Carta escrita en 2071 La escribí cuando era joven y vivía en el periodo Jurásico, hace muchos, muchos millones de años...
Yo vívía...
En un planeta con gran cantidad de agua.
Abundantes ríos de límpida agua recorrían el único continente, ahora sólo intuido y llamado por los científicos “Pangea”.
Desde mi cueva...
Divisaba cómo se desarrollaba la vida. Había tormentas eléctricas aparatosas. Nubes de estrato-cúmulos ascendían por un cielo oscurecido. Miles de rayos provocaban las tormentas y el agua imprimía su sello de grandeza a la vida.
Todo era...
Como si se hubiera designado para ser grande, enorme, ciclópeo. Los árboles, abrazados por la espesa bruma, no cesaban de crecer. Los animales, espoleados por tanta abundancia de nutrientes, acabaron por asemejarse a los reyes del planeta.
Los cielos...
Se poblaron de animales voladores que, como enormes aeronaves, auscultaban el terreno y disponían así de toda la comida disponible. Parecía que reinarían, por su tamaño y poder, durante toda la eternidad. Yo los veía con indiferencia, sabedor del discurrir futuro de la historia...
Los mares...
Fueron dominio de enormes peces carnívoros que perseguían a colosales saurios. Pudieron pensar, quien sabe, que acabarían dominando también la tierra, donde, por aquel entonces, les era difícil desenvolverse. Pero, pensaban, quedaba mucho tiempo para aclimatarse. No conocían el futuro...
La tierra firme...
Se pobló de todo tipo de mastodónticas criaturas. En la cúspide de esa temprana, pero poderosísima evolución, se habían posicionado muy cómodamente los dinosaurios, que, venidos del mar, habían proliferado hasta alcanzar el que creían iba a ser su trono por siempre. ¿Sería así, realmente?
Los mamíferos...
Apenas estaban apareciendo. Se escondían de todo y de todos. Malvivían y eran decididamente carroñeros. Los veía deambular por el planeta y nadie diría que fueran a ser los herederos, por un tiempo, de este reino de monstruos. Todo estaba en su sitio. Ninguna especie amenazaba al planeta. ¿Continuaría así?
Era tiempo de marcharme...
En el cielo, cada vez más ostensible... Se adivinaba una sombra, que, creciendo día a día, se volvía más y más amenazadora. En un determinado momento, la oscuridad se hizo total. Luego, el impacto. Mi nave viajaba ya hacia el futuro. El mundo perfecto era pasto de una explosión más potente que cualquier arsenal actual. No había más responsable que un miserable meteorito.
Regresé en 2071...
Y encontré a seres que yo había visto en ciernes, lamentarse de su dominio perdido y de su desgracia. Y pensé: ¿Es que creíais que el planeta se quedaría impasible? ¿Es que pensabais que erais mejores que los saurios del Jurásico? Algo que me sigue intrigando es cómo quienes no saben ni de donde vienen, se toman por los dueños del hospedaje donde les ha tocado vivir. Desgraciadamente, mi viaje a través de los siglos, no ha podido constatar variaciones en los resultados. Sólo hay periodos de bonanza y de desolación. Sólo el planeta permanece. Pero recordemos que tampoco es eterno.