Un pasado y un futuro Editorial
Un pasado y un futuro
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E
n estos últimos meses hemos estado recordando el acontecimiento grande que fue para la iglesia católica de los años 60 - y pensamos que también para todas las demás iglesias - el Concilio Vaticano II. En efecto, se cumplen 50 años, dos generaciones bien crecidas.
Los tiempos son otros hoy. Está claro. Para la gran mayoría de los adultos católicos activos el Concilio no es objeto de recuerdo personal, sino meramente histórico: han oído hablar, o han leído sobre él. En el presente número de esta revista volvemos hacia ese acontecimiento pasado desde tres ángulos de nuestra realidad presente, para asomarnos a un posible futuro. El primer ángulo es la visión que de sí misma tiene una juventud que crece y vive en La Legua Emergencia. Lo describe Paulo Álvarez. En la desolación en que se encuentra y en el asolamiento al que la somete la arbitrariedad y violencia policial, esta juventud ni siquiera se pregunta ya dónde está la Iglesia del Vaticano II, sino simplemente dónde está el cabro que nació en una cueva (en Belén), y que murió preguntándole a su padre (Dios) por qué le hacía sufrir tanto abandono. Y hace suyo, sin saberlo, ese grito desesperado. El segundo ángulo es el de un movimiento feminista católico. Lo representa Loreto Fernández. No se imaginaron los 2.500 varones participantes y Padres Conciliares que cincuenta años más tarde iban a ser cuestionados tan radicalmente por mujeres que, siendo las más numerosas entre los feligreses, no llegaron a configurar un uno entre ciento de quienes algo pudieron decir, no en las aulas, sino apenas en los pasillos conciliares. El tercer ángulo de visión es el de una hermanita de Jesús, Donata Cairo, perteneciente a una congregación que ve y busca a su Dios en las personas y los grupos más pobres en todo el orbe – entre artistas de circo, entre gitanos y gitanas trashumantes, entre trabajadores de temporada en Copiapó, mujeres y hombres – una congregación religiosa de hermanas universales,
sin límites en su amor, que más pertenece al futuro de una iglesia del espíritu que al presente tan terrenal , organizado y publicitado, para mal y para bien, de nuestras instituciones. Desde tres ángulos distintos, son tres críticas a nuestra iglesia del presente, partiendo de lo que el Espíritu pareció haberle dicho a las iglesias en tiempos del Vaticano II. En el cuarto artículo, Oscar Beozzo cuenta algo de lo que se urdió, muy políticamente en la trastienda y en los grandes escenarios, para que se produjeran los dos documentos mayores del Concilio: el que vincula el destino de la Iglesia con el del mundo, Gaudium et Spes, y el que define a la Iglesia más bien como un pueblo que camina que como jerarquía con báculo… En el quinto, Manuel Ossa describe a grandes trazos el ambiente social, político y cultural que precedió y acompañó al Concilio, dando a entender así, desde abajo, algunos de los hilos que se enhebran en el tejido doctrinal y pastoral de la trama conciliar. Termina este número con un fraternal llamado de Pablo Fontaine, en nombre del Jesús que entre nosotros fue pobre, a no olvidarnos de los pobres – bien material y concretamente - nosotros todos quienes, por el mero hecho de tener algún mejor pasar, podemos ser interpelados por otros como ricos.
Pastoral Popular
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