El código Secreto del 8

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Introducción

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Durante muchos años he sido profesor de ocultismo, y uno de los temas que inincluian mis cursos era el de la simbología numérica. En efecto, más allá de los sistemas más superficiales que atribuyen a los números una especie de valor adivinatorio, o que juegan con ellos para hallar una descripción de la personalidad en un sistema conocido como «numerología», los distintos números se incluyeron en la enseñanza esotérica como partes de un lenguaje simbólico que pretendía aproximarnos a la comprensión del Universo, su estructuración y sus leyes. La mención a los números en los diversos escritos y grabados esotéricos que conocemos, o la aparición de objetos en un número determinado, nunca es al azar.. Siempre, los números forman parte de una clave mayor tras la clave aparente y nos conducen a un significado aún más profundo que permanece velado a los profanos. Pitágoras, considerado a menudo en muchos libros de texto para escolares como «el padre de las matemáticas», no fué ajeno a este sistema. De hecho, lo que Pitágoras no fué jamás es un matemático. La maravillosa desinformación a que se nos somete y la tendencia a no considerar lo esotérico en las raíces de nuestra cultura, se «olvidó» de mencionar que Pitágoras era un buscador de la verdad última y que la escuela que fundó, los «Pitagóricos», era una escuela consagrada a la búsqueda interior, que practicaba el vegetarianismo y que se dedicaba al estudio del conocimiento profundo, utrilizando los números como claves para explicar la Creación y la estructura del Universo. Los números se convertían, así, en formas de explicar los distintos procesos del establecimiento del mundo, planteandose así que el Universo era un orden absoluto detrminado por la matemática pura. Un sistema tal, ligaba de forma inextricable la matemática con la filosofía, lo que queda muy lejos de la árida y fría concepción actual. Pero no sólo fué Pitágoras quien ligó una serie de significados filosóficos y esotéricos a los números. Arabes, egipcios, griegos y muchas otras tradiciones antiguas plantearon esta conexión, siendo quizá los hebreos los más importantes, dado que el sistema kabalístico toma como uno de sus elementos centrales a las letras hebreas, y es imposible separar dichas letras de una valoración simbólica y numérica, ya que cada letra es, a la vez, un sonido, una idea y un número. Volveremos más adelante tanto con la simbología de los números como con la de la Kabballah. El caso es que, como contaba antes, yo explicaba a mis alumnos la simbología numérica pero, habitualmente, cuando le tocaba el turno al ocho me lo saltaba alebremente con un «el ocho no tiene especial significado esotérico». Ese comentario, nacido obviamente de mi ignorancia al respecto en aquel entonces, sólo puedo, a duras penas, excusarlo si digo que el ocho, en particular, puede pasar desapercibido al estudio por el hecho de que su misterio es superior al de los otros números y aparece oculto tras una apariencia inocua. En efecto, el ocho es algo así como «el secreto tras el secreto», «lo oculto dentro de lo oculto», y una apariencia inocente que esconde mucho más de lo que uno había sospechado en un principio y que aparece en muchos más lugares de los que uno hubiera sospechado. Esa manera de pensar por mi parte iba a cambiar de un modo radical cuando cayó en mis manos la novela titulada «El Ocho», de Katherine Neville, probablemente la más importante novela de esta autora y éxito de ventas en su momento. No voy a decir que «El Ocho» no fuera reaimente una novela. Lo es, y muy interesante , pero la autora nos lleva, además del apasionante argumento, a través de un viaje en el que el número ocho aparece con una continuidad y una importancia esotérica que jamás había sospechado. Los conocimientos de la autora se muestran complejos y elaborados pero- y eso es lo más importante- no hace sino destapar


2 la Caja de Pandora cuyo contenido es aún más complejo de lo que en el libro se insinúa y ello, probablemente, porque la intención de la sra. Neville era básicamente no dispersarse del argumento de su novela. Quedaban suficientes hilos para quien quisiera tirar de ellos e ir más allá, mucho más allá... y eso es lo que hice. Seguí a la sra. Neville por un recorrido que incluye el ajedrez, las matemáticas, la escala musical, el salto del caballo, el símbolo del Infinito y la idea de que existe una fórmula secreta de la Creación, de que, quizá, todo es número y matemática. Y fuí más allá, encontrándolo no sólo en el ajedrez sino en multitud de juegos de azar, como la Oca o el Parchís, en diversos sistemas adivinatorios, como el I Ching o la Geomancia, en las claves de la informática, en el sistema binario, en las columnas del Templo de Salomón, en la química y en la genética... entre otras. La intención de este libro es resaltar esa repetitiva presencia del ocho, la doble espiral, en nuestros sistemas esotéricos y en las claves que está descubriendo la ciencia actualmente. Descubrir sus apariciones aparentemente inconexas y buscar una trama común que nos permita hallar una relación clave entre ellos. Destacar el axioma hermético de la Ley de Analogía: «Como es arriba es abajo», y plantear si todo ello no podrían ser piezas de un puzle que se explican unas a otras y que podrían llevarnos a sociar claves para acercarnos a esa terrible fórmula de la Creación. Y si existe una fórmula común a los distintos niveles ¿no podría también estar relacionada con la fórmula de nuestro modelo genético? Y si lo fuera o pudiera tener alguna relación con ella ¿no valdría la pena intentar decodificarla o hallar claves para hacerlo? ¿Por qué tantas coincidencias?

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Estas son algunas de las preguntas que plantea este libro. Ignoramos si servirá, además, para aproximarnos a las respuestas correctas, pero esperamos sinceramente que así sea.


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Capítulo I Claves y significaciones numéricas iniciales

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Una forma ideal para comenzar este trabajo sería el profundizar en nuestra primera afirmación, la de que los números poséen toda una filosofía tras de sí, así que vamos a dedicar este capítulo a descubrir algo de esa simbología para poder entender cómo los antiguos usaban ese simbolismo para tratar de explicar la más profunda filosofía. Probablemente este capítulo puede resultar algo pesado para quien desee sumergirse directamente en el ocho y sus significados, así que puede saltarselo sin leerlo. Pero si decide seguir adelante, encontrará en este capítulo toda una base filosófica que se sostiene en los números. Vamos a empezar siguiendo los principales números uno a uno.

Cero

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Si hemos de empezar a estudiar la simbología numérica, lo lógico será que empecemos por el primer número, y este no será el Uno sino el Cero. Según la doctrina esotérica, el Cero es antes de que exista la primera cosa creada, así que al principio, o, mejor dicho, antes del principio, encontramos la «Nada», la «No Cosa», el círculo cuyo exterior no puede ser comprendido y cuyo iinterior sólo puede ser comprendido a través de su expresión o manifestación, no en sí mismo. Los kabalistas plantean que más allá del primer manifestado la mente del hombre es incapaz de comprender.. Lo finito es incapaz de comprender lo Infinito. Es más, lo Infinito no se puede definir (definir es «poner fines», así que definir lo Infinito es básicamente imposible, si algo puede ser definido ya no es infinito). Por todo ello, los kabalistas emplean simplemente tres «velos» para aproximarse a lo que está antes del Uno: «Ain» (Negatividad, la No-Cosa); «Ain Soph» (Lo Ilimitado, lo Ifinito): y «Ain Soph Aur» (La Luz llimitada). Esta es la primera vez que aparecerá una incongruencia lógica que sólo puede plantearse en términos filosóficos: 0 = Infinito, la No Cosa es lo mismo que «Lo Ilimitado». El Cero, además, tiene forma de matriz, de huevo o de semilla, lo que nos ayuda a desentramar su significado acercandonos a la idea de que, siendo Nada, poséee sin embargo la potencialidad de Todo aquello que debe existir. El Todo, pues, está encerrado en la Nada. Lo único que los diferencia es que la Nada es lo no expresado y el Todo es pura expresión. Nada puede existir fuera del Todo (de lo contrario no sería el Todo), así que cualquier cosa que existe deberá, forzosamente, exisrtir dentro de ese Todo. Así pues, todo cuanto podamos conocer se desarrollará, inevitablemente, a partir y dentro de ese círculo misterioso que es a la vez «0» e «Infinito». Tal vez a esto se refiera la Biblia cuando leemos en ella: «En el Principio todo era oscuridad, y el Espíritu de Dios planeaba sobre las Aguas»

El Uno

En un momento determinado del proceso creativo, según el esoterismo, la Fuerza Primordial decide expresarse y, para ello, concentra toda su energía en un único punto, el Primer Existente, que contiene en sí mismo toda dualidad, toda fuerza y toda forma, tiempo y espacio, espíritu y materia, Yin y Yang... Debemos ver al Uno como Absoluto y como Totalidad. No cabe dualidad alguna en él. Todos los


4 pares se unifican, todas las paradojas se reconcilian... El Uno lo contiene todo antes de estallar y dar lugar a las distintas variables. Esta teoría aparece en la Kabballah y en distintas tradiciones esotéricas hace al menos 3.000 años, mucho antes de que se formulara en nuestros dias la teoría del Big Bang. La única salvedad entre esta idea y la idea moderna es que quizá deberíamos hablar más de una implosión que de una explosión porque el Uno, aqui, deviene múltiple sin dejar de ser Uno. La aparente multiplicidad se desarrolla dentro del Uno, y no fuera y más allá de él. El Todo, adopte el aspecto que adopte, no puede dejar de ser Todo y si algo existiera fuera de él eso es lo que sucedería. En la Biblia leeríamos: «Entonces Dios dijo ¡Hágase la Luz!, y la Luz se hizo». La Kabballah hebrea designa al «Primum Mobile» como Kether, la primera esfera de su Arbol de la Vida. Los Tántricos hablan de Siva como el Primer existente y la «Tabla Esmeralda», atribuida a Hermes Trismegisto, dice: «Todas las cosas proceden de Una por adaptación».

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El Dos En el momento en que el Uno precisa desarrollar una acción, un movimiento, precisa de la aparición de tiempo y espacio. Debe haber un aqui y un allá, un antes y un después, un principio y un final para que la acción exista. Así, el Uno establece en sí mismo la dualidad: Masculino y femenino, activo y pasivo, Yang y Yin... En este punto se formulan las dos fuerzas principales: centrífuga y centrípeta, atracción y repulsión. Una fuerza que empuja, que aleja, que se expande y otra que atrae, que aproxima, que se contrae... La dualidad es imprescindible para que exista la vida, la acción, el movimiento. Estas son las fuerzas descritas como Yin y Yang en la tradición taoísta. Podríamos describir ambas fuerzas como la plenitud absoluta y el vacío absoluto, la máxima positividad y la máxima negatividad. Podríamos ver esto en la Biblia cuando Dios separa las aguas superiores de las inferiores. Siva se separa de su parte femenina, Shakti, y permanece como principio masculino. El Tao se subdivide en Yin y Yang, Tierra y Cielo, dando lugar a sus representaciones como una línea partida y otra entera (que deberemos tener en cuenta más adelante cuando hablemos del I Ching). El Arbol de la Vida kabalístico hace surgir de Kether a Chokhmah (El Gran Padre) y a Binah (La Gran Madre)... El Tres Pese a todo, el Dos, una vez formulado, está condenado a ser estático porque ambas fuerzas, por sí mismas, tienden a anularse una a otra, neutralizándose. En este punto, la fuerza primordial permanece aparte, presionando sobre el Dos y haciendo a las fuerzas duales interactuar entre sí. Esta es la función del Tres. Es el poder que crea la interacción entre lo masculino y lo femenino provocando el movimiento, la acción y, por tanto, la producción de todo lo existente por debajo de estas fuerzas.

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A partir de aqui todo queda influído y permeado por la acción de los pares de opuestos. La Biblia, el Tao y el Arbol de la Vida muestran esta trinidad en la unión del principio original y las dos fuerzas duales. La Tradición hindú, sin embargo, muestra a Shiva dividiéndose en tres, la «Trimurti», componiendo una trinidad formada por Brahma (El Creador), Vishnú (El Conservador) y el propio Shiva (El Destructor o Transformador). El Cuatro

La interacción entre los dos elementos de la dualidad, espoleados por las fuerzas de atracción y repulsión que les promueve el Uno, tiende a generar un fruto o resultado y eso nos da la aparición del Cuatro. El simbolismo del Cuatro es ambivalente y, a la vez, esa ambivalencia se reconcilia en una misma idea a dos niveles diferentes (otra vez recurrimos a la Ley de Analogía: «Como es arriba es abajo», es decir, que la estructuración de lo inferior debe ser necesariamente igual o análoga a la de lo superior). Por un lado, el Cuatro alude a la idea de la Creación al completo. El cuarto y último término es el resultado y fruto de los otros tres y, así, resume en sí mismo la Creación Manifestada, el Hijo, la completitud del proceso. No en balde Pitégoras consideraba sagrado este número y lo denominaba «Tetractys», considerándolo el resumen de la Creación porque contenía, ocultamente, al 10, símbolo de la Divinidad en su completa expresión, revelandose al descomponerlo en los números que lo forman: 1+2+3+4=10. No olvidemos que los,hebreos también daban un valor especial al Cuatro, asociándolo al nombre sagrado de Dios, el Tetragrammaton, la palabra de cuatro letras (lod, He, Vau y He), cuya pronunciación real se ha perdido o es absolutamente secreta.


5 Pero, por otro lado, el cuarto número puede verse como único o como fraccionado en siete partes, como si el Siete fuera una fragmentación del Cuatro original. Volveremos a ver esto cuando hablemos del Siete. La otra visión del Cuatro nos lleva a la idea misma de lo manifestado, el mundo de la Materia, conocido esotéricamente como el reino de «los Cuatro Elementos». Así, la Tradición esotérica plantea que el mundo físico está construído a partir de una expresión cuaternaria y se compone de Fuego, Aire, Agua y Tierra, tal como aparece particularmente en la Alquimia. Obviamente, los antiguos no eran tan estúpidos como para creer realmente que todo se compone de esas substancias tal y como las conocemos, sino que están empleando, una vez más, la simbología. Podríamos hablar de Energía (Fuego), Idea (Aire), Emoción (Agua) y Substancia (Tierra), y quizá estaríamos un poco más de acuerdo con ellos. No es este un trabajo acerca del Cuatro, así que trataremos de hacer un resumen breve, pero es fácilo ver el simbolismo del Cuatro y de los Elementos en las «Cuatro Criaturas Sagradas»: León (Fuego), Hombre (Aire), Aguila (Agua) y Toro (Tierra). Estas cuatro «criaturas» aparecen en el Apocalipsis:

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«Y en frente del solio había como un mar transparente de vidrio semejante al cristal: y en medio del espacio en que estaba el trono, y alrededor de él, cuatro animales llenos de ojos delante y detrás. Era el primer animal parecido al león, y el segundo a un becerro, y el tercer animal tenía cara como de hombre, y el cuarto animal semejante a un águila volando»

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También aparecen en el rapto de Enoch o en la visión de Ezequiel, son los símbolos de los cuatro signos «fijos» del Zodiaco, son las figuras atribuidas a los cuatro evangelistas, corresponden a las cabezas de los cuatro hijos de Horus, componen el cuerpo de la Esfinge, aparecen en los arcanos 10 y 21 del Tarot y un largo etcétera. También corresponden a cuatro símbolos principales que dan lugar a los cuatro «palos» del Tarot: Bastos (Fuego), Espadas (Aire), Copas ( Agua) y Oros (Tierra). Su origen se encuentra en los cuatro «tesoros» mágicos de la mitología céltica: la lanza de Lugh, la espada de Nuadha, el caldero de Ceridween y la piedra de Fal. Estos son los mismos que los semi cristianizados «griales» de la Tradición Arturiana: la Lanza que gotea sangre, clavada en el Caliz, la Espada partida o la propia Excalibur, el Caliz o Grial (propiamente dicho) y la Piedra sagrada donde estaba clavada Excalibur o, en otros textos, la Bandeja sagrada que servía a cada cual su manjar favorito. La corriente cristiana hará una adaptación final hablando de la lanza de Longino, la espada de David, el Caliz de la Santa Cena y la bandeja de los panes. No nos extenderemos aquí al respecto, simplemente mencionaremos que la materia está representada por formas cuaternarias como el cuadrado o la cruz, y que los kabalistas muestran la décima esfera de su Arbol de la Vida, Malkuth, el Mundo de la Materia, como cuadruple, y es la única esfera dividida en varios segmentos (cuatro), cada uno de un color, representando a los elementos.

Pero aún hay otro detalle interesante para la analogía. Según los kabalistas, el Elemento Tierra no tiene entidad en sí mismo, sino que es el resultado de la interacción de los otros tres.


6 La Tradición Oriental no habla de Cuatro sino de Cinco elementos, subdividiendo la Tierra en Madera y Metal (¿materia orgánica e inorgánica?). El Cinco El Cinco nos coloca un paso por encima del Cuatro (o por debajo, según se mire) al plantear a los cuatro elementos como regidos por un quinto, la Quintaesencia Alquímica, que los resume y del que brotan. Así, el Quinto Elemento sería la fuente común que contiene a los demás. También podríamos ver aquí al Uno actuando sobre el Cuatro, a la Voluntad Superior operando sobre la Materia. El símbolo ideal para esto sería el Pentagrama, representando la punta aislada a la Voluntad y las puntas pares a los elementos. El Pentagrama derecho representaría al Iniciado, el que está en armonía con la Ley Cósmica. El Pentagrama invertido, lamentablemente, no representa a la Magia Negra, como se ha dicho, sino al hombre común, cuya Voluntad está enterrada bajo el influjo de los elementos sin control, esclavizada a su materia.

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En el sentido descendente, el Cuatro es a la vez el fruto de la octava superior y el inicio de la octava inferior. El Cuatro representa la estructura, el Orden, en definitiva, la Ley. El Cinco representa aquí un principio dinámico que nos haga ir más allá de la estática de la Ley, pues el orden absoluto sólo se consigue (al menos desde nuestra limitada perspectiva) en la total estabilidad e inmovilidad. El Cinco representa aquí, pues, la Voluntad o el Deseo (aspectos de lo mismo), un elemento imprescindible para que la Creación siga adelante en su proceso (si no hay voluntad, si no hay deseo, no hay acción y, por tanto, no hay experimentación). Este proceso lo ilustran las esferas cuarta y quinta del Arbol de la Vida hebreo.

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Un curioso dibujo nos relacionará la pirámide con la estrella de cinco puntas. Al margen de que esto pueda parecernos un juego gráfico, la relación es correcta porque la pirámide nos muestra una base cuadrada (Tierra, expresión material) culminada por un punto exterior que se halla en otro plano (paso de 2 dimensiones a 3) del cual emana esa base y cada uno de sus lados.

La pirámide nos muestra al Uno (punto de abside), al Dos (los dos planos, Cielo y Tierra, que vincula), al Tres (cada una de las caras), al Cuatro (la base), al Cinco (el pentagrama que acabamos de mencionar, el Uno ac t uando s obr e e l C ua t r o ) , a l C i e t e ( ca d a ca r a l a t e r a l e x p r e sá n d o se so b re el cuad rad o d e la base) y al Ocho (número total de aristas que ilustra las dos modalidades del CuatroManifiesto y Manifestador-que hemos mencionado). El Seis

El Seis se comprende mejor si empezamos por su representación gráfica: la estrella de seis puntas. La forma original nos muestra dos triángulos entrelazados que, según la Alquimia, representan la conexión de Fuego y Agua, entendiéndose que el Fuego (triángulo con la punta hacia arriba) representa la fuerza masculina, el falo erecto, y el Agua (triángulo con la punta hacia abajo) representa la fuerza femenina, el triángulo o delta de Venus. Desde esta perspectiva representa la interacción de las fuerzas duales orienta-


7 das hacia la Creación, es la unión sexual de lo masculino y lo femenino, base de la existencia.

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Pero su significado no acaba ahí. Hemos hablado de la interacción entre las fuerzas Centrífugay Centrípeta y, de hecho, la posición de un punto en el espacio viene definida por dos vectores que marcan la tensión de dos fuerzas que se neutralizan. Así, la Tierra se sostiene en su lugar alrededor del Sol bajo la acción de dos fuerzas: una que la atrae hacia el Sol y otra que la aleja de él. Si el equilibrio fallara, la Tierra colisionaría contra el Sol o se perdería en el espacio. Lo mismo le ocurre a un cuerpo sobre el planeta ( fuerza de gravedad vs. resistencia de la superficie) que, en su desequilibrio, nos llevaria a hundirnos en el suelo (o aplastarnos, aqui la fuerza que contrarresta es la fuerza muscular) o perdernos en el aire. Incluso cada una de nuestras células experimenta la acción de estos dos vectores. Así, podríamos ver la estrella de seis puntas como el símbolo de dos vectores (representados por los triángulos) equilibrando un punto. Este punto central, en la visión esotérica, es el Yo Superior, la essencia de cada individuo.

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Pero eso nos limita a una visión bidimensional, y la estrella nos da una visión tridimensional del asunto. En efecto, son seis vectores los que nos dan la posición de un punto en un espacio tridimensional: arriba-abajo, delante-detrás, derecha-izquierda. Desde el punto de vista esotérico, hablaríamos del Sol (Yo Central) manteniendo su existencia en medio de la extrema tensión que se produce entre los otros seis planetas tradicionales del esoterismo, a su vez relacionados con los distintos aspectos de la personalidad: Estructuras, moldes, sustento (Saturno); Voluntad (Marte); Moral, filosofía, Ley (Júpiter); Pasión, amor, creatividad (Venus); Razonamiento, análisis, intelecto (Mercurio); y Psiquismo, intuición, sensibilidad (Luna). Esta idea aparece en el Arbol de la Vida al respecto del sephirah central (Sol) y los que lo rodean, incluyendo en la cúspide de la estrella una esfera invisible, Daath, que recoge los poderes de Saturno.

En el proceso de descenso, el Seis marca el núcleo de la Individualidad, a cuyo alrededor se habrá de formar la personalidad. También marca el Gran Sacrificio, porque lo que hasta ahora era indistinto y general tiene que autolimitarse y restringirse, establecerse en núcleos aparentemente incompletos para pasar a la siguiente fase de expresión: las unidades separadas en proceso de autoexperimentación. Lo completo se autoengaña para percibirse como incompleto con el fin de experimentar consigo mismo, porque sólo aquello que tiene carencias puede buscarse y experimentarse a sí mismo. El Siete El Siete es el número más conocido de entre los que tienen un valor esotérico. Aparece en nuestra descripción del mundo y sus vibraciones (las siete notas musicales, los siete colores...), en nuestras construcciones (los ziggurats o pirámides escalonadas en siete niveles, las siete maravillas del mundo, antiguas y modernas...), en la leyenda (los siete sabios de Grecia, los siete durmientes de Efeso...), en el esoterismo (los Siete Rayos, los siete chakras...), e incluso en los cuentos (siete cabritas, siete enanos, siete hijas del ogro...). El Siete es el símbolo de lo humano, mientras el Tres lo es de lo Divino. La unión de ambos números


8 nos da el sagrado Diez. Diez son los mandamientos, tres son las reglas para Ιο Divino y siete para Ιο humano. Diez esferas contiene el Arbol de la Vida, tres forman la tríada divina, superior, y siete la estructura de la individualidad-persοnalidad. ΕΙ Arbol de la Vida nos da una clave especial cuando habla de una onceava esfera (Daath) que está, como si dijéramos, en otra dimensión del Arbol. Cuando hablabamοs del Cuatro aludíamos a esto. Si el Cuatro es la cοmpletitud, la culminación, ¿cómo podemos hablar de siete esferas por debajo de él?

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La respuesta al enigma es simple. Deberemos ver al Siete como una fragmentación de la cuarta esfera, siete pedazos que componen un todo al reunirse. Per eso no pueden existir a la vez la cuarta esfera y las siete inferiores: ο la vemos como entera, ο la vemos como fraccionada. ΕΙ Cuatro es el final en un nivel, pero es percibido como séptuple en otro. Per eso, ya sea que estemos hablando de Iοs Tres Supernοs+el Cuatro, ο de los Tres Supernοs+el Siete, estamos hablando de la misma cosa. Siete es el aspecto que adopta la manifestación para el hombre, y todo llamaríamos evolución espiritual consistiría en volver a integrar estos siete aspectos en uno solo. A esto aluden las siete esferas inferiores del Arbol de la Vida, los siete chakras, los siete pecados en que fue cortado el cuerpo de Diοnisοs (y también el de Osiris), e incluso las siete partes del tesoro que deben ser encontradas en algunos cuentos, entre otros.

El Nueve

Εl Nueve sugiere la finalización de un ciclo, el punto de retorno al origen. Muchos esοteristas Ιο consideran el número de la iniciación. En algunos textos esotéricos se utiliza la forma del Nueve para sugerir una espiral ascendente, evolutiva, en contraposición al Seis, que formaría una espiral descendente:

E/ Díez Ya hemos hablado del Diez. Baste decir que es una vuelta al origen (« 0») en un nivel superior. Lbs unidades vuelven a «0» y las decenas empiezan su ciclo en «1». Podríamos decir que es una unión de la Divinidad antes de su expresión (1) consigo misma una vez expresada (9). ΕΙ Diez, por tanto, tiende a expresar «Totalidad».


Capítulo II Entramos en el ocho

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Podríamos seguir aún desentrañando el simbolismo de muchos números, como el Doce, relacionado al simbolismo zodiacal, o el Cuarenta, tan ampliamente repetido en la Biblia, o incluso el enigmático «666», pero no es esa la función de este libro, así que vamos a ceñirnos especialmente al número que nos ocupa, el Ocho, deliberadamente omitido en el capítulo anterior, y a relacionarlo con lo expuesto hasta el momento. Partiremos del Cero, aunque, obviamente, el Cero está más allá de lo que el Ocho representa. En el momento, pues, en que el Cero decie manifestarse, se produce la primera acción. El Cero establece un punto en su centro, o, mejor aún, se constriñe por su parte central, dejando a ambos lados de esa constricción lo mismo que había sido hasta ahora, es decir, Ceros. Si miramos el símbolo del Infinito, que no es sino un Ocho horizontal (por si aún no se había dado cuenta de la semejanza), veremos precisamente esto.

Aunque pueda parecer complicado, esto es matemáticamente correcto porque el Cero, o Todo, no ha sufrido realmente variación alguna: 0+0=0.

Pero ese punto en medio del Cero, ese punto separador entre O y 0, siendo que no es más que un concepto es, sin embargo, el Uno, la clave de la Creación. un centro en torno al cual puede pivotar todo cuanto está destinado a existir.


10 No contento con esto, el Todo dará un paso más dando lugar al primer movimiento. Y el primer movimiento debería ser, lógicamente, el movimiento principal que podemos encontrar en nuestro Universo: el giro. El giro, la espiral y la onda son las claves de nuestra percepción y de lo manifestado, y variantes de un mismo movimiento. Pero ese movimiento hace girar a cada una de las partes del símbolo en direcciones opuestas, expresando así la absoluta diferenciación, la absoluta polarización, manteniendo, no obstante, la igualdad. Uno de los lados tiende hacia lo Positivo Infinito, mientras que el otro tiende al Negativo Infinito. Esta separación permite la acción, pero mantiene la igualdad porque: -Infinito+lnfinito = O Aunque algunos preferirán decir que: -lnfinito+lnfinito = Infinito

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En ambos casos estamos hablando de la misma cosa. Pero esos dos valores absolutos que separan el punto «O», que se diferencian y se complementan, no deberían entenderse en términos morales (positivo=bueno, negativo=malo), sino en términos de polaridad. Una lectura sobre la filosofía oriental en torno al Yin y al Yang podría ser aquí ilustradora ya que precisamente de eso es de lo que estamos hablando. El Yin es vacío, concentración, contracción, absorción, femineidad, oscuridad, carencia.., mientras el Yang es plenitud, dispersión, expansión, proyección, masculinidad, luz, entrega... El Yin crea un vacío que atrae irremiisiblemente al Yang, y el Yang busca constantemente un espacio donde expandirse, que le proporciona el Yin. Se necesitan, se buscan, se complementan... y al mismo tiempo se repelen y rechazan porque algo (el Uno) mantiene una barrera entre ellos hasta que la Obra concluya. Este simbolismo aparece claramente en el símbolo taoísta del Yin y el Yang, el cual, por cierto, presenta nuevamente dos mitades buscandose una a otra componiendo, no obstante, una totalidad entre las dos que no es más que un número Cero.

Leemos en Yin y Yang», de J.C. Cooper:

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«Estas fuerzas se expresan a través de los dos grandes poderes, el Yin y el Yang, las formas alternativas de la fuerza creativa tal como se manifiesta en el mundo: ellas son la substancia primordial de la diferenciación, el yin es lo físico, lo emocional, cerebral, la inercia, lo cuadrado; el yang es la inteligencia, la energía, lo espiritual, el círculo. Son lo pasivo y lo activo, la resistencia y la generación, mantenidas en proporción por la energía gastada. Todo lo que está implicado en el concepto del Yin y el Yang viene a decir

que es inseparable, incapaz de mantenerse salvo en la relación entre ellos, Son dos aspectos del mismo poder, pero en una polaridad distinta de la dualidad absoluta».

La actividad de esta tríada (la dualidad mas el Uno) produce la Manifestación, resultante de las infinitas combinaciones de esas dos fuerzas y representada por los ocho (ocho!) trigramas del I Ching y por sus 64 (8x8!) hexagramas. El Cuatro (viendolo como totalidad) o el Siete ( viéndolo como porciones expresadas) nacen de este acto. El tablero de ajedrez, un cuadrado compuesto a su vez de 64 casillas cuadradas, 32 blancas y 32 negras, ilustra esta relación del Cuatro con el Ocho. Podríamos ver, después de lo expuesto, que si el símbolo del Infinito muestra esta idea de separación en un sentido horizontal (Yin-Yang), el Ocho ilustra la misma idea en un sentido vertical: Los Tres Superiores correspondiendo al círculo superior y el Cuatro o los Siete inferiores (según la versión que elijamos) en el inferior. En la Kabballah, el Arbol de la Vida colocaría el «punto de torsión» en la enigmática esfera llamada Daath (el sephirah invisible), separando la Divinidad de la Individualidad:


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Pero como «al igual que es arriba es abajo, la Individualidad misma expresa, a su vez, un Ocho menor a semejanza del Ocho mayor. Aquí, el «punto de torsión» recaería en Tiphereth, la «esfera crística»!, separando por su lado superior a la tríada compuesta por Geburah (el Deseo Superior), Gedulah (la Ley Superior) y el propio Daath (representación de y conexión con los Tres Supernos), y por su lado inferior otra vez al cuatro, compuesto por Hod, Netzach, Yesod y Malkuth. Este cuaternario recoge la personalidad y las características humanas.


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Y volvemos a verlo, una vez más, si tomamos a Yesod (lo psíquico, lo astral) como punto de torsión que enlaza una tríada Otra vez!) evolutiva compuesta por Tiphereth ( (el misticismo, la fé, la espiritualidad: la Vía del Amor), Hod (el intelecto, la razón, el análisis, el descubrimiento de las leyes: la Vía del Conocimiento o Luz), y Netzach (la Naturaleza, la pasión, el deseo humano: la Vía del Poder) con la última esfera, Malkuth, la esfera de los Cuatro elementos (¡otra vez el Cuatro!).

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Y aún podríamos verlo una última vez en el mismo Malkuth cuando los kabalistas dicen que el elemento Tierra (segmento negro) no existe en sí mismo sino como una combinación de los otros tres. ¿ Cual sería aquí el «punto de torsión? No está claro, pero posiblemente podríamos llamarlo, simplemente, vida. Veríamos entonces al Arbol como un juego de cajas dentro de cajas o, aún mejor, de Ochos dentro de Ochos. Probablemente de esta figura surja la forma del Caduceo de Hermes, o la de las dos serpientes entrelazadas (nadis), que describen los hindúa al hablar de los chakras y de Kundalini.


13 Un punto de «reflexión» (perdonesenos el juego de palabras que aparece aquí, como veremos), podría ser el recordar aquella frase de la Biblia que nos dice: «Dios creó al hombre a su imagen y semejanza», y que Yesod, la esfera de la Luna, es considerada como un espejo reflectante, y nos daremos cuenta de que el Arbol es un juego de reflejos e inversiones. Los espejos nos devuelven una imagen invertida y los Ochos invierten las polaridades a cada giro, de modo que lo que estaba a la derecha pasa a la izquierda y viceversa. Esta es una característica del Ocho que este imprime sobre la Totalidad: «lo masculino y lo femenino invierten sus papeles al cambiar de planos». Si volvemos al libro «Yin y Yang» de J. C. Cooper, leeremos: «Se acepta que las potencias positivas y negativas pueden cambiar de lugar, y deben hacerlo, en los diferentes niveles, tal como el plano emocional en el cual el aspecto femenino asume lo positivo y el masculino se convierte en lo negativo; el cambio tiene lugar de nivel a nivel, tanto hacia arriba como hacia abajo.»

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Los Teósofos plantean que el hombre es masculino en lo físico, femenino en lo emocional, y otra vez masculino en lo intelectual, mientras que a la mujer le ocurre lo opuesto. Obviamente es una idea simplista, expuesta así, que ignora el detalle de que todos somos bipolares, pero sugiere una intuición de lo que estamos planteando. Los Taoístas plantean (como hemos visto) la misma actitud entre el Yin y el Yang, que no sólo intercambian papeles en cada plano, sino que ocurre también que «cuando el Yin llega a su punto extremo se convierte automáticamente en Yang, y viceversa». Este último punto nos aparece más claro si lo relacionamos con nuestras reflexiones en torno al Ocho. También los kabalistas plantean, como los taoístas, que lo que es femenino (Yin) con respecto a lo superior se vuelve masculino (Yang) respecto a lo que le sigue. Este es el caso del alumno que recibe enseñanzas (Yin) y luego, ya formado, las imparte (Yang) a otros que son como él era. Los kabalistas conocen también el cambio de polaridades derecha-izquierda entre las distintas esferas en cada cambio de nivel. Y «como es arriba es abajo», así que no debe sorprendernos observar el Ocho en nuestro sistema nervioso, donde nuestros hemisferios cerebrales afectan cada uno al lado opuesto del cuerpo (hemisferio derecho-parte izquierda y viceversa). Nuestro sistema circulatorio también describe un gran Ocho. Los bebés permanecen invertidos dentro del útero de la madre antes de nacer... Y ya no será dificil dar un paso más y decir que esa sucesión de Ochos enlazados forma ¡una espiral!, aunque quizá será mejor decir dos espirales entrelazadas e inextricablemente unidas, como las dos serpientes del Caduceo, como los dos nadis que se enroscan por los chakras. En esta forma aparece uno de los elementos más importantes de nuestra existencia y, quizá, una de las más importantes claves a las que conduce este estudio: ¡el código genético! Primer resumen del Ocho

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Resumiendo la relación del Ocho con los números hasta ahora: - El Ocho muestra al cero en actividad. - El Ocho representa al Uno activador por medio de su «punto de torsión». - El Ocho ilustra al Dos al separar el 0, por acción del 1, en 2 partes iguales (y a semejanza del 0 original). - El Ocho resume al Cuatro al mostrar la interacción de una Tríada Superior sobre un elemento inferior, fruto, resulta y expresión de esa Triada. - El círculo inferior puede verse como Uno (fruto de los otros tres), como Cuatro (Manifestación y fuente de un nuevo Ocho) o como Siete (expresión a nivel humano, de nuevo divisible en Tres y Cuatro para formar otro Ocho (advertimos de que estamos hablando del Ocho en un sentido gráfico, de lo contrario llegaríamos a la absurda igualdad de que 4+3=8).


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El código Genético

Seguimos Proceso

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Un campo magnético .formando líneas de fuerza en .forma de Ochos

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La relación del Ocho con el Cinco no aporta, hasta donde sabemos, mucho más. Sería simplemente la fuerza enlazante que conecta lo superior, el punto superior del Pentágono o de la Pirámide, con lo inferior, los brazos pares o la base cuadrada. Pero si ampliamos nuestra perspectiva un poco, hasta un diseño tridimensional (a falta de mejores medios), veremos algo que puede resultarnos revelador. El mundo de la Manifestación ya ha sido descrito, desde la perspectiva esotérica, como el mundo de los Cuatro Elementos, y hemos planteado que su símbolo más claro es la cruz. Vamos a intentar representar la cruz en una representación 3D, así:

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El Punto exterior podría considerarse como más allá de las tres dimensiones, prácticamente cuatridimensional. De hecho, los cuatro elementos representarían una materia potencial, una substancia básica sujeta a permanentes mutaciones pero que no sufriría, básicamente, una transformación esencial: «la materia no se crea ni se destruye, solamente se transforma». El elemento externo, que entra y sale de esa materia, es lo que podría ser llamado «Vida», o, aún mejor, «Consciencia». Cada aparición de la consciencia nos plantea la aparición de un núcleo cuatridimensional en un plano tridimensional. Aunque un ser material puede, obviamente, desplazarse por el plano material, no puede, en cambio, desplazarse con respecto a su propio centro, ese centro al que los griegos llamaban «Kentron», el centro sagrado o esencia en torno al que se estructura una personalidad. Así que el único desplazamiento posible, simbólicamente hablando, al menos, vuelve a ser el movimiento primordial: el giro. Este giro se establecerá tomando el punto central como eje o «punto de torsión», lo que daría lugar a nuestro Cinco.


15 Si observamos el dibujo, nos damos cuenta de tres cosas:

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1) El eje, que pasa por el punto de torsión, puede prolongarse hacia arriba, como en el dibujo, o hacia abajo. Uniendo los puntos, en uno u otro caso, no nos será dificil descubrir la estrella de cinco puntas, derecha o invertida, según el caso. 2) Los posibles movimientos o giros son dos: hacia la derecha o hacia la izquierda, no siendo necesariamente excluyentes, lo que nos lleva de nuevo hacia la idea de polaridad, hacia lo expuesto en torno al Seis y hacia nuestro Ocho. 3) Los dos posibles giros, simbolizados por la huella que deja la cruz al desplazarse, darían lugar a ¡ las dos svástikas!, revelandonos el secreto de su significado.

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Como muchos sabrán, la svástika (las dos) no es un símbolo de origen nazi, sino muy anterior. Se remonta a las corrientes arias y no tiene necesariamente connotaciones negativas. Conviene mantener en la memoria esta relación con los arios, porque puede resultarnos valiosa más adelante. El error del nazismo fué el considerar sólo una polaridad a costa de la otra, provocando el consiguiente desequilibrio. Los dos giros dan lugar a una espiral ascendente (evolución, proyección hacia el espíritu) y otra descendente (involución, expresión en la materia). Pese a lo que pudieran plantear distintas filosofías mojigatas, ambas energías son necesarias para nuestra existencia. Una nos conecta con la Tierra y la otra con el Cielo. Una proporciona los vehículos de expresión y la otra la aspiración. Una nos nutre, la otra nos hace crecer... Perder de vista esta dualidad, flujo y reflujo, es perder de vista la Ley Universal y la naturaleza del hombre. El punto de extrema tensión entre ambas fuerzas, el «punto de torsión», es el ser mismo, el Yo Superior de cada cual, luego podemos verlo ya sea en la forma anteriormente mencionada o adaptándolo a nuestro Ocho y a lo estudiado acerca del Seis, no variando realmente el significado:

Podríamos plantear que los extremos del Ocho (punto más alto en el círculo superior y más bajo en el inferior) serían algo así como «puntos de crisis», donde la fuerza ascendente debe poseer suficiente poder como para pasar al siguiente nivel o, en caso contrario, se ve irremisiblemente atraída de nuevo hacia el centro, o donde la fuerza descendente (círculo inferior) tiene la opción de saltar al nivel por debajo


16 y manifestarse o diluirse y regresar, también, al centro. Nos movemos entre los «puntos de crisis» y nos equilibramos en el «punto de torsión».

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La relación del Siete con el Ocho ya está prácticamente planteada. Mientras el círculo superior contiene la Tríada Divina, el círculo inferior contiene al Cuatro, que se fragmenta en Siete aspectos. Este Siete, a su vez, se divide de nuevo en una triplicidad y una cuadruplicidad. En el dibujo, a pesar de su diferencia, las figuras por debajo del primer triángulo son expresiones desplegadas de la misma idea.

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En la cuarta figura del grupo anterior, vemos como el Siete (parte inferior de la figura) se subdivide formando otro Ocho, con un ternario en el círculo superior y un cuaternario en el inferior. Por otro lado, si aplicamos la dualidad al cuaternario, al mundo de los Cuatro Elementos, tendremos un elemento masculino-activo y otro femenino/pasivo para cada uno de los cuatro. Esto nos devolvería de nuevo al Ocho. Quizá pueda parecernos dificil hablar de un Fuego pasivo o de una Tierra activa, pero los antiguos egipcios parece que lo encontraron lógico, ya que, según Juan García Font en «Dioses y símbolos del Antiguo Egipto», al hablar de la teología de Hermopolis: «Los elementos de la Ogdoada eran Nun y Naunet, las aguas iniciales en su doble aspecto masculino y femenino; Heu y Huet, lo indeterminado y la inmensidad; Ku y Kuket, lo oscuro y las tinieblas; Amun y Amonhet, el alejado o desconocido y la lejanía...» El Nueve puede verse como el punto exterior que actúa sobre este Ocho (una variante de lo expuesto en el Cinco). La relación del Ocho con el Diez ha sido ya expuesta al hablar del Arbol de la Vida, pero podemos recurrir a otro símbolo, a modo de juego, si relacionamos las dos esferas del Ocho con las dos estrellas de cinco puntas, siendo una reflexión o inversión de la otra.


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Podemos finalizar esta parte relacionando nuestro Ocho con el Doce. Así, nuestro Zodiaco parece dificil de distribuir sobre nuestro símbolo, hasta que recordamos que cada signo, en la Astrología antigua, posée un planeta regente, y que cada planeta, excepto el Sol y la Luna, rige dos signos. Siguiendo este razonamiento, nos daremos cuenta de la existencia de seis signos masculinos (la escala del Sol) y seis femeninos (escala de la Luna). Si proyectamos los doce signos sobre una estrella de seis puntas podremos ver fácilmente cuales son los signos masculinos (asociados a las puntas) y cuales los femeninos (asociados a los ángulos):

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Marte rige Aries y Escorpio. Mercurio a Géminis y Virgo. Venus a Tauro y Libra. Saturno a Acuario y Capricornio. Y Júpiter a Sagitario y Piscis. Así, la parte superior (masculina) de dicho Ocho contendría a Aries, Géminis, Libra, Sagitario y Acuario. Y la inferior (femenina) a Tauro, Virgo, Escorpio, Capricornio y Piscis. Leo y Cancer, Sol y Luna, ocuparán conjuntamente el punto de torsión. Posiblemente, los astrólogos más ortodoxos preferirían dividir el año en dos mitades, estableciendo los cambios sobre los equinoccios y planteando una mitad «luminosa» del año, de Aries a Virgo, y otra «oscura», de Libra a Piscis. No vamos a entrar en discusión al respecto, aunque, de todos modos, la alternancia masculino/ femenino entre cada signo y el siguiente nos daría una onda dentro de otra onda. Lo que sí vamos a destacar aqui, como cosa curiosa, que los antiguos, especialmente los celtas y germanos, distribuían a lo largo del año ocho (¡Ocho!) festivales sagrados. Cuatro solares (solaticios y equinoccios) y cuatro lunares (la Candelaria, 2/02, Walpurgis, 30/04, Lammas, 1/08, y Halloween, 1/11), alternándose. Otra vez el Ocho, otra vez la onda, otra vez el ciclo...


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Capítulo III Empieza el juego

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El elemento central en torno al que gira el libro de Katherine Neville, «El Ocho», es el juego de ajedrez, centrandose particularmente en un supuesto juego «especial», el «Ajedrez de Montglane», donde se habría plasmado la fórmula del Universo. Así lo leemos en su obra:

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«El Cardenal Richelieu estaba convencido de que el ajedrez de Montglane oculta una fórmula en sus piezas. Una fórmula capaz de revelar el secreto del poder universal» Particularmente, el secreto de ese ajedrez imaginario sería la fórmula de la inmortalidad. Ignoro si ese juego se basa en un hecho o leyenda real, pero me llamó la atención que lo vinculara con la inmortalidad, dado que eso me llevaba, directa o indirectamente, hacia un elemento de suma importancia en mi búsqueda del Ocho: el código genético. Es irrelevante el que el juego de Montglane sea o no algo real. El propio ajedrez, por sí sólo, contiene bastantes misterios como para despertar el interés del lector. En primer lugar, el juego se desarrolla en un tablero cuadrado (característica por sí misma poco importante ya que muchos son los juegos con esa cualidad). El cuadrado representa a la Unidad, al Todo, expresado en forma cuaternaria: el mundo de los Cuatro Elementos, la Tierra, la Materia, el Universo físico que conocemos ( o que podemos llegar a percibir con nuestros sentidos). Además, recordando a Pitágoras, el mismo Cuatro contiene, oculto, al Diez, la misma Divinidad expresada. El mismo tablero, por tanto, evocaría la Manifestación, recordándonos que es la expresión del Todo y, por tanto, las leyes del Todo se expresarán en ella y podrían ser leídas a través de ella.

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El segundo elemento de importancia está en que todo el juego está dominado por la dualidad, mostrándonos la Manifestación como un entramado tejido por la interacción de las dos polaridades. Yin y Yang, con sus colores tradicionales, blanco y negro, se distribuyen a partes iguales sobre el tablero y sobre el propio juego. Ninguno es superior al otro, sino que son dos partes exactamente iguales de un Todo, como las dos mitades del Cero que dan lugar a nuestro símbolo del Infinito o a nuestro Ocho. Negro, la oscuridad absoluta, la pasividad, la receptividad, el vacío sin fondo, el Yin... Blanco, la luz absoluta, la actividad, la expansión, el Yang... El juego se reparte entre 32 cuadrados blancos y 32 negros, entre 16 figuras blancas y 16 negras... Las casillas son cuadrados, a imagen y semejanza de la Totalidad, pero manteniendo una sola polaridad, blanca o negra, como ocurre con las dos mitades de nuestro Ocho o con las dos partes del símbolo taoísta del Yin y el Yang. Así pues, son representaciones distintas de la misma idea.


19 Pero el ajedrez, además, hace hincapié en la idea de «Manifestado», porque Yin y Yang no aparecen separados, diferenciados, sino que se combinan, se mezclan, se entrecruzan, apareciendo en forma alternativa pero sin perder la armonia y el equilibrio en su expresión. Evocamos asi la idea del «tejido de la realidad», que también plantea el budismo al hablar del «velo de Maya», o la tradición egipcia al hablar del «velo de lsis».

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Tenemos así al mundo como una expresión invariable, entretejida de las dos polaridades, y a la vida como una sucesión de combates de estrategia entre las mismas polaridades. Pero el misterio se conserva, apenas velado, en el hecho de que los cuadrados que recorren cada lado son, curiosamente, ¡ocho! El secreto del Ocho, del Infinito, de la polaridad dual tras lo visible, se mantiene en el velo. El total de cuadritos en el tablero es el cuadrado de ocho: 8x8=64. Esta cifra no es casual y volveremos a encontrarlo más veces de las que sospechamos. El total de figuras es 32 (4x8), quedando al inicio del juego tantos cuadro vacíos como llenos. Las figuras se reparten en dos bandos, blanco y negro, con 16 (2x8) figuras en cada bando. Cada bando, además, contiene ocho figuras menores, los peones, y ocho mayores. Uno diría que el ajedrez es realmente una glorificación del Ocho, observándose, además, la sucesión de «cajas dentro de cajas», «ochos dentro de ochos». Pero el ajedrez parece ser algo más que un simple juego. Distintos artistas lo han reseñado como el mismísimo juego de la vida o, quizá, un juego que conduce a un conocimiento profundo velado a los no iniciados. Uno se plantea si el ajedrez no será, entre otras cosas, una alusión a la propia experiencia en la vida, donde el objetivo, más que ganar, pudiera ser la experimentación del mismo juego. Existen historias donde un caballero le disputa una partida de ajedrez por su propia vida a la mismísima Muerte. Hay algo que el ajedrez nos enseña en este punto:

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1) Que la vida es una batalla de estrategia que combatimos contra una fuerza superior. 2) Que perdemos demasiado tiempo y energía considerando a nuestros rivales, cuando la atención debería centrarse en las piezas y en la jugada. 3) Que nuestros enemigos no son tales, sino tan solo piezas que juega nuestro maestro interno con el fin de proporcionarnos enseñanza. Cualquier partida puede ser abandonada por el contrincante y continuada por otro nuevo adversario desde la misma posición en que se quedaron las piezas. Hermann Hesse, en «El Juego de los abalorios», escribe:

«Una y otra vez encontramos en las antiguas literaturas leyendas que hablan de juegos sabios y misteriosos y misteriosos jugados por eruditos, monjes o los cortesanos de príncipes cultivados. Podían tomar la forma de juegos de ajedrez en los que las piezas y cuadrados tenían significados secretos, además de sus funciones habituales». El mismo Hesse, en «El Lobo Estepario», hace que un grotesco Goethe revivido le pregunte al protagonista, tras mostrarle un juego de ajedrez: « ¿Qué pieza eres tú?» Y a la que el protagonista le responde replica: «Te equivocas, tú eres todas las piezas» Aún veremos, más adelante, otros simbolismos que recurren al ajedrez cuando vislumbremos su


20 relación con el Templo de Malkuth kabalístico, con la Cruz Templaria o con su bandera. L.H.R.R. Merlhynn, en «Los druídas y la búsqueda del Grial» también relaciona al ajedrez con un juego sagrado que aparece en las leyendas célticas: «Para ser definitivamente admitido por Nuada, Lugh debe ganar una partida sobre un tablero. Conseguirá hacerlo, pero... ¿qué es lo que hay detrás de ese tablero de sesenta y cuatro casillas? Para empezar, 64 es la cifra de la realización de la unidad cósmica. Y el juego (idchell en irlandés, gwyddwill en galés, gwezboell en bretón) es el juego real por excelencia, puesto que la partida que Lugh gana a Nuadha es la iniciación superior del vencedor respecto al vencido. En todas las lenguas célticas, el término con que se designa al juego significa literalmente «saber del bosque». Según nos cuentan algunos textos, se practica durante un tercio de la jornada, es decir a lo largo de ocho horas (el tablero está formado por 8x8 casillas)».

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Para todos los que desconocen esta tradición, diremos que Nuadha era una de las divinidades primarias de Irlanda, perteneciente a los Tuatha de Danan, una raza que procede de un misterioso Norte, y Lugh es el dios de la sabiduría, asociado al Sol, a la oca (su símbolo) y al laberinto, lo que cobrará importancia más adelante. Por otro lado, el nombre galés, «gwyddwill», pareece derivarse del nombre de uno de sus dioses más misteriosos, Gwyddion, y de la palabra «will», poder. ¿Tal vez el juego alude al poder de Gydd? Gwyddion, deidad galesa muy similar al Goivniu irlandés, era el druída de los dioses. Es un dios del submundo y rige sobre el dinero, los metales y la sabiduría, de los hechiceros, la magia y los cambios. Es un guerrero-mago capaz de cambiar de apariencia y se le equipara a Lugh a menudo. Su símbolo era un caballo blanco.

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Algo de Historia Se opina que el ajedrez nació en la India, en el Valle del Indo, aproximádamente en el siglo VI d.C. Una leyenda cuenta que cierto soberano hindú tiranizaba cruelmente a su pueblo y un sabio brahman inventó el «chatturanga» con el fín de enseñarle a tratar debidamente a sus súbditos. En el juego el Rey no podía hacer nada sin la ayuda de las otras piezas y, no obstante, era la pieza más importante. Sorprendido por la ingeniosidad del juego, el soberano dió palabra al brahman de no tiranizar más a su pueblo y le ofreció la recompensa que pidiera. El brahman le dió aquí una segunda lección pidiendo, como recompensa, un grano de trigo por la primera casilla, dos por la segunda, cuatro por la tercera, ocho por la cuarta, y así sucesivamente, doblando la cantidad hasta el final. El soberano, engañándose al pensar que la cantidad no abultaría lo que un saco de trigo dado que sólo se trataba de 64 cuadrados, le concedió su petición. La sorpresa fué cuando, al comprobar la cantidad requerida, se dió cuenta de que no había grano suficiente en toda la India para efectuar el pago, pues se necesitaban nada menso que i18.446.744.073.709.551.615 granos!

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Lo cierto es que he tenido la ocasión de escuchar esta misma historia como referida a China y a uno de sus emperadores, pero probablemente sea una trasposición de la leyenda, porque los historiadores coinciden en situar en la India su origen. No obstante, el origen del ajedrez ya nos sitúa en un nuevo misterio porque, si bien sabemos que llegó a Europa entre los años 700 y 900 de la mano de los árabes y de los cruzados que regresaban de Tierra Santa (entró por el Sur de Europa) ¿cómo explicar la partida entre el Lugh y el Nuadha celtas? Por otro lado, parece que fué popular entre los vikingos antes de su fecha de entrada en Europa. En la región francesa de los Vosgos se encontraron unas piezas de origen escandinavo, del siglo X, que respondían al modelo tradicional árabe. Quizá algún viajero innovador llevó el tablero a antiguo Norte antes de que Europa en general registrara su existencia, pero si bien las piezas del siglo X pueden proceder de los juegos traídos por el Islam o por las cruzadas, lo cierto es que vikingos y celtas parecen conocerlo antes de esa época. Tal vez pueda parecer una teoría aventurada, pero algunas corrientes esotéricas plantean la existencia de un tronco común, los arios, que realizó diversas migraciones, una de las cuales se instaló en el Valle del Indo, mientras otra ocupó el norte de Europa, dando lugar a vikingos y celtas. Incluso se habla de una tercera migración que se instalaría en Persia, la actual Irán. ¿Podría ser que el ajedrez fuera conocido en el tronco ario original y se esparciera, a un tiempo, por la India y por el Norte de Europa? Por cierto, el ajedrez fué importado por los árabes, pero uno de los lugares donde primero apareció y de desarrolló fué en Persia. Sea como fuere, parece que alcanzó en sus orígenes un caracter no sólo de juego sino también de elemento sagrado o mágico. Parece ser que originalmente se jugaba entre cuatro personas hasta que los árabes lo modernizaron y lo adaptaron como juego para dos.. Es de los árabes desde donde nos ha llegado el ajedrez y, al parecer, su nombre se deriva de «as-sitrany», término análogo al hindú «chatturanga» y quee significa «el de cuatro cuerpos», simbolizando los cuatro cuerpos del ejército hindú: carros de guerra, infantería, caballería y


21 elefantes. ¿Tal vez también se refiriera a la práctica original de jugarlo entre cuatro personas? Durante la Edad Media, España e Italia eran los países donde más se practicaba. Se jugaba según las normas árabes, según las cuales la Reina y el Alfil eran piezas relativamente débiles que sólo podían avanzar de casilla en casilla. En el siglo XVI, Marcus Hierymus Vida (1490-1566), sacerdote italiano que fué obispo de Alba, describe en el latín de Virgilio una partida de ajedrez disputada por Mercurio y Apolo, con otros dioses como espectadores. Durante los siglos XVI y XVII el ajedrez experimentó un importante cambio y la Reina se convirtió en la pieza más poderosa del tablero. Fué entonces cuando se permitió a los peones avanzar dos casillas en su primer movimiento y se introdujo la regla que permite capturar al peón que sigue su marcha y no come la ficha que se le ha ofrecido. En los siglos XVIII y XIX pasó de ser el juego preferido de la aristocracia y la nobleza a los cafés y universidades. Me gustaría añadir algunas citas más, antes de pasar a la siguiente parte, que quizá puedan hacernos reflexionar acerca de ese misticismo del ajedrez. «Sucede que en la vida es como en el ajedrez. Ideamos un plan, pero este queda condicionado a lo que el destino o el adversario quieran hacer» (Shopenhauer)

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«Juguetes somos, tal como le place al Cielo. Esto es verdad, no una alegoría. El tablero del mundo nos ve jugar, hasta que uno tras otro regresamos a la caja de la nada» (Omar Kayam)

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«Los hindúes explican por las casillas del tablero el paso del tiempo y de las edades, las grandes influencias que rigen al mundo y los vínculos que unen al ajedrez con las almas humanas» (Al Masudi) «El juego de los juegos, el juego de la inteligencia que es la metáfora del mundo y su creador Un juego que quizá nació en la legendaria Atlántida y que ha permanecido hasta nuestros días como el más excelso de los juegos, como un combate capaz de abolir el azar, como el juego infinito. Los antiguos caballeros a los que la crueldad del tiempo y las batallas redujo a sus monturas, negros o blancos, agresivos, marcan el nervio del combate entre los contendientes; los antaños marfiles de los elefantes, hoy sólo álfiles, pálidas sombras de los caballeros desmontados, no saben qué manos gobiernan sus destinos. ¿Y si fuesen dos dioses crueles y despóticos los que diariamente juegan la partida de nuestras vidas? ¿Y si otros dos dioses se mirasen en el espejo de los dos primeros? ¿Y si...?» (Jorge Luis Borges)

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La referencia de Borges a la Atlántida me resultó más que sugerente. De hecho, yo mismo me había atrevido a formular una hipótesis, más bien romántica (por qué no decirlo), en la que imaginaba la Atlántida como el posible origen de los arios, esos hombres que aparecieron de pronto, «procedentes del Norte», como los «Tuatha de Danan», y se instalaron, entre otros lugares, en el Norte de Europa y en la India. Pero ¿ qué hay al norte del Norte? El último párrafo es un poema de Borges que acompaña su texto sobre el ajedrez: En su grave rincón, los jugadores Rigen las lentas piezas. El tablero Los demora hasta el alba en su severo Ambito en que se odian dos colores. Adentro irradian mágicos rigores Las formas: torre homérica, ligero Caballo, armada reina, rey postrero, Oblicuo alfil y peones agresores. Cuando los jugadore se han ido, Cuando el tiempo los haya consumido, Ciertamente no habrá cesado el rito. En el Oriente se encendió esta guerra Cuyo anfiteatro es hoy la tierra. Como el otro, este juego es infinito.

De un modo u otro, como vemos en estos ejemplos, diversas personas han hablado del ajedrez como de algo más que un juego, como un símbolo de la vida misma, un elemento iniciático, un guardián de un mensaje secreto... La propia Katherine Neville no se queda corta y llega a sugerir que el ajedrez contiene un secreto, una fórmula... Quizá la fórmula de un poder desconocido hasta ahora, la fórmula de un saber codificado que nos permitiría ir mucho más allá de donde nos encontramos, la fórmula de la Creación, la fórmula de Dios, o, quizá, ¡la fórmula del hombre! ¿Puede el hombre ser una fórmula? Quizá


22 valiera la pena hacerles esa pregunta a los investigadores que están estudiando el código genético. Y si el hombre fuera una fórmula ¿acaso no lo sería todo aquello que tuviera un código genético? ¿Acaso no lo es la composición de los minerales? Pero si existiera tal fórmula, debería referirse no al «qué» lo compone sino al «cómo» se organiza y estructura, daría prioridad a la combinación, a la información, por encima de los elementos que intervienen (que no son sino los elementos químicos que ya conocemos). ¿ Cómo consideraríamos una fórmula tal bajo la perspectiva de la «Ley de Analogía»? ¿Podría la fórmula de «lo inferior» aplicarse a «lo superior»? Tal vez sólo sean especulaciones, pero hay demasiados datos como para no tenerlo en cuenta. Y la señora Neville también da una pista que seguir, un hilo del que tirar: el Ocho. La Peregrinación del Caballo

Los peones representan al pueblo llano, a los campesinos o comerciantes. Además, cada bando posée un Rey y una Reina (¿Sol-Luna? ¿Consciente-Subconsciente?), obviamente los representantes máximos de la polaridad misma dentro de cada elemento polar, como el punto negro dentro del Yang y el blanco dentro del Yin en el símbolo taoísta. También hay dos Caballos (el buscador, el héroe, el guerrero), dos Alfiles (los obispos, el clero, la religión, la filosofía, los magos o druidas) y dos Torres (los castillos y fortalezas, así como las fortalezas móviles, los carros de combate, y también los dirigentes políticos, los alcaldes, no guerreros). Así, el ajedrez parece un resumen de la sociedad completa.

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De todas estas piezas, sólo el Caballo posée la especial característica de moverse siempre de una ficha blanca a una negra y viceversa. El Rey puede pasar a cuadro blanco o negro, según se prefiera, la Reina puede elegir cuadro, los peones pueden pasar al mismo color del cuadro que ocupan al salir o matan lateralmente, pasando de blanco a blanco o de negro a negro, los álfiles no cambian de color y las torres pueden caer en un cuadro de uno u otro color según las casillas que muevan, no están obligadas a cambiar de color necesariamente.

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El Caballo resulta una pieza, pues, especial, a lo que contribuye su extraño movimiento en ángulo. Su movimiemto tiene tres rasgos claramente distintivos: 1) Siempre pasa de un cuadro blanco a uno negro, o viceversa. 2) Siempre se mueve en ángulo. 3) No queda obstaculizado por otras fichas y puede saltar sobre ellas. Pero antes de seguir, señalemos que el Caballo, que hoy en día es una pieza bastante secundaria, era una de las piezas más poderosas en los primeros tiempos del ajedrez. Como ya hemos dicho, la Reina y el Alfil sólo movían una casilla cada vez, así que las piezas más poderosas eran la Torre y el Caballo y, probablemente, sería el elemento más utilizado en la partida, lo que hace suponer que el peón, cuando coronaba, era canjeado preferentemente por un caballo (hoy suele cambiarse por una Reina) . Es decir, el peón que culminaba su recorrido del tablero era «ordenado caballero». Pero no se queda ahí el valor del Caballo. Si miramos el valor que se le daba a este animal en la antigüedad, veremos que, al margen de la enorme movilidad que proporcionaba en el combate, en las culturas antiguas se efectuaba una verdadera simbiosis entre hombre y caballo, y la comunicación entre caballo y jinete podía representar la diferencia entre la vida y la muerte. Esta extraña simbiosis dió lugar al mito de los hombres-caballo, los centauros. De hecho, se cuenta que los españoles provocaron un terror religioso entre los incas cuando aparecieron ante ellos montados en estos animales, llegando a creer que eran una sola cosa y resultando esta creencia en un acobardamiento que facilitó su conquista. En las corrientes arias el caballo simbolizaba al Sol y arrastraba el carro con el que este se desplazaba por el cielo. El «Caballo blanco de Berkshire», Inglaterra, parece otra muestra de la veneración a este animal.


23 Allí aparece un gigantesco caballo estilizado, excavado en la roca de una colina, que solo puede verse bien desde el aire. Los suecos paganos eran llamados «comedores de caballos» por sus compatriotas convertidos, aludiendo, al parecer, a la ingestión ritual de carne de este animal que formaba parte de sus prácticas. Por otro lado, tanto en la India como entre los hombres del Norte (vikingos y celtas) el caballo era un animal sagrado y aparecen distintas divinidades ligadas al animal. En realidad, mientras hay una diversidad de animales que aparecen como compañeros de los dioses, los caballos encarnan a los dioses mismos de modo que algunas divinidades adoptaban indistintamente su forma o la del animal, eran dioses equinos. Aparecen así, entre los celtas, Epona, Rhianon, Morrigan y Macha, todas ellas diosas con forma de caballo, aunque no son las únicas. Encontramos cultos sagrados al caballo entre los celtas, los vikingos y germanos, y también entre los hindúes... y los persas. Los druídas utilizaban cabakllos sagrados para la adivinación, y un caballo blanco, sin mácula, era un sacrificio sagrado para los dioses. Así nos lo cuenta, por ejemplo, Edred Thornson en «Futhark, manual de Magia Rúnica»: «Los sacerdotes germanos consultaban con frecuencia a los caballos en sus ritos adivinatorios»

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Parece ser, también, que las princesas hindús se entrenaban para una ceremonia ritual que implicaba su acoplamiento (,simbólico?) con un caballo. Existen referencias a la práctica, entre los vikingos, de conservar un falo de caballo disecado o momificado para asegurar la fertilidad de los campos... Pero de entre todos los mitos equinos, quizá el más interesante es el que se refiere a los gemelos divinos, que adoptan frecuentemente forma equina. Al respecto leemos, de nuevo, en «Futhark», cuando se nos habla de la runa Eihwaz, la de «los dos caballos»: «Eihwaz representa al poder de los dioses gemelos. Esta construcción de poder es el reflejo de una forma dual de liderazgo germano. Con frecuencia, estos líderes se representaban mitológicamente como caballos. Esto nos hace pensar en Hengist (semental) y Orsa (caballo), los conquistadores sajones de la Isla Británica. Y también en el nombre de los dos dioses gemelos del Veda, los Asvinau, que significa literalmente «los dos caballos»» El «Poema rúnico germánico ensalza este concepto:

«Los dos caballos son, en la concepción de los guerreros, parientes de los héroes; ambos relucen sobre las casas y ambos dan siempre ayuda al que no conoce reposo»

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Es una runa de confianza y lealtad y puede comprenderse en su significado la relación espiritual que une a caballo y jinete y resulta interesante que, combinada con la runa «Mannaz», que representa al hombre, forma el término «ehms», que significa «Yo soy», el término con el que se designa al Yo Superior presente tras cada encarnación humana. También es curioso observar que la forma de la runa, que evoca la imagen de dos caballos enfrentados y es prácticamente igual a nuestra «M» mayúscula, se asemeja enormemente a la forma descrita por dos caballos de ajedrez frente a frente:

Jason Cooper, en «Las Runas», también nos habla de estos gemelos: «Los Alcis eran hijos del dios del Cielo, probablemente (aunque no con seguridad) de Tiwaz. Eran


24 excelentes jinetes y el caballo venía a ser figura central de su culto» Las casas reales germánicas tenían la costumbre de retrotraer sus orígenes a los propios dioses. Algunas de ellas, como aquella de la que procedían Hengist y Orsa, decían descender de los Alcis. ¿A donde nos lleva todo esto? Haciendo un resumen de lo que tenemos hasta ahora obtendremos que: 1) El caballo es un animal sagrado que se distingue especialmente de otros. 2) Hay una relación mística o espiritual entre caballo y jinete. 3) El caballo es el vehículo o medio de expresión del jinete. 4) El caballo hace referencia a una fuerza dual que evoca el simbolismo de los Gemelos y, por tanto, con el mito de Géminis. 5) El caballo está conectado en la tradición aria con la figura del Sol. ¿Cómo relacionar todo esto? ¿Cual es el significado especial del caballo? Cuando intenté comprender la respuesta me senti como si tuviera ante mí las piezas de un puzzle que no sabía cómo armar. Sentía que debía haber una respuesta y que ésta debía resultar evidente, pero que se escapaba a mi comprensión. Entonces recordé el mito de Géminis.

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La leyenda que da lugar a dicho mito habla de dos hermanos gemelos. Uno de ellos es mortal y humano, y el otro inmortal y divino... Pero leamoslo en las palabras de Liz Greene en «Astrología y Destino»:

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«Según el mito Castor y Polideuces pelearon con otro par de gemelos, Idas y Linceo, y Castor que era mortal, pereció en la batalla. La pena de Polideuces por la muerte de su hermano fué tan grande que imploró a su padre Zeus que le devolviera la vida o que aceptara la suya a cambio de la de Castor Zeus, conmovido, se compadeció de los hermanos y les permitió gozar alternativamente los dones de la vida pasando un día en el Hades, bajo la tierra, y el siguiente en el Olimpo Celestial. Los gemelos simbolizan pues una experiencia cíclica de opuestos ya que cuando son mortales deben probar la muerte y la oscuridad y cuando son divinos comparten los placeres de los dioses». Esta historia puede comprenderse, a la luz del esoterismo, como la existencia de una dualidad esencial que está presente en el ser humano. Por un lado, poseemos una parte inmortal, trascendente y divina. Por otro, una parte perecedera, mortal y humana. El sacrificio (recordemos lo leído acerca del Seis) consiste en el acto consciente y voluntario de un ser trascendente (nuestro verdadero Yo) al limitarse a sí mismo, restringir su consciencia y autoengañarse para percibirse como un ser limitado, construyéndose un cuerpo a partir de materia física y aceptando los límites aparentes que este le impone durante el periodo que llamamos «vida».

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Revisando esto último a la luz de lo expuesto acerca del caballo, tenemos: 1) El significado del caballo (animal sagrado) resulta una clave trascendente de conocimiento. 2) La relación entre caballo y jinete es la misma que la que existe entre el Yo Superior y su vehículo ( el cuerpo, la personalidad) de expresión en este plano. 3) El caballo del ajedrez es el vehículo de la voluntad del jugador, pero éste existe en un plano más allá del que habita su vehículo, igual que el caballo no es sino la expresión de la voluntad del jinete y un medio de desplazamiento para este. 4) Los gemelos, a los que alude el mito, son aspectos del «Yo», manifestado e inmanifestado, temporal y eterno, inextricablemente ligados aunque uno es real y permanente y el otro aparente y temporal. 5) El Sol, en las tradiciones esotéricas, es una representación del Yo Superior, el ser real que se halla detrás del ser aparente. En el Arbol de la Vida está representado por la esfera central, Tiphereth, la sexta esfera. 6) Si el caballo es el que arrastra el carro solar debe representar al vehículo del Yo, es decir, la personalidad humana. El secreto del caballo, pues, es que oculta el misterio, al tiempo que contiene la permanente enseñanza de ello, de que sólo somos el vehículo de algo que va mucho más allá de nosotros y que constituye nuestro verdadero ser. Nos recuerda aquello que verdaderamente somos y constituye una fuente de enseñanza para aquel que busca conocimiento, y no solamente entretenimiento, en el ajedrez. Pero ¿no ocurre lo mismo, acaso, con todas las figuras del ajedrez? ¿No son todas expresiones de la voluntad del jugador? En efecto, así es, pero el caballo tiene una importancia especial por la particular


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consideración que le daban los arios, y porque se le asociaba la capacidad de «caminar entre planos». En el shamanismo nórdico se decía que el caballo era el vehículo (astral) que permitía al shamán moverse entre los mundos, desplazarse a otros planos o niveles de conciencia. Odín, el dios principal de los germanos y escandinavos (toda el area de influencia vikinga) poseía un caballo de ocho patas (ocho de nuevo!), Sleipnir, a lomos del cual se movía entre los nueve mundos del Arbol Cósmico vikingo, en algunos sentidos similar al Arbol de la Vida hebreo, Yggdrassil.

Así pues, recae en el caballo el poder de saltar barreras y viajar entre planos, como el caballo de ajedrez puede desplazarse por el tablero saltando sobre las demás figuras, particularidad que no poséen las demás figuras, particularidad que no poséen las demás fichas. Esto se une al hecho, ya mencionado, de que hasta los siglos XVI y XVII, cuando se confirió más poder al alfil y a la reina, era una de las fichas más poderosas del juego. Y ya que hablamos de caballos ¿por qué no de caballeros? Puede aducirse que caballero era todo aquel que montaba a caballo, lo que no dice nada necesariamente acerca de un valor interior mayor que el de cualquier otro (recordemos, por ejemplo, a los «cow-boys» americanos, pero el término «caballero», inicialmente, iba ligado a dos términos importantes en este trabajo: nobleza e iniciación. En principio, un caballero debía pertenecer a la nobleza (pureza de sangre, aunque en ocasiones podía acceder alguien tras un comportamiento heróico) y someterse a una preparación física y espiritual para, finalmente, someterse a una preparación física y espiritual para, finalmente, someterse a una ceremonia de iniciación (que incluía la «vela de las armas») y, finalmente, ser ordenado como caballero.

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Aunque la Edad Media llevó a una degeneración de la imagen del caballero, el concepto iniciar sigue siendo válido, y es el que tenía en mente Mahoma cuando instauró las primeras órdenes de caballería, ya que el origen de la caballería no es cristiano, como algunos suponen, sino árabe. El espíritu de la caballería perduró en las órdenes de caballería occidentales, que combinaban el trabajo interno con la figura del guerrero. Así, el caballero encarna la imagen del héroe, del iniciado, de aquel que está comprometido con la búsqueda interior (verdadero significado de «nobleza», «pureza de sangre»). Una serie de conceptos nada desdeñables que añadir a los expuestos acerca del caballo. La Peregrinación del Caballo ¿Podría ser que el caballo, además de su enseñanza iniciática, contuviera alguna otra clave? ¿Quizá alguna enseñanza sobre como «saltar entre planos»? ¿Quizá alguna clave para el conocimiento del yo (el ser físico) y su relación con el «Yo» (el ser espiritual)? ¿Quizá la famosa «fórmula» de la que habla Katherine Neville? No me es posible más que especular (quizá fantasear) al respecto, pero sí es cierto que tras el caballo hay, al menos, una fórmula: la de la «Peregrinación del Caballo». Vayamos por partes. La primera mención a la «Peregrinación del Caballo» la obtuve, cómo no, en la novela «el Ocho»: «Es un acertijo matemático. Paseas el caballo por todas las casillas del tablero sin pasar dos veces por la misma, empleando los movimientos corrientes del caballo: dos casillas horizontales y una vertical o a la inversa.. A lo largo de los siglos, diversos matemáticos han intentado desarrollar fórmulas para pasear el


26 caballo por el tablero. Euler dió con una nueva fórmula y Benjamín Franklin con otra. La «Peregrinación cerrada» consiste en regresar a la casilla de partida».

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Así, existía una fórmula. Fué cuestión de buscar y no fué dificil encontrar referencias a dicha fórmula (dar con ella ya sería algo más dificil). No sólo Euler y Franklin se entretuvieron en desarrollar dicho juego matemático, sino que ha suscitado el interés de muchos a lo largo del tiempo, y todavía hoy se plantea como juego matemático (ver anexo n° 1) No obstante, la fórmula utiliza un sistema Hamiltoniano de unión de nodos dentro de un gráfico de coordenadas y existen diferentes versiones de la solución que, a menudo, resultan complejas y crean dificultades incluso a sus creadores. En cualquier caso, la unión de los nodos (puntos centrales de cada cuadrado) siguiendo el orden del caballo en su recorrido nos da siempre una figura geométrica sobre la que se basará la teoría de Hamilton propiamente dicha. Algunos recorridos nos darán gráficas realmente bellas. Encontrar un tablero donde apareciera dispuesta la «Peregrinación del Caballo» no fué dificil, como vemos a continuación en algunos ejemplos.

El problema es que existían demasiadas variables posibles. ¿Cómo distinguir la posibilidad más apropiada? Se me ocurrió mirar el cuadrado desde otra perspectiva.


27 Un Cuadrado Mágico El ocultismo tradicional emplea lo que denomina «cuadrados mágicos». Un cuadrado mágico es aquel que tiene «n» cuadritos por lado y un total, por tanto, de «n x n» cuadritos. Cada cuadrito tiene un número, apareciendo todos desde el 1 hasta el que coincide con el total de cuadritos (n x n). Así, un cuadrado de 4 cuadritos por lado tendría 16 (4 x 4) cuadritos en total y contendría los números del 1 al 16. La característica principal del cuadrado mágico viene determinada porque los números se disponen de tal modo que la suma de cualquier columna vertical u horizontal, e idealmente también las diagonales, daría la misma cifra.

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Cada tipo de cuadrado mágico, según el número de casillas que componen su «lado», se asocia a uno de los siete «planetas» tradicionales del ocultismo. La asociación cuadrado/planeta nace de la mano, al parecer, de Cornelio Agrippa, y viene dada por el número de esfera que ocupa dicho planeta en el Arbol de la Vida hebreo, contando desde la esfera superior, Kether, la número 1. Siguiendo este razonamiento, el tablero de ajedrez (8 x 8) debería corresponder a la octava esfera. Y la octava esfera corresponde a Hod, la esfera de Mercurio. Aunque muchas piezas del puzzle quedaban- y, posiblemente, quedarán- sin encajar, esta parecía encajar pefectamente. De entre todos los planetas tenía que ser precisamente Mercurio, el análogo al Hermes egipcio, aquel que rige el intelecto y la comunicación y que, como grado iniciático en el Arbol de la Vida, representa la esfera donde se da forma a la idea, donde se estructuran los lenguajes y donde se formulan las leyes que el hombre descubre por observación. Es la esfera del análisis, la lógica, la ciencia y las matemáticas. La esfera que se relaciona con la estructuración, el conocimiento intelectual y la formulación. ¿Simples coincidencias? Parece demasiada casualidad teniendo en cuenta que el símbolo de Hermes es el Caduceo, la vara en torno a la cual se enroscan dos serpientes gemelas en espiral formando una sucesión de ochos.

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La fabricación de cuadrados mágicos es toda una técnica y es distinta para los cuadrados de orden impar que para los de orden par. Para establecer un cuadrado de 8 x 8 recurriremos a una de las técnicas de establecimiento de los cuadrados de orden par. Para ello, necesitaremos confeccionar primero dos cuadrados auxiliares. Vamos a por el primero. 1) En las casillas de la primera diagonal se colocarán los números del 1 al 8, de modo que las casillas complementarias (las que están a la misma distancia del centro) contendrán números complementarios, es decir, los que sumados dan la misma cifra (p.e. 1 y 8, 2 y 7, 3 y 6, 4 y 5). Puede servir el orden natural, que ya cumple este requisito, aunque no es indispensable.

2) Cada número se repite en la misma columna vertical pero en la casilla opuesta.


28 3) Tomamos la primera columna, en la que ya tenemos dos números iguales, y rellenamos el resto de las casillas con el mismo número o con su complementario, sin que importe el orden, pero de modo que cada uno se repita el mismo número de veces.

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4) En la casilla horizontal complementaria de cada número que hemos escrito, escribiremos su complementario.

5) Repetir el proceso (3) con las columnas 2, 3 y 4. Luego repetir el proceso (5) con sus complemen-

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tarias.

Vamos ahora a por el segundo cuadrado. 1) En las casillas de la primera diagonal colocaremos los números 0, 8, 16, 24, 32, 40, 48 y 56 ( primeros múltiplos de 8) siguiendo la misma regla que en el paso (1) del anterior cuadrado. 2) Cada número se repite en la misma fila horizontal, en la casilla complementaria


29 3) Este paso es el más delicado. Las casillas libres de la primera fila horizontal se rellenan con el mismo número o su complementario. Ambos deben aparecer el mismo número de veces, pero debe cumplirse la siguiente condición: Si una casilla, en la misma línea, del primer cuadrado auxiliar y su casilla asociada verticalmente llevan números complementarios, en el segundo cuadrado la casilla asociada horizontalmente con ella llevará el mismo número.

4) En las casillas complementarias verticalmente pondremos los números complementarios de los que ya tenemos

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5) Repetiremos la operación con las filas 2, 3 y 4, obteniendo el cuadrado final.

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Así pues, obtendremos los dos cuadrados auxiliares, sumaremos los números de sus casillas y obtendremos el cuadrado final.

Tenia, pues, uno de los posibles cuadrados mágicos de Mercurio (hay más posibilidades), pero cuando lo comparé con el cuadrado resultante de la «Peregrinación del Caballo» me encontré con que, si bien era posible mostrar un cuadrado que cumpliera parte de las condiciones del «cuadrado mágico» usando la «Peregrinación» (cualquier fila o columna, sumadas, dan 260) no se daba el que las diagonales cumplieran la misma condición. Para complicar aún más la cosa, no hay un sólo cuadrado que cumpla ambas condiciones, sino 84 posibles cuadrados que cumplen los mismos requisitos. Es como si realmente hubiese una clave, pero no consegui encontrarla. Dicha clave deberia ser un cuadrado especial, uno distinto, probablemente uno que diera un grafismo significativo o un cuadrado que siga la precesión y que, además. cumpla todas las condiciones (diagonales incluídas) de un cuadrado mágico. En el momento en que escribo esto no he conseguido aún dar con ese resultado. De los cuadrados dados en los ejemplos de la «Precesión», el más cercano a un cuadrado mágico (filas y columnas dan 260, pero no las diagonales) es el último:


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Una vez unidos los puntos en dicho cuadrado, siguiendo el orden numérico, aparecían los grafismos del dibujo que, aunque sugerían una pauta, no llevaban a ninguna parte. ¿Puede haber una clave oculta en alguna de las posibles ordenaciones, o en la grafía resultante de la unión de sus puntos?


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Capítulo IV Sigamos jugando

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El ajedrez había conseguido encender mi curiosidad... pero no satisfacerla. Estaba ante un conjunto de interesantes coincidencias, pero por sí solas no dejaban de ser juegos de asociación. Cualquiera que se acercara a ello aún podía achacarlo a simple casualidad. Tenía que encontrar más piezas del rompecabezas, más coincidencias, más pistas de que los antiguos quisieron decirnos algo o de que sabían algo que nosotros ignoramos. Y apareció. La clave del Ocho no sólo está en el ajedrez, sino en más juegos de entre los que nos son más populares. Obviamente las damas (24 piezas, múltiplo de 8, 12 por bando) o los peones chinos no van a interesarnos demasiado. Son variantes del ajedrez y se juegan en su mismo tablero.

El Alquerque

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Un poco más de interés nos lo proporcionará el «Alquerque» (palabra también de origen árabe, desde donde nos llegó) o «Tres en raya».

En este juego vemos ocho posiciones exteriores, dispuestas sobre un cuadrado (materia, los cuatro elementos) y una posicvión central, en torno a la que giran y con la que están conectadas. Este punto central, en su relación con los exteriores, evoca perfectamente lo que expusimos al hablar del Cinco en el segundo capítulo: las svástikas girando en torno a un centro. De hecho es sumamente fácil dibujar ambas svástikas sobre el tablero:

Ocho son los tramos que forman cada svástika. También son ocho los tramos que unen entre sí los puntos del cuadrado exterior y ocho las líneas que, partiendo de estos, convergen en el punto central,


32 evocando los ocho radios de la «Rueda de la Μanifestaciόn», reflejando al uno que se expresa en forma οctuple y a ese Ocho superior expresándose a su vez en un Ocho inferior, en la Manifestación. Nos recuerda la «Ley de Analogía» (como es arriba es abajo) y la expresión del mundo de los Cuatro Elementos (al que aplicamos la dualidad) como un aspecto exterior que no existe sino como expresión de lo interior.

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Los puntos que aparecen en el centro €e cada lado del cuadrado representarían al elemento en su estado puro, mientras que los de las esquinas representarían una transición entre cada elemento y el siguiente, participando un poco de la naturaleza de ambos. A modo €e juego (no deberíamos tomar esto demasiado en serio, sino como Ιο que es, un ejercicio mental) podríamos hablar, por ejemplo, del hielo ( donde el Agua participa de la naturaleza de la Tierra), de la lava (donde la Tierra participa de la naturaleza del Fuego), de los vientos solares (donde el Fuego participa de la naturaleza del Aire), etc. Aunque esto último es solo un juego intelectual, no olvidemos que los elementos no deben tomarse como cosas físicas sino como símbolos y que, según los alquimistas, cada elemento se definiría por €os «cualidades», una del par «frío-cálido» y otra €el par «seco-húmedo», €e modo que para pasar de un elemento a otro bastaba con alterar la cualidad correspοndíente, según ellos. Así, tenemos el Fuego- seco y cálido-, el Aire- húmedo y cálido-, el Agua- húmeda y fría-, γ la Tierra- Seca y fria-. Los puntos €e los extremos podrían, pues, definir las cualidaddes que concretan cada elemento, así:

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La forma de la rueda de ocho radios es especialmente importante. La encontramos en la Rueda de la Ley budista, γ también en el «Ρa-kwa» taoísta, la figura que sitúa los ocho trigramas en torno al símbolo del Yin y el Yang. También la vemos en la Rueda €18 18 Manifestación, que aparece en diversas tradiciones y que se muestra en el arcano X del Tarot, la «Rueda de la Fortuna». Esta figura de ocho radios nos da la «Rosa de los vientos» γ es la bese de un conjunto de banderas- la inglesa γ la vasca, por ejemplo-. También aparece en la «Rueda de los brujos», que representa las ocho festividades tradicionales de la corriente céltica, observadas por la tradición Wicca γ sus seguidores: Equinoccio €e Primavera (21 de Marzo), Walpurgis (30 de Abril), San Juan (24 de Junio), Lammas (1 de Agosto), Equinoccio de Otoño (21 de Septiembre), Hallowen (1 de Noviembre), Navidad (25 de Diciembre) y Beltane (La Candelaria, 2 de Febrero). La tradición esotérica resalta la importancia de una estrella, Sirio, a la que se representa gráficamente como una estrella de ocho puntas. Recomiendo a los interesados la lectura de «El Enigma de Sirio», de Robert K.(. Temple, o mi propia obra «Lucifer, símbolo oculto de 13 iniciación».


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También parece haber cierta trasposición entre Sirio y Venus, usándose a veces el mismo símbolo para ambas, sea el pentagrama o la estrella óctuple. Tanto Sirio como Venus han recibido el apelativo de «Lucero del Alba», la luz del amanecer o del despertar, lo que quizá deba entenderse en un sentido mucho más profundo que en el de un simple astro diurno. Tanto la Virgen María, en algunos textos, como el mismísimo Lucifer («Cómo has caído tú, ¡oh estrella de la mañana!») han participado del mismo apelativo, pero, para no extendernos sobre este material que ya de por sí da para todo un trabajo, centremonos solamente en el mito de Dionisos (otra «estrella de la mañana»). Su historia, símbolo del proceso iniciático, hace que sea muerto a manos de los Titanes, sus hermanos, y partido en siete pedazos (¿alusivo a los siete chakras o a Daath y a su fragmentación?) y hervido en un caldero (¿el útero? ¿los poderes del renacimiento?). Tras su muerte desciende a los infiernos, donde adquiere la iniciación, bebe de la fuente Mnemosina (la fuente del recuerdo) y renace, inmortal, convertido en laco, la «estrella de la mañana». ¿Es acaso conocer la Estrella, comprender el Ocho, el secreto de la iniciación y la clave de la inmortalidad? Flamel, el discípulo de Fulcanelli, narró su proceso en el descubrimiento de la «Piedra Filosofal» como algo que ocurrió en su viaje a través del Camino de Santiago (no olvidemos esta ruta, porque volverá a aparecer). Finalmente, Flamel obtiene su iluminación en Compostela... Pero eso mismo ya es, en sí, una clave, porque el nombre de Compostela procede de «Campus Stellae», el «Campo de la Estrella», el terreno regido por la estrella o gobernado por la estrella. ¿Cual puede ser esta misteriosa estrella? Algunos apuntan que se trataría de la Polar, que siempre señala al Norte, pero no parece que desde Compostela se vea especialmente mejor que desde otras partes, ni hay leyenda alguna que la relacione en especial con ese lugar. Tampoco tiene un especial simbolismo esotérico, así que ¿no será Sirio la estrella que, cargada de simbolismos y significados esotéricos, rige el campo mencionado? Y, al hablar de campo ¿no nos estaremos refiriendo, en realidad, a la «Manifestación»? ¿No será la estrella de ocho puntas lo que se le revela al iniciado que, desde su comprensión de la Manifestación, comprende los secretos del Ocho?

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Un último dato de interés. La estrella Sirio, allá donde aparece, se vincula con una corriente de conocimiento legada, al parecer, por seres más allá de nuestro mundo. Todos estos dioses instructores o civilizadores se conectan con el símbolo de la serpiente. ¿No estaremos hablando nuevamente de relacionar el conocimiento con nuestra figura de las serpientes entrelazadas? ¿No volveremos, una vez más, al Ocho? Para rizar aún más el rizo, algunos grabados antiguos en los que aparece el juego del alquerque nos muestran unacuriosa diferencia respecto al tablero actual. En la zona intermedia, entre el cuadrado exterior y el centro, aparece un segundo cuadrado que parece no poseer una especial función. ¿Una nueva alusión a la Ley de Analogía? ¿Una nueva referencia al Ocho detrás del Ocho?


34 El Inofensivo Parchís Este me ha parecido un buen título para hablar de otro juego de mesa que, a priori, parece no tener ninguna relación con el terreno de lo esotérico. Uno diría que se trata, simplemente, de un juego de entretenimiento. ¿Es realmente así? Nada más lejos de la realidad. Para empezar, volvemos a encontrarnos con el tablero cuadrado. No repetiremos lo ya expuesto al respecto, pero, además, aquí, como en el ajedrez original, son cuatro contrincantes los que compiten, cada uno con cuatro fichas y un color propio. Casualmente, como no, los colores corresponden a los atribuídos en esoterismo a cada uno de los cuatro elementos. Así que quienes compiten lo hacen cada uno en representación del elemento que escogen: Rojo (Fuego), Amarillo (Aire), Azul (Agua) y Verde (Tierra). Con algunas variaciones (algunos le dan el color blanco al Aire, y otros sitúan el verde como Agua, representando la Tierra en Negro) estas son las versiones de color que usa el esoterismo tradicional occidental. La Kabballah asocia también cuatro colores a Malkuth, la esfera de la Manifestación, el mundo físico, asociando verde y negro para Agua y Tierra. La Alquimia, por ejemplo, mantiene los colores tal como los exponemos.

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Así pues, los cuatro elementos aparecen claramente reflejados en nuestro «inocente» juego. Pero eso no es todo. La zona donde reposan las fichas de cada color antes de salir es otro cuadrado. Están situados en las cuatro esquinas del tablero. Cada uno contiene (al menos en las versiones típicas, no he podido averiguar si era así en el original) tres círculos concéntricos y, aunque el disponerlos así pueda ser fruto del azar, vale la pena reseñar que nos recuerdan el aspecto triple del hombre (cuerpo, alma y espíritu) o incluso al Tres operando sobre el Cuatro. Además, habitualmente el círculo interior es de color diferente a los ortros dos (que tienen el color del elemento que representan) y generalmente es uno de los otros tres colocres, evocándonos una idea similar a la del «Pa-kwa» al colocar un punto Yin dentro del Yang y uno Yang dentro del Yin.

La disposición de las casillas forma una cruz de brazos iguales que envuelve a otra cruz de brazos iguales (las casillas de ascenso) que convergen, a su vez, en un cuadrado central dividido en cuatro triángulos, cada uno con uno de los cuatro colores.. La cruz de brazos iguales es una representación habitual de los cuatro elementos y de la materia. Es uno de los símbolos que los kabalistas emplean para Malkuth. Pero, además, la cruz exterior, la que está formada de casillas de recorrido, tiene cada brazo configurado en tres tramos, así que tenemos un total de 12 tramos y, por tanto, una conexión con la idea de Zodiaco. Cada brazo tiene un tramo que se mueve hacia el exterior, otro paralelo al borde del tablero y un tercero que regresa al centro para conectar con el inicio del siguiente elemento. Podríamos decir que tenemos representado en el parchís a cada uno de los signos zodiacales: Cardinales (Aries, Cancer, Libra y Capricornio) en los tramos que se alejan del centro, Fijos (Tauro, Leo, Escorpio y Acuario) en los tramos paralelos al borde, y Mutables (Géminis, Virgo, Sagitario y Piscis) en los tramos que regresan al centro. Dentro de la cruz exterior hay otra cruz, recordando lo expuesto sobre el Ocho y también el juego de «cajas dentro de cajas» y la «Ley de Analogía». Esta cruz es más interesante de lo que parece a simple vista, porque marca el camino que sale del circuito exterior (la vida) y avanza hacia lo superior (o interior,


35 que tiene el mismo significado). Este sendero que avanza hacia lo espiritual está compuesto de diez casillas. ¿Qué nos recuerda esto? ¡Exacto! Todo el simbolismo asociado al Diez como Divinidad o como Totalidad, y también nos hace pensar en las particulares conexiones entre el Cuatro y el Diez, pero, sobre todo, nos recuerda el camino interior reflejado por los kabalistas en el Arbol de la Vida, diez esferas que deben conquistarse una a una (grados de consciencia) para llegar al origen, diez casillas que deben ascenderse hasta llegar alTodo. Todo esto es curioso si buscamos el origen histórico del juego y nos planteamos que dificilmente se puede hablar de una conexión con la idea hebrea, ya que dicho origen se sitúa, ¡cómo no!, en la India. Veamos algo de historia:

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«Este juego tiene su origen en un antiquísimo divertimento de los reyes de la India, que se remonta al siglo XVI. El tablero original era el mismo jardín del palacio del emperador mongol Abkar el Grande, quien gobernó la India desde 1556 hasta 1605. Las fichas estaban encarnadas por las más bellas y jóvenes muchachas del reino, que se movían por las casillas marcadas sobre el pavimento de acuerdo con la puntuación de los dados lanzados por el emperador Los dados eran cauris, conchas de moluscos pintadas de colores que antiguamente se habían utilizado como monedas. Si la concha caía con la abertura hacia arriba, significaba que el peón debía avanzar una casilla. Las mujeres mas exquisitas de la nobleza competían por el honor de convertirse en fichas del pasatiempo regio, llamado pacisi, palabra hindú que significa veinticinco, el número de conchas que se tiraba en cada baza. Durante la ocupación británica, el juego se hizo muy popular entre los colonos y no tardó en ponerse de moda en Occidente:»

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No obstante, si la India y la Tradición Hebrea parecen no tener nada que ver ¿por qué hay tantas coincidencias entre el Arbol de la Vida hebreo y el esquema de los chakras? (Ver apéndice 2). Así, si el Arbol contiene 10 esferas, estas están dispuestas en 7 niveles (como los chakras) y se disponen sobre una figura humana arquetípica, el «Hombre Cósmico» o «Adam Kadmon», dándose algo más que una coincidencia en sus posiciones y nombres. Incluso Kether, la esfera superior, cuyo nombre es traducido por «La Corona», correspondería al «chakra coronario». Los hebreos, a semejanza de los hindúes con «Kundalini», dibujan una serpiente enroscándose por el Arbol y recorriendo los chakras como símbolo de espiritualidad e iluminación. Los hindúes hablan de dos serpientes gemelas, ldá y Pingála, que se enroscan en torno a la columna vertebral y que representan los dos polos (Yin-Yang) de la «corriente» universal. Los hebreos colocan dos columnas (Rigor-Misericordia) a ambos lados de la columna central, coronadas por las esferas de la Gran Madre (Binah, color negro) y el Gran Padre (Chokmah, color blanco) e incluso plantean que las esferas (de acuerdo con lo expuesto acerca de los Ochos y los puntos de torsión) van intercambiando sus papeles en zig-zag de nivel en nivel...

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El centro del tablero es un resumen del esoterismo del juego: un cuadrado con los colores de los cuatro elementos cuya conquista (desde cualquier color) simboliza la llegada al Todo. Un modelo en lo Superior de lo que se expresaba en lo Inferior, «Como es abajo, es arriba». El último elemento que decidí plantear aquí puede parecer a primera vista un poco «ajustado a la fuerza» para algunos lectores, pero a mí me parece sumamente lógico y coherente. La cruz exterior está formada por 68 casillas, de las cuales 4 son claramente distintas. Estas cuatro son las casillas de salida para cada color y elemento, y están pintadas de ese mismo color. Mi opinión es que, aunque también se recorren, son casillas «aparte», donde, aunque operen como «seguro», el elemento regente es rey y sacar dos fichas de ese color elimina inexorablemente a la ficha que se sentía inconscientemente segura fuera de su elemento. Si descontamos esas cuatro casillas, nos encontramos con ¡64 casillas! en total, ¡las mismas que posée el tablero de ajedrez! ¿Será casualidad? ¿Le parece a vd. que es forzar mucho la coincidencia? ¡Mire mejor! Observará que, aunque el tablero posea 68 casillas, estas cuatro de «desfase» se descuentan al final porque, en realidad, las fichas no recorren en ningún caso todo el tablero. Cuando llegan a la casilla donde empiezan a ascender (y no está contemplado el «pasar de largo») no han hecho un recorrido completo, sino que les faltan, para cerrar circuito y volver exáctamente a la casilla de su color ¡cuatro casillas! Así, el recorrido completo de una ficha cualquiera del parchís por el perímetro exterior será siempre de ¡64 casillas! Cada elemento, pues, regirá 16 casillas (2 x 8), más una que podemos considerar «neutral» o casilla del elemento. Este dato puede abrirnos posibilidades muy interesantes (e incluso divertidas) más adelante.

El Enigmático Juego de la Oca En realidad fué el Juego de la Oca el principal culpable de que empezara a interesarme por la relación entre el esoterismo, los juegos de mesa y el Ocho. La razón es, en principio, muy superficial... La


36 principal conexión entre el Juego de la Oca con nuestro trabajo está en su número de casillas que son... ¿lo adivina? ¡Exacto! ¡Otra vez 64! Ocho x Ocho, el cudrado de Ocho, ocho Ochos. ¿Por qué la casualidad ( sincronicidad, diría Jung) se ceba en nosotros de esta manera? ¿O quizá no es casual?

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No, probablemente no lo sea, porque el Juego de la Oca tampoco es un simple juego. Refunde toda una serie de claves esotéricas que nos conectarán de modo directo con muchos elementos ya expuestos, ayudándonos a añadir más piezas a nuestro rompecabezas, o complicándolo más, si se prefiere. No intentaré hacer una excesiva extensión acerca del esoterismo en el Juego de la Oca ni de los lugares que relaciona, porque sería un material demasiado extenso y porque ya ha sido maravillosamente desarrollado por autores de la talla de Louis Charpentier («Los Gigantes y el Misterio de los Orígenes») o de Juan García Atienza. Intentaré ceñirme, de la forma más escueta posible, a la parte que nos interesa:

Las Casillas

Ya hemos mencionado este punto. Son 64, el cuadrado de Ocho, como las del ajedrez o las del parchís... ¡o como los hexagramas del I Ching! Aunque quizá deberíamos decir 63 + 1, porque la última casilla es la meta, la conquista final, la última oca, el Todo. J.G. Atienza sugiere, en un artículo aparecido en la revista Karma-7 de Junio del 2000, una relación entre el Juego de la Oca y el Tarot el cual, si bien no me acaba de aclarar tal conexión, sí me hizo pensar en la figura del Loco, el arcano sin número que representa al viajero que habrá de recorrer el camino trazado por las demás cartas. Algunos tienden a escxamotearle su lugar al principio de la secuencia (lógicamente, el «0» es anterior al «1») y colocarlo al final o una carta antes del final, dando una idea correcta de un modo incorrecto e innecesario. Si se quiere indicar que el recorrido de la Senda Interna conduce finalmente al Todo, al Cero, tal como vimos en el primer capítulo, el mismo Tarot conserva el mensaje al hacer aparecer el Cero, claramente, en la guirnalda que rodea al danzarín de su último arcano: el Mundo. O sea, el Tarot se mueve de «O» (el Loco) a «0» (el Mundo), empezando y acabando en el mismo lugar tras su ciclo de expresión.

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También la Oca empieza en una casilla sin número, una casilla «O», donde se sitúan las fichas antes del recorrido, y acaba en otra casilla sin número, que es la que reconocemos comocasilla 64. ¿No nos recuerda esto la «Peregrinación del Caballo» donde, tras todo su recorrido, el caballo regresa a la casilla de salida? Esto nos llevaría a una igualdad aparentemente absurda: 64 = 0. Esta igualdad se revelará importante cuando enfrentemos el capítulo dedicado al I Ching o el que habla del código binario, y no es ajena a los matemáticos que han trabajado sobre la «Peregrinación» y que necesitaban un «nodo 0» para establecer su circuito y cerrarlo (acabar en la casilla original).

La Oca Otra pieza en nuestro puzzle. Las aves suelen representar en los mitos la idea de elevación espiritual, pero la Oca, en el sur de Europa, y el cisne, en el norte, adoptando simbolismos casi idénticos o parecidos en significados, se llevan la palma en cuanto a esoterismo occidental se refiere y marcan la huella indeleble del paso de los arios del norte, vikingos y celtas. Nos quedan vestigios de esta especial consideración céltica hacia la oca en el hecho de que todavía hay muchas iglesias cristianas (la catedral de Barcelona, por ejemplo), inevitablemente impregnadas de un celtismo que, al fin y al cabo, desplazaron y absorbieron, mantienen ocas en un pequeño jardín cercano o contiguo. El hecho de que las aves, en general, hayam sido tan frecuentemente ligadas al esoterismo y a los mitos acerca de la búsqueda espiritual se deben, probablemente, tanto al hecho de que pueden elevarse hacia los cielos (cualidad asociada al espíritu) como al de que nacen de un huevo, cuya misma forma evoca la potencialidad que lo contiene todo: el Cero. La paloma cristiana, el ibis egipcio, el águila de los pieles rojas.. .Pero son el cisne y la oca, decíamos, se llevan la palma, incluso en la India. Citando a J.G. Atienza:


37 «La tradición Hindú menciona al Brahma-Kala-Hamsa, el Eterno Cisne, y evoca la presencia mística del brahman Hamsa-Vahana: el Señor conductor del Cisne. La tradición pasó a Europa con las migraciones arias y volvió a surgir en las teogonías primitivas como conductor de seres privilegiados: los caballeros del cisne, los «cignati», de los que. el héroe Lohengrin, repescado por Richard Wagner en una de sus apologías pan germánicas, es el ejemplo más inmediato» También Atienza nos habla de los «Dolganos», de la Unión Soviética, entre los que existe un cuento o leyenda popular que habla de shamanes que se convierten en ocas, vigilados por una anciana que es la Señora del Universo. Encontramos numerosas leyendas en Europa acerca de «doncellas-cisne», y el propio Lohengrin parece disfrutar de este poder y, al mismo tiempo, conectarse al mito del Grial. Así, una leyenda cuenta que una dama pide auxilio haciendo sonar un extraño cuerno y aparece un caballero que es el propio Lohengrin en una barca en forma de cisne. El caballero la auxilia y se casa con ella a condición de que ella jamás pregunte su linaje. Cuando la mujer es vencida por la curiosidad, Lohengrin se convierte en cisne y regresa a su mítico lugar de origen. Atienza también cita a Rafael Alarcón Herrara, en su artículo «El Iniciático Juego de la Oca y otras formas de diversión», donde da una extensa descripción del nombre de la oca:

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«La más antigua, cuyo origen es preindoeuropeo, Auch, Ouche. Que, a través del latín Aucam y del bajo latín Auca, ha producido Auca y Oca en España, dando lugar en Francia a formas como Auchee y Oie. La más reciente, de origen indoeuropeo, derivado del sánscrito «hamsa». Que, a través del latín Anser y del gótico (germánico) Gans, en España ha evolucionado produciendo Ansar y Ganso, mientras que la forma Jars quedaba relegada en nuestra península para afirmarse en Francia, donde tiene una curiosa frase hecha: «devider les jars», en sentido figurado, «hablar en argot», en recuerdo tanto del lenguaje de oficio, argot de los constructores, como del lenguaje esotérico, argot iniciático o alquímico».

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De paso, uno no puede resistirse a jugar con las palabras y preguntarse si puede estar relacionado, de un modo u otro, esta palabra, «Anse» o «Gans», con la palabra inglesa «answer», que significa ¡respuesta! Pero hay mucho más. En la tradición vikinga se habla de unas extrañas doncellas, las «Disir», que póseían una capa de plumas de cisne con la cual podían convertirse en estos animales. Estas doncellas recogían las almas de una parte de los guerreros muertos en combate (y de los muertos en general) y las llevaban a la «Tierra Verde», la «Green Land», el paraíso de la diosa Freya, una tierra siempre verde que se hallaba «al Norte». Ya lo hemos preguntado pero ¿qué hay al norte del Norte? Algunos plantean que las almas de los fallecidos se las repartían entre Freya (con sus Disir), Odín (con las Valkyrias, que hacían una función similar) y Hela (la diosa del Infierno helado, la inmovilidad total). Otros superponen el mito de las Disir y el de las Valkyrias, lo que es claramente erróneo porque las Disir son claramente anteriores y están conectadas con Freya y con la tradición Vanir. Esta tradición fué anterior a la de los Aesir, con Odín a la cabeza, y Odín acabó adoptando muchos de los atributos de Freya. La tradición Vanir era esencialmente agraria y se volcaba hacia un culto de la naturaleza. La tradición Aesir era más guerrera y abarcaba un culto más trascendentalista. No obstante, puede ser que la figura de las Valkyrias y sus caballos alados sea una adaptación del mito que la precedió. Este último punto, en lo referido a los caballos alados, hace además una importante conexión entre la figura del cisne/oca y la del caballo. Hay una conexión importante aquí, porque las últimas variantes del mito reparten las almas sólo entre Odín y Hela. Hela es el hielo primordial, el copo de nieve o de granizo que destruye la vida (las cosechas), pero que también conserva el modelo de aquello que ha de ser (según la tradición vikinga) y, por tanto, conserva la información necesaria para aquello que ha de volver a nacer. Se relaciona con la runa Hagal (volveremos a ella) y, desde ahí, con la idea esotérica de Saturno, señor de la muerte y el tiempo, pero también guardian del modelo que estructura la forma. ¿Es mucho fantasear recordar que el modelo que estructura la forma está en el código genético? ¿O lo es el recordar que Saturno corresponde al plomo y que la Gran Obra alquímica consiste en transformar el «plomo» en «oro»? Hela tiene un doble rostro. Por un lado es la diosa de la muerte y del hielo y la inmovilidad (Saturno también corresponde a lo denso, a la inmovilidad, a la inercia), pero, por otro lado, es la Dama Halda, madre de la Manifestación, que trae las almas a su nueva encarnación y promueve la vida. El símbolo de Holda es ¡una Oca! Extraemos de un texto inglés sobre las runas: «Como runa, Hagal es el útero mágico crista.'.'no de la Madre de Todo, Holda o Hela. Ella es la unidad e todos los modelos dentro de cuya estructura forma y envuelve todas las cosas.» «Se dice que la Madre Holda vuela entre «los caminos de los fantasmas» por la noche, con el


38 Gandreid, su chorte fantasmal de brujas y espíritus. El ganso es un emblema de esos espíritus voladores, y helados copos de nieve caen de las plumas de sus alas sobre los mundos del Arbol cuando pasa sobre ellos a medianoche.» Interesante la relación de Holda con el copo de nieve teniendo en cuenta que esta cristaliza en bellísimas formas hexagonales u octogonales (,volvemos al Ocho?)

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Otra runa relacionada indirectamente con lo expuesto es la runa Algiz, uno de cuyos significados es el de «cisne» y algunos autores (Gebu Urdiz, por ejemplo) opinan que es la grafía de un cisne en vuelo. Esta runa, que también representa a un hombre con los brazos extendidos, en posición orante. Simboliza la idea de «santuario», la conexión con lo superior que nos lleva más allá de nosotros mismos y constituye la mayor protección. Los «santuarios» eran lugares donde no se podían portar armas y donde un hombre estaba «protegido por los dioses» mientras se hallara en su interior. Esta propiedad fué absorbida en el cristianismo por las mismas iglesias y el «derecho de asilo», que estuvo operando hasta hace tres o cuatro siglos.

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Existe también un elemento interesante en el hecho de descubrir que existen toda una serie de cuentos o relatos aleccionadores, en Francia, conocidos como «Contes de la Mere l' oye» (Cuentos de la Madre Oca). La Madre Oca era una especie de Oca sabia que transmitía sus enseñanzas profundas a través de sus relatos. Charpentier llega a sugerir que estos cuentos contenían toda una serie de enseñanzas en clave para los iniciados. ¡Pero ya hemos visto a la Madre Oca! Era la Madre Holda de los vikingos, y la vieja sabia que cuidaba de los shamanes oca en la URSS... Y volveremos a verla como la Madre Lusina. Aún hay más. En la mitología griega, Zeus, metamorfoseado en cisne, fecunda a Leda, transformada en oca. De sus huevos nacen la Belleza, Helena, y los Dioscuros, Castor y Polux. ¡Vuelven a aparecer los gemelos divinos! Castor, además, poseía el don de domar los caballos. ¡Vuelven a aparecer los caballos! Y las Valkyrias eran jinetes de formidables caballos alados. Y Charpentier señala, en su selección de lugares que componen una especie de Juego de la Oca dispuesto sobre Francia, numerosos lugares asociados a los caballos. Y uno se pregunta si será casualidad que los nazis, tan vinculados al esoterismo y en especial al esoterismo pangermánico, tan conectados a la svástika, tan relacionados con la recuperación de lo ario y de las runas, usaran en sus desfiles el «paso de la oca». La Señora Neville, en otra de sus obras, «el Círculo Mágico», hace notar que el juicio contra los «crimenes de guerra» del nazismo de desarrolló en Nüremberg, que originalmente era «Nórnenberg», la «Ciudad de las Norns», las diosas del destino en la mitología nórdica. Y uno observa que la forma de la runa Algiz evoca también la de la «flor de lis» y la de una «pata de oca». Y uno se estremece al leer en el libro de Charpentier que: «Hasta los tiempos modernos, existió en los Pirineos un clan de constructores, casi una etnia, más o menos separados de la población, que sentía poca simpatía por ellos y los mantenía aislados. Se llamaban los «cagots» o «cagous», que pueden emparentizarse con el lago de España o el Jacques de Francia. Llevaban, como distintivo, una pata de oca».


39 Porque el tema va mucho más allá. Los «cagots» eran los constructores de catedrales, los que guardaban en la piedra sus mensajes alquímicos y que eran conocidos inicialmente como los «jacques», lo que pronto se nos revelará como muy importante. Existen distintas referencias a que los hermanos constructores, los «jacques», o, como se conoció a este gremio más tarde y cuando no llevaba ya este emblema, los maçons, llevaban en sus ropas una pata de oca... Lug, Lusina y la Pata de Oca Al margen de los numerosos lugares que, al menos en España y Francia, resaltan Charpentier y Atienza con nombres de oca- Montes de Oca, Loye, Laugere, San Esteban de la Oca, el Valle de Ansó, el río Oca, Oyón, el Ganso, el río Oja, L'Auchere... e incluso el mismo sur de Francia, conocido como el «Languedoc» (lengua de oca)- aparecen entremezclados con muchos lugares claramente asociados con Lug y Lusina- Lugo, Luganés, Luçançon, Lusignan, Lugan, Lugenac, Logni, La Lucine...-. Esta es sólo una muestra de los más evidentes y la mayoría, al menos en la parte española, se ubica sobre el Camino de Santiago.

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Lugh se convirtió en uno de los principales dioses celtas y cobró especial relevancia en Francia y España, pero además, por sí sólo, Lugh enlaza un montón de piezas de este rompecabezas. Para empezar, Lugh ya ha aparecido anteriormente en aquella partida de ajedrez con Nuadha. Pero, además, la Oca es uno de los símbolos sagrados de Lugh y la espiral es otro. Ambos, la oca y la espiral, son la base estructural del Juego de la Oca. Por otro lado, la supuesta consorte de Lugh (o quizá su contraparte femenina) Lugina o Lusina, la Mere Lusina (la Madre Lusina), tiene todos los atributos de la Madre Holda. Pero Lusina es llamada «La Reine Pedauque» (la Reina Pie de Oca), planteando el mito que una vez al mes sus piernas se convertían en patas de oca o, según otros mitos, en cola de serpiente. Esto nos conecta con la Madre Oca y con la figura de la serpiente, la cual nos conecta directamente con los dioses iniciadores serrpentinos, míticos aportadores de sabiduría a la humanidad, y con la espiral, ya que su forma evoca la de la serpiente enrrollada. Por otro lado, Lugh está conectado directamente con una ruta celta que fué posteriormente cristianizada, un camino iniciático que acaba en el «Campo de la Estrella» ( aunque realmeente, para los iniciados, continúa hasta un poco más allá): el Camino de Santiago.

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La espiral y la serpiente. La imagen de los hombres pez o de los hombres serpiente y las múltiples leyendas acerca de dioses serpentinos (Quetzalcoaltl, los Dioses Dragones chinos, Dagón- el hombre pez iniciador de los babilonios-, Nommo- el iniciador de los Dogon-) aparece en numerosas tradiciones. Los druídas la tenían como uno de sus símbolos sagrados y los vikingos la asociaban a la delimitación de lo material, creyendo que la serpiente Jormundgardr circundaba y delimitaba la tierra. Es un símbolo de sabiduría secreta y, en ese sentido, los laberintos eran una representación del camino iniciático. En la India existe la leyenda de que Buda entregó los libros secretos de su sabiduría a los nagas, hombres serpiente de los lagos, para que los guardaran hasta que el hombre estuviera preparado para ellos. El Juego de la Oca es un recorrido a través de la sabiduría de la serpiente-laberinto, bajo los auspicios de la Gran Madre oca (Holda, Lusina) para alcanzar el símbolo espiritual que la Oca misma representa y que significa la iniciación, el alcanzar la meta espiritual y trascender más allá del plano físico y más allá de los modelos o moldes (Hagal) del humano ordinario en alas de la oca-cisne, que sugiere la conexión con lo superior. El laberinto volverá a aparecer en esta obra en relación a la espiral y a la regla aurea. El Camino de Santiago Esta es la senda iniciática con la que ya nos hemos topado unas líneas atrás. También hemos conectado con ella al hablar de Nicolas Flamel y su iniciación alquímica, al hablar de la estrella. Pero aún hay más: 1) Hemos planteado que la «estrella» podría ser Sirio, la «estrella Ocho», como se le ha llamado por la forma en que se la representa. 2) Nommo, el hombre-pez que dió su sabiduría a los Dogon, decía venir de Sirio, y les enseñó características de esa estrella (entre otras cosas) antes de que fueran descubiertas en ese siglo (ver «El Misterio de Sirio», de Robert K.G. Temple). 3) El compañero de Santiago (en la versión cristianizada del mito que oculta esta senda de iniciación celta) es un perro, y Sirio es llamada la «estrella perro», siendo la estrella principal de la constelación del Can. 4) Charpentier llega a sugerir que el Camino de Santiago era la «senda de los jacques», los iniciados canteros o constructores. Santiago es Jaime, y Jaime, en francés, es Jacques. 5) Santiago es, en realidad, San lago. laco (en latín lachus) era el nombre con el que renació Dionisos tras descender a los infiernos y beber de la fuente del recuerdo (Mnemosina). El mito de Dionisoslaco representa la iniciación tras el paso previo por la muerte iniciática y el descenso a las profundidades del propio ser para encontrarse consigo mismo. 6) Dionisos-laco renace para convertirse en la «estrella de la mañana», otro de los epítetos que


40 recibe Sirio (también Lucifer, la serpiente tentadora que da el conocimiento, es llamado «Lucero del Alba»). 7) Los nombres geográficos que aparecen junto al Camino, Lugo incluido, manifiestan su conexión con Lugh y con la Oca. 8) Una pieza definitiva que ayuda a estructurar nuestro rompecabezas aparece en Chartres. En el suelo de la catedral hay un laberinto que está directamente conectado con el Camino de Santiago, pretendiéndose que los peregrinos que no pudieran recorrer el camino auténtico podían sustituirlo por el recorrido de este leberinto simbólico. 9) Estos dos últimos puntos, en particular, relacionan el Camino de Santiago con el Juego de la Oca. 10) Es curiosa, a la vista de lo expuesto sobre la Dama Holda, la Mere Lusina o la Mere L'Oye, la costumbre francesa de llamara muchas catedrales «Notre Dame» (Nuestra Señora), lo que suele vincularse a la Virgen María, aunque pudiera ser sólo una cristianización o un disfraz. La catedral de Chartres es llamada «Notre Dame de Chartres» 11) Freya, la diosa que gobernada a las Disir, las doncellas-cisne, tiene un nombre que significa, literalmente, «Señora».

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No está mal. Las conexiones entre las distintas corrinetes planteadas no sólo son abundantes, sino coherentes. De hecho, son demasiado abundantes y coherentes como para no concluir que nuestro rompecabezas existe, pero tiene más piezas de las que sospechábamos. Y aún no ha terminado.

Un último repaso

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Si nos centramos otra vez en el juego, encontraremos algunos detalles curiosos. Las ocas están repartidas sobre el tablero de un modo nada anárquico. Su aparición, sin embargo, sigue un ciclo de 5,4,5,4,5... casillas sucesivamente, aunque con una curiosa excepción: la casilla 59. Las casillas marcadas con una oca llevan los números 5, 9, 14, 18, 23, 27, 32, 36, 41, 45, 50, 54 y 64 (en realidad, esta última no lleva número a menudo). Juan García Atienza plantea que hay 14 ocas, incluyendo una en la casilla 59. En algunos juegos que he examinado, esta casilla no contiene oca alguna sino que contiene ¡una estrella! ¿Se refiere a Compostela? ¿Sugiere que el Camino no acaba allí sino más allá? ¿ Quizá en Finisterre (Fin de la Tierra)? El caso es que el número de 13 ocas resulta sumamente coherente, dado que el 13 es un número lunar, sagrado a la Diosa madre, que no es sólo Madre Tierra, sino también Madre Luna. Atienza plantea la existencia de 14 ocas, siete en las posiciones marcadas con un 5 (a cinco casillas de la anterior), incluyendo la casilla, y 7 para las marcadas con un 4 en nuestra lista. En cada grupo, las casillas que lo componen estarían separadas 9 casillas entre sí:


41 En el dibujo, las casillas marcadas con un círculo corresponden a las ocas. Los círculos blancos marcan la secuencia 5, 14, 23, 32, 41, 50 y 59 (oca o estrella). Los círculos negros marcan la secuencia 9, 18, 27, 36, 45, 54 y 64. El hecho de que la casilla 59 tenga, en ocasiones, una estrella en lugar de una oca, no altera el enfoque sino que lo mejora. ¿Hablamos de dos caminos gemelos que se entrecruzan, uno de ellos acabado en Compostela y el otro en Finisterre? Si fuese así, tendríamos aquí a las serpientes blanca y negra, intercalándose sobre el juego, sobre el sendero iniciático, sobre la vida...

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De hecho, el Camino de Santiago tiene dos inicios, uno en Somport y el otro en Roncesvalles siendo el de Somport algo más largo que el otro y encontrándose ambos en el curso de la tercera etapa, que culmina en Estella. Las etapas son 13, o quizá debiéramos decir mejor 13 + 1, porque el Camino va más allá de Compostela y acaba en Finisterre. Curioso el que hablemos de 14 etapas y de 14 ocas. ¿Podría ser que hubiera dos caminos interpolados, uno de los cuales empezara en Somport y acabara en Compostela y el otro comenzando en Roncesvalles y acabando en Finisterre? ¿Hay un camino que nace del entrelazamiento de otros dos, como Kundalini nace de la interacción entre ldá y Pingála?

Si la Oca y el Camino de Santiago estuvieran trazados por las serpientes gemelas (que, por otra parte, pudieran ser una alusión a los «Gemelos Divinos»), entonces nos devolverían a nuestra clave inicial: el Ocho. ¿No es una manera maravillosa de reprsentar a la serpiente-dragón Kundalini, un camino que transcurre oculto entre dos caminos? Es interesante anotar que Finisterre no forma, originalmente, parte del Camino de Santiago, desde finales del siglo XIV se convierte en destino obligado de los peregrinos, que se dirigían aquí para ver un santuario dedicado a Nuestra Señora, supuestamente construido por San Pablo.

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La Conexión Aria Una y otra vez, los lugares envueltos en toda esta trama- India y los enclaves vikingos y celtas que, a su vez, se extendieron por el norte de Europa y luego por Francia y España- aparecen como bases para este trabajo. Todo esto nos conduce hasta las siguientes conclusiones: 1) Tanto el ajedrez como el Parchís aparecen en la India. No me resulta claro el origen del Juego de la Oca. 2) Toda la zona de influencia aria tiene como animal sagrado el caballo. 3) La misma zona contempla como animal sagrado a la oca-cisne. 4) La leyenda cuenta que los caballos pertenecían a Poseidón, señor de la Atlántida, y que los hizo surgir de la espuma del mar. 5) El lugar de origen de los Tuatha de Danaan (a los que pertenece Nuadha), la «Tierra Verde» de Freya, el supuesto origen de los arios, el Avalón adunan° o el Tir-Nan-Og celta, son lugares, entre otros, que se encuentran «al norte del Norte». Pero, una vez más, ¿qué hay al norte del Norte? ¿Tal vez la mítica Atlántida desde donde Poseidón trajo los caballos? 6) Como los hindúes, los vikingos poséen sus propias posturas sagradas (sthadha vikingo, asana hindú) y de entonaciónes sonoras (gldr vikingo, mantram hindú). 7) Tanto los hindús como los vikingos practicaban la cremación de los muertos y usaban, como los celtas, la misma estructura social. 8) Los dioses gemelos también aparecen en las mismas zonas (aunque no son las únicas) y están relacionados con el culto al caballo. Los Asvin en la India y los Alcis en Germania son sus principales exponentes. Los Dioscuros (Castor, al menos) son su equivalente griego. Y, además:


42 9) La raza semita es, según los estudiosos, una rama que se escindió del tronco ario original (de su migración a Persia) que se mezcló con otra raza autóctona, dejando de ser «aria» (ario significa «puro)>). 10) Los hebreos no dan especial importancia al caballo, y plantean la malignidad de la serpiente, pero su Arbol de la Vida contiene muchos de los símbolos planteados, se asemeja mucho al Arbol Cósmico nórdico y muestra a una serpiente como símbolo de evolución a través de las esferas, al margen de sus similitudes con la estructura de los chakras (ver apéndice 2). 11) Observamos una relación entre las 10 esferas del Arbol de la Vida y los Cuatro Elementos ( Malkuth) con el juego del Parchís, nacido en la India.

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2 Jaca - Monreal Viscarret - Pamplona 3 Monreal Estella Pamplona - Estella 4 Estella - Nájera 5 Nájera - Burgos 6 Burgos - Frómista 7 Frómista - Sahagún 8 Sahagún - León 9 León - Rabanal del Camino 10 Rabanal del Camino - Villafranca 11 Villafranca - Triacastela 12 Triacastela - Palas de Rey 13 Palas de Rey - Santiago y... Finisterre

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1 Somport - Jaca Roncesvalles - Viscarret


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Capítulo V Informática. Un Código Binario

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No podemos seguir adelante sin detenernos a considerar la informática, porque su lenguaje básico, el código binario, forma una parte importante de nuestro trabajo. Cuando uno se planta ante un ordenador y empieza a trabajar con él, encuentra dificil imaginar (o recordar) que tan complejos y elaborados elementos, desde los más complejos programas de escritura hasta la manipulación de gráficos, desde los traductores hasta los juegos 3D, desde las más simples hojas de cálculo hasta las más complicadas creaciones multimedia, todo está elaborado con las infinitas combinaciones de sólo dos cifras: 0 y 1, que reducen su poder a la simple información de si pasa (1) o no pasa (0) corriente. Con eso se construye, a través de complicadísimas combinaciones, lo que usted vé en su pantalla. En este código, los números se representan en base 2 (la clave que usamos normalmente es la base 10) y cada número se designa sólo con dos cifras: O y 1. Así, 1 sería 000001; 2 sería 000010; 3 sería 000011; 4 sería 000100... y así sucesivamente. Este es el primer elemento importante que nos relaciona la informática con lo esotérico. A menudo me parece sorprendente que la informática poséa tantas similitudes y permita explicar tantas claves esotéricas, pero ¿por qué no? Al fin y al cabo, «como es arriba es abajo». Baste recordar cómo el Uno original dió lugar a la dualidad, y que, según el ocultismo, oriental u occidental, todo cuanto existe es el resultado de las infinitas combinaciones entre los dos elementos de esa dualidad, Yin y Yang, Binah y Chokmah...los dos círculos que forman nuestro Ocho. Así que la base del código informático es la misma que la que compone nuestra realidad según el esoterismo. Ana lizando esta forma informática del código binario, se me ocurrió que los símbolos taoístas para el Yin y el Yang, Tierra y Cielo respectivamente, cuando se usan en forma lineal (línea entera - línea partida) eran perfectas para representar esta idea del «pasa corriente» (línea entera, Yang, 1) y «no pasa corriente» (línea partida, Yin, 0). Así:

Visto así, es fácil representar los primeros números binarios en la forma de una grafía. Vamos a elegir una representación hecha con seis líneas (ya veremos más adelante porqué), aunque no harían falta tantas para los números más pequeños y habría que añadir más a medida que aumentamos. Así, los primeros cuatro números serían:


44 Y así sucesivamente. De este modo, con sólo dos tipos de líneas, podemos ir representando los distintos números. La razón por la que hemos escogido grupos de 6 líneas (hexagramas) es que son las mínimas necesarias para representar los primeros 64 números, del 0 al 63. Obviamente, escoger esta cifra, precisamente, es totalmente interesado, ya que en este trabajo estamos buscando expresar el cuadrado de 8. El número 64, que queda fuera de juego al hacer entrar al O como parte de la secuencia, no lo está del todo, en realidad, porque es idéntico al 0 en las 6 líneas, sólo que deberemos añadir una séptima línea entera sobre ellas. Así, O sería 000000 y 64 sería 1000000:

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Esto nos hace pensar en nuestra «Peregrinación del Caballo» cerrada, donde la última casilla sería también la inicial, una vez completado el ciclo y recorrido todo el tablero volveríamos a iniciar un segundo ciclo, una «octava» más alta (recordemos lo expuesto acerca del 10). Así, nuestro ajedrez «binario», sustituyendo los números por hexagramas, quedaría así al aplicarla sobre un cuadrado que mostrara la «Peregrinación del Caballo» y cumpliera las cualidades «casi» mágicas, es decir, aquel en que horizontales y verticales dieran 260 aunque no así las diagonales:

==

2:C.=

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Esta es la segunda vez que lamenté no haber encontrado el «cuadrado ideal», aquel que cumpliera todas las condiciones del «Cuadrado Mágico» además de cumplir el «recorrido del caballo». No había pautas evidentes. Pese a todo, lo probé de nuevo con el «Cuadrado Mágico» de Mercurio, aunque no cumpliera la regla de la «Peregrinación». Este fué el resultado:

En cualquiera de los dos casos, las pautas no resultaban evidentes. Pese a todo, trabajando en binario encontré algunas posibles pautas que reflejaré, para los posibles interesados, en el anexo 1 sobre la Peregrinación del caballo. Volviendo al tema que nos ocupa, otra cosa que me sorprendió de la informática fué el obserbar que hacía sus progresos en múltiplos de ocho. Los primeros ordenadores personales se basaban en memorias


45 de 16, 24, 32, 48 Kbytes, y algo parecido ocurría con las pantallas gráficas y con otros periféricos. El hecho no es tan extraño como podría pensarse ya que, en su base, cualquier información manejada por el ordenador, adermás de binaria, se basa en una unidad, el «byte», y en combinaciones de esa unidad. Lo realmente curioso es descubrir que cada byte está compuesto de ¡ocho bites! Así pues, además de la base binaria, la estructura informática se sostenía sobre un sistema octuple. Pero ¿qué es un bite? Podríamos decir que es una información básica que significa, esencialmente, «si» o «no», nuestros «1» y «O», algo análogo a nuestras líneas «entera» y «partida». Así, un «byte» sería una combinación de ocho de nuestras líneas «Yin» o «Yang», un octagrama. ¿Por qué precisamente ocho líneas? Porque es el mínimo necesario para definir los primeros 256 números. ¿Por qué necesitamos precisamente 256? Porque así cada byte nos daría una y solo una de las 256 combinaciones posibles y cada una de ellas correspondería a uno de los caracteres empleados, lo que llaman «Codigo ASCII».

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De este modo, el uso del Ocho aplicado al binario, Yin y Yang combinándose de todas las formas posibles a lo largo de ocho niveles, darían todos los caracteres posibles usados en informática. Resulta una curiosidad demasiado «casual» que no puedo resistirme a reflejar. Por supuesto, no pretendo insinuar que el conocimiento esotérico está ligado al nacimiento y desarrollo de la informática, pero sí que las leyes que operan en un nivel también lo hacen, necesariamente, en otro, así que toda verdad, toda clave, aparecerá necesariamente en sus distintas expresiones, aunque estas desconozcan la existencia de la clave en sí. Cada nueva línea añadida, lógicamente, duplica (hay dos posibilidades, entera y partida) las posibilidades del grupo anterior. Así, habrá dos monogramas (una sola línea), cuatro bigramas, ocho trigramas, 16 cuatrigramas, 32 pentagramas, 64 hexagramas, 128 heptagramas y 256 octagramas, y así sucesivamente. Me entusiasmé con mi experiencia del ajedrez, aunque sólo podía hablar de un éxito parcial, y traté de aplicar mis hexag ramas a la Oca y al Parchís. Antes de hacerlo, no obstante, es preciso tener en cuenta un detalle que puede resultar crucial y que, tal vez, obligue a una corrección en los números. Los hexagramas no muestran una sucesión numérica del 1 al 64, como podría pensarse en una lógica normal, sino del O al 63. Las fórmulas de la «Peregrinación» requerían partir de una primera casilla a la que numeraban con el «nodo O» y no «1». Igualmente, la Oca presentaba una casilla «O» antes del proceso y otra, sin número, para la última Oca, que corresponde a la casilla 64. Así, también en esos códigos principio y final quedaban ligados, como nuestro «O» y nuestro «64» binarios, iguales en las seis líneas que los componían salvo porque el 64 requería una línea más, un «1» inicial que lo marcaba como inicio de un ciclo superior.

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En la Oca bastaba con traducir los números de las casillas en su orden. Al llegar a la casilla 64, como se ha dicho, si no añadía la séptima línea, me encontraba con que el hexagrama resultante correspondía a la cifra «O». Así, todo el Juego de la Oca era una senda para volver al Cero, volver al origen, volver al Todo. Esa es la descripción que dan los ocultistas del Camino Interior, de la Vía Iniciática que los Rosacruces llaman «La Senda de la Reintegración». Aún más. Si lo aplicamos al Camino de Santiago, la casilla Cero, la última Oca, correspondería a Finisterre, el «Fin de la Tierra». El ciclo termina más allá de la materia, más allá de lo terrenal... Esta es la figura resultante. Las casillas que corresponden a las ocas (incluyendo la casilla 59) se hallan pintadas en negro.

El Parchís resulta aún más simple. Como cada color posée solamente 16 casillas (más la casilla sin número, coloreada), bastaba con usar solamente cuatrigramas y distribuirlos en forma ordenada, de O a 15,


46 dejando la casilla coloreada en blanco. Así, cada número binario se repetiría cuatro veces (una por elemento). Para distinguir cada uno de los cuatrigramas con el elemento que le correspondía necesitaba una distinción y eso me obligaba a colocar dos líneas adicionales sobre cada cuatrigrama, volviendo a nuestros hexagramas. Hacerlo así, separando cuatrigrama y bigrama, en lugar de plasmar los hexagramas directamente me daba una gran ventaja, porque así puedo independizar el número o idea representada por el cuatrigrama del concepto que pretendo reflejar con el bigrama y que es el del elemento.

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Así, tendría un elemento básicamente femenino (dos líneas Yin), otro básicamente masculino (dos Yang) y luego una masculina con introducción de una parte femenina, y otra, al contrario, femenina con introducción de una parte masculina. Pero ¿cual es cual? El esoterismo deja muy claro que Fuego y Aire son masculinos mientras que Agua y Tierra son femeninos. Pero en cuanto a «puros» y «mixtos» la cosa se complica. La Tradición occidental plantea al Fuego y al Agua como «puros». El primero se representa con un triángulo con la punta hacia arriba y al segundo como otro que tiene la punta hacia abajo. Los otros dos elementos usan los mismos triángulos, pero añadiendo en cada caso una linea horizontal que viene a ser la base del triángulo opuesto, significando así la introducción de una parte Yin en la Yang y de una Yang en la Yin. Así:

Pero los chinos llaman «Cielo» y «Tierra» a Yang y Yin, respectivamente. ¿Significa eso que, para ellos, los «puros» son precisamente los otros dos? Debemos considerar dos cosas: 1) Que los chinos no emplean cuatro, sino cinco elementos, añadiendo Madera y Metal en lugar del Agua. Así que su asociación no significa lo mismo. 2) Que no hay una asociación directa entre los bigramas chinos y los elementos.

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Así pues, la asociación occidental sigue siendo la válida. Aún hay otra cosa que debemos considerar y es un tercer punto que evitará confusiones futuras. Los chinos escriben «de abajo a arriba», al revés que nosotros, lo que convendrá considerar a la hora de trabajar con sus esquemas. Veamos los cuatro «bigramas» chinos y sus significados:

Pero, como nosotros vamos a escribir nuestras figuras de arriba a abajo, habrá que invertir las formas, aunque si se trabaja con el I Ching habrá que considerar este detalle y «girar» las figuras. De este modo, la línea dominante será la superior. Así:

Así, ya sólo tenemos que colocar sobre cada cuatrigrama el bigrama del elemento correspondiente. Al hacerlo, las casillas quedarían numeradas, en binario, del O al 63, mas cuatro casillas extras que, ahora,


47 numeraremos con el bigrama correspondiente. En efecto, la dualidad está presente en todo aquello que el hombre puede concebir. Nuestra mente es dual y nuestro cerebor posée dos hemisferios con funciones claramente diferenciadas. Tendemos a verlo todo en términos de dualidad y, aunque toda evolución interior surge a partir de la reconciliación de una dualidad, eso sólo nos sumerge en otra dualidad superior. Pero, además, esa reconciliación no deja de estar contemplada por la filosofía esotérica como un regreso a la Unidad. Así, toda tendencia hacia la unificación y hacia la síntesis es evolutiva. Por contra, toda tendencia a crear nuevas dualidades, nuevos conflictos y separaciones, es involutiva y, por tanto, diabólica (en el verdadero sentido de la palabra), aunque venga pintada de espiritualidad y de religión. Decimos «diabólica» no en su sentido moral y supersticioso, sino en su verdadero sentido, ya que esta palabra deriva de «diabolos», que significa «doblar», «duplicar».

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Así pues, intentamos sugerir que la fórmula de la Creación está escrita en código binario. En la página siguiente, tenemos la posible imagen de un Parchís «geomántico», al que hemos aplicado los cuatrigramas correspondientes a las 16 figuras de cada uno de los cuatro elementosAlgo

Algo de Ciencia ¿Ficción? Aunque parezca que no tenga relación con el tema, no puedo resistirme a recordar aquí dos películas que he tenido la ocasión de ver recientemente y que me parecen muy ligadas a esta visión «binaria» de la realidad. Las dos películas a las que me refiero son «Matrix» y «Nivel 13», aunque también podrían ser interesantes producciones como «Nirvana», «Días Extraños» o «Abre los Ojos», entre otras. ¿Qué tienen estas películas en común? Una sugerencias inquietante: Imagina que Buda tenía razón cuando decía que este mundo es «Maya», «el Reino de la Ilusión». Imagina que somos sólo proyecciones virtuales en un mundo virtual. Imagina que todo tu mundo no es sino información binaria que percibes como real. Imagina... Vamos a imaginar. Imaginemos que poseemos un ordenador dotado de los últimos avances. Arrancamos nuestro programa y aparece un escenario virtual en tres dimensiones (ya es una realidad). Te colocas unos auriculares y los sonidos de tu escenario virtual se te hacen totalmente reales, como si los oyeras fuera del ordenador, a tu alrededor (ya es una realidad). Ahora te colocas unas gafas especiales y, de pronto, todo cambia, porque ahora puedes ver ante tí como si te hallaras dentro del paisaje virtual. Al girar la cabeza, ya no ves las paredes de tu habitación, sino lo que el programa dice que debieras ver si estuvieras físicamente en tu paisaje virtual (esto también es ya una realidad). Ahora vayamos un poco más allá de lo que ya es posible. ¿Y si llegara a ser posible, ya sea mediante aparatos o mediante impulsos directos a las zonas del cerebro concernidas, enviar información similar de tipo olfativo, gustativo o táctil? Si eso fuera posible ¿cómo distinguir nuestra realidad imaginaria de


48 nuestra realidad «real»? Y, al cabo de un tiempo de viajar por nuestro programa ¿no sería fácil olvidarnos de nuestra realidad y tomar como real nuestro mundo imaginario? Y, pese a parecernos real, ¿no dejaría de ser sólo un cúmulo de información que, por compleja que resultara tanto en apariencia como en medios, se estructuraría sólo sobre ceros y unos? Por supuesto, sólo se trata de fantasía ¿verdad? Pero ayuda a imaginar esa curiosa visión binaria de los antiguos. Todo es símbolo, todo es analogía, pero convendremos también que todo es información. Aquello que definimos como realidad es sólo un convenio porque, pese a estar todos de acuerdo en que vivimos en la misma realidad, lo cierto es que eso sólo es válido en cuanto a su descripción exterior. Cada cual pasa, a la que vamos un poco más allá, a interpretar su realidad bajo sus propios filtros (creencias, pasiones, costumbres, rutinas, cultura, miedos, patrones aprendidos, etc... en definitiva, información individual). Es decir, cada cual establece su propia visión de la realidad de acuerdo con el modo en que estructura la información que posée. Los actuales expertos en PNL (Programación Neuro Lingüistica) no hablan ya de realidad sino de «Mapas de Realidad». Así lo leemos en «Mente sin Límites» de Alain Cayrot y Josiane de Saint Paul:

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«Nosotros no estamos en contacto directo con el mundo... Aunque el mundo sea real, nosotros no operamos directamente sobre esa realidad. Cada uno se construye su propia idea del mundo. Esta construcción de la realidad pone en juego los procesos biológicos y neurológicos complejos así como factores ambientales, culturales y familiares. Nos proporciona una representación, un modelo del mundo que va a ser el centro de nuestro universo vivido... De la misma manera que el mapa no es el territorio que describe, la idea que nosotros nos hacemos del mundo, no es el mundo.»

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Pero no sólo la realidad se hace relativa en cuanto a patrones de interpretación de la misma (donde influyen patrones de infancia, moral inculcada, religión, educación, valores del entorno, traumas, etc.), sino que la realidad misma, más allá de los propios patrones, sino que la experiencia de nuestros sentidos ( patrón desde el que describimos lo real) también es relativa. Así, sabemos que existen colores y sonidos por encima y por debajo de nuestro campo de percepción (ultrasonidos e infrasonidos, ultravioletas e infrarrojos). ¿Cómo percibiríamos el mundo si pudiéramos ver y oir más allá de esos límites? Nuestra realidad sería diferente y las consecuencias derivadas de ello serían una descripción del mundo distinta y la posibilidad de ver y considerar factores que ahora ignoramos. Empieza a hablarse ya de los mismos topes en cuanto al olfato y a insinuarse respecto al gusto y al tacto. ¿Qué es, por tanto, la realidad sino el conjunto de factores definidos por la información que recibimos?

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Para redondear, sabemos que nuestros receptores (ojos, oídos, etc.) no son realmente los órganos donde se realiza la percepción. En realidad, su función sólo es la de recoger información, la cual sólo es interpretada cuando el cerebro la decodifica. Si recibiéramos una información de modo directo, sin pasar por nuestros sentidos, como ocurre, por ejemplo, en la hipnosis, la percibiríamos como real sin teneer modo alguno de distinguirla de otras informaciones que sí llegaran de modo sensorial. Resumiendo: aquello que definimos como realidad no es sino información filtrada a través de nuestras propias limitaciones. Anecdotas No puedo resistirme a reseñar un elemento divertido dado nuestro actual estudio. ¿Se ha fijado usted en los numeritos de las calculadoras? Si es así, habrá visto que todos los números se forman a partir de uno: el Ocho. Otra anécdota que me resulta interesante es la historia de la Esfinge, y no puedo resistirme, tampoco, a añadir algo sobre este antiguo mito. Como sabemos, la leyenda cuenta que Edipo, el que sería rey de Tebas, se enfrentó con un monstruoso ser que se le aparece al viajero incauto que pretende entrar en la ciudad y le propone un enigma que, si no es resuelto, lleva al viajero a ser devorado por la bestia. La pregunta, ya famosa, es: «¿Cual es el animal que anda por la mañana con cuatro patas, al mediodía con dos y al anochecer con tres?». También es famosa la respuesta, acertada, de Edipo: «El Hombre». Su razonamiento se basa en que el hombre, de niño, anda a gatas (cuatro patas), de adulto erguido (dos) y de anciano se ayuda con un bastón (tres). Pero la posterior tragedia de Edipo se debería a que dió la respuesta correcta, pero equivocó los motivos. El «hombre» al que se refiere la respuesta es el simple «humano», sino el ser evolucionado, quien comienza la percepción de la realidad desde el cuaternario, los cuatro elementos. Luego, a medida que transcurre su evolución, detecta todo como una expresión de la dualidad, el eterno binario, y el mismo cuaternario no es sino una expresión del binario en sí. Finalmente, en su proceso de evolución, comprende el principio de síntesis y entiende que el binario sólo puede explicarse en términos de una unidad mayor que lo integra y refunde, llegando así al ternario.


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Capítulo VI Adivina dónde está el Ocho

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Teniendo en cuenta que tanto los antiguos sistemas de conocimiento como los juegos de mesa acabaron degenerando en sistemas de adivinación, tuve que plantearme la posibilidad de buscar también ahí al Ocho. Me puse manos a la obra y, ¡cómo no!, encontré algunas cosas curiosas. Obviamente, dado que los sistemas adivinatorios conocidos son numerosísimos, sólo podemos hablar de una pequeña cantidad que se muestra realmente interesante aquí. Debemos eliminar, ya de entrada, aquellos que carecen de código alguno y se basan únicamente en provocar un cierto estado de trance (como la bola de cristal, o los espejos, por ejemplo), o los que consisten en una interpretación aleatoria de figuras al azar (como la oniromancia, la interpretación de las figuras en la cera, o los posos del té, por ejemplo). Así, sólo podremos basarnos en aquellos que se basan en un sistema y unos elementos fijos con los que se puede establecer un código.

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Me llamaron la atención sistemas como los cauría o los bucios, que se sostienen en códigos de polaridad, en el binario, basándose en el lanzamiento de unas conchas de forma ovoide que mostrababn un lado o cara cerrado y el otro surcado por una abertura vertical. Masculino y femenino. Las combinaciones de las conchas forman figuras (abierto-cerrado) que el vidente interpreta. Esta primera señal me entusiasmó y comencé a revisar los distintos sistemas más conocidos, con éxito diverso. El Tarot Confieso que el Tarot fué (y es) mi gran fracaso al respecto. A pesar del abundante esoterismo en torno a este sistema, apenas encontré algunos juegos mentales que, en definitiva, no eran sino forzar las cifras para que me encajaran, lo que no me sirvió ni espero que el lector lo tenga en cuenta salvo, quizá, para encontrar lo que yo no supe encontrar. Quizá no haya nada que encontrar. Aún así, quisiera reflejar mis «malabares» matemáticos por si sirven de algo para alguien. 1) No es posible relacionar, sin forzar coincidencias, la Arcana Mayor con el Ocho. 2) La Arcana Menor contiene en total 56 cartas (7 x 8) 3) Estas 56 cartas se dividen en Cuatro grupos o «palos» que corresponden a los Cuatro Elementos. 4) Cada palo tiene 10 cartas numeradas y4 figuras, así que podemos hablar de 40 cartas numeradas (5 x 8) y 16 figuras (2 x 8). Intenté profundizar en esto pero no encontré ninguna asociación que me pudiera servir. 5) La Arcana Mayor posée una figura numerada «O», el Loco, que corresponde al buscador o al viajero, igual que la casilla «0» de la Oca. Si extraemos esta carta nos quedan 21, tres grupos de 7, no de 8. 6) Forzando los números, si añadía el Loco a cada grupo de 7 cartas tenía 3 grupos de 8. Demasiado rebuscado. 7) Si aplicaba el ternario (un aspecto triple de cada arcano) a las 21 cartas obtenía 63 cartas además de la carta «0». Esto me generó cierto entusiasmo (volvía al 63 + 0), pero no me pareció suficientemente sólido. ¿Por qué aplicar esa y no otra multipkicación?


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Aún así, me pareció interesante el planteamiento de Mouni Shaddu cuando plantea la división de la arcana mayor en tríadas, estableciendo un planteamiento por medio del cual cada grupo de tres arcanos daría nacimiento al siguiente que, a su vez, sería la punta del, triángulo siguiente. En este esquema, obtenemos siete tríadas y un arcano aparte, el «O», que surgiría de la última tríada. En el esquema de la página siguiente veremos esta distribución que es lo más parecido a una estructura evocatoria del Ocho. Una teoría arriesgada asociaría estos siete triángulos con los siete chakras de la escuela oriental. ¿ Y el «O»? El «0» representaría la energía primaria que debe realizar el camino a través de las 7 tríadas. Así, el «0» representaría al buscador, que debe recorrer el sendero a través de los siete triángulos hasta llegar a la cima, de final a principio. Tal vez por eso algunos estudiosos no colocan el «0» al principio de la serie, sino al final.

Así, nuestro Tarot representaría, a su manera, también al «Camino del Ocho». Las Runas Al revisar el sistema de las runas vikingas me topé con la curiosa «casualidad» de que las 24 runas del «Futhark» germánico estaban divididas de manera natural en tres grupos de ocho. El Ocho volvía a aparecer. Estos tres grupos, llamados «aettirs», estaban cada uno encabezado por una runa, que es la que le da nombre al «aettir». El primer «aettir» lo encabeza «Fehu», una runa de fertilidad, de fecundidad y de crecimiento. El segundo está encabezado por «Hagal», runa de destrucción y recreación, de transmutación, de cambio. El tercer «aettir» lo dirige «Tyr», runa de justicia, equilibrio y ley universal, aunque suele hacerse más hincapié en su valor como «runa de la guerra», olvidándose (por corrupción del tiempo) el papel original del dios Tyr o Tiw como «Señor de los Cielos» y de la «Ley Cósmica». Las tres runas iniciales de cada «aettir», al menos, ilustran lo mismo que la sagrada «Trimurti» hindú, compuesto por un aspecto trrinitario de la divinidad: Brahma (el Creador), Vishnu (el Conservador) y Siva (el Destructor-Transformador). También podrían relacionarse, con un significado idéntico, a las tres fuerzas principales llamadas Rajas (Fuego, actividad), Sattva (Aire/Agua, sensibilidad, intelecto) y Tamas ( Tierra, inercia, estabilidad), equivalentes a los tres matriales alquimicos descritos como Azufre, Mercurio


51 y Sal y que se corresponden, respectivamente, con los aspectos Transmutador, Creador y Conservador, así:

Asi, podemos ver de nuevo un aspecto ternario ligado al Ocho reflejado en las runas. Por desgracia no es posible encontrar muchas más claves y relaciones debido a que el material sobre runas ha sido casi totalmente destruido y apenas nos quedan unos pocos textos originales y, sobre ellos, multitud de especulaciones de los cistintos autores, a menudo contradictorios.

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De entre todas las runas, hay una que ya ha aparecido en este trabajo y que nos resulta especialmente importante: la runa Hagal. Hagal es considerada, a priori, una runa de destrucción y transformación. Implica la idea del granizo, que destruye las cosechas pero que también, en su deshielo, proporciona el agua para una nueva vida. Adivinatoriamente se le asocia un valor de cambio inevitable que debe aceptarse o que, en caso contrario, provocará sufrimiento. La visión esotérica dice que Hagal contiene el molde, el patrón o programa sobre el que construir de nuevo lo destruido. Desde esa perspectiva se la relaciona con la idea del «Huevo Cósmico», aquello que contiene cuanto debe existir como una potencialidad latente en su interior. Esto la relaciona directamente con nuestras exposiciones acerca del Cero y del Todo. Aqui veríamos el rostro de Hela pero ¿y Holda? Para responder a esto deberemos irnos a la forma original de la runa. Si bien la forma más conocida actualmente evoca la de nuestra «H» mayúscula, originalmente esta runa adoptaba una forma similar a la de nuestro asterisco, con seis puntas. Así:

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Parece ser que esta forma era muy importante porque al unir sus puntas y prolongar sus laterales, además de dar la idea de un tapiz o tejido (el tapiz de la Creación, el Velo de Maya o de !sis), contenía en su interior todas las runas.

Esta figura, que no es mía sino que la emplean diversos autores sobre runas simplemente para ilustrar esta virtud de Hagal como «contenedor de las formas», puede llevarse mucho más allá y, de paso, conectarse plenamente con este trabajo. Ya hemos relacionado a Hagal con Holda, con «Nuestra Señora», con la oca-cisne-ganso y con todo lo que eso implica. Pero la forma antigua de la runa en su aspecto entretejida nos revela, por sí misma, una sorpresa, pues no sólo da lugar a un claro hexágono, sino también a la forma que aparece cuando resaltamos más claramente algunas de sus líneas:


52 ¡En efecto! Semioculta en la forma de Hagal aparece el cubo, uno de los grandes símbolos esotéricos para representar la materia perfeccionada. Los masones hablas de la piedra cúbica como símbolo del hombre perfeccionado, la piedra tosca después de habere sido tallada con el cincel del conocimiento y el martillo de la voluntad. También los maestros canteros o constructores daban un especial significado a esta forma asociándola a la «piedra de ábside», la piedra tallada con la que culminaban arcos y bóvedas y que, por un ingenioso procedimiento, sostenía la estructura desde lo alto simbolizando que la construcción no se sostenía en la tierra sino en el Cielo. Los kabalistas vinculan el cubo con el alfabeto hebreo reseñando que posée tres dimensiones (las tres letras Madres), siete direcciones (arriba, abajo, delante, detrás, derecha, izquierda y centro, las siete letras Dobles) y doce aristas (las doce letras Simples). Las 12 letras simples se asocian al Zodiaco, las 7 dobles a los planetas y las 3 madres a los 3 elementos (los kabalistas llegan a no considerar la Tierra como un elemento en sí, sino como la suma de los otros tres). Con esto tenemos 12 + 7 + 3 = 22 letras hebreas que, a su vez, la Golden Dawnn relacionó con los 22 arcanos mayores del Tarot y los ubicó sobre los senderos del Arbol.

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Pero Hagal también representa a la materia misma, porque sus tres líneas representan claramente las tres dimensiones del espacio: largo, ancho y alto:

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Y podríamos decir que sobre ella se estructura el Arbol-Mundo nórdico. Así, la cosmogonía germánica plantea que el universo se estructura a partir de nueve mundos. Midgardr, la Tierra, está en el centro. A su alrededor están: al Norte Nifhlheimr, el reino del hielo primordial; en el Sur Muspellheimr, el mundo del fuego primordial; al Este se hallaría Jotunheimr, reino de los gnomos o duendes y de los gigantes de la escarcha; y al Oeste Ljosaheimr, reino de los elfos de luz. Por encima de Midgardr se hallarían Asgardr y Vanaheimr. Por debajo se situarían Svartalfheimr, el mundo de los enanos o duendes negros y el Hel.

Lo más sorprendente es que si comparamos el Arbol Cósmico nórdico con el Arbol de la Vida hebreo obtendremos sorprendentes semejanzas:


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Obviamente, en este último mantenemos las esferas en su lugar pero sólo mostramos los senderos que nos interesan para que se vea la semejanza. También podríamos añadir senderos laterales en el Arbol nórdico relacionando los distintos mundos entre sí y no solo con Midgradr, el centro, pero lo que nos interesa ahora es ver la similitud de la estructura. En realidad son casi idénticos salvo por el hecho de que donde el Arbol nórdico muestra sólo una esfera entre el mundo superior y el mundo central, el Arbol de la Vida muestra dos. ¿Existe una relación entre el Arbol hebreo y el vikingo? ¿Volvemos a la «conexión aria»?

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Los maestros de runas sostienen que las runas se ocultan entre los senderos del Arbol. Algunos han intentado atribuir runas a los distintos senderos. Yo pienso que, más bien, el secreto está en tomar el Arbol en su forma gráfica y descubrir las runas en el trazado, cada una compuesta por varios senderos. También debería confesar una mentirijilla. Hay una runa que escapa a nuestro entramado. Se trata de la runa Peorth, que representa a las Norns y al Destino. Esta triple divinidad se considera anterior al panteón nórdico y hasta los dioses estarían sometidos a sus designios. Peorth representa lo numinoso, lo mágico, lo desconocido, y quizá por eso deberíamos considerarla ajena a la forma que contiene Hagal. Si volvemos al Arbol hebreo y colocamos Peorth como se ve en la figura, añadiendo también la enigmática Daath, así:

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En la figura, una especie de superposición de los dos árboles, obtendríamos que el mundo de Vanaheimr cae sobre la oculta Daath, y que Peorth es la Unidad que se fragmenta en la dualidad dando lugar a dos elementos iguales polarmente opuestos (los dos círculos de nuestro Ocho/Infinito) que, a su vez, se proyectan en la Creación, a través de Daath-Vanaheimr, nuestro «punto de torsión». Una última observación del «entretejido» de Hagal, al que ya hemos comparado con el «Velo de lsis», el «Velo de Maya» o el «Tapiz de la Creación». Todo ello nos recuerda que se simboliza a las Norns como «hilanderas» o «tejedoras», tejiendo los hilos de la realidad y las vidas de los hombres. Además, a modo de juego, resaltando otras líneas de la figura tendremos ¡al Ocho!

Y no sólo al Ocho, sino también a las tres columnas del Arbol de la Vida. Si comparamos esta figura, el Arbol de la Vida, el Caduceo de Hermes y los Nadis que se enroscan a lo largo de la columna vertebral a lo largo de los chakras para que por ella ascienda Kundalini, encontraremos similitudes inquietantes. ¿Es este el Gran Tapiz, el Gran Velo que, como en el tablero de ajedrez, se construye por el entretejido de las serpientes blanca y negra? Todo apunta a un entretejido de polaridades, de blancos y negros, de «1» y «O» Los significados extendidos de las runas están a disposición de cualquier lector interesado en los libros especializados sobre el tema mucho mejor de lo que pudiéramos exponerlos aquí, así que prefiero no dar interpretaciones simplistas (que, por otro lado, no contribuirían a aportar nada nuevo a este trabajo) y remitir a los interesados a los libros correspondientes.


54 La Geomancia Las 16 figuras geománticas si representan, a mi entender, un paso importante en lo que concierne a este trabajo. Conocemos la Geomancia a través de los árabes, aunque parece ser que su verdadero origen se hallaría en China, en derivaciones del «Pa-kua». Los mercaderes árabes de la «Ruta de la Seda» habrían aprendido los cuatrigramas debido a su sencillez y a su práctica interpretación, y los habrían incorporado a su cultura. La Geomancia recibe su nombre del hecho de que originalmente se practicaba con arena o con piedras (una adaptación práctica para gente que suele surcar el desierto). Hoy en día suele practicarse con tres monedas. En cualquier caso, las respuestas nos llevarán siempre a resultados que configuran lineas par (dominan caras) o impar (dominan cruces). Formando cada figura con cuatro de estas líneas. Obviamente, volvemos a encontrarnos con un sistema basado en la polaridad, Yang y Yin, blanco y negro, «O» y «1». Cuatro «tiradas» determinarán las cuatro líneas que configurarán una de las 16 posibles figuras. Siguiendo este razonamiento será fácil darnos cuenta de que el sistema se sostiene en la confección de «cuatrigramas» o «tetragramas», lo que nos conecta con lo expuesto en el capítulo anterior y nos da una posible interpretación de nuestro «parchís geomántico».

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Los practicantes de esta técnica anotan un punto para el resultado impar y dos para el par. No será dificil adaptarlo a nuestro sistema gráfico binario y sustituir el punto por una línea entera (Yang, 1, «pasa corriente») y los dos puntos por una línea partida (Yin, O, «no pasa corriente». Veamos, pues, las 16 figuras, su transformación, el número binario correspondiente (recordemos que cada cuatrigrama representa un número binario) y un significado resumido para cada una:


55 Dieciseis figuras, tantas como fichas controla cada jugador de ajedrez. Tantas como casillas controla cada elemento del Parchís si ignoramos su casilla de salida... Cada una de las figuras geománticas aparecerá cuatro veces en el ajedrez, en el Parchís o en la Oca, variando únicamente las dos líneas superiores, que completarían el hexagrama y que representarían cada uno de los cuatro elementos. Así, una misma figura («Vía», en el ejemplo) matizaría sus significados en el elemento bajo el que se encuentra. Así:

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Vía/Agua. Combina los significados de Camino y emoción. Así, podría re presentar un camino vinculado a las emociones, una boda, una pareja. Sugiere un avance emocional, dar un paso adelante... O también «seguir su camino» Este planteamiento no es nuevo del todo. Robert Ambelain, en «El Auténtico I Ching», aproxima una idea similar. Incluso llega a plantear que en China no sólo se utilizaban los hexagramas, sino que también se conocían los «cuatrigramas» y «pentagramas». Así nos muestra la evolución desde los bigramas hasta los cuatrigramas y en la página siguiente vemos su descripción de los 16 cuatrigramas:

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No puedo resistirme a plantear aquí un efecto colateral del trabajo emprendido en este libro y que sería encontrarnos con dos nuevas formas de adivinación al aplicar los hexagramas a la Oca o al Parchís. Las casillas en las que fuera cayendo la ficha, de acuerdo a lo indicado por el dado, nos darían las respuestas a lo preguntado. En otras páginas de este libro podemos ver el esquema del Parchís geomántico o de la Oca geomántica.


56 El I Chinq Aunque, probablemente, no cause sorpresa lo expuesto aquí debido a que ya hemos hecho muchas alusiones a ello, para mí el I Ching fué la argamasa para unir otro buen grupo de nuestras «piezas sueltas» y me causó una profunda impresión darme cuenta de ello. Para empezar, según la tradición taoísta el origen de todo está en el Tao, al que podemos comparar tanto al «Uno» como al «Cero», ya que representa a la fuente de todo lo existente, pero también a lo incognoscible. «El Tao que puede explicarse no es el verdadero Tao».

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Del Tao se manifiestan el Yin y el Yang, la Tierra y el Cielo, representándose por una línea entera y otra partida. En definitiva, nuestros «0» y «1» binarios. La mayoría de las cosmogonías establecen esta dualidad como punto de partida para todo, pero especialmente la tradición romana establece como origen a Urano (el Cielo) y Gea (la Tierra); y el Génesis comienza diciendo: «En el Principio Dios creó el Cielo y la Tierra...». Un antiguo sabio chino (el nombre varía), según la leyenda, encontró la gran clave de cómo se combinaban los monogramas al obserbar las grietas que se producían en la cáscara de una tortuga carey arrojada al fuego. Así, decidió organizar las líneas Yin y Yang (monogramas) en grupos de tres, dando lugar a los ocho trigramas del «Pa-kua».

Hasta aquí, el I Ching ya parecía una enorme conjunción de coincidencias que encajaban plenamente con mi trabajo anterior. Pero la gran similitud, la coincidencia de coincidencias, era el propio I Ching, un sistema adivinatorio (aunque algunos prefieren calificarlo de iniciático) que nace de las figuras resultantes de unir los trigramas dos a dos. Las figuras resultantes son 64 (¡ocho x ocho!) hexagramas. Nuestros 64 hexagramas que contienen la numeración binaria del O al 63. Así leemos su origen en «I Ching», de Alfred Duglas:

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«Hacia finales de la dinastía Shang, el impuro emperador Chou Hsan hizo encarcelar a Wen, el iluminado, señor de la provincia de Chou. Corría el año 1143 a.J.C. Se cuenta que durante su estancia en la prisión Wen se dedicó al estudio de los trigramas y su elaboración, llegando a reunirlos emparejados en los 64 hexagramas y sentando sus significados básicos. Sólo después de la dinastís Shang, Tan, hijo de Wen, descubrió los estudios de su padre dando a cada una de las líneas de los 64 hexagramas un significado preciso». Puede que no sea más que una coincidencia, pero resulta una coincidencia muy grande el que el 64 se repita en el I Ching, en el ajedrez, en la Oca y en el Parchís, que el código binario influya de un modo directo y evidente tanto en el I Ching como en el ajedrez y que todo gire en torno al óctuple de ocho. No es, sin embargo, tan extraña su conexión con la Geomancia, pues ya hemos dicho que probablemente una proceda del otro, pero sí el que todos esos sistemas parezcan hacer alusión a un conocimiento trascendente ligado a la alternancia de «1» y «O». ¿Quizá si hay una fórmula? Si así fuera, esa fórmula estaría escrita en código binario. Quizá el código no tenga que ver con los sigificados, sino con los valores numéricos y su orden. Una de las cosas que me confundió del I Ching fué la ordenación utilizada en los textos originales. Salvo Ambelain, que propone una reodenación del I Ching (aunque tampoco sigue el orden binario), los distintos autores presentan un orden, el tradicional, que nada tiene que ver con el valor binario del grafismo. ¿Un camino sin salida? Realmente no. Los antiguos grabados muestran los hexagramas distribuidos en línea y en círculo en el orden binario correcto.


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Entonces ¿qué razonamiento siguieron los autores para llegar al orden que hoy conocemos? ¿Hay alguna clave, alguna pauta en ese orden? Parece ser que la única razón lógica del ordenamiento actual es presentar cada hexagrama al lado de su opuesto, aquel que tiene líneas Yang donde el anterior las tiene Yin y viceversa. Sin embargo, aparte de esta relación por pares, no parece que haya un orden lógico para decidir por qué un hexagrama viene antes o después que el otro. ¿Quizá el orden original se perdió por desconocimiento de lo que realmente se escondía en la ordenación antigua? Cualquier interesado que desée profundizar sobre el particular puede consultar los libros escritos sobre el I Ching y buscar la relación entre el número binario de cada hexagrama, el número que le atribuye el I Ching, y la relación de cada cuatrigrama con el elemento que representan las dos líneas superiores. A los que deseén profundizar en esto les recomendamos que se ciñan especialmente a los textos más antiguos, los que reciben el título de «la Decisión».

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Anecdóticamente, podríamos hacer una distribución de significados sobre nuestro ajedrez, nuestro parchís o nuestra Oca y plantearnos una partida como una verdadera consulta al oráculo. Si alguien quiere probar, le deseo maña y suerte. Yo, por mi parte, me vuelvo al propósito inicial de este libro, y preciso reseñar acerca del I Ching que, aun en el caso de que no aportara nada a lo ya expuesto, no puede haber mejor resumen de todo lo tratado: 1) Expone que todo se origina de la Unidad Primordial, el Tao. 2) El Tao se divide en dos polaridades, Yin y Yang, femenino y masculino. Estas polaridades son representadas por los colores negro y blanco, o con la forma de una línea partida y una entera. Todo se compone de combinaciones de estas dos polaridades. 3) El punto de partida del trabajo se establece sobre combinaciones de tres líneas, los sagrados trigramas que componen el. «Pa-Kua». Esto conduce a que el punto de partida de las subsecuentes estructuras tenga como base inicial al Ocho, pues ocho son los trigramas. 4) Los trigramas, obviamente, como las demás figuras compuestas por líneas enteras (1) y partidas (0), son asociables a números binarios. Los números de los cuatro trigramas irían del 0 al 7. Esto es interesante por cuanto que el Siete parece gozar de más reconocimiento como número esotérico que el Ocho, más oculto. ¿Puede ser esta la clave que relaciona al Ocho con el septenario? También puede ser interesante para entender por qué grupos septenarios (como las notas musicales, por ejemplo) se organizan en «octavas». 5) La estructuración principal del I Ching, aunque también existan cuatrigramas y pentagramas ( de escasa importancia), es por pares de trigramas, o sea, por hexagramas. El número total de hexagramas es, lógicamente, 64, el óctuple de ocho, el cuadrado de Ocho, el mismo número de casillas que tiene el ajedrez, o la Oca, o el Parchís... 6) El total de hexagramas contiene, en binario, los números de 0 a 63. Para que pudiera entenderse esto elegimos esta representación en líneas (entera/partida) en el capítulo dedicado a la informática.


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Así pues, el I Ching es una clave que nos permite enlazar muchas de las piezas de nuestro trabajo. ¿A dónde pretende llevarnos todo esto? A la idea de que los antiguos conocieron o intuyeron una clave, una clave binaria, en la que está escrito un código, quizá una fórmula. Una fórmula que se refiere a la realidad como un tapiz entretejido de «O» y «1». Una fórmula que nos remite constantemente al Ocho o al óctuple de ocho (64). Una fórmula que relaciona el conocimiento esotérico, los diversos juegos de mesa, algunas técnicas adivinatorias, la tradición aria (¿o quizá atlante?), la Diosa Madre, la espiral y la serpiente, la oca/cisne/ganso, la iniciación, las claves para trascender la realidad y el velo de la ilusión y, como no, el Camino de Santiago. ¿Podría ser que existiera una fórmula de la Creación? ¿Podría ser que el conocimiento iniciático implicara el conocimiento de dicha fórmula o, al menos, de lo formulado, para llevar la consciencia más allá de la ilusión? Quizá, como «lo que está arriba es como lo que está abajo», el conocimiento de lo inferior nos permita comprender lo superior, ya que ambos funcionan según las mismas leyes.


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Capítulo VII Kabballah, lenguaje y número

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La palabra «Kabballah» deriva del hebreo «KBL», «Kibbel», la Tradición, significando aquel conocimiento secreto que se transmite oralmente, «de boca a oreja», de maestro a discípulo o de padre a hijo. Curiosamente, la palabra «runa» posée el mismo significado, traduciéndose como «susurro» o «secretos susurrados», haciendo referencia a un conocimiento secreto que se transmitía sólo oralmente de maestro a discípulo. Empezamos, pues, encontrando una curiosa conexión entre el planteamiento vikingo y el hebreo. Una conexión que, aparte de aludir a la «conexión aria», enlaza dos elementos de nuestro trabajo: el Arbol de la Vida y las runas. Ya se ha hablado del Arbol de la Vida en sucesivas ocasiones en este trabajo, pero la Kabballah no se limita al Arbol. De hecho, hay un elemento importante no mencionado que quizá también pueda añadir claves de importancia a este estudio. Uno de los principales elementos de la Kabballah es el alfabeto hebreo. Las letras se componen en palabras y con ellas describimos el mundo: Y ya hemos dicho, al referirnos a la PNL, que la realidad no existe sino como una descripción, un mapa descrito por un conjunto de lenguajes, de tal modo que el lenguaje es el mapa mismo. Así pues, las letras son los instrumentos con que describimos el mundo y, al hacerlo, forjamos nuestra realidad particular. Las letras, por tanto, son los hilos con los que tejemos el tapiz ilusorio que constituye la llamada realidad. «El mapa no es el territorio», decíamos. Así, nuestra descripción de las cosas resulta de la información que poseemos y suele estar limitada y condicionada por la misma. La manera en que estructuramos nuestra información se refleja en nuestros lenguajes, y estos acaban siendo herramientas con las que delimitar y construir la realidad misma. Esto es mucho más importante de lo que parece porque los elementos que construimos a través de nuestro lenguaje acaban convirtiéndose en limitaciones de la misma realidad. La PNL pone un interesante ejemplo al respecto cuando clasifica a los seres humanos en visuales, auditivos y kinestésicos. Por supuesto, todos tenemos algo de los tres lenguajes y, de hecho, lo ideal es llegar a manejarse en todos ellos, así que lo expuesto aquí es una generalización y un gran resumen, debido al espacio y al tema. Los visuales interpretarían la vida en cuestión de imagen, forma, color, tamaño, apariencia, etc. Los auditivos interpretarían la vida en términos de sonido, razonamiento, análisis, descripción, explicación, etc. Los kinestésicos lo harían en términos de tacto, gusto y olfato, de sensación, de duro o blando, de ternura, de suavidad, de proximidad, de calidez, etc. Lo más gracioso es que esa manera de ver la vida llega a plasmarse en las palabras que utilizamos, y esas palabras son, por tanto, una descripción del mundo que percibimos. Por ejemplo, un visual diría «no lo veo claro» donde un auditivo podría decir «no lo entiendo» y un kinestésico «no me llega» o «no lo siento así». Veamos, por tanto, una descripción de una jornada en el campo, breve, para cada tipo: Visual: «El Sol brillaba en todo su esplendor y la verde hierba destellaba bajo su brillo. Miré al cielo y un limpio azul, sin nubes, se extendía como un lienzo sobre nuestras cabezas...» Auditivo: «El Sol había salido. Su luz iluminaba la escena y el verdor de la hierba inspiraba calma y sosiego. El suelo parecía una alfombra monocolor donde las misma plantas aparecían por doquier. El cielo aparecía limpio, sin nubes...» (Describe)


60 Kinestésico: «Sentí el calor del Sol acariciendo mi rostro. La hgierba, húmeda, se mecía al viento, rozando mis piernas y envolviéndome en un suave olor. El cielo era un manto azul, sin manchas, que me envolvía suavemente...» Es apenas una aproximación, pero como vemos, nuestra percepción impregna nuestro lenguaje. Pero no sólo es eso, Nuestro lenguaje condiciona nuestra percepción. En este sentido, más que en ningún otro, opera la maldición bíblica de la Torre de Babel. La «confusión de lenguas» no es una simple multiplicación de los idiomas. De hecho, pese a la variedad idiomática hay multitud de gente que comparte idioma y pueden entenderse entre ellos y, además, la filología detecta ciertas lenguas iniciales que forman una raíz común de las que se derivaron por adaptación o corrupción los distintos idiomas... La verdadera «confusión de lenguas» es aquella que hace que dos personas no se entiendan aunque hablen el mismo idioma. ¿Por qué ocurre esto? Porque su descripción de la realidad, su lenguaje esencial, es diferente, aunque el idioma sea el mismo. Vemos, pues, que la importancia de nuestro lenguaje (que no idioma) es radical, no sólo porque proporciona la clave de nuestra comunicación, sino porque también contiene las de nuestra incomunicación. Todo grupo social, desde los subgrupos marginales hasta las distintas élites científicas, tiende a establecer un sublenguaje privado que cubre dos funciones:

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a) Poder nombrar los conceptos específicos que corresponden a dicho grupo (lo que tiende a establecer una estructuración de su realidad) b) Crear un círculo de elitismo que les separa de aquellos que no están «iniciados» en el uso de dicho lenguaje.

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En este sentido, vemos al lenguaje estableciendo una doble función: integradora, por un lado, y separadora o diabólica (de diabolei, «separar») por otro. Y la matemática es un lenguaje, una descripción, una información, como ya hemos visto. Pero los hebreos van mucho más allá al considerar que todo nace de una palabra, la «Palabra Divina». Así, la Biblia afirma «En el Principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios». Y más adelante «Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros». Estos textos han dado pié a diversas interpretaciones, la mayoría parciales o confusas. Algunos opinan que hay una «palabra» original, e incluso la buscan. Otros piensan que Dios «pronunció» un sonido y de eso surge todo cuanto existe. Pero, teniendo en cuenta que las matemáticas componen un lenguaje universal, ¿no podría ser que Verbo puediera traducirse como «mensaje en un determinado lenguaje»? ¿No es un mensaje una determinada información? ¿No es la matemática un lenguaje, probablemente el «lenguaje de lenguajes»? Al menos esto último es lo que opinó la NASA al enviar en lenguaje matemático su mensaje a posibles inteligencias extraterrestres. ¿No nos acerca todo esto a concebir la Creación como una fórmula? Y, si es así, ¿no estaría todo conocimiento basado en la adaptación, de un modo u otro, de esta fórmula? Tal vez la frase estaría mejor escrita ( hoy, que podemos comprender conceptos entonces impensables) diciendo: «En el principio era la «Fórmula». Y la «Fórmula» estaba en Dios, y la «Fórmula» era Dios». Y también: «Y la «Fórmula» se hizo carne y habitó entre nosotros». Quizá pueda sonar herético, pero si uno se molesta en ir un poco más allá de la limitación de sus lenguajes puede que acabe opinando todo lo contrario. Sea como fuere, si algo resulta claro después de todo lo expuesto es que la fórmula, de existir, estaría escrita en código binario. Para los kabalistas una letra no es sólo un grafismo que sirve para la escritura. Cada letra, además, es un ideograma, un sonido y un número. Así, la letra «Aleph» corresponde al sonido «A», a la idea de un buey y al número 1. Por otro lado, los kabalistas plantean la Manifestación como un efecto de la tríada «sefar-sippursefer». Sefer sería el libro, la parte material escrita, lo expresado. Sippur sería algo así como el modo, el alma, la esencia de la idea en el modo en que elige para comunicarse. Sefar sería la idea, aquello que pretende transmitirse en su aspecto más puro. Eso se aplicaría a todo. Si lo aplicamos a esto que está usted leyendo, sefer sería el texto mismo, el conjunto de tapas, hojas y letras. Sippur sería el estilo, la forma en que se estructuran las palabras, el contexto emocional que facilita o dificulta la comunicación, el lenguaje. Sefar sería la idea que se intenta transmitir, un concepto mucho más allá del estilo o la herramienta física. Referido al hombre, hablaríamos de cuerpo, alma y espíritu o esencia trascendente, o de aspectos físico, emocional y mental. Relacionandolo todo, tendremos que la letra es la expresión física de algo, careciendo de sentido sin ese «algo». Con las letras expresamos conceptos como «elefante» o «amor». Pero más allá de las formas y las ideas expresadas existe el sonido, la fuerza primaria que se combina para dar lugar a la forma. Para los hebreos cada sonido tiene un valor propio, una vibración, y es la combinación de varias vibraciones lo que se concreta en una forma o palabra, en una idea concreta. Y toda vibración, a su vez, no es sino la


61 expresión de un número. Viéndolo al revés, todo comienza en el número (evocamos la idea de que todo empieza en la polaridad («O» y «1»). Los números se combinan entre sí y generan las distintas vibraciones (todo lo percibimos como vibración y la diferencia entre las distintas vibraciones sólo es una diferencia de número- p.e. número de ciclos/segundo). Las vibraciones construyen los conceptos y formas (percibimos las cosas por las vibraciones que recibimos de ellas- vista oído, etc.), así que nuestra «realidad» se construye con vibraciones. Los conceptos, finalmente, son «nombrados» y usamos letras y palabras para representarlos. Así, el número y la vibración son los principios abstractos que hay detrás de todo. Las letras no son, pues, sino representaciones físicas de las combinaciones de esos principios abstractos, como la materia y el hombre mismo no son sino expresiones físicas de algo no físico. Deberíamos, pues, concluir que todo ser físico no es sino la expresión de una combinación de números, de una fórmula. ¿No debería, pues, poder ser leída la fórmula en todo lo expresado por ella? ¿Y no son todas las fórmulas variantes de la fórmula primera? Si la idea nos parece aberrante, entonces deberemos cuestionarnos seriamente a físicos y matemáticos, que no hacen sino aproximarnos a esa idea. Y también, de paso, a los genetistas, que pretenden reducir al ser humano a una fórmula: el código genético. El nombre de Dios

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Los kabalistas, pues, reducen las palabras a su valor numérico y buscan relaciones entre las palabras con idéntico valor. Este es el principio de la Kabballah literal (relativa a las letras) y se establece en la práctica llamada Gematría. Por supuesto, el Arbol de la Vida también está impuído en estos secretos, pero no vamos a extendernos especialmente acerca del Arbol ahora porque ya se ha expuesto mucho sobre él en otros capítulos. Por contra, ya que hablamos de Gematría, observamos que el sagrado «Tetragrammaton», el nombre de Dios, IHVH (Yahveh o Yehovah) tiene un curioso valor numérico: 10 (I) + 5 (H) + 6 (V) + 5 (H) = 26. Y la reducción de 26 (2 + 6) nos conduce al ¡Ocho! Tetragrammaton significa «nombre de cuatro letras», y no faltan aquí los autores que han relacionado aquí al Cuatro y al Diez a la manera pitagórica. Tampoco los que han asociado las cuatro letras, IHVH, con los cuatro elementos. Volvemos, pues, a vincular al Ocho con la Manifestación. Una idea similar aparece en la palabra PRDS, Pardes, el Paraíso, otra palabra de cuatro letras que también evoca la idea de lo Manifestado, esta vez en su estado puro, previo a su manifestación en la forma física. Para muchos será iluminador leer aquí lo expuesto en el segundo capítulo acerca del Cuatro y de Daath. Así, el Cuatro superior sería el modelo del Cuatro inferior, como la idea es el modelo representado y cristalizado en la letra. No podemos ignorar, además, las esferas que componen la columna central del Arbol de la Vida. Los números de los sephiroth que la componen son: 1 (Kether), 6 (Tiphereth), 9 (Yesod) y 10 (Malkuth). No es casual que la suma de estos números nos vuelva a dar el místico 26.

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Los Genios y el círculo

Otra corriente kabalística, más mágica, que no es exactamente la literal ni la basada en el Arbol, trabaja con una serie de nombres sagrados que denominan «genios», aunque algunos prefieren decir «ángeles» y otros, simplemente, «nombres de Dios». Los genios componen un total de 72, otro múltiplo de 8 (9 x 8 = 72), y se distribuyen sobre una circunferencia abarcando cada uno una porción de 50 (5° x 72 = 3600). Podemos tomar dicha circunferencia como el círculo zodiacal o el ciclo anual, por ejemplo. Astrológicamente, cada genio rige un Quinario (5°) y cada signo (30°) contiene 6 de estos genios o nombres divinos. Se me ocurrió, a modo de juego mental, cómo quedaría todo esto enfocado sobre mí símbolo del 8 o del Infinito. Puesto que el símbolo está compuesto de dos Ceros (a semejanza del Cero original), uno positivo y otro negativo, tendríamos un total de 720° (360° x 2), lo que equivaldría a 9 x 8 x 10. Curioso. También a modo de curiosidad, si dividimos el círculo en 8 partes, cada una de ellas tendría, obviamente, 45°, la mitad de un ángulo recto, y contendrá a 9 de nuestros genios o nombres divinos. Si, en cambio, lo dividimos en 9 partes, cada una tendrá 40° y 8 genios. Todo el mundo sabe que si dividimos la circunferencia en 6 partes, para hacer una estrella de 6 puntas, cada porción tendrá 60°. Lo que probablemente se suela plantear menos, aunque no por ello es menos obvio, es que si la dividimos en cinco partes para trazar un pentagrama, símbolo de la iniciación, cada porción tendrá 72° (otra vez 9 x 8), lo que también es lógico si se contempla que los 72 Quinarios son grupos de 5°. Todo esto podría, si seguimos jugando, plantear una posible relación oculta entre los genios y cada una de las porciones del pentagrama, o entre el 5, el 8 y el 9. También resulta curioso que el número de grados de una circunferencia sea divisible, con resultado cero, por todos los números del 1 al 10 excepto el 7, el número del hombre.


62 32 Senderos

Partiendo de ahí llegamos a las siguientes reflexiones:

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Dejando aparte estas curiosidades, básicamente anecdóticas, otra similitud numérica me resultó inquietante. El Arbol de la Vida posée 22 senderos y 10 esferas, pero los kabalistas consideran a las propias esferas como senderos en sí y hablan de 32 senderos al mencionar el Arbol. Esto aparece en todos los tratados kabalísticos sobre el Arbol. Pero la Tradición también plantea el Arbol como un recorrido que, desde lo más alto, realizó la Creación para llegar a lo más bajo, la expresión material, el mundo físico que conocemos. Y también plantea la Tradición que la senda de la evolución, el camino iniciático, debe recorrer de nuevo esos 32 senderos de vuelta al Origen en lo que los ocultistas, particularmente los Rosacruces, llaman el «Sendero del Retorno».

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1) Cada sendero es dual, marcado por una fuerza en descenso y otra en ascenso, una que conduce a la oscuridad, a la densificación (Yin, triángulo invertido, femenino) y otra que conduce a la luz, a la espiritualización (Yang, triángulo derecho, masculino). 2) Hablamos, por tanto, de 32 fuerzas duales, cada una con un aspecto Yin y otro Yang. 3) Partiendo de lo anterior, el entramado total del Arbol se estructura en ¡64 senderos! (32 Yang y 32 Yin), el cuadrado de 8, de nuevo, vinculados dos a dos. 4) Podemos ver esta estructura polar de los senderos, de nuevo, en el sentido binario, entendiéndolo como «hay paso hacia la luz» (ascenso, Yang, 1) o «no hay paso hacia la luz» (fuerza en descenso, Yin, 0). 5) La esfera inicial, la superior, sería Kether, la Corona. Pero también es la esfera final, la 64. Si usamos la numeración binaria, una vez más, 1 = 64 = 0 (si alguien no entiende esto le sugerimos que vuelva a leer el capítulo sobre informática).

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Conexión aria: la runa ansuz Volviendo a nuestra idea inicial, la de que las palabras construyen el Universo que nombran, veremos que este concepto tampo es único. La Tradición vikinga también ilustra esto en una de sus runas, Ansuz, que representa a la boca como órgano del lenguaje, al habla, a la comunicación y, por extensión, a las diferentes etapas de la evolución cultural humana, necesariamente ligada al habla y a la capacidad de formular conceptos en palabras. Pero, además, Ansuz también representa la «boca de Dios», los mensajes recibidos del mismísimo Odín. El mismo nombre de Odín se deriva dee la raíz germánica «od», que significa «aliento, energía vital», en un sentido muy similar al de la palabra «spiritus». Encontramos una nueva conexión con la Tradición hebrea cuando leemos en la Biblia que Dios crea al hombre del barro e «insufló en sus narices aliento de Vida». Este «aliento vital» que los germanos conectan con Ansuz, es lo mismo que los hebreos relacionan con su primera letra, Aleph, y lo que los hindúes denominan «Prana». Los vikingos no parecen reseñar de manera especial este poder creador de las palabras, pero Odín es quien revela las runas a los hombres, y las runas, como ya vimos, constituyen el armazón de la Creación, así que la idea de estructurar el mundo con letras no les es tan extraña. Además, podemos sospechar en las runas valores mucho más complejos, hoy perdidos, por el hecho de que no nacen de Odín, sino que este «las obtiene» a través de su propio autosacrificio, prácticamente «se apodera» de ellas. Las runas, en realidad, pertenecían a fuerzas más antiguas y, aunque estaban en poder de Freya, la diosa de la naturaleza, la «Señora» del tapiz de la manifestación, eran las Norns, las «Señoras del Destino», quienes las empleaban para «tejer» la realidad. Lamentablemente, no se ha conservado, si la hubo, ninguna valoración numérica en torno a las runas. Incluso existen serias dudas acerca de que el orden que hoy conocemos sea el correcto. Todo esto nos cierra una puerta que podría ser crucial, pero, al menos, el poder de estas letras como constructoras del Universo está resaltado en los mitos.


63 Un entretejido de letras, un entretejido de palabras, de conceptos, de sonidos, de vibraciones.., un entretejido de números. Platón diría: «Y así el número parece conducir a la verdad». Pero las sorpresas me esperaban a la vuelta de la esquina. Ya hemos dicho que el panteón vikingo habría sufrido una modificación al imponerse una tradición nueva, la Aesir, con su dios Odín a la cabeza, a una tradición anterior, la Vanir. En esta tradición más antigua, se evidencia la presencia de un culto matriarcal, femenino, y allí aparece la alusión a esa fuerza del hálito vital o aliento vinculada no a la forma de un Dios, sino a la de una diosa, una diosa madre, una diosa negra en muchas ocasiones (como Hela/Holda), una diosa cuyo nombre se relaciona con una sílaba, probablemente su nombre original, que significa nutrición y abundancia y que aparece en numerosos nombres de divinidades antiguas de las más diversas tradiciones: la sílaba «an» que significaría, como hemos dicho, «nutrición». De hecho, la misma sílaba aparece en el nombre germano de Odín (¿Od-an?), Wodan, quizá sugiriendo la idea del «aliento vivificador» o «aliento nutridor». Ean Begg, en «Las Vírgenes Negras», nos habla así de esta sílaba al referirse a la diosa Anath:

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«Anat pertenece a esa extensa categoría de diosas cuyos nombres contienen la sílaba «an», la cual significa en general nutrición y abundancia, aunque puede tener unas connotaciones siniestras, oscuras, aniquiladoras. En el cristianismo tenemos a Santa Ana, la abuela del Señor Nanna, palabra infantil para designar a la abuela, es también la palabra griega que significa «tía», un epíteto para Cibeles, y el nombre de la esposa del dios agonizante Balder, que va a la pira con él. Anus, en latín, significa «anciana», así como ano, y en latín vulgar cambia a «nonna», término del que deriva la palabra inglesa nun (momja) (..) Anath se convirtió sin duda en Mamá Gansa, la amable abuela que apacigua a sus polluelos contándoles cuentos...» ¿Qué tiene esto que ver con la tradición hebrea? Por un lado, hay conexiones que el mismo Begg nos presenta: «Geoffrey Ashe afirma que los judíos apóstatas que vivían enEgipto en tiempos de Jeremías adoraban la sabiduría divina en la forma de la poderosa virgen Anath (..) Los mercenarios judíos estacionados en Elefantina, cerca de Asuán, en el siglo Va. C. tenían un templo dedicado a Anath y otro a Yaho (Yahveh).» La importancia de la Diosa en la antiguedad es vital porque evoca a los antiguos cultos agrarios y a la fuerza de la vida que emana de la naturaleza, de los campos y de los cultivos. Encontramos «an» entre los celtas, en «Dana», la diosa madre que es la antepasada de los irlandeses y de los «Tuatha de Danan» ( entre los que se hallaba Nuadha, el de la mano de plata), en «Ana la Gata» de Leicester y en «Annis la Negra». En Roma con Diana (Div-Ana, la «brillante nutridora»), Jano y Juno. En Egipto tenemos a Anath y, posiblemente, Neith e incluso Anubis... Y así un largo etc. que incluye a Ana, la madre de la Virgen.

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Todo esto se conecta con lo que estamos tratando a través de la letra «ansuz», que también contiene la misma sílaba. Así, Ansuz no solo es «aliento», sino también «nutrición» y ambos términos se relacionan con el nombre de Wodan, Odín, el dios al que se hace referir la runa. No obstante y pese a la opinión de Begg, es posible que el mismo nombre de la Diosa, An o Ana, represente por sí mismo la idea de «aliento» o, como mucho, «aliento vital», si observamos la evolución de la palabra, ya que «od» es, originalmente, «ond». Así pues, es posible que An o Ana sea el nombre original de una diosa vinculada no solo con la subsistencia y la nutrición, sino también con el aliento divino, con la comunicación y con el poder de la palabra. La letra Peh Esta referencia a Ansuz quedaría incompleta si no destacáramos que existe una letra hebrea que tiene exactamente el mismo significado que el de Ansuz, la letra Peh que significa «la boca, como órgano del lenguaje». Esta letra está asociada con el planeta Marte y, a través de él, con la energía ignea, con el poder generador que identificamos con la energía sexual, con el fuego serpentino de la serpiente Kundalini. Al margen del poder creador atribuído a esta fuerza (otra vez la fuerza creadora de la palabra) es importante resaltar que esta letra rige un sendero: el que une las esferas de Venus y Mercurio, Netzach y Hod, las esferas séptima y octava. Así, la fuerza creadora de la palabra relaciona la esfera de la Diosa de la naturaleza, la Diosa Madre, la «Señora», con la esfera de Mercurio, la del intelecto, la esfera Ocho, aquella cuyo cuadrado mágico es el tablero de ajedrez.


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El Templo de Malkuth Otra conexión entre la Kabballah y el trabajo de este libro nos la dará el Templo de Malkuth. La meditación en cada esfera del Arbol incluye la fabricación imaginaria (algunos preferirían decir «astral») de un templo que resume las propiedades características de dicha esfera. La esfera de Malkuth, el Reino, corresponde al Plano Físico, a la expresión manifestada. Siendo, como es, la esfera de los cuatro elementos, no sorprende encontrarlos representados allí. Tampoco sorprende el encontrar allí un altar construído por dos cubos geométricos sobre el que se hallan los símbolos elementales, o que la ausencia de techo permita ver un hermoso cielo estrellado (mirar hacia lo alto, al Universo) o que las columnas, unidas por arcos, sean de color negro moteado de oro evocando la misma idea. Lo que realmente sorprende es su suelo, ya que los kabalistas eligieron representar el suelo de Malkuth como una extensión alterna de baldosas blancas y negras. Así, el Templo de Malkuth, la representación del mundo físico según los kabalistas es ¡un tablero de ajedrez!

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Binah, la Tercera esfera Parece existir una relación especial entre el Tres y el Ocho. Ya hemos visto como la Creación se puede ver como una serie de ochos entretejidos y cómo una triplicidad de diosas, como las Norns, aparece como tejedora de este tapiz. Podríamos extendernos muchísimo acerca de la Diosa Triple, tejedora de destinos, porque su imagen aparece en numerosos mitos y tradiciones. Podemos verla en las Parcas, las Wyrds, las Moiras, las Keres... Pero en el caso concreto de las Norns hay un legado que estas dan a los hombres, una herramienta para conocer el destino que ellas «tejen» o para «tejer» el propio destino: las runas. El Arbol Cósmico vikingo está entretejido con runas y estas, en un total de 24, se hallan agrupadas en tres grupos o aettirs de ocho.

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También hemos visto esta relación en el «Pa-kua» chino, donde aparecen los elementos polares combinados en grupos de tres para formar los ocho trigramas. En el Arbol de la Vida hebreo podemos ver una aproximación a la misma idea. En él las esferas plantean el proceso de la Creación. Así, Kether, la esfera superior, se divide o proyecta en las dos esferas que aparecen por debajo de ella: Chokmah y Binah, el Gran Padre y la Gran Madre respectivamente. Esta tríada es idéntica en atributos a la compuesta por el Tao, Yang y Yin. Toda la Creación se origina a partir de la actividad de esta tríada a partir de las infinitas combinaciones entre el Padre y la Madre, Chokmah y Binah. Lo que se crea a partir de esto, si consideramos la enigmática esfera llamada Daath, son ocho las esferas que emanan del ternario, así que la trinidad, una vez más, se expresa en forma óctuple. Aleister Crowley llegó a establecer una relación directa entre los ocho trigramas y las esferas que nacen del Ternario, incluída Daath. Además, para «quien tenga oídos para oir», Daath sería la cuarta esfera, el Cuatro inmanifiesto, que representa y contiene al Cuatro manifestado. Estos dos cuatro expresan la ogdoada. Pero aún hay más. Binah, la tercera esfera, negra, representa a la Madre Superior (volveremos sobre la relación entre la Gran Madre y el negro) y es el poder que proporciona substancia y forma. Como «señora de las formas» y Madre Cósmica ella es, lógicamente, la «tejedora del tapiz». Y siendo, como es, la tercera esfera, es lógico que se le vinculen todas las triplicidades. Binah ha sido asociada a Saturno, el «constructor de formas», condensador, creador de los entramados, solidificador, cohesionador y señor del tiempo. Podríamos extendernos mucho acerca de saturno, pero baste reseñar que equivale al «plomo» alquímico y que su secreto es el «modelo» o «fórmula» base de cada estructuración en formas. Cada esfera del Arbol está representada por un cuadrado mágico, como ya hemos visto. El cuadrado mágico de Saturno, tercera esfera, tendrá nueve cuadritos (3 x 3) conteniendo los números del 1 al 9, de modo que cualquier suma horizontal, vertical o diagonal daría la misma cifra, en este caso 15.


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La clave que me permitió relacionar lo expuesto hasta ahora con este cuadrado vino al recordar que todo se componía de dos elementos, la dualidad, y que, por tanto, estos dos elementos deben generar su propio sistema de numeración: el código binario. Aplicando el código binario al cuadrado de Saturno veríamos que este contendría, en binario, los números de O a 8 y la suma de filas, columnas y diagonales daría 12. ¿Quizá sugiriendo que la Manifestación está regida por el simbolismo zodiacal? Por otra parte, los números de O a 8, sumados, darían 36, la décima parte de los grados de un círculo. Esta sería la imagen del cuadrado una vez hecha la rectificación y pasado luego a binario. Al pasarlo a binario, observaremos que los números O y 8 son iguales, salvo porque el 8 tiene una línea entera más, como pasando a otro ciclo. Así, el cuadrado central inferior es idéntico al central superior salvo por una línea de más, representando al mundo material, regido por los cuatro elementos. La expresión binaria pasaría de un ternario a un cuaternario en esta casilla:

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Aún un detalle más, que acaba relacionando a Binah con Hod, a Saturno con Mercurio, ambos elementos cruciales de este trabajo. Binah, la tercera esfera en el sentido descendente, es también la octava en el sentido ascendente. Hod, la esfera de Mercurio (el del Caduceo), cumple la regla opuesta: es la octava en el sentido del descenso y la tercera en el de ascenso. Aún hay más detalles que pueden referirnos a la Octava esfera, la de Mercurio, llamada Hod. Tantos detalles y tan importantes que hemos decidido reservarle un capítulo a él solo, el capítulo octavo.


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Capítulo V111 Mercurio, la gran clave del ocho

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El Arbol de la Vida mismo aparece como un símbolo de la interacción armoniosa de las distintas energías, vibraciones o estados mentales, un entretejido de fuerzas cósmicas. Ya hemos proyectado sobre él el cubo o el Caduceo de Hermes. También hemos visto analogías con Kundalini y los chakras, o con el Arbol nórdico. Lo que nos interesa especialmente en este punto es hacer una pequeña revisión en torno a su octava esfera, Hod, y a la deidad mitológica que se le asocia: Mercurio. Se entiende que toda asociación mitológica debe tomarse como simbólica, ya que los hebreos eran monoteistas y, de no haberlo sido, tampoco hubieran tenido por qué escoger especialmente deidades del panteón romano. Probablemente, la conexión más directa surge a partir del simbolismo zodiacal. Sea como fuere, la esfera de Mercurio proporciona importantes enlaces con nuestro trabajo. El libro de Katherine Neville, «El Ocho», lo resalta especialmente al hablar de una especie de procesión ritual que acontece todos los años en Venecia, diciendo al respecto de esta divinidad:

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«Esta es la estatua de Mercurio, el mensajero de los Dioses En Egipto le llamaban Toth, el juez. En Grecia le llamaban Hermes, guía de almas, porque él conducía las almas al Infierno ya veces engañaba a los propios dioses y volvía a robarlas. Príncipe de fulleros, comodín, bromista... el Loco de la baraja del Tarot, Era el dios del robo y la astucia. Hermes inventó la lira de siete cuerdas, la octava, cuya música hizo llorar de alegría a los dioses. El era el veloz, el que podía liberar a la gente del reino de la muerte. Con sus sandalias atadas y el brillante Caduceo, esa vara de serpientes entrelazadas que formaban el número ocho. Presidía la tierra de los sueños, los mundos de la magia, los reinos de la Fortuna y la suerte y los juegos de todas clases.»

Aunque en tono de novela, este párrafo es ya en sí todo un resumen aplastante. ¿Hay algo de cierto en este párrafo novelesco? Prácticamente todo. No hay libertades literarias ni imaginaciones desbordadas.. Entre la revisión de los datos que apunta en un rápido y genial plumazo Katherine Neville y otras puntualizaciones al respecto, algunas de ellas ya expuestas, Mercurio y la octava esfera del Arbol representan otro importante punto de enlace en este trabajo. Vamos a ver algunos de estos puntos:

El Mensajero Mercurio es, efectivamente, el mensajero. Es el vehículo de la comunicación entre los dioses (como nuestro Ocho es la clave que interreladona los distintos planos), pero también entre los hombres y los dioses y viceversa. Es el punto de conexión entre lo trascendental y lo humano, y se vincula a los mensajes recibidos de lo alto (recordemos la runa Ansuz), con la comunicación y la estructuración de las ideas, formas, descripciones y lenguajes (recordemos lo expuesto sobre los lenguajes y los «mapas de realidad») y también con el aprendizaje y la enseñanza, con las ciencias en general y con las matemáticas en particular, siendo la fuerza del intelecto aquella por medio de la cual el hombre puede poner sus percepciones en ideas concretas, «leyes», formas y «fórmulas». Todos estos conceptos están reflejados en la esfera de Hod.

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67 Mercurio/ Hermes/ Toth También es cierto que Mercurio equivale al Toth egipcio y al Hermes griego, que fué a menudo designado como Hermes-Toth. Si bien los dioses romanos derivan descaradamente de los griegos, no ocurre así entre estos y los egipcios, dado que los primeros establecieron una cosmogonía y una teogonía propias, así que una divinidad que mereciera incluirse en ambos panteones, que fuera lo bastante carismática para tal «importación», debió ser lógicamente muy especial. Su símbolo, las dos serpientes entrelazadas, aparece en las tres culturas mencionadas. Toth no solamente era el juez, sino especialmente el juez de las almas de los muertos, y posée otra forma egipcia, muy conocida, la de Anubis, el dios-chacal que conducía las almas de los muertos. Parece ser una deidad muy dada a formar parte de deidades dobles

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(¿evocamos otra vez a los gemelos?), pues también se le conoció como TothAnubis, y en el esoterismo occidental posterior como «Hermanubis» (HermesAnubis). También aparece en otra dualidad al combinarse con la diosa del amor y la naturaleza (la que rige su esfera gemela en el Arbol), Afrodita, en la forma del «Hermafrodita» (Hermes-Afrodita, que da nombre a un ser con ambos sexos (otra vez la dualidad, la unión de las polaridades, el andrógino...). En alquimia se hace una explícita referencia al Andrógino y se le denomina «rebis», «la cosa doble».

Anubis, el dula de los muertos Anubis, el «dios chacal», era visto como el «Psicopompos», aquel que conduce las almas de los muertos al mundo inferior, el «lnferus». El Infierno era sólo el «mundo de abajo o inferior», como el «Hel» vikingo, y todas las almas iban a él. Carece de connotaciones malignas o de castigo, como el «Amenti» egipcio o el «Hades» griego. Sólo el cristianismo estableció esa visión terrorífica de almas malvadas y castigos eternos. Anubis tiene un papel aún más inquietante, porque nos remite a todos los dioses-perro, al perro como guardian del submundo (el Cancerbero griego o el Garm celta), con los lobos que acompañaban a Odín o con el perro que acompañaba al mítico (e imaginario) Santiago en su travesía, o con la propia Sirio, la «estrella-perro». Pero Anubis es también Mercurio, el luminoso, así que conecta también los Cielos y los Infiernos, la luz absoluta y la oscuridad absoluta, Yang y Yin, masculino y femenino, 1 y O...

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El Mensajero Este papel de Mercurio es aún más inquietante si tenemos en cuenta su posición como mediador. Las antiguas tradiciones plantean el mundo físico como un cubo o cuadrado y el mundo superior como una esfera. El papel de mediador entre ambos mundos lo representaban en forma de construcciones octogonales indicando que el Ocho era el mediador entre el mundo de arriba y el de abajo. Mercurio es, claramente, el mensajero, el canal entre dos mundos, el mediador, y su esfera kabalística es la número 8, y su principal tesoro es el Caduceo, dos serpientes (1 y O) entrelazadas formando ochos... El papel de Mercurio como mensajero y las alas de sus tobillos le hacen sospechosamente semejante a lo representado por los ángeles de la tradición cristiana. Al fín y al cabo, la palabra «angeloi» significa única y exclusivamente «mensajero». El Dios mentiroso La fama de Mercurio como mentiroso es cierta, pero nos crea confusión. ¿Significa eso que no es fiable? Es preciso revisar esto. Como señor del conocimiento, de la luz, de la ciencia e incluso de la iniciación, es dificil ver a Mercurio como un falsario. Una deidad tan importante como para marcar tan intensamente tres culturas y dejar una huella como la que encontramos por todo occidente no puede extraer su valor de ser un vil embaucador. Debemos ver la clave en otro sitio: a) El primer punto de comprensión nos lo da lo expuesto sobre PNL. Mercurio es el poder que nos ayuda a estructurar los «mapas de realidad», necesarios para estructurar el conocimiento, pero «el mapa no es el territorio» y confundir esto nos lleva a uno de los mayores engaños que vive el hombre: «la ciencia trata de explicar la verdad, pero la verdad no puede ser sometida a la ciencia». Lo mismo podemos decir de la razón que, siendo un maravilloso aliado, también es un esclavizador que confunde interpretaciones con realidades, opiniones


68 con verdades, juicios con certidumbres... b) La experiencia misma de la dualidad, esa ambigüedad tan mercuriana (recordemos al hermafrodita), nos sugiere, sin embargo, un camino de unificación, de síntesis. Mantenernos en la idea de la dualidad como la experimentación de dos elementos contrarios pero no complementarios sino antagónicos, en conflicto, conduce a la separatividad y, por tanto, a un aspecto diabólico, por muy espiritual que sea su argumento. c) El tercer punto de advertencia es el no perderse en la apariencia. El tejido, la forma externa, la «túnica exterior que oculta»- como diría la Kabballah-, el «Velo de Maya o de lsis», sólo es la expresión de algo mucho más complejo y, a la vez, más simple, así como «0» y «1» son los únicos números y, combinandose en fórmulas cada vez más complejas, unas basadas en otras, dan lugar a toda la aparente complejidad. Julius Evola, en «La Tradición Hermética señala este poder corruptor del Mercurio, el intelecto que traiciona y corrompe en nombre de una falsa «verdad»: «De ahí los símbolos que ya conocemos, del Mercurio como arma que hiere, que amortece, que mata; como agua disolvente, veneno, vinagre filosofal, víbora...»

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Quizá sí Mercurio sea el gran mentiroso, pero no por sí mismo sino porque el don que otorga crea a través de la mente del que busca, pero destruye a través de toda mente limitada que es incapaz de asumir que la verdad es tan relativa y limitada como la percepción del hombre que pretende poseerla. «El Mapa no es el territorio».

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La Tercera fuerza El gran significado de Mercurio es el de «mediador», así que es una fuerza que interviene en nuestra dualidad, pero no pertenece a ella, ¡una tercera fuerza! Quizá ese sea el gran secreto. La clave no está en la existencia de dos elementos polares, sino en la razón en función de la cual se combinan, ¡la fórmula! Así, la clave está en el tercer elemento, el poder de relación y de síntesis. «¿Cual es el ser que camina en la mañana con cuatro pies, al mediodía con dos y por la noche con tres?» El grabado con el que terminamos este apartado procede del "Virydiarum Chimicum", de Stolcius von Stolcenberg, un tratado alquímico de 1624. En el se muestra a Mercurio como agente relacionante entre el Sol y la Luna. Y en la figura que relaciona a Sol y Luna adivinamos ¿un cromosoma? Obviamente es imposible, pero el autor consiguió dar lugar a una "casualidad" sorprendente. En cualquier caso, este grabado enfatiza el papel de Mercurio como mediador, como agente para realizar una unión entre dos elementos aparentemente opuestos y contrarios. Puede referirse a que el intelecto humano modificado (elevación de consciencia) puede permitirnos hallar las relaciones entre Yin y Yang, la fórmula, y aplicarla en nuestro beneficio.


69 El Iniciador que lleva más allá de la muerte Su papel como «ladrón de almas» resulta aún más singular. ¿A quién le hace él tal robo? Recordemos que Toth es el juez de las almas y Anubis el que las conduce. ¿Se estafa y se engaña a sí mismo? ¿Tal vez su dualidad llega hasta el extremo de la esquizofrenia divina? Tal vez este significado vaya hacia motivos más trascendentes, porque Mercurio, como señor de la iniciación (Igual que Toth o Lugh), es quien roba las almas a la «Rueda del Constante Retorno», el «Samsara», la rueda hindú de la ilusión. Aquellos que alcanzan el conocimiento van más allá de la ilusión, más allá de los límites que impone la apariencia de la muerte. ¿No era esa la meta de los alquimistas, el elixir de la inmortalidad? ¿No es esa la simbología de la iniciación, el regresar, como laco, consciente desde la muerte? ¿No es eso lo que propone Buda cuando nos invita a ir más allá de la ilusión que llamamos vida? ¿No es eso lo que proponen las distintas tradiciones cuando hablan de que el shamán puede «viajar entre planos» y sugieren que la «vida» sólo es una de las muchas realidades, siendo las otras sólo otros estados de conciencia, otras formas de percepción? ¿No es eso, al fín, lo que la señora Neville propone como el secreto buscado en su libro?

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Y nuestra tendencia a envejecer y morir ¿es acaso algo más que información, la información de un programa, el programa genético? ¿No es acaso eso algo de lo que buscan alterar los geneticistas? Hemos dicho que todo es lenguaje y que el lenguaje describe la realidad y, al hacerlo, fabrica la realidad que describe. Pero también, recordemoslo, el mapa no es el territorio, así que una modificación de la realidad pudiera no ser más que la modificación de la información que la describe. Quizá Mercurio sea, ¡como no!, el señor de la fórmula, una fórmula escrita con serpientes, una fórmula escrita entre espirales, como el código genético, una fórmula escrita en binario, una fórmula oculta en cuatro elementos y velada por un tapiz de apariencia.

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El Poder sexual y Kundalini Mercurio tiene como símbolo al Caduceo, dos serpientes entrelazadas. La serpiente es un símbolo de la inmortalidad- ¡qué casualidad!- y también la espiral y el laberinto participan de este significado. La serpiente Kundalini, además, vincula el mismo concepto con el de utilización de la energía sexual, la fuerza vital. Pero ¿no es la fuerza sexual lo que cristaliza en una nueva vida imprimiéndole el código genético? Y ¿no es la energía sexual el poder que impulsa la creatividad en toodos los campos y la fuerza que impulsa eso que llamamos «magia»? Todos los tratados sobre Tantra, que han sufrido un importante resurgir en la actualidad, plantean la energía sexual como un poder serpentino que debe ser conducido (no aniquilado) por la mente (Mercurio) en el proceso que llamamos transmutación. Este ascenso de Kundalini la alejaría de sus funciones reproductivas habituales (fabricar cuerpos, trampas para las almas, estructuras de Saturno) y reconduciría la energía hacia arriba, a través de los llamados chakras, para producir la iluminación y un cambio del sujeto que conduce a la iniciación y a la inmortalidad. Volviendo a Evola:

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«Flamel dice: Nuestra Obra es la conversión de un ser en otro ser, como una cosa en otra cosa, de la debilidad a la fuerza... de la corporeidad a la espiritualidad» Pero también, en otro párrafo, destaca a qué inmortalidad nos estamos refiriendo: «En realidad, la enseñanza tradicional ha subrrayado siempre la diferencia entre supervivencia e inmortalidad. Pueden concebirse varias formas de supervivencia por tal o cual principio o complejo del ser humano. Pero eso no tiene nada que ver con la inmortalidad, la cual solo puede pensarse como inmortalidad «olímpica», un convertirse en dios». Los textos tántricos hacen referencia a algo parecido. El trabajo llevaría a unirse con la esencia de Shiva o Shakti mismos. El Principio y el final Mercurio es el Loco, en efecto, y por tanto el buscador mismo, pero también es su maestro, el Mago del Tarot. Mercurio representa al que emprende el camino, pero también es lo que aparece al final del mismo y la guia invisible que se ha mantenido como voz interior a lo largo de todo el recorrido. ¿Extraño? Pero ¿no hemos dicho que la senda empieza y acaba en «O»? Y dos ceros unidos ¿no componen nuestro «8»? ¿No es la esfera de Mercurio la esfera ocho? ¿No está el Caduceo compuesto de ochos entrelazados? Así, Mercurio es nuestro «O» y nuestro «64» binarios. Es el símbolo de los gemelos divinos (y rige a Géminis): el mortal, que se mueve en la oscuridad a la búsqueda del conocimiento y de la inmortalidad, y el inmortal, su reflejo, realmente su otro rostro, aquello que ya tiene todo el conocimiento y busca fundirse


70 con su otra parte para formar el andrógino, el Jan° de doble rostro, el iniciado que ha unido los dos aspectos de su ser, su dualidad. También Evola hace referencia a este proceso en relación con la Gran Obra alquímica, el Arte Hermético: «La convergencia de los diversos significados es más completa finalmente en la noción hindú de Kundalini, que es, al mismop tiempo, la Diosa y el Poder Serpentino, la fuerza que ha producido la organización corporal y que sigue siendo su sostén haciendo, sin embargo, en el sexo una manifestación precipua, la fuerza de la muerte o de la separación, y el poder utilizado por los yoguis para forzar «el umbral de Brahma» y para irrumpir en la Vía Regia»

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Bufones, trovadores...comunicadores Pero no acaba ahí. El Loco es también el bufón, el joker, la única carta de la arcana mayor que ha sobrevivido en los juegos de cartas populares. Pero el bufón no es realmente un tonto. A los bufones medievales se les permitía decir lo que querían, incluso burlarse de las más altas personalidades, y nadie los tocaba. ¿Por qué? Tal vez debiéramos buscar la explicación en el origen de esa figura, porque en su origen la figura del bufón nace en la de los bardos errantes, los iniciados viajeros de la tradición celta que transmitían su enseñanza de pueblo en pueblo y cuya voz siempre era escuchada. Nadie osaba atacarlos ni cuestionarlos, no sólo por su sabiduría y porque el mismo pueblo los protegía, sino porque estaban bajo la protección de los dioses y se decía que estos hablaban por su boca (otra vez la boca, la inspiración, la conexión entre lo humano y lo divino...)

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Señor de juegos y adivinaciones Hay, efectivamente, una conexión entre Mercurio y la música, y entre la música y el Ocho, pero vamos a dejar ese punto para algo más adelante. Lo que me resultó más impactante del texto, y más cuando comprobé su exactitud, fué la relación de Mercurio con toda clase de juegos. Así pues, también es el punto de contacto entre los distintos «juegos de azar» que hemos ido planteando. Pero no sólo es eso. Además, Mercurio está conectado con la adivinación en todas sus formas y, por tanto, con los sistemas adivinatorios, con el azar y con el Destino. Un montón de conceptos vienen a la mente en este momento: Las Noms, las Diosas Destino, el tapiz, la presencia del Ocho en algunas técnicas adivinatorias, el ajedrez, el Parchís, la Oca...

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Mercurio es Laical Lugh ha sido con frecuencia equiparado a Mercurio por los estudiosos del celtismo. Algunos han tratado de asociarlo a algún aspecto del Sol, pero es una manipulación extraña cuando sus principales armas las obtiene de un dios Lunar y marino, Manannan. Así, los que prefieren ver a Lugh como solar tienen, inevitablemente, que incluirle otro aspecto opuesto, lunar. Tenemos así al Andrógino, que nos devuelve a Mercurio. Sea Lunar/Solar o Mercurial, añadamos que Lugh obtiene de Manannan, entre otras cosas, un caballo (recordemos los caballos de Poseidón) que puede viajar por tierra, mar y aire. Podemos recordar la relación de Lugh con el ajedrez (cuadrado de Mercurio), con la espiral y con la oca, así como con el intelecto, las artes, las habilidades, la poesía, la palabra y las distintas cualidades que Mercurio rige en la tradición grecorromana. Las dos serpientes, los dos elementos polares y un flujo de corriente Ya hemos vinculado a Mercurio con el Caduceo, la vara de Hermes que muestra dos serpientes entrelazadas en espiral a lo largo de su extensión y acabando enfrentadas la una a la otra. ¿Dos fuerzas que se entrecruzan pero que no llegan a juntarse, que se unen formando un todo armónico pero, sin embargo, permanecen enfrentadas? ¿No estamos hablando de los hilos, blanco y negro, que componen el tapiz de la realidad? Nos referimos, obviamente, en el simbolismo de estas serpientes, al Yin y al Yang, al masculino y al femenino, al flujo y al reflujo. Estos son nuestros +Infinito y -Infinito, nuestros «0» y «1», nuestros «pasa corriente» y «no pasa corriente», dos fuerzas cuya interacción construye todo, eternamente unidas y eternamente separadas porque su verdadera función no es «ser» en sí, sino servir como conductoras de una tercera cosa: la energía, la fuerza que va y vuelve a través de ellas, el poder del «Uno», una de cuyas manifestaciones en este plano es llamada «vida», un poder que se manifiesta en la extrema tensión entre dos opuestos.


71 El simil es idéntico al de las serpientes gemelas «ldá» y «Pingála» que, en la tradición hindú, se enroscan en torno a la columna vertebral (la vara de Hermes) y que, en su interacción, no sólo mantienen la energía vital del cuerpo, Kundalini, sino que son los agentes por medio de los que esta Kundalini (representada como una serpiente de fuego) ascienda a lo largo de un tercer canal, Sushumna, que correría parejo a la misma columna.

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La ascensión de esta energía (que también podemos ver como un aumento de «vibración» o de «voltaje») viene determinada por un aumento progresivo de la consciencia. Esta similitud entre las serpientes del Caduceo y las que «escoltan» a Kundalini puede ser comprendida mejor, así como aquello que representa, si observamos un cable eléctrico. Desde lo que sabemos de la electricidad, parece ser que la corriente sale de la toma por uno de los cables y regresa a ella por el otro. Pero si interrumpimos uno cualquiera de los dos cables no pasa corriente alguna. Decimos que la cxorriente no pasa o no se manifiesta a menos que se «cierre» el circuito, así que Idá y Pingála (o las serpientes del Caduceo) serían los dos cables de un circuito eléctrico y Kundalini la electricidad misma.

En términos cósmicos, diríamos que Yin y Yang, los dos círculos de nuestro Ocho/Infinito, equivaldrían a las dos salidas de nuestra toma de corriente, mientras que el Uno, el Todo original, sería el generador de dicha energía. La Manifestación, el Tejido de la Realidad, equivaldría a los «aparatos» o «luces» conectados a dicho circuito, donde se evidencia algún «trabajo» cuando la energía circula por ellos. Las dos serpientes se entrecruzan en torno a la vara en forma espiral, formando «ochos». Podríamos decir que el Ocho es el entretejido de los espirales (vórtices) ascendente y descendente que cierran el circuito de la energía universal.Podriamoss decir que Yang (1) es la parte del circuito que contiene la fase de flujo (ida) y Yin (0) la parte que contiene la fase del reflujo (vuelta). La Creación entera, por tanto, no es sino la expresión de dicha energía. Pero no existe tal cosa como una diferenciación entre los medios y la energía que los hace funcionar. Los mecanismos queconstruimoss para servirnos del poder de la electricidad estánconstruidoss por piezas que, a su vez, son combinaciones de materiales cuya naturaleza última son los átomos, es decir, electrones y protones. Nos acercamos a concebir que la energía no es sólo aquello que pasa activando o no las distintas herramientas de su expresión, sino también aquello de lo que estánconstruidass dichas herramientas. Así que sólo existe la energía y toda fórmula será una fórmula aplicada a dicha energía. La forma de las dos espirales entrecruzadas está muy ligada a la fórmula de la vida, porque es la forma en la que se presenta el código genético.


72 La iniciación y la «Gran Obra»

El ascenso de Kundalini está ligado a la iniciación, y ésta al aumento progresivo o transmutación de la consciencia. Las corrientes esotéricas que trabajan sobre la idea del ascenso de Kundalini, el Tantra, por ejemplo, hablan de la iluminación como resultado y, ligado a ella, la trascendencia de la mortalidad. La alquimia sexual taoísta, básicamente idéntica al Tantra en sus planteamientos, también plantea la inmortalidad como meta. ¿Hablan todas esas corrientes de una mutación relacionada con aquello que representan las dos serpientes del símbolo? Diversas corrientes esotéricas- incluida la corriente kabalística occidental, no hebrea, que sostiene su trabajo en el estudio del Arbol- hablan de la alquimia como de una mutación orgánica, que afecta a la misma carne y sangre. ¿Hablamos, una vez más, de una mutación a nivel genético? El Caduceo está culminado en su parte superior por un disco solar alado, o por el gorro de Mercurio, igualmente provisto de dos alitas. Si hablamos de un gorro, debemos tener en cuenta que este utensilio cubre (oculta) la parte posterior de la cabeza, donde se encuentra la coronilla. Este es el punto donde se ubica el último chakra, el chakra Coronario, y donde los kabalistas ubican sobre el Hombre Arquetípico (su Adam Kadmon) su primera esfera, Kether, «La Corona». Así, el gorro vela al «Uno» y hace emanar de él la dualidad en forma de «alitas».

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Si hablamos de un «disco solar», el significado no difiere, pero añade algunos componentes interesantes. Debemos recordar que la alquimia es llamada «Arte Hermético», el Arte de Hermes. La meta simbólica de la alquimia es transformar el plomo en oro, y el símbolo del Sol corresponde al oro como metal. Así que el Caduceo sugiere «la Gran Obra», el camino hacia la obtención del «oro» y la vía a seguir, el conocimiento y comprensión de la senda trazada por las dos serpientes, la lectura correcta de la información oculta tras el tejido de la realidad. En definitiva, la «conversión del plomo en oro» sería resultado de la ampliación de la consciencia hasta el punto de decodificar correctamente una información- una información puede ser interpretada/decodificada de muchas maneras o lenguajes, y cada una nos da una descripción distinta de la realidad-, lo que nos acerca demasiado a la idea de «descifrar una fórmula». Si relacionamos esto con el código genético podríamos decir que el «plomo», Saturno, sería el conjunto de «información» que da lugar al hombre común, mientras que el «oro» o Sol sería el conjunto de información que conduciría al hombre a su máxima expresión, tal como puede llegar a ser. Un resumen de lo dado

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Sólo nos queda recordar que Mercurio se relaciona con el Ocho (octava esfera), con el ajedrez ( cuadrado de Mercurio-partida de Lugh), con los dioses gemelos (rige a Géminis y se relaciona con el Andrógino, además de las serpientes gemelas del Caduceo), con Lugh (por sus atributos, según los mitólogos, básicamente idénticos), con el tapiz entretejido (por las dos serpientes del Caduceo), con Kundalini (Id.), con la iniciación (como Lugh, Toth o Balder, un dios solar vikingo), con el ave sagrada que va al más allá ( en este caso el ibis de Toth), con el reino de los muertos (por su papel de Psicopompos y su contraparte, Anubis), con Hela (por su relación con los muertos), con la inteligencia y el conocimiento, con las matemáticas y las fórmulas, con la comunicación y el lenguaje, con la serpiente, con los laberintos (por su relación con la serpiente y con Lugh), con el perro (por Cerbero) y con Sirio (la estrella-perro, la estrella-ocho, la estrella de los muertos), con la polaridad y el binario, con la alquimia (Arte Hermético), con la búsqueda de la inmortalidad (robaba almas a la muerte), con lo apaerente y engañoso (Maya), con las técnicas adiivinatorias, con los juegos de mesa... Posiblemente nos quede aún un largo etcétera. Ocho es Tres

El el capítulo anterior relacionábamos a Mercurio (esfera ocho) con Binah (esfera tres) en el Arbol de la Vida. Ello nos llevaba a la conclusión de que había alguna relación entre Mercurio y nuestra Diosa Negra, habiéndose hablado de ambos en este trabajo y llegándose incluso a suponer que son la misma cosa o dos aspectos dee la misma cosa. ¿Tal vez los dos elementos del Andrógino? Rebuscando en textos antiguos de alquimia me encontré con dos grabados que me resultaron sumamente interesantes. El primero de ellos es de Atanasius Kirchner, aparecido en "Ars magna lucis", de 1665. En él se nos relaciona de forma clara a Hermes y a la Diosa Negra, esta vez caracterizada como la Luna, aunque sus atributos son identicos a la "Señora" aparecida en nuestro trabajo y claramente Saturninos (no debe extrañarnos, la Diosa ha sido equiparada por igual a Saturno, a la Luna y a la Madre Tierra). Mercurio contiene la luz, la fórmula original, que llega a nosotros reflejada o expresada a través de la Señora. A los pies de Mercurio aparece el águila bicéfala y a los de la Diosa dos grullas (que también son aves mercuriales y que volveremos a ver).


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Si observamos el grabado, veremos que a la «Señora» se la muestra negra y tachonada de estrellas. Todo y siendo simbolos lunares, también lo son de Binah, la esfera de Saturno, negra. Dion Fortune resalta que «Todas las diosas son una misma Diosa y está claro en los textos esotéricos que la Luna y la Tierra son aspectos inferiores de la misma cosa que Binah, la dadora de formas. Binah, la gemela de Mercurio en el grabado, sería la crweadora de formas y el Saturno, el modelo básico de todas las cosas. Mercurio contendría la fórmula para ir «más allá» de ese modelo. El otro grabado también es interesante. Nos muestra la unión de Mercurio y Afrodita, el dios del intelecto y la diosa de la vida y del amor, el Dios y la Diosa. Su unión engendrará al andrógino alquímico, que aparece en la parte superior. Este gfrabado es de Michael Maier, aparecido en "Atalanta fugiens", de 1618.

Hermópolis, la «Ciudad del Ocho» Una última sorpresa me esperaba cuando me encontré con el hecho de que Mercurio, en la forma de Toth, era la deidad tutelar de la ciudad egipcia Hermópolis, la que fué llamada «La Ciudad del Ocho». Pero la sorpresa no iba a acabar aqui. Buceando por la «red» me enteré de que en Hermópolis se veneraba a una ogdoada de dioses creadores que vienen a equivaler, más o menos, a un aspecto dual de los cuatro elementos. Juan García Font, en «Dioses y símbolos del Antiguo Egipto» hablaría así de la Ogdoada:


74 «Hermópolis, como indica su nombre, es la ciudad de Hermes, es decir, de Toth, Los egipcios la denominaban «Hmnw», la de los ocho, o sea, de la ogdoada que, según los teólogos locales, constítuía el origen de toda la creación.» Segun García Font, la ogdoada la compondrían Nun y Naunet, Heu y Huet, Ku y Kuket, Amun y Amonhet, cuatro parejas de dioses. Pero aún añade otro detalle más: «El venerable nombre de la ogdoada se hallará también entre los gnósticos. Correspondía, en Basílides de Antioquía, que enseñó en Alejandría, a la realidad plural creada por el primer Arconte y que, al parecer, correspondía al «octavo cielo», el de las estrellas fijas que se hallaban por encima de las siete esferas planetarias.»

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Pero esa no sería mi sorpresa, sino encontrarme, en la red, la fotografía de una estatua que, según los arqueólogos, representa a la ogdoada de Hermópolis junto al dios Toth. La figura muestra nueve aves, dos mayores, tres medianas y cuatro menores (,recordamos el acertijo de la esfinge?) juntas. Pero las aves eran iocas!


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Capítulo IX La Orden del Temple. Guardianes del secreto?

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El Temple está, de un modo u otro, siempre presente. La mayor parte de tratados de esoterismo acaban, al final, haciando alguna referencia a la Orden del Temple en la estructuración del esoterismo occidental. ¿Y aquí? ¿También el Temple? ¿Qué pinta el Temple en un libro así? ¿Qué tiene que ver el Temple con el Ocho? La verdad es que, como veremos, hay muchos elementos que relacionarán esta misteriosa orden con nuestro trabajo. Me disculpará el lector que dé por sentado que ya posée algunos conocimientos acerca del Temple y que prefiera ahorrarle la tediosa historia de rigor que uno puede encontrar en toodos los libros de poca o mucha calidad escritos explícitamente al respecto. Si usted no sabe nada acerca de esta orden no le será dificil documentarse y solventar esa pequeña molestia. Por mi parte, prefiero entrar directamente en aquellos aspectos del Temple que pueden interesarnos aquí. Dos son los elementos que me hicieron prestar especial atención a ésta órden de monjes guerreros. Cuando emprendí este trabajo: el «beauceant» y la «manía» del Temple de efectuar construcciones octogonales en sus encomiendas, iglesias y fortificaciones. Tras estos elementos vendrían otros que acabarían por convencerme de que hay entre ellos y este trabajo una relación más que casual, e incluso de que valía la pena dedicarle todo un capítulo al respecto. Vamos a ello.

El «Beauceant»

Beauceant es el nombre que se le daba a la bandera templaria más conocida. Sus colores dan que pensar, porque dicha bandera se compone, en una de sus formas, de cuadrados blancos y negros dispuestos en forma alterna, como las baldosas del templo de Malkuth. Así, la bandera templaria muestra, una vez más, ¡un cuadrado de ajedrez!


76 Pero, en realidad, el «Beauceant» adoptaba varias formas, de las que el tablero ajedrezado sólo es una. Otra de sus formas típicas era la de una banda acabada en doble pico, con la mitad superior en negro y la inferior en blanco. Una tercera forma era también de bandera, pero esta vez alargada verticalmente, también con la mitad superior en uno de los dos colores y la inferior en el otro. Todo esto es significativo, porque «Beauceant» o «Beaucent» viene a significar algo así como «bipartito en blanco y negro». Así, el «Beauceant», tanto por su apariencia como por el significado de su nombre, ya es una primera gran señal, porque manifiesta la importancia de esa alternancia Yin-Yang para los Templarios. Parece lógido que tuvieran muy presente esa fuerza dual como base de la realidad y constructora de todo cuanto existe, tanto como para incluirla en su bandera y usarla como estandarte de combate. Ya hemos hablado sobradamente de la dualidad y del ajedrez, así que poco más se puede añadir en este punto salvo que el beauceant era todo un símbolo que agrupaba a los templarios en la batalla y que su portador, el «gonfalonier» (a la bandera se la llamaba «gonfalón» en francés antiguo) era un sargento de la orden con un papel ampliamente respetado.

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Y algo más. Tiempo después del auge y caída del Temple apareció en Francia una muchacha curiosa cuya tormentosa historia tuvo especial relevancia para el trono de Francia. Dicha muchacha, cuya historia está rodeada de leyendas (incluida la que dice que su muerte fué fingida) tiene un nombre que la historia y la religión, aparte de la veneración popular, reecuerdan muy bien: Juana de Arco. ¿Qué tiene que ver Juana con todo esto y, especialmente, con el Temple? Probablemente mucho más de lo que hemos descubierto, pero resulta significativo saber que «Beauceant!» fué su grito de batalla. Curioso ¿verdad?

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Construcciones octogonales Resulta inevitable, si uno hace un estudio sobre «el Ocho», aplicar los cinco sentidos cuando aparece en la historia un determinado grupo vinculado a lo místico y, según todas las apariencias, también a lo esotérico que utiliza formas octogonales en sus construcciones. No parece haber ninguna razón arquitectónica especial para ello y no es fácil encontrarse esta característica en ningún otro tipo de construcciones europeas no templarias. Tampoco la historia nos ha legado el por qué de esta singular predilección. No obstante, encontramos construcciones octogonales en muchos enclaves templarios. ¿Por qué? Aún así, parece ser que esta era una práctica habitual entre los constructores árabes y numerosas construcciones de esa cultura muestran la forma octogonal. Algunos autores sugieren, y es probable, que la presencia del Temple en Oriente les hizo conocer tales construcciones y que las formas arquitectónicas octogonales templarias se inspirarían en las árabes, concretamente en la Cúpula de la Roca, en Jerusalén. Manuel A. Martinez Artola, en un artículo aparecido en la fallecida revista «Mundo Desconocido» nos cuenta:

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«Al hablar de la arquitectura de Eunate, la primera referencia que hay que hacer es la de su parecido con la Cúpula de la Roca de Jerusalén. La mal llamada mezquita de Omar fué en realidad construída por el califa Abd al-Malik el año 691 sobre la esplanada del Templo de Salomón, y en su interior se conserva la roca sagrada sobre la que Abraham intentó sacrificar a Isaac, y desde la que Mahoma ascendió a los cielos (..) Tanto el templo románico como la mezquita tienen una planta poligonal de ocho lados.» Y, en efecto, en Eunate vemos una construcción que forma un perfecto octógono, como en otras construcciones templarias. Pero ¿por qué los Templarios adoptarían una característica de la arquitectura árabe, de fé contraria, a menos que tuviera un significado especial? Ya hemos visto que el Ocho tenía un valor esotérico importante en Occidente, así que, quizá, los Templarios sólo adaptaron a su arquitectura un simbolismo que no nos era ajeno. Pero no sólo encontramos construcciones octogonales entre los árabes. También en la India (¿volvemos a la conexión aria?) se utilizó esta forma arquitectónica. Y no sólo arquitectónica, la Rueda Budista de las Reencarnaciones muestra ocho radios, y muchos de los mandalas o yantras hindúes poséen la misma forma. En Occidente, como hemos planteado, son los templarios quienes nos han legado esta forma arquitectónica ligada a las construcciones góticas. Vamos a ver algunas de estas construcciones (que no son, ni mucho menos, todas las existentes. Baste una muestra: 1. En Puente de la Reina, en la Iglesia del Crucifijo, cerca de Eunate, vemos un campanario construido en forma octogonal. 2. En Torres del Río, Navarra, volvemos a encontrar una construcción octogonal perfecta. 3. Una parte del monasterio portugués de Batalha muestra también esta construcción. 4. Eunate, a la que ya nos hemos referido.


77 5. El templo templario de Tomar también muestra esta forma octogonaL 6. La iglesia de la Vera Cruz, en Segovia. 7. El baptisterio de la basílica de Compostela. ¿Se limitaban los templarios a buscar una estética arquitectónica? ¿Transmitían y conservaban un secreto ajeno a su fé? ¿O tal vez adaptaban un conocimiento esotérico secreto a la raíz de su arquitectura? Deberemos recordar que existió una profunda relación entre los maestros constructores y los Templarios. Los Maestros Constructores Los Maestros constructores, también limados los «jacques» o los «cagots», como veremos, tan ligados al «arte gótico», tenían por costumbre hacer algo más que simple arequitectura y ornamentación. En sus obras, el número, el ángulo, la figura y la piedra se combinaban para formar un mensaje esotérico, en absoluto casual, destinado a ser leído sólo por los iniciados a a pasar desapercibido a los ojos del profano. Obras como «El Misterio de las Catedrales», de Fulcanelli, ponen de relieve la existencia de tales mensajes, de esos libros en piedra que transmitían el saber oculto ante las narices de la misma Iglesia que trató de destruirlo. ¿O quizá sólo trató de destruirlo ante el pueblo para reservarse las claves del oculto saber sólo para ellos?

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Ya hemos hablado antes de los «jacques» y de los «cagots», así como de los «masons» al referirnos al Camino de Santiago, y volveremos a hacerlo un poco más adelante. El arte gótico, en cambio, es un tema que resulta intrigante. Y aún más el que esté relacionado con el Temple, que no tenía, al menos aparentemente, relación alguna con los goodos. En efecto, al arte gótico se le denomina así por su supuesta relación con los godos. No obstante, los autores no suelen estar muy de acuerdo al respecto. Parece ser que este tipo de arte sí floreció a partir de la invasión de Europa por parte de los «barbaros» ( recordemos que bárbaro significaba esencialmente «extranjero») del Norte llamados «godos». Y, aunque se ha jugado mucho etimológicamente entre «got» (godo) y «God» (Dios) sugiriéndose que los godos estaban ligados a un principio divino trascendental muy lejano a la asociación «barbaro=inculto o incivilizado», lo cierto es que no hay ninguna asociación con esta forma de arquitectura o rudimentos de la misma en la época anterior a la invasión en sus lugares de origen. Tampoco esta arquitectura muestra una especial predilección, en lo evidente, por el uso de ornamentos celtas o vikingos. Así pues, ¿de dónde nace esta forma de arquitectura ligada a la enseñanza secreta y auspiciada, entre otros, por los Templarios?

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Una posible explicación nacería de la amalgama de conocimientos esotéricos procedente del Norte con las corrientes de sabiduría preexistentes en el Sur. Posiblemente la ciencia estaba latente y los gobernantes godos, mucho más cultos y vinculados al conocimiento secreto y al sentir popular que sus antecesores (en realidad mucho más bárbaros que ellos), aplicarían una mayor permisividad e incluso apoyarían un florecimiento cultural que haría posible esta fusión entre el arte y el conocimiento oculto. Otros autores, no obstante, hacen derivar el término «arte gótico» de la palabra «argot», un lenguaje secreto utilizado por los constructores. Aunque pudieramos discutir que la derivación fuera, posiblemente, a la inversa, lo que nos interesa aqui es la existencia de un «lenguaje especial» ligado a los constructores y continuadores del conocimiento secreto, los «jacques», los constructores de catedrales. Otra vez aparece la importancia del lenguaje, un lenguaje que, además de ser (como todos) un «mapa de realidad», cobra aquí una especial importancia por cuanto se le llamaría, también, la «lengua de las aves», y se decía que este lenguaje era como el que utilizaban en el Norte los «susurradores de caballos». ¿Empezamos a encontrar coincidencias? Los «cauots» La historia de los «cagots» es sumamente enigmática. El trato que recibían, al menos tras la «cristianización» del Languedoc y la destrucción de los cátaros, era denigrante, y, aunque no deseo extenderme sobre ello, baste la descripción del diccionario «Quillet» al respecto: «CAGOT (Canis Gothi, perro de godo): Denominación injuriosa dada a poblaciones despreciadas y como malditas que aún tienen representantes en algunas partes de Francia, principalmente al pié de los Pirineos». Gerard De Sedé, en «El Misterio Gótico», señala esta vinculación entre los «cagots» y los godos, sugiriendo que eran algo así como «siervos de los godos», una especie de raza subordinada, a diferencia de los descendientes directos de los godos que, en España, darian lugar a la palabra «hidalgo», un término


78 de nobleza que nacería originalmente de «fijo dal got» y luego evolucionaría a través de «fijodalgo». Así, «cagot» tendría connotaciones peyorativas por referrise a una raza inferior y subordinada. Pero creo que esa visión tiene muchas lagunas. Para empezar, las condiciones político-religiosas variaban mucho entre España y Francia, donde se vivió toda una guerra sangrienta contra los cátaros y sus liberalidades (y, posiblemente, los cátaros eran herederos de toda la sabiduría gótica que se instaló en sus tierras anteriormente). Cabe también reseñar que las principales ciudades cátaras, como Carcasonne o Toulousse, fueron también, anteriormente, ciudades principales de los godos. También es digno de considerarse el que un trato tan despectivo, practicamente como de «apestados», no se le daría a un servidor fiel (perro), y si eran un pueblo inferior tampo se depositaría en sus manos el saber oculto, sólo serían una prescindible mano de obra... Así, aunque el término significara despectivamente «perro godo», es posible que se refiriera a comunidades que no podían ser combatidas ni eliminadas o disueltas debido a la gran utilidad que representaban (como constructores y por sus conocimientos), pero eso no evitaba que, a la vez, fueran temidos y odiados. Con todo, es posible que el término «perro», como veremos más adelante, tuviera un significado mucho más trascendental y mucho menos peyorativo. De Sedé se aproxima a esta idea cuando escribe:

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«En su origen, el ejercicio de oficios considerados como «mágicos» es lo que hacía de ciertos hombres «gente aparte» respecto a la comunidad. Sus actividades,a la vez benéficas y temibles, eran, en todo caso, consideradas como misteriosas, ya que guardaban para sí sus secretos técnicos, inspirando, a la vez, el respecto y el terror: era la ambigüedad de lo sagrado».

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Un poema occitano resalta muy bien esa especial consideración de los «cagots», contrastando con el posterior rechazo: «Aquí está la gran cagotería. Todos son gentes de oficio que hacen castillos labrados con la escarapela roja en el sombrero y la pata palmeada en el hombro»

Y aqui hemos de detenernos, forzosamente, un momento. ¿Una pata palmeada? En efecto, un distintivo de los «cagots» era una pata de oca cosida sobre sus ropas. Así, los «cagots», los «jacques», esos constructores de catedrales ligados al camino iniciático celta de Lugh, el Camino de Santiago representado en el Juego de la Oca, empleaban la oca (o la pata de oca) como emblema. Más cabos sueltos que se unían. «El Misterio Gótico» no olvida resaltar esta relación entre los «cagots» y el Camino de Santiago:

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«La mayor parte de edificios «gavots» a que nos referimos está situada en los caminos pirenaicos a Compostela o en la inmediata proximidad de los mismos y si se prosigue estos caminos por España se comprueba que están jalonados por iglesias cuyo caracter visigótico nadie discute» Y aún hace más hincapié en el tema cuando afirma que también los nombres de pueblos, especialmente en la zona pirenaica, tienen en ellos su procedencia: «La verdad es que la región pirenaica debe a los cagots numerosos trabajos arquitectónicos notables: Fundaron la ciudad de Cauteret, construyeron el barrio de Montaud en Toulousse y, sobre todo, edificaron numerosas iglesias entre los siglos VII y XII, en particular la muy bella iglesia abacial de Saint Savín, cerca de Argelés» Y, más adelante: «Tomemos un mapa de los Pirineos. Comprobaremos que muchos lugares se remiten a las dos religiones sucesivas de los godos: el culto de los ases y el arrianismo. Tenemos Aas y Assat en los Pirineos Atlánticos. Azet en los Altos Pirineos. Asiz en el Alta Garonna, etc. Tenemos el Pont D'Arrious (Puente de Arrio) en los Pirineos Atlánticos; Camparian (Camparianum=Campo de los arrios), el Pic de Lary (Pico del Arrio) y Saint Lary en los Altos Pirineos, etc. Los nombres de lugares que se refieren a los gavots no son menos numerosos: Gabas, Gabat y Gabastón en los Pirineos Atlánticos; Gavame y el lago de Gaube en los Altos Pirineos, etc.»


79 Aclaremos que «gavot» es una variante de «cagot». La Cofradía, antepasada de los «masons» De Sedé aún nos abre otra conexión al hablarnos de las Cofradías de Compañeros como sucesores de los «cagots». Esto es especialmente interesante en cuanto que esta Cofradía fué la matriz de lo que conocemos como Masonería. Una cofradía era un conjunto de asociaciones clandestinas de gentes de oficios, formadas originalmente alrededor del siglo XIII, para defender sus intereses profesionales contra el feudalismo y, al mismo tiempo, preservar los secretos de su arte. La Cofradía de Constructores alcanzó mucha fuerza, y a pesar de los ataques de la Iglesia y el Feudalismo contra su organización, ritual y secretismo, estos no tuvieron más remedio que recurrir a ellos porque: «La Hermandad agrupaba toda la mano de obra cualificada y había sabido reservarse, en la práctica, el monopolio de la contratación obrera, de manera que no podía prescindirse de la misma».

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Estos «Compañeros», poseedores de símbolos, rituales y señales propias, se decían seguidores del «deber» y de ahí su apelativo de «deberadores» y, por juego de palabras con sus símbolos de grado, «devoradores». Y aqui hemos de hacer otro alto en el camino porque hay un elemento importante en torno a la palabra «Deber». Nos consta la tendencia de los grupos esotéricos (y la base del «argot») de ocultar palabras dentro de palabras y de usar los dobles sentidos. También nos constan las distintas conexiones entre muy diversos grupos esotéricos y es evidente que los kabalistas dejaron su huella en Europa, particularmente en España y en el sur de Francia, así que el lector puede comprender mi sorpresa cuando leí en el libro «Nuestra Señora de Lucifer» de Juan García Atienza, un texto que nada tenía que ver con lo que estamos tratando (se refiere al simbolismo esotérico de la abeja) pero que es revelador: «En el contexto religioso hebreo, las abejas constituyen una alusión constante en la Biblia, y es significativo, desde una perspectiva kabalística, que su nombre, dbure, proceda de la raíz DBR, que signbifica palabra, o sea Verbo». Las abejas han sido frecuentemente representaciones de la labor abnegada y constante, atributos asociados al alquimista en el desenvolvimiento de la Gran Obra, pero la asociación desplegaba un significado mucho más profundo: la relación entre los seguidores del «Deber» y los seguidores del DBR, del Verbo. Así, los constructores tenían clara, o al menos así lo parece, la relación entre la construcción física y la cósmica, la idea de que «En el Principio era el Verbo» y que todo surge como expresión del Verbo. Como los kabalistas, pensaban que la expresión física era sólo una representación y a la vez una expresión material de esa «Palabra» o»Fórmula» creadora. ¿Y no es eso lo que tratan de reflejar los constructores con sus símbolos y combinaciones numéricas, una fórmula?

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Pero, sigamos. La región pirenaica, lugar de mayor expresión de los «cagots», fué la cuna de la Cofradía, y Occitania su primer punto de expansión. Justo la zona en la que brotarían los cátaros. En la región pirenaica es donde se encuentra la mayor concentración de iglesias construidas por los «cagots» antes del siglo XII y también la mayor concentración de iglesias construidas por los cofrades constructores después del siglo XII. Gerard De Sedé señala como particularmente importante el hecho de que la mayor parte de estas construcciones se hallan en el Camino de Santiago. Y un montón de piezas vuelven a encajar, aunque el dibujo del puzzle dista mucho de estar aún suficientemente claro.


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El «Péndulo» de los Cofrades No puedo resistirme a recurrir, una vez más, a De Sedé para reflejar aqui un símbolo de los cofrades, el «Péndulo de Salomón», que aparece grabado en muchas de estas iglesias (p.e. Saint Savin) y que, según dicen, representaba el Camino de Compostela.

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De Sedé indica que este dibujo está extraído de la portada del libro «Péndulo de Salomón», del cofrade Raoul Vergez, con el siguiente comentario: «Conocía bien el nombre de este signo: el Camino de Compostela. Está esculpido en la fachada de las iglesias pirenaicas: En Saint Savin, en Tramesaigues, en Aucun, en Gavamie, en Caeác, en Aragnouet. En otro tiempo indicaba a los jacquairies su camino, hasta el col de Gavamie». Si uno lo observa, dificilmente encuentra en él referencias a lugares o caminos, a menos que esté en clave, pero lo que si vé es:

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1) Una cruz celta o druidica típica, a la usanza más tradicional. 2) Una estrella central de cinco puntas, representación de la consciencia gobernando a la materia (los cuatro elementos). ¿Puede ser también un símbolo de la «estrella» de Compostela? 3) Una estructura en tres círculos, evocando al ternario, tan querido por los celtas. La forma, además, coincide totalmente con la representación druídica del Cosmos en tres círculo: Anwenn, Ceugant y Abred y con los dibujos celtas al respecto. 4) Un conjunto de símbolos, en el círculo exterior, que no son exactamente runas, aunque algunas son claramente iguales y las demás mantienen una importante similitud con ellas hasta el punto de que posiblemente sean combinaciones de varias runas. 5) El hecho de que estas «pseudo runas» (a falta de un nombre mejor) están en número total de 32 (4 x 8), tantas como senderos tiene el Arbol de la Vida o como casillas ocupadas tiene el ajedrez al comenzar. De nuevo el Ocho. ¿Nos hemos ido del tema que nos ocupaba, el Temple? En absoluto, porque los templarios no sólo hicieron uso de los cofrades o de los «cagots» y mantenían una óptima relación con ellos, sino que tuvieron especial predilección por sus lugares, estuvieron ligados al arte gótico y poseyeron su propio lenguaje secreto. Además, los Templarios, que nacieron en Francia, tuvieron muy buena relación con los cátaros e incluso, cuando les fué posible, los escondieron y protegieron de la persecución. El Perro Pero no hemos acabado aún con los constructores. Hemos dicho que «cagot» podría significar «perro godo» y sugería que «perro» podía ser un término nada despectivo de profundas significaciones. Empecemos por recordar que el Camino de Santiago era un «camino de los jacques» o de los «cagots» y que Santiago, en la leyenda, lleva un pero por compañero. ¿Curioso? Pero, además, ya hemos sugerido que Compostela es el «campo de la estrella», y esa estrella podría ser Sirio, la «estrella-perro», y simbolizaría la iniciación, meta lógica de un camino iniciático. El conjunto de estos datos nos hacen pensar: ¿y si «perro godo» fuera un apelativo que designara a un


81 «iniciado en los misterios góticos»? Más aún, por la asociación godo-God (o Gott) y teniendo en cuenta que la segunda palabra (tanto en inglés como en alemán) significa «Dios» ¿no estaremos hablando de un «iniciado en los misterios de Dios»? Como an"ecdota, señalaremos que, en inglés, Dios (God) y perro ( dog) se escriben justo al revés pero con las mismas letras, lo que, jugando un poco, podría parecer otra alusión a la dualidad, a la polaridad. Desde ese punto de vista, «cagot» también podría escribirse como «doggot». Anubis, que ya hemos asociado con Toth-Hermes-Mercurio, era un dios con cabeza de chacal, un dios-perro. Era un dios de la muerte y de la iniciación. ¿Sería mucho forzar las coincidencias recordar la relación de Mercurio con Lugh y la de éste con el Camino de Santiago? Odín, dios vikingo (y, por tanto, godo) de la iniciación y la sabiduría- lo que le conecta de nuevo con Mercurio (recordemos que rigen el mismo día de la semana)- poseía dos lobos que guardaban su trono, y una orden especial de sacerdotes-guerreros (como lo que eran los Templarios en una versión cristiana) que se lanzaban al combate en una especie de trance místico, a menudo desnudos, cubiertos por una piel de oso o de lobo y poseídos de una furia combativa que les hacía muy difíciles de parar, apenas sintiendo el dolor y combatiendo hasta la muerte. Estos hombres, los «berserkers», consideraban un honor morir en combate y una vergüenza morir de muerte natural. En ellos se basaron las leyendas acerca de los «hombres-lobo». Uno recuerda el ardor combativo de los Templarios y sus reglas de no canjear a los que cayeran prisioneros y no retirarse a menos que los superaran por cuatro a uno, y no puede evitar ver ciertas similitudes.

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Por último, los «compañeros», los «deberadores», eran llamados también «devoradores», un juego de palabras alusivo a sus símbolos de grado: el zorro, el perro y el lobo. Todo un círculo de evidencias que se cierran unas sobre otras para afirmarnos una relación cada vez más evidente. Godos y «argot»

Nos queda aún un último punto antes de volver directamente al Temple. En primer lugar, no está clara la procedencia de los godos y su nombre, más que designar a una raza (en realidad eran un conjunto de pueblos o razas), parece designar el término «Dios» (God o Gott). Así, los godos no serían una raza o pueblo sino «dioses» o «guerreros de los dioses». En realidad, lo que llamamos godos no es sino una amalgama de pueblos celtas, germanos, vikingos, etc. En definitiva, pueblos arios. Así que no debe sorprendernos encontrarnos símbolos celtas y vikingos en las zonas por las que se extendieron, así encontraremos tanto runas como multitud de símbolos celtas, algunos de ellos utilizados por los mismos cátaros.

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Así, «gott» o «godo» es un término para designar no a un pueblo sino a una tradición, a una cultura, a una corriente de pensamiento. Esta corriente, como hemos visto, está ligada al «arte gótico», el «art gott», pero quizá el arte gótico no sea simplemente una forma de arquitectura, sino una forma de expresión, un lenguaje que daría, al expresarse arquitectónicamente, las creaciones que conocemos, pero que en realidad buscaría expresarse a través de todo. Un arte divino (Gott=Dios), un lenguaje secreto que pretendería expresar lo divino en cualquiera de sus manifestaciones. La palabra «argot» se ha utilizado para designar un lenguaje secreto. Si leemos la definición de «argot» tendremos: «ARGOT: Lenguaje de convención particular de ciertas categorías sociales o corporativas. Esta palabra designaba en otro tiempo a los miserables e indigentes, y posteriormente pasó a designar la lengua que hablaban entre sí para hacerse entender sólo entre ellos. El argot se llama también, en francés, «lengua verde», o sea, el lenguaje pintoresco de talleres, mercados, etc.» El «argot», básicamente, es un lenguaje privado, un lenguaje secreto, y los maestros constructores, la cofradía, los «cagots», hablaban en «argot», el «arte de los dioses». Ya hemos hablado del lenguaje como fórmula y de la importancia de un lenguaje para construir una realidad. Es más que una sospecha el pensar que los constructores usaron su extraño lenguaje, en todas las formas que supieron, para transmitir una enseñanza. Ese es el «arte gótico», el arte de transmitir una enseñanza ocultándola en un lenguaje, un lenguaje dentro de otro lenguaje, un lenguaje que pueda hablar en dos sentidos, contandole algo al profano y algo totalmente distinto, quizá incluso opuesto, a los entrenados en leer ese lenguaje. Mismo mundo, distintas realidades.

Baphometh

Bueno, ahora sí, volvemos a los Templarios (¿o quizá no nos habíamos ido?)


82 Las sorpresas y las coincidencias sólo habían comenzado. La palabra «Baphometh», un término muy ligado a los Templarios y a su proceso por herejía tiene ¡ ocho letras! ¿Empezaba a volverme paranóico? ¿Qué tiene que ver el Baphometh con todo este trabajo? Veamos. En el proceso, los Templarios fueron acusados de venerar y tener en sus encomiendas una figura a la que llamaban «Baphometh», aunque las descripciones de esta no siempre coinciden. A veces era descrito como una estatuilla rodeada con cuerdas, otras como una cabeza con dos rostros, uno de ellos de mujer y el hotro representando a un hombre barbado. Curiosamente, encontramos esta figura en la catedral de Nantes y Kenneth Rayner Jhonson nos habla al respecto en «El Misterio Fulcanelli»

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«En «Les Demeures Philosophales», Fulcanelli llama la atención sobre una curiosa estatua- una entre cuatro- que aparece en una esquina de la tumba de Francisco II en la catedral de Nantes. Dice que es una imagen de la Prudencia.

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Vista de frente, es la figura de una hermosa joven con capucha. manto y vestido largo holgado, que parece observar su reflejo en un extraño espejo convexo. Pero la parte posterior de la cabeza tiene otra cara, la de un viejo barbudo y de sabia expresión. Fulcanelli asimila esta figura de la prudencia a la del dios Jano, hijo de Apolo y Creusa, y dice que, envuelta en el manto de la «filosofía», representa la Naturaleza en todos sus aspectos, tanto interior como exterior.» Otras formas con las que fué descrito el Baphometh son la de una cabeza con dos caras de hombre y también una cabeza simple, de un hombre barbado. Lejos de ser formas anárquicas que nada tienen que ver entre sí, observadas con cuidado cobran un significado sorprendente. Pero no nos adelantemos. ¿Qué significa Baphometh? Me encontré, en mi búsqueda, con numerosas interpretaciones contradictorias. Uno opina que es una corrupción de «Mahomet», insinuando que los Templarios habían abrazado la religión árabe y desarrollado una herejía oculta, lo que es sorprendente teniendo en cuenta que los árabes abominaban de todo tipo de imágenes. Otro desglosa la palabra heciendo que cada letra sea la iniicial de otra palabra para componer una frase, a la manera del «Notarikon» kabalístico... Rafael Alarcón Herrera nos describe este mito del Baphometh así: «...En 1307, el hermano Garcerant confesó que los Templarios poseían un ídolo «in figuram baffometti». Esta figura se guardaba dentro de un cofre en un armario de la encomienda, y su aspecto parecía ser el de una cabeza, metálica o de madera, representando a un anciano barbudo que podía tener uno, dos o tres rostros, aunque a veces podía tratarse de una calavera... Otro templario afirmó que el ídolo era una cabeza trifaz pintada sobre tabla, es decir, un cuadro...» Pero, en mi opinión, son dos los autores que parecen haber captado más claramente la esencia del significado. El primero es Kenneth Rayner Jhonson, quien nos da la primera pista en «El Misterio Fulcanelli»


83 cuando habla de la Alquimia como «el Arte Negro», sugiriendo que hay una traducción errónea y que debiera llamarse «Arte Sabio»: «Pero la lengua árab está construída de manera qwue pueden derivarse muchos significados diferentes de palabras raíces trilaterales y de sus variaciones. Y el escritor y esoterista oriental ldriesh Shah Sayed ha demostrado que, en vez de «negro», deberíamos decir «sabio». La confusión surge del juego de dos raíces, FHM y FFIHM, que se pronuncian «fecham» y «facham» y significan, respectivamente, «negro» y «sabio». La raíz FHM puede significar también «conocimiento» o «comprensión» según el contexto y la pronunciación». Un juego de palabras. Un juego de palabras que vinculará toda una línea de conocimiento iniciático con las cabezas negras y con las vírgenes negras, representaciones de una deidad pagana debidamente camuflada y hecha pasar por un aspecto de la Virgen María, una forma de la Diosa Madre, de la Isis Negra (la del velo ¿recuerdan?), de la Demeter Negra... ¡de la Señora Sabia (que no negra) de las ocasl Y el Temple guardaba en Ucero una cabeza negra, barbada, que representaba a un inexistente San Saturio... del que sólo sabemos por su también inexistente discipulo, ¡San Prudencio! Y las vírgenes negras se entremezclan con los lugares por donde pasa toda esta corriente de conocimiento...

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Pero es Juan García Atienza quien en ((La Meta Secreta de los Templarios», muestra la gran respuesta clarificadora y resuelve magistralmente el enigma:

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«La raíz árabe FHM tiene en el sufismo dos significados paralelos y complementarios: 1) negro o carbonero; 2) conocimiento. De ahí que la palabra abufi-amat signifique «padre del saber» y que otro derivado de la misma raíz, rás el fahmat, sea equivalente a «cabeza de conocimiento». «(..) Aún más: Baphé significa en griego una especie de bautismo por inmersión y Meteos iniciación. En Chipre, donde los Templarios estuvieron firmemente asentados, hay un lugar- Baphos, precisamenteque tuvo un templo dedicado a Astarté- adorada bajo la forma de una piedra negra- en tiempos del comercio fenicio». «(...) El culto de Astarté tenía aspectos en los que se jugaba de modo fundamental el simbolismo hermético. De hecho, Astarté era la representación única de la lsis egipcia original, como divinidad particular y transmisora del conocimiento que, en cierto modo, está ligada a la práctica mística científica de la alquimia».

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Así que tenemos a unas «Vírgenes Sabias» o «Diosas Sabias», aunque también a un «Padre Sabio» o «Cabeza Sabia». Este «cambio de sexo» puede no tener importancia, o deberse al paso de los matriarcados a los patriarcados. En todo caso, está claro que hablamos de una misma cosa. Pero hay algún detalle más, porque si Baphometh es una «cabeza sabia» o «cabeza negra» y los Templarios conservaron la figura de una cabeza negra, la de San Saturio, lo cierto es que la falta de documentación acerca de la existencia de tal santo, excepto los escritos de un tal San Prudencio, sobre el que tampoco existe más documentación, nos muestran que se trata sólo de formas de «canonizar» u ocultar tanto a Saturno como a la Prudencia„dos figuras que, casualmente, se muestran casi iguales en la iconografía (rostro barbado, manto, guadaña o balanza y reloj de arena) , probablemente representaciones de una misma cosa y relacionadas, como hemos visto, con la alquimia. Saturno es una deidad que representa tanto a la muerte, la sabiduría, la iniciación y el tiempo, como a la condensación, a la cohesión, a la fuerza que mantiene lo denso, que concreta la forma y permite el «entramado del tapiz». Saturno se asocia al color negro y, en alquimia, es el plomo, la materia que debe ser transmutada. Asi pues, podríamos decir que Sarturno, pese a su imagen masculina, es una fuerza totalmente Yin, femenina. Nadie debería sorprenderse por esta afirmación. La tradición romana plantea que Saturno fué castrado (privado de su virilidad) y, entonces, la Creación surgió de la sangre que brotaba de su herida. Si la imagen de una «herida sangrante» de la que surge la vida no es suficiente para desvelarnos que Saturno, tras la imagen masculina que se le ha ootorgado, es una fuerza femenina, paridora, bastará recordar la multitud de diosas negras relacionadas a la sexualidad, al tiempo y a la muerte, así como el hecho de que en la Kabballah, la esfera de Saturno, Binah, es la de la Gran Madre. Tal vez por eso, la figura de doble rostro de Nantes vela sutilmente el secreto de ese doble género. Las caracteristicas asociadas a Saturno, añadiéndoseles el aspecto de diosa de la sexualidad -un rasgo que en occidente parece haber desaparecido (suponemos que por la mojigata moral cristiano-romana)- aparecen en la negra Kali hindú, a la vez diosa de la vida (construcción de formas de Saturno) y de la muerte (aspecto de Padre tiempo) y su propio nombre parece provenir de la raíz «kala» que significaría tanto un fluido como un ciclo de tiempo. Parece ser que el culto o veneración de una cabeza sagrada es algo mucho más difundido de lo que


84 se nos ha hecho creer. los mitos acerca de cabezas «parlantes» que se usaban de oráculos aparecen entre los árabes, y también los cristianos guardaron cabezas de santos como reliquias, pero tales mitos son mucho más antiguos y se relacionan, precisamente, con figuras de cabezas que llegaban a poseer dos y tres rostros, como se atribuye al Baphometh templario. Para empezar, los celtas tienen la leyenda de la cabeza de Bran, un gigante que, al morir, pidió que le fuera cortada y que se la llevaran consigo sus seguidores. Patrón de los bardos, Bran profetiza desde su cabeza cortada y sigue guiando a los suyos hasta que la cabeza debe ser finalmente enterrada años después.

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No sólo eso. La tradición celta habla de una «cabeza de poder» que serviría para profetizar y para protegerles y proporcionarles abundancia. Parece ser que en la Galia se encontraron hasta treinta de estas cabezas que iban desde un busto con dos cabezas o un personaje con dos rostros hasta, en ocasiones, una cabeza con tres rostros. Se cree que esta figura representaba al tiempo y que uno de sus rostros miraba hacia el pasado mientras el otro contemplaba el futuro. El tercer rostro, que no siempre se muestra, sería la representación del presente, un concepto inasible porque cuando se quiere hablar de él ya ha pasado. Este es al menos el signiificado de un dios romano que se equiparó a estas figuras: Jano, llamado «Bifronte» por su doble rostro. Jano era más que un dios del tiempo. En realidad representaba la eternidad porque se hallaba a caballo entre pasado y futuro. Era el dios de los portales y se le colocaba ante las puertas de las casas, de los templos o de la misma ciudad para proteger a quienes se hallaran dentro de sus muros porque, se decía, podía vigilar a la vez el interior y el exterior de cada lugar. Como dios de los portales, también está asociado al gran portal, el que conecta este mundo con el otro, tanto en el sentido de muerte física (relacionada con Saturno) como en el de iniciación (id.).

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Jano era un dios de doble y, a veces, triple rostro, pero Jano es sólo la forma masculina de Jana, Diana, la diosa de la Luna, y la Luna, la Diosa Destino, ha sido representada, como ya hemos visto, como una triplicidad. Otro aspecto de la diosa lunar es Hécate, negra u oscura, a la que se atribuyeron en otro tiempo todos los aspectos de la Diosa Madre, incluidos los de fertilidad (creación de formas), sexualidad y protección, pero que con el tiempo quedó relegada a los aspectos mágicos y brujeriles, de sabiduría y de fuerzas oscuras. Hécate, añadamos, estuvo representada por una forma triple y también por una cabeza con tres rostros. Volvemos a leer, en un escrito de Rafael Alarcón Herrera:

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«Hécate Triforme, dotada de tres cabezas o de tres rostros, es la inversión infernal de la forma trinitaria del mundo superior Sus tres rostros, representando pasado, presente y futuro -en clara correspondencia con el sentido de Jano- presidían el nacimiento, la vida y la muerte. En un sentido similar al de la Trimurti hindú, formada por la triple cabeza de Brahma, Vishnu y Shiva, símbolizando la creación-conservación-destrucción de la materia del universo.»

La cabeza barbada puede conducirnos a la imagen de Saturno, el anciano sabio, pero también tiene connotaciones que nos conducirán a Mercurio (ya veremos que eso no es tan extraño), un dios relacionado con el conocimiento y la sabiduría que ya hemos relacionado con Hermes, Toth, Lugh y Odín. Y, si bien a Mercurio y Hermes se les suele representar jóvenes y lampiños, algunas imágenes parecen contradecir esto y, además, la imagen de un sabio barbado aparece más a menudo conectada con los otros tres, particularmente en el caso de Odín. Puede que nos refiramos a Saturno, pero también es posible que la cabeza evoque a Mercurio como señor del conocimiento y la sabiduría profunda, o incluso que posea una doble lectura para hacer meditar al iniciado en la apariencia (el velo de la ilusión) y en lo que hay más allá de lo creado.


85 La cabeza con un rostro de hombre y otro de mujer puede, como hemos visto, conectarnos de nuevo con Saturno, pero también nos acerca más a Mercurio, por su asociación con la figura del Andrógino, la unión de las polaridades. De hecho, a Mercurio también se le atribuye un caracter ambiguo, adquiriendo rasgos masculinos y femeninos. (recordemos aquí al «Hermafrodita»). La cabeza con dos rostros, aunque ambos sean de hombre, evoca, por supuesto, a Jano y a la iniciación. Pero aun este simbolismo mantiene conexión con Hermes-Mercurio, tanto por el aspecto bipolar como por el aspecto iniciático, o por la idea de una dualidad. Los dioses gemelos, uno de los cuales se expresa en lo material y el otro en loinmaterial, aparecen aquí en todo su esplendor. El último tipo de «Baphometh» podría ser aún más curioso porque «una figura rodeada por cuerdas» puede ser una buena descripción de un ignorante para definir un Caduceo o la figura de Hermes rodeada por sus dos serpientes. Mi opinión es que el Baphometh es un símbolo de sabiduría y un objeto de meditación, tanto en el sentido más material, evocando la mortalidad y lo efímero de la apariencia, como en el espiritual, refiriendose a la alquimia, evocando tanto al «plomo» como al «Mercurio filosofal». Una herramienta que debería llevar al adepto más allá de su propio patrón mental limitado (Saturno, el Velo de Maya, etc.) hacia un nuevo conocimiento, una redefinición de la realidad según nuevas maneras de concebirla, nuevos lenguajes, con todas sus consecuencias físicas y psíquicas. El Sello de los dos caballeros

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Otro elemento singular de la simbología templaria aparece en monedas, sellos o medallas de la orden, e incluso en algunos grabados en piedra, en la forma de dos caballeros que montan un solo caballo al galope. También se ha escrito de todo respecto al significado de este símbolo. Los enemigos del Temple sugirieron que el segundo jinete representaba al Diablo, que acompañaba a cada templario en todo momento. Otros autores sugieren que era una señal de humildad y pobreza, pretendiendo que su propósito era sugerir que los caballeros eran tan pobres que ni siquiera podían tener un caballo para cada uno. Esta última interpretación es igualmente absurda dado que el Temple fué precisamente una de las organizaciones más ricas de su tiempo. También ha habido otros que buscan la etimología entre «caballo» y kabballah.

Mi opinión personal es que el símbolo evoca la dualidad, la polaridad, un concepto, como hemos visto al hablar del «Beauceant», muy asumido por los Templarios. El símbolo evocaría fácilmente todo lo expuesto respecto a los gemelos divinos, tan próximo al mito de Géminis, sugiriendo que cada ser humano, particularmente cada buscador, participa de un aspecto dual que incluye su parte material y humana y su parte espiritual, trascendente y divina. Tampoco hay tanta distancia entre el símbolo y el del andrógino, que puede verse como la colaboración armónica entre nuestros aspectos masculino y femenino, Yin y Yang, pero también entre cuerpo y alma, ya que esta última era representada frecuentemente en forma femenina. Estos son el consciente y el inconsciente de Jung y también la idea de que toda expresión material, y por tanto finita, no puede existir sino como forma temporal y aparente de algo inmaterial e infinito, aquello que verdaderamente somos. También puede representar la colaboración armónica de ambos hemisferios cerebrales. Otra visión, que no entre en conflicto con la anterior, se centra en esa extraña tendencia separadora


86 de nuestra cultura: conocimiento o té, mística o racionalismo, materia o espíritu... El grabado sería un recordatorio a todo buscador de que debe trabajar su parte espiritual, pero no olvidar su trabajo y experiencia en el plano material, una tendencia desgraciadamente demasiado común. Kenneth Rayner Johnson destaca así este punto: «(..) Deberíamos ver con claridad el por qué insisten los sufíes en la doble manera de buscar el propio automejoramiento, o sea, abordando los problemas del «viaje y la búsqueda interiores», y enfrentándose a las dificultades y vicisitudes de la vida cotidiana. Si puede lograr y conservar este equilibrio, el sujeto podrá sentir automáticamente su individualidad plenamente redondeada, dispuesta a dar otro paso en la escala evolucionista para el perfeccionamiento espiritual». Juan García Atrienza, por su parte, mantiene una interpretación diferente y es de los que relaciona el símbolo de los dos caballeros con la Kabballah: «Es, sin embargo, una realidad simbólica que se ha mantenido a lo largo de la iconografía y de los mitos medievales el hecho de que el caballo fuera una representación oculta de los senderos kabalísticos» Y también:

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«El kabalista Yehudah Ben Barzilay, en torno a 1200, es quizá el primero en lanzar la idea teológica de que, siendo Yahveh el creador único de la Kabballah, un solo hombre no está en condiciones de aprehender totalmente su sentido. «Tómate por tanto un compañero y dedicaos a meditar sobre él (el Yetsirah) y llegaréis a comprenderlo». La idea de la necesidad absoluta de colaboración entre dos hombres sabios para penetrar en los secretos kabalísticos es corriente en los textos hebreos medievales». En cualquier caso, la «conexión aria» nos sugiere otro posible significado, mencionado antes, que no puede descartarse así como así dada la multitud de paralelismos entre nuestro trabajo y los símbolos templarios. Revisando nuestro estudio nos encontramos con dos símbolos íntimamente conectados y que son, precisamente, los que aparecen en el sello: el caballo y los Gemelos divinos. Bastará con recordar a los gemelos-caballo y a los gemelos domadores de caballos (Alcis, Asvin, Dioscuros...) para darnos cuenta de que el símbolo podría ser más profundo y complejo de lo que normalmente se piensa. Así, los gemelos evocarían:

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1) El aepecto dual de todo ser humano: una parte material, finita, y otra trascendente, no humana. La parte trascendente es lo que recibe el no bre de «Yo Soy», «Ego Morador» o «Principio Crístico», aquello que realmente somos según la enseñanza oculta y que adopta eventualmente estructura material, forma humana (labor del principio llamado «Saturno») para expresarse en este plano de realidad y experimentarse a sí mismo. 2) La idea del principio polar, Yin-Yang, O y 1, expresándose a través de un vehículo físico (el caballo) como medio para desplazarse por el mundo material. 3) Nos conecta, a través de los Templarios, el caballo y el tablero de ajedrez (forma del Beauceant), remitiéndonos a todas las conexiones y claves que encontramos en nuestro estudio al respecto. 4) Nos vincula, como he os visto, con la «conexión aria» y, dado que la simbología del Temple conecta con esta conexión una y otra vez, parece sugerirnos que conectaron, en una u otra forma, con un saber antiguo que parece tener a la gran expansión aria como denominador común. Es posible, incluso, que supieran la gran envergadura del conocimiento o del secreto que custodiaban, un secreto que hoy se ha perdido o que a algunos les interesa mantener oculto y que los estamentos oficiales parecen tener muy poco interés en desvelar si observamos la insistencia en querer ignorar conexiones obvias. Todo esto nos puede llevar aún más allá si dejamos volar un poco más la imaginación y pido disculpas al lector por dejarme llevar por el entusiasmo y sugerir, como hipótesis, a modo de «historia ficción», que los gemelos y el caballo evocan una tradición que vino de Poseidonis (¿Atlántida?) cuando regía el símbolo de los gemelos. Teniendo en cuenta la Precesión de los Equinoccios y las eras zodiacales, eso sería entre el -6500 y el -4500 A.de C. La antigua sabiduría, junto con el mito de los Gemelos, los caballos y su culto, se habría extendido y dispersado, adaptándose a los mitos del toro durante la Era de Tauro. El mismo conocimiento habría sufrido persecuciones y destrucciones en la era del Cordero (Aries) con la caída de las civilizaciones que la detentaban y la emergencia del culto judaico, comenzando a ocultarse en los símbolos de nuevo cuño y en las comunidades de iniciados y habría pervivido y sobrevivido, a menudo muy deteriorado y convertido en supersticiones, en la era de Piscis (cuyo final estamos viendo) disfrazada


87 en la simbología y mantenida, probablemente en forma fraccionaria, por distintos grupos esotéricos que tuvieron que aprender a ocultar el viejo saber en los nuevos símbolos otra vez. Tal vez todo esto nos lleva a algo cuya hipótesis refuerza en extremo, algo que, sin embargo, parece que nadie quiere verdaderamente descubrir: la Atlántida.

La Cruz Templaría

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No podemos dejar de mencionar en este trabajo la cruz templaria o, mejor dicho, las cruces templarias, ya que se les suele atribuir dos cruces algo distintas. Sea como fuere, ambas cruces están trazadas sobre un octógono regular, lo cual tiende a reforzar las conexiones entre eel Ocho y los templarios que hemos planteado. Sin que entre en conflicto con esta idea, algunos autores apuntan que el ángulo que abarca cada brazo de la cruz debería tener 400. La división perfecta de un octógono en ocho partes iguales debería corresponder a ángulos de 45° (450 x 8 = 360°).

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La forma de la cruz (como ocurre con las cruces más tradicionales) evoca 12 lados (3 para cada brazo) y nos permite ubicar sobre ella los 12 signos zodiacales, símbolo, como el Cuatro, del mundo material. Además, la forma de la cruz de 40° nos muestra los tramos que coinciden con el octógono más cortos que los demás, recordándonos nuestro recorrido por el Parchis. ¿Puede la cruz templaria ser proyectada sobre un tablerode parchís? ¿Y si la proyectamos sobre un tablero de ajedrez en el que hayamos dispuesto la «peregrinación del caballo»? ¿Significa eso algo? ¿Significan algo los números abarcados por los lados? De momento lo ignoramos y creo que es mejor dejar esto para una posterior investigación. Pero hay otra cruz, también atribuída al Temple, que suele ser la más característica y es aquella en que cada brazo se abre en un doble pico. Esta cruz compondría un total no de 12 sino de 16 lados (2x8). Podemos aplicar aquí las mismas preguntas.

Walt G. Dovan, en «La Verdad sobre los Templarios», recurre a un cuadrado mágico de letras atribuído a los Templarios la clave geométrica para obtener la «Cuadratura del Círculo». El Cuadrado es el Siguiente:

Como podemos ver, en realidad sólo hay tres palabras que pueden leerse a derecha y a izquierda, de arriba a abajo y de abajo a arriba.


88 Para su «demostración», Dovan empieza trazando un círculo:

A continuación, traza cuatro semicírculos cuyos centros se ubican en los puntos en que el círculo toca al cuadrado, así:

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A continuación, traza líneas que unen las esquinas y los puntos medios de cada lado del cuadrado:

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Y, luego, traza una serie de horizontales y verticales tomando como referencia los pun tos en los que se cortan las rectas y las curvas. Esto da, finalmente, un cuadrado de 5 x 5 cuadritos, sobre el que se puede proyectar perfectamente el «Cuadrado Templario», como le llaman.

Finalmente, Traza nuevas líneas desde los vértices del cuadrado, haciándolas pasar por ambos lados del cuadrito central de cada esquina, como vemos en la figura siguiente., y traza un círculo que pasa por las puntas exteriores al cuadrado que así se obtienen. Esto, según el autor, es la realización de la «cuadratura del círculo» y, con sus propias palabras:

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«En este cuadrado está contenido el secreto de la cuadratura geométrica del círculo. Y todo hace suponer que los Templarios lo utilizaron en sus construcciones»

El autor nos lleva, por este proceso, a la idea de que es posible llegar a esto con el simple uso de una regla y un compás, sin elementos sofisticados, y pretende que este cuadrado, con sus letras, tiene la clave de las construcciones góticas. Siguiendo con el autor: «Pues bien, recordando aquello, hemos colocado el anagrama templario sobre las 25 casillas. El resuldado no se hizo esperar. Lo primero que hicimos fué unir una consonante con dos vocales iguales. Elegimos la S y la O. Nos salió una línea curva. Pero vimos que en el lado opuesto había otra S. Y trazando una línea similar surgió un dibujo compuesto de dos líneas curvas que tendían a unirse ¡precisamente en las casillas RR! Poseemos suficientes conocimientos de geometría para darnos cuenta de que teníamos ante noso-


89 tros una fórmula sencillísima para trazar elipses». Su planteamiento le lleva a sugerir que este cuadrado puede, ayudado por los juegos de letras correspondientes, ayudar a interpretar un plano, así que esa podría ser la clave de su función. Ignoro si realmente la clave coincide con la realidad, pero lo que sí me sorprendió, y que el autor no menciona, es darme cuenta de que, sea o no éste un cuadrado templario, las líneas que obtenemos con nuestra figura confeccionan, en el centro del cuadrado, abarcando tanto vertical como horizontalmente las letras «ENE» de TENET, aparece una perfecta cruz templaria.

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¿Era esta la prueba que conectaba definitivamente a los Templarios con el cuadrado que se les atribuye? ¿Es esta la razón de tan peculiar cruz? ¿Conecta esto a los Templarios, claramente, con los constructores? Así parece, pero aún queda mucho por descubrir como para afirmarlo totalmente. Aún así, las relaciones son más que coincidentes y refuerzan lo que estamos trabajando aquí. Veamos, finalmente, la cruz templaria obtenida en el dibujo anterior, con el cuadrado templario proyectado sobre ella:

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Más allá del cuadrado Mi gran sorpresa ocurrió cuando este libro estaba ya acabado hasta su doceavo capítulo. Un día, jugando con una revista de pasatiempos, en un problema de ajedrez, me dí cuanta de algo que se me había pasado por alto y que resulta altamente significativo. Al observar los posibles movimientos de un caballo de ajedrez sobre un tablero- recordemos que se mueve un cuadro en horizontal o vertical y otro en diagonal-, me di cuenta de que trazaban un cuadrado de cinco x cinco, desarrollándose 8 movimientos posibles:

Puede ser una simple casualidad, pero un sólo dibujo acaba por relacionarnos al 8, el caballo, el ajedrez y los Templarios, ya que el dibujo de un cuadrado de 5 x 5 nos conduce directamente al cuadrado templario del SATOR, con el que hemos estado trabajando antes. ¿Una casualidad? Tal vez no lo sea tanto, porque el dibujo une precisamente todas las vocales y la unica «N», situeda en el centro. El primer movimiento (horizontal o vertical), abarcaría las cuatro «E», mientras el segundo señalaría los pares «A-0», «A-0», «O-A» y «O-A», cuatro «Alfas» y cuatro «Omegas» si nos atenemos a la representación habitual de tales letras. Principio y Fin, Yang y Yin, otro de los temas recurrentes de este trabajo. ¿También la alusión a una transmutación en la que la secuencia original «AlfaOmega», tras pasar por la «N» de Escorpio, la transmutación, la sexualidad, se convierte en «OmegaAlfa»?. Una inversión. ¿Una clave que sugiere el misterio de la inmortalidad? ¿,Un misterio relacionado


90 con la inversión del uso habitual de las energías sexuales? Tal vez especulo demasiado, pero lo cierto es que aún queda otra sorpresa. Si unimos los puntos finales de nuevo con el centro, obtendremos ¡una cruz templada!

Blanco, negro y rojo

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Los colores de la vestimenta templaria también tienen un mensaje para nosotros, Cruz roja en el pecho, sobre túnica blanca, y capa negra. Blanco, negro y rojo. No son colores cualesquiera ya que encontramos su huella en fuentes muy diversas, algunas de las cuales tienen una relación directa con nuestro trabajo. Vamos a hacer un breve resumen:

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1) Son los colores de la bandera nazi (cruz negra sobre círculo blanco y fondo rojo). Aunque podamos no simpatizar con esa filosofía, no podemos ignorarla. En sus símbolos aparece la svástika (ya mencionada); desfilaban al «paso de la oca»; nacen en tierras de vikingos, germanos y godos; estaban vinculados al esoterismo (aunque probablemente lo orientaron hacia la senda equivocada, si bien las raíces de las que se nutrieron eran válidas); y planteaban un resurgir (tal vez demasiado manipulado para adaptarlo a sus fines, pero eso sigue sin validar el conocimiento original) del conocimien to y simbolismo arios.

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2) Son los colores sagrados de la tradición lunar, representando a sus tres formas: doncella (cuarto creciente, luna blanca); madre (luna llena, luna roja); y anciana sabia (luna nueva, luna negra). Ya hemos planteado relaciones entre la anciana o madre sabia y el negro (Saturno, Binah...). Esta es la fuerza Yin, la anciana de las ocas, la Madre Oca a la que hemos llamado «Nuestra Señora» y que era lo que verdaderamente se veneraba en muchos santuarios marianos y lo que se representaba con las «Vírgenes Negras». Más que una triplicidad de diosas, la Madre Luna fué considerada una diosa triple, un aspecto ternario de una misma deidad y, probablemente, más antigua que los panteones posteriores. Señora de los ciclos ( ondas/ serpientes/ alternancia Yin-Yang...), era considerada diosa del Destino y de ella derivan las diosas triples del Destino como las Moiras y Parcas (Roma), las Keres (Grecia), las Wyrds (Inglaterra) o nuestras ya conocidas Norns (vikingas), todas ellas tejedoras. Reseñamos también la presencia, otra vez, de un ternario como causante de todo y particularmente del «tejido de la realidad», como Binah o los trigramas del I Ching. 3) También el Tantra, una técnica hindú que trabaja el uso de la energía sexual para producir el ascenso de Kundalini y desarrollar la iluminación, habla de tres vías: blanca, negra y roja. Hay una relación directa entre el Tantra y la alquimia taoísta, utilizadora de la energía sexual para provocar la autotransmutación. La meta principal de la alquimia taoísta sexual era la inmortalidad, como también parece ser una de las metas del Tantra... y de la alquimia occidental. 4) La Alquimia nos habla también de tres procesos: La Obra al Negro (o Nigredo); la Obra al Blanco (Albedo, relacionada con la plata); y la Obra al Rojo (Rubedo, relacionada con el oro). Estos colores se relaciona con los tres principios alquímicos: azufre (rojo), mercurio (blanco) y sal (negro); y también con las tres corrientes de la energía según la doctrina hindú: Rajas (rojo), Sattwa (blanco) y Tamas (negro). Sorprendente. ¿Fué casual la elección de colores de los Templarios? Creemos que no, especialmente cuando los grupos neotemplarios señalan que la devoción principal del Temple es más hacia «Nuestra Señora». El Culto a la Virgen

Un rasgo curioso del Temple es su devoción «Mariana». En efecto, resulta curioso ver como una orden religiosa y militar mostró tan especial predilección por la figura de María. Juan García Atienza, en «Nuestra Señora de Lucifer», comentaría: «No cabe duda de que los Templarios fueron, junto a los Cistercienses, los promotores del culto


91 mariano en Europa. Por un lado ellos eran, en casi todos los reinos cristianos de Occidente, los representantes oficiosos de aquel espíritu de la cruzada oculta que promovió el despertar del recuerdo a la antigua diosa telúrica. Por otro, su vinculación a San Bernardo, primero, y a todo el Cister después, los convertía en paladines de aquella Madre que surgía representando un cristianismo profundo repetidamente escarnecido por las autoridades eclasiásticas oficiales.» Es un hecho que esta paricular devoción mariana fué una constante en torno al Temple y, si alguien considera exagerada la mención de Atienza a una «cruzada mariana oculta», ese alguien no podrá, sin embargo, negar que la gran eflorescencia mariana coincide con la époce de auge y expansión templaria. Pero a la caída del Temple, esa devoción ya no se iba a extinguir. Vemos a los Templarios ligados a muchos santuarios dedicados a «Nuestra Señora», lo cual no es demasiado significativo porque hay otras construcciones o enclaves no templarios que también se le asocian, pero sí es significativo que su periodo de auge fuera también el de las «vírgenes encontradas», muchas de ellas con una curiosa característica: eran negras, y que el Temple participó activamente en algunos «encuentros» y ocupó enclaves junto a otros. Quizá por eso no me sorprendió leer en un panfleto de una orden «neotemplaria» (o «pseudotemplaria», si se prefiere) actual que «la Virgen María es la verdadera patrona del Temple». Eann Begg, en «Las Vírgenes Negras», refuerza esta conexión entre los Templarios y el Cister con las vírgenes negras:

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«San Bernardo de Clairvaux, nacido en Fontaines, pueblo del que se decía que había poseído su propia virgen negra, donde ya reinó la antigua Señora de la Buena Esperanza, cuando era niño recibió tres gotas del seno de la virgen negra de Chanflón. Inspirado por esto, se encargó de la Orden nueva de Citeaux, reducida a un puñado de monjes, y se convirtió en una vasta empresa multinacional de civilización ( ...) En 1128 escribió la regla del Temple. Entre los miembros fundadores de los templarios figuraban el tío de Bernard, Adrá de Montbard y Hugues de Payens (..)Tras el golpe en 1307, los templarios prisioneros y en espera de la muerte en el castillo de Chinon, compusieron una plegaria a Nuestra Señora, reconociendo a Bernardo como el fundador de la religión de la Virgen...»

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Continúa planteando que Bernardo compuso y le dedicó a la Virgen numerosos sermones, así como unos 280 sermones dedicados al Cantar de los Cantares y especialmente a la Reina de Saba («Negra soy, pero graciosa, hijas de Jerusalén»). Recomiendo a los interesados una exahustiva lectura de los libros mencionados para comprender la magnitud de esta relación. Si es evidente una conexión entre el Temple y «Nuestra Señora», me permito dudar, sin embargo, acerca de que esta «Señora» fuera realmente la Virgen María, aunque esta fuera la imagen aparente. En sus primeros tiempos, la Iglesia no mostró una especial predilección por la Virgen, respetándola, básicamente, como madre de Jesucristo y poco más. No obstante, pesee a sus esfuerzos (que los hubo), no consiguió erradicar del fervor popular el culto a una diosa madre, pagana, que representaba a la vida y a la Naturaleza, en sus diversos nombres, así como a una corriente de conocimiento antiguo que enlaza con el laberinto, la serpiente y un largo etc. que confluye en la figura de «Nuestra Señora Sabia», probablemente la Luna en su triple aspecto, blanca, roja y negra. Vemos aqui la imagen de la Mere Lusina, la Señora de las Ocas, La negra Cibeles, Freya (cuyo nombre significa, literalmente, «Señora»), Holda, Sophía e incluso la reina de Saba (,reina sabia?). Ante su impotencia para detener tal devoción, «alguien» optó por convertir en santuarios marianos los antiguos rtennplos de la Diosa, o en adaptarlos a «santas» que hubo que inventar. Así, la Brigit celta se convirtió en «Santa Brígida», o apareció en la Camargue un santuario dedicado a «Santa Sara de Egipto» justo sobre un templo a la diosa egipcia Sarapis... Pero la eflorescencia de los siglos X, XI y XII no es simple adaptación o una maniobra de ocultamiento, es un verdadero despliegue de recuperación de la figura materna divina. No es una destrucción del antiguo saber, sino, más bien, una expansión del mismo bajo un disfraz tenuemente cristiano. Figuras con doble sentido, claves dentro de claves, toda una muestra del «arte gótico», del «argot». Esta figura femenina, se relacionó con el velado culto del Grial, una figura claramente femenina en un culto totalmente masculino, algo incomprensible si añadimos que el Grial estaba guardado no por hombres, por sacerdotes, sino por mujeres. Y Wolfrang Von Eschenbach, autor del ciclo graalico, escribe, en «Titurel»: «(...) Y el Templo del Grial simulaba la forma radiante del octógono». Y eso nos devuelve a las construcciones octogonales templarias, de las que escribe Xavier Musquera:


92 «Las iglesias poligonales y en especial las octogonales de la Orden poseen un triple recinto que es una adaptación de la Mezquita de la Roca en Jerusalén». ¿Qué les sugiere esa idea de un recinto «triple»? Letra Teth, letra Tau Otro elemento que suele apareceer frecuentemente en sellos o construcciones templarias es la letra «T», una forma identificada como un tipo de cruz de sólo tres brazos conocida como «Cruz Tau» porque su forma evoca la «Tau» griega. Ahora bien, también hay una letra hebrea que corresponde a la letra «T» y que posée el mismo nombre que el usado por los griegos: «Tau». Pero los hebreos poséen otra letra con el valor «T» y es la letra «Teth». Probablemente la aparición de las «T» en las huellas templarias sean una alusión no a una, sino a ambas letras, una guarda un secreto que la otra revela. Juan García Atienza elige el significado «Teth» en «La Meta Secreta de los Templarios»:

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«La letra Teth es, además de la novena letra, la representación del noveno sephirah, llamado Yesod, la Fundación. Pero atención: la fundación del Temple está presidida también por el número nueve. No sólo fueron nueve los fundadores de la orden, sino que pasaron nueve años (entre 1118 y 1128) desde la institución hasta su aprobación por el Concilio de Troyes. Si continuamos con las implicaciones significativas de la Teth, encontraremos que su significado se relaciona con la figura de la serpiente de la sabiduría y el misterio insondable...»

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Podemos añadir a esto que, a menudo, la «Cruz Tau» aparece en forma triple (3 x 3 = 9), lo que refuerza en parte esta asociación, pero también nos lleva al nueve sagrado de los celtas, que utilizaban la triplicidad y las cruces de tres brazos de forma habitual, que juraban por tres veces y repetían tres veces sus encantamientos, y que consideraban sagrado el tres veces tres... Y, sin embargo, pienso que no debemos dejar de lado tan pronto la posibilidad de que se refiera, al menos en parte, a la Tau. Ya en algunos grabados antiguos, especialmente alquímicos, se resalta particularmente la forma de la letra «T», especialmente en un grabado que muestra a una serpiente clavada o «crucificada» sobre una letra «T». También el Ahorcado del Tarot aparece colgando de unos troncos en forma de «T», cuando no, como en el mazo Rider Waite, adoptan una forma claramente idéntica a la «Tau» hebrea.

No debemos despreciar el significado de la «T/Tau» porque su atribución esotérica es el planeta Saturno, y ya hemos visto la importancia de Saturno como creador de las formas, de los mapas o modelos que describen la apariencia de la realidad, y como señor del tiempo. En el Arbol de la Vida, Saturno rige, junto a la Tau, el primer sendero que surge desde la esfera de Malkuth y que va hacia la novena esfera (segunda en el sentido ascendente): Yesod. Este sendero equivale a la «Nigredo» alquímica y al «descenso a los infiernos». La experiencia que se le asocia vendría a ser, en términos psicológicos, una especie de introspección, una interiorización surgida de una «ruptura de esquemas» y que nos llevaría a una reestructuración de la psique. Tiene, así, que ver con un replanteamiento de los modelos de realidad anteriores y, por tanto, con una reestructuración del «mapa», Saturno. La figura de Saturno no es extraña para los Templarios. La encontramos en alguna de las formas del «Baphometh», cuando aparece como una cabeza barbada y de material negro. También la encontramos en la imagen de San Saturio (Saturno) conservada en Ucero y sobre la cual


93 Atienza hace una completa exposición. Allí se encuentra una supuesta imagen de dicho santo, al parecer inexistente, en la forma de una cabeza negra barbuda. ¿Un Baphometh? El color asociado a Saturno es el negro, y el metal que se le atribuye es el plomo, aquel sobre el que se efectúa la Gran Obra. Quizá la «T», como las cabezas negras y barbadas saturninas, son recordatorios de la mortalidad para que los Templarios pudieran meditar en ellos. Pero quizá también son elementos para recordar la ilusión del tiempo y del velo de la apariencia, para evocar la iniciación y para inspirar la interiorización, el descenso al propio interior para reestructurar conceptos. Quizá es una alusión, con sus tres palos, al ternario creador y, de paso, a Binah, la tercera esfera del Arbol, también atribuida a Saturno. En cualquier caso, parece aludir a un proceso de interiorización para conocer el propio «Saturno», los propios modelos de realidad, primer paso para poder efectuar posibles cambios. Tau, en heebreo, significa «marca» o «firma», y se refiere al sello o signatura que se estampa al final de un documento para autentificarlo. Las corrientes kabalísticas que he conocido sugieren que es la marca con la que Dios «firma» o «sella» su obra, con lo que imprime sobre esta su autentificación. ¿Sería raro que los Templarios aludieran o recordaran a la «firma» de Dios en aquello que creaban en su nombre? ¿Sería extraño que trataran de evocar que existe un «molde» o «modelo maestro» tras la apariencia y que aludieran a ello en sus testimonios en piedra?

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Pero no descartemos del todo la posibilidad de que, en realidad, se estuviera haciendo alusión a la letra «Teth». Recordemos la costumbre del «argot» de esconder misterios dentro de misterios. Quizá, en realidad, se estuviera aludiendo a ambas letras a la vez. Teth es la novena letra, en efecto, y se vincula al arcano Ocho del Tarot, la Fuerza, donde, por cierto, también aparece el símbolo del Infinito, nuestro «Ocho acostado», sobre la cabeza de la mujer que abre las fauces del león, como también ocurre en la carta del Mago, atribuída a Mercurio. No podemos negar la presencia del nueve en la fundación del Temple, como indica Atienza, pero no puedo resistirme a pensar en que la clave va más allá y significa un paso de «T» a «T», de la «Tau» a la «Teth». La letra «Teth» representa, por su forma y por su significado literal, una serpiente que se desenrosca. ¿Una serpiente? En efecto, todas las indicaciones sugieren que se nos está hablando del desenvolvimiento del «Poder Serpentino», aquello que en Oriente es llamado «Kundalini». Así, Teth hablaría del desenvolvimiento de la energía interior, la «corriente» de nuestro circuito, aquello que se expresa comunmente como energía sexual, dirigiéndola «hacia arriba» en lugar de orientarla hacia la expresión material. Así, el doble significado de la «T» vendría a decir:

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«La correcta observación de los modelos manifestados nos lleva a descubrir la verdadera estructura tras ellos. Este cambio de percepción provoca, por sí mismo, una nueva visión de la realidad que moviliza la energía interior en sentido ascendente, de vuelta al lugar del que procede, produciendo la iluminación y abriendo el camino hacia la transmutación y hacia el hombre nuevo». Un poco largo, quizá, pero suficientemente clarificador para un símbolo que se convertiría en básicamente iniciático. La misma letra Teth, como hemos dicho, significa «serpiente», afirmando este significado. Y ya hemos visto a la serpiente relacionada con este trabajo y con el laberinto. Podemos cerrar este tema pensando en cómo el sello de la manifestación, la «firma» que autentifica a cada ser humano, a cada ser vivo, es una serie de mensajes binarios trazado entre dos «serpientes» o espirales: ¡el código genético!


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Capítulo X La Espiral, La Serpiente Y el Laberinto

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La espiral ya ha aparecido demasiadas veces en este trabajo como para que no le dediquemos una consideración. Empezamos a encontrarla cuando planteamos que el primer movimiento fué el giro y, de ahí, dando lugar a dos vórtices, torbellinos o espirales de energía, ascendente y descendente, que se entrecruzan para dar lugar a la Creación. Hemos visto a esas dos espirales entrecruzadas formando la figura de nuestro Ocho y las hemos visto representadas como serpientes tanto en el Caduceo como en las dos «serpientes» gemelas, ldá y Pingála, que custodian el ascenso de Kundalini (otra espiral). Hemso sugerido que ambas espirales se hallaban en el entretejido del ajedrez y hemos visto la espiral en el juego de la Oca. La hemos relacionado con el Camino de Santiago tanto por el juego de la Oca como por la espiral de Chartres, e incluso por los dos juegos de ocas que plantea tanto el juego de la Oca como las etapas del Camino. La hemos conectado con Lugh y con Mercurio, así como con la senda iniciática... A estas alturas, la importancia de la espiral en este trabajo, así como su relación con la serpiente, deberían resultar obvias. Vamos a ir un poco más allá. Debemos tener claro que hablar de espiral es también hablar de laberinto. En efecto, a menudo se usan indistintamente ambos términos para referirse a la misma cosa y, también a menudo, los laberintos ( símbolos iniciáticos al igual que la espiral) no son sino espirales algo más complejas, como veremos. El tema del laberinto de Chartres es revelador en tanto que, declaradamente vinculado al Camino de Santiago, encuentra su equivalencia en la espiral del juego de la oca. Sig Lonegren, en «El Poder Mágico de los Laberintos», hace una distinción clara entre los laberintos, espirales complejas con una sola vía, y lo que llama «dédalos», construcciones complejas con múltiples sendas pero sólo una opción auténtica:

«A veces las culturas, para sus propios fines, incluso cambian partes significativas de un mito determinado (...) Tal vez cuando estuvieron reescribiendo el relato para adaptarlo a su propia necesidad de demostrar su superioridad sobre la civilización minoica, utilizaron la palabra «laberinto» en lugar de «dédalo» porque era la palabra utilizada en el primitivo mito minoico, pero se habían olviddado de los aspectos mágicos de ese espacio sagrado unidireccional». Grenot Candolini, en« L a b e r i n t o s » , i n s i s t e e n e s t e r a s g o d e l o s l a b e r i n t o s d e e s t a r c a r a c t e r i z a d o s p o r poseer una única vía, sin ramiificaciones que conduzcan al engaño o la pérdida:


95 «El laberinto primigenio siempre ha tenido en esencia la misma forma. A partir de una cruz, van surgiendo círculos (al principio siete, después más) que acaban formando un camino entrelazado. Este sendero no tiene bifurcaciones ni calejones sin salida o falsos caminos. Conduce hacia adentro y hacia afuera, siempre es de entrada y de salida y se dirige finalmente hacia el centro. Allí se encuentra el punto de regreso y el mismo camino conduce de nuevo a la salida»

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En efecto, la característica principal de los distintos «laberintos» que aparecen en las más doversas localizaciones y grabados es que cumplen características espirales. Son senderos de una sola dirección. Pero ¿qué sentido tiene un laberinto unidireccional donde la gente no puede «perderse»? Tal vez la clave que puede darnos la respuesta es que, probablemente, hemos equivocado su propósito. El laberinto no tiene por fín perderse, sino más bien encontrarse, y agrupa dos funciones a la vez: una simbólica y otra operativa, de práctica iniciática. Difusión

Encontramos los laberintos prácticamente difundidos por todo el mundo. Los vemos en monedas cretenses y en jarrones etruscos, entre los indios de Norteamérica, en tumbas sicilianas, en Indonesia, en los lugares tocados por la Tradición Celta y en numerosas estructuras cristianas, en Roma y en el area de expansión vikinga, en España, Francia, Inglaterra, Rusia, India o Pakistán. Ello muestra que tal figura fué ampliamente difundida y cobró un importante valor iniciático en muy diversas culturas. Sig Lonegren los conecta especialmente con la antigua Troya en su libro:

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«Tal vez uno de los temas más dominantes en Europa del Norte y sus laberintos es la conexión con Troya. Caerdroia es la palabra galesa para «laberinto». Literalmente, Caer significa «colina» y droia «Troya», y también «dar vueltas», un juego de palabras sobre la ciudad de Troya/ciudad de vueltas. En Inglaterra existen «Ciudades de Troya» o las «Murallas de Troya». Las raíces troyanas son profundas en Gran Bretaña (..) Asimismo, los escandinavos conectaron el laberinto con Troya. Ellos los llaman «Trojeborg» o Ciudades de Troya» Es un elemento curioso y que debe tenerse en cuenta pero, por mi parte, opino que la principal conexión del laberinto se halla en la en gran parte perdida Tradición Fenicia La Función Simbólica: La Diosa y Mercurio

La función simbólica del Laberinto/espiral es velar una clave, ser el depositario de una enseñanza destinada a ser leída sólo por algunos, los que conocen el «lenguaje». El laberinto es en sí mismo una fórmula, conjuntando claves y símbolos para revelarnos que el conocimiento secreto existió, ampliamente difundido, aunque la obcecación racionalista se resista desesperadamente a aceptarlo. La razón fundamental de incluir un estudio del laberinto en este trabajo, aparte de las ya mencionadas, se halla en su conexión directa con tres elementos destacados de este trabajo: La Diosa, Mercurio y el Ocho. John Kraft, un experto en laberintos suecos, habla, en «The Goddess in the Labyrinth», del motivo repetitivo de una mujer en el centro del laberinto y Sig Lonegreen conecta las formas laberínticas con las figuras de «meandros laberínticos» grabados sobre o junto a figuras de las «diosas pájaro». La idea de un culto femenino vinculado a la espiral y al laberinto ha perdurado hasta nuestros días y sobrevive en algunas danzas espirales de la tradición celta y su herencia (como las corrientes Wicca, por ejemplo), en las corrientes del esoterismo femenino actual (cultos lunares) y en algunos cuentos populares. El laberinto sería un «descenso a las profundidades» análogo al descenso de Ishtar a los Infiernos, un buceo en la oscuridad de sí mismo para encontrarse con una figura femenina, correspondiente a lo que


96 Jung llamó «el ánima». Esta leyenda del «descenso al submundo» aparece en muy diversos mitos, desde el descenso de Orfeo en busca de Euridice hasta el descenso del propio Cristo antes de su ascensión, incluyendo el mito de Dionisos o el de Osiris, por mencionar algunos. En la corriente kabalística, esta función recae sobre el sendero 32, el primero que se recorre en el Arbol de la Vida tras la experiencia de la esfera inferior, Malkuth, y que conduce directamente desde Malkuth hasta Yesod, la esfera de la Luna (la Diosa) representando en términos psicológicos un periodo de interiorización, tras un conflicto que desestructura nuestras anteriores creencias, para reestrucutrar nuestra psique antes de regresar a enfrentarnos con nuestra vida cotidiana. Gareth Knight, en «Guía Práctica al Simbolismo Kabalístico» escribe al respecto: «Es por consiguiente un sendero de introversión desde la conciencia sensoria a la conciencia de las profundidades del mundo interno.» Y compara esta experiencia no sólo con un proceso psicol'ñogico, sino también con un tipo de muerte, ya sea una muerte de la vieja manera de pensar, la muerte de la vieja consciencia que conocemos como iniciación o incluso la muerte física. Todos estos aspectos están regidos por este sendero y este viaje tan cercano a lo expresado por el viaje a través del laberinto. Knight sigue aludiendo a estos simbolismos refiriéndose a un fragmento del rito de Isis:

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«En la muerte los hombres van a ella a través del río en penumbra, porque ella es la que guarda sus almas hasta el amanecer. Pero hay también una muerte en vida, y ésta también conduce al renacimiento (...) Pero hay un volverse hacia adentro del alma por el cual los hombres llegan a Perséfone; ellos se hunden en la matriz del tiempo; se vuelven como el no nacido; entran al reino en el que ella rige como reina; se hacen negativos y esperan la llegada de la vida» Estos significados, incluyendo aquellos que ven este descenso como el viaje que se realiza hacia el reino de los sueños (también asociado a Yesod) diariamente, ilustran bastante bien el camino asociado al laberinto. Se trata de un descenso hacia la oscuridad en busca de la sabiduría (recuerde la asociación negro/ sabio) a través de los vórtices y remolinos. Aquello que se encuentra en el centro puede ser visto de muchas maneras, desde figuras monstruosas y terribles hasta formas femeninas dulces y angelicales, pero es, en definitiva, el propio «Yo», aquello que debemos encontrar antes de poder hacer el sendero de regreso. Así, el centro del laberinto representaría al centro de todos los remolinos y, en él, se halla Sophía, la Diosa Sabiduría de los gnósticos, la diosa negra tejedora de las formas y los destinos, la diosa araña ( Ariadna), la diosa triple o diosa Tres: Binah.

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Dado que Binah es Saturno, lo que encontramos en el centro de las espirales es el modelo, el mapa del territorio, el poder que estructura las formas, cuyo conocimiento nos permite modificar estas. Y también es el secreto mismo del tiempo (Saturno rige el tiempo), luego es una alusión a la existencia más allá del tiempo, a la inmortalidad. La primera parte del párrafo anterior, sacada de contexto, no desmerecería demasiado en un ensayo sobre genética. Pero ya hemos encontrado relaciones entre Saturno y Mercurio, entre Tres y Ocho (Los trigramas del I Ching, por ejemplo) y entre las esferas Tres (Binah/Saturno) y Ocho (Hod/Mercurio) del Arbol de la Vida... También la espiral vuelve a conectar a estos viejos conocidos. Ya la hemos visto relacionada con Saturno, con la diosa creadora de formas, con las Diosas/Destino y con Binah, pero también nos consta su conexión con Mercurio. En primer lugar, ya hemos visto su relación con Lugh, su equivalente celta, pero hay más conexiones. Sig Lonegren, en su obra citada, hace un gran esfuerzo por demostrarnos que el laberinto más típico, el de siete circuitos, es una representación de los movimientos aparentes del Mercurio astronómico. Tenga o no solidez su argumento, no es esa la única característica que nos vincula a Mercurio con el laberinto. Hay, al menos, otras dos. La primera es la «danza de la grulla», y la segunda es la práctica habitual de construir los laberintos góticos bien en forma circular o bien en forma octogonal, la forma asociada a Mercurio ¿Por qué? Gernot Candolini señala la práctica en los laberintos romanos de distribuirse en cuatro cuadrantes, debiendo recorrerse cada cuadrado antes de pasar al siguiente. En cuanto a los laberintos góticos indica: «El laberinto se empleó durante el periodo gótico como motivo en el pavimento de las catedrales. Solía encontrarse una vez traspasada la entrada, elaborado con baldosas o piedras de diferentes colores, en forma redonda u octogonal. Los fieles que entraban en la iglesia podían recorrerlos mientras reflexionaban sobre sí mismos y sobre la vida»


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La tradición esotérica acerca de la arquitectura plantea la forma octogonal como un paso intermedio entre el cuadrado (la materia, los cuatro elementos) y el círculo (el Todo, la Divinidad), así que las formas octogonales se emplearon como símbolos arquitectónicos de esa conexión. Por eso, también, se escoge el octógono como símbolo de Mercurio, el mediador entre Cielo y Tierra, entre los dioses y los hombres. Estas tres formas ilustran también la Regla Áurea, con la que nos encontraremos más adelante. Frecuentemente encontramos en Oriente construcciones religiosas con base cuadrada y cúspide semicircular, sosteniendo esta última con un grupo de ocho columnas o con una arquitectura octogonal. Así, la clave de Ocho pasa a evocar, una vez más, el secreto de Mercurio, el secreto Hermético (de Hermes). ¿Es el mismo secreto que el del Mercurio Filosofal de los alquimistas? He aqui algunas formas laberínticas donde el octógono se hala presente:

Estos son algunos ejemplos. Encontramos laberintos octogonales vinculados con muy diversas catedrales góticas y en muy diversas localizaciones, aunque la mayoría sólo se conocen por los documentos


98 originales ya que, sorprendentemente, las autoridades eclesiásticas de sus respectivos emplazamientos decidieron destruirlos porque los niños o los visitantes «alborotaban» jugando en ellos. ¿Una muestra de lamentable ignorancia o una actitud premeditada? En cuanto a la «danza de la grulla», leemos en el libro de Sig Lonegren: «Cuando Ariadna huyó de Creta con Teseo y sus otros trece amigos griegos, primero desembarcaron en la isla de Delos. Para conmemorar su liberación de la muerte segura a manos del Minotauro, Ariadna los dirigió en la danza de la Grulla. En esta danza todos se cogen de las manos formando una larga cadena y básicamente siguen el modelo clásico del laberinto de siete circuitos... (..) La grulla era un ave que ha sido sagrada para los pueblos del Mediterráneo oriental desde la prehistoria. En Val Camónica (Italia septentrional), por ejemplo, hay rocas talladas que han sido datadas de manera incierta en alguna época entyre 1300 y 1800 AC. (..) Las tallas en la roca de Val Camónica también tienen una grulla en estrecha proximidad con el laberinto. La grulla fué un ave que era sagrada para Mercurio (Hermes en Grecia), el mensajero del Dios/a»

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Parece ser que esta danza aún sobrevive en Grecia, pero la encontramos también en las distintas danzas vinculadas a los cultos lunares. Aqui podemos señalar, como anécdota, que el 13 (los trece amigos de Teseo) es también un número sagrado de la Tradición lunar. Las danzas de Pascua célticas, o las danzas de Mayo, aún practicadas por la moderna Wicca, aún conservan la forma laberíntica. Para terminar este apartado, podemos incluir un comentario de Ted Andrews en «La Danza y las Energías»:

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«Muchas de las antiguas danzas en espiral fueron concebidas para estimular la fertilidad, activar las fuerzas sanadoras e inducir el éxtasis.» Ya hemos visto que el laberinto puede representar tanto a Mercurio como a la Diosa (o a Saturno) y que su presencia se halla vinculada a numerosas iglesias y catedrales (como las construcciones octogonales templarias). Probablemente no tengamos que escoger cual, entre ambos símbolos, es el que se velaba en tal figura porque es muy posible que se trate de un símbolo ambivalente ya que, como se ha sugerido, pueden tratarse de dos aspectos de una misma cosa. La Diosa es la Virgen Negra, la Madre Oca, la guardiana de los misterios y señora de la sabiduría. Ella es Hela, la Dama Oscura, y también la negra Kali. También es Hécate, representada como triple, y todas las diosas triples tejedoras del destino. Es el vórtice descendente que conduce al Inferus, al subconsciente (representado en la Kabballah por Yesod, la esfera de la Luna), a la muerte o a la iniciación, porque ella es también la iniciadora. Puede mostrar un aspecto terrible y sobrecogedor, porque el descenso a las profundidades de nuestro inconsciente suele enfrentarnos con los aspectos más terribles de nuestra naturaleza, pero también un aspecto benigno y dulce porque la comprensión nos libera de los monstruos aparentes.

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Ella es la Señora del tiempo y la de la atemporalidad. También es Hela/Holda, la que atrapa las almas en el ciclo de nacimiento-vida-muerte-reencarnación, atrapándolas en la materia, en la ilusión (como Maya)... pero también es Sophía, la que contiene la clave para liberarlas de ese ciclo. Así nos habla de ella Ean Begg «Para los gnósticos existía una sabiduría femenina que lo abarcaba todo, incluídas la virgen y la ramera, a la que llamaban Sofía o EEspíritu Santo (...) y la invocaban como «Señora». Más tarde los cátaros, quienes utilizaban el nombre de Juan para significar al neófito que pasaba por la iniciación en sus rituales, fueron acusados por la Inquisición de usar el término «Nuestra Señora» para referirse a su propia iglesia de amor o al Espíritu Santo» No deberamos sorprendernos si decimos que ella es, también, como lo revela la igualdad de sus atribuciones, Saturno. Saturno, el negro, el plomo alquimico, el modelo o matriz, el molde de todos los moldes, el que los kabalistas asocian, desvelando uno de los grandes misterios, con Binah, la Gran Madre. El misterio al que nos referimos es que Saturno (que engendra al ser castrado) es realmente un principio femenino. Saturno se asocia igualmente al envejecimiento y al tiempo, y a la inmortalidad, a la sabiduría, a la putrefacción (nigredo alquimica) y al aprendizaje, así como a la posibilidad de trascender el tiempo. Este es el Yin, el «O» de nuestro binario, el hilo negro de nuestro tapiz y el sendero de ida que conduce hacia el receptáculo más interior de nuestra espiral. Mercurio es el iniciador, la clave que conecta la Tierra con el Cielo y el que nos conduce, como Anubis, a la presencia de la Diosa. Y, aunque por una parte es el embaucador que nos conduce a la ilusión


99 para que seamos devorados por la Diosa Negra, también es el que nos enseña sus secretos para que podamos escapar de ella o pasar la prueba que nos pone, al fín y al cabo, como ya hemos visto, es el que hurta las almas del Inferus. Es el intelecto racional embaucador, pero también la consciencia liberadora. Es el mensajero que nos mantiene en permanentee contacto con el Yo real, el oro, fuera y más allá re la Rueda de las Reencarnaciones, siempre que abramos nuestra consciencia a la verdadera visión que nos lleva más allá de la limitación de nuestros lenguajes. Es Lugh, el instructor, el que nos prepara mentalmente para afrontar las pruebas del sendero y que nos hace, como el Mago del Tarot, de maestro y guía permanente. Es el Mercurio Filosofal y la «plata viva» (nombre que recibe el mercurio como metal alquímicamente). Representa la espiral ascendente y es el Yang, el «1» de nuestro binario. La Obra al Blanco, la «Albedo» alquímica, el hilo blanco de nuestro tapiz y el sendero de vuelta que conduce de nuevo hasta el exterior de nuestra espiral. Estasa son, obviamente, las dos serpientes gemelas del Caduceo y aquellas que escoltan a Kundalini. La «obra al Rojo, la «Rubedo», el ascenso de Kundalini, es el resultado de la interacción de ambas fuerzas constituyendo consciencia. La Función Simbólica: Forma v Número

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Además de representar a la dualidad Diosa/Mercurio, a la que casi podemos ver como aspectos de una misma cosa, la espiral contiene otras claves de enseñanza que vienen dadas por las formas y números que contiene. Antes de entrar en ese punto, por lo antedicho podemos plantearnos la espiral/laberinto como un símbolo mismo de la Gran Obra. En el centro de la espiral, en el Inferus, encontramos la semilla del oro a partir de la cual el plomo común (la personalidad, el yo común) se transformará paulatinamente en Oro Filosofal (la Individualidad, el Yo Superior, aquello que la Kabballah representa con la esfera de Tiphereth). Todo lo expuesto permite entender por qué se dice que el plomo/Saturno es donde se oculta la semilla del oro. También se entiende aquí porque se dice que el plomo (el modelo, el patrón humano común, ¿el código genético tal como lo conocemos?) el metal que deberá transformarse en oro.

Este grabado de "El León de oro" (The Goude Leeuw), de G. van Vreeswyk, realizado en 1676 muestra una relación directa entre el laberinto, el ocho y el proceso alquímico. El proceso se muestra como el sendero que deben seguir el Sol y la Luna para efectuar sus bodas alquímicas en la construcción octogonal que se halla en el centro del laberinto.

Aparte de esto, vemos que la espiral adopta tres formas básicas: 1) Cuadrada, frecuentemente dividida en cuatro cuadrantes. Representa al mundo material, el reino de los cuatro elementos, a través del que uno se desplaza para realizar su aprendizaje, siempre en busca de su propio interior.


100 2) Redonda, representando al Cero, al Todo, indicando que todo el proceso de evolución/transformación se desenvuelve dentro del Todo mismo y que nos movemos en un sendero que forma parte de, y nos conduce a, la Divinidad, a la Totalidad. 3) Octogonal, resumiendo ambos significados y añadiendo, además, toda la simbología mercurial. Esta forma hace aún más hincapié en el significado esotérico del laberinto. Si observamos una espiral circular (las otras cumplen las mismas características, aunque es menos evidente), veremos que es una adaptación de un sendero a través de varios círculos concéntricos. Lo más corriente son los circuitos de siete y doce círculos, que representarían a los siete planetas alquimicos y a los doce signos zodiacales (ambos elementos referidos frecuentemente al hablar del proceso alquimico de la Gran Obra), aunque existen otras variantes. El circuito más tipico, el de siete circuitos, además, no tiene realmente siete círculos, sino ocho, porque la parte central es un círculo que se añade al total. El Ocho añade aqui la Tierra a los siete planetas tradicionales. Algunos laberintos, además, añaden símbolos o figuras adicionales dentro y fuera de la propia forma laberíntica. Estos símbolos no sólo tienen una función decorativa, sino que aportan su propia simbología. Veamos algunos de estos "añadidos":

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1) Hexágonos, como el que incluye el de la catedral de Chartres en su centro. 2) Toros o figuras de un héroe derrotando a un toro. Más típico de los laberintos romanos, es una alusión a los mitos minoicos de Teseo y el Minotauro. Esotéricamente constituyen un símbolo de la victoria sobre nuestra propia parte animal. El toro, además, es una representación del signo de Tauro, el signo del elemento Tierra, recordándonos que la Diosa es una figura telúrica y que el aprendizaje se realiza enfrentando las lecciones de la propia materia. Y aún hay más, porque algunos autores sugieren que la victoria de Teseo evoca la victoria de la Era de Aries y los "arios" sobre la Era de Tauro y eso ubicaría el origen de los laberintos en la Era de Aries, que abarcó, aproxiamdamente, desde el 2040 A.C. hasta nuestro año 0, momento en que empezaría la Era de Piscis. Sin embargo, ni los arios ni los laberintos corresponden a este límite, ubicándose mucho más en la Era anterior, la de Tauro, propiamente dicha. También existen numerosos laberintos construidos en nuestra Era, particularmente los conectados con las iglesias y catedrales góticas. 3) Octógonos, como el de la catedral de Amiens, la catedral de Sens o los laberintos octogonales góticos. Esto hace énfasis en los símbolos del octógono y de las ideas iniciáticas mercuriales. 4) Círculos, evocando la idea de que lo interior es igual a lo exterior, "Como es arriba, es abajo". 5) Cruces, muy frecuentemente. A menudo, como en Chartres, las divisiones del laberinto forman una cruz insertada en el mismo laberinto. Evoca, a priori, la idea de la religión cristiana, pero un análisis más profundo nos dirá que el camino del laberinto se desarrolla a través de la experiencia material, el mundo de los Cuatro Elementos.

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6) Montículos de piedras en el centro. A menudo se representó a la Diosa como un montículo de piedras o incluso como una sola piedra, frecuentemente negra, como la de la Kaabba. Así, el montículo representaría a la Diosa misma. Hay aún otro significado a considerar. En la Kabballah hebrea, la palabra " piedra" es "Ebben", una unión de "Ab", "Padre", y "Ben", "Hijo". Así, significaría la unión entre el "Yo" superior y el yo inferior. Es esta una alusión a la "Piedra Filosofal" de los alquimistas? 7) Personajes en las cuatro esquinas, como en la catedral de Reims que, además, muestra una figura central irreconocible... ¿o es un montículo de piedra? En Reims se dice que representan a los cuatro constructores (provistos de símbolos masónicos), aunque en otros casos pueden ser ángeles o incluso los cuatro evangelistas. En realidad, otra representación de los cuatro elementos. 8) Una mujer o figura femenina. Simbolo y representación de la Diosa. Haciendo un breve resumen, el laberinto es un símbolo de un complejo y retorcido camino a través de nuestra existencia física para encontrar nuestro propio ser interno, realizar la autotransmutación y unirnos a nuestro propio Yo superior y, a través de él, con el Todo. Un repaso al simbolismo de Chartres Dado que el simbolismo de Chartres ha resultado especial en este trabajo, parece justo que lke dediquemos unas líneas a su particular simbolismo. Recordemos que este laberinto podía ser recorrido como sustitutivo del viaje por el Camino de Santiago para aquellos que no podían permitirse el viaje físico. Para empezar, se trata de un laberinto circular, evocando a la Divinidad y al Todo. Su recorrido serpenteante queda dividido, evocando con sus separaciones la forma insertada de la Cruz.

El sendero posée, en total, 28 giros de 180°, 7 en cada cuadrante. Ambos números poséen su propio simbolismo. Un mes lunar se compone de 28 días, así que hay, oculta, una relación con la Luna, otra forma de la Diosa. El 7 se refiere tanto a la cuarta parte del mes lunar como a los 7 planetas del ocultismo, a las 7 fases de la alquimia, a las 7 notas musicales, etc.


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Todo el recorrido se traza sobre una figura de 12 círculos concéntricos (incluido el círculo central), evocando la idea zodiacal. Tanto la idea de mes lunar como la idea de círculo zodiacal nos sitúan junto a la idea de "tiempo", tan ligada a nustro Saturno. La parte central contiene seis arcos y un treceavo círculo retenido en su interior, y 13 es el número de la Diosa, resumiendo el número de meses lunares que contiene un año lunar. Siguiendo con la parte central, el círculo rodeado por seis semicírculos evoca, por un lado, al septenario y, por otro, a la estrella de seis puntas, símbolo de los dos triángulos entrelazados (ver capítulo uno) y del Yo como punto de equilibrio entre las espirales ascendente y descendente. También evoca la forma hexagonal de la runa Hagal y la Flor de la Vida. Un elemento que me resultó curioso y divertido, aunque no pretendo sugerir, obviamente, que ese fuera el propósito de los constructores, surgió al comparar la forma central del laberinto de Chartres con la forma habitual para representar un átomo o la energía atómica. Curiosamente divertido, ¿verdad?

La Función Operativa Hoy en día, el uso de los laberintos está resurgiendo, especialmente de la mano de las corrientes feministas (o femeninas) New Age o neopaganas. Juegos, danzas y trazados de laberintos se han convertido en prácticas habituales, entre mágicas y lúdicas, que buscan una nueva conciencia. Pero el uso del laberinto de Chartres, por parte de los peregrinos, como una senda a recorrer con fines purificadores o iniciáticos, y prácticas similares vinculadas a otros laberintos antiguos -muchos hoy desaparecidos-, sugieren que ya antiguamente el laberinto no era sólo un elemento simbólico sino una herramienta de uso práctico. Pero ¿cual era su utilidad? Pienso que no sólo la de servir de símbolo de la búsqueda interior o de herramienta para que aquel que lo recorriera practicara, al hacerlo, la interiorización, como se refiere en los escritos eclesiásticos. Cuando miraba los laberintos clásicos de siete circuitos no podía evitar pensar que me recordaban una forma simplificada de un cerebro humano... Y, de pronto, se me ocurrió. ¿Y si el recorrido físico de un laberinto tuviera un efecto directo sobre el cerebro? ¿Y si la clave de los laberintos fuera que su experimentación, su recorrido, afectara directamente a la actividad cerebral y pudiera producir modificaciones directas sobre ella? Quizá eso explicaría por qué se asocia a los laberintos con una cualidad iniciática. Quizá por eso el recorrido de un laberinto como el de Chartres podía sustituir a la experiencia de recorrer realmente el Camino de Santiago. Es una posibilidad pero, desde luego, no bastaría con recorrer simplemente el laberinto, como no basta, a la vista de los hechos, con recorrer simplemente el Camino de Santiago para


102 iluminarse. Probablemente haga falta un estado mental especial y una cierta preparación interior antes de que el recorrido pueda tener un verdadero efecto, pero... ¿y si, pese a todo, fuera posible? Quisiera dejar esto como una simple teoría, una idea, pero también quisiera, al menos, exponer dos argumentos más que me hacen pensar que, quizá, no sea una idea tan descabellada: 1) Mercurio rige sobre el intelecto e influye sobre los procesos cerebrales (ya hemos hablado de ello) y lo hemos calificado como mensajero. Especialmente un mensajero que relaciona a dos elementos semejantes pero opuestos... ¿Y si eso se refiriera particularmente a los dos hemisferios cerebrales? Ambos hemisferios son iguales pero siguen funciones diferentes. Uno de ellos, el izquierdo, es claramente Yang, ocupándose de nuestra parte analítica y volcada al experior. El otro, el derecho, es nuestra parte Yin y cubre nuestro aspecto sensitivo, emocional y volcado al interior. La fuerza que interconecta ambos hemisferios puede fácilmente ser comparada al poder que llamamos Mercurio, así que una fuerza que interconectara ambos hemisferios y los hiciera trabajar juntos debería potencializar la capacidad mental y, posiblemente, cambiar el nivel de conocimiento al cambiar la percepción de la realidad.

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2) El giro, particularmente el giro sobre sí mismo, es una práctica empleada en forma real, y al parecer efectiva, por distintas escuelas iniciáticas, como los sufís, particularmente por los derviches. La práctica derviche de danzar en círculos pretende alcanzar así estados elevados de conciencia, probablemente por el efecto que el giro continuado tiene sobre los circuitos cerebrales. Pero no sólo los derviches recurren a esta práctica. La Santería, por ejemplo, que está alcanzando un importante auge últimamente, pretende, a través de danzas giratorias, entre otras cosas, abrir la mente para permitir que "entidades divinas" desciendan sobre el practicante, lo "cabalguen" (¿a qué nos recuerda?) y se expresen a través de él. En realidad, es una práctica que produce estados alterados de consciencia de manera temporal, liberando de forma controlada aspectos incontrolados del sujeto en forma de arquetipos. En ambos casos parece que el giro sí afecta a la manera de funcionar de nuestros cerebros. Aún hay un tercer argumento que puede resultar mucho más definitivo y que encontraremos en el siguiente capítulo, cuando hablemos de la espiral que se ubica en el interior de nuestro oído y que llamamos " caracol". ¿Y si el efecto se lograra por reiteración, como lo hacen los derviches? ¿Y si las curvas laberínticas fueran un sistema estudiado, ordenado deliberadamente, para provocar un paulatino cambio de consciencia? Desde ese punto de vista, los distintos giros tendrían un efecto en el cerebro del viajero que recorre el laberinto y conducirían a ese cambio buscado de conciencia. En cualquier caso, sólo la práctica continuada, abarcada desde un particular estado mental, puede darnos la respuesta definitiva.

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La Serpiente Sabia Este capítulo estaría incompleto si no hiciéramos, aunque fuera brevemente, mención al símbolo de la serpiente. La conocemos como la «gran tentadora», pero también la hemos visto como un símbolo de iniciación. La hemos visto en el Caduceo, en la energía llamada «Kundalini» (cuyo nombre procede de «kunda», girar) y en las serpientes gemelas que la custodian, en la serpiente que asciende por el Arbol de la Vida e incluso en relación con el Camino de Santiago. Representa a la espiral y se la encuentra representada en esa forma a menudo, es uno de los grandes símbolos telúricos y se conecta con los ciclos y con la iniciación. Pero también se la asocia con la figura de Lucifer, el gran tentador... Este aspecto dual de la serpiente, así como su papel de representación de la energía que sostiene la vida pero que, debidamente dirigida, produce la iluminación, la conecta tanto con la Diosa como con Mercurio. Y así debe ser, porque la fuerza de la serpiente, el poder serpentino, es la espiral misma, el propio laberinto, y su poder tanto nos ata a la materia, a la ilusión y a la Rueda de los Ciclos, como nos libera de ella. Es el poder que nos tienta, pero también el que nos hace «ir más allá» y, así, es la representación de la energía, de la «corriente» que se mueve a través de ambos polos de la Manifestación. Uno piensa que la Iglesia Cristiana realizó una obra maestra de la Anti Iniciación (Contrainiciación, diría Renée Guenon) al escribir: «Pondré enemistad entre la descendencia de la mujer y la tuya, y la mujer te pisará la cabeza». Quien tenga oídos para entender, entienda. Podría cerrar este apartado remitiendo a los lectores a mi libro «Lucifer, símbolo oculto de la iniciación», en uno de cuyos apartados escribo: «Entre los primeros cristianos florecieron los grupos que querían combinar fé y conocimiento, tratando de reconciliar (en lugar de combatir) las distintas corrientes filosóficas. Estos grupos, veneradores de Sophía (el conocimiento), se daban a sí mismos el nombre de gnósticos (de gnosis, conocimiento. Sophía


103 deriva de «sophos»,.saber). Entre los gnósticos podemos señalar a una secta denominada los «ofitas», que combinaría ideas zoroastricas con una cierta veneración hacia las serpientes. Su estudio acerca de ellas les llevaba a conectarlas con las ideas de eternidad e inmortalidad (dos de las cosas simbolizadas tradicionalmente por este reptil), dada su facultad de cambiar de piel mostrando un aparente rejuvenecimiento constante. Igualmente es símbolo de las fuerzas cíclicas ondulatorias y de la fuerza que puede ser usada dualmente, tanto para curar como para matar, lo que se muestra por el doble uso de su veneno.»

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Mitos del origen: Teseo La principal leyenda en torno al laberinto es la historia de Teseo. En ella, el rey Minos, de Creta, pide a Poseidón un sacrificio apropiado para los dioses y este hace salir del mar un hermoso toro blanco que Minos, finalmente, elige guardar como semental y no sacrificar. Poseidón, furioso por esta actitud, hace que la esposa de Minos, Pasifae, se obsesione con el animal y desée ser poseída por él. Con tal fín, encarga a Dédalo, un más que hábil inventor, una solución. Dédalo construye una vaca artificial en cuyo interior se coloca Pasifae y, de este modo, consuma su deseo. De esta unión nacería una bestria feroz, con cuerpo de hombre y cabeza de toro: el Minotauro. Se encarga a Dédalo (¡como no!) la construcción de una prisión para tal bestia y este construye el laberinto. Minos exige entonces a los atenienses un tributo de guerra que consistirá, cada 9 años, en la entrega de 7 muchachos y 7 muchachas para ofrecerselos al Minotauro. Teseo elige ir con uno de estos grupos con el fin de matar a la bestia. En su empeño cuenta con la ayuda de Ariadna, la hija de Minos, quien se enamora de él y le entrega un ovillo de hilo para que vaya desenvolviéndolo al adentrarse en el laberinto, pudiendo así hallar el camino de vuelta. Teseo mata al Minotauro y, gracias al hilo de Ariadna, logra salir del laberinto, aunque más tarde despreciará y abandonará a Ariadna, marchándose solo. Este mito contiene varios elementos de reflexión y vamos a centrarnos en algunos de ellos, los que parecen afectar más directamente a este trabajo:

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1) Poseidón, el «Señor de Atlantis», vuelve a aparecer. Y no sólo en esta versión del mito, sino también en otra leyenda en torno a Creta, probablemente anterior, en la que adopta personalmente la forma de toro para raptar y poseer a Europa. ¿Es un mito trasposición del otro? En cualquier caso, ambos mitos conectan a Poseidón directamente con el toro e, indirectamente, con el laberinto. 2) Pasifae parece provocar, debido a su concupiscencia, todo el drama. Quizá es un símbolo de la Diosa en su faceta caótica, destructora, y, también quizá, sea una visión degradada del poder femenino reinterpretada por los cultos patriarcales que reconstruyeron a su manera el mito. En cualquier caso, es su hijo, el poder bestial que debe ser vencido, lo que nos aguarda dentro del laberinto. 3) El Minotauro, al que ya hemos descrito como la parte bestial a vencer, evoca a Tauro por su cabeza de toro y nos recuerda que se trata de un aspecto terrenal, materialista. El combate es con una forma de pensar (cabeza) que nos ata a lo material, a las estructuras físicas. Podemos avanzar que nuestro combate iniciático no es (o al menos no solo) contra nuestrs bajos instintos, sino especialmente contra un modelo de pensamiento, contra un planteamiento ilusorio, un «mapa de realidad» falso. 4) Minos representa al guardian de los antiguos misterios, dado que no sólo no destruye a la bestia, hijo adultero y antinatural de su esposa (no suyo) a la vez que monstruo destructivo (según parece), sino que lo custodia y le ofrece sacrificios en el lugar sagrado, el laberinto. ¿Podríamos sugerir que aqui se nos ubica el origen cel simbolismo laberíntico en la Era de Tauro (-4100 a -2040 AC)? 5) Teseo, el héroe es otra figura curiosa. Las figuras heróicas de la antigüedad a menudo recaen sobre semidioses, hijos de un Dios y de una mortal (o viceversa) y partricipantes de ambas naturalezas. Resulta fácil evocar aqui el mito de los Gemelos Divinos. Este es un símbolo del iniciado, aquel que posée una parte humana y una espiritual o divina, el único que puede enfrentar a la bestia y al error. 6) Ariadna se vincula, por su propio nombre, con el mito de Aracné, la tejedora que fué convertida en araña. Con su hilo representa a la tejedora del entramado, igual que la araña teje su tela en espiral.Así, Ariadna representa a la misma Diosa, que le da al héroe las claves para su regreso en el caso de que consiga su objetivo. Resulta curioso y muy poco noble que, pese al amor que la mueve a ayudarle a él, el héroe la abandone una vez logrado su objetivo.., a menos que tenga un significado simbólico. El iniciado debe conocer y comprender la materia, el molde, pero no puede quedarse en él, sino trascenderlo. El hilo de la araña confecciona el laberinto, pero la meta del iniciado no es quedar atrapado en su tela. Mitos del Origen: La Senda del Labrys Delia Steinberg, en un artículo publicado en la revista «Esfinge» (n°3) nos cuenta otro mito relativo al laberinto. Según dicha autora, un Dios, que sería posteriormente identificado por los griegos como Ares-Dionisos (?), descendió a la tierra encontrando sólo oscuridad y tinieblas. Entonces se le entrega un arma, el «labrys»,


104 un hacha de doble filo, y se le dice que con ella ha de formar el mundo. El dios, antiquiisimo, según la autora, comienza a andar en círculos cada vez más estrechos, tallando la oscuridad con su hacha, y el sendero que abre se va iluminando paulatinamente. A este sendero se le llamaría «laberinto», es decir, «Tallado con el labrys». Cuando el dios termina de tallar el laberinto descubre que su hacha se ha convertido en luz, en una llama o antorcha. Este mito, que hasta el momento no he podido encontrar en ninguna otra fuente, no entra en contradicción básica con los significados esotéricos ya expuestos. Añade, sin embargo, dos elementos nuevos: la antorcha y el «labrys». La antorcha tiene su representación entre las runas vikingas: la runa «Ken» o «Kaunaz», y su significado es el de «iluminar en la oscuridad», hacer luz, siendo representada por la antorcha y asociándose al conocimiento, al descubrimiento de lo escondido, a la ciencia y a los estudios. No es dificil encontrar asociaciones entre Kenaz y Mercurio, el iniciador y dios del intelecto. El labrys «teje» el laberinto, así que se le puede relacionar con el Saturno, con la diosa tejedora, aunque es una asociación algo forzada. Pero el labrys sí tiene una relación directa con este trabajo. Una vez más, es Katherine Neville quien encuentra esta conexión y hace aparecer el «labrys» en «El Ocho»:

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"-Desde que ví aquel paño en casa de Minne, he estado tratando de saber a qué me recordaba. Y ahora lo sé. Es una antigua hacha de doble filo llamada "labrys", que tiene forma de número ocho. Los antiguos micenos la usaban en Creta... -El juego de ajedrez más antiguo que se conoce se encontró en el palacio del rey Minos, en creta... el lugar donde se construyó el famoso laberinto, llamado así por esa antigua hacha. El juego es del año 2.000 antes de Cristo. Estaba hecho de oro, plata y gemas... Y en el centro tenía tallado un labrys..." Pero esto es sólo un elemento anecdótico más del labrys. La relación fonética entre "labrys" y "laberinto" resulta obvia, pero, además, Sig Lonegreen refiere el hallazgo en grandes cantidades de esta figura en las excavaciones del palacio del rey Minos de Creta, en Gnosos, así como en Troya (recordemos las "trojeborg"), lo que vuelve a conectarlo con el laberinto y los mitos táuricos. La misma autora afirma: "Esta hacha especial, que había sido usada originalmente por las guerreras escitas como un cetro, fué favorita de las amazonas. Ha llegado a convertirse en uno de los símbolos modernos del poder de la mujer y de la Diosa. También es un símbolo muy poderoso de nuestra época. Parece existir una relación íntima entre la Diosa y el laberinto y el hacha de dos cabezas, el labrys. Ni siquiera la palabra fué originalmente cretense. Procedía de la costa sudoeste de Turquía, de una tierra llamada Caria. Caria fué una colonia griega, pero "labrys" y "laberinto" no son palabras griegas, provenían de un pueblo más primitivo que vivió allí, los Caunianos, que no hablaban una lengua indoeuropea, a diferencia de los conquistadores griegos".

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La obra de la señora Lonegreen está muy teñida de una tendencia esoterico-feminista, así que se observan algunas afirmaciones muy tendenciosas en el texto (las amazonas, por ejemplo, pertenecen más al mito que a la historia). Tampoco parece muy lógico que los símbolos de un pueblo sometido y apenas significativo en la hisoria se hayan convertido en elementos centrales no de una, sino de varias culturas, y no parece lógico que se importaran unas palabras y luego se les asociaran símbolos propios. Tampoco he encontrado documentación que confirme esta exposición y la referencia a "guerreras escitas" y a su uso como "cetro", pero sí me llamaron la atención dos cosas: La afirmación "Parece haber una íntima asociación entre la Diosa y el laberinto, y el hacha de dos cabezas, el labrys"- que rellenaría algunos huecos de lo expuesto cuando hablábamos del labrys y la antorcha-, y la mención a una tierra llamada Caria. Esto último porque evoca no a unos casi anónimos Caunianos, sino a una raza que menciona Katherine Neville en su obra. Un pueblo que consagró muchas de sus ciudades al nombre de su principal Diosa, Car o Qar, dando lugar a ciudades como Cartagena o Cartago. Una raza de cabellos de fuego, de marinos y comerciantes. Una raza blanca, rodeada de misterios, que requeriría un estudio por sí misma. Una raza que apareció en un lugar donde lo habitual eran razas de piel algo más oscura y de la que se desconoce el origen. Una raza, en fín, que sí estuvo ligada al símbolo del laberinto y al "labrys" (que no era usado como cetro, ni especialmente por mujeres), aquellos que fueron llamados los "Phoenikes", la "gente del Fenix": los Fenicios. Si el símbolo no fué realmente suyo, al menos sí es seguro que tuvieron la oportunidad de difundirlo por todas las culturas de la cuenca Mediterránea, ya que estuvieron en tratos con todas ellas. Una raza, en definitiva, curiosa porque alcanzó la magnitud casi de Imperio y, sin embargo, más que fundadora de países fué establecedora de colonias y puertos a lo largo del mar que dominaban, el Mediterráneo. No obstante, no es esa la única conexión con el labrys y el laberinto. En la parte opuesta de Europa, en el norte, se habían establecido las corrientes arias y los celtas, particularmente, extendieron las formas


105 laberínticas en su difusión. Los arios, domadores de caballos y procedentes "del Norte", traían consigo costumbres nuevas y el hacha de doble filo. La figura del hacha de doble filo la encontramos extendida abundantemente entre los vikingos, una raza blanca, de cabellos rubios o rojos y de hombres muy vinculados con el mar y la conquista. ¿Coincidencia? Creemos que no.

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El Enigma Fenicio Vuelve a ser Catherine Neville quien relaciona a los fenicios con la parte velada de su obra y, consecuentemente, con la línea que estamos desarrollando aquí. Así, leemos en "El Ocho":

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"-Desde que ví aquel paño en casa de Minne, he estado tratando de saber a qué me recordaba. Y ahora lo sé. Es una antigua hacha de doble filo llamada "labrys", que tiene forma de número ocho. Los antiguos micenos la usaban en Creta... -El juego de ajedrez más antiguo que se conoce se encontró en el palacio del rey Minos, en creta.. .el lugar donde se construyó el famoso laberinto, llamado así por esa antigua hacha. El juego es del año 2.000 antes de Cristo. Estaba hecho de oro, plata y gemas... Y en el centro tenía tallado un labrys... - La Diosa de la Luna- susurré-. El ritual del laberinto... "En medio del mar oscuro como el viento, hay una tierra llamada Creta, una tierra hermosa y rica gestada por el agua.." Recordé que se trataba de una isla habitada por los fenicios, como las otras islas del Mediterráneo. Es decir, una cultura como la fenicia, laberíntica, rodeada de agua... que adoraba a la Luna." Pero será Juan García Atienza ("La Meta Secreta de los Templarios") quien nos introducirá de lleno en el enigma de los Fenicios en el aspecto que nos concierne:

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"Baalbeck es, en todo caso, la única muestra patente de una cultura tecnológica y científica de un pueblo, los fenicios, que tuvo fama de constructor y no ha dejado apenas restos de sus edificaciones, que inventó el alfabeto y no dejó literatura, que fué marino y no nos legó relación directa alguna de sus viajes o de sus conocimientos náuticos..." Parece que su origen se asocia a la raza de Kush, una civilización pareja a la egipcia, y que se asentaron en la vecindad de los hebreos, fundando ciudades aisladas que nunca llegaron a constituir un estado unificado. De su raza surge un personaje que colaboró con los hebreos y que nos es crucial: Hiram de Tiro, el constructor del Templo de Salomón, donde se forjaron los Templarios, y el maestro constructor al que se refieren y respetan los masones. Nudos que se atan una vez más. Atienza nos cuenta que Feniucios y Hebreos formaban parte de la misma familia cananea, distinguiéndose sólo por su religión. Sin embargo, sabemos que su aspecto físico como mínimo se fué distanciando, si alguna vez fué realmente el mismo, ya que los fenicios son descritos como de piel blanca, altos y de cabellos rojos o rubios, lo que no es frecuente (más bien inexistente) entre los hebreos que, junto con los árabes, acaban componiendo la raza llamada "semita". Todo esto es más importante de lo que parece, porque puede ser el lazo de unión con la "conexión aria". La teoría de la migración aria plantea que esta raza, a la que se tiende a llamar "indoaria" si bien la India fué una de sus conquistas y no su lugar de origen, se expandiría en tres grandes migraciones, no necesariamente sucesivas, que se abrirían hacia el Valle del Indo, hacia Europa (Aqueos, etc.) y hacia el Norte de Africa, dando lugar a los pueblos Iranios y, también, por mezcla con las razas autóctonas, a los semitas. Jean Deruelle, en "El Desafío de los Atlantes" se decanta por la hipótesis del origen nórdico y escribe:


106 "Los pueblos se llevaban sus características propias, en especial la lengua. Y desde los tiempos gravetienses de los cazadores de renos, escandinavos y balto fineses participaban de la misma cultura. Sus lenguas debían de ser parecidas. ¿Cómo asombrarse de que la similitud se encuentre de nuevo en los países que invadieron, con matices entre escandinavos, partidos hacia Europa y Oriente Próximo (grupo lingúistico centum), y balto fineses, desviados por el Mar Negro en dirección al Cáucaso, Irán y la India ( grupo satem). ¿Acaso los zoroastricos de Irán no decían que sus antepasados habían venido de un país donde la vida era bella, pese a sus diez meses de invierno? ¿Y no es el letón muy similar al sánscrito? Cuando cuesta imaginar el placer que habrían sentido unos hindús viniendo a Lituania a instalarse, se calibra lo desafortunado del término "indoeuropeo", que enseguida sugiere una difusión de Oriente hacia Occidente" Quizá los fenicios son los representantes de la rama aria que descendió hacia la cuenca Mediterránea, eso explicaría muchas cosas, Atienza acaba por relacionar el símbolo del "labrys" con esta cultura y, probablemente, también provenga de ellos el símbolo del laberinto. En cualquier caso, relaciona la forma del "labrys" con la imagen de una cabeza de toro, vinculando todo ello con la Era de Tauro:

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"La Era de Tauro corresponde, en la precesión equinoccial, a los años 4813 a 2153 A.C., y se caracteriza, en las civilizaciones históricas, por el culto a divinidades táuricas. Es la época de Apis y Athor en Egipto, la de los toros alados babilónicos, del toro Tamos céltico, del toro irlandés de Cualungé. Es también la época del esplendor cretense de Cnosos y del Minotauro, la de la fundación de la primera Troya ( 3000 AC), la de las culturas urbanas de la India (2800 AC) y la de la fundación de Tiro (2750 AC). En ésta época, exactamente en el año 3760 AC, comienza la Era Judía."

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Atienza sigue sugiriendo que en esa época floreció una gran cultura que, sin embargo, desapareció sin dejar apenas rastro. Y, no obstante, quizá debemos preguntarnos ¿y si no se desea encontrar ese rastro? Tal vez no encontramos rastros de los fenicios porque no buscamos donde debemos ya que no podemos considerarlos como una cultura aislada sino en contacto con muchas otras. De paso, podemos señalar que también en la India aparecen numerosas figuras con cabeza de toro o vaca y también algunas de ellas que sólo conservan los cuernos del animal, lo que indujo, equivocadamente, a calificarlos como " diablos". Y así, no obstante, los personajes están en su lugar para la gran representación. Una vez más, ¿de dónde surgen esos hombres blancos, de cabellos rojos y que usaban el hacha de doble filo además de ser expertos marinos? Como hemos visto, encontramos algo muy similar en el Norte, porque podemos ver hombres de cabellos rojos en Escocia, en Escandinavia y en Irlanda, y en las áreas de expansión europea original de celtas y vikingos. Y también sabemos que los vikingos eran grandes navegantes.., y que los arios, padres de todos ellos, trajeron consigo el hacha de doble filo...

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Como decía mi abuela, "si cacarea como un pollo, tiene plumas como un pollo y sabe como un pollo... ¡debe de ser un pollo!" La tremenda semejanza entre los hombres del Norte y los Fenicios sugiere un tronco común. Siguiendo la teoría de la expansión aria ¿no podrían ser los Fenicios la expresión de la rama africana Si eso se confirma, muchas piezas de nuestro puzle pasan a encajar: 1) Entendemos por qué el floreci miento de la cultura India (2800 AC) y la Fenicia (fundación de Tiro, 2750 AC) sucedieron prácticamente al mismo tiempo. 2) También podemos comprender las similitudes entre los alfabetos fenicio, rúnico, hebreo antiguo, griego antiguo (arios aqueos), romano y etrusco, e incluso los alfabetos ibérico y tarteso que, aunque los antropólogos parecen "no saber ubicar" mantienen enormes semejanzas con aquellos. 3) También esto permitiría explicar las conexiones entre hebreos y vikingos, o incluso entre arios y egipcios. 4) Igualmente, esta civilización, la Fenicia, permite entender que no fué casual que unos mismos símbolos se extendieran por toda la Cuenca Mediterránea. 5) Finalmente, es comprensible la extensa similitud de símbolos en todas las áreas de influencia aria. La Tabla siguiente, con la que finalizamos este capítulo, muestra las similitudes entre diversos alfabetos, aunque en muy contadas ocasiones el valor fonético de la letra varíe levemente, lo que pudiera no ser debido tanto a una verdadera diferencia sino a la valoración de los intérpretes.


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Capítulo XI Música, física, química.... ¡Matemática!

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El esoterismo, la mitología y el símbolo recurren una y otra vez al número. De hecho, como hemos visto en este trabajo, parecen girar en torno a él. Aunque los libros escolares y universitarios tiendan a «olvidarlo» o a esconderlo, como avergonzados, lo cierto es que muchos matemáticos, como el mismo Pitágoras, han coqueteado con el esoterismo o se han sumergido plenamente en él. Igualmente, otras ciencias han estado relacionadas con el esoterismo, aunque hoy en día se esfuerzan en mantenerse apartadas y negar sus orígenes, si bien no siempre lo logran ya que, a veces, acaban convergiendo en los antiguos postulados sin ser conscientes de ello (p.e. la Teoría del Big Bang). Puede discutirse el aspecto supersticioso y aceptarse que la Ciencia tiene la obligación de desmarcarse de falsedades y supercherías, pero es imprescindible que asuma sus raíces completas o, al renegar de sus orígenes, puede perderse algo vital. Medicina y Magia, Química y Alquimia,Astronomía y Astrología, sin olvidar a la Física, que se nutre de muchos descubrimientos antiguos, han hecho sus caminos paralelos y ligados hasta que el racionalismo decidió separar sus caminos en una división en parte lamentable y en parle necesaria. Necesaria, porque no podemos confundir el hambre de saber de algunos de los «grandes», como Lull, Bacon, Da Vinci, Arnaldo de Vilanova, y un largo etc. con el oscurantismo supersticioso que algunas religiones, filosofías y aprovechados han potenciado y tratado de mantener para conservar su dominio sobre los demás. Es necesaria la Ciencia, la prueba, la demostración, no batsaba, ni batsará, con la simple creencia. Solo cuando los datos han podido sostenerse en un estudio sólido ha valido la pena o ha podido irse más allá con ellos. Lamentable porque divorciar el conocimiento de su parte espiritual nos puede llevar a la miopía, a no ver, a limitarnos, a no considerar de entrada ciertos factores que puesden ser reales y vitales (recordemos que la Ciencia, en realidad, no descarta nada a priori), a perder una parte indefinible, pero esencial. Aun sabiendo que sólo podemos percibir una parte limitada de la realidad (p.e. no vemos por encima del violeta o por debajo del rojo y, sin embargo, sabemos que existen «colores» más allá de esa franja) tratamos de usar una medida basada en nuestras limitaciones no solo para comprender, lo que es lícito, sino para negar, lo que es, a la vez «científico» (con «c» pequeña) y anti Científico. No pretendo que esta obra sea oscurantista sino clarificadora, no busco «diabolizar» sino reunir, así que la Ciencia debe ser considerada como una parte esencial del camino y afirmo que la verdad no puede sostenerse sólo en la creencia, sino que es preciso aplicarle el análisis, la razón, aunque eso no quiera decir que los límites de nuestra razón tengan derecho a imponerse sobre la verdad, recordemos que «el mapa no es el territorio». Esta obra es un conjunto de hipótesis que, tal vez, puedan ser discutidas, o incluso rebatidas, pero que se han elaborado por el método del análisis, comprobando y contrastando


109 datos con la intención de dar un paso más hacia la comprensión. Recordemos que así, mediante ensayo y error, es como ha avanzado la Ciencia que, dicho sea de paso, debería ser un poco más humilde al comparar la inmensidad de lo que desconoce frente a lo poco que conoce. Sea como fuere, si recordamos la Ley de Analogía Hermética no podremos olvidar que «como es abajo, así es arriba», y viceversa. Cualquier «verdad» de la humanidad deberá inevitablemente reflejarse en la Creación. La idea es que las mismas ideas pueden encontrarse, en lenguajes levemente distintos, en todos los niveles, desde la biología y la física hasta la filosofía y la mística. Así, la actual teoría del Big Bang, por ejemplo, no dista mucho de la Cosmogonía planteada por Pitágoras o por los Kabalistas (Todo surgiendo del Uno) hace unos 3.000 años. No metamos todo el conocimien to esotérico en el mismo saco, como no metemos la medicina moderna en el mismo saco que a los que resolvían los males con el uso de sanguijuelas. Aprendamos a distinguir a los buscadores del saber (con sus errores y aciertos, que la Ciencia también ha tenido) de los meros ignorantes y aprovechados a los que sólo les importaba cómo aprovecharse de ese saber (o de lo que entendían de él) para sus propios fines.

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El Poder del número No sólo el esoterista utiliza el número para describir la Manifestación, sino que cualquier matemático tiende a reducir a número su análisis de lo creado. Es curioso que, siendo un elemento tan concretador, no haya nada más abstracto que un número. En efecto, decir «uno» o «dos» carece por sí mismo de sentido a menos que lo asociemos a algún concepto ( una manzana, dos sillas...) y, sin embargo, esos elementos abstractos y sus combinaciones (fórmulas) son nuestra principal forma de conocer nuestro mundo y el por qué funciona como funciona. Muy a menudo, una determinada posibilidad (física, química, astronómica, etc.) ha sido desarrollada matemáticamente antes de poderse llegar a su constatación física. Aún hoy, muchos de nuestros conocimientos no han sido experimentados en la práctica y nos sostenemos en sus demostraciones matemáticas. Igualmente, muchos avances científicos han necesitado desarrollarse primero sobre el papel, en el cálculo (los hermanos Wright, por ejemplo, debieron hacer muchos cálculos antes de plantearse su primer vuelo...) Así pues, el número, la fórmula, es una de nuestras principales claves de conocimiento. Todo lo existente se sostiene, de un modo u otro, en el número. Esto mismo, así como está expuesto, podría formar parte de un tratado kabalístico en el que se afirmara al número como el concepto previo a la cosa, y el causante de la cosa en sí. Ya hemos encontrado una relación directa entre la informática y este trabajo, pero hay muchas otras conexiones. Katherine Neville ensalza así, en su libro, la importancia de las matemáticas:

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"Ahora comprendía por qué los matemáticos se sienten recorridos por una onda trascendental de energía cuando descubren una nueva fórmula o descubren un nuevo patrón en algo que han contemplado mil veces. Sólo las matemáticas proporcionan el sentimiento de atravesar otra dimensión, una que no existía en el tiempo y el espacio.., esa sensación de caer dentro y a través de un acertijo, de tenerlo en torno de manera física... Comprendía a Pitágoras cuando decía que las matemáticas formulaban una unidad con la música." El Ojo de la Física Al margen de la Física Cuántica, cuyos postulados se relacionan totalmente con los planteamientos esotéricos, la rkisica tradicional posée abundantes conexiones con nuestro trabajo. Para empezar, la existencia de Materia y Antimateria ya nos habla de la dualidad con la que el esoterismo plantea el comienzo del mundo. Pero la estructura básica de la materia se reduce a moléculas que, a su vez, se componen de átomos. Y la raíz del átomo vuelve a llevarnos a la dualidad: electrones y protones, carga negativa y carga positiva, Yin y Yang, compensándose y equilibrándose mutuamente. De esas dos partículas- ¿o quizá deberíamos decir cargas?- se componen todos los elementos. Todo cuanto conocemos se compone de apenas unos cuantos elementos, y la diferencia entre ellos es más de cantidad que de cualidad. Un electrón de oro y uno de plomo no se diferencian en nada, el electrón (o el protón) no determina la cualidad del elemento. Lo que distingue un elemento de otro es el número y la razón, el orden, el modo en que electrones y protones (y neutrones, si se prefiere) se combinan. AAsí, la dualidad esencial del esoterismo parece confirmarse (al menos hasta donde sabemos) en la esencia de la estructura misma de la materia. Pero, recordémoslo, esa dualidad es sólo una polarización diferenciada de la unidad, así que quizá haya un paso más, un único elemento que se expresa como electrón o protón según el caso y que la Ciencia está aún por descubrir. También nos dice la Física que nuestra percepción identifica el entorno debido a las vibraciones que perciben nuestros sentidos. Sonido y color, hasta donde sabemos, vienen definidos por longitudes de onda, y son ondas lo que nos bombardea constantemente determinando la información que recibimos del entor-


110 no. Y una onda, una vibración, es sólo movimiento alterno, número. Sabemos esto respecto a la vista y al oído, pero ¿y si fuera igualmente cierto en cuanto a los otros tres sentidos? ¿Y si fuera sólo vibración lo que informa a nuestro gusto, olfato y tacto? Si así fuera, también estaríamos limitados dentro de una franja de percepción y existirían niveles de información por encima y por debajo de nuestras limitaciones. ¿Cómo considerar una realidad desde esa perspectiva? Podríamos hablar de percepciones ultrolfativas o infragustativas... Parece que se está progresando en esa dirección, particularmente en el campo informático, donde se intenta sustituir impulsos olfativos por estimulaciones electrónicas, en definitiva, simple información, aunque quizá fuera más sencillo estimular directamente las zonas olfativas cerebrales que los órganos directamente implicados. También se habla de las feromonas, informaciones que se perciben por vía olfativa aunque no se registren a nivel consciente... Poco a poco nos acercamos a la idea de que olfato y gusto (recordemos lo ligados que se hallan ambos sentidos) pudieran ser simples códigos de información, como ocurre con vista y oído. El problema surge cuando aplicamos el mismo concepto al tacto.

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En efecto, tenemos una sensación del «Yo» basada en la sensación muscular, y tenemos ideas muy arraigadas en torno a la idea de lo «sólido». Con mucha dificultad, podemos acercarnos a la idea de lo infratactil e imaginar una sustancia tan sutil que pudieramos atravesarla sin alterarla. Nuestra mente lo asocia vagamente con la idea de atravesar el aire, aunque eso no sea cierto porque sí afectamos al aire al atravesarlo, desplazándolo. Algo así sería lo que se interpreta por «visiones» o «fantasmas», pero eso queda para la imaginación... ¿o no? De hecho, es casi lo que hacemos al atravesar una proyección holográfica, no modificandola con nuestra intromisión. Pero nos es mucho más dificil comprender el concepto de lo ultratactil. ¿Cómo podemos concebir algo tan denso que escape a nuestro sentido del tacto? Cuanto más densa sea una cosa ¿no será también más sólida? Y, por tanto, ¿no será cada vez más perceptible a nuestro tacto? Sin embargo, la Física empieza a hablar de la «Materia Oscura», una substancia tan densa que podría atravesarnos sin producirnos alteración alguna. Para comprender esto no tenemos más alternativa que modificar «levemente» nuestro «mapa de realidad». Vayamos por partes. ¿Acaso no nos movemos inmersos en una «sopa» de ondas de diferentes clases (radio, televisión, móviles, radios cósmicos, emisorias de radioaficionados, etc.) que dificilmente ( aunque puede ocurrir) se interfieren unas a otras, dependiendo la calidad de percepción sólo de la calidad del receptor? ¿Acaso algunas de estas ondas- vd. puede, por ejemplo, escuchar la radio entre cuatro paredes- no son capaces de atravesar en mayor o menor grado la materia física? Y eso que estamos hablando de ondas que se hallan dentro de nuestra «franja» de realidad.

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Quizá deberíamos cambiar nuestro concepto de lo «sólido». En realidad, esa mesa sobre la que vd. golpea, ese suelo sobre el que pisa, esas cosas que dan sensación de «solidez», no son en absoluto cosas compactas. Realmente, como hemos visto, son cosas, como vd. mismo, que están formadas de moléculas, y estas, a su vez, de átomos. Así, las cosas físicas están compuestas de átomos, nada más. Y en esos átomos, los espacios vacíos son infinitamente más grandes que los llenos. Un electrón cabe millones de veces entre el lugar que ocupa y el núcleo atómico. Así, cualquier cosa física, vd. mismo, posée más espacios vacío que llenos, pese a la apariencia de lo contrario. ¿Es inconcebible que algo pueda atravesarnos por esos espacios vacíos con un riesgo mínimo o nulo de que se produzca alguna colisión? Este concepto nos llevaría a dos conclusiones: a) La materia «sólida» no es tan sólida como creemos; y b) Puesto que los electrones están en constante movimiento, tampoco esa materia, aparentemente inmovil, está nunca quieta. No existe la inmovilidad sino el constante movimiento, así que, según una de las leyes del Kybalion, «Todo vibra, todo está en constante movimiento». Sin embargo, vd. puede estrechar la mano de un amigo y no la atraviesa. Es más, si, como algunos plantean, lo que mantiene unidas a las células es un poder de cohesión o atracción entre células semejantes ¿cómo es que al separar las manos cada uno se lleva sus propias células sin que haya intercambio? Tendríamos que concluir que hay algún elemento más que habitualmente se nos escapa. La teoría que más me convence al respecto es la que plantea la existencia de un «campo de forma», una especie de «campo magnético» que describiría y mantendría unificada cada forma, reteniendo en su interior las partículas que la componen y distribuyendo cada nueva partícula en su lugar (en el caso de las formas vivas) para sustituir a las que se van deshechando. Esta teoría se relaciona con la de los «campos morfogenéticos», pero no es nueva en absoluto porque ya la Kabballah planteaba un concepto idéntico en torno a la esfera de Yesod, la que corresponde a la Luna, en el Arbol de la Vida, y en el modo en que esta moldea y sostiene las formas de Malkuth. Según esta teoría, lo que chocarían realmente en un contacto no son directamente las células, sino los campos. ¿Estamos describiendo lo que los esoteristas denominan «aura»? En cualquier caso, tales campos no serían sino «moldes» o «modelos», es decir, información. Una extensión de esta teoría nos llevaría al concepto de «vibración» como una explicación de lo que llamamos «realidad». Así, la «realidad sería tan sólo el fragmento de la existencia contenido dentro de una «banda» de frecuencia vibratoria. Para entendernos, vd. posée un aparato de radio con el que puede


111 sintonizar distintas emisoras, pero existen muchas más emisiones de las que vd. puede captar y vd. no puede percibirlas debido a que su receptor tiene una capacidad limitada, ya sea debido a la frecuencia o a la distancia de tales emisiones. Según esta teoría, lo que llamamos realidad sería tan solo el conjunto de información, el conjunto de vibraciones u ondas, que podemos ser capaces de percibir e interpretar. Una vez más, el «mapa» que define un «territorio». Mantengamoslo únicamente como teoría pero ¿no es eso, en el fondo, la meta a la que apuntan las distintas conclusiones de este trabajo? ¿Y si todo el trabajo iniciático no fuera sino un proceso de cambio en nuestros receptores, una alteración de la conciencia que pudiera llevarnos a una visión radicalmente distinta de la realidad sin dejar, no obstante, de integrar lo que conocemos como tal? Y, ya que estamos, el hecho de que no nos autopercibamos más que dentro de las limitaciones impuestas por nuestra «banda» de percepción ¿significa necesariamente que no existamos a otros niveles, en otras frecuencias? Si eso fuera así ¿no podría ser la muerte sólo un cambio de consciencia en la que dejamos de percibir nuestra expresión dentro de una determinada «banda» limitada de frecuencia para darnos cuenta de que nosotros somos mucho más que esa expresión particular? ¿No sería eso una forma de inmortalidad?

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Pero dejemos donde están las teorías. Que sirvan, básicamente, para hacer pensar. Hemos visto que la raíz de todo cuanto existe es movimiento. A un movimiento oscilatorio, de ritmo constante, le llamamos «onda» o «vibración», aunque también hemos visto que una «vibración» no es más que número, información. Así, todo vibra, y todo cuanto percibimos es vibración. Y la vibración se propaga en forma de ondas, siendo la onda una oscilación constante entre dos polos que se propaga en línea recta. Si buscamos el término en el diccionario podemos encontrar:

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«ONDA: (Física): Es la propagación de una perturbación en el espacio y en el tiempo. Si en el seno de un medio elástico cualquiera se produce una perturbación local, ésta se transmite a las partículas vecinas, de estas a las inmediatas y así sucesivamente, de suerte que al cabo de algún tiempo todo el medio se encuentra en movimiento; cada partícula oscila sin avanzar, pero la perturbación afecta a todas las del medio material, del cual se dice que transmite un movimiento ondulatorio»

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No obstante, quizá la definición debería revisarse en parte si uno se plantea que las ondas pueden propagarse en el vacío, como puede ocurrir, por ejemplo, en el espacio, pero sea como sea describe la idea. La vibración, a su vez, es descrita como «movimiento oscilatorio». Es bastante dificil, hoy en día, oponerse al principio de vibración expuesto en el Kybalion y que se resume en muy pocas palabras: «Todo vibra, todo está en permanente vibración, todo es una expresión de la vibración». Si todo vibra, todo cuanto percibimos no es sino vibración. Podemos decir, pues, que nuestra descripción del mundo, nuestro mapa de realidad, viene definido única y exclusivamente por la información que nos suministran tales vibraciones y por la interpretación que hacemos de ellas. Sonido y color, por ejemplo, son elementos que percibimos debido a las ondas que recibimos por medio de nuestros sentidos de la vista y el oído. Una vez allí, la información es transmitida al cerebro en forma de impulsos nerviosos y éste se encarga de decodificarla. El resultado de esto es el acto de ver u oir. Esto nos lleva a varias conclusiones: 1) La onda misma es una expresión física del postulado esotérico. Opera en la interacción de dos polos (que también podemos ver como los dos círculos de nuestro Ocho) a través de moviento alterno entre ambos. Curiosamente, este movimiento es el que se describe esotéricamente como el primer movimiento: el giro, la curva o sucesión de curvas que vuelven cíclicamente al mismo punto una y otra vez. 2) La onda se aleja una y otra vez de su punto inicial para regresar de nuevo a él tantas veces como se aleja (oscilación), pero en otro punto del espacio (ver dibujo). Cuando el punto vuelve, tras su movimiento oscilatorio curvilíneo, al mismo lugar, está, sin embargo, alejado espacialmente del lugar que ocupaba en el ciclo anterior.

3) Esa característica hermana la onda con la espiral, ya que en la espiral el proceso es el mismo: siguiendo la curva vuelve una y otra vez al mismo sitio... pero en un espacio o nivel distinto. 4) Como en el caso de los electrones, entre las distintas ondas no hay realmente una diferencia de cualidad, sino de número (longitud y frecuencia)


112 Llamamos vibración a la alternancia u oscilación, a un ritmo constante, entre los dos extremos o polos. Llamamos «longitud de onda» (X) al número de «olas» o «crestas» de la onda que pasarían por un punto determinado en un segundo. Así: X = 1/t Hz. Arz Bro Naoned, en «Energies Sacrees: Les Runes:» puntualiza: «Pero las ondas se propagan siempre a la misma velocidad (aprox. 300.000 km/s), lo que quiere decir que no hay ondas lentas o rápidas sino ondas de alta o baja frecuencia.» Así pues, la única diferencia entre una onda roja y otra violeta, entre un do y un sí, es simplemente de número, el número de veces que, en un segundo, la onda salta de Yin a Yang y viceversa. Es una diferencia de longitud (arcos más espaciados o menos).

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Todo es información Pero si la onda es, básicamente, información, lo cierto es que esa información está condicionada al receptor. Es un hecho que, al menos en tres de nuestros sentidos (vista, oído y olfato) hay informaciones que están más allá de nuestra capacidad de recepción: ultra e infrasonidos, ultravioletas e infrarrojos, y toda una gama de informaciones paraolfativas que incluyen, por ejemplo, la información emitida por las feromonas. Si una información está más allá de nuestra capacidad de recepción, el mundo descrito por ella no existe para nosotros, está más allá de nuestra realidad... ¡pero eso no quiere decir que no sea real! Por otro lado, cualquier defecto mental o físico del receptor (como en el caso de los daltónicos, por ejemplo) determinará una no percepción o una deformación de la información recibida dando lugar, en consecuencia, a una realidad más o menos diferente de la habitual.

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Y ya hemos planteado que una interpretación errónea o limitada de la información (limitación de lenguajes) da como resultado la construcción de una realidad diferente a la que, no obstante, adaptamos nuestra forma de vida. Eso también ocurre en la percepción sensorial. Sabemos que bajo el efecto de alucinógenos los afectados han llegado a describir confusiones entre las distintas percepciones sensoriales, mezclando, por ejemplo, sonido y color y relatando que «veían los sonidos y oían los colores». Un estado alterado de conciencia no alterará la información, pero sí nuestra traducción de ella, y no tenemos bases fiables para decidir qué nos afecta a lo que sería una percepción «real» y qué nos aleja de ella ya que, al fin y al cabo, para decidir qué es verdad debemos ceñirnos a unos estandares de información.

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Un ejemplo de esto lo podemos ver en algunas experiencias de hipnosis, cuando el sujeto puede ser sugestionado para confundir sus percepciones y degustar una cebolla como una sabrosa manzana o ver cosas que realmente no están allí, o incluso bailar al son de una música que no existe. Aún queda otro elemento. La información puede considerarese, tomarse como real, aunque no exista realmente esa onda o vibración de la que parte. Esto ocurre cuando el cerebro genera una información aunque esta no proceda de ninguna información sensorial, tomando como real algo que, al menos en el sentido comunmente aceptado, no existe. En un resumen rápido: 1) El universo es vibración. 2) La vibración es la rápida alternancia entre dos polos. 3) La única clave que distingue las vibraciones entre sí es el número. 4) El conjunto de las distintas vibraciones y sus variables, es todo lo que tenemos para establecer nuestra descripción del mundo y, aún así, esa información está sujeta a interpretaciones particulares. 5) Si todo es vibración teoricamente sería posiblemente transformar una cosa en otra simplemente alterando su vibración, modificándo su código numérico, si supiéramos como hacerlo. 6) A todo ello se añade el hecho de que la naturaleza de la realidad que percibimos está limitada por nuestra percepción de ella, y de que dicha percepción no podemos estar seguros de hasta qué punto es cierta porque dependemos de las limitaciones de nuestros receptores y de nuestros mecanismos de interpretación/traducción, ya sean físicos o mecánicos, por lo que pueden existir otros niveles de realidad, otros modos de procesar la información a los que normalmente no tenemos acceso a menos que lleguemos a alterar nuestros receptores, nuestros mecanismos de interpretación (formas de pensar) o nuestros «mapas de realidad». Algo de todo esto trataba de plantear Carlos Castaneda cuando escribía, en su «Viaje a lxtlan»: «Para Don Juan, pues, la realidad de nuestra vida diaria consiste en un fluir constante de interpretaciones pereceptuales que nosotros, como individuos que comparten una membrecía específica, hemos aprendido a realizar en común... La frase «parar el mundo» era en realidad una buena expresión de ciertos estados de conciencia en los cuales la realidad de la vida cotidiana se altera porque el fluir de la interpretación, que por lo común corre


113 ininterrumpido, ha sido detenido por un conjunto de circunstancias ajenas a dicho fluir.» Y, ya que estamos, me parece interesante añadir otra cita de "Energies Sacrees: Les Runes": "La última longitud de onda conocida actualmente pertenece al dominio de la " desintegración del átomo" y es de 0,000.000.0018 mm. Llegados a este punto, las ondas se convierten en rayos." Para terminar este apartado, también me parece interesante citar al físico-biólogo G. Lahkovski, cuando dice que: "La vida es construída por radiaciones, sostenida por radiaciones y destruída por todo desequilibrio oscilatorio" Fibonacci y sus números Siguiendo la pauta que nos da Catherine Neville, encontramos un personaje importante que puede ser una clave de interés para este trabajo, la secuencia de números ideada por Leonardo Fibonacci, que ya habíamos visto que aparecía en la «Peregrinación del Caballo». Leyendo a la señora Neville:

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"- Me refiero a Leonardo Fibonacci. Un italiano nacido en Pisa en el siglo doce, pero educado aquí, en Argel. Era un brillante erudito de las matemáticas de aquel moro famoso, Al-Kwarizmi, que ha dado su nombre al algoritmo. Fibonacci introdujo en Europa la numeración arábiga, que reemplazó a los viejos números romanos." Pero Fibonacci, un matemático italiano que había estudiado con los maestros árabes, no se limitó a introducir la numeración arábiga en Europa. A él se debe, además, entre otras cosas, la invención de una particular serie de números, "los números Fibonacci", que tiene importantes conexiones tanto matemáticas como esotéricas y que se relaciona directamente con la espiral- y, por tanto, con parte del material trabajado en esta obra- y con la "Regla Aurea". Volvamos a Katherine Neville:

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"Leonardo Fibonacci había decidido tomar los números empezando por el uno; sumando cada número al precedente., produjo una cadena numérica de interesantes propiedades. Es decir uno más cero dá uno; uno más uno, dos; dos más uno, tres; tres más dos, cinco; cinco más tres, ocho.. .y así sucesivamente. Fibonacci, que había estudiado con los árabes, que creía que todos los números tenían propiedades mágicas, era una especie de místico. Descubrió que la fórmula que describía la relación entre cada uno de sus números- que era la mitad de la raíz cuadrada de cinco menos uno: 1/2 (V5-1)- describía también la estructura de todas las cosas naturales que formaban una espiral. Los botánicos descubrieron pronto que todas las plantas cuyos tallos o pétalos eran espiralados se conformaban según los números Fibonacci. Los biólogos sabían que la forma del Nautilus y todas las formas espiraladas de la vida marina seguían ese modelo. Los astrónomos afirmaban que las relaciones de planetas del Sistema Solar- incluída la forma de la Vía Láctea- eran descritas por los números Fibonacci... Esa pequeña fórmula no había sido inventada por Fibonacci sino que un tipo llamado Pitágoras la había descubierto dos mil años antes. Los griegos la llamaban "A urjo sectio": la sección aurea." La secuencia de Fibonacci se estructura añadiendo cada número al inmediatamente anterior para fabricar el siguiente. Así:

Esta secuencia numérica aparecería espontáneamente en las estructuras biológicas y en muchas estructuras químicas, lo que nos lleva, por de pronto, a una clave importante: el número se manifiesta espontáneamente en la naturaleza en formas y estructuras precisas. Puede que no las conozcamos en su totalidad, pero están ahí, componiendo lo creado en términos de orden y número. Ya debería sorprendernos que Fibonacci, un matemático como Pitágoras, sea, también como él, un místico, pero parece ser que algunos de los grandes matemáticos no apoyarían la postura separadora racionalista sino que, más bien, abogarían por entender la razón, el número, la fórmula, como algo indisolublemente ligado también a un principio trascendente, espiritual. Quizá deberíamos hablar de " matennística" Pero quizá lo que más nos importa aquí de la "fórmula" intuida por Fibonacci es que se refiere


114 particularmente a las formas en espiral. ¿No dijimos que el primer movimiento es el giro? ¿No vemos a la espiral como hermana en simbolismo con la serpiente, como clave de la creación, y de la transmutación, como símbolo ligado al Camino de Santiago, a Lugh, a los Fenicios...? Otra propiedad curiosa de la serie Fibonacci es que, si sumamos todos los números hasta el inmediatamente anterior a un número dado, a partir del 2, el resultado nos dará el número inmediatamente siguiente menos uno:

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La razón entre dos números cualquiera de la serie Fibonacci se aproxima progresivamente al número irracional (1), base de la razón aurea, siendo 4)=1,6180339887498948482045868343656381177203... Así:

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Tratandose de un número "irreal", los valores son aproximativos, como en el caso del número "Pi", pero podemos ver que cada número Fibonacci, al ser multiplicado por 1,618033, nos conduciría al siguiente (al redondear el resultado), y despues de dividirse por 0,618033 nos daría el anterior. Un viajecito por Inernet me condujo a un artículo deMartín A. Cagliani, estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, que me parece un claro, conciso y maravillosamente simplificado resumen de la evolución histórica de la matemática del que me permito añadir un extracto: "La noción de número y de contar así como los nombres de los números mas pequeños y más comúnmente empleados, se remonta a épocas prehistóricas... Los primeros números escritos, eran simplemente signos iguales que se limitaban a contar hasta llegar al numero deseado. Por ejemplo uno era "I", dos `II", cinco 1111I", y así sucesivamente hasta llegar al numero deseado. Como se hace difícil leer muchos signos de este estilo se los empezó a separar en grupos, preferentemente de a diez (es el que se utilizo mas en la antigüedad). Luego se invento un símbolo para los diez grupos de diez, o sea cien, y así sucesivamente. Este sistema lo utilizaban los babilonios, pero con un sistema cuneiforme, que eran formas de cuña marcadas en arcilla. En las primeras etapas de su desarrollo, los griegos usaron un sistema semejante ..., pero en épocas posteriores se generalizó un método alternativo.., el de las letras del alfabeto. Los griegos serian los que inventarían los números irracionales, mas precisamente Pitagoras. El cero lo inventaron los hindúes por el año 500, los hindúes denominaron a este símbolo sunya, que quiere decir "vacío". Este fue un gran avance porque ya no se confundirían los números como el 507 con el 57, esta era la forma utilizada anteriormente, dejando un espacio. Este símbolo de la nada fue recogido por los árabes hacia el s. VIII, quienes lo denominaron céfer, que en su idioma quería decir "vacío". Esta palabra dio origen a las palabras castellanas cero y cifra. Con mucha lentitud llegaron los números arábigos a occidente y reemplazaron a los números romanos, que estos habían esparcido por todo su imperio. Fue un matemático italiano, Leonardo Fibonacci (1170-1240), el primero en escribir sobre los números arábigos en occidente. Tuvo la ocasión de viajar ampliamente por el norte de Africa. Allí aprendió la numeración


115 árabe y la notación posicional (el cero). Fibonacci escribió un libro sobre el tema en 1202, Liber Abaci (o libro del ábaco), que sirvió para introducir los números arábigos en Europa, pero los romanos aún se mantuvieron en vigor durante tres siglos más. El matemático italiano Geronimo Cardano (1501-1575), fue el que demostró, en 1545, que las deudas y los fenómenos similares se podían tratar con números negativos. Hasta ese momento, los matemáticos habían creído que todos los números tenían que ser mayores que cero." El Triángulo de Pascal Blaise Pascal, otro filósofo y matemático, nacido en Francia, escribió en 1653 su "Traité du triangle arithmétique", aunque, al parecer, el triángulo aritmético era conocido en los círculos iniciáticos mucho antes de Pascal. Alejandro Martinez Torrá, en su "Cartografía de lo que Es", escribe: "A principios del siglo XVI, el astrónomo de la Universidad de Ingolstadt lo reproduce en la portada de una aritmética. En China, een el año 1303, aparece en una ilustración de un libro de matemáticas. Omar Kayam lo conocía alrededor del 1100..."

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En este triángulo se verifican conexiones matemáticas menos evidentes en la matemática más ortodoxa, lo que haya hecho que algunos matemáticos lo hayan calificado como "una de las disposiciones numéricas más elegantes". El triángulo se dispone de modo que cada número es la suma de los dos que caen inmediatamente encima de él. Puede prolongarse infinitamente y tiene simetría bilateral, los números de un lado se repiten excatamente en el otro lado, quedando una columna central en la que los números se repiten una única vez.

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Los números de las filas, sumados, nos dan las distintas potencias de 2 a partir de la segunda: 21, 22, 23, 24... hasta el infinito. Mirando el lado derecho, la primera fila o diagonal estará formada por unos y es considerada índice cero. La segundo, índice 1, contendrá la secuencia de los números naturales. La tercera diagonal, índice 2, consta de los números llamados triangulares. La cuarta, índice 3, los números cuadrangulares. A partir de la quinta hablaríamos de los números hipertetraédricos o hiperespaciales. La primera característica vuelve a recordarnos el concepto filosófico que hace partir el mundo de una estructuración cada vez más compleja de una simple dualidad. La segunda nos hace pensar en una referencia a sistemas espaciales dimensionales cada vez más complejos.

Tiene muy diversas propiedades, que no mencionaremos aquí (no es el lugar), pero sí destacaremos una cualidad que, al parecer, Pascal no advirtió: La aparición de los números Fibonacci. Volviendo a Martinez Torrá: " (..) En el retículo hexagonal, al sumar los números perpendiculares al lado de índice cero, aparece la serie de Fibonacci, mientras que en el retículo cuadrado esta serie aparece al sumar los números de las hipotenusas caracterizadas por los ángulos de 26° y 64°. Estos números angulares de las hipotenusas son muy particulares, ya que


116 se trata de ¡asuma de las letras del Tetragrama deIHVH (10+5+6+5) y de las 64 casillas del ajedrez..."

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En efecto. Si volvemos al triángulo de Pascal y observamos los números que componen la línea perpendicular a la diagonal formada por unos vemos claramente la serie Fibonacci, como podemos apreciar en el dibujo:

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Aunque sólo mostramos una parte, como ejemplo, esta cualidad se mantiene hasta el infinito. La referencia a un retículo cuadrado se refiere a la colocación de la misma distribución sobre una esquina que haga ángulo recto (como la esquina de un cuadrado) en lugar de agudo, como la muestra, así:

Como vemos, los ángulos de 26° y 64° aparecen al abrir el triángulo de Pascal en un ángulo recto o, lo que es lo mismo, al proyectarlo sobre la esquina de un cuadrado. Como era de esperar, se me ocurrió proyectar el Triángulo de Pascal ¿adivinan dónde? ¡Exacto, en un cuadrado de ajedrez! Al hacerlo, me dí cuenta de que la serie Fibonacci seguia apareciendo, aunque para cubrir al todo un tablero se hace necesario duplicar el ancho, teniendo que trabajar con un tablero de 16x8 casillas. Pero la anécdota nos llevará mucho más allá, porque la relación que une entre sí los números que deberían sumarse para obtener cada número Fibonacci no es aqui sólo lineal (como veíamos en la forma del triángulo, sino que puede trazarse siguiendo la forma ¡del salto de un caballo de ajedrez!


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Tal vez pudiera (con mucho optimismo) darme/as de filósofo, pero no puedo pretender ni pretendo, ser un matemático, así que esta parte de mi estudio es para mí un rompecabezas aún más complejo, si cabe, que todo lo expuesto hasta ahora y, sin embargo, creo que es preciso que exponga las distintas piezas que he podido encontrar Tal vez alguien más especializado en ese tema pueda continuar a partir de lo aquí expuesto. Yo, humildemente, me limito a exponer toda una serie de coincidencias que, por lo menos, me conectan con otros datos que ya han ido apareciendo en mi estudio abriendo, quizá, más interrogantes que respuestas. Personalmente, creo que hay un metalenguaje basado en el número, en el cálculo y en la fórmula, un metalenguaje que se expresa en formas y, especialmente, en las formas de la geometría, un metalenguaje que han percibido, en una u otra forma, filósofos y matemáticos, pero también místicos y esoteristas, un metalenguaje que oculta, entera o fraccionada, una fórmula que debería poder leerse en todo lo creado porque es la fórmula de la Creación, la fórmula del Infinito, la fórmula del Ocho. El Número Aureo Hemos hablado ya del Número Aureo, muy superficialmente, y lo hemos relacionado con la razón existente entre los Números Fibonacci. También hemos dicho que dicho número es 1,618055... y observamos, como curiosidad, que: 1,618: 0,618 = 2,618

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y

1,618 x 1,618 = 2,618

Azr Bro Naoned señala algunas relaciones de medida curiosas que acabarán relacionando los números ΦyΠ

3,1416: 1,2 = 2,618 (Phi al cuadrado) Una pulgada = 26,18 mm (Phi x 10) Un Pie = 31,416 cm (Pi x 10) Un Codo = 0,5236 m (20 Pulgadas de 26,18 mm)

Elementos curiosos, pero no nos llevan mucho más allá. Sin embargo, ya hemos visto en el texto de "El Ocho" que esta relación no se limita a los números Fibonacci. Si seguimos con el texto de Katherine Neville: "Dicho en palabras sencillas, la sección aurea describe cualquier punto de una línea en que el radio de la parte menor respecto de la mayor es igual al radio de la parte mayor respecto de toda la línea. Las civilizaciones antiguas utilizaban este radio en arquitectura, pintura y música. Platón y Aristóteles consideraban que era la relación perfecta para determinar si algo es estéticamente bello. Pero para Pitágoras significaba mucho más." La razón Áurea se utilizó como canon de perfección, y hombres como Leonardo Da Vinci impulsaron


118 su uso en el renacimiento como canon de belleza. Las formas espiraladas de la naturaleza se estructuran según esta razón y dué utilizada en pintura, en música y en arquitectura siendo, al parecer, su empleo en estas artes muy anterior al Renacimiento propiamente dicho, época que, como sabemos, vino a representar, básicamente, un resuirgir del arte y modos clásicos, así que es en la Grecia y en la Roma antiguas donde veremos el gran florecimiento del uso de esta razón. No obstante, fué usada y conocida anteriormente y la encontramos, antes del Renacimiento, también en el trazado de las catedrales góticas. La "Regla Aurea" o "Razón Aurea" establece la razón entre dos segmentos que componen un segmento mayor de tal modo que la relación entre el segmento menor y el mayor es la misma que entre al mayor y el total o suma de ambos.

En la línea del dibujo, la "Regla Aurea" cumpliría la regla: AC/CB = AB/AC (= 1,618055)

CB/AC = AC/AB (= 0,618055)

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o también

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La "Proporción Aurea" también es llamada "Proporción extrema y media" y, como hemos visto, se relaciona con los números Fibonacci y es una medida arquitectónica ampliamente difundida, pero su expresión no se aplica únicamente a unidades de medida. Podemos verla también, por ejemplo, en la construcción de Rectángulos Aureos, utilizados en arquitectura desde los tiempos de los griegos. Le Corbusier los utilizó, frecuentemente, en el diseño de sus edificios y el Edificio de la ONU en Nueva York utiliza esta unidad. Un rectángulo aureo cumple la propiedad de poderse dividir en un cuadrado y un rectángulo, cumpliendo este último, a su vez, la cualidad de ser un rectángulo aureo. Si repetimos este proceso una y otra vez y trazamos arcos de circunferencia en los cuadrados que vamos obteniendo se obtiene una espiral aurea cuyo centro SE hallará en la intersección de las dos diagonales trazadas El radio de cada uno de sus arcos irá cumpliendo la relaciór de Fibonacci:

Otra espiral logarítmica o aurea puede obtenerse a partir de un triángulo isósceles de 36° x 72° x 72°:


119 Este triángulo es la base del pentágono, escogido como símbolo por los Pitagóricos.

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Las espirales que forma la Naturaleza cumplen la Regla Aurea, encontrándolas, por ejemplo, en semillas de flores y en conchas, como la del Nautilus, pero también en la estructura de algunas galaxias o en las formas espiraladas del organismo, como el caracol del oído... Así, la matemática se muestra como la clave esencial de la geometría sagrada, y esta se expresa en las formas naturales, así que poco a poco nos acercamos a confirmar que, en efecto, la clave de cuanto existe, de cuanto se expresa en formas, no es sino un sistema matemático que se expresa en fórmulas precisas y concretas. La matemática es, pues, el gran lenguaje, el lenguaje de lenguajes. La fórmula que existe detrás de lo crado. No es la forma la que expresa al número, sino el número el que expresa a la forma, como planteaban los antiguos kabalistas.

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Geometría Sagrada: La Flor de la Vida Nos resulta sumamente curioso el modelo tradicional de átomo, mostrando tres electrones girando en torno a un núcleo. Es interesante porque la figura, suponemos que accidentalmente, está dispuesta en forma de hexágono y, como recordaremos, el hexágono tiene una importancia especial en este trabajo, empezando por su representación de los dos triángulos entrelazados, Yin-Yang, falo y vagina, Fuego y Agua esotéricos. Dos fuerzas de polaridad contraria que establecían, en su centro, la identidad, el "YO", o la ubicación de un punto en el espacio definido por tres ejes de coordenadas (seis posibles direcciones)... Pero también hemos visto esa misma forma relacionada con la figura central del laberinto de Chartres o con la runa Hagal, significando esta última el modelo básico, el huevo o matriz del que surgen las formas... Todo esto es, cuando menos, curioso y, si uno no cree en las casualidades, acabaría por pensar que el Inconsciente Colectivo nos gasta curiosas bromas.

También vimos que la forma de los dos triángulos entrelazados era la base para la construcción del cubo y no nos será dificil darnos cuenta de que tal construcción hexagonal es la base de muchos vitrales góticos... Pero esa forma hexagonal no es nueva ni casual. En realidad procede de una figura muy común en la antigua geometría sagrada: la Flor de la Vida. Este dibujo, que aparece en numerosos grabados antiguos, especialmente en grabados en piedra y construcciones arquitectónicas, surge de la intersección de seis círculos en el interior de un séptimo, manteniendo los siete el mismo radio y hallándose los centros de los seis circundantes en puntos equidistantes de la circunferencia central.


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Como podemos ver fácilmente, la "Flor de la Vida" reproduce, en su centro, la misma figura hexagonal que nos ocupa y, además, recibe las mismas atribuciones que la runa Hagal... pero su aparición más antigua no es en el Norte, sino en Sumeria. En realidad es algo tan simple como lo que hacíamos en la escuela para trazar un hexágono con la simple ayuda del compás. Una vez trazado el círculo, manteniendo la abertura, se pincha sobre la circunferencia y se traza un semicírculo que pasará, lógicamente, por el centro de la primera y marcará dos nuevos puntos. Repitiendo la opearación utilizando como nuevo centro cualquiera de los dos puntos y repitiendo varias veces la operación, obtendremos un dibujo como el de la figura. Cada una de las seis " hojas" de la "Flor", compuesta por la intersección de dos círculos, es también utilizada en geometría sacra y recibe el nombre de "vessica piscis".

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Esta formación se estructura también, de forma natural, en la cristalización del hielo, como ya vimos. Y existe aún un punto más de reflexión, aunque pertenezca por el momento a la simple especulación. El modelo más antiguo de átomo planteaba que los electrones giraban en torno al núcleo formando órbitas circulares, como los planetas del sistema Solar. La moderna teoría nos Ileva a ver el átomo como un conjunto de electrones girando en torno al núcleo en órbitas elípticas y diferentes. Pero existe una tercera teoría, poco difundida. que sugiere que no se trata de partículas con carga distinta (electrón, protón, neutrón) sino de una misma partícula que modifica su carga en forma rítmica, de tal modo que sería percibida como electrón cuando la detectáramos lejos del centro. Al Ilegar a su máximo de alejamiento, empezaría a perder su carga negativa y se vería atraída hacia el centro, donde lo percibiríamos como protón/neutrón. Una vez allí, volvería a invertir su carga y saldría nuevamente despedido hacia afuera. El movimiento así desarrollado compondría una forma trilobular similar a la de la figura:

Ignoro cuanta solidez tiene esta teoría ni si tiene posibilidades de prosperar, pero me resulta muy interesante porque, sin abandonar la idea de la polaridad, añade la imagen del ternario como origen de todo. Igualmente interesante resulta ver esta figura como un motivo habitual céltico de ornamentación. También me hace pensar que si, en lugar de ver al Hidrógeno (valor 1) como una unión de protón y electrón lo vieramos como la construcción de dos de esas partículas de carga alterna intercambiando constantemente posiciones, entonces el átomo de Hidrógeno, el más sencillo, volvería a darnos la figura de seis pétalos, la "Flor de la Vida". Por supuesto, todo esto no es más que teoría, pero en lo que sí confirma la realidad a la teoría esotérica es en el hecho de que, efectivamente, en la parte más pequeña de una construcción material, el primer y principal movimiento es el giro. La parte más pequeña de la materia, el átomo, existe en un perpetuo y permanente giro, la inmovilidad no existe. La "Flor de la Vida" y la "vessica piscis" aparecen en numerosas construcciones antiguas. La encontramos en Egipto, en Siria, en Babilonia... La "Flor" básica puede ampliarse hasta el infinito desarrollando en su totalidad los círculos exteriores y trazando, a su vez, nuevos círculos que se intersectan con ellos. La forma más típica es la utilizada en la figura, compuesta por la forma original mas un segundo y un tercer circuito.


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Vemos aqui que la segunda hilera tiene por centro de sus círculos los puntos exteriores en los que los primeros círculos se tocan. Lo mismo ocurre con la tercera hilera respecto a la segunda. Esta figura de geometría sagrada, tal como se presenta usualmente, tiene para nosotros unas curiosas propiedades.

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1) Podemos remarcar en ella, claramente, los siete círculos principales del septenario.

2) Tambián podemos ver en ella la distribución del Arbol de la Vida


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3) También podríamos trazar sobre ella el Arbol Nórdico y todas las runas vikingas. Esta figura, nacida de la "Flor de la Vida", es llamada el "Fruto de la Vida". Si, en cambio, nos quedamos con los primeros círculos y los consideramos como "llenos", como si se tratara de una forma tridimensional, estaríamos ante lo que algunos autores han llamado la "Semilla de la Vida".

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Esta última figura, lejos de ser arbitraria, nos devuelve a las tres direcciones del espacio y a la forma antigua de la runa Hagal, pero aún tiene otras cualidades. Una de esas cualidades es hacernos caer en la cuenta de que, lógicamente, debe haber aún una octava esfera, la que se opone a la esfera central y que podemos suponer como existente en la parte opuesta de la figura. Así, la figura de siete, se convierte, en tres dimensiones, en una figura de ocho. Tenemos así una estrella Tetraédrica compuesta por dos tetraedros entrelazados, una visión en tres dimensiones de la misma imagen que representaríamos en dos como la estrella de seis puntas, el Sello de David. Resulta interesante que a esta figura, dominada por el Ocho, se le llame "el Huevo de la Vida", sobre el que hablaremos más en el próximo capítulo y de un modo que puede resultarnos intrigante. ¿A dónde pretendo llegar con todo esto? A la idea de que existe una conexión real entre la enseñanza esotérica, la geometría sagrada y la vida misma, la realidad misma. Cada paso que damos en esta dirección es un paso que nos acerca a la unidad y a la comprensión de la fórmula. Como veremos en nuestro siguiente capítulo, el "Huevo de la Vida", nacido de la Geometría Sagrada, da lugar precisamente a eso, al huevode la vida, a la semilla estructurada en forma de estrella tetraédrica en la que se estructura inicialmente toda vida animal. Así, si la vida se origina a partir de dos tetraedros entrelazados, encontramos en sdu esencia la fórmula del Ocho. Más Geometría Sagrada. La "Vessica Piscis" y los sólidos platónicos

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Ya hemos mencionado que la Flor de la Vida se originaba a partir de la "vessica piscis", otra figura de geometría sagrada utilizada en arquitectura y que se construye por la intersección de dos círculos iguales de tal modo que la circunferencia de uno pasa por el centro del otro.

Esta figura resulta interesante porque representa, esotéricamente, un mundo o plano intermedio entre dos mundos, algo que comparte dos naturalezas distintas. Vemos, así, simbolizado en esta figura: 1) La intersección entre el mundo espiritual y el mundo material, el nivel en el que se manifiesta la vida. 2) Al hombre mismo, como símbolo de algo espiritual que, sin embargo, se expresa parcialmente en el mundo material sin acabar de pertenecer del todo al reino de la materia. 3) La "Puerta" entre esos dos reinos, y este punto es muy importante para explicar por qué se le tiene especialmente en cuenta para construir edificios sagrados. 4) La vagina, evocada por su misma forma, sugiriendo el poder del principio femenino como puerta


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entre dos mundos. Este elemento nos hace pensar en todas las diosas asociadas por igual a la sexualidad y a la vida (Madres) ya la temporalidad ya la muerte, así como a la iniciación y al poder, a menudo identificado con algún tipo de habilidad sexual, que nos hace trascender la realidad objetiva. Por otro lado, la "Semilla de la Vida" es la base de estruturación de cuatro de los cinco sólidos platónicos, todos ellos utilizados también en construcciones religiosas y formando parte de la Geometría Sagrada. Así, desde esta figura podemos construir una visión más simplificada de la "Semilla de la Vida" que nos permite ver esto:


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Una conexión alquímica En términos filosóficos y muy ligados al esoterismo en general y a la Alquimia en particular, se usó la fórmula aurea en términos de que "Dios es al hombre lo que este es a la Naturaleza". Este es el postulado central de la Alquimia, donde se pretende que la Naturaleza es un elemento en proceso de desarrollo y que el hombre fué creado para acelerar y completar dicho desarrollo, llevándola a su perfección. Esto es lo que se denominaría la "Gran Obra" Los alquimistas, en realidad, son algo sensiblemente diferente de la idea que el gran público tiene de ellos, viéndolos como una especie de pseudocientíficos chiflados que trataban de convertir plomo en oro a golpe de fogón. Ha habido, por supuesto, en la Historia oscuros personajes que intentaron sin éxito tal proeza, y en algunos casos fueron apadrinados por ricos y nobles a los que esquilmaron por algún tiempo. Pero la misma Alquimia reniega de tales infelices (a menudo más embaucados que embaucadores) llamándoles "arquimistas" o "sopladores", esto último evocando la imagen del pobre infeliz soplando sobre el fuego del hornillo para mantenerlo encendido. No niego, aunque tampoco puedo confirmarlo, que pudiera existir una transmutación física del metal conocido como plomo en el metal conocido como oro, pero sí afirmo que, de ocurrir (al fín y al cabo, si hay una fórmula debe operar en todos los ámbitos), eso sólo es un efecto colateral del verdadero trabajo, la Gran Obra, y no pudo existir sin ella ("para obtener oro hay que tener oro" dicen los textos, o bien, "para hacer la Piedra hay que ser la Piedra"). Los verdaderos alquimistas fueron mucho más allá del mero enriquecimiento personal y supieron permanecer en la sombra, tanto ellos como la expresión física de sus logros.

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Basta leer los textos alquímicos con cuidado para darnos cuenta de que la Alquimia está inextricablemente ligada a la Filosofía y que, de hecho, era mucho más un conocimiento filosófico que una experiencia del hornillo. En sus textos está claro cuando dicen que "para hacer la Piedra hay que ser la Piedra", y también cuando no hablan del oro, del cobre o del mercurio sino de "nuestro oro" o "nuestro cobre" o también del "oro filosofal" y del "mercurio filosofal", dando a entender dos cosas: 1) Que no están hablando del oro, azufre, etc. ordinarios 2) Que ese "nuestro" o ese "ser la Piedra" hablan de un cambio que debe provocarse en el mismo experimentador Si nos centramos en el último punto, recordaremos todo lo expuesto acerca de "cambiar el molde, modelo o patrón original", aquello que llamamos el "Satumo" (vinculado al plomo alquímico), así como el significado iniciático del laberinto. También recordaremos que "Piedra", en hebreo, es "Ebben", la unión de " Ab", Padre, y "Ben", Hijo, lo que puede interpretarse en un primer nivel como la unión del "Yo Superior" y el "yo inferior", un cambio en la percepción de la realidad que resultaría de volver a unir los dos gemelos, el Divino y el, humano, el Ser y su expresión física. Este cambio en la consciencia, la cual se desplazaría desde su aspecto finito a su aspecto Infinito, sería realmente un cambio en nuestra autopercepción y, automáticamente, un cambio en nuestra percepción e interpretación de la realidad, abriendo para nosotros posibilidades y perspectivas insospechadas desde nuestra percepción limitada habitual. Podemos comprender algo de esto si pensamos que nuestra habitual autopercepción es muscular, nos "sentimos a nosotros mismos" identificandonos con nuestro cuerpo. Sin embargo, cuando dormimos nuestra autopercepción no se halla ligada a nuestro cuerpo sino a nuestra forma onírica y, paralelamente,


125 somos totalmente ignorantes de lo que ocurre en nuestro cuerpo físico. Así pues, nuestra consciencia o nuestra autopercepción puede situarse, al menos, en dos niveles diferentes que existem a la vez aunque sólo seamos conscientes cada vez de uno de ellos. ¿Resulta, pues, incoherente la idea planteada por los ocultistas de que existe otro nivel de autopercepción no habitual en el hombre común y que puede ser accedido, por ejemplo, por medio de la meditación? ¿Sería posible que, como siguen planteando, nuestr autopercepción en ese nivel no fuera autoexcluyente con nuestra autopercepción en el plano físico? Si tuvieran razón, esa doble autopercepción podría darnos acceso a un lenguaje descriptivo de la realidad totalmente nuevo, aunque también es posible que una mente no preparada sucumbiera al Minotauro, es decir, se disociara y cayera en algún tipo de locura. "Para hacer la Piedra hay que ser la Piedra" En la antigua Geometría Sagrada, además, aparecen constantemente tres figuras relacionadas de una forma especial: el cuadrado, el octógono y el círculo. El cuadrado, como hemos visto, representa a la Naturaleza, a la materia y al mundo físico (los cuatro elementos). El círculo representa al Todo, a la Divinidad, y puede verse geométricamente como un polígono de lados infinitos. El octóogono doblaría el número de lados del cuadrado, representando al doble cuatemario, pero también es el inicio de la idea, como remarcaría René Guenon, de que por más lados añadamos al polígono original nunca lograremos aproximarnos a lo infinito. El octógono se convierte esotéricamente en el símbolo del mediador entre lo Infinito y lo Finito, entre Cielo y Tierra y, por tanto, un símbolo del hombre mismo (aunque también de Mercurio). Así, esta construcción que combina cuadrado, octógono y círculo es una representación simbólica en piedra de la Regla Aurea.

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Además, el octógono, al que ya hemos visto en las construcciones Templarias, entre otras, se relaciona con el Ocho/Infinito, una aproximación del intelecto humano a la idea de lo trascendente, y con la figura de Hermes, el Dios del Ocho. Recordemos, para rematar, que la Alquimia es el "Arte Hermético", el "Arte de Hermes"... Por otro lado, si la forma del Ocho evoca al hombre, ¿no estaremos hablando de algo que tiene que ver con la forma del Ocho? ¿Quizá hablamos de un cambio que tiene que ocurrir en el mismo código genético humano?

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De movimientos y laberintos Y, volviendo a la razón aurea (aunque nunca nos hemos apartado de ella), si nos damos cuenta de que se halla en todas las espirales que conforma la naturaleza, no debería extrañarnos el encontrarla dentro de nuestro propio cuerpo, en una espiral que forma parte de nuestro oído intemo y que recibe el nombre de "caracol". De hecho, distintos autores y estudiosos, como Leonardo Da Vinci, se han dedicado a constatar que la "Regla Aurea" entra en la proporción de muchas partes de nuestro cuerpo, pero el caracol y el oído interno nos interesan aquí sobremanera, ya que esta espiral y sus conexiones pueden ayudarnos a combrender las funciones de esas otras espirales, las trazadas sobre el suelo, que enfrentamos en el anterior capítulo.

El vestíbulo, en el oído interno, tiene la propiedad de ayudarnos a situamos espacialmente. Problemas o infecciones del oído interno pueden llegar a producir sensaciones de mareo y vértigos, haciéndonos perder el equilibrio y produciendo la desagradable sensación de que "todo da vueltas o se mueve", haciendo muy dificil la estabilidad y produciendo que los afectados anden tropezando o "haciendo eses". Los movimiewnto a través de cualquier espacio alteran ciertos puntos en el caracol y, entonces, el oído interno envía esa información al cerebelo para que este determine las compensaciones necesarias, permitiendonos desplazarnos adecuadamente. Así pues, tenemos que los distintos movimientos son dictados por el cerebelo en función de la información que le suministra el oído interno. Pero parece ser, además, que ciertas zonas del cerebelo, particularmente las relacionadas con esta percepción del movimiento, se ven directamente afectadas por la ingestión de drogas o psicoactivos, produciendo, entre otras cosas, distorsiones en la percepción espacial y de la realidad. La relación oído interno/cerebelo/cerebro forma la clave del movimiento y su percepción, siendo el cerebelo el principal responsable de la orientación en el espacio, y todo giro implica una intervención de los tres centros que se origina en la percepción realizada por el caracol, la espiral...


126 Pero hay más. Al parecer, los giros estimulan las mismas zonas del cerebelo que substancias como la ivogaina o la ketamina, productoras de estados alterados de conciencia y de percepciones alteradas de la realidad. Si volvemos a lo planteado acerca de los laberintos, no nos será dificil llegar a la conclusión de que muy probablemente era esa su función: crear, a través de los sucesivos giros, un estado alterado de conciencia en el buscador que le capacitara para percibir la realidad de otra manera y procesar de un modo muy distinto sus mapas o modelos de realidad. No debemos olvidar, por otro lado, que todo esto implica al oído interno y que éste se halla implicado igualmente en la estructuración de los lenguajes verbales. Matemúsica Pero la "Proporción Aurea" no sólo se encuentra en el caracol. Aparece en numerosas expresiones de la naturaleza (tanto como para dar lugar a una obra en dos tomos titulada "La Razón Aurea" dedicada exclusivamente a reflejar tales expresiones) y ha sido profusamente empleada en arquitectura y en composiciones artísticas, fué exaltada abundantemente en el Renacimiento y aparece, tal como lo refleja Leonardo Da Vinci en sus dibujos, formando parte de numerosas proporciones en el cuerpo humano.

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Tanto la proporción aurea como la Flor de la Vida y los sólidos platónicos son expresiones de una fórmula que ha sido usada en el esoterismo y en el arte, y muy particularmente en la arquitectura, pero tales eexpresiones aparecen también, de modo natural y de una forma sistemática, en la Naturaleza y son parte, partiocularmente, del hombre y de la estructura de la vida. ¿No era a eso a lo que aludíamos una y otra vez en los capítulos de esta obra? Matemática y Geometría, forma y número omnipresentes. Uno se sentiría tentado de repetir, como el personaje de "El Ocho":

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"Ahora comprendía por qué los matemáticos se sientenn recorridos por una onda trascendental de energía cuando descubren una nueva fórmula o descubren un nuevo patrón en algo que han contemplado mil veces. Sólo las matemáticas proporcionan el sentimiento de atravesar otra dimensión, una que no existía en el tiempo y el espacio... esa sensación de caer dentro y a través de un acertijo, de tenerlo en torno de manera física... Comprendía a Pitágoras cuando decía que las matemáticas formaban una unidad con la música" Y, claro, esto vuelve a establecer otra relación porque ¿cómo vamos a olvidar mencionar, en una obra sobre el Ocho, algo que se expresa por "octavas"? Es a Pitágoras a quien debemos la estrucutración de la escala musical tal como hoy la conocemos en Occidente, y fué él quien descubrió que su base era la octava. Esto significa que si tomamos una cuerda en la que suene una determinada nota, al dividirla por la mitad volverá a reproducir el mismo sonido, la misma nota, exactamente ocho tonos más agudo. Volviendo a Katherine Neville:

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"Uno de sus secretos era que un quinto diatonal (cinco notas diatónicas o la sección aurea de una octava) debía regresar a la octava original ocho notas más alta cuando se la repita doce veces en una secuencia ascendente. Pero cuando lo probó había una diferencia de un octavo de nota, de modo que la escala ascendente también era una espiral" Y también:

"La música es una de las formas más puras de la matemática. Toda fórmula matemática puede convertirse en música" Con lo expusto aquí ya bastaría para darnos cuenta de la relación existente entre música y fórmula y, por tanto, entre la música y el mensaje esotérico. No es ni sorprendente ni casual que un filósofo y esoterista de la talla de Pitágoras vinculara a su enseñanza tanto la matemática como la música y la geometría. Su conocido teorema aplicado al triángulo rectángulo (el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos) no se limita a ser una fórmula matemática, sino que contiene los números mencionados en la clave musical de la que nos hablaba la Sra. Neville -5,7 y 12-, además del 4, y resume importantes claves de la enseñanza esotérica. El triángulo ideal de Pitágoras tiene cuatro unidades de base, tres de altura y cinco de hipotenusa.


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La suma de la base y la altura nos daría el místico 7 y el número de las notas principales. Su multiplicación nos daría el 12. Pero el planteamiento esotérico también aplica sus claves a estos números, así que la base (4) representaría al mundo material, el reino de los cuatro elementos. La altura (3) sería un símbolo de los tres niveles del ser, cuerpo, alma y espíritu o, si se prefiere, cuerpo, corazón y mente. La hipotenusa (5) representaría el camino por el que la humanidad se eleva a través de los tres planos y se ilustra en el pentagrama, la voluntad rigiendo a los elementos. La suma de base y altura (7) representaría la interacción del ternario y el cuaternario. Y, finalmente, la suma de unidades totales que compondrían el rectángulo sobre el que este triángulo se forma (3x4 =12) evocaría al Zodiaco y a los ciclos temporales que operan sobre todo el proceso. Al mismo tiempo, si el área del rectángulo sería de 12, resulta claro que el triángulo tendrá un área de 6, evocando a la estrella de seis puntas...

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Volviendo al Cinco„ hemos planteado que era el símbolo del hombre, de la voluntad y de la evolución (no en balde la Kabballah asocia el 5 con el planeta Marte), y que se asocia al pentagrama... pero también la forma de escribir y estructurar una composición musical recibe el nombre de pentagrama, construido por cinco líneas sobre las que se escriben las notas:

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Esta relación entre matemáticas (número), música (sonido) y esoterismo evoca inevitablemente el planteamiento kabalístico, según el cual lo primero es el número, que determina la vibración u onda. Esta, a su vez, se estructura en sonido, y el sonido, al combinarse con otros sonidos, forma la idea o palabra, la cual cristaliza, finalmente, en la forma nombrada. Se podría replicar aqui que es el hombre quien inventa la palabra o la fórmula, pero podemos replicar, a nuestra vez, a eso que el hombre no inventa, solamente descubre. La fórmula o la palabra son sólo interpretaciones que hacemos de algo que ya existía cuando la fórmula fué elaborada. Aunque esa característica se ha perdido en los idiomas modernos, idiomas más antiguos, como el hebreo, no se estructuraban al azar sino que sus palabras, como saben los introducidos en la Kabballah, eran verdaderas fórmulas que trataban de adaptarse a aquello que pretendían nombrar. La música en sí es mucho más que mero divertimento. Las distintas composiciones y melodías percuten en nuestra psique produciendo, por sí mismas, una alteración de los estados emocionales. Es bastante dificil, por ejemplo, mantenerse en un estado de euforia y desenfado cuando suenan algunos de los grandes clásicos, o sostener mucho tiempo un estado depresivo cuando suena un marcha militar... Nos es también conocido el uso habitual de los tambores por parte de los shamanes para introducir estados de trance o de conciencia alterada, y recordamos la pretensión de los druidas celtas de conocer tres tipos básicos de música: uno para hacer reir, otro para hacer llorar y otro para incitar al combate...

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La música constituye un lenguaje universal, escrito sobre tono y ritmo, que trasciende el idioma y le habla a lo más profundo de nuestra mente. Incluso un bebé, que no ha sido condicionado culturalmente, tiende a responder al tipo de música que se le suministra. Así, esta particular expresión de la matemática tiene la virtud, por sí misma, de modificar nuestros estados de conciencia. Ya hemos planteado que percibimos la realidad por medio de la información que nos llega en forma de ondas. Así pues, la realidad que percibimos solo es un "mapa" particular confeccionado a partir de las diversas ondas que alcanzamos a percibir, y de la particular interpretación que hacemos de esa información recibida. Si la música es matemática, y la matemática es música, si la matemática está detrás de cada onda y la música no es sino una combinación de ondas, si la "realidad" no es sino el conjunto de nuestras percepciones e interpretaciones a partir de las diversas ondas recibidas, no estaríamos muy lejos de la afirmación esotérica que plantea que trodo es una expresión matemática, o de la que afrima que hay música en la expresión de las formas. Distintos esoteristas, en particular los vinculados a la Alquimia, han planteado la existencia de pautas musicales vinculadas a la arquitectura y, en particular, a la construcción de iglesias y catedrales góticas. Arcos, columnas , capiteles... serían, según ellos, construcciones musicales escritas en un lenguaje de piedra que no somos capaces de descifrar en su totalidad. Áunque, quizá, en realidad se equivoquen y sólo hayan llegado a esa conclusión al descubrir en la arquitectura pautas que también se hallan en la música, pautas coincidentes debido a que, en realidad, una misma forma daría origen a las distintas expresiones del arte. Para terminar con la música y cerrar un círculo que nos vuelve a conectar con lo ya expuesto, sepamos que la música se atribuye a Mercurio, quien inventaría la lira, según el mito, y que luego la compartiría con Apolo a cambio del don de la videncia. También podemos recordar, de paso, toda la


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enseñanza iniciática vinculada a Orfeo quien, como Mercurio, descendió a los infiernos y, también como Mercurio, dominaba la lira. A Orfeo y a los Misterios Orficos se les relaciona muy particularmente con el uso de la música como herramienta iniciática.

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Unas pizcas de química

Y, aunque mi fuerte no es la química y no puedo extenderme excesivamente al respecto, no puedo evitar pasar por ella de refilón para encontrarme con otra "octava", la de los elementos químicos. Al establecerse la clasificación de los elementos químicos en función de su peso atómico, se descubrió que seguían una característica similar a la de las notas musicales, expresandose, como ellas, en octavas. Esto dió lugar a la "Tabla Periódica de los Elementos" que hoy conocemos. También la novela de Katherine Neville, pese a su caracter de ficción, demuestra que la autora poseía algo más que un conocimiento circunstancial y resalta esta peculiaridad:

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"La Octava Ley es la ley sobre la que se basó la Tabla Periódica de los Elementos. En la década de 1860, antes de que Mendeleiev elaborara sus tablas, el químico inglés Johnn Newlands descubrió que si disponemos los elementos en orden ascendente por peso atómico, cada octavo elemento será una especie de repetición del primero.., como la octava nota de una octava musical. ¡Le dió el nombre de la teoría de Pitágoras porque pensó que las propiedades moleculares de los elementos tenían entre sí la misma relación que tienen las notas de la escala musical!" Rozando la anécdota, resulta divertido que el Oxígeno, fundamental para la vida humana y para la mayor parte de la vida conocida, tenga un valor 8. Así, uno de los elementos primordiales de la vida refleja nuestro número de trabajo, el Ocho, y, además, es la base de la respiración. Podemos recordar que habíamos relacionado el aire y el aliento con Mercurio, con Odín, con el "od" y con el "an", la sílaba de la Diosa.

Y otra vez de la mano de la Física

Cuando estaba pasando en limpio este capítulo, llegaron a mis manos, desde distintas fuentes, una serie de informaciones que, por una extraña y sorprendente casualidad, como ha ido ocurriendo una y otra vez a lo largo de este libro como si una mano invisible me "echara un cable", se relacionaban con una nueva tendencia de la Física que encajaba de lleno con el planteamiento que aparece como hilo conductor en esta obra. Todas esas informaciones concernían a la teoría de campos, contemplada por la corriente de la Física Cuántica y que contempla la idea de que la realidad no es sino un entramado de energía que sostiene lo aparente sobre una estructura invisible. Toda esta teoría concibe un universo vibracional y establece la realidad como un campo vibracional donde las partículas, cuerpos, formas y eventos no serían más que entrecruzamientos de las líneas de fuerza de dicho campo una vez percibidas por algún aspecto de la mente. Lo que más me interesó de esta teoría era que refuerza, desde el punto de vista de la física, aquellos planteamientos a los que he llegado desde el esoterismo y, lo que es más, es una teoría que, al igual que la idea del Big Bang, ya había sido concebida por la Kabballah al hablar de la esfera de Yesod, la que está relacionada con la Luna.


129 Vamos a tratar de hacer un breve resumen de lo puntos más importantes de esta concepción: 1) La física clásica, el antiguo paradigma físico que empezó con Newton, Galileo y Descartes, concibe el espacio como algo formado por materia y vacío. 2) La Nueva Física, el Nuevo Paradigma, plantea el hecho de que el vacío, en sí, no existe, sino que el espacio no ocupado por la materia, por los objetos, viene a estar cubierto por un campo de fuerza. Einstein ya dijo que el espacio era un campo gravitacional y Newton, de alguna manera, ya había percibido algo de esto al formular su teoría de la gravedad. Pero de lo que Einstein se apercibió es de que todo el espacio es un campo, para afirmar que la materia y la energía son, en realidad, una condensación de ese campo

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3) Así, el Nuevo Paradigma plantea que el Universo es een realidad un campo vibracional, una especie de "campo magnético" (a falta de un término mejor) o conjunto de "campos magnéticos" interactuantes. 4) La "materia" estaría sostenida y controlada por las mismas estructuras y leyes de los campos en los que se halla contenida, tal como los planetas en torno al Sistema Solar o los electrones en torno al nucleo atómico son sostenidos en una determinada posición respecto a su centro magnético y mantenidos en un giro perpetuo por una energía invisible y sobre unas líneas o caminos también invisibles. 5) En un juego de "campos dentro de campos", cada forma existente no sería más que un " campo" con una información particular que- a la manera en que el campo magnético de un imán ordena las partículas de hierro que se arrojan sobre él sobre unas formas precisas- ordenaría de un modo determinado las partículas que quedaran atrapadas en su interior (rechazando las no asimilables para la naturaleza de ese campo) dando así lugar a la forma.

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6) Incluso la misma partícula, base de la materia en sí, no sería más que un campo de vibración muy lenta, algo que percibimos como denso debido a su baja frecuencia vibratoria, pero que carecería de solidez en sí. Esto nos acerca enormemente a nuestra actual visión del átomo y puede comprenderse mejor si recordamos que, a pesar de lo aparentemente compacto de las cosas, eso no es más que una ilusión porque en la estructura atómica de la que están formadas los espacios vacíos son literalmente enormes y la inmovilidad no existe. Sin embargo, vemos las cosas como llenas y compactas. 7) Como se ha comentado, esta visión tiene en realidad más de 3000 años y forma parte del postulado kabalístico quer sostiene que la materia física y la forma son ilusiones estructuradas sobre la substancia de Yesod, la esfera de la Luna, una especie de energía sutil que constituiría una especie de entramados o rejillas tridimensionales sobre las que se dispondría la materia, la cual carecería de forma "per se" y sólo adquiriría, sostendría o modificaría su forma a través de tales "moldes" o "modelos", rejillas, entramados o campos. Haciendo un paréntesis momentáneo, podemos leer, al respecto, en "La Kabballah Mística" de Dion Fortune:

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"La primera propiedad (del eter astral) es la capacidad que ofrece de ser amoldado por el espíritu en formas. La segunda es la de tener en suspensión las moléculas de la materia densa en sus rayos, parecidos a hilos, como en una red" Y en "Guia Práctica al Simbolismo Kabalístico" de Gareth Knigth: "Es una energía de integración que coordina las moléculas físicas, las células y demás. Sin ella nuestros cuerpos físicos no serían más que colecciones de células independientes... La formación de un sistema nervioso está causada por una mezcla de astral con fuerza etérica, y por tanto solo hay una estructura nerviosa rudimentaria en las plantas y ninguna en los minerales. Todos, sin embargo, tienen su estructura construída y sostenida por la red o malla etérica, y es por tanto el fundamento de la existencia física, y "Fundamento" es el título de Yesod" Volviendo a nuestro esquema y a la enumeración de aspectos a los que nos lleva esta teoría del Nuevo Paradigma: 8) Para el que tenga alguna idea del modelado en 3D a través de ordenador, ese conocimiento puede serle muy util para comprender lo que estamos diciendo (otra vez la informática). Una figura 3D se establece originalmente a través de una especie de "malla" en la pantalla con la que se estructura su forma. Una vez dada esa forma, la "malla" se recubre de una textura que le da al objeto apariencia de solidez y nos permite verla como algo sólido, compuesto de distintos materiales (según las texturas aplicadas) y capaz de ser girado a voluntad y visto desde diferentes ángulos. Todo eso, una vez más, se consigue con sólo el


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uso de ceros y unos. 9) Puede ser util recordar aquí todo lo expuesto sobre el plomo/ Saturno y su relación con la idea de modelo o molde. También será interesante recordar lo expuesto acerca de las "Diosas-Luna" tejedoras. 10) Según la Kabballah, Yesod sería análoga a lo que los ocultistas llaman "Plano Astral" o "Mundo Onirico", pero también a lo que llamamos "Subconsciente". 11) También según la Kabballah, esta energía, estos "modelos" o "campos", serían susceptibles de ser alterados por la mente. 12) Igualmente, la Física Cuántica plantea la posibilidad de alterar o condicionar los "campos" por medios mentales. Diferentes autores han trabajado sobre la teoría de que el observador modifica o condiciona lo observado. 13) La Física ha tenido serios conflictos a la hora de definir la naturaleza de la luz. Mientras algunos científicos de gran talla han sostenido que se trataba de una partícula, otros del mismo calibre se han inclinado por afirmar que es una onda. Newton afirmó que era de naturaleza corpuscular y Huygens que su naturaleza era ondulatoria, todo ello en los alrededores del 1700. En 1803 Tomas Young demostró que la luz era de naturaleza ondulatoria, pero en 1901 Max Planc explicó satisfactoriamente por medio de la teoría de quantos que la energía se emitía en forma discontinua, por quantos o paquetes, lo que aprovechó Einstein para afirmar en 1905 que la luz era de naturaleza corpuscular... Las últimas concepciones se centran en afirmar que es onda y particula a la vez, que participa de las cualidades de ambas. Esto nos acerca a la idea de que la materia es una condensación dentro de un campo vibracional y, por tanto, de que pudiera ser solo información estrcturada como forma en función de las características particulares de la conciencia que realiza la observación.

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14) Numerosos textos antiguos coinciden en afirmar que la materia última del Universo es "luz", o también "mente". 15) Lo que llamamos realidad, en resumen, pudiera no ser más que el conjunto de "campos" cuya frecuencia vibratoria se halla comprendida en un determinado "ancho de banda". La teoría de campos me permitía comprender algo que siempre me había hecho pensar. Es un hecho que nuestro organismo se halla compuesto de células que, a su vez, se componen de moléculas, y estas de átomos. Pero si observamos un átomo veremos que un electrón cabe miles de veces (unas 10. 000 los más cercanos al núcleo, según parece) entre su posición y el núcleo. Así pues, el espacio vacío es, como mínimo, 10.000 veces mayor que el lleno. Algo asi como si en un camino de 10 Km. hubieramos asfaltado solamente el primer metro y tuvieramos el humor de llamarle a todo ello carretera.

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Si nuestro cuerpo posée tantos espacios vacíos, resulta extraño que al tocar cualquier cosa no la atravesemos en mayor o menor medida al entremezclarse los átomos cuando, lógicamente, se interpenetraran sus vacíos. Por otro lado, si fueran los átomos los que conectan entre sí en tales contactos, existirían muchas posibilidades de que los electrones chocaran entre sí... pero eso no ocurre. Vemos como si cada átomo se mantuviera, en circunstancias normales, "protegido". Al mismo tiempo, cada átomo se mantiene dentro de la forma en la que está "organizado", no existen intercambios... Sólo la teoría de campos puede explicar esto satisfactoriamente: lo que entra en contacto realmente no serían los cuerpos, sino los campos. Obviamente todo esto es solo la punta del iceberg, pero basta como muestra. Otro punto, finalmente, que no puedo resistirme a comentar es el hecho de que los campos magnéticos que se forman a partir de un foco (¿o debería decir los campos que estructuran y dan lugar a un foco?) adoptan forma de ochos, como puede, por ejemplo, observarse entre los polos de un imán o en los campos magnéticos que rodean la Tierra.


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Capítulo XII Una doble espiral de información: El Código Genético

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Aunque no hable directamente de este tema, lo cierto es que la trama del «Ocho» conduce a un «imaginario» gran secreto oculto en un juego de ajedrez (el de Montglane) que constituye el elemento central de toda la obra. ¿En un ajedrez en particular... o en cualquier juego de ajedrez? El gran secreto, en la obra, tiene que ver con la inmortalidad o, al menos, con algún tipo de transmutación orgánica, una de cuyas consecuencias sería la longevidad. Pero ¿no era esa la meta principal de los antiguosa alquimistas? ¿No buscaban la transmutación interna las distintas corrientes esotéricas? La idea general es que se trataba de algún tipo de transmutación interna, una especie de transformación psicológica, algo abstracto, que es como suele concebirse a lo que recibe el calificativo de «espiritual»... Pero existen suficientes referencias que indican, claramente, que dicho cambio no se limita a un proceso psicológico o mental (aunque está incluido y es el determinante de que el cambio suceda) sino que tiene consecuencias concretas en lo físico, es decir, que deviene en modificaciones que son también orgánicas, modificaciones que afectan a la composición cerebral, a la química hormonal e incluso a la misma información que estructura el modelo celular orgánico. Desde el «lenguaje» aprendido a lo largo de esta obra, nos aparecerá claro que toda transmutación mental o psicológica comportaría, inevitablemente, una modificación de nuestros «mapas de realidad» y, de ahí, una modificación de la realidad misma. ¿Y no es la modificación celular, el cambio del mapa básico o de la programación esencial de las formas vivas y, seamos sinceros, la longevidad lo que persiguen los modernos genetistas? ¿Y si la fórmula, el gran secreto, estuviera relacionada con procesos que pretenden inducir modificaciones del modelo genético de un modo natural? ¿Y si las diferencias asociadas a los llamados iniciados, las que les otorgaban cualidades excepcionales, fueran diferencias físicas, desarrolladas a partir y como consecuencia de sucesivos cambios mentales? Una y otra vez, el desarrollo de este libro ha ido conectándose con la idea de que existe una fórmula. Pero también una y otra vez hemos encontrado alusiones a la genética misma. ¿Podría ser ewse el gran misterio, aquello que se quería significar con los Misterios de Hermes, el secreto velado por los constructores, la razón de que se destruyeran los laberintos, la clave de las dos serpientes entrelazadas...? Vamos a hacer un breve repaso de nuestro texto en busca de alusiones a la genética.


132 1) Ya en la introducción sugeríamos: «Y si existe una fórmula común a los distintos niveles ¿no podría estar relacionada también con nuestro código genético? 2) El primer capítulo nos hablaba de la simbología numérica, y también aquí aparecen curiosas conexiones con la genética moderna, aunque desarrollaremos esto un poco más adelante.

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3) Un elemento interesante que puede hacernos reflexionar a partir de lo expuesto en el primer capítulo acerca del cuaternario es el verlo como tres elementos que se combinan para producir un cuarto, al que podríamos situar como «en otro nivel» o «en otro plano», siendo ese cuarto elemento la expresión o reflejo del ternario superior. La unión de esos cuatro aspectos constituiría la Totalidad, lo que, en su momento, representamos como un «8» que contenía el Ternario en su mitad superior y el cuarto componente en la inferior. ¿Recuerdan? Ahora bien, lo mismo podría representarse geométricamente en la forma de un tetraedro invertido. En un plano se hallarían los tres puntos o vértices que componen la base, y en el plano inferior se ubicaría el vértice que representa al Cuatro. Del mismo modo, nos sería posible distribuir sobre sus vértices las cuatro letras del Tetragrammaton hebreo, correspondiendo la punta inferior, la que se halla en otro plano, a la segunda «He». Como puede verse, este tetraedro surgiría de la forma más simple de la «Flor de la Vida»

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4) El Seis nos llevaba a la estrella de seis puntas, la estrella de David, formada por un doble triángulo entrelazado. Esta figura, igualmente trazable sobre la «Flor de la Vida», nos daba las seis direcciones del espacio, así como los tres ejes de coordenadas que constituyen la estructura tridimensional: alto, largo y ancho. Así, una figura bidimensional nos llevaba a un concepto de tres dimensiones. Pero si concibieramos ,os triángulos en forma tridimensional, a modo no de triángulos, sino de tetraedros, obtendríamos aquí la figura de dos tetraedros entrelazados. La unión de las puntas opuestas dos a dos nos daría un total de cuatro ejes. ¿Sería esa la forma de sugerir desde lo tridimensional la idea de lo cuatridimensional? En cualquier caso, vale la pena retener esta analogía entre la Estrella de David y la forma volumétrica de la estrella tetraédrica (también extraíble, como vimos, de la «Flor de la Vida»), así como el hecho de que esta estrella tetraédrica, por sus vértices o direcciones, nos remite al Ocho y lo conecta con la idea de la «Cuarta Dimensión». Todo esto no alteraría en absoluto su significado de interacción entre una corriente de fuerza ascendente (masculina, Yang) y otra descendente (femenina, Yin).

5) Vemos que, en clave 10, el 10 es la vuelta al «0» en un nivel superior. En código binario, la vuelta al «0» que corresponde a cada «salto» de nivel, cada paso a un ciclo mayor, sigue la secuencia :2


133 (10), 4 (100), 8 (1.000), 16 (10.000), 32 (100.000), 64 (1.000.000)... Y también conviene que retengamos este dato para un poco más adelante. 6) Igualmente vimos, en el segundo capítulo, el proceso creativo como una sucesión de «ochos» en la que cada «ocho» era una reproducción a escala del anterior. Esto parece repetirse en el código genético, una construcción de espirales entrelazadas, ochos, donde cada segmento es una reproducción exacta del anterior. 7) Revisando el capítulo III, nos encontramos con otro párrafo que también puede ser transferido a este capítulo. Hablando del ajedres, escribía: «Probablemente, el secreto de ese ajedrez imaginario sería la fórmula de la inmortalidad. Ignoro si ese juego se basaba en un hecho o leyenda real, pero me llamó la atención el que lo vincularan con la inmortalidad dado que eso me llevaba, directa o indirectamente, hacia un elemento de suma importancia en la búsqueda del «Ocho»: el código genético». Merece la pena extenderse un poco más sobre este punto más adelante, en nuestro apartado sobre Ajedrez, inmortalidad, alquimia y código genético.

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8) En el capítulo IV, donde hablabamos de los juegos, volvía a aparecer el tema al hablar de la runa Hagal y de su similitud con Saturno: «Conserva el modelo de aquello que ha de ser y, por tanto, conserva la información necesaria para aquello que ha de volver a nacer. Se relaciona con la runa Hagal y con la idea esotérica de Saturno, señor de la muerte y el tiempo pero también guardian del modelo que estructura la forma. ¿Es mucho fantaseare/recordar que el modelo que estructura la forma está en el código genético? ¿O lo es el recordar que Sartumo corresponde al plomo y que la Gran Obra alquímica consiste en transformar el «plomo» en oro? 9) Todo el capítulo V, sobre la informática, nos remite a la dualidad en que se organiza todo, y eso concierne también al modo en que se ordenan las bases en el código genético, pero puedo resaltar especialmente una frase de dicho capítulo: «Así pues, intentamos sugerir que la fórmula de la Creación está escrita en código binario» También en ese capítulo acababamos por concluir que todo no era sino información.

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10) Y el capítulo VI, sobre la adivinación, volvía a incidir sobre el mismo punto: «Una fórmula que se refiere a la realidad como un tapiz entretejido de «O» y «1». Una fórmula que nos remite continuamente al Ocho o al óctuple de Ocho (64). Una fórmula que relaciona el conocimiento esotérico, los diversos juegos de mesa, algunas técnicas adivinatorias, la tradición aria (¿o quizá atlante?) , la Diosa Madre, la espiral y la serpiente, la oca/cisne/ganso, la iniciación, las claves para trascender la realidad y el velo de la ilusión y ¿cómo no? el Camino de Santiago.» Quizá debería añadir al caballo y a los dioses gemelos, a Mercurio y a Lugh, a los masones, a la cofradía, a los maestros constructores, a los «cagots» y a los templarios, a los fenicios y al símbolo del «labris»... y también a la geometría sagrada. 11) Y el capítulo VII remataba la misma idea al afirmar: «Deberíamos, pues, concluir que todo ser físico no es sino la expresión de una combinación de números, de una fórmula.» 12) El capítulo VIII hablaba de Mercurio y, tras mostrar un grabado alquimico que nos recordaba la forma de un cromosoma, escribiamos: «Quizá Mercurio sea ¡cómo no! el señor de la fórmula, una fórmula escrita con serpientes, una fórmula escrita entre espirales, como el código genético, una fórmula escrita en binario, una fórmula oculta en cuatro elementos y velada por un tapiz de apariencia» El código genético se escribe entre dos espirales, en un lenguaje compuesto por pares a partir de cuatro substancias bases (GATC). 13) También el capítulo VIII hablaba de la fuerza sexual y de Kundalini y relacionándola con todo el proceso: «¿No es la fuerza sexual lo que cristaliza en la nueva vida imprimiéndole el código genético?» 14) Y, más adelante, cuando hacía referencia a la Gran Obra: «La alquimia sexual taoísta, básicamente idéntica al Tantra en sus planteamientos, también plantea


134 la inmortalidad como meta. ¿Hablan todas esas corrientes de una mutación relacionada con aquello que representan las dos serpientes del símbolo? Diversas corrientes esotéricas- incluída la corriente kabalística occidental., hablan de la misma como de una mutación orgánica, que afecta a la misma carne y sangre. ¿ Hablamos, una vez más, de una mutación a nivel genético?» 15) E insiste, apuntando una posible aproximación al misterio: «Así que el Caduceo sugiere la «Gran Obra», el camino hacia la obtención del «oro» y la vía a seguir, el conocimiento y la comprensión de la vía trazada por las dos serpientes, la lectura correcta de la información oculta tras el tejido de la realidad» ¿No es el código genético lo que «teje» la realidad orgánica? Pero nos referimos a mucho más que la realidad orgánica, en realidad, así que seguimos leyendo: «En definitiva, la conversión del «plomo» en «oro» sería el resultado de la ampliación de la consciencia hasta el punto de decodificar correctamente una información- una información puede ser interpretada/ decodificada en muchas maneras o lenguajes y cada una nos da una descripción distinta de la realidad- lo que nos acerca demasiado a la idea de «descifrar una fórmula». Si relacionamos esto con el código genético diríamos que el «plomo», Saturno, sería el conjunto de información que daría lugar al hombre común, mientras que el «oro» o Sol sería el conjunto de información que conduciría al hombre a su máxima expresión, tal como puede llegar a ser».

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16) El capítulo IX, relativo a los Templarios, también volvía a referirse a nuestro código genético al hablar de la «T», asociándola tanto a la «Teth» hebrea, cuyo significado es el de «serpiente», evocando a las dos espirales del código, como a la «Tau», cuyo significado es el de «marca» o «firma», el sello de autentificación que se imprime sobre una cosa. Es importante aqui recordar que la letra Tau está relacionada directamente por los kabalistas con Saturno: «Podemos cerrar este tema pensando en cómo el sello (Tau) de la manifestación, la «firma» (Tau) que autentifica a cada ser humano, a cada ser vivo, es una serie de mensajes binarios trazados entre dos «serpientes» (Teth) o espirales: ¡el código genético!» 17) El capítulo X no añadía referencias nuevas, aunque sugería que el recorrido del laberinto pudiera ser una forma de representar un recorrido que podría alterar ese modelo, ese Saturno, que también podría ser sugerido por la Diosa o la bestia que el buscador encuentra y debe vencer en su centro.

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18) El capítulo XI, por su parte, planteaba que todo es onda y vibración, así que todo es información. En ese planteamiento, sugeríamos que toda alteración de conciencia no variaría la información pero sí nuestra interpretación de ella, y aqui conviene recordar lo dicho acerca de que el código genético es básicamente información. Aqui indicábamos que: «Si todo es vibración, teóricamente sería posible transformar una cosa en otra simplemente alterando su vibración, modificando su código numérico, si supiéramos cómo hacerlo» 19) El mismo capítulo nos presentaba la importancia de la «Flor de la Vida» y la geometría sagrada que de ella se deduce. Un poco más adelante entraremos en un aspecto inquietante que concierne particularmente a este capítulo, pero recordemos la relación que su forma presentaba con: a) la figura tradicional del átomo; b) La forma antigua de la runa Hagal; c) La estrella de seis puntas; d) Las líneas de las tres coordenadas espaciales, sobre las que trazábamos la figura del cubo; e) El copo de nieve o cristal de hielo; f) La parte central de ambos árboles de la vida, hebreo y nórdico; y g) la figura central del laberinto de Chartres. 20) También se nos hablaba de la forma «volumétrica» de la «Flor de la Vida», lo que llamábamos «Fruto de la Vida». En esta forma conectábamos el Ocho (número total de puntas) y el Tres (dimensiones en las que se expresa), que ya habían aparecido como relacionados en otros capítulos. Todo lo expuesto hasta ahora es, básicamente, un resumen de lo expuesto hasta ahora en la obra en relación al código genético que, como vemos, ha estado muy presente a lo largo de este trabajo. Sirva para refrescarnos la memoria y para ponernos en antecedentes de todo lo que sigue a continuación. Conexiones entre el esoterismo antiguo y la genética Si el esoterismo antiguo no fuera más que simple superchería, fantasía, o un simple conjunto de creencias ignorantes, como postulan los más racionalistas, sería dificil explicar cómo un conocimiento tan antiguo puede presentar tantas y tales analogías con las claves de la organización de la vida y de la forma


135 que se han descublerto sóto en tempos recientes. Sabemos que la vida se estructura a partir de un huevo, ya sea que hablemos de la semilla, del huevo, o del zigoto, lo que nos vuelve al «0» original, cuya forma ya evoca en sí la forma del huevo. Sabemos también que la vida se organiza «dentro» de ese huevo en forma de particiones y divisiones internas y no de ramificaciones externas. La sucesiva multiplicación de células lleva a la expansión de ese «huevo» original estructurandose finalmente en la forma biológica que se expande para dar lugar al ser vivo que se hallaba potencialmente en su interior. Aun así, persiste una diferencia, dado que un organismo desarrollado puede proyectar nuevas semillas fuera de sí, mientras que el «Huevo Cósmico» o «0» original permanece como Todo y Unico. Solo se equilibraría esto por la afirmación esotérica de que la multiplicación es aparente y, pese a su apariencia de autoreproducción, sólo constituiría variaciones de lo único. Recordemos aquí la Ley de Conservación de la Materia: «La Materia no se crea ni se destruye, solamente se transforma» y quizá eso nos permitirá recapacitar en la idea de que, aunque la vida parezca crear elementos nuevos, en realidad sólo adapta u organiza de otra manera elementos preexistentes...

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Los primeros pasos de la vida son análogos a los del proceso esotérico. Primero se genera un núcleo, el Uno raíz o central. A partir de aquí, se estructura una dualidad que estará presente en todos los procesos siguientes. El ADN presenta esta división dual en la forma de una doble espiral. Las bases en la cadena del ADN se estructuran por pares. Y la información genética que determinará, entre otras cosas, el sexo de la criatura, vendrá dada por dos cromosomas, «X» e «Y», uno procedente de cada progenitor, determinándose así el engendramiento de un hijo varón (XY) o hembra (XX). Aún hay más coincidencias, porque el ADN, además de estar formado por dos espirales/serpientes entrelazadas (entretejidas, recordemos el «tapiz» o el «velo», las Diosas hilanderas o el entramado del ajedrez) formando «ochos», lo que nos trae a la imaginación las dos serpientes del Caduceo o las acompañantes de Kundalini, estructura toda la información genética en grupos de 23 «escalones», cada uno de ellos formado por un par de las substancias base, volviendo a aparecer, como veíamos, el binario. Pero lo realmente curioso es recordar que, según el esoterismo, la materia se construye a partir de «Cuatro Elementos», y cuatro elementos, y sólo cuatro, constituyen las bases del código genético, dando lugar a toda la información que este contiene a través de sus múltiples combinaciones: G (Guanina), A (Adenina), T ( Tiamina) y C (Citosina, aunque siempre combinándose por pares. Matemática en la primera estructura de la forma Hemos relacionado ya muchos elementos de nuestro trabajo con el código base de todo ser humano, con la fórmula inicial, con el lenguaje básico con el que se escribe nuestro modelo material: el código genético. ¿Hay algo de este código en la estructura inicial humana? ¿Podemos conectar la geometría sagrada o el esoterismo numérico con la estructuración de la vida, con el modelo del que parte nuestra existencia y prácticamente la de todo el reino animal? Vamos a ver algo inquietante.

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¿Qué ocurre cuando un ser humano es engendrado? Un espermatozoide penetra en un óvulo. En ese instante, la cola se separa y la cabeza crece hasta alcanzar el mismo tamaño que el óvulo. Dos esferas que se interconectan... ¿nos recuerda la «vessica Piscis»? Estas dos células- o quizá deberíamos hablar de una célula doble-contienen toda la información/ modelo de lo que habrá de desarrollarse como un ser humano y de qué proceso deberá seguir para ello. Enlazando con la filosofía esotérica: «Todo nace de una dualidad que se constituye como una unidad», o, también, «Todo brota de una unidad que se constituye en forma dual».

Ese es el segundo paso, las dos células se constituyen en una, la primera célula de la vida, el zigoto humano, que ahora posée cuarenta y cuatro + dos cromosomas. Leyendo a Bob Frishell: «Se produce entonces la segunda mitosis y los cuerpos polares emigran a los extremos opuestos de la célula, formando un polo norte y un polo sur. Se crea, de esta forma, un cuerpo tubular y los cromosomas se escinden: parte de ellos se van a un extremo del tubo y la otra mitad al otro. Aquí es donde se originan las proporciones de lo que ha de ser el cuerpo adulto; en la célula original ya hay una persona di minuta»


136 ¡Un momento! ¿Se dividen los cromosomas? ¡Entonces cada «polo» contiene 22+1. ¿No eran 22 las letras hebreas y los senderos del Arbol de la Vida? Tal vez no sea una simple coincidencia.., o tal vez el antiguo conocimiento se estructuró aludiendo a fórmulas precisas, a esquemas numéricos concretos. No poseían microscopios o herramientas sofisticadas, pero, entonces, sus «aciertos», sus «casualidades» solo pudieron deberse a ese conocimiento de una clave matemática, una «fórmula» que se expresaría en todo, incluso en aquello que sus medios científicos no podían constatar. La cosa no acaba ahí. La siguiente división del zigoto es en cuatro partes, y esas cuatro partes se distribuyen en forma de tetraedro, lo cual no deja de ser nuevamente curioso por el modo en que esta figura concierne a lo trabajado en páginas anteriores. De la dualidad original pasamos a una base cuaternaria (¿ otra alusión a los cuatro elementos?). A su vez, esta base cuaternaria procederá a una nueva división que dará lugar a ¡Ocho partes! Estas ocho partes se distribuirán en forma de doble tetraedro, como la figura que hemos dado en llamar «el huevo de la vida», que se basaba en la esrtructuración geométrica de la «Flor de la Vida». Volviendo a Bob Frishell y sus apuntes sobre geometría sagrada en «La Cuarta Dimensión»:

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«Estas ocho primeras células se dividen en otras ocho y forman un cubo dentro de un cubo. (..) Cuando se pasa de dieciseis a treinta y dos células ya se crean dos espacios intermedios, y cuando se pasa de treinta y dos a sesenta y cuatro la estructura se vuelve más asimétrica. El embrión empieza a hacerse hueco y retorna a la forma esférica. El polo norte atraviesa la bola hueca y se une al polo sur formando un tubo hueco en el centro, que se enrosca dando lugar a un receptáculo tubular. Uno de sus extremos se convertirá en la boca y el otro en el ano. A partir de aquí comienza una diferenciación en mayor escala. En otras palabras, se empiezan a diseñar las características que habrán de dar forma a los distintos cuerpos, ya sean humanos, animales, insectos o lo que sea». Pueden tomarlo ustedes como una casualidad, pero yo encuentro muy significativo que Ocho y Sesenta y Cuatro marquen dos puntos cruciales del proceso. En el caso del 64 observamos que: 1) Hasta aquí compartimos el proceso con cualquier otro animal. 2) Marca una variación o etapa completamente distinta del proceso. 3) Cuando llegamos al 64 (8 x 8, el cuadrado de 8), las células se estructuran en la forma de una bola hueca, un círculo vacío o «0». Así que, también en biología, como en la «Peregrinación del Caballo», en la Oca, o en el binario I Ching, 64 = 0. Llegados a este punto sólo podemos llegar a tres conclusiones:

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a) Todas las coincidencias se deben a una retorcida y curiosa casualidad y sólo vemos similitudes donde no las hay. Personalmente creo que esta interpretación es aún más absurda que lo que pretrende negar. b) Hace más de 3.000 años que se conoce la ingeniería genética. c) Existe un orden perfecto, una fórmula clave en la construcción del Universo, que puede ser «leída», al menos en parte, en sus distintas expresiones. Los sabios de la antigüedad llegaron hasta ella ( aun cuando no supieron lo que hoy sabemos y hasta dónde puede llegar su expresión), elaboraron a partir de ellaconsecuencias y conclusiones y estructuraron sus filosofía (a menudo mucho más «físicas» de lo que a los racionalistas les gustaría) en base a ella, la introdujeron (al menos en parte) en la enseñanza esotérica y la transmitieron en secreto, la plasmaron en sus libros, en la pintura y en la arquitectura... e incluso la «colaron» en los juegos de azar y en los símbolos religiosos. Hacia la fórmula de la inmortalidad Así, como ocurre al recorrer el Cero (o el Ocho), el camino acaba donde empezó. El supuesto secreto del imaginario «ajedrez de Montglane» conducía a la inmortalidad, pero todo el recorrido que hemos realizado a través del esoterismo y de una simbología que sí existe acaba apuntando a claves que nos relacionan con el código genético, y uno de los objetivos claros de los genetistas se orienta a detener el proceso de envejecimiento celular, lo que resulta un gran paso hacia la inmortalidad o, al menos, hacia la longevidad. En la revista «Muy Interesante», en su número especial de septiembre/octubre del 2000, Palma Lagunilla escribe: «Tom Kirkwood, de la Universidad de Manchester, está convencido de que envejecer desde el punto de vista de la evolución, ya no es necesario. Este prestigioso gerontólogo inglés comenzó su investigación preguntándose por qué una célula del cuerpo o somática comete errores en su división que luego no paran de multiplicarse, cuando podría evitarlos. Por qué, en definitiva, las células somáticas «racanean» energía


137 metabólica y no ponen a toda máquina sus mecanismos de autorreparación aunque esto les cueste envejecer y morir» Este investigador concluye que la energía ahorrada en este proceso se destina a la reparación perfecta de los genes reproductivos bajo una especie de planteamiento biológico según el cual no es rentable reparar un organismo cuya espectativa de supervivencia no va más allá. Este mecanismo se habría organizado cuando las circunstancias naturales y los depredadores no daban gran espectativa de vida al hombre por lo que preservar un organismo que, de todos modos, moriría pronto seria antieconómico. Tal como plantea el mismo artículo: «En nuestro caso, el «taller de reparaciones» biológico se desarrolló en una época en que las condiciones ambientales eran muy hostiles, con un montón de animales carnívoros, clanes enemigos, condiciones meteorológicas extremas, escasez de alimentos.., de modo que muy pocos humanos llegaban a viejos. Ya que nuestra esperanza de vida era exigua, «programó» que los servicios de reparación celular trabajaran a todo vapor sólo hasta poco más allá de la pubertad, lo suficiente como para que nuestros ancestros tuvieran rápidamente descendencia y la sacaran adelante.»

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Recientes investigaciones abrazan esta teoría y plantean que los mecanismos de reparación son menos eficaces en especies de escasa supervivencia, compensandose con una natalidad abundante. Si estas especies soncolocadas en ámbitos menos hostiles su longevidad aumenta y su natalidad disminuye. ¿ Puede tener esto algo que ver con las referencias de los tántricos que plantean el uso de la fuerza sexual como un medio para conseguir la transmutación alquimica que, por otra parte, produce la consecuencia de una esterilidad en los iniciados?

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Descubrimos que el ajedrez que conocemos, por sí solo, posée suficientes misterios y claves como para ser tenido en cuenta. También vimos que puede ser una representación clara del «velo de lo aparente», de una realidad «tejida» a base de información. ¿No es la vida algo simplemente «tejido» a partir de los códigos de información que proporciona el ADN? La relación numérica entre el Ocho y el código genético no resulta clara. Aunque se creyera en su tiempo que el hombre poseía 24 (3 x 8) genes en cada fragmento de su cadena, hoy se sabe que son 23, aunque algunos seres vivos, como el mono, la tengan de 24, luego no es un factor significativo. Pero si sabemos que el código se escribe en una doble espiral, formando ochos, agrupando pares de bases, remitiéndonos a la composición dual básica que también refleja el ajedrez. En el capítulo III escribía:

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«La propia Katherine Neville no se queda corta y llega a sugerir que el ajedrez contiene un secreto, una fórmula... Quizá la fórmula de un poder desconocido hasta ahora, la fórmula de un saber codificado que nos permitiría ir mucho más allá de donde nos encontramos, la fórmula de la Creación, la fórmula de Dios o, quizás, ¡la fórmula del hombre! ¿Puede el hombre ser una fórmula? Quizá valiera la pena hacerles esa pregunta a los investigadores que están estudiando el código genético». Resaltábamos que tal fórmula no se refería a «qué» elementos lo componen, pues todo se estructura sobre los elementos químicos que ya conocemos, y el código genético, particularmente, sobre las cuatro bases mencionadas (G,A,T,C), sino a «cómo» se organizan y estructuran, una fórmula de la información. ¿ Hay que repetir que el código genético es, básicamente, información? El tema de los gemelos divinos nos hace reflexionar. Habla de una dualidad inseparable que contiene un aspecto, o modelo humano, mortal y finito y otro no humano, o más que humano, inmortal e infinito. Las corrientes esotéricas hablan de la iniciación como de una transformación en la que el hombre común se transformaría en un «hombre nuevo», diferente y con cualidades y poderes inaccesibles al hombre común. Esto, y no otra cosa, es lo que se quiere significar al hablar de la Gran Obra alquimica, la transmutación del «plomo» en «oro». Esta mutación correspondería a una transformación que no sería «externa», como pretenden los «arquimistas» o «sopladores», sino fundamentalmente interna, afectando no sólo a una especie de valores etéreos designados vagamente como «espíritu» sino también a valores físicos, orgánicos, «de carne y sangre». De ahí que toda la tradición esotérica aluda a los «autoengendrados», a los «no nacidos de mujer», o a los «dos veces nacidos», porque el resultado de tal transformación daría lugar a un patrón orgánico distinto de aquel que «nació de madre». Dicho en modo más coloquial, una modificación radical del modelo «tal como salió de fábrica». Recordemos que los alquimistas hablan de «completar la obra de la Naturaleza» y que su función, más que transformar, es descrita como «curar» o «corregir» el plomo, el modelo original, para permitirle


138 llegar a su estado perfecto, el oro. En este sentido, el hombre sería el agente intermediario entre Dios y la Naturaleza, haciéndose análogo al papel de Mercurio, el Ocho (recordemos al ocho arquitectónico como mediador entre el cuadrado y el círculo), gracias a su inteligencia (otra vez Mercurio). No olvidemos que los alquimistas dicen que la Gran Obra se realiza siempre «con la ayuda de Dios», ni nuestra referencia a la «proporción extrema y media», la Regla Aurea, cuando decíamos que «el hombre es a la Naturaleza como Dios es al hombre».

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Saturno Ya hemos visto las relaciones entre Mercurio y Saturno. Quizá es tiempo de conocer mejor la naturaleza del plomo alquimico, Saturno. La clave del Saturno se revela a través del concepto de «mapa» o «modelo». Saturno es la fuerza que «ata», que «cohesiona». También es el poder que construye y sostiene la forma. Así, podemos decir que Saturno no es sino la información que estructura las partes componentes de un modo determinado según un modelo prefijado. Si relacionamos esto con el código genético diríamos que el Saturno sería la fórmula original que determina cómo se estructurará un organismo aún antes de que dicho organismo tome su forma definitiva. Contínuamente, nuestro organismo está eliminando células muertas y sustituyéndolas por otras nuevas que constantemente fabrica. Se plantea que cada siete años hacemos una renovación total de células de modo que no queda en nuestro organismo ni una sola célula del periodo anterior. No obstante, nuestro organismo mantiene las mismas características de la construcción antigua, de modo que se mantiene una aparente continuidad.

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Aunque a los siete años ya no somos «el que nació de madre» en términos físicos, ya que han desaparecido todas las células originales, mantenemos el modelo debido a que se mantiene la información. Esa información está contenida en el código genético, y es impresa sin variaciones (al menos sin variaciones considerables reconocidas) en cada nueva célula. Así, aunque físicamente hayamos cambiado, la información básica nos mantiene idénticos al «nacido de madre», y eso no cambia a lo largo de nuestra vida. De ahí que la clonación reproduzca individuos idénticos al original (mismo mapa de información) o que el análisis genético pueda detectar la signatura (mapa) de un individuo a partir de restos ( cabellos, uñas, sangre, etc.) del mismo. No obstante, hay algo que debe hacernos pensar. Cuando aparece una enfermedad, las nuevas células no sustituyen progresivamente el desorden existente, como cabría esperar, sino que se adaptan a dicho desorden y lo reproducen, constituyéndose como parte de dicha enfermedad. Esto nos hará concluir que la enfermedad, más que un elemenbo físico, es el resultado de una información que le da al «centro de mando» la instrucción de que «ahí debe haber una enfermedad», así que las células se organizan según la información que las estructura en lugar de seguir la información que da lugar a un modelo sano. Luego una información puede alterar el modelo o, al menos, elegir unas potencialidades latentes en vez de otras.

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¿Increíble? ¿Confuso? A algunas corrientes actuales no se lo parece tanto puesrto que plantean una relación directa entre los patrones mentales y las enfermedades que desarrollamos, sugiriendo que es posible regenerar el «modelo sano» si tales patrones mentales cambian (ver, p.e. «La Enfermedad como camino» o «Sana tu cuerpo»). Esto no está plenamente asumido por la medicina oficial, pero resulta evidente en algunos factores (stress, úlcera, depresión...) donde los estados mentales tienen un efecto somático claro y directo. El efecto de la mente sobre la química orgánica resulta aún más claro cuando nos centramos en el sistema hormonal (cuyas principales glándulas, «casualmente», se sitúan donde el sistema hindú ubica los llamados «chakras»). Un disgusto, por ejemplo, puede alterar la quimica interna y provocar un envejecimiento prematuro; ciertos estados emocionales pueden disparar la quimica interna y desarrollar factores de obesidad; un susto (estado mental) dispara la secreción de adrenalina; etc. Desde este punto de vista, observamos que ciertos estados mentales provocan cambios en la química interna, hormonal, que posiblemente sea el verdadero «laboratorio alquímico». Si ciertos estados mentales provocan reacciones hormonales ¿por qué no pensar que otros estados mentales (alegría, tristeza, amor, etc) puedan desarrollar otras reacciones hormonales, aunque algunas de ellas aún no se conozcan? Y, al mismo tiempo, si estados mentales eventuales disparan reacciones hormonales puntuales ¿por qué estados mentales permanentes no podrían provocar reacciones hormonales permanentes? Esto resulta bastante claro en lo que respecta a estados quimicos anómalos pero ¿acaso no podemos deducir lo mismo respecto a patrones mentales mejores a lo habitual, patrones de conciencia elevada? Y, si todo el proceso iniciático pretende conducir a un cambio trascendente y permanente de patrones mentales (mapas de realidad, al fin y al cabo), ¿no tendría eso un efecto en el organismo aunque, esta vez, con resultados positivos consistentes en una mejora sobre el patrón estandar? Obviamente, esos cambios no crearán glándulas que no existen, pero podrían hacerlas trabajar de un modo diferente, haciéndo desarrollar en nuestras glándulas de siempre otro tipo de secreciones hormonales habitualmente desconocidas


139 y no desarrolladas en el hombre común, o secreciones habituales en una proporción y equilibrio distintos. ¿No será eso la llamada «transmutación alquímica»? ¿Qué facultades y posibilidades tendría un hombre tal? Probablemente sería muy distinto al modelo «nacido de mujer» y, entonces, ¿hablaríamos del «no nacido de mujer» o del que «se ha engendrado a sí mismo»? Y una pregunta más: si las células nuevas recogen la información básica de la estructura ¿no alterará dicho cambio la información contenida en las nuevas células? Desde esa perspectiva, el «Saturno», el modelo, sufriría una variación. Desde el modelo «estandar» pasaríamos a un modelo mejorado que desarrollaría todas sus potencialidades latentes. Tal vez sea esto y no otra cosa la «transformación del plomo en oro». Queda la pregunta de cómo afectarían estos cambios al modelo genético. Personalmente creo, en contra de la opinión científica actual, que tales cambios repercutirían en la estructura del ADN dando lugar a un hombre nuevo. No obstante, parece ser que estos cambios propios del proceso iniciático no pueden ser transmitidos a la descendencia- «El reino de Dios no puede ser heredado por la carne y la sangre»-, al menos así lo afirman las distintas corrientes esotéricas que plantean el tema. ¿Es esta la fase temporal de un proceso que acabará estructurándose en un cambio evolutivo o, por el contrario, el hombre común es la «crisálida» del superhombre y, de un modo invariable, el nuevo patrón nunca podrá transmitirse sino sólo desarrollarse a partir del viejo? Si así fuera, quizá la ingeniería genética tendría el poder de efectuar un cambio drástico al respecto.

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También se habla en los textos, como hemos comentado, de que aquellos que realizan la transformación pierden la capacidad de reproducción. Curiosamente, parece que la ciencia puede proporcionar una explicación coherente a esto. Como ya se ha comentado, parece ser que la vida tiende a dotar a las especies con menos capacidad de supervivencia de una mayor capacidad reproductiva. Así, cuando sujetos de especies menos lonjevas han sido colocados en entornos emnos hostiles dichos especímenes han aumentado su espectativa de vida y, paralelamente, ha disminuído su número de crías y se han espaciado más las camadas. Parece que la naturaleza compense el mayor riesgo de mortalidad con un aumento de las crías para asegurar la reproducción de la especie y, al mismo tiempo, considerando innecesario mantener el cuerpo en forma más allá de sus posibilidades, prescindiría de esforzarse en reparar las células deterioradas, centrando sus esfuerzos en los elementos de transmisión sexual. Desde esa perspectiva, ¿ qué ocurriría si un espécimen humano desarrollara una longevidad muy superior? Probablemente desarrollaría una tendencia a reproducirse mucho menor o, incluso, nula. En este punto recordamos también lo expuesto acerca del Sol como representación del «Yo» superior. Los dos gemelos sería, pues, ambos aspectos del ser humano: el modelo original y el modelo latente, dos aspectos separados por un salto de conciencia. Así, el hombre natural sería el vehículo, el caballo, la «oruga» o gérmen del hombre superior. Como dicen los alquimistas: «El plomo oculta o contiene al oro» Más allá del binario

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La relación entre las dos espirales del ADN y las dos serpientes gemelas del Caduceo ya se ha planteado. Serían las mismas dos serpientes gemelas de la tradición hindú: Idé y Pingála, que se enroscan en tormo a los chakras (recordemos la relación «como es arriba es abajo»). La pregunta aquí sería ¿cual es el papel análogo al de la tercera serpiente, Kundalini, equivalente a la serpiente que se enrosca en torno al Arbol de la Vida? Quizá sea arriesgado, pero podríamos relacionarla con el agente transmisor de la información, otra construcción espiralada que llamamos ARN. En medio de este planteamiento, uno se pone a pensar en el ternario creador y a observar la figura hexagonal, reaparecida en la «Flor de la Vida», que daba lugar a la runa Haga!: Tres lñineas entrecruzadas en un punto, que evocan fácilmente los tres ejes de coordenadas que describirían una figura en tres dimensiones. La estrella de seis puntas, la «Flor de la Vida», el «asterisco» de Hagal- así como la figura central de Chartres, las formas de algunos rosetones góticos o la forma del cubo que describen las siete «sephiras» del Arbol de la Vida que contienen a Tiphereth (el Yo Superior, el oro) en el centro- describen una realidad tridimensional, describiéndose cada dimensión como «haciendo ángulos rectos con las otras». La figura del doble tetraedro, que poseería ocho puntas, sugeriría la idea de un cuarto eje de coordenadas, - con todas las limitaciones que implica tratar de hacer una figura tri o cuatridimensional sobre un plano de sólo dos dimensiones-. ¿Es una alusión, tal vez, a una consciencia cuatridimensional? ¿Es esa la clave del hombre nuevo? En el capítulo VIII hacía repetidas alusiones a la posibilidad de que existiera una «fórmula» original, quizás escrita en código binario, que sería la madre de todas las demás fórmulas y la clave de las distintas expresiones físicas, nacidas de sus diversas adaptaciones. Allí leíamos: «Así, el número y la vibración son los principios abstractos que hay detrás de todo... Deberíamos, pues, concluir que todo ser físico no es sino la expresión de una combinación de números, de una fórmula.


140 ¿no debería, pues, ser leída la fórmula en todo lo expresado por ella?... Si la idea nos parece aberrante, entonces deberíamos cuestionarnos seriamente a físicos y matemáticos, que no hacen sino aproximarnos a esa idea. Y también, de paso, a los genetistas, que pretenden reducir al ser humano a una fórmula: el código genético» También resulta curioso el que el nombre de Dios, como el código genético, se componga de cuatro letras (YHVH). Igualmente resulta chocante la analogia entyre el primer hombre bíblico, ADAN, y el que se le da a las espirales del código genético: ADN. La combinación de Saturno y Mercurio

Si revisamos el capítulo VII, veremos en él una relación entre el Tres y el Ocho: Ocho ternarios en el «Pa-kua», Tres octenarios conteniendo las runas, la relación entre Binah (esfera Tres del Arbol) y Hod (la esfera Ocho)... Esta relación se reforzaría más adelante con las relaciones entre Saturno (Binah) y Mercurio (Hod).

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Ambas claves aparecen en las bases de la genética, aunque no tan directamente relacionadas. El Ocho nos aparece en la forma de la doble espiral entrelazada (¿tejida?), mientras que el Tres, por su parte, nos conecta más al Proteoma que al Genoma, dado que en aquel las cuatro bases originales (GATC) se combinan en grupos de tres para dar lugar a las alrededor de 20 millones de proteínas que estructuran la diversidad de cada sujeto. Paralelamente al Proyecto Genoma, algunos científicos ya se han embarcado en la posibilidad de elaborar el Proyecto Proteoma. Acerca de las proteínas leemos, de nuevo en la revista «Muy Interesante»:

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«Los genes portan información codificada para fabricar las proteínas en los ribosomas, unas estructuras esféricas que flotan en el citoplasma celular El reto de los genetistas no sólo está en identificar todos los genes del genoma humano, sino que además han de diferenciar en éstos los «intrones»- secuencias de valor nulo o desconocido- de los exones, las secuencias que son traducidas a proteínas. Para ello, los ribosomas se desplazan a través del ARN mensajero, para producir los aminoácidos de la proteína en el orden correcto»

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Respecto a Mercurio, si buscamos relaciones, quizá tendería más a conectarlo con el ARN que con el ADN, ya que el ARN cumple la función de mensajero. No en balde, en un apartado del mismo capítulo lo etiquetábamos como «la tercera fuerza», una especie de espiral o «serpiente» distinta de las que componen la dualidad, la doble hélice, y que contiene la información, el mensaje que la estructura. También conectábamos a Mercurio con la adivinación y con el Destino. No pretendemos «sacar las cosas de tiesto», pero, aunque seria una aberración relacionar el código genético con el «Destino» en su sentido más amplio, es innegable que contiene una sustanciosa información de tendencias que nos permiten «adivinar» o «predecir» las enfermedades que tendrían más posibilidades de desarrollarse en el sujeto, sus características físicas más importantes (color de pelo, ojos, etc.), algunas de sus tendencias e, incluso, sus espectativas de vida. La novela «Gattacca» y la película que se hizo a partir de ella nos introducen plenamente en estas posibilidades de cara a un hipotético, aunque cercano, futuro. Esta información no es definitiva, porque dependerá de factores externos tales como el modo en que el individuo oriente su vida y sucumba a tales tendencias o se imponga a ellas, pero los genetistas plantean una predicción que puede, como mínimo, resultar más sólida y fiable que muchas técnicas adivinatorias, una adivinación- o, mejor, previsión (píe-visión, visión antes de que aparezca lo que se espera)- sustentada en una base coherente, en unas potencialidades con muchas posibilidades de desarrollarse o de permanecer amenazadoramente latentes. Hallaríamos aqui adicciones potenciales, rasgos físicos inmediatos o de desarrollo a ciertas edades, riesgos de desordenes hormonales, etc. Toda esta «previsión» no se limitaría a un periodo más o menos inmediato sino que abarcaría el proceso de toda una vida. En esta posibilidad de detectar las características de un ser humano a partir de una muestra genética se basan las nuevas técnicas policiales, así como las comprobaciones de paternidad. Un inquietante resumen de lo que aporta la genética

Todo lo expuesto en este libro resulta en un entramado inquietante y, aunque el puzzle dista mucho de estar resuelto, las conexiones, relaciones y similitudes son demasiadas para ser ignoradas. Superamos, con mucho, el margen de la simple coincidencia, pero, aun a pesar del peso de las relaciones encontradas y la clarificación que ofrecen unas sobre otras, aún no podemos hablar de pruebas irrefutables. Me limitaré tan sólo, tímida y humildemente, a exponer una serie de hipótesis que podrían deducirse de este trabajo:


141 1) Existe una fórmula madre, una matriz de base numérica cuyas expresiones afectan todo cuanto conocemos o podemos conocer, y que determina cómo se estructuran desde los principios filosóficos hasta las estructuras de la materia y las claves de la organización de la vida. 2) Esta fórmula, o algunas de sus expresiones, ha sido conocida por las antiguas doctrinas esotéricas y conservada u ocultada en sus símbolos. 3) Esta fórmula tiene relación con la capacidad de modificar los modelos originales en que las cosas se menifiestan y, particularmente, con la posibilidad de modificar el modelo humano en una entidad de condición mucho más elevada. 4) Esto es lo que se quiso significar con el concepto alquimico de «transmutación del plomo en oro». 5) Este cambio de produciría de manera natural (sin manipulación mecánica o externa) en el proceso llamado «iniciación». 6) Las distinats corrientes esotéricas, lejos de conservar y transmitir un conjunto de conocimientos distintos e inconexos o meras supersticiones, eran guardianas de un conocimiento común, fueran o no totalmente conscientes de todas sus implicaciones, que expresaba una misma verdad a trravés de diferentes símbolos o lenguajes.

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7) Parece haber una matriz común de todo ese conocimiento esotérico, aunque luego se fragmentó en toda una diversidad de ramificaciones que conservaron el secreto o, al menos, una parte de él. 8) Algunas pistas apuntan a la posibilidad de que tal conocimiento pudiera proceder de una civilización más avanzada que la nuestra. 9) La similitud, pese a su difusión, expansión y fragmentación, de símbolos y conceptos refuerza la idea de una raíz común. 10) Existe la posibilidad de que lo que se transmitió en forma oscurantista y velada pueda ser una deformación o degeneración inevitable de lo que originalmente fuera un conocimiento estructurado perfectamente definible como ciencia. Y me pregunto. Si nuestra civilización colapsara ¿cómo interpretarían nuestros descendientes los símbolos electrónicos o quimicos? ¿Qué harían con los fragmentos de conocimiento técnico que sobrevivieran una vez pérdidos los instrumentos de comprobación o el conocimiento científico en el que se encuadraban? ¿Cómo se las arreglarían para estructurar, conservar o desarrollar el conocimiento, total o parcial, que conservaran los pocos científicos supervivientes frente a un mundo barbarizado y hostil? ¿Necesitarían esconderse dichos científicos frente a la incomprensión y el miedo? ¿Tenderían a usar lenguajes misteriosos que sólo ellos y los instruidos o iniciados pudieran comprender?

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Tal vez me dejo llevar demasiado por la imaginación, pero resulta curioso, como mínimo, que, partiendo únicamente de 4 pares de bases (recordemos el cuaternario original) el genoma humano llegue a componerse (al menos hasta donde hoy se sabe) de 3.200 millones de pares de bases, 8 x 4 x 100 millones, 32 x 100, o, también, si se considera la importancia del Cinco, 25 x 100 millones. El total de bases unidas dos a dos será, lógicamente, de 6.400 millones, 64 x 100, 8 x 8 x 100, 82x 100, o 26 X 100. Tales números resultan una curiosa coincidencia, porque nos devuelven una vez más al ajedrez, al tapiz binario entretejido en blanco y negro de 64 cuadrados, 32 blancos o activos y 32 negros o pasivos. Cada par de bases del genoma se estructura, también, en forma activo-pasivo. Si es una coincidencia fortuita, resulta demasiado cercana (totalmente, podríamos decir) a los códigos que describen la mística del universo: Una unidad; una estructuración binaria; cuatro elementos (GATO); una doble espiral; un tapiz binario de 32 + 32 a semejanza del cuadrado del ajedrez, el cuadrado de Mercurio o los casilleros del Parchís y de la Oca... Sabemos que el genoma humano es, básicamente, un conjunto de unidades de información. Curiosamente, los escritores sobre el particular recurren una y otra vez a este simil. En la misma revista mencionada, Raul Nuñez, un investigador que publica en la misma otro artículo relativo al genoma se expresa en estos términos: «Como saben todos los estudiantes de hoy, esos pares de bases son las letras de un libro. Con ellos se forman las palabras que componen el texto genético, o genoma propio de cada individuo, que define sus características y está presente en la forma de ADN en las células de su cuerpo».

Así, volvemos al concepto de que todo se reduce a una información, a un lenguaje. La expresión, la forma, no nace porque sí ni es inmutable, sino que surge del modo en que se estructuran dichas «letras». La estructura genética, pues, no es más que un «mapa» que hoy se está intentando descifrar. Pero, en este caso, el «mapa» crea el territorio que describe y cualquier modificación del «mapa» constituirá, inevitablemente, una modificación de la realidad o territorio descrito por él. Esa es la meta de los genetistas, que pretenden poder introducir modificaciones en el modelo genético para eliminar la enfermedad, las deficiencias... e incluso el envejecimiento. Pero ¿no era esa la meta de los alquimistas en su búsqueda de la


142 «Piedra Filosofal»? El mismo artículo de Raul Nuñez nos recuerda, en su artículo, que no estamos hablando sólo del ser humano, sino de cualquier estructuración de la vida: «Recordemos que en el ADN hay cuatro bases distintas (ATGC), que cada grupo de tres letras define y permite producir un aminoácido diferente (CGA=Arginina, GCG=Alanina...) y que esta clave es válida para cualquier ser vivo, sea camello, alga, ciruelo, levadura, tomate o mosca. Con estos aminoácidos se sintetizan centenares de proteínas diferentes...» Cerremos, dejando abiertas más interrogantes que respuestas, con un brevísimo resumen de lo que hasta hoy se sabe del código genético:

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1. Cada célula contiene 46 cromosomas que se agrupan por pares. Entre todos constituyen el mensaje genético, de 3.200 millones de «letras». 2. En los humanos hay 23 pares (hasta 1955 se creía que eran 24); en la patata y el chimpancé son 24; 7 en el guisante; 21 en las ratas; y 4 en la mosca de la fruta. 3. Cada par de bases se acopla por una unión de hidrógeno. 4. Se define un ser vivo como aquello que tiene genes que se duplican. Un objeto del que podemos sacar un genoma (una silla de madera, p.e.) es materia muerta. Donde no hay ADN hablamos de materia inerte. 5. Cada mensaje aparece redactado en una secuencia concreta de cuatro bases: Adenina, Citosina, Guanina y Timina. 6. El ADN tiene una estructura de doble hélice. 7. Al dividirse la célula se organiza en 23 pares de cromosomas, los «tomos» del «libro». 8. Las bases se estructuran por pares en la hélice y en gfrupos de tres para componer los aminoácidos. 9. El ARN, descubierto por Severo Ochoa (1905-1993), es la molécula que hace posible la transformación del ADN en proteínas. 10. El código de la vida es común para todos los organismos. La diversidad biológica se resume en una variedad de genes y proteínas. 11. Las proteínas son formadas por los aminoácidos. 12. Cada gen es una frase compuesta por tripletes de letras combinados en un orden preciso que indica a la maquinaria celular qué proteína debe fabricar. 13. Antes de 1900, la esperanza de vida al nacer se situaba en los 45 años y todavía menos en los siglos y milenios anteriores (excepto en la Grecia Antigua). Hoy es de 75 años y se especula con que la espectativa de vida de la gente que hoy ronde los 40 puede llegar a ser de unos 130, e incluso que los niños que nazcan en 20 años podrían verse ante una espectativa de vida de 200 años...

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Todo esto no puede sino hacernos pensar. Hemos hecho un largo recorrido relacionando cosas muy diversas entre sí. Desde los constructores de catedrales al código genético. Desde la geometría sagrada a la alquimia orgánica. Desde los misterios antiguos hasta el universo vibracional... No pretendo desarrollar aquí conclusiones porque ya se han desarrollado a medida que la obra avanzaba. Cada cual puede verse removido o refrendado en el campo de la particular tendencia que le interesa o afecta, pero sí quisiera remachar, una vez más, que el conocimiento fragmentado sólo nos aleja de la verdadera comprensión y que es necesario relacionar muchas cosas entre sí, aunar, para comprender. Que este sea, al menos, un primer paso y cada cual desarrolle sus propias conclusiones.


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