CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA
Año 22 • Número 8
LA RUTA HACIA LA FE Hallé el camino a casa
Y se sanó
Dios obró un milagro
Cambio de imagen
Redescubrir la mujer de fe
Año 22, número 8
A NUESTROS AMIGOS
la búsqueda de la verdad
Mientras recorría la Palestina del siglo primero difundiendo Su mensaje de amor y perdón de parte de Dios, Jesús invitaba a todos a seguirle. Con frecuencia decía «Vengan en pos de Mí». Un ejemplo patente es este pasaje del Evangelio de Mateo: Cierto día, mientras Jesús caminaba por la orilla del mar de Galilea, vio a dos hermanos —a Simón, también llamado Pedro, y a Andrés— que echaban la red al agua, porque vivían de la pesca. Jesús los llamó: «Vengan, síganme, ¡y yo les enseñaré cómo pescar personas!». Enseguida dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante por la orilla, vio a otros dos hermanos, Santiago y Juan, sentados en una barca junto a su padre, Zebedeo, reparando las redes. También los llamó para que lo siguieran. Ellos, dejando atrás la barca y a su padre, lo siguieron de inmediato.1 A lo largo de toda su misión en la Tierra y aun después de Su resurrección, Jesús siguió llamando a hombres y mujeres: «Entonces Jesús le dijo [a Pedro]: “Sígueme”».2 Ahora bien, ¿qué significa seguir a Jesús? La relación que labramos con Él y con Sus palabras es el punto de partida. Si permanecemos en Sus palabras3 y dejamos que influyan en nuestros esquemas mentales, seremos transformados por medio de la renovación de nuestro entendimiento.4 Si bien hoy en día los cristianos no podemos seguir físicamente a Jesús como lo hicieron los discípulos de Su época, la Biblia da a entender claramente que seguirlo comprende aplicar Sus enseñanzas a nuestra realidad. Jesús lo expresó así: «Si se mantienen fieles a mis enseñanzas, serán realmente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres».5
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Gabriel García V. Director
A menos que se indique otra cosa, todos
1. Mateo 4:18-22 (NTV)
© Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y
los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995,
2. Juan 21:19 (NTV)
de la versión Reina-Varela Actualizada
3. V. Juan 15:4
2015 (RVA-2015), © Casa Bautista de
4. V. Romanos 2:2
Publicaciones/Editorial Mundo Hispano.
5. Juan 8:31,32 (NVI)
Utilizados con permiso.
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Sally García
UN EXCELENTE PUNTO DE PARTIDA La primera vez que tuve una Biblia en mis manos fue de
niña, mientras aguardaba mi turno en una consulta médica. Abrí las primeras páginas y leí hasta el episodio de Caín y Abel, el primer homicidio de la historia. En mi mentalidad infantil aquello me pareció aterrador. Ya de adolescente decidí volver a leerla, pero esa vez, partiendo por el final. Me sumergí, pues, en el libro del Apocalipsis. ¡Qué cosas más raras e inverosímiles!, —pensé—, y una vez más cerré aquel libro, tan ignorante y sin luces como al principio. Siendo todavía una jovencita, y muy confundida, cuando partí a la universidad me regalaron un librito del Evangelio de Juan. Luego de leer por un par de días aquel increíble relato de la vida y enseñanzas de Cristo noté que se había producido una transformación en mi alma. 1. Juan 6:63 2. Jeremías 31:3 (NTV) 3. Josué 1:9 (NVI) 4. Isaías 30:21 (NVI)
Finalmente había encontrado una porción de la Biblia que podía entender. Y resultó que no estaba ni al comienzo ni al final, sino en algún punto intermedio. Las enseñanzas de Jesús en los Evangelios no son palabras corrientes. Él las llamó «espíritu y vida»1 y tienen la virtud de transformar corazones. Más tarde descubrí que la Biblia en realidad no es un libro, sino una colección de libros. El Antiguo Testamento contiene libros de historia, poesía y profecía, mientras que el Nuevo Testamento contiene los Evangelios, la historia de los albores de la Iglesia, colecciones de epístolas y concluye con un libro de profecía. Algunos escritos enseñan historia, otros son instructivos y otros más son devocionales o fuente de inspiración. Después de estudiar los Evangelios ya estaba yo preparada para volver a comenzar por el principio, el Antiguo Testamento. Me quedé impresionada por el hilo conductor que lo atraviesa, en el que Dios se ofrece a la
humanidad con paciencia, perdón y amor. «Yo te he amado, pueblo Mío, con un amor eterno. Con amor inagotable te acerqué a mí.»2 Encontré promesas como la que le hizo a Josué: «¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el Señor tu Dios te acompañará dondequiera que vayas».3. O a Isaías: «Ya sea que te desvíes a la derecha o a la izquierda, tus oídos percibirán a tus espaldas una voz que te dirá: «Este es el camino; síguelo».4 Con todo, faltaba algo. Entonces vino Jesús y todas las piezas del rompecabezas encajaron en su lugar. Por medio de Su sacrificio en la cruz hizo posible que nos reconciliáramos con Dios, que se nos perdonaran nuestros pecados y que llegáramos a ser hijos de Dios beneficiarios de una herencia eterna en el Cielo. Sally García es educadora y misionera. Vive en Chile y está afiliada a la Familia Internacional. ■ 3
Peter Amsterdam
Sacudir el tedio «Si ustedes permanecen en Mi palabra —decía Jesús— serán verdaderamente Mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.1 Sabemos que dedicar regularmente tiempo a la lectura y estudio de la Palabra, así como a la oración y a escuchar la voz apacible de Dios, es esencial para nuestra salud y rendimiento espirituales. Sin embargo, a veces no tenemos la constancia que quisiéramos para hacerlo. Nos saltamos la lectura de la Biblia, nos tomamos de prisa los ratos de oración y posponemos acudir al Señor para pedirle consejo sobre asuntos importantes. Desgraciadamente me parece que a veces nos familiarizamos mucho con la Palabra de Dios y no la apreciamos como es debido, de 1. Juan 8:31,32 4
suerte que nos llega a producir aburrimiento. Hoy en día hay tanto que leer; en Internet se tienen al alcance de la mano artículos sobre prácticamente cualquier tema. Eso puede suponer una distracción, ya que otros escritos a veces pueden parecernos más interesantes que la Palabra de Dios o que otros libros devocionales. A veces tenemos la impresión de que otros libros sintonizan más con el mundo contemporáneo. Además, en el mundo actual nos vemos bombardeados por un sinfín de distracciones que quizá nos entretienen y nos relajan, pero que nos privan de tiempo que normalmente dedicaríamos a la lectura y estudio de la Palabra de Dios y de otros escritos para nutrir el espíritu. Si en tu vida espiritual te cuesta superar la apatía y el aburrimiento, si se te hace difícil concentrarte y fijar
la atención cuando lees la Palabra de Dios y te parece que tu relación con el Señor se ha estancado, no eres la excepción. Me aventuraría a decir que eso nos sucede a todos en algún momento, y para algunos supone una lucha constante. Dado el ritmo frenético al que se vive en esta era moderna, creo que es aún más difícil contentarnos con estudios silenciosos. No estamos acostumbrados a… guardar realmente silencio… y nuestros pensamientos tienden a divagar. A veces el solo hecho de reconocer que has permitido que el tedio se te cuele en tu vida espiritual puede ser una ayuda. Si estás abierto a reconocer que hay un problema, puedes embarcarte en la búsqueda de una solución o ver cómo mejorar la situación. Luego, puedes invocar la guía divina para que te indique un mejor
modo de abordar la situación o un cambio de actitud que enriquezca el tiempo que dedicas a Él. Enseguida expongo varios conceptos tomados de un sitio web que te pueden servir: Una reunión, no una costumbre. Se habla de la costumbre de orar y de leer la Biblia a diario; no obstante, tus momentos de quietud son en realidad una reunión con el Cristo vivo. No pongas tanta atención en la mecánica del proceso que te pierdas a la Persona que lo mueve. Si quieres que esos momentos de silencio cobren más sentido, considera la oración y la lectura de la Biblia como un diálogo cotidiano que sostienes con Dios. Un privilegio, no un deber. Recuerda que Dios te ama mucho. Y quiere pasar tiempo contigo. No te cargues de culpa porque «incumpliste
tus deberes con Él». Más bien, en cualquier tiempo que tengas, concéntrate en expresar tu amor y devoción a Dios. Pronto te emocionará más la idea de pasar ratos con el Señor. Un plan que se amolde a ti. Muchas personas dicen: «Me encanta cocinar, pero detesto decidir lo que voy a preparar para la cena». El mismo principio se aplica a los ratos de devoción cotidianos. Por eso es útil tener un plan de lectura diaria de la Biblia o una guía devocional. Así no tendrás que pasar tus momentos de quietud planificando el menú, por así decirlo, y puedes tener el placer de cocinar. Ingenio y variedad. Hasta lo bueno se puede volver monótono. Para que tus intercambios con Dios conserven esa novedad cada día, de vez en cuando conviene cambiar de táctica. Lee el pasaje en una traducción nueva de la Biblia. Redacta un diario con tus reflexiones. Prueba un plan de lectura de la Biblia en un año. Prueba varios programas de lectura de la Biblia o estudia un libro de la Biblia en profundidad con la ayuda de notas explicativas. Escuchar. La oración no consiste solo en hablarle a Dios; se trata también de escuchar. Dedica tiempo a estar en silencio en presencia de Dios y desahogarte con Él de tus inquietudes y preocupaciones. Reflexiona en las experiencias del día anterior. ¿Cómo viste obrar la mano de Dios? Recapacita sobre lo que leíste en la Palabra de Dios. ¿Qué te dice Dios? Cuando amas a alguien, dedicas tiempo a escucharlo a él o ella.
A continuación, algunas ideas más que tal vez quieras tener en cuenta si necesitas dar un renovado ímpetu a tus ratos de alabanza, oración y lectura de la Palabra de Dios. Pide al Señor que te dé sed de conocerlo mejor por medio de la lectura de Su Palabra. Busca una traducción de la Biblia que te resulte clara y fácil de entender, sea una de corte más tradicional o una contemporánea; la meta es que disfrutes de la lectura y que te hable personalmente. Lee y adora a Dios junto con otra persona, alguien con quien se puedan rendir cuentas mutuamente. Comenten sobre lo que leen. Medita en lo que has leído. Pide al Señor que te revele lo que significa para ti en particular y qué aplicación tiene a tu vida. Nuestra relación con Dios es parecida a otras relaciones íntimas: no es posible mantener un alto nivel espiritual las 24 horas del día, 7 días a la semana. A veces puede llegar a ser una tarea un poco mecánica, y está bien. Tener esto presente nos ayuda a no abrigar expectativas poco realistas. En todo caso, al aplicar estas pautas sencillas podemos dar energía a esos períodos ocasionales de aburrimiento espiritual. Peter Amsterdam dirige juntamente con su esposa, María Fontaine, el movimiento cristiano La Familia Internacional. Esta es una adaptación del artículo original. ■ 5
LA RUTA HACIA LA FE Iris Richard
Nací en el año 1955 en una familia de obreros alemanes. Por aquel entonces Alemania estaba en proceso de reconstrucción, luego de la devastación producto de la Segunda Guerra Mundial. El lema familiar de mi niñez era «trabajar mucho y aguantar». La vida era dura, las provisiones escasas y mis dos padres trabajaban para salir adelante. Casi todas las tardes mi hermana y yo encontrábamos la casa vacía al volver del colegio. En nuestra familia no se hablaba mucho de la fe o la oración, ni quedaba tiempo siquiera para atender nuestras necesidades emocionales. Entonces me diagnosticaron una enfermedad muscular crónica que me deformó la espalda. Sola y emocionalmente anonadada durante aquellos días de interminables tratamientos y fisioterapia, me sentía muy pequeña e insegura, como una barca azotada por la tormenta y las olas. Fue también entonces cuando una chispa de fe centelleó en mis tinieblas. Recuerdo que a los 12 años, cada vez que cantábamos el himno 1. Mateo 13:44 6
Ein feste Burg ist unser Gott (Castillo fuerte es nuestro Dios) de Martín Lutero, durante una clase de religión en el colegio, me reconfortaba y me levantaba el ánimo. El día de mi confirmación mi fe pegó otro estirón. Aquella lluviosa tarde de otoño, en el interior de una antigua capilla de piedra, invité a Jesús a formar parte de mi vida. Esa experiencia dejó una huella indeleble en mi corazón, me brindó una cuota de paz y una renovada confianza. Más tarde, al igual que muchos jóvenes de aquella época, motivada por hallar sentido a la vida, me embarqué en una suerte de peregrinaje hacia la India y Nepal pasando por varios países del Medio Oriente. Desafortunadamente, tras casi dos años de recorrido con unos amigos en una casa rodante destartalada, quedé botada, completamente sola, en una pequeña aldea del norte de la India. Acababa de recuperarme de una hepatitis aguda. Fue entonces, en la lúgubre niebla matutina, que ocurrió algo de lo más curioso. En el motel venido a menos en el que me hospedé esa noche, me encontré con un grupo de jóvenes
misioneros que me invitaron a quedarme en su casa hasta que estuviera mejor. Su amabilidad, dedicación y fe sencilla me conmovieron hondamente. Al día siguiente, durante su reunión devocional, un pasaje de la Biblia cobró vida para mí: «El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla y lo esconde; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene y compra aquel campo.»1 Me di cuenta de que mi alma no tenía ansias de fama, éxito o dinero, sino de paz y de una razón de ser. Desde entonces mi vida tomó rumbos inexplicables. He tenido numerosos altibajos, pero aquella perla de fe que encontré hace tantos años me ayudó a superar cada tempestad por la que me tocó pasar, confiando en que Dios siempre me acompaña y procura lo mejor para mí. Iris Richard es consejera. Vive en Kenia, donde ha participado activamente en labores comunitarias y de voluntariado desde 1995. ■
Dina Ellens
MI PIEDRA DE EBENEZER —¿Qué es eso? —me preguntó mi
amiga señalando una pequeña piedra marrón sobre mi mesa de café. Me sonreí pensando en lo rara que debía de parecerle aquella simple piedrecita. Normalmente, sobre la mesa de café la gente coloca algo más valioso o al menos más lindo. En cambio yo tenía una piedra de jardín cualquiera. —Esa es mi piedra de Ebenezer —contesté—. En hebreo, ebenezer significa piedra de auxilio. En el Antiguo Testamento el pueblo de Dios erigía una piedra para conmemorar una victoria o suceso. Samuel erigió una ebenezer después que Israel derrotó a sus enemigos, los filisteos, y Jacob también erigió una después de su sueño sobre la escalera que llegaba hasta el Cielo. Me remonté a una instancia en que me encontraba en una situación 1. Génesis 28:15 2. Génesis 28:20,21
desconocida para mí y estaba ansiosa por que Dios me indicara el camino. Una mañana leí el relato bíblico de Jacob, que huía para ponerse a salvo de su hermano gemelo, Esaú. La primera noche Jacob soñó que veía ángeles subiendo y bajando por una escalera que subía al Cielo. Dios se le aparece luego y le hace muchas bellas y reconfortantes promesas, entre ellas: «Yo estoy contigo; Yo te guardaré por dondequiera que vayas […]. No te abandonaré hasta que haya hecho lo que te he dicho».1 Al levantarse la mañana siguiente, Jacob estaba anonadado. —¡Ciertamente el Señor está presente en este lugar! —exclamó. Tomó la piedra sobre la que había dormido y la enderezó a modo de monumento. Entonces hizo una promesa: —Si Dios me acompaña y me protege en este viaje que ahora hago, y me da pan para comer y ropa para
vestirme, y me hace volver en paz a la casa de mi padre, entonces el Señor será mi Dios.2 Después de leer aquello me urgía asumir un compromiso similar. Le prometí a Dios que si me protegía como había hecho con Jacob, renovaría mi compromiso con Él. Para cerrar el trato, por así decirlo, salí a buscar una simple piedra marrón que pudiera colocar erguida, como la de Jacob, y conservarla en recordatorio de mi compromiso. Aunque nuestras actuales circunstancias nos intimiden o se presenten inciertas, podemos mantenernos firmes por medio de nuestra fe en Dios. Él mantuvo la palabra empeñada a Jacob en el Antiguo Testamento y lo hará también con nosotros. Lo sé porque lo he experimentado. Dina Ellens vive Java Occidental, Indonesia, donde realiza voluntariado. ■ 7
Avi Rue
CAMBIO DE IMAGEN PARA MARTA ¿Alguna vez te has visto catalogado
injustamente por otras personas? Quizá te encontraste en una situación en la que el trato que tuvo alguien contigo se basó en lo que creía que sabía acerca de ti —es decir, en lo que oyó de ti aquí o allá por boca de terceros— cuando en realidad no te conocía a fondo y tal vez nunca te había visto ni había conversado contigo. A veces pienso que la gente tiende a sacar conclusiones erróneas sobre Marta, la hermana de María, basadas en el relato de las interacciones que las hermanas tuvieron con Jesús en el capítulo 10 de Lucas. Jesús entró en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María que, sentada a los pies del Señor, escuchaba lo que él decía. Marta, por su parte, se sentía abrumada porque tenía mucho que hacer. Así que se acercó a él y le dijo: —Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sirviendo sola? ¡Dile que me ayude! —Marta, Marta —le contestó Jesús—, estás inquieta y
1. Lucas 10:38-42 (NVI) 2. Juan 11:14,15 (NVI) 3. Juan 11:21-27 4. www.just1thing.com 8
preocupada por muchas cosas, pero solo una es necesaria. María ha escogido la mejor, y nadie se la quitará.1 Del comportamiento de María podemos sacar una lección fundamental. A veces cuesta mucho diferenciar entre «lo bueno» y «lo mejor»; y a partir de ahí, tomar la decisión de renunciar a algo bueno a fin de privilegiar lo mejor. Por eso, sería una meta loable aprender a ser como María. Con todo y con eso, en el capítulo 11 de Juan encontramos otro relato sobre Marta que nos revela varias de sus fortalezas.
El capítulo 11 de Juan trata sobre Lázaro, el hermano de Marta y María. Jesús evidentemente era íntimo amigo de los tres y cuando Lázaro cayó enfermo, sus hermanas enviaron un mensaje a Jesús con la esperanza de que Él acudiría al llamado y sanaría a Lázaro antes que empeorara su salud. Pero contrariamente a lo esperado, Jesús se quedó donde estaba. Lázaro falleció, y ahí sí finalmente Jesús viajó a Betania, a la aldea donde residía Lázaro. Cuando Jesús les participa a los discípulos la noticia, les dice: «Lázaro ha muerto, y por causa de ustedes me alegro de no haber estado allí, para que crean».2 Estando ya Él cerca de Betania, Marta salió a su encuentro y le dijo: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá». Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». Marta le dijo: «Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día final». Jesús le dijo: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en Mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en Mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?» Le dijo: «Sí, Señor; yo he creído que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo».2 Estas declaraciones de Marta demuestran que era una mujer de gran fe. La muerte de su hermano le supuso una terrible agonía, eso sin mencionar el desconcierto que probablemente le produjo que Jesús no acudiera a Betania
cuando lo llamaron. Tengamos en cuenta además que Jesús no fue directo al grano y le dijo que ese mismo día iba a resucitar a Lázaro. No le explicó lo que quería decir cuando afirmó: «...todo aquel que vive y cree en Mí no morirá eternamente». Pese a que no conocía todos los detalles ni lo que Jesús pediría a Su Padre, ella confía en que Él actuará para bien de ellos. Dijo: «Sé que cualquier cosa que le pidas, Dios te lo concederá... creo que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios». Y así fue, tal cual: Lázaro —que ya llevaba cuatro días muerto— ¡resucitó y salió andando de la tumba! Fue un milagro increíble, y sirvió para que muchos creyeran en Jesús. En estos dos capítulos encontramos muchos puntos de reflexión interesantes. Sin embargo, al establecer comparaciones entre Marta y María, yo llego a las siguientes conclusiones: Todo el mundo tiene sus puntos fuertes y sus puntos débiles. Todos tenemos cosas de las que nos enorgullecemos y que nos agradan de nuestro carácter; y otras que nos decepcionan y nos molestan o que nos hemos propuesto cambiar. Pero ninguno queremos que se nos catalogue por alguna metedura de pata o que nos encasillen permanentemente basándose en algún fallo o error puntual en el que la embarramos. Eso sería muy injusto. En lugar de recordar a Marta como la hermana que «no escogió la mejor parte» y «que andaba preocupada con muchos quehaceres», ¿por qué no alterar más bien nuestro marco de referencia, hacer un cambio de imagen y recordarla como una mujer que creyó y confió en Jesús cuando enfrentaba una desgracia? Me encantaría ser una combinación de ambas, María y Marta: trabajadora, diligente, serena, dedicada a edificar mi fe, fiel a mis convicciones, esforzándome por escoger lo único necesario y tomando las decisiones que a la larga resulten trascendentes. ■ 9
UNA MEJOR PERSONA
Jason Rae y Shannon Shayler
¿Qué beneficios te aportará la lectura de la Palabra de Dios?
Alimento para crecer y fortalecerse espiritualmente. Así como debes nutrir tu organismo para sobrevivir y desarrollarte bien, necesitas alimentar tu espíritu con la Palabra de Dios. Esta analogía aparece repetidas veces tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento: Cuando Jesús dijo: «No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios»,1 citaba a Moisés. En su angustia, Job declaró: «He atesorado las palabras de Su boca más que mi comida.»2 En el Salmo 119 el rey David dijo al Señor: «¡Cuán dulces son a mi paladar Tus palabras! Más que la miel a mi boca.»3 El apóstol Pedro, en una carta a los nuevos conversos, les plantea: «Como niños recién nacidos, deseen la leche pura de la Palabra.»4
1. Mateo 4:4; Deuteronomio 8:3
6. V. Romanos 10:17
2. Job 23:12 (NBLH)
7. V. 1 Pedro 2:2
3. Salmo 119:103
8. Juan 15:10,11
4. 1 Pedro 2:2 (LPD)
9. Job 22:21
5. Juan 8:31,32
10. V. Salmo 119:105
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Verdad y libertad. Hoy en día, por donde sea que uno mire, se encuentra con alguien que anda promoviendo y comercializando «la verdad» por medio de algún libro, programa o producto nuevo. ¿A quién debes hacerle caso? Y ¿cuánto te va a costar? Desengañémonos, lo auténtico es Jesús. Él promete: «Si ustedes permanecen en Mi palabra serán verdaderamente Mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres».5 Ten la certeza de que la Biblia dice la verdad. Familiarízate con sus preceptos y tendrás un parámetro por el cual medir todas las cosas.
Una relación más profunda con Jesús. Al aceptar a Jesús en tu corazón diste inicio a una hermosa y gratificadora relación personal con Él. ¡Él quiere ser tu mejor amigo, consejero, maestro, guía y mucho más! La vía para conocerlo mejor es Su Palabra. Los cuatro Evangelios en particular revelan Su esencia, Su personalidad, Su autoridad y Su amor. Dios quiere tener contigo una relación recíproca, un toma y daca. Leyendo Su Palabra no solo descubres lo que Él te quiere dar, sino también lo que espera de ti. Considera Sus palabras como cartas de amor remitidas por Aquel que te conoce y se preocupa por ti más que nadie.
Crecer en la fe. La fe se gesta escuchando y asimilando la Palabra de Dios.6 Para crecer en fe y llegar a ser cristianos maduros, es preciso que leamos y creamos la Palabra de Dios.7 Cuanto más leas y estudies la Palabra de Dios con una actitud abierta y receptiva, más aumentarán tu fe y comprensión. Vivir el gozo del Señor. La felicidad perdurable se alcanza modelando nuestra conducta sobre los mandamientos y el amoroso ejemplo de Jesús, y es Su Palabra la que nos enseña a hacerlo. Jesús dijo: «Si guardan Mis mandamientos permanecerán en Mi amor […]. Estas cosas les he hablado para que Mi gozo esté en ustedes y su gozo sea completo».8
Contentamiento y paz interior. Estudiando la Palabra de Dios llegas a comprender Su amorosa forma de actuar. Eso te inspira fe en que Él es dueño de la situación y vela por tu bienestar, cualesquiera que sean las circunstancias. «Vuelve ahora en amistad con Él, y tendrás paz; y por ello te vendrá bien.»9 Cuando te agobien los desencantos, los obstáculos y las contrariedades, lee un rato la Palabra de Dios; te ayudará a ver las cosas objetivamente. Soluciones y respuestas. Cuando tengas preguntas, Dios te aportará respuestas; cuando tengas problemas, Él te facilitará soluciones. Leyendo las Escrituras o escuchando lo que Dios te hable al alma después de haberle pedido orientación, hallarás las fuerzas necesarias para afrontar toda adversidad. Una vez que te familiarices con los principios espirituales, la sabiduría divina y los consejos prácticos contenidos en las Escrituras, verás que el Señor te ayuda a aplicarlos para resolver asuntos y conflictos de todos los días. Su Palabra será una lámpara que alumbre tu camino.10 11
Averiguar la voluntad de Dios. Dios tiene un designio para ti y sabe lo que más te conviene. De ahí que si aprendes a acudir a Él para que te oriente en tus decisiones, puedes estar seguro de que hará que todo salga bien al final. Parece sencillo, pero ¿cómo hacemos para averiguar lo que Dios considera mejor para nosotros en determinada situación? Es decir, ¿cómo podemos descubrir Su voluntad? La Palabra de Dios escrita en la Biblia expresa la voluntad de Dios revelada, conocida y segura. Así pues, cuando te veas en una disyuntiva, toma en cuenta todo lo que Dios ya ha dicho. Busca una situación similar en la Biblia y basa tu decisión en ella, o en los preceptos fundamentales de la Palabra de Dios. También puedes pedirle que te hable directamente al corazón y te indique cuál es Su voluntad para ti en esa situación particular. La Palabra de Dios tiene además la facultad de modificar tu modo de ver los reveses de la vida. Te transforma «por medio de la renovación de [tu] entendimiento, para que [llegues a conocer] cuál [es] la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.»11 12
Modelos de vida a tono con Dios. La Biblia está repleta de relatos sobre hombres y mujeres comunes y corrientes cuya fe y amor a Dios los ayudaron a salir adelante en circunstancias sumamente adversas y por ende adquirieron grandeza a los ojos de Dios. De su ejemplo sacamos muchas enseñanzas y muchas fuerzas. Hay innumerables testimonios que nos refuerzan la fe, pues expresan el amor y el desvelo de Dios por Sus hijos y cómo nos protege y provee para todas nuestras necesidades. Por contrapartida, hay también ejemplos de lo que no se debe hacer y de las consecuencias de infringir Sus principios espirituales. «Las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras tengamos esperanza.»12 Las promesas de Dios. Dios ha prometido en Su Palabra amparar y resguardar a Sus hijos, proveer para sus necesidades y acompañarlos en los momentos de apuro. Algunas de Sus promesas son universales, por ejemplo: «Todo aquel que invocare el nombre del Señor será salvo.»13 Otras en un principio estaban dirigidas a ciertas personas
o grupos. Sea como fuere, podemos aplicar los principios espirituales contenidos en ellas a situaciones parecidas que vivamos nosotros y pedir a Dios que intervenga en nuestro favor, tal como lo hizo para otras personas. A medida que estudies la Palabra de Dios te irás familiarizando con Sus promesas y aprenderás a invocarlas en tus oraciones. Con ello demuestras que tienes fe en Su Palabra. Más amor. Es difícil guardar el mandamiento de amar al prójimo como a nosotros mismos14 si las personas con quienes interactuamos habitualmente son de difícil trato y no se hacen querer. ¿De dónde saca uno la gracia para pasar por alto los exabruptos de un jefe autoritario, las impertinencias de un compañero de trabajo envidioso, las fiestas bulliciosas del vecino o cosas peores? ¿Qué hace uno en esas situaciones para amar como amó Jesús? A medida que te acerques a Dios por medio de Su Palabra, el Espíritu Santo te ayudará a ser más comprensivo, sensible y tolerante con los demás.15 ■ 11. Romanos 12:2 12. Romans 15:4 13. Joel 2:32; Romanos 10:13 14. Mateo 22:39 15. V. Gálatas 5:22,23
Y SE SANÓ Rosane Pereira
Cuando era muy novicia en la vida de fe pasé algún tiempo en Nova Friburgo, en las montañas de Río de Janeiro, junto con otros dos misioneros. Es una ciudad bellísima, de arquitectura alemana y suiza, que se encuentra abrigada entre algunas de las montañas más altas del estado. Solíamos ir a la plaza principal a charlar con los dueños de las tiendas. Allí me llamó la atención una joven llamada Sara. Se había liberado de una adicción a las drogas y tenía su Biblia sobre el mostrador junto a los coloridos collares y pulseras. —Ahora esta es mi espada —me dijo. Su fe era tan sincera que encendió la mía. Un día Sara me pidió que fuéramos a su casa a rezar por su hijo. —Tiene una fiebre y bronquitis 1. V. Mateo 9:20-22
persistentes —nos explicó—, pero sé que si ustedes rezan por él, ¡se sanará! Aquella tarde caminamos dos cuadras con ella hasta la humilde casa donde vivía con sus padres y su hijo de un año, que yacía calladito en una pequeña cuna. Lo alzó y nos lo trajo. Me percaté de que mis amigos no sabían muy bien qué hacer, pero como yo no quería debilitar la fe de Sara, me puse a orar por el niño. Yo ya había orado por sanación un par de veces, pero para mí misma nada más. Al tocar aquel cuerpecito afiebrado supe que hacía falta un milagro. Pedí a Dios que tuviera misericordia e invoqué algunos versículos de la Biblia que me había memorizado sobre curación. Cuando abrimos los ojos, el hijito de Sara se escurría de entre los brazos de su madre y enseguida empezó a corretear por la casa como cualquier
niño de un año perfectamente saludable. La fiebre desapareció y Sara se puso a alabar a Dios. El lugar donde nos hospedábamos quedaba a media hora de caminata cuesta arriba, alejado de las luces de la ciudad, y era una de las noches más estrelladas que haya visto. Mientras caminaba, hablé con mi Dios y le agradecí el milagro que había obrado. Tuve la sensación de que me sonreía a través de las miles de luminarias que tachonaban el cielo. En ese momento entendí a la mujer que tocó el borde del manto de Jesús. Al sanarse, Él le dijo: «Ten ánimo, hija, tu fe te ha salvado.1 Rosane Pereira es profesora de inglés y escritora. Vive en Río de Janeiro (Brasil) y está afiliada a La Familia Internacional. ■ 13
Marie Alvero
LA BIBLIA Y TÚ Hace unos años caí en la cuenta
de que tenía una relación superficial con la Biblia. Aquello me descolocó, pues toda mi vida fui seguidora de las Escrituras. A pesar de que me sabía como la palma de mi mano muchos versículos, relatos e interpretaciones, me di cuenta de que había muchas otras cosas de las que no tenía ni idea. En vista de eso, hice algo que no había hecho antes. Me propuse leer la Biblia en su totalidad, de tapa a tapa. Recurrí a una aplicación en mi teléfono para que me guiara en mi cometido y me ayudara a cumplir el calendario que me había fijado. Me preocupaba que al llegar a los libros y pasajes más difíciles me cansara y abandonara; por eso, ceñirme al horario de lectura de cada día me ayudó a cumplir conmigo misma. Me fascinó descubrir la simetría que existe entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, y darme cuenta de que el primero es esencial para poder apreciar verdaderamente el mensaje del segundo. Muchos de los grandes sermones y pasajes del Nuevo Testamento estaban dirigidos
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a personas que conocían el Antiguo. Eso tuvo por finalidad establecer que Jesús encarnaba el cumplimiento de las promesas y profecías contenidas en el Antiguo Testamento. Dios nos toma a cada uno en el estado de maduración en que nos encontremos con relación a Él. Estudiar Su Palabra es una de las mejores maneras de llegar a conocerlo mejor y dar lugar a que Su luz brille en nuestro corazón y en nuestra vida. Sé que presté atención a muchas otras voces, muchas de ellas voces buenas, que hacían eco de las verdades divinas; pero no eran iguales que la Palabra misma. A continuación, unas pautas que me ayudaron en mi interacción con la Biblia: Reúnete con gente que sea apasionada por la Biblia. Esa pasión te acicateará. A algunas personas que conozco les encanta leer la Biblia y descubrir nuevas verdades; además escucho podcasts de algunos verdaderos estudiosos de la Escritura. Eso me motiva a seguir creciendo y descubrir qué es lo que Dios me quiere decir en esas páginas.
Simplemente lee. Toma la Biblia y lee un poco cada día. Yo creía que estudiar las Escrituras era algo más complejo. Pensaba que necesitaba un plan, un programa de estudios, esquemas, etc. Todo eso puede resultar muy útil; pero si no lo tienes, simplemente léela. Algunas Biblias incluyen una pequeña introducción al comienzo de cada libro que ayudan a entender mejor al autor y a la gente a la que iba dirigido inicialmente el mensaje. Si te topas con un pasaje que no entiendes, pide a un amigo o mentor con mayor conocimiento de las Escrituras que te lo explique; si no, busca explicaciones o textos de estudio en Internet. Persiste. Se trata de una relación a largo plazo. Cultiva el hábito cotidiano de abrir el libro, leerlo, meditar en él y dejar que vaya arraigándose en tu conciencia y corazón. Marie Alvero ha sido misionera en África y México. Lleva una vida plena y activa en compañía de su esposo y sus hijos en la región central de Texas, EE.UU. ■
Chris Mizrany
MI MULTI HERRAMIENTA
Últimamente me he esmerado por leer la Biblia más seguido. Ya antes la había leído de punta a punta, pero algo me incentivó a repasarla como parte de un plan de lectura diaria. Era mi navaja suiza multiusos. Todas las noches, al acostarme, pongo mi navaja, billetera y teléfono sobre mi mesa de noche, junto a mi Biblia. Una noche me puse a pensar en las similitudes que hay entre estos objetos. Le doy uso a mi navaja todos los días, en muchos casos, varias veces al día. Cuenta con una navaja, una sierrita, un abrelatas, una tijera, un sacacorchos y otras tantas herramientas. Algunas —como el caso de la navaja— las empleo casi todos los días; otras, muy de vez en cuando. Son todas herramientas de buena calidad. Cuando tengo que utilizarlas cumplen su función. Tienen garantía de por vida. 1. V. 2 Corintios 10:5 2. V. Eclesiastés 4:12 3. V. Hebreos 4:12
La Biblia está repleta de herramientas para nuestro uso. Muchas de ellas las he dejado plegadas, en desuso o hasta olvidadas durante cierto tiempo. Si bien ya conocía su valor, esa pequeña analogía me ayudó a redescubrir el gusto por el estudio, aun cuando resulte difícil. Para mantener una navaja multiusos en óptimas condiciones se requiere limpieza, lubricación y afilado. Paralelamente, es preciso actualizar, refrescar —y sobre todo— aplicar nuestros conocimientos de la Biblia. Ahora, cuando leo un pasaje, es como abrir una herramienta de mi navaja multiusos y asegurarme de que está afilada y lista para el uso que haga falta. Quiero confiar en cada una de esas promesas como me fío de esas herramientas. Ya sea que necesite cortar una rama que estorba1 o enhebrar pacientemente un hilo para reparar algo,2 cuento con las herramientas para hacerlo. Si necesito recortar excedentes o dividir con precisión un material,3 tengo con qué hacerlo.
Ruego a Dios que con el tiempo yo vaya interiorizando más la Biblia y aprenda a sacarle el máximo de provecho, tal como lo concibió el Supremo Fabricante cuando la diseñó. Viene con garantía eterna. Chris Mizrany es diseñador de páginas web, fotógrafo y misionero. Colabora con la fundación Helping Hand en Ciudad del Cabo, Sudáfrica. ■
Jesús puede perdonar todos tus pecados y ayudarte a recomenzar a medida que Su vida, Su amor, Su Espíritu y Su energía emanan y van cobrando fuerza en ti. No tienes más que abrir el corazón y repetir estas palabras: Jesús, reconozco en Ti a mi Señor y Salvador. Te ruego que me perdones mis pecados y me ayudes a volver a comenzar. Lléname de Tu Espíritu y Tu vida. Deseo creer y confiar en Ti, y amarte. Ayúdame a superar mis flaquezas. Amén. 15
De Jesús, con cariño
BUSCA
MI
ROSTRO
Las victorias, batallas, triunfos, pruebas, problemas y obstáculos que enfrentas son parte de la vida. Todo el mundo afronta problemas. Mas Yo conozco todas las soluciones, y para cada mal siempre hay un remedio, o muchos. De cada proceso dificultoso se saca siempre una enseñanza y se obtiene una victoria. Cada prueba deja siempre algo positivo que contar. Si Mis seguidores acuden a Mí, se apoyan en Mí y me invocan, Yo siempre responderé y proveeré. Soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, y puedo hacer muchísimo más que todo lo que puedas pedirme o imaginarte siquiera.1 Así pues, encomiéndame todas tus preocupaciones y deja que te ayude a llevar el peso. Cada día sin falta pasa tiempo conmigo, tiempo para estar en Mi presencia, buscar Mi rostro y dar lugar a que te llene de Mi paz. 1. V. Efesios 3:20