10 tipos de fotógrafo

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10 tipos de fotógrafo 1 El adicto a los gadgets

Gadget: dispositivo bonito, pequeño y que huele bien, que en no pocos casos sirve básicamente para decorar la cisterna del wáter. Al adicto a estos aparatos, entre los cuales las cámaras y los objetivos consiguen suscitarle un grado de fetichismo que roza lo patológico, le importa un bledo el bokeh, el rendimiento con sensibilidades altas, la resolución... y ni que decir tiene las reglas de composición fotográfica. Lo único que le estimula es poseer el último gadget, porque ser el primero en tener lo último es lo que le da la vida. Este adicto compulsivo alcanza el clímax cuando entra en cualquier tipo de evento social y se pasea con su nueva adquisición delante de sus amigos. Le encanta mostrar sus gadgets y explicar cómo funcionan como si él mismo los hubiese inventado. Pero dicho placer le dura muy poco, y rápidamente comienza a entrarle un nerviosismo en el cuerpo acompañado de sudor frío. Es entonces cuando abandona el viejo gadget y regresa a las profundidades del centro comercial en busca de una nueva presa. 2 El despistado

Espécimen rápidamente identificable (es habitual verle sacando fotos con la tapa puesta), el fotógrafo despistado pierde tarjetas, borra fotos de las que aún no había hecho una copia de seguridad y maldice el exposímetro de su cámara mientras dispara bajo un sol de justicia con la misma configuración de 6.400 ISO que usó la noche anterior. Todo eso antes de descuidarse la cámara en un bar o encima del capó del coche. Porque aunque el despiste nos hace más humanos, cuando en él se ve involucrado un equipo fotográfico de varios miles de euros puede salirnos caro.


3 El macrero

El fotógrafo macrero es un ser con una visión muy corta, cortísima, que repta por el suelo y va siempre a la caza de detalles insignificantes que a la mayoría se nos escapan. Comienza por darle la vuelta al objetivo con un anillo inversor para fotografiar la pelusilla que queda incrustada en el teclado del ordenador, y acaba comprando flashes anulares y carísimas ópticas macro para inmortalizar bichos y cualquier cosa que esté tirada por el suelo. Es capaz de retratar una hormiga o una araña como si tuviera el tamaño de un humanoide normal. El macrero también puede dedicarse a fotografiar objetos cotidianos y aburridos como una manzana, dos manzanas o hasta un grupo de manzanas juntas. Parece que no, pero también esto tiene su punto. 4 El nocturno

Es poco probable, pero quizás alguno –por aquellos avatares de la vida- se haya topado alguna vez con un personaje solo, a las tres de la madrugada de una gélida noche de invierno en pleno monte, fotografiando el cielo estrellado y pasando más frío que un mono con el culo al aire en plena Siberia, con estalactitas en la nariz y sin necesidad ninguna de disparador automático porque se le ha congelado el dedo mientras usaba el modo bulb. Si es así, ha dado usted con un fotógrafo nocturno. Sus mujeres (o sus madres) suelen echarles de casa porque nadie se cree que vayan a tirar fotos a esas horas. Algunos llevan tanto tiempo dedicándose a esta oscura arte que la piel les comienza a palidecer por la falta de exposición solar.


5 El listillo que no se lee el manual

Testarudo y amante del Trivial Pursuit, el fotógrafo listillo es de los que piensan que el manual solo sirve para ocupar espacio en la caja. Igual que esos CD y cables que no usará nunca. No necesita consejos de nadie, le gusta equivocarse a él solito y tampoco tiene paciencia para enterarse de cómo funciona la cámara. Ya se enterará mientras toquetea los botoncillos. 6 El coleccionista

Variante sofisticada y pudiente del síndrome de Diógenes, el coleccionismo de objetos fotográficos sin mesura ha arruinado familias y destruido vidas. Este fotógrafo acumula cacharrería de muy diversa índole –normalmente cosas caras y raras- de forma desmedida y casi inconscientemente. Asegura que colecciona, pero en realidad está enfermo. Los síntomas de esta manía delirante comienzan con la compra de un objetivo normal y corriente que rápidamente va compartiendo armario con otros parecidos. El coleccionista no necesariamente prueba los objetivos: simplemente los compra y los mete en el armario o una vitrina, en los casos más agudos. Llegado a este punto, entra en la categoría de coleccionista-acumulador irreversible. Si no se tratan a tiempo, pueden perecer sepultados bajo toneladas de detritus fotográfico.


7 El sibarita exquisito

Ser humano de apariencia normal (con orejas y dientes), el sibarita exquisito tiene una gran capacidad para apreciar errores y recordártelos, por pequeños e insignificantes que estos puedan parecer al común de los mortales. Se dice incluso que los especímenes más desarrollados solo ven errores. El sibarita exquisito posee asimismo una especial habilidad para convertir en un fenómeno de masas un simple fallo anecdótico, como la detección de la aparición de puntos rojos del tamaño de un micrón en fotos tomadas bajo la luz de la luna llena los días impares. La logia internacional secretísima de sibaritas exquisitos posee un ranking con los más ilustres fulminadores de responsables de calidad de las marcas 8 El street photographer

Practicante de la fotografía urbana y maestro de la discreción, tiene siempre un ojo puesto en la cámara y el otro en el motivo a la espera de que algo sarcástico, absurdo o directamente desgraciado acontezca a su alrededor. Se mueve básicamente en el medio urbano -de ahí su nombre- y es fácil encontrarlo medio escondido y agazapado en algún oscuro callejón tratando de pasar inadvertido y esperando el instante decisivo que pregonaba su histórico gurú. Como es lógico, todos sueñan con vivir en pueblos grandes como Nueva York, París o Tokio para no tener que conformarse con emular a Vivian Maier a base de autorretratos en espejos y reflejos varios


9 El amigo fotógrafo

Uno de los ejemplares de fotógrafo más extendidos, el amigo con cámara grande al que todos conocen por el original sobrenombre de “El fotógrafo” es un pobre desgraciado que maldice el día en que visitó Quesabesde y se dejó seducir por la extraña erótica de los cachivaches fotográficos. ¿Quién no conoce a un fotógrafo amigo? Es el mismo que ha tenido que sacar fotos de todas las bodas de todos sus amigos (gratis, claro), de todas las comuniones de todos sus sobrinos y de todos los viajes a los que ha tenido la ocurrencia de ir con sus amigos. Hace tiempo que ya no comparte fotos en las redes sociales para pasar un poco más desapercibido y tratar de desprenderse de este estigma. 10 El químico

Amenazaba con extinguirse, pero el fotógrafo químico sigue más vivo que nunca y ajeno a las penurias y servidumbres de lo digital merced a sus convicciones contrarrevolucionarias y a caballos de Troya como el mencionado sibarita exquisito, cuyos hallazgos refuerzan sus tesis neoludistas. Se le identifica fácilmente en ferias y otras reservas naturales protegidas para fotógrafos porque suele llevar un pin con lema pretendidamente ocurrente (“Un tipo con química”) y por su bigote y perilla recortados al estilo daliniano o cervantesco. No sabe de ceros y unos ni de píxeles muertos. Él solo habla de reflexión, magia y slow photography. No hay que confundirlos con los hipsters, que hoy usan cámaras Lomo y mañana, cuando sucumban definitivamente al empuje de los smartphones, usarán compactas digitales de 200 euros. Lo más.


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