Stefan Zweig se fue de este mundo en febrero de 1942, pero había empezado a morir en mayo de 1933, cuando los jóvenes bárbaros del doctor Goebbels quemaban sus libros en la berlinesa Bebelplatz. Era el preámbulo de la prohibición en Alemania del autor más leído de entreguerras. En 1941, Zweig evocaba «El mundo de ayer», la amarga memoria de un europeo condenado a la condición de apátrida. En veinte años, aquel ciudadano del mundo asistió a la desaparición del imperio austrohúngaro y vio su Viena natal convertida en 1938 en capital de provincias del III Reich. Libros, conferencias, discursos radiados, hoteles... Alejado de sus raíces, con sus colecciones de autógrafos de Napoleón, Beethoven o Goethe en manos de la Gestapo, Zweig ultima su autobiografía, escribe la claustrofóbica «Novela de ajedrez»