Revista Pastoral Popular Nº327

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Un pasado y un futuro Editorial

Un pasado y un futuro

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n estos últimos meses hemos estado recordando el acontecimiento grande que fue para la iglesia católica de los años 60 - y pensamos que también para todas las demás iglesias - el Concilio Vaticano II. En efecto, se cumplen 50 años, dos generaciones bien crecidas.

Los tiempos son otros hoy. Está claro. Para la gran mayoría de los adultos católicos activos el Concilio no es objeto de recuerdo personal, sino meramente histórico: han oído hablar, o han leído sobre él. En el presente número de esta revista volvemos hacia ese acontecimiento pasado desde tres ángulos de nuestra realidad presente, para asomarnos a un posible futuro. El primer ángulo es la visión que de sí misma tiene una juventud que crece y vive en La Legua Emergencia. Lo describe Paulo Álvarez. En la desolación en que se encuentra y en el asolamiento al que la somete la arbitrariedad y violencia policial, esta juventud ni siquiera se pregunta ya dónde está la Iglesia del Vaticano II, sino simplemente dónde está el cabro que nació en una cueva (en Belén), y que murió preguntándole a su padre (Dios) por qué le hacía sufrir tanto abandono. Y hace suyo, sin saberlo, ese grito desesperado. El segundo ángulo es el de un movimiento feminista católico. Lo representa Loreto Fernández. No se imaginaron los 2.500 varones participantes y Padres Conciliares que cincuenta años más tarde iban a ser cuestionados tan radicalmente por mujeres que, siendo las más numerosas entre los feligreses, no llegaron a configurar un uno entre ciento de quienes algo pudieron decir, no en las aulas, sino apenas en los pasillos conciliares. El tercer ángulo de visión es el de una hermanita de Jesús, Donata Cairo, perteneciente a una congregación que ve y busca a su Dios en las personas y los grupos más pobres en todo el orbe – entre artistas de circo, entre gitanos y gitanas trashumantes, entre trabajadores de temporada en Copiapó, mujeres y hombres – una congregación religiosa de hermanas universales,

sin límites en su amor, que más pertenece al futuro de una iglesia del espíritu que al presente tan terrenal , organizado y publicitado, para mal y para bien, de nuestras instituciones. Desde tres ángulos distintos, son tres críticas a nuestra iglesia del presente, partiendo de lo que el Espíritu pareció haberle dicho a las iglesias en tiempos del Vaticano II. En el cuarto artículo, Oscar Beozzo cuenta algo de lo que se urdió, muy políticamente en la trastienda y en los grandes escenarios, para que se produjeran los dos documentos mayores del Concilio: el que vincula el destino de la Iglesia con el del mundo, Gaudium et Spes, y el que define a la Iglesia más bien como un pueblo que camina que como jerarquía con báculo… En el quinto, Manuel Ossa describe a grandes trazos el ambiente social, político y cultural que precedió y acompañó al Concilio, dando a entender así, desde abajo, algunos de los hilos que se enhebran en el tejido doctrinal y pastoral de la trama conciliar. Termina este número con un fraternal llamado de Pablo Fontaine, en nombre del Jesús que entre nosotros fue pobre, a no olvidarnos de los pobres – bien material y concretamente - nosotros todos quienes, por el mero hecho de tener algún mejor pasar, podemos ser interpelados por otros como ricos.

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Concilio y Actualidad

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n octubre de 2011, en el contexto de uno más de los encuentros teológicos de las comunidades del sur argentino-chileno1, realizado en la población La Legua, el ex poblador y vecino de siembra de esa población, -ahora jubilado cura obrero y actual misionero itinerante- Mariano Puga, comenzaba la liturgia callejera afuera de la capilla de Legua Emergencia con estas palabras: “Yo creo que este es lugar de todo Santiago donde mejor se sentiría Jesús de Nazaret. Aquí viviría y aquí vive, aquí habría sido escupido (…) aquí hubiese sido excluido del sistema porque tomaba o porque andaba con borrachos, drogadictos y putas, porque andaba y se metía con los impuros (…) este Jesús, el desprestigiado, el tomador, el mujeriego, el que andaba rodeado de maleantes (…) es como cuando le decía a Bartolomé –¿se acuerdan ustedes no?-. Aquí de Nazaret de Galilea, puede salir algo bueno. Como se ha dicho muchas veces, de La Legua puede salir algo bueno. De La Legua sale lo mejor que hay en Chile, lo mejor que hay en Chile, de aquí sale algo único por eso que es tierra santa. Padres y madres, abuelos y abuelas que son protagonistas de su historia (…) Cristo metido en la mierda.”

Conversatorio CEDM, junio 13 de 2012.

Desde La Legua Emergencia preguntan ¿dónde está Dios? Paulo Álvarez

Sumario

tu dice a las iglesias (cap 4, p. 29; 2002) donde el Concilio declaraba el compromiso del pueblo de Dios y sobre Cuando el CEDM me invitó a participar del todo de los pastores y teólogos de auscultar, discernir e conversatorio titulado “Experiencias, testimonios, exinterpretar las múltiples voces de nuestro tiempo. pectativas, decepciones y sueños a 50 años del ConciEditorial lio Vaticano II ¿Qué iglesia estamos construyendo?” pasado y unleído futuro Pág 01 Contes ¿Qué iglesia estamos construyendo? me daba cuenta que, a Un pesar de haber y oído algo Concilio y Actualidad to como poblador, como compañero de vida de Legua sobre el tema, poco sabía de su sentido, pero fundamenDesde La Legua Emergencia preguntan ¿dónde está Dios? Pág 02 Emergencia. talmente que si escasamente palpaba su vivir y opción, Paulo Álvarez más allá del arrojo casi heroico de algunas y algunos En muchos sentidos, continuamos edificando comprometidos con ser iglesia del Nazareno, es por la Mirada feminista al Concilio Vaticano II: 50 años después Pág 06 la iglesia del y para el poder, por cierto no exclusiva de tibieza que sus inspiraciones y dimensiones tienen en Loreto Fernández una realidad social o territorial única. una porción importante de la iglesia actual. La hermanita Magdalena y el Vaticano II Pág 10 Una iglesia que mira y no ve o no quiere ver La pregunta del CEDM era invitada a contes Donata Cairo que el narcotráfico (esa tragedia social que condena al tarse desde la experiencia personal; desde ahí pedí a algunos amigos2 que me dieran pistas sobre el Concilio El Concilio Vaticano II y su época ser humano a la tiranía de la droga) es Págcausa 15 última de las condiciones de pobreza y empobrecimiento que Vaticano II. Entonces me hablaron de hombres que se Manuel Ossa la sociedad y el sistema han provocado en unos sobre atrevieron a pensar/hacer distinto, de una iglesia donde otros. las esperanzas y las angustias de los hombres de hoy Vistazos sobre el Concilio Pág 18 son las alegrías y las tristezas de los discípulos de CrisOscar Beozzo Una iglesia que es, pero que no siente. En la to, de la incorporación inculturada de la fe. Resaltaron Página de Pablo angustia, impotencia, fracaso, desprecio que parte vital de su significancia pasa por meterse en Carta a los (católicos) ricos Págdel 22 Otro, alteridad (en los chicos marcados por la pasta base por los signos de los tiempos. Finalmente, me recordaban su Pablo Fontaine ejemplo). Ser-poder, utilizarlo sin sentir su pretendida carácter ecuménico, celebrativo un declarado comproCartas a la Ryedacción Pág 24 omnipotencia ciega y muda ante sus propias perversiomiso con la pobreza. Releí a Ronaldo Muñoz, ese flaco nes, ante lalaopinión falta de poder de la mayoría y el exceso de como Jesús, “teólogo aprendiz poblador”, y di un necesariamente Losde artículos firmados nocon reflejan de la revista. poder de pocos. El reflejo de vida de los Otros podría epígrafe que él escoge para hablar sobre lo que el espíriSe autoriza la reproducción siempre que se indique la fuente y se envíe un ejemplar a lalaredacción Pastoral Popular


Un pasado y un futuro Editorial

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n estos últimos meses hemos estado recordando el acontecimiento grande que fue para la iglesia católica de los años 60 - y pensamos que también para todas las demás iglesias - el Concilio Vaticano II. En efecto, se cumplen 50 años, dos generaciones bien crecidas.

Los tiempos son otros hoy. Está claro. Para la gran mayoría de los adultos católicos activos el Concilio no es objeto de recuerdo personal, sino meramente histórico: han oído hablar, o han leído sobre él. En el presente número de esta revista volvemos hacia ese acontecimiento pasado desde tres ángulos de nuestra realidad presente, para asomarnos a un posible futuro. El primer ángulo es la visión que de sí misma tiene una juventud que crece y vive en La Legua Emergencia. Lo describe Paulo Álvarez. En la desolación en que se encuentra y en el asolamiento al que la somete la arbitrariedad y violencia policial, esta juventud ni siquiera se pregunta ya dónde está la Iglesia del Vaticano II, sino simplemente dónde está el cabro que nació en una cueva (en Belén), y que murió preguntándole a su padre (Dios) por qué le hacía sufrir tanto abandono. Y hace suyo, sin saberlo, ese grito desesperado. El segundo ángulo es el de un movimiento feminista católico. Lo representa Loreto Fernández. No se imaginaron los 2.500 varones participantes y Padres Conciliares que cincuenta años más tarde iban a ser cuestionados tan radicalmente por mujeres que, siendo las más numerosas entre los feligreses, no llegaron a configurar un uno entre ciento de quienes algo pudieron decir, no en las aulas, sino apenas en los pasillos conciliares. El tercer ángulo de visión es el de una hermanita de Jesús, Donata Cairo, perteneciente a una congregación que ve y busca a su Dios en las personas y los grupos más pobres en todo el orbe – entre artistas de circo, entre gitanos y gitanas trashumantes, entre trabajadores de temporada en Copiapó, mujeres y hombres – una congregación religiosa de hermanas universales,

sin límites en su amor, que más pertenece al futuro de una iglesia del espíritu que al presente tan terrenal , organizado y publicitado, para mal y para bien, de nuestras instituciones. Desde tres ángulos distintos, son tres críticas a nuestra iglesia del presente, partiendo de lo que el Espíritu pareció haberle dicho a las iglesias en tiempos del Vaticano II. En el cuarto artículo, Oscar Beozzo cuenta algo de lo que se urdió, muy políticamente en la trastienda y en los grandes escenarios, para que se produjeran los dos documentos mayores del Concilio: el que vincula el destino de la Iglesia con el del mundo, Gaudium et Spes, y el que define a la Iglesia más bien como un pueblo que camina que como jerarquía con báculo… En el quinto, Manuel Ossa describe a grandes trazos el ambiente social, político y cultural que precedió y acompañó al Concilio, dando a entender así, desde abajo, algunos de los hilos que se enhebran en el tejido doctrinal y pastoral de la trama conciliar. Termina este número con un fraternal llamado de Pablo Fontaine, en nombre del Jesús que entre nosotros fue pobre, a no olvidarnos de los pobres – bien material y concretamente - nosotros todos quienes, por el mero hecho de tener algún mejor pasar, podemos ser interpelados por otros como ricos.

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n octubre de 2011, en el contexto de uno más de los encuentros teológicos de las comunidades del sur argentino-chileno1, realizado en la población La Legua, el ex poblador y vecino de siembra de esa población, -ahora jubilado cura obrero y actual misionero itinerante- Mariano Puga, comenzaba la liturgia callejera afuera de la capilla de Legua Emergencia con estas palabras: “Yo creo que este es lugar de todo Santiago donde mejor se sentiría Jesús de Nazaret. Aquí viviría y aquí vive, aquí habría sido escupido (…) aquí hubiese sido excluido del sistema porque tomaba o porque andaba con borrachos, drogadictos y putas, porque andaba y se metía con los impuros (…) este Jesús, el desprestigiado, el tomador, el mujeriego, el que andaba rodeado de maleantes (…) es como cuando le decía a Bartolomé –¿se acuerdan ustedes no?-. Aquí de Nazaret de Galilea, puede salir algo bueno. Como se ha dicho muchas veces, de La Legua puede salir algo bueno. De La Legua sale lo mejor que hay en Chile, lo mejor que hay en Chile, de aquí sale algo único por eso que es tierra santa. Padres y madres, abuelos y abuelas que son protagonistas de su historia (…) Cristo metido en la mierda.” Cuando el CEDM me invitó a participar del conversatorio titulado “Experiencias, testimonios, expectativas, decepciones y sueños a 50 años del Concilio Vaticano II ¿Qué iglesia estamos construyendo?” me daba cuenta que, a pesar de haber leído y oído algo sobre el tema, poco sabía de su sentido, pero fundamentalmente que si escasamente palpaba su vivir y opción, más allá del arrojo casi heroico de algunas y algunos comprometidos con ser iglesia del Nazareno, es por la tibieza que sus inspiraciones y dimensiones tienen en una porción importante de la iglesia actual. La pregunta del CEDM era invitada a contestarse desde la experiencia personal; desde ahí pedí a algunos amigos2 que me dieran pistas sobre el Concilio Vaticano II. Entonces me hablaron de hombres que se atrevieron a pensar/hacer distinto, de una iglesia donde las esperanzas y las angustias de los hombres de hoy son las alegrías y las tristezas de los discípulos de Cristo, de la incorporación inculturada de la fe. Resaltaron que parte vital de su significancia pasa por meterse en los signos de los tiempos. Finalmente, me recordaban su carácter ecuménico, celebrativo y un declarado compromiso con la pobreza. Releí a Ronaldo Muñoz, ese flaco como Jesús, “teólogo aprendiz de poblador”, y di con un epígrafe que él escoge para hablar sobre lo que el espíri-

Conversatorio CEDM, junio 13 de 2012.

Desde La Legua Emergencia preguntan ¿dónde está Dios? Paulo Álvarez

tu dice a las iglesias (cap 4, p. 29; 2002) donde el Concilio declaraba el compromiso del pueblo de Dios y sobre todo de los pastores y teólogos de auscultar, discernir e interpretar las múltiples voces de nuestro tiempo. ¿Qué iglesia estamos construyendo? Contesto como poblador, como compañero de vida de Legua Emergencia. En muchos sentidos, continuamos edificando la iglesia del y para el poder, por cierto no exclusiva de una realidad social o territorial única. Una iglesia que mira y no ve o no quiere ver que el narcotráfico (esa tragedia social que condena al ser humano a la tiranía de la droga) es causa última de las condiciones de pobreza y empobrecimiento que la sociedad y el sistema han provocado en unos sobre otros. Una iglesia que es, pero que no siente. En la angustia, impotencia, fracaso, desprecio del Otro, alteridad (en los chicos marcados por la pasta base por ejemplo). Ser-poder, utilizarlo sin sentir su pretendida omnipotencia ciega y muda ante sus propias perversiones, ante la falta de poder de la mayoría y el exceso de poder de pocos. El reflejo de la vida de los Otros podría

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ayudar a palpar lo que siente aquél que está viviendo muerte. Una iglesia que no pocas veces retrata la pobreza y a los empobrecidos como recurso estético, como conductora de un grupo inanimado, relativamente capaz y depreciado. Al retratar la pobreza desde la comodidad, desde el discurso, desde una artificiosa pero real estructura jerárquica, vertical y machista, las pobladoras y pobladores entienden que iglesia es cualquier cosa menos comunidad. Iglesia es el cura, los religiosos, los ritos, el cuerpo santo, el templo, pero no ellos. Una iglesia que no conoce su iglesia. No sabe ni se siente dispuesta a saberse ni a acompañarse. Mostrar hechos relativamente recientes podría ayudar a comprender la realidad en la que la iglesia local requiere encaminarse. Nada asegura que cambie lo que la falta de mejores condiciones de vida no ha conseguido hacer, pero su debida atención sería una señal inequívoca del lugar que escoge la iglesia para servir.

He aquí tres testimonios:

En muchas casas de Legua Emergencia la fecha de navidad está abrazada de soledades diversas y dispersas, soledad concreta de carne y hueso. La muerte ha marcado la psique de los pobladores.

Tres testimonios 1 Disfrazado de viejito pascuero… “Hace cinco años atrás, disfrazado de viejito pascuero para ganarse unos pesos extras, T recorría el mismo día de navidad las calles de la población sacándose fotos o llevándoles regalos a los niños y niñas. Casualmente se equivocó de casa e ingresó a una donde había tres hermanos solos, porque sus padres estaban presos en la cárcel, (él y otros vecinos conocían la situación, pero no tenían contemplado hacer nada tan extraordinario). El mayor no tenía más de 12 años; sin embargo, había preparado para sus hermanos menores una cena que consistía en un pollo asado y nada más. Cuando él llegó disfrazado, simplemente quedaron con la boca abierta, pensaban que efectivamente el viejito pascuero se había acordado de ellos y que venía a visitarlos; actuó en consecuencia. Se sentó a compartir con ellos, los abrazó, les habló con ternura y después de las 12 de la noche se fue a su casa donde su familia lo esperaba inquieta porque no llegaba, y sin un peso extra porque se los dejó al niño mayor. Luego, entre penas impotentes, le relató a su familia y a algunos amigos que su navidad habían sido las miradas incrédulas y desamparadas de esos niños”3.

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4 2 Antes pensaba que algo andaban haciendo, “Me han detenido ocho veces desde que empezó la Intervención. Antes me ponía nervioso porque con los pacos te puede pasar cualquier cosa. Bueno, igual ahora me pongo nervioso (…) Me obligaron a bajarme los pantalones y tener que sentarme en cuclillas tocándome el hoyo; eso me paso tres veces y me sentía pa’ la cagá, porque nadie merece ser tratado así. Hasta que empecé a decirme yo mismo que no iba a aguantar otra vez y que me les iba a parar. Al año siguiente, en otro control intentaron hacerme lo mismo y me negué firme, que estoy en mi derecho y la weá, pero me agarraron me echaron al furgón y al rato estaba en la comisaría (…) Nadie de ellos me respondió por qué hacían eso conmigo; siempre contestaban que estábamos intervenidos. De ahí que caché que lo que les pasaba a otros vecinos era lo mismo. Antes pensaba que algo andaban haciendo, como también la gente piensa eso de uno, pero después quedé claro que los que andaban en cuestiones raras eran ellos (…). Ya sabís lo que le ha pasado a algunos cabros aquí: han perdido pega, familia, aprecio por ellos mismos por lo que han hecho los pacos; les cagaron la vida. ¿Quién te saca estar en cana injustamente? (…). La cuestión aquí es un chiste: los pacos no hacen nada cuando se necesita que hagan algo, no se meten en las mochas, no paran los balazos, el tráfico no ha disminuido, los pasturris que llegan a vivir a la población son cada vez más. A lo más, para un rato y sigue la otra semana (…) La gente está sin pega, le pagan una weá de sueldo,

tiene varios hijos, esta marca y más encima tienen todos los días que comerse la violencia de la población. Mejor te tirái un tiro o te volvís loco, entrái en la pasta y te olvidái de tanta mierda, eso es lo que ha pasado con tanto cabro, hasta minas. Yo cacho que aquí o te enfermái de las balas o de la droga que tenís que echarte encima para olvidarte de las balas (…). Puta, cuando pienso la weá me da pena, porque yo quiero mi población y estos güeones mienten, los políticos mienten, se llenan la boca y la gente cree que todos somos malos. Vai a cualquier parte, decís que soy de La Legua y la weá es como si tuvierai lepra. ¿Hay cachao?, yo he cachao miradas cuáticas, aunque igual sirve cuando se pasan rollos con uno, porque, sin necesidad de sacar ficha, yo digo que soy de La Legua y tenís mitad de la pelea ganá…” (R) 4. 3 Aún sigo soñando con fantasmas “A mí, hermano, me cagaron la vida; sentía que todo por lo que había luchado se iba en unos segundos. Fíjate que con el tiempo, después de lo que me pasó, he pensado que quizá no es lo peor, que también esto me ha ayudado a ver las cosas de otra manera, porque antes yo era un güeón que no estaba ni ahí con nadie más que con mi familia, y estaba preocupado de tener cosas, mi casa, que saliéramos una vez al mes a comer, que tuviéramos vacaciones. Estaba encalillado, bueno, hasta ahora estoy encalillado, y quería vender mi casa y comprarme otra para irme de la población con mi señora y mis dos niños (…). Con el paso del tiempo creo que las cosas no eran tan así como las veía y hoy estoy más convencido que no se trataba sólo de un tema de la policía, sino más bien de una venganza por parte de los traficantes quienes, confabulados con los pacos, producto de la actitud de mi mamá con respecto a luchar, dar entrevistas y denunciar la situación que la población vive, se pegaron el show conmigo (…) partí al Easy de Gran Avenida para comprar pintura; tomé el colectivo y a la cuadra siguiente tres pacos me bajan, me tratan como a un delincuente, me hablan con agresividad, garabatos. Yo me resistí y forcejeé con los tres; me querían pegar y yo no me dejé hasta que me echaron dentro del furgón y me llevaron a la comisaria. Allá me dicen que me habían encontrado 125 papelillos de pasta base de cocaína (…). Me puse nervioso, no podía hablar una frase, no

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podía sacar el habla, era como si la lengua se me hubiese pegado al paladar. Me dolía el estómago, me faltaba el aire y me volvía a preguntar qué había hecho mal o qué hemos hecho para que gente como ésta nos trate así (…). Llegó mi mamá, mi papá, mi señora, mis hermanos, algunos amigos, cuñados. Mi señora les grito de todo y yo, desde dentro del calabozo, les gritaba que me soltaran, pacos corruptos, conchesumadres, etc. Mi señora les preguntaba gritando, ¿pueden saludar a sus hijos sabiendo que le están cagando la vida a una familia?, ¿pueden llegar tranquilos a sus casas después de un día de trabajo?, ¿cuánta plata quieren? Ella pensaba que entregando los dos millones con que acabábamos de vender nuestra casa podía solucionar algo el tema como lo hacían en la calle, pero me metieron en la cárcel de San Miguel, donde estuve tres meses (…). Cuando salí y llegué a la casa no quería ni ver la calle por miedo a los pacos y la depresión. Perdimos la plata que teníamos porque mi señora le pago a puros abogados sinvergüenzas; perdí mi pega, quedé con un certificado de antecedentes en proceso y con un juicio pendiente que duro más de tres años y en el que la Corte decidió por dos votos contra uno que era inocente. Siento mucho alivio, mucho cansancio, mucha angustia. Aún sigo soñando con fantasmas…” (T) 5. ¿Dónde está Dios para los pobladores? ¿dónde está el cabro que nació en una cueva? Pero en muchos otros sentidos, la construcción de iglesia ha sido experiencia de lucha, aprendizaje, dolor, parido de amor y de vida. Por ejemplo la toma de Nueva La Legua (1947) se hizo de la mano del cura obrero Rafael Maroto. La construcción de organizaciones sociales, culturales, políticas, deportivas fue promocionada o albergada por la iglesia. La iglesia fue cobijo y rostro de los perseguidos, torturados, humillados por la dictadura militar y por los luchadores de justicia y verdad. Fue denuncia responsable, ante la indiferencia del estado y de parte de la sociedad civil chilena por las condiciones de pobreza, estigma y violentación provocada. ¿Que está pasando en los pobladores y pobladoras de La Legua, ante la pregunta de qué se espera de la iglesia o qué iglesia se quiere? Los pobladores siguen viviendo desde hace dos décadas, un proceso de desafiliación. Algunos, porque han visto en otras religiones sentido de Dios; otros, porque los sentidos de ayer de-

vienen vacios hoy, porque la constatación de su realidad genera la pregunta no solo de dónde está la iglesia sino de dónde está Dios. Algunos siguen esperando y queriendo de la iglesia lo ritual, otros no esperan absolutamente nada. La celebración/liturgia continúa negada. La iglesia-comunidad ignora qué celebrar. Los espacios están marcados por signos y simbolos ahistóricos, alineantes con una idea neoliberalizada de la vida. En ultimo se piensa que no hay nada que celebrar. No soy parte de está iglesia –dice Nacho-, tampoco somos iglesia, no queremos iglesia. Porque esa iglesia habla el lenguaje de Dios rey y no del cabro que nació en una cueva, que se hizo último entre los últimos, pequeño entre los pequeños, hijo de un carpintero y una mujer como cualquiera y que por lo demás murió preguntando, con miedo, por qué su padre le quitaba la vida en pos de la vida de Otros. Que la iglesia corte con la jerarquía y con la complicidad de los ricos Los pobladores de La Legua, que históricamente han visto a una iglesia local jugada por su vida, que mayoritariamente es creyente y quiere su iglesia, que instituyó de hecho, respeto y valoración por su iglesia más que ninguna entidad en la población, quieren que la iglesia corte con la jerarquía y con la complicidad de los ricos y poderosos. Quiere una iglesia que se conmueva con y entre la muchedumbre, que hable nítida y celebradamente. Una iglesia con buen humor, ecuménica, Nazarena y que de verdad se juegue por su opción preferencial a los pobres, siendo pobre entre los pobres.

Notas: 1

2

Comenzado hacía fines del 90 en el sur de ambos países. Los encuentros tienen un carácter ecuménico, austral y diverso de humano. Se realizan dos veces al año para reflexionar y buscar, en comunidad, la teología desde y del pueblo. Andrea Castillo, Matías Valenzuela y Nicolás Viel.

3

Todas las citas son extraídas de la investigación “Vidas intervenidas, prácticas e identidades en conflicto. La población Legua Emergencia (19492010)” realizada por el autor de este artículo.

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Entrevista realizada en marzo de 2010

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Entrevista realizada en abril de 2010. Los hechos de abuso policial grave se multiplican con creces en la investigación, dando cuenta de prácticas sistemáticas de violación de derechos humanos, que en los últimos dos años se han reducido en número.

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Mirada Feminista al Concilio Vaticano II: 50 años después1 Loreto Fernández Martínez

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or qué una mirada feminista? No necesito justificar la necesidad de plantearse desde un locus que ha sido considerado uno de los corpus teóricos y movimientos sociales, políticos y culturales más significativos del s. XX y que ha desencadenado una serie de transformaciones en todos los ámbitos, las cuales siguen en curso. Ahora bien, en lo concreto este escrito es feminista, porque no puedo imaginarme pensar ni escribir nada que no lo sea. He sido feminista antes de que pudiese discursivamente reconocer y apropiarme de este relato específico que busca relaciones humanas completamente otras, dignas, justas, inclusivas, para todas y todos sin excepción. He sido feminista desde el saber intuitivo originado en el malestar del cuerpo que me enseñó tempranamente que no era lo mismo ser niña que niño. Escribo desde la conciencia de que pobladoras, estudiantes, artistas, intelectuales, migrantes, cristianas, ateas, jefas de hogar, lesbianas, indígenas, jóvenes y viejas, trabajadoras todas, nos manifestamos de múltiples formas en diversas partes del mundo, por nuestras libertades, por la autonomía de nuestros cuerpos, por el derecho a nuestros derechos, por el reconocimiento de la igualdad fundamental

y de la expresión de nuestras diferencias. Las mujeres católicas no hemos estado al margen de estos procesos, a pesar de las censuras y reprensiones al interior de la Iglesia y la desconfianza que provoca fuera de ella en las militantes, que no conciben como posibilidad seguir adhiriendo al cristianismo -en cuanto uno de los principales bastiones del patriarcado- y subvertir el orden imperante; pretensión que sí tenemos las feministas cristianas. Por otro lado, ¿Por qué darnos el tiempo de pensar un acontecimiento eclesial que, más allá de las formas que hace que cualquier estudiante de teología u otra persona comprometida pastoralmente “conozca”, para muchas y muchos de dentro y fuera de la iglesia católico romana, no es más que “historia” de algo que pudo ser? De un algo: “para unos, desconocido; para otros, olvidado; para una notable mayoría, incomprendido”. Lo hacemos justamente por eso, porque queremos mirarnos desde la historia, resistir y recrearnos desde ella, o, parafraseando al gran pensador argentino Rodolfo Kusch, queremos poner en juego la Pastoral Popular

verdad del presente, explorando el pasado con conciencia de límite y de liberación. Aclaro que esto no es un análisis detallado de lo que el Concilio puede representar, sino más bien un acercamiento que intencionadamente se hace desde un lugar interesado, a saber, interrogar el acontecimiento con ojos de feminista y creyente. 1) Contexto El s. XX cristalizó una serie de avances en distintos campos del saber. El normal transcurrir evolutivo de la condición humana, siempre cambiando, se aceleró con la caída de los grandes imperios, los procesos de descolonización, las dos guerras mundiales, la irrupción de las mujeres en el ámbito público, los nuevos descubrimientos científicos, el desarrollo tecnológico, el impacto de los medios de comunicación, enumeración a la que podríamos sumar una larga lista de otros elementos de diversa índole y grado, enmarañados entre sí como causas y efectos, de una época que vino a coronar la modernidad, como reconocimiento fáctico de la autonomía humana, arrojada a su propio arbitrio.


Concilio y Actualidad El surgimiento del Concilio no es por tanto un hecho aislado, sino que viene a hacerse parte de los cambios mundiales en curso. Estos deseos venían pujando hace mucho al interior de la propia Iglesia como conciencia de que se necesitaban transformaciones profundas en el estudio de la Sagrada Escritura, las formas litúrgicas, la catequesis, el ecumenismo, el compromiso pastoral, entre otros aspectos y que se expresaba tanto en la reflexión teológica como en las prácticas eclesiales (JOC, Acción Católica, curas obreros, etc.) Mención especial merece la Conferencia Episcopal de Río de Janeiro, en 1955 que dio paso a la creación del Consejo Episcopal Latinoamericano, CELAM, y que por su espíritu de colegialidad episcopal es considerado como un acontecimiento precursor del Concilio. Para nosotrxs2, esto tiene plena consonancia con la fe, pues la experiencia cristiana se funda en la creencia de que Dios se hace carne humana y que actúa en la historia. Por lo mismo, la fe dice relación a la mirada con la que se aquilatan los hechos y el cómo se busca ubicarse en ellos mismos. 2) Metáfora: Juan XXIII, o cuando hacemos tiempo mientras nos acomodamos…cuidado Dios nos puede sorprender. La elección de Juan XXIII se efectuó después del largo pontificado de casi dos décadas de Pio XII (marzo de 1939 a octubre de 1958) “Razonablemente” los cardenales escogieron un pontífice anciano, provisional, que diera tiempo de hacer una transición mientras se reordenaban las filas vaticanas. Pero a tres meses de su elección, Angelo Giuseppe Roncalli, quien pasaría a la historia como “el papa bueno” sorprendió a todxs, y molestó a muchos, anunciando el XXI Concilio

7 Ecuménico, el I Sínodo de la diócesis de Roma y la revisión del Código de Derecho Canónico. Anuncio que daría paso al Concilio Vaticano II. El que el Concilio fuera convocado por Juan XXIII quien falleciera ocho meses después de haberlo inaugurado (11 de octubre de 1962- 3 de junio de 1963), es un buen recordatorio de como Dios actúa, poniéndose siempre en los márgenes. De este papa que tan poco se esperaba, provino el Concilio que tantas esperanzas concitó. Para nosotrxs, que vivimos tiempos complejos, en que por un lado la innegable crisis de la iglesia católica –en que la pedofilia es un triste síntoma de una grave enfermedady por otro, los nuevos escenarios culturales y sus cambios vertiginosos nos hacen muchas veces andar a tientas sin saber qué rumbo seguir, puede ser fuente de consuelo, ánimo y esperanza saber que comprometiéndonos también con los procesos que se gestan desde abajo, aquello por lo que no apostaría ninguna transnacional, solidarixs con los empobrecidos de un sistema que hace desechables a las personas, estamos siendo y haciendo parte de la Buena Nueva de Jesús, quien bendecía el nombre de Dios, por revelarse a lxs pequeñxs (Cf. Mt. 11, 25). 3) Iglesia-pueblo de Dios-presencia de mujeres No parece razonable analizar el papel de las mujeres en la iglesia y particularmente en el Concilio, sólo por el número de participantes. De hecho, la mayoría de quienes concurren a las iglesias son justamente mujeres, y sin embargo, la estructura eclesial sigue siendo patriarcal, excluyente y hasta misógina en ocasiones. Justamente por lo mismo, es que el dato del número en espacios resolutivos adquiere un Pastoral Popular

ribete particularmente interesante. Los asistentes al Concilio eran alrededor de 2500, la mayor parte padres conciliares -obispos de los cinco continentes y superiores generales de las congregaciones religiosas masculinas. Había además asesores expertos elegidos por el Papa o los obispos que colaboraban en los trabajos de las comisiones; observadores o delegados de otras confesiones cristianas que inicialmente fueron 31 y culminaron en 93, y finalmente auditores: 36 hombres y 23 mujeres, representantes del laicado o de congregaciones religiosas femeninas, que ingresaron recién en la tercera cesión del Concilio. Es decir, la representación de género que demográficamente en el mundo se mantiene alrededor del 50%, en el Concilio fue de 1 a 99...Respetable 1% de mujeres con derecho a “escuchar y a acatar” y que no estuvo exento de polémicas, por la molestia de algunos que no se resignaban a que féminas estuviesen presentes en tan magno acontecimiento. Sea como fuere, los complejos mecanismos que permiten la exclusión por medio de procesos a través de los cuales se reproducen y naturalizan determinados comportamientos, repercute en efectos directos sobre todo el colectivo asociado a dichas prácticas. En este caso, la continuidad de la Iglesia, su presente y su futuro se juegan en buena medida en si se mantendrá la concentración de poder, tan ajena a la horizontalidad de relaciones establecidas por Jesús o seriamente se buscarán mecanismos que aseguren relaciones democráticas y participativas. En este sentido la categoría “Pueblo de Dios” del Concilio quiso afirmar el papel de todxs lxs bautizadxs, particularmente del laicado, reconociendo su participación activa en todas las obras de evangelización de la Iglesia y afirmando


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8 que no somos de segunda categoría, pues todos somos llamados a la misma santidad y a compartir la misión que le da razón de ser a la comunidad eclesial. A pesar de las concesiones que dejaron en la Constitución L.G. vestigios de una eclesiología preocupada de mantener el status de la jerarquía, como ejemplo parte del n°27: “Los Obispos rigen, como vicarios y legados de Cristo, las Iglesias particulares que se les han encomendado, con sus consejos, con sus exhortaciones, con sus ejemplos, pero también con su autoridad y con su potestad sagrada, que ejercitan únicamente para edificar su grey en la verdad y la santidad, teniendo en cuenta que el que es mayor ha de hacerse como el menor y el que ocupa el primer puesto como el servidor n° 28: “…Los presbíteros, aunque no tienen la cumbre del pontificado y en el ejercicio de su potestad dependen de los Obispos, con todo están unidos con ellos en el honor del sacerdocio…” n°29: “En el grado inferior de la jerarquía están los diáconos..” y en el n° 30 se menciona, como podemos imaginar, a lxs laicxs: “El Santo Concilio, una vez que ha declarado las funciones de la jerarquía, vuelve gozosamente su espíritu hacia el estado de los fieles cristianos, llamados laicos. Cuanto se ha dicho del Pueblo de Dios se dirige por igual a los laicos, religiosos y clérigos; sin embargo, a los laicos, hombres y mujeres, en razón de su condición y misión, les corresponden ciertas particularidades cuyos fundamentos, por las especiales circunstancias de nuestro tiempo, hay que considerar con mayor amplitud. Los sagrados pastores conocen muy bien la importancia de la contribución de los laicos al bien de toda la Iglesia. Pues los sagrados pastores saben que ellos no fueron constituidos por Cristo para asumir por sí solos toda la misión salvífica de la Iglesia cerca del mundo,

sino que su excelsa función es apacentar de tal modo a los fieles y de tal manera reconocer sus servicios y carismas, que todos, a su modo, cooperen unánimemente a la obra común.” Ya sería interesante analizar en sí misma la tensión obvia de estos párrafos entre la mantención del clásico esquema piramidal obispos, presbíteros, diáconos y laicos y el que discursivamente en el mismo escrito se apele a relaciones amistosas e igualitarias; pero además de eso, en la Constitución Lumen Gentium el Concilio nos dejó como legado un documento, que apartándose de las primeras redacciones que partían hablando de la iglesia desde su jerarquía, estableció un orden en que el primer capítulo habla del misterio de la iglesia, el segundo es dedicado al pueblo de Dios y recién en el tercero se refiere al ordenamiento jerárquico. De este modo, se impulsa una saludable y evangélica eclesiología –hoy en desuso en muchas partes- que con claridad establece que el corazón de la iglesia no está en el poder sagrado de unos pocos que se ejerce sobre fieles necesitados de guía, sino de la comunión en hermandad y amistad de un pueblo donde “no hay judío, ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer” (Ga. 3, 28) Con la misión de compartir gozosamente el mensaje de vida buena y abundante de Jesús. La “sacralidad” entonces, corresponde al Pueblo de Dios en su conjunto y el Vaticano II, hizo conciencia de que la Iglesia ha de ser sacramento de la unión de Dios con un mundo del que ella es parte, no centro. Un modelo de iglesia así, lejos de la concepción quiriarcal que concentra el poder de algunos varones privilegiados sobre otros varones y sobre todas las mujeres, es plenamente compatible para las aspiraciones de feministas cristianas, si se establece de modo orientador hacia relaciones cada vez de mayor Pastoral Popular

igualdad, en que no se necesiten establecer jerarquías, sino ministerios entendidos como servicios, que pueden ser efectuados por todxs al interior de la comunidad, en procesos rotatorios y democráticos que permitan un discipulado de iguales. Además del 1% de auditoras, el Concilio dedicó algunos párrafos a las mujeres, particularmente en la Constitución G. S: “Las mujeres reivindican, allí donde aún no lo han conseguido, la igualdad de derecho y de hecho con los hombres” (GS 9), “es lamentable que los derechos fundamentales de la persona no estén todavía protegidos en la forma debida por todas partes. Es lo que sucede cuando se niega a la mujer el derecho de escoger libremente esposo y de abrazar el estado de vida que prefiera o se le impide tener acceso a una educación y una cultura iguales a las que se conceden al hombre” (GS 29), “la activa presencia del padre contribuye sobremanera a la formación de los hijos; pero también debe asegurarse el cuidado de la madre en el hogar que necesitan principalmente los niños menores, sin dejar por eso a un lado la legítima promoción social de la mujer” (GS 52), “las mujeres actúan ya en casi todos los campos de la vida, pero es conveniente que puedan asumir plenamente su propio papel según su propia índole. Todos deberán reconocer a la mujer la participación propia y necesaria en la vida cultural y promoverla” (GS 60). Junto a ello, se dedicó palabras especiales a las mujeres en el punto 4 del Mensaje Final del 8 de diciembre de 1965, donde se llega a decir, sin ningún sentido de proporción ni autocrítica, que: La Iglesia está orgullosa, vosotras lo sabéis de haber elevado y liberado a la mujer,


Concilio y Actualidad de haber hecho resplandecer, en el curso de los siglos, en la diversidad de sus caracteres, su innata igualdad con el hombre. Tanto los números señalados como el mensaje final no pasan de ser actos de corrección y hasta buena voluntad, que sin embargo, mantienen una visión de las mujeres estereotipadas en su rol de compañeras y no como sujetas de su propia existencia, usando un tono anacrónico muy distinto al contexto de revolución cultural mundial en el que se dieron y evidenciaron que tanto en las expectativas de apertura que suponía la iglesia de los 60´ como ahora, la jerarquía tiene serias dificultades para entender que el mundo cambió y sigue cambiando y que la real igualdad de participación para varones y mujeres, es un piso ético mínimo si se quiere ser, como se pretende, una voz autorizada como “experta en humanidad”. 4) ¿Qué podemos esperar? Escuchando voces de quienes escucharon el Concilio El pastor metodista argentino José Míguez Bonino, compartiendo en un Congreso en México en 1964 lo que estaba aconteciendo en el Vaticano II, al que asistía invitado como observador, comentaba con respecto a los padres conciliares: “El contacto con la realidad los ha despertado.[…] Y así, llevados por una urgencia misionera y social, se ven conducidos a estudiar y apreciar ideas más profundas de renovación[…] Me parece que este es el mayor signo de esperanza”. Por su parte, la uruguaya Gladys Parentelli, quien asistiera como auditora, planteó en los 90’: “La Iglesia como institución debería desaparecer porque es un mal

9 ejemplo. […] La peor de todas las jerarquías es la del Vaticano. Lo que le interesa es su propio poder. La Iglesia que queremos las mujeres no tiene que ver con la actual, autoritaria en extremo, vertical, patriarcal, machista, que acumula riquezas y predica cosas de la boca para afuera. Hay poco espacio para la libertad, la compasión, la solidaridad y el amor pleno.” ¿Con qué quedarnos?¿Las grandes expectativas que se generaron en un primer momento y que dieron paso a cambios sustantivos en la Iglesia, o en el desengaño de quienes vieron frustrados sus anhelos al ver que al poco correr del tiempo se impuso un estilo que fue acallando el ímpetu renovador del Vaticano II?. No estoy segura; pienso que la incertidumbre es un factor siempre presente en la historia, más allá de cualquiera de las leyes que pueden operar en los procesos sociales. Esta apertura a multiplicidad de escenarios, nos da un margen de libertad que tendría que ser aliciente que nos anime a leer y re-leer el Concilio, apropiándonos creativamente de lo que fue, de lo que pudo ser y de lo que eventualmente puede dar. Al respecto les comparto dos inquietudes, que surgen de mis propias cavilaciones. La primera es que no pienso que avancemos si nos situamos desde ideas románticas cargadas de nostalgia. La iglesia cambió y el mundo también. Las esperanzas se tendrían que fundar en nuestra osadía de mirar el ayer para aprender, el hoy para ver donde está pasando Dios y animarnos a actuar en consecuencia. Tendríamos que afinar el oído y reconocer que la Ruah ocupa formas, lenguajes y expresiones muy diferentes a nuestros archiconocidos discursos. Lo segundo: tampoco me parece Pastoral Popular

que podamos situarnos en una criticidad desde el “no lugar”, la meta historia, con la pretensión de que superamos las contradicciones de los procesos históricos. ¿Y si dejaste la iglesia simplemente para reproducir las malas prácticas en otros espacios? ¿Después de la disidencia qué?. El presidente Salvador Allende, nos decía en su ya mítico discurso radial minutos antes de morir: “la historia es nuestra y la hacen los pueblos”. Los deseos de cambio que favorecieran a todxs, particularmente a las clases trabajadoras y a lxs empobrecidxs que animaron esa época en nuestro país, parecían completamente aniquilados por la dictadura y el modelo que impuso. Hoy, casi 40 años más tarde, volvemos a sorprendernos escuchando en boca de nuestrxs jóvenes las proclamas políticas de antaño, pidiendo justicia, igualdad y dignidad, pareciera que algo está cambiando, algo está por suceder… Entonces, ¿Por qué no parafrasear y decir “El Concilio es nuestro, lo hace el Pueblo”? ¿Es que Dios no hace nuevas todas las cosas? (Apoc. 21, 5) Puede que no lo veamos, que no nos demos cuenta, pero “Lo viejo y anticuado está a punto de desaparecer” (Heb. 8, 13).

Notas: 1

Adaptado de presentación en Escuela Graduada de Teología, Universidad Central de Bayamón, Puerto Rico, 8 de marzo de 2012

2

En aquellas palabras cuya terminación denota género masculino o femenino, utilizaré [X] como una fórmula de lenguaje inclusivo que a su vez, aligere la lectura del texto.


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