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Cuéntame � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � �

CUÉNTAME

Eli Samson

Yo manejo el SUV con cuidado, con los ojos enfocados directamente en la carretera, retorciéndome para estar más cómodo en el asiento del conductor. Mi estómago se queda lleno de dim sum, y me imagino los pedazos pequeños de siu mai, arroz glutinoso y brócoli chino nadando contentamente en el ácido digestivo. Es una tradición para los Samson comer en los restaurantes de dim sum cada fin de semana, y lo hemos hecho desde siempre. Pero este fin de semana es diferente--mis abuelos han viajado desde Dallas hasta Houston. Querían visitarnos antes de ir de crucero saliendo de Galveston, sólo una corta hora al sur de la ciudad.

Estoy conduciendo con mi abuelo en el asiento de pasajero, canturreando la música que emana tranquilamente de los altavoces del coche. Él es un hombre calvo, tiene alrededor de setenta años con manos eternamente secas y rajadas de su tiempo como un doctor en las Filipinas y después como un enfermero aquí en los Estados Unidos. Ahora sus manos se quedan entrelazadas en su regazo y él parece contento, calmado.

Su piel es del color del café mezclado con mucha leche, su nariz curvada a diferencia de la nariz que heredé de mi abuela, que es más plana y ancha. Sus ojos, detrás de sus gafas delgadas, son tan oscuros como la noche, como los míos.

6 • Pluma

A él le gusta hablar conmigo mientras estamos en el carro, dándome pedacitos y pedazos de la historia de su vida cuando estamos parados en las intersecciones o las señales de stop. Me interesan muchísimo, y se nota que tiene un cariño particular por mí, el nieto que le hace más orgulloso.

Un millón de preguntas brillan dentro de mi cerebro.

Cuéntame de tu niñez, abuelo, de los juguetes que hacías de la basura que encontrabas por la carretera de suelo que pasaba por su pueblo. Cuéntame de tu vida en la provincia, en un pueblito que se llamaba Alicia Isabela. Cuéntame cómo eras de estudiante en la escuela fundada por los soldados norteamericanos que nunca conocías. Cuéntame de tu padre, Don Leonardo Samson, hijo de un español y una aldeana filipina, y el dueño de una plantación de maní y tabaco, de la provincia Visaya de donde vino tu madre, Trinidad Patiño.

Cuéntame por qué tus padres hablaban el español, y por qué no te lo enseñaron. Cuéntame de nuestro antepasado chino, un hombre bajo quien emigró de Fujian en China, un converso que cambió su apellido de Swansong a Samson por la vergüenza de ser chino en un país ferozmente mestizo. Cuéntame de tus diez hermanos y hermanas, unos que se murieron antes de cumplir los cinco años, y cómo eso afectó a tu madre, quien todavía vive en la provincia.

Pluma • 7

Cuéntame del lado Patiño de nuestra familia, que se quedó leal a los colonizadores españoles durante la guerra del 98, que lo perdió todo cuando los americanos ganaron, forzando que ellos abandonaran toda su propiedad y riqueza. Cuéntame de las tardes cuando tenías que sacar agua de un pozo ubicado unas millas de tu casa, la tarea que hiciste por la luz de una lámpara de gas, del orgullo que tenías cuando la primera ducha en toda la provincia se instaló en tu casa.

Cuéntame de todas las lenguas que hablas, de la diferencia entre el tagalo mahal y el visaya nagaina, el pagibig y el gugma. Cuéntame de tu comida favorita, el dinuguan y el sinigang. Cuéntame de esa vez cuando casi te moriste, cuando estabas jugando naipes con tus amigos en el año 1984 y un soldado loco te disparó con su rifle militar.

Cuéntame cómo te sentiste cuando tu hijo más joven se murió de un infarto y en su funeral yo te vi llorar por la primera vez en mi vida, y cuéntame por qué de vez en cuando mientras estamos comiendo su nombre se desliza de tus labios. Cuéntame por qué no volviste a la escuela en los Estados Unidos para ser un médico de nuevo, por qué te convertiste en enfermero norteamericano cuando eras el mejor doctor de tu provincia.

8 • Pluma

Cuéntame de las novias que tenías antes de conocer a mi abuela, las aventuras que tuviste cuando estudiaste en Manila, o del tiempo cuando ustedes eran jóvenes, las palabras que usaste para hacer que ella se enamorara de ti. Cuéntame cómo ustedes se veían, cuando no eran viejos, cuando tú y ella tenían pelo tan oscuro como la noche, cuando eran bellos y fuertes y tenaces y no cansados ni tristes ni perezosos.

Cuéntame cómo mi padre no fue planeado, como tú y Lola tuvieron que casarse para no traer deshonor a sus familias, las conversaciones que tuviste con mis bisabuelos Mario y Milagros, los que ahora viven en Round Rock. Cuéntame de cómo tratabas de tener una hija y en vez de ella recibiste un hijo homosexual. ¿Todavía lo amas?

Yo me canso de imaginarlo, abuelo. Abre la boca, Lolo. Cuéntame todo lo que quiero saber--por favor.

Pluma • 9

BORIKEN

Mourad Berrached

La isla de mi mamá, donde crecen helechos gigantes dentro de las curvas del Yunque.

El aroma de los plátanos fritos llena la cocina y los niños pequeños chupan el néctar de su Cruz de Malta mientras los mangos caen en el verano para que las abuelitas alimenten a sus nietos.

El ko-KEE interminable del Coquí, recuerda al mundo que todavía se respira en la noche. ¿Por qué sangro en tu arena blanca? Un extranjero de guayaba y queso.

Pluma • 11

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