LA VIRGEN MARÍA EN EL MUNDO: FÁTIMA DE PORTUGAL Y GUADALUPE DE MÉXICO. 1 La Virgen de Fátima (Portugal) El fervor religioso que caracteriza a Nuestra Señora de Fátima persiste aún en la actualidad y todo indica que, lejos de perderlo, va en aumento con el paso del tiempo. Se estima que entre cinco y seis millones de personas procedentes de varias partes del mundo realizan la peregrinación cada año como muestra de devoción y también de la relevancia del mensaje de la Virgen en cuanto a las diversas crisis que aún perduran en el mundo. La historia de las apariciones de la Virgen de Fátima se remonta a algo más de un siglo, concretamente en el año 1916. Este acontecimiento tuvo muchísima repercusión no sólo en el Portugal de aquellos años, sino en el mundo entero. Por aquella época, los muchachos trabajaban y ayudaban en las tareas del hogar y en el trabajo del campo. Tres niños llamados Lucía, Francisco y Jacinta solían llevar a pastorear un pequeño rebaño de ovejas en las cercanías del pueblo de Fátima y sus lugares favoritos eran Loca do Cabeço y la Cova da Iria. Una mañana lluviosa en la primavera de 1916, los niños se protegieron de la lluvia en una de las propiedades de sus padres en Loca de Cabeço y cuando la lluvia cesó, decidieron aprovechar la ocasión para jugar y divertirse. Pero la felicidad fue breve ya que, según el testimonio de Lucía (quien terminó dedicando su vida a Dios), vislumbraron una intensa luz y de entre los árboles apareció un joven adolescente que les hizo saber que era el Ángel de la Paz. El misterioso joven les pidió que rezaran tanto como fuera posible y les advirtió de que debían aceptar y soportar los sufrimientos que se les avecinaban. La presencia de aquel muchacho, ahora “identificado” como el Ángel de Portugal, dejó a los tres niños en un estado de confusión que duró varios días, hasta que desapareció. No obstante, a pesar de que los niños lo ignoraban, la presencia del ángel sólo fue el comienzo de las visiones que cambiarían sus vidas para siempre. Un año después, el trece de mayo de 1917, los tres niños realizaban sus tareas como los otros chicos del lugar y con sus ovejas fueron a parar a la Cova da Iria. Fue allí donde tuvieron el primer contacto con la Virgen María. La propia Lucía reconoció muchos años más tarde que la presencia de la Madre de Dios fue totalmente distinta a la del Ángel de Portugal, puesto que en vez de esa sensación de sobrecogimiento que experimentaron con el mensajero celestial, con la Virgen experimentaron algo totalmente diferente: felicidad interna, paz y gozo. La Virgen les recomendó que continuaran rezando y así poder evitar los males en el futuro como las guerras y la persecución contra los creyentes. Una vez en el hogar, los tres niños no pudieron ocultar el secreto y la noticia se expandió por el pueblo hasta llegar a oídos del párroco del lugar, quien se negó a creerlos y luego empezó a sospechar que, tal vez, las apariciones fueran un mensaje del diablo y no proveniente del cielo. No obstante las apariciones de la Virgen, que adoptó el nombre de Señora del Rosario de Fátima, tuvieron lugar a lo largo de los sucesivos meses de 1917 hasta llegar al trece de octubre de ese mismo año.
Ese día tuvo lugar el llamado milagro del sol ante una multitud de 70000 personas aproximadamente (eran los primeros peregrinos que querían presenciar las apariciones). Según los testimonios recogidos, el astro rey se tiñó de color rojo sangre y empezó a brillar de forma significativa en el cielo. La gente reaccionó con miedo frente a aquel suceso pues pensaba que el fin del mundo se hallaba próximo, pero nada de eso ocurrió. El milagro del sol sirvió para que la gente probara que las historias de los niños acerca de las apariciones de una “bella dama” no eran cuentos o cualquier habladuría: eran sucesos reales. Francisco y Jacinta fallecieron pocos años después. Sólo Lucía, la mayor de los tres, vivió más años como hermana carmelita y su testimonio hizo posible que el fervor a Nuestra Señora de Fátima pasara de generación en generación.
Imagen de Nuestra Señora de Fátima en la Capilla de las Apariciones. Los tres pastorcillos, de izquierda a derecha: Lucía, Francisco y Jacinta.
2 La Virgen de Guadalupe (México) La historia de la aparición de la Virgen de Guadalupe de México y las consecuencias derivadas de la misma son interesantes a la par que impresionantes. Hablar de la Emperatriz de las Américas (según el Papa Pío XII) no es sólo hablar de uno de los hechos capitales de la Historia del Nuevo Mundo. Es algo más; mucho más. Hablar de la Misionera Celeste del Nuevo Mundo (según el Papa Juan XXIII), significa hablar de un fervor religioso y más profundo incluso que el que caracteriza a Nuestra Señora de Fátima de Portugal. Su historia y sus milagros han traspasado fronteras. Sus fieles se cuentan por millones, más allá del antiguo Virreinato de Nueva España y del continente americano. La devoción a la Virgen de Guadalupe perdura desde hace casi quinientos años y se estima que cada año atrae a diez millones de fieles, convirtiendo cada doce de diciembre en un día de celebración, no sólo en México, sino en el resto de países del orbe. Con estos datos, no resulta nada extraño que la Basílica de Guadalupe sea uno de los templos más visitados en el mundo después de la Basílica de San Pedro. La peregrinación al templo de Guadalupe es diaria y gente procedente de otros pueblos, ciudades y países se dirigen hacia allí para llevar a cabo sus rezos. Esta amalgama de fieles y celebraciones tiene un origen. La aparición de la Virgen de Guadalupe tuvo lugar a principios de diciembre de 1531. El contexto histórico y político no podía ser más adecuado: México estaba recién conquistado y el dominio español en lo que luego pasaría a conocerse como el Virreinato de Nueva España, con Hernán Cortés a la cabeza, comenzaba a consolidarse. Un proceso de descubrimiento, conquista y colonización que perduraría aproximadamente a lo largo de tres siglos. El protagonista de esta historia fue un indígena mexicano llamado Juan Diego (nombre otorgado por los evangelizadores españoles) que, en su visita a lo que es hoy Ciudad de México para recibir clases de catecismo, oyó una voz que lo llamaba. El lugar de procedencia de aquella voz resultó ser el Cerro de Tepeyac, una elevación de terreno situada al norte de la ciudad. Una vez allí, Juan Diego vio a una hermosa mujer que se identificó como la Virgen María. La Madre de Jesús le manifestó a Juan Diego su deseo de que se construyera un templo en su honor pero, para tal fin, el obispo debía saberlo previamente. Juan de Zumárraga, conocido por ser el primer obispo de México, se mostró dubitativo con respecto a la historia que Juan Diego trataba de explicarle. No obstante, pese a ese primer rechazo, el obispo le pidió al humilde indígena que le mostrara pruebas de que lo que decía era cierto. La Virgen María volvió a aparecerse de nuevo y le pidió a Juan Diego que volviera a hablar con el sacerdote. Juan Diego, que estaba muy preocupado porque algunos miembros de su familia estaban enfermos, le expuso la situación acerca de la incredulidad inicial de Monseñor de Zumárraga. Fue ese día, doce de diciembre de 1531, cuando la Virgen realizó los tres primeros milagros: el primero de ellos fue sanar a los familiares de Juan Diego; el segundo fue hacer brotar del suelo unas hermosas flores en una zona hostil para su desarrollo y, por último, el tercer milagro y el más importante: la imagen de la Virgen quedó impresa en el ayate de Juan Diego, utensilio textil similar al popular poncho que los indígenas mexicanos utilizaban para la recolección de la cosecha.
Esta vez Monseñor de Zumárraga no puso en duda la historia de la aparición de la Virgen. En cuanto vio las flores y la imagen impresa en el ayate de Juan Diego, confirmó que el relato era verídico. El sacerdote tomó prestado el ayate y lo colocó en su oratorio. Más tarde, llevó la imagen a la iglesia principal de la ciudad para facilitar la veneración a una devota multitud. Con el paso de los años, los sucesores de Juan de Zumárraga mandaron construir sucesivos templos en honor a la Virgen María, ahora conocida como Nuestra Señora de Guadalupe (como referencia a la también venerada Virgen de Guadalupe extremeña por parte de algunos conquistadores), hasta llegar a la actual Basílica (1976) con una capacidad de albergar en torno a las diez mil personas. La Virgen de Guadalupe significó para los indígenas el final del culto prehispánico: los sacrificios humanos que se llevaban a cabo para honrar a divinidades aztecas llegaron a su fin y la aparición de la Madre de Jesús supuso la derrota de los dioses prehispánicos. Pero, más allá, del ámbito religioso, la Virgen de Guadalupe también es un símbolo de carácter nacionalista pues todos los representantes de la pirámide social mexicana, incluidos los no creyentes, enarbolan la “bandera” guadalupana como símbolo de unión nacional. Como curiosidad, se han llevado a cabo importantes investigaciones por parte de científicos y expertos de todo el mundo y los resultados no han podido ser más sorprendentes. Hay un caso particular que se ha hecho mundialmente famoso debido a que los investigadores confirmaron, con escáner y potentes microscopios electrónicos mediante, la historia de Juan Diego. En uno de los ojos de la imagen del ayate aparece el indígena evangelizado y en el otro, después de comparar con cuadros de la época, Monseñor de Zumárraga. Este proceso ha tenido algunas críticas y ha sido objeto de numerosas interpretaciones pero la mayoría de los estudios coinciden en lo mismo: el origen divino de la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe.
La Virgen de Guadalupe. Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe en México, D. F.
Imagen de Juan Diego con la Virgen impresa en el ayate.
Antonio López Ramírez