las alcublas Boletín informativo de La Asociación Cultural Las Alcublas (ACLA) - nº 8 Agosto 2012
PAJARES Y ERAS
UNA ARQUITECTURA EN EL OLVIDO
ALCUBLAS - Casa de la Cultura - del 18 al 25 de Agosto - 2012
las
alcublas
EDITORIAL
Nº 8. II Época. AGOSTO 2012 SUMARIO ERAS Y PAJARES DE ALCUBLAS: UNA ARQUITECTURA EN EL OLVIDO 1.- ARQUITECTURA TRADICIONAL Y PATRIMONIO CULTURAL. 2- EL PAISAJE DE LAS ERAS 3- UNA ECONOMÍA TRADICIONAL: LOS USOS DE LAS ERAS Y LOS PAJARES 4- TIPOLOGÍA DE PAJARES Y ERAS. 5- EL TIEMPO DE LAS TRILLADORAS. 6- EL ABANDONO Y CAMBIO DE USOS. 7- LA MEMORIA NECESARIA TEXTOS: José Luis Alcaide Verdés FOTOGRAFIAS. Alejandro Latorre, Serafin Martinez, José Luís Alcaide, Alicia Garrigó, Archivo ACLA. DISEÑO / DIAGRAMACIÓN: J Blanco
El verano de 2012 será recordado por la desaparición de nuestro paisaje, nuestra fauna, de muchos de nuestros campos y cultivos... y, sobretodo, de emociones y recuerdos que a lo largo de los años crecieron con nosotros. El fuego se lo llevó todo. Pero también se lo llevó la negligencia de quién debió poner los medios para evitarlo. Abandonados, recortados, quemados. Ese es el sentimiento que recorre nuestros cuerpos desde aquel fatídico 29 de junio. El primer pensamiento fué suspender esta exposición. No había ánimos para celebrar nada. Pero después pensamos que recordar y reivindicar con orgullo el esfuerzo de quienes nos precedieron era una manera de hacer efectivas las palabras pronunciadas en la manifestación del 27 de julio, en Valencia: "Hoy es el último día de nuestro duelo y el primero de la recuperación de nuestros montes". Y para ello va a trabajar ACLA. Como mejor sabemos: recuperando el orgullo de ser alcublano. Reivindicando nuestra historia y nuestras gentes. Porque el trabajo y la vida de los que nos precedieron está en nuestra memoria.
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1.- ARQUITECTURA TRADICIONAL Y PATRIMONIO CULTURAL
Las características de un paisaje vienen dadas por múltiples factores: climáticos, orográficos y humanos. El relieve, el clima y la interacción del ser humano con el medio natural son determinantes a la hora de definir un paisaje. En el caso de Alcublas y centrándonos en el núcleo de población y el paisaje de su entorno más próximo –lo que en las ciudades se denomina paisaje periurbano-, encontramos un paisaje profundamente transformado por el ser humano a lo largo de siglos, un paisaje “domesticado” con la construcción de bancales para la agricultura y con la presencia de edificios para el aprovechamiento agrícola y ganadero. A pesar de esta profunda transformación del entorno, hasta hace aproximadamente 50 años este paisaje periurbano se hallaba plenamente integrado con el medio natural, básicamente por el uso de materiales de construcción sin transformar, directamente tomados del entorno –la piedra caliza-, y por la escala humana de las construcciones, que nunca alcanzaban tamaños desmesurados. La ampliación y el asfaltado de carreteras y caminos, la construcción de grandes granjas ganaderas con muros de hormi-
gón, tejados grises y grandes depósitos para piensos, la aparición de grandes naves para el almacenamiento de maquinaria y productos agrícolas o la proliferación de “chalets”, han modificado sensiblemente la integración de la actividad humana con el paisaje circundante. Ante esta nueva situación, la arquitectura y el urbanismo tradicionales se han visto sometidos a un proceso severo de transformación que en muchas ocasiones lleva pareja su destrucción o abandono, algo que implica la pérdida de un patrimonio cultural irrecuperable, puesto que la arquitectura tradicional es el fiel reflejo de la evolución histórica de la localidad. Cuando hablamos de esta arquitectura en Alcublas todos pensamos de inmediato en las viejas casas, en los corrales de ganado o incluso en alguna de las muchas casetas de piedra que hay en nuestros campos, pero rara vez nos viene a la cabeza la imagen de un pajar. Los pajares -y las eras a las que necesariamente van unidos-, son los grandes olvidados de la arquitectura local y ello a pesar de ser unos de los elementos que han marcado durante siglos el aspecto de la localidad, ya que al acercarse a ella por
cualquiera de sus cuatro entradas, las primeras construcciones, los primeros espacios urbanizados que se distinguían eran las eras y sus pajares. También durante siglos fueron unos elementos esenciales dentro de la economía local, ya que en las eras se separaba el grano de los cereales y en los pajares se almacenaba la paja con la que alimentar a las caballerías, asear las cuadras o preservar la nieve en los ventisqueros. Lugares de trabajo, fueron también punto de encuentro social para grupos de vecinos que coincidían en las labores de trilla, lugares de juegos infantiles e incluso improvisados salones de baile en tiempos no tan lejanos. Abandonados, transformados y desfigurados, cuando no destruidos, pajares y eras han desaparecido de nuestro imaginario colectivo –o quizás nunca han llegado a tener en él el lugar que merecían-, y han sido desposeídos de la más mínima dignidad a pesar de ser testimonios de nuestra historia y tradición. Recuperar la memoria de estos elementos arquitectónicos, reconocer su valor paisajístico y devolverles al menos un poco de esa dignidad perdida, es la intención de esta exposición.
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2- EL PAISAJE DE LAS ERAS Antaño, las primeras construcciones del pueblo que se veían al llegar por los caminos de Santa Lucía, Santa Bárbara, la Salud o el Mesón eran los pajares y eras, unas construcciones realizadas con una finalidad muy concreta: el aprovechamiento de los cereales. En una economía tradicional en la que el cultivo de cereales era básico para la subsistencia de personas y animales, poseer una era en la que trillar y un edificio en el que almacenar la paja era una necesidad básica para todo agricultor. Es precisamente el carácter práctico de estas construcciones el que hizo que, a medida que crecía el número de habitantes de la localidad, aumentase igualmente el número de eras y pajares. De la importancia urbanística de los pajares y eras en el municipio durante el siglo XX, nos pueden dar idea da idea dos testimonios de los años 1917 y 1952. El primero lo encontramos en las Memorias de José Alegre Ortiz, secretario municipal en el año 1917, en las que al hacer una descripEn un expediente realizado en el año de 1738 con fines fiscales, aparecen registrados 103 pajares en poder de 104 vecinos, siendo la mayoría de propiedad única (un solo propietario), y sólo un reducido número de propiedad compartida (tan sólo 10 pajares son compartidos entre 23 vecinos, algo explicable a priori por las particiones derivadas de las herencias). En este documento no es posible determinar el número de eras existentes en la localidad.
ción del aspecto de la localidad dice: “Al pie de los molinos y entre el lienzo de los trigos y panizales, se levanta el pueblo, Alcublas, en cuyo centro se yergue el templo con su cúpula y torre cuadrada que remata en templete, en cuyo ápice se alza la cruz. Alrededor se extiende el caserío, agrupado en el centro, desparramado al exterior en innumerables pajares y edificios de la Cava.” Algo más adelante, al hablar con más detalle de las calles y plazas dice también: “Aparte de las casas habitables y edificios públicos, existen en la periferia de la población 758 pajares y corrales.” En estos testimonios quedan claros varios aspectos: por un lado el alto número de pajares edificados, ya que aunque no se distingue entre corrales y pajares, el número de pajares que podemos suponer para el total de 758 construcciones no bajaría en ningún caso de los quinientos. Por otro lado, su importancia como elementos definitorios de la imagen de la localidad, junto con las viviendas y la torre de la iglesia. El segundo testimonio es una nota del secretario municipal José Millán incluida en el Plan Preparatorio del año 1952, un documento con el que el Ayuntamiento de Alcublas realizaba propuestas para intentar sacar a la localidad del subdesarrollo en el que se encontraba: “La superficie urbana del casco de la población ocupa 33 hectáreas, en cuya superficie van incluidos los edificios destinados a pajares existentes en los extrarradios de la población, siendo esta clase de edificios la que mayor cantidad de extensión ocupa”.
Esta nota remarca la importancia dentro del núcleo urbano de la superficie destinada a estas construcciones “(…) la que mayor cantidad de extensión ocupa”. Actualmente, con los muchos cambios habidos en la fisonomía de la localidad, se hace difícil el recuento de las eras si no es con ayuda de la memoria de personas mayores. Usando el visor de imágenes por satélite “Google Earth” podemos contabilizar con claridad unas sesenta, mientras que el resto han desaparecido engullidas por el crecimiento de la localidad o aparecen deformadas por el cambio de usos y la construcción de almacenes y garajes que las han ocupado en buena parte. Para conocer mejor el paisaje de las eras y pajares de Alcublas es necesario entender por qué los pajares y eras se construyeron en unos lugares concretos y no en otros. Existen dos factores básicos: la accesibilidad y la exposición a los vientos dominantes en verano La necesidad de ir a por paja para los animales todos los días era un condicionante a tener en cuenta para la construcción de los pajares, siempre en zonas relativamente próximas al pueblo y de fácil acceso. Es por ello que la mayoría los encontramos distribuidos a los lados de las principales salidas de la localidad, con algunas ramificaciones que suelen corresponder a caminos secundarios. Por otro lado la tarea de la trilla, además de requerir un mínimo de espacio para poder dar vueltas con los animales y los trillos, requería de buenos vientos que permitiesen aventar la parva, unos vientos que en verano en Alcublas provienen del mar y que por
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ERAS DE TRILLA Por Miguel Peñarrocha Empezamos a enumerar las eras, unas por su nombre característico y otras contabilizando el número
ello reciben el nombre de “mareta”, vientos por tanto de componente este-sureste. Por los dos factores anteriores encontramos una línea de eras situada al sur de la localidad, aprovechando el suave declive del terreno de forma que ningún relieve ni edificación impidiese la influencia de la “mareta”. Esta línea de eras, que nacía en las proximidades del Mesón y trascurría a espaldas de las casas del Planillo de Abajo (calles Colón y Virgen del Pilar), se encontraba muy próxima a las viviendas, motivo por el cual ha sido absorbida casi por completo por el crecimiento de la población. Una prolongación de esta zona serían las desaparecidas eras de la Cerrada –actuales instalaciones de la Cooperativa San Antonio Abad-, junto con las eras del camino del cementerio y las próximas a la Fuente de la Salud, algo más alejadas de las casas, aunque plenamente expuestas a la “mareta” y
de fácil acceso por el camino de Andilla. Es precisamente la búsqueda de esa exposición a la “mareta” la que hace que las eras situadas al norte de la localidad, en la línea que va desde la derecha del cementerio hasta la carretera de Altura y desde aquí en dos línea paralelas hasta la Cueva de los Abuelos y el barranco de la Mena, se encuentren bastante más distanciadas de las casas que las de la línea al sur del pueblo, evitando el obstáculo de los edificios para recibir el viento. Por último distinguimos una tercera línea que va de norte a Sur a la derecha de la localidad, en la que las eras y pajares se suceden a ambos lados de la Ramblilla y el barranco de la Mena. En esta zona las eras se suceden escalonadamente, adaptándose a un relieve más abrupto. En esta zona el relieve y el barranco contribuyen a captar mejor los vientos.
Era Muñoz ...................................................1 ... del tío Porras...........................................1 ... del tío Chelvano .....................................1 ... Polla ........................................................1 ... María Luis ...............................................1 ... del tío Gorrete ........................................1 ... del tío Mazo ............................................1 ... del tío Blanqueto ....................................1 ... de los Garbelles .....................................1 ... “los peñaperros” (Despeñaperros) ........1 ... del tío Mila ..............................................1 ... de los Tiesos ...........................................1 ... la Tiana ...................................................1 ... Pleitos, (o “Plaitos”), y dos alrededor ..3 ... los Quicas ...............................................1 ... otra más abajo ........................................1 ... Lidonero, de abajo ..................................1 ... Lidonero de arriba .................................1 ... Valero y tres más alrededor .................4 De la Cooperativa a la fuente de la Salud: Era Morena .................................................1 ... del tío Rozita ...........................................1 ... de la Salud .............................................4 ... de la salud arriba la carretera ..............5 ... erica la Piedra ........................................1 ... continuando a derecha del pueblo: Eras Sastre .................................................2 ... de Juan Porter ........................................2 ... de Serrería ..............................................2 ... de los Burgos ..........................................1 ... de los Pugas ...........................................1 ... del tío Birola ...........................................1 ... del tío Maneta ........................................1 ... del tío Vitoria ..........................................1 ... del tío Tubillos ........................................1 ... del tío Cotorro ........................................1 ... de Peñarrocha ........................................1 ...cerrito de Santa Lucía: Era del tío Quiqueto ...................................1 ... del tío Mila ..............................................1 ... de los ¨Pilones .......................................1 ... de los Geas ..............................................1 ... del tío Chorro .........................................1 ... otras dos (desconoczco el nombre) ......2 ... de la tía Marca ........................................1 ...pasamos al otro Cerrito: ... del tío Mamella ......................................1 ... del tío Justo ............................................1 ... de los Moricatinos ..................................1 ...de Agustín Cebollos ................................1 ... Emporlanada ..........................................1 ... otras dos (desconoczco el nombre) ......2 ... arriba de la Mena: ... del tío Verdés ..........................................1 ... de los Carapas ........................................1 ... de los Canaleros .....................................1 ... de los Rulletes ........................................1 ... en esta zona (hacia la C. Santa) .......8/10
Durante el Ciclo del Trigo que realizamos en el año 2009-2010, Miguel Peñarrrocha realizó un listado con los nombres de las eras existentes a mediados del siglo XX, contabilizando aproximadamente noventa y ocho.
... izq. de carretera y detrás de Fidegüería: ... del tío Melampo .....................................1 ... del tío Pebrero ........................................1 ... de los Ponces ..........................................1 ... de los Burreles .......................................1 ... de la Puerta Roya ...................................1 ... del tío Piné ..............................................1 ... del tío Ginés ............................................1 ... de los tempranos ....................................1 ... de Santa Bárbara ...................................1 ... sin nombre peculiar, otras ..............8/10
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3- UNA ECONOMÍA TRADICIONAL: LOS USOS DE LAS ERAS Y LOS PAJARES
La principal actividad, la que dio origen a las eras y pajares, era la trilla del cereal, principalmente trigo, pero también cebada y centeno. Las eras se construyeron para trillar y los pajares se edificaron como construcciones auxiliares en las que almacenar la paja y los aperos y utensilios destinados a la trilla. Sin embargo la trilla era una actividad muy limitada en el tiempo, concentrada en un periodo del año muy concreto: el verano, cuando se hacinaba en ella los cereales y se trillaba en cuanto las circunstancias lo permitían. Antes de comenzar la época de trilla la era sufría una primera preparación, consistente en su limpieza: se arrancaba hierbas y retiraba piedras y cualquier objeto que pudiera entorpecer el trabajo; si la era lo requería se debía rellenar con tierra aquellas zonas que pudiesen haberse estropeado por las lluvias. Finalmente se pasaba el rulo de piedra para alisar el terreno y dejar una superficie perfecta. Lo normal es que la tarde antes de pasar el rulo la era se regase para reblandecer la tierra y que el rulo cumpliese mejor su papel, o se aprovechaba alguna tormenta de fines de primavera o comienzos del verano. Coincidiendo con esta preparación de la era, se preparaba también el pajar: la paja vieja se hacía a un lado para poder meter al fondo la nueva, se limpiaba y reparaba las herramientas y utensilios de trillar.
Cada propietario reservaba en la parte externa de la era un espacio en el que montaba la hacina, es decir, colocaba los haces unos sobre otros de manera ordenada y estable, ya que allí debían permanecer varios días hasta que toda la mies segada fuese almacenada. Poco antes de comenzar la trilla las eras se llenaban con tantas hacinas como pajares había en ellas: tres, cinco, seis… El proceso de trillar se debía realizar cuanto antes para evitar que se estropease el cereal a causa de posibles lluvias y para evitar pérdidas por insectos o animales. Se trataba de un trabajo lento que requería de varios días y aunque todos los propietarios no terminaban de hacinar a la vez –es decir, no concluían la siega al mismo tiempo-, y por tanto no se encontraban en disposición de comenzar a trillar a la vez, siempre llegaba un momento en el que todos deseaban trillar y se debía establecer turnos de uso de la era, algo que se hacía en función de los días de trilla que tenía cada propietario. Sólo había un día en el que no se seguía el orden de trilla establecido, el día de San Jaime: aquel que ese día ponía primero un haz en mitad de la era tenía el derecho de trilla. El número de pajares existentes en una era estaba muchas veces condicionado por ese reparto de días de la semana para trillar y por ello es bastante inusual encontrar eras con más de seis pajares, para evitar así posibles conflictos. Puede
que la conocida como “era Pleitos” tuviese el origen de su nombre en estos repartos. El día que se trillaba se madrugaba para preparar la parva con las primeras luces. Esta tarea consistía en disponer los haces sobre la era formando círculos concéntricos, para luego retirar las ataduras y esparcir de manera uniforme la mies. Después se aparejaba las caballerías y se las ataba al trillo, comenzando la trilla propiamente dicha, consistente en dar vueltas con el trillo por encima de la parva, de manera que las sucesivas pasadas lograsen cortar la paja en pequeños trozos y separar el grano. Este proceso lo podía realizar el trillador desde el centro de la era o bien desde encima del trillo, aumentando su peso y aumentando así su poder de corte, aunque como contrapartida aumentaba también el cansancio de las caballerías. En muchas ocasiones los niños colaboraban en esta tarea, más como un juego que como un trabajo, aunque también se ocupaban de evitar que las boñigas que pudieran hacer ocasionalmente las caballerías acabasen mezcladas con el trigo. A lo largo de este proceso, que se prolongaba toda la mañana, el trillador o trilladores iban dando la vuelta a la parva con ayuda de las horcas, para conseguir un trillado uniforme. A partir del mediodía comienza en Alcublas a soplar la “mareta” y desde ese momento el trabajo se centraba en aventar la parva con ayuda de las horcas, lan-
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EL CONCEPTO DE “DÍAS DE TRILLA” Para entender bien el concepto de “días de trilla” debemos retroceder hasta el momento de construcción de la era: cada uno de los vecinos con pajar en una era aportaba una determinada cantidad de superficie o una determinada cantidad de jornales y medios para construirla, y según fuese esa proporción se repartía los seis días hábiles de la semana entre los propietarios –el domingo no se trillaba, era fiesta de guardar-. Así un propietario podía tener 1, 2, 3, 4, o hasta 5 días de trilla, o por ejemplo 1 día y medio de trilla, según fuese su porcentaje de propiedad de la era. En la escritura de compraventa de un pajar se especificaba los días de trilla que llevaba aparejada su propiedad, unos días que también era posible vender por separado. Aunque la era es un terreno de uso común para todos los propietarios con pajar en ella, todos no tienen los mismos derechos de uso. Existe pues una equivalencia entre los días de era que se posee y el porcentaje de terreno de la era que pertenece a cada propietario.
zando paja y trigo altos al aire, para que el viento se llevase la paja y el trigo, más pesado, se acumulase a los pies del trillador. Este laborioso proceso se repetía numerosas veces. Después el trigo era cribado para separar cualquier tipo de impureza, medido con ayuda de los cahices, y guardado en sacos denominados talegas, que luego eran transportados hasta las casas y guardados en los atrojes de las cambras. Por último el proceso de la trilla concluía con el almacenamiento de la paja en el interior del pajar, donde se amontonaba y prensaba con ayuda de rastrillos y horcas, con la limpieza de las herramientas y utensilios, y con el barrido de la era. En época moderna, cuando ya se trillaba con trilladoras mecánicas, el proceso se agilizó y cambió por completo: el trabajo que antes requería de varios días se realizaba en una mañana o en una tarde, ya que el trigo pasaba de la hacina a la máquina sin ningún tipo de preparación y la trilla era muy rápida. Lo único es que con la trilladora mecánica hacía falta el concurso de varios operarios: el encargado de la “mesa”, que se ocupaba de quitar las ataduras de los haces –vencejos- y de introducir la mies en la máquina; el ayudante, que se ocupaba de pasarle desde el alero de la trilladora los haces que el propietario le iba pasando desde la hacina; por último el conductor del tractor, que se ocupaba de cambiar las cribas, regular la velocidad de giro del motor y las poleas, llenar los sacos de grano, dirigir las maniobras de traslado y colocación de la trilladora y eventualmente de pequeñas reparaciones y deshacer los temidos “emboces” o atascos de paja.
Coincidiendo en el tiempo con el uso de trilladoras mecánicas, se instalaron granjas de cerdos en la localidad, que eran grandes consumidoras de paja. Por esa causa había granjeros que concertaban con agricultores el que estos les proporcionasen paja. Una de las fórmulas que utilizaban para obtener la paja era que el granjero se encargaba de transportar la hacina hasta su propia era y correr con los gastos de la trilla –se pagaba por el uso de la trilladora y el jornal de los operarios que la manejaban-, quedándose a cambio con la paja, mientras el agricultor se quedaba con el grano ya limpio y se había ahorrado el transporte de la mies y el gasto de trilladora. Acabada la trilla, aunque los pajares eran visitados a diario para abastecer de paja a las caballerías, la era permanecía sin un uso definido el resto del año, hasta el verano siguiente. Ese espacio libre era susceptible de múltiples usos, respetando siempre su carácter de propiedad colectiva de todos los dueños de pajares. Algunos de estos usos eran trillar garbanzos, algo que tenía una escala mucho más reducida que la trilla, pues la producción de garbanzos era mucho menor. Las matas de garbanzos se segaban y reunían en gavillas que luego eran llevadas a la era. Allí, si la cantidad era grande, se trillaban igual que los cereales: se extendía los haces en círculo y se pasaba por encima con los trillos; si la cantidad era pequeña se trillaban usando unas mazas de madera con las que se golpeaba las gavillas hasta desprender los garbanzos de las matas y de las vainas secas. Después eran aventados con
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ayuda de cribas y capazos: los garbanzos se colocaban en la criba y se dejaban caer poco a poco, de manera que el aire se llevaba la paja y las vainas y los garbanzos caían al suelo o al capazo colocado debajo. Este proceso se repetía varias veces, hasta dejarlos totalmente limpios. Otro uso que en determinados momentos tuvo importancia fue secar higos: la producción de higos en Alcublas tuvo una relativa importancia ligada a la comercialización de higos secos desde el siglo XIX. Los higos se ponían a secar sobre cañizos extendidos en la era y por la noche se guardaban en el pajar, usando un sistema de piedras en las esquinas del cañizo para poder apoyar unos cañizos encima de otros sin aplastar los higos. El secado de los higos se prolongaba todo el día y era frecuente que los niños y las mujeres se encargasen de esta labor, las mujeres volteando los higos uno por uno para lograr un secado uniforme y evitar que se pudriesen, y los niños cuidando los higos para que ni animales ni personas los estropeasen. Para los niños esta actividad –como también ocurría con la trilla-, no dejaba de ser una diversión, porque las eras presentaban una amplia oferta de actividades con las que distraerse y un magnífico espacio para el juego. A veces también se llevaba a la era alguna gallina con sus polluelos y se los soltaba para que comiesen por allí, incluso mujeres y niños comían en la misma era, para no tener que guardar los cañizos y volver a sacarlos por la tarde.
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De una manera mucho más esporádica las eras eran usadas para hacer fideos y ponerlos a secar, ya que allí el secado era más rápido y había espacio de sobras. Las fidegüeras trabajaban en su propia casa o a domicilio, según quería el cliente, y era bastante usual utilizar las eras para el trabajo: la pasta, amasada por la fidegüera, era pasada por la máquina de fideos, prensándola y pasándola por una rejilla que les daba el grosor deseado. Conforme salían eran cortados en largas tiras que se colocaban enrolladas en varas o cañas y que, colocadas en horizontal con ayuda de sillas o caballetes, se dejaban secar, para finalmente trocearlos una vez secos. También, en relación con su uso como lugar de almacenamiento, los pajares eran utilizados para guardar la cosecha de plantas forrajeras, principalmente “hiedros” (más conocidos como yeros en otras zonas de España), alfalfe y pipiriga-
llo. Estas plantas, introducidas dentro de la rotación de cultivos en las tierras dedicadas al cereal, eran segadas y colocadas en garbas que se almacenaban en el pajar; cuando se iba a por paja se cogía también una o dos garbas para los animales.
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4- TIPOLOGÍA DE PAJARES Y ERAS El valor patrimonial de pajares y eras radica en su influencia para definir un paisaje concreto -el paisaje alcublano-, y en el hecho de que reflejan unos determinados usos culturales –económicos, tecnológicos e incluso ideológicos-, que contribuyen de manera importante a definir históricamente la relación de los alcublanos con el entorno. En este apartado dedicado a su tipología, vamos a prestar atención a los aspectos tecnológicos, a las soluciones concretas que se dio al problema del aprovechamiento de los cereales y de las cuales nacieron unas construcciones con unas características concretas en función de su ubicación, su finalidad y los recursos materiales y técnicos de sus constructores. El primer elemento a tener en cuenta es que eras y pajares son construcciones completamente funcionales, en las que prácticamente no hay ninguna concesión de tipo estético. Este carácter práctico ya lo hemos visto al analizar su localización, determinada por esa necesidad de compatibilizar proximidad al núcleo urbano y presencia de los vientos, pero además lo veremos en la forma de las construcciones, en los sistemas constructivos y en los materiales empleados en esa construcción.
LAS ERAS. Forma y tamaño de las eras. La necesidad de captar los vientos dominantes en verano influía en la localización de las eras y esta localización influía en el sistema usado para construirlas. Sin embargo el elemento determinante en la tipología de las eras era que tuviesen las dimensiones mínimas para realizar las labores de la trilla, que se hacía dando vueltas con el trillo, por lo que la forma predominante es la circular o ligeramente ovalada, dependiendo del terreno en el que se ubica la era y del número de pajares. De las 100 eras analizadas en la localidad, encontramos que su tamaño oscila entre los 13x12 metros de la menor y los 25x20 metros de la mayor, con predominio de aquellas que miden aprox. 20x15 metros. En función de este análisis podemos establecer que el terreno mínimo para trillar con comodidad era de unos 15x15 metros, a los que había que sumar el espacio necesario para las hacinas. Lógicamente, si la era tenía mayores dimensiones mejor, porque esto permitía hacer la parva más grande, facilitando la trilla.
Para la construcción de una era el primer asunto a tratar era la disponibilidad de terreno: normalmente, por el esfuerzo que suponía la construcción, se reunían varios propietarios y cada uno aportaba una fracción del terreno y un esfuerzo para la construcción. En función de ese aporte de terreno y trabajo se repartía la propiedad de la era y cada propietario era dueño de un determinado número de días de trilla, que podían ser días enteros (uno, dos, tres...), o medios días (por ejemplo, un propietario podía tener “día y medio de trilla”). A este espacio común que era la explanada donde se trillaba se anexaban los pajares, cuyo tamaño no tenía por qué ser proporcional al aporte de terreno para la era.
En lo relativo a sistema constructivo y materiales, podemos hablar de uniformidad en toda la localidad, con solo algún ejemplo aislado que se sale de la norma, como la popularmente conocida como “Era Emporlaná”, cuyo nombre proviene del hecho de tener el suelo hecho con cemento de la marca “Portland”, el único que había en los años 50, que es cuando se reformó. El firme de las eras de Alcublas está hecho de tierra apisonada, sin que conozcamos ningún caso de era empedrada o enlosada, como ocurre en localidades de otras zonas, aunque esto no quiere decir que alguna en su momento no pudiera estar enlosada. Este sistema constructivo hace necesario el uso de una piedra troncocónica o rulo que se usaba para alisar el firme antes de cada temporada de trilla. Dicho rulo era colectivo de todos los propietarios de la era y se dejaba todo el año al aire libre. En muchos casos no era necesario, pero cuando existía desnivel en el terreno se hacía preciso construir un murete en piedra seca y rellenar el desnivel de similar manera a como se construía los bancales para cultivo. Otras veces el muro para poder nivelar el terreno lo proporcionaban los mismos edificios de los pajares, tal y como ocurre en los pajares construidos a dos niveles que encontramos en las proximidades de los barrancos de la Mena, del Agua y de la Ramblilla. Cuando había varias eras contiguas sin apenas desnivel, como ocurre en algunas eras de Santa Lucía, la separación entre una y otra se hacía con ayuda de una hilera de piedras que marcaban esa separación, sin llegar a constituir una verdadera pared de piedra.
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LOS PAJARES. Planta y alzado. Tipos. Como ya hemos indicado, al construir una era, dado el esfuerzo económico y físico que requería, lo normal era que se uniesen varios vecinos y por ello solemos encontrar los pajares construidos en grupos unos junto a otros, con planta rectangular perpendicular a la era, optimizando así el espacio disponible. Solo unos pocos casos se salen de esta norma, con eras de uno o dos pajares cuya parte longitudinal se sitúa paralela a la era. En el interior presentan un espacio único, sin divisiones en planta ni en altura, cubierto con un sistema de vigas de madera que descansan sobre una o dos vigas traveseras, dependiendo de la longitud del pajar. Sobre las vigas se dispone cañizos y sobre estos teja árabe. Las vigas traveseras descansan sobre pilares de piedra y argamasa -casi siempre embebidos parcialmente en los muros laterales-, o directamente sobre el muro del pajar. Invariablemente las cubiertas son a una sola agua, siempre desaguando al lado contrario a la era, preservando así la superficie de tierra de los efectos destructores del agua. Era frecuente edificar a la vez los pajares, por lo que las medianeras solían construirse de manera menos sólida que los muros exteriores, siendo lo más común los finos muros a base de losas de piedra puestas en vertical unidas con yeso y en ocasiones con finas maderas de refuerzo; también hallamos muros en piedra seca o de losas verticales hasta media altura y en la parte superior cañizos, un sistema que es también frecuente en las particiones de corrales de ganado. Los muros exteriores de los pajares están construidos en mampostería y suelen combinar la piedra seca y la argamasa. En construcciones antiguas hallamos el uso de piedra seca en la parte inferior y tapial en la superior, con refuerzos de sillares en las esquinas. A este último tipo pertenecen algunos pajares situados en la Ramblilla. Podemos distinguir dos tipologías diferenciadas de pajares según su ubicación sea en
Pajar a un nivel: en zonas llanas.
zonas llanas o en zonas con fuerte pendiente: - modelo de pajar a un nivel: en las zonas llanas los pajares presentan generalmente dos únicos vanos situados en la fachada, correspondientes a la puerta y a una ventana sobre esta. Existen también unos pocos casos de pajares de poca altura con un solo vano, sin ventanas. - modelo de pajar a dos niveles: cuando la era está en una zona de desnivel acusado (la Ramblilla, el Barranco del Agua,…), los pajares presentan también dos vanos, pero en la fachada que da a la era se sitúa a ras de suelo la ventana, mientras que la puerta de acceso se sitúa en la parte trasera del pajar, en un nivel inferior. El acceso a los pajares se hacía por estrechas sendas y en los pajares de las esquinas, para hacerlo más cómodo, se solía abrir puerta en el lateral en lugar de en la parte trasera. En los modelos a un nivel las ventanas carecen de cerramiento, mientras que en los casos de pajares a dos niveles el cerramiento se realiza con una ventana de madera de dimensiones variables. La carpintería de puertas y ventanas es similar, consistente en una sola hoja compuesta por tablones lisos, unidos con clavos a un bastidor formado por dos largueros, dos testeros y un travesaño. Puertas y ventanas carecen de marco, y se cierran con unas curiosas cerraduras de
Pajar a dos niveles: en zonas de desnivel.
madera accionadas por grandes llaves dentadas, también de madera. En unos pocos casos encontramos pajares –la mayoría sin ventana-, en cuya fachada aparece un pequeño agujero circular a media altura por encima de la puerta. Estos agujeros tienen su origen en los años 60 del siglo pasado, cuando se introdujo las trilladoras mecánicas, con las que la paja se metía en el pajar con ayuda de un tubo largo. Estos agujeros se practicaron para lograr dar al tubo la inclinación adecuada, de forma que la paja llegase al fondo del pajar, aprovechando mejor el espacio. Es frecuente encontrar, en los casos de eras contiguas o eras escalonadas unas debajo de otras, estrechos pasos, bien en los rincones entre dos pajares contiguos pertenecientes a diferentes eras, o entre era y era dejando un estrecho pasillo entre un pajar y la pared del bancal inmediatamente superior: ya hemos indicado que los pajares eran usados casi a diario para abastecer de paja a los animales domésticos y lo normal era dirigirse a pie con un saco que era llenado de paja y transportado hasta el domicilio. Estas peculiaridades en la construcción de pajares y eras tenían como fin facilitar esa accesibilidad a los pajares e incluso en algunos casos se podía construir una escalera que facilitara el acceso desde un camino a la era, tal y como ocurre en la Era de la Mena.
ESAS CURIOSAS PIEDRAS CILÍNDRICAS... Unos de los elementos que siempre nos llamaban la atención de niños cuando íbamos a jugar a las eras, eran aquellos pesados rulos de piedra que siempre intentábamos mover sin éxito y que acababan convertidos en el caballo de John Wayne perseguido por unos imaginaros indios o en el barco desde el que Errol Flynn cañoneaba a sus perseguidores en
alta mar... Para aquellos que no conocimos su uso para alisar la era, los rulos eran unas enigmáticas piedras que incluso podían tener poderes mágicos... Ya van quedando pocos rulos, algunos han sido enrunados sin miramiento al transformar las eras, otros han sido expoliados por chamarileros sin escrúpulos o para adorno de chalets y jardines.
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5- EL TIEMPO DE LAS TRILLADORAS En los años cincuenta comenzaron a verse las primeras máquinas trilladoras por el pueblo, provenientes de las localidades arroceras valencianas. Al principio eran máquinas de pequeño tamaño que se trasladaban de un lugar a otro con la ayuda de caballerías. Estas trilladoras mecánicas de madera y ruedas de hierro, itinerantes de pueblo en pueblo, daban servicio a unos pocos terratenientes que podían permitirse su uso. Pronto, doce vecinos de la localidad con bastantes tierras decidieron unirse y comprar un tractor y más tarde su propia trilladora, la primera que hubo en Alcublas, a la que popularmente se llamaba la trilladora de "los Doce Apóstoles". A esta trilladora le siguieron a los pocos años otras: la de la Cooperativa San Antonio Abad, que se compró en el año 1959 a la empresa Ajuria S.A por un precio de 141.150 pesetas, la de la Aparcería y una segunda trilladora de la Cooperativa, llegando a trabajar hasta tres trilladoras a la vez en la localidad. La introducción de las trilladoras supuso una auténtica revolución en la localidad no exenta de ciertas polémicas: revolución porque permitía realizar la trilla con mucha más rapidez y porque la mecanización de este trabajo y de otras labores agrícolas introducía un nuevo concepto de agricultura comercial en la localidad; polémica porque todo cambio es siempre mirado con desconfianza por un importante sector de la población y, en este caso, hubo personas que pensaban que las trilladoras no separaban bien el grano de la paja y que muchos granos iban a parar al pajar mezclados con la paja. También hubo un importante sector de la población que decía que las trilladoras cortaban la paja de una manera que no era del gusto de las caballerías, que no la comían igual. Aunque el uso de trilladoras implicaba que ya no era necesaria la minuciosa preparación del suelo de la era antes de comenzar la campaña, la utilización de estas máquinas se encontró en las eras alcublanas con un pro-
En el año 1959 la Cooperativa compró su primera trilladora por 141.150 pesetas a la empresa Ajuria S.A.
blema importante: la falta de accesos. Salvo aquellas eras que lindaban con caminos, lo normal es que el camino hasta los pajares y eras fuese una simple senda de caballería que discurría por los márgenes de los bancales, pero la introducción de las máquinas modificó el paisaje de las eras, obligando a ampliar caminos y accesos. Al principio se pasaba como se podía hasta las eras, pisando los bancales y provocando numerosos conflictos, ya que no siempre los propietarios de los campos concedían permiso de paso, incluso a veces había quienes intencionadamente plantaban panizo o garbanzos en sus campos, en las zonas que sabían de paso obligado y los operarios de las tri-
lladoras se encontraban con verdaderos problemas a la hora de trasladar la máquina. Sin embargo, el avance que suponía el uso de las trilladoras era tan grande que, con el tiempo, nadie pudo oponerse a él y los propietarios fueron cediendo terrenos para construir caminos de acceso: la mayoría de los caminos secundarios que rodean la localidad actualmente tienen este origen. Una vez generalizado el uso de las trilladoras mecánicas, la coexistencia de varias trilladoras pertenecientes a diferentes sociedades –la Cooperativa y la Aparcería-, hizo necesaria una organización de la trilla por sectores, de manera que no coincidieran a la vez en una misma zona y se pudiesen estorbar en las
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eras y caminos: si la trilladora de una sociedad comenzaba por las eras del norte de la localidad, la de la otra sociedad empezaba por las del sur y al año siguiente al revés. Dentro de las eras el turno entre los propietarios de los pajares se seguía igual que cuando se trillaba con caballerías y si un año se empezaba por el pajar de arriba, al siguiente se empezaba por el de abajo. A pesar del avance que en general suponía el uso de las trilladoras –el trabajo de varios días se hacía en uno solo-, los operarios de estas máquinas tenían unas condiciones laborales bastante duras, con jornadas larguísimas en las que durante años no se les permitió dejar la máquina a la hora de comer
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–debían permanecer cerca de ella y comer en la era, a pesar del calor, con lo cual seguía siendo habitual ver a las mujeres llevar una cesta con la comida a la era; sólo en los últimos años se permitió a los trabajadores desplazarse a comer hasta el pueblo-. Tampoco existía el descanso semanal y probablemente el momento de mayor satisfacción para los trabajadores era cuando, al final de la jornada, se dirigían hasta el Balsón de la Cava para lavarse y quitarse el polvo y la suciedad de la era. Además de los problemas de los accesos y las condiciones laborales, los operarios de las trilladoras debían enfrentarse a las muchas averías y problemas que tenían unas máqui-
nas de tecnología poco evolucionada. Para averías de importancia se recurría a un mecánico especializado que acidía desde fuera de la localidad, pero lo habitual era que los mismos operarios realizasen el mantenimiento y cambio de poleas, gomas, cribas y otras piezas sencillas. El problema más habitual era el de los atascos de mies en la máquina, que hacía necesario que uno de los trabajadores se introdujera por un estrecho espacio, en pleno verano, hasta el interior recalentado y polvoriento de la máquina para limpiar los conductos y pasos: todos los antiguos operarios con los que hemos hablado coinciden en señalar que ese era el peor trabajo en la trilladora.
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6.- EL ABANDONO Y CAMBIO DE USOS A mediados de la década de 1970 el cultivo de cereales en Alcublas dejó de ser rentable. En este hecho influyeron diversos factores, principalmente las importaciones a España de trigo procedente de países como EEUU o la Unión Soviética: el pequeño tamaño de los campos alcublanos hacía imposible una mayor mecanización e impedía la producción de cereales a precios competitivos. A este factor hemos de añadir el fuerte éxodo de población que sufrió la localidad en los años 60 y 70, un éxodo en el que los emigrantes mantenían sus tierras en la localidad –no se vendían no se sabe muy bien si porque los precios eran bajos o por precaución, por si en el futuro habían de regresar al pueblo-, pero se cambiaba los cultivos tradicionales por otros que requiriesen menos atenciones, principalmente almendros. En este contexto, a comienzos de la década de 1980 se dejó de cultivar trigo en Alcublas, las trilladoras dejaron de utilizarse y esto supuso el principio del fin para el tradicional paisaje de las eras. El abandono del cultivo del cereal dejó sin uso las eras y los pajares, que pasaron a conver-
tirse en meros almacenes de material agrícola y de trastos, sin prácticamente valor. Los usos estructurados y pactados del espacio colectivo que era la explanada de la era desaparecieron y los propietarios empezaron a depositar en ella leña, maquinaria y todo tipo de objetos, en ocasiones de manera un tanto desordenada. El aumento del número de tractores agrícolas y la existencia de un edificio –el pajar-, sin un uso definido, hizo que algunos propietarios acometieran su reconversión en garaje, un uso que se generalizó bastante. Esta reconversión de los pajares en garajes hizo que los propietarios mirasen de nuevo a las eras como un espacio con valor, que había perdido su uso colectivo –la trilla-, pero que era susceptible de un aprovechamiento individualizado. Así, en muchos casos las eras comenzaron a dividirse en parcelas que se anexaban a los pajares con la finalidad de ampliarlos o de construir naves para maquinaria y productos agrícolas. Para estas ampliaciones lo normal era que los diferentes propietarios de la era se pusiesen de acuerdo y que el reparto del espacio
colectivo se hiciese en proporción a los días de trilla que poseía cada uno, aunque también han sido –y siguen siendo-, origen de disputas y controversias, ya que no siempre se ha respetado este principio. Como resultado de lo anterior, el paisaje de las eras presenta hoy en día un aspecto muy heterogéneo: junto a eras transformadas pero que mantienen un aspecto digno, en las que se ha respetado la uniformidad del conjunto en lo relativo a la altura y longitud de las edificaciones, hallamos otras en las que reina la anarquía urbanística más absoluta. Los garajes y naves con paredes de cemento y puertas metálicas han sustituido a la piedra seca y la madera; junto a garajes que han ocupado la era, encontramos casos de pajares sin reformar que se han quedado “emparedados” entre muros de ladrillo. Muy pocos pajares y eras mantienen su aspecto original y en estos casos, la mayoría se encuentran abandonados y en ruinas. El paisaje de las eras, caracterizado por la integración de las construcciones con el entorno, ha sido sustituido por un paisaje de fuertes contrastes volumétricos y paredes de cemento.
Eras abandonadas, usadas como trasteros, divididas...
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7- LA MEMORIA NECESARIA Pajares y eras fueron consecuencia de una economía concreta y de un determinado modo de vida, durante siglos fueron elementos de primera importancia a la hora de definir el aspecto de la localidad, lo que podemos llamar el paisaje de Alcublas. Esta importancia paisajística e histórica justificaría por sí sola la necesidad de mantener viva la memoria de estas construcciones y la necesidad de conservar algunos ejemplos para las generaciones futuras. Pero además pajares y eras terminaron por ser algo más que construcciones con una finalidad práctica, para dejar su huella en otros aspectos de la vida cotidiana mucho menos tangibles, pero no por ello menos importantes.
Varias de las personas con las que hemos hablado para realizar este trabajo coinciden en señalar que las eras fueron en muchas ocasiones lugares en los que se ponía en práctica la solidaridad entre vecinos y en los que, en circunstancias difíciles, se veía quiénes eran realmente tus amigos: cuando alguien estaba trillando y amenazaba tormenta, todos los vecinos y amigos se apresuraban a acudir para terminar más rápido la trilla y evitar que la lluvia estropease la mies. Las eras, especialmente para los niños, fueron también lugares de diversión y de aprendizaje. Durante las tareas de la trilla los niños se familiarizaban con las tareas que de mayores deberían desempeñar e incluso participaban en ellas, un poco como un juego pero también como un trabajo: los niños se encargaban de cuidar la botija y de que no faltara agua, subían a la hacina para bajar los haces –y bueno, también un poco por juego-, montaban en los trillos dando vueltas a la era, colaborando en la trilla y al tiempo divirtiéndose. Pero también la era, cuando no estaba en uso, proporcionaba un espacio amplio y apartado de la mirada de los mayores donde jugar abiertamente: desde las peleas a pedradas con otras cuadrillas de chiquillos, a
jugar a toros construyendo con palos imaginarias plazas, o jugar a la tacha o al chavo –actividades un poco transgresoras porque estaba mal visto que los niños participasen en juegos en los que se hacía apuestas-, jugar a casitas las niñas o ya más modernamente los partidos de fútbol entre cuadrillas. También entre los adultos la era se convertía ocasionalmente en lugar de ocio y se transformaba en pista de juego a los birlos o en pista de baile bajo el acompañamiento del acordeón…En los años cincuenta eran conocidas las partidas de birlos en la era de la Mena y los bailes que se hacían en la “Era Emporlaná”. En unos tiempos en los que el baile era una actividad inmoral para la iglesia del franquismo, ciertas eras proporcionaban un espacio discreto en el que, siempre dentro de un orden, se podía burlar ese control. Tampoco es necesario ser muy explícito en relación a la mitificación de eras y pajares como lugares de encuentro carnal, como escenarios de amores furtivos… Son variadas las expresiones relacionadas con la sexualidad en las que intervienen eras y pajares: “irse a la era”, “llevársela/lo al pajar o a la era”… Y si hablamos de usos de las eras que no
requieren ser muy explícitos por cuestiones de educación, hemos de señalar su utilización como retretes: hasta la construcción de una red de alcantarillado en la localidad en los años 70 del siglo pasado, las aguas fecales eran vertidas en pozos ciegos y en muchas casas no existía siquiera un retrete hasta los años 60, razón por la cual era muy frecuente que a la hora de hacer lo que se ha dado en llamar “aguas mayores”, mucha gente saliese a las afueras de la localidad, siendo las eras unos de los lugares más frecuentados para este fin. De hecho, cuando se acercaba el tiempo de la trilla, para evitar este uso incompatible de las eras, era común pintar en la pared de uno de los pajares la leyenda “Ojo no cagar mientras la trilla”, aunque al final la frase acabó por resumirse en una sola palabra pintada con grandes letras blancas de cal y que solía aparecer repetida en casi todas las eras: “OJO”. Y por supuesto tampoco hace falta incidir en la utilización de esa frase hecha tan usada para zanjar discusiones subidas de tono: “Vete a cagar a la era”. Dejando a un lado la influencia escatológica de las eras en nuestra cultura, eras y pajares dejaron también su huella en refranes, canciones, villancicos o poemas. En este sentido
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no se puede decir que esta influencia haya dado lugar a elementos o rasgos que se puedan calificar de específicamente alcublanos, sino que se participa de elementos situados en un contexto cultural más amplio. Seguramente es en los refranes donde más visible es ese rastro, como por ejemplo en los populares “Más difícil de encontrar que una aguja en un pajar” y “Quien no quiera polvo, que no vaya a la era”. También los podemos encontrar en canciones infantiles de las que es sobradamente conocida la canción que se usaba y sigue usando para rifar el papel que ha de desempeñar un niño o niña en un juego determinado, como por ejemplo ver quién se salva de pagar jugando a pillar y que en sí misma ya es un juego: “Pito, pito, gorgorito ¿dónde vas tú tan bonito? A la era de mi abuela. Pim, pam, fuera.” De esta canción hay muchas variantes, como por ejemplo la que en lugar de decir “A la era de mi abuela” dice “A la era verdadera”, o las que añaden más palabras a la canción a fin de hacerla menos previsible y añadir emoción al juego, como por ejemplo “Pim, pam fuera, / tú te vas y tú te quedas”...
Y hablando de canciones, cantar mientras se trillaba era algo bastante usual, para romper así la monotonía del trabajo. En algunos pueblos la labor de trillar dio lugar a las llamadas “canciones de trilla”, en las que la letra hacía referencia directa al trabajo que se desarrollaba, y aunque en Alcublas no hemos recogido ninguna canción de este tipo, sí nos cuentan que se cantaba canciones populares. Por último cabe señalar que las eras, sus pajares y las labores en ellas desarrolladas ocupan también su lugar en el mundo literario y han dado lugar a algunos poemas de hondo sentimiento entre los que podemos destacar las conocidas “Sinfonía de la trilla”, de Pablo Neruda y la “Canción de trilla” de Gerardo Diego. No obstante ser menos conocida, cerraremos este apartado con la magnífica poesía que nos “regaló” en el año 2011 nuestro paisano Ramón Gil, profunda, sencilla y muy cercana: Después de este verso nadie podrá negar que las eras y pajares merecen un lugar en nuestro recuerdo, nadie podrá negar que es necesario conservar, aunque sólo sea un ejemplo de esta arquitectura de nuestros antepasados.
VERSOS BAJO EL TRILLO Sueño que brotan amapolas bajo el rulo que alisa la era. Sueño que se van y vuelven, Que danzan sobre los pajares todavía encendidas y libres. Sueño que a cada vuelta nacen versos bajo el trillo como pétalos de frescura, como besos de música, bálsamo, licor, agua pura. Y al aventar la parva la mareta sopla y juntos al aire vuelan paja y trigo. Sueño que los hombres ríen, las mujeres no tienen miedo, las caballerías miran al cielo y la brisa trae otra harina que no sabe a esfuerzo. Sueño que las manos rudas, ramas de encina anudadas, hacen dulces y panes.
Refranes sobre el pajar y la era
Y acarician y bailan y lloran. Sueño que los cuerpos duros,
- Cuando en diciembre veas nevar, ensancha el granero y el pajar - No se puede dormir y guardar la era. - El que no quiera polvo, que no vaya a la era - El agua agostera destroza la era, pero apaña la rastrojera. - Si en marzo oyes tronar, limpia tu era y barre el pajar - Lo que es trillar mojado, sólo lo sabe el que lo ha pasado. - Mies bien trillada, pronto aventada. - Parva vuelta y bien trillada, si hay buen viento despachada. - Trillar mojado, trabajo disparatado. - Trillar mojado, aventar sin aire y comer sin gana, las tres jeringas de la tía Tana.
tierra, sudor y fuego, rezan, nadan y se aman. Y abrazan mis sueños con ternura.
Ramón Gil
E l ciclo dEl trigo . A lcublAs 2010 ACLA agradece la colaboraci贸n de
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