Imagen 1: Frente de la Iglesia de Santa María del Mar / Image 1: Frontis of the Church of Santa María del Mar. Wiki Commons. 2014
Artículo en Revista iCandela Santa María del Mar y su iluminación La arquitectura, la escultura y la pintura dependen específicamente del espacio y están ligadas a la necesidad de gestionarlo, cada una mediante sus propias herramientas. Lo que aquí se dirá es, esencialmente, que la clave de la emoción estética es una función espacial. Le Corbusier. L’espace indicible.
Le Corbusier se refiere al espacio inefable como la cúspide de la emoción plástica. Esta cualidad del espacio, difícilmente conceptualizable y transmisible, es lo que nos atrae del fenómeno que es la Iglesia de Santa María del Mar [Imagen 1]. Lo que motiva la redacción de este escrito es el deseo de aprehender algo de ella. Posiblemente no sean conceptos nuevos, pero nos conformamos con proponer formas de mirarla. Una primera intuición de cómo aproximarse a este espacio es viéndolo a través del problema de la iluminación. Esto se explica sencillamente con un aforismo: sin luz, no hay espacio. Sin embargo, considerar la experiencia del espacio arquitectónico desde sólo uno de los aspectos que lo constituye es una empresa intelectual tan enciclopédica como erudita. El análisis no puede ser llevado a cabo sin contemplar, en suspensión y simultaneidad, la totalidad de los aspectos que determinan la arquitectura. No creemos que sea fácil o posible invocar a la luz sin destacar también la materia, el espacio, el tiempo, el peso o la gravedad. Por esta razón, optamos por la analogía como método de aprehensión. En vez de esforzarse por diseccionar un fenómeno en conceptos que no tienen la misma elocuencia abstraídos que en concreto, preferimos establecer relaciones entre fenómenos semejantes. Dicho de otro modo, preferimos tomar fenómenos donde la luz sostenga un lugar similar en el modo en que capturamos el sentimiento de la obra. Coincidiendo con la apreciación de Le Corbusier sobre la vinculación que hay entre la escultura, la pintura y la arquitectura –por medio del pensamiento y el trabajo con el espacio–, consideramos que un cruce entre el fenómeno espacial de la Iglesia y distintas obras de arte puede encaminarnos como mínimo a distintas formas de mirar esa cualidad inefable de la experiencia espacial. El comentario se organiza en tres episodios, cada uno correspondiendo a un artista y algunas de sus obras. Cada uno es autónomo y en conjunto no pretenden concluir en nada mayor que si mismos. Los artistas son Eduardo Chillida, Rembrandt y Edward Hopper. Eduardo Chillida: La luz en el protagonismo del límite El diálogo limpio y neto que se produce entre la materia y el espacio, la maravilla de ese diálogo en el límite, creo que, en una parte importante, se debe a que el espacio, o es una materia muy rápida, o bien la materia es un espacio muy lento. […] ¿No es el límite el verdadero protagonista del espacio, como el presente, otro límite, es el protagonista del tiempo? Eduardo Chillida.
¿Qué entiende Chillida por un diálogo? Como un primer acercamiento, podemos decir que al contemplar los gravados, recortes o esculturas de Chillida, notamos que la integridad de cada obra resulta del efecto cohesivo que tiene el límite que define cada parte. El límite consigue este protagonismo por distintos recursos. Lo logra tanto por la figura particular que define cada parte, como por la luz. Veamos cada una de ellas. Para ejemplificar esto tomaremos las obras Alditaku II y Estudio para Peine del Viento. Las figuras que trabaja Chillida muchas veces se asemejan a dedos que aprietan aire, o manos que se aprietan entre si. Esta búsqueda de figuras que posean un aparente deseo de querer agarrarse, encajar y apretarse, ya condicionan una calidad de tensión que cohesiona a la obra. Lo verificamos en la dificultad lleva distinguir fondo de figura. En casos, inclusive lleva a la dificultad de distinguir obra de la superficie que le sirve de soporte [Imagen 2]. En el caso de sus grabados, la luz interviene en el contraste con el papel que genera a partir del uso de la tinta. En sus collages, con la luz se aprecia además el relieve que genera a partir de las capas de papel que superpone y recorta.V La luz en su escultura ya no es la misma que en sus grabados o collages. La luz ya no incide sobre un plano teñido o una superposición de capas en un mismo plano. La tridemonsionalidad marcada del espacio escultórico permite, en primer lugar, comprender la profundidad de la materia y el vacío, pero también permite que la luz incida sobre el límite en distintos ángulos con distintos reflejos. Ese dinamismo le da un aspecto de movimiento lento. En la escultura, el diálogo entre materia y vacío se intensifica y nuevamente la luz toma el protagonismo en la percepción del límite [Imagen 3]. Frente al espacio de Santa María del Mar podemos sentir el significado de las palabras que Chillida emitió durante su discurso de entrada a la Real Academia de las Bellas Artes de San Fernando. Aquí son personificados por una serie de columnas y bóvedas, por un lado, y ese vacío que corre entre unas y bajo las otras, por otro. Inclusive, podríamos llegar a apreciar cierta tensión entre ambos. El modo en que las luminarias difuminan la luz, sobre todo desde el fuste de las columnas hasta los nervios y planos cóncavos de las bóvedas, hacen que esta tensión se perciba como un momento suspendido de una acción en un proceso lento. Enajenándonos del dominio de la gravedad sobre todo en la tierra, podríamos llegar a preguntarnos si es el vacío quien está empujando la piedra de las bóvedas, brindándole sus cavidades a la iglesia en la forma de nichos, naves, transcepto, ábside y ambulatorio; o si es la materia la que prescinde de estas cavidades para separar y domesticar el
Artículo en Revista iCandela / 2015
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