11 MANERAS DE EXPRESAR CARIÑO
Demostrar a los tuyos que los valoras
Los ángeles de Vanessa
Cristianismo en su mejor versión
¿Biodegradación o germinación?
¿Desaparecerás al morir?
CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA Año 24 • Número 5
A NUESTROS AMIGOS bondad sin límites
En los últimos años hemos tenido crisis internacionales a granel. Creo que ustedes lo perciben igual que yo. Ahora, bien, por una parte es muy factible que la enfermedad, los conflictos, angustias y penalidades que vemos en las noticias nos infundan miedo y nos pinten un cuadro muy oscuro y desgraciado del mundo. La otra cara de la moneda presenta, sin embargo, un lado radiante, y es que esas calamidades pueden suscitar una enorme empatía y desencadenar una ráfaga de actos de generosidad. Dios creó a los hombres y a las mujeres para que —entre otras cosas— reflejáramos Su amor divino y veláramos unos por otros. Y es precisamente en tiempos difíciles y épocas de dolor cuando esos de rasgos de generosidad y empatía tienden a brillar con más claridad.
En nuestros países hubo copiosas muestras de solidaridad, muchas de ellas de parte de personas poco favorecidas. Estas también abundaron en otras latitudes. Así, la gente del Reino Unido tuvo un comportamiento ejemplar. En los primeros días de la pandemia del COVID-19, cuando el servicio nacional de salud solicitó voluntarios para asistir en labores de cada día como entregar medicamentos o víveres a domicilio para vecinos necesitados, la respuesta fue abrumadora. Casi 750.000 personas respondieron en un lapso de cuatro días, lo que suscitó la mayor movilización de voluntarios en el país desde la Segunda Guerra Mundial. Los actos de bondad no disminuyeron durante la pandemia; al contrario, aumentaron. Así lo constató la periodista Lara Aknin, del Toronto Star.
Aunque la pandemia causó la impresión de que el mundo se estaba deshilvanando, muchas personas se dieron a la tarea de zurcirlo y remendarlo con gestos de pura amabilidad. El índice mundial de la felicidad reveló que en 2021 se registró un incremento en labores de voluntariado, donaciones para obras benéficas y ayuda a los extraños.1
La Biblia nos indica que la bondad es uno de los atributos de Dios. «Se han hecho patentes la bondad y el amor que Dios, nuestro Salvador, tiene a los seres humanos… no en virtud de nuestras buenas obras.»2 La Escritura además menciona la bondad entre los frutos del Espíritu que los creyentes deben esmerarse por cultivar.3
Y es que ayudar a otros nos hace bien. Contribuye a nuestra salud mental y bienestar. Nos hace sentir parte de la colectividad y nos ayuda a sintonizar con la gente que nos rodea. La bondad no solo engendra bondad; enterarnos de los actos de bondad y generosidad que realizan otros nos impulsa también a nosotros a hacer lo propio. Creo que todos estaríamos de acuerdo en que la bondad y la amabilidad son más necesarias hoy que nunca.
Gabriel García V. Director
1. https://worldhappiness.report
2. Tito 3:4,5 (BLPH)
3. Véase Gálatas 5:22,23
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Año 24, número 5
Hacer lo
que puedo
Cada mes procuro reflexionar sobre lo que he logrado en mi labor misionera y en mi vida personal. Este mes me deparó algunos momentos de prueba y varias decepciones, objetivos que se vieron frustrados. Así y todo, Dios me dio ánimos con los siguientes pensamientos.
La famosa frase de John F. Kennedy: «No preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino más bien, qué puedes hacer tú por tu país», podría parafrasearse así para cristianos: «No preguntes qué puede hacer Dios por ti, sino más bien qué puede hacer Dios contigo». Desde que era niño siempre quise hacer cosas grandes por Dios. Deseaba que Él se valiera magníficamente de mí. No obstante, en el transcurso de la vida he llegado a comprender que para la mayoría de nosotros que amamos a Dios, los medios más eficaces de transmitir el amor de Dios a los demás, no son los más imponentes y llamativos, sino los que a veces parecen más intrascendentes.
Cuando una mujer entró en una casa y derramó un costoso ungüento sobre los pies de Jesús poco antes de Su crucifixión, algunos de Sus discípulos la criticaron.
Él, sin embargo, dijo de ella: «Esta ha hecho lo que podía». Y fue más lejos: «De cierto les digo que dondequiera que sea predicado este evangelio en todo el mundo, también lo que esta ha hecho será contado para memoria de ella».1
Mi oración es seguir haciendo lo que buenamente pueda, por muy pequeño que parezca, por imperceptible o insignificante que sea. La Biblia muchas veces nos enseña grandes lecciones por medio de pequeños actos. Por ejemplo, cuando Jesús, «levantando los ojos, vio a los ricos que echaban sus ofrendas en el arca de las ofrendas. Vio también a una viuda muy pobre que echaba allí dos blancas (dos moneditas). Y dijo: —En verdad os digo que esta viuda pobre echó más que todos, pues todos aquellos echaron para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; pero esta, de su pobreza echó todo el sustento que tenía».2
Este pasaje me dice que además de no basar mi relación con Dios en lo que Él pueda hacer por mí, tampoco debo preocuparme si estoy haciendo suficiente por Él. Me puedo concentrar simplemente en hacer lo que está dentro de mis posibilidades, y al mismo tiempo dar lugar a que mi fe aumente en caso de que Él tenga reservadas para mí cosas mayores que hacer en el futuro.
Simon Bishop
Simon Bishop realiza obras misioneras y humanitarias a plena dedicación en las Filipinas. ■
1. Marcos 14:8,9
3
2. Lucas 21:1-4
EL BUEN SAMARITANO
Muchos conocemos bien la parábola del buen samaritano que aparece en Lucas 10:25-37. Ahora bien, siendo nuestra cultura muy distinta de la que imperaba en Palestina en el siglo I, puede que haya aspectos del relato con los que no nos identifiquemos. Lo más probable es que cuando oigamos o leamos esta parábola, no nos escandalice ni nos parezca antagónica con el statu quo actual. Sin embargo, los que la oyeron de labios de Jesús en el siglo I sí debieron de quedar desconcertados. El mensaje seguramente chocó con sus expectativas y rebasó los estrechos límites de su cultura.
Veamos el reparto de actores o personajes por orden de aparición.
Aunque la parábola dice muy poco acerca del primer personaje, el hombre que fue golpeado y despojado de sus bienes, sí nos proporciona un dato crucial. Le quitaron la ropa y quedó medio muerto, tendido en el suelo, inconsciente, habiendo sufrido una fuerte paliza.1
Estos detalles tienen más relevancia de la que quizá nos imaginemos, toda vez que en el siglo I la gente era fácilmente identificable por su modo de vestirse y por su idioma o acento. Como el hombre que había sido golpeado no llevaba ropa, era imposible saber su nacionalidad. Y ya que estaba inconsciente y no podía
hablar, resultaba imposible determinar quién era o de dónde provenía.
El segundo personaje del relato es el sacerdote. Los sacerdotes judíos constituían el clero que oficiaba en el templo de Jerusalén durante una semana cada 24 semanas. El relato no nos aporta detalles sobre el sacerdote; pero los que oyeron a Jesús contar esta parábola debieron de suponer que regresaba a su casa en Jericó tras haber estado una semana sirviendo en el templo.
El tercer personaje de la parábola es el levita. Si bien todos los sacerdotes eran levitas, no todos los levitas eran sacerdotes. Eran considerados el clero bajo y, al igual que los sacerdotes, servían en el templo dos semanas, dos veces al año.
El samaritano: Los samaritanos eran un pueblo que vivía en Samaria, región montañosa limitada al norte por Galilea y al sur por Judea. Aceptaban los cinco libros de Moisés, pero
1. V. Lucas 10:30
Peter Amsterdam
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consideraban que Dios había escogido el monte Gerizim como lugar de culto, en vez de Jerusalén.
En el año 128 a.C. el templo samaritano del monte Gerizim fue destruido por el ejército judío. Entre el año 6 y 7 d.C. unos samaritanos esparcieron huesos humanos en el templo judío, con lo que lo profanaron. Esos dos sucesos contribuyeron a la profunda hostilidad que prevalecía entre judíos y samaritanos y que se hacía evidente en el Nuevo Testamento. Fue en ese ambiente de hostilidad cultural, racial y religiosa que Jesús refirió la parábola del buen samaritano.
El último personaje es el intérprete o doctor de la Ley. Si bien no forma parte del relato, fueron las preguntas que le hizo a Jesús las que dieron pie a la parábola. En la época del Nuevo Testamento los doctores de la Ley eran expertos en la ley religiosa y se los requería para interpretar y enseñar las leyes de Moisés. Estudiaban las cuestiones más espinosas y sutiles de la Ley y emitían su opinión. Puede que este maestro de la Ley le planteara a Jesús sus preguntas con la intención de iniciar un debate sobre la interpretación de las Escrituras. Quizá también lo hizo porque tenía inquietudes espirituales.
La parábola
Lucas nos dice que «cierto intérprete de la Ley se levantó, y para poner a prueba a Jesús dijo: “Maestro,
¿qué haré para heredar la vida eterna?”»2 La cuestión de cómo alcanzar la vida eterna era motivo de debate entre los eruditos judíos del siglo I, y se hacía particular hincapié en el cumplimiento de la Ley como forma de ganarse la vida eterna.
«Jesús le dijo: “¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?” Respondiendo [el intérprete de la Ley], dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu fuerza, y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo”».3
Como se aprecia en los Evangelios, eso era justo lo que Jesús había estado enseñando; quizás el intérprete de la Ley lo había oído impulsar ese principio de amar a Dios con todo su ser y amar a su prójimo. No obstante, el doctor de la Ley va más allá y le pregunta: «¿Y quién es mi prójimo?”»4
Quiere saber a quién concretamente tiene que amar. Sabe que en la categoría de «prójimo» están sus paisanos judíos. Pero los gentiles no eran considerados prójimos, aunque en Levítico 19:34 dice: «El extranjero que resida con ustedes les será como uno nacido entre ustedes, y lo amarás como a ti mismo…» Basado en eso, el doctor de la Ley ya habría dado por sentado que sus prójimos serían probablemente sus paisanos judíos y todo extranjero que
2. Lucas 10:25. Nota: A lo largo de toda la parábola emplearemos la versión NBLA.
3. Lucas 10:26,27
4. Lucas 10:29
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viviera en su ciudad, y es de suponer que quiere saber si Jesús está de acuerdo. Es en respuesta a la pregunta: «¿Quién es mi prójimo?» que Jesús cuenta la parábola.
«Jesús le respondió: “Cierto hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, los cuales después de despojarlo y de darle golpes, se fueron dejándolo medio muerto”.»5 Si bien era imposible saber la nacionalidad del hombre, dado el contexto y el desenlace del relato, los primeros oyentes muy probablemente se imaginaron que el herido era judío.
«Por casualidad cierto sacerdote bajaba por aquel camino, y cuando lo vio, pasó por el otro lado del camino»6. Como ya mencionamos, es probable que el sacerdote volviera de una de sus semanas de servicio en el templo. Dada su categoría social, seguramente iba montado en un burro y podría haber llevado a Jericó al hombre herido.
El caso era que no tenía forma de saber quién era el infortunado, o de qué nacionalidad, puesto que estaba inconsciente y además desnudo. La ley mosaica obligaba al sacerdote a ayudar a un compatriota judío, pero no a un extranjero. Además, el sacerdote no sabía si el hombre estaba muerto o vivo y, según la Ley, si tocaba un cadáver o se acercaba a uno quedaría ceremonialmente impuro. En esas circunstancias, decidió pasar de largo por el otro lado del camino para guardar las distancias con él y quizá también para evitar descubrir
quién era precisamente aquel hombre y si estaba vivo, lo que habría exigido alguna acción de su parte.
La parábola continúa: «Del mismo modo, también un levita, cuando llegó al lugar y lo vio, pasó por el otro lado del camino»7. El levita hace lo mismo que el sacerdote y al no contar con un claro mandato religioso que lo obligara a prestar auxilio, él también decide no intervenir.
La tercera persona que hace su aparición es un samaritano despreciado, un enemigo. Jesús describe todo lo que este hace por el moribundo, cosas que el sacerdote y el levita, personas que servían en el templo, hubieran debido hacer. «Pero cierto samaritano, que iba de viaje, llegó adonde él estaba; y cuando lo vio, tuvo compasión. Acercándose, le vendó sus heridas, derramando aceite y vino sobre ellas; y poniéndolo sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un mesón y lo cuidó».8
El samaritano se compadece del hombre vapuleado, cura sus heridas y vierte sobre ellas vino y aceite para desinfectarlas. Aparte eso, monta al hombre sobre su propio animal y lo lleva a una posada, presumiblemente en Jericó.
Y eso no fue todo lo que hizo. «Al día siguiente, sacando dos denarios se los dio al mesonero, y dijo: “Cuídelo, y todo lo demás
5. Lucas 10:30
6. Lucas 10:31
7. Lucas 10:32
8. Lucas 10:33,34
6
que gaste, cuando yo regrese se lo pagaré.”»9 Dos denarios equivalían al salario de dos días de un obrero. El samaritano prometió volver y pagar otros gastos que resultaran necesarios para que el hombre golpeado estuviera seguro y continuara recibiendo atención.
Al terminar la parábola, Jesús le pregunta al intérprete de la Ley: «“¿Cuál de estos tres piensas tú que demostró ser prójimo del que cayó en manos de los salteadores?” El intérprete de la Ley respondió: “El que tuvo misericordia de él”. “Ve y haz tú lo mismo”, le dijo Jesús».10
Cuando el intérprete de la Ley preguntó: «¿Quién es mi prójimo?» quería una respuesta categórica y sin matices. En cambio, la parábola de Jesús demostró que no existe una lista reducida que indique las personas que estamos obligados a amar o a las que debemos considerar nuestro prójimo. Jesús aclaró que el prójimo son las personas necesitadas que Dios pone en nuestro camino. Mediante esta parábola Jesús dejó bien claro que nuestro prójimo es cualquiera que tenga necesidad, sea cual sea su raza, su religión o su categoría social. No hay límites a la hora de decidir a quién manifestar amor y compasión.
La compasión va mucho más lejos que lo que requiere la ley; hasta se nos pide que amemos a nuestros enemigos.
Puede que las personas golpeadas con las que nos encontramos en la vida no estén medio muertas físicamente a la vera del camino. Sin embargo, son tantos los que, para convencerse de su valía y de que alguien se preocupa de ellos, necesitan que se les manifieste amor y compasión, alguien que les tienda una mano amiga o esté dispuesto a escuchar su grito de auxilio o su lamento. Si Dios te pone a ti en su camino, es posible que te esté llamando a ser ese alguien.
En esta parábola Jesús declaró qué espera de nosotros en cuanto a amor y compasión, y Sus palabras de cierre para nosotros, los que la oímos hoy en día, son: «Ve y haz tú lo mismo».
Peter Amsterdam dirige juntamente con su esposa, María Fontaine, el movimiento cristiano La Familia Internacional. Esta es una adaptación del artículo original. ■
9. Lucas 10:35
10. Lucas 10:36,37
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LOS ÁNGELES DE VANESSA
Steve Larson
El sol se deslizaba bajo el horizonte mientras conducía por una estrecha carretera de dos carriles del centro de México. Miré a mi mujer, Amber, que dormía a mi lado. Por el espejo retrovisor vi a nuestras tres hijas: Tory, una niña muy despierta para sus cuatro años; Shelly, que acababa de cumplir dos y hablaba sin parar como una cotorrita, y la bebita, Vanessa. Las tres dormían profundamente. Pensé en hacer una parada para tomar un café, pero deseché la idea. Si me detenía, todas se despertarían. Además estábamos en una carrera contra el tiempo. Me gustaba conducir de noche, mientras las niñas dormían. El vehículo estaba más fresco y me daba ocasión de reflexionar. Lo necesitaba. Había sido un año agitado. Mis pensamientos me llevaron a la época en que Amber estaba embarazada de Vanessa. Habíamos viajado a la costa oeste de los EE.UU. a visitar a su familia, y luego a la costa este a visitar a la mía. Después nos habíamos incorporado a un centro misionero del sur de
México, a donde habíamos llegado tres semanas antes de la fecha prevista del parto. Amber había presentido que algo no andaba del todo bien con la criatura. Yo le decía que se preocupaba demasiado; pero ella tenía razón. Poco después de nacer Vanessa, nos informaron que tenía una afección cardiaca que requería cirugía. No estaba del todo clara la gravedad de la dolencia. En todo caso los médicos nos instaron a regresar a los EE.UU. para que se le proporcionara la atención médica requerida. Unos amigos de Dallas, Texas, habían aceptado acogernos por un mes. Hacia allá nos dirigíamos en ese momento.
Llegamos a la casa de nuestros amigos en la madrugada. Nos tenían preparada una hermosa habitación. Las niñas no cabían en sí de contentas cuando encontraron dos camitas justo del tamaño para ellas.
*
* *
8
No nos contentemos con dar dinero. El dinero no basta. El dinero puede conseguirse. Lo que la gente necesita es sentirse amada de corazón. Así que manifiesta amor por dondequiera que vayas. Madre Teresa (1910-1997)
Un acto de bondad nunca se pierde; el que siembra cortesía cosecha amistad, y el que planta compasión recoge amor. San Basilio (330–379)
—Mami, ¿hasta cuándo nos podemos quedar en este hotel? —preguntaron maravilladas.
Nuestra primera visita al cardiólogo derivó en un viaje en ambulancia a la unidad de cuidados intensivos del hospital infantil. Vanessa estuvo internada allí más de dos meses. Su cuerpecito luchaba por sobreponerse a la cirugía cardiaca, a la debilidad de sus pulmones, a las intubaciones y a las infecciones estreptocócicas. Amber y yo nos turnábamos para quedarnos con la niña en el hospital; uno de los dos permanecía a su lado a toda hora. Mientras tanto, nuestros queridos amigos cuidaban de nuestras hijas, nos preparaban la comida, nos lavaban la ropa, nos prestaron un auto cuando el nuestro se descompuso y hasta nos pagaron los peajes de la autopista a fin de que pudiéramos tomar la ruta más corta para ir y volver al hospital.
Cuando finalmente pudimos llevar a Vanesita a casa para su convalecencia, nos cedieron su propio dormitorio, donde cabían mejor todos los equipos médicos necesarios para atenderla. Todo ese tiempo no dijeron ni una sola palabra sobre el costo que todo aquello suponía para ellos.
Seis semanas más tarde Vanessa entró en coma y fue trasladada de urgencia al hospital. Los tres meses que siguieron un equipo de médicos continuó tratando de diagnosticar el mal que padecía. Los resultados fueron llegando de uno en uno y eran apabullantes: Había sufrido daños cerebrales; estaba sorda y ciega; su dolencia cardiaca iba a requerir múltiples cirugías. La declararon enferma terminal. Los médicos le dieron un año de vida —tal vez dos— y la entregaron a nuestro cuidado.
Durante meses nuestros amigos lo habían compartido todo sin pedir nada a cambio. Estábamos seguros de que
de no había forma de que pudieran seguir apoyándonos. Encontramos un pequeño departamento cerca del hospital y nos dispusimos a trasladarnos allí.
Ellos entonces reaccionaron de la manera más inesperada: nos pidieron que nos quedáramos. ¿Sabían en qué atolladero se estaban metiendo? ¿Habían tenido en cuenta que Amber y yo tendríamos que turnarnos con la nenita las 24 horas del día? ¿Y que Vanessa necesitaría constante atención médica y visitas semanales de enfermeras? Todo aquello alteraría el normal funcionamiento de su hogar. Para colmo, no sabíamos bien con cuánto íbamos a poder contribuir, ya fuera económicamente o de otra manera. ¿Eran conscientes de que esa situación podía dilatarse y durar años?
Pues sí lo habían tomado en cuenta, y nos respondieron serenamente:
—Estamos a su disposición para cualquier cosa que les haga falta todo el tiempo que sea necesario.
Al cabo de unos meses, mientras descansaba tranquilamente, Vanessa pasó de los brazos de su madre a los de Jesús. De eso hace veinte años. Al día de hoy la actitud de nuestros amigos sigue siendo el ejemplo más vívido de generosidad y sacrificio que he visto en toda mi vida: fue puro amor incondicional y bondad. Estuvieron dispuestos a dar hasta que les dolió y más, a sabiendas de que no podríamos devolvérselo jamás. Nuestros amigos no se limitaron a decir que deseaban seguir el ejemplo de Cristo; ¡lo hicieron! ■
* * *
LO QUE MÁS CUENTA
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CORTESÍAS ENGENDRAN CORTESÍAS
Gabriel García Valdivieso
La cortesía y la amabilidad nunca pasan de moda. No debemos menospreciar nunca el poder de un simple gesto de bondad.
El otro día mi esposa y yo salimos a almorzar con un muchacho que se encontraba de visita en Chile. Cuando tomamos asiento en el restaurante, noté que la actitud del mesero no era la mejor: frío, refunfuñón y un poco cortante. Quizá pensaba que seríamos de esos comensales reclamantes que son el dolor de cabeza de los camareros. Decidí entonces aplicar una táctica que casi nunca falla: Tratarlo con deferencia y colmarlo de amabilidad. Bromeé un poco con él, le hice algunos comentarios positivos, y le sonreímos, demostrándole que estábamos sinceramente agradecidos por su atención. La diferencia se hizo patente. Cambió su semblante. Nos atendió con
Que la gentileza de ustedes sea conocida de todos los hombres. Filipenses 4:5 (rvc)
Sean humildes, amables, comprensivos. Sopórtense unos a otros con amor.
Filipenses 4:2 (blph)
simpatía durante todo el almuerzo, aunque sin abandonar nunca su profesionalismo.
En otra oportunidad me encontraba en un baño público de un centro comercial. Como hombre precavido que soy, siempre llevo un sachet de jabón de manos por si el del lavatorio está agotado. Ese día, efectivamente, el dispensador estaba vacío. Al sacar mi sachet para lavarme, me di cuenta de que un muchacho, decepcionado, no logró sacar más que aire del dispensador. Le ofrecí entonces un chorrito de mi sachet. Sorprendido, me agradeció. No sé por qué cosas estaría pasando aquel joven en su vida, pero deduje por su efusiva reacción que ese gesto infinitesimal le renovó las esperanzas.
En otras ocasiones he sido yo el beneficiario de un acto de cortesía.
En las tardes suelo pasear en bicicleta por el parque y a veces me detengo a hacer algo de gimnasia en los aparatos para ejercicios. Uno de ellos está diseñado para hacer abdominales sin afectar la espalda y lo vengo utilizando desde hace un tiempo. Sin embargo, yo no sabía que no me estaba acomodando bien sobre las barras. Un desconocido que pasaba por allí se tomó el tiempo para explicarme la posición correcta que debía adoptar para sacarle buen provecho a la máquina sin hacerme daño. Se lo agradecí de corazón, pues él había sido la primera persona que se tomó el tiempo para señalármelo.
Casi sin proponérnoslo todos podemos dispensar bondades y gentilezas en nuestro diario andar. Basta con ver una necesidad y prestarnos a atenderla. Un buen punto de partida es saludar a la gente en lugar de pasar de largo con mirada indiferente. Una sonrisa y unas palabras de aliento le recuerdan que la vida es buena. Esmerémonos un poquito más por ser amables y contribuyamos a mejorar el entorno.
Gabriel García Valdivieso es director de la revista «Conéctate». Vive en Chile y está afiliado a La Familia Internacional. ■
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11Man e ras de expresarcariño
Si deseas demostrar a los tuyos que los valoras y los quieres, pero no sabes cómo, aquí tienes algunas ideas, por lo menos para comenzar:
1. Verbalizarlo. Las frases te amo o te quiero siguen siendo idóneas para hacerles saber a tus seres queridos que los aprecias. Repítelas con frecuencia.
2. Explicar por qué. ¿Qué hace que esa persona signifique tanto para ti? Descríbeselo. Cada vez que notes algo nuevo por lo que elogiarla, díselo.
3. Tomarse tiempo para amar. Dedicar tiempo a una persona querida equivale a decirle: «Eres más importante para mí que todo lo demás que podría estar haciendo en este momento».
4. No esperar a que llegue una fecha señalada. Un pequeño obsequio o recuerdo inesperado es a veces más eficaz para expresarle cariño a una persona que un gran regalo en su cumpleaños o en otra fecha especial.
5. Ser constante. Cuando todo marcha bien, una expresión de cariño puede hacer que las cosas anden todavía mejor; y cuando alguien está pasando un mal día, el amor puede revertir la situación.
6. Muestras de afecto. Abrazos. Contacto físico. La ciencia ha demostrado que el contacto humano produce beneficios físicos y mentales.
7. Ser servicial. Esforzarte por ayudar y hacer más de lo que marca el deber es muy elocuente. Demuestra que te preocupas por las personas, que consideras importante su felicidad y que procuras facilitarles la vida.
8. Escuchar de corazón. Procura entender a las personas. En lugar de suponer que las conoces, esfuérzate por descubrir sus sentimientos y lo que piensan.
9. Manifestar respeto. Las sanas relaciones se basan en el respeto mutuo y la valoración de las cualidades de la otra persona. Busca ocasiones de demostrar a tus seres queridos que crees en ellos.
10. Obrar desinteresadamente. Privilegiar las necesidades y deseos de tus seres queridos por sobre los tuyos demuestra que su felicidad y bienestar son más importantes para ti que los tuyos.
11. Ser auténtico. Si bien es un poco avergonzante abrirte y transparentarte para que otros te vean tal como eres, ello contribuye a unir mentes y corazones. ■
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Existe una salida para la futilidad y la incertidumbre. Jesús puede darte un nuevo sentido y una razón de ser. Todo parte cuando lo invitas a entrar en tu vida: Jesús, te ruego que me perdones todos mis pecados. Creo de verdad que Tú moriste por mí. Te abro la puerta de mi corazón y te invito a entrar en mi vida. Lléname de Tu amor y de Tu Espíritu Santo. Quiero conocerte y que me guíes por el camino de la verdad. Amén.
UN LUGAR INCOMPARABLE
Curtis Peter van Gorder
En un curso de literatura de la secundaria estudiamos la obra de teatro A puerta cerrada, de JeanPaul Sartre, en la que los moradores del infierno estaban confinados en una sala. No tenían nada más que hacer que enfrascarse en discusiones infructuosas y carentes de sentido.
Leí otro artículo que retrataba el infierno como un lugar impecable parecido a un hospital. Había allí un sinfín de habitaciones llenas de personas que se dedicaban más o menos a lo mismo que habían hecho en la Tierra, solo que sin esperanza de lograr nada útil: Los científicos realizaban experimentos interminables que no arrojaban resultados; los soldados libraban combates sin pausa ni tregua; los trenes nunca llegaban a su destino, y las naves espaciales jamás lograban despegar. Nunca se conseguía nada. En Infierno, la primera parte del poema épico La divina comedia, de Dante, se describe una parte de ese lugar de tormento como una sucesión interminable de montañas que hay que escalar una tras otra.
El Cielo, en cambio, es todo lo contrario. Según la Biblia, será un remanso de infinita paz, un lugar de eterna satisfacción y de trabajo siempre fecundo.
Experimentaremos pleno gozo en la presencia de Dios y en unión fraterna unos con otros.1 Ello contrasta fuertemente con la errónea concepción popular de que los benditos se pasan la eternidad flotando en una nube y tocando parsimoniosamente el arpa.
La dicha que esperamos tener en el Cielo puede comenzar hoy mismo. En el padrenuestro, Jesús se dirige a Dios Padre y dice: «Venga tu reino. Hágase tu voluntad en la Tierra como en el cielo».2 Y en una ocasión en que le preguntaron cuándo vendría el reino de Dios, explicó: «El reino de Dios no vendrá con advertencia; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros».3 Dicho de otro modo, ya está en nuestro corazón, o puede estarlo.
Según el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia, vida es tanto «el espacio de tiempo que transcurre desde el nacimiento hasta la muerte» como el «estado del alma después de la muerte». Es decir, hay vida antes y después.
El apóstol Juan lo personaliza al afirmar: «Esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado».4
Conocer personalmente a Jesús es un anticipo del Cielo.
Curtis Peter van Gorder es guionista y mimo. Dedicó 47 años de su vida a actividades misioneras en 10 países. Él y su esposa Pauline viven actualmente en Alemania. ■
1. V. Apocalipsis 21:4-7
2. Mateo 6:10 (NVI)
3. Lucas 17:20,21
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4. Juan 17:3
¿BIODEGRADACIÓN O GERMINACIÓN?
La muerte forma parte del ciclo de la vida; no es el fin. Esto se evidencia en todas las esferas de la naturaleza, y quizá no haya ejemplo más claro que el que presentó Jesús a Sus discípulos cuando los preparaba para la muerte que Él iba a padecer: «Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto».1
El apóstol Pablo se explayó en esa analogía al referirse a nuestro fin, que en realidad será nuestro principio. «Cuando se siembra, la semilla tiene que morir para que tome vida la planta. Lo que se siembra no es la planta que ha de brotar, sino el simple grano, sea de trigo o de otra cosa. Después Dios le da la forma que Él quiere, y a cada semilla le da el cuerpo que le corresponde. [...] Lo mismo pasa con la resurrección de los muertos. Lo que se entierra es corruptible; lo que resucita es incorruptible. Lo que se entierra es despreciable; lo que resucita es glorioso. Lo
1. Juan 12:24 (HCSB)
2. 1 Corintios 15:36-38,42-44 (DHH)
3. Filipenses 3:21
4. V. Marcos 16:12; Lucas 24:13-16,36; Juan 20:14
5. V. Mateo 28:9; Lucas 24:38-43; Juan 20:16,17,27; Hechos 1:3
6. V. Lucas 24:15-17; Juan 20:16,17; Hechos 1:3
7. V. Marcos 16:19; Lucas 24:31,36,50; Juan 20:19,26; Hechos 1:9
8. 1 Corintios 15:52,54
que se entierra es débil; lo que resucita es fuerte. Lo que se entierra es un cuerpo material; lo que resucita es un cuerpo espiritual».2
Cuesta imaginarse qué aspecto tendrán esos cuerpos espirituales; no obstante, la Biblia nos da algunos indicios en las descripciones que contiene de Jesús después de Su resurrección, además de la clásica afirmación de Pablo: «Transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria Suya».3
Jesús se apareció con aspecto de hombre; no obstante, las más veces ni siquiera Sus más íntimos amigos lo reconocieron enseguida.4 Tenía substancia, «carne y huesos»,5 caminaba, hablaba y podía comer;6 sin embargo, también podía materializarse y desaparecer a voluntad.7
Jesús esencialmente era el mismo, solo que Sus facultades se incrementaron exorbitantemente. Lo mismo nos ocurrirá a nosotros. «En un momento, en un abrir y cerrar de ojos, [...] seremos transformados. Entonces se cumplirá la palabra que está escrita: “Sorbida es la muerte en victoria”.»8
Keith Phillips fue jefe de redacción de la revista Activated , la versión en inglés de Conéctate, durante 14 años, entre 1999 y 2013. Hoy él y su esposa Caryn ayudan a personas sin hogar en los EE.UU. ■
Keith Phillips
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ADAPTARNOS A TODOS
La Biblia dice: «No se amolden al mundo actual»;1 pero al mismo tiempo nos recomienda hacernos «de todo a todos».2 A primera vista estas instrucciones pueden parecer contradictorias, pero en realidad bien pueden complementarse. A Dios no le agrada que adoptemos modos y costumbres contrarios a Sus preceptos, por muy generalizados que estén. Pero sí desea que nos mantengamos en sintonía con la sociedad, en aspectos que nos permitan comunicar más claramente Su amor a los demás y atraerlos a Él.
El apóstol Pablo marcó la pauta en ese sentido y dio ejemplo de flexibilidad al relacionarse con una amplia diversidad de personas en su labor de difusión del cristianismo. Por ejemplo, al dirigirse a un público predominantemente judío en Antioquía les recordó la historia de Israel desde los tiempos de Moisés hasta la época de David, para luego demostrar que Jesús había cumplido las profecías escritas en el Antiguo Testamento sobre el Mesías.3 En cambio, cuando habló ante griegos muy cultos en el Areópago, sede del consejo de Atenas, no abordó en absoluto la historia del pueblo judío —tema que difícilmente habría suscitado su
interés—; más bien se refirió a un altar que había visto en la ciudad, el cual llevaba la inscripción: «Al dios desconocido». Seguidamente citó a los poetas griegos para enseñar que los atributos de aquel dios —creador, proveedor y juez— estaban presentes en Jesús.4
Francisco Javier (1506-1552) también siguió el principio de «hacerse de todo a todos». Para identificarse con el pueblo indio, que consideraba la humildad una virtud, vestía ropajes raídos y viajaba a pie. En cambio, más adelante cuando visitó Japón, descubrió que allí la humildad no era vista como una virtud y que la pobreza era despreciada. Adaptó entonces su modo de vestir y llevó obsequios costosos al emperador. Hacía lo que fuera necesario para que los pueblos entre los que pretendía propagar el Evangelio se llevaran la mejor impresión posible de Jesús.
Jesús mismo se hizo de todo a todos al abandonar las excelsas Cortes Celestiales y la unión íntima que tenía con Su Padre para venir a la Tierra encarnado en un hombre.5 Lo hizo a fin de identificarse más con nosotros, comprender nuestras desventuras y debilidades y sacrificar Su vida por el perdón de nuestros pecados.6 Él quiere que sigamos Su ejemplo.7 Desea que manifestemos amor a los demás poniéndonos a su nivel.
Uday Paul es escritor independiente, profesor y voluntario. Vive en la India. ■
Uday Paul
1. Romanos 12:2 (NVI)
2. 1 Corintios 9:22
3. V. Hechos 13:14-49
4. V. Hechos 17:22-31
5. V. Filipenses 2:5-7
6. V. Hebreos 2:17
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7. V.1 Juan 2:6
LA MOTIVACIÓN DE LAS RECOMPENSAS
Marie Alvero
«Este año tenemos que pagar los almuerzos escolares», me informó mi hija después del primer día de colegio. Yo ya lo sabía. Durante el curso anterior el distrito escolar había subvencionado los almuerzos de todos los niños como parte del subsidio estatal activado a causa del COVID, pero el sistema escolar no podía costearlo un año más. Eso dio pie a una conversación familiar sobre cómo hasta lo que parece gratuito en realidad siempre tiene un coste que hay que sufragar de alguna manera.
Me puse a rumiar el asunto pensando en las cosas que hacemos por los demás, como donar nuestro tiempo, dinero y recursos. Para ellos es gratis, pero al que da le cuesta. ¿Hay alguien que pague el costo? Eso me llevó a cavilar en las recompensas celestiales y si debemos o no sentirnos motivados por ellas. ¿Es legítimo pensar que no me pagarán por esto aquí en la Tierra, pero sí en el Cielo?
Cristo habló mucho de las recompensas celestiales; por ejemplo: «El Hijo del hombre ha de venir en la gloria de
1. Mateo 16: 27 (NVI)
2. Marco 9:41
3. Romanos 5:8
4. Apocalipsis 22:12 (NVI)
su Padre con Sus ángeles, y entonces recompensará a cada persona según lo que haya hecho».1 «Cualquiera que les dé un vaso de agua en mi nombre, porque son de Cristo, de cierto les digo que jamás perderá su recompensa».2
Jesús hizo más de 40 alusiones a recompensas, tesoros en el cielo, coronas de vida, vida eterna y lo que se recibe por obediencia, compasión y sufrimiento a causa de Cristo. El resto de la Biblia abunda también en referencias sobre el tema.
La cuestión es que las recompensas celestiales justamente deben servirnos de aliciente. La idea de «ganar a lo grande» en el Cielo debería infundirnos fuerzas y determinación para afrontar lo que nos cuesta en esta vida. Eso no significa que no debamos tener la motivación de amar como Dios nos amó, dado que «siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.3
No obstante, cuando eso resulte difícil, cuando te cueste, recuerda las palabras de Jesús: ¡Vengo pronto! Traigo conmigo Mi recompensa, y le pagaré a cada uno según lo que haya hecho.4
Marie Alvero ha sido misionera en África y México. Lleva una vida plena y activa en compañía de su esposo y sus hijos en la región central de Texas, EE. UU. ■
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De Jesús, con cariño
SI DAS AMOR…
Sé que es difícil para ti no poder siempre sentir Mi amor. A veces te gustaría que fuera más tangible, más patente. Deseas palpar Mi presencia cuando necesitas consuelo y escucharme de viva voz cuando te hablo al corazón. Sin embargo, basta con que creas por fe que estoy contigo, y premiaré tu fe y te bendeciré con manifestaciones de Mi amor y cuidados.
Una forma en que puedes sentir más Mi amor es manifestarlo a los demás. Al hacerlo, sentirás que mana de ti. Si lo transmites, te llenarás de él hasta rebosar. Por eso, si tienes una sensación de vaciedad y de que no te quieren, entrega amor. Verás que Mi amor llenará tu vida a raudales.
Tu mundo se colma de belleza cuando prodigas Mi amor a los demás.