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Biocombustibles, del pasado al presente: Una verdad que resulta incómoda. Claudio A. Molina

Claudio A. Molina. Director Ejecutivo de la Asociación Argentina de Biocombustibles e Hidrógeno

Biocombustibles, del pasado al presente: Una verdad que resulta incómoda

Palabras Claves:

Energía renovable, biocombustible, biodiesel, bioetanol, alimento, exportación, importación, precio, industria, Gobierno, Argentina.

Cambio de paradigma energético

Desde lejano tiempo se registró en el mundo un creciente grado de correlación entre poder económico y fácil acceso a las fuentes de aprovisionamiento de los recursos energéticos. Un indicador mundialmente aceptado para medir el grado de desarrollo de un país, está vinculado con el nivel de su consumo de energía. En este sentido, el desarrollo global de la economía de los últimos ciento veinte años, tuvo como uno de sus pilares al petróleo, recurso que si nos guiamos por la tecnología de extracción convencional –que es la más difundida-, a la fecha fue agotado en más de la mitad y que tendrá elevados costos de extracción sobre una buena parte de sus reservas remanentes. El renacer de la industria petrolera y gasífera mundial que se está produciendo en los últimos años a partir de la extracción de recursos no convencionales, en gran medida se sostiene por el alto costo marginal de la extracción de recursos convencionales, pero paralelamente se están encendiendo grandes señales de alerta por sus elevados costos ambientales.

El fenómeno conocido como “calentamiento global” es consecuencia del aumento del contenido de ciertos gases en la atmósfera, que impiden la disipación de la energía radiante que recibe la Tierra. Los dos principales gases responsables del fenómeno son el dióxido de carbono (CO2) y el metano (CH4). Importa en consecuencia reducir la concentración de estos gases en la atmósfera. En el caso del dióxido de carbono, ello ocurre debido mayormente al uso de combustibles minerales (petróleo y carbón) como fuente de energía. Hoy el calentamiento de la atmósfera es el principal desafío en esta materia que enfrenta la humanidad. Importa a todos, ninguna población es ajena al problema y a sus consecuencias. Por ello, una de las grandes preocupaciones de los científicos y técnicos más encumbrados, pasa por encontrar fuentes alternativas de energías, de fácil acceso y generadoras de productos económicamente competitivos, a partir del desarrollo de tecnologías de avanzada, amigables con el ambiente. En este contexto se plantea el desarrollo de los biocombustibles, que se obtienen a partir de materias primas de origen agrícola-ganaderas, y por lo tanto renovables.

El principio de la fotosíntesis, como mecanismo de captación de dióxido de carbono, establece el punto de partida del reciclado de este gas. Al sustituirse (en forma parcial o total) los combustibles actuales (naftas, gasoil, jet fuel, fuel oil, gas, etc.), puede lograrse un balance de emisiones mucho más favorable.

Sin embargo, hay crecientes resistencias de algunos actores vinculados a los países estructuralmente exportadores de petróleo, a algunas compañías petroleras muy importantes, a grandes industrias alimenticias y en general al ultra-ambientalismo, las que influyen en la opinión pública mundial para desprestigiar a los biocombustibles. Producto de tanta presión, entre otras cuestiones trascendentes, se instaló el concepto de “Impacto Indirecto por el Cambio de Uso de Suelo” –ILUC-, el que no cuenta con consenso en el ámbito científico pero que se incorporó en las legislaciones sobre biocombustibles de Europa y EE.U..., generando una enorme incertidumbre sobre las posibilidades de consolidación de los programas de desarrollo de dichos combustibles en esos mercados.

El ataque a los biocombustibles se torna cada vez más intenso, toda vez que los mismos dejaron de ser exclusivos del ámbito académico como oportunidad, para convertirse en una realidad insoslayable de escala mundial, mostrando un crecimiento muy importante. Es seguro que su aporte, si bien todavía marginal en la matriz energética mundial, permitió moderar el crecimiento del precio del petróleo.

Resulta llamativo que varios grupos que están en contra del desarrollo de los biocombustibles en el mundo, se identifiquen con la izquierda opuesta a Occidente, que casual o causalmente esté financiada por algunos países estructuralmente exportadores de petróleo. Recordemos también que hace unos años atrás, la OPEP alertó al mundo que si continuaba el avance de los biocombustibles, era inexorable la reducción de inversiones por parte de sus países miembros en exploración y perforación de nuevos pozos de petróleo y de gas.

Antes, una conocida y enorme compañía petrolera mundial, privada, había invertido cuantiosas sumas de dinero sosteniendo investigaciones en el ámbito académico para demostrar que el efecto invernadero no es antropogénico.

Mientras tanto, algunas compañías alimenticias de enorme importancia en el mercado mundial, fomentaron el sobredimensionamiento del debate entre alimentos y energía, temerosas que el avance de los biocombustibles reduzca los enormes márgenes operativos con los que operan, transfiriendo ingresos aguas arriba de la cadena, a favor de los productores agropecuarios, que habitualmente reciben una escasa porción del precio final de los alimentos pagados por los consumidores.

Resultan llamativo también los “esfuerzos” que hicieron dos países europeos muy pequeños en términos territoriales, pero con economías relevantes, para instalar la necesidad de certificar la sostenibilidad de los biocombustibles, rompiendo el paradigma que permitió la revolución agrícola mundial de los últimos años, basada en el aprovechamiento de grandes escalas y utilización masiva de paquetes tecnológicos avanzados y buenas prácticas agrícolas, con

pérdida de identidad de los bienes comercializados. Casualmente en esos países están radicadas dos de las alimenticias que mayor oposición presentan a los biocombustibles y dos de las certificadoras más importantes del mundo.

Mucho más cercano en el tiempo surgió un ataque deliberado por parte de Europa, al biodiesel de Indonesia y de Argentina, bajo el establecimiento provisorio y probablemente definitivo dentro de muy poco tiempo, de aranceles compensatorios antidúmping, que en la práctica obran como barreras para-arancelarias. La revisión del proceso empleado para su determinación, deja a la intemperie la irracionalidad del mismo y la clara intención de proteger a la industria europea, frente a otras extracomunitarias más eficientes como la nuestra.

Energía versus Alimentos

Este presunto dilema se ha convertido en un mito. Si lo miramos en el plano internacional, se acusa al biodiesel ser el motor de la expansión de la palma africana sobre bosques nativos de Indonesia y Malasia. Sin embargo, este proceso fue anterior a la irrupción del biodiesel y por otra parte, la cantidad de aceite de palma que se transforma en biodiesel, es muy baja en términos relativos. Si lo miramos dentro de Argentina, el ultra-ambientalismo ataca al crecimiento de la producción de soja, como si fuera culpa del advenimiento del biodiesel. Sin embargo, dicho crecimiento se dio en respuesta al enorme aumento de la demanda internacional de harinas proteicas, que tiene en la transición dietaria china, uno de sus puntales. Cuando producimos soja, estamos aumentando la oferta alimentaria, siendo el aceite un subproducto. Esto es soslayado por loa adversarios de los biocombustibles, como también es soslayado por ellos, el hecho que la producción de soja en nuestro país se da en más de un 80 % en praderas naturales de clima templado y además, buena parte de esa producción se presenta en una zona distante en promedio a 300 kilómetros del Gran Rosario, con la utilización de siembra directa, prácticas agrícolas sustentable y transformación industrial en fábricas que cuentan con la mejor tecnología disponible en el mundo.

El INTA desde hace bastante tiempo ya presentó un trabajo por el cual el uso de biodiesel de soja argentino reduce las emisiones de gases efecto invernadero en más de un 75 % con relación al combustible convencional que sustituye.

El hombre necesita alimentos, agua, energía y otros bienes y servicios básicos para su existencia. No se puede sacrificar uno u otro, sino que el desafío lo constituye lograr una oferta sustentable en lo técnico, económico, ambiental y socios de alimentos y energía. Argentina presenta ventajas comparativas, ya convertidas en ventajas competitivas o factibles de ser convertidas, para que obviar el falso dilema “alimentos vs. Energía”.

Tampoco es racional parar el proceso de producción de biocombustibles en nuestro país, bajo el fundamento que a partir del descubrimiento de fuentes de petróleo y gas no convencionales, contamos con doscientos años de reserva.

Los biocombustibles, en la transición energética, representan la alternativa más eficiente para complementar a las energías convencionales.

La situación en Argentina

Podemos identificar cuatro etapas en el desarrollo de los biocombustibles en el País: - La primera, anterior al año 2000, que se caracterizó por la existencia de un programa masivo como fue el Plan Alconafta –implementado a fines de la década del setenta y abandonado allá por 1987-, algunas experiencias aisladas, entre otros, los importantes esfuerzos realizados en materia de investigación y desarrollo llevados adelante por la Estación Experimental

Agroindustrial Obispo Colombres desde inicios del siglo XX con el bioetanol de caña, los ensayos con biodiesel realizados en 1998 por el Gobierno de Santa Fe, la American Soybean Association, algunas empresas de transporte automotor de pasajeros –Expreso

San Vicente por ejemplo- y un grupo técnico ad hoc –integrado por el entonces Vicegobernador Marcelo Muniagurria, los Ingenieros

Jorge Ugolini, Pablo Adreani, Héctor Huergo, Horacio Trigubo,

Enrique Lasgoity, Eugenio Corradini, Emiliano Huergo, Alejandro

Andronikov y Enrique Gauchat –q.e.d.-, etc.-, y otros trabajos en el ámbito privado, tanto académico como empresarial, con biodiesel y bioetanol, etc. Lamentablemente, fue una larga etapa donde Argentina no logró instalar a los biocombustibles de manera sostenible y por ende, salvo en el período de vigencia del Plan Alconafta, no hay registros de una oferta interna estable, normalizada y significativa de biocombustibles.

- La segunda, desde el año 2000 hasta 2012, etapa en la cual se presentaron varios proyectos de ley nacional de biocombustibles, uno de los cuales terminó siendo sancionado (se trató del proyecto presentado por el Senador Nacional Luis Alberto Falcó, quien logró captar el respaldo al momento de su presentación de otros cuarenta y nueve senadores, en un hecho sin precedentes, que luego de una revisión en la Cámara de Diputados y segunda revisión en el Senado, con su posterior promulgación de hecho, se convirtió en Ley 26.093), luego reglamentada por Decreto

109/07 y modificada por Ley 26.334. Con esta normativa, se creó el Programa Nacional de Biocombustibles en el ámbito del Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios de la Nación, a través de la Secretaría de Energía, y con el abierto apoyo del Ministerio de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentos de la Nación. De esta manera, se logró implementar la medida más importante incluida en la referida legislación, consistente en la obligación para las compañías petroleras de incorporar un mínimo de 5 % de biocombustibles biodiesel y bioetanol al gasoil y nafta comercializado dentro del País, respectivamente. El programa de referencia fue exitoso (aunque por cierto y como todo programa, perfectible), por un lado por el creciente aumento de la oferta y demanda de biocombustibles para el mercado interno, y por el otro, por el importante desarrollo que se produjo en la industria argentina de biodiesel vinculada a la exportación, que desde 2007 rápidamente se convirtió en un referente mundial. Hacia fines de julio de 2012, Argentina era el principal exportador mundial de biodiesel, tercer productor mundial y en el plano local, se había alcanzado cortes de gasoil con biodiesel de hasta el 9 %, llegando al 5 % el contenido de bioetanol en la nafta.

- La tercera, desde agosto de 2012, caracterizada por la creación de la Unidad Ejecutiva Interdisciplinaria de Monitoreo, organismo que en la práctica y por vía de resoluciones de los Ministerios de Economía, de Industria, y de Planificación, avanzó sobre la Autoridad de Aplicación establecida en el Decreto 109/07, tomando las principales atribuciones del Programa Nacional de Biocombustibles y rectificando buena parte del rumbo hasta allí trazado por el Ministerio de Planificación, que tan buenos resultados había generado. Dicha unidad quedó a cargo de los Secretarios de Política Económica y de Comercio Interior, Lic. Axel Kicillof y Lic. Guillermo Moreno respectivamente, quienes dieron explícitas señales de estar en contra de los biocombustibles, influidos por cuestiones ideológicas y necesidades la caja del Fisco a muy corto plazo. Desde un comienzo, la referida Unidad Ejecutiva produjo cambios estructurales en la política de biodiesel, reduciendo inicialmente el precio de comercialización del mismo en el mercado interno en $ 1000 por tonelada, aumentando el neto de retenciones – reintegros hasta allí vigente para el biodiesel en 10 %, estableciendo luego –frente al fracaso inicial caracterizado por el cierre masivo de pymes productoras de biodiesel- un régimen de retenciones móviles para el biodiesel, con una reducción inicial del 5 % aproximadamente en el nivel de derechos de exportación, luego de la anterior suba del 10 % –por el citado régimen se debe actualizar las alícuotas en forma quincenal, ajustando el precio en el mercado interno a la paridad de exportación de dicho producto, pero que no se cumple, ya que los precios son ajustados en forma retroactiva mucho tiempo más tarde, y la paridad de exportación no es la real, sino una que en teoría determina la Unidad-, y posteriormente, una segmentación de precios según el tamaño de las industrias o el hecho de estar o no integradas a una fábrica de aceites, que restituyó la rentabilidad a las pymes, sobre la base de un importante castigo a las grandes plantas, tanto en lo relativo a precios como a cuotas de mercado otorgadas.

No caben dudas que en este momento conviven en el seno del Gobierno Nacional, dos grupos bien definidos: Aquellos que están en contra de los biocombustibles, vinculados a los secretarios Kicillof y Moreno, y aquellos que están a favor de los biocombustibles, vinculados a los Ministerios de Planificación / Secretaria de Energía, Agricultura y Relaciones Exteriores. Si bien no ha tenido una actividad intensa con los biocombustibles, el Ministerio de Industria acompañó hasta ahora, las decisiones que en el seno de la Unidad Ejecutiva Interdisciplinaria de Monitoreo han tomado los Secretarios Kicillof y Moreno. A todo esto hay que sumar que YPF –empresa que tiene entre sus directores a Kiciloff y cuenta entre sus más importantes directivos a colaboradores de estrecha confianza del mismo- viene mostrando una actitud poco amistosa con el biodiesel, en una suerte de renacimiento del celo que las provincias estructuralmente productoras de hidrocarburo han mostrado hacia las provincias estructuralmente productoras de bienes derivados de la agricultura.

En Argentina, actualmente la capacidad instalada de producción de biodiesel es del orden de 4,3 millones de toneladas anuales y la capacidad de producción de bioetanol es de 732.000 metros cúbicos anuales. En el corto plazo la primera aumentará hasta 4,6 millones de toneladas y la segunda, hasta 947.000 m3 anuales (de las cuales, las plantas que procesan cereales tendrán similar capacidad instalada a las que procesan caña de azúcar).

La utilización de la capacidad instalada en la industria de biodiesel es apenas superior al 40 %, como consecuencia del cambio de políticas dentro del país y de la debilidad de la demanda externa, fundamentalmente de Europa –que históricamente fue el principal destino-.

Mientras el contenido de biodiesel en el gasoil que se comercializa en el país es apenas superior al 7 % y solo sobre el combustible de transporte y agro, no así el de generación eléctrica -cuando correspondería usarse un mínimo del 8 % a la luz de la normativa emitida por Secretaría de Energía en vigencia-, el contenido de bioetanol en la nafta es del orden del 6,5 %.

Las exportaciones de biodiesel en el período enero – agosto de 2013 registran una caída del 48 % con relación a igual período del año anterior.

El Ministerio de Planificación tenía en avanzado estudio antes de la creación de la Unidad Ejecutiva Interdisciplinaria de Monitoreo, la generalización del uso de biodiesel y bioetanol al 10 %. Adicionalmente, se planteaba la posibilidad de establecer cortes especiales del 20 % de contenido de biodiesel en el gasoil de los segmentos agropecuarios, generación eléctrica y transporte automotor de carga y pasajeros.

Para estas épocas, la industria argentina de bioetanol requiere con urgencia que se implemente el E10 y que el corte llegue a principios del año próximo al 12 % -E12-.

El consumo local de gasoil supera 16 millones de metros cúbicos –considerando que la generación eléctrica demanda más de 2,5 mm3 por año). De esta cantidad, más de 3 mm3 se importan.

La demanda actual de biodiesel en el mercado interno argentino es de apenas superior a 800.000 tns anuales. Por oposición de CAMMESA –en la actual conducción delDr. Abud, hombre del riñón de Kicillof- no se está usando biodiesel en generación eléctrica, salvo excepciones, cuando se hicieron muchos ensayos con resultados positivos e incluso, empresas como SADESA, AES San Nicolás, Central Puerto, etc., lo han usado comercialmente de manera eventual, con muy buenos resultados. Por lo tanto, si se generaliza el corte al 10 %, la demanda podría alcanzar 1,6 millones de metros cúbicos anuales -1.416.000 toneladas- frente a las 800.000 tns actuales. Además, se podrían usar cortes especiales de un 20 % en generación eléctrica –técnicamente es posible-, agro y transporte automotor de pasajeros y de carga pesada (Mercedes Benz, por ejemplo, homologó este uso para transporta automotor de pasajeros-. Esta mayor demanda agregada sería de 1.500.000 m3 anuales -1.327.500 toneladas-). De esta forma, el consumo interno de biodiesel ascendería a 3.000.000 de metros cúbicos anuales o 2.743.500 tns., equivalente al 63,8 % de la capacidad instalada de producción de biodiesel. En estas circunstancias se estaría sustituyendo casi todo o todo el gasoil importado a la fecha y la industria de biodiesel podrían aumentar incluso su producción.

Cuestión de precios

El precio del biodiesel producido por las empresas adheridas a la Cámara Argentina de Biocombustibles –CARBIO-, la que nuclea a los grandes productores, está por debajo del gasoil importado, si la comparación se hace sin aplicar los impuestos específicos –que suman 41%-. Ocurre que en la Ley de Presupuesto Nacional 2013 y en el Proyecto de Ley de Presupuesto Nacional 2014 –que tuvo reciente sanción en el Congreso Nacional- se establece una exención de dichos impuestos al gasoil importado, de hasta 8,4 mm3 anuales, mientras el biodiesel de producción nacional, por una interpretación arbitraria de la AFIP, está tributando dichos impuestos en el surtidor, hecho que lo encarece mucho de una manera ilegítima e injusta.

La Ley de Presupuesto Nacional 2013 exime del 67 % de impuestos específicos que gravan a la nafta, a este combustible cuando es importado, hasta 240.000 m3 anuales. Y similar Ley que se acaba de sancionar con aplicación en 2014 eleva ese beneficio hasta 1.000.000 m3 anuales.

En estas condiciones, a las compañías petroleras les conviene incorporar más combustibles importados –nafta y gasol- que biocombustibles, ya que los primeros les resultan más rentables, dado la importante exención de impuestos antes referida.

El Gobierno ha fomentado el desarrollo de pequeñas y medianas fábricas de biodiesel en el mercado local, a las que les otorga un cupo equivalente al total de su capacidad instalada y un precio mucho mayor al de las fábricas más grandes y eficientes. Esto permite que el segmento pyme de la industria de biodiesel esté operando a full capacity, mientras que las grandes fábricas opere con muy baja utilización de la capacidad instalada –estando algunas de ellas paradas-.

Con inteligencia se podría armar un esquema que permita operar a la industria en su conjunto. Parece una paradoja, pero el Ministerio de Economía privilegia al gasoil importado desgravándolo del 41 % que tributa el gasoil y el biodiesel de producción nacional.

Desgravar al gasoil mineral importado y gravar al biodiesel de producción nacional es ilegítimo, se trata de una política de “anti compre nacional” y opuesta al agregado de valor en origen, que suena contradictoria con los fundamentos del modelo nacional y popular que tanto promueven los referidos funcionarios del Ministerio de Economía. Es increíble que siendo desde hace mucho tiempo más barato el biodiesel que el gasoil importado, se apueste por este último, basándolo en un armado tributario ad hoc, que en la práctica termina transfiriendo importantes beneficios a las compañías petroleras en su conjunto, más allá de lo que puede corresponder al Estado por su participación en el paquete accionario de YPF.

Para sostener algo así, se parte de un análisis parcial de costo fiscal, donde se mira una foto y no una película. La experiencia reciente nos

demostró las pérdidas de ingreso que se generan en todo el complejo soja, cuando se debilita la transformación de aceite de soja en biodiesel, liberando al mercado grandes cantidades de aquél –recordemos que los descuentos de precios con relación a los registrados en el Mercado de Chicago fueron sorprendentes por su significatividad-.

La Unidad Ejecutiva Interdisciplinaria de Monitoreo parece querer terminar con la Política de Estado que en materia de biocombustibles se había creado durante el Gobierno de Néstor Kirchner y parece también, querer buscar resultados de caja para la próxima elección. La industria argentina de biodiesel está sufriendo un embate externo e interno. Y para peor, el desorden normativo supera los límites de lo imaginable, con cambios de alícuotas de derechos de exportación que genera la Unidad Ejecutiva Interdisciplinaria de Monitoreo que no son publicados en el Boletín Oficial y además, son aplicados retroactivamente, como así también, entre otros desórdenes, se presenta la utilización de precios de referencia de exportación muy por encima de los reales, que llevan a enormes contingencias para las compañías exportadoras de biodiesel, por la posibilidad que en el futuro la Aduana ajuste la base imponible para la liquidación de derechos de exportación.

Al demorarse o abortarse los planes de expansión del uso de biodiesel en la matriz energética que llevaban adelante los Ministerios de Planificación Federal y de Agricultura hasta julio de 2012, en medio de los problemas importantes que se generaron en la CE –principal mercado del biodiesel argentino, al menos hasta ahora-, se está produciendo un enorme daño a la industria argentina de biodiesel.

Consideraciones finales

• Como al sol no se lo puede tapar con las manos, por más acciones que algunos funcionarios del Gobierno lleven en contra del biodiesel, por más barreras para-arancelarias que imponga Europa, y por más ataques de los más variados, los fundamentos que llevaron al Gobierno de Néstor Kirchner a impulsar a los biocombustibles siguen siendo sólidos y a mediano plazo, habrá una recuperación, volviendo la industria a retomar un nivel razonable de actividad, medida en su conjunto. Claro está, las pérdidas que se produjeron en estos últimos catorce meses han sido muy grandes y seguramente ningún funcionario será juzgado por mala praxis. Es probable que algunas compañías cierren y también que haya reestructuraciones empresariales. • Sería muy importante que la Presidenta de la Nación tome directamente cartas en el asunto, evaluando las propuestas que aquí se efectúan, retomando la política vigente hasta julio de 2012, al tratarse de una industria de la que ella expresó públicamente en la última cumbre de energías renovables celebrada hace pocos meses en Abu Dhabi, sentirse orgullosa. Recordemos también que nuestra Presidenta había exteriorizado su decisión de absorber todo el biodiesel que no consuma Europa, más allá del consumo que hasta ese momento se venía registrando en el mercado interno. Y no es menor recordar también que en su etapa de Senadora de la

Nación, nuestra Presidenta apoyó con su voto la sanción de la Ley 26.093, para el fomento de la producción, comercialización y uso sustentable de los biocombustibles en Argentina.

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