Edición 514 2011
ANEXO
El cambio de estrategia operacional, el relevo ministerial, los rumores sobre una tropa ‘tenida’ para actuar por temor a ser ‘empapelada’ por falsas denuncias y la promesa de un nuevo sistema de defensa técnica de los uniformados, configuran un escenario complejo para el viejo anhelo castrense de redimensionar su ámbito especial de juzgamiento penal y disciplinario.
Fuero militar: de aquello, nada... Artículo publicado en El Nuevo Siglo, en su edición del domingo 4 de septiembre de 2011
L
AS CONTROVERSIAS que se tornan cíclicas son aquellas que nunca se resuelven y, por lo mismo, a cada tanto saltan a la primera plana, se discute sobre ellas y de un momento a otro vuelven al cajón del olvido. Eso es, precisamente, lo que le pasa al fuero militar. En la campaña presidencial del año pasado fue un tema clave. El entonces candidato Juan Manuel Santos decía que era indispensable fortalecer la defensa de los militares y la Justicia Penal Militar. Más frontal era la aspirante conservadora Noemí Sanín, quien sostenía que “la Justicia Penal Militar es una parte vital de un Ejército fuerte. No existe en el mundo un Ejército fuerte sin fuero militar”. Inclus�������� ive Gustavo Petro, que defendía los colores de un partido de izquierda como el Polo, coincidía en que “el soldado y el policía deben tener derechos dentro de la Fuerza Pública, y esos derechos tienen que ver con el debido proceso”. Otros de los nombres en contienda como Antanas Mockus y Germán Vargas Lleras también como candidatos se manifestaban a favor de fortalecer las garantías de juzgamiento a los uniformados. Paradójicamente el asunto de redimensionar el fuero militar se atravesó en la campaña presidencial, pues, si bien es cierto que en el go-
bierno Uribe muchas veces el Jefe de Estado anunció que era necesario crear un sistema técnico de defensa judicial para la Fuerza Pública, esta idea nunca se concretó, salvo algunas medidas parciales. Es más, las reformas a la Justicia Penal Militar estuvieron dirigidas tanto a que ésta fuera más transparente y objetiva para investigar, juzgar, condenar o absolver a los militares y policías sindicados, así como para definir su ámbito jurisdiccional. En ese proceso, ya fuera por vía constitucional, legal y jurisprudencial, la mayoría de los casos empezaron a ser remitidos (incluso mediante múltiples choques de competencia) a la Justicia Ordinaria, pues se trataba de delitos que no tenían nada que ver con actos del servicio o implicaban graves violaciones de los derechos humanos. Así, al tiempo que un sinnúmero de uniformados pasaban a órdenes de la Fiscalía y jueces ordinarios, y varios ex altos oficiales fueron procesados y condenados por casos tan sensibles para el estamento castrense como la recuperación del Palacio de Justicia, la insatisfacción en las filas fue en aumento. Sin margen Para nadie es un secreto que a Uribe, que tenía en la Fuerza Públi-