Libro Los Silencios de la Historia

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Los Silencios de la

Historia

La Batalla Naval del Lago de Maracaibo: Actores y Significados

Dra. Ligia Berbes铆 de Salazar

Hacia la descolonizaci贸n de la memoria


Francisco Javier Arias Cárdenas Gobernador Eva Margarita Padrón de Arias Primera Combatiente Billy Gasca Secretario de Gobierno (E) Ligia Berbesí de Salazar Directora del Acervo Histórico Gobernación Bolivariana del Estado Zulia Acervo Histórico del Estado Zulia

Los Silencios de la historia La Batalla Naval del Lago de Maracaibo: Actores y Significados Diseño gráfico: Miller Castilla Redacción de textos y estilo: Ligia Berbesí de Salazar Depósito Legal: If06120159002625 2015

Hacia el Bicentenario de la Batalla Naval del Lago de Maracaibo


“Voy a cumplir el sueño de Chávez:

Que el Zulia sea lo que siempre ha debido ser” “El proceso revolucionario es el camino hacia esa sociedad que Chávez soñó, hacia la Venezuela potencia, en desarrollo económico, social y político. Un pais de paz, lleno de ciudadanos conscientes” Francisco Javier Arias Cárdenas, Gobernador Bolivariano del Estado Zulia


Presentación

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in duda, el camino iniciado con los hechos de 1810 y de 1811, devela no sólo la politización de los distintos espacios, en los que las formas de hacer política y de lo político cambió para siempre, sino que también, generó un proceso revolucionario único, que con sus matices y particularidades implicó para todos, el inminente desafío de construir repúblicas libres, soberanas e independientes de cualquier potencia extranjera. Estos años son sólo el comienzo del largo, tortuoso y conflictivo transitar en las luchas por nuestros derechos como pueblo, y que hoy con otros matices, pues son otros los tiempos y otras las condiciones históricas, no ha concluido. La necesidad aún de justicia social, clamor de la inmensa mayoría de la población, reclama nuestra entrega y compromiso en la defensa de la libertad, la soberanía, la independencia y la felicidad suprema, tal como lo plantearon nuestros libertadores. En ese constante quehacer de encuentros y desencuentros hoy nuestro proceso histórico recorre los senderos de la esperanza, muy a pesar de las amenazas que continuamente le asechan. Amenazas que deben merecer toda nuestra atención, pues con la excusa de combate al terrorismo y defensa de los derechos humanos en cualquiera de sus manifestaciones, hoy al igual que ayer desde viejos y nuevos centros de poder, se atenta contra nuestra identidad y autodeterminación, con el objetivo único de controlar mediante mecanismos diversos nuestros recursos naturales y, lo que es peor aún, hasta nuestra manera de pensar y de actuar. En esta visión, la Gobernación Bolivariana del Zulia asume el reto de la revalorización de la Batalla Naval del Lago de Maracaibo, última de las campañas navales de la Independencia, librada el 24 de julio de 4


1823, en aguas del Lago de Maracaibo, en el sector conocido como Capitán Chico. La escuadra colombiana se alzó con la victoria y de esta forma se selló de manera definitiva la liberación de Venezuela y de Nuestra América. Hoy, con orgullo patrio recordamos que en el Lago de Maracaibo nació el nombre de Venezuela y también se consolidó su liberación. A 192 años de la heroica Batalla Naval del Lago de Maracaibo y de la Firma del Tratado de Capitulación, el gobierno bolivariano del Zulia, en cumplimiento de los objetivos del Plan de la Patria 20132019, asume la edición masiva del Folleto-Texto LOS SILENCIOS DE LA HISTORIA. La Batalla Naval del Lago de Maracaibo: Actores y significados. Con ello, se aspira no solo generar conciencia histórica y la formación de ciudadanía; también, producir espacios de reflexión y valoración de nuestra Memoria Histórica, más allá del recuerdo y añoranza de un pasado glorioso y heroico. Lo que se quiere es socializar la proyección histórica del proceso independentista latinoamericano y caribeño, cuando una vez más enfrentamos un agresivo intento de dominación imperial.

Francisco Arias Cárdenas Gobernador Bolivariano del estado Zulia

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La Revalorización de Nuestra Historia Una reflexión necesaria

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a actual revisión historiográfica que avanza y se impone en diferentes escenarios, manifiesta las variaciones de las tendencias de los historiadores en las que se devela la necesidad de romper con los esquemas impuestos por la historiografía tradicional, sin desmeritar sus aportes. En todo caso, un balance historiográfico siempre intenta valorar aquellas obras que representen lo más significativo del tema tratado. Hoy, buena parte de la comunidad historiográfica se ocupa en destacar los avances y logros alcanzados desde una nueva y renovada historia política, en la que se presta especial atención a temas relacionados con las acciones insurgentes que en términos esencialmente políticos, definen entre 1808 y 1830 el carácter de las independencias americanas. Así, la atención se centra en otros temas-problemas; en otras interpretaciones y explicaciones; en otros actores y en sus prácticas sociales; en otros valores, actitudes y comportamientos, y en otros significados e imaginarios; es decir, en su cultura política. En esta revalorización y reinterpretación de la historia, la relevante temática que aquí nos ocupa es atendida con especial atención, pues se busca superar la marginalidad historiográfica, que hasta hoy -salvo algunas excepciones-, ha caracterizado a la historiografía de la emancipación. A decir de Francoix- Javier Guerra, hoy se asiste a un renacimiento de la historia de este período, que pretende “…restituir a la independencia su carácter problemático,… abandonando las visiones teleológicas… que han menoscabado el real significado de este período histórico”. 6


Hoy, se asume que la llamada historia patria -historia oficial-, nacida y construida al calor de los hechos y, en muchos casos por los propios actores, se encargó de demostrar en cierto modo el “ocultamiento y olvido”, intencionado o no de las voces de las mayorías, de la “gente común” o lo que es lo mismo, de los hasta ahora excluidos, silenciados e invisibilizados de la historia. Más allá de la exaltación de los valores del héroe patriótico que privilegia la visión individualista de la historia, una renovada historia política y de lo político insiste en reconstruir la historicidad de este período, y así ofrecer otras respuestas y otras explicaciones. En esta perspectiva, la historiografía venezolana de la independencia, aunque tímidamente, hoy se plantea la ruptura con la tradicional visión de héroes, batallas y hazañas, y abre un espacio para otras temáticas y otros actores, hasta ahora intencionalmente silenciados e invisibilizados. De ese modo, se pretende develar las limitaciones y alcances de las luchas por la libertad e independencia, que en definitiva impusieron entre 1808 y 1830, en las provincias de la antigua Capitanía General de Venezuela, la necesidad de colectivizar nuestro proceso de independencia. Solo así sería posible una Patria Libre, Soberana e Independiente. Sin desmeritar los aportes de la historiografía tradicional venezolana sobre el carácter emblemático de nuestras luchas emancipadoras, el compromiso como historiadores es la revalorización crítica de lo que hasta ahora hemos asumido, aceptado y ofrecido como historia. En este compromiso la gesta independentista debe merecer atención especial para que no sigamos silenciando y esclavizando ideológicamente a todo un pueblo que se ha caracterizado por su aguerrida combatividad y rechazo a todo lo que significa dominación. En esta visión, se impone una historia para la liberación. De ahí, el tema que aquí nos ocupa: la batalla Naval del lago de Maracaibo, sus significados, sus alcances, sus límites y sus actores. Este significativo hecho histórico reclama de otras miradas, que atiendan la complejidad 7


histórica del momento. Así, de una parte, la derrota política y militar de los vencidos, seguidos por un amplio sector de la población que se alineó en torno a la defensa de la causa monárquica. Derrota, en consecuencia, silenciada y olvidada por la historia patria, historia escrita por los vencedores. De otra, la victoria también política y militar de aquellos que, si bien ofrendaron su vida en defensa de la patria grande, el egoísmo humano y el recelo político del momento les negó los méritos y dignidades para calificarles merecedores de un lugar en nuestra historia. En cualquiera de los casos, la historia patria, considerada como historia oficial, institucionalizada y legitimada por diferentes vías, se apropió hasta del concepto de independencia y lo moldeó y ajustó a sus intereses, lo que devino en la negación y ocultamiento de la participación de muchos -realistas, republicanos, vencidos, vencedores, mujeres-, en las luchas por la libertad y la independencia; en consecuencia, en su deslegitimación como hacedores de historia. Al respecto he señalado que el objetivo de los historiadores es visibilizar a los invisibilizados y silenciados por la historia institucionalizada. Para ello es necesario superar la visión individualista, anacrónica y maniquea de la historia; de modo que se abra un espacio en y desde las identidades colectivas, para construir la historia de las mayorías, y por qué no la de los vencidos1. En esta valoración conviene señalar que la Batalla Naval del Lago de Maracaibo, constituye una de las temáticas que mayor atención ha recibido de parte de la historiografía tradicional, que se ha ocupado del tema de nuestra independencia. Sin embargo, a juicio nuestro, solo conocemos la versión oficial, o lo que es lo mismo, la de los vencedores, aún con los esfuerzos historiográficos alcanzados hasta ahora. Los vencidos en sus diferentes versiones fueron silenciados o simplemente, como lo apunta Tomás Straka, “...borrados de la 1 Berbesí, Ligia “La Emancipación venezolana”, pp.61-90 8


memoria”2. Como corolario, muy a pesar de los invalorables aportes, la historia de la gesta heroica que refrendó la victoria de Carabobo y forzó la capitulación del realismo hispano en 1823, ha sido cercenada; de ahí que solo conocemos una parte de la misma. De lo que se trata ahora es de su revalorización crítica, en el contexto de la autodeterminación de los pueblos, de sus luchas por la dignidad y justicia social, retos asumidos por nuestros libertadores doscientos años atrás, y que hoy siguen siendo nuestros. En este deliberar ofrecemos el folleto-texto, LOS SILENCIOS DE LA HISTORIA, La Batalla Naval del Lago de Maracaibo: Actores y significados. El mismo, hoy a 192 años de esta gesta memorable en el devenir de un pueblo, que con dignidad ha luchado el derecho a su propio proyecto histórico, pretende una reflexión crítica de una acción colectiva e inconclusa, que exige definitivamente su revalorización, garantía de defensa de la patria y de la continuidad de nuestra lucha por la soberanía, por la independencia y la emancipación definitiva. En su contribución, esta primera aproximación tiene la intención de abrir un debate y un espacio para nuestro cometido, a partir de la visión y versión que mediante Informes Oficiales, Memoriales, Proclamas, Oficios y Cartas Personales tienen entre otros, los actores fundamentales de este transcendental hecho, visión hasta ahora silenciada por la historia institucionalizada. Interesa de una parte, el General Victorioso Manuel Manrique -militante de la causa independentista-, a quien la historiografía venezolana de la independencia, hasta ahora no le ha merecido un sitial honorable. De otra, el General Vencido Francisco Tomás Morales -adalid del realismo hispano-, a quien la historia patria expulsó de sus anales una vez consumada su derrota. La descalificación de que fue 2 Straka, Tomás (2000) La voz de los vencidos: Ideas del partido realista de Caracas, 1810-1821. pp. 4-5. 9


objeto por representar la contraparte, es evidente, eso no lo ha hecho merecedor de Memoria Histórica. Nuestro objetivo: contribuir a la reivindicación histórica de la acción colectiva de quienes en el contexto de la realidad que les inspiró y condicionó su quehacer, ofrendaron su vida en defensa de lo que consideraban su patria. Por último, es necesario señalar que este aporte tiene su origen en las reflexiones que sobre la conflictividad y cultura política en Venezuela, en tiempos de cambios y transformaciones, hemos compartido en diferentes espacios de opinión. Reflexiones realizadas en el marco del proyecto de investigación “Independencia, Cultura Política y Conflictividad: Venezuela, 1808-1830”, que actualmente ejecutamos desde la Universidad del Zulia. Todo apunta a la caracterización que define el hacer y el quehacer con compromiso y esencia libertaria de un pueblo que con esfuerzo y dignidad hace de la historia condición de vida. De ahí, en reconocimiento a sus “justas luchas”, muy a pesar de las posturas asumidas en cada caso, el título escogido para esta aportación. De igual manera, esta contribución es producto de un esfuerzo colectivo. Agradecimientos muy especiales a quienes le han hecho posible. En particular, al gobierno Bolivariano del Zulia, en la persona del gobernador Francisco Javier Arias Cárdenas, siempre consecuente con este quehacer; a los historiadores-investigadores que laboran en el Acervo Histórico del Estado Yolimar Soto, José Gregorio González, y Dervi Vilchez, ejemplo de compromiso y entrega con lo que hacen. También, a Carlos Castro y Miller Castilla, diseñadores gráficos de esta institución.

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Manuel Antonio Manrique Villegas (1793-1823)

Síntesis Biográfica

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anuel Antonio Manrique Villegas, nació en San Carlos, Cojedes el 26 de abril de 1793. Sus padres don Juan Miguel Manrique de la Sierra y doña María de Jesús Villegas y Salazar, según consta en el libro 18 de Bautismo, folio 122 vuelto, que reposa en el Archivo de la Parroquia de la Catedral de San Carlos, Estado Cojedes. De descendencia nobiliaria demostrada, la familia Manrique Villegas pertenecía a la más alta capa social de la histórica villa sancarleña. Don Juan Manuel, para el momento del nacimiento de su primogénito, era el Juez subdelegado de Justicia y Real Hacienda, lo que significaba no solo dignidad y prestigio político, también, lealtad y fidelidad a la Corona. Don Juan Miguel poseía una inmensa fortuna representada en numerosas haciendas de vocación agrícola y pecuaria. Así, la cría de ganado vacuno, de mulas y caballos, la producción de cacao, y otros rubros fundamentales para la economía venezolana en el contexto del capitalismo en su fase monopólica, convierten a la familia Manrique Villegas en puntal clave para la economía del país. En 1803, el testamento de don Juan Miguel registraba: 2 haciendas de cacao en Canoabo, Nirgua, jurisdicción del actual estado Carabobo; derechos hereditarios sobre fincas de Cercas 11


de Tinacos, Parapara, Borges, Caimán, Caimancito y Gamelotal; 2 (dos) haciendas de añil en Apure, 1(una) hacienda de añil en el Pauxide Caramacate, 1(un)Trapiche de caña con su tablones y arreos de labranza, 2 (dos) sitios de hatos y 12 (doce) fanegadas de tierra de Cachinche. Aunado a esta importante fortuna se enumeran en el testamento gran cantidad de casas esparcidas por todo el Estado Cojedes. En esta atractiva y sugerente solvencia económica y social, Manuel Antonio, como otros jóvenes de la época que habían tenido oportunidad de estudios -gramática, filosofía, latinidad-, desde la visión de la escolástica y el tutelaje de la iglesia católica, que para la época en la villa sancarleña regentaba e impartía educación, modales y principios. Es de suponer que de cualquier manera Manuel Antonio, se había nutrido del ideal liberal -igualdad, libertad y fraternidad-, que los hechos de la revolución francesa habían esparcido a muchos lugares del mundo, y América no fue la excepción. En nuestro caso, este ideal a pesar de las lealtades y fidelidades, al Rey, a Dios, a la Patria y a la nación española que les acredita por el honor y prestigio heredados, sustentó política e ideológicamente a muchos de los jóvenes ilustrados, que ya antes de 1810, disciernen sobre la necesidad de la emancipación de América, sin cuestionar aún a su patria, es decir, a la nación española. Pronto se convence que el objetivo de la lucha planteada, debía superar la sola separación de España; que era necesario acabar con las injusticias y vejaciones a las que la mayor parte de la población estaba sometida. Todo indica que la estabilidad social y económica de sus padres, al igual que su entorno familiar y afectivo le permitió una adecuada preparación e instrucción educativa, a la vez que también lo cultivó y lo preparó en valores y virtudes para la vida en momentos y circunstancias en que los derroteros de la patria reclaman de compromiso y entrega. Partes de guerra que dan cuenta de los hechos y acciones en diferentes combates entre 1818 y 1822, suscritos por Manuel Manrique como 12


militar responsable del Estado Mayor develan su preparación y formación para la redacción de los mismos. En su texto “El Prócer Manuel Manrique. Documentos para su Historia”, Manuel Barroso Alfaro, afirma que fue Manrique el responsable de la redacción del parte de Guerra de la célebre Batalla de Boyacá, celebrada en el contexto de la campaña libertadora de la Nueva Granada el 07 de agosto de 1819.

Mansión de La Blanquera: Sitio donde se planificó la Batalla de Carabobo. San Carlos, Edo Cojedes.

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El Compromiso

Construir la Patria Libre y Soberana Creo que…Manrique… merece ser General tanto como otros de los que yo mismo he hecho. Le suplico a usted., lo proponga al Congreso y que le diga a Manrique mi recomendación”. Bolívar desde Pasto a Santander, 08 de Enero de 1823.

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os pocos años que vivió Manuel Manrique (1793-1823), dan cuenta públicamente de su compromiso patrio. Los sucesos del 19 de abril de 1810, logran que muchos de los jóvenes sin distingo étnico y condición social, se incorporen activamente a la causa independentista de Venezuela y de lo que posteriormente sería la patria grande. El joven Manuel Antonio Manrique Villegas, ilustrado en el pensamiento liberal que se había propagado, haciendo caso omiso a la inmensa fortuna de sus padres; a la fidelidad jurada por estos a la causa monárquica y a su apellido de abolengo, con apenas 17 años de edad no solo se compromete con el ideal libertario de patria libre y soberana, sino que también, solicita su incorporación activa a la milicia republicana. Con el grado de Cadete se alista en la 110 Compañía del Batallón de Veteranos de Caracas, formando parte activa de los hechos del 19 de abril. Así, desde abril de 1810, cuando el movimiento independentista caraqueño asume la gestación de la república, el joven Manuel Antonio pasa a formar parte de la “generación republicana”, que nos legó Libertad, Independencia y Soberanía. Su destacada actuación hace que la Junta Suprema de Caracas lo ascienda en diciembre de 1810 al grado de Teniente y participa en la expedición de Occidente, al mando del Marqués del Toro contra los realistas en Coro. Entre quienes le acompañan, jóvenes como él, están los sancarleños también: Celodonio 14


Sánchez, Teodoro y Miguel Figueredo y José Ramón Azpurrúa entre otros. Seguramente que la decisión tomada en 1810, de incorporarse activamente a las filas de la causa independentista formaba parte de su compromiso patrio, independientemente del prestigio y honorabilidad que le acreditaba el ser heredero de una de las familias más distinguidas no solo de San Carlos, Cojedes, donde residían, sino también de toda la Capitanía General de Venezuela. En los 13 años de servicio por la liberación de la patria del poderío español, Manuel Manrique alcanzó el más alto grado militar -General de Brigada-, en tierras maracaiberas, al parecer en abril de 1823, cuando ejercía funciones como Comandante General de Operaciones en el Departamento Zulia. En esta condición, el 16 de junio del mismo año en la llamada Batalla de Maracaibo, Manrique avanza sobre esta plaza y logra posesionarse de la misma con la toma del puente El Manglar, hoy Puente España. Igualmente, en solo tres días logra apoderase de valiosos recursos del parque realista. Entre ellos pertrechos, embarcaciones, vitualla y la imprenta en la que se editaba El Posta Español, órgano divulgativo de la Capitanía General en manos de Morales. En 1811, Manrique, con el rango de Teniente a las órdenes del generalísimo Sebastián Francisco de Miranda, se distingue en la batalla de Valencia. Luego, en 1812 ante la hecatombe moral y física que dejó el terremoto en buena parte del país, estuvo al lado de Miranda nuevamente quien dirigía las operaciones de rescate. Desde Barquisimeto como segundo Jefe de Guarnición que comandaba el coronel Diego Jalón, se dispuso a su recuperación. En 1812, ante la capitulación de Miranda y pérdida de la República, Manrique logra escapar de Monteverde y permanece oculto, pero 15


siempre en la lucha, a la espera de Bolívar, quien desde Cúcuta se propone recuperar a Venezuela mediante lo que se conoce como Campaña Admirable. Como símbolo de lealtad al ideal patrio que le distinguió en tiempos de la primera República, Manrique se incorpora nuevamente al Ejército Libertador en 1813, bajo el mando del brigadier Simón Bolívar, quien ejecutaba dicha Campaña, logrando entrar triunfante a Caracas en agosto de 1813. Manrique actuó en las acciones de Bárbula (30 de septiembre), Trincheras (03 de octubre), Tierrita blanca (10 de noviembre) y Araure (05 de diciembre). La victoria en esta última bajo las órdenes del general Rafael Urdaneta, significó la rehabilitación del cuerpo “Batallón Vencedores de Araure”, y el ascenso de Manrique a Mayor, quien para esa entonces solo contaba con 20 años. También, Manrique por esta acción triunfante recibe los mejores elogios del libertador, quien le calificó el 04 de enero de 1814 como excelente e ilustre soldado. “El Mayor Manrique, que dejando sus soldados tendidos en el campo, se abrió paso por en medio de las filas enemigas con sólo sus oficiales Planes, Monagas, Canelón, Luque. Fernández, Buroz y pocos más cuyos nombres no tengo presente, y cuyo ímpetu y arrojo publican Niquitao, Barquisimeto, Bárbula, Las Trincheras y Araure”. Sellada la campaña triunfadora, el realismo hispano de la mano de Pablo Morillo y de José Tomás Boves logra empañar el triunfo obtenido y nuevamente las acciones militares que retoma el ejército bolivariano tienen en Manuel Manrique un pilar fundamental.

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Incansable Luchador

En búsqueda de la libertad de Venezuela y de la América entera “Somos dueños de toda la provincia de Tunja… Todos los pueblos de la Nueva Granada han recibido el Ejército Libertador con el más extraordinario entusiasmo, todos se presentan determinados a ser libres y nada falta al Ejército rodeado de pueblos tan patriotas y tan decididos”. Parte de la acción deVargas. Redactado por Manuel Manrique, 26 de Julio de 1819.

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espués de haber combatido en la primera batalla de Carabobo, del 28 de mayo de 1814, Manrique integró la columna que con el general Rafael Urdaneta llevó a cabo la retirada hacia Nueva Granada. Con Bolívar actuó en las operaciones contra Manuel Bernardo Álvarez en Santa Fe de Bogotá y en las del Magdalena. En 1814, pasó al Apure y es uno de los 700 combatientes que en la Trinidad de Orichuna, se unieron al general José Antonio Páez, para formar lo que más tarde sería el ejército de Apure. En 1815, Manrique ante la ocupación de Cartagena por las tropas que comandaba el general Pablo Morillo, emigra hacia los llanos del Casanare y forma parte de las llamadas “reliquias de Nueva Granda”. Con ello, se proponía el resguardo de su integridad física y personal, al igual de quienes le acompañaban. A pesar de este revés, Manrique, en octubre de 1816 cuando ya cuenta con 25 años, participa en el combate de El Yagual y en la toma de Achaguas el 14 del mismo mes, obteniendo triunfos contundentes para la liberación de la patria. 18


Con esta demostración de arrojo y valentía ante las adversidades, Manrique a comienzos de 1817, con pasaporte concedido por el general Páez, abandona el ejército de Apure para unirse a las fuerzas de Bolívar en Barcelona. Bajo esta jefatura siguió a Guayana y actuó en las acciones finales para la liberación de la provincia. El 20 de mayo de 1817, fue ascendido a Coronel del Ejército Libertador. En noviembre del mismo año, recibió el nombramiento de jefe de Estado Mayor de la provincia de Guayana. Previo a este nombramiento el 4 de mayo, el libertador Simón Bolívar, en carta al padre José Félix Blanco, le llamó “Buen amigo y mejor ciudadano”. Como jefe del Estado Mayor de la división del General José Tadeo Monagas hizo la Campaña del Centro de 1818, no sin antes haber presenciado en el hato Cañafístola el encuentro entre el General Simón Bolívar y José Antonio Páez. Bolívar le había designado junto al Coronel Vicente Parejo, entrevistarse con Páez y gestionar ante el centauro de los Llanos la “Suprema autoridad del Libertador”. La confianza depositada en Manrique hace que el libertador lo considere al momento de planificar la Campaña de la Nueva Granada en 1819. Como miembro del Estado Mayor General, Manuel Manrique forma parte de la Junta de Guerra convocada por Bolívar en la Aldea de los Setenta, donde se decide la invasión de la Nueva Granada. Además, de Bolívar quien la preside, están los Generales Anzoátegui y Soublette; los Coroneles Rangel, Cruz Carrillo, Plaza y Rondón. Esta Junta decide nombrar a Manrique, Segundo Jefe del Estado Mayor, cuando contaba con 26 años. Esa responsabilidad le implicaba la reorganización de las tropas que debían avanzar cautelosamente para lograr el triunfo que depararía otras victorias, en el transitar por la defensa de la patria y de la nación. Así, le esperan Gameza, Boyacá, Pitayo y Pantano de Vargas. Concluidas todas estas acciones con victorias contundentes, Manrique se apresta a alistarse para la Campaña de Venezuela, con el convencimiento de que todos los pueblos están dispuestos y decididos 19


a ser libres. Allí, en su propia tierra en la Villa de San Carlos, en 1819 se reúne con el hombre que había despertado en hombres y mujeres la esperanza de ser libres. Simón Bolívar y los más altos jefes militares lo convocan a la histórica mansión de La Blanquera para planificar las estrategias militares y políticas que seguirían en Carabobo, con el fin último de logar la derrota del ejército español que acertadamente dirigía el Capitán General Miguel de la Torre. En esta convicción, Manrique participa activamente en la campaña de Carabobo, para ese entonces era Jefe de la Primera Brigada de la Guardia, está consciente que un triunfo en Carabobo afianzaría definitivamente la recién República de Colombia. En este combate cae el Coronel Ambrosio Plaza y Manrique toma el mando de la Tercera División del ejército. Después de la Batalla de Carabobo, fue enviado a Carayaca a operar contra las fuerzas del Coronel José Pereira, a quien hace rendir y capitular. Esta acción, le permite el 11 de agosto de ese año, comandar las fuerzas sitiadoras contra Puerto Cabello. Para garantizar esta acción el General José Antonio Páez le designa en 1822, Jefe de la Plaza de Valencia. En esta condición enfrenta en agosto de 1822 a Francisco Tomás Morales, quien intentaba retomar dicha plaza desde Puerto Cabello. La provincia lo nombró su diputado suplente ante el Congreso de Colombia al cual no asistió; sus ocupaciones como Intendente y Comandante General del Zulia, se lo impidieron. En ese momento su objetivo era derrotar a Morales y en ello, puso todo su empeño. Así, comandó las operaciones terrestres contra el ejército que, bajo el mando del Mariscal de Campo Francisco Tomás Morales, operaba en la zona, hasta la capitulación de éste, después de la batalla naval del lago de Maracaibo el 24 de de julio de 1823. Las fuerzas terrestres bajo su mando, una parte de las cuales se embarcó en los buques de la armada 20


republicana, tuvieron destacada actuación en esa batalla. A poco tiempo de este triunfo, por causas aún desconocidas, Manuel Manrique fallece en Maracaibo a la edad de 30 años. Había sido orlado con la Orden de los Libertadores de Venezuela. Acta de Defunción

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Un Nuevo Reto

Intendente y Comandante General del Departamento del Zulia “Yo vengo a formar parte en vuestra suerte,…no permitiré que los malhechores vuelvan a hollar…vuestro territorio y las sagradas leyes de la Nación. Seré incansable sí. Pero es necesario que unidos, todos corran a la defensa de la patria y hagan los últimos sacrificios por la libertad.” Proclama de Manrique a los habitantes del Departamento del Zulia Mérida, 04 de febrero de 1823

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u activa y eficiente participación en más de 10 años al servicio de la causa republicana son credenciales de mérito suficiente para que el propio Ejecutivo, le confiara la plaza de Maracaibo en momentos en que esta había sido retomada por las tropas del realismo hispano, esta vez en responsabilidad de uno de los militares de mayor trascendencia y experiencia en combate, el Mariscal de Campo Francisco Tomás Morales. Para garantizar su recuperación, Manrique es nombrado el 29 de enero de 1823, Intendente y Comandante General del Departamento del Zulia, jurisdicción político-territorial integrada por las provincias de Coro, Trujillo, Mérida y Maracaibo. Es el propio General Lino de Clemente, hasta ahora responsable de la pérdida de Maracaibo con la derrota en Salina Rica el 06 de septiembre de 1823, quien le entrega en Timotes, Trujillo, el mando de la Intendencia del Zulia. El propio Libertador, quien estaba consciente de la complejidad de la situación política y militar, advierte desde su compromiso al frente de la Campaña del Sur, los peligros para la república de la presencia 24


de Morales en el Zulia. De ahí, las responsabilidades asignadas y los llamados de atención. Mediante comunicación solicita a Rafael Urdaneta, Mariano Montilla, José Antonio Páez y a Carlos Soublette, no seguir cometiendo errores y la necesidad de la unión para frenar el avance de Morales sobre Maracaibo. Señalaba que teniendo Morales el control de todo el Occidente, pronto lo tendríamos en Bogotá. Así, Montilla desde Cartagena y Soublette desde Venezuela, decretan el embargo de todo el litoral que iba desde el Cabo de San Román hasta el de Chichivacoa; Rafael Urdaneta, avanza desde Bogotá; Páez, desde Caracas y Manrique, al frente del Departamento Zulia. La orden: “Todos contra Morales”. En opinión del Libertador la estrategia propuesta evitaría el avance de Morales y en consecuencia, el triunfo de la república. Manuel Manrique avisado de su deber, el 04 de febrero de 1823, desde la ciudad de Mérida, dirige su primera proclama a todos los pueblos del departamento. “Yo vengo a tomar parte en vuestra suerte, porque no permitiré que los malhechores vuelvan a hollar fácilmente vuestro territorio y las sagradas leyes de la nación. Os ofrezco ser vuestro protector, ya para defenderos, y ya para aliviaros cuanto sea posible. Seré incansable, sí. Pero es necesario que unidos, todos corran a la defensa de la Patria y hagan los últimos sacrificios por la libertad…”. La proclama lleva implícita la responsabilidad que ha caído sobre sus hombres, “detener e impedir el avance de Morales”, Manrique sabía que la escases de recursos económicos en nada favorecía sus planes; en consecuencia, apela a la reserva moral que le acredita en el compromiso patrio y para ello debe contar no solo con los pobladores del departamento, también, sus compañeros de lucha cuentan. Le corresponde así, generar la confianza de todos y lograr los apoyos necesarios para llevar a feliz término la empresa propuesta. 25


Entre los planes a seguir, está garantizar que se cumpla la estrategia que Montilla le presenta al Comandante del apostadero de Cartagena José Padilla, forzar la barra del lago de Maracaibo, y escenificar el combate en las aguas del mismo. A su juicio, única garantía de triunfo. Sin embargo, Manrique desde su cuartel general en los Puertos de Altagracia planifica la ocupación de Maracaibo. Efectivamente, el 16 de junio de 1823 con la tropa que contaba, un aproximado de 700 hombres, toma la ciudad por el Sur, en el conocido sitio del Puente El Manglar, hoy Puente España. Al respecto relata Vinicio Nava3, que el combate muy cruento se desarrolló entre las 5:00 y las 9:00 p.m. con victoria parcial para Manrique y su tropa. Agrega, que tres días después ante el avance de Morales, proveniente de la Guajira, donde se encontraba dispuesto a repeler el ataque patriota ordenado por Montilla desde Rio Hacha, y el acercamiento de Ángel Laborde, Manrique estratégicamente en preservación de sus fuerzas y del botín de guerra obtenido en la toma de Maracaibo del día 16, ordena la retirada. Para el propio Manrique esta acción había sido un triunfo que contribuiría notablemente a debilitar al enemigo, “…se había ocupado una plaza que creía inexpugnable; han quedado en nuestro poder todas las embarcaciones menores que había en el Puerto, la artillería y un copioso parque de municiones, la bandera Nacional que hice arriar, los talleres con más de mil vestuarios y con cien reses mayores”4. El triunfo logrado el 24 de Julio de 1823, y la consecuente firma del Tratado de Capitulación por parte de Morales el 03 de agosto de 1823, significa que había llegado la hora de la Patria y Manrique consciente de su aporte, sabía que había que continuar en la lucha. 3 Nava, Vinicio (2012). Crónica y Ensayos Históricos sobre el Zulia, p. 175. 4 Comunicación de fecha 17 de junio de 1823 dirigida por Manuel Manrique al Secretario de Estado y del Despacho de la Guerra. En: El Zulia Ilustrado. Tomo I, agosto y septiembre de 1891. N° 34 y 35, p. 274. 26


Tratado de Capitulación ... Penetrados unos y otros del miserable estado en que se halla el pueblo de Maracaibo... animados los expresados comisionados de sentimientos los más generosos y justos a favor de tan desgraciada ciudad y de cuantos han servido en auxilio de los dos partidos beligerantes, han acordado y convenido en obsequio de todos lo siguiente: Art. 1°. La Plaza de Maracaibo, la fortaleza de San Carlos de La Barra y territorio ocupado por las tropas dependientes del ejército español, serán entregados al jefe sitiador de Colombia, en el estado en que se encuentren. Art. 2.- Lo serán del mismo modo al señor Comandante general de la escuadra de Colombia, los buques armados surtos en esta bahía. Art. 7.- Los primeros jefes de la República de Colombia en este Departamento facilitarán inmediatamente los buques necesarios para transportar a puerto seguro de la isla de Cuba a los jefes, oficiales, sargentos y demás individuos de tropa que componen el ejército español y sus dependencias, siendo de cuenta de dicha República los gastos que se hagan para ello, facilitando además la misma los víveres que necesiten y haciendo se guarde en todo a los oficiales y jefes, por la gente de los buques, el decoro y buen trato correspondiente a sus clases. Art. 9.- Los vecinos y habitantes de Maracaibo y su Provincia serán tratados en la misma con arreglo a las leyes protectoras de la República, sean cuales hubieren sido su conducta y opiniones durante la ocupación de este país por las tropas españolas del mando del señor General Morales, dándose todo a un olvido absoluto y haciendo que sus personas y propiedades sean altamente respetadas, como que tendrán un apoyo para deducir sus quejas justas a las autoridades constituidas5. 5 Archivo General de Colombia. Tratado de Capitulación firmado por el Capitán General Francisco Tomás Morales, Maracaibo, 03 de agosto de 1823, fs. 341-343 27


Desencuentros entre Vencedores: José Padilla y Manuel Manrique

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a trascendencia del triunfo republicano en la histórica Batalla Naval del Lago de Maracaibo el 24 de julio de 1823, generó desencuentros en las filas de los propios vencedores. Quizás, el de mayor polémica es el suscitado entre los comandantes republicanos, Almirante José Padilla y General Manuel Manrique. La historiografía que refiere este relevante hecho histórico mediante el cual el ejército realista, se vio obligado a abandonar definitivamente sus últimos reductos en nuestros territorios, por razones diversas ha excluido de sus inventarios referentes valiosos para la comprensión de nuestra historia republicana. En el mejor de los casos ha minimizado la actuación de unos, y ensalzado la de otros. Hoy, en la revalorización crítica de la misma, en el caso que aquí nos ocupa sin ánimos de regatear o ensalzar sus significados y a sus protagonistas, pues por igual con mucho valor y conciencia patria, asumieron su lucha como compromiso de vida, nos proponemos dilucidar y reivindicar como esfuerzo colectivo el deber que por circunstancias del momento, asumieron quienes tuvieron responsabilidades en esta gesta independentista. En el caso particular, buena parte de la historiografía se ha encargado de enaltecer la actuación del General José Padilla, quien con su aval en el arte de la guerra como marino experimentado, fue uno de los que condujo la escuadra colombiana en aguas de nuestro lago, a consumar exitosamente una acción de tan colosal envergadura. Esta postura casi unánime ha silenciado la actuación de otros. Entre ellos la del General 28


de Brigada Manuel Manrique de probada experiencia y trayectoria en el combate terrestre. A Padilla como Comandante Supremo de la Escuadra Republicana se le ha etiquetado casi a título individual el triunfo de la misma, quizás hemos pasado por alto que sus acciones se explican en el contexto de un plan que valoraba la multiplicidad de acciones marítimas y terrestres para alcanzar el triunfo logrado. Así, con la claridad meridiana de lo que política y estratégicamente significaba la plaza de Maracaibo para la estabilidad de la república, y en consecuencia, el peligro de la presencia en la ciudad del jefe español Morales, investido de las glorias de sus acciones militares pasadas y recientes, el Ejecutivo de la República organiza todo un plan que iba más allá del forzamiento de la barra del lago y del bloqueo de todo el litoral comprendido, entre el Cabo de San Román y el Cabo de Chichivacoa al occidente del territorio. También, era necesaria la toma de las fortificaciones que defendían la barra -castillo de San Carlos-, y apropiarse del parque realista. La organización del plan estuvo bajo la dirección de los generales Mariano Montilla, Comandante en Jefe del acantonamiento militar con sede en Cartagena y Carlos Soublette, Director de la Guerra en Venezuela. Ambos, junto al Consejo de Oficiales de la República, delinearon las estrategias a seguir. Según el plan, todos coincidían en que lo fundamental era la derrota de Morales. Bolívar en comunicación al Vicepresidente Santander mostraba sus preocupaciones al respecto y advertía severamente “Necesario es Derrotar a Morales… Morales nos dará mucho que hacer…, no podemos cometer imprudencias, ni errores, si los 29


nuestros lo hacen…espérelo usted en Bogotá”. La envergadura de la empresa ameritaba unir esfuerzos y hombres; de ahí, la orden. Indudablemente, José Padilla es uno de los convocados a la ejecución del plan, él sintetiza no solo el liderazgo necesario y la capacidad de organización, arrojo y valentía a la hora de tomar decisiones de la naturaleza que implicaba la construcción de la patria libre y soberana. Este contaba en su aval, experiencia en acciones navales, certificadas en sus servicios a la Marina Real, donde ingresa como contramaestre en 1805. En adelante, sus servicios a la Marina Real, al parecer hasta 1811, cuando los sentimientos anti-españoles se popularizan por toda la costa de la Nueva Granada y Cartagena declara su independencia en noviembre de ese mismo año, le facilitan las habilidades y condiciones requeridas para el arte de la guerra. Desde ese entonces, un pardo marinero como José Padilla, se coloca al servicio de las fuerzas patriotas, tal como lo demuestra su hoja de servicios. Sin embargo, en justicia del sentido colectivo de las contribuciones que la patria requería y de las acciones de muchos más, es necesario visibilizar a otros hombres, sin desmerito de los hasta ahora reconocidos. En el caso aquí expuesto cuentan entre otros Manuel Manrique, Renato Beluche, Nicolás Joly, Pedro Lucas Urribarri, Cenobio Urribarri, Felipe Baptista y Tomás Vega. Ellos, en esta visión también hicieron posible la derrota del realismo hispano. De ahí, la necesidad de su valoración en y desde los referentes de una historia con sentido colectivo. Aquí, por razones evidentes nos ocuparemos por ahora del General Manuel Manrique, hombre de vasta experiencia en el arte de la guerra, alcanzada en más de 14 años al servicio de la República. Nuestro objetivo: ofrecer para sus consideraciones los desacuerdos que una vez sellado el triunfo naval, involucra por las glorias del mismo al Comandante de la Armada José Padilla y al Intendente y Comandante General del Departamento del Zulia, General Manuel Manrique. 30


Las acciones encomendadas a este General de Brigada desde 1823 en su condición de Comandante del Ejército en tierra firme, en el Departamento del Zulia, en correspondencia con la contingencia del momento, no han merecido a la historiografía un espacio. En ello, quizás ha privilegiado, de una parte, la predisposición al ocultamiento de lo que para algunos fue un enfrentamiento sin importancia entre ambos líderes. De otra, la ausencia en nuestros archivos de fuentes documentales que permitan una investigación sistemática al respecto. Con el beneficio de la duda, a nuestro juicio para la comprensión histórica no solo de la guerra de independencia, sino de nuestra historia en general, es necesario sin cortapisas abordar temáticas como estas. Ello nos facilitará una visión más integral del proceso; igual, de los significados materiales y simbólicos que definen el compromiso patrio de quienes por diversas razones, se involucraron en la ardua tarea de construir la patria soberana. La complejidad de lo aquí propuesto, solo permite por ahora, la posibilidad de abrir el debate al respecto. Se trata de propiciar la revisión y revalorización de un hecho histórico -Batalla Naval del Lago de Maracaibo-, y sus colectivas acciones, dada la trascendencia en importancia por lo que en definitiva significó para Venezuela y el resto de Nuestra América. El registro epistolar1 entre ambos comandantes, da cuenta de los desacuerdos por el reconocimiento de la victoria, luego de los sucesos del 24 de julio de 1823. Probablemente, las circunstancias del momento privaron en estos hombres a la hora de deslindar rencillas, mezquindades e individualismos, que en circunstancias como las vividas deben privar en quienes por razones muy personales les anidan en su interior. De una parte, Padilla como Comandante naval de la operación, tributándose exclusivamente la libertad de la plaza de Maracaibo. De 1 Combate Naval de Maracaibo. El Zulia Ilustrado. Agosto y setiembre de 1981.

N° 34 y 35. p. 276-282.

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otra, Manrique demandando reconocimiento a sus aportes en el triunfo logrado. Los desacuerdos entre ambos se evidencian públicamente, cuando Padilla emite sus juicios a comunicación suscrita por Manrique, en la que señala sus sorpresas por la importancia que el Ejecutivo ha dado a la entrada de la barra. Padilla, le advierte, La libertad de Maracaibo se debe única y exclusivamente a las operaciones de la Escuadra de mi mando, desde que venciendo insuperables obstáculos, se hizo dueña de la laguna y desde que batió a los enemigos en varias ocasiones hasta acabar con sus fuerzas marítimas en el glorioso combate del 24 próximo pasado, y que puso al ejército español en la dura necesidad de capitular. Después de dar razones de la acción cometida, procura dejar bien claro, en particular a Manrique que si no hubiese sido por él y por la Marina que comandaba, la plaza no estaría libre y “…vuestra señoría no hubiese podido asumir la Intendencia”. Recalca “…yo era su consuelo, yo arbitraba medios para la subsistencia de la Escuadra y Ejército cuando vuestra señoría se transportaba de dolor y desconsuelo, y yo en fin lo alentaba y lo reanimaba…”. De igual manera, Padilla recrimina a Manrique las “debilidades”, que según él, este tuvo al negociar la capitulación de la manera como fue propuesta y aceptada por el jefe realista Morales. No sin antes saludarle por la responsabilidad asumida como negociador, le recrimina el no haber solicitado al realismo “…el miserable resto de los buques que salvaron los enemigos…”. Pero también con ironía le disculpa, según, su inexperiencia marinera no se lo permitió. No podía Manrique lo repite, decidir en un apartado del tratado, referido al parque naval, porque no era materia de su conocimiento, no era de su propiedad esta decisión. Al final, le insta a desprenderse de su pasión personalista y resentida “…si se desnuda de los celos que lo cercan y miran…bajo su punto de vista…”. 32


Por su parte, Manrique, responsable de la Comandancia General de las tropas en tierra, entiende que parte del resentimiento ocasionado en Padilla es consecuencia de la opinión que a él le merece la entrada al lago dirigida por Padilla. Opinión registrada en oficio del 27 de agosto de 1823, en la que manifiesta “…desde que Vuestra Excelencia entró por la barra sin obstáculos y yo me embarqué en Moporo con la División del Zulia…”, a lo que Manrique responde “Nada he dicho a Vuestra Excelencia con malicia,... he usado un lenguaje urbano y político, nada inculto ni grosero” resaltando que “con la ayuda de los prácticos, Jefes y Oficiales… se hubiera conseguido felizmente la empresa”. Al parecer, la discordia surge entre ambos comandantes por las interpretaciones dadas en el intercambio de escritos, sobre todo por parte de Padilla, quien considera una “ligereza” los juicios emitidos por Manrique en referencia a su entrada por la barra. Para Padilla, solo él y su Escuadra tienen méritos en este logro. Sus apreciaciones evidentes en diversas comunicaciones oficiales, partes y oficios dan cuenta de ello. Hasta el cansancio repite que el mérito de Manrique ha estado solo en la proporción de algunos víveres. “…diré a vuestra señoría que las presas hechas por mi escuadra, mis acertadas disposiciones y mi constancia han consolado a vuestra señoría no pocas veces… De aquí se infiere que con la Escuadra sola hubiera sucumbido Maracaibo…”. Evidente, para Padilla el arrojo, el esfuerzo y la constancia para superar tantos peligros lo que ha hecho a su Escuadra merecedora de reconocimientos. Para él este combate hubiese concluido “con tanto espanto de los españoles y glorias de nuestras armas, sin los infantes de la División del mando de usted”. Está tan convencido de ello que afirma categóricamente que “la Escuadra ha sido el áncora de la República”. Las expresiones señaladas por Padilla, a decir de Manrique, son inapropiadas, injustas y desconsideradas para con él y su ejército. Asegura 33


“…pueden causar una sensible discordia entre las tropas y la marina, ambas compatriotas y defensoras de una misma causa” y lo invita se “… sirva omitir para lo sucesivo el dirigirme semejantes comunicaciones”. Indudablemente, Manrique está consciente que el triunfo es producto de causas muy diversas y que los esfuerzos por la libertad de la plaza de Maracaibo, no se pueden atribuir exclusivamente a Padilla. A su parecer, “…hasta el último recluta de la División del Zulia, se habrá resentido de estas expresiones que no solo olvidaban de un golpe sus virtudes y sus hechos, sino que tendían a obscurecer el mérito adquirido con tanta constancia y disciplina”. Al parecer de Manrique los reconocimientos otorgados a la Escuadra y a su Comandante, según Decreto del Vice-Presidente Santander fechado en Bogotá el 02 de septiembre de 1823, desmerecen la actuación de su División. A juicio nuestro, esta decisión del Ejecutivo debe ser tomada en cuenta al momento de analizar los criterios emitidos al respecto por estos comandantes, que compartieron responsabilidades de envergadura en estos esfuerzos libertarios. Lógicamente, Manrique en su condición humana siente que sus aportes no son considerados ni reconocidos en su justo valor. De ahí, sus apreciaciones claramente expresadas oficialmente. Ello lo deja claro al señalar: “Esta digresión no ha sido hecha para indemnizarme de imputaciones…; tienen solo el objeto de ilustrar al gobierno de la irregularidad con la que se ha expresado el señor General Padilla”. Las desavenencias por el reconocimiento del triunfo en la Batalla Naval del Lago de Maracaibo, quedan evidenciadas en las comunicaciones suscritas por uno y otro comandante, de cualquier modo, ambos asumieron participación activa contribuyendo desde diversos escenarios a la consolidación de la independencia republicana. Si bien el triunfo 34


obtenido en la Batalla Naval del Lago de Maracaibo es indudablemente un logro alcanzado por ambos comandantes, el reconocimiento por parte del gobierno inicialmente solo se hizo a la División Marítima al dictar una Ley de Honores …llamándola “Benemérita de la Patria” y decretando a favor de Padilla una medalla de oro con este lema: “Colombia al General Padilla Año 1823”, más una pensión de tres mil pesos anuales. A los demás jefes, oficiales y soldados de Marina se les dieron ascensos y escudos y una pensión a las viudas y madres de los muertos2. Posterior a su repentina muerte, Manrique y sus tropas reciben el mismo reconocimiento dado a Padilla: En fecha del 17 de diciembre de 1823 ha declarado el Supremo Poder Ejecutivo que el Comandante General del Departamento del Zulia General Manuel Manrique, los Jefes, Oficiales y tropas de Artillería, Infantería y Caballería que estuvieron en el combate del 24 de julio, son acreedores a usar el Escudo de Distinción concedido en el Artículo 7° del Decreto del 2 de septiembre de 18233.

2 Otero D’Costa, Enrique (1973). En: De los Ríos, Livio (2008). “Crónica tras la muerte del general Manuel Manrique. p. 20. 3 Barroso Alfaro, Manuel. El prócer Manuel Manrique. Documentos para su historia. p. 22. 35


Francisco Tomás Morales Alfonso (1781-1844)

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Síntesis Biográfica

obre Morales la historiografía en general se ha ocupado suficientemente, la mayoría de sus biógrafos sociales coinciden en los testimonios que refieren el origen y condición étnica, racial, social, militar y política de un hombre que en su tiempo optó por la defensa de lo que consideraba su patria, España. Quizás, todos concuerdan de una parte, en que la precaria condición económica de sus padres, condiciona su migración a tierras extranjeras. De otra, en los calificativos que le distinguen como uno de los jefes españoles más crueles y sanguinarios. A decir de Morales Padrón, el general Morales fue un ... audaz militar sin escrúpulos, cruel y zafio; un hacendado oportunista, voraz y arbitrario, que actuaba en el campo civil como si todavía estuviera en los campos bélicos de América donde todo estaba permitido, incluso el degollar a unos enemigos y freír sus cabezas1. A juicio nuestro, es conveniente el reencuentro con este Francisco Tomás Morales, pero también con aquel ambicioso e incansable adversario, representante genuino del realismo hispano y de todas sus instituciones, calificado por los generales de ambos bandos como “rastrero y bajo de principios”, insubordinado, anárquico, temperamental, brusco y pretencioso, pero también, vanagloriado por algunas autoridades monárquicas, al considerarle “digno de las mayores deferencias, por los interesantes servicios que ha hecho a favor de los Derechos de la Nación, los cuales son apreciables…”2.

1 Morales Padrón Francisco (2003), El último Capitán General de Venezuela: El Canario Francisco Tomás Morales. p. 90. Disponible en: http://coloquioscanariasamerica.casadecolon.com/index.php/CHCA/article/viewFil. 2 Carta de Miguel de La Torre a Morales en 1821. En: Borges, Analola (2004). Francisco Tomás Morales, General en Jefe del Ejército Realista en Costa Firme (182036


General Francisco Tomรกs Morales 37


De ahí, la revaloración necesaria en la relectura de documentos manuscritos de los llamados realistas -informes, bandos de guerra, cartas-, que reposan en distintos archivos nacionales e internacionales. En el caso que aquí nos ocupa, Morales, quizás en beneficio de sus actuaciones y más aún en el ocaso de las mismas, donde era necesario justificar su derrota. Cada una de sus aseveraciones develan las dificultades de su ejército en aquella intensa lucha, agravada a su juicio no solo por las vicisitudes de un “ejército arrasado y destruido por las penurias de la guerra”, también por la indiferencia en muchos casos de las autoridades monárquicas, de la que sin duda, ellos, los derrotados o vencidos fueron sus más fieles y leales defensores. En la justa comprensión de nuestro proceso histórico, esta documentación reclama hoy de otro tratamiento, y así, ofrecer para la discusión la palabra de los derrotados o la Voz de los Vencidos, como lo señala Tomás Straka3. Con ello, se pretende superar la censura que hasta hoy, salvo algunas excepciones, ha minimizado el análisis que corresponde a un período tan complejo de nuestra historia, como lo es el de la guerra de independencia, en el contexto de nuestras luchas por la construcción de la patria libre y soberana. La justa comprensión de la misma en todas sus dimensiones, particularidades y especificidades reclama en beneficio de nuestra historia de otras miradas y otros criterios. Francisco Tomás nació en Carrizal de Argüimes, Islas Canarias, España el 20 de diciembre de 1781. Sus padres de origen humilde los canarios Francisco Miguel Morales y María Alfonso Guedes, según expediente de limpieza de sangre fueron descendientes del Capitán Juan Guedes Machado, tatarabuelo de Francisco Tomás Morales. Al séptimo día de su nacimiento fue bautizado tal como estaba establecido, según la Iglesia Católica. 1823). 3 Con este sugerente título el autor, invita a superar los temores que hasta ahora, han hecho de la independencia un acontecimiento exclusivo de los vencedores. Straka, Tomás (2000). La voz de los vencidos. Ideas del partido realista de Caracas, 1810 – 1821. 38


Uno de sus principales biógrafos el historiador Francisco Morales Padrón4, asegura que desde muy joven Francisco Tomás trabajó como salinero en la explotación de Santa Cruz del Romeral. La difícil situación económica y de guerra que vive España en ese momento, le lleva al igual que a otros canarios, a buscar mejores horizontes y decide salir de su lar natal en búsqueda de ello. Hay quienes aseguran que su intención era llegar a la Isla de Cuba, sin embargo, la embarcación fondea primero en tierra firme y por decisión propia no continúa el viaje, llega a nuestro territorio al parecer el 25 de febrero de 1801. La ciudad de Nueva Barcelona, Anzoátegui, al oriente del territorio venezolano será refugio de aquel hombre iletrado, pero dispuesto y confiado en superar las dificultades, sobre todo las económicas que tanto le angustiaban. Allí, se convierte en asistente del Coronel español don Gaspar de Cajigal, lo que le exige destreza en la lectura y escritura. Además, condición indispensable para prosperar en la incipiente actividad comercial de la que se ocupa, en particular, la compra y venta de mercaderías entre esta región y las Antillas. Hay quienes aseguran que inicialmente se dedicó a la venta de pescado frito en Píritu. El 03 de junio de 1809, contrajo nupcias en Barcelona, oriente de Venezuela con la nativa Josefa Bermúdez, en la Iglesia Parroquial de Santa Eulalia, de dicha ciudad. Al parecer de esta unión solo nació su única hija, María Ana Morales Bermúdez, quien en 1833, cuando solo tenía 14 años se une en matrimonio con el General Ruperto Delgado, quien desde 1828 asume el gobierno militar de Gran Canaria y de los concerniente a la instrucción de los tres regimientos provinciales de la isla, cargo en el que permaneció hasta 1864 en que pasó a situación de retiro. De esta unión nacen sus nietos: Francisco Tomás; Josefa; Fernando; Alcalde de las Palmas, canarias en 1899; Manuel y Tomás. Sus primeros encuentros con el ejército al servicio de la Corona 4 Licenciado en Historia, Filosofía y Letras; Doctor en Historia de América; académico correspondiente en España de las Reales Academias Nacionales de la Historia, Española de la Lengua; y de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba, investigador, profesor universitario y autor de numerosas publicaciones. 39


española, ocurren en 1804, como soldado voluntario a la milicia de artillería, precisamente en Venezuela, donde la guerra de independencia después de 1811 adquiere matices muy particulares. Su estreno en el campo militar es en el Morro de Nueva Barcelona en 1806, cuando los ingleses invaden esta región a las órdenes del Comandante Gaspar de Cajigal, militar y funcionario al servicio de la Corona española en nuestro territorio, quien fue promovido a brigadier y nombrado presidente de la Junta Provincial Gubernativa en ocasión de los sucesos del 19 de abril de 1810. En la guerra, le quemaron su casa en Píritu y secuestraron a su esposa e hija, reteniéndolas en la Isla Margarita, cuando su esposa estaba a punto de ser fusilada, fue salvada por el gobernador inglés de la Isla de Trinidad, que sabiendo su situación mandó una fragata de guerra y salvó su vida. En su testamento figura un extenso patrimonio logrado a lo largo de su carrera. La hacienda “Santa Rosa” en el pueblo de la Victoria, Venezuela, de 49 leguas cuadradas; un solar en Piritú; cuatro esclavos en el pueblo de Cagura; varias deudas que le debían por 18.000 pesos comerciantes en Venezuela y La Habana; varios pedazos de tierra de secano y regadío heredadas de su padre y otros que adquirió posteriormente, una casa de dos pisos frente a la calle de los canónigos; un almacén en la costa de Lairaga; una hacienda en Tenerife de 100 fanegadas; una casa de dos pisos en Santa Cruz; vales, créditos y sueldos que se le adeudaban y la famosa hacienda “San Fernando” de 955 fanegadas en la Montaña de Doramas.5 Una vez firmada la Capitulación en 1823, Morales se marcha a Cuba y de allí a España, donde es recibido con honores y los ceremoniales respectivos a su condición militar. De inmediato, es nombrado general de las islas Canarias, presidente de la Real Audiencia y condecorado con la Cruz de San Fernando en 1827. En 1834 cesó como Capitán General y se jubila, luego pasó a Gran Canaria, donde se enfrenta con el Gobernador Civil, don José Marrón, quien arremete contra él y su yerno Ruperto -nombrado por Morales Gobernador Militar de las Palmas-, por los excesos cometidos durante 5 Morales Padrón Francisco, O.c. p. 88. 40


su mandato. Tanto Francisco Tomás Morales como Ruperto Delgado, son deportados a la península donde pasaron dos años en destierro. Su condición de guerrero le valió reconocimientos reales que le acreditan honor, prestigio y valentía, entre las distinciones destacan: Caballero de la Real y Militar Orden de San Fernando, y Americana de Isabel La Católica, San Hermenegildo, condecorado con Fidelidad Militar de primera clase. Francisco Tomás Morales tuvo una destacada actuación militar, muy a pesar de la diversidad de opiniones al respecto. Si bien no fue un militar de carrera, el escenario de la guerra le sirvió de Escuela. En 30 años al servicio del ejército monárquico alcanzó méritos, honores y reconocimientos que validaban cada ascenso otorgado. Así, de soldado raso en 1804 aproximadamente, alcanzo en 1822 el máximo rango de mayor prestigio en la carrera militar: Comandante General de los Ejércitos en Tierra Firme y Capitán General de las Provincias de Venezuela. Las crónicas registran que de las 19 batallas en que participó, fue vencido en 9. Por ello, se le califica como el soldado más fiel y leal a la Nación española. El 29 de marzo de 1821 en BANDO A LOS VALIENTES QUE COMPONEN LA DIVISIÓN DE VANGUARDIA lo confirmaba: “VALIENTES: nuestras obligaciones son sagradas: nuestros sacrificios no deben tener término; pero también nuestra gloria será inmortal… Su decisión, o su valor harán respetar enVenezuela a la Constitución, al Rey y a la Integridad de los Territorios de las Españas6 Finalmente, Morales fallece el 5 de octubre de 1844, sus restos junto con los de su esposa, su hija y su yerno descansan en la pequeña capilla de su hacienda de San Fernando en Moya, hacienda que hoy pertenece a la familia Bitini Delgado.

6 Archivo General de Indias, Caracas, 55. 41


En Defensa del Realismo Hispano “Me será sensible la separación deVd del egército de mi mando como un gefe es de él y digno de mis consideraciones, por los interesantes servicios... en favor de los derechos de la Nación...” Carta de La Torre a Morales Caracas, marzo 1821

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os acontecimientos que se inician en 1810 en casi todos los territorios de la llamada América española, en particular, en las provincia de Venezuela, con la decisión tomada el 19 de abril por el cabildo caraqueño, imprimen en adelante lo que será la participación de las localidades y regiones en el estallido de una lucha que va a involucrar intereses propios y particulares en la defensa o no, bien del realismo hispano, bien, en la construcción de una nación libre y soberana garante de la justicia y dignidad de los pueblos. Así, la lucha libertaria, conocida como guerra de independencia, se propuso la liberación y defensa de la patria soberana, y en ella cada sector se involucró desde lo que consideraba era su patria. Para algunos, su patria era América; para otros, España. De cualquier manera, en ello pusieron empeño, dedicación y esfuerzo, incluso muchos ofrendaron su vida y su patrimonio. Estaba en juego la Nación, tal como la concebían y comprendían en su tiempo. Este es el escenario que refiere la actuación de uno de los defensores más acérrimos del realismo hispano: Francisco Tomás Morales y 42


Alfonso. Como es del conocimiento, Francisco Tomás llega a Nueva Barcelona en 1801, y se ocupa de un precario e incipiente comercio, en una pequeña pulpería de dicha población.Ya en 1804, registran sus biógrafos, Morales se alista sin mayor compromiso como voluntario en la milicia española y en 1806, cuando Inglaterra pretende posesionarse de estas tierras producto de sus conflictos con España, se estrena en calidad de soldado raso en el escenario de la guerra, al enfrentar en menos de una semana dos intentos de desembarco inglés. Uno, el 05 de noviembre en el Morro del Puerto de Nueva Barcelona, a la disposición del Comandante Gaspar de Cajigal. Otro, tres días después en el Puerto de Pozuelos, tal vez más cruento y de mayor importancia que el primero, ya que las tropas inglesas son repelidas y sufren la pérdida de dos botes con sus tripulaciones y tropa. Probablemente, en estos avatares Francisco Tomás pudo haber conocido a José Tomás Boves, ya confinado en Calabozo, y que por su condición de pulpero viajaba con regularidad a esta región en búsqueda de mercaderías. Posiblemente, estos encuentros van a definir sus afectos y lealtades a su patria, a su nación: la española, hasta el momento de su fallecimiento en 1844. Los hechos de 1810, deciden su reintegro activo en la milicia española como Sargento 2do de Infantería en la población oriental de Píritu, donde se destaca por su compromiso y aguerrida defensa a la causa realista y los “buenos servicios a la patria”. Esta demostración, le acredita para que se le confiera la ayudantía de una pequeña columna militar, 43


al mando del Comandante Arias Reina en la población de Clarines. Luego, el 30 de julio de 1812 en reconocimiento a sus acciones bélicas en las playas de Nueva Barcelona, en las que no permite el desembarco de los insurgentes, es ascendido a Subteniente. Todo indica que a partir de entonces su carrera militar va a transcurrir entre triunfos y fracasos, demostrando siempre su valentía, compromiso y entrega a la Nación española, de la cual siempre se consideró su ciudadano. Con su vocación y cualidades de soldado demostradas y perfeccionadas en el escenario de la guerra, en 1812 el capitán general español Monteverde le confía enfrentar a los republicanos del oriente del país: Piar, Mariño y Bermúdez. Allí, a las órdenes de Manuel Cajigal, se va a convertir en celador principal de la causa realista. Como oficial del ejército español desde 1813 con el grado de Mariscal de Campo, en uno de los momentos cruciales de la gesta emancipadora, Morales se une a JoséTomás Boves en el oriente del país, convirtiéndose en su segundo al mando. Esta alianza con el hombre más temido por sus adversarios permite una visión más amplia de las vicisitudes y complejidades que marcaron la lucha libertaria desde el mismo año 12, cuando el general Sebastián Francisco de Miranda, capitula ante Domingo de Monteverde y se pierde la Primera República. Además, es el comienzo de una rebelión popular en la que buena parte de la población -pardos, negros, esclavos, zambos, mulatos entre otros-, desprotegida hasta ahora y bajo el amparo de las promesas de Boves, 44


se involucra directamente a su lado para enfrentar el ideal republicano. La compleja situación lleva al Libertador a tomar quizás una de las decisiones más difíciles en su vida política y militar: el Decreto de Guerra a Muerte, el 15 de julio de 1813, en el cual advertía la muerte de todo español y canario que no se uniera a su causa. Considerado ya como uno de los hombres de mayor compromiso con su causa, en marzo de 1813, cuando cumplía nueve años de servicio a la misma, ante la derrota a la que le someten las fuerzas republicanas en la población de Maturín, Morales y sus hombres se dispersan y como buen estratega militar en resguardo de sus vidas ordena la retirada. En esta situación se une al ejército comandado por José Tomás Boves, a quien ya conocía. Las cualidades guerreras demostradas le convierten rápidamente en su segundo con el grado de Capitán, al mando de unos 3.000 hombres aproximadamente. El combate de Santa Catalina en septiembre de 1813 y luego en el campo de San Marcos, le acreditan su ascenso a Teniente Coronel con tan solo 32 años de edad. En 1814, año crucial en nuestra gesta emancipadora, Boves le confía a Morales el mando de la tercera columna de su ejército, la cual debía dirigirse a Caracas por la Victoria y detener el avance de los insurgentes. En esta responsabilidad, el 12 de febrero se enfrenta y ataca cruelmente al ejército republicano al mando del general de división José Félix Ribas, quien con unos 1.200 insurgentes tenía el compromiso de defender la Victoria. En esta batalla, conocida como de la Victoria, los insurgentes propinan a Morales una decisiva derrota, lo que le obliga a 45


huir en búsqueda de Boves. Una vez juntos el 28 de febrero de 1814, se enfrentan al ejército de insurgentes en San Mateo. Morales, al mando del ala derecha, toma el trapiche y la “casa alta”, lo que lleva al capitán Antonio Ricaurte a provocar la explosión del parque republicano. Esta situación va a causar la reacción y contraofensiva del general en jefe Simón Bolívar, quien al mando de su ejército logra derrotar al realista comandado por ambos jefes: Boves y Morales. A estos crueles y continuos enfrentamientos ocurridos se agregan en el mismo año los de Bocachica; Primera de Carabobo y Segunda Batalla de la Puerta. Esta última, adversa al ejército republicano, advierte la pérdida de la Segunda República: un ejército diezmado y derrotado; Boves junto a Morales dominan y avanzan hacia el centro del país, amenazando con la toma de Caracas. En consecuencia, el general Bolívar no tiene otra alternativa que ordenar la conocida Emigración a Oriente, donde el ejército insurgente está fortalecido. Respecto a esta angustiosa huida el general José Trinidad Morán ofrece uno de los testimonios más dramáticos “…veinte mil almas de ambos sexos y de todas las edades seguían nuestros pasos. Casi todos iban a pie…sacando las fuerzas de la flaqueza, para salvar su honor y su vida, amenazados por la horda de los facinerosos que acaudilla Boves”1.

1 Memorias de Venezuela. Independencia y Juventud. Edición Especial, mayo 2014. Ministerio del Poder Popular para la Cultura. Centro Nacional de Historia. p. 41. 46


A Francisco Tomás Morales en correspondencia con el arrojo, cualidades y valentía demostrada como lugarteniente de Boves en los recientes combates, se le encomienda no solo el acoso de los insurgentes republicanos, también su exterminio. Con este objetivo los enfrenta y derrota el 17 de agosto en Aragua de Barcelona. La crónica relata que fue tal su ensañamiento que en una casa de Villa de Cura, Morales escribió en señal de advertencia y temor “Aquí estuvo Francisco Tomás Morales”. Diciembre de 1814 es el comienzo de otros derroteros para las fuerzas republicanas, la muerte del máximo jefe del realismo hispano, José Tomás Boves, el día 05 en la Batalla de Urica. A pesar del desmoronamiento de su ejército, no será impedimento para que Morales se hiciera proclamar Comandante de las tropas realistas, con el apoyo del Capitán General Manuel de Cajigal. En adelante, Morales se posesiona legítimamente como adalid fundamental en la defensa de los derechos de la nación española. La explicativa Relación de Méritos y Servicios de Morales evidencia de su puño y letra la satisfacción que le produce el haber sometido al ejército comandado por Bolívar, ocasionándole la pérdida de la Segunda República y su huida a Oriente. En la misma se vanagloria al expresar que se ha logrado expulsar no solo a Bolívar del continente, también a su revolución. La vehemencia con la que Morales asegura la derrota del ejército libertador es sugerente de la animadversión y desafectos que sin temores profesa de Simón Bolívar. 47


Para 1815, cuando ya la monarquía española había decidido hacer frente a las acciones de los insurgentes con el envío de Pablo Morillo y un ejército que alcanzaba unos 11.000 hombres, provistos con piezas de artillería, ingeniería, caballería y demás servicios, el Teniente Coronel Morales se pone a sus órdenes. En satisfacción de su ego casi siempre en la División de Vanguardia, comandando algún Batallón, Regimiento o Unidad de combate. Los defensores de la soberanía española en nuestros territorios para este momento crucial en sus triunfos: Morales y Morillo, entre otros, se proponen el fortalecimiento moral de su tropa; de ahí, sus esfuerzos en lograr recursos logísticos y humanos. Estos no se hacen esperar y con el aval de los triunfos obtenidos, España decide el envío de más tropas, armamento y efectos de guerra. Este apoyo permite la entrada triunfante de las tropas realistas al virreinato de la Nueva Granada y la toma en mayo de 1816 de su capital, Santa Fe de Bogotá, lo que facilita profundizar la ofensiva de guerra hacia otras regiones del virreinato. Por supuesto, que en dicha ofensiva la experiencia en el escenario de la guerra y la astucia de Morales como comandante de tropa cuentan y deciden a favor de los triunfos logrados. Estos generan tal confianza y fortaleza en el ejército español, que facilitan la derrota del ejército republicano, al momento en que Bolívar pretendió desembarcar en el Puerto de Ocumare. En esta derrota Morales es artífice fundamental, no solo logra la retirada de Bolívar, también se apropia de armamento, municiones y de un aproximado de 800 hombres. 48


El escenario de la guerra orienta las estrategias a seguir y a finales de 1816 y mediados de 1817, cuando se da la Campaña de Guayana, la victoria patriota en San Félix, obliga la huida de los realistas y el replanteo de las estrategias posteriores. Para muchos, este acontecimiento es el inicio de la consolidación definitiva de los republicanos en territorio venezolano, a pesar de lo complicado de la situación. Entre triunfos y derrotas para ambos ejércitos, en 1820 el general Pablo Morillo recibe instrucciones de pactar un armisticio con los insurgentes y convencerlos de sus pretensiones libertarias. Como paso previo se pacta una tregua de 6 meses, incluso a la “Guerra a Muerte”, lo que abre un período de negociaciones oficiales entre representantes de la monarquía y del presidente Simón Bolívar. La firma del Tratado de Armisticio y de Regularización de la Guerra, en la cual el general zuliano, Rafael Urdaneta, por decisión del General Bolívar será figura clave, se acuerda definitivamente el 25 de noviembre de 1820 en Santa Ana de Trujillo. De ese modo, la insurgencia logra no solo legitimar sus pretensiones, también reconocimientos hasta ahora negados. Para el realismo hispano, quizás significó el avance progresivo hacia su derrota. El general Morillo en circunstancias poco claras; al parecer, desacuerdos por las políticas liberales que España pretendió imponer en sus territorios, renuncia a la Capitanía General y regresa a España en diciembre de 1820, no sin antes entregar el poder al Mariscal de Campo Miguel de La Torre, quien designa en lo inmediato al Brigadier Francisco Tomás Morales como su segundo. 49


Para este brigadier, el año 1820 quizás define el esplendor más violento y agresivo en su carrera militar. Sin perjuicios de ninguna naturaleza, opinan muchos de sus allegados y sus enemigos, éste estaba dispuesto a todo con el fin de mantener las plazas que hasta ahora el realismo conservaba: Coro, Barquisimeto y Maracaibo. La estrategia y astucia militar delineada por los insurgentes con Bolívar y Urdaneta al frente dan sus resultados positivos para la insurgencia. Maracaibo, el 28 de enero de 1821, se declara libre e independiente del gobierno español y “…se une con los vínculos del pacto social a todos los pueblos…que bajo la denominación de Republica de Colombia, defienden su libertad e independencia”1. Con esta declaratoria la provincia de Maracaibo se incorpora definitivamente a la causa republicana. Situación que logra desestabilizar al realismo, en particular a sus jefes: La Torre y Morales, quienes en el marco de los acuerdos del armisticio no aceptaban lo ocurrido con Maracaibo. De La Torre, exige a Bolívar cuenta de los hechos y la inmediata devolución de la plaza de Maracaibo, “…La disidente medida es una flagrante violación del Armisticio de Trujillo y en consecuencia, Maracaibo debe ser devuelta a su gobierno”2. A ello, Bolívar el 19 de febrero de 1821 en amistosos términos le comunica su negativa a las exigencias planteadas, alegando que si bien él censuraba lo ocurrido, la 1 Acta del Cabildo de Maracaibo, en Gómez Espinoza, p. 38-39, Corpozulia, Maracaibo 1992. 2 Berbesí, Ligia (2015). 28 de Enero de 1821: Incorporación de la Provincia de Maracaibo al Proyecto Bolivariano, p. 11. 50


decisión tomada en cabildo pleno era legítimamente potestad absoluta del cabildo, justicia y pueblo de Maracaibo, lo que él como presidente de la unión debía reconocer, apoyar y respetar. Así, “…es muy dudoso que el gobierno de Colombia esté obligado a devolver a Maracaibo;… Créame Ud. mi amigo, yo soy el que más desea la paz, y por lo mismo, he propuesto el único medio de prolongar nuestras relaciones amistosas. Que nos conceda el territorio que pedimos, y que se haga la igual disminución de tropas…”3. De igual manera, propone la firma de un nuevo armisticio, en el que se contemple entre otras exigencias a Maracaibo como territorio republicano. Ante los hechos Morales ratifica sus desafectos a Bolívar “…siempre me pensé yo que el señor Bolívar no cumple los tratados de armisticio, pues jamás ha tenido buena fe… aquel pícaro aún quiere hacer burla de nosotros abusando de nuestra bondad. Ofende que solicite un nuevo armisticio, antes de ello debe entregar a Maracaibo que tan bilmente posse”4. Por su parte La Torre, también expresa sus desafectos y sus dudas; si bien no cree mucho en Bolívar, si está convencido que los Tratados constituyen un arma de paz muy poderosa en medio de la conflictividad inherente a toda guerra. Después de varias comunicaciones entre Bolívar, La Torre y Urdaneta, el 16 de febrero Bolívar comunica a La Torre su definitiva decisión: la plaza de Maracaibo no le será devuelta. En esta delicada y compleja situación la ruptura del armisticio es evidente y significaba la 3 Gómez Espinoza, Antonio (1992). Historia Fundamental del Zulia: Independencia y republicanismo, p. 54. 4 Comunicación de Morales a de La Torre. Calabozo, 1821. 51


reanudación de las hostilidades de la guerra, por lo que nuevamente la crisis invade la región. En efecto, Bolívar toma una serie de medidas, entre ellas el reinicio de las hostilidades el día 28 de abril; el traslado del general Urdaneta a Maracaibo y asentar residencia en ella; la organización en la misma del Cuartel General, a fin de velar por la seguridad interior y exterior de la provincia y la toma de Coro. El objetivo era asegurar y proteger la ciudad contra cualquier tentativa del enemigo. Si bien la atención y los recursos de la insurgencia se dispusieron a cumplir las órdenes del libertador, los realistas también estaban en lo mismo. Para ellos, ahora retomar Maracaibo y sus áreas de influencia era un compromiso con su patria: ESPAÑA. En comunicación de 27 de Mayo de 1821, Miguel de La Torre, avisa del peligro que significaba las hostilidades manifiestas por las tropas disidentes, entre ellas la seducción que Bolívar y su gente ejercía sobre dichas tropas, pues estaban logrando la disminución del ejército a su mando. Con gran preocupación manifiesta; … el enemigo valiéndose de todos los medios de seducción consigue disminuir nuestras fuerzas, viéndome por tanto en el caso de agitar su remplazo y tomar medidas fuertes… imperativamente advierte… Bolívar, ya está en marcha al Nuevo Reino de Granada con varios batallones, y dispuesto a eludir el cumplimiento del armisticio…, 52


y si no se resuelve con urgencia lo conveniente, lograran sus ideas irremediablemente perder la Nación que ha costado tantos sacrificios5. A la luz de los planes que el realismo hispano asume para lograr la recuperación de la importante plaza de Maracaibo, estas cavilaciones develan los efectos ocasionados por la devastación de una guerra. De ahí, que en estos planes el general Morales investido de astucia, sagacidad e intenciones poco ajustadas a la dignidad y respeto por el ser humano, es el hombre indicado. Hasta ahora todo demuestra que Morales estaba dispuesto a lo imposible por su patria. En comunicación escrita dice a La Torre, que a él le dolía España, y por ella daría hasta su vida. A pesar de los continuos desacuerdos entre ambos generales al momento de diseñar las estrategias de guerra para la recuperación de las plazas perdidas, en febrero de 1821 Morales ocupa con éxito las costas del litoral guaireño, sigue a Ocumare, luego a Cagua y San Mateo en Aragua, donde llega en abril del mismo año en vísperas de lo que conocemos como Batalla de Carabobo. En mayo de 1821 La Torre llama la atención de Morales dado sus éxitos en el avance al centro del país y le ordena la toma de Caracas, lo cual logra exitosamente. Sin embargo, el general independentista Bermúdez días después resiste a la acción y logra recuperar la capital, lo que significa no solo un duro revés para el general español; también, 5 Archivo General de Indias, Caracas 55. En adelante A.G.I 53


el incremento de las diferencias ya manifiestas entre ambos generales. Situación que se agrava ante la derrota que el ejército independentista va a causar a sus fuerzas el 24 de Junio en Carabobo. Para muchos, Carabobo fue el fin del ejército español en costa firme. Un balance de los acontecimientos ocurridos en 1821 incluyendo Carabobo, demuestra que el ejército realista estaba aislado, dividido y devastado, y que el desastre ocurrido aún mellaba en la moral y en el espíritu guerrero de cada uno de sus integrantes. Para Analola Borges, “…Carabobo no solo dio la victoria a los independentistas, sino que además, separo a los generales españoles Morales y La Torre”6. En estas circunstancias, el Mariscal de Campo Miguel de La Torre debe enfrentar las fuertes críticas y las responsabilidades que se le asignan por lo ocurrido en Carabobo, en particular las de Francisco Tomás Morales, quien ya se percibe como el sustituto en su cargo. Según, para ese momento ya en Cádiz y en Madrid es voz común que el Brigadier Morales llamado “El inmortal”, debe ser el jefe del ejército español en Venezuela, “…mientras no mande dicho Sr. Morales, no estarán pacificas esas provincias”7. La situación es tan crítica que el Brigadier Morales, en Carabobo Comandante General de la División de Vanguardia y Segundo Jefe del Ejército, al rendir cuentas de lo ocurrido allí, no asume responsabilidad alguna, alegando que por su condición no había ocupado puesto fijo, 6 Borges, Analola, O.c. p. 22 7 Ibídem, p. 23 54


pues no le correspondía y que gracias a la serenidad demostrada por el Coronel Tomás García, comandante general de la Primera División y la bizarra conducta del batallón Valencey, se pudo salvar lo que quedó del ejército comandado por el general La Torre. Ya todo indica la insubordinación de Morales a su jefe, malos presagios para los planes del realismo en la recuperación del territorio venezolano. En todo caso, para el realismo hispano la derrota en Carabobo indicaba el reacomodo necesario de sus fuerzas; ahora, solo contaba con las plazas de Puerto Cabello y de Cumaná. De ahí, que en sus planes la reconquista de Maracaibo era objetivo fundamental. De esta manera, la guerra continúa, de La Torre en abril de 1822 decide el avance de sus tropas al occidente y con el Brigadier Morales al frente se inician las operaciones para recuperar las plazas perdidas, en particular, las de Maracaibo, Mérida,Trujillo y Coro. En consecuencia, estratégicamente disponen el establecimiento de su cuartel general en Sazárida, al occidente de Coro, allí recibe la noticia del traslado de La Torre a Puerto Rico y la de su ascenso a General en Jefe del Ejército realista. Para Morales, esta distinción sería un honor, significaba la oportunidad de la reconquista de Maracaibo, plaza anhelada en el realismo para su restablecimiento definitivo. Desde su cuartel general, Morales y su ejército, logran apoderarse de la capital provincial una vez dominada la situación en los Puertos de Altagracia, donde había alcanzado con éxito el sometimiento de las tropas insurgentes, al mando del coronel Francisco Farías. Sin embargo, 55


Farías consigue posteriormente el repliegue de Morales quien debe esperar otros momentos para lograr su cometido. Efectivamente, con dos columnas intenta nuevamente asediar a Maracaibo, el 24 de abril consigue sitiar la zona conocida como Juana de Ávila, sin embargo, Morales es derrotado y nuevamente sus planes de apoderarse de la ciudad deben esperar, no sin antes en su repliegue a los puertos de Altagracia ordenar el fusilamiento de varios insurgentes, ante la ira producida por la derrota en Juana de Ávila. Esta derrota le lleva nuevamente a Puerto Cabello, plaza dominada por el realismo y desde donde podía reagrupar sus fuerzas para continuar con sus planes sobre Maracaibo y sus áreas de influencia. En dichas circunstancias, en Mayo de 1822 el realismo hispano opta por el envío de La Torre a la plaza de Puerto Rico y encargar a Morales del mando de sus fuerzas en Venezuela. Ahora con el título de Mariscal de Campo, en reconocimiento a su demostrado arrojo y valentía, Morales se dispone nuevamente a la retoma de Maracaibo y, como siempre él lo manifestaba: a dar hasta la propia vida por su nación, por su patria. Así, desde Puerto Cabello el 24 agosto de 1822 decide la ejecución de sus planes. Esta vez, incursiona por Cojoro en la Península de la Guajira, y consigue arribar con éxito el 29 del mismo mes en compañía de un contingente aproximado de 2000 hombres y el apoyo de los indígenas wayúu. Así, Morales logra imponer su poderío y el 06 de septiembre derrota a los insurgentes en Salina Rica, en la vía hacia el Moján, muy cerca de lo que hoy se conoce como Puerto Caballo, comandados por los insurgentes Lino de Clemente y Carlos Luis Castelli. 56


En el parte que hace de esta acción, Morales muestra su satisfacción por el “feliz resultado” de la expedición. … los heroicos hechos del pasado 06 en Salina Rica han cubierto de gloria los valientes que la formaban…llenarán de placer a todos los defensores de esta causa. “El virtuoso éxito de mi mando ha reducido a la Unión Nacional y a la obediencia del Rey las fortalezas, la capital y los más importantes puertos d ela provincia de Maracaibo, ofreciendo a VS hacer otro tanto con los demás pueblos…, siendo de mi deber restablecer y organizar sus autoridades y el orden publico con arreglo a la Constitución de la monarquía española y a las leyes y decretos de la Carta sancionada por Su Majestad…8 Para el realismo y para Morales esta acción reune particular importancia; si bien aliados y enemigos le consideran como lo señala Analola Borges un “patatero”, hecho en la guerra. Los partes que el propio Morales rinde a sus superiores, detallan las valoraciones de la empresa emprendida por él para la retoma de Maracaibo. A su vez, develan la importancia política y estratégica de dicha plaza en el contexto de los planes expansionistas, que como política asume el estado español para mantener el control y dominio, sobre unos territorios que considera de su propiedad. El propio Marqués de Casa León, Jefe Político Superior de Venezuela, al que Morales también desconoce como máxima autoridad política, al participar la “ocupación de la provincia, la mayor parte de sus 8 A.G.I, Caracas 178. Informe sobre la situación del ejército rendido por Francisco Tomás Morales. Maracaibo, 19 de diciembre de 1822. 57


pueblos, castillos y fortalezas” por parte del General Morales, manifiesta su satisfacciones, “pues desde aquel punto pueden abrirse otras operaciones”. Pero también sus preocupaciones por la demora en el envío de recursos, incluso de hombres indispensables para la guerra. Según el general Morales, reitera el Marqués de Casa de León “...para asegurar las ventajas recién obtenidas, y para que se puedan conseguir otras que nos coloque en una posición que imponga respeto al gobierno disidente”9 . Con esta acción Morales y su ejército avanzan sobre la ciudad poniendo en peligro la causa independentista, recientemente fortalecida con el pronunciamiento y adhesión de Maracaibo a la República de Colombia. Logrado este objetivo, Morales en su compromiso patrio y en ego de su juramento entra triunfante a Maracaibo el 07 de septiembre de 1822, y consigue finalmente el 19 del mismo mes la rendición del coronel Natividad Villasmil, quien le entrega la fortaleza de San Carlos. Con este hecho Morales cristaliza su cometido: Maracaibo es fuerza realista. Convencido de su triunfo el General en Jefe y Capitán General de las provincias de Venezuela, Francisco Tomás Morales mediante Bando publicado en Maracaibo el 20 de Noviembre de 1822, decreta y ordena el estado de sitio y bloqueo de las provincias de Venezuela “…desde hoy y hasta que desaparezcan…las tropas que tienen o levantaren en adelante los enemigos… por consiguiente todas las autoridades, 9 A.G.I, Caracas, 178. El Márquez de Casa León, Jefe Político Superior de Venezuela, participa la ocupación de Maracaibo. 30 de Octubre de 1822. 58


empleados y habitantes de las expresadas provincias, se conformaran con la presente declaración y las que en virtud tuviere a bien expedir”10. Evidentemente, la ocupación y retoma de Maracaibo significaba la ratificación del predominio español sobre estas tierras; para Morales en particular, la legitimación a la vista de todos de sus calidades de soldado fiel y leal a la Nación Española. Pero también, demostración a sus superiores que su ascenso a General en Jefe de la Costa Firme, y Capitán General de las Provincias de Venezuela, no sería en vano, tal como lo manifiesta en su proclama a los habitantes de Venezuela el 05 de agosto de 1822 “HABITANTES deVENEZUELA, yo os conozco y sé quanto habeis padecido y quanto necesitais remediar vuestros males. Estad seguros de mis sinceros deseos de proporcionarlo y de cumplir los de S.M. tan profundamente penetrado de ellos”11 A juicio nuestro los 10 (diez) meses que estuvo Maracaibo en poder de Morales se pueden traducir en desolación, terror y temor para quienes le adversaban; para sus seguidores esperanza, sosiego y tranquilidad. Para Morales quizás significaron su mayor compromiso con él mismo, pero también con la Nación Española, a la que a su juicio “…no debemos abandonar jamás para tener sobre toda la América el influjo y respeto que exigen nuestros intereses…”.12 10 A.G.I, Caracas 178. Bando publicado por el Capitán General de las Provincias de Venezuela, Francisco Tomás Morales, 20 de noviembre de 1822. 11 A.G.I, Caracas 178. Manifiesto público de Francisco Tomás Morales a los habitantes de Venezuela. 05 de agosto de 1822. 12 A.G.I, Caracas 178, Informe de Francisco Tomás Morales sobre la situación de 59


Sin embargo, a solo tres meses de su triunfo sobre Maracaibo, Morales se resiente de la falta de apoyos y de recursos tan urgentes y necesarios para el triunfo definitivo de la empresa cometida. En informe a sus superiores lo manifiesta: Se aumentan día a día mis angustias y no aparece una mano benéfica española que me preste auxilios ni consuelo para aprovechar la opinión y espanto que he logrado inspirar en amigos y enemigos: veo con el más intenso dolor que por falta de cien mil pesos… a solo tres meses la Nación española otra vez deje ir esta importantísima provincia…y pasar por la vergüenza e ignominia de transigir con los hombres más miserables y despreciables, cabecillas que dirigen y sostiene la revolución…13 En estas condiciones Morales acomete la empresa más riesgosa de su vida; mantener la gobernabilidad en una plaza que en 1821 había declarado su rechazo al realismo hispano; y en consecuencia, su adhesión al proyecto de unidad y liberación de los pueblos, no era nada fácil. Morales gozaba en dicha plaza de poca credibilidad y afectos, no todos estaban convencidos de que lograra internamente los apoyos requeridos. De ahí, su férrea actitud. Todo indica que Morales, en diciembre de 1822 logra medianamente organizar su gobierno y así, él lo creyó el restablecimiento del orden y la tranquilidad pública14. En lo inmediato se propuso elegir y nombrar entre los mejores y más fieles vecinos los que habrían de ocuparse de su ejército, Maracaibo, 19 de diciembre de 1822. 13 Ídem. 14 A.G.I., Caracas 178, sobre el restablecimiento de las autoridades de Maracaibo, 20 de diciembre de 1822. 60


los empleos civiles, políticos y hacendísticos; “…todos a su juicio, individuos de opinión incensurable y de toda mi confianza”. Así, Don Narciso López, Coronel de los Reales Ejércitos, ocupa la Comandancia del Regimiento de Caballería; don Sebastián de Esponda, Jefe Político e Intendente, con responsabilidad para recuperar el orden y las rentas; don Domingo Esparza, tesorero de las Cajas Reales y de la Aduana; don Vicente Traviseso, administrador de la Renta del Tabaco; don Carlos Lizaur, Contador-Interventor. A su vez, ordena la creación en la capital provincial de un Ayuntamiento Provisorio hasta tanto las circunstancias prevean lo contrario, compuesto por los siguientes individuos de reconocido mérito: don Felipe de Quintana, Alcalde de Primer Orden y don Antonio León, Alcalde de Segundo Orden; Don Rafael Maria Socorro, Síndico Procurador y cuatro regidores; el Capitán don Joaquín Farías, don Andrés [...] don Jayme Pumar y don Juan Ygnacio Suares. Sin embargo, esta reorganización político-administrativa no le fue suficiente. La paz y la gobernabilidad necesaria requerían ante todo voluntad política y de acuerdos entre los actores, requisitos insoslayables dada la gravedad de la situación. Imposible a estos momentos: ninguno de los involucrados estaba dispuesto a transigir, para este momento ya todo estaba decidido. Morales, dueño de parajes estratégicos de la ciudad capital, a pesar de la carencia de recursos se siente fortalecido e inderrotable, aunque aún así no lograba convencer, muchos de sus partidarios consideraban la avanzada de Morales una peligrosa aventura. Sus actitudes siempre eran una amenaza. 61


Morales en particular, a pesar de sus llamados a la paz, al sosiego y a la tranquilidad en cada uno de los Bandos y Proclamas cada vez que lo cría conveniente, “Habéis visto ya mi conducta de beneficencia, de dulzura y de moderación: yo os he traído la oliva…; no dudéis entonces un momento del triunfo de la paz y la suma de bienes que ella derrama…”15, no convence, todas las acciones pensadas y ejecutadas indican su condición amenazadora, violenta y guerrerista. El más que nadie estaba convencido que la suerte de lo consideraba su patria, ya estaba decidida, él así lo tenía resuelto. Ante los hechos no había nada que hacer, “…aquel desgraciado aunque heroico ejército, ha introducido en la Laguna de Maracaibo el 08 de Mayo último fuerzas respetables del mar, que los hicieron dueños de todo en dicha laguna…”, esto era inaceptable. En estas circunstancias previo a enfrentamientos con las fuerzas navales colombianas comandadas por José Padilla, Morales afronta las amenazas del general Manuel Manrique el cual se acercaba peligrosamente a la ciudad. Efectivamente, el 16 de junio de aquel fatídico año para las tropas realistas, Manrique logra con éxito tomar Maracaibo, y en las inmediaciones del puente del Manglar, conocido como Puente España, se produce el combate, casi ignorado, llamado Batalla de Maracaibo. A pesar de los resultados poco favorables para él, pues Manrique además de adueñarse no solo de la ciudad; también de un cuantioso botín de guerra, su actuación fue decisiva para que el día 19 el general Manrique ante la llegada del temido Morales a Maracaibo con un ejército de 15 A.G.I., Caracas, 55. Proclama de Morales a los HABITANTES DE CARACAS Y DEMAS PUEBLOS, Cuartel de Caracas, Mayo, 1821. 62


1800 hombres, saliera en retirada hacia los Puertos de Altagracia, con el aval en los planes del general Soublette de que su tropa, era ahora considerada fuerza principal de combate. A pesar de este revés, Morales y su ejército continuaba siendo una amenaza. Ahora, en venganza y en respeto a su dignidad y honor militar Morales, decide y ordena anclar en la bahía de Maracaibo las fuerzas navales con las que contaba: 11 (once), piraguas con 600 hombres al mando del coronel Narciso López. La orden era desembarcar en la Costa Oriental, Punta de Leiva, atacar, perseguir y derrotar a las fuerzas del general Manrique en retirada hacia los Puertos de Altagracia. Misión imposible, las fuerzas republicanas les enfrentaron y les hicieron huir. Nuevamente al amanecer del 22 de julio, Morales ordena a sus fuerzas fondear y dar a la vela, en la misma dirección, pero este no contaba que las condiciones del viento y de la brisa no le iban a favorecer, y próximos a la bahía del Tablazo se vio obligado a dar fondo. Alli, su pesadilla ante una posible derrota adquiere otras dimensiones. Morales sabe a ciencia cierta que sus fuerzas no podían salir del Tablazo. El 23 de Julio, al anochecer la escuadra realista que había amanecido fondeada en el Tablazo intenta avanzar hasta Capitán Chico donde fondea quedando en línea de combate con la intención de aproximarse a Maracaibo. Al respecto comenta el capitán de las fuerzas realistas Ángel Laborde “…la tarde de aquel día la pasamos al ancla y desde antes del amanecer del 24 quedaron todos prevenidos que en el instante en que saltase el viento al S…., daríamos la vela para caer sobre el 63


enemigo que se hallaba fondeado frente a los Puertos de Altagracia… ”16. Morales, sabía lo complejo de la situación; sin embargo, hizo caso omiso de las advertencia de Laborde, quien ya le había sugerido la necesidad de cambiar la estrategia diseñada por Morales. En este desacuerdo el día 24, encuentra a ambas fuerzas frente a frente, separadas solo por una distancia de 61 Km. entre Capitán Chico y Altagracia. Morales afirma que a eso de la tarde las fuerzas del general Padilla variaron de dirección y se dirigieron frente a las suyas, rompiendo fuego todas sobre la mitad izquierda de estas, las cuales les respondieron “…batiéndose ambas escuadrillas del modo más encarnizado y sangriento, solo se veía un fuego infernal…” 17. En tres horas de cruento combate, se decidió la acción que logra definitivamente la derrota del “gran y temido Morales”. Acción que le obligó a pesar de su arrojo en la defensa de su nación y de su patria, a negociar con las fuerzas republicanas su capitulación. En tres horas de cruento combate, se decidió la acción que logra definitivamente la derrota del “gran y temido Morales”. Acción que le obligo a pesar de su arrojo en la defensa de su nación y de su patria, a negociar con las fuerzas republicanas su capitulación. Una vez firmada 16 Contestación del Capitán de Navío don Ángel Laborde al Mariscal de Campo don Francisco Tomás Morales (1823). Disponible en: http://books.google.com. p. 31 17 Parte dirigido por el General Morales al Capitán General de la Isla de Cuba, La Habana, agosto, 31 de 1823. En: Gaceta de Colombia (tomo 1), N° 109, Bogotá,16 de noviembre de 1823... 64


la misma el 03 de agosto de 1823 en Maracaibo, el propio Capitán, General Morales da cuenta de lo ocurrido, Este ha sido el resultado de tantas fatigas y sacrificios, que unos hombres abandonados a la suerte por más de dos años ofrendaron… tal vez nuestra suerte sería menos desgraciada si los continuos clamadores hubiesen sido oídos… El resultado Excelentísimo Señor ha sido la pérdida del Ejército por falta de recursos…solo quedo capitular…18 De igual manera el jefe político superior de Venezuela, el Márquez de Casa León en representación dirigida al Secretario de Estado y del Despacho de la Gobernación de Ultramar, informa de la posesión de la ciudad de Maracaibo por parte del ejército republicano, según informe que Francisco Tomás Morales hizo de su conocimiento: Dueños los Enemigos de la Provincia de Maracaybo, y libres de la atencion, y cuidado que les dava el Exercito del mando del General Morales y del respeto y del temor que les imponían nuestros Buques de guerra la Fragata Constitucion, y Corveta Ceres… emprenderán con el mayor empeño apoderarse del importante punto de la Plaza de Puerto Cabello, único que nos queda en toda la Costa Firme, y la sitiaran por tierra, y bloquearan por mar rigorosamente19 .

18 A.G.I. Caracas, 500. Cuenta de la Capitulación del señor general Morales. Sep. 1823. 19 A.G.I. Caracas, 178, Curazao, 04 de septiembre de 1823. 65


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Los Vencidos toman la palabra: Inculpaciones de una Derrota

“…haciendo esfuerzos estraordinarios aquel desgraciado aunque heróico ejército, lograron a su salvo introducir en la laguna recursos que debieron hacerles bien…”. Parte dirigido por el General Morales al Capitán General de la Isla de Cuba, Sebastián Kindelán y O’Regan. La Habana, agosto, 31 de 1823

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na vez perdida la importante Plaza de Maracaibo el 24 de julio de 1823 en los conocidos hechos de la Batalla Naval del Lago de Maracaibo, los vencidos de la contienda, Ángel Laborde, Comandante de las fuerzas Navales y, Francisco Tomás Morales, Capitán General y Comandante del ejército realista, manifiestan sus recíprocos desacuerdos sobre la derrota de la flota militar y del ejército que ambos comandaban. Los desencuentros entre ambos representantes del realismo hispano, tienen su origen luego de la derrota sufrida en el campo de Carabobo en 1821, en particular, por los métodos y estrategias que cada quien en particular pretendió imponer. Los evidentes desacuerdos manifiestos en distintas comunicaciones oficiales, entre ellas partes y cartas tanto públicas como privadas entre ambos jefes realistas, nos permiten 68


valorar los comportamientos, prácticas y actitudes asumidas en los momentos más complejo de la crisis militar y política de la monarquía hispana en todos sus territorios. En el caso que aquí nos ocupa y para los efectos propuestos, consideramos de relevancia la comprensión de este hecho tan fundamental en los derroteros que en adelante, tendría la lucha emancipadora de los pueblos latinoamericanos y caribeños. Los derrotados, también silenciados en nuestra historia patria, Francisco Tomás Morales y Ángel Laborde, compartiendo unos mismos ideales como buenos vasallos: “defensa del rey y la patria”, necesitan justificar su derrota, y por ello, un responsable. De ahí, los calificativos y lamentos esgrimidos, por cada uno, ahora, en su propia defensa. Todo indica que los desencuentros entre ambos iban más allá de las reciprocas antipatías personales por comportamientos y actitudes propias, tal como se ha querido señalar. El problema se centro en las diferencias en cuanto a las formas y maneras de dirigir y concebir la guerra, pues su formación para la misma fue totalmente diferente. Morales, la adquirió, se preparo y se hizo para ella en el propio escenario, en cada uno de los campos de batalla desde su llegada a Venezuela. Por el contario, Laborde se profesionalizó para ella desde muy temprana edad, como militar de Guardia Marina en el espíritu ilustrado de la época asumió su formación con conducta firme e intachable en correspondencia con el entramado social y familiar de su tiempo.

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En este contexto muy particular en cada caso, desde lo estratégico y militar, de acuerdo a su formación y experiencia cada uno imagino, pensó, sintió y vivió la guerra de distinta manera. Es decir, dos formas diferentes de asumir la defensa de una misma causa: el rey y su patria. En nuestro caso, para Laborde, tal como lo afirma en todos los documentos relativos a justificar la derrota, lo principal era resguardar y mantener la plaza de Puerto Cabello y en esto era necesario buscar una batalla decisiva en el centro del país; es decir, por la vía de Caracas o por la costa de Catia, o por Valencia, para ello era ineludible evacuar Maracaibo y regresar a defenderla. Para Morales victorioso en Occidente y posesionado de Maracaibo desde septiembre de 1822, no era conveniente, pues estaría arriesgando perder no solo su ejército en una batalla que podría ser definitiva, también, la perdida de la “importantísima plaza de Maracaibo”, política y estratégicamente fundamental en los planes reales. La discordia entre los líderes realistas no les permitió entablar los mecanismos de comunicación que les llevara en acuerdo a un plan definitivo en defensa de la plaza; por el contrario, radicalizan sus posturas disímiles. Las inculpaciones en búsqueda de un responsable de aquel desastre que costó la pérdida no solo de Maracaibo, sino de toda la república, están claramente expuestas en varios documentos. Sin embargo, aquí tomamos como referencia el Parte que el Capitán General de las provincias venezolanas Francisco Tomás Morales, dirige al Capitán General de la Habana, Isla de Cuba el 31 de agosto de 1823, luego de su derrota; así como, la Contestación que indirectamente hace a este el Capitán de Navío Angel Laborde el 08 de noviembre del mismo año. 70


Al final, una vez derrotados ambos defensores del ideal realista se marchan a la Habana, Isla de Cuba, donde aún el realismo hispano conservaba cierto poderío. Laborde consumada la derrota el día 24 huye a Puerto Cabello con la fragata Constitución y la Corbeta Ceres, donde transportaba enfermos y heridos producto de los recientes enfrentamientos bélicos. En la habana, fue nombrado Jefe del Apostadero, y en 1825 ascendido a Brigadier. Por su parte Morales, concluidas las negociaciones, acepta y firma el Tratado de Capitulación el 03 de agosto de 1823 en Maracaibo, y parte el día 15 a la Habana con las garantías estipuladas en la misma y, de alli a su tierra natal, donde ocupa importantes cargos, luego de haber recibido los honores y méritos correspondientes. El general derrotado Morales como Jefe del Ejército de Costa Firme, en el parte que una vez en la Habana rinde a las autoridades correspondientes manifiesta las causas de su derrota o lo que es lo mismo, presenta un balance de las razones por las cuales se pierde la plaza de Maracaibo, y en consecuencia el territorio venezolano1. El parte referido es extenso, pero es necesario su tratamiento de igual manera, por cuanto da a conocer en opinión del vencido general las vicisitudes del ejército español en el ocaso de una guerra, que ya por múltiples razones era insostenible. La situación descrita por Morales evidencia las penurias de su ejército, el cual física y moralmente se encontraba diezmado no solo por la 1 Parte dirigido por el General Morales al Capitán General de la Isla de Cuba. En: Gaceta de Colombia (tomo 1), N° 109, Bogotá,16 de noviembre de 1823. 71


carencia de recursos. También, en su palabra, por los sacrificios al tener que “… repeler desembarcos, componer, tripular y armar embarcaciones, buscar encuentros parciales con el enemigo… y todo sin recibir ningún estipendio a cambio…”. A ello se agrega de una parte, la desatención de la metrópoli a sus demandas de auxilio; de otra, el caso omiso que el general Padilla hizo de sus requerimientos para que aceptase una retirada honrosa. Como era de esperarse Morales deja claro que el único responsable de aquel desastre fue el Capitán de Navío Angel Laborde, segundo comandante de las fuerzas navales realistas. Siempre detallando donde estuvieron los errores cometidos por Laborde: incumplimiento en lo prometido, sobre todo recursos humanos y materiales; actitudes personalistas; ausencia de un plan estratégico y desconocimiento del escenario de la guerra. “… después de haber clamado eficaz, pero inútilmente al gobierno y a las autoridades españolas…”, los apoyos para sostener una guerra de tal magnitud -hombres, municiones, armamento-, incluso hasta morales y éticos, todo fue en vano. Así, “… jamás podríamos derrotar a las fuerzas insurgentes”. A su parecer, todos los esfuerzos que le mantuvieron en vilo a la espera de los recursos solicitados, incluso de los que extraoficialmente se enteró le llegarían desde la Habana con el Comandante de las fuerzas marítimas Ángel Laborde, quien el 10 de mayo había arribado a Puerto Cabello, no fueron gratificados. Morales, señala que Laborde traía consigo el dinero y demás recursos necesarios para la tropa a su mando; además, sería el encargado de perseguir y destruir los enemigos por toda la laguna “…aprovechando la ventaja de haberse encerrado estos 72


en la citada laguna, y la de encontrarse allí también nuestro ejército para con la cooperación de él y de los buques armados, lograrlo de un modo decisivo,…”. La difícil situación en Maracaibo por el déficit de alimentos y dinero para mantener al ejército, fue una de las razones esgrimidas por Francisco Tomás Morales para demostrar el estado de abandono y falta de ayuda por parte de las autoridades españolas a su avanzada Ya en 1822 veía con “el más intenso dolor que por falta de cien mil pesos en la circunstancia que he ido proporcionando dejo de unir en menos de tres meses otra vez a la nación estas importantísimas provincias”2. El precario escenario en el que se encontraban Morales y su ejército se agudiza en 1823, esto lo evidencias el patético lamento del general en el parte, Los indios y los pardos que forman las cuatro quintas partes de la población, también se encuentran en el bando contrario en su mayor parte; a los que quedan no se les puede encomendar ningún cargo político por carecer de todas las posibilidades…, lo del Ejército es más grave porque desde el Tratado de Trujillo y el desastre de Carabobo, muchos jefes y oficiales abusando de las condescendencias de mi antecesor…, han acogido irse a Espana, a las colonias, a la Habana, a Puerto Rico…,. El Clero, tanto el secular como el regular, se han inutilizado casi todos a consecuencia de la ocupación de los patriotas, y de no haberse podido recuperar el bando español desde Carabobo3. 2 A.G.I. Número 9. Francisco Tomás Morales informa al Intendente de la Habana la cruel situación del ejército. Maracaibo, 19 de Diciembre de 1822 3 Parte dirigido por el General Morales. En: O.c 73


A su vez, Morales es preciso al señalar que la razón fundamental estuvo en la falta de auxilios prometidos “… después de haber clamado eficaz, pero inútilmente al gobierno y a las autoridades españolas…”, los apoyos para sostener una guerra de tal magnitud -hombres, municiones, armamento-, incluso hasta morales y éticos fueron en vano. Es conocido que ya desde mayo de 1823, las fuerzas patriotas por instrucciones del Ejecutivo republicano logran posesionarse de Maracaibo y su laguna, al decretar el bloqueo de nuestras costas occidentales. A su juicio, el conocimiento que tenían los republicanos de sus debilidades y dificultades para moverse en las costas bloqueadas facilitó esta acción. En consecuencia, el enemigo logra entre otras cosas: “...interrumpir nuestra comunicación con varios puntos de ella en que teníamos guarniciones; introducir en aquella vasta y rica extensión del país el 8 de mayo último fuerzas respetables de mar; adueñarse del tráfico de dicha laguna e introducir recursos”. Con el sacrificio de su ejército, “la jente de mar y el incomparable vecindario de la capital y suburbios” no dejaron “entrar en Maracaibo parte alguna los enemigos”, solo recibiendo “una ó dos libras de carne fresca sin mas condimento ni pan”. Así mismo, refiere Morales que siempre estuvo dispuesto a cooperar con Laborde y que de hecho lo hizo, pues ante las necesidades presentadas estuvo “obligado” a ello. Según Morales la “dilación y silencio” de Ángel Laborde fue determinante en la derrota, ya que: Pasaron días y días, y don Anjel Laborde no parecia ni demostraba disposiciones de venir sobre los enemigos de la laguna, y entretanto 74


ellos aumentaban y artillaban con la mayor celeridad sus fuerzas sutiles, y acercaban á las orillas de la laguna las terrestres que tantos meses antes anunciaron en sus periódicos para embarcar unas y dividir y tener en continua alarma y fatiga las nuestras..., …así es que el general del Magdalena llegó por occidente á la línea del Socuy 16 leguas de Maracaibo; el del departamento de Boyacá al Zulia; el del Zulia Manuel Manrique á Jibraltar, donde con ochocientos hombres se embarcó en su escuadra, y del departamento de Venezuela tambien concurrió otra división á los puertos de Alta – gracia; bajo las órdenes del mismo Manrique4. Morales, asienta con firmeza que la indiferencia de Laborde hizo posible la pérdida de todo lo que había logrado con la “gloriosa” ocupación de Maracaibo en septiembre 1822, luego del desastre que resultó para el ejército español lo ocurrido en Carabobo en 1821. En el parte está también el lamento de Morales por la ausencia el día 24, en el escenario de la confrontación definitiva de la fragata Constitución y la corbeta Ceres. Morales resalta que al instruirle sobre la “fuerza de los buques enemigos y de la debilidad de los nuestros y la falta de sujetos aptos para mandarlos, se creyó conducente á que viniese prevenido y con los aprestos convenientes para obtener una victoria…”, ante la noticia de hallarse en los Taques con la fragata constitución y la corbeta Ceres, la respuesta de Laborde fue: ...venir personalmente con tres oficiales de marina y como ochenta hombres entre artilleros y marineros á la fortaleza de Sancarlos de la barra de Maracaibo, donde á precaucion de que los colombianos no nos impidiesen el arribo de socorros exteriores, tenia apostada la cuadrilla que yo habia formado y cuyo mando se le consignó inmediatamente5. 4 Parte dirigido por el General Morales. En: O.c 5 Ídem. 75


Para el propio Morales era cuestión de honor y con ello concluye sus lamentos, instruir a todos, pero en particular a sus superiores “… de los antecedentes y motivos que han ocasionado la perdida de tan importantísima plaza”; Igualmente, insiste en la de “…examinar mi conducta como se lo suplico y fijar también, la responsabilidad que haya lugar y llevado a efecto la ruina de los intereses españoles en la América Meridional,…6. Las inculpaciones aquí expuesta fueron respondidas una a una por el Capitán de Navío Ángel Laborde y Navarro (1772-1834), oriundo de la provincia de Cádiz, España, de origen y descendencia noble y de larga trayectoria en la marina española, heredó tal como lo reza la tradición y la costumbre en su época, la condición de marino con formación académica. Condición que le valió prestigio, honor y mérito para que el estado español le acreditara sus servicios en tierras americanas. Así, su vertiginosa carrera militar lo trae a tierras venezolanas como Oficial de la Marina española con el grado de Capitán de Navío, en 1820. Se destacó en su carrera militar por la responsabilidad asumida en cada una de las misiones encomendadas, y con el aval de dominar varios idiomas, poseer un vasto conocimiento, haber entrado como guardia marina de la Armada Real en 1791, combatir en Tolón y hacer las campañas que terminan en la Paz de Basilea en 1795, luchar contra las tropas de Napoleón en España, ascender a Capitán de Fragata en 1813, ser Director del Colegio Militar de Santiago, llevar al mando el navío “San Julián” que cruza hasta Filipinas, pasando por los puertos de Cantón, Java, Calcuta y Bombay.

6 Ídem. 76


Estas credenciales explican el porqué Ángel Laborde es el designado para la defensa de unos territorios que era necesario en unos casos, recuperar; en otros, defender. Laborde arriba a Venezuela, procedente de la Habana como Comandante del apostadero de Puerto Cabello en 18207, momento coyuntural para el realismo hispano en territorio venezolano, ante el asecho que el ejército republicano, venía ejerciendo sobre lo que consideraban sus dominios. Como segundo de las fuerzas navales realistas se le encomienda socorrer dicha plaza; a su juicio, tarea difícil por la manera inhumana y arbitraria impuesta por el Brigadier Francisco Tomás Morales, quien había sido investido como comandante del ejército realista. Desde Puerto Cabello Ángel Laborde, Comandante del apostadero de dicha plaza y segundo jefe de la armada española en Costa Firme, se dirige a la “Laguna de Maracaibo”, en abril de 1823 para diseñar junto con Francisco Tomás Morales, tal como previamente lo habían acordado, el plan que les permitiera expulsar y derrotar a los insurgentes republicanos. Lo fundamental en este encuentro era la exposición detallada que Laborde experto marino, haría a Morales del plan a ejecutar. Así, el 14 de julio al amanecer el Capitán de Navío proveniente de los Taques, arriba sobre dos goletas mercantes a la fortaleza de San Carlos. Allí, ocurre el primer desencuentro registrado entre ambos, Morales no se encontraba en la misma tal como se había pautado. No obstante a su insistencia, Morales se niega rotundamente a recibirlo y le ordena de una parte, ocuparse de los asuntos convenidos, de lo contario sería acusado de desobediencia e insubordinación, y en 7 Diccionario de la Fundación Polar. p.638. 77


consecuencias, relevado de la responsabilidad encomendada. De la otra, exponerle todo su plan al general Narciso López, comisionado por él para tal fin. Laborde, aunque no lo creía conveniente dada la amenaza insurgente, con mesura resuelve acatar lo propuesto por Morales. En la contestación de las inculpaciones que “indirectamente” el Mariscal de Campo Francisco Tomás Morales hace en su contra, el Capitán de Navío Angel Laborde, justifica las razones que le llevan a responder. A su parecer, estas se hicieron “…con tanta premura, que si no fueron con el fin de desacreditarme, procedió cuando menos con poca circunspección y detenimiento…”. Cuando se ataca la opinión de un hombre de bien, cuando cautelosamente se configuran los hechos, cuando se intenta maliciosamente sorprender la opinión pública, distraerla y hacer concebir a los pueblos ideas erradas sobre acontecimientos…, que le prepararon y condujeron a una triste catástrofe, es un deber de todo ciudadano honrado aclarar la verdad, presentar los sucesos bajo su verdadero punto de vista,…8. Para Laborde, la entrada de los enemigos a la Laguna de Maracaibo, por culpa de Morales, “fue el verdadero origen de la desgraciada ruina de nuestros negocios en aquellas provincias”9. A ello agrega la ignorancia de Morales, que sumada a actitudes viles, ambiciosas y egoístas, no dieron espacios a otras opiniones.

8 Contestación del Capitán de Navío don Ángel Laborde al Mariscal de Campo Francisco Tomás Morales. p. 4. Disponible en: http://books.google.com. 9 El Zulia Ilustrado. Tomo I, agosto y septiembre de 1891. Número 34 y 35. p. 284. 78


Los alegatos de Laborde se centraron en las condiciones físicas de la Barra de Maracaibo y lo poco efectivo que era la fortificación de San Carlos en impedir la entrada del enemigo, para ello acudió al plan de defensa diseñado por el Ingeniero Agustín Cramer10, examinado por el exgobenador de Maracaibo Feliciano Montenegro, así como meditado y “aprobado” por el “señor Latorre”. A su criterio, este plan “demostraba con certeza la inutilidad de esta fortificación para impedir la entrada en la Laguna, y no es menos cierto que fue la única defensa que opuso el general Morales para impedir el ingreso en ella á los enemigos…11”. Según Laborde fue inconcebible que dicho examen de defensa no lo tuviese Morales en su poder, sobretodo por su “largo tiempo de residencia en Maracaibo”, Morales alega, solo se “obstinó en desoír los consejos de todos, y aún en contrariarlos”. No se puede explicar el porqué “el general Morales dejó indefensa la entrada de la Laguna de Maracaibo en contravención de un precepto expreso del gobierno, y en desprecio de opiniones que debió respetar”. Al referirse a la “dilación y el silencio de Laborde”, en la visión de Morales uno de los fundamentos de mayor contundencia en la justificación de la derrota, porque según este al Laborde no acudir a tiempo e ir sobre las fuerzas insurgentes en la laguna, permitió que el enemigo fortaleciera sus fuerzas y se acercara peligrosamente cada vez más, tal como ocurrió. Laborde responde enfáticamente que “… 10 Ingeniero militar nacido en La Habana en 1779. La corona española le concede amplios poderes como inspector de las plazas de la costa sur del Caribe, con el propósito de controlar la efectividad de los gastos destinados al sistema defensivo y establecer las estrategias para la protección de las fortificaciones, es por ello que realiza un plan de defensa para Maracaibo. En: Diccionario de la fundación Polar (1997). p. 1095. 11 Contestación del Capitán Ángel Laborde. p. 52. 79


físicamente esto era imposible, como lo conoce cualquiera a primera vista…, desconocer su señoría los retardos y las dificultades que tenía que vencer, no es otra cosa que una malicia refinada para presentarme a los ojos del público como moroso y tardío en el cumplimiento de mi deber”12. Quizás una de las más fuertes recriminaciones que Laborde hace a Morales en sus contestaciones es la referida al manejo de los caudales enviados en su auxilio. Para Laborde los juicios emitidos por Morales, ponen en duda su reputación y honestidad. “el general Morales me ha hecho el mayor ultraje, que no se puede hacer a un militar, de un modo hipócrita y disimulado. Yo le retribuyo la mayor ofensa que puede hacerse a un hombre con la franqueza propia de un carácter noble”13. Laborde destaca que si bien no se le inculpa directamente, se le ofende cuando Morales asegura que los caudales iban en la Fragata Constitución y que se dispuso de ellos sin su consentimiento, y que llegaron con él a la barra. Laborde, argumenta que Morales sabía de lo ocurrido con los caudales remitidos, que era de reglamento y costumbre entregarlos solo a la persona indicada, además que solo se atrevieron a disponer de los mismos cuando las circunstancias no les dejaron otro arbitrio. Si él sabía de todo esto, porqué se pregunta no tomo las medidas correspondientes; porqué se desentendió de este conocimiento. Se infiere entonces qué Morales actuó con malicia y mala fe; la molestia expresada por Laborde al respecto así lo sugiere. 12 Ibídem, p. 37 13 Ibídem, p. 9 80


En cuanto a la ausencia de la fragata constitución y corbeta Ceres, en lo que Morales tanto insiste; Laborde como marino experto alega que esta petición era imposible de cumplirse en el momento en que Morales lo solicitaba, a su juicio por las averías que sufrieron en el combate de Puerto Cabello, como por el bajo fondo de la barra de Maracaibo para penetrar con ellas. Estaba convencido y así lo manifestó que tal idea era una locura, que llevar las embarcaciones alli era exponerlas a los riesgos elementales que ofrecían las fuertes brisas que predominan en el sitio, que lo conveniente era mantenerlas en los Taques, donde estaban a salvo de cualquier riesgo elemental, con orden de guardar la boca del saco de cualquier fuerza insurgente. En todo caso, resultó favorable para la victoria de la escuadra colombiana, aunado a la estrategia aplicada por el general Padilla, quien no perdió de vista a las mencionadas embarcaciones, antes ni después de la contienda. El Argumento de Morales respecto a las intimaciones de Padilla es fútil, y asevera, “… acaso no sabe Morales que este es un ardid de guerra, como cualquiera otro,… el general Morales estaba bien convencido de la superioridad de los enemigos, pero sin embargo quiso tener un pretexto en la desgracia de un combate naval… y culpar despues a la Marina y a su jefe”14. Esta actitud de Morales en el parecer de Laborde deja mucho que decir del comandante general del combate; “… o el general Morales según su costumbre no decía lo que pensaba, o era tan ignorante que no sabía ni aún hacer la simple comparación de la fuerza material de nuestra 14 Ibídem, p. 71 81


escuadrilla con la del enemigo,… pues si lo hubiese hecho se hubiera convencido de que les éramos inferiores en más de dos tercios…”15. En todo caso, Laborde devela en la contestación la responsabilidad con la que asume la acción naval cometida, y precisa que a pesar de los desacuerdos previos con Morales y de su opinión negativa a la contienda naval, tal como este la pensaba, él estaba decidido a dar la acción. Por ello, su empeño en alejar de su tropa todo recelo y desconfianza, igualmente, cumplir con las instrucciones del Gobierno de probar con los disidentes todos los medios de lenidad y transacción antes de apelar a la fuerza y al derramamiento de sangre. A su vez, deja evidencia que en el intento de evitar el combate a sabiendas de una derrota, ordeno al Alférez de Fragata Pablo Llanes, en calidad de parlamentario dirigirse al general disidente, José Padilla y proponerle una Capitulación, la cual condujo el propio Padilla hasta el cuartel general del jefe de las fuerzas colombianas, general Manuel Manrique en los Puertos de Altagracia. En los esfuerzos por salvar su responsabilidad demuestra que el propio día 23 de julio, se entrevisto con Morales en el paraje llamado el Atillo con la intención de estudiar un ataque combinado entre las fuerzas de mar y las de tierra. Acordaron encontrase al día siguiente en el “…sitio y casa que llaman la Hoyada, situada en la misma orilla de la laguna, y frente del punto que ocupaba nuestra escuadrilla, que alli se examinaría mi propuesta y se acordarían providencias.” 16 15 Ibídem, p.24 16 Ibídem, p. 31 82


Hecho que no ocurrió pues el día 24 a eso de la una del día estando en el lugar indicado, fueron avisados que los insurgentes pretendían iniciar maniobras de combate y ponerse a vela. Ante esta situación Laborde se retira y embarca en el falucho Resistencia, y al llegar a bordo de la Especuladora “… hice las señales de acodarse, zafarrancho y prepararse a combate: estas tres señales son para todo inteligente un indicativo seguro de la decisión del que manda a esperar al ancla al enemigo:…” Finalmente, en su defensa argumenta “…la única satisfacción que me cabía en este caso desastroso, es la de ser el último a entrar en el Puerto y separarme del riesgo. Estos hechos por lo que a mí personalmente tocan, son bien notorios: …; vea el señor Morales si puede contradecirlos; vea si puede probar que Laborde no estuvo espuesto al fuego enemigo desde el primer tiro hasta el último que se disparo en ese día desgraciado; pruebe que no fue cierto que los fragmentos del volado bergantín Esperanza pasaron por encima de los topes de la especuladora… cuando haya hecho todas estas pruebas, podrá caber entonces su insidiosa indicación de que la especuladora entró en puerto con algunos balazos de muy poca consideración…17. Este reto evidencia la poca contundencia de las inculpaciones hechas por Morales en el parte aquí referido. En nuestra búsqueda documental a este respecto aún no hemos localizado en archivo alguno, una respuesta de Morales a sus señalamientos. En cualquier caso, es demostrable que Laborde independientemente de sus argumentaciones tuvo la habilidad y astucia de cotejar y demostrar las inexactitudes de Morales al emitir tales apreciaciones.Y para no dar lugar a equívocos señalo, 17 Ibídem, p. 36 83


La relación que acabo de hacer de cuanto ocurrió en este desgraciado día, fácil de comprobar con el testimonio de las muchas personas que se hallaron en él y existen…prueba la verdad de tal exposición…: debo al honor de las armas del rey…, al buen nombre de mis súbditos y al mío propio, desmentirlo del modo más claro y terminante que me sea posible, así como el perseguirlo judicialmente, para que aclarada la verdad ante la ley, sufra el general Morales el descredito que quiso hacer caer sobre otros, sin más causa que su personal resentimiento y la necesidad en que se encuentra de cubrir sus groseras faltas militares18. La extensa contestación aquí es expuesta solo en algunos señalamientos, a juicio nuestro los de mayor complejidad. En todo caso, la misma devela que el capitán de Navío Angel Laborde, estaba convencido de haber sido el elegido por Morales para inculparlo en parte de la derrota sufrida. En su opinión, ya anunciada, y que solo le pertenece al propio Morales; de ahí, su arrojo en dejar asentada las faltas y hacer patente la conducta tendenciosa e innoble del general Morales … ni puedo ser amigo falso, ni enemigo a medias: yo no he provocado la contienda: el general Morales me ha atacado en mi honor, y ha procurado desacreditarme de manera indirecta y simulada, debiendo saber que yo le hubiera tal vez perdonado un ataque de frente…; por lo que toca al general Morales, sepa su señoría que todos modos, sino termina mi existencia, debe esperarme más decidido contrario suyo, más lato acusador ante el tribunal de la ley…19”. Más allá de estas inculpaciones, las ideas y posturas militantes asumidas por los derrotados en la guerra, se deben valorar en la necesidad a su juicio de defender una causa justa de la que se creían artífices 18 Ibídem, p. 37 19 Ibídem, p. 70 84


indispensables. Desde sus valores, creencias y significados, la defensa de su rey y de su patria era un compromiso de vida, y en ello había que arriesgarlo todo. Como “buenos vasallos”, fieles y leales estaban convencidos que su patria merecía todos los sacrificios, incluso hasta los despropósitos manifiestos por cada uno de los derrotados; bien para inculpar; bien para defenderse. En la visión de la “causa justa”, todo se justificaba. Con todo esto, el pensar del realismo debe ser valorado también, en su justa dimensión, para ello es necesario seguir en la búsqueda de documentación que permita tal cometido. Todo apunta a que la comprensión en el contexto de la realidad que les toco enfrentar, del porqué de sus luchas en la defensa de sus proyectos de nación y de patria, en la perspectiva del realismo, ahora en y desde una visión colectiva de los procesos, ofrece la posibilidad de superar los anacronismos, las incomprensiones y mutilaciones de que ha sido víctima la historia. Solo así, será posible la verdadera revalorización de la historia, y en consecuencia, una historia de todos y de todas, porque las luchas, esfuerzos y sacrificios también fueron colectivos, porque la historia la hacemos todos y todas independientemente de nuestros ideales, sentires y pesares.

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El Desafío Historiográfico: Los olvidados de la Historia

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esde otros enfoques historiográficos, la historiografía venezolana en general debe atender a lo que muchos historiadores han llamado la liberación de los pueblos, en y desde la descolonización de nuestra memoria, y así, recuperar la identidad colectiva que nos muestra como pueblo luchador con conciencia de su hacer y de su quehacer. Es decir, de sus aportes a la construcción de su historia. En esta revalorización y reinterpretación la historiografía venezolana de la emancipación, está llamada a superar la visión maniquea, anecdótica, heroica, individualista y acontecimental que por mucho tiempo impuso y legitimó desde diferentes espacios de acción y de opinión, una historia a medias que solo dio la palabra a los vencedores-, patriotas-, y en consecuencia, cercenó, excluyó e invisibilizó a los vencidos-,realistas-, generando vacios y tendenciosas interpretaciones que en nada han favorecido la real y justa dimensión de nuestro proceso histórico. Necesario es hoy la visibilización de todas y todos los (as) excluidos (as), silenciados (as), por esa historia patria y mítica que en el tiempo ha sido legitimada por una historiografía asumida como fuente única de verdad, en menoscabo no solo de la valoración y comprensión 86


histórica de lo que han sido nuestras luchas colectivas; también, de la formación de conciencia histórica, con todo lo que ello implica: el despojo y cercenamiento de nuestra memoria histórica. De ahí, la urgencia de descolonizar la memoria colectiva de los pueblos, solo así se considerarán valorados como dignos constructores de patria. En esta visión, la historiografía de la emancipación debe asumir el compromiso de la visibilización del largo proceso histórico de nuestra construcción colectiva. Construcción, hechura de hombres y mujeres que en las distintas regiones y localidades desde sus visiones e intereses contribuyeron a su forja. De ahí, que homogeneizarlo y hacer tabla rasa del mismo, lo ha apartado y extrañado insensiblemente de los significados y de los referentes identitarios que deben favorecer y resguardar la formación de conciencia histórica. Garantía única de construcción de patria libre, digna y soberana. A juicio nuestro, la independencia entendida como proceso político produjo discursos del mismo orden, que posteriormente pasaron sin rigor crítico ni sistemático al discurso historiográfico. De de ahí, la apuesta y el desafío: colocar en su justa dimensión histórica a todas y a todos los actores (as), que de cualquier manera participaron y se apropiaron de este significativo hecho. Una de las deudas que aún posee la historiografía venezolana de la emancipación, es mostrar a los actores (as), que adversaron el proyecto independentista y que a la postre resultaron vencidos. Para ellos, la 87


lucha en la defensa del realismo hispano y de la Nación española, era justa y válida, y en ello hasta empeñaron su vida y sus fortunas, no solo por el hecho de recibir bondades, privilegios y prerrogativas, sino que también, les representaba la dignidad de su Patria: España. Sus visiones, conductas asumidas, posturas políticas, creencias, prácticas y valores deben ser atendidos y valorados en y desde una renovada historia política y de lo político, con el propósito de reconstruir sin perjuicios la participación de quienes también con arrojo y valentía, hicieron de esta lucha, su lucha. A nuestro parecer, saldar esa deuda con los llamados, “echados de la historia”, sería sin duda alguna un aporte invalorable. ParaTomás Straka, “la ciencia historiográfica tiende a caer en la tentación de borrar a quienes incomodan, a quienes se siente no deberían estar”1 y por ello Francisco Tomás Morales, Ángel Laborde, Domingo de Monteverde, José Tomás Boves entre otros, fueron apartados y lanzados al basurero de la historia.Tan caraqueño era Simón Bolívar por ejemplo, como José Domingo Díaz; ferviente opositor del Libertador y su causa. Las versiones sesgadas y segregacionistas de la historia, deben ser rechazadas, puesto que ellas atentan contra la conciencia histórica de los pueblos. La ruta trazada por Don Mario Briceño Iragorry con sus trabajos, entre otros, Casa León y su Tiempo (1946) y El Regente Heredia o la Piedad Heroica (1948), Germán Carrera Damas, Boves. Aspectos Socioeconómicos 1 Straka, Tomás, O.c. p. 248 88


de la Guerra de la Independencia (1964),Tomás Straka, LaVoz de losVencidos. Ideas del Partido Realista en Caracas, 1810-1821. (2000), Ángel Lombardi Boscán, Banderas del Rey (2006) y Argenis Gómez Pérez (2013), Historia de un antihéroe: Obra científica y labor periodística del doctor José Domingo Díaz (1772-1842?), pese a sus esfuerzos, hoy valorados, siguen siendo insuficientes. De ahí, la necesidad de seguir hurgando en la diversidad de fuentes que reposan en distintos archivos y bibliotecas nacionales e internacionales. Incluir a los excluidos, silenciados, olvidados y expósitos de la historia, no solo a los vencidos, sino también, aquellos vencedores, que a juicio de la historiografía tradicional no cuentan, indudablemente genera desencuentros, angustias, inquietudes y hasta incomprensiones. Sin embargo, los aportes antes reseñados y otros que escapan a nuestra atención, develan la necesidad de avanzar en la perspectiva señalada. Tema por supuesto espinoso, pero fundamental para la comprensión de nuestras luchas libertarias y sus alcances. De lo que se trata es de articular sin prejuicios la realidad material y simbólica, vivida y sentida en su tiempo por quienes de cualquier manera indiscutiblemente, se involucran en la defensa o no de lo que creían era una lucha que les pertenecía. Declararse fieles y leales al Rey de Espana y la Constitución española, en riesgo de perderlo todo era para ellos un Compromiso de Vida. Evidentemente, hoy a la luz de la urgente revalorización de nuestra historia resulta relevante la precisión de estudios sistemáticos 89


y coherentes que develen la urdimbre ideológica de afectos, sentimientos, resentimientos, significados, compromisos y lealtades de aquellos hombres y mujeres comprometidos con el ideal de patria que representaba el poder español. Igualmente, de las vicisitudes de una guerra que respondía a las contradicciones de una sociedad jerarquizada, desigual e injusta, y de una compleja realidad que seguramente condicionó afectos y desafectos, y en consecuencia, posturas militantes. En todo caso, acciones, comportamientos y actitudes que comprometan no solo a los llamados realistas; también, a los que siendo afectos a la república y que por motivos diversos manifestaron sus desacuerdos, fueron excluidos y condenados de la historia patria, deben ser valoradas en el contexto en que se escenifican, sin complejos ni temores. Con ello, asegura Graciela Soriano nuestros “héroes no desmerecen en grandeza y ganan en humanidad”2. Finalmente, el objetivo es superar conceptos y criterios fuertemente arraigados e impuestos desde la colonialidad del saber y del poder; igualmente, motivar una profunda reflexión sobre tan espinosa temática, y así, abrir la posibilidad tal como aquí se sugiere para nuevos estudios, que permitan la inteligibilidad de nuestro proceso histórico. Es decir, valorar también, la palabra de los vencidos.

2 Soriano Graciela (2003). Venezuela 1810-1830. Aspectos desatendidos de dos décadas, Fundación Manuel García Pelayo, Caracas, Septiembre. p. 106 90


La Historia es Nuestra

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