El prestigio moral del sindicalismo en España y en el resto de los países occidentales prácticamente se ha extinguido. Los escándalos y la corrupción han hecho mucho en ese sentido: qué decir de los EREs falsos, de los cursos de formación inexistentes, de los despidos internos... Y no lo justifica que las asociaciones de empresarios hayan hecho lo mismo. El sindicalismo primigenio se caracterizó mayoritariamente por su inquebrantable honradez, por tener una postura moral ante la vida; eso, decían, era ser de izquierdas, frente a la degradación moral de los capitalistas que no dudaban en explotar a obreros, mujeres, niños...
Pero también han minado ese prestigio moral la concertación y el abandono del ideal de cambiar radicalmente la marcha de la economía, la política, la sociedad, la cultura.
¿No será esa la causa de la baja afiliación? Para luchar por uno mismo, ¿para qué asociarse? Este sindicalismo mordió la manzana que le ofrecía la sociedad del bienestar y asumió la mentalidad y e