General Francisco

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SOLLEMNITAS SANCTI FRANCISCI 2012

LitterĂŚ Ministri et Definitorii Generalis Ordinis Fratrum Minorum


SOLIDARIOS Y RESPONSABLES Los Hermanos Menores en la crisis actual

Queridos hermanos: ¡El Señor os dé su paz! Con ocasión de la celebración de la fiesta de nuestro padre San Francisco, deseamos compartir con vosotros algunas reflexiones a partir de la crisis económico-financiera que afecta a la economía mundial. Esta crisis se extiende más allá de las economías desarrolladas y se inserta en la crisis más amplia del subdesarrollo que afecta a más de dos mil millones de personas, obligadas a vivir en una pobreza extrema. Nuestra intención no es la de tratar toda esta problemática tan compleja, sino, más bien, es la de animarnos mutuamente a preguntarnos individual y comunitariamente: ¿Qué responsabilidad tenemos en esta difícil coyuntura? ¿Cómo vivimos nosotros, Hermanos Menores, la situación de nuestro mundo y especialmente la crisis general que afecta a tantísimas familias? ¿Cómo podemos vivir hoy, de manera fiel y significativa, nuestra opción de pobreza, la solidaridad, el testimonio que logra dar dignidad e incluso una oportunidad a la situación negativa que llamamos “crisis”? Para nosotros, que queremos continuar siendo los frailes del pueblo, es una gran preocupación el sufrimiento de tantas personas, especialmente de las más débiles.

No es sólo una crisis económico-financiera La actual crisis es, en muchos aspectos, diferente de las precedentes. Su causa fundamental se encuentra en el sistema, en el modo en el que se ha organizado y en los principios y motivaciones que están en su base. Hemos asistido, a lo largo de los últimos años, a un creciente predominio de las finanzas sobre la economía real, un predominio que ha llegado, incluso, hasta la política, que ha quedado casi sometida a las finanzas. Entre los efectos de la crisis, además de las desigualdades en las rentas, es útil recordar cómo el auge de las finanzas ha comprometido la transparencia y la integridad de los mercados. Se ha lesionado en ellos la confianza y la credibilidad, valores fundamentales para su correcto funcionamiento y para su sostenibilidad. En ese camino se ha cultivado la ilusión de ganancias financieras cada vez mayores, hasta generar una hybris vinculada a la “seducción” de poder liberar, finalmente, la ganancia del trabajo, en el creciente “divorcio” entre finanzas y economía real.

En la presunción de poder que ha envuelto a las finanzas, el vacío creado en los mercados por la erosión de la confianza y de la transparencia ha sido colmado por la avidez, convertida en la prerrogativa del capitalismo financiero. La expansión de la mera ganancia se ha convertido en el fin compartido por la mayor parte de las empresas. La misma reducción de personal es utilizada frecuentemente como resorte para la rentabilidad de los accionistas solamente. Para muchas personas en el mundo la crisis significa paro. Estas personas ya no tienen ingresos por el trabajo y ven con angustia incluso la suspensión de eventuales subsidios, con el peligro de una profunda exclusión social. Además, el aumento de los precios de los alimentos ha llevado a muchos millones de personas, especialmente en los países empobrecidos, a una situación insostenible que amenaza su misma supervivencia. La crisis actual, junto a la pobreza mundial, al hambre, las guerras y la destrucción de la naturaleza, trasciende el plano meramente técnico-coyuntural y llega hasta la dimensión antropológica y ética. Hay que cuestionar el utilitarismo, la búsqueda del interés personal a toda costa y el consumismo desenfrenado. Estas motivaciones del obrar han plasmado la cultura hoy predominante y han orientado el conjunto de la vida humana a objetivos egoístas, según un paradigma de racionalidad expresado por relaciones fundadas sobre el principio de intercambio de equivalentes: dar por recibir. Sin embargo la crisis nos muestra ampliamente los resultados de las opciones utilitaristas, y la ineficacia de tantas intervenciones de mero carácter técnico, en el intento de salir de la misma.

Reflexión a partir de nuestra espiritualidad La superación de la crisis y el cambio de nuestro mundo exigen cambiar de ruta, dar un sentido nuevo a la existencia y pensar un modelo de desarrollo diferente. Para esto nuestra espiritualidad evangélicofranciscana nos ofrece luces muy valiosas: • El Evangelio es “buena noticia” para la vida, por eso “el Evangelio no es solamente una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una comunicación que comporta hechos y cambia la vida” (Spe salvi, 2). Creer en el Evangelio significa, pues, preguntarse el por qué de esta situa-


ción de crisis, desvelar las actitudes y comportamientos que la han provocado, cuestionar nuestro modo de vivir, convertirnos y ser “buena noticia” para los que sufren. El centro de la vida cristiana es el amor. Dios es amor. Y “el gran mandamiento del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia de que tenemos una responsabilidad respecto a quien, como yo, es criatura e hijo de Dios: el hecho de ser hermanos en humanidad y, en muchos casos, también en la fe, debe llevarnos a ver en el otro a un verdadero alter ego, a quien el Señor ama infinitamente. Si cultivamos esta mirada de fraternidad, la solidaridad, la justicia, así como la misericordia y la compasión, brotarán naturalmente de nuestro corazón” (Benedicto XVI, Mensaje para la Cuaresma 2012, n. 1). El amor vivido y revelado por Jesús nos lleva a una preferencia por los pobres y los que sufren e incluye la búsqueda de la justicia, que es uno de signos del Reino. Para Jesús, enviado a llevar la buena noticia a los pobres (cf. Lc 4,18; Mt 11,5), los marginados y excluidos eran un escándalo. Considerar la pobreza como un escándalo nos debe llevar a asumir una actitud activa y pública a favor de los países y de los sectores sociales pobres (cf. CC.GG. 96 §2). Todos los bienes pertenecen a Dios que los da para el bien de todos. Francisco estaba convencido que todos los bienes, espirituales y materiales, son de Dios, no nos pertenecen. Como enseña la Escritura, recordando frecuentemente que la “tierra es de Dios” (cf. Ex 9,29; Lv 25,23; Sal 24,1), la persona humana no puede considerar nada como propiedad suya, porque todo bien es de Dios (cf. 1R 17,18). Nosotros los hemos recibido como administradores para ponerlos al servicio de todos. Esta visión de Francisco está de acuerdo con la visión de los Padres sobre el destino universal de los bienes, enseñanza que ha retomado el Magisterio social postconciliar de la Iglesia. La restitución. Para Francisco el compartir, la solidaridad, es una consecuencia lógica de su concepto de propiedad. Para él, Dios es el único dueño de todos los bienes que distribuye con generosidad a todas las personas (cf. 2Cel 77). El uso de las cosas está determinado por la necesidad: las cosas son de quien tiene necesidad. Para Francisco la entrega de una capa a los pobres no es otra cosa que restitución, entendida como justicia: se sentía un ladrón si no compartía lo que tenia con otros que tenían más necesidad (cf. 2Cel 87; 92).

¿Qué podemos hacer? La crisis actual puede ser para nosotros una llamada del Espíritu, un “tiempo de gracia” para cambiar nuestra mirada sobre el mundo y para ser más solidarios. Por eso no puede dejarnos indiferentes, sino

que debe provocar en todos nosotros y en nuestra Fraternidades, locales y provinciales, una revisión exigente de nuestro estilo de vida, de cómo vivimos concretamente el sine proprio, de la organización económica de nuestras instituciones, de nuestra capacidad de compartir con los pobres y marginados. Comenzando por la vida interna de nuestras Fraternidades: la emergencia socio-económica actual ¿no debería despertar en cada Fraile la disponibilidad para la gratuidad y la reciprocidad? ¿Cómo justificar las cuentas personales en los Bancos y la costumbre de quedarse con bienes (estipendios, pensiones, donativos…) que pertenecen a la Fraternidad y que se deberían compartir también con los más necesitados? ¿Somos honrados con la sociedad pagando los impuestos? ¿Tratamos a nuestros trabajadores según la ley? A nivel de la economía provincial, creemos que la institución de un “Fondo común” alimentado por todas las Fraternidades y que retorna en ayuda de la necesidades locales, es una forma muy concreta de solidaridad entre nosotros, de reciprocidad entre las Fraternidades, y que puede ser también más fácilmente una fuente de solidaridad con los pobres. La crisis actual, que impone a tantas familias una estrechez de medios y obliga a otras familias a privarse de lo necesario, pensamos que debería llevarnos a los Frailes a un serio examen de conciencia sobre un estilo de vida demasiado cómodo, sobre un uso demasiado liberal de los medios más sofisticados, sobre hábitos de vida claramente “burgueses” y consumistas (cf. CC.GG. 67). ¿Cómo podemos infundir ánimo y esperanza a los nuevos pobres si nosotros mismos no conseguimos prescindir de tantas “necesidades” no necesarias? La austeridad provocada por la crisis nos debería llevar a revisar también cómo usamos los bienes muebles (por ej. acumulación de dinero –cf. CC.GG. 82 §3-: ¿dónde está nuestra confianza en la Providencia?) e inmuebles (tantos locales sin uso). ¿Cuántas familias desahuciadas, cuántos inmigrantes sin morada fija, cuántas Asociaciones de tipo asistencial podrían usar tantos locales que tenemos y que están inutilizados? Y el dinero ¿en qué Bancos preferimos depositarlo? Hoy es necesario, ante todo, conocer cómo los Bancos utilizan nuestros ahorros: ¿para promover proyectos económicos, sociales y culturales que respeten los derechos humanos y cuiden la creación o para actividades contrarias a nuestros principios éticos? Y nuestra solidaridad no debe ser solamente generosa, sino también inteligente y creativa. Si miramos a nuestro pasado, vemos que la Observancia fue un período especialmente fecundo, porque los


Frailes supieron conjugar la tensión de la renovación interna con la de la renovación social, inventando los admirables Montes de Piedad, la primera forma de microcrédito de la humanidad. En muchas partes del mundo, las finanzas éticas, los microcréditos, las cooperativas sociales, el comercio justo y solidario, son formas de solidaridad inteligentes que, si se apoyan, consiguen liberar de la pobreza a tantas personas, respetándolas en su dignidad. No se limitan a la simple beneficencia, sino que promueven la capacidad organizativa de los individuos que participan en ellas.

Queremos también hacernos y haceros a vosotros, hermanos, una pregunta más radical: ¿somos capaces todavía de escandalizarnos por tantas pobrezas e injusticias como existen en el mundo? ¿O, por el contrario, nos refugiamos en la fácil afirmación de que el problema nos sobrepasa y que, por tanto, no podemos hacer nada? ¿No es también este un modo de “adormecer” nuestra conciencia? Si el mar está formado por tantas gotas pequeñas, también en la dimensión socio-económica nuestra pequeña gota puede contribuir a formar un mar de solidaridad y de bondad.

Es urgente continuar cuidando la formación personal y comunitaria de los Frailes, especialmente de los ecónomos y guardianes, para que sean capaces de leer en profundidad las dinámicas socio-económicas. La gestión de los recursos económicos no se puede confiar solamente al sentido común, sino que constituye un instrumento eficaz para una ciudadanía responsable, que trabaja por el bien común y el desarrollo integral.

Nuestras opciones en el campo del consumo, del ahorro y de la solidaridad son una aportación (o una privación) importante para construir una economía solidaria al servicio de la persona y de todas las personas. Por eso tenemos que tomar conciencia de que esa economía solidaria no será solamente el resultado de decisiones de alta política económica, sino también de lo que nosotros ofrezcamos con nuestro modo de vivir y de obrar.

En nuestro trabajo pastoral, tenemos que sensibilizar y educar en nuestros ámbitos eclesiales (parroquias, colegios, grupos, movimientos) en la opción por dar prioridad a los débiles y necesitados; tener como clave comunitaria una frase de los Hechos de los Apóstoles: “tenían todo en común”; hacer de nuestras parroquias, santuarios y conventos lugares de acogida, humanización y encuentro, que tengan un grupo de voluntariado de solidaridad con los pobres.

Si una economía transparente y de comunión alimenta la comunión fraterna, una economía solidaria nos hace verdaderamente hermanos de los pobres y de los más pequeños. Y este es ciertamente un testimonio que muestra a la sociedad una dirección alternativa, libre del ciego individualismo y del interés personal egoísta, y abierta a la solidaridad concreta y a la justicia. Caminar en esta dirección nos parece el mejor modo de honrar a nuestro padre y hermano Francisco.

Roma, 17 de septiembre 2012 Fiesta de los Estigmas de San Francisco

Vuestros hermanos del Definitorio general Fr. José Rodríguez Carballo ofm (Min. gen.)

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Fr. Michael Anthony Perry, ofm (Vic. gen.)

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Fr. Vincenzo Brocanelli, ofm (Def. gen.) Fr. Vicente-Emilio Felipe Tapia, ofm (Def. gen.) Fr. Nestor Inácio Schwerz, ofm (Def. gen.) Fr. Francis William Walter, ofm (Def. gen.) Fr. Roger Marchal, ofm (Def. gen.) Fr. Ernest Karol Siekierka, ofm (Def. gen.) Fr. Paskalis Bruno Syukur, ofm (Def. gen.) Fr. Julio César Bunader, ofm (Def. gen.) Fr. Vincent Mduduzi Zungu, ofm (Def. gen.)

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Fr. Aidan McGrath, ofm (Seg. gen.) Prot. 103224

San Francesco Stigmatizzato, Olio di Ivo Batocco

www.ofm.org


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