![](https://assets.isu.pub/document-structure/220924180323-67b4a29a72d75a8f1551a3b6e521db17/v1/e91ee342d2e9cf5ce36508d882ff50e5.jpeg?width=720&quality=85%2C50)
21 minute read
QUÉ PUEDE LLEVAR A UN PUEBLO A OCULTARSE BAJO TIERRA?
from ZANDYREPORTAJES 6
by Zandy Benet
TÓMATE TU TIEMPO PARA LEER ESTE REPORTAJE. ES LARGO PERO TIENE MUCHO PARA ANALIZARSE. ¿QUÉ SABES DE DERINKUYU? ¿DE LOS HOPI O DE LOS HOMBRES HORMIGA? ESPERO QUE DISFRUTES DE ESTE REPORTAJE.
Advertisement
Entre el Mar Negro, al norte, y los Montes Tauro, al sur, se encuentra la región de Capadocia, en el centro de Turquía. Esta zona, de 50 kilómetros cuadrados, es considerada como un ‘paisaje lunar’, por sus características geológicas únicas en el planeta. En 1963, durante unas obras en una casa, al derribar una pared de una habitación, el dueño descubrió que detrás se encontraba una misteriosa habitación que nunca había visto. Esa habitación le condujo a otra estancia, y ésta a otra más, y así sucesivamente. Esta persona, sin pretenderlo, había descubierto la ciudad subterránea de Derinkuyu, nombre que significa ‘pozo profundo’. Este laberinto subterráneo, tiene 85 metros de profundidad y miles de años de antigüedad. Consta de doce pisos hacia el interior de la tierra, con cincuenta y tres conductos principales de ventilación, y más de quince mil micro conductos que proporcionaban aire a cada rincón de la ciudad sumergida; toda una obra de ingeniería. Las estancias interiores, además de utilizarse como viviendas, también se utilizaban como centros religiosos y de culto, establos, almacenes, comedores, cocinas, prensas para el vino, bodegas e incluso como cemente-
rio. Se calcula que estas instalaciones eran suficientes para dar refugio a más de treinta mil personas. Una auténtica ciudad bajo tierra. El laberinto cuenta con tres puntos estratégicamente seleccionados, cuyo acceso podía ser bloqueado desplazando las rocas adyacentes, impidiendo así la entrada de visitantes no deseados, ladrones, saqueadores o enemigos. Esas rocas, eran una pieza circular, como una rueda enorme, que sólo podía ser empujada desde un lado. Y me pregunto: ¿Qué llevó a un pueblo, a realizar semejante obra de ingeniería bajo tierra? ¿De qué o quién querían protegerse? Diferentes historiadores dicen que pudo servir de refugio a los frigios, alrededor del el año 800 a.C., pueblo de la Edad de Bronce, emparentado con los Troyanos. Otros, aseguran que fue el refugio del pueblo hitita, por el año 1.200 a.C. Es evidente que no saben realmente quién lo construyó, ni por qué motivo, ni para qué fin. Para los expertos, es difícil asignar una época concreta, ya que el método de datación por Carbono-14, sólo es aplicable a muestras orgánicas, que son las que pueden fijar en un momento dado los isótopos de la atmósfera. Este sistema de datación es imposible de usar en muestras de roca. Así que, ¿en qué época se construyó Derinkuyu? ¿Y por qué? Dentro de la ciudad sumergida, una de las características más visibles, es que las estancias y la altura de cada piso estaban construidas para personas de una estatura elevada, mucho más alta que la media del pueblo frigio e hitita. Este dato concuerda con todos los textos, dibujos, sellos, relieves y diferentes representaciones que hablan de los dioses del cielo, como seres gigantes de conocimientos muy avanzados y que venían de las estrellas.
Capadocia formaba parte de la antigua Persia, región dominada por una religión llamada zoroastrismo, religión y filosofía basada en las enseñanzas del profeta Zoroastro, más conocido como Zaratustra, y que reconoce como divinidad a Ahura Mazda, considerado por Zoroastro como el único creador de todo. Mazda significa ‘Sabiduría’, y Ahura significa “Ser Alto’, así que, Ahura Mazda, era ‘un Ser Alto de gran Sabiduría’. Hay que tener en cuenta que estos nombres, tanto el de Ahura Mazda, como el de otros dioses o
seres que bajaron de los cielos, siempre se corresponde con aquello que las personas de la Tierra veían. Ellos no sabían quiénes eran, ni comprendían seguramente su lenguaje, así que los denominaban con sus rasgos físicos, y por aquello en lo que destacaban. No es ninguna casualidad que, todos esos dioses, tengan apelativos como ‘inteligentes’, ‘poderosos’, ‘gigantes’, ‘de piel blanca’, ‘sabios’, ‘de grandes conocimientos’, ‘venidos de las estrellas’, etc. El Zoroastrismo era una filosofía de pensamiento, que se basaba en la oposición de las fuerzas del bien y del mal. Tanto el hinduismo como el judeo-cristianismo están muy influenciados por esta religión tan antigua.
En el segundo capítulo del libro sagrado zoroástrico, el Avesta, Ahura Mazda salva a la humanidad de un desastre natural mundial parecido al diluvio de Noé, del Antiguo Testamento. Ahura Mazda, dio a uno de sus profetas instrucciones para construir un refugio muy parecido a Derinkuyu, y empezó a construir la ciudad para dar refugio a personas y animales, pero no de un diluvio ni una inundación, sino de una glaciación, llamado por el Avesta, el ‘infierno maligno’. Los climatólogos, datan la última Edad de Hielo iniciando hace 18.000 años, y terminando en el año 10.000 a.C. Según los textos zoroástricos antiguos, Ahura Mazda se elevó a los cielos en su carruaje divino y declaró la guerra a su mayor enemigo, Angra Mainyu, el demonio de la destrucción. ¿Se ocultaban estas personas de un enemigo venido de los cielos, con tan grandes poderes de destrucción, que su única salvación era permanecer ocultas bajo tierra sin ser vistos?
Ahora, utilicemos sólo la lógica y la razón. Si un pueblo de la antigüedad, sea el que sea, quería refugiarse o defenderse de peligros externos como de enemigos, ladrones, etc., lo más lógico era crear una ciudad fortaleza con su foso, murallas y torres de vigilancia; con fuertes muros, difíciles de derribar y que fueran lo suficientemente altos para dificultar que se les saltara; además de la fabricación de armas, etc. Ahora bien, ¿qué puede llevar a un pueblo a ocultarse bajo tierra?, ¿a crear una auténtica ciudad, una obra de ingeniería tan avanzada para la época?
Obviamente, querían pasar desapercibidos de algo o de alguien, no defenderse como nos imaginamos que lo haría un pueblo de hace miles de años, sino resguardarse en silencio, sin armas, con la esperanza de que no fueran detectados, porque si lo eran, tanto la ciudad como ellos estaban muertos, sin defensa alguna. Pensemos en los animales que tienen sus madrigueras bajo tierra. En ellas están bien ocultos, pasan desapercibidos, pero una vez que éstas son localizadas, el animal que habita dentro está a merced del intruso, y más si ese enemigo es mucho más fuerte y poderoso o dispone de más armas, naturales o artificiales. Si los enemigos del pueblo que allí se refugió, hallasen los conductos de ventilación, con taparlos asfixiarían a todos los habitantes de la ciudad sumergida. Los departamentos de inteligencia y defensa de todos los ejércitos afirman que una cueva, una vez encontrada, es altamente vulnerable y se convierte en una tumba.
En Arizona, en los Estados Unidos, diferentes tribus indias cuentan que sus comienzos surgieron desde el interior de la Tierra. Entre ellas, los indios hopi cuentan que sus antepasados escaparon de una mortífera ‘tormenta de estrellas’ con la ayuda de los ‘hombres serpiente’, quienes los trasladaron a unos refugios en las profundidades de la tierra. Otra leyenda hopi, habla de los ‘hombres hormiga’, que los protegieron de las ‘tormentas de fuego y hielo’.
Los chamanes cuentan cómo resurgió su pueblo desde el interior de la tierra, guiados por los ‘hombres estrella’, que vinieron del espacio exterior, que eran unos seres de forma humana que disponían de aparatos voladores en forma de escudos. El lugar de donde procedían estos seres, según los hopi, era la constelación de Orión. ¿Es casualidad que, al igual que los moais en la Isla de Pascua, las pirámides de Gizeh, o las Piedras de Karnak o Stonehenge, estén orientadas hacia esta constelación? ¿O es más probable que todas estén orientadas a esta zona del espacio, porque así se les dijo que lo hicieran? La palabra hopi para hormiga es ‘anu’. Y, en el mismo idioma, ‘naki’ quiere decir amigo, así que la palabra ‘anu-naki’, significa ‘los amigos hormiga’. ¿Es casualidad que aparezca esta palabra ‘anunaki’, al igual que los fa-
mosos seres que relata Zecharia Sitchin, en referencia a seres que procedían del planeta ‘X’, cuyo significado era ‘los de sangre real’?
En Mesoamérica, el pueblo maya, que comparte muchas características culturales con los hopi, relata leyendas de hormigas parecidas a hombres que construyeron ciudades de piedra y caminos durante la Primera Creación. Estos seres poseían poderes mágicos y podían emplazar las piedras en las posiciones arquitectónicas apropiadas, silbando, o sea, por medio de la levitación acústica.
En Jicarilla, en Nuevo México, Estados Unidos, existe una reserva de los indios apache, con una comunidad de 2.500 personas, donde el 95% vive en la zona llamada Dulce. Este pueblo apache tiene una historia muy parecida a la de los Indios hopi, y en sus leyendas, cuentan que también surgieron desde el interior de la tierra. En Dulce, se encuentra la mesa de Archuleta, con más de 2.700 metros de altura. Esta región es conocida como «Área 51», también llamada, «Base Dulce». Base Dulce es un área restringida, donde constantemente sobrevuelan objetos no identificados y aviación militar, sobre todo helicópteros Chinook, el helicóptero más versátil para transportar pesados cargamentos y tropas. En la reserva apache de Jicarilla supuestamente no hay nada, sólo tierra árida y un pequeño pueblo inofensivo. ¿Por qué entonces hay tanto despliegue militar y tantos avistamientos de luces y naves extrañas? Bajo la superficie de esta área existe un complejo militar y una red de túneles que conecta con diferentes zonas, como las instalaciones de investigación de Los Álamos. La Base Dulce es conocida como un laboratorio de biogenética -se dice que incluso se hacen vivisecciones, que son disecciones a seres humanos estando con vida, para diferentes estudios-, donde se investiga la manipulación genética y atómica, clonación, el cerebro humano -sobre todo la cuestión de la psique y el poder de la mente para un avanzado control mental-, mutaciones entre diferentes seres y razas, implantes de chips audiovisuales, etc. Si en el Área 51 se investiga potenciar lo material, sobre todo en cuestión de transporte aéreo, en la Base Dulce se investiga potenciar lo orgánico, una raza humana de seres especiales,
un soldado perfecto, que apenas duerma, con la capacidad de comunicarse mentalmente, con gran capacidad visual, auditiva, con resistencia al estrés, a no tener miedos, a seguir las órdenes encomendadas, a sobrevivir a condiciones extremas, a realizar implantes creando ciborgs; todo un alto nivel secreto de investigación, para la creación del soldado perfecto, maquinaria humana tan precisa, que no exista nada durante una guerra que le bloquee para cumplir su misión y ganar guerras en poco espacio de tiempo. En 1947, se construyó una carretera cerca de la base para dar cobertura a una empresa maderera, pero jamás se transportó ningún cargamento de madera, y esa carretera tenía una gran recta que servía como pista de aterrizaje. Veinte años después, en 1967, en el condado de Alamos, en Colorado, una potranca llamada Lady, fue encontrada muerta y con la cabeza descarnada. Al efectuar el examen patológico, el Dr. John Altshuler comprobó que el cerebro, la espina dorsal y el corazón, habían sido retirados con increíble precisión. Pero lo más extraño, era que la sangre había sido vaciada sin manchar su cuerpo ni la tierra alrededor del cadáver. Al examinar las muestras de tejidos en el microscopio, descubrió que la mutilación se hizo con un bisturí cauterizador quirúrgico, una especie de láser, que, a la vez que cortaba, cauterizaba. El láser se descubrió a mediados de los años 60, así que, el aparato que se empleó, con esa potencia, no pudo ser inventado ni construido por el ser humano. No se halló ninguna huella cerca del cuerpo. Las únicas que se encontraron, eran las pisadas de la potranca, que terminaban a unos 30 metros de su cuerpo. El ‘incidente Lady’, fue el primero de muchas más mutilaciones de animales. La gran mayoría de estos casos, seguían un patrón similar:
Casi todas las mutilaciones, se efectuaban a reses de ganado vacuno, el resto fueron a caballos, ovejas y perros. No hay señales de lucha. Incluso en suelos cubiertos de nieve no se encontraron huellas de pisadas alrededor de los cuerpos, ni una gota de sangre. Parece como si los animales hubiesen sido levantados del suelo y luego dejados caer desde el aire.
Se les extirpaba los órganos internos: ojos, oídos, lengua, órganos vitales como el corazón, hígado y pulmones, genitales, etc. Los cuerpos estaban sin sangre, pero no había restos en el suelo. Las incisiones se efectuaron con precisión quirúrgica, y con un aparato, que a la vez que cortaba, cauterizaba la herida. Para poder hacer esto, se necesita una temperatura muy elevada, y que el calor que causara la herida, fuera firme y limpia.
Casualmente, tras cada caso, siempre aparecían los misteriosos helicópteros negros en las inmediaciones; silenciosos y sin ningún número de identificación de los exigidos por las regulaciones federales. En varias ocasiones se vieron helicópteros rociando la zona donde después aparecían los animales mutilados. El investigador Timothy Good, obtuvo un informe secreto del FBI, de 1976, realizado por el agente Gabriel Valdez, quien después de inspeccionar una vaca mutilada, descubrió unas marcas de 40 centímetros que se hundían en el suelo formando un triángulo. Valdez, en su informe, expuso que era posible que el animal fuera capturado por la nave, se lo llevaran y, una vez mutilado y extraída toda la sangre y los órganos, le dejaran nuevamente en el lugar, motivo por el cual, nunca se encontraron huellas de personas ni de otros animales, ni de sangre. Debajo de las huellas se encontró una sustancia aceitosa, la hierba chamuscada y unos niveles de radiación mucho más elevados que los normales.
En la ladera de los Andes de la zona de Ecuador, vivían los shuar, también conocidos como jíbaros, nombre asignado por los españoles durante la época de la conquista. Esta tribu guardaba el secreto de la localización de la Cueva de los Tayos, en la cordillera del Cóndor. ¿Por qué mantenían en secreto la existencia de esta cueva, y cómo se ha llegado a encontrar? Hubo un misionero católico italiano llamado Carlo Crespi Croci, conocido como Padre Crespi, que vivió muchos años en esa zona ayudando a los shuar sin pedir nunca nada a cambio, y los indios shuar, como agradecimiento, le hicieron algunos regalos procedentes de esa cueva. Uno de ellos, consistió en mostrarle la cueva, que él desconocía, y todos sus secretos.
Muchas de las piezas arqueológicas encontradas, están expuestas en el Museo de Carlo Crespi Croci. El húngaro Juan Moricz, la descubrió en 1969, y fue el primero en divulgar al mundo los tesoros que había en las profundidades de la cueva. Según el acta notarial del hallazgo, fechada el 21 de julio de 1969 en Guayaquil, se puede leer: «He descubierto objetos de gran valor cultural e histórico para la humanidad. Los objetos consisten especialmente en láminas metálicas que contienen, probablemente, el resumen de la historia de una civilización extinta, de la cual no tenemos hasta la fecha, el menor indicio. Uno de ellos, fue el hallazgo de gigantescas huellas sobre bloques de piedra, que por sus ángulos rectos y simetría, sugieren un origen artificial. Uno de los regalos que recibió el Padre Crespi, fue una tabla metálica con treinta y seis signos de una escritura que aún no ha sido descifrada. El filólogo hindú Dileep Kumar, analizó los símbolos de la lámina de oro de 52 centímetros de alto por 14 de ancho y 4 de grosor, y concluyó que los ideogramas pertenecían a la clase de escritura brahmi, utilizada en el Período Asokan, de la historia de la India, hace unos 2.300 años. Más tarde, el Dr. Barry Fell, profesor de biología de la Universidad de Harvard, identificó doce signos de la lámina, asociándolos a los signos del zodíaco. El escocés Stanley Hall, reunió una expedición en 1976 para inspeccionar la cueva. En dicha expedición, se encontraba la persona que pisó la luna por primera vez, el astronauta Neil Armstrong. Cuando accedieron a la cueva, Stanley se quedó asombrado por las dimensiones de ésta; con amplias áreas hechas de forma artificial y no por la naturaleza. El jefe de la expedición, responsable en temas geológicos, el Dr. Kelly, admitió no saber decir cómo se hicieron esas gigantescas entradas. La expedición encontró algunos pequeños objetos, como anillos, pero nada que se pareciera a los obsequios que recibió el Padre Crespi. En la extensa entrada, había dinteles y bloques de piedra, y un muro megalítico de 4.50 metros de largo por 2.5 de alto. El espeleólogo Julio Goyen Aguado, sostiene que la expedición fue financiada por la Iglesia Mormona, ya que las planchas metálicas a las que aludía Moricz, recordaban a las planchas de oro que recibió el profeta Joseph Smith de manos del ángel Moroni. Según Joseph Smith, Moroni se le apareció en forma de ángel en
![](https://assets.isu.pub/document-structure/220924180323-67b4a29a72d75a8f1551a3b6e521db17/v1/26f6a0da3e7e28949c57fab3604bc3be.jpeg?width=720&quality=85%2C50)
![](https://assets.isu.pub/document-structure/220924180323-67b4a29a72d75a8f1551a3b6e521db17/v1/eb160708b85b0317d68c71630559d3a2.jpeg?width=720&quality=85%2C50)
1823, para revelarle dónde se encontraban ocultas unas planchas de oro que el propio Smith fue quien las tradujo en el Libro Mormón. Diversas leyendas mormonas, apuntan que los citados registros estarían ocultos actualmente en algún lugar de la cordillera de los Andes. La zona donde se ubica la Cueva de los Tayos, se denomina Morona, nombre muy similar y prácticamente idéntico al del ángel que contactó con Joseph Smith. Se sospecha, que Stanley Hall pertenecía a los Servicios Secretos del
Reino Unido, además de formar parte de la masonería inglesa, muy interesada en encontrar la Biblioteca Metálica, misma que aún no se ha encontrado. Neil Armstrong, que formó parte de la expedición, también es masón. Cuando Armstrong salió de la Cueva de los Tayos, donde permaneció durante tres días, declaró a los medios de comunicación que su visita al mundo subterráneo, había superado su vivencia en la Luna. ¿Qué vio o experimentó allí abajo que pudiera superar ser el primer hombre en la historia de la humanidad en pisar otro cuerpo celeste que no fuera el nuestro?
En la Península de Yucatán, la selva que la puebla está repleta de cavernas profundas llamadas cenotes. En 2007, un arqueólogo llamado Guillermo de Anda, siguiendo los testimonios de los sacerdotes españoles que allí estuvieron en el siglo XVII, que insinuaban la existencia de un templo subterráneo maya, de Anda encontró una cueva muy especial en la localidad de Tahtzibichen. En una de las cavernas descubiertas, los investigadores hallaron una carretera de cemento de 90 metros de largo, una pirámide, restos de huesos, vasijas, utensilios y esculturas. ¿Qué hacía un camino asfaltado y una pirámide bajo tierra? Los mayas, en sus leyendas y creencias, tenían un mundo subterráneo denominado Xibalba. Este mundo intraterrenal es conocido gracias a las descripciones que de él hace el Popol Vuh, el libro sagrado maya, también conocido como «Libro de la Comunidad», El Popol Vuh se refiere a Xibalba, que significa ‘el lugar del miedo’, como el infierno gobernado por los señores de los muertos o del inframundo. ¿Es la cueva hallada por Guillermo de Anda, el Xibalba al que hacían referencia los mayas? Es decir, el infierno maya, no era un lugar imaginario, sino que existía realmente. En el Popol Vuh, se puede leer una descripción de Xibalba, y del camino que hay que recorrer para llegar allí, como un lugar real aquí en la Tierra, a donde se puede ir. «Después descendieron al camino que lleva a Xibalba, de pendientes muy en declive. Habiendo descendido así, llegaron al borde de los ríos encantados de barrancos llamados Barranco Cantante y Barranco Resonante. Pasaron sobre ríos encantados con árboles espinosos; innumerables [eran] los árboles espinosos, pasaron sin hacerse daño. En seguida llegaron al borde del río de la Sangre, [y] allí pasaron sin beber. Llegaron a otro río,
de agua solamente; no habiendo sido vencidos, lo pasaron también. Entonces llegaron allí donde cuatro caminos se cruzaban: allí fueron vencidos, allí donde cuatro caminos se cruzaban. Un camino rojo, un camino negro, un camino blanco, un camino amarillo; cuatro caminos.»
En el Chilam Balam, nombre de varios libros que relatan hechos y circunstancias históricas de la civilización maya, escrito por los Sacerdotes del Jaguar, se narra cómo el ‘camino de las estrellas’ descendió del cielo, y los trece dioses vinieron a la Tierra. Hubo un gobernante maya, llamado Pakal, que gobernó la ciudad de Palenque en el siglo VII. En 1949, el arqueólogo Alberto Ruíz Lhuillier, descubrió la tumba de este gobernante. Ésta, se encontraba en un altar formado por una losa de 3.8 metros de longitud por 2.2 de ancho y 25 centímetros de altura. Su peso se aproximaba a las 5 toneladas. La losa descansaba en un monolito de 6 metros cúbicos, apoyado sobre seis grandes bloques de piedra trabajada, todo ello cubierto de espectaculares relieves. A uno de esos bajorrelieves, después de diferentes estudios y análisis, se le ha denominado el «Astronauta de Palenque». En él se ve claramente que Pakal se encuentra dentro de una especie de nave. La postura es totalmente aerodinámica. El artefacto tiene una cabeza puntiaguda, seguida de unas extrañas aletas estriadas, como si fueran conductos de ventilación. La nave, también aerodinámica -disciplina que desconocían totalmente en la antigüedad-, en la parte trasera termina con una especie de fuego llameante. Parece un cohete espacial o cápsula del tipo Mercury, propulsado por energía iónica o fotónica. Se puede observar a Pakal manejando con sus manos el cuadro de mando, también lleva una especie de casco y el pelo ingrávido, como sucede sólo en el espacio exterior. La punta de la nariz, está en contacto con otra parte de la nave, que bien podría tratarse de un respirador artificial para administrar oxígeno. En 1969, la NASA encontró dieciséis puntos coincidentes entre la nave del astronauta de Palenque, con el módulo de mando de una de sus cápsulas. Los arqueólogos, dicen que la ‘nave’, es una cruz o árbol de la vida. Ellos, interpretan la escena, diciendo que la parte superior se corona con
el típico pájaro quetzal, símbolo del Dios Sol. El tronco está formado por ramas y una serpiente, del que surgen mazorcas antropomorfas, y la parte inferior, junto a las raíces, se encuentra el demonio, el inframundo. Otros investigadores dicen que el Rey, es devorado por los demonios del averno, para después renacer con los rayos del sol de un nuevo día. Todas las personas que han visto este relieve, están más próximas a ver e interpretar la escena como un hombre dentro de una nave, que ver un árbol. Los arqueólogos siempre descartan otras posibilidades e interpretaciones porque sus miras son limitadas, hecho que hace que en muchos aspectos de Egipto y muchas civilizaciones antiguas, sólo encuentren eslabones perdidos; daten los descubrimientos en épocas que no se corresponden e intenten ramificar todo un árbol genealógico que no cuadra; y tengan que crear más y más ramas, hasta hacerlo inconexo, incomprensible y poco creíble.
Si revisáramos paso por paso, toda la estructura de la historia de la civilización, vista por los arqueólogos, la conclusión sería que es imposible lo que dicen. Los mejores astrónomos del mundo, con la tecnología tan avanzada que tenemos, estudiando la posición de las estrellas, los planetas y las constelaciones en los cielos en tiempos remotos, aseguran que las pirámides de Egipto se crearon miles de años antes que las fechas que los arqueólogos dicen. Y resulta, que los expertos en arqueología no saben explicar muchas cosas, permaneciendo en silencio o simplemente obviando aquello que encuentran sin datarlo en un momento preciso de la historia. ¿Por qué? Porque a ellos tampoco les cuadran sus conclusiones, y para que les cuadraran, tendrían que estar dispuestos a considerar otras opciones. Pero resulta que, lo que sí cuadra, son todas las pruebas que tenemos en los textos antiguos, en los libros sagrados de todas las civilizaciones, con leyendas, mitos e historias paralelas, con presencia de dioses venidos de las estrellas, de seres muy avanzados que les enseñaron a construir, a interpretar los cielos, a escribir. Todas esas civilizaciones suponen un salto cuántico de conocimientos increíbles; de permanecer en cuevas salvajes, a construir las ciudades más grandes sobre la faz de la Tierra; de no conocer instrumentos ni utensilios, a poder desplazar ingentes cantidades de pie-
dra, levantarlas y asentarlas de forma perfecta. De repente eran expertos en matemáticas, arquitectura, astronomía; crearon el lenguaje y la escritura; se asentaron en desplazamientos geográficos estratégicos, conociendo las fuerzas que rigen el cosmos y la Tierra, fuerzas invisibles, pero muy poderosas.
Las personas más eruditas e ilustradas convergen en reconocer que es imposible que esas civilizaciones fueran tan avanzadas e hicieran de forma rudimentaria todo lo que crearon sin ayuda externa. Para asegurar esto, se basan en la lógica y en la razón, apoyados por la ciencia, la física y las matemáticas, disciplinas muy exactas.
Algo ocurrió en los cielos para hacer que se ocultaran bajo tierra, construyendo auténticas ciudades subterráneas, para permanecer ocultos, en silencio, ante una gran amenaza capaz de destruir todo un pueblo rápidamente. Una amenaza imposible de rebatir, una amenaza proveniente de los cielos, sin tratarse de meteoritos, ni diluvios, sino de fuerzas desconocidas por nosotros, fuerzas que obligaron a la raza humana, junto con muchos ‘dioses’ y seres de las estrellas, a ocultarse y convertirse en intraterrestres.
![](https://assets.isu.pub/document-structure/220924180323-67b4a29a72d75a8f1551a3b6e521db17/v1/7a1d0494f8304b2649074fc9809da3b9.jpeg?width=720&quality=85%2C50)