Relatos de Vetagrande

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RELATOS DE VETAGRANDE

Raymundo de Lira Quiroz H. Ayuntamiento de Vetagrande, Zac.


Directorio Lic. Teodoro Campos Mireles Profr. David Martinez Ortiz. C. Genaro Martínez Pacheco C. Roque puente Reyes C. Samuel Castillo Reyes Ing. Rosalba Martinez Ortiz C. Ruben Guerreo Robles C. José Manuel Sánchez Domínguez C. Humberto López López C. Ofelia Esparza Sánchez Ing. Juan Manuel Lugo Balderas

Presidente Municipal. Sindico Municipal. Srio. Del H. Ayto. Regidor Regidor Regidor Regidor Regidor Regidor Regidor Regidor

Primera edición 1996. Profesor Raymundo de Lira Quiroz H. ayuntamiento de Vetagrande, Zac. Ediciones culturales Portada Retablo del Templo El Calvario, Vetagrande, Zac. Todos los derechos reservados Impreso en México



Agradecimientos Al. Lic. Teodoro Campos Mireles Presidente Municipal de Vetagrande (1995-1998) Al Instituto Zacatecano de Cultura Al Archivo del Congreso del Estado de Zacatecas Al Centro de investigaciones Hist贸ricas de Zacatecas Al Mtro. Edgar Hurtado y Mtra Mariana Ter谩n, catedr谩ticos de la facultad de Humanidades; por su valiosa orientaci贸n A todos los informantes que han hecho posible este libro.



Dedicatoria A la memoria del Profr. Zenaido Rodríguez R. Por haberme brindado su invaluable apoyo como tutor y como amigo. Recuerdo que al entregarme el nombramiento de Profesor Rural me dijo : “ nada me agradezcas, procura ser buen maestro”. Y aunque no estuve en su lecho de muerte conservo cosas muy importantes, el vasto lote de libros pertenecientes a su biblioteca, que me dejó como herencia.


Prólogo El H. Ayuntamiento de Vetagrande 95-98 retoma la iniciativa del rescate de la historia, las tradiciones y la expresión oral de los habitantes de la tierra de Tenamaxtle; porque las actuales generaciones merecen conocer el origen de su identidad y que las futuras, desde su instrucción primaria, hagan suyo el acervo cultural de 448 años de ser este pueblo. En esta investigación se fusionan dos fuentes culturales: la minería y la religión. La población se mantuvo en acenso y descenso en forma paralela al auge y crisis, unas veces por la escasez de mercurio y otras, debido a las inundaciones de las minas. También le afectaron los cambios sociales del país, “La Guerra de la Independencia”, “La Guerra de la reforma” y a la “Revolución Mexicana”; pero a pesar de las múltiples contradicciones económicas, una reducida población se arraigó en Vetagrande, como el árbol en la montaña, como la biznaga en las arenas del desierto. Cada mina tiene su historia, hasta parece que las rocas hablan, al observar los socavones y bocaminas, se reconstruyen en la imaginación los mineros subiendo las piedras metalizadas por escaleras de muescas, con el tenate y mecapal pendiendo de la cabeza. El pueblo influenciado por la religión católica se vio privilegiado al tener sacerdotes de la orden de San Francisco de Asis, entre los que destacó Fray Francisco Luján- Francisco- (nacido en Vetagrande en 1825)


Aquí en el curioso lector hallará, entre otros interesantes relatos la historia de Ramán, el servicial administrador de unas de las haciendas de la histórica Sauceda, asesinado por su propio amo y condenado a cuidar la riqueza hasta la eternidad. Lic. Teodoro Campos Mireles Presidente Municipal (1995-1998)


Presentación A casos kilómetros de Zacatecas, se encuentra la ciudad de Vetagrande, cabecera del municipio del mismo nombre. Típico pueblo minero cuyo origen se encuentra a mediados del siglo XVI, y que extrañamente ha conservado un encanto misterioso de tiempos perdidos en la historia, y de gentes perdidas en el tiempo. Estar entre sus construcciones antiguas que siguen en pie y las modernas que se levantan con traza antigua, nos sumergen en una dimensión desconocida donde todo lo sobrenatural es posible. De alguna manera, las comunidades que se encuentran en la proximidad de Vetagrande (Cata de Juanes, El Llano de las Vírgenes y Guadalupito), comparten con ella una misma identidad donde sobreviven la brujería, los conjuros el hostigamiento diario del tecolote, los infantiles llantos nocturnos, las sorpresivas visiones etéreas, etc. El profesor Raymundo de Lira Quiroz, recopiló una serie de relatos que han llegado a ocupar un espacio en la tradición oral de la ciudad de Vetagrande y algunas de sus comunidades, descubre y pone en manifiesto esa parte oculta del hombre que no es propiedad de la ciencia, simbología que le resulta incomprensible por lo que le llama fantasía, superchería o superstición; pero que sigue siendo la parte fundamental en la que conviven el bien y el mal, intermedio oscila el temor y la curiosidad como condición de supervivencia. El recopilador, al presentarnos estos relatos, salva parte de la cultura popularConjunto de narraciones y creencias que le dan vida a temporal a un pueblo cuya tradición oral, que hoy (al menos una parte) se nos ofrece -


escrita, sea constituido en pan cotidiano para sus pobladores, quienes sin dificultad alguna lo integran a su cultura y acresentan ese peculiar espíritu minero que envuelve y anima a los que creen en existencia y sucesos más allá de lo que ve y se pude someter a juicios vanos o experimentaciones necias, y que fin de cuentas, no es otra cosa sino la vida misma. Lic. Luis Román Gutiérrez


De Sauceda a Vetagrande Caminando a través de la terracería de Sauceda de la Borda Vetagrande, se contemplan impasible los cerros: el Ángel, el Águila, Taylor, el Palenque, Tahúres y Armados, etc. Todos ellos fueron explotados en la minería y contribuyeron a la grandeza Zacatecana. En la orilla del Arroyo Grande, que desemboca en Sauceda, los potentados molinos y tahonas 1 con una lanza de madera, de donde enganchaban troncos que movían en círculo piedras de metapil 2 con las que trituraban quintales 3 de piedras metalizadas. Al oeste de la comunidad hay una pequeña propiedad de Don Gabino Cháchez Mauricio, nombrada “La Haciendita”, en ese lugar se localiza una base monolítica 4 de una tahona y tiene en la superficie un circulo hundido, verdadera obra de arte para la trituración y separación de los metales, piedra de basalto que sorprende al observar la utilidad rudimentaria de que era objeto.Siguiendo el mismo camino se divisan frondosos pirules, mogotes 5 de nopales cardones y pachones, en donde los pastores hacen majadas 6 y pastan ovejas en faldas y cimas de los cerros poblados de chaparros prietos 7. Antes de llegar al socavón de Purísima, existen cimientos de lo que fue La Hacienda de San Tadeo:

1 Molinos cuya rueda metapil movían unas bestias para moler piedras mineralizas. 2 Piedra circular con un hoyo cuadrangular de donde dependían una viga de madrea y enganchaban las bestias para triturar las piedras con mineral hasta que se pudiera amalgamar. 3 Unidad de peso de 100 libras que en castilla y Sudamérica, equivalente a 46 kg. 4 Monumento de piedra tallado en una sola pieza. 5 Conjunto de nopales de diferente especie que no se puede transitar a caballo. 6 Corral de ramas circundando el mogote en donde se recoge de noche el ganado y se albergan los pastores. 7 Pequeño arbusto que algunos lugares le nombran gatuño y sirve de alimento al ganado caprino

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En 1750, José Joaquín Martínez de Barragán denuncio la mina Bonanza, Hacienda de San Tadeo. 8 En 1765, Andrés Martínez denunció la mina San Ignacio, Hacienda de San Tadeo. 9 En 1767, Juan Arteza denunció las minas San Ignacio, San Tadeo, y El Carmen, Hacienda de San Tadeo.10 En 1743, Felipe de Santiago denunció una veta virgen nombrándola Señor San José, Hacienda de San Tadeo.11 En 1752, Tadeo José Zesati denunció una veta virgen nombrándola El Párpado, Cerro de Sauceda. 12 En 1753, Tadeo José Zasati denunció una veta virgen nombrándola San Ignacio, Sauceda.13 En 1754, Juan Manuel Reina denunció la mina llamada San Ignacio, Sauceda.14 En 1767, José Borda denuncio las minas San José de la Isla, Vizcaínas, San Acasio, San Juan de Albarradón, San Francisco y San Vicente, Vetagrande.15

8 A.H.E.Z.F.: Ayuntamiento S: Minería SB: Denuncios Exp. s/n años 1691-1865. 9 Idem. 10 Idem. 11 Idem. 12 Idem. 13 Idem. 14 Idem. 15 Idem.

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Es importante la historia de la minería y más aún cuando se analizan las proezas de los españoles de la época colonial, que siempre dejaron huella con el inconfundible sello de su ambición. Es lógico que nunca se conquistara 9 halagos y besos ni tampoco se podrá arrancar el metal de las a un pueblo con profundidades de las montañas solamente con oraciones, aunque no se desconoce el abuso del poder político del gobierno virreinal. 11 regímenes, porque los intereses Nunca habrá perfección en los rompen con los esquemas socioeconómicos, la ambición de poder y riqueza impone leyes y costumbres en 12una constante lucha y supervivencia en cada estamento social, en fin, Vetagrande formó parte de la ambición del poder y riqueza no solamente de los conquistadores de la Nueva Galicia, o de México Virreinal, sino también y en general de toda la corona Española.

Como testimonio de 300 años del dominio español, contemplamos en la serranía de Vetagrande, terrenos, socavones y bocaminas; en los poblados cimientos de haciendas y viviendas; y en la sociedad la religión cristiana y el idioma. Pero viajemos a los niños que se encuentran entre 1750 y 1767, a la región de Vetagrande, espacio escénico de los personajes de las leyendas que aquí se presentan citando algunos denuncios incompletos de aquella época.

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La Capitana La capitana dirigía una gavilla de ladrones que asaltaban diligencias en el camino Real o Borreguero, a finales de 1700, y su escondite estaba donde construyeron la planta beneficiadora de jales, localizada al oriente de Sauceda de la Borda, comunidad del municipio de Vetagrande. A través de los años, se ha conservado la versión de la mujer asaltante, aunque se desconoce su nombre; pero aseguran que la Capitana albergaba a Miguel Chiquito cuando lo perseguían después de asaltar diligencias. Hasta la fecha el lugar de la guarida tiene el seudónimo “La Capitana”, en donde había un pozo, una cueva y arboledas sobre las orillas del arroyo, que ocultaba la entrada a la cueva de los ladrones. Nota: en 1786, en La Capitana nació la señora. Cipriana Rodríguez que vivió 104 años, abuela del señor J. Jesús Rodríguez alias el “Porrucha”, y considerando “la rehabilitación de hacienda de beneficio en 1767-1768” cronológicamente no se puede precisar una fecha de la permanencia de los ladrones, ante tales circunstancias se tomó el criterio de que fue a principios de 1700 cuando ellos se refugiaron ahí. Informantes: J. Jesús Rodríguez, Antonio Gonzales y Juan Antonio Gutiérrez Luna.

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Una luz misteriosa. En el mes de Marzo de 1980, Juan Antonio Gutiérrez Luna, vio arder a las diez de la noche, en el potrero de Sauceda de la Borda, Vetagrande una llama que ascendió metro y medio de alto y medio metro de ancho; era una luz parecida al arcoíris, alumbraba la palma como si se tratara de un reflector, la luz se dirigió con rumbo al pirul, recorrió aproximadamente 50 metros de distancia atravesando el barbecho y descendió hasta desaparecer. Informante: Juan Antonio Gutiérrez Luna.

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La cueva encantada. En el cerro quemado, al fondo de la cañada, a fines del siglo XIX, un arriero que pasaba por ahí, miro la entrada de una cueva, de su interior salía la punta de un cabrestro que pasaba por debajo de la piedra que servía de puerta, el arriero se cansó tratando de abrirla y por más esfuerzo que hizo estirando la agarradera de fierro, todo fue inútil, intento sacar por lo menos el cabrestro, pero no y pensando en encontrar talegas de dinero, monedas de oro o barras de plata, concluyo en invitar a un compañero para sacar el tesoro que según él debería de encontrarse al interior de aquel lugar; dejo el burro amarrado y se fue a Sauceda de la Borda. Al regresar, localizaron la puerta tal y como la había dejado. Los dos compañeros ansiaban hacerse ricos y desesperadamente jalaban la agarradera de la pesada piedra; al comprender que jamás podrían abrirla, se alejaron de aquel lugar y se propusieron regresar. Cuando volvieron con las herramientas adecuadas, no encontraron la piedra con la agarradera de fierro. Informante: Juan Antonio Gutiérrez Luna.

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Hincadas frente a la iglesia del pueblo En la comunidad de Sauceda de la borda, para el año de 1970, aparecían dos mujeres hincadas frente a la iglesia la Purísima Concepción entre las once de la noche a las dos de la mañana, una con los brazos en cruz y la otra volteando continuamente en todas direcciones, y quien pretendiera conocer a las misteriosas rezanderas, las miraba desaparecer en el callejón lateral de la iglesia, en donde se encontraba la puerta de madrera que conduce al torreón del campanario. Los vecinos que tuvieron la oportunidad de presenciar el inexplicable fenómeno, eran los que llegaban a esas horas de la noche de voltear las tierras de temporal, o bien, los que ingerían bebidas embriagantes, que cuando contemplaban lo sucedido y después lo platicaban, nadie daba crédito a las versiones, porque creían que era una sarta de mentiras. En ese tiempo, eran pocas las casas que tenían energía eléctrica en Sauce de la Borda, comunidad a seis km. al oriente de Vetagrande; el resto de la población se alumbraba con velas y quinqués, pero cuando la luna iluminaba el caserío los transeúntes nocturnos miraban pasar a las dos mujeres por las calles Oaxaca, arroyo San Vicente y frente a la tortillería; las reconocían fácilmente, eran inconfundibles, porque una de ellas vestía de negro con el pelo hasta la cintura y la otra, atuendo gris y pelo corto; algunos habitantes del pueblo les encontraron parecido a dos señoras que habían fallecido hace veinte años antes y se dedicaban a la brujería; otros comentaban eran mujeres de cascos livianos o damas de la vida galante en busca de una aventura. 17


Una noche, pasaron por la calle Aguascalientes y una señora le hablo a su marido: -Mira, ven pronto a la venta, ahí van las dos mujeres, las que vimos en la calle Oaxaca. - Ahí van esas dos viejas… José Jesús Rodríguez, mejor conocido como el “Porrucha”, se dirigió a su recamara, recogió la pistola, la revisó y se la metió, apresuradamente abrió la puerta y salió de la casa tratando de localizarlas, no se dio cuenta si se fueron por el callejón del Toro o por la calle Aguascalientes, pero al llegar a la casa de don Candelario distinguió a las rezanderas en la banqueta de las casa Grande, y cuando el “Porrucha” llegó frente al billar, ellas dieron la vuelta al fortín, el empistolado se apresuró pero se detuvo en la esquina del custodio porque en esos momentos veía una parranda de bohemios en dirección del Rasguño que terminaron sus desordenadas discusiones al mirar a las dos atractivas mujeres y dijeron: -Miren lo que nos hallamos. -Dios nos está premiando. -Bueno, y qué esperamos. Alocadamente se abalanzaron sobre las indefensas féminas, pero al tratar de sujetarlas, desaparecieron las misteriosas rezanderas, los hombres se preguntaban:

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-¿En dónde están? -¿A dónde fueron? Al darse cuenta de lo que sucedía, asustadísimos corrieron en todas direcciones, cada uno se dirigio a su casa y hasta lo borracho se les quito. Al momento de la misteriosa desaparición, comenzaron a aullar los perros en todo el caserío de Sauceda de la Borda. Informante: José Jesús Rodríguez.

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El sacerdote Herrera y la Santa Cruz A fines del siglo XIX, en Sauceda de la Borda, Vetagrande, hubo dos infernales sucesos, el del llanto de un niño en la cañada de la Chiva y el de Satanás transformado en toro. En los caimanes del arroyo San Vicente , los mineros que pasaban después de las diez de la noche, miraban un enorme toro arrojando lumbre del hocico, y los obreros que presenciaban al macabro fenómeno, encontrándose a Dios, corrían desesperados y les parecía eterno llegar a sus hogares. Algunos habitantes vertían opiniones de diferente índole respecto a los acontecimientos y culpaban a los mineros, por el juego de baraja, el alcoholismo y olvido de los preceptos religioso. El sacerdote Francisco Herrera, presbítero de la iglesia de la Purísima Concepción, conocía los hábitos arraigados de los peones y desde el púlpito en los sermones los invitaba a reflexionar y a cumplir los mandatos divinos advirtiendo que el demonio no dormía. En las actividades diarias, los miembros trabajaban con medios de producción rudimentarios, las recuas soportaban sobre sus lomos los pesados tenates y los troncos de bestias jalando de las lanzas, caminando en círculo y moviendo piedras de metapil que trituraban grandes cantidades de mineral; mientras en las pilas, el azogue beneficiando la plata, también los hornos fundiendo mineral del socavón de Purísima, la Esperanza, San Acasio, etc. Pero de noche todo era diferente, en ese tiempo no solamente se miraba el enorme toro arrojando lumbre por el hocico, sino también se escuchaba, 20


en la cañada de la chiva, el llanto de un niño recién nacido, sin que nadie se acercara al lugar, simplemente se compadecían de esa criatura y decían: -Alguna madre desobligada que no tiene cuidado con su hijo. Los obreros que por la noche pasaban cerca, se alejaban sin darle el interés necesario, pero, como en todo no falto un minero de tanto escuchar el llanto, se dirigió al lugar separándose de sus compañeros y encontró un recién nacido desnudo tirado en el suelo. -Mira; pobrecito, te dejo abandonado tu madre. El minero lo estrechó con ternura y le dijo: -Debes tener hambre y frio. -No, mira, ya tengo dientes.

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El compadecido señor, al escuchar esa respuesta del recién nacido, rápidamente lo arrojó al y desesperado corrió asustado sin poder pronunciar una sola palabra hasta llegar con sus compañeros que comprendieron la razón de su miedo y emprendieron la carrera, deteniéndose en el centro de la comunidad en donde ya pudo platicarles lo que había visto. El presbítero de la Purísima Concepción, Francisco Herrera, a quien sus habitantes le atribuían virtudes de santidad, porque según cuentan que cuando llovía, sus sandalias no se enlodaban y caminaba sin que sus pies tocaran el suelo por lo cual no marcaba las huellas al interior del templo; además de conocer a los misterios divinos y preocuparse por los fenómenos del Averno, organizo a los feligreses de Sauceda de la Borda y bendijo los Caimanes y la Cañada de la chiva y para que se alejaran los espíritus infernales erigieron una cruz en la cima del cerro que se contempla majestuosa desde la puerta de la iglesia de la Purísima Concepción. Con las bendiciones y rezos, desaparecieron las visiones del Averno y desde entonces el cerrito se le nombra “Cerro de la Santa Cruz”.

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La Viuda Transcurría la década de los 50s., en Sauceda de la Borda, Vetagrande, cuando se aparecía una mujer vestida de negro con el pelo hasta la cintura, caminaba por el arroyo San Vicente, los pozos, la calle principal y otros callejones. En ese tiempo, Sauceda de la Borda carecía de servicios urbanos, energía eléctrica, drenaje, agua potable y concreto en sus calles, los habitantes transitaban en las rocas de la cuesta del cerro; por las noches, toda la población se contemplaba sombría, tétrica y a través de las ventanas, se aparecía una luz tenue de las velas, quinqués, lámparas de gasolina y lámparas de carburo; en algunas viviendas, el resplandor de las veladoras colgadas en las repisas que devotamente los pobladores ofrendaban al santo de su devoción; las sombras de los pirules, huizaches, mezquites, nopales, conforme se dibujaban, parecían fantasmas y mientras algunos se entregaban a los brazos de Morfeo, los vagos, los borracho y vándalos trasnochaban a los que anunciaban su presencia. La época de bonanza había terminado y solamente quedaban los recuerdos. Los muros del casco de la hacienda, deteriorados por el paso del tiempo y los humanos, los fortines derribados de las anchas paredes de piedra azul y adobe presentan el marco de versiones continuas para los acontecimientos de antaño en el que la mujer que la madre naturaleza premio con deseables formas y belleza singular, quien apenas disfrutando su matrimonio se convirtió en viuda, ésto sucedió a finales del siglo pasado cuando su marido perdió la vida al caer accidentalmente en las profundidades de una mina.

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Como toda una mujer joven, tenía sus necesidades y antes de cumplir dos años de viuda, sostuvo amoríos con un joven soltero, enamorándose de él como una chiquilla adolecente, más corto tiempo le duró la felicidad pues el amante decidió casarse con una doncella de su edad y a la hora en que el sacerdote unía matrimonio a los novios, la viuda se ahorcaba en un socavón junto al camino que conduce a Vetagrande. En la década de los cincuenta, se comentaba la tragedia y se decía además que la viuda se aparecía caminando provocativamente en las calles y callejones a partir de las once de la noche. Los adolescentes que esas pláticas escuchaban, se burlaban y concretaban diciendo: -Era bueno que se me apareciera, la agasajada que me daría. -Ha de ser una vieja que busca marido yo no le haría el feo. .

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Pero una noche como a la una de la mañana en el arroyo San Vicente, frente a la casa de los González, llegaron cuatro jóvenes de una función de cine ambulante y cuando uno de ellos abría la puerta para meter el camión a la cochera, pasó la viuda vestida de negro con el pelo hasta la cintura, caminando provocativa, entonces los compañeros indujeron a Juan Antonio Gutiérrez Luna a seguirla, y sin pérdida de tiempo, el joven con su lámpara de mano, fue tras ella aproximadamente ciento cincuenta metros con intenciones de poseerla sin que hubiera un testigos presenciales ; trató de sujetarla por el pelo y a la espalda, pero al momento de dar vuelta a la esquina, la mujer desapareció, en ese instante llegó el perro llamado “Pato”, levanto el hocico y empezó a aullar; Juan Antonio corrió desesperado hasta el cine pensando que allí la encontraría, pero al abrir la puerta, sólo pudo ver que contaban el dinero recabado de la función de cine y cayó desmayado sobre el marco de la puerta. Posteriormente junto con el perro regresó a su casa.porque no encuentra la paz eterna. Según versiones de la gente, todavía en la actualidad la siguen viendo y dicen que su espíritu vaga porque no encuentra la paz eterna.

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El matrimonio y la Capitana En Sauceda de Borda, Vetagrande, a principios de este siglo existía un matrimonio joven que vivía en condiciones paupérrimas, María diariamente llevaba los alimentos a su esposo Ponciano, quien trabajaba en el campo. En una ocasión, María encontró a una dama muy atractiva con atuendo de jinete y se detuvieron a charlar. -¿A dónde vas? -Voy a llevar alimento y tortillas a mi esposo. -¿Estás muy pobre? -Si, si estoy muy pobre. -¿Quieres dinero? -Si, ¿acaso quieres regalarme dinero? La desconocida, amablemente pasó a la recién casada al interior de una cueva que se encontraba escasos metros de distancia de donde ellas estaban; ahí había costales de arroz, dulce de piloncillo y muchos otros alimentos. Sorprendentemente la mujer abrió un cofre y cogió tres puños de monedas de oro, depositándolas en el rebozo de la humilde señora y le ordenó. -Vete, cuando quieras dinero ven a buscarme, yo le regalare igual o más del que yo te obsequio, con la condición de que tu marido no sepa la procedencia de las monedas. María regreso apresurada a su casa, decidió no llevar de comer a Ponciano, en cambio, miraba las monedas sin saber a cuánto ascendían en dinero actual. temerosa, le mostro las monedas de oro y temblando le explicó: 26


-Allá a la orilla de Sauceda, en la loma La Capitana encontré a una mujer y me regalo estas monedas. Sin omitir detalle, María le narró el acontecimiento del inesperado encuentro. Con el dinero resolvieron sus problemas económicos y compraron vacas para cuidar su modesta fortuna, pero María recordando la promesa que había hecho a la elegante dama, pasaba por el camino en donde la encontró, pero jamás la volvió a ver. Informante: Juan Antonio Gutiérrez Luna.

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El tropel y los fantasmas Al oeste a la cabecera municipal de Vetagrande, después del cerro Taylor, se localiza Cata de juanes, por ambos costados del cerro pasan dos vías de comunicación; una entronca con la carretera a Saltillo y la otra conduce a Pánuco. Esa comunidad, que por su nombre perteneciera a uno de los conquistadores de Zacatecas, - qué lejos quedaron los tiempos de bonanza- no pierde su encanto, a simple vista realza si historia; desde la carretera se contempla al asimétrico pueblo por casas de adobe, cercas de piedra, magueyeras y terrenos deshechos por arduo trabajo de los mineros: catas, respiraderos, tiros y un socavón al norte del enmallado de la escuela. Los habitantes recuerdan épocas gloriosas de producción, pero ya no se ven los malacacheros en los terreros. Unos han emprendido el viaje sin retorno y otros emigraron, las pocas familias recuerdan la Güera Chabela, mujer a quien los carrancistas daban puños de monedas, mismas que encontraban en la nopalera cerca de una palma. Antes de llegar al edificio escolar, en los pretiles de las casas, se encuentran colocadas cruces de madera, según dicen para ahuyentar a los malos espíritus que aparecen en avanzadas horas de la noche. Las apariciones son dos fantasmas. vestidos de blanco que se pierden en la nopalera de la huerta de María Cruz, mejor conocida como Doña Cruz. 28


Misterios inexplicables científicamente, pero cuentan que los ven atravesar las cercas y aparecer en el interior de la propiedad. La fantasía trastocada lo increíble, vuela la imaginación a dimensiones inalcanzables al conocimiento humano, porque aseguran también que se escucha el tropel de un corcel en alocada carrera, unas veces con jinete y otras ocasiones solamente el eco de la veloz cabalgata. La fe en Dios es arraigada, devotamente, practican rituales y ceremonias religiosas cumpliendo con los preceptos de los misterios divinos, fieles creyentes del Mártir de Gólgota. En semana Santa festejan el viacrucis y esperan por las noches la aparición de una mujer vestida de negro, afanosamente lavando en los pozos, fantasma que en estos días aparecía y le atribuyen el pecado capital, de no dejar de lavar en la conmemoración de la crucifixión de Jesús de Nazareno en el Monte Calvario. Informante: “Doña Crucita”.

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La llorona I. En Vetagrande el llanto de La Llorona es prolongado y fuerte, tan fuerte que ninguna mujer sería capaz de emitirlo. Como coincidencia, siempre se ha escuchado cerca de las mismas que fueron descubiertas por los primeros españoles de la fundación de Zacatecas. En ocasiones, el llanto comienza en el arroyo General, en medio del Tiro de García y la albarrada de san Benito, luego se aleja en dirección de Sauceda de la Borda; otras veces inicia en el Socavón de Purísima y pasa por la mina San Acasio hasta el cerro de puerto Trozado. Quienes han escuchado a la llorona, describen al fenómeno así: “El llorido es desagradable, horrible, de alguien con pulmones fuertes, pero no dice ¡Ay mis hijos!”.

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Una noche, en la década de los cuarentas de este siglo, “se escuchó a La llorona en el Socavón de la Purísima y llegó hasta el cerro del Puerto Trozado; Don Abram Hernández al escuchar el llanto se desmayó, cuando comenzó el llorido, el perro que me acompañaba ladró y cuando La llorona pasaba por donde estábamos, dejó de ladrar y se metió al tejaban. Yo me quedé paralizado y ahí, en la mina de Tomás Esparza, pasé toda la noche”. Informante: José Jesús Villa. II. En el año de 1960, “venía a las dos de la mañana de un baile que había realizado Cata de Juanes y al llegar a Vetagrande, escuché a La Llorona en el Arroyo de García. Cuando llegué a la casa de mis padres en la calle del Reloj, les dije que había mucha gente, algunos rezaban y otros vituperaban dizque a las animas”. Informante: Alfredo Hernández Gurrola. III. Una noche del primer lustro de este siglo, en Vetagrande. “Los trabajadores del turno de tercera de la mina 77 cerca de Aguila, escucharon a La Llorona. Los caballos se desengancharon del malacate, y la polea del castillo, al caer al fondo de la mina, mato a varios mineros”. Informante: Antonio Marín.

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IV. En 1940 “ a la una de la mañana, salí de Vetagrande con rumbo a las Tierras de Bajada, descendí la serranía y al pasar por el socavón de Purísima, escuché a La Llorona, la mula se asustó y detuvo su carrera en La ex Hacienda de Sauceda de la Borda. Llevaba el almuerzo y llegué a la milpa sin comida” Informante: Guadalupe Salas.

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El perro nergro En la década de los cincuentas de este siglo, a las once de la noche, José de Jesús Villa se dirigía de Guadalupito al Llano de las Vírgenes Vetagrande. El satélite natural de la tierra alumbraba el sendero del caminante, cuando al subir el terreno del tiro San Miguel se le apareció un perro negro, José Jesús Villa desenfundo la pistola para dispararle, entonces el perro se transformó en un animal enorme que arrastraba cadenas. Impresionado por fenómeno, José Jesús Villa corrió desesperado hasta llegar a su casa y en el interior del hogar no permitió que su esposa encendiera el quinqué, por temor a desmayarse. Según versiones de los vecinos, el perro negro aparece con más frecuencia en el puente de Guadalupito, Vetagrande. Informante: José Jesús Villa

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Mujer vestida de negro Corría el año de 1948 cuando en una ocasión a las doce de la noche, cabalgaba en Vetagrande el joven J. Refugio Zapata, deambulaba sobre el empedrado de la calle de abajo. Le gustaba parrandear diariamente en avanzadas horas de la noche sin importarle el sufrimiento que causaba a sus padres. Esa noche al llegar al arroyo, divisó a una mujer vestida de negro parecida a su madre y que se dirigía del barrio de la Manteca en dirección al Vagabundo. Al encontrar a J. Refugio no le reprochó su proceder, entonces el joven, al sentirse inadvertido le dijo: -¿Mamá vienes a buscarme? Al no obtener respuesta, apresuradamente la siguió pensando que alguien podría faltarle al respeto y de pronto, la miro elevarse hasta desaparecer. Informante: J. Refugio Zapata Landeros.

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El charro negro en cata de Juanes Un día de 1989 a la una de la mañana, Arnulfo Valdés se dirigía a Cata de Juanes procedente de Vetagrande, pero en el callejón que antiguamente era camino real que conducía a Maguey, encontró a un charro vestido de negro, entonces, movido por la curiosidad, lo siguió aproximadamente 50 metros hasta que desapareció ante su presencia, en esos instantes sin ser temporada de polvaredas, se desató un fuerte viento helado. Arnulfo sintió escalofrío y temor, a pesar de aquella visión infernal, calmadamente llegó a su casa meditando sobre lo que había visto, porque siempre que aparecía el charro en la comunidad sucedían cosas extraños, accidentes de toda índole o muerte natural. Es un aviso de alguien morirá pocos días después de la aparición del misterioso charro de negro. Informante: Arnulfo Valdés.

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El Caballo y El Jinete El 8 de enero de 1995, faltando veinte minutos para las doce de la noche, salieron de Guadalupito, Vetagrande: Baldo Gaytán y Luciana Valdés con destino a Cata de Juanes, cuando al pasar el kiosco, un hombre a caballo los acompañó a prudente distancia todo el camino de terracería. La luna alumbraba perfectamente el sendero y claramente divisaban la silueta del animal y del jinete, escuchando las pisadas de los cascos del cuadrúpedo, luego, por el antiguo camino real, desapareció la visión; entonces los recién casados comprendieron el macabro fenómeno y corrieron asustados hasta llegar al hogar de la familia Valdés. Informante: Luciana Valdés.

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Zacarías y el diablo En el primer lustro de Cata de Juanes, Vetagrande, existió un joven al que le gustaba buscar bailes. Una noche, su madre le negó el permiso, argumentando que le podría salir el Diablo, Zacarías molesto ante tal negativa le respondió a la autora de sus días: -Si el Diablo me invitara, gustoso lo acompañaría Desobedeciendo a su madre salió de Cata de Juanes, Satanás lo levantó a la altura del vuelo de las aves y en un santiamén lo dejó tirado en los campos de las Norias San Juan, aproximadamente a 35 kilómetros de distancia. Al día siguiente regresó a la casa de sus padres y les narro lo sucedido, desde ese día Zacarías no busco más bailes. Informante: Manuel Guerrero Soto

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El fantasma en casa de Cata de Juanes Una noche de 1949, estaba Juan Antonio Castillo platicando con su novia en Cata de Juanes mientras que J. Refugio Zapata lo esperaba sentado con piernas extendidas debajo de un nopal cuidando que nadie interrumpiera a los novios. Eran las once de la noche, había radiante y parecía como si fuera de día en el cerro Taylor, fácilmente se distinguen las nopaleras y las asimétricas calles en sí, era una noche tranquila. En ese preciso momento, J. Refugio Zapata divisó a un señor que se dirigía hacia donde él estaba sentado. Cuando el desconocido se acercaba, J. Refugio cortó cartucho a su pistola para que el intruso se diera cuenta del peligro al que se enfrenta, pero el inoportuno de ambulante no se no se dio por enterado ni pronunció palabra alguna, quedaron frente a frente unos instantes y cuando el desconocido iba a encimarse, J. Refugio le disparó la carga de la pistola sin causarle el menor estrago, no cayó ni se quejó por los impactos de las balas. El fantasma se alejó Tranquilamente pero cada paso que daba crecía, alcanzando una altura descomunal y perdiéndose en las empinadas calles de Cata de Juanes. Juan Antonio castillo al escuchar las detonaciones, llegó corriendo a donde se encontraba su compañero. -¿Qué pasó? -Nada, no pasó nada, le disparé a un fantasma. Se alejaron los compañeros desde donde hoy está la iglesia, subiendo la vereda del cerro Taylor, hasta llegar a Vetagrande. Informante: J. Refugio Zapata. 38


Velorio de Francisca Chávez Una noche de 1950 en Vetagrande, un hogar estaba de luto a consecuencia del fallecimiento de la señora Francisca Chávez a quien velaban sus familiares, amigos y vecinos; como en toda situación lamentablemente, los asistentes rezaban y cantaban alabanzas al inerte cuerpo para el descanso de su alma, los candelabros sostenían los cirios encendidos y un crucifijo había sido colocado a la cabecera de la difunta. Era una noche despejada y en el finamente se dibujaba el brillo titilante de las estrellas, claramente se miraba la Vía Láctea, el cerro la osa Mayor, que invitaban a meditar sobre el misterio de la vida, la insignificancia del ser humano en comparación a los inmensos cuerpos del universo. Así se veía desde la Calle de Abajo, que lucía lúgubre, tenebrosa y sombría, como contagiada por el acontecimiento. Por esta calle también llegaban los habitantes del pueblo a manifestar el pésame. Antes de las doce del anoche, los únicos que permanecían en el velorio indudablemente eran los familiares más cercanos, los demás se habían alejado porque al día siguiente comenzaban sus actividades en las profundidades de las aminas, debían cumplir con sus tareas cotidiana, por lo cual, alrededor de media noche se despidieron los últimos concurrentes: Gilberto Zapata, Clemente y María de Jesús Landeros, solamente quedaron J. Refugio Zapata y su esposa María Concepción Mauricio, con su primogénito de quince días de nacido que dormía tranquilamente en las recamaras antiguas.

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J. Refugio estaba en la acera de frente, recargado en la pared de la carbonera platicando con su esposa, ella reflejaba infinita tristeza porque sabía que jamás volvería a ver a su madre en aquella casa que la vio nacer, difícilmente se resignaba a perder a la autora de sus días. El niño comenzó a llorar al momento que se acercaba un hombre elegantemente vestido de charro y al cual le brillaban intensamente los botones del vestuario, pero lo más sorprendente que a cada paso que daba en el empedrado de la Plazuela Purísima, sacaba lumbre de las piedras; J. Refugio Zapata al presentir el peligro, le ordenó a su esposa que atendiera al niño para que no llorara más, pero cuando María Concepción se paró en el marco de la puerta, el misterioso charro levanto el brazo decidido a sujetarla, parecía un vampiro, con alas extendidas aunque el rostro no se le miraba; asustada regresó con su esposo gritando desesperada: -¡Ave María Purísima del Refugio! ¡Ave María Purísima del Refugio! ¡Ave María Purísima. del Refugio! … Y cayó desmayada frente a donde él estaba sentado en cuclillas, el demonio levantó el vuelo sobre Vetagrande dejando un fuerte viento helado.

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. Desde ese momento J. Refugio permaneció en cuclillas sin poder moverse se desmayaba, así a pesaron toda la madrugada hasta las seis de la mañana que llegaron los hermanos de la difunta. -¿Qué pasó?, ¿qué pasó?. Hasta entonces J. Refugio logró moverse, levantándose tullido de la incómoda posición y respondió: -No pasa nada, ayúdame con mi esposa que se quedó dormida. A los pocos días le confesaron lo sucedido, al sacerdote Julián Barrón, quien les recomendó completa discreción, que se callaran porque nadie daría crédito a la historia del fantasma que según ellos habían visto la noche del velorio. Informante: J. Refugio Zapata Landeros.

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El Demonio y J. Refugio Una noche de verano de 1947, los nubarrones se batían sobre Vetagrande y una tormenta causaba estragos con ensordecedores truenos, continuos relámpagos alumbraban la cañada, sobre las torres de la iglesia parecía que caían las centellas y el agua corría sobre los acantilados que desembocaban al arroyo general. Pero la tormenta no era un obstáculo para los propósitos de J. Refugio Zapata, quien con su sombrero de palma y una cobija de lana, se dirigió a la cantina de la Calle de Abajo, donde estuvo bebiendo aguardiente. A las doce de la noche la cantina debía cerrarse, porque de no ser así, el hecho ameritaba multa o mordida y ninguna de las dos alternativas le convenían al dueño, ante tales circunstancias se daba a la tarea de sacar a los borrachos minutos antes de la hora indicada por las autoridades. El joven a esa hora ya se había terminado el contenido de una botella de aguardiente y difícilmente podía ponerse en pie, la bebida le afecto la articulación de las piernas, conservando lúcido su razonamiento, bamboleándose caminó treinta metros cayendo sobre su amigo Francisco Zavala. -Vamos al baile. -¿En dónde está? -En la Calle de Arriba. -Párame porque no puedo levantarme, o vete, pero si quieres que te acompañe párame. 42


El adolescente traía un crucifijo prendido en la chamarra y según su amigo no podía acercarse, pero le ordenaba. -¡Párate, párate! -Dame la mano. Pero en vez de levantarlo le pegó en el pecho en donde traía el crucifijo y apresurado se alejó. -¡Oye hijo de tu…! ¿Por qué me pegaste? Rabiosamente su amigo regresó y violentado, lo cogio del pelo llevándoselo por el viento, pasando sobre la iglesia de la Virgen de Guadalupe. -¡Ave María Purísima del Refugio!, ¡Ave María Purísima del Refugio!, ¡Ave María Purísima del Refugio!

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Satanás al escuchar su plegaria, lo arrojó a escasos metros del tiro de la Albarrada de San Benito sobre unas plantas espinosas llamadas “bardas” o chaparros; J. Refugio tenia rasguñada la frente y le escurría sangre por la cara, el efecto del aguardiente había terminado, se encontraba sobrio como si no hubiera bebido nada y se dirigió a la casa de sus padres pensando en el demonio, reflexionando que si no hubiera sido por la plegaria a Dios, no estaría en este mundo. A nadie le platicó la tenebrosa experiencia, mucho menos a sus padres porque recibiría una reprimenda, pero al día siguiente encontró a Teodoro Rivera, quien le entregó su cobija y su sombrero, reprochándole a la vez el por qué lo quería agredir con una daga de plata la noche anterior. J. Refugio Zapata pensó que había sido el demonio quien lo había amagado porque él no traía consigo ni un alfiler. Informante: José Refugio Zapata.

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El Demonio y J. Refugio En 1958, abajo, en los túneles de una mina, rezagaban material argentífero Rafael Rodríguez, el cabo Fidel y J. Refugio Zapata, traían un carro que estiraban y le correspondía un viaje a cada uno; en una de la vueltas le llegó el turno a J. Refugio Zapata, imprudentemente lo jalo más de lo normal y quedo atrapado en el túnel, perdiendo el conocimiento por falta de oxígeno. Con voz cansada por el paso de los años, encomendándose a Dios narró lo siguiente: “Fue una accidente que me pasó, nunca quise platicarlo porque pensé que me juzgarían loco; al principio del accidente solamente escuche: ¡Ándale, córrele, ya se cayó el carro encima de Cuco!, y apenas alcancé a decir, perdóname Dios mío por todo lo que te ofendí, y no pude decir lo que dijo Jesús a la hora de su muerte”. “Perdí el conocimiento”. Creo que estuve muerto porque me vi en el fondo de un pozo, entonces brinque y vi una luz muy bonita, grande, ni de imagina, miré una columna de gentes. Vi a todos mis tíos, a mi mamá, a mi papá, primos, amigos y a mis hermanos, todos ellos ya fallecidos, pero no hablaron. Miré aquello hasta donde alcanza la vista. Estaba todo limpio, es un lugar muy bonito, no vi árboles, pero el piso era verde y había una luz -

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indescriptible, distinta a ésta; ellos caminaban en don direcciones vestidos de blanco con capucha, iban descalzos sin pisar el suelo, quise seguirlos pero sentí que me movían hacia abajo y empecé a escuchar: -¡Agárrale acá! -¡Agárrale! -¡No, espera, ¿qué no ves que está herido? -¡Ah caray!, estoy soñando. Después le platique al sacerdote Arnulfo Lara lo que vi, lo que pasó y el padre me dijo: -Dios quiere que sigas en el camino de la vida y no lo comentes, porque nadie te va creer. Veo que está trabajoso, pero es un lugar distinto a éste y desde que vi todas esas cosas que nos esperan cambió mi manera de ser y recapacité entonces”. Nota: la visión está escrita en el término tal como la narró J. Refugio Zapata, quien estuvo incapacitado durante un año a partir del accidente.

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El calvario A fines del siglo XX, en los años ochenta, sucedieron extraordinarios acontecimientos, principalmente a consecuencia a una “casa maldita”, así le decían a un edificio de dos pisos, arquitectónicamente diseñada con balcones y barandales de fierro, ubicada en la Calle de Abajo; casa destinada a los placeres, “el burdel”. Un antro de vicio a donde acudían diariamente los mineros a derrochar la plata sin importarles el bienestar de su familias, pretextando disfrutar de los placeres de la vida, bailando, tomando y entregándose a las más bajas pasiones. Imaginémonos, los fines de semana cuando recibían la “raya”, no cambian en el infernal lugar. Algunas esposas de los mineros, decepcionadas de la suerte que les había tocado, vivían como limosneras esperando en la minas a sus maridos, lastimosamente suplicando unos cuantos pesos para darles de comer a sus hijos descalzos y harapientos, otras, resignadas a su suerte en tanto los mineros pasaban la noche saciando sus apetitos carnales, ya que diariamente se jugaban la vida en el interior de las minas y tenían que disfrutar hasta el último momento porque no sabían si al día siguiente regresarían con vida y verían el atardecer o a la mujerzuela que esperaba cariñosamente en el nocturno centro de vicios. En cambio las familias que vivían en armonía, administraban cuidadosamente hasta el último centavo, alimentaban bien a sus hijos, tanto la esposa como ellos modestamente vestidos de acuerdo a sus posibilidades; todo un verdadero contraste en las condiciones sociales. . En los días de compras en los tianguis, la muchedumbre adquiría verduras, ropa, calzado, canastos, artesas, todo cuanto necesitaban en los hogares y cuanto por 47


descuido, contando el dinero se les caía una moneda, no la podían recoger por tanta gente que asistía; no obstante, los habitantes de Vetagrande temían que llegara la noche, porque los perversos mineros enfilaban al “burdel”, en donde resultaban diariamente uno o dos muertos de los que se disputaban a una dama de la vida galante. Le nombraban “El Abastos”, “Casa Maldita” o “Casa del Demonio”, y qienes por alguna necesidad tenían que pasar al frente al “burdel”, se santiguaban, pues continuamente aparecían mujerzuelas desnudas en la cima del cerro en posición semejante como cuando alguien hace sus necesidades fisiológicas, damiselas muertas (tormento chichimeca), con estacas, sostenidas en el suelo. En cambio las familias que vivían en armonía, administraban cuidadosamente hasta el último centavo, alimentaban bien a sus hijos, tanto la esposa como ellos modestamente vestidos de acuerdo a sus posibilidades; todo un verdadero contraste en las condiciones sociales. 48


En los días de compras en los tianguis, la muchedumbre adquiría verduras, ropa, calzado, canastos, artesas, todo cuanto necesitaban en los hogares y cuanto por descuido, contando el dinero se les caía una moneda, no la podían recoger por tanta gente que asistía; no obstante, los habitantes de Vetagrande temían que llegara la noche, porque los perversos mineros enfilaban al “burdel”, en donde resultaban diariamente uno o dos muertos de los que se disputaban a una dama de la vida galante. Le nombraban “El Abastos”, “Casa Maldita” o “Casa del Demonio”, y qienes por alguna necesidad tenían que pasar al frente al “burdel”, se santiguaban, pues continuamente aparecían mujerzuelas desnudas en la cima del cerro en posición semejante como cuando alguien hace sus necesidades fisiológicas, damiselas muertas (tormento chichimeca), con estacas, sostenidas en el suelo. En ese tiempo aseguraban que salía el Demonio del antro de vicio y lo miraban bailar en las noches de luna en la cima del cerro; ese acontecimiento horrorizaba a los habitantes y consideraban que era un castigo de Dios por la degeneración, producto de las mujeres dedicadas al oficio más antiguo de la humanidad. Alarmados, le suplicaban a fray Buenaventura Quintero, alejara los malos espíritus de Vetagrande, los habitantes sabían que el Santo Padre tenían grandes virtudes y que en el nombre de Dios, con sus poderes infinitos lograría desterrar a las fuerzas del averno; cansados de aquella maldita casa, y como autoridades no ponían remedio, clausurado el lugar (en la actualidad, a este antro de vicio se le atribuyen las calamidades del pueblo).

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Fray Buenaventura quintero considerado las repugnantes apariciones y buscando las mejores soluciones, invitó a los feligreses a construir una iglesia en el lugar donde miraban bailando a Satanás y mediante faenas, las mujeres en sus delantales y botes acarreaban arena de los arroyos, el pueblo entero participó en la medida de sus posibilidades, con el propósito de alejar al demonio, desde entonces no han visto bailar a Satanás en la cima del cerro, porque ahí se encuentra la iglesia del Calvario. .

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Satanás en los Caimanes A principios de este siglo, para Vetagrande fueron buenos tiempos en la minería y llegaron gentes de todos los lugares a trabajar en las minas, el pueblo se convirtió en el centro más importante de la región; en esa época de auge, la población ascendió a “16,000 habitantes” originando una degeneración total, desavenencias desastrosas en las familias enteras se terminaban hasta por desengaños matrimoniales, algo semejante a Sodoma y Gomorra. Fray Buenaventura de la concepción de Quintero, conocido popularmente como Fray Buenaventura Quintero, era presbítero del templo erigido a la Virgen de Guadalupe, siempre cabalgaba en su caballo cuando salía a oficiar misas en las comunidades circunvecinas; insistentemente desde el pueblito invitaba a sus feligreses a seguir camino de Dios, pues conocía perfectamente los problemas familiares de los habitantes de Vetagrande y hasta cierto punto se sentía impotente al mirar a su grey como ovejas descarriadas. Las cantinas repletas de bebedores, pero el lugar más concurrido era la “casa de las mujeres alegres”, multitudes de tahúres jugando baraja, toda una caterra de vicios derrochando monedas de plata, sudor de la frente que circulaba en los Caimanes subtérreos del municipio de Vetagrande. En ese tiempo llegó un grupo de misioneros que recorrían el país predicando la palabra de Dios, se entrevistaron con Fray Buenaventura Quintero y analizaron los problemas sociales, llegaron a la conclusión que debido a las manifestaciones propias de los habitantes, seguramente reinaban las fuerzas del mal y en algún lugar del pueblo se encontraba Satanás induciendo a los cristianos al vicio y la degeneración.

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Los misioneros tomaron sus atavíos acompañándose de Fray Buenaventura Quintero y recorrieron todos los lugares posibles tratando de localizar al demonio, encontraron a un hombre de aspecto repugnante en el interior de los Caimanes y por su apariencia, parecía vivir en ese lugar donde circulaban las aguas negras; tal y como lo imaginaron, era nada menos que el mismísimo Satanás transformado en ser humano, con un hisopo tomaron agua bendita de las vasijas y pronunciaron: “Yo te conjuro Satanás a que dejes este lugar que es estrado de Dios, vete a tus avernos yo te conjuro en el nombre del padre, del hijo y del espíritu Santo”. Rezaron además otras oraciones que los sacerdotes utilizaron en esos casos. Después de pronunciar el conjuro de Satanás, al hombre le salieron unos cuernos descomunales que de tan grandes, no cambian en Los Caimanes, rozaban a un lado y al otro de los muros de piedra mineralizada, haciendo que brotaran chispas a consecuencias de los forzados rozones de su cornamenta. Con enormes dificultades lograron arrojarlo de ahí, entonces, en los tajos de Armados del cerro del Refugio, se sentó Satanás derrotado con amargas lamentaciones volteando siempre a Vetagrande. Al mes de haber expulsado a Satanás de Los Caimanes, se unieron los malos católicos inducidos por el demonio y expulsaron a Fray Buenaventura, pero después de quince días, frecuentemente lo veían en el Calvario, montado en su caballo blanco y bendiciendo a Vetagrande. Informante: Antonio Marín y José Manuel Ortiz.

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Mujer cara de caballo Al comenzar este siglo cerca del Tiro General, en el Calvario Viejo por donde entraban y salían los arrieros de Vetagrande; Martin Salas, quien continuamente pasaba borracho por ahí, silbando y cantando alegremente y de vez en cuando soltaba de su ronco pecho palabras soeces, esa noche no paró en el sitio acostumbraba hacerlo. Al encargado del sitio de bestias de alquiler ya le era familiar ver así a Martín Salas y a la noche que no lo veía pasar hasta lo extrañaba, porque a pesar de ser un bebedor empedernido, sus conversaciones agradaban, además que era inofensivo. En el sitio rentaban burros y caballos, eran el medio de transporte de Vetagrande a Zacatecas, ese camino fue por donde transitaron los primeros mineros, los que santiguaban en la hoy capilla de Bracho. Esa noche, Martín Salas no se detuvo en el sitio porque vio pasar una mujer vestida de negro con el pelo largo como si se hubiera acabado de bañar y que caminaba muy provocativa, Martín la siguió con el deseo de seducirla, brotando de su lengua halagadores piropos. -¡Mamacita!, ¡espérame chula! La distinguida dama caminaba sin voltear, luciendo su atractivo cuerpo bañado por el resplandor de la luna y dirigiéndose a las afueras de Vetagrande, Martín imaginaba la mejor aventura de su vida.

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La mujer vestida de negro se detuvo antes de llegar al Tiro de mina Albarrada de San Benito, cuando el seductor intentó acercarse para tomarla de la cintura y lograr el objeto deseado, repentinamente la mujer volteó dejando ver su cara de caballo, arrojando lumbre por el hocico y sus dos ojos como dos hierros candentes. Poco le faltó a Martín para caer desmayado en campo abierto por la infernal sorpresa, encomendándose a todos los santos, corrió desesperado hasta llegar a su casa donde su esposa al verlo tan asustado encendió una vela, pero al mirar la luz, el bohemio cayó desfallecido. Por esa desagradable experiencia dejó de beber agua ardiente. Hay quienes cuentan que la dama se sigue viendo en la calle de Abajo y los que la siguen ven una cara de caballo, no obstante, por las noches, cuando duermen en Vetagrande y todo está tranquilo y en silencio, se escuchan las pisadas. como cuando cabalga un caballo herrado. Informante: José Guadalupe Salas.

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María Magdalena, la rana y El Papa A inicios del siglo XIX en Vetagrande, vivía la familia de un acaudalado minero en cuyo hogar reinaba una felicidad envidiable ante los ojos de sus vecinos, porque don Atanasio, además de ser un hombre rico, demostraba fineza en sus delicados comportamientos y cada año paseaba a su familia por Europa. La hija, María Magdalena, se desenvolvía alegremente en su medio social, nunca faltaba a las fiestas de su rango, y sus padres se sentían satisfechos al vestirla de gala y conjugar el vestuario con su deslumbrante belleza. Repentinamente, María Magdalena dejó de asistir a sus acostumbradas reuniones sociales y permanecía en su casa malhumorada, triste, sin apetito y cada día más pálida; la madre se inquietaba por el repentino proceder de su adorable hija, haciéndole saber a don Atanasio, su marido, la posible desventura que se cernía en el hogar, pero el esposo, tratando de comprender a su adorable hija y a su esposa, sencillamente no consideraba de gravedad de la conducta de la joven adolescente y para calmar los nervios ánimos de su cónyuge se limitaba a decirle: Es común que una señorita se comparte de esta forma, seguro que tuvo un mal entendido con su novio, ¡quién los entiende!, ya verás que pronto se le pasará y volverá a ser la misma de antes, despreocúpate.

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Pasaron los días, las semanas, los meses y la bella joven no pudo esconder el malestar de pecado, aunque se fajara ceñidamente el abdomen, el embarazo era evidente, hasta entonces don Atanasio y doña Beatriz comprendieron el motivo de la actitud de María Magdalena. Alarmados le preguntaban por el padre de la inocente criatura que traía en su vientre sin conseguir respuesta, ella simplemente permanecía con la cabeza inclinada de vergüenza, su pelo rubio caía sobre sus hombros y de sus verdes ojos brotaban lágrimas que rodaban en sus blancas mejillas, tal vez arrepentida de su liviano comportamiento. Angustiados por el qué dirán y para no ser el hazmerreír del pueblo, trataron de ocultar el pecado de la familia. Discretamente consultaron al doctor con la súplica de que guardara el secreto, tomando todas las precauciones para que la situación no se conociera. El medico se responsabilizó del embarazo de María Magdalena, muy a pesar de ser informado de que la futura madre en su desesperación y amargura trataba de suicidarse. Con los cuidados y recomendaciones del médico no solamente se evitó el posible suicidio sino también el aborto. Aunque a los padres de María Magdalena les ardía la cara de vergüenza, como buenos cristianos se conformaron con los designios del creador del universo ya que consideraban que el aborto era denigrante no sólo ante la sociedad sino ante los ojos de Dios, refiriéndolo como el más vil de los crímenes, del que nadie puede obtener perdón porque es el más despiadado asesinato de un ser indefenso. Por fin llegó el momento del alumbramiento, doña Beatriz en una silla de la sala nerviosamente rezaba el rosario, don Atanasio se encontraba 55


muy intranquilo, de vez en cuando miraba el cielo suplicando a Dios por la vida de su hija y por el producto de sus amoríos, eternos les parecieron los minutos y las horas de espera. De pronto escucharon el llanto del recién nacido, sintieron un reconfortable alivio los preocupados esposos y con infinita ternura se dibujó una sonrisa en los marchitos labios del acaudalado matrimonio, esperando solamente la noticia del doctor. -Son abuelos de un varón, ya pueden pasar. El niño envuelto en pañales de seda, acostado en su cuna buscaba el pecho maternal, pero la madre no quería ni verlo, una sirvienta le sirvió de nodriza debido a que María Magdalena no quiso alimentar al recién nacido. Los abuelos se enorgullecieron del nieto, porque era hermoso bebé que sin lugar a dudas alegraría el hogar, sin importar que fuera producto de la pasión, del deseo y de los atributos propios de la juventud. María Magdalena odiaba al producto de sus entrañas y maldecía la hora de su desventura, no se adaptaba a su nueva condición pues se le hacía imposible renunciar a los placeres de su libertinaje y el niño le parecía un estorbo. Don Atanasio y doña Beatriz tomaron al nieto, lo estrecharon en sus brazos, besaron sus manitas y recostándose, salieron de la recámara comentando sobre el futuro de su primero nieto, como el hecho de mandarlo a las mejores escuelas y de ser posible enviarlo a Europa, en donde haría una carrera brillante. María Magdalena noches enteras pensaba y pensaba en la manera de deshacerse de su hijo, si lo regalaba, tal vez se arrepentiría, meditaba calladamente. Se estiraba los cabellos, definitivamente no quería 56


al niño, ni en la casa de sus abuelos, porque según sus conclusiones, todo se descubriría y entonces sabrían quién era la verdadera madre, se horrorizaba tan sólo de imaginarse el escándalo ante la sociedad. Una noche, cuando dormían todos en el acaudalado hogar, salió María Magdalena procurando no ser vista, y en medio de la obscuridad, con el niño envuelto en sus brazos, llegó al lugar destinado, al tiro de la mina de Albarrada de San Benito, sin el menor escrúpulo lo arrojó al abismo, escuchándose sólo el llanto del niño y un ruido seco cuando cayó finalmente, sin remordimiento, regresó al hogar de sus padres, en donde tranquilamente se recostó muy satisfecha de su acción, como si hubiera tirado una cosa sin valor. Al día siguiente, el bebé no aparecía por ningún lado de la mansión, la despiadada madre disimulando su felonía también se mostraba preocupada por la desaparición del niño; ¿quién lo tendría?, si todos estaban presentes y la servidumbre estaba completa, pero los únicos verdaderamente dolidos y preocupados eran los abuelos, doña Beatriz lloraba desconsoladamente y don Atanasio aparentemente resignado, reconfortaba a su esposa, ambos albergaban la esperanza que de un momento a otro tendrían noticias del nieto.

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Nada hay oculto bajo el sol, nadie calla un secreto, pronto corrió la versión verdadera de la ausencia de la distinguida dama de la sociedad, siendo repudiada por su clase burguesa. Para colmo de males, tres meses después unos gambusinos encontraron los restos del recién nacido, entonces, don Anastasio y doña Beatriz concluyeron la razón de la ausencia del nieto y por lógica supieron que María Magdalena había sido la autora del crimen ya que continuamente lloraba la pena de su desliz y su pecado. Desde el bochornoso rechazo de sus antiguos compañeros, vivía solitaria, con ninguna persona quería conversar y procuraba no dejarse ver, sus blancas facciones reflejaban infinita tristeza, desaseada en grado superlativo, era una piltrafa humana, qué lejos habían quedado aquellos años de fogosa alegría en plena flor de juventud, la pena laceraba su alma por el recuerdo del pecado que convulsionaba sus sentimientos, en ella todo era amargura por no haber cumplido con su deber de madre y arrepentida consideraba que tal vez encontraría alivio a las congojas y lograría la paz de su espíritu al acudir a un sacerdote, en acto de confesión de su pecado, sugiriéndole que se confesara con el Obispo de Guadalajara. Con la esperanza de encontrar el perdón, emprendió el viaje y tramitó una visita para tal efecto, pero el Obispo se negó a perdonarle su detestable pecado, diciéndole que solamente podía perdonarla Su Santidad el Papa, en Roma; desconsolada por la actitud que había tomado, don Atanasio y doña Beatriz, le proporcionaron los medios económicos con la esperanza de no ver sufrir a su hija. De Vetagrande se alejó una diligencia, el único transporte de ese tiempo. En Veracruz abordó el barco y en el trayecto a Roma, veía a una rana que la 58


la acompañaba durante todo el viaje, a la cual no le prestaba atención, pues como sólo tenía en su mente el objetivo de su misión, nada le perturbaba, ni el batracio, que por que se deduce, únicamente ella lo miraba. En Roma, día con día se presentaba en la Basílica de San Pedro, esperando su turno y el momento en que la recibiría el Sumo Pontífice, después de hacer antesala durante un mes, cuando María Magdalena entro al recinto, vio a la rana que se posó en la silla de la máxima autoridad cristiana. El Santo Papa, con el báculo en la diestra, apaciblemente se sentó y María Magdalena ante su presencia se hincó y con humildad le besó el anillo. Al expresarle en confesión el motivo de su visita, el Santo Papa le preguntó: -¿Qué fue lo que viste en tu viaje a este país?, recuerda bien hija, cuéntamelo sin omitir detalle. -Solamente vi una rana que me seguía y al entrar aquí la volví a ver, pero parada ahí en la silla donde usted está sentado. -Es nada menos el hijo que arrojaste aquella noche al tiro de la mina, vino a sentarse en el lugar que le correspondía, porque tu hijo estaba destinado por la Divina Providencia a ser el Papa de Roma, puedes regresar a tu patria, yo tampoco puedo perdonarte. Informante: Mario Zapata.

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Miguel Chiquito A finales del siglo XVIII, en la región de Vetagrande, Miguel Chiquito tenía una guarida, era el asaltante de diligencias que después de los atracos se perdía en las serranías, en las espesas nopaleras, huisacharas, mezquiteras y por donde comienzan los barbechos de las tierras de temporal de Sauceda de la Borda. Después de dos siglos se menciona su existencia, según se tiene conocimiento, que no sólo en el Cerro Quemado de la serranía de Vetagrande se refugiaba, sino también en el cerro del Papantón del municipio de Ojocaliente y en la Noria de Molinos del municipio de Luis Moya, trasladándose hasta el Peñón Blanco de Salinas del estado de San Luis Potosí. Conocedor del terreno cabalgaba por serranías, montes y llanuras, pues se asegura que en el Cerro Quemado tenía una cueva en donde se ocultaba por corto tiempo; pero también se localizan sus guaridas en el cerro La Tinaja Bañón del municipio de Villa de Cos y el Pico del Teira que se localiza en el municipio de Mazapil. Los buscadores de tesoros durante años han tratado de localizar las cuevas, sus guaridas, porque supuestamente Miguel Chiquito dejó enterradas talegas de dinero en monedas de oro y barras de plata; la versión se ha convertido en un mito, en una leyenda, ya que además cuentan los buscadores de tesoros que dichas cuevas están encantadas. Según versiones de los vecinos de la comunidad El Baluarte del municipio de Fresnillo, Zac., en la Mesa del Orejano se encuentra la cruz donde asesinaron a Miguel Chiquito, que al parecer era originario de La Montesa Villa García. Informantes: Juan Antonio Gutiérrez Luna y Antonio González. 60


El tesoro de Ramán A inicios del siglo XIX en Sauceda de la Borda, existía un potentado minero inhumano al que siempre acompañaba la muerte, sus instintos asesinos se reflejaban en las adustas facciones. Era un hombre alto y robusto, de ojos verdes, pigmentación blanca y muy bardo que cuando tomaba sus alimentos, continuamente se limpiaba los labios y el poblado mentón con una blanquísima toalla. El respetable minero tenía mirada de lince que imponía temor. Hombre odioso, que con voz imperativa ordenaba sus frías determinaciones y no se discutían, se acataban al pie de la letra, porque al desobedecer, lo mínimo que les eran unos azotes. El acaudalado señor vivía sólo con su esposa, no tenían hijos, ni servidumbre en la casa. Vivian aislados y a su cónyuge no le permitía hablar con ninguna persona y mucho menos, dejaba que la visitaran. El administrador no lo perturbaba en las horas indispuestas aunque fueran asuntos de suma importancia; ya que atendía la administración, pues tenía que enterarse de lo que acontecía en su hacienda, porque además de “acompañarlo la muerte” desconfiaba de todos en grado superlativo, pues tenía centinelas en los cuatro puntos cardinales del casco de la hacienda. Los guardianes permanecían las 24 horas en los fortines, era preciso tener estricta vigilancia al interior de las murallas rectangulares con muros de piedra azules y de adobes de vera anchos, se encontraban tahonas, troncos de mulas, caballeriza, pilas de amalgamación y un horno de fundición.

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Este hombre de hacienda de Beneficio de todo se enteraba, cuando algún minero cometía una falta grave, le encomendaba a Román su administrador, hombre de todas sus confianzas, que le llevase al infractor para degollarlo; después de la felonía, lo hacía pedazos y le indicaban a su administrador que lo enterrara en cualquier casa deshabitada o en el interior de un corral para que nadie se enterara de la misteriosa desaparición. La esposa permanecía como siempre como siempre, asilada de todo el mundo. Tenía prohibida cualquier relación social, siempre vivía sola con su amargura; solo en las pesadillas de su cónyuge la esposa se enteraba de lo que pasaba en la Hacienda, la amargada señora continuamente le reclamaba su repugnante proceder, pero por más que le suplicaba que en nombre del creador dejara de asesinar, él la ignoraba. Sin embargo había que cubrir las apariencias. La mustia esposa no podía asomarle ni entrar al recinto porque en ese cuarto se guardaba toda la fortuna en barra de plata y oro; sin lugar a dudas el hacendado era el más despreciable y avaro del mundo, pues no le daba agua ni “al gallo de la pasión”, le pedía a su esposa cuentas hasta del más mínimo gasto en el hogar y por esa razón le prohibía a su esposa que tuviera familia. A ella le convenía no tener hijos porque consideraba que serían engendrados por el mimo Satanás. Secretamente acudía a una comadrona quien suministraba brebajes para no preñarse.La partera tenía varios adjetivos “vieja bruja”, “yerbera”, etc., en fin, esos sobrenombres muy pronto pasaron al recuerdo, porque al poco tiempo de atender a la patrona, la singular mujer falleció a consecuencia de la vejez. 62


Y la gran dama sin los brebajes, se embarazó. El día del alumbramiento, el hacendado envió urgentemente al administrador a la ciudad de Zacatecas. Ramán y el Galeno Martínez llegaron a Sauceda con los corceles muy asustados y demasiados cansados. No fue sencillo el parto. Al nacer el bebé la madre le pidió a Galeno que le diera el niño para contemplarlo y estrecharlo amorosamente en sus brazos, pero el doctor Martínez se resistía a entregarle el recién nacido, porque tenía cola de sapo, por lo visto, en el primogénito cayó aquella maldición; el castigo de Dios por tanta maldad, por tanto asesinato. Esperanzados los esposos, tuvieron que resignarse con la esperanza de operarlo cuanto antes en la casa del médico para que fuera un niño como los demás. Ramán el administrador, cómplice de los crímenes, permanecía fiel al amo, pero un día el hacendado le ordenó que consiguiera cinco trabajadores de los más fuertes y diestros en los quehaceres de minería, también le ordeno que les diera dinero, bastantes reales a cada uno, para que los dejaran en sus hogares ya que saldrían a un largo viaje en una misión especial. Los humildes barreteros sorprendidos por la actitud del amo, acudieron entusiasmados a la mencionada cita y en la oficina, el hacendado con una hipócrita sonrisa les confeso sus intenciones, prometiendo que en unos cuantos días ganarían más dinero del que juntarían toda su vida.

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Ya esa noche, de la oficina se llevaron a los ingenuos con los ojos vendados a cavar el túnel en el centro de Sauceda de la Borda. Los enceraron en un cuarto y todos los días en la madrugada, el hacendado y Ramán los hacían descender por una escalera de muescas al pozo en donde habían iniciado un túnel; tenían una preocupación de que los mineros no se dieran cuenta dónde estaban, que los privaban de la vista con un trapo obscuro y así como los bajaban, de esa misma manera los sacaban al exterior. Cada semana les pagaban bastante reales que los obreros iban guardando debajo del tapete en que dormían, pero cuando terminaron de embovedar el túnel los llevaron a la casa del patrón y al quitarles la venda que cubrían sus ojos, se sorprendieron al ver la enorme cantidad de dinero que guardaba en la recámara el amo. Fue ahí donde les ofreció a cada trabajador una barra de oro al concluir el trabajo. Emocionados pensaron “vivirán holgados con aquella fortuna toda su vida; no irían a la cantina a dejar la raya. Dejarían todos los vicios en el hogar darían la felicidad merecida a las esposas madres de sus hijos ”. Estaban tan absortos en sus pensamientos, que por un momento se les olvido que faltaba el último trabajo, de mayor confianza y que era el de llevar la fortuna al túnel que habían cavado. Esa misma noche el hacendado y Ramán cubrieron con una venda los ojos del primer barretero y en un tenate con un mecapal, depositaron barras de plata y oro calculando el peso de 100 kg. por carga, antes de desvendarlo en el interior del túnel, habitualmente el hacendado lo degolló y regó la sangre en el codiciado metal. 64


Luego de terminar su horrenda acción envió a Ramán a traer el siguiente y le aplicó el mismo tratamiento, pero al terminar con el viaje del último barretero, sorpresivamente también lo degolló a Ramán y la sangre de su administrador quedó junto con la de los demás trabajadores, sentenciando a Ramán cuando este agonizaba: que después de muerto se convertiría en el guardián del tesoro. Misteriosamente, al poco tiempo, el potentado minero y su esposa abandonaron Sauceda de la Borda, dejando el tesoro en el mismo sitio. Hay quienes aseguran, especialmente los que han buscado la incalculable fortuna, que Ramán no los deja sacar el tesoro.

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Índice Prólogo--------------------------------------------------Presentación--------------------------------------------De Sauceda a Vetagrande---------------------------La Capitana---------------------------------------------Una luz misteriosa------------------------------------La cueva encantada-----------------------------------Hincadas frente a la iglesia del pueblo----------El sacerdote Herrera y La Santa Cruz ----------La viuda ------------------------------------------------El matrimonio y la Capitana ----------------------El tropel y los fantasmas----------------------------La Llorona ---------------------------------------------El Perro Negro ---------------------------------------Mujer vestida de negro------------------------------El charro negro en Cata de Juanes---------------El caballo y el jinete----------------------------------Zacarías y el Diablo ---------------------------------El fantasma en casa de Cata de Juanes ---------El velorio de Francisca Chávez--------------------El Demonio y J. Refugio----------------------------Visión de J. Refugio Zapata------------------------El Calvario---------------------------------------------Satanás en Lo Caimanes----------------------------Mujer con cara de caballo--------------------------María Magdalena, la rana y el Papa-------------Miguel Chiquito--------------------------------------El tesoro de Ramán------------------------------------

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