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La agricultura después de la pandemia

La pandemia del COVID-19 desafió a los sistemas alimentarios y la seguridad alimentaria mundial. Diversos autores reflexionan sobre el rol del sector agrícola y el nuevo escenario post pandemia

Por: Permingeat, H.

El COVID-19, la enfermedad infecciosa causada por el virus SARS-CoV-2 y cuyo brote estalló a finales de 2019 en Wuhan (China), viene ocupando los portales de noticias de todo el mundo. Esta minúscula partícula de ARN y proteínas se esparció por el planeta, mostrándonos lo vulnerable que somos, sin distinción de países, sectores sociales o sectores económicos. El COVID-19 desafió y está desafiando a los sistemas de salud de los países desarrollados y en vías de desarrollo. Hasta el momento, infectó a más de 5 millones de personas, causó más de 310.000 muertes y nos obligó a encerrarnos ante la falta de vacuna y tratamiento.

En el plano económico, desaparecieron miles de empresas y se perdieron innumerables puestos de trabajo, lo que generó estragos en los sistemas económicos. Hoy somos todos más pobres. El sector agropecuario, responsable de la seguridad alimentaria del mundo, no escapa a la catástrofe. En esta nota, compartimos la mirada de algunos especialistas que describen los principales impactos de la pandemia en el sector y proyectan lo que será el día después.

En su nota editorial publicada el 2 de mayo de 2020 en la revista Agricultura y Valores Humanos, el investigador Matthew Sanderson expresa: "Aquí estamos. Aquí está la agricultura y los valores humanos en medio del COVID-19. Esto ocurrió a casi 100 años de la pandemia de la gripe española, 90 años desde el inicio de la Gran Depresión y de la Gran Tormenta de Polvo de 1934 (el Dust Bowl), 50 años después del primer Día de la Tierra y 50 años desde que Norman Borlaug recibió el Premio Nobel de la Paz por su contribución a la conocida Revolución Verde. ¿Qué hemos aprendido sobre agricultura y valores humanos? ¿Qué revela el COVID-19 sobre la agricultura y nuestros valores humanos? ¿Hacia dónde vamos ahora? ¿De qué manera?".

Al analizar el impacto del COVID-19 en la agricultura, Siche (2020) señala que esta pandemia, al igual que otras similares, alteró drásticamente la vida en el planeta y generó pánico, pobreza y la consecuente malnutrición. Según la FAO, el COVID-2019 afecta a la agricultura en dos aspectos importantes: la oferta y la demanda de alimentos. Ambos aspectos están directamente relacionados con la seguridad alimentaria y por eso se afirma que dicha seguridad está en riesgo. Además de las restricciones a la movilidad de la mano de obra en los sistemas agrícolas, el comercio internacional de bienes se vio interrumpido, al menos hasta que se garanticen protocolos de seguridad para evitar la propagación del virus. Esto puede ser temporal y dependerá de lo que están haciendo los países para detener la propagación del virus.

La atención debe estar puesta en los grupos más vulnerables, las personas que experimentan hambre crónica y no consumen suficiente energía calórica para vivir una vida normal. Según la FAO, hay cerca de 820 millones personas bajo estas condiciones y no se puede permitir ninguna interrupción de sus medios de vida o acceso a alimentos. Si el virus se propaga en los países donde viven estas personas, las consecuencias podrían ser muy graves. También son vulnerables las familias de bajos ingresos, que se alimentan principalmente de alimentos provistos por programas sociales. La suspensión de estos programas debido a la pandemia pone en riesgo la seguridad alimentaria y la nutrición, y como consecuencia, la existencia de niños con capacidad limitada para hacer frente a enfermedades.

Por su parte, Máximo Torero (2020), jefe de economía de la FAO en Roma, plantea que la pandemia de coronavirus dejó al descubierto muchas cosas, sobre todo lo interconectado que está el mundo. Sin embargo, pocos países han reconocido que sus medidas para contener el virus y amortiguar los shocks económicos deben ajustarse para mantener el flujo de alimentos. Sin comida no puede haber salud. Las prescripciones de las políticas son sencillas y el aislamiento no puede formar parte de ellas, porque el aislamiento rígido también está conduciendo al desperdicio de alimentos (hoy se tira leche, verduras y frutas por el cierre de comercios y también de fronteras). En muchos lugares, los cultivos se están pudriendo en los campos. Si bien se esperan buenas cosechas de cereales este año, esto no ayudará a evitar la escasez de alimentos en caso de que los países no puedan trasladarlos desde donde se producen hasta donde más se necesitan.

Es importante entender que la acción mundial sobre la alimentación ya era un desafío incluso antes del COVID-19 y que hoy los países y las regiones están experimentando la pandemia en diferentes momentos y de diferentes maneras, desde China hasta Europa, Estados Unidos, India y ahora África y América Latina. De alguna manera, esto incentivó un espíritu de naciones que actúan sólo por sí mismas. Es importante que se pueda acordar la eliminación de los aranceles e impuestos para compensar los aumentos de precios locales causados por la devaluación de las monedas y entender que el trabajo en la producción agropecuaria es esencial. La FAO anticipa cómo varios aspectos del sector agrícola podrían verse afectados por el COVID-19, desde el trabajo y la disminución de la demanda debido a la caída de los ingresos, hasta los tipos de cambio y la inflación. Debido a que el coronavirus no respeta las fronteras, la cooperación global es la única oportunidad para derrotarlo y esto es una oportunidad para estar juntos. De lo contrario, muchos millones morirán de hambre aislados.

En un sentido similar, Petetin (2020) propone que la actual crisis del COVID-19 es una oportunidad para integrar la democracia alimentaria con el sistema alimentario en la post pandemia. El autor destaca los desafíos que enfrenta el comercio internacional de productos agrícolas antes de indicar las disfunciones dentro de las cadenas de suministro de alimentos desde un punto de vista nacional. También analiza cómo estos problemas (especialmente en torno a las interrupciones en las cadenas de los alimentos) pueden llevar a que los consumidores consideren las fuentes de sus alimentos con más cuidado. Lo más importante es que la pandemia enfatiza la urgencia de reconstruir los sistemas alimentarios basados en un modelo de democracia alimentaria antes de considerar desarrollos futuros.

La crisis del COVID-19 indica que la característica de "justo a tiempo” de la cadena de suministro de alimentos y su logística no pueden hacer frente fácilmente a sus interrupciones y las turbulencias. Las cadenas de suministro “justo a tiempo” tienen como objetivo garantizar la frescura de los productos y reducir el desperdicio, pero requieren la coordinación y la eficacia de cada actor a lo largo de la cadena. Sin embargo, si uno de sus elementos se ve afectado negativamente, tiene consecuencias en otros. Cuando varios actores se ven afectados, las ramificaciones duraderas se pueden sentir desde el productor primario hasta el ciudadano. La pandemia indica la urgencia de repensar el sistema alimentario y sus características. Parece haber una seguridad alimentaria limitada, como se demuestra cuando el sistema se ve sometido a presión. Hay poca capacidad de recuperación o flexibilidad, y esto está parcialmente relacionado con la débil posición de los agricultores y la existencia de largas cadenas de suministro de alimentos.

A menudo, los ciudadanos sienten que la cadena de suministro les impone la elección de los alimentos. Un modelo de democracia alimentaria brinda a los ciudadanos oportunidades para participar activamente en la construcción de sistemas alimentarios sostenibles, lo que permite sumar perspectivas alternativas respecto a cómo se deben producir y consumir los alimentos. La democracia alimentaria crea un marco para la construcción de un sistema alimentario alternativo y transformador que permite empoderar a los ciudadanos a través de elecciones. Esto les permite encontrar mayor satisfacción dentro de un sistema alimentario que refleje valores compartidos por la sociedad y que venda productos sostenibles. Las elecciones individuales respecto a dónde las personas compran alimentos demuestran "el grado de control que los consumidores pueden ejercer" sobre los sistemas alimentarios. Este modelo de gobernanza alimentaria multinivel se puede caracterizar por ciudadanos que desean "mejor comida, más información y opciones, y preferencia por la acción local y la participación personal", y debiera considerarse al reconstruir las cadenas de suministro de alimentos.

La visión de Kerr (2020) ilustra una preocupación peligrosa, dado que la pandemia de COVID-19 tiene un efecto importante en la actividad económica al alejar a las economías de los equilibrios familiares. El grado de desequilibrio entre las economías no tiene precedentes, lo que significa que las futuras rutas de ajuste son difíciles de discernir. Una vez que la crisis haya pasado y con lo aprendido sobre la capacidad de recuperación del sistema alimentario internacional, los gobiernos pueden desear fortalecer el comercio internacional. Al mismo tiempo y en base a su experiencia con el COVID-19, los gobiernos pueden sentir que dependen demasiado de las fuentes de suministro extranjeras y pueden querer revertir los impactos de la globalización en sus sistemas alimentarios. Como resultado, pueden volverse cada vez más aislacionistas, evitando la cooperación internacional. Cuál de estas fuerzas opuestas prevalecerá dependerá de los caminos que sigan las economías luego del desequilibrio precipitado por la pandemia.

En algún momento, esta pandemia pasará. Los autores nos invitan a reflexionar y nos interpelan sobre cómo será el después, qué rol desempeñará cada actor de la sociedad y cómo se ajustará el mundo a la nueva realidad que dejará la pandemia. La importancia de aumentar la producción se enfoca en la necesidad de alimentar a un mundo con una población en crecimiento. Hoy más que nunca debemos comprometer nuestras capacidades científicas, tecnológicas, intelectuales, de gestión particular y social en superar los efectos de la pandemia. Este desafío es como una suerte de barajar y dar de nuevo en pos de una agricultura más sustentable y una sociedad con mayor garantía de su propia seguridad alimentaria.

La democracia alimentaria crea un marco para la construcción de un sistema alimentario alternativo y transformador que permite empoderar a los ciudadanos a través de elecciones.

REFERENCIAS

• Sanderson MR. (2020). Here we are: Agriculture and Human Values in the Coronavirus (COVID‐19) pandemic. Agriculture and Human Values, https://doi.org/10.1007/s10460-020-10040-w.

• Siche R. (2020). What is the impact of COVID-19 disease on agriculture?. Scientia Agropecuaria 11: 3 – 6.

• Torero M (2020). Without food, there can be no exit from the pandemic. Nature, 580: 588-589.

• Petetin L. (2020). The COVID-19 Crisis: An Opportunity to Integrate Food Democracy into Post-Pandemic Food Systems. European Journal of Risk Regulation, pages 1-11, doi:10.1017/err.2020.40

• Kerr WA. (2020). The COVID-19 Pandemic and Agriculture – Short- and Long-Run Implications for International Trade Relations. Canadian Journal of Agricultural Economics, https://doi.org/10.1111/cjag.12230

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