activated_2011_11_es

Page 1

CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA

EL INSTINTO DE CONSERVACIÓN El amor triunfa sobre la naturaleza humana

Claves para la buena comunicación 15 consejos certeros

Viaje en bus El cristianismo, a prueba


¿Buscas libros, compactos o videos que te comuniquen fuerzas, te motiven y te ofrezcan soluciones? Visita nuestro sitio web o ponte en contacto con cualquiera de los distribuidores que se indican a continuación.

Año 12, número 11

www.conectate.org www.audioconectate.org

A N U E S T RO S A M IG O S Al nacer descubrimos la calidez y seguridad del amor de nuestra mamá, y poco a poco también de nuestro papá. Esas son nuestras primeras impresiones de la vida y el punto de partida de nuestras relaciones humanas. En los primeros meses y años de la infancia esa es básicamente la única expresión de amor que necesitamos para sentirnos plenos y realizados: el incondicional cariño de piel que nos brindan nuestros progenitores. No obstante, a medida que vamos creciendo, nuestro universo se expande. Las relaciones humanas y sentimentales se van haciendo más complejas. Y nos percatamos de que no toda la gente nos ama como nuestros padres. Pocos son los que nos dicen: «Estoy orgulloso de ti», o: «Sigue adelante, que tú puedes». Es más, muchas veces lo que oímos son las antípodas de eso. Aprendemos que las amistades hay que ganárselas, que no somos los seres más importantes del planeta y que para que las relaciones fluyan hace falta una cuota importante de humildad, generosidad e interés en los demás. El trato que damos a nuestros semejantes y el que recibimos de ellos llegan a ser un factor de mucho peso, que además consta de una miríada de aristas y recovecos. Las relaciones interpersonales constituyen una de las pruebas más difíciles que nos presenta la vida. A la vez, sin embargo, pueden ser muy gratificadoras. Surge entonces la pregunta: ¿Cómo podemos sacar el máximo provecho de esas relaciones y a la vez contribuir a que sean positivas para los demás? Jesús nos reveló el secreto en palabras llanas: «Como el Padre me ha amado, así también Yo os he amado», y: «Este es Mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como Yo os he amado»1. Si nos acercamos a Él, Su amor se hará parte de nosotros e impregnará nuestras relaciones con los demás. Gabriel En nombre de Conéctate

México, Centroamérica: Conéctate A.C. Apdo. Postal I-719 Mitras Centro Monterrey, N.L., 64000 México E-mail: conectate@conectate.org Tel: (01-800) 714 4790 (nº gratuito) +52 (81) 8123 0605 +52 (81) 8134 2728 (fax) Chile: Casilla de Correos 14.702 Correo 21, Sucursal La Moneda Santiago Tel: (09) 469 7045 E-mail: conectateconosur@conectate.org Argentina, Paraguay, Uruguay, Perú, Bolivia: E-mail: conectateconosur@conectate.org Colombia, Venezuela, Ecuador, Antillas: Conéctate Colombia Apartado Aéreo # 85178 Bogotá Colombia Tel: (1) 7586200 E-mail: conectatecoven@conectate.org España: Conéctate Apdo.626 28080 Madrid (34) 658 64 09 48 Resto de Europa: Activated Bramingham Pk. Bus. Ctr. Enterprise Way Luton, Beds. LU3 4BU Inglaterra E-mail: activatedeurope@activated.org Tel: +44 (0) 845 838 1384 Estados Unidos: Activated Ministries PO Box 462805 Escondido, CA 92046–2805 E-mail: info@actmin.org Tel: 1-877-862-3228 (nº gratuito)

Director Gabriel Sarmiento Diseño Gentian Suçi Producción Samuel Keating © Aurora Production AG, 2011 http://es.auroraproduction.com Es propiedad. Impreso en Taiwán por Ji Yi Co., Ltd. A menos que se indique otra cosa, los versículos citados provienen de la versión Reina-Valera, revisión de 1960,

1. Juan 15:9,12 2

© 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizados con permiso.


del OTRo lado del ESCRITORIO Natalia Nazarova

Estaba por hacer unos trámites legales cuando, al

revisar la documentación, descubrí asombrada que había discrepancias entre varios papeles. Lo que inicialmente parecía fácil de rectificar terminó tomándome varias semanas y requirió numerosas gestiones. En una de las dependencias administrativas donde me mandaron me encontré en un cara a cara con Olga. Me dio la impresión de que era una funcionaria muy eficiente, pero un poco seca. Nuestro primer intercambio fue áspero. La mía probablemente era una de las muchísimas complicaciones con las que había tenido que lidiar aquel día, y

no parecía que fuera a tener contemplaciones conmigo. Para colmo, su computadora se quedó atascada, así que tuvo que reiniciarla. Murmuró que iba a tomarse una aspirina y volvería en un minuto. En su ausencia pedí a Dios que me diera buen tino para abordar la situación. De golpe lo vi todo desde otra perspectiva. Por un momento procuré no pensar en lo irritada que me sentía con todo aquel papeleo y traté de imaginarme cómo sería estar del otro lado de aquel escritorio. Mientras esperábamos que se reiniciara el computador, le pregunté a Olga si alguna vez se había topado con una complicación como la mía. Aquello dio comienzo a un diálogo entre dos mujeres agotadas y hastiadas de la situación. Olga me explicó que apenas llevaba unos meses trabajando en aquel lugar. El año anterior se había divorciado y había pasado por una

etapa muy difícil de adaptación. Me mostré comprensiva y le conté que era misionera y que estaba en Argentina para compartir el amor de Dios con la gente del país, a la que le he tomado mucho cariño. Al cabo de un rato pudo volver a entrar en el sistema e ingresar los datos correctamente. En los días que siguieron hablamos varias veces por teléfono, pues tenía que verificar cómo iba el trámite. Cada vez que lo hacíamos nuestra comunicación se tornaba más amistosa y menos tensa. Cuando pasé finalmente a retirar la documentación, Olga se tomó la molestia de verificar que estuviera todo en orden. Nos despedimos como buenas amigas. Cuando salí sonriendo a la calle, el viento de la tarde me golpeó el rostro. El haberme interesado en los problemas de una persona había transformado una situación conflictiva para ambas en una experiencia positiva. Natalia Nazarova es asimismo tr aductor a y profesor a de idiomas. Vive en A rgentina y está afiliada a La Familia Inter nacional (LFI). ■ 3


el instinto de CONSERVACIÓ Hace poco vi un programa de la televisión británica

ambientado en la primera parte de la Segunda Guerra Mundial. Los nazis habían derrotado a Francia, y la invasión de Gran Bretaña era inminente. La incertidumbre, el temor del futuro y el instinto de preservar su propia vida y la de los suyos condujo a algunos a mostrar menos consideración por sus semejantes que en circunstancias normales. Muchos acapararon, otros robaron, y otros más llegaron a cometer asesinatos. En contraste, otras personas reaccionaron de manera diametralmente distinta. Demostraron heroísmo, no por sus hazañas, sino mediante pequeños actos desinteresados. Encararon sus dificultades con 1. 2 Corintios 5:17 2. 1 Corintios 3:16 3. Juan 15:4 4. Gálatas 5:22,23 5. Filipenses 2:4 (NVI)

4

dignidad. Muchos se ayudaron unos a otros. Velaron por el bienestar de sus vecinos y compartieron lo que tenían. Al confrontar esas dos reacciones divergentes me percaté de los retos a los que nos enfrentamos cuando nos vemos en circunstancias difíciles o de incierto desenlace. En épocas de convulsión social o económica, cuando se altera el statu quo y todo parece patas arriba, es natural que la gente se preocupe ante todo por sí misma. Obviamente no todo el mundo reacciona de la misma forma; en algunas personas, el instinto humano de conservación se manifiesta más fuertemente que en otras. Cuando la inestabilidad impera en el entorno en que vivimos es natural que nosotros también nos desestabilicemos. Cuando lo que considerábamos tierra firme se vuelve como arenas movedizas, el temor puede apoderarse de nosotros: temor al futuro y temor a los

cambios que nos imponen. Si nos dejamos dominar por ese miedo y permitimos que sofoque nuestra fe, disminuye nuestra confianza en la providencia divina. Así las cosas, nos convencemos de que debemos tomar las riendas de la situación y hacer algo para corregir lo que no anda bien. Eso no es forzosamente malo, pues la reacción de lucha o huida es innata en nosotros. Ante un peligro reaccionamos automáticamente con medidas encaminadas a proteger nuestra persona y a nuestros seres queridos. La dificultad, sin embargo, está en dar con un término medio entre nuestra naturaleza humana y nuestra naturaleza espiritual. Los cristianos somos «nuevas criaturas»; no solo tenemos una faceta humana. «Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas»1. El Espíritu de Dios habita en nosotros. «¿No sabéis que sois templo de Dios


Peter Amsterdam

ÓN

y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?»2 Estamos en Jesús, y Él en nosotros. «Permaneced en Mí, y Yo en vosotros. Como el pámpano [la rama] no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en Mí»3. Nuestras reacciones a las circunstancias y sucesos deben estar condicionadas por la presencia de Cristo en nosotros. Aunque por naturaleza prime en nosotros el instinto de conservación, el Espíritu de Dios puede atenuar ese impulso y ayudarnos a reaccionar de manera más equilibrada y compatible con la naturaleza de Cristo. «El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza»4. No es fácil, pues la naturaleza humana es tan —valga la redundancia— humana y dicta nuestra reacción automática. Preocuparnos por alguien, por su necesidad,

situación o lucha, no es lo prioritario en nuestra escala individualista. De ahí que exista el peligro de minimizar o ignorar las necesidades de otra persona por atender a las nuestras. Si emprendemos atropelladamente la realización de planes que sirven a nuestros propios intereses sin consideración por quienes nos rodean, lo más probable es que tomemos decisiones que perjudiquen a otros. Las promesas y los compromisos pactados con anterioridad pasarán a segundo término y nos centraremos en lo que más nos convenga. Ello puede provocar decepción y resentimiento, y dañar amistades. Si permitimos que nuestra naturaleza humana prevalezca sobre el Espíritu de Dios que mora en nuestro interior, con nuestro egoísmo vamos dejando una estela de sufrimiento. Cuando eso ocurre, también nosotros sufrimos. Quizá no se trate de un sufrimiento visible y palpable,

por lo menos en el momento, pero indefectiblemente nos afecta. Perdemos la bendición de Dios y el respeto de los demás. En alguna parte leí que por regla general una persona descontenta con el producto de una empresa acaba diciéndoselo a otras 50 personas en el curso de su vida. Si con actos motivados por puro instinto de supervivencia lesionamos la fe que otros depositaron en nosotros, corremos el riesgo de que nunca vuelvan a confiar en nosotros plenamente. Hasta es posible, incluso probable, que transmitan esa desconfianza a otras personas. Es decir, que tanto ellos como nosotros salimos perjudicados. Satisfacer uno sus necesidades y las de sus seres queridos no está mal. Sin embargo, los discípulos de Jesús que estamos llenos del Espíritu de Dios debemos dejar de concentrarnos solo en nuestras necesidades y pensar también en las ajenas. «Cada uno debe velar no solo por sus propios intereses, sino también por los intereses de los demás»5. Dar con un buen equilibrio en ese aspecto debiera ser nuestro objetivo. Peter Amsterdam y su esposa, María Fontaine, dirigen el movimiento LFI. ■ 5


u n a n ota S A LVA d o ra

E L EFE C T O d e l RE S P E T O El gerente de un banco siempre echaba una moneda en la taza de un mendigo al que le faltaban las dos piernas y que solía sentarse en la calle a la salida de la entidad. Sin embargo, a diferencia de la mayoría de las personas, el gerente siempre insistía en recibir a cambio uno de los lápices que vendía el pordiosero. —Usted es un comerciante —le decía—. Siempre espero obtener buenos artículos cuando hago negocios con un comerciante. Un buen día aquel hombre sin piernas desapareció de la vereda. Pasó el tiempo. El gerente se olvidó de él, hasta que una vez entró en un edificio público y se encontró en un puestecito concesionado con el otrora mendigo que estaba atendiendo su pequeño negocio. —Estaba seguro de que tarde o temprano usted se aparecería —le dijo al gerente—. Usted tiene mucho que ver con el hecho de que yo esté aquí. Siempre me decía que yo era un comerciante. Comencé a creérmelo y a dejar de verme como un limosnero. Empecé a vender lápices, muchos. Usted me infundió amor propio. Me ayudó a verme con otros ojos. Narración de Randy Stanford 1. 1 Corintios 13:4 2. Traducción directa del New Testament in Modern English, de J.B. Phillips 3.  Lo mejor de ti, Free Press, Nueva York 6

Susana veía su situación muy negra. Tenía que resolver unas cuestiones penosas de su pasado. Su marido se había distanciado afectivamente de ella. Su familia pasaba por apuros económicos. De algún modo se las arreglaba para poner buena cara en su lugar de trabajo, aunque le rondaba la idea de quitarse la vida. Por aquel entonces recibió una tarjeta navideña con unas palabras que había escrito su jefe de su puño y letra. Decía: «No sé qué haríamos sin ti. Gracias por ser tan competente y servicial». Tiempo después ella comentó: «Enmarqué esa tarjeta y la puse en la cocina. Es como un recordatorio de que no estoy tan mal». No dejemos, pues, de enviar tarjetas y notas de ese tipo. ¿Quién sabe? A lo mejor es justo lo que alguien necesita para cobrar fuerzas. David Egner

n u es t rA M I S I Ó N Dios pone a ciertas personas en nuestra vida para que las ayudemos a superarse y llegar a ser todo lo que Él dispuso que fueran. La mayoría de las personas no alcanzan todo su potencial si no tienen a alguien que crea en ellas. Eso significa que tú y yo tenemos una misión. Dondequiera que vayamos debemos infundir ánimo a los demás, elogiarlos, espolearlos para que lleguen más alto. Una persona con la que hemos departido debería quedarse con la sensación de que está mejor que antes. La Biblia dice que el amor es benigno1. Cierta traducción lo expresa así: «El amor busca la forma de ser constructivo»2. Dicho de otro modo, el amor procura mejorar la vida de los demás. Joel Osteen3


la amabilidad, bendición por partida doble Lilia Potters

El día estaba nublado y lluvioso. De igual ánimo andaba yo, algo que nos pasa a todos, supongo. Sentada a mi escritorio me acordé de que era el cumpleaños de una señora con la que mantengo una larga amistad. Es soltera, de mediana edad, enfermera desde hace treinta años, y le encanta su trabajo. Como sé que no tiene familia en esta ciudad, decidí llamarla. No me falló la intuición, pues resultó que ese día le tocaba un turno de trabajo hasta bien entrada la noche, lo que no le dejaría espacio para celebrar su cumpleaños. Así y todo, me contestó muy jovial, feliz de que la hubiera llamado. Después que colgué, me quedé pensando que ella sin duda agradecería alguna atención en su cumpleaños.

Pero como yo no estaba de humor, descarté la idea. Sin embargo, el gusanillo de hacer algo por mi amiga me siguió molestando todo el día. Por fin cedí, y esa noche me dirigí al hospital con una tarjeta, una tarta de queso y una flor hecha con globos moldeables. La sonrisa de gratitud de mi amiga y sus exclamaciones de alegría me convencieron de que había hecho bien. Generoso pago para tan poco esfuerzo. Al llegar a casa me di cuenta de que no solo había alegrado en su cumpleaños a una amiga que estaba sola, sino que yo misma me había reanimado. Al hacerla feliz, yo misma me había sentido bien. ¿No es eso lo que suele ocurrir cuando dedicamos tiempo y esfuerzo a hacer algo por los demás? Quien beneficia a otros con su amabilidad, a sí mismo se beneficia. Constantemente se nos presentan oportunidades de hacer gestos amables o abnegados en favor de los demás. Lo extraordinario es que eso también tiene un efecto positivo en nosotros mismos. Como un bumerán, la bendición retorna al que la concede. Lilia Potters es escritora y redactora. Vive en EE.UU. ■

Cuanto más nos preocupamos por la felicidad ajena, mayor es nuestro propio sentido de bienestar. La verdadera compasión surge al ver el sufrimiento de otra persona. Nos sentimos responsables y deseamos hacer algo por ella. Tenzin Gyatso, xiv Dalái Lama (1935– ) 7


Bonita Hele

VIAJE EN BUS El autobús iba atestado. Yo estaba de pie, con

el rostro encendido. El corazón me latía con fuerza. En alguna parte había leído que una mujer encinta en posición de descanso consume más energías que una persona común y corriente trepando una montaña. En todo caso, no era precisamente por estar descansando que tenía el corazón acelerado y la cara al rojo vivo. Estaba que echaba chispas. Imagínate. Barrigona como estaba, con más de siete meses de embarazo, y nadie tenía la decencia de ofrecerme un asiento. Había sido una de las últimas en abordar el vehículo, pues prácticamente todos los demás se habían adelantado a empellones para asegurarse un puesto. Desde hacía varios años trabajaba como voluntaria en cierto país asiático. Luego de una agotadora jornada colaborando en un programa para los desfavorecidos, el único medio de transporte a mi alcance era el autobús municipal, de aire irrespirable y atiborrado de pasajeros. Comprendía que se sintieran fatigados al final del día, pero no su grosera descortesía. ¿Quién no le ofrecería su asiento a una mujer encinta? Me quedé inmóvil, contrariada, hasta que llegué a mi paradero. Al día siguiente le conté sin remilgos mi molestia a una compañera. Se mostró comprensiva y me contó un par de experiencias que ella había tenido con pasajeros maleducados. Estuvimos largo rato perorando sobre la descortesía y desconsideración con que se comporta a veces la gente. Mi marido nos escuchó varios minutos sin comentar nada, pero luego manifestó algo que nos ayudó a ver las cosas más objetivamente.

8

—Queremos que nuestros programas y obras sociales ayuden a la gente. No obstante, en los buses es donde realmente se pone a prueba nuestro amor. Tenía razón. Dedico la mayor parte del tiempo a ayudar al prójimo; sin embargo, en la comodidad de mi casita, con todas mis necesidades satisfechas, yo andaba criticando a las mismas personas que pretendía ayudar. ¿Quiénes se merecen mi amor y empatía? ¿Solo las personas que demuestran cierto grado de urbanidad que yo considero elemental? A veces hace bien viajar en un autobús asfixiante, repleto de gente, para sentir en carne propia las incomodidades que otras personas sufren a diario, entender lo afortunada que soy y recordar que todo el mundo precisa y merece cariño, respeto y consideración. Bonita Hele es escr itor a y r edactor a. Vive en los EE .UU. y está afiliada a LFI. ■

LE NTITUD Y PR ESTE Z A Lento para sospechar; presto para confiar. Lento para censurar; presto para justificar. Lento para ofender; presto para defender. Lento para comprometer; presto para escudar. Lento para desdeñar; presto para apreciar. Lento para exigir; presto para compartir. Lento para provocar; presto para ayudar. Lento para el rencor; presto para el perdón. Anónimo


Gabriel García

EN LA TRAGEDIA AFLORA EL AMOR Madrugada del 27 de febrero de 2010: El mayor

terremoto que ha azotado a Chile en 50 años —8,8 en la escala de Richter— y uno de los más fuertes de la historia de la humanidad. Se caen casas y edificios por toda la zona centro sur de Chile. Minutos después, un maremoto golpea la zona costera y deja cientos de víctimas. Testigos dicen que las aguas del tsunami resonaban como el rugido de 100 leones. A nosotros, como a millones de conciudadanos, nos resultó imposible abstraernos de la campaña de solidaridad convocada luego de la catástrofe. Enseguida se organizó un grupo de voluntarios de La Familia Internacional. Mucha gente necesitaba ayuda urgente en todo sentido. En esos momentos el amor lo mueve a uno con una fuerza mayor que la de una sacudida telúrica. Con la colaboración de diversos patrocinadores, en los días siguientes nos preparamos con víveres, agua, mantas y otros artículos de primera necesidad. Nos dirigimos a la ciudad de Constitución, una de las más

asoladas. Al llegar repartimos lo que llevábamos, reiterándoles a todos que Dios los ama, que está a su lado, que los acompañó en la catástrofe y los acompañará en la reconstrucción. Les dábamos abrazos; llorábamos y orábamos con ellos. Nos impresionó la solidaridad de los chilenos, que viajaron en masa a ayudar a los desamparados. Muchos camiones y vehículos particulares se agolpaban en la carretera, portando ayuda para los afectados, banderas y letreros que rezaban: «¡Fuerza, Chile!» En un país que aún no supera sus divergencias políticas, el nuevo presidente expresó en su discurso de posesión: «La naturaleza volvió a recordarnos la importancia de la unidad nacional. Todos somos sobrevivientes de esta tragedia». Unidad, ese era el lema imperante. Así como amor y solidaridad. Si bien hubo desmanes y saqueos, fueron muchas más las historias de fraternidad, adhesión y respaldo. Numerosas personas nos confidenciaron que antes escasamente se relacionaban con la gente de las casas vecinas, pero que luego del

siniestro se unieron como nunca. La primera reacción de muchos fue averiguar cómo se encontraban sus seres queridos y de ahí salir a la calle a indagar por su prójimo. Vecinos de un mismo barrio que casi ni se conocían terminaron consolándose, preocupándose unos por otros y brindándose protección. Las familias estrecharon sus vínculos. Hubo incluso personas que estaban enemistadas y luego de la tragedia se avinieron y dejaron atrás viejas rencillas. El amor en momentos así adquiere incluso un perfil de heroísmo, como en el caso de unos pescadores que rescataron a numerosos veraneantes que habían quedado incomunicados en una isla y trabajaron sin cesar hasta que el maremoto, en una de sus arremetidas, arrasó también con ellos. No esperemos a que haya una catástrofe. Anticipémonos. Seamos más amables hoy. Gabr iel García es editor de Conéctate. Vive en Chile y está afiliado a LFI. ■ 9


CREO QUE AHO Jessie Richards

Me subí al avión que me iba a llevar de vuelta a casa luego de visitar Toronto (Canadá). Un caballero se sentó

en el asiento contiguo al mío. Llegó hablando en su iPhone. Enseguida me percaté de su acento sudafricano, ya que el año anterior había visitado ese país para asistir a una conferencia. Al rato, Andrew Harrison y yo estábamos enfrascados en una amena conversación que duró el resto del vuelo. Él tenía un montón de anécdotas que contar; yo me dediqué más que nada a escucharlo. Me habló de sus experiencias como conductor de grupos de turismo de aventura. Durante algunos años se había dedicado a llevar equipos de compañeros de trabajo —muchos de ellos con cargos directivos— en excursiones de aventura por zonas inhóspitas de Sudáfrica, experiencias que los exigían al límite. Sonreía muy complacido mientras me contaba con lujo de

10

detalles las disyuntivas, los enigmas y los desafíos a los que sometía, en grandes espacios naturales, a aquellos oficinistas. Al verse en situaciones de gran exigencia física y ante pruebas de índole emocional, y sintiéndose además tremendamente asustados, empezaban a transformarse: adquirían perspectivas distintas y percibían aspectos de sí mismos y de sus colegas que antes no veían ni entendían. En la mayoría de los casos, volvían a su hogar y a su trabajo habiendo resuelto importantes cuestiones personales. Pensé que sería fascinante probarlo: llegar a conocerme más a fondo y entender mejor a mis compañeros mediante una experiencia extrema. Reflexioné también sobre lo interesante que debía de ser estar en su pellejo. Primero, por el solo hecho de vivir una aventura y recorrer lugares atractivos y apasionantes; pero sobre todo por ver a tantas personas adquirir una nueva conciencia de las cosas y transformarse.

No todos los días tengo ocasión de hablar con alguien como Andrew. Pensé por eso que con todos sus años de experiencia trabajando con la gente de una forma tan interesante podría darme excelentes consejos y recomendaciones. —En todos tus años como organizador de esas actividades, ¿cuál dirías tú que ha sido el asunto o problema que más frecuentemente ha habido que resolver en esos grupos de personas? —le pregunté. —La comunicación. El asunto más complicado casi siempre es la comunicación. —¿Será porque la gente que trabaja junta no se habla mucho? —¡No tienen problemas para hablar! Lo que casi nadie hace bien es escuchar. Aquello fue una revelación para mí, aunque después pensé: «¡Qué tonta soy! Si es obvio». Lo he oído muchas veces, pero igual tengo claro que no he aprendido a escuchar


ORA ENTIENDO como debería. Antes mencioné que en la conversación con Andrew me dediqué más que nada a escuchar, pero eso fue porque me interesaban sus anécdotas. Sin embargo, no puedo decir que siempre sea así. Andrew siguió hablándome de otros puntos relacionados con la comunicación. Decía que la comunicación no es tal si las personas no se entienden. Es muy frecuente que alguien piense que se comunicó bien porque dijo lo que quería decir, de palabra o por escrito, pero que en realidad no sepa si su interlocutor lo entendió. En muchos casos, la otra persona capta algo completamente diferente de lo que el primero quiso expresar. Para averiguar si hemos comunicado eficazmente lo que queríamos decir, o entendido lo que alguien nos dijo, es preciso hacer preguntas y, por supuesto, escuchar. Hace poco oí una charla de Peter Kreeft que reforzó esta nueva

enseñanza de prestar atención a los demás. Decía atinadamente: «No muchos tienen grandes dotes para hablar, pero todos podemos ser buenos escuchadores». Creo que a veces me preocupo mucho por ser una buena oradora y me olvido de que la mayoría de las veces no es eso lo que la gente quiere o necesita. Kreeft también manifestó: «Que nos escuchemos unos a otros es inusual, excepcional. Cuando escuchamos siempre sucede algo». Tengo vivos recuerdos de ciertas ocasiones en que descubrí algo extraordinario por el simple hecho de escuchar. Lamentablemente, esas ocasiones fueron pocas. Podrían haber sido más. No sé si comprometerme a escuchar más hasta el día en que me muera sería una resolución muy realista, pero al menos esta semana me propongo detenerme más a prestar atención. ¿Por qué habría de limitarme a mis propios pensamientos cuando puedo beneficiarme de los

de los demás, y en particular de los de Dios? Me vino una cosa más sobre el valor de escuchar: Hay fases en nuestra vida en que pensamos que no tenemos mucho que aportar. Yo misma ahora me siento así. Tenemos nuestras batallas y hasta nos sentimos un poco perdidos. Queremos ayudar a los demás, pero ¿qué podemos decirles que con certeza haga que se sientan mejor? Tal vez hay situaciones en las que nada que dijéramos contribuiría a mejorar las cosas. Pero todos desean que alguien los escuche y los comprenda. Si soy capaz de prestar oído a los demás, siempre habrá algo estupendo que puedo hacer por ellos. Y lo más probable es que lo valoren más que cualquier cosa que pudiera decir.

Jessie Richards es directora del Departamento de Servicios para la Misión de LFI, que produce Conéctate. Vive en EE.UU. ■ 11


Lo más

Importante ES EL A todos nos vendría bien mejorar nuestras relaciones con quienes nos rodean. La Biblia ofrece numerosos consejos muy útiles sobre el tema. Nos indica cómo trabajar con otras personas, cómo tratarlas, etc. La Escritura habla de la paciencia, la benignidad, el desinterés y la generosidad; pero luego dice que lo más importante es el amor. «El mayor de ellos es el amor»1. El amor es el ingrediente fundamental en nuestras relaciones con los demás. El distintivo de la labor de Jesús fue el amor, y a nosotros nos exhorta a amar como Él lo hizo: «Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis 1. 1 Corintios 13:13 2. Juan 13:34 3. V. 1 Juan 4:20

12

amor María Fontaine

unos a otros; como Yo os he amado, que también os améis unos a otros»2. ¿Cómo podemos pretender que amamos a Dios, a quien no vemos, si no somos capaces de amar a las personas con quienes convivimos y trabajamos todo el tiempo? ¿Cómo podemos afirmar que amamos a personas que no hemos visto si no amamos a quienes vemos todos los días?3 En la vida, Dios nos junta con ciertas personas: parientes, colegas, jefes, clientes, vecinos. Nos guste o no su compañía, Él nos puso con ellas, y es nuestro deber amarlas. Si nos cuesta llevarnos bien con ellas, es

evidente que Él considera que tenemos que aprender a congeniar; si no, ¿para qué nos juntó con ellas? Debe de ser posible; de lo contrario, no nos habría puesto en tal situación. Solo crecemos y aprendemos cuando se nos pone a prueba. Por eso, conviene tomarlo como un reto. «¿Qué puedo hacer para crecer en mis relaciones con los demás?» En parte, la respuesta a esa pregunta está en profundizar nuestra relación con Jesús, pues cuando estrechamos nuestra relación con Él, manifestamos más amor al prójimo. Si amamos a Dios, amaremos también a los demás, ya que amar a nuestros semejantes es una expresión de amor a Dios. He ahí el propósito primordial de nuestra vida: amar a Dios y a nuestros semejantes. ¡Lo más importante es el amor! ■ Al final de 1 Corintios 13 —su gran capítulo sobre el amor—, Pablo menciona tres virtudes cristianas: la fe, la esperanza y el amor, cada una de las cuales encierra una paradoja. El amor implica interesarse por personas que la mayoría preferiríamos ignorar. La esperanza nos infunde fuerzas para ver más allá de circunstancias que de otro modo parecerían imposibles. En cuanto a la fe, siempre significará creer en lo indemostrable y comprometerse con lo que nunca sabremos con certeza. Philip Yancey


claves para la buena

comunicación Keith Phillips

La buena comunicación depende de unos pocos principios cardinales. Si

aprendemos a aplicarlos, tenemos grandes posibilidades de labrar relaciones felices y productivas. • Sinceridad. Para empezar una relación con buen pie hay que ser sincero y franco. • Tacto. Aunque es imperativo ser sincero, también es importante expresarse con gentileza y consideración, sobre todo con personas susceptibles y cuando se traten temas delicados. • Sabiduría. La sabiduría nos enseña a tener tacto. Las páginas de la Biblia contienen gran cantidad de consejos prudentes aplicables a la vida cotidiana. También es posible imbuirse de sabiduría para hacer frente a las situaciones particulares que uno vive pidiéndosela a Dios. La Biblia promete que nos será concedida1, pero tenemos que pedírsela. • Amor. Puede que no hagamos ni digamos todo a la perfección; 1. Santiago 1:5 2. Mateo 7:12

pero si los demás ven que estamos motivados por el amor, los enredos o malentendidos de poca monta no pasan a mayores. Oración. Hay veces en que rezar con una persona sobre una situación que la afecta a ella y también a ti es lo mejor que se puede hacer para llegar a un buen entendimiento. Optimismo. Un carácter optimista suele suscitar reacciones igualmente positivas. Sentido de la oportunidad. Tan importante como saber qué decir es saber elegir el momento para decirlo, y reconocer también cuándo conviene quedarse callado. Mostrarse accesible. El diccionario define a una persona accesible como «de fácil acceso o trato; abordable; afable». Si alguien sabe que te tomarás la molestia de escucharlo, puedes tener la certeza de que te has ganado su amistad. Prestar atención. Es recomendable que escuches lo que te quieren decir los demás sin interrumpirlos, ni apurarlos, ni terminar las frases por ellos. Escuchar con atención es la mejor

• •

manera de fomentar un diálogo constructivo. Amplitud de miras. Las opiniones de las personas y su forma de abordar los problemas son tan diversas como las mismas personas. Permitir que la otra parte exprese lo que piensa y lo que siente manifiesta respeto y propicia intercambios fructíferos y positivos. La gente se sentirá mucho más cómoda con nosotros y acudirá a pedirnos consejo si sabe que la escucharemos con una actitud abierta, aunque no siempre coincidamos con sus puntos de vista. Empatía. Debemos ser sensibles a lo que complace o desagrada a los demás, a sus necesidades y estados de ánimo. Pongámonos en el lugar del otro. Sigamos la Regla de Oro2. Sentido del humor. Unas cuantas risas pueden resultar muy oportunas para evitar que un intercambio de difícil pronóstico se torne demasiado intenso. Mejor no tomarse las cosas a la tremenda. Claridad. Habría menos malentendidos entre las personas si estas no se anduvieran con tantos rodeos y no recurrieran a tantas insinuaciones. Es mejor decir las cosas sin ambages que dejar intrigado al interlocutor. Si no estamos seguros de que nos entendió, mejor preguntárselo. Esfuerzo. A veces cuesta comunicarse; no hay vuelta que darle. Constancia. Las personas que se comunican con frecuencia se entienden mejor y tienen mayores probabilidades de resolver sus diferencias en cuanto surgen. ■ 13


LEC TU R A S E N R I QUECE DO R AS

LA

AM I S TA D

Samuel Keating Los buenos amigos son francos, aun cuando saben que al principio una verdad puede doler. Más valen golpes leales de amigo, que besos falaces de enemigo. Proverbios 27:6 (NBJ) Los amigos celebran juntos sus victorias. ¿Qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende la lámpara y barre la casa y busca con diligencia hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, diciendo: «Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido». Lucas 15:8,9 El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está a su lado y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este Mi gozo está cumplido. Juan 3:29 Los verdaderos amigos se hacen presentes en los momentos difíciles. El atribulado es consolado por su compañero. Job 6:14 14

En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia. Proverbios 17:17 Los amigos te ayudan a ser mejor persona. El hierro se afila con el hierro, y el hombre en el trato con el prójimo. Proverbios 27:17 (LPD) Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero. Eclesiastés 4:9,10 Los amigos se dan buenos consejos. El cordial consejo del amigo [alegra] al hombre. Proverbios 27:9 Los amigos se perdonan. Quien pasa por alto la ofensa, crea lazos de amor; quien insiste en ella, aleja al amigo. Proverbios 17:9 (DHH) Los amigos no chismorrean. El chismoso aparta a los mejores amigos. Proverbios 16:28 Elige con acierto tus amistades. El que anda con sabios, sabio será; mas el que se junta con necios será quebrantado. Proverbios 13:20

Hay amigos que llevan a la ruina, y hay amigos más fieles que un hermano. Proverbios 18:24 (NVI) Jesús fue el arquetipo del amigo fiel y nos reveló su secreto. Ámense los unos a los otros, como Yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Juan 15:12,13 (LPD) Samuel Keating es director de producción de Conéctate. Vive en Milán (Italia). ■

Jesús quiere ser tu amigo más cercano y leal. Si aún no lo conoces, hoy mismo puedes establecer una relación personal con Él. Haz esta sencilla oración: Jesús, quiero conocerte. Deseo que vivas en mí. Quiero sentir Tu amorosa presencia.


R E FLE XIO N ES

El verdadero amigo Amistades que son ciertas nadie las puede turbar. Miguel de Cervantes (1547–1616) No esperes que tu amigo venga a descubrirte su necesidad; ayúdale antes. Juan Luis Vives (1492–1540) Cada amigo representa un mundo dentro de nosotros, un mundo posiblemente inexistente antes de que él llegara; es solo a través de ese encuentro que nace un nuevo mundo. Anaïs Nin (1903–1977) La única manera de tener un amigo es ser un amigo. Ralph Waldo Emerson (1803–1882) Amistad nunca mudable por el tiempo o la distancia, no sujeta a la inconstancia del capricho o del azar, sino afecto siempre lleno de tiernísimo cariño, tan puro como el de un niño, tan inmenso como el mar. José Zorrilla (1817–1893)

La amistad supone sacrificios y solo el que está dispuesto a hacerlos sin molestia la comprende de verdad. Noel Clarasó (1905–1985) Un buen amigo es un hombre para el cual no tenemos secretos y que, a pesar de todo, nos aprecia. León Daudí (1905–1985) A veces ser un amigo significa dominar el arte de la oportunidad. Hay un tiempo para el silencio. Un tiempo para sustraerse y permitir que la gente se lance a su propio destino. Y un tiempo para prepararse para recoger los pedazos cuando todo haya terminado. Gloria Naylor (1950– ) Un amigo es aquel en quien podemos derramar todo el contenido de nuestro corazón, paja y grano, sabiendo que la más gentil de las manos lo tomará y lo tamizará, conservando lo que vale la pena, y que con el aliento de su bondad soplará y echará fuera el resto. Proverbio árabe

Solo dos personas pueden decirte la verdad sobre ti mismo: un enemigo que ha perdido los estribos y un amigo que te quiere entrañablemente. Antístenes (445–365 a.C.) Una amistad delicadamente cincelada, cuidada como se cuida una obra de arte, es la cima del universo. José Ortega y Gasset (1883–1955) No hablaré mal de nadie, y de todos diré todo lo bueno que sepa. Benjamin Franklin (1706–1790) Si lloras, lloro contigo; alégrame tu contento; lo mismo que sientes siento, ¿y me llamas mal amigo? Tirso de Molina (1575–1648) Lo mejor que podemos hacer por otro no es solo compartir con él nuestras riquezas, sino revelarle las que posee. Benjamin Disraeli (1804–1881) ■ 15


DE JESÚS, CON CARIÑO

La regla de oro En cierta oportunidad dije a Mis seguidores: «Traten a los demás como quisieran que los trataran a ustedes»1. Muchos conflictos se resolverían si la gente se rigiera por ese sencillo principio. No solo es el modo indicado de actuar, sino además el más inteligente. Cuando lo practicas, por más que inicialmente sufras un perjuicio, a la larga se te compensa con demostraciones de amor y otras cosas buenas. Si edificas tu vida y tu carácter sobre la base de tratar a los demás como quisieras que te trataran a ti, es inevitable que te devuelvan el favor siendo respetuosos y amables contigo. Pero recuerda que de ti debe partir la iniciativa. Todos los días tienes oportunidades de mostrar buena voluntad. Todos los días se te presenta la alternativa de hacer lo que más te conviene a ti o lo que más conviene a otra persona. A veces puede resultar difícil obrar bien, sobre todo cuando la persona con la que debes tratar no ha obrado bien contigo. Podría parecerte que los demás no se merecen que los trates con amor y amabilidad, o que no vale la pena que te sacrifiques por ellos. Sin embargo, Yo no dije: «Trata a los demás como te hayan tratado a ti». Mi código de conducta trasciende con mucho el concepto que se tiene habitualmente de la justicia. Quiero que vivas en un plano superior. Cualquiera puede portarse bien con quienes se portan bien con él. Más mérito tiene la persona capaz de portarse bien con quienes se portan mal con ella, y por tanto goza de más bendiciones Mías. 1. Paráfrasis de Mateo 7:12


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.