4 minute read
Microrrelatos: Infección
INFECCIÓN. PARTE 7: LA CURA
El frío nocturno erizaba mi piel. Me tambaleaba por las calles en medio de la madrugada, como quien ha perdido el rumbo. Parecía como si una pesada carga hubiera estado aplastando mi pecho. A punto de ahogarme con mis propias lágrimas, las imágenes de esa noche atravesaban mi mente como rayos en medio de una tormenta.
Un grupo de nuevos amigos que había conocido en el Refugio me había invitado a comer algo en la casa de uno de ellos. Emocionado con la idea, acepté sin pensarlo dos veces. La noche comenzó bien. Se había generado un lindo ambiente, la comida era rica, y no parábamos de reírnos y disfrutar del momento. Ian me había dicho que tenía el presentimiento de que las cosas no iban a terminar bien. Yo no lo escuché, no creía que nada malo pudiera pasar. De todos los jóvenes, había una persona que había llamado mi atención. Siempre simpática y sonriente, Bianca se llevaba las miradas de todos. No podía dejar de mirar su cabello ondulado y sus ojos color miel. Ella hacía que el tiempo transcurriera en cámara lenta, al menos para mí. –¡Hola!
El saludo me sacó de mis pensamientos y me encontré con la sonrisa amistosa de Bianca. Me puse todo colorado, e intenté aclarar la garganta al mismo tiempo que tragaba saliva.
–¡Hola! –le respondí con timidez. –Te llamas Christian, ¿verdad? –Sí, así es. –Yo soy Bianca. Como no conoces a todos, quería darte la bienvenida.
Así comenzó nuestra charla, que continuó durante casi toda la noche. Muy concentrado en la conversación, no me di cuenta de que la música cada vez subía más de volumen. Los vasos con bebida seguían circulando como antes, pero ahora les sentía un sabor un poco más fuerte. Me cuesta recordar lo que pasó en el resto de la noche, pero sí sé que Bianca me invitó a ir a un lugar más silencioso para conversar. No podía dejar de mirarla a los ojos; era realmente cautivadora. En ese momento, ella se recostó contra mi pecho. –¿Sabes qué, Christian? Me parece que este traje no te queda bien –me dijo con su mirada tierna. –Me lo dio mi Mensajero personal –respondí. Él dice que me ayuda a estar protegido de los ataques de los Rebeldes –intenté explicarle. –No necesitas protección aquí adentro. Yo no muerdo –me replicó con una risita cómplice.
No sabía qué responderle, y mi silencio fue como una respuesta afirmativa para ella. –Tranquilo, no te voy a lastimar –me susurró al oído mientras besaba mi mejilla y comenzaba a quitarme el traje.
INFECCIÓN. PARTE 7: LA CURA
Desearía no recordar lo que sucedió de ahí en adelante, pero es difícil de borrar esto de la memoria. Estaba confundido, como si hubiera perdido la noción de lo que estaba bien y lo que estaba mal. Pero, lo que más grabado quedó en mi mente fue el rostro maligno de Max entre las sombras de la habitación, con una sonrisa de satisfacción al verme atrapado en la sutil trampa. Al salir de la casa en medio de la madrugada, simplemente me dejé tambalear hasta llegar al sótano. Me sentía sucio, infectado. Entré en el baño, abrí la ducha y me dejé caer adentro. A mi mente vino un texto del Libro: “Aunque te laves con mucho jabón, la mancha de tu infección sigue ante mí”. Lo último que recuerdo es el golpeteo de las gotas de agua sobre mi rostro y mi llanto silencioso. –¡Christian! ¡Christian! –los gritos de Ian me despertaron.
El agua aún seguía corriendo. A mi lado también estaba Uriel. Ambos me sacaron y me quitaron las ropas empapadas. Luego de secarme, me llevaron a la camilla. El Mensajero tomó la manguera para conectarme e iniciar la transfusión, pero yo comencé a retorcerme mientras Ian trataba de sujetarme. –¡No quiero la maldita transfusión! –grité, enojado. –Christian, necesitas la sangre del Dador Universal, es la única cura –respondió Uriel. –¡No me importa la cura! ¿Cómo puedo confiar en Alguien que nos deja sufrir así? ¿Dónde está cuando lo necesito? –No es el Creador el que se alejó de ti. Es tu desobediencia la que levantó una barrera entre tú y él. –No me siento limpio, no me siento digno –continué con angustia–. ¿Cómo puede él amarme, así como estoy? –“Aunque tus errores fueran muy rojos, van a ser blanqueados como la nieve”. Este es el primer paso para la desinfección, Christian. Si puedes reconocer que no estás limpio y que no hay nada que puedas hacer para estarlo, ya estás listo para recibir su sangre.
Aún con lágrimas en mis ojos, miré hacia arriba y dije en voz audible: –¡Perdón! ¡Perdón!
La sangre del Dador Universal comenzó a fluir por mis venas, y sentí como si me volviera la vida. La paz invadió todo mi ser, y por primera vez entendí lo que se sentía ser realmente perdonado.
PRÓXIMA ENTREGA: ¡ÚLTIMO CAPÍTULO!
Lo que dice el Libro: Jeremías 2:22.
Isaías 59:2 e Isaías 1:18.
Por Martín L. Mammana, estudiante de Teología en la Universidad Adventista del Plata.
ESPÍRITU DE PROFECÍA
Mensajes para los jóvenes
Los cortos capítulos de este libro presentan consejos prácticos sobre temáticas tan diversas como el propósito de Dios para tu vida, la vida familiar, el conflicto con el pecado, la salud y las relaciones sociales. Busca ser una fuente de fortaleza para obtener victorias morales y espirituales, así como para el desarrollo de tu cuerpo y el perfeccionamiento de tu carácter.