Corpus christi

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“HE AQUÍ EL CORDERO DE DIOS” – “ESTO ES MI CUERPO… MI SANGRE” Testimonio, Misterio y Pasión JOSÉ CRISTO REY GARCÍA PAREDES, CMF


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“HE AQUÍ EL CORDERO DE DIOS” – “ESTO ES MI CUERPO… MI SANGRE” PROCLAMACIÓN, MISTERIO Y PASIÓN José Cristo Rey García Paredes, cmf

Quizá no sean muchas las personas que se hayan preguntado porqué en el rito de la comunión eucarística se hacen tantas referencias al “Cordero de Dios”. Tras darnos la Paz invocamos por tres veces al “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. El Pan eucarístico nos es presentado con estas palabras: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo Dichosos los invitados a la cena del Señor” ( “Ecce Agnus Dei, ecce qui tollit peccáta mundi. Beati qui ad cenam Agni vocati sunt”). ¡Es curioso constatar que la traducción española del texto original –en latín- evita la última referencia al Cordero y en lugar de “Cena del Cordero”, traduce “Cena del Señor”! También en el “Gloria in excelsis Deo” Jesús es invocado como el “Cordero de Dios que quita los pecados del mundo”1. En el primer prefacio de la Eucaristía de la Pascua decimos: “Porque Él es el verdadero cordero (verus est Agnus) que quita el pecado del mundo”. ¿Qué aporta a la comprensión del misterio eucarístico la referencia a Jesús como “Cordero de Dios”?2. Vamos a reflexionarlo buscando en la Liturgia eucarística la fuente de nuestra fe (lex orandi, lex credendi). Lo haremos en tres pasos: 1) La proclamación: ¡He aquí el Cordero de Dios! ¡Esto es mi Cuerpo… mi Sangre! 2) El misterio: La Eucaristía del Cordero en el ámbito de la animalidad; 3) La pasión amorosa: la Cena de bodas del Cordero. 1

“Domine Fili unigenite, Iesu Christe, Domine Deus, Agnus Dei, Filius Patris, qui tollis peccata mundi, miserere nobis; qui tollis peccata mundi, suscípe deprecationem nostram. Qui sedes ad dexteram Patris, miserere nobis.”

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Escribo estas reflexiones después de haber leído y releído la obra de Emmanuel Falque, Les Noces de l’Agneau. Essai philosophique sur le corps et l’eucharistie, Du Cerf, Paris, 2011. En ella trata el autor de exponer la fe católica en la Eucaristía en diálogo con el pensamiento filosófico, de modo que esta dimensión del saber reconozca la necesidad que tiene de acoger las categorías teológicas. Basado en la lectura atenta e intensa de este libro, me he decidido a escribir esta reflexión, que es deudora a él en casi todas las páginas y por eso eludo las citas que serían contínuas. Sí he tratado, sin embargo, de condensar en pocas páginas la gran riqueza de un libro de 383 páginas. Ello me ha permitido así mismo ofrecer mis más profundas convicciones: he escrito varios libros sobre la Eucaristía, pero no he tratado directamente el tema aquí expuesto: cf. José Cristo Rey García Paredes, Iniciación cristiana y Eucaristía, San Pablo, Madrid, 1997; Id., Eucaristía, pan de la peregrinación, Editorial Claretiana, Buenos Aires, 2005; Id., Eucaristía: Memoria, presencia y profecía, San Pablo, Bogotá, 2012.


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I. LA PROCLAMACIÓN: ¡HE AQUÍ EL CORDERO DE DIOS! ¡ESTO ES MI CUERPO… MI SANGRE! En el contexto global de la Biblia el cordero es, ante todo, un importantísimo símbolo religioso: es inocente y capaz de cohabitar con el buey, el cabrito y el lobo (Dt 14,4; Is 11,16); es dócil y se deja llevar al matadero (Jer 11,19), es humilde y aun brutalizado, se abaja y no abre la boca (Is 53,7).

1. TESTIMONIO: JESÚS “CORDERO DE DIOS” Juan el Bautista presentó a Jesús ante dos de sus discípulos con esta frase –que es hapaxlegómenon, es decir, única en toda la Biblia-: “He aquí el Cordero de Dios que carga con el pecado del mundo (i¶de oJ aÓmno\ß touv qeouv oJ ai¶rwn th\n aJmarti÷an touv ko/smou)” (Jn 1,29.36). ¡No con los pecados (en plural), sino con el “pecado” (en singular)! Jesús, por lo tanto, carga con la condición pecadora del ser humano, con el estado pecaminoso del ser humano, del cosmos. También el diácono Felipe –movido por el Espíritu- le explicó al etíope -eunuco, dignatario de Candaces y superintendente de su tesoro- que era Jesús aquel de quien el profeta Isaías escribía: “como oveja llevada al matadero y como mudo cordero ante el esquilador, que no abre la boca” (Hech 8,26-35)3. Así mismo el autor del libro del Apocalipsis presenta a Jesús como el Cordero victorioso4, que –aunque marcado por las señales de su inmolación- está de pie ante el Trono de Dios, en medio de la comunidad celestial, y agraciado con el Espíritu enviado a la tierra (Apc 5,6)5. El autor apocalíptico habla también de la boda del Cordero con su Esposa y proclama bienaventurados a los invitados a la Cena:

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“Un varón etiope (aÓnh\r Ai˙qi÷oy), eunuco (eujnouvcoß), dignatario de Candace -la reina de Etiopía(duna¿sthß Kanda¿khß basili÷sshß Ai˙qio/pwn) y superintendente de su tesoro (o§ß h™n e˙pi« pa¿shß thvß ga¿zhß aujthvß), que había venido a Jerusalén para adorar (proskunh/swn ei˙ß Δ∆Ierousalh/m), volvía sentado en su carro leyendo al profeta Isaías. Le dijo entonces el Espíritu a Felipe: — Acércate y ponte al lado de ese carro. Corrió Felipe a su lado y oyó que leía al profeta Isaías. Entonces le dijo: — ¿Entiendes lo que lees? Él respondió: — ¿Cómo lo voy a entender si no me lo explica alguien? Rogó entonces a Felipe que subiera y se sentase junto a él. El pasaje de la Escritura que iba leyendo era el siguiente: Como oveja (wJß pro/baton) fue llevado al matadero, y como mudo cordero (wJß aÓmno\ß e˙nanti÷on) ante el esquilador, así no abrió la boca. En su humillación se le negó la justicia. ¿Quién hablará de su posteridad?, ya que su vida es arrebatada de la tierra. El eunuco le dijo a Felipe: — Te ruego que me digas de quién dice esto el profeta: ¿de sí mismo o de algún otro? Entonces Felipe tomó la palabra y, comenzando por este pasaje, le anunció el Evangelio de Jesús” (Hech 8,26-35).

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El Cordero es mencionado 29 veces en el libro del Apocalipsis.

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“Entonces vi en medio del trono y de los cuatro seres vivos (tw◊n tessa¿rwn zwˆ¿wn) y en medio de los ancianos (e˙n me÷swˆ tw◊n presbute÷rwn) un Cordero de pie, que parecía degollado (kai« aÓrni÷on e˚sthko\ß wJß e˙sfagme÷non), con siete cuernos y siete ojos (e¶cwn ke÷rata e˚pta» kai« ojfqalmou\ß), que son los siete espíritus de Dios enviados a toda la tierra (e˚pta» oiº ei˙sin ta» [e˚pta»] pneu/mata touv qeouv aÓpestalme÷noi ei˙ß pa◊san th\n ghvn)” (Apc 5,6).


4 «Bienaventurados los llamados a la cena de las bodas del Cordero (maka¿rioi oi˚ ei˙ß to\ dei√pnon touv ga¿mou touv aÓrni÷ou keklhme÷noi)»“ (Apc 19,6-10). La Cena de las nupcias nos evoca así mismo la última Cena de Jesús con los suyos donde pronunció estas palabras “Esto es mi cuerpo entregado –mi carne para la vida del mundo-… Este es el cáliz de la alianza en mi sangre… Tomad, comed… bebed”, mientras les ofrecía el pan y la copa de vino. En la Cena de las bodas el Cordero entrega su Cuerpo y su Vida a su Esposa. Este contexto semántico es extraordinariamente rico y a su vez complejo. La Eucaristía es contemplada no simplemente como una cena, sino como una cena de bodas. El Esposo no es presentado como un varón, sino como un Cordero. La esposa no es una persona, sino la comunidad de los seguidores de Jesús y -en cierta medida- toda la humanidad. La relación del Esposo con la Esposa está marcada por el amor erótico que, a su vez, queda asumido, transformado y transfigurado por el amor de agape . Lex orandi, lex credendi. La liturgia nos invita, por lo tanto, a contemplar y vivenciar el misterio eucarístico desde la clave apocalíptica de Jesús, Cordero de Dios, de los esponsales del Cordero, del amor apasionado que genera una Alianza sin vuelta atrás. El comprender el misterio eucarístico desde la perspectiva del Apocalipsis nos ayuda a expandir nuestra conciencia y a abandonar la estrechez a la que nos somete la rutina y el recurso a lo ya sabido. ¡Extraño es para nosotros este lenguaje apocalíptico!

2. TRASFONDO: ¿CORDERO INMOLADO? ¿CORDERO PASCUAL? Moisés Maimonides (1138-1204) –médico, rabino y teólogo judío- en su “Guía para perplejos ” resaltó la diferencia –en principio- entre el cordero inmolado y el cordero pascual: el primero era ofrecido en holocausto por el sacerdote y, por lo tanto, no era comido; el segundo era comido por todos los comensales que celebran la Pascua. El cordero inmolado en holocausto pertenecía únicamente a Dios y, por lo tanto, no podía ser comido. Debía ser sin defecto; la inmolación –sacrificio de holocausto- era su destino (Is 53,7; Apc 5,6; Lv 23,12). Era inmolado por el sacerdote en la Pascua judía y cargaba con los pecados del pueblo. El cordero pascual –evocando la liberación de Egipto- debía ser comido6; pertenecía a los animales considerados “puros”7; debía ser asado; no se le rompería ningún hue6

El pastor –dentro del contexto étnico-palestino- se encargaba de ofrecerle pastos, nutrirlo, alimentarlo.

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“No comerás nada abominable. Los animales que podéis comer son: buey, cordero, cabrito; ciervo, gacela, gamo, cabra montés, antílope, búfalo y rebeco. Podéis comer todo animal que tenga la pezuña hendida en dos partes y que rumie. Pero tanto de los rumiantes como de los que tienen la pezuña hendida, no podréis comer los siguientes: el camello, la liebre y el conejo, que rumian pero no tienen


5 so; habría que comerlo deprisa de modo que, apenas digerido, había que iniciar el paso del viejo mundo de la esclavitud al nuevo mundo de la libertad. Su sangre habría de ser ofrecida a Dios y utilizada como señal en los dinteles de las casas (Ex 12,8.46; 12,6-11). Maimónides observó, además, que el sacrificio exterior del cordero inmolado había sido progresivamente sustituido por la ofrenda interior del corazón contrito y humillado8 . De esta manera, el cordero inmolado se unió rápidamente al cordero pascual para celebrar el gran día de la Pascua, y los restos del animal son “aún hoy día” (decía Maimónides en aquel tiempo) comidos en recuerdo a la vez del cordero inmolado (Lev 23,12) como también del cordero pascual (Ex 12,6-11). El Nuevo Testamento recoge y unifica el doble símbolo del “cordero inmolado” y del “cordero pascual” para expresar la identidad de Jesús crucificado, muerto y resucitado. Jesús es el verdadero Cordero inmolado y ya no hay que referirse a ningún otro: “entonces vi, en medio del trono y de los cuatro animales, en medio de los ancianos, un cordero de pie, que parecía degollado …Los cuatro Vivientes y los venticuatro Ancianos se postraron delante del Cordero… Y cantan un cántico nuevo: Eres digno… porque fuiste degollado y compraste para Dios con tu sangre, hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación… Eres digno de de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza el honor la gloria y la alabaza (Apc 5,6-12). Jesús es, así mismo el nuevo y definitivo Cordero pascual, sin defecto, al que no se le debía romper ningún hueso (Ex 12,46) y al que los soldados de la crucifixión no le quebraron las piernas (Jn 19,33), cuya sangre nos trae la liberación a todos (Ex 12,6; Jn 19.34), como reconoce la primera carta de Pedro: “Habeis sido rescatados por la sangre preciosa como de un cordero sin defecto y sin tacha, la de Cristo (aÓlla» timi÷wˆ aiºmati wJß aÓmnouv aÓmw¿mou kai« aÓspi÷lou Cristouv,)” (1 Ped 1,19).

la pezuña hendida: éstos son impuros para vosotros. Tampoco el cerdo, que tiene la pezuña hendida pero no rumia: será impuro para vosotros. No comeréis su carne ni tocaréis sus cadáveres” (Deut 14,3-8) 8

“El cordero inmolado y el cordero pascual son ciertamente en principio distintos: el primero es consumado (sin ser comido por el sacerdote) y el segundo es consumido (por todos los comensales que celebran la Pascua). Al sacrificio exterior del cordero inmolado sustituye progresivamente en la historia del judaismo, la ofrenda interior del corazón contrito: “Tú no has querido sacrificios ni ofrendas… Tú no has pedido ni sacrificio, ni holocausto ni expiación, entonces dije: he aquí que vengo – según está escrito en el libro” (Sal 40,7-8). “Ni quieres sacrificios, ni aceptas holocausto. El sacrificio querido por Dios es un corazón contrito: Dios, tu no rechazar un corazón contrito y humillado” (Sal 51, 18-19). En el judaísmo antiguo ciertamente se han sacrificado corderos, para ir poco a poco deshaciéndose de ellos y celebrar de otra manera al Dios que se había idolatrado a veces excesivamente. “La prescripción de ofrecer sacrificios y de ir al templo, no tenía otra finalidad que establecer este principio fundamental: no tendréis otros dioses, sino a mí… por eso yo transfiero estas ceremonias a mi nombre, para que el rastro de la idolatría sea borrado y el principio de mi unidad sólidamente reestablecido”: Moisés Maimonides, Guía de los descarriados o perplejos. Tratado del conocimiento de Dios, p. 526.


6 En Jesús, Cordero de Dios, se verificaron las tres cualidades: inocencia, docilidad y que no abre la boca ni ante el sumo sacerdote ni ante Pilato (Mt 6,63; Jn 19,9). Cuando el libro del Apocalipsis habla de “las bodas del Cordero” se está refiriendo a la celebración de la Pascua de Dios con su pueblo (judaísmo) y de Cristo con su Iglesia y la humanidad (cristianismo).

3. SUSTITUCIÓN: ESTE ES EL CORDERO DE DIOS – ESTO ES MI CUERPO … MI SANGRE

En la Iglesia no continuamos la tradición de la comida del cordero pascual ni el ofrecimiento del cordero inmolado en holocausto para la expiación de los pecados. En su lugar aparece el don eucarístico del Cuerpo y de la Sangre de Jesús. Bien sabemos –y así nos lo recuerda siempre la liturgia- que ese Don es “el Cordero de Dios”. Es así como celebramos la Pascua. Si el judaísmo ponía el Cordero inmolado sobre el altar del templo, Jesús puso sobre la mesa su cuerpo y sangre. Es verdad que no es lo mismo “el pan del altar” que “la carne del cordero”, ni “el vino de la mesa” que “la sangre derramada”. Cuando Jesús les pidió a sus discípulos que hicieran los preparativos de la Pascua, ellos pensaron obviamente en conseguir los panes ácimos y el cordero inmolado (Mc 14,12). Jesús, en cambio, no pronunció sobre el cordero las palabras eucarísticas “tomad, esto es mi cuerpo” (Mc 14,22), sino sobre el pan; ni el “tomad y bebed, ésta es mi sangre”, sobre la sangre del cordero, sino sobre la copa de vino (Mc 14,23-24)9. La Pascua cristiana se celebra, a partir de la última Cena, con el pan y el vino, con el cuerpo y la sangre de Jesús10, que es el verdadero Cordero que quita el pecado del mundo. Pablo lo afirmó solemnemente: “Cristo, nuestra Pascua, fue inmolado (to\ pa¿sca hJmw◊n e˙tu/qh Cristo/ß)” (1 Cor 5,7).

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“Y mientras cenaban, tomó pan (labw»n a‡rton) y, después de pronunciar la bendición, lo partió, se lo dio a ellos (eujlogh/saß e¶klasen kai« e¶dwken aujtoi√ß) y dijo (kai« ei•pen): — Tomad, esto es mi cuerpo (touvto/ e˙stin to\ sw◊ma¿ mou). Y tomando el cáliz (labw»n poth/rion), habiendo dado gracias, se lo dio (eujcaristh/saß e¶dwken aujtoi√) y todos bebieron de él. Y les dijo: — Ésta es mi sangre de la nueva alianza, que es derramada por muchos (touvto/ e˙stin to\ ai–ma¿ mou thvß diaqh/khß to\ e˙kcunno/menon uJpe«r pollw◊n)” (Mc 14,22-24).

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La Eucaristía se ve, de manera simbólica, anticipada en el relato de la infancia de Jesús, según san Lucas. Él nos dice que Jesús -apenas nacido en Belén (Beth-lehem = casa del pan)- fue “colocado en un pesebre”: “y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre (e˙sparga¿nwsen aujto\n kai« aÓne÷klinen aujto\n e˙n fa¿tnhØ), porque no había lugar para ellos en el aposento” (Lc 2,7). El pesebe (fa¿tnhØ) era un cajón donde los animales comían, el espacio donde se ponía el alimento. Y todo lo que se ponía sobre el pesebre debía ser comido. Jesús fue reclinado en un pesebre. A este dato “e˙n fa¿tnhØ“ le da importancia el evangelista Lucas, porque se convierte en una señal para reconocer dónde se encuentra Jesús (Lc 2,12.16). Los Padres de la Iglesia desarrollaron el paralelismo entre el pesebre y el altar de la eucaristía: cf. M. Jousse, La manducation de la parole, n. 20, pp. 167-168.


7 “Cristo suprime el primer culto para establecer el segundo. En esta voluntad hemos sido santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez por todas (dia» thvß prosfora◊ß touv sw¿matoß Δ∆Ihsouv Cristouv e˙fa¿pax)” (Heb 10,9-10).

II. EL MISTERIO: LA EUCARISTÍA DEL CORDERO: EN EL ÁMBITO DE LA “ANIMALIDAD” Las referencias neotestamentarias a Jesús como Cordero de Dios no solo hacen referencia a la dimensión expiatoria por el pecado (¡carga con el pecado del mundo!), sino también a la encarnación como asunción y transformación de la dimensión animal de la creación y del ser humano.

1. DEL OLVIDO AL REDESCUBRIMIENTO DE LA ANIMALIDAD a) ¡Prohibido representar a Jesús como “cordero”! Hubo un concilio en Constantinopla, allá por el año 692, convocado por el emperador Justiniano II, el año 692 –el Concilio Trullano-11. Los Padres reunidos en Concilio prohibieron que en los iconos Jesús fuera representado en forma de animal o cordero; sólo debería ser representado en forma humana (kata/ anqropinon karakthra). Argumentaban que Dios se hizo hombre, pero no animal. Tales representaciones disminuirían la fe en la autética encarnación y darían pie a desviaciones idolátricas. La Iglesia de Roma nunca se identificó con ese mandato conciliar. En todo caso, es necesario que nos preguntemos si el Verbo de Dios en su encarnación asumió la dimensión animal o no y si –por consiguiente- la figuración de Cristo como Cordero tiene algún sentido especial. b) ¿“Animal que tiene razón” o razón sin animal? Los antiguos filósofos griegos definieron al ser humano a partir de la animalidad: “bípedo de la especie volátil, desnudo y desplumado”, decía Platón12; “animal racional (zoon logon echon)”, decía Aristóteles)13. La mayoría de los filósofos modernos han preferido definir al ser humano desde el pensamiento (“Pienso, luego existo” – Descartes), o desde la experiencia de la muerte (“un-ser-para-la-muerte” –Heidegger), poniendo entre paréntsis la dimensión animal. Con ello se da a entender que animal es aquel ente que está desprovisto de todo 11

Se llama así, porque se celebró en la sala cupulada o sala trullos del palacio imperial. Fue el cuarto Concilio de Constantinopla; la Iglesia romana dirigida entonces por el papa Sergio I (687-701) no lo reconoció como legítimo: no hubo en él representantes de Occidente ni delegados papales. Fue, no obstante, un Concilio importante para la Iglesia Ortodoxa, pues de él extrajo la parte más importante de su derecho canónico.

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Platon, La politique, 266

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Aristoteles, Politique, I, 2, 1253ª 9


8 aquello que consideramos “propio” del ser humano: palabra, razón, experiencia de la muerte, duelo, cultura, capacidad organizativa, vestirse, mentir, fingir, darse, llorar, respetar etc.. Jacques Derrida lo lamenta con estas palabras: «la más poderosa tradición filosófica en la que vivimos ha negado todo esto al “animal"… un animal privado de logos, privado de poder-tener el logos: tesis, posición o presuposición que se mantiene desde Aristóteles hasta Heidegger, desde Descartes hasta Kant, Lévinas y Lacan»14. En el pensamiento filosófico de Heidegger se produjo un progreso interesante para nuestra reflexión. En un curso que dictó el año 192915 distinguía tres modalidades o regiones óntico-ontológicas en que podía encontrarse el “ser-en-el-mundo”, que el denominaba con la palabra alemana “Dasein”: 1) la modalidad del mineral: “la piedra es sin mundo” (weltlos); 2) la modalidad animal: “el animal es pobre de mundo” (weltarm) 16; 3) y la modalidad humana: “el hombre configura el mundo” (weltbild). El animal es un estado intermedio entre la piedra y el hombre. El hombre supera al animal. Para Heidegger –en esta fase- “el cuerpo del hombre es algo esencialmente diverso del organismo animal”17. c) “El animal que yo soy”: resdescubrimiento En un discurso pronunciado por Heidegger en 1945 dio un cambio en su pensamiento: reivindicó la acogida, por parte del ser humano de aquello que tiene en común con las otras regiones de la vida (lo “sin mundo” y “lo pobre en el mundo”, es decir de su animalidad). El hombre tiene que llegar a ser el animal que es; debe encontrar lo propio en lo ajeno, su hogar en lo sin-hogar (unheimlich), lo humano en lo animal. Lo que nos diferencia como seres humanos no es un qué, sino un cómo, un modo distinto de vivir una misma esencia. La vida es esencialmente pobreza: pero mientras que el animal la vive ensimismado, el hombre la saca del olvido y la afirma. Los animales son sujetos de acción y percepción; hay en ellos espacios de vivencias, todo un mundo de percepciones, de acciones18. El saber del animal no es un sa14

J. Derrida, El animal que luego estoy si(gui)endo, Trotta, Madrid, 2008, p. 43.

15

Este curso fue publicado con el título de “Los conceptos fundamentales de la metafísica. Mundo, finitud y soledad”. Esta obra apareció pocos años después de publicar Ser y Tiempo, donde abordaba el tema del Dasein.

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El año 1936 Heidegger tuvo un discurso sobre la esencia del arte. Es decir, sobre el hombre que configure el mundo: cómo hace aparecer el mundo en un simple objeto, en lo que es “sin-mundo”, en una cosa: la escultura en la piedra, el dibujo en la tela, en la pantalla.

17

M. Heidegger, Lettre sur l’humanisme, en “Questions” III, p. 91.

18

J. Von Uexkül, Mondes animux et monde humain, 1909, París, Denoël 1965, pp. 13-15. Un autor considerable por el conjunto de la fenomenología y la concepción del Lebenswelt (mundo de la vida) y el mundo ambiente Umwelt. Citado muchas veces por Husserl y Heidegger, y puesto al día por los cursos de Maurice Merleau-Ponty. “Se abre entonces la puerta que conduce a los mundos de vivencia, porque todo lo que un sujeto percibe deviene su mundo de percepción y todo lo que hace, su mundo de acción”.


9 ber que sabe, sino un saber que siente. El animal adquiere así una gran familiaridad con su cuerpo a fuerza de sentirse, porque habita su propio cuerpo como casa propia; por otra parte sus órganos responden a sus necesitades: la succión para mamar, el grito para reclamar, el gemido para lamentarse, la excitación para gozarse etc. También nuestro cuerpo humano pertenece a la esfera de la animalidad. Jacques Derrida produndizó en este tema en su obra póstuma “L’animal que donc je suis”. En ella defiende que hay en nosotros una ineludible dimensión de animalidad19. Y ésta se detecta en el flujo de pasiones, de pulsiones, en el caos interior que nos constituye. La animalidad es también una forma de identidad: “A menudo me pregunto –escribe Derrida-, para ver, quién soy; ¿quién soy cuando me sorprendo –desnudo y en silencio- ante la mirada de un animal - por ejemplo, los ojos de un gato-?¿porqué me siento en dificultad, sí, en dificultad para superar mi incomodidad ante esa situación”20. Hay en nosotros una tendencia a sentirnos radicalmente extraños ante los animales; tendemos a considerarlos como “cosas”. Da la impresión de que ante el animal hay en nosotros una parte de animalidad que no aceptamos. ¿Porqué sentir vergüenza ante un animal que no tiene sentido de su desnudez? ¿Qué nos respondería el gato? ¿Porqué avergonzarnos de nuestra fisilología, de nuestro cuerpo? ¿De dónde procede el sentido del pudor? ¿No tendrá ello algo que ver con la degradación hacia la bestia que a veces se da en nosotros? “El hombre no es el único animal que piensa, sino que es el único animal que piensa que él no es un animal”21. El mero hecho de existir nos permite hacernos conocer o ser reconocidos por los demás. Y todo depende de que “ahí está mi cuerpo”, como decía Gabriel Marcel22. El hombre y el animal compartimos una misma animalidad. Sin animalidad nuestra humanidad estaría amputada

19

Cf. J. Derrida, L’animal que donc je suis, Galilée,Paris, 2006.

20

J. Derrida, El animal que luego estoy si(gui)endo, Trotta, Madrid, 2008, pp. 17-18.

21

Paul Broca, quirurgo y antropólogo francés (1824-1880. “Si alguien encuentra despreciables el estudios de otros animales, debería despreciarse a sí mismo, porque esto no es sin tener que vencer una gran repugnacia que se puede captar la composición del genero hombre (sangre, carne, huesos,venas y otras partes como éstas”: Aristoteles, Parties des animaux, I, 5, 645, a. 26-30, p. 58.

22

“Yo existo quiere decir que yo tengo algo por lo que dejarme conocer o reconocer, sea por otro, sea por mi mismo; y esto no es separable del hecho de que tengo mi cuerpo. Mi cuerpo es la referencia por relación a la cual se posa sobre mi la existencia… Toda exitencia puede ser relacionada a esta referencia del cuerpo y no podría ser pensada fuera de esta referencia, que por pura abstracción”: Gabriel Marcel, “L’Être incarné repère central de la rèflexion métaphysique”, en “Essai de philosophie concrète, Gallimard, Paris,coll. Idées, 1967, p. 30-31.


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2. “AL

PRINCIPIO…”:

“LES

PUSO NOMBRE… PERO NO ENCONTRÓ UNA

AYUDA SEMEJANTE”

El libro del Génesis nos presenta a Adán formado del barro de la tierra y convertido en ser viviente gracias al hálito de vida que el Creador le insufló (Gen 2,7). También nos dice el Génesis que los animales fueron modelados a partir del barro de la tierra (Gen 2,19). Esa es una forma suave de decirnos que compartimos la animalidad. a) En el “arca de la palabra” El Señor Dios, tras haber formado de la tierra a todo ser vivo (hâyâh: h™D¥yAj: Gen 2,19) –animales del campo y aves del cielo- los llevó ante el hombre para que les impusiera un nombre: “Y el hombre puso nombre a todos los ganados, a las aves del cielo y a todas las fieras del campo; pero para él no encontró una ayuda adecuada” (Gen 2,19-20). Como si de un “primer Noé”se tratara, Adán introdujo a todos los animales en el “arca de la palabra” (J.L. Chrétien23). Pasan del nombre genérico (ser viviente) al nombre específico y particular. Se dice –de esta manera- que hombres y animales compartimos el soplo de la vida, la animalidad. Los animales nos dicen que “es posible vivir únicamente en la vida y para la vida”24. b) En el “arca de la carne” Pero Adán no se contentó con el mero parentesco con el animal, ni con su pertenencia al caos animal. Él, tras dar nombre a cada uno de los animales, sintió una profunda soledad. Eva le dió a Adan la posibilidad de amar su propio límite y al mismo tiempo fue su ayuda en el sobrellevar el caos y la animalidad de la que habían sido sido constituidos; en ella encontró, un arca en la que introducirse: al arca de la carne: “¡Esta sí que es huesos de mis huesos y carne de mi carne!” (Gen 2,20-23). Emerge en los dos un nuevo ámbito de ser: no solo el cuerpo (soma) y el alma (psyché), sino también el espíritu (pneuma). Así lo expresa san Pablo en su bendición a los Tesalonicenses: “que el Dios de la paz os santifique (aJgia¿sai uJma◊ß) plenamente y que todo vuestro ser (oJlo/klhron uJmw◊n), el espíritu (to\ pneuvma), el alma (hJ yuch) y el cuerpo (to\ sw◊ma) sea guardado (thrhqei÷) sin reproche hasta la Parusía de nuestro Señor Jesucristo (1 Tes 5, 23). El icono del “cordero inmolado” indica la connaturalidad del hombre-Jesús con lo animal, aunque esta dimensión no lo explique todo.

23

J-.L. Chrétien, L’Arche de la Parole, PUF, Paris, 1998, p.3

24

R. Kuhn, Vie et animalité, en “Études phenomenologiques”, 23-24 (1996), p. 239.


11 c) La caída bestial La bestia es un animal caído. Sólo el hombre es bestia o capaz de serlo, en todos los sentidos del término. La bestia apocalíptica (therion) remite a esta terrible posibilidad. Como la animalidad en nosotros, la Bestia ella también debe subir del abismo (Ap 17,8) , pero esta vez para entrar en su perdición porque el Cordero la vencerá (Ap 17,4). El compartir la animalidad y la bestiadlidad marca una doble oposición: La Bestia es el símbolo de pecado y el Cordero es el símbolo de la divinidad que asume todo en nuestra humanidad. Y en ese “todo” está la animalidad para volverla humana y evitar que caiga en la bestialidad. Por eso, la gran cuestión es: ¿en qué acabará mi animalidad? ¿En bestialidad: pornografía, prostitución, depravación? “Yo vi sobre un mar de cristal, a los que vencieron a la Bestia, Cantaban el canto de Moisés, el servidor de Dios y el canto del Cordero” (Ap 15, 2-3).

3. LA ENCARNACIÓN: ASUMIÓ LA ANIMALIDAD QUE HAY EN NOSOTROS En la efigie del Cordero se resalta aquella dimensión de animalidad que hay en nosotros y que es asumida y transformada. “Todo lo que no ha sido asumido, no ha sido salvado y solo aquello que se ha unido a Dios, es salvado”25. a) El sueño de una biocenosis reconciliada El profeta Isaías tuvo la visión de la armonía e interrelación de todos los seres que formamos la biocenosis o la comunidad de los vivientes, y en especial de todo el mundo animal: convivirán el cordero y los demás animales, el niño y hasta los bebés… cuando la tierra esté llena del conocimiento del Señor”(Is 11,6-9)26. A este sueño lo llamaba san Ireneo recapitulación de todas las cosas en Cristo: “todas las bestias salvajes obedecerían al hombre y le estarían sometidas en la medida en que estaban sometidas a Adán antes de la desobediencia”27. Y Scoto Eriúgena –teólogo irlandés y traductor para el mundo latino de la idea griega de la recapitulación (anakephalaiosis: Ef 1,10)- veía en los textos proféticos la 25

Gregorio de Nacianceno, Epitre 101 (Lettre à Clédonium), PG XXXVII, col. 181c.

26

“Entonces el lobo convivirá con el cordero, el leopardo se tumbará con el cabrito, ternero y león joven engordarán juntos, y un niño pequeño los guiará. La vaca pacerá con la osa, sus crías se recostarán juntas, y el león, como el buey, comerá paja. El niño de pecho jugará junto al agujero del áspid y el destetado meterá su mano en la madriguera de la víbora. Nadie hará mal ni causará daño en todo mi monte santo, porque la tierra estará llena del conocimiento del Señor, como las aguas que cubren el mar”(Is 11,6-9). “El lobo y el cordero pastarán juntos, y el león, como el buey, comerá paja, pero la serpiente se alimentará del polvo. No harán mal ni causarán daño en todo mi monte santo» — dice el Señor-“ (Is 65,25).

27

Ireneo, Adversus Haereses, V, 33,4.


12 promesa de que todas las criaturas –de cielo y tierra- han sido salvadas por medio de la encarnación del Verbo: todas las creaturas han sido creadas en el hombre; por eso, resucitarán con el hombre y en el hombre cuándo éste sea resucitado: “Si asumiendo la naturaleza humana, el Verbo ha asumido todas las creaturas, entonces el Verbo ha salvado todas las creaturas, y todas las creaturas serán salvadas para la eternidad”28. b) Y descendió a nuestro sheol Nuestra fe confiesa, por lo tanto, que -haciéndose carne- el Verbo se ha desposado con nuestra carne que es animal, aunque también es humana: el animal intencional es también animal pulsional. El Verbo encarnado asumió nuestra dimensión caótica, aquella que se ubica más allá de lo inconsciente o subconsciente. El “bajo a los infiernos” que confesamos en el Credo puede también interpretarse como la encarnación del Verbo en nuestro “sheol” –que significa “lugar de interrogación”-, en lo más profundo y abismal de nosotros mismos, es decir, que con nuestra dimensión animal. De este modo quedó redimida, convertida en una nueva dorma de ser, dispuesta para entrar en la gran Alianza con Dios Abbá. “Si el ser humano aspira a ser solamente espíritu y si rechaza la carne como una heredad simplemente animal, entonces el cuerpo y el espíritu pierden su dignidad”29. Nuestra vida es, ante todo, orgánica. Para entenderla es necesario partir del cuerpo y de la fisiología (Nietzsche). c) “He aquí el Cordero de Dios” Jesús es el Verbo encarnado en la “dimensión pobre del mundo”, en la animalidad. Y qué bien lo expresa el “Ecce Agnus Dei”. Ese animal inocente, dócil y humilde, que siempre se encuentra en el centro de la gran reconciliación en la biocenosia, en la comunidad de los vivientes. Jesús es el Cordero que libera a la animalidad de caer en la condición bestial. Por eso, carga con el pecado del mundo y ofrece e inmola su carne para la vida del mundo: “mi carne para la vida del mundo (hJ sa¿rx mou/ e˙stin uJpe«r thvß touv ko/smou zwhvß)” (Jn 6,51). El “esto es mi cuerpo” será, por tanto, también don de lo orgánico a lo orgánico, antes que entenderlo en clave espiritual y mística. Apetitos, pasiones, pulsiones, y todo lo que convierte nuestra vida en instintiva con todas sus funciones orgánicas

28

Juan Scoto Eriúgena, De la división de la natura (Periphyseon), Paris PUFm 2009, libre V 913 B-D, pp. 84-85.

29

Benedicto XVI, Deus Caritas est, 5.


13 sintéticamente ligadas, serán como asumidas en el pan eucarístico, hasta llegar también al abismo o fondo caótico de nuestra humanidad30. La Eucaristía del Cordero de Dios queda colocada en el centro de la nueva Alianza en la cual todo ser viviente queda integrado y salvado. Emmanuel Falque la denomina “la Pascua de la animalidad”31. Hay una equivalencia litúrgica entre el “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo: dichosos los invitados a la cena del Cordero” y el “Esto es mi Cuerpo… esta es mi Sangre”. Aquí habría que continuar la reflexión –aunque no es el objetivo de este artículopreguntándonos cómo la encarnación llega al pan y al vino “frutos de la tierra y del trabajo del hombre”, recibidos de la generosidad del Dios del universo y presentados ante Él (plegaria del ofertorio). Todo apunta hacia una escatologización de la realidad que denominamos “material” y que Heidegger denominaba –quizá demasiado precipitadamente “weltlos” (sin mundo).

III. LA PASIÓN AMOROSA: LA CENA DE BODAS DEL CORDERO No estamos acostumbrados a contemplar –al menos en nuestro tiempo- a Jesús desde la perspectiva apocalíptica del Cordero inmolado. No obstante, la celebración eucarística insiste en esta perspectiva: “Ecce Agnus Dei, ecce qui tollit peccata mundi. Beati qui ad coenam Agni vocati sunt”32. La perspectiva apocalíptica utiliza registros simbólicos especiales y describe movimientos de pasión. Así sucede cuando se habla de la boda del Cordero, o de la Cena del Cordero, o de la Esposa del Cordero.

1. LAS NUPCIAS DEL CORDERO La boda del Cordero (oJ ga¿moß touv aÓrni÷ou) con la Iglesia y la humanidad (Apc 19,8-10) está colocada en el libro del Apocalipsis en abierta contraposición a la derrota de la Bestia y del falso profeta: “Y oí una voz como de una inmensa muchedumbre, como voz de caudalosas aguas, y voz

de fuertes truenos, que decían: «¡Aleluya! (wJß fwnh\n o¡clou pollouv kai« wJß fwnh\n uJda¿twn pollw◊n kai« wJß fwnh\n brontw◊n i˙scurw◊n lego/ntwn: aJllhlouiœa¿,) ¡Reinó el Señor, nuestro Dios omnipotente (o¢ti e˙basi÷leusen ku/rioß oJ qeo\ß [hJmw◊n] oJ pantokra¿twr.)! Alegrémonos; saltemos de júbilo; démosle Gloria (cai÷rwmen kai« aÓgal30

“Es bajo la condición de ser cuerpo pulsional que la subjetividad puede ser verdaderamente constituyente y es por consecuencia en un tal cuerpo que hay que buscar la fuente última de la fenomenalidad”: D. Franck, Au-delá de la phenoménologie, p.122.

31

Cf. Emmanuel Falque, Les Noces de l’Agneau. Essai philosophique sur le corps et l’eucharistie, Du Cerf, Paris, 2011, pp. 295-324.

32

“Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo: dichosos los invitados a la Cena del Cordero”.


14 liw◊men kai« dw¿swmen th\n do/xan aujtwˆ), pues llegó la boda del Cordero (o¢ti h™lqen oJ ga¿moß touv aÓrni÷ou) y se ha engalanado su esposa (kai« hJ gunh\ aujtouv hJtoi÷masen e˚auth\n); le han regalado un vestido de lino deslumbrante y puro: el lino son las buenas obras de los santos». Entonces me dijo: — Escribe: «Bienaventurados los llamados a la cena de las bodas del Cordero (maka¿rioi oi˚ ei˙ß to\ dei√pnon touv ga¿mou touv aÓrni÷ou keklhme÷noi)». “ (Apc 19,6-10) Se va a celebrar la boda del Cordero. Todo el universo canta ¡Aleluya! y glorifica al Dios que reina. La Esposa está embelecida y se le ha regalado un vestido deslumbrante y puro. Cuando se va a celebrar la boda del Cordero se dice que la Bestia fue capturada y con ella el falso profeta, que hacía prodigios y había seducido a quienes tenían la marca de la Bestia y habían adorado su imagen: “Vi entonces a la Bestia (to\ qhri÷on) y a los reyes de la tierra con sus ejércitos, reunidos para entablar combate contra el jinete del caballo blanco y contra su ejército. Pero la bestia fue capturada, y con ella el falso profeta (oJ yeudoprofh/thß), que había realizado al servicio de la Bestia los signos (oJ poih/saß ta» shmei√a) con que seducía a los que habían aceptado la marca de la Bestia y a los que adoraban su imagen. Los dos fueron arrojados vivos al lago de fuego que arde cin azufre. Los demás fuyeron exterminados por la espada que sale de la boca del que monta el caballo, y todas las aves se hartaron de sus carnes (Ap 19,1921). Situamos estos textos en “el fin de los tiempos”. Tendemos, por tanto, a imaginarnos que la “Cena de bodas del Cordero” sólo entonces tendrá lugar, no antes. En cambio, la Liturgia aplica el macarismo o la bienaventuranza de los invitados al momento eucarístico en el que se participa. Supone que la Eucaristía tiene un carácter anticipatorio, proléptico: en ella se hace presente el banquete de bodas del Cordero.

2. LA EUCARISTÍA COMO DESPOSORIO Y MORADA Si el Cordero se desposa con la Iglesia es porque la ama y se entrega por ella. La carta a los Efesios lo recordó: “Maridos, amad a vuestras mujeres (aÓgapa◊te ta»ß gunai√kaß) como Cristo (kaqw»ß kai« oJ Cristo\ß) ama a su Iglesia (hjga¿phsen th\n e˙kklhsi÷an) y se entrega por ella (e˚auto\n pare÷dwken uJpe«r aujthvß)” (Ef 5,25). Este amor se expresa de forma particularmente intensa en las palabras eucarísticas y en los gestos que las acompañan: “Tomad y comed, esto es mi cuerpo… Tomad y bebed, esta es la copa de la nueva alianza en mi sangre”. Y después se dice: “Y comieron…. Y bebieron todos”. Existe un misterioso paralelismo entre la entrega amorosa del esposo a la esposa y de Jesús a su Iglesia. El eros y el agape divino se armonizan, unifican y equilibran.


15 El cuerpo no basta para definir el contenido eucarístico. El cuerpo eucarístizado es también el cuerpo entregado, ofrecido. Es propio del cuerpo el darse: el abrazo carnal (eros) pertenece también al don más espiritual (agape). El “esto es mi cuerpo” profiere no solamente la palabra de Cristo a sus discípulos el día de la Cena eucaristica, sino también la del esposo a su esposa en la escena erótica. La celebración eucarística no pretende realizar una unión fugaz y pasajera entre Jesús y su Iglesia. La entrega del cuerpo eucarístico da acceso a un “permanecer”: “quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mi y yo en él (e˙n e˙moi« me÷nei kaÓgw» e˙n aujtwˆ◊.)” (Jn 6,56). Hemos pensado la presencia eucarística en quien comulgar como una realidad pasajera, que en pocos minutos se diluye y desaparece. Sin embargo, Jesús en Jn 6,56, nos dice todo lo contrario: “quien me come permanece en mí y yo en él”. La Eucaristía se convierte así en un lugar para habitar, para morar33. Después de que Juan Bautista señaló a Jesús como “el Cordero de Dios” –sin referencia alguna al pecado (Jn 1,36)-, dos de sus discípulos le preguntaron a Jesús: “Maestro, ¿dónde moras? (dida¿skale, pouv me÷neiß;)” (Jn 1,38). La Eucaristía es la respuesta al dónde debe habitar el ser humano. Quien come su carne y bebe su sangre “permanece en Él. La “manencia” más que la “subsistencia” es la que da el verdadero sentido a la presencia. La Eucaristía es la casa construida sobre la roca (Mt 7,24), que hereda la estabilidad de la fe (Is 7,9). El cuerpo y la sangre eucarísticos no son una puerta para huir al paraíso, sino el ingreso en la morada de Alianza definitiva que nos incorpora a nuestro Dios y nos hace permanecer en Cristo Jesús. “He aquí la morada de Dios con los hombres. El morará con ellos y ellos serán su pueblo y Él Dios-con-ellos. Será su Dios (Ap 21,3).

3. LA EUCARISTÍA COMO PASIÓN AMOROSA EN LA DIFERENCIA a) “No es bueno que Dios esté solo” Amar no es identificarse con uno mismo (¡eso sería narcisismo); no es tampoco unificarse; amar es diferenciarse para entrar en comunión. El abrazo erótico hace una “sola carne” (Gen 2,24); pero no a costa de la fusión, de la renuncia a la propia carne; la carne “del otro” remite a “la propia carne” y la identifica como diversa. El objetivo del amor no es la fusión en unidad indiferenciada. “El amor de la diferencia define la diferencia como amor” (Emmanuel Falque). Esta perspectiva es aquella que nos hace comprender cómo la unión amorosa en Dios ¡la máxima unión imaginable!- no elimina la diferencia de las tres Personas divinas. Esto explica porqué el Creador realizó su obra a través de un proceso de “separacio-

33

Cf. M. Heidegger, Bâir, habiter, penser (1951), en “Essais et conférences”, Gallimard, aris, 1954, p. 173.


16 nes”: “Dios separó la luz de las tinieblas, el firmamente de la tierra, la noche del día etc… “Sería insensato decir que Dios es amor sin entender qué significa “amor”. El amor es la diferenciación de dos seres que, por lo tanto, no son absolutamente diferentes el uno del otro”34. El amor no es la unidad re-encontrada, sino la comunión de los diferentes. Cuando Dios decide amar “fuera de sí mismo” crea la diferencia. Pero ¿no le fue suficiente crear el mundo? También aquí podemos decir aquello que decíamos antes de Adán respecto a los animales, a los que impuso el nombre: “En su creación Dios no encontró un semejante”. Por eso, decidió crear al ser humano “a su imagen y semejanza”, el sexto día. Dios vió su obra buena y bella, pero no se veía a sí mismo: creó por eso al ser humano para verse a sí mismo. Tras la creación de los cinco días Dios se vió solo, como Adán antes de que fuera creada Eva. Así se explica tambén el desposorio del Cordero con su Esposa, con la humanidad, con la animalidad. El desposorio del Cordero atenta contra el imperio de la Bestia, pero rescata y diviniza todo lo demás. Ahora se descubre que todo fue creado por Él y para Él. Que todo se mantiene en Él. La imagen y semejanza que Dios crea en Adán y Eva era el inicio y la anticipación de su Hijo, el Verbo, el autético icono de Dios. Adán y Eva llevaban en sí mismo las imagen del Verbo. El Hijo de Dios hecho hombre saca al Padre de su soledad. “Yo no estoy solo porque el Padre está conmigo” (Jn 16.32), decía también Jesús. “El Padre y yo somos uno” (Jn 10,30). Como Eva para Adan, la soledad de Dios encuentra en el hombre “la ayuda apropiada”. Y en el límite del ser humano se descubre ya la limitación del Verbo encarnado, su limitación en un cuerpo por la encarnación y su estrechamiento hasta la transustanciación. “El Verbo artesano del universo había esbozado previamente en Adán la futura economía de la que se revestirá el Hijo de Dios”35. b) El amor eucarístico como pasión El libro del Apocalipsis tiene una estructura litúrgico-eucarística sumamente interesante. La profecía que comunica le sobrevino al profeta-vidente cuando el día del Señor -¡es decir, el domingo!- cayó en éxtasis (Apc 1,10). El libro inicia y concluye con un saludo litúrgico y una despedida litúrgica: “Gracia y paz a vosotros de parte de Aquel que es, que era y que va a venir, de parte de los siete Espíritu que están ante su trono, y de parte de Jesucristo” (Apc 1,4-5). “El que da testimonio de todo esto dice: Sí, voy a venir pronto. Amén. Maranatha, Ven Señor Jesús. Que la gracia del Señor Jesús sea con todos. Amén” (Apc 22, 20-21).

34

Hegel, De la religión absoluta.

35

Ireneo de Lyon, Contre les hérésies, III, 22,3.


17 La relación de amor del Señor Jesús y de su Espíritu con la comunidad-esposa queda plasmada en las cartas a las siete Iglesias. ¿Qué les dice el Espíritu a las Iglesias? ü A la Iglesia de Éfeso le reprocha “que ha perdido el amor primero” (th\n aÓga¿phn sou th\n prw¿thn aÓfhvkeß: Apc 2,4); y le recuerda que si se convierte “le dará a comer del árbol de la vida, que está en el Paraíso de Dios” (Apc 2,7). ü A la Iglesia de Esmirna le pide mantenerse “fiel al amor hasta la muerte” (gi÷nou pisto\ß a‡cri qana¿tou: Apc 2,10); y se le promete no sufrir la muerte segunda (Apc 2,11). ü A la Iglesia de Pérgamo la reprende por su excesiva tolerancia ante algunos que se dejan llevar de la prostitución idolátrica (Apc 2, 14-15) –aunque ella permanece fiel (Apc 2,12-13)-. Si vence, le promete el maná escondido (ma¿nna touv kekrumme÷nou: Apc 2,17). ü A la Iglesia de Tiatira le recrimina su tolerancia ante la prostitución idolátrica de la profetisa Jezabel (Apc 2,20-23). Si vence, le promete el poder recibido el Padre y el lucero del alba (Apc 2,27-28). ü A la Iglesia de Sardes la califica de comunidad muerta o a punto de morir (Apc 3,1-2); si se pone en vela, le promete revestirla de blancas vestiduras y no borrar su nombre del libro de la vida (Apc 3,5). ü A la Iglesia de Filadelfia le manifiesta su amor y lo publica (“para que sepan que yo te he amado”: gnw◊sin o¢ti e˙gw» hjga¿phsa¿ se: Apc 3,9); la considera parte del santuario de Dios y de la “nueva Jerusalén” que baja del cielo: es decir, Esposa (Apc 3,12). ü A la Iglesia de Laodicea le reprocha su tibieza en el amor y su inconsciencia; hasta le resulta vomitiva (Apc 3,15-17); le pide ser ferviente, arrepentirse; le dice que la reprende y corrige porque la ama (e˙gw» o¢souß e˙a»n filw◊ e˙le÷gcw kai« paideu/w: Apc 3,19). Le promete entrar en su casa y cenar juntos los dos (ei˙seleu/somai pro\ß aujto\n kai« deipnh/sw metΔ∆ aujtouv kai« aujto\ß metΔ∆ e˙mouv: Apc 3,20). En estas cartas se muestra el amor apasionado de Jesús hacia su Iglesia – simbolizada aquí en el número perfecto del siete-. No le satisface un amor rutinario, frío, descomprometido. Jesús le reprocha a su comunidad amada el haber perdido el amor primero, el ofrecerle un amor que no es frío ni caliente, el tolerar con demasiada facilidad la infidelidad y la idolatría. El amor de Alianza esponsal es fiel, es entregado y apasionado. Y el sueño del Esposo, del Cordero, es que su Esposa coma del árbol de la vida, cene con Él en la intimidad, disfrute del maná escondido, sea fiel hasta la muerte. En los siguientes capítulos del Apocalipsis aparece Jesús como el Cordero de Dios que vence y que se desposa por amor.


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CONCLUSIÓN El misterio de la Eucaristía es de una insondable riqueza. Sólo “mediante el Espíritu, arraigados y cimientados en el amor, podremos comprender con todos los santos la anchura y la longitud, la altura y la profundidad de este misterio y conocer el amor de Cristo que excede a todo conocimiento” (Ef 3, 16-19). La liturgia nos invita a reconocer en el Pan Eucarístico a Jesús, “Cordero de Dios que carga con el pecado del mundo”, a Jesús nuestra Pascua. La liturgia nos invita a participar en la Cena del Cordero, en sus esponsalicio de amor. Hemos visto cómo todo el simbolismo utilizado nos hace entender que en la celebración de la Alianza nueva y definitiva está implicada toda la creación, la biocenosis de nuestro planeta, incluso aquella parte de animalidad que nos constituye a los seres humanos. La celebración de la Eucaristía corre paralela a la victoria sobre la Bestia, su profeta y sus seguidores. Quienes siguen al Cordero en fidelidad y pasión amorosa superan la muerte, entran en el ámbito de la Vida. El Esposo, Jesús, entrega su cuerpo y su sangre a su Iglesia, a la humanidad, a la creación. La Eucaristía del Cordero sólo se comprende adecuadamente en clave apocalíptica. En ella se nos anticipa el final, la victoria final de Dios. Por eso, celebrar la Eucaristía es peligroso para este mundo, cuando no se construye ni configura desde el Amor y la Pasión divina.


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“HE AQUÍ EL CORDERO DE DIOS” – “ESTO ES MI CUERPO… MI SANGRE” PROCLAMACIÓN, MISTERIO Y PASIÓN José Cristo Rey García Paredes, cmf I. LA PROCLAMACIÓN: ¡HE AQUÍ EL CORDERO DE DIOS! ¡ESTO ES MI CUERPO… MI SANGRE! 1. TESTIMONIO: JESÚS “CORDERO DE DIOS” 2. TRASFONDO: ¿CORDERO INMOLADO? ¿CORDERO PASCUAL? 3. SUSTITUCIÓN: ESTE ES EL CORDERO DE DIOS – ESTO ES MI CUERPO … MI SANGRE II. EL MISTERIO: LA EUCARISTÍA DEL CORDERO: EN EL ÁMBITO DE LA “ANIMALIDAD” 1. DEL OLVIDO AL REDESCUBRIMIENTO DE LA ANIMALIDAD a) ¡Prohibido representar a Jesús como “cordero”! b) ¿“Animal que tiene razón” o razón sin animal? c) “El animal que yo soy”: resdescubrimiento 2. “AL PRINCIPIO…”: “LES PUSO NOMBRE… PERO NO ENCONTRÓ UNA AYUDA SEMEJANTE” a) En el “arca de la palabra” b) En el “arca de la carne” c) La caída bestial 3. LA ENCARNACIÓN: ASUMIÓ LA ANIMALIDAD QUE HAY EN NOSOTROS a) El sueño de una biocenosis reconciliada b) Y descendió a nuestro sheol c) “He aquí el Cordero de Dios” III. LA PASIÓN AMOROSA: LA CENA DE BODAS DEL CORDERO 1. LAS NUPCIAS DEL CORDERO 2. LA EUCARISTÍA COMO DESPOSORIO Y MORADA 3. LA EUCARISTÍA COMO PASIÓN AMOROSA EN LA DIFERENCIA a) “No es bueno que Dios esté solo” b) El amor eucarístico como pasión CONCLUSIÓN


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