Honestidad del Talamo Nupcial

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LA HONESTIDAD DEL TÁLAMO NUPCIAL (Tomado del Capítulo XXXIX de la “Filotea” de San Francisco de Sales) El tálamo nupcial, como dice el Apóstol, ha de ser inmaculado, es decir, ha de estar libre de impureza y de otras fealdades profanas. De esta manera fue instituido, al principio, el matrimonio en el paraíso terrenal, donde jamás, en todo aquel tiempo, hubo el menor desorden de la concupiscencia ni cosa alguna deshonesta. Existe cierta semejanza entre los placeres vergonzosos y los del comer, pues todos ellos pertenecen a la carne, aunque los primeros, por razón de su brutal vehemencia, se llaman simplemente carnales. Explicaré, pues, lo que no puedo decir de unos, por lo que diré de los otros. 1) El comer está ordenado a la conservación de la vida. Ahora bien, así como comer simplemente para nutrirse y conservar la persona es una cosa buena, santa y mandada, así también, en el matrimonio, lo que es necesario para la generación de los hijos y la multiplicación de las personas, es una cosa buena y muy santa, porque es el fin principal de las nupcias. 1


2) Comer, no para conservar la vida, sino para mantener la mutua relación y condescendencia que nos debemos los unos a los otros, es una cosa muy justa y honesta. Igualmente, la recíproca y legítima satisfacción de los esposos, en el santo matrimonio, es llamada por San Pablo “débito” [deuda]; mas débito tan grave, que no quiere que ninguna de las partes se exima de él sin el libre y voluntario consentimiento de la otra, ni siquiera por motivos de prácticas devotas, lo cual me ha obligado a hablar en la forma que lo he hecho, sobre este punto, en el capítulo de la Sagrada Comunión. Mucho menos pues, es lícito eximirse de este deber, por caprichosas pretensiones de virtud o por disgusto o desdén. [eximirse = liberarse de una obligación. Cuando un cónyuge apetece el acto nupcial, el otro cónyuge tiene el deber de complacerlo. Eximirse de este deber es algo ilícito (y cruel)] 3) Así como los que comen por el deber de mutua condescendencia, han de comer con libertad y no como forzados a ello, y, además, han de procurar dar a entender que comen con apetito, de la misma manera el débito nupcial ha de satisfacerse fiel y francamente, como si se tuviese la esperanza de tener hijos, aunque, por 2


alguna causa, esta esperanza hubiese desaparecido. 4) Comer, no por los 2 primeros motivos, sino, simplemente, para complacer el apetito es cosa tolerable, pero no laudable, ya que el simple placer del apetito sensitivo no puede ser un fin suficiente para hacer que sea laudable un acto; basta con que sea tolerable. 5) Comer, no por simple apetito, sino por exceso y desorden, es cosa más o menos vituperable, según que el exceso sea grande o pequeño. 6) Ahora bien, el exceso en el comer no sólo consiste en la cantidad, sino también en la forma y manera cómo se come. Es notable, amada Filotea, que la miel, tan apropiada y tan saludable para las abejas, pueda de todas maneras, perjudicarlas tanto, que llegue a ponerlas enfermas, como ocurre cuando comen demasiado, sobre todo en primavera, porque les produce como cierta disentería, y, a veces, las mata inevitablemente, como cuando quedan cubiertas de miel por delante de su cabeza y en sus aletas. A la verdad, el comercio nupcial, que es tan santo, tan justo, tan recomendable, tan útil a la sociedad, puede empero en algunos casos ser 3


dañoso a los que lo practican; pues, a veces, pone enfermas de pecado venial a las almas, como ocurre con simples excesos, y, en algunas ocasiones, las mata con el pecado mortal, como ocurre cuando es violado y pervertido el orden establecido para la generación de los hijos; y, en este caso, según que alguno se aparte más o menos de este orden, son los pecados más o menos execrables, pero siempre mortales. Porque como quiera que la procreación de los hijos es el fin primario y principal del matrimonio, jamás es lícito apartarse del orden que exige, aunque, por algún motivo, tal procreación no pueda entonces seguirse, como acontece cuando la esterilidad o el embarazo impiden la generación, pues, en estas circunstancias, el comercio corporal no deja de poder ser justo y santo, con tal que sean cumplidas las leyes de la generación, puesto que nunca está permitido que cosa alguna accidental contravenga la ley impuesta por el fin principal del matrimonio. [Los anticonceptivos y la esterilización (SalpingoLigadura, Minilaparotomía y Vasectomía) violan y pervierten el orden establecido para la generación de los hijos. Por lo tanto, el uso de anticonceptivos y la esterilización son pecado mortal]

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Es cierto que la infame y execrable acción que Onán cometió, en su matrimonio, fue detestable delante de Dios, como lo dice el Sagrado Texto, en el capítulo 38:8-10 del Génesis. [Onán hizo el Coitus Interruptus (derramar el semen fuera de la mujer). Esta práctica, también conocida como “onanismo”, viola y pervierte el orden establecido para la generación de los hijos. Por lo tanto, el Coitus Interruptus es pecado mortal. Y como castigo, Dios quitó la vida a Onán] Y aunque algunos herejes de nuestros tiempos, 100 veces más condenables que los Cínicos, de que nos habla San Jerónimo en la epístola a los Efesios, han pretendido que la perversa intención de este malvado fue la que desagradó a Dios, es manifiesto que la Escritura no habla así, sino que concretamente [la Escritura] asegura que la misma cosa cometida fue la que pareció detestable y abominable a los ojos de Dios. 7) Una señal indudable de un espíritu perverso, vil, abyecto e innoble, es pensar en los manjares y en la comida antes de la hora, y todavía más deleitarse, después de comer, con el placer que se ha sentido durante la comida, entreteniéndose en ello con palabras y pensamientos, y revolcando el espíritu en el recuerdo del placer experimentado al tragar 5


los manjares, como lo hacen aquellos que, antes de comer, tienen el ánimo en el asador y, después de comer, en los platos; personas dignas de ser galopines de cocina, que, como dice San Pablo, hacen de su vientre un Dios. [Por el contrario,] Las personas honorables sólo piensan en la mesa cuando se sientan a ella, y, una vez han comido, se lavan las manos y la boca para no sentir más ni el sabor ni el olor de lo que han comido. En esta advertencia consiste la práctica perfecta de la excelente doctrina que San Pablo da a los corintios: «El tiempo es breve; por lo tanto los que tienen esposa vivan como si no la tuviesen». Ya que, según San Gregorio, tiene esposa como si no la tuviese, aquel que, de tal manera recibe los deleites corporales, que no impide con ellos las aspiraciones espirituales: ahora bien, lo que se dice del marido se entiende recíprocamente de la esposa. «Los que usan del mundo - dice el mismo Apóstol - sean como si no usasen de él». Que todos, pues, usen del mundo, cada uno según su vocación, pero de manera que, no esclavizando sus afectos, queden libres y estén prontos para el servicio de Dios, como si no usasen de él. «Este es el gran 6


mal del hombre – dice San Agustín -, querer gozar de las cosas de las cuales solamente ha de usar, y querer usar de aquellas de las cuales solamente ha de gozar». Nosotros hemos de gozar de las cosas espirituales y solamente usar de las corporales, de las cuales, cuando el uso se convierte en gozo, nuestra alma racional se convierte también en alma brutal y bestial. Creo que he dicho todo lo que era menester decir, y que he dado a entender, sin decirlo, lo que no quería decir.

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