Quizás, al divisar el año que entra, lo veamos con cierta aprensión; mas Dios, que ve el mañana con infinita claridad, nos susurra al alma: «Hay una esperanza para tu futuro» ( Jeremías 31:17 dhh). He ahí una de las numerosas promesas de la Biblia que nos sirven de trampolín para lanzarnos a lo desconocido, como es el nuevo año. Por muy incierto que parezca el futuro, podemos encomendar todos nuestros caminos al Señor y confiar en que Él obrará a nuestro favor (Salmo 37:5) sean cuales sean las circunstancias. De ninguna manera saldremos decepcionados.
¿Qué esperanzas abrigas para el año que viene? ¿Has rezado por las metas que desearías alcanzar este año o más adelante incluso? ¿Te has fijado un objetivo para el 2025 que podrías encomendar a Dios por medio de la oración proactiva? Piensa por adelantado. Si crees que un proyecto es la voluntad de Dios, puedes pedirle que te allane el camino, que te lleve a conocer a la gente indicada y que te proporcione lo que sea necesario para realizar tu futura empresa. Puedes pedir buen tino en tus decisiones y preparativos.
¡Ora para que se operen milagros! ¡Pide cosas concretas! Ten fe y emociónate con todas las maravillas que se producirán conforme el Señor vaya respondiendo a tus oraciones. «Pon en manos del Señor todas tus obras y tus proyectos se cumplirán» (Proverbios 16:3 nvi).
La revista de este mes entrega una serie de artículos que nos ayudan a abordar con realismo y fe las difíciles pruebas o empresas que nos aguardan este mes. Nuestro apartado de fondo, «En sociedad con Dios», ofrece excelentes consejos sobre como establecer nuestras prioridades y ajustar nuestros objetivos, no por los medios con los que tradicionalmente perseguimos el éxito, sino contemplando más bien el panorama global de nuestra vida y enfocándonos en lo que agrada y glorifica a Dios y es de ayuda para los demás. Como dice 2 Pedro 3:18, que «crezcan en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea la gloria ahora y hasta el día de la eternidad».
Gabriel y Sally García Redacción
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Dejé de conducir auto tras el catastrófico terremoto de 8,8 grados y el posterior tsunami que devastaron la zona centro-sur de Chile en 2010. Durante un año recorrí la costa chilena, por tramos intransitables para vehículos normales. Iba de pueblo en pueblo llevando un programa para promover la resiliencia. Cargaba con una mochila llena de útiles de trabajo para consolar y motivar a la gente. En cada zona organicé talleres sobre superación de traumas para niños y adultos. Una amiga psicóloga infantil realizaba intervenciones más profundas. Viajé de pueblo en pueblo —a menudo a pie— entrevistando y animando al personal de hospitales, profesores, directores de escuela, policías, clérigos, directores de centros, gente alojada temporalmente en campamentos de albergue, funcionarios de los pueblos y autoridades provinciales.
Así se iniciaron mis 14 años de tránsito a pie y en autobús o en cualquier medio de transporte que hubiera a la mano. Fue lento y laborioso. Sin embargo, me relacioné con mucha gente, me deleité de la creación de Dios y en muchos hogares me invitaron a disfrutar de una comida o de alojamiento.
Pasando al presente, me encuentro en Estados Unidos, donde me regalaron un vehículo para que pudiera realizar con mayor eficacia mi trabajo voluntario con niños rescatados del abandono en el norte de México. Mi vida ha cobrado velocidad e intensidad.
Un día me sorprendí al ver que el auto que iba detrás de mí se detenía para dejar que otro auto
entrara en el carril de giro desde un estacionamiento. Ahí caí en la cuenta: Ese conductor tiene conciencia compasiva. Yo ni me había percatado de que alguien estaba esperando para salir del estacionamiento. Andaba ensimismada, mientras que el conductor del auto de atrás iba pensando en cómo ayudar a otra persona.
Hice un repaso de cómo había estado conduciendo cuando se trataba de mi vida. Reflexioné sobre Gálatas 5:22,23: El fruto que el «Espíritu Santo produce en nuestra vida es: amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, humildad y control propio. ¡No existen leyes contra esas cosas!» (NTV.)
Aprendí que una cosa es demostrar estos atributos en el trabajo y los programas humanitarios, que son actividades que nutren mi autoestima. En cambio resulta mucho más difícil manifestar esos atributos en los sucesos aparentemente insignificantes de la vida cotidiana, como hizo ese señor con su pequeño gesto de deferencia hacia otro conductor.
Así como a mí me despertó la conciencia compasiva ver un acto amable, ruego a Dios que otros vean lo mismo en mí y ojalá todos podamos reducir un poco la marcha y ayudar al prójimo.
Sharon Galambos es misionera, docente y autora de cuentos de resiliencia para niños. Realiza una obra entre niños que sufren síndrome de estrés postraumático. ■
Sharon Galambos
En SOCIEDAD con DIOS
Éxito. Metas. Logros. Estas y otras palabras afines suelen oírse, particularmente a principios de año. En nuestra cultura contemporánea definimos el éxito desde muchas perspectivas, ya en lo que atañe a superación profesional, estatus social, fortuna o la consecución de objetivos personales. Nosotros los cristianos, en cambio, medimos el éxito con mucha mayor amplitud. Lo equiparamos con vivir de manera
que agrademos a Dios y seamos instrumento de bendición para los demás.
La Biblia usa con frecuencia la metáfora sobre dar fruto con relación a los efectos y consecuencias de nuestros actos y decisiones. El libro de los Proverbios enseña que «El fruto del justo es árbol de vida; y el sabio salva vidas» (Proverbios 11:30 nvi). En Sus enseñanzas, Jesús también recurrió a las metáforas del plantío, siembra y recolección
(Mateo 13:3–9; Juan 15:1–8). Dijo: «Yo soy la vid, ustedes las ramas. El que permanece en mí y yo en él, este lleva mucho fruto. Pero separados de mí nada pueden hacer» ( Juan 15:5).
Cuando aceptamos que Jesús es nuestro Señor y Salvador constituimos una sociedad con Dios para toda la vida. Permanecer en Él y llevar fruto acarrea entre otras cosas:
• Tener con Dios un vínculo profundo y transformador que dé lugar a la manifestación de los frutos del Espíritu, a saber, amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gálatas 5:22,23).
• Ser cónyuges o padres de familia amorosos, buenos compañeros de trabajo, amigos y vecinos (Lucas 10:29-37).
• Ser fieles embajadores de Cristo en nuestras interacciones con el prójimo (2 Corintios 5:20).
• Ejemplarizar honradez, integridad, generosidad y fiabilidad (2Pedro1:5-9).
El principio de un nuevo año es un buen momento para reflexionar sobre estas pautas y tener en cuenta otros valores que contribuyen a nuestro «éxito» personal desde una perspectiva cristiana. Dios no mide el éxito como lo mide el mundo. Es más, la fórmula que propuso Jesús altera totalmente la narrativa: «El que es más pequeño entre todos ustedes, este es el más importante» (Lucas 9:48). Encima les dijo a Sus discípulos: «Si alguno quiere ser el primero deberá ser el último de todos y el siervo de todos» (Marcos 9:35). El éxito en sentido bíblico se halla en agradar y glorificar a Dios con nuestra vida y acciones, y en amarlo y servirlo a Él y a los demás.
Estas cualidades no se pueden cultivar y sostener a fuerza de disciplina y voluntad propias. Nuestra relación con el Señor y el tiempo empleado leyendo Su Palabra,
amén de la oración y la alabanza, inciden de manera trascendental en la vida que llevamos y las decisiones que tomamos. Como todo en la vida, una estrecha relación con Dios no es fácil de labrar. Hay que apartar tiempo para las cosas que valen, como lo enseña el siguiente pasaje bíblico: Prosiguiendo ellos su camino, él entró en una aldea; y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual se sentó a los pies del Señor y escuchaba su palabra. Pero Marta estaba preocupada con muchos quehaceres y, acercándose, dijo:
—Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado servir sola? Dile, pues, que me ayude.
Pero respondiendo el Señor, le dijo:
—Marta, Marta, te afanas y te preocupas por muchas cosas. Pero una sola cosa es necesaria. Pues María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada (Luke 10:38–42).
Fomentar nuestra relación con el Señor e invertir en ella es de un valor y alcance eternos. Si hemos de amar al Señor con todo nuestros corazón, alma y pensamiento es preciso que Él tenga un lugar preferente en nuestra vida y que busquemos «primeramente el reino de Dios y su justicia» (Mateo 6:33). Podemos determinar cuánta prioridad tiene Él en nuestra vida analizando cómo invertimos nuestro tiempo, cómo se perfila nuestra vida de oración, el tiempo que pasamos estudiando la Palabra de Dios y si nos esmeramos por modelar nuestra vida según el ejemplo y enseñanzas de Jesús.
Si aspiramos seriamente a llevar una vida en sociedad con Dios es indispensable dedicar tiempo a robustecer esa asociación. Por muy bien que nos vaya en la vida, por muchos éxitos que cosechemos, por muy buena salud y condiciones físicas de que gocemos o por muy admirable que sea nuestra familia, necesitamos la ayuda de Dios
y la infusión del Espíritu Santo para que se cumpla el designio divino en cada uno de nosotros. Fortalecer nuestra dependencia del Señor es un proceso de toda una vida, el cual aprendemos mejor sorteando pruebas, adversidades y dificultades.
Por eso conviene preguntarnos regularmente:
¿Veo las grandes realidades de la vida y mi futuro eterno en su debida perspectiva? ¿Tengo un sentido de los valores eternos?
¿Estoy invirtiendo en las cosas que perduran? Como dijo Jesús: «Acumulen para ustedes tesoros en el cielo. […] Porque donde esté tu tesoro, allí también estará tu corazón» (Mateo 6:20,21).
Cada día afrontamos numerosas decisiones, la mayoría de las cuales suelen ser prosaicas y nada graves. Eso nos puede hacer perder conciencia de lo importantes que son para nuestro futuro —tanto aquí en la Tierra como en el Cielo— las decisiones cotidianas.
EN SOCIEDAD CON DIOS
Con tantas otras cosas que reclaman nuestro tiempo y atención, no es tarea fácil mantener el foco en nuestra vida espiritual. Buena parte de lo que nos rodea en el mundo temporal está reñido con nuestra vida espiritual y no perdurará, ya que «el mundo está pasando y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre» (1 Juan 2:17).
El modo en que conduces tu vida e inviertes tu tiempo y tu dinero es un indicador de cuáles son tus verdaderas prioridades y la importancia que das a tu relación con Dios. La opción de vivir con arreglo a un sistema de valores cristianos y buscar recompensas o satisfacciones eternas es una que requiere compromiso y sacrificio. Puede que ello exija renunciar a algo de menor importancia para hacer lugar a cosas de mayor relevancia. Poner nuestra vida en consonancia con los principios bíblicos y las prioridades eternas exige tomar intencionadamente decisiones relativas a nuestro tiempo, planes para el futuro y actividades cotidianas.
Los cristianos tenemos el privilegio de vivir en conexión con el Maestro del universo, que nos ha prometido una eternidad pletórica de alegría en Su presencia ( Juan 17:3). Conocemos la verdad, tenemos paz en nuestro corazón, poseemos el tesoro de la Palabra de Dios contenida en la Biblia. Tenemos el privilegio y la vocación de dar a conocer las buenas nuevas de Su amor y salvación a los demás. Nuestro nombre está escrito en Su libro de la vida, motivo de infinita alegría (Lucas 10:20). Ha prometido bendecirnos, proveer para nuestras necesidades y guiarnos a medida que procuramos andar con Él y trabajar en estrecha sociedad con Él.
Texto adaptado de la serie Roadmap sobre liderazgo cristiano. ■
LAS INFALIBLES PROMESAS DIVINAS
Ruth Davidson
Al dar vuelta la página del pasado podemos mirar al mañana con esperanza y expectación. Si bien puede sonar demasiado optimista, yo prefiero mirar al futuro con ese enfoque en lugar de abatirme y deprimirme. Gran parte de nuestra actitud general depende de la dirección en que miremos. Viendo el panorama del mundo actual, difícilmente podría presentarse más oscuro. En cambio, fijando la vista hacia arriba, ¡no podría ser más brillante!
Aunque no sabemos lo que nos deparará el futuro, sí sabemos quién lo determina. Mirar todas las promesas que nuestro Creador nos ha hecho en la Biblia nos da la seguridad de que todo está bajo Su perfecto control. Nos dice que nos ama y que nos protegerá, nos guiará y nos dará paz.
Nuestra mayor esperanza reside en conocer a Jesús, el que mejor nos conoce y más se preocupa por nosotros. «Cristo en ustedes, la esperanza de gloria» (Colosenses 1:27). «Dios ha hecho ambas cosas: la promesa y el juramento. Estas dos cosas no pueden cambiar, porque es imposible que Dios mienta. Por lo tanto, los que hemos acudido a él en busca de refugio podemos estar bien confiados aferrándonos a la esperanza que está delante de nosotros. Esta esperanza es un ancla firme y confiable para el alma; nos conduce a través de la cortina al santuario interior de Dios» (Hebreos 6:18,19 ntv).
A lo largo de mi vida misionera el testimonio de Adoniram Judson ha sido una tremenda inspiración
para mí. Fue enviado desde Norteamérica a Birmania para predicar el Evangelio. Después de ver cómo ardía el trabajo de toda su vida, cómo se diezmaba su familia y de pasar tiempo en la cárcel, un periodista le preguntó a Judson: «¿Qué esperanza alberga para Birmania luego de toda esta tragedia?» Adoniram respondió simplemente: «El futuro es tan prometedor como las promesas de Dios». Del mismo modo nosotros podemos mirar al futuro con alborozo por las posibilidades sin explotar que nos aguardan. Tal vez muchas de las cosas que ayer no pudimos realizar puedan lograrse hoy, mañana o en el futuro. Cuando la paciencia va unida a la esperanza, pueden ocurrir cosas extraordinarias.
Quizá estas esperanzas y expectativas no se hagan realidad en seguida, pero si mantenemos los ojos fijos en Jesús, ese arco iris saldrá al final de la tormenta.
Ruth Davidson (1939–2023) fue misionera en Oriente Medio, la India y Sudamérica durante 25 años. Posteriormente se desempeñó como articulista y redactora del portal www. thebibleforyou.com ■
TESOROS OCULTOS
Curtis Peter van Gorder
A veces las cosas aparentemente insignificantes que nos ocurren conllevan un profundo significado, si nos tomamos el tiempo para reflexionar sobre ellas. He aquí un ejemplo:
Desde hacía dos años veníamos haciendo funciones de títeres para niños en la India. Nuestro teatrín estaba hecho de tubos de PVC y era muy artesanal. Resultaba fácil de armar y desarmar, pero se veía medio desvencijado. La gente nos decía: «Su show es muy bueno; lo único que les hace falta es un buen teatrín».
Habíamos pensado en varias ideas para mejorarlo, cuando de pronto ocurrió algo curioso que para nosotros significó un gran cambio de paradigma.
Un año antes unos amigos nos llamaron para decirnos que estaban ordenando su garaje donde tenían dos extrañas bolsas con tubos y una tela, pero no sabían para qué servían. Nos las
ofrecieron. Las bolsas no venían con instrucciones, por lo que su uso era un misterio.
Permanecieron en nuestro depósito todo un año hasta que un día sacamos de ellas los tubos y la tela. Éramos como niños jugando con cubitos para ver qué podíamos armar. Seguimos probando hasta que con asombro vimos que empezó a tomar forma una estructura: ¡se trataba de un teatrín de títeres profesional valorado en cientos de dólares!
Imagínense, llevábamos todo un año bregando con nuestro artilugio casero, cuando todo el tiempo teníamos guardado en una bolsa un fabuloso teatrín esperando a que desplegáramos sus magníficas posibilidades.
Cuántas veces tenemos algo en nuestras manos que podría facilitarnos mucho la vida, pero se nos pasa inadvertido. Tratamos de apañarnos con lo viejo en vez de descartarlo para descubrir algo mejor que nos aguarda.
Curioso por saber cómo había llegado hasta ellos aquella bolsa de títeres, hice mis investigaciones y me enteré de que varios años antes un equipo había venido de los EE.UU. con la idea de hacer funciones de títeres. Abandonaron la bolsa en aquel garaje. Al cabo de varios años esa bolsa vino a parar a nosotros. Pero, incluso después de tenerla, todavía nos tocó experimentar y tratar de armar las piezas para comprender el valor de lo que teníamos en las manos.
Cuántas obras de arte o valiosos manuscritos se descubrieron luego de años de estar almacenados en el desván de alguna persona. Sus dueños pensaron que tenían unas baratijas cuando en realidad poseían un tesoro. Nosotros también poseemos grandes tesoros, pero no siempre los valoramos como corresponde. Esos tesoros podrían ser nuestra familia o amigos a los que hemos descuidado o no apreciado como debiéramos, o tal vez la Palabra escrita de Dios que se ha estado empolvando en el estante, a la espera de que la leamos a fin de revitalizarnos y transformarnos.
Para emplear a fondo nuestros recursos hace falta esfuerzo y tal vez algo de prueba y ensayo de modo que podamos ver cómo encajan las piezas y así crear algo hermoso; pero hacerlo puede transformar nuestra vida.
Unos días después hicimos una función de títeres y la persona que nos contrató comentó: «Había oído que eran buenos, pero al ver su actuación, ¡debo decir que son fantásticos! ¡Y me encantó su teatrín!»
Yo sonreí, pensando en todo lo que hubo detrás de aquel teatrín que por poco no llega ser.
Curtis Peter van Gorder es guionista y mimo. Dedicó 47 años de su vida a actividades misioneras en 10 países. Él y su esposa Pauline viven actualmente en Alemania. ■
Reflexiones
FLAMANTES OPORTUNIDADES
Abriremos el libro. Sus páginas están en blanco. Escribiremos nosotros mismos el texto. El libro se titula Oportunidad; y el primer capítulo, Día de Año
Nuevo Edith Lovejoy Pierce
Tengamos fe en este largo año que se nos ofrece, nuevo, intacto, lleno de cosas que aún no han sido.
Rainer Maria Rilke
Pasamos el 1º de enero recorriendo nuestra vida, cuarto por cuarto, haciendo una lista de tareas por realizar, de grietas por parchar. Quizás este año, para equilibrar la lista, deberíamos recorrer las habitaciones de nuestra vida no buscando defectos, sino posibilidades latentes. Ellen Goodman
La ocasión es un prodigio. Quien espera lugar y tiempo, logra su intento. Al hierro caliente, batir de repente. Cuando la ventura pase por tu puerta, hállela abierta. Refranes españoles
¿Oportunidades? Estamos rodeados de ellas… En todas partes hay un poder latente a la espera de que el ojo observador lo descubra. Orison Swett Marden
Cada nuevo día es una página en blanco en el diario de tu vida. El secreto del éxito está en tornar ese diario en la mejor historia posible. Douglas Pagels
A quien se muda Dios le ayuda. En la variación consiste el gusto. Múdanse los tiempos, y así los pensamientos. Cambiar para mejorar. Refranes españoles
No, este no es el principio de un nuevo capítulo de mi vida; ¡es el comienzo de un libro nuevo! El primero ya se cerró, caducó y se arrojó a la mar; ¡este nuevo libro está recién abierto, acaba de empezar! Ojo, ¡he aquí la primera página! ¡Y qué bella es! C. JoyBell C.
¡YO SOY!
Chloe Rose
Moisés insistió:
—Supongamos que me presento ante los israelitas y les digo: «El Dios de sus antepasados me ha enviado a ustedes». Si me preguntan: «¿Y cómo se llama?» ¿Qué les respondo?
—YO SOY EL QUE SOY —respondió Dios a Moisés—. Y esto es lo que tienes que decirles a los israelitas: «YO SOY me ha enviado a ustedes». Éxodo 3:13,14
A finales de 2019, justo antes de la pandemia, me mudé de continente. Esa enorme mudanza redujo mis posesiones mundanas a una maleta chica y una mediana. El viaje, si bien doloroso, terminó siendo catártico en la medida en que deseché todas las comodidades que conocía para adaptarme a un nuevo continente, una
nueva vida y ojalá nuevas amistades. No obstante, hubo algo que se mantuvo constante: YO SOY.
Nunca había entendido del todo por qué Dios le había dicho a Moisés que Su nombre era «YO SOY», pero creo que ahora lo entiendo en parte. «Yo soy» es constante. Lo que Dios le dijo a Moisés fue: «Yo no cambio. No estoy encasillado por los sustantivos, verbos o adjetivos humanos».
Pasó un año desde que decidimos mudarnos hasta que desembarcamos en nuevas costas. Fue estresante y al mismo tiempo apasionante. Trasladándonos ahora al presente, nos encontramos en una situación con aparente estabilidad. ¿Es la casa, el auto, el trabajo? No, la verdad es que no. Todo eso es lindo y necesario, pero lo cierto es
Entender el gran peso y el poder del nombre revelado en Éxodo 3:14, «YO SOY EL QUE SOY», es importante para que el cristiano moderno dimensione la complejidad de Dios. Él lo abarca todo y es autosuficiente. Es un nombre que trasciende todos los demás, que le recuerda al creyente que Dios tiene todo en Sus manos y ve a Sus hijos. [...] En las bregas y luchas cotidianas de la vida es fácil perder de vista la majestuosidad y santidad de Dios; sin embargo, meditar en el nombre que Él mismo se impuso y en todo lo que representa puede ayudarnos a apreciar en su justa dimensión nuestro tránsito por el mundo. Dios es infinito y Señor soberano de nuestra vida. Es quien es. Bethany Verrett, https://www.biblestudytools.com
Si aún no has recibido a Jesús, el Salvador que nunca cambia y está siempre a tu lado para apoyarte, puedes hacerlo ahora mismo repitiendo esta sencilla oración:
Jesús, creo de corazón que eres el Hijo de Dios y que moriste por mí. ¡Cuánto te lo agradezco! Quiero que seas mi ancla, mi eterna esperanza y fortaleza. Te pido que entres en mi corazón, me perdones mis pecados y me concedas la vida eterna. Lléname de Tu Espíritu Santo. En Tu Nombre te lo ruego. Amén.
que lo único constante ha sido la presencia de Jesús que nos ayudó a superar toda circunstancia adversa.
A medida que esos grandes hitos iban sucediendo no podía dejar de pensar en lo deslumbrante que es confiar en el perfecto sentido del tiempo que tiene el gran YO SOY para resolver las cosas. Yo soy de esas personas que les gusta adelantarse a los acontecimientos y resolver todo ya. Pero si lo constante en mi vida no cambia nunca, ¿para qué adelantarme? ¿Por qué querría conseguir algo antes de tiempo? ¿Por qué no puedo confiar en Él hoy como lo hice ayer?
Siempre queremos que brille el sol, pero como nos demostraron los pavorosos incendios forestales que azotaron Australia en el verano, el calor sin la lluvia puede ser devastador. Lo mismo es al revés: la lluvia sin el sol provoca inundaciones. Por eso en la vida necesitamos las variables siempre cambiantes —una de las cuales es el clima— para aportarnos equilibrio, crecimiento y un medio de avanzar. Así y todo, las variables sin un ancla nos sacuden de un lado a otro como un bote en una tempestad. El gran YO SOY es nuestra ancla, el agente inmutable con el que podemos contar a despecho de las tormentas que se nos presenten. Ahí encontramos el equilibrio que nos hace falta. Necesitamos los vientos siempre cambiantes que nos traen sol, lluvia, tormentas y el arco iris, y sin embargo también necesitamos la
constancia y regularidad representada por una roca, algo inamovible que nos salvaguarde pase lo que pase.
Cuando pienso en la respuesta que Dios le dio a Moisés, lo oigo decir: «Soy tu ancla. Soy tu salvaguarda. El único en el que debes centrar tu atención. Si pierdes el foco, te puedes resbalar y caer; mas si sigues concentrado, el triunfo está asegurado». Así pues, para salir victoriosos debemos mantener la mirada fija en un ancla firme, una esperanza constante y un foco de fortaleza que nos pueda ayudar a mudarnos de continentes, desarraigarnos de todo y guiarnos a través del inconstante y cambiante terreno de la vida. «Yo, el Señor, no cambio.» (Malaquías 3:6.)
La próxima vez que alguien me pregunte si algo me preocupa, le puedo responder: «¿Por qué habría de preocuparme? YO SOY no cambia».
Puedo estar agradecida cuando sale el sol, agradecida aunque arrecie la tormenta, en la adversidad y cuando asoma el dolor, agradecida, porque lo tengo a Él, que me sustenta.
Chloe Rose es administradora de proyectos. Le encantan los animales. Disfruta de los paseos con su perro y de la observación de ballenas. Vive en Australia con su marido. ■
NUESTRA IDENTIDAD
Al terminar el año pienso en los hábitos negativos de los que me gustaría desprenderme y en los buenos que me gustaría formar. Tengo ante mí un libro en blanco de 365 páginas y quiero escribir la mejor historia posible. Pero ya pasé por esto. ¿Qué hay de los viejos hábitos que intenté superar el año pasado sin mucho éxito?
Encontré un libro que arrojó nueva luz sobre el asunto y alteró radicalmente la estrategia que yo aplicaba para producir cambios duraderos en algunas de esas cosas que se resisten al cambio.1 El autor habla de tres niveles a la hora de cambiar un hábito: el resultado (lo que se desea obtener), el proceso (el plan para lograrlo) y la identidad (el eje de nuestras creencias). En lugar de empezar por nuestro deseo (el resultado), sugiere que empecemos por nuestra identidad, es decir, por lo que somos o queremos llegar a ser. Continúa con la sencilla ilustración de alguien que rechaza un cigarrillo diciendo: «No, gracias, quiero dejar de fumar», en comparación con afirmar: «No, gracias; no soy fumador». La segunda afirmación es más contundente; permite a la persona vivir su nueva identidad. Para nosotros los cristianos nuestra identidad presenta múltiples aspectos: somos el templo de Dios (1 Corintios 3:16), ciudadanos de Su reino (Colosenses
1:13), Su esposa (Romanos 7:4), hijos de la luz y del día (1 Tesalonicenses 5:5) y mucho más. Por Su gracia, podemos aprender a «revestirnos de Cristo» (Romanos 13:14) y caminar en «vida nueva» (Romanos 6:4). Por ejemplo, digamos que este año quiero ser una persona más amable con mis compañeros de trabajo. Hace tiempo decidí que debía ser mejor oyente, juzgar menos, reaccionar con menos aspereza... pero, ¡es tan difícil! Ahora recuerdo que soy embajadora de Cristo (2 Corintios 5:20) y que lo represento ante todas las personas con las que trabajo. Los embajadores asisten a academias diplomáticas donde aprenden a representar a sus países. Yo puedo acudir a la Biblia para aprender a ser mejor representante del reino de Dios. Al representarlo a Él, naturalmente comienzo a ver a mis compañeros a través de la óptica de Dios, los respeto y deseo escucharlos sin juicio crítico. Respondo con más delicadeza. Se formarán nuevos hábitos, y a medida que me acerque más a las personas de mi entorno, también progresaré en el conocimiento del Señor. Se trata de una situación en la que todos salimos ganando y a la vez una emocionante tarea para abordar este nuevo año.
Sally García es docente, mentora, escritora y traductora. Realiza asimismo labores misioneras. Vive en Chile con su esposo Gabriel y está afiliada a la Familia Internacional. ■
1. Hábitos Atómicos, James Clear, Grupo Planeta, 2019
Sally García
DISPUESTOS PARA LA BATALLA
Simon Bishop
Cuando me preparaba para el nuevo año, recordé que la vida es simbólica de una batalla, un hecho que se apoya en la Biblia. Hay muchos versículos en los que la guerra, las batallas, las armas, la lucha y la superación sirven de metáforas para las lides de la vida. A primera vista esto puede resultar un poco desalentador, hasta que uno se da cuenta de que, si bien la Palabra de Dios no edulcora las penalidades de la vida, sí nos da esperanza y seguridad, porque sabemos tres cosas que detallamos enseguida:
1. Dios está con nosotros en cada batalla.
«Lucharán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estaré contigo para librarte, dice el Señor» ( Jeremías 1:19).
«Hijitos, ustedes son de Dios, y los han vencido, porque el que está en ustedes es mayor que el que está en el mundo» (1 Juan 4:4).
2. Dios nos ha dotado de armas espirituales que nos permiten salir airosos.
«Las armas con que luchamos no son del mundo, sino que tienen el poder divino para derribar fortalezas» (2 Corintios 10:4 nvi).
«Por lo tanto, pónganse toda la armadura de Dios, para que cuando llegue el día malo puedan resistir hasta el fin con firmeza. Manténganse firmes, ceñidos con el cinturón de la verdad, protegidos por la coraza de justicia y calzados con la disposición de proclamar el evangelio de la paz. Además de todo esto, tomen el escudo de la fe, con el cual pueden apagar todas las flechas encendidas del maligno. Tomen el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios» (Efesios 6:13–17 nvi).
3. Por difícil o insuperable que parezca la contienda, Dios nos promete la victoria al final.
«Les he hablado de estas cosas para que en mí tengan paz. En el mundo tendrán aflicción, pero ¡tengan valor; yo he vencido al mundo!» ( Juan 16:33.)
«Gracias a Dios, quien nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo» (1 Corintios 15:57).
Viene bien incursionar en el año nuevo con fe y expectación, pero también nos conviene estar preparados para afrontar conflictos y adversidades. El apóstol Pedro escribió: «Queridos hermanos, no se extrañen del fuego de la prueba que están soportando, como si fuera algo insólito. Al contrario, alégrense de tener parte en los sufrimientos de Cristo, para que también sea inmensa su alegría cuando se revele la gloria de Cristo» (1 Pedro 4:12,13 nvi).
Simon Bishop realiza obras misioneras y humanitarias a plena dedicación en las Filipinas. ■
DIOS SIEMPRE HA SIDO FIEL
Nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce perseverancia y la perseverancia produce carácter probado y el carácter probado produce esperanza. Y la esperanza no acarrea vergüenza, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado. Romanos 5:3–5
Si pudiera sentarme frente a mí personita con 15 años menos y contarme lo que me depararían los próximos años, me diría:
Vas a perder un bebé, atravesar una crisis de salud con tu marido, quedar en la ruina y pasar muchos apuros económicos. Vas a dejar atrás una iglesia y toda una comunidad, ver a tus hijos lidiar con momentos complicados en su adolescencia y vas a enfrentar peliagudas pruebas en tu matrimonio. Te vas a mudar cinco veces, vas a cambiar de empleo una y otra vez, algunas partes de esa travesía van a ser muy duras y te sentirás muy sola. Tu fe se tambaleará y habrá veces en que te enfadarás mucho.
Con todo, al final de cada año serás más feliz, estarás más en paz y tendrás una fe más firme que el año anterior. Es más, llegarás a un punto en que los inconvenientes y contrariedades no te molestarán tanto, porque tu fe se habrá agradando. Sabrás por experiencia que, si aguantas con paciencia, tu esperanza no habrá sido en vano. Y eso te hará sentir empoderada.
Quizá con esa explicación mi yo más joven no habría estado tan asustado en medio de todas aquellas vueltas de la vida. Volver a empezar tal vez no me habría resultado tan aterrador.
Mi reacción ante las dificultades ya no es la de antes. Tengo menos miedo, soy menos inflexible en cuanto a cómo deberían ser las cosas y confío más en la capacidad de Dios para entretejer Su plan con la realidad, por muy enredados que me parezcan los hilos.
El año pasado nuestra familia vivió dos situaciones que implicaron grandes alteraciones en nuestra vida. Pensábamos que las cosas iban en un sentido y variaron totalmente de un día para otro, sin previo aviso ni injerencia nuestra. Sinceramente, si bien las dos veces fueron muy decepcionantes y afectaron nuestra fe y confianza en el amor de Dios, apenas fue por un momento. Al mirar atrás, cada uno de nosotros puede decir: «Dios siempre ha sido fiel. ¡Podemos confiar en Él! ¡No nos decepcionará!»
Aunque todavía no podemos dar por cerradas estas situaciones, me alegra ver que ahora la confianza y la paz me sobrevienen mucho más rápido. Sé que todas las experiencias difíciles que hemos vivido nos trajeron hasta aquí, ¡y estoy muy agradecida por ellas!
Marie Alvero ha sido misionera en África y México. Lleva una vida plena y activa en compañía de su esposo y sus hijos en la región central de Texas, EE.UU. ■
Marie Alvero
Av var la llama
Joyce Suttin
Nos sentamos después de cenar en Nochevieja y hablamos de lo que nos gustaría hacer para celebrar el Año Nuevo. Mi hija dijo que le encantaría hacer una fogata. Pronto tuvimos una ardiendo en la hoguera del patio trasero en una plácida noche del sur de Texas. Nos sentamos alrededor del fuego y hablamos del año que acababa y de nuestros sueños e ideas para el futuro. Fue una bonita manera de terminar un año y prepararnos para el siguiente. De vez en cuando el fuego empezaba a apagarse y uno de nosotros corría a la pila de leña y sacaba algunos trozos para echarlos al fuego. Habíamos tenido un otoño húmedo y hacía poco un día de llovizna; de ahí que la leña recién añadida humeaba un rato hasta que el calor de las brasas la secaba y avivaba la llama.
Ese sencillo proceso me llevó a pensar en cómo Dios no deja de obrar en nuestra vida, introduciendo cambios, añadiendo cosas nuevas y removiéndonos para que la llama de su Espíritu siga ardiendo con fuerza. Si rechazamos los cambios o no aceptamos que se introduzca nada nuevo en nuestra vida, la llama se apaga rápidamente. Tal vez arderíamos con intensidad por un tiempo, pero al cabo nuestra llama empezaría a extinguirse. Puede que nos moleste que nos revuelvan las brasas y que no nos guste que nos echen leña nueva, que nos haga echar humo y nos cueste encendernos, pero todo eso es necesario para que nuestra llama siga ardiendo con fuerza.
Así que, mientras observaba las llamas, me propuse desechar mi reticencia al cambio. Recé para mostrarme abierta a lo que Dios decida traer a mi vida. Quiero mantener la llama del Espíritu Santo de Dios ardiendo con fuerza este año, tanto para estar abrigada yo misma como para atraer a otros a Su sublime y cálido amor.
Joyce Suttin es docente jubilada y escritora. Vive en San Antonio, EE.UU. ■
¡Voy a hacer algo nuevo! Ya está sucediendo, ¿no se dan cuenta? Estoy abriendo un camino en el desierto y ríos en lugares desolados. Isaías 43:19 nvi
«Yo conozco los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza». Jeremías 29:11 nvi
Ya te lo he ordenado: ¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el Señor tu Dios te acompañará dondequiera que vayas. Josué 1:9 nvi
De Jesús, con cariño
FE PARA LA TRAVESÍA
El camino de la fe consiste en escalar las montañas de la vida. Se trata de avanzar hacia la meta para obtener el trofeo que desde el Cielo has sido llamado a recibir, olvidando lo que queda atrás y esforzándote por alcanzar lo que está delante (Filipenses 3: 13,14). Debes decidirte a poner la vista en un país mejor, un país celestial, el lugar que te he preparado (Hebreos 11:16). Has optado por mantener la vista fija en tu futuro eterno e invertir en tesoros que perdurarán.
En tiempos de vicisitud e incertidumbre sobre tu futuro, recuerda que Yo soy tu Roca, Aquel que nunca cambiará y que siempre estará contigo. Has experimentado muchos momentos difíciles en tu historia y has capeado muchas tormentas. Pero fuere lo que fuere, Yo siempre estuve contigo.
Cualquiera que sea el derrotero que tome tu vida, me pertenecerás para siempre. Yo te redimí por medio de Mi muerte en la cruz. Soy tu compañero constante, y puedes confiar en Mí. Puedes contar con la guía de Mi Espíritu. Siempre te amaré. Eso nunca cambiará.
Cuando atravieses momentos de inquietud, sin saber lo que te deparará el futuro, confía en que te llevaré de la mano en cada paso del trayecto de tu vida. Te proporcionaré el amor, la fe, la gracia y la seguridad suficientes para afrontar cada reto, y tu camino brillará cada vez más hasta aquel día perfecto (Proverbios 4:18).