FANTAZÍA

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FANTAZÍA

D. R. Zandy Benet Primera edición: mayo de 2012 Diseño y cuidado de edición: Ramiro Fernández

Impreso en México

ISBN: 03-2011-111613250800-14 Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito del autor.


Así como el mar es de todos y de nadie, así este libro pretendo que lo sea. Dejaré que a través de sus páginas te sumerjasen la fantasía. Gracias a aquellos que fueron, son y serán. ZB



EL ANTIFAZ



E

ra una tarde cualquiera y Claudia acababa de salir de su trabajo. La empresa en la que labora se dedica a la publicidad de diferentes compañías locales. Había tenido un día

especialmente activo para mantener todo en perfecto estado, desde su pequeño cubículo en la enorme empresa en la que presta sus servicios. Salía con gran alboroto, ya que era fin de semana y quería darse prisa para llegar a su casa, que se encuentra al otro lado de la ciudad. -¡Hola Claudia! -la saludó su querida amiga Debby al encontrarse ambas fuera del edificio-. Te recuerdo que hoy es la fiesta de Tere y tenemos que ir; esta vez no vas a huir como siempre lo haces. Tere no te perdonaría si no asistes a su fiesta de cumpleaños. Por cierto, se me olvidaba decirte que será de disfraces. -¿Qué?

-respondió asombrada-. Pero, yo no tengo

ningún disfraz, y a esta hora ¿en dónde voy a conseguir uno? Ya es muy tarde y sólo tengo tiempo de llegar a casa y cambiarme. -Pues inventa algo -reparó Debby. -Está bien, y veré que encuentro. Nos veremos más tarde en la fiesta, -finalizó con desgana. 9


Rápidamente las amigas se despidieron y cada una corrió a arreglarse para estar listas y asistir a la cita de esa noche.

Claudia era una joven delgada, bien parecida; pelo largo y rizado, de grandes ojos verdes que contrastaban con el negro de su pelo. En realidad no le gustaba ir a fiestas pero ésta era una a la cual no le quedaba más remedio que asistir. Tere era otra de sus grandes amigas, así que sería feliz de poderla acompañar. Espero encontrar algo en mi guardarropa que me sirva de disfraz. Procuraré darme prisa, ya es bastante tarde, pensó. Al llegar a casa se encontró con que sus padres y su abuela tenían que asistir a otro compromiso, así que sólo cruzaron abrazos y besos. No dejó de llamarle la atención la tierna mirada que ésta le dirigió, acompañada de una tenue caricia en la mejilla. Una vez estando sola, se dedicó a buscar entre sus cosas algo que le sirviera de disfraz. Pero por más que buscó y revolvió, no encontró nada. ¿Y ahora qué hago?, se dijo. De pronto, su mirada se iluminó. ¡Claro! ¡El ropero de la abuela! Cómo no lo había pensado antes, murmuró para sí misma. Y sin más, corrió hasta la recámara del fondo, que era la que su abuela ocupaba. Entró rápidamente, no tenía 10


tiempo que perder. Seguramente no le importará que tome prestado algo de su ropero -pensó-. Ella sabe que yo soy muy cuidadosa y además le regresaré en cuanto esté de nuevo en casa. Es más, tal vez ni se dé cuenta que tomé algo de entre sus pertenencias, sonrió Claudia para sus adentros. Cuando estuvo frente al ropero tomó las dos grandes y hermosas perillas que lo mantenían cerrado. Poco a poco las jaló y, ante sus ojos, quedaron al descubierto hermosos vestidos y zapatos, además de un sin fin de accesorios que la abuela guardaba. Empezó a revisar todo hasta que su mirada se fijó en una caja en la parte superior. Era un estuche mediano y muy bello, sujetado con dos grandes listones de seda color rosado. Su abuela era una aristócrata venida a menos, pero eso no le había impedido guardar muchos de los tesoros que lució en el pasado, durante esos hermosos bailes de salón que organizaban sus múltiples amistades en aquellos tiempos lejanos. Claudia se apresuró a bajarla con gran cuidado hasta que la colocó en una mesa al lado. Poco a poco fue desatando los dos listones que sostenían la tapa y de pronto, quedó extasiada. Cuando la abrió, tuvo ante sus ojos el más 11


hermoso antifaz que persona alguna hubiese visto. ¡Pero, que hermoso! ¡Cómo es que mi abuela nunca me había dicho que tenía en su poder algo parecido!, exclamó sin poder dejar de admirar lo que había en el interior. Al sacarlo de su estuche, miles de luces centellantes y multicolores saltaron, y la recámara de la abuela se iluminó como nunca antes. Un torbellino de incandescentes luceros destellaron arrasando todo a su paso. ¡Era como si se hubiera hecho de día en plena noche! No podía creerlo, no podía dejar de ver aquel hermoso objeto. El antifaz estaba hecho de exóticas plumas blancas; extrañas y sedosas, lisas y suaves al tacto, que le hablaban de paisajes selváticos, lejanos y maravillosos. Estaba cubierto de gemas multicolores que brillaban como ella nunca había visto brillar otra. Sin embargo, ninguna podía compararse a la enorme joya destellante que sobresalía justo en el medio. Claudia no podía decir exactamente qué clase de piedra era y tampoco importaba, solo que era la más extraña y fascinante que hubiera visto en su vida. Tomó el antifaz suavemente y poco a poco fue ajustándolo a su rostro para finalizar atando sus hermosos listones detrás de su larga cabellera. ¡De pronto, todo se borró! La habitación de la abuela empezó a girar y a girar como una ruleta. Y todo quedó en la oscuridad total. 12


¿Pero, qué sucede?, gritó asustada. Hermosos sonidos provenientes de un grupo de músicos llegaron hasta ella. Todo empezó a tener sentido. ¡Se encontraba en un gran baile! Pero, ¿cómo había llegado ahí? El salón se encontraba iluminado por grandes candelabros y las personas bailaban frenéticamente al son de una música alegre y contagiosa. Los vestidos eran extraños, de corte recto, sueltos, sin resaltar la silueta femenina, con accesorios recargados y largos collares de perlas. Pelo corto y sombreros de casquete o cintas amarradas en la frente, que le hacían recordar los tiempos de su bisabuela. ¿Y los varones?, trajes sastres con rayas finas y sutiles, al estilo gánster. Pero ¡claro!, -dijo-. Conozco esa música ¡es el Charleston de los años veinte! Que música tan festiva. ¡Seguramente mi bisabuela era feliz bailando y girando al ritmo de estas melodías! ¿Pero qué estoy diciendo?, exclamó asombrada, recordando que los veintes se caracterizaron por ser años felices, de cabarets y vida nocturna y su tema era la libertad. Fue una época de invención como el cine sonoro, ya que en aquellos años en el cine se habló por primera vez. La película “The Jazz Singer” se convirtió en la punta de lanza de una novedad cinematográfica: el sonido. ¡Esto no puede ser! ¡Es imposible! Seguramente esto es un sueño, pensó. Sin embargo, lo que más llamó su atención, era que todos llevaban puesto un antifaz. 13


Una mano tibia tomó la suya y la dirigió hasta el centro del salón en donde el baile prosiguió su encantamiento. De pronto, se vio cara a cara con un distinguido joven que llevaba un singular antifaz. Detrás de él se encontró con una mirada de fuego que parecía decirle:

Tú y yo nos pertenecemos Siempre hemos sido, somos y seremos Siempre juntos a través de la eternidad

Sin cruzar palabra alguna, bailaron y giraron una y otra vez. En un tiempo sin tiempo y a través de los tiempos ¿Cuánto tiempo? Ni ella misma lo supo jamás. Al sonar las doce campanadas de la noche en el gran reloj del salón, el antifaz resbaló de su rostro yendo a estrellarse como un gran espejo y miles de añicos saltaron al aire. ¿Qué pasa? ¿Qué pasa?, gritó Claudia. Y todo se hizo nuevamente oscuridad.

Cuando recobró el conocimiento se encontró en el suelo de la habitación de la abuela y junto a ella, ¡el antifaz! ¿Qué sucedió? ¿Dónde estoy? - Se preguntaba a sí misma sin entender nada de lo que estaba ocurriendo a su alrededor-. Pero… ¿no se rompió el antifaz? ¡Si yo 14


misma lo vi caer y romperse en mil pedazos! -continuó en voz alta-. Tengo que regresar, no sé como pero ¡tengo que regresar! Y tomando nuevamente el antifaz lo deslizó hasta su rostro anudando una vez más sus hermosos listones detrás de su larga cabellera. ¡De pronto, todo se borró! La habitación de la abuela empezó a girar y a girar como una ruleta. Y todo quedó en la oscuridad total. ¿Pero, qué sucede?, gritó asustada. Hermosos sonidos provenientes de un grupo de músicos llegaron hasta ella. Todo empezó a tener sentido ¡Se encontraba en un gran baile! Pero, ¿cómo había llegado ahí? En esta ocasión las parejas bailaban al son de una música rítmica, con movimientos gimnásticos e improvisados. Y el sonido inolvidable del “Swing” hacía su aparición. Éste se caracterizó por su carácter melódico, una música perfecta para el baile ¿Música de los años cuarenta? Eso le trajo a la memoria la Segunda Guerra Mundial, época en que la moda se vistió de uniforme y colores grises; por este motivo en los cuarenta, la moda fue un tanto opaca. Observó que las damas llevaban labios rojo obscuro, y cómodos vestidos drapeados que realzaban la figura. Estilo 15


nada extravagante con pocos accesorios. Los varones vestían amplios sacos y pantalones sin pliegues. En aquella época reinaba la austeridad, ya que el hombre se encontraba en guerra. Años de hambre, bombas atómicas y cine en blanco y negro con detectives y mujeres fatales. Seguramente mi abuela bailó con mi abuelo ésta música maravillosa. ¡Pero qué estoy diciendo! - exclamó asombrada- ¡Esto no puede ser! ¡Es imposible! ¿Acaso sueño nuevamente? Sin embargo, lo que más llamó su atención, era que todos llevaban puesto un antifaz. Una mano tibia tomó la suya y la dirigió hasta el centro del salón en donde el baile prosiguió su encantamiento. De pronto se vio cara a cara con un distinguido joven que llevaba un singular antifaz. Detrás de él se encontró con una mirada de fuego que parecía decirle:

Tú y yo nos pertenecemos Siempre hemos sido, somos y seremos Siempre juntos a través de la eternidad

Sin cruzar palabra alguna, bailaron y giraron una y otra vez. En un tiempo sin tiempo y a través de los tiempos ¿Cuánto tiempo? Ni ella misma lo sabía. 16


Al sonar las doce de la noche en el gran reloj del salón. El antifaz resbaló de su rostro yendo a estrellarse como un gran espejo y miles de añicos saltaron por el aire. ¿Qué pasa? ¿Qué pasa?, gritó Claudia. Y todo se hizo nuevamente oscuridad.

Cuando recobró el conocimiento se encontró en el suelo de la habitación de la abuela y junto a ella, ¡el antifaz! ¡Ahora entiendo! -grito maravillada-, ¡Cada vez que coloco el antifaz en mi rostro, éste me lleva a los tiempos de mis antecesoras! Que hallazgo tan impresionante y que gran oportunidad se me ha dado en conocer cómo fueron las épocas de mi bisabuela, de mi abuela y… ¿de mi madre? Veamos... Y Claudia tomó nuevamente el antifaz y lo colocó en su rostro. ¡De pronto, todo se borró! La habitación de la abuela empezó a girar y a girar como una ruleta. Y todo quedó en la obscuridad total. Hermosos sonidos provenientes de un grupo de músicos llegaron hasta ella. Todo empezó a tener sentido ¡Se encontraba en un gran baile! Sí. Pero, a diferencia de los anteriores, la música parecía traerle lejanos recuerdos. ¿Recuerdos acaso de los años mozos de su madre? Los sesentas fueron los años del 17


“Flower Power”, los “hippies” y la psicodelia. Los adolescentes se expresaban libremente y se dieron grandes c a mb i o s

en

mu c h o s pa í s e s ,

i nfl ue nci a ndo e l

paisaje político y cultural hasta el día de hoy, con sus protestas contra la guerra de Vietnam y el espíritu pacifista de amor y paz. ¡La música de Los Beatles!, gritó entusiasmada Claudia. Las chicas usaban en aquel entonces minifaldas, cintas en el pelo y botas largas, los grandes aretes y pulseras de plástico hicieron su aparición ¿Y los varones? Melena larga y pantalones acampanados con grandes

dibujos

orgánicos

y

florales

de

colores

extravagantes adornaban sus camisas psicodélicas. Me encanta la música de los Beatles, mi madre ¡sabe todas sus canciones!, sonrió. Sin embargo, lo que más llamó su atención, era que todos llevaban puesto un antifaz. Una mano tibia tomó la suya y la dirigió hasta el centro del salón en donde el baile prosiguió su encantamiento. De pronto se vio cara a cara con un distinguido joven que llevaba un singular antifaz. Detrás de él se encontró con una mirada de fuego que parecía decirle: Tú y yo nos pertenecemos Siempre hemos sido, somos y seremos Siempre juntos a través de la eternidad 18


Sin cruzar palabra alguna, bailaron y giraron una y otra vez. En un tiempo sin tiempo y a través de los tiempos ¿Cuánto tiempo? Ni ella misma lo sabía. Al sonar las doce de la noche en el gran relo j del salón el antifaz resbaló de su rostro yendo a estrellarse como un gran espejo y miles de añicos saltaron por el aire. ¿Qué pasa? ¿Qué pasa? - gritó Claudia-, ¡No, no, no…! Pero, fue demasiado tarde. Y todo se hizo nuevamente oscuridad.

Cuando recobró el conocimiento se encontró en el suelo de la habitación de la abuela y junto a ella, ¡el antifaz! Entonces, lo tomó nuevamente y presurosa lo llevó a su habitación. Cuando estuvo hermosamente vestida y arreglada, dio un último vistazo al espejo hasta quedar satisfecha con su apariencia y salió orgullosa dando un portazo tras de sí. Ella sabía que algo mágico e inolvidable habría de ocurrirle esa misma noche. Ahora lo entendía mejor que nunca: El hoy bien vivido, hace del ayer un sueño de felicidad y del mañana una visión cargada de esperanza. El pasado es historia El futuro un misterio Pero el presente… ¡El presente es un regalo! 19



ENLACE Mรกgico



¡L

a mujer más bella del planeta! Así se sentía Zury cada vez que se sentaba frente a su computador. Sí, la mujer más bella y deseable del mundo entero.

Muchos hombres la admiraban y darían todo por conquistarla y ella lo sabía, pero también, que nunca podría ser de ninguno de ellos.

Todo empezó como un juego; le encantaba obtener conocimiento de todo y además le gustaba tener muchos amigos. Así que, instruyéndose, leyendo sus e-mails y contestándoles, había comenzado toda esta aventura; era tan divertido y excitante, y con tanto por aprender, que no se había detenido a analizar lo que realmente estaba sucediendo. Le encantaba buscar todo tipo de información a través del computador ya que de esa manera aprendía y además, estaba en condiciones de compartir toda esa cultura con sus amistades. Lo que ella deseaba era enseñar, ser una “maestra cibernética”. Sólo que de momento todo había dado un giro inesperado, y ahora, todos le buscaban más por su alegre 23


personalidad que por sus conocimientos. Era hermoso para ella saberse admirada pero, lo que ninguno de sus amigos sabía, era que cuando terminaba la sesión y cerraba tras de sí la pantalla, se levantaba con dificultad. Zury hubiera dado todo por ser como cualquier otra muchacha de su edad, feliz y sana, pero de niña había sufrido una grave enfermedad que ahora le impedía caminar adecuadamente. La poliomielitis dejó secuela en su pierna derecha, por lo cual caminaba con un leve vaivén. Ella era bella y educada, una mujer de personalidad exquisita; pelo largo, negro, y radiantes ojos azul-turquesa. La habían educado en las mejores escuelas del país. Sus padres hicieron de ella una gran persona con grandes cualidades y vasta cultura. Pero, su defecto era para ella un gran pesar ¿Quién querría a una mujer que tiene un defecto al caminar? ¿Quién querría amar a una mujer así? ¿Quién? se preguntaba a si misma sin poder contestar, esperando y rogándole al cielo que algún día desapareciera de su vida tan dolorosa y triste realidad.

Ese día se había levantado con más ánimos que de costumbre y después de sus acostumbrados ejercicios matinales y de un exquisito desayuno, se sentó ante su 24


querido computador. Después de encenderlo y marcar la contraseña de entrada de su correo electrónico, apareció en su pantalla una nueva invitación: -Fischel desea ser tu amigo.

Tras pensarlo unos instantes decidió aceptarlo en su lista de amigos. Ella vivía también a través de los sueños y de las experiencias de sus muchas amistades cibernéticas hechas a través de la red. Seguro un nuevo amigo aportará nuevas experiencias para mí. Pensó dando un clic en la tecla enter. -Hola Zury, gracias por aceptarme como amigo. Mi nombre es Fischel y Prometo no defraudarte y cultivar nuestra amistad día a día.

Surgieron las primeras palabras. -Yo sé que seremos buenos amigos, Fischel, ¿a qué te dedicas? -Soy músico. Me gusta la música y soy adicto a ella. Pienso en música, saboreo la música, vivo de la música y por ella también muero. ¡La música es la fuente de mi vida!

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-¡Fascinante! Yo creo que no hay nadie en el mundo que no disfrute de la música, ya que ella es por naturaleza parte del ser humano desde el principio de la humanidad.

Contestó entusiasmada Zury. Ella le comentó que trabajaba en una importante compañía pero que era maestra “de corazón”, le confió un poco de su vida, aunque siempre resguardando su “terrible secreto”. Platicaron de música, de canciones, de temas de moda en la radio… Y así pasaron horas sumidos en larga y amena charla, como dos grandes amigos de antaño. Tanto en común había entre esas dos almas que pasaron las horas sin sentir, dejando entrever el inicio de un nuevo día a través de la ventana. -¡Es tardísimo! -Exclamó Zury. -O muy temprano. -Contestó riendo Fischel. -No comprendo a donde se fue la tarde y toda la noche. Jamás me había sucedido algo parecido ¡Es increíble cómo ha volado el tiempo! -Finalizó ella.

Y entre risas y muchas despedidas decidieron dar por terminada esa sesión quedando de acuerdo para verse al siguiente día a la misma hora. 26


Así pasaron días y semanas enteras. Y fue entonces que se preguntó Fischel a sí mismo, por qué ahora deseaba tan vehementemente conocer a Zury en persona si tenía tantas admiradoras y mujeres que darían la vida por unos segundos de su atención. Tal vez eso mismo era lo que le resultaba tan interesante y perturbador de ella, ya que con el paso de los días se había enamorado sin sentirlo y ahora ya era tarde. Había descubierto en Zury, todo un conjunto de cualidades que ninguna otra mujer tenía, y sobre todo, sencillez, ingenuidad y una belleza espiritual, que él altamente valoraba. Ella era perfecta en todos los sentidos. Lo que no sabía ella, es que Fischel no era un músico cualquiera; él era el famoso guitarrista y cantante del grupo de moda en su país y su nombre artístico era Falco. Fischel, en la intimidad de sus pensamientos se preguntaba ¿Qué pasará cuando mi amada Zury se dé cuenta que yo soy Falco? ¿Me querrá? ¿Me despreciará? No quería arriesgarse, no quería perderla; no ahora que había encontrado en ella el más puro amor. ¿Que debía hacer? ¿Acaso decirle la verdad? O callar… No lo sabía. Así pues, armándose de valor se comunicó con ella por Internet expresándole su deseo de conocerla:

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-Querida Zury, es mucho lo que hemos platicado y lo que nos hemos visto en la pantalla pero ahora ya no me es posible seguir así. Me gustaría poder conocerte en persona y estrecharte entre mis brazos. Te invito a Irlanda;

me tomaré

unos

días y

desearía

que

vinieras conmigo. Hay muchas cosas por decirnos y explicarnos, y únicamente podremos hacerlo frente a frente. ¿Podrías venir? -Preguntó Fischel.

Zury se estremeció de emoción. Cómo le hubiera gustado decirle que sí. Aceptar de inmediato y sin vacilar esa invitación. Si tan sólo fuera todo como ella pretendía que fuera. Si él supiera que ella no era igual que las demás y su pierna enferma se lo permitiera… -Déjame pensarlo.

Alcanzó a escribir, como si fuera posible, como si de pronto un sortilegio fuera a suceder y retirara de su vida aquella triste realidad. Me ha invitado a ir a verlo, y no tendría pretexto alguno para negarme si no fuera por mi pierna. Sollozó Zury. -Ven a Irlanda y visitemos un lugar plasmado de magia,

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fantasía, hadas y duendes. -Insistió Fischel.


Zury no sabía qué hacer, su corazón estaba enfermo de amor y deseaba a toda costa poder vivir ese mágico encuentro con su príncipe encantado. Sabía que si se arriesgaba, esta experiencia podría volverse en su contra, atando su vida a ese recuerdo; miles de preguntas saltaban en su mente ¿Y si me ha engañado? ¿Y si no es lo que aparenta? Pero, qué podía juzgar, si ella misma no decía la verdad y siempre volvía al mismo tema: ¡su maldita pierna!

Tras largas horas de pensar detenidamente una solución a algo que creía imposible, vino una maravillosa idea a su mente. Le diré que me caí y que me fracturé la pierna. Usaré una férula y nunca descubrirá mi engaño. ¡Eso haré! De esa manera cubriré mi defecto para que no me rechace. Y una leve sonrisa asomó a sus labios. Así pues, fue hasta su computador y entró a Internet. Le envió un e-mail a su adorado Fischel aceptando su invitación, aunque haciéndole saber que había sufrido un percance y se había fracturado una pierna, por lo cual tendría que usar una férula hasta la rodilla. -En pocos días estaré bien. -Mintió. -No importa, aunque no estés del todo bien estaremos

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juntos,

podremos

conocernos

y

pasar

días

maravillosos. -Contestó Fischel. -Sea pues, allá te veré. -Finalizó ella.

Una vez que a su amigo, el Dr. Basset, le proporcionó una férula, empacó y se dirigió a ese hermoso lugar en donde se encontraba su amor: Irlanda. Ahora comprendía que lo amaba y algo interior le aseguraba que él la amaba por igual. No quería perderlo y deseaba vivir ese amor imposible para ella, dadas las circunstancias.

Por fin llegó a “La Isla Esmeralda”, como también se le conoce, haciendo referencia al intenso color verde de los campos irlandeses. Los celtas denominaban “Eire” a la población nativa, por lo que la tierra comenzó a llamarse “Tierra del Eire” o “Eire Land”, cuya derivación acabó siendo “Ireland” o Irlanda, en castellano. Era un lugar de ensueño con pequeñas casitas que subían y bajaban entre acantilados y montañas. El clima era relativamente tibio y con un viento de elevada humedad, aunque en el corazón de Zury había calidez y la embriagante sensación que surge del amor.

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La isla estaba casi íntegramente cubierta por una pradera en la cual predominaba el trébol, símbolo nacional que identifica a Irlanda, además de variadas imágenes de San Patricio, quien fomentó el cristianismo en ese territorio tornándose en el patrón de la isla. Una de las leyendas de la mitología irlandesa, habla de un ser de la naturaleza llamado Leprechaun, sabio y adinerado duende que cuida su oro con esmero. Su nombre significa: “el que hace un zapato”, ya que es sabido que los duendes sólo hacen uno. Aunque quizá la incapacidad de los leprechaun de hacer un par completo de zapatos se deba sólo a que a menudo se encuentran en estado de embriaguez causado por el aguardiente o cerveza casera. Las imágenes de los duendes o gnomos suelen mostrar un hombrecillo vestido de verde. Sin embargo, según cuenta la tradición, era posible verlos vestidos con chaqueta roja de brillantes botones plateados, grandes zapatos con hebillas gruesas de plata, y sombrero de copa alta. Muchos tienen barba y fuman en pipa. Según la leyenda, si alguien logra fijar la mirada sobre un duende, este no puede escapar, pero en el momento en que se retira de él la mirada, éste desaparece. Cuando están trabajando, suelen usar un delantal de cuero de zapatero y un pequeño martillo con el

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que fabrican o arreglan pequeños zapatos de talla de hada. Aparentemente, los leprechaun no tratan a sus compañeras hadas mucho mejor que a los humanos, ya que sólo les hacen un zapato, nunca el par completo. A Zury le encantaban todas las leyendas de hadas y duendes. Desde su niñez le habían fascinado todos estos cuentos y más aún cuando recordaba a su madre quien se los leía antes de sumirse en el mundo de los sueños y de la magia. Una vez llegada al hotel, y habiendo dejado todo en su habitación, se arregló esmeradamente y bajó al lobby a encontrarse por primera vez con Fischel. Su corazón palpitaba a gran velocidad, dejando ver la gran excitación y lo profundo del paso que estaba por dar. Sintió agolparse los colores en su rostro cuando por primera vez lo vio y miles de sentimientos inexplicables brotaron desde el fondo de su ser. Fischel era mucho más gallardo y apuesto que como lucía en su pantalla. De estatura media, esbelto, pelo negro y peinado con desenfado, ojos pequeños, negros y penetrantes (que parecían escrutarle el alma a una persona con solo fijar su mirada en ellos) y una gran sonrisa de blanca dentadura. Se conocían de tanto verse a través del computador, pero

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ahora, estaba ahí; ¡El hombre de carne y hueso estaba frente a ella y le sonreía! -¡Zury! -le gritó de lejos. Y tomando su chamarra se dirigió a su encuentro. Ella temblaba, no sabía si correr hacia él o dirigirse en sentido opuesto. Tenía miedo a dejar entrever el gran amor que sentía y un miedo rallando casi en terror de que se diera cuenta que su férula era un engaño. Cuando estuvieron frente a frente, él la abrazó. Ella temblaba profusamente pero el temblor fue sosegándose poco a poco entre sus brazos hasta convertirse en una infinita paz. -No sabes cómo he deseado este momento. Tenerte así entre mis brazos y contemplar tu bello rostro ¡Eres tan hermosa! Y Zury no fue capaz de pronunciar palabra alguna...

Días indescriptibles pasaron. La vida al lado de Fischel la había transportado a otra era, a otra época, a otro planeta. Ya no podía decir que ella era la misma, ya no podría vivir de otra manera diferente a la que él le había enseñado. Su risa burbujeante, su aplomo, su tierna e impactante mirada, sus gestos, su mano firme, esa personalidad dual

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que impresionaba: el niño y el hombre unidos en una sola persona. Se sentía tan segura y tan feliz a su lado, que ya no existía nada en el mundo que pudiera separarla de ese hombre. Aunque a veces descubría en él, una mirada distante en la que se mantienen las palabras encerradas queriendo dejarlas salir sin poder hacerlo. -Zury, necesitamos hablar, ya no puedo más y he decidido hacer algo al respecto. Deseo que esta sea una noche inolvidable por lo que he decidido invitarte a cenar a un lugar muy especial. ¿Aceptas? Zury presentía que Fischel le pediría matrimonio esa misma noche, lo sabía, lo intuía. Ese sexto sentido que las mujeres llevan consigo se lo decía. Y ella, ¿qué contestaría? Por supuesto que su respuesta sería un sírotundo, a no ser por el temor a descubrir, por fin, su gran secreto. Ella tampoco podía esperar más, esa misma noche le diría la verdad sobre su pierna. Miles de estrellas aparecieron en el firmamento cuando Fischel y Zury llegaron al imponente lugar a orillas del mar donde todo había sido dispuesto para la ocasión. Zury estaba nerviosa y, ¿cómo no estarlo? Se jugaría la última partida, en donde dos seres que se aman se tomarían de la mano a seguir el camino de la vida o se perderían para siempre en las tinieblas. Los dos vestían sus mejores galas. Zury se veía formidable en ese vestido turquesa que había decidido 34


ponerse haciendo juego con un pequeño listón que sostenía su sedosa cabellera en la nuca. Fischel lucía muy atractivo enfundado en un traje negro hecho para la ocasión. Se sentaron en una mesa reservada especialmente para ellos ante un escenario espectacular, y una brisa deliciosa jugueteaba con los largos y hermosos cabellos de Zury ¡La noche no podía ser más bella! -Zury, quiero explicarte el por qué he actuado con tanto recelo durante estos últimos días -comenzó Fischel-. No soy un hombre común y corriente, aunque trato de serlo. En mi país he destacado bastante como guitarrista, músico y compositor; de hecho soy bastante conocido y famoso en aquel lado del planeta -dijo soltando una desternillante risa-. ¿Has escuchado cantar a Falco? Zury seguía su charla sin entender que era lo que ese hombre, al cual amaba, estaba tratando de decir. No acababa de comprender que tenía que ver Falco con lahermosa velada que estaban viviendo. -¿Falco? ¿El cantante? -preguntó sin entender. -Sí, ese mismo. -He escuchado hablar de él. Me gustan un par de sus canciones, aunque no sé mucho sobre su persona.

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Realmente soy neófita en el tema. Pero, ¿qué tiene que ver Falco en este momento? -interrogó Zury. Fischel dudo unos segundos. Tenía la boca seca del temor que estaba provocándole ésta incertidumbre, él, “El Gran Falco”, temblando de temor ante una chica

cuando

había

actuado

en

los

mejores

escenarios del mundo delante de tantas y tantas otras. Tomó un gran respiro y continuó. -Querida Zury ¡Falco soy yo! ¿Falco era “su” Fischel? ¡No, no podía ser! Seguramente había escuchado mal. Sí, eso era. ¿Cómo era posible que un artista famoso se hubiera fijado en ella? Eso rayaba en lo imposible. Y en caso de ser verdad ¿ahora cómo le diría ella su secreto? ¿Cómo decirle que se había enamorado de una mujer enferma? -Zury ¿me escuchaste? ¡Yo soy Falco! -dijo una vez más Fischel. Ella con la mirada perdida en el horizonte contestó casi sin aliento. -Fischel, no sé qué decir. Todo esto me toma por sorpresa y me hace aún más difícil decirte algo que me atormenta -dijo Zury con un nudo en la garganta y a punto de soltar el llanto.- Yo también tengo un secreto y debo confesarlo, ahora.

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-¿Qué quieres decir, Zury? -Deseo que sepas que estoy enferma, Fischel. Tengo una enfermedad que desgraciadamente no voy a poder solucionar.

No

quería

causarte

ningún

problema,

únicamente deseaba amarte -unos segundos de espera y de respirar profundamente le permitieron a Zury continuar.Tengo poliomielitis; de niña tuve esa grave enfermedad y quedó una secuela en mi pierna por lo cual la férula que llevo es únicamente un artimaña para hacerte cree que me había fracturado. La realidad es que estoy enferma y mi pierna no volverá a estar bien jamás. A partir de ese momento en que fueron confesadas sendas verdades, todo se tornó diferente. Miles de sentimientos y de pensamientos embotaron las mentes de aquellos dos seres, haciéndose un silencio interminable.

Un nuevo día brotó en el horizonte, y Zury se levantó una vez más para bajar al comedor en donde tantas veces desayunaran últimamente Fischel y ella. Lo buscó y desmenuzó uno a uno a los comensales sin surtir efecto el escudriñar de su mirada. Fischel no se encontraba en el comedor, por lo cual decidió ir a preguntar a la administración del suntuoso hotel. Se ha ido, le dijeron simplemente. Y un gran vacío reinó en su corazón.

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Decepcionada e inconsolable salió corriendo del hotel en donde se encontraba hospedada. Quería huir de ese lugar en el que había amado tanto a su adorado Fischel. Deseaba encontrar un poco de sosiego para su alma, lo necesitaba tanto en esos momentos...

Ahogada en sollozos, deseando liberarse de tanto dolor y sin saber que hacer o a quien acudir, de pronto se encontró en lo alto de los verdes y rocosos acantilados, repletos de profusa vegetación y maravillosas vistas. Se detuvo unos instantes para tomar aliento, iba tan absorta en sus pensamientos y con el corazón hecho trizas de tanto pesar, que de momento se asustó al contemplar algo moviéndose rápidamente cerca de ella. ¿Qué era eso que corría de un lado a otro sin detenerse ni un segundo? Por más que frotó sus ojos con el dorso de sus manos, no podía creer lo que veía y su mente se rehusaba a aceptar -¡Un Duende!- exclamó. Un diminuto ser de la naturaleza, brincaba de un lado a otro recogiendo tréboles para ir a depositarlos al lado de un pequeño agujero debajo de un gran árbol. Tan atareado estaba que cuando aquel se dio cuenta de la presencia de Zury, ya fue demasiado tarde. La mirada de ella estaba clavada en su persona por lo cual a éste, le sería imposible escapar.

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Algo extraño había en el minúsculo personaje, no era igual que los demás, era un duende de aspecto contemporáneo y podría decirse que era bastante atractivo. Joven, de pelo negro, delgado y de bien proporcionado cuerpo. Podría pasar por un ser humano si no fuera por su diminuta estatura, pensó Zury. Se acercó sigilosamente a él, sin poder creer lo que estaba sucediendo y le dijo tiernamente, casi como si fuera un susurro para no asustarlo. -Hola pequeño, ¿de verdad eres real? ¿No será esto producto de mi imaginación dadas las circunstancias en las que me encuentro? Esto es simplemente maravilloso y aún para mí, difícil de creer -alcanzó a decirle antes de romper en llanto nuevamente. El

pequeño

duendecillo

hubiera

desaparecido

prontamente mas, era tanto el pesar que emanaba de Zury que no hizo nada para huir. -¿Qué tienes, pequeña? ¿Qué es lo que agobia tu alma? ¿Tanto es tu pesar que te lleva hasta las lágrimas? Una joven tan hermosa como tú y tan limpia de corazón no tendría razón para llorar como ahora lo haces. Dime, ¿por qué lloras? Es por un amor, ¿verdad? -dijo

el

duendecillo

cruzando

sus

pequeñas piernas después de sentarse en una roca cercana. Zury levantó la mirada llena de dolor y envuelta en llanto alcanzó a decir: -¡Sí! 39


-¿Sabes que me tienes en tu poder? ¿Y sabes tú que los duendes podemos conceder deseos a aquellos que nos atrapan? Tal vez yo podría ayudarte -dijo haciéndole un guiño de complicidad con el ojo. Limpiándose las lágrimas y dejando asomar una ligera sonrisa, Zury le preguntó a su pequeño interlocutor: -Dime, ¿cómo te llamas? -Mi nombre es difícil de pronunciar para los seres humanos pero me gustaría que me conocieras por el nombre de Hvordy. -¡Entonces seremos amigos, querido Hvordy! ¿Aceptarías mi amistad? Para mí sería un gran honor tenerte como amigo. -¡Sea pues! -respondió el diminuto personaje. Y a los dos seres, a pesar de ser tan extraños uno para el otro, los inundó una inmensa paz y alegría. Pasaron horas conociéndose, riendo y contándose sus vidas. -¿Te gustaría venir conmigo? -le preguntó Hvordy. -Pero, ¿cómo podría ir contigo si soy mucho más grande que tú? -Ese no es motivo de preocupación para un duende como yo. Y vuelvo a preguntar, ¿te gustaría venir conmigo? -¡Por supuesto que sí! -dijo Zury brincando de felicidad.

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-Entonces, párate enfrente de mí y cierra los ojos. Piensa en el más bello sentimiento que haya embargado tu ser y permite que ese sentimiento fluya a través de ti. Una vez que Zury cerró los ojos y brotó de lo más recóndito de su corazón el gran amor que le profesaba a Fischel, escuchó a Hvordy decir:

Picty Pucty Picty Pac ¡Chiquita te vas a quedar! Picty Pucty Picty Pac ¡Cuando el sol fenezca tu altura vas a ganar!

Grandes oleadas de calor y frío inundaron a Zury. Todo giraba a su alrededor, haciéndose cada vez más grandes los ya enormes árboles circundantes, y la hierba cobraba altura y más color. Sentía convertirse en un copo de nieve, o volar como un algodón, volverse burbuja de jabón, o agua en ebullición, un caramelo de mil colores, o un beso en una noche de amor. Enormes flores de colores fluorescentes que antes no estaban ahí, surgieron de repente y los antes pequeños hongos ahora parecían enormes sombrillas llenas de color. Su oído se agudizó, los que fueron dulces murmullos provenientes del cantar de los pájaros, 41


ahora se escuchaban estridentes. El sonido de los piececillos dejado por los ciempiés corriendo por el sendero, parecían tambores resonando en su mente, y tuvo que llevar las manos a sus oídos a fin de que no los reventase el estruendo. El olor a hierba mojada, las dulces flores que invitaban a acercarse y el tibio contacto de la tierra se hicieron manifiestos ante ella. Nunca antes había estado consciente de tantos olores, sonidos y belleza ¡Jamás había visto con tanto detalle toda la majestuosidad contenida en la naturaleza! Y así, el mundo feérico y el humano, se fundieron en uno solo, un mundo de mito y leyenda caía a los pies de Zury develándose ante sus ojos. -Pero ¿cómo has hecho para crecer? -le preguntó a Hvordy. -Yo no he crecido, mi querida Zury... ¡Tú has encogido! -respondió soltando tremenda risotada-. ¡Ven, entremos! Y así, asiéndose de la mano de Hvordy, Zury se adentró al mundo mágico, irreal, inexplorado y fantástico de su pequeño y singular amigo.

Un sin fin de túneles corrían debajo del inmenso árbol que acababan de dejar atrás; así pasaron varios minutos caminando hasta que a lo lejos vislumbraron un pequeño 42


punto de luz. Se acercaron hasta llegar a él y un umbral se descorrió ante los ojos de Zury, dejando ver en su interior un mundo encantado, maravilloso e indescriptible. -¡Una aldea! -gritó asombrada. Era una villa de pequeñas casitas hechas de madera y techos de palma. Artísticos racimos de flores de intensos y destellantes colores bordeaban las viviendas. Un pequeño jabalí ayudaba a recoger flores de exquisitos aromas. Un poco más al fondo una gentil ardilla sostenía entre sus patas delanteras una escalera para que no cayera al vacío el pequeño duende empeñado en reparar un pedazo de techo en mal estado. Un lindo puerco espín ayudaba con los hilos de costura enfundados en su lomo a una inspirada hada que tejía con premura, mientras que una ágil ratita acarreaba semillas en un pequeño tractor. A lo lejos, varios ciervos recogían frutas y verduras de los inmensos huertos, mientras mariposas de mil colores dejaban caer semillas a lo largo de nuevos surcos. Todo era alegría y júbilo, y tanto los duendes como las etéreas hadas corrían de un lado a otro ejerciendo sus múltiples tareas. Zury observaba cómo se comportaban los habitantes de ese mundo mágico y fantástico dándose cuenta de que ellos vivían felices ese momento. No comprendía por qué el ser humano siempre espera el 43


futuro para ser feliz, dejando pasar el presente sin gozarlo con intensidad. Zury y Hvordy se detuvieron en las afueras de una bellísima casita blanca en donde él la invito a pasar. -Pasa, Zury. Nos detendremos un momento para empacar. -¿Empacar? ¿A dónde iremos? -preguntó azorada. -Iremos a ver a Dagda, nuestro Rey. -¿Acaso los duendes tienen Rey? ¿Y para que iremos a verlo? -cuestionó Zury. -Tu problema de salud quedará resuelto si mi Rey, Dagda, accede a cumplir tu deseo -finalizó Hvordy.

2 Una vez que recogió todo lo necesario para iniciar su inesperado viaje, Hvordy le hizo una advertencia a Zury. -Antes de presentarnos ante mi rey, Dagda, tendrás que pasar por tres pruebas. La primera es conocida como El Palacio de Cera, la segunda es La Casa de Chocolate, y por último, te adentrarás en El Castillo de Cristal. En cada una de ellas se te hará una pregunta y tendrás sólo una oportunidad de contestar; de no ser así, vagarás hasta 44


encontrarla, de modo que piensa bien la solución-, dijo tomando su pequeño equipaje. Ese mismo día iniciaron su viaje, Zury iba emocionada pero también sabía que de no contestar correctamente las preguntas, sus ilusiones se desmoronarían. Trató de no especular más y sacar toda su entereza para lo venidero. A poco rato de caminar por un sendero abundante en pequeñas sorpresas que la llenaban de júbilo, llegaron a su primera parada. -¡El

Palacio

de

Cera!

-exclamó

asombrada

contemplando la entrada. -Entrarás tú sola para descifrar la pregunta y salir triunfadora. Yo esperaré aquí porque sé que lograrás tu cometido -dijo Hvordy con una gran sonrisa dándole ánimos a su entrañable amiga. -Así será –contestó Zury, adentrándose hasta perderse dentro del palacio donde poco a poco sus ojos turquesa se acostumbraron a la oscuridad. Qué extraño lugar, ¡absolutamente todo está hecho de cera!, pensó. Todo en aquel lugar estaba hecho de ese material, paredes, pisos, mesas, sillas y cuanto estaba dentro del recinto. Al recorrer los pasillos empezó a sentir un leve calor que iba en aumento. El tiempo pasaba y éste se hacía

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cada vez m á s i n t e n s o , Z u r y n o p u d o m á s q u e empezar a sudar copiosamente. La temperatura subía haciéndose sofocante, por lo que los pequeños objetos empezaron a derretirse para luego continuar con el resto del mobiliario. Gruesas gotas resbalaban por las paredes y caían de los techos inundando todo a su paso. El palacio completo escurría y Zury junto con él. Un río de cera se formó atrapando todo a su paso, arrastrándola mientras gritaba desesperadamente tratando de asirse inútilmente a algo sólido. Cuando aquello se convirtió en un torbellino y pensó que era su fin, se escuchó una escueta vocecita proveniente de la esquina del inmenso salón. Todo cesó, pareciera que nada había sucedido, el palacio y su mobiliario estaban intactos de nuevo dejándola sentada en el piso, atónita ante el suceso. Poco a poco vio acercarse una figura hasta reconocer a una tímida viejecita, su andar era penumbroso y débil; acercándose a Zury, le dijo: -En mi vida no he hecho nada más que portarme bien con mi prójimo, les ofrecí viandas y ropajes cuando lo necesitaron y mira como estoy, enferma y triste. Si tú me dices el por qué me encuentro así, entonces podrás irte; de lo contrario vagarás hasta encontrar la respuesta-, finalizó la anciana desapareciendo en un santiamén.

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¿Cuánto tiempo pasó pensando la respuesta? Ni ella misma lo supo. Al sentir hambre aparecían súbitamente deliciosos manjares, cuando llegaba el sueño, una gran cama con suaves y sedosos cojines, hacia su delicia. Todo lo deseado se manifestó en el momento propicio pero, ¿la respuesta? Su mente deseaba atrapar la contestación a tan notable pregunta y fue entonces que la misma quietud del lugar la hizo adentrarse en sí misma y su voz interior le otorgó la anhelada respuesta: Nos enfermamos porque creemos que existe la enfermedad. Ésta, es la desarmonía manifestada en nuestro cuerpo. La felicidad no depende de otros sino de nosotros mismos y si existe armonía y por lo tanto felicidad en todo lo que hacemos, no habrá cabida para la enfermedad. Súbitamente el palacio desapareció y la luz del sol bañó su dulce rostro. Por la cara de Hvordy supo que la respuesta surgida de su interior había sido la correcta. -¡Felicidades Zury, la respuesta siempre había estado en ti!, démonos prisa para llegar antes del anochecer a la segunda prueba: La Casa de Chocolate-, dijo Hvordy señalando hacia lo lejos. -¡Apresuremos el paso para llegar a ella!- Y una vez más los dos amigos se encontraron viajando hacia su nuevo destino.

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La entrada de la Casa de Chocolate, se escondía tras matorrales de hierba crecida que hacían mucho más difícil su encuentro. Zury, sin la ayuda de Hvordy jamás podría haberla localizado. -Hemos llegado, Zury. Sé que la suerte y el buen criterio estarán presentes en ti. Sabes que estaré aquí apoyándote en todo momento-. Finalizó Hvordy mientras ella se adentraba una vez más al nuevo lugar. Pasaron unos minutos mientras sus bellos ojos se acostumbraron a las sombras. Una vez más estaba sola pero, ¿que era eso que estaba formándose ante ella? Una gran mesa hizo su aparición, y junto con ella, infinidad de chocolates de todos los sabores y colores, y con diferentes rellenos; frutas cubiertas con nuez o avellana; figuras de todos tamaños, sabores y colores; blancos y oscuros; y deliciosas fuentes de chocolate derretido que saltaban alegremente. Zury se acercó a saborear uno, lo asió con su blanca mano llevándolo hasta su boca, donde se derritió lentamente. Tomó uno y otro hasta ya no poder más, solo que ahora ya no podía detenerse. Disfrutaba de cada uno de ellos y aunque sentía que ya no sería capaz de engullir uno más, éstos seguían llegando mágicamente a su paladar. Pensó que iba a reventar o a desfallecer cuando el miedo hizo presa de ella. Un gritó aterrador salió de su garganta y sus sentidos se nublaron. 48


Cuando recobró el juicio, un aleteo incesante produjo un eco en la chocolatada casa. No podía visualizar que o quien era hasta que volando se acercó una blanca paloma posándose frente a ella para convertirse en una pequeña niña de graciosa sonrisa y fulgurante vestido. La pequeña se dirigió a Zury y le preguntó sin preámbulos: -Dime, ¿qué quiere decir madurez? ¿Qué es la madurez?- Y convirtiéndose nuevamente en ave, voló dejando a Zury pensativa ante la nueva pregunta. Sucedió

como

en

el

primer

lugar.

Pasaron,

¿días?, ¿semanas? ¿o sólo unos minutos? De la nada surgían todas las comodidades en cuanto ella lo requería pero, ¿y la respuesta? Sumida en un sopor, se dejó llevar por las inexplicables veredas de la mente humana, su interior parecía tener todas las respuestas a la infinidad de preguntas hechas por el hombre a través de los siglos. Sólo tenía que dejarse ir y buscar ahí, en lo más recóndito de su ser. Y así, una vez más, pasado el tiempo, ésta surgió: La madurez es el entendimiento de que eres un ser mental bueno, perfecto y eterno. La comprensión de que todo ser está hecho de la misma substancia. La madurez no critica, no señala, no juzga; acepta y se acepta tal y como es. No hay defectos, solo virtudes desarrollándose hacia la perfección. 49


La luz la cegó de momento, una vez más se encontraba en la entrada y la misma claridad anterior la bañó. ¡Había triunfado una vez más! -Vamos, vamos, querida; corramos a nuestro nuevo encuentro. -Gritaba de júbilo Hvordy, mientras la tomaba de la mano y la jalaba hacia la nueva ruta que se abría a su paso.- ¿Estás lista? -Y así, comenzaron nuevamente su andar. Finalmente y tras varias horas de caminata, llegaron a la última parte de este extraño e inolvidable viaje. Hemos llegado a tu última prueba: El Castillo de Cristal. Ésta será nuestra última parada antes de llegar a la morada del Rey Dagda. -¿Me esperarás, como siempre, mi querido amigo? -Por supuesto, aquí estaré. Zury siguió la senda hasta la entrada antes de desaparecer ante los ojos de su inolvidable compañero. Que fascinante lugar, pensó. No pudo menos que admirar el interior del castillo, hecho totalmente de cristal y recorrió todo alrededor, boquiabierta. Inmensos candelabros llenos de destellantes luces, mobiliario finamente tallado y una enorme mesa con una vajilla labrados

en

ese

material,

todo

era

soberbio

e

impactante. Entró hasta uno de los recintos en donde 50


intentó sentarse en uno de los grandes sillones para admirar tal espectáculo, pero todo cuanto tocaba se convertía en trizas por lo que no podía hacer uso de ningún objeto que ahí había. De pronto se dio cuenta que se estaba convirtiendo en un ser translúcido y el pánico se apoderó de ella, ya que ahora, ¡ella misma era de cristal! Temía caminar y romperse como todo lo demás. ¡Pero tampoco podré estar mucho tiempo estática!, pensó desesperada. El tiempo pasaba y en ella crecía el temor. Cuando al fin decidió dar un paso, sintió romperse en mil pedazos. Sus articulaciones, su cuerpo y su misma alma habían quedado esparcidas a lo largo del camino cuando el desmayo hizo su aparición. Al despertar, todo era quietud y estaba en su estado original. A lo lejos asomó una luz y al caminar hacia ella, fue formándose una vereda sembrada de musgo y helechos que la condujo poco a poco a un gran bosque pletórico de animales y exuberante vegetación. Un rugido que a más de uno hubiera hecho correr tras sus pasos, se impregnó en el ambiente y un enorme león con volátil melena hizo su aparición. Estaba sobre de una inmensa roca y cuando Zury pensó que era su fin, el imponente animal saltó y flotó, sólo para transformarse en un sublime y sutil ser. Los ojos de Zury se tornaron 51


entonces suaves y dóciles al contemplar tan bella ilusión ¡Oh!, divina presencia celestial, pensó. La hermosa aparición descendió flotando hasta que estuvo a unos centímetros de ella y con voz aterciopelada le dijo: Dime, adorada niña ¿Qué es la felicidad y como se obtiene? Zury no podía dejar de admirar a tan divino ser, su rostro resplandecía en belleza y bondad y del aroma que emanaba se desprendían miles de deliciosas fragancias que le recordaban su niñez. Tan embelesada estaba que nunca lo vio irse, simplemente se desvaneció poco a poco, suave y lentamente perdiéndose en la nada. Cuando volvió a la realidad, aquella esencia había desaparecido y ella lo lamentó profundamente. Hubiera deseado tenerlo conmigo toda la eternidad, pensó aún con los ojos entornados. ¿Felicidad? ¿Qué es la Felicidad? Por tercera y última ocasión se dio a la tarea de adentrarse en sí misma para encontrar la respuesta. Nuevamente las horas y días pasaron sin sentir hasta que ésta surgió a través del análisis profundo de su ser: La felicidad es un estado de armonía plena y surge al comprender que el bien está en todo. Se logra al pensar y obrar basándonos en el hecho de que sólo existe el lado bueno, perfecto y eterno de la vida. Es el 52


reconocimiento total del bien en todos y cada uno de nosotros.

El rocío bañó su cara, a lo lejos se escuchaba el aleteo de las aves preparándose para un nuevo día cuando se despertó fuera del castillo y vio venir a su gran amigo Hvordy desde lejos. Venía dando saltos por todo el sendero hasta llegar junto a ella. -¡Hurra, hurra, hurra! ¡Felicidades, Zury! Has triunfado. Estoy tan orgulloso de ti. -Exclamó Hvordy, por lo que Zury dedujo que había encontrado la solución una vez más. Sintió que un gran peso había quedado dentro del lugar al saberse triunfadora. Así pues, podrían proseguir con su aventura. -Y ahora, ¿iremos por fin a ver al rey Dagda? -Preguntó Zury. Hvordy la miró fijamente y le dijo: -Zury, hay algo que debo aclararte antes de proseguir. -Y tomando un profundo suspiro continuó.- Has buscado tanto, cuando delante de ti está aquel a quien buscas, lo buscado siempre se ha encontrado a tu alcance. He aquí al soberano de estos bosques, he aquí al que te ha puesto a prueba para que encontraras la sabiduría que mora en tu interior ¡Yo soy Dagda!-, dijo en tono solemne.

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Los ojos azul turquesa de Zury se abrieron al máximo recordando que no hacía mucho, había sido sorprendida de la misma manera por otra revelación. -¡Dagda! -Sí, así me llaman, Dagda, el rey de estos parajes y de los seres de la naturaleza, -prosiguió. -Querida Zury, antes de finalizar con este viaje inolvidable y despedirnos deseo hacerte comprender que tu sufrimiento y tenacidad no han sido en vano, ya que has obtenido algo mucho más preciado que lo que has venido a buscar: El Conocimiento. Pero antes de separarnos, deseo obsequiarte una inigualable y valiosa joya. Así pues, Dagda, haciendo unos pases mágicos y emitiendo unas extrañas palabras, agitó sus brazos en el aire haciendo surgir de la nada una impresionante alhaja. -¡Un rubí en forma de corazón! -gritó asombrada. Dagda, apoyándola en el pecho de Zury, presionó hasta hacerla desaparecer en su interior. -Ahora nadie podrá quitártela porque ella significa el poder de la amistad. Cuando desees verme, solo apoya las manos en tu corazón, y ahí estaré. Ahora, cierra esos preciosos ojos azules y déjate llevar por el manto de los sueños…

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Un sonido lejano la despertó. ¿Acaso todo había sido su imaginación? Se levantó siendo otra, pero no de cuerpo sino de mente. Su pierna, mantenía el defecto, pero ahora contaba con la sabiduría y esa le daba el poder de la comprensión.

Han pasado varios meses, su pierna ha ido recuperándose un poco de la enfermedad que la atormentaba, mas ése ya no es pesar para ella. Ahora tiene un jugoso empleo en una de las mejores empresas internacionales de su país. Ella es feliz ya que no solo obtiene un buen salario y viaja a menudo por el mundo; ahora, Zury se dedica también, a dar conferencias de superación personal a individuos con discapacidad. Ese día en especial se sentía nerviosa, extraña y con una ansiedad inexplicable. Tenía que viajar a Irlanda a una cita de trabajo proyectada por la empresa donde labora, aunque no deseaba regresar a ese lugar que le evocaba tantos bellos y dolorosos recuerdos. El aeropuerto se encontraba en plena actividad matinal y una vez documentado su equipaje en la línea aérea, se apresuró a ir a la sala de espera para luego abordar el avión que la llevaría hacia su destino. De pronto lo vio, sentado en una de las butacas de la sala, sabía que estaba de

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gira por América, pero nunca imaginó encontrarlo ahí. El hombre que nunca había dejado de amar y seguiría amando hasta el fin de sus días. ¡Fischel! Dijo casi sin aliento. Aún no podía creer que estaba ahí cuando sus miradas se cruzaron nuevamente. Su corazón se paralizó para luego desbocarse hasta casi salir de su pecho, instantes en los cuales su mundo se desvaneció y aparecieron imágenes lejanas y tortuosas. Hacía tanto que no recordaba el palpitar agitado y la sensación tan maravillosa que da el amor. No pudo correr, se quedó clavada en el piso como una estatua de bronce. -¡Zury! -exclamó al verla.- Te he buscado por todo el planeta sin saber de ti. Me han dicho que ahora viajas constantemente, por lo cual eres difícil de localizar. Por favor, no te alejes, necesito hablar contigo largamente. -dijo en son de súplica aferrándola del brazo para no dejarla escapar. La mente entorpecida de Zury no podía pensar, ni analizar, ni siquiera sabía si estaba viva o tal vez éste era un sueño del cual despertaría en unos segundos más. Fischel, estaba ahí parado frente a ella suplicándole casi de rodillas su atención. -Mi amor… -Susurró Fishel en su oído.- Te pediré perdón de rodillas si es necesario, fui un tonto, un estúpido

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engreído, presté más atención al defecto en tu pierna que a la grandeza de tu alma. Perdóname, por favor. No pararé, ni hoy, ni nunca; hasta hacerte entender que te amo y restituir todo el dolor que te causé. He vagado sin rumbo, sin tener conmigo el corazón, ya que lo perdí cuando te abandoné. No sabes cuánto he llorado tu ausencia y mi estupidez; aunque sé que yo la provoqué. No tengo más que rogarte que me permitas acercarme nuevamente e irme ganando tu amor día a día. -Dijo Fischel, tomando las manos de Zury para besarlas dulcemente.

Los dos vestían sus mejores galas. Zury se veía formidable en ese vestido turquesa que había decidido ponerse haciendo juego con un pequeño listón que sostenía su sedosa cabellera en la nuca. Fischel lucía muy atractivo enfundado en un traje negro. Se sentaron en una mesa reservada especialmente para ellos ante un escenario espectacular de Irlanda, y una brisa deliciosa jugueteó con sus largos y hermosos cabellos. ¡La noche no podía ser más bella! -Querida Zury, tiempo atrás dejé algo pendiente, en aquel otro tiempo en que no supe valorarte por todo lo que eres. A lo lejos se quedó una plática, una oferta de amor, un reconocimiento a tan maravillosa mujer. Dejé mi vida

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y mi corazón enterrados en este lugar; pero esta nueva oportunidad no la desperdiciaré. Un nuevo día aparece cada veinticuatro horas, un nuevo mes cada treinta días, un año nuevo cada doce meses pero, una persona tan especial como tú, una sola vez en la vida. Te amo, Zury. Fishel había cometido un error y ahora lo reconocía plenamente jurándole amor eterno, había comprendido que la verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzas contra alguien puede herir, mientras que si la arropas en un delicado paño será aceptada con agrado. A su vez ella había aprendido que para ser feliz no necesitaba a nadie. Ahora conocía la fortaleza y la seguridad que emana del interior cuando está uno en p l e n a a r m o n í a ; aunado

al

apoyo

ésto,

y cariño de sus seres queridos

era la verdadera felicidad.

Sus miradas se entrelazaron y sus almas se unieron, el perdón salía ganando y habría una nueva oportunidad. Zury entonces, entreabrió los labios para ofrecerle ese beso tan esperado, el beso sublime de dos almas que al fin se unen en una sola. Las manos de Zury subieron hasta su corazón presionándolas en su pecho para hacer partícipe de ese inolvidable momento a su gran amigo, Hvordy. Aunque realmente no hacía falta, ya que él los observaba desde hacía mucho tiempo.

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EL HADA DE LA

LAGUNA AZUL



C

uando yo era jovencita, mi abuela, una mujer tan bella hoy como lo fue en su época, solía hablarme sobre la Laguna Azul que está cerca de la casa donde

vivíamos. Nuestra vivienda era un primor y estaba encallada en el bosque, con techos inclinados y tejas rojizas, y con un pequeño porche en el cual, al atardecer, platicábamos de infinidad de temas. Al entrar, podía verse una pequeña y confortable sala de madera en donde mi madre, se ponía a tejer largas horas disfrutando de la música o noticias de aquella época, que provenían de un radio que mi difunto padre le había regalado. Junto a la sala había una pequeña cocina, con diversos utensilios para preparar exquisitos guisos, además de una mesa para comer y cuatro sillas. Mi madre era feliz cocinando o simplemente tejiendo y escuchando sus melodías favoritas. Pero mi abuela, ¡era tan especial para mí! Ella era la persona con la cual disfrutaba estar. Su cultura y sabiduría, hacían que yo fuera feliz escuchándola todo el tiempo. Sólo había un tema que me recordaba constantemente: La Historia de La Laguna Azul. 61


-Querida mía -decía- no te acerques a la Laguna Azul en la que desemboca el Río Dorado, ¡recuérdalo! Pero, yo amaba aquel bello río, ahí solía ir a jugar entre la variada vegetación y disfrutaba tirando pequeñas piedras que iban a parar al fondo. Sus aguas eran cristalinas, llenas de pececillos que saltaban y seguían el sendero hasta desembocar en la laguna. Los reflejos multicolores en el agua me encantaban y trataba de ver mi silueta dibujada en ella, pero ésta se distorsionaba con su rápido correr. Muchas veces lo único que conseguí fue caerme, pero a mí no me importaba, yo seguía jugando con las algas o pequeños trozos de madera que corrían en su bajada incontenible hasta la Laguna Azul. Por supuesto, cuando llegaba a casa y mi madre me veía, únicamente balanceaba la cabeza de un lado a otro y sin decir palabra alguna, me metía. -Sonia -decía mi abuela- juega en el Río Dorado si así lo deseas, pero no vayas a la Laguna Azul, ¡y mucho menos al atardecer! De tanto decírmelo, por fin un buen día pregunté. -Pero abuelita, dime, ¿qué tiene de malo ir a jugar a la Laguna Azul si es un lugar tan bello y pacífico? -Mira, Sonia -me contestó con ternura-, sucede que en ella habita una bellísima hada. Es una mujer tan bella que 62


ninguna persona se le resiste -continuó-. Las hadas del agua pueden encontrarse en cualquier lugar donde se halle este elemento al natural y puro, así podemos encontrarlas en los ríos, manantiales, mares y fuentes. Por tal motivo, siempre se ha creído que el mundo de las hadas, o su lugar secreto, se encuentra tras la cortina de una cascada. Pero, el hada de la que estoy hablando, el hada de esta laguna es de un tipo particular y tiene una característica especial: ¡Que la laguna en donde habita es imaginaria! -prosiguió mi abuela-. En un claro del bosque, donde decide instalarse, construye su hogar mágico, que es totalmente translúcido, de paredes cristalinas, y para no ser detectada por los humanos, crea una ilusión óptica sobre la hierba simulando una hermosa laguna de aguas claras y puras. -¡Que hermoso, abuela! ¿Y podemos ir a conocerla? -respondí. -¡No! ¡De ninguna manera! -saltó de su asiento mi asustada abuela-. Lo que no te he dicho es que ella también tiene el poder de llevarse a los jóvenes que encuentra a su paso, varones o mujeres, para ella es indistinto. Esta hada tiene la facultad de cantar dulces melodías para atraer a sus víctimas, y una vez que están a su alcance, las seduce con su infinita belleza, haciendo que el joven penetre en el agua para no volverlo a ver nunca más. -Concluyó mi abuela. 63


Desde aquel día, como cualquier chiquilla a la cual le han prohibido algo, me atrajo mucho más aquel lugar. Deseaba creer que mi abuela tenía razón pero, lo que decía era algo realmente inconcebible aún para una jovencita como yo. Así que decidí probarle a mi abuela que esas eran únicamente supersticiones de la gente y que no existía esa famosa Hada de la Laguna Azul. Una tarde cualquiera me decidí a hacerlo y con algo de miedo fui a esperar el ocaso. Era un bello atardecer y su luz iba apagándose lentamente, poco a poco todo quedaba en silencio a mi alrededor. Los animales buscaban sus escondrijos para pasar la noche cuando, de pronto, ¡la escuché! ¿Qué era ese sonido tan dulce y melodioso? Nunca había escuchado algo parecido, era como la voz de los árboles al pasar el viento entre su follaje, o el sonido de las aves cuando regresan al nido; era tan armonioso y tenue como el sonido de un arpa; intrigante e indescriptible, venía de la nada y contenía el todo, simplemente no podía ser descrito. Me acerqué poco a poco hasta que vi una figura alta, espigada y con cara de ángel. Ojos azules y enormes pestañas que hacían lucir su dulce y espectacular mirada. Con el pasar del viento se extendía su bella y larga cabellera que más bien parecía rayos de sol. Llevaba una túnica transparente, a través de la cual, podía apreciarse

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toda la belleza de su bien delineado e impresionante cuerpo ¡No podía creerlo, esto no estaba sucediendo, simplemente era imposible! Pero ya era demasiado tarde… el hada, con sus perfiladas manos, que parecían hechas de alabastro, y con esa mirada cautivadora de grandes y penetrantes ojos, me llevó sutilmente hacia la orilla de la laguna. Y así, sin sentirlo, fui adentrándome de la mano de mi acompañante hasta que me desvanecí por completo de la faz de la tierra. Remolinos, turbulencias y silbidos, mi cuerpo era llevado entre sacudidas y ráfagas intercaladas que surcaban todo mi ser. El agua hervía sin hervir, me ahogaba sin ser así, era un mundo de sentidos sin sentir. Luces de cristal, clarificadoras, refulgentes, llenas de magia y color aparecían por doquier. Un mundo rico, complejo, secreto, de un esplendor visual único. De pronto lo vi en manos de mi ahora tutora, La Reina del Lago; llegué al entorno más impactante que hubiera existido aún en mi imaginación. Impresionante y diáfano castillo repleto de pequeñas hadas que corrían de un lado a otro a la llegada de su dueña. Y entonces, mi mente se perdió en el olvido, una música del alma quedó en mi corazón... Al despertar, me encontré con varias doncellas que al igual que yo, habían sido traídas hasta este maravilloso

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lugar. Entonces supe que el nombre de la reina era: Tenanyé, que significa La Reina Alegre de las Hadas. Yahora

entre

todas,

tendríamos

el

honor

de

atenderla. Yo había sido escogida para cuidar a su hermoso corcel plateado; un impactante unicornio en el cual salía todas las noches a recorrer sus dominios. Al bajar el sol, salíamos en compañía de la reina e íbamos hasta la cascada de aguas claras y puras que desemboca en la Laguna Azul en donde se sentaba en una inmensa y apacible roca. Varias de sus damas peinaban sus largos y sedosos cabellos con un peine de oro, incrustado con joyas de valor incalculable. Otras le ungían el cuerpo con aceites de aromas dulces y exóticos. Yo tomaba entonces su unicornio y lo cepillaba para después llevarlo hasta su presencia para que lo montara y saliera a todo galope por el bosque. El hada de la Laguna Azul era majestuosa, brillante, inteligente, buena, sabia y hermosa. Había tanto que aprender de tan perfecta reina, aunque también contábamos con una maestra, el Hada Tíboli. Esta inteligente y culta hada es la encargada de instruirnos. Ella nos enseña infinidad de labores y por supuesto a cantar y a bailar. Es sabia y disciplinada y se sumerge y brinca como un delfín a través de las aguas asegurándose que todo esté bajo su

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control. Las hadas pueden manipular, controlar y mover el agua a su antojo y tienen talento para hablar con los animales a los que entienden y protegen. Nuestra ropa está hecha de pequeñas gotas de agua que hilamos poco a poco con hilos de luz de luna, hasta lograr el diseño deseado y una vez terminada la prenda la saturamos con caracolas, pequeñas estrellas de mar o perlas. Era un mundo ideal. Vivíamos en armonía pero, el recuerdo de mi madre y de mi adorada abuela seguía clavada en mi alma. Jamás volveríamos a ver a nuestros seres queridos. Esa era la ley y como tal, tendríamos que cumplirla, ya que el tiempo y el espacio cambiaban entre los dos mundos y un año o un mes humano, podían ser un instante para nosotras.

Así pues, fui a ver a la hada del destino, ella es la indicada a ayudarnos para cambiar alguna situación que nos aflija. -No deseo ver sufrir a mi madre y abuela, ayúdame con tus consejos y dime que hacer para que ellas no padezcan por mi desobediencia -le supliqué. -Sonia -me dijo- tendrás que salir en una noche de luna y juntar caracolas. Con ellas formarás tu nombre a la orilla del lago, pero tendrá que ser escrito al revés. De esa manera 67


y cuando termine la noche, todo trazo de tu vida será r e v e rt i d o y el l as no t e ndr án me mor i a de t u existencia, tu madre y abuela quedarán liberadas del dolor, más no tú. ¿Estás dispuesta? -preguntó. Yo, simplemente asentí. Funesta noche la escogida, le he pedido a la Reina Tenanyé permiso para llevar la paz a las vidas de mis seres queridos y lo ha otorgado. Así pues, me di a la tarea de recoger lustrosas caracolas que relucen a la luz de la luna y con ellas lentamente he escrito mi nombre. La luna brilla en el firmamento anunciando la paz para los hombres, pero un triste despertar para mi historia. Han pasado varios años y mi madre y abuela vienen de vez en vez a caminar a la orilla del plácido lago. Se ven sonrientes y disfrutan cada momento que la vida les obsequia. Son felices y eso me hace ser feliz a mi manera, sin tocarlas, sin que sospechen de mi existencia, sin poder hablar con mi abuela como antes lo hacía. Siempre recordaré que por mi inconsciencia perdí la oportunidad de crecer a su lado. Ahora solo puedo decirme a cada instante y con tristeza: Abuela, abuelita, tus advertencias eran sabias ¡Tenías razón!

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El Guerrero De Terracota



E

ra medio día y la hermosa Liu platicaba con su madre en la cocina de su impecable casa ubicada dentro de un gran bosque. Lo exuberante de la vegetación la hacía parecer

aún más pequeña de lo que realmente era, pero estaba siempre llena de luz y de ilusiones, sembradas a través del tiempo entre ella y su amado esposo, el guerrero Tsin Tsu Chi. Justo en ese momento, Liu le hablaba a su madre sobre el trabajo que éste tenía que desempeñar. -Tengo que terminar pronto mis labores para preparar los alimentos que Tsin necesita para ir a cumplir con la misión que nuestro ilustre emperador, Qin Shi Huang, le ha encomendado -dijo Liu a su madre-. Tsin Tsu Chi, es uno de los muchos guerreros a los que el emperador ha asignado la tarea de construir la gran muralla para defendernos de los mongoles -continuó Liu-. Los que están participando en su construcción

son

guerreros

provenientes

de

las

guarniciones fronterizas, campesinos y reos también, ya que de esa manera podrán pagar sus condenas. Tengo que apurarme y preparar los alimentos que llevará mi adorado Tsin para el camino. Así que ahora, querida madre, te suplico me dejes para continuar -concluyó la hermosa Liu.

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Una vez que despidió a su madre, se dedicó a preparar los más exquisitos platillos para que su esposo pudiera llevarlos hasta su lugar de trabajo, un sitio bastante lejano, ya que le tomaba varios días llegar a él.

Liu, era del tipo de belleza que los chinos aprecian, y que consiste en tener frente ancha, nariz pequeña, ojos oblicuos, grandes orejas y los cabellos largos y muy negros. Portaba un calzado especial, una de las costumbres más extrañas de este pueblo, que es la que casi privaba a las mujeres de la facultad de andar, pues desde niñas les ponían un calzado especial que les doblaba los dedos sobre la planta, deformando el pie de manera que quedaba hecho una especie de muñón. Eso era el principal rasgo de belleza de la mujer china, y Liu era realmente una belleza. Se sentía feliz de ser la esposa de tan maravilloso guerrero, pero como en aquellos tiempos se acostumbraba, ella debía de permanecer lo más callada posible en lo que su marido permanecía en casa. El estado de la mujer china, entonces, era de abnegación total, de respeto ilimitado hacia el marido. Que el ser amado nunca percibiera sus defectos, únicamente sus virtudes. -Hija mía -le había dicho su madre al desposarse con Tsin-, las palabras de la mujer deben ser siempre honestas,

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dulces, mesuradas; no debe hablar demasiado, ni decir nada trivial. Si es bastante instruida en las letras no debe hacer gala de su cultura. En general disgusta al hombre que una mujer cite a cada paso autores, poetas u obras literarias, pero será muy valiosa para su marido si, sabiendo que es instruida sólo se le oyen conversaciones gratas. Además, debe ser gran compañera de su amado, obediente a él y a la familia de éste. -Y así era la Liu.

Cuando llegó más tarde su marido, ella ya tenía los alimentos preparados para la partida de su amado. El guerrero Tsin le dijo a su bella esposa Liu: -Nos están llamando al palacio del emperador para hacer un guerrero de terracota idéntico a cada uno de nosotros. Cada figura tendrá rasgos iguales al original, y nuestros uniformes y armas reflejan el rango militar al que pertenecemos. Este ejército consistirá de más de 8.000 figuras de nosotros, sus guerreros, además de algunos caballos. De esa forma el emperador seguirá teniendo las tropas bajo su mando el día que parta de este mundo. Mi guerrero está terminado y me llamaron para certificar que fuera exactamente como yo. Y ¿sabes? querida Liu, parecía un reflejo mío ante un espejo. Los colores son los mismos que nuestras armaduras y la figura es idéntica en cada detalle a mi persona. 73


¡Es algo inigualable! ¡Me siento orgulloso de poder pertenecer al ejército de nuestro ilustre emperador! Doy gracias infinitas por haberme bendecido con este trabajo y con tan maravillosa esposa-, finalizó Tsin. Y así transcurrió la tarde y la noche, durante la cual, los dos amantes esposos pudieron susurrarse palabras de amor y brindarse caricias y ánimos para seguir su destino. Liu y Tsin, formaban una pareja admirable y se adoraban el uno al otro. Su amor era inigualable y se reflejaba hasta en el más mínimo detalle. Eran dos cuerpos fundidos en uno solo, un amor infinito era lo prevalecía entre ellos ¡Era un amor formado al principio de los tiempos! Pero llegó el momento en que Tsin tuvo que partir para seguir ayudando a construir la muralla. Los dos sentían que el amor, aunque la lejanía estuviese de por medio, nunca dejaría de existir entre ellos. Fue una despedida sin palabras, pero estas no eran necesarias. Cada uno sabía lo que el otro sentía al alejarse. Y así fue que Tsin partió dejando atrás a su bella esposa, triste y solitaria.

El tiempo pasó, y Liu estaba emocionada de saber que muy pronto tendría nuevamente entre sus brazos a su amado Tsin. La obra estaba terminada y pronto

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regresaría pero, pasó una semana, dos, tres... Todas las tardes esperaba ver dibujada en la lejanía la silueta de su esposo retornando al hogar, pero eso nunca sucedió. Así que, cansada de esperar y al ver que el ser amado no regresaba, decidió ir en su búsqueda. De manera que empacó un poco de arroz, té, pan y ropa, y partió. Después de mucho andar, un buen día se encontró en el camino con una figura solitaria. Ésta se le hacía conocida, así que apresuró su andar y rápidamente pasó al desencanto al ver que era Ho Ling, el mejor amigo de su esposo. -Buen día, honorable Ho Ling -dijo Liu- ¿Sabes que ha sido de mi querido y amado esposo? Dime Ho Ling, responde ¡por favor! Pero, las palabras no brotaban de la boca del guerrero quien, únicamente miraba hacia el horizonte sin saber que decir. -Honorable Ho Ling -continuó Liu-, dime qué ha sido de mi adorado marido. Del pobre hombre rodaron gruesas lágrimas para irse a estrellar en el polvoso trazo del camino y entonces, cayó de rodillas ante ella, únicamente para decirle dos palabras: -¡Ha muerto! Por las mejillas de Liu empezaron a deslizarse pequeñas gotas saladas hasta convertirse en gruesas y sin control.

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El sufrimiento no cabía en su corazón. Un nudo inmenso de sentimientos

inexplicables

fluía

en

su

garganta,

revoloteando y girando sin saber qué hacer. Su corazón palpitaba rápidamente y pareciera que iba a saltar fuera de su cuerpo, pero ¿acaso aún tenía corazón? Y si aún lo tenía, éste estaba destrozado y los pequeños pedazos tardarían siglos en ser unidos nuevamente, si es que pudiera encontrarlos tirados a lo largo del camino. El dolor era tal, que no podría describirse; inmenso, clavado en su pecho y, cada paso que daba, era una daga que se enterraba en su alma. Pensó que tal vez había escuchado mal, que eso no podía sucederle a su amado esposo; que todo era una equivocación. Miles

de

sensaciones

incomprensibles

brotaban de su cuerpo, no sabía a ciencia cierta si estaba despierta o dormida. ¡Sí! ¡Eso era! Estaba en un sueño terrorífico y las sombras la acechaban, pero pronto despertaría. Su mente divagaba sin poder comprender lo que había escuchado. Sintió que su pequeño cuerpo se aflojaba. Ahora le pesaba demasiado y presintió que iba a desplomarse.

Pasó

interminables

instantes

tratando

de guardar la compostura, cosa que le parecía imposible, y solo alcanzó a decir -¿Cómo fue? -Nos atacaron los mongoles justo cuando cayó la noche y, aunque su olor los precede y el impacto del galope

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de sus caballos se distingue desde mucho antes que su presencia física, no pudimos hacer nada.

Algunos

logramos huir, pero tu marido, el gran Tsin Tsu Chi, salió a defender al resto de los campesinos. Pero, todo fue inútil ¡Lo han matado!-, dijo sollozando sin control Ho Ling. Liu ya no escuchó más y como una autómata y con pasos sin rumbo se perdió en la inmensidad. -¿Para qué regresar a mi hogar? Ya no me interesa nada, me siento sin aliento. Para qué seguir viviendo sin mi amado esposo-, lloraba y gritaba -Mi gran guerrero, mi amor. Mi vida entera era de él y para él, ahora estoy perdida, no tengo rumbo, ni vida. Toda se fue con mi amado Tsin.

¿Cómo regresó? Aún no lo recuerda, pero ¿acaso importa? Hoy por la tarde un mensajero llegó a la casa de Liu. Le ha mandado un mensaje el Ilustre Emperador Qin Shi Huang, diciéndole que desea verla. Así que, al llamado del dignatario, la hermosa mujer ha acudido junto con su madre. El emperador le habló del gran honor que era ser la viuda del gran guerrero Tsin Tsu Chi, quien había combatido contra los mongoles en nombre de su imperio. 77


El emperador, tras los halagos, la ha hecho pasar a ver la figura de terracota del que fuera en vida su amado esposo. Ahora estaba parada frente al singular guerrero observando cada centímetro de tan majestuosa obra. Tenías razón, mi amado Tsin, el guerrero de terracota es exactamente igual a ti en todos sus detalles. Es tu vivo retrato, adorado esposo mío -pensó Liu-. Recuerdo cuando me dijiste que era como ver tu reflejo en un espejo. Y así, lo contempló una y otra vez, amando y recordando hasta el último rasgo de su ser.

El ilustre emperador Qin Shi Huang, le prometió que no quedaría desamparada y que la figura de su esposo, el guerrero Tsin Tsu Chi, estaría por siempre en la guardia de honor que le acompañará eternamente cuando él muera. ¡Un gran honor en verdad! Aunque eso no le importa más a la bella Liu. Lo único que la mantiene viva, feliz e ilusionada, es ir todas las tardes a ver la figura de su marido al palacio real. Correr para ver a su único y gran amor: Su guerrero de terracota.

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ร ndice El Antifaz

7

Enlace Mรกgico

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El Hada de la Laguna Azul

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El Guerrero de Terracota

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