Conéctate, septiembre 2023: Crecimiento y progresos

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SIN LLUVIA NO HAY ARCO IRIS

Buscar en el mal el bien

Vencer los miedos

No estás solo

Sorprendidos en una tempestad

Aventura en el mar de Galilea

CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA Año 24 • Número 9

Año 24, número 9

A NUESTROS AMIGOS

crecimiento y progresos

El crecimiento y el progreso son cosas que prácticamente todo el mundo desea. ¿A quién le hace gracia quedarse estancado en lo mismo y dejar de avanzar, ya sea en la esfera personal, familiar o laboral? Por naturaleza, no solo queremos cumplir con nuestras obligaciones, sino hacerlo mejor. Díganme si no. De ahí la sabiduría popular y el refrán: «Ir de bien en mejor, no hay cosa mejor». Y eso nos lleva a otra verdad, si adelante no vas, atrasarás. De ahí la importancia de no quedarnos dormidos en la vida, sino espabilarnos. Espiritualmente eso significa crecer y madurar en nuestra relación con Cristo.

2ª de Pedro 1:5-7 es un pasaje estimulante en ese sentido. Nos presenta un modelo, no solo de cómo vivir bien, sino de cómo mejorar y progresar continuamente: «Poniendo todo empeño, añadan a su fe, virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, perseverancia, a la perseverancia, devoción; a la devoción, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor».

Ahora bien, progresar sin el aval y el apoyo de Dios tampoco tiene sentido para nosotros, sus seguidores, por más que avancemos con buen destino. Por eso, antes de emprender rumbo debemos asegurarnos de que tengamos la venia divina y la garantía de que será nuestro compañero de camino.

Poco después que los hebreos se embarcaran en su viaje a la Tierra Prometida, se apartaron de Dios y forjaron un becerro de oro como objeto de culto. Si bien este es un episodio muy mentado de la Sagrada Escritura, ilustrado en numerosos libros y películas, no muchos conocen lo sucedido después: Dios le dice a Moisés que los ha perdonado y que enviará un ángel para conducirlos a la Tierra de Promisión, pero que no irá con ellos, pues son un pueblo terco, y no vaya a ser que los destruya en el camino.

Los hebreos le piden a Dios que reconsidere, y Moisés, abogando por ellos, le implora: «Si tú mismo no vas a acompañarnos, no nos hagas salir de aquí».1 Dios se conmueve y accede: «Está bien, haré lo que me pides, pues cuentas con mi favor y te considero mi amigo».2

Lo sorprendente es que Moisés y el pueblo no le atribuían valor alguno a trasladarse a su anhelada tierra, lugar del que se decía que manaba leche y miel, si Dios no iba con ellos. El progreso —aunque supusiera la consumación de todos sus sueños y esperanzas— no tenía sentido sin la presencia de Dios.

El esquema que propone el apóstol Pedro no es una lista de control fácil de cumplir en tres sencillos pasos, sino una empresa que nos demanda toda una vida. Sin embargo, mientras privilegiemos nuestra relación con Dios por encima de todo y hagamos lo que esté dentro de nuestras posibilidades, podemos contar con que creceremos y gozaremos de Su favor.

1. Éxodo 33:15 (DHH)

2. v. 17 (NVI)

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Producción Ronan Keane

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A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y de la versión Reina-Varela Actualizada 2015 (RVA-2015), © Casa Bautista de Publicaciones/Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.

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DÍA A LA VEZ

Me agrada poder decir que no me estreso. Si bien no soy de las personas que se estresan o se sienten agobiadas con frecuencia, la verdad es que, aunque no me dejo abrumar por los acontecimientos, sí que me agobian mis propios pensamientos, planes y tareas pendientes. Me afecta el fracaso. Me molesta cuando no consigo hacer algo que creía que podía o debía haber hecho. Me enfada cuando siento que no voy a ser capaz de cumplir con lo que se me pide. Tengo muchas expectativas, metas y objetivos que nunca alcanzaré. Eso me irrita mucho y me lleva a decepcionarme de mí misma.

Un domingo estaba cantando la canción góspel «Un día a la vez». Mi profunda contrariedad, que llevaba una semana latente, finalmente afloró y me sentí inspirada a dirigirle aquellas palabras a Jesús, imaginándomelo delante de mí.

«Un día a la vez, Dios mío».

Mientras cantaba la primera línea, se la dirigí a Jesús y volqué en cada palabra todos mis sentimientos de enojo desbordado e ineptitud. Sin embargo, antes que pudiera continuar con aquel canto de abatimiento, oí Su voz en mi cabeza, que me cantaba la siguiente frase:

«Es lo que pido de ti».

Me quedé muda en medio de todos los que cantaban a mi alrededor, porque Él acababa de poner patas arriba toda la canción. Yo siempre la había interpretado como una petición a Dios de la intérprete para que permaneciera a su lado. Ella solo quiere un día con Él. No desea otras cosa que las fuerzas y la motivación necesarias para hacer lo que debe, una cuota suficiente de Jesús para sobrellevar la jornada.

Pero de repente me di cuenta de que no había sido Dios quien me había pedido todos esos cambios, planes a largo plazo y superaciones personales. Había sido yo; me había estado exigiendo dar más de lo que podía en una jornada, me había impuesto todos esos cambios y mejoras a largo plazo, aunque Dios no me pedía otra cosa que dar lo que podía en un día. Lo único que me pedía era que fuera fiel un día a la vez.

Ahora, cuando recuerdo lo que Él me cantó en esa ocasión, definitivamente me siento menos fracasada por lo que no logré hacer ayer y lo que no podré hacer mañana. Es que vivir en el presente, un día a la vez, es lo único que puedo hacer.

Amy Joy Mizrany nació y vive en Sudáfrica. Lleva a cabo una labor misionera a plena dedicación con la organización Helping Hand . Está asociada a LFI. En su tiempo libre toca el violín. ■

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SIN LLUVIA NO HAY ARCO IRIS

En la vida hay muchas cosas normales y naturales que unos consideran favorables y otros una contrariedad. Pongamos por ejemplo un día de lluvia. Hay quienes se quejan de que llueva, mientras que a otros puede parecerles que viene de perlas para regar sus cultivos o el pasto. Hay cosas que para algunos son oportunidades que por nada del mundo dejarían pasar, digamos, mudarse a otro lugar, pero que para otros son causa de disgusto y contrariedad. Cualquier cosa puede llegar a generar resentimiento, hasta hechos que no son intrínsecamente malos o que para otras personas resultan halagüeños. En muchos casos depende de cómo se tome uno los acontecimientos y las circunstancias.

Por otra parte, hay cosas en las que todos coincidiríamos que no son ni buenas ni deseables en el plano natural: una enfermedad, un accidente de tránsito, el incendio de una casa, entre otras. Si tienes alguna discapacidad, muy

probablemente te haya causado mucha pena y angustia. No es algo imaginario y es muy natural que te afecte negativamente; no obstante, aun nuestras limitaciones físicas pueden llegar a ser peldaños que nos conducen a una vida mejor. Pueden ser como los travesaños de una escalera de mano que nos ayudan a trepar más alto de lo que alcanzaríamos a llegar sin el apoyo que nos dan.

Todos tenemos algo que podría estorbarnos y llegar a ser un grave impedimento si permitiéramos que nos hundiera. Lo estupendo del caso es que el Señor nos ha concedido un medio de sobreponernos a ello. Más aún, eso es precisamente lo que espera que hagamos. En vista de que contamos con Su ayuda, las circunstancias no tienen por qué determinar nuestra conducta.

No hay más que recordar la cantidad de personas que a lo largo de la Historia remontaron obstáculos aparentemente insalvables para lograr cosas de gran

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María Fontaine

La vida no siempre es una travesía sin nubes; tinieblas y tempestades la luz nos ocultan. Mas el Padre con Su misericordia nos cubre para traernos gozo en nuestra angustia. Aunque se ciernan sobre nosotros nubarrones. que nos tapan la vista y nos ciegan la fe, y la más densa oscuridad nos desazone, el arcoíris de Su amor habrá de aparecer.

trascendencia. Tuvieron que esforzarse más por superar esos impedimentos, pero gracias a ello se fortalecieron. En vez de quejarse del trago amargo que les había tocado en suerte, se propusieron endulzarlo. Gracias a esas supuestas desventajas llegaron más lejos de lo que habrían podido si no las hubieran enfrentado.

Beethoven estaba sordo como una tapia cuando compuso algunas de las obras musicales más bellas que se hayan escrito. Edison también estaba sordo cuando inventó el fonógrafo. Se dice que Alejandro Magno tenía una deformidad en el cuello o en la espalda. El poeta griego Homero era ciego. Renoir pintó algunas de sus mejores obras con los dedos retorcidos por el reumatismo y el pincel atado a la mano. Händel estaba paralítico del lado derecho cuando compuso su obra maestra, el coro Aleluya de El Mesías.

Suele suceder que quienes han superado dificultades luego son capaces de infundir en otras personas el valor y la fe necesarios para vencer ellas mismas sus propias dificultades. Su ejemplo es prueba de que es posible sobreponerse a situaciones de cariz imposible.

De no haber sido ciega y sorda desde la infancia, Helen Keller jamás habría tenido oportunidad de dar el aliciente que dio —y sigue dando— a millones de personas, y jamás habría dicho: «Doy gracias a Dios por mis impedimentos físicos, pues por intermedio de ellos me encontré a mí misma, descubrí mi vocación y conocí a Dios».

Booker Washington nació esclavo. Más adelante, para mantener a su familia, trabajó en una fábrica de sal y

luego de sirviente para el dueño de unas minas de carbón. Finalmente llegó a ser educador, portavoz de causas afroamericanas y fundó un colegio universitario para jóvenes de su misma ascendencia.

En nuestros problemas y contratiempos hay ventajas por descubrir. Si no los tuviéramos quizá llegaríamos a ser personas pagadas de sí mismas y deambularíamos por la vida con indiferencia. No adquiriríamos la firmeza de carácter que nos confiere la superación de obstáculos. La belleza que suele brotar del sufrimiento tal vez no afloraría en nuestra vida. Quizá no valoraríamos tanto a nuestros seres queridos, ni reconoceríamos como amigos verdaderos a los que acuden a ayudarnos en nuestra hora de necesidad. Tal vez no comprenderíamos ni nos compadeceríamos mucho de los que pasan por trances parecidos ni sabríamos cómo ayudarlos.

A veces Dios se vale de los apuros para que acudamos a Él. También se sirve de las pruebas y dificultades para enseñarnos, entre otras cosas, a ser pacientes, misericordiosos y menos moralistas. Si nunca enfrentáramos contrariedades no tendríamos que buscar fuerzas en Dios. Tampoco experimentaríamos esa emoción que nos embarga al descubrir que Él siempre vendrá a nuestro auxilio y nos sacará adelante.

María Fontaine dirige juntamente con su esposo, Peter Amsterdam, el movimiento cristiano La Familia Internacional. Esta es una adaptación del artículo original. ■

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LA JAQUECA QUE ME TRAJO ALIVIO

No hace mucho tenía un trabajo grande que realizar desde casa. Era mi obligación y el plazo, perentorio. Sin embargo, al cabo de un par de horas me sobrevino un dolor agudo en la cabeza. En cuestión de minutos recrudeció y sentí un martilleo la cabeza como nunca había sentido. Apoyé la cabeza en el escritorio y me di cuenta de que no podía levantarla. Empecé a ver todo borroso, y mis pensamientos se nublaron. A trompicones logré llegar a mi habitación y me desplomé en la cama. Con el corazón retumbándome en los oídos y los ojos a punto de salírseme de las órbitas, clamé en voz alta:

«¡Señor, ayúdame!» Minutos después, me dormí.

Cuando desperté más tarde, ya sintiéndome mucho mejor, volví al trabajo y me olvidé rápidamente de aquel desagradable episodio. Al menos temporalmente, pues a la mañana siguiente, el dolor me volvió. Se repitió al día siguiente, y al otro. Avanzaba poco en mi trabajo, tomaba analgésicos y seguía sin poder calmar el incesante dolor. Incluso cuando disminuía ligeramente, me preocupaba que volviera a aparecer. Aunque seguía rezando para sanarme, también me preocupaba el plazo de entrega y cómo iba a terminar mi trabajo a tiempo.

De repente me di cuenta de que estaba abordando mal mi trabajo. Claro, rezaba antes de empezar, pero por mera costumbre. Luego empujaba con mis propias fuerzas, todo el tiempo prometiéndome insistentemente que lo lograría, pasara lo que pasara. En realidad, la preocupación y el estrés han estado incorporados a mi ritmo de trabajo durante mucho tiempo.

Así que me tomé unos minutos para sentarme y conectar con Jesús a través de la oración antes de empezar de nuevo. Sorprendentemente, mi trabajo empezó a fluir, los problemas se resolvieron y logré hacer progresos. Al cabo de varias horas me di cuenta de algo: Ya no tenía dolor. La jaqueca había desaparecido.

En pocos días terminé mi trabajo antes de lo previsto. Mi jaqueca no ha vuelto y toda mi actitud cambió. Ese dolor de cabeza era demasiado para mí, pero no para Jesús. Ahora, cuando una tarea se perfila demasiado grande, cambio mi forma de acometerla. En lugar de insistir en hacerlo yo, confío en que lo hará Él, y le dejó a Él el trabajo pesado.1

1. V. 1 Pedro 5:7. 6
Chris Mizrany es misionero, fotógrafo y diseñador de páginas web. Colabora con la fundación Helping Hand en Ciudad del Cabo, Sudáfrica.

11 CONSEJOS PARA FORTALECER LA FE

1. Pasa ratos provechosos leyendo la Palabra.1 Léela, escúchala, memorízala, medita sobre ella. «Deseen con ansias la leche pura de la Palabra, como niños recién nacidos. Así, por medio de ella, crecerán en su salvación».2

2. Lee relatos de intervención divina. Los testimonios de oraciones respondidas, tanto de la Biblia como de la actualidad, trasladan las promesas de ayuda divina al terreno de lo práctico. Lo que Él ha hecho por otras personas, lo puede hacer por ti.

3. Confía en las promesas de Dios. A medida que estudies la Palabra ve elaborando una lista de versículos que contengan promesas divinas para diversas situaciones. Cuando ores confía en que Dios cumplirá Sus promesas conforme a Su voluntad.

4. No pierdas el optimismo. Considera las situaciones difíciles, los obstáculos y los desafíos como oportunidades de estirar tu fe.

5. Presenta tus problemas e inquietudes a Dios en oración. Él dice: «Clama a Mí, y Yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces».3 Conforme aprendas a trabajar más estrechamente con Dios para obtener de Él soluciones y respuestas, adquirirás más conciencia de Su amor y auxilio omnipresentes.

6. Acoge los cambios. Los grandes cambios de circunstancias a veces nos incomodan y desestabilizan. Al mismo tiempo, esas alteraciones son el caldo de cultivo de la fe, toda vez que nos inducen a buscar a Dios y confiar en que Él es dueño de la situación. Cada vez que depositamos nuestra confianza en Dios nos resulta más fácil creer en que Él nos ayudará a pasar por la siguiente vicisitud.

7. Ora con fe, confiando el desenlace a Dios. Cuando das gracias a Dios por obrar en la situación aun antes de que se materialicen las respuestas a tus oraciones, la acuciante necesidad pasa a un segundo plano y toda la atención se centra en el interés de Dios por atender a cada una de tus necesidades.

8. Lleva un registro en el que detalles por qué cosas rezas y en qué fecha. Luego toma nota de las respuestas que se vayan produciendo a tus oraciones.

9. Encomienda a Dios cada preocupación y decisión. A medida que reconocemos a Dios en todos nuestros caminos4 y le pedimos que se haga Su voluntad en la situación o dificultad que afrontamos, podemos confiarle el resultado a Él, por mucho que difiera de lo que le habíamos pedido en oración.

10. Toma decisiones basadas en la Palabra. Cuanto más aprendas a proceder según los principios y promesas de la Palabra de Dios, más aumentará tu fe y tu confianza en Él al momento de presentarle otras necesidades en oración.

11. Da testimonio del poder de Dios. Relatar a otras personas tus experiencias de auxilio divino fortalecerá tu fe y la de todos los que te oigan. ■

2.
1. V. Romanos 10:17
1 Pedro 2:2 (NVI) 3. Jeremías 3:3 4. V. Proverbios 3:6
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SORPRENDIDOS POR UNA TEMPESTAD

Recuento de Mateo 8:23–27, según un discípulo. Curtis Peter

Nadie podía narrar como narraba el Maestro: relatos sobre campos y ovejas, una moneda perdida y un hijo descarriado, siervos sabios y necios, vigilantes y vírgenes, por mencionar algunas nada más.

Se venía el anochecer y estábamos ya agotados tratando de mantener el orden. La multitud llevaba allí varias horas. No dejaba de empujarnos hacia la orilla agolpándose para acercarse a Jesús y tener una mejor vista o tocar Su manto para obtener una bendición. Jesús tuvo que contar Sus relatos desde una de las barcas de pescadores para que le oyeran. Como se hacía tarde les dijimos a todos que se fueran a casa. El espectáculo había terminado por hoy.

Jesús nos señaló que fuéramos al otro lado del lago de Galilea, pues sabía que allí nos esperaba otra aventura, ¡como si necesitáramos más emociones! Todos esperábamos un merecido descanso y tranquilidad.

Embarcamos en aguas tranquilas, satisfechos por lo realizado ese día. Jesús estaba tan agotado como nosotros. Tanto así que poco después de zarpar se fue a la popa, donde pronto se quedó dormido sobre una almohada. Nuestras condiciones de vida eran bastante rigurosas, por lo que agradecíamos las pequeñas comodidades. Él solía decir que las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero que Él no tenía dónde reclinar la cabeza; muy cierto, aunque ¡cuánto ayuda una almohada blanda para dormir bien!

De pronto, sin decir agua va, se desató una tormenta en medio del lago. Como pescador experimentado que soy, sabía que podían producirse tormentas repentinas, sobre todo al atardecer. Entiendo que eso sucede cuando el aire frío de las altas montañas circundantes choca con el aire caliente de la superficie del lago.

van Gorder
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Mi primera reacción fue que no era buena idea salir tan tarde, pero el cielo no tenía mal aspecto y, al fin y al cabo, estábamos con el Maestro. Seguramente Él no nos habría dicho que navegáramos si no supiera que alcanzaríamos la otra orilla; pero pronto descubrí que Sus caminos no son necesariamente los mismos que los nuestros.

El viento comenzó a chillar y a aullar como una bestia enfurecida. Las olas golpeaban contra la borda. Había visto borrascas antes, pero ninguna como esta. Nuestra pequeña y abarrotada embarcación se iba llenando con rapidez y todos empezamos a sacar agua frenéticamente con lo que encontrábamos. Todos menos el Maestro. No me lo podía creer. Estaba profundamente dormido como si reposara en un sofá de vellón de oveja.

1. Salmo 65:5,7 (NTV); Salmo 107:29,30 (NTV)

2. http://elixirmime.com

Teníamos el agua hasta los tobillos y el barco se agitaba. Daba la impresión de que estábamos a lomos de un dragón. Nuestra línea de flotación estaba muy alta y pronto nos inundaríamos. Mantenernos en la barca demandaba todos nuestros esfuerzos. No todos sabían nadar y, aunque supieran, las olas eran tan fuertes que nadie duraría mucho en el agua fría.

Otro discípulo y yo sacudimos a Jesús y le suplicamos que hiciera algo. Como no respondió de inmediato, intentamos una inducción un poco más fuerte para que, ojalá, se sintiera responsable por no ayudarnos en nuestra calamidad.

—¡Maestro, no te importa que nos vayamos a ahogar? ¡Sálvanos!

Entonces se levantó y con la mano en el mástil le habló a la tormenta.

—¡Silencio, cálmate!

¡Y así fue! Pronto se hizo una gran bonanza. Nos detuvimos un minuto para saborear el momento. Pensé que hubiéramos debido haberle pedido auxilio mucho antes.

Jesús nos miró y nos dijo:

—¿Por qué tenían tanto miedo? ¿Dónde está su fe?

Yo estaba demasiado avergonzado para responder. Claro está que también nosotros teníamos preguntas:

—¿Quién es este hombre, que hasta el viento y el mar le obedecen?

Tomamos conciencia de que no solo seguíamos a un sabio rabino, sino que estábamos en presencia de la gloria de Dios.

Al poco tiempo llegamos sanos y salvos a la otra orilla y recordé los siguientes pasajes: «Fielmente respondes a nuestras oraciones con imponentes obras, oh Dios nuestro salvador. Eres la esperanza de todos los que habitan la tierra, incluso de los que navegan en mares distantes. Calmaste los océanos enfurecidos, con sus impetuosas olas. Calmó la tormenta hasta convertirla en un susurro y aquietó las olas. Los llevaba al puerto sanos y salvos.1

Cuando otras tormentas me golpearon inesperadamente más tarde en la vida, confié en que Aquel que estuvo con nosotros en aquella barca ese día estaría conmigo siempre, hasta el fin de mis días.

Curtis Peter van Gorder es guionista y mimo. 2 Dedicó 47 años de su vida a actividades misioneras en 10 países. Él y su esposa Pauline viven actualmente en Alemania. ■

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LA MEJOR VERSIÓN DE TI MISMO

Nuestra vida cotidiana consta de hábitos y tareas corrientes, que pueden ayudarnos mucho a alcanzar nuestros objetivos vitales, siempre que esos hábitos sean buenos. Los hábitos positivos son una gran ventaja. Los negativos, en cambio, son como agujeros negros que absorben las posibilidades productivas, innovadoras y favorables de nuestra vida. Alguien dijo una vez: «Las personas no determinan su futuro; determinan sus hábitos, y sus hábitos determinan su futuro».

Fórmula para progresar

Para resolver un problema matemático basta con seguir la fórmula. Aunque superar los malos hábitos no es exactamente una operación matemática, he aquí una fórmula útil para avanzar: Desearlo. Creer que es posible. Examinar tu entorno. Poner en evidencia tus excusas. Elaborar un plan. Revisar periódicamente tus progresos.

Desearlo

¿Cuánto deseas cambiar? ¿Tanto como para estar dispuesto a transformar tu vida con tal de alcanzar tu objetivo? ¿Tanto como para deshacerte de tus hábitos negativos y sustituirlos por otros positivos? ¿Tanto como para sacrificar todo lo que se opone al cambio y a los progresos que deseas?

Si bien muchas personas quieren cambiar sus malos hábitos, no lo desean a tal punto de hacer lo necesario para lograrlo, por lo que sus esfuerzos resultan superficiales e ineficaces. 1. Proverbios 23:7 2. Proverbios 18:14 (MSG)

Creer que es posible

Puede que desees cambiar y consideres que estás dispuesto a pagar el precio para conseguirlo, pero en el fondo, quizá dudes de tus reales capacidades.

La fe es algo asombroso, como dice la Biblia: «Cuales son sus pensamientos íntimos, tal es él»1 Otro versículo reza: «Un espíritu sano vence la adversidad»2. Lo que evidencian esos versículos es que

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la voluntad humana es una fuerza muy potente, sobre todo cuando va acompañada de la fe en la suficiencia de Dios.

Si te cuesta creer que puedes cambiar, adopta una actitud positiva y llena de fe, por más que tus sentimientos te digan lo contrario. Empieza a repetir afirmaciones positivas que refuercen el cambio, por ejemplo: «Por la gracia de Dios, puedo cambiar y voy a cambiar».

Examinar tu entorno

Muchas veces el deseo de cambiar no basta para culminar el proceso. Tenemos que observar nuestro entorno con seriedad y sentido práctico y distinguir qué cosas hacemos a diario que atentan contra nuestro progreso o refuerzan nuestros hábitos negativos.

Puede que descubramos que con cada hábito que intentamos crear o romper hay ciertos factores físicos que nos favorecen o nos perjudican. Es preciso que averigüemos cuáles son y que los modifiquemos según sea necesario.

Poner en evidencia tus excusas

Tenemos que vernos a nosotros mismos con franqueza y reconocer las excusas que nos ponemos. Escríbelas y elabora un plan para contrarrestarlas, una razón superior que te motive a no darles lugar.

Elaborar un plan

Es útil documentar nuestros objetivos y cómo vamos a conseguirlos. Un objetivo no conlleva un plan si no se pone por escrito. Y un plan no es eficaz si no se revisa con frecuencia.

Cuando elabores tu plan recuerda que debes ser realista. Si este no es realista, acabarás desanimándote y quizás abandones antes de alcanzar tu objetivo. Es mejor

ser realista y alcanzar el objetivo poco a poco que no llegar nunca.

Y por último, no te desanimes. Todos tenemos momentos en los que nos equivocamos o tenemos un mal día. Debemos tener previstos y dar por sentados algunos contratiempos para no terminar desconcertados cuando se produzcan.

Revisar periódicamente tus progresos

Por último, pero no por ello menos importante, comprueba tus progresos. Evalúa regularmente tu plan para ver si te está dando resultado; si no, cámbialo. Tu plan es una herramienta para progresar. Si tu plan original no era realista, ajústalo. Si era demasiado indulgente, también.

Es conveniente desglosar cada plan que elaboramos en tres categorías:

Objetivos de largo plazo (para alcanzar dentro de dos a cinco años)

Objetivos de mediano plazo (para alcanzar dentro de seis meses a un año)

Objetivos de corto plazo (para alcanzar en los próximos 30 días)

Desglosar nuestros planes en objetivos de largo, mediano y corto plazo les da estructura y nos permite medir los progresos. Así, cuando revisemos nuestros planes cada mes, por ejemplo, podremos medir nuestro progreso en función de los objetivos de corto plazo del mes anterior, ajustar nuestro plan, crear nuevos objetivos de corto plazo y seguir adelante.

Dedicar tiempo a aplicar esta fórmula de progreso a nuestra vida nos permite saber qué hacer cada vez que pasemos por un bache improductivo. Sabremos cómo cubrirlo y con qué.

Sin duda Dios quiere que hagas progresos, pero sobre todo quiere que entables una relación con Su Hijo Jesús. Puedes empezar rezando esta sencilla oración:

Jesús, creo sinceramente que eres el Hijo de Dios y que moriste por mis pecados. Te abro la puerta de mi corazón y te invito a entrar en mi vida. Te ruego que me llenes de Tu Espíritu y me ayudes a aumentar mi conocimiento y entendimiento de Ti a través de la lectura de Tu Palabra. Amén. ■

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GOLPEADA

Natalia Nazarova

Cuando mi marido tuvo que hacer un largo viaje de tres meses por asuntos de negocios descubrí las dificultades que afrontan muchas familias monoparentales. Me costó una barbaridad adaptarme a las circunstancias, mantener la casa ordenada y cuidar de los niños por mi cuenta, además de cumplir con mi trabajo. Otros factores también me afectaron emocionalmente, con lo que se me hacía cada vez más cuesta arriba. De día en día la situación parecía empeorar. Aquello me tenía extenuada física y mentalmente. Entonces cayó la gota que hizo rebosar el vaso.

Tenía la cena casi lista y faltaban diez minutos para que los niños terminaran sus tareas y llegaran a comer. Había puesto mi ordenador portátil en la mesada de la cocina para escuchar música mientras preparaba la comida y decidí aprovechar esos diez minutos para revisar mi correo electrónico. Tomé el ordenador y me dirigí a la sala; pero en mi frenesí olvidé desconectar el cable de la corriente. Apenas había avanzado unos pasos cuando la tirantez del cable me arrebató el portátil de las manos. Aún ahora puedo revivir la escena como en cámara lenta: el ordenador se cayó, se dio la vuelta, rebotó, y la pantalla se apagó.

Quedé en estado de shock el resto de la noche. No lograba conciliar el sueño. Finalmente, cuando conseguí calmarme me puse a reflexionar sobre lo estresada —y por ende infeliz— que me sentía. Estoy convencida de

que Dios quería ayudarme a salir del lío en que me había metido. Y lo hizo.

Golpeada como me sentía en ese momento, Él logró hacerme ver algunos aspectos de mi conducta que dejaban bastante que desear, por ejemplo mi actitud hacia mis hijos mayores y hacia algunos de mis compañeros de trabajo. En aquel rato de quietud y reflexión busqué y hallé el perdón de Dios y recobré la fe y la esperanza. Entonces me acordé de mi golpeado ordenador. Pero en lugar de la desesperación que había sentido toda esa noche, tuve la corazonada de que el daño no era irremediable. «Si Dios puede recomponerme a mí —razoné—, sin duda hay esperanzas para mi portátil».

A la mañana siguiente lo prendí y se inició bien. Solo se iluminó una pequeña porción de la pantalla, pero el ordenador funcionaba. Apenas se había dañado la pantalla, que no era tan cara de sustituir.

Ahora, cada vez que abro el equipo y se enciende la pantalla, recuerdo el amor y el perdón infalibles de Dios, la paz que nos ofrece, la transformación que obra en nosotros cuando le encomendamos nuestros problemas.

Natalia Nazarova es profesora de inglés en Ucrania. Durante diez años se dedicó a labores sin fines de lucro en Europa Oriental y Suramérica. ■

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LIBERACIÓN DEL TEMOR

LECTURAS ENRIQUECEDORAS

Dios es nuestro mejor amparo contra el temor y contra todo lo que nos causa miedo

Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar. Salmo 46:1,2

Por cuanto en Mí ha puesto su amor, Yo también lo libraré; le pondré en alto, por cuanto ha conocido Mi nombre. Me invocará, y Yo le responderé; con él estaré Yo en la angustia; lo libraré y le glorificaré. Salmo 91:14,15

Torre inexpugnable es el nombre del Señor; a ella corren los justos y se ponen a salvo. Proverbios 18:10 (nvi)

Yo el Señor soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: «No temas, Yo te ayudo». Isaías 41:13

No temas [...]. Cuando cruces las aguas, Yo estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te cubrirán sus aguas; cuando camines por el fuego, no te quemarás ni te abrasarán las llamas. Salmo 43:1,2 (nvi)

Dios cambia el temor en paz

Vuelve ahora en amistad con Dios y tendrás paz. Job 22:21

Cuando te acuestes, no tendrás temor, sino que te acostarás, y tu sueño será grato. Proverbios 3:24

No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús. Filipenses 4:6,7 (nvi)

No nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. 2 Timoteo 1:7

Con Dios a nuestro lado, no tenemos nada que temer

El Señor es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? El Señor es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme? Salmo 27:1

En el día que temo, yo en Ti confío. En Dios he confiado; no temeré; ¿qué puede hacerme el hombre? Salmo 56:3,4

Aun si voy por valles tenebrosos, no temo peligro alguno, porque Tú estás a mi lado. Salmo 23:4 (nvi)

Este es el Dios de mi salvación, en Él confío y nada temo. Isaías 12:2 (n-c) ■

Ronan Keane
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No temas, porque yo estoy contigo. No tengas miedo, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré, y también te ayudaré. Te sustentaré con la diestra de mi justicia. Isaías 41:10

El amor expulsa el temor, pues cuando nos sabemos amados, no tememos. Para quien posee el perfecto amor de Dios, el temor desaparece del universo.

A. W. Tozer (1897–1963)

VENCER LOS MIEDOS

La Biblia, como la vida misma, abunda en historias de triunfo que fácilmente podrían haber devenido en desastre. Si los héroes de esos relatos hubieran puesto pies en polvorosa, ¿quién se lo habría echado en cara? Moisés desafió a la potencia de su época para liberar a su pueblo y conducirlo a la Tierra Prometida. Gedeón lideró una banda de 300 hombres contra un ejército de innumerables efectivos.1 Sansón, armado únicamente con una mandíbula de burro, se enfrentó en solitario a toda una tropa.2 El joven David, premunido de una simple honda, desafió y derribó al gigante Goliat, que hasta entonces tenía a todo el ejército de Israel acoquinado.3

La mayoría de nosotros, gracias a Dios, no tenemos que enfrentarnos a ejércitos ni a gigantes armados hasta los dientes. No obstante, todos abrigamos temores de una u otra índole, inquietudes que a veces nos asaltan en tropel o se ciernen sobre nosotros como titánicos monstruos. Como los zapatos, al principio son pequeños, y van aumentando de talla conforme vamos creciendo. ¿Y si me

1. V. Jueces 7

2. V. Jueces 15:9-15

3. V.1 Samuel 17:2-11, 32-51

estrello con la bici? ¿Y si no le caigo bien al profe? ¿Y si no me admiten en el equipo? ¿Y si me arriesgo a besarla? ¿Y si no me aceptan en ese colegio? ¿Y si pierdo mi trabajo? ¿Y si resulta ser cáncer? ¿Y si me deja el amor de mi vida?

De niños aplicábamos una estrategia muy simple: Cuando nos asaltaba un temor corríamos donde nuestros padres, en cuyos brazos encontrábamos seguridad. En una tormenta, nos acurrucábamos en la cama con ellos. Pedíamos que nos llevaran en brazos cuando todo estaba oscuro. Nos aferrábamos a su mano firme cuando se acercaba un perro extraño. Así, poco a poco, nuestros padres nos fueron ayudando a distinguir entre los peligros reales y los imaginarios, y nos enseñaron lo que debíamos hacer con los primeros. Lo mismo quiere hacer Dios con los temores que albergamos de adultos.

—No estás solo en esto —nos asegura en tono tranquilizante—. Toma Mi mano. Juntos sortearemos esta dificultad.

Keith Phillips fue jefe de redacción de la revista Activated, la versión en inglés de Conéctate, durante 14 años, entre 1999 y 2013. Hoy él y su esposa Caryn ayudan a personas sin hogar en los EE.UU. ■

Keith Phillips
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NO TEMAS

Un domingo salimos en familia a recorrer un sendero hacia una cascada. El camino nos llevó a un punto donde teníamos que cruzar la quebrada, y había que elegir entre saltar unos metros sobre una parte estrecha pero más profunda de la vertiente, o vadear una parte más ancha pero menos profunda, donde se podía pisar piedras poco firmes que evitarían que nos mojáramos si las sorteábamos con bastante destreza. Mi marido se tomó dos segundos para evaluar y pegó el brinco salvando la distancia. Dos de nuestras hijas y yo optamos por el cruce más ancho, nos quitamos los zapatos y saltamos por las piedras. Aunque nos mojamos un poco, logramos cruzar sin mayores contratiempos.

En cambio, nuestra hija menor se paró en la orilla de la quebrada. Aunque no quería mojarse los pies, tampoco quería saltar. Todos los que estábamos al otro lado intentamos convencerla de que se decidiera por una de las opciones, pero nada, no se decidía. Al final mi marido la convenció para que se tomara de su brazo y saltara, y lo logró sin inconvenientes. Pasamos una mañana estupenda haciendo senderismo juntos y creamos otro pequeño recuerdo familiar. Me sentí muy orgullosa de nuestra hija por haberse animado a hacer algo de lo que no se sentía capaz. Sé que no fue una decisión monumental, pero sí avanzó un paso en eso de no dejar que el miedo le impidiera disfrutar de la vida.

En nuestra sociedad se ha dado tanto lugar a la ansiedad que a veces esta palabra parece definir nuestra época. Es interesante, ya que la Biblia nos dice simple y repetidamente «no temas». Una solución de dos palabras para el miedo y la ansiedad. Pero, ¿cómo funciona eso?

A mí me ayuda tomarlo por partes y dar un primer paso. Por ejemplo, hace poco tuve que preparar una entrevista de trabajo. Estaba nerviosa y el miedo a fallar ocupaba de lleno mis pensamientos; así que abordé el asunto por partes. Recopilé las preguntas que creía que me iban a hacer y preparé las respuestas. Luego pedí a mis compañeros que me dieran su opinión sobre mis respuestas y apliqué sus ideas. Cada uno de esos pasos fue incómodo, pero pude realizarlos de uno en uno. Y cada vez me daba la satisfacción de que avanzaba un poco más en la dirección que quería tomar.

Tanto si quieres modificar tu mentalidad o una costumbre, como si quieres alcanzar un objetivo, la fórmula es la misma: Da el paso que esté a tu alcance; y confía en Dios para el siguiente. Cuando tengas miedo, confía en Dios, que te dice: «No temas, hagámoslo juntos».

Marie Alvero ha sido misionera en África y México. Lleva una vida plena y activa en compañía de su esposo y sus hijos en la región central de Texas, EE. UU. ■

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Marie Alvero

ATRIBULADOS, MAS NO ANGUSTIADOS

Si te parece que tu camino está sembrado de adversidades, piensa en el apóstol Pablo: Fue azotado en cinco ocasiones y en otras tres le pegaron con varas. En una oportunidad lo apedrearon y lo dieron por muerto. Naufragó tres veces, y pasó un día y una noche a la deriva en alta mar. Se enfrentó a peligros en el mar, en el desierto y en las ciudades. Sufrió a manos de ladrones, de sus propios paisanos, de extraños y hasta de quienes afirmaban ser seguidores Míos. En muchas ocasiones lo encarcelaron y se vio privado de sus necesidades más elementales.1

A pesar de todo no dejó de confiar en Mí. Animaba constantemente a los demás a poner los ojos en Mí, afirmando: «Estamos atribulados en todo, mas no angustiados»; y: «En todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.»2

Si bien es cierto que Pablo tenía gran fe, no olvides que era tan humano como tú. Millones de personas lo han venerado por haber difundido el evangelio a tanta gente y haber conectado con el mundo de su época. Lo que muchos no han advertido es que su compromiso y su fe se robustecieron gracias a los trances por los que pasó. Aprendió a confiar en Mí y fijar su fe en Mi Palabra en los momentos de necesidad. Pues tú puedes hacer lo mismo.

¿Vas a angustiarte por los apuros que sufres hoy o sufrirás mañana? ¿O vas a aferrarte a Mí con toda el alma como hizo Pablo? Siempre estaré a tu lado, como siempre estuve con él.

1. V.2 Corintios 11:24-28; Hechos 16:23. 2. V. 2 Corintios 4:8; Romanos 8:37.

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