Primera circular, Debates con compañeres de las izquierdas por el poder popular.

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Debates con compañeres

de las Izquierdas por el

Poder Popular

Primera Circular agosto_veinte veintiunoo

Acción Socialista

Libertaria



Con la intención de dar a conocer algunas miradas y opiniones hacemos llegar la primera Circular que compartimos como organización política para el debate. La finalidad de estas circulares es recuperar una tradición de intercambio de ideas que pueda servir de aporte a dinamizar y promover ciertos debates que a nuestro criterio son vitales en la etapa actual de la lucha de clases en la región Argentina. Las siguientes irán siendo publicadas sistemáticamente, abordando distintos temas (lecturas de coyunturas, posicionamientos, debates abiertos, propuestas políticas, etc) e intentarán ser reflejo de los debates, síntesis y algunas conclusiones colectivas que como organización política vamos alcanzando. Esta primera entrega parte desde una lectura actual de este momento político, que caracterizamos como de fragmentación y crisis política de las izquierdas anticapitalistas, feministas y por la construcción del Poder Popular a la cual hemos aportado nuestros esfuerzos y nos sentimos parte. Intenta abordar elementos que sirvan a un balance que creemos debe ser conjunto y compartido, de una experiencia política que tiene un desarrollo de más de dos décadas y que toma vuelo en su configuración a partir de la revuelta del 2001. Sabemos que se abren muchos ejes y dimensiones, y que no alcanza para este balance una única mirada desde y para las izquierdas. Nosotres ponemos sobre la mesa algunos en este escrito, intentando abordar lo que consideramos que es estructural en la dinámica y construcciones de las izquierdas por el Poder Popular. Muchos temas quedarán abiertos o sin tratar, otros que seguiremos debatiendo, para lo cual creemos fundamental el ida y vuelta con compañeres que tengan devoluciones al respecto. Es por eso que agradecemos el intercambio y seguimos confiando y construyendo codo a codo con todes aquelles que aporten al desarrollo, crecimiento, articulación y organización político y social de las demandas del pueblo trabajador y de los sectores oprimidos que luchan por el socialismo y la libertad.

Brevísima caracterización de la etapa actual

Partimos de la idea que nos encontramos en una etapa de rearme de la clase trabajadora y sus herramientas y organizaciones populares, donde se recrudece la avanzada del Capital sobre la vida, mientras la fragmentación parece no tocar fondo. A su vez, esta larga etapa se enmarca dentro de distintos ciclos de crisis de acumulación capitalista, donde se van desarrollando tensiones interburguesas en la representación de la gestión del Estado, sus políticas públicas, y sobre qué sectores del mercado son jerarquizados y desarrollan mayor acumulación de capital, con ciclos de alzas en la organización y luchas desde la clase trabajadora para anteponerse a dicha acumulación y avanzada. Nos preocupa en este sentido analizar algunas de las tareas compartidas que se desprenden para estos momentos, por eso nos parece importante, agudizar la mirada intra movimientos, o intra izquierdas anticapitalistas. Hoy nos preguntamos, como muchas otras organizaciones, ¿qué tipo de crisis estamos viviendo, en esta etapa de la lucha de clases? ¿Es una crisis orgánica, hegemónica o civilizatoria?


¿Es una crisis “del” capitalismo o es una crisis “dentro” del propio capitalismo? Nos parecen preguntas fundamentales, para definir sobre lo concreto las tareas que demande este tiempo histórico, y para ello estamos avanzando en algunas síntesis que compartiremos en una próxima publicación. Pero a priori, y a fin de contextualizar este balance, leemos que a nivel global existen dos modelos de acumulación que comandan las fuerzas del Capital y que están en conflicto por la salida a esta crisis: Por un lado, y expresado de manera sencilla, una salida con mayor intervención del Estado, un símil Estado de bienestar actualizado, un renovado New Deal. En este modelo, el Estado se haría cargo de posibles gastos e inversiones para el desarrollo del trabajo y de las demandas sociales, pero manteniendo o incluso profundizando la precarización estructural del trabajo y de la vida. Dicho de otro modo, no se trata de una mayor o menor intervención del Estado sobre el Mercado, sino de una intervención estatal que contempla tácticamente cooptar y dar migajas (simbólica, cultural y materialmente) a los sectores trabajadores a fin de minimizar la conflictividad (una reversión del cambiar algo, aplacando las consecuencias de la crisis, para que no cambie nada). Una política en donde predominaría un Estado más “benefactor”, “interventor” o “presente” (enfatizamos las comillas) resultaría tan solo una máscara más que presenta el capitalismo, el heterocispatriarcado y el imperialismo para reacomodar los Mercados y para profundizar el ataque. Por el otro lado, aparece el modelo de un Estado estrictamente funcional a la mercantilización en oposición directa a la clase trabajadora, con una profundización de la liberalización de la economía y una actuación del Estado garantizando reformas de distinto calibre y la entrega que necesita el Capital trasnacional para avanzar en su acumulación sin tanta mediación ni negociación, y con mayor autoritarismo explícito. A grandes rasgos esta viene siendo la dinámica del Capital en sus formas de reproducirse que no dejan de estar ambas presentes, pero sí van teniendo diferentes preponderancias. Ambas manifestaciones, soistienen inmutable un modelo basado en el extractivismo, el despojo, la precarización laboral, la violencia heterocispatriarcal, el racismo y la represión a la protesta social. A nivel de la región latinoamericana, esta disputa conlleva en distintos países un desarrollo abierto de la conflictividad social, siendo muy reconocidos en los últimos años el proceso en Chile, pero también en Colombia, Perú, Bolivia, Ecuador, Haíti. La expresión dentro de la región Argentina por ahora (luego de las luchas puntuales contra el programa del macrismo) es de baja conflictividad, aunque con mucho desarrollo en masividad del feminismo como movimiento de masas con sus diversas demandas y luchas históricas. Más aquí y más allá de la caracterización de la crisis en desarrollo y su profundidad, nos interesa anticipar a los fines de este balance que, el capitalismo no se caerá por su propia cuenta, sino que su estructura de dominación e instituciones deberán ser derrotadas y superadas por una fuerza social organizada, a la cual no parece que estemos poniwndo todos nuestros esfuerzos en construir. Durante estos últimos veinte años, las distintas expresiones de protesta popular han intentado contrarrestar la maquinaria hetero cis patriarcal y capitalista, generando agendas de demandas a los gobiernos de turno, con una fuerte impronta en la capacidad de instalar ciertos hechos políticos. Tras la gestión de Cambiemos, en donde se habían abierto canales de conflictividad y articulaciones, con capacidad efectiva, la nueva experiencia peronista del Frente de Todos se


propuso cerrar ese ciclo. De allí que con la pandemia y en peores condiciones para el desarrollo de la protesta social, dado el aislamiento obligatorio, no hubo un órgano de unidad confederal de la izquierda anticapitalista que pudiera expresar el rechazo inmediato a los tratamientos del gobierno con la crisis y la pandemia, delimitándose a su vez de las posiciones conservadoras y liberales. Esto quedó expresado tras el proceso de recuperación de tierras de Guernica donde una acumulación de demandas por sector es lo que terminó moviendo el amperímetro de la lucha de clases, quedando en segundo plano exigencias de derechos políticos, de amplia llegada. Tras años acumulados de lucha, se sigue actuando desde la defensiva y no con un programa ofensivo. El otro ejemplo más próximo, que empeora aún la perspectiva es la casi nula reacción frente a los golpes de Estado o fuertes represiones vividas en países hermanos, a pesar de la enorme cantidad de muertes. Tampoco en lo local se pudo traccionar una movilización efectiva frente a los conflictos por despidos, ajustes, y ni siquiera tras el asesinato de Facundo Castro o Florencia Morales.

Definiciones y características

Las izquierdas por el Poder Popular (IPP), a las que referenciamos dentro de lo que conocemos como Nueva Izquierda, se originan hace más de 60 años en el mundo, en otro momento de la historia y con distintas tareas de etapa, en reacción al Stalinismo que había hegemonizado y liquidado a las experiencias socialistas y revolucionarias. En el plano local, la estrategia definida por la construcción del poder popular, sirvió como hipótesis de acción y organizativa. Para nuestra propia experiencia vivida en esta parte del mundo se puede hacer un separador, aunque de manera gruesa, a partir del proceso de resistencia y acumulación de mediados de la década del 90, y con el hecho fundamental de diciembre del 2001. Para toda una generación esta fecha, en conjunto con el 26 de junio de 2002, consistió en un hito fundante. La mayor parte de les compañeres que se definen como parte de las IPP eran muy jóvenes o directamente no formaron parte conscientemente de esos momentos de la historia, sin embargo perciben estas fechas como identitarias en la construcción de organizaciones políticas y sociales revolucionarias para la región. En conjunto con esto, los movimientos de mujeres, feministas y disidentes van acumulando una experiencia política de masas impregnando (y no sin obstáculos) a las organizaciones sociales y políticas con sus demandas históricas, siendo que el Ni Una menos en el 2015 marca una generación militante, como así también el ingreso al aparato y gestión del estado de una parte del feminismo. De manera superficial podríamos definir a las IPP según diversas características. A priori, mediante una definición por la negativa, en el sentido de no reconocerse necesariamente dentro de los partidos políticos tradicionales mayoritarios de la izquierda, en sus inicios por fuera del PC, relacionado con el Stalinismo o el PS, relacionado al reformismo liberal, y más actualmente las corrientes del trotskismo en Argentina. Esto, a su vez, lleva aparejado la orientación más fuerte de construcción de Poder Popular real, de democracia de base, y de autoorganización de la clase


por sobre la construcción partidaria pura y dura, con una pretensión (que muchas veces no hemos logrado) de superar ciertos vicios de las izquierdas tradicionales tales como el faccionalismo, el delimitacionismo, el vanguardismo, el verticalismo y otros ismos. En cuanto a definiciones ideológicas se reconocen diferentes tendencias (multitendencialidad) y la mayoría con una impronta heterodoxa en las definiciones. Mientras que existen y han existido diversas organizaciones políticas con distintas tendencias ideológicas más definidas, dentro de las que se cuentan el anarquismo y el leninismo, en sus versiones como el consejismo, líneas del guevarismo y del troskismo. Estas definiciones o características son las que históricamente han formado parte de lo que llamamos IPP. Sin embargo, algo más característico de las IPP en la actualidad, es decir en los últimos 25 años, son los espacios o sectores de militancia donde tienen inserción, inciden y construyen. De forma rápida podemos reconocer que gran parte de las organizaciones de las IPP tienen sus apuestas -dentro del mundo de las organizaciones sociales- a la militancia territorial. Seguido en menor medida por el desarrollo de organizaciones feministas, ambientales, de DDHH, culturales, y sindicales. La presencia que se tiene dentro de las organizaciones territoriales está muy arraigada con la fuerza, el origen e historia de dichas organizaciones, es decir con la unión que existe con el desarrollo del movimiento piquetero en los 90 y luego los procesos del 2001 y 2002 tan presente en las IPP. Esto nos ha dado la posibilidad de enraizar procesos de conciencia, luchas históricas, ser puntapié de conflictos y de formar parte de una corriente que le disputa legitimidad al Estado, el capitalismo y el hetero cis patriarcado como organizador y controlador de cuerpos e identidades. Otra razón que explicaría por qué se tiene tanta presencia en las organizaciones territoriales es por la etapa actual del capitalismo, donde una gran parte de la población ya no forma parte del mercado laboral formal como hace 50 años atrás. Estas podrían ser razones que expliquen el fenómeno por el cual la construcción de las IPP en espacios sindicales es baja, y con mayor predominancia en los sindicatos docentes o estatales, y en menor medida en el sector privado, que en su mayoría son de servicios. Aquí encontramos posiblemente uno de los principales problemas que hoy tenemos y marcan a su vez la distancia con las IPP de las décadas del 60 y 70, y que disparan distintas preguntas: esta baja participación, en la militancia sindical y su apuesta estratégica, ¿se da así por decisión propia? ¿por incapacidad de inserción o disputa con la estrategia del capital? ¿por desinterés generacional en algunos sectores? ¿es “más sencillo o cómodo” construir en organizaciones territoriales que en sindicales? ¿siguió siendo a lo largo de estos años una cuestión estratégica la construcción en las organizaciones territoriales? ¿seguimos y hemos renovado la consideración estratégica del sector desocupado como sector dinamizador de la lucha de clases en esta etapa de acumulación capitalista?

Problemas políticos Inmediatismo para la construcción

Otro de los nudos del problema que vemos en las IPP es la carencia de una actualización estratégica en común, o al menos de una orientación general hacia donde tenemos que ir en unidad durante algunos años sostenidamente. Esto trae aparejado la falta de un proyecto


político que se sostenga y el resto de los problemas que iremos mencionando, que aparecen para suplantar este problema estructural que tenemos. Es por ello que nos preguntamos, ¿bajo qué estrategia se enmarcan las organizaciones sociales y políticas de las IPP hoy día? ¿Cómo vamos articulando los volúmenes de fuerza social? ¿Dónde y cómo acumulamos como IPP? ¿Qué capacidad de disputa tenemos frente a los órganos de poder dominante y frente a las estrategias de la conciliación de clase? ¿Y qué capacidad de construcción de independencia de clase y autoorganización? ¿Qué capacidad tenemos de convertirnos en una alternativa real frente a la propuesta capitalista y hetero cis patriarcal? Distintos planteos sobre la ausencia de una estrategicomún han existido en estos últimos 20 años dentro de las IPP, sin embargo poco se ha (y hemos) hecho. Continúa carente el pensamiento estratégico, la teoría revolucionaria y los objetivos políticos concretos. Puede suceder que distintas tendencias tengan diferentes Estrategias de Poder para la lucha de clases, pero en este momento del capitalismo hetero cis patriarcal y en esta Etapa de rearme de la clase, es claro que nos necesitamos combinando y poniendo de acuerdo en perspectivas y métodos a mediano y largo alcance desde y para la clase trabajadora. Pero si ese debate no existe, difícil va a ser saber y reconocer en qué nos diferenciamos y en qué coincidimos. Estos debates se van diluyendo entre personalismos, el color de una bandera, los oportunismos, los atajos, la construcción de imagen publicitaria, la identidad propia por encima de las construcciones, antes que por la discusión política fraterna y profunda sobre cómo entendemos el mundo y hacia dónde hay que desarrollar las luchas. Hemos perdido la práctica del debate político en general y en particular el de largo aliento, cayendo en análisis (por momentos en sobre análisis), construcciones y tácticas regidas bajo la lógica de la inmediatez. Lo inmediato y urgente ocupando la agenda por sobre lo estratégico, nos adentran en un cortoplacismo que termina siempre modificando los planes a mediano y largo plazo de un momento para el otro, contribuyendo a la desorientación de las organizaciones y militancia de la clase trabajadora, a la improvisación, quedando endebles frente a las avanzadas de los gobiernos y patriarcas y sus programas de máxima hacia nosotres. ¿Qué capacidad tenemos hoy, de imprimir y propagandizar un imaginario socialista, la idea de la revolución social posible? ¿Quiénes y cuántas personas piensan hoy que es posible vivir sin patrón, fuera de la familia tradicional, sin gobiernos, autoorganizando la vida? ¿Hacia dónde vamos a reorientar el posible crecimiento de los sectores descontentos movilizados por la indignación? Quizás una de las grandes diferencias y disputas que se desarrollan dentro de las IPP que atentan a su vez contra visiones estratégicas, es la caracterización y relación que se debe tener de y con el Estado. Muchas organizaciones y tendencias políticas piensan al Estado como una arena de disputa, idea que rechazamos de raíz (argumentamos en profundidad el motivo estratégico de este rechazo en un texto titulado “Hacia una reconceptualización del Estado. Por una estrategia antiestatista y extraparlamentaria”, a su vez que estamos elaborando uno titulado “Luchar por lo público, la autogestión, lo común y la Revolución Social”). El gran problema que surge de esta conceptualización es que, dejando de lado la independencia de clase y fetichizando las relaciones y posiciones sociales y de fuerza, se lo niega como relación social de dominación y se lo devuelve como


como una herramienta neutral a ser disputada institucionalmente. Con el correr del tiempo, estas orientaciones van confiando en posiciones ficticias que van acercándose y ocupando cada vez más espacios o ideas afines a las estructuras peronistas, al parlamentarismo y teniendo visiones más institucionalizadas de las luchas y las relaciones de fuerza. Nosotres creemos que mucho de esto sucede por falta de estrategia, predominio del tacticismo y la inexistencia de objetivos políticos de largo alcance, sumado a una creciente desconfianza propia y ausencia de conciencia sobre la capacidad de nuestra clase para concretar una salida propia. Esta tesis política, se combina con otra que aumenta la gravedad del problema. La idea sobrevalorada para este momento político, del parlamentarismo como táctica válida, que termina siendo en los hechos, algo testimonial y con malas repercusiones sobre la conciencia de los intereses del pueblo trabajador, ya que consagra la idea de una democracia delegativa (ni siquiera representativa), educa a la militancia al discurso aceptado o correspondido del sistema político burgués o termina perfilandola al ser funcionaries, reemplanzando la autogestión por pura “gestión para”. Esta serie de problemas va erosionando las orientaciones revolucionarias de las luchas en las organizaciones, ubicándose en torno a un desaliento de la conflictividad por abajo, no solo de la acción directa sino reemplazando el “por abajo” por “el arriba”, reubicando el epicentro de la política, desde la calle hacia los despachos o palacios y desde lo local hacia el Obelisco, Plaza de Mayo y el Congreso. No hay dudas que el ciclo político de la última década y media ayudó a este devenir, pero incluso cuando la lucha de calles volvió a tener un peso mayor hemos caído en evitar la confrontación política por temor a quedar como ¿izquierdistas?. Esta crítica también es válida, paradójicamente (o no), para las corrientes del trotskismo..

Divisiones y rupturas en nombre de la unidad

La problemática de la unidad requiere una teorización aparte, ya que es un término muy utilizado y a su vez muy manipulado. ¿A qué nos referimos con unidad? Básicamente a un acuerdo de métodos, acciones y principios, siempre pensados y desarrollados por, desde y para la clase. Siempre desarrolladas desde las propias conflictividades y construcciones en común, la cual se hace mucho más fuerte ante victorias de la clase que abonen a dicha unidad. Nunca la unidad válida puede ser efectiva para la lucha de clases, atándose por arriba entre pocas personas o sellos. Por lo tanto, es moneda corriente bajo esta segunda lógica entender a la unidad como un rejunte de partes y no de una posibilidad de superación histórica a la tendencia fragmentaria de las organizaciones de la clase. La realidad histórica indica que la efectiva unión de la clase se desarrolla desde sus propias organizaciones y construcciones del pueblo, genuinamente por abajo, con objetivos propios y en el tiempo. En un proceso de articulación de fuerzas a partir de demandas concretas, la ruptura del corporativismo sectorial y la constitución de organismos propios de poder popular que den la disputas y vayan organizando anticipatoriamente las distintas dimensiones de la vida. Esta falta de estrategia u objetivos a mediano y largo plazo de las organizaciones políticas y sociales, atenta también contra la búsqueda o los intentos por la unidad desde la clase. Como la coyuntura se desarrolla, y en favor de bloque dominante, se intentan salvar las situaciones desarrollando uniones de organizaciones por arriba, sin sentido como no sea una política estrecha de miras que apunta al inmediatismo y que prioriza lo táctico sobre lo estratégico, llevando en poco tiempo a que se partan en pedazos, abonando a nuevos fracasos, desaliento y


mayores niveles de desmoralización en sectores de la clase que buscan referenciarse en procesos de luchas. Esto está atado a las necesidades y objetivos a corto plazo que van desarrollando las organizaciones, pensando en situaciones menores cuando la construcción unitaria se debe desarrollar en base a tareas que articulen fuerzas y que la etapa de lucha de clases necesita. Sin embargo, se termina concibiendo a la unidad como la unión por arriba de los sectores, como el rejunte de organizaciones o aparatos con objetivos cortoplacistas, en coyunturas específicas y las más de las veces con fines solamente electorales. Ante la falta de debate estratégico, otro resultado presente en los 20 años de las IPP es lo opuesto a la unidad sostenido, es un infinito fracturamiento de las organizaciones del pueblo y las organizaciones políticas, fracturas de organizaciones sociales y feministas, particiones en corrientes sindicales o listas en común, la casi nula intervención en la militancia estudiantil y desarme de las pocas herramientas de DDHH y antirepresivas que existían. Como resultado se obtuvieron múltiples grupúsculos con no tantas diferencias en lo político pero con un sinfín de mezquindades, intrigas y enconos asociados en mayor medida al tacticismo, el personalismo o dirigentismo, la autoconstrucción y las prácticas patriarcales. Un desarrollo prepolítico total.

¿Democracia?

Otro de los grandes ejes a debatir en las IPP es la democracia, tanto dentro de las organizaciones políticas como sociales. Las IPP parten en su origen de una intención por mayor democratización y horizontalización en contraposición a la experiencia stalinista, las direcciones del PC o las clásicas formaciones partidarias del leninismo clásico o del trotskismo. El no desarrollo de democracia real dentro de las organizaciones, o al menos el recambio generacional o temporal de los espacios de dirección, atenta contra construcciones a mediano y largo plazo. Pero no es sólo rotación de tareas, es la formación política y la toma de decisiones en el conjunto, la formación de cuadros y de personas capaces de organizar, lo cual sucede, sí, de forma lenta o a menor velocidad que los avances de los programas burgueses. Confiamos en que la finalidad de la lucha de clases no es solo la socialización de las riquezas sino también la socialización de la toma de decisiones. La centralización o el atornillarse a los espacios de dirección deviene en personalismos y personas que se presentan como irreemplazables, generando que los logros y proyectos políticos sean de dichas personas y no de la clase que se organiza. No creemos que la intención por construir referencias personales sea construir personalismos, sino que criticamos la burocratización de los espacios y cuánto esto atenta contra el desarrollo y la fuerza de las organizaciones. Esto trae aparejado el autoritarismo y el verticalismo como contraparte. Somos afines a pensar la necesidad de formarnos como promotores, organizadorxs o constructores de espacios, situaciones y conflictos y no de dirigentes en el vacío. La construcción de dirigentes no puede ser un “atajo” al desarrollo político de las masas, una cara pretendiendo reemplazar la conciencia que deben generar miles. Necesitamos construcciones amplias que catalicen demandas, que encarnen la conciencia y la expresen, que emanen del seno mismo de la lucha social y que la potencien. En esos procesos, por supuesto que personas se destacarán por sobre otras y expresarán de


forma más efectiva voluntades colectivas, pero eso no debería siginificar el reemplazo o la sustitución del accionar propio de las organizaciones. Esta lógica descripta no sólo está abonada por la carencia de perspectiva estratégica, sino también por la naturalización o la confianza ciega que deviene insistencia permanente en el centralismo democrático y su imposición como método a la interna de las organizaciones. Existen experiencias sociales en la historia de la lucha de clases y en la propia actualidad, que han sido muy efectivas en la intervención política de masas en la lucha de clases que han desarrollado formas más federativas y de libre asociación. Donde las tareas son repartidas acorde a responsabilidades y tiempos políticos colectivamente estipulados. Totalmente asociado a las ansiedades, el centralismo democrático “acelera” las decisiones, lo cual termina por boicotear el desarrollo de la democracia. También, bajo la lógica de la centralización se fue recayendo cada vez más en prácticas y perfiles autoritarios y burocratizados en las organizaciones y de luchas por la hegemonía o la dirección en vez de procesos donde la diversidad se encuentra en la unidad. No se trata de más o menos democracia, se trata de no seguir insistiendo con formatos que engendran futuras fragmentaciones. Aquí tenemos que hacer nuestra autocrítica. No hacemos política desde la ingenuidad, y sabemos que nos cuesta la puesta en práctica de lo que en la teoría llamamos la relación social base-dirección, en la que confluyen distintas ideologías o trayectorias, sumado que nos ha faltado “ingenio militante”. Por etapas, hemos esquivado la participación de lleno y genuina en la dirección (en tanto proceso con roles y ámbitos de incidencia, influencia o representación) de las organizaciones y no nos hemos animado o no hemos sabido cómo hacer las críticas fuertes a quienes creíamos que correspondía cuando les correspondía. No hemos ocupado espacios que genuinamente y con mucho esfuerzo colaboramos en construir, a su vez dejando ocupar espacios a tendencias y militantes que fomentaban el verticalismo, la centralización y la burocratización. Es parte de nuestras tareas incidir y orientar sin reproducir esquemas que creemos que ahogan el descontento, la creatividad, la conciencia. Es también necesario remarcar como problema político la vinculación directa entre autoritarismo-machismo. Uno de los grandes problemas presentes en las IPP en toda su historia es el machismo hacia el interior de las organizaciones. Son infinitos los casos de situaciones de violencia patriarcal llevadas adelante por varones cis que son dirigentes o referentes en algún ámbito, donde el resultado ha sido el encubrimiento y complicidad negando, minimizando o tergiversando los hechos en defensa del violento. Estas situaciones llevan a una división de las fuerzas, en donde la defensa del dirigente o referente es prioritaria por sobre la construcción de acuerdos que nos permitan avanzar en la lucha social. A su vez, el personalismo es una expresión del sistema hetero cis patriarcal muy inculcado en la política y en las organizaciones en general. Todo esto atrasa, por eso creemos que es prioritario reconstruir las organizaciones y las prácticas humanas de las que somos parte. Atado directamente a la democratización se presenta la formación política y educación popular a la interna de las organizaciones y la clase. Formarnos como militantes es sumamente importante, no como algo escindido de la vida, sino que es lo que va generando mayor resistencia frente a las avanzadas de opresión y explotación. Allí donde hay desinformación o desconocimiento no hay poder de decisión, boicoteando la democratización. Debe ir mancomunado el proceso organizativo con el proceso pedagógico. A su vez, este problema es de índole estratégico


también, en tanto la formación política permite el desarrollo de cuadros políticos de mediano y largo plazo que continúen la trayectoria de las organizaciones y la lucha de la clase. La carencia de estrategia y democracia interna devino en la destrucción de grandes camadas militantes que se acercaron a la construcción de las IPP. Compañeres de clase que se repelen tanto del trostkismo como del peronismo, pero que fueron eyectades de nuestras construcciones. Han perdido la atracción por este mundo de las IPP en el mejor de los casos, pero otres han dejado de militar directamente, se han quemado, fundido. Compañeres a quienes tenemos poco para ofrecerles, que piensan que militar es rosca por detrás, es desconfiar, que es debatir personas y no proyectos políticos. Tenemos un desafío y responsabilidad para con estes compañeres. Necesitamos retomar el interés de elles para luchar y construir, a través de las buenas prácticas y la confianza política, pero sobre todo mediante una propuesta de proyecto político real, concreto y con perspectivas de poder popular.

Ideologicismo e identitarismo

Otro de los grandes problemas presentes dentro de las tendencias de las IPP es el que denominamos como ideologicismo en tanto doctrina por sobre la propia experiencia de la clase. No estamos en contra de las definiciones ideológicas, sino todo lo contrario. Fomentamos el debate ideológico, pero no cuando la síntesis del mismo va por sobre el desarrollo de las experiencias organizativas y de lucha de la clase, algo muy criticado en las prácticas del trotskismo y que lamentablemente está presente en las IPP a pesar de tener visiones más heterodoxas. Esto, a su vez, ha llevado al desarrollo de soluciones partidocentristas a la interna de las IPP, en contraposición a una característica propia del sector de la multitendencialidad y la construcción de las organizaciones de base por encima de los intereses partidarios. Por otro lado, la identidad es algo fundamental que forma parte de un fortalecimiento colectivo, tanto de la clase, de las organizaciones como de las diferentes luchas. Sin embargo, muchas veces caemos en un identitarismo en donde la identidad organizativa es mucho más fuerte que la de la clase, con una autoconstrucción propia, transformándonos en “hinchas de nuestras organizaciones” por sobre las experiencias de la clase en su conjunto. Algo que contrarresta a esta recurrente forma, es el surgimiento de consignas de masas que aglutinan a amplios sectores en el desarrollo de conflictividad: Que se vayan todos, Ni una Menos, Aborto Legal, aparición con vida de Santiago Maldonado, etc.

Algunas líneas para una propuesta política Consideramos que los objetivos máximos que podemos trazarnos como organizaciones pertenecientes a las IPP consisten en abonar a una experiencia de y desde la clase que avance efectivamente en su rearmado recuperando y desplegando su potencia, su capacidad creadora y construyendo los dispositivos que ayuden a su organización, ya sea desde las organizaciones sociales,


propuestas de medidas de lucha, grandes consignas, etc. Construyendo en los lugares comunes donde nos desenvolvemos como clase es que aportamos a la construcción de futuros órganos de poder popular, desde donde la clase misma se enfrente a la burguesía, en principio con una finalidad defensiva para, con el tiempo y el desarrollo de la conciencia, unidad, conflictividad y autogestión, pasar a acciones y luchas más ofensivas. Para esto creemos indispensable retomar el debate político, crítico y autocrítico, entre las organizaciones y militancia que conformamos el abanico de las IPP. Debate de frente, profundo y con sentido político, para poder desarrollar un proyecto político sustentable con perspectiva histórica y que sea atractivo para mayores porciones de la clase trabajadora, que tenga incidencia real en la lucha de clases actual de la región Argentina y que ayude a instalar un imaginario socialista y feminista, que nos saque de la posición de víctimas y no quede anclado en la melancolía de la izquierda. Necesitamos entender, a su vez, que la mejor propaganda de nuestros proyectos y propuestas será a partir de experiencias de lucha que logren victorias, aunque parciales, conquisten posibilidades de ataque y así atraiga a sectores de la clase que avanzan en indignación y descontento con el sistema capitalistas y sus distintas gestiones de gobierno. Nacimos y nos politizamos en la acción, y desde allí fuimos generando mejores condiciones organizativas para la conciencia. Estas experiencias de acción tienen que ser victorias concretas reivindicativas pero también trascender el conflicto en sí. Una pedagogía por el acto, en tanto construcción de poder popular real, democrático y estratégico, desde y para la clase. Tenemos el diagnóstico, que hasta aquí se ha desarrollado un proceso de fuerte institucionalidad y burocratización de las luchas, que se traduce en confianza en las instituciones de resolver los problemas de la clase y en transformar a les militantes en funcionariado dentro y “fuera” del Estado, o en hacer a las organizaciones cadena de producción de sus políticas sociales, o dejarnos en el rol de agentes controladores de la implementación de la política estatal. La alarma que encendemos aquí es, ¿esto genera condiciones de independencia por poder presentarnos como una alternativa de vida frente al masivo o terminamos en realidad fortaleciendo en el mediano plazo al Estado y a las instituciones burguesas? Otro ejemplo de la institucionalización y amansamiento de nuestras izquierdas es lo que llamamos “marchódromo”, es decir, ante cada reclamo una protesta que no molesta al Gobierno ni a funcionaries, una marcha que se hace parte de lo urbano, adosado, de un folklore que se combina con una política parlamentarista. Por lo que es fundamental la desinstitucionalización de las luchas: descentralizar los conflictos, que prime el conflicto local por sobre la lógica de que todo tiene que pasar por el Obelisco; cambiar la idea de que todo pase por la superestructura; la unión real por abajo de los conflictos; romper con el aparateo entre estructuras políticas; construir victorias reales con logros concretos de la clase; poner en marcha la creatividad y la disrrupción, complejizando la acción directa, desarrollando y legitimando algunos niveles de la lucha callejera como posibilidad de presión y de generación de victorias tácticas. Ejemplos claros de cómo se desintitucionalizan han sido el desarrollo de luchas socioambientales en Mendoza y Chubut, el conflicto y el proceso organizativo en Guernica, una parte de los movimientos feministas y disidentes de los últimos años, etc.


Otro de los desafíos que tenemos en frente es reconvertir la pregunta acerca de ¿cómo damos un salto a lo político desde los movimientos y organizaciones política y sociales que forman parte de las IPP? Para muchas tendencias políticas y organizaciones, el salto a la política es la intervención electoral. Para nosotres, el salto a la política sigue implicando construir un proyecto real de intervención en la lucha de clases, con capacidad en su desarrollo, la concreción de objetivos comunes que fortalezca la autoorganización popular para transformar la conciencia y visión que se tiene del mundo. Lograr constituirse en actor político como movimiento anticapitalista sin reproducir la lógica delegativa de Poder partido-céntrica. De esta manera, tenemos que buscar la acumulación política en las organizaciones de la clase y en sus coordinaciones. Esta acumulación también va a permitir el crecimiento político de las tendencias que formamos parte de las IPP, retroalimentándonos. Por lo que es contraproducente la idea y accionar del partidoverdad y el partidocentrismo. Estamos convencides de la construcción en la multitendencia, donde podamos construir en conjunto y acumular políticamente en todos los ámbitos. Pero sin construcción real de las organizaciones del pueblo no tiene sentido una construcción partidaria.

A modo de cierre

Lanzamos esta botella con contenido de reflexión, críticas, autocríticas y propuestas al conjunto de organizaciones que son las Izquierdas por el Poder Popular, sabiendo que en estos momentos hay preocupación e interés genuino con la necesidad de debatir estos aspectos por parte de muches compañeres de militancia. Hoy por hoy, no tenemos una columna anticapitalista ni expresiones de juventudes combativas. Tampoco hay gran desarrollo de la lucha callejera y es casi nulo el interés en ella, cosa que nos debilita ante resoluciones con las de Guernica. La precarización laboral es una constante creciente pero no hay una visibilización fuerte de las necesidades inmediatas ni una ponderación de la militancia sindical. Vivimos al extremo, más que demostrado en esta pandemia con la matanza de trabajadorxs a gran escala. Es fundamental crear una agenda socioambiental con perspectiva socialista, que le de pelea al extractivismo y su intento voraz de instalarse a cualquier precio. Necesitamos retomar el debate político, teniendo los balances que correspondan, haciendo las autocríticas que correspondan. Parar la pelota y pensar colectiva y generacionalmente hoy es indispensable. En este momento lo importante y lo urgente son lo mismo. Somos testigues en la historia de aquello que no podemos cambiar y protagonistas de todos los movimientos que impulsamos, acciones desencadenantes y liberadoras, quisiéramos ampliar nuestro desarrollo y potenciar nuestro encuentro. Les agradecemos por recibir estos aportes y debates, y ojalá puedan hacer alguna devolución en base a lo que vienen pensando o a lo que sea que les remita. Nos sentimos fortalecides, y agradecides de compartir tantas batallas juntes, nos sentimos compañeres, hermanes de clase, hijes del pueblo.


Acción Socialista

Libertaria


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