Seminario "Niñez, género y políticas públicas". Ponencias

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Seminario

La Convención sobre los Derechos del Niño, políticas sociales y enfoque de genero Realizado el jueves 18 de agosto Sede CEPAL, Santiago, Chile Organizado por: Asociación Chilena Pro Naciones Unidas - ACHNU Fondo de Naciones Unidas para la Infancia - UNICEF Universidad de Chile Patrocinado por:

Comisión Económica para América Latina y el Caribe - CEPAL Servicio Nacional de Menores del Gobierno de Chile - SENAME Servicio Nacional de la Mujer del Gobierno de Chile - SERNAM Diplomado Niñez y Políticas Públicas - FACSO U. Chile

Contacto y Redes Sociales facebook.com/achnu @achnu achnu@achnu.cl www.achnu.cl Brown Norte 379, Ñuñoa, Santiago 341 49 41 / 274 31 50 Freire 272, Concepción (41) 221 96 81

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Índice Presentación

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I. Palabras de inauguración

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Gary Stahl Representante de UNICEF en Chile

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Marcelo Arnold Decano FACSO, Universidad de Chile

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Francis Valverde Coordinadora ejecutiva ACHNU

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II. Ponencias

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Soledad Larraín Consultora UNICEF

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Ana Cáceres Departamento de Protección de Derechos SENAME

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Susan Ortega Departamento Reformas Legales SERNAM

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Olga Grau Académica Departamento de Filosofía, U. de Chile

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Osvaldo Torres Director ejecutivo ACHNU,Coordinador Académico Diplomado Niñez y Políticas Públicas (FACSO, U. de Chile)

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PRESENTACIÓN

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Cuando la Convención sobre los Derechos del Niño, suscrita por el Chile en 1990, ins-

taura la responsabilidad del Estado como garante para la promoción y defensa de la niñez y la juventud, hace un reconocimiento explícito de la obligación por parte de las autoridades de cada país a diseñar e implementar políticas que garanticen el pleno ejercicio de los derechos y la restitución en caso de vulneración de éstos. Transcurridos 21 años de este mandato, aún persiste la necesidad de construir una institucionalidad que efectivamente garantice estos principios[1]. Uno de los nudos críticos que se perciben en la actualidad es la escasa incorporación del enfoque de género en el diseño e implementación de políticas públicas dirigidas a la niñez. La exclusión del enfoque de género invisibiliza las desigualdades y discriminaciones construidas a partir de la edad y de las diferencias anatómico-biológicas, a la vez que legitima la asignación de roles que consolidan este desequilibrio. La noción de género permite develar la asimetría de poder en favor de los hombres y todos los privilegios naturalizados que poseen hasta hoy día. Develarla como construcción social e histórica que culturalmente proviene desde la infancia, ayuda al ejercicio de relaciones paritarias y democráticas entre niños y niñas, posibilitando el desarrollo integral de ambos géneros sin subordinaciones de unos sobre otros. No es lo mismo implementar políticas sociales en general, que hacerlo de acuerdo al grupo de edad y género al que están dirigidos. Nuestra institución, la Asociación Chilena Pro Naciones Unidas - ACHNU, en el marco de las actividades de celebración por su vigésimo aniversario, organizó junto a UNICEF y la Universidad de Chile el Seminario “La Convención sobre los Derechos del Niño, políticas sociales y enfoque de género”, en el que confluyeron especialistas del mundo académico, de la sociedad civil y de organismos del Estado, para plantear miradas diversas y plurales en torno a la necesidad de relevar el enfoque de género en las políticas dirigidas a la niñez, y así contribuir con una mayor reflexión y proposiciones en el campo de la igualdad entre niños y niñas. [1] Prueba de ello es la presentación en el Senado de la República de un proyecto de Ley de Protección Integral de los Derechos de la Infancia y la Adolescencia, patrocinado por la Vicepresidencia del Senado y que fue fruto del trabajo en red de la Mesa por los Derechos de la Infancia y la Adolescencia, que integra ACHNU.

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El proyecto de ley se encuentra disponible en www.achnu.cl


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La presente publicación recopila todas las intervenciones del Seminario,

con el propósito de que el público interesado en estas materias encuentre en ella un insumo valioso, que reúne miradas distintas en un sólo documento, para así aportar en la aproximación al debate respecto de la incorporación del enfoque de género en las políticas construidas hacia la niñez y juventud y su rol fundamental en la formación de una sociedad más igualitaria y democrática, desde la niñez hasta la adultez.

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I. PALABRAS DE INAUGURACIÓN

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Gary Stahl

Fondo de Naciones Unidas para la Infancia - UNICEF Representante para Chile

UNICEF trabaja en favor de la igualdad de derechos y la promoción de la autonomía de las niñas y los niños, pues considera que la equidad entre los géneros representa una condición esencial para el desarrollo humano incluyente.

El objetivo de UNICEF es promover la igualdad entre los géneros y la igualdad de derechos para las niñas y los niños, con el propósito a que esto ayude a reducir la pobreza y a cumplir con los Objetivos del Milenio. La labor que llevamos a cabo con nuestros asociados se fundamenta en los postulados de la Convención sobre los Derechos del Niño y de la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer, que se refuerzan mutuamente en lo relativo al cumplimiento del mandato de UNICEF en pro de los derechos de la infancia. El compromiso que UNICEF ha adquirido por la igualdad de género es parte de su política global conducente a combatir todas las formas de discriminación contra las niñas y las mujeres. La Convención sobre los Derechos del Niño no hace distinción alguna entre los niños y las niñas; por consiguiente, se aplica tanto a unos como a otras. No obstante, sabemos que los caminos que conducen a la realización plena de sus respectivos derechos suelen ser diferentes. UNICEF siempre ha considerado que la maternidad es un aspecto vital del bienestar de la infancia, y que los roles públicos de las mujeres también son importantes para la supervivencia y el desarrollo infantil. Por eso, promueve el avance y la potenciación del papel de las mujeres y las niñas en todos los ámbitos. Una de las principales formas en que UNICEF contribuye a la protección de los derechos de la mujer es promoviendo la autonomía de las niñas, con el objeto de que, al llegar a la edad adulta, tengan la capacidad de hacer valer sus derechos.

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Para lo anterior, UNICEF ha elaborado dos políticas sobre igualdad de género que dirigen el trabajo de nuestras oficinas. La primera de éstas, fue la que se elaboró en el año 1994 y que se denominaba: “La igualdad del hombre y la mujer y la potenciación de mujeres y niñas”. El año 2010, UNICEF definió la necesidad de contar con una nueva política. Ésta define las normas básicas de desempeño y establece los mecanismos institucionales que permitirán obtener los resultados propuestos a lo largo del tiempo. La base de esta política es la promoción de la autonomía de niñas y niños, de manera que se fortalezca la igualdad entre los géneros tanto en la esfera pública como privada. UNICEF procura que el interés superior de la niñez, consagrado en la Convención sobre los Derechos del Niño, no se interprete como si las mujeres estuvieran destinadas exclusivamente a cumplir su papel de madres. También vela por que la materialización de los derechos de la mujer bajo la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer no se logre a expensas de los mejores intereses de la infancia, a sabiendas de que la realización del potencial de la mujer sirve directamente a los intereses de los niños y las niñas. Una forma de avanzar en este ámbito es crear conciencia sobre la noción de que la paternidad es una responsabilidad que deben compartir ambos progenitores. Crear un mundo donde niñas y niñas tengan las mismas oportunidades, es un desafío para todos quienes trabajamos en infancia. Este desafío debería inspirar cada una de nuestras acciones, procurando que la igualdad esté siempre en el centro de las políticas públicas. Sólo así podremos garantizar que niños y niñas gocen efectivamente de los mismos derechos y oportunidades.

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Marcelo Arnold Universidad de Chile

Decano de la Facultad de Ciencias Sociales

Estimados y estimadas amigos y amigas: Es para mí un honor representar a la Universidad de Chile y a su Facultad de Ciencias Sociales en la inauguración de este seminario, ocasión en la que ilustres ponentes, expertos y expertas debatirán con respecto a los derechos de los niños, niñas y adolescentes, las políticas sociales que se orientan a ese segmento de la población y la necesidad de considerar un enfoque de género para las mismas. Valoramos la presencia de autoridades y profesionales de ese sector, así como de representantes de organismos internacionales, organizaciones no gubernamentales, instituciones universitarias y, por cierto, de todos los interesados e interesadas que se encuentran en esta sala. Forma parte de nuestra misión, como universidad pública, facilitar estos momentos y espacios, donde se pueden confrontar conocimientos, valores para construir, a través del dialogo y la reflexión, propuestas que abordan problemas sociales de la envergadura de los que serán tratados aquí. Deseo reconocer la labor de organizaciones como ACHNU, representada por el Dr. Osvaldo Torres, por la colaboración que nos presta en la implementación de nuestro programa sobre Infancia y Políticas Públicas, que a lo largo de sus cinco años de existencia ha contribuido a preparar en estas materias a cientos de jóvenes profesionales, muchos de los cuales se encuentran presentes en esta sala, y felicitar a los investigadores de CEPAL y UNICEF por su inestimable aporte para poder contar con una visión regional de las condiciones de niños, niñas y adolescentes (2010). Quiero destacar también a los organizadores del evento, cuyo trabajo se constata en una participación que ha superado todas las expectativas. Por último, saludo especialmente a quienes participan por medio de su transmisión a través de Internet.

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La relevancia y actualidad de las materias referidas a los niños, niñas y adolescentes son indiscutibles, así como también la urgencia por producir, proponer y fortalecer las políticas y programas que guíen a los decisores públicos y profesionales que trabajan en estas áreas. Ciertamente, los empleados públicos y profesionales del área están en la primera línea de los destinatarios de estos eventos, pero sus efectos no se limitan a ellos. Cuando se discute sobre derechos, entramos de lleno a temas ciudadanos, y cuando esos derechos tienen por centro a sectores que han estado invisibles por mucho tiempo a la acción pública-estatal, nos preguntamos acerca de la complejidad de los países que empiezan a hacerse cargo de nuevas dignidades y sobre las herramientas de que disponen para ello. Los niños, niñas y adolescentes son la base para el relevo y perfeccionamiento de nuestras formas de convivencia democrática y del bienestar de toda sociedad. La preocupación por ellos implica, por lo tanto, un compromiso activo con una efectiva construcción de un futuro más equitativo e igualitario para nuestras comunidades. Esta atención se abre al desafío de idear nuevas formas de integración, crecimiento y autonomía personal de las nuevas generaciones, y el cumplimiento de estas condiciones supone una participación más plena y más sustentable para la vida humana en sociedad. En este último sentido, destaco que en la presentación de este seminario se incluya una referencia explícita a la necesidad de aplicar una mirada crítica a lo que se está haciendo en esta materia. Las declaraciones complacientes, los acuerdos inconsecuentes o la lentitud en atender a nuestros niños, niñas y adolescentes no concuerdan con la necesidad de abordar las desatenciones, desigualdades y discriminaciones que esta población percibe. Ustedes aprecian cómo este descuido se manifiesta cada vez más seguido en las calles, ya sea como protestas contra una educación inequitativa o -las señaladas por los medios- como conductas sociopáticas que, en parte, resultan del abandono y desprotección de estas nuevas generaciones. Ciertamente no hay mejoramientos con costo cero y la política pública debe ser eficiente, vinculada tanto con valores colectivos como con conocimientos de expertos e interesados. En este punto, siempre debe estar reconsiderándose la necesidad de establecer equilibrios y de determinar prioridades y focalizar los proyectos, haciéndolos concordar con los presupuestos disponibles y con la fijación de políticas más globales y de carácter universal.

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Dadas las vulnerabilidades que las provocan y las escaladas de exclusiones que son sus consecuencias, la existencia de una altísima proporción de políticas sociales focalizadas en niños, niñas y adolescentes que presentan conflictos de algún tipo con la justicia, ya sea por abandono, maltrato o infracción de la ley, representan una necesidad importante (Garrido, C. 2006). Sin embargo, nos preguntamos si quienes no están en alguna de estas situaciones “irregulares” no se ven expuestos a las indefensiones consideradas en la Convención y, por lo tanto, podemos despreocuparnos de su protección. Yo creo que no, sus derechos también pueden estar siendo vulnerados. Pienso que, por la urgencia de acentuar los roles asistenciales y las acciones reparadoras, los servicios públicos, en su condición organizacional, más que atender a su población objetivo, responden a las exigencias de la focalización del gasto y a criterios excesivamente tecnocráticos de corto plazo, lo que los lleva a descuidar el carácter sistémico que debe ser considerado en toda intervención social. A nivel declarativo, y eso no es menor, se ha avanzado mucho desde la toma de razón de los acuerdos de la Convención de los Derechos del Niño, aprobada por las Naciones Unidas en noviembre del año 1989, ratificada en Chile al año siguiente. Nos estamos refiriendo a las condiciones de supervivencia, protección, desarrollo y participación de los miembros del grupo etario referido. Pero ya han pasado de aquello casi 22 años, y los expertos señalan que su proceso de introducción y puesta en práctica sólo han tenido un éxito parcial (Buzzeti, M. 2009). Pero también debemos atender al hecho de que, en parte importante, la situación presente fue difícilmente anticipada, o posible de tomar en cuenta, cuando se celebraron las decisiones del año 1989 -sólo por hacer mención: el acelerado envejecimiento poblacional, las actuales formas familiares, el creciente individualismo o la explosión de las redes sociales como vehículo de solidaridades generacionales no formaban parte del paisaje. La acelerada evolución de la sociedad y las profundas transformaciones de nuestro país incorporan nuevos contextos y problemas a los ya existentes, los que se agregan a la crónica desigualdad social en nuestro país. Quizá también, ante ello, el llamado al rediseño institucional del Servicio Nacional de Menores, junto con impulsar su readecuación a las condiciones que desde su mismo quehacer se han detectado, incorpore una mirada prospectiva sobre su función y tome en consideración a una ciudadanía con altas expectativas con respecto a su mejor bienestar y sobre el apoyo que espera del Estado y de sus gobernantes.

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Creo también necesario abordar la producción de un mejor conocimiento sobre las nuevas formas de sociabilidad de niños, niñas y adolescentes, y visualizar desde ellas y con ellos herramientas para fortalecer su activa integración y participación social. La presencia de inusuales conductas conflictivas con el mundo adulto, su confrontación con la institucionalidad pública, la aparente incomunicación y falta de control que declaran muchos de sus padres y profesores, parecen masificarse aceleradamente y normalizarse en la sociedad. Creo que ello es, en parte, uno de los efectos de no integrar activamente a las nuevas generaciones a la sociedad, o de hacerlo indicándolas como objetos de atención y cuidado, pero no de derechos que también los comprometen a ellos con la sociedad y su destino. En este último sentido, quizá este Seminario no solo sea una contribución para definir lo que falta por cumplir, sino que, además, impulse la necesidad de investigar, de conocer más de cerca las experiencias que han tenido éxito a nivel nacional e internacional, de incorporar los avances en las ciencias que explican la sociedad, las conductas humanas y los efectos de las distinciones de género en instituciones y comportamientos. Pero, por sobre todo, promover el encuentro entre niños, niñas y adolescentes, y los agentes decisores que los consideran como sujetos prioritarios de atención, pero que no los conocen lo suficiente y que, por lo tanto, difícilmente logran empoderarlos con la construcción de sus destinos. Bueno, ya me he extendido demasiado, pero, podrán haberlo apreciado, el tema de la convocatoria no nos es indiferente y, por ello, junto con mis colegas de la Facultad, estaremos muy pendientes y atentos a los resultados de este seminario. Muchas gracias.

Referencias Buzzeti, M.(2009) Adolescentes vulnerados en sus derechos que han infringido la ley. ¿Son relevantes para el Estado? Análisis de la política a favor de la infancia y adolescencia del Estado a través de una retrospectiva social de casos de usuarios. Tesis para obtener el Grado de Magíster en Antropología y Desarrollo, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile. CEPAL & UNICEF(2010) Pobreza infantil en América latina y el Caribe. Garrido, C. (2006) Reflexiones acerca de la construcción de infancia de niños y niñas en situación de vulneración de derechos: puntos de encuentro y desencuentro con la política nacional a favor de la infancia y la adolescencia. Tesis para obtener el Grado de Magíster en Antropología y Desarrollo, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile. Revista MAD (2008) Niñez y Políticas Públicas. Edición Especial N° 3. Magíster en Antropología y Desarrollo, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile.

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Francis Valverde

Asociación Chilena pro Naciones Unidas - ACHNU Coordinadora ejecutiva

Buenos días, junto con saludarles y agradecerles su presencia en este seminario, organizado por nuestra institución, ACHNU, en conjunto con Unicef y la Universidad de Chile y con el patrocinio de CEPAL, SENAME, SERNAM y el Diplomado de Niñez y Políticas Públicas de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, lo que nos honra, les queremos hacer parte de una celebración, nuestro vigésimo aniversario. Al cumplir 20 años consideramos que no hay mejor forma de iniciar la celebración que un seminario que trata sobre un tema crucial para el desarrollo pleno de niñas y niños, el desarrollo de su identidad y el rol que como hombres y mujeres se les da en la sociedad: lo que conocemos como enfoque de género, tema generalmente trabajado para los adultos, pero del cual poco hemos reflexionado cuando de niñas y niños se trata. Este año se cumplen también 21 años desde la ratificación, por parte de Chile, de la Convención sobre los Derechos del Niño, instrumento internacional que fundamenta nuestra acción como institución en el campo de los Derechos Humanos. Mayoría de edad de la Convención que saludamos con un magno acontecimiento: la presentación en el Senado, el martes 16 de agosto, del Proyecto de Ley de Protección Integral de Derechos de la Niñez y Adolescencia, con la firma de 30 senadores, encabezados por su vicepresidente, senador Juan Pablo Letelier. Este proyecto fue el fruto del trabajo mancomunado y articulado con más de 10 instituciones de la sociedad civil, trabajo en Red, único posible desde nuestra perspectiva, que nos permite incidir realmente para producir cambios en nuestra sociedad. Este proyecto de Ley es un primer paso en el camino de saldar una deuda que nos pesa como país, objetivo anhelado por muchos y tremendamente necesario para los desafíos a los que hoy nos enfrentamos como sociedad y la enorme complejidad de las situaciones que son parte de este proceso de construcción de identidad de los niños y niñas.

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Sabemos que durante la infancia y la niñez se construyen y naturalizan los roles diferenciados por género y se desarrollan las relaciones que de alguna manera marcarán el lugar que ellos y ellas tienen y tendrán en la sociedad. El rol que ellos y ellas juegan actualmente en la sociedad, da cuenta de un presente que no los asume, ni los reconoce, ni los respeta como sujetos de derechos, que no les reconoce la capacidad que tienen de aportar a los cambios que nuestra sociedad requiere, una sociedad basada en el respeto de los derechos humanos de todos y todas. Sabemos que frente a la complejidad que la sociedad nos presenta, no basta con la voluntad y disposición de las redes que pudieran existir, ni de las instituciones que asumen como misión intervenir socialmente para resguardar los derechos de niños y niñas, también se requiere de políticas públicas que se fundamenten en el respeto a los derechos de todas las personas, donde la desigualdad y la segregación social, cultural y educativa, por nombrar las más conocidas, sean enfrentadas con más democracia y más participación y donde todos y todas juguemos un rol relevante en su construcción, incluyendo la participación de niñas y niños. Estimados y estimadas, no podemos ni queremos dejar de destacar el escenario en que este seminario se desarrolla, un escenario privilegiado para una institución como la nuestra que ha trabajado afanosamente para que los niños y niñas de nuestro país sean reconocidos como sujetos de derecho. Verlos hoy protagonista de su historia, voceros de un futuro que se llena de esperanza, interlocutores del presente, plenos de sentido en el ejercicio de sus derechos. Nos sentimos parte de este proceso, nos sentimos constructores del sentido de la historia que hoy se está escribiendo. Entendemos que quienes redactaron la Convención de los Derechos del Niño no sólo estaban pensando en impedir el abuso que se cometía sobre ellos y ellas, sino también soñaban con un mundo en que ser niño y niña no fuera un estado de subhumanidad lleno de impedimentos, carencias y fragilidades. Estamos seguros que soñaban con un mundo en que empezar a vivir fuera siempre y para todos y todas un gran momento. Cuando todos sentimos que están abriendo, en nuestro país, las puertas hacia ese mundo, les decimos bienvenidos y bienvenidas a cruzar el umbral de esas puertas, bienvenidos y bienvenidas a este seminario, bienvenidas y bienvenidos a nuestro 20 aniversario.

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II. PONENCIAS

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El enfoque de género en la niñez Soledad Larraín [2]

Quiero agradecer la invitación de Asociación Chilena Pro Naciones Unidas, ACHNU, para participar hoy en este seminario y especialmente felicitarlos, primero por su importante trabajo durante 20 años a favor de la infancia y adolescencia y, en segundo lugar, por haber elegido esta problemática para su celebración. Este seminario crea la posibilidad de un espacio de reflexión sobre un tema que recién, en forma incipiente, comienza a estar en la agenda y a ser una preocupación de las políticas públicas. El enfoque de género se ha centrado principalmente en las políticas púbicas hacia el mundo adulto, especialmente hacia la mujer y, por otro lado, en las políticas de infancia el género ha estado prácticamente ausente. Las políticas han estado dirigidas a “los niños” sin visualizar las diferencias entre los sexos y géneros, por lo que la problemática sobre la cual vamos a reflexionar hoy ha quedado en la invisibilidad. En la actualidad, cuando se intenciona el enfoque de género, comienzan a ser parte de la agenda política temas como el trabajo infantil de las niñas en sus propios hogares, el abuso sexual y el comercio y explotación sexual donde las principales víctimas son las niñas, el cuidado infantil y los desafíos para el grupo familiar. El tema es extenso, requiere de un remirar lo que hemos hecho hasta hoy en políticas públicas e infancia, preguntarnos cómo afectan las políticas a niños y niñas, intentar explicarnos diferencias entre los géneros que no vimos o naturalizamos, como por ejemplo las diferencias en rendimiento según materia entre niños y niñas, las diferencias entre niños y niñas en el sistema de protección o como infractores, las diferencias en el consumo de drogas, evidencias que obtenemos al desagregar los datos por sexo, pero sobre las cuales aún no tenemos explicaciones. En esta introducción al debate que voy a hacer, quiero plantear el marco institucional desde donde se plantea este desafío y algunos puntos que podrán constituir aspectos para una propuesta. Considero que este seminario es un espacio que nos tensiona para revisar nuestras prácticas y avanzar en el desafío de implementar una política basada en derechos que considere de manera simultánea la equidad de géneros y los derechos de la niñez y adolescencia. ____________________________________________________________________ [2] Psicóloga, consultora UNICEF, experta en maltrato infantil y violencia de género.

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La igualdad entre los hombres y mujeres ha sido uno de los objetivos de Naciones Unidas desde su creación. Ya en la Carta de NNUU el año 1945 reafirma la “fe en la igualdad de derechos de hombres y mujeres”. Sin embargo, a pesar de este llamamiento por la igualdad, la causa por los derechos de la mujer no ocupa un lugar relevante hasta el año 1979, cuando es aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, CEDAW (ratificada por nuestro país 10 años después, en 1989). La Convención de los Derechos del niño (CDN), que aborda los derechos inalienables de niños y niñas, fue aprobada 10 años después y ratificada en Chile el año 1990. Por lo tanto, cuando nos planteamos el desafío de una política de derechos que considere la equidad de género, debemos necesariamente tener como marco general ambas convenciones. Ambas convenciones son tratados hermanos que tienen por finalidad última impulsar los derechos humanos de las mujeres, niños y niñas. Ambas son complementarias, realizan un llamado a favor de los derechos y responsabilidades específicos de las mujeres, niños y niñas, por lo tanto no serían aplicables cada una en forma independiente. Varios artículos de la CEDAW abordan derechos que corresponden o engloban a la infancia, es así como en el artículo 2, al condenar la discriminación y bogar por la igualdad, lo está haciendo para las mujeres desde su nacimiento. Por su parte, la CDN en su artículo 2 establece que todos los derechos declarados en la CDN tienen que respetarse sin discriminación por motivos de sexo, lo que significa que se protejan a las niñas y niños contra la discriminación basada en el género. De la misma forma, la CEDAW aborda la igualdad de niños y niñas cuando se refiere a la protección de la maternidad, a la adecuada atención en salud y en el artículo 10 a las mismas condiciones en materia de capacitación profesional, señalando que esta igualdad debe asegurarse desde la enseñanza básica. Hay otros artículos contenidos en ambas convenciones que son complementarios. Por ejemplo, el artículo 5 de la CEDAW, al señalar la responsabilidad común de hombres y mujeres en cuanto a la educación y desarrollo de sus hijos, se complementa con el artículo 18 de la CDN en que se señala que los Estados Partes pondrán el máximo empeño en garantizar el reconocimiento del principio de corresponsabilidad en que ambos padres tienen obligaciones comunes en lo que respecta a la crianza y el desarrollo del niño.

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Ambas convenciones defienden la libertad contra la violencia y el abuso, y ambas están basadas en los principios de la universalidad, la no discriminación, la participación y el rendimiento de cuentas. (En el caso de la CDN el organismo donde los estados rinden cuenta es el Comité de Derechos del Niño y en el caso de la CEDAW, Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer). Sin embargo, a pesar de la similitud de objetivos entre ambas convenciones y la meta de la igualdad y no discriminación en el ejercicio de los derechos, también existen tensiones entre ambas y en su traducción en políticas y legislación en los países. Es así que desde aquellos que ponen el énfasis en la igualdad entre los géneros consideran que la CDN fomenta el estereotipo de las mujeres como madres limitando así sus opciones vitales, por otro lado algunos de los defensores de los derechos de la infancia piensan que la CEDAW al centrarse en el derecho de la mujer a su realización en diferentes planos de la sociedad, puede afectar la importancia de la maternidad y el cuidado de los hijos e hijas. Quizás una prueba de estas tensiones puede ser graficada en la discusión sobre la prolongación del permiso post natal. La iniciativa parte principalmente por parlamentarios que destacan el tema del apego, la lactancia materna y la importancia de la permanencia de la madre con el hijo/a los primeros 6 meses de vida. Sin embargo, esta propuesta afecta necesariamente en muchos casos el ingreso de la mujer, su carrera profesional y su estabilidad laboral y eso hace que el proyecto se centre principalmente en esos aspectos en su discusión, intentando conciliar el interés superior del niño/a y el derecho de la mujer a su integración laboral y social en condiciones de igualdad. Ambas convenciones establecen las normas de un mundo equitativo donde se respetan los derechos de todos los seres humanos, tanto hombres como mujeres a lo largo de su ciclo vital. Por lo tanto, si queremos avanzar en ir generando una política basada en derechos que considere de manera simultánea la equidad de géneros y los derechos de la niñez y la adolescencia, debemos considerar el cumplimiento de la CEDAW como parte integrante de la CDN. La igualdad de género ha sido más difícil de aceptar que los derechos de los niños y niñas. Es así como hay menos países que han aceptado la CEDAW y muchos de ellos lo han hecho con numerosas reservas, no así la CDN que es la Convención que ha tenido un mayor apoyo y un menor número de reservas.

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Es por eso que el avanzar en el tema de los derechos de los niños y niñas considerando la igualdad de género no es un terreno fácil. La discriminación de género ésta muy enraizada en las sociedades, en sus prácticas cotidianas, en sus modelos de crianza, en su forma de relación diferenciada con los niños y niñas. A nivel mundial podemos ver como las mujeres y niñas son discriminadas a lo largo del ciclo vital, desde la selección prenatal del sexo y el infanticidio que ha dado por resultado que se produzcan importantes desequilibrios demográficos en algunas regiones, hasta el acceso desigual a la educación, la carga del trabajo doméstico infantil, la violencia contra las niñas fuera y dentro del hogar, los riesgos de las niñas de sufrir abusos en situaciones de desastres o emergencias, por mencionar algunas de las discriminaciones que se han ido haciendo más evidentes.

El doble dividendo de la igualdad de género En el contexto de los objetivos de desarrollo del milenio comienza a darse un consenso en que la igualdad de género es una condición para el desarrollo de la infancia en aspectos claves como la nutrición, la salud y la educación. Si partimos de la realidad actual en que las mujeres son las cuidadoras primarias de los niños y niñas, el bienestar de las mujeres y su real capacidad de negociación es inseparable del bienestar de la infancia. El Informe Mundial de la Infancia 2007 sobre la mujer y la infancia señala la relevancia del acceso del poder de la mujer en el hogar, el empleo y la política y gestión pública. El acceso al poder de la mujer en el hogar tiene un impacto positivo en los niños y especialmente las niñas en los recursos en materia de alimentos, atención en salud, escolarización y otras necesidades familiares. Cuando las mujeres participan igualitariamente en las decisiones domésticas, proporcionan los recursos a sus hijos e hijas de manera más equitativa y adecuada. Las evidencias empíricas muestran que cuando el estatus de la mujer es bajo y no pueden expresar su opinión en las decisiones domésticas, tienen mayores posibilidades de sufrir ellas mismas y sus hijos/as desnutrición. La igualdad entre los géneros supone beneficios considerables para la situación alimentaria de la infancia.

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Igualmente las mujeres que tienen una mayor influencia en la toma de decisiones en el hogar pueden promover mejores prácticas de salud para la familia y especialmente para las niñas que frecuentemente quedan postergadas en la atención de salud. Los factores que favorecen la participación de la mujer en la toma de decisiones en el hogar incluyen el control del ingreso y bienes, la edad en el momento del matrimonio y el nivel de educación de la mujer. Según las encuestas de Demografía y Salud, solamente en 10 de los 30 países en desarrollo analizados, más del 50% de las mujeres participaban en todas las decisiones domésticas, entre ellas la de su propia atención en salud, en la gestión de los gastos domésticos, en la restricción en la movilidad y la libertad. La presencia de violencia doméstica es un factor clave que afecta el poder negociador de la mujer al interior del hogar. La violencia doméstica amenaza el bienestar físico de la mujer y de los niños y niñas, las afecta directamente en su capacidad negociadora y en su integración fuera del hogar (participación laboral, participación social), las obliga a soportar situaciones de subordinación y a vivir en situaciones de inseguridad económica. Como es importante el acceso al poder en el hogar, también lo es en el empleo y la igualdad política y la gestión pública. El Índice de Desarrollo Humano relativo al Género (IDG), instrumento que mide la disparidad en el nivel del desarrollo humano entre sexos, aumentó desde 0,561 en 1960 a 0,849 en el año 2006, lo que básicamente indica un avance en los aspectos tales como: esperanza de vida al nacer, nivel educacional y el ingreso real ajustado. Sin embargo, en el Índice de Potenciación de Género (elaborado para medir la participación de la mujer en el mundo de las decisiones políticas y económicas dentro de la sociedad), Chile aparece clasificado en el lugar número 52 entre75 países, lo que muestra que si bien ha ido avanzando en aspectos tales como lo relativo a la medición de mujeres en escaños parlamentarios, aún se observan brechas importantísimas: el mejor de los casos en el mundo es de 47, en Latinoamérica de 40 y Chile se ubica sólo con 13. La cada vez más masiva incorporación de la mujer al trabajo, con el correlato que a mayor empleo, aumento de los niveles de influencia y de participación en la toma de decisiones, mejorando así los niveles de vida de la niñez, se enfrenta con otra situación que va adquiriendo cada vez más importancia y es lo que se refiere al cuidado infantil.

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A pesar de la incorporación cada vez más masiva de la mujer al trabajo remunerado, la división sexual del trabajo y la responsabilidad del cuidado infantil que necesitan los niños y niñas desde que nacen sigue siendo responsabilidad principal y a veces exclusiva de las mujeres en nuestra sociedad. El aumento sostenido de la inserción laboral de la mujer no ha ido acompañado de la mayor inserción de los varones en el ámbito doméstico que implica el cuidado de los niños y niñas, ni tampoco se han implementado las políticas que favorezcan la coexistencia del trabajo remunerado y la vida familiar, ni se ha aumentado significativamente la oferta pública en el cuidado infantil. Estas tensiones afectan por un lado la inserción de la mujer en el ámbito productivo, pero también afectan las oportunidades de desarrollo y bienestar de las niñas y niños. Estas tensiones han estado por largo tiempo invisibilizadas. En estudios realizados en relación a la participación del hombre en la crianza en nuestro país, a pesar de algunos avances en la participación de los varones y algunos tímidos cambios legislativos (como son la licencia por enfermedad del hijo/a o ahora la posibilidad que tome parte del post natal), la evidencia nos muestra que se involucran más en la reproducción generacional (crianza y acompañamiento de los hijos) que en la autoreproducción de la familia (alimentación, vestuario, salud, aseo, trámites fuera de la familia). Este aspecto lo viven como algo extraño y lo encuentran como ajeno, salvo los trabajos que reafirman su masculinidad como los arreglos de la vivienda o algunos aspectos del presupuesto familiar. Las actividades que frecuentemente hacen los padres varones con sus hijos dice relación con el juego, estar con ellos, contarles cuentos y los hombres más jóvenes incorporan el bañarlos y darles de comer. El cuidado de la salud de los miembros de la familia, incluida la del padre, está definido como responsabilidad de la madre, es la mujer la que debe velar por el bienestar físico y mental de la familia. Algunos varones “acompañan al hospital o al médico”, “compran remedios”. Sin embargo, en los últimos años se han observado cambios en la incorporación del hombre a la crianza de los hijos e hijas, estos cambios tienen relación con: - - -

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Capacidad de negociación de la mujer. Incorporación de la mujer al mercado laboral. Cambio en los roles de género tradicionales, donde se releva la participación en la crianza y en el vínculo con los hijos/as.


Socialización de género a lo largo de la infancia El género es una categoría transversal que impregna todas las relaciones sociales y que tiene una inmensa influencia tanto en el desarrollo individual de las personas como en las relaciones sociales e interpersonales que cada una establece dentro de los distintos contextos en que se da el proceso de socialización. La socialización de género es uno de los aspectos de mayor importancia de la primera infancia que afecta tanto a niños como niñas y sienta las bases de los estereotipos de género. La socialización de géneros en la primera infancia comienza al nacer y constituye un proceso de aprendizaje cultural de los papeles asignados a cada uno según el sexo. Desde que nacen, los niños y niñas reciben un trato distinto por parte de los integrantes de su entorno social, aprenden las diferencias entre niños y niñas y entre mujeres y hombres. La socialización de género se va haciendo a través de las expectativas de la sociedad y los padres respecto a los niños y las niñas, la selección de los juegos y juguetes, la asignación de tareas basadas en el género. La socialización de géneros se relaciona con valores étnicos, culturales y religiosos en cada sociedad. El proceso de socialización de género continúa a lo largo de la vida. A través del proceso de socialización los niños y niñas quedan desde muy temprana edad sujetos a las normas que definen “lo masculino” y lo “femenino”. Este proceso que comienza en la primera infancia, continúa en la etapa preescolar y muchos de los comportamientos paternos y maternos que influyen de manera importante en la identidad de género se hacen más específicos que en el período anterior. Es importante señalar que la sanción al comportamiento “inadecuado” se reprende y corrige más en niños que en niñas. En la etapa escolar, la identidad de género es fortalecida por la escuela y se traduce en expectativas diferenciadas en relación a determinadas capacidades como son las capacidades verbales, capacidades matemáticas, capacidades visio-espaciales. La escuela tiende a profundizar los roles estereotipados de género. En la pubertad y la adolescencia se “reconstruye” la identidad de género, frecuentemente los mensajes de los padres van en el sentido de profundizar los estereotipos de género, por ejemplo, los padres y madres son mucho más exigentes con sus hijas adolescentes sobre salidas, horarios y control de amistades en relación con sus hijos a quienes otorgan mayor libertad.

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Es en este proceso de socialización a lo largo del ciclo vital que se van profundizando los roles estereotipados de género que limitan el poder y el desarrollo de la mujer, lo que afecta a su vez en la posibilidad de desarrollo y libertad en los niños y niñas. Para cambiar esta situación y eliminar las graves desigualdades a las que todavía se enfrentan muchas mujeres en el plano educativo, laboral, político, es necesario intervenir sobre el proceso de socialización desde la primera infancia, eso significa en otras palabras que programas como el Chile Crece Contigo tengan claramente en sus objetivos la equidad de género desde el nacimiento, significa remirar los programas preescolares, los programas a la primera infancia, los programas de salud, la visita domiciliaria y plantearse como un componente esencial la equidad de género, perspectiva que en la actualidad está ausente, lo que en la práctica significa una “neutralidad” que sólo profundiza la inequidad. Para terminar y pasar al debate quisiera plantear algunos temas que me parecen relevantes que deben ser parte de la agenda de equidad de género desde la infancia. • Legislación, políticas y servicios de cuidado infantil que afectan a los niños desde que nacen en sus derechos. • Articulación entre demandas laborales y familiares y la corresponsabilidad entre los varones y mujeres, así como entre las familias, empresas y Estado. • Abordar la discriminación por razón de género también exige enfrentarse a todas las formas de violencia contra las mujeres y las niñas, que no sólo es una de las formas de discriminación de género más graves, sino que una de las más frecuentes. • Revisión de los programas dirigidos a la primera infancia, en términos de ver si tienen por objetivo la equidad de género, si ponen el foco en la superación de los roles de género tradicionales que profundizan la inequidad. Esperemos que las niñas puedan crecer siendo parte de un Chile crece contigo que les abra todas las oportunidades de desarrollo, que vayan a una escuela donde puedan desarrollar sus potencialidades sin restricciones, que exista una legislación que favorezca la compatibilidad entre los roles familiares y laborales, que exista una corresponsabilidad con la pareja, que el hecho de ser mujer en la sociedad no sea una limitante para el pleno goce de la libertad.

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Convención sobre los Derechos del Niño, políticas sociales y enfoque de género: SENAME Ana Cáceres [3]

____________________________________________________________________ [3] Psicóloga, coordinadora del Área de Gestión Programática, Departamento de Protección de Derechos, Servicio Nacional de Menores (SENAME). Por decisión de la autora, se publica su presentación en formato powerpoint.

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El enfoque de género en la niñez Susan Ortega [4]

TEMAS A TRATAR:

Enfoque de Género 2. Creación del SERNAM 3. Principales brechas a superar 4. Violencia en la infancia en Chile 5. Ejes programáticos SERNAM 6. Últimas consideraciones 1.

________________________________________________________ [4] Abogada, Departamento Reformas Legales, Servicio Nacional de la Mujer (SERNAM).

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1. Enfoque de género • El sexo hace referencia a determinaciones naturales o biológicas. Se dice que no cambia y que es universal. • El género trata sobre el conjunto de características específicas culturales que identifican el comportamiento social de la mujer y hombre y las relaciones entre ellos. • El género hace referencia a los papeles que desarrollan los individuos en la sociedad. Estos papeles nacen en el curso de la historia y son resultados de la interacción de la cultura con la naturaleza. • Además, se basa en que determinados modos de pensar, sentir o comportarse entre mujeres y hombres que son diferentes entre ellos no se explican sólo por diferencias biológicas, sino que se apoyan en construcciones sociales que son dinámicas y van variando según cultura, tiempo y lugar. • Por su parte, la equidad de género se entiende como el proceso de ser justo entre hombres y mujeres a fin de compensar las desventajas históricas y sociales que les han impedido gozar de iguales oportunidades. • El análisis de género es un proceso de trabajo que permite que una política pública considere las necesidades diferenciadas entre hombres y mujeres. • Significa un cuestionamiento a aquellas áreas de la sociedad en las cuales la mujer ha sido discriminada, de modo de eliminar aquellas barreras que no le permiten el acceso igualitario a los derechos y oportunidades. •

La incorporación del enfoque de género en las políticas públicas: - Aumenta su eficacia y eficiencia. - Hace a las políticas públicas más equitativas. - Promueve interpelaciones, cambios, nuevos modos de hacer política y nuevas formas de gestión. - Mejora la focalización de las políticas públicas. - Evalúa las necesidades diferenciadas y el impacto que produce en hombres y mujeres la acción del Estado.

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2. Creación del SERNAM En diciembre de 1989, Chile ratificó la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW). Asimismo, el 3 de enero de 1991 nace el Servicio Nacional de la Mujer (SERNAM), iniciativa gubernamental que responde al doble compromiso adquirido tanto con el movimiento de mujeres como con la comunidad internacional, acogiendo las sugerencias hechas en el párrafo 57 de las Estrategias de Nairobi. El Servicio Nacional de la Mujer es un organismo creado por la Ley Nº 19.023, encargado de colaborar al Poder Ejecutivo en el estudio y proposición de planes generales y medidas conducentes a que la mujer goce de igualdad de derechos y oportunidades respecto del hombre, en el proceso de desarrollo político, social, económico y cultural de un país, respetando la naturaleza y especificidad de la mujer que emana de la diversidad natural de los sexos, incluida su adecuada proyección a las relaciones de la familia. Su meta: • Promover que hombres y mujeres puedan aportar al desarrollo con las mismas garantías y derechos, a través del trabajo remunerado de forma equitativa y decente, el emprendimiento económico con capacidad de crecimiento, la actividad política, la investigación científica y tecnológica, las artes y humanidades y todas las instancias de participación ciudadana. • Hombres y mujeres somos diferentes pero merecemos tener las mismas oportunidades y derechos. •

Lograr una sociedad donde la relación entre hombres y mujeres sean justas.

Estos relevantes temas han sido asumidos por el SERNAM, que ha puesto en marcha una nueva institución que debe ubicarse en la estructura del Estado, legitimarse ante la opinión pública y dar a conocer sus objetivos y actividades con el fin de institucionalizar el enfoque de género. Para lograr esa metaes necesario un cambio cultural que afecte directamente a hombres y mujeres en la determinación de los roles de cada uno/a.

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3. Principales brechas a superar a)

Baja participaci贸n laboral femenina

Fuente: INE, 2011 b)

Mayores tasas de desempleo que los hombres

Fuente: INE, 2011 c)

Baja participaci贸n en las instancias de toma de decisiones y cargos de responsabilidad

Fuente: SERVEL, 2010; INE, 2009

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d)

Brechas salariales en todos los sectores laborales

Fuente: SERVEL, 2010; INE, 2009

e)

Baja corresponsabilidad por parte de los hombres

Sexo del principal encargado de realizar algunas tareas domĂŠsticas (%)

Fuente: PNUD, 2010

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4. Violencia en la infancia en Chile a) Violencia intrafamiliar La última década ha estado marcada por políticas de género que han favorecido un fuerte cambio cultural a favor del reconocimiento del rol de la mujer, pilar de nuestra sociedad, lo que seguimos reforzando a través del SERNAM. Sin embargo, las mujeres continúan sufriendo las consecuencias de la violencia, de la inseguridad y de la falta de oportunidades. Por ello, se ha contribuido no sólo a la adopción de importantes regulaciones, sino a una mejor comprensión social de las dimensiones de la violencia, sus efectos y manifestaciones. En este proceso de reconocimiento público, hace poco más de 17 años nuestro país reconoció y otorgó el derecho a denunciar los actos violentos en las relaciones de familia, con la ley N° 19.3255. Con posterioridad, el compromiso público de rechazo a la violencia en las relaciones de familia se amplió y orientó la asunción de la ley N°19.968 sobre Tribunales de Familia y la ley N°20.0666, sobre violencia intrafamiliar. Este último cuerpo legal expresa un esfuerzo mucho más decidido en torno a reforzar las políticas públicas, la protección a las víctimas y la sanción a los responsables. Como pocos países aún en el mundo, nuestro sistema contempla que el maltrato habitual en las relaciones familiares es un delito. Además se agregó que no sólo son víctimas de violencia el cónyuge y conviviente, sino además los ex cónyuges, exconvivientes y los padres de hijo común, y que lesionar a un familiar jamás puede ser considerado como un acto leve. Sin embargo, al igual que en muchas partes del mundo, existen mujeres que siguen perdiendo la vida asesinadas a manos de sus parejas actuales o anteriores. Por ello, a partir del 18 de diciembre del 2010 hemos profundizado la regulación de la violencia hacia las mujeres e incrementado su comprensión, a través de la creación de la figura del femicidio7, buscando además mejorar la protección a las víctimas. ____________________________________________________________________________ [5] 19 de Agosto de 1994. [6] D.O. 7 de octubre de 2005. [7] Ley 20.480 D.O. 18 de diciembre 2011

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Definición de Violencia intrafamiliar (VIF) Organización Panamericana de la Salud: “Toda acción u omisión cometida por

algún miembro de la familia en relación de poder, sin importar el espacio físico donde ocurra, que perjudique el bienestar, la integridad física, psicológica o la libertad y el derecho al pleno desarrollo de otro(a) miembro de la familia”. Estas acciones ocurren en la interacción entre personas, siendo las víctimas más comunes las mujeres, los/as niños/as y la población adulta mayor. Tipos de Violencia • Física. Por éste tipo de violencia, se entiende toda aquella que atente contra la integridad física o vida, de la víctima: empujada/o, golpeada/o, ahogada/o, herida/o por armas blanca o de fuego, quemada/o, etc. Aquí también se encuentran las amenazas de utilización de violencia física. • Psicológica. Toda aquella que atente contra el bienestar psíquico, buscando muchas veces manipular a la/el afectada/o, como: ignorarla/o, humillarla/o, aislarla/o de sus redes, impedirle dormir, privarla/o de alimento y necesidades básicas, criticarla/o, descalificarla/o y destrucción de pertenencias personales • Sexual. Forzar a realizar actos de connotación sexual no deseados: acosos, abusos, violación por cualquiera sea su vía (vaginal, oral, anal), embarazo forzado, abortar, esterilizarse, involucrar a la víctima en actos de prostitución o pornografía. • Económica. Control de la víctima a través de la manipulación del dinero, privación económica, endeudamiento o que tomen control de su dinero. Es importante consignar que la violencia intrafamiliar consiste en el conjunto de estas formas o manifestaciones de violencia, es decir, que la persona que ejerce violencia generalmente no ejerce sólo un tipo, sino que se utilizan diversas manifestaciones a fin de controlar o someter a la víctima, siendo éste último el objetivo de las acciones de violencia.

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Fono VIF Existe un Teléfono de Emergencia 149 operado por Carabineros de Chile en convenio con SERNAM, lo que constituye en una gran iniciativa que permite a una cantidad significativa de mujeres de todo el país acceder a la información e intervención policial, en los casos de VIF. SERNAM además ha habilitado un call center 800 104 008 que consiste en: •

Un servicio gratuito desde cualquier lugar y desde cualquier teléfono.

Atiende las 24 horas, 7 días a la semana.

Atendido por asistentes sociales capacitadas en VIF.

No se exige a quien llama entregar datos personales.

Quien llame al 800 104 008 podrá recibir información sobre: •

Qué es violencia intrafamiliar

Cómo, dónde y quién puede denunciar.

Labor que realizan los Centros de la Mujer y direcciones donde concurrir.

Función de los Centros de Hombres por una Vida sin Violencia y sus direcciones.

Ubicación de las Direcciones Regionales de SERNAM.

Además, las operadoras del servicio se encuentran capacitadas para realizar una primera contención. Si la persona que llama da su autorización para ser contactada, el call center entrega a SERNAM esa información para que el Centro de la Mujer correspondiente tome contacto con la afectada a la brevedad posible. Este servicio permite a SERNAM llegar a lugares apartados donde no existen Centros de la Mujer.

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¿Ante quién denunciar la violencia intrafamiliar? Hay que distinguir: • Actos VIF no constitutivos de delito: Se denuncia ante Tribunal de Familia, correspondiente al territorio jurisdiccional en que tenga residenciao domicilio el afectado (Art. 81 Ley 19.968). En estos casos no cabe intervención de la Fiscalía, salvo la adopción inmediata de medidas cautelares (Inc. 2° del Art. 81 LTF). • Actos VIF constitutivos de delito: Son de conocimiento del Ministerio Público. Se denuncia en Carabineros, Fiscalía o PDI. Es importante destacar que si han transcurrido menos de 12 horas, debe denunciarse en forma inmediata a Carabineros o PDI. • Denuncias por maltrato habitual: se denuncia ante Tribunal de Familia que deriva a Fiscalía. La Fiscalía investiga, protege a la víctima y realiza la persecución penal.

b) Prevalencia vida en mujeres violentadas en su relación de pareja por todo tipo de violencia

Fuente: Encuesta Nacional de Victimización (2008), Ministerio del Interior

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El 35,7% de las mujeres entre 15 y 59 años que ha tenido una relación de pareja, ha sido víctima violencia alguna vez en su vida. Dato inicial : una mujer demora en promedio 7 años en denunciar. El 24,8% no ha realizado nunca una denuncia. De las que han denunciado: • • •

50% demoró más de 7 años en denunciar. 33% denuncia en menos de 3 años. 33% denuncia luego de 10 años y un 15% luego de 20 años.

c)

Prevalencia de vida en niños y niñas (11-17 años)

Fuente: Encuesta Nacional de Victimización (2008), Ministerio del Interior Del total de niños/as que ha vivido violencia, el 15% ha sufrido violencia psicológica, violencia física leve y violencia física grave alguna vez en su vida.

d) Prevalencia vida, por tipo de violencia y agresor/a en niños/as

Fuente: Encuesta Nacional de Victimización (2008), Ministerio del Interior

Conclusión: casi 3 de cada 5 niños son violentados psicológicamente durante su vida, mientras que 1 de cada 2 es víctima de violencia física leve.

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5. Ejes programáticos SERNAM

*Los campos con fondo rosado son Programas de SERNAM que se relacionan directamente con infancia.

a)

Programa de 4 a 7

Objetivo General Contribuir a la inserción y permanencia laboral de madres y/o mujeres responsables del cuidado personal de niños/as de 6 a 13 años, mediante la entrega de protección, atención y apoyo al desarrollo del aprendizaje, después de la jornada escolar. Objetivos Específicos • Proporcionar oportunidades de desarrollo integral y apoyar el proceso de aprendizaje a niños y niñas mediante la implementación de talleres especializados. • Reducir los factores de riesgo social y potenciar factores protectores de niños y niñas mediante el desarrollo de tutorías personalizadas.

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b) Programa Apoyo a la Maternidad Objetivo General Contribuir a que la embarazada y madre en situación de vulnerabilidad o en situaciones complejas, reconozca sus capacidades y habilidades personales y las alternativas de apoyo de la red social para poder promover un cambio en beneficio de su desarrollo personal, de su hijo/a y familia. Contenidos • • • • • • • •

Contención, acompañamiento, orientación, derivación, seguimiento. En una primera etapa a través de un servicio telefónico y vía email. Atención psicosocial. Grupos de autoayuda. Proyecto piloto. Página web. Integración del padre. Corresponsabilidad.

c)

Programa Maternidad Adolescente

Objetivo General Contribuir a que las embarazadas y madres adolescentes construyan un proyecto de vida en el que compatibilicen su maternidad con su desarrollo personal, la educación formal, su vida laboral y familiar, con el fin de mejorar su calidad de vida, la de sus hijos y su familia. Contenidos • • • • •

1.100 adolescentes en Santiago (proyección regiones). Atención psicosocial a la embarazada y madre adolescente. Inserto en la comunidad. Talleres educativos, formativos, visitas, intervención individual, acompañamiento en el parto. Trabajo intersectorial.

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• • • •

Fortalecimiento de las redes familiares, sociales. Atención psicosocial al padre. Reinserción-retención-capacitación. Prevención.

d) Centros de la Mujer Objetivo General Contribuir, en el ámbito local, a reducir la violencia contra la mujer, especialmente la que se produce en las relaciones de pareja, mediante la implementación de un modelo de intervención integral con énfasis en la prevención comunitaria y la atención a mujeres que son víctimas de violencia. Equipo Profesional • • • •

Un/a trabajador/a social. Un/a psicólogo/a. Un/a abogado/a. Tres monitores/as comunitarios/as.

e)

Casas de Acogida

Objetivo General Ofrecer protección temporal a mujeres que se encuentran en situación de riesgo grave y/o vital por violencia intrafamiliar de parte de su pareja. Equipo Profesional • • • • • •

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Asistente Social. Psicólogo/a de adultos. Psicólogo/a infantil (enfocada al trabajo con los hijos e hijas de las usuarias). Abogado/a. Técnico/a social. Educadores/as.


f )

Alerta Temprana

Objetivo General Contribuir en el ámbito local a prevenir la violencia intrafamiliar, mediante la implementación de un modelo de intervención integral con énfasis en la prevención comunitaria y especialmente trabajo en la primera infancia. Objetivos específicos •

Prevención y detección oportuna de VIF en niños/as que asisten a los seis centros elegidos y a sus padres y apoderados/as.

Incorporar en la formación de niños/as elementos vinculados al buen trato y a las relaciones respetuosas.

Mejorar el conocimiento en VIF de los equipos de los establecimientos (detectar y derivar).

Orientación e información sobre VIF, a fin que la comunidad pueda reconocer y denunciar la violencia. Resolución de conflictos familiares y sociales, apuntando al control social del fenómeno.

La cobertura total del programa alcanza a 1.961 personas. Los jardines se encuentran ubicados en: •

Antofagasta:

140 niños/as.

Valparaíso:

21 niños/as.

Puente Alto: 104 niños/as.

Talca:

60 niños/as.

Concepción:

40 niños/as.

Puerto Montt: 104 niños/as.

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g) Programa Chile Acoge Programa Alerta Temprana en Jardines Infantiles Descripción En cada uno de los jardines y/o sala cuna mencionados, desde 2011 existe una trabajadora social experta en temas de violencia intrafamiliar, quien tiene una oficina en dicho establecimiento. Desde ahí planifica diversas actividades que apuntan a la prevención de la violencia intrafamiliar. Su trabajo se llevará a cabo con los/as niños/as del jardín a través de la introducción de contenidos educativos sobre buen trato; con los padres y apoderados a través de talleres de orientación con la finalidad de involucrarlos en los contenidos que recibirán sus hijos/as; con el equipo del jardín mediante talleres de capacitación; y con la comunidad a través de charlas y talleres de orientación e información.

6. Últimas consideraciones • Elaborar estrategias que permitan impulsar y hacer seguimiento sistemático al proceso de incorporación del enfoque de equidad de género en las políticas públicas de todos los sectores. • Que el enfoque de género se incluya en la agenda del gobierno de forma transversal y considerarlo como parte de las estrategias de mejoramiento y modernización del Estado y de la gestión pública. • Generar alianzas estratégicas intersectoriales (SENAME, JUNJI, MINEDUC, Ministerio de Justicia, etc.), así como institucionalizar y fortalecer los mecanismos de género sectoriales.

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Enunciados y prácticas:

El ruido incesante de un desacomodo Olga Grau Duhart [9]

“Con cada nacimiento algo singularmente nuevo entra en el mundo.” La condición humana, Hannah Arendt “La infancia servida abundante y hasta excesivamente por el Estado, debería ser la única forma de lujo -vale decir, de derroche- que una colectividad honesta se diera, para su propia honra y su propio goce. La infancia se merece cualquier privilegio”. Magisterio y niño, Gabriela Mistral

Más acá de la institución y la norma: Hacia una política de la proximidad En el año 1959 a través de la Declaración de los Derechos del Niño de Naciones Unidas, unos enunciados son ofrecidos y dispuestos como principios universales de una preocupación política por la infancia, los que de manera comprimida y condensada declaran al niño como sujeto de derechos. Evocan tales enunciados el tiempo pasado de su generación – y a varias décadas de elaboraciones que preceden su formulación-, enunciados que permanecen vigentes en el tiempo presente, reafirmados y comprendidos con un sentido institucional vinculante a través de la Convención de los Derechos del Niño de 1989 que establece normativas para el cumplimiento y resguardo de los derechos de la infancia, interpelando a los Estados, que mayoritariamente han adscrito formalmente a sus principios y normativas, para el ejercicio de sus políticas públicas en este ámbito10 . _____________________________________________________________________ [9] Doctora en Literatura Hispanoamericana y Chilena; Universidad de Chile. Académica del Departamento de Filosofía y del Centro de Estudios de Género y Cultura en América Latina, Universidad de Chile. Especialista en estudios de género y sexualidad y filosofía e infancia. [10] Debiéramos avanzar a una titulación de ambos documentos que incluyeran la pluralidad y la condición genérica: Declaración de Derechos de Niños y Niñas o Convención de los Derechos de Niñas y Niños.

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La lectura de ambos documentos, la Declaración de los Derechos del Niño y el texto de la Convención, produce una suerte de desazón en tanto es la repetición de una formulación cuyos artículos portan penosa y persistentemente la marca de la demora de su realización, no logrando ser parte de una conciencia social o individual de cuidado y reconocimiento de las vidas en crecimiento. En ese sentido, una filosofía política que podríamos entender como una política de la proximidad se hace necesaria para una reflexión que oriente las acciones que lidien contra el sostenido incumplimiento de los principios que animan los enunciados de los documentos que se han instituido como referentes centrales para el mejoramiento de las condiciones de vida de la infancia. Entendería por una política de la proximidad la que se hace cargo del presente de los niños y las niñas, de una cercanía con sus existencias que no esté mandatada tanto por una norma prescrita, sino más bien por las actitudes de sentir y comprender que aquellas vidas requieren antes que nada del reconocimiento pleno por parte de quienes conforman el mundo adulto, reconocimiento que necesariamente debiera derivar en la realización de sus derechos. Una política de la proximidad que sepa poner atención a la multiplicidad de variables a partir de las cuales niñas y niños se singularizan, que repare en las determinaciones concretas sobre las que organizan sus vidas. Una política que esté más acá de los enunciados abstractos de los derechos humanos, que implique el interés y la preocupación por la materialidad de sus cuerpos y sus vidas en tiempo presente. El artículo primero de la Declaración de los Derechos del Niño y el artículo segundo de la Convención indican el tiempo de la forma verbal fundamental en que se enuncian todos los demás artículos: el tiempo futuro: el niño disfrutará, gozará, dispondrá de los derechos; es el tiempo en que se dice el deber ser, la posibilidad de un ideal de existencia, de un bien que se quiere y espera. Ese ideal es, en definitiva, la referencia a la posibilidad del bien-estar de una vida para quien ha comenzado el ser y el habitar el mundo, pero pareciera que la determinación del ideal produce también efectos de somnolencia, de adormecimiento en el actuar político: como el ideal está presente en el acto de enunciación de manera reiterada, está allí nombrado, pierde fuerza en tanto imperativo de urgencia en las prácticas cotidianas. El ideal espera la forma en acto y no su mera y descorporeizada forma enunciativa.

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Los documentos internacionales trazan un horizonte de promesa de un tiempo porvenir, de un deseo político que espera su realización sosteniéndose en las acciones políticas públicas y sociales, en la familia y en las relaciones sociales cotidianas. Pero los hábitos culturales instituidos resisten a que lo nuevo emerja en plenitud, y alguna responsabilidad nos cabe en la des-intalación de ésos para que las cosas ocurran de otra manera. El estado actual de las cosas, en materia de violación a los derechos de los niños y niñas, reclama el cultivo de una conciencia del tiempo presente, de la acción necesaria en el aquí y el ahora que abre un trayecto futuro de condiciones favorables a la vida, de una conciencia respecto de las posibilidades que abrimos o cerramos en el actuar cotidiano, las elusiones y desvíos que ejecutamos o los aciertos en la prontitud de una repuesta o en la solución a un problema.

La palabra que no se escucha o en la que no se cree La vida nueva espera lo nuevo, nos exige lo que incluso nos parece imposible en medio de las determinaciones y los marcos de lo dado. Los adolescentes (que son niños según convención hasta los 18 años) nos están dando por estos días en Chile una gran lección: ponernos frente a lo que habíamos determinado como imposible, de poner en jaque la perspectiva de lo improbable. Malestar teníamos respecto a ese enunciado de hacer las cosas “en la medida de lo posible” que diera comienzo a los gobiernos de la Concertación, fórmula política que dejara atrapada las posibilidades deseadas de transformación profunda; se gestó a través de los años un malestar que cobró los visos de una parálisis de un cuerpo social que ahora desentumece sus miembros. Los derechos están todavía torcidos, como lo refiere en una tira cómica la Mafalda de Quino, y me parece importante, cuando se trata de pensar la nueva vida, hacer alusión a las elaboraciones que ha hecho HannaArendt respecto de la natalidad, de la acción que celebra y se hace responsable de la vida, del significado de vivir juntos y de la posibilidad de un mundo en común, de pertenencia a una comunidad. Si bien con la vida nueva algo inesperado se abre, también se abre algo, a mi juicio, en los que ya están allí de manera previa a esa emergencia; apertura que puede entenderse como quedar expuesta, en su afirmación o negación, la posibilidad de recibir a ese otro, una puesta a prueba de la capacidad nuestra de introducir lo nuevo junto a esa novedad que irrumpe, la posibilidad de transformar aquello que limita la vida en su fuerza y en su potencia. Uno de los valores de la filosofía de Arendt es indicar el valor de la afección, la no indiferencia, la responsabilidad por el mundo que habitamos en su dimensión pública y política.

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También me parece sugerente la reflexión que ha hecho el filósofo Humberto Giannini respecto de que nuestras acciones, las decisiones que tomamos, repercuten en muchas generaciones futuras, indicando de algún modo la responsabilidad que como sujetos tenemos con el mundo. Esa perspectiva implica, a mi parecer, situarse en el tiempo de manera imaginativa, en la previsión de nuestro actuar, que advierte la complejidad de los sentidos y direcciones de nuestras acciones deliberativas. Una inteligencia de la proximidad afectiva, por nombrarla así, se puede acercar a la comprensión de los efectos que nuestro actuar realiza a cada momento en la relación con otros y otras. Llevamos recorridos muchos años desde la Declaración de los Derechos del Niño y de la defensa sostenida de éstos por la Asociación Chilena pro Naciones Unidas en nuestro país, pero seguimos asistiendo a su visible incumplimiento cotidiano, de tal manera que parece haber una brecha muy grande entre el sentido ético-normativo expresado en sus principios y los sentidos comunes que se reproducen en nuestra cultura y que parecen ‘autorizar’ a los adultos y a las instituciones a contravenirlos. Los enunciados de la Convención y la Declaración de Derechos del Niño, vertebrados en el deber ser, se dirigen al mundo adulto y a sus instituciones, se sitúan en un plano institucional fundamentalmente, pero pueden ser aproximados y vitalizados sirviendo de orientación para las prácticas sociales e individuales cotidianas como señeros de relaciones a ser logradas para configurar un mejor mundo. Su encarnación requiere no sólo de su conocimiento y comprensión, sino de su ejercicio constante. Incluso pudiéramos pensar en ensayos pedagógicos que podrían darse en talleres que consideraran situaciones, en que se actuaran episodios de vida, se advirtieran los elementos obstructivos que se dan en las experiencias de escuela, de trabajo, de familia, de sociedad. Las situaciones examinadas revelarían las relaciones de poder que allí, en cada caso concreto, se ponen en juego, relaciones de poder que siempre están presentes como juego de potencias y fuerzas, que recorren las afecciones de los encuentros intersubjetivos.

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La significancia del cuerpo en una política de la proximidad En este mismo espacio, ¿dónde están los niños y las niñas? ¿Dónde sus cuerpos y sus decires? Es esta descorporeidad de la infancia algo que tenemos que tomar en consideración y ver de qué manera en nuestros encuentros, en nuestros programas, podemos hacerlos hablar y no sólo hablar de y por ellos y ellas. Desde nuestros marcos sociales y culturales, desde convencionalismos que restringen y reducen posibilidades de la vida, pensamos a los niños y niñas de una manera uniforme y homogeneizada (incluso de algún modo también lo hace el psicoanálisis freudiano), fuera de latitudes y meridianos, sin distinciones culturales, de etnia, raza, clase, género. Se piensa frecuentemente en los niños y niñas a través de las realidades de aquellos que se nos hacen de mayor manera visibles y también admisibles, a quienes se los integra en una cotidianidad que les hace aparecer como imagen pública aceptable. Los otros, los perturbadores de conciencia, entran a una zona de exclusión, aquellos a los que se prefiere no ver por el tremendo desafío y reclamo que suscitan, de los que se habla sin recordarlos genuinamente, sin conocerlos, sin considerarlos. Son los otros, aquellos que ponemos a distancia por pertenecer al ámbito de la dificultad y a una mayor exigencia moral. Pero hay también el silencio de aquello que se da en todos los ámbitos donde ellos están: el abuso de poder, que se da como abuso sexual, como violencia física y psicológica, como explotación, como negación, olvido, abandono afectivo, descuido, omisión, maltrato por falta de paciencia. Todavía los adultos y adultas podemos ser como gorgonas amenazantes, olvidados de nuestra fragilidad ante las niñas y los niños, a quienes la Gorgona madre o Gorgona padre los y las ve como prolongaciones propias de sí mismos, como lo hacen las instituciones del Estado e Iglesia, como territorio a ser ocupado. Sonrisas domesticadoras o ceños fruncidos, manos airadas que blanden el aire, dedos acusadores o indicadores rigurosos de la ley, vociferaciones con ojos punzantes, caricias intrusas y perturbadoras, voces dulzonas empequeñecedoras, miradas burlonas o sarcásticas. En el supuesto y pretendido resguardo de la infancia queda contenida de ese modo una densidad perversa. Si bien la disociación que existe entre principios o enunciados y las prácticas sociales e individuales nos atraviesa como sociedad, cobra una dimensión específica cuando se trata de los derechos de niños y niñas, a quienes se les ha restado su voz, la que no se escucha o en la que no se cree. Y más aún si se trata de las niñas, más discriminadas y violentadas que los niños en un sistema sexista, androcéntrico, machista.

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Pensamos generalmente los niños y las niñas en abstracto, fuera de los cuerpos que son sexuados y que lo son no sólo como niño y niña sexual y nítidamente diferenciados, en tanto los hay también en hibridaciones que desafían nuestras lógicas de identidad sexual y que atraen violencias médicas, jurídicas, físicas, sociales y psicológicas. Las discriminaciones hacia la infancia se dan en particularidades. En la medida que los niños varones prontamente perciben los privilegios que les da su asociación a la masculinidad, se genera en ellos una suerte de sensación de campo protectivo mayor que el que viven las niñas, salvo en los casos en que quedan expuestos de igual manera al verse involucrados en acciones de abuso y violencia provenientes de un ámbito institucional mayor: Estado (como en el caso de ser enviados a la guerra), Iglesia (en el caso de abuso sexual ocasionado por autoridades legitimadas y de amplio reconocimiento en su medio), escuela (maltratados cuando no cumplen el mandato de “varoncitos” o cuando son abusados también sexualmente). Es sabido que las niñas padecen de mayor manera y más extensivamente los abusos sexuales por parte de los mayores, situaciones que ocurren en la calle, la escuela, la casa, y es en esta forma de violencia en la que quisiera concentrarme, por ser sintomática de que la violencia sexual alcanza los cuerpos violentando la voluntad en la medida que esas acciones se producen sin el consentimiento y fuera del deseo de los sujetos niñas. Es interesante analizar el filme La niña santa de Lucrecia Martell, en que el abuso inicial por parte del hombre se traduce en la activación del deseo de la niña adolescente, quien someterá al hombre acosador a una suerte de persecución que reclama en el cara a cara una sexualidad entre dos voluntades, dos deseos, lo que se hace intolerable para el hombre, quien buscaba en el anonimato y en lo subrepticio su ventaja en el ejercicio de poder. Las experiencias relativas al sexo que llegan a tener las niñas en la familia se producen bajo el amparo de la idealización de ésta. Ya Simone de Beauvoir consideraba en El segundo sexo, que las experiencias sexuales de las niñas tenidas con hombres mayores de la familia o cercanos a ella –tíos, amigos de la casa, primos mayores, incluso padres y abuelos- eran experiencias que quedaban en el silencio a causa de la vergüenza o temor que ellas les producían.

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Ya sea verano o invierno, aquí o acullá… Son muchos los episodios que podrían ser relatados por las niñas que abundarían en señalar el sistema de dominio masculino, relatos que hablan de maltrato, de violencia encubierta, dentro de las cuales cuenta también la violencia del sospechar de su palabra y de su intención. Una niña da un testimonio, algo le ha ocurrido, algo que ingresa a una zona de sí misma respecto de la cual le faltan elementos para su comprensión: un hecho relacionado con lo familiar, pero que hace estallar en ella lo infamiliar. Quisiera situarme en esta presentación desde el análisis de un cruce complejo que puede estar presente en la discriminación de las niñas, en la violencia particular que se da con relación a sus cuerpos, con su sexualidad. Temas como el deseo, el abuso sexual de niños y niñas por parte de personas mayores insertos en la familia en sus operaciones de cohesión y permisividad, gravitan de un modo particular al tratarse de éstas últimas. El frote, la mano masculina que coge solapada o arteramente una parte del cuerpo de la niña, trátese de Ana, Magdalena, Taina, Margarita u otro nombre cualquiera, suscita excitaciones violando una conciencia que no estaba disponible para ese gesto y que puede inclusive estar fantaseando desde sí otras ocurrencias. La violencia de ese gesto es la de un sujeto que situado en su deseo sexual lo impone solapadamente en el circuito familiar que lo ampara, deseo impuesto a quien es doblemente más frágil, la niña de quien se duda de su palabra y que además es vista ante todo como cuerpo, como lugar de dominio masculino. La familia, puesta en el discurso público siempre de un modo idealizado, casi sin mácula, es un espacio donde ocurre la violencia sexual de mayor silenciamiento y habría que indagar en la lógica que la articula para determinar las razones que allí encuentran los hombres, jóvenes, maduros o ancianos, para el abuso de las niñas. Podría decirse que la familia y la familiaridad de las relaciones hacen confusos los planos que allí se ponen en juego. Ha costado mirar la familia como un espacio privado que reproduce y genera lo que encontramos en el espacio exterior a ella. Si la familia, como se afirma, es la base de la sociedad, tal vez lo es mayormente en ese carácter productor y especular que lo caracteriza. En el caso que nos detiene en este momento, como lugar de violencia sexual, la familia opera mecanismos de silenciamiento y protección para su propia defensa, no dejando filtrar lo que acontece en su interior, no queriendo ver, en una suerte de alucinosis negativa, lo que ocurre o ha ocurrido en su interior.

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Si la violencia sexual que se produce en muchas familias se abriera, éstas correrían fuertemente el riesgo de destruirse. Es la violencia que las habita la que puede producir su propio desmoronamiento si esta violencia no se encubriera. Para que tal situación no ocurra se deja a las niñas en el silencio o en una palabra testimonial en la que no se cree o que se da por falsa. La confusión afectiva que habita la familia se desplaza y se individualiza en el nombre de la niña, la que supuestamente inventa, o se equivoca en la interpretación de los signos del cariño, del “regaloneo” del tío, del abuelo, del padre, e incluso del gran amigo de la familia que llega como a su casa. La amenaza explícita para silenciar, amordazar, es una de las estrategias del abusador, pero es la confusión afectiva asociada a la detentación de un poder en la familia, que puede incluso no ser más que la del adulto respecto de la niña, la mayor arma para defender su propia imagen. Esta dinámica relacional se reproduce en otros espacios e instituciones donde se dan familiaridades, afectos, cercanías, lo que puede llevar a la sospecha de los contactos y alcanzar el extremo de la desconfianza y alerta permanente. Ante esto, más bien debiera suscitarse el saber de la violencia que puede ocurrir en los espacios de familiaridad y estar dispuestos a que la voz de quien la ha padecido se exprese y se le den los tributos del reconocimiento.

La violencia de género persiste mi amor, oh, oh, oh, oh… La familia ha sido, y lo sigue siendo en muchas de sus concreciones, un lugar en que niñas y niños han quedado vulnerados y sin alguna o con escasa autonomía bajo el dominio paterno y materno, dominio que tiene muchas veces por supuesto un sentido de propiedad por parte de quienes se sentían autorizados a ejercer un poder ilimitado sobre sus hijos e hijas. Recordemos que se planteó antaño el derecho de los niños a separarse de sus padres si éstos eran malos educadores (declaración de Moscú de 1919). Las violencias y violaciones a los derechos humanos ocurren todos los días en la vida de las niñas que no asimilan sin daño lo execrable, y es lo que me hace pensar también en la fuerza trasgresora que requerimos para desarmar una estructura social y también psíquica que se activa de modo permanente vulnerando lo que ya está en condición de vulnerabilidad. Ello implicaría un persistente y sostenido movimiento crítico de nuestra inteligencia, un agudo sentido perceptual y de comprensiones sutiles, una capacidad de nombrar y decir lo espurio, un coraje de asertividad pública, una disposición a la pérdida de lo blando, mullido e indistinto de lo familiar, la capacidad de salir de sus limitaciones.

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Podríamos hablar de violencia o subversión positiva que llegue a deshacer las bases que dejan a las niñas en situación de desventaja, que desarma la normalización de situaciones que atentan contra su dignidad y su propia autonomía, que debilitan su libertad poniéndola en el lugar de la pasividad, cuya mayor expresión es el dejarla sin habla. La filósofa argentina Alejandra Ciriza hacía referencia en un texto a “la recurrencia insistente con que se construyen los destinos de sujeción en/sobre los cuerpos de las mujeres” y cómo es en nuestros cuerpos que debemos dar la batalla de nuestra propia autonomía sacándolos del estatuto de objetos de dominio, sustrayéndolos de las marcas que a partir de un episodio de violencia sexual y violación de derecho impiden el despliegue de una historia personal que habría transitado de otro modo por sí misma. Requerimos de una audacia trasgresora para cambiar el orden de las cosas. Nuestra falta de imaginación asociada a una débil voluntad y a una escasa inteligencia o capacidad de observación para ver y comprender los signos, síntomas de una de las más radicales formas de discriminación como es la de las niñas y las mujeres, nos juega en contra para los procesos de transformación también radicales. Los procesos son lentos, pero podemos intentar que menos niñas y niños sean dañados.

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Las profesiones en las políticas sociales de niñez y el enfoque de género Osvaldo Torres G. [11]

La implementación de políticas públicas con enfoque de género ha sido una tarea persistente, que tiene más de 20 años en el país y la han motorizado particularmente las mujeres, apoyadas en un movimiento social internacional de décadas, con un sustento teórico que debió luchar contra la centenaria hegemonía machista, eurocentrada y blanca que dominaba la academia y la producción del conocimiento en las principales universidades de los países imperiales. Esto implicó una disputa contra la hegemonía cultural acerca del rol secundario y subordinado de la mujer en la sociedad y la familia y, por supuesto, debieron dar importantes luchas políticas para conquistar espacios institucionales que permitieran formalizar el nuevo equilibrio, más igualitario, entre hombres y mujeres. Tema éste que se vinculó también al cuestionamiento a las formas de ser y ser visto como hombres y mujeres. Por otra parte, sabemos que los niños y niñas por sus condiciones biológicas y evolutivas, en proceso de desarrollo, no están en condiciones plenas de defender y ejercer todos sus derechos. Por esta razón se les ha ubicado en una posición secundaria y subordinada en la sociedad, como lo estuvieron las mujeres en una etapa de la historia. Es más, respecto de los niños y niñas, por esa condición biológica y evolución psicológicocognitiva evidente, propias de su crecimiento y maduración, se ha montado un discurso ideológico para reafirmar el poder sobre ellos, utilizando un lenguaje que distorsiona sus potencialidades y características, transformándolas en inhabilidades, incapacidades, inmadurez e incompetencias, posibilitando así legitimar la anulación de su voz y su participación, situándolos en un papel de receptores de los valores morales y objeto del adiestramiento para su futura contribución a la sociedad. __________________________________________________________________

[11] Director ejecutivo ACHNU. Antropólogo, Magíster en Historia de Chile, Doctor en Estudios Latinoamericanos, Universidad de Chile. Coordinador académico Diplomado Niñez y Políticas Públicas, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile.

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En este trayecto de (de)formación se les ha sacado, prácticamente, de la sociedad a la espera de la adultez, etapa en la cual alcanzarían la plenitud de la existencia. Con esta orientación, en el plano de la política pública se ha aplicado la idea que los niños y niñas, particularmente aquellos llamados “vulnerables”, son un “gasto social” o un “problema” y, en el plano de la familia, son “propiedad de los padres” o “le deben obediencia” con independencia de cómo sean tratados, hasta que alcancen la mayoría de edad. Es decir, con los niños opera la diferencia de edad biológica y la fragilidad de sus cuerpos, así como la diferencia sexual operó como fórmula de opresión del hombre sobre la mujer en base a la razón biológica innegable como lo es el cuerpo y la maternidad, y a ésta diferencia se le construyó un discurso mediante el cual se dispuso que la mujer era quien debía, con exclusividad, dar cuenta de la crianza de los hijos, cuidar la descendencia y ocupar el espacio privado de la vida familiar, para lo cual debía cultivar la maternidad, amorosidad, la abnegación y la paciencia en el vínculo con los hijos, conformando así el género femenino como algo indiferenciado respecto de su rol biológico.A su vez los hombres construyeron un tipo de género masculino que ocupó el rol antagónico, posibilitándole el uso del poder hacia la naturaleza y los otros, como el ejercicio de la libertad para decidir y de movimiento. Entonces la primera pregunta que surge es: si el campo de la intervención social con niños y niñas es predominantemente realizado por mujeres, ¿cuál es la representación social que tienen sobre ellos? Esta pregunta no es inocua, pues la feminización de las profesiones relacionadas con el campo de la niñez es evidente, aunque no reciente. ¿Hasta qué punto persisten en las mujeres profesionales, especialmente en aquellas que intervienen en programas dirigidos a la niñez vulnerada en sus derechos, un enfoque o mirada hacia los niños desde una condición de género subordinada? No existe investigación en Chile al respecto, como tampoco sobre la representación de los profesionales hombres respecto de la diferencia de género en la niñez, por lo que la respuesta es incierta. Sin embargo, la pregunta abre algunas reflexiones que interesan. Como por ejemplo, qué enfoque de género tenían las disciplinas o profesiones que se articularon para producir la llamada doctrina de la situación irregular, aquella que puso a los niños y niñas no sólo como objetos sin derechos, sino también los dividió -de acuerdo al canon de normalidad de un tipo de familia reconocida como normal en esa época- entre niños de familias “bien constituidas” y aquellos en situación de “irregularidad social”, para quienes sólo cabía la medida de exclusión institucionalizada de la sociedad, o sea, el encierro indefinido y según el criterio de la jueza de menores.

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Las profesiones normativas como los abogados y las de supervivencia como la medicina –en esa época ejercidas mayoritariamente por hombres- dominaron la escena que definió lo que era la normalidad de un niño o una niña. La profesional que operacionalizó aquello con bondad, ternuray compromiso fue la trabajadora social, la que posteriormente sería acompañada por profesionales del campo de la psicología y sus test de discernimiento, entre otros; luego vendría la ampliación de las profesionales hacia la educación pre-escolar. Lo que quiero señalar es que las disciplinas, sus modas teóricas y sus consecuencias prácticas son ejercidas por profesionales que tienen una representación social de la niñez, influida también por la época, por su concepción del rol del género y su propia experiencia infantil que actúa como referente consciente o inconscientemente en ellos y ellas. En este sentido, como sabemos, las representaciones colectivas son las formas hegemónicas de hacernos ver una cosa o fenómeno, son formas históricas, que pueden ser cambiantes o transitorias, pero no por ello menos densas y difíciles de transformar. Entonces, ¿cuál será la forma predominante y actual de la representación social de los niños y niñas? Primero que nada hay que reconocer que hay una multiplicidad de éstas, a consecuencia de: un período de grandes transformaciones en los paradigmas de lectura de la sociedad; de una globalización que se cuela en todos los hogares y multiplica y desterritorializa los vínculos de los niños, tanto con sus pares como con los adultos; por una transformación en las formas de ser y relacionarse entre hombres y mujeres que cambia viejos esquemas en los géneros masculino y femenino; por políticas sociales que se generan desde centros de elaboración de los países dominantes, creando modelos que tienden a universalizarse para países y culturas particulares, y que se dirigen básicamente hacia los niños en situaciones de pobreza. Todo esto lleva a una mayor especialización de los campos profesionales que fijan su atención en la niñez y se incrementan las categorías con las cuales se intenta atrapar el fenómeno de la presencia, cada vez más notoria, de los niños y las niñas, cuando paradojalmente disminuye como proporción de la población total en Occidente. Las ciencias sociales, en su afán por fijar todos los fenómenos sociales tras una categoría para luego poder “operar” sobre ella, les da un nombre y luego les otorga un lugar en el entramado jerarquizado de éstas, buscando infructuosamente –a mi juicio- con la categoría “infancia” integrar una complejidad que hace reventar lo nombrado.

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A modo de ejemplo, “infancia”, según lo define el diccionario de la Real Academia Española, RAE, es el “primer estado de una cosa después de su nacimiento o fundación”, que para los seres humanos sería: “período de la vida humana desde que se nace hasta la pubertad”. En otras palabras, si la infancia es hasta la pubertad, no está incluyendo lo que llamamos adolescencia y, por tanto, los derechos del niño serían hasta la pubertad si equiparamos niño e infante, lo que sería una definición restrictiva. Pero hay otro problema con la definición: infancia o es un “estado de una cosa” o es un “período”. Si es lo primero sería una categoría inamovible, sociológica, a la cual se llega y luego se sale sin importar el tipo de niño o niña que la constituye, permaneciendo ésta como tal, pero si es un “período” es una situación que le ocurre a las personas durante un tiempo, por lo que centra su mirada en cada niño o niña. Podemos hacer un ejercicio similar con la palabra guagua, niño, preescolar, prepúber, púber, adolescente o joven. Estas distinciones hablan desde distintas disciplinas, pero también de una segmentación por edades cada vez más específica, sea por el avance del conocimiento en la biomedicina o por necesidades de los mercados cada vez más especializados. Lo importante en esto es reconocer que una cosa es la categoría abstracta que requiere de una descripción que unifique lo que integra y otra son las personas que transcurren por ellas. Lo que quiero señalar es que cuando nos referimos a los niños, no existe una representación social común en nosotros sobre ellos. Puede que algunos se imaginen sólo niños varones y no incluyan a las niñas; otros puede que piensen en aquellos por la edad, entre 4 y 10 años; o alguno puede referirse a muchos niños homogéneos entre sí; o quizás se piense en aquellos más vulnerables tan clásicos en las campañas de recolección de fondos. Y todo esto sería un ejercicio un tanto ocioso si no tuviera implicaciones en los que toman decisiones en políticas públicas hacia los niños y niñas –como los legisladores, funcionarios gubernamentales, jueces, policías, etc.- y entre quienes trabajan con ellos y ellas y creen hacerlo para su bien. Y en donde no es neutro, tampoco, la concepción que poseen sobre el rol de niños y niñas en tanto sus géneros masculino y femenino. Lo que ha resuelto formalmente la discusión sobre lo que es ser niño o niña, es la norma jurídica de la Convención sobre los Derechos del Niño, que los considera como tal a todo menor de 18 años, con el pero de: a no ser que la legislación nacional determine otra edad. Es decir, a la amplia categoría de edad relativa de niño, en su interior tenemos múltiples edades por agrupar, múltiples orígenes sociales, condiciones de vida, prácticas y creencias, por lo que es necesario replantearse cuál es el referente que usamos en

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la construcciónde esa representación social de niñez que nos ayuda a operar profesionalmente y cuál es el referente de “normalidad” implícita que lo acompaña. Pues a lo anterior hay que agregar que a los propios niños, en la búsqueda de ser reconocidos, no les gusta esa tipificación pues conocen de las discriminaciones existentes al uso de esa palabra y la acción que desencadena. La niñez es una categoría sociológica que prefiero a la de infancia, pues “infantiliza menos” y opera como el espacio social donde se ubica e interactúa el grupo de edad menor de 18 años. Esa categoría se relaciona de modos diferentes con otras tales como adultos, adultos mayores, jóvenes, pero también con las de género, clase social, etnia, y como toda categoría ubicada en una posición de la estructura social, cada niño y niña entrará y saldrá al cumplir un ciclo de sus vidas, permaneciendo como categoría. Ahora bien, los niños son sujetos participantes, dinámicos, que interactúan con tres ámbitos generacionales: los adultos, los propios pares y los predecesores y su actuar está constreñido por la estructura socioeconómica donde realiza su experiencia, por lo que es un sujeto social de derechos. Es decir, no sólo tiene derechos sino que es capaz de modificar las condiciones de su existencia, pues interactúa socialmente con sus valoraciones y acciones; su capacidad de modificación de su situación dependerá entre otras cosas de su propia autorreflexividad, es decir, de la construcción de su autonomía progresiva. Así, la intervención de una política social que escuche a los niños y niñas es insuficiente al momento de respetar sus derechos, pues en tanto sujeto social no es un mero objeto de intervención, está modificando también las condiciones de su propia existencia, más allá de la voluntad del profesional. Aquí es determinante el enfoque sobre la participación y los canales institucionales que se abren para ésta, que como lo señalan diversos especialistas debe ser para incidir en las definiciones. Tenemos entonces que al momento de diseñar y operacionalizar políticas sociales hay que considerar las particularidades de los niños, las diferencias de género y la capacidad de transformación de la que son portadores, para no intervenir sin reflexionar previamente sobre la concepción que tenemos de los niños y niñas y de aquellos con los que trabajamos. Esto también es importante si se considera que culturalmente la intervención social está cargada de valores que tienden a mostrarse en el resultado esperado de los programas que se implementan. En este sentido, es conocida la crítica que se ha venido formulando a la ideología familística que tiende a cargar el conjunto de las responsabilidades para con los niños y niñas en los padres de éstos, facilitando un repliegue de las responsabilidades garantistas que debe tener el Estado para con ellos.

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Hemos dicho que las viejas doctrinas para tratar con los niños y niñas operaron con una concepción de familia nuclear como normal y que esas ideas obedecen a determinados intereses y formas de organizar la sociedad. Un elemento relevante para poner un ejemplo de los cambios que se procesan en la sociedad chilena de hoy, es la concepción de familia que ha planteado el Presidente Piñera con motivo del proyecto de ley de Acuerdo de Vida en Pareja (AVP) donde afirma que “debemos entender que no existe un sólo tipo de familia, existen múltiples formas o expresiones de familias. En consecuencia, además de la familia tradicional o nuclear, que consta de padres unidos por vínculo matrimonial e hijos, existen muchas otras formas de familias, como por ejemplo, las familias monoparentales, extendidas, los convivientes de sexos distintos o del mismo sexo, las familias de parientes consanguíneos, y todas y cada una de esas formas de familia merece respeto, dignidad y va a tener el apoyo del Estado”; y luego señala que este proyecto “trata por igual y no discrimina a parejas de sexos distintos o del mismo sexo, pues en ambos casos es posible desarrollar el amor, el afecto, el respeto y la solidaridad que inspiran por naturaleza un proyecto de vida en común y con vocación de permanencia”. Claramente, se puede ver que las explicaciones de las diferencias de roles, de expectativas, de proyectos de vida, modelados desde la biología, para encubrir una relación de poder y discriminación han sido socavados por los procesos en curso. Las reacciones de oposición a esta concepción ya se han manifestado y el debate valórico cultural sobre este punto será muy importante, pero, para efectos de esta exposición, lo que quiero relevar es que una parte muy significativa de la sociedad comprende la familia como una cuestión plural, se abre a la diversidad y por tanto el referente de “normalidad” desde donde se socializa primariamente el niño o niña ya no es la familia nuclear, que fue el referente para definir la “irregularidad social” de centenares de miles de niños. Así, podemos integrar otro elemento. Si no hay familia ideal en cuanto a composición, porque todas pueden desarrollar amor, afecto, solidaridad y respeto entre sus miembros, el Estado no debe promover un tipo de éstas, sino garantizar los derechos de cada uno de sus miembros. Entonces, la ideología familística promovida desde el Estado no puede seguir cargando a las familias los costos de los derechos que tienen los sujetos a recibir una educación de calidad, servicios de salud adecuados, entre otras cosas, y tampoco puede promover el modelo de mujer subordinada de antaño, que se reproduce desde la niñez, con los niños y niñas en las pautas de crianza, textos escolares, juegos, lenguaje y expectativas.

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En todo esto, la formación y contribución que hacen las y los profesionales es decisivo para contribuir a liberar a los niños y niñas de unos roles de género que han permitido que las niñas tengan menos opciones de desarrollo pleno; más posibilidades de ser pobres, más tendencia a sacrificar su desarrollo personal y sus proyectos por el otro varón; más dificultades para continuar estudios superiores y menos condiciones para obtener un ingreso digno por su trabajo; que sus derechos reproductivos estén controlados por agendas valóricas que no se los reconocen; que sean víctimas preferenciales en los delitos sexuales y que, finalmente, se les inculque, desde los adultos y el aparato público, un rol que no han elegido, sino que ha sido impuesto por una cultura de corte autoritario y conservador, que convoca a las mujeres profesionales a seguir tratando a los niños y niñas, especialmente los más pobres, como si fueran “mis niños”, para así cumplir su rol de dadoras de cariño y afecto comprensivo y no de profesionales activas en la creación de un vínculo que trate a los niños y niñas como participantes activos de la construcción del país, en tanto sujetos sociales que piensan y actúan. Bibliografía

Freud, S. (2003) El malestar en la cultura. Ed. Alianza Editorial, Madrid Módulo teorías de género, diplomado a distancia en estudios de género, CIEG, FACSO, Universidad de Chile. Rodríguez, I. (2007) Para una sociología de la infancia: aspectos teóricos y metodológicos. Ed. CIS, Madrid. Torres, O. y Salazar, S. (2007) La estatura del derecho, igualdad, participación ciudadana y percepción de los medios en niños, niñas y adolescentes chilenos. ICEI, U. de Chile.

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