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Por senderos pedregosos al servicio del Reino de Dios
El párroco Henrick Immanuel de Sittong, India oriental, se ha lesionado a menudo al caer de su motocicleta, pues este vehículo no es adecuado para los accidentados caminos de su misión, situada en las montañas del Himalaya.
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Sobre todo durante las lluvias torrenciales del monzón, desplazarse por los caminos de tierra para visitar las aldeas remotas de la misión de Sittong es muy peligroso. Esta zona se encuentra entre Nepal y Bután, y su población la forman etnias indígenas como, por ejemplo, la de los lepchas, que tradicionalmente practicaban el chamanismo.
Antes los misioneros tenían que recorrer largas distancias a pie. Hoy, es algo más fácil en motocicleta, pero incluso así, resulta casi imposible atender intensamente a las numerosas aldeas, que están muy dispersas. La gente tiene que esperar mucho tiempo a que venga un sacerdote.
Los niños de Primera Comunión esparcen flores para el Salvador en el Santísimo Sacramento.
También de México nos ha llegado una petición urgente de un todoterreno, pues también el párroco Misael Varona Hernández, de la Sierra de Guerrero, en el suroeste de México, tiene problemas similares.
El P. Hernández atiende 34 comunidades en una zona de misión en las montañas, donde los pedregosos caminos de arena son muy accidentados, por lo que en época de lluvias los desplazamientos son especialmente difíciles. A veces incluso sólo es posible desplazarse a lomos de una mula.
Desde el punto de vista pastoral, la situación tampoco es fácil porque hay violencia en muchas familias; aquella es una zona con grandes problemas como falta de escolarización, falta de atención médica e infraestructuras subdesarrolladas. Además, como en muchas otras partes de México, el crimen organizado es un azote para la población. A menudo, los sacerdotes se encuentran en el punto de mira de las bandas por defender a la población pobre y desfavorecida.
Hoy muchos de ellos son cristianos, y eso, gracias también a la sacrificada labor del Jesuita canadiense P. Ben Bruno, que fundó la misión dedicada al Niño Jesús en 1964. A él todos le llamaban cariñosamente “doctor” porque no sólo llevaba la salvación a las almas, sino que también sabía tratar muchas dolencias físicas.
Un coche le sería de gran ayuda al párroco Immanuel en su servicio al Reino de Dios, y también podría salvar vidas en caso de emergencias médicas. A nosotros nos gustaría destinar 233.100 pesos a un vehículo adecuado para él. ¿Quién quiere ayudar?
Por montes, valles y ríos: El párroco Hernández montado en su mula.
El P. Hernández relata: “Los dos primeros años fueron difíciles. No obstante, y a pesar de todos los obstáculos, pudimos anunciar la Palabra de Dios para que nuestros fieles recibieran lo que la Iglesia ofrece a las almas para su salvación”.
Ahora el párroco nos pide que le ayudemos a comprar un todoterreno para poder llevar el Evangelio y los sacramen- tos a todos los rincones de su parroquia, y para ello necesita 506.800 pesos. ¿Puede contar con vosotros?
A menudo, un nombre de pila cristiano o un colgante en forma de crucifijo bastan para ser asesinado.