CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA
DIOS Y EL TRABAJO Consejos para un buen ambiente laboral El bosque que suena El secreto del violín Trabajar por la paz Dar el primer paso El buen pastor Soy valioso para Dios
Año 23 • Número 10
Año 23, número 10
A NUESTROS AMIGOS ¿importa el nombre?
A la mayoría de nosotros se nos conoce por algún apelativo o título, o por los papeles o funciones que cumplimos. Yo, por ejemplo, soy padre de familia, cónyuge, hijo, hermano, colega, amigo, etc. Cada uno de los nombres que se nos asignan arroja luz sobre un aspecto de nuestra vida.
La Escritura usa gran variedad de apelativos y títulos para describir a Dios, centenares, a decir verdad. Entre los más conocidos figuran Rey (Salmo 95), Pastor (Salmo 23), Sanador (Éxodo 15), Consolador (Isaías 51) y Padre (Romanos 8).
Esta proliferación de apelativos y títulos nos da algunos indicios sobre Su carácter. En tiempos bíblicos un nombre no solo era un medio de identifica ción, sino un indicador de los rasgos propios de un individuo. Los diversos calificativos de Dios tienen cada uno su relato y nos ilustran sobre las distintas facetas de Su persona.
Los cristianos, por precepto, procuramos asemejarnos más a Dios. Los nombres que le asignamos nos ayudan a relacionarnos con Él y comprenderlo. Generalmente hay que entender a una persona para poder labrar una estrecha relación con ella. Precisamente una relación así, íntima y estrecha, es la que Dios quiere establecer con cada uno de nosotros.
«Estas [cosas] se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer en Su nombre tengan vida.»1
Jesús nos invita a todos, sin distinción. No importa de qué situación hayamos salido ni lo que hayamos hecho, podemos acudir a Él y hallar vida; invocar Su nombre y obtener respuestas.2 El propósito del presente número es llegar a conocerlo mejor y así acercarnos a Él.
Gabriel García V. Director
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A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y de la versión Reina-Varela Actualizada 2015 (RVA-2015), © Casa Bautista de Publicaciones/Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.
1. Juan 20:31 NVI 2. V. Salmo 99:6
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EL CAMINO A CASA
Estaba escuchando a Frankie Miller interpretar la canción A Long Way Home cuando la letra cobró especial significado para mí:
Qué largo es el camino a casa de noche, a solas, cuando ya no te quedan canciones, y la vida sigue su curso; ¡Qué largo es!
Solo tú eres capaz de apreciar todo lo que he recorrido para volver a casa.
Había oído esa canción muchas veces. Sin embargo, esta vez fue diferente. Cuando te das cuenta de que te has descaminado en la vida —como me pasó a mí—, sí da esa impresión de que es largo el camino a casa.
Una decisión errónea me condujo a otra, y en un abrir y cerrar de ojos me vi envuelto en una espiral descen dente. Atrapado en las zarzas del egoísmo y el orgullo, sentí que se había abierto un abismo entre Dios y yo.
El primer paso para volver a los brazos de mi Padre fue reconocer interiormente y admitir delante de Él que yo la había embarrado y necesitaba Su ayuda. Eso no dio marcha atrás al reloj de la vida ni lo remedió todo instantáneamente. Aún me quedaba un largo trecho que recorrer, pero al menos di un primer paso.
Comenzó a sonar otra canción. La voz áspera de Frankie entonó You’re the Star:
Me diste esperanzas cuando todo estaba perdido, y no tenía sentido esforzarme...
El camino está tan despejado desde que viniste a mi vida...
Eres la estrella, el lucero rutilante, el albor de la mañana...
por encima de la tormenta.
También había escuchado esa letra decenas de veces. Sin embargo, en ese instante me pareció que la canción se había compuesto especialmente para mí. El amor de Dios era aquella estrella, la luz que irrumpió en mis tinieblas, el faro que me orientó en la tempestad. Me infundió esperanzas cuando me sumía en la desesperación, me dio una razón de ser cuando nada parecía tener sentido y suscitó en mí la voluntad de seguir adelante. De golpe, el camino ya no se veía tan largo.
Scott Montrose está afiliado a La Familia Internacional y vive en Oriente Medio. ■
Scott Montrose
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1. Lucas 19:1,2
2. Bock,
1: 1:1–9:50,
JESÚS , SU VIDA Y MENSAJE: ZAQUEO
Peter Amsterdam
El Evangelio de Lucas narra el sorprendente encuentro de Jesús con Zaqueo, un judío que era jefe de los cobradores de impuestos al servicio del gobierno romano.
Jesús entró en Jericó y comenzó a pasar por la ciudad. Había allí un hombre llamado Zaqueo. Era jefe de los cobradores de impuestos de la región y se había hecho muy rico.1
En otras versiones de la Biblia dice que «era jefe de los publicanos», pues así llamaban los romanos a los recaudadores de impuestos. Por lo general, la población judía despreciaba a los publicanos, no solo porque recaudaban impuestos en nombre de Roma, sino también porque, para cubrir sus gastos y sacar ganancia, agregaban un recargo a la suma que debía pagar cada contribuyente. Cuando contrataban a otras personas para que cobraran los impuestos por ellos, se los conocía como jefes de publicanos. Tal parece ser el caso de Zaqueo. Cierto autor explica: Entre los impuestos directos estaba la capitación (un impuesto general que debían pagar todos los súbditos) y un impuesto territorial (sobre la cosecha). Además de los tributos directos, existían varios impuestos indirectos sobre todos los bienes adquiridos o arrendados en una región 2
NTV
Luke Volume
331
4
Jericó era una conocida plaza de peaje, ya que muchos de los viajes comerciales entre Judea y Perea pasaban por esa ciudad. Ser publicano allí era una profesión lucrativa.
Zaqueo trató de mirar a Jesús pero era de poca estatura y no podía ver por encima de la multitud.3
Probablemente había oído rumores sobre la labor de Jesús y se había quedado con ganas de saber más. Sin embargo, iba a ser difícil: el gentío le impedía acercarse a Jesús, y como él era bajito no podía mirar por encima de la cabeza de los demás. Si quería ver a Jesús, tenía que ser recursivo; y recursividad no le faltaba.
Y, corriendo delante, se subió a un sicómoro para verlo, porque había de pasar por allí 4
El sicómoro es similar a un roble, solo que con el tronco corto y ramas anchas a las que es fácil encara marse. Probablemente se consideraba impropio que un adulto se subiera a un árbol, y más aún que lo hiciera una persona de categoría, riqueza y estatus en la comunidad. Así que el modo de actuar de Zaqueo da a entender que tenía algo más que mera curiosidad por ver a Jesús.
Cuando Jesús pasó, miró a Zaqueo y lo llamó por su nombre: «¡Zaqueo! —le dijo—. ¡Baja enseguida! Debo hospedarme hoy en tu casa».5
Jesús no solo lo vio, sino que le habló. No dice cómo es que sabía el nombre de Zaqueo. Es posible que lo supiera sobrenaturalmente, como cuando al ver «a Natanael que se le acercaba, dijo de él: “¡Aquí está un verdadero israelita en quien no hay engaño!” Le dijo Natanael: “¿De dónde me conoces?” Jesús le respondió: “Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.”»6 O quizás lo sabía porque oyó a otras personas llamarlo; o porque preguntó cómo se llamaba.
3.
4.
Zaqueo bajó rápidamente y, lleno de entusiasmo y alegría, llevó a Jesús a su casa; pero la gente estaba disgustada, y murmuraba: «Fue a hospedarse en la casa de un pecador de mala fama».7
Si bien Zaqueo estaba contento de que Jesús entrara en su casa, todos los presentes comenzaron a refunfuñar y quejarse. Al llamar «pecador» a Zaqueo, probablemente expresaban su opinión sobre los cobradores de impuestos y daban rienda suelta a la animosidad que les tenían por aprovecharse de los contribuyentes. Además le reprobaron a Jesús que se asociara con pecadores.
Y Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «He aquí, Señor, la mitad de mis bienes daré a los pobres, y si en algo he defraudado a alguno, se lo restituiré cuadruplicado».8
La declaración de Zaqueo se refería al presente y al futuro. Se comprometía a entregar a los pobres la mitad de los bienes que tenía en ese momento y, si alguna vez en el futuro trataba abusivamente a alguien, a devolverle cuadriplicado lo que le hubiera estafado. El encuentro de Zaqueo con Jesús cambió radicalmente su manera de manejar el dinero; pasó de aprovecharse de los demás a ayudarlos y servirlos.
El compromiso de Zaqueo de regalar la mitad de sus bienes y compensar cuadriplicado todo agravio que hubiera causado, superaba ampliamente cualquier expectativa. En el judaísmo, dar el 20 por ciento de lo que uno poseía se consideraba muy generoso, y dar más que eso era juzgado imprudente. Si alguien era declarado culpable de haber extorsionado a un connacional judío, se le exigía que le restituyera lo robado aumentado en un 20 por ciento. Con su compromiso demostró haber cambiado. Sabía que había estafado a otras personas y se comprometió a restituirles lo que les había robado. De esa manera, dio ejemplo de cómo administrar generosamente el dinero.
Jesús le dijo: «Hoy ha venido la salvación a esta casa, por cuanto él también es hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido».9
A raíz del cambio que se operó en la actitud de Zaqueo, él y toda su casa se salvaron. En el libro de
Lucas 19:3 NTV
Lucas 19:4 5. Lucas 19:5 NTV 6. Juan 1:47,48 7. Lucas 19:6,7 NTV 8. Lucas 19:8 LBLA 9. Lucas 19:9,10 5
los Hechos se mencionan varias ocasiones en que hogares enteros obtuvieron la salvación.10 El que Zaqueo fuera reacudador de impuestos no supuso un obstáculo para que él y su familia tuvieran acceso a Dios. Haberle respondido bien a Jesús les granjeó a él y a su familia auténtica salvación.
La misión de Jesús —el motivo por el que nació, vivió, murió y resucitó— fue «salvar lo que se había perdido». El encuentro de Zaqueo con Él grafica muy bien la experiencia de salvación de una persona perdida. Zaqueo no parecía llamado a salvarse. No solo era pecador, sino que trabajaba para el opresivo Imperio romano y se enriquecía a costa de su propio pueblo. No obstante, su encuentro con Jesús transformó su vida. Jesús se molestaba en mirar más allá de la identidad o profesión de una persona. No le importaba hablar con alguien a quien la sociedad menospreciaba y rechazaba con tal de darle una oportunidad de obtener la salvación.
Ojalá reflejemos todos a Jesús cuando nos encontramos con personas despreciadas, incluso aquellas que nos han agraviado o han perjudicado a otros. Manifestemos amor, tole rancia y perdón a todos aquellos con los que nos relacionemos. Esforcémonos por ser como Jesús.
Peter Amsterdam dirige juntamente con su esposa, María Fontaine, el movimiento cristiano La Familia Internacional. Esta es una adaptación del artículo original. ■
10. V. Hechos 11:13,14; 16:15,31; 18:8
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EL BUEN PASTOR
Tengo la fortuna de dirigir semanalmente una escuela dominical de niños de entre 9 y 13 años de un asentamiento de bajos ingresos en las afueras de Ciudad del Cabo (Sudáfrica). Enseñarles con regularidad me motiva a profundizar yo mismo en los fundamentos de mi fe y a encontrar fórmulas para impartir enseñanzas bíblicas de manera accesible para ellos. En una ocasión tenía previsto hablar del relato de Jesús sobre el pastor que dejó 99 ovejas para buscar a la que se había perdido1. Yo había oído y narrado el episodio muchas veces, pero quería dejar huella en la vida de aquellos niños. La clase se había reunido, y yo aún no estaba seguro de cómo presentar el tema. De pronto, se me iluminó la mente.
Les pregunté:
—Si tienes 100 céntimos y pierdes uno, ¿es mucho?
La mayoría de los niños negaron con la cabeza, algo perplejos.
—Y si tienes 100 dólares, y pierdes uno, ¿lo buscarías?
Más de la mitad de las cabezas asintieron; a diario tienen que lidiar con asuntos de dinero como ese.
—Bien, y si tienes 100 millones de dólares, y pierdes un millón, ¿importaría?
Las exclamaciones de asombro llenaron la sala, seguidas de enfáticas respuestas y gestos de asentimiento. Llegó entonces el momento de la verdad.
—Miren, ustedes y yo somos como esa oveja perdida. Hay MILES DE MILLONES de personas en el mundo, pero cuando nos perdemos, Jesús nos ama y sale a buscarnos individualmente. Para Él valemos más de lo que nos imaginamos. Aunque nos sintamos como uno más del montón, Jesús nos observa y ve en nosotros un valor incalculable.
Se hizo un silencio momentáneo, luego continué: —Quiero que cada uno de ustedes diga en voz alta: «¡Soy valioso para Dios!» Ahora vuélvanse hacia la persona que está a su lado y díganle: «¡Dios te ama!»
Con sonrisas radiantes se reafirmaron mutuamente la sencilla verdad de que cada uno de nosotros es importante.
Y aprendí una vez más que hasta la oveja perdida más solitaria es incuestionablemente amada por Dios. No se trata de ser el mejor, el más brillante o el más íntegro. Consiste más bien en probar y fallar, extraviarse y ser conducido amablemente de regreso al hogar. Aunque no seamos sino un burdo terrón, increíblemente se nos desea como si fuésemos piedras preciosas,2 y se nos busca acuciosamente hasta que se nos encuentra, pues Dios quiere a todos y cada uno de nosotros en Su redil.
Chris Mizrany es diseñador de páginas web, fotógrafo y misionero. Colabora con la fundación Helping Hand en Ciudad del Cabo, Sudáfrica.
Chris Mizrany
■ 1. V. Lucas 15:3-7 2. V. Isaías 62:3
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EL BOSQUE
Curtis Peter van Gorder
QUE SUENA
Se le conoce como el más humano de los instrumentos, pues tiene la noble misión de expresar nuestras emociones más profundas. Canta en su íntima resonancia para llegar el alma. Con frecuencia, en la parte más conmovedora de una película, se oirá un violín o un violonchelo para realzar la emoción del momento. Como dijera el famoso violinista Joshua Bell: «Quien interpreta una pieza de violín se transforma en un cuentacuentos».
¿Qué otorga su singularidad a este instrumento? Mucho estudio se ha llevado a cabo en los últimos 300 años desde la época dorada de la fabricación de violines por lutieres de la talla de Stradivarius. Los violines han sido objeto de radiografías, análisis y mediciones de todo tipo; sin embargo, el misterio persiste. Ciertas cosas se resisten a los análisis y mediciones.
En las alturas de los Alpes italianos hay un bosque llamado Il Bosco Che Suona (El bosque que suena).1 De ahí proceden algunos de los mejores violines. Los árboles deben soportar la rigurosidad del clima. Lorenzo Pellegrini es un guardabosque o jardi nero del bosque, como se describe él
mismo. Nos cuenta con pasión cómo debe crecer un árbol para que de él salga un violín:
—¡Lentamente, muy lentamente! En lo alto de estas montañas crecen con tal lentitud que a veces dejan de crecer por completo. Simplemente acumulan fuerza. Aquí arriba hay árboles que tienen mil años de antigüedad. Increíble, ¿verdad? Además, es preciso que haya poca agua. El núcleo del árbol debe permanecer seco. De ahí se extrae la mejor madera: ¡Sólida y de enorme resonancia!
Debemos recordar esto cuando pasemos por épocas de aridez. Puede que el Maestro fabricante o lutier nos esté preparando para convertirnos en un instrumento que resonará con belleza y conmoverá al oyente con lágrimas de alegría.
En tiempos bíblicos había, camino de Jerusalén, una región árida en la que abundaban los sauces llorones que goteaban resina. Cuando la gente viajaba debía pasar por aquel lugar desolado y triste; mas al final su viaje valía la pena:
1. Aquí un breve documental sobre estos bosques: https:// www.youtube.com/watch?v=-rXrCcYANv0.
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Qué alegría para los que reciben su fuerza del Señor, los que se proponen hacer el peregrinaje hasta Jerusalén. Cuando anden por el Valle de Lágrimas, se convertirá en un lugar de manantiales refrescantes; las lluvias de otoño lo cubrirán de bendiciones. Ellos se harán cada vez más fuertes, y cada uno se presentará delante de Dios en Jerusalén.2
Del mismo modo, los que experimentan sufrimiento en esta vida —¿quién no?—, pueden hallar fortaleza en su fe en Dios. La travesía de un cristiano fiel en épocas difíciles puede llegar a ser, paso a paso, una expedición por «un lugar de manantiales refrescantes».
Volviendo al Bosque que suena, especialistas como Marcello Mazzucchi, un guardabosques ya jubilado, selec cionan el árbol perfecto por su calidad tonal. Marcelo se autodenomina escuchante de árboles, y añade:
Los observo, los toco y a veces hasta los abrazo. Si los observas detenidamente te contarán la historia de su vida, sus traumas, sus alegrías, todo. Son unas criaturas sumamente humildes.
Cuando encuentra uno que parece perfecto, señala: —Fíjese. Se yergue perfectamente derecho. Es bien cilíndrico. No tiene ramas en la base. Para mí que hay un violín atrapado ahí dentro.
Mazzucchi saca un taladro manual y lo hace girar como un sacacorchos a través de la corteza. Escucha detenidamente el sonido del golpeteo que hace el taladro cada vez que toca un nuevo anillo del árbol. Saca una muestra del centro y luego de examinarla cuidadosamente, exclama: —¡Magnífico!
Jesús dice que nosotros no lo escogimos a Él, sino que Él nos escogió a nosotros.3 Solo que a diferencia del árbol perfecto para elaborar violines, Jesús no escoge a
la gente porque sea buena o perfecta. Si volvemos la mirada al pasado y observamos a héroes bíblicos como Noé y Abraham, o a los doce apóstoles, vemos que, al igual que nosotros, les sobran imperfecciones. Dios, no obstante, descubrió en cada uno de ellos las posibilidades latentes, algo magnífico que tal vez nosotros mismos no percibimos.
Antes de aserrar, Mazzucchi se asegura de que haya arbolitos jóvenes creciendo cerca para la siguiente generación de violines. Talar un árbol adulto dejará pasar la luz del sol para que los arbolitos más jóvenes maduren.
—Apenas cae un árbol, los jovencitos que sufrían en la sombra empiezan a crecer más rápido —nos dice. Algunos se transformarán en instrumentos musicales que algún maestro tocará decenios o centurias después. El árbol muere, pero sigue vivo en su nueva forma.
En el momento indicado, cuando las condiciones sean óptimas, se corta el árbol en tablas que se dejan secar. El tiempo de secado o curado de un pedazo de madera para violín es de diez años o más; todo depende de su tamaño y grosor. Una madera de cincuenta años es todavía mejor.
La próxima vez que escuchen el sonido evocador de un violín, recuerden todo lo que conllevó hacerlo. De igual manera, puede que tú seas una obra en ciernes y lo que estés atravesando en la actualidad no sea otra cosa que preparación para ese momento mágico cuando se abra el telón y el Maestro ponga el arco sobre tus cuerdas para que cuentes tu historia.
Curtis Peter van Gorder es guionista y mimo. 4 Dedicó 47 años de su vida a actividades misioneras en 10 países. Él y su esposa Pauline viven actualmente en Alemania. ■
2. Salmo 84:5-7 NTV 3. V. Juan 15:16 4. http://elixirmime.com 9
DIOS Y EL TRABAJO
Martin McTeg
El lugar de trabajo puede ser un terreno hostil en el que priman las rivalidades. Las más veces la integridad y el esfuerzo salen perdiendo ante maniobras por obtener lucro instantáneo y escalar puestos en la jerarquía. Pero no tiene por qué ser así. La idea de que la Biblia ofrece consejos prácticos para el ambiente laboral moderno no es tan extraña como podría parecer. Antaño, ya José1 y Daniel2 demostraron que la integridad y la diligencia pueden allanarnos el camino del éxito y llevarnos a destacar.
Adopta una buena ética de trabajo
Da lo mejor de ti. En lugar de hacer lo mínimo, esmérate por cumplir bien tus obligaciones. «El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará» (2 Corintios 9:6). «El alma de los diligentes será prosperada» (Proverbios 13:4).
Demuestra iniciativa. «Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y sé sabio; la cual no teniendo capitán, ni gobernador, ni señor, prepara en el verano su comida y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento» (Proverbios 6:6-8).
Actúa con honradez. Flexibilizar las reglas según tu conveniencia es contraproducente. «La integridad de los rectos los encaminará; pero destruirá a los pecadores la perversidad de ellos» (Proverbios 11:3).
1. V. Génesis, capítulos 39 y 41
2. V. Daniel 1:19,20
3. V. Génesis, capítulos 37,39-41; Daniel, capítulos 1 y 2
No pienses demasiado en los aspectos negativos
Ningún trabajo es perfecto. «Si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad» (Filipenses 4:8).
En cuanto a los compañeros de trabajo difíciles, la Biblia nos exhorta: «Sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo» (Efesios 4:32).
¿Que hay de los conflictos? «El necio da rienda suelta a su ira, pero el sabio sabe dominarla» (Proverbios 29:11, N-C).
¿Estás inquieto y aburrido? Dios renovará tu espíritu. «¡El fiel amor del Señor nunca se acaba! Sus misericordias jamás terminan. Grande es Su fidelidad; Sus misericordias son nuevas cada mañana» (Lamentaciones 3:22,23).
¿Estresado y agotado? «Venid a Mí todos los que estáis trabajados y cargados, y Yo os haré descansar» (Mateo 11:28). «Los que esperan al Señor tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansa rán; caminarán, y no se fatigarán» (Isaías 40:31).
Ten paciencia
Dios bendice a quienes hacen las cosas al agrado de Él, pero no siempre los remunera enseguida ni con dinero contante y sonante. Aunque algunos personajes bíblicos —como José y Daniel— llegaron a ocupar altos cargos, ninguno lo logró de la noche a la mañana.3 «La bendición del Señor es la que enriquece» (Proverbios 10:22). «Tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna» (Santiago 1:4).
Martin McTeg fue misionero voluntario. Hoy está jubilado y vive en los EE.UU. ■
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Mesura es cordura
Recuerdo perfectamente cuando tenía un poco más de veinte años, el día en que, sentado en el cómodo salón de mi casa de clase media alta, sentí un vacío y una inquietud en mi interior que ninguno de los lujosos entornos o artilugios que me rodeaban podía aplacar. En ese fugaz momento percibí la contundente verdad de que las cosas materiales no pueden satisfacernos plenamente ni darnos la felicidad. Me di cuenta de que nuestro espíritu nunca estará satisfecho hasta unirse con el gran y amoroso Espíritu que lo creó. Como dijo San Agustín a Dios en su autobiografía Confesiones: «Nos has hecho para Ti y nuestros corazones no encuentran la paz hasta reposar en Ti».
Se nos bombardea constantemente con anuncios que nos instan a comprar cosas más nuevas y mejores. No importa si estamos contentos con lo que tenemos, o si ya tenemos más cosas de las que necesitamos, o si simple mente no podemos permitirnos más. Nos dicen que las cosas mejores mejorarán nuestra vida. Sin embargo, además de hacernos la vida más estresante, el consumismo también supone un enorme estrés para nuestro planeta. Mahatma Gandhi dijo: «Hay suficiente en la Tierra para cubrir las necesidades de todos, pero no para satisfacer la codicia de todos».
Thomas de Kempis (1380-1471) puntualizó que «la felicidad del hombre no consiste en la abundancia
1. Isaías 55:1,2
2. Juan 6:35 RVR
de los bienes de este mundo, pues le basta con una modesta parte». En tiempos más recientes, Henry David Thoreau (1817-1862) se hizo eco de ello cuando afirmó: «Nuestra vida se desperdicia en los detalles. Simplifica, simplifica, simplifica». Yo también he descubierto que tener demasiados bienes me impide disfrutar al máximo de lo que tengo, y que los placeres más sencillos de la vida, que no cuestan mucho, nos proporcionan la mayor felicidad.
En el libro de Isaías, Dios dice: «Venid, comprad vino y leche sin dinero y sin precio. ¿Por qué gastáis vuestro dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no satisface?»1 Fuimos concebidos como criaturas eternas; por eso la temporalidad del materialismo nos deja una sensación de vacío.
El mayor y más preciado bien que podemos tener es la vida eterna producto de la fe en Jesucristo, el Hijo de Dios. Jesús dijo: «Yo soy el pan de vida, el que viene a Mí no tendrá hambre, el que cree en Mí no tendrá sed jamás»2. Solo Dios puede satisfacer la sed y el hambre de nuestro espíritu, dado que nos creó con un espacio en nuestro corazón que nadie sino Él puede llenar. Disfrutamos de esa satisfacción interior en la medida en que profundizamos nuestra relación con Él.
Uday Paul es escritor independiente. Desde la India realiza voluntariados y labores docentes.
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Uday Paul
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TRABAJAR
POR LA PAZ
Muchas veces me desanimo con el estado del mundo. Leo el periódico y veo las noticias vespertinas y a veces termino ¡alterada! ¿Por qué tanta discordia? ¿Por qué no puede la gente llevarse mejor entre sí? Dicen, sin embargo, que cuando apuntamos a los demás con un dedo acusador, otros tres dedos nos apuntan a nosotros mismos. Me toca entonces preguntarme a mí misma: ¿He hecho hoy algo para aportar a la solución, aunque solo sea aquí en mi barrio? La mentalidad de que no hay remedio y todo esfuerzo es inútil no solo es derrotista, sino que nos priva de la dicha de vivir.
Mi amiga Margarita nos relata enseguida un episodio que vivió en su edificio de apartamentos:
«En el edificio en que vivo tenemos un wasap entre los residentes. Lo empleamos para hacer anuncios, vender cosas y a veces para ventilar rabias o quejas. Hace unos días más de una decena de personas se enojaron por una opinión que alguien expresó en el chat. Se dijeron entre ellas cosas muy feas, fuertes y ofensivas.
»Lo ocurrido me molestó y me afligió profundamente. Hasta pensé en retirarme del grupo.
»De pronto me invadió un sentimiento de que no estaba bien hacer eso y que debía expresarlo en el wasap, en el cual no participo mucho.
»Así pues, pedí a Dios que me ayudara a hablarles con cariño y cortesía a personas que no conozco o que no reco nozco pese a que a veces quizá tomamos juntas el ascensor.
»Escribí que era triste tratarnos así, que nos necesitá bamos unidos, que ya hay mucha violencia y agresividad en las calles. Asimismo, que al volver a casa después de una larga jornada necesitamos encontrar un refugio de amor entre nosotros. Expresé también que hablarnos con respeto y cariño generaba una sensación de seguridad y protección en el edificio.
»Esperaba encontrarme con una andanada de res puestas groseras o irónicas… Pero no; hubo un silencio generalizado y varios me gusta. Agradecí por esos e interpreté que el silencio era señal de respeto. Es decir que el tema estaba ya zanjado.
»Percibí que el Señor estaba obrando, queriendo restaurar esos corazones. Ayer difundí en nuestro grupo de wasap una frase motivacional y agradecí a todos por
Sally García
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ser tan buenos vecinos. Esa vez más personas pusieron me gusta y dos de ellas nos desearon buen día a todos. ¡Algo inédito!
»Aunque fui tímida, me alegré de haber ofrecido una alternativa a las críticas agresivas. Una vez más, un poquito de amor cunde mucho».
Si bien Margarita fue breve en su intervención, elegir con acierto las palabras que usó para distender una situación potencialmente conflictiva entre los inquilinos de su edificio, exigió una cuota de valor y de esfuerzo. Me recuerda el proverbio: «La respuesta amable calma el enojo».1
Sally García es educadora y misionera. Vive en Chile y está afiliada a la Familia Internacional. ■
1. Proverbios 15:1 NVI
2. Versión en castellano de Let There Be Peace on Earth. Compositores: Jill Jackson-Miller y Sy Miller, 1955.
Sea en la Tierra paz; comience la misma en mí. Sea en la Tierra paz, la que tenía que existir. Con Dios nuestro Padre está nuestra unidad. Quiero andar con mi hermano en armoniosa paz.
Comience la paz en mí. Con cada paso que dé, desde el día de hoy, que mantenga este voto fiel: En todo sitio y para siempre en paz y amor vivir.
Sea en la Tierra paz; comience la misma en mí.2
Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. Mateo 5:9 (nvi)
No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien. Romanos 12:21 (nvi)
Cuando te veas frente a un oponente, conquístalo por medio del amor. Mahatma Gandhi (1869–1948)
No basta con ganar una guerra; más importante aún es organizar la paz. Aristóteles (384–322 a.C.)
Primero mantén la paz contigo mismo. Así podrás llevar paz a los demás. Thomas de Kempis (1380–1471)
Si quieres hacer las paces con tu enemigo debes traba jar con él. Así se convierte en tu socio. Nelson Mandela (1918–2013)
COMIENZA AQUÍ
Tú puedes influir positivamente en la vida de los demás, pero Jesús en ti puede tener una influen cia más contundente. Si aún no lo has hecho, puedes recibir a Jesús ahora mismo rezando una breve oración como la que aparece enseguida: Jesús, creo en Ti y te invito a entrar en mi vida como mi Salvador y constante compañero. Te ruego que me perdones por todo lo malo que he hecho y que me llenes de tu Espíritu de amor. Ayúdame a acercarme a Ti a través del estudio de Tu Palabra en la Biblia. Amén.
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Marie Alvero
LA CONCLUSIÓN
Es una maravilla leer el libro del Eclesiastés cuando las grandes preguntas me asaltan y me superan: ¿Cuál es el sentido de la vida, qué quiere Dios de mí, cómo debo reaccionar ante tal o cual situación? El autor de aquel libro se hace pregun tas como las mías: ¿Cuál es el sentido de la vida? Si todos acabamos muriendo, ¿qué sentido tiene? ¿Qué cosas son realmente importantes y cuáles no? El estilo es bello, aunque en general con un dejo de pesimismo. Por ejemplo, la famosa frase «Vanidad de vanidades, todo es vanidad» se traduce también como «Nada tiene sentido, ¡ningún sentido en absoluto!»1
Sin embargo, en los últimos versículos, el libro cobra un tono más positivo: «El discurso ha terminado. Ya todo ha sido dicho. Honra a Dios y cumple sus mandamientos, porque eso es el todo del hombre. Dios habrá de pedirnos cuentas de todos nuestros actos, sean buenos o malos, y aunque los hayamos hecho en secreto».2
1. Eclesiastés 1:2
2. Eclesiastés 12:13,14 DHH
3. Mateo 22:37,39
Ahora bien, ¿en qué consisten esos mandamientos? En el Antiguo Testamento Dios dio a Su pueblo un impre sionante conjunto de preceptos específicos para guiarlo en todos los aspectos de la vida. Pese a ello, acérrimamente desatendieron lo que Él había instruido y una y otra vez cosecharon las consecuencias negativas. En el Nuevo Testamento, en cambio, Jesús enseñó que todas las leyes y los profetas dependían de apenas dos mandamientos: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente». «Amarás a tu prójimo como a ti mismo».3
El concepto de amar puede ser bastante abstracto y a veces tratar de averiguar lo que hay que hacer en cada situación puede ser bastante complicado. En esos casos preferiría que Dios me dijera: «Sí, puedes hacer esto, o:
NTV
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Jesús murió por todos, para que los que reciban Su nueva vida ya no vivan para sí mismos, sino que vivan para Cristo. En cambio, vivirán para Cristo, que murió y resucitó por ellos. 2 Corintios 5:15 nlt
Somos la obra maestra de Dios. Él nos ha creado como nuevas criaturas en Cristo Jesús, para que podamos hacer las cosas buenas que planeó para nosotros hace mucho tiempo. Efesios 2:10 nlt
Aun antes de crear el mundo, Dios nos amó y nos eligió en Cristo para que fuéramos santos y sin culpa ante sus ojos. Efesios 1:4 lbla
HALLAR MI IDENTIDAD
no, no puedes hacer aquello. No obstante, caigo nuevamente en cuenta de que eso no dio muy buen resultado con los hijos de Israel. ¿Cuál es, entonces, la respuesta? ¿Cómo se hace para «amar a Dios», en el sentido de honrarlo y obedecerle? He llegado a la conclusión de que parte de la razón por la que Dios, desde la época de Jesús, no nos dio una lista de reglas para cumplir es que lo que en verdad desea de nosotros es nuestro corazón, nuestro tiempo y nuestros esfuerzos para amarlo, llegar a conocerlo y modelar nuestra vida en torno a lo que sabemos de Él a través de la vida y las palabras de Jesús.
Por muy complicado que parezca el mundo, por muy difícil que sea tomar decisiones y por mucho que yo anhele saber cómo sortearlo todo, las cosas se tornan más fáciles y claras cuando mi deseo más profundo es conocer y amar a Dios. Cada vez que doy prioridad a eso, las cosas me resultan más claras y sencillas.
Marie Alvero ha sido misionera en África y México. Lleva una vida plena y activa en compa ñía de su esposo y sus hijos en la región central de Texas, EE. UU. ■
Cuando era una colegiala recuerdo haber escuchado una canción melancólica que decía: «¿Por qué nací; por qué vivo?» En aquel momento no me imaginaba por qué alguien se haría aquella pregunta.
Pero con el paso de los años empecé a darme cuenta de que todo el mundo anda en busca de respuestas, de una razón para vivir. Veía que mucha gente se hacía preguntas como ¿por qué nací? o ¿cuál es el sentido de mi vida?
Algunas personas lamentablemente se pasan toda la vida buscando respuestas a esas preguntas sin encon trarlas nunca. En cambio, cuando miramos a nuestro Creador y Su plan para la humanidad, empezamos a entender para qué estamos aquí y qué debemos hacer con nuestra vida. Es cuando nos proyectamos más allá de nosotros mismos y contemplamos la verdad de la Palabra de Dios que empezamos a comprender de qué se trata la vida.
Cuando tu vida toque a su fin y los ángeles te llamen, lo único que te podrás llevar contigo son las obras que has hecho con amor.
Ruth Davidson fue misionera en el Oriente Medio, la India, Sudáfrica y Sudamérica durante 25 años. Actualmente se desempeña como autora y contribuidora del portal de Internet www.thebibleforyou.com. ■
Ruth Davidson
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De Jesús, con cariño
EL FARO
Mi Palabra es como un faro que brilla en la oscuridad para conducir a buen puerto a las naves que surcan los mares a veces sombríos y tempestuosos de la vida; un faro que emplacé en la costa, de cara al mar, a fin de que muchos —todos los que sea posible— vean su luz y se sientan atraídos a Mí.
Tú eres como un capitán que timonea su nave por un mar embravecido en lóbrega noche. Si no dispusieras de una luz, no verías la costa: tu barco podría estrellarse contra las rocas y naufragar. Pero como te amo, irradio Mi Palabra cual potente foco de un faro que sirve para orientarte. Mi luz te revela los peligros y te señala la ruta para llegar a destino.
Mi Palabra es lámpara a tus pies y lumbrera a tu camino.1 Busca en ella la luz y la orientación que necesitas para llegar a puerto sin percances, por muy negra que sea la noche y por mucho que arrecie la tormenta.
1. V. Salmo 119:105