Acoa jornadas 2016

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J O R N A D A S

Publicaciones anteriores: JORNADAS

“EL CONCEJO ALAVÉS ANTE EL SIGLO XXI”

Organiza:

Colabora:

ENPLEGU ETA GIZARTE POLITIKETAKO SAILA DEPARTAMENTO DE EMPLEO Y POLÍTICAS SOCIALES

JORNADAS “MUJERES EN ÁLAVA: PASADO, PRESENTE Y FUTURO”

26 y 27/8/2002 SEMINARIO

“LOS CONCEJOS: GESTIÓN Y ADMINISTRACIÓN DE LOS SERVICIOS PÚBLICOS Y DE SU PATRIMONIO” 15 y 16/1/2004 SEMINARIO

“LA ECONOMÍA Y LOS CONCEJOS ALAVESES” 3/3/2005 SEMINARIO

MUJERES EN ÁLAVA: PASADO, PRESENTE Y FUTURO

“LOS MONTES PÚBLICOS DE ÁLAVA: UN RECURSO ESTRATÉGICO PARA EL FUTURO DE NUESTROS PUEBLOS” 7 y 8/6/2006 SEMINARIO

“LOS CONCEJOS ALAVESES ANTE LA NUEVA NORMA FORAL DE MONTES; LOS PARQUES NATURALES, LOS ESPACIOS PROTEGIDOS Y LAS ENERGÍAS RENOVABLES” 4 y 5/10/2007 SEMINARIO

EMAKUMEA ARABAN: IRAGANA, ORAINA ETA GEROA

“EVOLUCIÓN Y DESARROLLO DE LOS PUEBLOS RURALES. ÁLAVA 2008” 19 y 20/11/2008 SEMINARIO

“LA PARTICIPACIÓN PÚBLICA EN LA TOMA DE DECISIONES DE LAS ADMINISTRACIONES LOCALES” 12 y 13/11/2009 SEMINARIO

“LAS ENTIDADES LOCALES VASCAS ANTE SU PRÓXIMA LEY REGULADORA” 21 y 28/10/2010 SEMINARIO

“LA GESTIÓN DEL AGUA Y SANEAMIENTO DESDE LA ÓTICA DE LOS CONCEJOS ALAVESES” 20 y 27/10/2011 SEMINARIO

“PATRIMONIO CULTURAL, SOSTENIBILIDAD Y DESARROLLO LOCAL” 8 y 15/11/2012 SEMINARIO

“LOS CONCEJOS ANTE LA REFORMA LOCAL” 2 y 3/10/2013 JORNADAS

“ACTIVIDAD ECONÓMICA Y VIDA RURAL EN LOS CONCEJOS DE ÁLAVA” 23/10/2014 JORNADAS

“AUSTERIDAD, DIVERSIDAD Y POLÍTICAS SOCIALES EN LOS CONCEJOS ALAVESES” 22/10/2015

ELORRIAGA • VITORIA-GASTEIZ • 20 DE OCTUBRE DE 2016

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MUJERES EN ÁLAVA: PASADO, PRESENTE Y FUTURO

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OCTUBRE

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JORNADAS “MUJERES EN ÁLAVA: PASADO, PRESENTE Y FUTURO” “EMAKUMEA ARABAN: IRAGANA, ORAINA ETA GEROA”

Organiza / Antolatzen du

ASOCIACIÓN DE CONCEJOS DE ÁLAVA (ACOA) ARABAKO KONTZEJU ELKARTEA (AKE)

Colaboran / Laguntzen du

ENPLEGU ETA GIZARTE POLITIKETAKO SAILA DEPARTAMENTO DE EMPLEO Y POLÍTICAS SOCIALES

EDITA: Juntas Generales de Álava IMPRIME: Imprenta de la Diputación Foral de Álava San Miguel de Acha, 7 01010 VITORIA-GASTEIZ DEPÓSITO LEGAL: VI-


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JORNADAS “MUJERES EN ÁLAVA:

PASADO, PRESENTE Y FUTURO” Pág.

Presentación. D. Javier ARGOTE URZELAI. Presidente de ACOA-AKE

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Apertura. Nekane ZEBERIO GANZARAIN, Directora del Gabinete del Diputado General. Izaskun LANDAIDA LARIZGOITIA, Directora de Emakunde-Instituto Vasco de la Mujer. 13

La mujer en la Historia de Euskal Herria. Toti MARTÍNEZ DE LEZEA. Escritora 19

Mujeres Trabajadoras. Una visión histórica (ss. XIX-XX). Mercedes ARBAIZA. Universidad del País Vasco (UPV/EHU) El valor de la Educación contra la violencia de género. Gabriela MORIANA MATEO. Socióloga. Profesora Universidad de Valencia MESA REDONDA. “Las mujeres y la participación política. Reto para los Concejos de Álava”. Marixe NOYA ARRIZABALAGA. Consultora de políticas de igualdad y trabajo de Oreka Sarea. Sara IBARROLA INTXUSTA. Investigadora, formadora y asesora en género y políticas de igualdad. Moderadora: Elo MAYO CABERO. Máster en Igualdad y Género en el Ámbito Público y PrivadoEspecialidad en Políticas Públicas. Postgrado en mediación intercultural. Trabajadora social. Una representante del Taller “Introducción al empoderamiento para mujeres de concejos de Álava” realizado por Berdintasun. Clausura. Pedro Ignacio ELOSEGUI GONZÁLEZ DE GAMARRA. Presidente de las Juntas Generales de Álava.

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PRESENTACIÓN

Javier ARGOTE URZELAI Presidente ACOA-AKE

La Asociación de Concejos de Álava se complace en dedicar esta jornada anual a la nunca suficientemente ponderada y estimada, contribución de La Mujer tanto a lo largo de la Historia, como en el devenir presente y, sin duda en este Futuro que deseamos tod@s alcanzar en igualdad. Desgraciadamente la violencia contra la mujer constituye una lacra inexplicable que se nos presenta a diario independientemente de los lugares, clases sociales, ámbitos de la vida social y/o disciplinar en los que se produce. Ésta modesta contribución, completamente beligerante contra la citada situación y sus horribles manifestaciones, busca ofrecer y debatir sobre los diversos aspectos que inciden en esa mayoría social femenina, abordándolos precisamente desde la propia perspectiva de género en la educación contra la violencia y el aprendizaje de unos modelos de conducta más igualitarios y respetuosos. Ése es, por lo tanto, el contenido que se propone en este programa. Quienes nos ofrecerán sus ponencias y comunicaciones, son personas cualificadas y altamente sensibilizadas en la problemática, a la par que activas exponentes, además, en innumerables iniciativas sociales. Les agradecemos muy sinceramente que hayan aceptado, en primera respuesta, nuestra invitación a participar y estamos seguros, que tras sus exposiciones y las correspondientes intervenciones de las asistentes, tod@s sabremos un poquito más y mejoraremos también en lo personal y en nuestro papel en la Sociedad.

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PROGRAMA


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Jueves, 20 de octubre de 2016

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Recepción de los participantes y presentación de las Jornadas. Nekane ZEBERIO GANZARAIN, Directora del Gabinete del Diputado General. Izaskun LANDAIDA LARIZGOITIA, Directora de Emakunde-Instituto Vasco de la Mujer. Sofia LÓPEZ DE AGUILETA QUINTANA, Secretaria de la Asociación de Concejos de Álava. “La mujer en la historia de Euskal Herria”. Toti MARTÍNEZ DE LEZEA. Escritora. “Mujeres trabajadoras: una mirada histórica”. Mercedes ARBAIZA VILALLONGA. Profesora de Historia Contemporánea. Universidad del País Vasco. Autora de numerosos libros y artículos sobre la mujer. Receso. “El concepto de la feminidad”. Teresa FORCADES i VILA. Médica, monja benedictina y feminista. Promotora del movimiento independentista catalán. “Estereotipos de género de la persona emprendedora y la intención de emprender”. Esther HORMIGA PÉREZ. Máster de creación y gestión de empresas. Universidad de Barcelona.

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Comida. “El valor de la Educación contra la violencia de género”. Gabriela MORIANA MATEO. Socióloga. Profesora Universidad de Valencia. Mesa redonda. “Las mujeres y la participación política. Reto para los Concejos de Álava”. Marixe NOYA ARRIZABALAGA. Consultora de políticas de igualdad y trabajo de Oreka Sarea. Sara IBARROLA INTXUSTA. Investigadora, formadora y asesora en género y políticas de igualdad. Una representante del Taller “Introducción al empoderamiento para mujeres de concejos de Álava” realizado por Berdintasun. Moderadora: Elo MAYO CABERO. Máster en Igualdad y Género en el Ámbito Público y Privado-Especialidad en Políticas Públicas. Postgrado en mediación intercultural. Trabajadora social. Clausura. Pedro Ignacio ELOSEGUI GONZALEZ DE GAMARRA. Presidente de las Juntas Generales de Álava.

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APERTURA

Nekane ZEBERIO GANZARAIN, Directora del Gabinete del Diputado General.

Lehenik eta behin, eskerrik asko Arabako Foru Aldundiaren izenean jardunaldi hauetan partehartzera gonbidatzeagatik eta zorionak aurten ere antolatzaileei ekimen honengatik, hala nola, parte-hartzaile guztiei. Niretzat ohore bat mahai honetan eserita egotea. Ohore bat, arduraz eta erantzukizunez bizi dudana. Eta hau diot bi arrazoirengatik. Batetik, zuek zaretelako Arabako herritarren gertu-gertuko ordezkariak, mahaian gu gauden arren, zuok duzuelako zuen herri eta kontzejuen errealitatearen ezagutzarik onena. Eta bestetik, eta bereziki, aurtengo jardunaldirako aukeratu duzuen gaiagatik. Emakumeak Araban. Iragana, gaur-eguna eta etorkizuna. Partiendo del título de la Jornada, me resulta complicado hablar del pasado. Creo que hay personas presentes mucho más legitimadas que yo para hacerlo. Algo mejor hablar de presente, y… lo que realmente me ilusiona es hablar del futuro, porque está en nuestras manos construirlo, desde hoy mismo, día a día.

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Diversos estudios sobre participación política y género apuntan que, a medida que más mujeres se involucran en la política, las instituciones se vuelven más receptivas a las necesidades de toda la ciudadanía. ¿Por qué? Porque las mujeres destacan asuntos que otros omiten, dedican energía a los proyectos que otros ignoran, alcanzan electorados que otros descuidan y ayudan a que las necesidades de mujeres y hombres se trabajen en conjunto. Parece evidente por tanto, que la participación de las mujeres en la política ayuda a fomentar la igualdad de género y afecta tanto a la los asuntos de la agenda política que se debaten como a los tipos de soluciones que se proponen. (por ejemplo: las mujeres tienden a trabajar de manera menos jerárquica y más colaborativa que sus colegas hombres; o enfatizan temas como calidad de vida, educación y otros asuntos prioritarios a nivel de familia en la formulación de políticas). En definitiva, la presencia de las mujeres en la política tiende a asegurar que las inquietudes de las mujeres se vean representadas y ayudan a mejorar la receptividad de la formulación de políticas. Sin embargo … la resolución sobre la participación de la mujer en la política, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2011, afirmaba que… “las mujeres siguen estando marginadas en gran medida de la esfera política en todo el mundo, a menudo como resultado de leyes, prácticas, actitudes y estereotipos de género discriminatorios, bajos niveles de educación, falta de acceso a servicios de atención sanitaria, y debido a que la pobreza las afecta de manera desproporcionada”. En nuestro Territorio, y en Euskadi en general, tal vez estamos superando estas dificultades con más éxito que en otros lugares del mundo. Pero lejos aún de un escenario óptimo. En definitiva, se nos reconoce, la capacidad del buen hacer, y la capacidad de transformar la sociedad a mejor…, pero… el propio sistema no facilita, incluso presenta obstáculos para que podamos poner en práctica esas capacidades. Lo que está claro, es que otros no lo harán por nosotras. Por tanto, debemos seguir trabajando seguir ocupando los espacios de debate y decisión. Y hacerlo con plena consciencia de que en nuestras manos está trabajar siempre con un doble objetivo: los que obedecen a los cometidos propios de nuestra responsabilidad, propiamente. Y por otro lado, siempre con el objetivo de avanzar en la igualdad y así, transformar a mejor nuestra sociedad. Por todo ello, hay que seguir trabajando por fortalecer la participación socio-política de las mujeres y en general avanzar en la consecución de la igualdad entre mujeres y hombres en todos los ámbitos. 14


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Todo ello, creemos, haciendo visible la lucha del movimiento feminista como motor de transformación de las relaciones entre mujeres y hombres y como factor de empoderamiento de las mujeres. Y esta es la línea y el compromiso adquirido por el Gobierno Foral, con algunas de las actuaciones que hemos puesto en marcha. En la jornada de hoy creo que es oportuno destacar una de ellas. LAIA Eskola, la escuela para la igualdad y el empoderamiento de las mujeres de Álava. Un proyecto que acaba de arrancar en la Llanada, y que iremos extendiendo poco a poco a todas las Cuadrillas, paulatinamente. Es un proyecto compartido, pegado al territorio, que quiere contar con las Cuadrillas, pero también con ayuntamientos y concejos. En este sentido, es clave que quienes conformáis las Juntas Administrativas, los Concejos, os animéis a participar en las actividades que se ofrecen y a hacernos propuestas de mejora. Este proyecto es de todas las mujeres del territorio. Un proyecto que quiere impulsar su empoderamiento, que quiere contribuir a que las mujeres tomemos conciencia, y queramos formarnos y capacitarnos participar en la vida social y pública de nuestra sociedad. Este es proyecto se enmarca en el IV Plan Foral de Igualdad entre mujeres y hombres en Álava que aprobaremos próximamente en DFA. Y que pretende ser un plan que llegue de manera real al territorio. Para ello, os necesitamos, necesitamos tejer alianzas con vosotras. Precisamente, el empoderamiento es, como imaginaréis, uno de los ejes principales de nuestro futuro plan. La promoción de la igualdad real y efectiva en nuestro territorio requiere de la participación de mujeres y hombres en estos espacios de diálogo, del análisis y la reflexión para avanzar con paso firme hacia la construcción de un modelo social más igualitario y más justo. La Diputación Foral de Álava asume con firmeza el compromiso de hacer visible el trabajo y los avances en esta materia. Nos hemos marcado un camino, el camino hacia la igualdad que esperamos transitar no sin dificultades con la colaboración de todos y todas vosotras. Eskerrik asko….

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Izaskun LANDAIDA LARIZGOITIA, Emakundeko zuzendaria

Egun on guztioi, Lehenik eta behin zorionak eman nahi dizkiot Arabako Kontzeju Elkarteari urtero antolatzen duen jardunaldia emakumeei eskaintzeagatik. Emakumeen ekarpenei, eta bereziki emakumeen etorkizunari. Hau ere pauso bat da, Berdintasunerako bidean egindako pausoa. Quiero felicitar a la Asociación de Concejos de Alava por dedicar su encuentro anual a las mujeres del territorio y por detenerse en un asunto tan importante y tan clave para el desarrollo de nuestra sociedad como el de la igualdad de mujeres y hombres. Hoy en esta jornada se mirará al pasado, a la contribución de las mujeres a la Historia, una contribución esencial, de gran peso y de gran importancia pero que ha sido injustamente invisibilizada en muchos casos; y miraremos al presente y al futuro, al papel de las mujeres en el hoy en el mañana. Creo que es importante reflexionar sobre la importancia que la igualdad de mujeres y hombres tiene en el desarrollo de una sociedad. Estamos hablando de justicia social, pero estamos hablando de algo más, porque la igualdad es una condición sine qua non para conseguir una sociedad justa, respetuosa, solidaria y desarrollada. 17


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Y la igualdad requiere actuar de manera transversal en todos los ámbitos de nuestra sociedad, porque afecta a todos los ámbitos de nuestra vida. Y requiere también que cada persona, cada institución, cada entidad, en su ámbito aporte su grano de arena y tenga en cuenta que cada decisión que toma puede ser favorable o contraria a la igualdad. Hay que trabajar en todos los ámbitos y hay que seguir insistiendo en el empoderamiento de las mujeres, en el impulso de su participación social y en su presencia los ámbitos de decisión e influencia. Es un reto para los concejos de Álava como lo es para todas las instituciones, empresas, entidades y organizaciones de nuestro país. Y al mismo tiempo, hay que seguir insistiendo en el impulso de una organización social corresponsable, y por supuesto, hay que seguir trabajando en la prevención de la violencia contra las mujeres que es la manifestación más brutal de la desigualdad existente en nuestra sociedad. Por lo tanto, vuelvo a felicitar a la asociación de concejos de Álava por haber decidido dedicar este día a un tema tan importante para nuestra sociedad. Eskerrik asko

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LA MUJER EN LA HISTORIA DE EUSKAL HERRIA TOTI MARTÍNEZ DE LEZEA. Escritora.



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Se despertó antes de que el gallo cantara como si un despertador interno tintinease en su cabeza para avisarle de que ya era la hora de comenzar su tarea diaria. Se deslizó suavemente de la cama, cogió sus ropas colocadas la víspera sobre el arcón y salió de la habitación cerrando la puerta con cuidado. Se vistió en la cocina, se lavó la cara con el agua de un barreño llenado la víspera y se peinó recogiendo su cabello largo en un moño. Limpió las cenizas, colocó unas cuantas leñas, encendió el fuego del hogar y encima de éste colocó la olla. Mientras esperaba a que el agua hirviese, salió de la casa y encendió el horno adosado al muro. Aún no había amanecido. Sacó de la artesa y volcó sobre la mesa la harina de maíz que había llevado dos días antes a moler al molino, hizo un montoncito que ahuecó para echar en él el agua y la sal y comenzó a amasar la mezcla. Trabajó durante largo rato, hasta que la masa quedó blanda y suave. Formó varios panes y, cogiendo uno a uno con la pala de pan, los llevó al horno. De vuelta a la cocina, peló unos repollos, puerros, zanahorias y los echó a la olla junto a las habas que había puesto a remojo la víspera y un par de trozos de carne que sacó del arcón de la sal. El día comenzaba a clarear. Una hermosa luminosidad roja apareció por encima de las montañas, cuando aún podían verse algunas estrellas en el cielo. La luz fue expandiéndose lentamente sobre los campos y los caseríos de cuyas chimeneas se elevaba una fina columna de humo. El olor a tierra húmeda y a leña quemada llenaba el aire, el rocío mojaba la hierba y una suave brisa movía las hojas de los árboles. No tenía tiempo para embelesarse con la belleza que la rodeaba. Las gallinas reclamaban la pitanza. Después recogió los huevos y echó la comida a los cerdos. Entró en la casa para comprobar que el contenido de la olla continuaba hirviendo y le añadió un poco más de agua. Salió de nuevo y ordeñó la vaca que había parido un mes antes un ternero que ella ayudó a nacer en compañía de su hombre. De vuelta a la cocina asió con unas tenazas un par de piedras grandes calentadas sobre las brasas y las introdujo en el cubo de madera para purificar la leche recién ordeñada. En el piso superior comenzaban a oírse ruidos. Subió presta llevando consigo las prendas que había planchado la noche anterior con una plancha de hierro calentada al fuego y fue 21


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distribuyéndolas por las habitaciones y abriendo ventanas y contraventanas. Penetró en el dormitorio principal y sacudió suavemente el hombro de su marido. Luego, asomó la cabeza por la puerta del cuarto ocupado por su suegra y comprobó que dormía en la cama que no había abandonado durante los últimos cinco años; cerró la puerta con cuidado y bajó de nuevo a la cocina. La brisa de la primavera penetraba por la ventana. Se oía el canto de las aguas del riachuelo que transcurría próximo al caserío, acompañado por el trino canoro de los petirrojos que se agitaban entre las ramas de un enorme roble. El sonido del agua le recordó que era día de colada y que más tarde tendría que bajar al río a lavar, restregar y apalear el contenido del saco de ropa sucia, apoyado indolente en un rincón de la cocina. En un ademán instintivo, cogió un pedazo de jabón elaborado por ella misma con grasa, ceniza y la hierbabuena que cultivaba en el huerto, y lo metió dentro del saco. Removió el contenido de la olla y lo probó de sal. En un pequeño puchero de barro vertió parte de la leche ordeñada y la puso a calentar. Le llegó el olor del pan cocido y salió presurosa llevando en la mano un cesto. Sacó los panes del horno y regresó a la cocina para disponer la mesa del desayuno. Colocó sobre ella unas escudillas, un pote de miel hecha en casa, uno de los panes recién cocidos, un trozo de mantequilla batida también por ella. Retiró la olla del fuego y colocó sobre la trébedes una sartén de hierro untada con grasa en la que frió unos grandes trozos de tocino, chorizo y unos huevos. Colocó en medio de la mesa el gran plato de barro con los huevos, el tocino y el chorizo y vertió la leche caliente en las escudillas. El hombre y los tres hijos entraron en la cocina, se sentaron y empezaron a comer. Ella subió de nuevo las escaleras con una escudilla colmada de papilla caliente de maíz y entró en el cuarto de su suegra. La anciana estaba despierta. La ayudó a levantarse y esperó pacientemente a que orinase en el recipiente que luego sacó al pasillo. Le lavó la cara y las manos, peinó su cabello, abrió las ventanas para que penetrase el aire y se llevase los malos olores y le dio de comer. Cuando bajó a la cocina, los hombres ya habían acabado el desayuno y se disponían a salir de la casa. Le puso las botas al marido, sostuvo la garnacha mientras él introducía sus brazos en ella y le tendió la txapela. Regresó a la cocina y se sentó. Quedaban unos trozos de tocino y los comió entre pan y pan, después bebió una escudilla de leche que ya se había quedado fría y repasó mentalmente los trabajos pendientes. Tenía que barrer y fregar el suelo, limpiar los cristales, encerar los pisos y los muebles; orear los colchones de hierba, darles la vuelta y hacer las camas; desherbar, arrancar, lavar, secar, acamar, agramar, rastrillar, hilar, devanar y tejer el lino; confeccionar sábanas, manteles, toallas, camisas, delantales y calzas; aventar el maíz, humedecerlo y escurrirlo para hacer heno; ir al mercado a vender mantequilla, queso, leche, huevos, pollos, capones, gallinas y ocas; limpiar la cuadra y la cochiquera, ocuparse de la huerta y cambiar la paja del gallinero. Antes de dormir, remendaría la ropa a la luz de la vela o tejería un chaleco o un par de calcetines para alguno de los hijos y, luego, se acostaría junto al marido y cumpliría con sus obligaciones de esposa. 22


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En unas líneas, esta es la mujer en la Historia de Euskal Herria, no muy diferente a la de cualquier otra latitud. Queda por investigar su papel a lo largo de los siglos, rebuscar en los archivos y seguir su huella, aunque resulta difícil. La mujer vasca está desaparecida de la Historia oficial y, sin embargo, ha sido ella quien, a través de los siglos, ha mantenido el fuego encendido, trasmitido las tradiciones y, sobre todo, nuestra lengua. Sin ella, el euskara hace mucho que habría desaparecido. Ha sido entre las faldas de las madres y de las abuelas donde los hijos e hijas de esta tierra hemos aprendido a conocer y a amar lo que nos es propio. Se habla mucho del matriarcado vasco, del supuesto poder de la mujer en nuestra sociedad. Sin embargo, ¿de dónde procede esa idea frecuentemente aceptada? ¿Cuándo comienza a hablarse del matriarcado vasco? ¿Por qué se habla de él? Cuando los romanos llegaron al Norte de la Península Ibérica descubrieron determinados modos de vida que los sorprendieron e, incluso, los escandalizaron. Las fuentes romanas son las primeras en mencionar a los pueblos de las cordilleras Cantábrica y Pirenaica, así que hemos de basarnos en ellas a pesar de proceder de una mentalidad patriarcal y, sobre todo, conquistadora. Dichas fuentes mencionan ciertos usos entre nuestros antepasados, como el de la “covada”, una costumbre según la cual, al nacer una criatura, el hombre ocupaba el lugar de la madre en el lecho para, de alguna manera, reconocer al hijo o a la hija nacida de la mujer que cohabitaba con él. Posteriormente, a esta práctica que duró hasta muy entrada la Edad Media se le denominó “El parto de Bizkaia”. Asimismo, los romanos mencionan otras costumbres, como que la vida familiar giraba en torno a la mujer, que era ella quien elegía a su compañero y también la que heredaba y pagaba las dotes de sus hermanos varones. La historia de la mujer vasca es un estar continuo a lo largo de su existencia. Hay que buscar y rebuscar en los documentos para encontrar una mención, un nombre femenino. Sin embargo, puede que el hecho de que nuestro pueblo adorara a una Diosa Madre, en contraposición al dios de las grandes religiones patriarcales y monoteístas, haya incidido en el papel preponderante, y anónimo, de la mujer en nuestra cultura. Amari (Ama ari da - “la que es madre”) es la única reminiscencia viva de la Diosa Madre europea. Recalco la palabra “viva” porque hoy en día, y aunque ya nadie cree en ella, sigue viva en muchos de nuestros pueblos, en muchas de nuestras costumbres, en nuestras leyendas. Incluso seguimos refiriéndonos a ella en las tierras del Duranguesado en Bizkaia, en Aramaio de Araba, en los pueblos que rodean al monte Txindoki en Gipuzkoa, en las leyendas de Navarra, en las tierras vascas allende los Pirineos. Tras un silencio de casi mil años, el pueblo vasco reaparece en las crónicas históricas con la fundación del Reino de Pamplona, en las luchas contra los musulmanes, en las desavenencias entre los reinos de la Península, en las disputas teológicas. Las mujeres continúan desaparecidas en la Edad Media y en el Renacimiento, excepto algunas esposas, madres, hijas o concubinas de los reyes de Navarra y de los nobles, utilizadas para fines políticos, a quienes se entregan en matrimonio en aras de alianzas beneficiosas para sus parientes masculinos. No obstante, gracias 23


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a los documentos que se conservan: leyes, juicios, testamentos, contratos matrimoniales, compra y venta de propiedades y donaciones a la Iglesia, sabemos que tenían determinados derechos a la hora de testar o de nombrar herederos, algo impensable en los territorios limítrofes. Las vemos asimismo mencionadas como herederas de grandes y pequeñas propiedades que ellas mismas gestionan, navieras, ferronas, religiosas, dueñas de negocios, damas y campesinas, defensoras de plazas sitiadas, amantes reales, madres solteras, prostitutas, bandidas o curanderas. En tiempos remotos, las mujeres sabias guiaron a las tribus, crearon la religión, descubrieron el uso de las plantas medicinales, aprendieron a cultivar la tierra y a domesticar a ciertos animales. Asimismo descubrieron y utilizaron los tintes vegetales y minerales, inventaron el telar, curtieron las pieles de los animales y supieron dominar el barro para la fabricación de útiles. Cuando el concepto masculino del mundo superó al femenino, las mujeres sabias fueron sustituidas por los sacerdotes y relegadas sus prácticas, transmitidas durante generaciones. Sin embargo, aquí en nuestra tierra, en Euskal Herria, la creencia en la Diosa Madre se mantuvo tiempo después de que la religión católica se alzara como única creencia tolerada, y las que habían sido respetadas y veneradas por generaciones enteras pasaron, en pleno siglo XVI, al lado oscuro de la Historia con una denominación única y sobrecogedora: brujas. Los expertos no se ponen de acuerdo en cuanto a la etimología de la palabra “sorgin”. Según J.M. Barandiaran derivaría de sorte + -egin, es decir “echador/a de suertes”, aunque también podría proceder de sor + -egin: “creador/a”. Existe, sin embargo, otra posibilidad quizá más atractiva e incluso más apropiada, la que resultaría de sortu (nacer) + -egina (la que hace), es decir: “la que hace nacer”, la partera. La antigua palabra vasca para partera habría dado lugar a otra de significado bien distinto de forma que incluso la palabra ezti, que designaría al mago o hechicero, caerá en desuso durante la caza de brujas, y los hombres acusados serán asimismo llamados sorginak. Parteras, curanderas, herboleras, brujas... Nombres diferentes para un mismo oficio que ha hecho correr mucha tinta y continúa suscitando curiosidad y no pocos mitos. Fueron mujeres con una cultura rural y marinera, muy apegadas a sus tradiciones, a sus modos de vida, a creencias heredadas; crédulas, supersticiosas e inocentes de los crímenes que se les imputaron durante generaciones. Fueron víctimas de un sistema social, cuyos dirigentes civiles y religiosos eludieron sus responsabilidades y desviaron la atención de los verdaderos problemas al alentar la creencia en la brujería. Se culpabilizó a pobres mujeres iletradas de las derrotas en las guerras, la carestía de los productos de primera necesidad, las hambrunas, epidemias, sequías, la baja demografía y todo tipo de males que acuciaron a aquellas sociedades. Fueron, nunca mejor dicho, chivos expiatorios y, por ende, impotentes para defenderse ante tanto desatino. Porque una cosa está clara: sabemos muy poco acerca de las mujeres que a lo largo de los siglos se dedicaron a atender a las parturientas y a aliviar los males que siempre han acuciado al ser humano; aprendieron a utilizar las plantas, a elaborar ungüentos y jarabes, a discernir las enfermedades a través de la experiencia de incontables generaciones, siempre transmitida de forma oral pues no dejaron testimonios escritos, y la escasa información existente que nos ha llegado, lo ha sido por mano de 24


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los inquisidores, las actas de los juicios, las opiniones de estudiosos que se han interesado en el tema, y la credulidad de las gentes. Como en otras latitudes, las guerras han estado presentes a lo largo de nuestra Historia y, como siempre también, las mujeres han sufrido sus consecuencias: han visto morir a sus hombres, padres, maridos, hermanos, hijos; han sufrido los abusos de los vencedores, se han visto obligadas a huir de sus hogares, a exiliarse y a emigrar, en busca del pan para sus criaturas y de una vida mejor. Las luchas entre banderizos, franceses, ingleses, españoles, carlistas y, finalmente, la guerra civil cuyas consecuencias todavía colean, han desangrado este pequeño territorio que, sin embargo, ha renacido una y otra vez sin perder su idiosincrasia, sus modos de vida, su lengua, en gran parte gracias a las mujeres. Este es el verdadero matriarcado vasco. La revolución industrial tuvo un gran peso en nuestra sociedad y, al igual que en el resto de Europa, las mujeres se incorporaron al trabajo en las fábricas y se relegaron las labores del campo. Sin embargo, desde siempre, la mujer vasca ha participado en la agricultura y en la ganadería, al igual que ha trabajado en la costa, si bien su presencia, fundamental en dichas tareas, ha sido minusvalorada cuando no ignorada. Sin ella, sin su trabajo y aportación a la sociedad, a la economía familiar, al mantenimiento de la familia y del caserío, no estaríamos ahora hablando de un sector que, aun con dificultades, se mantiene y está recuperando la fuerza perdida a partir de la industrialización. En la actualidad, está cada vez más presente en el ámbito rural, no como mano de obra barata, por no decir gratuita, sino como sujeto de decisión y empresaria, demostrando su valía, su tenacidad y claro posicionamiento ante la crisis económica, el deterioro medioambiental, el calentamiento global, la desaparición de cientos de especies, los cultivos transgénicos, la escasez de agua, el hambre, con los que se enfrenta el mundo, en especial el occidental, devorador insaciable del medio natural. Es por ello de agradecer la presencia de agricultoras y ganaderas en una sociedad que se ha entregado al becerro de oro olvidando que los ídolos no alimentan. La globalización, los medios de comunicación y tecnológicos, están transformando nuestra sociedad de manera radical y sin retorno. Nuestro pueblo continua escribiendo su Historia, pero de otra manera. La mujer en Euskal Herria es independiente a todos los efectos y está hoy en día integrada en la vida laboral, académica y profesional. Euskadi y Navarra son las comunidades autónomas con mayor número de hombres y mujeres de todo el Estado con estudios universitarios, siendo ligeramente superior el colectivo femenino. Las cifras son similares para la tasas de ocupación laboral en la mayoría de los trabajos. Sin embargo, los sueldos por igual actividad son un 25,16% inferiores, y el paro femenino también supera al masculino. Queda por mencionar un tema que, a la larga, tendrá efectos en nuestra cultura y que, podría afirmarse, depende en gran parte de la mujer. Euskal Herria es la zona con una de las demografías más bajas del Planeta, lo que nos aboca directamente a la desaparición. No obstante, también somos un pueblo con recursos. A través de los siglos, y muy especialmente en los últimos cien años, han sido muchas las gentes llegadas de otras regiones y países que han hecho suya esta tierra mezclándose con la población autóctona de manera que un par de generaciones más tarde habían 25


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desaparecido las diferencias de origen. En la actualidad volvemos a ser testigos de una migración a gran escala, de la llegada de familias enteras en busca de una oportunidad para rehacer sus vidas y dejar atrás el hambre y las guerras. Hay esperanza si somos capaces de asimilar esta nueva savia, si logramos ahuyentar el recelo a lo desconocido y transmitimos nuestra herencia. Nosotras, las descendientes de aquellas que empuñaron las armas para defender su libertad; que conservaron la herencia de sus antepasados mientras sus hombres desaparecían durante meses y, a veces, años en busca de la ballena o inmersos en guerras ajenas; que mantuvieron las haciendas familiares, ocupándose de casas, hijos, ancianos, enfermos, huertas y animales; que se embarcaron hacia tierras lejanas en busca de una vida mejor para los suyos, o que llegaron aquí por los mismos motivos; que sufrieron persecuciones por creer en lo que sus madres creyeron; que fueron arrinconadas y alejadas de las fuentes del saber; que preservaron y nos legaron una forma propia de ser, estamos en deuda con ellas, y es nuestro deber mantener dicho legado.

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MUJERES TRABAJADORAS. UNA VISIÓN HISTÓRICA (SS. XIX-XX) MERCEDES ARBAIZA Universidad del País Vasco (UPV/EHU)



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1. La relación de hombres y mujeres con el empleo en las sociedades contemporáneas. Buenos días. Quiero agradecer a la Asociación de Concejos de Álava/Araboko Kontzeju Elkartea (ACOA-AKE) por darme la oportunidad de compartir esta reflexión que he titulado “Mujeres trabajadoras. Una visión histórica (ss. XIX-XX)” en unas jornadas que tienen la sensibilidad de incorporar la historia como un ámbito de experiencia en la conformación de la conciencia y de la agencia de las mujeres. Voy a abordar la relación de las mujeres con el trabajo durante los dos siglos que conforman la sociedades contemporáneas. Considero que el trabajo es algo más que una actividad productiva; el trabajo es contrato pero también es relación; es una de los actividades entorno a las cuales se organiza el acceso a los recursos y, por lo tanto, el bienestar y el poder en las sociedades contemporáneas. Vivimos en sociedades empleocéntricas. La propuesta de Adam Smith, el padre de la economía, de que el trabajo es la riqueza de las naciones ha sido uno de los motores en la conformación de nuestras sociedades capitalistas. La interpretación capitalista del trabajo contiene una dimensión económica en cuanto que es la principal actividad que nos permite acceder a una renta y, por lo tanto, imprescindible de cara a conquistar ciertas cotas de autonomía. Desde principios del s. XX adquirió una dimensión social, ya que el empleo es la actividad humana sobre la que se ha generado un sistema de derechos que garantizan la seguridad de las personas. Me refiero a derechos sociales como la jubilación, el paro, el subsidio por enfermedad o incapacidad, los permisos por maternidad y cuidados de personas dependientes. Hoy en día, el trabajo en las sociedades capitalistas contiene además una dimensión cultural. “Estar activo” o, su opuesto, “estar pasivo”, es algo más que una categoría de clasificación de la estadística económica. Estas categorías, que tienen un origen económico, han forjado una identidad social que alude hacia la integración o exclusión social. De hecho, cuando nos saludamos y preguntamos ¿qué tal nos va? solemos dar cuentas, a modo respuesta inmediata, sobre como nos va en nuestra vida laboral. Voy a dar una visión de larga duración de los siglos XIX y XX sobre los cambios en las relaciones entre hombres y mujeres entorno al trabajo. La historia me sirve como atalaya para explicar cómo 29


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se ha construido esta relación. Parto de una interpretación culturalista sobre los fenómenos económicos, más concretamente sobre las prácticas laborales y las relaciones sociales entorno al empleo. Es decir, cuestiono la premisa de la teoría económica ortodoxa de que cualquier elección económica (vender o comprar mercancías, invertir un capital o buscar empleo) está guiadas única y exclusivamente por una lógica ajustada al principio de coste de oportunidad o de racionalidad económica. La historia del empleo femenino, la de sus derechos laborales así como su integración política como sujeto en las relaciones laborales contemporáneas está inscrita dentro de narrativas construidas sobre una manera particular de entender lo que significa “ser hombre” y “ser mujer”. En este sentido, la perspectiva histórica que voy a adoptar me va a permitir combatir toda forma de esencialismo epistemológico de la economía hegemónica que postula un comportamiento económico necesariamente sometido a un sistema de preferencias egoísta y racional. El análisis del significado inestable y cambiante que adopta el empleo femenino, por lo tanto, nos va a permitir comprender como las relaciones de género entorno al mismo se articulan con otras identidades muy poderosas, como la identidad nacional, la identidad de clase o la identidad feminista. Quiero partir en esta exposición con una representación gráfica que expresa la experiencia histórica de hombres y mujeres en relación al trabajo remunerado durante dos siglos. Desde la economía política se ha pretendido objetivar la disposición que tienen las personas ante el empleo, si quieren o no vender su trabajo en el mercado, a través de indicadores cuantitativos. El más sencillo es la tasa de actividad. El resultado en el largo plazo es una imagen gráfica (gráfico 1) que mide la evolución de las tasas de actividad masculina y femenina, en este caso de los territorios de Vizcaya y de Álava, pero que representaría en su estructura interna la de los países capitalistas occidentales. Gráfico: Tasas de Actividad femenina y masculina a lo largo de los ss. XIX y XX (Vizcaya y Álava). 1800-2000.

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A la luz del gráfico se puede afirmar que la experiencia laboral de hombres y mujeres es diametralmente opuesta. La evolución de la actividad productiva masculina es totalmente inversa a la femenina. Muestra una imagen de una U invertida, algo menos cerrada que la femenina. Las tasas de actividad de los varones en las sociedades industriales y postindustriales muestran gran estabilidad en sus niveles de participación, entorno al 65-70 por cien. Se interpreta que han contribuido al desarrollo económico nacional (PIB) a través de un acceso prácticamente universal al empleo en su fase activa (16-65). Las variaciones dependen de los cambios en la entrada al mercado de trabajo (edades de finalización de los estudios) y de salida del mercado de trabajo (edades de jubilación). Pero su ciclo laboral y su ciclo vital apenas sufre cambios en el tiempo. La misma contabilidad nacional, cuando mide la disposición de las mujeres a entrar en el mercado de trabajo adopta gráficamente la forma inversa, una forma de U. Es una evolución aceptada por los manuales de historia económica y que muestra tres fases. En una primera fase del capitalismo industrial decimonónico, las mujeres, a pesar de la tendencia al descenso, mantuvieron una participación todavía intensa en los procesos de desarrollo económico, con tasas de actividad cercanas a las actuales, del 50-55%. En una segunda fase, a partir de 1900, la actividad femenina se hunde, pasando a engrosar lo que en un lenguaje económico se denomina “clases pasivas”. En este sentido, la representación de la U toca fondo en los años 1940/50, en pleno franquismo y se mantiene así hasta los años 60. Esta misma tendencia se repite en las democracias occidentales que salieron de la crisis de la Segunda Guerra Mundial mediante la instauración del Estado del Bienestar. Según esta representación estadística, es a partir de los años 70 del s. XX cuando las mujeres volverían al mercado de trabajo o, por lo menos, lo hacen de forma oficial y reconocida estadísticamente. La curva comienza así a cerrarse aunque está todavía lejos de alcanzar las tasas de actividad de partida. A día de hoy la actividad femenina gira entorno al 55% y la masculina entorno al 65%. Parece que tiende a igualarse aunque en ningún país de occidente se ha conseguido. a. Razones de la invisibilidad de las mujeres de la economía productiva. La interpretación clásica llevada a cabo por economía política justificó la exclusión de la mujeres del empleo en la transición al capitalismo industrial como un fenómeno necesario e inevitable. Se dan por supuestas dos premisas: las mujeres fueron expulsadas del mercado de trabajo dentro de una división sexual del trabajo que era “necesaria” o, si prefiere, de carácter estructural. En el contexto de las nuevas formas de organizar el trabajo industrial, de separación de espacios productivo (el mito de la fábrica) y reproductivo, el capitalismo mismo impulsó una progresiva división del trabajo productivo/reproductivo dentro de otras muchas divisiones sociales y técnicas del trabajo. Una segunda premisa es que la productividad femenina, es decir el valor de su trabajo en el mercado, es naturalmente menor que el masculino. Así junto a la necesidad económica, se construyó un discurso de naturalización de la diferencia sexual que respaldaba “sabiamente” lo que parecía una necesidad en un orden económico y social. 31


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Desde la perspectiva feminista como teoría crítica, es decir, como una teoría de la sospecha sobre cómo se ha producido el conocimiento, la pregunta gira, en primer lugar, hacia las invisibilidad de las mujeres. ¿Dónde están las mujeres? En este sentido, quiero comenzar afirmando que esta gráfica en forma de U es una ilusión estadística. No responde a lo que parece, sino, más bien, a un silencio estadístico de la misma contabilidad nacional sobre la contribución femenina a la economía del trabajo. Si ustedes se acercan a una mujer ya mayor, de alrededor de 70 u 80 años y le preguntan a ver si ha trabajado, les responden de la misma, “¿yo? yo no he trabajado nunca”. Pero si vuelven con la retro pregunta, “pero bueno, a ver, ¿que hacía usted de joven?”, entonces comienza un relato sobre un sinfín de tareas y actividades (de carácter productivo) que llevaban a cabo: cogían olivas en invierno, recogían el trigo o la cosecha en verano, habían servido como criadas antes de casarse, limpiaban las fábricas en donde trabajaban sus maridos, lavaban y planchaban en las casas de las señoras de los pueblos y largo etc. Tenemos, como ustedes se pueden dar cuenta, dos problemas que invisibilizan el empleo femenino; el da la negación de las propias mujeres de su trabajo, debido a una subjetividad o forma de entender su identidad como mujer en un sistema de relaciones de género históricamente construido. El otro problema es el del sujeto que ha medido el trabajo, el que ha construido el objeto de estudio, que es incapaz de abarcar la experiencia femenina, un trabajo que se mueve en los márgenes del sistema. Estamos ante un dilema de carácter epistemológico. Es una forma androcéntrica de medir e interpretar el trabajo por parte de la economía política. La estadística nacional, por su carácter discursivo, no es una representación objetiva de la realidad, al menos del trabajo femenino, debido el estrecho corsé del “empleo” como categoría que mide el trabajo. El sistema capitalista como sistema de creación de riqueza y de distribución de la misma, ha puesto énfasis en que sólo el trabajo que pasa por el mercado debe ser valorado como actividad productiva. Aunque, como ocurre con otras categorías ilustradas, al contenido del empleo se le atribuya un carácter universal, sin embargo, adopta un contenido particular e histórico; se ha interpretado en calidad de asalariado, de carácter extradoméstico, y en su modalidad estable a lo largo del ciclo de vida. El marco discursivo dentro del cual cobra valor el trabajo fue retirando el reconocimiento de las mujeres como trabajadoras, lo que ha condenado a la invisibilidad y opacidad de su actividad productiva. Las mujeres siempre han contribuido a las procesos de producción de bienes y servicios necesarios para la comunidad; ahora bien, su experiencia se ha producido desde los márgenes debido a su carácter inestable, doméstico, flexible, frecuentemente interrumpido a lo largo del ciclo laboral. Es por ello que desde una mirada de género se ha propuesto ampliar el contenido de lo que se considera trabajo a todo el conjunto de bienes y mercancías necesarias para la reproducción social de la comunidad, las que pasan por el mercado y las que no. b. El valor social del trabajo femenino y el sujeto político. La imagen de la U sí es una buena expresión del significado y del valor social concedido al trabajo femenino. Contrariamente a lo que pretende la economía política no representa tanto una relación económica (en términos de coste de oportunidad, de oferta y demanda) sino más bien los 32


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cambios en las identidades de género en relación al trabajo. No contiene una relación en términos de coste de oportunidad, de juego de oferta y demanda, sino que representa una lectura social del trabajo femenino. Siguiendo esta lectura se produce una exclusión simbólica de las mujeres de una forma particular de empleo, de una forma de entender el trabajo, el aquellas que otorga rentas, derechos y reconocimiento social. Resume, por decirlo de otra forma, la exclusión social de las mujeres de la sociedad del trabajo. Lo vamos a interpretar como parte de un proceso de formación y crisis de otras identidades como la de la conciencia de clase (obrera) o, en su caso, la redefinición de la conciencia nacional. Expresa sobre todo una historia de naturaleza identitaria. El valor atribuido al trabajo femenino estaría más relacionado con las formas de subjetividad en cada periodo histórico, y se podrían resumir en tres etapas muy diferentes que atienden a modelos de “ser mujer” en estos dos siglos. En la primera fase (1800-1900) las mujeres irrumpen en el trabajo industrial encarnando una identidad propia, nueva a efectos de la época, “la mujer obrera”, una figura emblemática al convertirse en un problema social. Una segunda etapa que comienza a principios del s. XX en la que se asume mayoritariamente la identidad del “ama de casa”. Esta subjetividad, tiene un origen en la crisis nacional de los estados occidentales de finales del s.XIX, se interioriza en los felices años veinte y llega a su máximo apogeo después de la Segunda Guerra Mundial en los países occidentales y durante el franquismo en España. Fue una figura adhoc para las familias obreras, con un contenido diferente al del “ángel del hogar” u otras imágenes femeninas creadas desde una domesticidad burguesa. El ama de casa como subjetividad entra en crisis a partir de los años setenta, en la que se inaugura una tercera etapa en la relación de las mujeres con el trabajo. Al calor del feminismo de los años 70 las mujeres van a protagonizar un cambio radical, una ruptura con esta figura que se constituye precisamente en experiencia de opresión. Irrumpe otro modelo de mujer liberada en cuanto que “trabajadora”, alejada del estigma de la obrera de principios de siglo; una nueva subjetividad, la de la mujer autónoma, que pretende la igualdad, unisex, y que se masculiniza en su formas corporales. Soy consciente que esta sucesión de subjetividades no contempla la experiencia de las mujeres de clase media, que no representan la experiencia de la mayoría social hasta el último tercio del s. XX. La relación entre las dos curvas de actividad, la masculina y la femenina, tiene a su vez una lectura política. Teniendo en cuenta la importancia de la experiencia del trabajo en las sociedades modernas como espacio de experiencia y de emergencia de los movimientos obreros, motor de cambio social y de emancipación de las clases trabajadoras, el silencio estadístico de la mujeres en el empleo evidencia las condiciones de imposibilidad de las mujeres de constituirse en sujeto político dentro de las narrativas obreristas. 2. El desafío de la mujer obrera en el siglo XIX. A lo largo del s. XIX las mujeres se incorporaron masivamente a las nuevas formas de trabajo industrial, en fábricas y talleres mecanizados. Una vez se pusieron en marcha las reformas liberales que asalarizaban el trabajo, y se impulsaba además un proceso de mecanización de 33


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la producción, las mujeres participaron intensamente de la nueva vida industrial, vendiendo su trabajo. Los empleadores contrataron masivamente mano de obra femenina debido a sus bajos salarios y baja cualificación. Fijaros en la curva, las tasas de actividad femenina en este periodo fueron muy elevadas, cercanas al 50-60%, similares a las actuales en España. En las comunidades eminentemente obreras ascendieron al 70-80%. Son muchos los testimonios de los trabajadores corroborando, con mas o menos aceptación social, esta doble realidad, las mujeres trabajaban mucho y además lo hicieron en muchos sectores y oficios en los que no se habían ocupado hasta entonces. Voy a reproducir algunos de los ejemplos que se fueron exponiendo en la gran encuesta que promovió el Estado sobre las condiciones de vida y de trabajo de las trabajadoras a través de la Comisión de Reformas Sociales en 1884. Así testificaba un representante de la sociedad obrera del arte de imprimir: “No sé si los señores de la Comisión habrán visto trabajar a las alfareras de algunos pueblos de Cataluña”. O, como explica el Sr. Villegas, de la Sociedad de Canteros, “Yo he visto a las mujeres trabajar en Santander desempeñando el oficio de peones de albañil. Las he visto ocupadas en las operaciones de carga y descarga de las embarcaciones, y parece que están vestidas de almazarrón por el polvillo colorado del mineral de hierro procedente de la estación de Guarnizo”. Otros ejemplos los tenemos en la fundición de letras, y sobre esto llamó especialmente la atención de la Comisión, que en las tipografías se empleara a las mujeres a destajo durante doce, catorce y algunas veces diez y seis horas diarias. “En la ebanistería, hasta hace media docena de años, no había tenido entrada la mujer, pero para resistir la competencia de los muebles que vienen del extranjero, también se emplea ya en la ebanistería a la mujer”, afirmaba ante los señores de la Comisión el trabajador Juan Gómez, representante de la Sociedad de Parados. En muchas de las actividades productivas se exigía una gran fuerza física, como es el caso de las sirgueras, las mujeres que tiraban de los barcos en el muelle del Gran Bilbao con las cintas atravesadas delante del cuerpo, o las cargueras de bacalao. En la construcción también están presentes: “Mi compañero Recarte os recordaba el trabajo que hacen las mujeres en los tejares de Madrid; da lástima verlas sacar los ladrillos cociendo” se reconocía en 1884. Sustituyeron a los hombres en las fábricas de tabaco, y en muchas industrias de origen artesanal que se mecanizaron. En todos los casos ganaban mucho menos que su maridos, hermanos y que los hombres en general. “Todos sabemos que los esfuerzos que la mujer realiza dentro del taller son muchas veces iguales, si no superiores a los del hombre, y en cambio es siempre menos retribuida” llegaban afirmar sus compañeros de taller en esta misma época. Se abrieron nuevas posibilidades de ser mujer desconocidas hasta entonces. Los trabajadores reconocieron que las mujeres no tenían otra alternativa que contribuir a una estrategia de suma de salarios en un etapa muy difícil por el deterioro brutal que se dio en los niveles de vida de la población. Son mujeres que trabajaron por “necesidad” pero al hacerlo desafiaron el modelo de feminidad predominante, el imaginario del “ángel del hogar” basado en una visión de las mujeres aprisionadas en una naturaleza frágil, inferiores en sus capacidades intelectuales, seres débiles y pasivos, sin energía o impulso sexual, sin voluntad propia; el ideal femenino impulsado por las revoluciones burguesas decimonónicas, concebía a las mujeres como seres destinados a procurar 34


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recursos morales en el ámbito privados, espacio creado para su confinamiento. La mujer obrera abría un espacio de desobediencia, nuevas posibilidades de feminidad totalmente inéditas en las sociedades liberales decimonónicas. Las trabajadoras crearon una cultura propia y, además, lo hacían dentro de una incipiente clase obrera que irrumpía en esta época en España, y también en los países industrializados. Se hicieron visibles en las calles y en los talleres, compartieron espacios de trabajo con los hombres, y mostraron una enorme iniciativa y capacidad de decisión en las cuestiones materiales. Las mujeres obreras mostraron cotas de libertad desconocidas hasta entonces. El acceso al empleo y la posibilidad de obtener recursos a través de un salario les dio un grado de autonomía inédito. Aquellas que trabajaban mostraban un mundo de relaciones con los hombres en el que se relajaban las formas tradicionales del ejercicio de la autoridad patriarcal, propias de las familias de clase media, de pequeños propietarios campesinos o de grupos artesanales. La relaciones matrimoniales perdía el carácter contractual propio de las sociedades rurales. Se mostraban libres de aquellas instituciones sociales que ejercían el control social y mantuvieron durante siglos una fuerte jerarquía interna vinculada a la herencia de la tierra o del conocimiento del oficio. Al no depender el acceso a los recursos de los sistemas de herencia familiares, el contenido afectivo de estas familias obreras se transformó sensiblemente. Hombres y mujeres se casaban muy temprano con 20 21 años. Sus relaciones amorosas se desvinculaban de intereses tipo material, como era garantizar el status familiar. Ganaban terreno relaciones más libres, ajenas a convencionalismos y más espontánea en relación a la expresión de los afectos. Hay un refrán de la época que resumen bien este estado de cosas. “Alfonso XII se casó como los pobres, por amor”. Se articularon familias muy extensas basadas en solidaridades horizontales y vecinales. Sus pautas de corresidencia se alejaban del modelo de familiar nuclear propio de las clases medias modernas (padres e hijos). Las familias se disolvían en un mundo de relaciones mucho más abierto que el modelo hegemónico, entendido como un “hogar” volcado hacia el interior, refugio del mundo hostil. “Eran tiempos dificilísimos“ afirmaba una mujer que vivía en la Arboleda en 1910, “mi vida estaba casi siempre en la calle. Esto me hizo estar sana y fuerte y no acoquinarme por nada (…), en aquellos tiempos éramos una gran familia. Disfrutábamos todos, había mucha necesidad, pero padres, hijos, hermanos, todos juntos con todos los vecinos nos divertíamos, cantábamos, bailábamos y reíamos”. Formaban unidades de corresidencia muy amplias, en las que se cohabitaba con hermanos, primos y otros familiares, con los que se establecían dinámicas de solidaridad muy estrecha. Se compartía techo, puchero e incluso cama con otros parientes que acudían a las ciudades en búsqueda de trabajo y de una mejora de los niveles de vida. En pleno desarrollo industrial el grupo familiar actuaba como un primer marco de solidaridad; era una actitud de defensa ante la incertidumbre de las nuevas situaciones vividas en etapas de fuerte movilidad geográfica Desde luego apenas había espacio físico, y el escaso tiempo de ocio no permitía la asunción de valores como el de privacidad, pilar fundamental de la domesticidad. La nueva disciplina del trabajo del capitalismo industrial dio lugar a larguísimas jornadas de trabajo -entre 10 y 12 horas 35


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diarias según los sectores económicos- que impedían la dedicación de las mujeres a aquellas tareas domésticas orientadas al “bienestar” y “felicidad” de sus miembros tal y como proponía el modelo burgués. Así, aunque la función de la producción se había ido desplazando hacia el espacio público (la fábrica, el taller), el espacio doméstico obrero no acababa de asumir la representación del “hogar” como espacio de bienestar y consumo. Las mujeres obreras experimentan el mundo de forma muy diferente a las mujeres burguesas. La historiadora Miren Llona ha estudiado a través de la historia oral la subjetividad de estas mujeres trabajadoras. Su identidad estuvo marcada por una necesidad, la de ser una mujer robusta, fuerte, madre de numerosos hijos y con energía inagotable para trabajar por la familia. Así se entiende a sí misma una mujer, Purificación, que vivió aquel tiempo en el Gran Bilbao: ”Yo, pues, trabajar y trabajar (..) como un hombre, allí, eh? De la mañana a la noche, con el ganado, yo ordeñaba y llevaba el ganado a las huertas, al monte. Segaba la hierba con el layo, yo lo cargaba. Estaban asombrados de la fuerza que yo tenía (..) y esto me hacía sentirme orgullosa”. Ser una buena mujer era ser una trabajadora infatigable. Fueron todo un referente simbólico que expresaba la épica de la supervivencia. Esta identidad, la mujer fuerte, es la que realizaba múltiples trabajos informales y la que gestionaba, tanto el potencial del trabajo de todos los componentes de la unidad familiar, como los recursos que se obtenían con el concurso de todos. La gestión de la pobreza y la sabiduría para afrontar la adversidad eran las virtudes de las mujeres. 3. La “cuestión social” y cuestión nacional como una cuestión de género a finales del siglo XIX. La mujer obrera, sin embargo, representaba un fracaso del proyecto social impulsado por las virtuosas clases medias, basado en la segmentación de espacios y en la irreductible diferencia sexual y el confinamiento de las mujeres en los hogares. Mostraba una forma de ser mujer, una feminidad que alarmó socialmente a las élites gobernantes de la época. “El alejamiento del hogar para asistir a las ocupaciones de la fábrica es en extremo fatal para la familia, para la especie y para la mujer misma”, diagnosticaba D. Ramiro, un reformista de la sociedad del fomento de las Artes. Otro compañero mucho, testigo ante la Comisión, mostraba la misma preocupación social: “Si urge, pues sacar al hombre del error y la abyección que produce la ignorancia, mucho mas urgente es hacerlo a la mujer por la influencia que ejerce en la familia y en las costumbres nacionales”. El movimiento de reforma social impulsado por los estados europeos occidentales en Conferencia de Berlín de 1890 se propuso hacer frente a lo que denominaron la “cuestión social”. En un ambiente de profunda polarización social se expresó por primera vez una autoconciencia crítica por los efectos no deseados del capitalismo. El diagnóstico aludía a una “crisis social”, la del pauperismo o la emergencia de las masas de trabajadores bajo una apariencia de cuerpos enfermos e inmorales, que apuntaba, a su vez, hacia una “crisis nacional” fundamentada en la degeneración 36


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de la especie y de la población. Y, además, se vivió como una “crisis sexual” la del desafío de la mujer obrera. Reforma social y regeneración nacional aparecieron así vinculadas a través de la clase obrera y, sobre todo, de sus mujeres. Las mujeres, en cuanto que trabajadoras, vivieron una encrucijada al atribuirles la responsabilidad política, un sentido de culpa, del atraso social de las naciones. Fue un juicio político que determinó la voluntad de la clase política de intervenir sobre el cuerpo de las mujeres en tanto que expresión de la nación. El diagnostico era que la pobreza, la obrera, ponía, en peligro la propiedad de todos, y su cuerpo, el obrero, era la expresión de la degeneración física del cuerpo nacional. “La gangrena comienza a corroer el cuerpo social” afirmaban los insignes representantes del Instituto Libre de Enseñanza en 1884. Las expresiones de las élites sobre la cuestión social desbordaron una fuerte carga de repudio hacia las familias trabajadoras. El argumento de la biología como entramado de sentido en el que se inscribe el diálogo social de finales del s. XIX en los países europeos, se asentó sobre estas nuevas formas de sentir y de modelar el cuerpo nacional y el cuerpo obrero. La crisis se expresaba en forma de miedo, miedo a la enfermedad, al contagio de un cuerpo obrero que es percibido como enfermo y peligroso, como portador de las epidemias e infecciones asociadas a las malas condiciones de vida que se propagaron en las nuevas ciudades industriales. La crisis nacional era una “crisis de la especie” dentro de una visión biologicista que situó el cuerpo higiénico en el centro de las preocupaciones sociales. El Estado dictaminó a las mujeres como principales culpables. El resultado de la reforma social es que no sólo se hicieron visibles a las mujeres trabajadoras sino que además las hicieron “problemáticas”. Este fue el fundamento de los orígenes del estado social a partir del cual se revisó un postulado sagrado liberal, el principio de no intervención del estado en la vida social. Por otra parte, la figura de las mujeres trabajadoras se convirtió en un estigma para los propios trabajadores como grupo social del cual formaban parte. En un contexto político en el que la clase obrera emergía como sujeto político, con un proyecto propio dentro de las narrativas socialistas, y en un marco de aprobación del derecho al sufragio masculino (1890), los trabajadores buscaron su respetabilidad y reconocimiento social. En el diálogo político que se llevó a cabo entre los varones de dos clases sociales que se reconocían como antagónicas, los trabajadores se sintieron humillados por sus interlocutores, los hombres de clase media, en lo que se refería a su vida privada. Las mujeres obreras ponían en cuestión su masculinidad debido a la inversión sexual que parecía que se producía por parte de una feminidad obrera “masculinizada”. Feminidad y masculinidad así aparecían interrelacionadas, como identidades binarias que se afirman en oposición y de forma jerárquica. Cualquier cambio en la identidad de uno de los polos arrastraba al otro. O por lo menos, así lo veían algunos insignes políticos regeneracionistas como Costa que llegaría a afirmar que España era país de eunucos. O el mismo Ortega y Gasset que propuso la necesidad de reforzar la masculinidad del hombre español reformando la feminidad de sus mujeres. La estigmatización sobre las mujeres obrera se produjo también en base a su apariencia masculina. Como la cuestión sexual afectaba a la inscripción de una identidad masculina y femenina, el obrero sintió feminizado por su mujer en cuanto que obrera, a base de desempeñar 37


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trabajos que requerían de enorme esfuerzo físico. “Hay oficios ejercidos por mujeres que espantan (…) van vestidas casi como hombres, no se sabe si tienen forma de mujer o de hombre” reconocían los representantes de la sociedad de Arte de Imprimir. Se había alterado la oposición entre naturaleza y cultura. La prensa socialista, a través de su medio de comunicación El Socialista, se hizo eco de las reflexiones de los médicos higienistas ingleses. Aun reconociendo que las mujeres tenían las mismas capacidades que los hombres en el trabajo, sin embargo, interpretaron que el trabajo industrial les sometía a proceso de virilización. “Si la mujer trabaja (…) llevará lentes; su modo de andar adquirirá un aire masculino y su fisonomía se acentuará: el sistema piloso de su rostro se desarrollará en proporción a los progresos que haga en su nueva carrera” (Dr. Richardson, 1886). La feminización del obrero se inscribe no sólo en el aspecto físico de sus mujeres sino que también podía percibirse en la forma de relacionarse y de comportarse de las mujeres obreras. La autoridad del varón en la familia quedaba cuestionada según los cánones de domesticidad de las clases medias. No hay mas que analizar la enorme importancia que adquirió en el debate político un tema tan privado como quién “les” zurce los pantalones a los trabajadores. Estos se defendían de esta manera: “Comprendo que la mujer soltera trabaje; pero la mujer casada debe estar perenne en su casa para atender a las necesidades de su familia, porque en otro caso tiene uno que llevar el pantalón roto; la mujer no puede coserlo, porque está en casa menos tiempo que el marido, y el marido tiene que coserse el pantalón”. O el famoso testimonio de Facundo Pérez Agua, líder del socialismo vizcaíno, sobre el caso de quien hace la cena: “Yo conozco a un individuo de la sociedad que cuando va a su casa por la noche tiene que hacer la cena él mismo”. Las mujeres obreras aparecieron como culpables de la crisis de la institución familiar y de la imposibilidad del hogar como espacio de bienestar para los trabajadores. Su responsabilidad como madres quedó abiertamente cuestionada en los testimonios: “porque el hijo, que acaso frecuenta más las malas compañías que el trato de los padres, llega a perderles el respeto y a romper tanto más pronto y con tanta mayor violencia el yugo paterno”. Educarse en la calle era una imagen muy provocadora para la moral burguesa y, sin embargo, algo consustancial a la cultura familiar obrera, que se construía al margen de los valores de domesticidad y del mundo privado. Para la moral dominante de la época la crisis sexual era la causa de la disolución de lazos familiares. La estigmatización social de las costumbres de los trabajadores llegó a su máxima expresión ante el progresivo grado de independencia que mostraron las mujeres respecto de autoridad del “páter familia”, La masculinidad de los trabajadores aparecía, a ojos de las clases medias, bajo sospecha en la medida en que habían perdido la autoridad sobre sus mujeres. Las relaciones asalariadas tejían relaciones contractuales con autoridades externas como la de patronos. “La mujer que va a la fábrica, se decía, ya no es de su familia, porque allí hay un jefe a quien obedecer, un reglamento que cumplir” afirmaban los regeneracionistas en España. Les resultaba muy fácil concluir de esta situación que el adulterio era una práctica extendida entre las obreras así como el divorcio. “Flanqueando la mujer la protección material del hombre, ha de amenguarse también el influjo moral del mismo, y por ende la fidelidad conyugal”. Fue una de las acusaciones 38


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que más pesó sobre los hombres obreros, la que afectaba a la inmoralidad de sus mujeres por su comportamiento “libertino” e , incluso, por la degradación y corrupción que su cuerpo a través del comercio sexual. “El trabajo de la mujer, como he dicho antes, es malo en todas las fábricas, porque hace aumentar la crisis y al mismo tiempo ocasiona su prostitución”, insistían los portavoces de la burguesía, que construyeron una figura, una identidad “inevitablemente” asociada a la prostitución. Los prejuicios de la clase burguesa, por preservar la salud, la especie y la raza acabó poniendo a todas las mujeres obreras bajo sospecha, en todas sus estrategias, desde las pautas sexuales y familiares y formas de corresidencia en grupos muy amplios hasta, por supuesto, el trabajo en las fábricas, así como cualquier comportamiento que tuviera que ver con su libertad en los espacios públicos. En este sentido la clase obrera se encontraba a la defensiva en una situación que en absoluto era deseada y tampoco inducida por ellos, y en el que, además, se abría paso como sujeto político. La cuestión de la dignidad y el orgullo de pertenencia eran sentimientos identitarios que movilizaban a una sociedad de masas. La “cuestión social” se convirtió así en una cuestión de género. 4. Maternología y regeneración nacional: de obreras a madres y amas de casa (1900-1975) La clase política decidió intervenir en la vida de las mujeres reorganizando su vida familiar y social. Entre 1900 y 1930 se produjo entorno a la reforma social una convergencia discursiva de primera magnitud entre los distintos grupos sociales. La campaña brutal de moralización de las mujeres trabajadoras se realizó sobre muchos aspectos que tenía que ver con sus practicas más íntimas. La acción política que se llevó a cabo estuvo orientada a alterar las bases sobre las que se había constituido el trabajo femenino, la familia obrera y las relaciones sexuales. Fue una reforma orientada a cambiar las relaciones de género entorno al mundo del trabajo. Se trataba de renovar e impulsar la feminidad de las mujeres renovando los supuestos clásicos de discurso de la domesticidad desde nuevos argumentos. La paz social dependería de ello. Vamos a proponer varios ejes de actuación social y política. 4.1. La higienización de la sociedad fue el instrumento de regeneración social compartido por las distintos movimientos y cultura políticas de la época, muy vulnerables a la pretensión científica y racional con la que se presentaron las premisas sobre moralización obrera. La reforma social se apoyo en la clase médica que impulsó fuertes campañas muy persuasivas bajo principios higienistas. Fue el vehículo de propaganda y difusión de las propuestas que provenían de saberes expertos científicos, por lo tanto, inalcanzables o alejados de las preocupaciones populares. La prensa obrera, los Ateneos y las Casas de Pueblo, así como Batzokis y otras sociedades populares se convirtieron en focos de irradiación de una reforma que interpelaba las mujeres en cuanto que malas madres. La mortalidad infantil, la natalidad pasaron a engrosar un conjunto de materias de estado y dejaron de ser cuestiones estrictamente privadas. Los discursos hegemónicos pusieron énfasis en la ignorancia de las madres y su falta de preparación en las reglas más elementales de 39


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higiene y de crianza de hijos. Se constituyo todo un conjunto de preocupaciones que debían guiar la políticas de los estados: intervenciones en materia de higiene, modelo de familia y eugenesia. Se produjo una criminalización de las mujeres. Las medidas que se tomaron hasta los años veinte (1920s) estaban orientadas a paliar estos problemas a través de cursos y popularización de manuales de puericultura, creación de maternidades, de unidades de gota de leche, lactancia y crianza de niños. La maternidad no era sólo “un instinto” de las mujeres, había una ciencia de la maternidad que se adquiría con la educación. Para sanar a la población se hacía imprescindible educar a las mujeres en cuanto que madres en nuevos hábitos de cuidado y alimentación de sus hijos. Las políticas sociales estuvieron orientadas hacia una exaltación de la maternología como eje identitario de esta nueva feminidad. El testimonio de Purificación, una mujer trabajadora nacida en 1910, sobre la forma de vivir y sentir su maternidad en los años 30, es un ejemplo de esta nueva subjetividad: “Yo juro –siempre he dicho esta palabra- eh? Yo juro por Dios que mis hijos no pasarán hambre, ni pasaran calamidades como su madre ha pasado …y ….les he malcriado, porque a mis hijos no les ha faltado de nada. Porque yo he ganado dinero, he traído comida a casa. He ayudado a mi marido a criar los hijos. He valido para trabajar y traer a casa todo lo que ha hecho falta. ¿Tu sabes lo que es eso? Que nos les falte nada, que no les falte nada a tus hijos”. Visiones pro natalistas, de exaltación de la maternidad, y de eugenesia fueron claves en la construcción de las estados nacionales en la primera mitad del s.XX. La maternidad se convirtió en un poderoso símbolo de prosperidad y riqueza nacional. La nueva visión de la naciones fomentó una visión de la población como fundamento de poder de los estados. De ahí la necesidad de consolidar nuevos ideales de género, entre los cuales, la maternidad se convirtió en un destino universal de las mujeres independientemente de su clase social. La maternidad era un deber social, y también un deber nacional. El poder de los estados estaba relacionado con la capacidad de colonizar nuevos terrenos con población blanca. Visiones pro natalistas fueron ganando adeptos; también las visiones eugénicas de mejorar la raza por potenciando nacimientos entre los grupos mejor dotados o, incluso también, impidiendo la natalidad de los colectivos disgénicos o peor dotados. El darwinismo social ofreció todo el aparato ideológico para llevar a cabo políticas de corte racista. 4.2. En los países europeos las primeras leyes sociales que se aprobaron, y que constituyen el primer cuerpo legal del Derecho del Trabajo, estuvieron orientadas al control de la vida privada. Fue una legislación de protección del cuerpo social a través del control del cuerpo de las mujeres que se concibió como objeto de reforma y de protección. Se tuteló una reforma legal que pretendía cambiar sus costumbres y, sobre todo, incidir sobre su cuerpo como garante de la especie y de la raza, sobre su maternidad más allá de la estricta reproducción biológica y sobre su comportamiento sexual desafiante y peligroso. La Ley de Dato de 1900, fue la primera ley laboral aprobada en el nuevo contexto política de reforma. La ley obligaba a las mujeres a tomar la baja por maternidad durante las primeras 40


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semanas situando como cuestión prioritaria para las trabajadoras su condición de madres. Fue una legislación basada en medidas centradas en su papel reproductivo, desde una concepción muy determinada de la naturaleza femenina. Esta ley fue sucesivamente modificada y mejorada en relación al tiempo de baja por maternidad (1907) y, sobre todo, con la conquista del subsidio de baja por maternidad ya bajo el periodo de II Republica. Las siguientes leyes laborales aprobadas en el nuevo contexto de la reforma fueron medidas muy emblemáticas de carácter prohibicionista, como el decreto de 1908 sobre la prohibición de ejercer trabajos considerados por el Estado como “peligrosos e insalubres” para las mujeres, trabajos que llevaban desempeñando desde hace mucho tiempo atrás. La ley más polémica de esta reforma, la que ofreció más resistencia por parte de las mujeres, fue la Ley sobre la prohibición del trabajo nocturno, discutida en 1912 y aprobada en 1914, en contra de los intereses y demandas de las propias mujeres. Las élites gobernantes apoyadas por los representantes obreros aprobaron impulsaron programa de restricción del empleo femenino. La legislación social tuvo un carácter netamente paternalista, en nombre de los intereses de las mujeres tutelaron una reforma legal que pretendía cambiar las condiciones del mercado de trabajo excluyéndolas del mismo. Hoy afirmaríamos que estas leyes discriminaban directamente a las mujeres. Las mujeres fueron consideradas como “menores de edad”. Apenas tuvieron capacidad de agencia legal (sujeto político). Fueron objeto de la política. Las consecuencias de esta forma de protección social generaron el efecto contrario al que se pretendía, la desprotección a todas aquellas trabajadoras que no se ajustaban al modelo. Se comenzó a generar derechos sobre un tipo o modelo de trabajador, masculino, cabeza de familia, de carácter extra doméstico, con vida laboral estable, en sectores industriales. Un concepto muy restrictivo de empleo guió la política laboral de la época provocando una situación de desregulación hacia muchas situaciones laborales ocupadas preferentemente por mujeres como trabajos a domicilio bajo formas de contratación a destajo, sin horario fijos, trabajos como la agricultura, el servicio doméstico, comercios de minoristas, tiendas familiares y talleres domésticos. Eran las principales fuentes de trabajo femeninas. Teniendo en cuenta que una forma muy particular de empleo es la que generó los derechos sociales, se aparto a las mujeres de las seguridad y protección social que inspiró los orígenes del estado social. 4.3. Se forjó una nueva masculinidad moderna que asumió gran parte del legado higienista entorno al ahorro, el esfuerzo y el sacrificio, una ética en parte cargada del “ethos burgués”. Además del trabajo como actividad central de la identidad masculina se asumió una parte del imaginario de la clase media como la disciplina, la higiene además de la cultura. Cuerpos sanos y atléticos presiden las costumbres deportivas de la época junto con otras expresiones de carácter moral como, por su supuesto, la responsabilidad del varón, cabeza de familia en el mantenimiento económico del hogar y la estricta división sexual del trabajo. El movimiento obrero hizo suya una vieja reivindicación del salario mínimo y familiar con el renegociará las condiciones laborales a lo largo del s. XX. 41


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Una forma de resistencia del cuerpo obrero a una inscripción negativa fue la reformulación de una nueva feminidad también para sus mujeres, las de condición obrera. Un feminidad que la he resumido con el mismo lenguaje que se utiliza en la época para clasificar a la mayor parte de las mujeres, el “ama de casa”. Un modelo de ser mujer que tiene una genealogía, un desarrollo y una crisis como imaginario social. Su origen habría que situarlo a partir de los años 20 y 30 cuando efectivamente pasa a constituir la aspiración fundamental de las mujeres de origen obrero. En este sentido se forjó una nueva feminidad obrera que, sin dejar de trabajar, desplazó el sentido de su vida hacia su misión como esposas y madres, proveedoras de bienestar y afecto al núcleo familiar. Es interesante comprobar como precisamente es cuando las mujeres de clase media, comienzan a irrumpir como “mujeres modernas” demandando el derecho al trabajo asalariado y a la propiedad de bienes. El ama de casa es una figura que tiene su reverso masculino, vinculado al salario familiar masculino como símbolo de una forma de comprender la paternidad y como bandera de una profunda sexualización entorno al trabajo. Quiero señalar algunas particularidades respecto a otras figuras utilizadas con anterioridad, como la del “ángel del hogar”, de origen burgués y cargada de contenido espiritual. Se le dota al “ama de casa” de un contenido económico; se le asigna un espacio, el privado, hasta entonces considerado única y exclusivamente por su naturaleza espiritual y emocional, y se intenta objetivar sus funciones sometiéndolas a una lógica científica como cualquier otra propuesta de carácter productivo, inspirada en el espíritu fordista hegemónico de la época. El ama de casa cobra legitimidad dentro de proceso de racionalizaciones. A través de ellas, se objetivan tareas “propias” de mujeres que hasta entonces pertenecían fuera del campo económico ya que su motivación era subjetiva y sentimental. Se utilizaron conceptos como el de “economía doméstica” que cargaban de utilidad económica a una identidad femenina que había surgido bajo un impulso moralizador. Las mujeres formaban parte del sistema de bienestar material. Así, se afirmaba por ejemplo que “la ciencia del hogar está lejos de ser una ciencia inferior (…) sus misterios no puede ser penetrados sino por personas que gozan de una sólida instrucción”. Las mujeres también pertenecían al mundo de lo material ya que su fin era el bienestar material de la familia, en un tiempo en el que el consumo de masas era el gran proveedor de felicidad. El resultado de todo este proceso fue que una abrumadora mayoría de mujeres se identificaron con esta nueva feminidad. Querían ser “amas de casa”. Algunas abandonaron sus trabajos fabriles y otras, sin dejar de ser obreras, renunciaron a todos aquellos elementos de orgullo de la anterior generación de mujeres. No significa que dejaran de aportar ingresos sino que lo hicieron de otra forma. Proliferaron los trabajos en el domicilio, el servicio doméstico y en definitiva la economía informal. Las mujeres de clase obrera “no necesitaban” ir a la fábrica. Evitaron los talleres y fábricas, sobre todo una vez casadas. Las mujeres asumieron una calculada estrategia de invisibilización de su actividad productiva en aras a un reconocimiento y prestigio social. El sentido de sus vidas giró entorno a la provisión de bienestar del conjunto familiar. Convirtieron sus familias en auténticos “hogares”. Las familias redujeron de tamaño, se nuclearizaron, y estuvieron presididas por relaciones afectivas conyugales y materno filiales. Aparecen como organizadoras del hogar y sobre todo como racionalizadoras del consumo, en una etapa en la que el consumo de 42


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masas se había extendido hasta la clase obrera. Este ideal de mujer se convirtió en una aspiración social compartida por mujeres de distintos ámbitos y condición social. 4.4. La profesionalización de las mujeres como amas de casa recibió un fuerte espaldarazo en la segunda mitad del s. XX gracias a las estrategias empresariales de carácter fordista que se extendieron en Europa. El acuerdo general sobre salarios que impulso Ford en EEUU, en 1914, propiciaba una forma de diferente de entender el salario; dejaba de ser sólo un estímulo individual y pasaba a concebirse como un instrumento de reproducción familiar. Se crearon las condiciones necesarias para impulsar la conquista de una vieja reivindicación del movimiento obrero, la del “salario familiar” con las que se renegociaran las condiciones laborales. Esta propuesta, que ya había sido formulada por los economistas clásicos del s. XVIII, fue aceptada por fin por la clase empresarial dentro de un nuevo paradigma de producción en serie, trabajo en cadena y consumo de masas. En una etapa de fuerte incremento de la productividad, la nueva economía del tiempo del pacto fordista estaba basada en la fijación de unos tiempos de trabajo uniformes y homogéneos para todos los trabajadores (ocho horas de trabajo, ocho horas de ocio y ocho horas de sueño) pero situaba a las mujeres de forma cada vez más exterior al empleo. A partir del modelo fordista la fijación y negociación de los tiempos de trabajo se inscriben dentro de las expectativas masculinas, y se hacía cada vez más incompatibles con las expectativas femeninas, progresivamente más subordinadas a la reproducción. El Estado del Bienestar que surge tras la Segunda Guerra Mundial en Europa consolidó este modelo social basado en pleno empleo con derechos laborales para los hombres, un modelo familiar de separación estricta de esferas y, por último, un Estado que garantizaba la redistribución de servicios con unos tiempos y espacios muy segmentados entre trabajo-sueño-ocio. En la España franquista, las mujeres casadas fueron directamente expulsadas del mercado de trabajo una vez aprobado el Fuero del Trabajo en 1938 en el que se aprobaba en sus artículos XI.1 y X, que “El Estado prohibirá el trabajo nocturno de las mujeres y los niños, regulara el trabajo a domicilio y liberará a la mujer casada del taller y de la fábrica”. La expulsión de las mujeres del mercado de trabajo fue reforzado por un sistema de ordenanzas laborales, reglamentaciones laborales y sistema de primas y pluses auspiciado por el régimen por el que se desincentivaba el trabajo femenino. 5. La mujer “liberada”, unisex y trabajadora de los años 70 (1975-1990). Las mujeres a partir de los años sesenta y en España a partir de los años 70 decidieron decidido volver a entrar en el mercado de trabajo oficial. Si recordamos la imagen de la U, comienza entonces a aumentar de forma constante la tasa de actividad femenina. Pasa de unos niveles del 10% en 1950 a una tasa de actividad del 55% en la actualidad. Los años sesenta fueron años de feminismo en los países occidentales y a partir de 1975, tiempos de apertura y de democracia en España. Se inaugura un tiempo nuevo para las mujeres, representado por lo que he denominado como la “mujer liberada”, adoptando el propio lenguaje de las mujeres que protagonizaron un 43


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nueva resistencia. Adela, una mujer que llevaba trabajó en el servicio doméstico en su juventud, narra este cambio cuando ella tenía 40 años, de forma muy elocuente: En el 77 me puse a trabajar y me vi mucho más liberada, al cien por cien. Me vi mucho más liberada a nivel de matrimonio. Me vi como se entendía la juventud de aquel entonces y como lo entiendo ahora. Aunque fui a fregar, si lo pones por decirlo en plan bruto, yo me parecía que estaba en una oficina, a nivel de mi marido. Y sería poco lo que me dieran pero, a raíz de ahí, yo mejoré mi vida, yo me vi como la juventud ahora, que tenéis personalidad ante el marido. Así, mis hermanas y mis cuñadas me lo notaban” (Mujer de Sestao, entrevista realizada por Eider de Dios en 2010). Adela representa una nueva subjetividad, la de una fuerte crisis del ama de casa, resumida en aquel lema colectivo “Manolo la cena te la haces solo”. Expresa una autoconciencia colectiva femenina formulada sobre esa experiencia privada. Las mujeres vuelven al trabajo asalariado, o hacen visible el que ya tenían, para ganar las cotas de libertad individuales que habían perdido. La falta de libertad y de autonomía personal son los baluartes sobre los que se constituye nueva mujer que se afirma frente a los valores de domesticidad construidos entre 1945 y 1970 en Europa. La dignidad y autoestima de muchas mujeres pasaba por conquistar su autonomía y su libertad. Un nuevo modelo o forma de “ser mujer” que decide hacer visible su trabajo aspirando a conquistar unas condiciones legales y económicas similares en cuanto a derechos y reconocimiento a la de los varones. Es precisamente esta identidad de ama de casa sobre la que se construye el sujeto mujer de los años 60 y 70. El origen de aquel malestar, bien explicado por Betty Friedman en su obra “La mística de la feminidad” era una estado mental y emocional de estrechez y desagrado, de falta de aire y de horizontes en que parecía consistir el mundo que heredaron los mujeres de los años 60. Es este espacio cotidiano, el “privado” según lenguaje liberal, el que pasa a ser vivido no como un hogar que genera bienestar sino como espacio opresivo. Este malestar sobre el que se construye una nueva conciencia colectiva (el nuevo sujeto mujer estuvo muy influido por el primer feminismo de origen marxista) tenía base material: las mujeres son las que transforman los ingresos monetarios en bienes y servicios de consumo y, sin embargo, no disfrutaban de ningún reconocimiento social, ni de una posición paritaria en relación a los hombres. El “ama de casa” deja de ser objeto de políticas y se constituye en el sujeto que conoce, que experimenta. De hecho la definición por parte del feminismo del objeto “trabajo doméstico” lleva implícita una autoconciencia y experiencia de las mujeres, la del “ama de casa”. La emancipación femenina se propone una transformación política que actúa en primer lugar sobre este ámbito. “Lo personal es político” contenía una contestación radical a las formas convencionales de lo político identificando como oposición primera e irreductible la contradicción entre los sexos. Cuestionaba a todos los hombres, independientemente de la posición de clase. “La abolición del patriarcado” era una demanda que pretendía abolir el dominio y el poder de los hombres precisamente en ese mismo espacio dotado de contenido afectivo. Una categoría que conduce a cuestionar la autoridad, la jerarquía masculina, identificando una nueva fuente de poder dentro de sus propias familias. 44


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Las mujeres utilizaron además el cuerpo como una forma de resistencia. El cuerpo de las mujeres se masculiniza, de nuevo, a la vez que se sacude el “eterno femenino”: su destino como madre y esposa. La libertad de las mujeres estos años se expresa en su propio cuerpo. Se creó un icono de mujer unisex, con pantalones, que bebía y fumaba, que salía a la calle, conducía y montaba en coche; una imagen con el pelo corto, poco pecho y, en definitiva, andrógina, encarnada por cantantes del pop como Janis Joplin. Un modelo femenino que tuvo como exponente a la Simone de Beauvoir, ejemplo de mujer emancipada, que renunció al matrimonio y a la maternidad, proclamando el amor libre; una escritora y filosofa que ocupaba los espacios de la política masculinizados. La madre del feminismo de los años setenta. La crisis del ama de casa corrió pareja del declinar de la clase obrera. Se desestabilizó de nuevo el binarismo, el orden que organiza el mundo social en una contradicción primera y fundamental formulada en términos de clase, a la vez que, de forma simultánea se crea una nueva contradicción en términos de género. Se producen dos rupturas simultáneas. El fin de la cultura obrera estaría relacionada con la crisis de una masculinidad muy monolítica. La crisis de la clase obrera corrió paralela con la formación del sujeto mujer a partir del contenido de ama de casa. Son fenómenos solidarios que se imbrican. 6. A modo de epílogo (1990-2016) La experiencia histórica de las mujeres a partir de 1990 y hasta la actualidad ha puesto en crisis el imaginario del ama de casa como espacio de agencia. Las mujeres han optado por conquistar sus derechos sociales y su autonomía entrando masivamente al mercado de trabajo y renunciando explícitamente a cualquier identidad que las fije dentro de los roles de domesticidad históricamente atribuidos. Esta experiencia, sin embargo, ha dado lugar a nuevas situaciones de conflicto entre los géneros, a nuevos malestares de las mujeres de finales del s.XX. Me refiero al aumento importante de la carga de trabajo debido a lo que se ha denominado como “la doble jornada”, traducido políticamente como la cuestión de “la conciliación familiar”. La desaparición de la figura de ama de casa como horizonte de vida entre las mujeres ha obligado a repensar los supuestos sobre los que se organiza la vida económica y social, rompiendo de nuevo el binarismo entre lo económico (productivo) y lo no económico (afectos). Más concretamente ha llevado a dotar de valor político y económico campos de las relaciones sociales a priori no productivos como el “trabajo de cuidados”. El desarrollo de “la economía del cuidado” significa que se vuelven a objetivar aquellas necesidades humanas que tienen precisamente un carácter más relacional y afectivo. Es interesante que bajo el trabajo de cuidado se incluyan relaciones en principio personales (no económicas), de dependencia y de obligación moral entre familiares, con un fuerte contenido emocional. Se atribuye, sin embargo, un valor material a aquello que había permanecido al margen o invisible al pensamiento económico, lo que formaba parte de la espiritualidad del cuerpo, de la enfermedad y de la muerte. Es un concepto que atraviesa lo material y lo inmaterial, que trasciende cualquier lógica de coste de oportunidad o de beneficio. Este paso significaría, claro está, “desmaterializar” la economía. 45



EMPRENDIMIENTO Y GÉNERO: UNA MIRADA CRÍTICA ESTHER HORMIGA PÉREZ. Máster de creación y gestión de empresas. Universidad de Barcelona.



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Introducción A pesar del efecto positivo que tiene el emprendimiento femenino en el desarrollo económico de las regiones, en la gran mayoría de países el porcentaje de mujeres que emprenden es inferior al de los hombres. De este modo, y a pesar de la mayor dificultad para acceder a la financiación y las restricciones sociales, las mujeres continúan poniendo en marcha y haciendo crecer sus negocios (Kelley et al., 2016). Así las investigaciones que abordan la temática de emprendimiento y género no han dejado desde finales de los 90. Tal y como muestra la Figura 1, en los últimos diez años se ha multiplicado por cinco el número de artículos publicados (gender + entrepreneurship). La gran mayoría de ellos continúan centrados en enfatizar las diferencias entre las empresas creadas por hombres y por mujeres. Sin embargo, no son tan abundantes los estudios que profundizan en los motivos de dichas diferencias, cuyo objetivo fundamental es entender qué es lo que se esconde detrás de ellas. Ya hace más de 15 años que Sara Saravasthy publicó su trabajo Causation and effectuation: Toward a theoretical shift from economic inevitability to entrepreneurial contingency. Esta profesora, procedente de la India, puso de manifiesto cómo realmente los emprendedores tomaban sus decisiones en la práctica. Lo que ella descubrió es que lo hacían de distinta manera a cómo proponían los modelos de decisiones racionales económicas. Así, los emprendedores se planteaban qué hacer y cómo hacerlo partiendo de tres aspectos básicos: lo que soy, lo que sé y a quien conozco. En este punto, las personas que conocían así como la interacción con ellas, tenía una influencia fundamental en aspectos como establecer sus propios objetivos (Saravasthy y Dew, 2005). 49


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Figura 1. Evolución de investigación de emprendimiento y género, 1987-2016

Fuente: Scopus, 2016

De este modo, en la construcción de la identidad de cada persona, los roles de género tienen un papel muy importante y una influencia determinante en el comportamiento. Sin embargo, no son tan prolíficos los trabajos que estudian la orientación de rol de género y su relación con el proceso de emprender. Los estereotipos Los estereotipos son generalizaciones hacia un determinado grupo de personas que las distinguen de otros grupos, de tal manera que se les atribuyen una serie de rasgos distintivos que tienen un carácter predictivo (McCauley et al., 1980).Tienen un papel fundamental en el proceso de socialización del individuo y una sus principales funciones es la de adaptación, es decir, ayudan a entender el mundo, ordenarlo, categorizarlo y estructurarlo de un modo que el individuo entiende como coherente (Tajfel, 1984). Además de esta función adaptativa, ayudan de definir la identidad social del individuo. Los estereotipos cuentan con un mínimo consenso social en torno a ellos y, de hecho, este consenso es necesario para que sean efectivos (Tajfel, 1984). Por ello, responden a la ideología del grupo dominante de una sociedad determinada (Burr, 1995). Aunque los estereotipos -de género, clase social, raza, profesión, edad, religión, orientación sexual- son resistentes al cambio (Moya et al., 2003), evolucionan, pudiendo variar según el momento y el lugar (Ahl, 2006). De este modo,

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los estereotipos de género son las creencias consensuadas socialmente sobre las características y atributos asociados a cada sexo. Estereotipos de género y la intención de emprender Se ha demostrado que los estereotipos de género y de las percepciones condicionadas socialmente de lo que debería ser masculino o femenino ejercen una influencia en el comportamiento emprendedor (Gupta et al., 2009). De hecho, desde hace algunos años, la orientación de rol de género se ha considerado un mejor predictor del comportamiento que el sexo per se (Dyke & Murphy, 2006). Ya a comienzos de los años 70, Milton Rokeach publicaba su libro The Nature of Human Values donde ponía de manifiesto que las comunidades socializaban de manera distinta a hombres y mujeres, obligándoles a jugar diferentes roles de género. Esto explicaba las diferencias en los valores prioritarios para cada uno de estos dos grupos (Rokeach, 1973). A lo largo de los años, estas afirmaciones se han podido demostrar. En general, los estereotipos masculinos están basados en la agresividad y en el comportamiento competitivo, mientras que los estereotipos femeninos enfatizan la empatía, el cuidado por los otros y la humildad (Gupta et al., 2012). La teoría de la amenaza del estereotipo asegura que los estereotipos afectan al comportamiento de manera significativa e, incluso, afectan al comportamiento de las mujeres cuando se sienten competentes y valoradas en una actividad “masculina” (Steele, 1997). De este modo, la intención de realizar una actividad se ve disminuida si hay una falta de ajuste entre los estereotipos del grupo al que pertenece y una tarea estereotipada. En el caso del emprendimiento, el crear una empresa ha sido considerado tradicionalmente una actividad “de hombres” (Ahl, 2006). De hecho, en los distintos medios suele describirse a los emprendedores utilizando un discurso y estereotipos típicamente masculinos como “hombre hecho a sí mismo” o “impulsado por las ganas de luchar y conquistar” (Ahl, 2006) Cada año pregunto a mis alumnos en clase de Creación de Empresas que nombren a una persona que admiren o respeten porque consideran que ha tenido éxito. Este año respondieron 79 alumnos que tenía en clase. El 60% de los estudiantes dijeron alguno de los siguientes cinco nombres: Amancio Ortega, Juan Roig, Bill Gates, Steve Jobs y Mark Zuckerberg. De todos, sólo 4 nombres fueron mujeres: una madre, una hermana, la directora del colegio y una emprendedora amiga del estudiante que respondió. Sólo uno de los 79 estudiantes nombró a una mujer emprendedora como ejemplo. A pesar de que esto fue una simple pregunta en clase, es un reflejo muy significativo de la poca visibilidad que tienen aún las mujeres que crean un negocio propio. Todos responderíamos rápido si nos pidieran nombrar una cantante, deportista o actriz pero si la preguntamos por el nombre de una emprendedora que haya tenido “éxito” habría que pensar un poco más o, incluso, algunas personas se sienten incapaces de responder. 51


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Una aplicación empírica En el año 2012, como parte de la tesis doctoral de la profesora Anna Pérez Quintana, se realizó una investigación en la Universitat de Barcelona cuyo objetivo fue identificar los estereotipos de género vigentes en los estudiantes universitarios, así como su relación con la intención de emprender. Esta investigación pretendía, además, poner de manifiesto qué aspecto tenía una mayor relación con la intención de emprender, el sexo o la orientación de rol de género. Para ello, se utilizó dos muestras de 380 estudiantes, 760 en total. La media de edad de los estudiantes fue de 20.5 años y había prácticamente el mismo porcentaje de hombres que de mujeres. Un primer resultado interesante de este trabajo fue la comparación entre los estereotipos de género y los estereotipos de la persona emprendedora. Las características que los estudiantes consideraron como deseables para los hombres – estereotipos masculinos- fue seguro de sí mismo, dispuesto a asumir riesgos, dispuesto a posicionarse, ambicioso, individualista, independiente, decidido, toma decisiones con facilidad, dominante o agresivo, competitivo y con capacidad de liderazgo. Las características señaladas como deseables para las mujeres –estereotipos femeninosfueron crédula, flexible, sensible a las necesidades de los otros, leal, humilde, sumisa, tímida o discreta y amable. Es importante señalar que para que un estereotipo fuera catalogado, por ejemplo, como femenino tanto el grupo de hombres como el de mujeres debían considerar que era una característica socialmente deseable para la mujer y no deseable para los hombres. Lo mismo ocurría con los estereotipos masculinos. Además, había una serie de características que eran deseables tanto para hombres como para mujeres, estos eran los estereotipos andróginos: innovadora, creativa, analítica, imprevisible, activo o enérgico y optimista. Por otra parte, se les pidió a los estudiantes que atribuyeran una serie de características a una persona emprendedora. Las características fueron las siguientes: segura de sí misma, ambiciosa, con capacidad de liderazgo, dispuesta a asumir riesgos, competitiva, creativa, innovadora, optimista, activa y autosuficiente. De los diez estereotipos asociados a la actividad de emprender, ninguno de ellos fue uno de los 8 estereotipos femeninos, y algunos implican características contrarias a las asociadas a las mujeres. Todos ellos eran estereotipos masculinos o andróginos. Un segundo resultado interesante en este estudio fue la comparación que se hizo entre la relación del sexo y la orientación de rol de género y la intención de emprender. Se calculó para cada estudiante su Orientación de Rol de Género, que podía ser masculina, femenina o andrógina. Esta clasificación dependía de lo identificada que la persona se sintiera con estereotipos masculinos, con femeninos o con ambos. Los resultados encontrados pusieron de manifiesto que la orientación de rol de género tenía una relación más fuerte con la intención de emprender que el sexo de la persona. Esto implicaba que, a pesar de que los hombres por término medio tenían una mayor intención de emprender, había una relación más significativa con que la persona tuviera un rol de género masculino o andrógino, que con que fuera hombre o mujer (Pérez-Quintana, 2013). 52


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En resumen, este trabajo de investigación puso de manifiesto cómo los estereotipos de género no han cambiado tanto como parece en los últimos 50 años. Sin embargo, surge una categoría de estereotipos andróginos que además, se encuentran fuertemente relacionados con la intención de emprender y que podrían considerarse como un indicador de cambio de la sociedad actual. Conclusiones Es innegable el hecho de que la igualdad entre las mujeres y los hombres nunca ha estado más presente en los medios de comunicación o las agendas políticas que ahora. Pactos, agendas, leyes, ayudas, etc. intentan paliar o frenar del evidente desequilibrio que aún existe en la sociedad española. No resulta muy esperanzador comprobar que nuestros jóvenes continúan pensando que la sociedad espera que el hombre sea seguro de sí mismo, independiente y con capacidad de liderazgo, mientras que las mujeres sean humildes, sumisas y sensibles. Lo cierto es que, en cierta medida, los estereotipos ayudan a mantener la ideología predominante en el sistema social, por medio de la justificación y la racionalización de las desigualdades (Jost et al., 2005). Como investigadores tampoco podemos obviar los estereotipos y creencias que subyacen en nuestros estudios a la hora de analizar la gestión de las empresas. En este sentido, Dyke y Murphy (2006) entrevistaron a distintas directivas y directivos que habían llegado a lo más alto en sus carreras profesionales, para ver si existían diferencias a la hora de conceptualizar el éxito. Los investigadores descubrieron que las mujeres tendían a equipar el éxito con la palabra balance o equilibrio. Es decir, las mujeres hablaban del éxito profesional en términos de haber logrado un equilibrio entre su vida personal y profesional. Por su parte, los hombres hablaban en mayor medida en términos de éxito material, haciendo alusión a aspectos como el ascenso o las ganancias económicas. En los últimos años, emerge con fuerza la idea de la necesidad de identificar y medir los resultados no económicos de las empresas (Pogessi et al., 2016) y hacer una seria reflexión acerca de los indicadores de “éxito” o rendimiento de las nuevas iniciativas. Actualmente, un proyecto empresarial se considera exitoso básicamente si consigue objetivos económicos. Sin embargo, cada vez más se considera necesario introducir indicadores que reflejen objetivos no económicos y que pueden complementar a éstos. Aspectos clave como el impacto social que un nuevo proyecto tiene en su entorno o la satisfacción de los empleados de una organización. Al fin y al cabo, cuando los investigadores elegimos unos indicadores frente a otros también estamos ayudando a consolidar ciertas creencias y dándoles prioridad a ciertos valores frente a otros. La sociedad tiene la información de que las mujeres ocupan menos puestos de responsabilidad que los hombres o que por término medio reciben un salario inferior 53


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realizando la misma actividad pero ¿entendemos realmente el por qué ocurre esto? Poner de manifiesto las diferencias que existen es fundamental para la sociedad pero entender las causas debe ser el siguiente paso. El esfuerzo por parte de todas las instituciones ahora debe enfocarse en transmitir a la sociedad por qué seguimos perpetuando las situaciones de desigualdad. Bibliografía Ahl, H. (2006). Why research on women entrepreneurs needs new directions. Entrepreneurship Theory and Practice, 30 (5), 595-621. Burr, V. (1995). An introduction to social constructionism. Routledge, London. Dyke, L. S. y Murphy, S. A. (2006). How We Define Success: A Qualitative Study of What Matters Most to Women and Men. Sex Roles, 55: 357-371. Gupta, V. K., Turban, D. B., Wasti, S. A., & Sikdar, A. (2009). The role of gender stereotypes in perceptions of entrepreneurs and intentions to become an entrepreneur. Entrepreneurship theory and practice, 33(2), 397-417. Gupta, V. K., & Turban, D. B. (2012). Evaluation of new business ideas: do gender stereotypes play a role?. Journal of Managerial Issues, 140-156. Hancock, C., Pérez-Quintana, A., y Hormiga, E. (2014). Stereotypical notions of the entrepreneur: An analysis from a perspective of gender. Journal of Promotion Management, 20(1), 82-94. Jost, J. T., Kivetz, Y., Rubini, M., Guermandi, G., & Mosso, C. (2005). System-justifying functions of complementary regional and ethnic stereotypes: Cross-national evidence. Social Justice Research, 18(3), 305-333. Kelley, D. J., C. G. Brush, P. G. Greene et al. (2016). Special Report. Women’s Entrepreneurship 2015. McCauley, C., Stitt, C. L., & Segal, M. (1980). Stereotyping: From prejudice to prediction. Psychological Bulletin, 87(1), 195. Moya, M; Morales, J.F. y Huici, C. (2003). Psicología Social. McGrawHill, Madrid. Peña, I., Guerrero, M., González-Pernía, J. L., Turró, A., Urbano, D., de Pablo, I., y Sánchez, M. J. T. (2016). Global Entrepreneurship Monitor. Informe GEM España 2015 (Vol. 22). Ed. Universidad de Cantabria. 54


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Pérez-Quintana, A. (2013). La influencia de los estereotipos de género en el emprendimiento: Una aplicación en el contexto de Catalunya (Tesis Doctoral). Universitat de Barcelona, Barcelona. Poggesi, S., Mari, M., y De Vita, L. (2015). What’s new in female entrepreneurship research? Answers from the literature. International Entrepreneurship and Management Journal, 1-30. Rokeach, M. (1973). The nature of human values. Free Press, New York. SCOPUS Database [en línea, fecha de consulta: 20 Septiembre 2016]. Base de datos disponible en el distribuidor de la Universitat de Barcelona. También disponible en: <https://www.scopus. com/>. Steele, C. M. (1997). A threat in the air: How stereotypes shape intellectual identity and performance. American Psychologist, 52, 613-629. Tajfel, H. (1984). Grupos humanos y categorías sociales. Herder, Barcelona.

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EL VALOR DE LA EDUCACIÓN CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO GABRIELA MORIANA MATEO

Socióloga. Profesora Universidad de Valencia



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Introducción La violencia contra las mujeres y las niñas es probablemente la violación de los derechos humanos más habitual y que afecta a un mayor número de personas. Este tipo de violencia está presente en todas las sociedades del mundo, independientemente de su sistema político o económico. Así, la violencia contra las mujeres no sabe de culturas, ni de clases sociales ni edades. Posee una raíz única: la discriminación universal que sufren las mujeres por el mero hecho de serlo. Se trata de la expresión más brutal de la desigualdad entre hombres y mujeres y se puede prevenir y erradicar educando en igualdad. 1. Definiendo la violencia contra las mujeres Antes de adentrarnos en la definición de la violencia contra las mujeres, se va a realizar una aproximación a distintos tipos de violencia que nos ayudan a entender la complejidad del fenómeno, Johan Galtung (2003), señala tres: - La violencia directa, la cual es visible, se concreta en comportamientos y responde a actos de violencia. - La violencia estructural, se produce un perjuicio en la satisfacción de las necesidades humanas básicas: supervivencia, bienestar, identidad, libertad, etc. Está originada por todo un conjunto de estructuras, tanto físicas como organizativas, que no permiten la satisfacción de esas necesidades y es la peor de las tres violencias, porque es el origen de todas, la que más mata y a más personas afecta. 59


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- La violencia cultural, es una violencia simbólica, que se expresa en infinidad de medios: religión, ideología, lenguaje, arte, ciencia, medios de comunicación, educación, etc. y cumple la función de legitimar la violencia directa y estructural, así como de inhibir o reprimir la respuesta de quienes la sufren. Gráfico 1. Triangulo de violencia de Galtung.

VIOLENCIA DIRECTA visible invisible

VIOLENCIA CULTURAL

VIOLENCIA ESTRUCTURAL

Fuente: Galtung, 2003.

Centrándonos en la violencia directa contra las mujeres, en la Declaración de la Eliminación de la Violencia de la ONU (1993), se entiende todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada. Así, la violencia contra la mujer abarca los siguientes actos, aunque sin limitarse a ellos: La violencia física, sexual y psicológica que se produzca en la familia, incluidos los malos tratos, el abuso sexual de las niñas en el hogar, la violencia relacionada con la dote, la violación por el marido, la mutilación genital femenina y otras prácticas tradicionales nocivas para la mujer, los actos de violencia perpetrados por otros miembros de la familia y la violencia relacionada con la explotación.

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La violencia física, sexual y psicológica perpetrada dentro de la comunidad en general, inclusive la violación, el abuso sexual, el acoso y la intimidación sexuales en el trabajo, en instituciones educacionales y en otros lugares, la trata de mujeres y la prostitución forzada. La violencia física, sexual y psicológica perpetrada o tolerada por el Estado, dondequiera que ocurra. De manera que siguiendo la mencionada declaración, podemos hablar de tres tipos de violencia contra las mujeres: física, psíquica y sexual y de tres ámbitos donde se produce: la familia, la comunidad en general y la perpetrada o tolerada por el estado. Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (1998), señala distintos tipos de violencia directa contra la mujer a través del ciclo de vida. Cuadro 1. La violencia contra las mujeres a lo largo de la vida. Fase

Tipo de violencia

Pre-natal

Abortos selectivos según el sexo; efectos sobre el recién nacido de la violencia durante el embarazo

Infancia

Infanticidio femenino; abuso físico, sexual y psicológico

Niñez

Matrimonio infantil; mutilación genital femenina; abuso físico, sexual y psicológico; incesto; prostitución infantil y pornografía

Adolescencia y vida adulta

Vejez

Violencia durante el cortejo y el noviazgo (alteración de bebidas y violaciones); sexo forzado por razones económicas (niñas estudiantes que tienen relaciones sexuales con adultos a cambio de favores); incesto; abuso sexual en el sitio de trabajo; violaciones; acosamiento sexual; prostitución y pornografía forzada; tráfico de mujeres; violencia conyugal; violación marital; abuso y homicidio; homicidio conyugal; abuso psicológico; abuso de mujeres discapacitadas; embarazos forzados “Suicidio” forzado u homicidio de viudas por razones económicas; abuso físico, sexual y psicológico

Fuente: Organización Mundial de la Salud, 1998.

Por otra parte y centrándonos en el ámbito estatal, la Ley Integral1 tiene por objeto actuar contra la violencia que, como manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, se ejerce sobre éstas por parte de quienes 1 Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género.

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sean o hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia. La violencia de género a que se refiere esta Ley comprende todo acto de violencia física y psicológica, incluida las agresiones a la libertad sexual, las amenazas, las coacciones o la privación arbitraria de libertad. Es decir, la violencia física, psíquica y sexual, y las esferas o ámbitos en los que se produce: tanto en el espacio público como en el privado. Finalmente, el País Vasco no ha aprobado ley contra la violencia hacia las mujeres, pero incluye la problemática en la Ley de Igualdad (2005)2. Esta Ley considera violencia contra las mujeres cualquier acto violento por razón del sexo que resulte, o pueda resultar, en daño físico, sexual o psicológico o en el sufrimiento de la mujer, incluyendo las amenazas de realizar tales actos, la coacción o la privación arbitraria de libertad que se produzcan en la vida pública o privada. Así mismo, identifica cuatro ámbitos principales en los que se produce la violencia contra las mujeres: en la familia o la unidad doméstica, en la comunidad general, la que es perpetrada o tolerada por el estado y la violación de los derechos humanos de las mujeres en circunstancias de conflicto armado. La Comisión interdepartamental del País Vasco, al igual que otras leyes autonómicas como, por ejemplo, de la de Cataluña y de la Comunidad Valenciana, considera cuatro tipos de violencia o malos tratos: a) Físico, aquellas acciones de carácter no accidental que conllevan riesgo o daño para la integridad física de la víctima. Incluye conductas como empujar, pegar, quemar o el uso de armas u otros objetos para agredir a la víctima. b) Psicológico o emocional, son acciones no accidentales que conllevan un daño o riesgo para la integridad psíquica de la víctima, en forma de amenaza, insulto, humillación, desprecio, rechazo afectivo, así como bloqueo de las iniciativas de interacción, aislamiento, incomunicación, etc. c) Sexual, son aquellos comportamientos de naturaleza sexual realizados sin el consentimiento de la víctima. d) Económico, consiste en impedir el acceso a la información o el manejo del dinero o de otros bienes económicos. Incluye conductas tales como el chantaje económico, el control absoluto de los ingresos, impedir o limitar la participación de la mujer en los bienes comunes, impedir el acceso a un puesto de trabajo o el impago de pensiones alimenticias. En referencia a la violencia directa en las relaciones de pareja, Leonore Walker descubrió, a partir de su trabajo con mujeres en 1979, que la violencia de género, sobre todo física, no suele

2 Ley 4/2005 de Igualdad de mujeres y hombres (Título III, Cap. VI, dedicado a Violencia contra las mujeres).

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comenzar repentinamente; sino que responde a un proceso que mantiene a la víctima encerrada en él, al que denominó el Ciclo de la Violencia, este ciclo tiene tres fases. - De acumulación de tensión, las tensiones se van creando. Estas tensiones se establecen a partir de pequeños incidentes y conflictos. El agresor va volviéndose más agresivo, encontrando motivos de conflicto en cada situación. - Agresión, episodios agudos, la explosión. El agresor pasa a la acción. La violencia verbal y psicológica están presentes, surgen las amenazas y ante cualquier mínimo incidente, se produce el acto de agresión física. Suele ser en esta etapa cuando las mujeres que sufren violencia buscan ayuda. - La fase de calma. Es la llamada luna de miel. El arrepentimiento del agresor se expresa a través de comportamientos de reconciliación. Este aparente arrepentimiento hace surgir en las mujeres la esperanza de que no volverá a pasar, de que no lo volverá a hacer si ella accede a sus demandas. Tras esta etapa, volverán los conflictos y el ciclo comienza de nuevo. Los ciclos se dan en procesos cada vez más cortos de tiempo a medida que se repiten las conductas violentas. Las mujeres tienen que saber que los ataques cada vez serán más frecuentes, intensos y peligrosos y que el ciclo de la violencia es imparable. La comprensión de que se trata de un ciclo, permite comprender por qué muchas mujeres al ser agredidas buscan apoyo, protección y denuncian la situación y, no obstante, en muchas ocasiones, vuelven con el maltratador o no lo abandonan. Será después de muchas ocasiones de ese volver a recomenzar cuando muchas mujeres deciden pedir ayuda, cada mujer tiene su momento de abandonar la relación violenta, dependiendo de sus circunstancias. Algunas autoras, creen que a lo largo del tiempo la última fase va desapareciendo y sólo se dan las dos primeras. Gráfico 2. Ciclo de la violencia.

Fase de tensión

Fase de arrepentimiento o luna de miel

Fase de agresión

Fuente: elaboración propia a partid de L. Walker, 1979.

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2. De qué estamos hablando: algunos datos sobre violencia contra las mujeres Según la investigación del Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad “Igualdad y Prevención de la violencia de Género en la Adolescencia” (2010): - El 13,1% de los chicos reconoce haber ejercido o intentado situaciones de maltrato respecto a las chicas con las que salían en alguna ocasión, y el 9,2% de las chicas haber vivido situaciones de maltrato. - Un 26% de los chicos considera que no es maltrato “controlar las relaciones de pareja”, un 30,7% de que no es maltrato “decirle que no vale nada”, y hasta un 35% de ellos considera que no es maltrato “controlar todo lo que hace” (afirmación que secunda el 26,2% de las chicas). - En cuanto a los patrones de dominio‐sumisión, se encuentra que el 12,2% de los chicos se mostraba de acuerdo con la afirmación “para tener una buena relación de pareja es deseable que la mujer evite llevar la contraria al hombre”. - Si hacemos referencia a la violencia física manifiesta, el 6,8% de los chicos está de acuerdo con que cuando una mujer es agredida por su marido, algo habrá hecho ella para provocarlo. Por su parte, siguiendo datos de la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género, en lo que va de año han sido asesinadas en el estado español 33 mujeres3 (solo 13 habían presentado denuncia), 60 el año 2015 y más de 826 desde el año 2003. Así, en lo que va de año 22 menores de 18 años se han quedado huérfanos por la violencia de género. De acuerdo con la misma fuente, el año 2015, denunciaron violencia de género 129.193 mujeres, aunque según la Macroencuesta de Violencia de la Delegación del Gobierno (2015), siete de cada (el 67,8%) nunca lo han denunciado. 3. Medidas legislativas sobre igualdad de género y violencia en educación La Ley Orgánica 1/2004 de Medidas de protección Integral contra la Violencia de Género La Ley establece los principios y valores del sistema educativo de esta manera: - El sistema educativo español incluirá entre sus fines la formación en el respeto de los derechos y libertades fundamentales y de la igualdad entre hombres y mujeres, así como,

3 A fecha 7 de octubre de 2016.

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el ejercicio de la tolerancia y de la libertad dentro de los principios democráticos de convivencia. Igualmente, el sistema educativo español incluirá, dentro de sus principios de calidad, la eliminación de los obstáculos que dificultan la plena igualdad entre hombres y mujeres y la formación para la prevención de conflictos y para la resolución pacífica de los mismos. - La Educación Infantil contribuirá a desarrollar en la infancia el aprendizaje en la resolución pacífica de conflictos. - La Educación Primaria contribuirá a desarrollar en el alumnado su capacidad para adquirir habilidades en la resolución pacífica de conflictos y para comprender y respetar la igualdad entre sexos. - La Educación Secundaria Obligatoria contribuirá a desarrollar en el alumnado la capacidad para relacionarse con los demás de forma pacífica y para conocer, valorar y respetar la igualdad de oportunidades de hombres y mujeres. - El Bachillerato y la Formación Profesional contribuirán a desarrollar en el alumnado la capacidad para consolidar su madurez personal, social y moral, que les permita actuar de forma responsable y autónoma y para analizar y valorar críticamente las desigualdades de sexo y fomentar la igualdad real y efectiva entre hombres y mujeres. - La Enseñanza para las personas adultas incluirá entre sus objetivos desarrollar actividades en la resolución pacífica de conflictos y fomentar el respeto a la dignidad de las personas y a la igualdad entre hombres y mujeres. - Las Universidades incluirán y fomentarán en todos los ámbitos académicos la formación, docencia e investigación en igualdad de género y no discriminación de forma transversal. Por su parte, con el fin de garantizar la efectiva igualdad entre hombres y mujeres, las Administraciones educativas velarán para que en todos los materiales educativos se eliminen los estereotipos sexistas o discriminatorios y para que fomenten el igual valor de hombres y mujeres. Así mismo, las Administraciones educativas adoptarán las medidas necesarias para que en los planes de formación inicial y permanente del profesorado se incluya una formación específica en materia de igualdad, con el fin de asegurar que adquieren los conocimientos y las técnicas necesarias que les habiliten para: a) La educación en el respeto de los derechos y libertades fundamentales y de la igualdad entre hombres y mujeres y en el ejercicio de la tolerancia y de la libertad dentro de los principios democráticos de convivencia. 65


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b) La educación en la prevención de conflictos y en la resolución pacífica de los mismos, en todos los ámbitos de la vida personal, familiar y social. c) La detección precoz de la violencia en el ámbito familiar, especialmente sobre la mujer y los hijos e hijas. d) El fomento de actitudes encaminadas al ejercicio de iguales derechos y obligaciones por parte de mujeres y hombres, tanto en el ámbito público como privado, y la corresponsabilidad entre los mismos en el ámbito doméstico. Pero además, se adoptarán las medidas precisas para asegurar que los Consejos Escolares impulsen la adopción de medidas educativas que fomenten la igualdad real y efectiva entre hombres y mujeres. Con el mismo fin, en el Consejo Escolar del Estado se asegurará la representación del Instituto de la Mujer y de las organizaciones que defiendan los intereses de las mujeres, con implantación en todo el territorio nacional. Finalmente, los servicios de inspección educativa velarán por el cumplimiento y aplicación de los principios y valores recogidos en este capítulo en el sistema educativo destinados a fomentar la igualdad real entre mujeres y hombres. Ley orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres El sistema educativo incluirá entre sus fines la educación en el respeto de los derechos y libertades fundamentales y en la igualdad de derechos y oportunidades entre mujeres y hombres. Así, el sistema educativo incluirá, dentro de sus principios de calidad, la eliminación de los obstáculos que dificultan la igualdad efectiva entre mujeres y hombres y el fomento de la igualdad plena entre unas y otros. Para integración del principio de igualdad en la política de educación, las administraciones educativas garantizarán un igual derecho a la educación de mujeres y hombres a través de la integración activa, en los objetivos y en las actuaciones educativas, del principio de igualdad de trato, evitando que, por comportamientos sexistas o por los estereotipos sociales asociados, se produzcan desigualdades entre mujeres y hombres. Las Administraciones educativas, en el ámbito de sus respectivas competencias, desarrollarán, con tal finalidad, las siguientes actuaciones: a) La atención especial en los currículos y en todas las etapas educativas al principio de igualdad entre mujeres y hombres. b) La eliminación y el rechazo de los comportamientos y contenidos sexistas y estereotipos que supongan discriminación entre mujeres y hombres, con especial consideración a ello en los libros de texto y materiales educativos. 66


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c) La integración del estudio y aplicación del principio de igualdad en los cursos y programas para la formación inicial y permanente del profesorado. d) La promoción de la presencia equilibrada de mujeres y hombres en los órganos de control y de gobierno de los centros docentes. e) La cooperación con el resto de las administraciones educativas para el desarrollo de proyectos y programas dirigidos a fomentar el conocimiento y la difusión, entre las personas de la comunidad educativa, de los principios de coeducación y de igualdad efectiva entre mujeres y hombres. f) El establecimiento de medidas educativas destinadas al reconocimiento y enseñanza del papel de las mujeres en la historia. En el ámbito de la educación superior, las administraciones públicas en el ejercicio de sus respectivas competencias fomentarán la enseñanza y la investigación sobre el significado y alcance de la igualdad entre mujeres y hombres. En particular, y con tal finalidad, promoverán: a) La inclusión, en los planes de estudio en que proceda, de enseñanzas en materia de igualdad entre mujeres y hombres. b) La creación de postgrados específicos. c) La realización de estudios e investigaciones especializadas en la materia. 4. Educando en igualdad: la escuela coeducativa Siguiendo el Plan Director para la coeducación y la prevención de la violencia de género en el sistema educativo del gobierno Vasco (2013), en el sistema educativo ha habido grandes avances, hasta el punto de poder afirmar que hoy en día las mujeres son mayoría en los niveles postobligatorios de la enseñanza. La enseñanza mixta, se ha generalizado como modelo en la enseñanza pública y en la casi totalidad de los centros concertados o privados. Además, desde un amplio marco normativo se insta al sistema educativo a trabajar para una sociedad igualitaria desde la escuela. Estos hechos han reforzado la creencia de que la igualdad de oportunidades de mujeres y hombres se ha alcanzado en el ámbito educativo. El espejismo se ve fortalecido en la medida en que los resultados de las chicas son superiores, su rendimiento académico en todas las etapas es mejor, su tasa de fracaso y abandono escolar es inferior y su acceso a las carreras reconocidas tradicionalmente como masculinas es cada vez mayor. 67


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Sin embargo, los estudios nos muestran que las relaciones entre niñas y niños, chicas y chicos siguen siendo asimétricas y se dan numerosas situaciones basadas en el abuso; las capacidades, habilidades y proyectos de vida siguen estando ligadas al género; en los contenidos curriculares las aportaciones de las mujeres no están visibilizadas, y el sexismo y la violencia de género son realidades que están incidiendo en el desarrollo de la vida de adolescentes y jóvenes, por lo que es necesario seguir profundizando en la educación en igualdad o mejor en la coeducación. La escuela coeducativa enfatiza el reconocimiento de las mujeres en todo aquello que hace referencia a la organización y la gestión del sistema educativo y de los centros escolares, la relación y la interacción entre el alumnado y el profesorado, los currículums, el lenguaje, las unidades de aprendizaje, los materiales, los libros, etc. La coeducación trata de adoptar todas las medidas apropiadas para modificar las pautas sociales y culturales de comportamiento de los hombre y de las mujeres y eliminar las creencias y las prácticas basadas en la idea de la inferioridad o la superioridad de uno de los sexos y en la atribución de papeles estereotipados a los hombres y a las mujeres. Promover la igualdad de mujeres y hombres, y prevenir la violencia de género implica necesariamente seguir avanzando en la transformación de la actual escuela mixta en una escuela coeducativa, una escuela que tenga como referencia a las personas y el desarrollo de cada una de sus identidades, una escuela más justa para todas y todos, donde las diferencias existentes no supongan desigualdades de género, educativas y sociales. La coeducación supone educar desde la igualdad de valores de las personas. Es un método de intervención educativo cuyas bases se asientan en el reconocimiento de las potencialidades e individualidades de niñas y niños, independientemente de su sexo. Se trata de buscar el desarrollo integral de la persona al margen de los estereotipos y roles en función del sexo, y de rechazar cualquier forma de discriminación y de violencia contra las mujeres. Siguiendo la guía de Coeducación del Instituto de la Mujer (2008), se van a presentar las características de los modelos de escuela en relación a la Igualdad de Oportunidades entre hombres y mujeres. Cuadro 2. Características de los modelos de escuela en relación a la Igualdad de Oportunidades entre hombres y mujeres. Escuela de roles separados

Escuela mixta

Escuela coeducativa

- Educación para el rol sexual. Educación igual para niños y niñas como ciudadanos/as de - Asignación de géneros. una sociedad democrática - Socialización de cada grupo sexual en los ámbitos público y privado

Educación dirigida a la eliminación de los estereotipos por razón de sexo eliminando situaciones de desigualdad y jerarquías culturales

Fuente: Elaboración propia a partir de guía de Coeducación del Instituto de la Mujer, 2008.

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5. (Co)educando: eliminando la violencia contra las mujeres La importancia y la complejidad de la tarea de transformar los valores sexistas hacia valores de igualdad de mujeres y hombres y la urgencia de prevenir la violencia de género desde el ámbito educativo, hace necesario resituarnos en la tarea de coeducar. Esto supone, reconocer cuáles han sido los avances, identificar cuáles son los déficit que persisten en materia de coeducación y definir también los nuevos retos que tiene la comunidad educativa. El trabajo para abordarlos debe plantearse de forma integrada, en todos los aprendizajes escolares y con la implicación de toda la comunidad educativa. Por ello, y siguiendo el Plan Director para la coeducación y la prevención de la violencia de género en el sistema educativo del gobierno Vasco (2013), la comunidad educativa tiene importantes retos: Ahondar en el modelo de escuela coeducativa e introducir la perspectiva de género en la cultura y en las prácticas de los centros desde un planteamiento integral 1. Revisión del currículum desde la perspectiva de género. 2. Potenciar la elección de libros de textos y materiales didácticos inclusivos y coeducativos. 3. Capacitar, para ser conscientes sobre las diferentes expectativas que persisten respecto al alumnado. 4. Incluir el análisis de género en el uso de los espacios. 5. Revisar la evaluación desde la perspectiva de género. 6. Implicar a las familias en la tarea de coeducar. B. Orientar al alumnado a elegir su itinerario vital, académico y profesional desde la libertad, la diversidad de opciones y sin condicionamientos de género. C. Integrar la perspectiva de género en el abordaje del fracaso escolar y garantizar que el acceso al sistema educativo sea universal, y la continuidad en éste para todas las niñas y niños, teniendo en cuenta la diversidad del alumnado (étnica, cultural, social, económica, funcional, sexual, etc.). D. Educar para unas relaciones afectivo-sexuales y una convivencia basada en la diversidad sexual y en la igualdad de mujeres y hombres. E. Prevenir la violencia de género, detectar de forma precoz los casos y prestar una atención eficaz a las víctimas, implicando de manera especial a toda comunidad educativa. 69


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En el marco preventivo, algunos de los aspectos a tener en cuenta son: El sexismo como factor explicativo de los conflictos y del maltrato entre iguales en las aulas. Las microviolencias. Los modelos de relación y de atracción. En el marco de la detección precoz para la atención eficaz de: Hijas e hijos de mujeres que sufren violencia de género. Niñas en riesgo de mutilación genital femenina. Niñas y adolescentes con necesidades educativa especiales. 6. A modo de conclusiones A pesar de los importantes retos que tiene planteados, la coeducación se ha ido abriendo paso durante los últimos años dentro del sistema educativo español a partir de diversas experiencias de educación para la igualdad. Estas experiencias han detectado ámbitos del proceso educativo y de sus resultados en los que se pone de manifiesto que la supuesta igualdad no resulta ser tal y que, hoy por hoy en la escuela, todavía perduran elementos que reproducen y perpetúan el sexismo y la desigualdad entre los hombres y mujeres que formaran nuestra sociedad. La violencia contra las mujeres es la expresión más brutal de esa desigualdad. La escuela es un espacio privilegiado para interiorizar y aprender nuevos modelos más igualitarios y respetuosos. La lucha por la eliminación de la violencia de género necesita una actuación preventiva desde el inicio del ciclo educativo, en todos los ámbitos y fases y desde una perspectiva integral. Porque la igualdad también se aprende y las mujeres y las niñas tienen derecho a la igualdad real y una vida libre de violencias machistas. Se trata de una cuestión de justicia social y de derechos humanos, de los derechos humanos de la mitad población, las mujeres y las niñas. Bibliografía Delegación del Gobierno para la Violencia de Género (2013): VII Informe anual del Observatorio Estatal de Violencia sobre la Mujer. Gobierno de España. Delegación del Gobierno para la Violencia de Género (2015): Macroencuesta Violencia Contra la Mujer. Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. 70


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Galtung, Johan (2003): Tras la violencia, 3R: reconstrucción, reconciliación, resolución. Afrontando los efectos visibles e invisibles de la guerra y la violencia. Gernika. Bakeaz/Gernika Gogoratuz. Gobierno Vasco (2013): Plan Director para la coeducación y la prevención de la violencia de género en el sistema educativo del Gobierno Vasco. Vitoria‐Gasteiz. Murillo, Soledad (1996): El mito de la vida privada. De la entrega al tiempo libre. Madrid. Siglo Veintiuno. Observatorio para la Igualdad de Oportunidades (2008): Guía de Coeducación. Síntesis sobre la Educación para la Igualdad de Oportunidades entre Mujeres y Hombres. Instituto de la Mujer. Organización Mundial de la Salud (1998): Violencia contra la mujer. Un tema de salud prioritario. Universidad de País Vasco (2011): La violencia contra las mujeres y sus causas en Guipúzcoa. Departamento de Política Social de la Diputación Foral de Guipúzcoa. VV.AA. (2011): Igualdad y Prevención de la Violencia de Género en la Adolescencia. Colección Documentos contra la violencia de género. Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad. Walker, Leonor (1979): The battered woman. New York. Harper & Row.

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MESA REDONDA: LAS MUJERES Y LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA MARIXE NOYA ARRIZABALAGA.

Consultora de políticas de igualdad y trabajo de Oreka Sarea.

SARA IBARROLA INTXUSTA.

Investigadora, formadora y asesora en género y políticas de igualdad.

Moderadora: ELO MAYO CABERO.

Máster en Igualdad y Género en el Ámbito Público y Privado-Especialidad en Políticas Públicas. Postgrado en mediación intercultural. Trabajadora social.



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MARIXE NOYA ARRIZABALAGA Cuando hablamos de la participación sociopolítica de las mujeres y de la necesidad de reforzarla, en un primer momento nos solemos encontrar con contra- argumentos que van desde el: Las mujeres ya participan de igual forma que los hombres... ¿qué más queréis? A: Las mujeres pueden participar de igual manera que los hombres, si no lo hacen en ciertos espacios es porque no les interesa Y incluso A: Hay ámbitos en los que los hombres hacen un mejor papel, ámbitos que por lo que sea (y aquí a veces se apela incluso a la genética) los hombres lo gestionan mejor y se lían menos... Ante el primer argumento: Las mujeres ya participan de igual forma que los hombres... ¿qué más queréis? Suele ser bastante recurrente presentar algunos datos sobre la participación sociopolítica de las mujeres En cuanto a la anterior legislatura la que acaba de terminar, si es verdad que el 50% de las consejerías las ocupaban las mujeres si bajamos al nivel de viceconsejerías y secretarías esta cifra se reduce hasta el 30%, en el caso de las diputaciones la misma tendencia se repite, siendo a excepción del cargo de Diputado General, el resto de puestos de diputados y diputadas paritarios pero reduciéndose esta cifra considerablemente en los cargos de Direcciones.

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En cuanto a los Consejos de Administración de las entidades financieras y de las grandes empresas las cifras son ya lamentables del todo, reduciéndose la presencia de mujeres en algunos casos a números anecdóticos. Pero en cambio si miramos a las cifras de participación de asociaciones vemos que en muchas de ellas la mayoría son mujeres: asociaciones de arte, folclore, organizaciones sociales, religiosas, organizaciones de copperación al desarrollo, asociaciones juveniles, pro derechos humanos y asociaciones vinculadas a la educación cuentan en sus filas con una mayoría de mujeres. Por lo tanto, las mujeres participamos, por supuesto, pero no de igual manera que los hombres. Y no ver eso ni tenerlo en cuenta es negar la realidad, tomar la parte por el todo y seguir reproduciendo una realidad que relega a las mujeres y a los hombres a determinados espacios. Ante el argumento de: Las mujeres pueden participar de igual manera que los hombres, si no lo hacen en ciertos espacios es porque no les interesa yo suelo apelar a que cuanto menos nos debería parecer sospechoso que exista una falta de interés común a la inmensa mayoría de las mujeres. Yo estudie Ciencias Políticas y nos enseñaban que cuando hay cifras estadísticas que señalan masivamente en una dirección es necesario ponerse las gafas y afinar en el diagnóstico, porque generalmente suelen responder a algo que va más allá de las y los individuos o la casualidad. Por tanto, aunque la mayoría sabemos que a las mujeres claro que nos interesa lo común, en el caso de que nos creyesemos lo contrario, estaríamos obligadas y obligados como agentes sociales a mirar más allá y a hacer un diagnóstico que no se quede en lo individual y que vaya a las raices de semejantes resultados. Ante el argumento de Hay ámbitos en los que los hombres hacen un mejor papel, ámbitos que por lo que sea (y aquí a veces se apela incluso a la genética) los hombres lo gestionan mejor y se lían menos... Ante este argumento cuando se intenta profundizar un poco más las respuestas pueden llegar a ser incluso divertidas, si en la mayoría de los casos no tuviesen como consecuencia las desigualdades que tienen. Mi respuesta favorita es cuando se apela a la genética para justificar diferencias sociales: somos diferentes, genéticamente, de nacimiento. A ellos les gustan más unas determinadas cuestiones, les interesa más, y a nosotras otras... así, porque nacimos así... Ellos el azul, nosotras el rosa, ellos los coches, nosotras las muñecas, ellos la política, nosotras la moda... Así, de nacimiento!! Aludir al determinismo biológico para justificar desigualdades es una estrategia que lleva implícita la perpetuación de las mismas... si nacemos así apaga y vamonos, esto así se va a quedar hagamos lo que hagamos. Pero hagamos memoria, porque en la historia son muchos los ejemplos en los que desde distintos regímenes de poder se justifican las desigualdades a través de categorías esenciales y esencialistas. Antes se aludía a lo divino (yo soy rica y tu pobre como las ratas porque 76


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Dios así lo ha querido), ahora se alude a la ciencia, muchas veces (y este es un caso de esos) con la misma falta de rigor que antes... En resumen, las mujeres participamos de manera diferente y no con pocas dificultades. Centrémonos por tanto en ellas, entendiendo que más que dificultades tenemos que hablar de obstáculos y entendiendo también que superarlos pasan por cuestionamientos más profundos que la asunción de medidas puntuales que faciliten a las mujeres la entrada en ciertos espacios. Porque entendemos que la participación ciudadana es una herramienta clave para el reparto del poder, para generar una sociedad más democrática y en ese sentido hablamos de algo más que de garantizar la presencia de mujeres y hombres en ciertos espacios. LOS OBSTÁCULOS Vemos los datos de participación de los Concejos y habiendo ya desmontado los argumentos que ya no convencen a nadie es hora de que hablemos de los obstáculos, porque quizás estos que podemos identificar en casi todos los espacios para la participación ciudadana, puedan darnos algunas pistas sobre lo que pasa en nuestros espacios, haya mujeres o no.... En mi recorrido profesional me he encontrado con un montón de mujeres que están y han estado participando en distintos espacios: en asociaciones diversas, partidos políticos, en cargos políticos.... profundizando con ellas y analizando sus recorridos he visto que hay elementos comunes que ellas identifican como obstáculos específicos para las mujeres. Podríamos clasificar estos elementos en tres grandes bloques: 1. La división entre los ámbitos público y privado Un sistema que se apoya en la división de las esferas pública y privada se apoya en el trabajo que alguien hace en el ámbito familiar (las mujeres), ocupándose del cuidado y de las tareas cotidianas, para que otro alguien (los hombres) tenga tiempo y libertad para poder incidir en los espacios de toma de decisión y de producción. Esta división sexual del trabajo y de los espacios tiene consecuencias distintas para las mujeres y para los hombres. Aunque cada vez haya más mujeres que participan en lo público, el hecho de que los hombres no se hayan “incorporado a los cuidados y al trabajo reproductivo” en la misma proporción hace que las consecuencias para las mujeres y para los hombres sean del todo distintas, sintiéndose ellas en mucha mayor medida condicionadas por los efectos de las decisiones de una esfera en la otra. Es necesario tener en cuenta también el peaje que muchas mujeres que participan en lo público tienen que pagar. De las mujeres que participan esperamos muchas veces que lo hagan manteniendo los roles y tareas que se les asignan en el ámbito privado, que salgan a cuidar, a limpiar y recoger... haciendo que su participación quede relegada a un segundo plano. Las maneras 77


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en las que se enjuicia a aquellas que participan en lo público, responden en muchos casos a prejuicios sexistas que hacen que de ellas se espere una determinada conducta y postura, muchas veces imposible de cumplir, siendo hagan lo que hagan el juicio y el rechazo la reacción que perciben. El hecho de que los espacios de incidencia y participación política históricamente hayan estado ocupados por hombres, ha dado pie a hábitos y modos de hacer que responden más a un modelo “masculino”, generando así una serie de simbologías, modelos de referencia, rituales, normas y creencias que responden a una cultura androcéntrica. En este sentido, es importante destacar que en muchos de los espacios participativos se reproducen estas formas de hacer que relegan a un segundo plano las emociones y experiencias frente a los tecnicismos y a los conocimientos más objetivos. 2. La universalización de lo masculino y la invisibilización de lo femenino Además de la histórica ausencia de las mujeres en esfera pública, existe una jerarquización de lo masculino sobre lo femenino que a su vez universaliza el discurso masculino, entendiéndolo como válido para todas las personas por igual, e invisibiliza los modelos y logros femeninos. Hablar de la universalización de lo masculino supone hablar de la universalización de un modelo muy concreto de “hombre”: blanco, heterosexual, adulto y con empleo, por lo que son muchos los cuerpos más allá de las mujeres que no encajan en este esquema. Del mismo modo, no se visibilizan los modelos femeninos que rompen con las hegemonias... se tiende a visibilizar más a aquellas que no cuestionan las relaciones de poder y que en su actividad pública ayudan a reforzarla. 3. El espejismo de la igualdad Vivimos en una sociadad que tiende a negar las desigualdades entre mujeres y hombres, reforzando la creencia de que la igualdad es una realidad. Esto implica presuponer que todas las personas tienen las mismas opciones y posibilidades de acceso a los recursos y a los espacios porque dependen solo de sus capacidades individuales, y no se ven limitadas por un contexto que las sitúa en una posición de desventaja. Este espejismo de la igualdad actúa como elemento perpetuador de desigualdades, ya que negándolas, cierra las puertas a posibles medidas transformadoras. Es lo que vendría a reforzar el argumento de que al tener ya una igualdad formal, podemos hablar de personas y no de mujeres y hombres, de blancos y de negros, de ricos y de pobres... negando que en este mundo no existen las personas, existen un montón de condicionantes sociales y económicos que limitan las vidas de algunos y algunas más que de otros. 78


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PERO FRENTE A ESTOS OBSTÁCULOS EXISTEN ESTRATEGIAS Y ALTERNATIVAS, Y SABEMOS QUE EXISTEN PORQUE LAS HEMOS VISTO En primer lugar quisiera exponer algunas ideas clave. 1. Las mujeres no somos un colectivo, somos la mitad de la población, por lo tanto fomentar la participación de las mujeres no es fomentar la participación de un colectivo, es incluir a la mitad de la población. 2. Entendemos la participación ciudadana como un modelo de reparto de poder más democrático que cambia las formas de hacer. Hablamos de cambio de modelo, no hablamos simplemente de aumentar la presencia de las mujeres. Hablamos por tanto de fomentar políticas y maneras de hacer que cambien las relaciones de poder desiguales, hablamos de fomentar la igualdad de oportunidades y la justicia en aras de una sociedad mejor, más amable y vivible para todos y todas. Por tanto, tendremos que ver y analizar los resultados que aquello que realizamos tiene en los hombres y las mujeres. Más allá de fomentar una presencia más equilibrada de los distintos sexos. El reto por tanto, es importante. ¿Qué es lo que vamos a tratar? ¿Qué es lo común? ¿Lo que merece la implicación del Concejo? ¿A las necesidades de quién responde? ¿A quién beneficia? Es importante romper con las jerarquias sobre que es lo importante, llevar a lo público lo que históricamente se ha gestionado en las casas, por las mujeres. Hablar de poner en el centro de las políticas el cuidado, unirse a esta reivindicación histórica del feminismo responde a eso mismo. A romper con la jerarquía entre lo productivo y lo reproductivo, entre lo público y lo privado y a poner en el centro la vida y su cuidado, por ser lo importante. Es importante que se refuerce de alguna manera la participación de las mujeres que están, que se refuerce desde esa visión de lograr una igualdad real que vaya más allá de la presencia de cuerpos del sexo “hembra” en los espacios. Fomentar encuentros de este tipo, generar reflexión y conciencia al respecto es básico para ello.Se hace, por tanto, necesario la elaboración de una agenda que incluya a la dimensión política la esfera privada (“lo personal es político”), que cuestione los mandatos de género y desarrolle otras formas de hacer política, otras maneras de mirar, valorar y gestionar lo público desde la ética del cuidado de la vida como eje central. Habrá que revisar también además de los qués los cómos... ¿Qué mecanismos de participación hay en los Concejos? ¿Cómo se gestiona el espacio? ¿Cómo se facilita que participe todo el mundo? ¿Dónde están los hombres y las mujeres en todo esto? ¿Qué papel tienen? ¿Qué tareas hacen por ejemplo en una vereda las mujeres? ¿Cuáles los hombres? ¿Por qué? La igualdad es siempre la consecuencia de un acto consciente. Esto implica que si queremos lograr la igualdad tenemos si o si que actuar para lograrla, no es el resultado de una carambola. Es necesario pensar y plantear las actuaciones teniendo en cuenta desde el minuto uno que queremos 79


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que estas generen igualdad y identificando las medidas concretas que vamos a poner en marcha con este objetivo. Tenemos que estar dispuestxs a reinventarnos, a replanteranos, a cuestionarnos en nuestras formas de hacer, a asumir que si no hay mujeres en nuestros espacios tenemos que actuar para que las haya aunque eso suponga cambiar las cosas y cambiarnos nosotrxs.

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SARA IBARROLA INTXUSTA. Quisiera comenzar mi intervención agradeciendo a ACOA-AKE su invitación a compartir mi reflexión sobre la participación política de las mujeres en Araba, más concretamente en los Concejos de Araba, ya que las singularidades territoriales inciden en las características de la participación política de las mujeres. ¿Y por qué hablo de singularidades territoriales? Comenzaré trasladándoles, sintéticamente, algunos datos. Según el Programa de Desarrollo Rural 2015-2020 de Euskadi, Araba tiene 51 municipios, de los cuales 49, todos excepto dos, tienen carácter rural según criterios de la OCDE. No obstante, el 80,47% de la población vive en un entorno no rural, frente al 19,53% que sí lo hace. En Gipuzkoa y Bizkaia este porcentaje es inferior y se sitúa en el 7,44% y el 5,40%, respectivamente. Por tanto, estamos refiriéndonos a la participación política de las mujeres en un entono que se caracteriza por es el más rural de laCAE. Comienzo con esta afirmación porque buena parte de la ciudadanía de Araba, fundamentalmente las mujeres, consideran que vivir en un municipio diferente de VitoriaGasteiz, también Laudio/Llodio y Amurrio, afecta a su calidad y condiciones de vida, incluyendo su autonomía. El diagnóstico que se acaba de elaborar en el marco del IV Plan Foral para la Igualdad de Mujeres y Hombres en Araba 2016-2020 permite constatar como las mujeres tienen menos posibilidades y recursos de movilidad. La red de transporte público, por ejemplo, no llega por igual a todos los pueblos y a partir de una edad el coche y su manejo no están extendidos. También que como resultado del incremento de la esperanza de vida y del éxodo rural, la población de los pueblos es cada vez mayor. Por otro lado, se observa cómo los trabajos de cuidados, tan importantes para la sostenibilidad de la vida, se realizan fundamentalmente desde los hogares y están feminizados y naturalizados en las mujeres. Además, las posibilidades de empleo son mucho menores y los recursos y servicios se concentran en los lugares más poblados. 81


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Aunque este es un análisis muy sintético, no podemos obviarlo, porque es una realidad que ayuda a explicar cómo en la participación política de las mujeres en los Concejos inciden cuestiones que la lógica patriarcal de la política, en cuanto a dinámicas, tiempos y formas, no toma en consideración. Nada que no conozcan o que no les suene. No obstante, necesitaba ponerlo sobre la mesa porque no se puede abordar la participación política de las mujeres en un espacio como éste sin visibilizar que el punto de partida es diferente, sin entender que las mujeres tienen otras realidades y existen obstáculos que condicionan y limitan su acceso, permanencia y promoción en la política. Este hecho no es el único que incide en la participación política de las mujeres. Por eso, quiero completar mi intervención comentándoles otros aspectos que en mi opinión también explican cómo es esta participación para, finalmente, proponer algunas vías para que las mujeres participen en política y que esta participación contribuya a laigualdad. LA POLÍTICA, ¿UN ESPACIO DONDE LAS MUJERES QUIEREN PARTICIPAR? 1

Este año 2016 presenté una investigación que, financiada por Emakunde, realicé con las asociaciones de mujeres de la CAE, en concreto con las asociaciones que están más presentes en el medio rural, las mayoritarias, que son sobre todo aquellas de tipo sociocultural. Este estudio pretendía analizar cómo impactan las asociaciones en los procesos de empoderamiento personal de las mujeres. Como parte del trabajo de campo de este estudio, les preguntaba a las mujeres que estaban en las asociaciones si habían tenido la oportunidad de participar en política, si desde que estaban en la asociación había incrementado su interés por participar en política o si creían que la asociación podía contribuir a que en algún momento se planteasen la participación política. El 71% de las entrevistadas decían rotundamente que no. Yo formulaba la pregunta en el contexto de que la participación social y política está relacionada con la autonomía, que es una dimensión del empoderamiento personal de las mujeres. De hecho, la participación política debiera ser el resultado de un proceso donde las mujeres se sienten legitimadas y tienen legitimidad para estar e intervenir con seguridad y voz propia en ese espacio. Además, la política debiera de ser capaz de apoyar y reforzar estos procesos. En cambio, ¿por qué este espacio genera desinterés y rechazo para muchas mujeres? No tanto para las más jóvenes, tampoco para quienes tienen una trayectoria de reivindicación más activa a través de otras organizaciones omovimientos. Las mujeres más mayores, a partir de 50 años, muchas de las que habitan nuestros Concejos y que están en asociaciones de tipo sociocultural, viven la política como un espacio ajeno a ellas y separado de su asociación. Además, vinculan la política con abandonar la parte desinteresada y voluntaria desde la que participan en la asociación, con ser más visibles y

1 Ibarrola Intxusta, Sara, El impacto de lo social en lo íntimo y personal. Conocerlo, medirlo y transferirlo. Estudio de la contribución del movimiento asociativo al empoderamiento personal de las mujeres de la CAE, Emakunde,2014.

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protagonistas, piensan que no están capacitadas para ello o directamente, afirman que no les gusta o les da miedo. Paradójicamente, a la mayoría de las mujeres que están en esas asociaciones y a las que entrevisté les habían propuesto varias veces desde diferentes partidos políticos formar parte de las candidaturas o listas electorales. Las mujeres más jóvenes, en cambio, no lo percibían así y algunas incluso señalaban que la política es una vía para la consecución de la ciudadanía plena de las mujeres. Por eso, no descartaban plantearse esta otra vía de participación e incidencia. EL MODELO DE POLÍTICA QUE TENEMOS, ¿”SEDUCE” A LAS MUJERES? En el propio modelo político que conocemos hay muchos elementos que no ayudan a que las mujeres estemos en política o que hacen que la participación en este espacio esté muy marcado por roles y estereotipos de género machistas y patriarcales. Algunos de ellos: –– La entrega patriarcal, es decir, el voluntariado a tiempo completo en el partido, la solidaridad con causas políticas desde el “deber ser” de las mujeres, desde lo que se espera de las mujeres por el hecho de serlo. –– Seguir siendo en los partidos políticos las depositarias de los cuidados. Aunque está extendido que las mujeres no quieren participar en política, no se pone en valor y se invisibiliza que son ellas quienes redactan discursos, apoyan actos, movilizan y convocan a personas, etc. –– La rivalidad y enemistad entre mujeres, como parte de la misoginia, que no tiene nada que ver con estar en sintonía, aunque no se esté de acuerdo, con reconocer a otras, aunque no sean del mismo partido. –– La invisibilidad de referentes femeninos. Esto no significa que no existan referentes de mujeres en política, sino que haya otros que representen otras formas de estar y hacer política. Echen un vistazo al panorama actual y comprueben como quienes están en la cabeza de las listas y tienen visibilidad y reconocimiento mediático son fundamentalmente varones. –– El proteccionismo y el paternalismo, por parte de otros compañeros de partido. –– Los prejuicios, estereotipos y creencias machistas y sexistas sobre las mujeres en política. Uno de ellos tiene que ver con considerar que las mujeres están en política por las cuotas, en fin, que están pero son un poco “mujer florero”. ¡Qué daño está haciendo esta afirmación tan intencionada y machista! Sin la existencia de cuotas, que son medidas de acción positiva, las mujeres no estaríamos en política, porque éste ha sido y es un espacio de poder y prestigio muy masculino y del que difícilmente nadie se va ir voluntariamente para dejar 83


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espacio a la otra mitad de la humanidad. Si analizan la participación política de las mujeres antes y después de la aprobación de la Ley 4/2005 para la igualdad de mujeres y hombres, verán el impacto que ha tenido esta norma en el incremente de la participación de las mujeres en política en la CAE. En definitiva, que no es una casualidad que estén. –– La política, mejor dicho, los puestos de alta decisión en política, enferman a muchas mujeres. La sobrecarga de trabajo (público y privado), el ser escuchadas con descrédito, tener que demostrar doblemente, ver que no siempre la meritocracia es el criterio de promoción interna, la misoginia o el sincretismo de género, hacen que muchas lo dejen y que otras muchas enfermen. EL HORIZONTE, ¿ES POSIBLE OTRO MODELO DE POLÍTICA? Obviamente, es posible otro modelo de política. ¿Qué ayudaría a ello? Primero, ser conscientes de que los puntos de partida de mujeres y hombres son diferentes, tomar conciencia de lo que me pasa como mujer en política tiene que ver con el modelo de política que tenemos. Esto permite poner nombre a muchas situaciones y, aunque eso no contribuya a cambiar la política, sí permite afrontar a las mujeres muchas situaciones desde otrolugar. También ayuda saber que tenemos derecho, como ciudadanas, a estar en política, que estar en este espacio no es un regalo o una concesión. Saberse ciudadana con derechos contribuye a nuestro empoderamiento personal y, como vengo deciendo, el empoderamiento es una clave para estar en política desde otra posición, sobre todo, porque desde los partidos políticos, en función de qué viven, qué aprenden y qué descubren de ellas las mujeres, se pueden empoderar. ¿Qué hitos relacionados con la política pueden contribuir a este proceso? • El hecho de afiliarse y entrar en un partido. Seguro que quienes estáis aquí y participáis en política recordáis perfectamente en qué momento estabais y cómo y por qué tomasteis la decisión de hacerlo. • La asunción de responsabilidades en el partido Estar en comisiones o grupos de trabajo, en consejos, asumir responsabilidades diversas contribuye al empoderamiento personal. Muchas mujeres asumen y desarrollan capacidades hasta entonces desconocidas para ellas, se aprende porque se tiene acceso a mucha información, se pierde el miedo a relacionarse con las instituciones y con otras personas del partido y de otros partidos, se gana confianza a la hora de exponer ideas y llevar adelante proyectos, en definitiva, la asunción de responsabilidades genera confianza en una misma. 84


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• La adquisición de conocimientos y experiencias a través de la formación en igualdad, estudios de género, feminismo y empoderamiento. Si en las asociaciones se produce un cambio fundamental en la relación de cada mujer consigo misma cuando se incorporan a las actividades que se realizan la formación en igualdad y estudios de género, en feminismo y en empoderamiento, ¿por qué esto no se va a producir en un partido político? Ya existe de hecho una escuela para la formación de electas, la Baskescola Virgina Woolf. Este hito, el del aprendizaje, es fundamental, porque a partir de aquí los procesos de empoderamiento son conscientes. Yo quiero empoderarme y tomo la decisión de hacerlo. Cuando los procesos de empoderamiento son conscientes, generalmente no tienen vuelta atrás y el compromiso con la construcción y desarrollo de la ciudadanía plena de las mujeres forma parte de la participación en política. En este proceso, muchas políticas se hacen feministas. Como explica la socióloga Marina Subirats, estas mujeres son muy importantes, porque tienen el poder de empujar las reivindicaciones y hacerlas llegar a sus partidos y a las instituciones, por una parte, y por otra, porque difunden los derechos de las mujeres y dan un ejemplo de otras formas de ser mujer, con lo que facilitan el cambio para mujeres que no acceden directamente a ellas2. Finalmente, quisiera trasladarles algunas reflexiones que, desde mi experiencia de investigación con asociaciones de mujeres, considero que contribuirían a que las mujeres participásemos desde otro lugar en la política: –– Realizar propuestas que hagan que se actualice o revise el partido político en términos de impulsar procesos de empoderamiento personal consciente, sobre todo en los casos en los que las mujeres, por el hecho de estar en algún partido político, ya experimentan algunos cambios. –– Contribuir a reforzar los procesos voluntarios de empoderamiento personal, porque desde esa nueva posición consolidada, las mujeres irán haciendo que sus propios partidos evolucionen, que otras participen en los partidos y cada vez serán mejores interlocutoras políticas. Sin duda, que existan mujeres decidas a desarrollar sus derechos es la mejor garantía para la libertad y para la consecución de la igualdad de mujeres y hombres. –– Reforzar procesos de empoderamiento voluntario permitirá generar un modelo de participación política donde las mujeres desarrollemos liderazgos con sentido de autocuidado y calidad de vida3. Como he comentado, muchas mujeres en política enferman. También liderazgos autónomos e independientes. Se contribuirá a desmontar el propio

2 Cita extraída del estudio que se reseña anteriormente. 3 Lagarde y de los Ríos, Marcela, Claves para el poderío y la autonomía de las mujeres, los liderazgos entrañables y las negociaciones en el amor, Horas y Horas, Madrid, 2005.

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machismo y la misoginia, aprendamos a representar nuestros propios intereses, a adquirir capacidad argumentativa y de defensa propia, porque sabemos poner límites. Facilitará que el disenso sea de otra manera, que enseñemos a otras y que hagamos pactos políticos, porque reconocemos a las otras mujeres, independientemente de que no estemos de acuerdo. En definitiva, tener esto en cuenta, creo que hará que la política sea el espacio desde donde podamos construir un nuevo paradigma basado en la igualdad entre mujeres y hombres, desde el reconocimiento a la diversidad humana. Porque si el objetivo de la política es la construcción de una serie de libertades para vivir bien, las mujeres conquistamos libertades siempre y cuando eliminamos desigualdades y discriminaciones. Los recursos son libertades y lalibertad, como escribe María Zambrano, es la experiencia más anhelada de las mujeres.

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TALLER “INTRODUCCIÓN AL EMPODERAMIENTO PARA MUJERES DE CONCEJOS DE ÁLAVA” BERDINTASUN



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Datos Generales Fecha:

Sábado 12 de noviembre de 2016

Lugar:

Sede de ACOA, Elorriaga

Horario:

10:00 - 14:00h.

Formadoras: Elo Mayo Cabero y Christina Werckmeister Lacarra (Berdintasun) Asistentes: 14 mujeres de los Concejos Nekane Zeberio, Directora del gabinete del Diputado General de la DFA y responsable de las políticas de Igualdad de dicha institución.) Listado asistencia mujeres Concejos:

1 2 3 4 5 6 7

Arantza Llano Ortiz de Elguea Maite Gómez Mª Angeles Ibisate Zander Arantza Diez Caballero Soto Eva Marañón Presa Margari Biguri Carmen Mendigutxia López

Amarita Aretxabaleta Atauri Atauri Bernedo Beotegi Ilarduia 89


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Sofía Lz.de Aguileta

Maeztu y Secretaría ACOA-AKE)

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Mª Rosario Campo

Menagarai

10 11 12 13 14

Mª Carmen Dovale Juana Mª Musitu Mentxu Pz.de Arenaza Rguez.

Ollavarre Santa Cruz de Campezo Villafría

Mª del Carmen Mateo

Víllodas

Patrizia de Bernardo Stempel

Víllodas

Objetivos deltaller • Reunir a las mujeres que participan en los Concejos de Álava en un espacio de reflexión y debate en torno al significado e importancia de su actividad, desde un enfoque de empoderamiento. • Identificar obstáculos, oportunidades y necesidades, y cuestionar los modelos instaurados como “naturales” que impiden una participación igualitaria. A estos objetivos iniciales se añadió uno más: • Identificar estrategias colectivas que sirvan para superar algunos de los obstáculos identificados e impulsar la participación política de las mujeres en los concejos. Desarrollo: • En primer lugar se presentan las formadoras y se informa a las participantes del contenido, estructura y objetivos del taller. Este se dividió en dos partes complementarias. –– La primera parte sirve para identificar la situación de las mujeres en los Concejos y las dificultades y obstáculos con los que se encuentran. –– En respuesta a lo que se ha trabajado en la primera parte, la segunda sirve para descubrir las fortalezas propias y colectivas de las mujeres e identificar estrategias colectivas para impulsar la participación de las mujeres en los Concejos. 1. PRESENTACIÓN (20min): OBJETIVO: • Conocer - Conocerse entre las participantes:

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DINAMICA: • Dinámica de los post-it: Escribir en dos post-it de diferente color qué expectativas quiero abordar en este taller, por un lado en lo personal y por otro en lo colectivo. DESARROLLO: • Se pide a las asistentes que se presenten: cargo o papel en el Concejo, años de participación, motivaciones para entrar en el Concejo, etc. y a la vez nos cuenten lo que han ido escribiendo en los post-it. • Los post-its se colocan sobre un mural de papel en la pared. Se finaliza agrupando las respuestas por temáticas.

Durante las presentaciones se observa la diversidad existente entre las participantes: • Algunas llevan años participando en su concejo. Estas aportan la experiencia y lo aprendido, cómo superaron los primeros años de inexperiencia, etc. Algunas manifiestan cierto 91


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cansancio, estar “quemadas” y preocupadas por no encontrar quien les releve, especialmente de cara a las próximas elecciones. • Otras en cambio llevan poco tiempo y relatan su experiencia de adaptación, en algunos casos positiva, en otros problemática. Sus motivaciones van desde la participación voluntaria y por convencimiento propio hasta las que han accedido por un sentimiento de responsabilidad hacia la comunidad, porque nadie más lo hacía. • Se observa que cualquiera los dos casos responden en última instancia a un marcado sentimiento de responsabilidad cívica. Aunque cada concejo tiene su coyuntura particular, se reconocen en situaciones parecidas. En cuanto a sus expectativas por las que acuden a este taller, tanto personales como en relación a su trabajo en los concejos, se constata que no existe una clara línea divisoria entre lo personal y lo político, ya que las expectativas son parecidas para los dos ámbitos: • enriquecerse de las experiencias de las demás, • conocer pautas que sean prácticas y útiles de cara a afrontar su actividad diaria: cómo afrontar las dificultades de conciliación, cómo poder incorporar temas innovadores en sus concejos, cómo acabar con espacios de poder paralelos (cuando se toman decisiones fuera del concejo, “en el bar”; “en los almacenes”; etc), o cómo impulsar la participación de nuevas mujeres. • Algunas también mostraron interés por adquirir fundamentos y conocimientos sobre el empoderamiento y el feminismo sobre los que poder apoyar sus acciones. 2. EXPOSICIÓN DE CONCEPTOS YCONTEXTUALIZACIÓN OBJETIVO: • Aclarar conceptos básicos relacionados con el tema del taller • Espejismo de la igualdad. Efecto de la Ley de Igualdad 3/2007 sobre la Ley Electoral; Conceptos de Igualdad formal y real; Breve análisis de género de a la evolución y situación actual de la participación de las mujeres electas en la política: Parlamento Vasco, Juntas Generales, Municipios CAE, aterrizando en los Concejos; • Androcentrismo. • Cultura política. • Empoderamiento. Antes de explicar los orígenes, fundamentos y significado del Empoderamiento como estrategia de los planes de igualdad de instituciones y gobiernos a todos los niveles, se realiza una 92


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dinámica de “lluvia de ideas” para detectar el nivel de conocimiento o ideas preconcebidas que existen sobre este término a menudoi ncomprendido. El resultado es variado. Así como algunas conectan acertadamente con el sentido del concepto, otras albergan un estereotipo negativo.

Se abre un diálogo sobre el poder: el poder impuesto, el desarrollo del poder propio, la libertad de elección (autonomía), el poder de tomar decisiones conscientemente, tener herramientas, la información es poder, o el término empoderamiento utilizado despectivamente (“estás muy empoderada”). Se comprueba que las mujeres en general hemos tenido una socialización ambivalente con respecto al poder, entendido como algo negativo. Esto contribuye a una interpretaciones erróneas y estereotipos alrededor del término empoderamiento. Por ello se valora positivo enmarcar correctamente la estrategia para seguir trabajando en esa línea. NOTA: En este punto se constata que prácticamente se ha llegado a la hora prevista para la finalización del taller. Esto se debe a la decisión de las formadoras de no precipitar ni cortar las intervenciones de las asistentes ante la alta voluntad participativa. Se plantea continuar una hora más, fuera del horario inicial, y condensar los contenidos restantes. El grupo acuerda continuar. Debido a ello se modifican las dos últimas dinámicas. 93


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3. ¿DÓNDE SE ESCONDEN LAS DESIGUALDADES? (45minutos) OBJETIVO: • Identificar obstáculos y dificultades que se encuentran en su participación en los Concejos. DINÁMICA: • En grupos de trabajo, se trata de identificar situaciones y circunstancias en las cuales percibimos: • Un trato diferenciado por ser mujer: No nos referimos tanto a si nos están tratando “bien” o “mal”, sino también a situaciones en las que a veces percibo sin saber por qué, que no me están tratando de la misma manera que a mis compañeros. • Diferente valoración de las propuestas que realizan, bien por haberla planteado una mujer, bien por la temática planteada, etc… • Cada grupo informa sobre sus resultados para una puesta en común y resumen de los elementos identificados:

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–– Se señalan como obstáculos que impiden o dificultan su participación y la de más mujeres: la existencia de espacios de poder paralelos mencionado anteriormente (“camarillas”), la poca participación y apatía en general, la falta de tiempo y los horarios de conciliación, la economía (en cuanto que son cargos no remunerados y se incurren en muchos gastos extra como transporte, teléfono, etc), estereotipos sobre “las personas que son de aquí desde siempre” y “las personas nuevas que vienen de fuera”. –– En cuanto al trato recibido, algunas relatan un cierto grado de “maltrato tolerado” refiriéndose a que algunas mujeres no se atreven a llamar la atención sobre ciertas expresiones o situaciones sexistas porque temen que se dude de ellas o que no se les vaya a apoyar. Por tanto, estas situaciones pasan sin ser denunciadas. Ante esta situación reclaman no solo apoyos mutuos sino también apoyo institucional. –– En cuanto a la diferencia de trato en su gestión, señalan que a veces reciben la información de manera selectiva, que se cuestiona su capacidad de conocimiento sobre temas tradicionalmente asociados a un imaginario masculino como las obras, los caminos, el mantenimiento, la diferenciación de tareas en las veredas según estereotipos de género, y una resistencia a cambios o propuestas innovadoras por parte de mujeres que se “acaban de incorporar a los concejos”, frente a un concepto conservador de los hombres que “ya llevan tiempo haciendo esto”, es decir, mientras se proyectan dudas sobre la experiencia, conocimientos y por ende legitimidad de ellas, estas cualidades se dan por sentadas en sus compañeros. –– En todo caso se observa también diversidad de experiencias y no todas coinciden al 100% en cada una de estascircunstancias. Nota: Debido a la falta de tiempo, no se realiza la dinámica complementaria a este última. El objetivo del ejercicio omitido era de analizar las cualidades, recursos y fortalezas, tanto propias como colectivas, en relación al liderazgo. 4. ALIANZAS ENTRE MUJERES OBJETIVO: • Identificar estrategias, necesidades para trabajar de forma conjunta entre mujeres, bien en cada Concejo o en la Asociación ACOA DINÁMICA: Lluvia de ideas: • En términos generales se alude a tratar de inculcar un mayor sentimiento de compromiso comunitario y de participación entre los habitantes de los pueblos. Pero en lo concreto, 95


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y especialmente de cara la participación de más mujeres, surge la necesidad de detectar a mujeres que puedan ser activas, quizás en otros ámbitos (asociaciones, AMPAS, profesionalmente etc...), y que tal vez no se hayan planteado participar en los concejos por desconocimiento, por inseguridad, u otros motivos. A estas mujeres se les puede apoyar con la experiencia de otras mujeres de trayectoria más larga, incluso con formación específica de ACOA. • También se menciona la posibilidad de impulsar un grupo motor de mujeres dentro de ACOA que pudiera dar continuidad a lo iniciado en este taller, expandir el apoyo a la participación de mujeres, fomentar el intercambio de experiencias, pautas y estrategias, e incluso hacer un compendio d+e ellas que sirva de referencia y recurso. Algunos ejemplos de buenas prácticas que han salido en este grupo son: • Frente a los espacios de poder paralelos, establecer claramente unas normas de funcionamiento que no den lugar a ambigüedades de interpretación, (calendarios, horarios, orden del día, etc). Las decisiones que no se adopten en la reunión de Concejo no pueden ser válidas. • Frente a las dificultades de conciliación, establecer horarios más racionales y atenerse a ellos en las reuniones. Se comenta que es necesario mejorar el canal de apoyo institucional, un protocolo de mediación ante conflictos y asesoramiento jurídico. 96


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5. FINAL: Se finaliza con una ronda de evaluación. La acogida es positiva, valorando muy positivamente que ACOA tome la iniciativa de impulsar este tipo de encuentros; se valora el conocerse personalmente y comprobar que comparten muchas de las mismas experiencias. Se interesan por escuchar la diversidad de voces y cómo se pueden abordar situaciones parecidas de maneras diferentes. Todas ven la necesidad de continuar estos espacios. Piden que se les envíe la memoria del encuentro junto con los contactos para seguir manteniendo la relación. 6. Sistematización cuestionarios de evaluación: Se recogieron 13 evaluaciones. Las puntuaciones eran del 1 al 5, siendo 1 la mínima y 5 la máxima. Las valoraciones son todas superiores a 4. 3

4

5

VOTOS (n=13)

PUNTUACIÓN

MEDIA

Organización general

1

8

4

13

55

4,2

Contenido del encuentro

1

7

5

13

56

4,3

5

4

3

13

47

3,6

4

9

13

61

4,7

3

9

13

60

4,6

4

9

13

61

4,7

ASPECTOS VALORADOS

Duración

1

1

2

Clima del encuentro Formadoras

1

Espacio

1. Respondiendo a la pregunta sobre si se han cubierto tus expectativas? • 11 han contestado que sí y 2 que no. ¿Por qué? (Se transcriben respuestas textuales). • Sí, me han reforzado mis conocimientos y he aprendido y conocido estrategias para ponerlas en marcha a nivel personal y colectivo. • Puesta en común de situaciones para tratar de asumir y llevar a cabo en mi entorno. • Si. Escuchar a las mujeres de otros concejos y aprender parar poder afrontar qué es difícil pero no imposible al estar juntas. • Me han aclarado conceptos, soy más consciente de las situaciones.

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• Aclarar conceptos y términos. • Detectar problemas de las mujeres en las Juntas: a veces las estrategias de poder quedan fuera; se eligen mujeres “fachada” pero se intriga contra sus decisiones, su autoridad. • Intercambio de experiencias • He visto cómo funcionan otros pueblos. • Cambio de opiniones con otras mujeres. • He visto la realidad de otros sitios. • Han quedado tantas cosas justo planteadas….! • Observo muchos puntos comunes entre los diferentes concejos. • Hemos estado unas cuantas mujeres de distintos pueblos dónde hemos comentado nuestro punto de vista de la mujer en los concejos y así aprender unas de otras. • Negativo: muy enfocado desde el punto feminista. Positivo: saber cómo está el tema en otros concejos con miembros femeninos. • Es poco tiempo. Se necesitaría más. • Se queda mucho en el aire con respecto a los temas en concreto y problemas reales. 2. Sugerencias, propuestas, opiniones de mejora • Realizar más reuniones entre las mujeres de los concejos. Son necesarias para poner en común nuestros problemas, diferencias de nuestro día a día y poder mejorar. • Han faltado soluciones concretas sobre cómo obviar los comportamientos machistas que nos circundan. • Seguir con estos encuentros y trabajarlos. • Más reuniones, talleres. • Cómo atraer a las mujeres a los Concejos (Juntas Administrativas) • Dar continuidad a estos encuentros, especialmente este año, previo a elecciones. • Sería conveniente e interesante trabajar las estrategias y las fortalezas en otras sesiones sobre todo de caRa a las próximas elecciones. • Talleres. • Sí, se podría hacer otra reunión y poder ver qué estrategias y herramientas podríamos emplear. • Hacer una labor de autocrítica por todos/as 98


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• Hacer más talleres y ampliar a más temas. • Me gustaría seguir reuniones entre semana o los sábados para aprender y comunicar otras opiniones. 7. El taller en imágenes:

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CLAUSURA

PEDRO IGNACIO ELOSEGI GONZÁLEZ DE GAMARRA Presidente de las Juntas Generales de Álava

Arratsaldeon guztiei, Jardunaldi honetan parte hartzeko luzatu didazuen gonbidapena eskertu nahi dizuet. Ohore handia da, lehen mailako hainbeste emakumeen hitz eta hausnarketen ostean, lanegun honetan azken hitz batzuk esateko aukera izatea. Lehenik eta behin, ACOA-AKE elkartea zoriondu nahi dut ekimen honek duen egokitasunagatik. Gaur, asko arduratzen gaituen gai baten inguruko erreflexio jardunaldiak antolatu dituzue, alde batetik pertsona garen neurrian eragiten digun gaia jorratu duzue, baina baita ere Erakundeetan gauden ordezkarien erantzukizuna behar duen gaia da. Arabako Batzar Nagusiak gure lurralde historikoaren ordezkaritza politikoa dira, arabarron ahotsa, dibertsitatearen eta aniztasunaren isla. La infrarepresentación de las mujeres en muchos ámbitos de la vida social, política y económica es una injusticia no solamente histórica, sino además una muestra de falta de inteligencia de una sociedad que precisa para su progreso y su bienestar de una igualdad real y efectiva de mujeres y hombres.

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Las políticas públicas de igualdad precisan de diagnósticos, planificaciones, presupuestos y unión de sinergias entre movimientos sociales, entidades públicas y sociedad en general. Pero de manera especial, precisan de un compromiso político férreo y mantenido en el tiempo, una voluntad clara de remover los obstáculos que existen para la igualdad real de mujeres y hombres. En el Territorio Histórico de Álava contamos con una historia de compromiso con la igualdad. Desde la Diputación Foral de Álava, cuya gestión se fiscaliza desde las Juntas Generales de Álava, y desde los Ayuntamientos alaveses se ha trabajado con EMAKUNDE en el impulso de las políticas públicas de igualdad desde el comienzo de su actividad. Se han realizado diagnósticos, elaborado Planes, puesto en marcha acciones, se han contratado profesionales expertos en la materia y se han dotado del presupuesto necesario para ejecutar estas políticas. Junto a las instituciones, los movimientos sociales y los movimientos feministas han realizado una trayectoria importante como elemento tractor, mostrando en muchas ocasiones el camino a seguir y los objetivos a alcanzar. Gaur hemen ospatu duzuen jardunaldia, egindako bidearen isla izan da, ezagutza elkarrekin partekatzeko lekua, esfortzuak, lana, aitorpena eta zergatik ez, ametsak ere. Ziur nago, gaurko topaketa honek, ikuspuntu ezberdinetatik abiatuta arazoetara eta konponbideetara hurbiltzeko aukera bihurtu dela, pentsatzeko, berriz hausnartzeko eta aurrera jarraitzeko unea eta lekua. Porque diré una obviedad: todos los esfuerzos son necesarios y no están siendo suficientes. La manifestación más dolorosa de la desigualdad estructural entre mujeres y hombres, la violencia que se ejerce contra las mujeres, nos golpea continuamente en todo el mundo y en la sociedad alavesa no es una excepción. Y es necesario exponer también la seguridad y certeza de los avances y logros. Frente a la impotencia de los asesinatos y las vidas truncadas de tantas mujeres y sus familias, tenemos el valor del trabajo y la lucha de tantas personas y entidades a favor de los derechos de las mujeres. Frente al sinsentido de la violencia machista, el logro del salto de la soledad del ámbito privado a la esfera pública y política. Bukatzeko, lanean jarraitzera animatu nahi zaituztet. Aurrerapenak behar duen bide bikoitzetan lanean.


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Alde batetik, tolerantzian eta errespetuan oinarritutako erlazioak blokeatzen dituzten pertsonen jarrera zein portaeren aldaketan eta gizarte sentsibilizazioan. Eta beste aldetik, emakume eta gizonen arteko benetakoa eta eraginkorra den berdintasuna gaitzesten duten oztopo guztiak baztertzeko entitate guztien, eta batez ere erakunde publikoen, ekintzak bultzatzen. Besterik ez. Mila esker eta hurrengo bat arte.




J O R N A D A S

Publicaciones anteriores: JORNADAS

“EL CONCEJO ALAVÉS ANTE EL SIGLO XXI”

Organiza:

Colabora:

ENPLEGU ETA GIZARTE POLITIKETAKO SAILA DEPARTAMENTO DE EMPLEO Y POLÍTICAS SOCIALES

JORNADAS “MUJERES EN ÁLAVA: PASADO, PRESENTE Y FUTURO”

26 y 27/8/2002 SEMINARIO

“LOS CONCEJOS: GESTIÓN Y ADMINISTRACIÓN DE LOS SERVICIOS PÚBLICOS Y DE SU PATRIMONIO” 15 y 16/1/2004 SEMINARIO

“LA ECONOMÍA Y LOS CONCEJOS ALAVESES” 3/3/2005 SEMINARIO

MUJERES EN ÁLAVA: PASADO, PRESENTE Y FUTURO

“LOS MONTES PÚBLICOS DE ÁLAVA: UN RECURSO ESTRATÉGICO PARA EL FUTURO DE NUESTROS PUEBLOS” 7 y 8/6/2006 SEMINARIO

“LOS CONCEJOS ALAVESES ANTE LA NUEVA NORMA FORAL DE MONTES; LOS PARQUES NATURALES, LOS ESPACIOS PROTEGIDOS Y LAS ENERGÍAS RENOVABLES” 4 y 5/10/2007 SEMINARIO

EMAKUMEA ARABAN: IRAGANA, ORAINA ETA GEROA

“EVOLUCIÓN Y DESARROLLO DE LOS PUEBLOS RURALES. ÁLAVA 2008” 19 y 20/11/2008 SEMINARIO

“LA PARTICIPACIÓN PÚBLICA EN LA TOMA DE DECISIONES DE LAS ADMINISTRACIONES LOCALES” 12 y 13/11/2009 SEMINARIO

“LAS ENTIDADES LOCALES VASCAS ANTE SU PRÓXIMA LEY REGULADORA” 21 y 28/10/2010 SEMINARIO

“LA GESTIÓN DEL AGUA Y SANEAMIENTO DESDE LA ÓTICA DE LOS CONCEJOS ALAVESES” 20 y 27/10/2011 SEMINARIO

“PATRIMONIO CULTURAL, SOSTENIBILIDAD Y DESARROLLO LOCAL” 8 y 15/11/2012 SEMINARIO

“LOS CONCEJOS ANTE LA REFORMA LOCAL” 2 y 3/10/2013 JORNADAS

“ACTIVIDAD ECONÓMICA Y VIDA RURAL EN LOS CONCEJOS DE ÁLAVA” 23/10/2014 JORNADAS

“AUSTERIDAD, DIVERSIDAD Y POLÍTICAS SOCIALES EN LOS CONCEJOS ALAVESES” 22/10/2015

ELORRIAGA • VITORIA-GASTEIZ • 20 DE OCTUBRE DE 2016

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