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Mirando al mar soñé, otra vez

Gregorio Segarra

Miro mucho al mar y también sueño mucho. De hecho, en agosto de 2003 ya soñaba en el extinto “El Dissabte”. En abril de 2014 volvía a hacerlo, en el mismo medio y ahora, por tercera vez, vuelvo a soñar. Sueño con una Avenida Marqués de Benicarló peatonalizada en la que las terrazas sustituyan a coches y contaminación. Sueño con un puerto lleno de actividad y de gente ganándose la vida honradamente sin que les hagan la vida imposible. Sueño con ese paseo desde la Playa del Morrongo a “La Redona” tantas veces prometido por los y las pinochos y pinochas de turno y que no creo que llegue nunca a ver. Sueño con un dique de Levante, nuestro “muro” de toda la vida, sin obstáculos, bien iluminado, limpio y con gente pescando y cenando “a la fresca” las noches de verano. Sueño con una subasta que vuelva a ser atracción turística por excelencia, como cuando era niño y ayudaba al “Tío Sisco” con las cajas de pescado. Sueño con poder retroceder en el tiempo y parar las máquinas que derribaron aquélla preciosa y singular Lonja para sustituirla por un engendro arquitectónico, todo un disparate, que muchos años después todavía me avergüenza cuando lo miro. Sueño con que vuelvan las cucañas y los patos al agua en las Fiestas de Agosto y con que no se ahoguen más toros en el mar en las mismas. Sueño con mirar a Levante al amanecer y ver solo el sol asomando por el horizonte, sin Cástores, ni molinos de viento, ni nada que me recuerde a los buitres capitalistas y políticos corruptos que todo lo ensucian y pervierten. Sueño con poder pasear por un Paseo Marítimo de verdad, que enlace con el que Peñíscola hace ya años que tiene y desde el que pueda admirarse el mar y no solo montañas de arena. Sueño con que la Mar Chica sea algo más que un camping pirata de caravanas. Sueño con que mi admirado Mediterráneo no siga llevándose trozos de mi no menos admirada Costa Norte y con que los políticos que prometen tanto como mienten dejen de mentir y solucionen el problema de una vez por todas. Y quiero creer, como Jorge Sepúlveda, que la dicha que perdí pueda volver a mí. Seguiré, pues, mirando y soñando despierto con que algún día alguien con mando en plaza mire nuestro mar como yo lo miro y deje de darle la espalda como han hecho tantos y durante tanto tiempo.

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