Microrrelatos
INFECCIÓN. PARTE E
l frío nocturno erizaba mi piel. Me tambaleaba por las calles en medio de la madrugada, como quien ha perdido el rumbo. Parecía como si una pesada carga hubiera estado aplastando mi pecho. A punto de ahogarme con mis propias lágrimas, las imágenes de esa noche atravesaban mi mente como rayos en medio de una tormenta. Un grupo de nuevos amigos que había conocido en el Refugio me había invitado a comer algo en la casa de uno de ellos. Emocionado con la idea, acepté sin pensarlo dos veces. La noche comenzó bien. Se había generado un lindo ambiente, la comida era rica, y no parábamos de reírnos y disfrutar del momento. Ian me había dicho que tenía el presentimiento de que las cosas no iban a terminar bien. Yo no lo escuché, no creía que nada malo pudiera pasar. De todos los jóvenes, había una persona que había llamado mi atención. Siempre simpática y sonriente, Bianca se llevaba las miradas de todos. No podía dejar de mirar su cabello ondulado y sus ojos color miel. Ella hacía que el tiempo transcurriera en cámara lenta, al menos para mí. –¡Hola! El saludo me sacó de mis pensamientos y me encontré con la sonrisa amistosa de Bianca. Me puse todo colorado, e intenté aclarar la garganta al mismo tiempo que tragaba saliva.
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–¡Hola! –le respondí con timidez. –Te llamas Christian, ¿verdad? –Sí, así es. –Yo soy Bianca. Como no conoces a todos, quería darte la bienvenida. Así comenzó nuestra charla, que continuó durante casi toda la noche. Muy concentrado en la conversación, no me di cuenta de que la música cada vez subía más de volumen. Los vasos con bebida seguían circulando como antes, pero ahora les sentía un sabor un poco más fuerte. Me cuesta recordar lo que pasó en el resto de la noche, pero sí sé que Bianca me invitó a ir a un lugar más silencioso para conversar. No podía dejar de mirarla a los ojos; era realmente cautivadora. En ese momento, ella se recostó contra mi pecho. –¿Sabes qué, Christian? Me parece que este traje no te queda bien –me dijo con su mirada tierna. –Me lo dio mi Mensajero personal – respondí. Él dice que me ayuda a estar protegido de los ataques de los Rebeldes –intenté explicarle. –No necesitas protección aquí adentro. Yo no muerdo –me replicó con una risita cómplice. No sabía qué responderle, y mi silencio fue como una respuesta afirmativa para ella. –Tranquilo, no te voy a lastimar –me susurró al oído mientras besaba mi mejilla y comenzaba a quitarme el traje.