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Cómo evitar pérdidas de nitrógeno y aumentar la eficiencia
Nutrición estratégica y buenas prácticas agrícolas, entre las recomendaciones clave para mitigar las pérdidas de N y lograr una producción sustentable.
El aumento de la presión antrópica y la creciente demanda de alimentos en áreas cultivadas llevaron a la intensificación de la agricultura. Las aplicaciones excesivas de productos fitosanitarios, y la expansión del riego, son algunas de las causas más frecuentes de degradación en la calidad de las aguas superficiales y subterráneas. Un reciente informe publicado por FAO, advierte que la contaminación del agua causada por la agricultura es cada vez más alarmante, y afecta a miles de millones de personas generando costos siderales. A nivel mundial, las tierras agrícolas reciben anualmente cerca de 115 millones de toneladas de fertilizantes nitrogenados minerales. Alrededor del 20% de estos insumos de nitrógeno (N), terminan acumulándose en los suelos y la biomasa, mientras que el 35% acaba en los océanos. Sumado a ello, el riego es el mayor productor mundial de aguas residuales por su volumen (en forma de drenaje agrícola). El preocupante contexto es un llamado de atención y hace necesario una revisión y evaluación del riesgo de las prácticas agropecuarias.
El camino del nitrógeno
El nitrógeno (N) es clave para la vida y se encuentra en forma orgánica (plantas, animales y en la materia orgánica) e inorgánica, como nitrógeno gaseoso (N 2 dante y menos reactivo), óxido nitroso (NO 2 ), amoníaco (NH 3 ), amonio (NH 4+ ). De todos los nutrientes, el N es cuantitativamente el más importante y por ello el más utilizado. El conocimiento del ciclo del N es trascendente para desarrollar estrategias de manejo efectivas. En la literatura científica, existe un amplio consenso de que la evolución temporal del contenido de agua en el suelo dicta directamente la mayoría de las transformaciones de N (fijación simbiótica, mineralización, inmovilización, nitrificación) y los flujos (desnitrificación, escorrentía, volatilización y lixiviación), además de otros factores secundarios intervinientes. La principal pérdida de N desde la producción agrícola se produce bajo la forma de nitratos, al ser arrastrados por acción del agua en profundidades y también en superficie. Investigadores europeos (Barakat y col.), realizaron una amplia revisión sobre la influencia de las técnicas de riego en el ciclo del nitrógeno, a fin de maximizar la eficiencia económica de la fertilización y disminuir las pérdidas de nutrientes, y la consecuente contaminación ambiental.
Cómo evitar las pérdidas de N
La revisión realizada por Barakat y colaboradores, concluye que la irrigación por surco y aspersión parecen ser las técnicas de riego con los efectos más fuertes, más numerosos y menos controlados sobre las transformaciones y flujos de nitrógeno, excepto que se preste una atención especial. Por el contrario, la irrigación por goteo subsuperficial sería la práctica con el menor efecto potencial en el ciclo del nitrógeno del suelo, siempre que las raíces hayan crecido a una profundidad suficiente. Este estudio también brinda algunas recomendaciones para mitigar las pérdidas de nitrógeno y son las siguientes:
• Elegir el tipo correcto de moléculas: los nitratos son la forma más rápida de absorción por parte de la planta, pero también es la más móvil y, de no ser absorbida, es fácilmente lixiviable, siendo más riesgoso en suelos de textura gruesa. El amonio y la urea deben sufrir el proceso de nitrificación para que puedan ser absorbidos por el vegetal. Este proceso ocurre en el suelo y tarda algún tiempo, por lo que pueden ocurrir pérdidas por volatilización. En los últimos años, se desarrollaron inhibidores de la enzima ureasa, que cataliza la hidrólisis de la urea para reducir las pérdidas por volatilización y mejorar la eficiencia de uso del N aplicado.
• Aplicar dosis adecuadas: que satisfagan la demanda de las plantas, según el potencial del ambiente (sitio-específico) y la expectativa de rendimiento del cultivo.
• Ubicar el fertilizante en lugares relevantes: donde las raíces encuentren el fertilizante. La incorporación en forma superficial del fertilizante tipo amoniacal o ureico, previene la volatilización y favorece su transformación a la forma química aprovechable por la planta.
• Realizar un programa inteligente de fertilización: división de dosis, para satisfacer mejor las necesidades de las plantas en las diferentes etapas del crecimiento (V4 y V9 en maíz, por ejemplo). Esto permite reducir los riesgos ambientales y económicos (ahorra entre 25 y 50% de los costos de suministro de N). A estos puntos, podemos agregar las Buenas Prácticas Agrícolas (BPA) recomendadas por Aapresid en el Manual de BPA e Indicadores de Gestión, como son la siembra directa, la rotación de cultivos y cultivos de servicio que, además de sus múltiples beneficios, constituyen una herramienta agronómica para reducir la pérdida de N inorgánico por lavado y por erosión superficial. Las zonas buffer o protectoras (franjas de terreno sin cultivar en las cercanías de cursos de agua) también funcionan como trampas de sedimentos en caso de escurrimiento y erosión hídrica importante. Además, favorece la desnitrificación que evita que una cantidad importante de nitratos llegue a los cursos de agua. Si bien en nuestro país, a priori, el problema de contaminación de acuíferos por nitratos no es tan alarmante como sí lo es en países desarrollados de Europa y Norteamérica, un trabajo publicado por el INTA (Andriulo y col., 2010) señala que algunas evaluaciones indican un lento enriquecimiento de N del acuífero pampeano. En Argentina, las dosis de N siguen siendo bajas asociadas principalmente a maíz y trigo. No obstante, el consumo de fertilizante aumenta paulatinamente; y por otra parte, el riego en cultivos extensivos está ganado cada vez más adeptos. La agricultura moderna de alta producción requerirá más que nunca un uso responsable y racional de los recursos e insumos para maximizar la eficiencia y minimizar el impacto ambiental. Cambiar el concepto de fertilización por nutrición estratégica y la implementación de buenas prácticas agrícolas es clave para una producción sustentable. La alarma ya está encendida.
Referencias: Aapresid. (2012). Agricultura Certificada. Manual de Buenas Prácticas Agrícolas e Indicadores de Gestión. Pág 11 a 18. Disponible en línea: http://www.aapresid.org.ar/aapresid-certificaciones/manual-de-buenas-practicas-agricolas-e-indicadores-de-gestion/ Andriulo, A., Reynoso, L., Portela, S. (2010). Guía de buenas prácticas para el manejo de nutrientes (N y P) en la Pampa Ondulada. Desarrollo de índices de riesgo de contaminación por N y P. EEA INTA Pergamino. Barakat, M.; Cheviron, B.; Angulo-Jaramillo, R. (2016). Influence of the irrigation technique and strategies on the nitrogen cycle and budget: A review. Agricultural Water Management 178, 225-238. FAO (2018). Los contaminantes agrícolas: una grave amenaza para el agua del planeta. Disponible en línea http://www.fao.org/ news/story/es/item/1141818/icode/