Haití por sí - Español

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Organización de Adriana Santiago Prefacio de Adolfo Pérez Esquivel Colaboración de Frei Betto

Haití por sí La reconquista de la independencia robada


Adital, Agencia de Información Frei Tito para América Latina, es una iniciativa de comunicación creada para dar visibilidad al pensamiento y el accionar de los que construyen ciudadanía en nuestro continente. Sus fuentes de información son movimientos sociales, indígenas, mujeres, iglesias, grupos culturales, negros, jóvenes y minorías étnicas. Para esto, Adital dispone de una amplia red de reporteros que vivencian directamente los eventos en sus países y se convierten, así, en un instrumento ético para la integración y la solidaridad de nuestros pueblos. Conozca y suscríbase a este portal que abrirá nuevos horizontes a su conocimiento acerca de América Latina y el Caribe: www.adital.com.br


HaitĂ­ por sĂ­ La reconquista de la independencia robada


Presidente: Manfredo Araújo de Oliveira Director ejecutivo: Ermanno Allegri Coordinación administrativa: Conceição Rosa de Lima

Proyecto Haití por sí Organización y edición: Adriana Santiago Subedición: Benedito Teixeira Proyecto gráfico y diagramación: Eduardo Freire Tratamiento de imágenes: Elton Gomes Revisión de la edición en portugués: Lucas Carneiro y Paulo Emanuel Lopes Traducción al portugués: Delza Tereza Lombardi, Benedito Teixeira, Francisco Nogueira y Paola Vasconcelos Transporte y logística: Robenson Lafortune Revisión de la edición en español: Marcela Coria Traducción al español: Daniel Barrantes (cap. 1, 2, 3); Ricardo Zúniga García (cap. 4, 5, 6)

Reportajes Adriana Santiago, periodista brasilera (textos y edición) Alty Moleon, fotógrafo haitiano (fotos) Ana Paola Vasconcelos, periodista brasilera (textos y traducciones) Benedito Teixeira, periodista brasilero (textos, edición y traducciones) Francisca Stuardo, periodista chilena (textos y fotos) James Alexis, periodista haitiano (fotos) Jonh Smith Sanon, periodista haitiano (fotos) Moranvil Mercidieu, fotógrafo haitiano (fotos) Nélio Joseph, periodista haitiano (textos) Phares Jerôme, periodista haitiano (textos y fotos) Thalles Gomes, periodista brasilero/ MST (fotos) Wooldy Edson Louidor, periodista haitiano (textos) Catalogação na Fonte Bibliotecária: Perpétua Socorro Tavares Guimarães - CRB 3 801- 98

Haiti por si : a reconquista da independência roubada / Adriana Santiago [organizadora] .- Fortaleza: Expressão Gráfica e Editora, 2013. 192 p. : Il. Isbn: 978-85-420-0138-9 1. Haiti- história I. Santiago, Adriana II. Título CDD: 900


HaitĂ­ por sĂ­ La reconquista de la independencia robada Adriana Santiago (organizadora)

Fortaleza - 2013


Un pueblo entre el dolor y la esperanza • Por Adolfo Pérez Esquivel (Prefacio) ..................................... 6 Refundar una nación libre y soberana • Por Ermanno Allegri............................................................ 9 Un ideal y un atrevimiento • Por Adriana Santiago................................................................................11 Capítulo 1 Una historia paradójica.................................................................................................................... 12 Cine para no morir con los brazos cruzados ................................................................................... 32 El “unga” criollo.................................................................................................................................... 36 Haití, ¿existe? • Por Frei Betto................................................................................................................. 44 Capítulo 2 Después de la catástrofe, ¿cómo estamos?.............................................................................. 46 Intelectualidad haitiana contribuye a la reconstrucción................................................................ 50 Obispos del mundo en favor de Haití................................................................................................. 55 Casas de Finlandia inadecuadas para el clima ..................................................................................57 Una lección de solidaridad ................................................................................................................. 58 Escuelas para reconstruir Léogâne.................................................................................................. 66 Cooperación para salvar vidas .......................................................................................................... 70 O Haití después del sismo, ¿qué reconstrucción • Por Irdèle Lubin.......................................................75


Capítulo 3 Soberanía alimentaria: un territorio agrícola en agonía....................................................... 80 Café criollo es manjar disputado....................................................................................................... .84 El arroz a la vera del camino.............................................................................................................. 89 Kat Je Kontre - Cuatro ojos que se encuentran .............................................................................. 93 Cinco millones en estado de desnutrición......................................................................................... 98 Gobierno lanza programas para reducir la pobreza.......................................................................102 Para proteger un patrimonio natural en peligro • Por Rochelle Doucet............................................... 103 Capítulo 4 Una alternativa de desarrollo económico y social.................................................................106 Kasay: Casa de harina con una línea de producción super eficiente.............................................114 Lèt Agogo - Mejoramiento de leche ayuda a habitantes del campo............................................ 125 País emergente. ¿Un caso de desvío? Mentira, confianza y sociedad • Por Alain Gilles...................131 Capítulo 5 La cultura como vitrina.................................................................................................................. 136 Vudú: cultura y religión, resistencia y solidaridad......................................................................... 140 Artesanías en hierro también son asunto de mujeres................................................................... 152 De la estabilidad cultural • Por Pierre Clitandre.......................................................................................160 Capítulo 6 Construyendo la propia resistencia........................................................................................... 164 Mujeres cuidan una ciudad................................................................................................................ 170 Escuela gratuita en las vacaciones para quienes no pueden pagar..............................................174 Radios comunitarias para la organización popular........................................................................ 178 Automeca, un campamento de solidaridad.....................................................................................185 Una democracia participativa limitada • Por Marie Frantz Joachim.........................................................188


Prefacio

Un pueblo entre el dolor y la esperanza Por Adolfo Pérez Esquivel

Adolfo Pérez Esquivel es arquitecto, escultor y activista de derechos humanos, argentino, premiado con el Nobel de la Paz en 1980. Coordinó la fundación del Servicio Paz y Justicia en América Latina (SERPAJ-AL), junto con varios obispos, teólogos, militantes, líderes comunitarios y sindicalistas.

Haití fue formado por diversos pueblos africanos víctimas de la esclavitud a la que fueron sometidos como fuerza de trabajo. En el tiempo de sufrimiento y expulsión de su tierra, el pueblo haitiano fue generando una resistencia cultural, espiritual y política por sus derechos, vidas e identidad, consiguiendo preservar sus raíces originarias. A través de su historia, fue objeto de diversas dominaciones y dictaduras que lo llevaron a situaciones límite, pero tuvo la capacidad de sobreponerse y generar una resistencia para lograr la construcción de nuevos espacios de libertad. A pesar de esos esfuerzos, Haití tuvo que soportar la presencia de tropas extranjeras y la dependencia; es el país con el mayor índice de pobreza extrema del continente y hace poco tiempo fue castigado por catástrofes naturales, como terremotos y una epidemia de cólera, que afectaron la vida del pueblo. Es necesario saber cuán grave es esto: según un informe publicado por OCHA (Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios), hasta el 22 de junio de 2012 había 559.487 infectados por esa enfermedad desde octubre de 2010 hasta junio de 2012, y 7.299 muertos; las proyecciones de la enfermedad preveían 170.000 nuevos casos para el año 2012. El informe del SG de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), publicado el 31 de agosto de 2012, decía: 7.440 muertos entre octubre de 2010 y el 15 de julio de 2012, y 580.947 infectados durante ese mismo período. A pesar de la difícil situación que el pueblo tiene que soportar, tiene la voluntad y la capacidad de buscar caminos alternativos y reconstruir espacios sociales, culturales y políticos; tiene la necesidad de recuperar los bienes y recursos naturales que fueron devastados por falta de políticas de desarrollo e integración de su población y de lograr satisfacer sus necesidades básicas, como salud, educación, trabajo y la posibilidad de una vivienda digna. Un pueblo al que se le impusieron políticas de especulación financiera por sobre el desarrollo integral para la vida.

Haití es un país ocupado por tropas extranjeras de la Minustah, que bajo el nombre de Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití, no ha logrado avances significativos para recuperar las instituciones del Estado, ni medidas de seguridad para la población, ni fortalecer sus instituciones. La ayuda internacional, incluso, estuvo más orientada al asistencialismo que a la promoción de programas en los cuales los sectores sociales, educativos y políticos tuvieran participación activa para conseguir recomponer la estructura del Estado, el poder judicial y las instituciones que hacen a la vida democrática. Algunos organismos, como la ONU, Unasur y diversas instituciones contribuyen a mejorar la situación del pueblo haitiano, y logran algunas conquistas, pero éstas son insuficientes. Es fundamental encontrar caminos alternativos a través de la participación de diversas organizaciones sociales para superar los problemas del pueblo y fortalecer sus derechos de soberanía y autodeterminación. En Haití se aplicaron programas corrosivos, políticas asistencialistas “para el pueblo haitiano” sin participación de las organizaciones sociales, que quedaron como espectadoras y no como protagonistas. Una actitud adecuada sería la participación activa y el diálogo “junto al pueblo”; esos sí son conceptos distintos de valores y de posibilidades reales para superar los problemas existentes. Es urgente implementar programas viables para alcanzar la soberanía alimentaria, recuperar los recursos naturales, el agua, el derecho a la tierra y la distribución de los bienes de manera equitativa, como la recuperación de las florestas y las tierras cultivables. Esto no es posible sin la participación activa de la población; es necesario despertar conciencias y activar sus propios valores y saberes para un desarrollo integrador.

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Haíti por sí

tenga en cuenta las economías regionales y participativas. Es un largo camino a recorrer y esperamos que la solidaridad y el apoyo internacional puedan contribuir y dar frutos, por el bien del pueblo haitiano. Francia tiene una deuda histórica con Haití y tiene la oportunidad de reparar y superar la crisis que hoy vive la población haitiana, y la posibilidad de restituir la llamada deuda externa que Haití le pagó después de su liberación, y destinar esos recursos para cooperar en la reconstrucción del país. El retiro de las tropas extranjeras es vital: es necesario establecer etapas para su retiro y suplantar esos espacios de seguridad con haitianos. Esperamos y reclamamos a los países latinoamericanos que no renueven el mandato dentro de la Minustah y que retiren las tropas de Haití. Es el clamor y la exigencia del pueblo, desde hace ya un año. El Senado votó recientemente en favor del retiro de las tropas, antes del 12 de octubre. La ONU y los gobiernos de los países que mantienen tropas de ocupación en Haití deben escuchar el reclamo del pueblo. Pedir el retiro del país de los efectivos militares estadounidenses, que por razones estratégicas y políticas regionales buscan consolidar su presencia en la región caribeña. No es posible aceptar la presencia de tropas extranjeras que, con falsos pretextos, quieren permanecer en el país. Es necesario cambiar los ejes y objetivos impuestos en Haití, profundizar la cooperación internacional y la solidaridad, saber que es posible superar las dificultades si el protagonista es el pueblo haitiano y saber también que a los fines de que este pueblo, para su vida y desarrollo social, cultural, económico y político, pueda avanzar al encuentro de su propio camino, necesita las manos y el apoyo de los pueblos hermanos del continente y del mundo. Buenos Aires, enero de 2013

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El 15 de octubre, el secretario general de la ONU volvió una vez más a recomendar que continuara la ocupación militar de la Minustah en Haití, sin evaluar ni tener en cuenta que, después de ocho años de ocupación, no se lograron avances por el bien del pueblo y de sus instituciones. Se vuelve a insistir y a someter al pueblo a seguir viendo su territorio ocupado por tropas extranjeras, violando la soberanía y los derechos del pueblo, con el pretexto de que la ayuda es necesaria. La pregunta fundamental es: ¿qué se ha logrado en estos años de ocupación del país? ¿Para quién es la ayuda? ¿Cuántos millones de dólares y de euros se gastan para sostener las fuerzas de ocupación en Haití, en lugar de destinarlos a la vida y al desarrollo del pueblo? En varias oportunidades, se enviaron a Haití misiones internacionales, incluso delegaciones de las Naciones Unidas, para evaluar y verificar la situación de los derechos humanos y del pueblo. Sin avances ni resultado alguno. Un ejemplo de lo que señalo es la zona de tal vez mayor marginalidad y pobreza del país, “Cité Soleil”, donde la falta de agua potable, redes sanitarias, desagües y las condiciones de aglomeración de las personas que soportan la violencia social y estructural provocan altos índices de enfermedades y mortalidad infantil. Dentro de este cuadro dramático, debemos encontrar caminos esperanzadores que nos iluminen, como el accionar de diversas organizaciones humanitarias que contribuyen apoyando al pueblo haitiano con programas y aportes concretos, la presencia de grupos médicos que viven y comparten la vida con los habitantes en los barrios donde actúan, a los que se suman educadores y técnicos agrícolas que capacitan a los campesinos para que éstos sean gestores de su propio desarrollo y de su propia vida. Hay intentos de promover programas de reforestación y recuperación de la tierra, cultivos orgánicos y un desarrollo que


Presentaci贸n Foto: Moranvil Mercidieu

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Haíti por sí

Refundar una nación libre y soberana Por Ermanno Allegri

italiano que está en Brasil desde hace 40 años; fue asesor de la Pastoral de la Tierra y hoy es director de la Agencia de Información Frei Tito para América Latina - Adital. www.adital.com.br

mitad de la población de Haití vive hoy en la miseria, es porque los haitianos nunca llegaron a crear estructuras sociales y económicas propias. En la medida en que iban construyendo una vida libre, la represión llegaba para cortar sus piernas. Es lo que los grupos dominantes hicieron sistemáticamente también con los tres pilares de la cultura haitiana: el criollo, el vudú y el lakou. Hace 500 años que Haití viene siendo destruido y demolido por los huracanes y los terremotos de los colonizadores: España y Francia, en los comienzos, y después Estados Unidos, con sus marines y sus mafias que se llaman “corporaciones”, siempre con la colaboración de la “elite” local, vendida y servil. Pero hoy vivimos un tiempo nuevo de nuestra historia. Varios países de América Latina y del Caribe están recuperando su dignidad política y social. Por eso, ADITAL quiso darle a este libro un enfoque definido: destacamos las múltiples iniciativas y medidas de las organizaciones haitianas que están determinando en el país un camino nuevo como nación soberana. Ésta es la primera finalidad del libro que está en sus manos: creemos que Haití tiene actitud, Haití tiene futuro, que los haitianos tienen capacidad para reconstruir o, como dicen ahora, refundar su país como nación libre y soberana. En medio de mil dificultades, está ocurriendo lo que Toussaint Louverture (el precursor de la independencia haitiana) dijo en 1802, al ser capturado y deportado por los franceses: “Al derrocarme, sólo se ha abatido el tronco del árbol de la libertad de los negros. Pero éste volverá a brotar de sus raíces, porque son muchas y muy profundas.” Fortaleza, enero de 2013

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Ermanno Allegri es un sacerdote

Recordamos hoy el tercer aniversario de aquella fecha. El 12 de enero de 2010 marcó la historia de Haití: un terremoto, una “fatalidad natural”, que dejó más de 300.000 muertos. El país aún estaba recuperándose de cuatro huracanes que llevaron muerte y destrucción a la isla entre agosto y septiembre de 2008. En esa oportunidad, el saldo también fue grave: 793 muertos. Pocos, sin embargo, saben que los mismos huracanes Fay, Gustav, Hanna y Ike provocaron destrucción también en la vecina isla de Cuba. Allá, “sólo” causaron cuatro víctimas fatales. Las catástrofes desnudan el estado “real” de las sociedades. Para confirmarlo, a fines de octubre de 2012, el huracán Sandy mató a 11 personas en Cuba. En Haití, se registraron 54 muertos y 21 desaparecidos. Casi nadie difundió la noticia. Y pocos saben que, en 1970, Haití producía el 95% de los alimentos que consumía, mientras que hoy está importando cerca del 50% de sus necesidades alimentarias. Leyendo este libro, vamos a conocer más “casos” como éstos. Y vamos a ir descubriendo, sobre todo, que la extrema vulnerabilidad social y física de Haití (¿y de cuántos otros países del mundo?) es una plaga producida sistemáticamente a lo largo de la historia. De los 300.000 muertos en el terremoto, cuántos podrían estar vivos si... si aquel país no hubiese sufrido el exterminio de toda la población indígena (los arawakos y los taínos), la masacre de 300 años de esclavitud, varias décadas de dictaduras crueles y, últimamente, las leyes asesinas del mercado globalizado. Es una larga historia de violencia y opresión que negó al país la posibilidad de constituirse como nación autónoma en la economía, en la vida social, en la política. Es necesario dejar claros y definidos estos elementos básicos de la historia haitiana para que todos se den cuenta de que, si más de la


Introduci贸n Foto: Moranvil Mercidieu

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Haíti por sí

Un ideal y un atrevimiento

Adriana Santiago es periodista, Magister en Comunicación y Cultura Contemporáneas (UFBA) y profesora de Periodismo en la Universidad de Fortaleza (Unifor) desde 2006. Fue editora jefe de Adital de 2003 a 2006, y hoy colabora en proyectos especiales.

soberanía alimentaria, cultura y democracia participativa. Son seis líneas de investigación con propuestas dadas por los propios haitianos, con salidas ya iniciadas por algunos, en la esperanza de que se transformen, un día, en políticas públicas efectivas. En el capítulo sobre la historia, Edson Louidor llama la atención sobre las raíces ancestrales de la aparente subordinación, el exceso de explotación y el origen de la fuerza del haitiano. Phares Jerôme, en el capítulo sobre la refundación, expone los procesos de reconstrucción e intenta explicar cuán importante es ir mucho más allá de levantar paredes físicas, elevando las paredes del alma del haitiano y de su autonomía. En el capítulo sobre economía solidaria, Jerôme muestra que es necesaria una integración económica orientada a que el país se emancipe de las ayudas internacionales, con salidas locales y reformas efectivas para la construcción de ciudadanía, principalmente de la fuerza femenina de trabajo. Tal salida cuenta con el refuerzo de la agricultura, pues el 65% de los casi 10 millones de haitianos viven en zonas rurales. Los campesinos se sustentan con minúsculas propiedades, y no siempre disponen de los medios adecuados para transportar y vender su producción a causa de los caminos destruidos y de la falta de agua y energía. Jerôme muestra también, en ese capítulo, que la agricultura familiar es la salida para la subsistencia del país y el reinicio de las exportaciones. Nélio Joseph, que trabaja con la cultura, propuso, él mismo, el capítulo en el que traza un panorama general de las riquezas culturales de su país. Sostiene que la cultura es la gran vitrina que va a elevar al país, en su soberanía y autoestima, pues ya sea en la música, en la pintura, en las artesanías o en la literatura, la cultura es el único ambiente donde Haití es competitivo en el plano internacional. Finalmente, en el capítulo sobre democracia participativa, Benedito Teixeira, Paola Vasconcelos y yo planteamos cuestiones más políticas que impiden el desarrollo del país. Esperamos, ahora, que aprecien este trabajo y que se unan a nosotros en los resultados para que podamos ayudar a impulsar a este país, con un pueblo tan simpático, fuerte, inteligente y trabajador. ¡Suerte y perseverancia!

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Por Adriana Santiago

Éste es un libro de reportajes y un atrevimiento: escribir notas periodísticas que muestren la perspectiva de una nación que no es la de uno. Así, Adital me invita a organizar esta tarea, hacer que se conozca Haití y escribir sobre este país al mundo. Ésta no es una tarea que un extranjero pueda hacer solo. Más que una tarea ardua, sería una irresponsabilidad y una incoherencia si no hiciéramos un libro sobre Haití con los haitianos. De esta manera, desde Haití, colaboran con capítulos en este libro los periodistas Wooldy Edson Louidor, Nélio Joseph, James Alexis (fotos) y Phares Jerôme, este último con tres capítulos, además de los columnistas Irdèle Lubin, Rochelle Doucet, Alain Gilles, Pierre Clitandre y Marie Frantz Joachin. En Brasil, participamos el director de Adital, Ermanno Allegri, el periodista Benedito Teixeira, que coeditó el material, la periodista Paola Vasconcelos, que fue el eslabón con los periodistas haitianos, Frei Betto, con un artículo, y yo. La colaboración aún “más extranjera” es la de la periodista chilena Francisca Stuardo, que fotografió y escribió para nosotros, en sus horas libres, en Puerto Príncipe. El trabajo de organización y recolección de datos comenzó en septiembre de 2011, con una serie de reuniones para elegir el enfoque ideal para el libro. Cuando hacíamos investigaciones, sólo veíamos miseria, dolor y medidas de ayuda humanitaria. Nos preguntábamos dónde estaban los haitianos. Así, resolvimos hacer un proyecto con textos y fotos que llamara la atención de los haitianos y de la comunidad internacional para que se percibieran las reales posibilidades de autogestión del pueblo de aquel país, que sufre ocupaciones militares y desastres naturales como huracanes y terremotos que provocan más hambre, desamparados y cólera, lo cual causa cada vez más subordinación a las economías extranjeras. La primera visita técnica al país ocurrió en diciembre de 2011, cuando llevamos el proyecto a Haití y conversamos con los líderes de los movimientos sociales, que aprobaron e incentivaron nuestras ideas. Después de muchas entrevistas con dirigentes locales, que fueron la base del capítulo sobre democracia participativa, elegimos seis ejes que señalan caminos para una reconstrucción verdadera y efectiva del país: historia, reconstrucción, economía solidaria,


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Capítulo 1 Por Wooldy Edson Louidor

Una historia paradójica Al comienzo, los principales habitantes de la Isla Española eran los indios, totalmente masacrados con la llegada de los europeos. Haití pasó, entonces, a ser un depósito de esclavos traídos de África, cuyos descendientes, después de la independencia del país en 1804, conocieron pocos momentos de verdadera soberanía económica y política. Cuando Cristóbal Colón llegó, el 5 de diciembre de 1492, a la primera isla donde se estableció el Nuevo Mundo, se sintió en un paraíso. Las altas montañas que separaban las vastas planicies y los amplios valles, pájaros de todos los tamaños y de todos los colores, árboles majestuosos, bosques densos… Alrededor del océano, varios islotes, como esfinges, hacían guardia.

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Esto escribió Silvio Zavala, autor de libros sobre la colonización española en las Américas, al describir la impresión nada agradable que causó a los “descubridores” el encuentro con los habitantes originarios de la isla. Los españoles no tardaron en emplear la maquinaria de la colonización en la isla, explotando las minas de oro y reduciendo a la esclavitud a los indios, considerados bárbaros e inferiores. Colonización que iba de la mano de la

Foto: Francisca Stuardo

Varios escritos de la época presentaron en estos términos la isla que hoy comparten Haití y República Dominicana. Los primeros colonizadores encontraron la isla tan bella, que le pusieron de nombre “Española”, o sea, la pequeña España, en homenaje a su tierra natal. Sin embargo, los habitantes originarios de esa isla paradisíaca, los arawakos y los taínos, parecían seres extraños a los colonizadores españoles. Los llamaron indios, por equivocación, porque los “descubridores” pensaron que habían llegado a las Indias Orientales. Los indios eran tan sumamente bárbaros e incapaces, que nunca se podría imaginar que cupiera tal torpeza en una figura humana: tanto que los españoles, que primero los descubrieron, no podían ser persuadidos de que tenían un alma racional, sino, cuanto mucho, un grado más que los monos o papagayos, y no tenían ningún escrúpulo en engordar sus perros con la carne de los aborígenes, tratándolos como puros animales.


Una historia paradójica evangelización. La espada y la cruz fueron las dos caras de una misma moneda. Así comenzó, en la isla bautizada “Española” por los mismos españoles, el encuentro entre dos mundos diferentes, que dará lugar a una historia de invasión, colonización, dominación, racismo y, al mismo tiempo, de resistencia, rebelión y lucha por la libertad. Una historia paradójica…

situación humanitaria. Las difíciles condiciones de vida, la inestabilidad política y la desesperación de la población forzaron, durante las últimas décadas, a más de un cuarto de la población (entre mano de obra barata e intelectuales) a emigrar, principalmente hacia República Dominicana, algunas islas del Caribe, América del Norte y, en menor medida, hacia Europa y América del Sur.

Una historia de invasión y rebelión

La colonización española y la resistencia indígena

Ante tantas paradojas se hace necesario ofrecer una breve presentación geográfica y sociodemográfica de Haití, antes de esbozar un panorama histórico de este país caribeño, contraponiendo los diferentes momentos de invasión con las respectivas formas de rebelión contra ella. Haití es un pequeño gran país, que cuenta con una superficie de 27.500 kilómetros cuadrados, pero que representa la primera república negra del mundo entero. Está ubicado en el Caribe, vecino de República Dominicana, país de mayoría blanca y lengua hispánica, con el cual comparte la isla. Una gran mayoría de los habitantes de Haití son de raza negra (más del 95% de la población total). Allí se habla el francés y el criollo haitiano. Antigua colonia de Francia, logró su independencia en 1804, pero mantiene elementos culturales del colonizador, tales como el idioma, el sistema educativo, la religión católica, el sistema jurídico y otros. Sin embargo, los negros de Haití lograron conservar su herencia africana, que se manifiesta en la tecnología, en la vida económica, en la organización social, en la religión, en el arte, en el folclore, en la lengua. La mayoría de los ancestros de los negros haitianos provienen del Golfo de Benin, antes llamado Costa de los Esclavos, y del antiguo reino de Ouidah, ocupado por el rey de Dahomey, que vendía a los blancos sus prisioneros de guerra a cambio de productos europeos: armas, perlas, utensilios, etc. De hecho, predomina en Haití la tradición cultural-religiosa de los fon y yoruba (mahi y nagô), procedente de las regiones de Dahomey y Congo, tradición conocida como el vudú. Considerado el país más pobre del hemisferio, Haití fue terriblemente afectado por un terremoto el 12 de enero de 2010, que devastó gran parte de su capital y agravó la

Los arawakos fueron una de las primeras etnias aborígenes diezmadas por los colonizadores españoles. Su carácter hospitalario y pacífico, admirado de manera irónica por el mismo Colón, facilitó, en un primer momento, el trabajo de los colonizadores españoles. “Con cincuenta hombres, podremos subyugarlos”, escribió en su diario. Los indígenas fueron sorprendidos por la crueldad de los españoles, según relató Colón. Cuando comienzan a capturar a los indios, las aldeas de la Española van quedando vacías. En 1495, atrapan 1.500 indios y los detienen en cercos vigilados por españoles y por perros; inmediatamente seleccionan 500 para llevarlos a España, 200 de los cuales mueren en el camino, y los que llegan, son vendidos… Los españoles comienzan a cazar indios arawakos; muchos de ellos son ahorcados y quemados, y muchos otros comienzan a matar a sus hijos para librarlos de los españoles. En dos años, la mitad de la población de la Española, calculada en 250.000 habitantes, murió asesinada, mutilada o se suicidó. Cuando se vio que no había más oro, los indios fueron tomados como esclavos para trabajar en grandes haciendas llamadas “encomiendas”. Tenían que trabajar a un ritmo tan terrible que miles murieron. En 1515, quedaban aproximadamente cincuenta mil. En 1550, había sólo quinientos. Un informe de 1650 muestra que ningún arawako o descendiente de esa etnia sobrevivía. Fue el final de los primeros habitantes de la isla: los arawakos. Un genocidio practicado en nombre de la “Santísima Trinidad”, tantas veces invocada por Cristóbal Colón en su diario y en sus informes a la corte de Madrid. Lo que después se llamará “descubrimiento de América” significó para los arawakos y otros pueblos

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Una historia paradójica del “nuevo” continente la invasión, la colonización, la muerte, la tortura, la esclavitud, el racismo y el genocidio. En América, no hubo descubrimiento, sino “encubrimiento del otro”, como bien dijo el filósofo argentino-mexicano Enrique Dussel. Los colonizadores europeos convirtieron al continente en el “nuevo mundo” y a sus habitantes originarios en “bárbaros”: convirtieron a América en el Otro para justamente negarla como el Otro, encubrirla en su alteridad. El Otro fue declarado bárbaro, era preciso evangelizarlo, reducirlo a la esclavitud, absorberlo. El Otro era considerado un objeto y no un sujeto. Los arawakos, que eran un pueblo pacífico y no conocían las armas, tuvieron que organizarse rápidamente para resistir la crueldad de los colonizadores. Ante la superioridad militar de los españoles, no se rindieron, pero pelearon hasta el final. Utilizaron varias formas de lucha, tales como la “cimarronería”, que consiste en refugiarse en las montañas para atacar por la noche a los colonizadores. Una de las figuras emblemáticas de la resistencia indígena es Caonabó, que, a partir de 1522, lideró un grupo de indios cimarrones que resistían en las montañas contra los españoles. Caonabó fue capturado por los españoles, encarcelado y extraditado. Las historias narran que desapareció del barco que lo llevaba a España. Los pueblos aborígenes se articularon como un solo hombre, uniendo a varios caciques y haciendo un frente común para luchar. La figura de Anacaona, la reina taína de la tribu Maguana, es emblemática de esa forma de resistencia organizada de los aborígenes. Tuvo un papel importante para unir a los diferentes caciques y establecer la concordia y la paz entre ellos. Sin embargo, a fuerza de traiciones y de brutalidad, los españoles capturaron y ejecutaron a los aborígenes y sus jefes, tales como Caonabó y la misma Anacaona. Queda pendiente escribir la historia de la rebelión de esos aborígenes. Por desgracia, la historia que nos llega es la que cuentan los vencedores. La historia de los vencidos tiende a desaparecer. El genocidio indígena se confunde con el “historicidio” indígena.

Anacaona por la artista

La colonización francesa y la primera república negra

plástica y escritora haitiana

Inmediatamente después del genocidio de los indios, provocado principalmente por un conjunto de factores tales como masacres, trabajos forzados, hambre, choque micro-

Alexandra Barbot, en su libro “Mommy, tell me about Haiti”.

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Haití por sí de agua, los árboles frutales y los campos donde pastaba el ganado, e incendiaba los cañaverales y cafetales. Además de la cimarronería, muy parecida a la estrategia de guerrilla urbana de nuestros tiempos, los esclavos utilizaban otras formas de resistencia. Por ejemplo, a la noche salían de las plantaciones para reunirse, bailar al son de los tambores, celebrar ceremonias religiosas al ritmo del vudú y organizar la lucha ideológica y armada contra los colonizadores franceses. Como bien define el escritor y antropólogo afrocolombiano Manuel Zapata Olivella, “el vudú es una religión africana, originaria de los pueblos yorubas de Dahomey, que se sincretizó con la de los bantúes… Se inspira en una filosofía ontogénica a partir del lazo que une a los vivos con sus ancestros y orixás”. Las ceremonias vudú servían para congregar a los esclavos y conectarlos espiritualmente con sus ancestros de África, que les enviaban mensajes, generalmente revolucionarios y esperanzadores, a través de los sacerdotes vudú. La ceremonia vudú de Bois-Caïman, presidida por el sacerdote jamaicano Bouckman, dio comienzo a la revolución haitiana. En tal ceremonia, Bouckman declaró que “se selló un pacto entre los iniciados de aquí y los grandes loas (espíritus) de África, para que la guerra se iniciara bajo signos propicios”. Y añadió: “El Dios de los blancos ordena el delito. Nuestros dioses nos piden venganza. Ellos conducirán nuestros brazos y nos darán asistencia. Rompamos la imagen del Dios de los blancos, que tiene sed de nuestras lágrimas. ¡Escuchemos en nosotros mismos el llamado de la libertad!” La lucha definitiva contra la colonización francesa fue encabezada por el gran héroe nacional Toussaint Louverture a partir de 1791. Al ser capturado por los franceses, en 1802, y antes de ser llevado preso a Francia, donde murió de neumonía, en 1803, en la cárcel Fort-de-Joux, el precursor de la independencia haitiana declaró que “al derrotarme, ustedes mataron solamente el tronco de la libertad de los negros, que volverá a crecer porque sus raíces son profundas y numerosas”. En 1804, dos años después del derrocamiento de Toussaint Louverture, los negros “habían derrotado al glorioso ejército de Napoleón Bonaparte, y Europa nunca perdonó esa humillación”, según describió el escritor uruguayo Eduardo Galeano.

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biano (introducción de nuevas enfermedades y virus por los europeos en el nuevo continente) y suicidios, era preciso buscar otra mano de obra esclava para sustentar el orden esclavista. Francia consiguió, en 1697, que España le cediese la parte occidental de la isla (hoy República de Haití) a través de la firma del Tratado de Ryswick, ya que los franceses se habían instalado en “Saint-Domingue” (nombre dado por los franceses a la parte occidental de la isla) entre 1650 y 1670. El flamante ministro de Luis XIV, Colbert, había comenzado a organizar el tráfico de negros, principalmente en las colonias francesas. Solamente en el siglo XVIII, 864.000 esclavos negros de África llegaron a Saint-Domingue, con un promedio de 8.000 por año, en 1720, y de 40.000, en 1787. La cantidad de esclavos era tan numerosa que resultaba menos caro para un plantador francés renovar su stock de esclavos que alimentarlos y dejar que se reprodujeran. Los esclavos negros fueron muy maltratados: eran mal alimentados, mal vestidos y dormían mal; cualquier manifestación de rebelión era pasible de mutilación corporal o muerte. De hecho, en 1788, sólo quedaban en Saint-Domingue cerca de 500.000 esclavos negros, de los cuales el 60% había nacido en África. Cientos de miles de esclavos negros murieron también a causa de los trabajos forzados en las plantaciones de caña de azúcar, añil, algodón, café y cacao. Gracias a la explotación de mano de obra esclava negra, Saint-Domingue llegó a convertirse, en el siglo XVIII, en la “Perla de las Antillas”, la colonia más rica de Francia y la primera productora mundial de azúcar y de café. “A mediados de ese siglo, Saint-Domingue se convirtió en la colonia más lucrativa del mundo, al producir más riqueza que las trece colonias que, posteriormente, formarían los Estados Unidos de América”, ilustra el periodista Kevin Edmonds, en un reportaje de 2010, de la Agencia Latinoamericana de Información (Alai). Sin embargo, la rebelión de los negros esclavos de Saint-Domingue no tardaría en ocurrir. Comenzó con la resistencia de los cimarrones negros, en la que se destacó el manco Mackandal, que utilizaba sus conocimientos de las hierbas, de los hongos y de las hojas para fabricar venenos y, a la noche, asaltaba las plantaciones, envenenaba las fuentes


Una historia paradójica A lo largo de todo el siglo XIX, el ejemplo de Haití constituyó una amenaza para la seguridad de los países que continuaban practicando la esclavitud. Ya lo había dicho Thomas Jefferson, presidente estadounidense (1801-1809): de Haití proviene la peste de la rebelión. En Carolina del Sur, por ejemplo, la ley permitía encarcelar a cualquier marinero negro mientras su barco estuviese en el puerto, por el riesgo de

que pudiese contagiar la peste antiesclavista. En Brasil, esa peste se llamaba “haitianismo”. Toussaint Louverture por la artista plástica Alexandra Barbot. (en http://mommytellmeabouthaiti. com).

Efectivamente, el jefe de Estado haitiano Alexandre Pétion ayudó a Simón Bolívar y Miranda con armas, municiones y hombres en su lucha por la independencia sudamericana. En una carta escrita al presidente haitiano, en 1816, Bolívar le agradeció: “Mi reconocimiento no tiene límites por la honra que V. Exa. acaba de hacerme (…). ¡Del fondo de mi corazón, digo que V. Exa. es el primero de los benefactores de la tierra! Un día América proclamará a V. Exa. su libertador, sobre todos los que gimen todavía, incluso bajo el yugo republicano. ¡Acepte por anticipación, señor Presidente, el voto de mi patria! (…).” Haití se convierte en símbolo de la rebelión contra la esclavitud en todo el continente, principalmente en América Latina. Las potencias internacionales como Francia, Estados Unidos, Inglaterra y Holanda, dejando de lado sus rivalidades coloniales, estaban decididas a estrangular esa revolución en su infancia; tanto que obligaron a Haití a pagar una indemnización de 150.000.000 de francos en oro a los propietarios de las plantaciones francesas por la pérdida de su propiedad. “Haití pagó a Francia, durante un siglo y medio, una indemnización gigantesca por ser culpable de su libertad, pero ni eso alcanzó. Aquella insolencia negra continúa doliéndoles a los blancos del mundo”, afirmó Galeano. La decisión [de Haití] de pagar esa indemnización superior a los ingresos disponibles del país equivalió a atarle una cuerda al cuello, una cuerda que lo estrangulará cada vez que intente moverse”, ilustró el economista haitiano Lesly Péan. De hecho, los ingresos públicos de Haití representaban tres millones de dólares, mientras que la deuda de la independencia contraída injustamente por el país era diez veces mayor que sus ingresos anuales. “A modo de comparación, el territorio de Luisiana (o sea, quince estados que incluían el ‘medio oeste’ americano, con un territorio de 2,14 millones de kilómetros cuadrados) fue vendido en 1803 a Estados Unidos por Francia por un precio de 15 millones de dólares estadounidenses (80 millones de francos), esto es, la mitad del precio pagado por Haití por su independencia”, prosigue Péan.

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Haití por sí

Alexandre Pétion apoya la lucha de Simón Bolívar; obra de la artista plástica haitiana Alexandra Barbot.

cribió Sophie Perchellet, vicepresidente del Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo en Francia. Todos los capitales de Haití, derivados de la exportación de café y otros productos extraídos de sus recursos naturales, fueron transferidos a Francia para pagar la enorme deuda de la independencia. Al mismo tiempo, el país exportó a Estados Unidos, Francia y otros países europeos materias primas tales como madera. Francia y Estados Unidos sangraron la ecología del país, al explotar las maderas y las minas de todas las maneras posibles. Para pagar la indemnización de la independencia, el país tuvo que contraer una deuda pública que lo obligó a adoptar una economía de exportación (en lugar de una economía orientada a la satisfacción de las necesidades básicas de sus ciudadanos) y de transferencia de sus capitales y de sus recursos naturales a la antigua metrópolis. El joven país no pudo trabajar para reconstruirse y desarrollarse. La independencia haitiana, recientemente conquistada, estaba condenada al fracaso.

La ocupación estadounidense y la resistencia campesina En 1915, Estados Unidos ocupó Haití, aprovechando el clima de inestabilidad política generada en el país caribeño a raíz de incesantes conflictos entre facciones políticas. Entre 1908 y 1915, el país fue dirigido sucesivamente por nueve presidentes. Bajo el pretexto de estabilizar Haití, Estados Unidos ocupó el país caribeño para extender su imperialismo y el capital estadounidense a través de la implantación de sus corporaciones, que se dedicaron principalmente a las industrias azucarera y bananera. La ocupación estadounidense fue acompañada de grandes expropiaciones de tierras de los campesinos y de la apropiación de los recursos financieros del Banco Nacional de la República de Haití (BNRH). “Los invasores comenzaron por apoderarse de las aduanas y entregaron el Banco Nacional al City Bank de Nueva York. Y ya que estaban, se quedaron por 19 años”, escribió Eduardo Galeano. Grupos campesinos haitianos llamados Cacos, encabezados por Charlemagne Péralte, seguidos por Benoit

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El joven Estado tuvo que solicitar a los banqueros franceses tres préstamos: de 30 millones de francos, en 1825, de 15 millones, en 1874, y de 50 millones, en 1875, para poder pagar el monto total de la deuda, en 1897, y los intereses, hasta 1913. “Haití pagó un precio alto, y la deuda es el instrumento neocolonial utilizado para tener acceso a los múltiples recursos naturales de ese país”, es-


Una historia paradójica Batraville, después del asesinato de su predecesor, el 31 de octubre de 1920 en Hinche, organizaron la resistencia armada contra la invasión estadounidense y pelearon hasta la muerte. Aunque disponían de poquísimas armas, los campesinos realizaron varias expediciones contra los marines, principalmente en Puerto Príncipe, pero los ocupantes ya habían instalado un sistema represivo en el país y creado una guardia nacional para neutralizar toda reacción contra la ocupación. Durante la ocupación estadounidense, que duró de 1915 a 1934, llegó a Haití el capital extranjero, principalmente el capital estadounidense, que continuó con el “ecocidio”, sustituyendo la cultura de víveres alimenticios, centrada en una economía de auto-subsistencia, por la cultura del sisal, del caucho, de la banana y de la caña de azúcar para exportaciones. Todo ese proceso fue acompañado de expropiaciones brutales de tierras de campesinos que, en ellas, venían cultivando café y árboles frutales y criando animales tales como cabras, gallinas y vacas. Por ejemplo, la ley del 22 de septiembre de 1922 proclamaba en su artículo primero que “las tierras deberán ser arrendadas sólo a personas o compañías que puedan justificar sus capacidades financieras y las condiciones necesarias para realizar el desarrollo del país, según la presente ley”. Esta situación de expropiación y explotación de los campesinos alcanzó su ápice en 1946, cuando el gobierno de Élie Lescot proclamó el decreto del 6 de enero de 1945, que permitió a corporaciones estadounidenses, como la Sociedad Haitiano-Americana de Desarrollo Agrícola (SHADA), destruir las plantaciones de víveres alimenticios, productos agrícolas y árboles frutales. Algunos intelectuales apoyaron la situación, como por ejemplo Franck Blalese, que en su libro Le Problème agraire à travers l’Histoire d’Haïti (El problema agrario a lo largo de la historia de Haití), calificó esa destrucción ecológica de “desastre natural”.

La dictadura duvalierista y la rebelión popular La ocupación estadounidense terminó en 1934. Sin embargo, Estados Unidos siguió teniendo una importante presencia en el país a través de las fuerzas armadas

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Haití por sí

Estampilla de 1904 para Alexandre Pétion, presidente de 1806 a 1818, inmediatamente después de la muerte de Dessalines.

Estampilla de 1988 en homenaje a Charlemagne Péralte, el líder de los Cacos, que luchó contra la ocupación de Estados Unidos entre 1915 y 1919

Pintura de arte primitivista, común en las calles del país, representa el toque del comienzo de las batallas de resistencia contra los franceses.

contribuyó a la descapitalización de las explotaciones agrícolas, la pauperización de los campesinos, la inseguridad alimentaria y el éxodo rural. Se consideraba que los cerdos criollos eran las “cajas de ahorro” de los campesinos, que los vendían cuando necesitaban dinero para mandar a sus hijos a la escuela, para ir al hospital cuando estaban enfermos y para otras ocasiones especiales. La matanza de cerca de 1 millón de cerdos criollos, de un total estimado de 1,2 millones a 1,9 millones que había en todo el país, fue un desastre socioeconómico, principalmente para los campesinos, a pesar de su gran resistencia frente a esa medida mortal. Por ejemplo, escondían los cerdos criollos en la parte de atrás, en los patios de sus casas. La compensación entregada a los campesinos dueños de los cerdos criollos fue mucho menor (7,5 millones de dólares) que el valor total del rebaño, estimado en 60 millones de dólares. Los nuevos cerdos importados no se adaptaron al país inmediatamente, al punto de necesitar cruzar tres diferentes especies para crear una nueva raza. El cruzamiento llevó varios años y fue realizado sin el apoyo de Estados Unidos. Pero la suinocultura nunca sería igual con los nuevos cerdos, ya que no se incorporaron al estilo de vida de los campesinos como los cerdos criollos. El descontento, principalmente en el campo y en los barrios populares, crecía contra el régimen represivo de los Duvalier. Los medios de comunicación, la universidad pública y la Iglesia Católica, en especial las Comunidades Eclesiales de Base (Ti Legliz, en criollo), figuraron entre las primeras fuerzas (aunque no las únicas) que canalizaron y articularon la protesta social contra el régimen duvalierista. Un grupo de sacerdotes católicos haitianos, cercano a la Teología de la Liberación, que preconiza la opción preferencial por los pobres, tuvo un papel importante para actualizar el mensaje liberador de Jesús en la realidad haitiana y convocar al pueblo a luchar para transformar, a la luz de la fe, tal realidad, caracterizada por la opresión política, la miseria, el analfabetismo, la injusticia... A causa de un gran movimiento social, el dictador Jean-Claude Duvalier tuvo que exiliarse fuera del país, poniendo fin a una terrible dictadura que duró cerca de 30 años. El 7 de febrero de 1986 marcó una nueva etapa en la historia del

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haitianas, principalmente la Guardia Nacional, que ellos mismos habían creado durante la ocupación. El triunfo de la revolución socialista cubana en 1959, liderada por Fidel Castro, dio a Estados Unidos el pretexto para apoyar, en Haití, el régimen dictatorial de los Duvalier. François fue electo presidente de Haití en 1957, con el apoyo de Estados Unidos. Creó una milicia paramilitar personal llamada tontons macoutes, para asentar su poder vitalicio, reprimiendo todas las rebeliones y los movimientos sociales, incluso asesinando a los miembros de la elite intelectual del país que se atrevieran a cuestionar su poder. La corrupción fue parte fundamental del régimen duvalierista. La familia Duvalier se enriqueció, principalmente, con el dinero recibido de la mafia estadounidense, en especial la de Nueva York, y con los recursos del país. Además de la represión y de la corrupción, la presidencia de Jean-Claude Duvalier, hijo de François Duvalier, se caracterizó también por la “liberalización económica”, a través de la instalación de las industrias manufactureras, principalmente textiles y de vestimenta, para la exportación. Ese modelo de manufacturas se presentó, desde entonces en adelante, como el modelo de desarrollo para Haití, en detrimento de la producción nacional (principalmente agrícola), aún cuando tales empresas multinacionales contribuyen a generar poquísimos empleos (además de mal remunerados) y no dejan casi ningún capital en el país al no utilizar los productos de Haití sino materias primas importadas de otros lugares, principalmente de Estados Unidos. Bien lo explica Sophie Perchellet: “De 1970 a 1985, la industria manufacturera pudo crear solamente entre 40.000 y 50.000 empleos, o sea, 3.000 anuales”. El disgusto popular contra Jean-Claude Duvalier aumentó de manera exponencial cuando decidió sacrificar a los cerdos criollos en 1978, bajo presión de Estados Unidos, Canadá y México. Esas tres naciones recomendaron erradicar todos los cerdos criollos del país, supuestamente por temor a que la peste porcina africana, que fue descubierta en República Dominicana el mismo año, afectara a todo el ganado porcino de la isla. Tal matanza de cerdos, que constituían uno de los pilares de la economía haitiana, desequilibró el sistema agrario de subsistencia campesina y


Una historia paradójica

país: “la segunda independencia de Haití”, como fue bautizada. El año siguiente, se elaboró una nueva Constitución, democrática y de acuerdo con la voluntad popular, que fue aceptada unánimemente por la población, la cual la proclamó solemnemente para “garantizar sus derechos inalienables e imprescriptibles a la vida, a la libertad, de acuerdo con la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948”, para “constituir una nación haitiana socialmente justa, económicamente libre y políticamente independiente”, y para “implantar la democracia, que implica el pluralismo ideológico y la alternancia política, y afirmar los derechos inviolables del pueblo haitiano”, de acuerdo con el preámbulo de la nueva Carta Magna del país. El pueblo haitiano vivió, aunque de manera efímera, el sueño de construir un país democrático, sueño que se convertirá inmediatamente en pesadilla a causa de una serie de regímenes militares autoritarios que dirigirán el país hasta 1994, después de varios golpes de Estado. El golpe de Estado militar que será más recordado es el ejecutado por el general Raoul Cedras contra el presidente Jean-Bertrand Aristide, el 30 de septiembre de 1991. Ex sacerdote salesiano, apóstol de la Teología de la Liberación e ídolo de los barrios populares, Jean-Bertrand Aristide triunfó en las elecciones de diciembre de 1990 como can-

El ex presidente Jean-Bertrand Aristide, ex sacerdote salesiano, apóstol de la Teología de la Liberación e ídolo de los barrios populares, fue depuesto tres veces con apoyo de Estados Unidos.

didato presidencial de las fuerzas progresistas y del movimiento popular, exorcizando la amenaza de una eventual vuelta al poder del régimen duvalierista, simbolizado por su candidato de entonces, Roger Lafontant. El presidente Jean-Bertrand Aristide fue electo con una mayoría consolidada del 67% de los votos. Después de haber pasado sólo siete meses en el poder, fue derrocado por las Fuerzas Armadas de Haití con la complicidad de la administración estadounidense de George Bush (padre), de las fuerzas duvalieristas, de la burguesía nacional y de gran parte de la jerarquía de la Iglesia Católica. La capital, Puerto Príncipe, se convirtió en un río de sangre y en una inmensa sala de tortura contra el pueblo haitiano, que decía “no” a la represión y reclamaba la vuelta a la democracia y al orden constitucional. Escribió Eduardo Galeano: La democracia haitiana nació hace poco. En su breve tiempo de vida, esa criatura hambreada y enferma no recibió más que bofetadas. Estaba recién nacida en los días de fiesta de 1991, cuando fue asesinada por la toma del cuartel por parte del general Raoul Cedras. Tres años más tarde, resucitó. Después de haber puesto y sacado tantos dictadores militares, Estados Unidos sacó y puso al presidente Jean-Bertrand Aristide, que había sido el primer gobernante electo por el voto popular en toda la historia de Haití, y que tuvo la loca voluntad de querer un país menos injusto. Después de su regreso al poder, con el apoyo de la administración de Bill Clinton, de los marines estadounidenses y de los “cascos azules” de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Aristide ya “no pudo resistir los cambios impuestos por el Fondo Monetario Internacional sobre la apertura comercial, sobre la liberalización financiera”, explicó Camille Chalmers, coordinador de la Plataforma para el Desarrollo Alternativo de Haití (Papda). De acuerdo con Sophie Perchellet: Mientras que Estados Unidos se encargaba de “restaurar la democracia”, las instituciones financieras debían aportar “estabilidad financiera y desarrollo”. A través de los planes de ajuste estructural (PAS), la soberanía económica, política y financiera del país fue abandonada a sus acreedores, a las grandes potencias y al Dios Mercado.

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Haití por sí

Desde la década del 90, Haití viene hundiéndose progresivamente en la dependencia económica, financiera y militar, a través de los mecanismos de liberalización comercial y financiera, de la presencia militar de diferentes “misiones de paz” de las Naciones Unidas y del control de sus políticas públicas por parte de las instituciones financieras internacionales. Desde 1986 y 1987, las autoridades haitianas redujeron las tarifas aduaneras, lo que provocó la invasión de productos importados en el mercado local. La producción local fue muy afectada por esa medida neoliberal, anunciada por el dictador Jean-Claude Duvalier. Por ejemplo, en 1995, después de un acuerdo con el FMI, se redujeron del 35% al 3% las tarifas sobre el arroz importado, principalmente el de Miami. La producción de arroz haitiano colapsó ante la competencia desleal con el arroz estadounidense, que llegaba infinitamente más barato. En 2008, más del 80% del arroz consumido en Haití provenía de Miami. Esa apertura excesiva del país al mercado, a través de la drástica reducción de las tarifas sobre los productos importados, perjudicó la producción local y provocó un gran desequilibrio entre las importaciones y las exportaciones.

La Minustah llegó a Haití en 2004, comandada por Brasil. Foto: Ana Nascimento/ABr.

“De 653 millones de dólares en 1995, el valor de las importaciones aumentó a 2.158 millones de dólares en 2008”, ilustra Sophie Perchellet. De la misma manera que los capitales derivados de las industrias manufactureras, los capitales de las importaciones se dirigen al exterior, principalmente a Estados Unidos. Por otro lado, en Haití las políticas públicas, principal instrumento para atacar los problemas más graves de un país, han sido definidas durante los 20 últimos años, según la organización haitiana Papda, por “especialistas de las instituciones financieras internacionales (IFI), representantes de las misiones diplomáticas y organizaciones internacionales acreditadas en Haití, acompañados de algunos burócratas/tecnócratas, políticos haitianos y, supuestamente, algunos miembros de la sociedad civil”. Sin participación real de la sociedad civil haitiana, se elaboraron varios documentos como marco de dichas políticas públicas, tales como: el Programa de Urgencia y Rehabilitación Económica, de 1994 a 2004; el Marco de Cooperación Interina, de 2004 a 2006; el Documento de Estrategia Interina para la Reducción de la Pobreza, de 2006 a 2008; el Documento de Estrategia Nacional para el Crecimiento y la Reducción de la Pobreza, de 2008 a 2010; y, recientemente (después del terremoto del 12 de enero de 2010), el Post Disaster Needs Assessment / “Evaluación de las Necesidades Pos-Desastres” (PDNA) y el Plan de Acción para la Recuperación y el Desarrollo Nacional (PARDN). Todos esos instrumentos de políticas públicas, desfavorables para el pueblo haitiano, se han orientado a intensificar la dependencia económica y financiera del país con respecto a las instituciones financieras internacionales, que obligan al Estado haitiano a reducir sus gastos sociales, acelerar la privatización de sus empresas y abrir totalmente su mercado sin ninguna subvención a la producción local. O sea: a aplicar el plan de ajuste estructural. Por otro lado, a raíz de la inestabilidad política generada en Haití por conflictos entre diferentes facciones políticas, el país ha acogido, “de 1993 hasta hoy, cinco misiones de apoyo y mantenimiento de la paz: la Minuha (Misión de las Naciones Unidas en Haití), la Manuh (Misión de Apoyo de las Naciones Unidas en Haití), la Mitnuh (Misión de

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La lucha de los movimientos anti-neoliberales


Una historia paradójica Transición de las Naciones Unidas en Haití), la Miponuh (Misión de la Policía Civil de las Naciones Unidas en Haití) y la Minustah (Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití) desde 2004”. Estas distintas misiones de paz han sido acusadas de cometer abusos y violaciones a los derechos humanos contra ciudadanos haitianos. Actualmente, la Minustah, la nueva misión de la ONU en Haití, ha sido calificada de “fuerza de ocupación” por varios movimientos sociales del país. Es acusada de reprimir las protestas sociales y perpetrar violaciones a los derechos humanos, incluso abusos sexuales contra jóvenes, hombres y mujeres. Se ha desencadenado una amplía lucha contra la presencia de la Minustah y por su salida inmediata e incondicional del país, lucha encabezada por los estudiantes de la Universidad del Estado de Haití, principalmente de la Facultad de Ciencias Humanas. Otros movimientos sociales, como los de los obreros, los de los campesinos y las organizaciones feministas, han intensificado también sus protestas contra los “cascos azules” para pedir su salida del país. Del mismo modo, han exigido una reparación para más de 7.000 víctimas haitianas por la epidemia de cólera, provocada por esa misión militar a través de los “cascos azules” nepaleses, y también para cientos de personas, todos jóvenes –hombres y mujeres–, que han sufrido agresiones sexuales de los cascos azules. Ante la amplitud de las protestas, varios países que detentan el comando militar de la Minustah, entre ellos Brasil, analizan la posibilidad de reducir sus tropas policiales y militares en esa misión y hacer un retiro progresivo, tal como anunció la presidenta brasilera Dilma Rousseff durante su visita a Haití el 1º de febrero de 2012. Del mismo modo, los obreros y grupos sindicales, apoyados por los movimientos sociales, vienen emprendiendo una lucha contra la privatización de las empresas públicas, que ha provocado el despido de miles de empleados. Por ejemplo, inmediatamente después de que las autoridades haitianas vendieran, en abril de 2010, el 60% de las acciones de la compañía de telefonía pública Teleco a la sociedad vietnamita Viettel, los empleados de esa empresa que fueron despedidos organizaron una manifestación en contra de la medida de privatización. Incluso un ex emplea-

La presencia de los militares de la ONU cambió la vida cotidiana de los haitianos. Foto: Marcello Casal Jr. / ABr .

do, llamado Jakson Saintelus, amenazó con suicidarse si no se efectuaban los pagos y las indemnizaciones por los daños causados por despidos injustificados a todos los ex empleados de esa empresa. En un país donde el desempleo y el subempleo afectan a más del 80% de la población económicamente activa, las autoridades haitianas han insistido en que las inversiones extranjeras privadas son la alternativa para generar empleos, convirtiendo esa abundante mano de obra en una “ventaja comparativa” para ofrecer en el mercado internacional. Con el asesoramiento de las instituciones financieras internacionales, los diferentes gobiernos han firmado una serie de acuerdos comerciales con Estados Unidos (a través de las Leyes Hope I y II) y con la Unión Europea (mediante los Acuerdos de Cooperación Económica). Ambos acuerdos tienen el objetivo de abrir el país a los mercados estadounidense y europeo, sin proteger la mano de obra y la producción nacionales. Por ejemplo, la Ley Hope (Haitian Hemispheric Opportunity through Partnership Encouragement), que fue prorrogada en 2007, establece la apertura ilimitada de los dos países a intercambios comerciales libres entre sí sin pagar derechos aduaneros en ningún lugar, principalmente para los productos textiles manufacturados. Lejos de crear los 10.000 empleos prometidos en tres años, de 2004 a 2007,

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Haití por sí Haití destina el 22% de su presupuesto al pago de la deuda externa. Sólo en 2005, Haití pagó al Banco Mundial 52,6 millones de dólares como servicio de la deuda, como requisito para recibir la ayuda de los préstamos ofrecidos en la Conferencia de Donantes, realizada en Washington en julio de 2004, por la cantidad de 1,5 millones de dólares. Sin embargo, después del pago realizado por Haití, el BM otorgó un préstamo de 46 millones, de los cuales el 80% estaba destinado a acelerar la privatización de cinco empresas públicas: agua potable, electricidad, telefonía, puertos y aeropuertos. Este modelo promovió la apertura de los mercados principalmente a productos agrícolas, lo que ha destruido la producción nacional, como es el caso del café y del arroz. Hasta los años 1970-1985, Haití era un país autosuficiente en cereales, y ahora el 82% del mercado nacional de arroz está abastecido por la importación de Estados Unidos. Paralelamente, se impulsaron las exportaciones de productos no tradicionales a través de la expansión de monocultivos para exportación, que utilizan las mejores tierras, mano de obra barata y el paquete verde, principalmente agrotóxicos, que causan graves daños a la salud de los trabajadores y al medio ambiente.

Capitalismo del desastre Ni siquiera el terremoto de 2010 logró que las grandes naciones del norte y las instituciones financieras internacionales dejaran de invadir, dominar y explotar a Haití. Por ejemplo, inmediatamente después de la tragedia, Estados Unidos envió 20.000 marines a Haití para controlar el país. Por otro lado, la tragedia renovó el interés de la comunidad internacional por Haití. Se realizaron varias cumbres y otras reuniones internacionales (en Montreal, en enero y marzo de 2010; en Santo Domingo y Nueva York, en marzo de 2010) acerca de la reconstrucción de Haití. Países como Estados Unidos y naciones europeas vienen peleando por el liderazgo de la reconstrucción de Haití, lo que probablemente podría movilizar más de 9.000 millones de dólares estadounidenses por un período de 10 años (según las promesas realizadas por los donantes en la Cumbre de Nueva York), así como numerosos contratos sustanciosos para sus empresas.

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la Ley Hope I no generó más que 3.000 empleos, principalmente en las zonas francas. De hecho, esa ley favoreció sólo a los capitalistas estadounidenses (y, en pequeña medida, a empresarios dominicanos), que se aprovechan de la mano de obra barata (cuatro veces más barata que en su país) y de la liberalización comercial de Haití. Los obreros de las manufacturas, apoyados por amplios movimientos sociales, y principalmente por el movimiento sindical Batay Ouvriye, emprendieron en 2009 una lucha para pedir el aumento del salario mínimo y en contra de esa forma de esclavitud moderna instituida por las manufacturas con la complicidad de los gobernantes y de la burguesía nacionales. Con el apoyo de algunos parlamentarios, lograron obtener un aumento de 200 gourdes (moneda haitiana: 40 gourdes equivale a 1 dólar estadounidense) y, para el sector de manufacturas, de 125 gourdes, lo que representa una victoria relativamente importante para los obreros. En relación con los Acuerdos de Cooperación Económica (APE), Papda encabeza una importante lucha desde 2007 contra ese instrumento de liberalización comercial a través del cual la Unión Europea quiere invadir el mercado haitiano con sus grandes empresas de prestación de servicios sociales, profesionales y financieros, y con sus productos agrícolas altamente subsidiados. Finalmente, la imposición de la deuda externa sobre Haití es otro mecanismo utilizado por las instituciones financieras internacionales para controlar el país. Esa deuda, estimada en 1.900 millones de dólares antes de la anulación parcial de 1.200 millones de ese monto, en junio de 2009, fue reevaluada, en febrero de 2010, en cerca de 890 millones de dólares, de los cuales “el 41% corresponde al Banco Interamericano de Desarrollo y el 27% al Banco Mundial”. Inmediatamente después del terremoto de 2010, varios movimientos sociales haitianos e internacionales pidieron no sólo la anulación total e incondicional de la deuda externa de Haití (especie de cuerda amarrada al cuello del país), sino también la reparación de la deuda histórica, social y ecológica para con el país caribeño. En febrero de 2010, en un comunicado dirigido a la Unión de Naciones Suramericanas, solicitaron el respaldo del organismo regional para reclamar por esa deuda histórica, social y ecológica con Haití:


Una historia parad贸jica

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Haití por sí Una historia de vulnerabilidad social y de resistencia Comprender Haití después del 12 de enero de 2010 nos obliga a retrotraernos a mucho tiempo antes del mortal terremoto que devastó a este país caribeño. Es importante entender que la tragedia fue, en gran parte, resultado de una vulnerabilidad social históricamente producida. De ahí la necesidad de interrogarnos sobre el proceso de producción de la vulnerabilidad social de Haití. El terremoto fue un fenómeno natural que se convirtió en desastre (o catástrofe social) porque, justamente, encontró en el país condiciones vulnerables en todos los niveles. Una situación producida históricamente en la sociedad y que influyó en su falta de “capacidad para anticipar, combatir, resistir y recuperarse del impacto de un evento natural extremo”. Frente a los fenómenos naturales, esta condición nos conecta directamente con la historia del país. La vulnerabilidad de Haití es el resultado de un largo proceso, que comienza con la colonización española y la francesa y sigue hasta hoy, pasando por la ocupación estadounidense del país y la irresponsabilidad de las autoridades haitianas, que no han implementado políticas públicas destinadas a reducir esa vulnerabilidad. Además, el terremoto que provocó la mayor tragedia que la humanidad conoció en las últimas décadas aumenta la fragilidad social frente a eventuales fenómenos naturales. Se ha intensificado el ciclo de vulnerabilidad en Haití.

Impacto del terremoto

El monumento Torre de la Libertad, iniciado por Aristide en homenaje al bicentenario de la Independencia de Haití, todavía está inconcluso Foto: Francisca Stuardo

El terremoto ocasionó un desastre que dejó un saldo impresionante: alrededor de 300.000 personas perdieron la vida, cerca de 1.000 están desaparecidas, 250.000 heridas, 3 millones de personas afectadas, más de 30.000 sufrieron amputaciones de algún miembro de su cuerpo, 600.000 huyeron de la capital Puerto Príncipe rumbo a otros departamentos del país. Los daños totales ascienden a más de 7.800 millones de dólares estadounidenses, equivalentes a más del 120% del Producto Bruto Interno (PBI) del país en 2009. Según el informe preliminar preparado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) “Evaluación sectorial de daños, pérdidas y requerimientos”, “el porcentaje de haitianos que viven en condiciones de pobreza extrema después

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Bajo el liderazgo estadounidense, la comunidad internacional creó la Comisión Interina para la Reconstrucción de Haití (CIRH), comandada por el ex presidente estadounidense Bill Clinton, para coordinar la gestión de los trabajos de reconstrucción. Esa estructura, teóricamente bilateral (haitiano-internacional), ha sido totalmente controlada por los grandes países y organismos de la comunidad internacional, principalmente por Estados Unidos. Los análisis realizados por los especialistas de Haiti Support Group, con base en el Reino Unido, corroboraron las críticas que vienen haciendo las organizaciones de la sociedad civil desde la creación de la CIRH. Ésta fue “mal concebida, es disfuncional, poco eficaz” y constituye “una estructura destinada a ayudar, no a Haití o a los haitianos, sino a los donantes, a quienes se les permite canalizar los contratos de proyectos de las multinacionales y de las ONGs”, explica Haiti Support Group. Agrega que “esos proyectos emanaron de las instituciones que dirigen Haití desde siempre: el BID, el Banco Mundial, la ONU, la Usaid y los países donantes individuales, que habían prometido dinero suficiente como para asegurarse un puesto en el Consejo de Administración de la CIRH”. “Las personas implicadas nunca son consultadas (por la CIRH) para conocer sus necesidades”, explica ese grupo solidario con Haití. “Que la única autoridad encargada de la reconstrucción de Haití después del terremoto haya sido deliberadamente concebida y dotada de una estructura mal adaptada es un ejemplo que impacta fuerte sobre el ‘capitalismo del desastre’, un fenómeno bien conocido”, concluye Haiti Support Group. Las organizaciones haitianas de derechos humanos, de desamparados y otros grupos de la sociedad civil organizada han realizado olas de protestas, principalmente con motivo del segundo aniversario del terremoto de enero de 2010, para denunciar las difíciles condiciones de vida existentes en el país, el proceso lento y excluyente de la reconstrucción después de la catástrofe, la dependencia, la falta de transparencia en la gestión de los fondos y, sobre todo, las expulsiones violentas de los campamentos que padecen los desamparados.


Una historia paradójica del terremoto es similar a los niveles registrados hace casi una década, cuando ascendió a más del 70% de la población.” El terremoto afectó y continúa afectando de manera intensa y directa a los haitianos, que buscan incansablemente cuál es el sentido de una situación tan sin sentido, que implicó para ellos la pérdida de sus seres queridos, su modo de vida, sus sueños, sus bienes y propiedades. La organización internacional Médicos Sin Fronteras (MSF) habla de las “heridas invisibles”, o sea, de las consecuencias psicológicas del desastre en los sobrevivientes, que viven la ausencia de sus parientes y personas cercanas muertas o desaparecidas, que temen revivir la pesadilla (principalmente después de cada réplica u otro evento natural), que sufren palpitaciones cardíacas, dolores, problemas de visión e incluso enfermedades psiquiátricas... La crisis humanitaria en Haití, agravada después del terremoto del 12 de enero de 2010, está lejos de ser resuelta. La intensificación de la inseguridad alimentaria, que afecta a 4,5 millones de haitianos (casi la mitad de la población), el recrudecimiento de la epidemia de cólera, que cobró la vida de más de 7 mil víctimas, y la difícil situación de 550.000 personas desamparadas, que viven actualmente en 800 campamentos, según los datos proporcionados por diferentes entidades haitianas e internacionales, ofrecen un cuadro general desolador. La vicesecretaria de asuntos humanitarios de la Organización de las Naciones Unidas, Valerie Amos, expresó, en septiembre de 2011, durante una visita de dos días a Haití, que estaba “inquieta” por la situación de las personas desamparadas en los campamentos. “La situación de los afectados que viven en los campamentos no está mejorando, sino agravándose”, resaltó, señalando que la ONU recibió sólo la mitad de los 382 millones de dólares estadounidenses que el organismo internacional había solicitado para llevar a cabo sus programas humanitarios en Haití. Los desamparados siguen enfrentando serios problemas de acceso a la alimentación, agua potable, higiene y otros derechos fundamentales, al tiempo que la violencia contra las mujeres continúa creciendo en los campamentos. La comunidad internacional reconoce que la misma complejidad de la crisis relacionada con el desplazamiento

A pesar de los peligros de desmoronamiento, dos años después del terremoto, la vida sigue adelante. Foto: Francisca Stuardo

en las zonas urbanas de Haití, con la falta de vivienda y la pobreza, complica el proceso de salida de los campamentos por parte de los desamparados y la búsqueda de soluciones más duraderas y dignas para ellos y para las comunidades a las que retornan. El objetivo es mantener a Haití en la agenda humanitaria y de desarrollo a nivel internacional, consideran los actores internacionales. Además, el país se ha vuelto aún más vulnerable frente a los fenómenos hidrometeorológicos que lo amenazan cada año, a los eventuales temblores que podrían producir las fallas geológicas y a muchas otras enfermedades y pandemias. Como si fuera poco, un grupo de especialistas dirigido por Eric Calais, de la universidad estadounidense de Purdue (Indiana) advirtió, en octubre de 2010, que la falla Enriquillo-Plantain Garden (en la península del sur de la Isla Española), la cual guarda todavía una carga de energía acumulada durante siglos, “continúa siendo una amenaza sísmica importante para Haití y para Puerto Príncipe en particular”. Haití debe romper el ciclo de vulnerabilidad que aumenta inmediatamente después de cada desastre natural, ya que destruye un poco más las capacidades del país para prevenir el próximo desastre y responder durante y después de su ocurrencia. A pesar de esa extrema vulnerabilidad social, históricamente producida, el pueblo haitiano ha mostrado una gran capacidad de resiliencia, que se evidenció inmediatamente después del terremoto del 12 de enero de 2010. Los haitianos fueron los primeros en salvar, prácticamente con sus manos, a sus compatriotas que estaban atrapados o enterrados debajo de los escombros. Se organizaron para construir los campamentos y tiendas de campaña, ofrecer los primeros auxilios a los heridos y a otras víctimas de la tragedia y buscar comida y agua potable para los afectados. Demostraron una gran solidaridad los campesinos y habitantes de las provincias del país, que acogieron a los afectados de Puerto Príncipe y los alimentaron durante varias semanas. Esas familias campesinas que habían recibido a los refugiados “tuvieron que utilizar su escasa producción para alimentarlos. Y la presión de esas personas recae sobre la agricultura”, según explicó Gérard Mathurin, dirigente de la red campesina haitiana KROS (Coordinadora Regional de

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Haití por sí las Organizaciones del Sudeste). Desgraciadamente, esa amplia solidaridad del pueblo haitiano no fue valorada por las autoridades haitianas, tampoco por la comunidad internacional, mucho menos por los grandes medios de comunicación, más interesados en mostrar casos aislados de violencia entre algunos refugiados que peleaban por la ayuda humanitaria. Cabe subrayar que la llamada ayuda humanitaria fue distribuida sin coordinación entre las organizaciones no gubernamentales y con poco respeto por la dignidad de los afectados.

Causas históricas de la vulnerabilidad

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El terremoto que Haití sufrió el 12 de enero de 2010 vino a complicar o evidenciar más las duras condiciones de vida de la mayoría de un pueblo que cuenta con un poco más de 10 millones de habitantes. Ese pueblo ya de por sí era víctima de una fuerte exclusión social, generadora de pobreza y de inestabilidad política. Hasta 2009, el 55% de la población haitiana vivía en la pobreza extrema y el 80% por debajo de la línea de pobreza. Haití ocupaba, en 2009, el puesto 142 entre los 182 países del mundo, de acuerdo con el Informe Mundial del PNUD sobre el Índice de Desarrollo Humano (IDH); en 2011, pasó al puesto 158, de acuerdo con su IDH, según el informe de 2012 de ese organismo de la ONU. La salud y la educación figuran entre los servicios sociales más afectados en Haití. Es evidente que el país no cumplirá las metas de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (OMD) fijadas en 2010 por los países miembros de las Naciones Unidas. Entre los ocho objetivos que tales países acordaron lograr hasta 2015, figuran la reducción de la mortalidad infantil, la mejora de la salud materna y la universalización de la enseñanza primaria. Aunque el gobierno de Martelly y la Unicef hayan afirmado, a comienzos de 2012, haber escolarizado a más de 700.000 niños en la enseñanza primaria, todavía hay mucho por hacer para que todos los niños haitianos completen el ciclo escolar de enseñanza primaria en 2015. El objetivo es muy grande: la tasa de escolarización en Haití es sólo del 60%, 375.000 niños de entre 6 y 11 años no van a la es-


Una historia paradójica

cuela (por lo menos antes de 2012), cerca del 50% de los jóvenes y adultos con más de 15 años son analfabetos, y sólo un 1% de la población pasa por la universidad, según datos de Unicef. La gran mayoría de los jóvenes que termina sus estudios secundarios no puede ingresar a la única universidad pública que existe en el país por falta de vacantes; por ejemplo, la Facultad de Medicina admite cada año a sólo 100 nuevos estudiantes que hayan sido seleccionados por concurso de admisión. Las familias no pueden pagar a sus hijos los altos costos que exigen las universidades privadas, las cuales, además, no tienen capacidad para responder a la gran demanda. Estas crecientes demandas y las pocas ofertas de servicios educativos disponibles hacen que la educación sea cada vez más cara, principalmente para las familias pobres. Es la misma realidad para la salud: la mitad de las

Los haitianos todavía tienen muchas dificultades para obtener agua potable y energía eléctrica. Foto: Ermanno Allegri

mujeres embarazadas no tienen acceso a los cuidados prenatales a causa de la carencia de infraestructura y de personal médico, situación que se vio agravada por la tragedia del 12 de enero de 2010. En ese sentido, la tasa de mortalidad, evaluada en 2006 en 670 por cada 100.000 nacimientos, amenaza con aumentar después del terremoto. Además, la política de austeridad fiscal aplicada por los diferentes gobiernos, bajo la imposición de las instituciones financieras internacionales, contribuyó a reducir progresivamente los gastos sociales, principalmente en materia de educación, salud y agricultura. Los gastos sociales disminuyeron, en lo relativo a la salud, en un 7,37% en 2001-2002 y en un 4,84% en 2008-2009, y en relación con la agricultura, en un 2,47% en 2001-2002 y en un 1,6% en 2008-2009. La inversión del Estado haitiano en la universidad pública nunca alcanzó el 1,35%.

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Haití por sí

Población total (mil), 2009 Población urbana %

10033 50

Nacimientos anuales (mil), 2009

274

Muertes anuales (< 5 años), 2009

24

Ingreso per cápita (dólares), 2009

772

Esperanza de vida al nacer (años), 2009

61

% de la población por debajo de la línea internacional de pobreza de US$ 1,25 al día, 1994-2008

55

Desnutrición infantil (< 5 años), 2002

17

Tasa de alfabetización, total de adultos (% de personas de 15 años o más), 2006

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Fuentes: Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Unicef, Instituto Haitiano de Estadísticas e Informática (IHSI)

Socialmente hablando, Haití es también uno de los quince países más desiguales del mundo. Las riquezas están sumamente concentradas en manos de unos pocos, mientras que la gran mayoría vive en la pobreza. “Haití es un país escandalosamente desigual”, escribió el economista haitiano Marc Bazin en 2006. América Latina tiene un coeficiente de Gini, que mide el nivel de concentración de riquezas, de 0,56 en promedio, o sea, 10 veces más alto que el de países desarrollados o del sudeste asiático. El promedio haitiano es de 0,63. “En Haití, el 5% de los más ricos detentan el 50% del ingreso nacional, lo que hace de nosotros el país más desigual de América Latina.” La catástrofe que generó el terremoto fue principalmente social, debido a la exclusión y a la producción histórica de la vulnerabilidad social del país, aunque gran parte de las primeras interpretaciones acerca de tal catástrofe social fuese de orden sobrenatural. Se acusó a la tradición africana del vudú, considerado “cosa de negros, ignorancia, atraso, pura superstición”, de ser la causa principal del desastre, como afirmó, enfático, al explicar el terremoto de 2010 en la televisión, el pastor pentecostal, abogado y ex candidato a la Presidencia de Estados Unidos Pat Robertson. Dijo a su gran audiencia que los negros haitianos habían conquistado la independencia de Francia a partir de una ceremonia vudú, invocando la ayuda del diablo desde el fondo de la selva haitiana. “El diablo, que les dio la libertad, envió el terremoto para cobrar la cuenta”, afirmó el pastor estadounidense.

La idea de que Haití es un país históricamente maldito es justamente uno los mitos que existen sobre el país, el más ampliamente difundido y arraigado. El mito sobre Haití como tierra del diablo va y viene constantemente y aparece en los momentos más inesperados para interpretar los acontecimientos históricos que ocurren en Haití y, sobre todo, la realidad social, política y económica (por ejemplo, la pobreza) y la historia del país. No bastaron las campañas terroristas de “anti-superstición” (que eran como cruzadas) promovidas en 1845, 1869, 1896, 1915 y 1942 en Haití por la Iglesia Católica y los diferentes gobiernos haitianos para erradicar el vudú junto con sus sacerdotes, sacerdotisas y practicantes. Además, ha habido un intenso proceso de estigmatización y satanización del vudú, que contribuye a falsear lo que éste es verdaderamente y lo que representa para la identidad y la historia de los haitianos. Reiteramos, sin embargo, que la tragedia provocada en Haití por el terremoto del 12 de enero de 2010 tiene causas históricas y no sobrenaturales. Son causas relacionadas principalmente con la vulnerabilidad social del país, históricamente producida. Por ejemplo, el país no se recuperó aún de cuatro huracanes (Fay, Gustav, Hanna y Ike), que lo azotaron entre agosto y septiembre de 2008, dejando un saldo de 793 muertos, 548 heridos y 112.000 casas destruidas y afectadas. Según un documento oficial titulado “Informe de evaluación de las necesidades pos-desastre: huracanes Fay, Gustav Hanna y Ike”, las pérdidas alcanzaron un total de 897,39 millones de dólares. Los huracanes “disminuyeron la dinámica económica y ocasionaron la pérdida de las condiciones de vida de muchas familias, particularmente en el valle de Artibonite, la principal región arrocera del país”. Además, se lee en el documento, “el embate del viento y de las lluvias causó fuertes inundaciones y la destrucción de carreteras, puentes, red eléctrica, así como casas, hospitales, escuelas y edificios públicos”. El terremoto encontró un terreno muy fértil de fragilidad social, que viene intensificándose a lo largo de meses, años, décadas e incluso siglos. El proceso histórico de degradación del medio ambiente se remonta al siglo XV, desde el comienzo del colonialismo salvaje español,

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abla 1 - Indicadores sociales y económicos seleccionados de Haití*


Una historia paradójica

Cine para no morir con los brazos cruzados Por Francisca Stuardo El primer síntoma de que algo estaba mal golpeó, literalmente, a la puerta de su casa. Arnold Antonin tenía 16 o 17 años. Hasta podrían ser 15, recuerda, cuando vio a un hombre morir linchado a manos de un funcionario de la dictadura de Papa Doc por hurtar un recipiente con plantas. El joven Arnold presenció cómo el cadáver del hombre yacía en el medio de la calle mientras su ejecutor empujaba a los transeúntes para que miraran el cuerpo. “A partir de ahí, entendí mucho más lo que significaba la opresión en un país, la violencia contra los pobres, contra la población”, recuerda hoy, a los 67 años, con una historia que incluye 20 años de exilio, estudios en casi todas las áreas de las Ciencias Sociales, cerca de 40 documentales, el primer largometraje haitiano, premios por todo el mundo y la vuelta a su país natal. Con esa idea de la dictadura en mente, entrar en los movimientos de resistencia era una obviedad. Salir de su país, a pedido de su madre, para estudiar economía en Italia, una consecuencia. Y producir cine y productos audiovisuales, una necesidad. Así surgió su primer documental en 1973. Fue la consecuencia de una denuncia contra la dictadura de los Duvalier. Arnold, junto con un grupo de estudiantes, llevó el documento de acusación al tribunal Bertrand Russell para que la comunidad internacional se enterara de las atrocidades cometidas por la dictadura. “Era el primer filme que hacían los haitianos en el exterior, comprometidos con la lucha de Haití en contra de la dictadura, con la intervención de un compañero que habló abiertamente contra el régimen. Todo estaba escondido por miedo a las represalias. Fue algo muy importante, porque se valorizaron abiertamente las declaraciones en contra de la dictadura”, recuerda desde su oficina en el Centro Petit Bolívar, que se

encarga de la promoción del debate político en Puerto Príncipe. Esos 25 minutos de grabación acerca del régimen de Duvalier, en los años 70, bastaron a Antonin para tener la certeza de que en una cultura de “oralitura” (literatura y oralidad) como la haitiana, era necesario hacer cine. “Hacía falta producir un material audiovisual para dar más eficacia a nuestra denuncia contra la dictadura. Yo era un cinéfilo, pero la razón que me impulsó a entrar en el área fue estimular una toma de conciencia de que no se podía continuar luchando contra la dictadura utilizando solamente textos escritos. Era indispensable hacer cine”, comenta. Y así llegó su primer largometraje, “Haití, el camino a la Libertad”, como una forma de entender, a partir de una perspectiva local (aunque estuviese lejos), la historia que determinó y permitió una dictadura que cometió semejantes aberraciones contra sus ciudadanos. Fue la forma que el entonces estudiante encontró para gritar al mundo el complot en contra de la memoria histórica de su pueblo, como él mismo denomina a la falta de incentivos a la cultura popular. En ese tiempo, también integró la Unión de Estudiantes Haitianos en el Extranjero y asumió la función de secretario general. Viajó por Europa buscando apoyo para derrotar a la dictadura, escribió editoriales y firmó columnas en diarios. Movió sus fuerzas para acabar con la opresión y volver a Haití, su país. Cuando por fin retornó, en 1986, el país sobre el cual intentó hacer reflexionar a partir del exterior no era el mismo: “La primera impresión era de que todo me parecía bello, hasta los malos olores. Encontrar las calles que había recorrido, lugares que se habían detenido en el tiempo, donde nadie cambió mucho. Pero había otros lugares que se habían degradado. Cuando regresé, después de 20 años, el país se había degradado mucho”.

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Arnold Antonin filmó “Haití, el camino a la Libertad” sobre la dictadura de Duvalier y sus aberraciones contra los ciudadanos. Foto: Francisca Stuardo

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Haití por sí


Una historia paradójica inmediatamente después el francés y luego la ocupación estadounidense; en pocas palabras: desde que “la región de América Latina y el Caribe se ve incorporada al proceso de formación del moderno sistema mundial como proveedora de alimentos, materias primas y como reserva de recursos”. Durante mucho tiempo, se han sobreexplotado nuestras tierras (o mejor dicho, nuestros ecosistemas) a causa de la avaricia de los países colonialistas y capitalistas que extraen y saquean nuestros recursos naturales llevándolos hacia el norte. Incluso se puede hablar de “ecocidio”. Los colonizadores españoles habían saqueado las minas de oro y eliminado a los aborígenes que vivían en la Española. En 1792, o sea, tres siglos después del “descubrimiento” de Cristóbal Colón, escribe el periodista Vario Sérant, no quedaba mucho de esas selvas encantadoras que había a la llegada de los europeos. “La Española ya no era el paraíso que Colón ‘había descubierto’”. Esa sobreexplotación de la tierra se intensificó con la colonización francesa. “Además, la tala sistemática de árboles realizó a la perfección esa empresa de destrucción que se hacía para plantar caña de azúcar en el suelo de Saint-Domingue. La madera era la única fuente de energía que se utilizaba en Saint-Domingue para cocinar la caña, los esclavos cortaban los árboles bajo la orden de sus amos”, explica Sérant. “Durante la independencia, las clases dominantes continuaron exportando madera y caña de azúcar. Durante todo el siglo XIX se exportó madera para pagar la deuda de la independencia, a pesar de que Haití fue el primer país en establecer una reserva forestal formal”, escribió un grupo de movimientos sociales, entre ellos Papda. Durante la ocupación estadounidense, que duró de 1915 a 1934, sólo en el nordeste del país se deforestaron 32.000 hectáreas de bosques para establecer plantaciones de sisal con el objetivo de producir fibras para exportación. La pobreza que han creado varias décadas de políticas neoliberales y de corrupción en el país obligó a los haitianos a talar árboles para producir carbón vegetal, que el 70% de la población utiliza para cocinar. Esta práctica de tala indiscriminada de árboles y la quema de bosques para convertirlos en tierra cultivable, entre otros factores, con-

tribuyen a reducir en un 2% la cobertura vegetal del país y a destruir las reservas forestales, con una tasa de desaparición de 15 a 20 millones de árboles por año.

Un país expuesto a los fenómenos naturales Además de la realidad de vulnerabilidad social de Haití, el país está muy expuesto a fenómenos naturales tales como huracanes y terremotos, a causa de su posición geográfica, su topografía, su historia geológica y la complejidad de su estructura geomorfológica. Se encuentra en el arco insular de las Antillas, que nace de la unión de las placas tectónicas del Caribe y del Atlántico. En el pasado, las actividades en tales placas provocaron terremotos en muchas partes del país (Puerto Príncipe en 1770, Cabo Haitiano en 1847 y 1887) y continúan representando una amenaza constante para la población.

El hecho de que el Palacio Nacional no haya sido reconstruido después de más de dos años del terremoto es un símbolo de la situación política del país. Foto: Ermanno Allegri

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Haití por sí sobre cada uno de ellos para que adopte un comportamiento razonable frente a los fenómenos en el momento en que ocurren.” Pero ni las autoridades ni la población prestaron atención al ingeniero ni a otros especialistas que predicaron y continúan predicando en el desierto sobre los riesgos relacionados con los fenómenos naturales. Todavía tienen mucho por hacer los gobiernos haitianos a nivel de elaboración de políticas públicas destinadas a prevenir los desastres, o sea, a “evitar que fenómenos naturales (huracanes, erupciones volcánicas, terremotos, erosión de las costas, inundaciones…) se transformen otra vez en catástrofes sociales”, como bien señala Papda. Urge detener el proceso de producción de la vulnerabilidad social en Haití. Esto pasa no sólo por la implementación de políticas públicas por parte de los gobiernos haitianos, sino también por el perdón de la deuda ilegítima

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Además, cada año, del 1º de junio al 30 de noviembre, el país se arriesga a enfrentar una serie de ciclones, huracanes, tempestades tropicales y sus consecuencias, tales como inundaciones y deslizamientos de tierras… Sin embargo, no se ha hecho lo suficiente para prevenir o mitigar los desastres naturales. A modo de ejemplo, a mediados de septiembre de 2008, el sismólogo y geólogo haitiano Claude Preptit advirtió en varios medios de comunicación: “Ya que el país conoció varios terremotos destructores en el pasado, debemos esperar que ocurran en el futuro en cualquier momento, porque cada siglo trae un terremoto destructor.” El especialista aconsejó: “Cada tipo de riesgo (vinculado con cierto fenómeno natural) tiene sus propios enfoques, sus propias especificidades, y exige competencias necesarias y adecuadas. Entonces, es preciso elaborar un plan de contingencia para cada tipo de riesgo y educar a la población


Una historia paradójica

Jean Yves Blot es un intelectual que se convirtió en houngan, sacerdote vudú. Foto: Francisca Stuardo

El “unga” criollo Por Francisca Stuardo El fin de la dictadura de Duvalier trajo de vuelta al etnólogo Jean Yves Blot en 1988. En aquella época, ya tenía una Licenciatura en Historia y Ciencias Sociales, obtenida en México, y Licenciaturas en Teología y Antropología, cursadas en Canadá. Un perfil de elite. Muy teórico, muy ausente de la cultura popular, Blot asume que una visión crítica de la historia de su país sólo llegó a él cuando ya era una autoridad como etnólogo. “Cuando volví, comencé a visitar los templos vudú, a hablar con haitianos y a vivir dentro de los templos. Ahí me di cuenta de que son dos mundos culturales muy diferentes”, sostiene 24 años después, ya convertido en houngan (sacerdote vudú). Visitas, estadías, preguntas, investigaciones: recurrió a las opciones que tenía a mano para reformular su cosmovisión y para comprender lo que necesitaba y quería el pueblo haitiano, distante de los centros de poder. “Si las personas no participan en la elaboración de lo que quieren y de lo que pueden ser, la cosa no funciona”, agrega, desde su aula en la Facultad de Etnología de la Universidad de Haití. En ese camino, simultáneamente, conoció a quien se convertiría en su mentor espiritual. En un panel en un programa de televisión,

cerca de seis años después de iniciada su búsqueda, la vida lo colocó frente a frente con el houngan Son Son. El teórico se encontró con un iniciado en el vudú desde los 13 años, convertido en houngan a los 19, hijo de otro houngan y de una mambo (sacerdotisa), además de nieto de otro sacerdote conocido en el área de Léogâne. De la discusión televisada pasaron a una amistad. De la amistad, a la inclusión de Blot en la Sosyete djab andey sale rezon 7 ti lanp (Sociedad de los diablos de luto de las 7 lámparas). En 2000, Son Son se convirtió en su papa kanzó, o sea, en su iniciador. En el mismo año concluyó el proceso: el criollo aprendió los cantos y los rezos y se arriesgó a comprender el otro lado de su cultura. Consagró su proceso en una ceremonia de seis días, que tuvo que hacer en grupo para poder pagar a los músicos que tocaban los tambores durante las ceremonias, y también los animales que tuvo que sacrificar. Al mismo tiempo, los estudios de Blot sobre historia haitiana siguieron avanzando, y no han concluido. Hasta ahora, lo que más le llama la atención es que la versión expresada en sus textos escolares era “agua con azúcar”. “Cuando comencé a leer libros sobre la lucha contra la esclavitud y la lucha contra el colonialismo, entendí que con esas luchas nació la cultura haitiana, nació para la supervivencia, para la vida”.

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Haití por sí reclamada a Haití por las instituciones financieras internacionales (IFI), así como por la restitución de la injusta deuda que Francia cobró a Haití por su independencia y, sobre todo, por el cumplimiento –por parte de las naciones industrializadas y ricas del norte– de su obligación ética de ayudar a Haití y a otros países que emiten muy pocos gases de efecto invernadero a revertir o controlar su daño ambiental. Está más que comprobado que “los efectos del cambio climático (cuya principal causa es el calentamiento global) provocan el aumento en intensidad y frecuencia de los desastres, particularmente los eventos hidrometeorológicos en América Latina y el Caribe.”

Una historia de exclusión social y lucha por la emancipación

Grabado de la batalla de los haitianos contra la dominación francesa, expuesto en el Museo Nacional. Foto: Francisca Stuardo

las pequeñas tierras ubicadas en el campo, cuando no los dejaron sólo como arrendatarios o medieros. Los primeros presidentes haitianos dieron las tierras dejadas por los franceses a cuatro grupos sociales: 1) los generales del Ejército haitiano y los grandes funcionarios del orden civil; 2) los oficiales del Ejército y civiles de rango menos elevado; 3) los soldados que se distinguieron en la lucha por la independencia; y 4) adjudicados. Esto quiere decir que la masa de los antiguos esclavos no tuvo la posibilidad de acceder a la propiedad de las tierras en las primeras distribuciones ni en las siguientes reformas agrarias. Los primeros presidentes haitianos realizaron reformas agrarias que contribuyeron a crear y mantener esa situación de exclusión de los antiguos esclavos (o nuevos libres), con excepción del primer jefe de Estado haitiano Jean-Jacques Dessalines, que tuvo el coraje de decretar que todas las propiedades (sobre todo las tierras) de los colonos franceses pertenecían al Estado haitiano, a menos que sus actuales propietarios (los hijos de los franceses y los demás que se apropiaron de las tierras de los colonos franceses) pudieran comprobar sus títulos de propiedad. Los grandes propietarios de tierras se unieron a los altos mandos del Ejército de

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La historia de Haití ha sido también una historia de rebelión contra “la elite local” del país, calificada de “cínica” por el columnista de Le Mond Diplomatique Christophe Wargny, que escribió un libro sobre Haití. Para él, la elite también ha mantenido a la gran masa de nuevos negros libres en una situación histórica de exclusión social. Junto con la historia de la invasión externa de Haití y de la producción de vulnerabilidad social y sus respectivas contra-historias de resistencia y resiliencia, hay que hablar también de la historia de la exclusión social interna y de la lucha por la emancipación, desde su independencia en 1804 hasta hoy. Vale la pena mencionar aquí uno de los grupos sociales más excluidos del país, que constituye la mitad de la población haitiana. Se trata de los campesinos, que han vivido siempre en una especie de semi-servidumbre desde que la nación conquistó su independencia. Desde la repartición de las tierras que los colonos blancos franceses dejaron después de 1804, año en que Haití proclamó su independencia, la gran masa de los antiguos esclavos llegó a ser libre pero permaneció pobre y no recibió tierras. La nueva burguesía y los ricos haitianos se apropiaron de las grandes propiedades (en virtud de su sangre francesa y de su “herencia”) y dejaron a las “masas” de negros las propiedades de tamaño medio y


Una historia paradójica la nueva República haitiana para masacrar a Dessalines en 1806, dos años después de la independencia del país. Después de la muerte de Dessalines, el presidente Alexandre Pétion dividió las tierras del oeste y del sur y las dio a los oficiales y a algunos soldados. Por su parte, el autodenominado “Rey del Norte de Haití”, Henry Christophe, hizo lo mismo que Pétion en 1819. Pero lo peor no tardó en llegar: fue en 1821, con la presidencia de Jean-Pierre Boyer, quien creó la guardia agraria campestre, cuya misión era expropiar las tierras de los campesinos y someter a esos campesinos expropiados y a sus hijos al cultivo de la tierra de los grandes propietarios a cambio de comida y otros favores. De acuerdo con el Código Rural decretado por Boyer, “se prohibió a las asociaciones de campesinos administrar por sí mismas las viviendas” (art. 30); “se prohibió a los campesinos abandonar la vivienda a menos que tuvieran un permiso” (art. 71); “los hijos de los cultivadores continuarán en la condición de sus padres” (art. 178); “sumisión a la policía rural y represión del vagabundeo y del ocio” (arts. 136, 143, 174, 180). Después de la caída de Boyer del poder, los campesinos organizaron una lucha en 1843 y 1844 para pedir que les fueran otorgadas las tierras abandonadas que pertenecían al Estado, al mismo tiempo que reivindicaban la instrucción primaria para sus niños. Esa lucha continuó hasta la época de la ocupación estadounidense (1915-1934) de diferentes formas. Hasta hoy, los campesinos siguen reclamando una reforma agraria verdadera, así como la protección de sus derechos fundamentales y el acceso a los servicios sociales de base. De hecho, actualmente la pobreza se concentra principalmente en las zonas rurales de Haití. Más del 82% de los campesinos haitianos vive por debajo de la línea de pobreza. Una de las consecuencias de esa exclusión de los campesinos es el éxodo rural (principalmente rumbo a la capital, Puerto Príncipe), que tomó una dimensión exponencial a partir de la década del 80, inmediatamente después de la matanza de los cerdos criollos en 1978. Actualmente, más de 2 millones de un total de 10 millones de habitantes viven en Puerto Príncipe, con todos los problemas que esto provoca: cinturones de pobreza, invasiones ilegales de tierras, construcciones anárquicas de viviendas precarias, insalubridad, degradación del medio ambiente, ampliación del sector in-

La presencia femenina es importante para la reconstrucción del país, pues las mujeres no migraron y crían a sus hijos muchas veces en situación de extrema pobreza. Foto: Francisca Stuardo

formal, falta de acceso a servicios básicos e infraestructura, aumento de la tasa de delincuencia... Además, se intensifica la fragilidad social frente a los fenómenos naturales, tal como mencionamos. Desde la independencia de Haití, en 1804, hasta hoy, los campesinos no se han quedado de brazos cruzados. Han resistido contra esa exclusión socio-histórica organizando revueltas, insurrecciones e incluso luchas armadas, a pesar de que gran parte de los diferentes movimientos ha fracasado. Una de sus reivindicaciones fundamentales es el acceso a la propiedad de la tierra, para que puedan producir para ellos mismos en lugar de trabajar para los latifundistas bajo un régimen de semi-servidumbre. Otra de sus principales reivindicaciones es la necesidad de subvención para poder desarrollar la agricultura. En un contexto nacional dominado por la excesiva apertura comercial, por la aplicación ciega de políticas neoliberales y por el recorte de los gastos sociales, las autoridades haitianas dedican cada vez menos fondos a la agricultura. En 2012, Papda pidió a los parlamentarios haitianos que no ratificaran los acuerdos internacionales, principalmente los que fueron firmados con la Unión Europea, Estados Unidos, el FMI y otras instituciones financieras internacionales, que preconizan la liberalización económica. Según esa organización, “tales acuerdos representan un peligro inminente para la consolidación y el desarrollo de la producción nacional y el acceso de la población a los servicios sociales de base.” Los Acuerdos de Cooperación Económica “exigen una liberalización del 82% de todos los sectores productivos del país”, lo que obligará a “nuestros productores agrícolas a entrar en competencia directa con los agricultores de la Unión Europea, que disponen de las tecnologías más avanzadas y de subvenciones crecientes por parte de sus gobiernos”, se explica en el documento. Los campesinos y productores agrícolas de Haití están en una encrucijada histórica importante, en la que son constante y crecientemente amenazados por la liberalización comercial y las grandes empresas multinacionales. A mediados de mayo de 2010, más de 1.200 campesinos haitianos y haitianas marcharon contra “el presente envenenado” de 475

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Haití por sí toneladas de semillas transgénicas que la empresa Monsanto ofreció a Haití después del terremoto. La multinacional “se aprovecha del terremoto para entrar en el mercado de semillas de Haití”, denunciaron los campesinos, que consideran que tales donaciones constituyen un ataque contra la agricultura campesina y la biodiversidad.

Las mujeres entre la exclusión y la lucha

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Las mujeres constituyen también un grupo social que históricamente ha sido víctima de la exclusión social, económica, jurídica y política. Según un estudio realizado en 2007 por el Ministerio Haitiano de la Condición Femenina y de los Derechos de la Mujer, Haití es uno de los países de la región con la tasa más elevada de violencia perpetrada contra las mujeres en el hogar. La discriminación contra la mujer se refleja incluso en la legislación interna del país, en su participación muy limitada en la vida pública, en la falta de oportunidades de trabajo o en el salario mucho menor que el de los hombres por el mismo trabajo en igualdad de condiciones, y en su poca participación en la toma de decisiones en el hogar, en la vida social, política y económica. A pesar de ser el pilar de la familia (el 43% de las familias monoparentales son dirigidas sólo por mujeres) y del país, principalmente en los momentos más difíciles, las mujeres son uno de los grupos más vulnerables. En su informe publicado en enero de 2011, Amnistía Internacional denunció que “la violencia sexual, que era un fenómeno generalizado en Haití antes de enero de 2010, se vio exacerbada por las condiciones imperantes después del terremoto. La asistencia limitada que proporcionaban antes las autoridades fue socavada por la destrucción de comisarías y juzgados, lo que hace aún más difícil denunciar la violencia sexual”. A pesar de haber perdido a varias de sus líderes en el terremoto, el movimiento feminista de Haití sigue luchando contra el sistema patriarcal y la violencia de género, y a favor de la equidad entre hombres y mujeres y de la mejora de la condición de estas últimas. Inmediatamente después de la tragedia, varias organizaciones de mujeres de Haití, en asociación con otros colectivos de Costa Rica y República Dominicana, se articularon alrededor de un proyecto


Una historia paradójica conjunto destinado a brindar atención médica a las mujeres, herramientas de comunicación para periodistas y datos de monitoreo de los derechos humanos de las mujeres. Las organizaciones de mujeres haitianas, como Solidaridad para las Mujeres Haitianas (Sofa), Enfofanm, Kay Fanm y otras, continúan levantando su voz y luchando día tras día contra la violencia de género, las agresiones sexuales y todas las formas de discriminación de las cuales son víctimas las mujeres en todos los departamentos del país.

Dominación externa ¿Es posible terminar con la historia de dominación externa, producción de vulnerabilidad social y exclusión interna de Haití? La contra-historia de Haití nos cuenta que la historia de ese país ha sido, a su vez, de invasión y rebelión: de dominación externa y resistencia, de vulnerabilidad social y resiliencia, de exclusión social y lucha por la emancipación. Que la invasión nunca tuvo la última palabra. Para evitar que la palabra “rebelión” sea olvidada, es necesario terminar con la violencia “sistemática” fabricada por un discurso orientado a justificar la dependencia militar, financiera y político-económica de Haití. Tal discurso vehicula una serie de lugares comunes y estereotipos sobre Haití, tales como: “Es el país más pobre del hemisferio occidental” (en vez de decir que es un país que fue empobrecido), “De Haití nada bueno puede salir”, “Es un Estado quebrado”, “No hay esperanza para ese país”, “Es el país del vudú, de la magia negra, de la brujería, del diablo”, “Es una sociedad violenta que no tiene ninguna historia de democracia y de derechos”, “No hay nada que hacer con esos negros bárbaros que no tienen capacidad para gobernar ni para dirigir”, “La historia de Haití es la historia de la lucha entre negros y blancos criollos (los mulatos) por la conquista del poder”, “Ese país es una amenaza para la seguridad de la región y del continente”… En fin, lugares comunes y estereotipos que nos impiden acceder a la verdad de ese país tan singular, con una paradójica historia, que es Haití: a la verdad de su pasado y de su futuro. Definitivamente, Haití es un país que sigue siendo desconocido en el mundo. La tragedia de enero de 2010 lo volvió visible mediáticamente, a causa de la trágica situaci-

El Museo del Panteón Nacional se salvó del terremoto. Foto: Francisca Stuardo

ón. Es un país que viene luchando desde su independencia, en 1804, para sobrevivir, para existir, para ser. Sin embargo, algunos meses después, Haití fue desapareciendo de la agenda de los medios de comunicación y de la opinión pública internacional. Todo volvió a ser como antes. Toda la artillería de estereotipos, prejuicios y mitos sobre Haití mencionados arriba volvió a la superficie. Cualquier discurso que quiera decir algo nuevo o diferente sobre Haití (anti-discurso) tendrá que enfrentar ese conjunto de lugares comunes y estereotipos que han contribuido a ocultar y oscurecer la verdadera historia del país o, por lo menos, la historia de los de abajo, la historia de los Ti Noel. La historia no es sólo la de los invasores, sino también la de los rebeldes: la historia de la rebelión. La historia de Haití es la genealogía de la lucha entre el orden esclavista-colonialista-racista y la rebelión de algunos negros esclavos que exigieron libertad, no sólo para sí mismos, sino también para todos los que estaban sometidos al yugo de la esclavitud. Haití es, a su vez, la primera isla donde se instaló Cristóbal Colón, el 5 de diciembre de 1492, y la primera república negra independiente.

Una historia de invasión y rebelión Falta recurrir a la contra-historia de Haití en el sentido foucaultiano de “introducir una nueva forma de continuidad histórica: el derecho a la rebelión”. Para nosotros, el elemento clave para comprender la historia de Haití es la rebelión, y no sólo la invasión, la conquista, la ocupación, la esclavitud… La rebelión permite contar de otra manera la historia: desde el revés de la historia, desde los intersticios, desde los márgenes. Posibilita la contra-historia, que rescata la verdadera historia, la de los de abajo, la que no aparece en las historias oficiales o que aparece falseada, maquillada, tergiversada, contada a la medida de los vencedores e invasores. La contra-historia lucha contra el “historicidio” para salvar la memoria y, por lo tanto, el futuro. Un pueblo que no es consciente de su pasado no puede construir su futuro. La verdad sobre la historia de Haití como una historia de rebelión ha sido falseada. Veamos lo que sostuvo el historiador uruguayo Eduardo Galeano sobre lo que representa Haití para la Historia:

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Haití por sí


Una historia paradójica Consulte cualquier enciclopedia. Pregunte cuál fue el primer país libre en América. Recibirá siempre la misma respuesta: Estados Unidos. Pero Estados Unidos declaró su independencia cuando eran una nación con seiscientos cincuenta mil esclavos, que continuaron siendo esclavos durante un siglo, y en su primera Constitución establecieron que un negro equivalía a las tres quintas partes de una persona. Y a cualquier enciclopedia pregunte cuál fue el primer país que abolió la esclavitud, recibirá siempre la misma respuesta: Inglaterra. Pero el primer país que abolió la esclavitud no fue Inglaterra, sino Haití, que todavía sigue expiando el pecado de su dignidad.

Tal como afirma el intelectual estadounidense Noam Chomsky, nos contaron sobre otro Haití y ha habido “múltiples faltas a la verdad en esa historia deliberadamente falseada”. Parece que las mentiras, los engaños y los mitos triunfaron sobre la verdad. Preguntémonos qué se sabe hoy en día sobre Haití, además de los lugares comunes y estereotipos arriba mencionados que falsean su historia. “Poco o nada”, responde Eduardo Galeano. “Haití es un país invisible. Solamente tuvo fama cuando el terremoto de 2010 mató a más de 200.000 haitianos. La tragedia hizo que el país ocupara, fugazmente, el primer plano en los medios de comunicación”. Prosigue el escritor uruguayo: “Haití ha desaparecido. Ha sido apagado. De nuestra memoria, de la memoria. Haití es una realidad para los haitianos, una reputación para los demás, y todavía más… Una imagen, la peor, heridas sangrientas o prurito de miseria. ¿Existió Haití alguna vez?”, se pregunta el periodista francés Christophe Wargny en su famoso libro Haïti n’existe pas (Haití no existe). “En el imaginario latinoamericano, Haití existe, está presente, pero como un fantasma. De hecho, varios ciudadanos latinoamericanos no saben en qué continente se encuentra Haití. Algunos medios de la región hablan de Haití como un país moribundo, que agoniza...”, escribimos en un artículo recientemente publicado. “Haití no existe”, “Haití es invisible”, “Haití es un fan-

tasma”… Tantas expresiones para nombrar el “historicidio” del cual Haití ha sido víctima. Sin embargo, la historia de Haití ha sido realmente una historia de rebelión, desde la conquista europea hasta 1804, cuando el país se convirtió en la primera república negra independiente. Rebelión que continúa hasta hoy. Es tiempo de reescribir esa contra-historia de Haití frente a las múltiples expresiones de su “historicidio”.

Reconstruir el pasado para construir otro Haití Después del terremoto de 2010, todos los discursos sobre Haití han afirmado la necesidad de reconstruir o refundar el país. No se ha insistido suficientemente sobre la necesidad de revisar las bases de esa nueva construcción o fundación para poder construir otro Haití. La gran pregunta es dónde queremos construir el nuevo país: sobre la roca o sobre la arena, para replicar una imagen bíblica (Mateo, 7: 24-27). Construir sobre la roca equivale a terminar con el ciclo de vulnerabilidad, con la historia de la invasión, con la producción de fragilidad y exclusión social, con la dependencia militar, económica, financiera y política. Edificar las bases de esa nueva construcción de otro Haití sobre la roca equivale a rescatar la historia de rebelión frente a las diferentes formas históricas de invasión y exclusión. Rescatar la contra-historia de Haití permite reconstruir otro Haití, que es totalmente desconocido: aquel que resiste contra los discursos hegemónicos que intentan negar su identidad, su cultura, sus formas de vida, sus conocimientos y, sobre todo, su verdadera historia. Haití que se rebela contra su “elite local”, aliada histórica de los invasores y enemiga de la gran mayoría, elite que ha condenado al país a la exclusión social. La construcción de otro Haití pasa por la reconstrucción de la otra historia, la de los de abajo, la de la rebelión, que ha sido falseada. Haití, tanto en los tiempos de los aborígenes como en los de los negros africanos, ha sido un símbolo de rebelión contra la invasión, una “peste” de rebelión para otros países subyugados. Del mismo modo, la gran mayoría de los haitianos negros, históricamente sometidos por la “elite local” a la exclusión social y a la dominación militar, ha sido un ejemplo de rebelión; su incansable lucha es una clara mues-

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Haití por sí

La esperanza de Haití está depositada en la fuerza y en la capacidad de recuperación de su pueblo. Foto: Francisca Stuardo

tralización, por la protección ecológica y medioambiental, por un mayor acceso a los servicios de salud, educación y agua potable, por los derechos humanos, principalmente los derechos de los grupos vulnerables tales como mujeres, niños y personas con deficiencias, por el derecho a una vivienda digna y segura, por la participación de los haitianos en la reconstrucción de su país, por la lucha contra el cólera, contra la ocupación… Finalmente, por todos los grupos y movimientos sociales haitianos que representan el futuro del país.

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tra de que otro Haití: inclusivo, democrático, soberano, libre y próspero, es posible. Ese Haití con el cual había soñado el pueblo haitiano en la Constitución de 1987. Frente a los mecanismos de dependencia histórica, el pueblo haitiano ha adoptado formas de subjetividad, o sea, mecanismos para constituirse como sujeto de su propia historia. Pocas veces, como durante la independencia del país, el derrocamiento de la dictadura duvalierista en 1986, y la elección de Jean-Bertrand Aristide en 1990, el pueblo haitiano pudo ser sujeto de su propia historia. Por desgracia, fueron momentos efímeros arrebatados por los dirigentes políticos del país en complicidad con la elite nacional y los países imperialistas y neo-colonialistas. Generalmente, el pueblo haitiano ha utilizado formas creativas, aunque silenciosas, de resistir pacientemente y de construir alternativas frente a la exclusión social, a la represión política, a la dominación externa, a la pobreza y a toda clase de adversidades. El pueblo haitiano es un ejemplo de resiliencia, paciencia y creatividad. Junto con los mecanismos de dependencia del pueblo haitiano, se ha utilizado también en su contra la violencia sistemática; tal forma de violencia había sido ejercida, en los tiempos de la colonia, por los señores sobre los esclavos, para que éstos aceptaran su condición de esclavos y se resignaran a ella. Se nos presenta, actualmente, bajo el ropaje de “nuevo orden mundial”, la “democracia”, la “globalización”, el “desarrollo” e incluso la “cooperación internacional”, la “ayuda humanitaria”… Más que nunca, es necesario ejercer la vigilancia epistemológica frente a los diferentes usos y abusos (ideológicos) de esas construcciones conceptuales que no hacen más que producir y reproducir esa violencia sistemática. A medida que los grandes medios de comunicación internacionales y otros productores de discursos hegemónicos propagan esa violencia sistemática bajo un nuevo ropaje, se vuelve importante un contra-discurso que haga escuchar y valer la voz de la rebelión en Haití contra la invasión, la exclusión social y la dependencia. La voz silenciosa de las y de los que luchan para sobrevivir diariamente, que se organizan para trabajar creativa y pacientemente por un desarrollo alternativo, por una comunicación popular alternativa, por la soberanía alimentaria, por el relanzamiento de la producción local (de la agricultura, de las artesanías, de la cría de animales criollos), por la descen-


Una historia paradójica

Haití, ¿existe?

Por Frei Betto

Es periodista y escritor, con más de 50 obras publicadas, y asesor de movimientos sociales. Texto publicado el 29 de enero de 2010 en www.adital.com.br

Interesados en exhibir en Europa una colección de animales exóticos, a comienzos del siglo XIX, dos franceses, los hermanos Edouard y Jules Verreaux, viajaron a Sudáfrica. La fotografía todavía no había sido inventada y la única manera de saciar la curiosidad del público era, además del dibujo y de la pintura, la taxidermia, embalsamar animales muertos, o llevarlos vivos a los zoológicos. En el museo de la familia Verreaux, los visitantes apreciaban jirafas, elefantes, monos y rinocerontes. Para ellos, no podía faltar un negro. Los hermanos aplicaron la taxidermia al cadáver de uno y lo expusieron, de pie, en una vitrina de París; tenía una lanza en una mano y un escudo en la otra. Cuando quebró el museo, los Verreaux vendieron la colección. Francesc Darder, veterinario catalán, primer director del zoológico de Barcelona, remató parte del acervo, incluido el africano. En 1916, abrió su propio museo en Banyoles, España. En 1991, el médico haitiano Alphonse Arcelin visitó el museo Darder. El negro reconoció al negro. Por primera vez, aquel muerto mereció compasión. Indignado, Arcelin elevó su voz al mundo, en vísperas de la apertura de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Convocó a los países africanos a sabotear el evento. El propio Comité Olímpico intervino para que el cadáver fuese retirado del museo. Terminadas las Olimpíadas, la población de Banyoles volvió al tema. Muchos insistían en que la ciudad no debería desistir de la tradicional pieza de su patrimonio cultural. Arcelin movilizó a gobiernos africanos, a la Organización para la Unidad Africana, y hasta a Kofi Annan, secretario general de la ONU. Viéndose en gran dificultad, el gobierno de Aznar decidió devolver el muerto a su tierra de origen. El negro fue descatalogado como pieza de museo y, finalmente, reconocido en su condición humana. Recibió un merecido entierro en Botswana. En mis tiempos de la revista Realidad, en los años 60, Brasil se escandalizó por el reportaje de tapa cuyo título era “Piauí existe”. Fue una forma de llamar la atención de los brasileros sobre el Estado más pobre de Brasil, ignorado por el poder y por la opinión pública. El terremoto que arruinó a Haití nos indujo a realizar la pregunta: Haití, ¿existe? Hoy, sí. Pero, ¿y antes de ser destruido por el terremoto? ¿A quién le importaba la miseria de aquel país?

¿Quién se preguntaba por qué Brasil envió tropas allá a pedido de la ONU? Y ahora, ¿será que la catástrofe –la más terrible que presenció a lo largo de su vida– es mera culpa de las perturbaciones de la naturaleza? ¿O es culpa de Dios que se mantiene silencioso frente al drama de miles de muertos, heridos y desamparados? Colonizado por españoles y franceses, Haití conquistó su independencia en 1804, lo cual le costó un duro castigo: los esclavistas europeos y estadounidenses lo mantuvieron bajo un bloqueo comercial durante 60 años. En la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX, Haití tuvo veinte gobernantes, de los cuales dieciséis fueron depuestos o asesinados. De 1915 a 1934, Estados Unidos ocupó Haití. En 1957, el médico François Duvalier, conocido como Papa Doc, fue elegido presidente e instaló una cruel dictadura apoyada por los tontons macoutes y por Estados Unidos. A partir de 1964, se convirtió en presidente vitalicio... Al morir, en 1971, fue sucedido por su hijo Jean-Claude Duvalier, Baby Doc, que gobernó hasta 1986, cuando se refugió en Francia. Haití fue invadido por Francia en 1869, por España en 1871, por Inglaterra en 1877, por Estados Unidos en 1914 y en 1915, permaneciendo hasta 1934, y por Estados Unidos, nuevamente, en 1969. Las primeras elecciones democráticas ocurrieron en 1990; se eligió al sacerdote Jean-Bertrand Aristide, cuyo gobierno fue decepcionante. Depuesto en 1991 por los militares, se refugió en Estados Unidos. Retornó al poder en 1994, y en 2004, acusado de corrupción y connivencia con Washington, se exilió en Sudáfrica. Presidido por René Préval, Haití fue mantenido bajo la intervención de la ONU, y ahora está ocupado, de hecho, por tropas estadounidenses y latinoamericanas. Para el Occidente “civilizado y cristiano”, Haití siempre fue un negro inerte en la vitrina, embalsamado en su propia miseria. Por eso, los medios de comunicación del blanco exhiben, por primera vez, los cuerpos destrozados por el terremoto. Nadie vio, por TV o fotos, algo semejante a Nueva Orleans destruida por el huracán o a Irak alcanzado por las bombas. Ni siquiera después del paso del tsunami por Indonesia.

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Haití por sí

paz”, tropas de intervención, ayuda humanitaria; jamás proyectos de desarrollo sustentable. Concluidas las medidas de emergencia, ¿quién va a reconocer a Haití como nación soberana, independiente, con derecho a la autodeterminación? ¿Quién abrazará el ejemplo de la Dra. Zilda Arns de enseñar al pueblo a ser sujeto multiplicador y emancipador de su propia historia?

Foto: Francisca Stuardo

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Ahora, Haití pesa en nuestra conciencia, hiere nuestra sensibilidad, nos arranca lágrimas de compasión, desafía nuestra impotencia. Porque sabemos que se arruinó no sólo por causa del terremoto, sino sobre todo por la desidia de nuestra falta de solidaridad. Otros países sufren conmociones sísmicas y, a pesar de ello, los destrozos y las víctimas no son tantas. A Haití enviamos “misiones de


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Capítulo 2 Por Phares Jerôme

Después de la catástrofe, ¿cómo estamos?

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De acuerdo con números oficiales, presentados por el Post Disaster Needs Assessment (PDNA) / “Evaluación de las Necesidades Pos-Desastres”, documento elaborado por la International Recovery Platform (“Plataforma Internacional de Reconstrucción”) con evaluaciones sobre la necesidad de ayuda después del terremoto, se registraron más de 300.000 muertos, una cantidad similar de heridos y 1,3 millones de desamparados. Cerca de 1,5 millones de personas, que representan el 15% de la población nacional, fueron afectadas directamente. Los daños materiales fueron enormes. Cerca de 105.000 casas fueron completamente destruidas y más de 208.000 dañadas. Más de 1,3 mil instituciones de enseñanza y 50 hospitales y centros de salud se desmoronaron o fueron dañados. El país, considerado el más pobre de Occidente, enfrenta una situación apocalíptica luego del terremoto. Se necesitó una ayuda masiva y rápida de la comunidad internacional, incluyendo a los países de América Latina, para evitar una catástrofe humanitaria en Puerto Príncipe. Agua potable, alimentos, kits de higiene y salud: todo fue necesario para salvar vidas y rescatar víctimas.

Foto: Francisca Stuardo

El 12 enero de 2010, a las 16:53 hs., la capital de Haití, Puerto Príncipe, y áreas vecinas fueron devastadas por un terremoto de magnitud 7,3 en la escala de Richter. El hipocentro del terremoto ocurrió a 10 kilómetros de profundidad, en las proximidades de la superficie de la tierra, y su epicentro fue cerca de la ciudad de Léogâne, a unos 17 kilómetros al sudoeste de Puerto Príncipe. Aproximadamente el 80% de la ciudad fue destruida.


Después de la catástrofe, ¿cómo estamos? El valor total de los daños y perjuicios causados por el terremoto del 12 de enero de 2010 se estima en 7.804 millones de dólares, equivalente a poco más que el PBI del país en 2009. “En realidad, en 35 años de aplicación de la Evaluación de Pérdidas y Daños por Desastres (Metodología DaLa), es la primera vez que el costo de una catástrofe es relativamente tan elevado para el tamaño de la economía de un país”, se dice en el documento PDNA. El costo de los daños a las propiedades, incluyendo unidades habitacionales, escuelas, hospitales, edificios, caminos, puentes, puertos y aeropuertos, fue de 4.302 millones de dólares, que representan el 55% de los efectos totales del desastre. Más de dos años después del terremoto, Haití aún no consiguió cicatrizar las heridas del desastre. Más de 500.000 personas sin techo vivieron en campamentos de emergencia, muchos en condiciones infrahumanas. Cerca de 500.000 m3 de material, parte de los 10 millones generados por el desastre, quedaron amontonados en las calles. El Palacio Nacional, ministerios y otros edificios públicos destruidos por el terremoto continuaban en ruinas muchos meses después. Los vestigios de la reconstrucción física del país son poco visibles. En resumen, el proceso de reconstrucción, anunciado con gran alarde después del terremoto, no alcanzó la misma velocidad “crucero”.

Las promesas de Nueva York

Después del terremoto que destruyó

El plan de reconstrucción para Haití del documento Post Disaster Needs Assessment (PDNA) fue validado en Nueva York el 31 marzo de 2010, durante una conferencia internacional sobre Haití. De acuerdo con el ex Primer Ministro Jean-Max Bellerive, el documento fue encargado por un equipo compuesto por representantes del gobierno haitiano y miembros de la comunidad internacional. Además de la evaluación de las necesidades, el PDNA contempla un plan de acción para la identificación de necesidades de recuperación y reconstrucción del país a cortísimo plazo (seis meses), a corto plazo (18 meses), a mediano plazo (tres años) y a largo plazo (10 años). El valor total de los recursos necesarios, según el PDNA, equivale a 12.200 millones de dólares, que se re-

la catedral, cientos de haitianos asisten a la misa del domingo bajo lonas montadas al lado de los escombros de la basílica. Foto: Ermanno Allegri

parten de la siguiente manera: el 52% para los sectores sociales, el 15% para infraestructura, incluyendo viviendas, y el 11% para la gestión ambiental y de riesgos y desastres. En la conferencia de Nueva York, la comunidad internacional prometió a Haití un monto de 9.900 millones de dólares, de los cuales 5.300 millones fueron pagados al país a lo largo de los últimos dos años. El resto será desembolsado a mediano y largo plazo. “Cuatro mil millones fueron destinados a proyectos específicos”, dijo Nigel Fisher, vice-representante especial del Secretario General de la ONU para Haití, en el segundo aniversario del terremoto, en enero de 2012.

¿Qué funciona después de la tragedia? Cada 12 de enero, Haití recuerda el aniversario del terremoto de 2010, considerado el mayor desastre natural de

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Haití por sí miedo y huyeron, volviendo a sus casas aunque estuvieran destruidas o con riesgo de desmoronarse”, destacó Collete. Lespinasse también cuestiona los números oficiales. En el último informe, eran 300.000 las personas desamparadas, después dijeron que había un millón y medio de personas con problemas de vivienda. “Pero, de alguna manera, la problemática de la vivienda es todavía muy grande y ya existía antes del terremoto. Había gente que dormía en la calle, pero ahora el problema es mucho mayor y aún no fue resuelto porque, hasta ahora, no existe un plan real de reconstrucción nacional, sobre todo de vivienda, que contemple el problema de la propiedad, el acceso a la tierra y el financiamiento para la construcción de sus casas.” El GARR ya elevó sus propuestas de reconstrucción al gobierno, incluso sugiriendo la construcción de casas que puedan ser alquiladas por valores más bajos que los del mercado, además de la concesión de subvenciones para que los habitantes mismos puedan construir sus casas. “La gente tampoco sabe que es un derecho que puede reclamar. Entonces, el esfuerzo que estamos haciendo ahora, utilizando las radios y todos los medios de comunicación, es el de decir que tener un lugar donde vivir de manera digna es un derecho humano. Las autoridades del Estado tienen la responsabilidad de garantizar ese derecho, tomando medidas para permitir que diferentes categorías sociales tengan acceso a la vivienda”, enfatizó Collete. La entidad sugiere además la creación de cooperativas de viviendas para que se pueda debatir el problema de la tierra, principalmente entre los que no tienen propiedades, y también con los que tienen inmuebles, para que no tomen la vivienda como una mercadería. “Queremos promover esa idea porque es muy difícil disponer de tierra para todos. Si la reforma se realiza de manera cooperativa, no solamente podemos resolver el problema de la vivienda, sino también reducir la especulación inmobiliaria y, al mismo tiempo, reducir los costos”, explica Collete. En relación con el dinero internacional para la reconstrucción, Camille Chalmers, de la Plataforma para el Desarrollo Alternativo de Haití (Papda), afirma que hubo un proceso de marginación total de los actores haitianos, incluso del propio Estado. Por ejemplo, para ayuda humanitaria se

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los tiempos modernos. Además de los informes detallados de la mayoría de los actores en el lugar, la ONU hizo una evaluación general de la ayuda humanitaria encaminada en los primeros dos años. De acuerdo con la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), se observó una disminución del 65% de la población en los campos de desamparados. Eso significa que el número de desamparados pasó de 1,5 millones después del terremoto a 519.164 en enero de 2012. El número de campamentos de desamparados pasó de 1.555 a 758. En el informe del OCHA, divulgado a comienzos de enero de 2012, se dice también que casi 1.000.000 de personas desalojadas por el terremoto ya fueron reubicadas. Aunque no se especifique en qué condiciones lo fueron, la agencia de la ONU sostuvo que se construyeron 100.456 albergues temporarios para los desamparados. Mientras tanto, se concedieron más de 6.000 subsidios para alquiler a los residentes de los campos. El terremoto destruyó cerca de 70.000 edificios, que generaron 10 millones de metros cúbicos de residuos. “Cinco millones de metros cúbicos de escombros, la mitad del total, ya fueron retirados”, dicen las Naciones Unidas. Los obradores de remoción de escombros permitieron la creación de 400.000 empleos temporarios, totalizando 45.000 días de trabajo. Para el Grupo de Apoyo a los Refugiados y Repatriados (GARR), la realidad es mucho más cruel de lo que señalan los números de la ONU. Es verdad que muchas personas habrían vuelto a sus casas, pero en condiciones muy lejanas a lo ideal. En entrevista con Adital, Collete Lespinasse, coordinadora del GARR, reveló que hay mucha gente que abandonó terrenos privados o públicos porque algunas organizaciones internacionales construyeron lo que llaman ti kay, que son unas casitas muy, muy pequeñas, de 16 m2, poco convenientes para las familias. “En Haití las familias son grandes, de cinco a seis personas. Algunas personas pudieron salir, otras ‘tuvieron’ que salir porque están expuestas a la violencia, y hubo un intento, en los últimos meses, de criminalizar los campamentos, teniendo en cuenta que algunas pandillas se escondieron en ellos después de cometer delitos. Comenzaron a decir que en los campamentos viven delincuentes, otros tuvieron


Después de la catástrofe, ¿cómo estamos?

Intelectualidad haitiana contribuye a la reconstrucción Por Benedito Teixeira La intelectualidad haitiana viene esforzándose en contribuir a la reconstrucción del país, que, más de tres años después, todavía se encuentra devastado por el terremoto de 2010. Un ejemplo de ese esfuerzo es la revista Observatorio de la Reconstrucción, que ya está en su cuarta edición. Lanzada en mayo de 2012, tiene una tirada de sólo mil ejemplares que son distribuidos gratuitamente, pero se piensa que en un futuro se incrementará. Laënnec Hurbon, sociólogo, director de investigación científica del Centro Nacional de Investigación Científica de París, profesor en la Universidad Kisqueya, afirma en un artículo de la revista que el objetivo del Observatorio es partir del conocimiento de la realidad y de lo que ya se está haciendo para que la población entienda y pueda participar. “Queremos conocer la economía, la situación cultural, la arquitectura en la construcción de casas, la situación financiera

O haitiano Laënnec Hurbon é sociólogo, diretor de investigação científica do Centro Nacional de Pesquisa Científica de Paris e professor na Universidade Kisqueya. Foto: Ermanno Allegri

del Estado. Tenemos una serie de dudas y de críticas sobre lo que está ocurriendo y, al mismo tiempo, tenemos muchas sugerencias para corregir los errores. La revista abre un espacio a aquello que la imaginación y la competencia pueden ofrecer”, explica. Hurbon cuenta que, desde los primeros días del terremoto, hubo muchas sugerencias sobre la manera de ejecutar la reconstrucción del país. Según él, particularmente importante fue la idea de hacer un centro autónomo para la reconstrucción que estuviera al margen de los intereses de la política partidaria, pero con la presencia del Estado, de los emigrantes y de especialistas internacionales. El Estado, sin embargo, no entendió esa posibilidad y enfocó sus esfuerzos en las elecciones. “Nadie acató nuestra propuesta. Por eso varios intelectuales decidieron, ahora, participar en la iniciativa del Observatorio de la Reconstrucción”. Éste fue el embrión de la revista Observatorio de la Reconstrucción, que terminó transformándose en un espacio para discutir, concretamente, el futuro de los haitianos y,

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Haití por sí Hurbon defiende que la reconstrucción del Estado debe partir de un nuevo sistema de justicia. Hubo muchos delitos durante las dictaduras y no se hizo nada para castigar a los culpables. Esto deja al país en un estado de inseguridad permanente, que no permite el desarrollo económico porque no hay inversiones. La revista Observatorio de la Reconstrucción es un espacio para discutir el futuro de los haitianos y proponer soluciones.

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sobre todo, para enviar soluciones. “También tendremos una página web para permitir que cualquier persona pueda compartir sus ideas. Poco a poco, vamos a organizar cada vez más esta iniciativa, con todas las tecnologías para ampliarla. La revista ya está siendo distribuida a grupos, instituciones y personalidades que trabajan en esta dirección”, observa Hurbon. Para él, el terremoto de 2010 fue una oportunidad para que Haití pudiera realizar una nueva fundación del país, ya que los impactos de la tragedia se agravaron por la situación política debilitada que Haití ya vivía desde hacía más de 50 años. “Después de las largas dictaduras, Haití encuentra dificultades para vivir una experiencia democrática. Existe el problema de la función del Estado, un tipo de Estado que no tiene ninguna orientación que dar para poder soportar un desastre cualquiera, sea un huracán o un terremoto. En el terremoto, no hubo ninguna ley para reglamentar el uso del territorio. Yo estaba aquí y vi que el gobierno prácticamente no existió. Hubo un abandono de la política del país, se entregó la situación a las ONGs y a la comunidad internacional. No hubo Estado, no hubo gobierno”, se lamenta. Cuenta además que, cuando el gobierno intentó hacer algo, en lugar de intentar reagrupar a las fuerzas políticas del país, intervino con un accionar estrecho y partidario, sólo para organizar las elecciones. Había 300.000 personas perdidas, muertas, sin nombre, sobre las cuales no se sabía nada. “Esto muestra la banalización del desastre por parte del gobierno, sólo preocupado por organizar las elecciones para reproducir el mismo poder que había antes”, enfatiza Hurbon. De acuerdo con él, lo interesante hubiera sido crear un gobierno de unidad nacional para dar pasos políticos frente a la catástrofe. En dos sentidos: en el área natural y en el área de la política. La comunidad internacional, evalúa, también habría aprovechado la ocasión para instrumentalizar la debilidad, el vacío, la ausencia del Estado. Esa misma comunidad internacional, en palabras de Hurbon, trató de hacer lo que él llama “mimetismo democrático”, porque las decisiones sobre la utilización de millones de dólares escaparon de las manos de los haitianos. Hasta hoy, no se sabe qué se hizo con el dinero. “Todos los palacios públicos se desmoronaron, también cayeron 11 de las 13 Facultades y muchas escuelas, pero nada se reconstruyó. A pesar de esto, los estudiantes intentan trabajar gracias a ayudas paliativas”, destaca el estudioso.


Después de la catástrofe, ¿cómo estamos? gastaron 2.430 millones de dólares y, de ese dinero, el Estado haitiano se quedó con 25 millones de dólares. Chalmers enfatiza: ¡25 millones de 2.430 millones de dólares! Solamente Usaid gastó, para las actividades de reconstrucción, 292 millones de dólares y, de ésos, firmó contrato con una empresa haitiana solamente por 49.000 dólares. Todo el resto fue destinado a pagarles a empresas estadounidenses. Y lo peor es que los resultados del dinero supuestamente invertido no se ven en las calles. Incluso, según Chalmers, hay personas que viven en condiciones peores que las que tenían antes del terremoto. Según las cuentas de Papda, 643.000 personas viven aún en las calles dos años después de la tragedia, un tercio de lo que había después del terremoto. Chalmers cuenta también que en agosto de 2011 hubo un viento fuerte, que no llegó a ser un huracán, que tuvo como saldo 29 personas muertas, de las cuales 23 fueron arrastradas porque estaban en casas debilitadas por el terremoto. Por lo menos el 50% de los escombros permanecen en las calles y, de las infraestructuras importantes que fueron destruidas, no se reconstruyó nada, ni los hospitales, ni las escuelas, ni las universidades. “Nosotros, en la Universidad, perdimos 49 edificios, que quedaron totalmente destruidos. Yo, en mi Facultad, todavía enseño bajo una lona, dos años después, en condiciones terribles. Cuando llueve, tenemos que detener las clases; cuando hace calor la temperatura llega a los 55°C, nadie puede soportar eso. Dos años después, ninguna Facultad del Estado funciona en condiciones normales. Quiere decir que esto no es nada, además de saber que todo el dinero fue chupado por empresas extranjeras, básicamente ONGs”, se lamenta Camille Chalmers. Cuenta además que un grupo estadounidense hizo una investigación con 196 ONGs que recibieron recursos para las víctimas del terremoto en Haití. De los 196 interrogados, solamente 38 respondieron, y de ellos, solamente ocho tendrían alguna política de transparencia. “Oscuridad total. Y sobre el dinero, los 38 que recibieron 1.500 millones de dólares para Haití, el 31 de diciembre de 2010 habían gastado menos de la mitad de lo que recibieron para cuestiones urgentes. Ese dinero generó 1,8 millones de dólares en intereses para los bancos. Un escándalo, realmente, además de toda la cuestión de la ins-

trumentalización de la ayuda humanitaria de Estados Unidos. Porque Estados Unidos llegó dos días después del terremoto con 23.000 marines, con la 82ª División Aerotransportada (tropa de elite estadounidense, la misma que invadió Panamá, Granada y Santo Domingo, en 1965), con 165 barcos anclados alrededor de Haití, de los cuales sólo uno era un barco hospital y 164 barcos de guerra con armas nucleares. Mientras tanto, la gente se moría en las calles”, denuncia. Para ilustrar el caos, Chalmers cuenta que un amigo de su hijo, de 19 años, con la pierna fracturada, quedó en la calle por seis días sin asistencia alguna y, a causa de ello, tuvieron que amputale toda la pierna. Cuando Estados Unidos llegó al país, según él, la primera tarea que hicieron fue controlar el aeropuerto para evacuar a los estadounidenses. Cerraron el aeropuerto para salvar a sus ciudadanos. Bloquearon el aeropuerto de Puerto Príncipe, incluso cuando estaban llegando aviones hospitales de Francia, que no pudieron aterrizar durante 48 horas, ni los aviones de Cuba. “No se puede calcular cuántas vidas se perdieron por esos actos de Estados Unidos. Esto es muy grave y es preciso denunciarlo claramente”.

Salud y educación en alerta Con la presencia de 1,5 millones de personas en las calles, se temía otro desastre en Haití después del terremoto, esta vez en relación con la salud. Fue preciso poner a la población de los campamentos en alerta sobre las necesidades del tratamiento del agua, saneamiento e higiene. “Un total de 1,7 millones de personas tuvieron respuesta a sus necesidades de agua potable y saneamiento”, se menciona en el informe de OCHA. Más de 11.000 letrinas habrían sido construidas, mientras que se distribuyeron cinco litros de agua por persona, diariamente, hasta fines de 2010, a los 1,3 millones de desamparados. El terremoto puso en jaque al sector de la salud. El cálculo más preciso señala 300.572 personas heridas, con 30 de los 49 hospitales dañados o destruidos. Cerca de 30.000 amputaciones (de acuerdo con Papda) se realizaron después del desastre. La epidemia de cólera interfirió también. Se registraron cerca de 7.000 muertes sobre un total de 500.000 casos de infección registrados hasta diciembre de 2011. En respuesta a la epidemia, las Naciones Unidas estiman que 3 millones de

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Continúa la situación de urgencia humanitaria A pesar de que las autoridades haitianas y sus asociados internacionales se dieron por satisfechos con el trabajo re-

Las calles de Puerto Príncipe necesitan organización, saneamiento y, principalmente, limpieza. Foto: Francisca Stuardo

alizado en los últimos dos años, algunos actores sociales estiman que el país todavía se encuentra en situación de urgencia humanitaria. “Haití todavía enfrenta una significativa necesidad humanitaria”, relató OCHA en una solicitud de nuevos fondos con urgencia para el país, en 2012. Cerca de 520.000 personas, calcula OCHA, continúan viviendo en campamentos de desamparados. Además, hay una epidemia de cólera que surgió en octubre de 2010 y que ya costó la vida de 7.000 personas. La inseguridad alimentaria, que afecta actualmente al 45% de la población, y la vulnerabilidad elevada del país a las catástrofes naturales durante las estaciones de lluvias y huracanes, también se tienen en cuenta. Frente a este cuadro, Ginebra aceptó conceder 8 millones de dólares en favor de Haití para responder a las urgencias durante el año 2012. “Este dinero va a permitir que las organizaciones humanitarias continúen ofreciendo servicios a los damnificados que todavía viven en los

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personas recibieron productos de tratamiento y sistemas de filtrado de agua. Se habrían construido más de 300 centros de tratamiento de cólera con cerca de 12.000 camas. El sistema educativo de Haití no estuvo exento del desastre. Un total de 3.978 escuelas fueron destruidas o dañadas por el terremoto. Hasta enero de 2012, 636 escuelas, de acuerdo con OCHA, fueron reconstruidas o reparadas. En paralelo, la capacidad del programa nacional escolar habría sido reforzada. Antes del terremoto, la red escolar contenía a 700.000 niños. Actualmente, ese número ascendería a 1,5 millones de alumnos. Cabe resaltar que, de esos niños, uno de cada tres sufre desnutrición. Además, hay otras medidas, como protección de la niñez en la agricultura y lucha contra la violencia.


Después de la catástrofe, ¿cómo estamos?

campamentos”, informa Emmanuel Schneider, portavoz de OCHA en Haití. Aunque existan todavía 500.000 afectados que deben ser reubicados, OCHA afirma que las organizaciones humanitarias, cuya misión es salvar vidas, pueden vanagloriarse de un balance positivo de su misión en Haití en estos últimos dos años. Muchos movimientos sociales no están tan satisfechos como OCHA. Paralelamente a la acción de ONGs internacionales y donantes, las organizaciones sociales haitianas tienen su propia evaluación de las medidas llevadas a cabo en los campamentos en estos dos años. “Por falta de voluntad política, perdemos la oportunidad de hacer algo nuevo”, se lamenta el padre Jean Hansen, director de la Comisión Nacional Episcopal Justicia y Paz (JILAP). “Como muchas personas optaron por regresar a su provincia después del terremoto, hubo una oportunidad para iniciar el proceso de descentralización”.

Con la esperanza de empleos, distribución de alimentos y abrigos, actualmente todavía hay más personas en la capital Puerto Príncipe. Foto: Francisca Stuardo

Seiscientas mil personas, de acuerdo con datos del gobierno haitiano, abandonaron la capital después del terremoto. Puerto Príncipe, donde todos los servicios públicos están concentrados, tenía una población de 2.000.000 de personas en el momento del desastre. “Aun así, hoy ciertamente hay más gente en la capital. Con la esperanza de que habrá empleos, distribución de abrigos, comida, etc., mucha gente viene a establecerse en la capital”, se lamenta el padre Hansen. Con esto, la falta de servicios públicos está volviéndose cada vez más aguda. Para el director de la JILAP, uno de los aspectos más importantes de la reconstrucción debe ser la “reconstrucción de la mentalidad”. “Sin embargo, éste es el aspecto menos tenido en cuenta”, denuncia. Para Pierre Esperance, director de la Red Nacional de Derechos Humanos (RNDDH), el resultado de la ayuda internacional es poco visible en el país. “No se abrió ningún gran obrador de reconstrucción”, dijo. Según Esperance, lo realiza-

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Haití por sí

Obispos del mundo en favor de Haití El obispo de Puerto Príncipe intenta explicar mejor la situación: “Los políticos que están dirigiendo Haití son líderes improvisados. Entonces, un músico u otra persona sin experiencia, que es puesta en el poder, sin formación para hacerlo, va a pasar por lo menos unos cinco años aprendiendo y no va a dar una respuesta acertada al problema”. Algunos sectores internacionales incentivan esa situación para continuar teniendo más influencia en el país y también para aprovechar y aumentar su riqueza. Otra cosa a tener en cuenta es que muchos países, principalmente República Dominicana y Estados Unidos, especialmente la ciudad de Miami, aprovecharon el terremoto para ganar dinero. “Porque todas las cosas se compraron en República Dominicana y en Miami. Ahora mismo, algunos de ellos ya volvieron aquí para invertir su dinero y ganar aún más. Me gustó mucho el esfuerzo que veo en Brasil, España e Italia, entre otros países, pues se da de una manera distinta, porque ellos mismos organizan a la población para que responda a sus problemas”, destaca.

Hombres de la Minustah no quieren perder su empleo El obispo también llamó la atención sobre una situación seria y que involucra a las personas, y no sólo el interés económico de los grandes países. Tomó como ejemplo la presencia de la Minustah, con sus 10.000 militares de decenas de países, que están trabajando en Haití, ganando bien, y que por lo tanto no quieren irse. “Como están en Haití desde hace mucho tiempo, existe la necesidad de renovación periódica de los contratos. En este período, hay mucha violencia en las calles de Haití y, por eso, el gobierno haitiano se ve forzado a continuar con la presencia de esas fuerzas en el país”. Según él, fácilmente se ve que los intereses personales están primero, antes que los intereses nacionales. Para él, y de acuerdo con su experiencia en los dos años en que ha estado en Puerto Príncipe, el dinero que la comunidad internacional invierte en el país debería ser invertido en una policía local, además de dar más tecnología y más posibilidades a las personas para que éstas asuman la seguridad del país por sí mismas. “Y esto no ocurre por falta de voluntad. Una simple investigación puede mostrar que las posibilidades económicas de la Minustah son diez veces mayores que las de la policía nacional”.

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Por Adriana Santiago Después de casi tres años de ocurrido el terremoto que levantó la polvareda del sufrimiento haitiano, el Sínodo de Obispos de octubre de 2012, en el Vaticano, hizo una convocatoria mundial en favor de Haití. Los católicos llaman la atención sobre la epidemia de cólera que hace que Haití viva en un estado persistente de emergencia humanitaria. En la época del terremoto, el papa Benedicto XVI también convocó a Cáritas, red de donaciones de la Iglesia, para enviar ayuda a Haití. Según Francisco Hernández Rojas, coordinador regional de Cáritas en América Latina y el Caribe, que involucra a 22 organizaciones, actualmente actúan en Haití 12 Cáritas. Y ha llegado mucha ayuda al país por este lado. Aunque el arzobispo de Puerto Príncipe, don Guire (Guy) Poulard, en entrevista con Adital, admita que ha llegado mucho dinero a través de Cáritas Haitiana, todavía faltan ajustes para la coordinación de este trabajo. Y no sólo en relación con Cáritas, sino también con toda la ayuda internacional que llega. El obispo Poulard afirma que, al comienzo, la ayuda internacional llevó al país a medidas de urgencia. Enviaron agua, comida y recursos para las necesidades esenciales; sin embargo, ahora, la situación no es la misma, es preciso dar a las personas la oportunidad de levantarse por sí mismas. El obispo aprovecha para alertar: las primeras organizaciones ya se fueron, muchas de ellas habían venido de países que atraviesan crisis económicas y, según él, fueron a Haití sólo para aprovechar ese dinero. “Entonces, ese dinero viene y vuelve sin una respuesta directa para la necesidad de las personas”. El obispo reclama una coordinación más efectiva por parte del gobierno. Hoy, la Arquidiócesis de Puerto Príncipe atiende a 4,1 millones de personas. De acuerdo con el obispo, hay muchos sacerdotes, laicos y religiosos en las calles que procuran saber cómo es realmente la situación de la gente en la Diócesis. Fueron muchos los estragos provocados por el sismo. Por eso, están recorriendo los campamentos que son parte de la Arquidiócesis. Poulard no cree en un cambio inmediato y afirma que la situación puede continuar igual por mucho tiempo, precisamente porque falta orientación, una coordinación. Según él, hay dinero, pero no hay una orientación segura para saber qué hacer con él.


Después de la catástrofe, ¿cómo estamos? do en los últimos dos años no es proporcional a la cantidad de dinero gastado. “Estamos a favor de que se realice una evaluación del dinero ya desembolsado antes del nuevo financiamiento”, afirmó, al plantear dudas sobre la utilización adecuada de la ayuda a las víctimas del terremoto. “Hay mucha conversación pero poca realización”, dijo, a su vez, el dirigente del GARR Patrick Camille. Para él, Haití está viviendo en una situación provisoria, más de dos años después del terremoto. Lamenta que el país no disponga de un plan con una visión de una verdadera reconstrucción haitiana. Se junta a esto la cuestión de la tierra, que todavía está lejos de ser resuelta. Ante esta situación, se pregunta cuándo los pobres se beneficiarán con una vivienda decente. De acuerdo con Patrick Camille, los más capaces ya dejaron los campamentos de víctimas de desastres, y es necesario que haya una estrategia para permitir que los más pobres tengan acceso a la vivienda.

República de las ONGs Muchas organizaciones no gubernamentales actuaban en Haití incluso antes del violento terremoto. El desastre de 2010 sólo contribuyó a la multiplicación de esas organizaciones en todo el país. Están en casi todas las áreas relacionadas con el desarrollo y la ayuda humanitaria, incluyendo servicios esenciales que deberían ser gestionados por el gobierno haitiano, como la distribución de agua potable, saneamiento y gestión de los campamentos, además de la construcción de caminos y de albergues. Las ONGs son cada vez más numerosas, al punto de que Haití es conocido como la República de las ONGs. Algunos contabilizan la cifra de 10.000 organizaciones. Es difícil verificar este número, ya que casi todas las ONGs que operan en el país no están debidamente registradas ante el gobierno haitiano. Esto sucede porque la Unidad de Coordinación de Organizaciones No Gubernamentales (Ucaong), del Ministerio de Planeamiento y Cooperación Externa, entidad responsable de la coordinación y supervisión de las ONGs en todo el país, tiene dificultades para desempeñar su papel. En 2011, Jerry Maxime, responsable de la Ucaong, dijo que había sólo 495 ONGs legalmente registradas para operar en el territorio nacional, de las cuales sólo 24 se registraron después del terremoto del 12 enero de 2010.

Se ve que la Ucaong no es capaz de monitorear a las ONGs que trabajan ilegalmente, en clara violación al Decreto del 14 de septiembre de 1989, que regula el funcionamiento de las ONGs y las obliga a entregar al gobierno haitiano, hasta el 30 de septiembre de cada año, a más tardar, un informe de sus actividades y apoyo financiero. Para el año fiscal 2008-2009, sólo 56 ONGs habían enviado su informe al Ministerio de Planeamiento. Para el año fiscal 2009-2010, sólo 19 presentaron sus informes. El hecho es que las ONGs están dotadas con mejores presupuestos que la institución responsable de controlarlas. Esas organizaciones administran la mayor parte de la ayuda proporcionada al país después del terremoto, tanto en el campo humanitario como en el de desarrollo. “Menos del 5% de los fondos destinados para beneficio del país después del terremoto de 2010 son administrados por el Estado haitiano”, reclamó públicamente Michaelle Jean, ex gobernador general de Canadá y corresponsal de la Unesco en Haití. En un informe publicado en junio de 2011, relativo a la ayuda financiera de la comunidad internacional destinada a Haití, el enviado especial adjunto de las Naciones Unidas para Haití, Paul Farmer, denunció la marginación de las instituciones haitianas en la gestión de la ayuda. Según el informe, la casi totalidad de la ayuda humanitaria después del terremoto fue a las agencias de ayuda bilateral y multilateral, como la Cruz Roja y organizaciones no estatales prestadoras de servicios, incluyendo ONGs y empresas privadas. “El hecho de que el 99% del financiamiento de emergencia ignore las instituciones públicas de Haití hace que el liderazgo del gobierno sea mucho más difícil”, dijo Paul Farmer en el informe titulado “¿Qué cambió con la ayuda? Remesas de ayuda a Haití antes y después del terremoto”. Haití, en las últimas dos décadas, padeció reiterados desastres naturales. Los haitianos todavía se acuerdan de los cuatro huracanes consecutivos que afectaron a la isla Española en el verano de 2008. El terremoto del 12 de enero de 2010 impactó al país en forma tan fuerte porque todavía no se había recuperado completamente de los ciclones. En ese contexto, Haití se convirtió en un terreno fértil para las ONGs. Esas instituciones son frecuentemente acusadas de hacer añicos la ayuda a los haitianos y de actuar como un

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Haití por sí Estado dentro del Estado. El problema es que es difícil separar la cizaña del trigo, pues hay algunas ONGs que hacen un buen trabajo al incentivar la participación de la sociedad y el protagonismo de la población, y otras a las cuales los líderes de los movimientos sociales hacen críticas contundentes de desvío o mala aplicación de los fondos.

La CIRH y el orden

Por Adriana Santiago Llegó a Haití ayuda de todo el mundo. En un momento así, la solidaridad habla más alto, aún sin saber bien cómo viven aquellos a quienes se está ayudando. Alguna ayuda puede ser hasta inusitada o paradójica. Por ejemplo, la Iglesia Anglicana de Finlandia, un país europeo nórdico de 5,3 millones de habitantes, casi la mitad de la población de Haití, pero uno de los principales países en calidad de vida y poca densidad poblacional del mundo, donó casas de madera para los haitianos. Como Finlandia se ubica en el extremo norte de Europa, el clima es muy, muy frío casi todo el año, y la madera ayuda a calentar el ambiente. Con los 350.000 dólares donados a la parroquia de la Iglesia Anglicana de Saint Matthieu, se construyeron 80 casas de 3,30 m x 3,50 m, algo así como 18 m², para familias de hasta seis personas. Casas pequeñas y demasiado calientes para un país caribeño, que puede llegar a tener 35°C en verano. Sin embargo, las casas tendrán cocinas comunitarias y patios comunes para la convivencia, como los antiguos lakou, prohibidos en la dictadura de Duvalier. A pesar del tamaño, la inversión en la estructura tribal es ya un avance en la organización del país.

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Casas de Finlandia, inadecuadas para el clima

La Comisión Interina para la Reconstrucción de Haití (CIRH) se creó por decreto presidencial el 21 de abril de 2010, y desde entonces recibe severas críticas sobre su actuación, en la que no intervienen los movimientos sociales haitianos. La comisión está compuesta por haitianos vinculados con el gobierno y extranjeros vinculados con la ONU, que coordinan y supervisan los esfuerzos de recuperación y reconstrucción. Co-presidida por el ex presidente de Estados Unidos Bill Clinton, y por el Primer Ministro de Haití, es responsable del planeamiento y la coordinación de las medidas de reconstrucción, actuando, teóricamente, para facilitar la implementación de proyectos de desarrollo y de las prioridades. En el documento de la institución se dice que, antes de conceder su aprobación, la CIRH hace un análisis de los proyectos y programas financiados por donantes bilaterales y multilaterales, ONGs y el sector privado. La comisión facilita también la emisión de títulos y autorizaciones para la construcción de hospitales, sistemas de generación de energía, puertos y otros proyectos de desarrollo económico. De acuerdo con el vice-representante especial del secretario general de la ONU para Haití, Nigel Fisher, poco antes del final de su mandato, la CIRH aprobó proyectos prioritarios por un total de 2.300 millones de dólares para transporte, infraestructura, remoción y gestión de residuos, desarrollo urbano, educación y salud. Papda evalúa que la Comisión Interina para la Reconstrucción de Haití, si bien acumula grandes responsabilidades, todavía no dijo a qué vino. El gobierno haitiano habría delegado sus funciones y puesto a la población en manos de un órgano inoperante, condenando al país a la “inestabilidad e indignidad”. Papda denuncia que hay una disputa de poder y que la Comisión no se formó para estar al frente del proceso de re-


Después de la catástrofe, ¿cómo estamos?

Una lección de solidaridad Por Wooldy Edson Louidor “La solidaridad es la ternura de los pueblos”

La Cruz Roja Colombiana fue la primera en llegar a Haití después del terremoto. Foto: Cruz Vermelha Colombiana

“Fui a Haití porque quería manifestar mi solidaridad con el pueblo haitiano después de la tragedia que ellos vivieron”, me dijo un voluntario de la Cruz Roja Colombiana, especialista en construcción de albergues temporarios, durante un vuelo de vuelta de Puerto Príncipe a Bogotá, a mediados de marzo de 2011. “Soy de Armenia, Quindio. Mi ciudad fue destruida por un terremoto en 1999. Sé de las adversidades y entiendo lo que significa para una persona afectada recibir un apretón de manos y ver a personas que vienen de otros lugares a ayudarnos”,

prosiguió el voluntario, un hombre ya anciano, con sus 70 años. Estaba muy satisfecho con el deber cumplido, después de haber ayudado a los haitianos durante un año en Puerto Príncipe. Ese sentimiento relatado del deber cumplido puede ser extendido a todo el pueblo colombiano, cuya solidaridad de primera hora con Haití dejó una gran lección. El deseo de “sentir junto al otro” y de mostrarle que no está solo en medio de una situación límite, llevó a Haití, “sin pensarlo dos veces”, al voluntario que también vio su ciudad destruida en forma semejante. El 25 de enero de 1999, Armenia, capital del estado de Quindio, ubicada a 290 kilómetros al oeste de Bogotá, fue destruida por un fuerte sismo de magnitud 6,2 en la escala de Richter. Nuestro voluntario también vivió el horror de una tragedia similar. El terremoto, que cobró la vida de aproximadamente 300.000 haitianos y dejó a otros 3.000.000 seriamente heridos, recordó al pueblo colombiano la triste página de la historia de Armenia, donde residían cerca de 300.000 habitantes, de los cuales 800 murieron a causa del desastre natural. Las imágenes de la tragedia quedaron grabadas no sólo en fotografías, en filmes y en archivos, sino también en la memoria y en el corazón del pueblo colombiano, que devolvió a Haití la misma solidaridad manifestada por el mundo entero durante ese episodio lamentablemente célebre de la historia de Colombia.

La solidaridad es contagiosa Inmediatamente después de ver la noticia del terremoto de Haití, los colombianos acudieron a las diferentes sedes de la Cruz Roja para llevar alimentos, ropas, colchones, frazadas, agua, artículos de higiene y otros productos de emergencia. De todos los rincones del país, diferentes medios de comunicación, así como iglesias y templos de las más diversas religiones, asociaciones y organizaciones sociales de gremios, de barrios, no gubernamentales, organismos estatales, escuelas, universidades,

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Haití por sí

La solidaridad supera todos los cálculos Algunos días después de la tragedia, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) pidió a Colombia equipos de rescate y ayuda de emergencia para Haití. En menos de nueve días, se recogieron 1.200 toneladas de ayuda humanitaria y se recaudaron más de 1.500 millones de pesos colombianos en las cuentas bancarias de emergencia de la Cruz Roja Colombiana. El 23 de enero de 2010, toneladas de ayuda humanitaria procedentes de Colombia fueron llevadas a Haití en ocho vuelos de la Fuerza Aérea y en el barco ARC Cartagena, que además funcionaba como navío hospital, con 13 especialistas en salud. La Cruz Roja Colombiana tuvo un papel fundamental para recolectar ayuda y llevar voluntarios procedentes de diferentes localidades del país. En el informe de gestión presentado por la institución, podemos leer las cifras de su operación en Haití, de enero de 2010 a abril de 2011: 151.678 familias haitianas recibieron ayuda alimentaria durante cinco meses, se repartieron 168.000 litros de agua apta para el consumo humano, 2.785 personas fueron capacitadas en promoción y prevención de enfermedades epidemiológicas, se entregaron 3.168,48 toneladas de ayuda alimentaria y no alimentaria durante quince meses. Un total de 600 voluntarios de la Cruz Roja Colombiana

prestaron sus servicios en Haití durante diez meses. Veinte especialistas en albergues dieron asesoría técnica durante seis meses. Otros especialistas colombianos ofrecieron capacitación a los haitianos en ámbitos tales como: búsqueda y rescate, salud en desastres, prevención del cólera y construcción de albergues temporarios. La solidaridad colombiana fue impulsada también por la Iglesia Católica, que envió, inmediatamente después del terremoto, un aporte financiero al pueblo haitiano a través de Cáritas Haitiana. El 24 de enero de 2010, en todas las parroquias del país, se realizó una gran colecta en la cual se recaudó una suma de 2.000 millones de pesos colombianos, que fueron enviados a Haití. Desde 2011, la Iglesia Católica viene instrumentando, a través de Cáritas, diversas iniciativas pastorales para fortalecer la solidaridad con el pueblo haitiano. Tales iniciativas consisten en dar acompañamiento y asesoría en temas como “la protección de la infancia, la prevención del tráfico de personas, la promoción de la mujer, la educación y atención de salud a las comunidades más marginadas”, así como impulsar “procesos para la productividad, el emprendedorismo y la formación humana y cristiana para la convivencia, la solidaridad y el desarrollo”. Tal como relató la prensa, “después del 12 de enero de 2010, con equipos de rescate, toneladas de donaciones, barcos, vuelos militares y cumbres en el alto gobierno, la solidaridad colombiana superó todos los cálculos”.

La solidaridad es “de nunca acabar” Colombia, uno de los primeros pueblos en solidarizarse con Haití, continúa manifestando su ternura con el pueblo haitiano. Esa solidaridad es, como expresó la Cruz Roja Colombiana, “de nunca acabar”. O, como escribió Cáritas Colombiana, no es “una acción puntual”, sino que debe extenderse hasta lograr “fortalecer los lazos de fraternidad” entre ambos pueblos. Aunque esté satisfecha con el deber de solidaridad cumplido durante el período pos-desastre en Haití, la Cruz Roja “sigue apoyando a los haitianos en líneas de asesoría técnica a la Cruz Roja Haitiana para fortalecer su capacidad de respuesta en desastres”. Este trabajo tiene una gran importancia, ya que Haití continúa siendo muy vulnerable a los desastres naturales como terremotos y huracanes.

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empresas, lanzaron una vasta campaña de solidaridad con el pueblo haitiano. El 14 de enero de 2010, llegaron a Haití, en dos aviones de la Fuerza Aérea Colombiana, los primeros recursos de ayuda humanitaria, entregados por el entonces Ministro del Interior y de Justicia de Colombia, Fabio Valencia Cossio, en calidad de coordinador del Sistema Nacional de Prevención y Atención de Desastres. Entre esos primeros recursos de ayuda humanitaria se encontraban: un hospital militar provisorio, una unidad de agua y saneamiento, un equipo de rescate canino compuesto por ocho perros, 10.000 pares de guantes y otras tantas máscaras, 500 kits de artículos de higiene, un container de primeros auxilios con 100 kilos de insumos y otro con 180 kilos de medicamentos. “Colombia llegó muy rápido, antes incluso de que Haití expresara sus necesidades. Llegaron con su corazón y con voluntad. La ayuda no es solamente de emergencia. El gobierno colombiano no nos dejó solos”, agradeció el entonces Primer Ministro haitiano Jean-Max Bellerive al gobierno colombiano.


Después de la catástrofe, ¿cómo estamos? Cáritas continúa también trabajando en varios proyectos enfocados en la protección y promoción de la infancia haitiana, cuya vulnerabilidad a violaciones de derechos humanos y a situaciones de tráfico de personas hacia República Dominicana y otros países ha aumentado después del terremoto. A través de la Fundación Instituto para la Construcción de la Paz (Fincopaz), Cáritas Colombiana está en proceso de impulsar en Haití el Movimiento de Niños Sembradores de Paz con la finalidad de “transformar ciertas prácticas culturales que posibiliten la promoción de una nueva cultura de respeto por la dignidad y por los derechos de los niños de Haití desde los valores de la Doctrina Social de la Iglesia y el reconocimiento, la valorización y la resignificación de los derechos de los niños”.

La Cruz Roja Colombiana, de enero de 2010 a abril de 2011, atendió a 151.678 familias haitianas que recibieron ayuda alimentaria durante cinco meses, se repartieron 168.000 litros de agua apta para el consumo humano, 2.785 personas fueron capacitadas en promoción y prevención de enfermedades epidemiológicas, se enviaron 3.168,48 toneladas de ayuda alimentaria y no alimentaria. Foto: Cruz Vermelha Colombiana

Durante la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU, presidida por el colombiano Juan Manuel Santos, el 6 de abril de 2011, el mandatario puso el tema de la recuperación y la reconstrucción de Haití en el centro del debate de la sesión especial de alto nivel de la organización internacional. Instó al mundo entero a no abandonar a Haití y llamó a la comunidad internacional a dejar el proceso de reconstrucción del país en manos de los propios haitianos. “Pensemos en construir un mejor Haití, no sólo hoy, no sólo mañana, sino en los próximos 25 años. Debemos imaginar al Haití del futuro, y sentar las bases para que sean los propios haitianos los que continúen su reconstrucción”, declaró el presidente colombiano, invitando a las Naciones Unidas y a su Consejo de Seguridad a estar unidos y “comprometidos para sacar a Haití de esta situación tan difícil que enfrenta”.

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Haití por sí

Insostenible permanencia de la CIRH La mayoría de las organizaciones sociales haitianas se manifiesta en contra de la renovación del mandato de la CIRH. “Al crear la CIRH, la comunidad internacional impuso su visión de reconstrucción a los haitianos”, dijo el padre Jean Hansen, de la JILAP. En la misma dirección, la Red Nacional de Defensa de los Derechos Humanos (RNDDH) cree que el plan de reconstrucción se preparó sin la participación de los haitianos. “La CIRH es simplemente una estructura para debilitar aún más al Estado haitiano”, se queja Pierre Esperance, director de la RNDDH, que pidió al Parlamento haitiano la no renovación del mandato de la Comisión. Esperance se pronunció, sin embargo, en defensa de una colaboración abierta entre Haití y la comunidad internacional. El GARR, miembro del colectivo de organizaciones locales para la defensa del derecho a la vivienda, observó que el gobierno de Haití, dos años después del terremoto, todavía no se apropió del plan de reconstrucción. El PDNA, desarrollado después del terremoto, denuncia Patrick Camille del GARR, fue presentado en Nueva York y en República Dominicana. “Ese plan fue elaborado con poco

debate en la sociedad haitiana”, dice. Para Patrick Camille, la presencia de la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (Minustah) en suelo haitiano y la creación de la CIRH después del terremoto testimonian la puesta de Haití bajo tutela. Por su parte, la plataforma “Je nan Je”, que agrupa a una decena de organizaciones y ONGs, incluyendo Action Aid, también es muy crítica en relación con la CIRH. “Simplemente porque no es una estructura haitiana”, adelanta Marjorie Bertrand, coordinadora nacional de la plataforma. La CIRH es co-presidida por el Primer Ministro haitiano y una eminente personalidad extranjera implicada en los esfuerzos de reconstrucción. Estos esfuerzos son asistidos por un director ejecutivo encargado de la gestión cotidiana de las operaciones, con la supervisión de un secretariado. La Comisión Interina para la Reconstrucción de Haití es fuertemente criticada por el movimiento social haitiano por tener como cabezas al ex presidente de Estados Unidos Bill Clinton, que también es enviado especial del Secretario General de las Naciones Unidas en Haití, y al Primer Ministro haitiano, función que quedó desocupada oficialmente tres meses después de la renuncia de Garry Conille en medio de una disputa con Martelly sobre contratos de reconstrucción luego del terremoto. Conille permaneció sólo cuatro meses en el cargo. Desde entonces, permanece en la Comisión el ex canciller Laurence Lamothe, luego de la aprobación definitiva del Senado en marzo de 2012. Hasta que Conille asumió, ocho nombres propuestos por Martelly fueron rechazados por el Senado. La CIRH está compuesta también por cuatro representantes del gobierno haitiano, un representante del Senado, un representante designado por la Cámara de Diputados, un representante del movimiento sindical y un representante del sector empresarial. La CIRH incluye igualmente a un representante de cada uno de los principales donantes que se ofrecieron para reconstruir Haití y que hayan contribuido con por lo menos 100 millones de dólares a título de donación por un período de dos años, o con por lo menos 200 millones de dólares a título de alivio de la deuda. Los países e instituciones de esta lista son: Canadá, Brasil, Unión Europea, Francia, Esta-

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construcción, sino para controlar millones de dólares que pagarán las empresas que trabajan en el país. De acuerdo con la entidad, cada país estaría intentando imponer sus empresas para que éstas se beneficien con la “reconstrucción de Haití”. Paralelamente a la CIRH, también se creó el Fondo Financiero de Multi-Donantes (MDTF), cuya misión es promover la armonización de los programas y proyectos que necesitan los recursos y los fondos de financiamiento disponibles. El Fondo debería facilitar la coordinación de las ayudas externas y asegurar la buena gestión de los fondos puestos a disposición para la reconstrucción de Haití. Administrado por el Banco Mundial, tiene como ejemplos medidas que fueron llevadas a cabo en Irak y Afganistán, hecho suficiente para provocar la desconfianza de los movimientos sociales haitianos. La CIRH, creada por una ley de emergencia controvertida, aprobada por el Parlamento, tiene un plazo de 18 meses para resolver la situación de urgencia. Opera desde octubre de 2010. Meses después del final previsto, el gobierno todavía no decidió el futuro de la institución.


Después de la catástrofe, ¿cómo estamos?

dos Unidos, Venezuela, el BID, la ONU y el Banco Mundial. Otros miembros de la comisión son: un representante de la Comunidad del Caribe (CARICOM), un representante de otros países donantes, un representante de la Organización de Estados Americanos (OEA), un representante de la comunidad de las ONGs de Haití y un representante de la diáspora haitiana.

La contribución del movimiento social a la reconstrucción La mayoría de las organizaciones sociales haitianas se reúne en una plataforma con la intención de que sus voces se escuchen en el proceso de reconstrucción del país. La plataforma se denomina, en criollo haitiano, “Je nan Je”, que se refiere a una confrontación de franqueza y honestidad entre dos personas, en la cual, a través de lo que se llama “cara a cara”, uno puede fácilmente detectar si el otro está mintiendo. “Je nan Je” se inició en 2011 en el contexto de la reconstrucción de Haití, a partir de organizaciones y de movimientos sociales haitianos. Una campaña de movilización que tiene el propósito de obtener la garantía del derecho a la tierra y a la vivienda decente en Haití fue lanzada por esa iniciativa, enfocada

El Padre Jean Hansen, director de la Comisión Nacional Episcopal Justicia y Paz (JILAP), lamenta la falta de voluntad política para el cambio. Foto: Francisca Stuardo

en la transparencia, la responsabilidad y la buena gobernanza. Apoyada por Action Aid, la campaña comenzó oficialmente en agosto de 2011 en todo Haití, para incitar a los responsables estatales a poner en práctica todo lo que fuera posible para que los habitantes de los campamentos de desamparados, improvisados después del terremoto, fueran tratados dignamente. “Lamentamos que todavía no tengan acceso a la tierra las personas de la propia tierra, que dejaron las zonas afectadas”, destaca Marjorie Bertrand, coordinadora de la plataforma. “Je nan Je”, dice, lucha también en contra de la transformación de tierras agrícolas en espacios habitables. “Los problemas de la tierra no son siempre tenidos en cuenta en el contexto de la reconstrucción”, sostiene. “Je nan Je”, que agrupa a 800.000 miembros en los 10 departamentos geográficos del país, programa consultas con vistas a la elaboración de especificaciones regionales de las tierras. “Esa iniciativa va a permitirnos elaborar también un documento con las especificaciones nacionales”, informa Bertrand. El proceso concluirá a partir del envío de un proyecto de ley al Parlamento sobre los problemas de la tierra teniendo en cuenta el derecho a la vivienda y el retorno a la agricultura. “Nuestra demanda está siendo bien recibida por los parlamentarios”, celebra, reivindicando el retorno del liderazgo del proceso de reconstrucción a los haitianos. Es preciso también, sostiene, una refundación de la nación haitiana en el contexto de la reconstrucción. Otro movimiento de organizaciones sociales, llamado Colectivo de Organizaciones Haitianas por el Respeto del Derecho a la Vivienda, fue creado para defender el derecho a la vivienda de las víctimas del terremoto del 12 de enero de 2010. Esa plataforma incluye a Papda, la Plataforma de las Organizaciones Haitianas de Derechos Humanos (POHDH), el Servicio Jesuita a los Refugiados y el GARR. El fortalecimiento de las instituciones haitianas, la descentralización y leyes que regulen las relaciones de los haitianos con el Estado, son, entre otras, las reivindicaciones del colectivo. “Los daños del terremoto fueron más graves debido a la centralización de todos los servicios públicos en Puerto Príncipe”, afirma Patrick Camille, uno de los líderes de la plataforma y dirigente del GARR. La cuestión de los desalojos forzados en los campamentos preocupa a las organizaciones que

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Haití por sí leyes sobre migración para prevenir la migración forzada y procurar una mejor gestión de esa migración. “Ésta es una parte muy importante de nuestro trabajo y, por eso, hacemos fuerte hincapié en la comunicación, la formación y la presentación de propuestas ante las autoridades nacionales, pero también locales y a nivel internacional”, observa Collete. El segundo eje es el fortalecimiento de los grupos que corren el riesgo de que sus derechos sean violados en el proceso migratorio, o sea, los/las candidatos/as a la migración, las personas repatriadas y la gente que vive en la frontera. Por eso, la entidad ofrece formación a diferentes grupos que están involucrados en ese proceso, sea en la frontera o no. Otro eje es la asistencia humanitaria. “Acogemos a los grupos de repatriados que llegan. A veces, llegan casi desnudos porque son detenidos en el lugar de trabajo, en un lugar de construcción o en el campo, y los llevan a la frontera; así, las personas llegan sólo con la ropa puesta, sucia o de trabajo. También muchas veces tienen hambre y están enfermos. Éste es un trabajo permanente que hacemos porque casi diariamente hay repatriaciones desde República Dominicana”, cuenta la coordinadora del GARR. En lugares donde se verifica el paso de muchas personas, como por ejemplo en la zona de Belladere, centro geográfico de la frontera, el GARR mantiene un centro de acogimiento. La entidad acoge también a víctimas de tráfico. Los traficantes son llamados “buscones”, gente que va a buscar a las personas haciéndoles promesas, como la de que van a encontrar un buen trabajo. Éllas venden todo lo que tienen para hacer el viaje y, cuando cruzan la frontera, no saben dónde están, y se pierden. Inmediatamente tienen que volver. En ese caso, también los comités de derechos humanos del GARR los acogen y los ayudan a volver a sus casas. Otra actividad vinculada también con la acción humanitaria del GARR es la reinserción social. En lugares donde hay muchas personas repatriadas, la entidad hace un trabajo de reinserción socioeconómica y cultural con ellos y también con la comunidad. Además de ayudar a los repatriados a superar su trauma psicológico en el proceso de repatriación, ya que perdieron todo, dejaron a sus amigos y a su familia, a veces a sus hijos, el GARR los acompaña.

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forman parte de la plataforma. Gracias al grupo de defensa, Camille sostiene que constata una tendencia a la baja de los desalojos forzados. En mayo de 2011, el alcalde de Delmas, Wilson Jeudy, desencadenó una operación para desalojar a cientos de familias que habían elegido como domicilio las plazas públicas del municipio. Los campamentos en los espacios públicos, dijo el alcalde, favorecen la inseguridad en la ciudad. El alcalde Jeudy fue cuestionado por su decisión por miembros del Colectivo de Organizaciones Haitianas por el Derecho a la Vivienda, que la juzgaron arbitraria. Por eso, las ONGs miembros, junto con las familias afectadas, amenazaron con llevar a la Alcaldía a la Justicia. Las organizaciones sociales haitianas no se contentan con hacer sus pedidos o con denunciar la lentitud del proceso de reconstrucción. Cientos de ellas ejecutan proyectos en beneficio de los sobrevivientes del terremoto. Es el caso del GARR, que realiza un proyecto de vivienda en Lascahobas en beneficio de desamparados del terremoto que huyeron de Puerto Príncipe. El proyecto condujo a 40 familias, cerca de 400 personas, a condiciones decentes de vivienda. Financiado por el Disasters Emergency Committee (DEC) / “Comité de Emergencia de Desastres”, ese proyecto apunta a mejorar las condiciones de vida de personas afectadas por el terremoto en las áreas humana, económica, social y ambiental. En esa otra punta del proceso de rescate de la ciudadanía y de la soberanía del pueblo haitiano, el GARR lucha para promover y defender los derechos de los y las migrantes. Collete Lespinasse, dirigente del GARR, explica que la entidad trabaja con tres grupos de migrantes: personas repatriadas, refugiados que están en Haití y, desde el terremoto, desamparados. Es principalmente en la frontera donde se concentra el trabajo, pues por allí pasan los migrantes que van, por ejemplo, a República Dominicana, o que son deportados. Collete resalta que alrededor de la frontera hay mucha movilidad humana, o sea, gente que entra o sale del país. “Hay una migración diaria, no permanente, pero hay movilidad humana y muchos abusos de derechos humanos. Por eso la frontera es muy importante para nosotros”, explica. El GARR tiene cuatro ejes de trabajo: el primero es la incidencia política para cambiar las prácticas, las políticas y las


Collete recuerda que, en este frente de trabajo humanitario con los migrantes, el terremoto creó una categoría nueva: los desamparados por la catástrofe. Desde el año pasado, el GARR también está trabajando en campamentos cercanos y en la frontera, ya que algunos desamparados crearon campamentos en la zona fronteriza.

Los beneficios de la cooperación Sur-Sur

Ocurre algunas veces que personas de la misma comunidad a la que vuelven los repatriados no los entienden, dado que, como dejaron Haití hace mucho tiempo, no hablan muy bien el criollo, lo que hace necesario que se implementen programas de reinserción también en la comunidad y con las familias. A causa de la situación de calamidad en la que se encuentran muchos repatriados, los programas del GARR dan también apoyo socioeconómico, además de ayuda a los niños para que vayan a la escuela. “Trabajamos con los niños, pero también con las escuelas, para que los apoyen, pues muchos de esos niños ni siquiera nacieron en Haití”. En estos programas también hay apoyo para recuperar sus documentos, para que los niños tengan un certificado de nacimiento, además de iniciativas para fortalecer la autoestima de las personas, para que conozcan sus derechos y los riesgos que sufren. Por ejemplo, en 2011, el GARR trabajó mucho con el riesgo del cólera. Existe además el riesgo de la violencia. “Las mujeres, a veces, cuando están solas, atraen a hombres que piensan que ‘esas que viven en República Dominicana son prostitutas’ y que entonces creen que pueden hacer cualquier cosa”. El GARR también presta asistencia en los casos en que es preciso acudir a la Justicia, como por ejemplo para obtener el certificado de nacimiento u otros documentos.

Collete Lespinasse, coordinadora del Grupo de Apoyo a los Refugiados y Repatriados (GARR), hace una crítica severa a la intervención extranjera. Foto: Ermanno Allegri

Haití fue socorrido por países de todos los rincones de la Tierra. Los países de América del Sur y el Caribe, hasta ahora, aportaron una ayuda considerable al país para su recuperación. La Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) demostró dedicación especial por la causa de Haití, y los países que la integran le prometieron un presupuesto de 300 millones de dólares. Los miembros deben pagar 100 millones de dólares de ese monto, mientras que los restantes 200 millones de dólares provendrán de un crédito del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Se anunció la creación de un secretariado técnico y político para implementar el plan de acción de Unasur para Haití, que incluye proyectos en agricultura, seguridad alimentaria, infraestructura y reducción de riesgos en caso de inundaciones. Además de Unasur, Haití ha recibido el apoyo de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (Alba). En la presentación de los países del Alba, ocurrida en marzo de 2011, Venezuela se comprometió a aumentar la ayuda a Haití. Presente en el corazón de muchos haitianos a causa del fútbol, Brasil se posiciona día tras día como asociado del pueblo haitiano. Después de las turbulencias políticas de 2004, Brasil está aumentando sustancialmente su ayuda a Haití, aunque haya una crítica de los movimientos sociales en relación con la presencia del ejército brasilero en la Minustah. Solidaridad con las Mujeres Haitianas (Sofa), incluso, hizo un llamado al entonces presidente brasilero Luiz Inácio Lula da Silva para que intermediara en el retiro de las tropas de su país en la misión. Brasil es responsable, desde 2004, del comando de la Minustah. Los presidentes Lula y Dilma Rousseff hicieron visitas a Haití, además de misiones oficiales a Puerto Príncipe. Incluso se llevó a un grupo de atletas del fútbol brasilero, con

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todas sus estrellas, para jugar un amistoso con la selección haitiana, en 2004. La llegada de la actual Presidenta de la República, Dilma Rousseff, no afectó la cooperación entre Haití y Brasil. La jefa de estado brasilera hizo su primera visita oficial a Haití en febrero de 2012. En la oportunidad, reiteró el compromiso de su país en la reconstrucción de Haití. En la conferencia internacional de donantes sobre la reconstrucción de Haití, en Nueva York, Brasil prometió un presupuesto de 172 millones de dólares para la reconstrucción del país.

Viva Río contra la violencia

La ONG brasilera Viva Río está desde 2007 en Haití, concentrando sus actividades en las áreas de salud, medio ambiente, arte, deportes, educación y seguridad de la comunidad. Foto: Ermanno Allegri

ría, cerrajería, etc. “Es una escuela para la reconstrucción de Haití”, dice Charles Sadraque, también encargado de las comunicaciones de la entidad y responsable de la relación con los medios de comunicación. Viva Río montó, además, una escuela de fútbol para compartir la experiencia de Brasil, en ese campo, con la juventud haitiana. Además de deportes, Viva Río enseña baile a los niños en el marco de reintegración de su programa. En el barrio de Bel-Air, donde Viva Río comenzó sus operaciones, la organización regularmente cuenta con representantes de la Minustah, de la Policía Nacional y de autoridades del área en relación con la seguridad. “Los acuerdos de paz son firmados entre las partes interesadas para promover la paz en la región”, dice Jente Minne. Para él, los esfuerzos de Viva Río no son en vano. “Bel-Air pasó de ser una zona de seguridad roja a una zona naranja. Nuestro sueño es transformar Bel-Air en un área verde”, explica. Para promover la paz en esa favela de más de 100.000 habitantes, que tiene similitudes con las favelas de Brasil, Viva Río ofrece becas de estudio a los niños de los barrios donde la violencia es baja. “Pretendemos abrir nuestra propia escuela para recibir a un número mayor de niños”, dice el encargado de las comunicaciones de la organización. Mientras tanto, Viva Río también promociona el turismo sustentable

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En 2004, Ruben César, un antropólogo brasilero, fue a trabajar como consultor de la Minustah en Haití. El país estaba enfrentando, en aquella época, un clima de violencia sin precedentes. Casos de secuestros y asesinatos a plena luz del día eran comunes. Fue así que César decidió crear Viva Río en Haití, un brazo de la organización que actúa desde hace varios años en Río de Janeiro. La entidad inició sus operaciones en 2007 en Bel-Air, una favela de Puerto Príncipe. “A diferencia de otras ONGs, Viva Río no tiene una estructura jerárquica”, explica Jente Minne, encargado de las comunicaciones de la organización. “Nuestra filosofía es vivir en las favelas con la gente”. El objetivo de Viva Río es reducir la violencia y promover el desarrollo local. Después del terremoto del 12 de enero, la ONG brasilera tuvo que cambiar de estrategia para comprometerse en misiones humanitarias y descentralizar sus actividades en otras áreas del país. “Estamos presentes en cuatro áreas ahora”, dice Minne. Viva Río está concentrando sus actividades en las áreas de salud, medio ambiente, arte, deportes, educación y seguridad de la comunidad. La organización, cuyas actividades son financiadas sobre todo por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y por Canadá, informa que llega a remover cerca de 120 toneladas de residuos sólidos por día. También viene plantando aproximadamente 100 mil mudas de plantas por año para la rehabilitación del medio ambiente. Pone también a disposición un centro que ofrece capacitación rápida a cientos de personas en las áreas de electricidad, albañile-


Después de la catástrofe, ¿cómo estamos?

Escuelas para reconstruir Léogâne Por Adriana Santiago

Modelo de escuela patrón, apoyada por el Cresfed, en la ciudad de Léogâne. oto: Ermanno Allegri

El hipocentro del terremoto fue muy cerca de la superficie de la Tierra, solamente a 10 kilómetros de profundidad, y el epicentro fue cerca de la ciudad de Léogâne, a unos 17 kilómetros al sudoeste de la capital Puerto Príncipe. Inmediatamente, se destruyó el 80% de todo lo que había allí; eso incluye principalmente las escuelas y todos los edificios públicos. El Centro de Investigaciones Sociales y de Formación para el Desarrollo (Cresfed), una organización de la sociedad civil constituida por profesores amnistiados después de la dictadura de Duvalier, realizaba en el distrito un trabajo de educación civil en relación con algunas actividades económicas como la molienda de granos, la asociación de mujeres, el mejoramiento de frutas, pero principalmente haciendo un trabajo de educación y de formación

de la ciudadanía de los campesinos. Cuando todo se desmoronó, el Cresfed modificó el foco de su trabajo y comenzó a priorizar la reconstrucción de las escuelas locales. Susi Castor, directora del Cresfed, explicó cómo quedó el trabajo inmediatamente después del sismo: “Nos involucramos, entonces, en cualquier proyecto de reconstrucción, que es un gran desafío, sobre todo en el campo, en las zonas rurales afectadas por el terremoto”. En la región de Léogâne existen dos experiencias: una en la zona rural, donde reformaron tres escuelas y van a construir una cuarta en los moldes de escuela modelo, para que sea aprovechada todo el día por la comunidad. “Nuestra concepción es que esas escuelas son parte de la reconstrucción. Para nosotros, la reconstrucción no es solamente la de los edificios, es algo que va mucho más allá. Abarca actividades para llegar a toda una concepción de refundación del país. Para nosotros, reconstruir una escuela no es sólo reconstruir, dar albergue, sino también dar formación, participación de la familia y de toda la constitución de una comunidad escolar”, complementa. Castor explica que el Cresfed trabaja también en la formación de los profesores y directores de escuelas porque en las zonas rurales, generalmente, las escuelas son muy pobres y hay cuestiones que no fueron logradas. Por eso, la organización social se involucra para dar el estatus de ciudadanos a los habitantes de la ciudad o del campo. Para ella, “se trata de dar una dignidad integral en la concepción de la escuela”. Con la Asociación de Padres, la escuela misma se convierte en edificio de usos múltiples comunitarios. Es escuela durante la mañana para los niños y, a la tarde, lugar de reunión para los padres y para la comunidad. Y estos espacios son de suma importancia, teniendo en cuenta la situación de desarticulación que vive el campo haitiano. Así como en Brasil, las escuelas servirían como lugares de uso público para vacunación, reuniones de barrio y hasta capilla. “Es ésta la concepción que estamos trabajando en la zona rural”. En la zona de Léogâne, el Cresfed hace asociaciones con alcaldías haitianas y de Canadá, Francia y Holanda en la región

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Haití por sí

Los niños podrán tener una escuela gratuita en lugares mejores que los barracones de madera que hoy albergan el proyecto de los profesores. Foto: Ermanno Allegri

zona muy afectada y es un proyecto piloto”, explica al anunciar que están sugiriendo no sólo una nueva concepción arquitectónica para las escuelas, sino también la concientización de la población en general sobre cómo puede utilizarse el espacio para la construcción de ciudadanía y de una identidad comunitaria. En ese sentido, las escuelas reconstruidas por el Cresfed deberán ser públicas y gratuitas, lo que no es una práctica común en Haití. De acuerdo con Castor, en 1804, en el momento de la Independencia, la primera Constitución hablaba de una escuela obligatoria y gratuita, y hasta los días actuales todavía es difícil concebir la escuela como una cuestión primordial en el país. Susi Castor recuerda el slogan de campaña del actual presidente Martelly: Escuela gratuita para todos. “Yo personalmente aplaudí, porque si un gobierno hace eso, será una evolución después de dos siglos”, comenta. Sin embargo, sabe que será imposible, pues “primero, eso no se decreta, se prepara. Y no se prepara en línea recta, hay muchas ramificaciones que es preciso preparar. Tampoco es algo instantáneo”. Castor cree que la escuela gratuita sólo será posible si, definitivamente, el gobierno toma la educación como una tarea fundamental para el país, y comienza a formar profesores y construir escuelas. Después, preparar contenidos para los programas, la pedagogía, etc. “Es como una guerra. Hay que estar bien preparados, en ángulos bien modelados, con tareas diversas, porque es algo grande, no es fácil, pero no es imposible. Con voluntad, con visión, con preparación, muchos dicen que no, pero yo pienso que es posible, sí. Pero tal como se está haciendo, se va a perder”, sostiene.

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llamada Las Palmas, que incluye cuatro comunidades; en cada una de ellas se está haciendo una escuela. “Estamos haciendo un esquema de trabajo con los alcaldes, involucrándolos, sobre todo, como una comunidad de alcaldes, y no con un alcalde en particular. La escuela tiene que ser el corazón de una comunidad”, dijo Castor. Quien tiene a su cargo el proyecto “Escuelas para Léogâne” es Marco Bordignon, un voluntario italiano del Proyecto Mundo, del Movimiento de Laicos para América Latina y África (MLAL). Simultáneamente, continúan con el trabajo de formación para la gestión de pequeños negocios que generan auto-sustentabilidad para la comunidad local. En las tres escuelas reformadas, el proyecto todavía mantiene la estructura provisoria original, pero se han agregado pozos profundos con bombas de agua para el retiro libre por parte de la comunidad, que llega a 35 mil personas en un área de 34,5 km², la llamada sección comunal. La escuela que quieren construir responderá al modelo de formación de profesores e incentivo de la autonomía de la comunidad, pero la parte arquitectónica estará basada en la escuela que está en fase de construcción por parte de la Parroquia de Saint Matthieu, de la Iglesia Anglicana, financiada por la Iglesia Finlandesa, y que será particular. Serán ocho salones de clases, con bio-letrinas, con aprovechamiento de gas propano para la cocina, salones aireados y huertas comunitarias. En el medio, un gran salón para reuniones. La recepción de la propuesta entre los alcaldes ha sido la mejor posible, según Castor, porque además de las escuelas, existe la inter-comunitariedad, lo cual fortalece políticamente a las alcaldías. También se prevé la construcción de nuevas infraestructuras y el apoyo técnico del Cresfed. “Es un proyecto lindo porque fue una


en Haití. “Vamos a capacitar a las personas que trabajan en el sector”, dice Minne. Para él, Viva Río es más una ONG haitiana que brasilera, porque, con una fuerza de trabajo de 750 miembros, la ONG tiene sólo entre 7 y 10 brasileros. Miembros de Viva Río estaban entre los invitados que se reunieron con la presidente Dilma Rousseff durante su visita a Haití, en 2012. “Es un reconocimiento a la relevancia de nuestro trabajo”, celebra Minne, renovando el compromiso de su organización para compartir su experiencia con el pueblo haitiano. “Es nuestra forma de contribuir a la reconstrucción de Haití”, dijo.

No todo es negativo Es un hecho que todavía hay mucho por hacer para sacar al país de su estado de abandono, después de tres años de ocurrido el terremoto del 12 de enero de 2010. También es necesario destacar que los problemas que se enfrentan actualmente no tienen su origen sólo en el desastre. El terremoto simplemente agravó la situación. A pesar de la evaluación negativa por parte de muchos actores en lo que tiene que ver con el proceso de reconstrucción, algunos creen que no todo es negativo. “Más niños van a la escuela este año que antes del terremoto”, dice el representante adjunto del secretario general de la ONU, Nigel Fisher, en su balance en ocasión del segundo aniversario del terremoto. Nueve meses después del terremoto, Haití fue afectado por una epidemia de cólera, que causó miles de muertes. Se acusa a las Naciones Unidas, mediante el contingente nepalés de la Minustah, de introducir la enfermedad, contaminando las aguas del río Artibonite, el mayor de Haití. Acusaciones éstas que la ONU continúa rechazando, a pesar de que varios estudios científicos independientes las confirman. Organizaciones haitianas de defensa de los derechos humanos presentaron a la ONU una petición solicitando una indemnización para las víctimas de la enfermedad. No se ha decidido nada todavía. Mientras tanto, el representante especial adjunto del secretario general de la ONU celebra la implementación de un sistema nacional de alerta en relación con el cólera, liderado por el Ministerio de Salud Pública y Población (MSPP).

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os de sus ocupantes mediante este proyecto. La propuesta de 16 distritos por 6 campamentos, que fue aprobada por la CIRH el 16 de agosto de 2011, costó un total de 78 millones de dólares y fue financiada con 30 millones de dólares por el Fondo para la Reconstrucción de Haití (HRF). El centro de tratamiento de residuos de Morne Cabri, no muy lejos de Puerto Príncipe, es el primero disponible en el país y fue construido por el gobierno haitiano con el apoyo financiero de la comunidad internacional. Financiado en 2,6 millones de dólares estadounidenses, el centro tiene capacidad para procesar 500 m3 de residuos líquidos por día, el equivalente a residuos producidos por 500.000 personas diariamente.

Más participación

Los niños estudian, en su mayoría, en escuelas particulares, aun viviendo en campamentos. Fotos: Ermanno Allegri

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Se desarrollaron un Plan de Contingencia Nacional y diez planes departamentales -uno para cada departamento- para combatir posibles desastres naturales. Cientos de miles de haitianos, afirma Nigel Fisher, encontraron empleo a través de programas intensivos de mano de obra, trabajo e inversiones iniciales en la economía, que comenzaron a aumentar la oferta de empleo y la productividad nacional. La portavoz de OCHA, Emmanuelle Schneider, tampoco concuerda con aquellos que dicen que nada se hizo en Haití en dos años. “Que no se hizo nada para la reconstrucción es un mito”, responde, citando la construcción de una estación de tratamiento de aguas residuales en Morne Cabri, el lanzamiento de los trabajos de construcción de un parque industrial en Caracol, en el departamento del Nordeste, y la propuesta 16/6, de transferencia de desamparados. El proyecto 16/6 pretende facilitar el regreso a sus distritos de origen por parte de los desplazados en los seis campamentos que recibieron a 5.239 familias prioritarias -alrededor de 30.000 personas- a partir de los 16 barrios esparcidos en Puerto Príncipe y sus alrededores. Varios lugares públicos del área metropolitana de la capital haitiana quedaron vací-

Para el director de la Comisión Nacional Episcopal Justicia y Paz (JILAP), el padre Jean Hansen, la lección más importante obtenida de esta reconstrucción no son las realizaciones de las ONGs o del gobierno, sino la voluntad del pueblo haitiano para continuar protegiendo su pasado, lo que el pueblo ya tenía. El sector informal, según él, inmediatamente retomó sus actividades después del terremoto. “Las personas han logrado hacer algunas cosas por sí mismas”, dice. Elogió el trabajo de los agentes humanitarios, que proveyeron a los sobrevivientes del terremoto agua potable y alimentos inmediatamente después del desastre. No teniendo la experiencia de una catástrofe de tal magnitud, el padre Hansen dijo que no hay forma de saber si el proceso de reconstrucción es lento o no. Considerando la extensión de los daños del terremoto del 12 de enero de 2010, nadie podría esperar que el país se recuperara totalmente en tres años, especialmente porque la mayoría de los males que afectan al país datan de antes del desastre. Pero considerando las promesas realizadas por la comunidad internacional, los haitianos tienen muchas razones para soñar con un Haití mejor en un futuro muy próximo. Más de 24 meses después de la catástrofe, los resultados de la reconstrucción del país son tímidos, aunque las ONGs se den por satisfechas con el trabajo realizado a nivel humanitario. Lo más perturbador de todo esto es la falta de una visión haitiana en la reconstrucción.


Después de la catástrofe, ¿cómo estamos?

Cooperación para salvar vidas Por Benedito Teixeira Cooperación es la palabra que mueve a la Brigada Médica Cubana en Haití desde hace aproximadamente trece años, desde que el primer grupo de cien médicos llegó al país, devastado por el huracán George, en 1998. El entonces presidente René Preval, aprovechando el reinicio de las relaciones diplomáticas con el país vecino, interrumpidas luego de la revolución liderada por Fidel Castro en 1959 y reiniciadas en el gobierno de Jean-Bertrand Aristide, electo democráticamente en 1991, pidió ayuda y fue prontamente atendido. Desde ese momento hasta ahora, la solidaridad cubana con el pueblo haitiano en el área de la salud ha sido continua, como enfatizó, en entrevista con Adital, el jefe de la Brigada Médica Cubana en Haití, Lorenzo Somarriba López. Lo más paradójico es que Haití fue uno de los primeros países en romper relaciones diplomáticas con Cuba, inmediatamente después de la victoria de la revolución comunista que sacó a Fulgencio Batista del poder y rompió relaciones con Estados Unidos. Haití, vecino de los nuevos comunistas, vivía el auge de la dictadura de los Duvalier, que entregó el país al capitalismo estadounidense. A pesar de los conflictos políticos, de las intervenciones extranjeras, de otros tipos de catástrofes naturales, la ayuda se mantiene. ¿Por qué? López responde: porque Cuba ha respetado los principios del pueblo haitiano. “Haití es de los haitianos. Cuba acompaña al país con programas que se iniciaron como ayuda humanitaria pero que inmediatamente se transformaron en programas de cooperación, dos cosas muy diferentes”, afirma el médico. Según él, la ayuda humanitaria se caracteriza por períodos cortos o, como él explica: “yo te ayudo y me voy, lo que pasa después es problema tuyo”. Pero Cuba prefirió actuar de manera diferente y optó por un programa de cooperación. Para López, lo que más distingue a este programa no es la presencia de Cuba en Haití sino la formación de recursos humanos,

teniendo en cuenta que el gobierno cubano cree que es necesario formar a las personas para que un programa de cooperación sea sustentable. “Usted puede venir aquí, dar capital a Haití para sembrar arroz, pero es necesario formar a ingenieros agrónomos, técnicos en agronomía, especialistas sanitarios. Cuba puede venir aquí y dar atención médica, fundar instituciones, pero si no forma a haitianos, no hay sustentabilidad”, explica. En el área de la salud, el gobierno cubano ya consiguió formar a 1.747 médicos haitianos y, actualmente, tiene más de 300 estudiantes de medicina en Cuba; muchos se están formando como especialistas. El problema es que no todos permanecen trabajando en el sistema de salud haitiano. “Los países ricos los captan porque son talentosos, les dan una beca y, si tienen un buen rendimiento, les ofrecen otros cursos, haciendo que se queden fuera del país”, se lamenta. También cuenta que una vez alguien le preguntó si los médicos haitianos formados en Cuba tienen valor para Haití. “No me gustó la pregunta. Sugerí que preguntara a los canadienses, a los españoles, a los franceses, a los estadounidenses, que los llevan afuera, si ellos sirven o no. Deben servir porque, si no, no los llevarían”, afirma de manera taxativa.

Salud donde no había nada Lorenzo Somarriba López presentó las iniciativas del Gobierno de Cuba en Haití mediante sus médicos a lo largo de los últimos trece años. Inmediatamente después del paso del huracán George, los primeros cien médicos cubanos que llegaron a Haití comenzaron a ir a lugares donde nunca había llegado la atención de salud, “por tierra, por mar o por aire”. Son lugares a los que es difícil llegar, pero ellos se pusieron el equipo en la espalda y fueron adonde podían ser útiles. Allá, los cubanos pasaron a vivir en las casas de los haitianos y comenzaron a enseñar a la población medidas de higiene y de prevención de enfermedades. Prestaron atención médica

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Lorenzo Somarriba López es el jefe de la Brigada Médica Cubana en Haití. Foto: Ermanno Allegri

debajo de una planta de mango. A la noche siguiente, llovió mucho y todo quedó inundado. “Queríamos salir de la ciudad, pero la población bloqueó las salidas. Un magistrado abrió una casa que era de la familia Duvalier, y allá nos instalamos provisoriamente, adecuamos la casa para ser un centro de salud y hasta hoy los cubanos están trabajando allá”.

El milagro de la cooperación Lorenzo López enfatiza que Cuba trabaja mucho mediante lo que él llama “triangulación de cooperación”. “Cuba es un país pobre, pero tiene recursos humanos, es nuestro fuerte”, resaltó, mostrando la imagen de un hospital noruego, en Gonaives, donde trabajan básicamente médicos cubanos. “Los noruegos tienen mucho dinero, pero es difícil que sus médicos vengan a trabajar aquí. Ellos montaron el hospital y los cubanos trabajan”. El médico observa que muchos haitianos que están en el último año de medicina retornan a su país para terminar sus estudios como profesores y también para practicar el tratamiento

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y distribuyeron remedios gratuitamente. Estas primeras comunidades proveyeron el primer grupo de 132 jóvenes educados en español y que fueron a estudiar medicina a Cuba. Se graduaron en la enseñanza pre-médica, hicieron exámenes de competencia y nivelación para lograr entrar en la enseñanza de medicina ya con algún conocimiento. “Porque en medicina es preciso saber matemática, química. Por ejemplo, un bioestadístico es un hombre con potenciales en matemática, hace todas las proyecciones, pronósticos, y es parte de su formación como médico”, cuenta López. Otro punto destacado, señalado por el médico para mostrar que Cuba trató de ir más allá del sesgo asistencialista, es que hubo un esfuerzo para que las medidas tuvieran calificación y enfoque científico. Todos los años, realizan ruedas científicas con la participación de cubanos y haitianos, que reúnen a cerca de 150 delegados. Los trabajos son publicados en revistas y libros y los conocimientos adquiridos son transmitidos a los médicos. El segundo paso del accionar cubano, después de la ayuda humanitaria a causa del huracán George, fue la prestación de atención médica secundaria en los hospitales departamentales haitianos. A estos establecimientos, Cuba envió cirujanos, radiólogos, anestesistas, pediatras, obstetras y especialistas en terapia intensiva, entre otros. A pesar de las conquistas visibles en la presentación de los resultados, López se muestra, en algunos momentos, un poco decepcionado. Un edificio abandonado, en ruinas, era una Facultad creada por Aristide para la formación de médicos. Después del golpe de Estado de 2004, fue cerrada y se transformó en una cárcel. Por otro lado, otros hechos alientan aún más al médico. La Brigada viene convirtiéndose en parte de la vida del pueblo haitiano a medida que pasan los días. Tanto que, según nos cuenta López, después del terremoto de 2010, mucha gente afectada se dirigió a los barrios donde vivían los cubanos en busca de atención médica aunque allí no hubiese unidades de salud. Fue necesario improvisar unidades para comenzar las cirugías. En 2006, la Brigada Médica Cubana estaba presente en 102 de las 140 comunas que constituyen la división políticoadministrativa de Haití. Otra historia contada por López ocurrió en la localidad de Carrefour, que queda a 7 kilómetros al oeste del centro de Puerto Príncipe. Allí, los médicos montaron un hospital de campaña


Después de la catástrofe, ¿cómo estamos? de patologías que aparecen en su pueblo. “El médico haitiano, en Cuba, aprende a tratar sarampión en los libros; aquí, aprende a actuar con los pacientes mismos. Hay también muchos accidentes vasculares encefálicos a causa de la hipertensión y la diabetes mal tratadas. O sea, el país se convierte en un escenario práctico para que terminen los estudios”, destaca.

Operación Milagro El programa de cooperación entre Cuba y Venezuela, llamado Operación Milagro, es uno de los más destacados. Creado a fines de 2005, el programa tiene el propósito de eliminar la ceguera en el continente latinoamericano. La principal causa de ceguera en la población pobre es la catarata. López cuenta que, primero, en el marco del programa, se comenzó a operar en Cuba a las personas más necesitadas e, inmediatamente después, el programa se llevó a Haití, donde se creó el primer centro oftalmológico del Caribe. Personal altamente calificado realiza las cirugías gratuitamente. Además de los centros fijos, hay operaciones itinerantes. El resultado es que más de 54 mil haitianos ya fueron operados. “Algunos dominicanos vienen acá para ser operados. Algunos haitianos que viven en Estados Unidos también vienen acá sólo para ser operados. Son personas que no tienen posibilidades de pagar esa operación en Estados Unidos. Allá, cada ciudadano es responsable de su atención de salud. Quien no es ciudadano no tiene derecho a nada”, observa. La cooperación con Venezuela también generó otros proyectos en el área de la salud. Uno de ellos es la instalación de hospitales comunitarios de referencia en las comunas. Inicialmente fueron diez, que comenzaron a ser construidos en 2008. En diciembre de 2009, cinco ya estaban concluidos en lugares donde no había nada para atender a la población. Los demás siguieron en proceso de construcción, pero el terremoto del 12 de enero de 2010 paralizó el proyecto. López cuenta que el primer hospital de campaña de Haití fue montado por los cubanos.

Salvar vidas en primer lugar Inmediatamente después del sismo, el gobierno cubano envió una brigada de médicos y paramédicos especializados en atención de catástrofes naturales y epidemias, la Brigada Henry Reeve. López cuenta que, cuando pasó el huracán Katrina por el

sur de Estados Unidos, el entonces presidente George W. Bush (hijo) le prohibió prestar ayuda al pueblo estadounidense. “Él no admitió que 500 cubanos fueran a auxiliar a aquella población mayoritariamente negra que vive en el sur de Estados Unidos. Esa brigada ofreció atención en muchas catástrofes del mundo. Por ejemplo, estuvo en el terremoto de Pakistán”, enfatiza el médico. El mismo día 12 de enero, los cubanos comenzaron a montar seis nuevos hospitales de campaña, climatizados, con salas de cirugía, terapia intensiva, medicamentos y personal capacitado en todas las especialidades. Los cubanos también pasaron a trabajar en los hospitales haitianos aunque fueran privados, pues “era momento de salvar vidas”. En un discurso caracterizado por una total referencia al ex presidente cubano Fidel Castro, el jefe del grupo médico destacó la iniciativa de su gobierno de aprovechar a los jóvenes graduados en la Escuela Latinoamericana de Medicina, la ELAM, para actuar después del terremoto en Haití. La ELAM fue inaugurada en ocasión de la Cumbre Iberoamericana, en 1999, con el objetivo de formar médicos de países pobres de América Latina. Primero, eran sólo jóvenes latinoamericanos, pero después fueron incluidos africanos y hasta estadounidenses. López informa que la Brigada Cubana cuenta, actualmente, con dos médicos estadounidenses, pero fueron más, con el auge de la catástrofe. El día del sismo, 331 profesionales enviados por Cuba estaban en suelo haitiano, ninguno murió, y dos tuvieron sólo heridas leves. Entre ellos, había jóvenes de 26 países. El 8 de marzo de 2010, la Brigada llegó a tener 1.712 colaboradores. Según relata el médico jefe, se creó también un grupo con 56 médicos especialistas en el tratamiento de epidemias. Hubo también lo que él llama “Brigada Artística Cubana”. Artistas famosos de Cuba se instalaron en Haití, viviendo en carpas, para trabajar con niños huérfanos del terremoto. La etapa de la emergencia del terremoto duró del 12 de enero al 30 de abril de 2010. Los cubanos atendieron a casi 350.000 pacientes en ese período; se realizaron más de 8.000 cirugías, más de 1.000 partos, 421 cesáreas y más de 70.000 pacientes pasaron a ser atendidos en servicios de rehabilitación. Incluso los amputados comenzaron a tener derecho a prótesis, que se producen en Cuba. Hoy el proyecto se realiza en cooperación con Brasil y Venezuela.

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Además de la atención médica, el gobierno cubano comenzó a actuar también en proyectos de infraestructura para la salud. Foto: Brigada Médica Cubana

2010 en Santo Domingo, se unieron al proyecto otros países, como Brasil, Noruega, Namibia y Australia. El proyecto también prevé la construcción de treinta clínicas de rehabilitación integral. Inmediatamente después del sismo, los médicos cubanos pusieron en funcionamiento cinco clínicas en Puerto Príncipe, pero había personas desplazadas por todo el país. Entonces, la salida fue ampliar la cifra a treinta, que están funcionando. Ya fueron rehabilitados 27.000 pacientes. Otra acción destacada de la Brigada Cubana es la creación de una red de vigilancia epidemiológica. Mediante esta red, los científicos cubanos descubrieron que había cólera en Haití el 15 de octubre de 2010, en Mirebalais, a unos 60 kilómetros al nordeste de Puerto Príncipe.

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“Aquí, la Brigada trabaja con todos los que quieren trabajar juntos, sin distinción, no politizamos la cooperación para que la población no tenga perjuicios”, afirma el médico. López destaca que, además de la atención, el gobierno cubano comenzó a actuar también en proyectos de infraestructura de salud. En cooperación con otros países, inició la construcción de 30 hospitales en todo el territorio del país. De ese total, 17 ya están concluidos; en algunos casos se utilizó la estructura existente de pequeñas instituciones, ampliándolas. También se construyeron trece pequeños centros de salud. Este programa fue discutido y aprobado, conjuntamente con Venezuela y los países del Alba, en Caracas. Durante la Cumbre Mundial para Haití, que se celebró en


Después de la catástrofe, ¿cómo estamos? La fatalidad del cólera El 18 de octubre de 2010, el laboratorio haitiano analizó el informe de Cuba y detectó la presencia de cólera. Seis días después, el presidente Préval confirmó al mundo que en Haití había un brote de dicha enfermedad. “Esto es para aplaudir. La mayoría de las veces, no se confirma tan rápido una epidemia en un país, pues es preciso controlar los efectos negativos que puede tener, pero Haití no tenía nada que perder. Retardar el anuncio podía perjudicar la situación aún más”, observa López. Según él, después del descubrimiento, los cubanos se capacitaron rápidamente en el tratamiento del cólera y comenzaron a montar unidades para atender los casos. El personal de la península y del nordeste del país, que no tenía casos de cólera para tratar, fue llevado para reforzar las unidades del centro-norte. Con la llegada del huracán Thomaz, Haití se inundó y ocurrió lo que todos temían: la diseminación de la enfermedad por el país. El cólera se convirtió en un problema de seguridad nacional y Cuba reenvió al personal especializado en atención de catástrofes y epidemias. La subsecretaria de Ayuda Humanitaria de la ONU, Valerie Amos, en la ocasión, dijo a la comunidad mundial que Haití necesitaba 350 médicos y enfermeros. Así, la Brigada fue reforzada por un contingente de 350 médicos, enfermeros y otros profesionales. En aquel momento, había en Haití más de 1.200 profesionales de salud cubanos. “Llegamos a tener 1.349 colaboradores para combatir el cólera, de los cuales 134 eran jóvenes de 22 países, que vinieron de Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, El Salvador, Estados Unidos, Guatemala, Guinea-Bissau, Honduras, México, Nicaragua, Paraguay, Panamá, Perú, República Dominicana, República Árabe, Malí, Nigeria, Brasil, Uruguay y República Democrática del Congo”, destaca López. La Brigada montó 44 Unidades de Tratamiento del Cólera (UTC) y 34 Centros de Tratamiento del Cólera (CTC), esparcidos por varias regiones del país. El equipo médico cubano llegó a atender 77.354 casos de cólera hasta abril de 2012. El Ministerio de Salud registró más de medio millón de casos, con una letalidad de 1,36 casos por mil habitantes. La letalidad en la Brigada, según López, es cuatro veces menor. Además de las unidades de tratamiento fijas, se crearon grupos de investigación que buscaban casos en todas las

áreas del país. “Haití tiene accesos muy difíciles. Es montañoso, superpoblado, sin unidades de salud en áreas rurales, pero el cólera llegaba a todas ellas y las personas podían morir sin asistencia. Entonces, tomamos la decisión, propuesta por nuestro comandante en jefe [Fidel Castro], de crear los grupos de investigación”, recuerda López. Eran grupos de cinco a seis personas, con un jefe y un médico haitianos, un médico de la Brigada Cubana, una enfermera, además de mochilas, alimentos para supervivencia y medicamentos. Según él, se exploró toda la geografía del país. Esos grupos también enseñaban a las personas cómo prevenir la enfermedad.

Hasta que Haití lo necesite Hay también muchos otros obstáculos que la Brigada Cubana tuvo que superar en Haití. A causa del terremoto, quedaron pocos almacenes con víveres en el país. Fue preciso construir una base de almacenes para abastecer a las unidades del programa cubano. “Y como todas esas unidades tienen muchos equipamientos médicos, creamos un laboratorio de electromedicina para hacer el mantenimiento. Ahora, Cuba tiene 30 ingenieros biomédicos trabajando en Haití, porque el país sólo disponía de un ingeniero biomédico. Pero estamos formando a 31 jóvenes haitianos como ingenieros biomédicos, aquí mismo en Haití”. El balance de las actividades de la Brigada Médica Cubana en Haití, presentado por Lorenzo Somarriba López, llega a ser sorprendente. En más de trece años que están en el país, se realizaron 18 millones de atenciones médicas, más de 138.000 partos, más de 320.000 intervenciones quirúrgicas y cerca de 55 mil haitianos fueron operados de la vista. “Salvamos 312.000 vidas humanas, cifra muy similar a las vidas perdidas en el terremoto”. “Usted me preguntó hasta cuándo Cuba iba a quedarse en Haití. Bueno, creo que ya está respondido. El presidente de Cuba, general Raúl Castro, asegura que la colaboración cubana es un modesto esfuerzo, y que permanecerá en Haití el tiempo que fuere necesario, si el gobierno de ese país así lo quiere. A Cuba, un país férreamente bloqueado, no le sobran recursos. Allá falta de todo, pero estamos dispuestos a compartir nuestra pobreza con quien tiene menos y, en primer lugar, hoy, con quien más necesita en el continente”, finalizó el jefe de la Brigada.

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Haití después del sismo, ¿qué reconstrucción? Por Irdèle Lubin

Profesora Phd de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad del Estado de Haití. Doctora en Servicio Social por la Universidad Laval. Su campo de investigación es el bienestar de los niños en situación de calle en Haití. Foto: James Alexis

1. La discusión reconstrucción/refundación Además de 1,5 millones de desamparados, el terremoto del 12 de enero de 2010 provocó la caída de la gran mayoría de los edificios que albergaban servicios públicos: Facultades, hospitales, ministerios, agencias, campus de la universidad pública, el edificio del Ministerio de Hacienda, el tribunal, el parlamento, los edificios de los ministerios, el Palacio Nacional. Todos los sectores de la vida nacional fueron afectados: economía, educación, salud, esparcimiento, cultura, etc...

Se puede entender que la cuestión del realojamiento es central desde el terremoto. La desaparición física de la infraestructura pública debilitó aún más al Estado. Esto da que pensar, o por lo menos debe conducir a la reflexión. Se habla de reconstrucción o de refundación. Algunos usan el primer concepto, otros prefieren el último. Algunos los utilizan indistintamente, otros distinguen un nivel de reconstrucción y un nivel de refundación. Es importante notar, de inmediato, que no se trata de meros sinónimos. En efecto, el concepto de reconstrucción puede más fácilmente ser entendido como el acto de construir nuevamente aquello que se desmoronó o fisuró con el terremoto, con el objetivo de realojar a las personas y los servicios lo más rápidamente posible. Puede también significar rehacer lo que falta después del terremoto. Puede ser tentador mirar sólo el lado técnico y material de la construcción, pues el realojamiento es importante y urgente. Reconstrucción puede significar la necesidad de permitir el establecimiento de zonas para la construcción de casas e infraestructura de todos los tipos, y el cuestionamiento de las prácticas de construcción en marcha.

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Terremoto, emergencia y reconstrucción son temas recurrentes en las conversaciones de los haitianos desde el sismo del 12 de enero de 2010. Lo calificamos como algo terrible porque el terremoto, de acuerdo con fuentes oficiales, produjo más de 300.000 muertos y muchos mutilados, sin hablar de un 1.500.000 desamparados, y causó grandes daños materiales. Más de dos años después, ¿dónde estamos? Se habla mucho de reconstrucción. ¿Qué es eso? ¿Qué está ocurriendo? ¿Hacia dónde vamos? Este texto tiene por objetivo proporcionar algunas respuestas a estas preguntas.


Después de la catástrofe, ¿cómo estamos? Es importante también hablar de refundación De hecho, la refundación nos invita a rever las bases sociales para emprender mejor la reconstrucción necesaria. Aquí, nos referimos a las cuestiones que involucran a la sociedad haitiana. La refundación nos invita a reconsiderar las relaciones sociales a fin de analizar el tipo de sociedad que queremos. También nos invita a observar los procesos históricos que llevaron a la pobreza degradante de este país, a seguir el camino y las trayectorias de los estratos sociales para comprender las razones de la fragilidad de la mayoría de las construcciones. La refundación nos invita a mirar los nuevos proyectos y servicios a través de múltiples patrones que existen en nuestra sociedad (urbana/rural, pitit andan [niño dentro de casa]/pitit deyò [niño fuera de casa, en situación de calle], bon lekòl [buenas escuelas]/ lekòl bòlèt [escuelas superpobladas], ciudad/favela, tèt legliz/ti legliz [gran propietario/trabajador rural arrendatario a medias], etc...). La refundación nos invita a repensar la situación que viven niños y jóvenes (niños en casa, niños y jóvenes en situación de calle, niños y jóvenes que viven de la prostitución, etc.). Se acostumbra decir que los niños son el futuro del país. La refundación nos invita a decir precisamente cómo y en qué lugar queremos ver a nuestros niños crecer, qué tipo de país queremos dejar para los próximos 25 a 30 años, cómo y en qué sentido nosotros, los haitianos, queremos ver evolucionar al país. Las construcciones propiamente dichas, “sólidas”, en lugares previstos para eso y con la infraestructura necesaria, son importantes para permitir que las personas ocupen casas decentes y vivan como seres humanos plenos. Para hacer esto, debemos tener en cuenta la importancia de la vida de manera general y de la vida en comunidad, la intensidad de las relaciones sociales, el modo de relacionarse con el espacio y con la tierra, y el nivel de vida en términos de acceso a los servicios. Al mismo tiempo, debemos preguntarnos si continuaremos enfrentando embotellamientos interminables para llevar a nuestros hijos a la escuela. ¿Debemos constantemente pensar en una lógica de atención de emergencias, y, en el caso de personas pobres, que son la mayoría en el país, que mueren por falta de cuidados? ¿Debemos continuar andando kilómetros para buscar agua limpia presentada como potable o llegar a un centro de salud dirigido por un enfermero o un paramédico? ¿Debemos continuar yendo a la capital para todos los servicios, para las necesidades básicas? La refundación nos invita a mirar más allá de aspectos técnicos y

materiales. Mirar aspectos de los modos de relaciones existentes en la sociedad, las concepciones sociales que impiden, a la gran mayoría de la población, acceder al doble patrón de los servicios. El terremoto del 12 de enero de 2010 nos da la oportunidad de rever las bases de la sociedad haitiana.

2. El trabajo de reconstrucción Algunos antecedentes Hablar de refundación, en el sentido definido arriba, nos lleva a analizar la situación que condujo a los estragos causados por el terremoto del 12 de enero de 2010. Las situaciones catastróficas de hoy tienen sus raíces en el pasado. El terremoto nos dio una sacudida. Despertamos ante las horribles prácticas que discriminan a la gran mayoría de la población. Esto nos lleva a mirar, al mismo tiempo, las prácticas de construcción de baja calidad. Notemos inmediatamente que éstas son el resultado de nuestra adaptación a los contextos políticos y sociales vividos en el país. En realidad, es preciso recordar que Haití fue, durante varios siglos, dominado, explotado y saqueado sucesivamente por España, por Francia, por Estados Unidos... Los habitantes de la isla hicieron lo que pudieron, desde entonces, para escapar de la esclavitud y de la explotación, a los fines de proteger al país. Se refugiaron en cavernas o en las montañas. Fue el caso de las tribus de los taínos, que huyeron de las aldeas para refugiarse en las cavernas cuando Colón y sus compañeros quisieron reducir a los indios a la esclavitud; fue el caso de los esclavos venidos de África, que huyeron de las plantaciones para refugiarse en las montañas y en cavernas; fue también el caso de los “nuevos libertos”, después de 1804, que se refugiaron en las montañas para evitar los oficios en las “casas grandes” y el retorno a una esclavitud velada. Vivir en cavernas o en las montañas exigió una adaptación. Después de la independencia, era necesaria la refundación de la sociedad. Obviamente, los grupos involucrados no vislumbraban la situación desde el mismo ángulo. Los “antiguos libertos” querían mantener un sistema que les era ventajoso, pero los “nuevos libertos” veían las cosas de otra manera. Este grupo se protegió de la manera en que pudo en el intento de mantener a los antiguos libertos en posición de inferioridad, aunque hayan sido, por un tiempo, la capa más débil de la sociedad, que se reprodujo en las condiciones más difíciles. Ante estas dos fuerzas, se constituye otro grupo social más fuerte, con medios cada vez mayores, que buscó alianzas con potencias

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Haití por sí El debilitamiento del Estado no posibilita un mínimo de control. La población está abandonada a su propia suerte, en todas las áreas, ejerciendo su manera de hacer las cosas sin límites. En estas condiciones, nos sorprende el terremoto del 12 de enero de 2010. La escala de la destrucción Después del terremoto del 12 de enero de 2010, las personas, presas del pánico, ocuparon plazas públicas, terrenos baldíos, espacios públicos y privados. Ellas, así, son clasificadas como refugiados. Viven en carpas. La gran mayoría de la población de refugiados del 12 de enero vive en áreas insalubres de donde el estupro y el robo intentan expulsarlos. Pocos meses después, en octubre de 2010, el cólera vino a agregar su contribución a la aflicción y a la desolación del pueblo haitiano. La pobreza y la miseria estaban presentes, pero hasta entonces no había cólera. La presencia de la Minustah marcó definitivamente al país con la introducción del cólera. Ya no podemos esconder o fingir ignorar los impactos negativos que tiene sobre Haití la colonización de las superpotencias. Ya no podemos dudar en concluir que la pobreza degradante es el resultado de un largo proceso de pillaje y expoliación, impuesto por las potencias que lo colonizaron y aún hoy lo colonizan a través de estructuras llamadas de reconstrucción o de vigilancia. El terremoto nos deja con más huérfanos, más víctimas de violencia y estupro, más enfermos mentales, más jóvenes sin esperanza, en suma, con más males. La refundación se hace urgente. ¿Conseguiremos hacer este frente común para la refundación del país? Lo que ocurre desde el terremoto no ofrece perspectivas interesantes en este sentido. Las propuestas de reconstrucción Inmediatamente después del terremoto, se establecieron ciertas estructuras a los fines de “facilitar” la reconstrucción. Entre esas estructuras, podemos citar la Comisión Interina para la Reconstrucción de Haití (CIRH), que es co-presidida por William Jefferson Clinton (ex presidente de Estados Unidos) y Max Jean Bellerive, entonces Primer Ministro del país. Inmediatamente, recordemos que se trata del mismo Bill Clinton que reconoció públicamente haber destruido la economía haitiana mediante las decisiones tomadas durante su mandato como presidente de Estados Unidos. Campesinos haitianos todavía sienten el gusto amargo de las consecuencias de las decisiones de Bill Clinton. Esta comisión estuvo encargada de:

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extranjeras en detrimento de las otras dos capas más débiles de la sociedad. Comprensiblemente, los gobiernos, con frecuencia, apoyaron a los explotadores. Es decir, para alcanzar el poder, políticos locales y gobiernos extranjeros se hicieron promesas mutuas, siempre en detrimento de los más débiles. A partir de esas alianzas y relaciones nació la burguesía local. Frente a todo esto, entendemos que la vivienda asume muchas formas, con las preocupaciones y los recursos disponibles. Entendemos también que el estilo de vivienda varía de acuerdo con el medio. Muchos eventos transforman el sector habitacional en el país. La llegada de marines de Estados Unidos, por ejemplo, dejó su huella en el paisaje. Varios gobiernos dictatoriales dejaron igualmente la suya. Por ejemplo, sabemos que el uso del hormigón (armado, bien armado o mal armado) en los edificios se verificó después de los incendios de las casuchas de personas que vivían en los barrios populares. Tales áreas fueron el blanco de muchos políticos por un largo período de tiempo. Para evitar constituirse en eternas víctimas de las medidas de los políticos, la gente recurrió al uso de hormigón en la construcción de sus casas. Otro elemento importante es la falta de planeamiento para explicar el aumento o las mutaciones en el uso de la tierra por parte de la población. Por ejemplo, el gobierno de los Duvalier no pensó en albergues para acoger a la masa de personas que traía a las ciudades en determinados períodos para apoyar al régimen. No pensó tampoco en las necesidades habitacionales de la mano de obra necesaria para el funcionamiento de las “cooperativas” que vinieron a establecerse en Puerto Príncipe a partir de los años 70. Hacía falta espacio para todas esas personas. Pero nada se planeó para acogerlas. Así, la migración interna combinada con un aumento de la población en el lugar hizo presión sobre los servicios existentes. Una parte significativa de la población de esos grupos se instaló gradualmente en áreas marginales impropias para la construcción, lo que generó, finalmente, esas favelas monstruosas e insalubres en varias áreas urbanas de Haití. La ciudad de Puerto Príncipe se expandió y abarrotó al punto de convertirse en una megalópolis con servicios insuficientes. La falta de control por parte de los responsables de los poderes públicos es evidente en esta capital, muchas veces llena de residuos (computadoras antiguas, televisores viejos, carcasas de automóviles, tejidos impropios para el ambiente, etc.) oriundos de países que buscan basurales para tirar sus residuos. La situación es muy crítica.


Después de la catástrofe, ¿cómo estamos? • acilitar las inversiones y esfuerzos de reconstrucción del país; • Garantizar que la ejecución de las prioridades, planes y proyectos sean fieles al Plan Nacional de Acción para la Recuperación Nacional de Haití, y sigan la secuencia conveniente de reconstrucción para crear un Haití mejor. Dos años más tarde, ¿cuál es el balance de la ayuda y de la reconstrucción? Según las informaciones del Gabinete del enviado especial para Haití, en marzo de 2012, relatado por Ramachandran, V. y Walz, J. (2012, 12), “las agencias humanitarias, ONGs, empresas privadas y otros prestadores de servicios no estatales recibieron el 99 por ciento de la ayuda humanitaria, mientras que menos del uno por ciento fue destinado al gobierno de Haití”. Aprovechemos para destacar que la CIRH aprueba, sin duda, proyectos interesantes, pero no se fundamenta en un plan incluyente ni en una visión global. Además, no se puede ni siquiera anticipar que algunas ideas o proyectos del pasado, que son el orgullo del país, se reproducirán en los planes aprobados. Hay riesgos de que la memoria de un país entero desaparezca en favor de los intereses capitalistas que dicen pensar el desarrollo sin considerar algunas riquezas (históricas, culturales, ambientales...). El texto sobre el Parque Industrial de Caracol (Doucet, R.C., 2012) es muy revelador. Tal vez, se trate de una cuestión estratégica. Se piensa en eliminar a un pueblo haciendo desaparecer sus recuerdos y todo lo que lo caracteriza. La orientación de las intervenciones La reconstrucción sufre diversas intervenciones desde el 12 de enero de 2010. Algunas organizaciones trabajan en la recolección de escombros en el ámbito del programa Cash for Work (“trabajo a cambio de remuneración”), otras demuelen casas muy agrietadas o en parte caídas, otro grupo hace reparaciones en casas poco afectadas o construyen albergues provisorios. El conjunto de esas medidas se hace sin coordinación alguna de parte de responsables del Estado. Se arregla donde no se debía ni haber construido. Se construye o reconstruye en espacios donde no hay condiciones para la construcción. Se llevan servicios a lugares donde la gente no deberían estar. Se reproducen las mismas circunstancias de riesgo de antes del 12 de enero. Se realizan intervenciones en las infraestructuras sociales y de servicios comunitarios (agua, vías, drenaje, saneamiento, etc.). El caso del Proyecto de Desarrollo Participativo (Prodep) es digno de nota. Como se explica en su

publicación “Informaciones Prodep 2012”: “Prodep y Prodepur preparan a las comunidades rurales más pobres y a algunas comunidades urbanas vulnerables para que ellas mismas promuevan el desarrollo de sus áreas, apoyándolas técnicamente y haciendo que ellas administren directamente los recursos públicos destinados a sus proyectos de desarrollo local”. La Organización Comunitaria de Base (OCB) queda como gestora del sistema, la Oficina Técnica de Ejecución (BTC) asegura el cumplimiento de las normas y patrones, las OCBs reclutan un coordinador técnico, los dirigentes (de las OCBs) proveen la supervisión... y el trabajo del supervisor será evaluado por los beneficiarios. (Informaciones Prodep 2012, 5). Este proyecto hasta parece interesante en términos de participación y de responsabilidad cívica. Pero se puede preguntar: ¿quién va a planear de acuerdo con la evolución de la población? ¿Cuál es el papel del Estado central, que debe, entre otras cosas, prever, evaluar, establecer prioridades, planear y ejecutar planes? ¿Quién va a determinar el valor de los impuestos a pagar? ¿Quién recogerá esos impuestos? La gestión participativa, ¿significa la sustitución del Estado? La implementación del Prodep, ¿no sería una forma de eliminar el Estado? ¿Quién tiene o puede tener ese interés? Si el Estado no dirige, no controla a su población, no recoge los impuestos, ¿cómo puede intervenir? ¿Se planea otra desgracia nacional por más tiempo, después de las de 1915, 1994 y 2004? La presencia de tropas extranjeras para “reestablecer el orden”: ¿qué orden? ¿O quieren permanecer indefinidamente? A pesar del aspecto participativo de que se pueden revestir las estructuras Prodep o Coprodep, es claro que la generalización de tales estructuras, de la manera en que fueron proyectadas, es muy peligrosa para la sustentabilidad del Estado. Además, nótese que las OCBs son grupos de personas que fueron incentivadas por los organizadores a crear estructuras para participar en el Coprodep. Las antiguas organizaciones de base no son aceptadas en el Prodep. En otras palabras, las organizaciones que participaron en varias luchas populares a lo largo de los últimos 20 años no pueden formar parte de esa estructura. Las organizaciones de mujeres que encabezaron el movimiento de protesta en el país no forman parte y sus nombres no son mencionados en esas estructuras. ¿Sería algo estratégico alejar a esas antiguas organizaciones para estimular nuevas composiciones sin antecedentes organizacionales y montar una estructura que parece independiente de los responsables del Estado? Aún en el ámbito de la reconstrucción, se pueden notar las intervenciones en la formación

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Haití por sí y escuela para los niños, etc.). Las casas son construidas con madera y tejados de chapa. El autor se refiere a una vivienda construida después de varios desastres naturales desde 2008 y después del terremoto del 12 de enero de 2010. En otro artículo, Joseph (2012) habla de “dos compartimentos para dormir”, mientras destaca que “más del 60% de los domicilios tienen un tamaño que admite de 4 a 6, 7 a 9, 10 o más personas”.

3. Conclusión El terremoto del 12 de enero de 2010 emocionó e hizo llorar a mucha gente. La solidaridad local permitió que un gran número de personas permanecieran con vida. La solidaridad internacional demostró que amigos de aquí y de otros lugares pensaron en los haitianos. Pero los intereses de las elites y los capitalistas, como siempre, están presentes para robar todo lo que pertenece a la gran masa. La miseria fue a esconderse en áreas impropias para la construcción. La rueda de la miseria continúa girando. La refundación no está en la cabeza de quienes toman las decisiones. La reconstrucción no trajo resultados alentadores. Algunos bolsillos continúan llenándose, los pobres continúan siendo más pobres. Se le debe dar una oportunidad a Haití para que salga del túnel de la miseria. Se debe parar de apoyar a los corruptos. Se debe parar de proponer modelos para la nueva generación. No es suficiente creer o decir “Ayiti pap peri”; sólo se debe dar una oportunidad a este país, pensando en todos sus hijos y en todas sus hijas.

4. Algumas referências Doucet, R.C. (2012) : Parc industriel de Caracol : pour protéger un patrimoine naturel et culturel en danger. In Observatoire de la reconstruction num.2 pp8-11 Élie, J.R. (2012) : Reconstruction ou refondation? À paraître Élie, J.R. (2012) : L’habitat en Haïti : évolution, carences et risques. À paraître dans la revue CEPODE num3) Joseph, F (2012) : Inégalités sociales face au logement. (à paraître dans la revue CEPODE num3) Louis, I (2012) : la relocalisation des familles victimes des catastrophes naturelles à Port-au-Prince. Boletín Científico Sapiens Research, Vol. 2(2)-2012. PRODEP INFO : (2011) num7 juillet-aout 2011. Vijaya R. et Walz J. (2012): HAÏTI: Où est allé tout l’argent? Center for Global Development

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de mano de obra calificada para los trabajos de construcción civil. Se observan también estudios que se encuentran en marcha para avanzar en el planeamiento de determinadas áreas (Centro de Puerto Príncipe, Delmas 32, Carrefour-Feuilles, Fort Nacional, etc...), bajo el lema “espas pan, katye pan, vil nó vle la”. En esos espacios, se nota, a pesar de todo, una buena participación de la comunidad. Pero la gran cuestión que permanece sin respuesta es ésta: ¿sobre el terreno de quién se van desarrollar los trabajos? La cuestión de la tierra es una cuestión espinosa en Haití. Además, un gobierno (el de Préval) declara de utilidad pública un espacio; otro, (el de Martelly) revoca la decisión. ¿En beneficio de quién se trabaja? ¿Quién protegerá los intereses de las masas pobres y sin tierra en esos actos llamados de reconstrucción? Paralelamente a todo esto, los refugiados de los campos son forzados a dejar los espacios ocupados desde el 12 de enero de 2010 (plazas públicas, edificios públicos, etc.). En algunos casos, los ocupantes de esos espacios reciben 20 mil gourdes (cerca de 500 dólares) para pagar una casa de 10 mil gourdes y desarrollar una actividad con el resto. Somos todos conscientes de que la vivienda está volviéndose cada vez más rara, con la invasión de las ONGs y la cantidad de casas destruidas. ¿Dónde van a ser alojadas las personas que hoy viven en los campos? De cualquier manera, no podrán buscar albergue en las grandes favelas antiguas de Puerto Príncipe a causa de la violencia que las asola desde hace meses. No tendrán elección a no ser que se continúe construyendo en espacios reservados o en lugares inadecuados para la construcción. Hoy, más que nunca, hay preocupación por la situación de Morne l’Hôpital, un área de reserva estratégica para toda la región metropolitana de Puerto Príncipe. Sin embargo, la multiplicación de las construcciones era evidente desde inmediatamente después del terremoto. Se desea desplazar a la gente sin planeamiento. ¿Podemos hablar de reconstrucción racional en tales circunstancias? Por otro lado, un número significativo de personas instalan sus tiendas en espacios identificados como zonas eventuales para la construcción (Titanyen, Bas du morne à Cabri, etc.). En esos espacios no hay ningún servicio ni planeamiento. La gente hace lo posible con los medios disponibles. Además, se proponen diversos proyectos de construcción, pero ¿qué tipo de construcción? En un artículo titulado “El desplazamiento de víctimas de desastres naturales” (Louis 2012, 3), el autor habla de casas de 18 m2 construidas para una familia de seis hijos, sin servicios (agua, electricidad, recolección de basura, parque



Capítuo 3 Por Phares Jerôme

Soberanía alimentaria: un territorio agrícola en agonía

El hambre y la desnutrición que afligen a buena parte de la población son consecuencia de la falta de programas integrados, a gran escala, en relación con la nutrición y la seguridad alimentaria. Los órganos públicos encargados de ese sector tienen dificultades para realizar su tarea. “La inseguridad alimentaria, junto con la debilidad del poder de compra, con las insuficiencias del sector productivo y con la precariedad de las fuentes de ingreso, aumentan la vulnerabilidad de las familias en relación con los choques económicos y sociales”, dice el PDNA. Los programas “Aba grangou” y “Ti manman cheri”, lanzados por el presidente Michel Martelly, no están dando aún los resultados esperados.

Foto: Ermanno Allegri

A pesar de la debilidad del territorio agrícola haitiano, la agricultura representa aproximadamente el 25% del PBI y el 50% de los empleos. En todo el país, hay 85.000 hectáreas irrigadas con un potencial de 150.000. Según el PDNA (Post Disaster Needs Assessment/ “Evaluación de las Necesidades Pos-Desastres”), antes del sismo del 12 de enero de 2010, Haití ya era uno de los países de las Américas más afectados por la desnutrición y por el hambre. A pesar de la ayuda internacional, cerca de 3,8 millones de personas, el 40% de las familias, vivían en la miseria. Esto se traduce en la incapacidad para garantizar lo necesario para la alimentación básica. De esa cantidad, el 30% de los niños padecían desnutrición crónica, lo que representa, según los cálculos, un costo económico de por lo menos 1.200 millones de dólares, el 30% del PBI.


Soberanía alimentaria: un territorio agrícola en agonía La catástrofe de enero de 2010 no dejó afuera al sector agrícola. Según el cuadro presentado en el PDNA en relación con este sector, los destrozos y los deslizamientos de tierra destruyeron los sistemas de irrigación que cubrían 3.500 hectáreas, así como los centros de almacenamiento y de mejoramiento de las zonas afectadas. Los ingenios de azúcar de Darbonne y los edificios administrativos y técnicos del Ministerio de Agricultura también fueron destruidos. Y con ello, casi un tercio de las familias perdió el stock de la producción de subsistencia, evaluado en 12 millones de dólares. En total, 600.000 personas abandonaron las zonas de la catástrofe. No hay duda de que la tragedia agravó los problemas estructurales que sufre el sector agrícola y redujo, aún más, la capacidad del gobierno para enfrentarlos. La incapacidad para resolver los problemas relacionados con las necesidades alimentarias, en cantidad y calidad, afecta, particularmente y en forma inquietante, a las mujeres embarazadas, a aquellas que amamantan y a los niños pequeños. En algunos manuales escolares, se dice que Haití es un país esencialmente agrícola. Considerando la situación actual del sector agrícola, algunos llegaron a pensar en sacar esa frase de los libros de geografía, pues el país no logra ya nutrir a su población. En 2007, según la Coordinadora Nacional de Seguridad Alimentaria (CNSA), el 52% de la alimentación disponible en Haití era importada. Sin embargo, en el pasado, Haití era un país autosuficiente en materia alimentaria. “La economía del país se basaba en la exportación de productos alimentarios agrícolas, como el café, el cacao, el azúcar. La producción de los mismos tuvo una declinación drástica durante los años 80”, dice Chavannes Jean-Batiste, líder del Movimiento Peasant Papaye (MPP), una de las más importantes organizaciones campesinas del país. Factores que atentan contra el avance de la economía en Haití son: la falta de inversión en el sector, la crisis política recurrente, y, además de esa inestabilidad política, el préstamo mal realizado de recursos financieros. En el sector público, se han dedicado pocos recursos a reforzar la capacidad productiva económica en los últimos decenios. En el sector privado, los recursos financieros, a través del crédito distribuido por el sistema bancario, fueron esencialmente

Los cerca de 10 millones de habitantes de Haití tienen

concedidos a las actividades comerciales en detrimento de los sectores productivos, entre los cuales está la agricultura.

condiciones para auto-sustentarse, como ya ocurrió en el pasado, con

Problemas estructurales

la agricultura de subsistencia. En la

La ausencia de crédito, la falta de inversión pública y la competencia desleal de los productos extranjeros son algunos de los problemas que enfrenta el sector agrícola. De un país autosuficiente hace algunos decenios, Haití es hoy un país dependiente en alimentación. Estos problemas existían antes incluso del sismo del 12 de enero de 2010. Con cerca de 10 millones de habitantes, Haití constituye un gran mercado para sus vecinos, entre los cuales se encuentra República Dominicana. “Las importaciones correspondían al 48% de la demanda global en 2001”, afirma el economista Frédéric Gérald Chéry, en su obra La Economía y sus fundamentos cognitivos en Haití, de 2008. Este autor sostiene que la demanda de arroz en Haití enriquece al campesino de Asia o al estadounidense, la demanda de textiles enriquece al obrero chino, y la de huevos, a los hacendados dominicanos. Según los resultados de la Encuesta Nacional sobre Seguridad Alimentaria, realizada por la CNSA, el 80% del consumo nacional de productos, como arroz, huevos y carne de aves, son importados, así como el 65% de pro-

foto, ST-Naré Philefranp, portavoz del Movimiento de Campesinos Papaye (MPP), supervisa un vivero de legumbres. Foto: Phares Jerôme

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Haití por sí

Haití es un país constituido por un 75% de montañas y en el que la cobertura forestal es actualmente de menos del 2%. Se trata de un país en vías de desertificación acelerada. En la foto, parte del camino que lleva a Fond Cochon, en Grand’Anse. Foto: Phares Jerôme

“La pequeña dimensión de los terrenos constituye una de las embarazosas cuestiones de la agricultura haitiana, en la medida en que restringe las posibilidades de sustitución de la mano de obra por equipamiento mecánico. Esto la limita a un bajo nivel de productividad por unidad de mano de obra y, como consecuencia, a un bajo ingreso familiar”, se resalta en el informe. Frecuentemente, las grandes propiedades pertenecen a las familias ricas que viven en las grandes ciudades del país o en el extranjero. El hecho es que, mientras tanto, no se hace nada. Muchos campesinos, para sobrevivir mínimamente, hacen acuerdos para trabajar como medieros, esto es, trabajar en terrenos de otros propietarios a los que les ceden la mitad de la cosecha. Chavannes Jean-Baptiste dice que no existe una política de producción agrícola por parte del Estado. “La agricultura sólo obtiene beneficios de cerca del 4% del presupuesto nacional, que es utilizado sólo para pagar su funcionamiento”, denuncia. “No hay prácticamente ninguna inversión en el sector agrícola. Los campesinos están abandonados a su propia suerte”. La degradación del medio ambiente es otro factor importante en la caída de la producción agrícola. Según el líder del MPP, los suelos son destruidos por la erosión, que arrastra millones de toneladas de tierras arables que van a destruir, a su vez, el ambiente marino, complicando la situación de los pescadores artesanales. “La situación es cada vez más catastrófica cuando se sabe que Haití es un país que está constituido por un 75% de montañas y que la cobertura forestal es actualmente de menos del 2%. Se trata de un país en vías de desertificación acelerada”, denuncia. Chavannes Jean-Baptiste enumera otros obstáculos para el desarrollo del sector agrícola, como la problemática de las tierras desocupadas, caracterizadas por la ausencia de títulos de propiedad y de registro. “Muchos campesinos no tienen acceso a la tierra. Aquellos que tienen acceso a un pedazo de tierra, en su gran mayoría, se enfrentan con problemas relacionados con la seguridad de su inmueble. Saben que pueden ser desalojados en cualquier momento”, se indigna. A esto se debe agregar: la ausencia de crédito agrícola, la ausencia de asistencia técnica, la debilidad de las infraestructuras agrícolas, la inseguridad de los precios y

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ductos derivados de la leche. Sin embargo, en 1981, la importación de productos alimentarios no alcanzaba al 19%. No hay duda de que el problema se agravó con el paso de los años. “Los haitianos importan cada año más de 400.000 toneladas de arroz, evaluadas en 240 millones de dólares estadounidenses”, se lamenta el presidente de la Federación Nacional de Productores de Arroz de Haití (Fenaprih), Pierre Richard Santard. Esto hace que Haití sea el tercer importador de arroz, después de México y de Japón. La liberación del mercado desde 1986 es la principal causa. Sin embargo, a pesar de la necesidad de incentivar al pequeño agricultor, un estudio de la CNSA destaca una cuestión hasta embarazosa en relación con el reinicio de la agricultura haitiana: la pequeña dimensión de los terrenos. Esos pequeños terrenos, según el Consejo de Seguridad Alimentaria, restringen las posibilidades de sustitución de la mano de obra por equipamientos mecánicos y se limitan a un bajo nivel de productividad por mano de obra unitaria. Para la CNSA, la cultura agrícola debería estar constituida, en promedio, por 2,35 de esos pequeños terrenos de más o menos 0,62 hectáreas, o 1,46 hectáreas por cultura agrícola, lo que pondría en jaque a la agricultura familiar.


Soberanía alimentaria: un territorio agrícola en agonía

Café criollo, un manjar disputado Por Adriana Santiago La inauguración de las nuevas instalaciones del Instituto Nacional del Café de Haití (Incah), el 12 de octubre de 2012, fue una señal del valor que el gobierno haitiano les ha dado a sus productores de café. Incluso es menos de lo que necesitan, pero ya es un comienzo. Éste fue otro paso, iniciado en noviembre de 2011, en Kenskoff, con la primera Cumbre Internacional “Café Haití”, para discutir formas de promover y desarrollar la industria del café en el exterior. El Incah es un organismo público independiente, sin fines de lucro, creado por diferentes operadores del sector, principalmente los productores de asociaciones y organizaciones no gubernamentales que trabajan en el incentivo al sector cafetero en Haití bajo la supervisión del Ministerio de Agricultura, Recursos Naturales y Desarrollo Rural. El Instituto tiene el objetivo de contribuir al desarrollo de la industria del café, garantizando la mejora de las condiciones de vida de las personas involucradas. El ministro Thomas Jacques, en el discurso de inauguración de la nueva sede, afirmó que cree que el sector puede funcionar mejor y que se va a posicionar más agresivamente, desde la producción hasta la comercialización. El coordinador ejecutivo del Incah, Jobert C. Angrand, entrevé una victoria de los productores de café, pues el sector se autoorganiza desde el año 1990 y es la primera vez en la historia que el gobierno promueve medidas combinadas de protección del medio ambiente y de incentivos económicos para reagrupar al sector cafetero.

Recocarno se destaca Entre las varias cooperativas, la que se destaca, principalmente por el volumen de exportaciones, es la Red de Cooperativas del Norte (Recocarno), que tiene su oficina sede en la ciudad de Cabo Haitiano, situada a 250 kilómetros al norte de Puerto Príncipe. En las regiones del Norte y Nordeste del país se esparcen 6.500 productores en propiedades que no llegan a las dos hectáreas. Los organizadores, como el presidente de Recocarno, Aurèle Décimus,

reclaman sobre la imposibilidad de aumentar la producción individual a causa del tamaño de las propiedades. Sin embargo, comparado con los colegas, él es casi un “latifundista” en la frontera con República Dominicana, con siete hectáreas de tierra, donde trabaja con sus diez hijos. Décimus se sale un poco de la regla, pero no llega a ser un agronegocio en el sentido propio de la palabra. Sin embargo, desde otro punto de vista, no se puede olvidar que la pequeña dimensión de las tierras es un incentivo natural para la agricultura familiar, señalada por la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) como un medio para la soberanía alimentaria. El café se exporta en gran escala a través de la oficina Recocarno Trading Company Twin, que trabaja en el incentivo a la producción de café, en el marketing de productos, en el fortalecimiento organizacional y en la diversificación de sus miembros, ya que cada región posee una diversidad de café y añade valor agregado a la oferta. Solamente Inglaterra se lleva hasta ocho containers por año, con un precio que varía de acuerdo con el mercado internacional, pero también Canadá y Francia son buenos clientes. En Estados Unidos, uno de los principales países importadores, por ejemplo, el Alltech Café Citadelle, un café árabe que se recoge manualmente, orgánico, cultivado a la sombra de tierras alrededor de la fortaleza Citadelle Laferriére, y que tiene hasta certificación internacional (Fair-Trade Certified™), se vende a 12 dólares el kilo (12 Oz). En Brasil, un café común cuesta hasta 2 dólares. Recocarno, fundada en 1997, es la cooperativa de café más antigua de Haití, y desde 1998, con la ayuda de la ONG Oxfam, tiene también certificación de comercio justo de la FLO (Fairtrade Labelling Organization), una empresa independiente de certificación internacional. Esto aumenta mucho el valor del café. Por eso es necesario administrarle muchos cuidados.

Patrón internacional Para conservar los altos patrones internacionales se hace necesario el auxilio de ONGs extranjeras para ayudar en la preparación de los viveros y en la distribución de la semilla ideal. Son 5 millones

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Haití por sí

Una cuestión relacionada con el café, incluso, reporta un beneficio importante al país, que padece la deforestación y, consecuentemente, la erosión (el café generalmente crece debajo de los árboles). Así, el cultivo del café en el Norte y el Nordeste ha combatido la deforestación y fomentado la replantación de árboles que los haitianos llaman Sament, que mantienen el suelo sin erosión y proporcionan sombra al café. “Gracias a la presencia de nuestros miembros en diferentes municipios de los Departamentos del Norte y Nordeste, algunos árboles todavía están de pie en esas áreas”, celebró el presidente de Recocarno, Aurèle Décimus, en una entrevista con Le Nouvelliste. Por éstos y otros beneficios, como el fortalecimiento económico de las mujeres, Recocarno fue laureada en 2003 con el premio René Dumont, que distingue las contribuciones al desarrollo rural de los países del Sur.

El café criollo de granos árabes se planta a la sombra, en una producción totalmente artesanal. Foto: Phares Jerôme

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de botellitas que van y vienen llenas de semillas seleccionadas en forma de préstamo. De este modo, Recocarno supervisa todo el ciclo productivo para mantener el patrón y no perder la certificación. El control se realiza a través de ocho cooperativas, en las seis comunas y en dos distritos –Norte y Nordeste–, y de los cerca de cincuenta empleados de la misma red de cooperativas. En razón de la especificidad de cada región, el sabor del café depende de dónde viene. Hay una diferencia entre los cafés plantados en Dondon, Plalesance o Mont-Organisé. Hasta el transporte interfiere en el sabor; por eso, todo el proceso se realiza con mucho cuidado, desde el momento en que es separado por una máquina, fermentado, lavado y secado al sol. Ningún grano considerado malo puede entrar en el lote para exportación. Este “grano malo”, sin embargo, se vende en el comercio local a precios muy competitivos.


Soberanía alimentaria: un territorio agrícola en agonía la drástica caída de la productividad de los suelos y de la producción misma. La deforestación es otro gran problema que afecta al sector agrícola. Según un informe del Ministerio de Economía y de Finanzas, en el país se talan cerca de 30 millones de árboles cada año. Esto hace que el país sea muy vulnerable a las catástrofes naturales. Y con cada catástrofe, se registran enormes perjuicios en el sector agrícola. Paralelamente, las tierras disponibles para la agricultura se reducen cada vez más. Otra consecuencia de la deforestación es la disminución de la cantidad de agua disponible para irrigación. Hasta ahora, no existe ninguna política de reforestación, y tampoco una política de energía que tienda a reducir el consumo de carbón de madera, que garantiza alrededor del 75% de las necesidades de energía para el consumo en la preparación de alimentos en las ciudades. Hoy, incluso en el medio rural, la leña para cocinar es cada vez más escasa. La agricultura se convirtió así en una actividad extremadamente vulnerable. En la estación seca los campesinos enfrentan la sequía y, en la estación lluviosa, las inundaciones. Los problemas del sector agrícola haitiano son casi los mismos en todas las regiones del país.

Léogâne añora su caña de azúcar Las planicies de la comunidad de Léogâne, situada a casi 53 kilómetros de Puerto Príncipe, están siendo urbanizadas en detrimento de la producción agrícola. Ese fenómeno, que comenzó hace algunos años, ya ha ocasionado la desaparición de un buen número de plantaciones de caña de azúcar. “Por 20 años, Chatuley (una zona de Léogâne) era una vasta plantación de caña de azúcar. Se circulaba con dificultad por los estrechos corredores de los campos de plantación. Hoy, esa localidad está tan poblada que se está transformando en una favela”, constata Civil Melour, presidente del Movimiento de Agricultores de Léogâne. En la comunidad de Léogâne está ubicado uno de los raros, si no el único, ingenios de azúcar del país. Construido en 1983, el ingenio fue cerrado durante cierto tiempo, antes de ser rehabilitado por el ex presidente René Préval, en el transcurso de su primer mandato (1997-2001). Al comienzo, Léogâne producía caña de azúcar suficien-

Las montañas deforestadas durante siglos sufren una erosión severa. Foto: Ermanno Allegri

te para abastecer al ingenio. Cientos de ingenios de destilación funcionaban como productores de alcohol, cuya producción era capaz de abastecer al mercado leoganés y los de otras ciudades de la provincia. Esta situación hoy ya no existe. “El ingenio funciona lentamente después de su rehabilitación”, dice el agrónomo Martenot-Nels Narcius, jefe del Servicio Industrial del ingenio. El terremoto del 12 de enero de 2010 fue, prácticamente, un golpe mortal a lo que restaba del sector agrícola en Léogâne. Las plantaciones de caña de azúcar, cerca de 70 cuadras de tierra, en Santo y en Sarbouse, fueron devastadas después del terremoto. “Las plantaciones fueron quemadas por la población en su búsqueda de refugio, después de la catástrofe”, explica el agrónomo. Según Narcius, las tierras que pertenecían al ingenio de azúcar de Darbonne estaban esencialmente reservadas al cultivo de la caña de azúcar y para la producción de nuevas variedades de caña en sustitución de las primeras; hace por lo menos 12 años que se volvieron poco rentables. Actualmente, esas 70 cuadras de tierra fueron divididas en parcelas y urbanizadas, reduciendo considerablemente la producción de caña para el funcionamiento del ingenio. Una ONG construyó allí albergues provisorios, diseminados u organizados en pequeñas villas urbanas, para las víctimas del sismo.

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Haití por sí La diversificación de la plantación, principalmente la inversión en fruticultura, es la apuesta de la mayoría de los programas que invierten en sustentabilidad en Haití. Foto: Ermanno Allegri

las ciudades, donde están disponibles los servicios de base (salud, educación y esparcimiento). En 2010, la comunidad de Léogâne, terriblemente afectada por el sismo, se transformó en un lugar de acogida de las ONGs internacionales. Eso contribuyó a que los jóvenes de las zonas rurales fuesen cada vez más atraídos hacia las ciudades. El alcalde adjunto de Léogâne, Wilson Saint, lamenta que continúen realizándose construcciones en forma anárquica en la comunidad y que la expansión de la ciudad se esté realizando sobre tierras fértiles. Dice, además, que es indispensable un plan de urbanización nacional y la identificación de las tierras agrícolas, de los espacios reservados, de las propiedades del Estado y de las zonas residenciales, como un paliativo necesario para el problema. Saint denuncia la falta de cohesión y de coordinación entre las medidas del Estado central y las de los municipios, que deben ser un prolongamiento del Estado en las comunidades.

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“El funcionamiento del ingenio es instable”, se lamenta Martenot-Nels Narcius, por falta de materia prima. Como muchos de los leoganeses, el jefe del servicio industrial del ingenio de azúcar de Darbonne teme que la producción de caña, que es la base económica de Léogâne, sea completamente sustituida por construcciones dentro de algunos años. La caña de azúcar, dice, es considerada un cultivo rentable dado que no necesita muchos cuidados. “Destruir la producción de la caña es arruinar la economía de la comunidad”. Se constata que, lamentablemente, no se hizo nada para recuperar las tierras ocupadas por las víctimas del sismo de 2010. La comunidad de Léogâne, reputada por su cultivo de caña de azúcar, su producción de azúcar y su aguardiente “Clarin”, está dividida en trece secciones administrativas comunitarias, de las cuales tres están ubicadas en las planicies y diez en las tierras montañosas. Hasta los años 80, Léogâne era una zona esencialmente agrícola. Esa reputación se remonta a los tiempos de la colonia de San Domingo, cuando Haití era el territorio francés más próspero. Además de la caña de azúcar y de la banana, Léogâne era conocida por el cultivo de otros alimentos. Allí se cultivaban cereales (poroto, arroz, maíz), raíces, tubérculos (mandioca, papa) y frutas (mango, aguacate); esto hacía de la comunidad una de las localidades más productivas del país. “La comunidad producía en abundancia como para nutrir bien a su población”, recuerda Jean Edward Théagène, secretario general de la Organización de los Ciudadanos Unidos para la Reconstrucción de Léogâne (CURL). “Hoy, la producción agrícola está considerablemente en baja”, se lamenta Théagène. “Léogâne, como el resto del país, depende del exterior”. Para los responsables de algunas organizaciones e instituciones que trabajan en la agricultura en Léogâne, la ausencia de un plan nacional de urbanización y la falta de responsabilidad del Estado en lo que se refiere a promover la agricultura son las mayores causas del “descenso a los infiernos” del sector agrícola. Jean Edward Théagène es terminante: “Los agricultores están entregados a su propia suerte”. Esta frase está convirtiéndose en un tema recurrente. Y por una razón bien conocida, los campesinos abandonan su vivienda para aprovechar los beneficios de


Soberanía alimentaria: un territorio agrícola en agonía En defensa del arroz nacional Artibonite, el segundo Departamento del país en términos de población, es el primer productor nacional de cereales, pero es particularmente conocido por la producción de arroz. Más de tres cuartos de la producción nacional de arroz (el 80%) viene de las vastas planicies de ese Departamento. Muchos afirman que Artibonite podría, sólo, producir las 400.000 toneladas de arroz que la población haitiana consume cada año. Como en el resto del país, los agricultores artibonitenses se enfrentaron con muchos problemas, principalmente la competencia con los productos importados, la liberación del mercado de los productos agrícolas, los riesgos de inundación, las pérdidas de cosechas en las zonas de producción y la disminución de los espacios cultivables. “No hay inversión suficiente por parte del Estado para apoyar la producción de arroz de Artibonite”, se lamenta María Melisena Robert, responsable del Movimiento de Ayuda a las Mujeres de Liancourt Payen (MAFLPV), de la misma comunidad de Verretes. Robert solicita más inversión en infraestructura agrícola. Isnard Louis, responsable de la Asociación de Plantadores para el Desarrollo de la Agricultura en Artibonite (Apdal), es otro de los que afirma que los agricultores están entregados a su propia suerte. “Nosotros sólo recibimos ayuda de Oxfam”, dice. Louis cree que Artibonite podría producir mucho más arroz si las tierras fueran irrigadas regularmente o si los agricultores dispusieran de suficiente equipamiento agrícola. A pesar de los problemas, los agricultores de Artibonite no se desaniman. Crearon, en 2001, la Red de Asociaciones Cooperativas para la Comercialización y la Producción Agrícola del Bajo Artibonite (Racpaba), antes de estructurar en 2012 la Federación Nacional de Productores de Arroz de Haití (Fenaprih) para defender sus derechos. Es importante también notar que Artibonite es uno de los raros Departamentos geográficos del país que dispone de su propio organismo de desarrollo rural, el Organismo de Desarrollo del Valle de Artibonite (ODVA). “Es una pena que esa institución no realice su papel de reclutamiento de plantadores”, señala Isnard Louis.

Plantaciones de arroz en la región de Artibonite. Foto: Ermanno Allegri

Desde hace diez años, los productores de arroz de Artibonite se benefician con el acompañamiento de la organización internacional Oxfam, que invierte en tecnología agrícola, y es eso lo que les falta, y mucho, a los productores. “Durante los últimos cuatro años, hubo muchas inversiones públicas y no públicas en la producción de arroz”, dice Yolette Etienne, directora del programa de la Oxfam en Haití. Etienne afirma además: “Oxfam sola invirtió seis millones de dólares estadounidenses en tres años para el reinicio del sector agrícola, tres de los cuales se invirtieron en el arroz. Eso permitió, prácticamente, duplicar la producción de arroz a nivel del Departamento”, informa, satisfecha. “La productividad pasó de 2,5 a 4,5 toneladas en algunas zonas”.

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El arroz a la vera del camino

El arroz criollo, que se seca a la vera del camino, se vende a un precio muy alto porque se convirtió en un manjar raro en el país. Foto: Ermanno Allegri

Por Adriana Santiago

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El arroz haitiano es caro. En cualquier lugar del mundo, pero principalmente en Haití. Un artículo raro en la mesa de la gente común del país. A causa de innumerables subsidios, el arroz estadounidense logra llegar a las góndolas de Puerto Príncipe con precios incluso hasta por debajo del costo de producción. Así, el cultivo y la comercialización del arroz dejaron de ser una de las mayores fuentes de ingresos en las exportaciones del país para transformarse en un artículo de lujo para el comercio local. El plato típico, el Labí, es arroz con yon yon (una especie de hongo), que se sirve con langosta y cuesta una pequeña fortuna para los patrones locales. Y no es por la langosta, que es un artículo caro en cualquier lugar del mundo. El arroz es caro en sí mismo, a veces hasta más que la langosta. Así como el pollo local, el arroz haitiano puede costar el doble que el importado. El pollo frito para un extranjero es siempre igual, pero los haitianos se deleitan al saborearlo, ya que es uno de sus manjares locales, rodeado de “banana con cáscara” frita en rodajas, como si fuesen papas. Es realmente una delicia. Ante la rareza, no hay manera de no observar con alegría a la vera del camino, en los alrededores de Cabo Haitiano, todo aquel arroz secándose al sol sobre una lona fina. Paramos para verlo. “¿Es para vender?”, preguntamos. “Claro, todo aquí es para vender”, responde alegre la comerciante, quien explica que las familias campesinas plantan el arroz en los alrededores y lo venden a los que pasan en automóviles por el camino. Buenas ventas, siempre. Sí, cuesta el doble que el arroz importado. Es fácil deducir que, si se incentivara esta producción, el arroz fácilmente impulsaría nuevamente la economía del país, basada en la agricultura familiar. Porque es sabroso, como el equipo de Adital pudo comprobar en un delicioso almuerzo servido en la casa de nuestro amigo y traductor, Robenson de Lafortune.


Soberanía alimentaria: un territorio agrícola en agonía Entre las medidas que permitieron el aumento de la producción de arroz en Artibonite, se debe destacar la subvención para abono por parte del Estado haitiano, desde diciembre de 2008. “El nivel fijo de subvención del Estado es importante y del orden del 80%. En consecuencia, el consumo de abono aumentó de 15.000 toneladas, en 2008, a 45.000 toneladas en 2010”, según informaciones de la CNSA. Hasta fines de agosto de 2011, el gobierno haitiano había distribuido 17.400 toneladas de abono contra 32.000 toneladas en el mismo período de 2010. Sin embargo, algunos responsables de las organizaciones de campesinos creen que el elevado precio del abono es uno de los mayores problemas que enfrentan los agricultores. “El Estado debe poner el abono a disposición de los agricultores”, exige Dessous Carrnine, responsable de la Organización por el Crecimiento de las Mujeres Haitianas, que viene ganando fuerza política en el Departamento de Artibonite. Frecuentemente, grandes comerciantes o políticos recogen el abono subvencionado por el gobierno para venderlo a un elevado precio en el mercado. Oxfam interviene en diferentes niveles de la cadena agrícola, entre ellos la producción, el mejoramiento y la comercialización. Y todo se hace, según Yolette Etienne, de común acuerdo con el gobierno, tanto a nivel nacional como a nivel local, de manera descentralizada. En Dubuison, una localidad de Artibonite, los agricultores pudieron, después de cinco años de incidentes, aprender a gustar del cultivo de sus campos. Gracias a un financiamiento de Oxfam, se puso nuevamente en servicio el canal de irrigación de la localidad, que mide cerca de 9.000 metros e irriga aproximadamente 100 hectáreas. “Eso permitió un aumento de la producción de arroz y del cultivo de hortalizas en la localidad”, informa, contento, Cebé Augustin, coordinador de la OAD (Organizasyon Ayisyèn pó Developman / “Organización Haitiana de Desarrollo”), agregando que “también se limpiaron los canales secundarios”. Por intermedio de un programa de apoyo a la producción y a la comercialización de arroz en el Valle de Artibonite, la Unión Europea y Oxfam, conjuntamente, equiparon a la comunidad de Petite Rivière, en Artibonite, con una unidad de mejoramiento. Esa unidad recibió generadores, motoculto-

Saintilus Herman, director de una guardería infantil en Papaye, muestra el vivero con las mudas que están produciendo junto con el MPP para incentivar la agricultura local. Foto: Phares Jerôme

res, equipamientos para selección de semillas y otros materiales que favorecen una mejor presentación del producto final. Para dar empuje a la producción, algunos productores reciben créditos de servicios a través de organizaciones locales asociadas a Oxfam, lo que les permite cultivar sus campos incluso si no tienen los fondos necesarios para su preparación y mantenimiento. “Esto es lo que se podría llamar un crédito en un sistema de intercambio, es decir, recibir lo necesario, como las semillas, los fertilizantes e insecticidas, así como la mano de obra para hacer el trabajo, y después de la cosecha el crédito será reembolsado de la misma forma, o sea, devolviendo lo que se recibió antes de la cosecha”, explica el agrónomo Willard Xavier, coordinador del Programa de Medios de Vida de Oxfam en Artibonite. Mediante estas medidas, Oxfam y sus asociados tienen por objetivo reforzar la producción agrícola y, al mismo tiempo, mejorar las condiciones de vida de la población campesina. Sin embargo, es preciso también permitir que el mercado local esté listo para consumir el producto haitiano, lo cual todavía es complicado, teniendo en cuenta la libre circulación de los productos importados en el país. Para Yolette Etienne, no es suficiente invertir en infraestructura agrícola y reclutar plantadores. “Es necesario también terminar con la competencia desleal de los productos

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Un granero abandonado El Departamento de Grand’Anse se encuentra entre el Departamento Sur y el Departamento Nippes, con 1.871 km² y una población estimada en más o menos 500.000 habitantes. Está situado a 289 kilómetros de Puerto Príncipe. El sector agrícola de ese Departamento, una de las zonas más productivas del país, está en baja desde hace ya algún tiempo. La falta de inversión en el sector y la degradación del medio ambiente son las principales causas de esta situación. A pesar de todo, la producción agrícola de Grand’Anse sobrepasa, y mucho, la necesidad de consumo de la población. “Hay bastante alimento para toda la población de Grand’Anse, que podría también nutrir a las poblaciones

A pesar de las reparaciones realizadas en la Ruta 7, que une Jérèmie con Les Cayes, o sea, varias rutas de salida de la producción agrícola, el camino todavía es muy peligroso y de difícil acceso. Foto: Phares Jerôme

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importados”, remarca. Así, los esfuerzos de Oxfam para defender la producción local se focalizan en las políticas y prácticas nefastas que la penalizan, y su primera lucha es por la aplicación de tasas aduaneras sobre el arroz importado. “Estados Unidos, que nos invade con su arroz subvencionado, es el blanco primordial de esa campaña”, explica Etienne, defendiendo el acceso al crédito por parte de los campesinos, así como la creación de una comisión nacional del arroz.

de otros Departamentos si se hubiesen creado infraestructuras”, dice Nicossa Paulémont, coordinador ejecutivo del Konbit Peyizan Grandans (KPGA), un reagrupamiento de organizaciones campesinas. El Departamento de Grand’Anse es famoso por su producción diversificada de productos alimentarios. Allí, se encuentran muchos árboles nativos de castañas, bananas, dioscoreáceas, papas, cocos, frutas (naranjas, chadeques/naranja haitiana), limones, maracuyá, aguacates, mamón, cachiman –una especie de fruta del conde (annona coriacea)–, repollos, porotos, cacao, pimientas, etc. Algunas regiones tienen grandes plantaciones de café, de cacao y de caña de azúcar. La agroecología de Grand’Anse permite una producción plural de árboles frutales y tiene además una buena cobertura para el suelo, lo que facilita una cultura agrícola más próspera. La producción de árboles frutales es considerada un sistema de agricultura durable por el hecho de que protege el medio ambiente y, al mismo tiempo, produce la materia prima para el reinicio del sector secundario. Podría representar una alternativa para el cultivo en tierras desnudas y sometidas a la erosión, destructiva del medio ambiente, y favorecer el desarrollo de los mercados locales e internacionales. Sin embargo, la fruticultura enfrenta grandes problemas que repercuten negativamente en la cantidad y la calidad de la producción. Entre ellos, el de las plantaciones antiguas, viejas, asociadas a ciertas enfermedades criptogámicas que perjudican las especies frutales, además de la falta de cuidados destinados a esos árboles. Además, la plantación de árboles frutales no se realiza de manera racional y los frutos, particularmente los mangos y los aguacates, son severamente atacados por los ratones. El Departamento de Grand’Anse, como el resto del país, sufre un gran problema de infraestructura de caminos. La mayor parte de sus comunas es de difícil acceso, lo que complica el transporte de los productos agrícolas hacia afuera e incluso hacia dentro del Departamento. He ahí la principal causa del desperdicio de buena parte de los productos agrícolas, y, sobre todo, porque existen pocos lugares de procesamiento. “Existe un desperdicio de hasta el 35% de productos alimentarios cada año en todo el Departamento”, alerta Nicossa Paulémont.


Soberanía alimentaria: un territorio agrícola en agonía “Las rutas que unen la mayor parte de las localidades de las comunidades están en pésimo estado”, explica Pierre Elius, un agricultor de 40 años. Es a pie o a caballo como los campesinos, venidos desde lejos, pueden transportar sus productos, sin garantías de evacuarlos a la ciudad de Jérèmie. Al llegar a la ciudad, se hace un poco más fácil transportar hacia fuera, como hacia Puerto Príncipe u otros lugares, por vía marítima. Es un largo trayecto que frecuentemente desanima a los agricultores. “Es muy peligroso transportar los productos por vía terrestre, debido al largo trayecto y a las malas condiciones de los caminos”, se lamenta, a su vez, Daryl Pierre, responsable de la Organización del Relevamiento de la Comunidad de Roseaux (Orcro). Felizmente, la ruta de Jérèmie está en construcción, a cargo de la empresa brasilera OAS. Los primeros trabajos ya permitieron la reducción del tiempo de transporte de doce a ocho horas. Es claro que Grand’Anse está lejos de estar en situación de inseguridad alimentaria. Una feria agrícola organizada por la Orcro, en la localidad llamada Fond Cochon, en agosto de 2012, permitió constatar la inmensa cantidad de riquezas agrícolas de la región, las cuales, debido a la falta de infraestructura, no son suficientemente explotadas y/o cultivadas. En julio de 2012, organizaciones y reagrupamientos de organizaciones de productores de Grand’Anse se reunieron para denunciar el programa de distribución de alimentos puesto en práctica en el marco de la iniciativa contra el hambre “Aba grangou”, del gobierno haitiano. Defendieron la necesidad de implementar un verdadero programa regional agrícola en lugar del gubernamental, ya en ejecución en nueve de las doce comunidades del Departamento. Las organizaciones de Grand’Anse evalúan que el programa del gobierno es un obstáculo para el desarrollo de la producción nacional. Prefieren que las autoridades encuentren un medio más interesante que permita a los beneficiados comprar la producción del campo en lugar de distribuir productos importados. “Si no, la producción agrícola sólo saldrá de allí con refuerzos”, afirman las organizaciones contrarias, entre las cuales están KPGA y Racpaba. Los responsables de esas organizaciones denuncian también que algunas ONGs impulsan a los campesinos

a abandonar la agricultura en provecho de los programas Food for Work. El Departamento de Grand’Anse está en una de las regiones con más florestas del país. Eso se explica, sin duda, por su posición geográfica. Sin embargo, el fenómeno de la deforestación crece ampliamente en algunas comunidades. “Yendo más hacia el interior de las secciones administrativas comunitarias, se ve que la situación del medio ambiente es alarmante”, constata Jean Marc-Antoine Guilloux, de radio Xaragua. Según él, las condiciones económicas difíciles, la indiferencia de las autoridades locales y la ausencia de agentes agrícolas o forestales alientan a los campesinos a practicar la tala de árboles, dado que la venta de carbón, de madera para la construcción, y la fabricación de planchas son más rentables que la agricultura. “Las tierras cultivables de Grand’Anse están aún disponibles para la agricultura, pero no hay un sistema de irrigación para ayudar a los agricultores a enfrentar los problemas de sequía y de erosión, muy frecuentes en la región”, explica Denis Dieuvilhome, responsable de la Dirección Departamental Agrícola de Grand’Anse. “Nosotros enfrentamos muchos problemas en Grand’Anse, pero no hay hambre”, afirma otro responsable, destacando que la ausencia de apoyo del Estado a los productores es la causa del problema. La valorización de la producción campesina, un plan de reconstrucción de los caminos agrícolas, un centro de investigación sobre la cultura campesina, un banco de crédito agrícola con sucursales en las comunidades, la protección comercial y un precio garantizado para los productos importantes, la puesta en red de empresas de mejoramiento y de conservación de los productos del Departamento: éstas, entre otras, son soluciones imaginadas por las organizaciones campesinas ante los problemas del sector agrícola.

El MPP a la vanguardia Papaye es una pequeña comunidad situada a cuatro kilómetros al nordeste de la ciudad de Hinche, capital del Departamento del Centro, donde está la sede central del Movimiento Paysan de Papaye (MPP). Fundado en marzo de 1973, el MPP saca a Papaye de la sombra.

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Kat Je Kontre - Cuatro ojos que se encuentran Las organizaciones campesinas son relativamente fuertes en relación con otros movimientos sociales del país y cuentan con los movimientos campesinos Tet Kole Ti (Cabezas Unidas), Mouvman Peyisan Papay (MPP), la Coordinadora Regional de las Organizaciones del Sudeste (KROS - Kòdinasyon Rejyonal Òganizasyon Sidès) y el Congreso Nacional del Movimiento Campesino Papaye (MPNKP). Sin embargo, desde 2009, cuenta con el refuerzo importante de Vía Campesina y su Brigada Dessalines, que creó un movimiento local formado por todas esas fuerzas, llamado Kat Je Kontre (“Cuatro ojos que se encuentran”). En el video realizado por los tres años de la Brigada Dessalines, llamada así en honor a Jean-Jacques Dessalines, uno de los héroes de la revolución que llevó al país a la independencia en 1804, se destaca una frase de Fidel Castro: “Solidaridad no es dar lo que sobra, sino compartir lo que tenemos”. Y así han seguido desde entonces. Pasaron por allí más de cuarenta militantes, principalmente de Brasil, mediante el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST). Hoy, el número bajó a diez brigadistas, porque los haitianos, cada vez más, se hacen responsables de las medidas. En 2011, 76 jóvenes haitianos pasaron por Brasil para un período de formación en la Escuela Nacional Florestan Fernandes y realizaron experiencias en todo el país. La mayoría volvió animada, con voluntad de aplicar esas experiencias en Haití. Ahora, parece que es más fácil para los haitianos entender lo que aquellos blancos, o blan (como son llamados los extranjeros de cualquier color en su país), hacían codo a codo con ellos, bajo el sol ardiente y azada en mano. La Brigada prioriza dos frentes de trabajo: la implantación de 1.500 cisternas de captación de agua de lluvia (donadas por

“Las organizaciones campesinas son la agricultura del país”. Así reza una placa escrita a mano que traduce el sentimiento de los productores rurales de Haití. 1º de Mayo de 2010 Marcha Campesina – Gwomòn/Haití. Foto: Thalles Gomes /MST

el Gobierno de Bahía) y la producción de semillas ecológicas de granos y hortalizas. A comienzos de este año, ya eran seis los centros de producción de semillas, que involucran a aproximadamente 150 familias campesinas. En 2011, construyeron el Centro Nacional de Formación y Agroecología del Movimiento de Campesinos Tet Kole, con apoyo de la Arquidiócesis de Belo Horizonte (Minas Gerais), donde hacen viveros y crían cabritos, además de contar con formación política. El Centro quiere crear el Programa Nacional de Producción de Semillas, ya que el gobierno haitiano no les da ningún incentivo a los pequeños productores. Hasta entonces, el 100% de las semillas de hortalizas eran importadas desde Estados Unidos y las semillas de granos no tenían una buena calidad. Kat Je Kontre construyó tres centros de producción de semillas de granos y otros tres de hortalizas. También están construyendo viveros con mudas para reforestación en las ciudades de Verret, Desalin, Tu Riviy y Semak. Sólo el 3% del país tiene cobertura vegetal, debido a la gran extracción de carbón, que es la mayor fuente de energía de Haití. Fuera de la capital Puerto Príncipe, que también es carenciada, no se ve energía eléctrica o saneamiento básico. Y el medio rural alberga al 65% de la población, de cerca de 10 millones de personas. Sin embargo, los brigadistas señalan que una característica importante de la agricultura haitiana es la plantación diversificada, que mantiene la fertilidad del suelo, disminuye la presencia de plagas y de enfermedades y no demanda el uso de insecticidas. En las montañas, se produce arroz, caña de azúcar, banana, mandioca y poroto, pero con pocas técnicas de conservación del suelo; por eso hay problemas de erosión y ríos con aluviones.

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Por Adriana Santiago


Soberanía alimentaria: un territorio agrícola en agonía Chavannes Jean-Baptiste es el líder del MPP desde la década de 1970 y ha estado al frente de grandes conquistas para el país. Foto: Phares Jerôme

La creación de la organización está vinculada con la puesta en práctica del Centro de Iniciación a la Catequesis y Agricultura en Papaye (Cicap) por parte de un sacerdote misionero belga llamado Jos Berghmans, de la congregación de los Padres de Scheut. El sacerdote dio empleo a Chavannes Jean-Baptiste, en julio de 1972, en el Centro, como responsable de la sección agrícola. “Yo había decidido hacer una encuesta en los alrededores del Centro para conocer la situación de las familias campesinas antes de comenzar una formación de seis meses, que iba a organizar en el Centro”, recuerda Chavannes. “Era claro para los campesinos que la producción agrícola estaba en baja porque las tierras producían mucho menos. Pero eso era consecuencia de nuestros pecados. Si no llovía, si la cosecha era baja, eso era castigo de Dios. También, había personas mal intencionadas que tenían la capacidad mágica de monopolizar la cosecha”. Ése fue el resultado de la encuesta realizada por Chavannes en Papaye. Y, además de esa situación, dijo haber identificado

otros problemas, como el fatalismo. “Todo está vinculado al destino. No se puede hacer nada contra el destino. Si nacimos para ser pobres, vamos a ser pobres, implacablemente. Si nacimos para ser ricos, vamos a ser ricos”. “Otro problema crucial que yo había identificado era la división que existe en el seno de las familias, en las comunidades”, agrega el fundador del MPP. Ese fenómeno, dijo, era consecuencia de los problemas históricos vinculados con la tierra, con la cultura, con la superstición. “La división era también provocada por los juegos de azar, la poligamia, los abusos de autoridad, la explotación en general”. “Ante esta constatación, llegué a la conclusión de que el trabajo prioritario a realizar con los campesinos no tenía nada que ver con una asistencia técnica, sino con la educación popular”, explica el agrónomo Chavannes Jean-Baptiste, cuatro décadas más tarde. En ese contexto, se creó el MPP. Hoy, la organización cuenta con cerca de 4.000 agrupamientos y un total de cerca de 60.000 miembros, de los cuales 10.000 son jóvenes y niños, 20.000 mujeres y 30.000 hombres. El MPP, cuya misión fundamental es la defensa de los intereses de los campesinos empobrecidos, trabaja en el campo de la educación y la organización popular, la agricultura campesina, la rehabilitación y la protección del medio ambiente (desarrollando programas de conservación del suelo), la gestión integral del agua, el mejoramiento, el valor agregado y la comercialización de los productos agrícolas, la conformación de pequeños rebaños y el desarrollo de producción de energías alternativas o renovables. Después de 40 años, los resultados del trabajo del MPP son alentadores. Papaye es una zona verde con un conjunto de actividades vinculadas al sector agrícola, y desarrolla programas de formación en educación y organización campesinas para sensibilizar a los agricultores. La organización vincula la agricultura con la protección del medio ambiente. “Tenemos ya plantados casi 25 millones de árboles en Haití”, resalta Chavannes, que dice promover una agricultura que respeta el medio ambiente utilizando semillas, abonos y pesticidas naturales. El MPP pone en práctica unidades de procesamiento y mejoramiento de maíz, caña de azúcar, mandioca y

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Haití por sí maní Produce un ron blanco con certificado orgánico que es exportado a Francia. Transforma las frutas en jaleas y dulces. Está desarrollando una experiencia de secado de frutas, principalmente con el mango. También conduce actividades de producción animal, tales como la avicultura, la piscicultura, la apicultura y la cunicultura. Desarrolla también cría de caprinos y bovinos, en pequeña escala. El movimiento popular y su líder, Chavannes Jean-Baptiste, están a la vanguardia del desarrollo del sector agrícola en el Departamento del Centro. Papaye es hoy una de las zonas más reforestadas de la región debido a los esfuerzos del MPP, que creó un centro de producción de mudas.

Preocupa la inseguridad alimentaria

Una campesina expone su producción agrícola durante la feria de productos agrícolas orgánicos en Fond Cochon, Grand’Anse, en agosto de 2012. Foto: Jonh Smith Sanon

En su campaña electoral, el presidente Michel Martelly prometió combatir esa situación. Desde que asumió como Presidente de la República, en mayo de 2011, tomó algunas iniciativas, pocas y polémicas, apuntando a permitir que las capas más pobres pudieran escapar del hambre. Primero, creó un ministerio encargado de la lucha contra la extrema pobreza. El gobierno publicó programas de carácter social, como “Ti manman cheri” y “Aba grangou”, gestionados por la primera dama de la República, Sophia Martelly. Esos programas consisten en la distribución de dinero vía celular o kits alimentarios a las familias pobres del país. “De ninguna manera esos programas contribuirán a mejorar la seguridad alimentaria”, critican muchas personalidades haitianas, entre las cuales hay parlamentarios. “El go-

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Es difícil disociar la situación de seguridad alimentaria de la situación del sector agrícola. Según la CNSA, la seguridad alimentaria en Haití tiene como sostén al sector agrícola, que es el principal proveedor de bienes alimentarios para la población. Esto significa que el sector agrícola provee menos del 50% de la oferta alimentaria del país y que una buena parte de la población se encuentra en situación de inseguridad alimentaria. Según las estadísticas citadas en el informe de la CNSA, uno de cada dos haitianos vivía en la extrema pobreza (con menos de un dólar por día) en 2001; la mitad de la población no tenía acceso a la ración alimentaria mínima, establecida por la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), que es de 225 kilos de cereales por año, por habitante; el 80% de las familias era incapaz de satisfacer adecuadamente sus necesidades alimentarias. Un estudio reciente de la misma institución muestra que la extrema pobreza en Haití es principalmente un fenómeno rural (el 58% contra el 20% en la región metropolitana). Más de tres cuartos de los más pobres viven en las zonas rurales, con una tasa de pobreza del 88% contra el 45% en Puerto Príncipe y el 76% en los otros centros urbanos. En junio de 2010, el 39% de las familias del campo tenía inseguridad alimentaria (contra el 70% en febrero de 2010). En el mismo período, en las comunidades esencialmente rurales, el 49% de las familias tenía inseguridad alimentaria (contra el 67% en febrero de 2010).


Soberanía alimentaria: un territorio agrícola en agonía bierno haría mejor si reclutara a plantadores en dificultades, de todo el país, en lugar de implementar esos programas cuyos impactos son todavía poco visibles”, evalúa Mario, un plantador de Torbeck, comunidad del sur del país. Richardson, agrónomo de formación, concuerda con la opinión de ese agricultor. Según él, no se puede hablar de seguridad alimentaria dando 500 gourdes por mes (un dólar es equivalente a 42 gourdes) a una mujer que tiene dos niños bajo su responsabilidad. “El gobierno utiliza esos programas para hacer propaganda política, para intentar mostrar que hace algo, pero en realidad no se hace nada para mejorar las condiciones de vida de las personas que viven en la miseria”, critica el agrónomo. Esos programas no han producido aún los resultados esperados, y ya se han realizado manifestaciones en varios Departamentos del país en contra de la degradación de las condiciones de vida de la población. Circulan por todos lados las denuncias de inflación. “El precio de los productos de primera necesidad no cesa de aumentar”, denuncia Madeleine, de 20 años, que tiene bajo su responsabilidad a una pequeña hermana y a su hija de siete meses. Los opositores al presidente Michel Martelly explotan esa situación para exigir su salida del poder. En las manifestaciones, la gente expone carteles con slogans acusando al gobierno actual de no hacer nada para mejorar las condiciones de vida de los más pobres.

Perspectiva para el sector El Ministro de Agricultura, Recursos Naturales y Desarrollo Rural (MARNDR) Thomas Jacques anunció que va a revisar las estrategias en materia de inversiones en el sector agrícola. En una larga entrevista concedida al diario Le Nouvelliste, el ministro defendió el aumento del paquete presupuestario acordado con el sector agrícola en el presupuesto nacional, que varía generalmente entre el 4% y el 6% del presupuesto. Aunque el país dispusiera del dinero necesario para el reinicio de la agricultura, esto no se haría de un día para el otro. Thomas Jacques lo sabe. Y, pertinentemente, está esperando atraer las inversiones privadas o públicas para el sector. Sin embargo, opta por medidas puntuales. Jacques informó además que, en cooperación con ins-

A los agricultores, como a esta señora de Jérèmie, les toma varios días llegar a una feria, por caminos de tierra sinuosos, para lograr vender o intercambiar su producción. Foto: Phares Jerôme

tituciones públicas, entre las cuales están el Ministerio de Economía y de Finanzas, el de Planeamiento y de Cooperación Externa, el de Cuestiones Extranjeras y Religiosas y el de Promoción Campesina y de Lucha contra la Extrema Pobreza, se elaboró un plan de medidas para la realización de proyectos de infraestructura de irrigación, de caminos secundarios, de limpieza de los lechos de los ríos y de creación de empleos para la época de los ciclones. Explicó que ese plan tiene en cuenta el problema de la inseguridad alimentaria al cual la población haitiana se enfrenta permanentemente. Las medidas a ser emprendidas para modernizar al sector agrícola, a largo plazo, están definidas en dos documentos. Se trata del Documento de Orientación 2010-2025, que presenta el marco global de referencia de la política agrícola para el período indicado, y del Plan Nacional de Inversión Agrícola, que traduce las medidas concretas de desarrollo agrícola a ser emprendidas durante el período 2010-2016. Esos dos documentos son válidos para los asociados inter-

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Catástrofes y falta de crédito La Coordinadora Nacional para la Seguridad Alimentaria (CNSA) señala que todo cambio en el mercado internacional repercutiría enormemente en la seguridad alimentaria y nutricional de las familias haitianas. En abril de 2008, el índice de precios de consumo alcanzó el 17% en el acumulado anual. O sea, un aumento de casi el 70% en cuatro meses. Como consecuencia, 800.000 personas se encontraron en inseguridad alimentaria transitoria. La situación se agravó con los cuatro ciclones en el mismo año, que provocaron pérdidas estimadas en aproximadamente 230 millones de dólares sólo en el sector agrícola y una caída del PBI estimada en el 15%. Además de la destrucción, la catástrofe del 12 de enero de 2010, según el Consejo de Seguridad Alimentaria, llevó a más de 1,5 millones de personas a una inseguridad alimentaria transitoria. “De 1,8 millones de personas en inseguridad alimentaria en la víspera, ese número pasó a 3,3 millones

de personas el 13 de enero. Era necesario intervenir lo más rápido posible para evitar una crisis alimentaria”. Todos los esfuerzos realizados para el reinicio de la agricultura en estos últimos años fueron minados por el terremoto del 12 de enero, que produjo pérdidas del orden de los 7.804 millones de dólares, o sea, un monto un poco mayor que el PBI de 2009. De 3.300 millones en 2007, la evolución del PBI fue de -5,1% en 2010. Como si esto fuera poco, la existencia de un verdadero fenómeno de racionamiento de crédito es confirmada por el hecho de que Haití presentaba una tasa promedio de intereses del 26,04% entre 1995 y 2004, la más alta de América Latina. “Se puede afirmar, sin riesgo de equivocarse, que la tasa de intereses de esta economía está entre las más altas del mundo, pues el costo medio del crédito en América Latina ya es muy alto en relación con Asia, el Pacífico y Europa Central, que presentan una tasa promedio de intereses inferiores al 10%”, se dice en el informe anual del FMI (Fondo Monetario Internacional) del 2004. El alza de los precios de las provisiones alimentarias y de los productos derivados del petróleo en el mercado internacional está entre los fuertes impactos de las catástrofes naturales, como el terremoto del 12 de enero de 2010, los tornados devastadores de 2008 y el ciclón Thomaz en 2009. Las catástrofes de estos tres últimos años afectaron profundamente a la población haitiana.

La disponibilidad alimentaria Las intervenciones masivas (humanitarias y otras) realizadas para contrarrestar los efectos de los perjuicios (alza de precios, ciclones en 2008, terremoto de 2010 y, de alguna forma, el cólera) sobre las poblaciones más vulnerables, permitieron obtener resultados hasta alentadores. Sin embargo, es preciso reconocer que la dimensión crónica o estructural de la inseguridad alimentaria es preocupante. Los resultados de la última encuesta de la CNSA indican que, a nivel nacional, sólo el 17% de las familias en viviendas urbanas o rurales se encuentra en situación de consumo alimentario pobre, en el límite de lo aceptable. El resto es miserable. El análisis de los datos relacionados con el consumo alimentario, según los diferentes niveles de estratificación

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nacionales del Ministerio de Agricultura, entre los cuales se encuentran el Programa Mundial de Agricultura y de Seguridad Alimentaria, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Las medidas definidas en esos dos documentos de orientación se relacionan, sobre todo, con la transferencia de tecnología a los campesinos y con el refuerzo de los servicios públicos agrícolas. El reinicio del sector agrícola haitiano después del terremoto del 12 de enero de 2010 es todavía, para algunos, un deseo piadoso. “El sector agrícola no entra en el llamado plan de reconstrucción, que apunta solamente a vender el país a las multinacionales, a poner en práctica las zonas francas y megaproyectos turísticos y a la producción de agrocombustibles”, denuncia Chavannes Jean-Baptiste, que era uno de los jefes del movimiento de protesta contra la eventual introducción de los productos de Monsanto en la agricultura haitiana después del sismo. Después de las manifestaciones pacíficas, organizadas en todo el país, el gobierno tuvo que salir a desmentir las informaciones que dejaban entrever que Monsanto, una de las mayores empresas de agrotóxicos del mundo, habría hecho una donación de semillas a Haití.


Soberanía alimentaria: un territorio agrícola en agonía

5 millones en estado de desnutrición Por Benedito Teixeira El informe más reciente de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2012, proporciona un verdadero retrato de las causas, consecuencias y perspectivas sobre la situación de la seguridad alimentaria o su falta en el mundo. En el caso de países pobres como Haití, el informe muestra caminos y señala que el crecimiento económico debe involucrar a las naciones más pobres, aumentando el empleo y otras oportunidades para la generación de medidas. En El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2012 se presentan nuevas estimaciones sobre el número y la proporción de personas subnutridas a partir de 1990. Con casi 870 millones de personas viviendo en la subnutrición crónica en 20102012, la cantidad de personas hambrientas que hay en el mundo continúa siendo inaceptablemente elevada. La gran mayoría vive

Feria de Fond Cochon, donde los agricultores intentan vender su escasa producción. Foto: Jonh Smith Sanon

en países en desarrollo, donde se calcula que alrededor de 850 millones de personas, o sea, poco menos del 15% de la población, están subnutridas. En el informe de la FAO se señala que aún persisten diferencias significativas entre países y regiones. A pesar de que el hambre y la desnutrición disminuyeron en regiones como América Latina y el Caribe, los porcentajes continúan significativamente elevados. En el Caribe, región en la que se encuentra Haití, 7 millones de personas (el 17,8% de la población) continúan desnutridas.

Cinco millones de personas en estado de desnutrición El 44,5% de la población de Haití, es decir, 5 millones de personas, se encuentra en estado de desnutrición; ese número llegó al 63,5% de la población en 1990. Sin embargo, en números absolutos no hubo cambios. Hace 22 años, la misma cantidad, o sea, 5 millones de personas, eran

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Haití por sí crecimiento económico. “Mejor nutrición en la infancia y acceso a la educación pueden mejorar el desarrollo cognitivo, aumentando así los niveles de ingresos cuando los niños se vuelven adultos, con beneficios para toda la sociedad”, se destaca en el informe. En el caso de países pobres como Haití, un fuerte crecimiento económico y equitativo basado en la economía rural contribuye significativamente a aumentar el acceso a los alimentos y a mejorar la nutrición de los pobres. Sin embargo, para lograrlo, es preciso que el Estado tenga un papel fundamental en la protección social para apoyar a los más vulnerables y para reducir el hambre y la desnutrición. Si un sistema político y económico está bien estructurado para sostener la protección social y complementar el crecimiento económico, la subnutrición y la desnutrición pueden ser eliminadas. También, en la perspectiva de la FAO, los resultados obtenidos en relación con el hambre en el mundo implican que el Objetivo de Desarrollo del Milenio (ODM) de reducir a la mitad la prevalencia de la subnutrición en el mundo en desarrollo para el año 2015 está a nuestro alcance si los países adoptan medidas apropiadas para revertir la desaceleración económica registrada desde 2007/2008. Para que el crecimiento económico genere una mejora en la nutrición de los más necesitados, los pobres deben participar en este proceso de crecimiento y en sus beneficios. Además, el crecimiento agrícola y económico debe incluir la dimensión de la nutrición. El crecimiento tiene que dar como resultado una mejor situación nutricional a través de un aumento de las oportunidades de los pobres de diversificar su dieta, de una mejora en su acceso al agua potable y al saneamiento, de una mejora en su acceso a los servicios de salud, de mayores conocimientos por parte de los consumidores acerca de la nutrición y las prácticas de cuidado infantil adecuadas y de una distribución selectiva de complementos alimenticios en situaciones de grave carencia de micronutrientes. En el informe también se afirma que la protección social es crucial para acelerar la reducción del hambre. En primer lugar, puede proteger a los más vulnerables, a los que no se han beneficiado con el crecimiento económico. En segundo lugar, la protección social adecuadamente estructurada puede contribuir en forma directa a un crecimiento económico más rápido mediante el desarrollo de los recursos humanos y el fortalecimiento de la capacidad de los pobres, especialmente de los pequeños agricultores.

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consideradas subnutridas en Haití. La FAO afirma que es necesario que las mujeres se beneficien con las mejoras para reducir el hambre y la desnutrición, porque cuando las mujeres tienen mayor control sobre el ingreso familiar se tiende a gastar más dinero en recursos que mejoran la nutrición y la salud. Según el informe, el crecimiento económico debería producir ingresos adicionales al gobierno en impuestos que pueden y deben financiar el desarrollo de la educación, además de la realización y diversificación de programas públicos de alimentación y salud. También es esencial, y esto es fundamental para resolver la caótica situación actual de Haití, una buena gobernabilidad, sin olvidar la provisión de los bienes públicos esenciales, estabilidad política, garantía de derechos por parte del Estado, respeto a los derechos humanos y un mayor control sobre los casos de corrupción. Y es justamente el crecimiento agrícola, sobre todo la productividad de los pequeños agricultores, lo que puede mejorar sustancialmente la situación económica de los países, según la FAO. Este crecimiento agrícola es especialmente importante en países de bajos ingresos, donde la agricultura contribuye bastante a la reducción de la pobreza. Una mayor atención a la integración de los pequeños agricultores al mercado no sólo ayuda a atender la demanda futura de alimentos, sino que también va a abrir más oportunidades para establecer vinculaciones con la economía rural no agrícola, posibilitando que los pequeños agricultores adquieran bienes y servicios producidos en la propia comunidad. La reducción de la desnutrición, de acuerdo con el informe, es otro punto crucial para el crecimiento económico de los países de bajos ingresos. Para tener más seguridad alimentaria y nutrición no basta con aumentar el consumo de alimentos, dado que esto también involucra la mejora de la calidad de los alimentos, o sea, la diversidad de la dieta, la variedad, el tenor de nutrientes. Hasta ahora, para la institución de la ONU, la vinculación entre crecimiento económico y nutrición ha sido débil, teniendo en cuenta que las políticas para apoyar estos objetivos deben ser aplicadas en una estructura integrada entre agricultura, nutrición y salud. El resultado de políticas que permitan la integración de esos tres ejes puede explicarse claramente: una dieta nutritiva es vital para la salud de las personas y para que éstas exploten plenamente su potencial físico y cognitivo y contribuyan al


Soberanía alimentaria: un territorio agrícola en agonía geográficos considerados, muestra sin embargo una pequeña mejora general en esta franja de consumo alimentario entre 2007 y 2011. En las zonas rurales, la predominancia del consumo alimentario pobre, en el límite de lo aceptable, cayó del 25% en 2007 al 20% en 2011. En las áreas directamente afectadas por el terremoto se observa, igualmente, una clara tendencia a la baja de esa predominancia, entre febrero de 2010 y mayo de 2011. Del 30% en febrero de 2010, el porcentaje de las familias cuyo consumo alimentario es pobre, en el límite de lo aceptable, pasó del 27% en 2010 al 13% en mayo de 2011. Y se está haciendo poco. La baja es también acentuada en los campamentos: la predominancia de las familias cuyo consumo alimentario es pobre, en el límite de lo aceptable, se redujo del 42% en febrero de 2010 al 27% en junio de 2010, y al 19% en mayo de 2011. De la misma manera, se nota una baja significativa que puede ser percibida en los Departamentos del Noroeste, del Norte y del Nordeste, en los cuales los porcentajes de familias cuyo consumo alimentario es pobre, en el límite de lo aceptable, pasó del 42%, el 38% y el 35% en 2007, a porcentajes respectivos del 36% y el 17% en 2011. Por otro lado, el porcentaje de familias cuyo consumo alimentario es pobre, en el límite de lo aceptable, aumentó entre 2007 y 2011 en los Departamentos del Centro (del 18% al 22%), de Nippes (del 11% al 18%) y del Sur (del 16% al 20%). A nivel nacional, los tubérculos, las bananas y, en tercer lugar, los cereales, constituyen los cultivos alimentarios más practicados. De hecho, tres de cada cuatro familias (el 75%) cultivan tubérculos, un poco más de dos tercios (el 67,88%) cultivan bananas y cerca de seis familias de cada diez cultivan cereales. El cultivo de legumbres, que tampoco debe ser olvidado, se realiza en diferentes zonas y Departamentos (cerca de cuatro familias de cada diez, el 44,21%).

Encuesta Nacional de Seguridad Alimentaria (ENSA) El análisis por Departamentos muestra que en el Sur, como en Grand’Anse, y en el Sudoeste las familias cultivan vigorosamente cereales, tubérculos y bananas. Una gran cantidad de familias cultiva, igualmente, esas diferentes

especies en las zonas agro-pastoriles semihúmedas y, en las zonas secas, se practica la agricultura y la pesca. Frutos y legumbres, a lo largo de todo el año, aceites esenciales, flores y plantas ornamentales: todo brota en este paraíso vegetal y de la manera más natural. Y esto no es un dato creado por los haitianos, son informaciones citadas en el Internacional Paris Match. La agricultura sigue siendo el sector más importante para generación de empleos. Ocupa a cerca del 46% de los trabajadores haitianos. Con un tercio de su territorio de planicies arables, el potencial de cultivo es, por lo tanto, inmenso. Las principales producciones agrícolas del país siguen siendo el maíz, los porotos, el arroz y el mango. La mayor virtud, además, es que la agricultura haitiana no ha incorporado, prácticamente, ningún producto químico nocivo, principalmente fertilizantes, pesticidas y herbicidas originados y utilizados en los países industrializados. La fuerte tendencia por los productos “bio” hará eclosionar la demanda de los productos haitianos, tanto por parte de la gran comunidad haitiana que vive en el extranjero como por parte de las otras etnias. Marchas en 2010, promovidas por los campesinos, denunciaban la embestida de la multinacional Monsanto, que pretendía introducir granos transgénicos y el consecuente aparato de maquinaria y agrotóxicos pero que no tuvo éxito ante la reacción de los campesinos haitianos y de las condiciones mismas de los terrenos locales, de pequeñas dimensiones y sin espacio para la utilización de grandes máquinas agrícolas.

Destinado a la exportación Haití es uno de los primeros productores de mango del Caribe y de América Central. El café, el cacao, los aceites esenciales y los mangos franciques (fruta nativa) son los productos vedette de la exportación haitiana. Los mangos son muy apreciados por su gusto, textura y aroma. Se exportan millones de cajas a Estados Unidos, su mayor comprador. Canadá también representa un mercado atractivo, dado que los canadienses aprecian mucho los productos naturales. En razón de la variedad de su clima, Haití puede desarrollar invernaderos y aumentar su producción de legum-

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La banana está en casi todos lados, creciendo en pequeñas plantaciones a la vera del camino. Foto: Ermanno Allegri

Florida tiene cada vez más dificultades para sostener sus plantaciones mientras que, en Haití, están disponibles vastas zonas cultivables para naranjas, citrus o pamplemouse (grapefruit) fuera de estación. Es preciso continuar desarrollando los invernaderos como los existentes para los mangos franciques o francis y el café del tipo árabe, del que se hace el excelente “Haiti Bleu”, que se exporta a todo el mundo, principalmente a Europa, Estados Unidos y Japón.

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bres uera de estación, para el mercado donde el clima es templado: pepino, lechuga, zapallitos, tomates, porotos, zanahorias, repollo, alcachofas, etc. El clima templado de sus numerosas montañas (dos tercios de su territorio) favorece el cultivo de una variedad de flores ornamentales. En realidad, las flores ornamentales de Haití (rosas, orquídeas, gladiolos, etc.) compiten tanto en belleza como en precio con las flores de Jamaica, de Colombia y de Holanda.


Soberanía alimentaria: un territorio agrícola en agonía

El gobierno lanza programas para reducir la pobreza Por Benedito Teixeira

Los programas del gobierno están orientados prioritariamente a las madres. Foto: Ermanno Allegri

El gobierno del presidente haitiano Michel Martelly comienza a dar los primeros pasos para intentar acabar con el hambre en el país. Recientemente, se anunciaron dos programas, todavía tímidos. Bautizados en criollo haitiano, “Aba grangou” (“No al hambre”), y “Ti manman cheri” (“Madrecita querida”), surgen como una esperanza oficial contra la pobreza. El primero fue lanzado en enero de 2012 por el presidente y su esposa, la primera dama Sophia Martelly, que está al Frente del Programa Nacional de Lucha contra el Hambre y la Desnutrición, el “Aba grangou”. Tomando como modelo las experiencias de Brasil, México y República Dominicana, se realizará con la ayuda de representantes de las Naciones Unidas, organizaciones no gubernamentales (ONGs), organizaciones populares y especialistas en seguridad alimentaria, entre otros asociados. Hasta 2016, el gobierno quiere reducir en un 50% el número de personas que pasan hambre. La erradicación completa se estima para 2025. El Programa tiene tres ejes estratégicos: proyectos de seguridad social, inversión agrícola y mejora de servicios básicos. Están involucrados nueve ministerios, siete organizaciones independientes y la Cruz Roja Haitiana, que implementarán 21 programas en todo el país en forma federalizada y armónica. En 2012, se esperaba que se movilizaran 10 mil agentes de desarrollo para acompañar a las familias beneficiadas. Durante la Río + 20, en Río de Janeiro, en junio de 2012, Sophia Martelly aprovechó para conocer algunos proyectos del gobierno brasilero para el combate a la pobreza. Antes del “Aba grangou”, el Ministerio de Desarrollo Social y Combate al Hambre (MDS) del gobierno brasilero ya mantenía un proyecto en colaboración con la Agencia Brasilera de Cooperación para la construcción de cisternas de captación de agua de lluvia.

El “Ti manman cheri” utiliza el celular para anunciar la distribución de hasta mil gourdes todos los meses a cada madre que tenga hijos comprobadamente matriculados en la escuela y esté registrada en el programa. El presidente manda un mensaje por el teléfono a las madres anunciando el beneficio, lo que no deja de ser una especie de propaganda del gobierno. Detalle: el programa cuenta con la cooperación de la Digicel, operadora de telefonía que patrocinó buena parte de la campaña de Michel Martelly a la Presidencia de la República y hoy tiene, prácticamente, el monopolio del servicio en el país. El proyecto es financiado por los fondos de la Petrocaribe, con un total de 13 millones de dólares. “Una revolución para el país”. La declaración jactanciosa del Primer Ministro haitiano Laurent Lamothe parece no concordar aún con el alcance del programa. Las familias son registradas por seis meses, con posibilidad de renovación por cinco años. Hasta fines de 2012, serán 100.000 las familias beneficiadas, lo cual, de acuerdo con los cálculos del gobierno, impactará a 500.000 personas, o sea, cerca del 5% de la población de Haití.

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Para proteger un patrimonio natural en peligro

PhD en Antropología por la Universidad de Nueva York. Actualmente trabaja como consultora independiente en Puerto Príncipe y es Miembro del Centro de Estudios sobre el Desarrollo de las Culturas y Sociedades (CEDERCS), de la Universidad de Quisqueya, en Puerto Príncipe, en proyectos de base. Traducción: Delza Tereza Lombardi

Diamond compara a República Dominicana con la República de Haití. ¡Se adivina en qué categorías respectivas –éxito o fracaso– él coloca a los dos países! Haití es el mal ejemplo que no se debe seguir y presenta una toma de conciencia severa: según él, “la mayor amenaza para el mundo actual es que condiciones semejantes a las de Haití se generalicen en el tercer mundo” (Diamond 2005: 499). Se puede, ciertamente, criticar a Diamond por cierto determinismo ecológico, y una mirada, a veces superficial y equivocada sobre Haití, pero hay enseñanzas provechosas para extraer de esas reflexiones. Su comparación con República Dominicana es instructiva, y es también más productivo para nosotros los haitianos de hoy, comparar nuestro comportamiento en relación con el medio ambiente con aquél de los polinesios de la Isla de Pascua. Las devastaciones causadas por la tempestad Jeane y los ciclones Faye, Gustav, Hanna e Ike –para nosotros acantonados por un pasado reciente– deberían cuestionarnos. El terremoto de 2010 nos colocó frente a una gran vulnerabilidad. ¿Aprendemos de la lección de vida? ¿Vamos, finalmente, a reconocer que llegó el tiempo de actuar y de cambiar de comportamiento? Precipitándonos alegremente en la construcción de un parque industrial en Caracol, ¿no estamos cortando conscientemente nuestros últimos árboles? Una solución, a corto plazo, que arriesga hipotecar el futuro. La creación del parque industrial promete, primeramente, 20.000 empleos, y dentro de cuatro años, alcanzar de 60.000 a 80.000 empleos. Sin embargo, el parque sólo será atractivo si Haití consigue mantener su “ventaja comparativa”, sobre una mano de obra abundante, pero no calificada, a quienes se les ofrecerán bajos salarios. [1] Pero, como se señala en el informe, esta “ventaja” es volátil: “siendo un país donde los costos de mano de obra son bajos, Haití puede sustentar la competencia en la baja escala del mercado, en el momento actual, pero esa situación no persistirá, (pág. 104)

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Por Rochelle Doucet

Una vez más, parece que damos la razón a Jared Diamond, biólogo, profesor de geografía de la Universidad de California, en Los Ángeles. Diamond habla del crucial problema del “desarrollo durable y ecológicamente sustentable” a través de los tiempos, y procura comprender los mecanismos por los cuales una sociedad sigue por la vía de la autodestrucción a corto, mediano y largo plazos. Su teoría desarrollada en la obra ‘Collapse’ (desmoronamiento) es simple: hay sociedades que eligen fracasar, hay otras que eligen vencer. Las primeras agotan sus recursos naturales y son incapaces de reconocer los momentos en que los cambios se vuelven necesarios para su supervivencia. Las segundas, al contrario, consiguen invertir sus paradigmas culturales, moverse en su confortable rutina y tomar medidas audaces que aseguran su bienestar colectivo. Cinco factores principales son la base de esas “elecciones”. Lo que importa absorber del análisis sobre los comportamientos colectivos, realizado por Diamond, es la relación que se establece entre las necesidades del grupo social, sus valores, los recursos del medio y la visión de sus líderes. Para Diamond, un grupo, en su conjunto, puede tomar malas decisiones, basándose en decisiones individuales equivocadas. Diamond ilustra su tesis tomando como ejemplo civilizaciones pasadas y también sociedades contemporáneas. El ejemplo pasado, el más representativo es, tal vez, el de la Isla de Pascua. Según Diamond, esta sociedad otrora próspera, viviendo con una vegetación exuberante, sufrió una declinación lenta, pero inevitable, pues las preocupaciones políticas y sociales tuvieron más importancia que la preservación del medio ambiente. Los primeros Polinesios de la isla cortaron hasta el último árbol para erigir estatuas a sus dioses. El resultado de la deforestación, previsible a largo plazo, pero invisible internamente y a corto plazo, produjeron en algunos siglos la desertificación y la desaparición del grupo humano establecido sobre la isla. Para las sociedades contemporáneas,


Soberanía alimentaria: un territorio agrícola en agonía probablemente, indefinidamente. De hecho, los costos de mano de obra en varios otros países valen oro y ya son competitivos en relación con los de Haití”. Nosotros deberíamos cuidadosamente pensar en las elecciones económicas y adoptar un abordaje holístico. Sabemos lo que esto quiere decir, cuando se quiere transformar a agricultores haitianos en asalariados en los ingenios subcontratados, sin sopesar las consecuencias de esta toma de decisión, en una perspectiva global. Ya hicimos una experiencia como ésa, con el proyecto “revolución económica” de Jean Claude Duvalier y su proyecto de hacer de Haití la “Taiwan del Caribe”. Desde fines de los años 80, aceleramos la destrucción de la producción nacional agrícola “para dar comida barata al pueblo”. Importando arroz, dejamos los campos haitianos en el abandono. El presidente Bill Clinton reconoció públicamente los impactos nefastos de la elección económica para Haití, basada sobre premisas neoliberales equivocadas. La creación del parque SONAPI, en Puerto Príncipe, y el surgimiento de favelas que le siguió, afectan también a toda la zona metropolitana. En relación con el medio ambiente, asistimos –impotentes o despreocupados– al deterioro, bajo nuestros ojos, de una de las más bellas bahías del mundo (la tercera, después de la de Río de Janeiro y la de Nápoles) con sus montañas cerca y sus preciosas aguas vertientes de las cuestas que alimentan, fuentes hoy contaminadas y con el curso de agua reducido. Puerto Príncipe podría haber sido la más bella capital del Caribe. Hoy, Port-aux- Fatras sufre las consecuencias de nuestras inconsecuencias. El ejemplo reciente de la CODEVI, en Ouanaminthe, es alarmante. La creación de empleos que promete el Parque Industrial de Caracol no será sin riesgos, según lo que revelan los informes encomendados por el Ministerio de Finanzas y el BID, publicados en mayo de 2011. [2] Los riesgos son numerosos y graves los peligros identificados por el informe KOIOS. He aquí algunos. Es preciso, primero, efectuar las medidas del Parque, situado sobre las mejores tierras arables e irrigadas de la zona y retirar del lugar a mil agricultores y sus familias [3]. Este parque será la causa de gran estrés sobre las infraestructuras sociales y urbanas, y deberá provocar una inmigración estimada entre 30.000 a 300.000 personas. Será ejercida, pues, una enorme presión demográfica sobre los recursos disponibles. Solamente para las necesidades de fabricación y de pintura de los tejidos, será preciso bombear 6.000 m3 de agua por día de la capa freática –lo que podría

comprometer la recarga del agua– y tirar las aguas usadas –pero tratadas, esperamos– en el Río Tró du Nord y, finalmente, en la bahía de Caracol. La electricidad no será verde –oportunidad de innovación perdida, pero se producirá, en vez de eso, a gasolina. De esa producción sobrarán desechos pesados y tóxicos. La construcción de 5.000 casas por el gobierno estadounidense en asociación con Food for the Poor [4] no podrá tramar contra el peligro del favelismo, no sólo en Caracol, sino en localidades vecinas. Podríamos continuar la lista de riesgos e impactos negativos enumerados en el informe, pues es larga.

Plan de gestión y medidas de mitigación indispensables Según el Ministro Toussaint, el Ministerio de Medio Ambiente precisaría alrededor de 50 millones de dólares para un plan que suavizara los riesgos. En la fecha, el Ministerio sólo dispuso 4,2 millones de dólares [5]. ¿Qué va ocurrir si los fondos no están disponibles y si las recomendaciones contenidas en los diferentes planes de gestión no pueden ser puestas en práctica? Nosotros conocemos la respuesta: muy probablemente NADA. Y ésta es la razón de nuestra preocupación. En vista de nuestra despreocupación pasada, de falta de sensibilidad de la población y de las más altas instancias del Estado sobre las cuestiones ambientales y patrimoniales, y, principalmente, sobre la falta de infraestructuras legales y administrativas y las carencias actuales en recursos materiales, humanos y financieros. ¿Tenemos buenas razones para creer que todas las medidas serán tomadas para enfrentar todos los problemas mencionados, y esto, antes de la apertura del parque, previsto para fines de marzo de 2012? Esperamos, pues, de nosotros, ciudadanas y ciudadanos haitianos, o una confianza ciega en los políticos y hombres de negocios de este país y una fe beata en la benevolencia internacional, o entonces nos es forzado a adoptar una mentalidad “mágica” que nos permitiría afirmar que en este “singular pequeño país”, las mismas causas no producen más los mismos efectos. Todo va bien, las cosas se arreglarán por sí mismas. Nosotros tenemos una propensión a clasificar todo aviso basado en datos científicos en una lista de elucubraciones fantasiosas de un puñado de lunáticos. En nuestra incredulidad y en nuestra despreocupación proverbial, el concepto “catástrofe previsible” es simplemente inconcebible. Nosotros estamos en Haití... En el país del Buen Dios, dos veces Bueno.

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Haití por sí

En el estado actual de cosas, el dilema es: ¿cómo comprender las oportunidades económicas, a corto plazo, ofrecidas por el futuro Parque de Caracol, sin comprometer jamás el patrimonio natural y cultural de toda la región? Estudios científicos y de acciones de mitigación y de salvaguarda multisectoriales son indispensables y urgentes como condición para poner en obra el proyecto. Si no, el Parque de Caracol se inscribirá en el libro rojo de las catástrofes ecológicas anunciadas.

Dirección original del texto: www.reconstruction-haiti.org/IMG/pdf/revue2.pdf Publicado en la revista L’Observatoire de la reconstruction, N. 2, de agosto de 2012.

Referencias ALTERPRESSE Haïti-Parc industriel de Caracol: Un modèle, pour Michel Martelly . Silence sur les impacts négatifs… 29 nov. 2011 AYITIKALE Je. Le parc industriel à Caracol: Une situation « gagnantegagnante » pour tous?http://haitigrassrootswatch. squarespace.com/ BID Communique de presse 28 novembre 2011. www.iadb.orgCadet , Carl Henry. Pour un parc respectueux de l’environnement. Le Nouvelliste, mercredi 8 février 2012. DEAGAN, Kathleen (editor). Puerto Real: The Archaeology of a Sixteenth Century Spanish Town in Hispaniola. University Press of Florida, Gainesville, 1995. _______ . Curation of materials from En Bas Saline. Florida Museum of Natural History. En Bas Saline Project, 2003. DIAMOND, Jared. Collapse. How Societies Choose to Fail or Succeed. New York : Penguin Books. 2005. FoProBiM. (Fondation pour la Protection de la Biodiversité Marine) Quis custodietipsoscustodes? www.FoProBim.org FoProBiM(Fondation pour la Protection de la Biodiversité Marine) et Reef Fix Rapid Assessment of the Economic Value of Ecosystem Services Provided by Mangroves and Coral Reefs and Steps Recommended for the Creation of a Marine Protected Area, Caracol Bay, Haïti. May, 2009 For the Organization of American States (OAS) and the Inter-American Biodiversity Information Network (IABIN). www.foprobim.org JOACHIM, Dieudonné. Le Nouvelliste, Haïti: Caracol aura le plus

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Notas [1] Wall Street Journal: « Duty-free entrance to the U.S. is “a big reason” behind Sae-A’s decision, Mr. Garwood said. It means that Sae-A will be able to offer discounts to U.S. clients, who will then have incentives to place more orders with the company, he said. (…)” This is business,” Mr. Garwood said. “At the end of the day, it’s about making a profit. It’s finding a country like Haiti with close proximity to the U.S. and having access to a labor supply. There’s such unemployment here there wont be a problem finding employable people although it will take time and effort to train them.” [2] Pelo menos quatro estudos foram encomendados: dois atribuídos à firma Koios, um ao grupo Rocher, o outro à Universidade Quisqueya, segundo o dossiê de Ayiti Kale Je. Mas para que eles servem se as recomendações não são levadas em conta? [3] Um plano foi previsto pelo Ministério haitiano, mas segundo as reportagens de Ayiti Kale Je, os agricultores não receberam ainda nenhuma compensação. [4] Food for the Poor, conhecido por ser um organismo através do qual os Estados Unidos frequentemente passam para o Terceiro mundo os produtos de seus fazendeiros, que são subvencionados. [5] Carl Henry Cadet. Pour un parc respectueux de l’environnement. Le Nouvelliste, mercredi 8 février 2012 FoProBiM. Quis custodietipsoscustodes? www.FoProBim.org.

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Conclusión


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Capítulo 4 Por Phares Jerôme

Una alternativa de desarrollo económico y social

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Ya en franca decadencia, la economía haitiana fue destruida por el terremoto del 12 de enero de 2010. Según el Post Disaster Needs Assessement / “Evaluación de las Necesidades Pos-Desastres” (PDNA), el valor total de los daños y perjuicios provocados por la catástrofe se estima en 7,804 mil millones de dólares, equivalente al 120% del PIB del país en 2009. El sector privado pagó el tributo más grande en daños y pérdidas: 5,722 mil millones de dólares, que equivalen al 70% del total, mientras que la participación del sector público fue de 2,081 mil millones de dólares, o sea, el 30%. Especialistas haitianos y extranjeros que participaron en la elaboración del documento constataron una variación en los flujos económicos (pérdidas de producción, volumen de negocios reducido, pérdida de empleos y salarios, costos de producción crecientes, etc.) que sumaron 3.561.000 millones de dólares, que corresponden al 45% del total del perjuicio. Los sectores más afectados fueron el comercio, los transportes, las telecomunicaciones y la industria. Según estimaciones realizadas después del terremoto, Haití necesita 11,5 mil millones de dólares estadounidenses durante un período de tres años para recuperarse de los daños. Una suma de la que país no dispone. Las autoridades haitianas tuvieron que recurrir a la comunidad internacional en la Conferencia Internacional sobre Haití, el 31 de marzo 2010, que prometió 9,9 mil millones de dólares al país, divididos en remesas por un período de más de 10 años.

Foto: Francisca Stuardo

La socio-economía solidaria está presente en los textos de la Constitución haitiana de 1987. Nada más simbólico para este país que, en medio de una situación de grave pobreza, muestra que es posible sobrevivir a partir de sencillas experiencias de economía solidaria y cooperativismo, distribuidas en sus diferentes regiones, como alternativa a la explotación internacional.


Una alternativa de desarrollo económico y social Más de dos años después del desastre, Haití es una figura de Estado que pena por escapar de una violenta guerra. Ninguno de los edificios públicos destruidos por el terremoto fue aún reconstruido. Es necesario admitir, sin embargo, que las autoridades haitianas y sus contrapartes de la comunidad internacional hicieron grandes esfuerzos para posibilitar que muchas personas sin techo volvieran a sus casas y para quitar de los barrios toneladas de escombros generados por los edificios destruidos en el terremoto. La nación haitiana todavía está lejos de los grandes proyectos de reconstrucción que figuran en el PDNA. Los grandes obradores de reconstrucción trabajan cada vez más lentamente. Quizás los fondos prometidos por donaciones por parte de la comunidad internacional todavía no llegaron o no lleguen al ritmo deseado. De todos modos, éste es el sentimiento de muchos haitianos, e, incluso, de algunas autoridades de alto nivel del Estado. En el PDNA no se menciona que Haití vaya a movilizar recursos propios para la reconstrucción. Sin embargo, algunos especialistas creen que Haití, a partir de la economía social o solidaria, es capaz de movilizar recursos locales para reconstruirse. Una alternativa a la ayuda internacional, que no siempre llega en el momento deseado.

¿República cooperativista? La Constitución Haitiana de 1987, en su artículo 1º, define a Haití como una “República cooperativista”. Esto podría explicar por sí solo por qué el concepto de economía solidaria debería ocupar un lugar destacado en las políticas públicas del país. Según Lionel Fleuristin, director ejecutivo del Consejo Nacional para el Financiamiento Popular (KNFP), la economía social y solidaria tiene una larga historia en Haití. Se remonta a la época anterior a la independencia del país en 1804, con los esclavos. Los escuadrones o escouades, dice, son los ancestros de la economía social en Haití. Según Fleuristin, en esta forma de economía, que no persigue el lucro, la creación de riqueza no debe realizarse en detrimento de la persona humana y del medio ambiente. Esta forma se opone directamente a la actual economía de mercado neoliberal establecida en el país, que busca sólo el lucro.

El mercado de flores es una de las áreas más conocidas de Puerto Príncipe. Foto: Francisca Stuard

Normalmente, los campesinos haitianos son pequeños agricultores sin subsidios del gobierno, y tienen la propiedad del terreno o sólo un lote de tierra en alquiler. En algunos casos, trabajan la tierra de un latifundista, según libre acuerdo o en condiciones de carácter feudal, independientemente y según sus propios recursos financieros y técnicos. Muy raramente trabajan para el agronegocio en grandes haciendas agrícolas, pero pueden ofrecer sus servicios a los agricultores vecinos, voluntariamente y esperando reciprocidad. Es lo que se llama “escuadrón”. Esta práctica en la actividad campesina, que casi ha desaparecido, permitía a cada miembro de la comunidad trabajar en sus lotes de tierra con menos dificultades. Hoy, en algunas áreas rurales los agricultores lamentan la desaparición de la vida asociativa. Los campesinos muy pobres prefieren vender su día de trabajo a un agricultor en situación un poco más “cómoda”. Para Carole Pierre-Paul Jacob, coordinadora de la oficina ejecutiva de Solidaridad para las Mujeres Haitianas (Sofa), Haití siempre desarrolló la economía solidaria. Los lakous y los escuadrones, explica, constituyen lo más solidario de la economía de Haití. Para muchos especialistas y profesionales en economía solidaria, hay una falta de reconocimiento de este sector por parte del Estado haitiano. “Hablamos de

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Haití por sí

Cualquier pared se convierte en vitrina en las calles de la capital haitiana. Foto: Francisca Stuardo

En el sector de financiamiento y apoyo técnico, funciona el Consejo Popular de Financiamiento Popular (KNFP), creado en 1998 a partir de la unión de las tres principales instituciones de microcrédito. Esta red incluye, actualmente, nueve asociaciones que dedican su trabajo al financiamiento de las actividades económicas del mundo rural haitiano. Según un documento de la Anacaph, existen en el país alrededor de 175 cooperativas de crédito, 20 ONGs/fundaciones/asociaciones, cuatro departamentos o subsidiarias de bancos comerciales, más de 75 cooperativas y uniones de cooperativas y 3 mil estructuras de financiamiento de base (bancos comunitarios o de solidaridad mutua). Es un número significativo como para que el gobierno haitiano no las tenga en cuenta.

Para entender el escenario económico Antes de presentar un panorama sobre la economía solidaria en Haití, es necesario conocer y entender algunos hechos y reflexiones sobre su escenario económico en los últimos años, que tiene mucho que ver con la presencia de

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inversiones extranjeras como si no hubiera nada en el país que incentivar”, lamenta Lionel Fleuristin, que dice constatar el declive de ciertas formas de economía comunitaria en Haití. Por otro lado, destaca que las cooperativas de ahorro y crédito son más valorizadas que otras instituciones de economía solidaria, como las cooperativas de producción. Los bancos comunitarios, los grupos de ayuda mutua solidaria y las cooperativas financieras y no financieras son las principales instituciones de economía solidaria actualmente identificadas en el país. Son instituciones que generalmente se agrupan en asociaciones. Primero, existen las cooperativas de ahorro y crédito. Entre las asociaciones más conocidas del sector está la Asociación Nacional de Cooperativas de Crédito de Haití (Anacaph), creada el 21 de junio de 1998, que cuenta con 46 cooperativas de crédito. Esta Asociación se presenta como una red de cooperativas de fondos y créditos que incentiva el desarrollo del financiamiento descentralizado. Funciona también Le Levier, que es una federación de cooperativas de fondos y créditos fundada el 30 de junio de 2007 y que reúne a 21 cooperativas de crédito en todo el país. Algunas cooperativas de ahorro y crédito funcionan bajo la supervisión del Consejo Nacional de Cooperativas (CNC), del Banco Central Haitiano (BRH) y del Ministerio de Planificación y Cooperación Externa (MPCE). Hay, por otro lado, cooperativas de producción y servicios. En este sector, funciona la Red de Asociaciones Cooperativas para la Comercialización y la Producción Agrícola del Bajo Artibonite (Racpaba), que es una estructura de siete cooperativas creada en julio de 2001 y que cuenta con cerca de 2.350 miembros. La Racpaba se especializó, principalmente, en la producción y la comercialización de arroz, la principal producción del departamento de Artibonite. El café es uno de los principales productos de Haití. En todo el país, se identificaron varias asociaciones de productores de café, incluyendo la Federación de Asociaciones Cafeteras Nativas (FACN), que agrupa a las asociaciones de productores de los departamentos del Sudeste y de Grand’Anse, y las Cooperativas Cafeteras del Norte (Recocarno), con las cooperativas que operan en el Nordeste, Norte y Noroeste.


Una alternativa de desarrollo económico y social Estados Unidos, que adquirió el protagonismo en la explotación política y económica del país. En las décadas de 1980 y 1990, Haití comenzó a ser un gran importador de productos alimenticios y otros a Estados Unidos. Actualmente, es el tercer mayor importador mundial de arroz, principalmente procedente de Estados Unidos, a pesar de que sus tierras son adecuadas para la producción auto-sostenible del producto. Que lo diga el arroz nativo, que nuestro equipo de trabajo vio a la venta en las carreteras mucho más caro que el importado de Estados Unidos. Sólo para tener una idea de cómo el dominio económico estadounidense se perpetúa y amplía en Haití, actualmente se están construyendo otros cinco parques industriales para la exportación de productos de vestimenta y textiles a Estados Unidos. Según el coordinador de la Plataforma Haitiana por un Desarrollo Alternativo (Papda), Camille Chalmers, las llamadas “zonas francas” existen desde 1969. Actualmente son otros cinco parques, con una inversión muy destructiva, que no considera ni los factores ambientales ni los sociales. Explica Chalmers que Papda trabajó en el parque industrial de Codevi, que está situado en la frontera con República Dominicana. Ahí, el 70% de las mujeres recibe un salario correspondiente a ocho horas, pero trabajan doce. Los patrones no pagan por el tiempo de trabajo sino por la cantidad de piezas de ropa terminadas. O sea, la cantidad de piezas impuesta como norma diaria no puede ser producida en ocho horas, y por eso las mujeres tienen que trabajar tres o cuatro horas más: “una explotación terrible y sanguinaria, por salarios de 125 a 200 gourdes por día. Tenemos todo documentado”, denuncia. Camille Chalmers cita sólo algunos casos aislados de rompimiento con la estructura de dominación económica. Es el caso de la cooperativa láctea Lèt Agogo, que logra diferenciarse porque uno de sus fundadores es un funcionario de alto nivel del Ministerio de Agricultura. Sin embargo, la visión dominante del Estado es expulsar a los pequeños campesinos para instalar grandes áreas de agro-exportación. Para las élites, el atraso de Haití está representado por el pequeño campesinado, visión coherente con la de la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional (Usaid), que ahora

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TTodo se vende en las calles. Las farmacias ambulantes son el tipo de negocio que más llama la atención de los turistas. Foto: Francisca Stuardo

Los haitianos llevan todo tipo y cantidad de mercaderías en bolsas sobre la cabeza. Foto: Francisca Stuardo

de América Central, pero que fracasó rápidamente porque los campesinos tenían todavía la memoria viva de la lucha contra los tres imperios: España, Francia y Portugal. Surgió una gran iniciativa unitaria en que se formó un ejército de 15 mil campesinos armados contra Estados Unidos. El segundo elemento, para el economista, es que se instaló una economía caribeña centrada en Cuba y República Dominicana que, históricamente, habían mantenido lazos con España, por ejemplo, o con Portugal y Francia, porque los dos países mantuvieron todas las infraestructuras de logística, como por ejemplo vías férreas, carreteras y puertos. Entonces, invertir en Haití era mucho más caro porque, además de construir la empresa, era necesario invertir en infraestructura para transportar la riqueza. La estrategia defendida por Estados Unidos fue que dejaran de lado a Haití y fueran a invertir en Cuba y en República Dominicana, organizando una migración forzada de trabajadores de Haití hacia los países vecinos.

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estaría invirtiendo millones de dólares en el programa Winner para estimular la producción de agro-combustibles. La idea es dedicar el 25% del territorio haitiano a la producción de alcohol y biodiesel. Además está planificada la compra de muchas tierras de campesinos para la instalación de más zonas francas, proyectos de turismo y de agronegocio. Uno de los efectos de la ayuda estructural de Estados Unidos fue el encarecimiento del crédito. En Haití, los bancos privados utilizan solamente el 25% de sus ganancias para financiar créditos. Además, este crédito está concentrado en Puerto Príncipe, ya que el 92% del total se presta a habitantes de la capital, básicamente para actividades de consumo, nunca para financiar actividades productivas. “Por esta razón, tenemos una economía violenta, una economía de especulación. Nunca tendremos una economía productiva con una clase dominante de inversores que se aprovechan de situaciones comerciales”, comenta el coordinador de Papda. Por ejemplo, el grupo que controla el comercio de exportación/importación siempre ha mantenido niveles de ganancias muy altos, aprovechándose de la diferencia de precios entre el mercado internacional y el nacional, supuestamente con la complicidad del Estado. “Tenemos aquí realmente una situación de oligarquía rentista, que no invierte dinero en Haití sino en República Dominicana, Miami o en otros países. Hay un proceso de fugas de capitales enorme. Todo el dinero que entra, sale rápidamente para financiar las actividades de esa oligarquía en el exterior”, explica Chalmers. Para agravar esa relación de dominación, un gran número de haitianos migró hacia Estados Unidos. Aproximadamente 2 millones de haitianos viven en suelo estadounidense, provocando que aproximadamente el 30% del PIB haitiano esté formado por la transferencia de divisas. Por año, 1,8 mil millones de dólares ingresan al país enviados por haitianos residentes en el exterior, básicamente en Estados Unidos. Es el mayor porcentaje de remesas sobre el PIB en América Central y el Caribe. Chalmers destaca la importancia de discutir este asunto, ya que a comienzos del siglo XX Estados Unidos también tuvo interés en implantar en Haití empresas de agro-exportación. El modelo escogido fue el de importación, que comenzó con las bananeras


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“Así, el papel que nos impusieron fue la división regional del trabajo en beneficio de las empresas estadounidenses, fue suministrar mano de obra barata. En menos de 15 años, salieron 300 mil trabajadores haitianos hacia Cuba, una migración masiva. Y eso fue posible porque la economía era controlada por los campesinos en la producción de alimentos, posibilitando un crecimiento demográfico importante”, explica Chalmers. De esta manera, la población de Haití pasó de 400 mil personas al terminar la revolución de 1804, a más de 5 millones de personas en 1970, con una autosuficiencia casi total. Hasta 1972, Haití era autosuficiente en el 98% de lo que consumía, un éxito impresionante de la economía campe-

La venta de productos alimenticios se realiza en los mercados y calles. Foto: Francisca Stuardo

sina. Además de la autosuficiencia alimentaria, producían café, que era exportado y consistía en la fuente básica de los ingresos del Estado. Es decir, el Estado vivió 200 años solamente de los impuestos por la exportación de café. Esta situación se desmoronó por la relación de sumisión ante Estados Unidos y los organismos financieros internacionales.

La producción local sub-financiada En Haití, la producción local está en caída libre desde hace décadas. Según el Ministerio de Agricultura, Recursos y Desarrollo Comunitario, entre 2003 y 2005 la producción nacional representó un promedio del 43% del abastecimiento de alimentos, mientras que las importaciones de

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Haití por sí sería 799.455. No es una sorpresa que el número de deudores esté, en 2012, llegando a la marca de 1 millón. Para el profesor Camille Chalmers, el microcrédito es simplemente una circulación monetaria. Según él, el sector de microfinanzas constituye una manera de que los capitalistas penetren aun con más ventajas en el mercado haitiano. Todo es simplemente manipulación. Carole Pierre-Paul Jacob está de acuerdo: “El microcrédito es el capitalismo de los pobres, da a las personas la ilusión de que son empresarios, pero en realidad son sólo comerciantes”, dice la responsable de Sofa. Según Lionel Fleuristin, el microcrédito está al servicio de la importación, lo que deja al país en una desventajosa dependencia. El responsable de KNFP califica al sector del microcrédito como una “perversión de las cooperativas populares”. “La economía solidaria representa una alternativa a la economía liberal, cuyo objetivo no es más que el lucro. Muchas veces pienso que el capitalismo no es un medio de creación de riqueza. Eso es falso”, dice Camille Chalmers, quien cree que la economía solidaria es otra cosa. “Las microfinanzas basadas en la economía solidaria pueden proporcionar una sinergia entre la economía y lo social, conduciendo al desarrollo sostenible”, advierte François Lhermitte. Para él, esto presupone sinergias, alianzas y toma de conciencia de la realidad haitiana y también de las realidades culturales. Un proceso de financiación solidaria que combine las cuestiones económicas y sociales, dice, también puede considerar las cuestiones ambientales de ciertas comunidades.

Experiencias de economía solidaria Cuando hablamos de experiencias de economía solidaria exitosas, en Haití, no se puede dejar de hablar de Lèt Agogo, un programa de apoyo al desarrollo de la producción de leche. También es el nombre comercial de una serie de productos lácteos disponibles en el mercado, tales como Yawout, que es un yogurt natural o con frutas frescas, y Lèt-Bèf, que es leche entera esterilizada, aromatizada, de chocolate o de vainilla y limón. Este programa es llevado a cabo por Veterimed, una organización no gubernamental creada en 1991 por un grupo de veterinarios haitianos con el fin de contribuir al desa-

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alimentos se mantuvieron en alta, cerca del 51%, y la ayuda alimentaria, alrededor del 6%. Sin embargo, en 1981, la participación de las importaciones en la disponibilidad haitiana de alimentos no llegaba al 19%. ¿Cómo se llegó a ese punto? “La economía agrícola fue marginada en favor de la exportación”, responde el economista Camille Chalmers, de Papda. Como prueba de esta política, Chalmers denuncia que el gobierno haitiano decidió establecer fábricas de subcontratación y explotación en tierras fértiles, en detrimento de miles de campesinos. “Hay una mayor seguridad para las cooperativas de ahorro y crédito en detrimento de las cooperativas de producción”, constata Lionel Fleuristin. Las organizaciones de productores y otros grupos que se describen a sí mismos con la tarea de promover la producción nacional, dice, no reciben ninguna ayuda después de inscribirse en el Ministerio de Asuntos Sociales. En su opinión, esto es una anomalía. “Cuando se abandona la producción local, la economía está al servicio de la importación”, concluye el coordinador de KNFP, agregando que en la actualidad no hay políticas públicas que favorezcan el desarrollo de la economía solidaria o la producción local. Desde hace algún tiempo, el campo del microcrédito viene creciendo en Haití, según dijo François Lhermitte, actual Primer Ministro y ex presidente director general del Grupo de Gestión Estratégica (SMG), en una presentación sobre la evolución del sector en un simposio en septiembre de 2010. De 1946 a 1982 la práctica del crédito para los pequeños inversores fue una exclusividad de las cooperativas de fondos y crédito, más comúnmente llamadas “cooperativas populares”. La realidad cambió hace tres décadas. Desde los años 90, explica Lhermitte, la microfinanza se presenta como una oportunidad comercial para distribuidores de servicios financieros, especialmente de microcrédito. “El 30 de septiembre de 2008, el mercado de microfinanzas alcanzó el monto de 6,3 mil millones de gourdes en términos de activos, 4.000 millones de gourdes en términos de cartera y 2,6 mil millones en términos de depósitos”, destacó François. La cantidad de prestatarios del sector fue 245.000, mientras que la cantidad de ahorradores


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Kasay: harinero con una línea de producción muy eficiente Por Adriana Santiago Transitar por las carreteras de Haití es parar ante escenas inusuales. Eso fue lo que pasó cuando vimos que se estaba preparando una tortilla gigantesca en plataformas de dimensiones igualmente enormes. En el exterior, una verdadera línea de producción. Gente llegando con la mandioca recién cosechada, unos pelándola, otros rallándola, otros pisándola, otros sacando el jugo y muchos otros haciendo beijus [especie de grandes tortillas finas tostadas de mandioca]. Unas cincuenta personas, por lo menos, participan en esta producción. El nombre del beiju haitiano es otro, incomprensible para el vocabulario de un brasilero que no domina el criollo haitiano. La tortilla tiene un metro de diámetro, pero se vende en trozos en las calles de Puerto Príncipe, siempre a través de un intermediario. Una persona cuyo nombre nadie se tomó el trabajo de recordar. Pero quienes dirigen la producción son dos mujeres: Dieu Dodonne, cuatro hijos, y Metler François, diez hijos. Riendo sin parar, tal vez con una

Domingo a la tarde. Un gran número de personas lleva la mandioca recolectada a Kasay. Foto: Ermanno Allegri

expresión de cierto orgullo, manifiestan que no necesitan un marido para dirigir el establecimiento. Ellas son marchands, o sea, arrendaron el terreno al propietario. Esto quiere decir que él recibe un porcentaje significativo de la ganancia, pero ellas no dicen cuánto le toca al propietario, posiblemente por pudor, por estar en presencia de los empleados. Sin embargo, por la experiencia de explotación mundial, deber de ser el 50 %, el conocido “a medias” en Brasil. Mostrando su buen humor, François dice que tiene que trabajar mucho siempre porque tiene diez hijos para casar. Sí, casar, a pesar de que ella no necesita marido. Alegre, con una gran sonrisa que muestra pocas caries, explica que el harinero, o kasay, es la fuente de ingresos para ellas, sus hijos y muchos vecinos y amigos, ya sea por el empleo directo de veinticuatro personas en la producción de enormes beijus o en el manejo de la producción agrícola de la región. Ese día no estaban presentes todos los participantes en el proceso. “Hay días en que hay más, pero mucho más gente”, dice la marchand.

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HaitĂ­ por sĂ­

La mandioca de Plaisance es pelada, cortada, apilada, colada, cribada y luego esparcida en grandes ruedas de acero redondas para cocer el kasay, una especie de tortilla gigante que se vende en las calles de la capital. Dieu Dodonne y Metler François mantienen a sus hijos y a la vecindad con el negocio..

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Foto: Ermanno Allegri


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rrollo nacional a través de actividades en las zonas rurales. Se especializa en salud y producción animal. El programa Lèt Agogo comenzó en 2001. Hoy existen 18 mini-lecherías funcionando en el país. En abril de 2012, otras cinco lecherías estaban en construcción y siete en preparación para iniciar sus actividades. Las lecherías trabajan en red y costaron cerca de 200 mil dólares cada una. “Las mini-fábricas de lácteos son propiedad de las asociaciones de productores que utilizan el rótulo Veterimed”, dice Rosanie Moise Germain, directora de la ONG. Los productores firman un contrato con Veterimed para atender a los patrones de higiene, de gestión y de contabilidad, aspirando a mantener un patrón en la producción y procesamiento de leche. Veterimed les da apoyo técnico a nivel organizacional, gestión de negocios y comercialización, explica. La red Lèt Agogo incluye cerca de 2 mil productores de leche, emplea a 108 personas a tiempo completo

O desmatamento e a produção de carvão vegetal é um crime ambiental secular que se confunde com a crise de energia. No Haiti, é fácil ver a venda de carvão pelas ruas. Foto: Francisca Stuardo

y a cerca de 60 a tiempo parcial y fomenta decenas de miles de empleos indirectos. Antes del lanzamiento de Lèt Agogo el sector lácteo se enfrentaba a toda clase de dificultades, incluyendo graves problemas de comercialización. Abandonados a sí mismos, los productores se las arreglaban como podían. Poca gente estaba interesada en comprar leche local, porque los productores muchas veces la mezclaban con agua. Y además se vendía en malas condiciones de higiene. En Limonade, una ciudad del departamento del Norte, Veterimed lanzó su proyecto Lèt Agogo. “Comenzamos, entonces, a trabajar para suprimir las restricciones al consumo de leche”, cuenta Moise Germain. La primera lechería fue creada en conjunto con la Asociación de Productores de Leche de Limonade. A la llegada de Veterimed a Limonade no había ninguna organización de agricultores o productores. Se practicaba la ganadería libre. Y la zona estaba padeciendo un período de seis meses de sequía cada año, una situación que provocaba la muerte de los animales. La implementación de este proyecto no se produjo sin dificultades. “Cuando llegamos a Limonade, los agricultores y productores eran muy hostiles”, recuerda Moise Germain. “Pensaron que habíamos venido a tomar lo poco que tenían”. Sólo diez productores de leche, después de mucha resistencia, estuvieron de acuerdo en colaborar con el equipo de Veterimed. Once años después, hay una luna de miel entre Veterimed y los productores de leche, e incluso con la población. “Existe hoy, en Limonade, una organización de agentes veterinarios, una organización de productores de leche con más de 300 miembros, una asociación de mujeres muy activa”, expresa la directora de Veterimed. Limonade no está ahora en una región donde el ganado y otros animales mueran por la escasez de lluvia. “Sembramos huertos con plantas que resisten los prolongados períodos de sequía. Enseguida, organizamos un banco de semillas para cultivos”, explica Moise Germain. Paralelamente, Limonade tenía fama de ser una zona activa en la producción de leche de vaca. Además, el trabajo de la reconocida Asociación de Productores de Leche de Limonade (Apwolim) sobrepasa las fronteras de la zona.

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Haití por sí Lèt Agogo en las escuelas El yogurt, la leche esterilizada y el queso son los principales productos de la rede Lèt Agogo. Sin embargo, la leche esterilizada continúa siendo su principal producto. “El 70% de nuestros productos son compuestos de leche esterilizada, distribuidos principalmente en las escuelas, en el ámbito del Programa Nacional de Alimentación Escolar (PNCS)”, informa Moise Germain, de Veterimed, que conoce bien la problemática del sector agrícola. La colaboración entre el PNCS y Veterimed constituye un modelo de valorización de la producción local y de una empresa de economía solidaria. El Manman bèf es otra faceta del trabajo de Veterimed, que permite la creación de riqueza en las comunidades. El programa es el siguiente: un donante voluntario, sobre todo de la “diáspora” (haitianos que viven en el exterior), compra una vaca y la confía a un agricultor para, por lo menos, tres crías. Las dos primeras crías pertenecen a la persona a quien se confió la vaca y la tercera al propietario. Después de la tercera cría, pueden decidir renovar el contrato o vender la vaca. Quinientas vacas, de acuerdo con la directora de Veterimed, ya han sido distribuidas a través del programa lanzado en 2004. El Colectivo Haitiano de Francia es el grupo más activo en este programa. De los 500 animales, 360 pertenecen a ellos. “Esto es diferente de la ayuda humanitaria”, destaca Moise Germain. Como muchas otras instituciones del país, Veterimed y su red de mini-lecherías fueron afectadas por el terremoto del 12 de enero de 2010. Dos lecherías fueron parcialmente dañadas. Sin embargo, con el cierre de las escuelas, causado por los daños del terremoto, la mayoría de las lecherías ha luchado para vender sus productos. Los daños más importantes se registraron en la Central de Comercialización y Abastecimiento, que provee los lácteos y empaqueta sus productos.

Plantación de arroz cercana a la ciudad de Cabo Haitiano. Foto: Ermanno Allegri

gún estadísticas, los haitianos importan anualmente 400 mil toneladas de arroz, por el valor de 240 millones de dólares. La competencia con el arroz importado y subvencionado de los países productores (Estados Unidos, por ejemplo), la liberalización del mercado de productos agrícolas, el riesgo de inundaciones y pérdidas de cosechas en áreas de producción (efecto de las alteraciones climáticas), los problemas relacionados con la posesión de la tierra, la disminución de áreas cultivables, la competencia con el crecimiento de la vivienda, y la promoción en los medios de comunicación del Estado de los productos importados en detrimento de la producción nacional son algunas de las causas del declive en la producción de arroz en Haití. En tres décadas, Haití pasó de ser un país autosuficiente en cuanto a la producción de arroz a ser un país dependiente del mercado internacional. Desde su creación en 2001, Racpaba, con cerca de 2.350 miembros, apunta a revertir la situación y mejorar las condiciones de vida de los agricultores. Racpaba, que es una asociación de siete cooperativas agrícolas, dispone de un parque para conservar las semillas, que puede almacenar 500 bolsas de arroz de 80 libras, un laboratorio para productos de prueba y una flota de equipos agrícolas. De acuerdo con el presidente de la red de cooperativas, Bien-Aimé Dieula, la institución también ayuda a sus miembros a encontrar crédito y proporciona apoyo técnico en la producción y comercialización del arroz.

Racpaba para retomar la producción de arroz

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La Red de Asociaciones Cooperativas para la Comercialización y la Producción Agrícola del Bajo Artibonite (Racpaba) fue fundada el 25 de junio de 2001 para retomar la producción de arroz del país y defender los derechos de los productores. Como ya se ha dicho, Haití es, después de Japón y de México, el tercer país importador de arroz del mundo. Se-


Una alternativa de desarrollo económico y social La producción de arroz local representa entre el 15 y el 20% del mercado. Bien-Aime Dieula ha solicitado al gobierno que elimine las restricciones para la producción, incluyendo la falta de crédito efectivo para el sector agrícola. “Las cooperativas de crédito no quieren dar crédito porque hay un riesgo muy grande en invertir en agricultura”. Existe también la competencia desleal del arroz importado, que desestimula a los productores. Con la presencia de Racpaba y de la Federación Nacional de Productores de Arroz (Fenaprih), creada en abril de 2011, Bien-Aimé Dieula es optimista en cuanto a la recuperación de la producción de arroz en los próximos años. Los 240 millones de dólares que se invierten cada año en la importación de arroz serán, así, inyectados en la economía nacional.

Cooperativas de fondos y crédito Le Levier es un grupo de 23 cooperativas de crédito federadas, reconocidas entre las mejores del país. La Asamblea Constituyente de la Federación se realizó el 30 de junio de 2007, después de un proceso de implementación de varios años. Según Jocelyn Saint-Jean, director general de Le Levier, las cooperativas tienen un papel importante que desempeñar en el desarrollo del país, especialmente porque Haití se presenta constitucionalmente como una República cooperativista. Según Saint-Jean, la experiencia haitiana de las cajas populares muestra que el país puede contar con sus propios recursos para realizar algunos proyectos. “Las cooperativas de crédito muestran que hay dinero suficiente en algunas áreas para hacer muchas cosas”, dice. También cree que, con las cooperativas de crédito, el ahorro servirá para el desarrollo local. “Ésta es la diferencia ente las cooperativas y los bancos, en los que el dinero local sirve a los más ricos”, puntualiza. El director de Le Levier cree que, a través de la economía solidaria, Haití puede desarrollar productos que atiendan a las necesidades de su población. Por ejemplo, considera que, en el campo de la vivienda, se pueden hacer programas de construcciones progresivas. Esto es diferente de las estructuras capitalistas. Además, incentiva al Estado haitiano a acompañar a las cooperativas para que ellas puedan ofrecer crédito a un público más amplio.

Fundado en 1998, el Consejo Nacional de Financiamiento Popular (KNFP), herramienta para el financiamiento agrícola, es una asociación que reúne actualmente a nueve miembros. Trabaja por la promoción y el refuerzo del financiamiento público en Haití, con una posición fuerte en las áreas rurales. “Hoy, hay sectores que comprenden mejor la importancia de la economía social”, afirma Lionel Fleuristin, director ejecutivo del KNFP. Las tres áreas principales del KNFP son: la formación de actores de financiamiento rural (miembros de la comisión de grupos de base, profesionales de financiamiento descentralizado), a través de su Instituto Móvil de Formación (Imofor); abogar y promover el financiamiento rural, y la mejora de los servicios financieros prestados en el país en general y en las áreas rurales en particular. Una mesa de toma de decisiones sobre economía solidaria, que reúne a políticos locales y actores del área, está en su fase experimental en una de las provincias de Haití. Especializado en crédito agrícola, KNFP es reconocido como de utilidad pública desde 2008. “Es una especie de reconocimiento de nuestro trabajo”, dice Fleuristin. En 2005, los nueve miembros de KNPF reunieron, por su cuenta, a más de 3.000 estructuras de financiamiento de base (bancos comunitarios o de solidaridad mutua - BC/Muso), y a cerca de 70.000 jefes de familia esparcidos por todo el país. KNFP es miembro fundador del Foro Latinoamericano y del Caribe sobre Financiamiento Rural (ForoLacFr), de la Asociación Internacional de Inversores en Economía Social (Inaise), y de la Coordinación Europa-Haití (CoE-H) de la Plataforma de ONGs haitianas y europeas.

Sofa para dar autonomía a las mujeres Solidaridad para las Mujeres Haitianas (Sofa) es una organización feminista fundada en 1986 que lucha por la garantía de los derechos de las mujeres. La organización, desde sus inicios, aboga para que los poderes públicos tengan en cuenta los derechos de las mujeres y de las poblaciones vulnerables. Sofa trabaja en varias líneas de intervención a favor de las mujeres, incluyendo el derecho a la salud, a la lucha contra la violencia, por la autonomía y la promoción de su

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Haití por sí La pobreza de Haití, falla del capitalismo

Mujeres haitianas buscan autonomía social y económica con la ayuda de Sofa. Foto: Francisca Stuardo

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participación en los espacios de decisión. “Estamos desarrollando la economía solidaria para alcanzar este último objetivo”, dice Carole Jacob, coordinadora de Sofa. Cuatro molinos agrarios, agrega, fueron instalados en el departamento de Artibonite, región productora de arroz, en beneficio de las mujeres que se dedican a la agricultura. “Éste es un proyecto que busca un objetivo comunitario”, dice la jefa de Sofa, agregando que los terrenos son cedidos a las mujeres atendidas. Cerca de dos mil mujeres se benefician con los proyectos de Sofa, lo que les permite lanzarse como emprendedoras y ser protagonistas de sus vidas. Con la contribución de los beneficiarios, Sofa suministra créditos a sus miembros en la región. “Nosotros no estamos en el microcrédito. Nuestro abordaje es diferente al de las organizaciones de microcrédito porque no buscamos el lucro”, explica Carole Jacob. Según ella, los molinos de Sofa hacen una gran diferencia en la vida de las mujeres de las áreas donde están instalados. “Los beneficiarios entienden que ya no tienen que esperar de brazos cruzados la intervención de las autoridades para resolver sus problemas”, celebra, elogiando la economía solidaria. Carole Pierre-Paul Jacob cree que, con la caída del capitalismo, Haití debe recurrir a la economía social y solidaria.

Según datos divulgados en el PDNA, antes del terremoto la tasa de desempleo en Haití se estimaba en cerca del 30% para todo el país (45% en las áreas metropolitanas), siendo mujeres el 32% mujeres y población de entre 15 y 19 años el 62%. Todos los indicadores de desarrollo están en rojo. Según el PDNA, en 2001, el 76% de la población de Haití vivía por debajo de la línea de la pobreza, con menos de dos dólares diarios, y el 56% por debajo de la línea de extrema pobreza, con menos de un dólar al día. Se estima que durante los últimos 10 años, el porcentaje de personas pobres y extremadamente pobres bajó más del 8% en todo el país, excepto en el área metropolitana, donde la pobreza aumentó en casi un 13% durante el mismo período. La situación de Haití, de acuerdo con varios especialistas, incluyendo al profesor Camille Chalmers, de Papda, es consecuencia de la política neoliberal aplicada por las autoridades haitianas. Chalmers destaca que Haití está en una fase de desindustrialización. Desde los años 80, Haití se convirtió en un mercado de venta para los productos capitalistas. Eso comenzó con la matanza de los cerdos criollos, que constituían un importante pilar de la economía nacional. Los cerdos fueron aniquilados en las décadas del 70 y el 80 por el gobierno haitiano, bajo presión de las autoridades estadounidenses. Según informaciones oficiales, los cerdos criollos fueron sacrificados para evitar la propagación del virus de la peste porcina africana, que se había esparcido desde España a República Dominicana y Haití, y después por el río Artibonite. Una explicación rechazada por los haitianos, que piensan que fue un plan para destruir su economía. El sector de las ensambladoras, que fue otro pilar de la economía haitiana, se fue deteriorando a lo largo de las décadas. Entre octubre de 1990 y junio de 1991, Haití perdió 8.200 puestos de trabajo de los 40 mil que tenía en esa época. En 1994, al final del embargo impuesto por la comunidad internacional contra Haití después del golpe de Estado de 1991, había menos de 11.000 empleos en la industria metalúrgica. En la década del 80, había cerca de 150 mil personas empleadas en el área de la tercerización. Después de las recurrentes crisis políticas vividas en el país, algunas fábricas fueron reubicadas y reabiertas en otros países de la región,


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como Jamaica, República Dominicana y Puerto Rico. Ante ese fenómeno, las autoridades haitianas procuraron relanzar la tercerización de servicios con la creación de zonas francas, definidas como una porción de tierra claramente delimitada. La iniciativa, que promueve la explotación de mano de obra barata y la semi-esclavitud, es supervisada por la Administración General de Aduanas (AGD), un régimen aduanero y fiscal especial. “La recuperación del sector textil sería muy ventajosa en términos de creación de empleos”, comenta el economista Alix Labossière. Sin embargo, la recuperación de los textiles no debe considerarse el milagro tan esperado para

El comercio invade las calles, mezclando todo tipo de mercancías. Foto: Francisca Stuardo

la económica haitiana. “Eso ayudaría sustancialmente en la creación de empleos, pero no es un motor del desarrollo económico, como el turismo, la agricultura, etc.”, afirma Labossière. En 2006, el Congreso estadounidense votó, a favor de Haití, una ley titulada Hope I, presentada como una “oportunidad hemisférica haitiana a través del incentivo a la colaboración”. El principal objetivo de Hope I era garantizar el libre acceso al mercado estadounidense de determinados productos, libres de derechos aduaneros, fabricados en Haití, como ropas y cables eléctricos. La ley Hope II, una nueva versión de la primera, fue adoptada en 2008. Estas inicia-

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Haití por sí El ministro de Industria y Comercio, Wilson Laleau, también es optimista con respecto a la construcción del parque. “Éste es un parque abierto y que ofrece una plataforma y herramientas para favorecer al inversionista. Éste es el mayor parque industrial del país e incluso del Caribe, que puede ser un catalizador, una locomotora para el desarrollo del país”, dijo el ministro durante una rueda de prensa en mayo de 2012. En realidad, junto a los miles de empleos que el parque industrial de Caracol puede crear, aun sin mencionar en qué condiciones para los trabajadores, los economistas no dejaron de mencionar los impactos ambientales negativos sobre la economía agrícola, teniendo en cuenta que se está construyendo en tierras fértiles. “El parque industrial de Caracol está compitiendo con la economía agrícola. Podría haber sido ubicado en una zona árida y no en un área propicia para la agricultura. Esto va a destruir a las organizaciones de agricultores. La gente gana infinitamente menos en la tercerización industrial que en la agricultura”, lamenta Lionel Fleuristin, de KNPF. Para el profesor Camille Chalmers, la ley Hope no conlleva ventajas. “Es el mismo tipo de condiciones de liberalización y privatización que se está imponiendo al país desde hace décadas y que ha destruido la economía nacional y, con ella, las condiciones socioeconómicas de la población”, critica. Los ciudadanos demoran en ver los resultados de las iniciativas emprendidas en los últimos años para reactivar la economía haitiana. El terremoto del 12 de enero de 2010, sin duda, disminuyó los esfuerzos de las autoridades haitianas y de sus pares internacionales para sacar al país de la situación actual. Incluso antes del terremoto, el presupuesto nacional era financiado en más del 60% por la comunidad internacional. El país se volvió insolvente a los ojos de los donantes de fondos internacionales. Haití ya no es más elegible para recibir préstamos, sino sólo para donaciones. Vive de las inversiones de países extranjeros, no siempre solidarios. La producción agrícola haitiana está en declive. Un informe del Centro de Exportaciones y de Inversiones de República Dominicana (CEI-RD) dice que entre 2004 y 2010 Haití importó de República Dominicana bienes por un va-

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tivas deberían haber ayudado a revitalizar el sector de la tercerización, pero no fue lo que sucedió. Por el hecho de tener una mano de obra extremadamente barata, la economía haitiana no logró el retorno esperado a partir de estas leyes. Mientras tanto, el actual gobierno atribuye gran importancia al desarrollo industrial y de manufacturas. El parque industrial de Caracol, cuya piedra fundamental se colocó el 28 de noviembre de 2011, está siendo construido en 250 hectáreas de la planicie de Caracol, situada a 260 kilómetros al nordeste de Puerto Príncipe, en la ciudad de Trou du Nord. El Parque es un proyecto que el presidente Martelly toma en serio. Los planificadores dicen que creará cerca de 20 mil empleos durante la “Fase I”. Serán cerca de 100 mil empleos directos e indirectos durante los próximos años. Lo que el presidente no dice es que serán casi exclusivamente empleos en la manufactura, con salarios miserables. Hay un gran interés internacional en este parque, probablemente por la posibilidad de explotar mano de obra barata. Mientras que el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) destinó 55 millones de dólares a la fase inicial de la construcción del parque industrial, la empresa Surcoreana Sae-A Co. Ltda., la principal locataria de la infraestructura a ser construida, cuenta con inversiones de 78 millones de dólares para el desarrollo de las operaciones. El gobierno de Estados Unidos, por su parte, se comprometió a transferir un mínimo de 124 millones de dólares de fondos para producir por lo menos 25 megawatts de electricidad, mejorar las instalaciones regionales de salud y construir cerca de 5 mil unidades habitacionales en el entorno del parque industrial del Norte. Este parque, con inversiones totales previstas en 257 millones de dólares, tiene la pretensión de ser el más grande y moderno del Caribe y también la mayor inversión extranjera en Haití. Durante su lanzamiento, en noviembre de 2011, Martelly dijo que el parque industrial era un modelo de inversión que también debía realizarse en otros departamentos, y que eso puede contribuir a cambiar el país. Para él, es un modelo de “desarrollo sostenible, real”. Así, se percibe que la concepción de República cooperativista del presidente haitiano no incluye la participación del pueblo, a no ser para ser explotado por las grandes organizaciones internacionales.


Una alternativa de desarrollo económico y social lor total de 872,7 millones de dólares. Los principales productos importados son tejidos de algodón, ropa hecha con fibras sintéticas, barrillas de acero para la construcción, diversos comestibles, cemento gris, antidiarreicos, harina de trigo, combustible, tiendas de campaña, algodón, gallinas, bananas, pastas, bolsas de plástico, láminas de zinc, barras de acero, cemento, pintura para automotores, galletas, aceite de soja, coco rallado, frijol negro, ropa usada, salame y azúcar bruto de caña. El informe no indica el monto de las exportaciones de Haití hacia República Dominicana. Insertos en la cuestión agraria y en el movimiento de trabajadores rurales haitianos, los brasileros del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), la ingeniera agrónoma Dayana Mezzonato y el profesor de historia José Luis Rodrigues (Patrola), que también forman parte de Vía Campesina, consideran que la situación de Haití es difícil y que el desafío del país es desprenderse de la presencia activa de Estados Unidos. “Cualquier paso por fuera de esa política puede ser castigado severamente. La ruptura con ese sistema de dominación que se ancla en los intereses de una elite nacional es uno de los mayores desafíos de la sociedad haitiana, si quiere desarrollar un efectivo proceso de democracia participativa”, destacan. El MST y Vía Campesina evalúan que el fomento a la agricultura es sin duda uno de los caminos para terminar con la dominación económica, teniendo en cuenta que el 65% de la población haitiana todavía vive en el campo. Pero el proceso es largo. “Es fundamental la realización de una reforma agraria seria y de un programa para la agricultura, con inversiones en investigación y educación profesional. La ecuación es sencilla: la agricultura emplearía mano de obra y promovería el aumento de la renta de la población campesina, lo que movilizaría la economía local. Y, por otro lado, la agricultura nacional podría asumir la responsabilidad de generar una serie de productos que actualmente son importados, como huevos, pollo, arroz, azúcar y otros, procesados, por ejemplo la pasta de tomate, embutidos, leche y sus derivados etc.”, explican. Por estar situado en una isla con escasos recursos naturales, con el 75% de su territorio compuesto por montañas, hace falta mucha fuerza de voluntad política y recursos bien

aplicados para convertir a la agricultura haitiana en un sector que logre contribuir efectivamente a levantar la economía del país. Es sabido que los problemas “naturales” son determinantes para que los haitianos no logren producir toda la riqueza que necesitan. El intercambio de productos entre las naciones no es en sí algo malo, afirman Mezzonato y Patrola. “El problema radica en la explotación que se aplica en los intercambios comerciales dentro la lógica capitalista. Y Haití está en la condición de super-explotado”, concluyen.

¿Cómo salir del atolladero?

Sin dar importancia a la falta de higiene, los comerciantes venden alimentos expuestos en el suelo. Foto: Francisca Stuardo

Haití produce muchas riquezas todos los días. Son aproximadamente 10 millones de personas que se alimentan todos los días y el 50% de esos alimentos se produce en el país mismo. Aun sabiendo que las condiciones de los campesinos para realizar esa producción son de lo más precarias: gran parte de los campesinos no tiene tierras suficientes, existen problemas de acceso al crédito y asistencia técnica, no existe ninguna entidad de investigación agropecuaria y sólo hay una universidad pública de agronomía en el país. Debido a la ausencia de servicios básicos en Haití, como agua, electricidad, saneamiento y carreteras, la construcción civil tiene un espacio para desarrollarse y generar empleos, según evalúan el MST y Vía Campesina. Jean Garry, analista haitiano del organismo brasilero Centro de Estrategia, Inteligencia y Relaciones Internacionales (Ceiri), cree que la alternativa para la producción de riquezas se encuentra en el desarrollo de acciones capaces de combatir la pobreza y promover líderes políticos que entiendan los verdaderos desafíos de la globalización. De acuerdo con él, la agricultura puede aportar mucho a la economía haitiana, pero es necesario ir más allá de la simple agricultura familiar. “La agricultura familiar necesita mejorar su productividad y fortalecer su orientación orgánica, para poder hacer una diferencia en los mercados externos”. Otro sector que, en la perspectiva de Garry, podría sostener parcialmente la economía haitiana es el turismo. En la década del 60, Haití fue líder en ese sector. Sin embargo, la dictadura Duvalier y la inestabilidad política frenaron su desarrollo y relegaron al país al último lugar del sector en la región.

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Una alternativa de desarrollo económico y social No es un secreto que la ayuda internacional falló en Haití. Prueba de ello es la situación socioeconómica del país. En cada período de crisis política o en cada desastre, la comunidad internacional promete millones, hasta miles de millones al país. Esto fue así en 2004, después del derrocamiento del ex presidente Jean-Bertrand Aristide, como también después del terremoto del 12 de enero de 2010. Tres años después de la catástrofe de 2010, todos están de acuerdo en que las promesas no fueron cumplidas. Todos coinciden en que los fondos no han sido desembolsados al ritmo deseado. Los sobrevivientes del terremoto están comenzando a mostrar señales de impaciencia. Algunos comienzan incluso a expresar desconfianza en la comunidad internacional. “Haití no se va reconstruir a partir de la ayuda internacional, pues esos países están en crisis”, dice Rosanie Moise Germain, de Veterimed. Para Lionel Fleuristin, las autoridades haitianas deberían invertir en la producción local si quieren sacar al país de la desastrosa situación económica en que se encuentra. “Si abandonamos la producción local, el ahorro será usado para servir a la exportación”, dice, mostrándose pesimista sobre las promesas de la comunidad internacional. También denuncia la política pública que privilegia la importación de arroz en detrimento de la producción local. En otra perspectiva, como se demostró con la construcción de la zona franca de Caracol, el gobierno anunció que quiere convertir a Haití en un país emergente de ahora hasta 2030. El nuevo jefe del gobierno haitiano, Laurent Lamothe, en su declaración pública ante el Parlamento, no hizo ninguna mención a la promoción de la economía solidaria. Sin embargo, para alcanzar ese objetivo, los principales sectores a los que se apunta a través de su programa de desarrollo fueron el turismo, la agricultura, los textiles, la infraestructura (telecomunicaciones, electricidad, carreteras, puertos y aeropuertos) y la construcción civil, con énfasis particular en los edificios de la administración pública y el acceso a la vivienda. “Incentivaremos el desarrollo de nuevos mecanismos de apoyo a las pequeñas y medianas empresas. Ya hemos pensado, con carácter de emergencia, la creación de un

Productos perecederos como leche también se venden en las calles y mercados. Foto: Francisca Stuardo

fondo de solidaridad para las mujeres y los campesinos; la reforma del código de inversiones, de la ley sobre zonas francas y del régimen fiscal en vigencia; la renovación del ambiente de los negocios; el fortalecimiento del sector de seguros a través de una reglamentación adecuada; la intensificación de la lucha contra la corrupción y el contrabando; el fortalecimiento de los órganos de captación; el aumento significativo de los ingresos fiscales y el fortalecimiento del Centro de Facilitación de Inversiones (CFI).” Las medidas específicas anunciadas por el Primer Ministro Lamothe hasta 2030 pueden incluso ser consideradas como incuestionablemente importantes, pero son también simbólicas porque demuestran que el poder público y la población marchan por caminos paralelos, o aun contrarios. Sin embargo, se espera que, con decisión política y organización popular, sea posible que el camino, un día, sea uno solo.

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Lèt Agogo. El procesamiento de la leche ayuda a habitantes del campo Por Adriana Santiago Tempranito comienzan a llegar a la lechería recipientes blancos amarrados a las bicicletas, a las motos, sobre telas enrolladas que alivian el peso en las cabezas. Personas de todas las edades llegan silenciosamente y entregan su producción diaria en la lechería comunitaria para su procesamiento. Se mide la leche y se controla para saber si no ha sido adulterada con agua y, después de aceptada y controlada su calidad, se registra debidamente. La leche se procesa, pasteuriza, y se transforma en yogurt y queso de excelente calidad. A fin del mes, cuando pagan los proveedores, todo se divide proporcionalmente entre la comunidad que participa, porque la lechería es administrada como una cooperativa y la administración toma una parte del pago para

reinvertir el dinero. Idea sencilla y eficaz que ha traído beneficios a varias comunidades en Haití. Gente sencilla que logra, así, obtener su sustento y el de su familia. Ésta es una de las pocas experiencias de organización social exitosa, tal vez porque uno de los fundadores de Veterimed, organización de agrónomos responsable de la idea, es el secretario de Estado para la Producción Animal de Haití, Michel Chancy, que firmó un acuerdo con la FAO y, a partir de los aportes de Brasil, distribuyó los productos Lèt Agogo como merienda escolar a miles de niños de las escuelas públicas haitianas. Si todos los programas de emergencia que reciben recursos internacionales invirtieran en ese tipo de ideas sencillas y auto-centradas, tal vez Haití no necesitaría, en la actualidad, tanta ayuda extranjera, que muchos llaman dominación.

En la lechería de Limonade, no paran de llegar cargamentos de leche.

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Foto: Ermanno Allegri


Una alternativa de desarrollo económico y social Y surgió Lèt Agogo

Veterimed es una organización no gubernamental que comenzó a trabajar en la capacitación de profesionales en 1989, enviando profesionales a Brasil para aprender técnicas de manejo sustentable de la tierra, y formando veterinarios en Cuba. El foco era la salud de los animales, la formación de técnicos, aquí llamados auxiliares, además de la promoción de compañas de vacunación, principalmente contra el Ántrax, entre otras actividades, financiadas por donaciones y por la ONG internacional “Veterinarios Sin Fronteras”. En esa época, la idea del Ministerio de Agricultura era que cada sector comunitario, algo así como los distritos en Brasil, tuviera tres técnicos veterinarios. Pero en 1990 sólo había diez veterinarios en todo Haití. Allí comenzó el trabajo, a partir de situaciones de urgencia y la formación de médicos veterinarios en el marco de un convenio Cuba-Haití. En el año 2000, diez años después, se alcanzó la meta de tres veterinarios por sector. Realizado este paso, comenzaron a ocuparse de la salud, la producción y las investigaciones que tuvieran como objetivo aspectos que generaran desarrollo y produjesen divisas para el país, como la producción de leche y la cría de ganado, cabritos y conejos. “Un cambio radical de estrategia”, como explicó didáctica y pacientemente el risueño Cimé Jean Shilet, coordinador técnico de la organización.

El agrónomo Cimé Jean Shilet,coordinador técnico de la ONG haitiana Veterimed. Foto: Ermanno Allegri

Así, la organización comenzó a buscar ideas y donantes fuera de Haití y a invertir en el Nordeste, la región con la mayor cuenca lechera del país. Hoy, Veterimed realiza el acompañamiento técnico en cada una de las lecherías que, juntas, producen entre 300 y 400 litros de leche diariamente. Es poco cuando se piensa que el país importa 40 millones de litros de leche por mes para abastecer el mercado interno, pero es una producción considerada excelente para las veinte lecherías y seis mil familias rurales involucradas en este trabajo en un país en el cual más del 80% de la población no tiene empleo. En las lecherías se elaboran cuatro productos: leche pasteurizada que dura de siete a diez días, leche esterilizada, que se conserva de nueve a diez meses, yogurt y un queso cheddar maravilloso. El queso es tan bueno que en menos de una hora de entrevista, las cuatro personas que hicieron este reportaje, acompañadas de Cimé, devoraron un trozo de casi dos kilos. El yogurt, igualmente delicioso, también tuvo su momento, esta vez en el campo, en Limonade, dos días después, cuando el equipo fue a conocer la lechería, cercana al extremo norte, en Cabo Haitiano. El problema que Veterimed enfrenta actualmente es encontrar una forma de abaratar y ampliar la producción de Lèt Agogo. Hoy, todo el material para el procesamiento de la leche esterilizada, que dura más tiempo, se trae de afuera. Máquinas de sellar botellas, la autoclave para la esterilización a 100 grados centígrados: todo es importado de Estados Unidos. Las tapitas vienen de otro país, y las botellas de 350 ml, adecuadas para las porciones individuales de la merienda escolar, se adquieren en Guatemala. Sacando la leche y la mano de obra, nada se hace en Haití. Veterimed incentiva a las lecherías para que inviertan en la comercialización, además de la merienda escolar, y es posible ver la producción local de Lèt Agogo en los supermercados de Puerto Príncipe y Limonade. Son poco productos en relación con las marcas importadas, pero al menos ya pueden verse; esto es un avance. El mercado para el queso son los hoteles y restaurantes, que pueden ofrecer un producto realmente original de Haití a su clientela. Pero, para Cimé, lo verdaderamente relevante ha sido la cooperación brasilera a través de la Organización de la Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que posibilitó la entrada de productos haitianos en las agendas de las ONGs internacionales, promoviendo una gran demanda de

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El agrónomo Djilouf François explica cómo ayuda Veterimed a los productores familiares de Limonade con capacitación, el procesamiento del producto y la negociación de los contratos.

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Foto: Ermanno Allegri


Una alternativa de desarrollo económico y social lácteos locales, producidos cooperativamente, para hospitales y escuelas públicas. Principalmente, porque pueden recuperarse y reutilizarse los envases de vidrio. Una botellita cuesta U$ 0,50, más el costo de transporte desde Guatemala. Así, esperan juntar dinero para comprar un millón de botellitas, de una sola vez, para disminuir el costo. En el mercado, hoy circulan 1,2 millones de botellitas reciclables.

Producción y política Por el éxito alcanzado, la ONG Veterimed y el proyecto Lèt Agogo ganó, en Chile, en el ciclo 2004-2005, el primer lugar en el Concurso “Experiencias en Innovación Social”, organizado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), con apoyo de la Fundación W.K. Kellogg, en el que competía con 1.600 proyectos de innovación social. Este reconocimiento le dio un respaldo para grandes conquistas, incluso la incorporación de su producción por parte de ONGs trasnacionales, una de las raras producciones haitianas en la lista de los bienes de la ayuda humanitaria. Los jurados consideraron que el programa, además de contribuir a la seguridad alimentaria y nutricional de Haití, tuvo una profunda repercusión en las formas de aprovechar los recursos agropecuarios y utilizarlos en la producción local de productos tan nutritivos como el yogurt y la leche. Los resultados prácticos también se reflejan en lo político, dado que a partir de las veinte cooperativas lecheras del Norte se fundó la Federación Nacional de la Leche Haitiana (Fenaprola, por su sigla en francés), que organiza a todo el sector. Cimé explica que el sistema agrario actual no permite la cría de grandes hatos de ganado. De esta manera, la Fenaprola provee una uniformidad, pero es necesario un gran debate para un cambio nacional, dado que poco a poco los productores de leche aumentan sus hatos y quieren negociar con el Estado para poder disponer de tierras. Este conflicto está en las manos de Michel Chancy, que fue director y uno de los creadores de Veterimed y de Lèt Agogo, y es el actual secretario de Estado para la Producción Animal, función importante en el Ministerio de Agricultura desde el gobierno del presidente René Preval. Esta posición deja a la ONG en una situación cómoda, pero no le quita mérito. El Ministerio debería incentivar iniciativas semejantes, tomando como base las experiencias exitosas.

Cada productor recibe recipientes numerados e higiénicos para recolectar. Cuando los entregan, se controla la calidad, la higiene y la pureza de la leche, que posteriormente se pasteuriza. Foto: Ermanno Allegri

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Las botellas retornables de leche son higienizadas y esterilizadas por los trabajadores de la lecherĂ­a comunitaria, asĂ­ como los recipientes entregados por los productores. La leche pasteurizada puede durar hasta nueve meses almacenada, para la merienda escolar.

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Foto: Ermanno Allegri


Una alternativa de desarrollo económico y social El terremoto retrasó planes de expansión Con el terremoto del 12 de enero de 2010, todo cambió. La sede de Veterimed se vino abajo, muchas de las investigaciones volvieron a fojas cero, funcionarios importantes murieron o huyeron hacia Estados Unidos, muchos perdieron la documentación y el trabajo tuvo que reiniciarse casi desde cero. Una de las casas destruidas albergaba el centro de maduración del queso, con maquinaria importada del Ecuador. Todos estos factores atrasaron la producción y las investigaciones. Pese a todo, las lecherías del interior continuaron funcionando y el gobierno presionó a la FAO para que la leche se incluyera entre los rubros de la ayuda internacional. De marzo de 2010 a marzo de 2011, la facturación total de Lèt Agogo estuvo entre 20 y 22 millones de gourdes; el 40% fue para los productores y el 60% para la administración y la reinversión en las cooperativas, que no paran de crecer. Y todo el producto es de excelente calidad, verificada permanentemente por la vigilancia sanitaria del programa de la FAO. El objetivo es llegar a tener 85 lecherías distribuidas por todo Haití, como organizaciones productoras cooperativas con procesamiento de leche, quesos y yogurt para abastecer a todo el territorio nacional. Pero todavía tienen que vencer el obstáculo de los envases; ya están tratando de desarrollar un material semejante al tetra pack y construir lecherías más modernas que sean capaces de atender la demanda correspondiente al volumen de consumo de leche exigido por el mercado interno, principalmente en los meses de mayo a junio, cuando por el exceso de lluvia prácticamente cesa la producción. De agosto a septiembre, cuando el volumen de leche aumenta, se necesita más tecnología para almacenar el excedente y garantizar la producción. La gente del campo tenía el hábito de comercializar todo en las calles; ahora tienen un lugar donde concentrar la producción, facilitando el trabajo, garantizando más empleos y proporcionando seguridad alimentaria dentro y fuera de casa, porque niños y niñas de la escuela pública están bebiendo una leche producida en el lugar, integral y de buena calidad. Ya existe, incluso, un proyecto del BID que garantiza fondos para enriquecer artesanalmente la leche con vitaminas.

La lechería modelo La lechería de Limonade, en Cabo Haitiano, fue la primera en establecerse. Allí encontramos al agrónomo Djilouf François, quien informa que la producción local oscila entre 180 y 200 litros por día. Hoy, son cuatro asociaciones, sobre todo de mujeres, las que

garantizan la producción (Pawolim, Aflidepia, MCAD e Intervet), nombres que ni siquiera él sabe con seguridad qué significan, pero que fueron creadas por las mismas familias del municipio. Hoy, sólo Pawolim y Aflidepia benefician a unas 400 personas cada una, y las otras dos menores, MCAD e Intervet, a 80 y 65 personas respectivamente. Esta experiencia, además de garantizar la compra total de la producción, tiene un valor mayor que el mercado. “Antes, no sabíamos qué hacer con la producción, a veces guardábamos sólo para los niños, y el resto se echaba a perder o tratábamos de venderlo en la ciudad. Ahora, la venta de leche pura está garantizada por la lechería”, celebra Elise Elbeu, que perdió, en 1999, todos sus animales, muertos de hambre o de sed, pero que aprendió con Veterimed las técnicas de producción animal. Permanecemos frente a la lechería unos quince minutos para ver el gran movimiento. Los productores llegan con dos, cinco, siete recipientes, cada uno con un número que indica quién es el productor. Los entregan en la recepción, donde uno de los diez trabajadores de la lechería hace el test de calidad para verificar que en los recipientes no se encuentre la tradicional mezcla de leche con agua, que se vende en las calles de las ciudades. Pasado el control de densidad (1,025 de densidad límite), se realiza un control con alcohol para ver el nivel de bacterias y microbios, se verifica si no hay almidón o arena y se hace un control de acidez. Al final, si los productores son capacitados para extraer la leche de la mejor forma posible, la exigencia es grande. Cuando la leche es finalmente aceptada, se registra en la cuenta del productor asociado y sigue para su procesamiento. Si es para pasteurizar, será hervida a 95° centígrados entre 5 y 10 minutos; si es para hacer yogurt, se somete a una temperatura de 45°; si es para ser esterilizada, la temperatura sube a 75°, y luego va a una autoclave a 121° por otros 15-20 minutos, para que dure los nueve meses de almacenamiento. Una vez aromatizadas, con vainilla o chocolate, las botellas individuales se envían a las escuelas; la leche saborizada ya fue incluida por la FAO en la merienda escolar de Limonade. Las botellas regresan todas: un reaprovechamiento total. En la lechería, al llegar se puede ver el trabajo de lavado y esterilización de las botellas y un aparato bastante simple para sellarlas. Lo sorprendente es ver que el depósito está lleno y aguardando la demanda. No para. El yogurt y el queso, cuando no van a las escuelas, van a las góndolas de los supermercados de Limonade. “La misma cooperativa que dirige la lechería es la responsable de hacer los contactos con el mercado local”, afirma el agrónomo.

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País emergente. ¿Un caso de desvío? Mentira, confianza y sociedad Por Alain Gilles

Universidad de Columbia, miembro del Centro de Estudios sobre Desarrollo de las Culturas y Sociedades (CEDERCS) y profesor de la Universidad de Quisqueya, Puerto Príncipe, Haití. Giles también enseñó en Canadá y ha colaborado con revistas como Amérique Latine (Paris), Revue Canadienne des Études Latino-américaines et Caraïbes (Canadá), Paroles COLLLECTIFS (Canadá) y en el Journal of International Affairs. Traducción al portugués: Delza Tereza Lombardi

posibilidad de que un país produzca un impacto global. Presentamos en la página siguiente un cuadro (Cuadro 1) con algunas características de base de Haití, los BRIC y los N-11. En 2011, la población de Haití representaba el 7,1% de la población de Rusia, que es el país menos poblado de los BRIC, y el 20,3% de la población de Corea del Sur, el menos poblado de los N-11. Según el Centro de Estudios Prospectivos y de Informaciones Internacionales, los países emergentes se definen por “un nivel de riqueza, una participación creciente en los intercambios internacionales de productos manufacturados y la atracción que ejercen estos países sobre los flujos internacionales de capitales”. En términos relativos, es decir, en relación con el porcentaje de su PIB, Haití importa mucho más que la mayoría de los BRIC o de los N-11. En importaciones, Haití sólo es superado por Corea del Sur y Vietnam, lo que demuestra la gran dependencia del país. Sin embargo, en valores, la importación haitiana es insignificante, dada la debilidad de su economía. Las inversiones extranjeras directas en el país son insuficientes: en 2007, estas inversiones representaron 74,5 millones de dólares y, en 2008, 29,8 millones de dólares, mientras que la inversión extranjera más débil registrada en Bangladesh, uno de los N-11, se eleva a 652,8 millones de dólares en 2007 y a 1000 millones de dólares en 2008. La balanza comercial haitiana es sistemáticamente negativa. En el artículo “La razón de vivir de los rendimientos” (Revista Encuentro, enero 2012), llamamos la atención sobre el hecho de que la economía haitiana se basa en la especulación financiera y en el comercio de productos importados, además de en el tráfico. La subcontratación se caracteriza claramente por una baja productividad. Como ya hemos

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Es PhD en Sociología por la

Es oficial. Haití, al final de su reconstrucción, en 2030, será un “país emergente”. El actual Primer Ministro dijo: “En cuanto al programa económico y social, mi gobierno ejecutará las recomendaciones realizadas por el Ministro de Planificación y Cooperación Externa, que propuso un Plan Estratégico de Desarrollo de Haití (PSDH) con el objetivo de convertir a Haití en un país emergente en 2030.” Lemothe (Laurent Lemothe) sustituyó a Gary Conille, que permaneció en el gobierno sólo por seis meses. Aunque ambos sean del mismo partido, el Primer Ministro Lemothe tiene más afinidades con el gobierno de Préval-Bellerive, lo que justifica su opción por el PSDH, dado que este plan fue creado en 2010 durante el gobierno de Bellerive, el segundo gobierno del nuevo presidente. ¿Estaremos, en 20 años, al lado de los grandes países emergentes como Brasil, Rusia, India y China? No queremos ir tan lejos. Este grupo fue llamado BRIC por el economista Jim O’Neill, del Goldman Sachs, una sigla con las iniciales de esos países. Este economista propone además los próximos once países, los “Next Eleven”, o N-11, como candidatos a unirse a los BRIC. (O’Neill, Goldman Sachs, N° 134, diciembre de 2005). Los once candidatos son: Bangladesh, Egipto, Indonesia, Irán, Corea del Sur, México, Nigeria, Paquistán, Filipinas, Turquía y Vietnam. Como puede apreciarse, Haití no está entre ellos. Algunos ya pertenecen al grupo llamado NPI (Nuevos Países Industrializados). Se trata de países relativamente grandes, cuyos recursos naturales se miden en valores absolutos de volumen y cantidad. Pero Sudáfrica no puede formar parte de ese grupo porque su población es sólo de 50 millones de habitantes (DEGAN, 2011). Por lo tanto, el factor demográfico también es un criterio para que un país pueda ser calificado como “emergente”, pues, según O’Neill, es lo que define la


Una alternativa de desarrollo económico y social dicho, la productividad y la demografía son dos factores importantes para acceder al grupo de países emergentes (O’Neill, 2011). Nuestra economía no crea valor. Deberíamos salir de esa lógica de vivir de

País

Superficie

Población

(1000 km2)

(millones, 2011)

los rendimientos porque, de esta manera, las ganancias y el lucro no están determinados por las inversiones legales, por los factores internos de nuestra economía.

Crecimiento anual

Inversión extranjera directa

del PBI en %

(entrada neta en millones $)

2007

2008

2007

2008

Importaciones en % del PBI 2007

Exportaciones en % del PBI. 2007

2008

2008 13

13

5.971

6.408

Haití

27,75

10,11

3,3

0,8

74,5

29,8

39

44

Brasil

8.514,88

196,66

6,2

5,2

34.584,9

45.058,2

12

13

13 1.365.983

Rusia

17.098,24

141,93

8,5

5,2

55.073,2

75.002,4

22

22

30 1.299.706

India

3.287,26

1.241,49

9,8

3,9

25.482,7

43.406,3

24

29

30 1.238.700

China

9.600,00

1.344,13

14,2

9,6

160.051,8

175.147,7

30

27

38 3.494.056

144

150,49

6,4

6,2

652,8

1.009,6

27

29

1.001,45

82,54

7,1

7,2

11.578,1

9.494,6

35

39

Bangladesh Egipto Indonesia Irán Corea del Sur

1.904,57

242,23

6,3

6,0

6.928,5

9.318,5

25

29

-

-

7,8

2,3

1.669,6

1.615,4

22

-

99,9

49,78

5,1

2,3

1.784,4

3.310,7

40

54

México

1.964,38

114,79

3,3

1,2

31.313,4

26.888,5

30

30

Nigeria

923,77

146,95

6,4

6,0

6.035,0

8.196,6

26

29

Pakistán

796,1

164,45

5,7

1,6

5.590,0

5.438,0

21

24

Filipinas

300

Turquía

783,56

Vietnam

331,05

94,85 72,75 (2010) 87,84

6,6

4,2

2.916

1.544

43

39

4,7

0,7

22.047,0

19.594,0

27

28

8,5

6,3

6.700,0

9.579,0

93

93

14 1.652.818 31 1.660.846 24 1.224.097 35 4.521.827

20

20

68.415

79.554

30

33

130.478

162.818

29

30

432.217

510.245

32

-

286.058

338.187

42

53

1.049.236

931.402

28

28

1.035.930

1.094.480

41

42

165.921

207.118

14

13

143.171

163.892

43

37

149.360

173.603

22

24

647.155

730.337

77

78

71.016

91.094 Fonte: Banco Mundial

2 13


Haití por sí ¿Por qué, entonces, tratar con tanta imprudencia una cuestión tan importante para el futuro de todo el país? En realidad, se aplica la misma lógica cuando una escuela de gestión es clasificada como universidad, cuando un campus universitario está desprovisto de una sala de lectura, o cuando el jefe de Estado de un régimen autoritario insiste en organizar un referéndum. Estamos en un país donde deberían ponerse entre comillas: “Policía”, “Elecciones”, “Parlamento”, “Universidad”, “Profesor”, “Empresario”… Aquí se trata de un conjunto de actitudes y comportamientos que son parte de lo que llamamos “cultura de la desviación” (Observatorio de la Reconstrucción, Nº 2, junio de 2012). La búsqueda de una consonancia con nuestra representación nos lleva a utilizar discursos, fórmulas, un modelo institucional, sin el menor cuidado sobre la responsabilidad en la elección de las palabras o modelos para expresar nuestros conceptos. ¿Cómo entender que la frase “país emergente”, un instrumento de análisis elaborado para comprender la evolución de la economía mundial, pueda ser puesta y usada en el PSDH con tanta irresponsabilidad? ¿Por qué correr el riesgo de no ser tomados en serio? Tergiversar un concepto es despojarlo de su capacidad de análisis. Es utilizarlo para fines distintos de aquellos para los cuales fue creado. ¿Para producir un efecto al anunciarlo? ¿O para asumir un riesgo previsto? ¿Quién se acuerda de las “declaraciones de política general”? Las declaraciones sobre política general se olvidaron tan pronto como fueron leídas por los primeros ministros en el Senado y la Cámara de diputados. Esto representa una lógica llamada por Bertrand Badie “El Estado importado”, que se produce por la participación de las elites en la modernidad. Ninguna de las declaraciones sobre política general presentadas por los primeros ministros se encuentra en instituciones encargadas de la preservación de la memoria institucional. En el Centro de Investigación y Documentación del Gobierno (Credoc), con motivo de una investigación, se encontraron sólo siete de estas declaraciones: CHERESTAL, marzo de 2001 (44 páginas); Yvon NEPTUNE, marzo de 2002 (14 páginas); Jacques-Édouard ALEXIS, junio de 2006 (38 páginas); Smarck MICHEL, sin fecha (32 páginas); una versión numérica de las declaraciones de Gary Conille y del actual Primer Ministro. Pero no se encontraron las declaraciones de M. Jean-Marc BELLERIVE y de la Sra. Michelle PIERRE-LOUIS. En

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En 1998, Madeleine Albright, entonces Secretaria de Estado de Estados Unidos, identificó cuatro categorías de países, teniendo como criterio su capacidad para integrar el sistema internacional. Según ella, existen: 1) los países que son totalmente miembros de este sistema; 2) los países que están en transición, en la búsqueda de una participación más efectiva en el sistema internacional; 3) los países inmersos en una espiral de conflictos, muy pobres, muy débiles para participar de manera significativa; y 4) los países que rechazan los valores y las normas en los que se funda el sistema mundial. En particular, ella sitúa a Haití en la tercera categoría. ¿Desde cuándo las cosas cambiaron radicalmente? El 23 de julio de 2012, Jean Michel Cadet (consultor francés) recordó, en un artículo titulado “Invertir en Haití: una cuestión de imagen”, los continuos obstáculos a las inversiones en el país: “la inestabilidad política”, y “el plazo acordado para el establecimiento de una empresa”, entre otros. Finalmente, se cree que los responsables de nuestro país, tanto en el sector público como en el privado, se pronuncian con una cierta imprudencia. Veamos. La declaración de Michael Porter sobre política general se inspira en el PSDH, plan estratégico elaborado en el contexto posterior al 12 de enero de 2010, cuando el país comenzaba a ser reconstruido. En la versión del PSDH, disponible en la página web del Ministerio, en el ítem cuatro del sumario, se anuncia “la noción de emergencia”, que, de hecho, está ausente en el documento. En la parte superior de la página 12 del PSDH, se lee “Modelo de Michael Porter”, pero no se ofrece ninguna referencia. Michael Porter, de renombre mundial, es profesor de estrategia empresarial en la Universidad de Harvard (Estados Unidos). Sus obras clásicas, Competitive Strategy (“Estrategia competitiva”) (1980) y Competitive Advantage (“Ventaja competitiva”) (1985), abordan cuestiones relativas a “estructuras industriales”. Se interesó posteriormente en la competitividad de las naciones. En el capítulo 8 de su libro The Competitive Advantage of Nations (“La ventaja competitiva de las naciones”, New York: The Free Press, 1990), titulado “Emerging Nations in the 1970s and 1980s” (“Naciones emergentes en los años 70 y 80), Michael Porter presenta el caso de Japón, de Italia y de Corea. Nada de lo que él escribe permite asociar los análisis sobre los países emergentes, que se inspiran en los escritos de Jim O’Neill, el cual, por otra parte, no lo cita en ninguna oportunidad en su libro The Growth Map (“El mapa del crecimiento”), de 2011.


Una alternativa de desarrollo económico y social la Biblioteca Nacional, no se encuentra ninguna declaración. Y la página web del gobierno, en la práctica, es la página web del Primer Ministro en ejercicio. No se puede imaginar que un Primer Ministro, quien espera tener un voto de confianza de la Cámara y el Senado, pueda haber dicho: “de todos modos, ya está todo resuelto” y “para mí es suficiente con hablar en francés”. No tendría que haber movilizado a un grupo de expertos para redactar un poco más de 40 páginas, en el caso de CHERESTAL, que leería gesticulando y con elocuencia, ¡simplemente para hablar en francés! Su declaración también será olvidada, después de integrar la cultura política al campo institucional del país. El actual Primer Ministro ¿lo sabe? He aquí un cuestionamiento que debe hacerse, teniendo en cuenta la libertad con que se hacen las promesas. Pero esto no concierne solamente a los responsables políticos. Se pueden distinguir las estructuras sociológicas por las características de parte de las mentiras que impregnan la sociedad. En primer lugar, la mentira amenaza mucho menos la existencia del grupo en sociedades simples que en sociedades muy complejas. El hombre primitivo, que vive en un círculo restringido y satisface sus necesidades gracias a su producción personal o por la cooperación de los más cercanos, controla las condiciones de su existencia más fácilmente y más perfectamente que aquel que pertenece a una civilización superior. En contrapartida, en las culturas más ricas y más amplias, la vida está condicionada por varias situaciones preliminares que el individuo no puede analizar ni verificar en su fundamento, pero que debe aceptar con confianza. Nuestra existencia moderna –desde la economía hasta las actividades científicas– se fundamenta en la creencia en la honestidad de los demás. Eso sucede de manera mucho más amplia de lo que habitualmente nos damos cuenta. Se debe tener en cuenta el pensamiento de Simmel como una herramienta inteligente. Hay sociedades en las que la mentira o la falta de confianza serían menos perturbadoras que en otras. Son sociedades que funcionan en redes, en círculos estrechos, en los que la concesión de crédito, por ejemplo, está restringida y depende de “quién eres” o “quién te conoce” o de su red de contactos. En el caso del discurso político, maquillado con términos prestados de la experiencia de otras sociedades desarrolladas y democráticas, la mentira no es revelada sino por el análisis que la objetiva. En el campo político haitiano la mentira está

desapareciendo con el tiempo. Se está perdiendo en la memoria. Sus primeros efectos fueron suficientes. Y otros discursos seguirán. De hecho, las elites políticas, económicas y “universitarias” de nuestro país, ¿nunca pensaron que sería necesario evaluar el grado de confianza que los haitianos ponen en ellas y en las diferentes instituciones del país: en la escuela, en la policía, en las empresas comerciales, en las ONGs? Imaginan que para alcanzar una “sociedad de confianza”, como dice Alain Peyrefitte, es necesaria la construcción de la democracia, y que el buen desempeño de una economía de cambio se fundamenta en la confianza mutua (Amartya, 2003). Son cuestiones que se expresan cuando se quiere romper con la tradición, cuando la reconstrucción se encuentra con la democracia y el desarrollo en la justicia social. “País emergente”: ¿qué significa esa frase? La expresión “país emergente” es un término operacional que remite al “impacto global” que un país pueda ejercer. Para eso se debe considerar su potencial demográfico y económico. El potencial económico se define en términos de capacidad de absorber el capital extranjero. Jim O’Neill, que inventó la sigla BRIC, lo expresó claramente. El nivel de desarrollo económico y la calidad de vida de un país no son suficientes para que un país sea considerado potencialmente “emergente”. Los países emergentes, señala Degans, “tienen como característica común, además de tener varias diferencias, el ser países-continentes en los que la importancia de su población es una ventaja más en el juego de ajedrez mundial”. En ninguna parte existe certeza sobre el futuro de los países emergentes. Sin ir tan lejos, como afirma Thierry Wolton en su libro La gran mentira china (2007), aún hay lugar para reflexionar sobre lo que nos dice Martin Bulard en su editorial sobre China, en Le Monde Diplomatique (junio/julio 2012): “El modelo está en su final: muy desigual en lo social, muy costoso en términos ecológicos, muy orientado a las exportaciones, muy corrupto, y sostenido firmemente por los mandarines de un partido omnipresente.” ¿Habrán comprendido esto nuestros dirigentes? Ellos sólo comprenderán el día que deseen que se recuerden sus “declaraciones sobre política general”. Ésta debería ser la historia del tiempo de la reconstrucción. Dirección electrónica del texto original: http:// www.reconstruction-haiti.org/IMG/pdf/revista_ observatorio_3_okey.pdf.Publicado en la revista L’Observatoire de la Reconstruction, Nº 3.

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Haití por sí Foreign Affairs, November/December 1998 SIMMEL, Georg (sociólogo alemão, 1858-1918) “Le secret et la société secrete”, reproduzido na Sociologia. Études sur les formes de la socialisation, Paris : PUF, 2010. SEN, Amartya, Un nouveau modèle économique. Développement, justice, liberté, Paris: Odile Jacob, 2003, p. 345. WOLTON, Thierry, Le grand bluff chinois: Comment Pékin nous vend sa «révolution » capitaliste, Paris: Robert Laffont, 2007. BULARD, Martine em seu editorial “Le grand tournant”, in Manière de voir. Le monde diplomatique, juin-juillet 2012, p. 6.

Foto: Francisca Stuardo

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REFERÊNCIAS: O’NEILL, Jim et al., How Solid are de BRICs, Global Economics Paper nº. 134, Dec, 2005) DEGANS, Axelle, Les pays émergents: de nouveaux acteurs, Paris: Ellipses, 2011, p. 94). REVISTA haitiana de sociedade e cultura – Encontro. La raison rentière - nº 24-25, janeiro de 2012 O’NEILL, Jim. The Growth Map. Economic Opportunity in the BRICs and Beyond, Kindle edition, New York : Penguin, 2011. ALBRIGHT, Madeleine, The Testing of American Foreign Policy,


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Capítulo 5 Por Nélio Joseph

La cultura como vitrina

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Ya sea en la música, en la pintura, en las artesanías, en la literatura, la cultura, como afirma el escritor haitiano más leído, Gary Victor, es el único espacio en que Haití es competitivo en el ámbito internacional. En enero de 2012, la novela Le sang et la mer (“La sangre y el mar”), del mencionado autor, ganó el premio “Casa de las Américas”, uno de los más prestigiosos premios literarios del continente americano. El escritor Lyonel Trouillot ganó en abril de 2012 el primer premio literario de la “Feria Internacional del Libro y de la Prensa de Ginebra” y llegó a la semifinal del igualmente importante premio Goncourt, en 2011, con su novela La belle amour humaine (“El bello amor humano”). Dani Laferrière, novelista haitiano-quebequense, obtuvo el premio “Médicis” 2009 por su novela L’enigme du retour (“El enigma del regreso”), donde recrea su regreso a su país natal después del terremoto del 12 de enero. La literatura haitiana se afirma como una de las más efervescentes y más visibles del Caribe. Solamente en el año 2009, los escritores haitianos tuvieron una excelente “cosecha” de premios literarios internacionales. Fueron once premios ganados, según el periódico del Salón Nacional del Libro (Le Nouvelliste, 25 de abril de 2012). La pintura haitiana tiene gran prestigio y atrae la curiosidad en los grandes museos del mundo. El artista plástico André Pierre, conocido por sus cuadros inspirados en el vudú, es considerado internacionalmente como una de las figuras emblemáticas de la pintura en los últimos 50 años. Al movimiento de artes plásticas Saint-Soleil, que fuera liderado por Jean Claude Garoute (Tiga), se le dedica un largo capítulo en uno de los más prestigiosos libros sobre arte moderno que aboga por la autonomía del artista, titulado L’Intemporel, del eminente escritor, crítico de arte y Ministro de Cultura francés André Malraux.

Foto: Francisca Stuardo

Además de su pasado glorioso de ser la primera república negra del mundo, que derrotó al fuerte ejército francés de Napoleón Bonaparte para conquistar, al precio de mucha sangre, su independencia el 1º de enero de 1804, la cultura es un espacio privilegiado que constituye la fuerza de Haití y es uno de los pocos sectores que todavía atrae una mirada positiva de la comunidad extranjera


La cultura como vitrina Max Beavoir, jefe supremo del vudú en Haití, posa para las fotos con una turista que visita su templo.

La artesanía haitiana decora grandes boutiques internacionales de objetos decorativos. La música folclórica tradicional y de raíz, expresión de las reivindicaciones populares y de identidad cultural, logra cada vez más éxito entre los jóvenes.

El vudú, fuente de riqueza Esta vitalidad cultural es resultado de una riqueza, de una diversidad de expresiones artísticas y de tradiciones que, a veces, tienen su fuente en el vudú. Max Beauvoir, jefe supremo del vudú en Haití, explica que ésta es una tradición cultural y religiosa haitiana que resulta de una combinación de conocimientos y prácticas ancestrales dejadas por los africanos (de Congo, Dahomey), llevados a la Española por los europeos, y los indios (arawakos y taínos), habitantes originales de la isla. El vudú tuvo una fundamental importancia en la vida de la población y, como tradición cultural, integra todas las expresiones artísticas auténticamente haitianas: los cantos tradicionales, la música, la pintura, la danza, etc. Todas las producciones artísticas del país, destaca Max Beauvoir, pasan por la horma que moldea la expresión haitiana. Aun las expresiones profanas, la forma de sentarse, de comer, de reír, son configuradas en ese modelo. Como religión, continúa, el vudú es la relación que quien la practica establece con su dios. En el vudú haitiano, Dios es una mujer: Yèhwe. Todos los loas son expresión de ese dios.

El vudú es la relación que el hombre establece con Dios, a quien reconoce todo el poder y a quien decide someterse. El antropólogo haitiano Laennec Hurbon lo define “como la coherencia de una religión, de una cultura propia de un pueblo consciente de compartir una misma historia” (Dieu dans le vudou haïtien, pág. 74). Lugar de refugio de una buena parte de la población proveniente claramente de las clases desfavorecidas de las zonas rurales, el vudú nunca fue respetado de manera acorde con su popularidad. Fue bombardeado por los gobernantes desde la independencia y por el clero católico, que llegaron a orquestar una campaña contra esta creencia a comienzos de la década de 1940, llamando a sus adeptos “rechazados”. Más recientemente, en 2010, cerca de 40 jefes vudú fueron linchados o quemados por la población en el departamento de Grand’Anse, en el sur del país, acusados de haber creado una sustancia mágica en polvo que habría propagado el cólera en la región. Casos semejantes ocurrieron en todo el país, donde más del 70% de la población adhiere a esa tradición, aunque concomitantemente participe en otras religiones. Los cultos se practican en templos vudús (hounfo) y en áreas comunes de las comunidades rurales (lakou). Max Beauvoir define los lakou como una derivación de tres palabras indígenas: zak, lad, kou. Es un lugar de encuentro, de proximidad entre los miembros de una misma familia para ofrecer cultos religiosos a los loas. Es también un espacio de comunicación fraternal. Toda la geografía haitiana está fundada en los lakous. Las ciudades están constituidas por una suma de comunidades, y las comunidades, por una suma de lakous. “El lakou es el alma del país”, afirma el “agregado” Fernand Bien-Aimé, responsable del lakou Souvenance (establecido en cinco hectáreas de tierra en Mapour, a pocos kilómetros de la ciudad de Gonaïves, en el departamento de Artibonite), que cobija a tres de los más conocidos lakous de Haití. El antiguo lakou Souvenance, con más de medio siglo, es uno los principales lugares místicos e históricos de Haití, que acoge, cada año, a miles de visitantes y llama la atención de investigadores haitianos y extranjeros. Incluye también residencias familiares alrededor de un área común (peristilo) y en algunas ocasiones, un mercado.

8

13


Haití por sí estrechamente ligado a la historia del pueblo más sencillo, y no es raro que el hablar criollo se considere un rasgo cultural de las capas menos favorecidas de la sociedad. Sin embargo, en este proceso de refundación del país después del terremoto, lo que se espera restablecer en Haití es que esta tríada, que sufrió tantas persecuciones (el lakou, el vudú y el kreole), sea realmente el fundamento, los cimientos de la identidad cultural del país. Eddy Prophète, reconocido músico haitiano, dice, en una de sus canciones, que “criollo somos todos nosotros” (se kreyòl nou ye). El criollo haitiano deja de ser solamente un idioma para expresar la identidad de los haitianos mismos.

Indigenismo e identidad

realizan en criollo haitiano, lengua materna junto a la francesa.

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En los lakous, las ceremonias se

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Fernand Bien-Aimé sueña con hacer un huerto medicinal y construir un centro de salud para los frecuentadores. “En promedio, el 80% de los adeptos del vudú que vienen a consultarnos en Souvenance para las ceremonias de curación padecen enfermedades naturales y merecen ser hospitalizados”, dice. Estos rituales se organizan durante la Pascua, la fiesta de los muertos, los días 2 y 3 de noviembre, y en otras fechas importantes de la historia tradicional o religiosa haitiana. En los lakous, las ceremonias se organizan en criollo haitiano, lengua materna junto a la francesa. El francés es una imposición del grupo dominante y de los antiguos colonos, consagrado como lengua oficial por la Constitución Haitiana de 1987 durante la dictadura de Duvalier, que asfixió los tres pilares de la cultura haitiana: el lakou, el vudú y el kreole (criollo haitiano). El criollo es la lengua más hablada por todos los haitianos y el francés es la lengua de una elite, de la cual se espera que tenga un nivel avanzado de estudios. Es decir, el criollo haitiano, que nació como una herramienta lingüística de los esclavos para organizarse y escapar del yugo de los franceses, está

La identidad cultural haitiana, según el escritor, pintor y periodista Pierre Clitandre, tiene sus directrices teóricas en el movimiento indigenista, durante los años 40. El libro de Jean Price Mars Ainsi parla l’Oncle (“Así habló el tío”), plantea la problemática de la identidad en la perspectiva de la mirada de la cultura campesina (vudú, creencias inmateriales, prácticas agrícolas, entre otras cosas) en la época en que la elite haitiana optó por situarse entre la cultura francesa y la norteamericana. “Ahora que las estructuras campesinas implosionaron por una coyuntura de quiebra, de éxodo, de ruina y de penetración del protestantismo, que culpabiliza a las tradiciones seculares, la identidad debe redefinirse en una modernidad teórica. Se debe poner en cuestión la influencia tecnológica estadounidense sobre las actitudes, la cultura y las concepciones en los medios urbanos”. Esto significa que las creencias religiosas tradicionales están siendo científicamente rehabilitadas por algunos especialistas. Las riquezas extraídas del suelo, todavía no totalmente explotadas, estarían directamente vinculadas con la capacidad inventiva de los haitianos. La identidad sería también esa capacidad de resistencia histórica popular que se propone proteger los logros físicos y culturales en detrimento de la destrucción provocada por diversas circunstancias. “La identidad cultural haitiana es una nueva manera de proyectar un mundo dominado por el materialismo en todas sus formas”, afirma Pierre Clitandre.


La cultura como vitrina

Vudú: cultura y religión, resistencia y solidaridad Por Benedito Teixeira La cultura haitiana tiene en la práctica religiosa del vudú uno de sus pilares de resistencia. Perseguido desde los tiempos de la colonia, el vudú resiste valientemente en todos los lugares de Haití y no sólo entre las capas consideradas “menos civilizadas” por la burguesía. El silencio al que fue sometido durante largo tiempo no fue capaz de desintegrar la religión que puede ser considerada genuinamente haitiana.En palabras del sociólogo François Kawas, director del Centro de Investigación, Reflexión, Formación y Acción Social (Cerfas) y coordinador de la Pastoral de Jesuitas de Haití, el vudú es parte del imaginario haitiano, es un elemento fundamental en la cultura de su pueblo. En pocas palabras: “es difícil entender al haitiano sin conocer el vudú”. Kawas François es director del Centro de Investigación, Reflexión, Formación y Acción Social (Cerfas) y coordinador de la Pastoral de Jesuitas de Haití. Foto: Alty Moleon

Estudioso del vudú, François afirma que todas las capas sociales practican el vudú en Haití. Está presente en varios sectores de la clase media, en sectores de la burguesía y del mundo político. “Y como históricamente fue marginado e identificado como cosa de gente no civilizada, entonces hasta hoy los sectores más ‘civilizados’ (si así los podemos llamar), los occidentalizados, tienen miedo de expresar públicamente su pertenencia al vudú”, agrega, recordando que las barreras culturales en relación con la religión tuvieron un gran impacto en el reconocimiento oficial del vudú en el decreto del 4 de abril de 2004, del presidente Jean-Bertrand Aristide. “Eso reforzó la presencia del vudú en el espacio público. Sin embargo, hay mucha gente, entre políticos y parte de la burguesía, que sigue esa práctica pero todavía a escondidas.”

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A diferencia de los templos católicos y protestantes, por ejemplo, un templo vudú no es algo tan fácil de identificar a primera vista. Son casas comunes, pero que, de acuerdo con un relevamiento realizado por François en el año 2000, superan y mucho la cantidad de templos católicos en Haití. “Usted va a asombrarse del alto número de hounfo, de templos vudú que existen en la Capital (Puerto Príncipe): en las tres áreas principales de Delmas, Carrefour y Zona Sur, con más de 800 mil habitantes, había (en 2000) 419 templos vudú con 419 houngan (sacerdotes). Y había 14 parroquias de la Iglesia Católica, con aproximadamente 25 sacerdotes en actividad”, compara el sociólogo.

Los templos vudú no son fácilmente

Compartiendo lo que tienen

identificables. Uno de ellos, liderado

Uno de esos templos es liderado por el houngan Merisier Jerome, que vive junto a su esposa y a su mamá en el mismo lakou donde se encuentra su templo, en el municipio de Croix-des-Bouquets, cerca de Puerto Príncipe. En entrevista con Adital, Jerome explica cómo funcionan las actividades del templo, donde la solidaridad parece ser el principal servicio puesto a disposición de la gente. “Cada día, con lo poco que tenemos, tratamos de programarnos de una cierta manera para recibir a la gente y compartir con ella lo que tenemos. Por la mañana mi mamá prepara café en cantidad suficiente para recibir a los loas (los espíritus) y todas las personas

por el houngan Merisier Jerome, está en el municipio de Croix-desBouquets, cerca de Puerto Príncipe. Foto: Ermanno Allegri

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Haití por sí


La cultura como vitrina

que nos visiten; después seguimos alertas para recibir a la gente con diferentes problemas”, cuenta Jerome. En el barrio Kafoj, donde viven, el tempo dirigido por él es considerado una referencia para la curación de personas con problemas psíquicos. Jerome explica a Adital algunas prácticas del vudú, en muchos puntos parecidas a los ritos de la Iglesia Católica, incluyendo referencias a figuras de santos. Por ejemplo, cada templo tiene su nombre específico; el suyo se llama Sen Jak Majè (Santiago). La presencia de imágenes también es característica. Según él, cada imagen tiene un significado y un espíritu dentro; Legba, por ejemplo, representa al santo católico Lázaro y es el jefe de todos los templos vudú de Haití. La imagen de la figura tiene dos perros en su pierna; cada uno tiene su función, uno para la toma de decisiones y el otro para la búsqueda de los espíritus, en caso de un trabajo difícil. Por su parte, Ogou o Sen Jak (San Jorge) es representado por un hombre montado a caballo. Santa Ana recibe el nombre de Èzili Freda; Moisés se llama Simbi Andezo, la Virgen Inmaculada se

Imágenes de santos católicos se

llama Èzili Dantò, y es hombre por la noche y mujer por la mañana; San Juan Bautista se llama Ti Jan Petro; Dios, que carga la cruz, se llama Kadjabosou; Dambala (San Camilo) y Kafou acompañan a las personas hospitalizadas, entre otros ejemplos. El estudioso Kawas François explica esas coincidencias entre ambas religiones, enfatizando que el vudú tiene sus liturgias como todas las religiones, tiene sus ritos y prácticas litúrgicas propias. A veces, estas fiestas coinciden con el calendario católico, pues como el vudú fue prohibido durante el tiempo colonial, tuvo que utilizar señales, símbolos y el mismo calendario católico para ocultar sus prácticas frente al blanco. Por esto, hay muchos santos católicos que reciben el nombre de Iwa, de los espíritus, pero tienen diferente significado. Sería una forma de engañar a los colonizadores y misioneros. “También en las fiestas. A comienzos de enero hay una fiesta del vudú que coincide con la de los Santos Reyes. La fiesta de todos los Santos y de los difuntos en noviembre es la fiesta de los gede. Hay todo un calendario bien estructurado. Hay grandes ceremonias de iniciación: de manera similar a la Iglesia Católica, tenemos el noviciado, el seminario para iniciar a la gente y hay instituciones para prepararse para tener acceso al clero”, observa François. Según él, un jesuita haitiano, llamado Fritzen Wolf, realizó un trabajo de doctorado en el que estudió la relación entre el rito de iniciación del vudú y la celebración de la eucaristía cristiana.

confunden con las creencias del vudú. Foto: Ermanno Allegri

Desmitificando el vudú Durante la entrevista, François intentó hacer una síntesis de cómo funciona realmente la práctica del vudú, que, para ser desmitificada, necesita ser conocida. Desde un punto de vista antropológico, como otras religiones, el vudú intenta ofrecer repuestas a las grandes cuestiones fundamentales y existenciales, como la existencia y la identidad de Dios, el origen de la vida, el sentido del sufrimiento, la vida después de la muerte. La teología del vudú también afirma la existencia de un Dios, que no tiene las mismas características del Dios católico. Existe, es poderoso, pero no se involucra en la historia real del mundo, o sea, no se inmiscuye en las cosas cotidianas de la humanidad. Esta tarea es función de los espíritus, los loas, que son más cercanos porque están insertos en las cosas del día a día. En este punto, el Dios vudú es muy diferente del Dios cristiano, que es más histórico, personal, materializado, a través de Jesucristo.

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Haití por sí El vudú cree también en una vida después de la muerte. François explica que el espíritu del hombre no desaparece después de la muerte: no va al paraíso o al infierno como para la Iglesia Católica, pero existe algún tipo de existencia espiritual después de la muerte. “También hay una ética, pero fundada en la solidaridad. Hay quienes piensan que el vudú es la muerte; no es así. En el vudú, como en todas las religiones, hay exageraciones, hay desviaciones en dirección a la magia y, como el marco sociológico del vudú está caracterizado por la ignorancia, el analfabetismo, la desviación a la magia tiene un significado muy fuerte, pero no constituye la esencia de esta religión”, destaca.

Religión, cultura y reconstrucción

En un altar vudú es posible encontrar fotos de santos y hasta símbolos piratas.

claramente cultural, que viene desde el origen de cada persona. “Usted hace una opción madura, cuando es adulto, por la fe cristiana porque nació en Italia, por ejemplo. Un muchacho que nació en la India y nunca vio una Iglesia Católica es hindú. O alguien que nació en una selva africana, que nunca vio la cara de un misionero, sigue su religión tradicional, es lógico. Así es la vida. La religión es un elemento cultural porque busca dar repuestas a las grandes preguntas de la vida, a los grandes problemas que son comunes a todos los hombres de la Tierra”.

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Como no podría ser de otra manera, la práctica del vudú continúa teniendo un papel importante en la construcción y, después del terremoto de 2010, en la reconstrucción del país. Infelizmente, para François, este proceso de refundación de Haití no cuenta oficialmente con la participación de todos los grupos religiosos que forman parte de la cultura del pueblo. La refundación se sintetiza en un concepto, pero en la práctica no ha funcionado. “Como verdadera misión personal, hice la propuesta de que el gobierno organizara una especie de conferencia nacional, con la participación de todos los sectores nacionales, para elaborar un plan de refundación del país. Sin embargo, no se hizo. Hay algunos pequeños planes para viviendas, con ayuda de algunas entidades internacionales, pero no hubo un proceso participativo para incluir a todos los sectores. Hubo esfuerzos a nivel humanitario por parte de muchas agencias, de las Naciones Unidas, de las Iglesias. Hubo también un pequeño esfuerzo del gobierno, pero no hubo una reacción coordinada a favor de la reconstrucción”, lamenta François. Reconoce que hubo mucha solidaridad, pero cuenta que muchas ONGs aprovecharon para ganar dinero y llevarlo a sus instituciones, y también hubo sectores oficiales del gobierno que habrían aprovechado para enriquecerse. “Por eso, no se puede decir que hay un esfuerzo de refundación nacional que convoque a las religiones y a todas las personas de la cultura para un trabajo de reestructuración del país”, afirma el sociólogo. En la visión de Kawas François, para explicar la fuerza de las religiones en la formación cultural de los pueblos y, específicamente del vudú para los haitianos, ellas son un hecho


La cultura como vitrina Esconderse para sobrevivir De manera más general, la identidad haitiana designa la visión del mundo y de las cosas, actitudes, temperamentos y modos de vida de esta población, indica Max Beauvoir. “Por ejemplo, nosotros hablamos a las personas sin mirarlas directamente a los ojos. Es una señal de respeto a los más viejos, defendida por valores relacionados con el vudú. Estas expresiones están relacionadas con la educación que recibieron de sus familiares o abuelos a través de cuentos e historias populares”, explica. Hay otras interpretaciones de esta característica de los haitianos, como la del profesor y economista Camille Chalmers, director de la Plataforma Haitiana por un Desarrollo Alternativo (Papda), basada en el proceso de sobrevivencia del pueblo haitiano, dado que para él existe todavía lo que llama la estrategia de “esconderse para sobrevivir”. Este comportamiento viene desde la invasión española, con la resistencia de los indígenas, que fueron masacrados y muertos. Quedaron los esclavos traídos desde África, que aprendieron a esconderse para mantenerse con vida. Chalmers cuenta que, durante dos siglos, los esclavos construyeron quilombos y toda una estrategia de resistencia contra el Estado. Era necesario esconderse, apartarse de todos los lazos con la sociedad oficial, con el Estado: “es una estrategia fundamental para entender la cultura haitiana y la resistencia”. Advierte que sin eso no sería posible explicar cómo el vudú tiene tanta fuerza hasta el día de hoy, una religión que fue perseguida con violencia en todos los momentos históricos, “pero ahora es difundida en cánticos y ceremonias vudús entre niños de 15 y 16 años”. Para el coordinador de Papda, esta resistencia sólo fue posible utilizando como eje táctico y fundamental el ocultamiento de su propia personalidad. Decir una cosa para esconder lo que se piensa. Y la apariencia de sumisión que los haitianos trasmiten al mundo entero está muy vinculada con eso. Hacer creer al otro que están totalmente sumisos y no dar pistas de cuándo se puede revelar su verdadera fuerza. El problema, para Chalmers, es que esa actitud de disimular, aunque es eficaz para la resistencia ante la dominación extranjera, dificulta mucho la construcción de alternativas internas. “Por ejemplo, dentro del pueblo

funciona, pero hay una tendencia a mucha fragmentación. Es una de las grandes dificultades para que los movimientos se amplíen, porque hay mucha desconfianza entre los grupos y mucha desconfianza también entre las regiones del país. Necesitamos perderla un poco”, dice. “Para pasar a la ofensiva, es necesario terminar con eso. Es una estrategia muy eficiente para defenderse, pero no para conquistar espacios”.

Cultura no globalizada Se constata, cada vez más, la pasión de los extranjeros por descubrir la cultura haitiana. Esta curiosidad está ligada al hecho de que existen todavía algunos trazos culturales fuertes en Haití que no pueden ser encuadrados en la globalización cultural, liderada por Occidente. Estos trazos se encuentran claramente en la cultura popular. La Rara es una expresión de tal cultura. Esta fiesta, que es normalmente confundida con el Carnaval, se celebra durante la Cuaresma, desde el Miércoles de Ceniza hasta la Pascua, y tiene fuertes lazos con el vudú. Durante la fiesta, la gente desfila en las calles con instrumentos musicales tradicionales, tambor, trompetas de bambú y tcha-tcha (una especie de maraca) y entona canciones populares, a veces sexistas, provenientes de la música folclórica haitiana. Los bailarines, o “bandas” de Raras, recorren las calles realizando ceremonias religiosas como parte de sus obligaciones rituales para con los loas, que son los espíritus vudú de Haití. Guédé es la familia de los espíritus asociados con la muerte y la sexualidad y, generalmente, tiene un houngan (sacerdote vudú) o mambo (sacerdotisa vudú), que bendice, antes de que la “banda” comience su procesión, a los participantes y les desea caminos seguros para sus jornadas nocturnas. Según el artista Luc Bonaventure, “la Rara un fenómeno cultural que pretende distraer y entretener, principalmente en el medio rural”. Pero con el fenómeno migratorio de la segunda mitad del siglo XX, mediante el cual los campos se quedaron sin un buen número de sus habitantes en busca de una vida mejor en los centros urbanos, la Rara se expandió en las ciudades del país, como Puerto Príncipe. “Algunos municipios y sus regiones vecinas, como Léogâne, conservan esa tradición con más importancia y relieve, atrayendo a muchos visitantes de otras ciudades. La Rara se difundió de ciudad en ciudad y en

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Haití por sí y los ritmos tradicionales. Según relatos del antropólogo y destacado especialista en música haitiana Emmanuel C. Paul, se permitía a los esclavos cantar y bailar durante el fin de semana posterior al Carnaval de sus patrones y en los tres últimos días de la Semana Santa. Con el paso del tiempo, la Rara evolucionó. En sus inicios fue llamada Chayopye. En esa época, los pies y la boca eran utilizados como instrumentos sonoros para crear un ambiente festivo. Luego, se integraron instrumentos tradicionales como el tambor, el címbalo, el gong y otros instrumentos traídos del exterior como el saxofón, el trombón y el helicón. “La Rara no se proyectó fuera de su aspecto religioso”, dice Bonaventure. Luego de que sale la banda de la Rara, continúan las ceremonias de “purificación” y de “baño bien restregado”, con el fin de limpiar los males. Estos rituales varían de región en región y buscan proteger a la banda contra todo intento de transportar malos espíritus, los cuales podrían venir de sus adversarios. Las ceremonias son organizadas ya sea por los houngan (sacerdotes), ya sea por los housin (iniciados).

La fiesta de febrero

calles en la Cuaresma, como parte de las obligaciones rituales para con los loas, que son los espíritus vudú de Haití. Tocan un instrumento de bambú. Foto: Alfonso Lomba

los barrios, convirtiéndose en un evento social muy concurrido para finalmente transformarse a principios del siglo XXI en una práctica ampliamente generalizada”, escribe Anathalie Durant en su artículo “Rara de las ciudades y de los campos”, en el diario Le Nouvelliste del 27 abril de 2011. La Rara es de origen africano. Los africanos de SaintDomingue consiguieron conservar los cantos, los bailes

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Las “bandas” de Rara recorren las

Entre los eventos culturales de carácter popular, pero a escala nacional, se destaca el Carnaval. Fiesta tradicional haitiana, manifestación de renovación popular por excelencia, el Carnaval llegó a Haití durante la colonización, a través de los esclavos. Según el antropólogo Jean Coulanges, fue rápidamente transformado y “criollizado”. También fueron integrados los elementos de sincretismo africano. Hoy se habla de Martes Gordo, que es una novedad y una realidad haitiana, y de Miércoles de Ceniza, cuando la Iglesia Católica quema todo lo que recuerda ese tiempo profano, consagrado a orgías y a un gran desenfreno. La tradición se expresa en los cantos, bailes, disfraces, en los trajes suntuosos de bandas fantasiosas que desfilan durante los días “gordos”, en las máscaras que son un lenguaje, un signo semiótico; todos ellos expresan la realidad sociocultural y dan una idea de la situación política haitiana, del estado de los relatos sociales. Durante el período de fiestas de febrero, principalmente las calles de la capital Puerto Príncipe y de Jacmel (ciudad turística a 85 kilómetros al sur de la capital) están abiertas al canto, a los bailes y a los placeres mundanos. Es el momento


La cultura como vitrina

en que no valen las prohibiciones y las barreras sociales: ricos y pobres, negros y mulatos se juntan en los carros alegóricos, en los puestos de comida y bebida, en las calles, para celebrar “la carne”. El Carnaval genera ingresos significativos para Puerto Príncipe y Jacmel, ciudades en que existe una buena organización oficial. La nostálgica “diáspora haitiana” aprovecha esta época para recargarse. Turistas locales y haitianos visitan en número considerable para observar, divertirse, comprar productos artesanales (sombreros y máscaras). Cayes es otra ciudad turística a 195 kilómetros al sur de la capital; hacia ella se transfirió el Carnaval oficial del país. En 2012, a causa del terremoto, turistas locales y extranjeros fueron transportados en cruceros para sortear las dificultades de la aguda falta de carreteras y evitar embotellamientos, lo que produjo una movilización masiva de visitantes a este nuevo núcleo carnavalesco. Los artistas y artesanos aprovechan el evento para vender sus obras y la imagen del país. El marionetista Paul Junior Casimir Lintho, desde hace algunos años, frecuenta ese lugar de gran afluencia popular. Lintho aprovecha la visibilidad a gran escala que ofrece el Carnaval, no solamente para ganar un poco más

El marionetista Paul Junior Casimir Lintho presenta sus muñecos en las calles durante el Carnaval y aprovecha para ofrecer clases de elaboración de muñecos en su taller, Komedi lakay.

de dinero sino también para vender la imagen de su taller Komedi lakay e instruir a la gente: “En el Carnaval de 2011, representé al cólera como un personaje, con todo lo que tiene de simbólico”, explica Lintho. En el momento en que la epidemia estaba atacando al país, era necesario decir a la gente que debía practicar las reglas básicas de la higiene para

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Haití por sí tendencias del ambiente musical general se encuentran y se enfrentan en el Carnaval. La Compa (konpa), música bailable creada en 1955 por el maestro Nemours JeanBaptiste, predomina por su carácter comercial. Numerosos festivales en Haití y en la “diáspora haitiana” se realizan en torno a la Compa. Sus cantantes Carimi, T-Vice, Djakout, Tabou Combo, Mizik Mizik, Zenglen, son solicitados para espectáculos en todo el Caribe y en Estados Unidos. La música comercial de Haití es una suma de influencias y estilos que se combinan para crear un sonido que viene de todas partes (Europa, África, América Latina), para crear algo enteramente original. El hijo más famoso de la música haitiana que reside fuera del país es Wyclef Jean, cofundador de The Fugees, un artista exitoso que vive desde los nueve años en Estados Unidos e intentó, aunque no lo logró, ser uno de los múltiples candidatos a la Presidencia de la República de Haití en 2010. La música de Haití puede ser dividida en muchos géneros distintos de jazz más tradicional, como por ejemplo la Orchestre Septentrional d’Haiti (“Orquesta Septentrional de Haití”) en When the Drum is Beating (“Cuando suena el tambor”), al hip-hop con mezcla de vudú, Compa y mizik rasin (haitian roots music).

Vuelta a las raíces La música de raíz, por haber sacado su esencia del vudú, es el lugar en el cual la identidad cultural haitiana encuentra su expresión privilegiada. Esta tendencia se originó a fines de los años 70 y principios de los 80 en un contexto en el cual el duvalierismo y su dictadura todavía tenían resonancia. Louis Lesly Marcelin (Sanba Zao), uno de los pioneros de esta música, invita a descubrir un pedazo importante de la historia a través de su vida y su trayectoria como músico. Nacido en 1954, Sanba Zao comenzó su carrera en 1972 haciendo música occidental, imitando a las estrellas pop estadounidenses. Pero en 1978 mostró su lado original. A principios de los años 80 fundó, junto con otros amigos como Théodore Beaubrun, otro músico muy reconocido en Haití, el Movimiento Sanba, que se afirmaría como una lucha por revalorizar las expresiones culturales ligadas a la tradición popular, lo cual se conoció como música de raíz.

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no ser presa fácil de esa enfermedad, que produjo muchas víctimas en Haití. “El arte tiene la vertiente de educar a las personas, al mismo tiempo que se divierten”, expresa. Figura destacada en el sector artístico haitiano, Lintho se formó en la Escuela de Comunicación Poli-Artes (Coparts) antes de organizar su propio taller en Carrefour Feuilles, barrio popular de Puerto Príncipe. El taller fue destruido por el terremoto del 12 de enero. Las marionetas multidimensionales de Lintho son testigos de un verdadero pedazo de la historia. Su arte es una mirada sin compasión sobre la realidad sociopolítica haitiana. Él es de los que creen que el arte debe estar al servicio de la ideología. Sus espectáculos fustigan la noción de restavèk, fenómeno frecuente en Haití, que consiste en la práctica de las familias pobres de dar a sus niños a los parientes o conocidos más ricos. En el idioma criollo, el término proviene de las palabras francesas rester avec, o sea, “quedarse con”. “Nuestras marionetas les dicen a la gente que los restavèk también son seres humanos y merecen ser tratados como tales”, explica. El arte debe servir como medio de trasmisión de conocimientos y de formación de las personas. “Enseñamos a los niños el arte del reciclaje haciendo marionetas. Ellos aprenden a usar los residuos que contaminan el medio ambiente para la creación de obras de arte, utilizando botellas vacías, entre otras cosas, para fabricar marionetas de mano u otros personajes artísticos”. El Carnaval es una escenificación de diversas expresiones tradicionales haitianas: la música, el baile, la artesanía, etc. La música tiene un papel importante en la vida de los haitianos. Sirve para expresar su vivacidad, su alegría, sus penas, su miseria, su angustia existencial, su visión del mundo. Todo gira en torno a la música. Hasta la coumbite (fiesta que representa a los agricultores cultivando la tierra), se ejecuta teniendo como fondo música folclórica. El agricultor trabajando en su cultivo canta y baila para alegrar su trabajo. La música folclórica comprende cantos sagrados y profanos vinculados a la tradición haitiana. La música popular haitiana incluye muchas tendencias: la folclórica; la de raíz, poderosa dentro del vudú; el compás y, más actualmente, el rap, música importada pero que tiene una importante audiencia entre los jóvenes. Todas estas


La cultura como vitrina El origen del movimiento se produjo bajo el yugo de los Tontons Macoute, milicia represiva implantada por el presidente-dictador François Duvalier. “En esa época, era necesario tener mucho valor para ser un sanba, porque podías ser perseguido por los Tontons Macoute”, recuerda el músico. Zao contribuyó a implantar la música de raíz en Haití después de haber frecuentado lakous y templos vudús. Fundó con sus amigos el grupo Foula Jazz, que dejó tiempo después para fundar su propio grupo, Sanba yo. El Movimiento Sanba tuvo una cierta expansión en Haití y Zao se afirmó como uno de los grandes precursores de la música de raíz. “Esa tendencia me transformó. Me enseñó a ser haitiano y a resguardar mi carácter de hombre”, afirma. Padre de seis hijos, Zao vive de su profesión como artista y como profesor de percusión en la Escuela Nacional de Artes, gracias a su disciplina de vida. “Yo no soy de esos músicos que se exilian en el extranjero y que se distancian progresivamente de sus raíces, de sus orígenes. Viajé mucho. Pero siempre regresé a la fuente, para conducir el debate al cual fui llamado”, señala. Zao contribuyó a la formación de varios jóvenes dando clases de tambor en Puerto Príncipe y en las provincias. Fundador y líder del grupo Djakata, Zao es el jefe de una familia-grupo de artistas, ya que su esposa e hijos cantan, bailan y tocan el tambor en el Djakata. Todos son de la música de raíz, la musique racine. “Es importante que el haitiano tenga un ritmo que lo identifique. Esto permite el intercambio con los extranjeros. Cuando yo produzco en el exterior, quedo extraordinariamente sorprendido por la acogida de los extranjeros. Toco en muchos países y en lugares turísticos, inclusive ahí donde murió el precursor de nuestra independencia, Toussaint Louverture, en el Fort-de-Joux, en Francia”. El artista tiene un compromiso social: ayudar a las personas más pobres de su país. Con su modesto salario, Zao fundó una escuela comunitaria en Morne de l’Hôpital, barrio popular de Puerto Príncipe, para enseñar a los niños pobres a leer y escribir. “Me da vergüenza ver a compatriotas que no pueden escribir su propio nombre”, observa. Esa escuela fue fundada en 1998, después de una gira que el artista realizó en Francia. “Percibí hasta qué punto el analfabetismo deshumaniza a nuestros hermanos. Haití es un país donde el analfabetismo presenta un índice

Louis Lesly Marcelin (Sanba Zao) es uno de los pioneros de la música de raíz haitiana, con fuerte influencia vudú. A comienzos de los años 80, fundó el Movimiento Sanba, que se afirmaría en la lucha por la revalorización de la cultura haitiana. Creó Foula Jazz, agrupación que abandonó más tarde para organizar su propio grupo familiar, Sanba Yo. Foto: Nélio Joseph

alarmante”, afirma. A los profesores se les paga con fondos propios y él contribuye con lo mejor que tiene. “Sucede frecuentemente que tenemos que demandar judicialmente al gobierno para que los niños atendidos puedan conseguir su partida de nacimiento, porque en Haití muchas personas no tienen cédula de identidad”. Además de la formación escolar, los niños son iniciados en actividades artísticas y en informática. Debido a las dificultades económicas que Zao enfrenta, el sector de informática fue suspendido temporalmente en la escuela. “Constatamos, en los últimos años, una invasión de ONGs internacionales, pero desgraciadamente la situación económica se deteriora cada vez más. Y es esa situación la que el artista debe mostrar. Mi música es la voz de un discurso comprometido que denuncia lo inaceptable y lo políticamente incorrecto”, concluye Sanba Zao. Voz destacada de la música de raíz en Haití, el grupo Chay Manm, creado en marzo de 2006, mezcla el vudú y el jazz con el objetivo fundamental de poner el estilo musical en la escena mundial. “En nuestros días mucha gente renuncia a su origen. Existe una diversidad rítmica en nuestra producción, pero con base en el vudú” afirma Georges Muller Régis, líder del grupo. En el momento en que la identidad cultural es puesta a prueba, cuando el hip-hop invade los espacios haitianos, Chay Nanm es una de las voces que llega para recordar a los haitianos sus orígenes africanos. “No fui criado en una familia adepta al vudú, pero decidí retornar a la fuente, a nuestra raíz, adonde las personas bailan con los pies desnudos. No critico a aquellos que se vuelven al hip-hop, pero que nadie olvide la importancia del papel que el vudú tuvo en la independencia de Haití. Es nuestra alma. Por eso, el grupo se llama Chay Nanm, que literalmente significa una gran cantidad de almas que liberan energía”, explica. Jóvenes, Georges Muller Régis y su banda, no viven exclusivamente de su arte. Los músicos dan cursos en la escuela clásica y venden su fuerza de trabajo en las ONGs. A veces, el artista se transforma en chofer de taxi-moto. “Ser músico de raíz en Haití es una opción asumida, contra viento y marea. Frecuentemente organizamos espectáculos para darnos visibilidad. A pesar de todo, no estamos muy preocupados por el éxito. Nuestra cultura es nuestra alma. Si ella desaparece un día, nos vamos con ella”, afirma.

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La cultura como vitrina Las riquezas de la artesanía Al lado de la música popular, la artesanía es uno de los dominios en que la riqueza de Haití tiene mucha vivacidad. Está presente en todos los lugares. En el Carnaval, en las fiestas campestres, en las galerías de objetos decorativos, en los mercados callejeros. Y se presenta también con una prodigiosa diversidad: hierro cortado, bordados, arcilla, madera, piedra, papel maché, cerámica, porcelana etc. Es un sector de actividades cada vez más próspero y creativo. Se organizan muchas actividades económicas y promocionales en torno a la artesanía. El Carnaval es ciertamente su lugar de visibilidad a gran escala. La vivacidad de los colores de las máscaras de Jacmel, los personajes tomados del folclore haitiano y las marionetas gigantes dan personalidad al Carnaval haitiano, que está dotado de una expresión que impresiona a quienes participan, ya sean locales o extranjeros. Además del Carnaval existen claramente otros momentos de expresión. Artesanía en Fiesta, un evento anual organizado por Le Nouvelliste, el más antiguo diario de Haití, y por el Instituto de Investigaciones y de Promoción del Arte Haitiano (Irpah), es un evento que ofrece una variedad impresionante de productos artesanales, como joyas, bisuterías, bolsas, zapatos, además de piezas de cuerno, de madera y hueso, piedra tallada, bordado pintado, croché, bordado, porcelana, tejidos, pinturas, etc. El Parque Histórico de la Caña de Azúcar, en Tabarre, en la zona oeste de Puerto Príncipe, es el escenario, todos los años, de la exposición de centenas de esculturas de todas las categorías y dimensiones, provenientes de diferentes regiones del país, y de miles de visitantes que aprovechan para apreciar las instalaciones y admirar el talento de sus creadores. Estos espacios constituyen un mercado importante para vender los productos y hacer contactos con potenciales compradores (haitianos y extranjeros). Los artesanos distribuidos en todas las regiones del país son en su mayoría oriundos de la clase menos favorecida, que hacen de su arte una forma de ganarse el pan, en un país donde el desempleo estimado es superior al 70%. Algunos logran vivir decentemente e imponerse en el mercado gracias a su coraje, dedicación, talento y capacidad para consolidar su nombre en el medio.

Lionel Saint-Eloi es un escultor de inspiración vudú. Foto: Nélio Joseph

El Parque Histórico de la Caña de Azúcar, en Tabarre, es escenario todos los años de la exposición de centenas de esculturas, como ésta de Saint-Eloi. Foto: Nélio Joseph

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Haití por sí

de la piedra tallada y uno de los modelos de éxito del país. Fotos: Divulgação/ negroartist.com

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Obra de Ronald Laratte, el artesano

para nuestros artesanos”, observa. El sector de la artesanía no fue la excepción en la catástrofe del 12 de enero: se vinieron abajo los talleres de los artesanos. Ronald Laratte, cuyas obras se exponen en ferias internacionales, es uno de los que solicita un acompañamiento con más apoyo del Estado y del sector privado para que producir artesanías sea efectivamente una profesión viva, una ventana abierta hacia el mundo. Valiente, el artesano, con la voz emocionada, recuerda el accidente que provocó la amputación de su pierna izquierda, hace unos ocho meses. “Yo manejaba una motocicleta cuando el automóvil del hermano del entonces senador Edwin Zenny me impactó. Sobreviví, pero quedé con una sola pierna”. A pesar de todo, el accidente no afectó, para nada, su determinación y su pasión. La frase con que concluye su testimonio es una prueba de ello: “Dos meses después de accidente, recomencé a trabajar con la misma intensidad”. En otro registro, Smith Mackendy, llamado “hombresandalia” por el periodista Roberson Alphonse, se especializó en la fabricación de sandalias en macramé de piel de carnero

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Ronald Laratte, artesano de piedra tallada, cuya pierna izquierda fue amputada a consecuencia de un accidente automovilístico, es uno de ellos. Es un modelo de éxito, compromiso y valentía que merece ser presentado como un ejemplo para la nueva generación de artistas, por el esplendor y la identidad de su obra. Laratte, 46 años, escultor que heredó el arte de su padre, se inició en la escultura a los 12 años, convencido desde entonces de la nobleza de esa labor. “Siendo muy joven, trabajé esculpiendo piedra para mostrar la otra cara de Haití fuera del país”. Dedicado a la artesanía, construyó una carrera activa y consistente, lo que motivó el homenaje del presidente de la República de Haití, Michel Martelly. Dotado de un talento extraordinario, Laratte hace de su profesión un arte de vivir, de afirmar su existencia y de captar la realidad. “Es mi vida, mi fuente inagotable”, resume el incansable trabajador, que también critica la falta de compromiso del sector privado haitiano. “El sector de la artesanía no puede vivir de oportunidades. Se necesita una inversión a largo plazo, consistente, para conseguir créditos


La cultura como vitrina

La artesanía en hierro también es cosa de mujeres Por Adriana Santiago

Mitha Balan es una artesana que trabaja con el hierro desde hace másde veinte años, en Croix-desBouquets. Foto: Ermanno Allegri

Los haitianos son artistas de manos llenas. En Croix-des-Bouquets, un barrio apartado de Puerto Príncipe, es fácil encontrar a la artesana Mitha Balan. Ella es la única mujer que trabaja con hierro en los alrededores. Se convirtió en una atracción turística y un excelente estímulo para todos los otros artesanos del barrio, que venden más con las visitas de turistas de todo el mundo. Sí, Haití no es un país turístico, pero ha llamado la atención de la ayuda internacional y cada vez más extranjeros llegan al país. Y en las horas libres se convierten en turistas. Agachada, puliendo una obra de hierro con arena, su imagen no se corresponde con la fama que tiene. Dicen que es fuerte, decidida, y que no teme al trabajo duro. A primera vista es una mujer pequeña, que hace con amor este trabajo polvoriento. La artesana, de 43 años, minimiza las conversaciones. Trabaja con hierro como por herencia. Aprendió observando trabajar a su papá y a sus hermanos, pero se le prohibía hacer una actividad tan masculina para los patrones patriarcales haitianos. Hasta que quedó embarazada. Y soltera. Un hermano la ayudó en las primeras piezas, despacio, a escondidas de su padre, piezas que vendía rápidamente en la ciudad hasta encontrar una manera de salir de su casa antes de que el embarazo se hiciera evidente. Nada profesional. La panza apareció, también los conflictos, y la salida demoró diez años. Mitha adora los árboles; tal vez por eso un árbol haya sido su primer trabajo con estilo profesional. El árbol de Mitha encantó a un cliente que le encargó 200 de una sola vez y así, con mucho esfuerzo y la ayuda de su hermano, pudo salir de su casa con dinero en el bolsillo, criar a sus ya tres hijos y vivir de la artesanía. Actualmente mantiene a sus cinco hijos (25, 23, 20, 11 y 7 años), un nieto (de 2 años) y su propia casa. Sus primeros árboles todavía tienen mucho éxito y son vendidos por el mismo intermediario en Miami por el equivalente a 100 gourdes, pero tiene piezas más elaboradas y únicas que llegan a 500 gourdes. Una escultura de

mujer con pájaros, de tamaño mediano, cuesta sólo 10 dólares estadounidenses. La casa de Mitha está llena de esculturas en las paredes, porque ahí tiene también su taller y una tienda. Los diseños exóticos de la piezas, que recuerdan mucho la estética vudú, salen de la cabeza de Mitha, pero con los trazos de su hermano, más versado en los diseños. Ella prefiere los árboles, no sólo porque los hace sola, sino también porque la acercan a la naturaleza. En la producción, participan los cinco hijos. La artesana asegura que ni siquiera el terremoto interrumpió el negocio. En todo este tiempo de negocio, sólo se entristeció cuando ganó el premio a la mejor pieza artesanal en una feria internacional en Miami pero no pudo ir a recibirlo porque le negaron la visa. Ella sólo quería pasear en tierras estadounidenses, no quiere dejar Haití, se siente satisfecha con lo que hace, con el lugar donde vive y está feliz, porque, en 10 años de trabajo profesional, ya hay miles de piezas suyas circulando en el exterior. Lo que necesitan Mitha y sus colegas de la “Calle de los Hierros”, como llaman a este rincón los artesanos, es un incentivo para dar salida a la producción. O un sector de exportación organizado y un centro de artesanías para recibir a los turistas. Allí, lejos del centro de Puerto Príncipe, a unos 20 kilómetros, en una ciudad sin estructura turística, la producción queda a merced de los intermediaros y de los pocos turistas que se aventuran a llegar hasta allí.

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Haití por sí

El arte en hierro de Mitha Balan tiene fuerte inspiración mística, con sirenas y diosas vudú.

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Foto: Ermanno Allegri


La cultura como vitrina

Los artesanos hacen sus diseños en chapas de hierro y después las recortan con un cincel rudimentario. El pulido se hace con arena de la calle. Foto: Ermanno Allegri

(tejido manual). Exporta sus productos a la República Dominicana y Miami. El jefe del taller Mak pa nou (“Nuestros trabajos”) creó su propia empresa, que emplea a más de treinta trabajadores, una docena de los cuales son permanentes. Smith Mackendy, que se considera un artista nato, fabrica sus productos con tal calidad que puede competir con las mejores marcas de sandalias importadas en el mercado haitiano. En esta imponente diversidad, cada municipio se ocupa de una especialidad: la piedra tallada en Léogâne, el papel maché en Jacmel, el hierro cortado en Croixdes-Bouquets, etc. La comunidad de Nouailles, modesto barrio de Croix-des-Bouquets, es una atracción turística. Decenas de talleres equipados con su propia estructura para la exposición permanente reciben diariamente a visitantes locales y extranjeros que vienen a comprar obras artesanales. Además de una práctica artística, el trabajo en hierro es una “devoción colectiva”, citando al periodista Gary Cyprien. Jóvenes y ancianos cortan el hierro para

dar forma y vida a seres extraños, ganándose así su propio sustento. Todo turista que llega a Nouailles debe visitar los talleres y el museo Georges Liautaud, el artesano pionero de esta gran aventura en Croix-des-Bouquets, miembro ilustre del Centro de Artes desde inicios de los años 70, gracias a su encuentro con el entonces director Pierre Mondosier. Al salir de este recorrido, el turista tiene la sensación de descubrir un fantasmagórico mundo en el que la imaginación es potencializada al máximo. La diversidad de tendencias de la escultura en metal es atractiva y cautivante. Cada artista con su estilo, su conocimiento, su savoir faire. Eso es lo que hace de Croix-des-Bouquets un destino. El arte genera turismo y se impone como una tarjeta de presentación de la zona. En la jornada de los herreros de Nouailles, quien se destaca por su talento y conocimiento es Serge Jolimeau. El sexagenario aguerrido es una gran figura en Nouailles, lugar donde creció y se capacitó en el arte del hierro cortado con los hermanos Louis Juste, discípulos de Georges Liautaud.

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La variedad de formas y tamaños llama la atención de los visitantes. Foto: Ermanno Allegri

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Este herrero, abierto y apasionado, construyó durante más de 30 años una obra singular y profunda en la que mezcla diferentes influencias de manera muy hábil e impresionante, dando como resultado un sincretismo católico y vudú. Padre de dos niños y una niña, Serge Jolimeau, a causa de las dificultades económicas, abandonó sus estudios en la escuela

secundaria para consagrarse al arte del hierro, convirtiendo esta actividad en su principal fuente de ingresos. Está unido apasionadamente a su objeto-fetiche: el hierro, que divide en láminas, sin parar, en el taller donde se exponen sus obras y las producciones de algunos de sus alumnos. Trabajador incansable, Serge Jolimeau alcanzó, gracias a su trabajo y decisión, el valor suficiente para educar a sus hijos y a ocho hermanos, y dar alguna seguridad a los débiles, humildes y desheredados de su región. Su disciplina, también de hierro, lo priva de ciertos placeres. Desde la mañana hasta el anochecer corta y aplana el hierro para dar vida a seres inanimados. “La herrería artística es todo en mi vida. Yo la traigo en el alma. Yo vivo por este trabajo. No puedo dejarlo por otro. Me siento muy a gusto practicándolo. Felizmente, aprendí este oficio desde muy joven. Es necesario estar en mi lugar, vivir conmigo, para comprender cómo me motiva y ver cómo esta actividad orienta mi visión de la vida, mejora mi relación con mis semejantes, con mis amigos”, afirma Jolimeau. La artesanía salió del espacio de las ferias y los lugares especializados para conquistar las calles. Aceras y calzadas enormes se convierten hoy en grandes boutiques a cielo abierto de objetos decorativos; en ellas se ponen a la venta telas, esculturas, joyas y bisuterías. Miradas humanas y formas estéticas disputan espacios, amplios o pequeños, con frecuencia inapropiados, lo que muestra a los extranjeros que Haití es un país de artistas. La vida cotidiana gira en torno de los objetos de arte. Las camionetas o los tap-tap, que aseguran el transporte público en algunas calles de la capital y en ciudades de provincia, son construcciones artesanales. Los artesanos conservan el chasis, la estructura principal del vehículo o camión, y sustituyen la carrocería metálica original por una artesanal de madera con más asientos y capacidad para llevar a más pasajeros. La cobertura rehecha se pinta con colores vivos, imágenes y expresiones tradicionales tomadas de la mitología haitiana que dan a ese vehículo rodante una nueva identidad, inscrita en una demanda cultural propia. Los salones de belleza, los restaurantes con espectáculos nocturnos, los muros de residencias privadas y los edificios públicos son obras de arte en plena calle.


La cultura como vitrina La artesanía haitiana está logrando hoy visibilidad internacional gracias al talento de sus exponentes y a la decisión de algunos promotores haitianos y extranjeros. En este último grupo resuena el nombre de Donna Karan, personalidad internacional que lucha por el reconocimiento de la artesanía haitiana y la conduce por una nueva ruta: el mercado internacional, según dice Franz Duval, redactor jefe del diario Le Nouvelliste y coordinador de la feria Artesanía en Fiesta. Esta filántropa estadounidense es presidente de la Fundación Urban Zen y visitó varias veces Haití, llevando a su tienda de gran fama internacional, en Nueva York, objetos artesanales importados de Haití y de otros países pobres. En septiembre de 2011, Donna Karan fue al programa de Pears Morgan, en CNN, junto al presidente de Haití, Michel Martelly, y al presidente de Ruanda, Paul Kagamé, para divulgar trabajos de artesanía de ambos países. En la oportunidad tuvo un destacado papel el artista haitiano Philippe Dodard, en el cual Karan inspiró su colección de verano de 2011, que provocó mucha polémica en el mundo, con la modelo brasilera Adriana Lima posando para el fotógrafo James Russel al lado de niños haitianos visiblemente necesitados.

El primodernismo

La publicidad de la marca Donna Karan con la modelo brasileña Adriana Lima, publicitando la artesanía del haitiano Philippe Dodard, provocó polémica porque usó imágenes de niños haitianos visiblemente necesitados. Foto: James Russel/ Divulgação

La artesanía es indudablemente una de las mejores vitrinas de Haití. Sin embargo, no se puede hablar de la cultura haitiana sin referirse a su pintura, que a mediados del siglo XX suscitó la admiración de los observadores haitianos y extranjeros y situó a Haití en la escena cultural mundial. Su historia se remonta, según los historiadores del arte, a los inicios del siglo XIX, después de la independencia del país. La expresión de esta pintura fue el resultado de una combinación del arte africano, la cultura francesa y las convulsiones sociales provocadas por la “criollización”. Sin embargo, después de la Segunda Guerra Mundial, en los años 40, la pintura haitiana comenzó a construir su identidad y a imponerse en el escenario internacional gracias al profesor estadounidense Dewitt Peters, apasionado por el encanto de la pintura naïve haitiana. En 1944, fundó el Centro de Artes en Puerto Príncipe. De ese núcleo emergió un vivero de pintores naïfs: Hector Hyppolite, Philomé Obin, Benoit Rigaud, Préfète Duffaut, Wilson Bigaud, Castera Bazile, Adam Leontus, GabrielLevêque, que alcanzaron reconocimiento internacional. La pintura naïve haitiana, al diseñar sus temas a partir del vudú y de la realidad cotidiana del país, despertó la curiosidad de los grandes museos del mundo. A partir del éxito de esta corriente pictórica se formaron diferentes movimientos y escuelas, entre ellas el movimiento Saint-Soleil, fundado en 1970 por Jean Claude Garroute, conocido como Tiga, y Maud Robart, en Soisson-la-Montagne, reconocido por el eminente escritor y Ministro francés de Cultura André Malraux, en su obra L’Intemporel. Figura destacada de ese movimiento, Levoy Exil, que vive en la parte alta de un barrio alejado de Puerto Príncipe, Thomassin, y cuya primera pintura ilustró L’Intemporel de Malraux, recuerda “como si fuese ayer” su encuentro con el misterioso Tiga. “Lo conocí en su calidad de ebanista profesional para pedirle un empleo porque, en ese momento, él trabajaba en Soisson-la-Montagne (una comunidad campesina de la ciudad de Kenscoff, diez kilómetros al sur de Puerto Príncipe). Viendo mi trabajo, Tiga me preguntó si yo también era artista. Le dije que no era pintor y él preguntó si a mí me interesaba la pintura.

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Al lado, la reproducción de una obra de André Pierre. Arriba, la reproducción de una obra de JeanClaude Garroute, conocido como Tiga.

Dominique Domerçant, pintor del Movimiento Loray y graduado de Enarts, expuso sus obras en Haití y otros países. En 2009 fue elegido ganador nacional en pintura para representar a Haití en los Juegos de Francofonía, en Líbano, y para exponer sus trabajos en universidades francesas y estadounidenses. “El arte representa para mí una moneda de cambio, un instrumento de rebeldía, un espacio de división, un pretexto para comunicar, una ventana abierta al mundo invisible. Uso mi arte para afirmar mi visión del mundo e imponer mis sueños”, argumenta el joven artista plástico, agregando que el arte contribuyó en gran medida a transformar su vida. Según Domerçant, el arte puede ayudar a sacar a Haití del atolladero en el que está inmerso, a condición que las autoridades pongan en práctica una verdadera política cultural centrada en la educación de los jóvenes, reforzando los valores identitarios, cívicos y ciudadanos, que valorice la profesión de los artistas y tome en cuenta su contribución al desarrollo económico y social del país. Además, destaca la

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Respondí que sí. Él me preguntó también si yo había tenido contacto con una obra de arte. Sí, respondí, en el Hotel Danballah. Él se fue, al finalizar nuestra conversación, y regresó tres semanas después trayéndome tres pinceles. Pero, ¿dónde está la pintura? Él me respondió: nosotros aprendemos a trabajar sin pintura importada, utilice pigmentos naturales. Mezclé zanahoria, remolacha, barro negro, cenizas de mandioca, almidón… De esa extraña mezcla nació una composición multicolor fuerte. Y mi primer trabajo plástico hecho con ese nuevo producto ilustró la obra de André Malraux que teorizaba sobre el movimiento. Una experiencia inolvidable”. Nacido el 7 de diciembre de 1944, Levoy Exil, galardonado con la Medalla del Milenio en el año 2000 por el Salón de Artes Plásticas de La Rochelle, sigue viviendo de su arte. Sus obras, inspiradas en el vudú, están expuestas en los grandes museos del mundo. Hoy ya no estamos en la época de la pintura naïve. Los pintores cambiaron de temas. Pero la pintura haitiana contemporánea, menos explosiva y visible que en otra época, conserva aún su fuerza expresiva. El “primodernismo”, como lo calificó Tiga, es una mezcla de primitivismo clásico y de modernismo. Los pintores jóvenes, formados en su mayoría en la Escuela Nacional de Artes (Enarts), redoblan sus esfuerzos para conservar vivo un patrimonio que caracterizará durante mucho tiempo la historia de la cultura haitiana.


La cultura como vitrina

importancia de descentralizar y democratizar los servicios culturales en las ciudades haitianas, con el objetivo de preservar algunas prácticas tradicionales auténticas del país que están en inminente peligro de desaparecer. El joven pintor, basado en su proyecto de exposición de pintura haitiana en universidades del mundo, continúa sensibilizando a los jóvenes en cuanto al significado del arte de su país. En la actualidad, los escritores haitianos tienen el relieve nacional e internacional que en otro momento tenían los pintores. “Haití está de moda gracias a sus escritores”, afirma Max Chauvet, director del diario Le Nouvelliste y coordinador de la feria de libros más grande del país: Libros en Fiesta. La literatura ocupa un espacio elitista en un país donde la tasa de analfabetismo es de alrededor del 40%. Para los observadores constituye una paradoja este florecimiento de la literatura. Los autores haitianos se destacan por su calidad y cantidad en el escenario de la literatura francófona. Frank Etienne, autor de una obra inmensa y profunda, fundador del Espiralismo, se ha convertido en una leyenda viva en el Caribe. Las obras de Jacques Roumain, un clásico de la literatura haitiana, son traducidas a diversas lenguas.

La pintura naïve haitiana, que diseña sus temas nutriéndose del vudú y de la realidad cotidiana, está presente en las calles del país. Foto: Ermanno Allegri

Algunas áreas artísticas que enfrentan enormes dificultades tienen una audiencia muy limitada. El cine, después de haber vivido un boom hace cinco años, atraviesa un período difícil de su historia, caracterizado por la excesiva piratería, que provocó el cierre de las salas de exhibición del país. El cineasta Arnold Antonin, un ícono del sector, no pierde la oportunidad para dar una señal de alerta y llamar la atención de las autoridades públicas para que asuman sus responsabilidades. De manera semejante, el teatro, a pesar de los esfuerzos de algunas compañías para subsistir y mantener viva una vieja tradición, se enfrenta a una dura realidad: la falta de infraestructura cultural en el país. El Teatro Nacional, construido en el bicentenario de Puerto Príncipe, en un ambiente lodoso y degradado, todavía no se ha recuperado de los daños de 2010. La danza folclórica haitiana, surgida de las ceremonias vudú y de los lakou, carga historias vinculadas al pasado colonial de esta población, y traduce en estados de ánimo la alegría, el sufrimiento y las angustias existenciales de este pueblo. La danza folclórica es rica en expresiones y permite apreciar

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Citadelle Laferrière, monumento histórico, la fortaleza más grande del Caribe, fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco, en 1982. Foto: humanandnatural.com

cultural en Haití provienen de asociaciones de artistas, de los mismos artistas, de los centros culturales privados, de las embajadas, de los institutos culturales extranjeros. El mecenazgo es casi inexistente. Las estructuras para acoger y realizar los eventos culturales, que ya eran precarias, fueron puestas a prueba por el terremoto. El Centro de Arte, testigo de los períodos de gloria de la pintura haitiana, se vino abajo. La biblioteca Soleil, del escritor, pintor y periodista Pierre Clitandre, fue gravemente afectada, y hay dificultades para reconstruirla. La biblioteca del eminente historiador Georges Corvington se derrumbó. Los edificios de los museos y de la Galería de Arte Nader, protectores del patrimonio pictórico haitiano, fueron gravemente afectados. Los agentes culturales están cansados. Los artistas, en su función de crear, están abandonados a su suerte o esperando la subvención de las raras instituciones existentes, como la Fundación para el Conocimiento y la Libertad (Focal), por ejemplo, cuyos fondos provienen de un filántropo estadounidense.

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una gran variedad de ritmos. Es una fuente de inspiración para la música contemporánea, aunque se organicen muy pocas actividades culturales anuales a gran escala alrededor de la danza, ni siquiera un festival, como es el caso de la música, el teatro y el cine. ¿Cómo hablar de la riqueza cultural de Haití sin citar sus lugares históricos, que son destino de peregrinaciones y de investigaciones de turistas locales y extranjeros? Citadelle Laferrière es, sin duda, el punto más conocido. Es un monumento histórico construido sobre la base rocosa y solitaria del Pico Laferrière, a 900 metros de altura, situado a unos 27 kilómetros al sur de Cabo Haitiano y a 8 kilómetros al norte de la ciudad de Milot, ambas en el Norte, a unos 250 kilómetros de la capital. La Citadelle es la expresión de la creatividad en el ámbito de la arquitectura y un símbolo vivo de la fuerza cultural del país. Esta imponente fortaleza, la más grande del Caribe, construida después de la guerra de independencia por Henry Christophe para contener la invasión de los europeos, fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco en 1982. También otros lugares, como Le Palais Sans–souci, Ramiers, L’Île de la tortue, o Môle-Saint Nicolas, los fuertes Jacques y Libertad, y Labadee, son verdaderos centros de atracción turística. El clima agradable y las playas soleadas de Haití son una maravilla. El sol fue siempre un atractivo para los visitantes extranjeros durante los mejores años de turismo haitiano. Hoy, los especialistas piensan que la luminosidad del sol puede servir para producir energía eléctrica en todo el territorio. Minado por una inestabilidad política crónica y por disputas internas, Haití, llamado en otro tiempo “la Perla de las Antillas”, atrae, sin gran éxito, a los turistas internacionales, que quieren más seguridad e infraestructura de acogida, además de mejores condiciones de vida en el país. A pesar de la ebullición cultural y de este nivel impresionante de creatividad, pocos artistas y artesanos logran vivir de su arte a causa de la falta de políticas culturales. El Estado, siempre atascado en las urgencias sociales, se manifiesta muy frecuentemente como un simple espectador. Las iniciativas que han mantenido vivo al sector


La cultura como vitrina

De la estabilidad cultural

Por Pierre Clitandre

Escritor, pintor y periodista haitiano, defensor del simbolismo vudú y del folclore de Haití.

Hay terribles acontecimientos que, aunque arrojen a una sociedad al pesimismo, tienen también como consecuencia provocar un shock psicológico positivo. El terremoto del 12 de enero de 2010 devastó, en el plano físico, la capital y las provincias. En barrios donde los sentimientos de buena vecindad se desarrollaron a lo largo de muchos años, se realizó una lucha diaria para salvar una sonrisa o un gesto de felicidad, a pesar del deterioro de los espacios. Nos parece comprender el hecho de que si se afecta el estado mental, la situación será peor; que si se desbarranca el imaginario, el luto influenciará a la naturaleza; que si no se mantienen en resistencia permanente las tradiciones de alegría y de convivencia, los hombres crearán su propio desierto, y la vida será estéril. Creemos que las instancias internacionales involucradas en las misiones humanitarias y de reconstrucción permanecerán confinadas en las emergencias. Ellas desarrollan planes ideales que no tienen nada que ver con la tradición de ser haitiano, elemento determinante de las relaciones entre los ciudadanos. No es necesario ir muy lejos en la historia del país con el “gran vecino del norte” para entender que la ocupación estadounidense de 1915 era la introducción a un largo período militar que estaría caracterizado, posteriormente, por estudios antropológicos, culturales y arqueológicos. Estos últimos permitirán parcialmente comprender mejor los lugares intangibles de la llamada “resistencia haitiana”. En esta nueva cruzada de actualización cultural, en la investigación académica de los principios que rigen nuestro comportamiento colectivo, la religión ha desempeñado un papel decisivo. Entre la acusación inquisitorial que causó daños considerables y la convivencia inteligente, elaborando una estrategia mejor articulada de cooptación, las instancias políticas nunca dejaron de ver al país como el “patio trasero” del “gran vecino”. La compañía llamada Rejeté (“rechazado”), que quemó lugares de culto vudú e hizo desaparecer los artefactos de las creencias populares de los agricultores, mientras atacaba

a los árboles que equilibraban el ecosistema, dio lugar al establecimiento de estructuras religiosas protestantes. Estas últimas han sido, mal o bien, la fuerza ideológica de su cruzada. La decadencia física y moral del mundo campesino, el éxodo hacia las ciudades y a la capital, la pobreza urbana y las tragedias personales nos llevan a creer, aún más, que hay una experiencia de la ruina en Haití. Por lo menos un análisis superficial que se refiere a todos los dominios, incluyendo a aquellos del imaginario creativo y la profunda cultura de un pueblo. En esta guerra, susceptible de forjar una desarticulación del mundo campesino y urbano, la inteligencia haitiana, contrariamente a lo ocurrido a principios del siglo XX con Jean Price Mars y Jacques Roumain, no tuvo la articulación ideológica suficiente para contraponerse al vasto trabajo de decadencia física y moral. También hubo un éxodo intelectual. El nacionalismo original vivió un gran declive. El intelectual contemporáneo todavía no ha encontrado una terminología de combate adaptada a la nueva coyuntura de desarticulación. Sin embargo, creemos que, formados en universidades extranjeras, antropólogos, geógrafos, sociólogos, historiadores del arte han producido mucho más que sus antecesores. Sus obras técnicas, más “científicas”, han posibilitado una mejor comprensión en varias áreas y son más ampliamente difundidas en los círculos académicos extranjeros que al servicio de los centros de investigación haitianos. Es demasiado pronto para establecer las diferencias entre Jean Price Mars y Laennec Hurbon en términos de protección del patrimonio histórico cultural. Pero es urgente decir que el trabajo experimental del autor de Barbare Imaginaire excluye la propuesta de combate nacionalista del antropólogo de Ainsi parla l’Oncle. Una amiga me hizo recordar que el maestro de la geografía haitiana, Georges Anglade, víctima del trágico terremoto del 12 de enero de 2010, nunca habló de terremoto, y no pude rebatir esa afirmación desesperada. El caos actual que vivimos dolorosamente en nuestra carne y nuestra alma es una serie de malentendidos, de compromisos

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La irresponsabilidad cultural Si las culturas que podrían servir para mejorar los enfoques tecnológicos para “felicidad” de la humanidad todavía son tratadas de manera sumaria, se puede creer que ya no son más operativos los aportes filosóficos y herméticos que permitieron que la ciencia occidental fuera entendida. Los medios que permitirían comunicarnos mejor, elaborar nuevas maneras de vivir, o mejor dicho, armonizarnos con toda la naturaleza, se convertirían en nuestra pérdida colectiva. A pesar de las investigaciones más elaboradas, la ciencia occidental todavía se oculta bajo el manto de la dicotomía del bien y el mal, progresando cada uno por separado. Los colonialismos que aún dividen al mundo entre naciones ricas y pobres provienen de esta concepción, mantenida por las religiones y aplicada en las estrategias militares específicas. En este estado crítico, ¿cuál es el papel ideal del sector cultural caribeño y latinoamericano? En términos de creatividad artística y literaria, los pintores y escritores de la región (novelistas, teóricos) han desarrollado lenguajes indigenistas en las formas y en la lengua escrita. No olvidaré jamás mi “iluminación” después de leer Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. No dejaré de expresar mi pasión por las obras de Diego Rivera y de Alfaro Siqueiros. Los escritores más contemporáneos del Caribe francófono se establecieron en las grandes editoriales occidentales. Ellos mostraron otro universo que el cartesianismo negó durante mucho tiempo. Patrick Chamoiseau y Raphael Confiant prolongaron una tradición comenzada con Jacques Roumain y Jacques Séphen Alexis.

Esta gran mezcla de lenguaje, forma, color, paisaje, movimiento, circulación de textos, de espiralismos, debe ser considerada como parte de la demanda mundial por un nuevo humanismo. Sería desalentador que esta enriquecedora experiencia, con su calidad ética y estética, sirviera para justificar un nuevo intento etnográfico remozado para un refinamiento de colonialismos más estables. ¡Estabilidad es la palabra! Ella no existirá sin la reconstrucción o construcción de nuestras infraestructuras culturales. Pienso en todo lo que se desencadenó alrededor del arte naïf haitiano. Me cuesta creer que esta hermosa aventura haya sido utilizada por las instancias políticas más banalizadas. El Museo de Arte Haitiano del Colegio St. Pierre, fuertemente sacudido por el terremoto, ya no puede mostrar más sus raras obras. El Centro de Arte, hoy, no es más que un terreno baldío. La Iglesia de la Santísima Trinidad, con sus famosos murales, ya no existe. ¿Dónde está el “Juramento de los antepasados”, la pintura neoclásica de fuerte simbolismo utilizada como el David, restaurada en el Museo del Louvre y mantenida, hasta antes del terremoto, en el Palacio Nacional? En los grandes debates sobre la reconstrucción, el discurso tampoco se refiere a los lugares de protección o de archivo de la memoria colectiva y de la creatividad de un pueblo. Alguien podría pensar (¡me da miedo decirlo!) que ya no tenemos esos grandes momentos de arte que todos aquellos que se sacrificaron para darlos a conocer por medio de galerías, por la crítica y libros de historia, han trabajado en vano. Ellos desarrollaron teorías estéticas precedentes al desastre inevitable. Pasa lo mismo con los grandes monumentos históricos en todo el territorio nacional. Recuerdo haber escrito, en 2008, un texto titulado “La resistencia de los monumentos”, referido a las estatuas de los héroes de la independencia que los vientos del tiempo no lograron romper. Ahora que es necesario hacer un balance de esto en la perspectiva de su restauración, después de haber sido rodeados por la insalubridad y la precariedad de las carpas del terremoto, no hemos escuchado ningún discurso abogando por su mantenimiento. ¿Y los teatros? Había muy pocos antes del terremoto. Después del terremoto, la respuesta es una negación. No tuvieron siquiera el cuidado de limpiar el salón del Teatro Rex o impedir que los transeúntes arrojasen allí, como si se tratara de un basurero, su plato de comida. Esto obligó a los ciudadanos a vivir encerrados en sus casas, que se caían a pedazos, sin la perspectiva de un relajamiento psicológico. ¡Todavía tenemos las playas, principales

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equívocos y de falta absoluta de investigaciones científicas sobre el lugar en vivimos. En la época de la globalización de ideas e interrogantes sobre las catástrofes que afectan al planeta, las tecnologías que actualmente dominan el mundo occidental no deberían servir como una nueva arma de recolonización. La decadencia encontrada en Haití, que se inició a mediados de los años 60, es el resultado de un largo proceso que escapó a la gravedad de quienes pusieron en movimiento la máquina infernal. Las fronteras no son más que una ilusión geográfica. El espacio efectivo para salvar al planeta Tierra está amenazado. Los desastres ecológicos causados por la negligencia de las autoridades nacionales se convirtieron, por mar o por tierra, a través de la migración y también la polución, en problemas humanitarios internacionales que no podrán resolverse de manera simplista por la condescendencia.


La cultura como vitrina

El carnaval es una de las manifestaciones más destacadas de la cultura popular haitiana.

defensoras del apocalipsis provocado por la amenaza de tsunami! Hay una lógica en todo este asunto de amenaza y miedo. Pero escapa a todos nosotros. Es fuertemente frustrante. Los ciudadanos haitianos deberían reagruparse en asociaciones de defensa y protección de los bienes culturales del país, aunque en la articulación de un discurso nacional tendrán la necesidad de abrirse al mundo caribeño, latinoamericano y europeo para expertises más apropiados. Discursos y contactos internacionales que les permitan tener suficiente peso, en estas circunstancias, para plantear demandas a las instancias del Estado. ¡La cultura es un asunto demasiado importante, en estos tiempos de reconstrucción de la mentalidad colectiva, como para ser dejado solamente en manos de un Ministerio! Hay manifestaciones culturales en todas partes. Es una buena señal. Pero lo que está faltando es un discurso bien articulado sobre el fenómeno cultural haitiano después del terremoto. Este nuevo discurso debe evitar el alineamiento de lo “políticamente correcto” constatado durante varios años, porque la cultura no es un lugar simplemente de entretenimiento social y de formas de encuentros mundanos. Es un hablar, una forma, un sonido, un movimiento, una palabra, que sirve tanto al objetivo de una estética nacional como al propósito “comprometido” de defender y proteger la adquisición de recuerdos, experiencias, de acciones compartidas y actos ilustrativos de un momento de la vida de un pueblo. En esta perspectiva, la cultura pierde cuando es tratada como una herramienta oficial. Gana en pretensiones de protesta cuando denuncia a todos los establishments. No se trata de caer en un nuevo jdanovismo* cultural. Además, el Estado, en sus actuales relaciones políticas internacionales, no puede comprometerse en tal perspectiva de autonomía ideológica. Esta misión es más bien un asunto de intelectuales de vanguardia comprometidos con la búsqueda de otra identidad haitiana. La literatura y las artes existían antes de los terremotos. Después del último, ellas deberían ser nuevos emprendimientos orientados a la sobrevivencia y a la existencia de todo un pueblo que, por su voluntad de vencer desafíos, merece una total y definitiva reconstrucción. (*) Hasta el final de la década del 50, el rígido código ideológico de Andrei Alexandrovich Jdanov, conocido como “Jdanovismo”, definía los límites de la producción cultural aceptable en la antigua Unión Soviética (URSS). En realidad, Jdanov trascendía los objetivos egoístas de la censura totalitaria y pretendía crear una nueva filosofía del arte para el mundo entero. Su método buscaba poner la cultura al servicio del Estado soviético.

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Capítulo 6 Por Adriana Santiago, Benedito Teixeira e Paola Vasconcelos

Construyendo la propia resistencia

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Pueblo sufrido, desconfiado, desgastado, con todos los motivos para renunciar a tener el mínimo de dignidad. Más de dos siglos después de su independencia de Francia, los haitianos conocieron por muy poco tiempo lo que es ser una nación soberana. Hoy viven bajo el yugo de aproximadamente 25 países, por medio de miles de organizaciones no gubernamentales (ONGs) y fuerzas de ocupación que están en tierras haitianas, algunos con motivos declarados incluso como “nobles”, otros, en la práctica, no tanto. Aun así, por medio de pequeñas acciones, lo que se percibe es que todavía existe una fuerza latente y, lo más increíble, que emerge en un contexto de gran explotación en los más variados niveles: político, económico, cultural, social, ambiental. “Los campesinos viven en difíciles condiciones de salud, vivienda y educación. Si en esas condiciones alimentan a la mitad del país, imaginen cómo podría ser la producción agropecuaria de Haití si la sociedad en su conjunto tuviera un mínimo de seriedad con el sector campesino”. La afirmación es de los brasileros del Movimiento de Trabajadores

Foto: James Alexis

Casi nunca el pueblo haitiano estuvo libre de la necesidad de defenderse del extranjero, y tiene en su esencia el ideal de resistencia. En una situación de grave vulnerabilidad; la soberanía, de hecho, está adormecida en la voluntad de una población que, ante todo, tiene que garantizar su propia supervivencia. Experiencias de organizaciones nacionales y (¿por qué no?)extranjeras muestran que es necesario un poco más de organización y solidaridad internacional para que Haití reconstruya su propia historia.


Construyendo la propia resistencia Rurales Sin Tierra (MST), la ingeniera agrónoma Dayana Mezzonato y el profesor de historia José Luis Rodrigues (Patrola). La ingeniera forma parte de la Brigada Dessaline del MST en Haití desde 2011, y Patrola trabaja en la Brigada desde que ésta se instaló allí, en 2009. El MST y Vía Campesina están desde enero de 2009 en Haití, con la desafiante tarea de desencadenar un programa de solidaridad entre las organizaciones campesinas. Después de un año de diagnósticos de la realidad rural, Mezzonato y Patrola explicaron que las entidades establecieron una serie de articulaciones con organizaciones campesinas para construir un programa de intercambio y ayuda mutua por medio de una brigada de solidaridad. Esa brigada, compuesta por varios miembros, procura fortalecer las organizaciones campesinas a través de apoyo técnico, instalación de cisternas, construcción de centros de producción de semillas, producción de caprinos, reforestación, construcción de un centro nacional de experimentación y agroecología y la organización de viajes a Brasil de jóvenes haitianos para que conozcan las experiencias del MST y Vía Campesina. “Ya enviamos a más de 70 jóvenes y seguimos organizando los próximos grupos”, informan los técnicos del MST. Lo más importante de este trabajo es que la misión solidaria de la brigada se realiza en una relación horizontal y conjunta con los movimientos campesinos. Nada se hace fuera de esa relación articulada y coordinada. “De esta manera, no imponemos nuestra visión. Al contrario, partimos de aquello que las organizaciones necesitan o desean hacer y, junto con ellas, desplegamos los diversos trabajos”, destacan Mezzonato y Patrola. También trabajando para incentivar la organización de los derechos de los trabajadores del campo, la organización Batay Ouvriye (“Lucha de los trabajadores”, en criollo) menciona las dificultades y el potencial de la agricultura. La portavoz de Batay Ouvriye, Yannick Etienne, explica que el bloqueo socioeconómico a Haití es un obstáculo para el desarrollo del país. “Eso explica por qué el sistema no tiene capacidad para producir muchos empleos. El sistema feudal en el país, por ejemplo, ya está casi acabado. Tomamos como ejemplo la problemática de los campesinos, que están luchando, pero no tienen condiciones para

Camille Chalmers es el coordinado rgeneral de la Plataforma Haitiana por un Desarrollo Alternativo. Foto: Ermanno Allegri

producir materiales que faciliten la producción y tampoco tienen cómo exportar. Estamos en una situación en la cual el sistema económico está centrado en la agricultura, pero no tiene casi posibilidades para producir. Esto demanda otra estrategia e inversiones importantes para que haya alguna posibilidad económica de cambiar su orientación”, destaca Etienne en entrevista con Adital. Batay Ouvriye también está actuando en las organizaciones campesinas, procurando la unificación de los trabajadores agrícolas a través de un código de procedimientos, como una oportunidad de organización y respeto a la clase. “En cada localidad tenemos organizaciones sindicales campesinas, pero, si no están cercanas, nosotros las reunimos bajo una misma coordinación. Unificamos, en algunos momentos, esa coordinación. Eso facilita el trabajo en grupo, que nos vuelve más fuertes”, enfatiza Etienne.

Ante todo, un fuerte Para ilustrar la fuerza que el pueblo haitiano aún cultiva, a pesar de tantos contratiempos de orden natural, social y político, Camille Chalmers, de la Plataforma Haitiana por

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Haití por sí Contribución femenina El futuro de Haití como país democráticamente participativo también se debe, en gran parte, a la lucha de las mujeres. Lenta, pero persistente. Dentro de lo que la entidad llama Ejes Estratégicos Comunitarios, Solidaridad con las Mujeres Haitianas (Sofa), que reúne a cerca de 10 mil mujeres en 7 de los 10 departamentos del país, trabaja desde hace 25 años en los niveles político, social, económico y cultural, según nos explicó Carole Pierre-Paul Jacob, dirigente de la organización. “Lucha contra la feminización de la pobreza”, “salud de las mujeres” y “lucha contra la violencia sobre las mujeres” forman un triple pilar que intenta garantizar la dignidad de aquellas que, en ausencia de sus maridos, muertos en las catástrofes naturales, por la violencia o emigrados del país en busca de mejores condiciones de vida, sustentan a sus hijos al mismo tiempo en que reciben formación política y económica pensando en un Haití soberano. Además de denunciar la realidad de la explotación capitalista, Sofa intenta proveer a las mujeres de los medios que las vuelvan independientes económicamente, sobre todo en el área de la soberanía alimentaria. Uno de los proyectos más importantes es el que pone a su disposición máquinas para el procesamiento de maíz, acción realizada en conjunto con Papda, que contribuye con sus agrónomos, técnicos e ingenieros para hacer el seguimiento del proceso. En el Departamento de Plaisance, en la localidad de Peroed, Sofa atiende a aproximadamente 500 mujeres. En Chinot, son otras 600 las beneficiadas por el programa. “Participando en este programa, los grupos se vuelven más sólidos, tienen más fuerza para conducir la lucha en la región, pueden tener una organización más amplia, contribuyendo a dar más fuerza a Sofa”, afirma Carole Pierre-Paul Jacob. La máquina de maíz desencadena todo un proceso de superación de la dependencia y de la pobreza. Ellas mismas se organizan con las máquinas, formando una cooperativa. Así, logran reunir dinero y entregarlo en préstamo a otras personas para la adquisición de materiales diversos. Sorteando las dificultades impuestas por el sistema capitalista super-explotador en Haití, cuyos bancos no prestan dinero a los más pobres, los beneficiados por el programa logran librarse de ese yugo.

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un Desarrollo Alternativo (Papda), cuenta lo que pasó después del terremoto de 2010. “El pueblo haitiano dio una respuesta maravillosa, una extraordinaria solidaridad se manifestó desde las redes inter-haitianas, no sólo la población de Puerto Príncipe, que tuvo que organizar la vida en situaciones extremas, garantizando la salvación de más 1,5 millones de personas que vivían en las calles, compartiendo todas las reservas que tenían. Yo comí cuatro días en la calle sin tener que pagar un gourde”, recuerda. También los campesinos se movilizaron mucho para enviar comida, para enviar frutas, para enviar dinero, porque el sistema estaba paralizado. Para Chalmers, lo más extraordinario fue el éxodo desde Puerto Príncipe de 684 mil personas, que en menos de una semana salieron huyendo del terremoto y fueron recibidas, alojadas, alimentadas y afectivamente cuidadas después de la conmoción y el trauma del terremoto. “En ningún lugar rechazaron a las personas que llegaban. Muchos llegaban sin rumbo, porque muchos jóvenes nacieron en Puerto Príncipe y no conocían el campo, ni tenían familiares allí, y a pesar de eso fueron recibidos de la misma manera, extraordinaria”. Chalmers cita el ejemplo de una ciudad llamada Papaye, en el centro del país, que antes del terremoto tenía 8 mil habitantes y, una semana después, totalizaba 18 mil. “Y todos albergados, alimentados y cuidados. Pero todo eso está totalmente silenciado, no aparece en la prensa, no aparece en la televisión, probablemente porque todos están en contra, quieren presentar sólo una imagen negativa, algo recurrente en Haití”, lamenta. Papda elaboró informes escritos de experiencias alternativas después del terremoto, pero esa solidaridad y las experiencias del pueblo haitiano fueron totalmente marginadas, silenciadas, olvidadas, “probablemente para destacar la maquinaria pesada de la ayuda humanitaria y de las agencias internacionales. Y posiblemente, están aprovechando el momento de crisis para producir cambios sustanciales que ya querían hacer a partir de los intereses de las trasnacionales y de las grandes potencias económicas mundiales. Esto es muy evidente”, dice Camille Chalmers.


Construyendo la propia resistencia

En un país donde los pobres viven con menos de un dólar por día, tener la oportunidad de participar en un programa que les que posibilite producir significa mejorar la calidad de vida. Según Carole, se pueden obtener 100 dólares en préstamo para comenzar un negocio. Mejorar su condición económica le permite a la mujer, por consiguiente, escapar de la sumisión al sistema patriarcal. Pero además de la parte técnica, la entidad trabaja en la capacitación en economía rural y economía social, valorizando la participación en la conducción de los proyectos. Sofa dice trabajar sólo en la orientación. “Lo más importante es que cualquier comunidad que tome una decisión, o una iniciativa, tenga la capacidad de conducir ella misma sus iniciativas de manera independiente”, cuenta Carole. Hay también formación en modelos de gestión, marketing y contabilidad. Hay otra actividad económica también en las favelas de Puerto Príncipe, como en Martisan. Es un programa para fabricar vestimenta, con la misma gente de las favelas.

En Carole Pierre-Paul Jacob es la coordinadora deSolidaridad para las Mujeres Haitianas (Sofa). Foto: Francisca Stuardo

Batay Ouvriye también invierte en el empoderamiento de la mujer para incentivar el trabajo. Hay un proyecto en la ciudad de Ouanaminthe, en una zona franca cercana a República Dominicana, en el marco del cual un grupo de mujeres hacen manteles. La portavoz, Yannick Etienne, explica que no son manteles comunes, de uso diario, sino artículos más artesanales y bonitos. Estos manteles se fabrican con pequeños retazos de tela que eran desechados por las industrias de la zona franca; ellas confeccionan los manteles uniendo los retazos, una técnica conocida con el nombre de patchwork. Yannick Etienne subraya que son productos que se venden con facilidad en la frontera. “Esto es interesante porque ayuda a la economía. Ayudar a las mujeres no sólo para agruparlas sino también para generar ingresos, fortalecer lazos psicosociales y el espíritu de grupo en las comunidades y ayudarlas en su emancipación. En estas localidades, la única actividad social, recreativa, es la Iglesia”, lamenta. Son mujeres que trabajan duro, que pasan el día recorriendo las calles para tratar de vender lo que es posible en el mercado informal. El proyecto de patchwork promueve otras experiencias, no sólo recreativas, sino también para fomentar el compartir y la convivencia con las otras mujeres, además de la generación de ingresos. “Plantea otros sentidos y otras posibilidades en la realidad de estas personas. Mientras tanto, estamos trabajando entre nosotros. Como no tenemos recursos económicos, le pedimos a la gente de la zona franca que nos facilite el acceso a los retazos de tela y los distribuimos entre las mujeres. En realidad no hay dinero para la realización de este proyecto. El dinero proviene de la venta de los productos. En la organización Batay Ouvriye no creemos mucho en proyectos que no dan sentido a las luchas sociales. Son las causas sociales nuestras principales actividades”, complementa Etienne. Para Carole Pierre-Paul Jacob, de Sofa, la situación es difícil pero hay esperanza. Estima que la salida para Haití está en el surgimiento de otra clase política, libre de las amarras impuestas por Estados Unidos. Se trata de una clase política “progresista, que pueda aportar otra visión económica, social y política al país”. La que está allí, perpetuándose en el poder, también perpetúa un escenario de venta de la patria, de ojos que no ven más allá del propio ombligo. “Con este

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La mayoría de la población haitiana vive del comercio informal. Foto: Francisca Stuardo

peligroso porque nos retrotrae al viejo sistema, que desapareció hace 25 años”. El régimen del actual presidente, Michel Martelly, está mostrando a qué vino, resucitando la extrema derecha “que pensábamos que había desaparecido del país. El régimen de Duvalier se renueva una vez más. Esta situación nos crea la necesidad, también ahora, de juntarnos y ganar más fuerza para seguir adelante”, observa. En la relación con los trabajadores, Yannick Etienne, de Batay Ouvriye, también expresa críticas al actual gobierno, principalmente porque no han encontrado apertura para el diálogo. “Con el gobierno actual, no tenemos ninguna relación porque no favorece el trabajo de los sindicatos. Tuvimos una experiencia con el presidente Préval, pero su intención era promover la corrupción dentro de los sindicatos, es decir, sindicalistas que favorecieran los intereses de los patrones en lugar de los intereses de los trabajadores. Ofrecían dinero y muchas otras ventajas a los dirigentes vendidos. A partir de esa práctica, tomamos distancia. Con este gobierno, todavía no hubo apertura”, expresa.

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régimen que abre Haití a los negocios, no habrá cambios. Esto incrementa la pobreza de los campesinos, de la clase popular. Ellos van a ser cada vez más pobres. Tenemos que hacer un cambio, un cambio en el concepto político del país, pero esto va a ser muy difícil, y es urgente que la conciencia popular responda a la esencia del cambio”. Haití, según la dirigente de Sofa, el poder visible no es realmente un poder que beneficie al pueblo. El verdadero poder en Haití es el poder económico de los que tienen el dinero en sus manos, los mismos que se oponen a las decisiones políticas del país y que impiden a cualquier costo la posibilidad de que se cree una fuerza de izquierda. La clase dominante no se abre a nuevas ideas, al cambio, al progreso, posición que defienden entidades como Sofa y Papda. El clima opresor de la dictadura de Duvalier parece haber terminado; sin embargo, Carole prevé un peligro mayor. “Ahora tenemos un nuevo gobierno, pero eso no quiere decir que el régimen político haya cambiado. Por el contrario, este régimen nos parece más


Construyendo la propia resistencia

Mujeres cuidan de una ciudad Por Adriana Santiago En Ennery, ciudad situada a unos 180 kilómetros al norte de la capital Puerto Príncipe, las que mandan son las mujeres. Allí, una pequeña ciudad agrícola tiene una rentable cooperativa de mujeres vinculadas a Sofa (Solidaridad con las Mujeres Haitianas, o en criollo, Solidarite Fanm Ayisyen). Procesan maíz, lo venden, tienen ingresos e incluso hacen préstamos a los demás miembros de la comunidad, ya que el sistema bancario no financia a pequeños comerciantes ni otorga créditos personales. Violenne St. Pierre es quien coordina Sofa en la ciudad de Ennery y dice que todo lo que consiguieron, como terreno, instalaciones, edificios y equipamiento, salió del cultivo y el procesamiento de granos,

En Ennery, ciudad ubicada a aproximadamente 180 kilómetrosal norte de la capital Puerto Príncipe,las que mandan son las mujeres. Fotos: Ermanno Allegri

principalmente del maíz. Cuando comenzó a lograrse alguna ganancia, establecieron una línea de microcréditos y se afirmaron como una fuerza política en la ciudad. En la época de inundaciones u otras catástrofes naturales, incluso el terremoto, no sufrieron directamente su impacto. Son ellas las que coordinan los trabajos de solidaridad. Carole Pierre-Paul Jacob, directora nacional de Sofa, celebra estas pequeñas victorias contra el sistema patriarcal, conquistadas en 25 años de existencia de la entidad. Las máquinas para procesar maíz son un logro económico de las mujeres. Actualmente, Sofa aglutina a unas 300 mujeres que participan en este programa. “Ellas mismas se organizan con las máquinas que les suministramos, pagan lo que deben, se unen en cooperativas y

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Todo lo que las mujeres de Ennery consiguieron, como terreno, instalaciones, edificaciones y equipamiento, provino del cultivo y procesamiento de granos, principalmente del maíz.

problemas de violencia doméstica y sexual y casos de prostitución y de Sida por medio de sus puestos de atención y conciliación. También están resolviendo los problemas de falta de escuela para los niños y cohibiendo el hábito de los padres de familia de vender a sus hijos para el tráfico de seres humanos en República Dominicana. Este restablecimiento de la autoestima pasa por los adultos, los hombres también, con escuelas de alfabetización nocturnas, y por la organización de fiestas populares como el Día de la Madre y Navidad. Y eso es lo que Sofa pretende con las actividades sociales de las mujeres. “Este proyecto facilita que las mujeres puedan salir de su situación de dependencia, ya que les da poder económico para que puedan defenderse”, dice Carole Pierre-Paul Jacob, quien también explica las dos líneas de trabajo: la primera, contra el sistema patriarcal, y la segunda, la transformación social. Y todo eso se está consiguiendo en Ennery. Sofa es una organización que tiene alrededor de 10 mil miembros en el ámbito nacional y está presente en 7 de los 10 departamentos de Haití, pero tiene planes aún mayores. En conjunto con Papda, está desarrollando desde hace tres años un proyecto que involucra a agrónomos, técnicos e ingenieros para promover la capacitación y la formación en economía rural y en economía social para las mujeres. Hay también formación sobre modelos de gestión, marketing y contabilidad. En fin, una riqueza sin incentivo del gobierno.

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el dinero sobrante lo dan en préstamo a otras personas, para que inviertan en sus propios negocios y fortalezcan el desarrollo local”. La directora explica que muchas veces hay algunas cooperativas que hacen negocios o comercian con pequeñas cantidades de dinero, como 50 gourdes. Agrega que el sistema capitalista es tan deficiente en Haití que la población pobre no tiene acceso a préstamos bancarios. “El aspecto positivo de este programa es que permite a la gente producir sin sentir el peso del sistema capitalista en sus espaldas”. Con el microcrédito que existe entre ellas, tienen poder de compra para poner sus propios negocios. Actualmente, con el acceso al crédito solidario, equivalente a 100 dólares estadunidenses, el nivel de vida aumenta. Por ello, el sistema patriarcal no es más un problema para ellas, porque ahora tienen más poder. “Por ejemplo, el nivel de vida del pobre, aquí, es inferior a un dólar diario; estos programas, entonces, suben el nivel económico de la mujer, dado que tienen la posibilidad de conseguir hasta 100 dólares por día. Esto es otro nivel, por lo tanto, la mujer se siente más independiente”. Violenne St. Pierre está de acuerdo, porque pudo ver profundos cambios en Ennery después de la creación de la cooperativa de mujeres, y no sólo en relación con su mejora económica y el acceso a los préstamos, sino también en la mejora de la autoestima femenina local. Son ellas las que resuelven los


Construyendo la propia resistencia Además, Batay Ouvriye percibe que la represión contra esos movimientos sociales y de trabajadores está creciendo mucho con el actual gobierno. “Dentro de este gobierno hay mucha gente que formó parte del antiguo régimen duvalierista (de la milicia Tontons Macoutes, por ejemplo), que aparentemente pone en práctica la democracia pero que en realidad quiere implantar la represión en el país. Hay muchas personas que eran del antiguo régimen. Están sucediendo muchas cosas. Secuestros, personas que están matando en las calles y no hay ninguna solución para eso. Las fuerzas de la Minustah también, porque ellas golpean a los jóvenes. Tenemos un clima ‘potencialmente volátil’. Estamos preocupados por lo que va a suceder en el futuro”, alerta Yannick Etienne. Por su parte, Camille Chalmers atribuye a Michel Martelly el mote de “producto fabricado en Estados Unidos”, incluso como un personaje. Explica el proceso que lo eligió. Suponiendo que la población estaba muy enojada con el gobierno anterior y con la Minustah, toda la campaña de Martelly fue diseñada para mostrar a una persona que parecía estar muy alejada del gobierno y muy alejada del poder. Sin embargo, la conclusión de Papda es que no es más que un candidato que se mostró totalmente derechista y que demostró que tenía muchas relaciones con antiguos duvalieristas. Dice que hay mucha gente que lo veía cercado por personas vinculadas a la dictadura de Duvalier, pero ahora aparece, dando un giro, en una especie de revancha, en el poder al lado de toda la flor y nata de la clase media vinculada a la dictadura. Por otro lado, Martelly también puede ser un elemento catalizador de la recomposición de las fuerzas populares democráticas que ya había comenzado antes de él.

¿Laboratorio de dominación? Papda, quizás la entidad que mejor representa hoy al pueblo haitiano en la lucha por espacio en la toma de decisiones políticas y económicas que pueden orientar el rumbo del país, nos hizo una importante lectura histórica para comprender Haití. Su coordinador, Camille Chalmers, es taxativo al afirmar que los haitianos y la comunidad internacional tienen, actualmente, una gran dificultad para aceptar a Haití como un país. El mundo entero vive un contexto de dominación imperialista y, al parecer, el país se convirtió en un chivo

expiatorio. Para sostener la ideología imperialista del Estado fallido, Haití es utilizado como ejemplo para justificar la presencia de la ocupación militar y la ocupación económica. Aunque es sólo un puntito en la extensa magnitud mundial, el pequeño país, según Chalmers, cobra más importancia porque funciona como un laboratorio para la experimentación de nuevas formas de ocupación militar y recolonización, con un control casi total por parte de las instituciones financieras internacionales, el sistema de las Naciones Unidas y las grandes ONGs vinculadas a los intereses básicos del capital transnacional. Léase: la Minustah, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), entre otras instituciones. Se hace, según él, una lectura totalmente tergiversada, distorsionada, de la realidad haitiana para aprovechar la imagen de un país caótico, sin organización, sin experiencia política, negando toda una historia, todas las experiencias acumuladas, con el fin de justificar la ocupación militar y el proceso de colonización. Chalmers alerta: esto puede ser un modelo para ser utilizado y extendido a otros países, donde haya una lucha importante que ponga en cuestión los intereses básicos del imperialismo y de las fuerzas dominantes.

Las amarras extranjeras A pesar de la heroica lucha del pueblo haitiano para mantenerse vivo en medio de una realidad tan difícil, agravada sobremanera con el terremoto de 2010, los representantes de la Brigada del MST y Vía Campesina observan que el establecimiento de una democracia verdaderamente participativa en Haití sigue siendo un sueño lejano. Múltiples factores pueden explicar cómo uno de los primeros países en conquistar su independencia de las metrópolis europeas en América Latina y el Caribe, y, por lo tanto, pionero en el rompimiento de la explotación colonial, llegó a tal grado de desintegración de su soberanía nacional. En la coyuntura actual, el Estado haitiano está muy debilitado y sumido en interminables crisis políticas. Por este motivo, el conjunto de la sociedad paga el precio de la ausencia de políticas públicas, que se manifiesta en todos los sectores, dicen Mezzonato y Patrola, técnicos del MST.

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Buena parte de la población haitiana todavía vive en carpas, sin infraestructura. Foto: Francisca Stuardo

“No podemos decidir hacer eso. Estamos teniendo las mismas prácticas de antes. Somos muy dependientes y no podemos hacer nada. No podemos elegir, decidir la reconstrucción, no podemos decidir sobre la cultura del país, todo esto está siendo realizado por organizaciones y empresas extranjeras. No tenemos poder de decisión en la construcción de escuelas primarias, secundarias, profesionales y universitarias; no podemos decidir sobre este asunto, mientras las escuelas están funcionando en carpas. No sentimos que el país esté orientado a la formación de los jóvenes, de cara al futuro. Sabemos que los profesionales, cada día más, están abandonando el país”, denuncia la dirigente de la organización social.

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A base de la experiencia del movimiento de los trabajadores, Yannick Etienne, de Batay Ouvriye, también considera que, cada vez más, Haití está sometido a otros países. “Cada día somos más dependientes del exterior, como por ejemplo en la importación de alimentos. Importamos mucho más; el arroz, por ejemplo, lo importamos casi todo. La dependencia es cada vez mayor”, afirma. Para ella, el uso del dinero llegado para la reconstrucción del país después del terremoto debería ser una oportunidad para tener una orientación diferente, construir otra manera de desarrollar la economía del país, organizar las cosas de otra forma.


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Escuelas gratuitas en las vacaciones para quienes no pueden pagar Por Adriana Santiago La Plataforma Haitiana por un Desarrollo Alternativo (Papda) trabaja en temáticas a nivel de intervención global, de vigilancia de acuerdos, de documentos, de investigación, de presión sobre el Estado, promoviendo conferencias y foros nacionales y acompañado de cerca todo lo que está sucediendo ahora, bien cerca de las organizaciones de base, principalmente de las organizaciones

Marie Roseline Fénelus Sintelus es una de las cinco profesoras voluntarias de la ciudad de Plaisance, que enseñan a los niños gratuitamente a leer y a escribir en las vacaciones, ante la falta de una escuela pública durante el ciclo lectivo. Foto: Ermanno Allegri

campesinas. Es respetada en todo el país, no sólo por lo que dicen o escriben sus líderes, sino también por acciones sencillas como la de Marie Roseline Fénelus Sintelus, una de las cinco profesoras voluntarias de la ciudad de Plaisance, que enseñan a los niños gratuitamente a leer y a escribir en las vacaciones, ante la falta de una escuela pública durante el ciclo lectivo. Acciones sencillas se mezclan con acciones macro como la integración económica, con un trabajo intenso de vigilancia de todos los acuerdos firmados por Haití, principalmente con Estados Unidos, el Alca, la Ley Hope (firmada en 2006, que determina que todo producto textil hecho en Haití entre en Estados Unidos en condiciones preferenciales) y la fuerte movilización contra el Epas (Acuerdo con la Unión Europea). También vigilan, hacen denuncias y, como consecuencia, lanzan propuestas alternativas. Dedican una mayor atención a los acuerdos con Estados Unidos, la Unión Europea, la OMC y Caricom. Pero no olvidan o desvalorizan las acciones básicas, como la de las profesoras de Plaisance. Las clases durante las vacaciones pueden realizarse debajo de los árboles, en sus casas o en salones prestadas por las escuelas durante los fines de semana. Enseñan también a hacer productos artesanales o simples canaletas para amortiguar el golpe del agua en los tejados en tiempos de lluvia, pero lo importante es no dejar ociosos a los niños, especialmente después del terremoto. “Hemos visto a niños caminando hacia República Dominicana, huyendo, descalzos, sin esperanza”, dice Roseline. Acciones simples como éstas también forman parte del trabajo de Papda, que actúa sobre los ejes: soberanía alimentaria, integración económica y democracia participativa. Así como en el caso de las actividades de Rosaline y las otras profesoras voluntarias que atendieron a 180 niños en 2010, Papda ha desarrollado una labor de seguimiento en el sudeste del país, en Artibonite. Allí, trabajan en la zona arrocera y también en las montañas, en zonas distantes, donde es necesario caminar hasta

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La mayoría de las escuelas en Haití son privadas, como la Escuela de la Iglesia Anglicana de Saint Matthieu, en Leogâne. Los padres de familia, sin empleo fijo, hacen un esfuerzo sobrehumano para mantener a sus hijos en las escuelas. Foto: Ermanno Allegri

médicos, economistas, animadores de educación popular. En el norte, acompañan a un grupo que ocupa tierras improductivas, el Tet’Kole, y ofrecen orientación económica para la producción colectiva, además de agrupar los ingresos de organizaciones de productores. Por ejemplo, desde hace más de 10 años Papda trabaja con productores de café, en vinculación con Recocarno, y se espera que se asocien otros grupos de productores, como los de leche, y productores y procesadores de granos, principalmente mujeres que fabrican harina de maíz, mermeladas, etc. Ofrecen también apoyo técnico en agroecología, con producción de fertilizantes naturales, lombricultura, etc. Y para eso hay un programa de intercambio con Cuba, de tres meses, para el aprendizaje de los campesinos, con intercambio de conocimientos en agroecología y estrategias de producción.

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ocho horas para llegar, en toda la zona norte (nordeste y noroeste). En esas regiones se articulan grupos de base con 20 y hasta 30 años de existencia, que trabajan para mejorar la productividad en la cría de ganado vacuno, cabritos y gallinas. También trabajan para mejorar la nutrición, con estrategias locales y productos cultivados en Haití. En el sudeste, tienen un proyecto de mezclar granos locales con harina de trigo para la elaboración de pan y otros productos de panificación, además de un flujo de producción con productores locales de ñame y mandioca. Además, hay experiencias de producción artística y concientización con grupos de jóvenes formados en teatro popular y que trabajan el tema de la producción de alimentos y la soberanía alimentaria. Cuba también colabora en la formación profesional de haitianos involucrados en trabajos comunitarios de Papda, como


Construyendo la propia resistencia El haitiano Jean Garry, analista del Centro Estratégico de Relaciones Internacionales (Ceiri), con sede en Brasil, conoce bien la fortaleza que tiene su pueblo para lograr sobrevivir ante una situación que puede calificarse como “desesperada”; pero es realista y afirma que salir de esta situación supone un proceso que demanda tiempo y muchas otras iniciativas, principalmente de orden político. Destaca Garry que la presencia internacional no es solamente militar: es aún más fuerte en todos los aspectos de la vida social, económica y política, con la invasión de ONGs, lo que fortalece la dependencia. Además, el país se encuentra en una situación de pobreza extrema, con más del 80% de su población por debajo de la línea de pobreza. En este sentido, la participación del pueblo haitiano en las decisiones políticas se ve muy limitada por una comunidad internacional diversificada, que no llegó a un consenso en cuanto a la manera de aportar su contribución al país, y que quiere sustituir a los haitianos en las decisiones que los afectan. “Es importante decir que la comunidad internacional se aprovecha de esta pobreza para desarrollar un asistencialismo improductivo, que reduce la capacidad del pueblo haitiano de tener una participación cualitativa en las decisiones del Estado”, denuncia el analista. En los últimos años, el Estado haitiano está siendo dirigido por una elite que abandonó el desarrollo nacional en todos los niveles de la economía. En este sentido, la participación del conjunto de la sociedad se produce solamente en las débiles y a veces fraudulentas elecciones que se realizan constantemente. A pesar de esto, se nota un tremendo cansancio de la población en relación con esta dinámica. Para tener una idea de la falta de credibilidad de la actual clase política del país, en las últimas elecciones para presidente de la República no hubo más que un millón de votantes, de un total de cuatro millones de electores. “Además de todo lo anterior, el bajo nivel de participación de la sociedad haitiana se constata en los escasos servicios públicos, como educación, transporte, salud, vivienda, alimentación y otros. Para poner un ejemplo: el país no tiene ni siquiera una terminal de transporte interurbano. Durante el período fuerte de expansión del cólera, solo el 10% de los casos fueron atendidos en establecimientos estatales, el resto

fue responsabilidad de ONGs o de países cooperantes”, relatan los técnicos del MST y Vía Campesina. La sociedad haitiana, con 10 millones de habitantes que viven en un territorio menor que el Estado brasileño de Paraíba, en el Nordeste de Brasil, fue literalmente abandonada. No puede haber efectiva participación del pueblo en las decisiones sobre el rumbo del país si el pueblo no recibe lo mínimo necesario del Estado. La mejor manera en que un pueblo participe de su sociedad como verdadero protagonista es tener acceso a servicios públicos de calidad, trabajo e ingresos dignos, tanto la población urbana como la rural. Aun con todos los motivos para desistir, lo que se puede verificar es que existe una organización social estructurada. La sociedad haitiana tiene una cultura de participación muy fuerte. El problema es que las elites que asumieron el poder en los últimos años se sometieron a una serie de reglas de la llamada “comunidad internacional”, organizando la sociedad de acuerdo con intereses ajenos a las necesidades reales del pueblo, según evalúan los técnicos del MST y de Vía Campesina.

El sueño de la democracia Por lo tanto, no es sorprendente el desánimo general que ha penetrado a la sociedad haitiana ante los actuales rumbos de la política y la economía. Y lo más grave, para Mezzonato y Patrola, es que este desánimo no se reviste de una perspectiva de cambio, ni siquiera a mediano plazo. Ni la actual forma de organización del Estado resolverá los problemas estructurales de la sociedad, ni las formas vigentes de organización de la sociedad civil posibilitan, hasta el momento, un camino claro hacia el cambio. Jean Garry, del Ceiri, piensa que una democracia de calidad debe ser participativa e inclusiva, lo que ayuda a fortalecer un clima de estabilidad política, necesario para la creación y distribución equitativa de las riquezas. Sin embargo, el fortalecimiento de la democracia participativa pasa por la recuperación de la soberanía nacional, cuando el pueblo haitiano pueda asumir su propio destino, y también por la reducción de la extrema pobreza, que disminuirá la vulnerabilidad del pueblo en los procesos políticos y de formación de poder.

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la atención es el instalado en el Champ de Mars, frente al Palacio de Gobierno, destruido por el terremoto. Foto: Francisca Stuardo

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El campamento que más atrae

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Camille Chalmers, de Papda, sostiene enérgicamente que el pueblo de Haití siempre luchó por la democracia y que cada vez que luchó por democratizar este sistema, para abrir espacios a la participación política, tuvo que enfrentar la oposición del imperialismo. Podemos decir que el período de lucha por la democracia acabó en el primer gobierno de Aristide, después del golpe de Estado contra el presidente, electo con el 62% de los votos. Después de eso se desencadenó una crisis de credibilidad en el sistema político. La gente no cree más en el sistema porque aquellos que se presentan como candidatos son percibidos como personas que quieren saquear el Estado y poner a sus familiares y allegados en cargos públicos. Por eso la gente no se moviliza. Se movilizaron para votar por Jean-Bertrand Aristide en 1990 y por René García Préval en 2006. “Es muy importante entender el significado político de ese voto, que era una forma de decir ‘no’ a la ocupación, porque para ellos Préval representaba a Aristide. Para el pueblo, era una respuesta a la invasión militar, a tener un gobierno de facto, pero se equivocaron porque Préval rápidamente se alió al proyecto de dominación. Se movilizaron, pero después de eso no hubo ninguna otra

movilización electoral. En las últimas elecciones, la movilización fue de menos del 25% del electorado”, subraya Chalmers. Recurriendo a la historia para explicar por qué Haití llegó al estado de degradación política y económica en que se encuentra hoy, Camille Chalmers regresa a 1986, después de la caída de la dictadura de los Duvalier, cuando hubo una fuerte movilización y una gran unidad dentro de los movimientos populares. “El período de 1986 a 1991 estuvo dominado por un dinamismo increíble de los movimientos sociales, que estaban animando el proceso de lucha en el cual teníamos el objetivo de lograr cambios estructurales sustanciales en la sociedad, como la reforma agraria, la reforma política, la disputa de inversiones de créditos estructurales, pero que fue eliminado por la violencia del golpe de Estado de 1991”. Chalmers afirma que el principal objetivo del golpe de Estado del 30 de septiembre de 1991 fue eliminar al pueblo como actor político. Y como el movimiento era muy fuerte, desataron un proceso completo de agresión contra el movimiento popular, que contemplaba asesinatos (mataron a cerca de 5 mil personas), persecución contra los dirigentes, destrucción de las estructuras de las organizaciones que habían tardado 20 o hasta 30 años para construir cooperativas. Escuelas de formación, con dormitorios, salones: todo fue destruido por las Fuerzas Armadas. A partir de ese momento comenzó una estrategia de división interna del movimiento popular a través de la corrupción y la creación de programas, en una estrategia de multiplicidad de proyectos. Esto produjo una fragmentación de la sociedad y mayor corrupción. “Tenemos comunidades con cuatro o cinco iniciativas de salud, con 7 mil personas, pero esas iniciativas no están intercomunicadas. Todos tienen una agencia donante a la que tienen que rendir informes, pero no se comunican entre sí. Es la fragmentación del movimiento social y que fue consolidada por la división en torno a Aristide”, explica Chalmers. Él intenta hacernos un balance de los gobiernos de Jean-Bertrand Aristide, cuya figura emblemática significaba para el pueblo haitiano una nueva liberación. Este balance es difícil de realizar porque, para Chalmers, es necesario contemplar momentos diferentes, y en cada uno de ellos hay contradicciones sociales. Son cuatro momentos distintos de Aristide. En 1991, estaba muy ligado a las clases populares


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Sony Estéus es director ejecutivo de Saks (Sosyete animasyon kominikasyon sosyal), la única organización que trabaja con radios populares en Haití. Foto: Ermanno Allegri

Radios comunitarias para la organización popular Por Adriana Santiago Plaisance dista unos 200 kilómetros de Puerto Príncipe, en el norte de Haití. Es uno de los departamentos del norte, donde la agricultura es fuerte, y tiene una de las haciendas más prósperas de la Cooperativa Recocarno. Sin embargo, cuando nos detuvimos en Plaisance, no fue para hablar de agricultura, sino de radios comunitarias. En la ciudad existen dos. Una vinculada al movimiento social campesino, actualmente silenciada porque le robaron el generador de energía eléctrica, y la otra funcionando a todo vapor, conducida por jóvenes y financiada por capital extranjero. Una gran contradicción, en una ciudad tan pequeña. Pero hay algo en común: la radio es la oportunidad para que el pueblo exprese su voz. Sony Estéus, director ejecutivo de Saks (Sosyete animasyon kominikasyon sosyal), la única organización que trabaja con radios populares para capacitar a las comunidades rurales por medio de noticias locales y programación social, trata de explicar este fenómeno en Haití. Desde hace 19 años, Saks ayuda a organizaciones rurales y de base a crear estaciones de radio en las comunidades donde no existen medios de comunicación para la trasmisión de noticias. Pero hay otras iniciativas aisladas, como la iniciativa privada, de ONGs y hasta de la Iglesia católica, que también invierten en radios. “Hay otras, son entre 40 y 45 radios (de la Saks), siendo unas 35 mucho más comunitarias, y las otras, más locales”, explica. Se estima que la radio alcanza a una cantidad comprendida entre 5 mil y 10 mil personas, pero este número varía mucho de una radio a otra. Sin duda, el medio de mayor alcance en Haití es la radio. Es el de mayor proyección y el más popular. “Existe también el analfabetismo, que hace de la radio, que es un vehículo oral, un medio de comunicación muy utilizado por la población”, explica Estéus, uno de los fundadores de Saks. Por eso es un medio eficaz para la educación popular de los ciudadanos, principalmente de aquellos que viven más aislados. “Uno de nuestros criterios para apoyar un proyecto de

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Haití por sí derecho. “Para nosotros la filosofía es que la comunicación es un derecho, como el derecho a comer, a la salud, etc.” Saks también trabaja con radios privadas, pero muy locales, en la difusión de programas educativos. “Tenemos un estudio donde grabamos programas sobre temas como el medio ambiente, la salud, los derechos humanos, las mujeres, además de programas de información como una revista semanal. Enviamos estos programas en CD a las radios, y algunas radios locales privadas están interesadas en difundir nuestros programas”, explica. El director de Saks evalúa como positivo el trabajo realizado desde 1992. “Antes de las radios comunitarias, la mayoría de la población no podía hablar en los medios de comunicación. Como la sociedad haitiana es una sociedad de exclusión, esa exclusión también se verifica en el área de la comunicación. Solamente los políticos y las personas de la alta sociedad civil podían hablar en las radios. Con las radios comunitarias, sectores como los campesinos, las mujeres, tienen su propia voz, su propio medio para comunicarse y expresarse. Esto supone una gran diferencia en el ámbito del derecho a la comunicación, de la libertad de expresión y también de los derechos humanos”, comenta con orgullo. Y esto, evalúa, también constituye un eficiente medio de organización social. “Con las radios, es posible hablar con los ciudadanos, usarlas para demandar salud y educación” allí donde la población se articula y puede mediar en conflictos sociales.

Dificultades de expansión En 1995 surgió la Internet comercial en Haití, pero hasta ahora no hay mucho acceso a la red de computadoras para las personas más pobres, en el campo. Saks tiene, desde hace tres años, un proyecto para conectar las radios a Internet, pero es muy difícil debido a la frecuente caída de la conexión y también al precio, que todavía resulta muy elevado. Una computadora cuesta alrededor de 80 dólares mensuales y la nueva compañía telefónica, privatizada, obstaculiza aún más el proyecto porque la comunicación no llega a las áreas más distantes: no es económicamente rentable. Otro problema es que las leyes haitianas no reconocen a los medios de comunicación comunitarios. Saks tiene un proyecto, lucha para obtener su aprobación en el Parlamento y lograr así que las radios comunitarias sean legales y, como consecuencia, tengan apoyo financiero del Estado, captando anunciantes. Hoy, las radios funcionan con muchas dificultades, sobre todo debido

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radio es que ese proyecto sea elaborado por una organización. Para nosotros, la radio debe fortalecer la organización social y promover otras organizaciones dentro de la comunidad para ayudar a que la gente transforme su situación”, expresa. Y sirve para los más variados servicios. Por ejemplo, en una familia en la cual el marido comete violencia contra la mujer, ella puede ir a la radio a denunciarlo. En el caso de conflictos entre hermanos, entre personas de la comunidad, el micrófono funciona como juez. Y sirve para convocar a reuniones. “Antes era necesario enviar una carta a causa de la distancia. Ahora, con un spot de 30 segundos, centenas de personas se informan”. Estéus cuenta que Saks comenzó en 1992, época en que muchas organizaciones populares se estaban reorganizando, todavía en la época de la dictadura. “No había libertad de expresión, los medios de comunicación no podían funcionar y las organizaciones y comunicadores debían hacer circular las informaciones”. Ante la opresión, comenzaron a difundir informaciones por medio de panfletos, casetes y todas las formas de comunicación posibles en la época; a partir de entonces, se da un salto para llegar a la constatación de la necesidad de desarrollar medios locales de comunicación: radios, periódicos y pequeñas publicaciones de las organizaciones sociales. Así, Sony, que es periodista y educador, comenzó a organizar jornadas de capacitación para grupos de base, como campesinos, mujeres y jóvenes, sobre comunicación, periodismo, entrevistas y reportajes. Y como consecuencia comenzó el movimiento de las radios comunitarias. En la actualidad, las cerca de 40 radios locales comunitarias organizadas por Saks están en áreas geográficamente aisladas y distantes del país, y dirigidas por las organizaciones mismas en las comunidades. La organización social no tiene la intención de controlar o mantener las radios, sólo capacita y proporciona algunos programas, pero el financiamiento y la mayor parte de la programación son responsabilidad de la organización social que mantiene la radio. Así, el objetivo es apoyar a nivel de formación y de capacitación; sin embargo, Saks también ayuda a las organizaciones a encontrar caminos para obtener financiamiento. No obstante, no quiere ser una agencia de fomento del sector, y termina funcionando como puente para algunas agencias que están interesadas en apoyar proyectos de radios. La organización de Estéus, después de capacitar, hace algunos programas educativos, ofrece informaciones, programas de música y, principalmente, acompaña a las comunidades en las áreas de comunicación y de


Construyendo la propia resistencia Dos radios muy diferentes en Plaisance

La Asociación de Jóvenes para el Desarrollo de Plaisance se encarga de la programación de la radio VWA PEP LA FM Stereo. Foto: Ermanno Allegri

a los problemas de energía. Funcionan con baterías y motores porque no hay energía pública. “Cada radio tiene su propio sistema, como uso de energía solar, baterías y también generadores. Es muy difícil comprar gasolina. En ciudades grandes como Cabo Haitiano, hay abastecimiento de energía pública, pero en otras ciudades no hay”, explica. Todas estas dificultades de comunicación con el gobierno no impiden que las autoridades públicas reconozcan la importancia de las radios comunitarias, porque en la campaña contra la epidemia de cólera, que mató a 7 mil personas en el país entre 2010 y 2011, el gobierno pidió a Saks que difundiera mensajes educativos. “Reconoce, pero no apoya” denuncia Sony Estéus; por eso están luchando por el reconocimiento legal y la obligatoriedad de ayuda financiera.

La Radio VWA PEP LA FM Stereo está situada en la calle Dessalines, número 103, muy cerca del centro de la ciudad. La programación es compartida por la comunidad, pero quien ocupa la mayor parte del tiempo es la Asociación de Jóvenes para el Desarrollo de Plaisance (AJPD, sigla en francés). Por la tarde encontramos a Jean Wildet-Myrtch, de 25 años, y a Casséus Fanel, de 24, alrededor de una computadora y una lista de canciones para reproducir. No había una programación educativa prevista o novedades locales, pero admitieron estar dispuestos a transmitir mensajes o recados entre los pobladores. La situación es rara. Estos jóvenes no conocían Saks y se podía observar en ellos, claramente, un aprendizaje mediante errores y aciertos, muy semejante al de las escuelas. El problema es que la Radio Comunitaria de Plaisance trasmite en onda corta y podría estar al servicio, además del entretenimiento musical, de la organización y la educación del pueblo. Acordamos encontrarnos en el centro de Plaisance con los representantes de la radio de la organización campesina Tet Kole Ti Peyizan Ayisyen, a los que Sony Estéus, director de Saks, nos había indicado entrevistar. La radio funciona desde 1996 con apoyo organizativo y de capacitación de Saks y financiamiento del movimiento campesino. Esperábamos encontrarnos con una radio encajada en los más difíciles caminos y con una propuesta avanzada de educación popular y organización social y ciudadana de las comunidades más aisladas del interior del país. Fue fuerte nuestra frustración cuando los líderes campesinos Luiu Origène y Luc Wilson Charles nos informaron que hace más de seis meses la radio está silenciada por el robo del generador de energía. Si la energía eléctrica ya es un problema serio en las ciudades principales, se agrava sobremanera en el interior, donde están las radios más importantes para el pueblo. Después de 14 años sirviendo de apoyo a la organización campesina, la radio Tet Kole dejó de ser la principal tribuna popular y el pueblo se quedó sin las informaciones que acortaban las distancias entre sus hogares. Ahora, cualquier pequeña asamblea termina siendo un trastorno para los organizadores. “Estamos organizándonos para comprar un nuevo generador, pero tenemos que encontrar otro lugar, más seguro, tal vez cerca de la ciudad”, comenta Origène, visiblemente molesto. Para él, cuanto más cerca de la ciudad, más lejos de los campesinos a los que quieren llegar. En fin, ahora sólo falta que los líderes campesinos de Tet Kole piensen también en una antena más potente.

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Haití por sí nanciera y comercial. Por todo esto, es muy difícil hacer un balance equilibrado”, afirma Chalmers. De esta manera, Aristide se habría convertido, en muchos de esos períodos, en un elemento importante para fragmentar al máximo el movimiento social. Sólo ahora los movimientos populares haitianos estarían comenzando a superar esa fragmentación, esa polarización política. Detalle importante: Haití no fue un país pobre durante toda su existencia. Chalmers explica que hay una construcción del discurso sobre el país que esconde aspectos fundamentales para entender la realidad. Es imprescindible entender lo que sucedió cuando se firmaron los planes de ajuste con el FMI, a partir de la firma del primer acuerdo por parte de Jean-Claude Duvalier (Baby Doc) en noviembre de 1984. A partir de ahí, comenzó toda una línea de políticas que han destruido gran parte de la capacidad productiva nacional, de la capacidad económica. Se creó una masa de obreros con salarios muy bajos para atender demandas de empresas exportadoras. Chalmers analiza que, en la formación social de Haití, después de la revolución de 1804, Jean-Jacques Dessalines intentó montar un proyecto nacional, hacer la distribución de tierras, la reforma agraria, defendiendo los intereses de las masas, y fue asesinado. Hubo un período de transición y, a partir de 1805, se instaló un Estado neocolonial que trató de conservar los lazos de dependencia con el capitalismo mundial. Se adoptó entonces una economía de importación y exportación, lo que se tradujo en la formación de un Estado que comenzó a actuar contra la nación. Su primera tarea fue destruir la nación en todo aquello que constituía sus pilares fundamentales. Eran tres los pilares que estaban siendo construidos en aquel momento. El criollo haitiano fue prohibido. “Inclusive, cuando yo era niño, se imponía un castigo a quien hablara en criollo en la escuela. De repente, se volvió anormal hablar en criollo, el idioma de toda la gente de aquí”, cuenta Chalmers. El vudú, como religiosidad popular, que es mucho más que una religión, para los haitianos es una relación con el cosmos, y fue totalmente perseguido. El gobierno mandó matar a los houngans (sacerdotes vudú) y quemar todos los templos en una persecución permanente. Y, por último, cuenta el

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pero no tenía ningún proyecto sistematizado. Está después el Aristide que regresó de Estados Unidos (1995) flanqueado por los militares estadounidenses. El tercer momento es el Aristide que volvió al poder en 2001. Más recientemente, el Aristide que volvió de Sudáfrica en 2011. “Son cuatro momentos distintos y, probablemente, la concepción tradicional de líder, cuando se piensa si él es bueno, malo o responsable del caos social, es la dinámica fundamental entre él y el momento”, explica, sosteniendo que por detrás de estas fases está siempre la sombra de Estados Unidos. Para dar un ejemplo, Chalmers relata que en septiembre de 1991, algunos días antes del golpe de Estado, Aristide organizó una reunión en el Palacio Nacional para presentar la propuesta hecha por el Fondo Monetario Internacional (FMI) de un Plan de Ajuste. Él había pedido a sus ministros que explicaran a toda la gente la propuesta del FMI. Había una reunión con 800 organizaciones en el Palacio Nacional, que fue televisada y trasmitida por todas las radios, en una discusión que duró casi 12 horas. Algunos días después vino el golpe de Estado. Cuando Aristide regresó al poder, firmó el acuerdo de ajuste con el FMI totalmente en silencio, nadie sabía nada al respecto. El resultado es que, en 1995, habían conseguido destruir gran parte del movimiento popular y reivindicativo, y también la capacidad de intervención política de esos movimientos. “Hay mucha diferencia de un momento a otro, pero mucha gente hace una interpretación moral, condenando y acusando. Sin embargo, es importante ver todos los procesos políticos y los actores para entender todas las contradicciones entre esos cuatro momentos distintos”. Papda sostiene que es necesario comprender las incoherencias de las decisiones tomadas por Aristide. Por ejemplo, él se resistió un poco a la privatización de algunas empresas claves, como la telefonía, pero al mismo tiempo, no se resistió a los cambios impuestos por el FMI. La liberación financiera y la apertura comercial produjeron una catástrofe social enorme, con una polarización increíble de riquezas y una pauperización acelerada, especialmente de los campesinos. “Por eso es muy difícil, porque los partidarios de Aristide dicen que él se resistió a las privatizaciones y nosotros decimos que aceptó el plan de ajuste en su dimensión fi-


Construyendo la propia resistencia coordinador de Papda, se verificó la desintegración y quiebra de lo que llama el lakou pe izan, el espacio de producción de alimentos, auto-centrada en las necesidades de la comunidad. El lakou pe izan está ubicado siempre en una parte comunitaria que no se puede vender, está fuera del mercado. El resultado de tanta represión es una sociedad bloqueada, en la que no se desarrolla el Estado y tampoco la nación. Nación sin identidad. “Combate permanente de un Estado neocolonial que trata de imitar a Francia, un pueblo totalmente distinto”, lamenta Chalmers. Incluso denuncia la prohibición a los agricultores familiares de producir alimentos en tierras buenas, porque las tierras buenas deben ser dedicadas a productos de exportación, como la caña de azúcar, el café, el cacao, etc. En la visión neoliberal es la exportación la que asegura el proceso de acumulación de las elites. Éste sería un elemento claro de la situación de bloqueo, que puede explicar un poco cómo se desarrolló la formación social. La llegada de Estados Unidos empeoró gravemente la situación. “Estados Unidos mantuvo el mismo sistema, siendo la clase política y las Fuerzas Armadas controladas desde Washington”.

Búsqueda de la emancipación de hecho A partir de ese momento, Estados Unidos tomó el liderazgo en la explotación política y económica de Haití. En las décadas del 80 y del 90, Haití pasó (fue obligado) a ser un gran importador de géneros alimenticios y de otros diversos productos de Estados Unidos. Actualmente, es el tercer mayor importador de arroz estadounidense, a pesar de que sus tierras son propicias para el cultivo auto-sostenible de este producto. La dominación económica no fue suficiente para Estados Unidos, era necesario intervenir políticamente el país para completar el ciclo de super-explotación. En 1925, 20 mil marines ocuparon el país por 19 años. De 1957 a 1986, la dictadura Duvalier (François Duvalier y su hijo Jean-Claude) fue sostenida básicamente por el apoyo estadounidense. Desde 1991, año que los haitianos vivían un momento de esperanza con la elección de Jean-Bertrand Aristide como presidente, hasta ahora, Estados Unidos patrocinó nada más y nada menos que dos golpes de Estado y tres ocupaciones militares en el país. La más reciente se produjo en ocasión

del terremoto, cuando más de 23 mil marines desembarcaron en Haití. Mezzonato y Patrola, del MST y Vía Campesina, concluyen que, con toda esa presencia activa, es difícil la tarea de deshacerse de su mayor opresor. Cualquier paso fuera de esa política puede ser castigado severamente. La ruptura con ese sistema de dominación, anclado en los intereses de una elite nacional, es uno de los mayores desafíos de la sociedad Haitiana, si quiere desarrollar un efectivo proceso de democracia participativa. Papda sostiene que hay que hacer dos cosas para que el pueblo haitiano retome las riendas su propio país: reconstruir el movimiento social y relanzar las luchas fundamentales, como la reforma agraria, la reforma del sistema educativo, proyectos de reforestación, construcción de un sistema de salud pública, etc. Para esto, Papda propone la construcción de una Asamblea Permanente de los Movimientos Sociales, que sesione cada tres meses y sea el espacio en que todos puedan realmente construir estrategias comunes y locales que luego puedan transformarse cualitativamente en propuestas nacionales. El otro eje sería la construcción de partidos políticos. Partidos nuevos y realmente enraizados en los movimientos haitianos, que tendrían proyectos políticos distintos, proyectos de nación, proyectos de soberanía, que permitan al país salir de la situación actual.

Cuando la ayuda no ayuda Se hace necesaria una reflexión sobre la reconstrucción en el camino de retomar el control de la nación. La situación social caótica de Haití también es reflejo de la ayuda humanitaria que transformó al país en una de la principales fuentes de recursos de miles de ONGs que trabajan desde hace décadas en el país pero que no producen resultados que logren, de hecho, mejorar de manera sustentable la vida del pueblo. Muchas ONGs, en su gran mayoría extranjeras, trabajan sin coordinación entre sí, el dinero es mal utilizado, las medidas son asistencialistas y no existe ningún tipo de injerencia del pueblo haitiano, o incluso del Estado, en la aplicación de los recursos. Se estima que hay aproximadamente 10 mil ONGs actuando en Haití. Por increíble que parezca. El monto de recursos que circula en los proyectos de esas instituciones es muy alto, y la mayoría de ellas está en el país desde hace

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Un batallón de Sri Lanka controla la seguridad durante la distribución de alimentos en Léogâne. Foto: UN Photo/Sophia Paris

por el Estado haitiano. Son proyectos de los más diversos tipos: vivienda, educación, alimentación, erradicación de la violencia, entre otros, pero no hay ninguna conexión entre ellos. Son puntuales y fragmentados y, en general, no cuentan con la participación de la sociedad civil organizada en la realización de las iniciativas. El Analista del Ceiri Jean Garry coincide también en que Haití es uno de los países con más ONGs del mundo. Es taxativo al afirmar que no se puede desarrollar un país con ONGs y programas asistencialistas. “Un país se desa-

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muchos años. Sin embargo, la situación de pobreza y los problemas estructurales continúan siendo graves. El MST y Vía Campesina perciben que gran parte de las ONGs utilizan la situación de miseria para continuar existiendo como instituciones. Algunos datos muestran que un alto porcentaje de los recursos se destina al pago de salarios del cuadro técnico de las instituciones, y esos técnicos son oriundos, muchas veces, de los países de donde procede la ayuda, o sea, el recurso económico termina regresando al mismo país del que vino. Solamente el 5% pasa


Construyendo la propia resistencia rrolla con un proceso de creación y distribución equitativa de las riquezas. Considero las ONGs como empresarios de la miseria, que aportan, como valor agregado, la pobreza durable y sostenible”, afirma. Carole Pierre-Paul Jacob, de Sofa, califica como catastrófica la “invasión de las ONGs” en Haití después del terremoto de 2010. Según ella, estas organizaciones internacionales de emergencia, muchas veces, quieren ponerse por encima de las ONGs de base, que están desde hace mucho más tiempo en el país. “Para nosotros, esto se llama ocupación. Estamos viviendo cada día en el interior de esta situación, pero estamos luchando contra esa ocupación neocolonialista que ellas quieren imponer aquí. Aunque esta situación ya existía antes, después del terremoto aumentó todavía más”. La “batalla” contra la Minustah es un ejemplo de resistencia que vienen emprendiendo movimientos como Sofa. Carole Pierre-Paul Jacob cuenta que durante un encuentro en el marco de la Marcha Mundial de Mujeres en el Congo (África), Sofa aprovechó para denunciar a la Minustah y a todas las fuerzas multinacionales que contribuyen a mantener el proyecto de dominación en Haití. En 2010, estuvo en Brasil y pidió al entonces presidente Luiz Inácio Lula da Silva que intercediera por la retirada de las Fuerzas Armadas Brasileras de la Minustah. Para Sofa, la Minustah no es otra cosa que la fuerza, el brazo armado de la colonización. Este sistema neoliberal está acabando con el país desde 1980, y la Minustah es el brazo armado de las fuerzas de dominación internacional. “Somos muy conscientes de ello”, afirma Carole Jacob. Incluso ante esta frustrante realidad, Mezzonato y Patrola, del MST y Vía Campesina, insisten en destacar que no es función de las ONGs sustituir el funcionamiento del Estado. Aspectos como educación, infraestructura básica (carreteras, saneamiento, electricidad, agua), salud y agricultura deben ser coordinados por la misma sociedad haitiana a partir de la organización de su Estado. Sin embargo, como no hay Estado, las ONGs siguen haciendo su juego, vendiendo la imagen de miseria del país para continuar ganando dinero. Y los problemas no terminan allí. Cerca de tres años después del terremoto, la mayor parte del país todavía está

bajo los escombros. Y este letargo puede explicarse por factores que van más allá de la catástrofe natural. Antes del terremoto, Haití ya tenía serios problemas políticos, sociales y económicos. El terremoto profundizó estas dificultades. Gran parte del apoyo financiero internacional anunciado no se concretó. Además, hay problemas políticos internos entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo, que dificultan la marcha de los procesos administrativos del país. O sea: las pequeñas iniciativas son muy lentas debido a la inestabilidad política. A pesar de que ya se percibe que algunas ONGs internacionales saldrán de Haití, Camille Chalmers afirma que las grandes entidades no se van a marchar del país tan pronto, porque todavía hay mucho dinero que tiene que llegar a Haití. El analista Jean Garry, del Ceiri, enumera las principales razones para que la mayoría de los proyectos de reconstrucción de Haití después del terremoto todavía no hayan salido del papel. Son: 1) la falta de consenso entre los múltiples actores de la comunidad internacional, dado que cada actor tiene sus propios objetivos y métodos; 2) el proceso de debilidad institucional de la sociedad haitiana, promovido por la comunidad internacional; 3) la voluntad de la comunidad internacional de privilegiar sus propios intereses, pues de cada 100 dólares gastados en el proceso de reconstrucción, menos del 10% beneficia a la economía haitiana; 4) el aislamiento y la marginación de los haitianos en las decisiones estratégicas que los afectan, teniendo en cuenta que privilegian a los extranjeros hasta en los trabajos más elementales; y 5) se priorizan las ONGs con acciones humanitarias de poco impacto, en lugar de los grandes proyectos estratégicos. Sin embargo, incluso ante este cuadro desalentador, las últimas palabras del haitiano Jean Garry definen la esencia luchadora de su pueblo: existe un conjunto de movimientos de mujeres, campesinos, universitarios, etc., que, con sus acciones y el debido tratamiento por parte del Estado y la importante ayuda humanitaria internacional, pueden fortalecer las iniciativas de democracia participativa. Chalmers, de Papda, enfatiza que los desafíos son muchos, pero también hay mucha fuerza. Una fuerza cultural propia.

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Haití por sí

pero en la actualidad están viviendo allí menos de 5 mil personas. Foto: Ermanno Allegri

Por Adriana Santiago Miradas curiosas y lazos de todos los colores en el cabello. Uniformes bien planchados e impecablemente limpios. En los callejones polvorientos, una trenza bien hecha embellece unos cabellos rebeldes. Mechas azules, uñas rojas. Las haitianas son vanidosas desde pequeñas y, por eso, en todo el país, es fácil ver salones de belleza en casi todas las esquinas. Y esto no es diferente en uno de los 758 campamentos que actualmente sirven de vivienda a 519 mil personas sin techo. Automeca era el mayor campamento del país en la época del terremoto y llegó a albergar a 15.000 personas en sus carpas de lona. Sin embargo, actualmente “sólo” tiene alrededor de mil familias. Unas 4.500 personas continúan viviendo allí. La cantidad disminuyó porque estaban acampadas en dos terrenos particulares, uno al lado del otro, pero uno de los propietarios, provisto de pequeñas indemnizaciones y una gran dosis de amenazas, consiguió que toda aquella población zaparrastrosa abandonara el local y fuera nuevamente a buscar otros campamentos. En muchas ocasiones, para vivir de manera más insalubre. Aunque el campamento Automeca era gigantesco y peligroso, porque ahí se escondían muchos delincuentes que actuaban en Cité Soleil, el barrio más violento de Puerto Príncipe, trabajaron allí algunas ONGs e instituciones como la Cruz Roja Internacional y la Organización Internacional de Migraciones (OIM), además de otros servicios de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). El líder de los acampados, Dominique Kene, lamentó que estas ayudas internacionales actuaran por cuenta propia, porque no conocían las necesidades reales de la población, más allá de la situación de emergencia. Tal actitud provocó mucho sufrimiento a los haitianos. Sin embargo, destaca que existen organizaciones no gubernamentales (ONGs) que conocen un poco más el terreno y hacen un trabajo más cercano a la realidad haitiana.

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Automeca fue el mayor campamento,

Automeca, un campamento de solidaridad


Construyendo la propia resistencia Sin escuela y sin empleo Dicen que los jóvenes también se organizan en comités, con énfasis en la formación profesional y la escolarización; sin embargo, no hay escuelas para todos, y cuando hay, está lejos y/o es privada. No obstante, en Automeca, como ya se ha dicho, es posible ver niños y niñas impecablemente vestidos para ir a la escuela, con sus tradicionales adornos en el cabello. Una contradicción llamativa, que muestra la fuerza del haitiano, que aun sin buenas condiciones laborales se esfuerza por pagar una escuela digna para sus hijos. Es sorprendente ver a los niños rigurosamente uniformados, surgiendo de entre las carpas de lona vieja, rasgadas, claustrofóbicas, amontonadas una muy cerca de la otra. Los pequeños, muchas veces, salen esquivando y pisando el lodo con sus zapatos recién lustrados. Son escenas angustiantes, pero que trasmiten esperanza. Las escuelas públicas que todavía existen están muy lejos del campamento y como todos son muy pobres no tienen posibilidad de pagar la escuela y el transporte. Los líderes dicen que en el campamento hay profesores y formadores. Sin embargo, a primera vista, no se detecta ninguna estructura improvisada para funcionar como escuela o como espacio para algún taller de formación profesional. Dominique, por su parte, insiste en decir que los jóvenes fueron preparados por una ONG para asumir diversas funciones, pero el desempleo impera a simple vista. En Automeca, las callejuelas están llenas de jóvenes desocupados en pleno día martes de diciembre.

En compás de espera Lo que atraviesa el discurso de estos líderes es que están siempre esperando, o una palabra del Estado u otra de las grandes ONGs. Dicen estar listos y organizados para el comercio u otro tipo de actividad, pero admiten la falta de acompañamiento. Un ejemplo es el proyecto para remover escombros y residuos acumulados en las proximidades, pero que no tiene ningún incentivo. La propuesta implicaría trabajo para buena parte de los haitianos acampados en varias partes de la ciudad. Automeca, por lo menos la mitad que permanece, integra una organización mayor con otros siete campamentos: Parkolofica, Henfraza, Palais L’Ar, Houtgeorges, Basgeorges y Emmanuelbanfil. La idea es que juntos tengan más fuerza y posibilidades. En los campamentos, valorizan el hecho de que las mujeres mantienen una organización fuerte, porque impulsan medidas de emprendedorismo y microcrédito. El discurso del líder es

muy diferente a la práctica. Lo que observamos a primera vista es que no hay nada de lo que dijo. Se ve mucha gente ociosa y un microcomercio donde hay de todo un poco, destacándose el carbón. Cuando se les preguntó a las mujeres, respondieron que hubo talleres de artesanías y otras actividades, pero que éstas sólo funcionaron como terapia más que como una organización de economía solidaria. Lo que se percibe es que los líderes tienen necesidad de mostrar organización, pero en verdad esto es un aglomerado de personas que se autoprotegen. Cuando preguntamos sobre el sufrimiento femenino, ya que las mujeres son consideradas por muchas organizaciones sociales locales como los cimientos del país, se formó un círculo de mujeres alrededor de nosotros. Confesaron que sólo esperan y esperan. Se observa rápidamente que esperar es una acción recurrente de este sufrido pueblo. Mirando hacia el suelo, una de ellas se justifica: “tenemos fuerza de trabajo, pero no nos es posible salir solas de esta situación”. Explican que la mayoría no tiene marido y luchan solas por mantener a sus niños. “Aquí es como el infierno, cuando llueve cae el agua sobre las carpas y muchas madres tienen que cargar a los niños en su regazo la noche entera para protegerlos del agua, y cuando hace calor el problema es otro.” La salud es precaria, con muchos casos de fiebre, diarrea, anemia. Pero ahí en el campamento no es posible obtener atención médica: la salud no es pública. El único recurso son algunos puestos de salud (hospitales de campaña, también de lona) de la ayuda internacional, que funcionan en los campamentos vecinos. Gran parte del sistema de salud gratuito es mantenido por Médicos Sin Fronteras y la Brigada Cubana. Dos años después del terremoto, todavía no se construyó ningún hospital con materiales sólidos.

Sin esperanzas en la ayuda externa La presidenta del Consejo de Mujeres de Automeca, Luisimon Marie Nesline, es una mujer fuerte, con semblante combativo, pero en su mirada muestra claramente poca esperanza en el reportaje o en cualquier tipo de ayuda de forasteros. Su mirada desafiante y sin mucha fe en los resultados de la conversación contradice sus palabras. Luisimon nos dice que tienen perspectivas y fuerza, pero que no hay recursos ni una organización fija para el seguimiento de medidas efectivas. “Perdimos a una buena parte de las mujeres que estaban organizadas en Automeca, porque se marcharon hacia otros asentamientos”. Las medidas de incentivo al comercio y al microcrédito atribuidas a ellas por el líder Dominique fueron

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Haití por sí

El gobierno no da ni agua Al adentrarnos en aquel mar de carpas, la visión de una inmensa cisterna es para emocionarse hasta las lágrimas. Es fácil recordar la tecnología alternativa de las cisternas de placas, que se convirtió en una política del gobierno brasilero para el semiárido, con el programa Un Millón de Cisternas. Una cisterna provee agua a una familia de cinco personas, que juntan agua de lluvia para consumir en el período de sequía. ¿Agua limpia, gratuita y de buena calidad para aquellas familias? Gran error. Era una cisterna construida con la ayuda internacional, sí, pero ahora es abastecida y comercializada por una empresa que lleva el agua en grandes camiones cisterna desde Plaine du Cul de Sac, al sur del país, a unos 20 kilómetros de Puerto Príncipe. No se da ningún tratamiento al agua, ni se la somete a pruebas de potabilidad.

La comisión organizadora administra el agua. En el surtidor. Y todos pagan un poco por el agua. Quien tiene más, da más, y quien tiene menos, a veces no contribuye. Pero éste es un instrumento de micropoder eficaz dado que no hay una asamblea de habitantes, y puede culminar en una relación de poder y opresión. La solidaridad sin interés mezquino efectivamente existe en la hora álgida, en la emergencia, pero después de casi tres años es casi imposible no usufructuar con los micropoderes, como diría el filósofo francés Michel Foucault refiriéndose al alma humana. Lo que se percibe en las callejuelas de Automeca es gente ociosa, jugando al dominó, pero no se ve gente consumiendo bebidas alcohólicas o aparentemente drogada. Sin embargo, la peligrosidad existe en el campamento porque ahí se establecieron los delincuentes y drogadictos de Cité Soleil y otros barrios considerados como los más peligrosos de Puerto Príncipe. Parece que la práctica de los malhechores de esconderse en campamentos gigantescos es frecuente, y esto no es diferente en Automeca. Las carpas son todavía, prácticamente todas, donadas por la ayuda internacional; pueden verse los logotipos de Usaid, Unicef, ONU, etc.… Las carpas, después de casi tres años, están rasgadas, remendadas, sostenidas con estructuras de madera para mejorar la circulación del aire, pero no son adecuadas para que vivan allí, hasta el día de hoy, familias de cinco o seis personas. Insalubres, sin privacidad, sin condiciones de higiene, miles de personas viven como animales. ¿Hasta cuándo?

El líder de los acampados de Automeca es Dominique Kene. Foto: Francisca Stuardo

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calificadas por Louisimon como paliativos, actividades psicosociales, iniciativas que no contribuyen efectivamente al autosustento. Más de dos mil jóvenes y adultos en edad productiva todavía permanecen en Automeca. La gran mayoría, sin empleo, y comparten todo lo que tienen, porque la ayuda internacional oficial salió de allí el 31 de marzo de 2010. Lo que se ve en las callejuelas es venta informal de todo, principalmente de comida (sin higiene) y de carbón cortado y vendido en bolsas de plástico. Como el problema de la energía es grande, el carbón sirve para alumbrar, cocinar y calentarse por la noche. Una de las medidas más interesantes en el campamento es el proyecto “Electricidad sin Fronteras”, que instala postes de iluminación solar en los campamentos, principalmente cerca de los baños químicos, para prevenir la violencia sexual durante la noche. Es posible ver los postes no sólo en Automeca sino también en muchos campamentos esparcidos por la ciudad. Para garantizar su seguridad, los habitantes crearon un comité coordinador que organiza el campamento y, dentro de él, las comisiones de seguridad, de formación y de viabilidad económica. Dicen que en la comisión de seguridad hay mujeres porque ellas velan por una situación que afecta especialmente a las mujeres, como la violencia sexual. Cuando les preguntamos a los hombres, negaron vehementemente la existencia de violencia en este campamento, contrariando todas las noticias e informes que señalan a Automeca como uno de los lugares con mayor índice de violaciones. Las mujeres se callaron, pero no lo negaron. O sea, el sistema patriarcal es todavía fuerte y opresivo para las mujeres. Sin embargo, ellas están asumiendo cada vez más posiciones de liderazgo.


Construyendo la propia resistencia

Una democracia participativa limitada Por Marie Frantz Joachim

De manera general, la democracia se concibe como el ejercicio por parte de ciudadanas y ciudadanos del derecho al sufragio, la existencia de un sistema pluripartidista, el voto secreto y elecciones precedidas por debates públicos. Esta concepción de democracia reduce la participación de ciudadanas y ciudadanos a ir a las urnas. En otras palabras, la elección de líderes por medio del voto sería el único mecanismo disponible para que las personas participen de los asuntos de sus colectividades, en los ámbitos local y nacional. Las experiencias de varios países de América Latina y Europa, durante esta década, demuestran que otra forma de democracia es posible. En verdad, las organizaciones sociopolíticas han desempeñado un papel determinante en el juego político. Las reglas de la democracia cambiaron. El concepto de democracia ha evolucionado en la última década. Para traducir el compromiso y la participación popular en la toma de decisiones sobre los asuntos que conciernen al pueblo, utilizamos el término “democracia participativa”. Dicho término, tal como es concebido, significa mucho más que la participación en el día de las elecciones. ¿Existe en Haití una expresión de la democracia participativa, y cómo se manifiesta? Este texto intentará aportar una respuesta a esta pregunta en base a algunos instrumentos jurídicos, incluyendo la Constitución de 1987 y las prácticas adoptadas en algunos municipios de Haití.

Democracia participativa y descentralización

Es lingüista, especialista en desarrollo local, descentralización y género.

La Constitución de 1987 establece el principio de la democracia participativa. En el último párrafo del preámbulo, se afirma que la democracia participativa está implementada o en proceso de construcción en Haití. Una democracia que se base en la descentralización, que debe lograrse a partir de las colectividades locales. Siguiendo esta lógica,

la descentralización es la base sobre la cual reposa la participación y la consulta. Claramente, descentralización y participación caminan lado a lado y la organización por parte de las autoridades locales es fundamental para promover la participación de la gente en las decisiones importantes que afectan la vida nacional. En relación con esto, la Constitución prevé tres niveles de colectividades locales: sección municipal (distrito), municipio y departamento, todos con órganos ejecutivos (Consejo de Administración de Sección Municipal, Concejo Municipal y Consejo Departamental) y con órganos legislativos (Asamblea de Sección Municipal, Asamblea Municipal y Asamblea Departamental). Las asambleas son consideradas como instancias de participación. Sin embargo, a excepción de las Asambleas de Sección Municipal, ningún otro órgano deliberativo logró establecerse en los últimos 10 años, debido a la interrupción prematura del proceso electoral y a la naturaleza aún provisional del mecanismo responsable de la realización de las elecciones (Consejo Electoral Provisional). Sin embargo, varias iniciativas fundamentadas en textos legales, incluida la Ley sobre la regionalización de 1982 y los decretos-leyes de 1986 sobre el funcionamiento y la organización de las colectividades locales, fueron puestas en práctica para fomentar la participación de las organizaciones de la sociedad civil en la toma de decisiones sobre los asuntos de las colectividades. Es importe aclarar, en primer lugar, el término “sociedad civil”, que por su carácter polisémico puede abrir la puerta a varias interpretaciones. La sociedad civil tiene su base en las ciudadanas y los ciudadanos como individuos que pueden, individualmente o en grupos, fuera de cualquier organización o partido político, movilizarse en acciones de carácter técnico, económico, cultural o político, en relación con los representantes electos, independientemente de su jerarquía.

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Haití por sí El sonido de la concha simboliza el ancestral toque para las batallas que llevaron a Haití a su independencia. Todavía hoy los campesinos utilizan el instrumento en sus manifestaciones en defensa de sus derechos.

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Foto: Thalles Gomes /MST


Construyendo la propia resistencia La sociedad civil tiene dos grandes campos de trabajo: a) mostrar las fallas de los representantes electos que no respetan sus contratos y no asumen sus responsabilidades en relación con sus competencias; y b) ser intermediaria de soluciones alternativas, o ser una opción positiva también importante, proponiendo a las autoridades soluciones más eficientes, que respondan mejor a la satisfacción más rápida de las necesidades de las poblaciones, apoyando positivamente, de esta forma, a las autoridades. En ambos casos, los miembros de las organizaciones de la sociedad civil están participando de los asuntos de su país.

La experiencia de participación En Haití, esas organizaciones son un reservorio de buena voluntad, orientada a la transformación positiva de la vida en las secciones municipales y las municipalidades. Actualmente, hay centenas de miles de ciudadanas y ciudadanos dinámicos y motores del desarrollo de su comunidad a través de asociaciones de padres y maestros, productores agrícolas, de defensa de los derechos de las mujeres, de los ciudadanos, de los jóvenes. Están presentes en los barrios de las ciudades y en el campo. Estas asociaciones se organizan normalmente alrededor de dos ejes principales: a) por sectores específicos (educación, salud, agricultura, infraestructura, etc.); o b) por la defensa de los derechos humanos (de los ciudadanos, de las mujeres, de los jóvenes, etc.). Ambos son básicos para el funcionamiento de los mecanismos establecidos en conformidad con el marco legal específico existente. En realidad, en Haití, durante la última década, bajo el influjo de proyectos conocidos como de “desarrollo local”, se han creado, con diferentes nombres, varios mecanismos de participación o de consulta. Se encuentran, por ejemplo, bajo el nombre de Consejo de Desarrollo del Departamento en Nippes o en Artibonite, Comité Municipal de Consulta y Planificación en Marmelade o también comités ejecutivos locales en el departamento del Nordeste. Es necesario agregar las comisiones municipales de consultas, que son consideradas como un desdoblamiento de la estructura de planificación del Ministerio del mismo nombre. Es importante llamar la atención sobre el hecho de que, independientemente de su denominación, todas estas estructuras están destinadas a fomentar la participación activa de la población en el proceso de desarrollo. Incluyen

a miembros de organizaciones de la sociedad civil que representan a varios sectores de intervención y a las autoridades electas. Claramente, estas últimas proveen la mayoría de los recursos humanos que consideran competentes y representativos, a los cuales delegan su representación en tales comités o comisiones de trabajo. Los Consejos de desarrollo, las comisiones sectoriales de trabajo o de defensa de derechos reivindican vigorosamente su papel de líderes únicos en el proceso de implementación de planes de desarrollo. Ellos participan en la identificación de los problemas de la población, en la selección y validación de los proyectos que puedan resolver sus problemas, y seguidamente, en la jerarquización de esos proyectos y la definición de cuáles son prioritarios, y finalmente, en el seguimiento de su ejecución. Es para ellos la definición precisa y clara de su perímetro de responsabilidades, en el que no desean ninguna intromisión. Es, en verdad, el perímetro de trabajo y de responsabilidad de las organizaciones de la sociedad civil, trabajando en estrecha colaboración con las autoridades electas. Las experiencias que se realizan actualmente en varias municipalidades de Haití, incluyendo Gros Morne y Saint Michael de l’Attalaye, en el Departamento de Artibonite y Bombardopolis, en el departamento Noroeste, son ejemplos de esto. Las autoridades locales electas en estos municipios, atendiendo a la crítica de organizaciones de la sociedad civil sobre la opacidad observada en la gestión de la cosa pública, han tomado un conjunto de disposiciones para la participación y la consulta. Dado que el diagnóstico, paso preliminar a la implementación de planes de desarrollo municipales, es participativo, las autoridades locales han realizado reuniones en las que se incentiva a la gente a proporcionar informaciones sobre las características generales de sus comunidades, sus potenciales oportunidades y sus fortalezas y limitaciones del medio (frenos, barreras, riesgos de desastres naturales). Al hacerlo, las poblaciones se apropian mejor de sus territorios y acuerdan con sus representantes una nueva visión sobre la posible evolución de su colectividad. Se debe enfatizar la importancia de la sensibilización bajo el liderazgo de las autoridades electas, para garantizar la representación de todos los sectores en este diagnóstico. En Bombardopolis, los actores locales fueron invitados de acuerdo

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Haití por sí

¿Participación superficial o real? Estas experiencias muestran que la participación pública es, aparentemente, efectiva, y va más allá del día de las elecciones. Regularmente, las personas de la sociedad civil se reúnen con sus representes electos para discutir todo lo que pueda dificultar el proceso de desarrollo y encontrar soluciones en conjunto. Los testimonios recogidos, muchas veces, describen los efectos de la participación en una comunidad. Participando de los asuntos de la municipalidad, la sociedad civil ha denunciado, a través de las páginas de los periódicos locales, las acciones deshonestas que han impedido el avance de las actividades en pro del desarrollo. Y, ¿cuál el lugar de las mujeres en todo esto? El slogan del movimiento feminista “Sin mujeres no hay democracia” parece haber resonado entre los autores de los decretos de 2006, que otorgan a las mujeres la función de tesoreras en los Consejos de desarrollo. Esta es una disposición que forzó a las organizaciones mixtas de la sociedad civil a proponer y votar candidatas mujeres para integrar los Consejos. Sin embargo, al analizar correctamente el proceso, podemos preguntarnos si esta disposición expresa un deseo real de fomentar la participación de las mujeres o simplemente utiliza el cliché, asignado por la

sociedad patriarcal, de que ellas tienen una cierta inclinación a la gestión financiera. Es importante señalar que, a pesar de los esfuerzos positivos representados por estas experiencias, éstas siguen siendo limitadas y frágiles, en la medida en que el contexto general de Haití continúa dominado por un poder autoritario vertical que deja poco espacio para la participación. Los procesos políticos, a menudo, no son creíbles y, así, comprometen el derecho de las ciudadanas y los ciudadanos a elegir a sus dirigentes. Los mecanismos de participación en gran medida emanan de los operadores de los proyectos de desarrollo, que son limitados en el tiempo. ¿Cuál es la posible durabilidad de las experiencias en curso? Los Ayuntamientos, ¿podrán introducir en su presupuesto una línea de acción que pueda promover el funcionamiento de estas estructuras? Las organizaciones de la sociedad civil, por más entusiastas que puedan ser, dado su nivel de vulnerabilidad, ¿son capaces de contribuir financieramente a su propia participación en estos mecanismos? El hecho es que la voluntad política es crucial para el mantenimiento y la eficacia de estas estructuras de participación. Es importante encontrar la fórmula correcta para promover la articulación entre las instancias responsables del cumplimiento de las tres funciones: la decisión (Consejo Municipal), el apoyo a la construcción del desarrollo (Consejo de Desarrollo) y el control (Asamblea Municipal y Sección Municipal).

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con su sensibilidad a talleres programados para recoger y validar los elementos del Plan Nacional de Desarrollo Municipal por tema y por área de competencia.


Agradecemos la colaboración de: Brigada Médica Cubana en Haití Cruz Roja Colombiana MST – Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra Museo del Panteón Nacional de Haití Observatorio de la Reconstrucción PAPDA – Plataforma para el Desarrollo Alternativo de Haití


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