ percutió en Am érica el proceso de Restauración en Europa? 21. ¿Cómo se dividió la opinión de los grupos dirigentes americanos? 22. ¿Qué ocurrió en el Perú? 23. Compare el proceso político es­ pañol con nuestra evolución política. 24. ¿Cuáles fueron los ade­ lantos de la Física y de la electricidad? 25. ¿Progresó con rapi­ dez la Química en el siglo X IX ? 26. ¿Qué puede decir con respec­ to a la Matemática y la Astronom ía? 27. ¿Y las Ciencias Natu­ rales y la Medicina? 28. ¿En qué consistió la corriente espiritual y artística del romanticismo? 29. Resuma la obra de los principa­ les escritores románticos en Alemania e Inglaterra. 30. ¿Quiénes se destacaron en Francia? 31. ¿Qué puede decir con respecto a la actividad filosófica europea a comienzos del siglo X IX ? 32. ¿Qué ocurrió con la Historia? 33. Mencione algunos artistas destacados del romanticismo en pintura. 34. ¿Cuáles fueron las nuevas orien­ taciones de la escultura y de la arquitectura? 35. ¿Qué sab^ con respecto al romanticismo musical? 36. ¿Fue cultivada la ópera?

Actividades Prácticas A n a liz a r las d ife re n c ia s e n tre los a b s o lu tis ta s y los lib e ra le s e u ro ­ peos. D estaca r los a c o n te c im ie n to s más im p o rta n te s de la R estauración en España.

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R e s u m ir los m o v im ie n to s lib e ra le s en P o rtu g a l, I t a lia y G re cia . En cuadros sin ó p tico s e n u m z ra r: a ) p rin c ip a le s e scrito re s ro m á n ­ tic o s ; b ) h is to ria d o re s ; c) p in to re s y e sculto re s; d ) músicos.

Lectura La R estau ración en España

La última intervención armada de la Santa Alianza tuvo lugar en Es| paña. El pueblo español, en defensa de la tradición nacional, se había alzado en armas contra los ejércitos . napoleónicos r e v o lu c io n a r io s . Las 1 ideas de la Revolución francesa ha[ bían penetrado en aquel país bas­ tante antes que los ejércitos invaso­ res, y ahora, en este momento de lucha por la independencia, una mi­ noría gu b ern a m en ta l, después de burlar la vigilancia francesa, se reu­ nía en Cádiz, en cuyas Cortes redac­ tó una carta constitucional (1812) en la que se infiltraron normas re­ volucionarias contenidas en la fran­ cesa de 1791. Proclamaba la sobera­ nía de la nación ante la protesta de los diputados absolutistas y la divi­ sión de poderes del Estado; instituía unas Cortes elegidas indirectamente con facultad legislativa y voto de impuestos; el ministro quedaba res­ ponsable ante ellas y al monarca se le concedía la prerrogativa de veto. Esta Constitución, que en parte es­ taba en contradicción con los senti­ mientos del país, no fue compren­ dida por la m a y o ría del p u eb lo, carente todavía de capacidad sufi­ ciente para regirse por sí mismo. Sin embargo, en aquella época comen­ zaron a formarse tres corrientes de opinión: los tradicionalistas partida­ rios de la monarquía absoluta, lla­ mados “se rvile s” ; Ja de los “ lib e ra ­ les", entusiastas defensores de la Constitución de 1812, y el grupo “ m oderado” , equidistante de los dos anteriores.

Apenas hubo regresado a España Fernando VII (1814), suprimió por decreto la Constitución de 1812 y todas las leyes de las Cortes de Cá­ diz, de acuerdo con el movimiento de reacción europeo, restableciendo la antigua legislación y el régimen absoluto, al mismo tiempo que dictó medidas para reprimir la agitación liberal. Los liberales perseguidos encon­ traron refugio en las sociedades se­ cretas y sobre todo en la masonería. Durante seis años se cayó en un ré­ gimen de despotismo y tiranía, que descontentó lo mismo a los liberales que a los tradicionalistas. Mientras los elementos revolucionarios prepa­ raban un plan para adueñarse del gobierno, hubo una serie de conspi­ raciones y pronunciamientos, en ge­ neral, dirigidos por militares, que el gobierno pudo descubrir y casti­ gar (Espoz y Mina en Pamplona, 1814; Porlier en Galicia, 1815; Lacy y M ilan s d el B o sch en Cataluña, 1817). Entretanto se habían suble­ vado las colonias americanas y los triunfos alcanzados por los criollos en Chile y Nueva Granada dieron indirectamente la oportunidad y el éxito deseado a los coroneles lib e ra ­ les Riego y Q uiroga, que sublevaron en Cabezas de San Juan (Cádiz) un fuerte ejército próximo a embar­ car para América (1820). En la pre­ paración de este golpe de fuerza en favor de la Constitución de 1812 ju ­ garon gran papel las logias masóni­ cas, que minaron la oficialidad del ejército expedicionario, y el dinero

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americano. La sublevación fue se­ cundada en Galicia, Aragón y Cata­ luña, y abandonado Fernando VII por el ejército, aceptó, atemorizado, !a Constitución de 1812 (7 de marzo de 1820). Como ya vimos, el pronun­ ciamiento español tuvo repercusio­ nes inmediati 3 en Nápoles, Piamonte y Portugal, donde sus monarcas se vieron obligados a otorgar sendas constituciones inspiradas en la de Cádiz de 1812. En España el régimen constitu­ cional funcionó más de dos años con­ fusa y defectuosamente, ya que era obra de una pequeña minoría. La masonería y los jóvenes liberales, cada vez más exaltados, pretendían dirigir la política y entorpecían la labor de los ministros, quienes, por otro lado, no contaban con la con­ fianza del rey, que hacía todo lo posible por obstaculizar la conso­ lidación del nuevo régimen. Hubo levantamientos en Navarra y en Ca­ taluña de los absolutistas o apostóli­ cos y en Seo de Urgel se constituyó una Regencia que se puso en rela­ ción con Austria, Francia e Inglate­ rra. Fernando VII solicitó en secreto ayuda a estas potencias y en el Con­ greso celebrado en Verona, después de vivos debates, los embajadores de la Santa Alianza confiaron al ejér­ cito francés, en razón de su mayor proximidad, el intervenir en España y restaurar la autoridad de Fernan­ do VII. Inglaterra protestó enérgi­ camente y se retiró del Congreso por considerar incompatible su ré­ gimen parlamentario con las inter­

venciones en favor del absolutismo. El gobierno francés redactó una no­ ta conminatoria al gabinete español exigiendo un cambio en el sistema político, y como la respuesta fue ne­ gativa, un ejército francés, mandado por el duque de Angulem a, titulado los Cien mil hijos de San Luis, atra­ vesó el Bidasoa y con la ayuda de 30.000 voluntarios españoles, venció la escasa resistencia de los liberales, hundiéndose rápidamente el frágil edificio constitucional. Los ministros y las Cortes huyeron a Cádiz, lle­ vándose al rey contra su voluntad, pero los franceses sitiaron esta ciu­ dad y obligaron al gobierno a poner­ le en libertad ( l 9 de octubre de 1823), después de la batalla del Trocadero. El problema sucesorio com­ plicó la p o lít ic a en los años que siguieron, viéndose España encami­ nada hacia la guerra civil. Palom eque Torres, Antonio. H

is t o r ia

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n iv e r s a l .

T

om o

II.

Barcelona, 1967. EL PR IM E R T R IU N V IR A T O

La situación a m ediados de 1811 ¿Qué corrientes de opinión se fo r ­ m aron en E sp a ñ a d e b id o a la Constitución de 1812? • ¿Qué ocurrió en Cabezas de San Juan? • ¿Cóm o funcionó el régim en cons­ titucional? • ¿Fueron vencidos los liberales? •

A fin e s de ju n io , la delicada situ a ció n de la Junta Grande se to rn ó más c rític a . La te n s ió n se agravó cuando lleg ó a Buenos A ire s la n o ticia de la d e rro ta de Huaqui, c o n tra ste que o b lig ó a levantar el s itio de M on tevideo . Com o ré p lica , naves re a lista s bloquearon y cañonearon el p u erto de Buenos A ire s . A unque d isu e lta la Sociedad P atrió tica, los o p o sito re s po rte ños no cesa­ ban en su a c tivid a d y hacían responsable al gobierno de todos los fracasos, pues argum entaban que la m ayoría provinciana inte g ra n te de la Junta carecía de p re s tig io y e fica cia por su e xce sivo núm ero. D ebido a la agitación pública, fu e d e s titu id o el s e c re ta rio Campana.

Creación del Triunvirato A n te la h o s tilid a d de la o pinió n pública y por m ediación del C abildo, la Junta Grande — a la sazón p re sidida por M atheu— decre tó el 23 de s e tie m ­ bre de 1811 “ la creación de un e je c u tivo , cuya conducta debía quedar ajus­ tada a las d is p o sicio n e s que le d icta ría la Ju n ta ” . A s í quedó e sta b le cid o un nuevo gobierno o T riu n vira to 1 integrado por F e licia n o C hiclana, M a n u e l de S arratea y Juan José Pasó\ s e c re ta rio s : Ber1 El nuevo gobierno se conoce en nuestra historia como P rim er Triunvirato, aunque en los documentos figura como " G obierno S uperior de tas P rovincias Unidas del R io de la Plata a nom bre del Señor Don Fernando V il” .

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nardino R ivadavia, de G uerra; José Ju liá n Pérez, de G obierno, y V ice n te Ló­ pez, de H acienda. El de cre to del 23 de s e tie m b re establecía además que “ los señores diputados de los pueblos y p ro v in c ia s ", es d e cir, los in te g ra n te s de la des­ p restigiada Junta Grande, deberían in te g ra r una Junta C onservadora ,i de quien dependían los m ie m b ro s del T riu n v ira to . De los se is in te g ra n te s del T riu n v ira to , cin co eran p orteños y uno solo provin ciano: José Julián Pérez. Habían triu n fa d o la ten d e n cia m o re n ista y la d isu e lta Sociedad P a trió tica ; en la m ism a c o rrie n te id e o ló g ica no tard a ría en destacarse Bernardino Rivadavia, genuino re p re se nta n te del c e n tra lis m o por­ teño.

La Junta Conservadora y el Triunvirato El d e cre to del 23 de s e tie m b re ordenaba que el T riu n v ira to debía gober­ nar ateniéndose a las norm as que le fija ra la Junta C onservadora, pero ambos organism os — e je c u tiv o y le g is la tiv o re sp e ctiva m e n te — no tard a ro n en dis­ tan ciarse, a causa de d ive rg e n cia s p o lític a s . El T riu n vira to representaba el p o rte ñ ism o en marcha y Rivadavia — su más destacada fig u ra — sostenía que la d ifíc il s itu a ció n in te rn a y externa obligaba a e sta b le ce r un g o bierno ce n tra liza d o que desde Buenos A ire s im ­ pusiera su autoridad sobre el re s to del te rrito rio . La Junta C onservadora — bajo la in flu e n c ia de Funes— era el s e n tir provincian o, que ta m b ié n aspiraba al p re d om in io p o lític o . C onviene destacar que si bien el T riu n v ira to representaba al núcleo d irig e n te de la c a p ita l, la Junta C onservadora — d ism in u id a y d e sp re stig ia d a — era en esos m om entos la e xpresión del país entero. La co nfusió n de poderes e n tre ambos organism os en pugna p ro d u jo in­ conveniente s a las autoridades del in te rio r, quienes al ta n to de los sucesos no sabían a qué atenerse. Para con so lid a rse en el mando, el T riu n v ira to com enzó a gobernar sin te n e r en cuenta a la Junta C onservadora, lo que aum entó la d ivergencia en tre ambos organism os.

El Reglam ento Orgánico A poco de instalado, el T riu n v ira to re co n o ció las a trib u c io n e s c o n s titu ­ yentes de la Junta C onservadora, pues se d irig ió a e lla , s o lic itá n d o le le reglam entara las norm as a que debía a tenerse en el desem peño de su man­ dato. Bajo la d ire c c ió n del deán Funes, la Junta redactó un R eglam ento O rgá­ n ico que envió al T riu n v ira to el 22 de o ctu b re de 1811. Por vez p rim e ra se establece en nu e stro país la separación de poderes: E je cu tivo (T riu n v ira to ), L e g is la tiv o (Junta C onservadora) y J u d ic ia l (Tribuna­ les independientes), aunque o torga al segundo fa cu lta d e s p re e m in e n te s sobre el e je cu tivo. El docum ento constaba de tre s secciones. En la p rim e ra determ inaba las a trib u cio n e s de la Junta C onservadora, e n tre e lla s , el p o der nom brar a lo s m iem b ro s d e l T riu n vira to .

Los d iputados de la m encionada Junta serían in vio la b le s y perm anece­ rían en sus fu n cio n e s hasta la reunión de un C ongreso. De acuerdo con lo esta b le cid o en la segunda sección, e) T riu n vira to se ocuparía de la a d m in istra ció n pública, de organizar e jé rc ito s y de las fin a n ­ zas. Sus in te g ra n te s durarían un año y m edio en el cargo y serían respon­ sables de sus actos ante la Junta C onservadora. La te rc e ra sección declaraba la independencia del Poder Jud icia l de los o tro s dos poderes. El T riu n v ira to acusó recibo del R eglam ento y consideró que la Junta C onservadora se reservaba excesivas a trib u cio n e s; por ta l causa, som etió el docum ento a e stu d io del C abildo, organism o que, legalm ente, no estaba fa cu lta d o para in te rv e n ir. M ie n tra s se efectuaban estas tra m ita c io n e s , la Junta dispuso p u b lica r el R eglam ento O rgánico y e n via rlo a las provincias. A n te el curso de los sucesos, Rivadavia d e cid ió te rm in a r con el c o n flic to y ordenó el 7 de noviem bre de 1811 la d iso lu ció n de la Junta C onservadora y derogó el R eglam ento. Los diputados re cib ie ro n com unicaciones para que se d irig ie ra n a la brevedad a sus re spectivas provincias. El golpe de Estado ahondó el antagonism o e n tre los pueblos del in te rio r y Buenos A ire s . "C o n esta vio le n ta m edida — e scribe el h is to ria d o r P icciriHi— el T riu n v ira to aclaraba aparentem ente el horizonte p o lític o , pero estaba le jo s de c o n so lid a r la a utoridad del g o b ie rn o ."

El Estatuto Provisional 1 Se titulaba "Conservadora de la soberanía d e l Señor Don Fernando V II y de las leyes nacionales” .

D isu e lta la Junta C onservadora, R ivadavia redactó un program a a fin de re g la m e n ta r la actuación del T riu n vira to . El 22 de noviem bre de 1811 dio a

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conocer el E sta tu to P ro v is io n a l1 en cuya larga in tro d u c c ió n ju s tific a su a c ti­ tu d ante la Junta y hace re s a lta r los e rro re s co m e tid o s por dicho organism o. D ebido a la s itu a ció n im perante y ante “ la necesidad urg e n te de concen­ tra r e l p o d e r” decreta que el T riu n v ira to co n tin u a rá en el mando hasta que los diputados re unidos en un C ongreso general “ establezcan una C o n s titu ­ ción perm anen te ” . D isponía la re m o ció n p e rió d ica de los v o c a le s — cada se is m eses— pero no de los se c re ta rio s , que estaban fa cu lta d o s para reem plazarlos. Para designar a los vocales que term inaran su período creaba una asamblea electoral mediante una elección hecha por el Cabildo de Buenos Aires, un número de ciudadanos designados por la Capital y representantes que enviaran los pueblos. Es interesante destacar que los secretarios eran inam ovibles, situación que perm itía a Rivadavia permanecer en el gobierno.

■fliJ*'“ El E statuto P rovincial fu e aprobado por el C abildo y el 1? de d icie m b re se e fe ctu ó la cerem onia de la ju ra en la Plaza de la V ic to ria , ante las tropas que regresaban de la Banda O rie n ta l, luego dei tra ta d o de p a c ific a c ió n fir ­ mado con Elío.

El motín de las trenzas A los pocos días de ju ra d o el E statuto, se p ro d u jo en Buenos A ire s la sublevación del cuerpo de P a tricio s, e p iso dio que se v in c u ló a la tensa s i­ tua ción p o lítica . A b su e lto del in ju s to proceso, Belgrano fu e designado coronel del Regi­ m iento de P atricios, en reem plazo de Saavedra, quien lo había mandado hasta entonces. En su gran m ayoría, los soldados eran a d icto s al je fe ante­ rio r y e ntre sus fila s ta m b ié n se encontraban m uchos “ p ro v in c ia n o s ” ; en consecuencia, el cam bio de mando d isp u esto por el T riu n v ira to tenía por o b je to im p e d ir todo acto de in d is c ip lin a . El descon te n to in ic ia l se tra d u jo en a b ie rta re b e lió n cuando Belgrano ordenó que todos los soldados debían c o rta rs e la c o le ta o trenza, considera­ da por e llo s va le ro so d is tin tiv o del re g im ie n to . El 7 de d ic ie m b re y después de e xp u lsar a sus o fic ia le s , los p a tricio s se a trin ch e raro n en su cu a rte l d isp u esto s a re s is tir. De acuerdo con una orden del T riu n v ira to , Rondeau — con las tropas que acababan*de re g re sa r de la Banda O rie n ta l— en desigual com bate los o b lig ó a rend irse . Los ca b e cilla s fu e ro n a ju sticia d o s. El sang rie n to e p iso dio tu vo d e riva ció n p o lítica , p o r cuanto Rivadavia culpó al deán Funes y o tro s o p o s ito re s — saavedristas y pro vin cia n o s de la d isu e lta Junta C onservadora— de to d o s los in cid e n te s. Por ta l causa, com u­ nicó a los diputados que aún perm anecían en Buenos A ire s la im periosa necesidad de abandonar inm e d ia ta m e n te la ca p ita l, en el plazo de veinticua­ tro horas. “ Así fue condenada al ostracism o — escribe M itre— la últim a sombra del par­ tido vencido. Los diputados perseguidos, dispersándose en las provincias como las

t Figura en el documento como: "E statuto P rovisional del G obierno S uperior de las Pro­ vincias Unidas del R io de la Plata, a nom bre de Fernando V il” .

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postreras chispas de una hoguera casi extinguida, fueron a llevar a ellas nuevos elementos de com bustión y descontento.”

Rivadavia co n tinuó con su p o lític a c e n tra lis ta en fa v o r de Buenos A ire s y en enero de 1812 ordenó la sup resió n de las ¡untas p ro v in c ia le s , debido a ‘ ‘ la necesidad de e xped irse con rapidez en los grandes negocios y de re sta ­ b le c e r la arm onía y el orden en la p o lític a ".

Nuevam ente la Sociedad Patriótica Sabemos que la p rim e ra S ociedad P a trió tica fue d isu e lta después de la asonada del 6 de a b ril. A com ienzos de enero de 1812 y m ie n tra s algunos m o re n ista s — Paso y C hiclana— ocupaban el gobierno, Rivadavia d e cid ió la apertura de la Sociedad, brindándole el apoyo o fic ia l pues anticipaba su adhesión. El T riu n v ira to a u torizó las reuniones en el e d ific io del C onsulado, y el 13 de enero Bernardo de M onteagudo — la fig u ra más destacada— pronunció el d iscu rso inaugural. Desde la d ire c c ió n de la “ G azeta” , el ú ltim o com enzó a d ista n cia rse del g obierno, el que nom bró un fis c a l para in fo rm a rse de los asuntos tra ta d o s en las reuniones de la Sociedad. La “ Gazeta” que aparecía los martes era dirigida por Vicente Pazos Silva, y la editada los viernes, por Monteagudo. Ambos sostenían polémicas de carácter político con prescindencia del Triunvirato. Más tarde, Pazos Silva continuó su prédica a través de las páginas de un nuevo periódico; El Censor.

En el m es de marzo, el T riu n vira to creó la G aceta M in is te ria l d e l gob ié rn o de Buenos A ire s , en reem plazo de la a n te rio r. Por su parte, M onteagu­ do e d itó un nuevo p e rió d ico — de vida e fím e ra — titu la d o M á rtir o Libre. La Sociedad P atriótica colaboró luego con la Logia Lautaro y fin a lm e n te fue absorbida p o r é sta .1

La Asam blea G eneral Legislativa El E statuto disponía la reunión de una Asam blea G eneral y si bien el T riu n v ira to no estaba d ispuesto a hacerlo, la tensión p o lític a e x is te n te y la acción o p o sito ra de la Sociedad P a trió tica d eterm inaron su convocatoria. El 19 de fe b re ro de 1812 fu e publicado el R eglam ento que da fo rm a a la A sam blea, cuyas v e in te d isp o sicio n e s tra ta n sobre las norm as para la e le cció n de sus m ie m bro s y concede nuevam ente a Buenos A ire s el predo­ m in io sobre el in te rio r del país. La Asam blea tenía ca rá cte r le g is la tiv o , pero no c o n s titu ye n te , y debía actu a r com o reguladora de las d e cisione s del T riu n vira to . La Asamblea debía integrarse con los miembros del Cabildo de Buenos Aires quienes la presidirían , los apoderados de las ciudades del interior en calidad de diputados y 100 ciudadanos de Buenos Aires elegidos por un com plicado sis­ tema de voto calificado. Fácil es deducir que estaba asegurada la m ayoría de la capital en la com nosicion del organismo.

1 Ver Unidad 5?, pág. 399.

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El T riu n vira to subordinó la A sam blea a su entera v o lu n ta d , por cuanto __dice uno de los a rtíc u lo s — “ sólo e l go b iern o puede co n vo ca rla ” p o r un m áxim o de ocho días y tam bién d is o lv e rla “ s i lo exigen la seguridad y l a tra n q u ilid a d p ú b lic a ". El organism o se reunió el 4 de a b ril, p re sid id o por diez m ie m b ro s del C abildo de Buenos A ire s , además de tre in ta y tre s re p re se nta n te s porteñps y once provin cia n o s. . La Asam blea sólo sesionó dos días porque a causa de un in cid e n te con el T riu n v ira to ’ Rivadaviá ordenó su d is o lu c ió n el 6 de a b ril; el C abildo fue suspendido en sus fu n cio n e s hasta nueva orden.

JOSE DE SAN M ARTIN A fin e s del verano de 1812, el día 9 de marzo, a rrib ó al p uerto de Buenos A ire s , procedente de Londres, la fra g a ta inglesa Jorge Canning trayendo a su bordo a un varón de epopeya, el entonces te n ie n te ^coronel José de San M a rtín , quien más ta rd e sería apellidado con ju s tic ia el mas grande de los c rio llo s del Nuevo M u n d o ” . Regresaba a la tie rra natal con sus co m p a trio ta s el a lfé re z C a rlo s de A lv e a r y el o fic ia l M atías Zapiola, el barón de H olm berg y otro s. Soldado genial, abnegado y austero, sin más fo rtu n a que su espada, San M a rtín llegaba a su p a tria para e n tregarse por e n tero a la causa de la em an­ cipación de m edio c o n tin e n te . José de San M artin había nacido en Yapeyú, pueblo de las antiguas misiones jesuíticas, el 25 de febrero de 1778. Era hijo del oficial español Juan de San Martín — designado teniente de gobernador de las Misiones— y de doña Gregoria Matorras, de igual nacionalidad. A los ocho años de edad, fue llevado a España por sus padres. En ju lio de 1789, José de San Martín in ició su carrera m ilita r en el regimiento de Murcia, sentando plaza de cadete. “ El uniforme — escribe el historiador Mitre era celeste y blanco y el joven aspirante vistió con él, los colores que treinta anos después debía pasear en triunfo por la mitad de un continente” . Con su regim ien­ to, San Martín debió trasladarse al A frica y allí hizo su bautismo de fuego al de­ fender valerosamente la ciudad de Orán contra un sitio de los moros. En 1793 regresó a España y luchó contra la invasión de los franceses bajo las órdenes del ¡lustre general Ricardos; por su destacado com portam iento fue ascen­ dido a subteniente del regimiento de Murcia. Poco después, el joven oficial también conoció la lucha en el mar, pues su regimiento embarcó en la flota española y se batió contra los británicos en la batalla del Cabo de San Vicente ("febrero de 1797). Concluyó su experiencia marina cuando la em barcación en que navegaba — “ La Dorotea” — fue apresada por un barco inglés y, tras fuerte resistencia, San Martín cayó prisionero con los demás tripulantes. En 1801 participó de la guerra declarada por España a Portugal, como se­ gundo capitán del B atalltin de Voluntarios de Campo Mayor, en su foja de servicios consta el honroso desempeño que le cupo. Concluida la campaña regresó a Cádiz

i El vocal Paso había terminado su periodo y entonces la Asamblea designó sucesor a Juan M artin de Pueyrredón. Esto fue bien recibido por el Triunvirato, no asi la designación como suplente de José Díaz Vélez, pues el gobierno sostuvo — en base al Estatuto vigente que a interinato correspondía a Rlvadavia.

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y allí soportó la terrib le epidem ia de cólera de 1804, que puso a prueba su horri'bría y elevados sentimientos. San Martín in ició una nueva etapa de su vida cuando se puso en contacto con os ideales liberales que en esa época se esparcían por Europa. Luego ingresó en la Logia Lautaro, sociedad secreta de acción libertadora que era una filia l de la Gran Reunión Americana fundada en Londres por el precursor Francisco Miranda. En mayo de 1808 el pueblo español se levantó en armas contra los ejércitos de ocupación franceses y en Cádiz le tocó a San Martín observar los excesos de I la m ultitud que culm inaron con el asesinato del gobernador de dicha plaza, general Francisco Solano Ortiz. La tragedia impresionó su espíritu y desde ese momento nunca ju stificó los actos incontrolados de la muchedumbre. Más tarde, San Martín luchó valerosamente contra los ejércitos napoleónicos ¡ en la batalla de A rjonilla, donde salvó la vida gracias a la intervención de uno de sus hombres. En ju lio de 1808 tuvo destacada actuación en la batalla de Bailén y fue ascendido a teniente coronel; en mayo de 1811 volvió a enfrentar a las tropas francesas en la batalla de Albuera. Después del últim o combate, San Martín dio un nuevo rumbo a su existencia al seguir el llamado de su patria — que se había levantado contra la m etrópoli— y abrazar la causa de la em ancipación americana. Había com batido por tierra y por mar veintiún años en favor de España, pero juzgó llegado el momento de obedecer al dictamen de su conciencia. “ Sin tener más que una vaga idea del verdadero estado de la lucha en Amé­ rica — escribe su contemporáneo el general G uillerm o M iller— resolvió m archar a serle tan útil como pudiera.” San Martín solicitó su retiro del Ejército español y al mismo tiem po la autori­ zación para trasladarse al Perú, con el pretexto de atender intereses personales Concedida la baja, a mediados de setiembre zarpó de Cádiz pero con destino a Inglaterra, luego de aceptar la valiosa ayuda del noble escocés lord Macduff. En Londres trabó amistad con varios americanos, entre ellos Manuel Moreno hermano del “ numen de la Revolución” — , Tomás Guido y el venezolano Andrés Bello. Estos jóvenes pertenecían a la sociedad secreta fundada por Miranda que era matriz de la que funcionaba en Cádiz.

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San M a rtín no tra jo o tro s títu lo s que no fu e ra n su destacada actuación m ilita r en la península, mas, por ta l causa, su p resencia en Buenos A ire s despertó recelos en los m ie m b ro s del T riu n v ira to . Sin em bargo, disipadas las dudas, el 16 de marzo fu e reconocido en su grado de te n ie n te coronel. A esta altu ra de la vida, San M a rtín era un hom bre de vig o ro sa co n te x­ tu ra fís ic a , bien proporcionado y de rasgos a tra y e n te s .1 A m ediados de no­ vie m b re casó con M aría de los Rem edios Escalada, jo ve n de quince años que pertenecía a una d is tin g u id a fa m ilia .

El R egim iento de Granaderos a Caballo El gobierno encom endó a San M a rtín la organización de un escuadrón de caballería y designó segundos je fe s a A lv e a r y a Zapiola, sus com pañe­ ros de via je . A s í s u rg ió el más ta rd e fam oso re g im ie n to de G ranaderos a C aballo, cuyo cu a rte l se e s ta b le c ió en el R etiro, al n o rte de la ciudad. San M a rtín e lig ió uno a uno los o fic ia le s y soldados, to d o s e llo s jóvenes de alta ta lla , fís ic a y m o ra lm e n te sanos. Les enseñó en persona el m anejo de las arm as y su e x p e rie n cia gu e rre ra , a la vez que los d otó de un vis to s o un ifo rm e . "E l je fe — e scrib e Ricardo Rojas— v is te u n ifo rm e de paño azul con vivos rojos, botas de cuero opaco, sable corvo, espuelas y fa lu ch o fo rrado de h u le .” San M a rtín in cu lcó en sus hom bres el c u lto de la dignidad y del coraje, para lo cual reg la m e n tó un código de h o nor destin a d o a los o fic ia le s del re g im ie n to y que castigaba, e n tre o tra s fa lta s , la cobardía en acción de guerra. M ensualm ente se reunía en un trib u n a l d estinado a v ig ila r el e s tric to c u m p lim ie n to del código. De esta manera se fo rjó el h e ro ico cuerpo que debía derram ar su sangre en las luchas por la independencia.

LA C O N JU R A CIO N DE ALZAGA Don M a rtín de Alzaga, la fig u ra más destacada del p a rtid o español, ela­ boró un cuidadoso plan para adueñarse del poder, e je c u ta r a las autoridades p a trio ta s y e s ta b le c e r un g obierno que respondiera al C onsejo de Regencia de Cádiz. Los conjurados in icia ro n una se rie de reuniones en c o m e rcio s y d o m i­ c ilio s p a rticu la re s , y en los ú ltim o s días de ju n io de 1812 todo estaba prepa­ rado para la intentona. El e s ta llid o del m o v im ie n to s u frió una dem ora, pues A lzaga deseaba que co in cid ie ra con el a n ive rsa rio de la heroica defensa (5 de ju lio ); esta a ctitu d fue p roviden cia l para los p a trio ta s , por cuanto p e rm itió re p rim ir con é xito la rebe lión.

Encabezados por Martín de Alzaga, los miembros del partido español se reunieron para cons­ pirar contra el Primer Triunvirato. De triunfar el golpe, pensaban “ colgar las cabezas de los | patriotas en las verjas de la Pirámide de Mayo” .

Varias denuncias llegaron al g obierno por d is tin to s conductos. La pri¡m e ra in fo rm a ció n concreta la p rop orcionó un esclavo de co lo r llam ado I V e n tu ra , quien lo com unicó a su dueña, ésta al alcalde de Barracas y el [ú ltim o al T riu n v ira to (1? de ju lio ). A l día sig u ie n te , Rivadavia com isionó a ¡ C hiclana para que in icia ra la Investig ació n; el 3 de ju lio , la com adre de Alzaga confesó que en su pro p io d o m ic ilio los conjurados efectuaban reIuniones. D escubierta la conspiración , Rivadavia decre ta — ese m ism o día— I la pena de m u e rte sobre los p rin cip a le s cabe cilla s. A lzaga cam bió varias veces de escond ite, hasta que fin a lm e n te fue |t apresado en la m adrugada del 6 de ju lio y ejecutado esa mañana. Un tr iI bunal creado ale fe c to ordenó penas de m uerte — fu sila d o s y colgados de I la horca— , condenas a vario s años de p risió n o co n fin a m ie n to s, según la c u lp a bilid a d .

í LA OBRA DEL PRIMER TRIUNVIRATO A m p lia e intensa fu e la obra del P rim er T riu n vira to , debida en gran p arte a la acción de Rivadavia. Podemos re su m irla de la sig u ie n te manera:

‘ a) Política y judicial ' El general Gerónimo Espejo — oficial del Ejército Libertador— describió en esta forma al héroe máximo argentino: "San Martín era de una estatura más que regular; su color moreno, tos­ tado por la Intemperie; nariz aguileña, grande y curva; ojos negros grandes y pestañas largas; su mirada era vivísima, ni un solo momento estaban quietos aquellos ojos, era una vibración continua la de aquella vista de águila. Este conjunto era armonizado por cierto aire risueño, que le captaba muohas simpatías. "El grueso del cuerpo era proporcional al de su estatura y además muy derecho, garboso, de pecho saliente; tenía cierta estructura que revelaba al hombre robusto, al soldado de campaña.

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El 26 de o ctu b re de 1811, el T riu n vira to creó una Junta P rotectora de ; lib e rta d de im p re n ta integrada por nueve m iem bros y cuya m isión era reV p rim ir los d e lito s de prensa. Esta d isp o sició n fig u ra b a en un d ecre to publiI cado sobre la base de un tra b a jo a n te rio r del deán Funes. Tam bién se dio a conocer el D e cre to de la segu ridad in d iv id u a l — a n ticipo del actual habeas corpus— , que ju n ta m e n te con el de lib e rta d de Im prenta í se consideran parte del E statuto P rovisional.

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A insta ncias del C abildo y para e lim in a r los p re ju ic io s ra cia le s, el T riun­ v ira to p ro h ib ió el trá fic o de esclavos en todo el te r rito rio de las P rovincias Unidas. También dispuso o to rg a r la carta de ciudadanía a los e xtra n je ro s que se hubiesen hecho acreedores "a la e stim a ció n y re c o n o c im ie n to de la p a tria ” . D ecretó la creación de la escarapela nacional — 18 de fe b re ro de 1812— a s o lic itu d del general B elgrano. El T riu n v ira to to m ó una s e rie de im p o rta n te s m edidas de carácter ju d ic ia l. El 23 de enero de 1812 dio a conocer el R eglam ento de in s titu c ió n y ad m in istra ció n de ju s tic ia , que reem plaza a la a ntigua A u d ie n cia por la Cámara de A p e la cio n e s y además esta b le ce un T ribunal de C oncordia. b) C ultural y económica Rivadavia consideraba que la in s tru c c ió n era la base del b ie n esta r social y bregó por m e jo ra r el n ive l c u ltu ra l. Fueron creadas dos escuelas p rim a ­ rias y s o lic itó la venida al país de p ro fe so re s europeos para d e s tin a rlo s a e sta b le cim ie n to s de segunda enseñanza. En m ate ria económ ica, el T riu n v ira to s u p rim ió el estanco d e l tabaco, es de cir, el m onopolio de ese a rtíc u lo p o r cuenta del Estado, Dio im p u lso a la a g ric u ltu ra y a las in d u s tria s ; además fo m e n tó el d e s a rro llo de la m inería. c) M ilita r Las m ejoras m ilita re s del T riu n v ira to fu e ro n respaldadas por la colabo­ ración de tre s je fe s destacados: San M a rtín , B elgrano y Pueyrredón. Se ins­ taló un Estado M a yo r M ilita r para re fo rm a r y d is c ip lin a r el e jé rc ito ; se creó el R egim iento de G ranaderos a C aballo y además dispuso la reorganización de los e x is te n te s . Tampoco fu e descuidada la fa b ric a c ió n de arm as y de pólvora.

LA REVOLUCION DEL 3 DE OCTUBRE DE 1812 La Logia Lautaro A poco de su a rrib o , San M a rtín co n sid eró in dispensable organizar y d is c ip lin a r las fuerzas p o lític a s , para dar unidad al m o vim ie n to re v o lu c io ­ nario. A m ediados de 1812, fun d ó — con A lv e a r y Z apiola— la Logia Lautaro, sociedad secre ta con fin e s e xclu siva m e n te p o lític o s . Sus in te g ra n te s se pro pusieron tra b a ja r p o r “ la independencia de A m é ric a y su fe lic id a d , obran­ do con honor y pro ce d ie n d o con ju s tic ia " . La Logia — sem ejante a la creada por M iranda en In g la te rra — to m ó de la m asonería su m is te rio , d is c ip lin a , je ra rq u ía y algunos sím bolos. “ Los a fi­ liados — e scribe M itre — se daban el títu lo de H erm anos y su leyenda m ística estaba sim bolizada p o r estas tre s le tra s : U.F.V. que quieren d e c ir: Unión, Fe, V ic to ria .” Los miembros de la Logia Lautaro estaban ligados a misteriosos vínculos que mantuvieron en secreto hasta la muerte. Datos de interés sobre la constitución de esa sociedad se conocieron cuando muerto O’Higgins se hallaron entre sus papeles varios documentos aclaratorios.

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En el grado de Iniciación, el juram ento era el siguiente: “ traba ja r p o r la inde­ pendencia am ericana", y en el segundo se exigía “ la profesión de fe de l dogma rep ub lica no ".

Los in te g ra n te s de la Logia debían s e r am ericanos y, además de ju ra ­ m entarse m utua ayuda, estaban obligados a co n su lta r la volunta d del orga­ n ism o en caso de ocupar — cualquiera de e llo s — un cargo púb lico. La sociedad se cre ta sostenía dos p rin c ip io s básicos: Independencia y C o n s titu c ió n republicana, p or lo ta n to , sería op osito ra de toda a utoridad que no los respetara. Por esta causa no ta rd ó en e n fre n ta r al T riu n vira to , d irig id o en esas épocas con mano firm e por Rivadavia. La Logia Lautaro y la S ociedad P a trió tica u n ifica ro n su acción contra el g o b ierno, pero u tiliz a ro n d is tin to s p ro ce d im ie n to s: la prim e ra actuaba en se c re to , m ie n tra s la agrupación de M onteagudo trabajaba públicam e nte, a tra v é s del p e rio d ism o , de reuniones, e tcé te ra .

Se convoca a una nueva Asam blea A m ediados de 1812, el d e s p re s tig io del T riu n vira to era púb lico. La activa o p o sició n — encabezada p or la Logia Lautaro y la S ociedad P a trió tica — censuraba el m arcado c e n tra lis m o del gobierno y lo acusaba de q u e re r pe r­ petuarse en el mando, al de m orar la convo ca toria de un C ongreso general. A las d ific u lta d e s de orden p o lític o se sumaba la grave situ a ció n del E jé rc ito del N orte, asediado por el enem igo. Gran d e sco nten to produjo la orden enviada desde Buenos A ire s al general B elgrano para que se re tira ra con sus tro p a s sin lib ra r com bate. Presionado por sus a dversarios, el T riu n vira to convocó a los ca bildos del in te rio r — el 3 de ju n io — : para que enviaran repre se ntante s ante una nueva A sam blea, que reem plazaría a la d is u e lta en los p rim e ro s días de a b ril. Los diputados provinciales debían con currir a Buenos Aires para integrar una Asamblea electoral dispuesta a sancionar una ley, a fin de reunir más tarde una Asamblea constituyente. De tal manera, se pretendía reemplazar a la últim a — que todos anhelaban— por una sim ple asamblea de carácter electoral.

El T riu n v ira to d ispuso que el C abildo de Buenos A ire s debía e le g ir los d iputados p o r la ca p ita l y tam bién exa m ina r los poderes de los repre sentan­ te s del in te rio r; en e ste ú ltim o caso, el A yu n ta m ie n to estaba fa cu lta d o para rechazar a cualquiera de e llo s y nom brar el suplente. M endoza e lig ió diputado a M onteagudo — re sid e n te en Buenos A ire s y candidato de la Logia— , pero su designación no fu e aceptada p o r el go b ier­ no, quien lo com unicó al C abildo, para que éste nom brara a un reem pla­ zante,1 ta m b ié n fu e ro n rechazados los re p re se n ta n te s de S alta y Jujuy.

La revolución. El Segundo Triunvirato El 5 de o ctu b re lle g ó a Buenos A ire s la n o ticia de la v ic to ria del general Belgrano en Tucumán, pero el triu n fo b e n e fició a la o p o sició n por cuanto

i Fue designado José A ntonio Villanueva, partidario de Rivadavia. El Cabildo de Mendoza protestó contra el centralismo de Buenos Aires, cuyo Cabildo — dice el documento— "no tiene juris­ dicción alguna sobre la ciudad de Mendoza".

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era público que el vencedor había desobedecido órdenes expresas del Triun­ virato. El 6 de octu b re se re u n ió la A sam blea e le c to ra l y designó t r iu n v ir o __en reem plazo de Sarratea que había cesado— al d o c to r Pedro M edrano. Este era el candidato s o ste n id o por Rivadavia y, por ta l m o tivo , los o p o sito re s dem ostraron su indignación y el d e sco n te n to se hizo general. A n te el curso de los sucesos, los com ponentes de la Logia Lautaro organizaron una re vo lu ció n . A l am anecer del 8 de o ctu b re se presentaron en la plaza de la V ic to ria las tro p a s de la g u a rn ició n : el cuerpo de Grana­ deros a C aballo, a las órdenes de San M a rtín , el re g im ie n to N? 2, d irig id o por O rtiz de Ocam po, y la a rtille ría del com andante M anuel Pinto. Num eroso p úblico acompañaba a e stos e fe c tiv o s . Los re vo lu c io n a rio s convocaron a un C abildo a b ie rto y e n tregaron un p e tito rio donde exigían: "q u e en el acto se suspendiera la Asam blea y cesara el go biern o en sus fu n cio n e s y, reasum iendo la autoridad de que fuera in ve stid o por el pueblo el 22 de m ayo de 1810, creara un E je cu tivo com ­ puesto por las personas más dignas del su fra g io pú b lico , debiendo convo­ carse a una A sam blea G eneral E xtra o rd in a ria en el p re ciso té rm in o de noventa d ía s". El C abildo accedió a lo s o lic ita d o y nom bró para e je rc e r un nuevo go­ bierno provisio n a l — hasta la reunión de la A sam blea— a Juan José Paso, N icolás R odríguez Peña y A n to n io A lva re z Jonte. Este segundo T riu n vira to gobernó con a c ie rto y o rie n tó el país de acuerdo con los p ro p ó sito s de la Logia Lautaro: Independencia y C o n stitu ció n . “ La revolución del 8 de octubre de 1812 — escribe M itre— fue como la del 25 de mayo esencialm ente nacional y dem ocrática en su tendencia. "E sta fue la prim era vez que se vio a San M artin tom ar parte directa en un movimiento revolucionario y sólo por accidente otra vez más tomó parte indirecta en la caída de un gobierno. Encaminada la Revolución y establecida la disciplina de la Logia creada por él, se alejó para siempre de los partidos m ilitantes en la política doméstica, consagrándose exclusivam ente a la realización de sus planes m ilitares contra el enemigo com ún.”

B E L G R A N O Y L A C R E A C IO N

DE LA B A N D E R A N A C IO N A L

La escarapela A fin e s de 1811, el p rim e r T riu n v ira to debía e n fre n ta r una delicada situación m ilita r. Después de la d e rro ta de Huaqui, el enem igo se preparaba para un va sto plan de ataque en el n orte, m ie n tra s en la Banda O rie n ta l los re a lista s se afirm aban en sus posiciones. A m ediados de noviem bre, Elío p a rtió de regreso a España y d ejó en el mando — con el cargo de capitán general— a A n to n io Gaspar de Vigodet. La tensa s itu a ció n c u lm in ó con una nueva lucha e n tre ambas ciudades del Plata. En busca de víveres, la escuadra de M o n te vid e o in ic ió una se rie de in cu rsio n e s y actos de p illa je por los ríos Paraná y Uruguay. Para p ro te ­ ger el lito ra l, el T riu n v ira to dispuso le va n ta r pequeñas fo rtific a c io n e s de ca rá cte r d efensivo. De acuerdo con el plan trazado, se co n stru ye ro n baterías co ste ra s en el Rosario, sobre las barrancas del Paraná, cuyo mando se c o n fió al general

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B elgrano, quien lleg ó a d e stin o a m ediados de fe b re ro de 1812, con fuerzas del R egim iento de P atricios. No habían te rm in a d o las obras de fo rtific a c ió n , cuando llegaron no ticia s de que una escuadra enem iga estaba p róxim a a zarpar de M ontevideo en d ire c c ió n al Rosario. A n te la in m ine ncia del p e lig ro , Belgrano re so lvió le ­ va n ta r el p a trio tis m o de sus tro pas por m edio de un sím bolo, que sería a la vez el d is tin tiv o de la R evolución. El 13 de fe b re ro se d irig ió al T riu n vira to s o lic itá n d o le la a utorización para el uso de una “ escarapela n a cio na l” , con los co lo re s azul c e le ste y blanco. En el acuerdo del 18 de fe b re ro de 1812, el go bierno re so lvió reconocer la E scarapela N acional de las P rovincias U nidas d e l Río de la Plata, "d e c la ­ rándose com o ta l la de los colo re s blanco y azul ce le ste , quedando abolida la roja con que antiguam ente se d is tin g u ía ” . El día 23, Belgrano entre gó el nuevo d is tin tiv o a sus soldados.

La Bandera Nacional C ontinuando con sus nobles de cisio nes, Belgrano juzgó que con los m ism os co lo re s de la escarapela debía fla m e a r una bandera bajo el cie lo de la Patria. El 27 de fe b re ro de 1812 inauguró las baterías y llam ó Libertad a la ubicada en la barranca, e Independencia a la e rig id a sobre la isla p ró x i­ ma. En esas c ircu n sta n cia s enarboló una nueva bandera “ con form e a los co lo re s de la escarapela n acional” . A sí lo com unicó al T riu n vira to .

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El g obierno juzgó im p ru d e n te ta l a c titu d — que im p lica b a una a lte ra ció n de la cautelosa p o lític a e x te rio r seguida hasta e ntonces— y ordenó a Belgrano que ocu lta se con d is im u lo la nueva bandera a la vez que le envió, para reem plazarla, una se m e ja n te a la que ondeaba en el Fuerte. Belgrano no re c ib ió la com unicación, por cuanto debió tra sla d a rse al no rte , para hacerse cargo del mando del e jé rc ito . A l lle g a r a Jujuy, al c e le ­ brarse el 25 de M ayo desplegó la nueva bandera, la que fu e bendecida por el canónigo Ignacio G o rriti y presentada al pueblo desde los balcones del C abildo. Enterado el T riu n v ira to , d e sautorizó nuevam ente el p ro ce d e r de B elgra­ no, quien entonces dispuso re se rva rla para que flam eara “ el día de una gran v ic to ria ". Después del triu n fo de Tucumán, el p ro ce r enarboló nueva­ m ente la Bandera de la Patria en el río Pasaje (13 de fe b re ro de 1813). A C O N T E C IM IE N T O S M IL IT A R E S ENTRE LO S A Ñ O S 1812-14

Los realistas invaden por el norte A fin e s del mes de fe b re ro de 1812, el T riu n v ira to designó a Belgrano je fe del E jé rcito del N orte, en reem plazo de Pueyrredón, quien había renun­ ciado por m o tivo s de salud. R ecibió in s tru c c io n e s para que in icia ra una re tira d a genéral en d ich o fre n te , con el o b je to de fa c ilita r una ofe n siva con tra la Banda O rie n ta l. Pueyrredón le entre g ó el mando en la posta de Y atasto (actual p ro vin cia de S alta). El e jé rc ito re a lis ta dem oró su esperado ataque, s itu a ció n que aprovechó Belgrano para reorganizar sus d é b ile s tro p a s, en una labor de gran esfuerzo que de m ostró su capacidad. A m ediados de mayo, Belgrano e s ta b le ció su cua rte l general en Ju ju y y a llí — com o sabem os— levantó el e s p íritu p a trió ­ tic o del pueblo, al e n arbolar por segunda vez la bandera c e le ste y blanca. Cuando las tro p a s enem igas in ic ia ro n su avance hacia el sur, Belgrano — de acuerdo con órdenes del T riu n vira to — in ic ió la re tira d a de sus e fe c ti­ vos en d ire cció n a Tucumán, pre ce d id o por num erosas fa m ilia s . Este e p iso ­ dio se conoce en n uestra h is to ria con el nom bre de " éxodo d e l pueblo ju je ñ o ". El 3 de se tié m b re , la retaguardia p a trio ta al mando de Díaz V élez fue atacada por un destacam ento de vanguardia enem igo a o rilla s del río Las Piedras y obligada a re tira rs e p re cip ita d a m e n te . Enterado Belgrano acudió con el grueso de sus fuerzas y d e rro tó a los atacantes; el triu n fo — aunque pequeño— levantó la m oral de tes tro p a s e in fu n d ió confianza a su je fe .

Batalla de Tucumán Belgrano se persuadió de que cuanto más re trocedía, más d ifíc il le sería re co n q u ista r el te r rito rio p e rd id o y m antener el e s p íritu c o m b a tivo de sus tropas, bajo la p resión de un tenaz p erseguidor. Una vez en Tucumán y ante el apoyo del pueblo, re s o lv ió im p e d ir el avance del enem igo y a su m ir la responsabilidad de la desobediencia, pues el T riu n vira to le había ordenado una re tira d a general hasta Córdoba. A l fre n te de unos 1.500 hom bres, Belgrano d e cid ió e sp e ra r a los re a lis ­ tas fre n te a una p la n icie conocida com o cam po de las carreras, en las afueras de la ciudad.

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El e jé rc ito p a trio ta to m ó posició n de com bate m irando hacia el norte, pero T ristá n — evita ndo la lucha— avanzó sobre la izquierda con el o b je to de c o rta rle la re tirad a hacia el sur. El e jé rc ito d e fe n so r quedaba entonces amenazado po r la espalda, pero B elgrano ordenó un rápido cam bio de fre n te , lo que p e rm itió a sus hom bres quedar a la v is ta del enem igo. La batalla se lib ró el 24 de se tie m b re de 1812 y concluyó con la v ic to ria de las arm as p a trio ta s. T ristán ordenó el rep lie g u e de sus e fe c tiv o s rum bo a Salta. El triu n fo de Belgrano conso lid ó la obra de la R evolución y a le jó mo­ m entáneam ente el p e lig ro de un ve rdadero desa stre. Si el e jé rc ito pa trio ta se hubiera re tira d o , las p ro vin cia s del n o rte se pierden para sie m p re y el enem igo, dueño de un extenso te r rito rio , habría llegado hasta Córdoba, donde le hubiera sid o más fá c il o b te n e r la cooperación de los re a lista s de la Banda O rie n ta l y de las tro p a s portuguesas del B rasil.

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Tam bién el triu n fo tu vo im p o rta n te s consecuencias p o lític a s , por cuan­ to Belgrano — que contaba con la sim patía de la Logia Lautaro— había de­ rrotado al invasor co n tra ria nd o d is p o s ic io n e s del g obierno y dem ostrado el a c ie rto de los o p o s ito re s cuando pedían a u x ilio s para re m itir al E jé rc ito del N orte. A los tre s días de conocerse la n o ticia del com bate en Buenos A ire s , el p rim e r T riu n v ira to fu e d e rrib a d o por la re vo lu ció n del 8 de octubre.

Batalla de Salta Luego de la v ic to ria de Tucumán, el gobierno de Buenos A ire s ordenó a Belgrano in ic ia r una o fe n siva hasta cerca del río Desaguadero, en el A lto Perú. M ie n tra s ta n to , el e jé rc ito de T ristán se había concentrado en Salta hasta que cesara la esta ció n de las llu v ia s , para luego co n tin u a r sus opera­ ciones. El 12 de enero de 1813, los e fe c tiv o s p a trio ta s in icia ro n su avance hacia el n orte y a com ienzos del mes s ig u ie n te vadearon el río Pasaje, cuyas aguas estaban m uy cre cid a s a causa de los fre c u e n te s aguaceros, por lo que el cruce dem oró tre s días. Una vez en la o rilla opuesta, el 13 de fe b re ro Belgrano hizo ju ra r a su e jé rc ito obediencia a la A sam blea general reunida en Buenos A ire s y a la bandera b ic o lo r que tie m p o atrá s había creado. A pesar del mal tie m p o y de los m alos cam inos, los p a trio ta s p ro s i­ guieron su avance en d ire c c ió n a S alta. En las pro xim id a d e s de esa ciudad se e nteró Belgrano de que e x is tía un sendero a tra vé s de una quebrada el cual le p e rm itía atacar al enem igo por retaguardia. Bajo una copiosa lluvia, las tropa s sig u ie ro n ese rum bo y el 19 de fe b re ro llegaron a la hacienda de Castañares, una legua al n o rte de Salta. El e jé rc ito re a lis ta m aniobró para colocarse en p o sició n de com bate y el 20 de fe b re ro de 1813 se lib ró la im p o rta n te batalla de S alta. Los e fe c tiv o s p a trio ta s — por p rim e ra vez marchaban a la lucha con la bandera ce le ste y blanca— lograron quebrar la tenaz re s is te n c ia enem iga, que recién se doblegó d e n tro de los m uros de la ciudad. T ristán se co nvenció de la in u tilid a d de sus esfuerzos y o fre c ió a Bel­ grano la ca p itu lació n de las fuerzas re a lista s. El ú ltim o la concedió en té rm i­ nos dem asiado benévolos, pues a cam bio de e n tre g a r las arm as y bagajes, los vencidos quedaban en co m p le ta lib e rta d , bajo el ju ra m e n to de que nunca vo lvería n a luchar co n tra las P rovincias Unidas. Este rasgo de generosidad por parte de Belgrano p e rju d ic ó el triu n fo , por cuanto el ju ra m e n to no fue respetado. P olíticam ente, la v ic to ria de Salta a le jó por un tie m p o el p e lig ro de una Invasión enem iga, co n so lid ó al g o bierno de Buenos A ire s y d e sp e rtó el sen­ tim ie n to p a trió tic o . En el orden m ilita r, el e jé rc ito re a lista s u frió un rudo golpe y la pérdida de gran cantidad de m a te ria l b é lic o tam bién p re c ip itó la renuncia de Goyeneche. La A sam blea del A ñ o XIII concedió a los o fic ia le s y soldados p a trio ta s el uso de un d is tin tiv o con la s ig u ie n te in s c rip c ió n : La P atria a lo s vence­ dores de Salta. Regaló a B elgrano un sable con g uarnición de oro y la suma de 40.000 pesos, que — con gran d e s in te ré s — no aceptó y dispuso d e s tin a r a la creación de cu a tro escuelas p úblicas de prim e ra s le tra s en Jujuy, Tu­ cumán, S antiago del Estero y Tarija.

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Segunda campaña al A lto Perú. Vilcapugio D espués de la d e rro ta su frid a en S alta, los re a lista s se re tira ro n hasta O ruro y quedaron a las órdenes del b rig a d ie r Joaquín de la Pezuela. Por su parte, el e jé rc ito re vo lu cio n a rio avanzó lenta m ente y a m ediados de ju n io de 1813 e sta b le ció su cu a rte l general en Potosí. En los prim e ro s días de s e tie m b re , las tropas m archaron hacia el n orte hasta lle g a r a la pampa de V ilca p u g io — llanura rodeada de altas m ontañas— donde Belgrano e s ta b le ció su cam pam ento a la espera de co n ce n tra r todas sus fuerzas. Enterado Pezuela de estos planes, re so lvió a n ticip arse y al am anecer del 1? de o ctu b re de 1813 penetró con su e jé rc ito en la llanura de V ilca p u ­ gio. A pesar del ataque so rp re sivo , las tro p a s de Belgrano rechazaron el c e n tro y el ala izquierda enem iga, pero luego se produjo una confu sión en sus fila s , c ircu n sta n cia s que aprovecharon los re a lista s para vencerlos. Bel­ grano em p re n dió una ordenada re tira d a y acampó en el pueblo de Macha, tre s leguas al n o rte de la pampa de A yohum a.

Ayohuma Incansable en el c u m p lim ie n to de su deber, B elgrano re c ib ió algunos refuerzos y reorganizó con rapidez sus tro pas. Enterado de que los re a lista s avanzaban para e n fre n ta rlo , d e cid ió no e sq uivar el com bate, cuando la pru­ dencia le habría aconsejado en esas circu n sta n cia s em p render la retirada, para c o n so lid a r sus posicion es y fa tig a r al enem igo. Pezuela atacó a los p a trio ta s el 14 de n oviem bre de 1813 en la pampa de A yohum a. Después de s o p o rta r un m o rtífe ro cañoneo y el fueg o cruza­ do de la fu s ile ría enem iga, el e jé rc ito re vo lu cio n a rio debió e n trega r las arm as; la caballería se encargó de p e rse g u ir a los dispersos. D ebido a este nuevo co n tra ste — más grave que el de V ilca p u g io — los p a trio ta s debieron re tira rs e hasta Salta y en consecuencia se perdió por segunda vez el A lto Perú. La R evolución volvía a quedar amenazada desde el n orte.

Com bate de San Lorenzo Enterado el segundo T riu n vira to que una escu a d rilla re a lista había zar­ pado con tro p a s de desem barco para in cu rsio n a r por las costas del Paraná, co m isio n ó a San M a rtín para que al fre n te de un re g im ie n to de Granaderos a C aballo im p id ie se la acción del enem igo. El entonces coronel p a rtió a fin e s de enero de 1813 con 120 hom bres. A tro te y galope el destacam ento sig u ió un d e rro te ro paralelo a las naves, para e v ita r que la polvareda levantada por los caballos fu era observada desde el río. Por su parte la flo tilla — 11 em barcaciones y más de 300 hom ­ b res— im pulsada por v ie n to fa vo ra b le co nsiguió adelantarse dos jornadas sobre sus o c u lto s persegu ido res. El 30 de enero la flo tilla ancló fre n te a San Lorenzo, v e in tis é is kiló m e tro s al n o rte de Rosario. Las costas altas form aban una am plia barranca y en lo a lto de esa pla n icie , e ntre los arbus­ to s , em ergía el m ona sterio de San C arlos, convento de los re lig io s o s fra n ­ ciscanos. A l caer la ta rde del 2 de fe b re ro , los granaderos llegaron a la posta de San Lorenzo, donde cam biaron sus agotados caballos. A llí San M a rtín se e n te ró de la a ctividad desplegada por el enem igo y tu vo el co nvencim iento que e le g iría n esa zona para un desem barco. 451


El combate de San Lorenzo según un óleo de Pedro Blanqué. Se advierte al entonces coronel San Martín en peligro de perder la vida al quedar su pierna apretada por el caballo que montaba y que fue derribado.

San M a rtín se o c u ltó con sus e fe c tiv o s en el m o n a ste rio y al am anecer del 3 de fe b re ro de 1813, los re a lis ta s — a las órdenes del com andante A n to n io Zabala— avanzaron en d ire c c ió n al e d ific io . En esas circu n sta n cia s, los granaderos e m b is tie ro n re su e lta m e n te al enem igo, quien reaccionó con n u trid o fuego de m e tra lla . En medio del combate, una bala de cañón derribó el caballo que montaba San Martín, cuya pierna quedó apretáda por el cuerpo del animal. Un enemigo se dispuso a ultim arlo, pero el granadero Baigorria atravesó con su lanza al soldado realista. San Martín hubiera perecido si no hubiese intervenido el correntino Juan Bautista Cabral, quien ayudó a su jefe a incorporarse, pero en mérito a su arrojo recibió dos heridas mortales.

A l cabo de un rato, la lucha se d e fin ió en fa v o r de los p a trio ta s. Los re a lista s huyeron dejando 40 m u e rto s y 14 p ris io n e ro s , además de m aterial b élico; los granaderos tu v ie ro n 15 m u e rto s y 27 heridos. Este e ncuentro — aunque de poca im p o rta n cia m ilita r— tie n e gran tra s ­ cendencia h is tó ric a , pues en él re c ib ió su ba u tism o de fu e g o el re g im ie n to creado por nue stro héroe m áxim o. A consecuencia de la d e rro ta su frid a en San Lorenzo, los re a lista s ce­ saron te m p o ra ria m e n te en sus in cu rsio n e s, se p a c ific ó el lito ra l y se man­ tu v ie ro n las com unicaciones de los pueblos ribereños.

Segundo sitio de M ontevideo H em os v is to que el p rim e r s itio de M o n te vid e o se levantó por el a rm is­ tic io firm a d o en o ctu b re de 1811; al mes sig u ie n te , se hizo cargo del poder en la vecina o rilla Gaspar V ig o d e t. Este no sólo to le ró ía perm anencia de las tro p a s lusitanas sin o que im p id ió al p rim e r T riu n v ira to el envío de re­ fuerzos a A rtig a s , que se hallaba en el cam pam ento de A yuí.

La a c titu d del gobernante de M on tevideo dete rm in ó el e s ta llid o de una nueva guerra e n tre ambas ciudades del Plata y aunque el p rim e r T riu n vira to dispuso in ic ia rla en el acto, diverso s m otivos h icie ro n dem orar cerca de diez meses el com ienzo de las operaciones. Por otra parte, desde esas épocas, A rtig a s empezó a d ista n ciarse del go bierno de Buenos A ire s . En a b ril de 1812, el vocal M an uel de S arratea fue designado com andante de todas las fuerzas destacadas en la Banda O rie n ta l. La llegada del nuevo je fe al cam pam ento de A yu í provocó rozam ientos con. A rtig a s , por lo cual S arratea co n ce n tró sus e fe c tiv o s en A rro y o de la China (actual Concepción del U ruguay). Los e fe c tiv o s portugueses no tard aro n en re tira rs e y entonces A rtig a s — con sus hom bres y los in te g ra n te s del éxodo— regresó a la Banda O rie n ­ ta l, m ie n tra s Sarratea tam bién penetraba en ese te r rito rio y destacaba una vanguardia al mando de Rondeau para que se adelantara sobre M ontevideo.

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A sí com enzó, el 20 de o ctubre de 1812, el segundo s itio de esa plaza. Los roces e ntre A rtig a s y S arratea se acentuaron cuando el 8 de o ctu ­ bre cayó el T riu n vira to y en consecuencia el segundo pe rd ió su apoyo p o lí­ tic o , único títu lo que ju s tific a b a su presencia de com andante en je fe . Por su parte, V ig o d e t había concebido — en p rin c ip io — un plan defe n ­ sivo, pero dueño de las aguas y enterado de que el e jé rc ito s itia d o r carecía de m aterial bélico, d e cid ió em prender un ataque por sorpresa. El 31 de dicie m b re avanzó al fre n te de 2.300 hom bres y, después de vencer la re siste n c ia del coronel E stanislao S oler, logró to m a r el C e rrito , elevación situada una legua y m edia al nordeste de M o n te vid e o , donde los p a trio ta s habían e sta b le cid o su cu a rte l. Rondeau c o n sig uió reagrupar las fuerzas y en v io le n to contraataque rechazó al enem igo y lo o b lig ó a re fu ­ giarse nue varrente tra s los m uros de M o ntevideo. En los p rim e ro s m eses de 1813, las desavenencias e ntre A rtig a s y Sa­ rratea crearon m a le sta r e n tre las fila s del e jé rc ito s itia d o r, hasta que fin a l­ m ente las tropa s depusieron a Sarratea y entregaron el mando a Rondeau, a ctitu d que el go bierno de Buenos A ire s te rm in ó por aceptar. D ebido a esto, A rtig a s se in co rp o ró con sus fuerzas o rie n ta le s al e jé rc ito p a trio ta . Hasta fin e s de 1813, el s itio de M o n te vid e o sig u ió sin m ayores va ria n ­ tes. Rondeau e stre ch ó el cerco hasta donde se lo p e rm itió el alcance de la a rtille ría enem iga y V ig o d e t — luego del e sca rm ie n to del C e rrito — se re­ plegó a la defensiva.

Creación de la escuadra. Brown D espués de la d e rro ta naval de San N icolás, el g o bierno p a trio careció de una flo tilla para e n fre n ta r a los re a lista s. El D ire c to r S uprem o G ervasio Posadas dispuso cre a r una nueva escuadra y c o n fió el mando al m arino ir ­ landés G u ille rm o B row n, quien en marzo de 1814 fu e nom brado te n ie n te coronel del e jé rc ito al s e rv ic io de la armada. Se equiparon s ie te naves que se h icie ro n a la ve la rum bo a la isla de M a rtín García, donde el capitán de fra g a ta Ja cin to Rom arate — el vencedor de San N icolás— había fondeado con tre c e em barcaciones. Luego de un inten so cañoneo, Brow n desem barcó en la isla y dom inó a la g uarnición enem iga. A m ediados de a b ril de 1814, la flo ta p a trio ta in ic ió el bloqueo de M on­ te vid e o y el 17 de mayo obtuvo una buena v ic to ria sobre la escuadra re a lista , que fu e p rácticam e nte d e stru id a .

El g o bierno de Buenos A ire s re so lvió superar las con tra riedade s y m ie n tra s organizaba la segunda escuadra p a trio ta a las órdenes de Brown designó al joven coronel C arlos de A lv e a r “ general en je fe de las fuerzas de la c a p ita l” . A n te los sucesos o cu rrid o s en la vecina o rilla , el D ire c to r S uprem o aceptó la renuncia presentada por Rondeau y nom bró en su reem ­ plazo a A lv e a r, quien a p rin c ip io s de m ayo se d irig ió a la Banda O rienta l al fre n te de unos 1.500 hom bres, para reem plazar a Rondeau en el mando de las tro p a s. Por su parte, Brow n había bloqueado el p u erto de M ontevideo. Rodeado por tie rra y agua, V ig o d e t s o lic itó un a rm is tic io y el 23 de ju n io de 1814, M o n te video se rin d ió a las tro p a s de Buenos A ire s . La capi­ tu la c ió n — ú ltim o baluarte re a lis ta en el Río de la Plata— tu vo im p ortan tes consecuencias, pues Buenos A ire s se v io lib re de una amenaza perm anente y el d o m in io de las aguas por parte de los p a trio ta s, b e n e fició d ire c ta ­ m ente al c o m e rcio de Buenos A ire s , m uy perjud icado por el bloqueo del enem igo.

Artigas acrecienta su poder Los te rrito rio s de Entre Ríos y C o rrie n te s — cuyos pueblos tenían a fin i­ dad con los de la Banda O rie n ta l— no tardaron en plegarse al m ovim iento in icia d o por A rtig a s contra Buenos A ire s . El ca u d illo se había e sta b le cid o en las proxim idades del pueblo uruguayo de Belén, desde donde d irig ía las operaciones. Persuadido A lv e a r de que el a rtig u ism o representaba una fuerza d ifíc il de ve n ce r y ú til de co nq uistar, dejó sin e fe cto un decre to a n te rio r del D i­ re c to rio y a com ienzos de ju lio de 1814 declaró a A rtig a s “ buen s e rv id o r” , re s titu y é n d o le el grado de coronel y nom brándole com andante de campaña de la Banda O rie n ta l. M ie n tra s tan to , Posadas había renunciado a su cargo de D ire c to r Su­ prem o y fu e reem plazado por A lvear, quien ordenó a las tro p a s de Buenos A ire s que evacuaran la Banda O rie n ta l. En fe b re ro de 1815, O torgués fue designado por A rtig a s gobernador m ilita r de M ontevide o. C onsolidada la autoridad de A rtig a s en la Banda O rie n ta l, puede a fir­ m arse que a fin e s de marzo de 1815 el ca u d illo dom inaba Entre Ríos, Co­ rrie n te s , Santa Fe y tam bién Córdoba. Su in flu e n cia se e xte ndió a las M i­ siones o rie n ta le s , por acción de su h ijo adoptivo A n d re s ito (A ndrés A rtig a s o A ndrés Guacararí). Por esas épocas, A rtig a s ostentaba los títu lo s de “ Jefe de los O rie n ta ­ le s ” y “ P ro te cto r de los Pueblos L ib re s ” .

Capitulación de Montevideo En enero de 1814, A rtig a s abandonó el s itio de M o n te vid e o y al fre n te de unos 2.000 hom bres se d irig ió a Belén (actual Uruguay, fro n te ra de Entre Ríos y C o rrie n te s ). Se había d ista n ciad o d e fin itiv a m e n te del g obierno de Buenos A ire s y ante esa a c titu d el D ire c to r S uprem o G ervasio Posadas publica un de cre to por el cual declara a A rtig a s tra id o r y o fre ce se is m il pesos fu e rte s “ al que lo p re sentare v iv o o m u e rto " (14 de fe b re ro ). A rtig a s p ro c la m a b a la in d e p e n d e n c ia del d o m in io h is p á n ic o y había le va n tad o la b a n de ra del fe d e ra lism o , pero a su vez so ste n ía que la Banda O rie n ta l d e b ía re g irse p o r un g o b ie rn o “ fu e ra de Buenos A ire s ” , no a d m itie n d o o tro s is te m a que el de la “ C o n fe d e ra c ió n ” , es d e c ir, de la unión de va rio s E stados — en ig u a ld a d de d e re c h o s — que se som eten a c ie rta s leyes com unes.

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Guía de repaso El Primer Triunvirato.

La s itu a c ió n a m ed ia d o s de 1811. El T riu n v ira to y ia Junta C o n se rva d o ra : su d is ta n c ia m ie n to . El R e glam ento O rg á n ic o :

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los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. El Estatuto Provisional: sus disposiciones. El motín de las trenzas: su­ blevación del cuerpo de Patricios y su repercusión política. La Sociedad Patriótica: Bernardo Monteagudo y su oposi­ ción al Triunvirato. La Asamblea Legislativa: el predom inio del gobierno.

—Cuestionario 1 C u á l e ra la s itu a c ió n de n u e s tr o p a ís a m e d ia d o s d e 1811? 2 ¿E n q u é f o r m a q u e d ó e s ta b le c id o e l T r iu n v ir a t o ? 3. ¿ P o r q u é e p r o d u j e r o n d iv e rg e n c ia s e n tr e e l T r iu n v ir a t o y la J u n t a C o n ­ s e rv a d o ra ? 4. ¿Q ué d is p u s o e l R e g la m e n to O rg á n ic o ? 5. ¿ Y e l E s ta tu to P r o v is io n a l? 6. ¿ Q ué c o n s e c u e n c ia s p r o d u jo e l m o tín de la s tre n z a s ? 7. ¿Q ué sabe co n re s p e c to a la A s a m b le a L e g is la t iv a de 1812? 8. R e s u m a la a c tu a c ió n m i l i t a r d e José de S a n M a r t í n en E sp a ñ a . 9. ¿ E n q u é f o r m a a b ra z ó la cau sa d e la e m a n c ip a c ió n a m e ric a n a ? 10. ¿De q u é m a n e ra M a r t í n de A lz a g a p r e te n d ió d e ­ r r i b a r a l T r iu n v ir a t o ? 11. E x p liq u e la o b ra q u e d e s a r r o lló e l P r im e r T r iu n v ir a t o . 12. ¿ C ó m o se o rg a n iz ó la L o g ia L a u ta r o ? 13. ¿Q ué sucesos d e s e n c a d e n a ro n la r e v o lu c ió n d e l 8 de o c tu b re ? 14. ¿ C óm o s u rg ió e1 S e g u n d o T r iu n v ir a t o ? 15. ¿En q u é f o r m a se c re a r o n la E s c a ra p e la y la B a n d e ra N a c io n a l? 16. ¿ A q u é se lla m ó “ é x o d o d e l p u e b lo ju je ñ o ” ? 17. ¿ C óm o se li b r ó la b a t a lla de T u c u ­ m á n ? 18. ¿ Q ué sabe co n re s p e c to a la b a t a lla de S a lta ? 19. ¿En q u é f o r m a c a y e ro n d e rro ta d o s lo s p a tr io ta s e n V ilc a p u g io y A y o h u m a ? 20. ¿ C ó m o se li b r ó e l c o m b a te de S a n L o re n z o ? 21. ¿ C óm o se in ic ió e l s e g u n d o s it io de M o n te v id e o ? 22. ¿ A q u ié n se d e s ig n ó a l f r e n t e de la e s c u a d ra ? 23. ¿ C óm o se p r o d u jo la c a p i­ tu la c ió n de M o n te v id e o ? 24. ¿ Q ué a c tu a le s p r o v in c ia s a rg e n tin a s

Reseña biográfica. Su form ación m ilita r en España. Guerras en que participó. El viaje a Londres. Su incorporación a la causa de la em ancipación americana. Llegada a Buenos Aires. El regim iento de Granaderos a Caballo. La conjuración de Alzaga.

El m ovim iento y sus propósitos. El final de la intentona

La obra del Primer Triunvirato.

Disposiciones referentes a la libertad de imprenta, a la seguridad in dividu al y a la justicia. Acción cultural y m ilitar.

La revolución del 8 de octubre de 1812.

La Logia Lautaro y sus principios básicos. Situación del país a m ediados de 1812: dificultades de orden p o lítico y m ilitar. La convocatoria a una nueva Asamblea. El m ovi­ miento revolucionario: intervención de San Martin. El Se­ gundo Triunvirato.

Manuel Belgrano.

Las baterías sobre las barrancas del Paraná. Creación de la Escarapela Nacional. Inauguración de las baterías Libertad e Independencia. La Bandera Nacional. A ctitud del Triun­ virato.

re s p o n d ía n a l c a u d illo A r tig a s ?

Acontecimientos militares de los años 1812-14.

Los realistas .atacan por el norte del pais. Belgrano y el éxodo del pueblo iuieño.

La batalla de Tucumán.

El campo de las carreras: posición de los ejércitos. El triunfo de Belgrano y sus consecuencias.

Batalla de Salta.

Juram ento del rio Pasaje. La capitulación de los realistas. Consecuencias de la victoria.

Actividades Prácticas

Segunda campaña al Alto Perú.

Acción m ilita r del brigadier Joaquín de la Pezuela. Derrotas de Belgrano en Vilcapugio y Ayohuma.

Combate de San Lorenzo.

Incursiones de /os realistas p o r el rio Paraná. El monasterio de San Carlos. La victoria de San Martin.

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Segundo sitio de Montevideo.

La actitud de Gaspar Vigodet. Manuel de Sarratea y sus rozamientos con Artigas. El sitio a la ciudad de Montevideo. Vigodet y su efím ero triunfo en el Cerrito. Rondeau queda al mando de las tropas patriotas. La guerra naval: Guillermo Brown y los combates de M artin G a rd a y Montevideo. Artigas abandona el sitio. Carlos de Alvear es destinado ¡efe de las tropas. Rendición de los realistas. Artigas y su oposición al gobierno de Buenos Aires. Influencia del caí dillo sobre diversas provincias. »

Analizar las diferencias entre el R eglam ento Orgánico y el Esta­ tuto Provisional. R esum ir la actuación de San M artín en Europa, h a s ta su retiro del ejército español. Sintetizar el proceso político que culminó con la revolución del 8 de octubre de 1812. Resum ir en cuadros sinópticos las siguientes acciones m ilitares: a) b a ta lla s de Tucum án y Salta; b ) segunda campaña al A lto Perú; c) com bate de San Lorenzo.

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Lectura El R egla m en to O rgá nico y el E statuto P rovision a l

El Reglamento del 22 de octubre de la Junta Conservadora tiene va­ lor político y doctrinario al propio tiempo. En la introducción se hacen consi­ deraciones generales que recuerdan los principios expuestos por Maria­ no Moreno en sus artículos de la “ Gazeta” sobre las miras del Con­ greso que acaba de convocarse .y Constitución del Estado. Siguiendo a Montesquieu, se expresa el con­ cepto de la división de los poderes legislativo, e je c u t iv o y judiciario. Pero al fijar los límites de las res­ pectivas autoridades, se reservó al Poder Legislativo el ejercicio de fa­ cultades preeminentes. Por el artículo 1’ al disponer que los diputados de las Provincias Uni­ das — adoptando el nombre que per­ duró por muchos años y a él se refiere también el art. 35 de la Cons­ titución— debían integrar la Junta Conservadora de la Soberanía de Fernando VII y de las leyes nacio­ nales, se aclara que lo es “en cuan­ to no se oponen al derecho supremo de la libertad civil de los pueblos americanos” . Como se advierte, la idea directriz revolucionaria era que las leyes nacionales de España e In­ dias no se aplicarían en el Estado naciente en cuanto se opusiesen a la libertad civil de los hombres. Son notables las disposiciones de la sec­ ción segunda sobre el P. E., artículo 79, que establece la prohibición para conocer en todo n e g o c io judicial, avocarse causas pendientes ni eje­ cutarlas, ni mandar abrir nuevamen­ te los juicios o alterar el sistema de la administración de justicia, ni co­ nocer de las causas de los magistra­ dos superiores, ni inferiores ni de­ más jueces subalternos; y artículo 9Í>, conforme al cual el Poder Ejecutivo

no podría tener arrestado a ningún individuo por más de 48 horas, den­ tro de cuyo término debía remitirlo al Juez competente. La infracción de esté artículo se consideraba como un atentado contra la libertad de los ciudadanos, y cualquiera de ellos po­ día elevar su queja a la Junta Con­ servadora. Se disponía por el artícu­ lo 109, que para el conocimiento de cada uno de los recursos de suplica­ ción que antes se dirigían al Consejo de Indias, el Poder Ejecutivo nom­ braría una Comisión judicial de tres ciudadanos de probidad y luces. Con respecto a la Justicia de que se ocupa la tercera sección se esta­ blecen disposiciones importantes, co­ mo las de considerar que el Poder Judicial es independiente y a él sólo le toca juzgar a los ciudadanos, y sería responsable del menor atenta­ do que se cometa, en contra de la libertad y seguridad de sus súbdi­ tos. Este Reglamento subsistiría has­ ta que el Congreso deslindara cons­ titucionalmente las atribuciones y facultades del Poder Judicial. Por otro artículo se mandaba que el Po­ der Judicial tendría por regla de sus resoluciones las leyes generales ( que eran las de Indias y de Castilla y León); las leyes m u n icip a le s, de­ biéndose entender por tales las or­ denanzas locales principalmente de los Cabildos y “ los bandos de buen Gobierno” . Estos dos últimos cuer­ pos legales constituyeron las prime­ ras fuentes del Derecho Patrio ar­ gentino. El Reglamento redactado por Fu­ nes fue rechazado por el Triunvirato después de someterlo al pronuncia­ miento de una Asamblea heterogé­ nea, compuesta por los regidores del Cabildo y los miembros de una Jun­ ta Consultiva del Pueblo.

A su vez el Triunvirato dictó el Estatuto Provisional del 22 del n o­ viembre, compuesto de nueve artícu­ los Está precedido de extensas con­ sid era cion es sobre el grave estado de las Provincias, por la situación de los eiércitos en el norte y en la Banda nrient'al y respecto al orden interno le hace afirmar “la necesidad urgente de concentrar el poder para calvar la patria en el apuro de tan­ tos conflictos” . Declara que el R e­ glamento Orgánico de la Junta Con­ servadora estaba llamado a precipi­ tar al país al abismo de su ruina, y que los diputados habían tenido más presente “su exaltación que la salud del Estado” . Por los prim eros ar­ tículos se establece la am ovilidad de los miembros del Triunvirato, cada seis meses, y su elección en lo suce­ sivo por una asamblea general, se hace especial m ención y se agregan al Estatuto los decretos sobre la li­ bertad de imprenta y seguridad in ­ dividual, y se afirma, com o en el “ Reglamento” que el conocim iento de los asuntos judiciales correspon­ den privativamente a las autorida­ des judiciarias. Era una experiencia política dolorosa. En teoría todos proclamaban el ideal del equilibrio de poderes, pero en la realidad de las luchas políticas, fue difícil lograrlo. El 18

de diciem bre de 1810 no se había podido inaugurar el Congreso al in­ corporarse los d ip u t a d o s al P. E. integrando un cuerpo de 19 m iem ­ bros, y cuando después de la crisis de 1811 se constituía al fin la Junta Conservadora, ésta se atribuyó a sí misma la preeminencia sobre el P. E. La reacción del Triunvirato con ­ sistió en la disolución de la Junta Conservadora en 1811 e hizo lo mis­ mo en 1812 — por dos veces más— en abril y en octubre al disolver las Asambleas qué c o n v o c ó , hasta la Revolución del 8 de octubre. Levene, R icardo. M

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erecho

is t o r ia

A

r g e n t in o .

Buenos Aires, 1952.

¿A cuál de los poderes del Estado otorgó el R e g la m e n to Orgánico mayores facultades? ¿Qué dispuso con respecto al P o­ der Judicial? ¿Por qué el E sta tu to P ro visio n a l sostuvo la necesidad de concentrar el poder? ¿Se expresa en contra del R egla­ m ento Orgánico?

459 458


LOS C O M IEN ZO S DE N U E S TR A S O B E R A N IA . LA A S A M B L E A DE 1813 Inauguración de la A sam blea Sabemos que el segundo T riu n v ira to surgió del m o vim ie n to popular del 8 de octu b re — d irig id o por la Logia Lautaro— y que los re vo lu cio n a rio s e xig ie ro n la co n vo cato ria de una asam blea general, a realizarse en el té rm i­ no de noventa días. R ecordem os ta m bién que desde la Semana de M ayo se venía exig ie n d o la tan anhelada asam blea. A fin e s de octu b re de 1812, el gobierno p ublicó el reglam ento de con­ vo ca to ria , el cual establecía la fo rm a de elecció n de los diputados. Estos serían cu a tro por Buenos A íre s , dos por cada capital de p ro vin cia y uno por cada ciudad d e pendiente de las ú ltim a s. Fue exceptuada Tucumán — depen­ d ie n te de Salta— , quien pudo enviar dos diputados por el apoyo de su po­ blación al e jé rc ito de B elgrano. N ingún re presenta nte podía tra e r lim ita ­ ciones a sus poderes. El 31 de enero de 1813, la A sam blea G eneral C o n s titu y e n te in ic ió sus sesiones en el a ntiguo e d ific io del C onsulado. El triu n v iro Paso pronu nció el d iscu rso de ap ertura y a co ntinuación fue e legido p re s id e n te C arlos de A lv e a r — representante de C o rrie n te s — y se­ c re ta rio s los dip u tado s po r Buenos A ire s , H ip ó lito V ieytes y V alentín Gó­ mez, e ste ú ltim o sacerdote. La Asamblea inauguró sus sesiones con los siguientes diputados: Carlos A l­ vear (Corrientes), Mariano Perdriel (Santiago del Estero), Juan Larrea y Gervasio Posadas (Córdoba), Fermín Sarmiento (Catamarca), Vicente López, Hipólito Vieytes y Valentín Gómez (Buenos Aires), Francisco A rgerich (Luján), Antonio Valle (San

461


Juan), Ramón Balcarce (Tucumán), José Ugarteche (La Rioja), Pablo Vidal (Jujuy), Bernardo Monteagudo (Mendoza); Agustín Donado (San Luis), José Agrelo y José de Moldes (Salta).

La p rim e ra d is p o s ic ió n fue un d e c re to de diez a rtíc u lo s , a tra vé s de los cuales asum ió la “ re p re se nta ció n de la sob e ra n ía ", d e cre tó la in v io la b ilid a d de sus diputados y c o n firm ó en el g obierno a los m iem bros del segundo T riu n vira to , hasta que e lla "te n g a a bien d isp o ne r o tra co sa ” . La A sam blea del A ño XIII hizo p ú b lico el ideal de independencia cuando asum ió el e je rc ic io de la soberanía de las P rovincias U nidas d e l Rio de la Plata, y aunque no lle g ó a d ic ta r una C o n s titu c ió n — a pesar de su deno­ m inación “ C o n s titu y e n te ” — to m ó va ria s d is p o sicio n e s que equivalían a ha­ berla prom ulgado. El primer número de “ El Redae-

La posición federalista de Arti-

tor de la Asamblea” , periódico que apareció el 27 de febrero de 1813. En este órgano oficial del gobierno se publicaron resumenes de lo tratado en la Asamblea General Constituyente.

gas fue el motivo principal de su ruptura con el gobierno de Buenos Aires. Oleo del pintor Pedro Blanes Viale donde lo vemos dictando a su secretario una misiva donde fija su pensamiento po­ lítico.

Las dos tendencias en el seno de la Asam blea D ijim o s a n te rio rm e n te que la Logia Lautaro — u n ifica da con la Sociedad P atriótica— sostenía dos p rin c ip io s fu n d a m e n ta le s: d e cla ra r la Independencia y d ic ta r una C o n stitu c ió n republicana. Después del m o vim ie n to del 8 de octu b re , dos te n d e n cia s se v is lu m ­ braron d e ntro de la Logia, que luego se h icie ro n pre se n te s en el seno de la Asam blea del A ño XIII. San M a rtín deseaba c u m p lir con las d ire c tiv a s trazadas por dicha sociedad se cre ta y bregaba por re s o lv e r cuanto antes el problem a in terno, en base a la independencia y a una c o n s titu c ió n . Por su p arte, A lv e a r consideraba necesario adecuar la s itu a ció n interna del país a los problem as e x te rio re s : p o lític a europea, amenaza portuguesa y probable invasión re a lis ta . D efendía un Poder E jecutivo representado en una sola persona y a su ju ic io podían poste rg a rse los dos p rin c ip io s fun d a ­ m entales defendidos por la Logia. Según constancias docum entales que p e rte n e cie ro n a Zapiola (uno de los in te g ra n te s de la Logia que m antuvo am istad con San M a rtín ) los d ip u ­ tados de la A sam blea — de acuerdo con sus te n d e n cia s— podían agruparse en “ a lv e a ris ta s ", "s a n m a rtin is ta s ” , “ a c o m o d a tic io s ", “ te o c rá tic o s ” e “ in d e ­ p e n d ie n te s". Los p rim e ro s no tardaron en c o n s titu ir mayoría. Los teocráticos o de marcada tendencia conservadora no gustaban de las innovaciones y formaban un grupo semejante a los independientes en cuanto a su falta de una posición definida, al margen de cualquier apoyo a otras facciones. Los alvearistas se hallaban representados en principio por seis diputados, pero de inmediato contaron con la adhesión de los acom odaticios — trece diputados— y en consecuencia formaron un grupo de diecinueve representantes; por su parte los sanm artinistas — cinco en total— no fueron apoyados en sus principios y a su vez su jefe debió alejarse para luchar en San Lorenzo.

L A A S A M B L E A Y L O S D IP U T A D O S O R IE N T A L E S Enterado de la in sta la ció n de la A sam blea G eneral C o n s titu y e n te en Buenos A ire s , A rtig a s reunió el 4 de a b ril — en las p ro xim id a d e s de M on­ te vid e o — un C ongreso de re p re se nta n te s de la Banda O rie n ta l, el cual d is ­ puso reconocer a la A sam blea reunida en Buenos A ire s , sie m p re que ésta aceptara el siste m a p o lític o de la "C o n fe d e ra c ió n " y respetara la autonom ía o rie n ta l, d e ntro de la obediencia a la C o n s titu c ió n que pro m u lg a re la citada A sam blea.

462

Fueron ele g idos seis diputados para re p re se nta r a la Banda O rie n ta l ante la A sam blea G eneral C o n stitu ye n te .

Las instrucciones de los diputados orientales El 13 de a b ril de 1813, el C ongreso reunido en las proxim idade s de M o ntevideo im p a rtió varias In stru ccio n e s a los diputados que debían v ia ja r a Buenos A ire s . Sus puntos fundam entales eran los sig u ie n te s: a) P roclam ación de la Independencia. El a rtícu lo 1? dice te xtu a lm e n te : "p e d irá n la d e claración de la independencia absoluta de estas colonias, que e llas están absueltas de toda o bligació n de fid e lid a d a la corona de España". b) G obierno co nfed erativo. “ El G obierno S uprem o” de la C onfederación sólo se ocuparía de “ los negocios generales del E stado” y la Banda O rienta l “ retendrá su soberanía, lib e rta d o inde pe nden cia” ; además se com prom etía a e n tra r "e n una firm e liga de a m is ta d " con las demás pro vin cia s “ para su defensa com ún, seguridad de su lib e rta d y para su m utua y general fe li­ c id a d ". La Banda O rie n ta l quedaría autorizada — al igual que las dem ás p ro ­ v in cia s— a d ic ta r su propia C o n stitu ció n . c) L ib e rta d c iv il y re lig io sa . Debía proclam arse la lib e rta d c iv il y re li­ giosa y asegurar — po r parte de los gob iernos— el respeto a la igualdad de los ciudadanos y de los pueblos. d) Im p e d ir la d e cisiva in flu e n c ia de Buenos A ire s. El a rtíc u lo 19? esta463 b ecía que la capital de la C onfederación se e rig ie ra “ precisa e ind ispensa­ blem ente fu e ra de Buenos A ir e s ” .


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Con respecto al tem or e inquina que provocaba el centralism o norte« 5 I. fue expresado a los diputados orientales sino aue Porteno no solo bleron los representantes de Tucumán, Ju’juy y Potos ¡dem ás Pl « H T T 5 ref capital se situara en lugar diferente a Buenos Aires n a u r a ^ o ! h ° de que la titucona.es, q i a estudiaremos seguidamente, p r e s e n t a s a n i V ^ a m X G e n e S :

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91

la carta de ciudadanía.

Reformas

sociales

rr = r a

dos a rtig u is ta s in siste n en in co rp o ra rse a la A ^ m h iJ J J d ip u ta ' nuevam ente. A sam blea, pero se les rechaza

en el

í e 1 8 1 0 . s f l .inicÍanr00rn ,onUcr!]a se d ic tó una 'ley de a m nistía, cuyos b e n e ficio s °P in ÍÓnnP za?on S a a v e d 'y Campana, condenados a d e s tie rro por su actúa-

o b te n id o

El rechazo de los diputados sentaron

• • Ü c i H p n r i a fe l antiquo sistem a aplicado por Resolvió so m e ter a /u/e nnhprnantes que hubieran actuado a p a rtir leyes españolas) a todos los f e m a n t e s tarea convu|sionó a la

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.

tó (

bases de una sociedad

colocar en las fachadas de las casas.

» 3) Reformas judiciales La A sam blea abolió el uso del to rm e n to , vig e n te en la le g isla ció n espa­ ñola para hacer co n fesar a los detenidos. D„ , w in H iria l v aorobó D e lim itó las a trib u cio n e s del gob erno ante el Poder Ju dicial y aproDo un R eglam ento de A d m in is tra c ió n de Ju sticia , dividí

) Reformas políticas

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4) Reformas eclesiásticas el cargo de D ire c to r S a p r e S y un C o ° „ X de ¿ L t o

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La A sam blea dispuso que las autoridades ec,es,^ ¡ “ sHJ eÍ J ¡ ¡ * ¡ ¡ J S ' d iñar sus actos a la soberanía de ese organism o y tam bién nueHaban Declaró que las com unidades re lig io sa s del Rio de la P!at independientes de toda autoridad e cle siá stica e s p a n o ^ .a d e m a s d is p u s o q u e cesaba sobre los obispos la obediencia al nuncio a po sto lico re sid e n te en la P6n AboMó la In q u is ic ió n y p ro h ib ió a los re lig io s o s de ambos sexos pro fe sa r antes de los tre in ta años.

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Reformas económicas La Asam blea ordenó acuñar en la ceca de Potosí

en poder 465


pa trio ta s después de la v ic to ria de Belgrano en Salta— monedas de oro y plata, ¡guales en peso y v a lo r a las que circulaban en esa época, pero con d ife re n te s grabados. La im agen del rey fu e elim inada. Las monedas de plata tendrían de un lado el sello de la Asamblea con la si­ guiente inscripción: "P rovincias Unidas del Rio de la Plata"; en el reverso un sol y debajo: "E n unión y lib e rta d ". Las de o , ) semejantes con el agregado de algunos emblemas guerreros. Cuan­ do Potosí volvió a caer en poder de los realistas, la acuñación se suspendió.

El agudo d é fic it de las finanzas p úblicas, debido en gran parte a los In­ gentes gastos de las cam pañas m ilita re s — pago de sueldos, com pra de e qui­ pos y arm as— , m o tiv ó que la A sam blea d ecretara un e m p ré s tito de 500.000 pesos, con cuyos recursos se m e jo ró la s itu a ció n y p e rm itió e quipar la escuadra naval puesta a las órdenes de Brow n.

6) Reform as m ilitares La A sam blea co n tin u ó con las re fo rm a s m ilita re s iniciadas con é x ito por el T riu n vira to . D ispuso que el cargo de b rig a d ie r general fu e ra el más a lto grado del escalafón, p ro h ib ió el uso indebido del u n ifo rm e y aplicó ca stig o s m uy severos a los d e se rto re s. Ordenó la creación de una A cadem ia M ilita r para la o fic ia lid a d y enco­ m endó a Pedro C e rviñ o la redacción de los planes de e studio. A fin e s de mayo, la A sam blea e s ta b le ció el In s titu to M é d ico M ilita r y nom bró al d o cto r Cosm e M . A rg e ric h d ire c to r y c a te d rá tic o de m edicina.

Proyectos constitucionales Dos im p o rta n te s p ro ye cto s c o n s titu c io n a le s fu e ro n presentados ante la Asam blea del A ño XIII. Uno redactado por una C o m isió n o fic ia l — designada p o r el T riu n vira to el 18 de noviem bre de 1812— y o tro re m itid o por m iem bros de la S ociedad P a trió tica . A m bos proye cto s a dm iten que el poder del Estado emana de la voluntad p opular y, com o bierv ha dicho el h is to ria d o r Ravignani, "e s to es ro m per el m olde del orige n d iv in o de los go b iern o s para re co n o ce rlo en la d e m o cra cia ” . El p ro ye cto de la C om isión o fic ia l adopta la fo rm a republicana u n ita ria de gobierno y declara que “ las P rovincias U nidas del Río de la Plata form an una re pública lib re e in d e p e n d ie n te ” . Establece la d iv is ió n del g obierno en tre s poderes: el E je cu tivo , a cargo de un D ire c to rio com puesto por tre s m ie m b ro s; el L e g isla tivo , in tegrado por tre s organism os (Cám ara de R epresentantes, Senado y C onsejo de Estado), y el Judicial, encabezado por la C o rte Suprem a de Ju sticia . El p royecto de la Sociedad P a trió tica es más acertado que el a n te rio r po r cuanto dispone un Poder E je cu tivo unip erso n a l, desem peñado p o r un ciudadano con el títu lo de Presidente. Los proyecto s de la C om isión o fic ia l y de la Sociedad P atriótica fueron presentados ante la A sam blea, pero la mayoría a lve a rista se opuso a tra ta r­ los, argum entando que las c ircu n sta n cia s por que atravesaba el país Im pe­ dían de cla ra r expresam ente la independencia y “ no era o portuno pensar en c o n s titu c ió n e s c rita ".

466

Vicente López y Planes <I?851856), diputado por Buenos A i­ res ante la Asamblea General Constituyente, escribió la letra ilc nuestro Himno yurional.

LOS SIMBOLOS PATRIOS El Himno Nacional El 6 de marzo de 1813, la A sam blea co m ision ó al diputado V icen te Ló­ pez — y ta l vez a algún o tro poeta— para que presentara una canción p a trió ­ tica. El tra b a jo fu e leído en la sesión del 11 de mayo y declarado por aclam a­ ción com o: “ La única canción de las P rovinóias U nidas” . Inform ado el segun­ do T riu n vira to , envió com unicaciones a las intendencias, para que la M archa P atriótica "s irv a a los fin e s que dispone la Soberana A sam blea, a In sp ira r el in e stim a b le ca rá cte r nacional y aquel heroísm o y am bición de g lo ria que ha Inm ortalizado a los hom bres lib re s ” . Variadas y contradictorias son las opiniones de los historiadores con respecto a los orígenes de nuestro Himno. Las Actas de la Asamblea del año XIII se han per­ dido y sólo ha llegado hasta nosotros el Redactor de la Asamblea, órgano oficial de esa corporación. En este último no se publicaba todo lo tratado y lamentablemente nada figura que perm ita aclarar debidam ente en qué circunstancias y cuándo fue compuesto el Himno Nacional. Existe una versión tradicional, muy respetada si se tienen en cuenta los valores de quienes la han form ulado; sin embargo, actualm ente se considera que nuestra canción patriótica se escribió en 1812, debido a una representación efectuada en el Coliseo Provincial — teatro ubicado frente a la iglesia de La Merced— en la noche del 24 de mayo.

La m úsica fu e com puesta por el m aestro Blas Parera y sus o rig in a le s como o cu rrió con la le tra — tam bién se han perdido. El te x to a u té n tic o -d e la le tra del H im no Nacional se conserva en el A rch ivo G eneral de la N ación y co n siste en una copia re m itid a por el Triunv |rato, ju n to con la c irc u la r del 12 de mayo de 1813, a don Bernardo Vélez, se cre ta rio de g obierno de la Intendencia de Buenos A ire s . 467


El escudo argentino debe describirse tomando como base el sello de la Asam­ blea Consta de un óvalo cuya mitad superior ostenta un rayado horizontal, q ue en heráldica significa “ azul celeste” , y la inferior, por estar en blanco, com pleta los colores de nuestra bandera. En la mitad inferior del óvalo figuran dos antebrazos diestros y desnudos con sus manos estrechadas en un apretón. Estas sostienen la pica — antigua lanza que usaba la infantería— que alza un gorro frigio. Toda la elipse está rodeada de una corona de ramas finas de laurel. En la c a b e c e ra superior aparece el sol mostrando su cara, con treinta y dos rayos rectos v ondulantes, alternados. Las manos entrelazadas y el gorro frigio — distintivo de los esclavos liberados— s im b o liz a n la “ Unión y Libertad” de las Provincias del Río de la Plata. La corona de laurel es prenda de triunfo y el sol, en recuerdo del culto que le tributaban los incas, es naciente, como la Nación que lo adoptaba.

La Bandera Nacional La p a rtitu ra que se in te rp re ta actu a lm e n te es la v e rsió n que e s c rib ió en 1860 el m aestro Juan Pedro Esnaola, destacado p ia n ista que conservó exac­ tam ente la p rim itiv a m elodía de Parera, pero agregó c ie rta s m o d ifica cio n e s y d e ta lles de arm onización. El H im no Nacional es una co m p o sició n m ajestuosa e im ponente, que evoca el recuerdo de las luchas heroicas de la Patria, nos de scrib e el pueblo en arm as y proclam a ante el mundo el s u rg im ie n to de una “ nueva y g lo rio sa na ció n ” . A rm oniza con sus b ellas e s tro fa s la m a g n ifice n cia y ritm o de su m úsica, todo lo cual eleva el e s p íritu a las más puras em ociones del pa­ trio tis m o .

El Escudo Nacional El escudo arg e n tin o tie n e su orig e n en el s e llo usado p o r la Asam blea G eneral C o n stitu y e n te . A pesar de los e sfuerzos de ilu s tre s in ve stig ad o re s, se desconoce quién realizó el d ib u jo o rig in a l y la fecha en que la citada corpora ció n mandó com poner y aprobó su d is tin tiv o g rá fico . Recién instalada, la A sam blea se declaró dep o sita ría del " e je rc ic io de la soberanía de las P rovincias U nidas del Río de la P lata", en consecuencia es lógico a firm a r que de in m e d ia to ordenó la co n fe cció n de su s e llo .' Se encom endó tal tarea al d iputado por San Luis, A g u stín Donado, quien encargó el trabajo de b u rila r la pieza a Juan de D io s R ivera, hábil a rtífic e peruano, quien ya había confeccionado el escudo del C onsulado y varias m edallas con e fig ie s de m onarcas españoles. Si bien Rivera es el e je c u to r m a te ria l del se llo , "nada autoriza a te n e rlo corno a utor del d ib u jo o rig in a l” . El 12 de marzo, la A sam blea dispuso “ que e l S uprem o Poder E je cu tivo use d e l m ism o s e llo de e ste cuerpo so b e ra n o " con d ife re n te in s c rip c ió n . El 13 de a b ril, el cita d o organism o ordenó que las nuevas m onedas a acuñar en la ceca de Potosí debían lle v a r grabado el dicho s e llo . El 27 del m ism o mes, re so lvió que el ú ltim o reem plazara — en lugares p ú b lico s o em blem as— a las arm as del rey. De ta l manera, el s e llo de la Soberana A sam blea a d q u irió paulatinam ente el ca rá cte r de escudo, debido a varias d is p o sicio n e s que exten dieron su uso en todos los aspectos de la vida nacional. 1 Los gobiernos sucedidos hasta esa época utilizaban el se llo español para refrendar nom­ bramientos, despachos y resoluciones.

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Com o vim o s, el 27 de fe b re ro de 1812 el general B elgrano enarboló por vez p rim e ra la bandera argentina, con los colores de la escarapela. El 23 de agosto de ese año, los porteños vie ro n fla m e a r la que por sie m p re sería su bandera, en la to rre de la ig le sia de San N icolás, con m o tivo de cele bra rse una m isa en acción de gracias por el fraca so de la co nsp ira ció n de Alzaga. El episodio lo describe Juan Manuel Beruti en sus Memorias Curiosas: “ Toda la torre en sus cuatro perillas estaba puesta una bandera celeste y blanca de seda, y cubierta por los cuatro frentes de una ilum inación espléndida, como también los demás del frontis de la iglesia, de cuya ventana del coro, salía otra igual bandera." La iglesia de San Nicolás estaba próxim a a la actual Plaza de la República y por esto una inscripción en la cara norte del obelisco recuerda el episodio.

De acuerdo con las constancias docum entales, la A sam blea General C o n stitu ye n te no to m ó ninguna re solució n con respecto a la bandera y fue el C ongreso de Tucumán — en 1816— quien dispuso que el d is tin tiv o de las P rovincias U nidas fuese " la bandera ce le ste y blanca que se ha usado hasta el p re s e n te ” .

EL DIRECTORIO La concentración del poder Los a c o n te c im ie n to s europeos anunciaban el p ró xim o re to rn o del m o­ narca Fernando VII al tro n o p eninsular, después de las derro ta s su frid a s por Napoleón en sus campañas. Era evidente que el m onarca restaurado no ta r­ daría en e n via r una expedición armada hacia el Río de la Plata, para sofo ca r la re vo lu ció n con ayuda de los re a lista s de M ontevideo. La delicada situ a ció n externa unida a los co n tra ste s su frid o s por el e jé rc ito p a trio ta en V ilcapug io y A yohum a y las d isen sio nes interna s d e te r­ m inaron que se llevara a la p rá ctica la conce ntración del gobierno en una sola persona, anhelo que desde tie m p o atrás sostenían los “ a lv e a ris ta s ” . El 8 de s e tie m b re de 1813, la A sam blea d ecidió suspender por un tiem po sus sesiones y nom brar una C o m isión perm anente de cinco m iem ­ bros, que debía convocar a los d iputados en caso de necesidad. Por la m ism a re solución a utorizó al T riu n vira to “ para que obre de por sí, con absoluta independencia durante la suspensión de las se sio n e s” . Esto s ig n ific a b a otorgar al gobierno “ fa cultad es e x tra o rd in a ria s ” . 469


El 21 de enero de 1814 la A sam blea reanudó sus sesiones, convocada por el segundo T riu n vira to . El ú ltim o — com puesto en esas épocas por G erva­ sio Posadas, N icolás Rodríguez Peña y Juan Larrea— elevó una nota in d i­ cando que era indispensable “ la co n ce n tra ció n del poder en una sola m ano". S om etida la nota a d iscu sió n y expuestos los pareceres de los d ip u ta ­ dos, la A sam blea d e cre tó la co n ce n tra ció n del Poder E je cu tivo en una sola persona, "b a jo las cualidades que e s ta b le ce rá la le y ” .

Creación del D irectorio El 26 de enero de 1814, la A sam blea creó el D ire c to rio S uprem o d e l Rio de la Plata y por un ive rsa lid a d de v o to s ” e lig ió para dicho cargo a G ervasio A n to n io de Posadas y dispuso qúe el nuevo fu n c io n a rio cruzaría su pecho con una banda b ico lo r, blanca al ce n tro y azul a los costados. Art. 19. La Asamblea ordena que en la persona en quien se concentrase la Suprema Potestad Ejecutiva, recaigan todas las facultades y preeminencias acor­ dadas al Supremo Gobierno por el Estatuto del 27 de febrero de 1813. "Art. 2°. Ella será distinguida con la denominación de Director Supremo de las Provincias Unidas; tendrá el tratamiento de Excelencia y la escolta competente. ” Art. 3?. Llevará una banda bicolor, blanca al centro y azul a los costados, ter­ minada en una borla de oro, como distintivo de su alta representación.” El D ire c to r Suprem o duraba dos años en sus fu n cio n e s y sería acom pa­ ñado en su g e stió n g ubernativa por tre s se c re ta rio s . También la Asam blea creó un C onsejo de Estado, organism o c o n s u ltiv o com puesto por un p re s i­ dente (que reem plazaría al D ire c to r S uprem o en caso de ausencia o e n fe r­ medad), un se c re ta rio y s ie te vocales. La A sam blea designó p re sid e n te del C onsejo de Estado a N icolás Ro­ dríguez Peña. Entre los siete vocales del Consejo de Estado figuraban los tres secretarios o ministros del Director Supremo. Desde la Semana de Mayo, la evSlución política de las Provincias Unidas había seguido el siguiente proceso: Primera Junta, Junta Grande, los Triunviratos y el Directorio. Con este último, el gobierno nacional se concentraba en una sola persona. El D ire c to r Posadas asum ió el mando el 31 de enero de 1814 y fueron sus m in is tro s N ico lá s H errera, de G obierno y R elaciones E xte rio re s; el co­ ronel Francisco J a vie r Viana, de G uerra, y Juan Larrea, de Hacienda. Los hechos más destacados de su g o bierno fueron la creación de la escuadra naval puesta a las órdenes de B row n, la re n d ició n de la plaza de M o n tevide o después de un largo s itio y el envío de m isio n e s d ip lo m á tica s al e x te rio r.

Aunque en sus Memorias escribió Posadas: “ yo goberné y no fui gobernado” , la mayoría de los historiadores opina que durante su período de mandato la cabeza dirigente fue su sobrino Carlos de Alvear. Joven aún, el último no deseaba ocupar todavía el alto cargo de Director Supremo, hasta aumentar su prestigio con triunfos militares en la Banda Oriental y en el norte, objetivos a los que dedicó sus energías.

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LAS M ISIO N E S D IPLO M A TIC AS La difícil situación a fines de 1814 D ijim o s que a fin e s de 1814 num erosos p e lig ro s e xterno s e internos amenazaban a la R evolución. Los p rim e ro s se debían al hecho de que — hasta ese m om ento— las luchas por la em ancipación am ericana eran desfavorables a los p a trio ta s , m ie n tra s el m onarca Fernando VII — restaurado en el tro n o español— pensaba e n viar hacia el Río de la Plata una fu e rte expedición puesta a las órdenes del general M o rillo . La fro n te ra norte era con sta ntem ente amenazada por el enem igo, y en el lito ra l se tornaba delicada la cre cie n te in flu e n cia de A rtig a s . La desm ora­ lización cundía en el e jé rc ito , las fa ccio n e s dividían la A sam blea G eneral y la c ris is estaba v is ib le en los gob iernos p a trio s que se sucedían unos a o tro s. A n te la gravedad de los aco n te cim ie n to s, el D ire c to rio re so lvió buscar aliados e x te rio re s para la R evolución y con este ob jeto envió com isionados a Europa. Sus p ro p ó sito s eran obte n e r el re co n o cim ie n to de nuestra inde­ pendencia por parte de Inglaterra, a b rir negociaciones ante la C o rte española para lle g a r a un a rre g lo p acífico y asegurar la n eutralidad de las autoridades portuguesas esta blecidas en el B rasil, siem p re prontas a colaborar con cu a lq uie r in te n to de agresión al Plata. El D ire c to r Posadas c o n fió la m isión d ip lo m á tica a M anuel B eigrano y a B ernardino Rivadavia, quienes re cib ie ro n in stru c cio n e s m uy am plias, aun­ que el p ro p ó s ito fundam ental era “ asegurar la independencia de A m é ric a ” . Los com isionados debían p roponer al m onarca español el e s ta b le cim ie n to de una m onarquía representada por un p ríncipe de la fa m ilia re inante, para que gobernase el Río de la Plata “ bajo las fo rm a s c o n s titu c io n a le s que esta ­ bleciesen las p ro v in c ia s ” .

Los com isionados en Río de Janeiro Beigrano y R ivadavia saliero n de Buenos A ire s el 28 de d icie m b re de 1814 y a rrib a ro n a Río de Janeiro a m ediados de enero de 1815. A llí se e n tre v is ta ro n con el em bajador inglés lord S trangford, pero éste — m uy cau­ te lo s o — no a rrie sg ó una opinión d e fin itiv a . A l mes sig u ie n te , llegó a Río de Janeiro el d o cto r M a nuel José García, quien había sido designado “ enviado c o n fid e n c ia l” por el nuevo D ire c to r Suprem o, C arlos de A lve a r. Era p orta dor de dos notas, una destinada al ga­ binete de Londres y otra para lord S tran gford, en las que so licita b a el p ro te c­ torado b ritá n ic o para el Río de la Plata. García e n te ró del con tenido de esos docum entos a Rivadavia y a B eigra­ no, quienes lo persuadieron para que no diera curso a dichos pliegos. A m ediados de marzo, los com isionados p a rtieron con d e stin o a Ingla­ te rra ; García quedó en B rasil.

Las gestiones en Europa Cuando llegaron a Londres, Rivadavia y Beigrano se pusieron al habla con M anuel de Sarratea, quien se encontraba en esa capital desde el año a n te rio r. Los co m isionados no tu vie ro n é x ito en sus gestione s ante el gabi­ nete b ritá n ic o y entonces in icia ro n negociaciones te n d ie n te s a cre a r en el Río de la Plata un reino c o n stitu cio n a l que sería gobernado por el h ijo m enor

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del ex rey de España C arlos IV, este ú ltim o a la sazón e x ilia d o en Roma. Tampoco tu vo é x ito el p ro ye cto por re s ta b le c e r una m onarquía en esta parte del co ntinente . En noviem bre de 1815, B elgrano regresó a Buenos A ire s y Rivadavia — luego de v ia ja r a París— se tra sla d ó a España donde co n sig uió e n tre v is ­ ta rse con C evallos, el m in is tro de Estado. Las conversaciones se in icia ro n en té rm in o s cord ia le s, aunque fin a lm e n te el m in is tro español d e cid ió sus­ penderlas, argum entando sus dudas con respecto a los poderes que exhibía el com isionado. A m ediados de ju lio de 1816, R ivadavia p a rtió nuevam ente rum bo a París y a llí re c ib ió un despacho del g o bierno de Buenos A ire s — a cuyo fre n te se encontraba P ueyrredón— por el cual era nom brado "D ip u ta d o de las P rovincias U n id a s” ante las c o rte s europeas.

SUBLEVACION DEL EJERCITO DEL NORTE A fin e s de enero de 1814, San M a rtín reem plazó a Belgrano en el mando del E jé rcito del N o rte ; sin em bargo, en marzo de ese año, el nuevo je fe s o lic itó lice n cia argum entando razones de salud. El D ire c to r S uprem o — G ervasio Posadas— designó entonces a José Rondeau, quien se hizo cargo de las tro p a s en ju lio de 1814. M ie n tra s ta n to , A lv e a r — de regreso en Buenos A ire s después de su campaña en M o n te vid e o — dispuso agregar nuevos é x ito s a su ca rrera m ilita r, esta vez al fre n te del E jé rcito del N orte. En un cam pam ento e rig id o en O livo s, d is c ip lin ó las tro p a s que habían regresado de la vecina o rilla y ta m ­ bién a e fe c tiv o s de Buenos A ire s . Tal com o se suponía, el D ire c to r Posadas nom bró je fe del E jé rcito del N orte a su sob rin o A lv e a r, en reem plazo de Rondeau; acompañado de su Estado M ayor, el nuevo je fe p a rtió in m e d ia ta m e n te hacia ese destino.

Gervasio Antonio Posadas adhirió a la Revolución de Mayo y fue miembro de la Sociedad Patriótica. En ene­ ro de 1814, la Asamblea Ge­ neral Constituyente lo eligió Director Supremo del Río de la Plata.

Carlos María de Alvear (1789-1852). Gobernante enérgico, la oposición sólo le permitió realizar un corto gobierno. Como bien ha dicho el historiador Mitre, “ fue bravo en el campo de batalla, pero devorado por la fiebre de la ambición".

Un grupo de o fic ia le s del e jé rc ito acampado en Jujuy, al ente rarse de los cam bios se declaró a b ie rta m en te en fa vo r de Rondeau y en la noche del 7 de d ic ie m b re los co ron ele s M a rtín Rodríguez, M anue l Pagóla, C arlos F o rest v o tro s lograron apresar a va rio s m ilita re s p a rtid a rio s de A lve a r. Los su b le ­ vados com unicaron a Rondeau que estaban d isp uestos a s o ste n e rlo por la fuerza de las arm as si las circu n sta n cia s así lo requerían. Por su parte, A lv e a r se e n te ró de lo sucedido al lle g a r a la p ro vin cia de C órdoba y entonces — luego de rep ro bar esa a c titu d de in d is c ip lin a — regresó a Buenos A ire s . En esas épocas, la o pinión pú blica censuraba la actuación de Posadas debido a la re c ie n te sublevación del E jé rcito del N orte, al fracaso de la m isión d ip lo m á tica de Belgrano y R ivadavia y a la situación en que se encon­ traban las p ro vin cias, en buena parte dom inadas por la acción de A rtig a s . A lv e a r exigía al gobierno un plan enérgico de represión y de severos castigos, lo que m o tivó — ju n to con la sublevación del E jé rcito del N orte— la renuncia del D ire c to r S uprem o G ervasio Posadas, con fecha 9 de enero de 1815.

DIRECTORIO DE ALVEAR Los núcleos de oposición al nuevo D irector La A sam blea d is c u tió la renuncia, presentada por Posadas y, luego de aceptarla, puso a votación la persona que debía suce derle, por el tie m p o que le fa lta b a para te rm in a r su período. Por m ayoría de su fragio s, la elecció n recayó en el general C arlos M aría de A lve a r, quien p re stó ju ra m e n to el 10 de enero de 1815. El nuevo D ire c to r S uprem o — que sólo gobernó tre s m e­ ses— m antuvo los m in is tro s del gobierno a n te rio r. A lv e a r asum ió el poder en circu n sta n cia s m uy d ifíc ile s : el re to rn o de Fernando VII al tro n o español, la sublevación del E jé rcito del N orte, el a rtiguism o encendiendo la guerra c iv il en el in te rio r y la o pinió n pú blica de Buenos A ire s enconada y recelosa. El m ism o día del ju ra m e n to , D orrego era d errotado en la Banda O rie n ta l (Guayabos) y com o consecuencia de este co n tra ste las tro pa s de Buenos A ire s debieron abandonar ese te rrito rio . A poyado por la Logia Lautaro,1 el nuevo gobernante p re te n d ió c o n so li­ darse en el mando a tra vé s de una acción enérgica y vig orosa , que sólo s irv ió para p re c ip ita r su caída. P retendió un ace rcam ie nto con el E jé rcito del N orte, pero Rondeau le negó obediencia. También in ic ió negociaciones con A rtig a s para lle g a r a un a rre g lo en base al re co n o cim ie n to de la independencia de la Banda O rien tal a cam bio de que el ca u d illo re tira ra sus fuerzas del lito ra l; las gestion es fracasaron por negativa del ú ltim o . San M a rtín ocupaba el cargo de gobernador in te n d e n te de Cuyo, pero enterado del cam bio de go bierno o cu rrid o en Buenos A ire s presentó su renuncia, la que fu e aceptada por A lve a r, quien a su vez designó reem plazan' A partir de la revolución del 8 de octubre de 1812 dos tendencias se hicieron preséntes er> el seno de la Logia Lautaro. El Ideal revolucionario, defendido por San M artín, fue reempla­ zado por un partid o personalista acaudillado por Alvear, lo que motivó la derrota de los partidarios del primero en la Asamblea del Aflo X III. Esta primera Logia Lautaro fue un dócil instrumento de Alvear y cayó junto con su ¡efe. Bajo la inspiración de San Martin surgió en 1816 una segunda Logia Lautaro, con la dirección de Tomás Guido.

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D is o lu c ió n de la A s a m b le a . R e n u n cia de A lv e a r La a c titu d de A lva re z Thomas y su e jé rc ito en Fontezuelas e ncontró apoyo en Buenos A ire s , donde el m o vim ie n to fu e d irig id o por E stanislao

te al coronel G reg o rio P erdriel. Pero un C abildo a b ie rto reunido en Mendoza rechazó la m edida y c o n firm ó a San M a rtín en el ca rg o .1 No sólo en el norte y en Cuyo la situación era desfavorable para Alvear, por cuanto Artigas controlaba la Banda Oriental y varias provincias a través de gober­ nadores adictos: en Entre Ríos el caudillo Eusebio Hereñú\ en Corrientes, Juan Bauitista M éndez; Francisco Candioti, en Santa Fe, y José Javier Díaz, en Córdoba. La bandera nacional fue reemplazada por la artlguista, de color celeste y blanco, pero cruzada en diagonal por una franja roja.

C om batido por la opinión pública, puede a firm a rs e que la ju ris d ic c ió n de A lv e a r — en su ca rá cte r de gobernante— no pasaba de una fra c c ió n de la actual p rovin cia de Buenos A ire s . El encono aum entó cuando dio a conocer un d e cre to por el cual condenaba a m ue rte a todo el que censurase su actuación.

LA REVOLUCION FEDERAL DE 1815 A com ienzos de a b ril y debido a la s itu a ció n im perante, A lv e a r s a lló de Buenos A ire s y se re fu g ió , con fuerzas que le eran a dictas, en el cam pam ento de O livos. Para d e rrib a r al D ire c to r Suprem o, los o p o sito re s llegaron a un acuerdo con A rtig a s , quien de in m e d ia to dispuso avanzar sobre Santa Fe para luego d irig irs e a Buenos A ire s . Enterado A lv e a r, ordenó la salida de 1.600 hom bres a las órdenes del b rig a d ie r Ignacio A lva re z Thomas, pero cuando estas tro p a s llegaron a F ontezuelas — cerca de A rre c ife s , en la ruta a Santa Fe— su je fe se sublevó con tra el D ire c to r S uprem o (3 de a b ril) al m ism o tie m p o que negoció con A rtig a s . Desde ese lugar, d irig ió una vio le n ta proclam a al g o b ie r­ no e hizo presente el de sco n te n to popular, debido a los e rro re s co m e tid o s; en consecuencia e x ig ió la renuncia de A lv e a r y su reem plazo por un manda­ ta rio que contara con el apoyo general.

1 Para juzgar la Importancia del episodio debe tenerse en cuenta que a los gobernadores Intendentes sólo los nombraba el Director Supremo. San Martín fue confirmado en el cargo por el Cabildo de Mendoza, contrariando órdenes expresas del gobierno de Buenos Aires. Constituye, en consecuencia, un acto de federalismo.

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A l lle g a r a la capital la n o ticia de la sublevación, A lv e a r optó por elevar su renuncia a la A sam blea, pero re tu vo el mando de las tropas. El citado organism o designó en su reem plazo un T riu n vira to , form ado por Ro­ dríguez Peña, San M a rtín y M atías Irigoyen. A n te la desaprobación popular, el 15 de ab ril el C abildo aceptó la renun­ cia de A lv e a r, proclam ó la d iso lu ció n de la Asam blea y declaró nulo el efím ero te rc e r T riu n v ira to . Desde ese m om ento, el A yu n ta m ie n to se a trib u yó funciones gubernativas. F inalm ente, A lv e a r e n tre gó el mando de su e jé rc ito al general Juan José V iam onte y se a le jó de in m ediato a Río de Janeiro, en una fra g a ta inglesa. La re vo lu ció n de a b ril de 1815 ha sido llam ada “ m o vim ie n to fe d e ra l" por cuanto el go b iern o cen tral e sta b le cid o en Buenos A ire s fue derrib a d o p o r la presión de las fuerzas del in te rio r. C o n trib u ye ro n en m ayor o en m enor grado la re b e lió n del E jé rcito del N orte, el lito ra l sublevado a las órdenes de A rtig a s y las p ro vin cia s de Cuyo que desconocieron la volun tad del D i­ re c to r S uprem o. En la m ism a ciudad de Buenos A ire s la opinión pública se volcó co n tra el g obierno y p re c ip itó los a co n te cim ie n to s, que determ inaro n la d is o lu c ió n de la A sam blea, la caída de A lv e a r y la entrega del poder al Cabildo.

Se elige un nuevo D irecto r Supremo A n te la s itu a ció n creada, el C abildo convocó al pueblo de Buenos A ire s para que e lig ie s e un grupo de e le cto re s c'on fa cu lta d e s para nom brar un gobierno p ro visio n a l hasta la reunión de un C ongreso General de las Pro­ vincias. El 20 de a b ril, los e le c to re s e lig ie ro n D ire c to r S uprem o p ro v is o rio al general Rondeau, quien sería reem plazado — m ie n tra s perm aneciese al fre n te del E jé rcito del N o rte— por Ignacio A lva re z Thomas en calidad de suplente. Para im p e d irJ o s m ales que pudieran so b re ve n ir de un e je c u tiv o un ip er­ sonal, agravado por la d iso lu ció n de la A sam blea, el C abildo nom bró una Junta de O bservación com puesta de cinco m iem bros, con a trib u cio n e s para im p e d ir excesos del D ire c to r S uprem o y encargada de d ic ta r un Estatuto. El 21 de a b ril, A lva re z Thomas pre stó juram en to, pero hasta que se sancionase el m encionado E statuto e je rce ría sólo el mando m ilita r, quedando el p o lític o a cargo del C abildo.

EL ESTATUTO PROVISIONAL DE 1815 Tal com o había quedado esta b le cid o , la Junta de O bservación redactó el E statuto P ro visio n a l para la a d m in istra ció n y d ire c c ió n d e l Estado. El 16 de mayo, el docum ento fue aceptado y jura d o por el D ire c to r S uplente; de tal manera, A lva re z Thomas re cib ió el mando s u p e rio r de las P rovincias Unidas. El E statuto P rovisional de 1815 es m uy sem ejante — "m a la co p ia ” , dice el h is to ria d o r Ravignani— al pro ye cto de C o n stitu ció n que la S ociedad Pa­ trió tic a p re se n tó ante la A sam blea del A ño XIII. Sin em bargo, las circ u n s ­ tancias no eran las m ism as, por cuanto en la época en que se redactó el

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I M r R I N T A D S l K tT A D A .

pro ye cto era necesario un Poder E je cu tivo fu e rte ; en cam bio, en 1815 los e rro re s co m e tid o s p o r A lv e a r reclam aban un g o bierno s u je to a lim ita c io n e s en el mando. El E statuto su rg ió a consecuencia de una re v o lu c ió n fe d e ra l, pero su contenido, com o el m odelo que le s irv ió de in sp ira ció n , es de c a rá c te r u n ita rio . Establece tre s poderes: el E je cu tivo , a cargo del D ire c to r S uprem o; el L e g isla tivo , repre se nta d o p o r la Junta de O bservación, y el J u d ic ia l, p o r un Tribunal su p e rio r y las cám aras de apelaciones. S ubordinaba el Poder Eje­ c u tiv o al Leg isla tivo , por cuanto el D ire c to r podía cesar en su m andato a re q u e rim ie n to de la Junta de O bservación y del C abildo. La d isp o sició n más im p o rta n te del E statuto P rovisional es la que conce­ día al D ire c to r S uprem o la fa cu lta d de convocar a las p ro v in c ia s "p a ra el p ron to nom bram iento de dip u ta d o s que hayan de fo rm a r la C o n s titu c ió n , lo s cuales deberán re u n irs e en la ciudad de Tucum án” . El Estatuto Provisional es un complicado código que consta de un largo preám­ bulo, seguido de siete secciones divididas en capítulos, un reglamento para la Junta de Observación y finalmente varias disposiciones generales. El E statuto P rovisional fu e com unicado a las p ro vin cia s, pero éstas lo rechazaron, aunque todas — con excepción de las dom inadas por A rtig a s — e stu vie ro n de acuerdo en la cláusula re fe re n te a la con vo ca to ria de to d o s los pueblos a un C ongreso G eneral. De ta l manera, el E statuto de 1815 sólo fu e aplicado en Buenos A ire s y em pleado en la designación de los diputados p orteños.

DIRECTORIO DE ALVAREZ TH O M A S Fracasan las gestiones con A rtigas A l fre n te del gobierno, A lva re z Thomas tra tó de m antener el e q u ilib rio p o lític o , agitado por ios problem as e x te rio re s , las d isco rd ia s c iv ile s , la 476

a c titu d de A rtig a s y ei c o n flic to de poderes con la Junta de O bservación, que p aulatinam ente p re te n d ió im pone rle su autoridad. El D ire c to r S uprem o y la Junta de O bservación cre ye ro n tarea fá c il lle g a r a un a rre g lo con A rtig a s , por cuanto éste había prestado su apoyo a la re vo lu ció n que d e rrib ó a A lve a r. El C abildo porte ño cam bió su a n te rio r a ctitu d y e lo g ió “ al ilu s tre y b e n e m é rito je fe de los o rie n ta le s ” , y por su parte el g o bierno de Buenos A ire s envió com isionados al cam pam ento de la P u rifica ció n (sobre el río U ruguay). Para re s o lv e r la a c titu d a se guir, A rtig a s reunió una asam blea a la que a sistie ro n re p re se ntante s de la Banda O rie n ta l, Entre Ríos, C o rrie n te s, Santa Fe y Córdoba, es d e cir, de las p ro vin cia s que form aban la liga a rtig u is ta . La asamblea entre g ó una s e rie de exigencias a los com isionados porteños, las cuales hacían p rá ctica m e n te im p o sib le lle g a r a una solu ció n am istosa. A n te el curso de los sucesos, el D ire c to r y la Junta de O bservación enviaron un e jé rc ito a las órdenes de V iam onte, el cual ocupó la capital de Santa Fe en agosto de 1815. La situ a c ió n parecía asegurada; sin em bargo, el gobierno de Buenos A ire s d e b ilitó las tro p a s de V iam onte al envia r hom bres de refue rzo al E jé rcito del N orte. La p ro vin cia de Santa Fe no pudo m antener la paz por largo tie m p o . El a rtig u is ta M a ria n o Vera se levantó co n tra los porteños y fu e au xilia do por el c a u d illo e n tre rria n o F rancisco Ram írez, quien obedeciendo órdenes de A rtig a s atravesó el Paraná e invadió a Santa Fe; ta m bién el c a u d illo Esta­ n islao López m archó co ntra V iam onte. El ú ltim o no contaba con fuerzas s u fic ie n te s y debió a trin ch e rarse en la capital de la p ro vin cia , donde fin a lm e n te se rin d ió el 31 de marzo de 1816, luego de s o p o rta r un s itio de v e in te días. V iam onte y sus o fic ia le s cayeron, p risio n e ro s. M ariano Vera fu e proclam ado gobernador de Santa Fe y la pro vin cia v o lv ió a quedar separada de la obe diencia de Buenos A ire s .

El Pacto de Santo Tom é. Renuncia de A lvarez Thomas A n te los sucesos de Santa Fe, el gobierno de Buenos A ire s designó al general M a n u e l B elgrano — quien había regresado de su m isión d ip lo m á tica — je fe de las tropas, que debían ope rar en dicha p ro vincia. Trasladado a d estin o y para te rm in a r con la guerra c iv il, Belgrano com isio n ó al general E ustaquio Díaz V élez para que in icia se negociaciones de paz con A rtig a s . Díaz V élez se e x tra lim itó en los alcances de su m isió n y no va ciló en firm a r con el re p re se nta n te a rtig u is ta C osm e M aciel un a rm is tic io subver­ sivo, conocido con el nom bre de Pacto de Santo Tomé, po r el lugar del te r r i­ to rio sa n ta fe cin o donde se su s c rib ió (9 de ab ril de 1816). El tra ta d o establecía la evacuación de esa p ro vin cia po r las fuerzas de Buenos A ire s , la d e s titu ­ ción del D ire c to r A lva re z Thomas y la separación de B elgrano del mando del e jé rc ito , quien debía se r reem plazado po r Díaz Vélez. Las tro p a s adhi­ rie ro n a lo pactado y se d isp u sie ro n a hacerlo c u m p lir por la fuerza de las armas. A l lle g a r a Buenos A ire s la n o ticia de lo re su e lto en Santo Tomé, el C abildo com unicó los alcances del pacto al D ire c to r S uprem o A lvarez Tho­ mas, quien no ta rdó en pre se n ta r la renuncia de su cargo a la Junta de O bservación (16 de abrN). M ie n tra s ta n to el C ongreso de Tucumán — que A lva re z Thomas tu vo el honor de convocar— había iniciado sus sesiones el m es a n te rio r.

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DIRECTORIO DE A N TO N IO GONZALEZ BALCARCE La Junta de O bservación y el C abildo aceptaron la renuncia de A lva re z Thomas y de in m e d ia to designaron D ire c to r S uprem o al general A n to n io González B alcarce, quien to m ó posesión del mando el 17 de a b ril de 1816. Con esta actitud, el grupo dirigente de Buenos Aires volvió a dem ostrar su política centralista, por cuanto el D irector Supremo gobernaba las “ Provincias Uni­ das” , y no era un proceder equitativo el que dos organismos porteños designaran sucesor para ese alto cargo sin consultar al Congreso reunido en Tucumán ni al legítimo titular, el general Rondeau, a la sazón en la frontera norte.

A l e nte ra rse el C ongreso de lo o c u rrid o en Buenos A ire s , re s o lv ió , en la sesión del 3 de mayo, de sig na r D ire c to r S uprem o titu la r al general Jueui M a rtin de P ueyrredón y luego com unicó a Balcarce que hasta el a rrib o del nuevo m andatario su ju ris d ic c ió n se re d u ciría a la p ro vin cia de Buenos A ire s . D espués de e le cto , P ueyrredón quedó dos m eses más en Tucumán.

La reunión se efectuó a pesar de las protestas de la Junta de Observación y las deliberaciones fueron sumamente agitadas, debido a las divergencias de o p i­ niones. El D irector Balcarce, apoyado ahora por los hombres de tendencia federal, s o s te n ía la necesidad de reunir el Cabildo abierto, mientras la Junta de Observación y el Cabildo defendían el principio de elegir representantes de la ciudad y la c a m p a ñ a , con plenos poderes.

Cuando se e fe ctu aron co m icio s para d e c id ir las op iniones, triu n fa ro n p0r am plia m ayoría los p a rtid a rio s del siste m a de re p resentan tes y en con­ secuencia los fe d e ra le s de Buenos A ire s fue ron derrotado s. El D ire c to r Su­ premo González B alcarce re cib ió la in tim a ció n de cesar en el mando y pre ­ sentó su renuncia el 12 de ju lio de 1816. La Junta de O bservación y el C abildo nom braron para reem plazarle una C om isión S u p e rio r G ubernativa de dos m iem bros: A n to n io Escalada, en representación del A yu n ta m ie n to , y M ig u e l de Irig o ye n , de la Junta. Esta co m isió n gobernó hasta el 29 de ju lio , en que el nuevo D ire c to r Supremo Juan M a rtín de Pueyrredón ocupó su a lto cargo.

A gitación federal en Buenos A ires Desde la caída de A lv e a r, su rg ió en Buenos A ire s una tendencia p o lítica de c a rá cte r fed e ra l que se inclinaba a re sp e ta r las autonom ías p ro vin cia le s y adm itía que Buenos A ire s no fuese la cabeza d irig e n te del país. Sus p a rti­ darios afirm aban que la m e jo r fo rm a de luchar co n tra A rtig a s era s u p rim irle el m o tivo fundam ental de su d is id e n c ia y que si Buenos A ire s respetaba los deseos del in te rio r, las p ro vin cia s de Córdoba y Santa Fe dejarían con agrado la liga a rtig u is ta . Estas ideas ganaron adeptos e n tre la población porteña y contaron con el apoyo de m ilita re s destacados (S oler, D orrego) y c iv ile s de re lie v e (Sarratea, C hiclana, A g re lo ). Los in te g ra n te s de esta fa cció n re c ib ie ro n con des­ agrado el nom b ra m ie n to de P ueyrredón para el cargo de D ire c to r Suprem o. Por otra parte, la tendencia p o lític a c o n tra ria a la a n te rio r estaba eneabezada por la Junta de O bservación y el C abildo de Buenos A ire s , los cuales apoyados por gran núm ero de p a rtid a rio s defendían la autoridad del C ongreso reunido en Tucumán y el p rin c ip io del p re d o m in io e je rc id o tra d ic io n a lm e n te por la capital. Los fe d e ra le s p orteños h ic ie ro n p ú blica una declaración en la cual a fir­ maban que el pueblo de Buenos A ire s “ q u ie re y desea p ú b lica y n o to ria m e n ­ te, re d u cirse a una p ro v in c ia com o todas las demás"-, en consecuencia, se gobernaría por sus propias leyes, pero reconociendo al D ire c to r S uprem o nom brado por el C ongreso.

TERCERA C A M P A Ñ A AL ALTO PERU Sabemos que, a fin e s de enero de 1814, San M a rtín reem plazó a Belgrano en el mando del E jé rcito del N orte; estos e fe c tiv o s no pasaban de dos m il hom bres, en su m ayor parte bisoños, mal arm ados y sin m oral com bativa. El nuevo je fe se dedicó inm e dia tam en te a reorganizar esas tropas sobre las bases de una e s tric ta d is c ip lin a y una m e jo r in stru cció n . A pesar de su incansable activid a d , San M a rtín no se enco n tró s a tis fe ­ cho con el resu lta d o de sus esfuerzos, e specialm ente en m ateria de d is c ip li­ na. Juzgaba que esos e fe c tiv o s no estaban en cond icione s de e n fre n ta r con éxito a los re a lis ta s, guerre ro s avezados que acababan de triu n fa r en V ilcapugio y A yohum a. Esta circu n sta n cia , unida a lo escabroso del te rre n o , le per­ suadieron de que existía n otra s zonas más prop icia s para atacar al enem igo. Por otra parte, consideraba muy apropiado para la zona en que luchaba el E jé rcito del N orte el siste m a de g u e rrilla s em pleado con é x ito por M a rtín Güemes y sus gauchos sálte nos, a quienes había confiado la línea de avanzada sobre el enem igo. No se habíán cum p lido cu atro m eses de su perm anencia al fre n te del e jé rc ito , cuando San M a rtín s o lic itó lice n cia argum entando m o tivo s de salud, y en a b ril de 1814 entregó el mando al general F rancisco Fernández de la Cruz, quien lo e je rc ió en fo rm a in te rin a hasta el mes de ju lio , en que se hizo cargo de esas tropa s el general José Rondeau, su nuevo je fe .

Renuncia de Balcarce Los p a rtid a rio s de la autonom ía p ro v in c ia l contaban con el apoyo de varios re g im ie n to s y s o lic ita ro n la reunión de un C abildo a b ie rto . A n te el curso de los sucesos, la Junta de O bservación y el A yu n ta m ie n to porteños — con anuencia del D ire c to r González Balcarce— convocaron a una Junta de representante s. Sin em bargo, al día sig u ie n te — 19 de ju n io — el D ire c to r Balcarce p ublicó un bando por el cual autorizaba la reunión de los p e ticio n a n te s en la ig le sia de San Ignacio, lo que equivalía a un C abildo a b ie rto y en conse­ cuencia una c o n tra d ic c ió n a su a c titu d del día a n te rio r.

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Comienza la tercera campaña Luego de las d e rro ta s su frid a s po r los p a trio ta s en V ilca p u g io y Ayohum a. el e jé rc ito re a lista , a las órdenes de Pezuela, había invadido el norte del te rrito rio a rg entino hasta la p ro vin cia de Salta, con el pro p ó sito de avanzar hasta Tucumán, para com binar operaciones con o tro s núcleos rea­ listas y — de se r p o sib le — dom ina r el lito ra l del Plata. Después de la re tirada de los p a trio ta s, los gobernadores designados P °r e llo s en el A lto Perú d e cid ie ro n oponerse a las tro p a s de Pezuela. El com andante A lva re z de A re n a le s, gobernador de la p rovincia de Cochabam-

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En el transcurso de la tercera campaña del Alto Perú, la manguardia del ejército pa­ triota del coronel Martín Ro­ dríguez es sorprendida y de­ rrotada por el ejército espa­ ñ o l —a las órdenes del ge­ neral Olañeta — en el paraje del Tejar (actual Bolivia). £1 grabado reproduce un epi­ sodio de la lucha , en cuyo transcurso el coronel Maria­ no Necochea fue el único que __ en arriesgada acción — lo­ gró escapar del cerco tendi­ do por las tropas españolas.

A m ediados de fe b re ro de 1815, el coronel M a rtín R odríguez in te n tó un re co n o cim ie n to , pero fu e d e rrota do por los re a lista s en El Tejar. A m ediados de a b ril, los p a trio ta s consig uie ro n el único triu n fo de su campaña. Una colum na a las órdenes del general Fernández de la Cruz, que contaba con el apoyo de los gauchos de Güem es, d e rro tó a las tro pas re a lista s en el Puesto d e l M arqués, al n orte de la p ro vin cia de Salta. P resintiendo un fraca so en fu tu ra s acciones y no co n fo rm e con som e­ te rse a las órdenes del e jé rc ito , Güem es se re tiró con sus hom bres de! fre n te de com bate y regresó a Salta. Por su parte, después del co n tra ste de Puesto del M arqués, el je fe re a lis ta Pezuela re tro c e d ió hasta O ruro, m ientras los p a trio ta s altoperuanos ocupaban P otosí, C ochabam ba y Chuquísaca.

Com bates de V enta y M ed ia y Sipe-Sipe

ba, organizó una campaña de g u e rrilla s , y en mayo de 1814 d e rro tó a fuerzas m uy s u p e rio re s en el paraje de La F lorida Una re vo lu ció n e stallada en el Cuzco y la v ic to ria de A re n a les m o ti­ varon el re p lie g u e de Pezuela.

C om bates de El Tejar y Puesto del M arqués En ju lio de 1814, Rondeau se hizo cargo del E jé rcito del N o rte y luego avanzó hasta Jujuy, donde e s ta b le ció su cu a rte l general.

M a rtín Rodríguez v o lv ió a ocupar su puesto al fre n te de las tro p a s de vanguardia y obtuvo el c o n se n tim ie n to de Rondeau para atacar al enem igo en el poblado de Venta y M e d ia (actual te r rito rio de B o livia ). El e ncuentro se p ro d u jo el 21 de o ctu b re y te rm in ó con la d e rro ta de los p a trio ta s; en el tra n s c u rs o de la lucha, el entonces m ayor José M aría Paz re c ib ió una herida que le in u tiliz ó para sie m p re el brazo derecho. Pezuela aprovechó la v ic to ria para to m a r la o fensiva y enterado de que Rondeau se d irig ía con su e jé rc ito hacia la ciudad de Cochabam ba, a la espera de refuerzos, aco rtó d ista n cia s en d ire cció n a la pampa de Sipe-Sipe, próxim a a la cuesta de V ilum a; los p a trio ta s acam paron en esa llanura, con el p ro p ó s ito de c o m b a tir al enem igo. Las tro p a s de Pezuela escalaron la cuesta que Rondeau no había fo r ti­ ficado por cre e rla inaccesible y desde a llí — en hábil m o vim ie n to — cayeron sobre el fla n co de los p a trio ta s, quienes a pesar de re s is tir con bravura fueron ve n cid os (29 de n oviem bre). A consecuencia de la d e rro ta de Sipe-Sipe las p ro vin cia s del A lto Perú se p e rd ie ro n d e fin itiv a m e n te para n u e stro país y el n o rte v o lv ió a ser amenazado por los re a lista s, quienes fe liz m e n te fu e ro n co ntenidos por la indom able acción de Güem es y sus gauchos. Los re sto s del e jé rc ito de Rondeau se re tira ro n en d ire cció n a Tupiza y fin a lm e n te se e s ta b le cie ro n en el n orte de Jujuy. En agosto de 1816, el general M anuel Belgrano reem plazó a Rondeau eri el mando del e jé rc ito y acampó en la C iudadela (Tucum án).

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GÜEMES Y LA GUERRA G A U C H A Semblanza de Güem es Después del fra ca so de la te rc e ra campaña al A lto Perú, el norte arg e n tin o hubiera caído en poder de los re a lis ta s de no m ediar la enérgica y eficaz acción d e fe n siva de M a rtin M ig u e l G üem es y sus gauchos salteños. A m igo personal de los generales San M a rtín y B elgrano, contuvo hasta su m uerte las sucesivas e m bestidas del enem igo y a tra v é s de esta ardua y tesonera lucha colaboró en la magna em presa c o n tin e n ta l del Libertador. Martin M iguel Güemes nació en Salta, en febrero de 1785, descendiente de una acaudalada fam ilia que le pudo brindar esmerada educación. A los catorce años ingresó como cadete en el regim iento “ Fijo de Buenos A ires” — a la sazón en esa provincia— y con ese cuerpo se trasladó a la últim a ciudad, donde luchó contra los ingleses en el transcurso de la prim era Invasión. Por esas épocas ingresó en el Colegio de San Carlos, donde estudió especialmente matemática y dibujo. Producida la Revolución de Mayo, Güemes adhirió de inm ediato a la causa de los patriotas y marchó a Salta para in corporarse-a su guarnición con el grado de comandante general de m ilicias, a fin de llevar a la práctica un plan defensivo con­ tra el avance de los realistas. Siempre se mantuvo alerta en la frontera y prestó su concurso a las tropas de Balcarce y más tarde de Pueyrredón. Cuando en 1814 el general San Martín se hizo cargo del Ejército del Norte, confió a Güemes la defensa de Salta, como jefe de avanzadas.

C onocedor de to d o s los rin co n e s de su tie rra natal, hábil jin e te , va­ lie n te hasta la te m e rid a d , Güem es fu e respetado y qu e rid o por sus hom ­ bres. Empleaba una tá c tic a de fe n siva -o fe n siva , que se adaptaba p e rfe c ta ­ m ente a las m odalidades del te rre n o , sem brando con e lla la co n fu sió n en las fila s enem igas; concebía el plan en lo in trin ca d o de un bosque o m ie n ­ tra s descansaba en su cam pam ento al lado de un fogón, g e n eralm ente la víspera del ataque. Por m edio de su c a u tiva n te personalidad in cu lcó a sus hom bres el am or por la independencia y la lib e rta d , a tra v é s de la llam ada "g u e rra de los gauchos” , palabras que sim bolizaban el s e n tir de un pueblo insobornable, que jam ás claudicaría.

h Ho a la gravedad de la situ a ció n — in ic ia r la re tira d a hacia el n orte ; a pHiados de mayo, el e jé rc ito invasor había abandonado Jujuy. En el lapso com prendido e ntre 1817 y 1821, los re a lista s no cejaron su in te n to por avanzar a tra vé s de! norte del te r rito rio argen tino , pero f l sucesivas em bestidas fracasaron ante el heroico co m p o rta m ie n to de i e aauchos salteños. En el tra n scu rso de una ú ltim a invasión, G üem es fue 10 rendido por una p a tru lla enem iga y re s u ltó herido de gravedad; m urió a los pocos días (17 de ju n io de 1821).

EL CONGRESO DE TU C U M A N S a b e m o s que la d isp o sició n más im p o rta n te del E statuto P rovisional ¿e 1815 fu e 1a co n voca toria de un C ongreso a re u n irse en Tucumán. Tal com o lo indicaba el citad o docum ento, se aplicó el sistem a de v o t a c ió n in d ire c ta y se e lig ie ro n diputados a razón de uno cada quince m il habitantes o fra c c ió n m ayor de s ie te m il q uin ie n to s. Los d iputados e le cto s por Buenos A ire s re cib ie ro n in stru ccio n e s para d icta r una C o n s titu ció n , en la que fig u ra se n separados los tre s poderes, asegurase al pueblo el e je rc ic io de la soberanía y que el E jecutivo recayera en una sola persona. Las in stru ccio n e s nada decían respecto del delicado problem a de la fo rm a de gobierno. De acuerdo con la convocato ria re m itid a por el gobierno de Buenos A ires, en el in te rio r ta m bién se efectuaron las e le ccio nes, aunque no re s­ pondieron las p ro vin cia s sujetas a la in flu e n cia de A rtig a s , es d e cir, la Ban­ da O riental y el lito ra l (C o rrie n te s, Entre Ríos y Santa Fe); por su parte el Paraguay — bajo las órdenes del d ic ta d o r Francia— se m antuvo en su tra ­ dicional a isla m ie n to .

Problemas externos e internos A com ienzos de 1816 y en vísperas de re u n irse el C ongreso de Tucu­ mán, graves p e lig ro s amenazaban a la R evolución A rg e n tin a .

El fracaso de los realistas Después del com bate de Puesto del M arques, G üem es — d isco n fo rm e con Rondeau— m archó de regreso a su p ro vin cia , pero al pasar por Jujuy se apropió de arm as p e rte n e cie n te s al E jé rcito del N orte. Llegado a Salta fue elegido gobernador (m ayo de 1815} y en esta fo rm a in ic ió su g o bierno personal. Cuando Rondeau re tro c e d ió después de la d e rro ta de Sipe-Sipe, dispuso separar a Güem es del mando, pero ante la a c titu d del pueblo con su caudi­ llo, p re firió firm a r con el ú ltim o un tra ta d o de “ paz y am istad e te rn a ” . M ie n tra s ta n to , Pezueia había sido designado v irre y del Perú y lo reem plazó en el mando del e jé rc ito re a lis ta el b rig a d ie r José de La Serna. Este in ic ió la invasión del n o rte a rg e n tin o y e n tró triu n fa n te en Jujuy, pero fu e cercado por las g u e rrilla s . D e stin ó una com pañía para la búsqueda de alim e n to s, pero e stos e fe c tiv o s fu e ro n d e rro ta d o s por los gauchos en los cam pos de San P edrito. A pesar de la tenaz re s is te n c ia , La Serna em prendió a m ediados de a b ril la invasión de Salta y aunque lle g ó a ocupar la ciudad, d ispuso — de-

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La fackada de la casa de Tucumán donde sesionó el Congreso , según un óleo del pintor Genaro Pérez. La sencilla ornamenta­ ción responde al estilo arquitectónico de la épo­ ca. Observe las rejas sa­ lientes de ambas venta­ nas, las columnas traba­ jadas a modo de espiral y la gran puerta de en­ trada con los tableros o “ cuarterones” .

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En el orden exte rn o , la re sta u ra ción del m onarca Fernando VII y sus p ro ce d im ie n to s a b s o lu tis ta s indicaban cla ra m e n te a los gobiernos de la A m é rica hispf.na que debían reanudar con m ayor empeño la lucha por la em ancipación. Las arm as españolas vencían desde M é xico hasta el Cabo de Hornos. El sacerdote M o re lo s — p a trio ta m ejicano— había caído fu s ila d o en manos de sus enem igos, m ie n tra s la tan anunciada e xp edición de M o rillo — que amenazó en p rin c ip io el Río de la Plata— doblegaba a los p a trio ta s de Venezuela y C olom bia. En C h ile la s itu a ció n no era m e jo r, p o r cuanto después de Rancagua los re a lis ta s dom inaban ese te r rito rio con un pode­ roso e jé rc ito . En esas circ u n sta n cia s, la R evolución A rg e n tin a era la única que man­ tenía erguido el esta n d a rte de la re b e lió n , aunque amenazada por el enem i­ go, después de la d e rro ta de Sipe-Sipe. Para colm o de m ales, el tra d ic io n a l p e lig ro portugués se hizo p re se n te una vez más en ese año de 1816 — lla ­ mado de prue b a ’ — y en el m es de agosto los e jé rc ito s lu sita n os in vadie­ ron la Banda O rie n ta l. En e! orden in te rn o , el m ayor problem a lo representaba A rtig a s , quien había form a do una liga de p ro vin cia s fe d e ra le s, las cuales negaron obe­ d iencia no só lo al D ire c to r Suprem o, sin o ta m b ié n al C ongreso; de ta l ma­ nera, la Banda O rie n ta l, Entre Ríos, C o rrie n te s y Santa Fe no enviaron d iputados y Córdoba d e m o stró bastante re ce lo hacia la asam blea. Com o hem os v is to , en Salta se produjo un s e rio in cid e n te e n tre Güemes y Rondeau, re s u e lto después de m om entos In quietantes, y en la propia Buenos A ire s la a g ita ción fe d e ra l había encontrado apoyo en destacadas fig u ra s, quienes p re te n d ie ro n Im p e d ir el a rrib o a la ciudad del nuevo D ire c ­ to r Pueyrredón.

El Congreso inicia sus sesiones A p rin c ip io s de 1816, los re p re se nta n te s de los pueblos com enzaron a lle g a r a la ciudad de Tucumán, elegida por d is ta n te de Buenos A ire s , con el fin de no d e sp e rta r los recelos del In te rio r hacia el c e n tra lis m o porteño. En su m ayor parte, los d iputados pertenecían al c le ro o eran hom bres de leyes y le seguían en m enor cantidad los hacendados y co m e rcia n tes. Entre los re lig io s o s podem os m e n cio n a r a fra y J u sto de Santa M a ría de Oro, A n to n io Sáenz, Pedro Ignacio C astro B arros y fra y C ayetano Rodríguez. También in tegra ron el C ongreso las destacadas fig u ra s : Juan José Paso, Pedro M edrano, Tomás Godoy Cruz, N a rciso Laprida, Juan M a rtin de Puey­ rred ón, Eduardo Pérez B ulnes, Ignacio G o rriti y o tro s. El Congreso se integró con treinta y un diputados. Buenos Aires envió siete; Cuyo, cinco; Córdoba, cinco; Tucumán, seis; Salta, tres y el Alto Perú, cinco. Con la presencia de dos te rc io s de sus m ie m b ro s, el C ongreso in ic ió las sesiones el 24 de marzo de 1816. El d o c to r Pedro M edrano fu e e le g id o pre sid e n te y se c re ta rio s , los d o cto re s Paso y Serrano. A d ife re n cia de a n te rio re s asam bleas, el C ongreso de Tucumán tu vo las sig u ie n te s a trib u c io n e s : a) c o n s titu y e n te s , porque redactó el Regla­ m ento de 1817 y la C o n s titu c ió n de 1819; b) e je c u tiv a s , por cuanto dio in stru ccio n e s y norm as de go b iern o al D ire c to r S uprem o; c) le g is la tiv a s , debido a que d ic tó dive rsa s leyes, y d) ju d ic ia le s , porque ta m b ié n se ocupó de re ve r sentencias.

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Elección de Pueyrredón La d e s titu c ió n de A lva re z Thomas y la designación in te rin a de Balcarce m otivaron que el C ongreso re so lvie ra en seguida el no m bram iento de un D ire c to r S uprem o titu la r. Con este p ro p ó sito , los diputados se reunieron en sesión e xtra o rd ina ria en la mañana del 3 de mayo, bajo la presidencia del canónigo Ignacio C astro Barros y ante num eroso público. A c to seguido se procedió a la votación, y de los v e in tic u a tro diputados presentes v e in titré s lo h icie ro n en fa vo r de Juan M a rtín de P ueyrredón, repre se nta n te por San Luis. A n te s de m archar a Buenos A ire s para hacerse cargo de sus funcion es, el nuevo m andatario p re firió d irig irs e hacia el norte del país, para m ediar en un c o n flic to producido e ntre G üem es y Rondeau. De a llí v o lv ió a Tucu­ mán para in s is tir ante los congresales sobre la necesidad de pro clam ar la independencia; luego pasó a C órdoba, donde se e n tre v is tó secre tam en te con San M a rtín , para u n ific a r las ideas con respecto al plan de lib e rta r a C hile.

LA INDEPENDENCIA ARGENTINA D ecisiva fu e la in flu e n cia de San M a rtín y Belgrano sobre los congre­ sales, para que p rocedieran a la inm ediata declaración de nuestra Inde­ pendencia. “ Si ésta no se hace — e s c rib ió San M a rtín a Godoy C ruz— el Congreso es nulo en todas sus p a rte s ” , y com o el diputado por Cuyo le respondió que la declaración “ no era soplar y hacer b o te lla s ” , el ilu s tre Patriota agregó: “ que m il veces es más fá c il hacer la Independencia, que e ' que haya un am ericano que haga una sola b o te lla ". Una vez e le c to Pueyrredón, y ante los anhelos populares repre senta­ o s por San M a rtín y Belgrano a tra vé s de sus g estione s, los congresales d ispusieron d e cla ra r o fic ia lm e n te que las P rovincias U nidas del Río de la

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Plata form aban una N ación soberana, desligada de todo vín cu lo de s o m e ti­ m ie n to con resp e cto a los reyes de España. Era evid e nte que tal proclam a­ ción eje rce ría b e n e ficio sa in flu e n c ia sobre el e s p íritu del país y daría pode­ roso e stím u lo a los e jé rc ito s re vo lu cio n a rio s. Los diputados Gascón, Serrano y Sánchez de Bustamante habían redactado una lista de diecisiete asuntos fundamentales que debía tratar el Congreso. El punto tercero se ocupaba de la necesidad de declarar la Independencia.

En la sesión del 9 de ju lio de 1816, el p re sid e n te de turno, F rancisco N a rciso de Laprida, propuso que el C ongreso tra ta ra el punto te rc e ro del plan de asuntos fund a m e n ta le s, re fe re n te a la Independencia. El s e c re ta rio Paso leyó la p ro p o sició n que debía vo ta rse y luego p re ­ guntó a los diputados: “ Si querían que las P rovincias Unidas fuesen una Nación lib re e in dependiente de los reyes de España y su M e tró p o li." La de cisió n unánim e de los d iputados provocó m a n ife sta cio n e s de jú b ilo en el num eroso p ú b lico p resente, que e x te rio riz ó en esa fo rm a su sa tisfa cció n p o r la tra sce n d e n cia del pro n u n cia m ie n to . El 19 de ju lio los congresales efectuaron dos sesiones, una pública y otra privada. En la prim era se aprobó la fórm ula del juram ento que debían utilizar los diputados y altos funcionarios: “ ¿Juráis por Dios Nuestro Señor y esta señal de Cruz, promover y defender la libertad de las Provincias Unidas de Sud Am érica y su independencia del rey de España, Fernando VII, sus sucesores y M etrópoli y de toda otra dom inación extranjera? ¿Juráis a Dios Nuestro Señor y prometéis a la Patria, el sostén de estos derechos, hasta con la vida, haberes y fama? Si así lo hiciereis Dios os ayude y si no, El y la Patria os hagan cargo.”

En la sesión del 21 de ju lio , las a u toridades c iv ile s , m ilita re s y e cle ­ s iá stica s ju ra ro n so le m n e m e n te la Independencia. El 25 de ju lio , el C ongreso adoptó o fic ia lm e n te nuestra bandera c e le ste y blanca. El 18 de ju lio , el diputado Juan José Paso y jurase la bandera nacional” . El día 20, otro Esteban Gascón, reiteró ese propósito, y el 25 decretó según el cual el peculiar distintivo de las dera celeste y blanca que se ha usado hasta el

hizo moción “ para que se fijase representante por Buenos Aires, de ju lio el Congreso aprobó un Provincias Unidas fuese “ la ban­ presente” .

D ebates sobre la form a de gobierno Declarada la Independencia, el C ongreso se ocupó en re s o lv e r la fo rm a de gobierno que debería re g ir los d e stin o s de las P rovincias Unidas. De acuerdo con el punto cu a rto del plan de tra b a jo s, era necesario co n su lta r la opinión de los pueblos del in te rio r al resp e cto , pero la asam blea no tu vo en cuenta esta d isp o sició n . El día 6 de ju lio , los congresales se habían reunido en sesión secreta para escuchar la palabra de B elgrano sobre las ideas que predom inaban en Europa, “ concepto que ante las naciones de aquella parte del globo se habían form ado de las P rovincias U nidas y esperanzas que éstas podían te n e r de su p ro te c c ió n ” . M a n ife s tó que las luchas in te rn a s no habían im ­ presionado fa vora b le m e n te y en m a te ria de g o b iern o so stu vo la conveniencia de in s ta la r una monarquía c o n s titu c io n a l — com o la de In g la te rra — re p re ­ sentada por la din a stía de los incas, para e s ta b le c e r un Estado con capital en el Cuzco.

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El 12 de ju lio , el diputado M anuel de A cevedo propuso d is c u tir la fo rm a He q o bierno y se in c lin ó por la idea de B elgrano, es d e c ir el re s ta b le c i­ m iento de la dinastía incaica. El día 15, el diputado fra y Justo de Santa M aría de O ro so stuvo que antes de exped irse sobre el asunto en debate ••p ra p re ciso c o n s u lta r p reviam e nte a los p u e b lo s" y en caso de aceptarse e | sis te m a m onárquico sin ese re q u is ito “ se le p e rm itie s e re tira rs e del C o n g re s o ^

g| d¡putado j om ¿s A nchorena sostuvo que la "fe d e ra ­

ción de p ro v in c ia s ” era la única fo rm a de gobierno que c o n c ilia ria todas las d ife re n cia s. El debate p ro s ig u ió y no se llegó a nada d e fin itiv o , aunque el proyecto incaico fu e desechado. SI bien el Qongreso d e sa rro lló sus activid a de s basado en una unidad de c rite rio s , las d iverg e n cia s sobre la fo rm a de gobierno p e rm ite n d is tin g u ir las te n d e n cia s en que se d iv id ie ro n los diputa dos: los m onárquicos, que sostenían la dinastía incaica o bien la candidatura de un p rín cip e portugués, y los re p u b lica n o s, d ivid id o s a su vez en u n ita rio s (de fensores del ce n tra ­ lism o po rte ñ o ) y fe d e ra le s o p a rtid a rio s de las autonom ías pro vin cia le s, encabezados por los re p re se nta n te s de Córdoba.

Los congresales se trasladan a Buenos A ires A m edida que tra n scu rría el año 1816 se g eneralizó la idea sostenida desde un p rin c ip io por los diputados p orteño s, te n d ie n te a tra sla d a r el Congreso a Buenos A ire s . Existían te m o re s por los avances de los re a lista s en la fro n te ra norte y tam bién era probable un golpe de mano efectuado por los c a u d illo s, d isco n fo rm es con la m archa de las delibe ra cion es. Por o tra parte y debido a la situ a ció n anárquica de algunas pro vin cia s, era n ecesario que el C ongreso e stu vie ra cerca del D ire c to r S uprem o para fa v o re c e r la ce n tra liza ció n del poder, tende ncia a la que se Inclinaban la mayoría de los congresales: además, las tra m ita c io n e s d ip lo m á tica s con el e xtra n je ro y la c e lerid ad en los p ro ce d im ie n to s exigían una estrecha cola­ boración con el Poder E jecutivo. Aunque a fin e s de 1816 ya se había aprobado el cam bio de residencia, el C ongreso sesionó en Tucumán hasta el 4 de fe b re ro de 1817, fecha en que se levantaron las de lib e ra cio n e s para reanudarlas el 12 de m ayo en Buenos A ire s .

EL REGLAMENTO PROVISORIO DE 1817 Sabemos que el C ongreso de Tucumán se reunió en base a lo d ispu esto por el E statuto P rovisional de 1815. El tie m p o había dem ostrado las im p e r­ fe ccio n e s de esas leyes y en consecuencia era n ecesario reem plazarlas por otras, que e stu vieran más de acuerdo con las exigencias de la época. Una co m isió n lo so m e tió a e stu d io y le in tro d u jo m o d ifica cio n e s. Des­ pués de largas d iscusion es, el C ongreso — ya Instalado en Buenos A ire s — sancionó el día 3 de d icie m b re el R eglam ento P rovisorio, cuerpo de leyes que, com o su nom bre lo indicaba, re g iría hasta que se prom ulgase una C o n s titu c ió n d e fin itiv a . . , . El R eglam ento del año 1817 consta de s ie te secciones. Se in icia con una enum eración de los derechos y deberes del hom bre y deja expresa constancia de que la seguridad in d ividua l jam ás podrá suspenderse , ade-

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l_a a c tiv id a d de la o p o s ic ió n H em os v is to que en la p ro vin cia y en la ciudad de Buenos A ire s se k .h ía form a d o un p a rtid o fe d e ra lis ta , o p o s ito r al C ongreso y al D ire c to r n «vrredón Esto dio o rig e n a la fo rm a ció n de dos tendencias p o lítica s anta''n ir a s - el p a rtid o de los congresales, que agrupaba a la clase media (coIrc ia n te s diputados, p ro p ie ta rio s ) y brindó su apoyo a P ueyrredón y al rn n a re s o , y el p a rtid o de los se g re g a tista s, de ten dencia republicana y federal, encabezado po r D orrego, C hiclana, A g re lo , French, Pazos S ilva, M a n u e l ' M oreno y o tro s. Los repu b lica n o s censuraban las ideas m onárquicas propiciadas por D u p v rre d ó n y la m ayoría de los d iputados del C ongreso. Estos o p o sito re s no cedieron en su a c titu d y entonces, en fe b re ro de 1817, fu e ro n expulsa­ dos — acusados de co n sp ira ció n — los d o cto re s M anuel M oreno, A g re lo , Chiclana y ta m b ié n algunos m ilita re s , e n tre e llo s, French y Pagóla. En las p ro vin cia s se p rod uje ron levantam ie ntos co n tra el go bierno cen­ tral y el C ongreso. Un e jé rc ito d ire c to ria l con siguió ocupar la ciudad de Santa Fe, pero debió re tira rs e ante la tenaz re s iste n cia de los defensores. No sucedió lo m ism o en Córdoba, S antiago del Estero y La Rioja, en las cuales fracasaron los in te n to s a uto nom istas y el gob ierno ce n tra l pudo mantener el orden p o lític o . La h o s tilid a d de los c a u d illo s del lito ra l fre n te al gobierno porte ño se estudia más adelante. O bra c u ltu ra l y a d m in is tra tiv a d e P u e yrre d ó n Tal com o lo había p ro m e tid o a n te rio rm e n te a San M a rtín , una vez al fre n te del g o bierno, P ueyrredón dedicó to dos sus esfuerzos para que el fu tu ro L ib e rta d o r equipara al e jé rc ito que se c u b riría de g lo ria luchando a través de m edio co n tin e n te . más, ninguna autoridad puede p riv a r del goce de los derechos p o lític o s . El Poder Ejecutivo lo designa con el nombre de ‘‘Director de Estado” desem­ peñado por un ciudadano elegido por el Congreso. El Poder Legislativo lo constituye el Congreso reunido en esa época. El. p°der Judicial no sufría mayores variantes, salvo una nueva Cámara de Apelaciones. Los jueces eran nombrados por el Director. El R eglam ento P ro viso rio de 1817 es el m ism o E statuto de 1815 con algunas m o d ifica cio n e s y al igual que el m odelo u tiliz a d o para su redacción es, en lineas generales, de m arcada ten d e n cia un ita ria . D IR E C T O R IO D E P U E Y R R E D O N Después de e n tre v is ta rs e con San M a rtín en Córdoba, P ueyrfcdón a m b o a Buenos A ire s el 29 de ju lio de 1816. Debía a fro n ta r una d if í iií s i­ tuación ta n to en el orden e xte rn o com o en el in te rn o . Los portuqueses avanzaban sobre la Banda O rie n ta l, varias p ro vin cia s se habían alzado con tra la autoridad del C ongreso y en Buenos A ire s un p a rtid o d e fe n s o r de \as autonom ías p ro vin cia le s proclam aba a b ie rta m en te su o p o sició n al nuevo D ire c to r. A pesar de to d o , el m andatario fu e bien r.ecibido cuando hizo su entrada en la ciudad.

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La iglesia de San Ignacio y los edificios anexos pertenecientes a la Compañía de Jesús, en la actual manzana delimitada por las calles Perú, M oreno y Bolívar. A llí funcionaron el Colegio Grande, los Reales Estudios, el Colegio de San Carlos o Real Convictorio Carolina, de a Union del Sur, de Ciencias Morales y hoy día — en edificio modernizado— el Colegio Nacional de Bue­ nos Aires. Por este motivo, el solar ha sido llamado “ Manzana de las luces . <Dibu]o de Alberto Avilés.)


A pesar de los m ú ltip le s problem as que preocupaban al D ire c to r Puey­ rredón, uno de sus m ayores anhelos fue el de fo m e n ta r la educación del pueblo. D edicóse con em peño a d ifu n d ir la in s tru c c ió n “ cual corresponde — son sus palabras— a los a lto s d e stin o s a que es llam ada nuestra P a tria ". Por de cre to dél 2 de ju n io de 1817, el D ire c to r tra n s fo rm ó el antiguo co le g io de San C arlos en el C o le g io de la U nión d e l Sud y encargó a los se cre ta rio s de H acienda y G obierno para que d isp u sie se n “ las m edidas que fuese p re ciso a d o p ta r” . Fue inaugurado a m ediados de ju lio del año s i­ guiente. Pueyrredón debió e n fre n ta r una d ifíc il s itu a ció n económ ica porque las finanzas nacionales habían em peorado en el tra n s cu rs o de los años como consecuencia del d e s e q u ilib rio c o m e rcia l. Los recursos se habían agotado, los ingresos escaseaban y San M a rtín s o lic ita b a fondos con urgencia para su campaña lib e rta d o ra . En marzo de 1818 y a s o lic itu d del D ire c to r Suprem o, el Congreso aprobó un "e m p ré s tito fo rz o s o " que recaía sobre los co m e rcia n tes y v e c i­ nos pud iente s de Buenos A ire s ; debía c u b rirs e hasta una suma de 500.000 pesos, de acuerdo con una cuota p re fija d a . En noviem bre de 1818, Pueyrredón creó la Caja N acional de Fortdos de Sud A m é rica , p rim e r e s ta b le c im ie n to bancario cuya fin a lid a d era re c ib ir d in e ro de los p a rtic u la re s a cam bio de un in te ré s del 1 5 % anual. D ebido a la s itu a ció n económ ica im perante, el cita d o o rganism o fra ca só al cabo de un tie m p o . En el orden m ilita r, el Poder E je cu tivo reorganizó la A cadem ia de M a ­ tem á tica s — fundada por A lva re z Thomas en 1816— , a cuyo fre n te se des­ tacó Felipe S e n illo sa . Se e s ta b le c ió una fá b ric a de arm as " p o r el nuevo siste m a de re p e tic ió n ” . A propuesta del D ire c to r, el C ongreso a utorizó e xte n d e r la línea de fro n te ra s sobre los indios y e n tre g a r a los pobladores las tie rra s en p ro p ie ­ dad. Para el cuidado de estas d e lim ita c io n e s fu e ro n reorganizados los re ­ g im ie n to s de Blandengues y se e s ta b le c ie ro n m ilic ia s de la campaña. La renuncia de P ueyrredón y el g o bierno de su sucesor, el general Rondeau, se estu d ia n más adelante. L A IN V A S IO N P O R T U G U E S A A L A B A N D A O R IE N T A L Sabemos que en el tra n s c u rs o del p rim e r s itio de M o n te vid e o , los portugueses invadieron la Banda O rie n ta l y que luego se re tira ro n p o r el pacto del 26 de m ayo de 1812. Cuando el B rasil fue elevado a la dignidad de reino, se reanudaron las antiguas am biciones portuguesas sobre el Río de la Plata. La co rte lusitana dispuso avanzar sobre la Banda O rie n ta l para e xte n d e r sus fro n te ra s hasta las bocas del e stu a rio y ocupar luego la actual región m esopotám ica argen­ tin a . Los in cid e n te s fro n te riz o s provocados por las m ilic ia s de A rtig a s , d ie ­ ron al m onarca p o rtugués m o tiv o s s u fic ie n te s com o para ju s tific a r el ataque. El é x ito de la campaña a em prenderse estaba asegurado por cuanto el gobierno de Buenos A ire s no in te rve n d ría en fo rm a d ire c ta , debido a su enem istad con A rtig a s . El ataque portu g u é s co n tra la Banda O rie n ta l se in ic ió en ju lio de 1816. Las trop as invadieron a las órdenes del general C a rlo s F ederico Lecor, d ivid id a s en tre s colum nas: por el este, es d e cir, p ró xim o al A tlá n tic o , avanzó el pro p io Lecor; por la región ce n tra l, lo hizo el general S ilv e ira , con

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in te n ción de d irig irs e — ju n to con la colum na a n te rio r— sobre M ontevideo Un te rc e r co n tin g e n te , a las órdenes del general Curado, penetro po r e norte en d ire c c ió n a las M isio n e s o rie n ta le s, con ánim o de to rc e r hacia el sur, bordeando el río U ruguay; una cuarta colum na quedó de refu erzo en Río Grande. Los e fe c tiv o s p ortugueses sumaban en to ta l unos 12.000 hom bres. . A rtig a s no fue sorprendid o por la invasión y rápidam ente puso en p ráctica un plan d efensivo, concebido con an te rio rid a d . Las acciones b élicas fa vo re cie ron a los atacantes. S ilve ira d e rro to a O torgués en el com bate de C erro Largo y Rivera — el más destacado lu ­ g a rte n ie n te de A rtig a s — fu e vencido en India M uerta. El gobierno de Buenos A ire s o fre c ió ayuda a los defen sore s, pero éstos la rechazaron y p ro sig u ie ro n la de sfavorable campaña co ntra los p o rtu ­ gueses. 491


El 20 de enero de 1817, la colum na a las órdenes de Lecor pen e tró sin m ayores d ific u lta d e s en la ciudad de M o ntevideo. A rtig a s p ro s ig u ió la lucha co n tra los invasores, hasta que el 14 de enero de 1820 fu e ve n cid o en Tacuarembó y debió tra sla d a rse a la p ro ­ vin c ia de Entre Ríos. La guerra había te rm in a d o con el triu n fo de los por­ tugueses. Para o to rg a r a la ocupación apariencias de legalidad, los vencedores reunieron el 18 de ju lio de 1821 un C ongreso C is p la tin o , cuyos in te g ra n te s se pronunciaron en fa v o r de la anexión con los invasores. En consecuencia, la Banda O rie n ta l pasó a depender del Reino U nido de P ortugal, con el nom bre de Estado C is p la tin o o P rovincia C isp la tln a . LA G U ER R A DE C O R S O A com ienzos de 1815, el D ire c to rio dispuso que naves p e rte n e cie n te s a p a rticu la re s, su je ta s a re g la m e n ta cio n e s y p re via m e n te autorizadas, se dedicaran a d e s tru ir el c o m e rcio m a rítim o del enem igo, representado en aquella época po r España. Estas em barcaciones d e sa rro lla ro n su " campaña de c o rs o " p a rtic u la r­ m ente de 1816 a 1820 y conviene d e sta ca r que n u e stro s c o rsa rio s operaron con evid ente c o rre c c ió n porque an te p u sie ro n los o b je tiv o s re vo lu cio n a rio s a su afán de lucro. La ca m p a ñ a de B ro w n En se tie m b re de 1815, el a lm ira n te Brow n In ic ió una campaña de corso. Formó su e xped ició n con la nave capitana H é rcu le s, el bergantín T rinidad, la goleta C o n s titu c ió n y la co rb e ta H alcón, las dos ú ltim a s a las órdenes de H ip ó lito Bouchard. El p rim e ro en zarpar fu e B row n, quien luego de hacer escalas en C o lo ­ nia y M o n te vide o , puso proa al sur, en demanda del e stre ch o de M a galla­ nes. Por su parte, Bouchard fu e so rp re n d id o por un fu e rte te m p o ra l y s u frió la pérdida de la nave “ C o n s titu c ió n ” , la que se hundió con todos sus t r i ­ pulantes — alre d e d o r de cien hom bres— en las p ro xim id a d e s del Cabo de Hornos. M ie n tra s ta n to , las em barcaciones de B row n, luego de cruzar el e s tre ­ cho, anclaron en la costa ch ile n a , donde más ta rd e se ie unió Bouchard con la corbeta “ H a lcó n ” . Desde a llí las tre s naves co rsa ria s sig u ie ro n hacia el no rte , para c u m p lir su co m e tid o fre n te a las costas peruanas, donde apresaron a v a rio s navios españoles, e n tre e llo s la fra g a ta Conse­ cuencia, que p o s te rio rm e n te y a las órdenes de Bouchard se haría fam osa con el nom bre de La A rg e n tin a . En enero de 1816, Brown bloqueó el p u e rto del C allao y luego sus naves atacaron la zona del g o lfo de G uayaquil. La escuadra se hizo nueva­ m ente a la vela rum bo a las isla s Galápagos y desde a llí Bouchard regresó al Plata a bordo de la “ C on se cue n cia ” , m ie n tra s Brown navegó hacia las costas colom bianas donde o fre c ió sus s e rv ic io s a los p a trio ta s que lucha­ ban contra los españoles. El via je de re to rn o fu e largo y jalonado de p e rip e cia s. A bordo de la “ H é rcu le s” — única nave que le quedaba— e n filó rum bo a las Galápagos, luego cruzó el Cabo de H ornos y pasó a la a ltu ra del Río de la Plata con de stin o al m ar de las A n tilla s donde ancló en la isla Barbados. A llí las

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autoridades inglesas se apropiaron de la nave y de todo su v a lio so carga­ mento. D esalentado, Brow n se d irig ió a Londres para ge stio n a r ante el A lm i­ rantazgo la revocación de la m edida. No obtuvo é x ito y en 1818 estaba nuevamente en Buenos A ire s . Bouchard y “ La A r g e n tin a ” La más destacada campaña de corso con tra las naves y posesiones españoles la c u m p lió el capitán H ip ó lito B ouchard, e stim u la d o por un de­ creto de Pueyrredón — m ayo de 1817— , cuyas d isp o sicio n e s diero n m ayor im pulso a este tip o de activid ades. Cuando la fra g ata “ C onsecuencia” llegó a Buenos A ire s , el Tribunal com petente la d e claró “ buena p re sa ” y entonces fu e tra n sfo rm a d a en un barco de guerra y preparada para una larga travesía. Con el nom bre de La A rg e n tin a y bajo las órdenes de Bouchard, la nave p a rtió de La Ensenada el 9 de ju lio de 1817, con 250 trip u la n te s a bordo. De acuerdo con lo que constaba en la patente de corso, debía h o s ti­ lizar el trá fic o español por los m ares de la India, en un lapso de d ie cisé is meses. La fra g a ta cruzó d ire cta m e n te el océano A tlá n tic o en d ire c c ió n al Cabo de Buena Esperanza y luego de dos m eses a rrib ó a M adagascar, donde sus trip u la n te s ayudaron a los b ritá n ico s a re p rim ir el trá fic o negrero. Luego Prosiguió su ruta por el océano Indico y a la a ltu ra del estre ch o de Sonda una gran epidem ia de escorbuto produ jo num erosas bajas e n tre los t r i ­ pulantes. Después de rechazar un ataque de una flo tilla de p ira ta s m alayos, la anVe .c o rs a ria llegó a M anila y a llí hundió d ie c is é is barcos españoles y Presó un bergantín a rtilla d o .

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A pesar de la con sta n te m erm a de la trip u la c ió n — consecuencia de los com bates y e nferm edades— la fra g a ta navegó hasta las islas H awaii donde Bouchard e n co n tró a la co rb e ta a rg entina "C h a ca b u co ” , vendida por su trip u la c ió n am otinada a un rey de la isla. Los in su rg e n te s fu e ro n d o m i­ nados y, después de recuperada la em barcación, Bouchard obtuvo de aquel m andatario indígena el p rim e r re c o n o c im ie n to de la Independencia nacional Junto con la nave adquirida — llam ada ahora “ Santa R osa"— "La A r­ g e n tin a ” llegó a las inm ediaciones de C a lifo rn ia , para atacar la im p o rta n te guarnició n española de M o n te rre y ; a llí se lib ró un v io le n to com bate, a cuyo té rm in o fueron arrasados la fo rta le za , p o lvo rin e s y alm acenes. La nave co rsa ria p ro s ig u ió su a c tivid a d por las costas de M é xico y la A m é rica C entral. En aguas nicaragüenses atacó el p u e rto fo rtific a d o del Realejo, donde luchó co n tra cu a tro barcos enem igos, de los que hundió dos. Por ú ltim o , en ju lio de 1819, el in tré p id o m arino concluyó su largo it i­ n e ra rio al fon d e a r en el p u e rto de Valparaíso.

LA C O N S T IT U C IO N

D E 1819

E stablecido el C ongreso en Buenos A ire s , designó una co m isió n de c in ­ co m iem bros para que redactase un p ro ye cto de C o n s titu c ió n , a fin de reem plazar al R eglam ento P rovisorio. La co m isió n redactora tu vo en cuenta las re so lu cio n e s dictadas a p a rtir de mayo de 1810, los pro ye cto s de la Sociedad P a trió tica y de la C om isión o fic ia l que fu eron presentados ante la A sam blea del Año XIII, el E statuto de 1815 y el R eglam ento P ro viso rio de 1817. En el orden exte rn o fu e con­ sultada la C o n s titu c ió n de los Estados U nidos, la francesa de 1791 y la C o n stitu ció n de C ádiz de 1812. D espués de nueve meses de debates, la C o n s titu c ió n fu e sancionada el 20 de ab ril de 1819, aunque la ju ra se aplazó hasta el 25 de mayo. El docum ento m antenía la d iv is ió n de poderes. El Poder L e g is la tiv o lo organizaba sobre la base de un siste m a bicam eral. La Cámara de R epresentantes estaba integrada por diputados, e le ­ gidos uno por cada 25.000 ha b ita n te s o fra c c ió n no In fe rio r a 16.000. El p ro ce d im ie n to de e le cció n era in d ire c to y duraban en el cargo cu a tro años. La Cámara de Senadores estaba form ada por un re p re se nta n te por cada p ro vin cia , tre s senadores m ilita re s , cu a tro re lig io s o s — un obispo y tre s e c le s iá s tic o s — , un senador por cada U niversidad y el D ire c to r de Estado una vez conclu id o su mandato. Duraban doce años en su cargo, pero la Cámara se renovaba por te rc io s cada cu a tro años. El Poder E je cu tivo sería desem peñado por un D ire c to r S uprem o e legido por ambas Cám aras a m ayoría de s u fra g io s. Perm anecería cinco años en sus funciones y podía se r re e le c to una sola vez, si reunía dos te rc io s de votos. El Poder J u d ic ia l estaba representado por la A lta C o rte de J u s tic ia y demás trib u n a le s in fe rio re s . Integraban la p rim e ra s ie te ju e ce s y dos fis c a ­ les, todo s e llo s abogados. Serían designados por el D ire c to r con acuerdo del Senado y perm anecerían en sus fu n cio n e s m ie n tra s m erecieran la con­ fianza general. La C o n s titu c ió n tam bién se ocupaba de las garantías in d ivid u a le s de­ rechos de los p a rtic u la re s , fin a lid a d de las cárceles, e tc. Proclamaba como re lig ió n del Estado a la ca tó lica , a p o stó lica , romana.

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El p o r q u é de su fracaso la C o n s titu c ió n fu e jurada por el pueblo el 25 de mayo de 1819, pero lo h icie ro n las p ro vin cia s de Entre Ríos, Santa Fe, C o rrie n te s y la Banda

n ° pntal

todas e llas distanciadas p o lítica m e n te del D ire c to rio .

L o s 'ju ristas que la redactaron p re te n d ie ro n im poner una se rie de leyes

íectas que no tenían a p licació n en un país convulsionado por las disenpe0rnes inte rn a s. Com o bien se ha d icho "e ra un tra je m agnífico, pero equiS ' c a d o en las m edidas e inepto por co n sig uie n te a quien se d e stin a b a ” . V° La C o n s titu c ió n de 1819 fue rechazada por su con tenido c e n tra lis ta , m onárquico y a ris to c rá tic o . M ie n tra s las p ro vin cia s se sentían im pulsadas ñor un s e n tim ie n to auton om ista o fe d e ra l, la C o n stitu ció n establecía un s i s t e m a de g obierno u n ita rio a tra vé s de una o rie n ta ció n m onárquica, que r e s p o n d í a a la p o lític a im p era nte en esa época e ntre la clase d irig e n te . La Carta fundam ental organizaba un gobierno unitario o centralista del cual dependerían las provincias. Cuando el Congreso trató el proyecto referente al Poder Ejecutivo, se votó en favor del sistema unipersonal que satisfacía a la tendencia monárquica. El Senado sería un cuerpo aristocrático, integrado por hombres distinguidos __civiles, militares, eclesiásticos— , semejante a la Cámara de los Lores de Ingla­ terra. Los diputados de la Cámara de Representantes serían ciudadanos “ de la clase común” , que recuerda a la organización de la Cámara de los Comunes inglesa. Dice un documento de la época: “ Depositante el Poder Ejecutivo en una sola persona, el proyecto apropia a nuestro gobierno la unidad, esa cualidad im por­ tante de las monarquías.”

A pesar de sus e rro re s, la C o n stitu ció n de 1819 señala una etapa im ­ portante en la h is to ria del Derecho A rg e n tin o y fu e el antecedente más destacado — a n te rio r a la C arta Fundamental de 1853— para organizar sobre bases estables a la Nación. LA A C C I O N

D IP L O M A T I C A

M isió n de A g u irre en lo s Estados U n id o s En c u m p lim ie n to de d ire c tiv a s emanadas del C ongreso, te n d ie n te s a estrechar vín cu lo s con los Estados U nidos de A m é rica , Pueyrredón designó a fin e s de a b ril efe 1817 a M anuel H erm en e g ild o de A g u irre com isionado ante esa República del N orte. Los p ro p ó sito s fundam entales de la m isión eran g e stio n a r el re co n o cim ie n to de la Independencia de las Provincias Unidas y a d q u irir naves y arm am entos para la expedición que equipaba San M artín con destino al Perú. A g u irre m antuvo varias e n tre v is ta s con destacadas fig u ra s de la p o lí­ tica norteam ericana, a quienes logró in te re sa r sobre el m o vim ie n to eman­ cipador de la A m é rica hispana. El presid e n te M onroe m a n ife stó su adhe­ sión a la causa de los p a trio ta s, pero se m antuvo en una prudente a ctitu d con respecto de España, país con el que había iniciado g e stio n e s para la compra de La Florida. A com ienzos de 1818 llegó a Buenos A ire s una m isión o fic ia l con el objeto de in fo rm a r al parlam ento de W ashington sobre la acción de los Patriotas. Las gestiones iniciadas por A g u irre — d ip lo m á tic o que regresó en 1818 fueron p o s te rio rm e n te coronadas por el é xito , por cuanto los Estados Unidos reconocieron nuestra Independencia en marzo de 1822. 495


I

R iva d a via p ro s ig u e s u s g e s tio n e s en Eu ro p a Después de su in fru c tu o s a te n ta tiv a ante la C o rte española, Rivadavia se e sta b le ció en París y a llí co n tin u ó sus g e stio n e s te n d ie n te s a la co ro ­ nación de un m onarca en el Río de la Plata, com o m edio para asegurar el orden en las P rovincias U nidas y lo g ra r el re c o n o c im ie n to de la Indepen­ dencia por parte de los soberanos europeos. D ebido a la s itu a ció n im p e ra n te en el V ie jo M undo, el d ip lo m á tic o am ericano debió ve n c e r m uchas d ific u lta d e s . De acuerdo con lo d isp u esto por la Santa A lianza, España — apoyada por Rusia— sostenía la le g itim id a d de sus derech o s sobre sus antiguas posesiones en A m é rica , m ie n tra s Portugal había invadido la Banda O rie n ta l y en hábil p o lític a negociaba con el go bierno de Buenos A ire s . Por su parte In g la te rra no deseaba p e rju d ic a r sus buenas re la cio n e s co m e rcia le s con lo s países hispanoam ericanos y en consecuencia se inclinaba a una p o lític a de m ediación. R ivadavia re c ib ió a m p lio s poderes y se puso en co n ta cto con el em ba­ ja d o r español en Londres para co ro n a r en el Río de la Plata a un herm ano de Fernando VII, pero el go b iern o de Buenos A ire s , enterado de sus g e s tio ­ nes, le ordenó que d e s is tie ra de ellas. R ivadavia ta m b ié n in ic ió n egociaciones m onárquicas con Francia y a m ediados de 1818 a rrib ó a Buenos A ire s el coronel Le M oyne, re p re se nta n te del em bajador fra n cé s en In g la te rra . El co m isio n a d o se e n tre v is tó con Pueyrredón y le hizo p resente las g e stio n e s que se realizaban para coronar rey del Río de la Plata y C h ile al duque de O rleáns. No se lle g ó a nada d e fin itiv o y Le M oyne p a rtió de regreso a Francia. M is ió n de V a le n tín G ó m e z

A n te n o tic ia s del apresto de una nueva e xp edición que se equipaba en Cádiz para atacar a Buenos A ire s y a fin de o b te n e r apoyo a sus p ro ­ yectos m onárquicos, el D ire c to rio cre yó co n ve n ie n te a c tiv a r las negocia­ ciones con Francia. En consecuencia d ispuso e n via r en calidad de agente d ip lo m á tic o al canónigo V alentín Gómez. Según las in s tru c c io n e s , el com isionado debía ponerse al ta n to de las actividade s de R ivadavia y luego lle g a r a un acuerdo con la corona francesa en los té rm in o s más ve n ta jo so s para la independencia absoluta del pa ís" y en caso ne gativo a cercarse a o tra potencia “ que no fu e ra España” - no podía lle v a r a té rm in o ninguna negociación “ sin e sp e ra r la sanción 'd e l C ongreso” . Por su parte, Rivadavia debía pasar a Londres. A fin e s de 1818, V alentín Góm ez lle g ó a París y se e n tre v is tó con el m in is tro de R elaciones E xte rio re s, quien le hizo p resente que el duque de O rleans no deseaba cam biar sus derechos a la corona francesa por un tro n o inseguro en el Río de la Plata. En nuevas negociaciones su rg ió la candidatura del p rín c ip e de Luca que no te n dría reparos por parte del g o bierno español, por cuanto era so b rin o de Fernando VII. El nuevo m onarca Borbón contraería enlace con una princesa del B rasil, lo que re so lve ría el problem a de la Banda O rie n ta l. El C ongreso aprobó las g e stio n e s de V alentín Gómez, pero la batalla ®Peda ,yJ a c? ída d e l. D ire c to rio h ic ie ro n fra ca sa r la ¿entativa. Com o en dice el h is to ria d o r M itre : “ e l p rín c ip e de Luca fue e l ú ltim o soberano que rem o en la im a g in a ció n de lo s m o n a rq uista s d e l Río de la 'P la ta "

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Guía de repaso

La Asamblea de 1813.

El Reglamento de convocatoria. La representación de la soberanía. Las tendencias: los alvearistas. Los diputados orientales: sus instrucciones; el rechazo.

Obra de la Asamblea.

Reformas po líticas: ei D irector Supremo y el Consejo de Estado. Reformas sociales y ju diciales: liberta d de vientres, el servicio personal de los indios y el Reglamento de Ad­ m inistración de Justicia. Reformas eclesiásticas: abolición de la inquisición. Reformas económ icas: acuñación de nue­ vas monedas. Reformas m ilitares: ia Academia de Matemá­ ticas y el Instituto M édico. Proyectos constitucionales: Co­ misión o ficia l y Sociedad Patriótica.

Nuestros símbolos patrios.

El Himno Nacional: Vicente López y la Marcha Patriótica. Blas Parera. La versión de Pedro Esnaola. El Escudo Na­ cional: Agustín Donado y Juan de Dios Rivera. El sello de la Asamblea. La Bandera Nacional.

El D irectorio.

La Asamblea y ia Comisión Permanente. La concentración del poder. El D irector Supremo y el Consejo de Estado. Gervasio Antonio Posadas: sus m inistros.

Las misiones diplom áticas.

D ifícil situación dej pais a fines de 1814. Los comisionados Beigrano y Rivadavia en Río de Janeiro: gestiones de Ma­ nuel G arda. Los com isionados en Londres: Manuel de Sarratea. Rivadavia en España: entrevista con Cevallos.

Sublevación del Ejército del Norte.

Reemplazo de Rondeau po r Carlos de Alvear: la subleva­ ción de oficiales. Renuncia de Posadas.

D irectorio de Alvear.

Los fracasos de sus negociaciones para consolidarse en el poder. O posición de Artigas. Alvarez Thomas y la suble­ vación en Fontezuelas. Acción de Soler en Buenos Aires. Renuncia de Alvear. Disolución de la Asamblea. Nuevo Di­ rector Supremo. La Junta de Observación.

Estatuto Provisional de 1815.

La división de poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Convocatoria a un futuro Congreso.

Directorio de Alvarez Thomas.

La actitud de Artigas. Acción m ilita r de Viamonte. Díaz Vélez: el Pacto de Santo Tomé. Renuncia de Alvarez Tho­ mas. El Director Antonio González Balcarce. La agitación federal en Buenos Aires: los autonom istas y ios centralistas. Derrota de los autonom istas: renuncia de Balcarce.

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Tercera campaña al Alto Perú.

El Ejército dél Norte y sus cam bios de mando. Alvarez de Arenales y el combate de La Florida. Victoria realista en El Tejar. Triunfo patriota en Puesto del Marqués. Combates de Venta y Media y Sipe-Sipe. Consecuencias.

Güemes y la guerra gaucha.

Semblanza del caudillo salteño. Táctica m ilitar frente a los realistas.

El Congreso de Tucumán.

Los problem as de orden externo e interno a comienzos de 1816. A tribuciones del Congreso. La elección del Director Supremo.

La independencia argentina.

Influencias de San M artin y Belgrano. Declaración y jura de la Independencia. Debates sobre la forma de gobierno: Belgrano, Manuel de Acevedo, Santa Mar i a de Oro y Tomás de Anchorena. Tendencias de los diputados. Traslado del Congreso a Buenos Aires: motivos.

El Reglamento Provisorio de 1817.

Los poderes del Estado. Tendencia del Reglamento.

Directorio de Pueyrredón.

A ctividad de tos opositores: los congresales y los segregatistas. Obra cultu ral y adm inistrativa: el Colegio de la Unión del Sur; la Caja Nacional de Fondos de Sudamérica; la Academia M ilitar de Matemáticas.

La invasión portuguesa a la Banda Oriental.

Las columnas de Lecor, Silveira y Curado. Combates de Cerro Largo e India Muerta. Derrota de Artigas.

La guerra de corso.

Campaña de Brown p o r las costas del Pacifico. Bouchard y La Argentina: su largo itinerario.

La Constitución de 1819.

Antecedentes. Los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. El rechazo por parte de tas provincias: motivos.

La acción diplomática.

Hermenegildo de Aguirre en. los Estados Unidos. Rivadavia en Europa: negociaciones monárquicas. Valentín Gómez y sus gestiones en Francia.

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r—Cuestionario 1. ¿C ó m o fu e co n v o cad a la A sa m b le a d el año 1813? 2. ¿Cóm o p o d ían a g ru p a rse las te n d en cia s de los d ip u tad os? 3. ¿ C u á le s fu ero n las in stru ccio n e s de los d ip u ta d o s o rien tale s? 4. ¿P o r qu é fu ero n rech aza d o s? 5. ¿ C u á le s fu ero n las p rin c ip a le s refo rm as

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p o lítica s, so cia le s y ju d ic ia le s? 6. ¿ Q u é d ispuso la A sa m b le a en m a te ria e c le siá stic a , econ óm ica y m ilita r? 7. ¿ C u á le s fu e ro n los p ro y ecto s co n stitu cio n a les? 8. ¿ Q u é sabe con resp e cto a l H im no y al E scu d o n acio n a l? 9. ¿T om ó la A sa m b le a a lg u n a m ed id a con resp e cto a la B a n d e ra ? 10. ¿P o r q u é d ispuso la co n cen tració n del P o d er E je c u tiv o en un a sola perso n a? 11. ¿ Q u é sa b e con r e s ­ p ecto a la creació n del D ire cto rio ? 12. ¿Q u é situ a ció n a fro n ­ ta b a n u estro país a fin e s de 1814? 13. ¿ C u á le s fu e ro n la s g e s ­ tion es de R iv a d a v ia y B e lg r a n o en E u ro p a? 14. ¿ C u á le s fu ero n las co n secu en cia s d el n o m b ra m ie n to de C a rlo s de A lv e a r com o je fe d el E jé rc ito d el N orte? 15. ¿ P u d o c o n so lid a rse en el m ando el D ire cto r S u p rem o A lv e a r ? 16. ¿C ó m o se p ro d u jo la revo lu ció n de 1815? 17. ¿ C u á le s fu ero n sus co n secu en cia s? 18. ¿ Q u é dispuso el E sta tu to P ro v isio n a l de 1815? 19. ¿Q u é d ific u lta d e s d eb ió e n ­ fr e n ta r el D ire cto r A lv a r e z T h om as? 20. ¿P o r qué debió r e n u n ­ ciar? 21. ¿Q u é p u ed e d ecir con resp e cto a la a g ita c ió n fe d e ra l en B u en o s A ir e s ? 22. ¿ P o r q u é fu e o b lig a d o a re n u n c ia r el D ire c ­ tor S u p rem o B a lc a rc e ? 23. ¿C óm o se in ició la te rc e r a cam p añ a al A lto P e rú ? 24. ¿ C u á l fu e el ún ico triu n fo de los p a trio ta s en d ich a cam p añ a? 25. ¿E n q u é co m b a te fu e h erid o José M a ría P a z? 26. ¿ Q u é co n secu en cia s p ro d u jo la d e rro ta de S ip e -S ip e ? 27. ¿Q ué tá c tic a em p leó M a rtín G ü em es? 28. ¿F u e e fic a z la acción de los gau ch os sa lteñ o s? 29. ¿ Q u é p e lig ro s a m en a za b a n a la r e v o lu c ió n en las ép ocas en q u e se reu n ió el C o n g reso de T u cu m án ? 30. ¿ C ó ­ mo se d e c la ró la in d e p en d en cia a rg e n tin a ? 31. ¿Q u é d eb ates o ri­ gin ó la fo rm a de g o b iern o ? 32. ¿ P o r q u é los co n g re sa le s se tr a s ­ lad a ro n a B u en os A ire s? 33. ¿Q u é sabe con resp ecto al R e g la m e n to P ro v iso rio de 18 17? 34. E x p liq u e la ob ra c u ltu ra l y a d m in istra ­ tiv a d el d ire cto rio de P u e y rre d ó n . 35. ¿En q u é fo rm a los p o rtu ­ gu eses in v a d ie ro n la B a n d a O r ie n ta l en 1816? 36. ¿C óm o term in ó la g u e rra ? 37. ¿ Q u é itin e ra rio c u m p lió L a A r g e n tin a b a jo las ó rd en es de B o u ch a rd ? 38. ¿C ó m o esta b a n rep rese n ta d o s los P o ­ d eres seg ú n la C o n stitu ció n de 1819? 39. ¿P o r q u é fu e rech a za d a ? 40. ¿ C u á l fu e la m isión de A g u 'r r e en los E stados U n id os? 41. ¿Q u é g estion es p ro sig u ió R iv a d a v ia en E u ro p a? 42. ¿ P o r qué fra c a só la m isión de V a le n tín G óm ez?

Actividades Prácticas R esum ir por m ed io de un cuadro sin óp tico la obra de la Asd.ni.blea del año 1813. * H a cer una tabla cron ológica con los gobiern os que se su ced ieron en tre 1810 y 1816. S in tetizar al lado de cada uno de e llo s los datos que se recuerdan-, p eríod o en que fu n cion a ron , obra ejecu tiv a y *

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adm inistrativa, cultural, econ óm ica , etc. T am bién las ideas d om i­ n antes: centralistas o p rovin cia n a s, A nalizar los p rob lem a s in tern os y e x te r n o s de n u estro país en 1816. R esum ir las disposiciones prin cip a les de la C onstitu ción de 1819.

Lectura El rech azo d e los d ip u tad os orien ta les

¿Por qué la asam blea rechazó a los diputados “artigu istas” a m edia­ dos del año 1813? Se recordará que en oportunidad de la convocatoria al Congreso, en la circu lar de octubre de 1812, se dispuso que cada ciudad cap ital en ­ via ra 2 diputados y las ciudades subordinadas 1; que las ciudades se divid ieran en cu arteles a los efectos de las e le c c io n e s , estableciéndose que los diputados no tendrían otra lim itación que la que les im pusiera la voluntad de sus poderdantes. A rtig a s se encontraba a la sazón sitiando a M ontevideo. E ra el cau ­ dillo de la B an da O riental; tenía por consiguiente arraigo en M ontevideo y en la cam paña. En la B anda O rien tal existían v i ­ llas, con Cabildo, en núm ero de cin ­ co; de ahí se suscitó, entre ellas, la cuestión de d ilu cid ar hasta qué pu n ­ to era legítim o que B uenos A ire s d ictara las reglas de adm isión. Pero con todo era lógico que cada v illa en viara sus diputados. Se reúne la asam blea de a b ril de 1813. L a Junta de Buenos A ires llegó a firm ar un tratado con Elío por tem or a la acción española, con lo cual se vino a m enoscabar el es­ fu erzo oriental. S a r r a t e a , por su parte, se condujo m al con A rtig a s y éste se transform ó en cabeza de la rebelión. S e va S arratea y A rtig a s sigue vin culad o a Buenos A ires.

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gentino. No h a y R epública O rien tal ni en 1812, ni en 1815 ni en el 25, pues aún en la F lorida, cuyo centenario se conm em oró en 1925, llegóse a m en­ cionar ta l cosa. D e m odo que hablar en el año 13 de un nacionalism o oriental es un error y h ab lar de m o­ vim ientos esporádicos de bandidos, eS tam bién otro error. El m ovim iento de A rtigas, en el año 1813, es un m ovim iento sensato, definido, oportuno, y los de la asam ­ blea del año X III se equivocaron al creer que pueden gobernarse los pueblos desde uri gabinete.

Ravignani, Emilio. H is t o r ia C o n s t it u c io n a l de l a R e p ú b l i c a A r g e n t i n a .

To m o I. Buenos Aires, 1926.

¿Qué opina el autor con respecto a Artigas? • ¿D ebem os considerarlo com o un caudillo extra n jero? • ¿Pensaba fo r m a r u na república independiente? •

Este asunto de A rtigas, que es bandera del patriotism o u ru gu ayo y qu e los argentinos han tom ado a m enudo como centro de polém ica, es cosa que debe tom arse con toda la ob jetivid ad posible. No podem os considerar este m o m e n to histórico con el criterio que nos form am os h oy día. D ebem os estudiarlo en el m om ento en que se produce y de­ sen vu elve, prescindiendo de las cir­ cunstancias posteriores y actuales. Es m enester trasladarnos esp iritu a l­ m ente al m om ento de 1813 en que recién se salía del régim en virrein al. L a B an da O riental, es la banda orien tal de nuestro Río de la P lata. N osotros debem os considerar a A r t i­ gas como caudillo argentino, u b icán ­ dolo en el proceso argentino como se ha hecho con Q uiroga, en L a Rioja, Bustos, en Córdoba, L ópez en S an ta Fe, Rosas en B uenos A ires, etcétera. P o r eso se v e rá que A rtig a s no pensaba fu n dar una repú b lica in d e­ pendiente; lo que quería era conse­ gu ir autonom ía com o provincia. A sí resultó el argentino más fed eral que el país tuvo en el pasado y es el que sienta un precedente que im itan los dem ás caudillos. Es como si — en lo que respecta a Bustos o a L ópez o a Q uiroga— por considerarlos cau ­ dillos de sus respectivas provincias, los estudiáram os como, elem entos se­ paratistas dentro del escenario ar-

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EL PLAN S A N M A R T IN IA N O Su p ro y e c c ió n c o n tin e n ta l Sabemos que en los p rim e ro s m eses del año 1816, cuando el Congreso de Tucumán iniciaba sus sesiones, todos los m o vim ie n to s re vo lu cio n a rio s en H ispanoam érica habían fracasado, con excepción de nuestro país. El m o­ narca Fernando VII, restaurado en el tro n o español, estaba d ispuesto a te r­ m inar con las luchas revo lu cio n a ria s. La ciudad de Caracas se había rendido ante la e xp edición de M o rillo , m ientra s Sim ón Bolívar debió buscar re fu g io en la isla de Jamaica. El general San M a rtín estaba persuadido que para d e s tru ir el poderío español en A m é ric a era necesario em anciparse y asegurar la unidad p o lí­ tica de los nuevos países am ericanos. Por eso m ien tras el C ongreso de Tucumán se encontraba reunido, in sistía desde Mendoza ante el diputado Godoy Cruz sobre la necesidad de de cla ra r la independencia, pues no se podía luchar co n tra un rey cuya soberanía era a dm itida. El p ro p ó s ito de unidad c o n tin e n ta l que estaba presente en San M artín Y otros in te g ra n te s de la Logia Lautaro, tam bién e je rc ió in flu e n cia en los diputados ante el C ongreso. A lgu nos h isto ria d o re s so stien en que en la so­ lemne d eclaración del 9 de ju lio de 1816 se u tiliz ó la exp resió n “ Provincias Unidas de Sud A m é ric a ” no com o una m era re fe re n cia , sino con una intención c o n tin e n ta l, lo que ha p e rm itid o a firm a r que “ el C ongreso de Tucumán fijó el plan de operaciones de San M a rtín ".1 La campaña em anci­ padora debía expandirse por to d o el co n tin e n te , por cuanto España había

cje R 1 La unidad de acción continental tam bién se deduce de las Instrucciones que el gobierno Pár A s' envió al 9 ©neral San M artín con fecha 21 de diciem bre de 1816. Consta en uno de los cjj ra^°s de d ich o d o c u m e n to ... “ procurará valer su in flu jo y persuasión para que envíe C hile su g0kj ado al C ongreso general de las provincias unidas, a fin de que se constituya una form a de t¡¡uv,ern° Qeneral, que de toda la A m érica unida en ide n tid ad de causas, intereses y objetos, cons^ ud e b Una S°^B n a c,^ n " ' Véase: Pérez Am utíhástegui: Id eología y ácción de San M artín. Bs. As

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e je rc id o un e xtenso d o m in io en el Nuevo M undo y, en consecuencia, la acción m ilita r tam bién debía co m p re n de r a toda H ispanoam érica. Interesa desta car además, que el año a n te rio r, Sim ón B olívar en la llam ada C arta de Jam aica (6 de s e tie m b re de 1815) que e s c rib ió en la ca p ita l de esa isla, sostiene la necesidad de lo grar la unidad sudam ericana para los fin e s de la libe ra ción del d o m in io español. Para su e xp edición lib e rta d o ra , San M a rtín d escartó la fro n te ra del norte y juzgó más fa c tib le el cru ce de la c o rd ille ra , em ancipar p rim e ro a C hile y luego por vía m a rítim a to m a r la ciudad de Lima, ca p ita l del Perú. Elaboró un plan c o n tin e n ta l o rgánico y en esta tarea contó con la coopera­ ción de Tomás G u id o 1 quien en mayo de 1816 p re se n tó al D ire c to r S uprem o in te rin o — general A n to n io González B alcarce— una M e m o ria sobre la campaña de los A ndes donde se analizaron los aspectos m ilita re s , econó­ m icos y fin a n c ie ro s de la magna em presa. Guido tam bién se ocupó de convencer al g obierno de Buenos A ire s sobre la necesidad de no dem orar la a plicación del plan san m a rtin ia n o . Juan M a rtín de Pueyrredón, el D ire c to r S uprem o designado por el C ongreso reunido en Tucumán, leyó la M em oria de G uido y p ro m e tió toda la ayuda necesaria.

LA S IT U A C IO N EN C H ILE La d e rro ta de R a ncagua El 18 de s e tie m b re de 1810 se in ic ió en C h ile el m o v im ie n to e m anci­ pador, que no pudo co n so lid a rse debido a las re n c illa s in te rn a s. Poco más tard e se prod u jo un nuevo cam bio de g o bierno, cuando el audaz c h ile n o José M ig u e l C arrera — ayudado por sus herm anos Juan José y Luis— se adueñó del poder e im p la n tó una d ictadura. M ie n tra s tan to , aprovechando que las pasiones p o lític a s d ividían a los re vo lu cio n a rio s , las fuerzas re a lis ta s se organizaban para re c o n q u is ta r el te r rito rio ch ile n o . Por esas épocas com enzó a destacarse el te n ie n te coronel Bernardo de O ’H ig g in s, p a trio ta va le ro so , quien to m ó el mando de las tro p a s d e fe n ­ soras, ante v a rio s fracasos de Cabrera. Un gran d is ta n c ia m ie n to e x is tía e n tre am bos hom bres públicos. F inalm ente, el 1? de o ctu b re de 1814, el e jé rc ito re a lis ta cayó sobre Rancagua y ve n ció a O ’H iggins, quien se ab rió paso e n tre las fila s enem i­ gas y seguido de q u in ie n to s hom bres logró tra s la d a rse a Mendoza. Por su parte, José M ig u e l C arrera — tam bién perseguido por los rea­ lis ta s — tra sp u so la c o rd ille ra para no v o lv e r nunca más a su patria. La d e rro ta de Rancagua p e rm itió a los españoles ocupar la ciudad de S antiago y re s ta b le c e r su dom inación en C hile.

1 Tomás Guido (1788-1866), nacido en Buenos Aires, marchó en 1811 a Inglaterra como secretario de Mariano Moreno. Al año siguiente regresó al país, para desempeñarse en la Secre­ ta ría de Estado y en el M iniste rio de Guerra. Am igo de San M artín, lo acom pañó en su e xpedición libertadora. Ascendido a general en 1821, G uido fue tam bién e s c rito r, cond ición que heredó su h ijo Carlos G uido Spano.

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SAN M A R T IN , G O B E R N A D O R IN TEN D EN TE DE C U Y O San M a rtín entre gó el mando del E jé rcito del N o rte en a b ril de 1814 y de a llí se d irig ió a una estancia próxim a a la ciudad de C órdoba, donde maduró sus planes de cruzar los A ndes, para buscar por C h ile la ruta de Lima. A su s o lic itu d , el D ire c to r Posadas lo designó el 10 de agosto de ese año gobernador in te n d e n te de Quyo, región que com prendía las actuales provincias de M endoza, San Juan y San Luis. En sus nuevas fu n cio n e s, el ilu s tre p a trio ta se reveló com o e jem plo de energía y organización, por cuanto desplegó una m ú ltip le a ctivid a d, ta n to en el orden m ilita r con la fo rm a ció n del E jé rcito de los A ndes, com o en el a d m in is tra tiv o y p o lític o .

Obra política H em os v is to la in flu e n c ia e je rcid a por San M a rtín a tra vé s de los dip u ­ tados cuyanos sobre el C ongreso de Tucumán, para que éste proced iera sin dem ora a la d eclaración de la Independencia. El gobernador de C uyo tam bié n sostuvo la candidatura de Pueyrredón Para el cargo de D ire c to r Suprem o, y cuando el ú ltim o — ya designado— Se disponía a tra s la d a rse a Buenos A ire s para a su m ir sus fu n cio n e s le pro-. Puso una e n tre v is ta dado que el é x ito de la campaña em ancipadora exigía e| más fra n c o apoyo del g obierno de Buenos A ire s . San M a rtín y P ueyrredón se e n tre v is ta ro n en la ciudad de C órdoba el 5 de ju lio de 1816, d en tro del m ayor se cre to , "d e sd e las cin co de la tarde asta la una del día s ig u ie n te ". El D ire c to r S uprem o aceptó el plan del

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fu tu ro Lib e rta d o r y c u m p lió con honor el sagrado c o m p ro m iso de ayudar a equipar el E jé rc ito de los A ndes. O b ra a d m in is tra tiv a A com ienzos del año 1815, la p ro vin cia de C uyo debía e n fre n ta r una delicada situ a c ió n fin a n c ie ra debido a la in te rru p c ió n del c o m e rcio con C hile, a causa de la d e rro ta de los p a trio ta s tra sa n d in o s en Rancagua. San M a rtín ordenó rápidas y e nérgicas m edidas de em ergencia. De­ cre tó un im pue sto general sobre to d o s los h abitantes, de acuerdo con la cantidad de sus bienes; a p licó e m p ré s tito s fo rzo so s a los re s id e n te s espa­ ñoles y ordenó la ve n ta de las tie rra s públicas. En otros aspectos de su m últiple actividad, San Martín reglamentó el trabajo de los peones en el campo, y para im pedir el vicio controló el funcionam iento de las pulperías. Dispuso que todo propietario de tierra entregara un plano con la extensión de las mismas, con el fin de precisar con exactitud los impuestos. Ordenó a p lica r la vacuna antivariólica a los pobladores de la ciudad y la campaña; reglamentó el servicio de postas y prohibió el giro de cartas de un pue­ blo a otro, para que no trascendieran al enemigo sus preparativos m ilitares. Tam­ bién se preocupó por el aspecto e d ilicio de Mendoza.

Adem ás se in te re s ó por la educación p o p u la r y debido a su apoyo com enzó a fu n c io n a r el c o le g io de la S a n tísim a T rinidad de M endoza. Para d edicarse p re fe re n te m e n te a la fo rm a c ió n del E jé rc ito de los Andes y de acuerdo con una d is p o s ic ió n del D ire c to rio , San M a rtín entre g ó el mando c iv il de la p ro v in c ia de C uyo — en s e tie m b re de 1816— al nuevo gobernador in te n d e n te , coronel T o rib io Luzuriaga.

EL

E J E R C IT O D E

LO S A N D E S

La

fo rm a c ió n de los e fe c tiv o s

San M a rtín fo rm ó el p la n te l in ic ia l de su e jé rc ito con dos com pañías de in fa n te ría , dos escuadrones delre g im ie n to de G ranaderos aC aballo y el bata llón N? 11 com andado por G re g o rio Las Heras; desde Buenos A ire s llegaron va rio s c o n tin g e n te s con arm as y m u n icio n e s. Para alcanzar el núm ero de soldados re q u e rid o , era necesario el aporte local y San M a rtín se preocupó desde un p rin c ip io en e x a lta r el p a trio tis m o y el e s p íritu co m b a tivo del pueblo cuyano. D ecretó el re c lu ta m ie n to o b lig a ­ to rio de to dos los hom bres aptos co m p re n did o s e n tre los 16 y 50 años, y ordenó a los te n ie n te s de gobernador de San Juan y San Luis que tom aran id é n ticas m edidas. A fin e s de enero de 1815, dispuso la in co rp o ra ció n de los esclavos p e rte n e c ie n te s a los españoles y europeos, quienes desde ese m om ento debían co n sid era rse lib e rto s . San M a rtín v ig ila b a to d o s los d e ta lle s re la tiv o s al personal y a la orga­ nización m a te ria l del e jé rc ito , sin o lv id a r el e stu d io d e te n id o de mapas y e sta d ística s. Fueron sus p rin c ip a le s colaboradores el general c h ile n o B er­ nardo O 'H ig g in s y el te n ie n te co ro n e l Las Heras. Una de las p rim e ra s d is p o sicio n e s de P ueyrredón cuando a rrib ó a Buenos A ire s fu e d e sig na r a San M a rtín general en je fe del E jé rc ito de los

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Andes.' Tal com o lo había p ro m e tid o, envió al fu tu ro L ib e rta d o r tod os los elem entos que estaban a su alcance y que pudieran se r de u tilid a d para la empresa andina. Las entregas se prolongaron por un lapso de seis meses, hasta fines de 1816, y así arribaron a Cuyo gran cantidad de frazadas, arrobas de charqui, ponchos., recados, etcétera. Para valorar la actitud del D irector Supremo debe tenerse en cuenta la deli­ cada situación política imperante en Buenos Aires, la escasez de recursos, la ne­ cesidad de no abandonar la atención del Ejército del Norte y los acontecim ientos que se producían en la Banda Oriental con la invasión portuguesa. En una carta redactada a fines de 1815, Pueyrredón le dice a San Martín:

"no me vuelva usted a pedir más, si no quiere recibir la noticia de que he ama­ necido colgado en un tirante de la Fortaleza". Los arm am entos que debían u tiliz a r las tro p a s fu eron en su gran ma­ yoría fa b rica d o s en Mendoza, en una m aestranza que San M a rtín co n fió a fray Luis B e ltrá n , hom bre de ingenio que d e m o stró gran capacidad y proba­ do p a trio tis m o . A la luz de las fraguas y con p recarios ele m ento s de tra ­ bajo, d irig ió la fa b rica ció n de cañones, balas, cureñas, bayonetas y otros elem entos de sum a u tilid a d para el e jé rc ito . El m ayor A n to n io A lva re z Condarco se encargó de d irig ir la elaboración de la pólvora, en cantidad s u fic ie n te com o para s a tis fa c e r la demanda del e jé rc ito . Las m ujeres cuyanas trab ajaron en la co nfección de los u n ifo rm e s hechos con te la de bayeta, p revia m ente te ñ id a de azul. 1 La creación del E jército de los Andes se resolvió en la entrevista sostenida por San M artín y Pueyrredón en Córdoba. El decreto con la designación de San M artín tiene techa 1? de agosto de 1816. Por su parte, el Congreso de Tucumán dispuso otorgar al ilustre patriota el grado de "C a ­ pitán General de Provincia con el tratam iento de E x c e le n c ia ", pero éste rehusó aceptar la distin ció n.

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En la prim a ve ra del año 1816 y a fin de a d ie s tra r y d is c ip lin a r a sus soldados, San M a rtín co n ce n tró su e jé rc ito en el cam pam ento del Plumerillo , pró xim o a M endoza. En ese s itio se co n stru ye ro n cu a rte le s espacio­ sos, con d ivis io n e s para las com pañías y a lo ja m ie n to s de je fe s y o fic ia le s . Los e je rc ic io s m ilita re s se iniciaban al s a lir el sol y se prolongaban hasta el anochecer, aunque algunas veces la m adrugada sorprendía a los hom bres en plena a ctivid a d. San M a rtín aleccionaba perso n a lm e n te a los soldados, im pa rtía le ccio n e s de academ ia a los o fic ia le s , v ig ila b a el cum ­ p lim ie n to de las órdenes e sta b le cid a s y se m ostraba in fle x ib le en el castigo, cuando las circu n s ta n c ia s así lo exigían. La a c tivid a d s e c re ta c o n tra el e n e m ig o M ie n tra s San M a rtín organizaba su e jé rc ito , dispuso te n d e r una red de e spionaje sobre el cam po enem igo, que llam ó " la guerra de zapa". Con sum a habilidad pudo o b te n e r datos de in te ré s para el fu tu ro d e s a rro llo de las operaciones, propaló n o tic ia s fa lsa s al solo o b je to de c o n fu n d ir a los re a lista s y u tiliz ó su buena d osis de ingenio para re p rim ir un p e lig ro o o b te n e r una ventaja. En este nuevo aspecto de su personalidad, el L ib e rta ­ d o r de m o stró excepcionales co n d icio n e s. En d icie m b re de 1815, a rrib ó a S antiago de C h ile el nuevo gobernador M a rcó d e l Pont, hom bre incapaz que al e x tre m a r los rig o re s del a b s o lu tis ­ m o, persuadió aún más a San M a rtín sobre la necesidad de lle v a r a la p rá ctica su s planes de lib e ra ció n . A com ienzos de d ic ie m b re de 1816, San M a rtín co m isio n ó a su ayu­ dante, el m ayor A lv a re z C ondarco, para que e ntregara al gobernador de C hile una copia del acta de la Independencia arg e n tin a . Sjn em bargo, el verdadero p ro p ó s ito del v ia je era que el co m isio n a d o — poseedor de una e xcelente m em oria v is u a l— re tu v ie s e los a ccid e nte s g e o g rá fico s, con el fin de trazar el itin e ra rio a s e g u ir p o r el grueso del e jé rc ito en el cruce de los A ndes. Condarco tra sp u so la c o rd ille ra p o r el paso de Los Patos, y una vez en S antiago — ta l com o era de p re ve r— M arcó del Pont ordenó quem ar las com unicaciones en la plaza p ú blica y le o b lig ó a re g re sa r en el acto por el paso más co rto , que era el de U spallata. Los fin e s de la m isió n se habían c u m p lid o : C ondarco o b tu vo datos p re ciso s de la to p o g ra fía co rd ille ra n a . LA C A M P A Ñ A

L IB E R T A D O R A D E C H IL E

El paso de los A n d e s A m ediados de enero de 1817 — época de los d e sh ie lo s— el E jé rcito de los A ndes se encontraba lis to para in ic ia r la campaña. C ontaba con 4.000 hom bres de tro p a y 1.200 m ilic ia n o s a u x ilia re s , para co n d u c ir víveres y m un icione s, to d o s bajo el mando suprem o del general San M a rtín , de quien dependían a su vez unos d o scie n to s je fe s y o fic ia le s . Junto con los e fe c tiv o s debían cru za r las m ontañas 10.600 muías de s illa y carga, 1.600 caballos y 700 cabezas de ganado, las ú ltim a s destinadas a la alim e n ta ció n . San M a rtín re s o lv ió que el grueso de su e jé rc ito in va d ie ra te r rito rio chilen o por los pasos de U spallata y Los Patos, aunque — para d e s o rie n ta r al enem igo— d ispuso que colum nas secundarias cruzaran los A ndes por o tro s pasos. 508

El 12 de enero de 1817, in ició la marcha desde San Juan una colum na que integraba el ala norte, a las órdenes del coronel Bautista Cabot. Después de cruzar el paso de Guana, tomó la ciudad de La Serena y el puerto de Coquimbo. Casi sim ultáneam ente partió de La Rioja otro destacamento a las órdenes de los coroneles Zelada y Dávila, .efectivos que atravesaron la co rd illera por el paso de Come Caballos para luego ocupar Copiapó. El 14 de enera avanzó una de las columnas del ala sur, que encabezaba el coronel chileno Freire, la cual — luego de cruzar el paso del Planchón— venció a un contingente realista en Vegas del Cumpeo. Otra de las colum nas auxiliares destacadas al sur, bajo las órdenes del co­ mandante Lemos, atravesó la cord illera por el paso del Portillo.

El grueso del e jé rc ito p a trio ta in ic ió el avance d iv id id o en cuatro cu e r­ pos, a las órdenes re sp e ctiva s de Las H eras, S oler, O ’H iggins y San M a rtín . La colum na del p rim e ro em p re ndió la m archa el 18 de enero y se in te rn ó P°r el paso de U spallata, seguida a dos jornadas por fra y Luis B eltrán con ,a a rtille ría y el parque. A l día s ig u ie n te avanzó p o r Los Patos la vanguardia de la re sta n te colum na bajo el m ando de S oler, y a d ista n cia de una jornada, la reserva con O ’H ig g in s . y San M a rtín . El fra c c io n a m ie n to de las tro p a s era una h e d id a necesaria para e v ita r la co ng estió n en los e stre ch o s senderos o o rd ille ra n o s. 509


Batalla d e C h a c a b u c o Para ocupar la ca p ita l de C h ile , San M a rtín debía fra n q u e a r el ce rro C hacabuco — de una a ltu ra m áxim a de 1.300 m e tro s — que lo separaba del v a lle donde está e rig id a la ciudad de Santiago. Por su p arte, el general M arcó del Pont re u n ió sus d isp e rsa s tro p a s y designó general en je fe a R afael M a ro to , e n é rg ico m ilita r que sin tardanza m archó a la hacienda de Chacabuco, donde e s ta b le c ió su cam pam ento. El 12 de fe b re ro de 1817, San M a rtín d is trib u y ó su e jé rc ito en dos d ivisio n e s: la que debía avanzar por la dérecha la c o n fió a S o le r y la de la izquierda a O ’H iggins. A m bas debían e fe c tu a r un ataque sim u ltá n e o y convergente sobre las p o sicio n e s enem igas. O 'H iggins avanzó sin d ific u lta d y o lvidando la consigna atacó de inm e­ dia to a las tropa s de M aroto, pero fu e rechazado. A d v e rtid o San M a rtín de que el com bate se había in icia d o antes de tie m p o , ordenó a S o le r que apurase su avance y luego p e rso n a lm e n te e m b is tió al enem igo con sus granaderos. En esas circ u n s ta n c ia s , la d iv is ió n de S o le r atacó el fla n co izquierdo re a lis ta . Los soldados de M a ro to buscaron su salvación en la huida. Los españoles tu v ie ro n 500 m u e rto s, 600 soldados cayeron p ris io n e ro s y dejaron en el cam po de batalla gran cantidad de arm as, m u n icio n e s, el parque, varias banderas y e standartes. Las pérdidas de los p a trio ta s fu eron escasas: 12 m u e rto s y 120 heridos. Después de su fra ca so en Chacabuco, M arcó del Pont evacuó rápida­ m ente con sus tro p a s la ciudad de S antiago y p re te n d ió lle g a r a V alparaíso con ánim o de pasar a Lima, pero fu e apresado. En la mañana del 14 de fe b re ro , San M a rtín e n tró con su e jé rc ito en la ciudad de Santiago, e n tre las aclam aciones de la m u ltitu d , aunque con su acostum brada m odestia e lu d ió to d o s los hom enajes. Igual a c titu d asum ió cuando un C abildo a b ie rto le quiso e n tre g a r el g o b ierno; entonces fue designado D ire c to r S uprem o del Estado de C h ile el general B ernardo de O ’H iggins.

can Martín decidió via ja r a Buenos Aires con el fin de obtener los recursos arios para continuar la campaña rumbo al Perú. Salió de Santiago — acomnej de su edecán y baqueano— en marzo de 1817 y luego de pasar por Men° donde no pudo e lu d ir una fervorosa recepción, llegó de incógnito a la capital d0Zp’lata Conferenció con Pueyrredón y le hizo presente la necesidad de conseguir d <= v con este propósito se resolvió com isionar ante ios Estados Unidos a ¡jin u e l Hermenegildo de Aguirre y a Gregorio Gómez. A mediados de mayo, San

C a m p a ñ a del s u r de C h ile D e sp u é s de la d e rro ta s u frid a en Chacabuco, los re a lis ta s se agruparon a| sur del te r rito rio ch ile no, bajo las órdenes de José Ordóñez. En fe b re ro de 1817, San M a rtín envió a Las Heras al fre n te de una columna y e stos e fe c tiv o s se im pusie ron a O rdóñez en C urapaligüe (5 de abril). Luego de la v ic to ria , los p a trio ta s ocuparon la ciudad de C oncepción. Los re a lis ta s no tard aro n en atacar al pequeño' e jé rc ito Independiente pero fu e ro n vencidos en G avilán (5 de m ayo). Ordóñez buscó re fu g io en el puerto fo rtific a d o de Talcahuano. Cuando el enem igo ya estaba en fuga, llegaron al cam po de batalla refuerzos a las órdenes de O 'H ig g in s. Con estos e fe c tiv o s , los pa trio ta s consolidaron sus p o sicion es e in icia ro n el s itio de Talcahuano, que se e rig ió en el ce n tro de la re s is te n c ia re a lis ta en el su r de C hile. A l cabo de cinco m eses de asedio, el D ire c to r de C h ile dispuso to m a r esa plaza por asalto. El 6 de d icie m b re y d iv id id o en tre s colum nas el e jé rc ito inde pe n d iente se lanzó co n tra las fo rtific a c io n e s defendidas por las fuerzas de Ordóñez. A unque las tro p a s argen tina s y chilenas lucharon cpn legendario valo r, no co n sig uie ro n to m a r la plaza de Talcahuano.

P ro cla m a ció n de la in d e p e n d e n cia de C h ile El cu rso de la lucha hacía necesaria una pú blica dem o stra ción de p a trio tis m o y entonces O 'H ig g in s dispuso c o n su lta r la o pinión popular para que C h ile declarase su independencia. O btenido el co n se n tim ie n to , la so­ lemne cerem onia se e fe ctu ó en la plaza p rin cip a l de Santiago, el 12 de fe b re ro de 1818, p rim e r a n ive rsa rio de la v ic to ria de Chacabuco. El pueblo se expresó en favor de la independencia por medio de sufragios en los cuales debía m anifestar si quería volver al régimen anterior o rom per los vínculos que ligaban al país con España. No se registró un solo voto favorable a la sumisión. A la solemne ceremonia realizada en la plaza principal de Santiago asistieron el general San Martín, el D irector Delegado Luis de la Cruz (O ’Higgins se encon­ traba en el sur), funcionarios, efectivos m ilitares y numeroso público.

C a n c h a Rayada Para e fe c tu a r una ofen siva contra los p a trio ta s, M a rian o O so rio lle g ó a Talcahuano — procedente del Perú— al fre n te de una flo ta con tro p a s de refuerzo. Los e fe c tiv o s re a lista s avanzaron hacia el n orte y entonces San M a rtín , con un e jé rc ito a rge ntino-chile no, dispuso esperar al enem igo en Cancha Rayada, con el fin de c o rta r esta invasión.

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En la tarde del 19 de marzo de 1818, el L ib e rta d o r agrupó sus fuerzas en dos colum nas, pero re s o lv ió atacar al día sig u ie n te , por cuanto el sol se ocultaba en el h orizonte. Esa m ism a noche, Ordóñez propuso a O sorio so rp re n d e r a los p a trio ta s , quienes se verían p e rju d ica d o s por la oscuridad rein ante . En p re vis ió n de un ataque s o rp re sivo , San M a rtín ordenó a su e jé rc ito un cam bio de fre n te , pero en esas circ u n s ta n c ia s los re a lis ta s e m b istie ro n con ím petu, lo que o rig in ó un confuso y sa n g rie n to com bate. A l cabo de dos horas, el e jé rc ito inde pe n d ie n te debió d isp e rsa rse , abandonando sus p e rtre ch o s, parque y a rtille ría . “ El general O 'H ig g in s — dice un docum en­ to — , cuyo caballo había sid o m u e rto p o r un balazo, acababa de m ontar o tro que le presentaba uno de sus ayudantes, cuando re c ib ió una herida de bala que le fra c tu ró el brazo d e re ch o ." A pesar del c o n tra s te . Las Heras — que pudo e fe c tu a r el cam bio de fre n te — re tiró en orden su d iv is ió n , integrada por más de 3.000 hom bres. Cuando la n o tic ia del revés s u frid o en Cancha Rayada se conoció en Santiago, la ansiedad y el pánico cundieron e n tre los pobladores. Los con­ fusos d e ta lles aportados por te s tig o s de aquella trá g ic a noche, lo daban todo por perdido. Enterado de lo que sucedía, el D ire c to r O ’H iggins apuró su marcha y una vez en S antiago — a pesar de su brazo h e rid o — asum ió el mando en la mañana del 24 de marzo. A l día s ig u ie n te lle g ó a la capital el general San M a rtín , en m edio de e n tu sia sta s aclam aciones del pueblo, quien así recobraba su fe en el triu n fo , luego de las angustias pasadas. B atalla de M a ip ú Sobre la hase de la d iv is ió n que había salvado Las Heras, el general San M a rtín reorganizó su e jé rc ito y a m ediados de a b ril contaba con 5.500 hom bres, agrupados en nueve batallones, cinco ch ile n o s y cu a tro arg e n tin o s. Abandonó la ca p ita l para p ro te g e rla de un seguro ataque y acampó con sus e fe c tiv o s a diez k iló m e tro s de la ciudad, sobre una m eseta llamada Lomas B lancas (por su suelo calizo) próxim a al río M aipú. D icha elevación del te rre n o ten ía fo rm a tria n g u la r, uno de cuyos v é rtic e s daba sobre la hacienda del Espejo. Las tro p a s de O sorio avanzaron hasta ubicarse de fre n te y en línea paralela a los independientes. La batalla de M aipú se lib ró en la "mañana del 5 de a b ril de 1818. San M a rtín d iv id ió su e jé rc ito en tre s cuerpos. La derecha a las órdenes de Las Heras, la izquierda al mando de A lvarado y la reserva d irig id a por el general H ila rió n de la Q uintana. A causa de su herida, O 'H ig g in s había quedado en Santiago. A n te la Inte n ció n de O sorio de c o rta r el cam ino que conducía a la capital chilena, San M a rtín in ic ió el com bate al ord e n a r el avance de su ala derecha, que logró su o b je tiv o al d e sa loja r a los re a lis ta s de los c e rri­ llos de Errázuri, pero la izquierda de A lvarado se tra b ó en fu rio s a lucha con el grueso de la in fa n te ría española y s u frió s e rio s tro p ie zo s. En esas circu n sta n cia s el general a rg entino dispuso que la reserva de Q uintana e m b istie ra al enem igo en orden ob licu o . Esta arriesgada m aniobra produjo la desorganización de las fila s enem igas, las que re tro c e d ie ro n y antes de re n d ir sus arm as h ic ie ro n una ú ltim a re siste n cia en la hacienda del Espejo. En momentos en que San Martín se disponía al últim o ataque sobre la ha­ cienda del Espejo, llegó al campo de batalla el general O’Higgins, quien, pasando

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su brazo izquierdo por el cuello del m ilita r argentino, exclam ó: “ G loria al salvador de Chile.” El vencedor le replicó: “ General: Chile no olvidará jamás su sacrificio

presentándose en el campo de batalla, con su gloriosa herida abierta." El triu n fo del e jé rc ito unido aseguró la lib e rta d de C hile y consolidó al m ism o tie m p o la Independencia argentina amenazada p o r los re a lista s a través de los A ndes. P e rm itió co n ta r con una base segura para la expedi­ ción al Perú y sem bró el d e sco n cie rto e ntre los que aún sostenían la causa del rey en tie rra s am ericanas. D espués de la v ic to ria , San M a rtín se tra sla d ó a Buenos A ire s para co n fe re n cia r con el D ire c to r P ueyrredón y o b te n e r la prom esa de ayuda, tan necesaria a sus planes fu tu ro s . A pesar de su natural m odestia, no Pudo e lu d ir el ca luroso re c ib im ie n to o fic ia l y popular. A l cabo de tre s meses de g e stio n es, re gresó a C hile . LA C A M P A Ñ A

L IB E R T A D O R A A L P ER U

El d o m in io de las aguas era indispen sab le para lle v a r la guerra al Perú, el fu e rte b a lu arte re a lis ta en A m é rica del Sur, y de acuerdo con un plan concebido p o r San M a rtín , se fu e m ateria liza n d o en C h ile la fo rm a ció n de una escuadra. Finalm ente lograron equiparse ocho naves de guerra y d ie c is é is tra n s ­ portes con 1.600 trip u la n te s a las órdenes del a lm ira n te C ochrane. En ellas

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El abraza de San Martín y O'Higgins en el campo de batalla de Maipú. A pesar de la fiebre causada por la herida en el brazo derecho, el Director Supremo de Chile — ante la evidencia del triunfo — felicitó al Libertador argentino. (Cuadro de Pedro Subercaseaux.)

em barcaron 4.300 soldados, de los cuales 2.300 eran arg e n tin o s del E jé rcito de los A ndes y 1.800 pertenecían al E jé rcito de C hile. Mandaba con carác­ te r de je fe suprem o la e xpedición el general San M a rtín y le acompañaban com o in te g ra n te s del Estado M ayor los generales Las H eras y A n to n io A lvarez de A re n a les y el ex gobernador de Cuyo T oribio Luzuriaga. El am igo del Libertador, Tomás Guido, ta m b ié n em barcó com o edecán y c o n fid e n te . La e xp edició n zarpó el 20 de agosto de 1820. La p rim e ra c a m p a ñ a de la s ie rra El 7 de s e tie m b re la flo ta se detuvo en la bahía de Paracas y San M a rtín ordenó el desem barco de una d iv is ió n de vanguardia al mando de Las Heras, quien tre s leguas más al n o rte ocupó la población de Pisco-, a llí desem barcó luego el general en je fe con el grueso de las tro p a s, sin re ­ siste n cia del enem igo. San M a rtín co m isio n ó al general A re n a les para que al fre n te de unos 1.100 hom bres se in te rn a ra en el te r rito rio peruano a tra vé s de las sie rra s, con el o b je to de propagar la acción lib e rta d o ra . La colum na ocupó el po­ blado de lea, ve n ció a los re a lis ta s en Nazca y despejó de enem igos el sur del te rrito rio . A re n a les cruzó los Andes por un d e s fila d e ro y llegó hasta Jauja, dedicándose luego a organizar p o lític a y m ilita rm e n te las regiones circundantes. Un e jé rc ito re a lis ta que p re te n d ió d e te n e r la acción lib e rta d o ra fue vencido en el com bate de Pasco {6 de d ic ie m b re ).

A s í co n clu yó la llam ada “ p rim e ra campaña de la s ie rra ” . Poco más tarde, A re n a le s se d irig ió al lito ra l peruano para re u n irse con San M artín . La a c ció n lib e rta d o ra Desde Pisco, San M a rtín se d irig ió por m ar hasta la bahía de Ancón y desde a llí el convoy e xp e d icio n a rio navegó hacia el n orte, hasta Huacho, donde desem barcaron los e fe c tiv o s para e stablece rse en Huaura. E ntretanto, en Lima los re a lista s se habían d iv id id o en dos p artidos P olíticos, unos a fa vo r y o tro s en contra de la C o n s titu ció n lib e ra l publicada en España en 1812. D ebido a la situ a ció n creada, el v irre y Pezuela renunció y fue reem plazado en ese a lto cargo po r José de La Serna. La acción lib e rta d o ra p ro sig u ió y el coronel M ille r, en com binación con Parte de la escuadra de C ochrane, realizó la campaña llam ada de pu e rto s in te rm e d io s (e n tre C allao y V alparaíso). En form a sim ultánea , A renales em prendió la "segunda campaña de la s ie rra ” y re co n q u istó poblaciones Que habían caído nuevam ente en poder de los re a lista s (Pasco, Jauja). 515


P ro c la m a c ió n de la in d e p e n d e n cia del Perú R establecida en España la C o n s titu c ió n lib e ra l, el g o bierno p e n insu la r in ic ió una p o lític a de ace rca m ie n to con sus d o m in io s y envió com isionados hacia A m é rica . El que llegó al Perú se o fre c ió a negociar la paz e n tre los be lig era ntes, m ediación que fue aceptada por San M a rtín y La Serna, q uie­ nes se reunieron — ju n io de 1821— en Punchauca, pero no llegaron a un acuerdo. Reanudada la guerra y ante la s itu a ció n creada p o r el avance de las tropas in dependientes, La Serna re s o lv ió evacuar con parte de sus tropas la ciudad de Lima y c o n tin u a r la lucha en el in te rio r del país. San M a rtín no se apresuró a e n tra r en la capital y recién lo hizo el día 10 de ju lio , cón su acostum brada m odestia, aunque no pudo e lu d ir el jú b ilo de la población. R establecida la norm alidad, a pocos días fu e convocada una ju n ta de ve cinos destacados, para que expresaran " s i la o p in ió n general se hallaba decidida por la in d ependencia” . La asam blea v o tó por la a firm a tiv a y el acta fu e refrendada por num erosas firm a s . El 28 de ju lio de 1821, el L ib e rta d o r proclam ó pública y solem nem ente la independencia del Perú. La ceremonia se realizó en un palco levantado en el centro de la Plaza Mayor de Lima. Rodeaban el tablado altas autoridades militares, eclesiásticas y civiles, en medio de jubilosa adhesión popular. San M a rtín asum ió el 2 de agosto el mando tra n s ito rio del país — hasta el fin de la lucha— con el títu lo de P ro te c to r d e l Perú. A je n o a toda am bi­ ción, llegó al gobierno para asegurar la independencia y la lib e rta d , de acuerdo con el pedido popular y lo s o lic ita d o por la Logia Lautaro. El P ro te cto r e je rc ió una obra c o n s tru c tiv a de gobierno. Fue garantizada la lib e rta d in divid u a l de los ciudadanos y su p rim id a la e s c la v itu d y el s e rv i­ cio personal de los indios, com o tam bién el uso del to rm e n to . O tro s de cre ­ to s e stablecie ro n la lib e rta d de im prenta y en m a te ria re lig io s a la ca tó lica tuvo ca rá cte r o fic ia l. En el aspecto c u ltu ra l fue creada la B ib lio te ca Nacional de Lima y se a b rie ro n escuelas públicas. M ie n tra s ta n to , las acciones m ilita re s se reducían en esa época al s itio del C allao, bajo las órdenes de Las Heras con e fe c tiv o s te rre s tre s y Cochrane con la flo ta ; la plaza se rin d ió en el mes de s e tie m b re y su je fe , el general La M a r — natural del Perú— , se in co rp o ró poco después a las fuerzas in d ependientes. Su e je m p lo fu e seguido por o tro s m ilita re s am ericanos al s e rv ic io de España, com o el coronel A ndrés Santa C ruz y el general D om ingo Tristán. Después del revés, los re a lis ta s abandonaron el lito ra l a los p a trio ta s, pero acrecentaron su poderío en la región de las sie rra s y en los va lle s in te rio re s del Perú, donde se reagruparon a la espera de in ic ia r una o fensiva. LA A C C IO N

Sucre y la ca m p añ a e c u a to ria n a Bolívar d e cid ió e lim in a r a los re a lista s

del su r de C olom bia y del

Ecuador, que com prendía — en aquellas épocas— la p residencia de Q uito.

Para a u x ilia r a los p a trio ta s ecuatorianos y negociar la in co rporación del te rrito rio a la R epública de C olom bia, B olívar envió al general A n to n io José de S ucre al fre n te de 1.500 hom bres. En mayo de 1821, Sucre desem barcó en G uayaquil y desde a llí m archó contra los re a lista s, pero ante el curso desfavorable de la campaña, s o lic itó la ayuda del general San M a rtín , quien desde el Perú mandó una d iv isió n de 1.500 hom bres a las órdenes del general A ndrés Santa Cruz. A u x ilia d o con esos e fe c tiv o s , S ucre ve nció a las tropas re a lista s en el valle de R iobam ba (12 de ab ril de 1822) y luego v o lv ió a triu n fa r en la esca­ brosa fa ld a del volcán P ichincha (24 de mayo) a la v is ta de la ciudad de Quito. La batalla de P ichincha, obtenida por la acción conjunta de las arm as independientes, aseguró la lib e rta d de la A m é rica m e rid io n a l. Poco tie m p o después, B olívar e n tró v ic to rio s o en Q u ito y declaró incorporado el te r rito rio ecuatoriano a la R epública de C olom bia.

LA E N T R E V IS T A D E G U A Y A Q U I L A l a p ro xim a rse las campañas em ancipadoras del n orte y del sur, prác­ tica m e n te la A m é rica m erid ion al había quedado lib re del enem igo y sólo restaba lib e ra r una parte del Perú, que continuaba en poder de los e jé rc ito s re a lista s. San M a rtín dispuso entonces e n tre v is ta rs e con Sim ón B olívar para "a rre g la r de com ún acuerdo la s u e rte de la A m é ric a ". A m bos lib e rta d o re s se e ncontraron el 26 de ju lio de 1822 en Guaya­ qu il, donde se re u niero n por la mañana y la ta rd e . La co n fe re n cia más im p o rta n te se realizó al día sig u ie n te . Aunque las reuniones fu eron secre tas, a la luz de los docum entos las cuestiones fu n d a m en tale s pueden re su m irse :

B O L IV A R IA N A

S ín te s is de la c a m p a ñ a de B o lív a r hasta 1822 S im ultá neam e n te con los sucesos que relatam os, el general venezo­ lano Sim ón B o líva r realizaba desde el norte una im p o rta n te campaña em an­ cipadora. El* 7 de agosto de 1819 ve n ció al e jé rc ito del v irre y de Nueva

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nada a o rilla s del riachue lo de Boyacá, triu n fo que aseguró la indepen­ dí ncia de ese te r rito rio y co n so lid ó el pre d o m in io de los p a trio ta s en el in r te del c o n tin e n te . „ , B o lív a r regresó a Venezuela y reun ió un C ongreso que creo la Repuhlica de C olom bia, al agrupar bajo la autoridad del general vence dor la aoltanía de Venezuela y el v irre in a to de Nueva Granada. A pesar de todo, los re a lista s dom inaban buena parte de Venezuela y C o l o m b i a al n orte, y la p re siden cia de Q u ito (Ecuador) al sur. B olívar prosiqu ió la campaña em ancipadora y el 24 de ju n io de 1821 venció al grueso ¿e\ e jé rc ito enem igo en la llanura de C arabobo y luego e n tró triu n fa n te en C aracas, la ca p ita l de Venezuela.

a) N ecesidad de u n ir las fuerzas lib e rta d o ra s para te rm in a r con é x ito la campaña del Perú y asegurar d e fin itiv a m e n te la em ancipación am ericana. b) S itu a ció n p o lítica de G uayaquil, que si bien había p erte n e cid o al v irre in a to de Nueva Granada, después de su em ancipación deseaba in co r­ porarse al Perú.


r a d o ^ ^ í n d a l ' e l T r t 6 9° bl0rn0 máS “ nve" le " ' e P“ » los países libe. B olívar se negó a e n tre g a r la a m plia cooperación m ilita r s o lic ita d a por San M a rtin y so lo le o fre c ió un c o n tin g e n te de algo más de m il hom bres com o re trib u c ió n a la ayuda prestada p o r el general a rg e n tin o a Sucre Tampoco aceptó el d e sin te re sa d o o fre c im ie n to de San M a rtín de luchar bajo sus órdenes. La cu estió n de G uayaquil fu e secundaria, p o r cuanto San M a rtín — de acuerdo con su in va ria b le conducta de L ib e rta d o r— aceptó lo ya re su e lto hoh'o u - r T " r®s P®c t0 a ,ese te r rito rio e cuatoriano. El general venezolano había ob ligado a la A sam blea a e n tre g a rle el mando y en consecuencia la p ro vin cia quedo de hecho incorporada a C olom bia. La fo rm a de g o bierno y la organización de los nuevos países fueron “ dJ s m cid e n ta lm e n te . San M a rtín s o stu vo sus p rin c ip io s m onárquicos c o n s titu c io n a le s y B olívar abogó por el sis te m a repu b lica n o , porque p re te n ­ día una p residen cia d ic ta to ria l y v ita lic ia . Cuando te rm in a ro n las d e lib e ra cio n e s, se s irv ió un banquete cuyos b rin d is re fle ja n con e x a c titu d la personalidad de ambas fig u ra s . B olívar lo P° r md° s hombres más grandes de Am érica del sur, el general San na\r¡fh?a* Y°p ' T SU P art6’ 61 general a r9 en tln o brin d ó con estas s e n c illa s palabras. Por J a pronta terminación de la guerra, por la organización de de Cofombfa " U

S

a t i n e n t e americano y por la salud del Libertador

A rrib ó al Callao en agosto de 1822 y a llí se e nteró de que su m in is tro M onteagudo había sido depuesto por un m o vim ie n to popular; este desagra­ dable e p iso dio fo rta le c ió su firm e re solución de re tira rs e a la vida privada. El Lib e rta d o r reasum ió el mando y convocó con urgencia un solem ne C ongreso C o n s titu y e n te peruano. La asam blea se in sta ló el 20 de se tie m b re 1822 y ese m ism o día San M a rtín pre sen tó la renuncia indeclin a b le al cargo de P ro te cto r y se despojó al in sta n te de la banda roja y blanca que cruzaba su pecho. El C ongreso, conm ovido por la a ctitu d , le acordó el títu lo de “ Funda­ dor de la Libertad del Perú” , lo nom bró g en eralísim o de los e jé rc ito s y vo tó una pensión v ita lic ia de doce m il pesos anuales. San M a rtín d e clin ó todos estos honores. El L ib e rta d o r se tra sla d ó — ju n to con su am igo Tomás G uido— a su residencia de campo, en las proxim idad es de Lima. Hasta a llí fu e a e n tre ­ v is ta rlo una co m isión del C ongreso para s o lic ita rle continuara en el mando, pero el general a rg e ntin o se rehusó en form a categórica, argum entando que “ su presencia en el poder p o lític o ya no sólo era in ú til, sino p e rju d ic ia l” . Esa m ism a noche p a rtió hacia el p u erto de A ncón, donde se em barcó rum bo a C hile. A modo de despedida, el ilustre jefe dejó escritos los siguientes conceptos: "M is promesas para con los pueblos en que he hecho la guerra están cum plidas: hacer su independencia y dejar a su voluntad la elección de sus gobiernos. La pre­ sencia de un m ilitar afortunado, por más desprendim iento que tenga, es tem ible a los Estados que de nuevo se constituyen.”

El G ra n C a p itá n se a le ja d e su p a tria San M a rtín llegó a C hile en octub re de 1822 y salvo la co rdialidad de unos pocos am igos — e ntre e llo s O 'H ig g in s— fu e re cib id o con marcada h o stilid a d . El d e sconten to había sido atizado por los inte g ra n te s del partido ca rre rin o . El 28 de enero de 1823, el D ire c to r O 'H igg in s fu e depuesto y reem pla­ zado por una Junta P rovisoria de G obierno. Pocos días antes, San M a rtín — e n fe rm o y abatido— atravesaba los Andes en d ire cció n a Mendoza. A poco de llegar, se tra sla d ó a una chacra de su propiedad, donde pasó un tie m p o dedicado a los traba jos rurales. Sus intenciones eran trasladarse en seguida a Buenos Aires, para visitar a su hija Merceditas y a su esposa Remedios Escalada, esta última gravemente en­ ferma, pero se enteró de que partidas armadas estaban prontas para apresarlo en el trayecto. La hostilidad del gobierno de Buenos Aires ' amargó aún más su existencia, por cuanto San Martín ya estaba profundamente afectado por la destitución de su amigo O’Higgins en Chile y los desórdenes que destruían su obra en el Perú.

EL O S T R A C I S M O D E L H E R O E En d icie m b re pudo v ia ja r a Buenos A ire s , pero con la firm e de cisió n San M a rtín re n u n c ia a los a trib u to s de l m a n d o r„m h o ef.PDéS' d ^ f r ÜC.?S0 í e la c o n fe>-encia. San M a rtín p a rtió de in m e d ia to U’ d e cid ld o a *ia c e r un ú ltim o s a c rific io por la causa am ericanaalejarse en v o lu n ta rio o s tra c is m o del e scenario de sus b rilla n te s luchas Hpspnh6ja r te r 71mo de la campaña en manos de Sim ón B olívar, quien no deseaba c o m p a rtir con nadie los galardones del triu n fo fin a l. 518

i Las obras de im portancia sobre este tema describen los recelos y actitudes de! gobierno de Buenos Aires h acia San M artín. Para aclarar el punto, pueden consultarse — entre otras— las s i­ guientes: José P a c ific o Otero. "H is to ria del Libertador José de San M a rtin ” (tomo IV. cap. III, Buenos Aires, 1949), y Carlos Ibarguren: "San M artin ín tim o ", cap. V. (Buenos Aires, 1950).

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de abandonar el país: su esposa ya había fa lle c id o el 3 de agosto. El 10 de fe b re ro de 1824, el ilu s tre a rg e n tin o p a rtió con rum bo a Euro­ pa, acom pañado por su h ija M e rc e d ita s , a la sazón de s ie te años de edad. R esidió un tie m p o en In g la te rra y de a llí se tra sla d ó a B ruselas (B élgica). Enterado de la guerra que se libraba co n tra el Im p e rio del B ra sil, San M a rtín o fre c ió sus s e rv ic io s m ilita re s al p re s id e n te in te rin o V ice n te López. Luego se em barcó con d e stin o al Río de la Plata y lle g ó al p u erto de Buenos A ire s en los p rim e ro s días de fe b re ro de 1829; sin em bargo, no descendió de la nave, ante los sucesos p o lític o s derivados de la re vo lu ció n que con­ clu yó con- el fu s ila m ie n to de D orrego y la h o s tilid a d de c ie rto s p e riódicos. No contaba — son sus palabras— “ con la tra n q u ilid a d co m p le ta que suponía debía gozar en nu e stro p a ís". San M a rtín se a le jó de Buenos A ire s y p re via estada en M ontevideo, donde fu e calu rosa m e n te re cib id o , re g re só a B élgica. Pasó luego a París, donde habitó ju n to al Sena, en la fin c a de Grand-Bourg, la que lo g ró adqui­ rir, a pesar de su apre m ia n te situ a c ió n económ ica, gracias a la in te rve n ció n de su adinerado am igo el banquero A le ja n d ro Aguado. En d ic ie m b re de 1832, su hija M ercedes se unió en m a trim o n io con M ariano Balcarce, h ijo del general que fue su colaborador en las luchas por la independencia. D ebilita das sus fuerzas físíca s y ante la re vo lu ció n que p ro d u jo la caída del rey Luís Felipe I, San M a rtín abandonó París y se tra s la d ó con su fa m ilia a la ciudad m arítim a de B oulogne-S ur-M er. A llí fa lle c ió el Gran C apitán, a las tre s de la tard e del día 17 de agosto de 1850. El 28 de m ayo de 1880 sus re sto s llegaron- a Buenos A ire s y desde entonces son venerados en la ig le s ia C a te d ra l.1 Los re a lis ta s ca p itu la n d e fin itiv a m e n te e n el Perú Cuando San M a rtín se a le jó del Perú, le su cedió en el g obierno una ju n ta de tre s m iem bros, que debió re n u n cia r debido a los fracasos de la guerra contra los re a lista s. La s itu a ció n p o lític a em peoró y ante nuevos reveses de las tro p a s el C ongreso e n tre g ó el mando suprem o del país a Sim ón Bolívar. M ie n tra s ta n to , los re a lis ta s habían ocupado Lima y al té rm in o de una sublevación ta m b ié n p e netraron en la fo rta le z a del C allao. El curso de los sucesos d e te rm in ó que B olívar in icia ra una campaña a tra v é s de los Andes peruanos y el 6 de agosto de 1824 ve n ció al enem igo en la pampa de Junín-, no se disparó un so lo tiro , pues la b atalla se lib ró cuerpo a cuerpo, con arma blanca. Los re a lista s co n sig uie ro n reagruparse, pero el general Sucre v o lv ió a vence rlo s en el accidentado v a lle de A yacucho, el 9 de d icie m b re de ese año; el e jé rc ito d e rro ta d o c a p itu ló en su to ta lid a d . La v ic to ria de A yacucho aseguró para sie m p re la independencia de la A m é rica m e ridion a l.

1 En el testam ento que San M artín redactó en París el 23 de enero de 1644, expresa — entre otras cosas— que a su muerte no debía hacerse ningún género de funeral, pero su especial deseo consistía en que su corazón fuese depositado en el cem enterio de Buenos Aires.

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G u id o? 3. ¿Q u é lu ch a s d iv id ía n a los r e v o lu c io n a rio s ch ilen o s en 1810? 4. ¿C ó m o te rm in a ro n los esfu erzo s de los p a trio ta s? 5. ¿Q u é acción p o lític a y a d m in istr a tiv a cu m p lió S a n M a rtín al fr e n te de la In ten d en cia d e C u y o ? 6. ¿C ó m o form ó S a n M a rtín el E jé rc ito d e los A n d e s? 7. ¿D ón d e esta b leció su cam p am en to ? 8. ¿Q u é se en tien d e po r “ la g u e rra de z a p a ” ? 9. ¿C o n cu án tos e fe c tiv o s co n ­ ta b a el E jé rc ito L ib e r ta d o r a m ed iad os de en ero d e 18 17? 10. ¿En cu á n ta s co lu m n a s el e jé r c ito a tra v e s ó la C o r d ille r a de los A n d es? 11. ¿ Q u é v ic to r ia s o b tu v ie ro n las colu m n as p rin cip a les? 12. ¿ C ó ­ m o se lib ró la b a ta lla de C h a ca b u co ? 13. ¿ C u á le s fu e ro n sus co n ­ secu e n cias? 14. ¿ Q u ién fu e n o m b ra d o D ire cto r S u p rem o de C h ile ? 15. ¿D ón d e o fre c ie ro n resiste n cia los re a lista s d esp u és de C h a c a buco? 16. ¿F u e p o sib le to m a r la p la z a de T a lc a h u a n o ? 17. ¿En q u é fo rm a se p ro clam ó la in d e p en d en cia de C h ile ? 18. ¿C óm o se p ro d u jo el r e v é s de C a n c h a R a y a d a ? 19. ¿Q u é lu g a r e lig ió S an M a rtín p a ra e n fre n ta r a los re a lista s? 20. ¿ Q u é a rrie sg a d a m a n io ­ b ra p e rm itió el tr iu n fo de los p a trio ta s en M aipú ? 21. ¿ C u á les fu ero n los resu lta d o s de la b a ta lla ? 22. ¿Q u é gestion es cu m p lió S an M a rtín en B u en os A ir e s? 23. ¿C óm o term in ó la cam p añ a en el su r de C h ile ? 24. ¿C o n q u é n a v e s se fo rm ó la flo ta ch ile n a in d e p en d ien te? 25. ¿Q u é a c titu d asu m ió S a n M a rtín a n te las lu ch a s fr a tr ic id a s q u e se lib ra b a n en n u estro país? 26. ¿Q u é d is ­ puso el A c ta de R a n c a g u a ? 27. ¿C óm o estab a fo rm ad o el e jé rc ito e x p e d icio n a rio q u e d eb ía p a r tir p a ra lib e r ta r el P e rú ? 28. ¿Q u ién e fe ctu ó la lla m a d a p rim e ra cam p añ a de la sie rra ? 29. ¿ Q u é acción lib e rta d o ra re a lizó S an M a rtín ? 30. ¿D ónd e co n tin u a ro n la r e s is ­ te n cia los r e a lista s? 31. ¿ C u á n d o se p ro clam ó la in d e p en d en cia d el P e rú ? 32. ¿ C u á l fu e la ob ra c o n s tru c tiv a de S a n M a rtín en su carg o de P ro te c to r d el P e rú ? 33. ¿ Q u é cam p añ a m ilita r h a b ía c u m p lid o h a sta esa ép oca e l g e n e ra l S im ón B o lív a r? 34. ¿ C u á l es la im p o rta n c ia de la b a ta lla de P ic h in ch a ? 35. ¿Q u é cu estio n es fu n d a m e n ta le s tra ta ro n S an M a rtín y B o lív a r en la e n tr e v is ta de G u a y a q u il? 36. ¿Q u é a ctitu d asu m ió S an M a rtín ? 37. ¿Q u é itin e ­ ra rio sig u ió el ilu stre a rg en tin o h a sta su p a rtid a p a ra E u rop a? 38. ¿D ó n d e fa lle c ió ? 39. ¿ Q u é v ic to r ia a seg u ró p a ra siem p re la in d e p en d en cia de la A m é ric a m erid io n a l?

Actividades Prácticas *

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A n a liz a r la p ro y e c c ió n c o n tin e n ta l del p la n s a n m a rtin ia n o . E x p lic a r la o b ra p o lític a y a d m in is tra tiv a de San M a r tín en C uyo. S in te tiz a r con cuadros sin ó p tic o s las cam pañas lib e rta d o ra s en C h i­ le y en P erú.

T

A m p lia r datos y e s c rib ir una m o n o g ra fía titu la d a . G ra n d e za m oral de S an M artín .

Lectura M u erte d el gen eral San M artín París, agosto 29 de 1850

C um plo h oy con el doloroso deber de com unicar al M ercurio la más triste noticia que pueda trasm itirse a las repú b licas de la A m érica del Sud, la m uerte del general don José de San M artín. E n la noche del 17 salí para el puerto de Boulogne, acom pañado por un com patriota, con el objeto de visitar al ilustre e n fe r­ mo, cu ya salud se hallaba en estado alarm ante, como anuncié a usted el mes pasado. En la m añana del si­ guiente día, supim os la noticia de su muerte, acaecida el mismo día de nuestra partida. Don M ariano B alcarce, esposo de la noble h ija del general, nos refirió, con el corazón destrozado por el do­ lor y bañados los ojos en lágrim as, sus últim os momentos. E l 17, el gen eral se levan tó sereno y con las fu erzas suficientes para pasar a la habitación de su hija, donde pidió que le leyeran los d ia­ rios, que el estado de su vista no le perm itía desde m ucho tiem po leer por sí mismo. Hizo poner rapé en su caja para convidar al m édico que debía ven ir m ás tarde, y tom ó algún alim ento. N ada a n u n c i a b a en su sem blante ni en sus palabras el pró­ xim o fin de su existencia. El m édico le había aconsejado que trajera a su lado una herm ana de caridad, a fin de ahorrar a su hija las fatigas y a tan prolongadas de sus cuidados, y a fin de que el mismo enferm o tu v iera m ás libertad para pedir cuanto pudiera necesitar, lo que a veces no hacía por no m oles­ tar a su h ija. E sta señora no quería ceder a nadie el privilegio, tan grato para su am or filia l y de que disfrutó

hasta el últim o instante, de asistir a su padre en su penosa enferm edad. El señor B alcarce salió en la m a­ ñana del m ism o día a hacer esa d ili­ gencia, acom pañado por D on J a v ier Rosales, a quien com unicó las espe­ ranzas que ab rigaba en el restab le­ cim iento del general y su proyecto de h acerle via jar; tan lejos estaba de p rev er la desgracia que le am enaza­ ba y tanta confianza le inspiraba el estado, en ese día y los anteriores, de su padre. E l señor Rosales procuró disipar esas ilusiones que podían hacer más sensible el golpe que él consideraba inm ediato, y sus tristes predicciones no tardaron, por desgracia, en re a ­ lizarse. D espués de las dos de la tarde, el general San M artín se sintió ataca ­ do por sus agudos dolores nerviosos al estómago. E l doctor Jardón, su m édico, y sus hijos estaban a su la ­ do. El prim ero no se alarm ó y dijo que aquel ataque pasaría com o los precedentes. En efecto, los dolores calm aron, pero, repentinam ente el general, que había pasado al lecho de su hija, hizo un m ovim iento con­ vulsivo, indicando al señor B alcarce con palabras entrecortadas que la alejara, y exp iró casi sin agonía. Es m ás fá cil com prender que exp licar la aflicción de sus h ijo s en presen ­ cia de esa m uerte tan súbita e ines­ perada. A lg u n o s días antes, el general se sintió atorm entado en la noche por sus dolores, tom ó una dosis de opio m ayor que la prescripta para c a l­ m arlos, y en la m añana siguiente am aneció m oribundo. L a s aplicacio-

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nes de sinapism o lograron rean im ar­ lo, pero vino luego una reacción con fieb re violenta, que entiendo ha in ­ flu id o en su m uerte im prevista, a pesar de la s engañosas apariencias de m ejoría que se notaron en los cuatro últim os días. En la m añana del 18 tu ve la dolorosa satisfacción de contem plar los restos inanimado«; de este hom bre, cu ya vid a está escrita en páginas tan b rillan tes de la historia am erica­ na, S u rostro conservaba los rasgos pronunciados de su carácter severo y respetable. Un cru cifijo estaba co­ locado sobre su pecho, otro en una mesa entre dos velas que ardían al lado del lecho de muerte. Dos h er­ m anas de caridad rezaban por el descanso del alm a que abrigó aquel cadáver. B a jé enseguida a una pieza in fe ­ rior, dom inado por los sentim ientos religiosos que se levantan en el co­ razón del hom bre m ás incrédulo al aspecto de la m uerte. Un reloj de

cuadro negro, colgado en la pared, m arcaba las horas con un sonido lú ­ gubre, como el de las cam panas de la agonía, y este reloj se paró aque­ lla noche en las tres, hora en que había exp irado el general S an Mar­ tín. ¡S in gu lar coincidencia! E l reloj de bolsillo del m ismo general, se d etuvo tam bién en aqu ella últim a hora de su existencia. F é lix Frías. (P u b lica d a en: Busaniche, José Luis. S a n M a r t ín v is t o POR SUS CONTEMPORÁNEOS.

B uenos A ires, 1942.) • ¿Cómo tra n s c u rrió el ú ltim o día en la v id a del general San M a rtín ? • ¿Quién lo asistió en su penosa en­ ferm edad? • Busque datos sobre el pensador arg e n tin o F é lix Frías.

EL F E D E R A L IS M O A R G E N T IN O Sus o ríg e n e s Tres c o rrie n te s pobladoras procedentes de España, Perú y C hile e fe c­ tuaron la co n q u ista y colonizació n de lo que hoy es el te r rito rio argentino. Fundadas las p rim e ras poblaciones, algunas desaparecieron, pero o tra s — fa ­ vorecidas por el m edio g eog rá fico y s o c ia l— no tardaron en d e sa rro lla rse y luego de organizar su vida p o lític a en to rn o a un cabildo se tra nsform a ro n en ciudades. D isem inadas en tan vasto te rrito rio , las ciudades e xtend ie ro n sus in­ flu e n cias a la zona rural circu n d a n te y así dieron origen a las capitales de las pro vin cia s. El a isla m ie n to de esos ce n tro s poblados y la idio sin cra cia de sus ha b ita n te s h icie ro n s u rg ir un s e n tim ie n to lo c a lis ta , de m arcada hos­ tilid a d a to d o lo extraño. Por o tra parte, los ca bildos se desem peñaron — en el aspecto p o lític o — como organism os de go biern o y fu e ro n celoso s defensores de los intereses locales. A dem ás, la d iv is ió n del te r rito rio en intendencias (Real Ordenanza de 1782) e s tim u ló la fo rm a ció n de núcleos autónom os. De ta l manera, las pro vin cia s su b sis tie ro n con sus p ro pia s fuerzas y recursos y sus pobladores adoptaron com o bandera la defensa de los idea­ les y co stu m b re s que im ponía el pasado tra d ic io n a l. Com o entidades autó­ nomas, las p ro vin cia s tenían derecho a p a rtic ip a r en el gob ierno del país y por eso sus hab itantes no aceptaron ni concib ie ro n la tu te la e je rcid a por Buenos A ire s . “ La re s iste n c ia de las pro vin cia s co n tra el c e n tra lism o porteño — e s c ri­ be Zorraquín Becú— c o n s titu y e el germ en del fe d e ra lism o p o lític o .”

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El p re d o m in io de B u e n o s A ir e s Desde la época de la dom inación española, Buenos A ire s e je rc ió un evidente pre d o m in io sobre el re sto del país. Esta prim acía obedeció a factores económ icos y p o lític o s . a) E conóm icos. Con un p u e rto apto para el a rrib o de em barcaciones extra njeras, Buenos A ire s se b e n e fic ió desde un p rin c ip io con el in te rca m ­ bio co m e rcia l. Sólo lim itó su a ctivid a d cuando las re s tric c io n e s económ icas se h icie ro n más e nérgicas y esas c ircu n sta n cia s fu eron b e n e ficio sa s para la In cip ie nte in d u s tria del in te rio r, que no se v io perjudicada con la compe. tencia europea. R eabierto el c o m e rcio , Buenos A ire s aseguró su riqueza y superiorid ad co m e rcia l. Este p re d o m in io económ ico p e rju d icó p a rtic u la r­ m ente a las pro vin cia s del lito ra l, debido a que el p uerto rio p la te n se cobra­ ba derechos aduaneros, im pedía el paso de arm am entos y fisca liza b a todo el trá fic o flu v ia l. b) P olíticos. C apital del v irre in a to y sede de las a utoridades en el período hispánico, Buenos A ire s fu e te s tig o de la gesta de M ayo y envió las e xpediciones m ilita re s que d ifu n d ie ro n los ideales re vo lu cio n a rio s. Los gob iern o s que se sucedieron fu e ro n c o n tro la d o s por la c u lta bur­ guesía porteña, que a sp iró al p re d o m in io p o lític o sobre el re sto del país, a pesar de la c re c ie n te o posición de las p ro vin cia s. La Revolución de Mayo dio los primeros pasos para el establecim iento de un sistema federal. En el Reglamento del día 25, la Primera Junta dispuso consultar de inm ediato a las intendencias, es decir, a las provincias, y en la circu la r del día 27 insistió en estos propósitos. Mariano Moreno defendió el principio de la sobe­ ranía popular y sostuvo que los diputados del interior debían llegar a la capital para d icta r una Constitución y establecer un gobierno sólido y permanente. La creación de la Junta Grande “ hizo surgir — dice Ravignani— un nuevo ele­ mento político, el fa cto r provincia” . Para satisfacer la opinión del interior, este organismo de gobierno creó las Juntas Provinciales. La caída de la Junta Grande y la erección del Prim er Triunvirato marca el comienzo de una política basada en el predom inio porteño; la d ifícil situación interna y externa obliga a establecer un gobierno centralista o unitario. La Junta Conservadora fue disuelta y los diputados del interior marcharon a sus provincias. El historiador M itre afirm a que esos representantes “ fueron a llevar a sus respecti­ vas provincias nuevos elementos de com bustión y descontento” . El Primer Triunvirato fue derribado por la revolución del 8 de octubre, pro­ movida por la Logia Lautaro, organización secreta que sostenía dos principios básicos: “ La Independencia y la Constitución republicana” . Luego ocupó el poder el Segundo Triunvirato, el cual convocó a la Asamblea del Año XIII, a fin de aquietar el descontento del in te rio r ante el centralismo por­ teño. En esta Asamblea no tardó en imponerse la facción acaudillada por Alvear, quien defendía un poder centralizado y postergaba para más adelante los dos fines de la Logia. Artigas sostuvo principios dem ocráticos en las instrucciones que entregó a sus diputados, entre ellos la proclam ación de la independencia, organizar elpais bajo un sistema federativo y anular la creciente influencia de Buenos Aires. Coin­ cidieron en estos propósitos los representantes de Potosí, Tucumán y Jujuy. Sa­ bemos que la mayoría alvearista rechazó a los diputados orientales. Debido a la situación imperante, la Asamblea unificó el poder y creó — en enero de 1814— el D irectorio. A partir de esa época comenzaron a enviarse misiones al exterior con el propósito de obtener el apoyo de las potencias europeas previa coro­ nación de un príncipe extranjero en Buenos Aires. Estos manejos diplom áticos fue­ ron recibidos con desagrado por los adversarios del centralism o porteño.

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Cuando en enero de 1815 Alvear ocupó el D irectorio debió enfrentar a sus opositores federales: Soler en Buenos Aires y Artigas en la Banda O riental; el man­ datario fue depuesto por una revolución y le sucedió Alvarez Thomas, bajo cuyo Mandato se publicó el Estatuto Provisional de 1815, que fue rechazado por las „,-ovincias debido a su carácter unitario. Después de la caída de Alvear, un grupo de federales organizó una facción política en la capital, que adm itía las autonomías provinciales y consideraba pru­ d e n te que Buenos Aires no im pusiera su autoridad sobre el resto del país. Cuando se efectuaron com icios para d e cid ir las opiniones, los federales fueron derrotados (D o r r e g o , Agrelo, Chiclana, etc.) y más tarde Pueyrredón ordenó su destierro. A principios de 1816 in ició sus sesiones el Congreso de Tucumán, el cual si bien declaró la Independencia, no resolvió el problema de la form a de gobierno. En el seno de dicha asamblea existían dos tendencias: m onárquicos y republicanos, estos últimos a su vez divididos en unitarios y federales, de acuerdo con su posición frente a la política de Buenos Aires. Trasladado a esta ciudad, el Congreso publicó el Reglamento Provisorio de 1817 y la ConstituCión de 1819, ambos de tendencia unitaria y en consecuencia fueron rechazados por las provincias.

El e sta llid o fe d e ra l. Los c a u d illo s En los diez años sig u ie n te s a la R evolución de M ayo se produjeron sucesivas c o n vu lsio ne s en la p o lítica inte rna y cam bios de go bierno que culm inaron en el año 1820 con la batalla de Cepeda. Esta v ic to ria de los caudillos López y Ramírez sobre el D ire c to r S uprem o Rondeau s ig n ific ó el triu n fo del fe d e ra lis m o en oposición al gobierno d ire c to riá l porteño. Desde el comienzo de nuestro período independiente, dos fuerzas antagónicas trataban de ocupar el gobierno. Una m inoría porteña y culta pugnaba por aplicar los principios innovadores y progresistas de las ¡deas liberales; sus adeptos pro­ piciaban un gobierno centralizado, y su contenido ideológico lo representan los términos directoriaies o unitarios. Los opositores m ilitaban en el partido federal, cuyos integrantes se resistían a la influencia de las nuevas ¡deas, bajo una posición conservadora y tradicional. Han sido llamados dem ocráticos, pues sus gobiernos surgieron a través de ple­ biscitos m ayoritarios.


A n te la d e rro ta de las a utoridades nacionales y debido a la ausencia de in s titu c io n e s orgánicas que consolidaran el régim en p o lític o in te rn o , se in ic ió el período de la anarquía.’ R epresentantes de la re b e lió n popular, los ca u d illo s se o p u sieron a la p o lític a de Buenos A ire s , con la bandera de la dem ocracia y la federación. Los ca u d illo s lucharon p o r co n se rva r el e s p íritu h is tó ric o y p o lític o del lug ar donde 'labían nacido y al fre n te de sus “ m o n to n e ra s” o m ilic ia s luga­ reñas representa ro n la fuerza autóctona y viva de la tie rra . Rudos com o el m edio en que actuaron, sus ideas no podían s u je ta rse a norm as ju ríd ic a ^, pero es innegable que en e llo s predom inó el p a trio tis m o y el se n tid o de la nacionalidad. Basta m encionar, e n tre o tro s , a José G ervasio A rtig a s , llam ado “ El heraldo del fe d e ra lis m o rio p la te n s e "; a M a rtín M ig u e l de Güem es, quien d irig ió la epopeya de la guerra gaucha; a E stanislao López, quien anheló la organización de la R epública, e tc é te ra . En resum en: el e s ta llid o del año 1820 c o n so lid ó tre s asp ira cio n e s popu­ lares: a) la dem ocracia, porque la o p inión p ú blica se o rie n ta hacia la form a republicana de g obierno y rechaza las te n d e n cia s m onárquicas; b) el fede­ ra lism o , com o exp re sió n del s e n tim ie n to nacional, y c) el s u rg im ie n to de las p ro vin cia s, que se erig e n en e ntidades autónom as y d icta n sus propias c o n stitu cio n e s. L A C R IS IS D E L A Ñ O 20 Los c a u d illo s del lito ra l fre n te al g o b ie rn o d e B u e n o s A ir e s En C o rrie n te s los a co n te cim ie n to s tam poco fa vo re cie ro n la p o lític a del gobierno de Buenos A ire s . Un in te n to por deponer al gobernador Juan Bau­ tis ta M éndez tu v o e fím e ro é x ito y a p rin c ip io s de 1819 fu e repue sto en el cargo.

A poco de ocupar el g o b iern o el D ire c to r S uprem o Pueyrredón, algunas pro vin cia s se opusieron al nuevo m andatario. La h o s tilid a d del in te rio r — p a rticu la rm e n te del lito ra l— hacia las a u toridades de Buenos A ire s se acrecentó durante el m andato del c ita d o D ire c to r. En Santa Fe, el c a u d illo E stanislao López ocupó el g obierno el 23 de ju lio de 1818 y en él perm aneció dura n te v e in te años, hasta su m u e rte . A poco de ocupar el mando, debió e n fre n ta r una invasión de tro p a s enviadas po r P ueyrredón desde Buenos A ire s , en com binación con e fe c tiv o s c o r­ dobeses. López de fe n d ió con energía su p ro v in c ia y aunque los d ire c to ria le s ocuparon la capital — no vie m b re de 1818— d ebieron re tira rs e al poco tie m ­ po, ante la carencia de v íve re s y la h o s tilid a d de los sa n ta fe cin o s. En Entre Ríos, el c a u d illo F rancisco R am írez tam bién se opuso con é x ito a los in te n to s de ocupación efe ctu a d o s p o r tro p a s porteñas. A poyado po r sus paisanos, Ramírez d e rro tó a las fuerzas d ire c to ria le s de M o n te s de Oca a o rilla s del a rro yo C evallos (25 de no vie m b re de 1817). O tra colum na que avanzaba sobre la p ro vin cia , a las órdenes de M a rco s B alcarce, ta m ­ bién fu e rechazada en el com bate de S aucecíto, el 25 de marzo de 1818; estos é x ito s co n so lid a ro n la p o sició n de Ramírez en Entre Ríos.

El a rm is tic io d e S a n Lo re n zo El cu rso d e sfavorable de los sucesos m o tivó que el D ire c to r Pueyrre­ dón d e cid ie ra atacar nuevam ente a la p ro vin cia de Santa Fe, para lo cual s o lic itó la cooperación de las tro p a s de San M a rtín y com unicó a Belgrano — que se hallaba en Tucumán— que m archase con su e jé rc ito hacia el lito ­ ral. El L ib e rta d o r m antuvo su a c titu d de no p a rtic ip a r en las luchas inte rna s, m ientras que Belgrano se tra sla d ó al nuevo escenario de com bate. Las tro p a s de Buenos A ire s fue ro n puestas a las órdenes de Juan José V iam onte, quien invadió a Santa Fe, pero fu e d e rrotad o p o r López y debió replegarse a Rosario (m arzo de 1819). Enterado el c a u d illo san ta fe cin o del va sto plan preparado po r Pueyrre­ dón y ante la p o s ib ilid a d de que San M a rtín llevase al lito ra l su v ic to rio s o e jé rc ito de C h ile , d isp uso in ic ia r negociaciones de paz. B elgrano se encon­ traba cerca de Rosario cuando le fu e ro n com unicados e sto s deseos. Las negociaciones se a brieron en San Lorenzo el 12 de ab ril de 1819 y a su té rm in o se acordó el cese de la lucha.

' La mayoría de los historiadores co in cid en en que el p e rio d o de la anarquía p o lític a se prolonga en nuestra h istoria a través de nueve años: 1820 a 1829; en este lapsD, cesaron las auto­ ridades nacionales, con excepción de la presidencia de Rivadavla, que fue breve. En el transcurso de la anarquía las provincias fueron dom inadas por los ca ud illo s y por su parte la p rovincia de Buenos Aires progresó bs¡o los gobiernos de M artin Rodríguez, Las Heras y Dorrego.

El arm isticio dispuso que las fuerzas del D irectorio debían abandonar el te­ rritorio de Santa Fe y las que se encontraban en Entre Ríos lo harían hasta San Nicolás. Por su parte, las tropas provinciales debían retroceder hasta el norte del río Salado; en consecuencia, Belgrano acam paría en Cruz A lta (Córdoba) y v ia fnonte en San Nicolás.

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El acuerdo debía com unicarse a Ramírez para que éste enviase represen­ tantes a una reunión con el fin de llegar a un arreglo definitivo.

El a rm is tic io de San Lorenzo no fue bien re c ib id o por el g o bierno de Buenos A ire s ni tam poco p o r A rtig a s , quien lo co n sid eró c o n tra rio a la unidad de las pro vin cia s que le eran a dictas. D ire c to rio a e R ondeau La treg ua e n tre los c a u d illo s del lito ra l y el g o b iern o ce n tra l fu e de efím era duración, pues la h o s tilid a d v o lv ió a m a n ife s ta rs e cuando el 20 de ab ril fu e sancionada en Buenos A ire s la "C o n s titu c ió n de 1819” . Fatigado p o r ta n ta s luchas y presagiando m ales m ayores, Pueyrredón — term in a d o su período g u b e rn a tivo — p re se n tó sin tardanza su renuncia; ante la negativa del C ongreso, in s is tió en su a c titu d dos veces, hasta que le fu e aceptada la d im is ió n el 11 de ju n io . Lo reem plazó en el cargo de D ire c to r S uprem o — con ca rá c te r in te rin o — el general Rondeau. El cam bio de go b iern o no a lte ró la a n te rio r p o lític a de co n cilia ció n hacia los po rtugueses, que era uno de los m o tivo s de los c o n flic to s con A rtig a s y los ca u d illo s del lito ra l. A m ediados de octu b re , unos co m isio n a d o s del g obierno de Buenos A ire s que viajaban hacia el n o rte , fu e ro n apresados cuando cruzaban la p ro vin cia de Santa Fe, por orden de López. A p a rtir de ese m om ento, el cita do c a u d illo — con el apoyo de Ramírez y del c h ile n o M ig u e l C a rre ra — in ic ió nuevam ente la guerra co n tra el go b iern o ce n tra l y, en consecuencia, quedó anulado el a rm is tic io de San Lorenzo. S u b le v a c ió n de A re q u ito De acuerdo con órdenes del D ire c to rio , el general Fernández de la Cruz al fre n te del E jé rc ito a u x ilia r del n o rte avanzó hasta Córdoba y desde a llí — a m ediados de d ic ie m b re de 1819— co n tin u ó su m archa en d ire c c ió n a la p ro vin cia de Buenos A ire s , donde debía re u n irs e con o tra s fuerzas. A l pisar la ju ris d ic c ió n de Santa Fe, en la p o sta de A re q u ito (sobre la margen derecha del río C arcarañá), una parte de estas tro p a s se sublevó en la noche del 7 al 8 de fe b re ro de 1820. Los ca b e cilla s del m o vim iento fu e ron el general Juan B a u tista B ustos, secundado p o r el coronel A le ja n d ro H eredla y el com andante José M aría Paz, qu ie ne s m a n ife sta ro n su firm e re so lu ción de no p a rtic ip a r en la guerra c iv il. Pocas horas después y ante la im p o s ib ilid a d de s o m e te r a las fuerzas sublevadas, C ruz c a p itu ló con Bustos, quien — desde ese m om ento dueño del e jé rc ito — re tro c e d ió hasta C órdoba, no sin antes rechazar p ro p o s ic io ­ nes de los ca u d illo s del lito ra l para que esas tro p a s fueran em pleadas contra los e fe c tiv o s de Buenos A ire s . Cuando B ustos lle g ó a Córdoba se hizo nom brar gobernador, a ctitu d que fu e im itada por o tro s je fe s : Juan F e lip e Ib a rra , en S antiago del Estero; D upuy, en San Luis, y Barrenechea, en La Ríoja. LA B A TA L L A DE C EP ED A Para c e rra r el paso hacia Buenos A ire s de las m ontoneras, Rondeau se concentró con tro p a s de línea y m ilic ia s en Luján, m ie n tra s los ca u d illo s

del lito ra l hacían lo m ism o con sus e fe c tiv o s en Santa Fe, en las in m edia ­ ciones del A rro y o del M edio. M ie n tra s ta n to , el C ongreso — que continuaba reunido en Buenos A i­ res— re s o lv ió nom brar “ D ire c to r s u b s titu to ” a Juan Pedro A g u irre , alcalde de p rim e r v o to y p rin c ip a l fu n c io n a rio del C abildo porteño. Para adelantarse a los invasores, el general Rondeau avanzó hasta San Nicolás, donde se reunió con los e fe c tiv o s de Balcarce, y desde a llí, al fre n te de unos 2.000 hom bres, m archó hasta la Cañada de Cepeda. En esa [egión lib ró com bate contra el grueso de las fuerzas fe d e ra le s — unos 1.500 nom bres— el 1? de fe b re ro de 1820. El general Rondeau contaba con un ejército bastante poderoso, cuya caba1ería d irig ió personalmente, mientras confió la infantería y la artillería al general Juan Ramón Balcarce. Las tropas federales estaban form adas por los m ilicianos de Santa Fe, a las ordenes de López, una división de corrrentinos e indios guaraníes dirigidos por Campbell, un contingente de entrerrianos de Ramírez y los em igrados chilenos de J°sé M iguel Carrera.

Las fuerzas de Ramírez y C arrera atacaron a los e fe c tiv o s de B alcarce, ^ 'e n tra s López y C am pbell em bestían a la caballería de Rondeau, la que P ro c e d ió casi sin co m b a tir, en m edio de gran co nfusión .

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La batalla duró escasam ente diez m in u to s, a cuyo té rm in o las tropas d ire c to ria le s se desbandaron, salvando el p re s tig io m ilita r de Buenos A ire s el general B alcarce, quien después de e n érgica re s iste n c ia pudo reorganizar sus e fe c tiv o s , rechazó d ignam ente una in tim a c ió n de re n d irse y consi­ guió lle g a r a San N icolás al fre n te de unos 900 hom bres. Los ca u d illo s , en lugar de em p re n de r nueva lucha co n tra Balcarce, optaron por m archar d ire c ta m e n te hacia la c a p ita l. C e s a n las a u to rid a d e s n a cio n a le s La d e rro ta de las fuerzas d ire c to ria le s en Cepeda p ro d u jo pánico en Buenos A ire s , por cuanto los ha b ita n te s tem ían el saqueo de la ciudad por parte de los vencedores. Con gran energía, el D ire c to r s u s titu to A g u irre convocó al pueblo para la defensa y c o n fió el mando m ilita r al general S oler, quien co n ce n tró sus e fe c tiv o s en Puente de M árquez, a s ie te leguas de Buenos A ire s . Los ca u d illo s triu n fa n te s p re firie ro n in ic ia r n egociaciones pacíficas. Ramírez y López e n viaron sendas notas al C abildo porte ñ o (desconocían cualquiera otra a u to rid a d ) en las que, a m odo de u ltim á tu m , ordenaban la d e s titu c ió n del D ire c to r Suprem o, la su p re sió n del C ongreso y la adopción del siste m a fe d e ra l. Ramírez exigió, que se publicaran las actas secretas del Congreso, en las cuales constaba el proyecto de establecer una monarquía en el Rio de la Plata, entregando la corona al príncipe De Luca, perteneciente a la Casa de Borbón. S o le r tam b ié n apoyó lo d is p u e s to por los -ca u d illo s; en consecuencia, vo lv ió las arm as co n tra el go b iern o nacional. El 11 de fe b re ro de 1820, el D ire c to r Rondeau y el C ongreso cedieron a la in tim a c ió n ; las a u to rid a d e s nacionales habían cesado. El A yu n ta m ie n to se hizo cargo del poder con el nom bre de “ C abildo g o b e rn a d o r” , en e je rc i­ cio de la autoridad, hasta que fu e ra designado un m andatario para la ciudad y la p ro vin cia de Buenos A ire s . S a rra te a e s e le g id o g o b e rn a d o r El C ab ild o había asum ido el mando de la ciudad y de la p ro vin cia de Buenos A ire s , pero Ramírez m a n ife s tó que só lo tra ta ría con un gobierno e leg ido por el pueblo, o p in ió n que ta m b ié n com p a rtía E stanislao López. La a c titu d de los c a u d illo s d e te rm in ó que el 16 de fe b re ro se reuniera un C abildo a b ie rto , con la a s iste n cia de 182 ciudadanos, a fin de e le g ir un go biern o “ que sie n d o la obra de un acto lib re , re u n ie se en sí solo, toda la confianza p ú b lic a ” . Cada ciudadano v o tó por dos personas y las doce que o b tu vie ro n ma­ yoría de su fra g io s pasaron a in te g ra r la Junta de R e presentantes que en su prim e ra sesión — m adrugada del día 17— e lig ió gobernador de Buenos A ire s al ex triu n v iro y agente d ip lo m á tic o M a n u e l de S arratea. Este e je rc e ­ ría el cargo en fo rm a p ro v is io n a l, hasta ta n to se co n o ciera la o p in ió n de la campaña, en gran p a rte ocupada por los e jé rc ito s fe d e ra le s. De ta l manera, la p ro v in c ia de Buenos A ire s quedó c o n s titu id a con un cuerpo le g is la tiv o de o rig e n p o p u la r — la Junta de R epresentantes— y un gobernador — o Poder E jecutivo— e le g id o por s u fra g io in d ire c to . El m ism o día 17, S o le r se e n tre v is tó en Luján con Ramírez y obtuvo del c a u d illo un a rm is tic io de tre s días, en cuyo tra n s c u rs o debían e lim in a rs e 532


El artículo 39 dispone la alianza común de las provincias signatarias para en­ la agresión portuguesa.

fr e n t a r

El articulo 49 decreta la lib re navegación de los ríos, en razón de que el puerto de Buenos Aires cobraba derechos aduaneros y fiscalizaba todo el trá­ fico fluvial. El articulo 59 concedía amnistía a los ciudadanos expatriados por causas políticas, quienes recobrarían el goce de todos sus derechos. El articulo 69 se ocupa de los límites interprovinciales y el articu lo 79 ordena abrir proceso a los miembros del D irectorio y del Congreso “ por com prom eter la libertad de la Nación, con otros excesos de enorme m agnitud” . Motivaba esta cláusuia las misiones diplom áticas al extranjero, tendientes a coronar un príncipe eu­ ropeo en el Río de la Plata. El articu lo 89 dispone que Buenos Aires no podrá im pedir el paso de armas y municiones a las provincias federales. En el grabado podemos observar parle del lexlo — fias le el artículo

El artículo 99 ordenaba la libertad de los prisioneros de guerra. El artículo 109 establece que el pacto sería com unicado a Artigas y que la incorporación de la Banda Oriental a las demás provincias federales “ se miraría como un dichoso acontecim iento” .

4 ’ __ del Tratado del Pilar. El documento se inicia en esta forma:

“ Convención hecha y concluida entre los gobernadores Don Manuel de Sarratea de la provincia de Buenos Aires, Don Francisco Ramírez de la de Entre Ríos, Don Estanislao López de la de Santa Fe el día veinte y tres de febrero del año del Señor mil ochocientos veinte, con el fin de terminar la guerra suscitada . . . ”

de los em pleos a d m in is tra tiv o s a todos los que habían p e rte n e cid o al go­ bie rn o derrocado. D ebido a e sto , fu e ro n reem plazados los m ie m b ro s del C abildo. EL T R A T A D O

D E L F IL A R

S arratea asum ió el mando el 17 de fe b re ro , pero de in m e d ia to pa rtió hacia Pilar, donde debía re u n irse con los c a u d illo s del lito ra l, a fin de acordar un tra ta d o de paz. El 23 de fe b re ro de 1820, en la c a p illa d e l P ilar, S arratea firm ó con López y Ramírez un tra ta d o , por el cual los gobernadores de Buenos A ires, Santa f e y Entre Ríos se obligaban a organizar el país bajo el sistem a repu blican o fe d e ra l, s o m e tie n d o la re so lu ció n d e fin itiv a a un congreso a reu n irse en el té rm in o de sesenta días, en el convento de San Lorenzo (Santa Fe). Aunque el pacto tra ta b a la am n istía , una de sus cláusulas ordenaba el e n ju ic ia m ie n to de los d ire c to re s suprem os y co n gresales que habían fo r­ mado parte del go b iern o derrocado. El Tratado del P ilar fu e ra tific a d o por la Junta de R epresentantes de Buenos A ire s el 24 de fe b re ro . El pacto consta de doce artículos.

Los artículos 119 y 129 daban normas para el retiro de los ejércitos y fijaban un plazo de dos días para que el pacto fuera ratificado por la Junta de Represen­ tantes de Buenos Aires. En virtud del artículo tercero y de un pacto secreto que no se dio a conocer para no alarm ar al gobierno portugués, Sarratea entregó armas y vestuario al ejér­ cito federal. El historiador Ricardo Levene ha demostrado categóricam ente la exis­ tencia de un acuerdo secreto.

El Tratado de P ilar es el p rim e r pacto in te rp ro v in c la l que reconoce el sistem a fe d e ra l de g obierno y dio orige n a una im p o rta n te re form a in s titu ­ cional en n uestra h is to ria . De su le ctu ra se deducen claram en te los anhelos por organizar todas las p rovin cia s en una sola nación sobre el p rin c ip io de la nacionalidad. A rtig a s sólo era reconocid o com o "C a p itá n G eneral de la Banda O rie n ­ ta l” pero no en c a rá cte r de “ P ro te cto r de los Pueblos L ib re s "; en conse­ c u e n c ia — por obra de Ramírez— era despojado de toda a utoridad sobre las provincias de Entre Ríos y Santa Fe. Si bien el ca u d illo o rie n ta l era invitado a in co rp o ra rse a la alianza, se lo desconocía com o á rb itro y sólo llegaría a su poder una copia de lo ya resue lto . G o b ie rn o d e S a rra te a De co n fo rm id ad con lo d ispuesto en el Tratado del Pilar, Sarratea ordenó la entrega de arm as, m uniciones y dine ro a Ramírez; esta a c titu d y el ca stig o a que serían so m etidos los m iem bros del gobierno derrocado Provocaron desagrado e n tre los in te g ra n te s del p a rtid o d ire c to ria l. Estos ú ltim os re c ib ie ro n calurosam ente a Balcarce, cuando regresó a Buenos H're s luego de su va leroso co m p o rta m ie n to en Cepeda. El 6 de marzo, los desco nten tos con el gobierno — atizados por un 9rupo de jó ve n es— se reunieron en la Plaza de la V ic to ria , m anifestando us ¡deas c e n tra lis ta s y a n tife d e ra le s. Presentaron un e s c rito al A yuntan|ento por el cual exigían la d e s titu c ió n de Sarratea.

El artículo 19 afirma que las partes contratantes — Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe— se pronuncian en favor del sistema federal e invitan a las demás provincias a un congreso a reunirse en San Lorenzo, para organizar definitivamente el país. 534 El artículo 29 establece que desde el mismo día de la firm a delpacto cesarán las hostilidades y los ejércitos de Entre Ríos y Santa Fe se retirarán a sus respec­ tivas provincias.

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Reunido in m e d ia ta m e n te un C abildo a b ie rto , el gobernador fue destitu id o y en su reem plazo e lig ió in te rin a m e n te a Juan Ramón Balcarce. S arratea se re tiró a P ilar y desde a llí reclam ó la obediencia que le era debida, pero com o la re so lu ció n del C abildo no fu e m o dificada, re cu rrió los elem e ntos que le eran a d ic to s . De ta l manera S o le r sa lió de Buenos A ire s con sus tropas, y los c a u d illo s López y Ramírez avanzaron hasta los sub urb ios de la ciudad; el ú ltim o amenazó con desatar nuevam ente |a guerra c iv il si Sarratea no era re co n o cid o com o le g ítim o gobernador. A l día sig u ie n te , S arratea d io a conocer un d e c re to en que ordenaba in ic ia r un proceso de alta tra ic ió n a los m iem bros del C ongreso y del D irec­ to rio . Figuras de p re s tig io se vie ro n afectadas por esa m edida, aunque más tarde los acusados fu e ro n a b su e lto s. En m edio de hondo m a le s ta r p o lític o se realizaron las e le ccio n e s para e le g ir la nueva Junta de R epresentantes, cuyo re su lta d o fue desfavorable para Sarratea, por cuanto el org a n ism o quedó integrado con hom bres perte­ necientes al p a rtid o d ire c to ria l, de ideas c e n tra lis ta s y m onárquicas. S arratea pre se n tó la re nuncia a su cargo, la que fu e aceptada; en su reem plazo, la Junta de R epresentantes e lig ió a su p re sid e n te Ildefonso Ramos M e jía gobernador in te rin o de la p ro vin cia de Buenos A ire s , hasta ta n to se desiqnase un qobernador p ro p ie ta rio . El d ía d e los tre s g o b e rn a d o re s Ramos M ejía, hasta ento n ce s sin m ayor actuación, gobernó escaso tie m p o : desde el 2 de m ayo hasta el 23 de ju n io . A d ic to al p a rtid o d ire c to ­ ria l derrota do, dio cu rso a una d isp o sició n de la Junta por la cual eran absueltos algunos de los ciudadanos so m e tid o s a proceso. A ceptó tam bién el cargo de C apitán G eneral de la p ro vin cia , es d e c ir, el mando suprem o de las fuerzas m ilita re s , en p e rju ic io de S oler, quien lo ejercía con el apoyo del e jé rc ito . El 27 de ese mes, llegaron oficios de los caudillos de Santa Fe y Entre Ríos, según los cuales esas provincias no reconocían a Ramos Mejía en su carácter de gobernador. El problema económico — la capital absorbía el comercio— motivaba una creciente hostilidad por parte de los caudillos del litoral. El 16 de ju n io , los je fe s y o fic ia le s del e jé rc ito , invocando “ la voluntad general de la cam paña" re p u sie ro n a S oler en el cargo de C apitán General y o b tu vie ro n que el C abildo de Luján lo re co n o cie ra com o gobernador. S oler com unicó lo re s u e lto a la Junta de R epresentantes de Buenos A ire s , para que ésta lo h icie se re co n o ce r en toda la p ro vin cia . Ramos M ejía presentó la renuncia de su cargo, pero la Junta, sin ace p ta rla , le ordenó que entregase el bastón de mando al C abildo y al m ism o tie m p o com uni­ caba a S o ler que podía p e n e tra r en la ciudad sin d ific u lta d e s . El 20 de ju n io de 1820 desem peñaban e l g o b iern o de la p ro vin cia Ild e ­ fonso Ramos M ejía, e l g e n e ra l S o le r y e l C a b ild o ; ese día se conoce en nuestra h is to ria com o “ el día de los tre s g o b e rn a d o re s” . En ese mom ento en que se agudizaba la c ris is p o lític a , fa lle c ía en Buenos A ire s una de las g lo ria s más puras de la a rg e n tin id a d : el general M a n u e l Belgrano. G o b ie rn o d e S o le r El general S o le r estuvo al fre n te de la p ro vin cia de Buenos A ire s esca­ so tie m p o , del 23 al 28 de ju n io . Cuando a rrib ó a la ca p ita l fu e reconocido

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como gobernador, pero al día s ig u ie n te — 24 de ju n io — dejó en su reem ­ plazo a M anuel D orrego 1 y se d irig ió a Luján, donde e sta b le ció su cu a rte l, para e n fre n ta r a los ca u d illo s López, A lv e a r y C arrera, quienes avanzaban nuevam ente sobre la p ro vin cia de Buenos A ire s . El 28 de ju n io , las tro p a s de S ole r y de López chocaron en la Cañada ¡je la C ruz y los e fe c tiv o s del p rim e ro fu e ro n arro lla d o s y s u frie ro n grandes pérdidas. S o le r com unicó su fracaso al C abildo y huyó a la C olonia, en la Banda O riental. D orreg o y los c a u d illo s de l litoral La v ic to ria de López m o tivó que el C abildo de Luján e lig ie ra gobernador a A lve a r. Esto no fu e aceptado por la Junta de R epresentantes de Buenos A ire s, quien de sig nó gobernador a D orrego. Com o no quedaba o tra solu ció n que la guerra, D orrego se dedicó a organizar la defensa de la ciudad. C ontó con la colaboración de M a rtín Rodríguez y del joven hacendado Juan M an uel de Rosas-, el p rim e ro fu e designado je fe de las m ilic ia s d e l su r, y el segundo se encargó de re u n ir y equipar esos e fe c tiv o s , que tu vie ro n destacada actuación en los sucesos de la época. A lv e a r y C arrera d e c id ie ro n acam par en San N ico lá s, pues el p rim e ro no quería a le ja rse dem asiado de Buenos A ire s , te m e ro so de p e rd e r sus derechos sobre el g o bierno. D orrego d irig ió sus fuerzas hacia aquella zona, y el 1» de agosto v e n ció co m p le tam ente a los dos ca u d illo s. Por su parte, López ta m b ié n fu e d e rro ta d o por D orrego al n orte del arroyo Pavón (12 de agosto de 1820). A le n ta d o p o r los triu n fo s , D orrego se in te rn ó en te r rito rio santa fecino pero fu e ve n cid o en el G am onal (2 de s e tie m b re ) por López. Este com unicó al C abildo de Buenos A ire s que cesaría la lucha sie m p re que D orrego fuese e lim inado del gobierno. M a rtín R o d ríg u e z e le g id o g o b e rn a d o r D orrego d ispuso convocar a los habitantes de la p ro vin cia de Buenos A ire s a fin e s de agosto, para c o n s titu ir una Junta de R epresentantes, la cual debía nom brar un gobernador. El pro p io D orrego era candidato, pero lo com batían los jó ve nes p e rte n e cie n te s al pa rtid o d ire c to ria l. Realizadas las e le ccio nes, la citada Junta nom bró a M a rtin Rodríguez gobernador de la p ro vin cia de Buenos A ire s (26 de se tie m b re ). La fa cció n fe d e ra l, que deseaba u b ica r en el gobierno a D orrego, se sublevó el 19 de o c tu b re a las órdenes del d o c to r José A g re lo con las tro p a s de la g u a rn ición que mandaba el coronel Pagóla. Después de san­ g rie n to com bate, los am otinados — al g rito de ¡abajo los d ire c to ria le s !— ocuparon el Fuerte. Por su parte, M a rtín Rodríguez — que se había alejado de Buenos A ire s — avanzó sobre la ciudad con la p ro te cció n de Juan M anuel de Rosas,

1 D orrego regresaba del destierro a que había sido condenado p o r Pueyrredón. P o lític a ­ mente estaba d e fin id o contra la m onarquía y desde ese momento luch a ría por las ideas re p u b li­ canas y federales, hasta su trá g ic o fin en Navarro.

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El m encionado Tratado anuló lo d isp u esto en el del Pilar, re fe re n te al C o n g re s o de San Lorenzo, a reu n irse ahora en Córdoba, y excluyó de las

negociaciones a Ramírez y C arrera, lo que p rod ujo la ruptu ra e n tre estos ú ltim o s y López.

las

lu c h a s

en tr e

los

c a u d il l o s

D e rro ta d e fin itiv a de A rtig a s V encido por los portugueses, A rtig a s buscó re fu g io en C o rrie n te s y al en te ra rse de lo re s u e lto en el Tratado de P ilar — firm a d o sin su consen­ tim ie n to — se e n e m istó con Ramírez. No ta rd ó en e s ta lla r la guerra entre ambos. A rtig a s invadió la p ro vin cia de Entre Ríos, y luego de com bates parcia­ les, fu e d e rro ta d o d e fin itiv a m e n te p or Ramírez en R incón de A balos (ju lio de 1820). Perseguido hasta el n o rte de C o rrie n te s, A rtig a s cruzó la fro n te ra de Paraguay y buscó a silo en ese país, donde — después de tre in ta años de co n fin a m ie n to — fa lle c ió en 1850. D e sa p a ric ió n de R a m íre z y de C a rre ra quien marchaba al fre n te de su re g im ie n to N? 5, llam ado Los C olorados dei M onte, que había equipado a su costa. Para firm ar la paz con Buenos Aijres, el caudillo López había exigido que Dorrego fuese elim inado del gobierno. Rosas, que deseaba el fin de la lucha con Santa Fe y a su vez obediente a las autoridades constituidas, brindó su apoyo a Rodrí­ guez, a pesar de que éste pertenecía al partido directorial o unitario.

Cuando en el C abildo a b ie rto se proponía el n o m bram iento de Dorrego, entraron en la ciudad los colorados de Rosas, a quienes seguía el general Rodríguez. La Junta de R epresentantes se re u n ió nuevam ente y entonces ra tific ó — el 5 de o ctu b re — la e le cció n de M a rtín Rodríguez; al día sig u ie n te , o to r­ gó al gobernador, por el lapso de tre s m eses, fa cu lta d e s e x tra o rd ina ria s. M ie n tra s ta n to , D orrego había avanzado con su e jé rc ito hasta Luján, donde — enterado de lo o c u rrid o — depuso sus am biciones al mando y acep­ tó a Rodríguez com o gobernador de la p ro vin cia ; no o bstante, rehusó poner­ se a sus órdenes.

A le ja d o A rtig a s , las p ro vin cia s de Entre Ríos, C o rrie n te s y las M isio n e s quedaron bajo el d o m inio de Ramírez, quien no ta rdó en re u n ir esos te r r i­ to rio s en lo que llam ó R epública de Entre R íos". No lo guiaba un propó­ s ito se p a ra tista , sino fun d a r una gran p ro vin cia d e ntro de la nacionalidad argentina. Para e xte n d e r su hegem onía, el c a u d illo e n tre rria n o tenía el p ro p ó sito de re in te g ra r el Paraguay al d o m in io a rge ntino, com o tam bién la Banda O rie n ta l, pues am bos habían integrado el v irre in a to . Trató de obte ner ayuda de Estanislao López, pero é ste se negó, pues — por el Tratado de Renegas— estaba a liado con Rodríguez y Bustos, gobernadores de Buenos El dibujo — obra de Juan Fossa— nos muestra un episodio de las luchas entre los caudillos. Perseguido por sus enemigos, un miliciano trata de impedir con su lanza que por medio de las boleadoras le derriben el caballo.

El T ra ta d o de B e n eg as La paz e n tre Buenos A ire s y Santa Fe se co n ce rtó el 24 de noviem bre de 1820 en la estancia de T ib u rcio Benegas, situada en los lím ite s de ambas pro vin cia s, en las m árgenes del A rro y o del M edio. El Tratado de Benegas — así llam ado por lo ya expuesto— consta de s ie te a rtícu lo s y aunque nada re s o lv ió con re sp e cto a la fo rm a de gobierno, m erece destacarse lo d isp u e sto por el a rtíc u lo segundo, que ordenaba re u n ir, en el té rm in o de dos m eses, un congreso general en C órdoba; otras cláusulas disponían el fin de la guerra e n tre Buenos A ire s y Santa Fe y la lib e rta d de los p ris io n e ro s .

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A ire s y C órdoba, re sp e ctiva m e n te . Sólo el c h ile n o José M ig u e l C arrera se d irig ió con sus fu e rza s hacia el lito ra l ante el llam ado de Ramírez, quien lo in v itó a luch a r co n tra Buenos A ire s . Ramírez y sus e fe c tiv o s cruzaron el Paraná para in ic ia r la g u erra ocu­ pando Santa Fe. A n te la situ a c ió n por la que atravesaba su p ro vin cia , López dispuso atacar y lo g ró ve n c e r a Ramírez en Coronda (m ayo de 1821). El c a u d illo e n tre rria n o reorganizó sus tro p a s y unido con C arrera invadió la p ro vin cia de C órdoba, pero B ustos los v e n ció en C ruz A lta (16 de ju n io ). Después de la d e rro ta su frid a , Ramírez y C arrera — e n e m ista d o s— de­ cid ie ro n separarse. El p rim e ro se d irig ió hacia el n orte, para lle g a r a Entre Ríos a tra vé s de la p ro v in c ia de Córdoba y el segundo, en d ire c c ió n a C hile , por Cuyo. El c a u d illo e n tre rria n o fu e perse g u id o por Bedoya — gobernador s u s titu to de Córdoba— y v e n cid o en San Francisco. Ramírez logró escapar, pero e nterado que su com pañera D e lfin a — que v e s tid a de o ficia l le acompañaba en sus luchas— había caído p ris io n e ra , re tro c e d ió para re sca ta rla y en esas circ u n s ta n c ia s fu e he rid o de m u e rte (10 de ju lio de 1821J.1 Su d esa p a rició n p e rm itió que la paz re naciera en el lito ra l. Por su parte, C arrera se d irig ió a San Luis y de a llí a Mendoza, pero al e n tra r en esa p ro v in c ia fu e ve n cid o en Punta d e l M édano. Cayó p risio n e ro y pe re ció fu s ila d o el 4 de s e tie m b re de 1821.

En a b ril de 1820, S antiago d e l E stero se declaró indepen die nte de Tu­ cumán y se e rig ió en p rovincia autónom a, designando gobernador a Juan Felipe Ib a rra . En 1826 fu e d icta d o el R eglam ento P rovin cial, que luego s u frió m o d ifica cio n e s. Por su parte, Catam arca reu nió un C abildo a b ie rto el 25 de agosto de 1821, el que declaró anulados los com p ro m iso s con Tucu­ mán y proclam ó la autonom ía de la p ro vin cia . El p rim e r gobernador titu la r del nuevo Estado autónom o fu e N ico lá s A vella ned a y Tula-, 1 le sucedió Eusebio Ruzo, durante cuyo p e río d o fu e jurada — en ju lio de 1823— la prim era C o n s titu c ió n p ro vin cia l. C ó rd o b a En s e tie m b re de 1816, A m b ro s io Funes — p a rtid a rio del ce n tra lism o porteño— ocupó el go bierno de la provin cia de Córdoba. Luego llegó al poder o tro hom bre de la m ism a tende ncia, M an uel A n to n io de C astro, quien — com o consecuencia de la ^sublevación de A re q u ito — debió re nuncia r y fue reem plazado por José Ja vie r Díaz-, éste reunió e hizo proclam ar la auto­ nomía de la p ro vin cia . En marzo de 1820 se hizo e le g ir gobernador Juan B a u tista B ustos, y el 30 de enero de 1821 dio a pub licid ad el "R eglam ento P ro v is o rio ” , basado en el siste m a fe d e ra l.

L A S C O N S T I T U C I O N E S P R O V IN C IA L E S A p a rtir del año 1819 las p ro vin cia s se erig e n en entidades autónom as, y basadas en su e s p íritu fe d e ra lis ta d icta n leyes orgánicas que dan origen a un im p o rta n te p roceso h is tó ric o , de c a rá c te r c o n s titu c io n a l. Este período de fo rm a ció n del derecho p ro v in c ia l — que se e xtie n d e hasta 1825— ha p e rm itid o a firm a r al h is to ria d o r R avignani que " e l año 20 no es p re cisa ­ m ente un caos, sin o un punto de p a rtid a de fecunda acción c o n s titu c io n a l” .

En tre R íos D ijim o s que después de d e rro ta r a A rtig a s , el c a u d illo Ramírez conso­ lidó su hegem onía sobre Entre Ríos, C o rrie n te s y M isio n e s, te rrito rio s que agrupó en un so lo Estado, a los que denom inó "R e p ú b lica de Entre R íos". La m u e rte de Ramírez s ig n ific ó el derrum be de la efím era "R e p ú b lic a ". Le sucedió en el mando de la p ro vin cia de Entre Ríos su herm anastro Ricardo López Jordán, quien a su vez fu e depuesto — en se tie m b re de 1821— por una re vo lución . Ocupó el g o bierno el ‘ coronel Lucio M ansilla. D urante su m andato se reunió un C ongreso en Paraná que sancionó el p rim e r E statu to P ro viso rio C o n s titu c io n a l de Entre Ríos (4 de marzo de 1822).

S a n ta Fe C om o hem os v is to , E stanislao López asum ió el g obierno de Santa Fe en ju lio de 1818. Con el o b je to de o rganizar los poderes del Estado y re co nocer los derechos de los ha b ita n te s hizo re d a cta r — o redactó com o a firm an o tro s h is to ria d o re s — el E sta tu to P ro v is o rio que fu e aprobado por el C abildo el 26 de agosto de 1819. De ta l m anera, Santa Fe fu e la p rim e ra p ro vin cia que d ic tó una C o n s titu c ió n .

Consta de 14 secciones. La primera sección se ocupa de la “ Declaración del Estado y forma de gobierno” y el artículo 19 declara que Entre Ríos “ es parte integrante de las Provincias Unidas del Río de la Plata” . El Estatuto Provisorio Constitucional determina la división del Estado en tres poderes y a través de sus distintas secciones se ocupa del Poder Ejecutivo; atri­ buciones del gobierno; forma y elección de los diputados que debían integrar un Congreso, sanción de leyes y organización de la justicia. También figuran acertadas disposiciones referentes al sufragio universal, a la ciudadanía y a los derechos de los particulares.

T u c u m á n , S a n tia g o de l E s te ro y C a ta m a rc a En o ctu b re de 1814, el D ire c to r Posadas creó la G obernación In te n d e n ­ cia de Tucumán, Integrada por esta ú ltim a p ro vin cia , S antiago del E stero y C atam arca. El C abildo tucum ano e lig ió al coronel Bernabé A ráoz p rim e r gobernador in te n d e n te de la nueva p ro vin cia . Este re s o lv ió o rg anizar el vasto te r rito rio que gobernaba en una p ro vin cia fe d e ra l y entonces creó — sin p ro p ó sito s s e p a ra tis ta s — la “ R epública de T ucum án” .

El E statuto P ro visorio de la p ro vin cia de Entre Ríos fue un excelente cuerpo de leyes, de no to ria su pe rio rid a d sobre o tro s de su época.

i El cadáver de Ramírez fue decapitado y la cabeza — embalsamada— enviada com o trofeo a Estanislao López. Este adornó con e lla la mesa en que firm aba su correspondencia y luego la re m itió al C abildo de Santa Fe, en cuyo balcón fue exhibida, dentro de una jaula de h ierro.

' Fue padre de M arco M. Avellaneda (degollado en Metán) y abuelo de N icolás Avellaneda, el presidente de la República.

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d eclaró autónom a. P o steriorm e nte a sum ió el mando S alvador M aría del C a rril, p ro g re s is ta gobernante que fo m e n tó la cu ltu ra , el co m e rcio y las

T idustrias de la p ro vin cia . Redactó la C arta de M ayo, que fu e sancionada L| 13 de ju lio de 1825. Por su parte, San Luis se declaró autónom a el 1? de marzo de 1820 e inm ediatam ente ocupó el gob ierno José S antos O rtiz. S a lta y J u ju y A p a rtir de 1814, M a rtin M ig u e l de G üem es fu e el va le ro so c a u d illo que le v a n tó al pueblo sa lte ñ o para d e fe n d e r la fro n te ra n orte de nue stro te r r i­

to rio del ataque re a lista . Buen gobernante, d irig ió los d e stin o s de su pro­ vincia sobre las bases de la autonom ía y del re spe to recíproco. Después de su desaparición fue convocada una Junta con represen­ tantes de toda S alta; este organism o, con la d ire cció n del diputado Facundo Zuviría, sancionó la prim e ra C o n s titu c ió n de la p ro vin cia (9 de agosto de 1821). El p rim e r gobernador co n s titu c io n a l fu e A n to n io Fernández C ornejo. Por su parte, Ju juy p a rtic ip ó con S alta en la heroica "g u e rra gaucha" y sig u ió unida a esta ú ltim a p ro vin cia hasta el 18 de noviem bre de 1834, en que se d e cla ró autónom a.

Dibujo de Juan León Palliére (1823-87) titulado “ El corral” . Con gran maestría , el artista' ha reproducido una escena característica de nuestra campaña, en el siglo pasado.

La Rio ja C o rrie n te s José Vedoya, el gobernador de C o rrie n te s , fu e despojado del mando por A n d re s ito A rtig a s , quien repuso<<en el g obierno a Juan B a u tista Méndez, p a rtid a rio del c a u d illo o rie n ta l. Más tarde, Ramírez — que ya había ve n cid o a G ervasio A rtig a s — anexó la p ro vin cia a la "R e p ú b lica de Entre R íos", pero al desaparecer el prim ero C o rrie n te s recuperó su autonom ía. En se tie m b re de 1821 fu e convocado un C ongreso G eneral que sancio­ nó el R eglam ento P ro v is o rio C o n s titu c io n a l de la Provincia. El coronel José Fernández B lanco fu e el p rim e r gobernador c o n s titu ­ cional de C o rrie n te s y en el tie m p o de su mando se sancionó la C o n s titu ­ ción P olítica de la P rovincia (24 de s e tie m b re de 1824). Le sucedió en el gobierno Pedro F erré, hom bre ené rg ico , capaz y p ro g re sista . M e n d o za , San Ju a n y San Lu is

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En noviem bre de 1813, el T riu n v ira to creó la In te n d e n cia de Cuyo, que com prendía las a ctuales p ro vin cia s de Mendoza, San Juan y San Luis; la sede de las a utoridades fu e la ciudad de Mendoza. El p rim e r gobernador in te n d e n te fu e Juan F lo re n cio Ferrada y luego — en se tie m b re de 1814 — el general José de San M a rtín , quien al cabo de dos años delegó el mando en Toribío Luzuríaga. El 9 de enero de 1820 se sublevó en San Juan elBatallón núm ero uno de Cazadores de los A ndes y a consecuencia de esa re vo lu ció n Cuyo se d iv id ió en tre s p ro vin cia s autónom as. En Mendoza, Luzuriaga de b ió re n u n cia r y fu e reem plazado por Tomás Godoy C ruz — am igo y c o n fid e n te de San M a rtín — , quien organizó el go­ bierno e hizo re u n ir una Junta de R epresentantes. En San Juan, ta m b ié n com o consecuencia de la asonada, ocupó el go­ biern o su cabe cilla M a ria n o M endizábal, durante cuyo m andato la p ro vin cia 542

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En p rin c ip io form aba parte de la Intendencia de Córdoba del Tucumán, y si bien en m ayo de 1815 La Rioja d ecla ró su autonom ía, por reso lución del C ongreso de Tucumán v o lv ió a su s itu a c ió n de dependencia. Recién en enero de 1820 la p ro vin cia se d e svin culó de Córdoba y e lig ió p rim e r gober­ nador p ro p ie ta rio a F rancisco O rtiz Ocam po. En marzo de 1823, lleg ó al poder el c a u d illo Juan Facundo O uiroga.

G O B IE R N O D E M A R T IN

R O D R IG U E Z . R E F O R M A S O R G A N I C A S

B e rn a rd in o R iva d a via y M a n u e l J o s é G a rc ía Sabemos que, después de la d e rro ta de D orrego, la Junta de Repre­ sentantes de Buenos A ire s e lig ió — el 26 de se tie m b re de 1820— goberaador de la p ro vin cia al general M a rtín Rodríguez. El nuevo m andatario no era un e sta d ista de relevantes condiciones, pero sí un buen p a trio ta , quien — por te n e r un cla ro con cep to de las fu n ­ ciones de gobernante— supo e le g ir colaborad ores a hom bres de probada com petencia. D esignó a B ernardino Ri\/adavia m in is tro de G obierno y Rela­ ciones E xte rio re s; a M a nuel José G arcía, de Hacienda, y al general Fran­ cisco de la C ruz en la cartera de G uerra. Asegurada la paz interna, este g ob iern o se dedicó por tre s años — has­ ta 1824— a e le va r el n ivel e s p iritu a l y m a te ria l de la p ro vin cia de Buenos A ire s . Rivadavia había regresado de su m isió n d ip lo m á tica después de ocho años de perm anencia en Europa y desde ese m om ento consagró sus e s fu e r­ zos a una labor de re co n stru cción , sobre la base de p rin c ip io s lib e ra le s y p ro g re s is ta s ; en esta tarea con tó con la aprobación del gobernador Rodrí-

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En agosto de 1821 fu e creado el A rc h iv o G eneral de la N ación y se dispuso que una com isió n de tre s m iem b ros tu v ie s e a su cargo la recep­ ción de los docum entos o fic ia le s . En m ateria e d ilic ia , se trazaron ca lle s de m ayor a m p litu d , se m ejoraron los desagües, fu e o b lig a to ria la dem arcación de ochavas en las esquinas, e tcé te ra . R e fo rm a s e c o n ó m ic a s y fin a n c ie ra s De acuerdo con una ley del 20 de ju n io de 1822 se creó el Banco de D escuentos, bajo la a utorización de un d ire c to rio o “ Junta General de A c ­ c io n is ta s ” . Este organism o de d o m inio p a rticu la r, controlado por el g o b ie r­ no, se in ic ió con un capital de un m illó n de pesos fu e rte s , en acciones de m il pesos; estaba autorizado para e m itir papel moneda. El gobierno encargó en Londres la impresión de billetes y la acuñación de monedas de cobre. La emisión de papel moneda produjo inm ediatos beneficios, pues fa cilitó el com ercio y agilizó las transacciones. Sin embargo, la prosperidad fue ilusoria, por­ que se abusó del recurso, al im prim ir mayor cantidad que el fondo metálico de respaldo, lo que originó un marcado desequilibrio económico.

guez, quien delegó va ria s veces ei mando, a fin de re alizar fre cu e n te s expediciones contra los in d io s, quienes amenazaban la seguridad de las fro n te ra s. R ivadavia tu vo un digno colaborador en el d o c to r M anuel José García, quien a su ta le n to en m a te ria económ ica unía un e s p íritu organizador y m etódico. Estos dos hom bres — p a rtic u la rm e n te R ivadavia— in sp ira ro n m ú l­ tip le s refo rm a s orgánicas, las que para m ayor claridad pueden agruparse en: po lítica s y a d m in is tra tiv a s ; económ icas y fin a n c ie ra s ; m ilita re s , e cle ­ siá stica s, educativas, c u ltu ra le s y sociales. R e fo rm a s p o lític a s y a d m in is tra tiv a s Con el o b je to de o to rg a r a la Junta de R epresentantes la je ra rq u ía de un verdadero parlam ento, fu e duplicado el núm ero de sus m iem bros, q u ie ­ nes serían ele g id o s en fo rm a d ire c ta por m edio del su fra g io universal-, los re presenta nte s sesionaban e n tre los m eses de mayo y agosto y se renova­ ban por m itades anualm ente. Por ley del 20 de d ic ie m b re de 1821, cesó de fu n c io n a r en Buenos A ire s y en Luján la antigua in s titu c ió n del C abildo, cuyas excesivas a trib u ­ ciones fu ero n re p a rtid as e n tre los tre s poderes del estado. Adem ás se d ic tó la Ley de O lvid o , por la cual podían re g re sa r al país los expatriados por causas po lític a s . Para asegurar la paz y la unión con las demás p ro vin cia s, Buenos A ire s firm ó con Entre Ríos, Santa Fe y C o rrie n te s el Tratado d e l C u a drilátero.

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Se in sta ló en el e d ific io del C onsulado, la B olsa M e rc a n til, in s titu c ió n destinada a tra n sa ccion es de ca rá cte r co m e rcia l; los a c o n te cim ie n to s p o lí­ tic o s p o s te rio re s y la guerra con el B rasil produjeron la desaparición de este organism o. En agosto de 1822, la Junta de R epresentantes a utorizó por ley al gobierno de la p ro vin cia para co n tra ta r en Londres un e m p ré s tito de cinco m illo n e s de pesos fu e rte s , que se destinarían a la co n stru cció n del puerto de Buenos A ire s , a la fundación de tre s pueblos en la costa su r y a in sta la r un s e rv ic io de aguas co rrie n te s y desagües en la ciudad. La operación fu e acordada en 1824 y se negoció con la casa Baring B rothers, sobre un in te ré s del 6 % . “ O btenido el p réstam o — escrib e el h is to ria d o r P ic c irilli— la fin a lid a d para la cual se co n tra jo no fu e cum plida y la o posición e ncontró m o tivo para fo rm u la r se rio s cargos al g o b ie rn o 1.” A fin de garantizar el pago de los in te re se s y am o rtiza r la deuda, debió ordenarse que las tie rra s públicas — fu e n te de recursos para el gobierno— no podían se r vendidas ni donadas.2 Para salvar la d ific u lta d y o bte n e r de esas tie rra s una renta, se a plicó a p a rtir de 1822 el sistem a de e n fite u s ij, por el cual se las entregaba a p a rticu la re s por un plazo establecido, pero el g o bierno se reservaba la propiedad de dichas tie rra s . En 1826, el proce­ d im ie n to fue c o n ve rtid o en le y.3

1 Ricardo P ic c irilli: “ Rivadavia” . Buenos Aires, 1952, pág. 298. Los c inco m illones de pesos fuertes equivalían a un m illó n de lib ra s esterlinas, de las que sólo se recibieron 560.000 libras; a pesar de esto, el gobierno de la p rovin cia quedó endeudado por la tota lid a d del préstamo más los intereses correspondientes. La deuda contraída por la provincia de Buenos Aires más tarde pasó a la N ación; fue saldada en 1905, después de pagar — a través de los años— cerca deocho veces el valor del im porte recibido. 2 Para proceder a la venta de las tierras públicas, el gobierno debía obtener perm iso de los acreedores hipotecarios.

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La enfiteusis se estudia más adelante, página 555.

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El 5 de marzo de 1823 se fundó la Cafa de A h o rro s, a fin de e stim u la r la econom ía en la población.

R e fo rm a s m ilita re s Después de la R evolución de M ayo, los gobiernos p a trio s que se suce­ dieron se preocuparon por co n ta r con un e jé rc ito d is c ip lin a d o y aguerrido, pero en la prá ctica — con excepción del equipado por San M a rtín — no siem pre se cu m p lie ro n estos p ro p ó sito s. R eclutados apresuradam ente, los o fic ia le s carecían de verdadera in s tru c c ió n m ilita r y una vez que se aleja­ ban de los e jé rc ito s en campaña p referían p a rtic ip a r en la agitada vida p olítica . El m in is tro de G uerra, general Cruz, d e cid ió re fo rm a r las fuerzas arm a­ das, para re sta b le c e r la d is c ip lin a y p ro te g e r y p re m ia r a los m ilita re s que habían p a rticip a d o en las cam pañas de la Independencia. El decreto fundam ental de la re fo rm a m ilita r se dio a conocer el 28 de fe b re ro de 1822; luego se p u b licó la lis ta de unos 250 je fe s y o fic ia le s que pasaban a s itu a ció n de re tiro . El gobierno de Rodríguez dispuso la fo rm a ció n de nuevos cuerpos: el R egim ien to d e l O rden, la Legión P atricia, y el R e g im ie n to de V o lu n ta rio s de la Campaña. En 1822 se re s ta b le c ió el cuerpo de Blandengues de la Fron­ tera, destinado a la conservación del orden contra los ataques de los indios.

R efo rm as e d u c a tiv a s , c u ltu ra le s y s o c ia le s Una de las m ayores preocupaciones de Rivadavia fue el d e sa rro llo de la cu ltu ra p opular y para lle v a r a cabo e ste p ro p ó sito d e cid ió e le va r el caudal de co n o cim ie n to s, a tra vé s de un de cidido im pu lso en los tre s ciclo s de la enseñanza. F u n d a ció n de la U n iv e rs id a d de B ue n o s A ire s . Debido al empeño del p re sb íte ro A n to n io Sáenz y a la activida d del m in is tro Rivadavia, se concretó el anhelo de do ta r de una U niversidad a Buenos A ire s . El e d ic to de creación se firm ó el 9 de agosto de 1821 y la U niversidad se inauguró el 12 de agosto en el te m p lo de San Ignacio en una lucida cerem onia a la que a s is tie ro n a ltas autoridades e cle siá stica s, m ilita re s y c iv ile s . Fue designado re c to r el p re sb íte ro A n to n io Sáenz, quien era el au to r del R eglam ento P rovisional U n iv e rs ita rio . La U niversidad de Buenos A ire s se d iv id ió en D epartam entos C ie n tí­ fic o s (Facultades) d irig id o s por P refectos; la reunión de los ú ltim o s c o n s ti­ tuía el T ribunal L ite ra rio , cuyo P residente era el fle c to r de la U niversidad. Los e stu d io s com prendían seis departam entos: 1) de P rim eras Letras, 2) de E studios P reparatorios, 3) de C iencias Exactas, 4) de M edicina, 5) de J u risprudencia, 6) de C iencias Sagradas. Toda la enseñanza dependía de la U niversidad y el e stu diante quedaba subordinado a e lla desde que iniciaba su carrera, pues el D epartam ento de P rim eras Letras incluía las escuelas P rim arlas.

R e fo rm a s e c le s iá s tic a s Como hem os v is to , la A sam blea del A ño XIII le g is ló en m ateria re li­ giosa y tom ó m edidas co n ce rn ie n te s al régim en e c le s iá s tic o . En el gobierno de M a rtín Rodríguez, y por in sp ira ció n de Rivadavia, se co n tin u ó con esta orie n ta ció n y así fue sancionada, la ley de R eform a G eneral d e l O rden Ecle­ siá stico. Fue abolido el fu e ro e c le s iá s tic o o p riv ile g io de los m ie m b ro s de la Iglesia para ser juzgados por trib u n a le s p ropios; desde ese m om ento, la ley los som e tió a los ju e ce s c iv ile s . Tam bién se s u p rim ió el diezm o o im puesto destinado al s o s te n im ie n to del c u lto , que o b lig ó a las organiza­ ciones e cle siá s tic a s a re n d ir cuentas de sus bienes al Estado. Se p ro h ib ió a los re lig io s o s hacer vo to s antes de los v e in tic in c o años y fue lim ita d o en un m áxim o de 30 y un m ínim o de 16 el núm ero de sacer­ dotes de cada convento. Fueron su p rim id a s las congregaciones de b e tle m ita s , re c o le to s y mercedarios, cuyos bienes m uebles e inm uebles pasaron a poder del Estado. El convento de la Recoleta fu e h a b ilita d o para c e m e n te rio del N orte. Tam­ bién pasó a ju ris d ic c ió n del gobierno el S em inario C o n c ilia r, tran sfo rm a d o en C olegio N acional de E studios E clesiásticos. Estas m edidas levantaron una tenaz o p osición, debido al e s p íritu re li­ gioso de la época. El de sco n te n to fu e encabezado por un je fe c iv il, el d o cto r G regorio Tagle, quien en marzo de 1823 encabezó un m o v im ie n to re v o lu ­ cionario. La inte n to n a fracasó, pues el g o bierno la re p rim ió con energía.

El C o le g io de C ie n c ia s M o ra le s . Sabemos que en 1817 Pueyrredón tra n s fo rm ó el C o legio San C arlos en el C olegio de la U nión del Sur; en mayo de 1823, R ivadavia re fu n d ió esta ú ltim a casa de e stu dios en el C ole ­ gio de C iencias M orales. Este e s ta b le c im ie n to de enseñanza secundaria era s im ila r al a n te rio r respecto de su siste m a d is c ip lin a rio y a su o rie n ta ció n , aunque pe rm itía ingresar a jó ve n es de todo el país y su program a de estudios se adaptó a la p o s te rio r cá rrera u n iv e rs ita ria . ‘ P rim er re c to r fu e designado M ig u e l Belgrano, v ic e rre c to r el presbí­ te ro M a rtín Boneo y p re fe c to de e studios José de la Peña. El c o le g io era un internado, y el go bierno se co m p ro m e tió a costear los e stu d io s de seis alum nos por p ro vin cia , de acuerdo con ‘‘ becas de

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La Sociedad de B eneficencia dispuso o to rg a r prem ios a la m oral, a la in d u stria (es d e cir, al tra b a jo manual) y al am or filia l.

g ra cia ” ; los resta n te s debían pagar 120 pesos fu e rte s anuales de pensión. Era o b lig a to rio el uso de u n ifo rm e .

O tra s c re a c io n e s c u ltu ra le s . A com ienzos de 1822, se organizó la La e n se ñ a n za p rim a ria . Una re fo rm a pedagógica de im p o rta n cia fue la aplicación en el país del siste m a educacional de Lancaster. Diego Thompson, uno de los m ie m b ro s de la Sociedad Lancasteriana de Londres, llegó a Buenos A ire s a com ienzos de octu b re de 1818. Aunque en p rin c ip io no halló buena d isp o sició n para el m étodo a a p lica r, más tarde, en 1820, re cib ió la a u to riza ció n c o rre sp o nd ie n te .

S o c ie d a d L ite ra ria bajo la insp ira ció n de Julián de A güe ro y com puesta por

ve in tic in c o m iem bros. Esta entidad se propuso d ifu n d ir la cu ltu ra e hizo pu b lica r — dos veces por semana— el p e rió d ico titu la d o "E l A rgos de Buenos A h e s ” ; ta m bién im p rim ió “ La A beja A rg e n tin a ” , re vista m ensual de contenido c ie n tífic o y lite ra rio . A m ediados de a b ril del m ism o año se c o n s titu y ó la S ociedad de C ien­ cias F ísicas y M a te m á tica s, la que se ocupó de d ifu n d ir las d iscip lin a s vinculadas con su títu lo . También su rg ie ro n en esta época p ro g re sista la A cadem ia de J u ris p ru ­ dencia te ó rico -p rá ctica , la A cadem ia de M ed icin a , la Escuela de A g ric u ltu ra . el M useo P úblico, la A cadem ia de M úsica, etc.

José Lancaster (1778-1838) no fue en realidad el creador del método de ense­ ñanza que lleva su nombre, pues se limito a modificar ligeramente el sistema apli­ cado en la India por Andrés Bell. A su vez, el último perfeccionó la didáctica utili­ zada por misioneros protestantes, en las escuelas de su creación. El siste m a pedagógico sólo re q u ie re un m aestro por escuela, sin tener en cuenta el núm ero de alum nos que concurren. Este m a e stro -d ire ctor in stru ye s u ficie n te m e n te a v a rio s alum nos — ele g id o s e n tre los más capa­ ces y dotados— a fin de que cada uno de e llo s enseñe a su vez a un núm ero determ inado de alum nos, sobre la base del m étodo seguido por el d ire cto r. Era en realidad una "enseñanza m u tu a " efectuada por m edio de "in s tru c to re s ” . A m ediados de 1821, e xistía n en la ciudad y en la campaña de Buenos A ire s d ie cisé is escuelas de tip o lancasteriano. La e d u c a c ió n d e la m u je r. Por d e cre to del 2 de enero de 1823 fue creada la S ociedad de B e n e fice n cia , la que se in s ta ló poco después bajo la presidencia de M e rcedes Lasala de R iglos. El c ita d o organism o co n tro ló todos los e sta b le c im ie n to s creados en b e n e fic io de la m u je r, es d e c ir, el C ole gio de Huérfanas, el H ospital de M u je re s , la Casa de Expósitos, aunque su aspecto más destacado fu e la cre a ció n de escuelas para niñas en la ciudad y en la campaña. Esto s ig n ific ó e xte n d e r los b e n e ficio s de la ense­ ñanza a todas las clases so cia le s, por cuanto hasta esa época la in stru cció n de la m uje r estaba m uy descuidada. Aspecto que presentaba el edificio de la Universidad de Buenos Aires a mediados del siglo XIX. Junto con otros organismos culturales y del Estado, se hallaba ubicado en la denominada “ Manzana de las luces” , limitada por las actuales calles Perú, Alsina, Bolívar y Moreno.

I EL T R A T A D O

D E L C U A D R IL A T E R O

La m ue rte de Ramírez p e rm itió el ace rcam ie nto p o lític o de las p ro vin ­ cias del lito ra l con Buenos A ire s , cuyo gobierno — por in sp ira ció n de Rivadavia— se in c lin ó a c im e n ta r la paz y la unión con las prim e ras. El 25 de enero de 1822, los re presentan tes de Buenos A ire s , Entre Ríos, Santa Fe y C o rrie n te s, firm a ro n en la ciudad de Santa Fe el Tratado del C u a d rilá te ro , así llam ado por se r cuatro las partes signatarias. Por el a rtíc u lo 1? las p rovin cia s co n tra ta n te s se com prom etían a asegu­ rar “ una paz firm e , verdadera am istad y unión p e rm a nente ” . El a rtícu lo 2? garantizaba la in te g ridad del te r rito rio " s i los españoles, portugueses, o cualquier o tro poder e x tra n je ro ” lo invadiesen. El a rtícu lo sig u ie n te fija ba en fo rm a p ro visio n a l los lím ite s de Entre Ríos y C o rrie n te s. El 8? aseguraba la lib re navegación de los ríos y el com e rcio in te rp ro v in c ia l. El a rtíc u lo 13? respondía a la o rie n ta ció n p o lítica seguida por el go b ier­ no de Buenos A ire s , pues desligaba a las p rovin cia s signa tarias de "s u concurrencia al d im in u to C ongreso reunido en C ó rdoba” , d isp o sició n que contrariaba lo d isp u esto a n te rio rm e n te por el Tratado de Benegas. El a rtíc u lo 14? estipulaba que cualquiera de las partes co ntrata ntes podía convocar un C ongreso G eneral “ si creyese se r llegada la oportunidad de in s ta la rs e ” . El C o n g re s o a re u n irs e en C ó rd o b a Como sabem os, el Tratado del Pilar disponía organizar el país, por m edio de un congreso a realizarse en San Lorenzo (Santa Fe). El Intento fracasó por la a c titu d de Bustos, el gobernador de Córdoba, quien co n si­ deraba im p ru d e n te una reunión en el lito ra l, por cuanto la asam blea podía caer bajo la in flu e n cia de José M iguel C arrera y C arlos de A lve a r, perso­ najes que trataban de re cup erar el poder. En consecuencia, B ustos tra tó de desplazar el ce n tro de reunión hacia la p ro vincia de Córdoba, para q u ita r a Buenos A ire s la p o sib ilid a d de cu a lq u ie r predom inio. El Tratado de Benegas señaló el fin de la lucha en el lito ra l y, de acuerdo con una de sus cláusulas, Buenos A ire s re so lvió en via r una d ipu­ ta ció n a Córdoba. Sin em bargo, la designación de esos re presentan tes se hizo en m edio de grandes d ific u lta d e s porque los ele gido s se negaban a


aceptar el cargo, argum entando carecer de inm unidades o seguridad en el desem peño de sus fu n cio n e s. No debe o lvid a rse que en el gobierno de Buenos A ire s prevalecían las ideas p o lítica s u n ita ria s y sus in te g ra n te s se empeñaban en hacer fracasar el congreso, que respondía a la tendencia federal. Después de largas tra m ita c io n e s , el 20 de fe b re ro dp 1821, ¡a Junta de R epresentantes e lig ió cu a tro diputados, que representaban a la ciudad y a la campaña de Buenos A ire s . Cuando tod o s esperaban la ap e rtu ra del C ongreso fe d e ra tiv o de C ór­ doba, en agosto de 1821, ocupó la ca rte ra de g obierno en Buenos A ire s el m in is tro Bernardino Rivadavia, quien co n sid eró que no era op o rtu n o insta­ lar la asam blea — por no hallarse las p ro vin cia s organizadas ¡nstitu cio n a lm ente— y el 24 de s e tie m b re revocó los p oderes de los dip u ta d o s bo­ naerenses. Estos regresaron a Buenos A ire s , pero antes firm a ro n con el go bierno cordobés un acuerdo sobre postas y correos. A pesar de los esfuerzos de Bustos, el C ongreso había fracasado. L A S R E L A C IO N E S IN T E R N A C I O N A L E S Ya han sido tra ta d a s las g e stio n e s d ip lo m á tica s nevadas a cabo por los d is tin to s go biernos que se sucedieron a p a rtir de 1810. M encionarem os ahora — som eram ente— las cu e stio n e s in te rn a cio n a le s o cu rrid a s bajo el go bierno de M a rtín Rodríguez, quien debió a su m ir — de hecho— la re p re ­ sentación nacional en sus relaciones con el e x te rio r. Los c o m is io n a d o s re g io s La re vo lu ció n lib e ra l e stallada en España en 1820 o b lig ó al rey Fernan­ do VII a cam biar de p o lític a y a convocar a las C o rte s, asam blea a la que debían a s is tir los re p re se nta n te s de las p ro vin cia s de u ltra m a r. De acuerdo con la nueva o rie n ta c ió n p o lític a , Fernando VII envió re p re ­ senta ntes d ip lo m á tico s , o co m isionados re g io s, para lle g a r a un a rre g lo e ntre España y los países hispanoam ericanos. Una prim e ra co m isió n lle g ó al p u e rto de Buenos A ire s el 4 de d ic ie m ­ bre de 1820, pero no lo g ró su com etido. Dos años después, la corona española obtuvo am plias a trib u c io n e s de las C ortes, para re s o lv e r los problem as de u ltra m a r; entonces Fernando VII envió ante el g o bierno de Buenos A ire s una nueva co m isió n integrada por el d o cto r P ereira y el coronel de la fío b la , quienes lle garon al Plata a fin e s de mayo de 1823. Los com isionados re g io s fu e ro n reconocidos com o enviados del m o­ narca español, pero la Junta de R epresentantes — de acuerdo con un p ro ­ yecto de R ivadavia— aprobó una ley según la cual el gobierno de Buenos A ire s no firm a ría tra ta d o s de paz ni de c o m e rcio , si España no cesaba las h o stilid a d e s en todos los países am ericanos y reconocía sus independencias. Los com isionados sólo pudieron negociar, el 4 de ju lio de 1823, una convención, p re lim in a r al tra ta d o de paz d e fin itiv o . R atificada la convención, el g obierno de Rodríguez envió a F élix de A lzaga para g e s tio n a r ante C hile, Perú y C olom bia la adhesión a lo tra ta d o con España. Las tra m ita c io n e s fracasaron e igual su e rte s u frie ro n los d e le ­ gados que m archaron a las p ro vin cia s argentinas. Poco después, el g obierno lib e ra l español cayó y Fernando VII — re ­

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puesto en el tro n o con poderes a bsolutos— anuló lo tra ta d o por los co m i­ sionados regios. La d o c trin a d e M o n ro e En marzo de 1822, Estados U nidos reco noció la independencia argen­ tin a . Gobernaba en esos m om entos el país del N orte su qu in to pre sidente , Jacobo M onroe, quien en el m ensaje anual al C ongreso, del 2 de diciem bre de 1823, declaró que: " lo s co n tin e n te s am ericanos, en v irtu d de la cond i­ ción lib re e in d e pendiente que han asum ido y m antenido, no han de ser considerados, en adelante, su je to s a colonización fu tu ra por ninguna de las potencias e u ropeas” . Esta im p o rta n te d o ctrin a del derecho internacio nal — que lleva el nom ­ bre de su a u to r— debió su origen a la amenaza de in te rve n ció n de la Santa A lianza en los d o m in io s hispanoam ericanos, a fin de re sta b le ce r la a u to ri­ dad del m onarca español. El m in is tro b ritá n ico Jorge C anning se opuso a esta in te rv e n c ió n de los soberanos a b s o lu tista s europeos y entonces el p re sid e n te de los Estados U nidos apoyó esos p rin c ip io s en su fam oso m ensaje. La d o ctrin a de M o nro e ha sido sin te tiza d a en esta breve fra se : A m é rica para lo s am ericanos. R e la c io n e s co n el B ra sil A im ita c ió n de lo o cu rrid o en España, los lib e ra le s portugueses h i­ cie ro n un p ro n u n cia m iento en la ciudad de O p o rto (agosto de 1820). El m o vim ie n to re p e rc u tió en el B rasil y el rey Juan VI d ecidió reg resar a Lisboa. Esta a c titu d hizo pensar en el abandono de la Banda O rie n ta l por las fuerzas ocupantes, pero el m onarca portugués envió a Buenos A ire s a su re p re se nta n te M a n uel de F igueiredo, a la vez que com unicó sus deseos de re u n ir un C ongreso en M o n tevid eo para re s o lv e r si la Banda O rie n ta l se incorporaba al B rasil o se declaraba independiente. Juan VI regresó a su pa tria en a b ril de 1821 y poco después el general Lecor reunió el m encionado C ongreso, pero con elem e ntos que le eran ad icto s, y e ntonces los diputados proclam aron la anexión de la Banda O rie n ta l al B rasil con el nom bre de P rovincia C isplatina.

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J L S p ro vin cia s del lito ra l a tra vé s del Tratado del C a u d rilá te ro y más tarde, para allanar d ific u lta d e s , envió al In te rio r una com isió n integrada por hom ­ bres de reconocido p re stig io . La anexión de la Banda O rie n ta l al B rasil p re c ip itó los a co ntecim ientos, pues esta v irtu a l amenaza de guerra obligaba a la unión e ntre todas las p rovincias; por o tra p arte, era necesario d ic ta r una C o n s titu ció n , a fin de o btener e¡ re c o n o c im ie n to de nuestra Independencia. El 27 de fe b re ro de 1824, el g obierno de Buenos A ire s convocó o fic ia l­ m ente a to d o el país “ a fin de re u n ir lo más p ro nto p osible la representa ­ ción n a cio na l” .

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Para la elección de diputados, Buenos Aires tomó como base la ley del sufra­ gio universal y eligió — al igual que las provincias— uno por cada ,15.000 habi­ tantes o fracción mayor de 7.500. De acuerdo con su población — 135.000 habi­ tantes— Buenos Aires designó 9 representantes. Las p ro vin cia s e lig ie ro n a Buenos A ire s com o sede del C ongreso, con excepción de San Luis, que lo hizo p o r Tucumán. El p ríncipe don Pedro — h ijo y sucesor de Juan VI— encabezó en el B rasil el p a rtid o p a trio ta y el 7 de s e tie m b re de 1822 proclam ó la Indepen­ dencia de ese te r rito rio y su separación absoluta de P ortugal; luego fue coronado con el títu lo de em perador. A n te el curso de los sucesos, Rivadavia planteó al Brasil la re s titu c ió n de la Banda O rie n ta l y en agosto de 1823 envió a Río de Janeiro a José V alentín Góm ez y Esteban de Luca. El em perador don Pedro I se negó a d e vo lve r el te r rito rio o rie n ta l. Desde ese m om ento, no quedaba o tra so lu ció n que la guerra. EL G O B IE R N O D E L A S H E R A S La Junta de R epresentantes de Buenos A ire s e lig ió gobernador de la p rovin cia , el 2 de a b ril de 1824, al general Juan G re g o rio de Las H eras, en reem plazo de M a rtín Rodríguez, quien había c o n clu id o su mandato. A m ig o de San M a rtín y de Bolívar, de va leroso desem peño en Cancha Rayada y Talcahuano, Las Heras se hizo cargo del g o bierno el día 9 de mayo. C o n firm ó el gabinete de su a ntecesor, pero Rivadavia no aceptó y entonces M anuel José García ocupó los m in is te rio s de G obierno, R elacio­ nes E xterio re s y H acienda. El general Francisco de la Cruz co n tin u ó al fre n te de la ca rte ra de Guerra. R ivadavia se a le jó hacia Londres, com o s im p le p a rtic u la r, para fo m e n ­ ta r las relacion e s con Gran Bretaña. La obra de g o bierno más im p o rta n te realizada bajo la a d m in istra ció n de LasHeras fu e la reunión del Congreso G eneral C o n stitu ye n te . EL C O N G R E S O G E N E R A L C O N S T I T U Y E N T E El fracaso del C ongreso fe d e ra tiv o de Córdoba d e m o stró la im p o rta n cia de Buenos A ire s y persuadió a las p ro vin cia s que su p o rv e n ir y grandeza dependían de la unión de todas en un so lo cuerpo de la Nación. En su c a rá c te r de m in is tro , Rivadavia tra b a jó con empeño para re u n ir un C ongreso C o n s titu y e n te en Buenos A ire s . Con suma habilidad pactó con

A p e rtu ra del C o n g re s o . O b ra le g is la tiva C onvocado por Rivadavia, el C ongreso in ic ió sus sesiones durante el gobierno de Las Heras, el 16 de d icie m b re de 1824. Enviaron re p rese ntantes d ie c is ie te pro vin cia s: Buenos A ire s ; cuatro del lito ra l (Entre Ríos, Santa Fe, C o rrie n te s y M isio n e s); tre s de Cuyo (M endoza, San Juan y San Luis); tre s del In te rio r (C órdoba, S antiago del Estero y La R ioja); cuatro del n orte (Jujuy, Salta, Catam arca y Tucumán), además de la Banda O rie n ta l y de Tarija. El C ongreso, que co n stitu ía una nueva esperanza para organizar el país, se a trib u yó la rep resentación de la soberanía nacional, com o tam bié n fa ­ cultades le g is la tiv a s y c o n s titu ye n te s. Se incorporaron en su seno desta­ cadas fig u ra s de la época; fu e p re sid e n te el diputado por Buenos A ire s , M a n u e l A n to n io C astro, y v ic e p re sid e n te F rancisco N a rciso de Laprida, re p re se nta n te por San Juan. El C ongreso cu m p lió una im p o rta n te labor in s titu c io n a l, sancionó la Ley F undam ental, las leyes de p re sid e n cia y ca p ita liza ció n y la C o n s titu c ió n de 1826. La asam blea se declaró d is u e lta el 18 de agosto de 1827. La Le y Fu n d a m e n ta l T eniendo en cuenta un p royecto a n te rio r del diputado c o rre n tin o Fran­ cisco A costa, el C ongreso sancionó — el 23 de enero de 1825— la denom i­ nada Ley Fundam ental. El a rtíc u lo 1? destacaba la unión de todas las provin cia s y refirm aba el ideal de independencia; el a rtícu lo 2? dejaba constancia que la denom i­ nación del Estado sería ‘‘ P rovincias U nidas del Río de la Plata” , y en el s ig u ie n te fig u ra b a que las p ro vin cia s debían re g irse po r sus propias Ins­ titu c io n e s . Los a rtíc u lo s 4? y 5? fija b a n las a trib u cio n e s propias del C ongreso, p a rtic u la rm e n te en lo re la tiv o a la ‘‘ independencia, in te g rid a d , seguridad, defensa y prosperidad n a ciona l” . El a rtícu lo 69 re solvía que la C o n stitu ció n a sancionar por el C ongreso sería som etida a consideració n de las p ro vin ­ cias antes de ser prom ulgada; el a rtíc u lo 7? — co m p le m e n ta rio del ante-

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rio r— fu e s u p rim id o por cuanto co n tra ria ba lo d isp u esto en el 3?. El a rtíc u lo 8? — que pasó a se r 7?— confiaba el Poder E jecutivo del país, con ca rá cte r p ro v is io n a l, al g obierno de la p ro vin cia de Buenos A ire s y le señalaba sus a trib u c io n e s : las re la cio n e s e x te rio re s , la firm a de tra ta ­ dos con autoriza ció n del C ongreso y o b lig a to rie d a d de co m u n ica r sus reso­ luciones a los dem ás g obiernos. Por su c a rá c te r fe d e ra l, la Ley Fundam ental de 1825 fu e bien recibida y aceptada en to d o el te rrito rio . D ebido a la actuación externa, encargó el Poder E jecutivo a un solo gobierno, pero respetó las autonom ías p ro vin ­ cia le s sobre la base de la independencia y de la unidad nacional y o torgó al C ongreso el c a rá c te r de c o n s titu y e n te . El tra ta d o co n In g la te rra El 2 de fe b re ro de 1825, el m in is tro de R elaciones E xte rio re s M anuel José García y el cónsul W oodbine Parish firm a ro n un Tratado de am istad, co m ercio y navegación e n tre las P rovincias U nidas del Río de la Plata y la Gran Bretaña, p o r el cual la p rim e ra era reconocida com o N ación inde­ pendiente. A tra vé s de quince a rtíc u lo s , el tra ta d o establecía la recíproca lib e rta d de com ercio, la d ism in u ció n de los derechos de im p o rta ció n por ambas partes, el respeto a la lib e rta d de co n cie ncia para los s ú b d ito s ingleses radicados en n u e stro país y la a b o lició n to ta l de la e scla vitu d . El C ongreso y el general Las Heras — a cargo del Poder E je cu tivo de las P rovincias U nidas— ra tific a ro n el tra ta d o , que tam bién m e reció la apro­ bación del rey Jorge IV. P R E S ID E N C IA D E R I V A D A V IA La Le y de P re s id e n c ia A l com enzar el año 1826, los sucesos p o lític o s están unidos e stre ch a ­ m ente a la situ a ció n e x te rio r, es d e cir, a la guerra con el B rasil, que luego estudiare m os. El c o n flic to se c o n v irtió en un problem a nacional, tal como lo habían so ste n id o desde tie m p o atrás los hom bres d irig e n te s de Buenos A ire s , quienes argum entaban que el peso de la lucha no debía s o p o rta rlo una sola pro vin cia , sin o que correspondía a toda la Nación. Ya hem os dicho que una de las causas por las cuales se reunió el C ongreso fue la unidad del país fre n te al p e lig ro e x te rio r. La guerra con el B rasil y la necesidad de co n ce n tra r el poder, fa v o re ­ cie ron las asp ira cio n e s de los u n ita rio s , que apoyaban a Rivadavia. El general Las Heras, gobernador de la p ro vin cia de Buenos A ire s , desem peñaba p ro v is io n a lm e n te el Poder E je cu tivo de las P rovincias U nidas del Río de la Plata. En ju lio de 1825, el cita d o m ilita r había presentado su renuncia, considerando que le resu lta b a m uy d ifíc il la atención de ambos cargos, pero el C ongreso — en esa época— no le aceptó la d im is ió n . Declarada la guerra co n tra el B rasil y ante las d ifíc ile s circu n sta n cia s, el C ongreso e stu d ió un p ro ye cto d estinado a cre a r un Poder E je cu tivo p e r­ m anente, de ca rá cte r nacional, separado del cargo de gobernador de Buenos A ire s. A pesar de la o p o sició n de los d iputados fe d e ra le s, el p ro y e c to fu e aprobado el 6 de fe b re ro de 1826, y en esta fo rm a fu e creado un Poder 554

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Rio de la Plata, fu n c io n a rio que sería e legido por la propia asam blea. EI 7 de fe b re ro , el C ongreso — con m ayoría u n ita ria — e lig ió p re side nte a B ernardino Rivadavia, por 35 vo to s con tra 3 dispersos. A l día sig u ie n te , Rivadavia — que había llegado de Europa en octub re ¿el año a n te rio r— p re stó ju ra m e n to y to m ó posesión de su a lto cargo. En un d iscu rso , m a n ife stó su decisió n de co n so lid a r la autoridad de las Pro­ vincias U nidas sobre bases nacionales. Designó m in is tro s a Julián Segundo A güero, de G obierno; C arlos de A lvear, de G uerra y M arina; Fernández de la Cruz, en la ca rte ra de Rela­ ciones E xte rio re s, y S alvador M aría d e l C a rril, en la de Hacienda. El nom bram iento de Rivadavia produjo d esfavorable im pre sión en todas las p ro vin cia s porque e llo sig n ifica b a el e s ta b le cim ie n to de un Poder Eje­ cu tivo "p a ra toda la N a ció n", violando lo d ispuesto por la Ley Fundam ental y antes de sancionar la C o n stitu ció n , único cuerpo de leyes que podía crear tan alta m a gistratura. La c a p ita liza c ió n d e B ue n o s A ire s Rivadavia envió un proyecto al C ongreso por el cual declaraba a la ciudad de Buenos A ire s y parte de la campaña ca p ita l de todo e l Estado. Con el re sto del te r rito rio de la p ro vin cia de Buenos A ire s — que tam bién pasaría a depender del g obierno ce n tra l— sería p o ste rio rm e n te creada una provincia. Aprobado por la C o m isión de A su n to s C o n stitu cion a le s, el proyecto m otivó una larga d iscu sión en el seno del C ongreso. F inalm ente, el 4 de marzo de 1826, el p royecto fu e c o n ve rtid o en ley, por v e in tic in c o v o to s con tra catorce. Los fe d e ra le s se opusieron a que Buenos A ire s fuera declarada capital del Estado, en defensa del derecho de las provincias, de re g irse por sus propias in s titu c io n e s . Com o rep resentan te de los hacendados de la cam ­ paña, el coronel Rosas envió al C ongreso un m em orial de protesta , con las firm a s de m ile s de personas. La ley de capitalización elim inaba del país a la provincia de Buenos Aires y despojaba a sus autoridades — sin consultarlas— toda ju risdicció n territorial. De tal manera, quedaba violada expresamente la Ley Fundamental. La aprobación del proyecto hizo surgir nuevamente una de las causas de la guerra civil que había azotado al país, es decir, el predom inio de Buenos Aires — que se convertía en capital de nación unitaria— sobre las provincias.

G O B IE R N O D E R I V A D A V IA En los m eses en que estuvo al fre n te del gobierno — fe b re ro de 1826 a ju n io de 1827— Rivadavia d e sa rro lló intensa actividad. Su labor puede re su m irse : 1) M e d id a s e c o n ó m ic o -fin a n c ie ra s a) Ley de e n flte u s is . Sabemos que en 1822, la provin cia de Buenos A ire s c o n tra tó un e m p ré s tito en Londres y para garantizar el pago hipotecó las tie rra s públicas bajo el sistem a de e n fite u s is . D urante la p residencia de Rivadavia se aprobó, el 20 de mayo de 1826, la llam ada Ley de E nfiteu sis. Las tie rra s públicas — que no podían se r ven555


didas— fu eron entregadas por el gobierno a los p a rtic u la re s , en una especie de arren dam ien to a largo plazo. Com o la ley de e n flte u s is no determ inaba la exte n sió n de las tie rra s ni tam poco obligaba a que se poblaran, los más adinerados no tardaron en acapararlas y fo rm a r la tifu n d io s . A e ste inco n ven ie n te debieron sum arse las ínfim as tasaciones y la gran dem ora en el pago de las rentas. La e n flte u s is fu e re s is tid a por las p ro vin cia s y só lo se a p licó en Bue­ nos A ire s . En el g obierno de D orrego la citada ley fu e m ejorada y más tarde Rosas para e v ita r los abusos— e x ig ió el e s tric to c u m p lim ie n to de las cláusulas.

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C O N S T IT U C IO N DE 182G Las te n d e n c ia s u n ita ria y fe d era l

A pesar de todas las reso lu cio n e s tom adas, el C ongreso tenía que expedirse sobre la más im p o rta n te , el d icta do de la C o n stitu ció n , por cuan­ to había proclam ado su ca rá cte r de “ c o n s titu y e n te ” . Ya nos hem os re fe rid o a las dos tendencias que predom inaban en el C ongreso y que debían e n fre n ta rse nuevam ente con m o tivo de la sanción b) C reación d e l Banco N acional. En enero de 1826 se sancionó la ley de dicha C arta O rgánica. que creaba el Banco Nacional de las P rovincias U nidas del Río de la Plata. Se in ic ió con un ca p ita l de diez m illo n e s de pesos y el organism o estaba Los u n ita rio s , que habían hecho fra ca sa r el C ongreso fe d e ra tiv o de fa cu lta d o para acuñar moneda y conceder préstam os. Córdoba, in s is tía n en organizar el país bajo un régim en centralizado. El Banco Nacional s u b s is tió a tra v é s de los años en m edio de grandes Por su p arte, los federa les, insp ira dos en un tra d icio n a l o rdenam iento d ific u lta d e s económ icas, hasta que en 1837 Rosas lo d is o lv ió , reem plazán­ p o lític o y so cia l, se opusieron a sancionar una C o n stitu ció n que — si bien dolo por la Casa de Moneda. te ó rica m e n te p e rfe cta — no co n cilla ba los Intereses de to d o el país. Con re sp e cto al gobierno a adoptarse, el siste m a re p re s e n ta tiv o y re ­ publicano no o fre cía problem as y era apoyado por todos los diputados, pero 2 ) M e d id a s a d m in is tra tiv a s y e d u c a tiva s había que fija r la fo rm a : u n ita ria o federal. Para a g iliza r las lentas com unicaciones fu e creada la D ire c c ió n G eneral de C orreos y en o tro orden de cosas p ro s ig u ió la obra de m e jo ra m ie n to A n á lis is de la C o n s titu c ió n e d ilic io . Por in ic ia tiv a de Rivadavia, el C ongreso tra tó la creación del Canal de Después de largas discusione s, la C o n stitu ció n fu e sancionada el 24 lo s A ndes, p roye cto que contem plaba la p o sib ilid a d de u n ir — a tra vé s de los de d ic ie m b re de 1826, con la aprobación de sete nta y dos diputados de ríos— la región c o rd ille ra n a con el Paraná. todo el país. La co m isió n redactora había te n id o m uy en cuenta la C o n sti­ La cu ltu ra no fue descuidada. En el convento de Santo D om ingo se tu ció n del año 1819, la cual poseía — según dicha co m isió n — “ títu lo s res­ instalaron la b o ra to rio s de fís ic a y quím ica y un museo-, ta m bién llegaron al petables- que es ju s to re co n o ce r". país p ro fe so re s u n iv e rs ita rio s contratados en el e xtra n je ro . 557 556

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La C o n stitu c ió n de 1826 se d ivid ía en diez secciones (la ú ltim a fijaba norm as para su "exam en y lib re a ce p ta ció n ” por la C apital y las p ro vin cia s! La S ección P rim era proclam aba la independencia de la Nación, desechaba la fo rm a m onárquica y establecía el c a to lic is m o com o re lig ió n oficia l La S ección Segunda se ocupaba de la ciudadanía. La S ección Tercera disponía: “ La N ación A rg e n tin a adopta para su q 0 bierno la form a re p re se n ta tiva , republicana, consolidada en la unidad dp ré g im e n ." La Sección C uarta organizaba el Poder L e g isla tivo en dos cám aras: una de R e presentantes (D iputados) y o tra de Senadores; los p rim e ro s serían ele gido s po r su fra g io d ire c to y perm anecerían cu a tro años en sus funciones renovándose por m ita d e s cada bieno. Los senadores — dos por p ro vin cia —! serían designados p o r ju n ta s e le c to ra le s , ocuparían el cargo p o r nueve años y se renovarían por te rc io s cada tre s años. La S ección Q uinta confiaba el Poder E jecutivo a una sola persona con el títu lo de P residente de la N a c ió n ; sería e le g id o en fo rm a in d ire cta , de igual manera que los senadores. A m bas cám aras realizarían el e sc ru tin io El p rim e r m agistrado — con fu n cio n e s análogas al a ctu a l— perm anecería cinco años en el cargo e in te g ra ría su C onsejo de G obierno, con cinco m in is tro s s e cre ta rio s . La S ección S exta organizaba el Poder Ju d icia l en una A lta C o rte de J u s ticia — co n s titu id a p o r nueve ju e ce s y dos fis c a le s — , trib u n a le s supe­ rio re s y juzgados. La Sección S éptim a disponía que el e je c u tiv o de las p ro vin cia s sería e je rc id o por los gobernadores, pero ele g id o s por el p re sid e n te de la Nación con acuerdo del Senado; perm anecerían tre s años en sus fu n cio n e s. “ El C ongreso había dado fin a su te ó ric a tarea c o n s titu y e n te — escribe el h is to ria d o r R avignani— m ediante una obra llena de sabias disp o sicio n e s, pero que contenía una fa lla c a p ita l: el siste m a u n ita rio de g o bierno repu­ blicano, en con tra de la o p in ió n de los p u e b lo s.” Su re c h a zo p o r las p ro v in c ia s Después de sancionada la C o n s titu c ió n , era necesario que su te x to fuera aprobado por las p ro vin cia s. No tu v ie ro n é x ito los co m isionados que m archaron hacia Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos, pues los re sp e ctivo s ca u d illo s se opusieron a aceptar esos pliegos. En el noroeste del te rrito rio , la s itu a ció n a d q u irió m ayor gravedad. Rivadavia había enviado a la p ro vin cia de Tucumán al coronel Lam adrid — de marcada tendencia u n ita ria — para que organizara un c o n tin g e n te , con el fin de re fo rza r el e jé rc ito que en esas épocas luchaba co n tra el B rasil. Bajo su responsabilidad, el cita d o m ilita r depuso a las autoridades y se apoderó de la p ro vin cia . No ta rd ó en u n irse con los gobernadores de Salta y Catam arca. El p ro ce d im ie n to de Lamadrid provocó indignación en las dem ás p ro ­ vin cia s, cuyas autoridades h icie ro n recaer toda la responsabilidad en Ri­ vadavia. El c a u d illo rio ja n o Juan Facundo Q uiroga, cuya p ro vin cia no había reconocido al g o bierno de Buenos A ire s , avanzó co n tra Lamadrid y lo venció en la batalla del Tala (o ctu b re de 1826). Poco después ocupó la p ro vin cia de Tucumán y nom b ró gobernadores a dictos en Catam arca, San Juan y Mendoza; de tal manera, fo rm ó — ju n to con La Rloja— una alianza de cinco 558

nrovincias netam ente fede rales. En consecuencia, el gobierno de Buenos A ires quedó privado de un va lio so apoyo m ilita r para su lucha e x te rio r. L U C H A P O R L A H E G E M O N IA EN EL P L A T A . G U E R R A C O N EL B R A S IL

Expedición de los treinta y tres orientales Sabemos que en ab ril de 1821, la Banda O rie n ta l proclam ó su incorp o­ ración al Im perio del B rasil con el nom bre de P rovincia C isp la tin a . La anex ¡¿n — declarada por un C ongreso— no respondía a los deseos del pueblo orie n ta l, tan enem igo de su s o m e tim ie n to al B rasil, com o de aceptar in co r­ porarse a las P rovincias Unidas. V arios o rie n ta le s se trasladaron a Buenos A ire s y d e cidieron recon­ q u ista r la lib e rta d perdida. Los p a trio ta s em igrados, Juan A n to n io Lavalleja y M anuel O rib e , lograron re u n ir arm as y p ertre cho s con el p ro p ó sito de em prender una expedición lib e rta d o ra .1 En núm ero de tre in ta y tre s hom bres y bajo las órdenes de Lavalleja p a rtie ro n del actual San Isidro y desem barcaron en la costa uruguaya, en la playa de la A graciada, el 19 de a b ril de 1825. Los llam ados tre in ta y tre s o rie n ta le s — once eran a rg entinos— ' co n si­ guieron e ngrosar sus fila s con im p o rta n te s co n tin g e n te s, e n tre e llo s el general uruguayo F ructuoso Rivera y sus tropas, hasta ese entonces a las órdenes del g o bierno brasileño.' A u x ilia d o s con fuerzas e n tre rria n a s,2 los lib e rta d o re s vencieron a los im p e ria le s en el R incón de las G allinas y luego sitia ro n la plaza de M on­ te vid e o . M ie n tra s la re b e lió n se extendía por el te rrito rio , Lavalleja reunió un Congreso en el pueblo de La F lorida, el cual lo nom bró gobernador y proclam ó — el 25 de agosto de 1825— la unidad de la Banda O rie n ta l con las demás p ro vin cia s argentinas, “ a que sie m pre p e rte n e ció por los vín cu ­ los más sagrados que el mundo cono ce” . D iputado ante el C ongreso de Buenos A ire s fue designado Javier G om ensoro. Las acciones m ilita re s pro sig u ie ro n y el 12 de o ctu b re Lavalleja venció a los b ra sile ñ o s en la im p o rta n te b atalla de Sarandi. Poco después, el C ongreso reunido en Buenos A ire s aceptó la re in c o r­ poración de la Banda O rie n ta l a las P rovincias U nidas; el m in is tro García com unicó esa re so lu ció n al gobierno brasileño y le hizo presente que serían desalojadas las fuerzas invasoras. Com o respuesta, el Brasil declaró la guerra a las P rovincias U nidas el 10 de d ic ie m b re de 1825 y a los pocos días naves de aquella nación b lo ­ quearon el Río de la Plata. A c c io n e s te rre s tre s En enero de 1826, el gobierno a rg entino declaró la guerra al Brasil y reunió un e jé rc ito , a las órdenes de M a rtín Rodríguez, cerca de C o n c e p c ió n

1 Lavalleja fue ayudado por m iem bros del partido federal de Buenos Aires, entre ellos. Dorre* go, Rosas, los hermanos Anchorena, etc. 2 Debido a la situación creada, el gobernador Las Heras esta b le ció en la provincia de Entre Ríos un E jército de Observación.

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El combate naval de Los Pozos, donde la, escuadra argentina rechazó una poderosa flota bra­ sileña. (O leo de Antonio Sometiera, en el Museo Histórico Nacional.)

En marzo de 1826, Brow n in te n tó sin é x ito apoderarse de la C olonia y el 11 de ju n io , encontrándose la escuadra argentina en el fondeadero de Los Pozos — fre n te al actual Puerto Nuevo— fu e atacada por una poderosa flo ta enem iga, pero ante la enérgica defensa, las naves agresoras debieron replegarse. El com bate de m ayor im porta ncia se lib ró el 9 de fe b re ro de 1827, en las p ro xim id a d e s de la isla Juncal, donde la escuadra argentina in flig ió una grave d e rro ta a una flo tilla enem iga. '••V'° S alad o

/ ^ B A H I A DE

SAM B O R O M BO N

del Uruguay (p ro vin cia de Entre Ríos). Estos e fe c tiv o s cruzaron el río U ruguay y acam paron en las pro xim id a d e s del arroyo San José, donde perm anecieron in a ctivo s, debido a la fa lta de d e cisió n m ilita r de Rodríguez, quien no tardó en se r reem plazado por el general C arlos de A lve a r. Este concentró el e jé rc ito — llam ado ahora R epublicano— en el cam pam ento de A rro yo Grande. A fin e s de d ic ie m b re de 1826, el general A lv e a r em prendió una o fe n ­ siva hacia el n o rte y ocupó Bagé, m ie n tra s otra s colum nas de sus tropas vencían a los b ra sile ñ o s en los com bates de Bacacay y Ombú. La batalla más im p o rta n te de la guerra se lib ró el 20 de fe b re ro de 1827 en las pro xim id a d e s del arroyo Ituzaingó, donde los repu b lica n o s se im p usieron a un enem igo m e jo r equipado. Poco después, los brasileños v o lv ie ro n a caer d e rrotados en Camacuá y Yerbal. D ebido a la fa lta de refu e rzo s, el general A lv e a r no pudo aprovechar los triu n fo s y debió re tro ce d e r. A c c io n e s n a va le s La flo ta brasileña bloqueó el Río de la Plata y ante la s itu a ció n creada, el g obierno arge n tin o im p ro visó una escuadra — con naves m ercantes y m arinos bisoños— cuyo mando suprem o c o n fió al a lm ira n te G u ille rm o B row n, a quien secundaron los capitanes Azopardo, Espora y Rosales. 560

M is ió n d e M a n u e l Jo s é G a rc ía A pesar de los triu n fo s m ilita re s obte nid os por nuestras arm as en la guerra co n tra el B rasil, la c rític a situ a ció n p o lític a inte rna del país hacía p e lig ra r la a u toridad del g obierno nacional. Las provin cia s habían rechazado la C o n s titu c ió n u n ita ria y los ca u d illo s no aceptaban las d ire c tiv a s del p re sid e n te y se negaban a e nviar tro p a s para re fo rza r los e jé rc ito s en lucha. Poco después de la batalla de Ituzaingó, R ivadavia — debido a la s itu a ­ ción interna e x is te n te — d ispuso firm a r la paz con el B rasil con la m ediación de lord Ponsonby, m in is tro inglés ante el gobierno im p e ria l. Fue designado com isionado a rg e n tin o el vete rano d ip lo m á tico M anuel José García, quien m archó a Río de Janeiro con am plias fa cultades para ob te n e r el cese de la lucha. El em perador había declarado que no cesaría la lucha hasta que la Provincia C is p la tin a pasara a depender nuevam ente del B rasil. Esta a ctitu d irre d u c tib le , sumada a la c rític a situ a ció n e x is te n te en las P rovincias Unidas, m o tivaron que García firm a ra — el 24 de mayo de 1827— una desventajosa C onvención P re lim in a r de Paz. De acuerdo con el tra ta d o , nuestro país renunciaba a sus derechos sobre la Banda O rie ntal — que se incorporaba al im perio — y debía re tira r sus tro p a s de la vecina o rilla ; además, la isla argentina de M a rtín García sería desarm ada y los b rasileñ os indem nizados por la acción de los c o r­ sarios. “ En verdad — escrib e el h is to ria d o r Levene— este acto era un sar­ casmo. El país había triu n fa d o en las campañas de m ar y tie rra y term inaba la guerra e n tregándole to d o al v e n cid o ."


R EN U NC IA DE R IV A D A V IA Cuando lle garon a Buenos A ire s las n o ticia s sobre el convenio firm a d o por García, el pueblo m a n ife stó su indignación y el C ongreso se dispuso a rechazar lo pactado. El episo dio atizó el de sco n te n to p o lític o y entonces Rivadavia presentó su renuncia ^1 27 de ju n io de 1827. En el docum ento a firm ó que: “ cercado sin cesar de o b stáculos y de c o n tra d iccio n e s de to d o género, he dado a la p a tria días de g lo ria que sabrá e lla re co rd a r con o rg u llo ". En una proclam a d irig id a a todo el país, repudió el tra ta d o de paz firm a d o con el B rasil y agregó que la renuncia a su a lto cargo era el m ayor s a c rific io que podía hacer en bien de la Nación. El 30 de ju n io , el C ongreso — que había creado la p re sid e n cia u n ita ria — aceptó la renuncia por 48 v o to s co n tra d o s.1 D IS O L U C I O N

D E L R E G IM E N

N A C IO N A L

aobierno de la p ro vin cia de Buenos A ire s asum iría la d ire c c ió n de la guerra v de las re la cio n e s e x te rio re s . “ En un so lo acto — d ice Ravignani— E jecutivo y C ongreso Nacional desaparecieron para pasar la gestión de los in tereses generales al gober­ nador de la p ro v in c ia de Buenos A ire s , restaurada en sus in s titu c io n e s .”

Guía de repaso El federalismo argentino.

Sus orígenes: corrientes pobladoras y sentim iento localista. El predom inio de Buenos Aires: económ ico y político. El estallido federal: la democracia y la federación. Los cau­ dillos.

La crisis del año 20.

Los caudillos del lito ra l: Estanislao López y Francisco Ra­ mírez. Los combates de arroyo Cevallos y Saucecito. Viamonte y la invasión a Santa Fe. El arm isticio de San Lo­ renzo. D irectorio de Rondeau. La sublevación de Arequito: Juan Bautista Bustos.

La batalla de Cepeda.

Cesan las autoridades nacionales. La Junta de Represen­ tantes: Sarratea gobernador. El tratado del Pilar: el sistema federal de gobierno. Oposición a Sarratea. Elección de Ildefonso Ramos Meiia. El día de los tres gobernadores: la crisis política. Gobierno de Soler: derrota de Cañada de la Cruz. Dorrego y los cau­ dillos del litoral. Elección de Martín Rodríguez: sublevación de los federales. Rosas y Los Colorados del Monte. El tra­ tado de Benegas: el futuro congreso en Córdoba.

Las luchas entre los caudillos.

Derrota de Artigas: su asilo en el Paraguay. La República de Entre Ríos: sus propósitos. Ramírez y los combates de Coronda y Cruz Alta. Muerte del caudillo entrerriano. Desa­ parición de José M iguel Carrera.

Las Constituciones provinciales.

Santa Fe: el Estatuto Provisorio. Bernardo Aráoz y la Repú­ blica de Tucumán. Santiago del Estero: el Reglamento Pro­ vincial. Catamarca y la prim era Constitución provincial. Cór­ doba: el caudillo Bustos y el Reglamento Provisorio. Entre Rios: Lucio Mansilla y el Estatuto Provisorio Constitucional. Corrientes: el Reglamento Provisorio y la Constitución Po­ lítica. San Juan: María del C arril y la Carta de Mayo. Salta: Facundo Zuvíría y la prim era Constitución.

V ic e n te L ó p e z, p re s id e n te p ro v is io n a l La caída de R ivadavia s ig n ific a b a una d e rro ta para el p a rtid o u n ita rio y el fracaso de su régim en p re sid e n cia l. Dos graves problem as amena­ zaban al país: la s itu a ció n in te rn a y el p e lig ro e x te rio r de la guerra contra el B rasil. En esas c irc u n sta n cia s, era necesario un g obierno de c o n cilia ció n que arm onizara con los in te re s e s generales. El C ongreso reconoció su fa lta de apoyo p opular y el 3 de ju lio aprobó una ley según la cual debía designarse un p re sid e n te p ro visio n a l que go­ bernaría la R epública hasta la reunión de una C onvención N acional, in te g ra ­ da con un rep re se nta n te por cada p ro vin cia . A l in sta la rse esta ú ltim a asam­ blea — cuya fin a lid a d sería e le g ir p re sid e n te perm anente y aceptar o rechazar la C o n s titu c ió n — el C ongreso quedaría d is u e lto . En o tro de sus a rtíc u lo s , la citada le y restablecía las a utoridades de la p rovincia de Buenos A ire s . El 5 de ju lio de 1827, el C ongreso e lig ió p re s id e n te p ro visio n a l al d o cto r V ice nte López y Planes, a quien R ivadavia e n tre g ó el mando dos días después. En c u m p lim ie n to de la ley del 3 de ju lio , López re in s ta ló la Junta de R epresentantes de la p ro vin cia de Buenos A ire s , la cual designó — el 12 de agosto— gobernador de dicha p ro vin cia al coronel M a n u e l D orrego. La R e p ú b lic a sin g o b ie rn o n acional A n te el curso de los sucesos, López p re se n tó su renuncia al C ongreso. Este organism o, por ley del 18 de agosto, aceptó la d im is ió n del p re sid e n te p ro visio n a l y a la vez se declaró d is u e lto . Por un a rtíc u lo de dicha ley, el

1 Rivadavia continuó interinam ente en el mando hasta la designación de Vicente López, su sucesor. Después de esto se a le jó para siem pre de la vida p o lítica . En 1820, Rivadavia marchó a París y en abril de 1834 regresó a Buenos Aires, pero debió reembarcarse de inm ediato rumbo a la Banda O riental y más tarde pasó a Río de Janeiro. Residió unos años en te rrito rio brasileño hasta que se d irig ió a Cádiz, la últim a y d e lin itiv a etapa de su expatriación. A llí fa lle c ió el 2 de setiem bre de 1845.

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tantes. Ley del olvido. Tratado del Cuadrilátero. El Archivo General de la Nación. Reformas económ icas y financieras: el Banco de Descuen­ tos. La Bolsa M ercantil. La Caja de Ahorros. El sistema de enfiteusis. Reformas m ilitares: form ación de nuevos cuerpos. Vigilan­ cia de las fronteras. Reformas eclesiásticas: abolición del fuero y supresión del diezmo. Ordenes suprim idas. El Colegio Nacional de Es­ tudios Eclesiásticos. El motín de Gregorio Tagle. Reformas educativas, culturales y sociales: fundación de la Universidad de Buenos Aires: los departamentos cientí­ ficos. El Colegio de Ciencias Morales. La enseñanza p ri­ maría: sistema de Lancaster. Educación de la m ujer: la Sociedad de Beneficencia. Otras creaciones culturales: la Sociedad Literaria. La Aca­ demia de Jurisprudencia teórico-práctica. La Academia de Medicina. El Tratado del Cuadrilátero.

La paz entre las provincias signatarias y la libre navegación de los ríos. A ctitud frente al Congreso en Córdoba.

El Congreso a reunirse en Córdoba.

El caudillo Bustos y el predom inio de Buenos Aires. La tendencia federalista del Congreso. Rivadavia y el regreso de los diputados de Buenos Aires.

Las relaciones internacionales.

Los com isionados regios: tentativas del gobierno español por negociar con los países hispanoamericanos. La Con­ vención del mes de ju lio de 1823. La doctrina de Monroe ante la amenaza de intervención de la Santa Alianza en América. A ctitud de Jorge Canning. Relaciones con el Brasil: eí representante Manuel de Figueiredo. Anexión de la Banda O riental al Brasil.

El Congreso General Constituyente.

La convocatoria. La apertura. La Ley Fundamental: sintesis de su contenido.

La ley de Presidencia.

Rivadavia y el Poder Ejecutivo Permanente. La capitalización de Buenos Aires: oposición de los fede­ rales.

Gobierno de Rivadavia.

La ley de enfiteusis: sus inconvenientes. Creación del Banco Nacional. Disposiciones de carácter cultural.

Constitución de 1826.

Las tendencias en el Congreso: unitarios y federales. Aná­ lisis de la Constitución: organización de los Poderes Eje­ cutivo, Legislativo y Judicial. Rechazo de la Constitución por las provincias: actitud de Facundo Quiroga.

Guerra con el Brasil.

Expedición de los treinta y tres orientales. Lavalleja y Oribe. Batalla de Sarandi. Acciones terrestres: Carlos de Alvear. Combates de Bacacay y Ombú. Batalla de Ituzaingó. Otras victorias. Acciones navales: Brown, Azopardo, Espora y Rosales.

Combates de Los Pozos y de Juncal. La misión de Manuel José García y la Convención Prelim inar de Paz. Renuncia de Rivadavia.

El presidente provisional. Manuel Dorrego gobernador de la provincia de Buenos Aires.

Cuestionario

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1. ¿ C u á le s fu ero n los o ríg e n es d el fe d e ra lism o a rg en tin o ? 2. ¿Q ué fa cto re s econ óm icos y p o lítico s ju s tific a n e l p red o m in io de B u e ­ nos A ire s? 3. ¿ Q u é sa b e con resp e cto a los ca u d illo s y sus a sp ira racio n es? 4. ¿ Q u é a ctitu d asu m ieron L ó p e z y R a m íre z fre n te a l g o b ie rn o de B u en o s A ir e s ? 5. ¿ P o r qué se firm ó el a rm istic io de S an L o ren zo ? 6. ¿Q u ién es fu ero n los c a b e c illa s de la su b lev a c ió n d e A r e q u ito ? 7. ¿Q u é d isp u siero n los c a u d illo s d esp u és d e su v ic to r ia en C ep e d a? 8. ¿C ó m o fu e e leg id o g o b e rn a d o r S a rra te a ? 9. ¿ Q u é sa b e con resp e cto a l tra ta d o d el P ila r? 10. ¿ Q u é in c id e n ­ tes p o lítico s se p ro d u je ro n d u ra n te el g o b ie rn o de S a r ra te a ? 11. ¿ A q u é se llam ó el día de los tres go b e rn ad o res? 12. ¿Q u ién es lu ch a ro n en C a ñ a d a de la C ru z? 13. ¿C o n q u é a p oyo contó M a r ­ tín R o d ríg u e z p a ra ser eleg id o g o b e rn ad o r? 14. ¿ Q u é dispuso el tra ta d o de B en e g a s? 15. ¿C ó m o se p ro d u jo la d e rro ta d e fin itiv a de A r tig a s ? 16. ¿En q u é fo rm a d esa p a recie ro n R a m íre z y C a r r e ­ ra? 17. E x p liq u e cóm o su rg iero n las p rim era s le y e s o rg á n ica s en n u e stra s p ro v in c ia s. 18. ¿Q u ién es fu ero n los co lab o rad o res d el go b e rn ad o r M a rtín R o d ríg u e z? 19. ¿Q u é sab e con resp e cto a las refo rm a s p o lític a s y a d m in istra tiv a s? 20. ¿ Y a las econ óm icas y fin a n cie ra s? 21. ¿ C u á le s fu ero n la s m ed id as de c a r á c te r e c le siá s­ tico? 22. ¿Q u é a d elan to s se p ro d u je ro n en m a te ria ed u c a tiv a , c u ltu ra l y social? 23. ¿ Q u é d ispuso el tra ta d o d el C u a d rilá te ro ? 24. ¿ P o r q u é fra c a só el C o n greso a reu n irse en C ó rd o b a ? 25. ¿Q ué n ego cia ro n en B u en o s A ir e s los com ision ad os regio s? 26. ¿ A qué d eb e su o rig e n la d o ctrin a de M onroe? 27. ¿Q u é a c titu d asum ió el B r a s ’ l con resp ecto a la B an d a O rie n ta l? 28. ¿ C u á l fu e la m ás im p o rta n te ob ra de g o b ie rn o b a jo la a d m in istra ció n de L a s H eras? 29. ¿Q u é la b o r in s t:tu c ic n a l c u m p lió e l C o n greso ? 30. ¿Q u é d isp u ­ so la L e y F u n d a m e n ta l? 31. ¿ P o r qué fu e cread o un P o d e r E je ­ c u tiv o N acio n al? 32. ¿ C u á le s fu ero n las co n secu en cia s de la L e y de c a p ita liz a ció n de B u en o s' A ir e s ? 33. ¿C ó m o p u ed e resu m irse la la b o r de go b ie rn o de R iv a d a v ia ? 34. ¿Q ué te n d en c ia s p o lítica s p red o m in ab a n en el C o n greso? 35. E x p liq u e las p rin c ip a le s d ispo sicion es d e la C o n stitu ció n de 1826. 36. ¿ P o r q u é fu e rech aza d a 565

1


por las p ro v in c ia s? 37. ¿ A qu é se llam ó la ex p e d ició n d e los tr e in ­ ta y tre s o rien tale s? 38. ¿ C u á le s fu e ro n las p rin c ip a le s accion es te rre stre s de la g u e rra c o n tra e l B ra sil? 39. ¿ Y la s accion es n a ­ v a le s? 40. ¿ Q u é sab e con resp ecto a la m isión d e M a n u el José G a rc ía ? 41. ¿ P o r q u é d eb ió re n u n c ia r R iv a d a v ia ? 42. ¿Q u ién le su ced ió com o p resid e n te p ro v isio n a l? 43. ¿En q u é fo rm a cesaron el E je c u tiv o y el C o n greso N acio n al?

Actividades Prácticas • • • • • •

A n a liz a r e in te r p r e ta r el proceso d e l s u rg im ie n to d e l fe d e ra lis m o a rg e n tin o . D e fin ir los té rm in o s u n ita rio y fe d e ra l e id e n tific a r sus d ife re n c ia s ideológicas. E x p lic a r las causas y las consecuencias de la b a ta lla de Cepeda (1 8 2 0 ). C o m p a ra r los tra ta d o s d e l P ila r, de Benegas y d e l C u a d rilá te ro . I n ­ d ic a r si tie n e n disposiciones com unes e n tre sí. R e s u m ir las re fo rm a s o rg á n ica s lle va d a s a cabo d u ra n te e l g o b ie rn o de M a r tín R odríguez. C o m p a ra r la L e y F u n d a m e n ta l de 1825 con la C o n s titu c ió n de 1826.

Lectura L as causas del federalism o ¿Cuáles son las verd ad eras causas del federalism o? E l problem a puede plantearse así: ¿por qu é razones las catorce ciudades que com ponían la república adoptaron la form a fed e­ ral para constituirse? Es necesario tom ar como punto de partida la existencia de las ciudades, porque son los núcleos que dan origen a las provincias, y porque las zonas r u ­ rales adyacentes dependían de ellas como lo accesorio de lo principal. Su aislam iento relativ o y el espíritu p a r t i c u l a r i s t a de las poblaciones — hereditario y acentuado en el n u e­

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vo am biente colonial por las distan ­ cias y la hostilidad del escenario— les im piden constituir grupos afines anim ados de idénticos sentim ientos o intereses, dando origen a un lo ca ­ lism o m un icipal que no ex c lu y e una organización cen tralista como la del virreinato. L a existen cia de las c iu ­ dades p erm ite conocer el origen de la división ad m in istrativa del país, y a esbozada en la época colonial. Todo sistem a de gobierno, en efecto, requ iere a d m i n i s t r a c i o n e s locales para regir cada una de las com uni­ dades políticas m enores que inte-

aran el Estado. Estas divisiones no ¿odian ser otras en nuestro país que fgg ciudades-provincias, por su espí­ ritu localista y su aislam iento geo­ g r á f i c o ; y e s t a s m is m a s r a z o n e s fjupidieron la incorporación de ciu ­ dades en organism os m ás vastos y com prensivos. L a form a en que se realizaron la conquista y la colonización creó tres grupos diversos por sus caracteres sociales y sus aspiraciones económ i­ cas, establecidos en regiones de con­ figu ración geográfica distinta, inde­ pendientes e n t r e s í d e n t r o de la am plísim a dirección lim eña. Unidos lu ego estos tres grupos de ciudades por la creación del V irrein a to del r í o de la P lata, lo cual dio preem i­ n encia a uno de ellos con detrim ento de los demás, se m anifestaron inm e­ diatam ente antagonism os regionales que habían p e r m a n e c id o latentes h asta entonces. B uenos A ires había conseguido la suprem acía política y la lib erta d com ercial, perjudicando con ello a las incipientes industrias del interior que v iv ía n del protec­ cionismo, y a los puertos del litoral que perd ieron sus fran qu icias y su tráfico. L a c pital, orgullosa de su n u evo destino, aspiraba al predom i­ nio político y a convertirse en puer­ to ún ico del c o m e r c io i n t e r n o y ex terio r. E lla sola realizó la revo lu ­ ción de 1810 im plantando un cen tra­ lism o que ningún título autorizaba, y las dem ás ciudades resistieron ese afán inm oderado de dom inación que im ponía gobiernos y rum bos p o líti­ cos. E sta acción opresora se m ani­ festab a sobre todo con las nuevas fórm u las lib erales que los gobiernos porteños pretendían exten d er a todo el territo rio sin tener en cuenta la oposición de las ciudades del norte — aristocráticas y católicas— ni la resistencia de las otras provincias y del grupo conservador porteño. L a oposición al centralism o y a l lib e ­ ralism o de B uenos A ire s adquirió

caracteres violentos cuando las cam ­ pañas vieron perjudicadas sus indus­ trias con la paralización del com er­ cio con el A lto Perú, efecto de la gu erra, y con las incursiones de los indios que aprovecharon el descuido gubernativo. A sí surgió en el litoral la chispa de la revu elta arm ada, al m ism o tiem po que las provincias del norte p r o p o n ía n una organización institucional que contrastara al cen ­ tralism o. A m bas actitudes, aunque por m otivos diversos, se oponían a la opresión porteña, y adoptaron en ­ tonces el calificativ o que denotaba la preferencia por una fórm ula polí­ tica que im pidiera ese excesivo p re­ dominio. L anzada la idea, su em puje resultó incontrastable. S e form aron las provincias, y en la m ism a capi­ ta l la r e c o g i e r o n y adoptaron los grupos enem igos del liberalism o y los interesados en el progreso de la industria g a n a d e r a . Cuando éstos triunfaron en B uenos A ires, el fed e­ ralism o quedó sólidam ente cim enta­ do en toda la República. L a fórm ula político-económ ica establecida de es­ ta m anera, si bien no dio satisfacción a todos los intereses ni colmó todas las aspiraciones, constituyó un com ­ promiso transitorio que no im pidió la continuación del principal m otivo del predom inio bonaerense: el p u er­ to único. Z o rra q u ín Becú, Ricardo. E l f e d e r a l is m o a r g e n t in o .

Buenos A ires, 1958.

• ¿Las c iu d a d e s coloniales fu e ro n antecedentes del federalism o en nuestro país? • ¿Por qué Buenos A ire s aspiraba al pre d o m in io político? • ¿En qué d istin ta s fo rm as las p ro ­ vincias se opusieron a la opresión porteña?

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EL P R E D O M IN IO F E D E R A L En el lapso com prendido e n tre 1824 y 1827 había fracasado el ensayo u n ita rio conocido com o ré gim en nacional. Cuando el 12 de agosto de 1827 el coronel M a nue l D orrego fu e elegido gobernador de la provin cia de Buenos A ire s , a cargo de las relacion es e x te ­ rio re s, el país re to rn ó al sistem a p o lític o fe d e ra l, sem ejante al que im peró entre los años 1820 y 1824, con la d ife re n cia de que este segundo período encontraba a la R epública en situ a ció n aún más desventajosa. Los d irig e n te s u n ita rio s habían actuado con m arcado p o rte ñism o, y los gobiernos del in te rio r — en lugar de organizar sus in s titu c io n e s — se prepa­ raban a la lucha fra tric id a con ta l de no ceder en sus resp e ctiva s autonom ías. La vida p o lític a de la época o riginaba tensiones y riva lid a d e s e n tre el grupo d irig e n te lib e ra l de Buenos A ire s — los u n ita rio s — y los caud illo s provincianos d e fe n so res de su propia lib e rta d e intereses. En resum en, se iniciaba una nueva época de luchas e ntre ambas facciones y por esta causa — escrib e Ravignani— “ el país seguirá en estado de in c o n s titu c ió n hasta 1853, con el p re d o m in io e fe c tiv o dei fe d e ra lis m o ” . G O B IE R N O D E D O R R E G O El gobernador D orego, cabeza v is ib le del p a rtid o fe d e ra l, sostenía la necesidad de e m p render una p o lític a de c o n cilia ció n que arm onizara los in te re se s de toda la República. Dorrego no sólo era valiente m ilitar — habla luchado en las campañas de la independencia— , sino también destacada figura política. Se opuso desde un prin­ cipio a las ¡deas m onárquicas y centralistas de los miembros del partido direc-

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D ebido a las am bicione s personales del c a u d illo B ustos, la C onvención Nacional dem oró bastante en re u n irse . F inalm ente, la asam blea se in sta ló el 31 de ju lio de 1828 y, aunque no a s istie ro n todas las pro vin cia s, se titu ló pepre se n ta ció n N acional de las P rovincias Unidas. Su re so lu ció n más im p o rta n te fu e aprobar la paz con el B rasil, auspi­ ciada por D orrego. Después de producido el m o vim ie n to re vo lu cio n a rio del 1 ? de d icie m b re de 1828 (que luego estu dia re m os) la C onvención negó auto­ ridad al g o bierno u n ita rio de Lavalle y d ecla ró "q u e los ca b e cilla s deberán responder de sus a ctos a la N ació n ". Los a co n te cim ie n to s p o lític o s d e riva ­ dos del ú ltim o e p iso d io im p id ie ro n a la C onvención de Santa Fe organizar e| país. La asam blea se d is o lv ió en agosto de 1829. Paz co n el B ra sil

torial y bregó por el respeto de las autonomías provinciales, particularm ente cuando el disuelto Congreso de 1824 discutió la Constitución unitaria. Destacada figura del federalism o argentino — no sólo político, sino también social y económ ico— utilizó la plum a en defensa de sus ideales y fustigó al go­ bierno unitario a través de “ El Argentino” y más tarde de “ El T ribu no” . Tolerante, culto, respetuoso del adversario político — a pesar de las persecu­ ciones que sufrió como opositor— e inclinado siem pre al perdón, Dorrego ha sido calificado con justicia “ El dem ócrata federal” .

D esignó m in is tro s a M anuel M oreno, de G obierno; Juan Ramón Balearce, de G uerra, y José M aría Rojas, de Hacienda. Para re so lve r el problem a p o lític o in te rn o — sumado al fin a n c ie ro — y el exte rno de la lucha contra el B rasil, D orrego reanudó los acuerdos in te r­ p ro vin cia le s de Buenos A ire s , reunió una C onvención Nacional y firm ó la paz con el im perio. En o tro orden de cosas, el gobernador de Buenos A ire s m ejoró el estado de las finanzas, se preocupó por e xtender hacia el sur las líneas de fro n te ra sobre los indios, fo m e n tó la in m ig ra ció n y re g ularizó la a ctivid a d de los corsa rios contra el co m e rcio b rasileño. En m ateria c u ltu ra l e sta b le ció nuevas cátedras en la U niversidad y e s tim u ló la creación de e sta b le c im ie n to s e d icativos. C o n v e n c ió n N a cio n a l de S a n ta Fe

t De acuerdo con sus ideas fe d e ra le s, D orrego re s o lv ió e lim in a r 'as d ific u lta d e s e ntre el gobierno de Buenos A ire s y las demás p ro vin cia s A fin de in ic ia r una p o lítica de ace rca m ie n to con los ca u d illo s envió c o m is io ­ nados al in te rio r del país y en v irtu d de esas ge stio n e s se firm a ro n tratados de alianza sobre la base del re c o n o c im ie n to de la nacionalidad e igualdad de derechos y deberes. Las p rovincia s d isp u sie ro n e n via r diputados a una C onvención a re u n irse en Santa Fe, con el o b je to de p ro m u lg a r una C o n s titu c ió n fe d e ra l, designar provisio n a lm e n te un E jecutivo Nacional y d isp o ne r lo necesario para c o n clu ir con é x ito la guerra contra el B rasil.

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El gobernador D orrego, que estaba a cargo de las relacione s e xte rio re s, decidió c o n tin u a r la lucha co ntra el im p e rio . A ce p tó la renuncia de A lve a r al cargo de com andante en je fe del e jé rc ito y co m e tió el e rro r de reem pla­ zarlo por Lavalleja, quien carecía de capacidad para el mando y además era p a rtid a rio de segregar la Banda O rie n ta l. La guerra se redujo p rin cip a lm e n te a operaciones m a rítim as de nuestros corsarios y a una campaña te rre s tre contra las M isio n e s o rie n ta le s sobre el Uruguay — ocupadas por los portug ueses— realizada con é x ito por Fruc­ tuoso Rivera. Por su parte, Lavalleja — enem istado con Rivera y a espaldas de D o rre ­ go— había in icia d o por su cuenta negociaciones para firm a r la paz con el Brasil sobre la base de la independencia de la Banda O rie n ta l. A unque D orrego pre te n d ió c o n tin u a r con la guerra y tra tó de sublevar a los m e rcenarios alem anes que luchaban en fa vo r del im p e rio , era evidente que la paz era la so lu ció n reclam ada por ambos países en. lucha. A ceptada por los b e lige ra ntes la m ediación de lord Ponsonby, enviado co n fid e n cia l del gabinete in glé s, el gobernador D orrego designó a Ramón Balcarce y Tomás Guido para que se trasladaran a la cap ita l brasileña. El 27 de agosto de 1828 se firm ó la C onvención P re lim in a r de Paz, por la cual los gobiernos de B rasil y las P rovincias U nidas reconocían y garan­ tizaban la independencia de la Banda O rie n ta l. La nueva re pública se regiría por un gobierno p ro visio n a l hasta que una C o n s titu ció n d eterm inara las auto­ ridades d e fin itiv a s . Los e jé rc ito s ocupantes debían evacuar el te r rito rio en el té rm in o de dos m eses. Una asam blea de repre se ntante s convocada en la vecina o rilla designó al general Rondeau — nacido en Buenos A ire s — gobrenador y capitán ge neral p ro v is o rio de la República O rie n ta l del Uruguay. El cita d o Congreso sancionó luego una C o n stitu ció n que fu e jurada en M o n tevideo el 18 de ju n io de 1830, previa aprobación por los gobiernos de A rg e n tin a y B rasil. R E V O L U C IO N

DEL V

D E D IC IE M B R E D E 1828

La a g ita ció n p o lítica D orrego tra tó de gobernar un país anarquizado, sin una C o n stitu ció n que lo rig ie ra , en m edio de profundas disensione s po lítica s, c ris is eponómicas y problem as e x te rio re s. P erturbado por la tenaz o posición de los u n ita rio s, D orrego pre te n d ió

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sofocar las c rític a s exaltadas y prom ulgó una ley que lim itó la lib e rta d de im prenta, m edida que sólo s irv ió para a tiza r el d escontento. M ie n tra s los a dversarios fu stig a b a n a D orrego — seguros de una. pró­ xim a restauración en el mando— , sus p ro p io s p a rtid a rio s , m ovidos p o r pasio­ nes e in te re se s personales, lo abandonaban. La C onvención de Santa Fe había fracasado, debido en gran parte a las m aniobras del c a u d illo Bustos, interesado en d irig ir los d e stin o s de la República y en tra sla d a r la citada asamblea a la p ro vin cia de Córdoba. Cuando tra s c e n d ió que la paz con el B rasil im portaba la pérdida de la Banda O rie n ta l, el pueblo y los p e rió d ico s censuraron a los hom bres de gobierno, p a rtic u la rm e n te a D orrego. El je fe del p a rtid o u n ita rio en esa época, d o cto r Julián Segundo A gü e ro , d ijo al resp e cto : “ N u e stro hom bre está perdido, é l m ism o se ha labrado su ru in a ." Dorrego solicitó al comandante de campaña Juan Manuel de Rosas — en esas circunstancias también distanciado del gobernador— una opinión con respecto al tratado, y el últim o le respondió: “ Será tan ventajoso como usted dice, pero no es menos cierto que usted ha contribuido a form ar una grande estancia con el nombre de Estado del Uruguay. Y esto no se lo perdonaría a usted. Quiera Dios no sea el pato de la boda en estas cosas” .

La R e v o lu c ió n . L a va lle , g o b e rn a d o r Desde tie m p o atrás, los u n ita rio s , d irig id o s por A g ü e ro — ex m in is tro de R ivadavia— , tram aban una re vo lu ció n para re sta u ra rse en el gobierno. A tal fin d e cid iero n apoyarse en las tro p a s que regresarían de la campaña con­ tra el B rasil y co m p ro m e tie ro n al general Juan Lavalle para que aceptara la d ire cció n m ilita r del m o vim ie n to . La o fic ia lid a d del e jé rc ito re p ublicano había abrazado la causa de los co n spiradores y se m ostraba p a rtid a ria de adherir a la revo lución . Aunque eran públicas las in te n cion e s de los u n ita rio s , D orrego no creyó en un golpe arm ado y ordenó brin d a r una calurosa recepción a las tropas que habían ve ncido a los im p e ria le s. A fin e s de n oviem bre de 1828, esos e fe c tiv o s com enzaron a lle g a r a Buenos A ire s . A l am anecer del 1? de d icie m b re , el general Lavalle y el coronel José O lavarría, al fre n te de la Prim era D ivisió n del e jé rc ito , ocuparon la Plaza de la V icto ria , en m edio de las aclam aciones de los u n ita rio s . Sin fuerzas con que oponerse, el gobernador D orrego abandonó la For­ taleza por una puerta tra s e ra y luego de o cu lta rse algunas horas m archó a la campaña. Dueño de la ciudad, Lavalle se d irig ió por la ta rd e a la C a p illa de San Roque — próxim a a la ig le s ia de San Francisco— donde había convocado a una centena de ciudadanos, acaudillados por el d o cto r A güero, para un sim u ­ lacro de elecció n popular. A l solo nom bre del candidato y únicam ente en caso de aprobación, los p resentes debían alzar su som brero. Cuando se propuso a Juan Lavalle, to d o s lo aclam aron y en consecuencia — debido a tan sin g u la r p ro ce d im ie n to — el cita d o m ilita r fue e le cto gobernador p ro visio n a l de la p ro vin cia de Buenos A ire s . En la reunión ta m bién se re s o lv ió el cese de la Junta de R epresentantes, cuyos nuevos m ie m b ro s serían ele g id o s p o ste ­ rio rm e n te .

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M u e rte de D o rre g o M ie n tra s ta n to , D orrego se d irig ió a C añuelas donde se reunió con Rosas, quien — enterado de los sucesos— había com enzado a re c lu ta r paisa­ nos e indios. Por su parte, Lavalle delegó el mando en el a lm ira n te Brow n, y al fre n te de un re g im ie n to de caballería salió en persecución del goberna­ dor derrocado. Am bas fuerzas se e ncontraron en N avarro el 9 de d icie m b re . D errotados los fe d e ra le s, optaron por separarse: Rosas m archó rum bo a Santa Fe y D orrego p re te n d ió lle g a r a San A n to n io de A reco, pero fue apresado por sus propios e fe c tiv o s '— sublevados por el coronel Escribano— y puesto a dispo ­ sición de Lavalle, quien se encontraba en su cam pam ento de N avarro. Cuando el p ris io n e ro llegó a dicho lugar, ese m ism o día, 13 de d ic ie m ­ bre de 1828, se e n teró de que sería fu sila d o en el té rm in o de una hora. En ese lapso, D orrego e s c rib ió varias cartas de despedida y algunas esquelas sobre asuntos p a rticu la re s. Por orden del general Lavalle y sin ajustarse a las más elem entales norm as de legalidad, una descarga puso té rm in o a la vida del gobernador de la p ro vin cia de Buenos A ire s . El general Lavalle asumió la responsabilidad histórica del trágico episodio y de inm ediato escribió al m inistro de gobierno Díaz Vélez: “ Navarro, diciem bre 13 de 1828. ” Señor m inistro: ’’Participo al gobierno delegado que el coronel don M anuel Dorrego acaba de ser fusilado por m i orden, a l frente de los regim ientos que componen esta división. La historia, señor m inistro, juzgará im parcialm ente si el coronel Dorrego, ha debido o no m orir, y si al sacrificarlo a la tranquilidad de un pueblo enlutado por si, puedo haber estado poseído de otro sentim iento que el del bien público.

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Quiera persuadirse el pueblo de Buenos Aires que la m uerte del coronel Oorrego, es el sacrificio m ayor que puedo hacer en su obsequio. "Saludo al señor m inistro con toda atención. "JU AN LAVALLE." Destacadas figuras del partido unitario habían pedido con anterioridad a Lavalle el sacrificio de Dorrego. Así Salvador María del Carril le escribió: “ Hemos estado de acuerdo antes de ahora; ha llegado el momento de ejecutarla” ; el doc­ tor Agüero le aconsejó: ‘‘Hay que cortar la prim era cabeza de la hidra ."

La m uerte de D orrego p rivó al p a rtid o fe d e ra l y al país e n tero de una de sus fig u ra s más destacadas. Todas las p ro vin cia s — exceptuando Tucumán y Salta con gobiernos u n ita rio s — p ro te sta ro n ante el d o loroso ep iso dio , cuya consecuencia más im p o rta n te fu e el s u rg im ie n to de Juan M anuel de Rosas al poder. La convención reunida en Santa Fe condenó el fu s ila m ie n to del le g ítim o gobernador y designó a E stanislao López je fe de las fuerzas que debían oponerse al pron u n cia m ie n to de Lavalle. C A M P A Ñ A S DE LO S G ENER ALES LAVALLE Y PAZ Los fe d e ra le s ve n c e n a La va lle Lavalle d e cid ió d e rro ta r a los c a u d illo s para luego se n ta r en la Repú­ b lica las bases de un gobierno d e fin itiv o de ca rá cte r u n ita rio . A com ienzos de 1829, lle g ó a Buenos A ire s el general José M aría Paz — de ideas p o lític a s u n ita ria s — , je fe del segundo cuerpo de e jé rc ito que había luchado co n tra los b rasileños. Inm ediatam ente Lavalle trazó su plan de acción: debía d e s tru ir el e jé r­ cito federal que se agrupaba en Santa Fe; im p e d ir que se reunieran las tropas que preparaban o tra s p ro vin cia s y p a c ific a r la campaña de Buenos A ire s, que respondía a las d ire c tiv a s de Rosas, a la sazón en Santa Fe. Para actuar co n tra las fuerzas adversarias que se organizaban al su r de la p ro vin cia de Buenos A ire s , Lavalle co m isio n ó un re g im ie n to a las órdenes del coronel prusiano F ederico fíauch, quien en Las Vizcacheras — inm edia­ ciones del río Salado— fue vencido por los m ontoneros (m arzo de 1829); el citad o je fe p ereció en la acción. O tro fracaso lo c o n s titu y ó la enferm edad del coronel Ramón Estomba, com andante general de la fro n te ra sur, quien al p e rder el ju ic io agotó su d iv is ió n con contram archas innecesarias. Después de algunos in te n to s in fru c tu o s o s co n tra E stanislao López, je fe de todas las fuerzas fe d e ra le s, el general Lavalle se e n tre v is tó con Paz al su r de la provin cia de Santa Fe — p ró xim o al río Desm ochado— a fin de re so lve r la a ctivid a d fu tu ra de ambos e jé rc ito s . El general Paz m archó hacia Córdoba, para q u ita r del mando al c a u d illo B ustos y co n so lid a r el m o v im ie n to u n ita rio en el in te rio r; por su p arte Lava­ lle — ante lo o c u rrid o a Rauch y Estomba— abandonó la p ro vin cia de Santa Fe, donde las acciones no le eran fa vo ra b le s, y se d irig ió hacia la campaña de Buenos A ire s . López y Rosas sa lie ro n en su persecución y lo alcanzaron el 26 de abril en el Puente de M árquez. Después de un sa n g rie n to com bate, Lavalle fue derro tado y debió replegarse hasta la ciudad de Buenos A ire s , en cuyas inm ediaciones llegaron sus p erseguidores.

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López no ta rd ó en regre sa r con sus e fe c tiv o s a Santa Fe, pues tem ía que su p ro vin cia fu e se atacada por el general Paz, v ic to rio s o en el In te rio r del país. Rosas quedó fre n te a Buenos A ire s con el grueso del e jé rc ito federal. Triu n fo s del ge n e ra l Paz en el in te rio r M ie n tra s ta n to , el general Paz avanzó hasta Córdoba sin enco n tra r re s is ­ tencia y fin a lm e n te llegó a la hacienda de San Roque — al norte de la ca­ p ita l— donde Bustos In ició negociaciones al solo o b je to de ganar el tie m p o necesario para que llegasen refuerzos prom etidos por los ca u d illo s vecinos. Paz atacó de in m e d ia to a su adversario, ve nciéndo lo el 27 de ab ril en la Hacienda de San Roque. Después de este triu n fo , se d irig ió a Córdoba donde fue e le g id o gobernador de la p rovincia. No hubo o p osición al nom bram iento por cuanto el general Paz era bien v is to por los hom bres c u lto s del p artido federal. José María Paz era hijo de padre porteño y de madre cordobesa. Estudioso y de esmerada educación, perteneció al grupo de revolucionarios que se gradua­ ron en la Universidad de Córdoba. No conoció Europa ni había recibido la enseñanza que allá se impartía. Abrazó el ideal unitario y luchó contra los caudillos, pues creía necesario extirpar la anar­ quía y organizar el país, pero como auténtico hijo del suelo no ignoró la realidad argentina y en esto coincidía con los hombres del partido federal. Eximio m ilitar, Paz está considerado el prim er táctico de nuestro Ejército. Riguroso en la disciplina, audaz en el combate, frío en las resoluciones aunque clemente con el vencido, estudiaba la capacidad del adversario, para luego derro­ tarlo con la habilidad del estratego. A ctor destacado de un im portante período de la historia argentina, ha dejado a la posteridad sus Memorias Postumas, obra de gran valor en las que une la facilidad de estilo con la agudeza de la observación.

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B ustos se d irig ió a la p ro vin cia de La Rioja, donde Juan Facundo O uiroga preparaba un e jé rc ito con el apoyo de Catam arca y Cuyo. Cuando to d o e stu ­ vo lis to , el ca u d illo rio ja n o invadió la p ro vin cia de Córdoba y después de e lu d ir con gran rodeo a las tro p a s de Paz — que habían sa lid o a c o m b a tirlo — m archó sobre la ciudad, que cayó en poder de los fe d e ra le s después de breve re siste n cia . El g e n e n l Paz, al fre n te de 2.300 hom bres, apresuró su m archa para s o co rre r a Córdoba y el 22 de ju n io de 1829 lib ró b atalla co n tra Q uiroga. El encuentro se produjo en La Tablada, a la v is ta de la ciudad. El "T ig re de los L lanos” — al fre n te de 5.000 hom bres— , con sus lugar­ te n ie n te s B ustos y F é lix A ld a o , fu e rechazado después de va ria s fu rio sa s em bestidas; al día sig u ie n te c o n sig uió rehacerse, pero fu e to ta lm e n te v e n c i­ do y debió re tro c e d e r en d ire c c ió n a Cuyo. Con sus tro p a s v ic to rio s a s , Paz p e n e tró nuevam ente en la ca p ita l co r­ dobesa. G o b ie rn o de La va lle Después de la d e rro ta s u frid a en Puente de M árquez, Lavalle debió a fro n ta r en Buenos A ire s una d ifíc il s itu a c ió n . No co n fo rm e con la d ire cció n p o lítica del je fe u n ita rio , las fig u ra s más destacadas d e l'p a rtid o comenzaron a e m igra r. La ciudad estaba s itia d a por Rosas, y para re p rim ir cu a lq uie r revu elta Lavalle ordenó apresar a los d irig e n te s fe d e ra le s, acusados de conspiración. El 6 de febrero de 1829 habla arribado a Buenos Aires procedente de Ingla­ terra el general San Martin, con el propósito de retirarse a su chacra de Mendoza. Enterado del trágico fin de Dorrego y de las luchas políticas que agitaban al país, se negó a desem barcar y regresó a Europa en la misma nave. En Montevideo fue entrevistado por dos delegados de Lavalle, quienes le ofrecieron el gobierno de la provincia y el mando de las tropas, pero el ilustre m ilitar rechazó la propuesta, decidido a no particip ar en las luchas internas.

En el mes de a b ril, el go b iern o de Buenos A ire s d ic tó un d e cre to — de acuerdo con una le y del 10 de a b ril de 1821— p o r el cual los e xtra n je ro s debían in co rp ora rse en las m ilic ia s ; fu e creado el Batallón A m ig o s d e l Orden y en sus fila s debieron in g re sa r buena cantidad de franceses. Esto m o tivó una enérgica p ro te s ta del cónsul de esa nación, quien, al no ser atendido, p id ió sus pasaportes. D ebido a la s itu a ció n creada, una noche del mes de mayo el com odoro francés Vizconde de Venancourt, al fre n te de sus naves — dos em barcaciones desprendidas del grueso de la flo ta que se hallaba en Río de Janeiro— atacó a va rio s buques a rg e n tin o s su rto s en el p u e rto de Buenos A ire s . Los p ris io ­ neros fe d e ra le s, que se hallaban a bordo de un pontón, fu eron puestos en lib e rta d . C O N V E N C IO N E S D E C A Ñ U E L A S Y B A R R A C A S A n te las in su p era b le s d ific u lta d e s que debía vencer, Lavalle d e cidió pa ctar con Rosas, persuadido de la in flu e n c ia del ú ltim o en la campaña y creyendo co n ta r con el apoyo del p a rtid o u n ita rio para ta l a c titu d . En la noche del 16 de ju n io y desde su cam pam ento en Los Tapiales (cerca del actual Ramos M ejía) Lavalle p a rtió a caballo, acompañado de un ayudante, en d ire c c ió n a Cañuelas, donde Rosas había e sta b le cid o su cuartel general. 576

, Qral- Juan Lavalle (1797i$11)•

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¿litar a los catorce años y 0 0 bien se ha dicho “ su. •ja fue una permanente mi­ da •

Ll grabado reproduce la obra más destacada del pintor argentino Juan L. Camaña (¡800-1878) que tituló: “ Sol­ dado de la época de Rosas” . Observe la vestimenta de los personajes , entregados a un juego típico de nuestro ambiente rural.

Cuando el general unitario llegó a destino, los asombrados oficiales de Rosas le manifestaron que su jefe no estaba en el campamento, pues había saJido a ins­ peccionar las tropas. Muy cansado, Lavalle se acostó en el catre de su adversario y quedó dorm ido. Rosas se presentó al amanecer y entonces ambos jefes iniciaron una cordial entrevista.1

La e n tre v is ta p e rm itió que el general Lavalle, en rep rese ntación del go bierno de la ciudad, y el coronel Rosas, “ a nom bre del pueblo arm ado de la cam paña” , firm a ra n el 24 de ju n io de 1829 un tra ta d o conocido h is tó ric a ­ m ente con el nom bre de C onvención de Cañuelas. A tra vé s de s ie te a rtícu lo s dispu sie ro n el cese de las h o stilid a d e s y la inm ediata e le cción de los repre se ntante s de la pro vin cia , quienes a su vez deberían de sig na r el nuevo gobernador de Buenos A ire s . Por un pacto único y se cre to , am bos firm a n te s se com prom etían a ausp icia r la candidatura de F é lix de A lzaga para gobernador, de V ice n te López y M anuel García en c a li­ dad de m in is tro s ; además, los d iputados serían elegidos en una lis ta m ixta, propuesta p o r ambos contrata ntes. M ie n tra s ta n to , ya habían llegado a Buenos A ire s las n o ticia s sobre las v ic to ria s o btenidas por el general Paz en Córdoba y entonces los u n ita rio s — alentados por el é x ito — se opu siero n a todo acuerdo con Rosas. Las e le ccio n es para renovar la Junta de R epresentantes se efectuaron en un am biente de gran a gitación, y la lis ta propiciada en Cañuelas fue

i Conviene acla ra r que las fam ilias de Lavalle y Rosas habían vivido muy unidas afios atrás y que la am istad se cortó cuando ambos hombres m ilita ro n en distin to s partidos p o jític o s . M ucho tiem po después y encontrándbse Rosas en Southam pton, recordó la entrevista en una carta d irig id a a un am igo: “ Cuando re cib í el mensaje, le envié un mate y el aviso de que Iba a verle y a tener el gran pla ce r de abrazarlo; cuando el general Lavalle me vio se d irig ió a mí con los brazos a bie rto s” . Carta del 25 de ju lio de 1869. Publicada por A dolfo Saldías.

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derrotada por o tra integrada e xclu siva m e n te por u n ita rio s . Lavalle declaró ilegal la elecció n y la anuló. El convenio no había sido respetado. Cuando la lucha c iv il parecía rea­ nudarse, Lavalle y Rosas se e n tre v is ta ro n nuevam ente, esta vez en la quinta de P iñeiro, sobre la margen derecha del río Barracas. El 24 de agosto firm a ro n el llam ado Pacto de B arracas por el cual fue designado gobernador p ro v is o rio de la p ro vin cia de Buenos A ire s el general Juan José V iam onte — hom bre p re s tig io s o y a p o lític o — , quien debía reunir a la brevedad una nueva Junta de R epresentantes, con d iputados elegidos por Rosas y Lavalle.

Quiroga pudo reorganizar sus fuerzas en Mendoza y al fre n te de e jé rc ito s cuyanos invadió nuevam ente la p ro vin cia de Córdoba. En esas circu n sta n cia s llegó una co m isió n m ediadora enviada por el g obierno de Buenos A ire s , la cual — a pesar de haber e n tre vista d o a am bos je fe s — no lle gó a nada p o sitivo . El general Paz se d irig ió con su e jé rc ito en busca de las tro p a s de su adversario y am bos chocaron el 25 de fe b re ro de 1830 en la llanura de Onca­ tivo , a una v e in te leguas de Córdoba. Q uiroga fu e de rrota do y sus fuerzas d e stru id a s luego de una hábil p er­ secución. El c a u d illo rio ja n o debió escapar en d ire c c ió n a Buenos A íre s.

Rosas es e le g id o g o b e rn a d o r de la p ro v in c ia La Liga U n ita ria Con la ele cció n de V iam onte se lle g ó a un g o bierno de tra n sa cció n y el m andatario in te rin o se dio cuenta que perm anecería en el poder hasta que los fe d e ra le s consolidaran sus posiciones. Los enconos p o lític o s , atiza­ dos por la guerra en el in te rio r del país y por el p e rio d ism o , eran profundos. A n te el cu rso de los sucesos, el p a rtid o u n ita rio se desm em braba y el general Lavalle — h o stiliza d o por sus m ism os p a rtid a rio s — optó por renun­ cia r a la Com andancia de C aballería y m archó luego a M ontevideo. Por su parte Rosas, desde su estancia Los C e rrillo s — en apariencia alejado de V iam onte— d irig ía p rá ctica m e n te toda la p o lític a y hasta contaba con el apoyo de la burguesía porteña. V iam onte debía in s ta la r una nueva le g is la tu ra y entonces c o n su ltó a Rosas, quien se opuso a lla m a r a e le ccio n e s y p ro p ic ió re s ta b le c e r la Junta de R epresentantes — que había e le g id o gobernador a D orrego— , d isu e lta por los u n ita rio s después de la re vo lu ció n del 1» de d ic ie m b re del año a n te rio r. V iam onte aceptó y el 1? de d ic ie m b re de 1829 se reunió nuevam ente la le g isla tu ra derrocada. El 6 de d ic ie m b re la cámara e lig ió gobernador de la p ro vincia a Juan M a n u e l de Rosas, co n cediéndole “ las fa cu lta d e s e x tra o rd i­ narias que juzgue n e ce sa ria s” .1 Las facultades extraordinarias significaba otorgar al gobernador poderes absolutos, lo que motivó debates en el seno de la asamblea, pero la m ayoría aprobó el proyecto, temeroso de un com plot unitario y “ ante el cúmulo de peligros por que atravesaba el país” . Rosas fue elegido por 32 votos contra uno, de su amigo Terrero, quien lo hizo por Viamonte.

EL G E N E R A L P A Z D O M I N A EL IN T E R IO R Batalla de O n c a tiv o Después de la v ic to ria del general Paz en La Tablada, llegaron a Córdoba com isionados san ta fe cin o s para m ediar am isto sa m e nte en la lucha que lib ra ­ ba el p rim e ro co n tra el c a u d illo rlojano, pero no co n sig uie ro n su o b je tivo .

i No era la f. ¡mera vez que se concedían facultades extraordinarias. El prim e r anteceden­ te se remonta a 1813, año en que la Asamblea concedió poderes absolutos al Segundo Triunvirato.

Después de su triu n fo , el general Paz acrecen tó su p re s tig io y con el objeto de fo rm a r una co a lició n de p rovin cia s en el in te rio r del país, envió una s e rie de exp e d icion es m ilita re s para deponer a los gobernadores fe ­ derales. C onsolidado el m o vim ie n to u n ita rio , las provin cia s de Córdoba, Catamarca, S antiago del E stero, S alta, Tucumán, La Ríoja, M endoza, San Luis y San Juan a d h irie ro n en una alianza de fensiva y o fen siva, denom inada Liga U n ita ria o Liga d e l In te rio r, cuyos convenios fu ero n firm a d o s en la ciudad de C órdoba, el 31 de agosto de 1830. Las nueve p ro vin cia s citadas expresaron sus deseos de organizarse p o lí­ tica m e n te “ bajo el siste m a c o n s titu c io n a l que adoptase la m ayoría de las P rovincias reunidas en C ong re so ” a fin de te rm in a r con las luchas Internas. El acuerdo dispuso la creación de un S uprem o Poder M ilita r pro visio n a l y designó en ese a lto cargo al general José M aría Paz. El Supremo Poder M ilita r permanecería ocho meses en sus funciones y cum ­ plido ese lapso debía reunirse un Congreso de carácter nacional. El general Paz estaba obligado a convocar dicha asamblea, a defender la Integridad de las provincias firm antes del tratado y a mantener el orden interno en cada una de ellas. Podía disponer de los fondos monetarios de una caja m ilitar, para cuya form ación las provincias debían aportar la cuarta parte de sus rentas ordinarias. El dinero sería destinado a la form ación de tropas y a otorgar grados militares.

Sin tardanza, se enviaron com un icaciones a los gob iern os del lito ra l para que adh irie ra n al convenio y m andasen diputados a Córdoba, pero la in vita ció n fu e considerada una amenaza, po r cuanto esos gob iernos fe d e ra ­ les no habían sid o consulta dos — en especial Buenos A ire s p o r su im p o rta n ­ cia— ni tam poco deseaban so m ete rse a la suprem a auto ridad del general u n ita rio . P A C T O F E D E R A L D E 1831 El m o v im ie n to u n ita rio tenía ra m ifica cio n e s en la Banda O rie n ta l y en Entre Ríos. En esta ú ltim a pro vin cia e s ta lló en noviem b re de 1830 una revo­ lución destinada a d e rro ca r a las a utoridades fe d e ra le s, pero el m o vim ie n to fracasó — al cabo de cuatro m eses— debido a d iverg e n cia s e ntre sus d i­ rig e n te s. Las p ro vin cia s de Buenos A ire s , Santa Fe, Entre Ríos y C o rrie n te s habían entablado — desde tie m p o atrás— negociaciones am istosas; ante la revu elta estallada en Entre Ríos y la creación del S uprem o Poder M ilita r en Córdoba,

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se apresuraron a firm a r el 4 de enero de 1831, en la ciudad de Santa Fe, el llam ado Pacto F ederal o Liga d e l Litoral. En d ie c is ie te a rtíc u lo s y dos adicio n a le s, el docum ento sentaba las bases para la p o s te rio r organización del país, bajo el siste m a re p ublicano federal. Creaban una C o m isió n R e presentativa de los g o b iern o s de las p ro vin cia s lito ra le s (a rtícu lo XV) com puesta por un diputado por cada p ro vin cia signa­ ta ria , con sede en la ciudad de Santa Fe. Entre las a trib u c io n e s de esta co m isió n fig ura b a — a rtíc u lo XVI, in ciso 5?— in v ita r a todas las provincias, una vez pacificadas, a re u n irse en un C ongreso G eneral para organizar el país bajo el siste m a fe d e ra l y propender al "e n g ra n d e c im ie n to general de la R epública, su c ré d ito in te rio r y e x te rio r, y la soberanía, lib e rta d e indepen­ dencia de cada una de las p ro v in c ia s ” .1 En otros artículos, los gobiernos signatarios constituían una liga defensiva y ofensiva contra toda agresión externa o interna — "lo que Dios no permita” , dice el documento— y reconocían mutuamente su libertad, representación y derechos. En el Pacto figuraba una declaración de garantías y derechos en favor de (os ciudadanos y disponía la libertad de tránsito y de comercio interprovincial. Daba normas sobre extradición de criminales y dejaba constancia de que las provincias adheridas no podían firmar tratados particulares sin previo conocimiento de las demás. El Pacto Federal es de gran im p o rta n cia ju ríd ic a y, com o bien se ha dicho, guió el d e s a rro llo in s titu c io n a l de n u e stro país hasta el Congreso C o n stitu ye n te de 1852. Ha sid o c a lific a d o com o “ una verdadera constitución, bosquejada a grandes ra sg o s” .

L O S F E D E R A L E S V E N C E N A L O S U N IT A R IO S Lu ch a s e n tre las Liga s U n ita ria y Fed e ra l Con la firm a del Pacto Federal, la República quedó d ivid id a en dos ligas antagónicas. El p a rtid o u n ita rio triu n fa b a hasta esos m om entos en el in te rio r del país y su fig u ra más destacada era el general Paz, gobernador de C órdo­ ba. Por su parte los fe d e ra le s del lito ra l estaban representados por Juan M a nuel de Rosas y Estanislao López, gobernadores de Buenos A ire s y Santa Fe, re spe ctivam en te . El m om ento era d e c is iv o y el triu n fo de cu a lq uie ra de las dos facciones aseguraría su p re e m inencia en to d o el te rrito rio . La C om isión R epresentativa se reunió en Santa Fe y, luego de designar a López je fe del e jé rc ito fe d e ra l, dispuso in ic ia r al in sta n te las hostilid a d e s co ntra el general Paz. La p ro vin cia de C órdoba fu e invadida desde varios fre n te s , m ientra s en Buenos A ire s el general Juan Ramón B alcarce se hacía cargo del mando de las tro p a s porteñas. A com ienzos de fe b re ro de 1831, c o n tin g e n te s san ta fe cin o s a las órde­ nes de los herm anos G u ille rm o y F rancisco R einafé ocuparon buena parte de la campaña cordobesa. El 5 de fe b re ro una d iv is ió n de vanguardia porteña, al mando del coronel A n g e l Pacheco, ve n ció en F ra ile M u e rto a las t r o p a s del coronel u n ita rio Pedernera.

i

Esta cláusula está considerada

com o uno de

los antecedentes

del

Congreso

Constitu-

yente de 1852.

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1


El caudilío Facundo Q uiroga in ic ió una v io le n ta ofe n siva y a cóm¡enzos de marzo to m ó la v illa de R io C uarto, después de ve n ce r al coronel Pascual P ringles, quien fu e perseguido y m ue rto p o r los fe d e ra le s. El T igre de los Llanos p ro s ig u ió su campaña y luego de ocupar sin re siste n cia la p ro vin cia de San Luis, m archó a Mendoza, cuyo gobernador Videla C a s tillo lo e n fre n tó en el P o tre ro Chacón, pero cayó ve n cid o y sus tro p a s fu ero n dispersadas. La v ic to ria p e rm itió a Q uiroga ocupar la provincia cuyana. P risió n de l g e n e ra l Paz Las su cesivas v ic to ria s fe d e ra le s habían co m p ro m e tid o la s itu a c ió n del general Paz, rodeado v irtu a lm e n te de enem igos, pues a los a n te rio re s se había sum ado Ibarra, el c a u d illo de S antiago del E stero, quien ta m b ié n avan­ zaba para a tacarlo. A pesar de tod o , el bravo m ilita r dispuso e n fre n ta r a López, el je fe de los fe d e ra le s. El general u n ita rio se encontraba con sus tro p a s cerca de El Tío (al sur de la laguna M ar C h iq u ita , C órdoba) cuando se adelantó para reco n o ce r las posiciones del enem igo, pero con tan mala fo rtu n a que en un m om ento de c on fusió n fu e so rp re n did o y hecho p ris io n e ro p o r una p a rtid a fe d e ra l (10 de mayo de 1831). El general Paz se internó a caballo por un bosquecillo y a insinuación de su guía tom ó por un sendero que lo llevaba justam ente al flanco del enemigo, el cual habla cam biado de posición y cuyos hombres, en lugar de ostentar la divisa punzó, usaban — al igual que los unitarios— una chaquetilla blanca. El jefe supremo de los unitarios fue reconocido en seguida por los federales; él, en principio, creyó que era un contingente de sus hombres y apuró la marcha; sin embargo — cuando se dio cuenta de la situación— , trató de escapar, pero le bolearon el caballo y fue hecho prisionero. Llevado en presencia de Estanislao López, el- general Paz fue tratado con co­ rrección y enviado — más tarde— a Santa Fe.'

Los fe d e ra le s habían asegurado su v ic to ria fin a l con ei a o m in io sobre C órdoba y Cuyo. C autivo Paz, fu e reem plazado p o r el general G re g o rio Lam adrid, quien se re tiró con las tro p a s hacia Tucumán, pero fu e ve ncido por el c a u d illo Q uiroga en la C iudadela (4 de n oviem bre). La guerra c iv il Iniciada tre s años atrás, con la m u e rte de D orrego, había term inado con el triu n fo fe d e ra l. A com ienzos de 1832, los hom bres de dicho pa rtid o controlaban toda la República.

JU A N

M A N U E L DE R O SAS

El e s ta n c ie ro El 30 de marzo de 1793, nacía en la ciudad de Buenos A ire s Juan M anuel de Rosas, p rim e r h ijo varón de León O rtiz de Rosas y de su esposa A g u stin a López O sornio, m ie m b ro s de una fa m ilia de holgada p o sició n económ ica.

> En 1835, el general Paz fue trasladado a Buenos Aires. Según consta en las ' ‘ M e m o ria s ' del )efe unitario, éste re cib ió un trato co rrecto en los ocho años en que perm aneció prisionero (1831-39).

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A los ocho años, el niño ingresó en la escuela prim a ria de don Francisco Javier A rg e ric h , donde aprendió a leer, e s c rib ir y con tar. Según lo relató el mismo Rosas a un hombre de negocios inglés en 1847, el maestro acostum braba a decirle: “ No se haga mala sangre por cosas de libros; aprenda a escribir con buena letra, su vida va a pasar en una estancia, no se pre­ ocupe mucho por aprender” .

Todos los años, sus padres lo llevaban por largas tem poradas a la a n ti­ gua estancia el "R in có n de López” — la que había pe rte n e cid o a su abuelo m aterno— , ubicada en la desem bocadura del río Salado del sur. A llí se acos­ tu m b ró a la vida agreste y a las rudas faenas del cam po que atraían al niño con irre s is tib le In clin ación. En ese m edio concordante iba a d e s a rro lla r su personalidad psíquica, fís ic a y p o lítica . Cuando se p ro dujeron las invasiones inglesas, Juan M anuel p a rtic ip ó en ambas campañas hasta la exp ulsión de los ataca ntes.1 En 1811, don León co n fió a su h ijo la a d m in istra ció n de la estancia, pues el jo ve n — tenía d iecio ch o años— estaba capacitado para asegurar la p ro s­ peridad del e sta b le cim ie n to . Dos años más ta rd e , Rosas casó con Encarnación Ezcurra y luego de abandonar la a d m in istra ció n de la estancia paterna se asoció con Nepomuceno T errero para dedicarse a la salazón de carnes y pescado, en el p artido de Q u ilm e s. M ás ta rd e , la sociedad com p-ó cam pos en G uardia del M onte y así su rg ió la gran e stancia "L o s C e rrillo s ” , donde Rosas se tra n sfo rm ó — e scrib e Saldías— en un “ señor de horca y c u c h illo ” , quien vig ila b a ce lo ­ sam ente la dura d is c ip lin a del traba jo, castigaba la o ciosida d; la em briaguez y el robo.

* Así lo afirm an los historiadores Manuel Bilbao y A dolfo Saldías. Por su parte Ernesto Celesia sostiene que Rosas no p articip ó en la Defensa (1807) y otros niegan que haya Intervenido en ninguna de las dos invasiones. Cuando se produjo la R evolución de Mayo, Rosas se encontraba dedicado a sus actividades rurales y fue en absoluto ajeno al m ovim iento, al que, además, nunca le asignó im portancia.

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Dice Ibarguren: "L a pampa nutrió a Rosas y m odeló en su persona el arque­ tipo del patrón. La estancia era un dilatado señorfo: extensos dom inios, rebaños numerosísimos, peones m ilitarizados, rudos trabajos y guerra contra los indígenas. El patrón era caudillo, gobernante, diplom ático y guerrero. Debía com prender a los paisanos e interpretar su alma para dom inarlos, adm inistrar hasta la extrem a mi­ nucia para obtener el mayor provecho de la explotación, observar profundamente a las gentes y a los ganados, m irar a los ganados como si fueran hombres y ma­ nejar a los hombres como si fueran ganados” .

El c o m ie n z o d e la v id a p o lític a A p a rtir del año 1818, Rosas com enzó a in te rv e n ir en la vid a p ú blica en defensa del pro g re so de la campaña, y dos años más ta rd e co laboró activa­ m ente con M a rtín Rodríguez en e quipar las tro p a s que defenderían a Dorrego, el gobernador in te rin o de Buenos A ire s . En los c rític o s sucesos del año 1820, ya e studiados, el re g im ie n to N? 5, "L o s C o lorado s” , del com andante Juan M anuel de Rosas, re p re se ntó la fu e r­ za más poderosa y organizada; apoyó la paz e n tre Buenos A ire s y Santa Fe — Tratado de Benegas— y para asegurarla se c o m p ro m e tió p ersonalm ente a e n treg ar al g obierno sa n ta fe cin o una indem nización de v e in tic in c o m il cabe­ zas de ganado. Cuando los u n ita rio s ocuparon el g o bierno en 1821, Rosas se apartó de la vida p o lític a y se dedicó a v ig ila r sus in te re se s de hacendado, p a rtic u la r­ m ente contra el ataque de los in d io s. Con el tra n s c u rs o de los años, acre­ ce ntó su p re s tig io e in flu e n c ia , no só lo en la campaña sino ta m b ié n en la ciudad de Buenos A ire s . Después de la caída de Rivadavia, Rosas v o lv ió nuevam ente a la escena po lítica , cuando el p re s id e n te p ro visio n a l V ic e n te López y Planes lo designó com andante general de m ilic ia s de la campaña bonaerense. Com o hem os v is to , luego de la re vo lu ció n del 1? de d ic ie m b re , D orrego se unió con Rosas, y fu s ila d o el p rim e ro , el segundo venció a Lavalle, quien debió firm a r las convenciones de C añuelas y Barracas. A l e fím e ro mandato de V iam onte, le sucedió el p rim e r g obierno de Rosas. R e tra to fís ic o . Id e o lo g ía Un d ip lo m á tic o fra n cé s d e s c rib ió fís ic a m e n te a Rosas com o "u n hom bre de ta lla mediana, bastante grueso y dotado, según todas las apariencias, de un gran v ig o r m uscular. Los rasgos de su fiso n o m ía — agrega— son p ropor­ cionados; tie n e la tez blanca y los cabellos rubios, en nada se asem eja al tip o español. Hay en su exp re sió n una extraña m ezcla de a stucia y de fuerza; de o rd in a rio m antiene un gesto apacible y hasta suave, pero por m om entos la con tra cció n de los labios le da una sin g u la r exp re sió n de dureza re fle xiva . Se expresa con mucha fa c ilid a d y com o un hom bre p e rfe cta m e n te dueño de su pensam iento y de su pa la bra ” .1 El escritor y m ilita r argentino Lucio V. Mansilla, sobrino de Rosas, describió a su tío de la siguiente manera: “ Mi tío apareció: era un hombre alto, rubio,

¡talo de Juan Manuel de Ro¡ obra del pintor Cayetano

scalzi. (Litografía publicada París en 1840.)

blanco, sem ipálido, com binación de sangre y de bilis; de frente perpendicular, amplia, rasa como una plancha de mármol frío, lo mismo que sus concepciones; de cejas no muy guarnecidas, poco arqueadas, de m irada fuerte, tem plada por el azul de una pupila, casi perdida por el tenue del matiz, dentro de unas órbitas escondidas en concavidades insondables; de nariz afilada y correcta, tirando más al griego que al romano; de labios delgados casi cerrados, como dando la medida de su reserva, de la firm eza de sus resoluciones; sin pelo de barba, perfectamente afeitado, de modo que el juego de sus músculos era perceptible” .’

Rosas hizo de la vida en la campaña su escuela p o lítica . A llí fu e el je fe ; suprem o, el más hábil, el más tra b a ja d o r y tam bién el más enérg ico, el más í duro e in fle x ib le . U nió al e s p íritu a u to rita rio del e stan ciero, la destreza del gaucho adq u irid a en el tra b a jo rural. Cuando in te rp re tó que los u n ita rio s desconocían los in te re se s de la cam ­ paña, Rosas se hizo heredero de D orrego y levantó la bandera del fe d e ra lis ­ mo, co m o m ística , al solo e fe cto de lo g ra r el apoyo de la m ayoría. E spíritu a u to rita rio , am ante del orden y de los gobiernos fu e rte s , estaba persuadido de que las autonom ías p ro vin cia le s le im pedirían c o n tro la r el país bajo su mando. En los largos años de su gobierno, p re firió no organizar a la Repú­ blica y co n tin u a r con un régim en p ro visio n a l, pues juzgaba prem aturo esta­ b le ce r un orden c o n s titu c io n a l. Con esta a c titu d , im p id ió la disgrega ció n del te rrito rio , contuvo la anar­ quía y habituó a los gobernadores p ro vin cia le s a aceptar ias d ire c tiv a s del g o bierno ce n tra l.

> A lfre d de Brossard, dip lo m á tico que llegó al P iala en 1847. A utor de “ C onsidérations historiques et politiq ue s sur les Républiques de la Plata dans leurs rapports avec la France et ('A n g le te rre ". Traducción de José Luis Busaniche.

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i El e sc rito r, m ilita r y Rosas y del general hom ónim o.

d ip lo m á tico

L ucio

V.

M ansilla

(1831-1913)

era

h ijo

de

Agustina

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P ersiguió a sus enem igos p o lític o s y los e lim in ó con astucia y rigor. C o nsiguió la adhesión de la masa p opular — c o n s titu id a por las clases h u m il­ des— que no entendía a te ó ric o s e ideólogos y lle v ó a la p rá ctica un g o b ier­ no lim ita d o a las e xigencias del m om ento. Rosas de fe n d ió con gran tenacidad la soberanía a rgentina co n tra el ataque de potencias e xtra n je ra s (F rancia e In g la te rra ) las cuales debieron firm a r tra ta d o s que co n te m p la ro n las exig e ncia s de n u e stro país. P R IM E R G O B IE R N O D E R O S A S A c c ió n p o lític a El 8 de d ic ie m b re de 1829 y en m edio de gran e n tusiasm o p opular Rosas se hizo cargo del g o bierno de la p ro vin cia . N om bró a Tomás G uido, m in is tro de G obierno y R elaciones E xte rio re s; a Juan Ramón Baicarce, de G uerra, y a M an uel José G a rd a en la ca rte ra de Hacienda. C om o sabem os, Rosas asum ió el poder con las fa cu lta d e s e xtra o rd in a ­ ria s; en enero de 1830, la Legislatura lo aclam ó otorg á n d o le el grado de B rigadier y el títu lo de “ R estaurador de las Leyes". Una de las p rim e ra s d isp o sicio n e s del nuevo gobernador fu e trib u ta r solem nes exequias a la m em oria de D orrego, cuyos re sto s se trasladaron desde N avarro a Buenos A ire s , donde re c ib ie ro n se p u ltu ra al té rm in o de una im ponente cerem onia. El 3 de fe b re ro de 1830, Rosas ordenó p o r d e cre to el uso o b lig a to rio de la d ivisa punzó. La c in ta roja debía colocarse del lado izquierdo del pecho; los c iv ile s y e c le s iá s tic o s usarían el d is tin tiv o con la palabra F ederación y los m ilita re s con Federación o M u e rte . Com o repudio a sus adve rsa rio s, e l gobernador ordenó "q u e m a r por mano de verdugo en los p o rta le s de la Casa de J u s tic ia ” las p u b licaciones que hubiesen atacado a los fe d e ra le s, en el lapso co m prendido e n tre el 1’ de dicie m b re de 1828 y el 24 de ju n io de 1829.1 Los p a rtic ip a n te s de la re vo lu ció n u n ita ria — que luego no hubieran cam biado de ideología— fu e ro n declarados “ reos de re b e lió n ” , com o ta m ­ bién “ todo el que de palabra o e s c rito o de cualquiera o tra manera, se m a n ifie ste a d icto al expresado m o tín ” . A n te las c rític a s de algunos p e rió d ico s, Rosas ordenó el c ie rre de dos de e llo s — “ Nuevo T rib u n o ” y "E l C o m e ta ” — y dispuso que antes de apare­ ce r una publica ció n debía s o lic ita r el p e rm iso co rre sp o n d ie n te del gobierno.

y después de vencida la ú ltim a p ro sig u ió el problem a de avanzar las fro n te ­ ras sobre los indios. Rosas dispuso c o n tro la r se veram ente las in ve rsio nes y para o b te n e r ingresos vendió — a com e rcia n tes y hacendados— fondos pú­ b lic o s por v a lo r de cuatro m illo n e s ; ta m bién aum entó las ta rifa s postales. En el aspecto e c le s iá s tic o recono ció v ic a rio a p o stó lico — con los hono­ res e sta b le cid o s p or las Leyes de Indias— al obispo M ariano M edrano y declaró o b lig a to ria la enseñanza de la d o ctrin a cris tia n a en las escuelas. En o tro orden de cosas e xig ió la inco rp ora ción de los e xtra n je ros al e jé rc ito ; e s ta b le c ió un trib u n a l para ca stig a r a los d e se rto re s; tam bién fueron sancionados los p a rtic u la re s que llevasen arm as. A dem ás, reglam entó las fu n cio n e s de la p olicía y las a trib u cio n e s de los jue ce s de la C o rte de Ju s ti­ cia. Im pidió la e xtra cció n de oro y plata, al igual que la matanza de ganado vacuno. C e rró las pulperías de la campaña y p ro h ib ió — debido a sus exce­ sos— los juegos de carnaval. P o lítica e x te rio r Rosas reanudó las relacione s con el V aticano — in te rru m p id a s desde 1810— y propuso al P ontífice el nom bre de M ariano M edrano para ocupar la d ió c e s is de Buenos A ire s . A fin e s de d icie m b re de 1831, la fragata de guerra estadounidense "Lex in g to n ” atacó y d e stru yó un destacam ento arge ntin o en las Islas M alvinas. Rosas, p o r in te rm e d io de su m in is tro García, presentó una fo rm a l prote sta ante el g o bierno norteam ericano. Las relaciones in te rn a cio n a le s no fueron descuidadas. M a nuel M oren o se hizo cargo de la rep rese ntación d ip lo m á tica ante Gran Bretaña, y Eugenio Santa C olom a se d irig ió con el m ism o o b je to hacia Francia; por su parte C arlos de A lv e a r fue com isionado ante el gobierno de W ashington.

O b ra a d m in is tra tiv a Cuando Rosas ocupó el g obierno de la p ro vin cia , la s itu a ció n de la hacienda p ública era m uy p recaria; basta señalar que en 1829 las entradas habían to ta liza d o 8 m illo n e s de pesos fu e rte s co n tra más de 23 m illo n e s de salidas. El d é fic it aum entó debido a los gastos de la guerra in te rio r. Era nece­ sa rio e quipar y m antener un buen e jé rc ito para e n fre n ta r a la Liga U n ita ria

1

R osas re ch a za su re e le c c ió n La C om isión R epresentativa que se había reunido en Santa Fe, de acuer­ do con lo d isp u esto por el Pacto Federal, no contó con el apoyo de Rosas. Este so stu vo que debido a la tensa situ ació n p o lítica im perante el país no estaba en co n d icion es de organizarse bajo una carta orgánica; sin em bargo, era e vid e nte que de c u m p lir su co m e tid o dicha asam blea, el gobernador de Buenos A ire s perdería el p redo m inio sobre el re sto de la República. El ú ltim o re tiró su diputado ante la C om isión R epresentativa y poco después el citado organism o se d iso lvió .

Las fechas recuerdan la revolución unitaria y la reunión de la C onvención de Cañuelas.

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El 7 de mayo de 1832, Rosas envió un m ensaje a la L egislatura de Buenos A ire s , por el cual renunciaba a las fa cu lta d e s e x tra o rd in a ria s que ejercía desde su e lecció n . M otivaban esta a c titu d de im p o rta n cia p o lític a los in te n ­ sos debates y las d iscu sio n e s p ú b lica s a que habían dado o rig e n esos poderes a b so lu to s.1 El problem a había d iv id id o al p a rtid o fe d e ra l, pues su grupo m in o rita rio , de tendencia m oderada — más ta rd e apodado “ lom os n e g ro s” — , se re sistía a conceder nuevam ente esas fa c u lta d e s. D espués de larga y acalorada d is ­ cusión, los ú ltim o s triu n fa ro n y la L egislatura d ispuso re e le g ir a Rosas — que había term in a d o su período legal— pero sin o to rg a rle los poderes absolutos. D isgustado con esa d e te rm in a ció n , rechazó su n o m bram iento y com o la Cámara in s is tió dos veces más, Rosas d e clin ó en am bos casos v o lv e r a ocupar el gobierno. Finalm ente le fü e aceptada la renuncia (d ic ie m b re de 1832). G O B IE R N O D E B A L C A R C E Los “ c is m á tic o s " y los “ a p o s tó lic o s ” En reem plazo de Rosas, la Le g isla tu ra e lig ió gobernador de la provincia de Buenos A ire s al general Juan Ramón B alcarce, quien se hizo cargo de sus fu ncio nes el 17 de d ic ie m b re de 1832. El nuevo gobernador era uno de los m ie m b ro s más destacados del partid o fed e ra l y apenas llegado al poder todo indicaba que co n tin u a ría con la o rie n ta ció n trazada por su a ntecesor. Sin em bargo, no aceptó la presión de los ro sista s y aconsejado p o r su m in is tro de G uerra, el general Enrique M artínez, no ta rd ó en oponerse a la p o lític a de Rosas, aprovechando que el ú ltim o había p a rtid o — en marzo de 1833— a lu ch a r co n tra los in d io s en la campaña al d e s ie rto , com o verem os más adelante. La a c titu d de B alcarce aum entó las d ise n sio n e s que desde tie m p o atrás — con m o tivo de las fa cu lta d e s e x tra o rd in a ria s — d ividían al p a rtid o federal. La Legislatura, en cuyo seno tenía apoyo el nuevo gobernador, derogó el de cre to que re s trin g ía la lib e rta d de im p re n ta y negó ayuda m onetaria a la expedición que encabezaba Rosas. A fin e s de a b ril de 1833, y con m o tiv o de las e le ccio n e s para diputados, surg ie ro n dos lis ta s : la p ropiciada por los “ c is m á tic o s ” o “ lom os n e g ro s ",1 es d e cir, los fe d e ra le s m oderados de B alcarce y los “ fe d e ra le s n e to s " ta m ­ bién conocidos com o “ a p o s tó lic o s ” . El triu n fo c o rre sp o nd ió a los prim e ro s, lo que o rig in ó una gran te n s ió n p o lític a y la renuncia de algunos diputados federale s netos. A m ediados de ju n io se e fe ctu a ro n nuevos c o m ic io s a fin de lle n a r esas vacantes, pero a causa de los tu m u lto s el g obierno las su s­ pendió cuando los a p o s tó lic o s llevaban ventajas. M ie n tra s ta n to , Rosas — desde el río C olorado— seguía el cu rso de los

1 Rosas era un hábil p o lític o y tom ó esa determ inación para congraciarse con la opinión pública, pero seguro de que le serían otorgadas nuevamente. De acuerdo con su concepto de gobierno, las facultades e xtraordinarias le eran Indispensables. 2 Saldlaa afirm a que e l apodo de "lo m o s n e g ro s " proviene del c o lo r utiliza d o por esos federales moderados en sus boletas para el com icío. Otros historiadores sostienen que se debe a la ia levita que vestían sus componentes, com o antes lo habían hecho — a modo de d istintivo— los unitarios.

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sucesos y confiaba el m anejo de sus negocios p o lític o s en Buenos A ire s a su esposa doña Encarnación, quien conspiraba contra B alcarce y m antenía la a ctivid a d o p o sito ra de los fe d e ra le s netos. C a m p a ñ a de R osa s al d e s ie rto Los indígenas que habitaban el s u r de la p ro vincia de Buenos A ire s y tam bién la am plia región surcada por los ríos C olorado y N egro, atacaban p e rió d ica m e n te a las poblaciones fro n te riz a s y com etían to d o género de excesos. Rosas dispuso em p render co n tra estos aborígenes a gre sivos una campaña p u n itiva a tra vé s del d e sie rto , com o se llam aba entonces a la reglón pampeana. La em presa quedó organizada por m edio de tre s colum nas: la izquierda a las órdenes de Rosas, la de! ce n tro al mando del general Ruiz H uidobro y la derecha d irig id a p o r F é lix A ldao. Rosas co n ce ntró sus e fe c tiv o s en la Guardia del M onte e in ic ió la m ar­ cha, el 22 de marzo de 1833, al fre n te de unos 2.000 hom bres, y en las cerca­ nías del a rroyo Tapalqué engrosaron las fila s — com o a u xilia re s— unos 600 in d io s am igos. Rosas p ro sig u ió su avance hacia el s u r y a m ediados de mayo acampó en las m árgenes del río C olorado. Entretanto,, la d iv is ió n del ce n tro había luchado con buen é x ito contra los in d io s ranqueles, a quienes d e rro tó en Las A co lla ra d a s (su r de San Luis), pero se v io forzada a re gresar porque el gobierno de Córdoba no le había enviado la ayuda pro m etida. La colum na de la derecha — que debía luchar en la región co rd ille ra n a — cruzó los ríos D iam ante y A tu e l y con gran energía con sig uió d isp e rsa r a los in d io s, aunque más adelante — po r fa lta de caballada— debió de tenerse y luego regresar. Rosas quedó al fre n te de la única d iv is ió n que concluyó con é x ito la campaña. D ispuso d iv id ir a sus e fe c tiv o s en colum nas exploradoras, para que cruzaran el d e sie rto en varias d ire ccio n e s. A l fre n te de una de ellas, el general Pacheco costeó el río Negro hasta la isla Choele-C hoel, donde

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pador Balcarce cesara en el mando. En su rem plazo fu e designado el gene­ ral V iam onte. G O B IE R N O D E V IA M O N T E p re d o m in io de lo s fe d e ra le s n e to s

d e stru yó una trib u araucana; luego p ro s ig u ió su avance hasta la co n flu e n cia de los ríos Lim ay y Neuquén. A com ienzos de 1834, Rosas regresó con sus e fe c tiv o s hasta Napostá (próxim o a Bahía Blanca) y puso fin a la campaña, que había durado cerca de un año. En ese lapso, sus e fe c tiv o s habían e lim in a d o a más de 6.000 indios y rescatado unos 4.000 ca u tivo s; tam bién quedaban una se rie de fo rtin e s y algunas gua rn icio n e s en la isla de C hoele-C hoel, las m árgenes del río Negro y el cam pam ento sobre el río C olorado. La R e v o lu c ió n de los R e s ta u ra d o re s El encono p o lític o e n tre los fe d e ra le s " n e to s ” y “ lom os n e g ro s” fu e atizado por los p e rió d ico s de la época, que se atacaban con suma v iru le n c ia . Cuando la te n sió n recrudecía, apareció un p e rió d ico ro s is ta titu la d o "E l Res­ taurador de las Leyes", d irig id o p o r N icolás M ariño. A l a rre cia r los ataques procaces, el g o bierno de Balcarce d ispuso In ic ia r proceso a los que abusaran de la lib e rta d de im prenta. El 11 de o ctu b re de 1833 aparecieron ca rte le s en Buenos A ire s , anunciando el com ienzo del ju ic io al “ R estaurador de las Leyes” . La n o ticia aludía al p e rió d ic o d irig id o por M ariño, pero los p a rtid a rio s de Rosas — ante el equívoco a que se prestaba el títu lo — creyero n que el juzgado sería el p ro p io Juan M anuel (en esos m om entos se encontraba luchando co n tra los in d io s). La agita ción cundió en seguida y m illa re s de ro s is ta s , con el apoyo de e fe c tiv o s m ilita re s a las órdenes del general A g u stín Pinedo, d e rro ta ro n a las fuerzas leales y p u sieron s itio a Buenos A ire s . Las tropas gubernam entales no pudieron re s is tir a los re v o lu c io n a rio s y entonces por ley del 3 de no vie m b re la L egislatura dispuso que el gober-

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V iam onte ocupó in te rin a m e n te el gobierno de la provin cia de Buenos A ire s , el 4 de noviem bre de 1833. D esignó m in is tro s al general G uido y al d o cto r M anuel García, quienes habían colaborado con Rosas en el p rim e r gobierno, pero defendían las ¡deas lib e ra le s. V iam onte no ta rdó en quedar so /n e tid o al p re dom inio de los rosistas, quienes censuraban su actuación y se aprestaban para la lucha. Estos fe d e ­ rales netos, organizados en p andillas, atem orizaban a los pobladores de Buenos A ire s y descargaban sus arm as de fuego co n tra las vivien das de los "c is m á tic o s ” , m uchos de los cuales d ecidie ro n em igrar, com o los generales Balcarce, Iria rte y M artínez. A fin e s de 1833 y bajo la in sp ira ció n de Encarnación Ezcurra fu e creada la S ociedad Popular R estauradora o M azorca 1 con el ob je to de organizar los actos de adhesión a Rosas y p erse g u ir a sus o p o sito re s. La inte graron hom ­ bres p e rte n e cie n te s a d is tin ta s clases socia le s — algunos de caracterizadas fa m ilia s porteñas— , pero luego se tra n s fo rm ó en una organización represiva cuando in te g ra ron sus fila s individ u o s pendencieros y fan áticos. Cuando en Buenos A ire s circulaban n o ticia s re fe re n te s a una conspira­ ción de fe d e ra le s cism á tico s vin cu la d o s.co n u n ita rio s, a rrib ó del d e s tie rro al p u e rto de Buenos A ire s don B ernardino Rívadavia (28 de a b ril de 1834). Los fe d e ra le s ro s is ta s se opusieron a la perm anencia del ex pre sid e n te en la ciudad — argum entando razones p o lític a s — por lo que fu e obligado a reem ­ barcarse y zarpar nuevam ente para el e x te rio r. Rívadavia perm aneció casi un mes a bordo del bergantín “ Herminíe , mientras el gobernador y la Legislatura debatían la situación creada con su arribo. El caudillo Facundo Quiroga, que se encontraba en Buenos Aires, ofreció sus servicios y hasta su fianza a Rívadavia, quien agradeció el gesto de su adversario. Mientras tanto, los mazorqueros provocaban serios tum ultos y para amedren­ tar al gobernador y al m inistro García tiroteaban sus viviendas. A fin de calm ar los ánimos, el citado m inistro firm ó una disposición por la cual el ex presidente debía alejarse del país. Rivadavia partió rumbo a la Banda O riental y más tarde pasó a Europa.

E le c c ió n d e M a n u e l V ic e n te M aza D ebido a la d ifíc il situ a ció n p o lítica , el general V iam onte elevó su renun­ cia, la que fu e aceptada por la Cámara a fin e s de ju n io de 1834. A los pocos días designó en su reem plazo a Rosas, pero éste rechazó el cargo de go­ bernador. , . . S ostenía que el país atravesaba un m om ento de c ris is po lítica , pues hasta los fe d e ra le s estaban d ivid id o s, y que las circu n sta n cia s obligaban a

i La Sociedad ostentó com o emblema la m azorca o espiga de maíz, que s ign ifica ba — como el marlo— la unión de sus Integrantes.

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ro b u ste ce r la autoridad del g o bierno; en o tra s palabras, el R estaurador solí citaba nuevam ente las fa cu lta d e s e xtra o rd in a ria s. Sin o to rg a rle esos poderp* absolutos, la Sala v o lv ió a e le g irlo hasta una cuarta vez, pero Rosas recha>* todos los o fre c im ie n to s . '- " « o El 14 de agosto fue designado gobernador de la p ro vin cia el doctr». Tomas M anue l de A nchorena, quien d e clin ó el cargo, al igual que NicolZ A nchorena, p ropuesto a co n tin u a ció n . s La L egislatura nom bró sucesivam ente a o tro s dos am igos del Restaura dor: el co m e rcia n te Juan N epom uceno T errero y el general A n q e l P achprn' pero am bos d im itie ro n . • Por ú ltim o , aceptó p ro v is io n a lm e n te el p o der e je c u tiv o el p re sid e n te d * la Camara, d o cto r M a n u e l V ice n te Maza, quien el 1? de octu b re se hizo carnn del mando de la p ro vin cia . y A S E S IN A T O D E Q U IR O G A El c o n flic to en el n o rte d e l país Cuando el d o c to r Maza ocupó el g o bierno de Buenos A ire s , el n o rte del país estaba agitado por los enconos personales y p o lític o s . Un grave con­ flic to se había producido e n tre los gobernadores A le ja n d ro H eredia, de Tucum an, y Pablo L atorre, de Salta. A m bos m andatarios se acusaban dé mutua agresión — in clu s iv e de connivencia con los u n ita rio s — con el o b je to de con­ se g u ir ventajas p o lític a s y te rrito ria le s para sus re sp e ctivo s gobiernos. Enterado de la guerra c iv il, el gobernador Maza nom bró su represen­ tante a Facundo Q uiroga, para que m ediara am isto sa m e nte en el c o n flic to . Desde tie m p o atrás, Q uiroga se encontraba e nem istado con E stanislao López y con José V ice n te Fteinafé, gobernadores de Santa Fe y Córdoba resp e ctiva m en te . 1 o=troí¿U¡r09a y , López ambicionaban el control de la provincia de Córdoba, ubicada estratégicam ente en el medio del país. En agosto de 1831 ocupó el gobierno de

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aP°y° d¡reC,° d6‘ CaUdi"° santafec¡n0'

IupnnEfrarncís 18o 3-’ m *3116 en Río Cuarto un movim'ento revolucionario que S fracasó. Los Reinafé — eran varios hermanos— culparon a Quiroqa de la intentona, y éste no ocultó su adhesión a los enemigos del gobernador cordobés. B a rra n ca Y a c o n ,, i r n n i es de Pa" ir eI n o rte ’ para cum P|ir con su m isión conciliadora, Q uiroga se reunió con Rosas para cam b iar ideas sobre la m ejo r form a de poner term in o a la guerra civ il.

El 17 de d ic ie m b re de 1834, Q uiroga s a lió de Buenos A ire s con su tn n in H o 'i d o c to r José Santos O rtiz ; Rosas los acompañó hasta San A n ­ to n io de A reco, donde vo lv ie ro n a co n fe re n c ia r p o r ú ltim a vez en la H acipn da de Figueroa. A llí c o n vin ie ro n en que el com isionado pro se g u iría h a d a e l in te rio r, m ien tra s Rosas le haría lle g a r en una carta sus opiniones sobre el m om ento p o lític o y el problem a in s titu c io n a l, “ para dar más fuerza a HniIUmo "t qUe S8 16 hab‘a encom endado” . Un chasqui lle v ó con rapidez el Q uiroga Y 3 V em tlcm co leguas de S antiago del Estero lo entre g ó a

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Rosas dictó la carta — fechada el 20 de diciem bre— a su secretario Antonino R@y@s. A través de un extenso escrito, sostiene que era necesario pa cifica r el te rri­ torio antes de proclam ar una Constitución y de lo ineficaz que resultaría apresurar la organización del pafs, con el propósito de rem ediar los males de la época.

El c a u d illo de los Llanos avanzó con rapidez, pero al lle g a r a P itam balá (S antiago del E stero) se e nteró de que Latorre había sid o derrotado y más ta rd e m u e rto en una revuelta. D ispuesto a c u m p lir con su m isió n , Q uiroga logró que los gobiernos de S alta, Tucumán y S antiago del E stero saldaran sus d ife re n c ia s sin re c u rrir a las arm as. Hecho e sto , em prendió el regreso a Buenos A ire s por ju ris d ic c ió n de la p ro vin cia de C órdoba, sin escuchar prudentes consejos y n o ticia s c ie r­ tas seqún las cuales los herm anos Reinafé habían ordenado su m uerte. En la mañana del 16 de fe b re ro de 1835, cuando la co m itiv a integrada po r Q uiroga, su se cre ta rio José Santos O rtiz, un negro a siste n te , dos co­ rreos, un p o s tilló n y un niño atravesaba el lugar denom inado Barranca Yaco (n o rte de Córdoba) fu e rodeado por una pa rtida de hom bres a r m a d o s a l a s órdenes del capitán S antos Pérez, persona de confianza de los Remafe. A c to seguido el c a u d illo riojano fu e u ltim a d o ju n to con sus acom pañantes, con excepción de dos de e llo s , que lograron h u ir. Qri 0 i La carta e s c rita en la H acienda de Figueroa, que Q uiroga llevaba en el b o ls illo de su chaqueta, quedó manchada con sangre. 593


LA C IU D A D Y LA C A M P A Ñ A (1 8 1 0 -1 8 3 0 ) La so cied ad Resulta d ifíc il d e te rm in a r el núm ero de habitantes de la ciudad de Buenos A ire s y su campaña en los p rim e ro s v e in te años de vida indepen­ diente, debido a la fa lta de censos c o m p le to s. A pesar de esto, podemos m encionar algunas constancias docum entales que aportan datos de in te ré s En el año 1810 se realizaron dos padrones, uno en el mes de a b ril y o tro en agosto. A m bos se llevaron a cabo con un p ro p ó s ito m ilita r y, en consecuencia, su in fo rm a ció n es bastante precisa con respecto a los varo­ nes, no así con los demás pobladores. De e llo s se deduce que la ciudad de Buenos A ire s estaba habitada en tie m p o s de la R evolución de M ayo por 33.800 personas. En el año 1815 se e fe ctu ó o tro em padronam iento para e sta b le ce r et núm ero de re p re se nta n te s que debían enviarse al fu tu ro C ongreso que se realizaría al año sig u ie n te en Tucumán. Sus datos son de in te ré s porque agrega los habitantes de la campaña. En to ta l, la población se e s tim ó en 51.700 personas. En 1822, el m ilita r B uenaventura A rzac — a cargo de la A d m in is tra c ió n de C o rre o s— se encargó de em padronar a la población porteña y obtuvo un to ta l de 55.400 habitantes. Recientes estudios han demostrado que entre 1810 y 1815 se produjo un movimiento de pobladores hacia las afueras de Buenos Aires, siendo en ese pe­ ríodo muy superior las cifras de los habitantes en las quintas y en la campaña próxima, que en el área céntrica tradicional. Luego de ese lapso, el núcleo urbano fue el que volvió a contar con mayor población. Se ignoran las causas de esta em igración hacia los alrededores de la ciudad.

En m ateria de razas, el p rim e r lugar en cantidad lo ocupó la blanca, seguida por la negra, la parda y los naturales (in d io s y m e stizo s). En tie m ­ pos de la R evolución de M ayo había en Buenos A ire s gran cantidad de negros esclavos, que p e rió d ica m e n te llegaban hacinados en los barcos. Eran considerados "p ie za s de In d ia s" y vendidos en subasta, aunque no re cib ie ro n mal tra to y se dedicaban a d ive rsa s tareas do m é stica s o bien a traba jar com o peones en pequeñas in d u stria s o en las q u in ta s. En las dos p rim e ra s décadas que sig u ie ro n al m o vim ie n to de M ayo la secular e stru c tu ra social del período hispánico s u frió m o d ifica cio n e s. Los españoles de a lcurnia que com ponían la a ris to c ra c ia fueron gradualm ente desplazados de su p riv ile g ia d a s itu a ció n p o lític a y social p o r los c rio llo s — nacidos en el país— que p re fe ría n el lugar de su cuna a la tie rra europea de sus padres. La e lim in a c ió n del m onopolio y su reem plazo por un siste m a econó­ m ico lib e ra l, p e rm itió el e n riq u e c im ie n to de algunos co m e rcia n tes, cuyos h ijos, luego de su paso por la U niversidad, in te g ra ría n una nueva burauesía de in te le ctu a le s . Los gobiernos re vo lu cio n a rio s m ejoraron la s itu a ció n del indígena y de la clase s e rv il, integrada por negros, m u la to s (unión de raza blanca y negra) y zambos (de raza india y negra). La Prim era Junta se ocupó de la s itu a ció n de los Indios, les concedió derechos p o lític o s y los in stó a que aprendieran un o fic io . El P rim er T riun­ v ira to dispuso e lim in a r los p re ju ic io s raciales y p ro h ib ió el trá fic o de e s c la ­ vos en todo el te r rito rio del país.

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Uno de los aspectos más destacados de la obra cum plida por la A sam blea del año 1813, fueron las re fo rm a s de ca rá c te r so cia l, e ntre ellas la lib e rta d de los esclavos y la a b olición de toda fo rm a de s e rv ic io perso­ nal de los in d io s. Tam bién dispuso poner fin al m ayorazgo, la in ju sta y antigua in s titu c ió n destinada a pe rp e tu a r los bienes de una fa m ilia en fa vo r del h ijo m ayor. La e c o n o m ía Uno de los p ro p ó sito s fu ndam enta les del plan de gobierno de la P rim e­ ra Junta fu e m e jo ra r la econom ía. En ta l se n tid o dispuso re d u c ir los dere­ chos que gravaban la e xpo rtación de fru to s del país y declaró lib re de todo arancel el envío de harinas al e x te rio r. Fue redactado un nuevo reglam ento de c o m e rcio y para e s tim u la r la fundació n de poblaciones ordenó la venta de parcelas con la o b lig ació n para sus p ro p ie ta rio s, de levantar vivie n d a s. Se dispuso h a b ilita r nuevos pue rto s, e ntre e llo s, M aldonado y Ensenada. E lim inadas las trabas del m onopolio, la p ro vin cia de Buenos A ire s com enzó a p ro g re sar con rapidez, en im po rtancia y en riquezas, y a ree m ­ plazar el a n tig u o siste m a económ ico por o tro que se adaptara a sus nece­ sidades. N inguna de las re sta n te s p rovin cia s disponía de sus recursos n atu ra le s y de una com unicación por m ar d ire c ta con Europa. Producía cueros, sebos, cerda, lana, harina y maíz, produ cto s que encontraban com ­ pradores en A m é rica y en el V ie jo M undo. A dem ás, Buenos A ire s se b e n eficiaba al re c ib ir m ercaderías del in te rio r del país para luego re m i­ tirla s — com o in te rm e d ia ria — en su co m e rcio con el e x te rio r. El puerto de Buenos Aires era el destino obligado de las provincias del in ­ terior para establecer relaciones com erciales con países extranjeros. El caso inverso de dependencia com ercial no se producía, por cuanto la ciudad porteña para con­ seguir tejidos, azúcar, etc., podía recu rrir a los mercados europeos y americanos, donde los productos que necesitaba figuraban con mejores precios que los esta­ blecidos por los com erciantes del interior del país.

Las p ro vin cia s ob tu vie ro n algunos b e n e ficio s derivados del c re c im ie n to económ ico de Buenos A ire s , pero esas ganancias eran in d ire cta s y depen­ dían de la p o lític a aplicada desde la ciudad porteña. Por este m o tivo , las re la cio n e s c o m e rcia le s e n tre el in te rio r y Buenos A ire s no tarda ron en c o n v e rtirs e en un grave problem a que a fe ctó al país e n te ro y fu e una de las causas de las luchas e n tre u nitarR js y fe dera les. En épocas del gobierno de M a rtín Rodríguez (1821-1824) la p ro vin cia de Buenos A ire s a m p lió su te r rito rio hacia el su r y el o este, hasta Tandil y el río Salado, lím ite s donde com enzaba la h o stilid a d de los indígenas. El a m p lio te rrito rio , que puede calcu la rse en 41.000 k iló m e tro s cuadrados, estaba en gran parte ocupado po r estancias, las cuales no tardaron en tra n s fo rm a rs e en im p o rta n te s em presas co m e rcia le s. El p re cio del ganado vacuno se elevó casi el tr ip le en la década com prendida e n tre 1820 y 1830. A d ife re n c ia de la ganadería, fu e escaso el progreso de la a g ric u ltu ra en el período que nos ocupa. A unque aum entaron las granjas y la super­ fic ie cu ltiva d a, la fa lta de m ano de obra y de cam inos adecuados — nece­ sarios para tra n s p o rta r los pro d u cto s— im p id ie ro n que la a ctivid a d se e xte n d ie ra . Para so lu cio n a r la fa lta de peones en las ta re as agrícolas, se tra tó de fo m e n ta r la colonización, pero el in te n to no pasó de un proye cto . El siste m a de e n fite u s is , c o n ve rtid o en ley durante la p residen cia de Rivadavia, fracasó en la p rá ctica y Rosas debió s u p rim irlo . 595


La in d u s tria m antuvo p o r largos años las c a ra c te rís tic a s del período hispánico, por cuanto fu e casi e x clu siva m e n te manual, realizada en peque­ ños ta lle re s con ayuda — en algunos casos— de s e n c illa s máquinas. Sólo experim e ntaron progresos los derivados de la ganadería. En el in te rio r del país, caben m encionar las in d u s tria s te x til, v itiv in íc o la y azucarera. Hacia el té rm in o de la segunda década del período independiente, la guerra contra el B rasil y la firm a de una paz que no respondía a nuestros triu n fo s m ilita re s , s ig n ific ó para la C onfederación un grave problem a eco­ nóm ico, porque M o n te vid e o , co n ve rtid a en capital de un Estado indepen­ diente , fu e — desde ese m om ento— una riv a l de im p o rta n cia en el trá fic o com ercial. Por o tra parte, los años de guerra ocasionaron p e rju ic io s en las finanzas, p a rticu la rm e n te en la p ro vin cia de Buenos A ire s . La c u ltu ra La a rq u ite ctu ra . En el período hispánico, las resid e n cia s y los e d ific io s púb licos se co n stru ye ro n de acuerdo con el e s tilo co lo n ia l, que re cib ió in flu e n cia s del barroco español (con p ro fu sió n de adornos) y del renaci­ m iento ita lia n o . Luego de la R evolución de M ayo y durante largos aTios, la a rq u ite ctu ra de n u e stro país se m antuvo d e n tro de la tra d ic ió n hispánica, ta n to en las casas urbanas com o en las q uintas de los suburbios y en las estancias. La época de Rivadavia, p rim e ro com o m in is tro de M a rtín Rodríguez y luego en la presid e n cia de la R epública, indica un período de adelanto en m a teria a rq u ite ctó n ic a y urbanística. Fue te rm in a d a la fachada de la C ate­ dral de Buenos A ire s , se reglam entaron aspectos de la e d ific a c ió n — como las ochavas en las esquinas— y se dispuso el ensanche de varias calles, hoy avenidas, com o Entre Ríos y C allao. Para re c ib ir a sesoram iento en esta m ateria se creó el D e p artam ento de Ingenieros. La lite ra tu ra . En el período co m prendido e n tre 1810 y 1830, se d is tin ­ guen dos generaciones lite ra ria s , educadas ambas bajo la in flu e n c ia te o ló ­ gica y hum anística co lo n ia l, con algunas in flu e n c ia s lib e ra le s de los e n c i­ clo p e dista s fra nce se s. En la prim e ra generación, que actuó en pleno período re vo lu cio n a rio , deben c ita rs e a fra y C ayetano R odríguez y V ice n te López y Planes, quienes expresaron sus ideales fa vo ra b le s a la causa in dependiente. En la época de M ayó, tam bién alcanzó im p o rta n cia el género gauchesco con los c ie lito s y diálogos del poeta B a rto lo m é H idalgo. Los in te g ra n te s de la segunda generación lite ra ria fu e ro n hom bres de tendencia lib e ra l y p a rtid a rio s de la p o lític a c e n tra lis ta de Buenos A ire s , por eso han sid o llam ados los "u n ita rio s del año 1825". Entre e llo s pueden m encionarse a Juan C ruz V arela y Juan C ris ó s to m o Lafinur. La enseñanza. Los gobiernos que sucedieron a la P rim era Junta dispen­ saron una decidid a p ro te cció n a la enseñanza especializada y el apoyo a las cie ncias se puso de m a n ifie s to en tie m p o s de R ivadavia — e n tre 1821 y 1827— quien fa vo re c ió esas activid a de s con v a rio s d e cre to s e in ic ia tiv a s . En 1810 a b rió sus puertas la Escuela M ilita r de M a te m á tica s y poco más tard e la A cadem ia de M a te m á tica s (1816). En marzo de 1813 se creó la Escuela de M e d icin a , tra n sfo rm a d a casi de in m e d ia to en el In s titu to M é ­ d ic o M ilita r. La quím ica y la fís ic a a d q u irie ro n c a rá c te r de cie n cia e xp e ri­ m ental cuando, p o r m ediación de Rivadavia, se in s ta ló en n u e stro país el p rim e r la b o ra to rio y gabinete.

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En épocas de la R evolución de M ayo, el a ntiguo c o le g io secundario de San C arlos había dejado de fu n cio n a r y s irv ió para a lo ja r e fe c tiv o s m ilita ­ res. Sobre la base del e xtin g u id o e sta b le c im ie n to , el D ire c to r Pueyrredón ordenó la creación del C o le g io de la U nión d e l Sur, que se inauguró en ju lio de 1818. Una m edida de suma im p o rta n cia c u ltu ra l fu e la fundación de la U ni­ ve rsidad de Buenos A ire s — agosto de 1821— durante el g obierno de M a rtín Rodríguez, debido al empeño del p re sb íte ro A n to n io Sáenz y a la a ctivid a d del m in is tro Rivadavia. La casa de a lto s e stu d io s la integraban se is Depar­ tam entos C ie n tífic o s o Facultades (P rim eras Letras, E studios P reparatorios, C iencias Exactas, Jurisp ru d e n cia , M e d icin a y C iencias Sagradas). La U ni­ versidad ce n tra lizó toda la enseñanza del Estado, de manera que el e stu ­ diante dependía del e s ta b le c im ie n to desde la in ic ia c ió n de sus estu d io s ele m e ntales, hasta la más alta graduación. Por in ic ia tiv a de Rivadavia, el C o le g io de la Unión del Sur fu e Incor­ porado a la U niversidad con el nom bre de C o le g io de C iencias M orales. Las artes. En el período de la R evolución e Independencia las a c tiv id a ­ des a rtís tic a s fu ero n escasas y sólo una pequeña m inoría m anifestaba in te ­ rés por ellas. D ebem os te n e r en cuenta que nue stro m edio careció de una tra d ic ió n a rtís tic a local en el cam po de la p in tu ra y e scu ltu ra , a d ife re n c ia de lo sucedido en o tro s países hispanoam ericanos — M é xico , Perú— donde fue evidente una in flu e n cia indígena de a lto s n iveles. Luego de c e rra r sus puertas la escuela del C onsulado p ropiciada por Belgrano, pasaron va rio s años antes que el re lig io s o Paula C astañeda abriera en el C onvento de los R ecoletos — fin e s de 1814— un nuevo e s ta b le c im ie n to destinado a la enseñanza p ú blica del dibujo. En la época que nos ocupa, los p in to re s — to d o s e x tra n je ro s — fu eron m uy pocos y sus obras escasas. M e ncionarem os al fra n cé s Juan Felipe Goulu, al suizo José G uth y al inglés E m eric Essex Vidal.

problem as en Buenos Aires. Convenciones de Cañuelas y Barracas.

Entrevista de Lavalle y Rosas: la candidatura de Félix de Alzaga. La derrota de la lista propiciada en Cañuelas. El Pacto de Barracas: José Viamonte gobernador. Se resta­ blece la Junta de Representantes de carácter federal. Juan Manuel de Rosas gobernador de la provincia de Buenos Aires: las facultades extraordinarias.

El general Paz domina el interior.

Batalla de Oncativo. La Liga Unitaria o Liga del Interior. El Supremo Poder M ilitar.

El Pacto Federal.

La revolución en Entre Rios. El pacto firm ado en Santa Fe. La Comisión Representativa y el futuro Congreso General.

Los federales vencen a los unitarios.

Las hostilidades contra el general Paz. Invasión de la p ro ­ vincia de Córdoba por tropas federales. Quiroga ocupa la provincia de Mendoza. Prisión del general Paz. Fin de la guerra civil.

Juan Manuel de Rosas.

El estanciero: El Rincón de López y los Cerrillos. Interven­ ción de Rosas en los sucesos del año 1820. Su actuación política posterior. Aspecto físico. Ideología.

Primer gobierno de Rosas.

Las exequias de Dorrego. La divisa punzó. Obra adm inis­ trativa: medidas para m ejorar las finanzas. Política exterior: relaciones con la Santa Sede; protesta po r las islas Mal­ vinas. Rosas rechaza su reelección: la renuncia a las facul­ tades extraordinarias. Los federales moderados.

Gobierno de Balcarce.

O posición a la política de Rosas. División del partido fede­ ra l: los cism áticos y los apostólicos. Campaña de Rosas al desierto. Las colum nas: Rosas, Huidobro y Aldao. El avance hasta la confluencia de los ríos Limay y Neuquén. Fin de la campaña.

La revolución de los restauradores.

El encono entre las fracciones federales. El ju icio al “ Res­ taurador de las Leyes” . Derrota de las tropas guberna­ mentales.

Gobierno de Viamonte.

El predom inio de los federales netos. La Sociedad Popular Restauradora. Renuncia de Viamonte. Rosas rechaza su reelección. Otros designados que no aceptan el cargo de gobernador de la provincia. Elección provisoria de Manuel Vicente Maza.

Asesinato de Quiroga.

El conflicfo entre los gobernadores de Tucumán y de Salta. Quiroga designado mediador. Entrevista con Rosas en la Hacienda-de Figueroa. Muerte de Quiroga.

La ciudad y la campaña (1810-1830). La sociedad.

Algunos datos tomados de empadronamientos. La pobla­ ción según las razas. Situación del indígena y de la clase servil.

Guía de repaso Gobierno de Dorrego.

La situación del pais: rivalidades entre unitarios y fede­ rales. Acercam iento po lítico con los caudillos. La Con­ vención Nacional de Santa Fe. La guerra contra el im perio del Brasil. El tratado de paz: la independencia de la Banda Oriental.

Revolución del 19 de diciembre de 1828.

Dorrego y los problem as internos y externos. El movimiento unitario: Lavalle gobernador. Muerte de Dorrego.

Campañas de los generales Lavalle y Paz.

E l'p la n de guerra de los unitarios. Campañas de Rauch y Estomba. Lavalle: combate de Puente de Márquez. El ge­ neral Paz en el interior del pais. Combate de la Hacienda de San Roque. Ocupa el cargo de gobernador de Córdoba. Facundo Quiroga y la batalla de La Tablada. Lavalle y sus

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La economía.

Progreso de la provincia de Buenos Aires luego de elimt nadas las trabas del m onopolio. Relaciones con las pro vmcias del interior. La ganadería: las estancias. La aqri cultura. Características de la industria.

La cultura.

La arquitectura: el estilo colonial. Los adelantos del periodo rivadaviano. La literatura: la generación del periodo revo­ lucionario. Los unitarios del año 1825. La enseñanza: es­ cuelas especializadas. La enseñanza secundaria y la su­ perior. Las artes: falta de tradición artística. Algunos pin­ tores extranjeros que actuaron en nuestro medio.

—Cuestionario ---------------------------------------------------------1. ¿ C u á l era la situ ació n d el país cuan do D o rrego fu e eleg id o g o b ern ad o r? 2. ¿En q ué fo rm a in ició u n a p o lítica de aoercam ien to con los cau d illo s? 3. ¿Q u é sab e con respecto a la firm a de la paz con el B ra sil? 4. ¿Q u é p rob lem as debió e n fre n ta r D orrego? 5. ¿C óm o se p ro d u jo la revo lu ció n d el 1? de d iciem b re? 6. ¿Q ué o cu rrió en N a v a rro ? 7. ¿Q u é plan traza ro n L a v a lle y P a z p a ra d estru ir a l e jé rc ito fed e ra l? 8. ¿D ónde fu e d erro tad o L a v a lle ? 9. ¿Q u é triu n fo s logró P a z en el in terio r? 10. ¿Q ué d ifíc il s itu a ­ ción afro n tó L a v a lle en B u en os A ire s? 11. ¿Q ué dispuso la co n ­ ven ció n de C añ u ela s? 12. ¿ Y el pacto de B a rra c a s? 13. ¿Cóm o R osas lleg ó a go b ern ad o r d e la p ro v in c ia de B u en os A ire s? 14. ¿ C u á les fu ero n las con secu en cias de la b a ta lla de O n ca tivo ? 15. ¿ A qué se llam ó la L ’ ga U n ita ria ? 16. ¿Q u é dispuso el P acto F e d e ra l? 17. ¿Q u é lu ch as lib ra ro n las lig a s u n ita ria y fed e ra l? 18. ¿En q u é fo rm a cayó p risio n ero el g e n e ra l P az? 19. ¿D ónde form ó su p erso n a lid a d J u an M an u el de R osas? 20. ¿ C u á l fu e el com ien zo de su v id a p o lítica ? 21. ¿Q ué sab e con resp ecto a su retra to físico e id eología? 22. ¿Q u é acc'ó n p o lítica y a d m in istra ­ tiv a cu m p lió en su p rim er go biern o? 23. ¿P or q ué R osas rechazó su reelecció n ? 24. ¿C óm o se d ivid ió el p a rtid o fed e ra l? 25. E x p li­ que la cam p añ a de R osas al desierto. 26 ¿ C u á l fu e el m otivo de la revo lu ció n de los resta u ra d o res? 27. ¿Q u é pred om in io e jercie ro n los fe d e ra le s netos d u ra n te el go b iern o de V iam o n te? 28. ¿P o r qué F acu n d o Q u iro g a fu e en via d o al n orte por el go b ern ad o r M aza? 29. ¿Q u é o cu rr'ó en B a rra n c a Y a c o ? 30. ¿ C u á l era la po blación de la ciu d ad de B u en os A ire s en el año 1810? 31. ¿ Y en 1822? 32. ¿C ó m o se m od ificó la estru ctu ra so cia l en las dos p rim eras décadas sig u ien tes a la R e vo lu ció n de M ayo? 33. ¿P o r a u é la p ro v in c ia d e B u en os A ire s ob tu v o b en eficio s econ óm icos su p erio res al resto d el país? 34. ¿P o r qué fu e escaso el progreso de la a g r i­ c u ltu ra ? 35. ;Q n é estilo a rq u itectó n ico pred om in ó en el período

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h isp án ico? 36. ¿ C u á n ta s g e n e ra cio n e s lite r a r ia s se d istin g u en en tre 1810 y 1830? 37. ¿Q u é p u e d e d ecir con resp e cto a la en señ a n za en la s dos p rim e ra s d éca d a s d el p erío d o in d e p en d ien te? 38. ¿P o r qu é la s a c tiv id a d e s a rtís tic a s fu ero n escasas?

Actividades Prácticas •

A n a liz a r y e x p lic a r el proceso que c u lm in ó con la re v o lu c ió n d e l 19 de d ic ie m b re de 1828. • R e s u m ir en u n cu a d ro sin ó p tico las cam pañas de los generales L a v a lle y Paz. • E x p lic a r e l P acto F e d e ra l de 1831 y c o m p a ra rlo con otros antece­ dentes' legales a n te rio re s . • In d ic a r, los m o tiv o s que o rig in a ro n la d iv is ió n de los fe d e ra le s en cism á tico s y apostólicos • A n a liz a r la e v o lu c ió n de la ciu d a d y la cam paña (1 8 1 0 -3 0 ) en los aspectos social, económ ico y c u ltu ra l.

Lectura PACTO FED ER AL

T R A T A D O C E L E B R A D O E N TR E L O S E X C M O S. G O B IE R N O S DE L A S P R O V IN C IA S L IT O R A L E S DE B U E N O S A IR E S , S A N T A FE Y E N T R E R IO S. (4 de en e ro de 1831) A r t í c u l o I. — Los Gobiernos de Santa-Fé, Buenos-Aires y Entre Rios ratifican y declaran en su rigoj'" y fuerza los tratados anteriores celebrados entre los mismos Gobiernos, en la parte que estipulan paz firme, amistad, y unión estrecha y permanen­ te, reconociendo reciprocamente su libertad, independencia, representación y derechos. A r t í c u l o II. — Las Provincias de Santa-Fé, Buenos-Aires y Entre-Rios, se obligan a resistir cualquiera invasión extrangera que se haga, bien sea en el territorio de cada una de las tres provincias contratantes, ó de cualquiera de las otras que componen el Estado Argentino. A r t í c u l o III. — Las Provincias de Sánta-Fé, Buenos-Aires y Entre-Rios, se ligan y constituyen en alianza ofensiva y defensiva, contra toda agresión ó preparación de parte de cualquiera de las demas Provincias de la República (lo que pios no permita) que amenaze la integridad, é independencia de sus respectivos territorios. A r t í c u l o IV. — Se comprometen á no oir, ni hacer proposiciones, ni celebrar tratado alguno particular, una Provincia por si sola con otra de las litorales, ni con ningún otro Gobierno sin prévio avenimiento espreso de las demas Provincias que forman la presente federación. A r t í c u l o V. — Se obligan á no reusar su consentimiento espreso para cualquier trata­ do que alguna de las tres Provincias litorales quiera celebrar con otra de ellas, ó de las demas que pertenecen á la República, siempre que tal tratado no perjudique á otra de las mismas tres Provincias, ó á los intereses generales de ellas, ó de toda la República. A r t í c u l o VI. — Se obligan también á no tolerar que persona alguna de su territorio ofenda á cualquiera de las otras dos Provincias ó á sus respectivos Gobiernos, y á guardar la m ejor armonia posible con todos los Gobiernos amigos.

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A r t i c u l o VII. — Prometen no dar asilo á ningún criminal que se acoja a una de ellas, huyendo de las otras dos por delitos, cualquiera que sea, y ponerlo á disposición del Gobierno respectivo que lo reclame com o tal. Entendiéndose que el presente ar­ tículo solo regirá con respecto á los que se hagan criminales despues de la ratificación y publicación de este tratado. A r t í c u l o VIII. — Los habitantes de las tres Provincias litorales gozarán reciproca­ mente la franqueza y seguridad de entrar y transitar con sus buques y cargas en todos los puertos, rios y territorios de cada una, ejerciendo en ellas su industria con la misma libertad, justicia y protección que los naturales de la Provincia en que residan, bien sea permanente, ó accidentalmente. A r t í c u l o IX. — Los frutos y efectos de cualquiera especie que se importen ó expor­ ten del territorio ó puertos de una Provincia á otra, por agua ó p or tierra, no pagarán mas derechos que si fuesen importados por los naturales de la Provincia, á donde ó de donde se exportan ó importan. A r t í c u l o X. — No se concederá en una Provincia derecho, gracia, privilegio ú excep­ ción á las personas y propiedades de los naturales de ellas, que no se concedan á los de las otras dos. A r t í c u l o XI. — Teniendo presente que alguna de las Provincias contratantes ha determinado por ley que nadie puede ejercer en ella la primera Magistratura sino sus hijos respectivamente, se exceptúa dicho caso y otros de igual naturaleza que fuesen establecidos por leyes especiales. Entendiéndose que en caso de hacerse por una Pro­ vincia alguna excepción, ha de estenderse á los naturales y propiedades de las otras dos aliadas. A r t í c u l o XII. — Cualquier Provincia de la República, que quiera entrar en la liga que forman las litorales, será admitida con arreglo á lo que establece la segunda base del artículo 1.9 de la citada Convención Preliminar celebrada en Santa-Fé á 23 de Febrero del precedente año, ejecutándose este acto con el expreso y unánime consen­ timiento de cada una de las demas Provincias federales. A r t í c u l o XIII. — Si llegase el caso de ser atacada la libertad é independencia de alguna de las tres Provincias litorales, por alguna otra de las que no encuentran al presente en lá federación, ó por otro cualquier poder estraño, la auxiliarán las otras dos Provincias litorales con cuantos recursos y elementos estén en la esfera de su poder, según la clase de la invasión, procurando que las tropas que envien las Provin­ cias auxiliares, sean bien vestidas, armadas, y municionadas, y que marchen con sus respectivos Gefes y Oficiales. Se acordará por separado la suma de dinero con que para este caso deba contribuir cada Provincia. A r t í c u l o XIV. — Las fuerzas terrestres ó marítimas, que según el artículo anterior se envien en auxilio de la provincia invadida, deberán obrar con sugecion al G obierno de esta, mientras pisen su territorio, y naveguen sus rios en clase de auxiliares. A r t í c u l o X v . — Interin dure el presente estado de cosas, y mientras no se estables* ca la paz pública de todas las Provincias de la República residirá en la capital de Santa-Fé una Comision, compuesta de un Diputado por cada una de las tres Provincias litorales, cuya denominación será Comision Representativa de los Gobiernos de las Pro­ vincias litorales de la República Argentina, cuyos Diputados podrán ser removidos al arbitrio de sus respectivos Gobiernos cuando lo juzgasen conveniente, nombrando otros inmediatamente en su lugar. A r t í c u l o XVI. — Las atribuciones de esta Comision serán: Primera: Celebrar tratados de paz á nombre de las tres Provincias espresadas, con ­ form e á las instrucciones que cada uno de los Diputados tenga de su respectivo G o­ bierno y con la calidad de someter dichos tratados á la ratificación de cada una de las tres Provincias. Segunda: Hacer declaración de guerra contra cualquiera otro poder á nombre de las tres Provincias litorales, toda vez que estas estén acordes en que se haga tal decla­ ración. Tercera: Ordenar se levante el ejército en caso de guerra ofensiva y defensiva, y nombrar al General que deba mandarlo. Cuarta: Determinar el contingente de tropas con que cada una de las Provincias aliadas debe contribuir conform e al tenor del artículo trece. Quinta: Invitar á todas las demas Provincias de la República cuando estén en plena libertad y tranquilidad, á reunirse en federación con las tres litorales, y á que por medio de un Congreso General federativo se arregle la administración general del país bajo el sistema federal, su com ercio interior y exterior, su navegación, el cobro y distribución de las rentas generales, y el pago de la deuda de la República, consultando del m ejor modo posible la seguridad y engrandecimiento general de la República, su crédito interior y exterior, y la soberanía, libertad é independencia de cada una de las Provincias. A r t í c u l o XVII. — El presente tratado deberá ser ratificado á los tres dias por el Gobierno de Santa-Fé, á los seis por el de Entre-Rios y á los 30 por el Gobierno de Buenos-Aires.

nunciado el Sr. General D. Pedro Ferré la comision que le confirió al efecto, y tenien­ do muy fundados y poderosos motivos para creer que accederá á él en los mismos términos en que está concebido, se le invitará por los tres Comisionados que subscriben á que adhiriendo á él, lo acepte y ratifique en todas y cada una de sus partes, del mismo modo que si hubiese sido celebrado conform e á instrucciones suyas con su respectivo Comisionado. Dado en la ciudad de Santa-Fé, á 4 del mes de Enero del año de Nuestro Señor 1831. D o m in g o C u l le n . J o se M a r ía R o j a s A n t o n io C r e s p o .

y

P

atbon.

A r t í c u l o a d i c i o n a l r e s e r v a d o . — Siendo notorio á todos los Gobiernos de la liga que los de Santa-Fé y Entre-Rios no pueden por ahora en manera alguna hacer frente á los gastos de la guerra, toda vez que ella se haga necesaria, ambos Gobiernos que­ dan obligados á contribuir con sus respectivos contingentes, según lo establecido en el artículo 13 del tratado público celebrado en esta ciudad de Santa-Fé, y en este dia entre las tres Provincias litorales, Santa-Fé, Buenos-Aires y Entre-Rios; y el Gobierno de Buenos-Aires se obliga á proporcionarles cuantos recursos pecuniarios le sean posi­ bles según sus atenciones' y circunstancias, para fomentar el equipo y apresto de la fuerza con que cada uno de ellos deba contribuir conform e á la designación del con ­ tingente que prèviamente haya hecho la Comision Representativa de los tres Gobiernos litorales. Dado en la ciudad de Santa-Fé. á 4 del mes de Enero del año de Nuestro Señor de 1831. D o m in g o C u l l e n . J o s e M a r ía R o j a s A n t o n io C r e s p o .

y

P

atron .

• ¿Por qué se considera que los a r ­ tículos X V y X V I del pacto son fundam entales? • ¿La C o m is ió n R e p r e s e n ta t iv a reem plaza a un gobierno central? • ¿Cuál es la im p o rta n c ia de la c lá u ­ sula q u in ta del a rtíc u lo X V I?

Dado en la ciudad de Santa-Fé, á 4 del mes de Enero del año del Señor de 1831. D o m in g o C u l l e n . J ó se M a r ía R o j a s A n t o n io C r e s p o .

y

P

atrón.

A r t í c u l o a d i c i o n a l . — Siendo de la mayor urgencia la conclusión del presente tratado, y no habiendo concurrido la Provincia de Corrientes á su celebración, por haber re­

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Indice General

UNIDAD 1 Subunidad 1:

EL SURGIMIENTO DEL MUNDO NUEVO La Edad M o d ern a. El Renacim iento La Edad Moderna. La quiebra del Mundo Medieval (1). Los com ienzos de los tiem pos m odernos (2). La renovación cien­ tífica: Adelantos técnicos y grandes inventos (8). El Renaci­ m iento (12). La nueva concepción del hom bre (15). El Huma­ nismo (16). El arte renacentista (20). El apogeo del Renacim iento en Italia (22). El Renacim iento en Flandes y los Países Ba­ jos (28). El Renacim iento en Alem ania (30). El Renacim iento en Francla(31). El Renacim iento en lnglaterra(32). El Renacimiento en España (33). Los adelantos científicos (37). La crisis de la C ristiandad: Reforma Protestante (38). Causas de la Refor­ ma (39). La Reforma en Alem ania (40). O tros reform adores (45). La Reforma Católica o Contrarreform a. San Ignacio de Loyola y la Compañía de Jesús (49). El C o ncilio de Trento (51).

Subunidad 2:

Los descubrimientos. Conquista de A m érica Expansión ultram arina. España y Portugal (57). Descubrim iento de Am érica (59). Viajes de los portugueses (66). Viajes de los españoles (68). Encuentro de Europa y América. Las civiliza cio ­ nes prehispánicas (71). Indígenas que poblaron el te rrito rio argentino (79). La Conquista (86). Conquista de M éxico (86). Conquista del Perú (88). Conquista de Venezuela (90). Con­ quista de Nueva Granada (Colombia) (90). Conquista de C hi­ le (91). Corrientes pobladoras del te rrito rio argentino (94). Con­ quista del Río de la Plata (95).

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UNIDAD 2

PREDOMINIO ESPAÑOL

Subunidad 2:

La política borbónica en Am érica (263). Fundación del V irre i­ nato del Río de la Plata (265). Los virreyes del Río de la Pla­ ta (266). Perfil social, económ ico y cultural de Am érica hispá­ nica (271). Perfil social del V irreinato del Río de la Plata (276). La economía (278). La cultura (283). Inglaterra en el sig 'o XVIII. Los Hannover (289). La monarquía parlam entaria en Inglate­ rra (292). La India: Rivalidad colonial anglo-francesa (294). In­ dependencia de los Estados Unidos de Am érica (296).

La España de Carlos V (105). España en Italia y en el M edite­ rráneo (109). La España de Felipe II (113). Política in te rio r de Felipe II (114). Política exterior de Felipe II (116). Las guerras de religión en Francia (121). Francia. Francisco I y Enrique IV (123). Inglaterra. Isabel I (125). El siglo de oro español (127). La Literatura (127). C oncepto po lítico de Indias (132). El Con­ sejo de Indias (134). La Casa de Contratación (136). A uto ri­ dades residentes en Am érica (137). Los consulados (142). El poblam iento (143). La evangelización (145). Las misiones je ­ suíticas (146).

UNIDAD 5 UNIDAD 3 Subunidad 1:

FIN DE LA HEGEMONIA ESPAÑOLA

Subum dad 2:

Subunidad 1:

Subunidad 2:

El Río de la Plata (197). Segunda fundación de Buenos A i­ res (199). Hernandarias de Saavedra (202). C orriente pobladora del Norte. El Tucumán (203). Fundaciones en El Tucumán (205). C orriente pobladora del Oeste. El Cuyo (208). División del te­ rrito rio : las dos gobernaciones (210). El Tucumán, Cuyo y el Río de la Plata en el siglo XVII (210). Pretensiones extranjeras sobre el Río de la Plata (214). C onflictos entre España y Por­ tugal (215). La Patagonia (220). Las Malvinas (222).

AMERICA EN EL SIGLO XVIII

Subunidad 1:

Las nuevas ideas. Los Borbones en España Las nuevas ¡deas (229). La E nciclopedia (235). El Despotismo Ilustrado (236). Los adelantos culturales (240). Los avances científicos y técnicos (242). Guerra de la Sucesión de Aus­ tria (245). G uerra de los Siete Años (247). Polonia en el siglo XVIII (249). La Revolución Industrial Inglesa (251). Los Borbo­ nes en España (254). Carlos III y sus m inistros (256).

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Revolución Francesa. N apo leó n B onaparte

Invasiones inglesas. Revolución de M ayo Los albores revolucionarios (355). Pretensiones inglesas en Am érica (357). Invasiones inglesas: antecedentes (358). Causas de las invasiones inglesas (359). La prim era invasión, ingle­ sa (361). Segunda invasión inglesa (365). Consecuencias de las invasiones inglesas (369). Repercusión de los sucesos europeos en el Río de la Plata (370). La Revolución de Mayo (373). La semana de Mayo (375). Cabildo abierto del 22 de Mayo (376). El 25 de Mayo (381). Prim era junta de go bierno (383). La Revo­ lución en Hispanoam érica (387). Expansión de la Revolución de Mayo (388). Expedición al Alto Perú (389). Expedición al Paraguay (391). Expedición a la Banda O riental (393). Obra de la Prim era Junta (395). Divergencias en la Junta de Go­ bierno (396). La Junta Grande (398). M ovim iento del 5 y 6 de abril de 1811 (399).

El Río de la Plata: fundaciones. Pretensiones extranjeras

UNIDAD 4

ACCION REVOLUCIONARIA EN AMERICA Crisis del antiguo régimen (305). La Revolución Francesa (310). La caída de la monarquía (318). El T error (323). La guerra du­ rante la convención (328). El D irectorio (329). Epoca de Napo­ león (330). El Consulado (335). El Im perio (338). La guerra es­ pañola por su independencia (343). Los cien días (349). W aterloo. El fin del Im perio (350).

Europa en el siglo X V II La España de los Austrias M enores (153). El Barroco y su pro­ yección en Am érica (156). El Absolutism o m onárquico (158). Francia en la época de Richelieu (160). La G uerra de los Treinta Años (162). Las Revoluciones Inglesas (165). La Francia de Luis XIV (171). El predom inio francés: la cultura (177). Impe­ rialism o de Luis XIV (180). M ovim iento filo só fico y cie ntífico europeo (184). S urgim iento de Prusia (187). Surgim iento de Ru­ sia (188). Surgim iento de Holanda (190).

V irre in a to del Río de la P lata. In g la te rra en el siglo X V III

UNIDAD 6 Subunidad 1:

LA INDEPENDENCIA HISPANOAMERICANA La Restauración en Europa La Restauración en Europa (407). El Congreso de Viena (408). La Santa Alianza (411). La Restauración en Francia (412). La Restauración en España (413). O tros m ovim ientos liberales y

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nacionalistas (415). Repercusión en Am érica de la Restaura­ ción (416). Los progresos cie ntíficos (417). Las nuevas con­ cepciones literarias (421). La filosofía (424). La historia (425). Las nuevas concepciones artísticas (426).

de Rivadavia (555). C onstitución de 1826 (557). Lucha por la hegemonía en el Plata. G uerra con el Brasil (559). Renuncia de Rivadavia (562). Disolución del Régimen nacional (562).

Subunidad 2: Subunidad 2:

La A sam b lea del año 1813. El Congreso de Tucumán. Constitución de 1819 El prim er triun virato (435). José de San Martín (440). La con­ juración de Alzaga (442). La obra del prim er triun virato (443). La revolución del 8 de octubre de 1812 (444). Belgrano y la creación de la Bandera Nacional (446). Acontecim ientos m ili­ tares entre los años 1812-14 (448).

Subunidad 3:

Dorrego. La ciudad y la cam paña El predom inio federal (569). Gobierno de Dorrego (569). Revo­ lución del 1? de diciem bre de 1828 (571). C ojivención de Ca­ ñuelas y Barracas (576). El general Paz dom ina el interior (578). Pacto Federal de 1831 (579). Los federales vencen a los uni­ tarios (580). Juan Manuel de Rosas (582). Prim er gobierno de Rosas (586). G obierno de Balcarce (588). G obierno de Viam onte(591). Asesinato de Q uiroga (592). La ciudad y la cam­ paña. La sociedad (594). La econom ía (595). La cultu ra (596).

Prim er Triunvirato. Acontecimientos m ilitares (1 8 1 2 -1 4 ) Los com ienzos de nuestra soberanía. La Asamblea de 1813(461). La Asamblea y los diputados orientales (462). La obra de la Asamblea (464). Los sím bolos patrios (467). El D irectorio (469). Las misiones diplom áticas (471). Sublevación del Ejército del Norte (472). D irectorio de Alvear (473). La Revolución Federal de 1815 (474). El Estatuto Provisional de 1815 (475). D irectorio de Alvarez Thomas (476). D irectorio de Antonio González Balcarce (478). Tercera campaña al Alto Perú (479). Güemes y la guerra gaucha (482). El Congreso de Tucumán (483). La Independencia Argentina (485). El Reglamento Provisorio de 1817 (487). D irectorio de Pueyrredón (488). La invasión portu­ guesa a la Banda O riental (490). La guerra de Corso (492). La constitución de 1819 (494). La acción diplom ática (495).

Subunidad 4:

La h a za ñ a lib e rta d o ra El plan Sanm artiniano (503). La situación en Chile (504). San Martín, G obernador Intendente de Cuyo (505). El E jército de los Andes (506). La campaña libertadora de Chile (508). La cam ­ paña libertadora al Perú (513). La acción Bolivariana (516). La entrevista de Guayaquil (517). El ostracism o del héroe (518).

UNIDAD 7 Subunidad 1:

AUTONOMIAS PROVINCIALES Y UNIDAD NACIONAL El fed eralism o . Disolución del régim en nacional El federalism o argentino (525). La crisis del año 20 (528). La batalla de Cepeda (530). El tratado de Pilar (534). Las luchas entre los caudillos (539). Las constituciones provinciales (540). G obierno de Martín Rodríguez. Reformas orgánicas (543). El tratado del cuadrilátero (549). Las relaciones internaciona­ les (550). El gobierno de Las Heras (552). El Congreso General C onstituyente (552). Presidencia de Rivadavia (554). G obierno

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Esta I a e d ic ió n c o n s ta de 40.000 e je m p la re s y se te rm in ó de im p rim ir en FA.VA.RO. en la Avda. In d e p e n d e n cia 3277, C a p ita l F ederal, R e p ú b lica A rg e n tin a , el día 3 de m arzo de 1980.



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