Z’TSIKBAL ZANDY BENET
Z’TSIKBAL ® Derechos Reservados 2014, Zandy Benet
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ESFERA DE PAPEL www.esferadepapel.blogspot.mx Primera edición: marzo de 2014
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Para los que fueron, son, y estarán conmigo a través de estas páginas.
¡CORRE! ¡No te detengas! Pronto nos darán alcance y no querrás que nos maten, ¿verdad? ¡Corre! ¡Corre! Gritaba uno de los jóvenes a la vez que alcanzaban sus piernas su máxima velocidad. Habiendo perdido de vista al ejército francés, y resguardados en las cercanías de Puebla, México, los dos chicos trataban de sacudir y limpiar sus vestimentas mientras hacían un recuento de la historia. Luis y Alberto eran veinteañeros y gemelos, por lo que la mayoría de las personas los confundían constantemente. Ahora se encontraban en apuro, puesto que la fama de invencibilidad en combate de los franceses era impresionante, ya que no habían sido derrotados desde que fueron vencidos en Waterloo, casi 50 años
atrás. Ahora, día 5 de mayo de 1862, avanzaban, impasibles, seis mil de sus soldados hacia Puebla, comandados por el conde de Lorencez, mientras que las tropas mexicanas, el Ejército de Oriente, eran lideradas por el general Ignacio Zaragoza al mando de cuatro mil hombres. ̶ Estoy sumamente enfadado ̶ dijo Alberto ̶ . No me gustó lo que el conde de Lorencez ha dicho de los mexicanos. –¿Hablas de Charles Ferdinand Latrille, Conde de Lorencez? ̶ dijo Luis alzando una ceja ̶ . Y, ¿qué fue lo que dijo para tenerte tan molesto? ̶ Él dijo: «Somos tan superiores a los mexicanos en organización, disciplina, raza, moral y refinamiento de sensibilidades, que le ruego anunciarle a Su Majestad Imperial, Napoleón III, que a partir de este momento y al mando de nuestros seis mil valientes soldados, ya soy dueño de México». –¡Vaya, con el conde! Tal vez deberíamos recordarle que no hay enemigo pequeño, eso bien debería saberlo el tal Lorencez. Sin embargo, tú y yo sabemos que la mayoría de la tropa mexicana, carece de disciplina, está mal equipada, alimentada, y, por si no fuera poco, llevan días sin descansar. Aunque también sabemos sobre la valentía y la destreza para visualizar la batalla que caracterizan al general Zaragoza. ¿Te parece bien si avanzamos en el tiempo un poco más? –dijo Luis. –Sí –contestó llanamente Alberto haciendo una mueca de descontento. Los dos jóvenes unieron sus mentes y levantaron un brazo al frente conjuntamente, creando aquel extraordinario vínculo de energía que les permitía viajar. Una puerta dimensional se abrió y un haz de luz incandescente salió disparado dándoles paso hacia el portal. Ambos lo traspasaron con firmeza y sin temor para salir de él en otro momento de la historia. Eran las 12 de la mañana cuando se rompió fuego de cañones por ambas partes. El sexto batallón de la Guardia Nacional del Estado de Puebla fue el primer 8
cuerpo del Ejército de Oriente en hacer frente a los franceses y en rechazar su ataque, aunque estos continuaron abalanzándose sobre el resto de la línea mexicana, siendo recibidos a bayoneta calada. Los gemelos estaban aterrorizados, nunca hubieran imaginado cuánto dolor podía existir en una guerra sin cuartel como la que se estaba librando en aquel momento, pero lo único que podían hacer era observar y aprender. ̶ Avancemos, ¿quieres? No puedo ver tanta agresividad entre los seres humanos, parecieran salidos de un cuento de terror. ¿Hasta dónde puede un hombre ensañarse con sus semejantes?, no lo soporto más ̶ decía Alberto quien era el más sensible de los dos. ̶ No, aún no. Sé que no es grato ver como la humanidad se hace trizas pero no es para nosotros el juzgar sino el aprender, y para eso estamos aquí. Observemos y analicemos la situación un poco más ̶ contestó firmemente Luis. No habiendo dicho tales palabras una carga de pólvora explotó cerca de ellos haciendo volar todo en el aire. Los gemelos no pudieron menos que correr despavoridos tan rápido como pudieron, llegando hasta una trinchera. Una vez más, trataban de quitarse el lodo que cubría sus vestimentas, y de ganar un poco de tranquilidad para su alma. ̶ Mira, Luis, varios de los mexicanos llevan calzón, huaraches y sombreros de palma. Sí, efectivamente, algunos de los mexicanos no tenían uniforme ya que eran personas del pueblo que salieron en defensa de su país, al contrario de los franceses que portaban atuendos con botas y casacas. Mientras los gemelos observaban, se escuchaban cañones vomitando fuego, luchas cuerpo a cuerpo con bayoneta o sin ella, heridos, disparos de fusiles, sollozos y gritos por doquier; todo era descontrol, caos y muerte. 9
̶ ¡Vámonos, por favor! adelantemos un poco más el tiempo –dijo Alberto temblando de miedo. Y una vez más los dos jóvenes conectaron sus mentes y levantaron un brazo al frente abriéndose nuevamente el portal. Los chicos lo traspasaron de inmediato tratando de escapar de esa macabra realidad, para reaparecer un poco después. En ese instante estaba siendo llevado a cabo el desenlace de la historia; los franceses habían sido rechazados en varias ocasiones, pero ahora corrían dispersos mientras que las fuerzas mexicanas avanzaban sobre ellos y la caballería atacaba sin piedad. A pesar de ser sólo cuatro mil mexicanos maltrechos y con pocas armas de fuego, habían salido victoriosos, la batalla librada con tanta desventaja había sido un éxito. Luis y Alberto se sintieron felices del triunfo de sus compatriotas pero, al mismo tiempo, una gran tristeza se aferró a sus corazones. No comprendían por qué había que llegar a la guerra, al sufrimiento, a la matanza. Habían aprendido historia, más nunca entenderían la ambición y el deseo de poder entre los seres humanos. No era el trauma físico lo difícil de curar después de una contienda, sino las profundas heridas que quedan impregnadas en el alma. ̶ Todo ha terminado ̶ dijo Luis ̶ . Los mexicanos han triunfado, fue una victoria importante ya que unas fuerzas consideradas como inferiores, lograron vencer a uno de los ejércitos más experimentados y respetados de su época, como eran los franceses. Aún recuerdo el último telegrama que envió el General Zaragoza a las 5.49 pm al presidente mexicano Benito Juárez: Puebla, mayo 5 de 1862. 5.49 de la tarde. C. Ministro de la Guerra: 10
Las armas del Supremo Gobierno se han cubierto de gloria: El enemigo ha hecho esfuerzos supremos por apoderarse del cerro de Guadalupe que atacó por el oriente a la derecha e izquierda durante tres horas; fue rechazado tres veces en completa dispersión, y en estos momentos está formado en batalla, fuerte de más de cuatro mil hombres, frente al cerro, fuera de tiro. No lo bato, como desearía, porque, el gobierno sabe, no tengo para ello fuerza bastante. Calculo la pérdida del enemigo que llegó hasta los fosos de Guadalupe, en su ataque, en seiscientos o setecientos entre muertos y heridos; cuatrocientos habremos tenido nosotros. Sírvase usted dar cuenta de todo al C. Presidente. Ignacio Zaragoza ̶ ¿Te parece bien si regresamos a casa ahora? –preguntó nuevamente Alberto. ̶ Sí –dijo pausadamente Luis–. Ahora sí. Luis y Alberto eran gemelos idénticos y la diferencia sólo podían conocerla su padre o su abuela, aunque muchas veces aún ellos los confundían. Vivían con la abuela María y su padre, Siul Teneb, ya que su madre había fallecido cuando eran muy pequeños. Los abuelos de los jóvenes, María y Humberto Teneb, habían sido un matrimonio sobresaliente y ejemplar en su época. Eran tan afines, que antes de pronunciar palabra alguna, el otro lo comprendía en el acto. Hablaban sin palabras; con un gran amor y respeto del uno hacia el otro. Tal vez por eso mismo, al morir aquel, la abuela María había guardado tanta tristeza y largo luto en su memoria. Sin embargo, al nacer, los gemelos llenaron aquel gran vacío en su corazón, dándole un nuevo incentivo para seguir viviendo con entusiasmo y placer. Ese día les levantó a las siete de la mañana. Aunque por ahora estaban de vacaciones, tenían que seguir una rutina diaria antes de que su padre saliera rumbo 11
a su trabajo. Se arreglaron y sentaron a la mesa los cuatro juntos a compartir los deliciosos alimentos que la abuela solía preparar diariamente con esmero. –¡Alberto, deja de poner la huella de tus dedos en la masa para las tortillas! –gritó refunfuñando la abuela. – No entiendo por qué siempre haces lo mismo con todo lo que tocas. –dijo mirándolo con el ceño fruncido. Esa manía que Alberto tenía de dejar siempre sus dedos marcados en cualquier cosa, le resultaba chocante a la abuela María. Había intentado quitarle la costumbre desde muy niño pero era una afición demasiado arraigada y aún no lograba desterrarla. El regaño era cosa de todos los días, sin embargo, al ver «pelear» a aquellos dos, todos se divertían; tal vez en el fondo era una forma de recordarse lo mucho que se querían. El día era tranquilo por lo que el Sr. Teneb salió al trabajo con parsimonia, mientras ellos se quedaban con la abuela y su extensa biblioteca. Luis y Alberto eran ávidos lectores y el señor Teneb lo sabía, por lo que procuraba comprarles libros de cultura general: literatura, mitología, historia, o ciencias naturales. Cualquier tema era bienvenido en la vida de los gemelos, aunque nada tenían que hacer todos aquellos ejemplares, mientras tuvieran a su alcance su libro favorito. Al irse su padre se dirigieron a buscarlo, se encontraba justo encima de un antiguo baúl en la esquina de su cuarto. El impresionante ejemplar, había estado ahí desde que ellos tenían memoria, y su padre aseguraba era una antiquísima herencia familiar. El libro era inmenso, y su portada, nada usual. Pasta azul profundo, y rugosa al tacto, tanto que al deslizar los dedos en su portada te hacia remembrar inmensas y verdes montañas o vastos sumideros. Un tribal negro en relieve, con una gran «Z» giraba en el centro, haciendo a todo aquel que osaba mirarlo, perderse en su interior. Aquella figura con espirales retorciéndose hasta tornarse en figuras abstractas, lanzaba la imaginación a lugares distantes, llenos de magia y 12
encanto. Ellos le llamaban al libro Z´tsikbal —vocablo que en maya significa cuento, plática o conversación—, ya que para ellos toda la historia o cuentos de la humanidad estaban encerrados en su interior. Nadie sabía realmente las virtudes que tenían Luis y Alberto. Los gemelos pensaban que todo ser humano podía hacer justo lo que ellos, por lo que jamás se lo mencionaron al padre o a la abuela, pero en realidad eran únicos. El universo les había otorgado cualidades que nadie más en este planeta poseía: eran capaces de abrir puertas dimensionales tomando las referencias que su libro Z´tsikbal les proveía. El libro contenía en su interior letras doradas que el señor Teneb no descifraba, pero cuando ellos lo abrían, las palabras danzaban en la página hasta formar ante sus ojos una perfecta escritura. Cualquier dato estaba a su disposición, porque entre ellos y el libro, había un lazo mágico, y, al abrirlo, éste les revelaba un tema para su aprendizaje. Los jóvenes, entonces unían sus mentes creando un fuerte vínculo entre ellos que les permitía viajar y al levantar sus brazos conjuntamente, una puerta de luz se expandía para llevarlos a ese momento de la historia. Una vez más y con gran entusiasmo, los jóvenes abrieron una página al azar y una intensa luz inundó el pequeño recinto. Oscuridad, todo era oscuridad; sin embargo, a lo lejos, se podía vislumbrar un dejo de luz. ¿Dónde estarían ahora?, se preguntaban. Caminaban despacio y dando traspiés tratando de llegar a través de ese túnel terregoso y sin ningún sonido por acompañante. Despacio y con las pupilas dilatadas, fueron acercándose poco a poco hacia al final del mismo. El antes lodoso y polvoriento camino, empezó a transformarse en un primoroso sendero verde con helechos y plantas; apareciendo ante ellos una exuberante vegetación. Al llegar al umbral de donde provenía tan maravillosa luz, die13
ron un paso sigilosamente, para quedar boquiabiertos ante un inenarrable espectáculo. Aquella inmensa caverna estaba llena de resplandor, y hermosamente diseñada por el universo. Magníficos matorrales de acacia y mimosa, colmados en sus copas de pájaros multicolores, mariposas deslizándose de un lado a otro del paisaje; ruiseñores que hacían la delicia del oído con sus trinos; y aromas maravillosos que emergían por doquier, convertían aquello en un placer a los sentidos; el lugar era un verdadero paraíso. –Seguramente, estamos en algún cuento de hadas –dijo en voz alta Alberto. Pero antes de que Luis pudiera contestar, se escuchó una aterciopelada voz: ̶ ¿Quién va? ̶ . De la nada, apareció ante sus ojos una hermosa y singular mujer para preguntar nuevamente ̶ ¿Quién va? ̶ Somos eternos viajeros ávidos de sabiduría, bella dama, y nuestros nombres son Luis y Alberto. ¿Podrías decirnos quién eres? –contestó de inmediato Luis. Aquella hermosísima mujer vestida con tules blancos caminó hacia ellos casi flotando, y con una dulce mirada contestó: ̶ Yo soy la que fui, la que soy, la que seré. Sin tiempo ni espacio. Aquella que, al alféizar de su ventana, toca todo aquel que finaliza su existencia. Soy la transformación, el dulce sueño del descanso eterno. –¿Quién podría ser? ̶ se preguntaban los jóvenes desconcertados ante la respuesta. Trataban de descifrar las palabras recién dichas: «toca todo aquel que finaliza su existencia…» y volviéndose uno al otro y abriendo los ojos desmesuradamente, solo alcanzaron a exclamar al unísono ̶ ¡La Muerte! Un instante de terror y desconcierto reinó en el ambiente, hasta ahora, dulce y sereno. Los gemelos no sabían si huir, aunque tal vez el mismo temor los mantenía adheridos a la tierra. Poco a poco ganó la sensatez y el deseo de aprender y preguntaron cautelosamente. ̶ Pero, ¿cómo puede ser esto verdad? ¿Acaso 14
no eres lúgubre, sórdida, horrible, vas empuñando una guadaña y llevas una parca por sotana? ¿Acaso no es tu nombre Azrael, la Catrina, la Blanca… la Parca? ̶ En efecto, todos esos nombres me son dados –contestó ella. ̶ Pero, ¿cómo puedes entonces ser la muerte si eres tan hermosa y diferente a todo lo que se asegura de ti? ̶ Mi belleza o fealdad dependerá de aquel que sus ojos en mí pose –respondió la exquisita mujer ̶ . ¿Y qué decir de mi reino? Para una sociedad basada firmemente en el materialismo, mi llegada es la negación final a todas las posesiones hechas en vida, sin pensar que lo más valioso jamás será abandonado por mi presencia. Atravesar mis campos siempre ha sido grato y lleno de satisfacciones –concluyó aquella. Justo en ese momento una enorme y sorprendente campiña saltó a la vista de los impresionados gemelos. Flores multicolores que emergían a millones. Unas brotaban de la tierra y estiraban sus pequeños tallos hasta levantarse fuertes y poderosas, otras estaban erguidas y en todo esplendor, otras más decaían hasta desaparecer entre el tumulto. Alberto y Luis no podían dejar de admirar aquel inmenso terreno tupido de maravillosas y fragantes flores en constante desarrollo y decadencia. ̶¿Por qué hay tantas flores? –preguntó Luis sin dejar de admirar aquel sobrecogedor espectáculo. ̶ Almas son las que ven, un constante ir y venir de la vida. Cada flor es un espíritu que nace, crece o fenece, arrastrado por la fuerza de sus deseos, sus actos, su ignorancia, sus virtudes o sus pasiones. Todo cuanto hagamos tiene impacto en los demás, cual roca que cae al lago dejando una estela que alcanza todo al derredor. Todos somos creadores, moldeando y esculpiendo el pensamiento, elaborando nuestro destino a nuestro placer. »El respeto hacia todo lo existente es urgente y necesario, a la flora, a la fauna, a sus congéneres, 15
familiares y amigos pero sobre todo a sus ancestros y personas mayores. ¿Acaso ellos no les enseñaron a sujetar su calzado? Zapatos desatados tendrían y tumbos andarían dando por la vida si no fuera por sus consejos y sabiduría. La historia ellos hicieron y amor en ella pusieron. Mal harían en no reconocerlo, ya que ustedes también serán uno de ellos. ̶ Y dime, Dama Blanca, ¿quién es aquel hombre que camina entre tus flores? –preguntaron. ̶ Aquel que deja huella en mis campos se llama Recuerdo, él permanece siempre al lado de los que se marchitan y aún después de que han tomado mi mano. Ráfaga de viento mental, sello que queda en el alma para darnos alegría o sinsabores. Muchos de ustedes viven a través de él al final de la existencia, pero sepan que el ayer es sólo la memoria del hoy, el mañana es su surco, más el hoy… siempre será. ̶ ¿Y qué pasa después de tomar tu mano? ̶ Si tu vida ha sido honesta te levantarás en acción, porque el espíritu permanece siempre joven y vigoroso. El final de la vida como se conoce es sólo una ilusión, la vida siempre es; lo verdadero en ustedes es lo eterno. Luis y Alberto estaban embelesados con la inmensa erudición de la Dama de Blanco, tanto, que seguramente pasarían dichosos toda la inmortalidad a su lado, si su momento hubiese llegado. Jamás imaginaron la fascinación que ejercía tan cautivante mujer; mientras ésta proseguía. ̶ Mas una advertencia haré: Aquél que alcance el final de su existencia con el espíritu gozoso me verá con buenos ojos, bella y dulce seré cuando a su término de vida llegue. Sin embargo, todo aquel que ose tomar mi mano por su cuenta o atente sobre cualquier existencia, otro horrido paisaje contempla. No hay que temer la justicia del hombre, más sí la divina; porque ella entrega la justa vendimia –concluyó terminante. Ambos jóvenes quedaron subyugados por La Catrina, tanto, que seguramente algún día, cuando fuera su 16
tiempo, la recibirían con regocijo y placer. Mucho habían aprendido y gozado con el privilegio de sus enseñanzas y, aunque sonara descabellado, no deseaban separarse de ella. Alberto estaba renuente a irse, así que antes de hacerlo, hundió la mano en la tierra y dejó sus huellas dactilares impregnadas como símbolo de su estancia en aquel edén. Y, una vez más, los dos jóvenes unieron sus mentes y levantaron un brazo al frente para generar aquel vínculo de energía que les permitía viajar. La puerta dimensional se abrió y un haz de luz incandescente salió disparado dándoles paso nuevamente hacia el portal solo para traspasarlo y encontrarse nuevamente frente su inmenso e insólito libro Z’tsikbal. Se despertaron con mucho entusiasmo después de la visita que le hicieran el día anterior a la Dama Blanca; ella, con su extensa conciencia del ser, había dejado una huella imborrable en sus corazones. Así que, una vez más, y habiendo completado los rituales mañaneros con su padre y abuela, se encaminaron a su eterno, adorado y reverenciado libro. Abrieron una página sin leer el contenido, unieron sus mentes, levantaron sus brazos y la habitación quedó atrapada en la intensa luz proveniente de la nueva dimensión que se abrió ante ellos. ̶ ¿Sientes el rugir de unos motores? ̶ Sí, son atemorizantes –Alberto volteaba hacia los lados tratando de descubrir su procedencia. ̶ ¿Dónde estaremos ahora? Pareciera que el techo, pisos y paredes tiemblan. No me gusta nada esto –continuó diciendo Alberto con temor. ̶ Escucha, es un conteo –agregó Luis mientras los dos trataban de deducir el sitio en donde se encontraban. ̶ 10, 9, 8 ̶ se escuchaba una voz en inglés ̶ , 3, 2, 1, 0, lift-off! ̶ concluyó ésta. 17
̶ ¡Ay! ̶ gritaron al unísono mientras la inmensa nave despegaba de la superficie terrestre a gran velocidad. Una intensa luz la cubría por entero, y el rugido era ensordecedor. Parecía que iban a estrellarse directo en la luna, en ese lejano e inmenso astro que hace a los seres humanos soñar con vehemencia. Al salir de la atmósfera y llegar al espacio exterior, todo quedó envuelto en el silencio, mientras sus cuerpos flotaban lentamente de arriba hacia abajo, como burbujas de jabón. Al asomarse a la pequeña escotilla en una de las paredes metálicas, vieron el planeta tierra y la zona de Australia alejarse vertiginosamente. ̶ Estamos en una nave que ha sido enviada al espacio exterior, esto es asombroso porque casi nadie en el planeta puede viajar en una de ellas. Son costosas y difíciles de construir porque tienen que desplazarse a través de la atmósfera para el despegue o el reingreso, así como a través del espacio orbital o interplanetario. Déjame investigar qué dicen los libros sobre las naves espaciales ̶ prosiguió Luis exteriorizando mentalmente su pizarrón virtual. Cada uno de los gemelos tenía diferentes dones; para Luis era fácil saber todo lo existente en el universo, simplemente tenía que pensar un tema y una proyección astral de inmediato se desplegaba ante sus ojos como un enorme pizarrón, haciendo visibles los datos requeridos. Tenía la facultad de poder ver toda la historia de la humanidad escrutando en los registros akásicos₁ ̶ especie de memoria de todo lo que ha acontecido desde el inicio de los tiempos ̶ y en todos los libros escritos por la humanidad. Este don era únicamente de Luis y lo manejaba a la perfección. En cambio Alberto era un genio sin igual en las matemáticas y otro tanto en la física clásica y cuántica. ̶ «Estas naves se diseñan dependiendo de las misiones que se les asignan y de las condiciones de lanzamiento, como por ejemplo, las enormes aceleraciones y las temperaturas a que se ven sometidas durante la 18
fase de propulsión; de las características del entorno espacial en que se van a mover, como el vacío, la radiación solar y cósmica, el riesgo de impacto de meteoritos y el alto calentamiento atmosférico si han de regresar a la tierra. También se toma en cuenta si las naves serán tripuladas por seres humanos o no.» ̶ continuaba leyendo Luis en su tablero virtual. ̶ Todo esto es muy interesante, pero me gustaría saber quiénes son los astronautas que tripulan este cohete. ¿Te parece bien si vamos a investigar? ̶ dijo impaciente Alberto. ̶ Bien, pero primero leeré la historia, de esta forma tendremos un mejor panorama de lo que está ocurriendo aquí. Veamos primero quienes eran los pasajeros y el nombre de esta nave –agregó Luis abriendo nuevamente su proyección astral. »«Transbordador Espacial Atlantis. Comandante: Brewster H. Shaw, Jr. Piloto: Bryan D. O’Connor. Especialista de misión: Mary L. Cleave. Especialista de misión: Sherwood C. Spring. Especialista de misión: Jerry L. Ross. Especialista de carga: Rodolfo Neri Vela. Especialista de carga: Charles D. Walker.» ̶ Oye, el nombre de Rodolfo Neri Vela me es familiar. ¿Quién es él? ̶ preguntó Alberto a su erudito hermano mientras éste proseguía con su investigación. ̶ «Rodolfo Neri Vela fue el primer astronauta mexicano de la historia; tenía 33 años cuando fue escogido para ir en la misión STS-61-B del Transbordador Espacial Atlantis. El principal objetivo era poner en órbita tres satélites, uno de los cuales era el Morelos II, de México; los otros dos fueron Aussatt II y Satcom K-2. La fecha de lanzamiento fue el 26 de Noviembre de 1985, para reingresar el 3 de diciembre del mismo año. El lanzamiento tuvo lugar en el Centro Espacial Kennedy en Florida, Estados Unidos. La misión duro seis 19
días, 21 horas, 4 minutos y 49 segundos.» –finalizó su lectura Luis. ̶ ¿Te parece bien si vamos a ver qué es lo que hacen los astronautas en uno de estos vuelos? –dijo Alberto emocionado, ya que era el más aventurero de los dos. –¡Por supuesto! –contestó Luis con una sonrisa de aprobación. Así pues, aquellos jóvenes se dirigieron hacia el cuarto adyacente para dedicarse a inspeccionar qué hacían los astronautas en una misión espacial. Primeramente vieron cómo éstos se cambiaban de trajes para ponerse otros más cómodos, de esa manera podían moverse con más facilidad para checar sus instrumentos. Discretamente siguieron al comandante Shaw a inspeccionar la nave, y lo acompañaron en su recorrido sin ser observados. Al poco rato aquel entró a una diminuta sala para encontrarse con Neri, flotando como sólo puede hacerse en órbita, en gravedad cero. No querían ser vistos en lo que el comandante hablaba con Neri, por lo que se escondieron rápidamente tras una pequeña rendija que encontraron. ̶ ¡Cuidado! ̶ exclamó Luis. Pero fue demasiado tarde porque la diminuta puertecilla en la rendija se abrió y Neri Vela no pudo menos que sorprenderse al ver a dos jóvenes atisbar por ella, urgidos por cerrarla. Los ojos de Neri no daban crédito a lo que veían, su mirada seguía ensartada en aquellas dos figuras juveniles. Seguramente pensó que eran alucinaciones que jugaban con su mente producto del viaje en el espacio. Se quedó petrificado mientras los jóvenes desaparecieron velozmente por el hueco con una sonrisa en los labios. ̶ ¡Vaya lio! Pobre astronauta, no podrá decir nada cuando regrese a la tierra o pensarán que no está bien de sus cabales. Yo mismo no podría creerlo si no fuera porque yo soy el que está aquí ̶ reía Alberto sin parar, tapándose la boca con las manos para que el sonido no 20
fuera elocuente. Y así, entre risa y risa continuaron aquella interesante expedición. Entre las muchas cosas que aprendieron, observaron el lanzamiento del satélite Morelos II, seguido por el Satcom K-2, para concluir con el Aussatt II. Cada uno de los tripulantes hacía diferentes experimentos para beneficio de la humanidad. Y aunque cada uno llevaba sus tareas a la perfección, la hora de la comida era su favorita porque había diversión. Era gracioso verlos perseguir sus cubiertos flotando, como cuando uno de los tripulantes «voló» tras su tenedor hasta hacerlo «aterrizar» en su boca. Por supuesto, Luis y Alberto no perdían el tiempo y les escondían uno que otro utensilio de comida. Los extrañados astronautas no podían descifrar dónde había parado el cuchillo o la cuchara que antes tenían a su alcance. Comer en el espacio resultaba cómico ya que podías ver a los astronautas sentados en el piso, en el techo, en las paredes de la nave, o simplemente flotar junto con sus charolas de alimentos. Aunque mientras ellos navegaban en su nave, Luis y Alberto se dedicaban a divertirse «volando como Peter Pan» en el recinto adyacente. En esta misión, los astronautas hicieron dos caminatas de seis horas cada una y prepararon sus trajes con esmero para salir al espacio exterior. También se tomaron muchas fotos, mismas que se entregaron a los diferentes gobiernos para su estudio posterior. ̶ Pero no todo es mágico e interesante, también hay un lado oscuro en el espacio –explicaba Luis a Alberto leyendo nuevamente su pizarra virtual. »«Aislamiento del mundo, meses de entrenamiento, preparación psicológica, miedo. El viaje al espacio es una experiencia llena de temores y cargada de adrenalina. Hay que imaginar lo que siente el astronauta cuando su nave es expulsada de la tierra, el pavor que se apodera de su mente al pensar si podrá regresar vivo a ver a sus seres queridos. Además, hay que pensar cuál es la carga emocional para las familias, además de 21
las secuelas físicas y psicológicas que sufren los astronautas después de las misiones espaciales. »Es tan estresante la labor que desarrollan en el espacio que muchos tardan semanas enteras en recuperarse al regresar a la tierra. Durante el viaje espacial, los astronautas están más que nunca pendientes de sus movimientos. Si algo llegara a salir mal podrían perder no solo la información contenida en sus naves sino la vida misma. »En órbita, las náuseas y la sensación de desorientación son constantes y el sencillo acto de ir al baño se convierte en toda una odisea. »La convivencia es otro problema para los astronautas porque con tanto nerviosismo habrá momentos en que estarán tensos y podría haber altercados entre ellos, por eso mismo la NASA toma muy en cuenta que las personas reclutadas sean de carácter afable. Lo especialmente difícil para la mayoría, son todas esas semanas o meses que viven alejados de sus esposas e hijos. Y cuando hay forma de ponerse en contacto con ellos, tienen que hacerlo ante los oídos de la gente de control por lo que no existe privacidad alguna. Estar separado del resto del mundo dentro de un ambiente difícil es complicado. »Pero nada de esto realmente importa para ellos, porque cuando llega la oportunidad de ir a una misión, es momento de gran alegría. Un sueño hecho realidad, ese que tantos niños imaginan en algún momento de su infancia: llegar a ser algún día un astronauta.» ̶ concluyó Luis su lectura. Ahora entendían que ser uno de ellos era un trabajo difícil. Además de requerir una gran estabilidad mental, conocimientos especializados y una muy buena forma física. Este oficio tiene un alto riesgo: un tripulante que viaja al espacio puede perder su vida en cualquier momento o quedar muy afectado por las condiciones de vida fuera del planeta. 22
Los jóvenes, ahora cansados de tanta aventura, alzaron los brazos conjuntamente para abrir una puerta dimensional y regresar a casa. No sin que antes Alberto dejara grabadas las huellas de sus dedos en una zona de la nave. Estaban fascinados con todo lo aprendido, jamás hubieran imaginado lo que sucede en la vida de un astronauta y el gran estrés al que están sometidos. Sin embargo, las últimas palabras de Alberto al recostarse en su cama fueron: «Quisiera ser astronauta». Mientras tanto, asomando una leve risilla en la comisura de los labios, Luis sonreía.
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·2· Un día más, y el señor Teneb levantó nuevamente a Luis y Alberto, a lo cual siguió su diario ritual para desaparecer al cerrar tras de sí la puerta. La abuela María, como siempre, los observaba tiernamente mientras llevaba a cabo sus labores hogareñas. Tal y como una abuela suele hacerlo, les procuraba todo cuanto necesitaban, pero sobre todo, el cariño que sólo una persona que es parte de uno mismo suele otorgarnos, el amor desinteresado y afable de una yaya. Sin embargo, nadie podía comprender y mucho menos concebir, la verdadera esencia de aquellos seres. Una vida rica en experiencias a la que difícilmente algún ser humano podría tener acceso, eran tan especiales que resultaban seres inimaginables. Y así, siguió la acción matutina para, finalmente, como de costumbre, quedar frente su inusitado libro Z’tsikbal. Abrieron
nuevamente sus extraordinarias páginas, levantaron los brazos y unieron sus mentes para desplegar así, la grieta de luz y perderse en la historia. ̶ Alberto, ¿te fijaste qué decía en el título de la página? ̶ Creo que el encabezado decía algo así como «La Mujer de Rojo». ̶ ¿La mujer de rojo? Piensa bien lo que me estás diciendo, no comprendo que tiene que ver una mujer de rojo con este extraño panorama ̶ agregó Luis. Al voltear la mirada al nuevo escenario que se abría ante sus ojos, todo era majestuosidad. Grandes templos de piedra y pirámides escalonadas se erguían en medio de la jungla, emergiendo como rascacielos. Una mujer apareció en el horizonte ataviada con un imponente ropaje incrustado con piedras de malaquita y un tocado de largas plumas de quetzal se ceñía a su frondosa cabellera; mientras un séquito de distinguidos personajes la seguía. Luis, con un gesto de asombro, preguntó nuevamente a su hermano ̶ ¿La mujer de rojo? ¿Acaso no leíste en el encabezado del libro que decía algo así como La Reina Roja? ̶ Sí, eso exactamente era lo que decía, «La Reina Roja» ̶ contestó Alberto. Luis meditó en el tema e hizo que su pizarrón virtual se exteriorizara para leer la biografía de esta brava mujer. Un rayo de luz se expandió fuera de su mente y desplegó todo un archivo de datos; de esa forma podría leer y conocer todo sobre el pasado, por más remoto que fuera, más nunca del futuro, porque ese se forja en el presente. ̶ Vaya, estamos hablando de la esposa del gran gobernante maya Pakal II₂, Rey de Palenque₃ entre los años 615 y 684 de nuestra era. Y, ¿sabes porque le pusieron el nombre de «Reina Roja»? «El nombre se lo adjudicaron al encontrar en un sarcófago su osamenta impregnada con polvos de cinabrio, de esta forma sus 26
huesos adquirieron un color rojo vivo. La enigmática mujer fue sepultada con un lujoso ajuar, una máscara de malaquita y una ofrenda mortuoria inmensa por lo que podría considerársele un personaje de muy alto estatus ̶ continuó leyendo. »La reina roja fue un personaje muy influyente en cuestiones políticas tanto en Palenque como en Chiapas, México. Su nombre verdadero era Tzakbu Ajaw₄. Sus restos fueron descubiertos en 1994 y es la única mujer maya que ha sido encontrada dentro de un templo en un sarcófago. De esa manera se estaba elevando el rango de la mujer al mismo que habría tenido un hombre, cosa inusual en aquella época. El templo en donde se encontró su cuerpo está junto al templo de Pakal II. La reina Roja tenía entre 50 y 60 años cuando falleció y media 1.58 m de altura. De acuerdo con la tradición del período clásico de la nobleza maya, su cráneo había sido deformado desde que era pequeña, a una forma oblicua, mediante tablillas y vendas atadas a la cabeza. La acompañaron en su viaje una joven mujer de 30 años y un niño de entre 7 a 12 años de edad. El niño fue decapitado y a la joven mujer le fue extraído el corazón.» –finalizó Luis su lectura. ̶ ¿La acompañaron en su viaje? ¿Qué quieres decir con eso? ̶ preguntó Alberto. ̶ Que para que no fuera sola en su camino al inframundo, sacrificaron a esas dos personas –explicó Luis ante la mirada atónita de su hermano ̶ . Al parecer, estos cadáveres pertenecían a personas inmoladas con la finalidad de que el difunto gozara de acompañantes en su viaje al otro mundo –finalizó Luis pensativo. De pronto, surgieron gritos de horror y pánico, los aldeanos corrían desesperados a tratar de resguardarse, pareciera que el mundo plácido en el que vivían terminaría en un gran desastre. La tribu de Calakmul acababa de atacar al pacífico poblado por lo que todo era desesperación y miedo. 27
Calakmul y Palenque, en México, junto a Tikal, en Guatemala, y Copán, en Honduras, formaban tal vez el conjunto de ciudades mayas más importantes en el preclásico. Palenque y Calakmul eran enemigos acérrimos; la guerra entre ambas potencias era de tal magnitud, que se dejó todo de lado para centrarse únicamente en un objetivo: la aniquilación de uno de los dos bandos. Tal vez por esto mismo era que cada vez que existía la oportunidad, estos últimos se lanzaban a la conquista de Palenque. Luis y Alberto corrieron en busca de refugio pero en un momento de descontrol quedaron separados. Uno sin el otro, eran como una manzana sin semillas, porque para que surtiera efecto el don de la transportación y la apertura de los canales energéticos, tenían que estar unidos, ese era el pacto que «el Universo» había hecho con estos dos seres. Luis corrió hacia lo espeso de la selva hasta perder el sendero, mientras que Alberto quedó sumido en la desesperación detrás de una de las chozas de la aldea. Luis no supo cuánto tiempo corrió sin sentido de orientación, sólo deseaba escapar del caos. Sin rumbo, desconcertado, agotado y a la deriva, finalmente se acurrucó sobre la hierba para pasar la noche en medio de aquella interminable oscuridad. El susurro del viento frotándose contra las copas de los árboles era como voces fantasmagóricas queriéndole susurrar mensajes secretos. Sus sentidos le indicaban que algo sombrío y turbador se acercaba a su destino, aquel que siempre había estado colmado de luz y esplendor. La fatiga e impotencia dieron sus frutos, haciendo que Luis se refugiara poco a poco en los caminos nebulosos del ensueño. Mientras tanto, Alberto vivía uno de los más terroríficos momentos de su vida. Hachas, piedras y flechas volaban en todas direcciones mientras las madres apretaban en sus regazos a sus pequeños tratando de 28
esconderlos del impacto de las armas. Los aldeanos corrían a refugiarse en sus diminutas chozas y simultáneamente los guerreros nacóm y batab, combatían con gran fiereza al lado de sus diestros compañeros. Aquel terrible enfrentamiento duro lo que parecieron siglos para Alberto, quien se encontraba en medio de una de las más feroces contiendas que había presenciado; el terror lo invadió no solo por contemplar aquel pavoroso combate, sino también por no localizar a su hermano gemelo. No encontraba a Luis y eso le llenaba de angustia, no sabía hacia donde se había dirigido pero nada podía hacer. Refugiado tras la choza vio el desenlace de la historia, los diestros guerreros de Palenque habían ganado la batalla pero, ¿qué significado podría dársele al hecho de ganar una batalla cuando tantas vidas se han perdido? Con lágrimas en los ojos contempló a las madres salir y gemir sobre los cadáveres maltrechos de sus hijos o esposos, ¿cómo aprendería el ser humano que las guerras no dejan sino profundas marcas en el alma, que nada ni nadie podría borrar? Y así se quedó en ese sitio, agazapado, llorando, sufriendo por el dolor ajeno y sin poder hacer absolutamente nada. Un rico aroma penetró por la nariz de Luis pero, ¿dónde estaba? ¿Cómo había llegado ahí? Se incorporó y miró alrededor. Sólo recordaba aquellos gritos ensordecedores del campo de batalla, su huida hacia la selva y luego, todo era neblina. De un salto se levantó a escudriñar la diminuta choza en la que se encontraba. La cabaña era agradable pero llena de extraños artefactos para él: cuencos de diversos tamaños, polvos de colores, hierbas de eucalipto, azahar y belladona, pedazos de jade, obsidiana, maíz, frijol, granos de sal, cacao, colmillos secos de víbora de cascabel, espinas de puerco espín, cacerolas y peroles, entre muchas otras cosas. 29
Trató de salir para curiosear alrededor pero todo fue inútil, una fuerza extraña mantenía cerrada la gruesa madera que hacía de puerta. Unas pisadas se acercaron a la entrada haciéndolo retroceder y aguantó la respiración pero lo que a continuación apareció ante su mirada, lo dejó estupefacto. Una joven mujer que a pesar de su juventud parecía ser una experta en el arte de la herbolaria; delgada, ojos negros que parecían hundirse en oscuras cavernas, largas y espesas pestañas, pequeña y carnosa boca, y pelo azabache amarrado en una gruesa e interminable trenza. Parecía flotar más que caminar, y su dulce voz contrastaba con la seriedad de su mirada. Brazaletes y anillos de caracoles adornaban sus bien formadas manos, y sus pequeños pies calzaban sandalias de cuero. Era bella sin duda, enfundada en esa extraña vestimenta con bordados de flores en vivos colores, que ella llamaba kub₅. ̶ Píixan₆, ¿tienes hambre? ̶ preguntó. A lo que Luis solo alcanzó a asentir. En pocos minutos un tamal, calabazas cocidas, frijoles y un brebaje llamado ul₇, estuvieron frente a él, mientras la mujer observaba con detenimiento al forastero de inusuales ropajes–. Cansado has de estar, así que te dejaré en soledad. Este petate será tu lecho y un patí₈ y sandalias de cuero de venado serán tu vestimenta –dijo la mujer mientras salía apresurada de la diminuta alcoba. Luis con el cansancio a flor de piel dio gracias al destino por proporcionarle techo y alimento, tomó la mano de Ixchel, diosa de la luna y se perdió en el vasto mundo de los sueños. El paso del tiempo siguió su marcha para cada uno de los hermanos, por lo que los días se deslizaron tornándose en semanas y éstas en meses. Luis y Alberto añoraban saber el destino del otro, bien sabían que resultaba imposible el regreso al hogar sin la mágica conexión entre ambos. Mas, por el momento, nada ha30
bía que hacer, sólo recuperar fuerzas y tomar por amiga a la paciencia. Luis observaba todo lo que sucedía, tratando de comprender por qué aquella mujer hacia brebajes, pócimas y conjuros; pero nunca la cuestionaba, no deseaba pasar un mal momento haciendo preguntas insensatas a quien tanto bien le había hecho. A fuerza de fisgar, aprendió a admirarla; le encantaba verla recolectar plan-tas, separar las flores de los arbustos, cocinar y hacer todo tipo de cocimientos. Era fascinante todo lo que aprendía a través de los días en su compañía. Él la observaba y ella discretamente sonreía. ̶ ¿Te gustaría conocer mi don? ̶ por fin un día la mujer le preguntó. »Mi nombre es Zxcbé pero en las aldeas me llaman pul yah₉. Mi principal habilidad es la de ahuyentar a los «malos vientos» o espíritus mediante ritos en los que utilizo animales e imágenes de barro. Luis cerró sus ojos y se embarcó interiormente hacia el don que mejor manejaba: la historia y los registros akásicos, para leer lo que las palabras de la joven significaban. ̶ «Pul yah: brujo hechicero. Se creía que tenían el poder para causar daño a sus enemigos para lo cual podían convertirse en algún animal y así llegar hasta su objetivo. Utilizaban hierbas para curar a los enfermos y también el zaztún₁₀ o piedra de luz, que era un cristal de cuarzo pulido, utilizado para la adivinación y diagnóstico de enfermedades, aunque guardado celosamente de los ojos de los demás para que no supieran de su existencia. Estos hechiceros realmente infundían temor entre la gente pues se creía que poseían habilidades especiales para curar, pero también podían causar serias desgracias si así lo deseaban. Por lo general se acudía a ellos cuando una persona consideraba que alguien le estaba haciendo algún daño o cuando los hierbateros no encontraban explicación lógica a la enfermedad tratada.» ̶ terminó Luis su lectura virtual. 31
̶¿Te gustaría aprender mi herencia? Yo podría enseñarte si así lo deseas. Te instruiría a ver la vida de diferente manera: a ayudar a los guerreros en sus desgracias, a las mujeres en sus infortunios, el uso medicinal de las plantas, a ver los astros, las cualidades de los animales, a amar la tierra. ¿Qué dices? –preguntó Zxcbé. ̶ Por supuesto desearía que me enseñases, no sólo porque todo lo que he visto me ha fascinado sino porque sé que con estos conocimientos podré ayudar a personas en gran necesidad. No voy a defraudarte, Zxcbé, será un honor poder aprender de tan diestra maestra ̶ finalizó Luis con una gran sonrisa y la certeza en el corazón de que tal conocimiento seria puesto en acción para ayudar a la humanidad. De esa manera transcurrió el tiempo y Luis asimiló todo el conocimiento rápidamente, ávido de sabiduría, no era extraño que fuera de otra forma. Aprendió a convertirse en cualquier animal o cosa que él deseara como jaguar, mapache, iguana… o cocodrilo; además de convertirse en cualquier alebrije que él deseara. Su mente era su propio límite y para la mente de Luis, no existía. Aprendió a materializarse de un lugar a otro, a tomar distintas formas de cosas cotidianas. Todos los encantamientos le fueron develados poco a poco y ahora, no había fronteras para sus sortilegios. No sólo había superado a su maestra sino a cualquier otro pul yah que existiera. Mientras tanto al otro lado de la selva, Alberto, solo y desconsolado, fue encontrado por los sobrevivientes de la aldea y llevado ante la Reina Tzakbu Ajaw. Ella al verlo tan extraño, con aquellos ropajes nunca antes vistos, pensó que un ser divino había sido enviado hasta su presencia en compensación a tan amarga tragedia y lo tomó con agrado y prontitud bajo su cuidado. Alberto perdió contacto con su vida anterior para hacer del presente su historia. Al lado de la Reina Roja 32
y de los aldeanos aprendió a querer la tierra; se involucró en el cultivo del maíz, frijol, cacao y la calabaza, en tanto que la pesca era su afición al encontrarse rodeado de muchos ríos que, como venas, corrían a través de la región. La base de la alimentación maya era el maíz con el cual cocinaban tamales, una pasta de maíz que encierra carne, vegetales o ambos. También era utilizado para hacer el ul, una bebida caliente que se tomaba para el desayuno y del cual era fanático, además del cacao para hacer el chocol₁₁, conocido como la «bebida de los dioses», debido a que, por ley, solamente la nobleza podía tomarlo. Ahora, convertido en un hombre de alto rango, su vestimenta consistía en ricos y complicados atuendos bordados con plumas y gemas. Lucía sandalias de cuero y pesados cinturones con piedras e incrustaciones de nácar que se ceñía al cuerpo. Ahora le llamaban Ahaw Te´₁₂, debido a la gran sabiduría que aportaba a la tribu. En la aldea había conocido a Ixkik´, una bella mujer de la nobleza maya, de cabello ensortijado y subyugantes ojos negros, de quién se había enamorado. Los dos hacían una apuesta pareja que dejaba ver su mutuo amor a todo el que los conocía. Alberto estudiaba y aplicaba sus descubrimientos, deseaba entregar todo su conocimiento a la civilización que tanto había hecho por él; alcanzar con sus enseñanzas a todo el que lo deseara, tal como una piedra rodante que todo toca a su paso. Estaba más que entusiasmado aquel día, cuando la reina, Tzakbu Ajaw, se asomó en su recinto. ̶ ¿Mucho trabajo tienes, Ahaw Te´?– preguntó ella. ̶ Así es –contestó ̶ . He agregado un nuevo número a los antiguos. Este nuevo símbolo es muy importante y resumirá en sí mismo el valor nulo o de nada –dijo eufórico Alberto sin siquiera preguntarse si la reina entendía algo sobre el tema. ̶ ¿Y cómo podría suceder eso? 33
̶ Con este símbolo ̶ le dijo enseñándole el dibujo de un caracol en la arena ̶ . Este número se llamará cero y permitirá a través de su uso en matemáticas, el desarrollo de la física y otras ciencias exactas –prosiguió entusiasmado, mientras la reina levantaba las cejas tratando de comprender. ̶ Interesante, Ahaw Te´. Te ordeno enseñarles a los h’men₁₃ de nuestra comarca tu nuevo descubrimiento para que sea usado de inmediato. Nunca he dudado de tu capacidad y ahora menos que nunca, y agradezco infinitamente a los dioses el haberme entregado a uno de sus hijos en custodia –sonrió Tzakbu Ajaw, alejándose majestuosamente seguida de su eterno séquito. Mentalmente, Alberto hacía memoria de que el cero había sido la creación matemática más importante de los mayas y lo curioso es que en realidad, significaba «nada». Luis y Zxcbé continuaban riendo. ̶ Mezcla bien los ingredientes, tal y como te enseñé –le había dicho Zxcbé–. Nunca debes vanagloriarte de saberlo todo, aquel que es humilde con el conocimiento, vale más que el que sólo se engrandece de su saber. Pero Luis, en su afán de aprender y hacerlo todo rápido, tomó las substancias equivocadas y al agregarlas al caldero, la mezcla hizo ebullición acabando por saltar fuera del mismo. Un poco de aquel líquido le cayó en la cabeza transformándolo instantáneamente de un apuesto joven a una gigante y patuda tarántula. Pero Zxcbé, en vez de enfadarse por hacer caso omiso a sus enseñanzas, tomó su caracola y empezó a hacer sonidos tornándose aquellos en una alegre melodía. La titánica araña y Zxcbé brincaron una y otra vez al ritmo de tan jocosa música, haciéndolos disfrutar de inolvidables momentos sólo para detenerse y reír a carcajadas. Y la alegría contagiosa de aquellos dos seres rasgó el silencio de la noche llenando con sus risas la inmensidad del bosque. 34
A fuerza de verse diariamente y de compartir tantas aventuras Zxcbé y Luis quedaron atrapados en un profundo amor. Un cariño limpio y verdadero que hacia entornar los ojos de Zxcbé cuando veía aquella varonil figura. Aunque no distaba mucho lo que Luis sentía por ella, ahora convertida en su más dulce musa. Fue entonces y no antes cuando Luis expuso su verdadera historia ante ella. Le explicó que venía de otra época y de su don para ver los acontecimientos pasados en los registros akásicos. Le contó de su padre, el señor Teneb y de su adorada abuela María y, sobre todo, de la gran unión que existía entre él y su hermano gemelo, Alberto. Los ojos de Zxcbé se abrían desmesuradamente mientras el relato continuaba. ¿Así que no era Luis único en el mundo? ¿Existía otro hombre idéntico a él que era su hermano? ¿Y dónde se encontraba ahora? ¿Tendría la misma esencia bondadosa que su amado? ¿Estaría muerto? Miles de preguntas se hacía Zxcbé, tal vez las mismas que miles de veces en silencio se había hecho su adorado compañero. Ella, a su vez, le narró que siempre había vivido con su abuelo, quien la introdujo en el arte de la magia. Él había sido el más grande pul yah en esas tierras: amado, respetado y temido. Cierta vez que Zxcbé había salido a recolectar hierbas para los hechizos llegaron los guerreros de Calakmul y asesinaron a su abuelo frente a la choza, siendo ella sólo una adolescente, no pudo hacer nada, lo cual provocó un gran pesar en su alma. Ellos nunca supieron de su existencia, escondida tras la maleza, se protegió; de otra manera hubiera corrido con la misma suerte. Gran sufrimiento hubo en su corazón durante largo tiempo, sin embargo, esa tragedia y la fuerza de voluntad que su abuelo le inculcó desde pequeña la hicieron resurgir del dolor y seguir su camino en la vida. El demostrarle a su abuelo que su muerte no había sido en vano y que había 35
dejado buena semilla, le ayudó a hacerse la portentosa hechicera que era hoy en día. ̶ No puedo dejar de pensar en mi hermano, necesito saber que fue de él, y en donde se encuentra –decía Luis caminando nerviosamente de un lado al otro de la choza–. Tú has sido lo mejor que ha sucedido en mi vida, pero ahora tengo que ir hacia él y descubrir su destino –dijo Luis a Zxcbé. ̶ Lo entiendo y no podría ser de otra manera. Te ayudaré a preparar un hechizo para saber qué fue de su ventura. Cuando lo sepas irás a su encuentro, mientras tanto, yo te esperaré aquí –finalizó Zxcbé enternecida. Esa misma tarde y con ayuda de su amada, Luis se dispuso a ejecutar el encantamiento que le permitiría ver el pasado de su hermano y le prepararía para el camino a recorrer. Tenía que ir a buscar a Alberto, aun sabiendo que perdería a Zxcbé si, por algún incidente mortal, no lograba regresar a su lado. En medio de la choza se tendió el petate y ahí mismo se depositaron las ofrendas de flores, polvos minerales, conchas, maíz, frijol, jícaras con agua, tabaco y piedras preciosas para los dioses y justo en el centro, su preciado zaztún. El incienso se encendió al igual que las velas y a través de cánticos y palabras mágicas, el translúcido cuarzo empezó a dar su predicción. Signos, imágenes y símbolos que sólo Luis podía interpretar, brotaron de la neblina dentro del cristal, brillantes estrellas y letras sin pronunciar, salieron disparadas hacia las paredes y a través de las pequeñas hendiduras que hacían de ventanas proyectándose hasta los árboles del exterior. Vívidas imágenes se desplegaron por toda la choza como un arcoíris, sombras que pasaban como ráfagas de viento, figuras retorcidas, maltrechas y fantasmagóricas. Un chillido intermitente y sollozante, voces, gritos y lamentos que hacían erizar la piel del más valiente. Y ahí, en el núcleo del recinto, la figura de Alberto comenzó a manifestarse. ̶ ¡Una ba36
talla! La batalla entre los guerreros nacóm y batab contra las tropas de Calakmul en la que quedamos separados Alberto y yo ̶ gritaba Luis acaloradamente. -Recuerdo haber corrido sin rumbo hacia la maleza mientras que no advertí hacia dónde se dirigió mi hermano. Ahí está, ahora lo veo todo claramente. Alberto corrió y se resguardó tras una de las chozas. Pobre hermano mío, debe haber sufrido mucho al no encontrarme –decía mientras los acontecimientos se deslizaban ante sus ojos ̶ . La lucha fue sin cuartel, aún sigo sin comprender por qué la falta de entendimiento y el querer obtener el dominio sobre los demás de los seres humanos. Todo ha quedado impregnado de sangre y dolor. Esa inmensa congoja en la que no existen palabras, sólo llanto y decepción ̶ Luis movía tristemente la cabeza de un lado a otro ̶ . Ahí vuelve a aparecer Alberto, ¿a dónde lo llevan? Sí, ahora lo comprendo, lo llevan con la Reina Roja mientras ésta sonríe y lo toma bajo sus alas como un ave a su crio, es ella quien ahora lo protege –continuaba Luis analizando lo sucedido–. Ya estoy en paz, ahora sé en dónde podré encontrar a Alberto. Sé que salió ileso de aquel espantoso combate y eso me da la tranquilidad que tanto anhelaba mi espíritu. Ahora sólo me falta una cosa por hacer antes de ir a buscarlo: llevar a cabo mi más poderoso conjuro ̶ habló decidido y de tajo. Ese embrujo era sumamente potente y haría de él un ser dotado para convertirse en cualquier animal o cosa que deseara. Todo sería cuestión de imaginación y para él, era ilimitada. El conjuro se formaría mediante una serie de frases o palabras mágicas y realizando diversos actos invocando a las divinidades. Luis sabía que la magia siempre había estado presente, desde los albores del tiempo, y lo seguiría estando hasta que no fuésemos más que polvo de estrellas. El reino de lo paranormal y lo mágico se abrió para proporcionar el máximo hechizo a aquel hombre y la magia conocida desde el principio de los tiempos y 37
siempre guardada en secreto por los pul yah, se hizo presente. El lugar, el ritual y las condiciones astrales eran favorables por lo que Luis pronunció el máximo encantamiento; y aquella voz vibrante y masculina, retumbó como trueno hasta los más lejanos rincones de aquella inmensa selva. Al día siguiente todo estuvo listo para su partida y Luis se despidió de su adorada Zxcbé para trazar la historia en su camino. Días difíciles serían, pero con su recuerdo toda la fuerza del cosmos iría a su lado. Triste despedida fue, pero con gran esperanza hacia un mejor futuro. ̶ Todo listo está para tu partida, amado mío. Que los dioses te lleven por los sacbe´ob₁₄ con buen destino –dijo Zxcbé con la mirada fija en tan adoradas facciones mientras veía la joven y viril figura perderse tras la espesura. Ixkik´ y Ahaw Te´ eran felices. La vida que llevaban no podía ser más próspera y llena de alegría. Ixkik´ se había convertido en su fiel ayudante y si algo escapaba a la vista de Ahaw Te´, ella rápidamente se lo advertía. Era su apoyo, su ayuda, sus ojos y ahora su dulce compañera. Ahaw Te´ era feliz investigando y haciendo toda clase de reformas para su nueva comunidad. Algunas veces después de sus investigaciones diurnas los dos subían a la pirámide a observar el firmamento. Era fantástico contemplar el sol descendiendo en el horizonte para dar cabida a la inmensa cúpula celestial, infestada de estrellas. Había aprendido a observar el ir y venir del ocaso, al grado que ahora sabía plenamente las fechas propicias tanto para la siembra como para la cosecha. Esa investigación fue recibida con beneplácito por los agricultores de la aldea ya que ahora podían producir mucho más alimento y satisfacer las necesidades de toda la comarca. Para Ixkik´ y Ahaw Te´, los días pasaban en paz, armonía y aprendizaje. 38
̶ ¿Qué es eso que dibujas en la corteza de la higuera? ¡Qué extraños símbolos e imágenes! ̶ Ixkik´ miraba azorada ̶ . ¿Para qué sirven? ̶ preguntó. ̶ Se llama escritura y sirve para decirles a las futuras generaciones quiénes somos y cuál es nuestra forma de vida. Las palabras las haré usando una combinación de cerca de 800 signos diferentes, de los cuales cada uno representará una silaba completa, al final, las silabas las combinaré para crear un sonido especifico. Les llamaré glifos –dijo Ahaw Te´ con una sonrisa de satisfacción por el avance de sus logros ̶ . Quiero relatar a través de estos símbolos la historia real de nuestros gobernantes, nuestra alimentación, cómo vivimos, nuestra verdadera esencia. Deseo que nos conozcan al paso de los siglos y que nuestros conocimientos jamás se extingan. Por el momento los pintaré pero más adelante los forjaré en piedra o estuco. También dejaré las huellas de mis dedos en algunas de estas piezas y tal vez alguien, algún día, las descubra –sonrió maliciosamente. Ese día era importante para Ahaw Te´ porque deseaba, a la luz de las estrellas, explicarle a Ixkik´ cuál era en realidad su procedencia, así que esa misma tarde al terminar sus pesquisas, los dos subieron una vez más a la cima de una de las pirámides en donde Ahaw Te´ podría esclarecer el porqué de su llegada. ̶ Mi adorada Ixkik’ ̶ le dijo con severidad ̶ . Hace tiempo que deseo explicarte como era mi vida antes de llegar a Palenque. Espero no te cause mucha sorpresa lo que tengo que decirte, pero jamás podré vivir en paz si no explico quién soy en realidad –continuó ̶ . Tiempo atrás, yo vivía en otra época, en otra zona, en otro tiempo muy avanzado para éste. La vida como la conoces hoy en día, no existía. Todo era rapidez, tanta, que terminaba abrumándonos. Paradójicamente presumíamos de gozar de mayor libertad pero no nos dábamos tiempo para disfrutar de nuestro entorno y nada nos asombraba. Todo giraba con tanta premura que 39
sólo pensábamos en el futuro mientras dejábamos desvanecerse nuestro valioso presente. Creíamos que lo sabíamos todo, cuando en realidad no sabíamos nada. En aquel entonces me llamaba Alberto y vivía con mi padre Siul y mi adorada abuela María. Yo no era hijo único, tenía un hermano gemelo que se llamaba Luis. Los pequeños y juveniles ojos de Ixkik´ lo miraban extrañados y confusos sin dar crédito a lo que escuchaba. –Luis y yo teníamos el don de transportarnos a donde deseáramos mientras estuviéramos juntos. Con el poder de nuestro pensamiento y la guía de un libro maestro llamado Z’tsikbal, que teníamos en nuestro poder, íbamos a diferentes épocas de la historia y podíamos vivirla tal y como había sucedido. Cuando combatieron ustedes con los guerreros de Calakmul, Luis y yo quedamos separados. Entre el furor de la guerra corrimos hasta alejarnos y, hasta este momento, no hemos sabido uno del otro. No puedo comprender qué le sucedió a Luis, seguramente corrió hacia lo espeso de la selva y quedó desorientado. Sé que está bien, algo en mi interior me lo dice, pero por algún motivo no ha podido regresar para encontrarnos ̶ terminó afligido Alberto su explicación. ̶ Ahora veo claro, Ahaw Te´, ahora comprendo por qué no estás en paz jamás. Has quedado separado de parte de tu alma y no podrás llegar a la tranquilidad mientras no se unan nuevamente tú y tu hermano, y sus senderos vuelvan a su cauce. Sólo puedo decirte que mientras no sea llamada por Hunab-Ku₁₅, trataré de ayudarte en todo cuanto esté a mi alcance ̶ agregó Ixkik’ con los ojos llenos de lágrimas viendo el dolor de su amado. Largas horas pasaron de diálogo antes de que descendieran de la pirámide, en donde Alberto pudo expresar todo lo que yacía atrapado desde tiempo atrás en su interior. Al bajar, presentía que su re-encuentro con Luis no estaba lejano, tenía días en los que se sentía extraño, como si la vida quisiera avisarle futuros 40
sucesos sin darle pauta si estos serían alegres o de tormento. Y así se deslizó sin sentir la madrugada, hasta dar paso al sol de un nuevo día. Días de estudio y dedicación transcurrieron en donde los experimentos, las anotaciones y análisis fueron llevados a cabo. Ahaw Te´ e Ixkik’ escrutaban todo a su paso, su sed de instruirse no tenía límite. Aparte de sus investigaciones gustaban de hacer trabajos manuales, tanto, que en una ocasión hicieron un bajo relieve en donde tallaron sus figuras y Ahaw Te´ lo firmó haciendo lo que tanto le gustaba hacer, poniendo sus huellas dactilares. También aprendieron a labrar el jade e hicieron una hermosa pieza en donde las imágenes de él y su hermano gemelo fueron esculpidas. Aprendían y enseñaban a todo aquel que lo deseara, era un intercambio de ideas y conocimientos de mutuo beneficio. También era un gran deportista por lo que en sus ratos de ocio Ahaw Te´ disfrutaba del pok ta pok₁₆ o juego de pelota, que solía practicar con regularidad. Se jugaba en «canchas» que tenían forma de «H». En dos lados de la misma, se extendían muros y en medio de cada uno, se insertaba verticalmente un anillo de piedra, ̶ a diferencia de la posición horizontal del aro en el juego del baloncesto hoy conocido ̶ . Los jugadores trataban de pasar a través de este anillo una pelota de caucho o látex ̶ extraído de una especie de árbol de la familia de las moráceas ̶ , a la cual sólo le podían pegar con los codos, las caderas o las piernas. Las pelotas no tenían aire como las pelotas actualmente conocidas y tenían diferentes pesos y medidas. Era un juego intenso pero Ahaw Te´ lo disfrutaba plenamente. Y así pasaban días y noches, llenos de esperanza y bienestar para todos y, sin embargo, algo se advertía en el ambiente, algo que no podían precisar; tal vez un augurio a los hechos que habrían de venir en un futuro no lejano. 41
No hubo peor despertar para ellos que aquel amanecer cuando los guerreros de Calakmul atacaron nuevamente por sorpresa. Triste historia vuelta a repetirse, en donde el ser humano no razona para mejorar sino para hundirse, una lucha de poder entre civilzaciones ancestrales y a la cual nada bueno se le sumaría. ̶ ¿Por qué no existe entendimiento? ¿Por qué resulta tan difícil la comunicación entre los seres humanos? ̶ se preguntaba una y otra vez Ahaw Te´. Ahaw Te´ e Ixkik’ trataron de escapar pero fue demasiado tarde, los guerreros de Calakmul habían entrado cerca de su pequeña choza por lo que tuvieron que utilizar el escondrijo largamente preparado como refugio. No hubo tiempo para él de resguardarse, únicamente quedó a salvo Ixkik´ tras las rendijas secretas, cuando los guerreros belicosos lo tomaron preso. Gruesas lágrimas bajaron como ríos sobre las mejillas de ella, mientras observaba por una pequeña grieta la desdichada suerte de su amado compañero. Para Luis el camino había transcurrido sin contratiempos. Por las noches, los árboles inclinaban sus copas y con ellas le preparaban un suave lecho cobijándolo con sus ramas, mientras que durante el día los bananos a su paso le ofrecían dulces manjares al igual que las palmeras, de cuyos cocos bebía y comía. Con la luz diurna se convertía en águila con ojos aguzados y surcaba la selva admirando el panorama, más por las tardes se convertía en jaguar o puma para correr afanosamente y ejercitar su bien diseñado cuerpo. Todo cuanto deseaba lo tenía, era el rey de aquel mundo, y lo sabía. Diestro como era para convertirse en diferentes animales, diariamente se tornaba en uno nuevo. De esa manera aprendía considerablemente de cada especie, su forma de alimentarse, su estructura corpórea y hábitos generales. Algunas veces se le antojaba convertirse en quetzal, otras en serpiente o venado, colibrí, caimán o murciélago. La fauna maya pareciera 42
ser infinita. Era divertido transformarse en diferentes especies, aunque siempre con una prioridad fija como daga en mente: encontrar a su hermano Alberto. Cierta mañana en que se encontraba dormido, sintió que alguien estrujaba su vestimenta y jalaba su cabello. De un sobresalto se levantó para encontrarse con un pequeño mono araña que corrió asustado a refugiarse a la cúspide del árbol adyacente. Tal vez el inocente pensó que «aquello» era un cuerpo sin vida y gran susto se llevó al descubrir lo contario. Al verlo trepar atemorizado y tembloroso Luis empezó a hablarle en su propio lenguaje para tranquilizarlo. ̶ Hola pequeño, no te asustes, nada malo he de hacerte, no temas y dime que deseas ̶ le dijo Luis tratando de infundirle confianza para hacerlo descender de su escondrijo–. Prometo no hacerte daño, no existe en mi maldad o villanía –prosiguió Luis usando ademanes como lo haría uno de sus compinches. El menudo simio tardó unos instantes y observó alrededor, su intuición le decía que estaba a salvo por lo que bajó confiado. Lentamente se acomodó cerca de Luis y ahí desenfadadamente se sentó en sus pequeñas patas sin quitarle la mirada para preguntar: ̶ ¿Cómo escapaste? ¿Cómo escapaste? ¿Cómo escapaste?– dijo moviendo de un lado a otro la cabeza. ̶ ¿Cómo escapé? –contestó asombrado Luis. ̶ Sí, yo te vi, te llevaban atado y resguardado aquellos hombres. Eran muchos y diestros en las artes de la lucha. Nosotros les tememos y nos ocultamos a su paso pues bien sabemos que su puntería es certera. ¿Cómo escapaste? ¿Cómo escapaste? ¿Cómo escapaste? –volvió a preguntar. La mente de Luis era un torbellino y justo en aquel momento comprendió lo que aquel ser quería decir. El pequeño mico estaba hablando de Alberto. Seguramente lo había visto y ahora lo confundía con su persona. Así pues, prosiguió con su charla para saber todo sobre el incidente, y recabar todos los datos 43
posibles que pudieran ayudarle para localizar a su hermano. ̶ Y, ¿cuándo me viste? ̶ Dos soles hace. ̶ ¿Cómo dices que iba yo? ̶ ¿No lo recuerdas? Te llevaban atado como lo hacen con sus presas. Sus lianas son fuertes y firmes y no permiten escapatoria alguna. ¿Cómo escapaste? ¿Cómo escapaste? ¿Cómo escapaste? –volvía a preguntar repetidamente. ̶ Y, ¿en qué dirección se alejaron los hombres conmigo? ̶ el gracioso simio señaló la zona de Calakmul para hacer nuevamente su interminable pregunta. ̶ ¿Cómo escapaste? ¿Cómo escapaste? ¿Cómo escapaste? ̶ El que viste era mi hermano gemelo, seguramente lo atraparon y lo llevan a su aldea. Sé que pronto habrá una festividad. Sin duda lo utilizarán como ofrenda –pensaba y le contestaba al mismo tiempo al pequeño animal mientras éste se paseaba de un lado a otro. »Indudablemente lo tomaron preso para llevarlo a su comarca, y como creen es hijo de entidades divinas, su sangre será ofrecida ritualmente a sus dioses –dijo Luis asustado analizando la situación. Una vez terminada su conversación con el pequeño y habiendo obtenido todos los datos posibles, se despidió velozmente mientras lo veía alejarse felizmente columpiándose por las lianas de los árboles. Tenía que apresurarse, no había tiempo que perder, aún faltaba mucho trecho por recorrer y aquellos guerreros iban dos días por delante. No pasó mucho tiempo cuando detectó cerca de ahí movimiento. «Tendré que ocultarme rápidamente. ¿En qué me convertiré? ̶ pensó raudo ̶ ¡Ya sé!». Apenas lo hubo imaginado mentalmente, su cuerpo y manos empezaron a estirarse vertiginosamente. Conforme iba alejándose del suelo, 44
grandes ramas brotaron de sus brazos extendiéndose hasta los dedos. Su sedoso pelo, se convirtió en miles de hojas saltarinas que jugaban con el viento. Robusto, enorme y majestuoso su cuerpo se volvió, mientras la piel se tornó rugosa, espinosa y áspera al tacto. Sus musculosas piernas se alargaron hundiéndose en la tierra para aferrarse en lo profundo creando fuertes raíces y así dar nacimiento a la colosal ceiba: el árbol sagrado de los mayas. Los mayas idolatraban y veneraban al árbol de ceiba o ya’axché ya que según la cosmovisión de los pueblos indígenas, el universo estaba estructurado en tres planos: el cielo, la tierra y el inframundo. La ceiba representaba la comunicación entre el cielo, el ser humano y el inframundo o xibalbá, considerado como el lugar en el que vivían los muertos. Pero el inframundo o xibalbá no era sólo el lugar del descanso eterno, era también el espacio del universo de donde brotaban el agua y las semillas, elementos que daban la vida a quienes habitaban la tierra y, por tanto, era también el lugar del renacimiento. Eran árboles que no podían ser jamás destruidos sino respetados, adorados y reverenciados; símbolo de vida, bondad, belleza, resistencia, grandeza y sabiduría. A la ceiba se le debía mirar con respeto y amor porque estaba, y aún lo está hoy en día, ligada entrañablemente a la historia y civilización maya. Y, mientras asumía la forma de ceiba, Luis valoraba y admiraba el respeto por la vida que los mayas sentían por su entorno. A pocos segundos de convertirse en ceiba, llegaron varios guerreros calakmuleños, venían cargando con lo que parecía ser abastecimiento y ofrendas para sus dioses, seguramente los transportaban rumbo a la aldea para las próximas fiestas. Pudo notar que llevaban sal, cera, mantas de algodón, copal, ámbar, jade, obsidiana, turquesas, pieles y plumas de quetzal entre muchas otras cosas. 45
̶ Detengámonos un momento a descansar bajo esta ceiba. El camino ha sido distante y lo hemos recorrido sin reposo –dijo uno de ellos. ̶ Bien. Sólo nos detendremos por breve tiempo, ya que tenemos que llegar lo antes posible para celebrar la entrada del primer verdor ̶ concluyó el que parecía dirigirlos. Seguramente se refería al 21 de marzo cuando la primavera tiñe de colores la vegetación y todo en la faz de la tierra florece. Los mayas utilizaban el sol como base para la planeación de sus vidas debido a que dependían de la agricultura. Para ellos ésa era una fecha importante ya que con la entrada de la primavera iniciaban la siembra; mientras que en el otoño recogían la cosecha. Éste era un tiempo sagrado para ellos y lo agradecían a sus dioses con una gran festividad y sacrificios de animales y humanos cautivos. Su vida era simple: nacían cada mañana con el sol, lo veían como una piedra sin escritura y llena de posibilidades que se llenaría durante el día con sus actos. Sus dioses eran variados como la diosa Ixchel₁₇, diosa del alumbramiento; o Yum Kax₁₈, dios del maíz; o Ah Puch, dios de la muerte; aunque posiblemente la deidad más importante era Chac₁₉, dios asociado al agua, el dios de la lluvia. Se sentaron bajo la enorme sombra proyectada por la Ceiba y así se enteró Luis de todos sus planes. Iban rumbo a Calakmul a celebrar la llegada del equinoccio de primavera, faltaba un día de camino y llegarían a tiempo para ofrecer a sus deidades su valioso cargamento. Sólo descansarían unas horas para partir rápidamente por el sacbe´ob. Poco tiempo pasó, no sin que Luis desesperase, antes de verlos alejarse con el preciado cargamento. Nuevamente caviló en qué se convertiría ahora para darles alcance rápidamente sin ser visto. Meditó unos cuantos segundos hasta llegar a lo que le pareció una estupenda idea. Y así, la ceiba fue desvaneciéndose para dar paso a la ráfaga de viento. Era divertido con46
vertirse en ventolera ya que podía cometer travesuras y reírse a sus anchas sin que nadie pudiera detenerlo. Cuántas veces llevó por los aires la manta de un h’men o entregó a los pies de alguna mujer un ramito de flores. Sin embargo, ahora la premura no daba mucho para diversión por lo que trataría de alcanzar a los calakmuleños en el menor tiempo posible. Le tomó unos cuantos minutos darles alcance, y jugándoles una buena picardía, levantó sus cabelleras y taparrabos por el aire. Se decía a sí mismo que no debía hacer aquello en tiempos de urgencia pero era demasiada tentación como para dejar de hacerlo, mientras mentalmente sonreía. Una vez conquistados los pasos hacia ellos pensó en qué se convertiría para poder ir a su lado sin ser detectado, no sabía cuál era el rumbo a seguir por lo que ellos tendrían que enseñarle con su andar el camino. «¡Ya sé!», resolvió la encrucijada, y una vez más empezó a transformarse. Aquella ráfaga de viento se convirtió en un ser minúsculo pero poderoso a la vez. La pequeña hormiga cayó justo en la cima de una frondosa melena hasta abrirse paso y sentarse en un grueso y largo pelo. Así continuó su camino observando la intrincada selva; a la cual muchos entraban pero de la cual pocos salían. Transcurrido el tiempo, pudo ver a lo lejos la soberbia pirámide de Calakmul. Aquellos monumentos que quitaban el respiro a quienes los contemplaban y que no se inauguraban inmediatamente. De acuerdo a las tradiciones y a los h’men, para estrenarlos se debía esperar el momento preciso en que los canales energéticos que conectaban a los reyes mayas con el movimiento planetario y las entidades divinas estuvieran en conjunción. Las pirámides estaban pintadas de rojo por ser el color de la sangre; las coloreaban de esta manera para crear un vínculo entre ellos y sus dioses. Para los 47
mayas eran montañas mágicas y su función era el unir al cielo, la tierra y al inframundo. Poco a poco fueron acercándose aquellos hombres a Calakmul, hasta que estuvo tan cerca que observó lo que sucedía en aquel emplazamiento. Habían llegado con tiempo justo para el gran festejo. En el centro ceremonial en la gran plaza, había una multitud de aldeanos a la expectativa. Todos miraban hacia la gran pirámide, -conocida hoy como Estructura I-, en donde se había preparado el rito religioso que tendría lugar minutos más tarde. Podía escuchar lejanamente las alabanzas a los dioses, y el olor a copal era eminente. Al dirigir la mirada a la cima de la pirámide pudo distinguir una silueta conocida, estaba sujeta fuertemente a una gran roca tratando de zafarse sin lograr su cometido. ¿Acaso era Alberto lo que sus ojos veían? Sí, ¡era Alberto! Seguramente era el prisionero elegido para sacrificarlo a las deidades ya que aquellos lo creían un sahalob₂₀. Tenía que darse prisa o jamás llegaría a tiempo para salvar a su hermano. La pirámide era muy alta y tendría que recorrer cientos de escalones antes de llegar a la cuesta. Además, sus adversarios eran valientes y arrojados y no podría él solo contra ellos. La mente de Luis tenía que ser veloz y pensar con eficacia, la vida de Alberto estaba en peligro. «¡Ya sé! -se dijo a sí mismo. Me convertiré en un ser terrible, enorme y poderoso, tanto, que ningún guerrero podrá hacerme frente. Jamás ojos terrenales han visto criatura tan temible. Me convertiré en una colosal serpiente con enormes fauces y filosos colmillos; en garras de jaguar, volveré mis manos; enormes y amedrentadoras alas de águila tendré por espalda; mi piel será armadura de hierro, mi aliento lenguas de fuego; ningún mortal pondrá sus ojos en mí sin que su espíritu se cimbre de miedo.» La pequeña hormiga saltó de prisa de aquella enredada cabellera para caer en un pequeño matorral al lado del sendero. No había tiempo, tendría que ser 48
efectivo su hechizo para lograr su cometido. Así pues, Luis pronunció las palabras mágicas e imaginó aquel terrible ser fantástico. Al instante el cuerpo de Luis empezó a retorcerse. Se alargó hasta hacer de sus piernas una larguísima cola, sus brazos se extendieron a todo lo alto para crear dos inmensas alas, salieron de sus costados dos enormes patas de jaguar con feroces y descomunales garras, y todo el cuerpo se cubrió de plumas. La serpiente emplumada era imponente y aterradora, la lengua bífida salió para detectar el ambiente y sin perder más tiempo, emprendió su vuelo. Tenía que desplazarse prontamente hacia las alturas para ganarle la partida a la muerte y salvar a Alberto, antes que el h’men asestara la filosa daga en su corazón palpitante y éste fuera ofrecido a los dioses. Alberto se encontraba atado de pies y manos; recostado sobre una enorme roca destinada para tal uso, ahí esperaría hasta la cúspide de la gran fiesta en la que de un tajo abrirían su pecho y ofrecerían a los dioses el corazón sangrante. Celosamente vigilado por sacerdotes y guerreros, no era fácil que huyera. Y, en aquella dolorosa espera, miles de pensamientos volaban en su mente. «¿Qué habrá sido de mi adorada Ixkik´? Seguramente sufrirá mucho cuando se entere de mi muerte –pensaba Alberto ̶ ¿Y mi hermano Luis? Creo que nunca sabré lo que le ocurrió ni volveremos a estar juntos. ¿Y mi padre y mi abuela? ¿Qué pasará cuando jamás nos encuentren?» Su mente era un cúmulo de preguntas sin respuesta, de añoranzas, de sentimientos encontrados y nostalgia. Un nudo de emociones en la garganta impedía su respiración, tal vez era aquella reminiscencia que no dejaba de herirlo mucho más que una cuchilla afilada. De pronto escuchó gritos de pánico y los h’men corrieron despavoridos dando traspiés a ocultarse temerosos. Los guerreros a su vez tomaron diestramente sus escudos y armas de combate. Pero, ¿qué era aquella extraña figura que venía del cielo? ¿Algún ave 49
desconocida para él? Los ojos de Alberto trataban de enfocar bien la mirada para distinguir aquella amorfa criatura. ¿Acaso era aquello, contoneándose por el espacio, una serpiente? ¿Una serpiente con alas? ̶ ¡Una serpiente emplumada! ̶ gritó Alberto con los ojos desorbitados tratando de liberarse rápidamente de aquellas malditas ataduras. ̶ Esto no es posible, ¿acaso no era una leyenda aquel ser? ¿Cómo es que viene volando? ¡Seguramente es un sueño! ̶ murmuraba sin que sus palabras tuvieran sentido para ninguno de los presentes –¡Y viene directo hacia mí! ̶ gritaba Alberto tratando de zafarse a toda velocidad. Forcejeó una y otra vez pero todo era inútil, sus ligaduras eran fuertes; nada podía hacer. En cuestión de segundos, la terrorífica figura se hizo más nítida hasta llegar a ellos lanzando lenguas de fuego y horripilantes sonidos. Los guerreros lanzaban sus mortales lanzas, dardos y hondas; luchaban sin cuartel. Ciertamente eran grandes combatientes pero aquella gigantesca serpiente no tenía igual, su voz de trueno era penetrante, como filosa cuchilla y sus inmensas alas lanzaban a los hombres por el suelo como pliegos de papel. Una larga ráfaga de fuego escupió de sus entrañas, como si una descomunal erupción hubiese brotado de un volcán. La sola visión era horrida y aterradora y más de uno temblaba de pavor. Aquel enfrentamiento duró pocos minutos y los guerreros no lucharon más, era tal la ferocidad de aquella bestia que los belicosos combatientes se arrodillaron pensando que aquel era un dios. Hincados y con las armas alzadas en señal de rendición el combate cesó. La colosal criatura lanzó un chillido de triunfo y pavoneándose con aquellas descomunales alas, los dejó postrarse ante ella y se dejó adorar. Era tal el terror y desconcierto de Luis, que su habla se esfumó mientras observaba el espectáculo sin poderlo concebir. La criatura diestramente se acercó a Alberto y sin perder tiempo cortó de un tajo con sus garras las 50
cuerdas que lo mantenían preso para tomarlo suavemente y emprender su viaje hacia el cielo. La serpiente zigzagueó surcando los aires hasta desaparecer en el horizonte mientras los h´men, guerreros y la muchedumbre levantaban ofrendas hacia el firmamento haciendo reverencias a su paso. Desde aquel día el ser fantástico quedó impregnado en el espíritu de aquellos valientes guerreros que se esparcieron con el pasar del tiempo y llevaron consigo el emblema de su dios. Se dice que desde entonces lo adoran y que el 21 de marzo de cada año, la sombra de la serpiente emplumada desciende las escalinatas de otra majestuosa pirámide maya que se encuentra en Chichén-Itza. Y la historia se hizo leyenda. La leyenda de su dios, la serpiente emplumada, a la que más tarde llamaron Kukulcán₂₁. Transcurrieron varias horas mientras era transportado por el aire, tiempo suficiente para que Alberto recordara parte de su vida; como cuando se reunían alrededor de la mesa a disfrutar de los alimentos, su padre, la abuela María, su hermano Luis y él; las risas y lo bien que la pasaban en esos instantes de unión familiar. O cuando las personas los confundían para darse cuenta poco después que no era el gemelo con el que deseaban charlar. O las múltiples ocasiones en que resolvían los exámenes haciéndose pasar uno por el otro sin que los maestros notaran la diferencia. O cuando se escurrían por las puertas interdimensionales, a las que ahora ya nunca acudirían; viajes incansables que ahora desaparecerían para siempre. Su pensamiento iba de un lado a otro tratando de posesionarse de los buenos momentos de su vida mientras que los que no lo fueron, eran expulsados de su mente. Era preferible meditar en las cosas agradables y dar gracias por ellas, que mantenerse en los errores cometidos para sólo hacerse daño uno mismo. Alberto no sabía si cuando descendiera aquella criatura de un sólo bocado se lo comería, 51
aunque lo último que perdería seria la esperanza de ver un nuevo día. Y así transcurría el tiempo en un ir y venir de buenos recuerdos, alegrías y de una gran melancolía por el amor lejano: aquella hermosa y amada mujer a la que tal vez nunca más vería. A lo lejos distinguió una zona habitada, aquel ente se dirigía justo hacia ella. Aguzó la mirada para ubicar su localización y poco a poco apareció un lugar conocido. ¡Era Palenque con su enorme pirámide levantándose majestuosamente entre la maleza! Y recordó con amor su aldea y a su pueblo, aquel que lo acogió cuando más solo y perdido se encontraba. Era extraño ver aquella construcción desde las alturas, jamás la había visto tan hermosa. No podía creerlo, seguramente la cueva de aquella criatura se encontraba cercana y por eso se dirigía pronta hacia ahí. «Si pierdo la vida, por lo menos estaré cerca de mis seres queridos.» pensó tristemente. Aquella inmensa serpiente empezó su descenso; las entrañas de Alberto giraron y el temor se apoderó de él. No sabía que esperar, ¿Sería devorado de un sólo golpe, o sería alimento para otros seres como el que lo llevaba consigo? Sólo deseaba que fuera rápido y no hubiese sufrimiento, aunque lo último que perdería sería la convicción de salir de aquel embrollo, eso jamás sucedería. El ser descendió lentamente cerca de Palenque, hasta depositar su preciado tesoro al ras del suelo. Cuando tocaron tierra, sus garras se abrieron para soltar a Alberto mientras éste se replegó hacia atrás hasta quedar con la espalda pegada al tronco de un árbol de copal. Aquella gigantesca serpiente se acercó despacio a observar a su aterrorizada presa, su larga lengua bífida salió de golpe y acarició las mejillas de Alberto de un solo lengüetazo. Sus caras quedaron frente a frente con las miradas ensartadas el uno en el otro; los ojos desorbitados de Alberto sólo esperaban un gran final en el que sabía que él sería el perdedor 52
pero, ¿era aquella una mueca de sonrisa? ¿Acaso aquella «cosa» estaba esbozando una leve risilla? «Pero eso no puede ser, las serpientes no ríen» se decía a sí mismo observando detenidamente al reptil. Aquellos inmensos ojos le recordaban a alguien, la mirada lejos de ser agresiva, era tierna y de buen corazón. Algo interior le decía que aquella criatura no le era desconocida, no podía razonarlo pero, de pronto, todo temor quedó ahuyentado, era como si aquellos ojos le abrazaran con cariño. Todo aquello no podía estar sucediendo. «Seguramente el brebaje que le dieran horas antes los h’men estaba afectando sus facultades» pensó. La serpiente, entonces, se enderezó y subió a lo alto aquellas colosales alas. Alberto estaba listo para correr o ser devorado en el intento, y dirigió unas palabras hacia el cielo. Pero, ¿qué era aquello que estaba sucediendo? «Aquello» empezó a cambiar de forma; sus grandes alas empequeñecieron lentamente y se volvieron brazos, su pescuezo se acortó hasta dar cabida a un cuello, su larga cola se partió en dos y aparecieron dos varoniles piernas y del rostro del reptil salieron nariz, boca y ojos hasta ver reflejada su propia imagen en un hombre. ̶ ¿Qué? ¿Qué está pasando? No puedo creerlo, ¡Luis! ¿acaso eres Luis? Hermano, ¿eres tú? ̶ gritaba desaforadamente, llorando y lanzando carcajadas de alegría. No podía creer aquello que estaba ante sus ojos. Estaba tan eufórico que se abalanzó sobre Luis dándole un enorme abrazo mientras el otro reía. Los dos hermanos estaban inmensamente felices de reencontrarse. Las palabras salían a borbotones sin poderse detener, había tanto que charlar, tanto que decirse que ninguno lograba enmudecer hasta hacer de la plática algo sin sentido. Rieron y lloraron mientras Alberto le recriminaba a Luis el haberlo hecho pasar por el peor momento de su vida, y Luis se defendía diciéndole que esa era la única forma para salvarlo de que lo mataran los 53
sacerdotes de Calakmul. Tardaron horas entre risas y parloteo para ponerse al día, hasta lograr una larga y descriptiva conversación de lo que habían sido sus vidas hasta ese momento. Hablaron de sus sinsabores, sus pesares, sus alegrías, de todo lo aprendido y de las que ahora eran sus bellas compañeras. Por fin, aquellos dos entrañables hermanos volvían a reunirse, todo tenía sentido ahora y sus almas gozaban con la paz contenida.
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·3· ̶ ¡Abramos una puerta interdimensional para ir en búsqueda de mi amada! –gritaron al mismo tiempo aquellos dos. Estaban sincronizados de tal forma que la misma idea los golpeó de tajo. Quedaron viéndose asombrados un instante, sólo para irrumpir nuevamente con sus risas la paz del bosque. ̶ Vayamos pues, Luis, recojamos a Zxcbé para regresar todos unidos a buscar a mi adorada Ixkik´ ̶ dijo Alberto. Con un gesto de complicidad largamente olvidado, se pararon en medio del claro y extendieron sus brazos para abrir aquella relegada puerta dimensional. Unieron mente y corazón de tal forma, que la luz se extendió majestuosa a través de toda la maleza para dejar a los hermanos traspasar el espectacular umbral.
Todo estaba tal y como lo había dejado Luis al partir, sus alrededores, la choza, su interior con olor a incienso y miel. Buscó a Zxcbé pero no estaba dentro del lugar. Al salir escucharon un sonido, era ella que regresaba de recolectar las hierbas para sus encantamientos. Al verlos gritó y soltó cuanto llevaba para arrojarse corriendo a los brazos de su añorado compa-ñero. Las lágrimas de júbilo brillaron en aquellos pedacitos de cielo dándole gracias a sus dioses por su regreso. «Luis, ¿eres tú? –dijo de momento al ver a otro ser idéntico a él ̶ . Bien decías que había otra gota de agua igual a ti en algún otro lado del universo. No puedo creer lo semejantes que son, sólo puedo distinguirlos por sus gestos y sus ropas. Espero jamás equivocarme de pareja» agregó sonriendo y sonrojándose Zxcbé mientras ingresaban a la diminuta choza. Aquellos tres seres charlaron y convivieron felices, para Luis y Alberto ahora el tiempo era relativo, no había límite y se estiraba o disminuía según lo desearan. Tras unos días de recogimiento y tranquilidad, ambos se prepararon para regresar a Palenque en busca de Ixkik´. Luis, tras despedirse de Zxcbé y asegurarle que regresaría para jamás apartarse de su lado, se unió con su hermano para hacer lo que ambos bien sabían: abrir una puerta hacia el universo. Extendieron una vez más sus brazos y la luminosidad hizo su aparición, sólo para cerrarse al instante en que aquellos dos hermanos desaparecieron entre el fulgor mientras la mirada de Zxcbé observaba impresionada. El portal se abrió justo en la plaza principal, los aldeanos asustados quedaron estáticos viendo aquel resplandor. ¿Qué era eso que emanaba tal claridad? Parecía un sol, fuego sin serlo, no quemaba, no olía a nada, era un destello fulgurante del cual se desprendían miles de luces multicolores. Todos estaban atónitos viendo aquel inusitado panorama sin entender aquel prodigio. Poco a poco se 56
hicieron visibles entre la irradiación dos figuras que se fueron acercando mientras el asombro y el clamor se acrecentaba. ¡Era Ahaw Te´!, ¡Dos Ahaw Te´! ¿Cómo podía ser esto? Al salir los gemelos, todos los rodearon y se hincaron ante ellos. Para la multitud era Ahaw Te´, ahora convertido en dos dioses, los dioses gemelos. La aldea entera había sido avisada y las extremidades de un rápido mensajero corrían sin cesar para informarle a su reina, Tzakbu Ajaw, de aquel milagro. Mientras tanto, la dulce Ixkik´ al saber del suceso, hacía de sus diminutos pies, alas para llegar cuanto antes a la plaza principal y encontrarse con su amado. Sus piernas querían volar pero resultaban lentas a pesar de su máximo esfuerzo. Todo parecía transcurrir demasiado lento para ella, deseaba convertir los minutos en instantes y mientras corría, pensaba en la falta que le había hecho el amor de Ahaw Te´ durante todo este tiempo. «¡Ahaw Te´!» gritó Ixkik´. Mientras corrían a fundirse en un largo y dulce abrazo. Tanto tiempo había pasado sin sentir su calor, tanto le lloró sin saber su paradero, pero ahora todo estaba bien, Ahaw Te´ había regresado y jamás volverían a separarse. La reina hizo su entrada con aquella majestuosidad tan característica, y los hermanos, al verla llegar se inclinaron ante ella; era un honor conocerla y tener la oportunidad de convivir con tan extraordinario ser humano. Sabían que era una gran reina, y del magnífico legado que habría de dejar; tanto, que su vida quedaría plasmada en los libros del futuro. «¡Bienvenido seas Ahaw Te´! –dijo la Reina–. Mucho has de platicarme ahora que has regresado, ¿es este el hombre, tu hermano, del que con profusión me hablaste tiempo atrás? Idénticos son, bien me lo hiciste saber, como una imagen reflejada en el claro del agua –agregó observándolos detenidamente ̶ . Vengan a mi templo que mucho han de explicar. Ven tú también, querida Ixkik´, sé que jamás volverás a separarte de tu compa57
ñero y que nunca más estarás sola» le dijo sonriendo complaciente. Luis y Alberto platicaron con profusión sus aventuras a la reina, había escribas en el recinto como parte del gran evento y cada palabra sería recogida en papel amate para pasarla a la posteridad. Plasmadas quedarían en futuras leyendas mayas las increíbles proezas de aquellos insólitos y extraordinarios dioses gemelos.
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·4· Ya sólo quedaba un cabo por atar en la vida de aquellos jóvenes: su padre y abuela. Así que decidieron que sólo una vez más se separarían de sus compañeras y de su amado Palenque. Irían por sus seres queridos, solo así podrían lograr la estabilidad completa y vivirían en armonía con todo lo que les rodeaba. Tanto el tiempo como el lugar ya no existían para ellos, podían desplazarse a voluntad por lo que Luis y Alberto explicaron sus intenciones a sus parejas y, por última vez, se dispusieron a emprender su viaje. Así que, habiéndose despedido de ellas, los dos jóvenes unieron sus mentes y levantaron un brazo al frente para generar aquel vínculo de energía que les permitía viajar. La puerta dimensional se abrió y un haz de luz incandescente salió disparado dándoles paso hacia el portal sólo para
traspasarlo y encontrarse al inicio de su jornada, frente su insólito libro Z’tsikbal. En su pequeño departamento nada había cambiado desde su alejamiento, se llenaron de alegría al volver a contemplarlo. Las blancas paredes tapizadas con fotografías familiares, la diminuta cocina en la cual se preparaban manjares dignos de un rey, la recámara con sus camas gemelas y sus eternas colchas azules, y en la mesita de noche, su lamparilla beige. Aquel diminuto baño con su deliciosa regadera que a nadie asombraba hoy en día y, en la habitación adyacente, la cama de su padre y aquel gran cuadro pintado al óleo con los rostros de sus abuelos, colgado en la pared. Los jóvenes se asomaron a la sala en donde la abuela siempre se entretenía viendo algún programa televisivo o haciendo labor de costura. La encontraron justo ahí, distrayendo su mente, tal vez para no entristecerse al pensar en los tiempos de antaño, aquellos en los que había sido tan feliz en compañía de su entrañable esposo, Humberto. Nada había cambiado, pareciera que el tiempo se había detenido justo cuando ellos partieron. Pero, ¿qué es el tiempo?, ¿qué es «eso» realmente?; ¿su existencia depende de nuestra percepción?, ¿es lineal, o circular?, ¿pasan o no pasan los momentos? Este era y será, sin dudarlo, uno de los más grandes desafíos para el intelecto. Un portazo los asustó, era su padre que venía del trabajo diurno. Era tiempo de cenar, charlar y prepararse para el nuevo día. Luis y Alberto no querían esperar más, así que decidieron informarles de sus aventuras esa misma noche. Deseaban invitarlos a venir con ellos a una nueva existencia, a una llena de expectativas, de alegría, de ayuda mutua, de valores humanos y dignidad, hoy en día perdidos en la vorágine de la vida diaria. Deseaban llevarlos con ellos a Palenque, en donde seguramente tendrían mucho más que aportar que en esta sociedad caduca para ellos. 60
La noche siguió su curso hasta la ansiada cena. La abuela había preparado ricos manjares para complacerlos, ella era una gran cocinera y lo demostraba en cada oportunidad; le encantaba hacer tortillas de maíz con la masa que compraba diariamente en el molino y tanto su olor como sabor eran irresistibles. Se sentaron todos juntos y agradecieron por los alimentos a recibir, para luego disfrutar aquella cena. Todo fue un deleite, justo como cada noche en donde la abuela ponía a su disposición los más exquisitos platillos. Una vez terminada, Luis y Alberto intercambiaron una mirada de complicidad y empezaron su charla. ̶ Padre, abuela María, queríamos comentarles algo que nos ha sucedido. Queremos hacerlos partícipes de nuestras vidas y de todo lo que encierran las mismas. Deseamos hablarles nuestros sentimientos, de nuestras alegrías, de nuestros sinsabores, de todo lo que nos aqueja o nos da placer, abrir nuestros corazones para que después de escucharnos, tomen una determinación ̶ comentó con seriedad Luis. El señor Teneb y la abuela María de momento se asustaron, pensaron que algo muy grave sucedía para que aquellos dos muchachos hablaran con tanta formalidad. Así pues les urgieron a comenzar su relato, mismo que siguieron paso a paso durante largo tiempo. Las expresiones eran de estupor, de duda, de alegría, de miedo, miles de ellas pasaron durante este período por sus semblantes, era realmente asombroso todo lo que sus mentes podían exponer. Al final el señor Teneb y la abuela se levantaron parcamente y aquel agregó ̶ Hijos, su abuela y yo analizaremos su relato durante la noche para comunicarles nuestra decisión lo antes posible–. Y sin decir más, se retiraron a sus habitaciones. ̶ Sí, doctor –murmuró el Sr. Teneb al teléfono ̶ . Veo mucho mejor a Luis y en cuanto a Alberto cada día mejora más. Los instructores que tienen están satisfe61
chos de la forma en que van reaccionando los dos. Ya leen y escriben, y las matemáticas y la música son su pasión. Comprendo que para mis hijos es un logro cualquier avance. Sin embargo, quería comentarle que ayer en la noche me impresionaron. Elaboraron un cuento que parecía venir de la imaginación más febril de un escritor, era un cuento interesantísimo y muy bien realizado en donde ellos eran viajeros en el tiempo y asistían a diferentes épocas de nuestra historia. Realmente fue asombroso escucharlos, parecía todo realidad, tanto, que nosotros mismos, si no fuera porque los conocemos perfectamente, lo hubiéramos creído. »Sí, muchas gracias por su apoyo, doctor, seguiremos en contacto –finalizó el señor Teneb. Para un padre como él cualquier avance que surgiera en la vida de sus dos gemelos idénticos era motivo de felicidad. Los adoraba y cualquier pequeño progreso en sus vidas era, también para él, un triunfo. Hacía varios años que luchaba con la enfermedad de los dos jóvenes, enfermedad que mejora pero no se erradica. Los doctores habían dado su veredicto: los gemelos eran autistas. Éste, es un trastorno caracterizado por graves déficits de desarrollo permanente y profundo. Afectando la socialización, la comunicación, la planificación y reciprocidad emocional, y evidencia conductas repetitivas o inusuales. Las personas con autismo pueden ser extremadamente sensibles en cuanto a la vista, el oído, el tacto, el olfato o el gusto; pueden negarse a vestir ropa que, por ejemplo, «les da picazón», y se angustian si se les obliga a usarla. Pueden experimentar un agobio inusual cuando les cambian las rutinas y se desesperan. Suelen efectuar movimientos corporales repetitivos y mostrar apegos inusuales a objetos, entre otras cosas. Sí, eran ángeles en la tierra. Seres que venían en ayuda de los demás enseñándoles a su paso lo que es la bondad, la paciencia, la caridad y el verdadero amor 62
al prójimo; y aunque para muchas otras familias tal vez serían un pesar, para el señor Teneb y la abuela María eran motivo de felicidad. Siempre preocupados por la salud de aquellos jóvenes vivían el día a día. Administrándoles los medicamentos indispensables y haciéndoles la vida lo más grata posible. Para el señor Teneb y la abuela eran su vida y los amaban entrañablemente. Pero lo que ambos no entendían, era que para Luis y Alberto no importaban las apariencias, ni lo que los médicos dijeran o lo que las pruebas de laboratorios indicaran, porque la realidad era que ellos, en otro lado del universo, en otro mundo paralelo, estaban sanos y eran no sólo las personas más felices de este planeta, sino del universo entero. El Sr. Teneb y la abuela María estaban exhaustos y estresados, debido a la conversación que habían tenido con Luis y Alberto. Aquella plática les había tomado por sorpresa, los jóvenes se escuchaban tan coherentes, tan confiados y seguros de sí mismos que era casi imposible para otros que no fueran ellos mismos, saber que todo eso no era más que una quimera. Todo aquel diálogo sobre ir a otro tiempo, a otra época tan remota como la de los antiguos mayas, realmente era una idea descabellada. Lo que aún no sacaba de asombro a la abuela María, era aquella decidida mirada, la alegría en sus rostros, el empeño por hacerlos creer un sueño imposible. La abuela a veces se preguntaba qué era lo que los había hecho suponer tantas incoherencias, qué era lo que había detonado aquel sentir. Tal vez habían leído algo sobre aquella antigua civilización y tanto interés había surgido, que aquel ensueño se había revelado como verdad en sus mentes. Se veían fascinados en todo lo referente al tema, al punto de hacerlos dudar, inclusive a ella y a su hijo, el Sr. Teneb. Mientras tanto, Luis y Alberto no entendían por qué aún no obtenían la respuesta de sus familiares. Varios días habían pasado y aún no sabían cuál sería la decisión a tomar sobre el viaje a Palenque. 63
̶ Luis, aún no nos han contestado mi papá y mi abuela sobre ir a vivir a la aldea. No entiendo por qué tardan tanto en darnos la respuesta. Yo no quiero permanecer mucho tiempo aquí, Ixkik´ está esperandome –decía molesto Alberto. ̶ Te entiendo, hermano, pero también piensa que es muy difícil para ellos tomar esta decisión. Si deciden ir con nosotros jamás podrán regresar. Es un viaje de ida únicamente. Seguramente están despidiéndose de sus vidas como las conocen hoy en día, además de estar pensando cual utensilio podrían llevar para hacer más llevadera su existencia allá –contestó Luis. Una de las cosas que los gemelos les habían explicado a su padre y abuela, era que ellos jamás volverían a regresar, era un viaje sólo de ida. Sólo una vez en la vida, tendrían la oportunidad de abrir una puerta interdimensional y transportar a través de la misma a otras personas que no fueran ellos mismos, por lo cual, tendrían que ser muy cuidadosos. Otra indicación que les fue dada es que cada uno podría traspasar el umbral únicamente con un objeto, aquel que más quisieran o el que más falta les hiciera en el «futuro». El nuevo domingo hizo su arribo, las espesas tinieblas nocturnas habían dado paso a la brillante luz del día. Este día era especial para la abuela María ya que irían a visitar el Museo Nacional de Antropología. La abuela y el padre deseaban acercar a Luis y a Alberto a la civilización que ellos tanto admiraban. Los llevarían a una de las salas más completas que existían sobre los mayas, en donde podrían ver diferentes artefactos y conocer más a fondo la vida en una aldea de aquellos tiempos. En cambio, los jóvenes no entendían lo que se proponían su padre y su abuela, para ellos aquello era justo lo que no necesitaban puesto que ellos vivían con los mayas. ̶ Luis, no entiendo por qué mi abuela y mi papá desean llevarnos al Museo de Antropología e Historia a 64
ver la sala en donde está reflejada la vida diaria de una tribu maya. Supongo que desean tomar de muestra el recinto existente en el museo y darse una idea de la vida que imperaba en aquella época. Quizá lo que quieren saber es si ellos están aptos para vivir ahí antes de traspasar la puerta dimensional e irse para siempre con nosotros, ¿no crees? –dijo Alberto pensativo. ̶ Sí, supongo que esa es la idea. Sigamos sus indicaciones para ver si logran hacerse al ánimo y nos vamos pronto a donde se encuentra nuestro verdadero hogar –contestó meditando Luis. Después de su diario ritual los cuatro cerraron la puerta del pequeño departamento para dirigirse presurosamente al museo. Ese día sería uno fabuloso, todo estaba aspectado para que así sucediese. Al llegar al museo, el señor Teneb y la abuela María estaban felices, al entrar pidieron los servicios de un guía especializado en cultura maya que pudiera describirles las piezas que observarían y sin perder tiempo se dirigieron a una de las salas. ̶ Pasen por aquí y sigan mis instrucciones, por favor –dijo sonriendo el guía. El lugar era inmenso y había muchos artefactos por descubrir, por lo que el guía empezó su explicación de inmediato leyendo su folleto. ̶ «Una de las diversas culturas que configuraron el mosaico de la antigua Mesoamérica fue la maya. Ubicada en un enorme territorio que comprende los actuales estados de Chiapas, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo, en México; y los países de Guatemala, Belice, Honduras y parte de El Salvador. Esta cultura logró desarrollar un complejo sistema de escritura, un calendario preciso y elaboró algunas de las más exquisitas expresiones artísticas de nuestro pasado prehispánico. Uno de los aspectos importantes de este pueblo fue el desarrollo de un complejo sistema de organización social, reflejado en su cultura material, como observamos en varias de las piezas de esta sala. 65
Una parte significativa de las manifestaciones artísticas que se plasmaron en monumentos esculpidos, tuvieron como propósito la propaganda política. En estelas, dinteles, vasijas y otros monumentos, los gobernantes fueron retratados practicando rituales, ejecutando bailes, o bien, como guerreros sometiendo enemigos, y manifestando su poder real mediante atuendos sumamente elaborados que incluían tocados de plumas, barras ceremoniales, cetros en forma de dioses y joyas. »Aquí les mostraré unos bajorrelieves hechos en jade de los dioses gemelos Hunahpú₂₂ e Ixbalanqué₂₃, dioses que se mencionan en el libro sagrado de los mayas: el Popol Vuh₂₄. Cabe aclarar que los mayas consideraban el nacimiento de gemelos como un augurio religioso que recaería sobre los nacidos, convirtiéndoles en héroes o villanos, por lo que en ocasiones se solía sacrificar a uno de los hermanos para no tener sobresaltos más adelante. »Las proezas de los gemelos Hunahpú e Ixbalanqué los elevaron a una categoría divina convirtiéndose en el Sol y la Luna, desde donde continuaban iluminando a la Humanidad, según decían los mayas.» Aproxímense, por favor, para que puedan apreciar más de cerca tan inusitados grabados» ̶ continuó diciendo el guía. Al acercarse a ver los bajorrelieves en donde estaban las figuras de los gemelos Hunahpú e Ixbalanqué, la abuela María las observó detenidamente llenándose de angustia y confusión. Un grito se escuchó en el recinto y las manos treparon hacia los labios para tratar de sofocar aquel chillido. «No es posible, ¡esto no puede ser! Cómo es posible que las figuras esculpidas en este jade sean iguales, como dos gotas de agua, a mis nietos Luis y Alberto» ̶ se decía temblorosa a si misma sin lograr comprender. Seguramente su mente estresada le estaba haciendo una mala jugada por lo que llamó a su hijo, el señor Teneb, para que observara la pieza con mayor detenimiento. 66
̶ Esto es extraño, mamá. El parecido es realmente extraordinario pero no podemos dejarnos guiar únicamente por esta pieza. Te sugiero seguir adelante sin tomar en cuenta este detalle, ¿Te parece? –contestó con aire flemático el Sr. Teneb. El guía nuevamente llamó su atención hacia otra de las varias piezas en el recinto. ̶ Por favor acérquense a ver este otro bajorrelieve en donde se puede apreciar a uno de los dioses gemelos con la que parece ser su musa. Deseo hacerles notar que en la parte de abajo de la pieza se encuentran las huellas dactilares de aquel artesano que la talló –agregó el guía. Al acercarse a la pieza nuevamente la garganta de la abuela María lanzó otro chillido. ¡La figura en ese bajorrelieve era Alberto y la huella no era más que la manía que éste tenía de poner sus dedos en todo cuanto tocaba! Con las piernas temblorosas llamó de nuevo a su hijo, el señor Teneb, para que observase aquel otro descubrimiento. ̶ ¡Es verdad! No sé qué decir, es idéntico a Alberto pero aún no creo que todo ese cuento sea posible. Realmente no puedo explicarlo, madre. Esto es muy extraño pero aún no me convence –dijo moviendo la cabeza de un lado a otro desconcertado y sin poder entender de lo que estaba sucediendo. ̶ Por favor, señores. Deseo llamar su atención a estos vasos ̶ continuó leyendo el guía ̶ . «La readquisición por parte de la Merrin Gallery de un notable par de vasos con decoraciones en relieve, ha alentado el pronto inicio de una investigación sobre la relación entre los mayas y los pueblos de Veracruz. Aunque estas vasijas son de un tipo que representa la quinta esencia de la alfarería de Veracruz en su más espléndida expresión, el tipo, hasta el momento, sólo ha sido escasamente examinado. El estudio de los motivos que exhiben estos dos vasos en particular mostrará que las dos culturas compartieron una iconografía común, y que los dioses gemelos Hunahpú e Ixbalanqué jugaron un 67
papel importante en el rico sistema de creencias pancultural de la Mesoamérica prehispánica» ̶ terminó su lectura el guía. La abuela María ya no sabía si acercarse a los vasos o correr hacia la salida, eran tantas las emociones, que esperaba que su sensible corazón resistiera. Con temor y pausadamente, se acercó a ver las imágenes contenidas en aquellos antiquísimos vasos. Despacio y con arritmia en los latidos de su corazón, agachó la mirada. –¡No!– gritó espantada, tambaleando y a punto de desmayarse haciendo que su hijo, el señor Teneb, se aproximara rápidamente a sostenerla. Ya no había duda, sus nietos eran los dioses gemelos que coronaban tan impresionantes vasijas. Nada había que hacer sino aceptar los hechos, Luis y Alberto decían la verdad. Ellos eran los eternos viajeros, sin tiempo ni espacio, los dioses Hunahpú e Ixbalanqué de los que tanto hablaban las leyendas mayas y los invitaban a ella y a su hijo a compartir su mundo y aventuras en Palenque. ̶ Sí, ya no me queda la menor duda, madre, esas figuras en los vasos son mis hijos. Creo que ya han sido demasiadas coincidencias como para pasarlas por alto. Los bajorrelieves son como un reflejo en el espejo de sus rostros, las huellas dactilares coinciden perfectamente con las de Alberto, las imágenes de los vasos son como una fotografía de antaño de ellos ̶ aceptó al fin. ̶ Mis hijos han dicho la verdad y jamás dudaré nuevamente de ellos. Pese a las apariencias, la verdad siempre prevalece. Tal vez su enfermedad sólo sea un espejismo y en otro tiempo y lugar sean ellos quienes nos indiquen el camino. El cuerpo no es la esencia del ser humano, el espíritu es lo que cuenta, la liberación del cuerpo es el nacimiento del ser perfecto. Vamos, madre, vayamos a decirles que aceptamos su oferta –dijo admitiendo los hechos y sonriendo el señor Teneb. Los jóvenes que habían estado todo este tiempo callados y observando desde lejos ahora se hicieron 68
presentes. Risueños, joviales, honestos y buenos mozos se abrazaron a su padre y abuela al escuchar que éstos aceptaban acompañarlos a Palenque; ya no habría nada que los detuviera, pronto estarían de regreso todos juntos en su amado pueblo, para no abandonarlo jamás. Mucho ánimo y preparativos dieron inicio al día siguiente. Se levantaron llenos de felicidad y con nuevos bríos, la abuela y el señor Teneb tendrían que analizar bien lo que harían a partir de ese momento puesto que jamás regresarían a esta época. Recordaron lo que una vez les dijeron Luis y Alberto: «Jamás volverán a regresar, es un viaje sólo de ida. Cada uno de nosotros podrá traspasar el umbral únicamente con un objeto, el objeto que más quieran o el que más falta les haga en su nueva vida». «¿Qué llevaré? ¿Qué necesitaré cuando ya no exista nada de lo conocido y no pueda hacer uso de la tecnología como ahora la conozco?» ̶ pensaba una y otra vez el señor Teneb. La abuela, por su parte, sabía bien qué llevaría. Para ella no había absolutamente nada material que importara. Ya había vivido lo sufíciente para entender que los objetos nada interesan, es el libre albedrio lo importante, el que se despliega ante nuestros ojos como una tabla de ajedrez, dándonos múltiples posibilidades para escoger nuestro camino. Es el desear, pensar y razonar lo que deseamos y darle seguimiento con una mente positiva, lo que nos hace triunfar en nuestras empresas. Es el pensar del triunfador el que nos hace triunfadores. Sin embargo, algo si llevaría: su extraordinario libro de cocina para preparar sus deliciosos platillos. Aquel contenía notables recetas y le serviría para hacer más agradable la vida de todo aquel que deseara probar sus guisos. Tal vez cuando surgiera algún infortunio, con un suculento platillo, podría levantar el ánimo; o en alguna tertulia podría contribuir con un 69
delicioso manjar. Y, si los mayas se lo permitieran, les enseñaría a preparar ¡sus deliciosas tortillas de maíz! Por fin el señor Teneb decidió qué objeto lo acompañaría. Lo pensó bastante, ya que le harían falta todos sus artefactos tecnológicos pero, a donde iba, jamás le servirían. Así que decidió llevar su navaja suiza, aquella que contenía todas las herramientas necesarias para la supervivencia; de esa forma podría ayudarse a construir o desarmar lo necesario. Su navaja de bolsillo contenía una infinidad de utensilios para llevar a cabo innumerables acciones, y todo estaba bien empacado en un solo artículo. No cabía duda, esa navaja de última generación le ayudaría a solucionar cualquier emergencia. Un día más para seguir con su eterno y último ritual matutino. Después de disfrutar del fuego de su estufa con encendido instantáneo, de su exquisito baño de regadera, de su electricidad viendo la televisión, y de la tecnología adquirida a través de los siglos; cada miembro de la familia estuvo dispuesto a emprender aquel sueño. Un sueño que sería verdadero para todo aquel que cree. Los cuatro se reunieron en la pequeña sala para despedirse de su vida actual, Luis y Alberto llevaban su inmenso y amado libro Z’tsikbal; la abuela María, el deleite culinario encerrado en su recetario de cocina; y el señor Teneb, su incomparable navaja suiza. Con la mirada amorosa los chicos repasaron por última ocasión su pequeño departamento, aquel en el que quedaría para siempre grabada su juventud y niñez. Entonces, unieron sus mentes y levantaron los brazos al unísono. Una cálida y hermosa luz se abrió para ellos inundando la sala con toda intensidad. El padre y la abuela no podían creer lo que ante ellos se presentaba como el brillante sendero de un cuento de hadas. Aquellas dudas antes presentes, se disiparon como la niebla ante los rayos del sol. Sólo faltaba dar 70
un paso y atravesar el umbral, aquel que antes estaba empa帽ado por las creencias err贸neas, por la falsa mentalidad humana; dejando a un lado la verdad y perfecci贸n del ser. Los cuatro se tomaron las manos y, dando un paso al frente, desaparecieron para nunca m谩s volver.
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LOS MAYAS Fueron una civilización poderosa y una de las más brillantes conocidas del área mesoamericana. Sus monumentos más impresionantes son las pirámides que construyeron junto a los palacios de sus gobernantes. Dominaban un lenguaje escrito, un calendario perfecto, las pinturas murales, la cerámica, catalogada como una de las más variadas y finas del mundo antiguo; eran hábiles arquitectos, arriesgados comerciantes y talentosos artistas. En sus leyendas se dice que existió una mujer a la cual llamaron Ixmucané₂₅, abuela diosa del maíz. En el Popol Vuh, se narran las aventuras legendarias de los dioses gemelos Hunahpú e Ixbalanqué. También relatan los ancestros, que vino un hombre barbado y blanco llamado Quetzalcóatl26 y que fue el que los instruyó; estas enseñanzas quedaron recogidas en ciertos documentos o códices, transmitidas por tradición
oral y puestas por escrito por los primeros cronistas españoles. Pero, me pregunto: ¿No serán Luis, Alberto, la abuela María y el señor Teneb, que van dejando sus huellas a través de la historia?
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GLOSARIO El nombre de este libro, Z’tsikbal, está compuesto por la inicial de mi nombre y el vocablo maya «tsikbal», cuyo significado es: cuento, conversación o plática. 1. Registros Akásicos o Registros Akáshicos: En la tradición esotérica, son una especie de memoria de todo lo que ha acontecido desde el inicio de los tiempos y que estaría registrada en el éter. Allí se almacenaría todo lo que ha acontecido desde el inicio de los tiempos y todos los conocimientos del universo. 2. Pakal II: Gobernante maya de B'aakal, cuya sede era Lakam-Ha', ahora conocida como la zona arqueológica de Palenque, ubicada en el norte del estado mexicano de Chiapas. El 19 de marzo de 626, a la edad de veintitrés años, Pakal se casó con Tzakbu Ajaw, conocida en la historia como la Reina Roja.
3. Palenque: Ciudad maya que se encuentra ubicada en el estado mexicano de Chiapas. 4. Tzakbu Ajaw: Nombre verdadero de la Reina Roja de Palenque, Chiapas, México. 5. Kub: Vestimenta maya (mujer). La vestimenta constaba de dos partes: Para tapar sus hombros y cubrir el busto usaban una especie de camisa larga o vestido, sin formas ni pliegues (kub). Esta camisa llevaba una especie de cuello bordado con flores y colores alegres formando un amplio escote cuadrado que descubría parte del pecho y a los lados exhibía dos pequeñas aberturas para sacar los brazos, que quedaban descubiertos. Una larga enagua blanca de algodón, tipo falda, ajustada a la cintura, que caía hasta los pies (fustán). La prenda, llamada kub por los mayas, es el hoy conocido «huipil» o «hipil», nombre que viene del mexicano uipilli, (túnica) que usaban los indios aztecas. 6. Píixan: Vocablo maya que significa Alma libre, Espíritu libre. 7. Ul: Atole en maya, aunque en algunos glifos encontrados en vajillas cerámicas utilizadas para tomarlo, ha sido descifrada la palabra sakha o zaca. El atole, conocido también como atol en algunas regiones, es una bebida de origen prehispánico consumida principalmente en Costa Rica, México, Guatemala, Honduras y otros países de Centroamérica. En su forma original, es una cocción dulce de maíz en agua, en proporciones tales que, al final de la cocción, tenga una moderada viscosidad y que se sirve lo más caliente posible. 8. Patí: Vestimenta maya (varón). 76
La vestimenta del hombre maya común, adornado siempre con colores y bordados dando un toque de alegría y color a sus prendas, consistía en una camisa larga y volante de tela de algodón blanca o de color crudo, que dejaba el pecho descubierto; un calzón especial que llamaban «patí» y que les llegaba hasta media pierna, sin abertura delantera (bragueta); pero con dos aberturas laterales en ambas caderas, ciñéndose el calzón con cintas del mismo material. Completaban esta vestimenta unas sandalias características de cuero de res o de venado, sujetas a los tobillos con cordeles de fibra de henequén, pasándose una cuerda entre el dedo mayor del pie y el siguiente. 9. Pul yah: Era identificado como un «Brujo hechicero» cuya principal habilidad era o es la de ahuyentar los «malos vientos» o espíritus mediante ritos que incluían animales e ídolos de barro. 10. Zaztún: «Piedra de luz» o «esfera de adivinación», constituye un cristal imprescindible en la iniciación y desarrollo de los h’men. Únicamente podrá encontrarla aquel que posea el «don», y sólo él podrá evocar imágenes en esta esfera que le ha sido enviada para «dar servicio». 11. Chocol: El cacao ya era cultivado por los mayas hace más de 2,500 años. El nombre «cacao», deriva de la palabra náhuatl cacahoatl o cacahuatl, que significa «jugo amargo», y «chocolate», a su vez, lo hace de la palabra maya «chocol», caliente, y del náhuatl «atl», agua, respectivamente. Los aztecas aprendieron de los mayas el cultivo y el uso del cacao. Llamaban cacahuatl al cacao y xocolatl a la bebida aromática que se obtenía de sus frutos. 12. Ahaw Te´: Vocablo en maya que significa hombre árbol. 77
13. H’men: Terapeuta maya cuyas funciones rebasan las concernientes a la atención médica, pues es también procurador de las ceremonias y rituales que atañen a la etnia, particularmente los relacionados con actividades agrícolas. Para ser consagrado, el h'men no necesita pruebas y ceremonias especiales; su iniciación y aprendizaje se dan al lado de otro h'men experimentado, por lo común un familiar, del que es ayudante. Se dice que una vez que ha madurado y completado su entrenamiento, le es enviada por los protectores de los pueblos o los dueños del monte, una piedra o esfera de adivinación llamada zastún o xunan, para evocar imágenes que resultan fundamentales en diagnósticos y tratamientos. 14. Sacbe´ob: Camino Blanco. Eran caminos elevados cubiertos por estuco blanco o cal de entre 4 y 20 m de ancho y hasta 300 km de largo. Generalmente conectaban plazas y templos o grupos estructurales dentro de las ciudades mayas pero otros conectaban a las ciudades entre sí. 15. Hunab-Kú: Significa «Un solo dios». Dios creador. Era el principal dios maya, creador del mundo y de la humanidad a partir del maíz. Hunab-Kú es el padre y el señor de todos los dioses y el dios principal en el universo maya. En él se conjugan el aspecto masculino y femenino de la naturaleza, permitiendo una deidad creadora que, según el mito, tres veces dio origen al mundo: habitado en primera instancia por genios, a la postre por una especie siniestra llamada dzolob, y finalmente por los mayas. 16. Pok ta pok: Vocablo en maya. Juego de pelota prehispánico que se jugaba con una pelota de caucho. Fue un deporte con connotaciones ri78
tuales, jugado por los pueblos precolombinos de Mesoamérica; se practicaba tanto en la vida cotidiana como en celebraciones religiosas. Los jugadores golpeaban la pelota con las caderas. 17. Ixchel: En la mitología maya, Ixchel era diosa del amor, de la gestación, de los trabajos textiles, de la luna y la medicina. 18. Yum Kax: Dios benévolo. Asociado a la vida, la prosperidad y la abundancia. Era el dios del maíz y por lo tanto también de la agricultura. Se lo representaba como a un joven con una mazorca de maíz cubierta de hojas sobre la cabeza. Este dios estaba siempre ocupado en gran variedad de tareas y tenía muchos enemigos. Su destino estaba sujeto a los dioses de la lluvia, del viento, de la sequía, del hambre y de la muerte. 19. Chac o Chaac: Dios de la lluvia y también de la fertilidad. Era un dios universal de gran relevancia. 20. Sahalob: Vocablo maya que significa noble, nobleza, alcurnia. Los nobles se llamaron sahalob en plural y sahal en singular. 21. Kukulcán: Nombre en maya que se puede traducir como serpiente de plumas. Divinidad cuyo culto es uno de los más relevantes en Mesoamérica y está relacionada con el viento, el agua y Venus. 22. Hunahpú: Hermano gemelo de Ixbalanqué Dios gemelo en el libro sagrado de los mayas: el Popol Vuh. Hunahpú junto a su hermano gemelo Ixbalanqué se enfrentaron a los dioses malignos de xibalbá. 79
Hunahpú e Ixbalanqué se convirtieron en deidades: en el Sol y en la Luna. 23. Ixbalanqué: Hermano gemelo de Hunahpú. Dios gemelo en el libro sagrado de los mayas: el Popol Vuh. Hunahpú e Ixbalanqué se convirtieron en deidades: en el Sol y en la Luna. 24. Popol Vuh o Libro del Consejo: Recopila parte de la sabiduría y tradiciones de la cultura maya. Es una conjunción de religión, mitología, historia, astrología, costumbres y leyendas que relata el origen del mundo, la civilización y los diversos fenómenos que ocurren en la naturaleza. 25. Ixmucané: Abuela diosa del maíz. Personaje mitológico perteneciente a la cultura Maya-Quiché. Aparece en el Popol Vuh como la «Abuela diosa del maíz», encargada de moler éste y hacer la masa que sería la consistencia para crear a los hombres de maíz. 26. Quetzalcoátl: Según la leyenda, Quetzalcoátl llegó a la zona Maya (sureste del actual México), donde fue reconocido como un gran jefe guerrero, fundó la liga de Mayapán y conquistó la ciudad de Chichen Itzá lugar en que fue conocido bajo el nombre de Kukulcán (k'u uk'um y kaan, «pluma y serpiente»), y donde se encuentra el templo que lleva su nombre.
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ÍNDICE CAPÍTULO CAPÍTULO CAPÍTULO CAPÍTULO
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7 25 55 59
LOS MAYAS
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GLOSARIO
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