Crónicas de la Amada Coapa

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c a s a g a l e r í a p r e s e n ta

crónicas de la amada coapa

intervenciones en el pueblo de santa úrsula coapa


Casa Galería, sus colaboradores y los artistas participantes en Crónicas de la amada Coapa, agradecen a la comunidad de Santa Úrsula Coapa y la inestimable colaboración económica de cuatro empresas locales ubicadas en la misma: Abalat, Automotriz Abasolo, Grupo Editorial raf y Ferretería Casa Blanca.


crĂłnicas de la amada coapa intervenciones en el pueblo de santa Ăşrsula coapa


Crónicas de la Amada Coapa Intervenciones en el pueblo de Santa Úrsula Coapa

asistente de producción:

textos:

César Alejandro Jiménez Flores

Igor Susaeta murales por:

Brenda Larusso Carlos Ramírez Gorka Larrañaga Jeantz Yoshimatt Luisa Estrada Juan A. Espinosa (Yetseronack) Anahi H. Galaviz (ws) Daniel Benítez (ws) Elihu Hernández (ws) enlace vecinal:

Luis Jiménez González dirección:

Sergio Eduardo García Flores servicio social:

coordinación externa:

Carlos Corral

registro fotográfico:

Casa Galería & Francisco Pavón diseño y edición:

WorstSeller Ediciones

agradecimiento especial:

Juan Estrada, cronista oficial del pueblo de Santa Úrsula Coapa. una publicación de:

Gorka Larrañaga coordinación

Anahi H. Galaviz

con el apoyo de:

pacmyc 2016 / conaculta



INTRODUCCIÓN

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acer comunidad, trabajar por ella, es reconfortante y a la vez revitalizante para el espíritu. Más aún si ese proceso se realiza a través del arte. Eso es, en definitiva, lo que canaliza el proyecto Crónicas de la amada Coapa. Interviniendo artísticamente algunos de los muros que escoltan las sinuosas calles de Santa Úrsula Coapa, se ha tratado de visualizar de una manera contemporánea lo que los lugareños del pueblo guardan en ese imaginario colectivo repleto de usos, costumbres e imágenes icónicas, con el fin, por supuesto, de reforzar esa identidad intrínseca a toda comunidad que se precie. Es por ello que el propósito de la iniciativa impulsada por el espacio Casa Galería y su director Gorka Larrañaga no se ha limitado simplemente a pintar unas paredes. No, nada de eso. Se ha apostado por juntar a un grupo heterogéneo de artistas visuales, entre ellos, Larrañaga, Jeantz Yoshimatt, Brenda Larusso, Luisa Estrada, Carlos Ramirez, WorstSeller Ediciones y Yetseronack, partiendo de su credo artístico pero enriqueciéndose unos del


trabajo de los otros, conseguir plasmar, tanto individualmente como en colectividad con la inestimable ayuda de los habitantes de la comunidad, el imaginario de un pueblo milenario. Han recreado personajes, situaciones, recuerdos y costumbres que hacen de Santa Úrsula Coapa un lugar particular. ¿Quién no conoce a Don Pancho? O qué decir de María La Güerita, la entrañable anciana siempre ahí sentada en su tiendita enfrente de la iglesia… Una estampa, fotografía histórica en sí misma. Como la de los burros trasladando el agua que increíblemente escaseaba entre ojos de agua que brotaban entre los pedregales. Imágenes de una historia rica en vivencias. Las de los establos que dieron trabajo a la comunidad, esa que podía albergar en su seno a alguien como Isaac Mendicoa, El Tigre. Personajes, situaciones, recuerdos, costumbres, al fin y al cabo, que constituyen un lugar, una manera de hacer, esa que Crónicas de la amada Coapa ha proyectado a través del arte. Igor Susaeta




COMUNIDAD DESDE EL ABARROTES

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i se entra a la tienda de abarrotes La Flor de Hidalgo, uno se puede abastecer de todo lo que quiera y más. ¡Qué no ofrece, qué no guarda ahí adentro el dueño! Don Pancho ha hecho de su negocio un modo de vida que sintoniza totalmente con las necesidades del día a día de los lugareños, y es por eso, quizás, que todo aquel que pasa enfrente del local lo saluda con una voz, una mueca, que mezcla gratitud y respeto. Pero claro que no es solo por eso. Pues el afable dueño de la tienda más antigua del pueblo sabe hacer comunidad y siempre ha estado dispuesto a echar una mano a quien lo necesite, desde que el establecimiento floreciera el 20 de junio de 1960. Por casualidades de la vida, nació en el estado de Hidalgo, en Huichapan concretamente. Llegó a Santa Úrsula Coapa con dos años, en 1937, ya que él y sus hermanos se quedaron huérfanos de padre. “El mayor asumió la responsabilidad de sacar adelante a la familia y le ofrecieron trabajo aquí”. Pancho también colaboró en la austera economía familiar, trabajando en la fabrica de refrescos Delaware Punch. “Donde hoy está la Coca-Cola”. Hasta que abrió las puertas del comercio, junto con su mujer. “La tienda lleva abierta apenas 55 años”, bromea. “Está igual que antes; sólo que es un poco más grande”. Y las puertas se han abierto y se siguen abriendo de par en par desde las 07:00 a las 21:00 horas de todos los días; bueno, los domingos las cierran a las 14:00. “Ahora el responsable es mi hijo. También trabajan los nietos”.


Pancho vigila desde esa cercanía que transmite su sonrisa de hombre bueno, de los de antes. “Meto las horas que quiero”. Pero no solo del trabajo vive el hombre, y Pancho sabe también celebrar las fechas clave del pueblo y participar en los festejos de manera directa e indirecta. Por ejemplo, nunca ha tenido reparos en dar dinero en efectivo cuando se le pide para los gastos de la banda de música y de los fuegos artificiales del 21 de octubre, día de la patrona de Santa Úrsula Coapa. “Damos de comer y de cenar a la banda”. Mientras que cuando se acerca la Navidad, la gente del pueblo sabe que Pancho y su familia van a organizar una posada, como lo han hecho desde 1956; y que se va a comer, a beber, a bailar… En fin, a pasar un buen rato. “Lo hacemos por gusto”. Pero, humildemente, no pretende alardear de nada. “No me siento capaz de decir que he hecho algo por la comunidad”. Sin embargo, ha hecho; y mucho, además. Los del pueblo no sólo lo saludan porque saben que en La Flor de Hidalgo van a poder encontrar lo que buscan, no; es por otra cosa. Al preguntarle por eso, por ese respeto y cariño que genera, Pancho baja la cabeza y casi-casi le da vergüenza decirlo: “Es muy bonito sentirse querido”.

mural por: Gorka Larrañaga




UNA ESTAMPA UNA VIDA

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o que tiene el modo de vida contemporáneo es: que aún teniendo 85 años y carecer de buena salud, tengas que seguir peleando para sobrevivir. Esa es la edad que tiene María y eso es lo que le sucede, fruto de una vida llena de altibajos. Más conocida en el pueblo como La Güerita, la pueden encontrar todos los días en un minúsculo local enfrente del quiosco del pueblo. Si le preguntan por su edad, les contestará con tono melancólico que de joven era mucho más guapa, que ahora se ve fea. Seguro que es cierto, observando esos ojos claros que sugieren calamidades vividas. Viste bien tapada y con un gorro. La señora vende lo que puede en el local que le prestan: libros viejos, bolsas, colchas, calendarios antiguos… Los almacena en un carro de supermercado que ha introducido en la improvisada tienda. A primera vista, la escena genera, como mínimo, compasión, pero ella no se arruga, no se compadece, y no acepta limosna. “¿Necesitarás tu ese dinero, verdad?”. Antes vendía fruta en el mismo lugar. “Hay que trabajar…”. Eso es lo que ha hecho La Güerita. Como muchas otras jóvenes del pueblo, trabajó en casas ajenas. “Planchando, lavando, preparando la comida…” Le daban cinco pesos al día. Pero ella se rebelaba; no le parecía justo. “Hablamos de hace más de 50 años…” De todas formas, cuando podía volvía a esas labores. “Tenía familia…” No le gusta hablar de ello y no profundiza demasiado, al parecer por un dolor que sigue sin sanar. Pero dice que vive con su familia; cerca del Estadio Azteca. “Gasto 40 pesos diarios en taxi; 20 para venir y 20 para volver”, confiesa con amargura. Agradece a los que se le acercan con una taza de café, o a los que le dan


unos bolillos dentro de una bolsa. “Gracias joven”. Se le comenta que se le va a homenajear en un proyecto artístico del pueblo, que se le va a ofrecer una pared, y María, a lo mejor sin ser muy consciente de lo que se está diciendo, y restándole importancia a su peso en el imaginario colectivo de los coapeños, dice que las paredes se ven feas. Tiene dificultades para caminar –“Me tuvieron que operar en una pierna, y ando con un andador”–, incluso para hablar, pero añade con orgullo que sabe leer “un poco”. Y en esa situación, con 85 años, La Güerita sigue yendo todos los días a su local de enfrente del quiosco. Esa estampa, llámenle costumbrista, desgarradora, triste, es la que genera el desquiciado modo de vida que promueve la sociedad contemporánea.

intervención por: Jeantz Yoshimatt




ALEGRÍA ENTRE CARENCIAS

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izo erupción el volcán Xitle hace más de 2500 años y la lava creó un peculiar ecosistema al sur de la ciudad: el pedregal. Con el paso de los siglos, los Tepanecas se asentaron en esa geografía que hoy conocemos como Santa Úrsula Coapa, entre manantiales, pastizales, tierra de labranza, ríos, ciénagas, y sobre todo piedra volcánica. Esa combinación convirtió al pueblo en un lugar no demasiado amable ni propicio para vivir. Pero hace unos 50 años se produjo un movimiento expansivo que llevo a los habitantes del centro de la ciudad a las latitudes del sur. Sin embargo, según un señor del pueblo entrado en años, nadie quería vivir en Santa Úrsula. “No era fácil”. En los pocos espacios en los que se podía sembrar, se cultivaba, por ejemplo, frijol, maíz, rábano y calabaza; también había espacio para plantas, para dalias, rosas, y los lugareños se afanaban en cuidar sus corrales y gallineros, tanto para el consumo propio como para vender lo recogido. Pero no era fácil. Para empezar, por la accidentada orografía del lugar. En la década de 1940 y 1950, el pueblo tenía una sola entrada, la que enlaza la vertebradora Calzada Tlalpan con la iglesia, y no se puede decir que hubieran calles en la irregular traza de la superficie del pueblo: eran puras veredas de piedra. Dice la leyenda, quizás de una manera un poco exagerada, que algunas de ellas eran tan estrechas que si se cruzaban dos personas robustas a duras penas conseguían pasar. Eso sí, vivía poca gente en el pueblo, según lo que decía el censo: 160 personas. Pero paulatinamente, sobre todo en la década de 1950, se fueron construyendo las calles tal y como hoy las conocemos. La primera fue la


calle Esfuerzo, denominada así por el sacrificio que supuso su obra para los coapeños. Y en aquellas faenas comunitarias, cabe destacar la labor de las mujeres: amas de casa, madres amantes, esposas y, además, trabajadoras por el bien del pueblo. “Con pico y pala, en trabajos más propicios para los hombres o incluso los animales”. De todas formas, ese sentido comunitario sólo se manifestaba, según los lugareños, en acciones concretas por el bien del pueblo–“a pesar de que había lidercillos que con su avaricia se dedicaban a molestar a los demás”; no, en cambio, en la toma de decisiones de tinte más filosófico. En aquel paisaje y paisanaje destacaban algunos animales primordiales para las labores de transporte. Se recuerdan, por ejemplo, al burro que guiaba José, o a la yegua Carmen. Ahora, recordándolo, los habitantes del pueblo, los que vivieron aquella incómoda situación, afirman que sí, que se sienten orgullosos de su pasado reciente, pero que la vida era dura. Recuerdan las casas de adobe, de tejamanil, de techos de lamina que se los llevaba el viento a no ser que se pusieran pesadas piedras sobre él, de las cocinas de leña –“había que ir por leña y era laborioso; pero más natural a su vez”–, del único cuarto en el que se apilaban las familias… “Dos sólo tenían los que no estaban tan jodidos”. No había luz, y eso podía generar una especie de psicosis entre los vecinos. Pero tenían alegría, se sentían libres a su manera, con mucha vida, a pesar de la pesadez del día a día. “Una existencia sin duda con carencias, pero con sus matices de alegría y convivencia”.

mural por: Yetseronack




EL AGUA QUE VA Y VIENE

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ué significa Coapa en español? Quiere decir Canal de las serpientes o Río de las serpientes. El pueblo ha sido históricamente un lugar en el que había mucha agua en lagos, pozos, ojos de agua y cuevas, y en el que a su vez corría, a través de varios arroyos. Habiendo agua, vegetación y piedra, era un lugar perfecto para los animales: los tecuiches (así se le llamaba antiguamente a los lugareños), víboras (¡cuidado porque todavía salen entre las grietas!), coyotes, tortugas, conejos, ardillas, lechuzas… y también muchas aves. Inevitablemente, la gente mantenía una relación especial con el elemento líquido. Cada pozo, por ejemplo, tenía su propio nombre: El Terremoto, El Bosque, La Carpa, El Manche, La Zanja, La Challotera, El Perón… Eran lugares de juegos infantiles, de esparcimiento para los adolescentes, y, claro está, se podía lavar la ropa allí, “e incluso beber el agua, ya que era cristalina”. También en el río Tlapacoya, hoy desaparecido. Pero la progresiva urbanización fue contaminando esos lugares y, supuso que sepultaran una forma de vida alrededor del agua. Cuando esa urbanización se hizo palpable, los vecinos se las tenían que ingeniar para ir por el agua. El lugar más cercano era la antigua fabrica de refrescos Mister Q. Allí había una toma de agua a la que se le enganchaba una manguera, y tantos los coapeños como los vecinos de las zonas colindantes, hacían cola para poder llenar los cubos que trasladaban en la espalda atados a un palo, o por medio de burros. Pero no era fácil ir a la Calzada Tlalpan. Porque tanto ir, pero sobre todo venir, podían suponer una autentica odisea


debido a los litros de agua transportados; y porque debido a la necesidad de la gente, el nerviosismo florecía y las disputas por la posición o por la cantidad de agua comprada eran frecuentes. Había mujeres, por ejemplo, que se levantaban a las 04:00 para conseguir una buena posición en el lavadero, luego iban a llenar los cubos en compañía del burro, y regresaban al lavadero para, entonces sí, poder lavar la ropa. Pero ese lugar tampoco estaba exento de posibles enfrentamientos, debido a los lidercillos o lidercillas que existen de por sí. La comunidad no lamenta eso; es más, lo recuerdan con humor, con una agradable nostalgia, pero sienten pena al ser testigos de la evolución del lugar, de cómo ha ido desapareciendo el agua, cómo se ha secando el llamado Río de Serpientes. “Y todavía, en algunas casas no hay agua corriente. Parece mentira…”.

mural por: Luisa Estrada




COMO ANIMALES ENTRE ANIMALES

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ivían de los sembradíos cultivando todo lo que se podía, de lo que daban los animales de corral, en el Mister Q… Había que trabajar para salir adelante, y bastantes de los coapeños, sobre todo los que vivían en la parte baja del pueblo, pudieron ganarse la vida en la docena de ranchos que existieron al otro de Tlalpan. La Gloria, Santa Rita, La Capilla, La Mimosa, Santa Rosa, El Gabillero, San Miguelito, San Cristóbal, Santa Rosa (sur), El Miranda, El Refugio, Santa María, Las Cabañas, as Bombas, El Gallego, La Asunción, Tierra Nueva… A esos ranchos propiedad de los españoles llegados al país, y a la ciudad, se iba a trabajar desde muy temprano por la mañana. Desde el siglo xvii al xix existió la hacienda Coapa, dirigida en última estancia por Refugio Nolasco, quien fue la que trajo a la virgen de Santa Úrsula desde Colonia (Alemania), y eso originó el cambio del nombre del pueblo: Santa Úrsula Coapa. En los establos se criaba sobre todo ganado vacuno, y la gente que faenaba se dedicaba a limpiar y a ordenar las cuadras, y, asimismo, ordeñaban las vacas. Pasaban horas y horas entre animales y según familiares de personas que desempeñaron esa labor, muchas veces eran tratados como animales. Se recuerda a los capataces, mexicanos o españoles, vigilar con el látigo en la mano, observando el reloj continuamente para ver si se cumplían a rajatabla los horarios preestablecidos por el patrón. Trabajar en esas circunstancias puede generar desgracias y situaciones límite, inevitablemente. Por ejemplo, la que sufrió un vecino del pueblo, al que le salió un tumor en la cabeza después de ser golpeado por un toro.


Pero aquellas condiciones de trabajo eran un caldo de cultivo perfecto para fomentar rebeliones individuales o colectivas, como la que sucedió cuando un peón arrancó la oreja del capataz de un mordisco, harto el trabajador de las exigencias de su superior, de sus gritos, de sus maneras, de sentirse tratado como un animal. A pesar de todo, parece ser que la mala relación que existía entre trabajadores y capataces no se extendía a la relación patrón-peón. El trato de los de arriba a los de abajo era casi paternalista. Además, contaban con seguro de trabajo, y en Navidad se les obsequiaba con café y pan. Los propios patrones ayudaban, a su manera, eso sí, a hacer comunidad en esas fechas, y a los niños del barrio se les regalaba una bolsa llena de monedas. “Una especie de limosna”, dicen lo que lo recuerdan. Pero no recuerdan con agrado lo que les achacan los de los Pedregales sobre la actividad de la explotación de los ranchos. “Olía a caca y el olor llegaba hasta aquí”, ríen sin mala fe. “Bueno, de hecho, todavía huele”.

mural por: Brenda Larusso




EN BUSCA DE LA IDENTIDAD

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ntes estaba bien claro. Los originarios de Santa Úrsula Coapa eran los originarios, y los avecindados los que habían ido a vivir al pueblo. Cabe decir que los segundos no podían acceder a la mayordomía ni a ningún cargo dentro de la comunidad. Este fenómeno vecinal se ha ido diluyendo y ha desaparecido, también, esa forma de nombrar a la gente por su lugar de nacimiento. Pero en opinión de los vecinos, parece ser que eso mismo ha generado una perdida “en el sentido de pueblo”, o que lo ha fragmentado por lo menos. “No hay sentido de unidad, de comunicación; tan solo el 21 de octubre, el día de la patrona”, afirman. “Quizás hay un sentimiento, pero va por calles”. Y eso apena, ya que antes, hace bastante tiempo, todo el mundo se saludaba entre sí por el pueblo, y a la gente se le identificaba por familias. “Pero desde los 50, los 60, se ha perdido ese espíritu. Pero también hay quienes piensan que se mitifica lo pasado… Quizás por esa concepción romántica, en la que se dice que “cualquier pasado fue mejor”. Bien es verdad que en última década han arribado al pueblo jóvenes obreros de Veracruz, Michoacán u Oaxaca, de entre 20 y 30 años, consecuencia del desarrollo urbanístico. De todas formas, siempre ha llegado gente foránea al barrio, aunque parezca que sea cosa de los últimos años. “Y en México se es racista con el de provincias”, afirma un hombre. Otro piensa que en vez de ayudarles en la integración, se intenta aprovechar del con mal gusto denominado provinciano. ¿Cómo hacer que se sientas parte del pueblo? Pues puede ser una buena


idea instalar unos mapas que indiquen las calles del pueblo de una manera clara y concisa, “ya que mucha gente se pierde”. ¿Por qué no hacer un censo por orígenes? Sin afán discriminatorio ni muchos menos. ¿Por qué no investigar cuántas lenguas minoritarias se hablan en el pueblo? La diversidad cultural enriquece un lugar, no cabe duda. Y que el mapa diga, como indica un vecino: “Bienvenido. Este es el pueblo de Santa Úrsula Coapa”. ¿Por qué no? “Primero hay que rescatar la identidad”. Pero indican algunos vecinos que a la gente le da igual eso; que, tal vez, es comprensible, porque bastante tienen con salir adelante día a día. Es por eso que los que creen en la identidad del pueblo saben que es una lucha a largo plazo, que no va a cambiar en dos días. “Pero hay que pelear para que el pueblo pueda determinarse y desarrollarse libremente; que pueda ejecutar sus propios sistemas electivos”. Sin embargo, temen algo: a raíz de la reforma de la constitución de México df, la capital se llama ya Ciudad de México. Sospechan que esos cambios no beneficiarán demasiado a la hora de tratar de preservar la identidad de los pueblos.

mural por: WorstSeller




UN TIGRE NOVELESCO

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sí como las andanzas de Jesús Negrete el Tigre de Santa Julia causaron admiración entre los mexicanos por su vocación de Robin Hood, otro tigre, el del Pedregal, llamado Isaac Mendicoa Juarez (1900-1933), no fue un hombre muy querido allí por donde pasó. Robó todo lo que pudo con violencia, alevosía y cobardía, cometió siete asesinatos registrados, actuando de la misma manera y muchas veces en compañía de su pandilla de secuaces. Poseedor de una vida novelesca, en los diarios de la época se escribieron ríos de tinta sobre él. Pero es necesario contextualizar. Hijo de Pedro Matías Mendicoa, un comerciante textil de origen vasco, y de Lorenza Juárez, una oriunda de Tlalpan que trabajaba en la milpa, El Tigre del Pedregal, también llamado el El Polainas o El Patillas, nació en Santa Úrsula Coapa. Creció siendo testigo del caos originado por la Revolución Mexicana (1910-1920), y según dice la leyenda, cometió su primer hurto a los nueve años, en una época de miseria y pobreza. Ya apuntaba maneras, y robó maíz a un acaparador que lo guardaba en una cueva cercana a lo que hoy es la calle Abasolo. No se sabe si fue por eso, pero a los nueve años abandonó el hogar familiar y trabajó como peón en la Casa San Juan de Dios, a 25 centavos la paga diaria. Más tarde también se aplicó sacando piedra. Era un hombre alto, fornido, de ojos claros y bigote marcado –tenía tatuado un diablo en su espalda , acostumbrado a conquistar a la mujeres de su entorno. Y, asimismo, gozaba de carisma entre los que le rodeaban, por lo que no le fue muy difícil armar una banda que le protegiera en los asaltos, crímenes y demás fechorías que cometía. Maximino Ramírez, Dionisio Bolaño, Antonio Arenas y sus primos, siempre estaban dispuestos a echarle una mano. Su suerte comenzó a cambiar el 4 de septiembre. Aquel día quitó la vida a una indígena llamada Rafaela Sierra, cerca del Puente de Piedra, en la zona de Huipulco.


Las autoridades estaban tras su pista desde hacía mucho tiempo, y la Policía Judicial lo detuvo un año después en la Colonia Del Valle. Mendicoa sólo se confesó autor del crimen de Sierra. Pero una vez que se corrió la voz de su captura, las victimas de sus fechorías fueron a reiterar sus denuncias, por lo que finalmente, tras un largo juicio –el estado moderno estaba en pleno proceso de institucionalización, fue condenado a 21 años de cárcel, pero al octavo año le otorgaron la libertad condicional por mostrar buena conducta mientras estuvo preso, y pisó la calle de nuevo el 7 de enero de 1933. Una vez libre, no tardó en volver a cometer crímenes y asesinó, en compañía de Pedro López, a un comerciante de telas de origen árabe, llamado Elías Rachid. La policía ya le seguía de cerca, por lo que fue capturado en Ixtapala. Confesó que sí, que había matado al comerciante, pero con la esperanza de que le redujeran la pena, se mostró dispuesto a entregar el botín. Era una estrategia para, en el recorrido en busca de lo que prometió que iba a devolver, intentar huir. Fue conducido por unos agentes en la carretera hacia Puebla, y en un momento en el que el vehículo se detuvo, El Tigre intentó escapar. Según cuentan los periódicos de aquella época, los agentes realizaron disparos al aire, pero viendo que el bandolero no se detenía, uno de ellos le disparó y lo mató. Era el 26 de julio de 1933. Ahí acababa la novelesca vida de Isaac Mendicoa Juarez. Como curiosidad, y quizás pueda valer para saber algo más sobre su personalidad, el sujeto siempre llevaba consigo una cartera de piel con grabados aztecas. En su interior tenía la letra de una de las canciones más populares de Joaquín Pardavé: Varita de Nardo. Además cartas escritas a mano que le enviaron sus amantes, así como una carta que le escribió un hijo pequeño, y en otra hoja varias notas de algunos acontecimientos ocurridos durante su reclusión, con sus respectivas fechas. mural por: Carlos Ramírez





MURALES COLECTIVOS TRABAJO CON LA COMUNIDAD


gorka larraĂąaga y la comunidad



worstseller y la comunidad


carlos ramĂ­rez y la comunidad


jeantz yoshimatt y la comunidad


brenda larusso y la comunidad




yetseronack y la comunidad



casa galería Casa Galería está situada en el antiguo pueblo de Santa Úrsula Coapa. A finales de los años 40, el Gobierno mexicano puso en marcha un proyecto por el que adquiría obras de grandes artistas mexicanos a cambio de cesión de tierras. Toda esta zona quedaba lejos de lo que era la Ciudad de México. El dueñoy constructor de la casa, el internacionalmente reconocido acuarelista y arquitecto ecuatoriano Oswaldo Muñoz Mariño (más conocido en México como “el Cholo”) era muy cercano al grupo de artistas liderado por Diego Rivera quien se benefició de ese proyecto de cesión. El Maestro Muñoz Mariño también decidió adquirir uno de aquellos terrenos, precisamente el que colindaba con un pintor chileno, quien era mano derecha de Diego Rivera en ese entonces. Ahí es donde construyó lo que sería su casa durante casi 20 años y lo que hoy en día conforma Casa Galería. Durante todo ese tiempo eran asiduos visitantes de la casa personalidades importantes de la cultura latinoamericana; artistas, escritores, cineastas y políticos del ámbito internacional. Entre la personalidades más destacadas se encuentran el escritor Juan Rulfo y las hijas de Diego Rivera. El presidente de Guatemala de aquella época también llegaba muchas veces a las famosas fiestas que se celebraban en la casa. 60 años años después, un grupo de artistas alumnos del maestro Oswaldo, hemos recuperado la esencia artística de esta propiedad creando un proyecto independiente de expresión artística multidisciplinaria.


Crรณnicas de la amada Coapa, se terminรณ de imprimir el 30 de abril de 2016 con el apoyo de PACMyC CONACULTA 1,000 ejemplares


crónicas de la amada coapa Casa Galería se ubica en un pueblo donde se respeta la tradición milenaria de usos y costumbres. Es por ello que, en su afán de reforzar la identidad comunitaria de Santa Úrsula Coapa, recuperar la memoria histórica del lugar, y sensibilizar a lugareños y forasteros a través del arte, con los espacios públicos, ha generado el proyecto Crónicas de la amada Coapa. Siete artistas (Gorka Larrañaga, Yeantz Yoshimatt, Brenda Larusso, Luisa Estrada, Carlos Ramirez, WorstSeller Ediciones y Yetseronack) se han encargado de intervenir algunos muros del pueblo, en los alrededores de Casa Galería, en la calle Abasolo. Cada uno de ellos ha escogido un tema que guarda relación directa con la historia, el día a día o el paisaje del lugar. Además de esos siete murales, han pintado otros siete con la ayuda de la comunidad local.

“Este programa es público ajeno a cualquier partido político. Queda prohibido el uso para fines distintos a los establecidos en el programa. Quien haga uso indebido de los recursos de este programa deberá ser denunciado y sancionado de acuerdo con la ley aplicable y ante la autoridad competente.”


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