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Los alimentos ancestrales vuelven para quedarse
La chía, los trigos ancestrales y los llamados ‘pseudocereales’ como quinua, amaranto y trigo sarraceno, son algunos de los alimentos que vuelven a copar las mesas.
Cada vez son más quienes buscan cambiar su dieta incorporando alimentos más nutritivos, saludables y que permitan prevenir enfermedades como celiaquía, diabetes y colesterol alto. Entre las muchas tendencias, vuelven a la mesa alimentos que habían estado ausentes por cientos de años: quinua, amaranto, chía, teff, trigo sarraceno y trigos ancestrales.
La chía es originaria de centroamérica y hoy mueve en el mundo 50 mil millones de dólares anuales. Argentina ocupa el cuarto lugar como país productor. Se considera un ‘superalimento’ ya que 100 gramos de chía brindan antioxidantes, Omega 3, hierro y calcio en cantidades equivalentes a 1 kilo de naranja y 1 kilo de salmón, medio kilo de espinaca y medio litro de leche, respectivamente. Los trigos ancestrales son los predecesores del trigo actual y se cultivaban hace más de 10.000 años. Incluyen los trigos Kamut, Farro, Escaña y Espelta. Hoy son un boom en Europa, donde se los elige por su rusticidad para ser cultivados de forma orgánica y por sus propiedades nutricionales, que incluyen alto contenido de proteínas, antioxidantes y minerales.
La quinua, el amaranto y el trigo sarraceno forman parte de los llamados ‘pseudocereales’, ya que si bien su composición química se parece a la de los cereales pertenecen a familias botánicas distintas. A diferencia del trigo, ninguno posee gluten y son más ricos en proteínas, lípidos, fibra dietética, antioxidantes, minerales como Cobre, Calcio, Magnesio y Hierro y vitaminas C y E.
Cultivos que también aportan a la ‘salud’ del ambiente: el caso de trigo sarraceno
Las especies anteriores entran en los llamados ‘cultivos alternativos’, por ser justamente, una opción a los más sembrados como maíz, soja o trigo. En el caso de trigo sarraceno, si bien no hay registros oficiales para Argentina , la superficie sembrada se estima en tan sólo 4500/5000 hectáreas distribuidas entre Buenos Aires, Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba y Tucumán, según contó el Prof. de la Cátedra de Cereales de FAUBA, Daniel Miralles.
Pero cada vez son más los productores que incorporan estos cultivos para aportar a la biodiversidad de los paisajes agropecuarios. Raúl Arinci y Marcelo Scarzello (Campo y Negocios SA) son productores de Aapresid y cultivan sarraceno como alternativa de diversificación en Córdoba.
Al tener un ciclo de crecimiento corto (75-80 días), los productores contaron que puede integrarse fácilmente en las rotaciones en siembras tardías (fines de enero), lo que permite aportar otra alternativa de producción, cubrir el suelo en periodos donde suele quedar desprotegido al no entrar otro cultivo y generar biodiversidad.
En ambos casos genera una cobertura que previene la erosión del suelo, pero además lo mantiene con raíces en crecimiento, lo cual es fundamental para que no caiga la actividad de los microorganismos responsables de mantener la salud y vitalidad del suelo.
Por otro lado, actúa como mejorador de los suelos por su capacidad de estabilizar su estructura física y utilizar fósforo que se encuentra en forma insoluble para otras especies.
Se trata además de un cultivo que se adapta a distintos ambientes, incluso aquellos de menor fertilidad. Es rústico ante las plagas, por lo que exige pocos o nulos tratamientos para controlar insectos y enfermedades, y sus flores atraen insectos predadores de otras plagas, siendo un aliado para el control biológico de estas últimas.